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Diplomatura Universitaria en Filosofía de la Liberación.

ÉTICA, POLÍTICA Y DERECHOS HUMANOS

Tercera Cohorte
Universidad Nacional de Jujuy- Universidad Nacional del Comahue/ AFyL Argentina

Clase 11: Constelaciones estéticas para una ​praxis​ liberadora

Alan Quezada Figueroa


Universidad de Guanajuato, México

Una constelación se compone de un conjunto de elementos que le dan forma y sentido; se


disponen de tal forma que logran edificar un sentido conferido por la cultura y que
representa un rasgo profundo de ésta misma. La estética es una constelación que contiene a
su vez diversos elementos de la sensibilidad humana, que le permiten participar de un
pluriverso1 ​ordenado en el sentido del ​principio material de la Filosofía de la liberación de
Enrique Dussel (2011), esto es: la producción, la reproducción y el desarrollo de la vida
humana, principio al que atiende también una estética de la liberación, que busca contribuir
con las demás esferas de dicho sistema hacia la ​praxis liberadora. Si bien el sistema
pluriversal planteado por la Filosofía de la liberación se compone de diversos ámbitos
disciplinares que funcionan como constelaciones correlacionadas, la dimensión estética no
sólo aparece en esta propuesta como necesaria, sino como el subsuelo que sostiene el
ejercicio ético, político y pedagógico —entre otros— que desemboca en la acción
encaminada a la descolonización.

La constelación estética como estadio filosófico liberador tiene como eje la


sensibilidad humana, que se desarrolla a través de distintos parámetros que actúan en
función del desarrollo de la vida humana; se trata de las categorías: ​aesthesis​, ​poiesis​,
anaesthesia​, ​synaesthesia y ​praxis esbozadas desde su raíz griega en cuanto a las
definiciones útiles para la reflexión en torno a la sensibilidad, sin pretender caer en un

1
Concepto tomado de Carlos Lenkerdorf (2001), para quien, basado en el pensamiento originario tojolabal y
la dilucidación de muchas otras culturas y su universo lingüístico, componen un pluriverso en cuanto a la
multiplicidad de sentidos y la riqueza cosmológica que se manifiesta en la diversidad.
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helenocentrismo2 que limite la reflexión propuesta hacia los cánones clásicos de esta
tradición. Respectivamente dichos términos refieren a: sensibilidad, creación, anestesia,
sinestesia y acción/reflexión, los cuales irán apareciendo a lo largo de este desarrollo.

Cabe mencionar que cada una de estas categorías contiene en sí misma una serie de
conceptos que le otorgan sentido, tal como si se tratase de una ramificación que se va
bifurcando hasta sus cualidades más simples. En esta reflexión no se trata de llegar hacia
estas últimas consecuencias, ya que tal ejercicio implicaría una labor arquitectónica
minuciosa y especializada que tendrá lugar en próximos desarrollos; por lo pronto se
esbozarán algunas pocas a modo de ilustración de ciertos parámetros, que resultarán útiles
en el acercamiento que se propone, desde la constelación sensible a la contribución de una
empresa descolonizante y liberadora.

Partiremos de la aclaración básica respecto del objeto de estudio estético, ya que no


se trata del análisis de objetos artísticos ni de la contemplación de la belleza, al menos éste
no será el centro de nuestra atención, ya que si bien dichas cuestiones forman parte de
nuestra disciplina, no son las únicas a las que refiere el pensamiento estético, a pesar de
resultar parámetros hegemónicos en este tipo de reflexión, a saber: la estética como
filosofía del arte o como teoría de las formas bellas, antes bien se le ha concedido bastante
espacio en el ámbito académico y a partir de su espectro eurocéntrico. Si bien no se
pretende una renuncia a tales cuestiones3, se busca dar un giro al discurso imperante y

2
Provisionalmente se usan estos términos, en cuanto a su reconocimiento en diálogo con la tradición del
pensamiento occidental, sin embargo se piensan sólo como parámetros para el desarrollo de una reflexión
más allá de su rendimiento primigenio, para reflexionar desde nuestro Sur y a partir de diversas
herramientas críticas situadas.
3
Aún en esos campos queda mucho que abordar a partir de la inmensidad de las propuestas del arte
latinoamericano y su potencia ética y política, así como del rastreo cultural en cuanto a los parámetros de
belleza diversos de nuestros pueblos.
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atender a él más tarde bajo un modelo crítico que permita poner en cuestión las expresiones
institucionalizadas de la creación y de la sensibilidad.

