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Autobiografía de una casa.

Luis Castellani

" ... poéticamente habita el hombre"


Hölderlin

l. Naturaleza, natura, sitio

Que a un arquitecto le digan que escriba sobre su propia casa, sobretodo si se la construyó
para transcurrir todo su vida, es como pedirle una autobiografía. Recuerdo una impresión de
cuando era muy joven y leí de Oscar Wilde, que en su obra había puesto ingenio, pero que su
verdadero talento lo puso en su vida. Es decir... que el gran escritor pensaba que construir una
vida equivale a hacer una obra de arte. Pero una obra de arte es ante todo uno cosa, una res,
una nueva manifestación en el mundo. Y si esto manifestación es algo que se va construyendo,
es decir, que es un proceso, no quedan dudas que la historia de una casa encierra mucho
pensamiento. Sería una arquitectura de pensamiento, en el mismo sentido que los alemanes
hablan de una poesía de pensamiento, cuando hablan, por ejemplo, de Hölderlin o de Rilke.

Esta historia, en cuanto es arquitectura, nace de un sitio. Un sitio es como parte circunscripta
de la naturaleza. Un lugar con un suelo (arena), con, un entorno (obras del hombre, árboles,
incidencia del sol, clima). Pero no se piense que un sitio se elige con todo libertad, puesto que
todas los realidades que la hacen tienen ya combinaciones que a su vez se combinan con
todos los factores que el hombre trae consigo. Es decir que la elección de un sitio, tiene mucho
de aleatorio, como sumatoria caprichosa de factores ajenos a la propia voluntad. Nunca
concebí en mi experiencia docente que pueda enseñarse arquitectura sobre lugares abstractos,
inexistentes, entes de razón. El germen de toda arquitectura es el sitio, y cuando más nos
atamos a él, más libres somos. Atarse a la naturaleza empieza con un acto de contemplación
del lugar. Esto nos determina un ámbito1 como llamamos a lo que nos rodea. Pero ese ámbito
transcurre en un tiempo, el tiempo de girar la cabeza, escuchar un sonido, caminar unos pasos,
y esto determina un espacio2. El paradigma del ámbito es el árbol. El paradigma del espacio es
el camino.

En el árbol, el ámbito, que es lo que rodea al espectador, está lleno de aire, es aire, y basta
una brisa para que se transformen nuestros límites. En el camino hay cosas que llegan y cosas
que se van, uno campana nos recuerda un lugar lejano donde pasa algo, y en eso cambia
nuestro ámbito, lo agranda más allá de nuestro vista, pero a su vez nos señala una fecha, una
hora, un instante, y cambio nuestro espacio3. El lugar elegido está en una ciudad: Villa Gesell.
Sus primeras razones son el mar y el bosque. Con un amigo también arquitecto4 encontramos
un lugar con tres características que lo hacían ideal: estaba a menos de cien metros del mar;
estaba rodeado y enfrentado a un bosque; estaba a cuatrocientos metros de la ciudad, a través
del bosque... y se podían hacer dos casas. Por la misma plata se podían conseguir dos
terrenos del doble de superficie a nueve cuadras hacia el oeste, pero nos alejaba de la
cotidianeidad del mar, y esa era la elección, no especulativa. Había un problema: el norte
estaba perpendicular al lado más largo del terreno, por lo cual si hacíamos dos casas gemelas,
una no iba a tener suficiente sol. Por lo tanto nos pusimos a trabajar en lograr un volumen que

                                                                                                               
1 Intensidad de presencias que rodean a un lugar, límite vivo que se puede abarcar en una mirada, en unos sonidos
percibidos, en unos límites táctiles.
2 Spatio es la pista de carreras, la arena romana, las dimensiones referidas a un recorrido.
3 Si hacemos una relación entre el ámbito máximamente concentrado de la caverna y el infinito de esa otra caverna

que es la bóveda celeste, encontramos un interminable camino donde transitan esas presencias: árbol, nube,
montaña, casa, mar. Estas res, esta natura que surge multiforme es a la vez límite cuando   configura un ámbito, y
articulación en cuanto vincula ámbitos sucesivos. Luis Castellani, Espacio y ámbito, conferencia en las Jornadas del
Espacio, Buenos Aires, 1978.
4 Hugo Chiesa, gran amigo tempranamente fallecido.

