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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
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vinculada al ¿Hacia dónde camina


INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, la liturgia?
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 58 (2018) núm. 348

348
Centre de Pastoral Litúrgica noviembre / diciembre 2018 (año 58)
Phase

+ Nàpols 346, 1. 08025 Barcelona


( 933 022 235 – 8 cpl@cpl.es – www.cpl.es

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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez, sdb (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals, cmf (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez, sss (Madrid)
Juan Javier Flores, osb (Roma)
de Catalunya
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
Jordi Latorre, sdb (Barcelona)
Mons. Julián López (León)
Alejandro Pérez (Málaga)
Salvador Pié (Barcelona)
Jordi-Agustí Piqué, osb (Montserrat – Roma)
Lluís Prat (Solsona)
Guillermo Rosas, sscc (Santiago de Chile)
Manuel Fernando Sedano (Puebla de los Ángeles - México)
Josep Urdeix (Barcelona)

Publicado por Precio de suscripción para el 2019:


España: 65,00 €
Centre de Pastoral Litúrgica Otros países (envío correo aéreo): 102,00 $
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( 933 022 235 – 8 cpl@cpl.es – www.cpl.es Precio de este número: 11,00 €
ISSN 0210-3877 / D.L.: B 7504-1961 Imprenta: Agpograf

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año 58
noviembre – diciembre 2018
núm. 348

¿Hacia dónde camina la liturgia?

Editorial
Piero Marini, distinguido con el V Memorial Pere Tena
de Pastoral Litúrgica (Josep Maria Romaguera Bach).. 479

¿Hacia dónde camina la liturgia?


Situación actual de la liturgia (F. Xavier Aróztegui
Trenchs).................................................................................. 481
Una liturgia viva para una Iglesia viva (Xavier Aymerich
Miñarro)............................................................................ 483
¿Hacia dónde caminan los actuales participantes en la
liturgia? (Dionisio Borobio García).............................. 487
Secularidad y liturgia. Algunas propuestas seculares
para vivir más intensamente las celebraciones (Paula
Depalma Sinbaldi)........................................................... 491
Hoy la liturgia sufre, y con la liturgia, la Iglesia (Lino
Emilio Díez Valladares)................................................. 495
Mi visión de la liturgia, hoy (Juan Javier Flores
Arcas)................................................................................. 505
La situación actual y futura de la liturgia (Jaume
Fontbona i Missé)............................................................ 507
Una liturgia llamada a ser cumbre y fuente (Luis García
Gutiérrez)......................................................................... 511
Liturgia: experiencia y temores (Concepción
González) ......................................................................... 515

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478 Sumario

La liturgia hacia la verdad desde la verdad (Jaume


González Padrós)............................................................ 519
Retos de la liturgia en el siglo xxi (Ramiro González
Cougil)................................................................................ 523
Resaltar los «altiora principia» de la liturgia (José
Antonio Goñi Beásoain de Paulorena)....................... 527
Los retos de la liturgia (Jordi Latorre Castillo)......... 530
La participación de los fieles en la liturgia (Consol
Muñoz SanJuán) .............................................................. 534
¿El futuro de la liturgia? (Alejandro Pérez Verdugo)... 538
Crecimiento de la vida cristiana en todos los cristianos
(Salvador Pié-Ninot)........................................................ 546
Dar gloria a Dios y santificar a los fieles (Jordi-Agustí
Piqué i Collado).............................................................. 550
La liturgia hoy en América Latina (Leonardo J. Rodríguez
Jimenes).............................................................................. 554
Aspectos a cuidar de la liturgia (Josep Maria Romaguera
Bach)................................................................................... 563
Una liturgia significativa: reto del siglo xxi (Guillermo
Rosas Díaz)........................................................................ 566
Tres principios fundamentales para la participación de
los fieles (Víctor Sánchez Espinoza).............................. 570
La liturgia del futuro y el futuro de la liturgia. Retos de
la liturgia en el siglo xxi (Manuel F. Sedano López)...... 574
Cuidar el encuentro dominical de la comunidad (Maria
Àngels Termes Ferré)....................................................... 578
El futuro siempre es incierto (Josep Urdeix Dordal)... 582

Índice General del año 58 (2018).......................................... 586

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Editorial

Piero Marini,
distinguido con el V Memorial
Pere Tena de Pastoral Litúrgica
Josep Maria Romaguera Bach

En este número de Phase, dedicado al futuro de la liturgia, se da


la feliz coincidencia de anunciar que el próximo año 2019, en una
fecha todavía a determinar, el Centre de Pastoral Litúrgica otor-
gará el Memorial Pere Tena de Pastoral Litúrgica a Mons. Piero
Marini, conocido especialmente por su tarea como maestro de las
celebraciones litúrgicas pontificias durante veinte años, desde
1987 hasta 2007. Actualmente es presidente del Comité Pontificio
para los Congresos Eucarísticos Internacionales. Entre 1965 y 1975
fue colaborador del cardenal Annibale Bugnini, encargado de la
puesta en marcha de la reforma litúrgica.
Piero Marini es una figura relevante de la aplicación de los criterios
de la constitución Sacrosanctum Concilium. Lo es por su trabajo
«invisible». Y lo es porque a través de la preparación de las cele-
braciones litúrgicas del obispo de Roma ha visibilizado el retorno
a una liturgia que, en sus propias palabras, «se basa en la verdad
de los signos» y debe resultar culturalmente significativa para la
diversidad de las comunidades eclesiales. Las celebraciones del
Papa, tanto en Roma como en el resto del mundo, llegan en todos
sus detalles a muchos hogares, cristianos o no. Lo que se transmite
en ellas tiene, pues, un gran valor pedagógico. El trabajo de Piero
Marini ha consistido, sobre todo, en despojar a la figura del Papa
celebrante de cualquier signo de ostentación o de poder mundano
para acentuar su carácter pastoral y ministerial; en poner de relieve
los signos propios de la Eucaristía para resaltar su carácter mis-

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480 Editorial

tagógico y en promover la participación de los fieles insistiendo,


por una parte, en aquellos términos que expresan la unidad de
la Iglesia y, por otra, en la inclusión de elementos propios de la
expresión cultural de cada Iglesia local.
El reto al que tan provechosamente ha sabido responder Piero
Marini es el reto de toda la Iglesia, en un momento en el que todos
somos conscientes de un gran cambio cultural en todo el mundo y
en el que, al menos en Europa, la Iglesia ve reducidos y envejecidos
sus efectivos y desaparecido su papel anteriormente predomi-
nante. No debemos perder de vista, en cualquier circunstancia,
el sentido mistagógico y evangelizador de la liturgia, centro de la
vida cristiana, para vivir y transmitir la Buena Noticia de Jesús.
La calidad de nuestra liturgia requiere probablemente mayor for-
mación de todos los fieles, diversidad ministerial, participación
activa e interiorizada, autenticidad de la vida comunitaria, sentido
de la unidad de la Iglesia y, naturalmente, esperanza, gratitud y
alegría. De todo ello trata este número de Phase.
Josep Maria Romaguera Bach
Presidente del Centre de Pastoral Litúrgica

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Situación actual de la liturgia


F. Xavier Aróztegui Trenchs
(Tarrasa)

El destinatario de la liturgia es el pueblo de Dios, la Iglesia, a la que


esta llamada la humanidad entera. El destinatario de hecho es la
Iglesia con las persones que la forman. De estas podemos distin-
guir los que mantienen la participación en la misa dominical y la
práctica sacramental de los practicantes ocasionales y, más aun,
de los bautizados que no practican.
Dentro de los habituales –sean de ritmo dominical o de ritmo
diario– está extendida una pacífica aceptación de la liturgia refor-
mada por mandato del Concilio Vaticano II. Entre nosotros los
grupos seguidores del «rito antiguo» son una minoría y gozan de
las facultades concedidas por el papa Benedicto XVI en pro del
bien de la paz entre los fieles.
En general los fieles participan en la liturgia con interés recitando
los elementos comunitarios (Gloria, Credo), las respuestas de los
diálogos y tomando parte en el canto. Esto vale sobre todo para la
misa. En cambio la Liturgia de las Horas se ha extendido solo entre
minorías en las parroquias. Y mientras algún nuevo movimiento

F. Xavier Aróztegui Trenchs, presbítero, director de la revista Litur-


gia y Espiritualidad del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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482 F. Xavier Aróztegui Trenchs

la fomenta, otros grupos eclesiales se reúnen cada atardecer en


oración pero no hacen vísperas.
Otro acto litúrgico que habíamos dejado de lado, vuelve ahora a
practicarse: la adoración del Santísimo Sacramento. Pero debemos
velar para que se haga siguiendo el rito del culto a la Eucaristía
fuera de la misa y no con cantos religiosos, sí, pero devocionales.
Aunque algunos se mantengan en una inventiva que surgió en los
primeros años del posconcilio y que llevó a añadir, quitar y cam-
biar cosas del Misal, otros se han corregido y, en general, domina
el gusto por la liturgia tal como está en los libros aprobados por el
papa san Pablo VI. También es justo reconocer que muchos se han
mantenido siempre fieles a lo establecido por la Iglesia; merecen
un recuerdo agradecido los sacerdotes que, siendo ya mayores,
tuvieron mucho interés en aplicar la reforma litúrgica.
De acuerdo con la carta Vicessimus quintus annus de san Juan Pablo
II, ya no es tiempo de hacer más cambios sino de profundizar espi-
ritualmente la vivencia de la liturgia. Una celebración bien hecha
y participada con atención es un buen alimento para el espíritu y
llena de satisfacción a quienes participan en ella.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Una liturgia viva


para una Iglesia viva
Xavier Aymerich Miñarro
(Vilafranca del Penedés - Sant Feliu de Llobregat)

Los que nacimos después del 1965 no tenemos en la memoria la


praxis de las celebraciones litúrgicas preconciliares. Para nosotros,
la reforma promovida por el Concilio Vaticano II forma parte de
nuestra manera natural de vivir y celebrar la fe. Por eso, todo
debate sobre la validez de la reforma litúrgica nos resulta extraño
y forzado. A través del estudio, hemos sabido cómo eran les formas
litúrgicas antes, y cómo el Concilio llevó a cabo una necesaria reno-
vación para poner al día y fomentar la liturgia como verdadera
celebración eclesial de la fe, con todo lo que supuso de retorno a
las fuentes, de potenciación de la sacramentalidad, la dimensión
comunitaria, la Palabra de Dios… Y también hemos podido anali-
zar críticamente los primeros años del posconcilio, cuando quizás
sí que, siguiendo la inevitable ley del péndulo, se cometieron
algunos abusos, o se canalizó la reforma por algunos caminos que
no eran los previstos, o se fue más allá de lo que cabía reformar.
Pero ciertamente no hubo para tanto como algunos sentencian, y
en todo caso el balance fue positivo para las comunidades cristia-
nas, que en aquellos años experimentaron una renovación y un
impulso de los que todavía en muchos lugares somos herederos.
Ante la acusación de que la reforma litúrgica fue la culpable de la
secularización y del abandono de la práctica e incluso de la fe de

Xavier Aymerich Miñarro, presbítero, director de la revista Misa


Dominical del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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484 Xavier Aymerich Miñarro

muchos, me remito a las palabras del recordado obispo auxiliar


de Barcelona, monseñor Joan Carrera, que decía convencido que
sin dicha reforma aún estaríamos peor.
Con los años, la reforma ha ido madurando, se ha ido resituando
en el lugar más adecuado, se han corregido prácticas desafortu-
nadas… En definitiva, se ha pasado del entusiasmo inicial a una
profundización en la forma de celebrar la fe de la Iglesia. En ningún
caso, pues, tienen sentido las sospechas de ciertos grupos, a veces
incluso numerosos entre las generaciones jóvenes, y alentados por
alguna desafortunada decisión de la jerarquía, que pretenderían
volver a las formas preconciliares, con todo lo que ello supondría
de involución y regresión de todos los avances conseguidos. Reco-
giendo la frase pronunciada por el papa Francisco en su discurso a
los participantes en la Semana Litúrgica Nacional el 24 de agosto
de 2017, podemos afirmar a día de hoy que «la reforma litúrgica
es irreversible».
A mi modesto entender, el problema actual de la liturgia, y de
cara al futuro, es otro. El problema son unas comunidades pro-
gresivamente disminuidas y envejecidas, con poca vitalidad. Con
menos sacerdotes, de edades cada vez más avanzadas también,
que tienen que atender un número mayor de comunidades, con
la imposibilidad de celebrar en todas partes y con la preparación
y el sosiego necesarios. En un contexto social y cultural cada vez
menos cristiano, y por tanto con menos fieles; con cristianos cada
vez menos practicantes; e incluso con cristianos que viven y parti-
cipan más o menos en la vida de las comunidades, pero que luego
no acuden el domingo a la celebración eucarística.
Ante esta realidad, que no rehuyo definir como problemática, me
atrevo a proponer como reto de cara al futuro la definición que
da título a este artículo, recogida también del discurso del papa
Francisco antes mencionado: «una liturgia viva para una Iglesia
viva». Intento explicarme.
Se trataría, en primer lugar, de recuperar la centralidad de la cele-
bración litúrgica en la vida cristiana de los fieles y de las comuni-
dades. Que realmente todo fiel se sintiera urgido a participar en la

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 485

Eucaristía dominical, como «fuente y cumbre» de toda experiencia


cristiana. En unas comunidades que de cara al futuro serán menos
numerosas pero esperamos que más convencidas, no debería ser
difícil recuperar la necesidad (más que el precepto) de participar
en el acto más importante que es la celebración de la fe el domingo
junto con todos los demás miembros de nuestra comunidad.
Evidentemente, una primera condición para llegar a este objetivo
será racionalizar los horarios de misas, de manera que los fieles
de una misma comunidad, o de un mismo barrio o población, o
incluso de poblaciones vecinas, se reúnan en una sola celebración,
la cual solo por ese motivo ya será más numerosa, y por tanto más
viva, y posiblemente también pueda estar mejor preparada y cele-
brada. Sin menospreciar las celebraciones dominicales en ausencia
de presbítero, que ciertamente cumplen un papel importante y
ayudan a mantener vivas las comunidades pequeñas, es evidente
que «concentrar» a los fieles en una sola celebración con más o
menos asiduidad (o por lo menos en las grandes fiestas) ayuda a
hacer las celebraciones más vivas y participadas.
Otra prioridad será que las celebraciones sean vivas en el sentido de
que respondan a la vida de la comunidad. No pueden ser celebra-
ciones ajenas a la realidad de los que en ellas participan, sino que
deben recoger la vida de los fieles y de su contexto social y cultural
(las preocupaciones y problemas, los gozos y las esperanzas) y a
la vez enviarles otra vez a la vida cotidiana con fuerza renovada.
Para conseguir esto será imprescindible una buena preparación,
que huya de la rutina y busque la inculturación, la concreción, para
conseguir unas celebraciones que comuniquen (y ahí también hay
que estar atentos al lenguaje). Será necesario, pues, un esfuerzo
no solo del celebrante ordenado que la presida, sino también de
los diversos ministerios laicales bien organizados y trabajando en
el equipo de liturgia. Insistiendo una vez más en la participación
plena, consciente y activa (externa pero sobre todo interna), en la
formación de los fieles…
Unas celebraciones en esta línea serán más cálidas (una caracte-
rística muy valorada en la sociedad actual), donde se experimente
y se palpe la fraternidad. Unas celebraciones que respondan a las

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486 Xavier Aymerich Miñarro

inquietudes de los fieles que en ella participan, pero también que


puedan responder a las inquietudes religiosas y espirituales que
muchos ciudadanos hoy día se plantean, y que necesitan encontrar
algún lugar donde saciar esa sed. Ojalá que nuestras celebraciones
consigan ser atractivas, no en el sentido de «divertidas», sino en
el sentido de interpeladoras, incluso evangelizadoras. Como una
luz que brilla en el firmamento para que, en el momento en que
alguien abra el corazón y mire hacia arriba, encuentre un lugar
donde orientarse, hacia donde dirigirse, y no buscar esas respues-
tas en otras alternativas alejadas de nuestra tradición, cuando en
la fe cristiana pueden encontrarlo todo.
Una liturgia viva, como dice el papa, donde se experimente real-
mente la presencia del misterio de Cristo resucitado que se celebra,
lo que sin duda comportará una Iglesia viva, renovada y reforzada
como la liturgia misma.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

¿Hacia dónde caminan los actuales


participantes en la liturgia?
Dionisio Borobio García
(Bilbao)

Más que preguntarnos hacia dónde camina la liturgia, debería-


mos pensar hacia dónde caminan los actuales participantes en
la liturgia. Porque, si bien es cierto que la liturgia tiene su propia
entidad e identidad, siempre debemos entenderla como la «acción»
del pueblo de Dios creyente, por palabras y ritos, para significar
la presencia de Dios actuante, y el diálogo de los participantes
con ese Dios que actualiza su misterio para la salvación de los
mismos. Por tanto, uno de los objetivos principales de la liturgia es
posibilitar el verdadero diálogo personal y comunitario con Dios.
La pregunta que nos hacemos es esta: ¿Qué impide o qué puede
facilitar ese diálogo, tanto desde lo «dado litúrgico» (palabras y
ritos establecidos), como desde la capacidad y posibilidad dialo-
gante de los que participan? Vaya por delante que no es posible
ni pretendemos generalizar, dada la diversidad de asambleas, de
sujetos participantes, y de celebraciones (de religiosidad popular,
sacramentales, eucarísticas…).

Dionisio Borobio García, presbítero, catedrático emérito de la


Universidad Pontificia de Salamanca. Miembro del Consejo
de la revista Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre / diciembre – Phase 58 (2018)

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488 Dionisio Borobio García

1. Desde lo «dado litúrgico»


Nos referimos sobre todo a la Eucaristía, y de modo secundario a
los demás sacramentos de la Iglesia.

1.1. En ritualidad
La estructura ritual de la Eucaristía pertenece a lo «invariable per-
manente» de la misma. Si bien podrían considerarse algunos ritos:
– El de la colecta económica, que preceda antes de que el sacer-
dote pronuncie la presentación de ofrendas.
– El de la doble presentación del pan y del vino unidos en una
misma palabra y gesto.
– El del «lavado de las manos» por parte del sacerdote, propo-
niéndolo con mayor libertad según lugares y circunstancias.
– El de las manos extendidas al rezar el Padre nuestro, por parte
de todos los fieles.
– El de la comunión bajo las dos especies, ampliado a más cir-
cunstancias.
– El de la comunión, yendo el sacerdote hacia los comulgantes
impedidos por su movilidad u otras limitaciones corporales.
En algunas asambleas litúrgicas, ya se están realizando algunas
de estas «variedades», de modo espontáneo, aceptadas con nor-
malidad por los participantes.

1.2. En Palabra y palabras


Teniendo en cuenta lo que se afirma en Liturgiam authenticam,
sugerimos las siguientes consideraciones, teniendo en cuenta
sobre todo a los destinatarios, y aun reconociendo la variedad de
los mismos:
– Sería conveniente una revisión del Leccionario de la misa
(sobre todo algunas lecturas), bien proponiendo alternativa
a las lecturas previstas, o bien proponiendo otras nuevas,

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 489

teniendo también en cuenta la sensibilidad y cultura de nues-


tros pueblos.
– Igualmente, respecto a algunos salmos (por ejemplo, los que
hablan de violencia o de guerra, o de castigo y venganza…),
que disuenan del sentir personal y colectivo general, buscando
mayor relación de sentido con las lecturas.
– Respecto a la eucología «mayor» (plegarias eucarísticas, ben-
diciones…) podría dejarse un breve espacio de libertad antes
de la anáfora para una conexión orante con la Palabra.
– Y respecto a la eucología «menor», podrían proponerse algu-
nas oraciones en lenguaje más sencillo, elocuente y actual,
como ya se ha hecho en algunos casos, de modo que el pueblo
pudiera asociarse y unirse más a lo que se pide.
Es cierto que los libros litúrgicos ya ofrecen múltiples posibili-
dades, que no son aprovechadas por los celebrantes. Pero nada
impediría avanzar en un mayor enriquecimiento adaptativo.
Siempre teniendo en cuenta que la mayor adaptación de la pala-
bra a los destinatarios es obra de la preparación y capacidad del
que preside la celebración y de los ministerios de la Palabra que
intervienen. De nada sirve tener textos «nuevos», si los ministros
no los llenan de vida y de sentido, proclamándolos o rezándolos
con devoción y espiritual sensibilidad, superando automatismos,
monotonía y ritualismo.

2. Desde la adaptación a los destinatarios


Es verdad que estos son muy variados y diversos según luga-
res, situaciones y celebraciones. Es preciso tener en cuenta, sin
embargo, que en general, en nuestras asambleas se han reducido
el número de niños y jóvenes, ha crecido o permanece en número
de personas mayores, y sobre todo mujeres. Y esto exige una
adaptación permanente, en los gestos, las palabras, la actitud…,
de modo que la liturgia sea más cercana, tenga más en cuenta a
las mujeres, posibilite más los ministerios litúrgicos, ofrezca más
espacios de espontaneidad etc.

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490 Dionisio Borobio García

En Europa, si la cultura sigue su dinamismo actual, podemos


llegar a que la liturgia sea una ritualidad arcana, solicitada solo por
algunos como número de un programa de fiesta o de religiosidad
popular, y reducida a una participación casi única de mujeres
mayores. Exceptuando, por supuesto, la participación viva de
algunos pequeños grupos o comunidades de jóvenes o adultos,
que pueden ser los revitalizadores de la acción litúrgica. No obs-
tante, debemos tener en cuenta que esta concreta historia y cultura
que vivimos ni ha sido siempre igual, ni será en el futuro siempre
lo mismo. Esperamos que sobrevenga y se desarrolle una nueva
época, cultura y sensibilidad en las que lo trascendente se abra
paso, dando lugar a nuevos símbolos y ritos que creen espacios
necesarios para la comunicación y diálogo con el Invisible presente
y permanente, manifestado de una vez para siempre en Cristo.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Secularidad y liturgia.
Algunas propuestas seculares
para vivir más intensamente
las celebraciones
Paula Depalma Sinbaldi
(Madrid)

Los procesos de secularización, que a primera vista constituyen


un obstáculo al desarrollo religioso, han contribuido en muchos
casos no solo al progreso de las ciencias sino también al impulso
personal y social de muchos cristianos. Considero que no es posi-
ble dar marcha atrás y que podemos, como comunidad cristiana,
plantear cómo hacer de ellos una oportunidad. ¿Procesos de sim-
bolización en manos de los laicos? ¿Liturgias más participativas?
¿Desaparición de comunidades grandes hacia más pequeñas y
radicales? Tal vez es mucho decir. Sin embargo, si imaginamos
cómo serán las celebraciones dentro de diez años parece que
serán bastante distintas a lo que venimos viviendo. No podemos
esperar grandes templos rebosantes de gente como en la época
de cristiandad. Tampoco parece que podamos esperar sacerdotes
para todas las parroquias, ya que su escasez es ya una evidencia
y las alternativas como la ordenación de casados y de mujeres
no parecen resolver la cuestión de número, como ya se ve en las
Iglesias evangélicas que, aun contando con pastoras y pastores
laicos, sufren una situación similar.

Paula Depalma Sinbaldi, doctora en teología dogmática sacramen-


taria. Miembro del Consejo de la revista Galilea.153 del Centre
de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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492 Paula Depalma Sinbaldi

Nuestro objetivo, en este breve comentario, es considerar algunas


pautas culturales y seculares y analizar posibles puntos de contacto
con las celebraciones cristianas. No nos referiremos a la celebración
de la Eucaristía, sino a las distintas posibilidades de celebraciones
que en la mayoría de los casos serían propedéuticas de la Eucaristía.
Dividimos el análisis en dos partes. La primera pretende recordar
aquello esencial de nuestras celebraciones. La segunda enumera
algunas claves para trazar puentes entre un mundo secularizado
y las celebraciones cristianas.

1. Mantener lo esencial: celebrar el misterio pascual


Durante los primeros siglos de consolidación cristiana, conver-
tirse a Cristo significaba ser testigo y ofrecer la vida de manera
eucarística. La vida cristiana era una vida eucarística. Hoy en día,
la conexión con la vida se vuelve esencial. Si decimos, con Karl
Rahner, que la experiencia configurará el carácter del cristiano del
futuro,1 el misterio pascual, vivido y testimoniado en la secularidad
será el trasfondo ineludible de cualquier celebración. La percepción
de que Dios actúa en cada uno, en la historia y en la Eucaristía no
pueden darse por separado. La fe es un continuo de apertura y
respuesta y de arriesgar en tiempo de dudas. Pero siempre, Dios
actúa. Y la celebración es parte constituyente de este estilo de vida.
La vivencia «secular» (desde la vida) del misterio pascual se puede
y debe traducir en ritos y celebraciones. Porque la experiencia de
Dios genera cosmovisiones y ritos acordes.