Planteamos aquí la sensibilidad desde el espacio cotidiano, para lo que se ocupará el


concepto de ​prosaica acuñado por Katya Mandoki (2008), desde el que podemos pensar en
la amplitud del aparato estético en la vida humana, no ya desde los elementos
complacientes de la belleza, el bienestar y el placer, sino también desde el padecimiento, el
dolor y la fealdad, a los que ha invisibilizado la cultura mediática en función de suspender
el potencial sensible del ser humano, es decir, de anestesiarlo. Por tal motivo es que la
miseria, el hambre, el dolor y la muerte —entre otros temas— sólo aparecen como oferta
cultural, cuando pueden devenir productos de consumo con valor de cambio.

Benjamin piensa que la miseria se ha convertido en objeto de consumo, es decir,


objeto de disfrute; podría decirse que el gusto ha quedado restringido a la imposición
institucional artística y la atrocidad que encierran imágenes pictóricas, fotográficas,
cinematográficas y hasta literarias, en las que aparecen niños hambrientos, pobres,
desnudos o enfermos, han perdido su verdadero significado, y el dolor se pone a la venta,
“Lo que debemos exigir del fotógrafo es la posibilidad de dar a su placa una leyenda capaz
de sustraerla del consumo de moda y conferirle un valor de uso revolucionario.” (Benjamin,
2004: 42) Pero la lucha contra la miseria también se ha transformado en un objeto de
consumo, de manera que nos señala Benjamin, el problema mismo al que se ha venido
aludiendo: cuando el público cae en una relación de espectador-consumidor, adopta
cualquier tipo de expresión sin ningún filtro, es más, ni siquiera se siente facultado para
hacer alguna distinción entre lo que le gusta y lo que no le gusta, sólo consume, incluso la
idea de revolución enlatada o empaquetada.

A su vez, quien desarrolla este tipo de expresiones ya no es más un creador, sino un


servidor, no crea un partido sino una capilla, y no desarrolla una escuela sino una moda. De
nada sirve un arte que crea espectadores por más que éste tuviera una gran calidad, “…la
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mejor opinión puede ser inútil si no vuelve útiles a quienes la comparten.” (Benjamin,
2004: 49) El espectador, además de poder opinar lo mismo de cualquier pieza, si se la han
ofrecido como una obra suprema, no se presta a cuestionar, sino a ​contemplar4, basado en
parámetros que no son propios, pues parte de la ​praxis que no posee, se trata de generar
recursos propios ante los objetos estéticos y ante la vida.

Pero para pensar en la acción ante los objetos artísticos desde aquella dimensión
crítica es preciso atender a la realidad cotidiana, de lo contrario sólo se repetirá un discurso
ajeno con el que el sujeto no se identifica. La ​prosaica5 entonces debe identificar el
padecimiento desde su naturaleza sensible como parte de la gama estética a partir de la que
se pueden generar diversos productos reflexivos desde una crítica profunda. Si se piensa en
el hambre, por ejemplo, no se está aludiendo a un simple fenómeno, sino a una situación
bajo la que se encuentra quien se halla frente a la muerte. Esta amenaza de muerte se
presenta continuamente bajo el recordatorio del dolor y del sufrimiento, del cansancio y la
debilidad; términos indispensables para pensar en una estética de la liberación que busca
trascender las situaciones que impiden el desarrollo de la vida humana y su dignidad.

La estética en favor de la vida deviene una bio-estética y con ello inicia en la


corporalidad como ​auto-poiesis,​ es decir: auto creación, pero a este concepto se volverá
más adelante, por lo pronto es preciso mencionar, siguiendo a Mandoki, que: “La estesis es
una condición de los seres vivos. Mejor dicho, no es “una” condición sino “la” condición
de vida. Vivir es estesis…” (2008: 147) Si la estética es una condición de vida, entonces
tiene como deber repensar las categorías negativas en función de la propia vida, tal como lo
señaló Benjamin, no para convertirlas en objeto de goce, sino para experimentarlas en su

4
Para Kant, el objeto artístico sólo sirve para ser contemplado desinteresadamente y no implica otro tipo de
rendimiento, se diría entonces que el arte es inútil.
5
O estética cotidiana.
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dolorosa profundidad y así prestar ojos y oídos al padecimiento del ​otro,​ como premisa
para el fundamento de la alteridad que en otro momento constituye con el ​yo,​ el ​nosotros.​