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nos permitiese encontrar las mayores ventajas para las dos, por lo cual cada una iba a tener
virtudes y problemas diferentes. Una se desarrollaba ocupando más planta baja, en contacto
directo con el jardín bosque. La otra debía elevarse para asomarse arriba del techo de la
primera, para poder capturar el sol. Cuando estábamos por tirar la suerte, no hubo necesidad;
mi amigo prefería la primera y yo la segunda. Probablemente por la nacionalidad belga de mi
señora, un atavismo indeclinable. Habíamos encontrado el sitio y armado el límite exterior. Es
lo primero que buscaban los griegos para sus templos5: el lugar donde los dioses se
manifiestan, los vestigios de antiguas elecciones que debemos descubrir, ligazones en donde
la natura ya estaba comprometida.

2. La muralla y la apertura

Allí separamos nuestros caminos, no sin antes haber definido un acuerdo de la presencia de
nuestras casas en la ciudad. Queríamos que sea una sola cosa, y definimos los materiales del
exterior: ladrillo aparente enrasado, carpintería y estructura de madera, techo con chapa poco
inclinada. Una construcción roja en el bosque verde.

Al ser dos familias, ya éramos ciudad, era el comienzo de una vida en la polis. Pero en cuanto
casa, dependíamos de un volumen prefijado dentro del cual podíamos movernos con propia
voluntad. Mi definición era una planta rectangular, por la simplicidad y el máximo
aprovechamiento de las visuales, que quería largas, y lo quería con un techo inclinado a dos
aguas, porque es la casa por excelencia, la casa de Adán. Descartamos el techo plano solo
lógico como terraza. Pero para qué terraza si teníamos el bosque y la playa para pisar. Por otra
parte quería una muralla, como defensa de la invasión del verano. Pero esta muralla debería
aligerarse hacia arriba, de tal manera que hice toda la cáscara de mampostería con ladrillo
aparente y sin junta tomada de ambos lados, porque la muralla la queríamos desde adentro y
desde afuera. Queríamos un rectángulo largo, estrecho y alto. Pero el terreno daba un trapecio,
y entonces se podía dividir en un rectángulo, que quedase puro, más un triángulo pegado al
lado mayor que desde sus dos metros hacia el frente se iba afinando a cero hacia el fondo. El
triángulo forma una muralla cerrada hacia el sudsudeste, los vientos fríos. Pero en las otras
tres fachadas el ladrillo terminaba en los antepechos de los baños y los dormitorios, y allí
comenzaba la plena apertura hacia el sol y los pájaros. Esto de los pájaros no es una metáfora.
Desde allí y con los árboles próximos se convive con ellos.

La relación con lo abierto, en cuanto se busca la muralla, era necesaria controlarla en la planta
del suelo y en la primera, que funciona como el piano nobile de los renacentistas. El problema
de la planta a nivel del suelo era el garaje, que requería aberturas demasiado grandes. La
solución fue hacer arcos catenarias, que sugirieran la continuidad del muro, la pesadez. Por
otra parte, la idea del garaje se fue transformando, con la realidad de la vida, en un taller, que
terminó siendo el de mi hijo escultor. Al fin y al cabo, los autos están hechos para estar a la
intemperie.

El piano nobile era simplemente un rectángulo de cuatro por doce metros sin interrupción, con
sus servicios anexos. Aquí Io importante es ver el entorno sin ser consumido por él, como
cuando Corbusier cerró en la casa de su madre la vista al gran lago. Entonces las ventanas
son como cuadros colgados, para lo cual diseñé la carpintería con el marco invisible en la
pared. Aquí la luz y el color verde son lo primero pensado. Desde el interior, se percibe la luz
verde que va desde el amarillento en la ventana del sur hasta el azul profundo de la puerta
vidriada del fondo, que da a una terraza de madera y a un laurel simbólico. El espacio interior
de ladrillo produce una luz de extrema calidez. Estas luces que llenan de color el aire tienen
momentos de gran intensidad, y siempre cambiantes.

