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Colegio San Felipe de Jesús, nivel superior.

Seminario diocesano San Felipe de Jesús, Tula, Hidalgo


Facultad de Filosofía.
Historia de la filosofía moderna.
Apunte de Clase: La influencia de la reforma para la filosofía.

§1. El transcurso histórico que va desde el agotamiento de la filosofía de las universidades,


cuyos representantes típicos son el occamismo y el escotismo, hasta la escisión cismática de
la unidad universal de la Iglesia con Lutero, es un periodo de gran conmoción en la vida del
pensamiento occidental. Hacia el siglo XVI Roma deja de tener la soberanía absoluta en
cuestiones de la salvación. El movimiento reformador de Lutero pretende encontrar en la
pureza de la fe individual el único sitio en el que podemos asegurar nuestra salvación. Los
escritos de reforma como Sobre la cautividad babilónica de la Iglesia, así como el La
libertad del cristiano, pretenden volver al mensaje original del Evangelio; creer en las
promesas de Dios y en la salvación que nos ofrece su Cristo. Sólo Cristo y sólo la fe en él
nos salvan, no los papas o sus tradiciones.

El pensamiento de Lutero contiene el germen de una época en la que el mundo


antiguo pretende ser aniquilado de un tirón. La oposición entre el mensaje revelado por
Jesús en su Evangelio y las deformaciones que se hicieron de él por las tradiciones
humanas, corresponden a la oposición entre lo antiguo y lo moderno. De esta forma, no es
casual que muchos de los primeros reformados encontrarán en el cristianismo antiguo un
modelo de fe, frente a Roma y sus tradiciones. La fe, don gratuito de Dios, no surge como
el producto de la actividad del hombre. Del mismo modo, no es posible anularla mediante
acto alguno. Pero al mismo tiempo, la fe es una experiencia individual. Creer que las obras
demuestran nuestra fe, es la hipocresía de la que el luterano debe escapar.

Las obras piadosas como la limosna, las peregrinaciones, las misas y los rosarios, no
muestran realmente quién cree en Jesús. De hecho –piensan Lutero y sus secuaces – todas
estas acciones son pecaminosas en grado sumo; nos hacen pensar que son las obras la
causa de nuestra salvación. Siendo que la única causa de nuestra salvación es la fe en la
acción redentora de Jesucristo, acción gratuita de la divinidad. Para creer en Cristo, pues,
no necesitamos hacer nada; ser cristiano es ser libre de la esclavitud de las leyes humanas,
como el propio Maestro lo fue. Obrar en el mundo para salvarse es como ofrecer a Dios un

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sacrificio innecesario. Dios ya se sacrificó por nosotros en la figura de Jesús, con ello
hemos ganado la salvación. Basta creer esto para salvarse.

La Iglesia Católica Romana había perdido en el siglo XVI al menos la mitad de sus
fieles. Las iglesias reformadas así como los evangélicos, se habían apropiado de un cetro
que sólo le correspondía al papa: Determinar qué cuenta como válido en materia de fe, es
decir, ser el criterio de la verdad religiosa. Esto, sin duda, representó una dura crisis para el
pensamiento teológico y filosófico occidental. De pronto, la unidad espiritual de todos los
cristianos se veía suplantada por el Sí evangélico que era dado desde la propia
individualidad de cada creyente. La comunión de la iglesia no es un evento físico o un
ritual litúrgico, sino es ante todo la comunidad de todos aquellos individuos que creen en
Jesús.

§2. Lutero utilizó para modelar lo mejor de su pensamiento a uno de los filósofos más
apasionantes y extraños que tiene el cristianismo: San Agustín. En el águila de Hipona
Lutero encuentra el gran misterio de la interioridad de un alma que está atormentada por su
conciencia del pecado. Las confesiones son un libro completamente actual para nosotros
pues descubrimos una interioridad reflexiva, que encuentra a Dios en el fondo de su
corazón. El contacto íntimo de San Agustín no se expresa sino por la mediación de su
propia conciencia. Dios le habla a Agustín desde Agustín mismo. El sujeto, así, adquiere el
carácter de revelación de un principio Divino. Es en el individuo y en su propia conciencia
donde debemos encontrar a Dios y sus promesas. El angustiado monje dominico reformuló
este viejo principio agustiniano hasta las cuestiones del canon de la fe, sin tener conciencia
de que con ello inauguraría un nuevo punto de partida para todo filosofar posterior.

