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Introducción a la investigación histórica

Dr. Héctor Pérez Brignoli

Pasos y fases de la investigación

Vamos a hacer una exposición general sobre la investigación histórica. A trazar algunas ideas
sobre los aspectos centrales de toda investigación, aunque sabemos que hay muchas cosas que
sólo las podremos mencionar, sin entrar en detalles.

Comenzaremos por un asunto práctico: ¿cómo se trabaja en la historia? Esto es lo que


llamamos el método de investigación. El primer aspecto a subrayar es que el punto de partida
siempre va a ser un problema que nos interesa estudiar, un problema que realmente queremos
aclarar.

Cuando uno va a emprender un trabajo de investigación, el primer asunto crucial es delimitar


con claridad el problema que se quiere estudiar. Muchas veces esto no es tan fácil, porque uno
tiene una serie de inquietudes, hay muchos temas que le parecen interesantes. Hay algunos
criterios que uno debe seguir para seleccionar y delimitar el tema de investigación. Uno de
éstos es el criterio de relevancia, es decir, que el tema tenga importancia real. Básicamente,
esto depende del estado de la cuestión; o sea, de la bibliografía existente sobre el problema.

A veces uno se interesa por un tema que nunca ha estudiado o sobre el cual se ha escrito muy
poco, pero en realidad nunca se puede decir que se parte de cero. La formulación misma del
problema supone que se tiene ya algún conocimiento que viene de otros textos o fuentes que
ha leído. Aunque, naturalmente, a veces podemos escoger un campo de la investigación
realmente nuevo, que ha sido poco explorado.

La relevancia del tema tiene que ver con el desarrollo de la investigación en la disciplina, la
bibliografía disponible, y también con el tipo de inquietudes teóricas que uno tenga, más el
tipo de escuelas y corrientes de pensamiento que se siga. Naturalmente, también tiene que ver
con las opciones políticas y las opciones de vida, personales y académicas de cada uno. La
relevancia de un tema sale de la combinación de todos estos aspectos.

También depende mucho del medio donde se está inserto, de lo que podríamos llamar
condiciones sociales. O sea, los debates que hay en el país y en la universidad, y las
consideraciones sobre el impacto que tendrá la publicación de los resultados de la
investigación que se propone hacer. Pero el componente del interés y del gusto personal es
algo fundamental en la investigación histórica. Las cosas que se hacen con pasión, con amor,
generalmente salen mucho mejor.

En historia, escoger un tema siempre implica hacer una delimitación espacio-temporal


precisa. Es muy importante que uno tenga muy claro qué es lo que está estudiando: que grupo
social, qué cultura, qué personajes, en qué lapso y en qué ámbito espacial.

A veces en sociología, en antropología o en economía, esta definición puede ser más vaga. En
historia no. En historia, yo diría que la delimitación espacio-temporal del tema es
fundamental. Hay que precisar con exactitud el período y el ámbito geográfico que se va a
estudiar. Claro está, que si en el curso de la investigación uno considera aconsejable ampliar
el lapso temporal, o la delimitación espacial, naturalmente puede hacerlo. Pero esa decisión
tiene que ser clara y consciente, sin perder de vista que va a implicar la consideración de otra
serie de fuentes adicionales.

Una vez que el tema está delimitado, uno distingue un segundo momento, que se llama el
estado de la cuestión. Esto significa hacer una revisión bibliográfica, más o menos
exhaustiva, de lo que otros han escrito sobre el tema que a uno le interesa. A través de la
revisión bibliográfica, uno obtiene una idea clara de qué fuentes han sido estudiadas sobre ese
período, sobre ese tema, cuáles son los problemas principales, las hipótesis explicativas que
los autores se han formulado; cuáles son los problemas que no han sido resueltos, los
principales objetos de polémica o de debate. En fin, todo lo que pueda estar girando alrededor
del tema en el cual uno está interesado.