Pero la entrada se agrega al rectángulo como una franja corrida vertical, de seis metros de

                                                                                                               
5El caso más visible es el Erecteion, que vale la pena estudiar en detalle. Toda la construcción, sus formas y
variedad, nacen de las distintos mitos que allí se manifestaron.
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altura, de luz y sol. Es en realidad la sola (única) iluminación, porque el resto, tapado por la
casa de mi amigo solo se podía abrir por encima de su techo. Pero porque dice el Poeta que el
hombre habita poéticamente, debemos también pensar en lograr espacios donde nos visiten
los dioses6. Este espacio necesita un entre, un espacio de comunicación que no puede lograrse
sin la natura, y que por comodidad usaremos una palabra extraída de la obra de Rilke: lo
Abierto7. Sin pretender comprender más allá de lo que esa palabra nos diga a cada uno.

Lo Abierto tiene que ver con la apreciación de la luz. Entre los arquitectos modernos, creo que
es Alvar Aalto8 quien más entendió esta necesidad, probablemente por habitar un lugar donde
la luz es escasa y debe cuidarse, pero todo arquitecto destacado tiene un diálogo particular con
la luz. Sigamos con Rilke. Cuando habla de lo Abierto nos habla de los animales y de los
ángeles9, que tienen una visión primigenia del espacio. También los niños lo tienen. De esto se
trata el programa, no basta el mero enunciado de superficies y de actividades a desarrollar en
cada una de esas superficies. Siempre cuento una anécdota de mi hijo Silvestre a los nueve
años. Fue invitado a la casa de un amiguito de escuela. Cuando llego me comenta que la casa
de su amigo era muy rara. Me la describe: Se entra a un lugar con paredes por todos lados y
llena de muebles. De allí sale otro lugar muy estrecho lleno de puertas que dan a un montón de
cuartos, con el baño en el fondo. Tuve que explicarle que la casa rara era la nuestra y no la de
su amigo. Este esquema casi obligado, con ámbitos cúbicos planos con una ventana y una
misma altura, no permite encontrar lo Abierto. Recuerdo un viejo artículo en alguna revista
francesa donde mostraban la planta de una bidonville (Villa miseria) de los alrededores de
París, donde habitaban marroquíes, La casa se articulaba alrededor de un patio central donde
se ubicaban los espacios definidos como cuarto del hombre, cuarto de la mujer, cuarto del
fuego, cuarto del agua, cada uno con sus medidas y alturas diferentes, que al acumularse
reproducían el paisaje de su tierra, Hablando de ciudades, nunca olvidé la impresión que me
dio en Sevilla encontrarme con el nombre de una Calle de la Sal, Cuando el lenguaje empieza
a trasparentar lo que es realmente lo que habitamos, Esto hace referencia a lo que nos
enseñan como programa, Se puede entender esta palabra como una mera enumeración de los
espacios funcionalmente necesarios, pero este criterio mecanicista, que tiene su rango de
necesidad, no deja resolver el verdadero problema, Hay que indagar, pues, en el sentido
profundo de la actividad a desarrollar en esos espacios, solo así haremos arquitectura10. Todos
estos datos formaron nuestro programa y muchos otros parecidos.

3. El círculo y el cuadrado

                                                                                                               
6 La muralla, lo cerrado, el antro, no permite incluir la naturaleza. No me refiero aquí al paisaje. Llamaban natura los
antiguos a esa presencia en cuanto viva, y esa vitalidad la prefiguraban en sus dioses. Esa sensibilidad la
encontramos desde épocas remotas y en pensadores que de ninguna manera podemos pensarlos supersticiosos,
como Heráclito. Se cuenta de él que cuando unos extranjeros que querían visitarlo dudaban en el umbral del lugar
donde estaba calentándose cerca de un horno, los invitó diciendo: Aquí también hay dioses. y esta misma frase
repite Le Corbusier cuando habla de la cocina, que califica de sagrada, porque también conviven allí los dioses.
Supongo que Le Corbusier leyó a Heráclito.
7 En las Elegías de Duino.
8 Un dato del arquitecto Jorge Bonomi, otro querido amigo hoy ausente. Me contó que esos cementerios tan bellos

