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Colección CES

A
Colección CES Centro de Estudios Sociales

Yolanda Puyana Villamizar


Amparo Micolta León
María Cristina Palacio
Editoras
partir de los resultados de una investigación de tipo cualitativo,
en el libro se interpretan las reconfiguraciones de los grupos
Saberes, sujetos y métodos de enseñanza. Reflexiones
familiares que tienen lugar con la migración internacional de Desde 1985 el Centro de Estudios Sociales
sobre la apropiación de la Escuela Nueva en Colombia
padres y madres cuando sus hijos e hijas permanecen en Colombia. Se (CES) de la Universidad Nacional de Colom-
Rafael Ríos Beltrán & Javier Sáenz Obregón, Eds.
recogen elementos centrales en torno a las gestiones del proceso mi- bia se dedica a impulsar el desarrollo de pers-
gratorio, las tareas de proveeduría y cuidado, la autoridad, los vínculos pectivas inter y transdisciplinarias de reflexión
Tiempos para planchar
afectivos, la configuración de redes, y los lazos transnacionales en la e investigación en ciencias sociales. Las activi-
Fabián Sanabria, Ed.
distancia. De manera innovadora, se comparan los casos de quienes se dades de docencia, extensión e investigación
fueron del país en búsqueda de bienestar económico respecto a los de que se desarrollan en el CES responden al reto
quienes debieron partir forzadamente con el fin de salvar su vida. En de enfrentar la diversidad social de la nación
Lecturas CES
la obra se destacan los relatos de las familias que en Manizales, Perei- desde diferentes ópticas que permitan afianzar
ra, Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Medellín y Cali vivieron procesos el vínculo entre la academia y las entidades
Conceptos fundamentales de la cultura política de
migratorios hacia el exterior. tomadoras de decisiones. Como resultado del
la Independencia
trabajo de sus integrantes, el CES cuenta con
Francisco A. Ortega Martínez
una extensa producción bibliográfica reconoci-
& Yobenj Chicanga Bayona, Eds.
da nacional e internacionalmente.

Familias colombianas y migración internacional:


Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura .
política, siglos xviii y xix Familias colombianas y
Grupos de Estudios de Familias
Francisco A. Ortega Martínez
& Alexander Chaparro Silva, Eds.
S E D E B O G O TÁ
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS migración internacional:
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES - CES
Articulado a la Maestría en Trabajo Social y al
GRUPO DE ESTUDIOS DE FAMILIA
entre la distancia y la proximidad
Debates sobre ciudadanía y políticas raciales en las Centro de Estudios Sociales de la Facultad de
Yolanda Puyana Villamizar

entre la distancia y la proximidad


Américas Negras Ciencias Humanas de la Universidad Nacio-
Amparo Micolta León
Claudia Mosquera Rosero-Labbé, María Cristina Palacio nal de Colombia, se dedica a la investigación
Editoras acerca de los procesos sociales y los cambios al
Agustín Laó-Montes,
& César Rodríguez Garavito, Eds.
interior de la familia. En esta obra participa-
Universidad Nacional de Colombia ron, además, los siguientes grupos: Grupo de
Universidad de Antioquia
Universidad de Cartagena Estudios de Familia y Sociedad de la Universi-
Universidad de Caldas dad del Valle; Grupo de Estudios de Familias,
Otras publicaciones recientes Universidad del Valle
Conets Colombia Masculinidades y Feminidades de la Universi-
Colciencias dad de Cartagena; Grupo de Investigación en
El Hospital San Juan de Dios 1635-1895
Estela Restrepo Zea. Intervención Social y Grupo Interdisciplina-
rio e Interinstitucional de Investigación sobre
Conflictos y Violencias, de la Universidad de
Antioquia; y finalmente, el Colectivo de Estu-
S E D E B O G O TÁ dios de Familia, de la Universidad de Caldas.
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES - CES
GRUPO DE ESTUDIOS DE FAMILIA
Colección CES

Familias colombianas y
migración internacional:
entre la distancia y la proximidad
Colección CES

Familias colombianas
y migración internacional:
entre la distancia y la proximidad

Yolanda Puyana Villamizar


Amparo Micolta León
María Cristina Palacio
Editoras

S E D E B O G O TÁ
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES - CES
GRUPO DE ESTUDIOS DE FAMILIA
Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Familias colombianas y migración internacional:


entre la distancia y la proximidad
Colección CES
© 2013, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales (CES),
Grupo de Estudios de Familia
© Universidad de Cartagena
© Universidad de Antioquia
© Universidad del Valle
© Universidad de Caldas
© Conets Colombia
© 2013, Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio
© Varios autores
Primera edición. Bogotá, Colombia
ISBN:

Comité editorial
Sergio Bolaños Cuéllar, decano
Jorge Rojas Otálora, vicedecano académico
Amparo Fajardo, vicedecana de investigación
Jorge Aurelio Díaz, profesor especial
Patricia Simonson, profesora asociada
Yuri Jack Gómez, director del CES

Preparación editorial
Facultad de Ciencias Humanas

Centro de Estudios Sociales (CES)


cesed_bog@unal.edu.co
Yuri Jack Gómez, director
Juliana González Villamizar, coordinadora editorial
Olga Lucía Riaño, correctora de estilo
Julián Hernández - Taller de Diseño, diseño de colección y diagramación

“The Family in a State of Metamorphosis” de André Masson (1929), imagen de portada


Xpress estudio gráfico y digital, impresión

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio sin el permiso previo por escrito de los titulares
de los derechos correspondientes.
Convenciones utilizadas

Las referencias de las personas entrevistadas para esta investigación uti-


lizan los siguientes códigos:

Ciudad
1 Bogotá
2 Cali
3 Manizales
4 Medellín
5 Cartagena
5b Barranquilla
8 Pereira

Relación con el/la migrante


C Cuidadoras y cuidadores
H Hijo o hija
M Madre migrante
P Padre migrante

A continuación de ellos aparecen el nombre de la persona entrevista-


da y el año en que se realizó la entrevista.
Tabla de
contenido

Prólogo 9
María Margarita Echeverri Buriticá

Introducción 15
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León,
María Cristina Palacio Valencia

El contexto de las migraciones internacionales en Colombia


(1990 - 2010) 39
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León,
Blanca Inés Jiménez Zuluaga

Padres y madres en procesos migratorios internacionales:


momentos previos al viaje 83
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López,
Gloria Bonilla Vélez

Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender


la organización familiar 135
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño
María Cristina Palacio Valencia
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración
internacional 207
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes 283


Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano,
María Cristina Maldonado Gómez

Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en


los grupos familiares 363
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Reflexiones finales 443


Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León
María Cristina Palacio Valencia

Índice temático 455

Autoras 457

8
Prólogo

L
os actuales procesos migratorios internacionales latinoamerica-
nos han cambiado su dinámica. Como nunca antes, se diversifi-
can, mundializan, aceleran y feminizan, producto de economías
fuertemente relacionadas, movimientos transnacionales de capitales y
mercancías, nuevas tecnologías del transporte y de comunicación que
comprimen la distancia y el tiempo y facilitan la circulación de informa-
ción y de personas. En los nuevos escenarios de las migraciones, la revo-
lución transnacional está reestructurando la sociedad a escala planetaria
y las familias migrantes, como actores sociales dinámicos, están influyen-
do de manera constante en la configuración étnica, laboral, demográfi-
ca, económica, social y cultural de múltiples ciudades, simultáneamente,
en cualquier parte del mundo.
Las migraciones internacionales son un ‘hecho social’ que produce
transformaciones en las estructuras y dinámicas familiares, económicas,
culturales, políticas y del mercado de trabajo de los países de origen,
tránsito y destino de los y las migrantes. A partir de la última década del
siglo xx, la perspectiva transnacional para el estudio de las migracio-
nes internacionales ha retado al modelo asimilacionista y de integración,
pues alude, en su sentido más general, a procesos y prácticas económicas,
políticas y socioculturales que están vinculados a, y configurados por las
lógicas de más de un Estado-nación, caracterizado por el cruce constante
de sus fronteras.
María Margarita Echeverri Buriticá

La mirada transnacional de las migraciones devela complejas relaciones,


en diversos escenarios, que implican un tejido de lazos sociales, simbólicos y
materiales con los países de origen y destino, y las relaciones que se dan en-
tre ellos, lo que deviene en la formación de nuevas y diversas comunidades.
Las identificaciones se construyen así dentro de espacios sociales transna-
cionales, en el desarrollo y mantenimiento de múltiples relaciones —fa-
miliares, económicas, sociales, organizacionales, religiosas, políticas— que
sobrepasan las fronteras y conectan país de origen y país de destino, a pesar
de las grandes distancias y la persistencia de rígidas fronteras nacionales.
En este lienzo las migraciones se feminizan, no solo por el aumento de
la presencia de la mujer en los movimientos migratorios, sino también por
el cambio en los perfiles de ese fenómeno. Las mujeres latinoamericanas
migran de forma independiente y se constituyen en los primeros eslabo-
nes de las cadenas migratorias a las que posteriormente se incorporan los
hombres, los hijos e hijas y otros familiares. Desde hace ya más de una
década los estudios con enfoque de género señalan que las mujeres son
protagonistas y sujetos activos con un proyecto migratorio propio. Ante la
crisis económica y social de sus países de origen, se van en busca de nue-
vas posibilidades para enfrentar la precariedad, en ambos aspectos, de sus
familias y, en muchos casos, tras la búsqueda de garantizar sus derechos.
La presencia de las mujeres en las migraciones procedentes de Amé-
rica Latina, ha revelado la importancia de la familia como campo de
indagación al visibilizar los proyectos migratorios como eminentemente
familiares. Se reorganiza la red de cuidados y se producen cambios en
las pautas de crianza de hijos e hijas, lo que deriva en nuevas relaciones
de género y generacionales, formas de organización familiar y novedosas
concepciones de la maternidad y la paternidad.
En este marco, la obra Familias colombianas y migración internacional:
entre la distancia y la proximidad se constituye en un estudio valioso, profun-
do y novedoso de la migración familiar internacional colombiana en
estos nuevos tiempos, cuando los proyectos migratorios de cada uno de
los miembros de las familias han tenido transformaciones sustanciales
en sus formas de dibujarse, negociarse y asumirse. Las tendencias que
caracterizan el actual contexto —globalizado, diverso, feminizado y
acelerado— de las migraciones latinoamericanas visibilizan otras estra-
tegias y pautas de movilidad que indican que la vida transnacional está
reestructurando nuestras sociedades. De manera paralela, el mundo

10
Prólogo

familiar ha transmutado y responde a dimensiones que imprimen una


gran heterogeneidad y complejidad a la comprensión de sus diversas
realidades y modos de organizarse. Y es precisamente en la intersección
de estos escenarios en transformación donde nace la investigación que
ha dado paso al libro que hoy presentamos.
La importancia del hecho migratorio familiar se refleja en el aumento
de la atención que ha cobrado en los últimos años por parte de gobier-
nos, organismos no gubernamentales, medios de comunicación y políti-
cas públicas que intentan regular el desplazamiento y frenar la entrada
a los países. Al mismo tiempo, la familia migrante emerge como objeto
de interés desde el ámbito académico que trata de comprender las com-
plejas y múltiples facetas que este fenómeno entraña.
Sin embargo, y a pesar de que la emigración colombiana internacional
se tiñe desde hace mucho tiempo de proyectos familiares evidentes, con
las mujeres a la cabeza como primeros eslabones de estas cadenas migra-
torias, en Colombia el tratamiento de la migración familiar en el discurso
público, institucional, político y académico es reciente. En este sentido,
este estudio es novedoso al evidenciar con minucia las formas y dinámicas
plurales y heterogéneas de la vida familiar que comenzaron a configurarse
a partir de la migración internacional de sus integrantes. Con ello se rom-
pe la imagen generalizada del discurso público y social sobre la migración
como proceso responsable de la ‘desintegración familiar’; se destaca en
algunas historias de las familias migrantes que los rompimientos en las
relaciones emocionales de padres, madres, hijos e hijas se dieron con an-
terioridad al proceso migratorio, mientras que para otras fue el proceso
migratorio del padre o la madre el hecho que les permitió reconfigurar el
afecto con mayor cercanía, a pesar de la gran distancia territorial.
Se resaltan en la investigación complejas relaciones en las familias
migrantes internacionales colombianas, historias que recogen el inicio
de los procesos, la manera como intervinieron en su diseño y ejecución
todos y todas sus integrantes; los cambios en los grupos familiares, las
representaciones y significados de la migración de los padres y madres
desde las voces de los hijos e hijas, los cuidadores y cuidadoras; las viejas
y nuevas dinámicas y articulaciones que se dibujan al interior de las fa-
milias en migración; los giros que se producen en la dinámica relacional
y vinculante de la familia; los significados y ejercicios de cuidado que se
siguen perfilando a través de las fronteras.

11
María Margarita Echeverri Buriticá

En ese marco se hace un análisis complejo de la migración familiar


colombiana desde categorías que lo alimentan como el género, la ge-
neración, la posición socioeconómica, las regiones de procedencia y los
motivos de la partida, que nos plantean una clara diversidad de las tra-
yectorias migratorias familiares en Colombia. La perspectiva de género
evidencia las tensiones entre los significados y las prácticas que se dan
según migre la madre, el padre o ambos, y los diferentes juegos en el
ejercicio del poder que perpetuan en nuestras sociedades latinoameri-
canas lógicas de dominación y subordinación, pero que al mismo tiem-
po evidencian claros procesos de resistencia en la reconfiguración de las
identidades de género en movimiento. El estudio muestra la presencia
fuerte y la autonomía de las mujeres colombianas involucradas en pro-
cesos de migración familiar, al mismo tiempo que devela la continuidad
de la tradicional reproducción de la división del trabajo, en las que las
redes de mujeres —cónyuges, abuelas, tías, hermanas— se hacen cargo
del cuidado y apoyo diario de los hijos e hijas de las migrantes, aún
cuando los varones hayan quedado a su cargo en origen. Se desmontan
así las estigmatizaciones que caen sobre las mujeres migrantes como
‘abandonadoras’ de la familia, y sobre sus hijos e hijas como sujetos
abandonados y sin norte.
Sin dejar de reconocer la influencia del proceso de globalización
como productor de movimientos y cambios sociales, económicos, políti-
cos y culturales en todos los países del mundo, la investigación se mueve
en las dinámicas situadas en contextos particulares donde la migración
se produce y hace pendular su análisis entre los niveles macro y micro-
sociales. El mundo de las familias en migración se comprende desde los
planos materiales y simbólicos; se consideran las condiciones objetivas y
estructurales de las sociedades de origen y destino, y al mismo tiempo, se
indaga sobre los vínculos simbólico-emocionales de los miembros de las
familias migrantes como codeterminantes de las formas en que se están
configurando las relaciones, las representaciones y las diversas formas de
gestionar las trayectorias de los que se van, los que se quedan y aquellos
otros que han regresado.
En la investigación se recalca la presencia de un elemento aún ausen-
te en algunos estudios sobre tema: la regionalización de los movimientos
migratorios. El eje de reflexión muestra la manera como se construyen
las redes migratorias a determinados destinos según el lugar del que se

12
Prólogo

parte, lo que imprime características particulares a las dinámicas fami-


liares en el marco de estos contextos situados de las rutas migratorias.
En ese orden, las familias de la costa atlántica colombiana, específica-
mente de Barranquilla y Cartagena, hablan de su proceso de migra-
ción familiar fronterizo, especialmente hacia Venezuela, y se destaca la
tendencia significativa de participación de las familias más pobres en
ese trayecto. Por su parte, Bogotá, Medellín, Cali, Pereira y Manizales,
ciudades con una alta densidad migratoria hacia el exterior, sobresalen
por la concentración de hogares con migrantes en los estratos bajos y
medios y con una preferencia hacia ee. uu. y España como destino. Se
analiza entonces la diversidad de trayectorias y estrategias familiares de
migración según las ciudades de procedencia y los lugares de destino.
El compromiso social y político de las investigadoras, y el rigor aca-
démico del estudio se dejan leer en cada una de sus partes. El exahustivo
trabajo de campo recoge las voces de los miembros de familias colom-
bianas en migración, desde un enfoque transnacional —en origen y des-
tino—, y devela las formas como las familias en migración permanecen
conectadas a través de las fronteras y transforman, con su vivir trans-
nacional, nuestras sociedades. Hablan los padres y madres migrantes, y
los que han retornado; sus hijos y sus hijas, las cuidadoras y cuidadores.
Un tejido de voces que deja ver la complejidad y las nuevas formas y
tensiones de la gestión del cuidado, y expresan los cambios y conflictos,
sentimientos de agrado y desagrado entre cuidadores y cuidados, que
varían según género y parentesco.
Se aborda en el estudio el fenómeno de las migraciones forzadas, un
tema poco visible en relación con la familia, a pesar de su clara presencia
en los debates desde hace ya muchas décadas. El discurso académico,
público y privado, sigue circunscribiendo la migración colombiana a mo-
tivos predominantemente económicos; se enfatiza en que los y las colom-
bianas parten en busca de contextos más favorables y seguros, huyendo
principalmente de la crisis económica y las altas tasas de desempleo. Los
principales temas de investigación por parte de diferentes instituciones
nacionales e internacionales se refieren con especial acento al efecto de
las remesas y la pérdida del capital humano para el país.
Sin embargo, es evidente que las razones de la migración de las fa-
milias colombianas están marcadas por una gran diversidad: refugiados
y asilados políticos, migrantes por necesidad económica, mano de obra,

13
María Margarita Echeverri Buriticá

trabajadores altamente cualificados, estudiantes, directivos y empresa-


rios, mujeres y jóvenes que parten solos o en procesos de reagrupación
familiar, entre otros. Dentro de tales motivaciones coexisten patrones con
movimientos temporales y circulares —idas y vueltas sucesivas—, grupos
con estabilidad jurídica, con contratos y permisos de residencia de corto
plazo o irregulares, y colectivos que se van autónomamente, junto a otros
que están sujetos a redes de tráfico de personas. En esta línea, se recogen
en el libro las voces de colombianos y colombianas que se ven obligados a
exiliarse para salvar sus vidas, por lo que este tipo de migración adquiere
una dinámica especial en todo el proceso y en relación con la configura-
ción de sentimientos y formas de gestión del cuidado de las familias, en
tanto ellas están cargadas de un profundo dolor, miedo e incertidumbre,
difíciles de tramitar para todos sus miembros.
El libro es una invaluable y novedosa contribución a la literatura de
las migraciones colombianas, en tanto nos permite comprender las for-
mas en las cuales se reconfiguran la organización familiar y las formas del
cuidado, los sentidos y significados de cada uno de sus miembros frente
al proceso migratorio desde la perspectiva transnacional. Es un libro que
está vivo, como las historias de las familias migrantes que hablan en él.
Son los sujetos migrantes quienes narran su manera de vivir la partida
y cuentan cómo reconfiguran diversas estrategias para seguir viviendo
junto a sus seres queridos a pesar de las inmensas y rígidas barreras jurí-
dicas, físicas y simbólicas que, cada vez más, las políticas migratorias de
los países implicados se empeñan en levantar.

María Margarita Echeverri Buriticá


Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá, Colombia
Noviembre de 2012

14
Introducción
Yolanda Puyana Villamizar
Universidad Nacional de Colombia

Amparo Micolta León


Universidad del Valle

María Cristina Palacio Valencia


Universidad de Caldas

Dicen que el rancho se ha ido quedando vacío, que ya no viven ahí sino
mujeres con niños y viejos huérfanos de hijos. Quizás exageran, lo cierto es
que yo tengo años de oír cómo se van unos y vuelven otros, mientras el rancho
espera en vilo su ir y venir.

Ángeles Mastretta

E
n nuestra vida académica hemos investigado diversos temas acer-
ca de los grupos familiares en Colombia. Encontramos, en ese
recorrido, la heterogeneidad de ellos y sus cambios a lo largo y
ancho de la geografía nacional. Asumimos el reto de leer y comprender
el mundo familiar a partir de varias dimensiones: especificidades regio-
nales, características étnicas y raciales, cambios del ciclo vital, transfor-
maciones en medio de procesos de modernización, urbanización, con-
formación de las ciudades y drásticos procesos de desplazamiento como
consecuencia del conflicto armado. A través de todo ello se hacen visibles
algunas de sus complejas realidades.
Desde la primera década del siglo xxi comenzamos a observar la
emergencia de nuevos movimientos y giros en la vida cotidiana de al-
gunas familias en el escenario internacional. Escuchamos las voces de
madres colombianas que llaman a su terruño desde los locutorios en Es-
paña o en otros países europeos; oímos los relatos de quienes se han visto
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

obligados u obligadas a exiliarse para salvar sus vidas, pero, al tiempo,


sufren para mantener los vínculos con aquellos que están en Colombia,
o conocemos historias de padres o madres migrantes que, desde Estados
Unidos, no pueden volver, porque han perdido su condición de regulari-
dad. Todos, unos y otras, buscan con afán interacción y comunicación,
a pesar de la distancia física de quienes integran sus grupos familiares.
Al tiempo, viejos, viejas, niños y niñas, desde sus hogares, esperan idas
y venidas de madres y padres para mejorar sus ranchos, como recuerda
Ángeles Mastretta.
Ante las anteriores observaciones e inquietudes, nos propusimos buscar
respuestas. En ese camino nos conectamos con el tema de la globalización
y examinamos las formas y dinámicas de la vida familiar que comenzaron
a configurarse a partir de la migración internacional. Por lo tanto, decidi-
mos estudiar las familias vinculadas con los fenómenos enunciados.
Comenzamos por reconocer que el proceso de globalización produce
y detona movimientos y cambios sociales, económicos, políticos y cultu-
rales en todos los países del planeta, pero en cada nación las formas de
interconexión mundial responden a particularidades propias. Comparti-
mos hoy una modernidad caracterizada por intercambios y ámbitos de
acción globalizados, irradiación de tecnologías de la comunicación, me-
dios de transporte reductores del tiempo entre fronteras y expansión de
movimientos globales de la sociedad civil, entre otros (Beck y Beck-Gern-
sheim, 2008). Al mismo tiempo, las políticas económicas asociadas a este
proceso no han generado igualdad, sino, al contrario, han incrementado
la desigualdad entre países y entre quienes, ilusionados por una forma de
vida distinta, han migrado desde donde se ofrecen pocas oportunidades
laborales, padecen formas de violencia o soportan un bajo nivel de vida.
En el marco global se presentan interacciones transnacionales en to-
dos los campos, desde un ámbito macrosocial —los estados naciones,
mercados de trabajo y de capitales— hasta la conformación de iden-
tidades con una dinámica especial entre quienes se articulan a la vida
transnacional y construyen sus mundos culturales (Guarnizo, 2006a). La
globalización ha marcado la vida cotidiana y su mirada implica llegar
a un nivel microsocial: a las interacciones entre las personas, los grupos
familiares y las comunidades, al tiempo que se conectan y traspasan las
fronteras nacionales.

16
Introducción

En el contexto hasta aquí enunciado nos planteamos la necesidad de


realizar la investigación que hoy publicamos, dirigida a responder las
siguientes preguntas: ¿Cómo se inicia el proceso migratorio y cómo cam-
bian los grupos familiares con hijos e hijas menores de 24 años cuando
sus padres o madres migran hacia el exterior, bien sea motivados por
lograr mejores condiciones de existencia o porque está en riesgo la vida?
¿Cómo interpretan hijos, hijas y cuidadores la migración internacional
de padres y madres cuando el fenómeno se presenta para mejorar el
bienestar económico o por estar en peligro la vida? ¿Qué dinámica y ar-
ticulación contienen los grupos familiares cuyos miembros residen, unos,
en algún país distinto de Colombia y, otros, en Bogotá, Medellín, Cali,
Barranquilla, Cartagena, Pereira y Manizales? ¿Cómo explicar las diná-
micas diferenciales de este proceso para hombres y mujeres? Finalmente,
¿cómo se significa y se ejerce el cuidado desde Colombia como país de
origen en las familias de condición de transnacionalidad?
Varias preguntas de este estudio se inspiraron en investigaciones rea-
lizadas en el contexto andino de Suramérica (Solferini, 2005; Parella,
2007; Pedone, 2003), en el eje cafetero colombiano (López, 2008; Rivas,
et al. 2008; González y Restrepo, 2010) y en Filipinas (Parreñas, 2000 y
2001). Retomamos también algunas conclusiones y sugerencias hechas
por estudiosos del tema, como las esbozadas por Guarnizo (2006b, 95)
cuando formula interrogantes acerca de la migración internacional y la
dinámica de los grupos familiares. Dice el autor: «[…] la migración al-
tera patrones sociales de relación desde la estructura de la familia, del
hogar, las relaciones de género, hasta aquellas relaciones entre padres,
madres e hijos, familia nuclear y familia extendida. Ha repercutido en las
transformaciones de las reglas familiares y del hogar, cuando la jefatura
se traslada al exterior, bien sea en el caso de uno o dos progenitores o en
el caso cada vez más común de madres solas».
Los interrogantes esbozados nos llevaron a conceptualizar las catego-
rías transversales a todas las fases de la investigación, que presentamos a
continuación: a) la migración internacional, b) las familias en situación
de transnacionalidad y c) la perspectiva de género en los procesos de
migración internacional.

17
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

Categorías teóricas de la investigación

Entendemos por migración internacional1 un proceso de movilidad humana


que implica el cambio de residencia de las personas desde su país de
origen a otro destino; supone, para quien migra, una transformación
del entorno político-administrativo, social o cultural relativamente dura-
dero. En otras palabras, se trata de cualquier variación permanente de
residencia2 que implica la interrupción de actividades en un lugar y su
reorganización en otro (Blanco, 2000).
De las teorías sociológicas sobre la migración internacional, hemos
retomado autores que sustentan la denominada transnacional 3 (Portes
et al., 1999; Vertovec, 1999; Levitt y Glick Schiller, 2004; Guarnizo,
2006a; Ribas, 2004) y la conciben como aquella articulada a la cons-
trucción y reconstrucción de redes sociales, enraizadas en el contexto
estructural de cada región, que cimentan la movilidad espacial, la vida
laboral y contienen relaciones recíprocas entre los lugares de origen y
destino. La migración constituye un movimiento realizado por personas
que parten con toda su historia particular, cultural y social; en su éxodo
construyen un vivir transnacional que permite mantener los vínculos
entre los países e incluye lengua y vida familiar y la transformación del
entorno donde llegan.
Para analizar la manera como los procesos descritos se expresan en la
vida familiar, hemos construido la noción de familia en situación de transna-
cionalidad. En este estudio reelaboramos la pionera definición de Briceson
y Vuorela (2002: 1)4. Proponemos esclarecer esta categoría sobre grupos

1 Generalmente se habla de estadías no inferiores a un año; sin embargo, la medición está


determinada por la definición que al respecto haga cada país.

2 No se consideran migraciones los desplazamientos turísticos, los viajes de negocios o los de


estudio, dada su transitoriedad y porque no implican reorganización vital; no suponen un
cambio de entorno político-administrativo, ni se deriva de ellos la interrupción de actividades
previas (Blanco, 2000).

3 Persisten varias interpretaciones sobre las teorías migratorias: atracción y repulsión, las teo-
rías de la acción individual, las histórico-estructurales, las del capital social, de movilidad
social, entre otras. Si bien en el informe vamos a hacer referencia a algunas de ellas, la teoría
que más ha sido útil a nuestros análisis corresponde a la transnacional (Rivas, 2004).

4 «Transnational families are defined here as families that live some or 7most of the time separated from each
other, yet hold together and create something that can be seen as a felling of collective welfare and unity, namely
family hood, even across of national borders» (son las familias cuyos integrantes viven separados,

18
Introducción

familiares que conservan la unidad gracias a un sentimiento de bienes-


tar, colectividad, nombre común y hogar5. Si bien este tipo de familia se
presenta a raíz de las migraciones desde siglos anteriores y no constituye
una situación nueva, contiene hoy un especial auge dado el crecimiento
de las migraciones, los medios de comunicación y la virtualidad, que fa-
cilitan la construcción de una vida diaria interconectada (Landolt, 2006;
Puyana, Motoa, y Viviel, 2009; Pedone, 2003).
Esta nueva condición de las familias de migrantes ocurre cuando se
sostienen los vínculos afectivos y emocionales, aunque se encuentren en
distintos países, una situación que se detona a partir del traspaso de fron-
teras del padre o de la madre con hijos e hijas. Analizamos, además, los
movimientos que se producen en esta dinámica relacional y vinculante:
se anuda el sentido de un proyecto familiar orientado a la formación de
un capital social, un patrimonio económico y a los soportes de la sobre-
vivencia, asuntos que circulan en los diálogos interactivos que le dan
consistencia al hogar 6.
La migración cobra un matiz especial cuando la estudiamos a partir
de la perspectiva de género7, en tanto es una categoría que permite profun-
dizar en las relaciones, los simbolismos culturales y las prácticas, desde
las diferencias y alianzas en el ejercicio del poder y el juego entre las
lógicas de dominación, subordinación y resistencia que se evidencian en
las interacciones entre personas. Entendemos que la cultura regula las

pero todavía se mantienen juntos, porque han creado un sentimiento colectivo de bienestar
y unidad a través de los límites nacionales) (traducción de las autoras).

5 En situación de transnacionalidad hace referencia a una época en la que la familia se vincula


con esas características. Esa circunstancia tiene límites en el tiempo, ya que puede cesar por
múltiples circunstancias.

6 Hogar es un “lugar” situado socialmente como un mundo de la experiencia privada que se


atraviesa por los vínculos emocionales y afectivos. Glocal hace referencia a las formas trans-
nacionales de interactuar que el hogar contiene.

7 En la migración internacional se analizan las relaciones de género desde varias dimensiones:


la primera, a partir de la discriminación y la explotación de las mujeres en el mercado mundial
de los servicios, al inscribirse en las redes globales del cuidado; la segunda, en la perspectiva
de la familia en situación de transnacionalidad, en las voces de las y los residentes en los países
de origen, teniendo siempre presente la dinámica global en que se inscriben quienes realizan
el papel de las cuidadoras y asumen la maternidad transnacional (Puyana y Rodríguez, 2011;
Pedone, 2008). Finalmente, en las masculinidades inmersas en los procesos de migración: los
cambios en la tradicional división sexual, cuando los hombres asumen nuevos roles laborales,
hasta las vivencias y características de la paternidad transnacional (Rosas, 2010).

19
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

relaciones de género al establecer un deber ser sobre las mismas, el cual


es incorporado por los sujetos en la construcción de sus identidades, en
la interpretación y manejo de su corporalidad, en las formas de amor u
hostilidad como elementos vinculantes de las interacciones. Considera-
mos así las relaciones de género que se expresan en las dinámicas propias
de la familia transnacional.

Sobre la metodología

Con el objeto de comprender los cambios producidos en las relaciones


entre padres, madres, hijos e hijas debido a la migración internacional
optamos por el desafío de provocar conversaciones con esas personas y,
así, identificar las fronteras que las separan y conectan. En fin, contes-
tarnos cómo se mantienen en calidad de familias en situación de trans-
nacionalidad, entender sus estrategias de comunicación, el alcance de las
remesas económicas y sociales, sus experiencias vitales, las expectativas
futuras, las formas de cuidado, las relaciones que se establecen y las redes
que se reactivan.
Con Strauss y Corbin (2002) compartimos el sentido de la investiga-
ción con el enfoque cualitativo, al dirigir la indagación hacia el reconoci-
miento de las conversaciones compartidas con las personas, la lógica de
sus discursos, sus vivencias, sentimientos y valoraciones. Asumimos que
el acceso al conocimiento de lo específicamente humano se relaciona con
un tipo de realidad epistémica construida por quienes investigan, lo que
rompe la visión reflejada sobre el conocimiento que antepone el objeto
y hace invisible el papel del sujeto en la investigación (Bateson, 2002;
Gergen, 2007). Creemos que la investigación cualitativa reivindica las
narrativas de las personas como fuente legítima para la construcción del
conocimiento y facilita captar el punto de vista de quienes producen y
viven sus realidades.
Para el estudio seleccionamos las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali,
Barranquilla, Cartagena, Pereira y Manizales. Obedecimos varios cri-
terios porque, según los datos del dane 2005, los hogares en esas locali-
dades contienen una alta densidad migratoria hacia el exterior cuando
se comparan con otras poblaciones no fronterizas, y en razón a que los
equipos de investigación de las universidades participantes tienen acceso
a los habitantes de ellas, bien sea por encontrarse en espacios cercanos o

20
Introducción

por contar con sede en el lugar.


Los criterios para seleccionar los hijos e hijas que conformaría la
muestra fueron los siguientes: debían tener menos de 24 años de edad
en el momento de la migración del padre o la madre y el progenitor o
los progenitores tendrían una experiencia migratoria de un año como
mínimo. En el momento de la charla, los hijos o hijas debían habitar en
las ciudades estudiadas. Elevamos la edad de los entrevistados porque
suponemos que en las sociedades contemporáneas es en ese momento
cuando se alcanza más independencia del hogar. Además, porque los
padres tratan hasta esa época de solventar los gastos requeridos en edu-
cación, cuando los descendientes aspiran a la universitaria, situación que
ubica a estos últimos como dependientes, al menos económicamente.
En esta perspectiva nos orientamos hacia el estudio de los relatos so-
bre la vida de las personas. Siguiendo a Daniel Bertaux (2005), com-
prendemos dos dimensiones complementarias en estos relatos: la de tipo
etnosociológico, que contiene los referentes socioestructurales que ex-
presan las organizaciones sociales donde se mueven las personas, las ins-
tituciones, la producción y la reproducción, las condiciones de trabajo,
entre otras. Y, por otra parte, la de tipo sociosimbólico, en la que, además
de las experiencias vitales, aparecen las vivencias, las emociones y los
significados otorgados a la acción y a las relaciones sociales. La técnica
utilizada para generar estas conversaciones fue la entrevista semiestructurada,
con una guía8 provocadora de un diálogo acerca del antes y el después de
la migración en los grupos familiares, por lo que se logró compartir los
acontecimientos que marcaron las vidas de sus respectivos integrantes.
Realizamos 504 entrevistas —aproximadamente 60 por ciudad, dis-
criminadas entre hijos, hijas, cuidadoras y cuidadores, y migrantes (cua-
dro 1)—. Retomamos el criterio de muestra cualitativa y seleccionamos
personas relevantes para los objetivos de la investigación, de acuerdo con
los conceptos teóricos del estudio, de forma que los relatos expresaran la
heterogeneidad de las situaciones previstas, lo que nos permite reconocer
las características básicas de los procesos migratorios referidos por quien
relata. Al tener un carácter intencional la selección de quienes entrevis-
tamos, los datos presentados no intentan ser representativos en términos

8 Construimos la guía en un seminario interuniversitario con los equipos participantes de esta


investigación, y la acompañamos con una ficha de identificación familiar que nos permitió
hacer una caracterización socio-demográfica de los grupos familiares y de los y las migrantes.

21
22
Cuadro 1. Tipo de población entrevistada

Hijas Hijos Cuidadoras Cuidadores Madres migrantes Padres migrantes Total ciudades
Ciudad
No % No % No % No % No % No % No %
Bogotá 24 16,55 12 14,63 26 13,40 7 17,50 2 12,50 6 22,22 77 15,28
Medellín 19 13,10 8 9,76 26 13,40 4 10,00 3 18,75 10 37,04 70 13,89
Cali 17 11,72 13 15,85 25 12,89 9 22,50 5 31,25 4 14,81 73 14,48
Cartagena 20 13,79 10 12,20 26 13,40 4 10,00 1 6,25 2 7,41 63 12,50
Barranquilla 17 11,72 9 10,98 28 14,43 2 5,00 - - 2 7,41 58 11,51
Manizales 24 16,55 12 14,63 32 16,49 6 15,00 2 12,50 2 7,41 78 15,48
Pereira 24 16,55 18 21,95 31 15,98 8 20,00 3 18,75 1 3,70 85 16,87
Total 145 100 82 100 194 100 40 100 16 100 27 100 504 100
Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010».
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio
Introducción

estadísticos de la población migrante de las ciudades.


En gran parte, en las ciudades entrevistamos un número similar de
hijos o hijas —la mayoría entre 18 y 24 años de edad— que residieron
por un tiempo considerable o aún viven en Colombia y, en general, fue-
ron hijos o hijas de migrantes en su infancia. Al tiempo, escuchamos las
voces de 140 cuidadoras y 40 cuidadores en las ciudades mencionadas.
Este desequilibrio por género es una demostración más de que el cuida-
do sigue concentrado en las mujeres, especialmente en madres, abuelas y
tías. Entrevistamos pocos migrantes, porque el estudio se proyectó desde
las ciudades colombianas, pero poco a poco logramos escuchar sus voces,
a través de internet o porque ya habían retornado, lo que permitió la
construcción de historias familiares más completas.
Una vez transcritas las entrevistas, conjugamos dos procedimientos de
análisis: intra e intertextual. El primero lo realizamos a partir de la lectura
cuidadosa y detallada de cada una de ellas, consideradas como una tota-
lidad, con continuidad en lo que se dice, sin fragmentar; se privilegió la
palabra de quien se entrevistó, con el fin de entender el sentido del relato.
Nos preguntamos cuál era la trayectoria del mismo, y, en atención a los ob-
jetivos de esta investigación, cuáles eran los cambios que allí se revelaban y
cuáles los temas recurrentes y el significado de los silencios. Encontramos
así el significado explícito e implícito en las narraciones, lo que nos arrojó
información novedosa sobre el tema y sobre aquellos asuntos claves para
comprender un proceso migratorio que atañe a una familia en particular.
Con este análisis logramos encontrar la saturación de la información9.
Con el análisis intertextual obtuvimos comparaciones entre las narra-
ciones a través de un minucioso proceso de codificación. Construimos las
matrices a partir de las categorías analíticas y de los datos agrupados en los
códigos por el software Atlas.ti 10, teniendo en cuenta que ellas constituyeron
un nivel de mayor elaboración para organizar los datos. Al relacionar los có-
digos, formulamos unas primeras hipótesis de trabajo, identificamos catego-
rías emergentes y realizamos comparaciones de los relatos en cada ciudad.

9 La saturación de los relatos se presenta cuando estos se repiten y no obtenemos información no-
vedosa sobre las categorías derivadas de las preguntas de investigación (Strauss y Corbin, 2002).

10 Atlas.ti es un software para análisis de datos que ofrece un «conjunto de herramientas para el
análisis cualitativo de grandes cuerpos de datos textuales, gráficos y de vídeo. La sofisticación
de las herramientas le ayuda a organizar, reagrupar y gestionar su material de manera creativa
y, al mismo tiempo, sistemática» (Puyana, Motoa y Viviel, 2009: 23).

23
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

Posteriormente, cada grupo de investigación asumió una temática


específica de acuerdo con el conjunto de contenidos tratados para
lograr mayor profundidad en el análisis; intercambiamos la infor-
mación expuesta en matrices de las siete ciudades, y analizamos lo
común y lo diverso, lo que nos permitió establecer algunas tendencias
y agrupaciones. Si bien las hipótesis fueron estudiadas en conjunto en
seminarios interuniversitarios o por medio de chats en los que discu-
tíamos los comentarios frente a los datos primarios, el texto final fue
elaborado de manera distinta, con diversas fuentes teóricas a partir
de las preguntas que cada grupo de investigación se formuló en rela-
ción con un eje temático.

Características sociodemográficas de los entrevistados

El promedio de edad de cuidadores y cuidadoras entrevistados fue de


45 años. La mayoría, en general mujeres, son esposas, abuelas, tías o
hermanas mayores, debido a que en la migración, cuando se proyecta el
cuidado de hijos e hijas, de inmediato reproduce la tradicional división
del trabajo que se le asigna a lo femenino. Cuando migra el padre, el hogar
se mantiene sin cambios sustanciales, pero si lo hace la madre, el núcleo
se transforma y la red familiar más cercana asume el apoyo diario de
hijos e hijas11 (Puyana y Rodríguez, 2011). Escuchamos historias sobre
368 hogares con experiencia migratoria de padres y madres, o de ambos,
a partir de los relatos de la prole, de quienes cuidan y permanecen en
Colombia y de algunos migrantes.
En relación con el motivo general de migración —producto del deba-
te durante la investigación— desarrollamos dos categorías de migrantes:
quienes parten en busca de un mejor bienestar —por lo general otro tipo
de vida laboral, alcanzar mejores ingresos o romper relaciones de pareja
oprobiosas (las características específicas de este grupo serán tratadas en
el capítulo tercero)—, en contraste con aquellos que se ven obligados a
salir del país para salvar su vida, fenómeno que con frecuencia ha sido
también llamado migración forzada. La primera se contabiliza en las
estadísticas como la más frecuente. La segunda es menor, pero adquiere

11 En los hogares monoparentales fue muy difícil encontrar un padre que asumiera las funcio-
nes de cuidado. De hecho, él tiende a buscar ‘madres’ para estos oficios.

24
Cuadro 2. Tipo de población entrevistada y motivo general de migración
Migración para lograr el bienestar Migración para salvar la vida
Ciudad Cuidadoras y Madres y padres Cuidadoras y Madres y padres Total ciudades
Hijas e hijos Hijas e hijos
cuidadores migrantes cuidadores migrantes
Bogotá 29 30 4 7 3 4 77
Medellín 26 28 6 1 2 7 70
Cali 30 31 8 - 3 1 73
Cartagena 29 30 1 1 - 2 63
Barranquilla 26 30 2 - - - 58
Manizales 34 36 3 2 2 1 78
Pereira 42 39 4 - - - 85
Total 216 224 28 11 10 15 504
Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010».

Cuadro 3. Nivel socioeconómico de los migrantes en las siete ciudades estudiadas


Ciudad
Estrato Total estrato
Medellín Manizales Bogotá Cali Pereira Cartagena Barranquilla
socioeconómico
No % No % No % No % No % No % No % No %
Bajo-bajo 1 1,75 4 10,53 - - 2 3,70 3 6,82 18 30 11 23,91 39 10,60
Bajo 9 15,79 5 13,16 11 15,94 32 59,26 23 52,27 9 15 16 34,78 105 28,53
Medio-bajo 20 35,09 15 39,47 41 59,42 11 20,37 15 34,09 23 38,33 14 30,43 139 37,77
Medio 13 22,81 7 18,42 9 13,04 7 12,96 1 2,27 4 6,67 3 6,52 44 11,96
Medio-alto 4 7,02 5 13,16 7 10,14 2 3,70 1 2,27 5 8,33 1 2,17 25 6,79
Alto 1 1,75 2 5,26 1 1,45 - - 1 2,27 - - 1 2,17 6 1,63
No Informa 9 15,79 - - - - - - - - 1 1,67 - - 10 2,72
Total ciudad 57 100 38 100 69 100 54 100 44 100 60 100 46 100 368 100
uente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010».

25
Introducción
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

una dinámica especial en todo el proceso migratorio y con respecto a la


familia; por ello, separamos su estudio y tratamos esta categoría, de ma-
nera especial, en el último capítulo del texto.
Las entrevistas de quienes partieron en busca de bienestar económico
o social fueron 458, mientras que los relatos sobre la migración para
salvar la vida fueron 46 (cuadro 2). En algunas ciudades se nos dificul-
tó encontrar personas que relataran su historia referida a la migración
forzada. En cuanto a esta última modalidad, encontramos esposas, hijos
e hijas migrantes que habían decidido no tocar la temática por el dolor
que significó la partida para sus vidas; en otros casos primaba el miedo
de conversar al respecto y, además, algunos refugiados no cumplían con
los requisitos de la muestra porque habían migrado y se habían reunifi-
cado pronto con su familia en el exterior.
En el cuadro 3 se puede observar el estrato social de los hogares de
donde provenían quienes migraron al exterior, el lugar en el que resi-
den sus hijos o hijas y quiénes fueron cuidadores12. Usamos un muestreo
intencional, pues seleccionamos los hogares que, según la disponibili-
dad para hacer la entrevista, expresaran diversidad de situaciones. En el
cuadro se vislumbra fueron entrevistadas personas provenientes de todos
los estratos sociales, con algunas características diferentes entre las ciu-
dades. La proporción más común de hogares entrevistados correspondió
al estrato medio-bajo (37,9%); le sigue el 28,6% correspondiente a ho-
gares estatificados en nivel bajo, en las siete ciudades de nuestro estudio.
También se puede observar que es menor el porcentaje de familias que
pertenecen al estrato medio (12%) y al bajo-bajo (11%).
Al realizar un análisis por ciudades acerca del estrato socioeconómico
de donde provenía la población entrevistada, observamos que Cartagena
y Barranquilla reúnen la mayor parte de los hogares de los migrantes
ubicados en el estrato bajo-bajo, mientras que Cali (32) y Pereira (23)
agrupan la mitad de hogares de la franja referida. El caso de las prime-
ras ciudades tiene que ver con la migración fronteriza, ya que en esta

12 Retomamos los criterios de estratificación de las ciudades colombianas delimitados por el


dane (Ley 142 de 1994, art. 102), que tienen en cuenta el nivel de ingresos de los propietarios,
las características de las viviendas, la dotación de servicios públicos domiciliarios, la ubica-
ción, entre otros. El estrato socioeconómico fue considerado como una categoría de análisis
que ofrece elementos útiles para seleccionar una muestra diversa que exprese las caracterís-
ticas de los hogares de procedencia de quienes entrevistamos.

26
Introducción

zona persiste una tendencia de las familias más pobres a migrar hacia
Venezuela como una estrategia de mejorar las condiciones de vida y de-
vengar ingresos o recibir subsidios. En todas las ciudades se percibe una
concentración de hogares con migrantes en los estratos bajos y medios,
posiblemente porque esa población ha tenido que partir afectada por el
desempleo, la inestabilidad laboral y los bajos ingresos. Estos aspectos los
desarrollaremos de manera más amplia en el capítulo segundo que trata
sobre los factores que motivaron la migración internacional. Así mismo,
creemos que la concentración de hogares de migrantes en los estratos
más pobres (nos referimos al núcleo de integrantes que permanece en
Colombia) indica que los miembros de esas familias no han superado el
nivel de vida original, a pesar de las remesas.

Algunas características del proceso migratorio

Los casos migratorios narrados por hijos o hijas de migrantes, cuidado-


ras o cuidadores en las siete ciudades ascendieron a 368 (49% de quienes
partieron fueron madres y 51% padres). Si bien esta información no es
estadísticamente representativa, la proporción por género es similar a
la de otras encuestas que se han hecho en Colombia al respecto, en las
que se destaca un aumento de la migración femenina en los últimos años
(Observatorio distrital de migraciones y Observatorio colombiano de
migraciones, 2008-200913; Profamilia, 2005). Las madres y los padres de
nuestro estudio son migrantes cuyas edades oscilan dentro del rango de
25 y 45 años. Esta información es común a otras fuentes, en la medida en
que las y los migrantes están en un período del ciclo vital muy propicio
para vincularse a la producción y la reproducción de nuevas generacio-
nes, pues gran parte de ellos están inmersos en un proyecto familiar para
proveer remesas o para construir una vida en otro lugar14 (cuadro 4).
Quienes provenían de las siete ciudades y migraron tienen un nivel edu-
cativo alto —35% alcanzó secundaria y 17% universidad—, en contraste con

13 Datos consignados en Enmir (Observatorio, 2009).

14 De acuerdo con Enmir (Observatorio, 2009), el promedio nacional de edad de los emigrantes
se ubica entre los 35 y 44 años (31,3%), seguido por el rango de 25 a 34 años (31%) dentro
del total estudiado. Es menos frecuente la migración entre la población mayor de 45 años y
menor de 25.

27
28
Cuadro 4. Edad de los y las migrantes en las siete ciudades estudiadas

Edades Media de Total


Ciudad Sexo % ciudad
15-24 25- 35 36-45 46-55 56-66 No informa edad por sexo ciudad
Madres 1 10 10 12 0 0 40
Bogotá 69 18,8
Padres 1 7 8 18 2 0 44
Madres 9 8 10 10 1 2 36
Medellín 57 15,5
Padres 2 3 4 4 1 3 40
Madres 0 10 12 3 0 2 38
Cali 54 14,7
Padres 1 8 7 8 0 3 39
Madres 2 6 7 1 0 4 35
Barraquilla 46 12,5
Padres 1 6 7 7 0 5 40
Madres 3 7 10 2 0 4 35
Cartagena 60 16,3
Padres 1 11 10 3 0 9 36
Madres 3 8 9 0 0 0 33
Pereira 44 12,0
Padres 0 12 11 1 0 0 36
Madres 1 6 5 2 0 0 36
Manizales 38 10,3
Padres 1 10 12 1 0 0 36
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

Total rango edades 26 112 122 72 4 32 368


Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010».
Cuadro 5. Nivel de escolaridad de padres y madres migrantes en las siete ciudades estudiadas

Madres y padres migrantes


Total nivel
Nivel de escolaridad Medellín Manizales Bogotá Cali Pereira Cartagena Barranquilla
escolaridad
No % No % No % No % No % No % No % No %
Ninguna - - - - 1 1,4 - - 1 2,3 1 1,7 1 2,2 4 1,1
Primaria incompleta 2 3,5 6 15,8 1 1,4 3 5,6 3 6,8 2 3,3 3 6,5 20 5,4
Primaria 4 7,0 5 13,2 1 1,4 4 7,4 3 6,8 5 8,3 4 8,7 26 7,1
Secundaria incompleta 6 10,5 11 28,9 4 5,8 14 25,9 11 25,0 9 15,0 2 4,3 57 15,5
Secundaria 14 24,6 14 36,8 26 37,7 10 18,5 25 56,8 18 30,0 12 26,1 119 32,3
Técnico 5 8,8 1 2,6 10 14,5 2 3,7 - - 9 15,0 10 21,7 37 10,1
Tecnológico 4 7,0 1 2,6 - - - - - - - - - - 5 1,4
Universitaria incompleta 2 3,5 - - 3 4,3 3 5,6 - - - - 3 6,5 11 3,0
Universitaria 14 24,6 - - 21 30,4 5 9,3 - - 6 10,0 5 10,9 51 13,9
Postgraduada 1 1,8 - - 1 1,4 - - - - - - - - 2 0,5
No informa 5 8,8 - - 1 1,4 13 24,1 1 2,3 10 16,7 6 13,0 36 9,8
Total ciudades 57 100 38 100 69 100 54 100 44 100 60 100 46 100 368 100
Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010».

29
Introducción
30
Cuadro 6. Países y regiones de destino por estrato socioeconómico en siete ciudades colombianas
Estrato socioeconómico Total país/ %
País/región
Bajo-bajo Bajo Medio-bajo Medio Medio-alto Alto Sin inf. región país/región
España 9 58 61 17 5 3 1 154 41,85
Estados Unidos 2 10 32 20 13 2 - 79 21,47
Venezuela 24 19 24 1 2 - - 70 19,02
Canadá -  1 2 3 - - 1 7 1,90
América Latina y el Caribe 3 14 7 3 3 1 5 36 9,78
Inglaterra y Unión Europea 1 3 10 - 1 - - 15 4,08
No informa - - 1 - - - 3 4 1,09
Otro - - 2 - 1 - - 3 0,82
Total estratos 39 105 139 44 25 6 10 368 100
Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010». Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Manizales,
Pereira y Cartagena.
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio
Cuadro 7. Países y año de la migración por destinos en las siete ciudades colombianas

Año de la migración
Total países/ % países/
País/región Antes de
1996-2000 2001- 2005 Después de 2005 No informa regiones regiones
1995
España 2 43 61 39 4 149 40,49
Estados Unidos 14 28 31 6 - 79 21,47
Venezuela 13 10 19 27 1 70 19,02
Canadá 1 1 4 1 7 1,90
América Latina y el Caribe 2 5 17 9 3 36 9,78
Inglaterra y Unión Europea 1 5 7 1 1 15 4,08
No Informa 1 3 4 1,09
Otro - - - 3 - 3 0,82
Total años 33 98 135 89 13 368 100
Fuente: investigación «Cambios de los grupos familiares a partir de la migración internacional de padres o madres, 2008-2010». Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Manizales,
Pereira y Cartagena.

31
Introducción
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

solo un 5% que no terminó primaria y un 1% que era analfabeta (cuadro 5).


Esta información se relaciona con otras encuestas nacionales —a pesar de que
nuestro muestreo fue intencional—, que destacan cómo quienes migran al ex-
terior desde Colombia cuentan con mejor nivel educativo respecto al prome-
dio de sus coterráneos. Por ejemplo, Enmir indica que la educación de quienes
parten tiende a ser alta: «el 45,8% cuentan con educación secundaria y el 19%
con un nivel superior, así no la hayan completado» (Observatorio distrital de
migraciones y Observatorio colombiano de migraciones, 2009: 40).
De acuerdo con nuestro estudio, los países con mayor número de mi-
grantes de familias procedentes de cada una de las ciudades incluidas son:
España (41,8%), Estados Unidos (21,5%) y Venezuela (19%) (cuadro 6).
Los relatos sobre los años en los que ocurrió el proceso migratorio
indican que la mayoría de los y las migrantes de las siete ciudades se
movilizaron entre 2001 y 2005 (135), pero además observamos un grupo
importante que viajó entre 1996 y 2000 (98) y después del 2005 (89),
como se puede apreciar en el cuadro 7. Esta tendencia por año de migra-
ción vuelve a coincidir con Enmir (Observatorio, 2009: 63), en la que se
muestra que el 61% de migrantes colombianos partieron antes de 2005.
Como trataremos en el capítulo primero referente al contexto, los flujos
hacia España y Estados Unidos coinciden con coyunturas de crecimiento
y aperturas en normas migratorias en ciertas épocas, así como con crisis
de Colombia. El caso de Venezuela es atípico y corresponde más a las
ciudades ubicadas en la región caribe.

Acerca del contenido de los capítulos

Iniciamos este informe de investigación con un capítulo acerca del


contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990-2010), elaborado
por Yolanda Puyana Villamizar, Blanca Inés Jiménez Zuluaga y Amparo
Micolta León. Al comienzo, exponemos nuestra compresión sobre
la globalización y tratamos la dinámica demográfica de la migración
internacional desde las fuentes secundarias en nuestro país. Luego
nos referimos a la movilidad poblacional hacia los Estados Unidos,
Venezuela y España, hoy principales polos de atracción de migrantes
colombianos. Siguiendo algunos análisis de las teorías migratorias de
tipo histórico estructural, hacemos una elaboración acerca del contexto
social, económico y cultural del país en calidad de expulsor de población.

32
Introducción

Posteriormente tratamos el tema de las remesas y la migración en nuestro


entorno y construimos una aproximación sobre aquellas dimensiones
socioeconómicas consideradas relevantes en el país y las ciudades
estudiadas: Bogotá, Medellín, Barraquilla, Cartagena, Cali, Manizales
y Pereira. Se sobresaltan las condiciones de desempleo, informalidad,
desigualdad en la distribución de los ingresos y pobreza. Continuamos
con una síntesis sobre el conflicto armado y terminamos con referencias
a algunos cambios culturales y a las dinámicas familiares relacionadas
con el fenómeno migratorio.
En el segundo capítulo, producido por María del Pilar Morad Haydar,
Gloria Bonilla Vélez y Mercedes Rodríguez López, analizamos los pro-
cesos migratorios de padres y madres. Estos actores se sitúan en los mo-
mentos previos al viaje y en el texto se incorporan elementos del contexto
de las siete ciudades. Las investigadoras se centran en la revisión de los
factores que impulsaron la migración, además del soporte que brindan
las redes familiares y migratorias en su consolidación. Finalmente, se re-
flexiona sobre la forma como se configuran estos procesos previos desde la
perspectiva de género y las diferencias cuando la migración se construye
desde un proyecto familiar o individual.
El tercer capítulo, preparado por María Cristina Palacio Valencia,
Gloría Inés Sánchez Vinasco y Luz María López Montaño, nos permite
centrarnos en el análisis de la familia en situación de transnacionalidad.
La construcción de esta categoría analítica fue fruto del contrasate entre
los referentes empíricos, aportados por el trabajo de campo y los desa-
rrollos conceptuales de las teorías transnacionales en torno a los grupos
familiares y su conexión con los procesos de migración internacional.
Las claves para esta producción las encontramos en la reflexión sobre los
movimientos que se dan en la organización familiar a partir del traspa-
so de fronteras del padre o de la madre con hijos e hijas que requieren
cuidado; los giros que ocurren en la dinámica relacional y vinculante
anudados a la configuración de un proyecto familiar contenido en la for-
mación de un capital social —un patrimonio económico— y los soportes
de la sobrevivencia que circulan a través de los diálogos interactivos pro-
ductores de consistencia para el hogar glocal.
En el cuarto capítulo, elaborado por Yolanda Puyana Villamizar y
Alejandra Rojas Moreno, abordamos los cambios en las relaciones a partir de la
migración internacional desde varios aspectos. En primer lugar, nos referimos

33
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, María Cristina Palacio

a los presupuestos teóricos desde donde partimos para analizar la diná-


mica vinculante en las díadas relacionales de padres, madres, hijos e hijas.
Posteriormente, ante la heterogeneidad de los cambios en estas relaciones,
presentamos cuatro tendencias que nos permiten agrupar distintas diná-
micas tanto de encuentro como de desencuentro emocional entre quienes
migran y su prole. Nos enfrentamos así a situaciones divergentes: en unas
se presenta resquebrajamiento en las relaciones y distancias afectivas y,
en otras, mayor cercanía. En algunos casos no hallamos cambios emocio-
nales pues estos vínculos se mantuvieron sólidos a pesar de la migración
internacional de los padres o madres, o por el contrario, ya se habían roto
antes de este evento. Por último, en el texto plasmamos las voces de hijos,
hijas, cuidadores o cuidadoras sobre lo que ellos interpretan y perciben
en torno a la experiencia como los descendientes de quienes migran y las
consecuencias para sus vidas que dicha situación ha traído.
En el quinto capítulo, a cargo de Amparo Micolta León, María Cé-
nide Escobar Serrano y María Cristina Maldonado Gómez, tratamos
el cuidado de los hijos e hijas, infantes y adolescentes que quedan en
Colombia al migrar sus padres o madres. Unos y otras son cuidados por
miembros de la familia, principalmente por parientes mujeres en red.
El propósito de este aparte es caracterizar tales redes de parentesco, las
relaciones de autoridad y afectividad entre los hijos e hijas de migrantes
y sus cuidadores o cuidadoras, y entre estos y el padre o la madre mi-
grante, y así mostrar los cambios y conflictos que en ese ámbito ocurren.
Para este propósito, primero exponemos los avances de las investigacio-
nes sobre el tema del cuidado y las consideraciones teóricas sobre la ac-
tividad; luego, presentamos la interpretación de las narraciones sobre el
cuidado de los hijos e hijas de migrantes internacionales colombianos en
el país de salida, hechas por cuidadoras, cuidadores, hijos e hijas. Con
el análisis de dichas narraciones identificamos que la red familiar para
el cuidado se hallaba activa antes de emprender el viaje migratorio y se
fortalece después con varios cuidadores, quienes ejercen la autoridad
con autonomía o de manera compartida. En las relaciones para dicho
cuidado se expresan sentimientos de agrado y desagrado entre cuidado-
res y cuidados, emociones que varían según género y parentesco. Final-
mente, se presentan las conclusiones.
El capítulo sobre cambios y conflictos en los grupos familiares cuando se genera
la migración forzada de padres y madres, elaborado por Blanca Inés Jiménez

34
Introducción

Zuluaga y Nora Cano Cardona, lo dividimos en tres partes. La primera


se ocupa de precisar términos como migración forzada, exilio, asilo y
refugio; la segunda presenta las principales normas internacionales sobre
asilo, y por último, los hallazgos de la investigación. Aquí se tienen en
cuenta asuntos como el proceso migratorio, la manera en que se reorga-
nizan los grupos familiares, las relaciones parentofiliales y el cuidado de
los hijos e hijas. Se pretende mostrar cómo la migración forzada implica
un cambio radical en los proyectos de vida individual y familiar, y cómo
se reconfiguran las relaciones tanto en el proceso migratorio como en el
retorno, teniendo en cuenta que algunos de los migrantes entrevistados
han vuelto a Colombia.
Al final del texto planteamos algunas reflexiones sobre la investiga-
ción, orientadas a dejar nuevas preguntas sobre la experiencia de trabajo
interuniversitario, lo común y lo diverso de las ciudades, y algunas alter-
nativas de profundización en diferentes temáticas.
Los capítulos fueron construidos con los datos provenientes de mate-
rial inédito (relatos y entrevistas) de las siete ciudades donde se desarrolló
esta investigación.

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38
El contexto de las migraciones
internacionales en Colombia
(1990 - 2010)
Yolanda Puyana Villamizar
Universidad Nacional de Colombia

Amparo Micolta León


Universidad del Valle

Blanca Inés Jiménez Zuluaga


Universidad de Antioquia

La migración internacional desde los países subdesarrollados hacia los países


desarrollados se presenta como una alternativa para quienes habitan en las
regiones menos prósperas, donde las oportunidades de mejoría de la calidad
de vida son cada vez más limitadas. Con los adelantos en los medios de
comunicación y de transporte, los habitantes de las zonas menos favorecidas
eligen destinos donde vislumbrar un porvenir de bienestar
Ulrich Beck

E
n Colombia, los múltiples núcleos y relaciones de poder que
inciden en la organización de la sociedad no se pueden expli-
car sin entender la configuración y reconfiguración transna-
cional en un mundo globalizado (Guarnizo, 2006a). Pero no sólo las
estructuras del Estado y la economía se organizan en esta dinámica
trasnacional; también, algunas personas y familias —es decir, el nivel
microsocial— definen sus vidas en este contexto, a partir, entre otros,
de la migración internacional.
En el país, las familias con inmigrantes en diversos lugares del mundo
esperan tener un consumo similar al de aquellas de los países más ricos;
comparan sus ingresos con las oportunidades laborales y de consumo en
el exterior y proyectan sus expectativas de trabajo en el marco de una
demanda laboral globalizada. Los migrantes internacionales de estas fa-
milias comienzan a influir en la organización social tanto del país de
llegada como del de origen.
En la migración internacional, unos países se configuran como recep-
tores de población y otros como expulsores de la misma. Las estructuras

39
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

social, económica y política de los expulsores, como Colombia, inciden en


la toma de la decisión de partir; incluso, en algunos casos, ni siquiera exis-
te un proceso decisorio, sino que las personas migran con el fin de salvar
sus vidas. Con esta perspectiva, en el presente capítulo hacemos un aná-
lisis de la globalización y la migración internacional, y nos concentramos
en contestar la pregunta sobre cómo las dinámicas sociodemográficas,
económicas, familiares y del conflicto armado se asocian con la migración
internacional de colombianos y colombianas hacia otros países.

Globalización y migración internacional

La globalización es más que la instauración de un mercado común en-


tre naciones. Constituye un proceso de conexión mundial que contiene
un conjunto de dimensiones que abarcan aspectos económicos, políticos,
culturales, así como problemas y demandas globales como la erradica-
ción de la pobreza y el cuidado del medio ambiente (Ianni, 1996; Held,
1997; Castells, 1995). Desde la perspectiva del espacio, incluye el «ensan-
chamiento del campo geográfico y la creciente densidad del intercambio
internacional, así como el carácter global de la red de mercados finan-
cieros» (Beck, 1998: 29).
En el mismo sentido, con la globalización se da una considerable inten-
sificación de los niveles de interacción e interconexión dentro y entre los
Estados y las sociedades, donde muchas de las cadenas de actividad política
están adquiriendo dimensiones globales en las que sobresale «la exigen-
cia universalmente aceptada de respetar los derechos humanos —también
considerada como el principio de la democracia» (Beck, 1998:29).
La globalización contiene además una transformación constante de
la información y las tecnologías a través de los cuales se han estableci-
do vínculos electrónicos mundiales prácticamente instantáneos que, al
combinarse con los desarrollos tecnológicos de la televisión, los cables, el
satélite y el transporte aéreo, transformaron radicalmente la naturaleza
de las comunicaciones y la interacción de las personas en la distancia.
En su análisis sobre las sociedades preindustriales, industriales y pos-
tindustriales, Bell afirma que el actual proyecto de sociedad postindustrial
es un «juego entre personas» en el que una «tecnología intelectual» ba-
sada en la información surge junto a la tecnología de la máquina. La so-
ciedad preindustrial, por su parte, es un «juego contra la naturaleza»: sus

40
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

recursos proceden de las industrias extractivas y está sujeta a las leyes de


los rendimientos decrecientes y de la baja productividad. El «proyecto»
de sociedad industrial es un «juego contra la naturaleza fabricada»,que se
centra en las relaciones hombre-máquina y utiliza la energía para trans-
formar el medio ambiente natural en un medio ambiente técnico. La
energía ha sustituido a la fuerza muscular bruta y proporciona el impulso
necesario para la productividad —el arte de hacer más con menos—;
también es la responsable de la producción masiva de bienes que caracte-
riza a la sociedad industrial (1976: 150). Ese proyecto contiene, además,
una dimensión cultural, derivada de los cambios tecnológicos y la apro-
piación que las personas hemos hecho de ellos. Implica una revolución
en microelectrónica, en las computadoras, que rompe o rebasa fronteras,
culturas, idiomas, religiones, regímenes políticos, diversidades y desigual-
dades socioeconómicas, y jerarquías raciales, de sexo, edad u opción se-
xual. Los productos culturales, desde las telenovelas hasta los documenta-
les periodísticos, pueden ser generados y difundidos a través de todos los
territorios nominalmente separados (Held, 1997: 155).
Dado el papel que cumplen las comunicaciones en el logro de la in-
terconexión mundial, la actual globalización refleja la transición de una
sociedad industrial a una informacional, que reconfigura las bases de la
economía industrial mediante la incorporación de conocimiento e in-
formación en los procesos de producción y distribución (Castells, 1998).
Hoy, las distintas formas económicas, culturales y políticas de los paí-
ses no dejan de entremezclarse —provincias, naciones y regiones— así
como las culturas y las civilizaciones son influidas y articuladas por los
sistemas de información y comunicación electrónica (Bell, 1982; Ianni,
1996; Beck, 1998). Lo anterior presupone el aumento del campo geográ-
fico y del intercambio internacional. En el mundo actual nuestros pobla-
dores, de diferentes etnias y clases sociales, pueden estar más conectados
con el exterior que con su propio país.
Con la globalización también ha operado una considerable inten-
sificación de los niveles de interacción e interconexión política, dentro
y entre los Estados y las sociedades. De igual manera, emergen nuevas
formas de interrelación de los medios de comunicación, de los sistemas
de transporte, la informática y la automatización, y el traslado de la
producción a zonas del Tercer Mundo (Jameson, 1998). El desarrollo
de los nuevos sistemas de comunicación crea un mundo en el cual las

41
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

particularidades de lugar y la individualidad están constantemente me-


diadas por redes de comunicación regionales y globales.
Pero la globalización también ha significado la presencia de nuevas
problemáticas, entre ellas:

[…][el] deterioro del sector productivo en los estados nacionales, la


instalación de industrias extractivas sin control del impacto sobre el medio
ambiente, los colosales niveles de acumulación de los capitales beneficiados
con la globalización, el detrimento de la capacidad reguladora de los Es-
tados nacionales, entre otros factores, [que] han incidido en que la globa-
lización afecte a buena parte de la población mundial. (Giddens, 2000: 27)

Para ciertos países la globalización ha significado progreso; para otros


no. La apertura al comercio internacional ayudó a numerosos países a
crecer mucho más rápidamente de lo que habrían podido sin ella; pero,
al mismo tiempo, para otros la globalización no ha cumplido con sus
promesas de beneficio económico: la expansión de las relaciones socia-
les, mediante una variedad de dimensiones institucionales (tecnológica,
organizativa, legal y cultural), y su intensificación dentro de estos domi-
nios, han creado nuevos problemas y desafíos para la humanidad y en
especial, para los grupos de menores ingresos.
El fenómeno tampoco ha conseguido reducir la pobreza o garantizar
estabilidad; por el contrario: está acrecentando las desigualdades para
generar así un mundo de ganadores y perdedores. Pocos ven en él un
camino rápido hacia la prosperidad; la mayoría de la población mundial
está siendo condenada a una vida de carencias y desesperación. Es el
caso de los países llamados subdesarrollados que, a pesar de participar
de la globalización, no logran avanzar en el desarrollo establecido como
modelo en las sociedades capitalistas (Taylor et al., 1996; Cook y Kirk-
patrick, 1997: 64; Held, 1997: 126; Appadurai, 2000; Giddens, 2000:
27-28; Stiglitz, 2002: 29-30).
Las desigualdades en los niveles de desarrollo entre los países pobres y los
países ricos, tienden a acentuarse y se hace inevitable la movilidad espacial
de personas que salen de sus regiones en busca de mejores condiciones de
trabajo y de vida. Un fenómeno propio del proceso de globalización es la
migración de la población de los países más pobres hacia los de mayor de-
sarrollo, o hacia las regiones que generan oferta laboral y cierta estabilidad.

42
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

Probablemente, como dice Elías (2000: 167), quienes parten son seres hu-
manos con «anhelos personales conectados con un deseo personal promo-
vido por instituciones y experiencias sociales, al que en determinados casos
las instituciones sociales de su grupo humano no dan satisfacción».
Es así como las migraciones internacionales hacen parte de las diná-
micas económicas transnacionales y geopolíticas mayores, y son al me-
nos uno de los resultados de las acciones de los gobiernos y de los prin-
cipales actores económicos privados de los países receptores. Por ello, la
responsabilidad de la inmigración, no se puede atribuir exclusivamente
a los inmigrantes, sino a la internacionalización económica o política
derivada de los viejos patrones coloniales (Sassen-Koob, 1998: 40, 41).
Los procesos migratorios se desarrollan en medio de una inequidad
social, pues quienes sustentan el poder económico y político mantienen
un flujo permanente de capitales y mercancías que les genera mayor
riqueza, pero, al tiempo, ven a los migrantes como un peligro a su iden-
tidad nacional, mientras que los Estados nacionales restringen la libre
circulación de quienes son expulsados de los países periféricos (Medina,
2009; Bauman, 2005).
Generalmente, poco se reconoce el aporte de los migrantes a los paí-
ses receptores. Estas personas, así no sean regulares, contribuyen con sus
ingresos a mantener y garantizar los servicios sociales y el actual sistema
de pensiones de países como los de la Unión Europea (Ocampo, 2006).
A pesar del beneficio de la emigración internacional para los países de
destino, los medios de comunicación dan cuenta a diario de las condicio-
nes drásticas de inequidad en la remuneración de su trabajo, de la forma
como los inmigrantes son víctimas de xenofobia y de la frecuencia con
que se les vulneran sus derechos humanos.

Naciones Unidas ha estimado que entre 1965 y 1990 la migración


internacional pasó de 75 millones de personas a 120 millones. Bajo la glo-
balización, la migración internacional se aceleró de 105 millones en 1985
a 175 millones en el 2000 y a 200 millones en el 2005. (Gómez, 2008: 24)

Aún así, cada vez más hombres y mujeres salen de sus países en busca
de mejores condiciones de vida, esto a pesar de las barreras que los países
ricos ponen al ingreso de personas provenientes de otros países, en espe-
cial de los países más pobres. Como plantea Portes (2001: 4):

43
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

[…] la distancia económica entre el Norte global y el Sur global, es


tan amplia que crea una oferta inagotable de emigrantes potenciales.
Esta distancia ha sido agravada por las fuerzas del capitalismo global
que exponen y seducen las poblaciones del Tercer Mundo con los bene-
ficios del consumo moderno, al mismo tiempo que les niegan los medios
económicos para adquirir tales niveles de consumo.

Es conveniente precisar que, aunque el concepto ‘Sur’ no sea acep-


tado por todos como espacio geográfico y se presenten importantes co-
rrientes migratorias entre países de las mismas regiones, se resalta la car-
ga simbólica que trae consigo la noción en tanto representa también una
lectura de los espacios geográficos en términos de riqueza, entendidos
como no-Norte e, implícitamente, como no-rico o no-desarrollado. En
este sentido, la idea de ‘sur’ es una construcción cultural, cargada de jui-
cios de valor, que, para autores de la corriente neomarxista y, sobre todo,
postcolonial, legitima los intereses del capital dominante.

Migración colombiana al exterior y su dinámica.