2. «Aggiornamento» de las celebraciones teniendo en


cuenta los procesos culturales y seculares
Señalo a continuación, algunas claves celebrativas-contemplati-
vas-significativas en una sociedad cambiante.
Comunidad activa…

1 K. Rahner, «Espiritualidad antigua y actual», en Escritos de Teología VII,


Madrid: Taurus Ediciones 1969, 25.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 493

Existe una vinculación más o menos deseable entre los modelos


de sociedad, los modelos de Iglesia y los modelos de liturgia.2
Considero que muchos de los obstáculos litúrgicos responden a
la situación generalizada, salvando casos específicos, de comuni-
dades poco maduras. Tanto la escasez de vocaciones religiosas o
sacerdotales como de participantes en la liturgia son consecuencia
de la dificultad a la hora de constituirnos como comunidades expe-
rimentadas en la fe y formadas teológicamente, donde los laicos
puedan actuar con autonomía, liderazgo y cooperación.
… atenta a la sociedad
Si miramos algunas características de la sociedad actual, podemos
descubrir algunos acentos para el aggiornamento de nuestros ritos
y celebraciones.
– En una sociedad que busca sentido, hemos de tener cierta
libertad a la hora de generar ritos que ofrezcan nuevas sig-
nificaciones. La apertura a la trascendencia y los procesos de
simbolización personales y colectivos son constantes antro-
pológicas interrelacionadas. Es decir, la experiencia religiosa
reclama la configuración de ritos concordantes. Hoy en día
existen, por ejemplo, pequeños grupos que se reúnen para
hacer liturgias de la palabra o pequeñas celebraciones que
incluyen símbolos propios a la vez que resignificaciones de
los antiguos.
– En sociedades conflictivas y viciadas en sus instituciones,
necesitamos celebraciones de talante profético que, al anun-
ciar el dinamismo del Reino, devuelvan valor y esperanza.
Además, ante el flujo migratorio constante, la inclusión y la
diversidad, han de reflejarse en la participación.

2 El esfuerzo del Concilio Vaticano II ha consistido en repensar a la Iglesia


en consonancia con el mundo actual (cf. Gaudium et spes). Y Sacrosanctum
Concilium señala la intensión de «adaptar mejor a las necesidades de nuestro
tiempo… y proveer a la reforma y al fomento de la liturgia» (núm. 1). El actual
pontífice también acogerá el cambio cultural (Francisco, Evangelii gaudium
41, 61-62 o Gaudete et exsultate).

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494 Paula Depalma Sinbaldi

– En la sociedad de la información, en las redes, sería oportuno


ofrecer claves religiosas unificadoras y unificantes. La cele-
bración del encuentro con Cristo, en quien están resumidos
todos los misterios de la Sabiduría (cf. Col 2,4), puede ofrecer
núcleos de interés y factores de unidad y de referencialidad.
– En nuestras ciudades, en el marco de la sociedad del cansancio,3
el tiempo resulta algo excesivamente valioso. Tenderemos
hacia celebraciones más cortas y específicas. Como contracara,
afloran la meditación y la estética (entendida como atracción
desde la cruz), como elementos esenciales. Renovar la mirada
escatológica y comprendernos dentro de un tiempo y de un
espacio amplio, nos reubica en un contexto de memoria-
presencia-profecía.
– En sociedades más bien racionalistas, necesitamos ofrecer
un universo simbólico dador de sentidos, que no se alcance
a comprender, pero capaz de abrir a la trascendencia que nos
permite intuir la verdad.
– En una sociedad que parece ofrecer infinitas posibilidades
de desarrollo o realización personal pero que las opaca por
las sobreexigencias y los apremios económicos, podemos
ahondar en una liturgia vocacional, que comprenda la bio-
grafía (también de los adultos) como parte de la historia de la
salvación.
En conclusión, la madurez de los bautizados exige una liturgia
participativa y una mistagogía y escatología explícitamente desa-
rrolladas. El misterio pascual vivido y celebrado desde la secula-
ridad: este es, sin dudas, uno de los desafíos de las celebraciones
que están por venir.

3 Cf. B. Han, La sociedad del cansancio, Barcelona: Herder 22017.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Hoy la liturgia sufre,


y con la liturgia, la Iglesia
Lino Emilio Díez Valladares, sss
(Madrid)

¿Existen todavía creyentes, pastores y fieles, que sientan la impor-


tancia de la liturgia? ¡Buena pregunta!
Tras el entusiasmo inicial suscitado por la renovación litúrgica
conciliar, en estos últimos años la liturgia parece haber sido rele-
gada al margen de los intereses principales en la Iglesia. A veces se
tiene la impresión de que haya quedado a la sombra de cuestiones
y debates eclesiales considerados centrales, como la familia, la edu-
cación, los pobres y, más en general, los temas morales y sociales.
Aunque, naturalmente no falten comunidades en las que la liturgia
es vivida con intensidad, y en las que se le dedican atenciones y
energías significativas, no se puede no ver, con algún desconcierto,
que el papel reconocido a la liturgia en la educación de la fe es casi
irrelevante, como si la liturgia y los sacramentos no tuviesen nin-
guna importancia en la maduración de la vida cristiana. ¿Tal vez

Lino Emilio Díez Valladares, presbítero sacramentino, doctor en


sagrada liturgia. Miembro del Consejo de la revista Phase del
Centre de Pastoral Litúrgica.

1 Extracto del pliego «La liturgia, Evangelio para nuestros sentidos


publicado» en el número 3070 de la revista Vida Nueva, del 10-16 de febrero
de 2018, pp. 23-30, aquí concretamente 24-28. El texto ha sido revisado por el
autor para nuestra publicación.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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496 Lino Emilio Díez Valladares

haya caído ya en el olvido la enseñanza conciliar según la cual la


liturgia «es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber
los fieles el espíritu verdaderamente cristiano» (SC 14)? Y si fuera
así, ¿si no es del que recibimos en la liturgia, de qué espíritu se
nutre nuestro cristianismo?
La situación en la que se encuentra hoy la liturgia es también,
en gran parte, la consecuencia de una Iglesia que en los últimos
decenios ha privilegiado la militancia en los nuevos movimientos
en lugar de la presencia evangélica, el afán por la acción pastoral
en lugar del primado de la escucha de la Palabra y del gesto espi-
ritual, el ansia de contar y aparecer ante los ojos del mundo en
lugar de «refugiarse en el Evangelio como en la carne de Cristo»
(San Ignacio de Antioquía).
Además, claro, hay que reconocer que la situación actual de la
liturgia es absolutamente inédita y no poco problemática que
pone en seria dificultad a los obispos en el ordinario ejercicio de
gobierno en la vida litúrgica de las Iglesias locales, algo que la
gran tradición, incluso canónica, les había reconocido siempre.
La contraposición entre el rito de san Pío V y el de san Pablo VI
crea en algunas ocasiones conflictos en las diócesis y fracturas en
el cuerpo presbiteral. El resultado ha llevado a episodios en los
que la Eucaristía, en lugar de ser signo de unidad, se ha conver-
tido en signo de división dentro de la comunidad eclesial; que, en
vez de vínculo de caridad, se ha transformado en contradicción
a la fraternidad cristiana. El fin de la Eucaristía es la unidad de la
Iglesia, por ello hay que estar atentos para que su celebración no
contradiga de hecho el fin mismo por el que Cristo Jesús, en la
vigilia de su muerte, partió el pan y compartió el cáliz.

1. Sospecha hacia la reforma


Yendo mucho más allá de las intenciones de Benedicto XVI, el
Motu proprio Summorum pontificum (7 de julio de 2007) impulsó
y legitimó la tendencia, ya presente en algunos sectores minorita-
rios pero no irrelevantes de la Iglesia, a alimentar la sospecha y a
veces el descrédito respecto a los principios fundamentales de la

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 497

reforma litúrgica del Vaticano II y los resultados obtenidos, hasta


el punto de suscitar procedimientos para una gradual pero efectiva
revisión; lo que en algunos contextos se denominó «reforma de la
reforma». El primer acto importante de esta voluntad, aunque no
el único –seguirían otros–, fue la Instrucción Liturgiam authenticam
(28 de marzo de 2001), sobre la traducción de los textos litúrgicos.
Los resultados de la aplicación de las normas recogidas por esta
Instrucción en las nuevas traducciones –principalmente la tercera
edición típica del Misal Romano, pero también las nuevas traduc-
ciones bíblicas en las diversas lenguas modernas– crearon un
importante impasse en las relaciones entre no pocas conferencias
episcopales nacionales y la Congregación para el Culto Divino.
La elección del papa Francisco contribuyó eficazmente a modificar
el clima de sospecha respecto al Vaticano II en su conjunto, y a la
reforma litúrgica en particular. Aunque hasta tiempos recientes no
hubiera intervenido con decisiones oficiales en materia litúrgica,
las líneas de fondo de su magisterio, unido inseparablemente a
su estilo personal –que también ha influido en las celebraciones
litúrgicas papales–, confirman de modo inequívoco la doctrina
conciliar sobre la liturgia y la fidelidad a la renovación litúrgica
emprendida a lo largo de los últimos cincuenta años.
Pero sigue dando la impresión de que las resistencias respecto al
fondo y a la obra de la reforma litúrgica realizada por Pablo VI,
aunque se exterioricen menos que hace solo unos pocos años, se
conserven intactas en algunos sectores de la Iglesia, cuyas posi-
ciones parecen aunar el consenso tanto de jóvenes presbíteros
como de los formandos en seminarios y noviciados. La crítica a la
reforma litúrgica y la voluntad de volver poco a poco a la liturgia
preconciliar fluye hoy en la Iglesia católica como un río en crecida;
no visible en superficie en sus verdaderas dimensiones, pero que se
percibe vivo y caudaloso gracias a episodios tan ocasionales como
elocuentes. Hoy, un poco cohibido por la autoridad espiritual y
moral del papa Francisco y su vasto consenso popular, este río en
crecida da signos de estar listo para emerger de nuevo en cuanto
las condiciones ambientales lo vuelvan a permitir. Ciertamente,
la inédita coexistencia de una «forma ordinaria» y una «forma

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498 Lino Emilio Díez Valladares

extraordinaria» sigue siendo símbolo de una anomalía contem-


poráneamente litúrgica y eclesiológica.
La invitación lanzada al comienzo del verano de 2016 a todos los
sacerdotes por el cardenal Sarah, prefecto de la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a volver
lo antes posible a una orientación común de presbítero y fieles
durante el culto –hacia oriente o, al menos simbólicamente, hacia
el ábside–, y el posterior comunicado de la Sala Stampa vaticana
reafirmando el valor de las normas litúrgicas vigentes y señalando
la ambigüedad de la famosa expresión «reforma de la reforma»,
es un episodio emblemático que revela una tensión no resuelta,
que no podrá ignorarse ya por mucho tiempo, sin que ello pueda
crear daños serios, a lo peor irreparables, en la vida de la Iglesia.
Sí, hoy la liturgia sufre; y con la liturgia, la Iglesia.

2. El papel de la liturgia en la renovación de la Iglesia


La delicada situación expuesta es quizá la razón por la que, aun
considerándola de palabra el fruto más visible y expresivo del
último Concilio, la liturgia se arrincona en la sombra, prefiriendo
el silencio a una toma de posición clara sobre ella, como se hace
con los problemas complejos o de difícil solución. Y, sin embargo,
a partir de la experiencia vivida por la Iglesia a lo largo de estos
últimos cincuenta años, durante los que el pueblo de Dios ha cre-
cido en conciencia interior de la fe y en calidad evangélica, también
gracias a la liturgia renovada a raíz del Concilio, habría que ser más
conscientes que nunca de que el empeño en la renovación litúrgica
no es algo del pasado, sino una tarea inconclusa, todavía actual
y necesaria. Lo es hoy tanto como lo fue en los primeros tiempos
posconciliares, aunque hoy lo sea, obviamente, con formas y moda-
lidades diversas. Y lo es, principalmente, porque la renovación de
la Iglesia pasa a través de la renovación de la liturgia.
En este momento eclesial, fuertemente caracterizado por la volun-
tad del papa Francisco de llevar a cabo una renovación a fondo
de la Iglesia, en los términos y con las prioridades marcados por
él en Evangelii gaudium (24 de noviembre de 2013), es más nece-

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 499

sario que nunca abandonar la ilusión de pensar que se puede dar


una renovación de la Iglesia sin que se dé al mismo tiempo una
renovación de la vida litúrgica. No puede haber una Iglesia viva
y una liturgia languideciente, como no puede haber una Iglesia
«en salida» y una liturgia «en retirada». Quiera admitirse o no, la
Iglesia evangeliza como celebra: la credibilidad de una es el reflejo
de la vitalidad de la otra. Una Iglesia no puede pensar en crecer en
su naturaleza sinodal si no recibe el sentido de la sinodalidad de
esa experiencia sinodal ordinaria que es la asamblea litúrgica en
el día del Señor, forma y modelo de la sinodalidad de la Iglesia de
Jesucristo. Más que de cualquier otra teoría sobre la sinodalidad, es
de la liturgia vivida de donde se recibe el espíritu de la sinodalidad
cristiana. Es celebrando comunitariamente el misterio de la fe como
nos ejercitamos para ser una Iglesia sinodal, aprendiendo que la
sinodalidad no pertenece al funcionamiento, sino a la naturaleza
misma de la Iglesia, a su esencia.
Vivimos un período crucial en la historia de la Iglesia, en el que se
nos pide una doble perseverancia: una perseverancia firme en la
práctica ordinaria de la liturgia de Pablo VI y, al mismo tiempo, una
perseverancia inteligente en la tozuda profundización en las intui-
ciones espirituales que primero inspiraron y después orientaron
la reforma litúrgica a partir del Vaticano II. La liturgia es esencial a
la fe cristiana, en la medida en que, en el Evangelio, las palabras y
los gestos de Jesús lo son de su revelación del misterio de Dios. Por
ello, la vida de fe no puede decirse plenamente cristiana hasta que
no es modelada por la oración de la Iglesia y, al mismo tiempo, no se
expresa a través de ella. De alguna manera, la liturgia autentifica
el camino espiritual. En pocas palabras, ¡no hay cristianismo sin
liturgia! y ¡no hay Iglesia sin liturgia!
La liturgia tiene un rol decisivo en la evangelización, posee una
esencial dimensión evangelizadora: no puede haber Evangelio
anunciado y creído si, contemporáneamente, no hay un Evange-
lio celebrado. La liturgia es Evangelio celebrado en el hoy de la
Iglesia. La liturgia no es otra cosa que el Evangelio en acto, lo cual
significa que todo lo que acontece en el interior de la liturgia debe
ser enteramente justificado en el Evangelio; lo que no es evangé-

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500 Lino Emilio Díez Valladares

lico no puede ser litúrgico. Entonces, la liturgia es Evangelio para


nuestros sentidos. Palabras, gestos, posturas, comportamientos,
actitudes interiores y exteriores, vestiduras y expresiones artísticas
han de tener un fundamento evangélico, un espesor, una calidad
evangélica. La liturgia, para ser cristiana, en efecto, debe ser con-
forme al Evangelio, ha de tener la forma del Evangelio, hasta las
formas del Evangelio de Cristo. Porque el Evangelio no es solo
palabra, mensaje, contenido; es también forma, es vida, existe una
denominada forma Evangelii. La belleza de la liturgia es, ante todo,
su ser evangélica; de ello deriva todo lo demás. Y todo lo demás
consiste en trabajar para que la liturgia de la Iglesia sea, día tras
día durante toda la vida, reserva de sentido a la que acudir como
se acude a un pozo de agua fresca para calmar la sed, y experien-
cia de belleza gracias a la cual contemplar el amor de Dios, en la
certeza de que la renuncia a la mejor liturgia posible no es nunca
renuncia a una liturgia mejor.

3. A vueltas con la reforma litúrgica


Desde sus inicios, la reforma litúrgica posconciliar no ha dejado
de suscitar incomprensiones y recelos en ciertos ambientes. Es casi
normal, ya que un tema tan vital para la vida de la Iglesia como es
la liturgia no podía no motivar interés y clamor, signo inequívoco
de su centralidad, y ello sigue sucediendo hoy.
Se ha dicho que esta reforma ha ido mucho más allá de lo previsto
por el Concilio. Es verdad si nos atenemos a la letra de los documen-
tos conciliares. En realidad, el proceso de actualización iniciado,
de «puesta al día» (aggiornamento), de los modos de celebrar ha
llevado a una comprensión más profunda y, sobre todo, a la entrada
en la vida de la Iglesia del mismo espíritu con el que fue elabo-
rada la Constitución litúrgica conciliar Sacrosanctum Concilium (4
de diciembre de 1963). El proceso abierto comportó la necesidad
de llevar a cumplimiento cuanto la letra solamente apuntaba o
intuía, una vez que el texto conciliar se confrontó con la vida de las
comunidades y con las urgencias pastorales del tiempo presente.
Hemos aludido ya al estilo «diferente» del papa Francisco en
relación con la liturgia a lo largo de sus años de pontificado. En

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 501

los últimos tiempos, de esos gestos ha pasado a las palabras de


autoridad. Primero, fue con el discurso a los participantes en la
Semana Litúrgica Nacional italiana y, a los pocos días, el Motu
proprio Magnum principium (3 de septiembre de 2017) sobre los
criterios a observar en las traducciones litúrgicas, modificando
significativamente algunos hasta ahora en vigor. Este documento
fue interpretado públicamente de manera restrictiva por el Pre-
fecto de la Congregación para el Culto Divino, cardenal Sarah,
lo que provocó una sorprendente intervención del Pontífice, en
carta pública y publicada, devolviendo la interpretación de su
escrito a sus justos términos, claramente renovadores respecto al
inmediato pasado.

3.1. Una reforma «irreversible»


El discurso del papa Francisco a los participantes en la 68ª Semana
Litúrgica Nacional, el 24 de agosto de 2017, no fue una alocución
de circunstancias, sino un importante mensaje, nítido y articulado
sobre la liturgia en el momento presente. El Santo Padre recordó
que, en 2017, el Centro de Acción Litúrgica italiano cumplía 70
años de fundación, y que este arco de tiempo es un período en
el cual, en la historia de la Iglesia –y, en particular, en la de la
liturgia– han sucedido «eventos sustanciales y no superficiales»,
como el Concilio Vaticano II y la reforma litúrgica que con él se
inició. Acontecimientos, señaló el Pontífice, que no han florecido
espontáneamente, sino que fueron preparados largamente. Desde
los cambios introducidos por san Pío X en la liturgia, pasando
por Pío XII hasta el Concilio Vaticano II y la promulgación de la
Constitución sobre la liturgia, «cuyas líneas de reforma general
respondían a necesidades reales y a la concreta esperanza de una
renovación», como así también los libros litúrgicos promulgados
por san Pablo VI, verdadero artífice de la reforma, que guió per-
sonalmente hasta su muerte.
Llegado a este punto, el papa Francisco hace una solemne decla-
ración: «Después de este largo camino podemos afirmar con
seguridad y con autoridad magisterial que la reforma litúrgica es
irreversible». Palabras fuertes, que asombraron a algunos e hicie-

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502 Lino Emilio Díez Valladares

ron discutir a otros. Lo más importante es que el Papa asume en


primera persona el magisterio de los pontífices que prepararon y
emprendieron la reforma, especialmente:
Del mismo Pablo VI, [el cual] un año antes de morir, decía a los car-
denales reunidos en Consistorio: «Ha llegado el momento, ahora, de
dejar caer definitivamente los fermentos que separan, igualmente
perniciosos en un sentido y en otro, y aplicar integralmente en sus
justos criterios inspiradores, la reforma aprobada por nosotros apli-
cando los votos del Concilio».
La irreversibilidad de la reforma se ha de entender en esta óptica,
en la de «aplicar integralmente sus justos criterios inspiradores»,
los que guiaron la obra de los pontífices y hallaron acreditado
cumplimiento en la constitución litúrgica conciliar.

3.2. Una reforma fundamentada


Se trata, pues, de «redescubrir los motivos de las decisiones toma-
das respecto a la reforma litúrgica, superando lecturas infundadas
y superficiales, recepciones parciales y prácticas que la desfigu-
ran»; el Papa recuerda que se requiere «tiempo, recepción fiel,
obediencia práctica, sabia actuación celebrativa por parte, primero,
de los ministros ordenados, pero también de los otros ministros, de
los cantores y de todos aquellos que participan en la liturgia», reite-
rando que «la educación litúrgica de pastores y fieles es un desafío
para afrontar siempre nuevo». De nuevo, cuestión de formación.
En actitud claramente positiva y propositiva, indica que:
No se trata de repensar la reforma revisando las opciones, sino
de conocer mejor las razones subyacentes, también a través de la
documentación histórica, [así] como de interiorizar los principios
inspiradores y de observar la disciplina que la regula.

3.3. «Una liturgia viva para una Iglesia viva»


En la segunda parte del discurso, casi fundamentando lo dicho en
la primera, el Papa se detiene en el tema de reflexión de la Semana,
Una liturgia viva para una Iglesia viva: «Sin la presencia real del
misterio de Cristo, no hay ninguna vitalidad litúrgica. Como sin

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 503

latir el corazón no hay vida humana, así sin el corazón latente de


Cristo no existe acción litúrgica». En la liturgia experimentamos
la comunión con Cristo mediante «los ritos y las oraciones», los
cuales, «por lo que son y no por las explicaciones que damos,
se convierten en una escuela de vida cristiana, abierta a los que
tienen oídos, ojos y corazón abiertos para aprender la vocación y la
misión de los discípulos de Jesús» (cf. SC 48). Una clara invitación
a revalorizar el lenguaje ritual de la celebración (gestos, palabras,
posturas, movimientos, silencios…) sin llenarlo de inútiles comen-
tarios. La acción ritual, cuando se ejecuta correctamente, habla y
comunica por sí misma.

3.4. En torno a Cristo, piedra angular


A continuación, destaca el Pontífice –sin duda intencionadamente–
la importancia del altar, «signo visible del invisible misterio, signo
de Cristo piedra viva…, centro hacia el cual en nuestras iglesias
converge la atención…». ¿Cómo no leer entre líneas una clara
toma de posición en el recurrente debate sobre la celebración ad
orientem «vueltos hacia el Señor»? Apoyado en cuanto afirma la
Ordenación general del Misal Romano y el Ritual de la dedicación de
iglesias y altares, recuerda Francisco que celebramos «en torno a él»;
es decir, el centro de la celebración litúrgica es Cristo significado
en el altar, que por eso precisamente «es dedicado, ungido con el
crisma, incensado, besado, venerado». Quede claro.

3.5. Una liturgia «popular, no clerical»


El obispo de Roma identifica la liturgia como patrimonio de todo
el pueblo de Dios, ya que «la liturgia la vive el pueblo de la Iglesia
al completo. Por su naturaleza, la liturgia es popular, no clerical,
exigiendo una acción por el pueblo, pero también del pueblo».
Es la acción que Dios realiza a favor de su pueblo, pero también la
acción del pueblo que escucha a Dios y responde con la alabanza
y la oración. Como afirma Sacrosanctum Concilium 33, las plegarias
dirigidas a Dios por el ministro que preside la asamblea son dichas
en nombre de todos los presentes y de todo el pueblo santo.

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504 Lino Emilio Díez Valladares

El ámbito «popular» de la liturgia –prosigue el Papa– nos recuerda


que esta es inclusiva y no exclusiva, defensora de comunión con todos
sin homologar, ya que llama a cada uno, con su vocación y origina-
lidad, para contribuir a edificar el cuerpo de Cristo: «La Eucaristía
no es un sacramento “para mí”, es el sacramento de muchos que
forman un solo cuerpo, el santo pueblo fiel de Dios».
Este discurso del papa Francisco disipa cualquier pesimismo
sobre la reforma litúrgica y anima a proseguir con la renovación
emprendida, indicando la senda a seguir en el futuro: «Todavía
hay trabajo que hacer».

4. La liturgia es vida
No tiene sentido aferrarse a una falsa bandera de fidelidad a la
doctrina para retornar caducos modelos preconciliares ni caer en
divertimentos o shows fuera de lugar para aumentar a toda costa
la audiencia eclesial. El Evangelio se revela, cada vez más, como el
ancla en torno a la cual deben girar palabras, gestos, ornamentos,
y músicas para que la liturgia sea motor de vida, y permita acercar
al hombre de hoy al misterio.
Como afirmó el papa Francisco en el discurso citado:
La liturgia es vida, y no una idea para entender. Nos lleva, de hecho,
a vivir una experiencia iniciática, es decir, transformadora del modo
de pensar, de comportarse, y no a enriquecer la propia bolsa de ideas
sobre Dios.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Mi visión de la liturgia, hoy


Juan Javier Flores Arcas, osb
(Burgos–Roma)

Mi visión de la liturgia eclesial está situada en los dos polos de mi


vida: la de un profesor de la misma, en una universidad pontificia
y la de un monje benedictino, en su milenaria abadía.
Dos focos distintos: uno más teórico, otro (el monástico) más prác-
tico, pero en los dos puedo decir que estoy bien metido en la misma
liturgia: sea como vida que como experiencia y como enseñanza.
Dos focos importantes para conocer por donde va la misma liturgia
y hacia donde se encamina.
Refiriéndome al hoy –otoño de 2018– podría decir que se vive
en un momento que, sin ser ya problemático, no lo es tampoco
sintomático.
Hemos superado etapas peores.
Sí, ciertamente no hay un interés en potenciar la liturgia, tampoco
hay un desinterés por desbloquearla.
Una cultura a la vez postreligiosa y postsecular nos amenaza, pero
que a su vez puede presentarnos sorpresas.