Es muy aconsejable que se tome notas de la bibliografía, e inclusive que se trate de hacer un
ensayo bibliográfico, de redactar un texto sobre el problema desde el punto de vista de la
bibliografía. Hacer una formulación precisa del “estado de la cuestión” ahorra tiempo, y
también evita el riesgo de presentar como novedoso algo que ya era del conocimiento de
todos, o sea, lo que llamamos “descubrir el agua tibia”.

La revisión bibliográfica sobre temas de América Latina o Centroamérica tropieza con


ciertas dificultades. Muchas veces los trabajos que se han hecho sobre la historia
centroamericana han sido publicados en Estados Unidos o en Europa, y han circulado muy
poco. Otras veces, no han llegado a las bibliotecas centroamericanas, o peor aún, se han
quedad como tesis que nunca han sido publicadas. Sobre todo, antes de la crisis de los 80,
cuando Centroamérica tenía mucho menos atracción en la escena mundial, era muy común
que tesis con aportaciones realmente interesantes sobre la historia centroamericana quedaran
inéditas.

En ocasiones, en la revisión bibliográfica uno se encuentra sorpresas: textos publicados en el


siglo XIX o a principios de este siglo, por autores centroamericanos no muy conocidos, y que
iluminan aspectos importantes sobre la historia de la región.

La revisión bibliográfica no es un trabajo sencillo. No se soluciona simplemente yendo a una


biblioteca y revisando las obras que uno encuentra allí sobre el tema. Hay que tratar de hacer
una revisión bibliográfica lo más exhaustiva posible, recurriendo a instrumentos como las
guías bibliográficas que se han hecho recientemente para cada país centroamericano. Yo creo
que pronto tendremos algunas bases de datos bibliográficos computarizadas para
Centroamérica, y eso facilitará la búsqueda de las obras publicadas.

El tercer paso lo podemos llamar de las preguntas a las hipótesis. Una vez que el problema
ha sido delimitado y se ha formulado el estado de la cuestión, podemos pasar de las
interrogantes que uno se hace sobre el tema a investigar a la formulación de hipótesis.

Una manera más rimbombante de denominar este paso es decir que se trata de la formulación
del “marco teórico”, pero yo lo encuentro un poco pretencioso. Ha sido muy común encontrar
tesis en sociología, en economía y también en historia, donde el marco teórico que va al
principio de la investigación es muy detallado y elaborado. Se habla mucho de aspectos
teóricos, y después, cuando uno busca su conexión con la investigación, se ve que hay un
salto entre lo que se planteó como marco teórico, en una serie de disquisiciones muy
generales y lo que se aplica realmente en la investigación concreta.
La historia es una disciplina mucho más empírica que teórica. Nos interesan más los
resultados empíricos en la investigación que la formulación de teorías. Por tanto, lo mejor es
tratar de mantenerse apegado a esta fórmula más sencilla: partimos de preguntas relacionas
con la delimitación del problema y el estado de la cuestión, y luego, con el conocimiento
teórico que uno tiene, pasa a la formulación de las hipótesis.

Esta no es otra cosa que una buena organización de las preguntas que constituyen nuestro
punto de partida. ¿Cómo organizar esas preguntas? La manera más simple es escribir una
lista de ellas y analizarlas. Entonces, uno puede llegar a la conclusión de que el número de
preguntas se puede reducir a la mitad y que las interrogantes pueden formularse de una forma
más precisa. Hay todo un primer trabajo que es pasar de esas preguntas tal como a uno se le
fueron ocurriendo, de manera más o menos desordenada, y tratar de organizarlas, de
jerarquizarlas. Naturalmente, para ello tenemos que recurrir a ciertos elementos teóricos.

Los elementos teóricos a los que recurrimos en la historia vienen de las diferentes ciencias
sociales y dependen mucho del tipo de problema que estemos estudiando. La renovación de
la historia, sobre todo desde 1930 en adelante, básicamente, ha sido producto de su contacto
con las distintas ciencias sociales y humanas.

