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El liderazgo no está hecho para todo el mundo.

Sin embargo, quien


emprende la capacidad de liderazgo, o la capacidad para liderar el
negocio, es una obligación.

En este caso, el emprendedor asume el rol de líder, mtivando al


grupo para continuar por el camino del éxito y manteniendo la
confianza de sus empleados para que el rendimiento siga en
aumento.

Por tanto, el líder debe saber gestionar, maximizar los recursos,


motivar e inspirar e, ineludiblemente, saber tomar decisiones.

¿Cómo alcanzar una actitud de


liderago?
 Ir más allá de la política corporativa
La política corporativa lo que define es un marco de actuación, sin
embargo, la decisiones se han de tomar bajo la batuta de la
objetividad y de la capacidad de gestionar las responsabilidades
fundamentales de la empresa.

 Claridad con los objetivos


La claridad de objetivos facilita tomar decisiones de acuerdo a tus
valores fundamentales y hacer que éstos sean compartidos por el
equipo.

 Visión
Los grandes líderes desarrollan una visión estratégica, es decir, una
perspectiva de la que el resto carecen. Esto es lo que permite ser
capaces a anticiparse a los cambios y saber beneficiarse de las
oportunidades.
 Confianza
Aquellas personas que por sus habilidades y conocimientos son
capaces de conocer a su competencia les permite tomar decisiones
correctas. Esta seguridad en lo que se hace crea confianza en e
grupo favoreciendo alcanzar las metas establecidas.

Quien nace líder todas estas características le son innatas, para quien
no las tiene, no le queda otro remedio para esforzarse alcanzarlas y
transmitirlas al grupo de trabajo para crear el activo fundamental,
que lo demás depositen su confianza en la labor que se está
realizando.
Es lo mismo un jefe que un líder?

Rotundamente, no. Un jefe puede tener la autoridad atribuida por un superior o por una
tercera persona, pero no tiene porque ser un líder.

Mientras que un jefe utiliza su poder y autoridad para mandar a sus súbditos, un líder
motiva al equipo y hace que estos quieran seguirle.
Los jefes son aquellos que mandan, y ordenan que acciones quieren que hagan sus
empleados sin tenerles en consideración. Es una comunicación vertical en el que una
persona manda y los otros obedecen.

Los líderes son otra cosa, los líderes guían a las personas para funcionar como un equipo,
como un grupo de trabajo motivado que trabaja y funciona de manera constructiva, en
conjunto para conseguir los objetivos, aquí el líder es una persona más del equipo.

Hoy en día es necesario que los jefes se conviertan en líderes, es necesario que cambien
su manera de ejercer el poder hacía el liderazgo, ya que será la manera con la que tendrán
motivados a sus empleados, y atraerán talento a su empresa.
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A nivel empresarial interpretamos el liderazgo como la capacidad de una persona
para influir en la manera de pensar o de actuar de las personas. A nivel
organizacional se traduce en que todo aquel que tenga personal a su cargo es un
líder. De hecho prácticamente todos somos líderes (de nuestros hijos, por
ejemplo). Pero no todos los líderes influyen de la misma forma; se conocen
muchas formas de liderazgo, siendo habituales tres:

 Liderazgo autocrático o paternalista, en que el líder establece lo que hay


que hacer y la forma en que hay que hacerlo, sin participación de los
demás.
 Liderazgo laissez-faire, en que el líder actúa lo menos posible y deja hacer
al grupo.
 Liderazgo democrático, en que se fomenta la participación del grupo y las
decisiones se obtienen bien en conjunto, bien por el líder después de
escuchar al grupo.

Formas de liderazgo que influyen en el comportamiento de los


trabajadores. Basándonos en el criterio de Víctor Küppers, podemos afirmar que
el componente más importante del valor o comportamiento de una persona es su
actitud.

Es decir, nuestra actitud o disposición de ánimo que manifestamos hacia nuestro


comportamiento es multiplicadora respecto a nuestros conocimientos y
habilidades, siendo además nuestras actitudes las que generan la motivación
hacia una actividad. Si analizamos los estilos clásicos de liderazgo expuestos en
función de su influencia en la actitud, es evidente que no es una influencia muy
positiva:

Un estilo de mando autocrático es controlador (incluso cuando es orientado al


paternalismo, se busca “lo mejor” para los empleados pero sin tener en cuenta su
opinión), bloquea la participación de los miembros del equipo de trabajo,
generando actitud negativa hacia la tareas sobre las que carecen de control.

