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Antecedentes del sistema eléctrico de Perú

Este sistema eléctrico se puede dividir en 5 etapas fundamentales en las cuales


podemos resaltar ciertos puntos como los son:

En septiembre de 1972, la Junta Militar de Gobierno de Perú, presidida por Juan


Velasco Alvarado, apela a un decreto ley que terminará destruyendo la industria
eléctrica de Perú, Este documento es de gran valor porque destaca las tres políticas
públicas responsables de la destrucción de los servicios públicos de muchos países:
a.- Se reserva al Estado todas las actividades de la industria eléctrica y en
todas sus etapas. En consecuencia, se procedió a la expropiación de todas las empresas
privadas de Perú que se encargaran de la generación y distribución eléctrica, algunas
incluso con más de ochenta años de historia.
b.-Se crea Electroperú como monopolio público nacional que asume y
realiza todas las funciones de la industria, desde la planeación y construcción hasta
la operación, mantenimiento y comercialización, Todas las empresas regionales y
locales, aún aquellas de propiedad pública, fueron adquiridas por Electroperú.
c.- Finalmente, se sanciona el carácter político de las tarifas eléctricas. Se
instruye la implantación de una “tarifa unificada nacional” que, para ser modificada en
el tiempo, requerirá la aprobación del Consejo de Ministros. Así, el precio de la
electricidad -el cual debe pagar los costos económicos de la industria y es indispensable
para su salud operativa- se convierte en un instrumento político para conseguir
simpatías y respaldos a corto plazo.

Cada una de estas políticas, por separado, tiene resultados negativos en cualquier
industria, pero el efecto de las tres en conjunto ha sido, en cualquier tiempo y lugar, una
condena segura a la ruina.

Al excluir al sector privado del servicio eléctrico de Perú, Electroperú se


convirtió en una empresa del gobierno de turno, cuya gerencia respondía mejor a la
obediencia política que al talento empresarial. La nómina de trabajadores se multiplicó
y, al no poder remunerar de manera competitiva a los cuadros profesionales, perdieron
su capacidad técnica para resolver problemas.

El monopolio estatal propició la construcción de las grandes obras de generación o


trasmisión a través de contratos llave en mano, otorgados por asignación directa y
justificados por la existencia de algún empréstito internacional. Al impedir la
competencia de precios y calidad, la eficiencia del gasto público se redujo y los casos de
corrupción administrativa se multiplicaron.

Las tarifas del servicio eléctrico nunca reflejaron los costos de la industria, más bien los
deseos políticos de controlar la inflación y lograr el respaldo público quebraron a
Electroperú en el intento.
Las tarifas permanecieron congeladas durante años, mientras que la inflación persistente
reducía el valor de los ingresos, generando pérdidas operativas que provocaron la
parálisis de la industria. Inversiones fundamentales en generación y trasmisión se
postergaron y la capacidad de reparar y mantener el sistema en operación se hizo cada
día más deficiente.

Al final de esta época de monopolio del Estado, más del 60% de los hogares de Perú no
contaban con el servicio de energía eléctrica.

Luego de diez y ocho años de horror

Al finalizar la década de los ochenta, todo Perú sufría de las terribles carencias del
sistema eléctrico. Apagones frecuentes y prolongados dejaban a ciudades enteras a
oscuras.

La industria y el comercio sufrían pérdidas importantes y se vieron obligados a utilizar


miles de pequeñas plantas generadoras de alto costo y muy baja eficiencia.

Surgieron grupos guerrilleros que, ante la debilidad del sistema eléctrico, lo convirtieron
en un objetivo de la subversión. Las torres de alta tensión eran derribadas por los
irregulares y esto provocaba interrupciones del servicio que afectaban a las principales
ciudades de Perú. Estos hechos fueron más graves debido a los reducidos niveles de
reservas y confiabilidad del sistema por aquellos días.

La crisis económica, social y política se expresa en julio de 1990, con la elección de


Alberto Fujimori, candidato de un movimiento político improvisado, denominado
Cambio 90, que derrotó a los partidos políticos tradicionales de Perú. En julio de 1990,
Fujimori asume la presidencia de Perú.

2La reforma

El nuevo gobierno está obligado a restablecer la paz en Perú y para lograrlo debe
controlar la subversión, impulsar el crecimiento económico y desarrollar los servicios
públicos en cobertura y calidad.
El servicio eléctrico por aquellos días era una carga económica para el Estado, una
restricción de crecimiento para la industria y el comercio y, además, una causa de
agitación política importante.

Reformar esta industria era para el nuevo gobierno un asunto de gobernabilidad, es


decir, de sobrevivencia.

Comprendiendo que se iniciaba un proceso largo y complejo de transformación, el


Gobierno adoptó tempranas medidas para mejorar la situación operativa de las empresas
y corregir malas prácticas administrativas. Merece destacarse una ajuste significativo de
las tarifas eléctricas para acercarlas a los costos reales del servicio.

El remedio

Desde 1982, cuando Chile, como país pionero en este proceso, impulsa la reforma
exitosa de su propia industria eléctrica, distintos países persiguen transformar sus
sistemas de energía eléctrica operados tradicionalmente como monopolios verticales, de
propiedad pública en industrias de mayor eficiencia económica.

La reforma consiste en tres componentes principales:

1. La separación de los procesos de generación, interconexión y distribución en


empresas diferentes.

2. El establecimiento del sistema de precios en cada etapa del proceso que respondan a
costos económicos eficientes.

3. La creación de un órgano regulador independiente que coordina la operación del


sistema, establece el sistema de precios y tarifas y supervisa la calidad del servicio.