Por nuestra parte, hemos en efecto intentado en otro lugar mostrar cómo la trascendencia de lo Infinito se
torna en relación con el otro, mi prójimo; cómo la proximidad significa, a partir del rostro
del otro hombre, la responsabilidad ya asumida para con él; como por esta responsabilidad
intransferible y sin escapatoria —que llega incluso hasta la subsitución del otro hombre,
potencialmente hasta la in-condición de rehén— adquiere un sentido la subjetividad que dice
yo (​je​) en esa responsabilidad de recién llegado, de primera persona arrancada del
confortable lugar que ocupaba como individuo protegido en el concepto de ​Yo (​Moi)​ ​en
general ​de las filosofías de la autoconciencia. La cuestión de lo Otro (​Autre)​ se vuelve
responsabilidad por el otro (​autrui)​ , y el temor de Dios —tan extraño al terror frente a lo
sagrado como a la angustia ante la nada— temor por el prójimo y por su muerte. (Levinas,
2001: 162)

Para nuestra reflexión estética es preciso partir de la propia corporalidad, misma que no es
percibida —sentida— de una manera simple y autónoma, sino que es también construcción
sensible y cultural del ​otro que constituye a su vez al ​yo​, de donde se deriva un sentimiento
de responsabilidad por la existencia de aquél, que a su vez garantiza la propia. Es de este
modo que pueden pensarse los pilares de la complejidad humana —políticos, éticos,
pedagógicos y sociales, etc.— como sensibles, es decir: estéticos. Lo anterior ofrece un
acercamiento a la ​aesthesis ​como punto de partida para la forma de la constelación
liberadora, en función de la vida misma.

Con base en lo anterior es que se despliega la posibilidad de un segundo momento6


en el trazado de nuestra constelación: se trata de la estrella7 de la ​poiesis en cuanto
creación. En el reconocimiento del propio cuerpo como punto de partida de una
organización sensible y posteriormente cultural, es que se reconoce la potencia autogestora
(​auto-poiesis)​ del propio cuerpo, en cuanto a mecanismos de autodefensa, de sanación: “En
principio (es decir, como estado objetivo fundamental), produce placer lo conducente a la

6
Que no lleva necesariamente ese orden, sino que aquí se traza un boceo de constelación organizado de
esta manera, con la intención de obtener un acercamiento didáctico, pero que puede tener distintos
desarrollos.
7
Recuérdese que las constelaciones se forman de estrellas.
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reproducción de la vida; el dolor como sistema de alarma anuncia en último término la


muerte.” (Dussel, 2002: 100) Pero ese estado fundamental se complejiza conforme el ser
humano se va incorporando en el lenguaje y en la cultura, de tal manera que se aleja de la
auto-poiesis en cuanto comienza a desconocer su propia corporalidad y con ella su
sensibilidad. El recién nacido que patalea dentro del agua echa mano de tácticas instintivas
que se activan en cuanto se siente el peligro, de tal manera que el cuerpo cumple su función
básica de supervivencia, entendiendo una cierta unidad entre mente y cuerpo.

Asimismo se puede pensar en el hambre como una sensación de cercanía con la


muerte; no se trata de una alarma menor, ya que su manifestación indica la necesidad de
recibir alimento, de lo contrario el cuerpo en su insuficiencia de nutrientes comenzará un
proceso doloroso de autofagia8 que se acrecentará cada vez más, mientras más cerca se
encuentre la manifestación de la muerte. Cerca del final de la vida, el hambre nubla la
percepción del sujeto, así como sus energías y su razonamiento, el cuerpo se dispone hasta
el final a conservar lo poco que le queda, parece como si guardara una mínima esperanza de
salvación. Hasta el último momento, el cuerpo —que es el ​yo mismo— intentó
resguardarse.

Tal como lo muestran los ejemplos del bebé y el de quien sucumbe ante el hambre
—al igual que otros tantos ejemplos—, se reconoce la sustancialidad estética en el ser
humano, su importancia para reproducir la vida misma en un primer momento y con ella, la
de los demás, porque el sujeto se hace cargo de aquello que reconoce como parte de sí en
los demás. El sujeto creador no sólo se re-produce así mismo, sino que se re-crea. Mira el
mundo y lo construye bajo su mirada creadora que no es unidimensional, sino colectiva,
porque se compone de saberes milenarios y de sensaciones y emociones compartidas; es
desde ahí que puede crear instituciones, desarrolla relaciones y organizaciones sociales que

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Comienza a devorarse a sí mismo. Los jugos gástricos se alimentan de las paredes estomacales y de la
mucosa que las resguarda, causando así úlceras dolorosas, acompañadas de sangrados.
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tienen como fin último la preservación de la vida, al menos ese debe ser el origen de este
tipo de organizaciones, la supervivencia colectiva y la reproducción de la humanidad, que
el neoliberalismo pervierte de tal manera que la cooperación ya no es lo valioso, sino la
acumulación de capital