que proyectó Aalto, tenían una relación estrecha, por su forma de anfiteatro, con una costumbre finlandesa. En un
día de los muertos, jóvenes vestidas de blanco y coronadas de flores colocan una vela en cada tumba. Al derretirse
la nieve por el calor que desciende, las llamas iluminan a través de esa blancura transparente todo el campo,
produciendo una visión de pura luz.
9
Cuenta Rilke que vio pasar un ángel (que ciertamente no son los ángeles cristianos) por la copa de un
árbol. Es también el ámbito natural de los pájaros. Se trata de un espacio determinado por las hojas,
pero los límites se escapan continuamente por los intersticios y el aire, con lo cual se trata del espacio de
máxima comunicación, contrapuesto a una caverna cerrada sólidamente por sus muros de piedra,
clausurado.
10
Cuando tuve que proyectar un jardín de infantes propuse partir de dos preguntas: ¿Cómo hacer un espacio a la
vez de juego y educativo? La primera idea fue que no tenía que ser para nada como su casa. Entonces la variedad
de espacios apareció naturalmente como fundamental para el programa.
  3
La búsqueda de un rectángulo tiene que ver con un dicho de Le Corbusier: el ángulo recto
separa la civilización de la barbarie, y una apreciación de Platón, que exigía a sus alumnos de
filosofía que supieran geometría. En el medio de estos dos hitos, hay toda una geometría sacra
o geometría de la belleza que alguna vez formó parte del currículo de la carrera del arquitecto.

Esta geometría que es de extrema facilidad y surge de sus curiosidades, parte de algo tan
simple como la media y extrema razón. De nuevo fue Le Corbusier quien con el Modulor quiso
dar un instrumento que racionalice todo ese conocimiento, Me hice un modulor con una medida
más grande, 1,90 en lugar de 1,83 y tuve en cuenta que todo esa compleja serie de medidas
partían de dos elementos que recorren toda la historia de la arquitectura: el cuadrado y el
círculo, El uno y el infinito, La tierra y el cielo, Valga otra anécdota en esta autobiografía. Mi
amigo carpintero, que además cantaba como los ángeles, presentó dos puntales que se debían
unir con la viga que cruzaba el espacio central y encontrarse en la mitad, donde se unían con
una forma semicircular. Pasó la noche, y yo dibujé cuidadosamente el detalle, ya que los
pequeños cambios en obra podían cambiar las medidas. Para eso me apoyé en una de las
máximas bellezas de la geometría, el teorema de Pitágoras. Al día siguiente cuando llegó mi
amigo le di las medidas que había que respetar (que no eran las de su verificación práctica), y
me fui a trabajar. Cuando llegué al mediodía, mi amigo había hecho las incisiones en la madera
y cortado las piezas de acuerdo a su idea, ya que desconfiaba de mis razonamientos teóricos.
Me enojé mucho, y estuvimos el resto del día discutiendo, midiendo, verificando y naturalmente
yo tenía razón. De hecho, mi amigo, no por su oficio sino por su canto, entendía perfectamente
la necesidad del ángulo recto atrapado por el semicírculo, y su intención era justamente que
fuera exacto, y lo descubrió como un vestigio solar, lo que realmente era.