Breve esbozo

Según los cálculos censales del dane (2005), la población colombiana era
de 42.888.594 habitantes en aquel momento, de los cuales 31.886.602
(74,3%) residían en las cabeceras municipales o distritales y 11.001.990
(25,7%) en el sector rural; el 51,4% de la población eran mujeres y el
48,6% hombres. Para el 2009, el organismo proyectó una población de
un poco más de 45 millones de personas.
Los datos migratorios desde el siglo xx hasta la primera década del xxi
nos brindan elementos para que consideremos a Colombia como expulsor de
población, ya que los flujos de emigrantes son sustantivamente más altos con
respecto a los inmigrantes. Aproximadamente un 10% de la población colom-
biana ha partido por lo general a centros donde las oportunidades laborales
son mejores o, por lo menos, garantizan seguridad para la vida de las personas.
Para el 2005 «el número total de inmigrantes en Colombia era de 109.971
personas procedentes de diversos países y diversos continentes; de este total,
58.889 (51,7%) eran hombres y 53.082 (48,3%) eran mujeres» (oim, 2010: 41).
Con relación al número de emigrantes desde Colombia, las cifras
varían. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (dane)

44
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

calculó los emigrantes a partir del censo del 2005, con base en los ho-
gares que manifestaron tener un miembro de la familia que vivía en el
exterior. Según las primeras estimaciones y con las proyecciones hasta el
2008 se calcularon un total de 4.167.388 millones de residentes colom-
bianos fuera del país (dane, 2008). Otra forma de medición consiste en
contabilizar los registros de quienes aparecen en los consulados del país
esparcidos por el mundo; la cifra proyectada por el Ministerio de Rela-
ciones Exteriores era de 5.243.800 en el 2004 (Guarnizo, 2006a: 4).
Con el objeto de proyectar el número de migrantes en el exterior, la En-
cuesta Nacional 2008-2009 (Observatorio Distrital de Migraciones y Ob-
servatorio Colombiano de Migraciones, 2009: 8) calculó la diferencia entre
colombianos y colombianas que en un año parten al exterior y no regresan
—es decir, los saldos migratorios— y reportó un total de 3.956.433 migran-
tes para el 2008. De todas formas, en lo que respecta a la cifra del censo del
dane sobre número de migrantes, la totalidad de los expertos coinciden en
un alto subregistro, como lo confirma el documento Conpes (dnp, 2009: 31):

El censo no genera información relativa a hogares que emigraron


con la totalidad de los miembros, ni aquellos emigrantes que no necesa-
riamente eran parte del hogar actual y que residen desde hace muchos
años en otro país, no comprende a la persona en situación de irregula-
ridad [pues] las personas encuestadas [temen] que al dar información
sean identificadas en el formulario censal.

Desde finales de 2008, tanto en Estados Unidos como en la Comuni-


dad Europea se aumentaron las tasas de desempleo y crecieron los contro-
les impuestos para quienes buscaban llegar a esos territorios, por tanto, se
ha calculado que el número de migrantes no ha continuado con la diná-
mica anterior. Al mismo tiempo, se ha disminuido la intención de migrar
de quienes querían salir de Colombia y posiblemente ha aumentado el
número de retornados. De acuerdo con la proporción de migrantes que
vuelven al país, en una encuesta realizada por la oim (2010: 65) se ha cal-
culado que el 5% de los hogares convivían con algún miembro retornado.
Los estudios sociodemográficos recientemente desarrollados en Co-
lombia nos proporcionan algunas orientaciones sobre las zonas donde re-
sidían los y las migrantes, sus características de edad, sexo, educación y
estrato social. Según el censo del dane (2005) los hogares con experiencia

45
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

migratoria en el exterior están distribuidos de la siguiente manera: 23,14%


en Valle del Cauca, el 17,6% en Bogotá, 13,72% en Antioquia, 6,92% en
Risaralda, 5,8% en Atlántico, 6,6% en Bolívar y l2,91% en Caldas1; estos
representan más del 65% de la migración del país.
Según Cárdenas y Mejía (2006: 17), con base en la Encuesta del Área
Metropolitana del Centro Occidente (en adelante amco):

El 14,5% de los hogares de esta área tiene al menos un miembro re-


sidiendo en el exterior, y el 6% cuenta con al menos uno retornado. De
esta población, la mayoría se concentra entre las edades de 20 y 40 años y
la proporción de mujeres es mayor que la de hombres, 52,5% vs. 47,5%.

Al tiempo, el censo del 2005 calculó que una de las áreas con mayor
población migrante en relación con el número de habitantes —es decir,
mayor densidad migratoria— es el eje cafetero.
En la encuesta de Profamilia (2005), mientras que el 5% de hogares
de la zona urbana declararon haber tenido un miembro en el exterior, los
hogares rurales apenas alcanzaron el 3%, lo cual indica que en Colombia
el fenómeno migratorio internacional tiende a ser más urbano que rural.
Persiste una discusión acerca del estrato social de donde provienen los y las
migrantes. Según Guarnizo (2006b), migran personas de distintos estratos, pero
cuando parten a un país más lejano, pertenecen más a grupos de ingreso me-
dios y altos, porque ya se les ha facilitado conectarse a través de redes al sistema
económico mundial. Al tiempo, es bien conocido cómo las migraciones fronte-
rizas congregan una mayoría de personas de estratos de menores ingresos.
Después de consultar varias fuentes, Cárdenas y Mejía (2006: 21) con-
cluyen que:

[…] los emigrantes colombianos son jóvenes en edad de trabajar,


presentan una distribución equitativa de ambos sexos aunque con una
leve mayoría de mujeres, son en su mayoría casados y emprendieron su
viaje en la última década. Igualmente, el grueso de los emigrantes tiene
un mayor nivel de educación que la población colombiana, lo que indica
una selección positiva en la emigración, y tiene un mejor desempeño en

1 Es muy difícil encontrar con base en fuentes secundarias el número de migrantes por las
ciudades objeto del estudio que presentamos en este texto, porque la mayoría de las encuestas
suman regiones o departamentos y sólo Bogotá se establece como región aparte.

46
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

el mercado laboral. De otra parte, los colombianos en el exterior siguen


vinculados con el país de diversas maneras, tienen familiares en el país,
envían remesas, reciben productos colombianos, entre otras actividades.

El censo del 2005 (dane, 2006) verificó un incremento de la migración


femenina al exterior, en 5,7 puntos y un aumento de la proporción de
mujeres migrantes que se movilizan con un proyecto independiente al
de la reagrupación familiar. Si bien la migración de colombianas no es
reciente, poco interés había en su reconocimiento, pues se consideraba
que la mujer migraba con la familia y no se estudiaban sus procesos mi-
gratorios como persona independiente. Sin embargo, en trabajos como
los de Pedraza (1991), Gregorio (1998), Goldring (2001), Sassen-Koob
(1998; 2003), Pessar (2005) entre otros, vemos que a partir del enfoque
de género en los estudios migratorios se ha visibilizado más su presencia.
En lo que atañe a la alta educación de la población migrante, un
estudio de la oim (2010) indica con preocupación cómo esta tendencia
desmejora la calidad del recurso humano en el país y «Colombia se en-
cuentra entre los 30 países emisores de migrantes con alto nivel educati-
vo con un total de 233.536».
Sobre las implicaciones familiares de las migraciones, es importante
destacar que ni los censos ni las encuestas citadas, han indagado a cer-
ca de la existencia de hijos e hijas dejados por sus padres o madres en
Colombia2. Tanto la información ya citada como la Encuesta Nacional
2008- 2009 (Observatorio, 2009: 36-38), nos induce a considerar que el
número de hijos e hijas que residen en Colombia, mientras sus padres
y madres viven en el exterior, podría ser significativa. En primer término,
porque el 46% de quienes migran han estado alguna vez unidos y es
posible que hayan tenido descendencia. En segundo lugar, el 61,5% de
la población residente en otro país se encuentra en edad reproductiva
—entre 25 y 44 años— y es probable que dejen hijos e hijas en el lugar
de origen, debido a que quien migra evita partir con su descendencia;
además, las restricciones impuestas por algunos países para una reunifi-
cación familiar demoran este proceso y para quienes se van son altos los
costos para sostener a los hijos o hijas en los países de llegada.

2 La encuesta rcn de 2005 presentó un cálculo de 21% de hijos o hijas de migrantes, pero el
formulario fue contestado a través de internet, de forma voluntaria; debe contener un alto
subregistro (Cárdenas y Mejía, 2006: 14).

47
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

¿Hacia dónde se dirigen los y las migrantes de Colombia?


Los estudios sobre la proporción de colombianos y colombianas residen-
tes en otros países no coinciden. Mientras el dane (2006) proyecta que un
34,6% de quienes migran se encuentran en Estados Unidos, seguido de
España con un 23,0% y Venezuela con un 20,0%, la Encuesta Nacional
2008-2009 (Observatorio, 2009) registra que España es el país en donde
reside el mayor número de colombianos (38,5%), seguido por Estados
Unidos (25,8%) y Venezuela (16,5%).
En cuanto a los Estados Unidos, se han dado varias olas migratorias
internacionales de colombianos y colombianas: la primera se inicia entre
los años sesenta y setenta y el mayor número de personas provenía de las
grandes ciudades, dadas las leyes migratorias favorables para la fuerza
de trabajo calificada y entrenada en nuestro país. No obstante, estas me-
didas tuvieron como efecto acelerar la migración de indocumentados y
una diversificación del tipo de extranjeros que ingresaron al país. Duran-
te este periodo se desarrollaron los enclaves del área triestatal de Nueva
York (Estados de Nueva York, Connecticut y Nueva Jersey) y del sur de
la Florida (Gómez, 2008: 25; Cárdenas y Mejía, 2006; Bidegain, 2006).
La segunda ola va desde finales de la década del setenta hasta me-
diados de los noventa e implica un amplio crecimiento de la población
migrante, que alcanzó 286.000 personas, a pesar de la imposición de
medidas restrictivas para otorgar visas y el cierre de la frontera. Esta ola
se relacionó con la rápida expansión del negocio del tráfico de drogas en
Colombia, lo cual hizo que un sector de población buscara ampararse
en Estados Unidos para apoyar el mercado y contar con distribuidores y
comercializadores del producto (Díaz, 2008).
La tercera ola migratoria a Estados Unidos arranca a mediados de los
años noventa y aún no termina. Cárdenas y Mejía (2006: 17) revisaron
el censo del 2000, en el que se reportaron en Estados Unidos 510.000
personas nacidas en Colombia, pertenecientes a todas las clases sociales
y con niveles de educación superiores al promedio de sus compatriotas.
Otros datos de la misma investigación sobre la población migrante
en Estados Unidos destacan un bajo nivel de ciudadanía e integración:
«sólo el 40% son ciudadanos americanos, que en su mayoría ingresaron
antes de 1980. El 40% son emigrantes recientes (1990-2000) pero no
gozan de la ciudadanía, el 60% de los encuestados reportó que hablan
inglés, con un nivel regular» (Cárdenas y Mejía, 2006: 17).

48
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

La expectativa sobre una vida mejor, denominada ‘sueño americano’,


permanece en los imaginarios y Estados Unidos se constituye en el prin-
cipal lugar de atracción para los colombianos y colombianas, país que,
según Guarnizo (2006a), en comparación con Europa, ofrece más posibi-
lidades de ascenso social y de establecer pequeños negocios. No obstante
la irregularidad es alta, como lo plantea Díaz (2008: 11): «la población
colombiana irregular es de tres indocumentados por cada persona vi-
viendo con documentos regulares». Adicional a esto, este autor destaca
que, a pesar de las medidas relativas al endurecimiento de los controles
fronterizos y de las políticas restrictivas de visados en nombre de la lucha
antiterrorista, la migración desde Colombia continúa.
Acerca de España, encontramos que desde mediados de la década de
los ochenta se convirtió en un destino receptor de extranjeros, fenómeno
que cambió drásticamente debido a la crisis del 2008 y, en especial, por
los altos niveles de desempleo desde el 2009 hasta el 2011.

Según los datos disponibles a comienzos del año 2010, son ya 367.937 las
personas de origen colombiano que residen en España. De ellas el 78% dis-
pone de tarjeta o autorización de residencia en vigor, bien sea de carácter ge-
neral (65%) o comunitaria (13%). Un 1% se encuentra irregular y una quinta
parte ha conseguido la nacionalidad española. (Vicente et al., 2011: 65)

En este sentido, si comparamos la situación, con respecto a Estados


Unidos, de quienes han partido desde Colombia a España, encontra-
mos más regularizados que se han acogido a las medidas que el gobier-
no español ha expedido, entre ellas, aquellas para otorgar la residencia o
reagrupar la familia de la población migrante desde 1991 hasta el 2005.
Un factor que incidió en el aumento de colombianos y colombianas a
España fue la no exigencia de visa, medida que fue vigente hasta el 2002;
así mismo, el crecimiento paulatino de las redes familiares y de amigos
que desde años anteriores fueron facilitando este proceso a quienes que-
rían partir de Colombia y, por último, un aumento de la oferta de em-
pleo, en especial en el sector de servicios de cuidado, ya que la población
nativa dejó este espacio laboral.

A comienzos del año 2010, la población colombiana residente en Es-


paña conforma un grupo de 289.296 personas, que representa un 5% de

49
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

la población extranjera establecida en este país. Tal y como ya se ha des-


tacado, la presencia colombiana en España comenzó a crecer a finales de
la década de los noventa, pero su aumento se intensificó con el cambio de
siglo, especialmente entre los años 2001 y 2005. (Vicente et al., 2011: 59)

De acuerdo con Cárdenas y Mejía (2006: 17), la mayoría de los mi-


grantes a España provienen del eje cafetero. En la encuesta realizada en
el año 2004, por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística
(dane) en el amco, que comprende la ciudad de Pereira y los municipios
de Dosquebradas y La Virginia en los departamentos de Risaralda, Quin-
dío y Caldas, se encontró que el 54% de los emigrantes partían hacia
España; los flujos son bastante recientes, desde finales de los años noventa
hasta el 2002. El 49% de quienes se benefician de las remesas residen en
el eje cafetero; la mayoría tiene entre 25 y 49 años y el 76% de quienes
reciben son mujeres, bien sea por ser esposas o cuidadoras de los hijos e
hijas del padre migrante. De igual modo, el autor señala cómo las labores
productivas de los migrantes, que constituyen la puerta de entrada al país
citado, son la construcción para los hombres y el servicio doméstico para
las mujeres. Un estudio realizado por Luis Jorge Garay sobre la comu-
nidad colombiana migrante en Madrid indica que si bien la mayoría de
los empleados no cuenta con estabilidad laboral definida, sus salarios son
mucho más altos de lo que recibían en Colombia en el 2006: «El salario
promedio de los colombianos en la comunidad de Madrid es de 1.039
euros al mes, comparado con un promedio de 490 euros al mes que de-
vengaban en su último trabajo en Colombia antes de migrar a España»
(Garay y Medina, 2007: 63), lo cual significa un cambio sustancial de
nivel de vida.
Ante la discusión en contra o a favor de los beneficios de los migran-
tes a España, Aesco (citado por Puyana, Motoa y Viviel et al., 2009: 41)
plantea que se han producido resultados positivos porque el fenómeno
incide en un mejoramiento de la productividad de la economía, que se
traduce en el crecimiento del pib, se aumentan los aportes de la seguridad
social y se incrementan las posibilidades de una actividad remunerada
de las mujeres al facilitar el trabajo femenino de las nativas, mientras las
migrantes hacen las labores de cuidado que la familia requiere.
La dinámica migratoria de colombianos y colombianas a Venezuela
data de los años treinta del siglo xx con el inicio de la industria del petróleo

50
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

que absorbía trabajo extranjero. Tradicionalmente la migración colombia-


na ha sido la más fuerte en Venezuela, y en la década de los años ochenta,
el 41% de los migrantes provenían de nuestro país (Gómez, 2008). Este
tipo de migración se ha ocasionado por diferentes motivos y característi-
cas, de acuerdo con las coyunturas sociales y económicas de ambos países.
En una época, migraron como mano de obra calificada a laborar o a es-
tablecer sus negocios, dada su expansión económica; en los últimos años
es más común la migración por la falta de ingresos económicos en los ho-
gares en Colombia y la búsqueda de recursos para satisfacer las necesida-
des de subsistencia. Persisten también migraciones estacionarias o un alto
número de población que circulan de un país al otro, en busca de realizar
actividades económicas cuyo rendimiento es coyuntural, como la venta de
gasolina, la asistencia a programas estatales o la compra de alimentos de
menores costos. Las personas que así actúan, por lo general, asumen una
doble nacionalidad y provienen especialmente de zonas rurales, ciudades
cercanas a las fronteras (los Santanderes y la costa del Caribe). Las cifras
sobre migrantes colombianos al vecino país son relativas y la oim (2010:
52) calcula que son entre 606.175 hasta más de 1 millón de personas.
Por otra parte, datos de la Acnur (cit. por Díaz, 2008: 14) revelan la
existencia de 130.000 refugiados en Venezuela y 200.000 en Ecuador, lo
cual sugiere repensar cómo el conflicto armado y la acción de los grupos
ilegales de nuestro país han incidido en el incremento de la migración
fronteriza forzada.
Otro país que concentra migrantes colombianos y colombianas es Inglate-
rra, como se indica en un estudio de Luis Eduardo Guarnizo (2006a: 15-17):
«El censo británico de 2001, registró 12.039 colombianos en el Reino Uni-
do, 75% de los cuales estaban en Londres en donde fueron ubicados como
el vigésimo quinto grupo más grande de inmigrantes de la ciudad». En la
investigación citada se analiza cómo los y las migrantes ocupan empleos de
baja calificación a pesar de que cuando parten a otro país cuentan con un
alto nivel educativo.
Para finalizar este aparte sobre los países de llegada de colombianos y
colombianas, en especial Estados Unidos y la Unión Europea, es impor-
tante tener presente que las corrientes antimigratorias han aumentado.
Según Melik Özden, consultor de Naciones Unidas (2011: 1), en los úl-
timos años, asistimos a un aumento del racismo y de la xenofobia frente
a los migrantes (regulares e irregulares). Algunos partidos políticos llevan

51
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

a cabo campañas claramente racistas y xenófobas en numerosos países


europeos. Dichas campañas se han convertido en «la base del discurso»
de estos partidos que, en muchos países, han sido incluso propulsados
al gobierno durante la última década (Austria, Italia, Países Bajos, etc.).
Contra los originarios de nuestro país, de manera específica, se incre-
mentan las resistencias; se catalogan a los inmigrantes de delincuentes,
dado el estigma derivado de su liderazgo en el tráfico de drogas y por el
conflicto armado (Plata, 2001; Murillo, 2009).
Con relación a los logros de quienes migran a estos países, compartimos
los planteamientos de Luis Eduardo Guarnizo (2006a) y Juan José Plata
(2001), según los cuales depende del estrato social en los países de origen:
para quienes provienen de sectores sociales bajos representa un ascenso
social la llegada a este otro país, mientras que para aquellos que pertenecen
a los estratos medios o altos colombianos, se desciende notablemente.

Las remesas: impacto en la economía nacional y en la familia


Los giros hechos por quienes migran desde el exterior, se constituyen
en una de las maneras centrales de mantener el vínculo entre quienes
parten y sus grupos familiares. Para el caso colombiano, el Banco de la
República ha estimado que «entre 1999 y 2002 los ingresos de divisas
por remesas de colombianos al exterior aumentaron en más de 1 mil
millones de dólares al pasar de 1.297 millones a 2.374» (Gómez, 2010:
84); además, según la misma fuente, citada por el documento Conpes
(dnp, 2009: 48): «en el 2007 se totalizaron $4.492,8 de dólares y estos
ocupaban el segundo lugar en términos de ingresos nacionales después
del petróleo en el 2008 y significaron entre el 2006 y el 2008 entre el 1,7
y el 3,3 del pib» . Para el final de la década, las remesas disminuyeron
como consecuencia de la crisis mundial: «los últimos datos que sobre
las remesas ofrece el Banco de la República de Colombia arrojan una
cifra de 4. 482 millones de dólares en el año 2009, lo que no significa
un aumento sustancial como el que venía dándose los años anteriores»
(Vicente, et al., 2011: 42).
En este estudio las remesas tendrán una connotación económica y
también social: como una forma que vincula a quienes migran con quie-
nes residen en los países de origen. Por ello adoptamos la definición de
Giménez et al. (2006: 23): «[…] todo el conjunto de transferencias mate-
riales e inmateriales que los migrantes envían y reciben en sus países de

52
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

origen. Dichas transferencias pueden ser de diferentes tipos: monetarias,


de productos, de tecnología y de ideas y valores».
Sobre el papel de las remesas en la economía colombiana persiste un
debate: algunos como Urrutia (2003) y Roa (2010), remarcan la contri-
bución positiva de las mismas en la economía nacional por el desarrollo
que puedan generar y porque se ha logrado mejorar el bienestar de los
grupos familiares. Otros investigadores, como Micolta y Escobar (2009)
y Orozco (2006: 130), coinciden en observar que las remesas se dirigen
al consumo y no a proyectos productivos o de inversión que beneficien al
país. Sostiene el segundo autor citado:

El principal destino de las remesas es la financiación total o parcial del


gasto en alimentación, y sustento de los hogares de origen, en el 83% de
los casos, en educación 7%, reparación de vivienda 6% y en salud 3%. En
otras palabras, las remesas se utilizan para financiar el gasto recurrente
para el devenir de una elevada proporción de los hogares de origen, lo que
se ratifica por la frecuencia mensual y permanencia de su envío regular.

Según información reciente del periódico El Tiempo (2010, septiem-


bre 19), basado en otro estudio del Banco de la República de Colombia,
se calcula la siguiente distribución de las remesas según el país desde don-
de se envían: de España vienen el 37%, de Estados Unidos el 33,36%,
de Venezuela el 7,95%, del Reino Unido el 3,23%, de Italia 2,32%, de
Panamá 1,86% y de otros países 14,26%.

La fuerte afluencia de las remesas desde la Comunidad Europea en


los últimos años, indica no sólo el destino de los y las migrantes, sino que
buena parte de éstos y éstas habían dejado familiares muy cercanos para
apoyar económicamente y que gracias al alto valor del Euro los envíos
contienen un significado para los hogares. (Vicente, T. et al., 2011: 38)

Tenemos que mientras persiste más afluencia de remesas proveniente


de España en la región del Pacífico y en el eje cafetero, llegan más reme-
sas a las regiones atlántica, a Antioquia y a Bogotá de los Estados Unidos
(Garay y Rodríguez, 2005).
Con relación a las remesas que reciben en las familias en Colombia,
de acuerdo con el estudio de Cárdenas y Mejía (2006: 45), en más de

53
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

la mitad de los casos llegan mensualmente, pero no son suficientes y no


sustituyen la demanda de la población por trabajo en el país; la mayoría
de las mismas se dedican al consumo inmediato. Estos autores calcu-
lan que las remesas hacen crecer el ingreso mensual familiar cerca de
$195,000 (US$97.50). Insiste en que la experiencia migratoria permite
que las personas estén más satisfechas con los ingresos para los gastos
con respecto a hogares comunes; esas entradas benefician a parientes,
pero en especial a las mujeres. Plantea además beneficios favorables
para las mujeres, como mayor disposición para el tiempo libre y menos
oficios domésticos.
Dos estudios recientes, realizados por Amparo Micolta y María Cé-
nide Escobar (2009) y Luz María López (2009), el primero sobre Cali y
el segundo sobre el eje cafetero, coinciden en verificar que la mayoría
de las remesas se dirigen al consumo. En este sentido, la última autora
concluye que:

Para las familias, los beneficios de la migración son variados y tangi-


bles. Se destaca la estabilidad económica dado que, a través de ella, se
evidencian mejoras en la alimentación y se hace sostenible la permanen-
cia en el sistema educativo, se pagan actividades de formación cultural,
deportiva y artística… y se incide en el cumplimiento del proyecto de la
vida familiar. (2009: 80)

Contexto social y económico de Colombia como


país expulsor

A Colombia le cabe la caracterización de Wallerstein (1979) de país pe-


riférico cuando el autor se refiere al sistema económico mundial, porque
en las últimas dos décadas la producción económica y el empleo formal
y estable han sido afectados por la aplicación de los modelos económicos
neoliberales: la apertura, la liberación de las importaciones y los proce-
sos de privatización. A esta situación se suma la debilidad del Estado y
la falta de una política económica y social que incida con eficacia en la
disminución de la pobreza y la indigencia.
Además, el país padece un conflicto armado interno que enfrenta
varias fuerzas —tanto la insurgencia como paramilitares— y contiene un

54
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

alto impacto del narcotráfico. Retomamos a Garay y Rodríguez (2005)


para afirmar que mientras persiste esta situación como dinamizadora de
la guerra, también es generadora de violencia y descomposición de los
organismos públicos.

Dinámica de la economía colombiana: crisis y crecimiento


económico
Compartimos con Cárdenas y Mejía (2006: 1) que «los factores econó-
micos, como por ejemplo la brecha de ingreso con los países industria-
lizados, y la crisis económica de 1988-1999, junto con la intensificación
del conflicto interno, son los principales determinantes de la emigración
reciente al exterior». En efecto, en los últimos treinta años Colombia
ha tenido momentos de crecimiento y desaceleración de la economía,
que de una u otra forma han incidido en la migración internacional.
En la década de los noventa se presentó una crisis económica y social
que incidió en la expulsión de población al exterior, con los índices de
contracción severa de la demanda interna y una caída del pib. El país
entró en una fase recesiva, el mercado de trabajo se retrajo, disminuyó la
estabilidad de los empleos, aumentó el desempleo, y los negocios —espe-
cialmente los medianos— entraron en crisis y la economía llegó al menor
crecimiento de los últimos sesenta años. Así explican estos fenómenos
Garay y Medina (2007: 27) al referirse a estos años:

Simultáneamente a la crisis financiera, el sistema hipotecario colapsó.


Una gran mayoría de deudores de vivienda se vieron obligados a devolver
sus inmuebles a los bancos, en tanto las tasas de interés hicieron impaga-
bles sus créditos […] el ataque especulativo del peso propició una pérdi-
da importante en las reservas internacionales, lo que agudizó la recesión
económica y provocó un deterioro significativo de la situación fiscal.

De acuerdo con Profamilia (2005), lo más difícil para la economía ha


sido un bajo crecimiento relativo de los sectores de bienes transables que
acogen mano de obra, como la industria que apenas avanzó de 1,97% y
la agricultura de 0,86%.
Como consecuencia, colombianos y colombianas continuaron migran-
do a los Estados Unidos y luego se enfocaron en España. Durante la pri-
mera década del 2000 la dinámica económica del país varió, cuando tuvo

55
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

un crecimiento sostenido, manifestado en el aumento del Producto Interno


Bruto (pib) que pasó del 4,9% en el 2004 a 6,7% en el 2006 (Cano, 2007:3).
Estos nuevos índices de crecimiento no tuvieron efecto directo en el des-
empleo, ni en la disminución de la pobreza, como veremos más adelante.
En el 2008 se presentó una nueva crisis internacional que incidió en
un aumento del desempleo en Colombia y generó altísimos niveles de
desocupación en los países receptores de migrantes, especialmente en
España. Allí, entre octubre de 2007 y octubre de 2008, la tasa española
de paro pasó del 8,5% al 12,8% de la población activa. En 2009, fue
mayor que la de Colombia. Esto supondría un cambio de la dinámica
migratoria aún poco calculado (Valverde y Tejo, 2008).
De todas formas, la diferencia en los ingresos entre países ricos y los
de menor desarrollo, como ocurre en Colombia, es central para explicar
buena parte de las motivaciones económicas para migrar, como plantean
Cárdenas y Mejía (2006: 37):

Durante el periodo 1990-2005, la diferencia respecto a Estados Uni-


dos siempre estuvo por encima de los 22 mil dólares, a Canadá por en-
cima de los 16 mil dólares y a España, por encima de los 10 mil. Adi-
cionalmente, sobresale que en este periodo las brechas de ingresos han
aumentado en lugar de disminuir. Este fenómeno de divergencia en el
desarrollo económico se aprecia más cuando se observa la razón entre el
pib per cápita de estos países y el pib per cápita de Colombia. Los datos
muestran que mientras en 1990 el ingreso en Estados Unidos era 4.7 veces
el ingreso en Colombia, en 2005 esta razón había aumentado a 5.4 veces.

Dinámica del empleo


El desplazamiento de la población desde Colombia a otro país se asocia
con las condiciones generales del mercado laboral. No sólo por el des-
empleo, sino también la informalidad, los bajos salarios y el subempleo.
Según Díaz (2008: 9), el modelo de desarrollo que se inició con la deno-
minada época de apertura económica deterioró buena parte de la so-
ciedad colombiana, en especial, a los sectores medios. «El desempleo en
Colombia, que registraba en 1997 una tasa del 12,1% subió hasta cifras
alarmantes en 1999, representando el 19,8% y las actividades informales
llegaron a sobrepasar el 50% de la vida laboral». Aduce la autora que el
desempleo también se incrementó debido a que a la apertura económica

56
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

se sumó el uso de tecnologías sustitutivas de mano de obra y la privati-


zación de las actividades estatales. Esta dinámica laboral ha hecho que
Colombia siga siendo un país expulsor de población.
Como se observa en el cuadro 1, las ciudades objeto de esta investiga-
ción también han presentado altas tasas de desempleo en lo corrido de
la primera década del siglo xxi, factor que de una u otra forma incide en
que las familias busquen una estrategia alternativa como la de migrar a
otros países. Si bien el desempleo sigue siendo una constante en las prin-
cipales ciudades colombianas, persisten diferencias por ciudades: mien-
tras en Medellín, Cartagena y Cali la variación de la tasa de desempleo
es relativamente constante, en Bogotá y Barranquilla, en los periodos
de 2005 y 2008, disminuyó con respecto a otras ciudades. Manizales y
Pereira poseen las tasas más altas de desempleo lo cual, según Garay y
Medina (2007), indica que continúa el impacto negativo de la economía
cafetera. Nos preguntamos, además, si el aumento del desempleo en es-
tas ciudades obedece a la disminución del envío de remesas del exterior,
resultado de la crisis económica mundial del 2008, hecho que incide en
que la población retorne y esté demandando más trabajo.

Cuadro 1. Tasa de desempleo: 2005, 2008 y 2010

Ciudad 2005 2008 2010


Pereira 16,4% 13,7% 21,3%
Manizales 18,1% 13,9% 15,5%
Cali 14,0% 11,1% 14,6%
Medellín 14,9% 14,8% 14,3%
Cartagena 14,9% 12,5% 13,1%
Bogotá 13,5% 10,1% 11,0%
Barranquilla 14,0% 11,1% 7,8%
Fuente: Sánchez, Duque y Ruiz (s. f.).

Las diferencias por sexo de la tasa de ocupación y desempleo son sustan-


ciales: según el dane (2010), en las trece areas metropolitanas de Colombia
el sexo masculino tuvo una tasa de ocupación de 66,2 %, en tanto que la
femenina alcanzó el 42,4%. Similar situación ocurrió con el desempleo se-
gún la misma fuente: cuando los hombres registraban tasas de 9,4%, entre

57
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

las mujeres era casi el doble: ascendieron al 16%. La inequidad en el empleo


se aumentó cuando, además, se trataba de las jóvenes: en 2001 —época de
alto número de migrantes— el desempleo en las grandes ciudades llegó a la
cifra de 20,3% donde las más afectadas eran mujeres jóvenes (40%).
Sumado a lo anterior, la población colombiana está afectada por la
precariedad de sus condiciones laborales. El subempleo, por ejempo, no
sastisface las expectativas de los trabajadores para mejorar sus ingresos
y los hace sentir improductivos, porque su trabajo no corresponde a sus
habilidades y preparación, a lo que aspiraban o a las horas de trebajo
esperadas. Nuestro mercado laboral se caracteriza también por el alto ni-
vel de informalidad, la inestabilidad y el bajo acceso a la seguridad social.
El empleo informal, según Corredor (2010: 186), alcanzaba el 55% en el
2008. Compartimos la opinión de Cárdenas y Mejía (2006: 34)3 cuando
señalan el diferencial de las condiciones de remuneración del trabajo
entre los países de llegada y los de salida, y explican de manera sustancial
que migre población desde Colombia a otros países:

En el caso particular de Colombia la brecha en el pib per cápita, por


poder adquisitivo, explica la emigración a tres de sus principales desti-
nos: Estados Unidos, España y Canadá. Durante el periodo 1990-2005,
la diferencia respecto a Estados Unidos siempre estuvo por encima de los
22 mil dólares, a Canadá por encima de los 16 mil dólares y a España,
por encima de los 10 mil. Adicionalmente, sobresale que en este periodo
las brechas de ingresos han aumentado en lugar de disminuir. Los datos
muestran que mientras en 1990 el ingreso en Estados Unidos era 4.7 veces
el ingreso en Colombia, en 2005 esta razón había aumentado a 5.4 veces.

Relacionado con la precariedad del empleo en Colombia, ten-


emos que las condiciones de pobreza de la población han sido alar-
mantes. Según Rico (2005: 305), en el 2002, «en el país había 22
millones de personas por debajo de la línea de pobreza y según Fede-
sarrollo en el 2003, dos tercios de los niños y niñas menores de 18
años vivían en estas sutuaciones». En el 2005, el dnp por su parte,
calculó que un «49,2% de los hogares permenecían por debajo de

3 Estas condiciones obedecen a épocas de bonanza en los países de llegada. Desde mediados
del 2008 en adelante se han ido deteriorando.

58
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

esta línea y el nivel de indigencia alcanzaba a 14,7% de los hogares


en el mismo año»4. La pobreza se acentúa según los tipos de familia.
Rico (2005:305) calcula que se concentra en las parejas con hijos y
las monoparentales femeninas.
Con relación a los hogares con las necesidades básicas insastifechas,
según la información proveniente del censo de población dane 2005,
las ciudades costeras de Cartagena y Barranquilla presentaban los índi-
ces más altos: 25,45% y 17,70%, respectivamente. Le siguen en orden
decreciente: Medellín 12,33%, Pereira 10.78% Cali 10,87%, Manizales
9,00% y Bogotá 9,16%.
Colombia presenta una inequitativa distribución de la riqueza. Según
el dnp (2002: 2): «Para el año 2000, el 20% más pobre de la población
percibe 2,3% del ingreso total, en tanto que el 20% más rico, obtenía el
61 % del mismo». De acuerdo con los datos del pnud (2010: 38), Colom-
bia es uno de los países con mayor concentración de los ingresos en Amé-
rica Latina, el coeficiente de Gini ascendió a 0,58 y solo fue superado
por Ecuador. Argentina tiene un índice de 0,46 y Uruguay 0,44. En las
ciudades estudiadas encontramos que al aplicar el mismo indicador en
2008 prevalece la inequidad: en Barraquilla y Pereria el 0, 51, Manizales
0, 53, Cartagena 0,47, Bogotá el 0,55 y Medellín 0,565.
Las informaciones anteriores nos están indicando que las condiciones
económicas y sociales, en especial el desempleo, la precariedad del mis-
mo, la inequidad social y la falta de ingresos suficientes para satisfacer
las necesidades de las familias, se mezclan e inciden en que el país se
convierta en expulsor de población. Se presentan así unas condiciones
contextuales que obligan a que las personas migren con la expectativa de
alcanzar mejores niveles de vida, tal como analizaremos en el próximo
capítulo. Si a esto sumamos la inseguridad, la violencia en los contextos
urbanos y rurales, y el hecho de que la población se encuentre en fuego
cruzado como consecuencia del conflicto armado, la migración se con-
vierte en una salida indispensable para un grupo amplio de población.

4 La pobreza se ha medido según diversos indicadores: necesidades básicas insatisfechas —que


comprenden las condiciones de las viviendas, saneamiento básico e inserción escolar— y en
niveles de ingresos.

5 Cálculos del Messed con base en la Encuesta de Hogares del dane (2008).

59
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

Contexto político. ¿Por qué en las últimas décadas,


colombianas y colombianos han tenido que exiliarse?

El conflicto armado en Colombia se caracteriza por la confrontación


de la fuerza pública, las guerrillas, los paramilitares, los sectores com-
prometidos con el narcotráfico, debido a que están en juego intereses
y proyectos económicos o sociopolíticos. Hace parte de lo que hoy se
denominan nuevas guerras (Castells, 2003), porque existe un híbrido
entre violencia política y crimen organizado, y una economía de guerra
sustentada en la disputa de recursos financieros, territoriales y humanos
(Kaldor, 2001; Munkler, 2004). Esta guerra se expandió en las últimas
décadas del siglo xx a casi todo el territorio nacional —y se instaló en
microterritorios urbanos—, con degradantes manifestaciones como las
masacres, los ataques a la población civil, las desapariciones forzadas y
las acciones de terror (Angarita, 2008).
En este contexto, algunas personas han tenido que migrar porque
sus concepciones políticas o las actividades realizadas a favor de inte-
reses colectivos han llevado a que sean ubicadas a favor de uno u otro
bando, y sean amenazados por actores involucrados en el conflicto.
Otras personas son afectadas por secuestro, extorsión o expulsión de
sus lugares de residencia. Esta última situación se presenta por inte-
reses económicos de actores involucrados en el conflicto que quieren
apoderarse de las tierras o viviendas, por efecto de las acciones des-
plegadas por grupos armados —ataques a poblaciones—, por estar
en medio de las confrontaciones armadas o porque el Estado realiza
fumigaciones masivas para controlar la producción de coca, una de las
principales fuentes de ingreso de actores armados.

Los actores armados ilegales


En el conflicto armado colombiano intervienen diferentes actores arma-
dos, legales e ilegales, entre los que se destacan grupos guerrilleros como las
farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el eln6 (Ejército de

6 Otros grupos insurgentes dejaron las armas y algunos de sus miembros se vincularon a orga-
nizaciones políticas como el epl (Ejército Popular de Liberación), creado en 1966; en 1991
buena parte de sus miembros entregaron las armas y fundaron el movimiento Esperanza Paz

60
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

Liberación Nacional), grupos de autodefensas y paramilitares, y las Fuerzas


Armadas del Estado7.
Las farc surgen en 1962 como guerrillas de tradición campesina en el
sur del país. En una conferencia celebrada en 1982, comenzaron a variar
su condición de guerrilla rural con influencia en zonas periféricas para
expandirse en todo el territorio nacional como «ejército revolucionario»,
con fuertes nexos con el partido comunista y combinaron todas las for-
mas de lucha. Tienen influencias del marxismo leninismo y, aunque se
proclaman revolucionarias, han desplegado acciones que atentan contra
el Derecho Internacional Humanitario; se vinculan con el narcotráfico
como forma para financiar la guerra (Ferro y Uribe, 2002: 25-32).
El eln, inspirado en la revolución cubana, con un discurso que en sus
orígenes era marxista con influencia del cristianismo, surge en 1964 en
el departamento de Santander, y poco a poco extiende su dominio hacia
otros territorios del país. En 1983, en la cumbre de Héroes y Mártires de
Anorí, trazó su plan de expansión armada y territorial (Aguilera, 2005);
no obstante, este grupo tiene menor presencia militar que las farc.
Las Autodefensas Unidas de Colombia —auc— se dieron a conocer
en la década de los años ochenta8, tras los tropiezos de los procesos de
paz con las guerrillas, bajo el gobierno de Belisario Betancur. En sus
inicios fueron grupos patrocinados y financiados por propietarios de tie-
rras para defenderse de las extorsiones y secuestros provenientes de las
guerrillas, pero luego pasaron a una posición ofensiva con el propósito
de exterminar a los grupos armados insurgentes y establecer control te-
rritorial. Han penetrado casi todo el territorio colombiano y han tenido
alianzas con militares, sectores políticos del país y con el narcotráfico
(Cruz, 2007; Sánchez y Díaz, 2005).
En las tres últimas décadas, la dinámica del conflicto armado colom-

y Libertad; otros grupos fueron el m-19 (1970-1985), y el Quintín Lame (1980 -1991).

7 En Colombia se debate la permanencia actual del conflicto armado; mientras el Estado y al-
gunos sectores de la sociedad hablan de postconflicto o niegan que el fenómeno existe, otros
sectores políticos y académicos mantienen la posición de afirmar su vigencia (Posada, 2002).

8 En esa época se expandieron por toda Colombia y se convirtieron en grupos paramilitares.


Sus orígenes, según coinciden diversos analistas, son anteriores a las guerrillas izquierdistas:
«antes de que nacieran las actuales organizaciones insurgentes colombianas (1964/1965) se
había adoptado ya una estrategia contrainsurgente paramilitar por parte del Estado colom-
biano (1962)» (Giraldo, 2003).

61
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

biano se ha trasformado considerablemente debido a la ampliación del


crimen organizado –fortalecimiento de grupos de justicia privada y del
narcotráfico como fuente de financiación—. Con el tráfico de drogas se
han lesionado los valores éticos de la sociedad, por la idea de que todo
puede ser comprado; se paga por matar o por obtener cualquier benefi-
cio sin importar los medios ni las personas afectadas. Sus tentáculos han
llegado a diferentes niveles de la institucionalidad: la rama judicial, por-
que sus funcionarios han sido objeto de cooptación, amenaza o asesina-
to, con el consecuente fomento de la impunidad; y la legislativa, porque
han elegido sus propios senadores y representantes, con la promulgación
de leyes que los favorecen; y en la fuerza pública, especialmente con la
presencia del paramilitarismo (Zuluaga, 2009).

El papel del Estado colombiano


El Estado ha tenido diferentes formas de participar en el conflicto po-
lítico del país. A partir de los años setenta, conjuntamente con la clase
dominante, ha tratado de contrarrestar la protesta y los grupos de opo-
sición mediante dos estrategias de control: la violencia y la cooptación9.
Aun cuando se reconocen en la letra los derechos de la oposición, se ha
criminalizado la protesta social al impedir su ejercicio real con diferen-
tes medidas según el gobierno de turno. Algunos analistas han señalado
que, además del empobrecimiento de la población y el aumento de la
inequidad social, el cierre de los mecanismos democráticos ha favorecido
el crecimiento de los grupos insurgentes (Gutiérrez y Sánchez, 2006).
Después de los diálogos de paz con las farc y el eln durante el gobier-
no de Andrés Pastrana (1998-2002) y su frustrado final, la política giró

9 El ejemplo más dramático lo constituye el exterminio de la Unión Patriótica, una convergencia


de fuerzas políticas a raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la década de
1980 entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el Estado Mayor de las Fuerzas Ar-
madas Revolucionarias de Colombia, farc. En 1984, y como fruto de esos diálogos, las partes
pactaron varios compromisos sellados con la firma de los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En
ellos se estipuló el surgimiento de un movimiento de oposición como mecanismo para permitir
que la guerrilla se incorporara paulatinamente a la vida legal del país. Sin embargo, en ac-
ción conjunta del Ejército y los paramilitares, exterminaron esta organización. Los líderes del
grupo político fueron asesinados; el saldo de los actos atroces perpetrados en su contra hasta
hoy, se aproxima a las 5.000 personas. De ese mismo cuadro hacen parte detenciones masivas
y arbitrarias contra los miembros sobrevivientes del movimiento, poblaciones desplazadas de
sus zonas de influencia, decenas de atentados dinamiteros contra sus oficinas y familias enteras
exiliadas. En estas acciones convergieron sectores de narcotráfico, extrema derecha militarista
y paramilitares con presencia del Estado colombiano (Zuluaga, 2009:12; Cepeda, 2006).

62
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

a favor de la derrota militar de estos grupos armados. En consecuencia,


en los dos períodos de gobierno de Álvaro Uribe (2002-2009) se aplicó la
política de seguridad democrática, basada en la persecución militar a las
guerrillas consideradas terroristas, la destrucción y bombardeo de culti-
vos ilícitos y la toma militar de amplias zonas rurales y urbanas. Con las
autodefensas se estableció la Ley de Justicia y Paz, que llevó a reducción
de penas y desmovilización de algunos sectores armados de esta organi-
zación, con una fase última de extradición. Durante este período se han
dado alianzas, negociaciones y rupturas entre agentes estatales y privados
con paramilitares, todo ello en un ambiente proclive a la derrota y elimi-
nación de los grupos guerrilleros y de persecución y asesinato de lo que
han denominado «las bases sociales de estos grupos armados», con una
reiterada y amplia violación de los derechos humanos.

Formas de violencia y el exilio


El conflicto ha afectado a toda la sociedad en un contexto en el cual el
empobrecimiento de la población, el aumento de la inequidad social, el
hacinamiento y la pobreza en las ciudades se han convertido en caldo de
cultivo de la violencia.
Las principales expresiones de la violencia en Colombia son las masa-
cres, los asesinatos políticos, las desapariciones forzadas, el desplazamiento
y el secuestro. Presentaremos algunas cifras que pueden ilustrar las condi-
ciones del conflicto y sus efectos en la población, para comprender cómo
la amenaza, el miedo y la zozobra pueden llevar a la migración forzada.
Se estima que para el periodo comprendido entre 1990 y 2002 ocu-
rrieron aproximadamente 250.000 homicidios, y entre 1996 y el 2000 al-
rededor de 18.600 secuestros, es decir, un promedio de 2.660 secuestros
al año. Desde 1962 hasta el año 2003, 25.578 personas han sido secues-
tradas con fines extorsivos, es decir, 61% del total de los casos ocurridos
en este periodo (Sánchez y Díaz, 2005: 24).
La Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz para el año de
1995 reportó 944 asesinatos políticos, 662 presumiblemente políticos,
200 por aparente limpieza social, 899 muertes en acciones bélicas, 3.822
asesinatos obscuros y 111 desapariciones forzadas. Sobre la presunción
de responsabilidad en los hechos de violencia política para el mismo año,
señaló: militares 28,4 %, policías 10,9 %, paramilitares 5,7 %, otros or-

63
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

ganismos del Estado 5,2%, guerrillas 10,7 %, narcotraficantes 0 % y sin


información un 35,2% (Pérez, 1997).
Entre 1964 y 2006 se han presentado más de 90.000 muertes por el
conflicto armado10, incluidos en esta cifra a los desaparecidos, además
de 51.530 secuestros y 4.499 masacres que dejaron 24.642 víctimas
(Prada, 2007).

En el caso de los municipios que sufrieron algún ataque por parte de


las farc entre 1995 y 2002, los homicidios crecieron en promedio cerca
del 37% al año, mientras que en los municipios que no sufrieron ningún
ataque, los homicidios crecieron cerca del 15%. […] El mismo resultado
se evidencia en los municipios con actividad por parte del eln; en efecto
se estima que los homicidios crecieron 22,5 puntos porcentuales más
(promedio anual por municipio) que los municipios sin ningún tipo de
actividad. […] De igual manera, en los municipios donde se presentó
algún ataque de las Autodefensas los homicidios crecieron en promedio
un 42,7% mientras que en los municipios donde no hubo ningún ataque
el crecimiento fue de 19%. (Sánchez y Díaz, 2005: 23)

Uno de los efectos más directos del conflicto es el desplazamiento


interno como producto de la amenaza, las confrontaciones, los asesina-
tos y las desapariciones. Los datos que las distintas entidades han dado
sobre el número de desplazados no coinciden, pero hay consenso en la
magnitud del problema. Se estima que entre 1995 y 2002 más de un
millón de personas fueron víctimas del desplazamiento forzoso. El creci-
miento mayor del desplazamiento se dio en 2002, cuando llegó a 400 mil
personas (Sánchez y Díaz, 2005: 27). Para el 2008, según un informe de
Acción Social, ese número ascendió a 2.500.762, equivalente a un total
de 549.006 hogares (Riaño y Villa, 2008: 43). La mayor incidencia del
desplazamiento en las migraciones forzadas internacionales es la tras-
fronteriza a Ecuador y Venezuela.
Como puede colegirse de lo anterior, la participación política y aun
el ejercicio de la ciudadanía en Colombia han sido una tarea de alto
riesgo; la violencia que ha estado presente en el país ha creado un am-

10 Las cifras presentan algunas variaciones según la entidad que las emite: Cinep, Comisión
Colombiana de Juristas y Comité permanente de derechos humanos.

64
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

biente de inseguridad, inestabilidad e incertidumbre que afecta no solo


la democracia sino también los derechos humanos y la vida cotidiana de
los habitantes, algunos de los cuales han tenido que migrar del país por
amenazas o por sentir que su vida corre peligro11.
En la historia reciente de Colombia hay un momento de cambio en el
perfil del amenazado que va al exilio. Hasta los años noventa, en su inmensa
mayoría eran personas con ideología de izquierda (sindicalistas, activistas de
izquierda, simpatizantes o miembros de la guerrilla que de alguna manera
eran víctimas de la represión de Estado). En la última década el conflicto se
recrudeció, y en los países de destino, especialmente en aquellos limítrofes
como Venezuela y Ecuador, se encuentran exiliados, incluso personas de
diferentes tendencias, que sin haber tenido militancia política, huyen de
los enfrentamientos armados o son expulsados de sus regiones. Lo anterior
influye para que se reproduzca en el exterior la polarización que existe en
el país; un efecto de ello es que se complican las condiciones de confianza y
seguridad de los refugiados o migrantes forzados por razones políticas, tal
como lo afirmaron algunos entrevistados para esta investigación.
Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados, Acnur, en el 2001 se duplicó el número de perso-
nas que solicitaron el estatus legal de refugiados a Europa y América
del Norte: «Los colombianos representan la decimosegunda naciona-
lidad que solicita asilo en Europa y Norteamérica. Hace seis meses
estaba en el vigésimo primer lugar» dijo la vocera de la onu, Marie
Okabe (bbc Mundo, 2001).
Otras formas de violencia que inciden en el exilio son las extorsiones y
los secuestros, utilizados por actores armados para obtener financiación.
La violencia doméstica, tal como se analizará más adelante, es otra
causa de migración internacional. No existen registros sobre este tema,
pues hay que tener en cuenta que quienes migran por dicha causa no
hacen públicos sus motivos, justamente para proteger su vida del agresor,
y en muy pocas ocasiones se tramita el refugio, lo cual ha dificultado el
estudio de la problemática en el país.
Hasta aquí hemos tratado aspectos estructurales de la economía y
fenómenos políticos que inciden en los procesos migratorios. Para fina-
lizar este capítulo, consideramos relevante resaltar algunas tendencias

11 Al respecto véase Hurtado (2007).

65
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

de los cambios culturales y sociales, en especial, la dinámica familiar


que, de alguna u otra forma, ha marcado el proceso migratorio inter-
nacional de la población.

Cambios culturales y familiares relacionados con la


migración internacional

Colombia, como todos los países latinoamericanos, ha vivido procesos


de modernización y de modernidad provocadores de novedosas formas
de pensar, interactuar y situarse en el devenir de la historia; cambios que
de una u otra forma han repercutido en que los grupos familiares se vin-
culen más a los procesos de globalización y a la migración internacional
(Arriagada, 2009; Pachón 2007; Puyana et al., 2003), con las caracterís-
ticas que trataremos en el curso de este texto.
Podríamos señalar en torno a la cultura una transformación en la
mentalidad de los habitantes urbanos de Colombia, pues de una mirada
premoderna, endogámica, en términos de los espacios y los tiempos, pa-
samos a otra exogámica, posmoderna, consumista, estilos más centrados
en los intereses particulares, más acordes a la adaptación a movimientos
de poblaciones propios de la globalización. En ese sentido, acogemos el
pensamiento de historiadores como Jorge Orlando Melo (1991), quien
resalta que se han presentado cambios en la cultura que implican una
visión más moderna de las relaciones sociales, incluyendo la familia. Des-
taca el autor, entre otros fenómenos, el desarrollo de un sistema escolar
masivo, el empleo generalizado de la televisión, la sustitución de explica-
ciones religiosas sobre la vida cotidiana por un pensamiento más laico,
el desarrollo de una ética más individualizada, a veces sustentada en co-
nocimientos científicos, y la consulta de la psicología, la psiquiatría y la
medicina para resolver los problemas cotidianos. Más recientemente se
ha incrementado, de modo vertiginoso, el uso de celulares y con menos
intensidad, el de computadores e internet.
Una transformación cultural adicional la constituye el aumento del ac-
ceso de la población a la educación formal. Si bien los resultados del censo
de 2005 generaron preocupación por la falta de vinculación de la mayoría
de los y las jóvenes a los niveles de educación superior, en los últimos 40
años persiste un descenso de las tasa de analfabetismo en la población adul-
ta, para alcanzar el 8% en el 2005. La cobertura en el sistema educativo

66
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

formal ha crecido: en el 2005, el «92,4% de los niños de 7 a 11 años asistía


a un establecimiento educativo formal y en las cabeceras municipales entre
la población de 5 a 22 años, este porcentaje es de 68,9%» (dane, 2005).
Otro de los cambios culturales del país se expresa en las nuevas for-
mas de experimentar la sexualidad, la apropiación que las mujeres han
logrado de su corporalidad y el desarrollo de una cultura más hedonista.
El uso de anticonceptivos para separar el placer de la reproducción faci-
lita la vida sexual, ahora con menos restricciones, y constituye, a la vez,
un ejemplo de secularización, pues hombres y mujeres se adhieren a su
uso independientemente de las prohibiciones religiosas (Pachón, 2007).
En Colombia, una cultura más proclive al rescate de los derechos
humanos y al reconocimiento de la diversidad por género, generación y
etnia se expresó en la Constitución de 1991. Podríamos interpretar sus
principios como la intención de un proceso de democratización cultu-
ral, al plantear nuevas concepciones sobre la población indígena y afro-
colombiana, aceptar el derecho a la intimidad, reconocer la infancia y
juventud como etapas de la vida merecedoras de derechos, prohibir la
violencia intrafamiliar, admitir el divorcio, insistir en la obligación de
proteger a hijos e hijas de madres jefas de hogar, entre otros. Igualmen-
te, fue un avance central consentir una ética laica en la Carta Constitucio-
nal, que se expresó al dar fin al concordato con la Iglesia Católica, un
tratado que controlaba la educación y la legalidad de los matrimonios.
Fenómenos como la feminización de la migración internacional, también
pueden ser relacionados con el cambio en las representaciones y prácticas
sobre los roles y relaciones de género. Se advierte una tendencia a la equi-
dad. En el país se presentan drásticos cambios en la participación de la mujer
en el trabajo, lo cual ha contribuido a resquebrajar la tradicional división
sexual de roles en el hogar, como enunciaba Virginia Gutiérrez de Pineda
(1998: 39): «se percibe un cambio del paradigma patriarcal [...] sin embargo,
un género avanza con más celeridad, el femenino, mientras el otro, el mas-
culino, oscila en expectante adecuación». En otras palabras, el fenómeno no
ocurre de la misma forma entre los sexos, pues mientras que las mujeres ocu-
pan espacios antes exclusivos para los hombres en el ámbito laboral público,
ellos apenas comienzan a acercarse a los domésticos (pnud, 2010).
De forma particular se ha incrementado el promedio de educación
alcanzado por las mujeres: «si en 1964 las mujeres urbanas presentaban
en promedio 3.5 años de educación, en 1974 este indicador ascendió a

67
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

7.0 y en 1995 la población ocupada femenina presentó una educación


de 9,85» (Henao y Parra, 1998: 71). Al tiempo, se logró equilibrar el
diferencial educativo entre hombres y mujeres para los niveles de secun-
daria y universitario.
Los cambios señalados han obligado a los hombres a repensar su mascu-
linidad y a las mujeres sus formas de feminidad, como aducimos en estudios
sobre la paternidad y la maternidad en cuanto a las relaciones de género (Pu-
yana et al., 2003; Rico, 2005; Pachón, 2007; Morad, 2008; Viveros, 2002).
Uno de los cambios que incide en que las mujeres salgan masivamen-
te al mercado laboral, incluso hacia otros países, es la responsabilidad
de las madres con proveedoras. Desde unas representaciones sociales
dominantes que en los años sesenta inscribían este rol como el central
del padre, hoy se comprende que es una tarea compartida por padres y
madres, y aún se ha llegado a delegarla exclusivamente a las madres. Al
tiempo, a los hombres se les demanda más proximidad con su progenie y
que aprendan a expresar más el afecto y las emociones.
Tanto los ideales como las prácticas en torno a la maternidad también
han variado, pues han perdido vigencia imaginarios como la ecuación
que asimila a la mujer con esta función. Hoy ellas planifican el número
de los hijos o hijas, hay más posibilidades de optar por un aborto, se an-
tepone la finalización de los estudios o el logro de trabajos más estables a
la maternidad y se tienden a separar los conflictos con la pareja de las la-
bores de cuidado y convivencia con la prole. Las relaciones entre padres,
madres, hijos e hijas se han convertido en más democráticas. Así refiere
Palacios (2004: 63) este cambio:

La dimensión moderna de la paternidad y la maternidad incide en la


dirección de los procesos socializadores y en la configuración de las in-
teracciones progénito filiales, se incorporan discursos más desde el con-
vencimiento que desde la coacción, se rechaza la violencia y el maltrato
como estrategias de aprendizaje, se invoca la expresión afectiva y emo-
cional como el sentido de las relaciones y se exige desde la ley y la moral
el cumplimiento de los deberes de protección y seguridad de la prole.

Sin embargo, la situación es compleja, porque si bien los grupos fa-


miliares tienden a democratizarse (Pachón, 2007), aún persiste la agre-
sión como forma de tratar los conflictos de pareja y el castigo a la prole;

68
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

se vive en medio de una transición entre las representaciones sociales


dominantes que la rechazan la violencia y el ejercicio del golpe como
una expresión de poder, lo que para muchos padres y madres es inevita-
ble en el logro de la autoridad
Debemos resaltar la heterogeneidad de los cambios en las representa-
ciones sociales de la paternidad y la maternidad, pues tales evoluciones
tienden a ser diferenciales por estratos sociales, regiones o por imagina-
rios sobre la familia. En una investigación realizada entre 1999 y el 2003
(Puyana et al. 2003), encontramos tendencias respecto al cambio. Desde
formas tradicionales que aún mantenían la representación social del padre
proveedor y de la madre en el hogar, hasta alternativas que nos llevaron a
plantearnos la categoría de paternidad y maternidad innovadoras, carac-
terizadas por la búsqueda de una vida democrática en el hogar, una forma
educativa solidaria y mayor capacidad de expresión de afectos (Maldonado
y Micolta, 2003). La más relevante en las ciudades colombianas fue la ten-
dencia de transición en la que se combinan formas tradicionales de vivir la
paternidad y la maternidad con la búsqueda de alternativas renovadoras.
Finalmente, deseamos resaltar que persisten formas12 en los hogares
cuya configuración se ha adaptado a la migración internacional. Si ob-
servamos la estructura de los hogares en el período entre 1993 y el 2005
(cuadro 2), podemos analizar la persistencia de algunas formas organiza-
tivas y algunos cambios. Por una parte, un decrecimiento de los hogares
nucleares con hijos, a pesar de que han sido tradicionalmente los más co-
munes, una persistencia e, incluso, un aumento de los hogares extensos en-
cabezados por un integrante de la pareja —por lo general mujeres— que
cumplen una función de apoyo en los momentos de crisis (Puyana, 2004).
Estas variaciones en las formas de hogar se asocian con cambios
en las relaciones de género y las separaciones conyugales. Al respecto,
los estudios de Norma Rubiano y Lucero Zamudio y Rubiano (1991)
indicaron que en los últimos treinta años, en Colombia, este fenó-
meno se ha ido acentuando y conjugado un proceso denominado
informalización de las uniones, que posee un fuerte impacto en las
representaciones sociales con las cuales se legitima el hogar ideal y la
conformación de los hogares.

12 Aunque hayamos tendido a idealizar las familias nucleares formadas por el padre, la madre
e hijos/as, bajo la autoridad del padre proveedor, las formas familiares colombianas han sido
bien heterogéneas en el transcurso de la historia (Puyana et al., 2003).

69
Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Micolta León, Blanca Inés Jiménez Zuluaga

Cuadro 2. Tipo de hogares: distribución entre 1993-2005 y 2010

Tipo de hogar 1 1993 (N.) %2 2005 (N.) 2010 (N.)


Nuclear 54,9 53,3 55,4
Completo (Pareja - hijos) 38,4 35,4 35,5
Pareja sin hijos 5,9 6,6 7,8
Incompleta Jefes con hijos 10,6 11,2 12,3
Extenso 30,4 33,6 30,9
Completo 3 (Pareja – hijos- parientes) 16,0 14,1 16,3
Incompleto (jefe-hijos, parientes) 14,0 10,2 11,2
Jefe y Otros parientes ----4
4,4 4,4
Compuesta ---5 5,4 4,2
Unipersonal 6,9 7,7 9,5
Hogares encabezados por mujeres. 24,0 30,3 34,0

Fuentes : Encuesta de Demografía y Salud. 2005- 2010. Encuesta Nacional de Hogares DANE: 1993 ( Puyana et-alt 2003, 35)
1314151617

Comentario final

En este capítulo de contexto nos situamos en Colombia como país ex-


pulsor y profundizamos en algunos rasgos estructurales de su economía
y del conflicto armado que explican porqué la población migra a otros
países. Finalizamos con la perspectiva de cambio cultural y familiar, y
mostramos la diversidad en lo que atañe al segundo aspecto.
Los padres y madres migran al exterior insertos en la trama de la
globalización con múltiples matices. La migración no solo obedece a un
acto de voluntad, sino que responde a una estrategia familiar o indivi-
dual que resulta de la interpretación que hacen los y las actoras sociales

13 Si bien la encuesta de Profamilia se refiere a familia, una crítica teórica a esta aplicación -
que no es pertinente analizar en este texto- nos lleva a referirnos a hogares, como espacio de
convivencia e ingresos comunes.

14 Los datos corresponden al nivel nacional.

15 Completo e incompleto es usado por Profamilia, pero no compartimos dicha definición,


porque toma como referencia a la familia de tipo nuclear como único modelo válido

16 No hay datos comparables

17 No hay datos comparables

70
El contexto de las migraciones internacionales en Colombia (1990 - 2010)

de diversas fuerzas contextuales nacionales e internacionales. Ellas, de


uno y otro modo, van incidiendo en la decisión de partir, por lo que no
responden de forma pasiva al contexto.

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Padres y madres en procesos
migratorios internacionales:
momentos previos al viaje
María del Pilar Morad Haydar
Universidad de Cartagena

Mercedes Rodríguez López


Universidad de Cartagena

Gloria Bonilla Vélez


Universidad de Cartagena

L
os estudios sobre migración internacional han sido abordados
desde diversos enfoques teóricos y perspectivas de análisis que
aportan a la comprensión del tema. Sin embargo, no se cuenta
con un cuerpo unificado y, como lo señala Massey et al. (2008), existe
una amplia producción de teorías con gran nivel de generalidad, desa-
rrolladas aisladamente, con el riesgo —en algunos casos— de ser frag-
mentadas por fronteras disciplinarias. Aún así, es importante reconocer
que aquellas llamadas ‘de alcance intermedio’ como el transnacionalis-
mo, nos permiten confrontar realidades más concretas y situadas en con-
textos histórico-sociales tanto en origen como en destino. Se supera en-
tonces el llamado nacionalismo metodológico1, que plantea una relación
dicotómica entre países al centrarse en un solo aspecto de la experiencia
migratoria, desconocer las conexiones transnacionales que los migrantes
generan y subestimar la acción e influencia de ellos en la esfera global
(Guarnizo, 2004: 3).
Desde la perspectiva transnacional, siguiendo a este mismo autor
(2006: 81), la migración se concibe como un conjunto de procesos con-
dicionados por estructuras sociales, económicas y políticas que se mue-
ven dialécticamente desde niveles micro, meso y macroestructurales
entre los contextos de origen y destino. Lo microestructural se refiere

1 Concepto aplicado a los estudios sobre migración planteado por Wimmer y Glick Schiller, 2002.

83
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

a las relaciones y obligaciones con familiares y allegados; lo meso, a los


vínculos y deberes comunitarios e institucionales, y lo macro, a los órde-
nes estatal, económico, político y sociocultural.
La anterior perspectiva permite avanzar en los debates actuales de
las ciencias sociales que intentan comprender la relación entre estruc-
tura y acción, y atribuyen mayor o menor peso a una u otra dimensión
desde una mirada dicotómica. En este sentido, y si se sitúa la reflexión
en el contexto de la migración internacional, la teoría constructivista
estructuralista de Bourdieu (1997: 40) —aunque no la ubica desde este
evento— nos aporta importantes conceptos para comprender cómo se
entrecruzan diversos factores cuando se toma la decisión de migrar.
Desde el estructuralismo, Bourdieu plantea que en el mundo social
existen estructuras objetivas llamadas campos, grupos o clases sociales, in-
dependientes de la conciencia y de la voluntad de los sujetos-agentes, ca-
paces de orientar o restringir sus prácticas o representaciones (1997: 49).
Desde el constructivismo, reconoce la existencia de una génesis social de
los esquemas de percepción, pensamiento y acción que son constitutivos
de lo que él llama habitus, concebido también como “disposición estra-
tégica” que le confiere al sujeto-agente autonomía y una apertura con
alternativa , una especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en
una situación determinada (36). La noción de estrategia permite recono-
cer las coacciones estructurales que pesan sobre los agentes, en este caso
las familias, y las respuestas activas a esas coacciones como parte del ca-
pital que disponen: social, económico, cultural, simbólico, en correlación
de fuerzas con otras unidades. Por lo tanto, dichas estrategias vendrían a
ser los conjuntos de acciones organizadas en procura de objetivos a más
o menos largo plazo, no necesariamente planteadas como tales, que los
miembros de un colectivo como las familias producen (2011: 34).
La migración, concebida como una estrategia de reproducción fa-
miliar (Vásquez, 2007: 54), nos permite comprender por qué padres y
madres optan por tal decisión. No será una intención consciente y ra-
cional que obedece a una evaluación calculada sobre las posibilidades
de ganancias y pérdidas, pero sí estará mediada por las disposiciones del
habitus que, ante la crisis del modo de producción consolidado, buscarán,
a través de ella y de su futuro probable, preservar o aumentar ese capital
que se posee bajo diferentes formas. Lo anterior ayuda a entender que
durante mucho tiempo las familias pudieron estar constreñidas a duros

84
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

sacrificios para compensar las “salidas”2 necesarias para proveer los re-
cursos y restablecer la posición material o simbólica. Así se reproducen o
transforman las condiciones de la propia producción, se perpetuán iden-
tidades, diversidades; se mantienen las brechas, distancias y diferencias
constitutivas del orden social (Bourdieu, 2011: 38), tal como podremos
apreciarlo en los relatos de viajeros y familiares cuando se insertan en un
proyecto migratorio.
La participación y reconocimiento del papel que asumen las familias
en la toma de la decisión y la suscripción de algunos de sus miembros
en los movimientos migratorios, nos permiten identificar el fenómeno
como una entidad intermedia entre los factores contextuales o puramen-
te individuales. Esas articulaciones han sido desarrolladas desde la nueva
economía de las migraciones (Stark, 1991), que plantea que la movilidad
afecta al grupo colectivamente y es él quien decide sobre la estrategia
para encontrar la solución que más se ajuste a las necesidades globales de
sus miembros. Así, se torna en un asunto de familia (citado por Recaño,
2002: 3) por lo que, para nuestro objeto de análisis, lo hemos denomina-
do ‘proyecto familiar’.
Dentro del análisis relacional desde el cual situamos la migración in-
ternacional, es necesario incluir los desarrollos y aportes de las redes y
cadenas migratorias inmersas en un sistema de construcción y recons-
trucción permanente, que estructuran la movilidad espacial y la vida la-
boral, social, cultural y política tanto de la población que parte como de
familiares, amigos y comunidades en los países de origen y de destino
(Guarnizo, 2006: 10). Las redes también han sido consideradas como
una teoría de articulación entre lo macro y lo microsocial, concebidas
como una forma de capital social (Massey et al. 2008; Portes, 1995; Ri-
bas, 2004) que se dinamiza, también, para obtener acceso a los merca-
dos laborales en destino y para poder incorporarse a un nuevo contexto
sociocultural. Dichas redes permiten, además, el análisis de los aspectos
menos visibles en el lugar de origen, que son observables en la habilidad
de padres y madres para construir estrategias y recursos a partir de rela-
ciones de solidaridad, confianza y lealtades que se configuran para poder
emprender la partida.

2 Las comillas son del autor citado.

85
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Cómo entendemos el proceso migratorio

La migración como proceso nos aporta elementos para su comprensión


como movimiento, cambio, circularidad, interacción y retroalimenta-
ción, entre otros. Hablar de procesos migratorios de manera plural fa-
cilita reconocer la diversidad de los mismos, en el sentido de que no
existe un trayecto único que sigan las personas que se insertan en flujos
migratorios. Reconocemos, del mismo modo, que este carácter dinámico
y cambiante demanda el estudio de los distintos momentos que sustentan
la migración, sin delimitarla exclusivamente a la llegada o inserción en
destino, para acercarnos a su comprensión desde la perspectiva no solo
de los y las migrantes, sino de quienes les acompañan en este proyecto.
Esta posibilidad de análisis permite entender que establecer la residen-
cia en otro país implica unos momentos previos donde se reúnen elemen-
tos del contexto de las ciudades, las expectativas, los factores que afian-
zan la decisión de migrar, la consulta o no a los miembros de la familia,
además de los sentimientos generados por la partida de padres o madres.
La secuencia Puyana, Motoa y Viviel (2009: 28) y Gómez (2008: 10)
del movimiento migratorio que incorpora el deseo de partir-viajar-arri-
bar-asentarse hace necesario reconstruir el proceso desde los relatos y las
propias experiencias de las y los migrantes, y proponer nuevas trayecto-
rias que muestren como primer momento las condiciones en el país de
origen (Varela, 2005: 85). Por otra parte, es necesario comprender que
al viajero lo acompañan sus deseos, necesidades, expectativas y motiva-
ciones, una interioridad que lo estimula para desarrollar estrategias y
enfrentarse a otros espacios aparentemente atractivos.
Compartimos los planteamientos de que el proceso migratorio, con-
cebido en forma circular, tiene tres momentos para su estudio: el pre-
ludio, ya sea remoto o inmediato, cuya temporalidad es variable; la
movilización y la consolidación. En el primero se crean los deseos, los
imaginarios de la migración y las acciones que conllevarían al éxito. En
el segundo, se empieza a planear y a considerar el proyecto de vida en
otro lugar: La movilización que implica los preparativos concretos, el
trámite de documentos, las decisiones, acuerdos, desacuerdos con fami-
liares, las gestiones y el viaje referido al desplazamiento desde el lugar de
origen hasta el de destino y finalmente la consolidación, relacionada con

86
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

el inicio del proceso de adaptación en el lugar de destino y, a largo plazo,


con el afianzamiento del proyecto de vida en otro espacio social.
Una instancia central del análisis microsocial la constituyen las fa-
milias que con frecuencia deciden concretar el proyecto migratorio y
transitan entre presiones, inequidades, fluctuaciones, tensiones e ideali-
zaciones. Situaciones que venían afrontando desde la cotidianidad fami-
liar y se agudizan en el preámbulo de la partida. Para algunas de ellas,
la migración ya se venía pensando y, para otras, surge de manera intem-
pestiva, lo que nos permite reconocer que la forma como se presenta la
migración es heterogénea y dinámica, particularidades que posibilitan la
ampliación de los intercambios familiares y sociales (Morad, Rodríguez,
Bonilla, 2011: 36).
Se considera también necesario reinscribir el estudio de ese momento
previo a la migración en una perspectiva de género, entendida como una
categoría relacional mediada por el poder. Es decir, que en intercambios
sociales de la vida cotidiana se activan acuerdos construidos en el devenir
histórico de cada cultura, como parámetros de lo que debe ser la conduc-
ta de los hombres y de las mujeres (Puyana et al., 2010: 11). Ese análisis
permitirá identificar las construcciones que se tejen en la decisión de
partir y las diferencias que se demarcan en los procesos migratorios, las
estrategias y recursos que los distintos miembros del grupo activan cuan-
do es la madre o el padre quien migra.
El trabajo que presentamos se concibió desde un enfoque cualitativo
que incorpora las voces de los y las relatantes —viajeros y familiares—,
respetando las particularidades. Esto nos facilitó acercarnos a la expe-
riencia previa a la partida; a sus prácticas y significados, y al modo en
que su dinámica se matiza cuando la migración responde a un proyecto
familiar o individual.
En este capítulo se propone la reflexión a partir de los siguientes in-
terrogantes: ¿Cómo se configuran los procesos previos a la migración
cuando ella se ha construido desde un proyecto familiar o individual?
¿Qué factores motivaron la migración de los padres o de las madres?
¿Cómo inciden las relaciones de género en las circunstancias y decisiones
previas? ¿Cuál es la dinámica de los acuerdos y desacuerdos que tran-
sitan para concretar el viaje? ¿Cómo se construye la decisión de migrar
en las familias? ¿Qué papel tienen y cómo se articulan las redes en este
proceso? ¿Qué sentimientos acompañan la despedida y la partida?