El estilo laissez-faire se basa la automotivación de las personas, si hay motivación


previa el equipo trabajará correctamente y su actitud hacia la Seguridad y Salud
será positiva, si no la hay, el equipo sufrirá incertidumbre y, por tanto,
desmotivación, siendo común que la falta de reconocimiento al desempeño derive
en desmotivación en el medio plazo.

El liderazgo democrático promueve la implicación de los trabajadores con el


proyecto mediante participación directa; la motivación inicial es alta y también
frecuente la aparición de conflictos de intereses que, si no se gestionan
adecuadamente, conlleven pérdida de motivación.
Existe una alternativa, que es el liderazgo transformacional: busca la inspiración
y motivación permanente de su equipo siendo capaz de desplazar las actitudes del
equipo. Un líder transformacional es capaz de influir en los demás de forma
entusiasta, honesta, amable y agradable.

Llegar a ser un líder transformacional no está reservado únicamente a quienes son


líderes natos. Para llegar a ser un buen líder es necesario tener una serie de
habilidades como son empatía, humildad, carisma que, si bien son aparentemente
dones de nacimiento, precisamente por ello todos tenemos. Trabajar éstas
habilidades tiene como recompensa conseguir un equipo entusiasmado y
comprometido con el proyecto, en el que todos aporten activamente consiguiendo
crecimiento laboral y personal de todos sus miembros.

Cuando el líder se encuentra dispuesto a asumir los desafíos empresariales con una actitud
positiva y optimista, es capaz de ver el cielo despejado y de color azul. Sin embargo, cuando el
líder imperceptiblemente se carga de negatividad, lo que consigue es generar un sinnúmero de
nubes grises que opacan la brillantez de su talento para asumir los desafíos que se le imponen.

Bien sabemos que la actitud del líder es determinante en la formación de la cultura de la


empresa, pero también en el cultivo de unas sólidas relaciones interpersonales que necesitan
motivación y un trato humano cordial y generoso. Por tanto se requieren de líderes amables,
respetuosos y abiertos a los demás.

Para ser un buen líder no basta sólo con tener sólidos conocimientos académicos, aptitudes para
ejercer un determinado cargo, sino también actitudes que demuestren un trato personal de talla.
Ser líder, más que ciencia es un arte que hay que saber conquistar con un aprendizaje continuo
en el cuál lo importante no es no caer, sino levantarse siempre, corrigiendo los errores que
como seres humanos cometemos.

Una de las actitudes necesarias es aquella para afrontar el cambio. Es innegable que no siempre
en las actividades empresariales se vislumbran cielos azulados que perfilen un buen destino
financiero. Sin embargo, si existe la voluntad de poner los medios adecuados sabiendo que son
las personas y el talento humano la clave para el impulso, podemos hacer cambiar el panorama
referido.

La iniciativa para proponer cambios necesarios debe ir acompañada de un orden que


sistematice su ejecución y evaluación respectiva, pues no se trata de plantear intenciones
temporales sino que perduren en el tiempo y que tenga efectos positivos en quienes laboran en
la empresa.

Tal como lo precisaran ÀNGEL CASTIÑEIRA y JOSEP M. LOZANO, profesores de Esade,


en “ Liderazgos: una apuesta de futuro” (La Vanguardia, 20/05/05), “ El buen liderazgo es
generador y multiplicador de ideas, valores y actitudes… no es un debate sobre quién manda,
sino sobre el sentido que le damos a nuestra acción cotidiana; sobre cómo se construye el
sentido de lo que hacemos, cómo se comparte y hacia dónde nos moviliza” .

Lo importante será que quien se proponga formarse como líder empiece por reconocerse
humildemente a sí mismo, un auto-conocimiento sincero que le leve a percibir sus falencias y
tomar un plan de acción concreto que permita corregirlas a tiempo. El líder debe aprender a
valorarse con sus defectos y virtudes. Luego de ello, el líder deberá tomar una actitud
obsecuente con el cultivo de la libertad responsable, es decir que siempre que tome una
decisión en cualquier ámbito de la empresa debe medir las consecuencias humanas o
financieras que traerá dicha acción en el futuro.

La mejor actitud que podemos rescatar de un líder es aquella que considera el alcance de la
excelencia y el éxito en la empresa como un servicio, una donación a los demás, lo cuál implica
terminar con los prejuicios negativos o actitudes pesimistas predeterminadas, de las que mucho
se ven cuando se convocan a reuniones de equipos o reuniones generales.

Si una persona no cambia de actitud hacia horizontes nuevos y con fines nobles, los resultados
siempre seguirán siendo los mismos. Sin embargo, si toma una rectitud de intención firme
proclive hacia una acción directiva y de liderazgo correcto, se puede vislumbrar no un interés
por hacer crecer egoístamente el talento sino un talento orientado al servicio de los demás.

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