En suma, la casa se asentaba en la geometría, salida de elucubraciones abstractas, pero


construida con elementos bellos. Pero hay otra manera de pensar una casa, partiendo de un
núcleo central como la famosa vivienda alrededor de un patio de Louis Kahn, Un espacio
núcleo central de donde van surgiendo espacios cuyos límites no tienen por qué ser un
volumen prefijado. Y esa otra manera de proceder le dio el nombre a la casa, porque de ese
núcleo, nacen en el paralelepípedo inicial, apariciones múltiples del cuadrado y el círculo, del
cubo y de la esfera, dentro y fuera, vinculando los ámbitos definidos por la insinuación de los
que siguen. Los arcos catenarias del suelo-subsuelo aparecen en el interior del piso alto, los
arcos circulares del piso alto penetran en el piso último, el cilindro de la chimenea atraviesa el
dormitorio, la bóveda esférica de la bodega sobresale en lugar del fuego. Los cuadrados
aparecen señalando aberturas principales, un baño aparece colgado como un cubo
suspendido.

4. Cáput ánguli

El núcleo de la casa, como casa de un arquitecto, me pareció que debía ser el cáput ánguli11.
Entonces valía la pena dedicarle el lugar clave, y colocarla realmente. Me hice tallar un mármol
gris con el anagrama por un eximio experto, don Ramón Castejón, y esa piedra debía
establecer el eje vertical de la casa; y, para ser una obra de arte, debía concentrar un
significado que no terminase en ella, sino que se transformara en su eje constructivo. Mi amigo
carpintero colocó la piedra en el aire el último día del año 1983, y yo mismo con mis dos hijos,
muy chicos entonces, hicimos ocho medio arcos de ladrillo para sostenerla, es decir, para ser
sostenidos por ella. Este es el primer manifiesto que encierra la casa. Y digo manifiesto en un
doble sentido, primero, como algo que se quiere decir para que permanezca; y segundo,
porque es una manifestación concreta, una piedra con una inscripción, no una hoja impresa.
Una piedra gris en un círculo azul.

5. El espacio vacío

                                                                                                               
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La cabeza del ángulo, o piedra angular, la clave de un arco o de una cúpula. Lo que sostiene la estructura, pero
que solo lo sabe el arquitecto, porque solamente una vez colocada se entiende su función.
  4
Dice Adolf Loos que cada espacio debe tener una determinada altura, y que es tan importante
como las otras dos medidas, que son prácticamente con las cuales se hacen las plantas de los
edificios. La importancia indudable de la planta puede caer, si no nos cuidamos, en la
incomprensión total del espacio que estamos pensando, y se manifiesta en la típica planta de
los departamentos que se tapan con un plano horizontal sin significación alguna.

En la casa hay lugares muy altos y lugares muy bajos. Para conciliar las alturas con los
espacios encontré dos estrategias. La primera, el techo inclinado que deja un gradiente de
alturas irregulares, dado que la diagonal sursureste de la planta desciende más, bajando la
altura de los baños y la cocina. La segunda fue trabajar con independencia los entrepisos, con
distintos niveles. Al noreste, es muy alto el lugar frente al fuego, y muy baja el dormitorio; al
suroeste, es muy bajo el lugar de la mesa y muy alto el dormitorio de los chicos, que hasta
tiene una cama suspendida para el caso de huéspedes juveniles. Igual el piso entre la planta
baja y el piano nobile tiene una altura diferente entre la bodega, con su cúpula, que asoma
arriba formando un piso curvo de veneciano azul, más hundido que el plano del piso. Junto a la
gran abertura de la entrada, quedaba un gran muro. La primera idea era satisfacer mis gustos
por pintar haciendo un gran fresco de un gigante llevando a un niño, imagen cordial del mundo
europeo asimilado generalmente al San Cristóbal, y a los caminos. Pero esta fantasía (debida a
Miguel Ángel) fue transformada por mi esposa, sensatamente, en una pasarela trasparente
llena de plantas. Este espacio más alto era el espacio vacío, un espacio que separa dos
generaciones, padres e hijos. El encuentro entre el ángulo recto y el círculo, el traspaso a
través de la muralla continua y la madera ocasional. Pero el espacio vacío, lleno de
actividades, es el más importante de la casa, no tiene función

fija, y lo que parece paradójico es sin embargo, muy lógico. Este lugar central, de seis metros
de altura, no tiene una función fija, sino muchas y contradictorias. Es el lugar de entrada, pero a
su vez desde allí se aprecia en la primera mirada la totalidad de la casa. Es el lugar de paso
obligado entre la entrada a la escalera, cortando en diagonal el espacio. Se hizo el lugar del
aperitivo sin que a nadie se le ocurriera. Es el lugar que los nietos eligieron para jugar. En
suma, pasan tantas cosas, que si no existiera nadie se daría cuenta que falta. En cierta manera
es un desperdicio, a la manera de la naturaleza12. Es un espacio de comunicación, y por eso
mismo no entra en un esquema.