Al poner sobre el centro de la discusión la figura de la subjetividad, la conciencia de


la fe se torna abstracta. El aspecto individual de la gracia y la salvación son puestos de
relieve por los reformados. En la Iglesia romana la comunidad, expresada en las obras de
piedad y caridad, adquiere un carácter más relevante que en la tradición evangélico-
calvinista. Sin embargo, pronto la historia nos demuestra que la fe es algo que requiere
algún tipo de comprobación. Las iglesias reformadas, rápidamente se organizan en
conventículos en los cuales pretenden implantar los mandatos evangélicos como
disposiciones jurídicas seculares. Los puritanos pretenden mostrar ciertos signos que los

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distingan de los condenados, aunque nunca podremos saber quién realmente está salvado.
De este modo, surge una nueva organización social que dará materia para la filosofía
política de la modernidad. Una asamblea de individuos que voluntariamente se organiza en
comunidad guiado bajo un mismo ideal.

A diferencia del pensamiento clásico donde la comunidad tiene una prioridad lógica
sobre el individuo, la modernidad experimenta en todos los ámbitos la profundidad de la
subjetividad. Tanto en materia de fe, como en la metafísica y la epistemología o en la
filosofía moral y política, el punto de partida de toda reflexión es la compresión cabal de la
totalidad que es la subjetividad. No hay pensador moderno, que sea realmente tal, que no
considere como el fenómeno a explicar la conciencia de la propia subjetividad. Encontrar lo
que cada subjetividad individual tiene de universal constituye uno de los primeros planes
fundadores de filósofos como Descartes o Kant. La voz de San Agustín resuena en algunas
de las reflexiones modernas como las cartesianas porque el luteranismo encontró el nuevo
centro de apoyo del universo en la interioridad del hombre.

§3. Algunas de las consecuencias surgidas de este individualismo luterano y la vuelta a la


mirada a las cuestiones de la subjetividad se revelan en este mundo contemporáneo. Max
Weber nos recuerda con amargura el momento en el que la racionalización y el
desencantamiento del mundo estaban nutridos por ideas religiosas que guiaban las
conductas de los hombres. En la ética del protestantismo ascético se seculariza la idea de
vocación de tal manera que ahora encontramos su equivalente en el mundo bajo el término
de profesión. Ambos términos son equivalentes para el puritano, calvinista, metodista o
pietista, pues el estar llamado a algo implica al menos dos cosas: i) ser apto para realizar el
llamado y ii) saber dirigir la propia vida con miras al llamado. De esta forma el cristiano
que está llamado a ser hijo de Dios, debe dar muestras de su aptitud para el llamado, que se
explicitan en los momentos de dificultad; del otro lado, debe saber dirigir su vida como un
verdadero cristiano, por lo que debe dar signos de su vocación. Pero en este segundo punto
debemos guardarnos muy bien, pues es la fe y no las obras las que nos salvan. No obstante,
al estar llamados a algo debemos saber desempeñarnos en el mundo como aquello que
aspiramos a ser; seguir un patrón de vida que insinué la cercanía de Dios con sus elegidos.

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Dios tiene a sus elegidos y sólo él sabe quién se salvará. Aún así, si hemos de ser
reconocidos dentro de este selecto grupo, debemos mostrar una aptitud -que se expresa en
nuestra capacidad para recibir todo lo que Dios nos ha dado. La pobreza, la mendacidad, la
vagancia, el ocio y la vida dedicada al sufrimiento, nos hacen poco aptos para recibir
nuestra vocación. Aquellos que mendigan o que son pobres, simplemente no pueden servir
a Dios porque dependen de otros para subsistir; la biblia enseña cómo la pobreza o la
mendacidad son un signo de que Dios no está de tu lado. Depender de otros nos hace
incapaces de pensar en nuestra misión supra terrenal -atados de por vida a la invalidez que
genera dependencia en el pensar y el actuar. ¿Cómo pretender edificar el reino de Dios, si
soy incapaz de edificarme a mí mismo?1 Así, nuestra aptitud para el llamado celeste debe
contrastar con la manera mundana-eficaz para llevarlo a cabo. El reverso en el ámbito
profesional es un poco grotesco. ¿Cómo identificar cuando estoy frente a un buen
profesionista?