Juan Javier Flores Arcas, monje benedictino, doctor en sagrada


liturgia. Miembro del Consejo de la revista Phase del Centre de
Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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506 Juan Javier Flores Arcas

La liturgia está ahí, sin más ni menos.


Si es verdad que existen aún «riquezas no descubiertas del todo»
en los libros litúrgicos renovados (Benedicto XVI, Sacramentum
caritatis, 3), estas riquezas nos exigen su redescubrimiento.
Sería este el primer punto: conocer, descubrir, desenterrar y exhu-
mar todo lo que hay escondido, desconocido, no valorado y, por
tanto, poco conocido.
Partimos por tanto de este supuesto que además es una realidad:
¿conocemos bien los nuevos ordines?; ¿hemos agotado las posi-
bilidades que nos dan las riquísimas introducciones a nuestros
libros litúrgicos?
Es necesario, es urgente, sin duda alguna, una formación litúrgica
adecuada en todos los niveles de la vida eclesial; que ayude a des-
cubrir la riqueza espiritual y teológica de la liturgia y que además
contribuya a crear una celebración cristianamente fructífera.
Y es necesario también un diálogo sincero y enriquecedor en el
marco de las «otras» teologías que nos lleve a una mesa redonda
donde compartir ciencia y arte.
Los desafíos con los que hoy se enfrenta la liturgia, su celebración,
su dignificación, son infinitos.
Ciertamente se debe seguir hablando de una liturgia semper refor-
manda pero esta tendrá siempre transparentar el misterio de Dios.
A su vez habrá que seguir adaptándose al hombre de hoy pues bien
sabemos que la liturgia es para el hombre y no el hombre para la
liturgia, como dijo claramente san Pablo VI.
Por una parte se nos presenta una gran nostalgia de lo sagrado,
ya superado, y ello tiene una reacción negativa ante el misterio de
la santidad de Dios.
Por otra el secularismo postmoderno non embarga y nos invade.
Sin complejos, lo afrontamos con las propuestas que no cambian
porque son eternas.
Ciertamente, la liturgia está ahí.
Con respeto para ella y con admiración para seguir con ella.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

La situación actual y futura


de la liturgia
Jaume Fontbona i Missé
(Barcelona)

Actualmente la liturgia ayuda a participar del misterio pascual,


degustándolo y viviéndolo, para ser testigos del mismo en nues-
tro mundo. Pero aún queda por mejorar la participación activa
y consciente, per ritus et preces (SC 48), del misterio pascual. Por
eso hay que seguir adecuando el lenguaje litúrgico a las distintas
culturas para que el pueblo santo de Dios pueda expresar en su
propia lengua las maravillas de Dios (cf. Lc 1,46-55; Hch 2,11). Los
actuales textos litúrgicos, especialmente las oraciones, utilizan
un lenguaje que conecta poco con la fe de nuestros pueblos. En
consecuencia, se deberían revisar a fondo para que expresen mejor
la fe del pueblo santo de Dios. Según el obispo de Roma san Juan
Pablo II: «La inculturación es la encarnación del Evangelio en las
culturas autóctonas y a la vez la introducción de estas culturas en
la vida de la Iglesia» (Slavorum apostoli 21). Y como dice el actual
obispo de Roma Francisco en su Carta apostólica en forma de Motu
proprio Magnum principium con la que se modifica el canon 838 del
Código de Derecho Canónico: «El fin de las traducciones de los textos
litúrgicos y de los textos bíblicos, para la liturgia de la palabra, es
anunciar a los fieles la palabra de salvación en obediencia a la fe y

Jaume Fontbona i Missé, presbítero, doctor en teología especiali-


zado en sacramentología. Ha sido director de la revista Phase
(2008-2017) y es miembro de su Consejo.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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508 Jaume Fontbona i Missé

expresar la oración de la Iglesia al Señor». Una tarea importante


por hacer desde las distintas Conferencias Episcopales es la que
indica el nuevo tercer párrafo de este canon:
Corresponde a las Conferencias Episcopales preparar fielmente las
versiones de los libros litúrgicos en las lenguas vernáculas, adapta-
das convenientemente dentro de los límites definidos, aprobarlas
y publicar los libros litúrgicos, para las regiones de su pertinencia,
después de la confirmación de la Sede Apostólica.
Por otro lado, convendría mejorar la expresividad de los signa visi-
bilia (cf. SC 7) para que la participación de los fieles sea fructífera.
En efecto, se trata de ayudar a ver a Dios en los signos visibles, a
encontrarse con él y dialogar con él a través de los mismos. Ritos y
plegarias que, actualizando el misterio evocado, envían a los fieles
participantes a transformar el mundo, para que sea más de acuerdo
con la ciudad santa de Dios, para que sea factible el banquete de
todos los pueblos en la comunión del Espíritu. Precisamente la
Eucaristía termina con una invitación a la acción transformadora
y evangelizadora: Ite missa est (cf. Sacramentum caritatis 51). En defi-
nitiva, la liturgia celebrada debe sostener a los fieles participantes
en una espiritualidad encarnada e invitarles a comprometerse en la
edificación de la Iglesia del lugar y a colaborar con otras personas
en la construcción del reino.
Otro elemento que actualmente se está potenciando y que debería
seguir promoviéndose más es la recepción de la Palabra. Acoger la
Palabra en la fe es entrar en comunión con Cristo, la misma Palabra
de Dios que comunica sacramentalmente su cuerpo y su sangre.
La narración juánica del gesto de los panes (Jn 6) confirma un dato
recibido de la tradición: la unidad entre Palabra y sacramento.
La comunión en la Palabra conduce a la comunión en el sacrificio
«espiritual» de Cristo; permite recibir en la fe vivida lo que es
comunicado por el pan y el cáliz «santificados».
Una gran aportación de la reforma conciliar es la concelebración
eucarística. Sin embargo, la concelebración sigue bajo el influjo del
cambio teológico que supuso considerar la plegaria eucarística como
marco de las palabras de la consagración. Por lo que debe insis-
tirse más en el acento que la reforma conciliar puso en la plegaria

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 509

eucarística en su totalidad, valorando especialmente anamnesis y


epíclesis como momentos fundamentales (ambas partes las dicen
todos los concelebrantes). Por consiguiente, no debería resaltarse
tanto las palabras consagratorias, pues existe una plegaria euca-
rística –la de Addai y Mari– aceptada como válida desde el año
2001 por la Iglesia católica romana que no las tiene. En el seno de
la Iglesia católica, junto a la teología escolástica medieval de la
sacramentalidad fundamentada en las palabras del Señor, subsiste
la antigua concepción de la sacramentalidad fundamentada en la
interpretación tipológica de la liturgia, que destaca la clara volun-
tad de celebrar la Eucaristía como obediencia al mandamiento del
Señor. Precisamente el problema de la concelebración eucarística
centrada en la recitación de las palabras de la consagración lleva
a plantearse la sincronización o simultaneidad de las mismas, así
como el participar o no como oficiante si no se pronuncian. Se
podría considerar si conviene que todos los sacerdotes participan-
tes pronuncien palabras o hagan gestos, pues pueden igualmente
participar (sin gestos ni palabras) en la Eucaristía presidida por
otro sacerdote y recibir la comunión. Ya la misma tradición eclesial
sabe que los sacerdotes celebran verdaderamente la Eucaristía
aunque no realicen en ella actos ministeriales ni pronuncien fór-
mulas sacramentales. Debería procurarse que los presbiterios de
las iglesias facilitasen que los sacerdotes concelebrantes no impidie-
ran la visión del único altar. Cuestión a repensar son las grandes
concelebraciones, aunque sean excepcionales y extraordinarias,
pues enturbian la unidad de la asamblea concelebrante e impiden
participar del pan partido y de la copa bendecida en la misma
celebración. En suma, debe seguir profundizándose en cómo se
lleva a cabo la concelebración de los sacerdotes presentes y así se
manifieste que hay un único sacerdocio, un único sacrificio y un
único pueblo de Dios.
Otro signo en el que debe avanzarse es en la comunión con la sangre
de Cristo (cf. IGMR 281). Un signo que pertenece a la misma natu-
raleza del sacramento. La asamblea participa significativamente de
la alianza de Dios con la humanidad y del banquete escatológico,
eventos que Jesús hace presentes en su Última Cena.

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510 Jaume Fontbona i Missé

Y termino con dos peligros a evitar. El primero, usar la liturgia como


proyectil intraeclesial, haciendo ideología de un estilo concreto de
celebrar (cf. Evangelii gaudium 92-97). Y el segundo, desvincular
la acción litúrgica de la acción solidaria y sanadora y de la acción
evangelizadora (cf. Evangelii gaudium 24).

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Una liturgia llamada a ser


cumbre y fuente
Luis García Gutiérrez
(León)

Transcurridos pocos años más de medio siglo desde que el Concilio


Vaticano II asentara los principios generales para actuar la reforma,
la reflexión sobre la vida litúrgica en la Iglesia se hace necesaria.
Para encuadrar la reflexión sobre la situación actual y los retos que
a esta se le presentan en el mañana, hay que partir de un hecho que
parece incontestable: la fortísima pérdida del sentido de fe y de
pertenencia a la Iglesia que se manifiesta en nuestra sociedad. Este
hecho contamina, si se me permite usar esta expresión, la vida de los
fieles que asisten a la celebración litúrgica cada día, cada domingo
o participan en algún sacramento o lo solicitan. De esta forma la
liturgia no es un punto de llegada («cumbre») de un proceso de
conversión y de fe ni tampoco se convierte en el lugar donde el fiel
alimenta su vida cristiana, en sus distintas facetas de oración, vida
espiritual, compromiso moral y comunitario («fuente»).
En efecto, quienes tenemos el encargo pastoral de cuidar comuni-
dades parroquiales percibimos con dolor como ni siquiera aquellos
que parecen más cercanos a la Iglesia son capaces de romper con
esa fuerza que les lleva por los criterios y los sentimientos del
alejamiento de Dios. Por el contrario, esta fuerte secularización

Luis García Gutiérrez, licenciado en estudios eclesiásticos y en


sagrada liturgia. Miembro del Consejo de la revista Phase del
Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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512 Luis García Gutiérrez

condiciona la forma como se vive y participa en la celebración


de los divinos misterios, de forma que muchos bautizados en la
infancia llegan a la liturgia sin unas mínimas herramientas y capa-
cidades para comprender lo que significa e implica la celebración,
ni mucho menos para que se produzca un verdadero encuentro
con Jesucristo resucitado.
El esfuerzo realizado en la reforma litúrgica no encuentra el pro-
porcional eco que debería en muchos de los cristianos: unos aban-
donan la práctica religiosa en la juventud, y el grupo mayoritario
en nuestras iglesias (de edad media y alta) asiste a las celebraciones
guiados por la rutina y animados por una pasividad clamorosa.
Dejando a un lado la misa diaria o dominical, podemos pasar
revista a la participación de los fieles en el resto de los sacramen-
tos; comprobaremos que tanto su petición como la participación
puede ser calificada de bajo nivel. En muchos casos consiste en
dar un barniz religioso a lo que los fieles consideran fundamental:
lo que sucede en el ámbito meramente humano. Podemos pensar
en la celebración del bautismo de niños o del matrimonio, donde
el sacerdote o diácono que preside parece encontrarse «fuera de
juego», porque los centros de interés de los asistentes están total-
mente al margen de lo que se celebra en el sacramento.
También se constata un significativo olvido de algunos sacra-
mentos como la unción de los enfermos y la penitencia: pudiera
parecer que los fieles no necesitan «curación» y que se puede vivir
sin sentir la necesidad de pedir perdón y de implorar la salud y el
consuelo de Dios. No muy lejos de estos hechos está el descuido
al que se está sometiendo a la confirmación, de modo que muchos
bautizados en la infancia dejan incompleta su iniciación cristiana
el resto de sus días.
Es cierto que esta visión puede parecer pesimista en un primer
momento, pero hay que matizarla con el testimonio ejemplar de
tantos y tantos cristianos que viven de forma ejemplar y participan
en la liturgia de una forma consciente, activa y fructuosa. Si se
han destacado los aspectos más grises es por aquel principio de
la caridad pastoral de «ir a buscar la oveja perdida», y para ello se
hace necesario detectar los valles oscuros por los que se ha perdido.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 513

Tras este análisis, no se puede caer, como en ocasiones se ha hecho,


en la cómoda acusación de una liturgia reformada, carente de mis-
terio, como la causante de estos males. Más bien todo lo contario;
para salir al paso de estas situaciones descritas se hace necesario
volver a considerar con toda su fuerza e intensidad los principios
de la teología litúrgica delineados por el Concilio Vaticano II y
consagrados en los libros litúrgicos actuales, y exponerlos con
claridad para que todos los fieles, sacerdotes y laicos, puedan
percibirlos.
El objetivo no puede ser distinto del que ha fijado el mismo Con-
cilio: que la liturgia sea la cumbre y la fuente de todo creyente, sea
cual sea su condición o consagración (SC 10).
Por esta razón el Concilio pidió con tanta insistencia la activa parti-
cipación de todos (sacerdotes, ministros y fieles), convirtiéndola en
uno de los grandes pilares que han guiado la reforma litúrgica. Así,
la participación verdadera posibilita el paso de una mera asistencia
(«extraños y mudos espectadores», dijo el Concilio) a un auténtico
acercamiento al misterio de Dios que «sucede» en la liturgia.
La activa participación implica una apertura del corazón a lo que
acontece ante nosotros cuando asistimos a la liturgia; la Iglesia
la ha pedido con tanta insistencia por la certeza de que es Dios
mismo quien actúa y sale al encuentro del creyente para llamarlo
nuevamente a la fe, para comunicarle la vida nueva de Cristo glo-
rioso e impulsarlo a la conversión y a la vida moral según Dios.
La participación activa supone, además de un básico presupuesto
de fe, la actitud y capacidad de escucha tanto en las palabras y el
silencio como en los signos y los ritos, salir del individualismo
de la vida cotidiana para caminar por el sentido comunitario que
imprime la celebración, y reconocer que en la liturgia el primero
y principal «actor» es Dios mismo.
Por esta razón se hace necesaria una continua formación en el
campo litúrgico. Tras el Concilio y con la sucesiva aparición de los
libros litúrgicos reformados, se hizo un ímprobo esfuerzo en dar al
pueblo cristiano las oportunas catequesis sobre las celebraciones
y sobre cómo participar adecuadamente en ellas.

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514 Luis García Gutiérrez

Sin embargo, a día de hoy urge una nueva catequesis sobre la cele-
bración litúrgica por dos razones: en primer lugar, porque muchas
nuevas generaciones no vivimos aquellos albores y quienes sí
recibieron aquella formación, ya no la recuerdan o no están; en
segundo lugar, porque el modo de esta catequesis ha de ser nuevo:
que no solo trate de explicar los ritos litúrgicos que se perciben
con los sentidos, sino que muestre lo que no se ve, que es lo más
importante; dicho con otras palabras: la mistagogía.
Ello librará de la apatía y la rutina que se percibe en muchas cele-
braciones; ojalá que nunca tengan que acusarnos a sacerdotes y
fieles de aquello que escribió el converso francés cuando observaba
la actitud de los fieles cuando salían de la Eucaristía dominical:
«Bajan del Calvario y vienen hablando del tiempo…».

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Liturgia: experiencia y temores


Concepción González, pddm

Unas palabras de san Juan Pablo II en la Exhortación apostólica


Vita consecrata fueron ciertamente guía segura en el camino de
renovación de la vida consagrada. Escribía el Papa: «El medio fun-
damental para alimentar eficazmente la comunión con el Señor –y
podemos añadir: y la comunión con los hermanos y hermanas– es,
sin duda, la sagrada liturgia, especialmente la celebración euca-
rística y la Liturgia de las Horas» (núm. 95).
La claridad de las afirmaciones de Vita consecrata (1996), junto con
la Instrucción correspondiente de la Congregación para los Ins-
titutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
Caminar desde Cristo (2002), ciertamente han ofrecido estabilidad
en el camino, pauta firme en la vida y en el cumplimiento de la
propia misión al servicio de los hermanos.
Hago una breve referencia al horario litúrgico de nuestra comu-
nidad.
Cada jornada inicia con la celebración comunitaria de laudes. A
través del salmo invitatorio llamamos a toda la creación, las cria-
turas animadas e inanimadas, a alabar y cantar al Señor por el don
de la vida, del nuevo día. En la celebración litúrgica, en efecto, en
nombre de la Iglesia y del mismo Cristo Jesús, nos sentimos «voz

Concepción González, licenciada en sagrada liturgia es religiosa


del instituto Pías Discípulas del Divino Maestro.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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516 Concepción González

de toda criatura» en la acción de gracias al Padre, por medio del


Hijo, en la unión y el amor del Espíritu Santo.
Por la tarde celebramos las vísperas. Y así, la oración de los salmos y
de las intercesiones, junto con la escucha de la Palabra, se convierte
en una escuela de las actitudes cristianas de adoración, acción de
gracias, petición de perdón e intercesión por las necesidades de
los hermanos. Estas condiciones ensanchan la mente y el corazón
con los horizontes de la vida personal y comunitaria, y sitúan
nuestra vida de cada día y la misma historia de la Iglesia y de la
humanidad, en los marcos y perspectivas mucho más amplios de
toda la historia de la salvación.
La celebración eucarística de los días entre semana se hace también
en la comunidad y se tiene en cuenta el horario adecuado según las
actividades apostólicas de las hermanas. Es el centro de la jornada,
de la vida. No falta una breve homilía; se cuida también el canto
y las varias formas de participación.
El domingo participamos en la misa dominical con todo el pueblo
de Dios en la parroquia, excepto el primer domingo del mes, que,
por una arraigada «tradición paulina», dedicamos de manera espe-
cial a Jesús divino Maestro. Tenemos la celebración eucarística en
casa, seguida de una intensa jornada de adoración y fraternidad.
El domingo, para nosotras, como para todos los bautizados, tiene
que ser la fiesta primordial, la Pascua semanal.
La misa dominical ilumina y orienta la vida, en particular la
semana.
Lo canta el himno de Laudes: «Es domingo: de su hoguera brilla
toda la semana y vence oscuras tinieblas en jornadas de esperanza».
En general, quizás sea la Palabra de Dios proclamada y escuchada
en la liturgia dominical, lo que más fácilmente se recuerda, y puede
ser luz y orientación a lo largo de la semana.
En efecto, por medio de su Palabra, Dios Padre y Jesucristo siguen
comunicando la Buena Noticia a su pueblo. Y a todos nosotros nos
corresponde escuchar, con la actitud del discípulo, tan subrayada
en las Escrituras: «Shemâ…».

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 517

Con la escucha fiel de la Palabra y comulgando el cuerpo y la sangre


del Señor, se refuerza también el sentido de pertenencia eclesial
y comunitaria, corrigiendo al mismo tiempo la tentación siempre
al acecho del individualismo.
Es, en efecto, lo que pide en particular la segunda epíclesis de la
plegaria eucarística II: «… para que, fortalecidos con el Cuerpo y
la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en
Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu».
Quien come el pan bajado del cielo, realiza el milagro de multipli-
car los panes entre los hambrientos de nuestra sociedad, porque
el que come el Pan eucarístico, aprende también a compartir el
pan material con los necesitados. Y, junto con el «pan material»,
también los varios «panes» de los que nuestros hermanos están
hambrientos y sedientos.
La Palabra de Dios proclamada y escuchada en la celebración
litúrgica es para toda la Iglesia un auténtico kairós.
Al participar con el pueblo de Dios en la misa dominical, me siento
interpelada de manera personal y eclesial a «escuchar» con corazón
abierto, no solo, sino también con el corazón ensanchado por los
horizontes apostólicos de entrega generosa a los hermanos, y por
los hermanos.
Recuerdo a este propósito una consigna de la primera hermana y
madre de nuestra Congregación, la venerable madre Escolástica
Rivata. A la luz de la palabra del profeta Amós que, en «la visión
contra los explotadores», dice: «Vienen días en que yo enviaré el
hambre a este país, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír
la Palabra del Señor. …andarán errantes, buscando la Palabra del
Señor y no la encontrarán» (Am 8,11-12). La madre Escolástica
escribía estas palabras a la joven Ignazia Bellagamba, destinada
desde la casa madre en el Piamonte italiano a los Estados Unidos:
«A nosotras nos toca partir la Palabra a esa gente hambrienta pre-
cisamente de Palabra de Dios…». Fue esta una consigna que me
impactó hace años, y que le fue escrita en el año 1932; la considero
válida y actual para entonces lo mismo que para hoy.
Desde el domingo 29 de julio hasta el día 26 de agosto, durante los 4
domingos de este verano, en la liturgia dominical hemos escuchado

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518 Concepción González

el capítulo sexto del evangelio de san Juan sobre el pan de vida; lo


han acompañado, mejor dicho precedido pasajes correspondien-
tes del Antiguo Testamento, del Pentateuco y de los profetas. Se
completa así el evangelio según san Marcos, el más breve entre los
sinópticos, el evangelio que justamente está llamado a acompañar
el camino de la Iglesia en este ciclo B del año litúrgico.
El «signo» de la multiplicación de los panes y la catequesis de
Jesús, el Maestro, que se presenta a sí mismo como el «pan vivo,
viviente, bajado del cielo», enviado por el Padre «para la vida del
mundo», para la vida de los que le escucharon con fe en la sinagoga
de Cafarnaúm, y para cuantos acogemos en el hodie su Palabra que
actúa, acontece hoy también para nuestra salvación.
Llegada a este punto, quiero intentar responder también a un
aspecto al que no hice referencia y que se pide casi como detalle
de estas breves aportaciones: algo que me preocupe actualmente
en la praxis litúrgica. No tengo conocimientos amplios y concretos
(del todo fidedignos) para escribir sobre la actualidad de la vida
litúrgica en general, o en la vida de nuestras Iglesias particulares,
por lo que casi no me atrevo a pronunciarme. Lo hago, apoyada
también en unas breves palabras recientes del prior de la comu-
nidad de Bose, Enzo Bianchi, junto con Goffredo Boselli, citadas
en el último número de la revista La vita in Cristo e nella Chiesa (p.
3): El autor afirma en la Introducción de un reciente libro suyo, Il
Vangelo celebrato: «Después del entusiasmo suscitado por la reno-
vación litúrgica conciliar, en estos años la liturgia parece haber
resbalado lentamente a los márgenes de los intereses principales
de la Iglesia. A veces se tiene la impresión de que la liturgia se
encuentre en el cono de sombra de cuestiones y debates eclesiales
considerados centrales, como la familia, la educación, los pobres
y más en general los temas morales y sociales…» (p. 5).
«No puede haber una Iglesia viva y una liturgia cansada (affaticata),
así como no puede haber una Iglesia en salida y una liturgia en
retirada. La Iglesia evangeliza como celebra…» (p. 10).
Esto no quiere decir que se haya olvidado la importancia de la
liturgia, ni tampoco el principio conciliar del Vaticano II: la liturgia
sigue siendo «la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y
al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10).

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

La liturgia
hacia la verdad desde la verdad
Jaume González Padrós
(Barcelona)

Es arriesgado y difícil intentar prever el futuro, a pesar de que el


diagnóstico se realiza siempre a través de los síntomas del presente;
no hay otra manera. El ejercicio es legítimo, aunque la posibilidad
de que, repentinamente o menos, se introduzcan nuevos elementos
que cambien el rumbo imaginado, siempre es posible.
A pesar de todas las dificultades inherentes al ejercicio actual,
intentar comprender hacia dónde camina la liturgia no parece algo
inadecuado, dado que esta es una realidad siempre en movi-
miento por su misma naturaleza, por su ser actio, y que no puede
contenerse en meras especulaciones teológicas o planificaciones
pastorales. Ella –la liturgia– se impone con su propia personali-
dad, a través de unos libros litúrgicos que, como partituras de una
noble composición, son leídos e interpretados en el contexto de
comunidades concretas.
Decimos «interpretados» en el sentido de quien recoge el arte
que alguien escribió en una partitura o en un guión y lo hace vida
propia. No con la pretensión de variar lo escrito, sino desde el más
fiel respeto al autor y al texto.