Al formular las preguntas y organizarlas en hipótesis uno recurre a la teoría, ya sea de la


sociología, de la economía, de la antropología o de la psicología. La elección de un marco
teórico adecuado tiene que ver mucho con el tipo de tema que nos interesa. Por ejemplo, si
uno está estudiando un determinado personaje, o el comportamiento de grupos humanos,
recurre a la psicología de la personalidad o a la psicología social. Si uno está trabajando sobre
historia económica, naturalmente que el marco teórico vendrá de la teoría económica. Si uno
está estudiando aspectos que tienen que ver con movimientos campesinos y formas de acción
colectiva, entonces la teoría tendrá que venir de la sociología de los movimientos sociales. Si
uno está estudiando un sistema cultural, entonces la referencia de la antropología será
fundamental. Si uno está estudiando cuestiones que tienen que ver con el lenguaje y la
significación, entonces la referencia de la lingüística y la semiología será esencial.

Según el tema, también es posible que uno recurra a una combinación de aspectos de la
economía y aspectos de la sociología, o aspectos de la economía y aspectos de la
antropología. O sea, nosotros no podemos decir que hay una teoría de la historia. La historia
recurre permanentemente a las ciencias sociales y coloca, por así decirlo, en una dimensión
temporal, los temas básicos que son esclarecidos teóricamente en las distintas ciencias
sociales.

La explicación viene de las distintas ciencias sociales porque la historia es una disciplina es
una disciplina de síntesis. Cuando uno toma un grupo social en un momento determinado en
el tiempo y elige un problema para estudiar, uno va a presentar ese problema de una manera
sintética. O sea, va a considerar aspectos muy complejos y diversos, resumirlos y luego darles
una explicación.

La presentación que se hace en historia es una forma de síntesis. Es una forma de ver
aspectos que las distintas ciencias socales desintegran al observarlos analíticamente. La
historia los reconstruye en un momento del pasado y los vuelve a presentar de una manera
sintética.
Desde este punto de vista la investigación histórica es muy difícil, porque para hacer esta
síntesis se necesita conocer y dosificar adecuadamente argumentos teóricos que viene de
distintas ramas de las ciencias sociales. Claro, uno no puede ser economista, sociólogo,
antropólogo, lingüista y psicólogo, a la vez. De allí viene la necesidad de la especialización
en un determinado ámbito de la historia.

En esta presentación analítica los pasos de la investigación histórica aparecen unos después
del otro. Pero en la práctica, uno va delimitando el problema al mismo tiempo que hace la
revisión bibliográfica. Estos pasos no se pueden en realizar en forma completamente
separada. También, cuando uno va desarrollando el estado de la cuestión va pasando
gradualmente a la formulación de las hipótesis. En la práctica, estos pasos se van a desarrollar
en forma paralela y continuamente se van produciendo ajustes en el camino. Pero, cuando
llegamos al momento de empezar a trabajar con las fuentes, estas tres primeras etapas deben
estar ya concluidas.

Una parte fundamental en la investigación histórica es el trabajo con las fuentes primarias, en
archivos y bibliotecas. Estas pueden ser fuentes manuscritas o impresas, según el período que
se trabaja. La recolección de datos es la parte más prolongada de la investigación. Los datos
se pueden recoger en fichas de distintos tipos, en cuadernos, o se pueden levantar en
computadoras. Esto ya depende de la organización personal de cada quien. En los manuales
de investigación ustedes van a encontrar indicaciones muy precisas, modelos de fichas muy
detallados. Estos modelos son generalmente aconsejables, pero depende mucho del estilo del
trabajo personal.

