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¡Su vida perfecta nos salvó!

Introducción:

Imagínese usted a un mosquito que quiere atravesar las cataratas del Niágara.
¿Qué cree usted que ocurre con este mosquito?
Bueno, ese destino, la destrucción, era lo que nosotros íbamos a experimentar
si no hubiera tenido lugar el glorioso intercambio que nos muestra el texto que
vamos a estudiar.

<<Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él>>

2 Corintios 5:21

Desarrollo:

1. Al que no conoció pecado,

 Cristo nunca pecó

Es esta la razón por la cual Jesús vino a la tierra, por la cual se encarnó; es
decir, Jesús decidió voluntariamente, venir a vivir como hombre, lo cual era el
primer paso para poder salvarnos. Jesús cumplió con el primer requisito que
Dios exigía para poder justificarnos; esto ocurrió así, pues el mesías <<debía
ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel
sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del
pueblo>> (Heb. 2:17).

Como hombre Jesús nunca incumplió la ley de Dios, nunca fue en contra de la
voluntad de Dios; él nunca pecó, ni tan siquiera una vez, él llevó una vida
perfecta. Todos los pensamientos, palabras y obras de Jesús cumplieron con el
estándar de Dios, es decir, con su perfección, su santidad y su justicia.

Jesús fue el Hombre perfecto, el Hombre ideal, <<tentado en todo según


nuestra semejanza pero sin pecado>>, <<santo, inocente, sin mancha,
apartado de los pecadores, hecho más sublime que los cielos”, “como un
cordero sin mancha y sin contaminación>>, <<el cual no hizo pecado, ni se
halló engaño en su boca>>, quien <<apareció para quitar nuestros pecados, y
no hay pecado en él>> (Heb. 4:15; 7:26; 1 Ped. 2:22; 1 Juan. 3:5).

2. Por nosotros lo hizo pecado,

 ¿Quiénes éramos nosotros? (Por nosotros)


Contrario a Cristo nosotros si habíamos incumplido la ley de Dios en
muchísimas ocasiones; bastaría con una lectura superficial de Romanos 3:10-
18 para convencernos de ello. La radiografía que hace la Biblia a la humanidad
es muy lamentable; lo que había en nosotros, antes de conocer a Cristo, era
puro pecado, pura maldad, pura inmundicia. Ciertamente no había nada
bueno en nosotros.

Nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones estaban


continuamente inclinadas hacia el mal, nuestra vida era una fiel réplica de lo
que pasó en los días de Noé; <<por cuanto todos pecamos estábamos
separados de la gloria de Dios>>, <<todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás>> (Gen. 6:5; Rom. 3:23; Efe. 2:3).

Si bien es cierto pudimos hacer buenas obras, estas no alcanzaban para llegar
a cumplir con el estándar de Dios, su perfección, su naturaleza santa y justa.

Del mismo modo, nosotros hicimos muchas de esas buenas obras con
motivaciones equivocadas; por consiguiente, aunque hubiéramos hecho
50.000 buenas obras estás no nos servían para ganarnos el favor de Dios, ya
que estaban manchadas por el pecado. El pecado de no hacerlas para la gloria
de Dios.

Esto puede parecer duro; sin embargo, esta es la verdad de Dios. Es Dios
mismo quien declara esto acerca de nosotros y de sí mismo.
¡No había ningún mérito en nosotros! ¡Dios es santo!

 Dios nos reconcilia consigo mismo (lo hizo pecado)

Por lo anterior, por nuestro estado de depravación total, era necesario que
Dios nos reconciliara consigo mismo.

El significado de esta verdad, de que Dios hizo pecado a Jesús, es:

I. Dios puso todos tus pecados, y los míos, en Cristo (Cristo tomó nuestro
lugar). ¡Cuán glorioso intercambio!

Toda la culpa y condenación que nosotros merecíamos recibir la


recibió Cristo en la cruz. Dios trató a Cristo como a un criminal, como
los criminales que éramos tú y yo; Dios abandonó a su hijo, y derramó
su santa ira sobre él, la santa ira que tú y yo merecíamos recibir.

¿Recuerdas la agonía de Jesús en Getsemaní? ¿Recuerdas su oración:


<< Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como
yo quiero, sino como tú lo quieres>>, ¿Recuerdas las palabras de Jesús
en la cruz: << Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? >>
(Mat. 26:39; Mat. 27:47).
II. Él sufrió la muerte que satisfizo la demanda de justicia y la naturaleza
santa de Dios (Únicamente la vida perfecta de Cristo hizo que la
balanza de la justicia de Dios se inclinara a nuestro favor).