Jaume González Padrós, presbítero, doctor en teología sacramen-


taria y presidente de la Asociación Española de Profesores
de Liturgia (AEPL). Miembro de los Consejos de las revistas
Liturgia y Espiritualidad y Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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520 Jaume González Padrós

La liturgia –a nuestro modo de ver– camina al ritmo de la Iglesia


y, como no podría ser de otra manera, en el mismo sentido. Por
ello, hablar de la liturgia es hablar de la Iglesia.
Después de las «deformaciones hasta el límite de lo soportable»
(Benedicto XVI) que se dieron una vez finalizado el Vaticano II,
ahora ya podemos comprobar los resultados de una recepción de
los documentos conciliares en clave de ruptura. No lo que quiso el
Concilio (cf. SC 1) en vistas a un aumento de la vida cristiana entre
los fieles, sino la disminución de esta en el mundo occidental, por lo
menos. Curiosamente, el siglo xx, llamado en ocasiones «el siglo de
la liturgia», ha sido, también, por desgracia, el siglo de la deserción
de grandes cantidades de fieles de nuestras asambleas. ¿Tuvo la
reforma conciliar la culpa de ello? Pensamos sinceramente que no.
Pero está claro que una mala receptio de la reforma, en algunos luga-
res, fue un elemento decisivo en este proceso de descristianización.
Visto lo visto, ahora va tomando cuerpo una corriente de mayor
fidelidad a los textos sagrados, cosa que puede observarse en la
identidad de los candidatos al sacerdocio y en los jóvenes sacerdo-
tes. No se trata de un movimiento compacto y general, pero sí de
una tendencia. Son jóvenes que ya han «sufrido» en muchos casos
celebraciones alejadas de lo que quiso el Concilio en su reforma, y
ejercen por ello una sana crítica hacia este comportamiento, unida
a un interés real y vivo por comprender el sentido profundo de
cada rito y de cada oración de la Iglesia.
Otro factor determinante es la manera cómo hoy se vive la Igle-
sia. Nos referimos a la globalización de nuestro mundo, de la
facilidad para tener noticias de lugares lejanos, de comunidades
cristianas alejadas de nuestra cotidianidad, cultura y sensibilidad.
Los católicos, actualmente, están también «conectados a la red» y
viajan, y de todo ello sacan no poca información y formación para
su particular vida cristiana. Aquello, pues, que es lo «normal»
en nuestra comunidad puede ponerse hoy en crisis gracias a un
documento leído en internet, a una conferencia escuchada a través
de YouTube, o a un artículo recibido en el WhatsApp. Lo que dice
y hace el párroco ya no es lo único que configura nuestro criterio
cristiano, y lo mismo vale para lo que afirma o hace el obispo e,

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 521

incluso, el papa. La liturgia también participa de esta globalización,


quiera o no quiera.
Entre lo positivo de este fenómeno, queremos destacar la apro-
ximación de las liturgias orientales católicas al mundo de rito
romano. A través de todos los canales de comunicación, hoy no es
difícil contemplar una divina liturgia celebrada en Atenas, Moscú
o en cualquier otra sede. La belleza de los ritos impacta siempre a
los católicos romanos y, a menudo, pone en cuestión sus asambleas
excesivamente rígidas y faltas de expresividad orante. La cercanía
del oriente católico es un gran don para toda la Iglesia, pues ayuda
a quienes se han encasquillado en un estilo litúrgico minimalista,
a progresar en el sentido del misterio de la presencia de Dios.
En relación con lo dicho hasta ahora, pensamos que la liturgia,
vivida desde hace muchas décadas (incluso antes al Vaticano II),
como una realidad pastoral, ahora va descubriendo su estatuto y
personalidad teológica de primera magnitud. Ello no disminuye
en nada su «pastoralidad» sino todo lo contrario, la fundamenta
y solidifica, dado que, a través de una verdadera reflexión teoló-
gica, se descubre que, en la liturgia, la Iglesia expresa su ejercicio
pastoral de forma máxima. Para esto ha ayudado decididamente
el magisterio de san Juan Pablo II –abundante en materia litúrgica–
así como la aportación, bien conocida por los estudios propios,
incluso precedentes a su ministerio petrino, de Benedicto XVI.
Esta fundamentación teológica, a nuestro entender, pone las bases
sólidas para que la liturgia pueda ser vivida auténticamente como
«un hecho de orden espiritual» (cf. Vicesimus quintus annus, 14).
En efecto, la espiritualidad del cristiano tiene su fuente primaria
y necesaria en la participación en la sagrada liturgia, como afirmó
solemnemente el Concilio (cf. SC 14). Pero esta vida espiritual
exige ser comprendida con hondura, y es por ello que las razones
teológicas, bien arraigadas en la Sagrada Escritura, en los padres
de la Iglesia, en la tradición y en el magisterio, deben ponerse en
evidencia y al alcance de los católicos que pretenden una vida cris-
tiana en madurez. Ellos lo reclaman cada vez más, y los pastores
deben responder con competencia a estas legítimas exigencias, a
través de una mistagogía adecuada.

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522 Jaume González Padrós

Y, por último, queremos compartir una convicción: contrariamente


a lo que piensan algunos, el permiso que extendió a todos los bau-
tizados el papa Ratzinger para celebrar con los libros anteriores
al Vaticano II, con el Motu proprio Summorum pontificum (2007),
tendrá en el futuro su influencia. Siempre hemos pensado que, en
esta decisión, había mucho de «provocación» del Papa hacia la Igle-
sia, y, especialmente, en la persona de sus ministros. La incidencia
que esta «forma extraordinaria» del rito romano está teniendo entre
grupos eclesiales jóvenes, extendidos por la geografía mundial,
aunque sean minoritarios, llegará a representar, como decimos,
una influencia sobre el ars celebrandi para la «forma ordinaria» y
su vivencia espiritual.
En definitiva, la liturgia camina –a pesar de las vicisitudes no
siempre favorables de este mundo– hacia la verdad desde la
verdad. No puede ser de otra manera, y en este recorrido invita –e
invitará cada vez más durante este siglo xxi– a muchos de nuestros
conciudadanos a reconocer, con serenidad y humildad, donde
está el auténtico río del agua de la vida, que brota de la Pascua de
Cristo y desemboca en la eternidad, que es la radical vocación del
ser humano.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Retos de la liturgia en el siglo xxi


Ramiro González Cougil
(Orense)

Inspirándome en la Carta apostólica del papa san Juan Pablo II Spí-


ritus et Sponsa,1 publicada con motivo de los 40 años de la reforma
litúrgica del Concilio Vaticano II, quisiera comentar algunos de los
retos de la liturgia del siglo xxi.
Partamos de que es claro que el misterio que se proclama en la
predicación y en la catequesis, acogido en la fe y celebrado en la
liturgia debería modelar e inspirar toda la vida de los cristianos.
La celebración litúrgica bien participada es el mejor alimento
del espíritu cristiano (cf. SC 14). Por eso a la liturgia actual se le
plantean retos.
Vamos a señalar algunos:
1) El reto de la renovación y profundización en los contenidos recogidos
por los libros litúrgicos. La renovación es propia de las personas,
mira al corazón de los fieles y la comunidad, se ordena a lograr
personas «nuevas» (profetas, sacerdotes y reyes). Ha pasado

Ramiro González Cougil, presbítero, doctor en sagrada liturgia.


Miembro del Consejo de la revista Phase del Centre de Pastoral
Litúrgica.

1 Cf. A. Pardo, Documentación litúrgica. Nuevo enquiridion. De san Pío X


(1903) a Benedicto XVI , Burgos: Monte Carmelo 22008, 1389-1394.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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524 Ramiro González Cougil

el tiempo de las continuas reformas (ritos y textos). La profun-


dización en los contenidos teológicos, litúrgicos y espirituales
de los libros litúrgicos conduce a una oración más profunda
y eclesial. Así, desde la celebración del misterio, se puede
iluminar y santificar a toda la Iglesia y al cosmos.
2) A pastores y fieles nos interroga este reto: ¿Vivimos la liturgia como
«fuente y cumbre» de la vida eclesial en coherencia con las
normas de Sacrosanctum Concilium? Creo que nos falta mucho
para poder responder positivamente. Considerar y celebrar
la liturgia como el manantial de vida en Cristo y cúspide de
todos los acontecimientos y anhelos de la Iglesia. Vivir la litur-
gia como realidad espiritual y mística. Vivirla en fidelidad a
aspectos destacados por Sacrosanctum Concilium: como oración
festiva, eclesial, contemplativa, trinitaria y escatológica.
3) El valor de la Palabra de Dios proclamada en la celebración: Este ha
sido redescubierto por la reforma litúrgica. Este redescubri-
miento ¿encuentra eco destacado en nuestras celebraciones?
La Iglesia, los documentos de los papas y Conferencias de
Obispos han destacado el valor de la Palabra de Dios en las
celebraciones. Los leccionarios son libros ricos en Palabra y
preciosos. Pero esa Palabra mediante la homilía, la predica-
ción, la catequesis, la oración, etc., debe hacerse vida, debe
conformar la vida de las comunidades, hacerse oración eclesial
e individual. Es un reto muy exigente.
4) El reto de la relación liturgia y vida. Las comunidades y sus fieles
son interpeladas de este modo: ¿En qué medida la liturgia ha
entrado en la vida concreta de los fieles y marca el ritmo de
cada comunidad? Se trata de que cada uno de los fieles viva
la liturgia como elemento sustancial de su vida diaria (como
fuente de piedad, norma de conducta, expresión culminante
de oración), además que la liturgia sea como el reloj que acom-
pasa la vida de la comunidad cristiana.
5) Otro reto es el de la liturgia y la santidad. Se puede formular
conforme a este interrogante: ¿Se considera la liturgia como
camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 525

y del espíritu misionero eclesial? La liturgia es acción sagrada


por excelencia (cf. SC 7), por ello es preciso entenderla como
camino de santidad (del fiel y de la comunidad), como la
fuerza interior que alimenta el dinamismo del apóstol y del
espíritu misionero de la Iglesia. La Liturgia como itinerario de
santidad (por la oración, los sacramentos, la Eucaristía, el año
litúrgico y la Liturgia de las Horas) conduce naturalmente al
apostolado y a la misión eclesial (cf. SC 10).
6) El reto de la liturgia marcada por el silencio. En un mundo de
ruidos y estridencias continuas, es necesario el silencio. Se
requiere una audacia pedagógica para emprender una educación
específica en el silencio, dentro de las coordenadas propias de la
experiencia cristiana. El silencio es imprescindible para acer-
carse al misterio que hace presente la celebración litúrgica. El
silencio del individuo cristiano y de la comunidad facilitan
el encuentro con la persona del Cristo pascual. Sin el silencio
y el recogimiento es imposible toda escucha del Señor y par-
ticipación fructuosa.
7) El reto permanente de la educación (formación) en la liturgia. Es
necesaria para pastores y fieles (cf. SC 14-19). Supone cono-
cimientos, pero también actitudes y vivencias. Celebrando
bien se recibe la mejor catequesis. Es preciso dejarse penetrar
por los «ritos y preces», como elementos imprescindibles
para entrar, desde la fe, al misterio. La participación activa,
fructuosa y consciente es también fuente y cumbre de educa-
ción litúrgica (cf. SC 14,30-31). El conocimiento de lo peculiar
de cada ministerio (simple fiel, lector, acólito, cantor, etc.) y
la dimensión espiritual de su ejercicio educa en los diversos
sentidos. La formación se irá adquiriendo también mediante
la riqueza de los libros litúrgicos.
8) El reto de la pastoral del domingo. Ha de estar en el centro de
la vida litúrgica, dado que el domingo es una verdadera
síntesis de todo el vivir cristiano (cf. SC 106). Remite al día
de la resurrección del Señor, las apariciones del Resucitado,
al día de la creación y nueva creación, al «día octavo» y al
«día de los días». En torno a él, «Pascua semanal», se debería

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526 Ramiro González Cougil

estructurar la vida cristiana y pastoral de las comunidades.


No podemos perder la prioridad del «día del Señor». Hemos
de seguir trabajando y reflexionando en torno al problema de
las comunidades que no tienen la Eucaristía en domingo. El
domingo no debería quedar sin celebrarse de algún modo por
las comunidades cristianas. Es preciso mantenerlo aunque sea
con un acto devocional-piadoso.
9) El reto del cultivo del arte de la mistagogía. Las comunidades
cristianas y los individuos han de ser ayudados para entrar
en la profundidad del misterio que se actúa. La mistagogía
supone un conocimiento mayor de la sagrada Escritura y de la
tradición. Exige una exégesis tipológica en la que se una Anti-
guo Testamento (figura, preparación) y Nuevo Testamento
(realidad, realización) siendo Cristo la clave y el punto cul-
minante de la historia de la salvación. La mistagogía reclama
fe, apertura al misterio anunciado y actualizado ahora en la
celebración litúrgica. La mistagogía engendra una teología
que brota de la Sagrada Escritura.
Habría más retos, pero me parece que estos pueden mostrar un
poco el camino a recorrer y en qué aspectos centrar la tarea de la
liturgia para responder a los problemas e interrogantes que se nos
hacen en este siglo xxi.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Resaltar los
«altiora principia» de la liturgia
José Antonio Goñi Beásoain de Paulorena
(Pamplona)

Intentar dar respuesta a la pregunta «¿hacia dónde camina la litur-


gia?», nos lleva a formularnos otra pregunta, en parte semejante:
«¿hacia dónde debería caminar la liturgia?». Y para responder
cualquiera de las dos debemos tener claro qué es la liturgia.
Podríamos definir la liturgia como la relación celebrativa entre
Dios y la Iglesia, es decir, su pueblo de bautizados, por medio de
Jesucristo en el Espíritu para que las personas sean santificadas y
Dios sea glorificado.
Atendiendo al ser de la liturgia, descubrimos que no siempre en
la historia, la Iglesia ha conseguido que resplandezca su esencia.
Bien sabemos cómo los avatares de la historia llevaron a reducir
la liturgia a una parte solo externa y sensible del culto divino, a
un ceremonial decorativo, y también a un conjunto de leyes y de
preceptos que había que cumplir escrupulosamente en los ritos
litúrgicos, pero sin conocer ni vivir su fondo. Y, habiendo sido
sancionadas como inexactas ambas visiones de la liturgia por
Pío XII (cf. Mediator Dei 38), a lo largo del siglo xx se intentó que la
liturgia manifestara su esencia.

José Antonio Goñi de Paulorena, presbítero de la diócesis de Pam-


plona y de Tudela, doctor en sagrada liturgia y director de la
revista Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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528 José Antonio Goñi de Paulorena

Para ello, el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la


sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium, marcó los altiora principia
de la liturgia, esto es, «los principios directivos de la Constitución,
que sirvieron de base a la reforma [y] son fundamentales para
conducir a los fieles a una celebración activa de los misterios»
(Vicesimus quintus annus 5). Rastreando el documento conciliar
podríamos enumerar los siguientes: actualización del misterio pas-
cual de Cristo; dimensión trinitaria de la celebración (centralidad
del Padre, presencia de Cristo, acción del Espíritu Santo); impor-
tancia de la Palabra de Dios; epifanía de la Iglesia; experiencia
del misterio; celebración per ritus et preces; participación litúrgica;
expresión de la fe; dimensión escatológica. Se trata de unos prin-
cipios fundamentales que «es necesario mantener constantemente
presentes» (Vicesimus quintus annus 5).
Sin embargo, sin dejar de lado su importancia, es su ejecución, su
modo de mantenerlos constantemente presentes, el que puede
ofrecer dificultades.
Así, en estos años de la reforma litúrgica posconciliar hemos asis-
tido a celebraciones litúrgicas de lo más variadas, todas ellas con el
mismo deseo de hacer que la liturgia sea una relación celebrativa
expresiva entre Dios y su pueblo: conservadurismo, tradiciona-
lismo, recuperación de formas del pasado, iconoclastia, inven-
tiva, espontaneidad… El florecer de una pluralidad manifiesta
que todas ellas son incompletas e insuficientes, ya que si alguno
hubiera dado con la «piedra filosofal» de la liturgia, esta se habría
impuesto sin ningún tipo de resistencia. En cambio, cualquiera
de estos modos de expresión de la liturgia ha tenido y tiene sus
partidarios y sus opositores.
Para remediar esto, quizá el futuro de la liturgia pase por reconocer
la gran variedad de culturas, pensamientos, ideologías, vivencias,
expresiones de fe y llevar a la práctica una inculturación y adap-
tación más real a los diferentes pueblos y culturas, por una parte,
y, por otra, a los diferentes tipos de creyentes que encontramos en
un mismo lugar. Hace casi 25 años que la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sacó una Instruc-
ción sobre la liturgia romana y la inculturación titulada Varietates

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 529

legitimae y posteriormente fue incorporado un capítulo al respecto


en la Ordenación General del Misal Romano, con ocasión de su tercera
edición típica. Sin embargo, poca repercusión han tenido ambos.
Es difícil crear una liturgia que responda a las necesidades de los
hombres y mujeres del siglo xxi, quizá hay quien pueda pensar que
de esta manera podría haber tantas liturgias como personas. Pero
no es posible que unos mismos ritos, textos, estructuras puedan
servir para un creyente de Alemania, de Argentina, de Canadá,
de Mozambique, de la India, de Japón, de Nueva Zelanda… ni
tampoco para un niño, un joven, unos recién casados, hombres
y mujeres de mediana edad, una persona mayor… De modo que
quizá sea necesario marcar bien los altiora principia de la liturgia,
distinguir la «parte que es inmutable por ser la institución divina,
[…] de otras partes sujetas a cambio, que […] pueden y aún deben
variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no
responden bien a la naturaleza íntima de la misma liturgia o han
llegado a ser menos apropiados» (Sacrosanctum Concilium 21).
La liturgia debe caminar, por tanto, a ser una expresión viva y real
de la relación celebrativa entre Dios y la Iglesia, en la que los cre-
yentes se puedan sentir identificados y «no asistan a este misterio
de fe como extraños y mudos espectadores, sino que […] participen
conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada» (Sacro-
sanctum Concilium 48).

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Los retos de la liturgia


Jordi Latorre Castillo, sdb
(Barcelona)

El Concilio Vaticano II ha promovido una nueva edición de los


libros litúrgicos, fruto de la revisión que décadas antes comenzó a
hacerse entre los estudiosos y entre los círculos más cultivados del
mundo católico. Los rituales y leccionarios surgidos a partir de la
Constitución Sacrosanctum Concilium (1963) quieren mantenerse
entre la continuidad de los grandes ejes de la liturgia de la tradición
católica y la renovación de las formas celebrativas de la misma.
A pesar de los años transcurridos, muchos contemporáneos,
sacerdotes y fieles, aún entienden la liturgia como aquel conjunto
de normas que rigen el desarrollo de las celebraciones rituales y
que hay que conocer y a las que hay que acomodarse para celebrar
«convenientemente». Frente a este concepto, explícito o latente,
existen diversas actitudes, entre ellas, la de aquellos que se sienten
obligados a ceñirse con rigor a las normas contenidos en los libros
litúrgicos, o la de aquellos que, libres de toda norma prescrita,
retoman elementos rituales del pasado en aras a la recuperación
de un mayor pietismo celebrativo, o bien elaboran su propia ritua-

Jordi Latorre Castillo, presbítero salesiano, doctor en teología


bíblica. Miembro del Consejo de la revista Phase del Centre de
Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 531

lidad para adaptarse a los gustos y sensibilidades de la asamblea


celebrante.
Me parece que no se ha sabido educar adecuadamente al conjunto
de los pastores y de los fieles a comprender y vivir la liturgia como
una expresión celebrativa eclesial al amor de Dios que se nos ha
manifestado salvíficamente en el misterio pascual de nuestro
Señor Jesucristo. La liturgia no es vista todavía de forma suficiente
como la acción común de la asamblea eclesial que da gracias a
Dios por el Señor resucitado y por el don de su Espíritu Santo. Es
decir, no se ha sabido transmitir el aspecto vertical o trascendente
de la liturgia y nos hemos quedado, demasiadas veces, desde el
aspecto horizontal o inmanente de la misma. La liturgia debe ser
captada y vivida como la expresión de la trascendencia de la vida
cristiana cotidiana.
El hecho de que en grupos pequeños o medianos la disposición
de la asamblea rodee al altar; la reducción o incluso la ausencia
de vestidos litúrgicos; el uso de materiales ordinarios para el cáliz
y la patena; la simplificación de la liturgia de la palabra a una o
máximo dos lecturas; las homilías compartidas, así como la formu-
lación espontánea de las invocaciones de la oración de los fieles; la
simplificación de la plegaria eucarística, su sustitución por otros
textos menos teológicos y de lenguaje más ordinario, la importan-
cia y extensión del rito de la paz en algunas comunidades… no
son sino síntomas de un mismo dinamismo: la acentuación de la
línea horizontal o inmanente sobre la vertical o trascendente en la
celebración litúrgica actual. Todo ello responde, evidentemente, a
una línea más profunda: al inmanentismo con que se está reformu-
lando la fe cristiana, al menos en el ámbito occidental o secularista.
Preocupados por su dimensión inmanente, nos centramos ahora
más en la normativa ritual, bien para sacralizarla, bien para denos-
tarla y sustituirla por otros gestos o expresiones nuevas; y hemos
perdido el carácter sacramental y salvífico del gesto celebrativo y
de la asamblea litúrgica.
Uno de los elementos litúrgicos más criticado –al menos en el
ámbito cultural occidental– es el del lenguaje gestual, verbal, e

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532 Jordi Latorre Castillo

instrumental de la liturgia y sus textos. La liturgia utiliza objetos


y realiza gestos que no son los habituales de la sociedad occi-
dental actual; por otra parte el lenguaje eucológico y el bíblico
de la liturgia es, en gran parte, ajeno al lenguaje contemporáneo,
tanto en su contenido –conceptos referidos–, como también en su
forma –vocabulario y sintaxis–. Además, el uso del nuevo lenguaje
audiovisual y de los nuevos soportes –ordenadores, tablets, telé-
fonos móviles– resulta ambiguo: por una parte se introduce como
ayuda a la celebración en sustitución de lenguajes y soportes más
tradicionales –libros, por ejemplo–, y, por otra parte su uso puede
llegar a distorsionar el ritmo y el ambiente celebrativo tradicional.
De todo ello, surgen los retos que, a mi modo de ver, tiene planteada
la comunidad cristiana de hoy.
El reto de la experiencia trascendente de la fe cristiana. La novedad
cristiana no es el amor entre hermanos, sino la revelación de Dios en
el amor entre los hermanos. El Evangelio no se reduce a un código
ético o a un conjunto de valores humanistas, sino en el anuncio de la
irrupción del Reinado de Dios en la vida del creyente en Jesucristo.
La celebración litúrgica debe vivirse y manifestarse como el gesto
sacramental de esa irrupción en el misterio pascual de Jesucristo
que se prolonga en la Iglesia y en sus miembros.
El reto de la formación cristiana. Los pastores y las fuerzas vivas de
la Iglesia, entre los que sobresalen los religiosos, tienen la misión
de educar a la asamblea eclesial en los contenidos de la fe, pero
también en sus formas –gestos y palabras– expresivas. El lenguaje
que la Iglesia ha ido desarrollando a lo largo de la tradición no es
sino expresión de su fe; no se puede comunicar la fe sin compartir
también el lenguaje que la sustenta.
El reto del lenguaje creyente y litúrgico. Apenas apuntado hace un
momento. El lenguaje litúrgico quiere ser expresión de la sacra-
mentalidad trascendente de la fe cristiana en la vida ordinaria. El
lenguaje ordinario no sirve porque se queda siempre corto… pero
es el lenguaje que entiende el pueblo cristiano. El gran reto es el de
casar el lenguaje de la tradición con el lenguaje contemporáneo,
sin desvirtuar el primero, y sin alejarse del segundo.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 533

El reto de la participación activa de la asamblea. Es cierto que la


base de la participación activa es la participación cordial, hecha
con y desde el corazón: cuando el cristiano se siente expresado e
implicado en lo que dicen y cantan los actores de la celebración
–presidente, lectores, salmista, cantores, asamblea…–. Pero no es
menos cierto que a la participación interna le corresponde la par-
ticipación externa: la actuación de un mayor número de actores
litúrgicos, la disposición del espacio celebrativo y la situación en
él de la asamblea, la implicación de la asamblea en los cantos…
Dentro de este apartado cabe destacar la existencia y desarrollo
de los equipos de liturgia, un ámbito de excepción en la formación
cristiana y litúrgica y de participación activa en la vida comunitaria
y en la celebración litúrgica.
Un último reto es el de la conjunción entre racionalidad y emotividad.
Una crítica recurrente a la reforma litúrgica es que ha privilegiado
los elementos discursivos y racionales sobre otros más intuitivos
y emotivos. Como el sentido de trascendencia se halla revestido
de sentimiento y emoción, la liturgia no podrá expresar adecua-
damente la trascendencia de la acción salvífica de Dios en la vida
de la asamblea cristiana y de sus miembros si no incorpora una
adecuada dosis de emotividad. Sin caer en la sensiblería. La palabra
salvífica (logos–racionalidad) no puede ser ajena al corazón cre-
yente (pathos–emotividad) capaz de maravillarse por las magnalia
Dei que la vivencia de la fe va descubriendo en el día a día y en la
celebración litúrgica de la salvación cristiana.
En la medida que, en las próximas décadas, los pastores de las
comunidades, los expertos en liturgia, y los cristianos en general
vayamos dando respuesta a estos retos capitales de la liturgia, esta
podrá ser en realidad la acción del pueblo cristiano, como su mismo
nombre indica.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

La participación de los fieles


en la liturgia
Consol Muñoz Sanjuán, fmic
(Barcelona)

Podemos definir la liturgia como la celebración de la fe de la Iglesia.