87
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Factores que motivan la migración

El debate central sobre los estudios de la movilidad social en el campo


de la sociología de las migraciones, se articula a partir de la pretensión
de comprender cómo se conjuga la perspectiva del individuo como actor
social con la de la estructura social. Es decir, se centra en resolver la re-
lación entre análisis macro y micro; en encontrar el nexo existente entre
la mirada del individuo y la óptica de la acción social (Ribas, 2004: 86).
Las prácticas sociales son el resultado de sujetos que están condiciona-
dos, pero que también tienen la capacidad de acción, elección y reflexión
sobre lo que hacen y por qué lo hacen. Como aporte a esta discusión,
Bourdieu (2007: 96) plantea que los condicionamientos sociales son de
dos tipos: los primeros, fuera del sujeto —agente—, son circunstancias
sociales externas o estructuras objetivas, como los mercados laborales,
escolares, las organizaciones sociales, las estructuras políticas. Los se-
gundos tienen que ver con las estructuras sociales incorporadas por las
personas. Se denominan habitus y se refieren a disposiciones para actuar
de cierta manera más que de otra, a pensar más unas cosas que otras o
a percibirlas más. Los sujetos los van incorporando a lo largo de su vida
e historia y dentro de ciertos contextos objetivos. Son esquemas de per-
cepción y de acción que proporcionan los límites de lo que es posible y lo
que no. El habitus es espontaneidad condicionada y limitada. Hace que
la acción no sea simplemente una reacción inmediata —en este caso de
los migrantes— a una realidad en bruto, sino una réplica inteligente a
un aspecto activamente seleccionado de lo real, que se encuentra ligado
a una historia colmada de un porvenir probable (104). Estos elementos
nos ayudan a comprender las circunstancias que acompañan y motivan
la decisión de partir y las elecciones que los sujetos hacen, en las que
confluyen elementos endógenos y exógenos en permanente interacción.
Las circunstancias que anteceden la decisión de migrar, se concep-
túan como la red compleja de condicionantes internos y externos a los
sujetos (Varela, 2005: 86) que desencadenan el proceso, y que, desde la
perspectiva de quienes se quedan, constituirían factores que impulsan
la partida. Estos procesos, desde sus diversos niveles de análisis —indi-
vidual, familiar, contexto nacional e internacional—, nos acercarán a
comprender la diversidad de factores que se conjugan dialécticamente
para que hombres y mujeres emprendan su viaje.

88
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Como lo plantean algunos autores (Massey et al., 2008) al referirse a


dichas motivaciones, es posible que mientras determinados actos indivi-
duales buscan maximizar los ingresos, las familias traten de minimizar
los riesgos, y que el contexto en el que se opta por una de las alternativas
esté conformado por fuerzas estructurales que operan en los ámbitos
nacional o internacional. En este mismo sentido, retomamos a Vander
(1989: 74), para quienes los motivos se encuentran justificados a partir
de factores externos e internos. Los externos están muy relacionados con
el contexto macrosocial desde el cual ocurre la migración, y son consi-
derados por los propios sujetos como ajenos a su voluntad. Los internos
están vinculados a las actitudes o disposiciones hacia una meta propuesta
e inciden en las acciones de los sujetos.
El presente análisis está basado en los factores motivacionales que
argumentaron cuidadores e hijos sobre la migración de padres o madres.
A partir de esos elementos podemos visibilizar la confluencia de aspectos
—macro y microsociales— en una interacción dinámica y compleja, más
aún cuando tratamos de comprender desde la perspectiva de quienes se
quedan en Colombia. Los familiares que permanecen en el país recono-
cen sus propias construcciones, las cuales se pueden ir transformando a
medida que transcurre el proceso migratorio.
Uno de los factores que hemos identificado es el de las redes de
apoyo. En el trabajo Massey et al. (2008: 460), se reconoce el punto
de vista de la migración como un proceso de decisión familiar o indi-
vidual, pero se argumenta que los actos de migración, en el momento
presente, alteran sistemáticamente el contexto sobre el que se basan
las decisiones de los migrantes futuros. Esto incrementa enormemente
las posibilidades de que a través de un sistema de ayudas —que se di-
namiza entre países de origen y destino— sea más viable concretar el
proyecto de partir.
Así mismo, las motivaciones que impulsan a los padres y madres a
migrar a determinados destinos también están relacionadas con imagi-
narios de bienestar incorporados en proyectos de vida individuales y fa-
miliares, tales como trabajar para adquirir o mejorar vivienda, o brindar
mayores posibilidades educativas a hijos e hijas. Estos deseos van a pro-
piciar que se consolide la decisión, que será en algunos casos consultada
y apoyada por la familia y, en otros, individual, cuando se cuenta poco o
nada con los integrantes de la misma.

89
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Ahora bien, como lo expone Hernández (2010: 19), aunque los de-
seos de migrar se construyen a través de decisiones autónomas, lo que
constituye una aventura riesgosa de unión, diferenciación personal y gru-
pal, es necesario reconocer que cada individuo deviene como productor
y producto de sus organizaciones familiares y sociales. La concreción de
la expectativa de viaje implica el análisis de las posibilidades personales
pero también del entorno que rodea a quien parte: familia, trabajo, con-
texto comunitario y amigos que afectan y son afectados por la migración.
Las motivaciones individuales en relación con el evento migratorio se
podrían identificar cuando estas aparecen condicionadas por el grado de
autonomía con que se pueda actuar al respecto (Herrera, 2006: 137). Es
decir, a mayor capacidad de disponer de su propio destino, el migrante
potencial podrá considerar factores individuales con mayor o menor li-
bertad. En este caso, las posibilidades de elección, como lo plantea Her-
nández (2010: 19), requieren que la persona compute y reflexione sobre
las situaciones que afronta, establezca escenarios y proyectos, decida entre
ellos y lleve a cabo la acción, sin que esta dependa de la voluntad de otros.
Cuando la decisión responde a un proyecto familiar, se percibe la
obligación de justificar la acción de migrar, sobre todo si algunos de los
miembros del grupo —cónyuge, hijos o hijas— permanecen en el país
de origen. En consecuencia, quienes quedan en Colombia legitiman los
motivos que impulsaron el evento y juzgan como correcta tal determi-
nación. Frente a la pauta cultural de permanecer con los hijos e hijas, el
imaginario de la familia unida y el valor de la solidaridad que supone el
privilegio del grupo sobre el individuo, surge la necesidad de justificar
todo acto que contradiga la pauta y las argumentaciones en torno al
posible abandono, egoísmo o, sencillamente, despreocupación que esta
decisión insinúe.
Cuando no se responde a un proyecto familiar, el grupo que perma-
nece en el país de origen tiende a censurar la decisión con base en imagi-
narios sociales frente a la familia y el papel de padres y madres. Le quita
base de justificación a los motivos y considera el hecho como una salida
que no contribuye a la felicidad ni al bienestar, sino que afecta al grupo
familiar, tanto en términos económicos como emocionales.
En este análisis, según lo que emerge de los relatos, hemos incluido
como factores que impulsan la migración a: a) las redes migratorias y
familiares que facilitan la movilidad y la gestión de recursos entre los

90
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

países de origen y destino; b) los factores de orden económico, familiares


o individuales, indistintamente, que hacen referencia a las condiciones
del contexto local, regional y nacional en términos de desempleo y bajos
ingresos —circunstancias que afectan la calidad de vida y presionan a
padres y madres a salir del país en busca de mejores oportunidades—; c)
los familiares, que legitiman un proyecto migratorio en pro del bienestar
colectivo; aquí se incluyen también aquellas circunstancias que generan
insatisfacción y tensiones entre los integrantes de un grupo, lo que torna
conflictiva la convivencia y hace que la migración se presente como una
opción liberadora o de ruptura; y d) los individuales, entendidos como
las motivaciones del padre o madre migrante conforme a sus intereses,
necesidades y expectativas presentes y futuras, que no necesariamente
están sujetas al grupo familiar.
Estos factores no se excluyen entre sí, y una persona puede tener
distintas motivaciones para optar por la migración. Lo anterior supone
comprender que en esta decisión se involucra a los sujetos como seres
complejos y en conflicto, y nos reta a situarnos en dos perspectivas, tal
como lo hemos señalado anteriormente: la del individuo como actor so-
cial y la de la estructura social (Ribas, 2004: 86). Aquí intentaremos abor-
dar el análisis desde lo macro y lo microsocial.

Las redes como soporte

Las teorías que articulan las dimensiones micro y macrosocial plantean


que, además de los motivos personales y familiares, se encuentra en el
centro de la estructura de las relaciones de la acción humana la capa-
cidad que tienen los individuos de organizar recursos escasos, gracias a
que forman parte de redes o de estructuras sociales más amplias (Portes,
1995: 12). Según este mismo autor, las ventajas de las redes sociales no
se deben exclusivamente a su papel reductor de los costos migratorios,
sino también a su desempeño como sostén, aun cuando los incentivos
iniciales de la emigración desaparezcan o se debiliten (163). Para efectos
de esta investigación, consideraremos dos tipos de redes: las migratorias
y las familiares. De ellas nos ocuparemos más adelante.
En el contexto de la migración internacional, las redes se entienden
como un «conjunto de vínculos interpersonales que conectan a migrantes,
antiguos migrantes y no migrantes en su área de origen y de destino a

91
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

través de los lazos de parentesco, amistad y comunidad de origen com-


partida» (Massey, et al., 2008). Por su parte, las cadenas migratorias que
movilizan familiares, amistades y lazos comunitarios están en la base de
muchos de los movimientos de tal índole en la historia, y acompañan
estos proceso hasta hoy (Pedone, 2006, 101, 124; Malgesini y Giménez,
2000: 57, 58).
Según Pedone, tanto la dinámica como la consolidación de las redes
están sujetas a la calidad, cantidad y modos en que circula la informa-
ción. El acceso a la información no es igual para todos. En general los
datos y los contactos para emprender la migración se transmiten, por lo
menos en los inicios del proceso, entre relaciones con vínculos “fuertes”
que prescinden, en algunos casos, de la distancia. En este sentido, la for-
ma de estructuración que adquieren las redes y el papel que juegan cada
uno de los actores en su dinámica es significativo (2006: 112). Para la
investigadora, es necesario distinguir entre las cadenas y las redes migra-
torias para una mejor comprensión analítica. Ella restringe las cadenas
migratorias al grupo doméstico, el cual, a su vez, traspasa los límites de la
unidad residencial. Las cadenas forman parte de una estructura mayor:
las redes migratorias. Otro de los aportes de la autora radica en com-
prender que las redes y cadenas migratorias no siempre estarán basadas
en relaciones horizontales de solidaridad y cooperación, pues circulan
relaciones de poder, desiguales, de acuerdo con las jerarquías que ocu-
pan los y las migrantes u otros actores dentro de la cadena (2010: 108).
La constitución de redes de parientes y vecinos se convierte en una
fuente de información que otorga una cierta seguridad para impulsar la
migración. Esta dinámica, en algunos casos, puede llegar a ser más impor-
tante que las causas de expulsión (Pedone, 2006: 121). Al respecto, Guar-
nizo plantea que la migración que inicialmente se genera por condiciones
macroestructurales se convierte en un evento autosostenible debido a las
redes que ella misma crea en el tiempo. Tales tejidos abren canales para la
entrada y asentamiento; en ellos, familiares y amigos que permanecen en
los países de origen se conectan al proceso migratorio (2006: 74).
El concepto de redes, siguiendo a Recaño, permite integrar las carac-
terísticas individuales, el parentesco y el conjunto de relaciones sociales
como factores explicativos de los procesos migratorios en los lugares de
origen y de destino (2002: 16). Las redes que nos ocupan son introducidas
en la teorización de la migración como un concepto de alcance medio,

92
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

que permite guiar la investigación empírica y entender, en el plano de


lo micro, los múltiples elementos que inciden en la decisión de migrar
(Díaz, 2009: 10).
No podemos dejar de mencionar que la dinámica de las redes mi-
gratorias también puede estar asociada a los procesos de regularidad e
irregularidad para ingresar a los países de destino, por lo que pueden
abrir el camino al tráfico ilícito de migrantes, a la trata de personas, al
crimen transnacional organizado y a la corrupción, entre otras acciones
ilegales (Andebeng, 2004: 19) que podrían acompañar la trayectoria de
padres y madres colombianos, pero que no son objeto de análisis en
nuestro estudio3.

Redes migratorias
Son estructuras sociales mayores que trascienden los límites geográficos,
tienen un carácter eminentemente transnacional e involucran a todas
aquellas personas e instituciones que están vinculadas al hecho migra-
torio: políticas de Estado (origen y destino), migrantes, empleadores y
empleadoras, organizaciones no gubernamentales, personal de servicios
sociales (preferentemente educación y salud), instituciones religiosas,
asociaciones de migrantes, entre otros (Pedone, 2010: 107).
Podríamos afirmar que, para concretar el evento migratorio, padres
y madres se apoyan en amigos, otros viajeros o contactos laborales en el
país de destino, cuando en estos lugares no hay una tradición de cadena
migratoria familiar o parientes de referencia. En estos casos, los lazos
de amistad e instituciones previamente contactadas son los actores que
entran a ofrecer determinadas garantías a la migración.
En todas las ciudades, cuando mencionamos a la redes como soporte
de la migración, la ayuda que se reportó consistió en ofertas laborales,
apoyo en la documentación, vivienda y alimentación.

No pasó nada, a mi papá le fue bien sin problema. Como él tenía


la ayuda de los dueños del hotel, no pasó nada; él se fue sabiendo que
tendría vivienda y comida, porque él vive en el hotel, por ese lado todo
fue normal, y por los papeles no había problema porque los dueños del

3 De acuerdo con los estudios de Pedone (2010: 127) sobre redes y cadenas migratorias, es
necesario diferenciar y analizar las prácticas sociales, económicas y financieras del compor-
tamiento mafioso que, en numerosas ocasiones, se les ha atribuido a las redes.

93
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

hotel le habían dicho que ellos se encargaban de todo, así que el viaje fue
bueno, bacano, sin problema. (5, H, Adrian, 2009)

Por otra parte, haber tenido experiencias anteriores de migración


contribuye a que los viajeros construyan redes transnacionales de amis-
tad que sostienen después del retorno al país de origen. Estas son reser-
vas sociales que se mantienen latentes y se activan a disposición de el o la
migrante. Se encontraron en las distintas ciudades del estudio.

Como tenemos un amigo que es un muchacho que trabajaba en Cu-


razao, tenía su casa y todo, una vez vino y le dijo Blanquita: “si se quiere
ir a trabajar con esto, bien pueda, yo me la llevo”. (1, C, Gilma, 2009)
Vino una amiguita que había estudiado con ella y nos dijo: “¡no!, tranqui-
los que yo viajo dentro de un mes, yo le mando la carta”. Y en realidad al mes
completico mandó la carta; mi hija viajó el 13 de marzo. (2, C, Luisa, 2009)
Cuando él se vio así y tuvo la oportunidad de que un amigo le ayuda-
ra, se fue de ilegal por las Bahamas. Nuevamente, un amigo le dijo que si
se quería ir, que él le ayudaba, y se fue. (4, C, Rubiela, 2009)

En las ciudades de origen es menos frecuente hallar relatos que mues-


tren la participación en estas redes de quienes permanecen en el lugar.
Es decir, las redes de vecinos y amigos del lugar de partida no se registran
como un factor asociado a la decisión de migrar. Sin embargo, detecta-
mos algunos casos en Cali y Cartagena.

Ella tenía muchas amistades donde ella trabajaba con su padre […],
entonces una amiga de ella le dijo que se fuera, porque igual, el trabajo
acá estaba duro y donde el papá no ganaba muy bien, entonces ella tenía
los hijos pequeños y decidió irse. (2, C, Antonio, 2009)

Por su parte, en Cartagena se presentó un caso particular de una


amiga-cuidadora que fue crucial para facilitar la migración. Esto ante la
ausencia de una red familiar consolidada económicamente para soportar
la partida y asumir funciones de cuidado. En esta historia, los vínculos de
amistad fueron importantes como móviles de apoyo, soportados además
por un sentimiento moral de indignación ante las circunstancias econó-
micas y sociales de la madre migrante y sus hijos:

94
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

[…] nos motivó no solo a mí, a mi esposo. Nos motivó el hecho de


que ellos estaban bien y que la vida les cambió de un día para otro de una
forma muy abrupta y el hecho también de que hoy estamos bien, pero
no sabemos mañana. Pero qué tal que me hubiera pasado a mí; a mí me
hubieran también abierto las manos, las puertas de una casa. La amistad,
uno dice “no, yo tengo amigas por todos lados”, pero el llegar yo con mis
hijos a una casa, y decir mira aquí estoy yo con mis hijos, ¿será que tú me
puedes ayudar? […] nos pusimos en el zapato de ella. (5, C, Dalis, 2009)

El análisis de los relatos en las siete ciudades estudiadas nos permite


concluir que los motivos que argumentan migrantes, cuidadores e hijos
están relacionados con factores macro y microsociales, como escenarios
desde los cuales se incorporan los imaginarios, deseos y expectativas y
se movilizan recursos y redes. Todo esto nos ayuda a comprender las
circunstancias que acompañan y motivan la decisión de migrar y las
elecciones que padres y madres hacen cuando emprenden un proyecto
migratorio e intentan construir, en palabras de Bourdieu, una historia
colmada de un porvenir probable (1997: 166).

Redes familiares
En las redes familiares4 que soportan la migración, circulan parientes
cercanos como tíos, tías, abuelos, primos, primas, hermanos y hermanas
—con grupos familiares ya conformados—y suegros. La red pone a fun-
cionar el carácter extenso de las relaciones familiares como soporte y es-
trategia para la concreción del evento migratorio. Estas redes no se crean
en el marco del evento, sino que «existían con anterioridad a él, solo que
ahora se activan tras encontrarse en estado latente» (Pesantez, 2006: 6).
En los relatos de esta investigación prevalecen las redes formadas a raíz de
considerar que los lazos de sangre juegan un papel muy importante. Paralelo a
la ayuda económica, está el apoyo moral; la solidaridad que los familiares brin-
dan ante la eminente decisión del viaje, que contribuye a que quien parte sien-
ta lo que significa ser amado o amada (Puyana, Motoa y Viviel, 2009: 90-91).

4 El concepto de red familiar lo hemos adoptado de la propuesta de Pedone sobre cadena


migratoria (situada en el grupo doméstico), que se refiere a la transferencia de información
y apoyos materiales que familiares, amigos o paisanos ofrecen a los potenciales migrantes
para decidir, o eventualmente, concretar su viaje. Las cadenas facilitan el proceso de salida
y llegada, pueden financiar en parte el viaje, gestionar documentación o empleo y conseguir
vivienda (McDonald, 1964; Malgesini; Giménez, 1997, citados por Pedone, 2010: 107).

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

De acuerdo con los historias podemos inferir que, antes de que al-
guno de los miembros de la familia experimentara la migración, con
frecuencia estas redes venían operando tradicionalmente como estrate-
gias locales de apoyo en los momentos de crisis o consolidación familiar.
Sin embargo, ante el evento migratorio, estas adquieren otras dinámicas
que no se circunscriben al espacio meramente local. El apoyo de la red
familiar para la consolidación del viaje, tanto en el país de origen como
de llegada, fue común en todas las ciudades.

Fue su hermano quien la recibió allá, pues obvio que se iba a vivir
donde él vivía, y también la relacionó, para poder conseguir algún tra-
bajo porque ella no iba con contrato de trabajo. En España, contaba
además con el apoyo de su cónyuge quien hacia algunos meses también
había migrado a dicho país. (4, C, Samy, 2009)
La mamá le había mandado los pasajes; el hermano le ayudó, por-
que él se fue como turista y cuando eso no pedía visa en el 2000. Porque
como tenía a la mamá y al papá ahí, pues él tenía por lo menos a dónde
llegar, como dicen que por allá hay tanto trabajo y tantas oportunidades,
pues él se fue a trabajar. (1, C, Carmen, 2009)

La amplitud de las redes familiares y sociales, según Zamudio y Ru-


biano (1994: 101), define muchos aspectos de la cotidianidad, cumple
un importante papel en los momentos de dificultad y es fundamental en
los procesos de socialización, interacción ciudadana y cohesión social.
En Colombia, la familia extensa se ha constituido como la principal red
de apoyo, pero presenta algunas diferencias regionales. Esta tradición
de relación con la red familiar se expresa en el contexto de la migración
internacional, en donde el sistema de ayudas se instala en un entorno
más amplio y desterritorializado. Son prácticas tradicionales que ahora
adquieren nuevas dimensiones geográficas y simbólicas, que se soportan
en unas concepciones de ayuda, cooperación y éxito.
La relación con las redes familiares presenta, para el caso colombia-
no, algunas particularidades según las identidades y códigos culturales de
las ciudades estudiadas. Virginia Gutiérrez de Pineda (2000: 95) anota
que los grupos andinos, antioqueños y negroides presentan una extraor-
dinaria cohesión en los lazos de consanguinidad, al punto que la autora
se atreve a afirmar que en las clases bajas y medias de ellos realmente

96
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

no hay dislocación de la familia primaria en núcleos independientes. En


lugar de esto, existe una gran familia extensa que involucra unidades más
o menos diferenciadas en hogares nucleares.
Por su parte, Zamudio y Rubiano (2000: 481) señalan que las redes
familiares y sociales son mucho más amplias en las costas y la región
antioqueña, en las ciudades pequeñas, en el sector rural y en los estratos
medio-bajo, bajo y alto. Son más estrechas en los sectores medios en
Bogotá. En Barranquilla, la red familiar está orientada por relaciones de
solidaridad que la convierten en una red de apoyo incondicional, a dife-
rencia de lo que ocurre en la zona antioqueña donde es una red básica
de apoyo pero también de control. Sobre estas diferencias, otros estudios,
como el de Claudia Mosquera, muestran que las ciudades de la región
Caribe colombiana presentan una fuerte tradición de relaciones con la
familia extensa, sobre todo en los sectores populares. Mosquera (1994:
88) encuentra que las relaciones extensas se amplían a otros parientes
que viven en casas cercanas; son lazos que están en continuo movimien-
to y son tan frecuentes que se tiene la impresión de vivir bajo un mismo
techo. Para el caso del complejo antioqueño, Gutiérrez de Pineda ano-
ta que con un particular sentido de colectividad, allí los individuos son
identificados en un tronco familiar dentro del cual los éxitos sociales, re-
ligiosos, políticos y económicos de cada uno se extienden para favorecer
a los demás o, en ese orden, la conducta divergente perjudica a todos.
En el contexto de nuestro estudio, encontramos que la red familiar
desde el país de origen oferta su apoyo de cuidar o dar continuidad a
las actividades de quien parte, dado que ya se había asumido la prole
antes del viaje. Para las ciudades de Manizales y Pereira predominan, en
el lugar de origen, las redes familiares, especialmente femeninas y por
línea materna. De igual manera, sus oriundos cuentan con el apoyo de
las redes familiares en el país destino, pues es frecuente encontrar que la
migración se ha dado de manera intergeneracional. Estos son algunos de
los relatos de estas ciudades:

Allá vivía una hermana de él […]. Llegó sin trabajo pero la herma-
na tenía empleo y él iba y le ayudaba en casas de familia, y le ayudaba
a lavar los vidrios hasta que consiguió trabajo. La hermana como que
mandó una carta o mandó por él, pero él allá no ha podido sacar los
papeles, entonces no ha podido venir […]. (8, C, Marcela, 2009)

97
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

De modo particular, en Barranquilla se encontraron hogares como el


de Nelsy, una mujer de 45 años que ha sido la cuidadora de sobrinos y
primos por varias décadas. En casos como este, la red familiar ha tenido
una movilidad rural-urbana, pues esta ciudad ha sido considerada prós-
pera económicamente, con mayores oportunidades educativas o labora-
les. En ese hogar han transitado diferentes generaciones y el progreso de
los parientes es un asunto colectivo. Esto ha contribuido a dar viabilidad
a las migraciones internas y se entra a apoyar a parientes que han mi-
grado al extranjero, de modo que partir no resulta un asunto novedoso.

En mi casa siempre se ha compartido con diferentes tipos de parien-


tes, por el sistema de que nosotros no somos de aquí […] nosotros somos
de Bolívar. Cuando yo tenía tres años, mi papá viene acá, a trabajar en
cementos del Caribe. Y mi mamá es la primera que se posiciona aquí, y
todo el que va saliendo de allá, el sitio para terminar el bachillerato era
aquí en mi casa, y duraban hasta diez y doce años; luego estudiaban su
carrera. Hoy son enfermeras, ingenieros, maestros… que fueron emi-
grando a Venezuela. (5b, C, Nelsy, 2009)

También observamos en algunos relatos, que la red familiar en origen


asume los recursos para adquirir tiquetes y los elementos que se necesi-
ten para viajar y permanecer en el país destino (maletas, vestuario):

Económicamente el viaje lo asumió el papá, todo, nosotros todo lo pla-


neamos, le compramos la ropa, la maleta, los pasajes. (2, C, Luisa, 2009)

Por su parte, las redes familiares que actúan desde el país de destino
no aparecen solo tras la demanda de ayuda, sino que además son oferentes
de apoyo con la intención de contribuir al mejoramiento de la calidad
de vida de la red. Es así como muchos de los migrantes han tomado la
decisión de irse tras la insinuación o propuestas laborales de familiares
en el exterior. Así, la principal ayuda intangible que ofrece la red es la
circulación de la información que conecta el país de origen con el de des-
tino. Las experiencias de sus antecesores alientan la decisión de migrar,
situación encontrada en los relatos de las ciudades estudiadas:

98
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Yo tengo una sobrina en España, y ella hacía cuatro años estaba allá
y entonces ella ya llamó, y dijo que había una oportunidad para alguien
de la familia de irse para España, que el que quisiera. Entonces como
Claudia era la más pobre, no, porque todos somos pobres, como la que
menos apoyo tenía para darle sostenimiento a la niña, hicieron los pape-
les para ella, y se fue. (3, C, Piedad, 2009)
Una hermana de él me contó que el esposo le había propuesto que
se fuera, que allá había buen trabajo, que él le ayudaba; que por él, ya se
había ido. Es más, él mandó plata, él le dio una parte y él acá consiguió
otra y se fue. Y él le tenía trabajo allá. (2, C, Lorena, 2009)

La red aparece como la principal estrategia para los migrantes y con-


tribuye a amortiguar las incertidumbres, toda vez que tienen más o me-
nos garantizado apoyo en dos de los asuntos, a menudo, más difíciles de
resolver al momento de partir: la vivienda y el trabajo.

Ella tenía los hermanos allá, la estadía y todo, fue más fácil para ella.
(2, C, Antonio, 2009)
Él tiene su mamá y toda su familia allá; entonces era mejor llegar allá
—que tenía donde bajar y todo— que irse a otra parte. (5, C, Mari, 2009)
Ella le consiguió el trabajo, y mientras estuvo sin trabajo un mes,
ella se responsabilizó de mis gastos aquí, un mes, mientras él estuvo sin
trabajo. (4 C, Pili, 2009)

En Cartagena y Barranquilla estos apoyos adquieren algunas diferencias


respecto a otras ciudades, lo que puede estar relacionado con una mayor
migración hacia Venezuela. Se encontró que allí el apoyo de la red familiar
obedece a una tradición histórica y las cadenas migratorias se sostienen de
generación en generación, como lo señalan Bonilla y Rodríguez (2010: 8).
Los migrantes hacia el vecino país llegan a disponer de amplios recursos
familiares para instalarse y, en algunos casos, se movilizan en diferentes
hogares con los que sostienen parentescos consanguíneos o políticos.

Tengo nueve hermanas en Venezuela y yo mandé a mi hija para allá,


para que fuera a trabajar y ayudar a levantar a sus hijos. Y así lo hizo
una hermana; desde joven se fue. Después mandaron a buscar a la otra;
total que todas se fueron, las últimas y las mayores están allá, la joven,

99
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

porque tengo una hermana que está pensionada allá y un cuñado tam-
bién está pensionado allá. (5, C, Carmenza, 2009)

Sin embargo, en estas mismas ciudades, cuando la migración se di-


rige a España o Estados Unidos, también se acude, aunque con menos
intensidad, a la colaboración de otros parientes para tramitar el ingreso
regular. En cuanto a las pautas culturales desde las cuales operan estas
redes, se encuentra la premisa de “hoy por ti mañana por mí”, que impli-
ca que la cooperación también actúa como un reservorio de ayudas que
se mantienen latentes, y que se espera que sean activadas en el momento
que se necesiten.

Motivos económicos

A él no le salía trabajo.
(2, C, Catalina, 2009)

El contexto económico de las ciudades estudiadas, y del país en general,


aparece en los relatos como la mayor motivación que tienen padres o
madres para migrar. Ellos enfatizan en las condiciones de desempleo,
informalidad laboral, baja remuneración, poca prosperidad en negocios
y empresas, desplazamiento de mano de obra por la incorporación de
nuevas tecnologías, necesidad de aportar más ingresos al grupo familiar,
y condiciones de pobreza, entre otras, tal como se ha venido señalando
en diversos estudios que muestran a Colombia como un país expulsor de
su población (Guarnizo, 2006; Puyana, Motoa y Viviel, 2009). Vale de-
cir que, además de los motivos económicos, para muchos habitantes, la
salida del país se ha constituido en una estrategia para proteger sus vidas
ante la inseguridad y las persecuciones políticas como consecuencia del
conflicto armado y la violencia (Garay y Medina, 2007a: 38, 39). Este
motivo será tratado en detalle en el capítulo seis.
Si bien con frecuencia los relatos incluidos en esta investigación dan
cuenta de un contexto económico que impulsa a la migración, se presentan
algunas diferencias entre ciudades, particularidades que responden a las
condiciones socioeconómicas de las mismas y a las características de los mi-
grantes. Por ejemplo, encontramos que para el caso de Bogotá — donde la
mayoría de las familias estudiadas con experiencia migratoria pertenecen

100
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

al estrato tres— aparecen escasas condiciones de precariedad o de necesi-


dades básicas insatisfechas. Aunque algunos migrantes se encontraban sin
empleo en el momento de migrar, sus parejas estaban laborando y asumían
la proveeduría económica de sus hogares.
La situación más comúnmente narrada en Bogotá, fue la expectati-
va de encontrar en Europa o en Estados Unidos una oportunidad para
mejorar la situación económica, lo que responde a una opción alterna
a las frustraciones por bajos salarios. Se aduce así que, en la mayoría de
los casos, se busca una mayor capacidad adquisitiva, pues se pretende
alcanzar un mejor nivel de vida, adquirir o arreglar la vivienda, brindar
una buena educación de los hijos, el pago de colegios o universidades con
costos elevados, o mejores servicios de salud.

Mi papá hacía parte de la empresa Macarena y en ese momento el


transporte sufrió una crisis y teníamos muchas deudas […] Se pensó en
ese momento en la migración, que era un momento de auge donde las
personas migraban sobre todo a España y Estados Unidos. Recuerdo
mucho que en esa época duramos como dos meses sin luz en la casa
porque habían cortado los servicios, tampoco teníamos teléfono; bueno,
el agua era lo único que nunca pasó nada, pero la luz, el gas, todo lo
habían cortado en esa época y era muy complicado. (1, H, Laura, 2009)

Si bien en el último censo (dane, 2005) se indica que la migración en


Bogotá se concentra en el estrato tres, consideramos necesario destacar
que en los hogares de estrato cinco y seis, los hijos y cuidadores atribu-
yen como motivo para migrar las crisis en los negocios. Pasar por una
situación económica adversa en las empresas de las familias en cuestión,
desatada por la crisis de la década de los años noventa, produjo el en-
deudamiento y la pérdida de oportunidades para mejorar los ingresos.
En ese escenario, los grupos familiares no alcanzaban a mantener su
nivel social y buscaron como alternativa la migración internacional. No
estaban dispuestos a trasladar a sus hijos a colegios públicos, pues lo con-
cebían como un descenso de estatus. De igual manera, encontramos dos
casos de personas que vivían en esa época en Cali, y que optaron por la
migración debido a los vaivenes de una ciudad que oscila entre las bo-
nanzas del narcotráfico y las consecuencias sociales y familiares que ese
fenómeno conlleva:

101
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Mi mamá se desesperó mucho porque después de habernos brindado


el hecho de estar en una unidad residencial donde había piscina, o sea,
otra cosa totalmente diferente, quería que nos relacionáramos mejor. No
podía pagarme una universidad, el negocio iba de pique que no daba
más. Perdimos el apartamento. (1, H, Alejandra, 2009)

También encontramos en ciudades como Cali y Medellín, casos de


profesionales desempleados que, después de contar con fuentes de traba-
jo, se vieron enfrentados a un mercado laboral que también los excluye
por sus altos perfiles, lo que contribuye a la llamada “fuga de cerebros” o
a la pérdida de capital humano y social para nuestro país.

Cuando él se fue, la decisión fue por lo económico, porque nosotros


tuvimos un tiempo que a él no le salía trabajo, a pesar de que él es profe-
sional, y le salían fáciles los trabajos. Él mandaba hojas de vida por esos
clasificados de “El País” y lo llamaban y él negociaba; pero tuvo un tiem-
po que nada le salía, entonces tuvimos muchos contratiempos y por eso
hipotecamos la casa y todo se fue acabando […]. (2, C, Catalina, 2009)

En contraste con lo anterior, para las ciudades de la región Caribe


—Cartagena y Barranquilla—, se identificó un grupo importante de fa-
milias con necesidades básicas insatisfechas, cuyos padres o madres, de
acuerdo con los relatos, estaban desempleados o desarrollaban trabajos
informales antes de la migración5. Los hombres se empleaban en el
mototaxismo6, en carnicerías o construcciones; las mujeres, en el servicio
doméstico, o en ventas que generaban bajos ingresos. Algunas de las fa-
milias en estas dos ciudades ya habían hecho antes migraciones internas

5 García y Espinosa (2009: 43) muestran cómo el sector informal se ha ido constituyendo
en una de las fuentes de trabajo más importantes para ciudades como Cartagena. Entre el
2001 y 2008, dos de cada tres ocupados de la ciudad se dedicaban a actividades informales
en condiciones precarias, un porcentaje relativamente alto en el contexto nacional. Entre
las características de esta población trabajadora se destaca que, de las mujeres ocupadas, el
68,3% trabajaba en 2001 en el sector informal, aunque esa participación desde el 2005 viene
siendo muy similar a la de los hombres. El estudio muestra cómo la dinámica de la economía
local de Cartagena en los últimos diez años, pese a su actividad como ciudad portuaria y
turística, no se tradujo en un crecimiento positivo del empleo, frente al aumento de la fuerza
de trabajo, y se observó un aumento solo del 0,3% en el número de empleos de calidad.

6 Transporte público en motos.

102
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

(rural-urbana) en busca de mejores condiciones de vida, y en ellas las


narrativas de pobreza emergen con fuerza7.

Aquí no haces nada. Aquí él, más bien, no hacía nada, porque a
raticos era que le daban una moto y salía y trabajaba y traía pa’ los ali-
mentos, y ella también, entonces estaban como alcanzados, entonces fue
lo que los hizo irse. (5, C, Marisela, 2009)
Ella me dijo: yo me voy porque yo aquí no gano lo suficiente […] yo
aquí lo que gano son 180.000 pesos y eso para nada me sirven, nada más
pa’ pagar los recibos, no sirven ni pa’ la comida, ni pa’ comprarles un
pantaloncillo a mis hijos. (5b, H, José, 2009)

Los relatos de Marisela y José dan cuenta de las actividades infor-


males y los bajos ingresos de algunas de estas familias que no alcanzan
a percibir ni siquiera la mitad de un salario mínimo legal vigente8. Lo
anterior se puede confirmar, además, con la información del dane
(2005) en cuanto a las necesidades básicas insatisfechas en las siete
ciudades objeto de esta investigación; Cartagena y Barranquilla regis-
traron el más alto déficit9, como ya se planteó en el capítulo anterior
sobre el contexto.
Para el caso particular de Pereira y Manizales, el desempleo y la po-
breza10 resultan significativos como móviles de la migración, según los
relatos de las cuidadoras. En Medellín también encontramos narrativas
que reflejan la inestabilidad laboral que vivían algunas mujeres antes
de migrar.

7 Romero (citado en Pérez y Salazar, 2007: 23), en un reciente estudio estimó las diferencias en
el ingreso laboral para las principales ciudades de Colombia. Al analizar el efecto regional,
los resultados muestran que las desigualdades entre ciudades son significativas. Para el caso
particular de Cartagena, la diferencia, en relación con Bogotá, es cercana al 22% y al 40%
con Medellín, el más alto; Pasto, Montería y Barranquilla muestran los índices más cercanos.
Para los trabajadores de Cartagena, los ingresos laborales se diferencian con los de Medellín
en cerca del 20%.

8 En Colombia, el salario mínimo legal vigente para el 2009 fue de $ 496.900 (Decreto 4868,
diciembre de 2008).

9 Cartagena, 25,45% y Barranquilla 17,7%. Fuente: dane (2008).

10 Manizales y Pereira son las ciudades que poseen las tasas más altas de desempleo (15,5% y
21,3%, respectivamente), seguidas por Cali (14,6%) y Medellín (14,3%), según las últimas
encuestas dane (2008).

103
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Las trilladoras las perjudicaron mucho porque trajeron máquinas


pulidoras, y ya todo el personal salió, eso fue otra circunstancia por la
que ella se fue. (3, C, Piedad, 2009)
Él se fue porque se quedó sin empleo y conseguía, pero no era de
pronto para la estabilidad económica de la familia. (8, C, Marcela, 2009)
A mi hermana como le tocó afrontar ese papel de madre soltera, en-
tonces eran como muy pocas las posibilidades, o trabajaba unos poquitos
días, luego se le acababa el contrato, entonces quedaba otra vez como
volando y así. La motivó la situación económica a la que ella se tenía que
enfrentar sola, y con una niña; las posibilidades eran muy pocas acá. (4, C,
Mercedes, 2009)

Todo este contexto desventajoso frente a las oportunidades laborales y


la generación de ingresos aparece en los relatos de los y las entrevistadas
como principal motivo de la migración; sin embargo, el éxodo adquiere
matices distintos según constituya o no un proyecto familiar.
Pese a todo lo anterior, compartimos con Sassen (2007: 168) que si
bien el contexto económico precario constituye un importante factor de
expulsión, tal circunstancia no resulta suficiente para entender cómo la
misma situación de pobreza compartida por tantas personas no es siem-
pre percibida como un motivo para emigrar. En consecuencia, la migra-
ción no es una fuga indiferenciada de la pobreza y el desempleo hacia
países que prometen prosperidad.
Comprender las motivaciones de la migración en su complejidad su-
pone un abordaje de las condiciones tanto objetivas como subjetivas.
En coherencia con este planteamiento, abordaremos otros factores que
estimulan la migración que no están aislados de los económicos; por el
contrario, están estrechamente interconectados.

Motivos familiares

Para darle al niño un buen futuro.


(2, C, Lorena, 2009)

En un mundo cada vez más marcado por tendencias globalizadoras, de


profundos cambios y contrastes, las familias no son ajenas a esos procesos.
Por el contrario, ellas se vienen insertando y participando activamente en

104
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

dinámicas internacionales. Cada vez será más posible que individuos y


grupos familiares de la llamada por Beck y Beck (2008: 30) “generación
global” contemplen su propia vida a través de la óptica de otras formas
posibles, en otros lugares: Vidas construidas e imaginadas de manera di-
recta o indirecta por los medios de comunicación, que no siempre corres-
ponden a la realidad, pero que son decisivas en muchos de los proyectos
que hoy se emprenden.
Cuando la migración de padres y madres se construye como un pro-
yecto familiar, se legitima la acción de partir como una estrategia eco-
nómica o de sobrevivencia, para «encontrar un futuro mejor en la tierra
prometida que representa otro lugar» (38), otro país. Esto exige a algunos
de los miembros del grupo —cónyuge, hijos o hijas— permanecer en sus
ciudades de origen, y será un proceso que implique la reconfiguración de
una nueva forma de vivir transnacionalmente; enfrentar tensiones, con-
flictos e incertidumbres y compartir recursos, responsabilidades y obliga-
ciones que sirvan de cimiento al proyecto en cuestión.
La vida trasnacional comporta nuevas formas de asociación y de pro-
yectos familiares, «de creación de espacios de interacción y sociabilidad, y
también de generación de nuevas identidades híbridas, que operan más allá
de las fronteras nacionales, cruzándolas y trascendiéndolas» (Portes, 1996:
89). La familia va transformando sus funciones, su sentido, sus conflictos y
tensiones a medida que transcurre el proceso migratorio (Agrela, 2009: 240).
El proyecto familiar es anticipación, perspectiva, previsión de los
cursos de acción al bienestar: «puede decirse que cada familia o gru-
po familiar se constituye y se define como tal, construye, desarrolla y
vive un “proyecto familiar” en tanto exista, se mantenga, y se defina
como familia» (Restrepo y Suárez, 2005: 34). Por ello, mirar la migración
como proyecto familiar de sobrevivencia implica señalar la importancia
de articular voluntades y recursos como situación óptima para aportar
respuestas a las expectativas y deseos de los y las migrantes y sus familias.
Así se generan los medios para asumir esta experiencia con autonomía
y conocimiento de las transformaciones que conlleva, y de los riesgos y
cambios socioculturales que las personas deben enfrentar; todo ello per-
mite conocer los derechos y evaluar los riesgos (Berubé, 2005: 24).
Además, cuando la migración se entiende como proyecto familiar, las
motivaciones, objetivos y metas están referidos a este grupo y se consti-
tuyen en un objetivo común que se sustenta en el bienestar del mismo.

105
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Trasciende entonces del individuo para situarse en el conjunto; por tan-


to, la decisión involucra todos o algunos de los miembros del clan, con
quienes se establecen acuerdos, como posibilidad para sostener el víncu-
lo y hacer que el proyecto se mantenga desde la distancia.
Las expectativas de quienes se van en el marco de un proyecto fami-
liar es poder reunirse al cabo de unos años, bien sea en el país de origen o
de destino, cuando se hayan cumplido los propósitos y las razones por las
que emigraron, lo cual, de alguna manera, debe haberse logrado. Aun-
que lo que muchas madres y padres no saben es que una cosa es ver los
proyectos desde las ciudades de origen y otra muy distinta es la realidad
que encuentran en los lugares de llegada.
A partir del análisis cualitativo de los relatos, podríamos plantear a
manera de hipótesis que cuando la migración responde a un proyecto fa-
miliar, el bienestar se erige como el principio que orienta la acción. De este
modo, la migración —y la separación física que ella implica— se encuen-
tra justificada toda vez que es por el “bien común” y, sobre todo, de los
hijos e hijas. Resaltamos aquí el papel que padres y madres asumen como
protectores y aseguradores de necesidades básicas —educación, vivienda,
salud— en todas las ciudades11. Así se observa en los siguientes relatos:

Ella siempre me decía: “mami, si a mí me sale un trabajo pa’ afuera


yo me voy, pa’ yo poder comprar, pa’ poder hacer mi casita, pa’ mis
hijos”. Hoy están alquilados aquí y si no pagan un mes o dos meses van
pa’ fuera, los van botando, y van pa’ otra parte; viven corriendo de aquí
pa’ allá y de allá pa’ acá; y cómo ella no tenía fuerza para comprar una
casa. (5b, C, Oliva, 2009)
Ella decidió migrar porque acá, en el empleo que yo desempeño actual-
mente, no ganaba lo suficiente y queríamos, pensábamos, que era una ma-
nera de buscar un mejor porvenir para el grupo familiar. (4, C, Vito, 2009)
Para tener una mejor situación económica, para darle al niño un
buen futuro, para darle al niño universidad, para comprarle su casa; él
pensaba era en eso”. (2, C, Lorena, 2009)

11 En Cartagena y Barranquilla encontramos que la educación de los hijos e hijas se constituye


en un proyecto que legitima la migración y la inversión que representa alcanzar algún nivel
de formación universitaria que los migrantes no tuvieron; se trata de una forma de garantizar
tanto el futuro de la prole como el propio.

106
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Esta seguridad también está entendida por las familias como la po-
sibilidad de vivir de manera tranquila y libre de deudas. Así lo refiere el
siguiente relato:

Ella tenía que cumplir con unas obligaciones con una entidad finan-
ciera; de hecho, por eso ella se apremiaba para irse, se tenía que ir a
trabajar, para cumplir con lo que tenía aquí y cumplir luego con la hija.
(4, C, Mercedes, 2009).

Estas narrativas toman más fuerza cuando la migrante es la madre,


teniendo en cuenta que la pauta de permanecer con los hijos es más exi-
gente para ellas, toda vez que se asume el cuidado de la prole como su res-
ponsabilidad. En los padres, por su parte, legitimados socialmente como
proveedores, estaría más justificada la migración porque su ‘deber ser’ es
seguir cumpliendo esta función desde cualquier espacio geográfico.
Sin embargo, al considerar que muchas de las migrantes son madres
“cabeza de hogar” (por separación, soltería o viudez) y asumen múltiples
roles —cuidado de los hijos, trabajo doméstico, proveeduría—, la deci-
sión de migrar también encuentra sentido bajo el principio del bienestar
de su prole, pero se exalta la carga de sacrificio y renuncia que conlleva
esta decisión. Para el caso de las madres migrantes, los relatos de hijos y
cuidadores también dan cuenta del carácter involuntario de la partida,
que aparece como una decisión forzada por las circunstancias. Se refleja
el conflicto de las madres entre quedarse o irse para proveer a los hijos
de bienestar. Para ilustrar lo anterior miremos los siguientes comentarios:

[…] ella nos sentó así a las tres y nos dijo: con el dolor de mi alma
me tengo que separar de ustedes por un tiempo porque me voy a
Venezuela a buscarles un futuro a ustedes, a darles una estabilidad
que ustedes se merecen, darles todo lo que ustedes se merecen, para
que mañana, más tarde, ustedes sean unas personas de bien, se edu-
quen, estén en una universidad… Esas eran sus metas siempre. (5b,
C, Rosa, 2009).
Así tenía que ser, porque tenía que sostener una hija, o sea, no era
porque ella se quisiera ir. (5, C, Abril, 2009).

107
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Algunos motivos expresados por los y las relatantes de las distintas


ciudades señalan que la violencia familiar fue el detonante que impulsó
la decisión, como una opción de sobrevivencia o para tomar distancia
ante la necesidad de encontrar seguridad, tranquilidad y libertad lejos
de los agresores. De igual forma, las separaciones de pareja y el incum-
plimiento de las responsabilidades económicas por parte de los padres
contribuyen de manera significativa en la toma de decisión.

Ella tenía problemas con el papá de la niña; él la cuestionaba mucho.


Su papá dijo: yo prefiero que mi hija esté tranquila y no que de pronto se
nos forme aquí un problema, porque este pelado [la expareja de la mi-
grante], ya se está pasando de los límites. Entonces nosotros empezamos
a buscar la forma de que ella esté lejos, pero tranquila, y no tenerla aquí
cerca y tener un desenlace peor. (2, C, Luisa, 2009)
A raíz de mi fracaso comercial, se vino todo abajo, se dañaron las rela-
ciones de pareja, ya todo era un fastidio, a raíz de eso yo creo que también
la mamá tomó la decisión de irse, como las relaciones conmigo no eran…
las mejores, ella tomó la determinación de irse. (1, C, Libardo, 2008)
El papá de Tati comenzó a hacerle escándalos allá; a hacerle la vida
imposible y todo, y ese fue el origen de que ella echara para otra parte…
Acá, lo que a ella le dañó aquí la estancia fue, por una parte, el marido
tan celoso. (3, C, Piedad, 2009)

Lo anterior supone reconocer las relaciones de poder que se tejen


en las familias. Permanecen en sus interacciones rasgos culturales
derivados de la dominación patriarcal que constituye el lugar privilegiado
de la masculinidad tradicional y el autoritarismo. Al declarar a la
familia como instancia en la que se ejercen diversas formas de vio-
lencia entre sus miembros —que pueden ir desde modos muy sutiles
de maltrato físico, psicológico, abuso sexual e incesto, lesiones inca-
pacitantes, hasta la muerte de la pareja—, es necesario proponer una
mirada de interés público a su dinámica interna (Puyana, 2004: 8) y vi-
sibilizarla dentro de un contexto de violación de derechos humanos12.

12 De acuerdo con los datos de Medicina Legal, en 2008, la violencia de pareja representó el
67% por ciento de los casos de agresiones al interior del hogar, en los que el 89% las víctimas
fueron mujeres entre los 18 y 44 años. Y en el periodo de enero a julio de 2009, hubo cerca de
27 mil dictámenes de mujeres por maltrato de pareja. En cuanto a la violencia sexual, entre

108
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Los relatos de Luisa, Libardo y Piedad dan cuenta de relaciones de


pareja donde se aprecian formas de dominación y subordinación basa-
das en el género. Los hombres legitiman el poder y el control sobre las
mujeres, tratadas como objetos que deben ser vigilados, cuestionados y
sin capacidad de decidir por sí mismas como sujetos autónomos. Por es-
tas razones, muchas de ellas encuentran en la migración una posibilidad
de transformar sus vidas, lejos de sus parejas.
Otros relatos nos muestran que cuando el padre agresor es el migran-
te, su partida representa un cambio favorable al romperse el círculo de
la violencia, aunque sea de manera transitoria, puesto que la subordina-
ción económica e ideológica siguen siendo elementos reproductores de la
violencia hacia las mujeres. La proveeduría masculina, reconocida como
la única dimensión de la paternidad, también legitima las violencias en
las familias. Así lo expresa Nelly:

Fue una decisión que tomé de que él se fuera, porque tenía muchos
problemas con él y decidimos alejarnos […] porque él me maltrataba
mucho y yo quería que las cosas cambiaran, o sea que no termináramos
ni que todo se acabara por nuestros hijos, porque están pequeños y ne-
cesitan de su papá. (5b, C, Nelly, 2009)

Conforme a lo anterior, los casos en los que motivos familiares apa-


recen asociados a la violencia, las separaciones de pareja y la infidelidad
hacen que la migración se debilite como proyecto familiar. La toma de
la decisión responde más a una resolución individual, sobre todo cuan-
do migra el padre. Cuando parten las madres, ellas mezclan su deseo
personal de sentirse más libres y seguras con la posibilidad de encontrar
en otro país mejores opciones laborales de las que han conseguido en el
propio, y así seguir contribuyendo al bienestar de su prole.
Cuando migran padre y madre, el ideal de familia unida y el sueño de
reunificación o de retorno aparece como motivo para que uno le siga al
otro o para lograr una migración en cadena, pero también podría reflejar

el 2000 y 2008, Medicina Legal conoció 152.156 casos; 84% de ellos tenían como principal
víctima a las mujeres, en su mayoría entre 5 y 14 años. Se debe tener en cuenta, sin embar-
go, que en el caso de la violencia sexual el subregistro es todavía mayor comparado con el
de la violencia intrafamiliar (www.medicinalegal.gov.co; http://www.eltiempo.com/justicia/
Artículo-Web-New_Nota_Interior-10151268.html).

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

la necesidad de la vida en pareja desde lo presencial. La distancia cons-


tituiría una amenaza para la relación por el temor a la infidelidad y a la
pérdida del vínculo afectivo o económico. Esta situación fue identificada
en las ciudades estudiadas:

Ella decía que iba a unir todo el grupo familiar, porque el papá de los
niños estaba en España. Ella se va por seguir los sueños de él, porque,
digamos, ella nunca había tenido esas motivaciones, eso fue primero más
un interés de su compañero. (4C, Samy, 2009)
Ella quería que los recursos se administraran de buena forma y por-
que mi papá lo que realmente mandaba, ella decía que lo que mandaba
era poquito. “Eso debe ser que él está haciendo de las suyas allá”, decía
ella. “Voy a trabajar con él”, primer motivo. Y segundo, otra fuente de
ingreso; ella nunca había trabajado y desde ese momento decidió traba-
jar con él. (5, HC, Karen, 2009)

En el caso de Karen, también resulta interesante observar que al-


gunas madres migran cuando sienten que ya han cumplido amplia-
mente con la maternidad y sus hijos se encuentran en edades en que
son menos dependientes y tienen capacidades para asumir su propia
sobrevivencia sin la presencia paterna y materna. Por lo tanto, la mi-
gración se constituye en una oportunidad para ejercer una proveeduría
compartida y participar en el ámbito laboral, emprendiendo un nuevo
proyecto familiar. Ocurre con más frecuencia cuando los hijos e hijas
van a llegar a la universidad.

Motivos individuales
Él, algún día, iba a tomar vuelo, bien sea conmigo o no.
(8, C, Marcela, 2009)

En esta investigación hemos encontrado diferencias entre las familias con


un proyecto familiar y un proyecto individual. Consideramos como pro-
yecto individual aquellos que:

[Son] elaborados de forma individual y que contemplan la migración


como una oportunidad propia del desarrollo social o económico del in-
dividuo. Esto no quiere decir que las relaciones con familiares residentes

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Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

tanto en origen como en destino se interrumpan, sino que la toma de de-


cisión y el inicio de la empresa corresponde a un solo individuo. (Suárez
Navaz, 2007: 249)

Cuando el proyecto es individual, con frecuencia el entorno familiar


se entera en la víspera de emprender el viaje. Esta forma de toma de
decisión corresponde, en mayor grado, a los padres que no ven necesaria
una discusión, consulta y acuerdo que involucre a la familia. En estos
casos se informa y se comunica a quienes se quedan, ya sea esposa o
madre, pero ya como un hecho dado. Desde la perspectiva de género,
esta actitud es más frecuente en los padres, pues las madres difícilmente
viajan sin tener asegurado quién o quiénes se quedan a cargo de los hijos
o hijas, y sin hacer las negociaciones y arreglos que ello implica (Morad,
Bonilla, Rodríguez, Perneth, Oquendo, 2011: 23).
Las motivaciones individuales se registran con menos frecuencia en
los relatos de las siete ciudades. Sin embargo, presentaremos aquí dos
grupos de expectativas personales que hemos identificado: uno hace re-
ferencia a aquellos padres y madres que optan por reiniciar sus vidas en
los países de destino sin incluir a los otros miembros de la familia, como
una oportunidad para hacer ruptura con ellos. Otro muestra caracterís-
ticas individuales, como el espíritu de aventura y riesgo, que hacen más
probable la migración en unas personas que en otras.
En algunos casos, el padre migrante había sostenido una rela-
ción amorosa pública o encubierta en Colombia, y encuentra en
la migración una opción para dar libre continuidad a esta en otro
país, donde él o la nueva pareja tienen algunas redes familiares que
harían posible establecerse; también esperan consolidar un proyecto
económico. Las relaciones con las esposas en origen venían siendo
conflictivas y débiles. Los siguientes son algunos relatos que expre-
san la situación planteada:

Él se consiguió una compañera, una amiga, también casada, y se fue


con ella. Cuando él decidió irse, ella dejó su hogar y él nos dejó a noso-
tros. (4, C, Leo, 2009)
Él venía hablando con esa persona. Ella como que lo entusiasmó; le
dijo no sé cuántas cosas y él también, teniendo en cuenta la relación que
ellos tienen, como que salió a buscarle el lado a ella, porque yo pienso en

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

cualquier otro país menos Venezuela, porque el bolívar normalmente está


en el suelo, y él, en el momentico de la emoción, no pensó en nada de eso.
(5, C, Olinda, 2009)

En otros casos, la disposición personal a la aventura, el riesgo y espíri-


tu nómada también impulsaron la migración, elementos antepuestos a la
relación de pareja que estará sujeta desde el comienzo de la unión a una
partida anunciada. Pese a ello, no deja de ser doloroso el distanciamien-
to, tal como lo vemos en el relato de Marcela, en Manizales:

Cuando nos conocimos, ya empezamos a pensar en casarnos y todo.


O sea, yo desde que lo conozco a él, siempre ha tenido esa actitud de
emigrante. Yo sabía que si yo un día iba a casarme con él, él, algún día,
iba a tomar vuelo, bien sea conmigo o no. Lo más seguro era que iba
a ser sin mí. Cuando él me dijo que se iba a ir, a mi me dio muy duro,
porque yo no pensé que le fuera a salir de verdad. (8, C, Marcela, 2009)

En otros relatos se vislumbran dificultades en algunas mujeres para


asumir el papel de crianza de los hijos, o llevar estilos de vida que entran
en choque con los roles tradicionales femeninos. Muestran el agotamiento
o aburrimiento con su realidad inmediata y la migración se presenta para
darle un giro a sus vidas. El relato de Olga, una abuela cuidadora, pone
en evidencia esta situación con la migrante y excompañera de su hijo:

Pues ella se fue porque a ella le gusta mucho, cómo le dijera yo, la
libertad, el baile, la calle, todo eso, y pues por conseguir dinero, y como
ella ya no vivía con el hijo mío. (2, C, Olga, 2009)

Para los padres que optan por la migración dada una motivación indi-
vidual, el cuidado de la prole no es un asunto del que se ocupen, en tanto
ella ya se encontraba a cargo de las madres o de algún otro familiar. Así, el
cuidado de los hijos, adscrito tradicionalmente a las mujeres, no represen-
ta una limitante y les otorga a los hombres cierta libertad para la toma de
decisiones. Por su parte, para algunas madres, los descendientes podrían
representar un elemento que implique mayor culpabilidad y sacrificio.
Si se retoma el planteamiento de que las motivaciones individuales
para migrar aparecen condicionadas por el grado de autonomía con

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Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

que se puede actuar y por la capacidad de las personas para disponer


de su propio destino (Herrera, 2006:137), podríamos esbozar a manera
de hipótesis que, de acuerdo con los hallazgos, las pautas culturales en
nuestro contexto limitan las libertades de padres y madres cuando optan
por partir. Este proceso podría estar matizado por algunas diferencias
de género que nos permiten inferir que, aunque las madres migren por
motivos individuales, es más frecuente que sigan manteniendo el vínculo
afectivo con su prole, mientras que los padres con el mismo tipo de moti-
vos tienden a distanciarse económica y afectivamente de sus hijos e hijas.

Cómo se construye la decisión de migrar

En la migración de padres y madres de las siete ciudades del estudio, es


importante visibilizar el proceso que desarrolla la toma de la decisión de
migrar cuando se responde a un proyecto familiar o individual. Detener-
nos en esta perspectiva nos permite comprender cómo se configura el
evento y cómo ese proceso está atravesado por las representaciones sobre
la familia y las características de las relaciones previas entre sus miem-
bros. La manera como se viven estas experiencias cotidianas va a ser
prioritaria para la participación, o no, del grupo familiar en el paso dado.
El proceso migratorio implica para las personas cambios no solo de
movilización espacial, sino de reorganizaciones vitales en el entorno físi-
co y social. La decisión puede denotar transformaciones en la cotidiani-
dad familiar y giros alrededor de los preparativos que suponen múltiples
eventos, sentimientos, rituales, redes, sistemas de ayudas que se involu-
cran y se disponen para facilitar la partida. Dada cuenta del mundo sub-
jetivo que se moviliza entre quienes se van y quienes se quedan, la de-
terminación se debate en medio de tensiones, expectativas, esperanzas,
deseos y conflictos que dan viabilidad al proyecto individual y familiar
(Puyana, Motoa, Viviel, 2009: 29).
Según se asuma la migración como proyecto familiar o individual, se
crean unas particularidades en su definición, entrelazadas con valores y
normas relativas a la posición y jerarquía de los y las integrantes en el
hogar y las relaciones de género. Esto hace que en las familias, vivencias
y sentimientos construidos alrededor de esas particularidades sean diver-
sos. En este sentido, parafraseando a Hondagneu (citado por Woo, 1995:
144), las relaciones patriarcales son tomadas en consideración como un

113
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

aspecto prioritario en el establecimiento de los acuerdos, lo que establece


una dinámica relacional para definir con quién o quiénes se va a acordar
y qué se va a acordar.
Los deseos y expectativas que se tengan de la migración constituyen el
primer eslabón que le da fuerza y va consolidando la decisión. Esta se pue-
de ir construyendo con la coparticipación de la familia, quienes pueden
apoyar e impulsar el proyecto. No obstante, en otros casos se asume como
una determinación individual y se cuenta poco o nada con los integrantes
de la misma. La forma como se asume la decisión puede estar asociada
con los vínculos establecidos, las jerarquías y las formas de comunicación
que se han ido tejiendo antes del evento migratorio. Esto hace necesario
resaltar que en este proceso afloran tensiones y emociones compartidas y
expresadas, que van a dar curso y mantener el proyecto común.

Cuando la decisión responde a un proyecto familiar


Un proyecto migratorio es familiar cuando al iniciar el proceso se impli-
ca al grupo, se consulta y se establecen acuerdos para el manejo colectivo
de los múltiples asuntos relacionados con hijos e hijas. Se habla de la
remesa, del destino, de las posibilidades de reunificación o retorno, de
gastos prioritarios, del tema del cuidado cuando se dejan los hijos e hijas
pequeños, y de las responsabilidades que se asumirán desde la distancia.
(Morad et al., 2011: 76). De igual forma se comparten los sueños, las
oportunidades de encontrar una vida mejor en otro país, situación que
revertirá en la familia.
Este proyecto común augura la conformación de familias transnacionales
que se mantienen en virtud de los vínculos sostenidos con anterioridad al
evento migratorio, y del objetivo común vinculante que representa la parti-
da. Javier Murillo (2009: 165) sostiene que al proyecto migratorio lo acom-
pañan motivaciones variadas, tales como logro, estimulación, autodirección,
expectativas y emociones intensas. Familiares y parientes cercanos han de
sumarse de manera directa, o en ocasiones indirecta, a dicha decisión.
Para la consolidación del proyecto se van generando momentos de
discusión, expectativas, sueños, desacuerdos y oposiciones que contribu-
yen a sumar intereses y visualizan la migración como una opción de vida,
aunque algunos integrantes estén más involucrados que otros en el pro-
ceso. El tema del cuidado es de necesaria negociación cuando los hijos
e hijas quedan en edad de dependencia, lo que implica acercamientos

114
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

con las personas a las que se les delega y se compromete en esta tarea.
Con ellas se conversa y reafirma el compromiso con la remesa, el esta-
blecimiento de normas y reglas para con los hijos e hijas, la satisfacción
de necesidades básicas y demás tareas asumidas que en la vida cotidiana
estaban a cargo de el o la migrante.
Por todo lo anterior, entendemos el proyecto familiar como un mo-
mento cíclico, fluctuante, que las familias asumirán de manera diversa.
El elemento cohesionador es el sostenimiento de los vínculos y la inclu-
sión de los miembros en la dinámica que implica la migración para la
familia, lo que va a contribuir a que cada uno se sienta como actor vin-
culado a la decisión.

Consultas, acuerdos y desacuerdos frente a la decisión


En el preludio migratorio, los acuerdos constituyen el compromiso de
enlace más fuerte entre el o la migrante y quienes se quedan, lo que
favorecerá el mantenimiento del convenio a lo largo del proceso. Los pa-
rientes en origen dan cuenta de expectativas y sueños, lo que deriva en la
tranquilidad y confianza en un futuro mejor tanto de las y los migrantes
como de sus hijos e hijas, porque, a pesar de la incertidumbre que genera
la migración, se comparten mínimamente obligaciones, responsabilida-
des y sentimientos.
En la migración de padres y madres, la toma de decisión constituye
un evento importante en la vida, tanto de quien parte como del grupo
familiar, que, de modo directo o en oportunidades secundariamente, se
enfrenta a la incertidumbre de una partida que cambia o trastoca su
dinámica. Aunque en los relatos la toma de decisión la asumen los miem-
bros de la familia, por lo general el hecho constituye un proyecto adulto,
que luego se va extendiendo al grupo familiar, en especial al cuidador
—según la relación existente—; incluye la expectativa de mantener sus
vínculos afectivos y los compromisos por asumir. No es común integrar a
los hijos e hijas pequeños en la decisión, porque predomina el adultocen-
trismo —las decisiones giran alrededor de los adultos y se excluyen a los
niños y niñas—, justificado en el deseo de evitar sentimientos de dolor o
pérdida por parte de los hijos e hijas.
Mostraremos dos modalidades de vivir la toma de la decisión de
migrar, concebida como proyecto familiar. La primera está relaciona-
da con la opción consultada y compartida; en los relatos respectivos se

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

encuentra que se involucra a la pareja o cuidador. A esta variedad la


hemos denominado ‘concertada’. Son casos en los que se dialoga, se
establecen acuerdos y se comparten sentimientos mutuos:

La decisión fue de los dos [padre y madre], que él se fuera primero y


luego mandara por ella [madre]. (3, C, Amparo, 2009)
Ella decidió irse que por un porvenir mejor para la hija. Y nosotros
la apoyamos. (4, C, Katia, 2009)

La segunda modalidad se da cuando la decisión de migrar involucra


a los integrantes de la familia, es decir, cuidadores e hijos, y constituye
un proyecto familiar conjunto que establece una comunicación abierta
entre los integrantes del grupo. Posteriormente esto va a favorecer y a
propiciar de manera flexible reacomodarse a la ausencia física del proge-
nitor. Así se refiere a la experiencia Laura, abuela cuidadora:

Nosotros nos reunimos, yo hablé con mis hijas, mi esposo y ellos todos
estuvieron de acuerdo; porque ella aquí prácticamente estaba trabajan-
do y ni siquiera le pagaban, o le pagaban a retazos. (2, C, Laura, 2009)
Siempre me han pedido opinión, entonces sí, mi papá nos dijo “me
voy para Venezuela, allá voy a trabajar en una empresa”. El patrón de
la empresa lo llamó, le dijo que le iba a poner la plata, o sea, que le iba
a poner los pasajes. Entonces así fue que se dieron las cosas, pues todo
el mundo decidió que sí, bueno pues que se vaya porque imagínate esta
situación aquí económica […]. (5, H, Duvis, 2009)

En estas familias, se comienza a gestar toda una dinámica en torno a


la migración como proyecto conjunto. Tanto los cuidadores como los hijos
asumen y participan en los preparativos del viaje; aportan de manera coo-
perativa bienes materiales y de cuidado que expresan afecto al migrante;
ayudan en las gestiones preliminares a la partida y, sobre todo, crean un cír-
culo simbólico de protección, seguridad y fortaleza hacia quien se va. Esto
permite tanto a quienes se quedan como a quienes migran menguar los
sentimientos de nostalgia, miedo o dolor ante la partida (Falicov, 2001: 4).
Cuando la migración del padre o madre es un evento que se prepara y
comunica a hijos e hijas, es posible crear vínculos afectivos alrededor del
proyecto migratorio, al tratarse de un proceso compartido e incluyente.

116
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Con anterioridad veníamos preparando a las niñas porque ya en el


trabajo no le iba muy bien y se visualizaba que pronto lo iban a sacar;
entonces preparamos a las niñas durante un año y ya sabían que él tenía
que viajar. (5, C, Sayo, 2009)

Otras situaciones muestran que cuando se comunica la decisión de


migrar, se propicia que hijos e hijas apoyen y sugieran al migrante la ne-
cesidad de su partida, debido a la difícil condición económica que vive el
grupo familiar. Estos argumentos van a ir afianzando y compartiendo la
decisión que toman el o la migrante. Así fueron narrados:

Primero lo comentó con mi mamá, y luego nos reunió a los demás


y nosotros lo apoyamos, le dimos la tranquilidad de que todo estaría
bien para que él se fuera tranquilo. Él ya estaba muy desesperado por
la situación y se le dio esa oportunidad, y él nos comentó y nosotros lo
apoyamos. (5bH, Adrian, 2009)
Entonces les dije que con la misma ilusión que lo fuimos a despedir
y todo el cuento, pues con esa misma ilusión vamos a recibirlo, porque
peor es que se enferme o tenerlo lejos, de todas maneras pues si no se
pudo, no se pudo. Pues ellos me dijeron: “Mami ¿por qué no se va su-
mercé?”. A mí se me hacía terrible tener que dejarlos, pero ellos me lo
propusieron, y yo dije: “¿Cómo los voy a dejar?”. “Ay, mami, nos deja
con mi abuelita”. Pues al otro día fuimos donde la abuelita y se lo con-
tamos, y dijo que sí, que ella se quedaba con ellos. (1, M, Cony, 2008)

La decisión concertada va a favorecer acercamientos, lo que posibi-


litaría compartir, plantear desacuerdos, acuerdos, espacios para apoyar
y coparticipar en la decisión en los momentos previos al viaje. Todo eso
contribuirá al sostenimiento de las relaciones vinculantes desde la distan-
cia geográfica.
Otra modalidad es aquella en la cual la pareja, o quien cuida, no
comparten abiertamente la decisión de migrar, pero tampoco expresan
desacuerdo. Se discute el proyecto, se establecen igualmente acuerdos
familiares frente a los hijos e hijas, se determinan remesas, pero, con fre-
cuencia, es el o la migrante quien toma la última decisión, mientras que
quien se queda se acoge y apoya la partida. El diálogo entre una cuida-
dora y su compañero antes de migrar ilustra esta situación:

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Yo he pensado en irme porque esta situación no puede seguir así, ima-


gínate ya año y medio sin trabajo, yo creo que es mejor que yo me vaya.
Yo le dije fue que no le iba a cortar las alas para nada y si era para el niño,
pues menos. Pero él lo que me dijo es que quería que tomáramos la de-
cisión juntos: “si tú me dices que no viaje, yo no me voy”, pero yo le dije:
“no, yo no te voy a decir eso…” y así fue entonces. (1, C, Consu, 2008)

Aunque algunos integrantes de las familias han estado coparticipando


en la decisión, no expresan de manera clara los desacuerdos, omiten sus
puntos de vista, dejan en libertad al migrante —sobre todo cuando parte
el padre— para que asuma la última palabra.

Cuando migra padre o madre


Los estudios sobre el tema de la migración internacional se han veni-
do enriqueciendo al incluir categorías que habían sido poco exploradas
como las de género, poder y discriminación sexual. El género, dice Hon-
dagneu-Sotelo (2010: 423), «es una de las principales relaciones sobre las
que se fundan y configuran los patrones migratorios. La inmigración por
su parte, es uno de los factores que con mayor fuerza alteran y realinean
la vida diaria».
Actualmente los estudios destacan la importancia de la mujer como
protagonista en la migración. Ya no viaja a la sombra de su marido que
emigró por razones económicas o políticas, ni depende de él. Ella viaja
sola porque, en muchos casos, en el país de origen era cabeza de hogar
(Poggio y Woo, 2000: 11). Para enfatizar la migración femenina colom-
biana al exterior, es importante partir de su rol en las relaciones de género
dentro de la dinámica familiar, pues además de emigrar por decisión pro-
pia, también existen factores familiares y estructurales en el estimulo o la
obligación de buscar estrategias y recursos para aportar ingresos, optimar
la calidad de vida y proporcionar un mejor bienestar a su hijos e hijas.
El análisis de género permite comprender la migración femenina
colombiana como un proceso social diferente de la movilidad espacial
experimentada por los hombres. Demarca escenarios, problemáticas,
beneficios y costos distintos para cada uno de ellos. En nuestro caso, la
migración parental, denota diversos giros cuando quien emigra o quién
se queda a cargo de los hijos e hijas es el padre o es la madre.
Patricia Arias (2000: 36) señala al respecto que:

118
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

La perspectiva de género hizo posible observar que aunque la emi-


gración corresponda a una estrategia familiar, las desigualdades de gé-
nero y las formas patriarcales hacen de la mujer el eslabón más débil,
y de ese modo el miembro fácilmente sometido a unas estrategias de
supervivencia que hoy sabemos suponen relaciones de cooperación pero
también de conflicto, donde se expresa la desigualdad y el poder al inte-
rior de las unidades domésticas.

En las siete ciudades, los acuerdos varían de prioridad e intensidad


según quien migra —padre o madre—. Este proceso cambia según la
calidad de la relación o el vínculo existente entre la pareja con los hijos e
hijas, y si el proyecto migratorio se asume de forma familiar o individual.
En concordancia, cuidadores, hijos e hijas y migrantes demandarán de
manera diferenciada mayor sacrificio, obligación y responsabilidades
frente al cumplimiento de los acuerdos. Lo anterior está asociado a cons-
trucciones socioculturales atribuidas a la maternidad y paternidad que
permiten aceptar, compartir y redistribuir responsabilidades, tales como
el cuidado de los hijos y las hijas, la comunicación, las remesas, las visitas,
el retorno o la reunificación familiar.
La decisión incorpora algunos rasgos diferenciales en la maternidad y la
paternidad. Los padres, por lo general, expresan que la situación económi-
ca no les permite satisfacer las necesidades familiares y por ello emprenden
el viaje; incorporan a la esposa y a algunos miembros en los preparativos
que implica la partida; planean el viaje con más libertad y con menos san-
ciones familiares y sociales (Morad, Rodríguez y Bonilla, 2011: 8).
Las cuidadoras, cuidadores, hijos e hijas visibilizan que, cuando el
padre es el migrante, los acuerdos con la esposa y los hijos e hijas se
concentran en especial en el envío de remesas. Esto se constituye en uno
de los primeros pactos propuestos por los migrantes, lo que se asocia al
imaginario cultural del hombre como proveedor económico de la fami-
lia. Por esa razón, estos padres priorizan en sus discursos la proveeduría
frente al cuidado de los hijos e hijas:

Desde antes de irse, me mandaría el dinero para pagar las deudas que
tenemos y pagar las cosas, servicios, el arriendo, porque si uno no tiene
para el arriendo lo sacan, así que con esas cosas, él es muy responsable
[…] Los acuerdos más que todo fueron económicos, (5b,C, Susy, 2009)

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Él siempre tuvo claro que iba a mandarle y que él iba a responder;


igual, es muy responsable, muy cumplido; ha estado muy pendiente de
la niña, aunque yo tengo la mayor carga porque la tengo acá [...]. (4, C,
Maryori, 2009)

En otros casos, el acuerdo económico se produce como algo que es-


tará condicionado a la situación que el migrante encuentre en el país
de llegada, que la pareja y los hijos e hijas acogen, pues no hay otras
alternativas.

