La centralización política promovida por el emperador
Otón I choco contra los intereses de la nobleza feudal. Para poder ampliar su poder Otón I y sus sucesores tuvieron que ejecutar una mayor intervención con la Iglesia, fundando iglesias y abadías, concediéndoles además a los nuevos religiosos tanto el poder religioso como el poder político en la región. Nacía así un proceso denominado "Investidura Laica" , que marcaría el control de la Iglesia Católica en grandes regiones como una verdadero estado (Cesaropapismo) responsable del surgimiento de Nicolaismo y de la Simonía. Esta situación fue la causante de la Querella de Investiduras, disputa política-religiosa entre el Emperador y el Papa, sobre a quién le pertenecía el derecho de nombramiento de los cargos eclesiásticos. La disputa concluiría en el año 1122 con el Concordato de Worms. "El sistema implantado por los emperadores sucesores de Otón I llegaría a su fin. Los obispos no serian más funcionarios del Estado o vasallos del imperio... comenzaría el periodo de supremacia del poder papal sobre el poder político de los gobernantes de Europa".