En dicha celebración tienen cabida todos los creyentes y, por tanto,
los llamados fieles de la Iglesia reunidos en asamblea litúrgica.
La Constitución Sacrosanctum Concilium especifica que «las accio-
nes litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la
Iglesia, que es “sacramento de unidad”, es decir, pueblo santo
congregado….» (núm. 26).
Y la misma Constitución nos dice:
Para promover la participación activa, se fomentarán las aclamacio-
nes del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos
y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese,
además, a su debido tiempo, un silencio sagrado (núm. 30).
Es decir, todos los miembros de la asamblea litúrgica debemos
estar comprometidos en la acción celebrativa.
Participar en una celebración litúrgica, no es asistir a ella de forma
pasiva, de presencia solamente, sino que debe ser una participación

Consol Muñoz SanJuán, licenciada en sagrada liturgia. Es la supe-


riora general de las Franciscanas Misioneras de la Inmaculada
Concepción. Miembro del Consejo de la revista Liturgia y Espi-
ritualidad del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 535

activa que demuestre que estamos implicados en la celebración,


donde hay momentos de recogimiento, de silencio, pero también
de colaboración con respuestas, cantos y actitudes corporales.
Donde hay una asamblea verdaderamente participativa en la
celebración, se hace viva la acción litúrgica y ello lleva, también,
a manifestar la unidad de los participantes como pueblo de Dios.
Vamos a reflejar algunos aspectos que distinguen entre participar
e intervenir de los fieles en la celebración.
Las moniciones: Un fiel participante puede dirigir unas monicio-
nes, con el fin de ir preparando a la asamblea a la parte corres-
pondiente de la celebración, para que se disponga a entenderla
mejor. Por ejemplo, la Ordenación General del Misal Romano expli-
cita: «Terminado el saludo del pueblo, el sacerdote, o el diácono
o un ministro laico, puede introducir a los fieles en la misa del
día con brevísimas palabras» (núm. 50). Y en la Ordenación del
Leccionario de las Misa, en relación a las lecturas de la Palabra de
Dios, tenemos: «Antes de las lecturas, especialmente antes de la
primera, pueden hacerse unas breves y apropiadas moniciones.
Hay que atender con mucho cuidado al género literario de estas
moniciones. Deben ser sencillas, fieles al texto, breves, preparadas
minuciosamente y adaptadas al matiz propio del texto al que
deben introducir» (núm. 15).
Palabra de Dios: El número 29 de la misma Ordenación General del
Misal Romano, dice:
Cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo
habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra, anuncia el evan-
gelio. Por eso las lecturas de la Palabra de Dios, que proporcionan a la
liturgia un elemento de máxima importancia, deben ser escuchadas
por todos con veneración.
Pero para que las escuchemos con veneración se necesita que
dichas lecturas sean proclamadas convenientemente, por lectores
preparados para ello, de una manera clara e inteligible.
Salmo responsorial: El número 61 de la mencionada Ordenación
General del Misal Romano está dedicado al salmo responsorial y dice:

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536 Consol Muñoz Sanjuán,

Después de la primera lectura, sigue el salmo responsorial, que es


parte integral de la liturgia de la Palabra y en sí mismo tiene gran
importancia litúrgica y pastoral, ya que favorece la meditación de
la Palabra de Dios. Conviene que el salmo responsorial sea cantado,
al menos la respuesta que pertenece al pueblo. Así pues, el salmista
o el cantor del salmo, desde el ambón o en otro sitio apropiado,
proclama las estrofas del salmo, mientras que toda la asamblea
permanece sentada, escucha y, más aún, de ordinario participa por
medio de la respuesta.
El salmo responsorial es un elemento importante, de la parte corres-
pondiente a la proclamación de la Palabra de Dios (la mesa de la
Palabra), por tanto, si no se canta se necesita una respuesta factible
por parte de la asamblea, que debe responder a la proclamación de
dicho salmo. Tenemos experiencia de que, a veces, las respuestas
son largas y difíciles de retener en la memoria, y quien proclama
el salmo se ve obligado a decir también la respuesta, cosa que no
debería hacerse. Por tanto, una propuesta podría ser que quien
proclama el salmo hiciera que la asamblea respondiera, solamente,
a la primera parte de la respuesta cuando estas son largas, ya que,
muchas veces, se compone de dos frases que por sí, cada una de
ellas tiene su significado completo.
Comunión: La Instrucción Immensae caritatis de la Sagrada Congre-
gación para la Disciplina de los Sacramentos dice:
Los ordinarios de lugar tienen facultad para permitir a personas
idóneas elegidas individualmente como ministros extraordinarios,
en casos concretos o también por un período de tiempo determinado,
o en caso de necesidad de modo permanente [...]. Esto se permite
cuando: a) falten sacerdote, diácono o acólito; b) los mismos se hallen
impedidos para distribuir la sagrada comunión [...] por motivo de
su edad avanzada; c) el número de fieles que desean acercarse a la
sagrada comunión es tan grande, que se prolongaría demasiado la
duración de la misa [...] (1, I).
Es una buena ayuda para el sacerdote que, un participante en
la celebración, pueda ayudar a distribuir la sagrada comunión,
pero quien lo hace debe tener en cuenta que debe dar ejemplo a
los demás fieles, y, entre otras cosas, me fijaría, especialmente, en

phase 348 texto.indb 536 17/12/18 15:07:36


¿Hacia dónde camina la liturgia? 537

la manera de vestir de dichas personas, como un signo de respeto


a la Eucaristía y a los demás fieles.
Podemos concluir que la asamblea litúrgica no es una reunión de
espectadores, sino de actores. Pero también se ha de decir que a
los que participan en las distintas celebraciones, les gusta ver que
quien la preside, lo hace transmitiendo su auténtica vivencia de
lo que se está celebrando. Esto nos lleva a los fieles a sentirnos
motivados e impulsados, también, a participar y penetrar en la
vivencia piadosa de la celebración litúrgica.
Que la participación en las asambleas litúrgicas, sea demostración
de la fe de los fieles como pertenencia a la Iglesia, y signo de unidad
en nuestro caminar con el Señor.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

¿El futuro de la liturgia?


Alejandro Pérez Verdugo
(Málaga)

1. Punto de partida y de llegada


El futuro de la liturgia está indefectiblemente unido al futuro de
la Iglesia. Por ello, la pregunta sobre el futuro de una conduce a la
pregunta sobre el futuro de la otra y viceversa.
La pregunta que nos ocupa: «¿hacia dónde camina la liturgia?»,
debemos completarla y enmarcarla en un conjunto más amplio
de preguntas tales como: ¿cuál será el futuro de la Iglesia?, ¿cómo
percibirá el mundo a la Iglesia del tercer milenio?, ¿cómo conti-
nuará la aplicación de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano
II ya finalizada?, ¿qué calado y qué recorrido tendrá el espíritu y
el contenido del Concilio Vaticano II en los católicos de las próxi-
mas generaciones?, ¿cuáles serán las nuevas avanzadas de la
evangelización?, ¿Seremos los católicos una minoría en un mundo
multicultural, multiétnico, politeísta, multirreligioso, poliédrico,
descentrado, plurilingüístico, ambiguo, etc...?, ¿en qué sentido
progresará el diálogo ecuménico?, ¿qué papel jugará la iniciación
cristiana?, etc…

Alejandro Pérez Verdugo, presbítero, doctor en sagrada liturgia.


Miembro del Consejo de la revista Phase del Centre de Pastoral
Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 539

Si encontrásemos respuestas imposibles a estas preguntas esta-


ríamos en grado de responder a la cuestión sobre el futuro de
la liturgia. Pero el vértigo de tantos interrogantes de futuro, y
muchos más, nos devuelve a la pregunta sin respuesta: ¿hacia
dónde camina la liturgia?
Sin embargo, no es la primera vez, ni la única, que pretendemos vis-
lumbrar y reflexionar sobre el futuro de la liturgia. Ya el P. Nocent,
a las puertas del Concilio, nos deleitaba con su obra L’avenir de la
liturgie,1 cuyo contenido y las preocupaciones que planteaba, sal-
vando distancias, siguen vigentes hoy; quizá porque, en el fondo,
no ha pasado tanto tiempo.
Según lo que venimos diciendo, tampoco es extraño el título del
documento, más reciente, del episcopado francés, con motivo del
50 aniversario de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium:
Avenir de la liturgie, avenir de l’Église.2

2. Planteamiento: Teología eclesiológica y litúrgica


Pensar en la liturgia y su futuro va más allá de la realidad española
e incluso más allá de la liturgia romana; sin embargo, aun tratando
el tema desde nuestra «parcela» y evitando los reduccionismos,
hay aspectos comunes y generales que permiten tratar la cuestión
desde un punto de vista genérico y universal.
El planteamiento teológico del que partimos para encontrar una
respuesta lo más coherente posible a la pregunta que nos con-
cierne, se basa en la comprensión, ya mencionada, de que liturgia
e Iglesia es un binomio inseparable. Ambas partes del binomio se
alimentan mutuamente, de forma que no descubrimos nada nuevo
si tomamos como premisa la afirmación según la cual la Eucaris-
tía hace a la Iglesia y la Iglesia hace a la Eucaristía. La Eucaristía,
siempre hemos de tenerlo presente, es, sobre todo, la liturgia que

1 Cf. A. Nocent, El porvenir de la liturgia, Barcelona: Estela 1963.


2 Cf. Conférence des Évêques de France, Avenir de la liturgie, avenir de
l’Église, Paris: Du Cerf 2013.

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540 Alejandro Pérez Verdugo

construye el cuerpo de la Iglesia.3 En el futuro, como en los oríge-


nes, sin iniciación cristiana, cuyo culmen es la Eucaristía, no hay
Iglesia, es decir, la Iglesia se extingue sin la Iniciación Cristiana;
obviamente, ¿qué hacemos sin cristianos? Pero es que sin Iglesia
tampoco hay iniciación cristiana: ¿Cómo llegar al «culmen» (SC
10) de la iniciación cristiana, si no hay Iglesia que evangelice?
La vuelta a lo esencial en la vida de la Iglesia conlleva el retorno al
origen, al nacimiento, al venero del agua bautismal y del alimento
dominical; es decir, el regreso de la Iglesia a su destino santifica-
dor, como «culmen et fons» (SC 10) de su existencia: el culto a Dios.
Parafraseando la canción, el futuro sí que no podremos caminarlo
con hambre bajo el sol.

3. Consecuencias
Parece necesario que el sacerdocio ministerial (tanto presbíteros
como obispos) se reencuentre con su «función» santificadora y con
la consecuente acción litúrgica para estar centrado en lo esencial;
mientras esto no se produce se continuará haciendo depender
el magisterio, la evangelización y su acción socio-caritativa, del
propio esfuerzo y no de su fuente y de quien dimana toda gracia.
Objetivamente es la gracia la que alimenta y vivifica la vida de la
Iglesia y esto es esencial. Y esto se celebra, vive, actúa, recibe…,
en la liturgia. Volveremos después a esta idea.

4. Antiguos y nuevos retos


En otro tiempo se produjo la denominada «clericalización» de la
liturgia y el vacío que dejaba una liturgia incomprensible para el
pueblo (también para el clero en muchas ocasiones) fue ocupado
por las devociones. Ambas, liturgia y devociones, fueron dege-
nerando en una suerte de extrañas prácticas o/y abusos, como el

3 Cf. P. Tena, La palabra «ekklesía», Barcelona: Centro de Pastoral Litúrgica


2014, 231-248.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 541

propio Nocent indica.4 Hoy, debido, en muchas ocasiones, a otras


incomprensiones e indiferencias por parte de todos, así como a un
horizontalismo y sentimentalismo celebrativos, corremos el peli-
gro de que el vacío que no ocupe una sana y verdadera celebración
litúrgica, lo ocupará, ya está ocurriendo, los neodevocionalismos.
La «sana» celebración, sin gérmenes ni virus extraños a la litur-
gia, no solo depende de una estética más o menos lograda, sino
de la recuperación de un ars celebrandi que vuelve una y otra vez
a los principios conciliares, volcados en los libros litúrgicos y sus
prenotanda, emanados de la reforma litúrgica. Volver a las líneas
fuerza, al estilo, al espíritu y a los principios de la Constitución de
liturgia, se hace, hoy más que nunca, necesario como «antídoto»
para las celebraciones que, a veces, languidecen por la enferme-
dad de la rutina, la indiferencia, la ignorancia, etc… Sí, somos
«constitucionalistas» y no creo que sea un pecado volver a los tan
llevados y traídos altiora principia, en un mundo donde lo clásico
es el reto y el sentido común resulta ser lo más revolucionario…
como el Concilio.
Destacamos el concepto participatio y la importancia de redescubrir
el verdadero valor y la hondura litúrgica del verbo «participar».
Quizá se ha pasado de asistir pasivamente a querer hacerlo todo
en la celebración. La aclaración y profundización en el concepto de
participación podría ayudar a equilibrar estas y otras cuestiones.
En este sentido, una clave fundamental será la catequesis litúr-
gica en las parroquias y demás comunidades. Observamos que
el laicado «tiene hambre» de una formación litúrgica competente
y adecuada. Este filón y este deseo no pueden caer en saco roto
porque la liturgia hay que conocerla para celebrarla, hay que cele-
brarla para amarla y hay que amarla para vivirla.

4 Nocent, El porvenir de la liturgia, 14. Entre otras prácticas que el autor


relata simpáticamente, destacamos esta: «¡No hace mucho tiempo aún que
una comunidad compuesta por religiosos graves y sabios, se desplazaba en
procesión, y, al acercarse a la estatua de un santo con barba floreciente, cantaba
sin inmutarse: “Santa María…”!».

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542 Alejandro Pérez Verdugo

Por ello, y en la línea del punto de partida, se hace necesario recu-


perar el sentido y el valor de la comunidad celebrante, frente al
individualismo. Hoy un joven, o ya también un adulto, puede no
«aguantar» la Eucaristía de media hora y, sin embargo, permane-
cer dos horas en una exposición del Santísimo. Recuperar el valor
objetivo del sacramento y su configuración eclesial conlleva la
superación de «lo mío» y del sentimentalismo para trascender y
mirar lo de todos; quizá habría que releer al maestro Guardini y
su Espíritu de la liturgia.
En la misma línea que anteriormente nos referíamos al ministerio
ordenado, es muy importante que, también, las parroquias y demás
asociaciones, comunidades y movimientos, sean conscientes de
que su acción primordial es la litúrgica, a partir de la cual todo
cobra sentido. La pastoral litúrgica ha de educar en este sentido;
quizá, para ello, la liturgia no debería ocupar en los organigramas
diocesanos, el lugar que, por lo general, se le asigna.
Continuando con los principios expuestos, se podría ir estrenando
ya, en la mayoría de los casos, la Instrucción de la Sagrada Con-
gregación para la Educación Católica de 1979 sobre la formación
litúrgica en los seminarios: In ecclesiasticam futurorum. Entre otras
cosas, plantea que la liturgia no es el corolario final de la formación
del seminarista sino que se instruya al sujeto, en la liturgia, desde
que ingresa. Se evitarían muchas confusiones, invenciones extra-
vagantes, regresiones al pasado; se aclararían muchos conceptos y,
sobre todo, se ayudaría a conocer la liturgia del Concilio Vaticano
II en la que van a ser ordenados los candidatos del siglo xxi. Primar
lo académico en la formación del seminarista desproveyendo a
la liturgia de su valor teológico,5 actualmente no responde ni a la
Pastores dabo vobis, ni a la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis,
ni al futuro, etc…
El tiempo y el espacio sagrados es un reto: el tiempo, porque se
atropella y se pierde, y el espacio, porque se ha desacralizado
en la mayoría de los casos. Podríamos aportar muchos motivos,

5 Cf. J. López Martín, En el espíritu y la verdad 1, Salamanca: Secretariado


Trinitario 21993, 327-332.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 543

pero quizá ayudaría a su recuperación la catequesis litúrgica, la


renovación del canto (sobre esto habría que añadir algunas cosas
más), la incorporación de la liturgia de las horas, el uso adecuado
de las nuevas tecnologías, la supresión de los «efectos especiales»,
etc… pero, sobre todo, la recuperación de la dimensión mística de
la fe y de la celebración litúrgica. Vamos a encontrarnos con Dios,
no con uno más. Sí, con Dios.
Esto nos conduce, como decíamos, a una clave fundamental: la
gracia, que hoy es percibida como algo extraño de lo que hablan
algunos. No se busca, se desconoce, quizá, porque el horizonta-
lismo litúrgico provoque que es más importante lo nuestro que
lo suyo, lo de Dios. Del doble movimiento ascendente y descen-
dente de la liturgia, a través del cual Dios santifica al hombre y el
hombre da culto a Dios, el que hoy día se ha quedado descolgado
de nuestras conciencias católicas, con todo lo que esto supone, es
el movimiento según el cual en la liturgia Dios santifica al hombre.
Finalmente, como consecuencia de lo anterior, llegamos a otra
clave, en este caso esencial, que además nos plantea un reto deci-
sivo: el reto de la fe. Este es el quid de esta y de todas las cuestiones.
Desde el punto de vista teológico-litúrgico este problema nos
remite, entre otros temas, a la iniciación cristiana, a la revisión de
los precatecumenados y catecumenados, por un lado, y, por otro,
a una revisión profunda de las llamadas «primeras» comuniones
para recuperar su pleno sentido de celebraciones litúrgicas.
Pero yendo un poco más allá, el problema de la fe no consiste en
estrategias para conseguir que nuestro mundo crea, sino en una
evangelización que despierte, al menos, el interés y la pregunta
sobre la fe.6 Es un paso previo; porque el problema de la fe en
nuestro mundo perdido y descentrado, es que este no se plantea
la pregunta sobre Dios. Hemos pasado catorce siglos con Dios
en el centro del universo, otros últimos seis siglos colocando al
hombre en el centro de todo, una vez desalojado Dios, y, ahora,
el hombre vaga descentrado porque ha descubierto una tierra

6 Cf. A. Pérez Verdugo, Rudimenta fidei. La celebración litúrgica del inicio de


la fe, Città del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana 2013, 562.

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544 Alejandro Pérez Verdugo

diminuta y perdida en una galaxia y ni sabe encontrar a Dios, ni


se haya a sí mismo en medio de la inmensidad. Dios y el hombre
han sido desplazados y el centro está vacío porque, dicen algunos,
que no hay centro.
Para celebrar la liturgia o participar en ella, es imprescindible, más
allá del cáliz, el pan y el vino, el agua o el óleo, etc…, la fe, de la cual
la liturgia es expresión;7 la fe del laico, sí, y del ministro, también.
El problema de la fe en nuestro mundo indiferente indica que no se
pueden dar las cosas «por supuestas» o «sabidas»… Es necesaria
la vuelta a los rudimentos de la fe y a un estado precatecumenal
previo, o acompañado, para poder abrir la porta fidei y, así, las
puertas litúrgicas de la Iglesia.8

5. Conclusiones y esperanza de futuro.


Mirando al futuro no podemos olvidar las proféticas y bellas pala-
bras que ya pronunciara Jungmann al finalizar su conferencia en
el Congreso de Asís (1956): «La niebla comienza a desvanecerse.
Despunta un día luminoso. La Iglesia reúne nuevas fuerzas. Se
dirige valientemente a los nuevos tiempos – como el pueblo de
Dios orante».9 Había futuro para la liturgia y el día del Concilio
despuntó, pero desde aquel «día», aun con los avances, en estos
pocos años posconciliares, ni siquiera hemos llegado todavía
(2018) a la hora de sexta. Mucho está casi por estrenar, si tenemos
en cuenta los 400 años anteriores. El camino de las aplicaciones
litúrgicas es lento y humilde.
Celebraciones estéticamente impecables (tampoco son todas) pero
farisaicamente vacías por la incapacidad transformadora del lugar
donde se celebra, provoca la pregunta sobre el binomio liturgia
y caridad. El gusto por lo estético no significa una celebración
desencarnada sin repercusión en el lugar donde se encuentra una

7 Cf. López Martín, En el espíritu y la verdad 1, 316-345.


8 Cf. Pérez Verdugo, Rudimenta fidei. La celebración litúrgica del inicio de la fe.
9 J. Jungmann, «La pastorale come chiave della storia della liturgia», in
Entità liturgica ed attualità pastorali, Roma 1952, 574.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 545

determinada comunidad; esto no diría gran cosa; parafraseando


al P. Nocent, no somos el guardián de un museo.10 Por tanto, las
celebraciones necesitarán la «carne», según el propio principio
teológico, que conlleva el testimonio de la vida, en tantos casos,
testimonio martirial de la fe. La liturgia es bella por sus piedras
«vivas».11
Es posible que la aplicación de la reforma nos vaya abriendo ahora
al magnífico paisaje de la espiritualidad litúrgica. La liturgia como
fuente de espiritualidad común a partir de la cual se encuadran
y cobran sentido todas las demás espiritualidades particulares.
Poco a poco seremos más conscientes de que los cristianos somos
invitados con la liturgia reformada, sin rechazo a lo particular, a
vivir en comunión, dando culto a Dios «en espíritu y en verdad»,
es decir, a vivir litúrgicamente.
Atraigamos el futuro mediante la labor callada y diaria que man-
tiene activa la esperanza en una liturgia cada vez más eclesial, más
bella, más viva…
Finalmente, la liturgia será lo que sea la Iglesia y la Iglesia será
lo que su esposo decida. Por ello la pregunta continúa siendo
reversible: según sean los caminos de la Iglesia así serán los de la
liturgia del futuro. Eso sí, el mandato del Señor, en cualquier caso,
impedirá elegir otro camino que no sea el de la evangelización: «Id
por todo el mundo y anunciad el evangelio a toda la creación. El
que crea y sea bautizado…» (Mc 16,15s; cf. Mt 28,19).
La liturgia camina y celebra el memorial de la Pascua mientras,
convencida, espera la venida gloriosa del Esposo. La liturgia y la
Iglesia están en manos de Dios. Yo lo creo.

10 Cf. Nocent, El porvenir de la liturgia, 11.


11 Cf. Tena, La palabra «ekklesía», 243.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Crecimiento de la vida cristiana


en todos los cristianos
Salvador Pié-Ninot
(Barcelona)

El Concilio Vaticano II puso un énfasis particular en la participación


activa, plena y fructuosa –expresión repetida veinte veces– de todo
el pueblo de Dios en la celebración litúrgica. Ahora bien, la cuestión
fundamental es cómo la liturgia cristiana puede «generar la fe», es
decir, puede seguir siendo «fuente» de acción eclesial y de espiri-
tualidad personal en nuestro mundo, especialmente en las nuevas
generaciones. De hecho, ese era el objetivo de la reforma litúrgica
posconciliar, que no podemos ni ignorar ni menospreciar, y por
eso nos preguntamos hoy. He aquí dos puntos de este camino.1

1. Una prioridad: el «ars celebrandi»


Esta prioridad se centra en recuperar el ars celebrandi, es decir:
El arte de celebrar rectamente, y la participación plena, activa y fruc-
tuosa de todos los fieles. Efectivamente, el primer modo con el que
se favorece la participación del pueblo de Dios en el rito sagrado es

Salvador Pié-Ninot, presbítero, doctor en teología especializado


en eclesiología. Miembro del Consejo de la revista Phase del
Centre de Pastoral Litúrgica.

1 Pueden verse de modo similar nuestras «Perspectivas de futuro», Phase


48 (2008) 261-267.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 547

la adecuada celebración del rito mismo. El ars celebrandi es la mejor


premisa para la actuosa participatio. El ars celebrandi proviene de la
obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues es pre-
cisamente este modo de celebrar lo que asegura desde hace dos mil
años la vida de fe de todos los creyentes, los cuales están llamados
a vivir la celebración como pueblo de Dios, sacerdocio real, nación
santa (cf. 1Pe 2,4-5.9) (Sacramentum caritatis 38).
Pero se precisa que:
Si bien es cierto que todo el pueblo de Dios participa en la liturgia
eucarística, en el correcto ars celebrandi desempeñan un papel
imprescindible los que han recibido el sacramento del orden.
Obispos, sacerdotes y diáconos, cada uno según su propio grado,
han de considerar la celebración como su deber principal (Sacra-
mentum caritatis 39).
De modo que:
El ars celebrandi ha de favorecer el sentido de lo sagrado y el uso de
las formas exteriores que educan para ello, como, por ejemplo, la
armonía del rito, los ornamentos litúrgicos, la decoración y el lugar
sagrado. Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los
responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer
los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando
las grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de
la Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesia-
les se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a
menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas
que custodian y expresan la fe, así como el camino del pueblo de
Dios a lo largo de dos milenios de historia. Para una adecuada ars
celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de
lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios,
movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En
efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de
comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los
gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los
tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de
añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estruc-
tura propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento
del carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del
ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable (Sacra-
mentum caritatis 40).

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548 Salvador Pié-Ninot

Se trata de un «arte», no de un oficio, ¡de modo que con maestría


se consigue que sea expresivo y comunicativo!