[…] Él me dijo: “mami, desde que yo esté trabajando, yo les mando,


usted sabe que si a mí me va bien, a ustedes les va bien”. Y yo: “¡ay si
mijo! Pues pueda ser”. (3, C, Rosa, 09)

En algunos relatos se observó que cuando migra el padre uno de los


acuerdos previos al viaje es la exigencia de la fidelidad, que se utiliza
como dispositivo de control sobre la sexualidad y comportamiento moral
de sus parejas. En este caso, las esposas o cuidadoras, de manera subor-
dinada, siguen reproduciendo los mandatos masculinos desde el papel de
proveedores y figuras de autoridad en el hogar, y evitan el temido fantas-
ma de la infidelidad femenina (Rosas, 2008: 162) para garantizar el sos-
tenimiento económico desde la distancia. Pedone (2006: 207) reconoce
este patrón como el ejercicio de una «violencia simbólica» que se ejerce
mediante el chantaje económico y emocional. Tal situación la expresa así
el relato de una madre cuidadora:

“Lo principal, tienes que portarte bien”. Eso era lo que él me quería
decir, que si yo me portaba bien, igual iba a seguir cumpliendo, pero si
yo me portaba mal, ¡no mandaba más nada! (5, C, Rosalba, 2010)

Cuando se produce el flujo migratorio de las madres —quienes tra-


dicionalmente han asumido la mayor responsabilidad sobre el cuidado
de los hijos e hijas y responden por el funcionamiento de la organización
familiar—, ellas dejan garantizado el cuidado de la prole como parte de
su rol materno dentro de la red extensa del grupo familiar. En los relatos
siguientes, el acuerdo se hace visible:

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Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

¡Ah! el único acuerdo era que mi hermana me iba a cuidar la niña;


que nos iba a colaborar mientras tanto; mientras ella se ubicaba, pero
así, en cuanto a llamadas y lo otro no, nada. (4, C, Vito, 2009)
Cuando ella se fue, me dijo: “me cuidas a los pelaos, ve, que me los
cuides”. Desde que ella se fue, yo siempre he estado pendiente de ellos.
(5, C, Denia, 2009)

Las madres migrantes proponen a quienes serán las cuidadoras que to-
men el rol materno de cuidado y protección de los hijos e hijas, pero, a su
vez, se comprometen a que, desde la distancia, ellas asumirán la proveeduría
y mantendrán una comunicación permanente. Este es un relato de una cui-
dadora que apoyó a su hija en ese proceso desde el principio; pactaron que:

[...] se iba y me dejaba la niña, pero que ella me mandaba todos los
meses y que la llamaba a cada ratico, y así, ella me manda, ella le manda
a ella sus cosas del colegio, de alimento, para vestirse, de zapatos, de todo
le manda. (5, C, Antonia, 2009)

Otra de las diferencias encontradas en la decisión que asumen las


madres, se constituye cuando la determinación la toman otros miembros
de las familias y, «aunque la migración se viene produciendo para las
mujeres de manera más autónoma, perviven mecanismos de control y la
decisión está condicionada por relaciones de poder, atribuidas a la pater-
nidad» (Morad, Rodríguez y Bonilla, 2011: 9). A continuación, el relato
de un abuelo cuidador que toma la decisión por la hija:

El tiempo lo tenía tan malo; no había trabajo en mi pueblo y hubo


la oportunidad de haberla mandado, porque yo fui el que la mandé. (5,
C Franco 2010)

La necesidad de mantener el deber ser de la familia unida, puesto que


la migración puede generar la sensación de ruptura familiar, lleva a las
cuidadoras o esposas, y en algunos casos a los padres migrantes, a esta-
blecer el acuerdo del retorno o la reunificación familiar. Sin embargo, el
cumplimiento tanto de uno como del otro dependerá de la estabilidad
económica, bien sea en el país de origen o en el de destino. En este últi-
mo, la reunificación también estará sujeta a las condiciones dadas para

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

el traslado de la familia con la documentación reglamentada, y a la con-


tinuidad de la relación de la pareja.

El acuerdo principal es que si él se queda, nos vamos todos, por lo


que así alcanzaría más el dinero y sobre todo, porque él va a estar con
los niños. Nosotros sí tenemos en mente que no es bueno de que la fa-
milia esté dividida; eso siempre lo hemos tenido en mente y que siempre
la presencia del papá es necesaria para los hijos tanto en la educación
como en el afecto. (5, C, Adalgiza, 2009)

Desde antes, y a lo largo del proceso migratorio, se acuerda sobre


el tiempo del retorno, la reunificación y las visitas. Este quizás sea un
aspecto que cobra más presencia e importancia en las madres o esposas
cuidadoras, porque además de la necesidad de los hijos e hijas de tener
cerca a sus padres, para las mujeres es importante la presencia del espo-
so. Así lo expresan las relatantes:

Que él se iba, y cuando tuviera un trabajo estable, mandaba por


Jimmy y por mí. (4, C, Rubiela, 2009)
Él fue el que dijo eso, que nos vamos todos. Entonces, cuando él me
propone, entonces yo acepto, porque las personas es para que estemos
juntas, no él por allá y yo por acá. (5, C, Adalgiza, 2009)

Cuando la decisión de migrar responde a un proyecto individual


En otros grupos familiares, la migración se asume como una decisión
personal que no es necesario comunicar a los hijos e hijas y demás miem-
bros de la familia, y menos integrarlos activamente en los preparativos.
Así se evita escuchar de ellos o ellas sentimientos, rechazos o expectati-
vas, porque la decisión solo compete a la persona que decide el viaje, sin
desarrollar previos acuerdos ni despedirse. Quienes se quedan, se ente-
ran sorpresivamente que los migrantes ya se encuentran en el país de
destino. En dichos casos, «no se tuvo la posibilidad de crear un escenario
para la despedida, un ritual simbólico, lo que incrementa los sentimien-
tos de separación y de pérdida» (Boss, 2001: 66). Así lo expresa Manuela,
madre cuidadora de una hija cuyo padre migró a Venezuela y se entera
del viaje en el momento que va a visitarlo. La niña, al enterarse de de que
su papá acaba de partir, dice la madre:

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Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

Soltó en llanto, lloraba “mi papá se fue”. (5b, C, Manuela, 2009)

Cuando el migrante informa a hijos e hijas sobre la necesidad del


evento migratorio, cree haber resuelto la situación al contarles de mane-
ra abrupta de la decisión y argumentar las ventajas y oportunidades que
justifican la partida. Sin embargo, no reconoce a los involucrados como
personas con capacidad de dialogar y tomar decisiones concertadas. Evi-
ta expresiones de posibles desacuerdos.

Él llegó diciendo que se iba y se fue, o sea, no preguntó, no pues, no


preguntó, no le pidió la opinión a nadie. (5b, H, Yineris, 2009)
Pues nos contó y nos dijo que se iba a ir, pero tampoco era como
pidiendo consejo, pues igual ningún papá le va a pedir permiso nunca a
sus hijos. (1, Katherine H, 2009)

Aquí también resulta importante la experiencia de una hija que se re-


fiere así a la decisión de su madre, que ni ella ni su hermano compartieron:

Nunca nos preguntó: “Oiga ¿usted está de acuerdo en que yo me


vaya?” ¡No! Ella dijo: “Yo me voy por un mejor futuro”, ¡y se fue! (1, H,
Johana, 2009)

De acuerdo con estos hallazgos, podríamos plantear que la omisión


de los padres o madres de la participación de la prole en la toma de la
decisión va a estar presente a lo largo del proceso migratorio, y será en
algunos casos el detonante de relaciones conflictivas posteriores con el o
la migrante. Incluso, puede generar sentimientos de rechazo, abandono,
autocompasión o pérdida ambigua (Falicov, 2001; Boss, 2001). Como lo
expresa una exesposa:

[…] Sí, a ellas siempre les dio duro, más que todo a Íngrid, porque la
adoración de ella, siempre fue el papá […]. (3, C, Rosa, 2009)

Encontramos casos donde el o la migrante sólo dan a conocer la deci-


sión cuando los trámites ya están casi listos y se ha determinado la fecha del
viaje. En esta modalidad, a la pareja, al igual que a los hijos e hijas, no se
le involucra. Esta fue la experiencia de una de las cuidadoras entrevistadas:

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María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

Yo digo que fue individual, porque cuando él nos lo dijo ya era un


hecho. Me dijo: “Me voy en la noche”. Entonces le dije: “¿cómo así
Manuel?”, y él me contestó: “Sí, ya me salieron todos los papeles, solo
faltaba firmar estos, y el bus sale como a las nueve de la noche”. Eso fue
traumático. (5C, Luna, 2009)

Dentro del proyecto individual, también es importante señalar que


cuando se ha presentado separación de pareja previa a la migración, quien
migra toma la decisión y le informa al otro únicamente con la intención de
negociar el cuidado de los hijos e hijas, pero no para consultarla.

Esa decisión ya estaba tomada, simplemente me estaba informando


que iba a dejar el niño con la mamá […] Me preguntó qué hacía; yo le
dije que lo dejara conmigo. (4, C, Salvador, 2010)

La migración asumida como proyecto individual también presenta


variaciones que están influidas por las relaciones previas establecidas en
la familia, lo que se agudiza cuando el o la migrante se va sin previo avi-
so, sin preparación, sin establecer ningún tipo de acuerdo.

La despedida: sentimientos y rituales

Es el instante en el que el o la migrante y su grupo familiar experimentan la


separación física. Sus integrantes se enfrentan a ese «momento de la movi-
lidad del y/o la migrante de su país de origen a otro convertido en destino»
(Puyana, Motoa, Viviel, 2009: 28), lo que constituye una ruptura con la
dinámica familiar, los roles, las funciones y la cotidianidad. La despedida,
al tiempo, es un espacio donde se suelen reafirmar acuerdos, expectativas
de retorno o reunificación; se argumenta la necesidad de la migración y se
refuerza el compromiso de construir relaciones familiares transnacionales,
tema que suele ser una de las preocupaciones de quienes se quedan.
También constituye un momento ritual, donde afloran distintas im-
presiones determinadas por la relación que el grupo familiar sostenía
con el migrante, y por la manera como se venía movilizando el proyecto
migratorio. Los sentimientos están cargados de una fuerte emocionali-
dad; pueden transitar por la tristeza y el dolor, hasta las sensaciones de
tranquilidad e indiferencia frente a la ausencia del padre o madre.

124
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

A partir de algunos relatos en las siete ciudades, se visibiliza que des-


de los preparativos del viaje se va materializando la despedida, pues el
grupo familiar va preparando gradualmente el ritual y asumiendo el
duelo por el distanciamiento físico. La casa, el terminal de transporte y
los aeropuertos constituyen los espacios simbólicos donde se manifiestan
múltiples emociones y expresiones afectivas por el dolor que implica la
partida. Se representan en llantos, abrazos, tristeza, y dan cuenta de una
realidad que se acepta, pero que también genera descontento, rechazo,
inseguridades, incertidumbres y miedos. Un hijo expresa:

Sentí como… un desprendimiento, algo que era mío pero me lo


quitaron… ¡Dios! Yo no lloré porque me daba pena… fue algo feo. (5,
H, Hener, 2009)

Durante la despedida, aun cuando ha existido un momento de pre-


paración, es común que tanto hijos, hijas y cuidadores muestren senti-
mientos contradictorios sobre la presencia y la ausencia (Boss, 2001: 71).
Por una parte, las familias desean tener a su ser querido en casa, pero
por otra, sienten que la salida es la oportunidad que posibilita el mejo-
ramiento de la calidad de vida. Se transita entre la alegría y la nostalgia,
aunque algunos miembros estimulen a el o la migrante para darle áni-
mos y facilitar la separación. Por ello, en los relatos se expresa de manera
simultánea aceptación, dolor, rechazo e incertidumbre. En relación con
lo anterior, es pertinente referirnos al caso de un cuidador:

Muy traumática, muy traumática porque es que igual, de todas ma-


neras, ya es claro que hay una fecha de partida, pero obviamente cuando
ya llegan los momentos, son unos momentos muy difíciles porque bueno,
llegó el momento. Ya cuando empieza a pasar por el pasillo de inmigran-
tes es muy difícil, es muy difícil, de verdad que sufre uno emocionalmen-
te, y es más difícil llegar esa primera noche al apartamento y saber que
esa persona no está, y que ese es el inicio, quién sabe cuánto tiempo será.
(1, C, Juan Carlos, 2009)

La despedida y el viaje constituyen oportunidades para afianzar com-


promisos, ser fuertes, propiciar la salida, contener la tristeza, como forma
de facilitar el desprendimiento entre padres, madres, hijos e hijas. En ese

125
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

momento, el apoyo emocional es decisivo para disipar y compensar los


sentimientos de nostalgia que deja la partida.
La mínima preparación de los hijos e hijas sobre las situaciones que
van a enfrentar con la migración, puede estimular sentimientos de hosti-
lidad o dolor hacia el hecho, pero también hacia el o la migrante por las
percepciones sobre la pérdida y por la sensación no sólo de nostalgia sino
también de abandono, incertidumbre, indiferencia e insatisfacciones. Es
el caso de María, quien reconoce que se le excluyó de la decisión:

Él se fue en un carro con mi tío, en la puerta de la casa se despidieron;


yo estaba jugando y no le presté atención. Como a los días fue que me
di cuenta que no estaba y fue cuando empecé a preguntar y me dijeron
que se había ido, y a mí me dio lo mismo, y me acostumbré, a mí nunca
me ha afectado nada que él esté por allá. (5, C, María, 2009)

Paulina Boss, expresa que las emociones se tornan contradictorias


porque se combina la esperanza con la separación, que envuelve el po-
tencial de una pérdida irreparable. Esto lleva, en algunos casos, a pro-
tegerse de la perspectiva de perder a esa persona, mostrar sentimientos
ambivalentes y anticiparse a la falta. Nos aferramos al ser querido, al
tiempo que lo alejamos (2001: 66). Así lo muestran algunos relatos en
los que, ante la posibilidad de despedida, el o la migrante optan por
irse a escondidas de los hijos e hijas, o en las que simplemente se hizo
omisión de la despedida:

Yo ya sabía que él se iba, muy triste, pero con los niños se fue escon-
dido, les dijo que iba para donde la abuela. (8, C, Victoria, 2009)
Eso fue muy improvisado, me dijo un sábado que se iba el domingo
[…] yo le empaqué, lo despedí, pero no lo llevamos al aeropuerto ni
nada, porque él dijo que no era capaz de ver a la niña así, y a ella se le
dijo que el papá se iba de viaje y ya. (4, C, Kelly, 2009)

Las familias incorporan formas de despedida y crean momentos cuya


simbología expresa afectos, continuidad en los vínculos y propósitos de
sostenerlos. Para estos se crean rituales, que en palabras de Hernández
(2010: 74) se constituyen en elementos organizadores de las relaciones in-
terpersonales que estructuran los grupos familiares, permiten acompañar

126
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

los cambios simbólicos de la comunicación entre individuos y canalizan


aquellos procesos para el establecimiento de hechos nuevos.
En contraste con los anteriores relatos, cuando el proyecto migrato-
rio ha sido el resultado de una decisión familiar, aparecen diversas for-
mas para compartir el momento anterior al viaje. Se propician espacios
que quedarán registrados en la vida de las personas, lo que constituye
un soporte emocional para enfrentar la separación geográfica. Por el
contrario, cuando el proyecto es individual, el duelo se inicia sin mayor
acompañamiento emocional, y en algunas ocasiones no se crea el espa-
cio simbólico para la despedida, en especial de los hijos e hijas, lo que
dificulta la elaboración de la pérdida afectiva y además hace más difícil
encontrar un sentido coherente a la experiencia. Este contraste también
fue referido en una investigación sobre migrantes colombianos a España
(Puyana, Motoa y Viviel, 2009: 427).
Es así como en algunos casos las familias se congregan alrededor del
migrante y hacen menos dolorosa la partida. Semanas o días previos a la
migración, la red familiar y de amigos refuerza la cercanía con él o ella,
y le encuentran, a su turno, sentido y justificación a la experiencia. Esta
vivencia de cercanía se expresa al compartir escenarios conjuntos: una
cena en casa, salir de compras, ver fotografías, estar en compañía de los
amigos hasta la madrugada. De este modo, la prole y demás familiares se
van preparando para enfrentar y asumir la pérdida que implica la sepa-
ración física de padre o madre.

Conclusiones

El énfasis de este capítulo estuvo en la reflexión del proceso migratorio


en el antes de la partida, cuando padres o madres preparan y deciden sa-
lir del país por motivos económicos. Se presentan diferentes aristas tales
como endeudamiento, pérdida de oportunidades y descenso en el estatus
socioeconómico. Estas situaciones se percibieron más en ciudades como
Bogotá, Medellín y Cali. Por su parte, las narrativas de los y las entrevis-
tadas fueron más relevantes en Cartagena, Barranquilla, Pereira y Ma-
nizales, donde se asocia la migración con una estrategia para superar la
pobreza y el desempleo.
La migración como táctica involucra a las o los integrantes de las fa-
milias. Se encuentra como hallazgo común en las siete ciudades, que las

127
María del Pilar Morad Haydar, Mercedes Rodríguez López, Gloria Bonilla Vélez

redes familiares se instituyen como el sostén que facilita el proyecto; estas


contribuyen a amortiguar las incertidumbres y establecen generalmente
acuerdos para dar continuidad o asumir el cuidado de hijos e hijas.
El análisis de los momentos previos (preludio y movilización) per-
mitió reconocer, a través de las narrativas de hijos/as y cuidadores/as,
que en la decisión de migrar subyacen factores de orden macro, mi-
croeconómico y simbólico, que pueden estar articulados o no a un
proyecto familiar, donde se intensifican, además, características indi-
viduales que se conjugan y se activan para la consolidación del evento
migratorio. Este es un asunto dinámico que, al integrar a la familia en
la decisión, puede favorecer la conexión y la comunicación desde la
distancia geográfica.
Es importante resaltar cómo el país de destino y las condiciones en-
contradas en este van a provocar redefiniciones en los compromisos ini-
ciales. Esto significa que lo pactado en primera instancia no es lineal e
inamovible; cambiará en el tiempo y, por ende, influirá en el cumpli-
miento, aplazamiento u omisión de lo acordado.
En relación con los hallazgos, la salida de los progenitores puede pro-
vocar tensiones y cambios, e implica la reacomodación de sus miem-
bros. Se privilegian las proximidades con familiares significativos de la
red extensa —como abuelos, tíos, hermanos—, lo que orienta al padre o
madre a buscar y definir un sistema de ayuda en forma de transferencia
informal de cuidados para la atención de sus integrantes, en especial de
niños y jóvenes. Se trata de un acuerdo previo que define la partida de
las madres más que de los padres, quienes tendrán a su progenitora o a
otras figuras femeninas en origen, al cuidado de los hijos e hijas, según la
permanencia de modelos tradicionales hegemónicos.
Se evidencia en esta investigación, que en el proceso migratorio los
cambios y los conflictos emergentes están atravesados por característi-
cas como la edad, las diferencias de género, las condiciones socioeconó-
micas, las potencialidades de sus miembros y las redes familiares. Estas
particularidades serán asumidas de acuerdo con los recursos internos y
externos con que cuentan las familias antes de la partida.
La consolidación del proyecto migratorio puede generar tensiones y
conflictos en el grupo familiar, pero en la medida en que se coparticipe
en los preparativos, se verbalice la decisión, se expresen los desacuerdos,
se comprendan las condiciones de la partida, se mantengan los vínculos

128
Padres y madres en procesos migratorios internacionales: momentos previos al viaje

comunicativos, se flexibilicen y se distribuyan responsabilidades, estos se-


rán elementos facilitadores para reacomodarse a la nueva situación.

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134
Vida familiar transnacional:
nuevas lógicas para comprender la
organización familiar
Gloria Inés Sánchez Vinasco
Universidad de Caldas

Luz María López Montaño


Universidad de Caldas

María Cristina Palacio Valencia


Universidad de Caldas

E
l traspaso de fronteras y la migración internacional tiene desde la
segunda posguerra un lugar en las conversaciones cotidianas, los
discursos institucionales y los marcos legales. Sin embargo, desde
el inicio del siglo xxi, y de manera especial en su primer quinquenio,
comenzaron a circular diversas voces que hicieron visible la conexión
entre las remesas provenientes del exterior y el mundo familiar. Nuevas
preguntas en torno al migrante con sus razones, motivos e intenciones
pusieron en primer plano el asunto de la movilidad de padres y madres
hacia otros países, mientras dejaban hijos e hijas en proceso de forma-
ción y con demanda de cuidado en el país de origen.
Este panorama aportó, por una parte, a la configuración de argumen-
tos sobre la desintegración de la familia, el abandono y la orfandad de hi-
jos e hijas menores, y al incremento de casos de drogadicción, deserción
escolar, embarazos tempranos y prácticas delictivas. Por otra, contribuyó
a la construcción, desde procesos investigativos, de nociones que permi-
tieran nombrar de manera comprensiva estas realidades. En tal línea de
argumentación, en el presente capítulo focalizamos la reflexión en torno
al mundo familiar.
¿Cómo nombrar la realidad familiar que produce la migración in-
ternacional de padres o madres cuando, de manera convencional, se
considera como requerimiento para esa denominación la copresencia
física, la corresidencia y el cuidado directo? ¿Hasta qué punto la noción

135
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

de transnacionalidad marca la definición de una nueva tipología, o se


requieren otras precisiones para comprender nuevas dinámicas en la or-
ganización familiar? ¿Cuál es la consistencia de las relaciones familiares
y sus vínculos emocionales en una cotidianidad transnacional? ¿Cómo
se configuran los escenarios familiares en las lógicas de la globalización?
¿Cuáles son los soportes que le dan sentido y contenido a la experien-
cia de un vivir familiar transnacional? ¿Desde cuáles componentes se
mantiene la sostenibilidad de la organización familiar en los procesos
y experiencias de la migración internacional de padres o madres? Para
nosotras, estos interrogantes constituyen el reto investigativo. Su punto
de partida: la provocación del debate sobre la denominación de familia
transnacional frente a la noción de familia en situación de transnacionalidad.
En esta discusión recurrimos analíticamente a la distinción entre fa-
milia y hogar como recurso en la construcción de tipologías. También,
al lugar que tienen las nuevas tecnologías y la virtualidad en la estruc-
turación de otros escenarios cotidianos; a la particularidad y conexión
conceptual de las relaciones familiares, y a los vínculos emocionales en
torno a la permanencia, no obstante la ‘descorporalidad’ que se produ-
ce; por último, al contenido de un proyecto familiar dirigido a garantizar
la sobrevivencia, a la formación de un patrimonio y la generación de un
capital social, con o sin expectativas de retorno o reunificación.
Esos antecedentes constituyen los soportes que dan sustento a la
configuración de la categoría de familia en situación de transnaciona-
lidad. Por esta vía, será posible nombrar la experiencia y la dinámica
familiar que se produce en algunos casos, cuando hay migración de
padres o madres y se dejan a los hijos e hijas en proceso de formación
y requerimiento de cuidado. Lo anterior implica precisar que no todas
las familias con padre o madre migrante en el exterior corresponden
analíticamente a la denominación de familia en situación de transnacionali-
dad y, a su vez, que es necesario distinguir ese estado del de paternidad y
maternidad transnacional.
Finalmente, el presente capítulo lo desarrollamos mediante tres acá-
pites: en el primero, presentamos una construcción conceptual sobre fa-
milia en situación de transnacionalidad y la vida familiar transnacional,
con base en una apuesta referente a las nociones sobre familia y migra-
ción, hogar glocal y las concepciones de familia. En el segundo, aborda-
mos esta misma categoría a partir de los procesos de reconfiguración de

136
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

relaciones, vínculos y comunicación. En el tercero, incorporamos el pro-


yecto familiar como un nudo de amarre para la comprensión de la vida
familiar transnacional y de la familia en situación de transnacionalidad,
con sus múltiples características sustentadas en la conexión emocional,
las contribuciones económicas y no económicas al patrimonio y al soste-
nimiento del grupo, y las expectativas de futuro compartido.

Hacia una conceptualización sobre la vida familiar


transnacional. Una provocación preliminar

En términos analíticos, comprendemos familia como una forma parti-


cular de organización social en torno al parentesco, por la presencia de
por lo menos un lazo conector por vía de afinidad, consanguinidad o
situación legal. Se estructura un tejido relacional que marca derechos
y obligaciones, le da contenido a las interacciones como soporte de las
experiencias vinculantes, y define particularidades en los procesos de
sobrevivencia y convivencia entre sus integrantes (Palacio, 2004; Jelin,
2004; Beck, 2003). En otras palabras, la familia se estructura en torno
a una red parental, sustentada en convenciones legales (normatividad) y
sociales (legitimidad), además de responder a la construcción de una con-
sistencia vinculante (experiencia interaccional) desde la proximidad o la
distancia, el amor o el desamor. La familia, no obstante su denominación
de “institución concha” en términos de Giddens (2000), constituye una
realidad situada históricamente, característica que le imprime la com-
prensión de su diversidad y heterogeneidad tanto en su estructuración
interna como en el lugar que tiene en el contexto social (Palacio, 2010;
Sole, Parella y Cavalcanti, 2007).
En su estructuración, la familia se acompaña de referencias centradas
en el hogar, el cual se ha constituido, convencionalmente, en el soporte de
identificación de un determinado tipo de organización nuclear; sin embar-
go, una de las características que presenta la realidad familiar contemporá-
nea es la diversidad y heterogeneidad de formas de organización. Las más
recurrentes son: la nuclear, entendida como la red parental primaria cons-
tituida por la red conyugal y progenitofilial; la extensa, conformada por
parientes de más de dos generaciones; la monoparental, por línea materna
o paterna, centrada en la red progenitofilial sin la presencia de cónyuge
(puede incluir red fraternal); conyugal sin hijos o hijas, y reconstituida o

137
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

poligenética, simple o compuesta (en esta última se entrelazan en el hogar


hijos e hijas de uniones anteriores con los y las de la nueva unión).
No obstante la diversidad de formas, la cultura y el Estado hegemóni-
co definen la familia nuclear como aquella precedida por el matrimonio
heterosexual con finalidad de procreación, con corresidencia y copresen-
cia física, como el prototipo del deber ser1. Ese marco provoca la interdic-
ción de otras formas de organización familiar y produce cierto sabor de
disfuncionalidad, incompletitud o referencias de crisis, desvanecimiento
o desintegración. Además de la presión homogeneizante del modelo nu-
clear, existe la tendencia a fusionar el concepto de familia con el de hogar,
referido a la copresencia física y a la corresidencia que restringe la com-
prensión adecuada de nuevas realidades y maneras de organización y ex-
periencia. Lo anterior conduce a considerar, por una parte y en palabras
de Marshall, Matthews y Rosenthal (citados por Daly, 2003), el «carácter
esquivo de la vida familiar» y, por otra, los límites y la consistencia con-
ceptual que presentan las teorías existentes para analizar la diversidad y
complejidad de las prácticas familiares, especialmente aquellas referidas
a las lógicas cotidianas impuestas por la globalización y, en este caso en
particular, por la migración internacional de padres y o madres.
Esas nuevas dinámicas que enfrenta la familia, asociadas a los proce-
sos migratorios en el contexto actual de la globalización, las analizamos
desde las teorías sobre la transnacionalidad (Parella, 2007; Arango, 2003;
La Spina, 2008). Estas dinámicas se constituyen en nuestro soporte para
comprender los cambios y conflictos que se producen en el grupo por el
traspaso de las fronteras nacionales de padres o madres que dejan tras de
sí hijos e hijas en situación de dependencia o en proceso de formación y
requieren cuidado y acompañamiento.
En este contexto de movilidad humana, y desde la década de los
años ochenta del siglo xx, se comenzaron a construir marcos concep-
tuales que le dieron soporte a la/s teoría/s transnacional/es. En pala-
bras de Castro (2005: 184):

[Están] inscritas en estudios críticos de la globalización, y pone énfa-


sis en las capacidades de los sujetos para mantener los vínculos con sus

1 Este planteamiento se expresa de manera taxativa en los artículos 42 y 43 de la Constitución


Política de Colombia.

138
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

comunidades de origen, con autonomía respecto al control del Estado, y


con persistencia y reinvención de formas culturales y costumbres.

Estas teorías y enfoques analíticos nombran y examinan desde la


transnacionalidad la vida transnacional, el transnacionalismo, y la parti-
cularidad de los procesos de movilidad humana entre distintos Estados-
nación2. Tales procesos se producen al cruzar las fronteras nacionales,
lo que genera dinámicas propias, como el despliegue y sostenimiento de
conectores vinculantes entre el país de origen y el país de destino, el man-
tenimiento de los anclajes y la resignificación identitaria (Glick-Schiller,
Basch y Blanc-Szanton, 1992). De igual modo surge la configuración de
un nuevo ‘espacio social’, el cual expresa múltiples dimensiones económi-
cas, sociales, políticas, culturales, ambientales y legales (Guarnizo, 1997).
Pero además, las teorías transnacionales hacen visibles las repercusiones
sociales por los intercambios que se producen (Levitt, 2001) y los impac-
tos que se movilizan de manera especial con las remesas (Portes, 2003),
las cuales circulan tras la migración internacional en el contexto actual
de la globalización.
El abordaje de familia en la teoría transnacional marca varias líneas de
análisis: en primer término, la que alude a la familia como una comuni-
dad imaginada, pero no por ello exenta en la práctica de vivir los juegos
de poder, desigualdad y discriminación, y de expresar cambios profundos
en la interacción cotidiana cara a cara, lo que detona esfuerzos significa-
tivos para el mantenimiento de sus vínculos (Bryceson y Vuorela, 2002).
En segunda instancia, la que señala situaciones a las que se enfrenta la
familia por efectos del traspaso de fronteras, como la dispersión familiar
(Glick, Basch y Blanc-Szanton, 1992; Guarnizo, 1997; Faist, 2000; Le
Gall, 2005), la fragmentación producto de la separación de los espacios
residenciales en diversos países (Guarnizo, 1997), el trauma familiar por
la desterritorialización y los planes fracturados por la diversidad y dis-
tancia de espacios (Appadurai, 2003), la localización de la familia en el
espacio transnacional (Sorensen, 2007), la escisión por la diseminación
que da lugar a la denominación de hogares multinucleares (Ariza, 2002)
y los impactos a los que se enfrenta la familia (Martin y Yil, 2006).

2 Así mismo, en la investigación, y en particular en este capítulo, se asume una conceptualiza-


ción sustentada en el ámbito familiar y en el construccionismo social, la fenomenología y el
discurso familiar (Gubrium y Holstein, 1990, 1993, 2008).

139
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Finalmente, la otra línea de análisis focaliza la investigación desde el


peso de las redes familiares y los nuevos estilos de interacción en las di-
námicas que se detonan en los procesos migratorios. Abarca denomina-
ciones de familia transnacional o multilocal (Glick, Bash, Blanc-Szanton,
1992; Guarnizo, 1997), giros y movimientos en las prácticas de cuidado
y apoyo económico (Parella, 2007), cambios en las direcciones de los es-
tilos de autoridad, comunicación, toma de decisiones y experiencias de
maternidad y paternidad (La Spina, 2008; Levitt y Glick, 2004; Pessar y
Mahler, 2001), y distinciones generacionales que se marcan en las expe-
riencias migratorias, incluyendo la comprensión del retorno (Faist, 2001).
Desde estos marcos de referencia sobre transnacionalidad, familia y
migración internacional en contextos de globalización, observamos la
provocación de algunos debates sobre nociones afincadas en la deno-
minación de familia, como lo es, por ejemplo, la convivencia en torno
a la corresidencia y a la garantía de la permanencia relacional y vincu-
lante. Se piensa entonces en el hogar muchas veces entendido y fusio-
nado con la noción de familia, la paternidad y la maternidad desde la
condición biológica o legal, y las responsabilidades en torno al cuidado
y la obligación de la sobrevivencia familiar a partir de los enlaces inter
e intrageneracionales. Dentro de estas consideraciones, también están
la experiencia de vinculación emocional y los giros que presenta con la
migración internacional; la exigencia de un compromiso parental que se
enreda y confunde entre convenciones legales y sociales y convicciones
emocionales, para proyectar nuevas dinámicas de un paternar o maternar3
más allá de los lazos biológicos y legales. Además, el papel y el lugar de
la red parental hace visible la complejidad expansiva e intensiva de las di-
námicas de interacción, los procesos de gestión y circulación de agentes
y de bienes materiales y simbólicos que se movilizan en la vida cotidiana
familiar, tanto en el país de origen como en el de destino.
A partir de este nudo investigativo y del marco que proveen las teo-
rías descritas, planteamos el uso analítico de la denominación familia en
situación de transnacionalidad como una categoría que permite nombrar y
articular los cambios y las nuevas dinámicas que se presentan en la or-
ganización familiar: el traspaso de fronteras nacionales, la consistencia

3 Se argumenta maternar y paternar como cursos de acción de cuidado, no necesariamente vin-


culados a las condiciones biológicas de la paternidad y la maternidad, los cuales pueden
corresponder o no a progenitores, parientes o no parientes.

140
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

de relaciones y vínculos parentales, la estructuración de un hogar glocal


como escenario familiar virtual para el acompañamiento, la conversa-
ción y de cierta manera la coparticipación en el cuidado, y la convergen-
cia de los integrantes de la familia en un proyecto familiar.
La disposición de la categoría familia en situación de transnacionali-
dad, más que de familia transnacional, la sustentamos desde la presencia
de los aspectos enunciados y de otros dos asuntos derivados de los relatos.
El primero es la transitoriedad; es decir, cuando la migración de padres
o madres al exterior con hijas o hijos menores se encuentra anudada a la
promesa de retorno o reunificación. El segundo es la redefinición de diná-
micas familiares derivadas de la separación provocada por la migración;
esto demanda disponer de unos acuerdos implícitos y explícitos con otros
integrantes de la familia, y así garantizar el cuidado mediado por la cir-
culación de las remesas y la proyección de la formación del capital social,
centrado en la educación de los hijos o hijas y en el patrimonio familiar.
Resaltamos que el eje metodológico del análisis lo ponemos en el
escenario familiar, y que este se produce por la migración de padres
o madres al exterior que dejan hijos e hijas en proceso de formación
y con requerimiento de cuidado. Esto, porque en principio se podría
considerar que la migración internacional detona una nueva manera
del vivir familiar desde la transnacionalidad, en cuanto al paso de fron-
teras y sostenimiento de vínculos, especialmente centrados en los hijos e
hijas. Tal situación, ha generado la expansión de discursos que señalan
la desintegración y dispersión de la familia —generalmente asociada a
una forma de organización familiar nuclear, con presencia directa de la
madre o el padre en la experiencia socializante y la corresidencia en el
hogar local—con las consecuentes secuelas o aportes a problemáticas
sociales, como la orfandad (Procuraduría General de la Nación, 2009),
el abandono, la drogadicción, la prostitución y la deserción escolar.
En el contexto familiar actual encontramos la detonación de movi-
mientos que producen reconfiguraciones, fortalecimientos o rupturas en
las relaciones parentofiliales y en la dinámica familiar vinculante, afin-
cadas en la historia de experiencias precedentes al episodio migratorio.
En primer lugar, el juego de expectativas, promesas, esperas, acuerdos y
desacuerdos generados alrededor de uno o más de los componentes del
proceso migratorio: el retorno, la reunificación, el proyecto familiar y
las remesas, producen una prolongación de la presencia de quien se fue,

141
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

para este caso, el padre o la madre.


En segundo lugar, el reconocimiento del lugar que tienen las redes
familiares tejidas o no antes del episodio migratorio: la respuesta a la
obligación (imposición) o la responsabilidad (acuerdo) del cuidado de los
hijos e hijas en proceso de formación, hecho que detona o afianza, en
algunos casos, dinámicas de un maternar o paternar en otros parientes.
En tercer lugar, aparece la configuración o no del hogar glocal como
un nuevo escenario familiar y social anudado a la presencia y expansión
de la tecnología y la virtualidad y, por supuesto, desenclavado de un te-
rritorio fijo, en el cual circula, se expresa o se desvanece la textura emo-
cional vinculante de las relaciones familiares e íntimas.
La constelación de movimientos y emociones asociadas a la migra-
ción, produce un estallido en el mundo de las relaciones familiares y hace
aparecer otras lógicas, otras formas de actuar, pensar y decir. La migra-
ción genera una especie de rito de pasaje de una cotidianidad, instalada
en la experiencia familiar o de vínculos parentofiliales en el país de ori-
gen —con unos hábitos y rutinas sustentadas en la presencia física y, en
ciertas oportunidades, con corresidencia compartida— ,hacia otra que
se anuda en escenarios virtuales, para generar la sensación de que se está
lo suficientemente cerca —no obstante la distancia geográfica—como
para que se perciba la presencia de quien está ausente, y se conserve la
continuidad de un conocimiento práctico de sociabilidad (Illouz, 2007).

El universo simbólico
La experiencia en la familia de la migración internacional en contextos de
globalización, hunde sus raíces en un proceso de doble mitificación: desde
el origen y en el retorno o la reunificación familiar. Respecto al origen, el
evento migratorio convoca tanto a mantener y conservar un tiempo pasa-
do, como a cambiarlo. No solo se inmovilizan y sacralizan las actuaciones
cotidianas, sino que se otorga un umbral de tránsito en correspondencia
con el momento original. La migración instaura la dinámica que mantiene
o cambia el orden, de tal modo que las acciones de los integrantes de la
familia se producen en conexión con el ‘tiempo de origen’. Hay recuerdo
explícito o implícito de la acción del padre o madre migrante como héroe,
heroína, villano o villana en la implementación y organización de la vida
cotidiana familiar. Esto se convierte en una especie de hilo conductor de la
historia y la memoria familiar, que transita del caos al orden, de la pobreza,

142
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

la restricción, la presión emocional, la violencia y el maltrato, a la tranquili-


dad, a la búsqueda de oportunidades, al desarrollo de potencialidades. No
obstante, tiene la contracara de la mitificación del pasado como pérdida
del paraíso, ruptura de la unidad familiar, del no compartir el día a día, de
la inseguridad, de la falta de acompañamiento, la soledad y la incertidum-
bre (Puyana, Motoa y Viviel, 2009).
Respecto al retorno o la reunificación, consideramos su correspon-
dencia con el ‘para qué’ de la migración y su contenido desde la perspec-
tiva del sacrificio de la separación, las razones del viaje y la esperanza de
valorar desde la distancia lo que se tiene. Un asunto fundamental en el
retorno o la reunificación es la promesa de poner un límite de tiempo a
la separación y, para este efecto, se tienen como unidades de medida las
promesas, las expectativas y su cumplimiento. La expresión del sacrificio
para cumplir con la obligación familiar, la meta de alcanzar el techo y
el bienestar para la familia más allá del territorio donde se habite, se
convierten en el soporte de una diáspora que enfrenta la ambivalencia
del discurso y la práctica que se anuda en el reconocimiento, en cuanto
a que no es lo mismo estar solo que con la familia.
Estos asuntos tienden a ser puestos en los relatos estudiados desde una
concepción mítica de la sagrada familia como paraíso de convivencia
(ausencia de conflictos), unidad y funcionalidad de lo parental de base
(paternidad, maternidad y filiación). Sin embargo, la migración del pa-
dre o madre con sus realidades, conflictos y contradicciones quiebra en
algunos casos el sueño y abre el camino de frustraciones, como también
adinámicas de desplazamientos parentales, ya sea desde la delegación
del derecho de soberanía (hacia la persona que cuida) como desde la
sustitución («es como si fuera») (López, Palacio y Zapata, 2010).
En esta experiencia de la migración internacional se teje el sentido de
la diáspora: motivaciones, explicaciones y justificaciones desde los inte-
reses y los beneficios familiares, no importa el sacrificio que se tenga que
realizar; la separación como prueba reina del amor, la responsabilidad y
el costo que hay que pagar para sacar la familia adelante y la promesa de
una separación por poco tiempo, se convierten en el soporte del proyec-
to de un futuro mejor. Con base en algunos planteamientos de Murillo
(2006) podríamos considerar que los padres y madres migrantes, especial-
mente por razones económicas y con vínculos familiares —representados
en hijos e hijas pequeños en el país de origen—, conservan generalmente

143
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

la decisión primigenia del retorno al lugar de sus afectos, a su mundo


cotidiano, a la convivencia familiar, a recuperar el tiempo perdido pero
precedido del ‘éxito’, traducido en disponibilidad de recursos económicos
y un capital para invertir y salir de la pobreza.
Este nuevo escenario global de la familia en el contexto de la migración
internacional, nos permite hacer visible en el plano de lo público la textura
emocional de la familia y de la vida privada y, desde aquí, las derivaciones
de las tensiones entre lo individual y lo colectivo, la autonomía y la depen-
dencia, la corresidencia y la copresencia física frente a la separación.
Estas tensiones emocionales en la familia (Beck, 2003; Villegas, 2008;
Palacio, 2004) se detonan a partir del evento migratorio del padre o
madre, y provocan giros emocionales que aluden a la sacralización y
trascendencia de la vida en el país de llegada y asentamiento. Se miden
a través del envío de las remesas, los apoyos económicos extra, los abun-
dantes regalos enviados o traídos en las visitas y la periodicidad de la
comunicación. Con este juego, generalmente se oculta la situación real
de muchos progenitores migrantes para cumplir con el dispositivo de
reconocimiento por el sacrificio que hacen.
Esa sacralización como referente mítico, ya sea desde una visión me-
siánica o satanizada, expresa un profundo contenido emocional en co-
rrespondencia con el cumplimiento o no de las promesas y acuerdos.
Esto, especialmente, con referencia a las remesas económicas y sociales4,
un asunto que pone en movimiento la escala de prestigio y privilegio,
para circunscribir la armonía o los problemas cotidianos a la acción u
omisión del curso de acción del padre o madre migrante.
Al ser el hogar un referente simbólico de conexión emocional y al en-
tenderse la vivienda como la infraestructura que marca el sitio de habi-
tación, se produce de manera muy generalizada una fusión y confusión5
con la concepción de familia. Esta se considera una unidad y comuni-
dad, con anclaje en un mismo territorio y sentido de pertenencia desde la
copresencia física y la corresidencia. Pero esta unidad anclada comienza

4 La expresión ‘remesas sociales’ alude a los intercambios no monetarios representados en


regalos, llamadas, expresiones de afectos,

5 Se enuncia la posición del dane en el desarrollo de los censos, al hablar de hogar como el gru-
po de personas que comparten el mismo espacio y comen de la misma olla, definición que se
ha tomado en los estudios y análisis sobre familia y ha servido de soporte para la construcción
de las tipologías.

144
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

a quebrarse en los movimientos de una modernidad que pone al sujeto


en un desenclave institucional6 separado de su nicho originario, lo que
provoca una desterritorialización del hogar con referencia a la copresen-
cia y la corresidencia en la misma vivienda7. Este cambio muchas veces
es entendido como desintegración familiar o inexistencia de la misma.
En un esfuerzo de precisión, Palacio (2004) ha entendido el hogar como:

Referente simbólico del espacio doméstico para el descanso, la protec-


ción y la satisfacción de las necesidades cotidianas. Escenario de encuentro,
compartido o no y por arreglo o por mandato, con los más cercanos; marca
un límite entre la pertenencia y la ajenidad. Es un “lugar” situado socialmen-
te como un mundo de la experiencia privada que se atraviesa por los vín-
culos emocionales y afectivos. El hogar representa “fuego protector”, lugar
de llegada final del transeúnte, sitio para acunar y acunarse; y la vivienda es
la correspondiente a la construcción física habitable, con dotaciones básicas
mínimas para la satisfacción de las necesidades domésticas cotidianas.

El hogar glocal

En la línea de conectar las nociones de familia y hogar en el contexto de la


experiencia de la migración internacional, se producen, paradójicamente,
dos derivaciones: por una parte, la desterritorialización simbólica del hogar
local como referente de un lugar físico que se comparte con los parientes y,
por otra, la construcción virtual de un hogar glocal, escenario de encuentro
familiar, que conecta el hogar del país de origen con otro u otros hogares en
uno o varios países de destino. Se produce así una interconexión que posibili-
ta la sostenibilidad o no del sentido relacional y vinculante entre los integran-
tes de la familia, a pesar de estar ubicados en países diferentes y distantes.
En otros términos, la transnacionalidad no sólo indica el traspaso de
fronteras nacionales sino también una dinámica particular en los víncu-
los emocionales de la familia, factor que incide en la necesidad de cam-
bios en la concepción de familia y de hogar.
La familia, al participar en un escenario virtual, constituye una ex-
periencia particular que se denomina vida familiar transnacional, como lo
expresamos en la figura 1:

6 El desenclave institucional es una categoría analítica que se encuentra en Giddens (1995).

7 De los trabajos al respecto surge la acepción de hogar glocal que aparece ampliada en párra-
fos siguientes. 145
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Vida familiar transnacional

Hogar(es) local(es) Escenario virtual Hogar(es) local(es)


País de origen Hogar glocal Países de destino

Familia en situación
de transnacionalidad

Figura 1

El episodio y el proceso migratorio de padres o madres en condi-


ciones de globalización puede enlazar el hogar de quienes se quedan,
los cuales, para el caso particular de esta investigación, corresponden
a hijos o hijas en situación de dependencia que requieren cuidado en
su proceso de desarrollo, como soporte a la formación de la confianza
básica y la seguridad ontológica, según Winnicott, citado por Giddens
(1996). De igual modo ocurre con los hogares del padre o madre mi-
grante en el país o países de destino. Hay que precisar que no desapa-
rece la referencia del hogar local como simbolización de un mundo
cotidiano anclado en un territorio, sino que en la estructuración trans-
nacional se configura una nueva forma de hogar, esta sí desterritoria-
lizada, correspondiente al hogar glocal, que da forma y contenido al
escenario familiar virtual.
El hogar glocal nutre las interacciones de una vida familiar trans-
nacional. Se expresa en la consistencia de la dinámica relacional y vin-
culante; en la presencia virtual en los procesos de cuidado, crianza y
socialización; en la coparticipación en el proyecto familiar para la gene-
ración de recursos económicos y materiales que demanda la satisfacción
de necesidades; en la reciprocidad en la toma de decisiones y ejercicio
del poder y la autoridad; en el sentido de proyección del capital social a
través de la educación de los hijos o hijas; en la formación de un patri-
monio económico y material y la confluencia en torno a la expectativa de
la reunificación o el retorno como garantía de la “unidad de convivencia
familiar”; así como en los dispositivos comunicacionales. Se produce en-

146
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

tonces un enlace, que presenta particularidades en correspondencia con


la experiencia relacional y vinculante del padre o madre migrante con
sus parientes en el hogar del país de origen.
Al estar situados los hogares locales en territorios distantes, la vida
familiar transnacional nutre las promesas, las expectativas, los juegos de
poder, el acompañamiento, la circulación de información, la coparticipa-
ción en la toma de decisiones, la generación y transformación de conflic-
tos, como también posibilita el ejercicio de los dispositivos de manipula-
ción psicoafectiva. Es la participación en un escenario familiar, virtual y
comunicacional en el hogar glocal; es en ese marco donde se entrelaza la
textualidad, la trayectoria emocional y la conciencia de la experiencia y
las expectativas de vida familiar, más allá de la corresidencia y la copre-
sencia física cotidiana en un hogar local.
Desde los interrogantes que abordan los cambios de la organización de
la familia con experiencias migratorias de padres o madres en el exterior,
encontramos, en el trabajo de campo, rupturas conyugales y de pareja que
producen una transformación en la forma de organización familiar; pero
más que ser producto o consecuencia de la migración, son la definición
de un proceso que tenía marcas explícitas o implícitas de desvanecimien-
to o finalización antes del episodio migratorio. Es decir, identificamos a
partir de algunos planteamientos de Beck y Beck (2001), una ruptura en
las relaciones conyugales y de pareja, situación que no se presenta en las
relaciones paterno y materno filiales en tanto son insustituibles, aunque su
consistencia emocional sea inexistente, débil o negativa.
A partir de lo antes expuesto, podemos argumentar que la migración
en sí misma tampoco genera la transnacionalidad. Un asunto es el paso
de un país a otro por un agente migrante y otro es la imbricación de un
tejido relacional y vinculante con contenidos de circularidad emocional,
económica, social, política y cultural. A través de esta se otorga, se man-
tiene o se pretende dar sostenibilidad a los lazos familiares, sociales y
emocionales establecidos entre la familia y el hogar, en el país de origen
o el hogar u hogares que se constituyen en países de destino.
Otro aspecto que se debe considerar, radica en que en la vida familiar
transnacional no exime de las tensiones inherentes al proceso de acultu-
ración y desarraigo (Martínez, 2003). Los integrantes de los grupos expe-
rimentan la posibilidad de una ruptura total, mantienen el apego por la
eventualidad del retorno del migrante (Espinosa, 1998, citado por Ariza,

147
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

2002; López y Loaiza, 2009) o confían en la posibilidad de reagrupación


en el país de destino. Pero en este marco —complejo y confuso por de-
más— se hace evidente la reconfiguración de las dinámicas relacionales y
vinculantes, en las cuales se encuentra el peso que tiene la presencia de las
redes parentales y sociales, como también los equipajes culturales y emo-
cionales que se han construido en la trayectoria de la vida familiar. Las
redes que hacen posible la efectividad de la migración internacional de
padres o madres con hijos e hijas en proceso de formación, se estructuran
desde el juego cultural, simbólico y económico de las convenciones legales
y sociales y las convicciones emocionales en torno a la pertenencia familiar.
No obstante la diferencia de enfoques —en relación con lo instituido
y naturalizado por la cultura patriarcal hegemónica y la línea emer-
gente de construir una familia democrática y políticamente viable—,
el tema de leer la familia desde el acompañamiento, la solidaridad y la
reciprocidad que se espera recibir y dar entre los integrantes de la red
parental ,se encuentra presente en las dos miradas a las convenciones
y convicciones. La divergencia está en la intencionalidad del discurso,
pues si para el orden instituido las referencias altruistas se constituyen
en soporte de la obligación, para las tendencias emergentes de la demo-
cratización familiar son base de las transacciones familiares negociadas
desde la responsabilidad.
El cuidado, el acompañamiento, la protección, incluso la vigilancia
cotidiana en condiciones de copresencia, con la migración de padres o
madres se desplaza a otros parientes y en algunos casos, a personas cer-
canas que proyectan o suponen confianza y certeza para los progenitores.
Una experiencia que permite situar y hacer visible en las reconfiguracio-
nes producidas las nuevas dinámicas de un maternar y paternar como
derivaciones de la economía del cuidado, del servicio y de la efectividad
de los dispositivos culturales e ideológicos, en torno a la obligación y res-
ponsabilidad familiar y parental del proceso de formación y socialización
de los niños y niñas. El maternar y el paternar los consideramos cursos de
acción del cuidado que pueden circunscribirse a marcos funcionales (sa-
tisfacción de necesidades tangibles) o integrales (requerimientos tangibles
e intangibles); incluyen algunas veces, de manera explícita o implícita,
una delegación del derecho de soberanía del padre real o simbólico a
quién protege, como también puede provocar una sustitución parental,
producto de la experiencia cotidiana de la copresencia de quien cuida y

148
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

quien es cuidado (López, Palacio, y Zapata, 2010).


Todos estos procesos, y quizás otros que aún se encuentran ocultos en
la vida familiar, a partir de la experiencia migratoria al exterior de padres
o madres, hacen visible una forma multidimensional en su conexión con
los requerimientos de las lógicas globales del mercado capitalista. La fa-
milia ha dejado de ser un espacio privado y cerrado detrás de la puerta,
para constituirse en un escenario público y político; un umbral de me-
diación para lo que Arlie Russell Hochschild (2008) ha denominado «el
drenaje del cuidado», un indicador de la tendencia global de importar
amor y asistencia que hacen los países ricos desde los países pobres. Esta
dinámica traduce una situación personal y familiar de hombres, mujeres,
padres, madres, hijos e hijas que migran al exterior en un problema
público, político y global. Es la nueva racionalización valorativa y cogni-
tiva (Illouz, 2010: 180-181) de un vivir familiar transnacional.

Entre la persistencia y la emergencia de concepciones de familia


En el apartado anterior, marcamos un campo analítico para nombrar las
particularidades de las dinámicas familiares en contextos de migración
internacional, producto de las referencias empíricas registradas. En esta
línea, la búsqueda de nuevas categorías nos permite reconocer y compren-
der los giros y movimientos en las prácticas, las interacciones, los cursos
de acción familiar, habitus y estilos de vida en la experiencia transnacional.
Abordamos la discusión sobre la concepción de familia desde dos ten-
dencias: una que alude a la persistencia y mantenimiento de cierta visión
ideologizada e idealizada de familia, que al sustentarse en las creencias
culturales convencionales y tradicionales en torno a la unidad y los valo-
res altruistas, marca la cara y la contra cara del impacto que produce la
migración al exterior. Y la otra, que expresa la emergencia de nuevas mi-
radas sobre la familia en correspondencia con las coyunturas migratorias.

Primera tendencia: persistencia y mantenimiento de una


concepción convencional
La migración internacional de padres o madres con hijos e hijas en for-
mación, ratifica en algunas experiencias una concepción convencional
de familia desde la focalización emocional de los valores altruistas. Esto
no impide mantener una concepción anudada a la consistencia de la
unidad en términos de la solidaridad y la cooperación; de la valoración

149
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

emocional sustentada en la sostenibilidad de una reciprocidad comuni-


cacional; del reconocimiento de una convivencia desde la copresencia
virtual; del significado otorgado a la red parental extensa y del peso asig-
nado al sacrificio y al cumplimiento de la obligación familiar.

La familia es algo muy hermoso… muy indispensable, es algo con


que tengo yo que ver y que pueden velar por mí, alguien en quien apo-
yarme, alguien en que ellos se apoyen. (3, EC, Carmen, 2009)
Una familia es pues que estén conversando con uno, dialogando, así
resolvemos los problemas. (2, C, Mónica, 2009)
Las personas que están toda la vida al lado de uno. (8, EH, Da-
niela, 2009)
Cuando en la familia se apoyan unos a otros, la relación de familia o
el núcleo familiar es correlativo. (5b, C, Elsy, 2009)
Es algo muy lindo, lo más grande que hay, amor, unión, fortaleza, no
hay nada más grande que la familia. (4, C, Rubiela, 2009)

Esta valoración emocional proyecta el reconocimiento de las con-


venciones legales y sociales, derivadas de la pertenencia que define las
relaciones familiares. En este sentido, observamos la persistencia de con-
cepciones sobre familia como un lugar que expresa el encuentro perma-
nente, la conversación garantizada, la manifestación del más profundo
afecto, la seguridad del cuidado y el sentido de la vida para hacer de ella
el centro y la razón de las actuaciones de sus integrantes. Desde aquí, la
familia es un anclaje con los afectos que provee el acunarse en la vida.

La familia como base de todo, de sentido de pertenencia, es compro-


miso […] que en últimas son problemas que lo mantienen a uno en una
lucha constante, es decir, le dan sentido a la vida. (1, M, Germán, 2009)

Pero también, este sentido de pertenencia se constituye en el disposi-


tivo que nos permite sustentar la presencia de la obligación del cuidado,
la cooperación y la solidaridad.

Cómo no voy a encargarme de ellos, si ellos son mi sangre. (1, C,


Matilde, 2008)

150
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

La verdad es que yo le digo a ella que se venga a atender a sus hijos


porque para la madre son sus hijos. (5b, Libis, 2009)
Es muy importante, el amor, la unión. (5b, C, Manuel, 2009)
Todo se basa en la familia, si hay hijos buenos es la familia, si hay
hijos malos es la familia; si va al colegio, como se porte en el colegio es
en la casa; para mí es lo más lindo, lo que encierra todo, en el trabajo,
afuera. (3, EC, Amparo, 2009)

Esta tendencia de fijeza de una concepción convencional sobre familia,


nos reporta la identificación desde la óptica de la forma de organización
familiar nuclear, al señalar que la migración produce desintegración y
ruptura en torno al deber ser de una familia. Desde esta visión, encon-
tramos la valoración de la copresencia física y la corresidencia como
garantes de la unidad, la felicidad y la armonía familiar, presupuestos
ideológicos de la sacralización familiar.

Estar juntos en familia, de ayudarnos, la presencia de cada uno en el


otro funciona mucho. (1, C, Germán, 2009)
Es la unión; es el papá, la mamá e hijos. (5 b, C, Glori, 2009)
Una familia es tener un papá, una mamá, los hijos, eso es primordial;
estar todos juntos. (2, C, Aura, 2009)
Yo no creo que tener una familia es para vivir separado. Si uno tiene
una familia es para vivir la familia. (1, M, Rodrigo, 2010)
Para mí, la familia es estar con los hermanos y los dos padres brin-
dándonos amor y cariño, en las buenas y en las malas, siempre alegres.
(3, EH, Erika, 2009)

Por otra parte, el lugar que ocupa la interacción familiar en la con-


cepción convencional de familia tiene correspondencia con los marcos
culturales hegemónicos patriarcales, desde los cuales se expresa la valo-
ración positiva o negativa referente a la experiencia de la migración del
padre o madre. Esta valoración la vemos atravesada por el peso de la
nuclearización, la copresencia y la corresidencia de todos los integrantes
de la familia nuclear. Se encuentran además algunos matices que consi-
deran fundamental la presencia del padre como figura normativa:

151
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Yo le decía a ella que así fuera allá; que tuviéramos la oportunidad


de irnos para allá como reagrupación familiar o que ella se regresara. (1,
C, Juan, 2008)
Una vez le dije que no me interesaba tanto que mandara plata como
que estuviera acá con la familia completa. (1, C, Stella, 2008)
La familia aporta las bases sólidas en el hogar, pero él lo que nos creó
fue una inestabilidad emocional terrible; eso fue lo que ganamos al irse.
Casi quince años por allá, viviendo como si fuera soltero, pues no tiene ese
sentido de pertenencia con la familia, no sabe lo que es conducir un hogar,
ni tener un proyecto de vida con su familia, nada de eso. (1, C, Gloria, 2009)
Se pierde el pilar. Si uno lo pone en una balanza, también se puede
con sacrificio llevar una vida aquí, apoyándose aquí uno con el otro. Lo
puede hacer sin sacrificar nada. (1, C, Mauricio, 2008)

Pero la contracara del mantenimiento de esta concepción convencio-


nal de familia, la relacionamos con el señalamiento de la separación y
distancia que detonan movimientos emocionales, y que oscilan entre la
tristeza, el síntoma de culpa y cierto sabor de deuda ante la carencia de
la experiencia del modelo familiar pautado.

Mi familia nunca fue pacífica, no sabría decir qué es una familia, tal
vez la unión de todos, emocional, que estén muy bien, creo que eso es
una familia, pero no he tenido esa experiencia. (2, H, Cristian, 2009)
Mi familia son mis hijos, mi esposo ya no era de mi familia. Eso es
muy triste y muy doloroso. (4,C, Mireya, 2009)
Uno se va y siempre la familia se derrumba. Es como cuando una
porcelana se rompe, se pone a pegarla y ya no vuelve a quedar lo mismo.
Por mucho que yo quiera sostener un hogar en cuestión moral y afectiva
como la tenía antes, eso ya se perdió. (2, M, Liliana, 2010)

Segunda tendencia: la emergencia de nuevos matices en las


concepciones de familia
En el marco que nos ocupa, algunas familias en situación de transnacio-
nalidad enlazan el sentido de la concepción sobre familia en la existencia
de hijos e hijas, y en el reconocimiento de la diversidad familiar.
La valoración de la prole como eje del sentido de la experiencia fa-
miliar es un producto moderno. Su presencia en el ámbito familiar, se

152
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

constituye en uno de los impulsos que aportó la Ilustración para la con-


figuración de la familia nuclear burguesa, al concebirla como la célula
básica del mundo social moderno. Desde entonces, hijos e hijas aparecen
como nuevos sujetos garantes de la continuidad del orden social y, para
los progenitores, configuran referentes del cumplimiento legal, social y
emocional de las obligaciones pautadas.
Este sentido puesto en los hijos e hijas, se constituye en argumento cen-
tral de la migración internacional de padres o madres al incluirse como
justificación por los sacrificios que se realicen, la separación física de los
hijos e hijas para buscar recursos y el desplazamiento del cuidado en otros
parientes. Además, en el contexto de los procesos del individualismo mo-
derno, los hijos e hijas proyectan la imagen social de las necesidades indi-
viduales y desplazan el sentido de la familia hacia los intereses particulares.
La experiencia migratoria, en relación con la valoración de los hijos e
hijas que requieren cuidado por su proceso de formación, contiene una
ambivalencia emocional: tenerlos como razón de esfuerzo y sacrificio, pero
con el costo de estar lejos y buscar, quizás de manera inconsciente, una
validación social y la disminución emocional de la culpa por la separación.

Mi hija que adoro, es el ser más preciado… el tesoro mas valioso


que un hombre pueda tener y por quien se lucha todos los días. (3, EC,
Harold, 2009)
Uno lucha por los hijos para que no les toque vivir lo que a uno le
tocó vivir. (8, EC, Lucia 2009)
Pues la familia, son mis hijos. (4,C, Mireya, 2009)
Lo malo de que estén allá es que los limita de hacer cosas con sus
hijos, no estar pendientes de ellos, que los quieren abrazar todos los días
y no pueden. (5, H, Anel, 2009)
Y voy a hacer mi vida aquí en Colombia y va a ser piedra sobre pie-
dra, con las uñas, con lo que me toque, con mis medios, pero voy a hacer
mi vida… con mi familia y con mis hijos. (1, M, Rodrigo, 2010)

Lo anterior nos permite comprender que en el contexto de la mi-


gración internacional de padres o madres, la prevalencia del reconoci-
miento de los hijos e hijas en las concepciones y definiciones de familia
indica la focalización de la experiencia familiar en ellos y ellas, más allá
de la relación conyugal; con la marca de un desplazamiento del lugar

153
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

que tiene la pareja y la relación de alianza en el mundo familiar frente


a la relación progenitofilial, el hijo se convierte en la última relación
primaria irrevocable y no intercambiable que queda” (Beck y Beck,
2001:62). En otros términos, mientras las relaciones de consanguinidad
son insustituibles independiente de la consistencia vinculante que exis-
ta, las de alianza se fragilizan y se pueden sustituir (Bauman, 2003). Es
decir, con base en los autores mencionados, la existencia de los hijos e
hijas se convierte en el soporte emocional de hombres y mujeres ante
la fragilidad de los vínculos de pareja, y le otorga a la familia un nuevo
significado de proyección emocional a las necesidades individuales.

Reconocimiento de la diversidad familiar


Con base en lo que planteamos acerca de los movimientos y giros que se
producen en la experiencia de vida familiar transnacional, identificamos
cierta hibridación entre viejas y nuevas nociones de familia. Esto genera,
por una parte, la erosión y el desvanecimiento de una sola concepción
de la forma de organización nuclear como el modelo para seguir y, a
la vez, la confrontación de una pretendida naturalización que excluye
e invisibiliza el reconocimiento de la diversidad, la heterogeneidad y la
complejidad del mundo familiar.
Por otra parte, se señala la configuración de un panorama social y político
en torno al reconocimiento de la diversidad de formas de organización fami-
liar, redes de parentesco y textura emocional, lo que, según Beck (2003:28):

[…] no significa que la familia tradicional desaparezca. Pero es evi-


dente que pierde el monopolio que antes tenía. Su importancia cuan-
titativa se ve reducida, apareciendo y difundiéndose nuevas formas de
convivencia que no es que apunten a que la gente viva sola, por lo menos
la mayor parte, sino más bien a vinculaciones de otro tipo.

Además de lo anterior también encontramos, desde los relatos, proce-


sos que marcan la complejidad y diversidad de las experiencias familiares
en contextos de migración internacional, en cuanto a los movimientos
que ocurren por la delegación del derecho de soberanía del padre o ma-
dre en otros parientes y, de manera complementaria, una sustitución pa-
rental, en quienes asumen el maternar o paternar:

154
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

Mi familia son los hermanos de mi padre y mis abuelos paternos y


mis primos, los hijos de mis tíos, yo no sé qué haría sin mi familia, es la
cosa más importante que tengo yo, son incondicionales y comprensivos
[…]. (1, H, Emma, 2008)
Para mí, familia es mi papá y mi hermano, mi hermana, es mi abue-
la, mi tía; ellos siempre han celebrado mis triunfos, siempre han estado
cuando he estado mal, entonces no es la típica familia de cualquier per-
sona. (2, H, Gina, 2009)
Hasta el presente, nosotros somos su familia… como si fuera her-
mana de nosotras, porque Kari a mi mamá le dice abuela y a mi papá
le dice abuelo y a mis hermanos les dice tíos; ella dice que la mamá de
crianza soy yo y que la mamá que la trajo al mundo es otra mamá que
ella tiene. (5b, C, Arelis, 2009)

A manera de síntesis reflexiva, la lectura analítica en términos de


la perspectiva de género y generación, nos permite hacer visible otras
maneras de comprender la familia desde las experiencias migratorias:
mientras que para algunas mujeres madres la familia se concibe como
la expresión de la necesidad de ser para los demás, para los hombres la
familia expresa la necesidad de ser por los demás.
Esta sutil diferencia contiene un profundo significado identitario con
los estereotipos patriarcales, que sustentan los principios estructurales en
torno al lugar que tanto hombres como mujeres tienen y les corresponde
en la familia, a partir de la división del trabajo, las interacciones entre
géneros y las obligaciones que se le asignan a cada rol. Como lo señala
Murillo, (2006) la cultura patriarcal ha naturalizado las bases familiares
como un asunto femenino y la razón de ser de la mujer. Es propio de lo
femenino garantizar este sentido de ser; su identidad está allí, en los de-
más; su tiempo es para los otros y su espacio es el territorio donde circula
para asegurar las condiciones que los demás requieren. Al contrario, para
lo masculino, la familia se convierte en referencia de valoración y recono-
cimiento social; en términos de Sennett (2005), es tener un lugar a través
de los demás: la protección, seguridad y certeza que brinda el padre se
constituyen en los fundamentos de la valentía propia de la masculinidad
hegemónica. Es la valoración social que anota, a su prestigio, la ganancia
del privilegio que le otorga el derecho de soberanía del padre.

155
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

En la categoría generacional, nos interesa hacer visible en las con-


cepciones de familia el asunto de la confianza como un requerimiento
central. En términos de dispositivo de anclaje existencial, esta confian-
za, tanto de tipo emocional como cognitivo (Giddens, 1996), puede ser
naturalizada o pactada; se constituye en la base fundamental para sus-
tentar las certezas que nutren las decisiones de las prácticas de cuidado.
A través de la confianza y de la convivencia cotidiana con quien cuida,
se produce lo que se puede denominar desplazamiento parental: “es
como si fuera mi padre o madre”. En otros términos, se detona cierta
racionalización valorativa y cognitiva (Illouz, 2010:180) a través de la
cual se le da fundamento a las nuevas lógicas del cuidado de los hijos e
hijas en país de origen, mediadas por el conocimiento y la certeza que
se le brinda a los parientes que asumen el proceso de cuidar en ausencia
física del padre o la madre.
De manera paralela, las concepciones de familia que se movilizan en
la experiencia migratoria de padre o madre se anudan en una especie de
motor que impulsa el sacrificio y la obligación como valores altruistas.
Es la razón que justifica la migración al exterior y que brinda soportes
para enfrentar dolores, angustias y soledades, y a la vez servir de media-
dor en la construcción de una especie de escala de prestigio social. En
otros términos, consideramos que es el enigma emocional que alienta la
experiencia migratoria de padres y madres, al vivir este proceso entre el
sacrificio y la renuncia, el costo y la deuda, como dispositivos de cierta
trampa afectiva que circula en el vivir familiar transnacional.
Estas voces sobre familia las entrelazamos con la presencia y circu-
lación en diversos ámbitos de la vida social, con discursos sociales com-
plejos y con matices confusos sobre ella. Una de estas proclamas se fun-
damenta en representaciones sociales que legitiman el modelo nuclear
biparental, la mirada de la corresidencia y la convivencia física como
garantía para el cuidado y la formación de los hijos e hijas. Otros aluden a la
desintegración familiar por la separación física, la separación conyugal,
la consecución de otras parejas y la infidelidad, además de señalar la
orfandad de los hijos o hijas por la ausencia y la no copresencia física del
padre o madre en la crianza y cuidado. Al tiempo, se les imputa a padres
o madres ausentes la culpabilidad de problemáticas como la deserción
escolar, la expansión de la drogadicción y el incremento de conflictos
frente a la ley. Todo lo anterior se constituye en juicios valorativos, que

156
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

buscan encontrar culpables a situaciones familiares no necesariamente


vinculadas con la experiencia de migración internacional.
En contraste, hay discursos sociales con profundo arraigo en los ima-
ginarios colectivos que validan la migración internacional como una al-
ternativa de las familias para acceder a recursos económicos orientados
a la sobrevivencia cotidiana. Estas posturas también sirven como dispo-
sitivo cultural para justificar la responsabilidad que se tiene frente a la
familia. Finalmente, podríamos considerar la emergencia, muy tímida
aún, de otros discursos más académicos y con menor resonancia social,
que comienzan a ver en la familia con experiencia migratoria una forma
diferente, diversa, con múltiples hogares, con dinámicas relacionales y
vinculantes complejas y cambiantes; con tensiones y conflictos propios
de la diversidad cultural, geográfica y espacial que se instala en escena-
rios familiares con características multiculturales y transnacionales.
El trasfondo de estos discursos en el contexto de la globalización y la
migración internacional, no es otra cuestión que el movimiento propio
de la vida social, la historicidad y heterogeneidad de una realidad fami-
liar que cuenta con diversidad de concepciones.
Esta ruta analítica que proponemos para la comprensión de la vida
familiar transnacional, no implica la definición de un modelo único. Más
aún, en estos tiempos de hibridaciones sociales y marcas profundas de la
globalización, de la movilidad internacional de población y la moder-
nidad líquida (Bauman, 2005), reconocemos que la migración interna-
cional aporta dinámicas relacionales y vinculantes que pueden detonar
nuevas y diversas formas de organización, maneras, estilos y experiencias
de vida y convivencia familiar.

Relaciones y vínculos. Soportes de la experiencia de la


vida familiar transnacional

Tal como lo venimos planteando, la experiencia de la vida familiar trans-


nacional detona cambios en las relaciones a partir de cómo se conectan,
estructuran y adquieren solidez o no los vínculos emocionales y afectivos
entre padre, madre e hijos, hermanos y la red parental extensa que se ac-
tiva antes y durante el proceso migratorio. Las particularidades de estos
nexos y las articulaciones que las identifican están entrelazadas con la ex-
periencia de vida —de acuerdo con el lugar que se tiene en el entramado

157
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

relacional—, con el género y con las conexiones intergeneracionales que


crean un proceso complejo que hace visible diversas distinciones. Entre
estas pueden señalar:

• Experiencias familiares en las cuales la migración no se constituyó en


un elemento de deterioro de las relaciones y los vínculos; al contrario,
cada vivencia, situación o decisión que se enfrentó, permitió crecer y
fortalecerse individual y familiarmente, lo que afianzó conectores y
enlaces emocionales y afectivos.
• Experiencias familiares en las que la migración, y todo lo que ella im-
plica, se convirtieron en detonante de situaciones estresantes, de crisis
y conflictos entre los integrantes, con repercusiones en el deterioro de
las relaciones, desgate de los vínculos afectivos y emocionales, y deri-
vación en la ruptura temporal o definitiva de las relaciones. Vivencias
en las cuales el proceso hizo evidentes las dificultades en las relaciones
e interacciones entre los miembros de la familia, y permitió tomar
decisiones que se venían posponiendo en aras al mantenimiento de la
‘unidad familiar’.

No obstante estas distinciones, la migración del padre o la madre de-


tona una redefinición en la dinámica relacional y vinculante entre quie-
nes se van y quienes se quedan, así como en los procesos de socialización
que aluden al intercambio de aprendizajes, normas, pautas de crianza,
hábitos, creencias y, en sí, todos los referentes sociales y culturales que les
permitan a hijos e hijas construir desde sus interacciones tempranas “el
coraje de ser”. Estas redefiniciones en algunas circunstancias se tornan
conflictivas o, por el contrario, gratificantes y enriquecedoras, dadas las
diferencias de intereses, concepciones, necesidades y formas de ver y ac-
tuar, según género y generación.
Este preámbulo nos introduce al análisis de los cambios (continuida-
des, rupturas o reconfiguraciones) en las dinámicas relacionales y vin-
culantes en las diadas —conyugal, paterno/materno filial, fraternal y
parental extensa— presentes en la experiencia de la vida familiar trans-
nacional asociadas a la migración del padre o la madre. El abordaje de las
características que adquieren los procesos de comunicación en esta nueva
experiencia al incorporar en las vidas cotidianas los desarrollos tecnológi-
cos, que permiten conectar tiempos diferentes y espacios distantes, da un

158
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

sentido particular a la interacción entre ausentes-presentes o, en palabras


de Illouz (2007), a la descorporización—desde la copresencia física— ali-
mentada por la copresencia emocional.
Por otra parte, la vida familiar transnacional hace visible la produc-
ción de tensiones o distensiones que se generan en las decisiones que de-
ben ser compartidas con quienes participan en el cuidado de hijas e hijos
en el lugar de origen. En adición, los conflictos derivados del curso de
vida de la prole, las demandas y necesidades en lo económico, afectivo,
emocional y relacional, y las disputas o contradicciones con otros actores
familiares y sociales, participantes directos e indirectos en el cuidado in-
crementan esos temores.
Los conflictos descritos están asociados, algunas veces, al ejercicio del
poder y la autoridad en la familia. Se interrelacionan con la delegación
del derecho de soberanía, transferido a otro pariente en forma temporal
o permanente. Otras veces, a la sustitución parental, que alude a los an-
clajes emocionales y afectivos construidos entre la persona cuidadora y
quien es cuidado.