Ya vimos que de los criterios de consistencia no se deriva directamente la racionalidad económica de la


reproducción material de la vida. Pero hay otro elemento que la consistencia formal no
revela. Se trata de la propia reproducción de la naturaleza (o del “medio ambiente”).
Ciertamente, o se puede asegurar la reproducción de la vida humana sin asegurar a la vez la
reproducción de la naturaleza material. Siendo el proceso de producción una transformación
de la naturaleza material en medios de satisfacción de las necesidades basada en procesos de
trabajo, el agotamiento de la naturaleza significaría la destrucción de la propia vida humana.
(Hinkelamert-Mora: 2001: 163)

La acumulación lleva consigo la insensibilización en cuanto a los otros y la devastación de


la naturaleza que es el principio ​autopoiético del mismo ser humano. Si bien la naturaleza
es el parámetro mayor de auto-regeneración que conoce el género humano, la devastación
que éste ha provocado va rebasando temporalmente el paso firme y sistemático de aquélla.
De tal modo que, a pesar de la aparente destrucción de la naturaleza, en el trasfondo está la
inminente destrucción humana —si se continúa por esa misma vía— ya que tal como ha
sucedido con algunas simulaciones, la naturaleza se regenerará y borrará toda huella
humana con el paso de los siglos, lo que quiere decir que éste sólo está minando su
existencia en este mundo.

En su ​autopoiesis e​ l ser humano se reproduce mediante un proceso sensible y


placentero que implica la vida, y con ello, la reproducción de la especie. Tal como
menciona Dussel, se da muestra de una situación placentera que nos acerca a la vida, pero
que debe complejizarse en cuestión de la vía corta hacia el exceso, que implica también la
devastación de la vida misma y conlleva incluso a la muerte por medio de enfermedades o
de violencias generadas en cuanto a la mera búsqueda inconmensurable de placer. Es
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preciso entonces reconocer la amplia gama sensible9 y las posibilidades de autogestión, en


cuanto a la búsqueda de las opciones más viables para el desarrollo de la vida humana, pues
ésta implica una responsabilidad hacia sí misma y hacia el mundo. Se trata así, de un saber
y un sentir que muchos de los pueblos originarios comprenden desde tiempos remotos: el
respeto por la vida en cualquiera de sus manifestaciones y la comunidad cósmica creadora
de vida.

La ​anaesthesia ​es el momento negativo a superar en nuestra constelación, dado que


es la franca oposición a los demás estadios de ésta. Su lugar en el constructo simbólico que
aquí construimos es imprescindible, en tanto negación que se debe de superar, debido a que
el modelo aquí presentado parte de una realidad situada y en tanto que se trata de un
pretendido sistema crítico, marca también un sendero a recuperar. En su prefijo “an”, este
concepto refiere a la pérdida de la sensibilidad, de la ​aesthesis​, lo cual es grave si partimos
de la premisa de una estética como cimiento de la organización humana, ética, política y
económica, de manera que el fin último de estas instituciones se alejaría de los parámetros
vitales10, de cooperación y de resguardo de la naturaleza.

La oferta mediática de las ​industrias culturales11 y la forma repetitiva de la


publicidad han generado la pérdida de sensibilidad y memoria del sujeto, además de su
pérdida de sentido de pertenencia a una cierta comunidad de sentido. No sólo la industria
del entretenimiento, sino la institución artística ha hecho que el sujeto se sienta escindido y
opere en él una falsa conciencia en cuanto a su imposibilidad de ejercer un ​juicio de gusto
respecto del arte, como si el gusto se determinara por el estatus y además sólo quien

9
Es preciso recordar hasta aquí, que nuestra propuesta estética no plantea el placer o la belleza como
objetos centrales de la estética, sino como una ínfima parte frente a su amplia gama de posibilidades.
10
Si tenemos presente lo ante dicho respecto de que la estética surge de la vida y la vida parte de un
principio natural poiético.
11
Véase Adorno-Horkheimer (2013).
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participa del estatus privilegiado estuviera facultado para valorar un objeto sensible. El
sujeto se convierte en espectador pasivo de “lo que puede” consumir, pues es ahora creado
para cumplir una cuota de consumo designada por la oferta de algunos productos que le
ayudan de manera ficticia a garantizar su existencia, es decir, ya no es el ​otro quien da esa
garantía, sino la capacidad de consumo, existir es encontrarse dentro de las bases de datos
bancarias y ser candidato a obtener una tarjeta de crédito.