2. Una urgencia: la catequesis mistagógica


En segundo lugar, aparece una renovada urgencia: «la catequesis
mistagógica». La gran tradición litúrgica de la Iglesia nos enseña
que para conseguir una participación fructuosa es necesario esfor-
zarse en corresponder personalmente al misterio que se celebra
ofreciendo a Dios la propia vida unidos al misterio pascual de
Jesucristo para la salvación del mundo. De ahí la importancia de
tener una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los
gestos y las palabras. Por ello, hay que promover una formación
que disponga la vivencia personal de lo que se celebra en la línea
de lo que los padres de la Iglesia calificaban como «catequesis
mistagógica», es decir, contemplación meditativa y sabia de los
misterios celebrados. En efecto, la liturgia por sí misma tiene una
eficacia propia para introducir en el conocimiento y en la viven-
cia del misterio celebrado. Por eso, el itinerario formativo del
cristiano en la tradición más antigua de la Iglesia, sin descuidar la
comprensión sistemática de los contenidos de la fe, tuvo siempre
un carácter de experiencia en la que era determinante el encuentro
vivo y persuasivo con Cristo celebrado. Dicho encuentro, profun-
dizado en la catequesis tiene su fuente y culmen en la celebración
litúrgica, especialmente en la Eucaristía. En efecto, la estructura
fundamental de la experiencia cristiana nace de la exigencia de
un itinerario mistagógico, en el que se han de tener presente tres
elementos (cf. Sacramentum caritatis 64).
a) En primer lugar, la catequesis mistagógica ofrece la inter-
pretación de los ritos a la luz de los acontecimientos salvíficos. De
hecho, desde los inicios, la comunidad cristiana ha leído los
acontecimientos de la vida de Jesús, y en particular el misterio
pascual, en relación con todo el itinerario veterotestamentario;
de ahí la importancia de esta perspectiva de la historia de la
salvación dentro del marco del año litúrgico.
b) En segundo lugar, la catequesis mistagógica debe introducir en
el significado de los signos contenidos en los ritos. Tarea particular-

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 549

mente urgente en una época como la actual, tan imbuida de


tecnología, en la que se corre el riesgo de perder la capacidad
perceptiva de los signos y símbolos. Más que informar, la
catequesis mistagógica debe despertar y educar la sensibilidad
ante los signos y gestos que, unidos a la palabra, constituyen
el rito, así como los cantos, el silencio, los movimientos, los
lugares… En este contexto urge una educación «antropoló-
gica» de los símbolos y ritos, y su uso continuado en el mundo
religioso.
c) En tercer lugar, la catequesis mistagógica ha de enseñar el
significado de los ritos en relación con la vida cristiana en todas sus
dimensiones: familia, trabajo, ocio, responsabilidades cívicas,
sociales y políticas... Ya que la finalidad de la mistagogía es
tomar conciencia de que la propia vida se transforma pro-
gresivamente por los misterios que se celebran. Teniendo
presente entonces que toda la educación cristiana tiene como
objetivo formar «el hombre nuevo», con una fe adulta, que lo
haga capaz de testimoniar en su propio ambiente la esperanza
cristiana que lo anima. En este sentido es clave recordar el texto
cristológico-antropológico central de Gaudium et spes 22, que
une estas dos perspectivas así: «en realidad el misterio del
hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado».
Hay, pues, una «catequesis mistagógica» de la liturgia, no solo
información y más información, sino ¡un camino que suscite
la contemplación y meditación del misterio que se celebra!
Así pues, para concluir, tal como la renovación de la liturgia fue
calificada por el Concilio Vaticano II como el «paso del Espíritu en
la Iglesia» (Sacrosanctum Concilium 43), así también la dinamiza-
ción de la pastoral litúrgica actual debería posibilitar la finalidad
anunciada por el mismo Concilio, es decir, «un crecimiento de la
vida cristiana en todos los cristianos» (Sacrosanctum Concilium 1).

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Dar gloria a Dios


y santificar a los fieles
Jordi-Agustí Piqué i Collado, osb
(Montserrat-Roma)

Como presidente del Pontificio Istituto Liturgico de Roma, cons-


tantemente me enfrento a la pregunta que encabeza este fascículo
de Phase. Como monje, cada día, me veo sumergido en la realidad
rica y variada de la fuente inagotable de gracia que es la liturgia de
la Iglesia. Y finalmente, como hombre contemporáneo que quiere
combinar su ser cristiano con una realidad cultural cambiante,
me tengo que preguntar, cada día, por los retos innumerables
que desde el lenguaje y las formas atenazan la vida litúrgica de
cualquier comunidad.
Desde estas tres perspectivas pienso formular mi aportación a
este debate, pero dejando claro, ya desde el inicio, que la liturgia
nunca puede ser pensada sin tener en cuenta su última finalidad:
dar gloria a Dios y santificar a los fieles (cf. Sacrosanctum Concilium
7 y 10).
Así pues, el presente de la liturgia, visto como presidente del
Pontificio Istituo Liturgico de Roma donde se forma a los futuros
liturgistas y se acoge a estudiosos de todo el mundo para desa-

Jordi-Agustí Piqué i Collado, monje benedictino, doctor en teolo-


gía dogmática. Es el decano-presidente del Pontificio Istituto
Liturgico (PIL) de Roma. Miembro del Consejo de la revista
Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 551

rrollar un trabajo encomendado por san Juan XXIII en el ya lejano


1961, veo la liturgia como el centro del estudio y la investigación
que hunde sus raíces en las fuentes litúrgicas y las traduce herme-
néuticamente en categorías contemporáneas de lenguaje, cultura,
formas y humanidad. La intuición que Cipriano Vagaggini en su
programático Liturgia e pensiero teologico recente formulaba el 9 de
diciembre de 1961 durante la inauguración de nuestro Instituto,
continúan hoy siendo válidas y respaldadas por las enseñanzas
conciliares y posconciliares. Pero la misma realidad ha llevado a
una meta-realidad que hace necesaria, hoy como nunca, una actua-
lización y una adaptación al momento contemporáneo. Esto con-
trasta con la atracción, especialmente de las nuevas generaciones,
hacia modelos formales más tradicionales. No hay oposición entre
los dos movimientos. Son los signos de nuestro tiempo. Y como
tales la liturgia y su estudio tiene que contemplarlos. Así pues, creo
fundamental, desde el punto de visto académico una fidelidad al
estudio de las fuentes pero con amplia apertura teológica; creo
vital ser fieles a la metodología del Pontificio Instituo Liturgico, pero
en diálogo constante con la investigación actual, especialmente
en diálogo con la universidad civil y las ciencias humanas; final-
mente creo obligatorio amalgamar voces de estéticas distintas y
de realidades «aculturadas» pluriformes, para poder atender a
los retos meta-filosóficos y meta-lingüísticos de nuestra cultura.
Como monje benedictino que vive y ora la liturgia de la Iglesia, que
vive su realidad entre un santuario mariano como es Montserrat y
una abadía internacional como es san Anselmo (Roma), los retos
y perspectivas son más que variados. Por una parte la vivencia
interna de la liturgia como espiritualidad y carisma religioso con-
tinúa atrayendo a jóvenes a vivir una vida dedicada a Dios. Esta
realidad, me pregunto a veces, si todavía continúa estando viva
en nuestras parroquias. La vivencia de una religiosidad marcada
por la liturgia parece haber mermado en muchas de nuestras áreas
culturales. Esta realidad, desde una perspectiva internacional
como la de san Anselmo, se ve que no es univoca: la identidad
litúrgica hace fuertes a los cristianos sumergidos en sociedades
no-cristianas y mucho más a los que sufren persecución. Por ello
me pregunto constantemente ¿cómo nuestra vida parroquial –e

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552 Jordi-Agustí Piqué i Collado

incluso comunitaria de ciertas ordenes y congregaciones– puede


ser y subsistir sin este sello litúrgico? Por ello creo firmemente en
la necesidad urgente de volver a las catequesis litúrgicas. Algunos
movimientos se han apropiado de ello. Catequesis preparatoria,
sí, pero también catequesis mistagógicas. Catequesis que formen
a la participación, más que a una simple compresión. A partir de
una participación formada, desaparecen los límites del lenguaje
y nacen nuevas formas estéticas. De otra manera nos vemos
abocados a búsquedas estéticas de grupo o de identificación que
ideologizan la vida litúrgica y la problematizan. Liturgia y espi-
ritualidad creo que marcarán, con la conjunción copulativa que
subrayo, la realidad cristiana del siglo presente.
Finalmente, como hombre de cultura que quiero ser, las dificul-
tades inherentes a lo que algunos llaman ya «final de época», con
sus riquezas y perplejidades, me pregunto sobre la forma de ser
cristiano hoy y de celebrarlo litúrgicamente. Quizás uno de los retos
más fundamentales es la decantación entre lo comunitario hacia lo
individual, que algunos valoran muy negativamente. Sin embargo
en la vida litúrgica –basta leer Guardini– los dos elementos, los dos
polos, son fundamentales. Ahogar con pretensiones asamblearias
el recogimiento litúrgico nos ha llevado a un desierto participativo;
desatender la comunión litúrgica nos ha llevado a una guerra de
estéticas. Las dificultades del cambio de los lenguajes, del mundo
audio visual y del lenguaje artístico y musical todavía no han sido
afrontadas seriamente desde el campo litúrgico. Creo, y en eso
aporto mi grano de arena, ya que solo con perspectivas teológicas
y culturales-litúrgicas se puede afrontar un análisis que un día
de nuevos frutos de vivencia cristiana litúrgica. Luchar contra
las modas y las tendencias no es la finalidad de la liturgia. Solo la
experiencia sincera y orante de la presencia de Dios en medio de su
pueblo puede cambiar la realidad del corazón humano. Pero llegar
hoy a esos corazones requiere un esfuerzo supremo por lo gélido
de nuestra cultura. La mera inculturación tampoco no es solución.
Sinceramente creo que una apertura a la diversidad –que nos guste
o no está aquí– puede ser un pasaje fructífero hacia un nuevo tiempo
litúrgico. Los pasajes son eso, tiempos de paso, pero si no nos aden-
tramos en ellos nunca sabremos qué se espera de nosotros.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 553

Todo lo expuesto se puede sintetizar en dos respuestas. Primero,


sinceramente, no sé hacia dónde va la liturgia si no es hacia la gloria
de Dios y la santificación de los fieles. Segundo creo que ese camino
pasa por la atención y el estudio, por la catequesis propedéutica y
mistagógica, y espera de nosotros, cristianos y «liturgos», que nos
adentremos en nuestra realidad con miras teológicas, culturales y
litúrgicas abiertas, sinceras y cristianas.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

La liturgia hoy en América Latina


Leonardo J. Rodríguez Jimenes
(San Juan de Puerto Rico)

1. Un vistazo a la liturgia en América Latina


A cinco décadas del inicio de la renovación litúrgica impulsada
por la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano
II esta pregunta que se nos hace sigue siendo válida. ¿A dónde va
lo que con tanto empeño se comenzó, incluso venía caminando
desde antes de dicho Concilio?
La reflexión y actividad pastoral que promueve y apoya el CELAM
en la región de América Latina y el Caribe ha permitido, hasta
cierto punto, no dejar de reflexionar sobre ese tema en los pasados
años. El encuentro, relativamente frecuente, de los responsables
de liturgia en nuestros países ha sido ocasión para intercambiar
reflexiones sobre distintos aspectos de la renovación litúrgica
en las últimas décadas. De hecho en febrero de 2015 tuvimos el
I Encuentro Latinoamericano de Liturgistas en Puebla, México.
El encuentro inició con la ponencia de monseñor Víctor Sánchez,
arzobispo de Puebla y liturgista, con el tema Reforma eclesial y
litúrgica asumidas por los Obispos del Continente. Reformas del Con-
cilio Vaticano II. En su conferencia presentó el desarrollo histórico

Leonardo J. Rodríguez Jimenes, presbítero, doctor en sagrada


liturgia. Es el secretario ejecutivo de la comisión de liturgia de
la Conferencia Episcopal de Puerto Rico.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 555

del trabajo de inculturación, promovido y alentado por la Iglesia


latinoamericana, a la luz de los documentos emanados de las confe-
rencias generales del episcopado latinoamericano y del Caribe. Así
pues, la inculturación fue el hilo conductor principal del Encuentro.
Otro tema visto en este encuentro y recurrentemente en otros a lo
largo de los años es el de la formación litúrgica, sobre todo en los
seminarios. Cómo superar esquemas viejos sobre la enseñanza de
la liturgia y, sobre todo, cómo hacer que la liturgia sea escuela de
vida de manera que nos introduzca en la vivencia y experiencia
del misterio. Cómo formar para que los futuros sacerdotes vivan
el ars celebrandi de manera que se logre que la celebración litúrgica
sea una verdadera epifanía del misterio del que hacemos memoria
para la vida. Tenemos el reto de la dicotomía entre lo que se puede
enseñar sobre liturgia en los cursos de teología, que puede ser
correcto, pero por otro lado choca, a veces, con el modo de celebrar
en los seminarios o las parroquias en las que los seminaristas llevan
a cabo su práctica pastoral, en los que a veces, las celebraciones
siguen siendo influenciadas por estilos del pasado en unos casos
o creatividad indiscriminada en otros.
Vimos también aspectos sobre los retos de la música litúrgica y
los desafíos para llevar más al pueblo la celebración de la Liturgia
de las Horas.
Sin duda otro aspecto que sigue necesitando atención es el de la
piedad popular. Debe trabajarse mejor la interacción de la liturgia
con esta, vinculada fuertemente a la inculturación, el diálogo entre
fe y cultura. Además hace falta concretar en el quehacer teológico
la valoración de la piedad popular como lugar teológico.
Sigue siendo un desafío la correcta adecuación de los espacios
litúrgicos, ello en relación muy cercana con el arte litúrgico que
sirva para expresar la teología celebrativa propuesta por la Sacro-
sanctum Concilum, a la vez que sirve como un instrumento para
concretar el proceso de inculturación involucrando los artistas.
En un mundo tan mediático como el nuestro, sigue siendo un reto
el lenguaje que usamos en la celebración, los cuales en una sociedad
poscristiana y postmoderna se van haciendo menos comprensibles
para muchos, que además carecen de una adecuada catequesis.

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556 Leonardo J. Rodríguez Jimenes

¿Cómo lograr que todos estos códigos de comunicación sean ver-


daderamente significativos para esta cultura?
Otro tema menos frecuente en los pasados años, pero que se va
haciendo más intenso es el de la liturgia en los medios de comu-
nicación social, lo cual ha adquirido nuevos matices con las redes
sociales y aplicaciones cibernéticas.
Para América Latina, y sobre todo el Caribe, con varios países
pequeños, sigue siendo un reto la conveniencia de tener un
Instituto latinoamericano y caribeño de liturgia (sea físico u en
línea o complementando ambas opciones), pues no todos tienen
la posibilidad de ir a especializarse en Roma u otros lugares. De
hecho varias veces se canceló el ofrecimiento que hizo el Instituto
Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL) de un curso de
liturgia, pues a veces es difícil, incluso el tema de la movilidad
dentro de nuestro continente y más desde las islas.

2. Algo sobre la liturgia en Puerto Rico

2.1. Participación
Nuestros países caribeños, al menos Puerto Rico, vivimos la
liturgia con bastante efusividad. Es verdad que existe el peligro
de centrarse mucho en la emotividad, como si la celebración y sus
frutos dependieran de ello, pero la alegría celebrativa es también
un gran valor de nuestras liturgias.
Seguimos teniendo escasez de ministros ordenados, lo que obliga
a que otros ejerzan más oficios en las celebraciones, incluso las que
se hacen en ausencia de presbíteros.
A veces la falta de formación hace que el afán pastoral sin criterio,
recurra a elementos que afectan la celebración misma.
En Puerto Rico, particularmente en la arquidiócesis de San Juan en
la que ejerzo el ministerio, la participación de los fieles es activa,
piadosa, alegre, devota y dinámica, aunque los asistentes en com-
paración con el total de la población católica ronda en torno a un
15% variando, obviamente, según las zonas de la Isla, pues hacia
el este se ha difundido más el protestantismo y hacia el oeste sigue
siendo más fuerte la fe católica.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 557

Con todo, se puede decir que es rara la parroquia que no cuenta,


aunque sean pocos, con lectores, coros, ministros extraordinarios
de la comunión, servidores del altar que participan activamente
en las celebraciones, con más o menos formación, pero con gran
disposición.
El interés de los fieles por la liturgia es tal que en la preparación
al primer Sínodo Arquidiocesano realizado en 2007 los fieles de
las parroquias pusieron este tema entre los principales y tan es así
que luego fue uno de los temas trabajados durante la fase sino-
dal, que produjo un documento sobre este tema. Lo establecido
por este documento pasó a uno de los aspectos particulares del
plan pastoral arquidiocesano, que aún tiene que trabajarse para
ponerse por obra.

2.2. La formación litúrgica


La formación litúrgica de los fieles ha mejorado en los últimos
años, sea a través de institutos diocesanos de formación, así como
por medio de otros instrumentos, con todo falta mucho por hacer.
En 2003 se estableció la Comisión Arquidiocesana de Liturgia y
Piedad Popular (CALPP) que ha ido tratando de promover la
formación litúrgica en distintas instancias. En la medida de lo
posible se ofrecen conferencias en las parroquias que la piden, que
son pocas. La Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal
reanudó en 2012 los encuentros formativos (Jornadas litúrgicas)
para ministros ordenados y seminaristas, que en los últimos años
se han abierto también para consagrados y laicos.
La subcomisión de música litúrgica de la CALPP ha ofrecido char-
las con bastante concurrencia de los miembros de los coros, si bien
esto se afectó el año pasado con las consecuencias del huracán que
detuvo lo que se teníamos planificado.

2.3. Año litúrgico


Aun se valora y vive bastante la Navidad y la Cuaresma, que-
dando casi difuminado el Adviento y siendo menos intensa la
Pascua, a pesar de ser el tiempo más importante del año. Predo-

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558 Leonardo J. Rodríguez Jimenes

mina más aún la vivencia de la Cuaresma, sobre todo a través


de ejercicios piadosos, principalmente el vía crucis. En el tiempo
de Adviento, tan afectado por el comercio y el materialismo, se
conserva la gran tradición de las llamadas misas de aguinaldo
(novena prenatalicia, 16-24 de diciembre) celebradas antes del
amanecer a las que asiste un gran número de fieles. En algunas
parroquias se ha añadido la tradición de las posadas, venidas de
otras zonas de América Latina.
Los tiempos litúrgicos fuertes, sobre todo la Cuaresma, son mar-
cados por catequesis especiales, conferencias, retiros, peregrina-
ciones, ejercicios de la piedad popular (bendición de hogares, vía
crucis, misiones populares, celebraciones penitenciales, vía lucis,
etc.).
En los últimos años ha crecido la importancia se da al Triduo
Pascual y sobre todo a la Vigilia Pascual. Hay una considerable
participación el Jueves y el Viernes Santo. Sobre todo, es de desta-
car la visita a los monumentos la noche del Jueves Santo hasta el
mediodía del Viernes Santo. En algunos lugares la Vigilia Pascual
se hace más difícil comenzar su celebración a la hora más ade-
cuada para la misma, algunos llegan a celebrarla casi a la misma
hora que una misa vespertina ordinaria. No todos usan todas las
lecturas previstas para la vigilia, que para una sociedad cada vez
menos contemplativa, sensorial, que gusta de las cosas rápidas,
etc. constituye un reto. Sigue la tradición de hacer coincidir con el
Triduo Pascual la llamada Pascua juvenil a la que se ha añadido
la Pascua infantil y en algunas comunidades incluso la llamada
Pascua para la tercera edad y finalmente para toda la familia. Esto
puede servir para preparar a los participantes para los oficios
litúrgicos, pero hay quienes participan de ello sin participar luego
de las celebraciones y viceversa.
Uno de los motivos que ha dado empuje a la vivencia de la
liturgia y en particular del Triduo y Vigilia Pascual es el ejemplo
y enseñanza de nuestro aún único beato Carlos M. Rodríguez
(1918-1963), que siendo laico y habiendo ejercido su apostolado
entre los años 50 y 60, fue gran promotor del movimiento litúrgico
en Puerto Rico.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 559

2.4. Iniciación cristiana


Cada vez se dilata más el tiempo prescrito para el bautismo de los
niños por parte de los padres, que suelen esperar meses o un año,
por lo menos, para bautizar sus hijos.
Las charlas prebautismales no siempre preparan para profundizar
la mistagogia de la iniciación cristiana, eso aparte del tema de los
requisitos canónicos que deben tener padres y padrinos.
En algunas comunidades tienen el proceso de catecumenado, pero
aún faltan que la mayoría de los ordenados y catequistas com-
prendan bien la teología, ritualidad y mistagogia de este proceso
evangelizador. En unas parroquias suele seguir el proceso con sus
tiempos, celebraciones, etc. en otras, otras no.

2.5. La confirmación
La edad promedio para recibir la Confirmación es 14 años, aunque
no es una norma dada por los obispos, que establecieron hace
muchos años como requisito solo tener al menos 10 años y haber
hecho la primera Comunión. La preparación para la misma oscila
entre pocas semanas y dos años. Se ofrece, también, un curso
intensivo de una semana dos o tres veces al semestre para preparar
novios que no se han confirmado y su fecha de boda no les permite
acceder a un curso más prolongado. No siempre se entiende la
teología del sacramento y su vinculación a la iniciación cristiana.
A veces se ve como un requisito más para casarse.

2.6. Eucaristía
A lo que dijimos en la sección 2.1 añadimos que las celebraciones
dominicales en ausencia del presbítero aún son pocas, pero van en
aumento debido a la reducción en el número de sacerdotes para
atender todas las parroquias y capillas.
Se valora la Eucaristía comunitaria, pero muchos aún se dejan
llevar simplemente por la mentalidad del precepto dominical, más
que por el valor del día del Señor tan magistralmente expuesto
en la Carta Apostólica Dies Domini. La celebración para grupos

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560 Leonardo J. Rodríguez Jimenes

particulares, cuando se da, suele ser sobre todo en ocasión de la


clausura de retiros, talleres u otros encuentros especiales de algu-
nos movimientos apostólicos.

2.7. Penitencia
Las celebraciones penitenciales comunitarias suelen darse para
Adviento y Cuaresma, sobre todo en esta última, aunque no
siempre son celebraciones como tal sino la convocación para con-
fesiones individuales, sin una real celebración penitencial comu-
nitaria. Aún falta un más claro sentido comunitario del pecado y
la penitencia.

2.8. Matrimonio
El valor y sentido religioso del matrimonio es fuerte, sin embargo
va bajando drásticamente, en parte porque se sabe que casarse por
la Iglesia es algo muy serio y para toda la vida.
Generalmente se pide a los novios una preparación prematrimo-
nial, que suele consistir en un taller o retiro para novios de un fin
de semana. Se debe mejorar en la concienciación de los novios
en la preparación de la celebración de la boda, pues a veces hay
más preocupación por la parte social que por la preparación de la
celebración en sí; qué lecturas escoger, qué cánticos o música (este
aspecto es crítico por no decir trágico), etc.

2.9. Unción de enfermos


Lo más común es la celebración individual que se da al visitar al
enfermo en su casa o lugar de convalecencia, pero algunas parro-
quias hacen al menos una vez al año una celebración comunitaria
en torno a la jornada mundial del enfermo u otro momento del año.

2.10. Sacramentales
Nuestros fieles piden mucho las bendiciones para diversos obje-
tos y circunstancias de su vida (cumpleaños, quinceañeros, etc.).
Igualmente se requieren las exequias para los fieles difuntos.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 561

La celebración de la Liturgia de las Horas en las comunidades se


va haciendo más frecuente, pero aún no se puede decir que se ha
difundido en la mayoría de pueblo.
La celebración de exorcismos se ha hecho más frecuente, así como
las celebraciones eucarísticas acompañadas o seguidas de oracio-
nes de sanación y liberación. Muchos fieles van de una parroquia a
otra para participar de estas celebraciones en busca de una sanación
espiritual legítima, pero también como un reflejo del problema de
salud mental y espiritual que hay en el país.

2.11. Piedad popular


La piedad popular ha sobrevivido, sobre todo en las zonas más
rurales o urbanas donde habitan muchas personas de mayor edad.
Algunas de esas devociones se van perdiendo entre los jóvenes.
Perviven las devociones al sagrado Corazón, el santo rosario, el via
crucis, via lucis, escapularios, coronilla de la divina Misericordia,
devoción al divino Niño (estas últimas dos siguen creciendo en
los últimos años), novenas, procesiones, imágenes peregrinas,
fiestas o rosarios de cruz, Rosario o promesa de reyes (Epifanía),
posadas, novenario de difuntos. En algunas comunidades se trata
de renovar estas, haciendo de las mismas ámbitos propicios para
la nueva evangelización.