Reconfiguración de las dinámicas, relacional y vinculante en


la experiencia de la vida familiar transnacional
A partir de la intención de migrar, y cuando sucede el hecho migratorio,
la mayoría de integrantes del grupo familiar se proyectan en la idea de
mantenerse unidos a pesar de la distancia. Para ello, activan dispositivos
que permitan vivir una cotidianidad compartida y alimentar el propósito
de la reunificación o el retorno definitivo cuando hayan logrado los ob-
jetivos por los cuales se dio la partida.

Relaciones de pareja
En algunos casos, la relación de pareja no se supedita a la copresencia
física; al contrario, se establecen mecanismos que permiten fortalecer los
vínculos en la distancia; unos son virtuales, mediante la incorporación de
los medios de comunicación, y otros presenciales, como las visitas espo-
rádicas. A través de unos y otros se intercambian expresiones de afecto,
detalles, mensajes afirmativos y manifestaciones de apoyo.

Mi papá ha tratado de mantener los detalles con mi mamá, le manda


flores, mensajes de amor. (3, H, Paola, 2009)

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Él lleva diez años por allá y no se ha conseguido otra mujer; él me


dice cada que hablamos que me quiere mucho, que le hago mucha falta,
me dice niña, mi gordita, mi bebé, mi amor. (8, C, Martha, 2009)
Cada día está mejor, porque cada día hay más cariño. La gente se
queda como aterrada porque que le digan, nueve o diez años, y que
sigan conservado que se quieran, que hay amor, y por lo menos no tanto
de la parte de uno, porque yo estoy con mis hijos acá, sino él que está
solo allá. (5, C, Glory, 2009)
La relación continuó a distancia, siempre por el teléfono y por el
internet, ese es nuestro medio de relación. Él con su mamá allá, traba-
jando juicioso y yo con mi mamá aquí. Él me llama, me envía dinero.
(2, C, Lila, 2009)

Como señala Koremblum (2003), el avance de la tecnología de las


telecomunicaciones, que conecta en tiempo real a dos o más personas
que se encuentran en distintos puntos del globo, nos permite conocer,
desde nuestra casa, lo que sucede en el rincón opuesto del mundo. En el
hogar glocal, la tecnología descrita coadyuva a afrontar, con un sentido
positivo, la experiencia migratoria y las distancias físicas que ella conlle-
va; facilita vivir la cotidianidad desde la presencia emocional.
Por otra parte, la visita del padre o de la madre migrante, así sea espo-
rádica, provoca en algunas parejas un sentimiento de esperanza por vol-
ver a estar juntos; aviva la ilusión de la reunificación de la familia como
garantía de estabilidad y felicidad. Consiste en un ‘atrapamiento’ y una
tensión entre la imagen ideal de familia y la realidad que deben enfren-
tar; así mismo, es una oportunidad para mantener el sentido de la pareja
según los preceptos convencionales y la reproducción generacional.

Cuando él viene, aprovechar el momento, siempre lo que hace uno


es estar en pareja, pasear. Salimos mucho, más que todo es lo que ha-
cemos, compartir todo lo que hacemos. Él trata de compartir lo que no
comparte con el niño y estar juntos… Él viene cada seis meses, se queda
dos meses. Viene en diciembre y a mitad de año. Ahorita en diciembre
estuvo aquí, ya vendría de pronto a ver el nacimiento del nuevo bebé, yo
estoy en embarazo. Más o menos en octubre. (2, C, Lila, 2009)

Con las visitas esporádicas se irrumpe en la vida cotidiana y se mo-


difican —a partir de la inserción del ausente-presente en los rituales—
160
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

prácticas, rutinas y hábitos de la familia. En algunos casos, tales visitas


generan debilitamiento de los vínculos emocionales y afectivos, en tanto
en algunas parejas no se evidencia una correspondencia con las expec-
tativas de mantener y consolidar la relación y las vivencias. Paradójica-
mente, se preestablece y anticipa que con la visita se va a responder a la
expectativa común de estar juntos y disfrutar al máximo el encuentro; sin
embargo, cuando ocurre, se experimenta una afectación derivada del in-
cumplimiento. Dados los procesos que cada persona está viviendo, estar
juntos se convierte en algo atípico para la pareja, parece que la distancia
y el tiempo van erosionando y debilitando la comunicación, la expresión
de afecto y de contacto físico que se pudieron tener antes.

Cuando él me avisó que venía, me dijo que íbamos a estar juntos


nuevamente, a disfrutar de la vida de pareja, yo le organicé la cama con
pétalos de rosa, pero no pasó nada, y cuando íbamos a salir yo quería
cogerle la mano y él me decía que no le gustaba, sabiendo que antes de
irse no se despegaba de mí. (3, EC, Martha, 2009)
Mi hija me regaló un bono de un motel para que estuviera cuando él
viniera, estuvo veinte días y se volvió como si nada, ni expresiones de afecto,
ni vida sexual, nos encontramos como dos hermanitos. (3, H, Paola, 2009)

Desde otro punto de análisis, la migración se constituye, para uno


o ambos integrantes de la pareja, en puerta de salida a situaciones es-
tresantes, de tensión y aun de violencia que se vivían y fueron difíciles
de resolver durante la convivencia en el país de origen. La ausencia
física y el distanciamiento territorial permiten liberarse de los patro-
nes de conducta agresivos, relacionados con las formas de actuación y
representación social del poder masculino, y con la naturalización de
la violencia ejercida por el hombre como expresión de las relaciones
conyugales en el ordenamiento sociocultural patriarcal, lo que lleva, en
palabras de Bourdieu (2002), a la violencia simbólica connotada por la
dominación masculina.

Siempre había mucha discusión en la casa cuando él estaba porque


tomaba mucho. Ahora, como no está, no sentimos esa presión; yo me
siento más liberada, aunque hablamos permanentemente con él, no nos
afecta. (3, E, Martha, 2009)

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

La relación de los padres era más o menos mala, peleaban mucho;


mi papá un día le estaba enseñando a preparar unos huevos a mi mamá
y como no los sabía hacer, le pegó… La cogió del cabello, le pegaba; mi
hermana y yo nos poníamos a llorar. (1, H, Paola, 2008)
Nosotros ya veníamos mal, antes de que él se fuera; veníamos como
un tira y afloje, por eso yo quería que él se fuera. (2, C, Mirta, 2009)
Esa migración para mí, en cierto modo, fue un descanso, porque yo
a veces lo prefería como lejos. (4, C, Mireya, 2009)

Así, en familias que se encontraban en el círculo vicioso de la violencia


ejercida por el padre, la migración fue una oportunidad de liberación y
de mejoramiento de la convivencia para los hijos e hijas y la esposa. Fue
el detonante y no la causa de la ruptura, como se quiere mostrar desde
algunos discursos institucionales. Los estudios de Solé y Parella (2007: 169)
sobre migrantes a España, han encontrado que la salida del cónyuge pue-
de suponer alcanzar cuotas de mayor autonomía por parte de la mujer y
afirmación de sus derechos; por ello, más allá del sentimiento de nostalgia
que pueda generar la separación, valoran la distancia de forma ambiva-
lente, porque, por una parte, sugiere para las mujeres libertad, autonomía
y reconocimiento o valoración de sí mismas, y por otra, genera sentimien-
tos de tristeza por la falta de certeza de la fidelidad del migrante.
En otras familias del estudio, ya existía ruptura en la relación de pare-
ja y finalización del vínculo amoroso antes del proceso migratorio, hecho
que no interfirió en la relación y el vínculo progenitofilial, dado que las
relaciones conyugales son sustituibles pero las relaciones paterno/mater-
no filiales, no. Lo que cambia y se mueve en estas últimas son las vincu-
laciones emocionales y afectivas. Las situaciones y procesos de los hijos
e hijas se constituyen en el único referente de encuentro o interacción
entre el padre y la madre. En estas familias quien migró fue el padre, en
búsqueda de opciones laborales que permitieran cumplir los mandatos
instituidos social y culturalmente de ser el garante de la satisfacción de
los requerimientos económicos de su prole. El vínculo entre padre y ma-
dre se da a través de una comunicación funcional en torno a las decisio-
nes que deben tomar sobre los descendientes.

No hay relación porque a mí no me gusta hablar con él. Antes de que


él se fuera ya estábamos separados, hablamos de las necesidades de los

162
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

hijos. (3, M, Elena, 2009)


Mi mamá ya estaba cansada. Dijo que no era capaz de convivir más
con él y se separaron, pero seguían hablando de las necesidades que no-
sotros teníamos, así él ya tuviera otra mujer. (8, H, Natalia, 2009)
Teníamos muchos problemas, hubo separaciones, la relación estaba
deteriorada cuando se fue. (4, C, Nelly, 2009)
Antes de que él se fuera me dijo que tenía otra relación; que las cosas
entre nosotros se habían acabado. (5b, C, Maye, 2009)

En este sentido, solo se puede hablar de una relación funcional esta-


blecida por la conexión paterno-materno que permite continuidad en las
interacciones, sustentada en las demandas y requerimientos de la prole.
De igual manera, en las diferentes ciudades se encontraron rupturas
en la relación de pareja posterior al proceso migratorio del padre (Me-
dina, 2007; López, 2009), debido a dos circunstancias principales: los
problemas económicos y la configuración de una nueva relación, lo que
en ciertos casos está asociado a problemas que existían con anterioridad
y, en otros, al distanciamiento generado por la migración.

A raíz de mi fracaso comercial, se vino todo abajo; se dañaron las


relaciones de pareja, ya todo era un fastidio. (1, C, Libardo, 2008)
Ellos estaban mal y él ya consiguió otra mujer, tuvo un hijo con ella y
la relación con mi hija se dañó. (8, C, Ester, 2009)
Ya yo tenía en mi mente que yo con mi esposo no iba a vivir más; ya
que yo también me había enterado que él, con otra muchacha allá, tenía
hijos. (5, C, Berty, 2009)

En cuanto a la situación económica del padre migrante, él, al no poder


responder a los mandatos del ordenamiento patriarcal de proveer econó-
micamente, opta por la separación. En lo que atañe a los distanciamientos,
inciden factores internos como problemas en la comunicación, no cumpli-
miento de las expectativas respecto a la vida de pareja y falta de compro-
miso en un proyecto familiar, así como la preeminencia en los imaginarios
y actuaciones de una concepción convencional que plantea la copresencia
como requisito en la relación de pareja. No obstante, influyen también
factores externos como estrés por la forma de vida en el país de destino y
las nuevas relaciones que se construyen allí.

163
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Él está muy cambiado, ya casi no habla conmigo, no es capaz de de-


cirme las palabras que me decía antes, de hacerme sentir que le importo.
(8, EC, María, 2009)
Cuando llama, nunca abordamos temas de nosotros, siempre son los
hijos y antes sí sacábamos el tiempo para hablar de nuestra relación. (3,
EC, Helena, 2009)

Observamos en estos testimonios cierta rutina y un desplazamiento


de los proyectos como pareja para privilegiar la atención de los hijos
o hijas, y las demandas y necesidades que ellos tienen. Rutina que no
necesariamente está asociada al proceso migratorio, sino que pudo estar
instaurada antes del evento.
En los casos en que la conyugalidad se mantiene, hay diferencias entre
la vivencia de los padres y las madres que se quedan a cargo de los hijos
o hijas. En el caso de los que han tenido una relación muy cercana con
su cónyuge, que por las características de sus jornadas laborales tenían
disponibilidad de tiempo para compartir con su pareja, la migración los
afecta de manera evidente. En las entrevistas se mostraron muy afectados
y manifestaban que añoraban la presencia de la compañera, no solo por
el cuidado de los hijos, sino por ellos como hombres. Se han quedado a
cargo de los hijos y no han buscado ayuda:

El proceso de la ida de mi esposa fue muy duro; aún se me hace duro,


yo estaba acostumbrado a quedarme en la casa… Como el trabajo me
lo facilitaba, estaba acostumbrado a estar con ella en todo momento. (2,
C, Jorge, 2008)

Los vínculos para la sedimentación y consistencia de la relación,


requieren el compromiso personal de quienes conforman la pareja
de tributar al fortalecimiento de los mismos. No es responsabilidad
de la mujer o del hombre por separado; ambos, al decidir configurar
la unión, establecen explícita o implícitamente las intencionalidades,
los intereses, las expectativas y los pactos a que deben llegar. Cuando
lo anterior no se cumple surgen dificultades, con independencia de
la migración de alguno de los involucrados. De acuerdo con los rela-
tos, las fisuras y resquebrajamientos en la relación de pareja estaban
presentes antes de la partida, y esta introdujo elementos que dieron

164
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

paso a la ruptura definitiva, a ciclos de encuentro y desencuentro, o al


establecimiento de nuevas uniones.

Relaciones parentofiliales
Instituidas social y culturalmente por lazos de sangre (condición bioló-
gica) y por la ley (condición jurídica), estas relaciones van más allá de su
denominación y están permeadas por la densidad de los vínculos afec-
tivos y emocionales que les sirven de soporte. Esa densidad no solo se
instituye por la presencia física; la relación materno y paterno filial se
traslada, según Pribilsky (2004: 315), a un espacio social trasnacional, en
el cual fluyen y circulan sentimientos, emociones y recursos económicos
que mantienen los vínculos entre quienes permanecen en el país de ori-
gen, y aquellos que se encuentran en el de destino.
Los pronunciamientos de algunas instituciones gubernamentales, no
gubernamentales, académicas, políticas y de la Iglesia sobre la “desinte-
gración” de la familia, resultado de la ausencia física que se genera con
la migración internacional del padre, la madre o ambos, se ponen en
tela de juicio. Si bien se producen cambios en cuanto a la copresencia
en un espacio común de los miembros de las familias, los vínculos no
se fragmentan ni disuelven, pero al contrario, se crean nuevas formas
de comunicación, interrelación y lazos, mediados por los desarrollos
tecnológicos de la virtualidad. Esas nuevas configuraciones no siempre
adquieren connotaciones negativas; en algunas familias son una vía de
fortalecimiento entre padre, madre y su prole.
También analizamos la existencia de redes paternofiliales que se esta-
blecen en tiempo posterior a la migración del padre, quien ha mantenido
una comunicación con miembros de la familia extensa pero nunca con
el hijo o hija: es decir, quien no asumió una paternidad responsable. En
estos casos, ha sido la madre la encargada de crear los medios para que
exista algún acercamiento o conocimiento entre los implicados.

Él me dejó cuando yo tenía tres meses de embarazo. Sergio ni siquiera


lo conoció; ellos empezaron a conocerse por internet. (3, C, Sofía, 2009)
Lo conoce por fotos y por las llamadas y así ahora que está el sistema
de internet que lo vemos, pero que haya tenido así contacto con él, no,
a los nueve meses él se fue y ya tiene quince años de estar allá. (3, C,
Estela, 2009)

165
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Yo siempre le he inculcado que él es el papá; le muestro fotos y de todo


para que tenga una mentalidad de que es el papá. (3, C, Martha, 2009)

Estos testimonios nos indican que es clara la necesidad, por parte de la


madre, de mantener la imagen convencional del padre asimilado al provee-
dor genético o económico. En estos casos, el papel afectivo estructurador
de los vínculos es inexistente; se simula o evoca la presencia desde marcos
convencionales, instituidos socialmente, pero no desde los intercambios
emocionales y afectivos fundantes de vínculos sólidos (véase López, 2009).
En algunas familias, identificamos que los papás se distancian de los
hijos en todos los aspectos que tienen que ver con sus obligaciones —afec-
tivas, económicas y de cuidado—. Algunos, por la ruptura de la relación
de pareja, no logran establecer distinción entre su lugar como cónyuge y
el rol paterno, lo que implica distanciamiento y debilitamiento del vín-
culo. Hallazgos similares han sido reportados en otros países de América
Latina, por ejemplo, en Ecuador (Solfrini, 2005).

El padre, mientras vivió con ellos, cumplía con todas las funciones,
pero ya después se separaron y los abandonó. (3 C, Fanny, 2009)
La distancia hace al olvido, ya la relación es lejana, uno cree que la
plata es todo, a nosotros no nos falta nada, pero los lazos familiares se
van disolviendo mucho. (1, EH, Marcela, 2008)
A él se ve que no le interesan las hijas. Mi suegra y mi cuñado res-
ponden por ellas; el papá no llama, la chiquita le dice papá al tío. (2, C,
Orfa, 2009)

En otros grupos familiares, la madre y el padre migrante centran su


vínculo desde lo económico. En palabras de Zelizer (2009: 27): «En la
vida cotidiana, la gente se desvela e invierte una gran cantidad de es-
fuerzo para encontrar el vínculo apropiado entre las relaciones econó-
micas y los lazos de su vida privada». Papá y mamá activan estrategias
para garantizar a los hijos las condiciones materiales que les permitan
el bienestar.

A partir de que ella se fue, notamos que era más plata lo que nos en-
viaba, vivimos mejor. Cuando ella venía traía cosas de lujo para la casa,
ropa. (5, C, Kety, 2009)

166
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

Cuando él se fue para allá, empezó a responder por mí, porque él


estaba acá y no respondía, iba a mi casa de vez en cuando. (8, EH, Yu-
liana, 2009)

Se genera una especie de desplazamiento de los intereses y sueños


individuales del padre o la madre: «tener hijos implica sopesar el
bienestar del otro, más débil y dependiente, implica ir en contra de
la propia comodidad. La autonomía de nuestras propias preferen-
cias se ve comprometida, una y otra vez, año tras año, diariamente»
(Bauman, 2005).
Lo que hemos esbozado hasta el momento, muestra que existe una
pluralidad en los vínculos entre el padre o la madre migrante con los
hijos e hijas. Cada experiencia de vida familiar es particular, derivada
de los acuerdos, arreglos, formas de convivencia que se han configurado
durante el curso de sus vidas individuales y familiares, antes, durante
y después del evento migratorio. También muestra lo paradójico de la
relación y los vínculos, los cuales giran entre el sentimiento de libertad y
autonomía de los hijos o hijas al quedar solos, especialmente si son ado-
lescentes y la presencia del padre o la madre, en ciertos momentos de su
trayecto de vida, es significativa para ellos.

Relaciones fraternales
Desde los patrones convencionales y los imaginarios individuales y colec-
tivos, se presume que los hermanos o hermanas deben llevarse bien por
cuanto están entrelazados por lazos de sangre o legales. En palabras de
Gimeno (1999: 97):

La fratría no presupone necesariamente una relación fraternal. Si la


sabiduría popular define al amigo como el “hermano que se elige”, no
es menos cierto que entre hermanos, a los que no elegimos, se establez-
can todos los vínculos posibles, desde los afectuosos o de fusión, a los de
rechazo y destrucción.

Constatamos este planteamiento en la realidad de las familias, en don-


de, al igual que en las relaciones sociales, los hermanos viven momentos
de encuentros, desencuentros, tensiones, conflictos o rupturas entreteji-
dos con sentimientos de amor, odio y rivalidad, entre otros. Del mismo

167
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

modo, la circulación de sentimientos y afectos puede ser una condición


fuerte o débil entre esta díada. Así, el evento migratorio, al detonar mo-
vimientos en las dinámicas relacionales y vinculantes, puede acentuar o
reconfigurar las experiencias conflictivas.
La presencia de conflictos entre hermanos puede estar asociada a
diferencias de conceptos o maneras de ver; no necesariamente impli-
can que las relaciones sean negativas. Las diferencias y contradicciones
hacen parte de la cotidianidad humana y cuando se manejan desde el
diálogo y la negociación contribuyen al fortalecimiento de las relaciones;
además, el hecho de estar solos (sin progenitores) implica desarrollar dis-
positivos para la convivencia familiar.

La relación con mi hermana es muy buena, siempre me he llevado muy


bien con ella, aunque peleamos, pero es muy buena. (3, H, Mario, 2009)
Las relaciones entre nosotros cuando estábamos con mi mamá eran
normales, éramos unidos, pero no tan unidos como estamos ahora, que
nos apoyamos en los problemas que nos pasan, nos ayudamos más. (5b,
H, Iris, 2009)

Si bien evidenciamos que algunos hermanos o hermanas van cons-


truyendo vínculos cohesionados y cierta complicidad en sus relaciones
a partir de la cooperación y el afecto, en el último testimonio, también,
más que una relación fraternal, se patentiza el desplazamiento de la fi-
gura paterna en el hermano, legitimado social y culturalmente por el or-
denamiento patriarcal, por la ausencia física y simbólica del progenitor.
Cuando existen hijos o hijas de varias uniones, es posible que las re-
laciones entre hermanastros tiendan a ser tensas, distantes y con perma-
nente enfrentamiento, derivado, algunas veces, de celos, por el efecto de
pérdida de privilegios, cuando se han tenido. En estos entornos familia-
res, se instaura un sentimiento de vulnerabilidad que puede confluir en
pugna constante por mantener el lugar “pertenecido”.

Es que con dos de ellas no me las llevo, que son hijas de otra señora;
con mi otra hermana que se llama Carolina, con ella sí medio trato. (3,
H, Marcela, 2009)
Yo con ellas no la voy bien, porque mi padre ha tenido preferencias
con las hijas legítimas de él y eso me duele mucho. (8, H, Patricia, 2009)

168
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

En otras relaciones fraternales se mimetizan los conflictos al eludir


los encuentros con los hermanos o hermanas. Cuando los hijos o hijas
se quedan en diferentes hogares en la ciudad de origen y existen pocos
momentos de interacción, se genera distanciamiento y se debilitan sus
vínculos afectivos y emocionales.

Mi relación con mi hermano es buena, lo que pasa es que él a veces


le gusta encerrarse en su pieza y no sale, entonces muchas veces no ha-
blamos, ¿si ve?, pero bien. (3, H, Marisol, 2009)
Yo no intervengo con él mucho; él en su cuento y yo en mí cuento.
Nos vemos, hablamos de vez en cuando, aunque no somos los reami-
gos; pero sí, lo normal, no somos que mantenemos juntos ni nada, no,
porque él es muy mala clase, yo soy muy mala clase también. (8, H,
Carolina, 2009)
Las migraciones producen que usted ya no piensa en familia, ya us-
ted es por un lado y el otro por el otro lado, porque igual somos solo dos
hermanos y mi hermana vive aparte. (4, H, Carlos, 2009)

Cuando se rehúyen los encuentros como estrategia para evitar los


conflictos, se está poniendo en acción «el mito que enmascara la realidad
fraterna que es el convencimiento de que las relaciones entre hermanos
son siempre de cooperación y afecto […] cuando es sabido que las rela-
ciones de enfrentamiento y rechazo entre hermanos son frecuentes» (Gi-
meno, 1999: 97); implica reconocer que en las familias perviven signos
de relaciones distantes y contrapuestas.
Estas relaciones se mantienen desde lo funcional, lo rutinario de la
vida cotidiana, con un marcado distanciamiento afectivo y emocional.
Se quieren mostrar relaciones cordiales, pero subyace la ausencia de una
comunicación fluida que permita el encuentro desde los sentimientos, los
proyectos de vida, las visiones de mundo, las necesidades particulares,
entre otros. Lo anterior puede obedecer al temor no manifiesto de incidir,
desde los lenguajes verbales y no verbales, en el rompimiento de los lazos
que les unen, ante lo cual es mejor la distancia y el ocultamiento de lo
que se piensa y se siente.
Es común que en las relaciones entre hermanos y hermanas se pre-
senten dificultades debido a divergencias en la forma de ver y actuar en
el mundo, de cómo se asumen ciertos comportamientos, por la ausencia

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

de solidaridad para enfrentar situaciones difíciles y la falta de confianza


para compartir aspectos de la vida individual. Sin embargo, estas dificul-
tades hacen parte de la dinámica de la familia y de los procesos particu-
lares de cada integrante.

La comunicación. Eje de mantenimiento o ruptura de los vínculos


en la experiencia de la vida familiar transnacional
La migración internacional genera cambios en la dinámica comunica-
cional de las familias. La virtualidad, producto de los desarrollos tecno-
lógicos, se constituye en un dispositivo para mantener los lazos entre el
padre o madre migrante y sus familiares en origen, permite la circulari-
dad de información en torno a las vidas de los miembros de la familia,
así como mantener el poder y el control y desarrollar sentimientos de
cercanía, aun en la distancia. Internet —y el uso de cámaras web— pro-
veen a la familia la sensación de inexistencia de barreras territoriales; es
un sentirse acá o allá en la medida en que se registra lo que acontece en
parte de la vida cotidiana. Soporta la copresencia emocional y afectiva
permanente, a través de las opciones de la interacción.

Ella llama dos, tres veces, o cuando puedo también la llamo. No hemos
perdido la comunicación, ni diálogo, ni nada de eso. (2, C, Juan, 2009)
Papá llama muchas veces, yo creo que casi todos los días, lo máximo
que se demora en llamar son tres días. (3, H, Marcela, 2009)
Mi papá siempre llamaba, cuando nos encontraba a los tres, para
hablar con nosotros. (8, H, Pablo, 2009)
Casi todos los días hablamos y cada mes nos enviamos un video con
el niño, de cómo va evolucionando. (1; C, Consuelo, 2008)
Le ponemos el altavoz y la cámara, hablamos, así todos los días. Él
me ve cocinar, me ve planchar. Como es un portátil, yo lo traslado por
toda la casa. (4, C, Pilly, 2009)
Él llama una vez en el día; dos o tres veces si tiene algo pendiente. (5,
C, Aída, 2009)

La frecuencia de la comunicación contribuye a mantener los vínculos


y relaciones con el padre o madre ausente, y de él o ella con sus familia-
res. En la mayoría de las familias, la conexión a través de estos medios se

170
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

da entre tres y cinco veces a la semana, lo cual refleja periodicidad en las


interacciones virtuales.
Con el análisis de los relatos, observamos la necesidad del padre o
madre migrante de estar al tanto de la vida de sus hijos o hijas, a pesar
de depositar la responsabilidad del cuidado en un familiar y tener la
confianza que le proveerán las condiciones para vivir bien. Es clara
la intención y la acción para mantener el lugar que han tenido en la
familia; requieren cimentar las relaciones y los vínculos mediante el
uso de la tecnología de las comunicaciones, aún en familias de bajos
recursos económicos.

Por Skype todos los días hablamos con mi mamá, del trabajo, del
clima, del almuerzo, de mi novio, de cómo es su vida allá y como es mi
vida acá. (1, H, Johana, 2009)
La estamos viendo por internet y toda gomosa se mete al internet y
vamos a vernos todos los días; esa alegría de nosotros cuando la vemos.
(4, H, Alexandra, 2009)
Ella llama todos los días; por la mañana, antes de irse al jardín, la
llama; por la tarde, cuando llega del jardín…Está muy al tanto de todo
lo que ocurre con la niña. (2, C, Alberto, 2008)

A pesar de las bondades que ofrecen estos medios como garantía de


conectividad, se configuran en dispositivos que pueden generar tensiones
y conflictos entre el padre o madre migrante y sus familiares en origen.
Además de posibilitarles la reunión ‘virtual’, en algunas familias el en-
cuentro se ha convertido en un instrumento para ejercer poder autori-
tario, control sobre el actuar, pensar y ser; es decir, sobre las prácticas
cotidianas, como se ilustra:

Mi papá nos dice que nos ubiquemos delante de la cámara para po-
der ver cómo estamos vestidos, cómo llevamos el pelo, cómo estamos.
Pide que suban el altavoz del computador para podernos regañar y de-
cirnos todo lo que tenemos que hacer. (3, H, Maribel, 2009)

Las libertades individuales siguen atadas y con restricciones impues-


tas por el ausente-presente —generalmente el padre—, a través de la

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

imagen y la voz que emite por el computador o el teléfono. Un poder,


que en palabras de Foucault, citado por Calveiro (2005), alude a la rela-
ción de fuerzas entre quienes, social y culturalmente, se les ha otorgado
un lugar para dictaminar los rumbos de la vida de otros, en este caso la
esposa, hijos e hijas.

Yo prefiero no hablar con mi papá, ¿para qué?, para que me siga


regañando. (3, H, Marisol, 2009)
Bueno, hablamos siempre los cuatro de las cosas que están pasando,
pero cuando pasa algo, yo no le cuento porque después me regaña, o
sea, si hago algo malo y todos saben, yo no le cuento [risas] mejor que le
diga mi mamá. Él me regaña y yo me quedo callada, pero me gustaría
que él estuviese aquí, para que viera todo, y supiera todas esas cosas. (5b,
H, Margy, 2009)
A ellos a veces no les gusta hablar con el papá porque dicen “¡Ah! ya va
empezar con esa preguntadera”. A ellos no les gusta. (2, C, Mirta, 2009)

Estos y otros relatos indican la generación de mecanismos de resisten-


cia a la relación establecida, principalmente con el padre migrante, a fin
de tener condiciones de bienestar. En esta línea de ideas, Calveiro (2005:
19) plantea que en las relaciones parentales:

[Se] configuran relaciones asimétricas, que implican dos dimensio-


nes: una negativa y otra positiva; una represiva y otra generadora. La
primera se refiere a la capacidad de negar, prohibir, castigar. La segunda
es del orden de la creación, y de ella se deriva la posibilidad de producir
discurso, “verdad” y deseo.
El deseo por cambiar los cánones de interacción instaurados en la
vida de las personas y la familia y poder romper los lazos de control que
se han establecido en la vida cotidiana.

Así como algunos miembros de la familia manifiestan la intención de


no contacto con el padre o madre migrante —como dispositivo de huida
al atrapamiento en relaciones disimétricas que se han configurado en sus
trayectorias de vida individual y familiar—, algunos migrantes hablan
del silencio, de la no llamada, de la no conexión, que puede explicarse
por varios motivos. Por una parte, como estrategia de ocultamiento a los

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Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

problemas o situaciones difíciles que deben enfrentar y, por este meca-


nismo, no desdibujar la imagen mitificada de alcanzar los sueños con la
migración; por otra, para mantener en la clandestinidad relaciones que
han configurado en el sitio de llegada y que pueden poner en evidencia a
través de la llamada o la cámara. También existe un factor adicional: el
trasladado a sitios de trabajo donde el acceso a la tecnología es limitado.

Ahora ella llama muy poquito y es acosando porque se le acaba la


moneda. A veces llama semanal; a veces se demora quince o veinte días,
porque no ha tenido plata. Ella dice “mamá se quedó sin trabajo”. (3,
H, Andrés, 2009)
Yo no le he visto el empeño, siempre me saca un pretexto: “no he con-
seguido”, que “por aquí es muy difícil, ¡ola!”. “Pero yo no puedo creer que
vos no te dé por saber de qué grande están tus hijos”. Cuando él se fue la
niña tenía seis años, en este mes cumple trece (2, C, Mirta, 2009).

En algunas familias, a pesar de la comunicación virtual, las personas


asentadas en la ciudad de origen no comparten cierta información con
el padre o madre migrante, con el fin de evitarle preocupaciones. Son
conscientes que ante ciertas circunstancias de la vida cotidiana no van a
poder actuar

“Pero no le vamos a decir a mi mamá porque después mi mamá se


preocupa”, te digo. Ella siempre trata de no molestar a la mamá; siem-
pre ha cuidado de que… está por allá sola y que debe estar triste, solita,
y que no debe enterarse de sus cosas, así, para no hacerla sufrir; siempre
se ha cuidado de eso la niña. (5, C, Edy, 2009)

Son evidentes los efectos de la globalización e internacionalización


provocados por los medios de comunicación; ellos contribuyen a afianzar
la idea de un mundo con fronteras permeables, franqueables; los países
de otros continentes se vuelven cercanos y las familias empiezan a vivir
el ‘allá’ como algo próximo y aprehensible. Por los medios circulan y se
intercambian referentes simbólicos característicos de cada cultura, que
pueden ser incorporados en la vida cotidiana de las personas y las fami-
lias. En general, y como se plantea en párrafos anteriores, la interacción
que se viabiliza y concreta a través de tecnologías de comunicación, le

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

da a la familia la posibilidad de desarrollar el sentimiento de la presencia


emocional a pesar de la ausencia física.
Fueron pocos los relatos respecto a la finalización de la comunicación
entre el migrante y su familia, y en los casos presentados no fue posible
identificar las razones por las cuales no hubo más llamadas. Lo que sí es
claro es el sentimiento de abandono que provoca en los miembros de la
familia el distanciamiento generado por el padre o la madre migrante
cuando no se comparten los motivos que llevaron a ello.

Del celular de él contestó la primera, pero no más, no pasa. Contestó


una señora y dijo: “No, él no está aquí”, y se comprobó, se llamó y llamó
y después dijo que ese teléfono estaba envolatado. (3, H, Natalia, 2009)
Ella decía que la mamá no la llamaba, y como ella no dejó teléfono
donde ubicarla, ni dirección, ni nada. (3, C, Martha)

Otro aspecto importante que analizamos, alude a los temas de con-


versación que circulan entre las personas. Estos se mueven entre lo fun-
cional y los proyectos de vida de los hijos o hijas. Los contenidos de los
mensajes expresan la relación establecida, la densidad de los vínculos, los
lugares que ocupan las personas, las demandas que se hacen de acuerdo
con el curso de vida en que se encuentran los hijos o hijas, y también las
formas de pensar, ver y situarse en el mundo:

Ella y yo hablamos de cómo le va en el trabajo, de mi estudio, de mis


hermanos, de cómo estoy. (3, H, Patricia, 2009)
Él me pregunta todos los días que cómo estoy, que si me gusta al-
guien, me dice que me deja tener novio, pero yo sé que llegando el caso
le da un yeyo; es muy celoso conmigo. (8, H, Mónica, 2009)
Está muy pendiente, que cómo está, si le hace falta ropita, si tiene
una fiesta. (2, C, Alberto, 2008)

Es así como los mensajes que circulan entre los miembros de las familias
y el padre o la madre migrante giran en torno a las situaciones que vive la
familia, a demandas y requerimientos, tanto materiales como intangibles, de
los no migrantes y las posibilidades que tiene el migrante para satisfacerlas;
se sustenta la comunicación en la necesidad de responder al compromiso de
garantizar las condiciones necesarias para el bienestar de los hijos e hijas.

174
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

Estas maneras de la interacción virtual nos refieren la necesidad de


las madres y padres migrantes de mantener simbólicamente los vínculos
y las relaciones intrafamiliares, de sentir que existe cohesión en la familia
y de minimizar la tristeza por el distanciamiento que produce la lejanía
y la no presencia física. Al padre, madre y esposa o esposo les permite
reafirmarse en el lugar de control que han ejercido, cimentar la imagen
de padre o madre responsable, hacedor de bienestar para la familia.
Cuando se piensa en los contenidos de los mensajes que circulan en-
tre hijos o hijas y papá o mamá, se identifica en los primeros el interés
por conocer sobre el país de destino y constatar las condiciones de vida
del migrante; poder reafirmar o no el cumplimiento de las expectativas
que genera el mito de la migración, las condiciones que ofrece el país
como simbolización de paraíso.

Todos los días le preguntaba, “papi, y eso cómo van los papeles”. Él
me contestaba siempre que iban muy demorados, que las cosas no se
habían dado, pero que pronto iba a venir. Ella [madre migrante] y yo
hablamos de cómo le va en el trabajo, de mi estudio o de mis hermanos,
de cómo estoy, cosas así. (8, H, Mónica, 2009)
Yo lo llamo todos los fines de semana y hay veces que él me llama,
que me dice las cosas que pasan en Italia con mi familia y todo, aunque
yo no me acuerdo de mi familia bien, porque yo los conocí cuando tenía
seis años, pero si sé quiénes son. (5, H, Yoly, 2009)

Al adentrarse en los temas de conversación de la pareja, en Pereira


y Manizales, el diálogo, tanto en aquellos cónyuges que tienen sus vidas
separadas como en los que persiste el vínculo, da cuenta de un desplaza-
miento hacia los temas en torno a los proyectos de cada uno y alejamiento
de los de pareja. El proyecto en conjunto se subsume, se le da preponde-
rancia a aquel centrado en los hijos o hijas, en sus necesidades, demandas
y requerimientos, y en el papel del padre y la madre como protectores,
cuidadores y garantes de los sueños de ellos y ellas.

Pues él sí me llama y me dice que cómo están, que cómo van las niñas
en el colegio, y yo le digo que bien, sí, charlamos como amigos. (8, EC,
Amparo, 2009)

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Todos los días ella llama, a ver si está él, si está enfermo, si está alivia-
do, nosotros le preguntamos que cómo está, que cómo le ha ido y él nos
cuenta. (3, EC, Juan, 2009)

Lo colectivo se sustrae por lo individual. Emerge esa visión conven-


cional de familia donde el padre o la madre deben ser los garantes de la
estabilidad y bienestar de los hijos e hijas, juego perverso que mimeti-
za sus propias necesidades, requerimientos, deseos y sueños. Centrar la
atención en los hijos o hijas, se constituye en una fuga al sentimiento de
abandono que se pueda generar o que se le imputa al migrante por la
ausencia física, y en una forma de asegurar el afecto de los integrantes
de la familia.

Visitas esporádicas
Otro de los aspectos que consideramos en la sostenibilidad de las relacio-
nes y los vínculos en las familias con experiencia migratoria del padre o
madre, son las visitas esporádicas. En ellas circulan sentimientos, afectos
y mercancías, y se generan transacciones culturales y económicas, entre
otros. De igual manera, se constituyen en un dispositivo para afianzar o
debilitar los vínculos y las relaciones familiares. Estos movimientos de ida
y regreso no pasan inadvertidos; por una parte, despiertan la esperanza y
añoranza del regreso definitivo con la idea de la reunificación en el sitio
de llegada, lo que responde a una promesa hecha por el padre o madre
migrante al ir en la búsqueda de nuevas perspectivas, o como estrategia
para escapar de situaciones agobiantes de las relaciones familiares. Y por
la otra, generan tensión cuando no se desea el regreso del migrante —
principalmente el padre—porque con su llegada se pueden volver a vivir
episodios de agresión y violencia.
La presencia del padre o madre migrante no es neutral ni ajena; pro-
voca cambios en la cotidianidad de la familia, mediados por los intere-
ses, las expectativas, los temores, las dudas y las certidumbres de quienes
llegan y de quienes se encuentran en la ciudad de origen. Se instaura un
ambiente signado de emociones, afectos y sentimientos detonado por el
encuentro y por la convivencia transitoria; a partir de la presencia, se re-
definen los lugares y las formas de actuar y de situarse en la cotidianidad.
Con la llegada del padre o madre, quienes adquieren la connota-
ción, en palabras de Schutz (2003), de visitantes o huéspedes, se cruza el

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Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

tiempo individual y familiar con el tiempo de los migrantes, y dos condi-


ciones relacionadas con el lugar que ocupan. Se entrevera la condición
de migrante con la de ser el padre o la madre; esto provoca cambios en
las rutinas, hábitos, formas de relacionarse y de actuar de quienes con-
forman la familia; y tensiones, adhesiones, encuentros y desencuentros
dependiendo del lugar que se ocupe y se asigne en este encuentro.
Estos encuentros marcan las vidas cotidianas de las personas por
la emotividad que generan. Afloran sentimientos de añoranza y nos-
talgia por la familia ideal que, construida desde el sistema tradicional,
plantea que ser ‘familia’ se garantiza con la presencia del padre, la
madre y los hijos. Este imaginario constituye una fuerza de presión; se
quiere compensar el tiempo en que se ha estado ausente físicamente,
llenar el vacío que se ha provocado, estrechar los vínculos que se han
debilitado en la distancia. Se produce un afán por aprovechar al máxi-
mo el tiempo de estadía en la ciudad, de ahí la necesidad de expresar
sentimientos, compartir las experiencias vividas, querer siempre estar
juntos, en familia. Es decir, se irrumpe en la cotidianidad porque se
generan cambios en tiempos, lugares y actividades. Se configura un
escenario de emotividad.
En el afán por estar juntos, se devela un interés del padre o madre
migrante por ‘recuperar el tiempo perdido’, por compensar la culpa que
se experimenta por haber dejado a las personas que quiere y que son su
familia. Lo anterior lleva a prolongar los momentos de interacción, a sig-
nificar la presencia física como símbolo de afianzamiento de la relación y
de los vínculos. Al tiempo, se privilegia la agenda del huésped o visitante
y con ello se alteran los hábitos y las rutinas cotidianas; se desplaza el
estudio de los hijos por el tiempo para llevar a cabo las actividades pre-
paradas: paseos, visitas a familiares y amigos, movilización por centros
comerciales y recreacionales, entre otras actividades, se convierten en el
eje de la vida cotidiana mientras se tiene la visita en casa.

Son dos veces al año que nos vemos y no es mucho tiempo. Yo me


siento como la novia; a veces, cuando viene, me da pena de él, porque
como no convivimos todo el tiempo, yo todavía siento unas cosquillitas
en el ombligo. (4, C, Dalila, 2009)

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

En el plano material, el regalo juega un papel importante en la ex-


piación de la culpa; se convierte en un mecanismo de transferencia de
sentimientos, de afectos. En este sentido, se genera la expectativa por los
obsequios que se traen y sus características. Se trata de objetos de consu-
mo, algunas veces dotados de atributos tecnológicos que no hacen parte
de la cotidianidad de quienes están asentados en el país de origen. Ade-
más, se pueden convertir en dispositivos de distinción y prestigio social.
En estos lapsos, la armonía debe primar. Es el momento de experi-
mentar una vida paradisíaca; se genera un tipo de quietismo familiar. Las
situaciones del pasado y las formas de relacionarse pasan a un segundo
plano; es necesario que cada quien tribute al bienestar del padre o madre
que se ha sacrificado por su prole.
En cuanto a la organización de la familia, referida al ejercicio de la
autoridad, la visita del padre o madre detona tensiones respecto al papel
que ha asumido la cuidadora o cuidador de los hijos e hijas. Es clara la
necesidad del padre o madre migrante de ocupar el lugar ‘cedido’, de
restablecer su papel de ser garante del orden. Las madres desean recu-
perar su lugar y rol afectivo, mientras que el padre busca ubicarse en el
lugar desde el cual pueda ejercer la fuerza, el poder. Se refuerza en la
visita el mito de la migración como la mejor alternativa para configurar
mejores condiciones de vida.

El proyecto familiar. La experiencia de familias en situación


de transnacionalidad

Otro de los componentes que le dan soporte a la comprensión de la ex-


periencia transnacional, alude al proyecto que expresa la sostenibilidad
de la familia: la intención de garantizar la disponibilidad de recursos
económicos, afectivos, materiales y simbólicos para la sobrevivencia y
convivencia de sus integrantes, de manera especial la de los hijos e hijas
menores de 24 años que requieren cuidado y acompañamiento por parte
del padre o madre que ha traspasado las fronteras nacionales.
Este reto de comprensión parte de algunas reflexiones como la de
Hagerstrand (citado por Giddens, 2003: 146), quien indica que los
agentes no son meros cuerpos móviles sino seres intencionales con ob-
jetivos, lo que él denomina “proyectos”, es decir, aquello que los indi-
viduos tratan de realizar para ser puesto en acto. Implican el uso de los

178
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

recursos intrínsecamente limitados de tiempo y espacio a fin de supe-


rar las restricciones a que se enfrentan. El proyecto es una construcción
sostenible en el tiempo; es un proceso que incorpora sentidos, redes,
vínculos, significados; alude a la existencia de experiencia previa, o
sea, revela los precedentes vividos, a partir de los cuales se manifiestan
intereses o metas hacia el futuro.
En esta misma línea, Schutz (2003: 266), considera que el proyecto es
“mi acto venidero basándome en mi experiencia de actos ya cumplidos”.
En este sentido, para este autor implica una connotación personal. Sin
embargo, y con base en reflexiones anteriores, el proyecto, además de
responder a los intereses personales, se anuda y se estructura para antici-
par “la certeza de beneficios colectivos”, que no siempre se explicitan de
manera consciente. Los proyectos contienen expectativas, motivaciones,
objetivos y metas que, desde las condiciones y necesidades del tiempo
presente, pretenden conectarse con un tiempo futuro.
En otros términos, las acciones articuladas a proyectos de vida, cons-
truidos crítica y reflexivamente por cada actor social, se orientan desde
los motivos que contienen las acciones. Schutz retoma la distinción en
motivos “para” y motivos “porque” como elementos movilizadores de la
interpretación y concreción de las acciones (Sánchez, 2008). Siguiendo a
Schutz, los motivos “para” se refieren al futuro y son idénticos al objeto
o propósito para cuya realización la acción misma es un medio: es un
terminus ad quem. Los motivos “porque” se refieren al pasado y pueden ser
denominados razones o causas: son la referencia de un terminus ad quo.
Ambos motivos tienen connotaciones éticas y políticas sobre los sujetos,
en estrecha relación con los marcos referenciales desde los cuales se in-
terpreta cada realidad particular.
Desde estos argumentos, como plantean Suárez y Restrepo (2005), cada
familia o grupo familiar en sí mismo construye, desarrolla y vive un “pro-
yecto familiar” en tanto y cuanto exista, se mantenga y se defina como
familia. Los sujetos que conforman una familia establecen compromisos
diferenciables de acuerdo con el lugar y la obligación individual. Para la
realidad particular de las familias en situación de transnacionalidad, se ubi-
ca la reflexión desde el padre o a la madre, quienes piensan y actúan de
manera explícita en pro del ‘bien–estar’ propio y de los hijos e hijas que re-
quieren cuidado y acompañamiento. Y es aquí donde puede configurarse
el sentido y el significado del proyecto familiar, el cual expresa conexiones

179
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

emocionales, circulación de recursos tangibles y no tangibles, transacciones


culturales y decisiones políticas.
Sin embargo, considerar que el proyecto familiar se constituye en un
proceso que articula pasado, presente y futuro e indica la conjunción de
racionalidades individuales y colectivas no garantiza su cumplimiento.
Hay una mediación de situaciones y condiciones que marcan oportuni-
dades o límites al ámbito familiar desde lo personal, social, económico,
cultural, político y legal.
De manera particular, en las familias en situación de transnacionalidad
el proyecto no surge en el momento de migrar. Desde antes del evento
migratorio, padre o madre, hijos e hijas y otros familiares construyen sue-
ños y expectativas de bienestar individual y colectivo que impulsan a em-
prender la partida. Todo ello con base en promesas y acciones de agentes
conectados por el parentesco y por las convenciones legales y sociales que
le dotan de sentido y contenido, aunque no siempre la intención del pro-
yecto familiar se materializa con los resultados esperados y se pueden ge-
nerar tensiones por la diferencia entre los anhelos y las circunstancias que
se enfrentan. Luego del evento migratorio, el proyecto como trayecto de
acción se construye y mantiene desde las interacciones virtuales, las visitas
esporádicas, las remesas económicas y sociales; es decir, es un proceso en
constante movimiento, que implica su desarrollo, alcances y límites.
El proyecto familiar no es lineal. Su contenido deviene de los intere-
ses, de las respuestas a los requerimientos individuales y de las caracte-
rísticas particulares de cada experiencia relacional y vinculante, situada
temporal, espacial y generacionalmente, de cada agente familiar entrela-
zado en la experiencia transnacional.
La complejidad y diversidad de las familias —interacciones paren-
tales, de género, generación, orientación sexual y subjetividad puestas
en las dinámicas del ejercicio del poder y resistencia (Calveiro, 2005), y
configuradas en la trayectoria del grupo antes y después del evento mi-
gratorio— pueden detonar movimientos que conducen al cumplimien-
to, fractura, aplazamiento o desvanecimiento del proyecto. Desde esta
perspectiva interpretativa, identificamos tres componentes que confieren
sostenibilidad al proyecto en cuestión: la conexión emocional, las contri-
buciones económicas para el sostenimiento y la formación de patrimonio
familiar, y las expectativas de futuro compartido en las familias.

180
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

La conexión emocional
Este primer elemento da cuenta del enlace emocional entre la madre o
el padre con los hijos e hijas a través de la distancia. Se sustenta en la cir-
culación en doble vía (destino-origen) para conectar espacios y tiempos
cotidianos, mediante el intercambio de objetos, expresiones afectivas y
simbólicas, remesas económicas y sociales; así se construye un sentido de
la experiencia familiar transnacional:

Nos enviaba las cartas y poemas, y eso era bonito. Abrir la encomien-
da, las cartas, fotos. Después ya dijo que por internet; de ahí para allá
todo ha sido telefónicamente. (1, C, Yolanda, 2009)
Mantengo [madre migrante] muy pendiente. Si no llamo, me meto a
internet: “no tengo tarjeta, prendan el computador”. (2, M, Ingrid, 2009)

La comunicación constante favorece la sostenibilidad de promesas y


acuerdos, y la corresponsabilidad del padre o madre migrante con el
cuidador/a para proveer el bienestar de hijos e hijas. En los contenidos
de las comunicaciones emergen con fuerza las palabras de ánimo, de
reconocimiento del otro y del bien sentir colectivo.

Ellos hablan con el papá cada dos o tres días. Él los llama. Ellos se
sienten muy unidos a su papá. La niña pequeñita le escribe muchas car-
tas, se ven por internet. (3, C, María Fernanda, 2009)
Los domingos llama, aunque en semana, el día menos pensado llama
o nosotros llamamos. (8, C, Victoria, 2009)
Ella llamaba. Me decía “dígame la verdad”; ella ya sabía que algo me
pasaba. Yo sé que ellos se sienten mal, y si yo me siento mal, ellos decaen
allá y no es fácil estar tan lejos y sentirse tan triste. Cuando se las pillaba,
me tocaba decir sí me siento mal por esto, por lo otro. (1, H, Elsa, 2008)
Él [padre] nos dice que nos quiere. Yo le digo que se cuide. Le digo
muchas cosas para que no se sienta solo y sienta más fortaleza. (5B, C,
Alder, 2009)

La comunicación entre la familia en origen y destino, aporta a la


construcción de un escenario familiar virtual que se constituye en hogar
glocal, lo que indica que la distancia en sí misma no impide ni anula la
participación y sostenibilidad de una vida familiar. Ese hogar se proyec-

181
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

ta como una unidad de referencia y confluencia de hogares parentales


enlazados en una red vinculante más allá de las fronteras (Glick Schiller,
Basch, Blanc-Szanton, 1992; Faist, 2000; Guarnizo, 2004). Una manera
de sostener las conexiones emocionales es la validación recurrente de
las razones de la migración del padre o madre, para justificar de alguna
manera la separación y el sacrificio que esto implica.

Darles un bienestar a los niños; esa fue la razón. (3, C, María, 2009)
Él aquí no tenía trabajo y él quería un mejor bienestar para sus hijos.
(8, MC, Liliana, 2009)

En la vida de los hijos e hijas encontramos la expresión de la continui-


dad de referentes simbólicos y vivenciales del ejercicio de la autoridad,
las normas y la participación en la socialización y cuidado por parte del
padre o la madre migrante. Están en constante comunicación, con el
objetivo de ‘conocer qué pasa aquí y allá’, responder a las consultas, dar
consejos, otorgar permisos, incidir en la toma decisiones y en la vida de
los hijos e hijas. Eso confiere a la interacción virtual cualidades de pre-
sencia y de gran incidencia.

Ella [madre] conversa también con la niña sobre muchas cosas que le
puede guiar. La aconseja mucho. (8, C, Leticia, 2009)
Él [padre migrante] se ha vuelto más comprensivo, muy amoroso y
muy espiritual en el manejo del hogar. (4, H, Milena, 2009)
A pesar de que ellos viven allá, nos sentimos protegidos. (5, C, Kety,
2009)
Desde que ella [madre] se fue, llama dos o tres veces en la semana;
vino el año pasado y estuvo un mes. Nunca se ha desprendido de la niña;
es más, ahora está más pendiente. La niña también la llama mucho. (8,
C, Amparo, 2009)

Podemos afirmar que el mantenimiento de la fuerte conexión emo-


cional de la madre o el padre con sus hijos e hijas a través de la distancia
y la conformación de un hogar glocal, se anudan entre los inventarios
emocionales construidos personalmente en la experiencia y en la pro-
yección de vida familiar que se enfatiza en la protección de los hijos e
hijas. Este nudo demarca un umbral en el cual circulan pensamientos,

182
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

sentimientos, expectativas, logros y frustraciones: toda una gama de mo-


vimientos emocionales y afectivos que le dan contenido y hacen tangible
este componente del proyecto familiar.

Contribuciones económicas para el sostenimiento y la formación


de un patrimonio familiar
Con base en algunos planteamientos que enunciamos anteriormente, la
experiencia migratoria al exterior de padres o madres demarca una fuer-
te tendencia a garantizar el sostenimiento familiar, e insta a contribuir a
la formación del patrimonio.
Con relación al sostenimiento familiar, el padre o la madre migrante
remiten recursos económicos para gastos de la familia en el país de ori-
gen. Estos responden, fundamentalmente, a los requerimientos básicos
de alimentación, arriendo, vestido y salud, tanto de hijos e hijas como
de otros parientes. Para aportar a las condiciones de consumo de la fa-
milia también circulan, desde el país de destino, remesas no monetarias
representadas en productos alimenticios elaborados, que no eran de fácil
acceso para la familia antes de la migración:

También nos traen comida no perecedera. Traen bastante para los


cuatro meses, hacen los mercados de esos productos. (5, C, Kety, 2009)

Además, con la remesa económica se adquieren bienes muebles, entre


ellos el computador, que tienen connotaciones importantes para la fami-
lia en tanto se constituye en el medio garante de la interacción virtual:

Luego, la nevera, la lavadora, el microondas, todo, todo. (4, H, Ariad-


na, 2009)

En la línea de los aportes para el sostenimiento de la familia, desta-


camos los efectuados por las cuidadoras/es y la madre o padre no mi-
grante. Estas contribuciones, en algunas de las familias, complementan
lo enviado a través de remesas, mientras que en otras, se convierten en
la principal fuente de recursos para la satisfacción de las necesidades
básicas. Las redes familiares tienen un papel fundamental en la sosteni-
bilidad del grupo y por esta vía apoyan al mantenimiento del proyecto
familiar. Las diversas y sistemáticas ‘donaciones’ de las cuidadoras/es

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

garantizan todos o una parte de los recursos para el sustento cotidiano


de los niños, niñas y adolescentes, y se acompañan con sentimientos de
condescendencia, consideración y cooperación respecto a las situaciones
que atraviesan el padre o la madre migrantes en el país de destino:

Cuando tiene la oportunidad manda, pero cuando no, yo no le exijo.


Uno no sabe en qué situación se encuentre. (8, C, Leticia, 2009)
Ella [hija migrante] me llama: “Mamá, no tengo plata; voy a ver si
hago un trabajito por la calle y le mando. Hace como un mes me mandó
cien mil pesitos, no pudo más. (2, C, Mónica, 2009)
Casi siempre era entre los dos que nos daban todo. (1, H, Marcela, 2008)
Lo que ella manda a duras penas alcanza pa’ medio los gastos de
las universidades de estos dos muchachos. Nosotras dos trabajamos por
contratos y solventamos. (5, C, Kety, 2009)

Estos aportes se convierten en una alternativa, impuesta o acordada,


para compensar el déficit económico de familia en el país de origen y en
el país de destino. Los recursos tributados por cuidadoras/es provienen
del trabajo asalariado, de ventas informales y de la mesada pensional,
contribuciones que anteceden en tiempo a la experiencia migratoria. En
algunas familias, los recursos aportados incluyen garantizar un espacio
físico en la vivienda para los hijos e hijas del padre o madre migrante;
así mismo, solventan los requerimientos de alimentación, socialización y
educación familiar:

Mi mamá [no migrante] me aporta tal vez la estadía en la casa, la


comida, todas esas cosas. (2, H, Cristian, 2009)
Lo que ella hace [abuela] educando a mi hijo, yo sé que es mucho.
(2, P, José, 2009)

Disponer de recursos que permitan garantizar el consumo cotidiano


de acuerdo con los requerimientos y, principalmente, obtener un patri-
monio para la familia, son consistentes con las ideas de bienestar y ‘mejor
futuro’ para los hijos e hijas en las familias en situación de transnaciona-
lidad. En nombre de esas condiciones, padres, madres y otros parientes
realizan lo que para muchos significa un ‘sacrificio’. No obstante, en al-
gunos grupos que tienen la experiencia de la vida familiar transnacional,

184
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

los exiguos logros hacen que se detonen emociones y sentimientos de


vacío y frustración, y que se espere de modo insistente un final con las
metas cumplidas de ‘tener dinero, estar juntos y ser felices’. Además,
surgen otras situaciones en destino que llevan a desplazar la prioridad, y
demandas de quienes están en el país de origen:

Ella llora y me dice “mami yo la defraudé; yo no pude conseguir


nada. Yo me voy a ir, lo único que yo llevo en mis brazos es mi niña”.
Y yo le digo, “qué importa, mi amor, véngase que aquí no nos vamos a
morir de hambre”. (8, C, Rosalba, 2009)

No obstante el incumplimiento de promesas, para otras familias pri-


ma el reconocimiento del sacrificio que padres y madres migrantes rea-
lizan, respaldado de cierta manera por la esperanza de un cambio en las
condiciones laborales en el país de destino. Es esta una esperanza que se
sostiene en los principios altruistas que orientan las intenciones y actua-
ciones de los padres o madres migrantes respecto al presente y futuro de
los hijos e hijas: darles lo mejor.

Les digo: ella está allá por lo mucho que los quiere, tomó el sacrificio
de estar lejos de ustedes para poderles brindar lo mínimo que ustedes se
merecen, lo mínimo que necesitan. El objetivo de ella es conseguir su
casa y ya, a ver si se puede regresar. (2, C, Marino, 2008)
Yo estoy allá trabajando a brazo partido para darle lo mejor y que sea
una profesional. (4, M, Mercedes, 2009)
Ella está allá, ayudándonos, para algún día volver a estar juntos. Ese
es el sueño de los que migran, “sí, voy a ir a conseguir por allá plata y
cuando vuelva vamos a ser muy felices”. (4, H, Carlos, 2009)

Las tensiones que se pueden producir ante el incumplimiento de las


promesas pactadas antes y durante la experiencia migratoria, quizá pro-
voquen escenarios de ambigüedad y ambivalencia emocional entre la
presión cultural de las convenciones legales y sociales en las actuaciones
de padres o madres, y las condiciones concretas y reales que ellos expe-
rimentan en los países de destino. Estos escenarios hacen visible los giros
ideológicos y los desplazamientos identitarios que se pueden producir
sobre quien migra, como héroe/heroína o villano/villana.

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Desde la lectura de género, el esfuerzo que realizan padres y madres


migrantes —y no migrantes—para cumplir con la obligación económi-
ca muestra algunas tendencias que marcan distinciones. Respecto a las
madres, es significativa la constancia y permanencia en dar respuesta a
esa obligación frente a los hijos e hijas, un asunto que se puede traducir
en expresiones como «siempre ha enviado», «responde por todo», o «ya
puedo contar con alguien»; y en relación con los padres, se identifican
situaciones que hacen evidente el incumplimiento o inconsistencia con la
remesa económica: «daba más cuando estaba aquí».
A partir de los relatos, encontramos una mayor tendencia al reconoci-
miento del compromiso de las mujeres-madres frente a la obligación eco-
nómica y afectiva con sus hijos e hijas. Así mismo, en correspondencia con
las convenciones sociales y culturales las prácticas de cuidado expresan
un profundo arraigo de feminización desde el imperativo que es la mu-
jer-madre, quien mejor puede ocuparse del cuidado de los demás (Hays,
1998). En esta misma línea, en torno a las convenciones culturales, hace-
mos evidente la conexión entre las demandas de protección que brinda la
mujer-madre con el aseguramiento de un lugar físico para sus hijos e hijas.

Ella acá tuvo una casa. La vendió y ese dinero está organizado que es
para comprar otra casa. (8, C, Leticia, 2009)
Mi mamá compró esta casa, y ya aquí quedamos todos acomodados
y [con la remesa hacen negocios] los helados, el almacencito de varieda-
des. (4, H, Alexandra, 2009)

Garay (2006: 30), en su estudio sobre hijos e hijas de la migración,


afirma que una buena proporción de colombianos que antes de migrar
constituían un apoyo esencial para el sustento y la economía de sus fami-
lias, ahora lo siguen siendo motivados no solo por la existencia de víncu-
los afectivos con sus familiares residentes en el país, sino por la necesidad
de cumplir con las responsabilidades de manutención de los hijos e hijas
dependientes y que requieren cuidado.
Respecto a la formación de un patrimonio familiar, el aporte moneta-
rio del padre o la madre migrante antecede la experiencia migratoria y
se constituye en un componente importante del proyecto de vida familiar
transnacional. Está respaldado por la intención de invertir en la adqui-
sición de vivienda —un bien básico que pocas familias poseen antes de

186
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

la migración—, de establecer negocios o de ahorrar. Estas metas se vi-


sualizan a largo plazo y constituyen la justificación para continuar con la
experiencia migratoria; sin embargo, pocas familias logran alcanzarlos.
Entre las madres migrantes en las siete ciudades, las que no tienen
cónyuge destinan más recursos para compra o mejora de vivienda, inver-
sión productiva en pequeños negocios y ahorro, con la idea de tener una
base económica al regresar al país:

Mi mamá manda es para inversión; para forjarnos un futuro tanto


ella como nosotros. (8, H, Diana, 2009)
Mi mamá tiene un certificado de depósito a término fijo (cdt). Ese es
el único ahorro que hay. Sirvió para responder mientras estás arrendada
[vivir en casa de alquiler]. (5, C, Kety, 2009)
Gran parte de la montada del negocio también fue por ella [madre
migrante]. (1, H, Alejandra, 2008)

Otro de los sentidos que incorpora el proyecto familiar en el marco de


la experiencia migratoria del padre o madre en cuanto a la disposición
de un patrimonio, alude a la construcción de un capital social, el cual se
traduce en bienes culturales que provee la educación formal o la habilita-
ción de artes u oficios. Son recursos para la sobrevivencia y la movilidad
social en las trayectorias individuales.
Desde la escala de prestigio, la formación de capital social equivale al
desarrollo de las capacidades (Sen, 2007, 2000) y habilitación humana
(Giddens, 2003) para la obtención de satisfactores. Se traduce en garan-
tías para el acceso a diferentes niveles de la educación formal, en aportes
a las realizaciones del ser, en la cualificación de la capacidad de decisión
y acción (López, 2008) y, por ende, en la promoción del desarrollo huma-
no. Al mismo tiempo, es una manera de hacer visibles logros y avances
comparativos que dan reputación social en el contexto local –estudiar en
un colegio privado, en la universidad—. Los logros en la educación de
los hijos e hijas, y sus nuevos conocimientos, representan la concreción
de uno de los compromisos del padre o madre antes y durante la migra-
ción. Con la educación formal, apoyada con los recursos de la remesa
económica, se contribuye a la formación de un capital social individuali-
zado de hijos e hijas dependientes:

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Ella [madre] dice que donde no se hubiera ido él [padre], el hijo no


hubiera podido estudiar en un colegio privado, no podría estar en la
universidad, no tendría acceso a muchas cosas. (8, C, Nancy, 2009)
Él nos está pagando la universidad. (1, H, Marcela, 2008)
Cuando ella [hija] quiere algo o necesita algo, nunca le dice que no.
Todo esto es de ella. (2, C, Aura, 2009)
Ellos para su universidad siempre están presentes. (5b, C, Arelis, 2009)

A modo de síntesis, la sostenibilidad del proyecto familiar relacionado


con la constitución de patrimonio y el sustento cotidiano, está permea-
da por divergencias, tensiones, conflictos, incertidumbres, certidumbres,
acuerdos y consensos entre las personas que toman decisiones asociadas
al acceso, manejo y distribución de los recursos económicos, a partir de
las negociaciones que se realicen y las que no.
Las divergencias y contingencias son constantes. Sin embargo, en
estas familias se visibiliza la contribución económica y social decidida
mediante la remesa para el sostenimiento, el interés familiar por el bien-
estar, la seguridad y las oportunidades para los hijos e hijas dependientes
y el grupo familiar, representado en la formación de un capital econó-
mico, o patrimonio, y uno social, a través de la educación y la atención
de otros requerimientos que constituyen fuente de seguridad presente y
futura en la familia.

Expectativas de futuro compartido en la experiencia familiar


en situación de transnacionalidad
Un tercer elemento constitutivo de esta interpretación del proyecto fami-
liar corresponde a las expectativas de futuro compartido, previstas con el
retorno del padre o la madre migrante al país de origen, la reunificación
de los hijos o hijas en destino, o el compartir cotidiano desde la distancia
cuando ninguna de estas alternativas es posible.
La promesa y expectativa por el retorno del padre o madre migrante,
con el propósito de compartir la vida cotidiana desde la presencia física,
se constituye en un anudamiento emocional en la experiencia de la vida
familiar transnacional, que se enlaza con la esperanza del regreso y la
reiteración del sentido de la “unidad familiar”. En esta línea se man-
tienen o reclaman lealtades, matizadas con impotencia y sentimientos
de soledad, y la expectativa de un mañana promisorio y compartido en

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Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

el hogar local en el país de origen. Estas expectativas alientan y le dan


contenido a expresiones como «piensa venir», «venirse del todo», o «re-
gresar definitivamente».
El juego ambiguo entre la expectativa del retorno y el reclamo por su
aplazamiento indica la efectividad de la trampa del afecto. Esta despliega
sus estrategias en la presión de las convenciones sociales en torno al cui-
dado y el acompañamiento desde la copresencia física y, de manera más
significativa, en lo referente a los hijos e hijas en proceso de formación:

Lo que más quisiera es que volviera, porque no es fácil criar a los


hijos uno solo. (5b, C, Maye, 2009)
Lo futuro, vender la casa, y el proyecto de mi esposo de conseguirse
un carro para ver si nos quedamos de una vez, para terminar de criar a
los hijos, y ahora la niña. (5, M, Oleida, 2009)

Desde las convenciones sociales y culturales se ejerce presión y se ge-


neran expectativas sobre los hijos e hijas pequeños respecto al reclamo
de la presencia física del padre o la madre. Esto da lugar a construir
referentes de ‘orfandad y soledad’ tanto en quienes viven en el hogar de
origen como en el de destino, no obstante el mantenimiento de vínculos
emocionales y comunicacionales mediados por la interacción virtual y
las visitas esporádicas, como lo analizamos anteriormente:

Él me dice, “¿Mami, ya voy a tener un papá como todos los niños?”.


(1, C, Consuelo, 2008)
Mi papá se quiere venir a estar con nosotras; él se siente muy solo sin
nosotras y queremos estar juntos. (5b, H, Margy, 2009)

En algunas familias en situación de transnacionalidad, la expectativa y


promesa del retorno se nutre de argumentaciones que entrelazan diversos
motivos asociados a la demanda de la presencia física del padre o madre
en una estrategia de contención de ‘problemáticas’ como el consumo
de alucinógenos, compañías no deseables, bajo rendimiento académi-
co, deserción escolar, rebeldía, cambios de comportamiento, maternidad
temprana y riesgo personal. También de la mitigación de consecuencias
no buscadas que se relacionan con cierta ‘desconfianza’ frente a la efec-
tividad de quien cuida.

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Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Hace poquito tenía ganas de venirse ya para acá [hija migrante],


para ver si los muchachos dejan esa rebeldía. (3, C, Fany, 2009)
Ahora el muchachito está suelto, suelto totalmente. Ella [madre] me
dijo, ya con el problema: “Yo me voy, me voy. No me detengas”. Y yo
[abuela] ya le digo: “Véngase, porque no hay dinero que compense un
hijo que vaya por un camino erróneo”. (8, C, Blanca, 2009)
Los niños sueñan con ir allá y yo sí me sueño con que él regrese, por-
que ha sido muy complicado. Andresito llora mucho, David se encerró.
Cambió mucho. En su comportamiento se ven muchas cosas, eran muy
buenos estudiantes y los dos se relajaron. (4, C, Mireya, 2009)

Al tiempo argumentan otros motivos relacionados con el deseo de


estar juntos, porque corresponde al imperativo de la unidad y la cohesión
familiar como garante de estabilidad para los diferentes integrantes de
la familia. Como lo expresan Puyana, Motoa y Viviel (2009) y Herrera
(2010), la familia es uno de los principales factores que impulsa a regre-
sar. Significa volver al “lugar” donde el padre o la madre migrante tienen
su anclaje emocional y sentimientos de pertenencia familiar, cultural y
social. Diversas voces señalan la premura con que se espera y planea el
reencuentro definitivo en origen:

Ella dice que si no le dan el permiso de la reagrupación para llevarse


a la niña, mejor se viene. Prefiere venirse con las manos vacías, pero que
ella no se va a quedar sin su hija. (4, C, Vito, 2009)
Mi mamá [migrante] tiene un lote. Yo quiero trabajar con la condi-
ción que mi papá me siga ayudando para yo poder ahorrar y construir
una casa a mi mamá y que ella se pueda venir. (4, H, Miriam, 2009)
La idea de mi mamá es venirse. Cuando haya algo para hacer y ella
tenga algo de qué vivir, yo me voy para intentar traerla y hacer otras cosas
que acá no he podido, aunque he luchado mucho. (8, H, Diana, 2009)
Yo le digo que así sea que me salga de estudiar y trabaje, pero que ella
se venga. (4, H, Yesenia, 2009)
Siempre pienso en volver así pierda los papeles de residencia. No me
resigno a vivir siempre separado de mi familia. (1, M, Rodrigo, 2009)

La ideación del retorno se acompaña de ambivalencia, incertidum-


bre, temores y dudas al evaluar la experiencia antes de la migración, la

190
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

vida en el país de destino y la cotidianidad durante las visitas esporádicas


en origen:

Cuando vuelva quiero verlo transformado, porque antes no se le po-


día decir nada. Aparentemente ha cambiado. No sé qué piense él con el
hogar de nosotros. Me dice que lo espere. (5b, C, Heydi, 2009)

Algunas de las razones que sostienen este panorama de titubeos e


inseguridad se relacionan con el mayor aprecio del padre o la madre
migrante por la vida que llevan en el exterior:

Cuando vino fue diferente, pues él [hijo] ya no era un niño y ella se


sentía muy rara. Dice que ella no se imagina viviendo acá, que de pronto
cuando esté viejita y pensionada. (8, C, Nancy, 2009)

O con la posible separación de la pareja migrante y el retorno de la


madre migrante:

Al menos tiene su casita [la nuera migrante] para llegar, sí, yo in-
clusive esta semana le decía “sepárense, que no tienen por qué hacerse
daño”. (3, C, Nancy, 2009)

También con el curso de vida de los hijos o hijas adolescentes que


crecieron sin el acompañamiento directo del padre, y los ajustes que de-
berán hacer en la cotidianidad y en sus actuaciones cuando él retorne:

Nos tocaría acostumbrarnos a su presencia permanente y con otras


edades; ellos tienen otros resabios, no están acostumbrados a ver al papá
todos los días. Fue un cambio para irse y cuando vuelva va a ser otro
cambio. (8, C, Victoria, 2009)

Así mismo con el miedo a que el padre retorne, por el choque de


las rutinas y rituales construidos durante la migración y lo que se debe
asumir luego de ella; con la tensión entre la autonomía parcial o co-
yuntural de la esposa no migrante, el temor o menor disposición a
mantenerse bajo dominio, y el posible ánimo de control al retornar el
esposo-padre:

191
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Me causa miedo cuando él regrese porque ya no soy la misma persona,


yo no me voy a dejar decir como quizá antes lo hacía. (5, C, Marty, 2009)
Vivir con él va a ser difícil porque vivir tanto tiempo sin un hombre,
la vida sexual, todo. (1, C, Consuelo, 2008)

Otro de los aspectos que configura la expectativa del futuro compar-


tido en la familia en situación de transnacionalidad, es la posible reunión
con hijos e hijas o con la pareja en el país de destino. Se podría considerar
que el deseo de la unidad familiar se constituye en una expresión de la re-
presentación ideológica, y de las convenciones sociales en torno al anclaje
que requiere el cuidado y la socialización de los hijos e hijas en proceso
de formación. Sin embargo, esta valoración se somete a un juego ambiva-
lente en el que intervienen, por una parte, los constructos derivados de la
experiencia de vida en país de destino, y por otra, los arraigos culturales y
la añoranza por el paraíso perdido y el deseo de su recuperación.
Con relación a los nuevos aprendizajes en la vida cotidiana en el país
de destino, surge cierto temor ante la crianza de los hijos e hijas en un
contexto signado por prácticas y concepciones que ponen la libertad y
autonomía en escenarios donde las fronteras normativas (véase Micolta,
2008), desde el derecho de soberanía y tutelar de padres y madres, en-
frentan ciertos desvanecimientos:

Nunca ha querido que sus hijos vayan a vivir allá; dice que ese es un
país con muchos problemas para la juventud, y prefirió que se quedaran
acá conmigo en la crianza y educación. (5b, C, Mara, 2009)

Desde la mirada conyugal, la reunificación se somete a consideraciones


derivadas de la trayectoria de vida en pareja antes del evento migratorio:

Será cuando él [esposo migrante] decida, porque de mi parte no; si


me voy a ir, al yo hacerlo, cuando llegue tengo que ceder a todo lo que él
diga porque estoy allá, en su territorio. (5b, C, Enith, 2009)

Algunos padres y madres estiman que estar de nuevo juntos puede


facilitar el acompañamiento y autoridad directa, así como la ubicación
académica y laboral de los hijos e hijas. El mito del éxito en el exterior
acompaña los sueños y anhelos frente al futuro de sus hijos e hijas:

192
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

En un futuro no muy lejano los veo aquí conmigo y eso me hace feliz.
Sueño viéndolos aquí, trabajando, estudiando y labrándose un futuro.
(4, M, Jhon, 2009)
El interés mío es que me resulte un empleo para poder meter la rea-
grupación del niño, porque él me dice que se quiere venir conmigo. [La
mamá] me dijo que ella me firmaba los papeles. (2, P, Humberto, 2010)

En familias en situación de transnacionalidad que no han cumplido con


la expectativa económica que impulsó la migración del padre o madre, en
correspondencia con las condiciones encontradas y experimentadas en el
país de destino, la posibilidad de la reunificación se aplaza o se somete a la
espera de cambio en las condiciones de vida tanto en un país como en otro:

Estoy esperando que ella [migrante] consiga un trabajo estable, ter-


minar mi colegio y ver si me quedo allá. (8, H, Luisa, 2009)
Dice que se lleva a Kevin, pero que tiene que estudiar bien juicioso
hasta cuando se pueda ir. (3, C, Rubiela, 2009)
Él sí ha pensado en irse, pero mi hermana [migrante] dice que tiene
que estudiar. (3, C, María, 2009)
Por no interrumpir el colegio, pero en enero nos vamos las dos. Exce-
lente, porque vamos a estar el tiempo que no hemos estado juntas. (3, H,
Angie, 2009)
La niña dice que se quiere ir cuando tenga su bachillerato terminado.
(5, C, Edy, 2009)

Además de lo anterior, la reunificación también se encuentra a la es-


pera de disponer de condiciones legales.