<< (…) sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que
la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de
vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y
poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús
hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la
cabeza, entregó el espíritu>> (Juan 19:28-30).

III. El Autor de nuestra salvación es Dios, esto significa que él nos salvó
solo por su gracia, solo por medio de la fe en Jesucristo, y nos salvó de
su propia ira, nos salvó de sí mismo.

La única razón por la cual estamos aquí, en vez de estar muertos,


esperando la resurrección, para recibir el castigo que merecíamos, fue
porque Dios tuvo misericordia de nosotros; hoy somos salvos porque
Dios nos eligió, nos buscó y nos justificó en Cristo, cuando creímos en
Él, cuando nos vimos ciegos y desnudos, caminando rumbo hacia el
infierno y pudimos contemplarlo a él como nuestro único Salvador.

<<Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó de su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros(…) Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a
padecimiento>>.
(Is. 53: 5-6, 10)

3. Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

 Esta sustitución de Cristo por nosotros era absolutamente necesaria.

Era necesario porque no había otra forma de alcanzar, como nos lo muestra el
texto, el estándar de Dios, su naturaleza santa y su demanda de justicia
perfecta.

Por medio de esta sustitución nosotros hemos sido hechos justicia de Dios;
esto significa lo siguiente:

I. Cuando usted creyó en Cristo, y se rindió a su autoridad, Dios tomó su fe y la


consideró justificación; es decir, no es que usted sea justo, sino que Dios lo
considera a usted justo porque Cristo vivió perfectamente y murió en su lugar.

II. Solo Cristo podía tomar nuestro lugar, porque solo en él es que cualquier
hombre puede ser hecho justo delante de Dios, no importa cuan malo sea o
cuán bueno sea a sus propios ojos. Porque la gracia de Dios puede alcanzar al
peor de los pecadores pero también al que no ha pecado tanto o tan
horrendamente.
Una ilustración más: Imagínese a un hombre que está compareciendo ante un
tribunal y es absuelto por falta de pruebas, es decir es declarado inocente, por
<<presunción de inocencia>>. En nuestro caso, era totalmente diferente, pues
no había esa <<falta de pruebas>> a nuestro favor, ante el tribunal de Dios;
por el contrario, muchas pruebas fueron presentadas en nuestra contra,
muchos pecados, tanto secretos como privados, fueron expuestos por el Juez
Eterno, quien todo lo sabe.

No había forma de salir libre de su justo juicio, ya estábamos condenados;


pero, Cristo <<nos dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los
pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos
era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz>> (Col. 2:13b-
14). Cristo tomó nuestro lugar, se convirtió en nuestro perfecto sustituto, y fue
declarado criminal por causa nuestra, para que nosotros pudiésemos ser
declarados justos por su vida perfecta. ¡Su vida perfecta nos salvó! ¿Recuerda
la ilustración que use al principio, la del mosquito?

4. Conclusión: (Algunas exhortaciones para nuestra vida cristiana)

I. La obra consumada de Cristo es nuestra salvación, es su vida perfecta y su


muerte en la cruz el medio por el cual Dios nos ha salvado.

II. Usted y yo debemos ser agradecidos con Dios todo el tiempo, cualquiera que
sea nuestra circunstancia, pues a la luz de la cruz estamos mejor de lo que
merecíamos. Todos nosotros debíamos recibir condenación, mas Dios, que es
rico en amor, no nos Dio lo que merecíamos, sino que nos dio amor y nos sigue
amando, y esto no dejará de ser. ¡Su amor es eterno!

III. La vida perfecta de Cristo nos debe motivar para pedir su ayuda para nuestra
lucha diaria por la santidad, debido a que él vivió perfectamente, <<Porque no
tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero
sin pecado. Acerquémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para
alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro>>, <<en
cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados>> (Heb. 2:18; 4:15-16).