6. La cama de Odiseo, la estufa homérica y el lugar del Banquete

Después había que poner los muebles, pero resulta que al menos hay tres que van a ser
siempre fijos: la Cama, la Mesa, el Hogar. Por lo cual la decisión fue hacer los inmuebles, y
aprovechar esta circunstancia para poner más en evidencia las ideas que iban conformando la
casa. La Cama tiene un antecedente heroico en Homero. El héroe Ulises construyó él mismo
su cama aserrando un enorme roble, es decir, un signo de la perdurabilidad, y de hecho se
transforma en el testigo que permite conocer a su dueño cuando vuelve, transformado en su
viaje interminable. La Cama aquí está sostenida por las cuatro columnas que llegan desde la
bodega, Se eleva del piso lo que tiene que elevarse una cama elevando a su vez el espacio
que hay abajo. Nadie puede esconderse abajo de esta cama.

El fuego en su hogar de hierro está debajo de la cama; su chimenea de chapa galvanizada


atraviesa el entrepiso de madera y pasa delante de ella. Delante del fuego está la cúpula que
asoma con el caput ánguli el único piso que no es de madera, sino de un material que pasó por
el fuego, como es el vidrio del mosaico veneciano. La relación con el fuego ejemplifica algo de
lo dicho respecto a la naturaleza como ser vivo. El fuego para ser efectivo en invierno debe
durar toda la noche, y para eso Homero nos habla del rescoldo bajo la ceniza que guarda el
fuego.

                                                                                                               
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Porque ¿quién dijo que la naturaleza sigue la regla del menor esfuerzo? Al contrario, el desperdicio de energía es
notable: hay animales que deben nacer de a miles para sobrevivir algunos; los árboles castigados por una
tempestad derrochan miles de brotes y los hacen aparecer al día siguiente.
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La mesa empezó con dos caballetes y una puerta placa, como le pasó a muchos amigos. Al
principio era a tal extremo puerta que hasta tenía una manija, lo cual le daba un sabor
surrealista. El día que decidimos hacerla fijamos dos vigas desde la columna a la pared bajo la
ventana-cuadro hacia el bosque. De tal manera la mesa no tenía patas. Como la mesa es de
Banquetes (aunque comamos allí todos los días), tiene diez puestos en saliente para acercarla
a la forma elíptica, lo cual acerca a los circunstantes. En el centro forma un círculo. En el centro
del círculo está el segundo manifiesto: un decágono de mármol gris con el dibujo en malaquita
y lapislázuli de dos pentágonos entrelazados, que viene a ser una visión en dos dimensiones
del dodecaedro, la quinta esencia platónica. Un lujo grande e inútil.

7 El eje dionisíaco

Por la piedra angular pasa un eje vertical, que es la vertical de lugar de la casa, es decir, su eje
cósmico. Es el eje que referencia todo el mundo con esta casa en particular, como la vertical de
lugar de cada hombre se mueve con él. Cada uno como centro del mundo. Este eje se entraña
en la tierra. Empieza en la bodega semienterrada, el lugar del vino, a salvo de las diferencias
de temperatura y de la luz. Otra inesperada conexión belga, donde no se concibe una casa sin
bodega. Esta bodega adopta la forma de antro, de caverna. La definen cuatro columnas de
ladrillo con núcleo de hormigón, con ocho nervaduras de cuarto de círculo y una cúpula de
ladrillo que tiene la pieza de mármol como clave. En el eje de la pared posterior, una breve
ventana cuadrada, a nivel del piso exterior, es un signo verde en el centro del mar vinoso del
ladrillo. Arriba de la bodega está el lugar del fuego, y como pasa en el Capitolio de Miguel
Ángel, asoma el trozo de esfera que recuerda el mundo. En el centro del casquete de esfera
azul, incombustible en el medio de la madera. Este círculo está hundido, así como su techo
más alto que lo que lo rodea. Más alto porque en el piso superior forma la cama de la cual
hablamos, el tercer lugar dionisíaco.