En julio cumple los diez años. Entonces le dan la ciudadanía. Ella


[madre migrante/hija migrante] ha hecho tres veces la forma de llevarse
a los dos [hijos].En enero pasado mandó los papeles y les negaron la visa.
(3, C, Ligia, 2009)
Me he presentado [hija] cinco veces a la embajada y nada. (3, H,
Fernanda, 2009)
Obviamente, quisiera volver a estar con mi mamá. Hemos pensado
mucho, pero eso como que nunca se da, porque son muchos gastos, pa-
peles, muchas cosas. (8, H, Felipe, 2009)

193
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Poder estar juntos. Hay que esperar que ella (hija migrante/madre
migrante) tenga sus papeles; que no se vaya a llevar el niño a sufrir, ni
que ella vaya a sufrir, y que esté ubicadita. (8, C, Leticia, 2009)

Cuando se logra la reunificación, se produce un nuevo escenario de


convivencia familiar cruzado por las expectativas que se traen y las realida-
des que se enfrentan. Hay resignificaciones de la cotidianidad familiar en
cuanto a los tiempos, espacios, comunicación y nuevos códigos de interac-
ción correspondientes a un territorio que cambia de sentido para la con-
vivencia familiar de quienes llegan y de quienes actúan como anfitriones.
Las contradicciones en estos órdenes llevan a que se detone una di-
námica confusa y se tomen decisiones que establecen estrategias y prio-
ridades según parentesco y género. Las circunstancias de cada historia
migratoria pueden limitar o restringir las posibilidades de reencuentro
entre los miembros de estas familias, a tal punto que los planes se con-
vierten en ideaciones vagas e inciertas que se prolongan en el tiempo,
y dependen, en mayor medida, de condiciones externas que producen
nuevos conflictos y tensiones:

Está pensando en venirse del todo o quedarse allá. Él a veces piensa


así o él a veces dice: “Nos vamos a vivir a otra parte y estamos todos
juntos”. (3, M, Amparo, 2009)

El tiempo pasa y las expectativas del proyecto familiar respecto a


la idea de reunificación o retorno cambian, sin que desaparezcan; lo
esperado se contrapone a la realidad de vida que se lleva en el país de
destino y de origen; a la situación económica, las rutinas de trabajo, la
realidad en cuanto al cuidado, la red de apoyo, y en general, a los esce-
narios de la vida cotidiana familiar.
El momento del curso de vida que atraviesan los hijos e hijas al bus-
car la reunificación o el retorno es importante. Mientras se encuentran
en la infancia y en la adolescencia se clama por el regreso de la madre o
del padre, pero cuando están dejando la adolescencia, por lo general, en
búsqueda de autonomía, llegan a prescindir de su interés por la copre-
sencia física; no pueden ser pedidos por el padre o la madre migrante, o
construyen un nuevo proyecto vital con pareja o hijos e hijas.

194
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

Algunos factores externos invocados por los adultos en esta expectativa


de reencuentro se asimilan a fuerzas sobrenaturales o ‘pruebas’. También
al cumplimiento de requisitos de obtención de legalidad en el país de des-
tino, como son la documentación, cumplir el tiempo mínimo para solicitar
a los familiares o exigencias individuales para obtener “estabilidad”:

Diosito, yo sé que algún día va a decir “¡Ay! dejémosla que se reúnan


de nuevo”. Yo creo que son pruebas que él le pone a uno a ver si uno
desfallece. (2, C, Aura, 2009)
Ella [hija migrante] dice que si las cosas le funcionan, se los lleva. Y
si no le funcionan, le toca que se devuelva, porque es una experiencia
pero no se puede poner en riesgo el bienestar de los niños y más ahora
que la niña la está pidiendo a gritos, porque está en una edad muy difícil.
(4, C, Sara, 2009)

Estos hallazgos son similares a los expuestos por Luis Jorge Garay
(2006:105), en tanto las condiciones propias de los sistemas macro —como
las políticas migratorias restrictivas de los países de destino— generan
condiciones que prolongan a veces hasta por un tiempo indefinido el
reagrupamiento familiar o, al menos, un reencuentro temporal entre los
miembros de estas familias. Claudia Pedone (2011: 10), por su parte,
añade que los obstáculos jurídicos, laborales, residenciales y de la red de
cuidado impiden y también aplazan la reagrupación exitosa. Las leyes
siguen sin considerar la organización familiar de la población migrante y
continúan restringiendo el derecho a vivir en copresencia física.
Finalmente, se puede afirmar que la vida familiar transnacional pro-
duce una realidad compleja y diversa. Para algunas familias, se consti-
tuye en una oportunidad de concreción de sus proyectos de vida y de
formar equipajes culturales, emocionales y económicos que los habiliten
para disponer de una seguridad humana. Para otras, se producen giros y
movimientos hacia otras experiencias familiares y personales que pueden
provocar constricciones que vulneran y ponen en riesgo sus proyectos y
perspectivas de vida individual y familiar. Es decir, con los argumentos
anteriores buscamos aportar elementos para descifrar y comprender la
complejidad de la familia en situación de transnacionalidad.

195
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

Algunas consideraciones finales

El desarrollo interpretativo construido en este capítulo conduce a pre-


cisar, desde el análisis empírico, algunas consideraciones conceptuales
en torno a familia, relaciones y vínculos y proyecto familiar, las cuales se
constituyeron en punto de referencia para avanzar en la comprensión de
los cambios y conflictos que enfrentan algunas familias con experiencia
migratoria internacional.
Al revisar los antecedentes investigativos y las categorías establecidas
por las teorías transnacionales identificamos la noción de familia en ese
contexto, una denominación que se sustenta en el traspaso de fronteras
y el mantenimiento de vínculos entre país de origen y destino. En la
construcción de la consistencia analítica de esa noción, y con base en los
referentes empíricos, se deja abierto el debate en torno a la nominación
de la familia en situación de transnacionalidad desde varios ejes:
En primer lugar está el hogar como base de la tipología familiar, en-
tendido como la unidad de corresidencia y copresencia física. Ante las
nuevas dinámicas que puede presentar y provocar en la familia la mi-
gración al exterior —en particular la migración de padres o madres con
hijos e hijas en proceso de formación—, el hogar como unidad de corre-
sidencia localizado territorialmente, deja de ser el único criterio para la
definición de la tipología familiar.
En segundo término, los nuevos movimientos que presentan las inte-
racciones familiares en contextos de migración hacen visible la consis-
tencia o no de las vinculaciones emocionales, mediadas por los recursos
tecnológicos. Este nuevo tipo de organización de la cotidianidad familiar
se expresa en la configuración de un escenario familiar virtual, que es
denominado aquí hogar glocal. La forma se estructura en el entorno vir-
tual y emocional por la interconexión de personas en los hogares locales
situados en origen y destino; se nutre de la circulación, intercambio y
formación de capitales emocionales y simbólicos que soportan la expe-
riencia de una vida familiar transnacional.
Esta noción la apoyamos en los hallazgos presentados por Herrera y
Carrillo (2005) en familias del Ecuador, quienes expresan que los miem-
bros de familias con esas características están ligados no tanto por lazos
de parentesco sino por sus comunicaciones y prácticas de conectividad,
las cuales contienen expresiones afectivas y dependencias económicas.

196
Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para comprender la organización familiar

Además, comparten metas y se reconocen como familia ante sí mismos


y ante la sociedad que les rodea, en el país de origen y en el de destino.
Estas conexiones mediadas por las remesas en dinero o especie, y las
comunicaciones en doble vía, brindan sentido a la construcción y recons-
trucción de las nuevas y diferentes vidas cotidianas al tomar decisiones,
enfrentar conflictos, crisis, movilidad y compartir recursos y obligaciones
(Parella, 2007; Guarnizo, 2004). La distancia geográfica se conecta en la
coparticipación de imaginarios, experiencias y estilos de vida; no obstan-
te vivir separados unos miembros de otros, crean vínculos que les llevan a
sentirse parte de una unidad y perciben su bienestar desde la dimensión
colectiva en distancia física (Parella, 2007).
En tercera instancia, en la familia en situación de transnacionalidad
la dinámica relacional y vinculante expresa movimientos dirigidos hacia
su permanencia, consistencia, fisura, ruptura o reconfiguración. El pro-
ceso se encuentra conectado con las trayectorias recorridas por la fami-
lia desde antes del evento migratorio, pero que se detonan a partir del
mismo. Este planteamiento confronta la visión estigmatizada del hecho
migratorio en sí mismo como causa del deterioro o ruptura de la relación
conyugal, mas no de la relación parentofilial, insustituible. Esta última
debe diferenciarse de la consistencia fuerte, débil o inexistente que pueda
presentarse en los vínculos emocionales entre padre/madre con hijos o
hijas dependientes.
En cuarto lugar surge el significado del proyecto familiar como dis-
positivo que le da soporte a la experiencia de la vida familiar transna-
cional y a la existencia de la familia en situación de transnacionalidad.
Este proyecto —que se asume como los modos de coparticipación de
diferentes integrantes del grupo para garantizar condiciones y calidad
de vida que tributen al bienestar de la familia— implica una conexión
emocional a través de la distancia, la formación de capital social y
humano y la consolidación de un patrimonio familiar. También man-
tiene el propósito de la reunificación familiar o el retorno de quien
migra, situación que se puede cumplir o aplazar.

197
Gloria Inés Sánchez Vinasco, Luz María López Montaño, María Cristina Palacio Valencia

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205
Relaciones paternofiliales en el contexto
de la migración internacional
Yolanda Puyana Villamizar
Universidad Nacional de Colombia

Alejandra Rojas Moreno


Universidad Nacional de Colombia

Me quedó eso, porque yo antes cuando estaba con mi papá, yo era mucho más
tierna, pero a raíz de la migración de mi padre fui creciendo. No, yo no soy melosa.
(1, H, Paula, 2008)

Valernos por nosotros… […] nosotros, si ellos estuvieran acá, nos


quisiéramos mucho, pero seríamos más dependientes.
(1, H, Álvaro, 2009)

P
aula y Álvaro han interpretado de forma distinta los efectos cau-
sados sobre sus vidas por la migración internacional de sus res-
pectivos padre y madre. Mientras la joven se siente afectada en
sus emociones y en las relaciones con otras personas como producto del
conflicto asociado a este proceso, Álvaro, a pesar de que han pasado doce
años desde que la madre migró y de vivir dolores recurrentes, siente que
ha logrado mayor capacidad de gestión de sus acciones y autonomía.
Al significar distinto este evento, el curso de sus actuaciones también
varía. La diversidad de sus historias, así como las de otros hijos e hijas
de migrantes, nos muestran la necesidad de elaborar complejos análisis
a partir de los relatos en torno a las relaciones paterno/materno y filiales
cuando se presenta este cambio en el grupo familiar.
Después de analizar las familias en situación transnacional, en este
capítulo nos encaminamos a contestar el siguiente interrogante: ¿cómo
cambian las relaciones de padres o de madres con su prole, a partir de un
evento contextual como es la migración de ellos?
Hemos venido anotando en los artículos anteriores de este libro que,
cuando migran los padres o madres, el vínculo afectivo se convierte en
la fuerza central de la vida cotidiana transnacional y se transforma en
aquello intangible que une o separa a las familias. Aunque se viva en
países distintos, son estas relaciones emocionales las que mantienen los

207
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

amores o generan desamores, se diluyen o se transforman, producen ais-


lamientos o reencuentros.
Si bien persiste heterogeneidad de relaciones emocionales materno/
paterno filiales en situación de transnacionalidad, la migración de padres
o madres genera dinámicas particulares como dolores recurrentes, sole-
dades y carencias de quienes migran, y de buena parte de hijos e hijas
que se quedan, manifestaciones que son interpretadas, a veces de mane-
ra uniforme, como ‘traumáticas’ y productoras de iguales consecuencias.
Dentro de esta polémica y con las respuestas articuladas a la necesi-
dad de particularizar más este fenómeno, en el texto nos involucramos
en el análisis de las autonarraciones (Gergen, 2007)1 de hijos, hijas y
de quienes cuidan sobre sus relaciones emocionales en un contexto de
vida transnacional. Iniciamos con una exposición referida a los concep-
tos teóricos que hemos retomado para clarificar nuestra mirada sobre las
emociones y los cambios de las mismas, en el marco de las interacciones
afectivas entre padres, madres, hijos e hijas. Enseguida, interpretaremos
tanto estas relaciones como sus cambios a partir de las siguientes ten-
dencias: la primera la hemos llamado ‘te vas y te alejas’; se caracteriza por
la cercanía en la relación antes de la migración y el distanciamiento a
partir del proceso migratorio. La segunda la denominamos ‘te alejas y me
acerco’; conlleva una dinámica contraria, pues las relaciones eran distan-
tes antes de la migración y cambian durante este evento para convertirse
en cercanas. La tercera la titulamos ‘aunque te vayas, estoy contigo’; en estos
casos la cercanía emocional fluye a pesar de las nuevas circunstancias de
distanciamiento físico y no ocurre un cambio emocional entre padres,
madres, hijos e hijas que separe o acerque, porque se han sentido siem-
pre próximos. Por último, aparece la tendencia que hemos llamado ‘si te
vas, no me importa; igual, nunca has estado’, cuando las relaciones tampoco
se modifican, pues antes de la migración ya eran distantes y continúan
siéndolo después del evento.
Finalizamos el capítulo con el examen del significado del cambio en las
vidas de hijos e hijas cuando se realiza el proceso migratorio internacional
de padres o madres. Es posible reunir estas acciones en dos grupos bien

1 Relatos donde la subjetividad se compromete, se ponen en juego la emociones de quienes


conversan y, al tiempo, sus creencias están permeadas por lo que la cultura plantea acerca del
deber ser de la paternidad y la maternidad.

208
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

diferenciados: para unos, las autonarraciones (Gergen, 2007) se centran


en explicar cómo la migración causa en ellos o ellas situaciones límites y
efectos psicológicos perjudiciales; para otros, el relato se enfoca en que la
migración del padre o de la madre generó mayor autonomía y se sienten
como autogestores de su situación.

Una aproximación a los enfoques teóricos sobre las


emociones en las relaciones padres, madres, hijos e hijas

Con Humberto Maturana, afirmamos que en todo actuar humano están


inmersas las emociones —como disposiciones corporales a la acción—
que moldean nuestra vida social, desde las relaciones amorosas más ín-
timas hasta actos exaltados como eminentemente racionales (1995: 68).
Similar concepción plantea Eva Illouz (2007: 15):

La emoción no es acción per se, sino que es energía interna que nos
impulsa a un acto. La emoción puede definirse como el aspecto cargado
de energía de la acción, en el que se entiende que implica al mismo tiem-
po cognición, afecto, evaluación, motivación y el cuerpo.

Las emociones expresadas en la acción están insertas en las formas


culturales aprendidas durante nuestras historias relacionales (Jimeno,
2005; Illouz, 2007). Compartimos con Gergen (1996) que las emocio-
nes no se reconocen sólo a partir de las disposiciones corporales, como
ocurre cuando medimos la frecuencia cardiaca ante un susto, sino por el
modo como aparecen en los patrones de las relaciones entre las personas.
Por ejemplo, los celos no ocurren en la puesta del sol, sino en un contexto
de una relación de pareja. Aclara al respecto también Illouz (2007, 15):
«Lo que hace que la emoción tenga energía es el hecho de que siempre
concierne al yo y a la relación del yo, con otros situados culturalmente».
Persisten diferentes emociones en las relaciones; algunas nos unen y
fortalecen los vínculos, otras nos separan hasta romperse. Siguiendo a
Maturana (1995), encontramos que el amor es una emoción fundante
de las interacciones sociales, presentada en la concreción de la acepta-
ción del otro como legítimo, dado que en la convivencia creamos lazos
y se nos facilitan los intercambios con las personas. Por el contrario, la
violencia y los conflictos no resueltos nos separan, porque implican una

209
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

deslegitimación del otro o de la otra. En ese sentido, en toda narración


sobre las relaciones a partir de los recuerdos se encuentra una disposición
emocional hacia la acción y, al tiempo, en toda acción narrada por los y
las relatantes están inmersas las emocionalidades.
Abordamos las emociones cuando en la interacción humana expre-
samos los sentimientos2 a través del lenguaje. Ellas son producto de inte-
racciones gratificantes, de la sensación de sentirse amado o, en contraste,
de la frustración por las pérdidas de los afectos construidos. Además,
son con frecuencia ambivalentes según fluctúen entre el odio, los celos,
el amor, la tristeza, la sensación de impotencia, la soledad o el miedo.
Según Elkin Ramírez: «En toda relación humana, íntima y prolongada
los sentimientos de odio emergen al mismo tiempo que la admiración y
el amor» (citado por Jiménez, 2003: 52).
El primer escenario emocional se inicia en la lactancia, cuando el
recién nacido va interiorizando tanto el afecto como la nutrición y la his-
toria biográfica reproducida por su madre (Lorenzer, 1973). En medio de
relaciones emocionales padres, madres, hijos e hijas, o con quienes cum-
plen este papel, nos formamos para la vida social, apropiamos elementos
centrales para la identificación con una cultura, aprendemos el lenguaje
—llamado materno—, desarrollamos un sentido de pertenencia al gru-
po, a nuestro hábitat y, a la vez, nos apropiamos de una serie de creencias
que nos servirán como referentes durante el transcurso de nuestra exis-
tencia (Barreto y Puyana, 1997; Berger y Luckamn, 1968). La adquisi-
ción de la cultura se realiza en medio de encuentros emocionales con las
personas más cercanas; así, desde muy niño o niña, se va aprehendiendo
el universo simbólico, referente de la realidad, que a la vez se ‘objetiviza’
como la realidad, como nuestro mundo (Berger y Luckman, 1968).
Al tiempo, mediante un proceso de diferenciación que cada bebé hace
con respecto a la madre u a objetos de referencia primaria, al recibir y
compartir emociones, al aprehender a reconocerse como un ser diferen-
te e irrumpir en un conflicto continuo entre los impulsos individuales y
las demandas que la cultura produce, cada persona va construyendo sus
identidades. Como afirma Humberto Maturana (2002: 200) al referirse
a las relaciones padres, madres e hijos e hijas:

2 En este texto no hacemos diferenciaciones sutiles entre emociones y sentimientos.

210
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

La convivencia con nuestros ancestros tiene que haber sido íntima en


el encuentro, íntima en la cercanía, íntima en el compartir las dimensio-
nes del vivir: alimentos, quehaceres y caricias. Y tiene que haber sido así,
porque de no haber sido íntima, el lenguaje no surge como un espacio
recursivo de coordinaciones conductuales.

En medio de las relaciones entre padres, madres, hijos e hijas, y como


parte del aprendizaje de la vida social, la nuevas generaciones apren-
den las normas sociales, los simbolismos acerca de la masculinidad y la
feminidad, y entran en conflicto, como plantea Freud (1970), entre sus
impulsos individuales y lo que la vida social les demarca. En este sentido,
abordar las relaciones padres, madres e hijos implica reflexionar acerca
de la autoridad, como proceso de control de impulsos y el aprendiza-
je para compartir la vida social. Así lo enuncian Maldonado y Micolta
(2003: 191):

La autoridad, como la estructura normativa, a las formas de orden


en la familia, específicamente a las maneras de relación entre padres/
madres e hijos/as que regulan la interacción, le da coherencia a los vín-
culos y revelan el conflicto paterno/materno-filial.

Sobre el tema, Blanca Jiménez (2003: 59-62) señala que persisten dis-
tintas tendencias en el uso de la autoridad en los grupos familiares:

Unos asumen posiciones autoritarias, conciben la autoridad como un


mecanismo para disciplinar y en estos casos, como dice Michel Foucault
“el acento cae sobre todo en el código”; los padres autoritarios son más
rígidos con las normas y ante las trasgresiones responden con fuertes
sanciones […] Cuando las relaciones son democráticas, el poder circula
entre todos los miembros del grupo e incide en ellos/as, las normas rigen
para todos/as y si se refieren a los hijos/as, estos la acogen por convic-
ción pues existen razones que las sustentan.

En la actualidad, más que por los códigos disciplinares fundamenta-


dos en los lazos de sangre, la autoridad se relaciona estrechamente con
las historias relacionales entre padres, madres, hijos e hijas, y los afectos
y la legitimidad que han logrado dentro del grupo.

211
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Las creencias sobre la infancia que sustentan la autoridad y las for-


mas de castigo son diferentes: mientras el autoritarismo concibe que el
castigo estricto se justifica para ser un buen padre o madre, en la actua-
lidad, las relaciones afectivas legitiman la autoridad. Se reprime al niño
o niña porque se le ama y, en sincronía, ella o él responden como conse-
cuencia del amor que profesan a sus progenitores. Esta última forma de
autoridad ha sido construida en occidente, al tiempo que se reprimen
los impulsos generadores de violencia en las relaciones padres, madres
e hijos (Elías, 1998).
En Colombia los estudios realizados indican que las formas de auto-
ridad también han variado a través de la historia según las concepciones
que padres y madres han tenido sobre la infancia (Sáenz, Saldarriaga y
Ospina, 1997; Puyana, 1999; Maldonado y Micolta, 2003). Persiste hoy
la tendencia a la reconfiguración de representaciones sociales que ante-
ponen al autoritarismo formas más democráticas, que conciben al niño
o niña como un ser con derechos, «como la semilla que construirá un
nuevo mundo y el símbolo del futuro» (Jiménez, 2007: 359).
Como trataremos en detalle posteriormente, las relaciones entre pa-
dres, madres, hijos e hijas se plasman entre las familias cuando la migra-
ción obliga a compartir la vida en medio de circuitos transnacionales. En
estos grupos familiares se desarrolla lo que Guarnizo, Portes y Landolt
(2003) han denominado vínculos hacia abajo, desde los hogares gloca-
les3. Estos contienen estrategias bien novedosas y heterogéneas en rela-
ción con las formas de comunicación, el ejercicio de la paternidad o la
maternidad, la conformación de redes y las estrategias establecidas para
traspasar las fronteras4.

Las emociones se expresan en el lenguaje


Las relaciones emocionales se construyen y se expresan en las conver-
saciones, como producto de una interacción atravesada por el tiempo;
contienen una historia de continuidad y poco a poco se convierten en
una de las condiciones para establecer un tipo de interacción. Watzlavick,

3 Como se trató en el capítulo anterior, por hogar glocal se comprende aquel que mantiene
una vida activa trasnacional.

4 Como veremos a lo largo de este capítulo, además el tema ha sido abordado por autoras
como Russell Hochschild (2007), Riest y Riaño (2008), Herrera (2005), Parella y Solé (2006),
Salazar Parreñas (2000), Rivas y Gonzálvez (2008).

212
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Bavelas y Jackson, (1997) y Gregory Bateson (1993) argumentan que los


humanos nos comunicamos en dos niveles: el del contenido y el de la re-
lación. El primero, implica la comunicación a través de convenciones lin-
güísticas, de signos construidos arbitrariamente por la cultura. El segundo
—también denominado como contexto relacional— es el que le otorga
significado al contenido de las conversaciones. Todo lenguaje es polisémi-
co porque contiene «múltiples significados» y varios sublenguajes usan las
mismas palabras, pero con propósitos distintos. «Ningún acto del habla o
acción tiene solo un significado, éste está dado por el contexto en el cual
ocurre y por la perspectiva desde la cual es significado» (Pearce, 2010: 93).
Compartimos también con Jerome Bruner5 sus planteamientos acer-
ca de los relatos. Sostiene el autor que estos contienen dos dimensiones
al mismo tiempo. Por una parte, la acción, en la que los constituyentes
son los argumentos: agente, intención, meta, situación en instrumento.
Por otra, la reflexión sobre la acción, lo cual implica una conciencia so-
bre lo que cada persona piensa, siente o cómo percibe su actuar; ambas
instancias son complementarias y se expresan simultáneamente. Las ex-
periencias nos ofrecen la posibilidad de intercambiar con el mundo, pero
es a raíz de compararlas con las de los o las demás, en medio de nuestro
«lenguajear» permanente, que adquirimos conciencia de ellas.
Cuando una persona conversa acerca de sí misma en una secuencia,
evoca una narración especial que Gergen (2007) denomina autonarra-
ción. Esos relatos recogen las formas culturales propias de un contexto,
expresan el significado que le damos a nuestras vidas, de forma tal que
se convierten en eventos narrativos inmersos en la acción social. Tales
narraciones hacen visibles los eventos, las relaciones, proyectan cierto
futuro a partir de los valores con los que hilamos nuestra existencia y la
construcción de nuestra identidad.
Las historias se van configurando en nuestros procesos de socializa-
ción iniciales:

Nos hacemos inteligibles en el mundo social a través de historias […]


No sólo contamos nuestras vidas como historias, sino que también existe

5 Cuando Bruner (2004, 57) se refiere a los relatos, a diferencia de las narrativas científicas
fundamentadas en la lógica, plantea: «los relatos contienen desenlaces tristes o cómicos o ab-
surdos, mientras los argumentos teóricos son sencillamente convincentes o no convincentes».

213
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

un sentido significativo en el cual las relaciones con los otros u otras se


viven de forma narrativa. (Gergen, 2007: 157)

El autor propone el análisis de unas secuencias de la autonarración


más propias de nuestra cultura actual y del contexto social. Una primera
forma gira hacia la estabilidad enfocada en la idea de una identidad fija
y nucleada. Por el contrario, otra forma es progresiva y genera la idea
de llegar a algo y mirar las dificultades como un paso hacia ese gran logro.
Ese tipo de narración es bien común cuando en el contexto de las mi-
graciones se antepone cualquier sacrificio dentro de la meta de lograr el
bienestar de la familia. Finalmente, se presenta una narración regresiva
centrada en la derrota y la aflicción que permite generar —entre quie-
nes la validan— lástima o preocupación. Como más adelante veremos,
las formas de autonarración de los sentimientos y las secuencias de los
cambios de hijos e hijas a partir de la migración están articuladas a los
tipos descritos.

El cambio en las relaciones padres, madres e hijos. Una


aproximación a las teorías

En este aparte vamos a estudiar el cambio en las relaciones progenito-


filiales en dos dimensiones: desde una perspectiva, comprendemos que
los grupos familiares se dinamizan de acuerdo con los condicionantes
contextuales que les generan desafíos; desde otra, abordamos el cambio
a partir de lo microsocial, donde se inscriben las emociones y las pautas
que las conectan. Definimos, además, las relaciones padres, madres, hijos
e hijas como sistémicas, dado que retomamos la noción de sistema de
Heinz Von Foerster (1960), quien dice que el todo es más que la suma
de las partes y, para constituirse como tal, está sometido a una serie de
dinámicas internas que le caracterizan. Si bien un sistema es producto
de un esfuerzo de síntesis entre las fuerzas que lo definen, lo organizan y
lo constituyen a partir de relaciones de complementariedad y de interac-
ción armónica, también tiende a su disolución y cambio.
Cuando el sistema es abierto está sujeto a un permanente cambio —como
en el caso que nos ocupa de las relaciones padres, madres e hijos— y some-
tido a una serie de fuerzas contextuales e internas que le hacen variar su
estructura. Según Garciandía (2005: 129):

214
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Todo sistema contiene antagonismos, lo oculto, lo no demostrable,


aquello que pone en evidencia la desarmonía, lo opuesto, lo contradicto-
rio, lo que está forzando constantemente, la posibilidad de desintegración,
la muerte misma del sistema. El antagonismo representa la posibilidad de
desorganización, la anti-organización que antagoniza con la organización.

Es decir, todo sistema humano contiene una dinámica que tiende a


la unidad, a la integración o a la autorregulación. Mientras unas fuerzas
procuran el equilibrio, simultáneamente, otras tienden a la desintegra-
ción, al fin del mismo. Un sistema, como toda relación entre personas, es
cambiante e histórico y prolongado a través del tiempo.
Con el objeto de profundizar en la dinámica de un sistema relacional
en el que se presentan cambios, retomaremos el aporte de Watzlawick y
Nardone (1999: 120) quienes identifican al menos dos. El «cambio uno»
consiste en una dinámica que mantiene los patrones que producen la
homeostasis o pautas de la relación. Es decir, aunque se hacen movi-
mientos orientados hacia la transformación, estos conservan el sistema,
por lo cual se afirma que son del tipo ‘más de lo mismo’. Si observamos
las relaciones entre las personas como un sistema, encontramos que si se
intenta un cambio sin modificar las pautas que lo definen, se continúa
reproduciendo con las mismas características. Un caso típico referido
por varios autores es el mandato compulsivo a que se debe querer a un
padre o una madre, como si las emociones pudieran cambiarse a partir
de mandatos o razones. En este caso, estas disposiciones refuerzan la
situación que se está evitando.
El «cambio dos», se produce cuando se altera la pauta que conecta en
las interacciones que creaban el sistema, lo que genera nuevos componentes
relacionales de aquel patrón definitorio del mismo. Watzlawick y Nardon
(1999: 120), se fundamentan en la teoría de los tipos lógicos, según la cual se
concibe el cambio a partir de la desviación de la norma. Afirman:

Reestructurar significa cambiar el propio marco conceptual o emo-


cional en el que se experimenta una situación y situarla dentro de otra
estructura que aborde los hechos correspondientes a la misma situación
concreta igualmente bien o incluso mejor, cambiando por completo el
sentido de los mismos.

215
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Resaltan los autores, que lo que cambia es el sentido atribuido a la


acción que hace que una interacción sea recurrente y se forme un patrón
de la relación, y no los hechos referibles a este. Más adelante, veremos en
el análisis de las relaciones emocionales paterno/materno filiales que lo
que produce un cambio es la interpretación que los hijos e hijas hacen
de la migración, y no la migración de padres y madres en sí misma. Es
decir, hay un cambio contextual porque ya no van a vivir en el mismo
país, pero esto no siempre significa que las pautas con que se establecen
las relaciones emocionales se alteren una vez ellos o ellas han partido.
Ahora bien, en términos de los estudios de familia —y desde disci-
plinas como la sociología, la historia, la demografía y el trabajo social,
entre otras— hemos considerado los cambios familiares a partir de varias
fuerzas que los dinamizan. Las transformaciones en el contexto y las
innovaciones culturales son las nuevas fuerzas relacionales al interior del
grupo familiar (Kaluf y Mauras, 1998; Palacios, 2004; Arriagada, 2006;
Puyana, 2003; Pachón, 2007). Tanto para el caso latinoamericano como
para el colombiano, hemos apuntado a señalar el papel de los cambios
demográficos en los grupos familiares, el desarrollo de los medios de co-
municación y, en especial, los cambios en las relaciones de género como
aspectos que han remecido a las sociedades en la segunda parte del siglo
xx, e inicios del presente.
María Cristina Palacios (2004: 51) reflexiona sobre el cambio al inte-
rior de la vida familiar, y analiza cómo en medio de estas relaciones se
presentan tensiones entre géneros y generaciones: «se perfilan las conti-
nuidades y rupturas, entre la configuración de relaciones de solidaridad y
el individualismo, entre conflictos y consensos, entre la aceptación de las
normas y la innovación, entre los derechos y las obligaciones». Se refiere
además a que las relaciones configuradas al interior de las triadas relacio-
nales entre padres, madres e hijos son contradictorias, «pues mientras los
padres y madres han vivido de acuerdo con las formas culturales de una
época, los hijos e hijas viven desarrollos diferentes y un impacto distinto
del contexto social». Al caracterizar el futuro de la familia en América
Latina, María de los Ángeles Durán (2008: 20) menciona cambios inte-
resantes, en relación con las situación de las familias nucleares durante
la segunda mitad del siglo xx, cuando prevalecía población rural y una
alta fecundidad:

216
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

En los hogares, los cambios más importantes y previsibles a cor-


to y medio plazo estarán asociados con la urbanización, las personas
residirán en zonas y viviendas urbanas, la reducción del número de
miembros, especialmente de niños, el aumento de hogares uniperso-
nales de personas de edad avanzada y la drástica modificación de las
relaciones internas de poder y de división del trabajo, con tendencias
hacia un mayor igualitarismo, acceso de las mujeres al mercado de
trabajo, autonomía de los hijos y creciente proporción de padres de-
pendientes. También será más frecuente la convivencia parcial tipo
lat (living apart together).

En la investigación sobre padres y madres en cinco ciudades (Puya-


na, 2003), estudiamos las transformaciones culturales de la paternidad
y la maternidad durante la segunda parte del siglo xx, al comparar los
recuerdos de los progenitores acerca de sus infancias con la forma como
se percibían ejerciendo sus tareas socializadoras en el momento de la
entrevista. Encontramos que se han configurado cambios en la autori-
dad, los significados de los hijos e hijas, las expresiones de los afectos, la
proveeduría y el trabajo doméstico.
A continuación analizaremos el cambio en las relaciones entre pa-
dres/madres e hijos/ hijas a partir de la configuración de cuatro tenden-
cias, en las que hemos agrupado la heterogeneidad de situaciones que se
presentan ante los procesos migratorios de los primeros.

Sentimientos y cambio en las relaciones entre padres/


madres e hijos/hijas después de la migración

Un espacio vacío en mi vivir


(1, H, Fernando, 2009)

Con esta hermosa frase Fernando sintetiza el sentimiento de dolor y de


pérdida debido a la migración de la madre al exterior. Una emoción si-
milar es experimentada por buena parte de los hijos o hijas que por una
u otra circunstancia han vivido la partida de sus progenitores, cuando
han tenido previamente una relación afectiva6. Según Pauline Boss, las

6 Como veremos posteriormente, en la cuarta tendencia no se presenta esta ambigüedad a

217
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

pérdidas en las interacciones afectivas se producen cuando las personas,


aún viviendo juntas, se distancian emocionalmente, o cuando ocurre la
separación física o muerte de un ser querido (2001). Ahora bien, para
calificar la pérdida en situaciones diferentes de la muerte, propone el
adjetivo ‘ambiguo’: «De todas las pérdidas que experimentamos en las
relaciones personales, la pérdida ambigua es la más devastadora, porque
permanece sin declarar, es indeterminada» (18).
En el caso de las migraciones internacionales de padres y madres se
presenta una pérdida de este tipo, al ser oscilante y continua, con cierta
presencia en la distancia; mientras se tejen sueños y expectativas sobre
esta relación, los vínculos adquieren una especificidad. Aunque el padre
o la madre están físicamente ausentes, mantienen la presencia psicológi-
ca y en la mayoría de los casos se buscan formas vinculantes a través de
diversas estrategias comunicativas.
La sensación de pérdida genera sentimientos de dolor continuo o re-
currente, un profundo abatimiento, falta de interés por el mundo exterior,
menor capacidad de amar y una inhibición de la actividad según a quien
se atribuye, de acuerdo con la inversión afectiva por lo perdido (Gonzá-
lez, 2006). A diferencia de la muerte —que provoca el rompimiento del
vínculo entre las personas y genera un duelo profundo—, en las separa-
ciones ocasionadas por la migración, el duelo no se elabora; la persona
sigue viva y los vínculos afectivos se hacen más cercanos o distantes según
ciertas circunstancias. Se mitiga el dolor con las expectativas de posibles
reencuentros y las alegrías que estos producen. Circunstancias como el
envío de una remesa social o económica, una comunicación telefónica,
un nuevo conflicto, una fecha especial, una visita al país de llegada o de
destino con los consabidos rituales de festejo y de despedida, inciden en
la oscilación de las relaciones emocionales con el o la migrante y, por
tanto, en que se aumente o atenúe el dolor (Falicov, 2001).
Hemos planteado atrás que entendemos por relaciones emocionales
aquellos vínculos afectivos, cuya fuerza oscilante nos sitúa entre la cerca-
nía y el distanciamiento. Cuando nos referimos a una relación cercana,
queremos decir que padres, madres, hijos e hijas consideran sus nexos
como estables y productivos. La diada relacional es capaz de construir

partir de la migración, debido a que en el momento del evento migratorio no se había cons-
truido un vínculo o este ya se había perdido.

218
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

actos de habla sin grandes dificultades, porque la comunicación fluye y se


emplean signos comunicativos que permiten con facilidad una compren-
sión mutua. La relación responde a las expectativas de los involucrados;
persiste una respuesta de los progenitores en la responsabilidad económi-
ca, se generan expresiones de afecto en la comunicación y un ejercicio de
la autoridad sin graves conflictos antes o después de la migración.
Cuando nos referimos al distanciamiento en las relaciones padres/
madres-hijos/hijas, encontramos que las anteriores características se
ven distorsionadas. Persisten frustraciones en las expectativas sobre la
relación paterna o materna; se dejan de cumplir responsabilidades de
tipo económico; las frecuencias en el contacto, así sea a través de la co-
municación telefónica o virtual, se alteran y son escasas, no se sabe de
qué conversar. Se evita expresar el afecto o fluyen más bien hostilidades,
mientras que la autoridad se torna conflictiva o se deja de ejercer.
Las narraciones consideradas en esta investigación sobre las relacio-
nes con la prole, después de la migración internacional de padres o ma-
dres, fueron diversas. El análisis inductivo (Strauss y Corbin, 2002) nos
mostró que, en unos casos, se mantuvo cercanía, mientras que en otros
prevaleció el distanciamiento. Con el objetivo de comprender esta diná-
mica perfilamos las cuatro tendencias7 que describimos al comienzo de
esta exposición. Si bien cada una de ellas agrupa situaciones comunes,
al compararlas entre sí podemos contrastar la variedad de las relaciones.
Estas predisposiciones se convierten en elaboraciones teóricas que, a pe-
sar de ser nutridas por los relatos, se distancian de ellos y van adquirien-
do una configuración propia.
Cada una de las tendencias contiene cuatro categorías acerca de las
relaciones padres/madres e hijos/hijas durante el proceso migratorio: 1)
la interacción antes del evento migratorio; 2) la decisión para migrar; 3)
las formas de comunicación y expresión de los afectos, y 4) el ejercicio de
la autoridad.
Si bien la migración de padres y madres a otros países significa un
cambio en la convivencia diaria, los vínculos, así referidos, presentan una
dinámica diferencial específica que hemos descubierto al analizar los re-
latos. En unos persiste el «cambio dos», como lo anota Watzlavick —un

7 ‘Te vas y te alejas’; te alejas y me acerco’; aunque te vayas, estoy contigo’; ‘si te vas, no me importa; igual, nunca
has estado’.

219
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

cambio en el patrón de la relación emocional—, mientras que en otros


no se produce una transformación en la relación y se permanece en el
“cambio uno”, en el sentido de que se mantienen y no se cambian las
relaciones emocionales (1999).

‘Te vas y te alejas’. Cercanía en la relación antes de la migración


y distanciamiento a partir de ella
Lo primero que hay que decir es que las y los jóvenes entrevistados manifes-
taron recuerdos sobre el evento migratorio de sus progenitores desde edades
tempranas; sin embargo, su autonarración, dado el requerimiento de la in-
vestigación, es elaborada después de los 17 años —ya pasados varios años
desde la partida—. Cuando ellos reflexionan sobre los hechos ocurridos en
la niñez, responden a partir del presente, condicionados por un ambien-
te cultural que ha incidido en que algunos incorporen en sus narraciones
principios de la psicología o el psicoanálisis para entender su vida; también,
influidos por un contexto que considera necesario, para el desarrollo de la
infancia, la presencia de los padres, especialmente de la madre.

Los vínculos emocionales padres/madres e hijos/hijas antes


de la migración
En los eventos de la migración de los progenitores, los hijos e hijas que
gozaban de una relación cercana con el o la migrante rememoraron con
nostalgia los encuentros transcurridos cuando quien partió habitaba en
Colombia. En el caso de Hener (5, H, 2009), cartagenero, hijo de padre
migrante a Venezuela desde el 2007, manifestó que mantenía una fluida
expresión de afecto entre él y su padre, pero a partir del evento migrato-
rio evidenció una clara ruptura:

A veces que salíamos; me llevaba a pasear donde la abuela, me gusta-


ba darle un abrazo: “papi, que todo bien, te quiero mucho”; “hijo, pór-
tate bien en los estudios”. Un padre bueno hasta el momento que se fue.

Carlos (2, H, 2009) trae a cuento recuerdos similares:

Con mi papá la relación era buena, era buena persona, salía con uno,
recochaba, lo que sí notaba era que con mi mamá peleaban mucho, pero
nada más es lo que recuerdo.

220
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

La madre de Sergio relata:

Bailaban, cantaban, porque mientras ellos estaban haciendo el oficio,


prendían el equipo a todo volumen, porque Sergio expresa todo lo que
hace. Entonces ellos veían los partidos de Millonarios juntos, salían a ju-
gar fútbol; esa es la pasión del papá, pues entonces ahí se le fue pegando
al niño. Todo el día pendiente de él; lo metía a bañar con él y él era el
que estaba pendiente de organizar —pues la comida y todo siempre la
hacía era la mamá—. Siempre el niño dormía era con él, todo. Tenían
una relación muy cercana, por eso es que tengo tantos problemas ahori-
ta con Sergio, porque se fue él […]. (Verónica 1, C, 2009)

Todos estos niños y niñas han vivido la partida de los padres con una
sensación de pérdida en la relación, porque cuando estaban en la misma
ciudad, compartían con ellos. Sus progenitores se comportaban como pa-
dres presentes cuya vinculación trascendía al tradicional papel de provee-
dor que solo se ocupa de la asistencia económica. Construyeron una pater-
nidad a través del intercambio de expresiones de cariño, incluso abrazos
y besos; compartían la recreación conjunta y la comunicación continua,
a pesar de los problemas de pareja entre quienes vivieron una separación
conyugal. A estos padres los hemos denominado ‘en ruptura’ o ‘en cons-
trucción de nuevas paternidades’ (Jiménez, 2008; Puyana, 2003); para
ellos la migración implicó un fuerte resquebrajamiento de la interacción
afectiva construida y significó un quiebre emocional con sus hijos o hijas.
Con relación a la partida de la madre antes de la migración, algunos
hijos e hijas hacen comentarios acerca de que antes vivían en una familia:

[…] muy unida, pues vivíamos pues normal, estábamos todos muy
unidos, ya cuando ella después se fue, ya como que a nosotros nos afectó
mucho. (3, H, Andrés, 2009)

Esta asociación entre el antes de la migración con la sensación de la


unidad familiar, con la madre como eje de la misma, trae como conse-
cuencia la creencia de que la partida de ella genera la crisis e, incluso, la
destrucción en el hogar. Esto tiene que ver con las tradicionales relacio-
nes de género, que consideran la maternidad como el cimiento del hogar.
En el caso relatado, aunque la madre trabaja dos jornadas en España y

221
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

vive muy ocupada, cuando se hacen las acusaciones no se exalta su papel


de proveedora y las largas jornadas de trabajo a que está sometida; más
bien, en los relatos se le culpa de abandono y se reproduce la concepción
habitual de familia nuclear como el único modelo útil para el desarrollo
emocional de niños y niñas (Pedone, 2010).
En estas añoranzas persiste una clara diferenciación por género.
Cuando se trata de la migración materna, se compara el antes y el des-
pués y se recalca cómo la unidad familiar se centraba en la madre, por lo
que se perdió esa condición. Pero cuando migra el padre, la nostalgia se
centra en su calidad afectiva y la cercanía existente, sin responsabilizarlo
de la desintegración familiar.
La mayoría de los o las migrantes de esta tendencia partieron cuando
los hijos o hijas estaban en la primera infancia o en la adolescencia; los
menores no se tuvieron en cuenta a la hora de tomar la decisión. En al-
gunos casos, la prole ni siquiera fue informada del proceso de partida de
la madre, como ocurrió con Santiago (1, H, 2008) y su hermana, quienes
volvieron a comunicarse con ella solo dos años después de su partida,
cuando ella residía en otro país, situación que les ocasionó un sentimien-
to de abandono y un resquebrajamiento de la relación. Analicemos la
narración de la hermana de cuatro años cuando la madre migró:

Estaba muy apegada a ella, se la pasaba llorando y pues mi papá le


ponía una foto de ella en la cama, como para que se pudiera dormir. (1,
H, Santiago, 2008)

En este momento, el dolor está ligado a la sensación de pérdida de ese


objeto relacional afectivo primario, como es la madre (Lorenzer, 1973).
En el caso de estos hijos e hijas, se ha desaprovechado la posibilidad de
un ritual de despedida que, como plantea Celia Falicov (2001), permite
mitigar la sensación de dolor ante la pérdida que significa la migración
del padre o la madre.
Ante la dificultad de expresar el dolor a la madre directamente, se
va deteriorando la relación con el tiempo. Así comenta el adolescente lo
ocurrido cuando la madre vino a visitarlos después de cinco años:

Mi hermanita ya no la quería a ella como a una mamá, ni salía con


ella. Cuando mi mamá vino acá, se decepcionó mucho pues, por parte

222
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

mía y por parte de mi hermana, no le prestábamos amor como mater-


nal. Yo, por mi parte, a veces sí salía; a veces no, no me gustaba pasar
tiempo con ella. De pronto porque como que haber dejado de ver mu-
cho a una persona como que tú dices: “no, yo todavía la quiero mucho”,
pero cómo te acercas a esa persona como que no, ya no siente ese cariño
o como la esencia que había antes, ya no.

Santiago identifica una dualidad en sus sentimientos: la quiere; cuan-


do no comparte en la distancia, siente afecto, pero, al tiempo, ante el
encuentro y la interacción física, prefiere evadirla, porque fluyen resen-
timientos. Si bien el mandato cultural de hijos e hijas hacia los padres es
el amor o, por lo menos, el respeto, la herida que dejan algunos de ellos
o ellas en su prole, al sentirse abandonada por la migración internacio-
nal, se manifiesta directamente con expresiones de odio, de hostilidad o
con indiferencia. El odio se une con el conflicto afectivo como veníamos
analizando (las cursivas son nuestras):

No la amo con ese amor de madre, si no el respeto, no hay ni amor, ni


nada. A mí me hizo harta falta y yo creo que hacia ella en estos momen-
tos está ese odio, pero igual, yo la respeto. (1, H, Santiago, 2008)

Recordemos, para este caso, lo expuesto por Pauline Boss (2001, 19):
«la pérdida ambigua puede ocasionar problemas familiares y personales,
no porque exista un defecto en la psiquis de aquellos que la experimen-
tan, sino por situaciones fuera de su control, impedimentos exteriores
que obstaculizan rematar la pérdida o el duelo».
En esta tendencia se produce una ruptura de los vínculos emocionales
a partir de la migración y, por tanto, un proceso de «cambio dos», en el
sentido elaborado por Watzlavick, Bavelas y Jackson (1997), ya que la pauta
de la relación varía: va desde el acercamiento afectivo hacia el resquebra-
jamiento que se produce en medio de situaciones complejas y dramáticas.
En otros casos, los sentimientos de odio se asocian con el incumpli-
miento de los migrantes en torno a expectativas de reunificación familiar.
En el caso de David, según se relata, porque el padre generó una expectativa
de reunificación durante diez años, pero no cumplió, por lo que se sintie-
ron engañados:

223
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

A David [dice la cuidadora] lo embarga un dolor tan grande en su alma


que yo misma he tratado de hablarle y decirle que no: “¿para qué guardarle
resentimiento mijo?, de todas formas es tu papá”. (1, C, Sonia, 2008)

También ocurre el distanciamiento cuando no se informa con sinceri-


dad sobre la vida en el país de llegada. Esto ocurrió con una de las entre-
vistadas, quien tuvo la sensación de perder a su madre migrante cuando
se sintió desplazada por el nacimiento de otro hermano en el exterior, ya
que no sabía que sus padres se habían separado y habían conformado
otras relaciones:

Yo decía que no, que no era mi hermano, que yo no lo iba a querer,


que yo odiaba a mi mamá, que pobrecito. También, “lo tienes que respetar,
perdónalo”. (1, H, Silvia, 2008)

Cuando los hijos/hijas son infantes y la madre migra, el vacío afec-


tivo que esta situación genera es colmado por las cuidadoras —general-
mente abuelas—, quienes, a través del contacto permanente y cotidia-
no, construyen una relación que recrea la materna. En algunos casos
las madres migrantes no han estado dispuestas a entablar un contacto
cotidiano con sus hijas:

Yo siempre le estoy diciendo que llame a su hija, que no la olvide, que


le pregunte, que le hable, que le diga, que está en una edad la más difícil
de todas. Entre ellas la comunicación es poca. Yo pienso que ella no tiene
el rol de mamá como lo tengo yo; yo soy la que más ha educado a su hija.
Cuando hablan, le pide cosas materiales y le dice: “mami, manda esto”.
Pienso que ellas dos son como más desprendidas. (4, C, Abril, 2009)

El proceso de cambio desde la cercanía hacia el resquebrajamiento de


la relación se asocia con una transformación de la imagen positiva de los
padres o las madres:

Se fueron borrando esas ideas, esas acciones buenas que tenía con él.
La imagen se fue convirtiendo de algo bueno a algo malo; un papá irres-
ponsable, aparte de que se portó muy mal. Complementa estas ideas con

224
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

el dolor de sentirse abandonado: me siento como muy triste al ver que


él se está olvidando de nosotros, mucha decepción con mi padre. Porque
nos está abandonando, cuando se dé cuenta, que no sea demasiado tar-
de. (5, H, Herner, 2009)

Aunque los o las migrantes tratan de establecer estrategias de comu-


nicación como las llamadas por teléfono, con frecuencia esas herramien-
tas no resultan efectivas; los acercamientos se frustran dado que los hijos
o hijas sienten perdida la confianza en la relación:

[…] Se ha debilitado porque no es lo mismo que tenerla aquí. Yo


quisiera contarle muchas cosas, pienso que estaríamos mejor si todos
estuviéramos juntos acá… Así ella volviera en estos momentos, nunca
sería igual que antes. (3, H, Felipe, 09)

La distancia en la relación padres, madres, hijos e hijas se asocia con


los conflictos de pareja, debido a dificultades previas, acentuadas con la
migración y el rompimiento de la diada marital. De forma que estos pro-
blemas son percibidos por los niños, niñas o jóvenes como suyos, porque
los resentimientos fueron proyectados hacia la prole. El caso narrado a
continuación ilustra muy bien este proceso:

Al principio, la relación era muy buena. Es que él era un esposo


ejemplar; nosotros vivíamos muy bueno, cada año hacíamos como un
balance de cómo nos fue, siempre estábamos programando el futuro, mi
hijo fue el más deseado del mundo entero. (4, C, Orfa, 2009)

Ambos migraron a Estados Unidos. Luego retornó la madre a vivir a


Medellín con su hijo, en medio de un intenso conflicto en la relación de
pareja. El padre cumplía con la proveeduría al principio de la separación,
según la madre, “muy apretado pero muy cumplido”. Con el tiempo, se
acusa un distanciamiento:

Una vez mi hijo alcanzó a escuchar por teléfono que él había dicho
que a él no le interesaba tener un hijo, así que le iba quitar el apellido,
eso fue como traumático para él.

225
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

En la actualidad el migrante no tiene ningún tipo de contacto con su


hijo, porque este último desde hace varios años decidió que no deseaba
saber nada de su padre. Posiblemente el migrante con esta frase quería
herir a la esposa, pero acabó por romper la relación con su descendiente.
El caso de Heidy (5, C, 2009) —cuya vida también está muy marcada
por la posición de la esposa— es similar. Con dolor dice que su esposo ha
cambiado con ella y con sus hijos. Cuando él se fue, estaba muy atento a la
familia, pero ahora ella sospecha que tiene otra relación. Comenta que era
un buen padre, muy pendiente y se comunicaba con mucha frecuencia; les
enviaba una remesa que alcanzaba el 50% de lo que ganaba en Venezue-
la. Sin embargo, el distanciamiento entre la pareja se ha reflejado en la re-
lación con sus hijos: ya no les llama tan seguido, las remesas disminuyeron
considerablemente y entre los hijos existe incertidumbre sobre el retorno.
En todos estos casos falta un diálogo entre los migrantes —especial-
mente por parte del padre— y la prole. Surge el temor de descubrir otras
relaciones en el exterior, lo que provocaría un ciclo de mayor resenti-
miento y dolor, no solo para la diada marital, si no para la paternofilial.
Así ocurrió con Paula (1, H, 2008), quien en la adolescencia se enteró de
que su padre migrante tenía otro hogar en Argentina. El proceso causó
mucho dolor porque la nueva esposa del padre envió unas fotos de la otra
familia dentro de unos regalos que él mandó.
Al analizar desde la perspectiva de género las formas de abandono
aquí referidas, encontramos una mayor tendencia de los padres migran-
tes a alejarse. En su texto sobre la familia y cultura en Colombia, Virgi-
nia Gutiérrez (1999) identificó una tendencia de los hombres de la región
Caribe a conformar nuevas parejas, sin tanta consideración por mante-
ner un vínculo afectivo con los hijos e hijas de las uniones anteriores, se-
gún la creencia de que los hijos “son pa’ su mae”. En nuestro estudio hemos
identificado estos eventos en todas las ciudades por parte de los padres.
Entre las madres migrantes persiste la mayor tendencia a mantener los
lazos después de la migración. No obstante, se presentaron algunos casos
en Pereira, Bogotá y Medellín en los que la partida de las madres implicó
el desprendimiento afectivo con su prole.

La autoridad ante el distanciamiento afectivo


Cuando se produce una crisis y se sienten resquebrajar los vínculos afec-
tivos —paterno o materno— entre los migrantes y sus hijos e hijas, se

226
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

genera una enorme dificultad para mantener la autoridad de los prime-


ros. En ese sentido, la consecuencia del distanciamiento en la relación
lleva a un rechazo de la prole en lo que respecta a la aceptación de los
padres o madres migrantes como figuras legítimas de autoridad. Así lo
explica Felipe (3, H, 2009), quien rechaza la autoridad de su progenitora:

A veces discutimos, porque ella me quiere imponer cosas con las que
yo no estoy de acuerdo, y no es así, porque ella no está acá y para mí es
muy difícil que me entienda por qué hago las cosas que hago8.

Otra descalificación en la autoridad fue expresada por Silvia (1, H,


2008), quien presentó intensos conflictos porque consumía drogas y dejó
varias veces el colegio. Recuerda una vez que la tía cuidadora la encontró
y le contó a la madre:

Esa misma noche llamó mi mamá y mi tía le contó. Mi mamá se puso


furiosa […]. Y mientras tanto bajó mi prima a decirme: “Marica, están
hablando con su mamá”. Entonces yo la miré y le dije: “Pues marica, la
verdad, lo que diga mi mamá no me importa, igual nunca ha estado”.

Además se generan conflictos con el cuidador o cuidadora, como


ocurre con la madre de Santiago (1, H, 2008). Ella trataba de ganarse el
afecto de su hijo con las remesas y le daba regalos en contra de la volun-
tad del padre cuidador. El muchacho recuerda:

Cuando yo perdí sexto, mi mamá compró un computador entonces


como que mi papá [le dijo]: “Ah, pero usted, que si perdió el año, ¿cómo
va a hacer eso?”. Por ejemplo, ahoritica en décimo, cuando perdí el año,
mi mamá me llevó a Cartagena y mi papá: “No, que cómo se va ir a
Cartagena”… que antes un premio y así.

La forma tradicional del autoritarismo también es empleada por las


y los migrantes para sancionar cuando no pueden establecer control.
Una de ellas es no oírles por teléfono sus problemas y conflictos con las

8 Ante la falta de los y las migrantes, la autoridad es ejercida por la cuidadora, como se va
analizar en el capítulo quinto acerca del tema.

227
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

cuidadoras y, otra, usar la violencia cuando vuelven a convivir, como le


ocurrió a David cuando el padre retornó. Este quiso hacer cumplir las
normas y para ello lo golpeó; logró, más bien, el aumento del resenti-
miento. Así relata la cuidadora lo ocurrido:

Fue a los pocos meses; él no llevaba sino dos o tres meses de haber
llegado. David no le hacía caso en algunas tonterías, por ejemplo, que no
malgastara el agua de la ducha… lo agredió en la ducha. (1, C, Sonia, 2009)

Hasta aquí hemos analizado la primera tendencia cuyo cambio oscila


entre una relación cercana antes de la migración hacia un distanciamien-
to después de la misma. Al comparar la dinámica presentada con otros
estudios, encontramos que Salazar Parreñas (2000), afirma que unos hijos
perciben la migración de su madre como un abandono. Sonia Parella,
al investigar sobre las familias migrantes de Perú y Ecuador, encuentra
niños deprimidos que siempre lloraban por la ausencia de sus padres, lo
que se manifiesta en el resentimiento, la rebeldía y la lejanía afectiva hacia
los mismos (2007: 174). Pero más adelante, la autora también concluye
sobre una situación inversa porque la migración no aleja emocionalmente
a todos los hijos e hijas, como analizaremos en otras tendencias.

‘Te alejas y me acerco’: relaciones distantes que se transforman


para lograr cercanía

Para que lo reconozca todos los días le manda besos imaginarios


(4. C, Piny, 2009)

Antes de la migración de su padre, el hijo de Piny no sabía mucho de él. Sin


embargo, una vez se marchó, ambos empezaron a usar los medios de que
disponen —principalmente virtuales— para mantenerse comunicados y ex-
presar sus afectos. En esta tendencia se aglutinan dos situaciones: El caso aquí
citado —niños y niñas que construyeron la relación con el migrante mientras
crecieron en la distancia física— y el de quienes antes de la migración ya pre-
sentaban conflictos familiares que habían resquebrajado la dinámica relacio-
nal. En ambas situaciones, después del evento migratorio se genera un mayor
acercamiento afectivo. Nos preguntamos entonces: ¿qué procesos se asocian
con estos cambios?

228
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

El distanciamiento afectivo antes de la migración


Se encuentran varias modalidades en lo que atañe a esta tendencia. En la
primera, la migración de los padres se presentó a edades muy tempranas
de los hijos, de forma que los recuerdos sobre la presencia del progenitor
fueron mínimos y se desarrolló una relación afectiva en la medida que
hijos e hijas crecían. Esto a partir de las imágenes construidas por las
madres (en la mayoría de los casos). Como recuerda Kelly (4, H, 2009):

Yo al principio como no sabía quién era, pues como yo tenía como


un año cuando nos separamos. Vino cuando yo tenía cuatro años, cuan-
do yo lo vi, no sabía quién era, pero ya después él iba por mí a la escuela,
y ya sí le decía papá, pero antes no. Yo decirle, “papi, que esto y lo otro”,
no. Luego, él nunca me llamaba; de mi papá, ni idea; mi mamá siempre
fue al tiempo mi mamá y mi papá.

Un caso significativo en esta tendencia es el de Myriam (4, H, 2009),


quien tenía una relación lejana con su madre migrante, y su cuidadora
era su soporte afectivo. Antes de que la madre partiera a Venezuela, re-
cuerda que vivían en Lorica:

Mi mamá trabajaba todo el día y yo me la pasaba en mi casa con


mi nana, y ya cuando mi mamá comenzó a trabajar en el almacén, fue
cuando yo empecé a tener más relación con ella, porque cuando yo era
más pequeña, yo duraba hasta dos días sin verla.

Desde esa época la madre cela a su hija con la nana y fue impositiva
hasta generar rechazo.
Por su parte Mónica (1, H, 2009), quien vivió desde muy pequeña un
conflicto fuerte entre sus padres, explica por qué tenía recelo:

La familia paterna no estaba muy de acuerdo con que su hijo, el


hombre de la familia, el varoncito, el consentido tuviera que casarse y
llevar a una mujer a la casa, entonces como que no querían mucho a
mi mamá. A mi mamá le tocó irse de esa casa y volver con mi abuela;
entonces yo nací y, pues, yo fui criada por mi abuela y mi mamá.

229
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

En otros casos, especialmente durante la adolescencia, la relación


tampoco fluía y se había instaurado un conflicto de autoridad. Así co-
menta Beatriz (4, H, 2008) de Medellín:

Yo tenía quince en una época donde tenía muchos resentimientos


con ella, porque no comprendía su historia familiar, en parte la desco-
nocía, y no sabía de dónde venían muchas actitudes de ella. Uno como
adolescente que le da pena de la mamá, que la odia.

Ángela (1, H, 2008) también vivió conflictos por dificultades en la


comunicación y en las expresiones afectivas con su madre; no se sentía
comprendida por ella, porque la madre se había convertido a una reli-
gión y quería que su hija se acogiera a esas mismas creencias. En ambos
casos vivieron la migración como un descanso para el vínculo.
La bogotana Erika (1, H, 2008), en la adolescencia sentía su relación
con el padre como lejana:

Mi papá siempre ha sido muy seco y muy frío. Nosotros, así, casi
muestras de cariño o algo así con mi papá nunca, hasta ahora. Pero
si él llega a la casa como “hola niñas”, entonces nosotras obviamente
estamos mirando televisión en el cuarto de los papás, saludábamos al
papá y ya ese era como todo el contacto. “¿Cómo te fue en la univer-
sidad?”, “bien”, “¿notas, están bien?, ¿sí?”, “tuve un parcial”, “¿cómo
te fue?”, “bien, hum, voy a salir hoy”, “¿con quién, para dónde?”, “no
sé”… Sí…, mi papá, eso sí, él es muy seco, muy serio y muy reservado.

De las situaciones narradas como distancias afectivas entre los proge-


nitores con sus hijos e hijas previamente a la migración, las más comunes
fueron ocasionadas por abandonos paternos desde muy temprana edad,
fenómeno que en buena medida obedece a una sociedad más tolerante
con que los padres procreen sin asumir la responsabilidad del cuidado
de sus hijos o hijas. Finalmente, en otros casos las distancias surgieron
por conflictos comunes en la adolescencia, ya que se habían aislado de
sus madres o porque no fluía la relación con sus padres. Vamos ahora a
analizar los procesos de cambio en estas relaciones que, después de la
migración, acercaron a padres, madres, hijos e hijas.

230
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

La distancia se transforma en cercanía


Un primer cambio ocurre en los casos en que las madres viven una bue-
na relación de pareja con los migrantes y los esperan. Ellas tienden a
construir el vínculo de sus hijos e hijas con los padres a pesar de la au-
sencia física. Ocurre con Jairo, hijo de Victoria (1, C, 2008), cuyo padre
partió a Estados Unidos cuando apenas tenía un año:

[…] desde el primer momento yo empecé a hablarle que el papá


estaba en su corazón, así él no estuviera físicamente, lo estaba acompa-
ñando. Yo le llené el cuarto con muchas fotografías de Helmer; le escribí
un cuento del papá y de la familia, se lo leía todas las noches antes de ir
a dormir y le contaba dónde estaba el papá, por qué se había ido y Jairo
lo sabe. El hablaba mucho con el papá y hoy, por ejemplo, le decía en la
mañana: “Papi, ya te faltan 150 días para volver”.

Similar papel ha jugado Piny de Medellín con su hijo que padece hi-
drocefalia y otras malformaciones genéticas. El padre, presionado por la
falta de recursos, viajó a España cuando el niño tenía menos de un año;
ella le ha construido una imagen positiva:

[…] mi hijo es muy tierno, le compone, le escribe, compone can-


ciones, le canta, todos los días le manda besos imaginarios. Él lo tiene
que ver, le tiene que hablar, él le dice que lo extraña, que lo quiere. Él
ha crecido así; nosotros como no estamos allá y no nos podemos tocar,
entonces nos decimos muchas cosas.

Angie (3, H, 2009), quien vivía con su padre social, su madre y sus her-
manos, no conoció al padre biológico porque migró sin haber establecido
un vínculo afectivo con su hija. Con el tiempo, la madre decidió romper
la relación actual y volver con el padre de la entrevistada; acomodó las
circunstancias para que sus hijas se separaran del padrastro, aunque te-
nían una relación muy próxima con él. En la medida en que se organizó
un encuentro amoroso con el migrante y él vino a visitarlas, se acercaron
padre e hija y establecieron interacciones afectivas. La niña siente cariño
por ambos padres; aunque la madre cree que ya resolvió su situación. Así
se expresa al respecto:

231
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Uno fue el que me crió y a él le debo mucho, y mi padre Luis [mi-


grante] porque es quien me dio la vida y lo amo mucho. Hay veces como
que quiero más a mi papá de crianza que a él, pero hay otros días en que
yo lo quiero tanto como a mi papá verdadero.

La madre recuerda la reconquista del migrante a sus hijos:

Nos fuimos a pasear; compartimos con la familia de él, con la mía,


jugaba con ellos, mejor dicho, lo que no hicimos en diez años, lo hicimos
como que en un mes. (3, C, Amparo, 2009)

En contraste con la tendencia anterior —el conflicto en la relación


incide en el distanciamiento entre los hijos/hijas y los migrantes—, en
esta los acercamientos entre la pareja van a influir en la cercanía de la re-
lación con la prole. Esta situación obedece a que los niños y las niñas van
estableciendo vínculos emocionales en la triada relacional con el padre o
la madre influenciados por el ambiente afectivo vivido entre la pareja, al
tiempo que hijos e hijas perciben los amores y desamores, así se quieran
ocultar (Bernard This, 1982). Entonces, en el caso específico de cuando
el padre está ausente y apenas se ha tenido una interacción mínima con
él, la madre cuidadora desempeña un papel central ya que transmite sus
reacciones afectivas hacia el migrante, establece estrategias encaminadas
a que los niños o niñas construyan el vínculo, y está en capacidad de ge-
nerar nuevos encuentros comunicativos —virtuales y telefónicos— que
van a permitir acercamientos y la proyección de una imagen positiva.
Un segundo cambio acontece cuando la relación se ha roto y los
hijos e hijas crecen distanciados de quien parte. Los padres migrantes
logran proponer una reconstrucción y nueva dinámica de la relación;
obtienen una respuesta positiva en ellos y ellas, quienes pueden separar
los resentimientos ocasionados por los conflictos familiares anteriores.
Así acontece con Mónica (1, H, 2009), quien después de varios años de
incomunicación y cuando ya alcanzaba la adolescencia se unió de nuevo
con su padre:

[…] Luego empezó a venir aquí a Colombia y ahí fue cuando lo


empecé a conocer, pero yo le tenía como miedo. Ahora para mí él es
muy importante, yo lo quiero mucho, lo respeto hasta cierta medida. No

232
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

te voy a decir que es una figura ¡uf¡, un modelo a seguir, no. Pero si lo
quiero mucho por ser mi papá, o sea, yo si no me dejé alimentar desde
el rencor y esas cosas.

En este caso, el padre busca a la hija de nuevo; ella responde, se inte-


resa por sus demandas y le visita a Estados Unidos, de forma que ambos
reconstruyen la relación. Su expresión: “por ser mi papá” tiene que ver
con el reconocimiento de los lazos de sangre, que en nuestra cultura son
considerados tan importantes para configurar el vínculo emocional, a
pesar de haber estado antes distantes.
Similar dinámica se presenta entre Kelly, de Pereira, y su padre, ya que
él, de un momento a otro, la llama desde España y le manifiesta su arrepen-
timiento por haberla abandonado. La hija evita seguir resentida y alejada:

Como a los doce años, me pide que me meta a internet y me dice


“bueno, veámonos”. Al momento que él me vio, empezó a llorar y a
decirme que lo perdonara; ya, después de ahí, empezó fue a cambiar, a
llamarme más de seguido, ya mi papá nos mandaba cosas muy buenas.
(8, H, Kelly, 2009)

En el caso de Javier (8, M, 2009), migrante de Manizales, también


tuvo la iniciativa de llamar a su hija Estefanía, al tiempo que procuró
aclarar las circunstancias de unas relaciones paralelas que tenía con su
madre. Dice:

Lo más importante para mí es tratar de mantener ese vínculo con


ellos, así sea por teléfono, porque la distancia y el tiempo es el que hace
que el amor se vaya acabando y yo no quiero que eso pase; por eso trato
siempre de estar pendiente.

Nicolás, de Cali (2, H, 2009), quien no conoció a su padre antes de


la migración porque era muy pequeño, fue aún más enfático en aceptar
su propuesta de darle otra dinámica a su relación; hizo lo que coloquial-
mente llamamos ‘borrón y cuenta nueva’:

Mi papá no había aparecido. Yo no le pregunto qué pasó todo ese


tiempo; yo le digo “Sabe qué, papi, no vivamos en el pasado, vivamos en

233
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

el presente”. Y él me decía así también. Ya estamos bien, hablando, aho-


ra él me llama todos los días… no hay ni un día que no. Yo le he cogido
cariño, él me trata rebien.

Ante estos casos, nos preguntamos por las circunstancias emociona-


les del migrante en el país de destino que le inducen a buscar un nuevo
acercamiento hacia los hijos e hijas dejados en Colombia y, al tiempo,
por la reacción de quienes encuentran una solicitud de restablecer el
lazo afectivo. Por una parte, quienes migran se van al país de destino
con la esperanza de construir un futuro económico, aunque recorren
un camino más difícil del que habían proyectado. Es posible que en los
primeros años estén sumidos en un intenso horario laboral y busquen
no volver sin el éxito que habían soñado. Con el pasar del tiempo las
nostalgias se mantienen y recaban la búsqueda de aquellos ausentes,
en especial los miembros de la familia. Murillo, en un estudio sobre
quienes migran a España provenientes de Colombia y Ecuador, plan-
tea que cuando ellos se refieren a la felicidad después de emprender el
proceso la asocian con la familia, “la compañía de los seres queridos,
en especial de la familia no presente” (2009: 190). También la sensa-
ción de pérdida y dolor o vivir circunstancias difíciles incide en que
se expresen sentimientos antes reprimidos. Podríamos plantear que es
una reacción ante las pérdidas y recordar a Falicov (2001: 1) cuando se
refiere a la situación emocional de los y las migrantes:

Todos los inmigrantes, aquellos que dejan sus países voluntariamente o


aquellos que se ven forzados a buscar asilo o refugio político, aquellos que
vienen de lugares cercanos o de lugares lejanos, aquellos inmigrantes que son
hombres, mujeres, jóvenes o viejos, ricos o pobres, sufren en alguna medida
u otra, alguna forma de pérdida, pena o duelo. La pérdida de la migración
tiene características especiales que la distinguen de otro tipo de pérdida […].

En cuanto a los hijos e hijas que han recompuesto su relación con


el o la migrante, encontramos que son adolescentes y han elaborado
una reflexión sobre el curso de su acción. En este caso responden a su
llamado haciendo a un lado sus rencores por haberse sentido abando-
nados, a la vez que participan de las visitas como espacio para el inter-
cambio o en encuentros virtuales propuestos por quienes han partido.

