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Hegel Lecciones sobre estética.

lo verdadero es precisamente lo único conceptual sin más, pues tiene como su base el concepto absoluto y,
más precisamente, la idea. Pero la belleza es sólo un determinado modo de exteriorización y representación**
de lo ver dadero, y en todos los aspectos está por tanto abierta al pensamiento conceptual, siempre que éste esté
efectivamente dotado del poder del concepto. (71)

[Único real  concepto absoluto/ idea; Belleza forma de representación del concepto absoluto, por ende apta
para el pensamiento conceptual]

pues la belleza, como queda dicho y aún ha de desarrollarse más adelante, no es tal abstracción del
entendimiento, sino el concepto absoluto en sí mismo concreto y, más determinadamente tomada, la idea
absoluta en su apariencia conforme a sí misma. (71)

[belleza es el concepto absoluto en la conformidad de su forma]

la idea absoluta en su verdadera realidad efectiva, debemos decir que es espíritu, y no ciertamente el
espíritu en su encogimiento y limitación finitos, sino el espíritu universal infinito y absoluto que por sí mismo
determina qué es verdaderamente lo verdadero

[idea absoluta es espíritu, comprendido como lo infinito y absoluto; este espíritu determina lo
verdadero; idea absoluta = espíritu?]

al espíritu absoluto no se le contrapone la naturaleza ni como de igual valor ni como linde, sino que se mantiene
en la posición de haber sido puesta por él, por lo que deviene un producto que carece del poder de un límite y
una barrera. Al mismo tiempo, el espíritu absoluto sólo ha de tomarse como actividad absoluta y por tanto como
diferenciación absoluta de sí en sí mismo (72).

[El espíritu absoluto es una actividad absoluta y sólo se diferencia de sí en sí mismo; por ende la naturaleza no
puede ser su contraposición, ni su límite. Ésta fue puesta por el espíritu]

la naturaleza misma como portadora en sí de la idea absoluta, pero es la idea en la forma de estar puesta por el
espíritu absoluto como lo otro del espíritu. En tal medida la llamamos una creación. Pero su verdad es por tanto
lo que pone mismo, el espíritu en cuanto la idealidad y negatividad, pues él se particulariza y niega ciertamente
en sí, pero asimismo supera esta particularización y negación de sí como puestas por él, y en vez de tener en
ellas un límite y una barrera, se integra con lo otro a sí en libre universalidad consigo mismo. Esta idealidad e
infinita negatividad constituyen el concepto profundo de la subjetividad del espíritu. (72)

[La subjetividad del espíritu es la particularización y negación del espíritu puesta por sí mismo en libre
universalidad. Esto quiere decir que la naturaleza es portadora de la idea absoluta como la negatividad del
espítitu, en tanto que en ella el espíritu se particulariza y niega para luego superarlas. En este sentido, la
naturaleza es la creación del espíritu].

en cuanto subjetividad, el espíritu en principio no es en sí más que la verdad de la naturaleza, pues todavía no
ha hecho para sí mismo su verdadero concepto. La naturaleza no se le contrapone por tanto como lo otro
puesto por él en que retorna a sí mismo, sino como ser-otro no sobrepujado, limitante, al que el espíritu en
cuanto lo subjetivo permanece en su existencia de saber y de querer referido como a un objeto previo y sólo
puede conformar el otro lado respecto a la naturaleza. (72)

[en esta subjetividad, hay un proceso en el cual, en un inicio no es capaz de reconocer a la


naturaleza como su opuesto autoimpuesto que retorna a sí mismo, sino como su límite. En
este sentido, lo reconoce como objeto previo conforme a la naturaleza. Esta es la finitud del
espíritu: limitación del conocimiento y la realización del deber.]
Esta es la perspectiva del espíritu sólo finito, temporal, contradictorio y por tanto caduco, insatisfecho y
desventurado. Pues las satisfacciones que esta esfera ofrece son todavía en la figura de su finitud misma siempre
limitadas y mezquinas, relativas y singularizadas. El discernimiento, la consciencia, el querer y el pensar se
revelan por tanto por encima de ella, y buscan y encuentran su verdadera universalidad, unidad y satisfacción en
otra parte: en lo infinito y verdadero. Sólo esta unidad y satisfacción a que la racionalidad impulsora del espíritu
eleva el material de su finitud es entonces el verdadero desvelamiento de lo que es el mundo fenoménico según
su concepto. El espíritu aprehende la finitud misma como lo negativo de sí, y con ello alcanza su infinitud. El
espíritu absoluto es esta verdad del espíritu finito. Pero, ahora bien, en esta forma el espíritu sólo deviene
efectivamente real como negatividad absoluta; pone en sí mismo su finitud, y la supera.

[En esta finitud, la conciencia de la superioridad de la racionalidad sobre la naturaleza, y por ende de lo infinito
y verdadero por sobre lo finito y mezquino, permite el conocimiento del mundo fenoménico según el concepto.
Mediante el reconocimiento de la finitud de la naturaleza como negativo de sí, el espíritu alcanza su infinitud. El
espíritu deviene real como negatividad absoluta, superándola]

Lo absoluto mismo deviene objeto del espíritu, pues el espíritu accede al nivel de la consciencia y se
diferencia en sí como sapiente y, frente a esto, como objeto absoluto del saber. (73)

Pues lo bello artístico no es ni la idea lógica, el pensamiento absoluto tal como éste se desarrolla en el
elemento puro del pensar, ni, a la inversa, la idea natural, sino que pertenece al ámbito espiritual, aunque
sin por ello quedarse en los conocimientos y hechos del espíritu finito. El reino del arte bello es el reino del
espíritu absoluto. (73)

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