8. Las heridas del tiempo

Empecé esta casa hace treinta años, cuando tenía treinta y cinco. Entramos en el 83, cuando
tenía cuarenta, y todavía no está terminada. Mi carpintero y amigo me compró la madera en
Buenos Aires en un momento propicio. La compré como sandwich, es decir, los troncos
aserrados en un solo sentido. Fue como comprar un bosque. Mi señora estaba preocupada
porque no se conseguía incienso seco. Pero no contaba con las circunstancias de la vida
argentina, que la dejó estacionada bastante más de lo deseado. Esa fue una herida favorable.
El tiempo produjo muchas heridas en la casa, casi todas parecían malas y resultaron buenas.
Algunas ya aparecieron. Hubo también un incendio, y otra vez el caño entero de la chimenea,
de cinco metros, se nos puso al rojo vivo, aunque sin consecuencias mayores. Pero de lo
quiero hablar es de algo que todos me preguntan. Cuando estábamos haciendo las paredes
eran épocas en que era barato el poliuretano expandido como aislante. Entre nuestra doble
pared de ladrillos pensamos en eso, y entonces había que dejar huecos cada metro cuadrado,
aproximadamente. Entonces se dejaron de poner ladrillos aquí y allí. Antes de terminar el
techo, el costo de ese material se hizo inalcanzable y los importadores lo dejaron de traer.
Largo tiempo quedaron esos agujeros por los que todos preguntaban. En un momento decidí
que no tenía sentido e hice poner los ladrillos, pero no quería que cesen las preguntas, por lo
cual lo hice colocar sobresaliendo tres centímetros, marcando el ritmo aleatorio del albañil.

9. Lo aleatorio en arquitectura

En esta casa no solo había un trabajo de planos muy detallado, sino que la dirección la ejercí
casi viviendo adentro. Sin embargo quiero señalar hasta qué punto el azar define muchas
cosas con gusto nuestro o a pesar nuestro. Ya lo hicimos notar respecto a la elección del sitio,
las decisiones que éste impone, la configuración que le dio al lugar la naturaleza, la historia, las
muchas personas intervinientes, el sol, los vestigios existentes, mi amigo, mis amigos, la pared
que dejé con agujeros, los libros leídos, los maestros escuchados, y tantas cosas que no caben
en estas líneas, pero que tal vez alguna vez valga la pena contar. Pero creo que se puede

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sacar una conclusión que sirva. La mía es, que dado el escasísimo margen de libertad que se
tiene para proyectar, es posible que las mejores obras de arquitectura sean producto de la
docilidad del arquitecto a esas circunstancias aleatorias, y no al racionalismo planificado. Las
pequeñas casas de Le Corbusier son las que pasan a la historia, y no tanto la absurda ciudad
de tres millones de habitantes, sin ápice de azar.

El caso de la ciudad de Villa Gesell tal vez sea el mejor ejemplo para defender esta tesis. Don
Carlos Gesell vino a vivir con su familia en medio de las dunas que cambiaban según el viento
del día. Nada más aleatorio. Y decidió fijar así la ciudad, deteniendo el tiempo de acuerdo a las
circunstancias del minuto. Lo mismo le sucedió a Roma cuando de las huellas de un estadio
surge uno de los espacios urbanos más notables: la Piazza Navona.

En lo repisa sobre el hogar tengo (se colocó allí sin que sepamos por qué) una estatua de
Ariadna que hice hace tiempo. Pero en lugar de tener en la mano su madeja para ir revelando
el camino, está encima de ella, en equilibrio inestable, y hasta medio enredada dentro de ese
hilo. Tal vez sea ésta la manera de llegar a encontrar un camino, enredándose un poco.

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