La actual oferta de entretenimiento es una cárcel privada que nos mantiene estáticos
y adormecidos, lleva a cabo un movimiento sistemático para invadir a un país mediante su
cultura. La táctica es la velocidad, mientras todo pase rápidamente será posible mirar sin
ver y oír sin escuchar, por otro lado la estrategia es la repetición al absurdo de
informaciones

Explicar para que no se entienda; informar para que no se sepa. Esta es la misión de la televisión privada:
obligar a obedecer sin saber a quién. Porque quien manda se esconde, sea dueño o
patrocinador. No se ve, pero no se hace nada sin él. El vendedor no aparece en la pantalla.
Artistas y otras celebridades del momento prestan la credibilidad de sus nombres al artículo
que venden: “Hagan como yo: usen tal producto…” (Boal, 2016: 185)

La invasión territorial ya no resulta igual de rentable que la de cerebros, el tema es:


colonización.​ Es importante desarrollar valores artificiales, siempre en función del supuesto
éxito comercial como la media con la que toda la población debe soñar, que nunca lo
conseguirá, pero tendrá fe ciega en conseguir ese éxito, mientras que será de las minorías el
alcance a tal situación privilegiada.

Giramos en torno a una lógica de “compro, luego existo”, porque los mandamientos
más allá de la religión, ahora se manifiestan en pantallas, “…la “sociedad de
consumidores” implica un tipo de sociedad que promueve, alienta o refuerza la elección de
un estilo y una estrategia de vida consumista, y que desapruebe toda opción cultural
alternativa.” (Bauman, 2013: 78) Porque estar fuera de la cultura de consumo es también
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una suerte de suicidio social que no permite fácilmente la comunicación, es importante


pertenecer para conservar una posición social y con ello la propia autoestima.

Su vehículo es la propaganda comercial, que se somete en buena parte a lo que es la vida cultural de la
industria cultural. Es estética, es poética; pone a su servicio todas las artes y penetra los
acontecimientos culturales de casi todos los tipos: festivales y hasta el fútbol. La propaganda
comercial presenta diariamente la alucinación de la felicidad: la “chispa de la vida”; lo
imposible es posible”; “Adán y Eva nos expulsaron del Paraíso, nosotros los llevamos a
ustedes de vuelta”, etc. Se trata de la otra cara de la producción de monstruos. (Hinkelamert,
2018: 176)

Estamos ante el exterminio de lo humano mediante la aniquilación del sentido de lo


humano, ¿qué puede ser más poderoso que mandar al espectador a beber veneno? Es decir,
siempre hubo intenciones siniestras que se ocultaban bajo el velo de la ambigüedad, pero en
este caso el ejemplo es claro: consume tal o cual producto nocivo. Difícilmente se
reconocería aquí la voz del instinto de supervivencia, porque está acallada.

La invasión de la razón anestésica ataca la sensibilidad autogestiva del sujeto —y de


la comunidad—, de manera que lo puede llevar al suicidio sistemático. Le ofrece paliativos
placenteros que, a comparación del placer autopoiético, le ocultan la condición mortal de
sus acciones: comer chatarra y consumir la oferta mediática reposando en un sillón,
mientras pasa la vida y se contribuye a la devastación del mundo, aliena al sujeto de sí
mismo, ya no reconoce el propio llamado de su cuerpo, porque para ello la oferta
farmacéutica le proporciona analgésicos que le ayudarán a anestesiar su cuerpo y a
adormecer su conciencia.

Las autodefensas desarrolladas por el cuerpo para protegerse naturalmente de la


amenaza a su vida se van mermando. La sobreexposición de productos audiovisuales, sobre
todo, logró que el sujeto se conformara con lo mínimo y la sensibilidad se volviera un
artificio ​siniestro12 del que ya no se tiene ningún control; el cuerpo no obedece más a sus

12
De la industria que nos ve, pero no se muestra exactamente, parafraseando someramente el concepto de
lo ​siniestro​ de Eugenio Trías (2016)
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propias necesidades porque está medicado, todo está a la mano y además se evita el
padecimiento en lo posible. Así, adormilado, el sujeto va acercándose a su propia
destrucción, se ha caído en las redes de una supuesta estética que en realidad se ha dedicado
a secuestrar la sensibilidad del sujeto, a existir al margen de sus propias posibilidades como
una compleja corporalidad que es también traducción de la naturaleza y que contiene en sí
mismo la posibilidad de autocrearse.

