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Visión
Los grandes líderes desarrollan una visión estratégica, es decir, una
perspectiva de la que el resto carecen. Esto es lo que permite ser
capaces a anticiparse a los cambios y saber beneficiarse de las
oportunidades.
Confianza
Aquellas personas que por sus habilidades y conocimientos son
capaces de conocer a su competencia les permite tomar decisiones
correctas. Esta seguridad en lo que se hace crea confianza en e
grupo favoreciendo alcanzar las metas establecidas.
Quien nace líder todas estas características le son innatas, para quien
no las tiene, no le queda otro remedio para esforzarse alcanzarlas y
transmitirlas al grupo de trabajo para crear el activo fundamental,
que lo demás depositen su confianza en la labor que se está
realizando.
Es lo mismo un jefe que un líder?
Rotundamente, no. Un jefe puede tener la autoridad atribuida por un superior o por una
tercera persona, pero no tiene porque ser un líder.
Mientras que un jefe utiliza su poder y autoridad para mandar a sus súbditos, un líder
motiva al equipo y hace que estos quieran seguirle.
Los jefes son aquellos que mandan, y ordenan que acciones quieren que hagan sus
empleados sin tenerles en consideración. Es una comunicación vertical en el que una
persona manda y los otros obedecen.
Los líderes son otra cosa, los líderes guían a las personas para funcionar como un equipo,
como un grupo de trabajo motivado que trabaja y funciona de manera constructiva, en
conjunto para conseguir los objetivos, aquí el líder es una persona más del equipo.
Hoy en día es necesario que los jefes se conviertan en líderes, es necesario que cambien
su manera de ejercer el poder hacía el liderazgo, ya que será la manera con la que tendrán
motivados a sus empleados, y atraerán talento a su empresa.
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A nivel empresarial interpretamos el liderazgo como la capacidad de una persona
para influir en la manera de pensar o de actuar de las personas. A nivel
organizacional se traduce en que todo aquel que tenga personal a su cargo es un
líder. De hecho prácticamente todos somos líderes (de nuestros hijos, por
ejemplo). Pero no todos los líderes influyen de la misma forma; se conocen
muchas formas de liderazgo, siendo habituales tres:
Cuando el líder se encuentra dispuesto a asumir los desafíos empresariales con una actitud
positiva y optimista, es capaz de ver el cielo despejado y de color azul. Sin embargo, cuando el
líder imperceptiblemente se carga de negatividad, lo que consigue es generar un sinnúmero de
nubes grises que opacan la brillantez de su talento para asumir los desafíos que se le imponen.
Para ser un buen líder no basta sólo con tener sólidos conocimientos académicos, aptitudes para
ejercer un determinado cargo, sino también actitudes que demuestren un trato personal de talla.
Ser líder, más que ciencia es un arte que hay que saber conquistar con un aprendizaje continuo
en el cuál lo importante no es no caer, sino levantarse siempre, corrigiendo los errores que
como seres humanos cometemos.
Una de las actitudes necesarias es aquella para afrontar el cambio. Es innegable que no siempre
en las actividades empresariales se vislumbran cielos azulados que perfilen un buen destino
financiero. Sin embargo, si existe la voluntad de poner los medios adecuados sabiendo que son
las personas y el talento humano la clave para el impulso, podemos hacer cambiar el panorama
referido.
Lo importante será que quien se proponga formarse como líder empiece por reconocerse
humildemente a sí mismo, un auto-conocimiento sincero que le leve a percibir sus falencias y
tomar un plan de acción concreto que permita corregirlas a tiempo. El líder debe aprender a
valorarse con sus defectos y virtudes. Luego de ello, el líder deberá tomar una actitud
obsecuente con el cultivo de la libertad responsable, es decir que siempre que tome una
decisión en cualquier ámbito de la empresa debe medir las consecuencias humanas o
financieras que traerá dicha acción en el futuro.
La mejor actitud que podemos rescatar de un líder es aquella que considera el alcance de la
excelencia y el éxito en la empresa como un servicio, una donación a los demás, lo cuál implica
terminar con los prejuicios negativos o actitudes pesimistas predeterminadas, de las que mucho
se ven cuando se convocan a reuniones de equipos o reuniones generales.
Si una persona no cambia de actitud hacia horizontes nuevos y con fines nobles, los resultados
siempre seguirán siendo los mismos. Sin embargo, si toma una rectitud de intención firme
proclive hacia una acción directiva y de liderazgo correcto, se puede vislumbrar no un interés
por hacer crecer egoístamente el talento sino un talento orientado al servicio de los demás.