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UNIVERSIDAD

CATÓLICA LOS
ÁNGELES DE
CHIMBOTE

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS


POLITICAS

ACTIVIDAD 1:
“ABOGADO, LA FILOSOFÍA Y LA
FILOSOFÍA DEL DERECHO.”

PRESENTADO POR:
Juan José Torres More.
ESTUDIANTE DE DERECHO.

CHICLAYO, ENERO DE 2019.


LA FILOSOFÍA Y LA FILOSOFÍA DEL DERECHO.

Toda filosofía como forma de conciencia social, como concepción del


mundo de determinados grupos o clases sociales, han tenido como
objeto, el círculo de problemas estudiados por ella en el curso de su
trayectoria histórica los problemas filosóficos fundamentales.1
La filosofía del derecho forma parte de una determinada
filosofía general, puesto que ofrece reflexiones filosóficas acerca de
los fundamentos generales del derecho. Y en donde la palabra
“derecho” es usada por todos los juristas, pero no todos se refieren
a lo mismo, sino, que responden a concepciones iusfilosóficas, a
reflexiones en donde no existen conceptos absolutos dentro de la
filosofía del derecho.
La filosofía del derecho surge como una necesidad para el
jurista, a efecto de que se pueda lograr una interpretación más
amplia y profunda de preceptos jurídicos superando así la
explicación fragmentaria de los mismos, vinculándolos a una
totalidad que no es simplemente la norma en sí, su articulación, la
institución, la sistematización de todos los componentes del
ordenamiento jurídico, sino, asimismo, los valores que lo informan,
en especial la justicia, los supuestos básicos de lo jurídico.
Observando el denominado proceso del derecho se puede
apreciar que cada escuela dogmática jurídica, refleja en mayor y en
menor parte las concepciones que ellos sintetizan de la realidad. El
iusfilósofo problematiza este conocimiento, busca las causas, el
fundamento general, la escencia de todo aquello que se comprende
en el término “ley” o” ciencia jurídica”. “El jurista en general hace un
análisis de estas cuestiones buscando la comprensión cabal del caso
a efecto de poder aplicarlo concretamente en su actividad
profesional.”2
Por otra parte, muchos abogados se conformaron con
estudiar el acopio de normas legales que se les enfrenta y dejan a
los demás toda exploración filosófica general de este mundo,
limitándose a los conceptos generales que no son comunes a la
profesión.

1
DYNNIK ALEXANDROVICH, Miguel, Historia de la Filosofía, pág. 9.

2
CASTILLO, Melquíades, Filosofía del Derecho, pág.27.
Soy de la idea de que el abogado, debe aunque sea contar
sistemáticamente, con algunas pautas iusfilosóficas que posibiliten
y orienten en forma sencilla y práctica en la aplicación del derecho.
Lo que podrá armar una estructura iusfilosofica que armoniza la
práctica y teoría para obtener de esa forma que la iusfilosofía sirva
con fines prácticos a su actividad diaria.
Pero sabemos bien que el abogado carece de tiempo para
lecturas que no sea de derecho positivo, pues acuciados por la
tiranía del cliente e inclusivo de los términos judiciales, está
posibilitando de hecho para dedicarse a la academia y en particular
a la filosofía jurídica.3 Lo que hace que exprese con frecuencia de
que el derecho-las leyes y normas- no involucra una filosofía del
derecho. Por pensar estúpidamente que sólo la ley consiste en
declaraciones o enunciados expresados verbalmente, y tales
declaraciones, comúnmente llamado juicios-que en derecho son
netamente juicios normativos-, no dan lugar a una clase de
cuestiones filosóficas generales, de su significación para tales
juicios.
La mayoría de abogados en ejercicio pleno deben ser prácticos,
pues viven del derecho como herramienta o instrumento útil para
resolver problemas concretos de la más variada índole, olvidando la
perspectiva iusfilosófica como método de conocimiento e
interpretación.
Es necesario reconocer que le práctica resulta más eficaz si el
abogado se apoya en una sólida preparación doctrinal, pues la teoría
jurídica cuando es clara no se opone a la práctica, sino, que le sirve
de fundamento y de brújula.
El abogado no puede sentirse realizado o feliz con realizar
solamente un ejercicio mecánico de su oficio o hábil manejo de las
leyes, códigos o expedientes. “Esto porque se piensa que su
experiencia está constituída solamente por las leyes o códigos o
normas se parece a quien para estudiar medicina sólo tiene en
cuenta catálogos de farmacia o de enfermedades.”4 “…o al zoólogo
que nunca ha visto los animales que debe estudiar y que para
conocer un buey se contenta con saber que tiene cabeza, tronco,