234
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Responden a quienes migran, inquietos por reconocer la figura del


padre o madre ausente.
Con relación a las adolescentes cuyas madres migraron en medio de
un intenso conflicto afectivo, la migración no fue vivida por las hijas con
dolor, sino más bien como un descanso ante las tensiones. Así lo recuerda
Beatriz (4, H, 2009), de Medellín:

[…] No me dio tristeza [la partida]; sentí un descanso, y pensé: ahora


me manda plata y yo hago lo que quiera.

La joven rememora que después de la partida de su madre ella hizo


todo lo que le recomendó no hacer: “quedar embarazada y dejar de es-
tudiar”. Por ello, no pudo reunirse; el cambio en la relación con la madre
se generó en la medida que variaba su comportamiento adolescente y
vivía un hito especial, el embarazo sin su compañía:

[…] Ahí si me tocó sufrir y empecé a extrañar muchísimo a mi mamá


y con el tiempo fue que empezamos a arreglar la relación porque la
extrañaba y me sentía muy sola. Yo siento que ahora mi mamá sí está
del lado mío, siempre ha estado; pero, no sé por qué, a veces las niñas
pensamos que la mamá es la enemiga de uno, pero ahora pienso que no,
que mi mamá está de mi lado, me echa las porras, está conmigo.

Myriam (4, H, 2009), refiere que un viaje suyo a Venezuela —donde


vive la madre— fue la circunstancia que propició un reencuentro afecti-
vo después de la migración:

Nunca se me había salido un te quiero, frases de cariño y de afecto o


me haces mucha falta, hasta que fui a Caracas.

Al tiempo, Ángela (1, H, 2008) y Erika (1, H, 2008), ambas residentes


de Bogotá, habían vivido conflictos. La primera logró un cambio con la
madre cuando esta construyó un pensamiento más laico que incidió en
la comunicación y en que ella tuviera una actitud de más escucha. La se-
gunda sentía dificultad para expresar sus emociones al padre antes de la
migración, pero el dolor de la separación manifestado en las despedidas
influyó en un cambio sustancial:

235
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Me gusta mucho cómo ha mejorado mi relación con mi papá, porque


antes de su migración era muy solo de permiso, tu plata, estás bien o no
estás bien, no era más. Yo nunca le había dicho a mi papá que lo quería
ni nada de eso, ahora sí, por teléfono le digo: te quiero mucho, te extraño
mucho, las despedidas son terribles, yo casi nunca abrazaba a mi papá.

En la mayoría de los casos, fueron las visitas al país de origen de parte


del o la migrante, o los viajes de la prole al país de llegada, los escena-
rios privilegiados para este intercambio comunicativo. Así se aprovechó
la riqueza de la relación cara a cara para el reconocimiento mutuo. Lo
anterior no exime de dolores recurrentes tan propios de la migración que
son expresados en los rituales de llegada y despedida.
El empleo de internet, en tanto forma de comunicación propia de la
modernidad reciente (Giddens, 1998), permite encuentros virtuales con
sus especificidades, los cuales inciden en el mejoramiento de la relación.
Como dice Eva Illuoz (2007: 19): «El internet es una tecnología que pre-
supone y pone en acto un yo emocional público». Así, las emociones se
expresan por estos medios y los encuentros pueden ser más interactivos
y visuales. Se aduce con frecuencia el uso del teléfono ahora de bajo
costo y, por supuesto, una actitud de hijos e hijas favorable al perdón. En
todos estos relatos se produce el cambio dos», como el conceptualizado
por Watzlavick, Bavelas y Jackson (1997), que pasa de la distancia a la
cercanía emocional.

Formas de autoridad antes y cuando se restablecen las


relaciones afectivas
Tanto Ana (4, H, 2009) como Mónica (1, H, 2009) y Kelly (2, 2008) plan-
tean que la autoridad no cambia sustancialmente y sigue concentrada en
quienes les cuidan, a pesar de la cercanía afectiva nuevamente alcanzada
y la posibilidad de mayor comunicación con sus padres. Así lo explica la
última al emplear la metáfora de que la madre «continúa siendo al tiempo padre
y madre». Este proceso sucede también entre quienes restablecen relaciones
que estaban envueltas en conflictos muy acentuados por la adolescencia, y
que, finalmente son resueltos en medio de un deseo de cambio en la relación.
Myriam (4, H, 2009), durante la adolescencia, creía que su madre la
sobreprotegía y, sin lograr construir una relación gratificante para ambas,
terminaba con frecuencia en conflicto con ella. Aceptaba más la amenaza

236
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

radical del padre, quien le decía que no le financiaba los estudios si no


lograba pasar los años escolares. Sobre la madre acusa:

Yo no podía hablar con un amigo, yo no podía salir y para acabar de


rematar era en la edad como que uno quiere abrirse a algunas cosas. En-
tonces, por ese lado, yo me sentía como encerrada y eso me traía muchas
dificultades con ella. Es más, hasta nos trató la psicóloga del colegio y ella
comenzó a cambiar algunas cosas pero volvía y recaía. Yo digo que de
pronto, yo ya estaba acostumbrada a unas reglas y a unas cosas diferentes
a las que ella venía a imponerme. Cuando yo voy a Lorica, yo siempre me
quedo en la casa de mi nana y ella no acepta esa relación que yo todavía
mantengo con ella, pero yo le digo a ella que eso ya no lo puede cambiar.

Hijos e hijas se inclinan a aceptar solo un trato más horizontal. Establecen


una relación de amistad y rechazan el autoritarismo de algunas madres sobre
ellos durante la adolescencia. Así dice la antioqueña Beatriz (4, H, 2009):

Aquí la autoridad la cumplían el padre y la tía, pero no eran muy


impositivos; después de mi encuentro afectivo con mi madre, la siento
más como una amiga que como autoridad.

Ella logró aceptar con mayor cercanía la relación con su madre a


partir de su embarazo, circunstancia que la colocó de inmediato en una
actitud más adulta.
No obstante, algunas relatantes de Cali acusan conflictos de autoridad
con las hijas después del reencuentro afectivo, porque mientras la madre es-
taba a cargo, el padre no tenía autoridad. Sin embargo cuando el migrante
viene de visita se generan profundas diferencias entre las normas impuestas
por la cuidadora y su deseo de reconstruir la relación mediante la evasión de
cualquier situación impositiva. Esto comenta Karina (2, C, 2009):

Él la deja hacer todo lo que ella quiere, pues igual como no ha com-
partido con ella. Él dirá: “el poco tiempo que voy a estar con ella, y ¿la
voy a estar regañando?”.

El proceso de reconciliación lleva a los padres a querer ser permisivos


para evitar perder los afectos, lo que acentúa el conflicto de los hijos con

237
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

las cuidadoras, quienes concentran en el día a día la autoridad. Por ejem-


plo, en Cali, Nicolás (2, H, 2009) recuerda:

Una vez falté dos meses al colegio, no sabía nadie, entonces mi papá
me dijo: “no has ido en dos meses, te voy a castigar ¿cómo quiere que
lo castigue?”. Yo le dije: “no me mande plata, no me compre nada”; yo
escojo mis propios castigos, los que más me gustan…

También sobre esta historia conocimos que el hijo le da quejas de su


abuela al padre y le dice:

Yo no la respeto y no le he pegado porque es la abuela, pero que he


estado tentado a hacerlo cuando ella ha intentado tirarme por la venta-
na del quinto piso en donde vivimos.

Padre y madre le envían dinero, pero no son reconocidos por él como


figuras de autoridad. El joven decide qué hace y qué no hace, y no ha
internalizado una norma que le permita un manejo mínimamente res-
ponsable de las remesas. Está vinculado a pandillas en el barrio, con
formas delincuenciales.
Hasta aquí hemos detallado los procesos de «cambio dos» en la rela-
ción emocional entre padres/madres e hijos/hijas antes de la migración.
Han lindado entre la cercanía y el distanciamiento, y viceversa, de la
separación afectiva al acercamiento. A continuación trataremos los casos
en que se da un «cambio uno», porque no se transforman las relaciones
emocionales a partir de migración internacional de padres y madres, de
manera que se presenta continuidad, a pesar de los conflictos y las ambi-
güedades de vivir en la distancia.

‘Aunque te vayas estoy contigo’: relaciones cercanas antes y


después de la migración

Mi mamá siempre nos ha apoyado, siempre ha estado con nosotros.


(1, H, Diana, 2009)

La expresión de Diana coincide con la de varios hijos e hijas que han


estado ligados emocionalmente a sus padres y madres tanto antes como

238
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

después de la migración, a pesar de sentir en la distancia dolores recu-


rrentes, sensaciones ambiguas de pérdidas que se mitigan con encuentros
virtuales o físicos. A continuación vamos a analizar esta dinámica rela-
cional (tendencia tres).

Fluidez y cercanía en las relaciones antes de la migración


Marisol, Valeria, Diana y Alicia, todas habitantes de Bogotá; Enrique
de Cartagena y Milena de Medellín son algunos de los hijos e hijas que,
a pesar del proceso migratorio de su madre, padre o de ambos, conti-
núan sosteniendo una relación estable y satisfactoria con ellos o ellas.
Las nuevas circunstancias y el distanciamiento físico no han significado
ruptura. Esta continuidad en las relaciones, en contraste con las otras
tendencias, nos lleva a preguntarnos por la forma como eran sus inte-
racciones afectivas.
Al describir su dinámica relacional, en esta tendencia hijos, hijas y
cuidadores rememoran que el padre o madre migrante estaban pendien-
tes de su cuidado, no sólo material, sino también emocional y afectivo.
Eran expresivos, flexibles, comprensivos y compartían diversos tipos de
actividades, dentro de las que se cuentan la realización de tareas escola-
res en conjunto, pasear los fines de semana, pero, sobre todo, se exaltan
espacios de fluida comunicación:

Él pasaba todo el día conmigo; él era el que hacía la comida. Nos


podía llevar a todas las partes turísticas de aquí de Cartagena, siempre
nos llevaba a pasear. Cuando yo me ponía a llorar, me ponía la cara aquí
en el corazón y me tranquilizaba. (5, H Enrique, 09).

Pese a su corta edad, Milena de 12 años, (4, H, 2009), recuerda cuan-


do compartía con su padre en Medellín:

[…] yo era muy niña, era la consentida, la primera hija de él, eso era
“mi negrita”, “mi nenita” y él me consentía mucho.

En el caso de Valeria (1, H, 2009), de 23 años, su madre migró cuan-


do tenía 16 a los Estados Unidos. Evoca la buena relación que tenía con
ella cuando estaban ambas en Colombia:

239
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Mi madre nunca permanecía con nosotros, ella trabajaba de tiempo


completo; llegaba a las nueve de la noche. Pero de esa hora en adelante
era el tiempo en el que nosotras dos conversábamos; yo le contaba mis
cosas, ella me contaba las de ella, y era una relación cortica, pero era
muy bonita […] Charlábamos mucho, éramos amigas. […] Salíamos,
nos íbamos a un parque, a dar una vuelta a un centro comercial.

También la costeña Carolina (5, H, 2009), quien vive la migración


de ambos padres, recuerda los detalles y la comunicación resultante de
compartir su vida cotidiana:

Mi papá más que todo es con mi hermanito y con los nietos, pero
por ser yo la última, casi siempre me cargaba, me traía que el buñuelito
y todo. Mi mamá sí con nosotras era bastante pegada; ella llegaba y se
sentaba en una mecedora en el patio y el tintico. Nos poníamos a echar
risa ahí las tres o los cuatro; han sido bastante pegados con nosotras.

También reitera Katalina (5, H, 2009):

[…] mientras mi hermano se quedaba con mi abuela sentado en una


mecedora, yo andaba patoneando con mi mamá. Eso sí, por eso todo el
mundo dice que me gusta la calle como mi mamá. Si tú ibas a buscar a
mi mamá, tú me tenías que encontrar, yo no la dejaba sola.

En todos los relatos refieren más bien momentos agradables, en espe-


cial cuando salían a pasear, situaciones que ahora son idealizadas debido
a la distancia física que están obligadas a vivir a partir de la migración.
Diana y Álvaro (1, H, 2009) vivieron el proceso de migración de su
madre hacia Londres cuando tenían cerca de 9 y 7 años, respectivamen-
te. Desde entonces han pasado 12 y han vivido con su abuela materna.
De la época en la que Margarita (migrante) vivía con ellos recuerdan
poco, sin embargo, ambos sostienen que luego de la separación conyu-
gal, la situación económica en casa era difícil y sostener el buen nivel de
educación al que tenían acceso era cada vez más costoso. Ambos sienten
que la migración era la única salida que tenían como grupo familiar, era
su sacrificio para poder garantizar un futuro mejor. Hoy en día no conci-
ben cómo hubiera sido su situación de no haberse ido:

240
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

¡Uy! no sé; es que igual ella viajó para ofrecernos una muy buena
educación acá a nosotros, entonces no sé si, en serio, se hubiera quedado
acá hubiéramos terminado de estudiar. (1, H Álvaro, 2009)
La situación hubiera sido que ella hubiera decidido quedarse y nos
hubieran cambiado de colegio. Realmente sí seríamos personas diferen-
tes, pues igual el colegio sí lo forma a uno diferente, pero si mi mamá se
hubiera quedado… no sé. (1, H Diana, 2009)

El último caso aquí referido coincide con el narrado por Tania (1,
C, 2009), Rosa, (1, C, 2010) y Erika (1, H, 2009), todas de hogares
de estratos 5 o 6 de Bogotá. Ellas encontraron en las remesas prove-
nientes de la migración de los progenitores, una manera de mantener
su nivel de vida y evitar el dolor provocado por un descenso en la
escala social, como el causado al asumir colegios públicos y disminuir
el consumo de objetos. Coincide el tiempo de emprender estos pro-
yectos con momentos de una fuerte crisis en Colombia (1998-2001),
cuando el desempleo o el endeudamiento para organizar negocios se
incrementaba. En todos estos casos, la prole había establecido rela-
ciones emocionales cercanas con sus padres y madres antes de la mi-
gración; su seguridad afectiva fue fortalecida por una imagen positiva
hacia la figura de quien parte, lo que ayudó a concebir la migración
como un paso necesario para el bienestar, al tiempo que sentir agra-
decimiento por ello.
La fluidez de la comunicación y de la relación les llevó a participar
de forma activa en la toma de decisión de migrar; algunos hijos e hijas
incluso lo sugirieron, como en el caso de Alicia (1, H, 2008) y su hermano
quienes, al contemplar su crisis económica, le insinuaron a la madre que
la migración podría ser una alternativa:

Nosotros con mi hermano tomamos una decisión de que se fuera mi


mamá. Sabíamos que los trabajos para gente inmigrante, para gente de
la edad de mis papás, eran los trabajos que hacen los inmigrantes, sa-
bíamos que iba a ser duro para ambos, pero mi mamá siempre fue una
mujer muy organizada en la casa.

En otros casos, la relación que se había construido sirvió para ma-


nifestar directamente descontento por la toma de decisión de migrar

241
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

de la madre o el padre. Como ocurre con Valeria, quien hasta último


momento y en días posteriores a la partida cuestionó a su madre por
haber partido:

Llegamos al aeropuerto. Llore, llore y llore, abrazada con ella llo-


rando. Cuando anuncian el vuelo con destino tal y tal, ahí mismo nos
pusimos a llorar y atacados y que “no te vayas” y gritando y no, ya. Ella
entró a emigración y esa fue la última vez que la vimos así en persona,
esa fue la última vez […] Y la llamábamos, la llamábamos en las noches
y llore, cada llamada era un llanto ¡Mamá! ¿Por qué te fuiste?

Relaciones cercanas a pesar de la distancia física


En esta tendencia, la cercanía entre padres/madres e hijos/hijas se sos-
tiene en buena medida, por el significado positivo que los segundos cons-
truyen de la experiencia migratoria de sus progenitores: no se sienten
abandonados, exaltan los sacrificios de el o la migrante, admiran su tra-
bajo y la intención que motivó el viaje. Paula, (5, H, 2009) cartagenera
de 12 años, es enfática al decirlo:

Para mí, es una buena mamá, porque no es como otras personas. Al


menos hay mamás que dejan abandonados a sus hijos, pero ella a mi
no me abandonó, sino que me dejó con una persona a cargo. Para mi
es una buena madre porque hay otras mamás que no le mandan a sus
hijos, no lo dejan a cargo de nadie, mi mamá sí, mi mamá me manda lo
que yo necesito.

Al tiempo, hijos e hijas sienten dolor por la permanencia de sus pro-


genitores fuera del país y, además, suponen que la o el migrante vive una
situación más difícil que la suya por encontrarse lejos y sin sus familiares.
Como afirman Diana y Álvaro (1, H, 2009), «ella allá está sola… al me-
nos acá nosotros nos tenemos el uno al otro». En otros casos, es grande
la admiración por la capacidad de trabajo de las y los migrantes, como lo
expresa Luis (3, H, 2009), de 21 años:

[…] esa mujer [madre] es muy guerrera; esa mujer se le mide a lo


que sea, con tal de sacar a sus hijos adelante. Es una mujer retrabaja-
dora, juiciosa, de todo, como la típica mamá, la colombiana promedio,

242
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

así que… la pereirana que es trabajadora y que siempre es echada pa’


delante, esa mujer es re, reespecial.

Esos sentimientos e imágenes construidos en torno a el o la migrante


como personas que tomaron la decisión de partir por el bienestar de
otros, para darles lo que en el país de origen no era posible, establecen
figuras maternas y paternas ‘verracas’9, pero, a la vez, sacrificadas, que
han actuado bien sea como heroínas o héroes, porque han renunciado a
convivir físicamente la cotidianidad con ellos o ellas, para garantizarles
un mejor futuro. Incide en estos relatos la figura del “migrante triunfa-
dor”, como la de quien va al exterior a ganar altos ingresos y tiene des-
trezas y cualidades para la adversidad (Reist y Riaño, 2008: 317).
Nos preguntamos ahora sobre cuáles han sido las estrategias de estas
madres y padres para fortalecer los vínculos a pesar de la distancia. Una
primera, es la de propiciar las visitas de los hijos e hijas al país de llegada.
Retomamos a nuestros relatantes Diana y Álvaro (1, H, 2009), quienes
sostienen que cada una de sus visitas a Londres constituye una nueva
oportunidad para darse cuenta de todo lo que su madre hace por ellos.
Ver sus condiciones de vivienda y el trabajo que realiza (niñera), entre
otras cosas, les ha permitido valorar más el sacrificio materno, pero, ade-
más, proferirle admiración y respeto:

Yo me le quito el sombrero. Yo le decía a ella “¡oh! no sé, ¿cómo


puedes hacer esto?”, porque es pesado, con niños, es pesado porque…
¡uy, no!, ¡terrible!

Katalina, (5a, H, 2009), por su parte, aprovechó su visita a Venezuela


para expresar a la madre todo el afecto que no podía comunicar debido
a la distancia:

Cuando fui a Venezuela, yo no lo podía creer. Íbamos hablando en


todo el camino, no dormí contándole todo hasta cuando llegara a la
casa, hable y hable, chévere. Es contarle a ella todo lo que ha pasado
durante todo un año y ella te cuenta. Yo quería que los días pasaran más

9 Verraco/a: En Colombia se usa este término para designar personas luchadoras y capaces de
llegar a las metas.

243
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

lentos, y tú veías que los días pasaban más rápido. […] Mi mamá y yo
pasábamos a cada ratico abrazadas, y mi hermano a cada rato: “Ustedes
si fastidian, ¡ay! dejen la melosería”; la abrazaba, y no me cansaba.

Una segunda estrategia, empleada por los padres y madres migrantes


para sostener los vínculos con sus hijos e hijas, son las visitas a Colombia.
Durante ese tiempo se expresa de forma contundente el afecto; se com-
parte aquello que se añora en la distancia. Así lo recuerda Erika (3, H,
2009), caldense de 16 años:

La primera vez que vino… ese día yo no me lo esperaba. Ese día


era maravilloso, volví a ver a mi papá, un abrazo, un beso, eso fue un
encuentro que uff… Salíamos a pasear, visitábamos toda la familia, pa-
seábamos juntos, normal, en ese tiempo estábamos en el colegio y él nos
despachaba para el colegio, llegábamos, nos servía el almuerzo y nos
sentábamos todos a comer.

La fluida comunicación, la frecuencia con la que se establece el con-


tacto telefónico y virtual se convierte en una tercera estrategia para afian-
zar el vínculo paterno/materno filial. Precisamente, las conversaciones
son un mecanismo para recrear la cotidianidad juntos, de forma que a
través de ellas, de su profundidad y diversidad de temas, se enuncia tam-
bién confianza y afecto, pero, sobre todo, se hace partícipe al otro u otra
de diferentes momentos de la vida individual, familiar y social. Veamos
cómo lo expresa Diana (1, H, 2009):

Más súper unidas, o sea, a pesar de todo, sabe todo acerca de mí,
todo, todo, lo sabe. Yo no sé, es como adivina, o algo así. Además, pues
las mujeres pasamos por cosas diferentes. Yo me desarrollé cuando esta-
ba en Londres con ella, cuando tenía diez años, entonces son como esas
cosas de tener novio y eso las que no hemos podido vivir, como las dos,
pero en realidad si las hemos vivido porque ella sabe todo. […] si yo no
estoy ocupada y tengo tiempo, hablamos fácil dos horas, nos contamos
todo. Ella me cuenta lo que pasó en la semana, yo le cuento todo lo que
pasó, sin omitir detalle [risas], nosotras somos muy unidas.

244
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

A pesar de vivir en otro país, desde Pereira, Luis (3, H, 2009) compar-
te la cotidianidad con su madre y el diario vivir de ambos está ligado a
las conversaciones a través de internet:

Yo siempre me levanto, prendo el computador y me pongo a hablar


con ella hasta que se ponga a trabajar, de ahí me voy pa’ la tienda con
los amigos un rato, porque normalmente mantengo es en la casa. Espero
a que ella llegue de trabajar a las once de la noche pa’ seguir hablando.
Entonces hablamos todo, pues hablamos muchas veces, hablamos dos ve-
ces al día, antes de irse y después de que llega del trabajo, nos quedamos
por ahí hasta la una de la mañana hablando y ya, eso es un día normal.

Finalmente, una cuarta estrategia para fortalecer vínculos es el uso


de las remesas sociales, entendidas como «la estructura informativa que
contienen ideas, valores y creencias» (Reist y Riaño, 2008: 310). En esta
tendencia es particularmente visible el intercambio simbólico de elemen-
tos que expresan el afecto y develan la continuidad de la relación, como
nos lo muestra María (2, H, 2008), de Cali:

También nos hemos visto por internet, cartas, fotos… Nos ha man-
dado cosas materiales como ropa, cada que viene alguna amiga de ella a
pasear, nos manda, si la persona le quiere traer las cosas.

En términos de las teorías migratorias, cuando la vinculación afectiva


es mayor, hay más disposición para aceptar las remesas sociales enviadas
por el o la migrante, dado que una cercana comunicación facilita com-
partir la nueva cultura, fruto de su experiencia en el exterior.

Sentimientos de pérdida y dolor recurrente


Aunque los y las relatantes consideren que la relación con sus progeni-
tores ha sido y sigue siendo cercana, experimentan sentimientos aparen-
temente contradictorios, los cuales, en términos de Pauline Boss (2001:
21), se califican como «la ambigüedad de la ausencia y la presencia»; se
perciben a las personas como distantes físicamente pero presentes en lo
emocional. Así lo refiere Valeria (1, H, 2009):

245
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Un luto, digámoslo así, como un luto de la persona en presencia,


pues sabíamos que estaba viva, pero igual, cada recuerdo…

La pérdida de la presencia física de la madre, figurada por ella como


un luto, representa un dolor muy grande pero menguado al estar ligada a
ella por la comunicación virtual, ya que Valeria conversa a diario con su
mamá. Su computador está en la alcoba siempre encendido y conectado,
lo que les permite comentar lo acontecido a diario en la vida de cada
una. Esta es la reflexión sobre su expresión afectiva:

Ha cambiado; pienso yo que ha mejorado. Porque cuando yo la tenía


aquí, nunca le decía “mami te quiero mucho” o “mami te extraño” sino
“¡que mamera¡ ya va a empezar a cantaletear” o cosas así como esa.
Ahora ya es diferente, ahora: “hola mamita, te ves linda, mami te extra-
ño, mami te quiero, mami, Dios te bendiga, mami te mando un beso”.
Aquí uno llegaba y la saludaba de beso pero porque era la mamá, pero
no mostraba ese cariño porque le daba pena. (1, H, Valeria, 2009)

Una situación similar, en términos de pérdida ambigua tuvo que en-


frentar Marisol, de 23 años, quien vivió el proceso migratorio de sus
progenitores. Primero, la partida de su madre a España en el año 2000;
luego emigró el papá y ambos viven allí. Cree que la ausencia física de
ambos significó:

Morir, yo me sentí como cayéndome en un hoyo profundo, profundo


y un vacío como que me atravesaba algo aquí, pero era como vacío. (1,
H, Marisol, 2008)

Pero, manifiesta que la relación con sus padres:

Ha sido tan buena; es que es muy rara porque, a pesar de que cuando
estuvimos juntos no era de compartir, de que yo me sentara hablar o que
mi mamá dijera “¿cómo le fue?”. Pero, total, sin necesidad de hablarnos,
mi mamá sobre todo ya sabía cómo me sentía.

Esa relación se mantiene por la comunicación permanente y el goce


de las visitas.

246
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

De modo acostumbrado, un escenario privilegiado para expresar la


tristeza y los sentimientos amorosos es el momento de celebrar fechas
especiales, tales como cumpleaños, graduaciones, día de la madre o del
padre, navidad o año nuevo. Dado la distancia, muchas de estas ocasio-
nes deben ser compartidas en un corto tiempo por teléfono o internet.
Así se rompe con tradiciones familiares en las que se hacía posible el
contacto físico y el encuentro de sentimientos y prácticas construidas en
la cotidianidad familiar; una entrevistada recuerda:

El día de la madre, no queríamos nada. Yo por lo menos no quería


nada; no quería saber nada de que mi madre, ¡no! nada. Porque ella no
estaba y el significado de la mamá era ella. Entonces, no nos importó
si ese día o no era. Y la navidad, pues ¡ni se diga! La navidad y el año
nuevo también fue solo lágrimas y extrañándola mucho… y “¿por qué
te fuiste?”. (1, H, Valeria, 2009)

Aunque las relaciones padres/madres e hijos/hijas se desenvuelven en


medio de una cercanía emocional, también se han vivido momentos de
conflictos. La particularidad acá está relacionada con el modo en que se
asumen esas pugnas y las formas empleadas para su resolución, que casi
nunca violentan al otro u otra. Sigamos entonces con el caso de Valeria
(1, H, 2009), quien, tras sentirse totalmente excluida del proceso de toma
de decisión de la migración de su madre, tuvo fuertes conflictos con ella:

Por qué mi mamá nunca nos preguntó: Oiga ¿usted está de acuerdo
en que yo me vaya? ¡No! Y la respuesta fue que era por el bienestar de
nosotros, por el futuro de nosotros.

A diferencia de lo ocurrido en otras tendencias, ella pudo expresar


sus reclamaciones. Si bien quedó inconforme y sintió que el costo era
demasiado alto, el conflicto no generó una ruptura en la relación con la
madre, y con el paso del tiempo, gracias a las estrategias comunicativas
desplegadas por ambas, las tensiones se solventaron. La posibilidad que
les dio la relación construida antes de la migración en términos de inter-
locución y espacios de confianza mutua, podría leerse como uno de los
factores que incidieron en la resolución del conflicto luego del viaje.

247
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Autoridad y conflictos en medio de buenas relaciones


Es común en esta tendencia que padres y madres migrantes mantengan
una autoridad legítima frente a sus hijos e hijas. Persiste una relación
afectiva generadora de sentimientos proclives y favorecedores de una ac-
titud positiva para seguir sus disposiciones normativas y la aceptación de
su potestad, así ellos o ellas vivan en otro país. Al tiempo, hijos e hijas
aprovechan las llamadas telefónicas o por internet para pedir permiso
sobre lo considerado como central e importante.
Respecto a este proceso, tanto Luis (3, H, 2009) como Carolina (5, H,
2009) y Adriana (2, H, 2009) se pronuncian. El primero remarca:

Nosotros llevamos una relación muy bonita porque igual hablamos


todos los días; tenemos muy buena comunicación y buena confianza.
Aparte de que ella esté allá, puede que esté lejos, me enseñaba también
por teléfono que era lo bueno, que pues mucho cuidado con drogas, mu-
cho cuidado con muchas cosas; entonces eso son cosas que uno también
aprende de parte de ella.

Carolina afirma de manera contundente:

Ellos son la autoridad y ellos son los cabezas de aquí. Están lejos, pero
lo son y nadie toma esa figura, nadie puede tomar esa figura. Ellos son
mi papá y mi mamá de aquí, a donde uno quiera y así seguirá siendo.

Igual aseveración, con otras palabras, hace Adriana, caleña de 18 años:

Él sigue siendo normal, porque igual nos sigue hablando, nos sigue
dando consejos, nos dice qué es malo, nos dice qué es bueno.

Estas expresiones vislumbran una continuidad en la autoridad


a pesar de la distancia. Parece que negarla significara romper con la
paternidad o maternidad después de la migración. Al manifestar la
aceptación del código moral de sus progenitores se muestra, además, la
interiorización que han hecho de sus presencias, el afecto recíproco que
les permite incorporar como parte de sus emociones la figura del padre
o de la madre migrante.

248
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Por lo general, en esta tendencia los y las migrantes siguen tomando


decisiones centrales en la vida de su prole, como cambios de colegio y
permisos para paseos, aún cuando los hijos hayan quedado a cargo de
un cuidador o cuidadora y estén cursando la universidad. Entre algunos
casos, el cumplimiento de las normas contiene una gradación: mien-
tras los principales permisos o decisiones en torno a lo que consideran
como trascendental son responsabilidad de los migrantes, los detalles,
la atención —como el control de sus acciones en el diario vivir— sigue
estando a cargo de los y las cuidadoras, en especial cuando son infantes.
El relato de Erika (1, H, 2008), de 22 años, y de su hermana, de 19,
indica que mantienen una comunicación constante sobre sus acciones
con sus padres:

Llamamos: “papi voy a salir hoy”, “papi me invitaron a un paseo”,


“voy a ir a este fin de semana”, pues ya no es como “te pido permiso”,
pero sí siempre tenerlos informados de todo, de todo, de todo lo que ha-
cemos […] O sea, salir acá a Bogotá, ya no pedimos permiso, avisamos.

Sin embargo, en el oficio doméstico de su hogar, al deber recoger la


basura y cumplir otras actividades, las hermanas mantienen conflictos
porque no logran autorregularse para la administración hogareña. Los
migrantes poco intervienen, porque el tema es demasiado inmediato y, fi-
nalmente, la hermana mayor le impone normas al respecto a su hermana.
La cuidadora Gina (1, C., 2009), narra la división del cuidado de
tres sobrinos entre varios miembros del hogar: los permisos en torno
a situaciones especiales, como paseos o eventos, son consultados a la
madre migrante y con el padre social de los hijos, ambos residentes en
Estados Unidos hace 16 años. En esta familia, hasta su muerte, el abuelo
concentró la autoridad, mientras que la tía cumplió parte del rol de la
madre migrante que se encargaba de lo inmediato. Lorena (1, H, 2009),
una de las sobrinas, refiere:

Ya si ella autoriza ya, igual se les dice a todos acá, digamos mi tía, la
que vivía acá, la que vivía conmigo, mi tía Gina, se le pide permiso, pero
primero si ella autoriza bien, y mi papá también, si él autoriza igual […].
Pero si ella dice que no, pues no y ya.

249
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Ellos se refieren al padre social, que ha construido la paternidad des-


de el exterior al contribuir con las remesas, pero, además, intercambiar
opiniones con los jóvenes respecto a sus inquietudes íntimas.
La autoridad no está ajena a conflictos que son resueltos por los padres
y madres migrantes con llamadas y decisiones sobre el curso de la acción.
Aconteció con Marisol (1, H, 2008); cuando la hermana menor quedó
embarazada y se ocasionó un conflicto porque quería abortar, ella, como
hermana mayor, buscó evitar esta acción. Cuando enfrenta a la menor, le
dice de forma enfática que no, y llama a sus padres a informarles:

Yo le dije: “sabe ¿cuál es el problema?, que ni usted ni yo nos manda-


mos y simplemente usted depende de sus papás; sus papás mandan sobre
su cuerpito, entonces lo que usted le vaya hacer a su cuerpito, quiéralo o
no… Así usted tenga el dinero para hacer lo que quiera, tenga su novie-
cito que le diga que haga lo que quiera, ninguno de los dos decide. Eso lo
deciden mis papás, usted les cuenta a mis papás y ya; si mis papás dicen
que sí, pues lo hace, y si no, pues de malas”.

El padre y la madre acuerdan con la joven que debe tener el hijo


y comienzan a apoyarla con el objeto de que viaje a España con el
bebé. De forma que, aunque Marisol sentía que respondía en calidad
de hermana mayor en todo lo referente a la vida cotidiana, cuando la
situación implicó un conflicto más fuerte, se consultó y se trasladó la
decisión a los padres.
Otro conflicto de autoridad fue vivido con Juliana (1, H, 2009), que en
la adolescencia tuvo una relación cercana con el padre migrante, quien
era más permisivo y con frecuencia desautorizaba a la madre:

También pasaba que mientras mi relación con mi papá era muy


cercana y muy fuerte, la relación con mi mamá era más difícil, por-
que en ese tiempo en que mi papá estaba afuera, tomar las decisio-
nes y regañarme cuando había que regañarme, quedaba en manos
de mi mamá. Entonces los problemas y las peleas las tenía acá con
ella y no con él.

Ante los criterios distintos sobre la autoridad, se presentó un choque


entre ambos padres y un intenso conflicto, que generó una desautorización

250
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

de ambos y que la joven saliera ganando. Por ello la madre cuidadora trató
de arreglarlo, como comenta Dora, (1, C, 2008):

De todas maneras, ya dejamos como la cosa de que él los defendiera


y me regañara cuando yo les decía algo; él siempre estaba pendiente y
me decía que no les pegara.

Otros estudios realizados sobre las consecuencias de la migración


internacional entre padres/madres e hijos/hijas han llegado a con-
clusiones similares. En primer término, Parella (2007: 175) refiere
que cuando los hijos se sienten partícipes de los beneficios económi-
cos obtenidos por sus padres y madres migrantes, asumen el proyec-
to migratorio de sus progenitores como algo propio y se hacen más
responsables: «al comprender el gran esfuerzo realizado por ellos y
ellas en el lugar de destino, soslayan los sentimientos de abandono
por el orgullo de saber que los padres son capaces de sacrificarse por
ellos». Conclusión similar presentan Denise Paiewonsky, Amaia Pé-
rez y Mar García (2008), al investigar en República Dominicana si los
jóvenes despilfarran las remesas. Las investigadoras consideran que
niños, niñas y adolescentes no tienden a consumir innecesariamente
o a dedicar las remesas solo a objetos superfluos; más bien, en sus
conversaciones señalan la importancia de invertir en cuestiones sus-
tanciales, como la vivienda o los negocios familiares, para así lograr
el retorno de sus padres.

‘Si te vas no me importa; igual, nunca has estado’: relación


distante antes y durante la migración

Yo con ella nunca sentí como un lazo muy fuerte; pues sí, es mi mamá.
(1, H, Liliana 2009).
Uno extraña a las personas cuando uno se relaciona bastante con las
personas. Vi que para mí nunca había un espacio en él.
(5, H, María 2009)

En esta tendencia sólo se presenta un cambio en las circunstancias de


la convivencia, de forma que ya no se vivirá en la misma ciudad y país
que los hijos e hijas. El distanciamiento físico no implica una lejanía en

251
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

la relación emocional. La pérdida de los vínculos afectivos, de fluidez


en la comunicación, de admiración y deseo de compartir ya se había
operado previamente a la migración. Se presenta una continuidad en
términos de lejanía emocional, con indiferencia de los descendientes
ante la partida de sus progenitores e, incluso, en algunos casos, con
satisfacción, pero, en todas las circunstancias, sin sentir ese dolor recu-
rrente tan común cuando la migración se da en otras condiciones emo-
cionales. Nos preguntamos ahora por las circunstancias que generaron
rupturas antes de migración.

Resquebrajamiento emocional antes de la migración


Los hijos e hijas agrupados en esta tendencia experimentaron sentimien-
tos de impotencia y soledad varios años antes del desplazamiento de sus
padres, por una pérdida emocional debida a múltiples conflictos, que
llevó a que estuviesen físicamente juntos, pero distantes en los afectos.
Algunos convivían con ellos o ellas, o por lo menos compartían con fre-
cuencia, aunque se había resquebrajado su relación. En la mayoría de los
casos, estas lesiones fueron causadas por situaciones intensas de violencia
intrafamiliar en las que la prole fue víctima, mientras sus padres o ma-
dres fueron victimarios. En otros, por haber sido testigos de la violencia
del padre hacia la madre, por la tolerancia de abusos cometidos contra
ellos o ellas, por el abandono de las funciones de protección de parte de
los progenitores o por no recibir expresiones afectivas. Estas historias
concentran de manera especial episodios de violencia paterna, pero tam-
bién hay casos de madres ausentes que, motivadas por otros proyectos
de vida, dejaron su prole a las cuidadoras, en especial a las abuelas, los
padres o las hermanas mayores.
Hijos e hijas manifestaron dolor por los quiebres relacionales, acompa-
ñados de una mezcla de odio, rabia e impotencia hacia sus padres o ma-
dres, en medio de intensos episodios de violencia familiar que incluyeron
desde la agresión física hasta la negligencia. Esto como ocurre con Fabio
(1, H, 2008), quien recuerda su reacción ante la violencia contra su madre:

Yo no me aguanté las agresiones de mi papá a mi mamá y nos agre-


dimos mutuamente. Desde ahí corté con él. [Cuando el padre procu-
ró comunicarse de nuevo con él habían pasado] como dos o tres años
[…], entonces me llamó: “¡Ah! que dejemos de pelear”, que no sé qué.

252
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Siempre hablamos pero no, nunca diálogo así súper amistoso, un diálogo
como muy seco.

La bogotana Luisa (1, H, 2009), por su parte, describe un padre mal-


tratador:

Me pegaba mucho, me subía al mesón de donde mi abuelita y


me pegaba.

Incluso ella trató de reencontrase con él y vivir en Estados Unidos,


pero la experiencia falló y la distancia afectiva se mantuvo.
El caso más dramático lo constituye el de Lilí María (3, H, 2009) y sus
hermanas, en Pereira. Su padre era definido por el grupo familiar como
«un ogro», las atemorizaba y ejercía la violencia para imponerles sus
creencias religiosas. Así se refiere la hija:

Él sí me regañaba, me pegaba y me daba más duro. Cuando yo lo


veía con la correa, me daba un miedo, y como era tan cascarrabias, con
nada se enojaba, alegaba mucho, ¡ay, que pereza!

Su partida constituyó un alivio para esposa e hijos, como refieren:

Lo primero que hicimos fue que pusimos el equipo duro, duro. Brin-
camos, bailamos, felices. Mamá me abrazaba, me daba picos y me decía
que las cosas iban a cambiar mucho.

Otra terrible historia de violencia hacia los hijos e hijas es narrada por
Adela (2, H, 2009). En cuanto a la relación con su madre cuando vivía
en Colombia, ella y sus tres hermanos se sintieron siempre abandonados
y violentados. Adela llega a expresar que la migración ha sido buena
porque la liberó de un mal futuro. Refiere que era promiscua y sus hijos
eran testigos de sus encuentros sexuales. La joven comenta:

Si ella hubiera seguido acá, pues todo mundo se hubiera imagina-


do un destino diferente para cada uno de nosotros: yo, tener muchos
hijos; cada uno de los muchachos, volverse vicioso, porque ella se iba
a trabajar y nosotros por ahí, a la deriva… Nosotros salíamos, éramos

253
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

callejeros, vivíamos en el Vergel… Ella nos dejaba solos, a veces sin


comer, entonces hubiera sido una vida… […] no como ahora, como
nosotros la tenemos bien.

Diana, (5 H, 2009) hija de madre migrante a Venezuela cuando ella


apenas tenía 5 años, vive con su abuela paterna y su tío. Cuando recuer-
da a su madre afirma que:

Nunca me gustó estar con mi mamá porque me trata mal, me pega


y me tiene encerrada.

Siente que los intentos de convivencia son fallidos para la restaura-


ción de la relación y, más bien, se expone a violencia adicional:

Me llevó como a los 6 años y mi padrastro quería abusar de mí. Yo le


decía a mi mamá y no me quería creer […]

En otro viaje se sintió aún más explotada por su madre:

[…] luego, me mandó a buscar otra vez. Como ella tenía que traba-
jar porque tenía un bebé y no tenía quien se lo cuidara, me dijo que me
llevaba a estudiar, pero estudié nada más dos meses y de ahí me puse a
cuidar el niño. No me dejaba tampoco salir y tenía que andar con el niño
cargado haciendo la limpieza, tenía que cocinar. Me llama a mí es para
regañarme o para decirme que si me voy, que me necesita allá para que
le cuide a mis hermanitos.

Observamos cómo la madre poco percibe los derechos de su hija;


reproduce con ella una educación muy tradicional y violenta —posible-
mente la que ella recibió—. Solo la aprecia para que sea su ayudante
familiar; la hija tampoco la encuentra como una persona a la que pueda
comunicarle algo tan doloroso como los intentos de violación del padras-
tro. La niña, por su parte, se refugia en la abuela paterna, de quien sí
recibe buen trato:

Mi abuela me entiende, no me pega, habla conmigo. Y mi tío me ayuda


con mis tareas... me enseña; él me metió a estudiar y me enseñó de todo.

254
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Paradójicamente, la partida de estos padres o madres autoritarios a


otro país constituyó una ventaja para el desarrollo de hijos o hijas, ya que
se disminuyó sustancialmente la violencia, las tensiones y los conflictos.
A diferencia de la tendencia anterior, el resentimiento continúa y no se
perdona ni se justifica la agresión recibida. Como refiere Wagner (2008)
en un estudio sobre maternidad transnacional en el Ecuador, en muchos
casos la migración de los padres implica una ventaja sustancial para los
hijos e hijas, porque así se evita que sean objeto de violencias. Debemos
anotar que tanto en esta tendencia como en el estudio citado, los cuida-
dores y las cuidadoras jugaron un papel central.
Otro tipo de violencia sobre los hijos e hijas la constituye el abandono
de las funciones paternales o maternales, lo que genera resentimientos
y transferencias de sus sentimientos amorosos a otras personas, incluso
desde antes de la migración. Como narra María (5, H, 2009), una ba-
rranquillera que vive con su madre y hermanos y dejó de interactuar con
su padre cuando él migró a Venezuela:

Yo me considero una persona resentida porque igual, yo como que


nunca manejé una buena relación, vi que para mí nunca había un espa-
cio en él, ni para él las cosas mías nunca fueron importantes y siempre
los otros y los otros, no como de corregirme ni nada. Entonces a mi me
da lo mismo si viene, si está, si se va, si salió, me da lo mismo. Yo pienso
que la culpa de eso no la tengo yo, la tiene él, porque él como padre sí
se estaba dando cuenta de las cosas que estaba haciendo; él tenía que
intentar rescatar lo que dejó.

En las narraciones de estos hijos e hijas encontramos resistencias; es


más, se rebelan contra las violencias, ya que han interiorizado sus de-
rechos como personas y han logrado autorreflexionar, lo que les lleva a
separarse emocionalmente del victimario. Luego, van a aprovechar la
migración para permitir que fluyan sentimientos hacia otros objetos re-
lacionales que les generan más satisfacción, bien sean las madres, las
abuelas y los abuelos, las hermanas sustitutas o los padrastros.

Los aislamientos emocionales continúan después de la migración


Si después del evento migratorio padres o madres siguen abando-
nando sus funciones —al no enviar remesas ni presentar disposición

255
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

hacia el diálogo—, se genera aún más aislamiento. Al no cumplir


con la proveeduría, los resentimientos de la prole se intensifican, ya
que hijos e hijas interpretan este hecho como una expresión de ma-
yor abandono.
En esta tendencia, las referencias se centran en el abandono afectivo.
Sobre los hijos, Lorena (2, C, 2009), una madre, cuenta que su hijo no ha
sentido una relación cercana y el padre poco se ha interesado por cumplir la
función parental; el hijo no expresa interés por comunicarse y se ha replega-
do a su madre con mayor fuerza ante la falta del padre. Según Lorena:

Yo creo que el haberse ido él, habernos dejado, ha hecho que el niño
se una más a mí. El me dice “no mamá, yo no te voy a dejar; yo, hasta
que usted no esté acomodada, hasta que yo no pueda irme a trabajar, no
te voy a dejar”.

Yineris (5, H, 2009), a su turno, refiere:

Por cualquier cosa que yo hacía, entonces él me regañaba y salíamos


de pelea. Con mi mamá es bien; yo sé que yo la quiero a ella y ella me
quiere a mí. Yo creo que nunca he sentido cariño por él; yo nunca he
visto que él realmente merezca mi amor, por decirlo así. De pronto él a
mí sí me quiere a su manera extraña, pero no me importa.

Los casos de Juliana (8, H, 2009) y de Verónica, (8, H, 2009), ambas


de Pereira, nos ilustran cómo las niñas y los niños buscan otros referentes
de identidad y tratan de sustituir los vacíos afectivos propiciados por el
abandono paterno. La primera no ha vivido con el padre biológico y ha
remplazado este afecto con el del padrastro:

Él casi no me llama, apenas tres veces en el año. Me dice que me


quiere y que cómo voy en el colegio. Pues es que yo soy muy dura; quiero
más a mi padrastro porque él es como mi papá. Si mi papá me llama,
bien, si no me llama, también. Yo con mi papá no cuento en mi vida
para nada. Porque con mi mamá lo tengo todo.

La madre de Verónica (3, H, 2009) partió a Venezuela y después a Es-


paña, de forma que su hermana mayor se convirtió en la madre sustituta.

256
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Además, considera que su madre no logra tratarla bien y se torna incon-


trolable la relación entre las dos. Reafirma las opiniones de su hermana
y así se refiere a su relación con ella:

Nos la llevamos muy bien. De pronto le cuento muchas cosas, pues


cosas en las que yo quiera hablar con mi madre, me hablo más con mi
hermana, ella si es muy cariñosa conmigo, cuando estoy muy aburrida o
tengo rabia como cosas así, ella me quiere ayudar a mi…

Posiblemente esta situación puede afectar a algunos padres y madres


migrantes, como ocurre en el caso relatado por Mónica (2, C, 2009), abue-
la cuidadora. Su hija dejó a su prole desde pequeña; ha migrado dos veces
y retornado, pero no les aporta económicamente. Dice la cuidadora:

Prácticamente yo he sido la mamá de ellas y ella, la hija mía, ha sido


muy… cachonda10, la verdad muy desjuiciada.

Cree que las niñas y la madre sienten nostalgia por la separación e


interpreta la voz de la migrante que quiere rescatar la relación y no logra
expresiones de afecto de sus hijas. Continúa la abuela:

Cuando [la hija] me llama, me dice: “mamá ¿por qué no me llama la


niña?, dígale que me tiene abandonada”. Le respondo: “pues usted se lo
buscó, yo le dije que un día de estos sus hijas le iban a reprochar todo”.

Igual que en la primera tendencia, Johana (4, H, 2009) de Medellín y


Liliana (1, H, 2009) de Bogotá, se han involucrado en los conflictos de pareja
de los padres y madres migrantes, lo cual las ha llevado a distanciarse afecti-
vamente y a tomar partido por alguno uno de ellos. El padre de la primera se
fue para España en medio de una crisis conyugal, que la entrevistada explica
por su infidelidad. Esto ocasionó que Johana apoyara a la madre y no se rela-
cione con el migrante. Cuando conversa sobre su situación plantea:

[…] también había muchas cosas que no me cuadraban respecto a lo


que le hacía a mi mamá. Sí, mucha tristeza porque no nos tuvo en cuenta;

10 La expresión alude a tener varios hombres al tiempo; de ser infiel y viene de la expresión
popular ‘poner los cachos’.

257
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

nosotros nos dimos cuenta dos días antes de él irse […] que vuelva de
pronto sí, pero que anhelo ese día no, si viene o no, es igual, […] yo no lo
he extrañado la verdad.

Liliana, durante un tiempo, tuvo que vivir con la abuela debido a los
conflictos de pareja de sus padres:

Porque mi madre cuando yo tenía dos o tres años se fue; ella tiene dos
de sus hijas de otra relación. Ella es muy cariñosa y muy consentidora,
pero mi madre nunca fue la mejor y ha cometido errores fuertes. Yo con
ella nunca sentí como un lazo muy fuerte, pues sí, es mi mamá.

La pareja se reconcilió y luego la madre migró a España, de forma que


las hijas fortalecieron aún más sus vínculos con el padre. Cuando la migrante
vino de visita, comprendieron que tenía otra relación de pareja en el país de
destino. La hija, así, evidenció que la relación entre sus padres no era posible:

Fue horrible, pues porque ya era evidente que ella no estaba con mi
padre. Nosotros lloramos y sufrimos mucho porque no entendíamos por
qué mi madre no nos decía nada; no nos explicaba ese comportamiento
tan frío con mi padre.

Los resquebrajamientos afectivos se articulan con las distancias


en la autoridad
La violencia y el autoritarismo de los padres o madres fueron rechazados
por lo hijos e hijas, quienes tomaron distancia de la relación afectiva. No
se ama al padre o madre violentos, más bien se guarda un resentimiento
que va a incidir en que ellos no se legitimen ante su prole como figuras
de autoridad.
Los relatos que analizamos nos indican que las nuevas generaciones
se resisten al autoritarismo; exigen, más bien, la construcción de una
autoridad basada en la conversación y el diálogo. Corresponden estas
actitudes contra la violencia familiar con una tendencia nacional de re-
belión, porque tanto niños como niñas y jóvenes han interiorizado más
rápidamente que los adultos la necesidad de enfrentar las imposiciones.
Los alejamientos afectivos se incrementan en la medida en que los adul-
tos continúan pensando que deben mantenerse rígidos, aplicar normas y

258
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

hacerse respetar para no perder su calidad de padres o madres (Jiménez,


2007; Puyana, 2007).
En ese sentido, Eliana (4, H, 2009), de 13 años, quien vive con su
mamá y su padrastro desde antes de que su padre migrara a Venezuela,
rechaza la autoridad paterna:

Él no tiene autoridad; él no tiene derecho, porque él no ha vivido


conmigo, ni se ha responsabilizado de mí.

Lo mismo ocurre con Yineris (5b, H, 2009), quien afirma:

Él no puede prohibir nada; la autoridad de él es nula, en pocas pala-


bras. Ya él sabe que yo no le hago caso. Yo le he dicho a él que para qué
me dice eso, si igual él no puede verme y no puede hacer nada. Él no me
va a prohibir que salga o que yo me vaya para paseos.

Incluso algunos, como Fabio (1, H, 2008), no quieren que su padre les
envíe remesas. Cuando el padre de Fabio lo hacía, él prefería no saber
acerca de ellas; más bien cree que esta situación fue útil para interesarse
en trabajar:

Sirvió mucho para crecer, para madurar tal vez un poco, pues se me
abrieron mundos. Empecé a trabajar, ya no dependía tanto de él, depen-
día más de mi mamá y de mí mismo, como que me despegué un poco
de él y me pareció bien.

En esta tendencia hijos e hijas sólo aceptan la autoridad de quienes con-


viven con ellos y ellas, por lo general las madres, las abuelas y hermanas. En
los casos de la migración materna. Al respecto, refiere Luisa (1, H, 2009):

Mi mamá igual le daba quejas de mí y él me regañaba, pero pues ya


como que no me importaba de a mucho, así me mandara dinero y eso,
porque era mi madre la que me decía y la que estaba respondiendo en
esos momentos por mi y todo.

De similar manera, Adela (2, H, 2009) y sus hermanos solo reconocen


a sus abuelos y lo explican así:

259
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Cuando ella nos dejó, estábamos pequeños y uno se acostumbra a


las otras personas, a como lo crían a uno las demás personas. Ya cuando
viene una mamá es diferente, pues ella quería venir con autoridad, pero
todos se la llevaron mal con ella… Quería venir a mandarnos, a decirnos
cosas; nosotros no respondimos muy bien a eso. Nosotros queríamos ver
una mamá diferente, que no fuera autoridad, porque la autoridad de
nosotros ya es mi abuela.

En el caso del padre de Lilí María (3, H, 2009) y sus hermanos, quienes
han sido maltratados física y emocionalmente por este, la madre decidió
desautorizarlo tras la migración. Les induce que entreguen al padre una
versión distinta sobre su cotidianidad cuando se comunican a través de Sky-
pe, para que así mande remesas. La madre (3, C, Luz Mary, 2009) comenta:

Yo les digo que le sigan la cuerda y luego hagan lo que quieran. Si él


les dice que si se levantaron a las 5 de la mañana a orar, ustedes díganle
que sí, y sigan aquí su vida normal, pues él aquí no los está viendo.

El padre migrante no ejerce ninguna autoridad, pues la madre cree


que solo ella merece esa función, «porque soy yo quien está con ellos».
Así sigue argumentando:

La relación de nosotros cambió cuando el papá se fue, porque yo vi-


vía reprimida, yo no podía salir de mi casa. Yo solamente tenía que vestir
como él dijera porque él era evangélico.

En esta tendencia, la disposición de hijos, hijas, padres o madres para


una vida de intercambio constante transnacional es mínima. No persiste
en la prole una actitud de acercamiento que permita recibir las remesas
sociales y enriquecerse con la transmisión del cambio cultural vivido por
sus madres o padres migrantes. Si bien los padres migrantes continúan
enviando remesas —porque es el rol adscrito por la cultura—, a diferen-
cia de lo que ocurre en la tendencia anterior, no se acostumbran expre-
siones afectivas entre unos y otros ni antes ni después de la migración.
Hasta aquí hemos analizado las narraciones de hijos, hijas o de quie-
nes cuidan sobre las relaciones emocionales a partir de la migración in-
ternacional de padres y madres; ahora vamos a estudiar la forma como

260
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

ellos o ellas interpretan el impacto que la migración de padre o madre


ha tenido en su ciclo vital.

Significados construidos sobre los impactos de la migración


internacional de padres y madres en las vidas de hijos e hijas

En las investigaciones sobre familia y migración persisten diversas orien-


taciones cuando se refieren a los efectos del ejercicio de la paternidad y
la maternidad en situación de transnacionalidad. Mientras unas desta-
can los problemas que para los hijos o hijas produce esta situación, otras
detallan este proceso y no comparten la tesis alterna, porque encuentran
logros por parte de los hijos e hijas.
En relación con la primera propuesta, se ha generalizado la preocu-
pación por los problemas afectivos de los hijos e hijas, a quienes se ha
llegado a catalogar como huérfanos de padres vivos, como enuncia un infor-
me de la Procuraduría General de la Nación, a raíz de una investigación
hecha en Antioquia, Caldas y Risaralda en el 2008. Según el periódico
El Tiempo (2008,12 de enero):

[Los padres] Se van lejos, a trabajar por sus hijos. Pero cuando vuel-
ven al país muchos ya los han perdido. Sus familias se destruyen. Arol-
do Quiroz, procurador delegado para los asuntos de infancia, sostuvo
que de no tomar medidas urgentes esas regiones enfrentarían una grave
crisis social, pues según él, “estos niños se están saliendo de las manos de
quienes los cuidan”.

Otras investigaciones también generalizan esta situación. Murillo


(2009: 182) sostiene que:

Ante la ausencia de un referente afectivo fuerte […] es muy probable,


como en efecto ocurre y lo atestiguan muchos migrantes […], que a los
problemas afectivos sigan drásticos problemas de personalidad y com-
portamientos, incluso más que de aprendizaje.

En el mismo sentido, Marie-Astrid Dupret (2008: 6) realiza las si-


guientes reflexiones acerca de los efectos de la migración paterna y ma-
terna para hijos e hijas en el Ecuador:

261
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Han aparecido grupos de niños sin parientes o familiares mayores de


edad, y sin referencia adulta cercana; a menudo, se dedican a un con-
sumo ‘sin límites’, intentando suplir la falta de sus padres por la compra
de objetos inútiles gracias a las grandes sumas de dinero que les mandan
sus progenitores. No hay que sorprenderse que esos adolescentes —e in-
cluso niños más jóvenes— estén muy atraídos por las pandillas juveniles
y que la delincuencia aparece como una salida frecuente a su abandono.

Otros investigadores, como Luis Eduardo Guarnizo (2006: 103), tam-


bién generalizan de forma contundente los efectos negativos de la migra-
ción internacional en los hijos e hijas:

El vacío de autoridad y el afecto cotidiano generado por la migración


no puede ser llenado totalmente por las comunicaciones a larga distan-
cia, no importa cuán frecuente sea. Todo esto genera nuevas formas de
manipulación de relaciones familiares: de negociar, de identificación y
manejo de las relaciones. Las culpas se tratan de sortear con el envío de
objetos de consumo costosos, prendas de vestir y electrodomésticos de
moda. Este alivio momentáneo se convierte de nuevo en transmisión de
valores consumistas y de mercantilización de relaciones familiares.

Otros estudios, con una perspectiva diferente, matizan y hacen com-


plejas dichas afirmaciones después de profundizar sobre material empí-
rico. En primer término, María Claudia Medina (2009: 467), cuya tesis
doctoral se realizó entre madres migrantes residentes en España y sus
hijos en la zona cafetera de Colombia, después de interpretar los casos
familiares plantea:

Nuestra posición se aleja del juicio condenatorio que justifica la tota-


lidad de las problemáticas infanto-juveniles como consecuencia del des-
plazamiento de la madre, desconociendo la influencia de otros factores
que entran en juego como las circunstancias personales, las condiciones
del contexto familiar y social de los menores que permanecen, la calidad
del vínculo que mantienen con la migrante.

También Sørensen (2008: 262) critica los informes académicos y


políticos que han señalado a la migración de padres y madres como

262
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

«causantes de: alcoholismo masculino, embarazos adolescentes, bajo


rendimiento escolar en la infancia, delincuencia e incluso alta inci-
dencia de suicidio infantil». Estas proyecciones se hacen más drásticas
cuando las madres son quienes migran y se las culpa a ellas de todos
los problemas emocionales de los y las jóvenes, dada la sobreestimación
que tenemos de la función materna para el desarrollo de los hijos y por-
que en nuestra cultura ‘familia’ se centra en la mujer (Pedone, 2008).
La investigadora Salazar Parreñas (2001), después de analizar los re-
latos de madres, niños y parientes de Filipinas, cuyas madres han migra-
do y trabajan en Europa y Estados Unidos, considera que la situación de
niños y niñas que residen con sus cuidadoras en ese país se agrava por
la ideología patriarcal sobre la familia nuclear y el alto culto a la domes-
ticidad a cargo de las mujeres. Encuentra una dura estigmatización de
las mujeres que dejan a sus hijos con los padres o parientes; a ellas se les
llama “rompedoras de familia”. Cuando la migración es de hombres, no
se conversa sobre esta situación.
Ante estas aseveraciones, consideramos que las primeras argumenta-
ciones sobre los efectos de la migración en la prole están permeadas por
el juicio condenatorio contra las mujeres, propio de quienes se mueven
en relaciones tradicionales de género. Se simplifica una situación que es
compleja y diversa, como mostramos en la parte inicial de este capítulo,
al proponer las tendencias en torno a las relaciones padres/madres e
hijos/hijas cuando los primeros migran.
Procederemos a analizar las narrativas de las y los jóvenes, pero an-
tes consideramos pertinente plantear las algunas reflexiones. Las na-
rrativas contienen elementos centrales de cada contexto social y cultu-
ral. Para el tema que nos ocupa, cuando los y las jóvenes se refieren a
sí mismos, incluyen en su narración significados interiorizados acerca
del deber ser de la paternidad y la maternidad, intensamente ligados
a nuestra mirada sacralizada de la familia; en particular, la creencia
acerca de la necesidad incuestionable de la permanencia de las ma-
dres para lograr el desarrollo psicológico y la ‘normalidad’ en las vidas
de sus hijos e hijas. Estos significados inscritos en un orden patriarcal
han delimitado la crianza, el cuidado y el mayor acercamiento afec-
tivo a las madres, lo que genera una situación especialmente difícil
cuando ellas, presionadas por múltiples problemas, deben partir al
exterior (Medina, 2009).

263
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Debemos considerar que cuando padres y madres migran a otro país,


se instaura una argumentación sostenida en una lógica causal lineal, es
decir, una relación directa entre la migración y los comportamientos de
la prole. Por ejemplo, la relatante Ángela, (1, H, 2008), de 18 años, plan-
tea lo ocurrido a raíz de la migración de su madre:

No nos falta nada, ni nada, pero la situación sí cambia, pues los lazos
familiares se van disolviendo mucho.

Ella está explicando una relación causa-efecto entre la migración


y lo que llama «lazos familiares», desde su lógica argumentativa.
Esta secuencia debemos descifrarla como la narrativa causal de in-
terpretación de quien relata, y no mecánicamente como la realidad
de su vida.
Por último, debemos analizar las narrativas dentro de la noción del
tiempo, dado que este cambia también según el ciclo vital. Mientras en-
tre los y las jóvenes y los niños o niñas el sentido de la temporalidad es
más lento, los adultos viven el tiempo más rápido. Como plantean Bos-
colo y Bertrando (1996: 41):

Con el aumento de la edad se tiene la sensación de que el tiempo


pasa cada vez más de prisa. Esto sucede porque cada uno vive los ciclos
temporales, como porcentuales de la existencia que ha vivido: un mes es
un tiempo larguísimo para un chaval de 15 años, pero irrisorio para un
anciano de 60.

Respecto al espacio, también encontramos que cuando son niños o


niñas aún no tienen la noción de ciudad o país, y posiblemente inter-
pretan la distancia a partir de las relaciones afectivas que se establecen
en una parte u otra. Finalmente, partimos del supuesto de que la inter-
pretación hecha incide en el curso de la acción y genera cambios en la
existencia y en el micro sistema relacional paternofilial.
Aun cuando el significado que hijos e hijas elaboran respecto a la
migración de sus padres genera formas relacionales de cercanía o dis-
tancia, es importante señalar que, si bien dicho significado atraviesa tales
formas, no siempre las define automáticamente. Por ejemplo, se presen-
taron casos en los que hijos e hijas sostienen relaciones muy cercanas con

264
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

sus padres o madres migrantes, pero no por ello dejan de aducir que este
evento les generó situaciones límite y efectos psicológicos adversos en
algunos momentos.
Entre quienes entrevistamos en esta investigación, el significado que
las y los relatantes dan a sus vidas a partir del suceso migratorio de sus
padres o madres se ubica en dos extremos: quienes han interpretado el
hecho como causante de múltiples sentimientos de abandono y, a la vez,
promotor de problemas en el comportamiento, lo que hemos denominado
situaciones límites, y, por el contrario, quienes lo asumieron como un reto, lo
que representó para ellos y ellas adquirir comportamientos positivos, tales
como ‘estudiar más para compensar así el sacrificio hecho por los progeni-
tores’. Veamos en detalle cada uno de este conjunto de narraciones.

La migración se interpreta como causante de situaciones límites


y efectos psicológicos perjudiciales
Gergen (2007) plantea que la secuencia de las autonarraciones en nues-
tra cultura contiene dos órdenes: una ascendente, marcada por un logro
positivo, que justifica todo lo que se debe pasar para llegar allí, y otra,
cuyo descenso ocurre por problemas que llevan a una situación deterio-
rada. En este segundo conjunto de narraciones, la secuencia es descen-
dente, ya que hijos e hijas, en su argumentación acerca de las consecuen-
cias de la migración internacional de los progenitores, manifiestan que
este evento tuvo una consecuencia negativa en sus vidas. Se generaron
cambios en los comportamientos, bien sea porque les produjo rabia o
agresividad o porque pasaron por situaciones límites, de alto riesgo para
su salud mental, como la rumba exagerada, drogadicción, intentos de
suicidio y embarazos precoces. La mayoría de este grupo adujo efectos
negativos en su escolaridad y en las relaciones con las personas más cer-
canas. Veamos en detalle algunos de estos relatos.
Valeria (1, H, 2009) relaciona consecutivos impactos en su vida con
la migración materna. Cuando tenía 16 años, la joven vivía con su her-
mano de 14 y su madre, quien trabajaba en servicio doméstico en Bo-
gotá, hasta que ella decidió viajar a Estados Unidos debido a una opor-
tunidad laboral en el mismo campo; de eso hace nueve años. Considera
que era muy unida a su madre e interpreta su partida como un desastre,
pues desde ese momento:

265
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

[La vida] se me llenó de soledad. Yo andaba como un volador sin


palo; pa’ donde va la gente, va Vicente, pa’ donde me llevaran. La so-
ledad me generó muchas cosas. En mi caso, que yo hiciera una familia
a temprana edad: cuando terminé once, al año siguiente me enteré que
estaba en embarazo.

Similar situación vivió Marisol, (1, H, 2008), quien ante la migración


de ambos padres a España, cuando ella tenía 15 años, debió cuidar a su
hermana menor, que a la vez le acompañaba. Ante el inminente viaje de
su hermana —como a los 17 años—, tuvo una intensa crisis:

Yo estaba viviendo en Cali sola; fue complicado. Yo paré de estudiar


un semestre porque no daba más; llegué a un estado de depresión tan mal
de que yo no le veía sentido a seguir viviendo. Yo salía a las 10 de la ma-
ñana y a esa hora me iba para el chuzo del frente y nos poníamos a bailar,
eran las ocho, nueve y yo ya estaba feliz de la pelota, llegando a mi casa,
pues, en la rumba más tremenda; fue muy pesada esa época para mí.

Fernando, (1, H, 2009), quien consume drogas y se ha vinculado a


una forma delincuencial de vida, relaciona su drogadicción y sus proble-
mas con la partida de su madre al exterior:

Yo creo que ella [madre] diría: “no, pues al pelado le faltó el apoyo
de los padres”, porque realmente, como te digo, el estilo de vida mío es
muy hard core; entonces diría, “vea, si yo no me hubiera ido, de pronto él
no hubiera sido así”.

El padre (1, H, Raúl 2009) ha estado recientemente preso en Vene-


zuela y antes en Estados Unidos, cuando Fernando tenía cinco años, por
llevar drogas ilegales. Como consecuencia de la migración paterna, el
hijo infiere:

Por eso es que nosotros somos como tan desprendidos de ellos a ve-
ces, porque nosotros crecimos solos, sin ese amor, ni el cariño, ni los
consejos de los padres; entonces, para nosotros siempre fue duro.

266
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Muchas de estas narraciones de hijos e hijas contienen también des-


cripciones detalladas sobre los efectos que la partida de padres y madres
han tenido para sus hermanos o hermanas y los convierten en víctimas de
la migración de sus progenitores. Valeria, por ejemplo, llama a su hermano «la
oveja negra de la familia», y relata:

En el caso de mi hermano, él nunca habló, él nunca dijo “me siento,


me duele, estoy solo”, no. Él mostraba su soledad, él era: “ay, no me
joda, váyase, quiero estar sólo, me voy para donde un amigo”, pero nun-
ca le conocimos ningún amigo, entonces no sabíamos para dónde se iba,
esa era nuestra angustia. (1, H, 2009)

También Santiago señala un problema con su carácter y el de su her-


mana, como consecuencia de la partida de su madre (las cursivas son
nuestras):

Algo muy duro, por eso mi hermana y yo somos raros y aislados.

Al tiempo, este joven de 17 años asocia la migración materna con su


comportamiento en el colegio, y manifiesta:

[…] bueno, todas las veces que me han echado, que he tenido pro-
blemas en el colegio, y así. Lo más reciente ahoritica lo de mi hijo, pues
eso también fue como muy difícil.

Incluso, al finalizar la entrevista recomienda a la madre que parta,


para velar como buena proveedora por su nieto.
Los cuidadores también consideran que hijos o hijas de quienes mi-
gran tuvieron comportamientos autodestructivos, en particular aumento
de agresividad, pérdidas en el año escolar y otras dificultades desde la
partida de las madres. Así relata Sammy, (4, C, 2009), quien diagnostica
con enfermedades psicológicas a sus tres sobrinos a cargo:

Entonces vienen como unos problemas, Manuela, que está pequeña,


Juan Pablo, casi con un autismo horrible, y Andrés con unas situaciones
de indisciplina .¡Válgame Dios!, eran unos niños como con unas situacio-
nes ahí como todas complejas.

267
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

También la bogotana Verónica (1, C, 2009) comenta cómo su hijo de


11 años, al sentirse abandonado por su padre quien migró a Inglaterra,
se ha tornado agresivo, con enfermedades gástricas y ha llegado a gol-
pear a un profesor en el colegio:

Sergio empezó a cambiar de forma de ser. Empezó a traer notas so-


bre que no quería trabajar en clase; se volvió agresivo, porque mi hijo no
era agresivo. Mi hijo es muy inquieto, que tú no lo puedes tener en una
silla sentado en una visita, porque él está brincando para un lado y otro,
le da curiosidad coger. Pero ahora sí se volvió agresivo; está llamando la
atención. Que día lo suspendieron del colegio una semana por haberle
pegado a la profesora; o sea, cambió del cielo a la tierra desde que el
papá se fue. Al principio no, porque yo creo que él no había notado el
tiempo, pero ahorita que lleva tanto tiempo sin verlo, ya le dio duro.

Así mismo, Jorge (2, C, 2008), de Cali, reporta dificultad para vivir
con su hija mayor desde la partida de la madre:

Ella asumió como de mamá, como la que manda en la casa. Enton-


ces, a raíz de eso, decidimos que era mejor que se marchase mejor para
donde la abuela materna y nos dejara vivir en paz.

Al analizar estos relatos a partir del ciclo vital de los hijos e hijas,
encontramos que se refieren a la adolescencia como la etapa del ciclo
vital en la que asumieron dichas conductas, y luego una vez que han
cumplido más de 17 años. Unos manifestaron que no continuaron adic-
tos a las drogas y otros todavía se encuentran atrapados en ella. Todos y
todas sintieron el suceso migratorio como un abandono, la mayoría en
medio de un conflicto de la pareja. Hijos e hijas fueron objeto de violen-
cia simbólica por parte de la familia de origen, quienes les reiteraban la
desatención de padres o madres para que tomaran partido en contra de
los migrantes.
Las narraciones presentadas nos sugieren que son las circunstancias
que rodean la migración, las violencias recibidas y, en especial, el sentir-
se abandonados, lo que produjo más agresividad, búsqueda ansiosa de
compañía, participación en grupos de jóvenes que consumen fármacos y,
posiblemente, ansias de rebelarse ante quien abandona. Todo lo anterior

268
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

se exterioriza en comportamientos autodestructivos como el consumo de


drogas —tan temido y estigmatizado por los mismos padres y madres—,
el embarazo temprano o el incumplimiento con las tareas escolares. Al
asumir estas conductas, posiblemente logran vengarse del padre o la ma-
dre migrante a quien perciben como abandonador.
La forma de argumentación causal ya analizada, que lleva a explicar
las situaciones afectivas a través de narrativas que enlazan los proble-
mas de las y los jóvenes con los comportamientos de los padres, ha sido,
según Eva Illouz (2007), especialmente reforzada por las ofertas tera-
péuticas. La autora interpreta estas narraciones como unidas a un estilo
emocional, caracterizado por explicar la vida a partir de un evento que
ocasionó una secuencia de hechos. Al analizar una historia de un niño
que fue traumatizado y convertido en tímido, la autora trae a colación el
siguiente análisis:

El marco narrativo exige que una persona identifique una patología


como una manera automática de ser. Una vez que se detecta la conducta
automática, la persona establece relaciones causales con el pasado. Así
identifica un episodio en la infancia en el que el yo se vio físicamente
disminuido. Se supone que este, que el incidente, tuvo condiciones tras-
cendentales en su vida. (113)

Si bien, desde el constructivismo, Maturana (2002) se refiere a la en-


fermedad de amor —cuando hay separaciones y pérdidas del objeto
amado, a partir del supuesto de que el lenguaje construye realidades—,
podemos encontrar otras vías de análisis de esta problemática menos
causales y evitar caer en condicionamientos inevitables del trauma del
abandono. Jorge Barudy, por ejemplo, va a reflexionar sobre el maltrato
y el desapego, pero no como ocasionador de pérdidas irreparables, sino
como dependiente de la sinergia y de las redes de apoyo (1998). Por otra
parte, Pauline Boss (2001: 128) plantea que a pesar de que los efectos de
la pérdida ambigua son intensos, «algunas personas utilizan la experien-
cia para aprender a vivir en circunstancias difíciles a lo largo de la vida,
equilibrando su habilidad para hacer el duelo por lo que han perdido
con el reconocimiento de lo que todavía es posible».
Nos surge ahora el interrogante sobre qué ha pasado en otro grupo
de jóvenes, niños y niñas que expresan lo contrario. Es decir, dicen haber

269
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

logrado mayor capacidad de gestión en sus vidas y no haber asumido las


conductas autodestructivas de los ya citados.