La estética —se le habrá enseñado a pensar— es para una esfera de especialistas que
tienen las facultades para hablar de fantasías elitistas como: “buen gusto”, “alta cultura”,
“bellas artes” y “genio”13, de manera que si no se tiene el estatus para participar de tal
esfera, siempre estará la “democrática cultura de masas” que funciona como premio para
quien ya ha dedicado toda una jornada a vender su cuerpo en una fábrica y espera llegar a
casa a anestesiarse con el televisor y pastillas para el dolor —de la vida y de la vigilia—.

En suma, el estado anestésico del sujeto y de todo un pueblo, es el estado perfecto


para ejercer la dominación y la colonización. Ya no se desarrolla ningún tipo de resistencia,
porque ni siquiera se participa de la dignidad de la vida; ésta última se traduce en trabajar
arduamente para seguir teniendo la capacidad de consumo que permite esta lógica circular
de adormecimiento y de adopción de sueños de éxito que tienen como finalidad la
acumulación.

Si el sujeto se encuentra anestesiado y aislado del sentido —de comunidad—, es


preciso que se oponga a esa forma anestésica, es decir, que expulse de sí a la falsa estética,
la que lo aleja de sí, o bien, que lleve a cabo una ​desobediencia estética14 en aras del rescate

13
Parámetros de la estética clásica que son francamente excluyentes.
14
“Las estéticas decoloniales desobedecen a este juego (desobediencia estética y desobediencia
epistémica). Esto es, desobediencia a las reglas del hacer artístico y a las reglas de la búsqueda de sentido en
el mismo universo en el que tanto las obras como la filosofía responden a los mismos principios.”
(Mignolo-Gómez, 2012: 9)
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de su propia vida y más aún, en función del reconocimiento del ​otro​, que a su vez
constituye su universo de sentido, en cuanto al espíritu comunitario. La pérdida de sí
mismo es la pérdida del otro:

Repugna a cualquiera de las formas de la percepción la grosería de personas poseyendo, desperdiciando sin
vergüenza lo que otras necesitan a los gritos. Ya no es cuestión de justicia o de ética; es pura
estética. Digo: intentar que el mundo no nos siga saliendo tan horrible. La humanidad
debería temer por lo que hizo consigo misma esa desazón que tiene el creador cuando da el
paso atrás, mira su obra, y ve una porquería. La conozco. (Caparrós, 2014: 581)

Se precisa de una ​synaesthesia ​que nos permita captar sensibilidades otras. Si bien el
término refiere a una forma de captar el mundo mediante la compleja mezcla de
sensaciones, aquí interesa también referir al concepto a partir de hacer propias las
sensaciones del ​otro​, es decir, complejizar la propia sensibilidad, sintiendo el mundo como
el ​otro.​ Esta forma sinestésica refiere, en suma, a ​sentir con el otro​. Porque a través del
tejido argumental que conforma nuestra constelación estética liberadora, se sigue que la
comunión con el ​otro es la única garantía de supervivencia y de la consecución de un
sentido de comunidad; asimismo es que se lograría la religación con la naturaleza y su
resguardo.

No se trata de indicar el camino para superar las condiciones de colonización de la


sensibilidad, sino de interpelar asumiéndose como parte de esa comunidad vejada, e incitar
a la construcción de posibles vías de ​praxis​. Se privilegia entonces el desarrollo de la
consciencia ética: “…ese saber y ese poder oír la voz interpelante del Otro. La ​vocatio (la
llamada, la vocación) es lo primero; es la interpelación que emerge desde la indignación y
el sufrimiento de la víctima…” (Dussel, 2016: 132) Esa llamada es violenta, es hambrienta,
indigna porque es el padecimiento de ese ​otro del que soy parte también, es mi propio dolor
el que siente y por ello se ha tomar responsabilidad.

De lo que se trata una estética liberadora es de ​negar la negación s​ istémica, la

negación del oprimido, del hambriento, del pobre, del enfermo, ​“​No puedo representarme
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el dolor si no lo vivo. No puedo reconocer al otro que es presa del dolor si no me


compadezco. Pero, mediante esta acción que me impulsa a estar en él con amor, a padecer
con él, procedo a la construcción del [nuevo] «mundo».” (Dussel, 2016: 135)

La negación vendrá dada por la capacidad que nos ofrece la sinestésica de dejarnos
sentir al ​otro,​ de ser interpelados por el sufrimiento y por la transmisión de ese
padecimiento del que, de alguna manera, al haber sido anestesiados, participamos como
sujetos por el sistema colonial.