3
WAGNER, Manuel, El derecho y el hecho jurídico, pág. 18.
4
CARNELUTTI, Francesco, Metodología del derecho pág. 18.
patas, cuernos”.5 Algunos que olvidan este aspecto caen en el yerro
de la subvalorización y hasta el desdén por la filosofía jurídica.

Este es el drama particular del abogado o el que está


formándose, por el tal hecho de no estar en contacto directo con la
filosofía. Estos son los abogados que se contentan por ser
“simplemente abogados”, y no aspirar a ser un abogado jurista o un
iusfilósofo. El abogado no es un monstruo mecánico cuya rutina
monótona sea solamente el aplicar leyes, artículos, etc.
El abogado que aspira a ser un verdadero “jurista” debe
agudizar su sentido crítico frente al derecho que estudia y aplica,
para lo cual necesita poseer un formación iusfilosófica básica o por
lo menos sus lineamientos fundamentales.
El abogado debe “estar provisto de una iniciación teórica
iusfilosófica que le permite observar que los datos de la realidad, de
la vida jurídica cobran sentido con diferente alcance de acuerdo con
la cosmovisión filosófica jurídica con que se los encara, enfoca o
estudia”.6
El abogado no debe ni puede olvidar que una formación
iusfilosofica permite contemplar las distintas dimensiones en que se
desenvuelve el derecho, cada una de las cuales acentuadas en su
aplicación haciendo prevalecer la norma a veces y en otras veces el
hecho o valor, y se llega a respuestas distintas para la misma
cuestión. Y esto es precisamente lo que desconcierta al abogado, que
tiene gran sentido práctico o técnico pero carece de una sólida
formación iusfilosófica.
La verdadera aplicación de un criterio jurídico a los actos
humanos no descansa en el derecho común tradicional, ni en una
corta visión-general- de la ley. Por ejemplo en toda sentencia judicial
no hay solamente una aplicación de una norma disponible, sino que
también una verdadera tarea jurídica filosófica, que nos da una
visión-interna- coherente del contenido del derecho. Lo que no
quiere decir que el derecho sea reducido a un mero expediente
lógico, dando las espaldas a la realidad social, porque ello
conllevaría a considerar el derecho en la esfera de la pura
abstracción.
La mayor fuerza de convicción que permite la carrera del
abogado es la necesidad de afinar esa mentalidad jurídica,
ampliando la capacidad reflexiva más que la acumulación mecánica

5
Ob.cit.pág.25.
6
WAGNER, Manuel, El derecho y el hecho jurídico, pág.23
en la memoria, de leyes y artículos, citas y códigos. El elemento
básico del quehacer profesional del abogado, debe ser la metódica
reflexión filosófica-jurídica que da el necesario sentido de totalidad
a su labor.
El abogado no debe prescindir que tiene decisiva importancia
en su labor de interpretación y metodológica a la iusfilosofía, que
tiene gran influencia real en su actividad, pues lo usa para
orientarse e inspirar su crítica jurídica.
La filosofía –en general- provee al abogado una forma
sistemática de analizar y ordenar los materiales dispersos y
variables de la realidad, de modo que lo acerca al concepto de
totalidad y unidad el derecho.7
De aquí que el abogado no debe desdeñar la filosofía, no debe
sentirse ajeno a ella, en su ejercicio de su profesión. Sabemos bien
la importancia de la práctica en el quehacer del abogado, pero mayor
utilidad le prestará aquella cuando está basada o respaldada en una
estricta y necesaria formación iusfilosófica donde lo práctica con lo
teórico se compactan y se complementan.

7
Ob.cit.pág.27.

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