Lo que si es indispensable, independientemente del sistema que se usa para recoger la


información, es colocar siempre las referencias de localización del documento del libro o del
periódico. Esto es absolutamente indispensable. Toda información que se saque debe tener
una localización precisa, de manera que permita después hacer el aparato de notas y, sobre
todo, para que uno pueda volver a localizar la información, si tiene que volver al documento
original. La regla básica es hacer una recolección clara y siempre tener un sistema que nos
permita identificar el origen de la información.

Cuando uno entra en esta fase, sobre todo si la investigación es amplia, es muy frecuente que
se tengan que volver a hacer ajustes. Muchas veces, al leer los documentos aparecen cosas
nuevas. A uno se le ocurren cosas que no estaban presentes ni en la bibliografía, ni en las
preguntas. Entonces tiene que volver a hacer ajustes en los puntos anteriores, sobre todo en la
formulación de las hipótesis. Lo más frecuente, quizás, es que al trabajar con las fuentes uno
se empiece a plantear preguntas e hipótesis que no estaban previstas. La investigación
histórica es un proceso dinámico y muy vivo.

Una vez que se ha avanzado en el trabajo de fuentes se pasa a la segunda fase, que es el
análisis, o lo que a veces se llama procesamiento. Para procesar los datos uno empieza a
analizar los resultados, a hacer análisis comparativo entre los datos que va encontrando y va
estableciendo conclusiones. La comparación sistemática es, quizás, el instrumento lógico más
importante que se aplica allí.

Naturalmente, si los datos son de naturaleza estadística, entonces se construyen cuadros, uno
puede hacer gráficos con los datos, y los métodos de procesamiento son mucho más claros.
Pero cuando son datos de tipo cualitativo, lo que uno hace realmente es una tarea de
comparación y establecimiento de conclusiones. No estoy diciendo que el análisis cualitativo
no se pueda sistematizar, ni que carezca de lógica; pero es más difícil establecer una forma
canónica de realizarlo. Es decir, es mucho más difícil establecer los pasos precisos que
implica el análisis cualitativo.

Las operaciones lógicas, básicamente, son operaciones de comparación entre los distintos
casos. Se establecen generalizaciones mediante un procedimiento inductivo, o sea, se
observan varios casos y luego se va generalizando. También se utiliza procedimientos
deductivos: Uno parte de una idea general y luego ve si los distintos casos comprueban la
formulación que uno ha hecho.

El análisis de los datos, sobre todo si son cualitativos, es básicamente un proceso de


inducción y deducción. Estas son operaciones analíticas del proceso de inducción y
deducción. Estas son operaciones analíticas de tipo lógico que permiten ir estableciendo
conclusiones.

Si los datos son de naturaleza estadística, o susceptibles de algún tratamiento estadístico,


entonces la comparación se puede hacer sobre una base mucho más sistemática. Uno saca
porcentajes o frecuencias de un evento determinado, puede presentar los datos en forma
gráfica para el análisis. En fin, esto depende mucho de la naturaleza de la investigación y de
los datos que se tiene, los que, de manera general, pueden ser de dos grandes tipos:
cualitativos y cuantitativos.

La última fase de análisis de datos se complementa con el trabajo de fuentes y luego se puede
hacer lo que se llama plan de redacción. Este depende del tipo de texto que uno va a
preparar y tiene que ver con la organización de las preguntas que se formularon al principio.
El texto es en realidad, va a consistir en las respuestas a las preguntas que uno se hizo. Si se
está trabajando en una tesis o un artículo sobre un tema realmente delimitado, hay que tener
un plan de redacción en esta etapa. Cuando se formulan las preguntas y se llega a las
hipótesis, uno tiene que hacer un plan de capítulos en ese momento. Este plan ayuda mucho
a organizar la información, permite delimitar e ir desarrollando la investigación por partes. Si
uno espera recoger todos los datos antes de formular el plan de redacción a veces se queda
como azorado, se queda sin energía, sobre todo, cuando es la primera vez que se hace un
trabajo de investigación.