La integración de la sensibilidad del ​otro es un acto de amor que busca la


construcción de una relación con la esfera ética y política, frente al control de la
sensibilidad contemporánea del que estamos sujetos día con día y del que se intenta salir,
mediante un giro que busca resonancia en la conciencia colectiva. La sinestesia como
momento de afirmación busca combatir la somnolencia de un pueblo hambriento e
inhabilitado, va contra las políticas de muerte, alza la voz y nos muestra quiénes somos,
porque no hay manera de hallarse sin la comunidad, sin caer en ese solipsismo
autodepredador que no es más que el sujeto negándose a sí mismo.

A partir de la integración de sentires es que se afirma la comunidad y en esa


afirmación se hace presente el potencial de acción que logra la colectividad, porque se
desarrollaría así una estética obediencial que parte de la comunicación. Ya no se trata de
una sensibilidad privilegiada, sino de la sensibilidad popular que al convertirse ahora en
una ​estética obediencial​, funciona en beneficio de todos, pues lleva una gran carga de la
experiencia compartida y con ello un saber milenario que no se descubre en solitario.

Es necesaria una estética obediencial, como lo expresará Dussel, que se ponga al


servicio del pueblo oprimido y se desarrolle en torno a su propia construcción. Al respecto
piensa: “La modernidad arrebató a los pueblos coloniales la capacidad de su
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auto-expresión, y en la colonialidad estética se ocultó lo propio de cada una de ellas y se


exaltó una estética pretendidamente mundial, occidental y eurocéntrica.” (2018: 32)
Si la cultura popular es la oposición de la cultura imperial, quiere decir que ha
resistido los embates de la masificación que se siguen del secuestro de la sensibilización,
por medio de la simplificación del gusto. En este estadio sinestésico es que se puede pensar
en creación colectiva, incluso el desarrollo de un arte15 propio, porque la comunidad ahora
desarrolla su potencia crítica y creadora, como expresión propia y ya no como imitación de
la cultura europea o de las piezas de arte contemporáneo que no corresponden a todas las
sensibilidades16.

Es el momento del ​espect-actor. Ignoramos que todos los días actuamos, todos lo
hacemos, sin embargo, no todos transformamos la realidad porque, entre otras cosas,
nuestra formación nos ha desvinculado del conocimiento de nuestras capacidades
transformadoras. Para Augusto Boal, “…todos los seres humanos son actores, porque
actúan, y espectadores, porque observan. Somos todos ​espect-actores​.” (Boal, 2001: 21)
Sin embargo, esto no quiere decir que lo hagamos libremente, es decir, como sujetos
liberados. Los intelectuales que han sido formados bajo una tradición extranjera tomada
como mayor respecto de un pensamiento propio, situado, no generan recursos que
contribuyen a responder a su propia realidad, de la misma manera que los artistas
obsesionados con las tradiciones europeas, por mucho adaptarán discursos ya hechos, con

15
Se usa provisionalmente el término “arte”, pero posteriormente en nuestro sistema debe ponerse en
cuestión la pertinencia de su uso para una estética liberadora, o bien, considerar en qué sentido se usa.
16
Con ello no se sugiere que no pueda haber comunicabilidad en cuanto a las diversas propuestas creativas
o que no se pueda participar de otras formas creativas, sin embargo es preciso un espacio para la propia
poiesis,​ en tanto que históricamente se ha despojado a los pueblos del Sur, de su propia capacidad creadora
e incluso de su memoria. Se trata ahora de que la propia producción ya no busca ser insertada en la
institución artística que representa las supuestas élites creativas dentro de un sistema que no privilegia el
sentido social del arte, sino que actúa en función de su valor de cambio.
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pequeñas modificaciones. Esto quiere decir que actuar y observar en la vida diaria no nos
lleva simplemente más allá de ser un espectador.