El gobierno de Fujimori inicia la reforma de su industria eléctrica en medio de una


severa crisis económica y política.

Construcción del nuevo marco legal

El profundo atraso tecnológico de la industria y su severa descapitalización económica y


gerencial indicaban la necesidad de invitar a participar en el proceso de reforma del
sector a operadores internacionales expertos en las mejores prácticas de la industria y
con solvencia económica para invertir capitales en la industria.

Para lograr ese objetivo debía crearse el marco regulatorio que permitiera evolucionar
de un sistema estatal monopólico atrasado y arruinado a una diversidad de empresas
privadas de excelencia provenientes de distintos países y en competencia.

Merece destacarse tres instrumentos legales: la Ley de Promoción de la Inversión


Privada, la Ley de Concesiones Eléctricas y la Ley Antimonopolio.

La Ley de Promoción de la Inversión Privada autoriza la participación de la iniciativa


privada, de Perú y foránea, en cualquier industria de interés nacional, en especial en
aquéllas que habían sido reservadas exclusivamente al Estado. Además, autoriza a
proveer las garantías necesarias que permitan desarrollar la confianza de los inversores
privados.

La Ley de Concesiones Eléctricas, promulgada en noviembre de 1992, ordena la


separación de las empresas públicas verticalmente monopólicas en empresas de
generación, transmisión y distribución; define las tarifas de cada etapa del proceso,
calculadas a partir de la recuperación total de los costos económicos eficientes; crea un
mercado en competencia para los consumidores de una capacidad mayor a un
megavatio, y desarrolla el papel de los órganos de regulación.

La separación vertical y horizontal, ordenada por la ley, generó 15 empresas de


producción, 2 de trasmisión y otras 15 de distribución, todas ellas de capital público en
un inicio.

La Ley Antimonopolio establece la máxima participación permitida en cualquier etapa


del servicio con el objetivo de garantizar la competencia en todas las etapas al impedir
el poder de dominio en ninguna etapa del proceso.

La ejecución

Luego de concluido el marco regulatorio, se inició el proceso de invitación de


operadores de clase mundial, con recursos económicos para la adquisición del 60% de
las acciones de las distintas empresas de generación y distribución.
El 60% de las acciones eran suficientes para ejercer el control operativo de la empresa,
otro 19% fue ofrecido a los trabajadores de cada empresa y el Estado se reservó el 30%
restante para venderlo posteriormente en el mercado.

El proceso inicia en 1994 y continúa hasta 1999.

En total, 10 empresas de generación y 4 empresas de distribución pasan al control de


inversionistas privados de 7 países distintos.

La interconexión demora algo más hasta que los sistemas del norte y sur del país se
integran al construirse ramales nuevos. En 2002, se venden las acciones de la principal
red de trasmisión de Perú a ISA, empresa multilatina de capital mixto colombiano.

El Estado peruano permanece en control de 5 empresas de generación y 11 empresas de


distribución que compiten en el mercado con las mismas condiciones de sus pares de
carácter privado.

Luego del año 2002, no han ocurrido nuevos procesos de transferencia al sector privado.
El Estado mantiene empresas que generan el 25% de la energía generada, no controla
ningún ramal de transmisión y distribuye electricidad al 56% de los clientes finales.

El regreso de la luz

Han pasado 25 años desde el inicio de la reforma, el sistema eléctrico de Perú es un


sistema robusto que ofrece un servicio de calidad a precios competitivo con otros países
de la región y que genera valor económico y seguridad a sus clientes.

La cobertura eléctrica pasó del 40% al 95%; la productividad por trabajador pasó de 415
empleados por suscriptor a 1.210 empleados por suscriptos; y las pérdidas por
distribución pasaron de más del 20% hasta un 7%.

En lo último años, las inversiones del sector han alcanzado más de 2.500 millones de
US$ por año.

La luz trajo el gas


Perú generaba electricidad principalmente de fuentes hidroeléctricas, pero la
planificación del sistema indicó la necesidad de añadir máquinas termoeléctricas para
abastecer el crecimiento de la demanda y añadir seguridad al sistema mediante
máquinas en reserva.

La producción petrolera de Perú venía en declive y el incremento de la necesidad de


combustibles para la expansión del parque térmico se haría aumentando la importación.

Las reservas probadas de gas de Perú se encuentran ubicadas en la selva Amazónica. Su


explotación requería inversiones importantes, incluyendo un gasoducto de más de 700
km y restricciones ambientales estrictas para la puesta en producción del campo.

La industria eléctrica resultó ser el cliente interno más importante para justificar la
enorme inversión internacional requerida.

Hoy en día, la mitad de la energía eléctrica consumida en Perú se produce en plantas


térmicas alimentadas totalmente por el gas producido en Camisea a partir del año 2004.

Además, el gas de Camisea se distribuye en Lima de forma masiva y se exporta en


volúmenes importantes a México.

La luz devolvió la paz

Los servicios públicos de calidad son fundamentales para la gobernabilidad de un país y


su progreso económico.

El mal servicio eléctrico de Perú llegó a ser motivo y causa del malestar colectivo de
toda una nación y se convirtió en el lado débil de la seguridad nacional frente al
terrorismo.

Las políticas públicas adecuadas convirtieron un problema en parte importante de la


solución: un servicio eléctrico de calidad no es sólo componente principal del bienestar
de los ciudadanos, sino también un motor fundamental del progreso económico.

La luz de calidad es símbolo de paz.

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