El plan de exposición no tiene por qué guardar el mismo orden de la investigación. Esta
puede haberse desarrollado de una determinada manera y luego la exposición va de una
manera completamente distinta, en función del texto que quiere hacerse. Pero la separación
de investigación, por un lado, y exposición, por otro, como si se tratara de un novelista que
escribe una obra y luego la descompone y reorganiza, es para gente más experimentada.

Para llevar el trabajo a buen puerto, es mejor partir ya en esta etapa con algún plan de
capítulos, sobre todo cuando se trata del primer trabajo que se hace. De esta manera, la
recolección de datos y su análisis se va haciendo como por capítulos, o sea, avanzando en
pequeños pasos.

Historia, resultado y texto

Hemos hablado del método de investigación. Ahora hablemos sobre la elaboración del texto
final. El resultado más típico del trabajo de investigación es lo que podríamos llamar una
monografía. Esta es una obra sobre un tema específico, con un aparato erudito y notas
referentes a los documentos bien detallados, que permiten comprobar el conocimiento que se
está aportando.

La monografía es un trabajo riguroso y especializado que va a ser leído básicamente por otros
historiadores, por lo que no hay mayor preocupación por utilizar un lenguaje de divulgación.
Lo mismo ocurre con la tesis, que se escribe básicamente para el jurado que va a examinar al
estudiante en la fase final de su formación. La monografía está destinada a un público
especializado que está involucrado en los debates teóricos, metodológicos y temáticos.

Entonces, naturalmente, las características del texto están relacionadas con el público al cual
va orientado. Claro, hay que escribir en buen castellano, pero uno no se preocupa mucho por
simplificar las cosas y el aparato erudito es detallado. Las monografías son cargadas de notas,
de referencias a documentos, y tienen una bibliografía muy detallada y específica.

Uno también puede reproducir trozos de documentos o apéndices, cuando considera que el
documento es importante o desconocido. Si se trabajó con cuadros y datos estadísticos uno
incluye prácticamente todos los cuadros que considera relevantes. O sea, el ideal es que la
monografía tenga toda la información posible. Claro, el límite aquí es el costo de la
reproducción.

El típico texto de historia es una monografía científica, ero también es frecuente que se
publiquen colecciones de documentos. Estas obras generalmente son un resultado derivado de
una investigación. Por ejemplo, se al hacer una monografía alguien va encontrando y
recopilando una serie de documentos que considera muy importantes e interesantes, puede
transcribirlos. La idea es recopilar una serie de documentos poco conocidos pero de gran
interés, y presentarlos con una introducción. Muchas veces, estas colecciones de documentos
realmente complementan el trabajo de investigación monográfica.

A veces, la publicación de colecciones de documentos obedece a fines específicos. Por


ejemplo, los conflictos limítrofes entre países motivan a los gobiernos a hacer publicaciones
oficiales de los documentos que respaldan su posición. En el siglo pasado se publicaron en
Centroamérica colecciones documentales muy interesantes con este fin. Pero, en todo caso, lo
que quiero señalar es que la publicación de colecciones de documentos es un resultado
relativamente frecuente del trabajo especializado de los historiadores.

Tenemos, además, lo que podemos llamar obras de síntesis. Estas pueden estar basadas en
algún trabajo monográfico o trabajo documental, pero por lo general son trabajos de resumen.
Por ejemplo, una obra de síntesis aborda la historia de un país en un determinado período, o
la historia de un grupo social en el transcurso de un tiempo relativamente largo.