§4. La crisis de la Reforma no sólo se presenta como un desgajamiento del mundo antiguo
en su versión política, social o religiosa, también la filosofía siente los efectos de este
cisma. La Metafísica tradicional de la escolástica es comenzada a ver como un puro juego
estéril de disputas interminables en las que después de mucho investigar no se obtenía nada
en claro. A medida que las instituciones de objetividad se veían desacreditadas, el
escepticismo y la insatisfacción de los hombres de ciencia se hacía cada vez mayor. En el
campo de la astronomía el estrafalario Tycho Brahe hacía cálculos astronómicos que
probaban la infinitud del universo, mientras que Galileo hacía sus avances en la mecánica y
probaba la existencia del vacío. Si Aristóteles no tenía la verdad sobre la estructura del
cosmos y la ciencia nueva apenas daba sus primeros pasos, ¿qué sería lo más razonable
creer?

La tradición fue perdiendo lentamente su autoridad frente a la actividad libre del


pensamiento de los sujetos. El conocimiento en esta época deja de ser desarrollado por los
canónigos y clérigos y pasa a manos de los laicos, que aumentan en doscientos años lo que
trescientos de escolástica no han podido. Descartes, que pertenece a esta clase de hombres,

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Confróntese: La expresiones del pensamiento típico de nuestra sociedad de castas: “Es pobre porque
quiere”, “De seguro está en la miseria porque es un condenado”, “Pobres diablos”, “El limosnero y con
garrote”, “¿Para qué le das? ¿No ves en qué se lo gasta?”. Ustedes deben saber algunas.

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quien pretende conquistar el escepticismo por la vía nueva de la modernidad: La
Subjetividad. A partir de Las meditaciones metafísicas y el Discurso del método, la
filosofía occidental entra en una nueva fase. Nos guste o no, el mundo contemporáneo
encuentra en Descartes el primer iniciador de la lucha del pensamiento por captar el
contenido universal e incondicionado que tiene debemos reconocer en la subjetividad.

El tránsito por la filosofía moderna implica en todos los sentidos un abandono de las
categorías tradicionales. Abandonar nuestro espíritu a la absoluta soledad de su
interioridad; experimentar en cada uno de nosotros el abandono que implica romper con
una comunidad tradicional que nos mantiene protegidos. Por eso, no es casual que el padre
de la Modernidad haya decido lanzarse a conocer el mundo rompiendo con todo; en la
guerra se conoce al héroe, al que sabe renunciar a todo, incluso a la seguridad de sus
propias creencias. Experimentar la modernidad como catástrofe en la que no es posible
asirse a criterio fijo alguno, implica reconocer uno de los aspectos más enigmáticos del
desenvolvimiento del pensar. Reconocer el alienamiento en el que se hallan todas nuestras
creencias, para que nuestra propia subjetividad las juzgue y las apruebe o las rechace.

La fe, la política, la moral, el conocimiento, la metafísica, la cultura, la religión, las


tradiciones, todo, debe ser absolutamente analizado para ser aceptado como válido. Este
proceso de racionalización se empieza con Lutero, se continúa con la ascética protestante y
culmina con el desarrollo del pensamiento filosófico Moderno. En algunos momentos este
proceso de racionalización es descrito como Aufklärung [Ilimunismo], en otros como
racionalismo y en otros como positivismo. Todos ellos comparten dos cosas: 1)
escepticismo inicial frente a cualquier cuestión y 2) búsqueda sincera de la verdad y el
conocimiento cierto. Ambas cuestiones analizadas desde el piso de la subjetividad humana
y aquello que tiene de incondicionado y universal.

§5. Reflexiona sobre tu propia interioridad y contesta:

I. ¿Debería la religión (cualquiera que sea) someterse a un análisis por parte de la


conciencia individual de cada uno?

II. ¿Cuáles crees que son las razones de los modernos para desechar la tradición?

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III. ¿Qué crees que signifique para la metafísica que el Sujeto sea, en la modernidad, el
objeto propio de todo filosofar?

IV. ¿Crees que ese Sujeto metafísico de la modernidad es cada uno de nosotros?

V. ¿Qué consideras tú aquello que podrías universalizar de tu propia subjetividad?

Febrero 2015

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