De nada sirve actuar ni observar si no es para liberarse o bien como un acto libre, ya
que como colonizado, significa un acto de servidumbre observar el propio despojo y no
intervenir, dando oportunidad para la depredación, porque el espectador pasivo es también
un sujeto anestesiado. Si, como lo piensa Boal, por lo general el teatro —y en general el
arte— lo hacen las clases dominantes, el pueblo no debería quedarse en el papel de
espectador, “”Espectador”, ¡qué mala palabra! El espectador es menos que un hombre y
hay que humanizarlo y restituirle su capacidad de acción en toda su plenitud.” (Boal, 2015:
67)

Si bien el brasileño está pensando en el espect-actor a través del arte, podemos ir


más allá bajo el amparo de Frantz Fanon, quien esgrimía: “todo espectador es un cobarde o
un traidor”. Es necesario dar paso a la ​praxis como el destino que rige nuestra constelación
ya que ésta lleva la forma de una estética de la liberación que piensa la sensibilidad como
base para la acción, pero también del pensamiento, de la creación y de la unidad colectiva.
El pueblo en movimiento es una gran manifestación de la naturaleza que se regenera y que
exige dignidad; que busca afirmarse mediante la creación de objetos simbólicos, pero
también en la lucha violenta.
Para liberar a un pueblo es también preciso liberar la imaginación y con ello la
creación, porque las narrativas sustentan los valores de la lucha y contribuyen a una
transformación intestina de los sujetos enajenados, que van complementando ese vacío que
ha dejado la producción de sentido extranjera, “Una nación surgida de la acción concretada
del pueblo, que encarna las aspiraciones reales del pueblo, que modifica al Estado no puede
existir sino en medio de excepcionales formas de fecundidad cultural.” (Fanon, 2007: 226)
Fanon nos invita a hacer algo mucho más grande que seguir imitando a Europa, de lo
contrario estaríamos condenados al fracaso, tal como lo que sucedió con Estado Unidos
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que, al imitar a Europa, ahora se convirtieron en los “amos de la enfermedad”, el camino


está en avanzar por nuestro propio sendero para crear al ser humano nuevo que ha sido
acallado históricamente.

El estadio de la ​praxis contiene un diseño ​poiético colectivo, ​sinetésico, ​es decir: de


sentido común y obediencial, porque conjuga las distintas sensibilidades en una ​aesthesis
común, que se desarrolla en el esfuerzo para trascender el estado ​anestésico de quienes aún
están adormecidos:

El objetivo de la actividad práctica es la naturaleza, la sociedad de los hombres reales. El fin de esa actividad
es la transformación real, objetiva, del mundo natural o social para satisfacer determinada
necesidad humana. Y el resultado es una nueva realidad, que subsiste independientemente
del sujeto o los sujetos concretos que lo engendraron con su actividad subjetiva, pero que, en
definitiva, sólo existe para el hombre y por el hombre, como ser social. (Sánchez Vázquez,
2003: 271)

La transformación siempre debe ir encaminada en favor de la vida humana, como el


principio material del que partimos con la Filosofía de la liberación. Es importante
mencionar que este boceto de una constelación estética para la liberación no es definitivo,
sino que busca seguirse construyendo a manera de irse haciendo más complejo, ya que sería
ingenuo pensar en una trasformación inmediata. La organización de los diferentes puntos
de inflexión que dan forma a nuestra constelación, lleva una función expositiva de los
conceptos fundamentales de una estética que se piensa más en función de las necesidades
que surgen desde nuestro lugar de enunciación en las distintas latitudes del Sur, que en
función del discurso clásico sobre el arte, la belleza y la contemplación, dado que en un
ánimo liberador esa estética se vuelve obsoleta en cuanto que excluye al sujeto de su propia
sensibilidad, lo vuelve sordo hacia el lamento de su comunidad, lo aísla, lo duerme y
además lo mantiene inutilizado.

Éste es sólo el parámetro para posteriores organizaciones que puedan reflexionar


incluso en torno a esos temas, tomando en cuenta que para pensar en el arte y la belleza
más allá del tono crítico que guardamos aquí, será necesario construir parámetros desde lo
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popular, de manera que se recuperaría el arte en su formato social y no en su encierro como


fetiche para coleccionar; y en cuanto a la belleza, se trataría de un modelo ​analéctico que
nos permitiera integrar la ​dis-tinción (Dussel, 2011) más allá de la diferencia que nos ha
injertado una suerte de imperativos de gusto, referidos a una supuesta belleza ​blanquizada
(Echeverría, 2016) y ​pulcra (Kusch, 1975) que sólo nos ha mantenido ajenos a los cánones
de belleza, como parte de la ​exterioridad en la que habitamos. Surge así una gama bastante
amplia para reflexionar —en cuanto a conceptos nuevos y la reorganización de los
conceptos clásicos— en torno a la construcción de una estética liberadora que se posicione
a la base de las diferentes organizaciones sociales humanas que administran los distintos
parámetros de convivencia y desarrollo de la vida. Sirva pues este intento para ampliar la
discusión y conocer los distintos trazos que puede tener nuestra constelación, así como la
ampliación y la construcción de algunas otras que puedan entrar en diálogo.

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