Estas obras de síntesis van dirigidas hacía un público más amplio. Están destinadas no sólo
para historiadores, sino también para estudiantes de distintos niveles, así como para el
público en general. Las obras de síntesis van a ser obras mucho más ligeras desde el punto de
vista del aparato erudito. Es más, yo diría que una obra de síntesis no debe tener demasiada
cantidad de notas o referencias documentales, porque esto aburre. Al estudiante o al lector no
profesional se le hace inmanejable y difícil. Por otra parte, también deja insatisfecho al
historiador profesional.
Lo ideal en este tipo de obras, es mantener un mínimo de referencias bibliográficas y
eruditas, para dedicarse realmente al esfuerzo de síntesis, propiamente dicho. O sea, escribir
en un lenguaje claro, accesible, y dejar la referencia erudita para las monografías. Mi opinión
es que si no se respeta esto, las obras de síntesis no dejan conforme a nadie: resultan
demasiado difíciles para el estudiante y para el público al cual van dirigidas, y dejan
insatisfechos a los historiadores, que piden más desde el punto de vista de la erudición.

En realidad, las obras de síntesis son muy importantes. Yo diría que si las monografías y las
colecciones de documentos son fundamentales para el conocimiento histórico, para el avance
de la historia como ciencia, como disciplina científica, las obras de síntesis son
fundamentales para reforzar el otro aspecto, que es el de la función social que cumple la
historia.

La historia cumple una función muy importante desde el punto de vista cultural y social. Es
una disciplina que contribuye de manera fundamental a establecer la identidad de los grupos
y naciones. Todos los ciudadanos alfabetizados en el mundo moderno han estudiado historia
en la escuela primaria y secundaria, y alguna vez han leído libros de historia.

¿Cuál es la finalidad de esta lectura? ¿Cuál es la finalidad de este conocimiento? La finalidad


de este conocimiento es que tengan elementos importantes para su identificación cultural,
como grupo social y como nación. Son el resultado del avance del conocimiento histórico,
pero expuesto en obra de síntesis, que pueden ser de distintos niveles.

Por ejemplo, pueden ser manuales como la de José Dolores Gámez, por ejemplo, que en el
siglo pasado tenía una función educativa, pero también buscaba orientar a un público más
amplio. Luego, tenemos los manuales escolares que están en el nivel más simple de
divulgación, para el conocimiento de los niños en la escuela. Desde que los niños aprenden a
leer y escribir, reciben ya nociones básicas de historia nacional en todos los países.

Otro tipo de obras históricas son los ensayos. En cierto modo, son obras de síntesis, pero que
buscan despertar polémicas sobre algún tema específico, mediante la exposición de los
argumentos de distintos historiadores, entre los que el autor del ensayo ocupa una especie de
lugar intermedio. Aunque los ensayos presentan resultados concretos de la investigación,
están mucho más orientados a la interpretación.

No quiero decir que en la obra de síntesis no se pueda plantear una interpretación. Por
ejemplo, en una obra general de historia de Nicaragua de tal período a tal otro período, yo
esperaría encontrar muchos elementos empíricos y algunos elementos de interpretación sobre
los mismos, más que una narrativa de los hechos más relevantes.

El espíritu de los ensayo es proponer interpretaciones, proponer polémicas. Son importantes


para la educación en general y universitaria en particular. Sobre todo, son fundamentales para
el diálogo continuo que debe existir entre la historia y las ciencias sociales.

Por ejemplo, un ensayo interpretativo sobre el somocismo como sistema de poder en


Nicaragua, a partir de los años 30, seria una obra que necesariamente entraría en relación con
lo que han escrito los sociólogos, los especialistas en relaciones internacionales. Sería una
obra ubicada entre la historia y las ciencias sociales, con mucha dosis de polémica, que
hiciera énfasis en aspectos interpretativos.
El lenguaje de los ensayos, naturalmente, tiene que ser muy vivo, centrado en la polémica, en
la interpretación, con un componente importante, pero ligero, de notas y bibliografía.
Habitualmente en los ensayos se hace un texto interpretativo con pocas notas y, al final, se
elabora otro texto que es como un ensayo bibliográfico y una discusión de las fuentes. Yo
creo que la tendencia más reciente es separar la parte expositiva, que puede leer cualquier
persona, de una parte más centrada en notas, en erudición, que se pone al final para los
lectores que tengan un interés específico en este aspecto.