2.12. A modo de conclusión


Como se puede ver en Puerto Rico y América Latina y el Caribe,
hemos recorrido un buen camino a partir de Sacrosanctum Conci-
lium, pero nos queda siempre por hacer. Por un lado las actuales
manifestaciones de creatividad o innovación arbitraria sin correc-
tos criterios litúrgicos en aras de un supuesto bien pastoral y, por
otro lado, el surgimiento de grupos que añoran la liturgia anterior
a la renovación del Vaticano II o el rito extraordinario de la misa,
nos hacen pensar que aún hay mucho camino por recorrer en el
aspecto de la formación litúrgica en todas sus dimensiones, tanto
en los seminarios como para los fieles en general. Esa petición de
Sacrosanctum Concilium 14-19 sigue siendo actual.

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562 Leonardo J. Rodríguez Jimenes

De esa formación saldrá, entre otros frutos, una mayor difusión de


la Liturgia de las Horas entre el pueblo de Dios, que aún adolece
en su mayoría del aprovechamiento de este tesoro de la liturgia
(cf. SC 100).
Sin duda el tema de la inculturación, correctamente realizada, tiene
mucho camino por recorrer.
Los retos de los actuales medios de comunicación exigen una
adecuada atención para que sean debidamente aprovechados
por la liturgia para sus dos grandes fines, la glorificación de Dios
y santificación de los seres humanos.
Cómo hacer la liturgia significativa para las nuevas generaciones en
el siglo xxi es un reto que nos interpela desde varias perspectivas.
Son nuevos retos para el interminable desafío de la inculturación.
Finalmente, urge lograr una mayor coherencia entre la lex cre-
dendi, la lex orandi y la lex vivendi. Cómo descubrir y profundizar
la liturgia como un ámbito del encuentro con Cristo vivo para la
transformación del ser humano y potenciar desde ella la acción
evangelizadora (cf. Ecclesia in America 12; Aparecida 250s.; Evangelii
gaudium 24 y 138).
Son estos algunos de los puntos que nos parecen importantes para
nuestra consideración en vistas al presente y futuro de la liturgia.
Sigamos caminando haciendo camino iluminados y guiados por
la Santísima Trinidad que obra en la liturgia de la Iglesia haciendo
presente el misterio pascual de Cristo para nuestra salvación (cf.
CCE 1084s y1104).

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Aspectos a cuidar de la liturgia


Josep Maria Romaguera Bach
(Barcelona)

La reflexión sobre la situación litúrgica actual para que la liturgia


responda a lo que necesita la comunidad cristiana del siglo xxi,
me sugiere las presentes líneas, donde no expongo los aspectos
que considero importantes por orden de importancia, entre otras
razones porque los diversos aspectos se entrelazan unos con otros.
Para que la liturgia no pierda su ser es muy importante que sea
vivida como don. Y para ello tenemos mucho trabajo educativo
que hacer. Al mismo tiempo, es muy importante que la celebración
litúrgica sea una experiencia de implicación personal (y comuni-
taria) en la acción de Dios que, por su propia iniciativa, visita a su
pueblo y a cada uno de sus miembros.
De ahí que tenemos dos retos vinculados entre sí. Uno es que
tenemos que seguir trabajando en la educación del pueblo de Dios
(pastores y fieles) sobre la dimensión de la gratuidad de la fe. La
gracia. Ayudar a descubrir que la dimensión de don recibido es
intrínseca a la liturgia como sacramento que es de la fe. El otro
reto, unido al primero, es que hay que avanzar en el concepto de
participación de todo el pueblo de Dios en la acción litúrgica y en
la puesta en práctica de esa participación. Porque la gratuidad no

Josep Maria Romaguera Bach, presbítero, presidente del Centre


de Pastoral Litúrgica de Barcelona.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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564 Josep Maria Romaguera Bach

significa pasividad. Y la participación activa no equivale a ejerci-


cio de ministerio alguno. Pienso que ninguno de los dos aspectos
está suficientemente asumido en el conjunto del cuerpo eclesial
(pastores y fieles). Y que hay que trabajar ambos aspectos a la
vez para que, como desea el Concilio, la participación sea plena,
consciente y activa.
Otra dimensión de la liturgia (de nuestro rito romano) que hay que
cuidar es cómo se concreta y actualiza la celebración de acuerdo al
contexto cultural en el que se produce. Lo mismo se participa en una
celebración en Roma como en Quito o Lilongwe o Seúl, por citar solo
cuatro lugares, culturalmente bien diferentes, de entre una multitud
de pueblos y naciones. El rito es el mismo. Eso nos ayuda a identificar
que celebramos la misma fe cuando nos reunimos en comunidad en
un lugar que no es el nuestro habitual, como ha sido mi experiencia
en estos cuatro lugares concretos. Sin embargo, es importante que
en cada lugar se pueda experimentar que, precisamente, estamos
en una Iglesia local en la que se celebra la misma fe que en otras,
pero con las peculiaridades que cada cultura aporta al rito y a su
expresión. En este sentido, los obispos de cada lugar, en comunión
con el obispo de Roma y teniendo los medios convenientes para
concretar esta comunión, deberían tener en sus manos la responsa-
bilidad no solo de la versión de los textos litúrgicos –como ahora se
está promoviendo– sino del conjunto de la liturgia.
Otra dimensión a cuidar es que la liturgia sea viva. Lo será en la
medida en que esté al servicio de aquel que vive, Jesucristo muerto
y resucitado, que se hace presente en medio de su pueblo a través
de los signos, a través de la presidencia de la celebración, de la pro-
clamación de la Palabra y del Pueblo reunido en su nombre. Esta
es una cuestión nuclear, sin la cual la liturgia pierde todo sentido.
La centralidad de Jesucristo en la acción litúrgica, entonces, es algo
a cuidar a lo largo de toda la celebración.
Y, a la vez, hay que tener en cuenta que Jesucristo se hace presente
para que el pueblo tenga vida. Por ello en toda celebración tiene
que ponerse de manifiesto la acción del pueblo de Dios reunido en
oración, que invoca el amor misericordioso de su Señor, que se abre
a escucharlo y a recibirlo. Y que desea salir de la celebración con la

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 565

fuerza necesaria para hacer frente gozosamente, en seguimiento


de Cristo, a las vicisitudes de la vida.
Ese encuentro entre el resucitado y su pueblo es el que hace
que la celebración sea viva. Lo cual nos reta a hacer todo lo que
corresponda para que se experimente que ese encuentro se da.
Que Cristo no quede oculto detrás de nada ni de nadie, sino que
pueda manifestarse a través de todo y de todos. Y que lo que vive
el pueblo en su día a día –gozos y esperanzas, tristezas y angustias–
tenga eco en ese espacio-tiempo celebrativo para que la liturgia
sea experimentada, verdaderamente, como fuente y cumbre de la
vida cristiana, de la vida en Cristo. Y así la liturgia, como quiere el
Señor, sea un culto en espíritu y en verdad.
Finalmente, otro aspecto que considero importante es la integra-
ción de todas les dimensiones de la vida eclesial. La liturgia, la cate-
quesis, la atención a las personas enfermas, la acogida de quienes
se acercan a la Iglesia pidiendo ayuda, etc., son acciones de una
misma Iglesia. Por más que sean acciones llevadas a cabo por per-
sonas diferentes según carismas personales y según las llamadas
particulares que se les han hecho a ejercer una determinada tarea,
se trata de una misma vida eclesial. No es una iglesia la que celebra
la Eucaristía y otra la que atiende a las personas necesitadas. No
son iglesias distintas aquella de los que se entregan al servicio de
los enfermos y la de quienes emprenden la tarea de la catequesis
de los más pequeños. Demasiadas veces la liturgia, precisamente,
es percibida por muchos como algo que pertenece al clero y que
no tiene nada que ver con otras dimensiones de la vida eclesial.
Para ello, el trabajo pastoral del día a día de las comunidades debe
ser siempre un trabajo al servicio de la comunión, y que conduzca
una vida cristiana fraterna y a la celebración de esta comunión en
el encuentro dominical, en el que todos los agentes pastorales y
todos los fieles encuentren a su Señor que acoge, ilumina y fortalece
todo aquello que viven y los compromisos que asumen. Y perciban
que la celebración litúrgica es sacramento, también, del mandato
de su Señor, que a todos nos indica donde está la puerta para que
salgamos a los caminos y a los cruces e invitemos a quienes andan
por ahí, y sin descartar a nadie, a la fiesta del cielo que experimen-
tamos anticipadamente en la Eucaristía dominical.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Una liturgia significativa:


reto del siglo xxi
Guillermo Rosas Díaz, sscc
(Santiago de Chile)

Pese a la gran diversidad de sus culturas y pueblos originarios,


Latinoamérica posee importantes rasgos comunes en la cultura y
la fe. La casi total homogeneidad lingüística, fruto de la coloniza-
ción llevada a cabo por pueblos de la península ibérica, contribuyó
significativamente a esta cultura común. También, desde luego,
el hecho de haber sido el rito romano el que se impuso, junto con
la evangelización, en las nacientes Iglesias.
Si en el pasado el católico común y corriente de Latinoamérica
asistía a la liturgia sin cuestionamiento alguno y en general lograba
vivir satisfactoriamente la dimensión cultual de su fe por medio
de las formas que la Iglesia tenía, hoy es mucho más consciente de
que su fe, sometida a prueba por la cultura contemporánea, tiene
necesidad de ser expresada y celebrada por medio de formas que
sean más significativas y nutritivas para esa fe, a menudo cues-
tionada y debilitada. La liturgia supone la fe, es muy cierto; pero,
a la vez, es quizá el más importante de los medios por los cuales
la fe es alimentada, incrementada y profundizada, sobre todo en
una época de escasa participación de los fieles en otras instancias
eclesiales.

Guillermo Rosas Díaz, sacerdote de la Congregación de los


Sagrados Corazones, doctor en sagrada liturgia. Miembro del
Consejo de la revista Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 567

Muchos católicos, sobre todo jóvenes, desencantados de una


liturgia fría, impersonal y desentendida de la vida real, de una
liturgia «in-significante», que ha dejado de ser significativa para
su vida, terminan abandonando la práctica litúrgica y sacramental,
o integrándose a comunidades cristianas evangélicas, de diversa
denominación, en las que encuentran un culto que satisface su
necesidad de encontrarse con el Señor, de expresar y alimentar
su fe.
Esta realidad clama por una respuesta que no sea simplemente la
invocación de una mejor formación litúrgica. No se trata solo de
«saber más» para celebrar mejor la liturgia. Es necesario ir más
al fondo del asunto. El reto es que la liturgia, con flexibilidad y
apertura, ofrezca formas que interpreten más certeramente el ethos
contemporáneo y la hagan significativa para el fiel de hoy; es buscar
una inculturación más vigorosa y decidida. No solo la que atañe
a las culturas de los pueblos originarios, en la que permanente-
mente se está trabajando. También, y acaso principalmente, la que
responda a la complejidad, la diversidad, la desacralización, los
cuestionamientos y el extraordinario dinamismo de las sociedades
de nuevo milenio. La santa liturgia de dos mil años de existencia,
llena de valores y sujeta a la fragilidad de todo lo humano, debe
buscar siempre y ante todo, ser significativa y nutriente para quie-
nes en la celebran. Ese es el reto.
Todo cambio en la liturgia, sabemos, recorre un arduo camino. La
«unidad sustancial del rito romano» y la afirmación de Sacrosanc-
tum Concilium, frecuentemente recordada, que «nadie, aunque sea
sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia
en la liturgia» (SC 22,3), no solo inhiben, sino que también dificul-
tan todo intento por crear, adaptar, cambiar o adecuar las formas
establecidas para hacerlas más cercanas y significativas para el fiel
del siglo xxi. Aunque el propio documento conciliar admite «varia-
ciones y adaptaciones legítimas a los diversos grupos, regiones,
pueblos, especialmente en las misiones», y afirma que la revisión
de los libros litúrgicos «tendrá esto en cuenta oportunamente al
establecer la estructura de los ritos y las rúbricas» (SC 38), sabemos
que, después del Concilio Vaticano II, la primera oleada de adap-

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568 Guillermo Rosas Díaz

tación de los rituales fue, en general, una traducción casi literal


de los textos y ritos de las editio typica. A pesar de la apertura que
había en el inmediato posconcilio, la mayoría de las Conferencias
episcopales no adaptaron, sino simplemente tradujeron la liturgia
a sus lenguas. Varietates legitimae, la cuarta Instrucción para la recta
aplicación de la Constitución sobre la sagrada liturgia del Concilio
Vaticano II (1994), fundamentó la inculturación de la liturgia con
una sólida teología, pero no abrió en la práctica, mayores posibi-
lidades de inculturación, ni facilitó significativamente el proceso
para lograr cambios.
Pocas Conferencias Episcopales han propuesto y obtenido cambios
en los rituales de los sacramentos y en el Misal. Los más significa-
tivos son de Brasil: una plegaria eucarística propia (la de Manaos)
y la inclusión de pequeños responsorios cantados en las interce-
siones de algunas plegarias eucarísticas. Casi todos los países de
habla castellana han aprobado el uso generalizado en rituales y
leccionarios de la forma «ustedes» como segunda persona plural,
común en Latinoamérica. Pero si se observa la totalidad de los
países del continente, los cambios son extremadamente pocos. Hay
pueblos originarios numerosos que aún no cuentan con misales
ni rituales autorizados por la Congregación para el Culto Divino,
o cuya revisión se prolonga por largos años. Hay solicitudes de
adaptaciones locales que, por sensatas que parezcan, no han sido
aceptadas por la autoridad. No es raro percibir desaliento en los
agentes pastorales más formados, ante los obstáculos que halla la
búsqueda de una liturgia más significativa e inculturada.
El papa Francisco, por medio del Motu proprio Magnum princi-
pium (9 de septiembre de 2017), dio a las Conferencias Episcopales
mayores atribuciones sobre las traducciones de los libros litúrgi-
cos a las lenguas vernáculas. Es un importante paso no solo para
descentralizar las competencias sobre la liturgia, sino también una
apuesta a la comunión en la diversidad.
Es de esperar que en Latinoamérica esto lleve a agilizar los procesos
de traducción del Misal y los demás rituales a las lenguas indígenas
que aún no cuentan con ellos. ¿Podrá llevar también a suscitar o
alentar propuestas para hacer más significativa la liturgia para

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 569

los jóvenes, o en general, para todos los fieles? ¿Será una medida
que favorezca un encuentro más fructífero entre el tesoro de la
liturgia romana y el de las dinámicas y cuestionadoras culturas
contemporáneas, para plasmar formas litúrgicas diversas y más
flexibles, sin temor a ver comprometida la comunión en la Iglesia?

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Tres principios fundamentales


para la participación de los fieles
Víctor Sánchez Espinosa
(Puebla de los Ángeles - México)

El deseo ardiente de la Iglesia para que en la acción litúrgica no


solo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita,
respecto del derecho y obligación que tiene el pueblo cristiano,
en virtud de su sacerdocio bautismal y el deber de los pastores a
impregnarse del espíritu y la fuerza de la liturgia por medio de
una educación adecuada llegando a ser maestros de la misma en
su acción pastoral, y los fieles participen en ella; consciente, activa
y fructuosamente como lo exige la naturaleza misma de la acción
litúrgica, resuena en los números 11, 14 y 21 de la Sacrosanctum
Concilium al hablar de la naturaleza e importancia de la sagrada
liturgia.
Ars celebrandi, ars praedicandi y ars praesidentialis son los principios
fundamentales para que el pueblo cristiano obtenga con mayor
seguridad las gracias abundantes de tan grande acción sagrada
«en la que los signos sensibles significan» y prolongan la acción
salvífica de Cristo. Son el profundo y adecuado conocimiento y
aplicación de los cánones teológico-litúrgicos para una digna,
ordenada, inculturada y pulcra celebración convocada y congre-
gada en asamblea litúrgica.

Víctor Sánchez Espinosa, arzobispo de Puebla de los Ángeles en


México. Memorial Pere Tena de Pastoral Litúrgica 2017.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 571

Profundo y adecuado conocimiento es algo que va más allá de la


materia y la forma para la validez o licitud de un acto, o bien, la
eficacia del mismo si es lo que nos interesa. La teología del misterio
o teología litúrgica va más allá de lo doctrinal o práctico. Es algo
que supera la rúbrica, aunque es la justicia del rito; es algo que
exige el genuino y auténtico sentido de una acción sagrada por
excelencia que en cuanto a su eficacia, no la iguala, ni la supera,
ninguna otra acción de la Iglesia, por ser celebración síntesis de la
historia de la salvación acción salvífica «en acto» realizada en el
antiguo y nuevo testamento y re-actualizada sacramentalmente
en las acciones litúrgicas de la Iglesia, anticipada y pregustada
escatológicamente hasta la venida del Señor.
Aplicación es coherencia entre lo que se sabe y estudia, con lo que
se cree y realiza, es superar el concepto de «necesidad o justificación
pastoral» por catequesis pre sacramental o mistagógica, y cate-
quesis post sacramental o koinonia, que equivale a espiritualidad
litúrgica, pues «la ley fundamental de la liturgia consiste — afir-
maba el teólogo francés Luis-Marie Chauvet — no en decir lo que
se hace, sino en hacer lo que se dice».
Digna, ordenada, inculturada y pulcra celebración es acoger la
liturgia como camino de belleza y pulcritud que se identifica
con lo sublime, con lo sagrado, lo fascinante, lo uno, lo bueno,
lo verdadero, lo bello, que es equilibrio, proporción y grandeza
que se encarna e injerta en la actuosa participación, o admirabile
commercium entre lo humano y lo divino.
Convocada y congregada en Asamblea litúrgica es tomar con-
ciencia, que es uno solo el que preside, pero todos celebramos, y
somos congregados para la escucha de la Palabra y la comunión
del pan único y partido de manera particular en la Eucaristía como
celebración litúrgica por excelencia.
Ars celebrandi, ars praedicandi y ars praesidentialis es conocer el pro-
grama celebrativo ritual de una acción sagrada por excelencia, es
el tiempo y el espacio sagrado para el encuentro con el misterio,
es el lenguaje teándrico para la comunicación verbal y simbólica,
es el lugar de encuentro entre arte y teología.

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572 Víctor Sánchez Espinosa

El arte de celebrar con el cuerpo físico tiene su fundamento en


la exégesis que hace Jesús sobre el salmo 40 en el discurso a los
Hebreos 10, 5-9. «Sacrificios y holocaustos no quisiste, sin embargo
me diste un cuerpo y con este cuerpo te digo aquí estoy Señor para
hacer tu voluntad». Cristo está presente en la persona del ministro
«ofreciéndose por el ministerio de los sacerdotes el mismo que
entonces se ofreció en la cruz». Es el culto en espíritu y en verdad
inaugurado por Cristo y prolongado las veinticuatro horas del
día y de modo particular in persona Christi en la acción litúrgica.
El arte de celebrar con el cuerpo místico tiene su fundamento en
el número 7 de la Sacrosanctum Concilium, cuando afirma que, en
la liturgia como ejercicio del sacerdocio de Cristo, Él como cabeza,
asocia a su cuerpo que es la Iglesia, y le hace partícipe de pregus-
tar escatológicamente en un cuerpo glorioso como el suyo de la
liturgia celeste.
Las acciones litúrgicas pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia,
influyen en él y lo manifiestan, pero cada uno de los miembros
de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de
órdenes, funciones y participación, afirma el número 26 de la
Sacrosanctum Concilium. He aquí el arte de celebrar con la minis-
terialidad de la Iglesia donde cada cual desempeña aquello y solo
aquello que le corresponde por su propia naturaleza.
Celebrar con el cuerpo físico y el cuerpo místico en íntima conexión
con la palabra y el signo, es abrirse a la auténtica creatividad y
variedad legítima, que favorecen la brevedad, sobriedad y noble
simplicidad, características del rito romano que no frustra, ni
impone la rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o
al bien de toda la comunidad, pero que si exige una correcta her-
menéutica de los ritos y las preces a partir de la ciencia litúrgica
con miras a la comunión y participación, objetivo principal de la
pastoral litúrgica.
El arte de celebrar expresa la sacramentalidad del Cuerpo, la sacra-
mentalidad de la Palabra y la sacramentalidad del ministerio, que
a su vez manifiestan: la grandeza del misterio al ministerio y del
ministerio al misterio.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 573

El arte como expresión del ingenio humano es el vehículo a través


del cual la palabra acompaña e ilumina el gesto, y este a su vez, es el
medio a través del cual refuerza, sostiene y da sentido a la palabra.
Palabra y rito en lenguaje teándrico es movimiento y encarnación,
accedit verbum ad elementum et fit sacramentum.
Las formas exteriores educan, la palabra, el canto, los gestos, los
silencios, los movimientos, los colores, la geometría arquitectó-
nica, etc. Todo el ser humano expresa la acogida del don, pues, el
cuerpo en lenguaje concreto, es el sacramento del alma y el alma
es el impulso vital, pneumatológico o espiritual del cuerpo.
Arte de celebrar, predicar y presidir en clave teológico-antropoló-
gica, «es decir lo que se hace y hacer lo que se dice» con palabras
y cosas (lenguaje ritual), con textos y ritos (programa sacramen-
tal) dentro de la acción litúrgica, lugar de encuentro entre arte y
teología.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

La liturgia del futuro


y el futuro de la liturgia.
Retos de la liturgia en el siglo xxi
Manuel F. Sedano López
(Puebla de los Ángeles)

¿Una liturgia de cambios o un cambio de liturgia? ¿Un cambio de


época o una época de cambios? ¿Hay que cambiar la liturgia o hay
que recuperar la liturgia en la época de cambios?
En el cambio de época que se caracteriza por la dominación de un
sistema de ideas donde las nuevas formas sociales nos recuerdan
que estamos en una sociedad de la información, urge caer en la
cuenta de que «no hay que cambiar la liturgia hoy, sino hay que
dejar que la liturgia nos cambie en el hoy». El hoy es el momento
histórico salvífico concreto que Dios permite vivir y experimentar
«aquí y ahora» mientras la Palabra se hace carne y el rito se vuelve
operante como acción sacramental, que produce en nosotros el
misterio de cristificación.
El llamado a la fe y a la conversión como condición necesaria para
llegar a la liturgia, lugar de encuentro con Cristo, que se hace pre-
sente como portador de salvación, así como a la acción litúrgica,
actividad de la Iglesia, ha exigido exige y seguirá exigiendo que
la iniciación cristiana como proceso evangelizador y catequético
para hacer cristianos, tenga como punto de llegada la madurez

Manuel F. Sedano López, doctor en sagrada liturgia, presidente de


la Sociedad Mexicana de Liturgistas (SOMELIT, A.C). Miembro
del Consejo de la revista Phase del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 575

iniciática, como signo de inserción y pertenencia a la comunidad


eclesial.
La madurez iniciática no debe ser confundida con la madurez
cristiana, pues en realidad, la primera es el punto de llegada del
sacramento de la Iniciación cristiana. La segunda es la continua
configuración con Cristo a la luz de la catequesis; que abarca todas
las etapas de la vida y existencia cristiana mediante la resonancia
o profundización kerigmático-mistagógica que tiene como fin la
plena manifestación del Espíritu Santo, y que paulatinamente se
va dando en la medida, de la misma madurez cristiana, y que antes
ya, se había recibido en el bautismo de manera potencial y plena.
El bautismo –afirmaba el papa Francisco en sus catequesis de los
miércoles de enero y febrero de 2014– es el sacramento en el cual se
funda nuestra fe misma, que nos injerta como miembros vivos en
Cristo y en su Iglesia… Junto a la Eucaristía y la confirmación forma
la así llamada «iniciación cristiana», la cual constituye como un único
y gran acontecimiento sacramental que nos configura al Señor y hace
de nosotros un signo vivo de su presencia y de su amor… He aquí
por qué en los orígenes estos tres sacramentos se celebraban en un
único momento, al término del camino catecumenal, normalmente
en la Vigilia Pascual. Así se sellaba el itinerario de formación y de
inserción gradual en la comunidad cristiana que podía durar incluso
algunos años. Se hacía paso a paso para llegar al bautismo, luego a
la confirmación y a la Eucaristía.
Asumir la dinámica catequética de la iniciación cristiana, lo cual
implica no solo una renovación de la modalidad catequística, sino
un verdadero proceso de discipulado formativo como la manera
ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, cate-
quesis básica y fundamental que habrá de continuarse en la cate-
quesis permanente que acompaña el proceso de maduración en
la fe para un discernimiento vocacional que ilumine los proyectos
personales de la vida, exige una formación inicial y permanente
que nos conduzca a revisar nuestros contenidos kerigmáticos,
catequéticos, celebrativos y mistagógicos que introduzcan verda-
deramente en el misterio de Cristo anunciado, celebrado y vivido
que tiene como meta la madurez cristiana desde donde se plantea
la ministerialidad y misión de la Iglesia.

