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Hay un cuerpo

virtual inexplorado

Empecemos con una afirmación de base: es


en nuestro cuerpo donde radican nuestros mayores miedos. Es a par­
tir de esa estructura de músculos, huesos y nervios en donde pode­
Págin.
mos hallar alguna explicación a nuestras timideces, a nuestro rubor, a 181
nuestra vergüenza: Porque el cuerpo es algo que no podemos ocultar
del todo, porque nos "condena" o nos pone en evidencia. Tal vez sea
por eso que al colocarnos delante de un público, de uri "otro", lo sin­
tamos casi siempre como una forma de desnudez, como una "expo­
sición" de nuestros más ocultos temores.
Ya hemos hallado una segunda idea fuerza: hablar delante de un
público es tanto como exponerse (he ahí el sentido profundo de ha­
cer una exposición). Cuando nos situamos delante de una persona o
un grupo lo que hacemos realmente es una exposición; actuamos. So­
mos actores. Y si para lograr comunicar un mensaje con eficacia tene­
mos que saber usar nuestra voz, saber entonar, conocer el abanico de
posibilidades de nuestra palabra oral, ahora tenemos que incorporar
toda la riqueza de nuestra corporeidad.
Piénsese un poco en el abanico o la· gama de· elementos con los
cuales cuenta nuestro cuerpo: están nuestras manos, nuestros ojos y
nuestra mirada, nuestra postura, nuestro desplazamiento ... Qué diver­
sa y compleja comunicación establecemos sólo con algunos gestos;
qué amplia y poderosa interacción proponemos con cierta manera de
sentarnos o cierta forma de caminar. Hay toda una larga y amplia
zoria de estudio en eso que podemos llamar "comportamiento no
verbal". Disciplinas como la kinésica o la proxémica han indagado en
la red de significaciones del cuerpo cuando se pone en escena.
Y en ese colocarse delante de otros, inerme y solitario, en esa
puesta en escena de n'.uestro cuerpo, es donde ciertas estrategias y
técnicas de comunicación pueden servirnos de ayuda. Claro, no son
recetas ni normas absolutas, son más bien pistas o indicios para tener
una mayor eficacia en la interacción personal o de grupo.

Oficio de maestro/ Hablar


Empecemos por nuestras manos. El otro rostro. Con ellas o
por ellas podemos hacer una variedad de cosas: a) ejemplificar, b)
subrayar, resaltar, provocar un énfasis, e) darle ritmo a nuestra pala­
bra, acompañar corporalmente nuestra entonación ­así como los di­
rectores de orquesta, d) crear suspenso ... Gracias a las manos
logramos reforzar lo que decimos y, a la vez, producir cierta esceno­
grafía a nuestra palabra. Y si he dicho que las manos son otro ros­
tro es porque con ellas podemos establecer un campo de lenguaje
análogo al de nuestra gestualidad.
Página
182 Ni qué decir de la mirada. Primero que todo, es una potente herra­
mienta de control, de evaluación. Con la mirada podemos "dome­
ñar" o "mantener las riendas" de un público; con la mirada sabemos
del impacto que producen nuestras palabras en los interlocutores. De
otro lado, la mirada nos permite establecer un contacto inmediato. La
mirada es puente, es una mediación (y depende como la utilicemos,
bien sea de manera cálida o distante, así su rendimiento en una con­
versación o en una charla ante un grupo). Una tercera función de la
mirada es la de contagiar un estado de ánimo, una emoción, un apa­
sionamiento. Al ser los ojos un espejo de nuestra interioridad, la mi­
rada se convierte en el reflejo de nuestros sentimientos. En el
conmover, o seducir, en esa tarea del saber apasionar, la mirada cum­
ple un papel estratégico por no decir fundamental... Luego, entonces,
hay que aprender a usar la mirada, no lanzarla escurridizamente al te­
cho o ponerla en un sitio sin sentido; no hay que eludir al otro, sino
que, por el contrario, hay que mirarlo de frente (¿recuerdan a Carmen?,
la película de Saura), mirarlo de acuerdo a nuestra intención, a nuestro
propósito comunicativo. No olvidemos que es en la mirada, tanto del
actor como del público, en ese juego de fuerzas, donde se debate la
calidad o la flaqueza de nuestra "obra" o exposición comunicativa.
Cuánto influye nuestra postura. Cuánta diferencia hay entre decir
un mensaje sentados o de pie. Cuánto perdemos o ganamos en la co­ ·
municación al conocer las ventajas y las desventajas de una u otra
postura. Algunas de ellas son más cerradas, menos aptas para la inte­
racción; otras son altamente eficaces en esto de "romper el hielo" o
"meterse en la intimidad de otros". Sucede muchas veces que, por
usar indebidamente cierta postura, nos leen como soberbios cuando
no como incompetentes. La postura es el eje o el dinamo de nuestra

Fernando Vásquez Rodríguez


actuación; en ella reposa el resto del engranaje comunicativo. La pos­
tura es el espacio de la danza, incorporado al trabajo del expositor.
Resaltemos aquí, de una vez, a propósito de la postura, la impor­
tancia del desplazamiento de nuestro cuerpo durante una charla o
conferencia. Y al decir desplazamiento, hablo de líneas de fuerza.
Porque hablar delante de otros, de alguna manera, es marcar un terri­
torio (un territorio en un espacio que apropiamos como nuestro, una
"zona habitada", una especie de fortaleza). Agreguemos que esas lí­
neas de fuerza las dan preferiblemente las diagonales; digamos .tam­
Págin
bién que dependiendo del espacio, así tenemos que hallar o "marcar" 183
dichas líneas de fuerza. Tal recomendación es significativa porque en
las líneas de fuerza están implícitas también las líneas de atención. En
consecuencia, no delimitar un territorio es tanto como emitir desde
un no escenario, desde una escena fantasmal.
Basten, por ahora, estas pistas estratégicas para mejorar o darle
mayor relevancia a nuestra interacción corporal. Sólo quisiera añadir
que, si no hacemos en primer lugar un reconocimiento de nuestros
miedos y nuestros complejos, de nuestras culpas o nuestras fobias,
muy difícilmente podremos establecer una comunicación corporal
potente y llena de dinamismo. Antes de cualquier cosa, tenemos que
enfrentarnos a nuestro cuerpo, aceptarlo como un don, quererlo y
disfrutarlo en cada edad y momento, conocer sus posibilidades y limi­
taciones ... Este cuerpo, no siempre forjado en la libertad y la inocen­
cia, este cuerpo tan lleno de marcas que oscilan entre el castigo y el
hedonismo consumista, este cuerpo que es una obra de ingeniería
admirable, merece cotidianamente toda nuestra atención y cuidado,
todo un proyecto de reconocimiento permanente.
No lo olvidemos: es por el cuerpo y gracias a él como nos sabe­
mos seres en el mundo; y sólo' apropiándonos de nuestra corporei­
dad, sólo así, podremos ponerla en relación, convertirla en un lugar
estratégico para la persuasión, la interacción eficaz, o la comunicación
más plena. Al ser dueños de nuestro cuerpo, como escribe Octavio
Paz, nacemos para otra "patria de sangre"; aprendemos otro himno,
. izamos otra bandera.

Oficio de maestro/ Hablar

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