La forma de expresión en la historia es la narrativa. Lo que se espera de un texto de historia


es que cuente, que diga cómo fueron las cosas. Hay toda una vasta tradición que empieza con
los griegos. Tucídides escribió sobre muchas preocupaciones, pero al final el texto que
produjo fue una narración de la guerra del Peloponeso. Básicamente, la historia siempre ha
seguido sobre esta gran línea central, que es narrar las cosas. Naturalmente que nosotros no
narramos ahora ni con los mismos métodos, ni con las mismas preocupaciones, ni con los
mismos patrones que usaron los griegos. Pero de este arte de la narrativa hay algo que
permanece.

La historia debe ser accesible para poder cumplir con la función social de darle a la gente una
identidad. Es necesario escribir en un lenguaje que se aleje un poco de la ciencia para poder
llegar a un público más amplio. Con esto quiero decir que el texto histórico debe tener una
expresión artística, sin dejar de ser rigurosamente fundamentado en comprobaciones. La vieja
narrativa sigue siendo tan útil como lo era en la época de los griegos, para hacer accesibles
los textos históricos a un público más amplio.

La producción de un texto de historia implica dosificar los elementos científicos, que a veces
pueden ser un poco aburridos para el lector no profesional y la narrativa. El otro extremo
sería dejar de lado los elementos científicos y escribir una novela, pero eso ya no tiene nada,
o muy poco, que ver con la ciencia. Claro, la novela siempre tiene referentes empíricos, pero
el escritor los maneja a su gusto y antojo, teniendo como único limite su propia imaginación.
En la historia jamás podríamos llegar a esto: tenemos que combinar una buena expresión
literaria, pero rigurosamente limitada por los requisitos de la ciencia o de la disciplina
científica- Esto no es tan fácil de conseguir.

En este sentido uno tiene que reconocer que los historiadores del siglo pasado, sobre todo los
historiadores liberales del siglo pasado, y también algunos conservadores, produjeron obras
narrativas muy acabadas. Se leen con facilidad. Escribían con un gran dominio del lenguaje
literario. De hecho, muchos de ellos no sólo fueron historiadores, sino también escritores.

En el siglo XX, el impacto de las ciencias sociales a veces ha ido en detrimento de la calidad
de la expresión. El lenguaje de los economistas, por ejemplo, es muy especializado. El de los
sociólogos es peor, porque no es tan especializado, pero si muy cargado de referencias
teóricas. Si uno empieza a escudriñar sus escritos, ve que se podrían decir esas mismas cosas
de una manera más sencilla.

Debemos recuperar la expresión literaria, escribir bien, en los términos más simples posibles.
Por supuesto, de ninguna manera estoy en contra de recurrir a la teoría. Claro que hay que
recurrir a ella, y hacer argumentos científicamente fundamentados, pero tener siempre
presente que lo mejor es buscar una forma de expresión lo más sencilla y accesible posible.
Esto es de especial importancia en las obras de síntesis.
Resumen de pasos para la Investigación Histórica.

1) Elección del tema


a) criterio de relevancia
b) delimitación del tema

2) Estado de la cuestión: revisar bibliografía disponible

3) formulación de hipótesis: Se parte de la delimitación del tema, el estado de la cuestión y


el conocimiento teórico propio.

4) fuentes primarias: Recopilación de datos de fuentes primarias.


A) principio de verificabilidad: se debe de citar.

5) Análisis de datos o Procesamiento:


a) establecer comparaciones entre los datos que se van encontrando y llegar a
conclusiones.
B) Comparación y generalizaciones a través de la inducción y deducción.
C) plan de redacción: organización de las preguntas realizadas al principio, plan de
capítulos

Fuente: Margarita vannini (editora) encuentros con la historia. Managua, Instituto de


Historia de Nicaragua, 1998.

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