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576 Manuel F. Sedano López

«Camino ordinario» es un binomio que expresa movimiento, y al


mismo tiempo, statio, ordo y gradualidad. Dos palabras que expre-
san dentro del proceso de «hacer» o «hacerse cristiano, la dirección
«hacia…», o bien; el ordenamiento «para…» como expresión de
apertura y disponibilidad hacia el misterio y para el ministerio.
La iniciación cristiana tiene su arquetipo en el catecumenado,
como fábrica para hacer cristianos, a través de un proceso en
distintas etapas, pues lo que es la pedagogía para la educación es
la mistagogía para la celebración. La catequesis nació dentro del
catecumenado y supone el kerigma o precatecumenado, y enten-
demos por Iniciación cristiana el proceso por el cual una persona
es introducida en el misterio de Jesucristo y en la vida de la Iglesia
a través de la Palabra y la mediación sacramental y litúrgica
La Eucaristía como signo de la unidad del cuerpo de Cristo que es la
Iglesia y como sacramento de la madurez iniciática que hace entrar
en comunión con los miembros del cuerpo de Cristo a quien ha sido
regenerado por el baño bautismal, crismado para el servicio de la
Iglesia y alimentado con el cuerpo eucarístico de Jesús, es también
el punto de partida de la ministerialidad y misión de la Iglesia desde
donde el domingo «día del Señor» se convierte en su centro y eje.
El eclipsado «día del sol», por el secularismo de la postmodernidad
y el impacto de la globalización en la cultura cristiana, ha hecho del
primer día el último de la semana; y no precisamente como «día
del Señor resucitado» y «fiesta primordial» en el que los cristianos
asiduamente se congregan para las enseñanzas, la fracción del
pan, las oraciones y la caridad, pues aunque sabemos que «sine
dominico non possumus», ciertamente nos vemos impedidos de la
sinaxis cristiana que hace de sus miembros «un solo corazón y una
sola alma», que se alimenta de la mesa de la palabra y la mesa de
la Eucaristía, al mismo tiempo que construimos y constituimos la
unidad del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
La iniciación cristiana es escuela de cristianismo, es aprendizaje,
testimonio y seguimiento de la fe, es profundización en el conoci-
miento de un Dios que se hace hombre y nos invita a entrar en la
intimidad con él, a través de la mistagogía, con miras a la vivencia

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 577

de aquello en lo que hemos sido insertados (kerigma, catequesis,


participación sacramental, experiencia de fraternidad o vida
comunitaria y compromiso social).
La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comu-
nión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la ten-
tación, muy presente en la cultura actual, de ser cristiano sin Iglesia
y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos
que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial
porque nos lleva a la comunión, esto significa que una dimensión
constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una
comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia de
los apóstoles. La fuente sacramental de la ministerialidad de la
Iglesia, nos ayuda a descubrir el lugar que ocupamos y el servicio
que nos corresponde realizar en ella para seguir profundizando
sobre nuestro ser y quehacer como discípulos misioneros de Cristo
Jesús vivo en nuestra Iglesia del siglo xxi.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

Cuidar el encuentro dominical


de la comunidad
M. Àngels Termes Ferré
(Barcelona)

Vivo la liturgia desde mis primeros años de vida y, por tanto, la


conozco «por inmersión» y por el deseo de saber y entenderla.
Pero no soy, ni mucho menos, experta en liturgia.
Puedo opinar hacia dónde va la liturgia desde mi condición de
miembro de una comunidad parroquial de Barcelona y de lo que
sé «de oídas» de otras realidades, como por ejemplo zonas rurales
con pequeños núcleos de población.
Hablaré de dos aspectos. Hacia dónde va el sentido de la liturgia y
hacia dónde va su puesta en práctica. En ambos casos me centraré
en la Eucaristía.

1. Sentido de la liturgia
El mandato del Señor en la Última Cena fue que hiciéramos el
memorial de su pasión, muerte y resurrección de un modo muy
sencillo: reunidos en comunidad comemos el pan –su cuerpo– y
bebemos el vino –su sangre–. Nos lo puso fácil para que hiciéramos
memoria de él.

M. Àngels Termes Ferré, directora de la revista Galilea-153, liturgia,


pastoral, vida del Centre de Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 579

Pero en la liturgia, en la Eucaristía, no solo hacemos memoria


de Jesús, también hacemos memoria del Dios inaudito que él
nos predicó. Jesús no baja de la cruz porque, si lo hubiera hecho,
creeríamos en un dios menor, hecho a nuestra medida. Y no, el
permanece en la cruz, muere y Dios lo resucita, revelándose como
DIOS en mayúsculas.
Además, en la liturgia de la Palabra, también vamos descubriendo,
tal como hizo el Señor con los discípulos de Emaús, este Dios inau-
dito, que va más allá de nuestros esquemas raquíticos sobre dios y
les da vuelta («els capgira», diríamos en catalán), y se nos presenta
como aquel que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, que colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los
despide vacíos.
Tras el mandato sencillo del Señor de hacer su memorial, se nos
ofrece la perenne novedad de este Dios inaudito que nunca aca-
bamos de conocer. La Eucaristía, la liturgia, nos permiten este
encuentro semanal para ir descubriendo, en medio de nuestra vida,
cómo es el Dios de Jesucristo y cómo actúa en nosotros.
Si lo que acabo de decir es cierto, el futuro de la liturgia pasa porque
los creyentes, individualmente y en comunidad, nos preguntemos
si valoramos la Eucaristía como el encuentro semanal con este
Dios perennemente nuevo. Y también porque los responsables de
la Iglesia se pregunten cómo facilitar que cada una de las comuni-
dades pueda celebrar el memorial del Señor.
Y las preguntas nos llevan a la necesidad de conversión. El futuro de
la liturgia pasa porque los creyentes, individualmente y en comu-
nidad, nos convirtamos y pasemos de las Eucaristías entendidas
como un servicio a la carta a las Eucaristías como el encuentro de
la comunidad para celebrar el memorial del Señor. Sin esta con-
versión profunda seguiremos viviendo la misa «a la carta» y nos
quejaremos cuando supriman «nuestra» misa.
Y también creo que es necesaria otra conversión. Históricamente
la figura del sacerdote se ha ido cargando de condiciones que en
un momento concreto fueron necesarias según las situaciones

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580 M. Àngels Termes Ferré

históricas. En el siglo xxi vivimos una situación eclesial, cultu-


ral, sociológica... concreta. En esta situación hay que valorar qué
condiciones son necesarias para que alguien pueda presidir una
celebración. Porque lo importante no es que surjan personas que
cumplan unas condiciones concretas, sino que lo importante es que
cada comunidad pueda tener quien presida el memorial del Señor. Y
los responsables eclesiales creo que deberían priorizar esto último.

2. Puesta en práctica de la liturgia


Ante la escasez de sacerdotes que vivimos, el futuro de la liturgia,
como acabo de decir, pasaría por eliminar condiciones innecesarias
para presidir celebraciones.
Pero mientras esto no llega, en las ciudades habrá que reducir el
número de misas. Para no sobrecargar a los escasos sacerdotes y
favorecer que sean vivencias reales del memorial del Señor para
los fieles.
En las zonas rurales, donde las asambleas dominicales en ausencia
de presbítero ya son habituales, habrá que cuidarlas, y remitirlas
siempre al memorial del Señor que no puede celebrarse.
Tal vez los sacerdotes, en lugar de ir corriendo a celebrar en cuatro o
cinco pueblos cada domingo, podrían distribuir la celebración de la
Eucaristía a lo largo de la semana, un día en cada lugar, con mayor
tranquilidad y dedicación a los feligreses. Y celebrar asambleas
dominicales en ausencia de presbítero el domingo. Un intento a
la vez de asegurar la celebración de la Eucaristía y la centralidad
del domingo, día del Señor.
Y más, los misioneros en países del tercer mundo seguro que tienen
mucha experiencia y habría que aprender de ellos.
Por otra parte, en las ciudades, donde hay costumbre de celebrar
la Eucaristía los días laborables, habrá que ir buscando alternati-
vas a la ausencia de sacerdote. Celebrar la Palabra es una buena
alternativa para la comunidad que normalmente se reúne, pero
también lo sería rezar laudes o vísperas.

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 581

Epílogo
Me gustaría añadir que lo que he dicho incumbe sobre todo a los res-
ponsables eclesiales y a los laicos y laicas asiduos a las celebraciones.
Pero en todo lo que podamos hacer hay que tener en cuenta tam-
bién a los participantes esporádicos. Ellos deben recibir, cuando
vengan, una liturgia llena de sentido.
Y también los alejados de la fe que asisten puntualmente a una
celebración. En la liturgia no deberíamos olvidar nunca la dimen-
sión evangelizadora.
Acabo, pero antes quiero pedir al lector de Phase que sepa perdonar
las posibles incongruencias litúrgicas incluidas en el texto.

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¿Hacia dónde camina la liturgia?

El futuro siempre es incierto


Josep Urdeix Dordal
(Barcelona)

A fuer de sincero, acerca de la cuestión que nos ha sido planteada


(«Hacia dónde camina la liturgia del siglo xxi») creo, con toda
franqueza, que la respuesta pueden ser estas sencillas palabras:
Nadie lo sabe.
Puede parecer, esta, una respuesta baladí, sin ningún tipo de funda-
mento, una respuesta precipitada para salir del paso y ahorrar tener
que justificarla con explicaciones. Pero si activamos la memoria
histórica y nos situamos en los albores del movimiento litúrgico
nos será fácil constatar que es una respuesta anclada en la realidad.
Porque, ¿alguien, un siglo atrás, incluso entre los más acérrimos
defensores del Movimiento litúrgico, o entre los más implicados,
los más comprometidos o los más fieles seguidores del mismo,
podían imaginar los cambios que, al menos en occidente, afectarían
tanto a la doctrina como a las normas dictadas en la Constitución
de liturgia del Vaticano II, que debía renovar la vida litúrgica con
el empuje recibido en aquel momento histórico?
Todos sabemos que hubo grupos que fueron remisos a aceptar
dicha Constitución. Y todos sabemos también los cambios que

Josep Urdeix Dordal, diácono, director de la colección Cuadernos


Phase y miembro del Consejo de la revista Phase del Centre de
Pastoral Litúrgica.

Núm. 348 – noviembre/ diciembre – Phase 58 (2018)

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¿Hacia dónde camina la liturgia? 583

acabarían dándose y que constituirían un paso más en relación a


los principios que la Constitución establecía.
Como todo en este mundo, también la liturgia nos da sorpresas.
Nos da sorpresas en lo que afecta a los textos y a las acciones de la
liturgia en nuestra Iglesia peregrina. En realidad es de estas cosas,
con sus formulaciones concretas, de las que podemos hablar. Y
hablamos. Basta recordar con qué apasionamiento se hablaba de
liturgia, en la etapa posconciliar, no solo en los cenáculos clericales.
También en los cenáculos laicales y entre los fieles de cualquier
parroquia era normal hablar de liturgia. Y se crearon equipos de
liturgia. Todos habían «aprendido» liturgia súbitamente. Claro
que también se crearon las instituciones para fomentar el conoci-
miento de la liturgia. ¡Se podrían decir tantas cosas de la ebullición
litúrgica de aquellos años! Pero ya es bastante para recordar con
estas pocas líneas la silueta de aquel tiempo.
Hay que decir también que muchos sacerdotes, fieles a los cam-
bios litúrgicos que, en poco tiempo, se iban dando uno tras otro,
iban cambiando, cambiando y cambiando todo lo que era objeto
de renovación litúrgica. Merecen los más cálidos aplausos –que
ellos quizá no aceptarían– pero sí nuestro más sincero y fervoroso
agradecimiento.
Pero volvamos atrás, a la ebullición de los cambios de la etapa
posconciliar. Porque cambios tenían que darse. Y se dieron quizá
precipitadamente, sin que se diera tiempo a asimilarlos.
Volviendo a la caricatura y solo con un ejemplo: el de la partici-
pación activa en la liturgia. Todos tenían que hacer algo, fuera lo
que fuera, porque toda la Iglesia es ministerial y todos los fieles
tenían que demostrarlo. Y todos los fieles debían ser capaces de
subir al ambón para leer los textos bíblicos, fueran o no expertos
en la lectura en público. Y el canto. No se podía ir a misa sin cantar.
Y si uno no cantaba, bien porque no sabía o porque no le gustaba
cantar o porque no le gustaban los cantos que iban imperando...
y tantas otras cosas que, aunque ahora demos ya por perdidas y
que es mejor no comentar, porque su comentario supone tiempo,
sensible sentido histórico y buen conocimiento de los elementos

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584 Josep Urdeix Dordal

que han dado vida a la liturgia a lo largo de los siglos, así como el
adecuado criterio para la valoración de la belleza que debe tener
toda acción sagrada.
En fin, es larga la lista de todo cuanto hay que limar sin precipita-
ción y con el espíritu de que no hay que reformarlo todo en todo
momento. Hay que añadir que no menciono estos hechos como una
crítica a la reforma llevada a cabo por el Vaticano II. Pues mucho
es lo que debemos a este Concilio. Lo dicho es solo para recordar o
poder decir aquí que a nosotros nos toca continuar la labor empe-
zada entonces y de la que nosotros somos deudores. Nosotros, con
respeto, debemos asumir la responsabilidad de proseguir dando
testimonio de las esperanzas que el Vaticano II puso en la reforma
litúrgica. Nuestro trabajo, por otra parte, debemos hacerlo con
disciplina, con delicadeza y con piedad. Este es el espíritu que
debe presidir nuestra labor en el campo de la pastoral litúrgica.
Para concluir digamos que la liturgia y todos sus elementos son
como un jarrón chino. De cuando en cuando hay que quitarle el
polvo, quizá de siglos. Hay que quitar el polvo, pero con sumo
cuidado. Al más pequeño golpe el jarrón puede romperse en mil
pedazos. Es muy difícil entonces devolverle la integridad y belleza
iniciales.

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Índice

Índice general del año 58


(2018)

Temas
Nuevas perspectivas musicales........................................ núm. 343
¿Neodevocionalismo o «pietas» litúrgica?...................... núm. 344
La Eucaristía, centro de la vida cristiana......................... núm. 345
Selección de temas de liturgia........................................... núm. 346
Jóvenes y liturgia................................................................ núm. 347
¿Hacia dónde camina la liturgia?..................................... núm. 348

Editoriales
Nuevas perspectivas musicales (José Antonio Goñi)........ 5-7
A vueltas con los devocionalismos (José Antonio Goñi)..... 99-100
La Eucaristía, centro de la vida cristiana (José Antonio
Goñi)..................................................................................... 195-196
Programación de los próximos números de «Phase» (José
Antonio Goñi)................................................................. 287-289
La participación de los jóvenes en la liturgia (José Antonio
Goñi)................................................................................ 387-388
Piero Marini, distinguido con el V Memorial Pere Tena
de Pastoral Litúrgica (Josep Maria Romaguera)........ 479-480
Artículos
«Musicam sacram»: Documento – Recepción
– Evolución (Fergus Ryan) ............................................ 9-27
Consideraciones sobre una «“quasi” sacramentalidad» de
la música en la liturgia (Jordi-A. Piqué i Collado)... 29-40

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586 Índice

Criterios para la selección de cantos y música litúrgica:


Eucaristía, matrimonio y exequias (Daniel Alberto
Escobar Portillo)......................................................... 41-60
Neo-devocionalismos. De la dialéctica a la sinergia (Juan
Rego)................................................................................ 101-114
La celebración litúrgica educa en la fe (Juan María
Canals)............................................................................ 115-125
La «pietas» litúrgica (Juan Javier Flores).......................... 127-140
La experiencia de lo sagrado en las manifestaciones
religiosas (Ricardo Valenzuela).................................. 141-155
Instrucción «Eucharisticum mysterium», la carta magna
sobre la Eucaristía (Lino Emilio Díez Valladares).. 197-208
La Eucaristía, «Mysterium fidei». «Lex orandi» – «lex
credendi» – «lex vivendi» (Ángel Cordovilla
Pérez)............................................................................... 209-220
Eucaristía y domingo (Guillermo Rosas Díaz)................. 221-231
Una Eucaristía, diversidad de asambleas eucarísticas
(Dionisio Borobio García)........................................... 233-247
La procesión de entrada de la misa: paso de la esfera
humana a la divina (Ovidio Pérez Pérez)................... 249-264
«In spiritu et virtute liturgiae». Romano Guardini
(Jaume González Padrós)............................................ 291-308
El canto del gallo en los himnos y la espiritualidad de la
noche (Adolfo Ivorra Robla)....................................... 309-315
El itinerario bautismal del período cuaresmal-pascual del
ciclo A: su preparación catecumenal, su celebración
pascual y su prolongación mistagógica (Mario Alberto
Haller)............................................................................ 317-339
Los sacramentos en Bartolomé de Ledesma (1525-1604).
Un resumen comentado y actualizado (Dionisio
Borobio).......................................................................... 341-362
La liturgia y la experiencia de Dios en los jóvenes (Luis
Fernando Álvarez González)..................................... 389-409
Las celebraciones religiosas con jóvenes (Koldo
Gutiérrez)...................................................................... 411-422
Aprendizaje litúrgico con jóvenes (Cristián Eichin
Molina)........................................................................... 423-434

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Índice general del año 58 (2018) 587

Experiencia de encuentro a través de la liturgia con los


jóvenes (Jorge Zazo Rodríguez).................................. 435-444

Puntos de vista
¿Participamos con el canto en nuestras celebraciones?
(Óscar Valado Domínguez)......................................... 61-66
La modalidad como signo del lenguaje musical sacro
(Raúl del Toro)............................................................... 67-71
«…El susurro de una brisa suave» (1Re 19,12) (Roberto
Fresco)............................................................................. 72-77
«Misa ülkantun». Canto mapuche para la liturgia católica
(Cristóbal Fones)............................................................ 78-82
Los ejercicios de piedad en la liturgia (Gonzalo
Guzmán).......................................................................... 157-161
Dos propuestas, dos introducciones a los sacramentos
cristianos (Alfonso Berlanga)..................................... 162-167
María, Madre de la Iglesia. Una nueva memoria obligatoria
en el Calendario Romano General (José Antonio
Goñi)................................................................................ 168-172
Mucho más que un precepto (Luis F. Álvarez
González)....................................................................... 265-268
Unas indicaciones sobre la precedencia de las
celebraciones… al respecto de la memoria de la
bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia
(José Antonio Goñi)........................................................ 269-270
El Sínodo de los jóvenes y la liturgia: El gusto y la belleza
de la liturgia (Juan Javier Flores Arcas)..................... 445-447
Catequesis y liturgia (Enrique García Ahumada).......... 448-453
El papa Francisco asiste matrimonio en el avión (Francisco
Javier Manterola C.)................................................... 453-461

¿Hacia dónde camina la liturgia?


Situación actual de la liturgia (F. Xavier Aróztegui
Trenchs).............................................................................. 481-482
Una liturgia viva para una Iglesia viva (Xavier Aymerich
Miñarro)......................................................................... 483-486

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588 Índice

¿Hacia dónde caminan los actuales participantes en la


liturgia? (Dionisio Borobio García)........................... 487-490
Secularidad y liturgia. Algunas propuestas seculares
para vivir más intensamente las celebraciones (Paula
Depalma Sinbaldi)........................................................ 491-494
Hoy la liturgia sufre, y con la liturgia, la Iglesia (Lino
Emilio Díez Valladares).............................................. 495-504
Mi visión de la liturgia, hoy (Juan Javier Flores Arcas). 505-506
La situación actual y futura de la liturgia (Jaume Fontbona
i Missé)............................................................................. 507-510
Una liturgia llamada a ser cumbre y fuente (Luis García
Gutiérrez)...................................................................... 511-514
Li turg i a: exp eri en ci a y t em ores ( C o n c e p c i ó n
González) ...................................................................... 515-518
La liturgia hacia la verdad desde la verdad (Jaume
González Padrós)......................................................... 519-522
Retos de la liturgia en el siglo xxi (Ramiro González
Cougil)............................................................................ 523-526
Resaltar los «altiora principia» de la liturgia (José Antonio
Beásoain Goñi de Paulorena).................................... 527-529
Los retos de la liturgia (Jordi Latorre Castillo)............. 530-533
La participación de los fieles en la liturgia (Consol Muñoz
SanJuán) ......................................................................... 534-537
¿El futuro de la liturgia? (Alejandro Pérez Verdugo)...... 538-545
Crecimiento de la vida cristiana en todos los cristianos
(Salvador Pié-Ninot)..................................................... 546-549
Dar gloria a Dios y santificar a los fieles (Jordi-Agustí
Piqué i Collado)............................................................ 550-553
La liturgia hoy en América Latina (Leonardo J. Rodríguez
Jimenes)........................................................................... 554-562
Aspectos a cuidar de la liturgia (Josep Maria Romaguera
Bach)................................................................................ 563-565
Una liturgia significativa: reto del siglo xxi (Guillermo
Rosas Díaz)..................................................................... 566-569
Tres principios fundamentales para la participación de
los fieles (Víctor Sánchez Espinoza)........................... 570-573
La liturgia del futuro y el futuro de la liturgia. Retos de la
liturgia en el siglo xxi (Manuel F. Sedano López)....... 574-577

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Índice general del año 58 (2018) 589

Cuidar el encuentro dominical de la comunidad (Maria


Àngels Termes Ferré).................................................... 578-581
El futuro siempre es incierto (Josep Urdeix Dordal)...... 582-284

Noticias
Concesión del IV Memorial Pere Tena de Pastoral
Litúrgica........................................................................... 83-84
La tradición musical de la Iglesia […] (SC 112)................. 84
Semana de estudio de la SOMELIT. Liturgia: «via
pulchritudinis» (Manuel Fernando Sedano).............. 173-175
Consejo de «Phase»............................................................... 176
IV Memorial Pere Tena reconoce la labor de los equipos
parroquiales de liturgia (Mercè Solé).......................... 177-178
Ha nacido «Galilea.153», una nueva revista de liturgia
destinada al público en general (Maria Àngels
Termes)............................................................................ 271-273
XI Congreso Internacional de Liturgia «Liturgia y
cultura»............................................................................ 274-275
Arquitectura de proximidad. Concepto de catedral.
Experiencia de comunidad............................................ 363-364
Dimensión litúrgica de la sacramentalidad de la Iglesia.. 364-365
Los salmos oración de Israel, de Cristo y de la Iglesia. El
salterio en la liturgia y en la piedad popular............... 463-464
Liturgia y devociones populares: liturgia – devociones
populares – inculturación............................................. 464-465
La liturgia recurso de humanidad....................................... 465-466
Liturgia y jóvenes.................................................................. 466-467
«La prex eucharistica».......................................................... 467

Libros
Bibliografía reciente en español (José Antonio Goñi
– Cristobal M. Orellana).............................................. 85-91
Dionisio Borobio, Sacramentalidad, sacramentos y mística
en santa Teresa de Jesús (María Daniela Biló); Óscar
Valado Domínguez, La música como «porta fidei» en
la conversión de Manuel García Morente (1886-1942).
Una interpretación teológica a partir de la relectura

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590 Índice

teológico-musical del «hecho extraordinario» (Ramiro


González)....................................................................... 91
Bibliografía reciente en alemán (Lluís Prat)..................... 179-186
Bibliografía reciente en inglés (Cristóbal M. Orellana). 186-188
Félix María Arocena Solano, Teología litúrgica. Una
introducción (Juan Javier Flores).................................. 188-190
Bibliografía reciente en italiano (José Antonio Goñi)....... 277-284
Bibliografía reciente en francés (Emilio Vicente de Paz). 367-372
Anne-Marie Petitjean, De l’offertoire à la préparation
des dons. Genèse et histoire d’une réforme (Maurizio
Barba).............................................................................. 372-375
Ramiro González Cougil, Piedad popular y liturgia III
(Aurelio García Macías).............................................. 375-380
Giuseppe Midili, La riforma liturgica nella diocesi di Roma.
Studio in prospettiva storica e pastorale (1956-1975)
(Marco Valentini)......................................................... 380-384
Actas de congresos de liturgia y misceláneas recientemente
publicadas (José Antonio Goñi – Lluís Prat – Emilio
Vicente de Paz).............................................................. 469-474
In memoriam
Luis Maldonado Arenas (1930-2017) (Josep Urdeix)........ 95-96
Juan Jáuregui Castelo (1955-2017) (José María De Miguel
González)....................................................................... 475-476

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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez, sdb (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals, cmf (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez, sss (Madrid)
Juan Javier Flores, osb (Roma)
de Catalunya
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
Jordi Latorre, sdb (Barcelona)
Mons. Julián López (León)
Alejandro Pérez (Málaga)
Salvador Pié (Barcelona)
Jordi-Agustí Piqué, osb (Montserrat – Roma)
Lluís Prat (Solsona)
Guillermo Rosas, sscc (Santiago de Chile)
Manuel Fernando Sedano (Puebla de los Ángeles - México)
Josep Urdeix (Barcelona)

Publicado por Precio de suscripción para el 2019:


España: 65,00 €
Centre de Pastoral Litúrgica Otros países (envío correo aéreo): 102,00 $
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ISSN 0210-3877 / D.L.: B 7504-1961 Imprenta: Agpograf

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vinculada al ¿Hacia dónde camina


INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, la liturgia?
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 58 (2018) núm. 348

348
Centre de Pastoral Litúrgica noviembre / diciembre 2018 (año 58)
Phase

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( 933 022 235 – 8 cpl@cpl.es – www.cpl.es

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