IV. La muerte de Cristo en la cruz debe ser la raíz de nuestra motivación para ser
santos, para vivir santamente, como a Dios le agrada, <<como hijos
obedientes, no conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra
ignorancia, sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: ‘Sed santos,
porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de
personas juzga según la obra de cada uno, conducios en temor todo el
tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra
manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles, como oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de
un cordero sin mancha y sin contaminación>> (1 Ped. 1: 14-19).
V. Es necesario recordar una y otra vez el gloriosos evangelio de Jesucristo, como
le decía Pablo a Timoteo: << Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los
muertos, descendiente de David, conforme a mi evangelio>> (2 Tim. 2:8);
esto debe ser así, pues la vida perfecta de Cristo y su muerte en la cruz es lo
único que nos va a ayudar a derrocar cualquier orgullo que haya en nuestro
corazón.

VI. El amor por mis hermanos, el amor por la obra de Dios, por Su iglesia, por el
discipulado, no debe ser algo que esté intermitente en nuestra vida; por el
contrario, el sacrificio de Cristo me ayuda a ver a la iglesia como lo que es, la
comunidad de pecadores por los que Cristo murió. Cuando entiendo esto,
logro darme cuenta de la necesidad que hay, y de cómo con mis dones,
talentos y ministerio yo honro a Dios y le sirvo a otros que como yo también
han sido perdonados.

VII. Nuestra responsabilidad en cuanto al evangelismo se hace más evidente al


entender que solo por medio de Jesucristo los pecadores pueden ser salvos.
Entonces, el deber de predicar a Cristo, con mis palabras y mis hechos, a mis
familiares, amigos, compañeros de trabajo, jefes, etc. no es una opción ni tan
solo algo que corresponde a algunos miembros de la iglesia. Además, puesto
que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo, hemos recibido el
ministerio de la reconciliación.

En otras dos ocasiones Pablo habló de esto mismo de la siguiente manera:


<<Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo,
pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel
de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo
predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los
pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas!>> y
<<Pues si anuncio el evangelio, no tengo de qué gloriarme; porque me es
impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!>> (Rom. 10:13-
15; 1 Cor. 9:16).

VIII. La decisión que debe tomar todo amigo que hoy nos acompaña es la siguiente,
la cual se encuentra en los dos versículos que siguen al texto que hemos
venido estudiando: <<Así, pues, nosotros, como colaboradores de Dios, os
exhortamos (les rogamos), también a que no recibáis en vano la gracia de
Dios. Porque dice:
‘En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he
socorrido.
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí el día de salvación’. >>

Querido amigo, el día de salvación es hoy, dese cuenta que usted necesita a
Cristo para poder ser salvo, usted necesita volverse a Dios, arrepentirse de su
pecado y rendirle su vida a Cristo.

La palabra de Dios ha sido clara con usted; no piense que Dios lo va a salvar
por lo bien que se ha portado hasta ahora, recuerde que <<solo por gracia
podemos ser salvos>>, <<y que solo hay un nombre en el que todos los
hombres pueden ser salvos, Jesucristo>>. La salvación es un regalo que Dios da
en Cristo, no por sus ‘’buenas obras’’.
Además, recuerde que la vida es como la neblina, como la hierba verde que
marchita el sol, hoy usted está vivo, pero en minutos o incluso segundos
puede morir, y <<después de la muerte el juicio>> (Heb. 9:27), es decir, no hay
una segunda oportunidad. La intención mía no es infundirle miedo, sino
despertarle a la realidad; porque si usted muere hoy o mañana, o la otra
semana, o en un año, o en varios, y no le ha rendido su vida a Dios, el juicio
que va a enfrentar con Dios, el juez justo, santo y perfecto, que conoce todos
sus pecados, lo va a condenar. ¡Usted va a condenarse, va a ir al infierno, va a
estar separado de Dios por toda la eternidad, siendo atormentado por causa
de una vida de pecado! ¡Esta vida se puede ir en un abrir y cerrar de ojos; es
suficiente, para nuestra fragilidad, un accidente, una enfermedad, un infarto,
una caída, un golpe certero en la cabeza, y todo se acabó!

Vuélvase a Dios, ahora que hay oportunidad, porque de que sirve gustar una
copa del pecado para después beber todo el mar de la ira de Dios en el
infierno. Recuerde las palabras de Jesús: <<¿De qué le sirve al hombre ganar
el mundo entero si pierde su alma? ¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su
alma?>> (Mt. 16:26) ¡No vale la pena vivir en pecado! ¡El placer del pecado, la
fama, la riqueza, la vanagloria de la vida, su rebeldía para con Dios tiene una
paga, la muerte, esto le está llevado a la condenación! ¡Queridos amigos, les
ruego que se reconcilien con Dios!

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