La migración como generadora de autonomía


En contraste con la secuencia de problemas invocados como efecto de
la migración, en esta óptica, hijos e hijas atribuyen una relación causa-
efecto bien diferente a la migración paterna o materna. Expresan que
cuando los padres o las madres partieron, sintieron dolor por vivir ale-
jados, con las características de la pérdida ambigua analizada por Pau-
line Boss (2001), pero interpretaron su partida como un sacrificio que
quienes migran han hecho; concluyen que de esta experiencia, rodeados
del cuidado de sus abuelas, abuelos, tíos y tías, han ganado autonomía y
capacidad para el manejo de sus vidas.
Veamos lo que piensan en Bogotá Erika (1, H, 2008), Diana y Álvaro
(1, H, 2009), todos estudiantes universitarios, que vivieron la migración
paterna o materna desde la época de su niñez y en la adolescencia. Dice
Diana, y reafirma su hermano, que ellos han asimilado desde muy niños
el enorme sacrificio de la madre y creen que no deben faltarle. Por tanto,
adquirieron el hábito de estudiar solos, pedir apoyo al padre que reside
en Bogotá y comunicarse con frecuencia con su madre para lograr una
relación cercana a pesar de la distancia. Diana concluye que la situación
de su madre es más dura porque está sola y siente la necesidad de com-
pensar su sacrificio con un buen comportamiento.
La cartagenera Dina (5, H, 2009) reconoce la autonomía que ganó a
partir de la migración de su madre a Venezuela:

Ya nosotras teníamos que defendernos por nuestros propios medios.


Resolver los problemas sin necesidad de terceras personas, sin esperar
a escuchar los consejos de mi mamá y de personas fuera de mi fami-
lia, porque yo digo que la única forma de solucionar sus cosas, los pro-
blemas, es uno mismo. Yo pienso que eso me sirvió mucho porque al
lado de ella hubiese sido una pelada súper malcriada, porque es que mi
mamá a nosotras nos consentía.

También la barranquillera Lina (5, H, 2009) evalúa así los impactos


de la experiencia migratoria de la madre:

270
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Yo me siento independiente porque vivo sola, yo estudio, o sea, soy


responsable de mí misma, de mis actos realmente. Antes no era indepen-
diente, porque vivía en familia. […] yo aprendí a valorarme más a mí
misma, a ser más responsable; ya tengo que tener mayor conocimiento
de las cosas, o sea, ya he aprendido de experiencias nuevas.

Así mismo, Lorena (1, H, 2008) y su hermano creen que la migración


de sus padres les generó más autonomía:

Valernos por nosotros, que si tenemos, por ejemplo, que hacer vuel-
tas del banco, que pagar servicios… ya tenemos que hacerlo nosotros.
Ya sería como más independencia para un futuro, cuando uno se vaya
de la casa, ya uno está preparado. Si ellos estuvieran acá, nosotros nos
quisiéramos mucho, pero seríamos más dependientes.

En estos casos, desde muy temprana edad, a partir de la migración de


su madre o del padre, los hijos e hijas han continuado con un buen des-
empeño escolar; se han comunicado todo el tiempo con los migrantes,
primero por teléfono, luego por internet, y han contando con el apoyo
constante de las redes familiares.
Las y los relatantes se refiere a un efecto a largo plazo de la migración:
ganar autonomía. Aunque el proceso migratorio se inició cuando eran
muy niños, ahora son jóvenes mayores; unos ya trabajan, otros son estu-
diantes universitarios que agradecen la confianza que sus padres o ma-
dres han tenido en ellos o ellas, la forma como los han orientado y pro-
piciado el desarrollo de capacidades para el manejo de los problemas y
el haber podido administrar las remesas con más seguridad. Así refiere la
pereirana Jeny (3, H, 2009) su experiencia, en la que resalta las ventajas:

Serían que yo sé que cojo la plata y sé en que la debo distribuir y ya; es


a la manera mía. Empecé a hacer las cosas acá en la casa y aprendí a hacer
de comer, aunque estuve dos años estudiando, yo estudié administración
en un instituto y me encargaba de despachar a Diana [hermana menor].

Para Fabián (3, H, 2009) y otros jóvenes, la migración internacional


de la madre se convierte en una oportunidad para acceder a una mejor
calidad de vida, hacer una carrera universitaria con tranquilidad y éxito:

271
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Yo diría más bien beneficios. Que nos dio educación, vivienda y co-
mida durante seis años, siete años, más o menos, que fue el tiempo que
duró la universidad. La tranquilidad de tener una comida y un techo.
Esas son las tres cosas: como había estabilidad económica, tenía comida,
techo y los recursos diarios para realizar las actividades diarias dentro de
la universidad.

Ambos jóvenes van a terminar su carrera universitaria a temprana


edad. En estos casos, los y las jóvenes perciben como benéfica la expe-
riencia migratoria para sus vidas; destacan la independencia lograda y
cuestionan con sus comportamientos las creencias acerca de que la única
condición para el desarrollo de hijos e hijas es la presencia física de la
madre. Eso expresa Diana (1, H, 2009), cuando refiere que su caso era
visto con extrañeza en su colegio y ella explicaba la situación a sus com-
pañeras, así como su admiración por la madre migrante. La capacidad
de autogestión es asociada con la visión de la migración de los progenito-
res como un sacrificio para mantener el estatus social o para mejorarlo.
Por tanto, hijos e hijas creen que deben actuar consecuentemente. Una
conclusión similar se hizo en un estudio en el Ecuador, a partir de una
encuesta de Villamil, López y Sánchez en 2004. Se detectan «efectos
ambivalentes entre los hijos que van desde el abandono, hasta el conven-
cimiento de que el sacrificio de sus padres los compensan con mejoras
económicas que experimentan vía las remesas, junto con las expectativas
de un futuro mejor” (citado por Parella, 2007: 174).

Conclusiones

El cambio en las relaciones emocionales paterno/maternas filiales lo


hemos analizado desde dos perspectivas. En la primera comparamos la
dinámica relacional antes y después de la migración. Ante la configu-
ración de diversos tipos de relaciones, hemos construido cuatro tenden-
cias que tienen como referencia los siguientes ejes: la interacción antes
del evento migratorio, la decisión de migrar, los afectos y los vínculos
una vez se da la partida y el ejercicio de la autoridad. En la segunda,
analizamos la manera como hijos, hijas y cuidadores interpretan la in-
fluencia del proceso migratorio de padres y/o madres en la vida de la
prole y organizamos dos conjuntos de narraciones. En unas, según lo

272
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

expresado en las entrevistas, aparece la migración como causante de


situaciones límites y de efectos psicológicos perjudiciales; en otros casos,
como generadora de autonomía.
En relación con las tendencias, la primera, te vas y te alejas, se caracte-
riza por la cercanía en la relación antes de la migración y el distancia-
miento a partir del proceso migratorio. En estos casos es más fuerte la
manifestación de sentimientos de desapego, indiferencia, odio y hostili-
dad por parte de hijos e hijas hacia sus progenitores, debido a una inten-
sa sensación de abandono tras la partida de uno de ellos o ambos. Di-
cha sensación tiene implicaciones en el distanciamiento y se expresa con
culpar y reclamar a padres/madres migrantes, a la vez que se generan
sentimientos ambivalentes en hijos e hijas, emociones que afloran con
mayor facilidad en los reencuentros. Además, los conflictos de pareja,
particularmente los asociados con las separaciones, suelen impactar las
relaciones paterno/materno filiales. Por todo lo señalado anteriormente,
el progenitor que migró experimenta una pérdida de legitimidad como
figura de autoridad.
La segunda tendencia, te alejas y me acerco, implica la dinámica contra-
ria, pues las relaciones eran distantes antes de la migración y cambian
durante el evento para convertirse en cercanas. En estos casos, hijos e hi-
jas sostienen que tras la migración de su padre o madre, fue posible reen-
contrarse en una relación que antes estaba marcada por la indiferencia o
el desapego. Muchos de ellos y ellas no tenían vínculos que consideraran
significativos con sus progenitores o vivían fuertes conflictos, especial-
mente en la adolescencia. De este modo, la migración se presenta como
una oportunidad de cambiar o dinamizar la relación, al compartir otras
formas de comunicarse y de lograr expresión de los afectos a través del
teléfono o aprovechando la tecnología virtual. A pesar del reencuentro
afectivo, la autoridad no cambia, continúa a cargo de quienes cuidan y,
con frecuencia, se torna conflictiva
En las dos tendencias descritas, la toma de decisión de migrar no
fue consultada con hijos e hijas ni a ellos se les hizo partícipes del viaje
cuando ya estaba tomada la determinación. En el contexto de la pri-
mera, esta situación incidió en un mayor alejamiento; mientras que
en el de la segunda, fue interpretada como parte del proceso vital de
quien migra. También es común en ambas tendencias que se produzca
un «cambio dos», como el conceptualizado por Watzlavick, Bavelas y

273
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

Jackson, es decir, aquel en el que se altera la pauta que conecta las inte-
racciones que creaban el sistema (1997).
En las otras dos tendencias —tres y cuatro— no se produce un cam-
bio, porque la relación permanece en la misma condición. Padres/
madres e hijos/hijas eran cercanos o estaban alejados y, a pesar de la
distancia, continúan igual. Aunque te vayas, estoy contigo, la tercera tenden-
cia, nos deja ver relaciones que han logrado sostener lazos afectivos y
emocionales muy próximos e, incluso, con posibilidad de reconstrucción
para que fluyan a pesar de la distancia. Se mantiene el vínculo y se hacen
evidentes los afectos cuando manifiestan particular nostalgia y tristeza en
el momento de celebrar fechas especiales. Se caracterizan estos casos por
una buena relación previa la migración, la participación de hijos e hijas
en la toma de decisión, el apoyo de las familias extensas, la comunicación
abierta que permite entender los motivos de la migración y el despliegue
de estrategias para asumir la nueva organización familiar, lo que facilita
el cuidado emocional desde la lejanía. Se presenta un enaltecimiento de
la madre o padre a partir de la migración misma, pues su viaje al exterior
ha sido interiorizado por hijos e hijas como un sacrificio frente al cual
deben responder con coherencia y reciprocidad. Por lo tanto, las y los
migrantes han mantenido una autoridad legítima frente a su prole; son
tenidos en cuenta en las decisiones importantes, en la orientación general
del comportamiento y en la definición de reglas y normas.
Finalmente, la cuarta tendencia, la llamada si te vas, no me importa; igual,
nunca has estado, expresa relatos en los cuales las relaciones ya estaban
tan deterioradas que la migración no fue un evento que las impactase
significativamente. El resquebrajamiento de la misma se debió, en buena
medida, a hechos violentos de parte de padres y madres que generaron
rupturas desde antes del viaje. Esas acciones fueron rememoradas con
rencor e indiferencia por hijos e hijas. Quienes se quedan, no manifes-
taron sentimientos de dolor ante la partida del padre o de la madre; por
el contrario, en muchos de los casos se expresa alivio o satisfacción, pues
con la ausencia consideran que se logró dar salida a conflictos asociados
con violencia familiar y, en algunos casos, con agresión sexual. En ese
sentido, hijos e hijas no reconocen al padre o la madre migrante como
figura legítima de autoridad y, además, la distancia impuesta desde antes
les excluye de la toma de decisión migratoria. Los rituales de despedida,
cuando los hay, suelen ser formales y apresurados.

274
Relaciones paternofiliales en el contexto de la migración internacional

Frente a los conjuntos de narraciones en relación con la interpretación


acerca del impacto de la partida en la vida de hijos e hijas, analizamos en
primer término los casos que se refieren al evento migratorio como algo
que marcó intensamente el transcurso de las vidas y provocó situaciones
límites como el uso indebido de drogas, embarazos tempranos, intentos
de suicidio, pertenencia a pandillas, depresión, agresividad contra los ma-
yores y bajo rendimiento escolar. Las crisis más fuertes se viven en la ado-
lescencia. Algunos y algunas manifiestan que con la edad han cambiado
estos comportamientos; otros aún permanecen enganchados en estas si-
tuaciones. Para este grupo de relatantes, persisten además sensaciones de
abandono y múltiples conflictos con quienes les cuidan. Con la argumen-
tación acerca de los efectos negativos de la migración, hijos e hijas justi-
fican conductas que les mantienen enlazados a comportamientos lesivos.
Para terminar, agrupamos un conjunto de narraciones de hijos e
hijas cuya interpretación sobre la migración hace énfasis en el sacrificio
que padres y madres han hecho. Cómo respuesta a ese significado, en
compensación, sus comportamientos se dirigen a actuar correctamente
en su medio social. Consideran que la migración les llevó a abordar
retos, adquirir mayores responsabilidades, ganar autonomía y capaci-
dad de emprendimiento; se encuentran vinculados y vinculadas a la
universidad o han finalizado sus estudios con continuidad, sin presentar
crisis en su rendimiento académico. Acuden a su propia iniciativa para
responder por el cambio contextual que ha implicado el evento migra-
torio de sus progenitores.
Es necesario tener presente que todas estas narraciones están cons-
truidas por los relatantes con una lógica generalmente causal y unidi-
mensional; se atribuyen efectos únicos a la migración de los progenitores
sin tener en cuenta otras situaciones contextuales que pueden haber in-
cidido en las vidas.
Finalmente, desde la polémica sobre las consecuencias del evento mi-
gratorio para el transcurso de vida de hijos e hijas, nos movemos con los
aportes de Arlie Russell Hochschild, quien, desde el juicio ético y políti-
co, se sitúa en el contexto de una globalización capitalista que obliga a
padres y, en especial, a las madres que asumen el cuidado, a partir a otro
país, lo que les impide compartir el día a día con los hijos o las hijas, que
se quedan en el lugar de origen (2008). Utilizando el concepto de plusvalía
emocional, la autora remarca que las desigualdades entre los países más

275
Yolanda Puyana Villamizar, Alejandra Rojas Moreno

desarrollados y los menos están sostenidas por las relaciones de género.


Es un factor de explotación a los países más pobres, la capacidad de dar
afecto que se extrae más de las madres migrantes (porque así se ha desig-
nado culturalmente). Ellas ofrecen a hijos, hijas y ancianos de los países
de llegada el amor que podrían ofrecer en los de origen11. Esta extracción
afecta a quienes se quedan, y nos obliga a ponernos en la perspectiva
política de luchar contra las acusaciones que se les hace a las madres
migrantes como desnaturalizadas y engendradoras de hijos o hijas huérfanos
con padres vivos (Mojica, 2009).

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El cuidado de hijos e hijas de madres
y padres migrantes
Amparo Micolta León
Universidad del Valle

María Cénide Escobar Serrano


Universidad del Valle

María Cristina Maldonado Gómez


Universidad del Valle

L
a familia contemporánea actúa en correspondencia con una épo-
ca de cambios significativos que han afectado los espacios macro
y microsociales (Bell, 1976; 1982; Beck y Beck-Gernsheim, 1998;
Castells, 1998; Giddens, 2001), transformaciones que tienen relación con
prácticas y modalidades organizativas de orden global, inmersas en terri-
torios y dominios institucionales en gran parte del mundo (Sassen, 1993;
Ianni, 1998). Uno de los cambios en la familia tiene que ver con el reco-
nocimiento del cuidado que proporcionan unos de sus miembros a otros.
La actividad de cuidar se ha dado en todas las épocas; sin embargo,
actualmente se comienza a definir como un trabajo, como una tarea que
contiene aspectos emocionales y morales que requieren una valoración
económica1. El cuidado es una actividad que poco se ha estudiado. Hoy
se hace visible desde las investigaciones con perspectiva de género y es re-
conocida como tema de estudio en la sociología, la economía, el derecho,
la psicología, la enfermería y el trabajo social. Particularmente, las re-
flexiones sobre el cuidado han tenido desarrollos en el campo de la salud
(Davis, 2006; Martin, 2008, 2008a, 2006; Villalba, 2002; Villarías et al.,
2007; Leininger, 1988) y recientemente se estudia su relación con las mi-
graciones internacionales contemporáneas, asunto que aquí abordamos.

1 En Colombia se da un primer paso en reconocer la relación cuidado y economía. La ley 1413


de 2010 regula la inclusión de la economía del cuidado en las cuentas nacionales.

283
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

En las migraciones, y en cualquier espacio de la vida social contem-


poránea, las personas viven diversas oportunidades, riesgos y contradic-
ciones. El ser humano hoy tiene más capacidad de elección, depende
más de sí mismo, es más autónomo y está cada vez menos vinculado a sus
familiares, lo que acentúa sus sentimientos de soledad y aislamiento (Bell,
1976; 1982; Becky Beck-Gernsheim, 1998; Castells, 1998; Giddens,
2001; Beck y Beck-Gernsheim, 2003). Sin embargo, en la investigación
que da origen a este capítulo observamos que el aislamiento, la soledad
y el desprendimiento no son expresiones centrales en las familias de los
migrantes colombianos; por el contrario, para los miembros de ellas, la
solidaridad, la cooperación y la vida colectiva tienen fuerza en sus men-
talidades y en sus prácticas cotidianas en medio de las oportunidades, los
riesgos y las contradicciones que ocurren, asociadas a las experiencias de
partir. De ahí que es posible que padres y madres partan y dejen a sus
hijos e hijas menores de edad al cuidado de sus parientes en Colombia2.
Los miembros de las familias que quedan en el país y los progenitores(as)
que se van a otras naciones tejen relaciones de mutua dependencia. Para
todos ellos, la familia es un referente en sus acciones y representaciones, y
en el cuidado mutuo se expresa ese vínculo familiar. En consecuencia, el
tema de las relaciones de cuidado en el contexto de la migración interna-
cional cuestiona el supuesto de la tendencia a la desvinculación de las per-
sonas de su familia y la creencia en que la migración de hombres y mujeres
por motivos laborales rompe lazos familiares y debilita el cuidado de hijos e
hijas. El presente estudio muestra que los hijos, infantes y adolescentes, que
quedan en Colombia cuando sus padres o madres migran, son cuidados
por miembros de la familia, principalmente por parientes mujeres en red.
La relación entre el cuidado y la migración internacional puede es-
tudiarse desde diferentes ángulos. Uno de ellos se refiere a los cuidados
que realizan las migrantes a enfermos, ancianos y niños en los países de
destino, y otro explica los cuidados de los familiares de migrantes en los
países de salida. En este capítulo únicamente explicamos el segundo.
El análisis de las narraciones y la revisión bibliográfica fue una acción
constante en el grupo de investigación, de ahí que en este escrito primero

2 Los hijos e hijas de padres y madres entrevistados —infantes y adolescentes— tienen nece-
sidades psicoafectivas y económicas, por lo tanto, son dependientes y requieren a los adultos
para su satisfacción y su cuidado. Al migrar uno o ambos padres entran otros a actuar como
cuidadores.

284
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

exponemos los avances de las investigaciones sobre el tema del cuidado y


las consideraciones teóricas sobre esta actividad. Entramos luego a pre-
sentar nuestra interpretación de las narraciones sobre el cuidado de los
hijos e hijas de migrantes internacionales colombianos en el país de sali-
da; planteamos que el cuidado se desarrolla desde una red de parentesco
o red familiar que se hallaba activa antes de emprender el viaje migrato-
rio y se fortalece después de este con varios cuidadores, quienes ejercen
la autoridad con autonomía o de manera compartida. Se expresan sen-
timientos de agrado y desagrado entre cuidadores y cuidados que varían
según género y parentesco. En otras palabras, este escrito tiene como
objetivo caracterizar las redes de parentesco para el cuidado de hijos de
migrantes en Colombia, las relaciones de autoridad y la afectividad entre
hijos de migrantes y sus cuidadores o cuidadoras, y entre estos y el padre
o la madre migrante; se evidencian algunos cambios y conflictos.

El cuidado desde los estudios de género

Los estudios del care3 surgen en Europa como una crítica a los sistemas de
protección social y:

[…] han tenido una doble filiación, de un lado el trabajo voluntario


de las mujeres en la familia o en la comunidad para prodigar cuidado a
sus miembros, de otro lado, el papel de la familia en la protección social
de sus individuos. (Letablier, 2007: 65)

Desde una perspectiva de género, Letablier (70-71) plantea que uno


de los valores del concepto es que confronta dos niveles de análisis: la
actuación pública y las prácticas cotidianas, es decir, el reparto de res-
ponsabilidades entre el Estado y la familia. Para Letablier, care alude: 1)

3 Término en inglés que significa cuidado en español. Según Martin (2008: 35) y Letablier
(2007:70-71) care fue un término planteado por Daly y Dewi en el mundo anglosajón de los
años ochenta y considerado “campo de investigación”, en el que se relacionan actores, insti-
tuciones y formas de interacción. Arango y Moliner (2011: 16), por razones conceptuales y
de léxico utilizan el término traducido al español y sus derivados: cuidado, cuidar, cuidador,
cuidadora, y señalan que las autoras francesas prefieren utilizar la voz inglesa y las españolas
el plural, los cuidados. La traducción al español de caring y caringrelations tiene dificultades;
María Julia De Ruschi, traductora del libro “Negociación de la Intimidad” (Zelizer, 2009: 29)
utiliza la expresión relaciones de cuidados, ya que ‘relaciones de cuidado’ denotaría, más bien,
‘relaciones peligrosas’.

285
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

a los cuidados como una actividad, a los servicios de ayuda—bien sean


logrados en el ámbito público o en el mundo privado de la familia— y
a las responsabilidades que implica para el sujeto que cuida; 2) a los
aspectos materiales, afectivos y morales. En consecuencia, la aplicación
del concepto en la investigación es exigente, implica razonar, en la ac-
ción de cuidar, sobre los aspectos materiales, cognitivos, emocionales y
relacionales de las personas involucradas, así como la interacción entre
el cuidador, la persona cuidada y el entorno.
En este mismo sentido, Moliner (citada por Martin, 2008: 35), en-
fatiza en que el cuidado es una acción pensada, en tanto está orien-
tada a promover autonomía, y debe entenderse como el ejercicio en
un contexto cuyo valor lo constituye un propósito trascendental de
salvaguardar la vida. La autora insiste en que el cuidado es un trabajo
en el que se atienden necesidades básicas, puede o no ser voluntario,
eventual o permanente, pero, en todo caso, es indispensable para el
mantenimiento o la preservación de la vida del otro y para promover
su autonomía.
Por su parte, Batthyány (2007: 141) retoma el concepto de Letablier
y plantea que:

[…] el cuidado designa a la acción de ayudar a un niño o a una


persona dependiente en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana.
Engloba, por tanto, hacerse cargo del cuidado material (trabajo), del
cuidado económico (costo) y del cuidado psicológico (afectivo, emotivo,
sentimental). Puede ser realizado de manera honoraria o benéfica por
parientes en el marco de la familia, o puede ser realizado de manera
remunerada en el marco o no de la familia. […]. Las mujeres han des-
empeñado tradicionalmente tres funciones claves para la reproducción
social: la gestación de nuevas vidas, la prestación directa de servicios al
conjunto de la población por medio de la estructura de los hogares y la
cohesión afectiva y expresiva.

Es así que el cuidado es una acción entre dos personas: una provee
el cuidado y la otra lo recibe; tradicionalmente se ha estudiado con más
detenimiento a la persona que se encuentra en la posición de cuidadora
que aquella que es cuidada, sus características poco se han explorado. La
acción de cuidar se funda en la necesidad o necesidades de una persona,

286
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

una familia o comunidad definidas desde la cultura y en la especificidad


de las culturas del cuidado, o caring cultures, que Letablier (2007: 69-70)
refiere como:

[…] representaciones colectivas acerca de las responsabilidades hacia


los niños y las personas dependientes, que se apoyan en valores presentes
en cada sociedad y frecuentemente son institucionalizados en el derecho,
en las constituciones de los Estados y en los contratos matrimoniales o de
constitución de una pareja.

Por lo tanto, mientras no haya una demanda que amerite cuidado, no


aparece la figura del cuidador o cuidadora. Además, desde los valores y
normas de cada cultura se elige quién cuida a quién y cómo.
En nuestra sociedad, son las mujeres las que realizan los cuidados de
aquellos que son definidos como vulnerables. Esto ha contribuido a la re-
flexión sobre el lugar social que se le asigna a ella en el cuidado de otros y
de ahí que surja el debate sobre la ética del cuidado (Gilligan, 1985; Noddings,
2009). En este sentido, la ética feminista del cuidado o ética de la diferen-
cia, en contraposición con la ética femenina del autosacrificio, recalca la
idea de que la diferencia entre el hombre y la mujer implica, además de lo
biológico, un proceso de socialización diferencial de los niños y las niñas
que contribuye a establecer estereotipos según sexo. Esta perspectiva con-
fronta los estereotipos que insisten en que la mujer es responsable de cui-
dar a otros, sacrificando su propio bienestar; es decir, visibiliza y cuestiona
una ética femenina. Gilligan (1985) muestra que las mujeres han aprendido
el desplazamiento de su deseo y lo sustituyen por el autosacrificio y la res-
ponsabilidad por el débil. La autora llama la atención para que la «ética
feminista del cuidado» invoque el principio de justicia y se asuma, junto
con el cuidado, como dos perspectivas morales que organizan a lo largo del
ciclo vital el pensamiento y los sentimientos, y empoderan al sujeto para
adelantar distintas acciones en la vida pública y en la privada.
La ética en el cuidado es un problema de justicia porque el cuidado
«[…] debe ser para todos, ya que todos somos igualmente capaces para
dar y recibir el cuidado, y […] la razón y la emoción pueden encon-
trar puentes de entendimiento y complementariedad, si las reflexiones se
orientan en este sentido» (Arias, 2007: 29).

287
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Los estudios de género y feministas concluyen que cuidar es un traba-


jo, al igual que otras tareas de la vida doméstica. Es invisible por conside-
rarse asunto inherente a la naturaleza femenina. Por lo tanto, evidenciar
que el cuidado no es natural a la mujer es un propósito de estos estudios,
los que plantean la necesidad de reivindicar el cuidado y abordarlo desde
una perspectiva pública. En consecuencia, se sugiere la ‘desnaturaliza-
ción’ del cuidado en las mujeres e introducir una perspectiva ética, de
equidad y justicia, en la formulación de las políticas públicas. Las investi-
gaciones con perspectiva de género son fundamentales para demostrar el
aporte que las mujeres han hecho y continúan haciendo en los cuidados
de niños/as, viejos/as y enfermos/as.
Desde esta óptica, precisamos a continuación las definiciones del con-
cepto de cuidado. Así podemos visualizar los avances en su conceptuali-
zación, ordenar y valorar los aspectos que conforman la actividad.
Pensamiento y acción. El término cuidado procede del latín cogitatus, que
significa pensamiento. Se entiende como la solicitud y la atención de
hacer algo bien, con recelo, preocupación o temor. Es tanto acción como
reflexión; implica un estar alerta a algo o a alguien. La noción cuidado,
como locución verbal, puede referir a ‘estar obligado a’. En forma colo-
quial, se usa como amenaza, y como interjección se emplea para advertir
un peligro. Como verbo, cuidar expresa asistir, guardar, conservar, poner
atención y solicitud en la ejecución de algo (Diccionario de la Real Aca-
demia de la Lengua Española, 22ª ed.).
Atención y esmero. En el significado anterior cabe el cuidado tanto de
objetos como de personas. En los dos casos, hay atención y esmero con
aquello que se cuida para que no sufra daños. En lo que respecta a per-
sonas, además de protección, se desea que la calidad de vida de quien se
cuida, si no se mejora, por lo menos se mantenga.
Acción consciente y reflexiva. La acción de atención, de estar alerta, en la re-
lación de cuidado no obedece a una reacción impulsiva, no pensada, sino
consciente. El uso de este vocablo en el contexto de la familia se entiende
como una acción lúcida, por lo tanto, un estado de atención continua de
parte de quien asume el cuidado de otro. Este aspecto se conecta con los
planteamientos de la “ética del cuidado” (Gilligan, 1985; Noddings, 2009).
La acción de cuidar implica para quien la realiza un ejercicio de diligencia
y atención, es decir, un movimiento reflexivo en torno a la diversidad de
situaciones que se presentan cuando se tiene a cargo una persona.

288
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Actividad cognitiva y emocional. Entre el cuidador y la persona cuidada


se tejen emociones, sentimientos, vínculos afectivos e íntimos que van
unidos a aspectos cognitivos, a experiencias y aprendizajes formales e
informales entre los dos sujetos en la relación.
Actitud de preocupación. La propensión de las mujeres a estar atentas a
las necesidades de otros más que a las de sí mismas ha provocado una
tendencia a desarrollar actitudes de preocupación por los demás. En
consecuencia, una característica fundamental del cuidado que realizan
las mujeres es que su valor reproductivo y afectivo se ha enmascarado
y ocultado. Este es un planteamiento central de algunas feministas y
terapeutas (Falicov, 1991: 331-353) que buscan develar que las tareas
de cuidado se han endilgado no solo de manera injusta a las muje-
res, sino que han permitido el mantenimiento de relaciones de género
desiguales e inequitativas (Martin, 2008a, 2008b, 2006; Gilligan, 1985;
Noddings, 2009).
Preocupación y compromiso. En la acción de cuidar se da la preocupación
a partir de la identificación de necesidades de otros y la consideración
de acciones en su beneficio. Anne J. Davis (2006) propone dos nociones
de cuidado: «cuidar a alguien», que sería realizar actividades para otras
personas a partir de lo que se considera beneficioso para ella, y «preocu-
parse por alguien», que se refiere al interés diferencial que se pone en
quien es cuidado. Para la autora mencionada, la ética del cuidado se
relaciona con el «compromiso con».
Atención sostenida o intensiva. Los cuidados brindados por una persona
a otra para que sean considerados dentro del concepto de cuidado re-
quieren una atención sostenida y/o intensiva por parte del encargado,
es decir, una relación que provea bienestar a la persona cuidada. En
esta interacción se desarrolla un vínculo, el cual se cruza con transaccio-
nes económicas. La combinación entre cuidados íntimos y transacciones
económicas dependen de la atención personal sostenida y/o intensiva
que se prodiga para el bienestar del beneficiado. Las relaciones de cui-
dados varían según duración, extensión y tipo de atenciones. La mezcla
de cuidados personales y transacciones económicas genera controversias
morales y jurídicas (Zelizer, 2009: 183).
Trabajo. El cuidado y los cuidados tienen un valor económico. Su valor
material ha generado controversias por su unión con otras dimensiones:
la emocional y la moral (Paperman, 2011)

289
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Siguiendo estas propuestas conceptuales, en el presente estudio en-


tendemos que el cuidado es una actividad desencadenada por un reque-
rimiento particular, definido social o familiarmente, que convoca a una
o a varias personas a estar atentas o alertas para preservar la calidad de
vida de las personas que tienen la necesidad. En el desarrollo de esta
acción se generan dos posiciones —la del cuidador o persona que brinda
cuidado y la de la persona que recibe los cuidados— y una relación en
la que se intercambian afectos, bienes materiales y económicos y un uni-
verso simbólico. Además, para el análisis del cuidado agregamos a esta
conceptualización las categorías red, autoridad y sentimientos.

El cuidado en la familia
Los estudios de género indican que hay que clarificar los límites y cruces
de fronteras entre los conceptos de cuidado, socialización, vida domésti-
ca, tareas productivas y reproductivas, el trabajo doméstico y el trabajo
del cuidado, la remuneración o no de esas labores, y todos estos aspectos
en relación con la economía, la cultura, la legislación, la vida familiar y
la doméstica. Esto en el campo de la familia en general y en el contexto
de la migración internacional en particular. Además, cuando se refiere
al cuidado de infantes y adolescentes en el hogar y en la familia, el aná-
lisis del fenómeno es complejo, en tanto se requiere hacer referencia a la
crianza y socialización de los niños por parte de los adultos.
Las propuestas en cuestión establecen conexiones entre cuidado y
familia. Señalan que las tareas de cuidado no son naturales sino cul-
turales e incluyen relaciones de poder, en las que las mujeres ocupan
posiciones subordinadas: ellas tienen a su cargo el trabajo doméstico y
las tareas de cuidado. Al considerar las labores descritas como parte de
lo doméstico, se carga a la mujer con una desvalorización que hace que
la inclusión o destinación total de su vida cotidiana al cuidado de otros
quede política y económicamente invisible. La visibilización del cui-
dado ha permitido a las feministas plantear discusiones en materia de
políticas públicas para la familia (véanse García-Calvente et al., 2004;
Salvador, 2007).

Trabajo doméstico y cuidado


Entre el trabajo doméstico y el cuidado hay cruces, diferencias y simili-
tudes. En primer lugar, el cuidado no sólo ocurre en el ámbito de la vida

290
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

doméstica; quién cuida a una persona puede desarrollar esta acción en


espacios extradomésticos, es decir, fuera de su hogar. El cuidado traspa-
sa los límites de la vida privada de la familia; quien cuida da cuenta de
lo que pasa con la persona cuidada en ámbitos públicos. En segundo
término, muchas de las tareas domésticas se refieren a acciones sobre
objetos, por ejemplo, a la limpieza de la casa y de la ropa, a la prepara-
ción de alimentos, mientras que las tareas del cuidado se refieren a per-
sonas, o sea, a una relación que implica atención de un individuo para
conservar y ofrecer calidad de vida. En tercera instancia, el cuidado, si
bien incluye tareas domésticas, estas no son indispensables en la relación
respectiva. Las tareas domésticas como limpiar la casa, lavar la ropa y
preparar alimentos no necesariamente son realizadas por el sujeto que
cuida para el sujeto cuidado dependiente que tiene necesidades particu-
lares; esas labores pueden ser ejecutadas por otras personas contratadas
para tales oficios o por diferentes miembros de la familia y para todo el
grupo doméstico que habita la vivienda. La persona que tiene la posición
de cuidador pone atención o supervisa las tareas domésticas en aras del
bienestar de la persona cuidada.
Para precisar las diferencias entre el trabajo doméstico y el cuidado,
Aguirre (2009: 35), apoyado en Letablier, puntualiza:

[…] resulta importante considerar los cuidados familiares separada-


mente del trabajo doméstico, en tanto actividades no remuneradas dirigi-
das a otras personas de la familia, porque definen un campo de problemas
de investigación y de intervención social que tiene sus actores y sus insti-
tuciones […] El trabajo de cuidados familiares se define como la acción
de cuidar a un niño o a una persona adulta o anciana dependiente por el
desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Si bien implica un trabajo
material, también se reconoce el aspecto afectivo y emocional que conlle-
va […]. En el primer caso incluye las tareas materiales de cuidado y tam-
bién el juego, llevarlos a pasear, ayudarlos en los deberes y socializarlos.

Agrega la autora que tanto el trabajo doméstico como el cuidado


suelen generar o fortalecer las redes. Y plantea que:

El trabajo doméstico como las tareas de cuidado pueden incluir ac-


tividades de ayuda a otros familiares y no parientes que no integran la

291
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

unidad de convivencia y que constituyen redes de intercambio y solida-


ridad entre los miembros de las familias, entre estas y otros integrantes
de la vecindad. (36)

Cuidado y parentalidad
Los análisis sobre el cuidado en la familia se han centrado en las tareas
dirigidas hacia los parientes de edad avanzada y los menores. Por una
parte, están los estudios de Villarías et al. (2007) referidos a la tercera
edad, que aportan al tema de los cuidados dos dimensiones fundamen-
tales. La primera se refiere a los costos4 emocionales para las mujeres
cuidadoras, y la segunda a la red de apoyo formal e informal a su dispo-
sición. Por otra parte, encontramos los estudios sobre el cuidado de los
niños en las familias. En estos se señala que es una tarea que socialmente
ha sido asignada a las madres y a los padres; son ellos, en primera instan-
cia, quienes deben responder por el cuidado de los hijos para garantizar
lo que Letablier (2007) denomina caring cultures, es decir, progenitores que
orienten sus acciones de cuidado de acuerdo con las representaciones
sociales construidas y aprendidas acerca de las obligaciones que se tienen
con los hijos.
Las representaciones sociales sobre los deberes parentales se susten-
tan en rasgos culturales que se trasmiten de generación en generación,
en correspondencia con el marco de los derechos y deberes y con la le-
gislación sobre infancia, adolescencia, matrimonio y familia. Es así que
cuando el cuidado de los hijos no es realizado por los dos padres, se le
asigna a otros y se le llama custodia, que es el cuidado otorgado desde
la cultura o la ley e implica una responsabilidad temporal o definitiva
para asegurarle a los niños/as techo, ropas, alimentos, respuestas a sus
necesidades de salud, estimulación y educación con el fin de favorecer
su desarrollo intelectual. Es una responsabilidad que los padres delegan
a otros miembros de la familia u otras personas de la red social privada
(Myers, 1993).

4 En relación con los costos, en Villarías et al. (2007) se señalan los personales, los emocionales,
las consecuencias físicas, el tiempo invertido en el cuidado, la reestructuración del tiempo del
cuidador, vida afectiva y relacional y, por último, los económicos y laborales. En cuanto a las
redes, se refieren a la necesidad de apoyo, bien sea el que se da dentro de la familia o de la
comunidad, o el que proporciona el Estado.

292
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Las mujeres en las tareas del cuidado en el contexto de la


migración internacional
El cuidado es una tarea que mantiene las relaciones tradicionales de gé-
nero, la inequidad e injusticia hacia las mujeres en un sistema patriarcal.
De esto no se escapan las mujeres que cuidan en los países receptores de
migrantes y aquellas a cargo de los hijos de padres y madres migrantes
en sus países de origen.
En esta sociedad, ser del sexo femenino y permanecer en el hogar
convierte a la mujer en la persona que cuida a otros; su experiencia sub-
jetiva y las condiciones en que ejerce su papel son poco importantes e
injustas. Esta realidad se complejiza en el marco de la migración interna-
cional. Investigadoras latinoamericanas han estado preocupadas por el
tema del cuidado y de las políticas públicas que visibilicen las inequida-
des de género y el aporte de la mujer a través del cuidado a la producción
en el contexto del mercado y la globalización (Herrera, 2005a y 2005b;
Micolta, 2007; Parella, 2007). Estudios asociados a factores de mercado
y políticos en países europeos, entre ellos los de Villarías et al. (2007)
y García-Calvante (2004), orientan sus propuestas para mostrar que el
cuidado no sólo se resuelve con dotar de infraestructura a los hogares
en los que hay mujeres que cumplen funciones de cuidado remunerado
con adultos mayores, sino que los Estados están obligados a pensar un
modelo de desarrollo sostenible que reconozca la contribución “invisibi-
lizada” de las mujeres en la economía y el valor que ese aporte tiene en la
reproducción social, en donde lo relacionado con el cuidado cobra una
centralidad indiscutible.
En el contexto del mercado internacional reproductivo, la economía
del cuidado internacional ha llevado a la salida de las mujeres de sus na-
ciones y a delegar sus responsabilidades familiares a otras mujeres en sus
países de origen. Este fenómeno no solo ha intensificado las relaciones
asimétricas entre géneros, sino también entre las mujeres de países en
desarrollo y las de países más industrializados. Si bien es evidente que
muchas mujeres han salido al mundo laboral, detrás de ellas hay otras
que asumen las labores reproductivas en condiciones de inequidad e in-
justicia. El trabajo de cuidados de las unas y las otras ha sido camuflado
al ser catalogado con un sello de marca femenina. Lo anterior ha impe-
dido reconocer y valorar a las madres, abuelas (Villalba, 2002: 46), tías,
primas, comadres, cuñadas, que efectúan tareas de cuidado para que

293
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

otras mujeres puedan salir a laborar y cumplir con un proyecto de vida


personal y familiar. Martín (2008) señala que aunque el cuidado implica
trabajo, se trata de uno de diferente naturaleza, ya que cuidar de otro
envuelve una responsabilidad que implica las dimensiones relacional,
afectiva y moral.
En las investigaciones sobre el cuidado en el ámbito de las migracio-
nes internacionales, se han derivado conceptos útiles para el análisis tales
como «cadenas del cuidado», «globalización de la reproducción social»
o «redes internacionales del cuidado», (Gregorio, 1998; Osso, 1998; Ho-
chschild, 2000; Sorensen, 2004; Ramírez et al., 2005). En estos análisis
hay referencias a las funciones de cuidado que cumplen las mujeres en
los lugares de llegada, en donde generalmente se emplean en trabajos
domésticos y en los cuidados de ancianos y niños, principalmente.
En estos países, las mujeres migrantes representan mano de obra más
barata que la de los nativos/as, y sus trabajos facilitan que otras mujeres
salgan del hogar a realizar distintas actividades. En los lugares de desti-
no, las mujeres migrantes usualmente se insertan en el mercado laboral,
sin abandonar las actividades domésticas de sus propios hogares (Micolta,
2006) y la salida de las mujeres-madres de sus lugares de origen implica
que deleguen en otras personas, generalmente mujeres, el cuidado de sus
hijos/as, para así llegar a otros países a trabajar en el cuidado de otros
no parientes (Micolta y Escobar, 2009). En este escrito, nos referimos al
cuidado en el país de salida de los hijos e hijas cuyos padres y/o madres
migraron por motivos económicos de Colombia; a los cuidados realizados
por una o varias personas de la familia o allegadas, en uno o varios hoga-
res y en red para satisfacer las necesidades de la prole que se encuentran
atravesando los ciclos vitales de la infancia y adolescencia. Centramos el
análisis en tres aspectos de las relaciones de cuidado o cuidados: las redes
de parentesco, las relaciones de autoridad y los sentimientos en el cuidado.

La red en el cuidado

Los padres y las madres de los menores que abordamos en esta investiga-
ción han migrado por motivos económicos; están en una edad reproduc-
tiva y se encuentran atravesando el ciclo vital familiar caracterizado por
la crianza y socialización de sus hijos infantes y adolescentes. En general,
estos progenitores y progenitoras han salido del país en busca de mejorar

294
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

su situación laboral y calidad de vida familiar, y no han podido llevar


consigo a sus hijos e hijas por las dificultades socioeconómicas y legales
de la migración. En consecuencia, han delegado el cuidado de su prole
a otros, rompiendo con la tradición que afirma que los cuidados de los
hijos, incluso crianza y socialización, solamente deben ser asumidos por
la pareja de padres.
Esos otros que asumen los cuidados son generalmente adultos que
tienen un vínculo de parentesco con los infantes y adolescentes. A veces
son las madres o los padres no migrantes; en otros casos son abuelas,
abuelos, tíos, tías, hermanos y hermanas, otros parientes o niñeras. To-
dos van fortaleciendo las redes para el cuidado de los hijos de migrantes,
desarrollan relaciones y se van vinculando desde posiciones diferentes,
de acuerdo con las funciones que realizan para satisfacer las necesidades
de los menores.
Encontramos que las redes están conformadas por parientes y algu-
nos conocidos de la familia; los hijos no quedan bajo el cuidado de ins-
tituciones o personas desconocidas. Por ello, aquí nos referimos a redes
de parentesco o familiares para el cuidado, con las características de la
red social personal, definida por Sluzki (2002: 13) como «ese conjun-
to de seres con quienes interactuamos de manera regular, con quienes
conversamos, con quienes intercambiamos señales que nos corporizan
[…]». Son estas relaciones las que nos ubican temporal y espacialmen-
te para permitirnos la co-construcción de nuestra identidad. Esos seres,
esos ‘otros’, son las personas con las cuales se cimentan vínculos signifi-
cativos y de quienes se espera apoyo en la cotidianidad y en momentos
contingentes y críticos. Por lo anterior, la «red social personal» también
se ha designado como «red social significativa» o «red microsocial», para
señalar que se trata de vínculos próximos, en el plano afectivo, espacial
y temporal, como por ejemplo, residir en el mismo barrio o desarrollar
actividades en el mismo tiempo y lugar.
Para comprender las redes de parentesco que nos ocupan, nos basamos
en las tres dimensiones propuestas por Sluzki (2002: 37-69) y Dabas (2001,
2002). La primera es la estructura, la cual contiene las siguientes variables:
tamaño, conexión y composición geográfica entre los miembros; la his-
toria común de ellos, es decir, definir si se trata de una red familiar, de
amigos, parientes, instituciones o mixta. La segunda tiene relación con las
funciones; en ella se consideran los vínculos de acuerdo con la compañía,

295
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

el apoyo emocional, la guía cognitiva y los consejos; también incluye la


regulación social y la ayuda material. La tercera dimensión tiene que ver
con los atributos del vínculo; alude a los vínculos que se combinan con las
funciones, y se refiere a la frecuencia de los contactos y a la trayectoria.
De las narraciones de los y las entrevistadas dedujimos que hijos e
hijas de los y las migrantes internacionales colombianos son cuidados en
red pequeña5, cuyos miembros residen en nuestras ciudades, y en esta
participa el o la migrante desde otra nación. Los integrantes tienen co-
nexiones entre sí y con el o la migrante; han tenido experiencias e histo-
rias comunes, e interacciones asociadas a los roles de parentesco y a la
vida cotidiana en los hogares. Los miembros en esta estructura se mue-
ven y tienen vínculos para cumplir la función de cuidar a los infantes y
adolescentes; sus conexiones y composición geográfica así como sus tra-
yectorias se analizan en este texto a partir de los siguientes interrogantes:
¿la red se activa antes del viaje o se fortalece con la migración?, ¿quiénes
la conforman en el país de origen?, ¿cómo son sus conexiones y com-
posición geográfica?, ¿influye la trayectoria en el cuidado para que una
persona sea delegada como cuidadora o ella se asuma como responsable
de cuidar a los hijos/as de los y las migrantes?, ¿cuáles son las posiciones
que ocupan los miembros de la red para el cuidado?, ¿qué papel juegan
el género y el parentesco en la definición de las tareas de las personas que
cuidan?, ¿los y las migrantes y cuidadoras/es establecen acuerdos sobre
cómo cuidar?

La red se fortalece con la migración


Sin lugar a dudas, el cuidado de sus hijos e hijas es una prioridad para
los padres y las madres migrantes, quienes, ante la decisión de partir sin
su prole, deben resolver con quién dejarla en Colombia y a quién dele-
gar su cuidado. Sin embargo, esta es una experiencia que los dos pro-
genitores vienen afrontando desde antes de producirse la migración,

5 El tamaño reducido de la red se debe, en primer lugar, a que las y los entrevistados sólo
mencionaron algunos miembros: aquellos que reconocen en el ejercicio de los cuidados y no
incluyeron todas a las personas con las que los establecen contactos cotidianos. En segundo
término, este estudio no tuvo el propósito de identificar el número de miembros que parti-
cipan en la red. Por lo tanto, las entrevistas se orientaron a conversar sobre los cuidados y
las personas que los realizan a partir del hogar en el que residen con los hijos e hijas de los y
las migrantes, y la actividad de cuidar que realizan otros que geográficamente están cerca al
hogar, a la familia o que tienen alguna relación con los y las migrantes y sus hijos.

296
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

cuando acuden a terceras personas para que atiendan su prole mientras


trabajan; de esta manera han venido recibiendo apoyo de otros en las
tareas de cuidado y socialización.
En nuestro medio, las madres reciben ayuda de otras personas para
resolver las necesidades de sus hijos e hijas. Realidades como la participa-
ción de las mujeres en la vida pública, la maternidad en la adolescencia
y el abandono de los descendientes por parte del padre intervienen en
la historia de muchas madres que desde antes de emigrar de Colombia
se vieron en la necesidad de buscar el apoyo de sus madres y hermanas
y de sus hijos e hijas mayores para cuidar su progenie. Esta situación es
similar a la que viven las madres que se quedan al cuidado de sus hijos
cuando migra el padre. Por lo general, ellas son apoyadas por otras muje-
res. Por el contrario, los padres comúnmente se ocupan de trabajos fuera
del hogar y las responsabilidades cotidianas de los cuidados de su descen-
dencia son asumidas por sus parejas conyugales o por otras mujeres de
la familia; cuando la madre migra, algunos padres asumen los cuidados
apoyados por otras mujeres o se los delegan.
En este estudio, varias abuelas y tías cuidadoras expresaron que ha-
bían cuidado de sus nietos/as y sobrinos/as desde que estos eran muy
pequeños, o incluso estaban atentas al desarrollo del embarazo, como es
el caso de la siguiente tía:

Los tengo a ellos desde que estaban en el vientre de la mamá; es


como si hubieran sido míos, porque me tocaba levantarme a bañarlos y
a cuidarlos cuando la mamá se iba a trabajar. (3, C, Matilde, 2009)

La experiencia previa de cuidado y las historias comunes de los miem-


bros de la familia conduce a que las abuelas y las tías se encarguen del
cuidado de los infantes y adolescentes, cuando sus padres o madres mi-
gran al exterior. Las abuelas dicen:

El papá y la mamá trabajaban; desde pequeña la niña permanecía


conmigo. Cuando la mamá se fue, me quedé con la niña. (8, C, Leti-
cia, 2009)
Decidimos que los chicos se quedaran aquí, porque ellos nacieron y
se criaron aquí. (2, C, Laura, 2009)

297
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Una madre divorciada6 del migrante, que continúa cuidando de su


hijo, también cuenta que mientras trabajaba por fuera del hogar tenía el
apoyo de su madre y sus tías:

Trabajé desde que el niño tenía seis meses, primero en la casa, des-
pués salí; al niño lo cuidaban mi mamá o mis tías maternas. (2, C, Lo-
rena, 2009)

La existencia previa de la red antes de la migración y su fortaleci-


miento posterior está sustentada en los vínculos de parentesco; en la in-
tensidad y permanencia del tiempo y lugar compartido entre el cuidador
o cuidadora y los hijos e hijas del migrante. Una tía expresa que siempre
ha cuidado de su sobrina:

Marcela ha sido como mía. Desde que mi hermana quedó en embarazo


la he cuidado; ella me tiene como mamá, me dice mamá. (8, Lucía, 2009)

Una abuela relata sus razones para encargarse del cuidado de sus
nietos; entre ellas figura el parentesco por consanguinidad:

Son mis nietos; ¡cómo no voy a encargarme de ellos! Ellos son de mi


sangre. La vi a ella [migrante] tan angustiada, y como sé que Mario [cón-
yuge de la migrante] es un fresco, estaba terminando de pagar deudas,
pero él no tenía una casa o algo para poder tenerlos. Yo le dije: “tranquila
Gloria [migrante] que yo le ayudo, por lo menos un tiempo. Estoy vieja,
pero es como si fueran mis hijos, y así fue”. (1, C, Matilde, 2008)

En general, la actividad de cuidar es aceptada como un acto natural


en la historia y experiencia de las mujeres de la familia, sin embargo,
algunas, aunque tienen afectos y conexiones positivas con los hijos de
migrantes, expresan disgusto y rechazo, no tanto por la acción en sí mis-
ma, sino por las condiciones personales, sociales y económicas en las que
se tiene que aceptar el cuidado. Por ejemplo, miembros de una familia

6 Aquí se utilizará la palabra divorcio en el sentido genérico, o sea, se trata de una separación
del vínculo conyugal sea por la ley o por la cultura. Esto con el propósito de diferenciarla de
la separación geográfica por migración sin ruptura conyugal.

298
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

en la que dos tías han asumido los cuidados de sus sobrinos, a quienes
los dos progenitores se los dejaron prácticamente de manera inconsulta,
reflexionan sobre la interrupción de sus proyectos de vida, resaltan el
agotamiento por la atención y el estado alerta que implica el cuidado de
tres menores de edad. Esta situación se ha perpetuado por el no retorno
del migrante o agrupamiento en otro país y la falta del envío de remesas
de ambos padres migrantes. Una de las tías, cuidadora actual, se refiere
a las dificultades y al retiro de la otra tía, quien cuidó inicialmente a sus
sobrinos, los cuales le atribuían un rol materno:

Mi cuñado [migrante] dejó los niños, “ahí te los dejo”, no hubo un


acuerdo… las cosas van a mejorar, voy a  mandar tanto dinero, voy a
venir por ellos, nada. Eran tres niños y ellos no mandaban recursos sufi-
cientes, entonces eso se volvió un caos, por lo económico. Yo digo hasta
cuándo; yo me operé para no tener hijos, mi opción no es cuidarlos toda
la vida. Mi hermana Diana [cuidadora inicial] dijo: “si no me voy de la
casa, nunca me voy a desembarazar, a quitar esta responsabilidad”; ella,
en un acto, rompe relaciones con los niños y dice: “lo siento mucho por
los niños, los quiero mucho, pero no puedo continuar cuidándolos”. Ma-
nuela [hija de la pareja de migrantes] ya le decía a mi hermana, mamá.
(4, C, Samy, 2009)

Parientes que cuidan y sus conexiones en el tiempo y el lugar


Es frecuente que en la red para cuidar a los hijos e hijas de quienes se
van haya mujeres: tías y, principalmente, abuelas. Este es un hallazgo
que de manera repetida se viene dando en el estudio de la migración in-
ternacional de madres y padres desde diferentes países de origen; de ello
dan cuenta investigaciones como la realizada con familias de migrantes
latinoamericanos por Ninna Nyberg Sørensen (2008), con población fi-
lipina por Rhacel Salazar (2004), con población ecuatoriana por Gio-
conda Herrera (2005a; 2005b), María Cristina Carrillo (2005), Heike
Wagner (2008) y Gladis Aguirre (2009), y con población dominicana
por Carmen Gregorio (1998) y por Laura Osso (1998), entre otras. De
manera particular para el caso de Colombia, encontramos los trabajos
de Yolanda Puyana et al. (2009), Luz María López (2009) y Amparo
Micolta y María Cénide Escobar (2009). Estas últimas resaltan el papel
de las abuelas en Cali, Colombia, quienes hacen posible la migración de

299
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

sus hijas al transmitirles tranquilidad sobre el bienestar que tendrán sus


niños y niñas una vez se produzca el viaje.
Una madre cuidadora, por ejemplo, expresa la ayuda permanente que
ha recibido de sus padres desde antes de la migración de su ex cónyuge:

Mi mamá y mi papá vivían aquí conmigo, yo me iba a trabajar y ellos


se dedicaban a las niñas, se encargaban de vigilarlas, cuidarlas, atender-
las. (5, C, Betty, 2009)

Ante este panorama surge la pregunta de por qué abuelas/os y tías/


os son las/os cuidadoras/es más nombradas/os en las familias en el con-
texto de la migración internacional, tanto antes como después del viaje
migratorio. La respuesta está correlacionada con el espacio compartido
entre cuidadores y cuidados, cuidadores y migrantes por varias gene-
raciones antes de la partida del padre o la madre. En nuestro medio, la
modalidad de familia extensa es frecuente y valorada, en particular, para
las personas que abordamos en este estudio. En sus grupos ha sido usual
la presencia de más de tres generaciones en el mismo hogar. Antes del
viaje, progenitores y progenitoras vivían como pareja conyugal o sin ella,
junto a sus hijos e hijas, padres y hermanos en la misma casa; al viajar, la
prole queda y continúa en el mismo hogar.
En algunos casos, los padres y madres migrantes no han vivido con la
familia extensa, pero han residido en el mismo barrio o sector. Esto per-
mite mayor contacto a través de frecuentes visitas que facilitan formas
de apoyo transitorias, ya que la cercanía geográfica posibilita un con-
tacto mayor, lo que fortalece la red y aumenta entre los integrantes los
sentimientos de confianza y seguridad. Es decir, en lenguaje coloquial,
«contar con el otro». Un tío materno, que cumple funciones ocasionales
de cuidado, cuenta que su hermana antes de migrar siempre vivió en el
sector y que al irse dejó sus hijos en la casa materna:

Cuando Lucha [migrante] vivía acá, vivíamos en el mismo barrio.


Cuando ella decide irse los hijos se quedan con mi mamá. (2, C, Anto-
nio, 2009)

La conexión y composición geográfica lleva a que la prole de los pa-


dres/madres migrantes, al igual que sus cuidadores, se identifiquen como

300
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

parte de la red. En las entrevistas realizadas se destaca el reconocimiento


del apoyo de los cuidadores por parte de los hijos e hijas. Por ejemplo,
una adolescente relata que su abuela materna ha estado presente desde
la etapa preescolar. En su relato se evidencia, además, gusto por compar-
tir con la abuela:

Toda la vida he vivido con mi abuela y cuando venía del jardín era
ella la que me recogía. Me gusta estar con mi abuela. (8, H, Luisa, 2009)

Por su parte, una abuela expresa la convivencia permanente con


sus nietos:

Ellos estuvieron, prácticamente al pie mío desde que nacieron. (3, C,


Nhora, 2009)

De igual manera, una tía muestra su compromiso al manifestarle de for-


ma determinante a la migrante su disposición para quedarse con el niño:

Ella [migrante] quería dejarlo donde mi papá [abuelo del niño cui-
dado], pero mi papá en ese entonces estaba enfermo, y yo le dije “pero si
él se ha criado aquí, el niño se queda conmigo”. (5, C, Fela, 2009)

Después de observar que en el cuidado de los hijos e hijas venían


participando, además de uno o los dos progenitores, otros parientes, re-
saltaron dos consideraciones. La primera es que padres y madres pueden
migrar cuando hay entre los miembros de su familia mujeres que asumen
el cuidado total de sus hijos infantes, adolescentes y jóvenes. Dichas mu-
jeres al aceptar la asignación, aumentan la viabilidad de la migración.
La segunda consideración es que abuelas, tías, madres no migrantes y
padres no migrantes, en ese orden de prioridad, son las personas que
están cumpliendo con las tareas de cuidado de la prole de los y las mi-
grantes. Aunque encontramos amigos, vecinos y niñeras, su presencia es
significativamente menor.
Las abuelas se destacan como las figuras centrales en el cuidado de las
generaciones más jóvenes. Esta es una realidad evidente de las familias
en Colombia; algunos estudios se refieren a las conexiones entre varias
generaciones de una familia, a la vez que plantean la relevancia del papel

301
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

de las abuelas en la constitución de las redes de parentesco para afrontar


condiciones económicas difíciles de algunos sectores de la población. Se
subraya el papel de las abuelas ante las necesidades de las madres solteras
porque, gracias al apoyo brindado, logran seguir en el sistema educativo
o cumplir su papel de proveedoras, a pesar de las responsabilidades que
su situación les demanda:

Este tipo de hogar se constituye en una necesidad valorada por los


sectores de más bajos ingresos de las ciudades (Bogotá, Cali, Bucara-
manga, Cartagena, Medellín), pues se convierte en un mecanismo de
supervivencia ante la crisis, el desempleo y como alternativa de apoyo
para la crianza de hijos e hijas. A su vez, la convivencia de tres genera-
ciones en la misma vivienda flexibiliza las fronteras para compartir los
recursos, proveer a los desprotegidos, compartir viviendas amplias, […]
o asumir la protección de los niños/as cuando las madres se ausentan
por circunstancias laborales. (Puyana 2003: 72)

Tres formas de tiempo y espacio compartido entre cuidadores


y cuidados
En la estructura de las redes antes y después de la migración, analizamos
la conexión y composición geográfica. Esto hace referencia a la distancia
temporal y espacial de los miembros y permite describir la intensidad de
la conexión. En relación con el tiempo, se evidencia que previamente a
la migración hay uno compartido entre cuidadores, migrantes e hijos, lo
que fortalece la red; el contacto previo ha jugado un papel importante
respecto a quien cuida después del viaje migratorio. En cuanto al espa-
cio, observamos cómo la residencia en que viven los cuidadores/as y los
hijos/as de migrantes tiene influencia en las conexiones, ya sea porque
antes del viaje compartían el mismo lugar de habitación de manera oca-
sional o permanente.
Encontramos tres formas de tiempo y espacio compartido previo a la
migración que tiene efectos en lo que sucede después del viaje.

a) Cuidado total, de noche y día, y la experiencia de cuidados en un hogar. En esta


modalidad se dan los cuidados de manera permanente y en el mismo
lugar desde antes de la migración, y continúan después de ella. Se trata
de padre o madre migrante que vivía en familia extensa, con sus hijos y

302
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

con las personas que los cuidaban en una misma vivienda. Una abuela
paterna cuenta que compartía la residencia con su nuera desde antes de
que ella migrara a España:

Mi nuera desde que se salió a vivir con mi hijo, siempre vivió con
nosotros. Los niños nacieron y se criaron aquí, por eso los niños se que-
daron con nosotros cuando ella se fue. (2, C, Laura, 2009)

b) Cuidado parcial, de día y no de noche, y la experiencia de cuidados en dos


hogares. La madre o el padre dejaban su prole al cuidado de las abuelas
o las tías durante el día, mientras trabajaban, y en un hogar diferente al
de su familia de procreación. Por las noches, los recogían y desarrollaban
algunas tareas de cuidado en su casa. En estos casos hijos e hijas tienen
experiencias de cuidado en dos hogares, uno durante el día y otro por
la noche. Generalmente quienes se han involucrado en el cuidado antes
de la migración, lo asumen de manera total después del viaje del padre
o madre migrante.
c) Esporádico, o de fines de semana, y la experiencia de cuidados en dos hogares.
En este caso, los cuidadores han atendido a los hijos de los y las mi-
grantes por espacios cortos de tiempo, horas o fines de semana, antes
de la partida, y, luego de ella, unos de estos cuidadores asumen las ta-
reas de cuidado de manera total o parcial. En este sentido una abuela
paterna comenta:

Ellos [los nietos] habían estado en contacto conmigo; siempre estuve


pendiente de ellos, llamándolos, mirando cómo les iba en el colegio; ve-
nían los fines de semana y se quedaban conmigo. (1, C, Matilde, 2008)

En síntesis, podemos afirmar que las redes para el cuidado venían


operando antes del viaje migratorio por las conexiones de parentesco,
la residencia compartida de manera total o parcial y los contactos dia-
rios o frecuentes. Esta forma de operar se prolonga después del viaje
migratorio y se fortalece con el ejercicio de los cuidados cotidianos. En
consecuencia, comprendemos que hay una historia común antes de la
migración y que los sujetos que cuidan tienen una trayectoria en el ejer-
cicio de cuidar, como lo explicamos a continuación.

303
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Trayectoria en el cuidado de otros


De acuerdo con Sluzki (2002: 37-69) y Dabas (2001,2002), la trayectoria es
un atributo del vínculo en la red. Es un concepto útil que nos permite ana-
lizar la experiencia de cuidado que han compartido los hijos de migrantes
y las personas que asumen esta actividad con atención, compromiso, res-
ponsabilidad, esmero y afecto antes y después del viaje migratorio de uno
o ambos padres. La historia familiar previa de las abuelas y las tías cuidan-
do son aspectos expresados por los y las entrevistados/as. En los relatos de
las tías encontramos reiteradamente expresiones como las siguientes:

Prácticamente, ellos [hijos del migrante], siempre se han quedado


con nosotros. (2, C, Derly, 2009)
A él [hijo de migrante] lo tengo desde pequeño; yo ya tengo todas sus
normas, sus cosas. (3, C, Rubiela, 2009)

Hay familias en las que las tías son expertas en el cuidado; esta acción
de las tías se repite de generación en generación. Derly cuenta que cuida
sus sobrinos; igualmente su hermana Patricia lo hace, en tanto cuidó de
ella cuando estaba pequeña. Asoció la actividad de cuidar con ser una
persona casera, a la falta de matrimonio e hijos y a compartir las tareas
de cuidado con su progenitora:

Mi hermana Patricia cuida hoy los hijos de mi hermana, Lucha, que


está en España. Patricia fue como una mamá para mí; ella no se casó,
siempre estuvo en la casa, se encargaba de mi estudio, de con quién
andaba yo, de qué me hacía falta. Entonces, ella asumió como el mismo
papel. (2, C, Derly, 2009)

Una abuela y una tía, ambas cuidadoras, recibieron aportes de su


respectiva hija y hermana, quien hoy se encuentra fuera del país; por lo
tanto, en correspondencia con la ayuda recibida, le cuidan actualmente
a los hijos. La abuela dice:

Me iba a trabajar y se quedaba mi hija, Lucha, con mis otros hijos,


ella era como la mamá, que la comida, lavaba la ropa. Yo estaba muy
pendiente de traer el mercado para mis hijos, nunca los dejé botados. (2,
C, Aleyda, 2009)

304
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

La tía expresa:

Así como mi hermana Lucha [la migrante] nos cuidó, uno aprendió.
Ella prácticamente nos crió a mi hermano y a mí; él dice que ella nos
ayudó mucho, ahora le cuidamos a sus hijos. (2, C, Martha, 2009)

En el análisis de las trayectorias del cuidado observamos que las fa-


milias valoran la solidaridad y la unión entre sus miembros, lo que hace
posible las atenciones y las retribuciones mutuas en las relaciones de cui-
dado. Por ejemplo, una prima cuidadora explica el valor que tiene la
unión para su familia:

En esta casa venimos en esa unión familiar, lo vimos de mis abuelos


y ahí va la rueda; inició en una generación y ya está en otra. Tiene que
seguir hasta que Dios nos quite. Eso fue lo único que nos enseñaron, uno
le da al otro y así nunca se pierde la cadena, eso es lo que uno tiene que
tratar, la unión. (5, C, Arne, 2009)

Una constante en las trayectorias de cuidado es el valor otorgado a la


unión familiar alrededor de los infantes y adolescentes. Esa estimación se
acentúa cuando los menores no se encuentran junto a sus dos progenitores
por diversas circunstancias, una de ellas, la migración internacional. En este
caso, los parientes intentan mantener la idea de unión familiar a través de
la solidaridad hacia quienes viven la ausencia física de la madre o del padre
por motivo de la migración. Comprendemos que la familia asume esa situa-
ción como inevitable pero necesaria, aunque deje un vacío negativo ante
la importancia de los cuidados parentales presenciales. En nuestra cultura,
crecer alejado de los padres es calificado como poco afortunado y doloroso
por los efectos emocionales de no haber recibido sus afectos y sus cuidados.
Tal apreciación dispone a las personas para que participen en la realización
de tareas de cuidado que contrarresten los efectos negativos. Una hija, que
se encuentra bajo el cuidado de su madre, expresa que su abuela la acom-
paña tanto a ella como a sus hermanos y los tranquiliza al sugerirles que a la
separación física que hay con el padre será un asunto pasajero:

Mi abuela materna está pendiente de nosotros afectiva y económica-


mente. Nos manda esto, que lo otro, que diez mil pesitos, voy a buscarla

305
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

casi todos los días. Ella me dice: “estudien, que ustedes van a salir ade-
lante, no se preocupen, esto es momentáneo”. (5, H, Hener, 2009)

Regularmente las trayectorias en el cuidado se entrelazan en red de


mujeres que se apoyan mutuamente. Se escuchan frases como la de Lo-
rena, quien, al hablar del cuidado de sus hijos, nombra tanto la ayuda de
su propia madre como la de su abuela. Son tres generaciones de mujeres
que cuidan a la cuarta, cuyo padre vive hoy fuera del país.

Siempre he estado con mi mamá o con mi abuela; han sido mis dos
casas [familias u hogares en donde se realiza el cuidado], la de mi mamá
y la de mi abuela, allí voy con mis hijos. (2, C, Lorena, 2009)

De igual manera, otra abuela materna que se quedó con su nieto deja
ver la naturalidad que tiene para cuidar y argumenta que su nieto no
tiene padre. Dice:

Prácticamente yo lo he tenido desde pequeñito. Es mi primer nieto,


los fines de semana, las vacaciones se la pasaba aquí, ¿dónde más?, ¿para
dónde se iba si no tenía papá? Él estaba feliz, y como yo le daba gusto en
todo. (1, C, Martha C, 2009)

Mientras a las mujeres se les reconoce sus trayectorias en cuidar de


otros y lo hacen con ayudas mutuas y expresiones de solidaridad, a los
hombres no se les reconoce como expertos en cuidar; sin embargo, cuan-
do lo hacen porque la madre de sus hijos migró, se les valora el ejercicio.
Se ayudan con otros y otras, y reciben muestras de solidaridad y apoyo
permanente de mujeres o, de manera circunstancial, de otros varones de
la familia, tanto en acompañar a los hijos del migrante como en dar y
recibir solidaridad, seguridad y atención mutua. Por ejemplo, un padre
cuidador que es apoyado por su hermano expresa que tiene «una rela-
ción extremadamente especial con él»; dice que son «más que hermanos»,
y que en los momentos en que se encuentra «enredado» o en problemas
acude a él prontamente, pues hay una preocupación mutua: «yo velo por
él y él vela por mí» (5, C, Albert, 2009).
Los relatos reiteradamente muestran que el cuidado ofrecido y re-
cibido tiene raíces en el pasado y continúa en el presente, colmado

306
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

este por valores como la unión familiar, la solidaridad, el apoyo mutuo,


la retribución de cuidados, los cuidados recíprocos, y los aprendizajes
de las tareas del cuidado de generación en generación. Estos aspec-
tos hacen parte de las trayectorias individuales y colectivas en cuidar y
cuidarse que tienen las familias estudiadas. No obstante, encontramos
también familias y personas en situaciones excepcionales, donde pocas
cuidadoras perciben y practican el cuidado en la soledad y con sufri-
miento. Una cuidadora expresa:

Nadie me ayudó; siempre he estado con mis problemas, nunca se los


he llevado a mi familia, no me ha gustado, ellos se dan cuenta al tiempo.
Sufro sola, no he contado con nadie, la única que ha manejado a mi hija
soy yo. (2, C, Aura, 2009)

Los parientes en la red, sus posiciones centrales y periféricas


La red que cuida de la prole de los y las migrantes está compuesta fun-
damentalmente por miembros de la familia, es decir, se trata de una red
instaurada en el parentesco, pues, como se ha planteado previamente,
la participación de amigos y vecinos es restringida. Los y las entrevis-
tados/as refirieron, generalmente, a las mujeres (abuelas, tías, primas,
amigas, vecinas) como las principales participantes en las redes, ya que
los hombres (padres, tíos y abuelos) que están presentes desarrollan ac-
ciones colaterales y ocasionales con los infantes y adolescentes, como la
satisfacción de necesidad de recreación, control de salidas a los espacios
públicos, representación de los progenitores en los colegios o en el llama-
do de atención sobre desobediencia a las normas.
En palabras de los hijos e hijas, de la red del cuidado hacen parte un
conjunto de personas con diferentes vínculos:

Siempre hemos contado con las tías; ellas han estado pendientes de
nosotros; hay una tía que queremos mucho, también algunos tíos del
pueblo han estado ahí, dándonos apoyo. Los hermanos de mi mamá me
quieren como si yo fuera hijo de ellos. Hemos sido muy unidos. También
las amistades, los vecinos están pendientes de uno. (5, H, David, 2009)

La misma opinión la comparten Luis (5, H, 2009), Ever (5, H, 2009),


Nelly (5, H, 2009) y Gina (5, H, 2009).

307
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Además, los cuidadores tienen diferentes funciones:

Mi abuelo paterno es como la figura paterna en mi casa; yo digo que


mi papá es mi abuelo, lo adoro. Si no fuera por él, yo no estaría estudian-
do, yo no tendría casa; él es el que responde por mí. Mi abuela siempre
está conmigo. (8, H, Valeria, 2009)

Lo anterior lo reafirman Mariana (3, H, 2009) y Laura (3, H, 2009).

Los relatos son reveladores de la claridad que tienen los infantes y


adolescentes respecto a que no sólo sus madres biológicas migrantes es-
tán atentas de ellos y ejercen algunas actividades de cuidado desde la
distancia; también hay otras personas que desarrollan interés y muestran
preocupación por sus necesidades:

Aparte de mi mamá [migrante], siempre he contado con un tío, con


mi abuelita, con mi tía que nunca nos ha dejado, no nos ha desampara-
do. (5, H, Dina, 2009).
A mi mamá [migrante] le cuento, otras veces a mi tía, ella es la que
más me apoya, está ahí conmigo. (2, H, Marcela, 2009)

Los hijos e hijas de migrantes identifican claramente a la persona o


personas que los han cuidado; asocian esa situación con el afecto que
tienen hacia sus cuidadores y el reconocimiento de su labor en uno o en
varios hogares. Una hija que al migrar su madre vivió primero con la
familia paterna y ahora con la abuela materna dice:

La familia de mi abuela, de parte de mi mamá, nos trata bien, igual


la familia de mi papá. Ellos fueron los que nos ayudaron durante estos
cuatro años que mi mamá está fuera del país. (2, H, Adela, 2009)

También las abuelas, tías, tíos se reconocen como parte de la red de


cuidado. En la voz de las abuelas hallamos, además del compromiso con
su actividad, la experiencia de compartirlo con otros miembros de la
familia; así refiere una abuela:

308
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Las tías, los tíos, toditos luchamos por los pelaos, todo el mundo corre
cuando cualquiera cosa sucede. (5, C, Lida, 2009)

En las abuelas, el compromiso en la labor de cuidar está tan arraigado


que lo realizan sin que los progenitores lo soliciten. Ellas responden en el
momento en que consideran que sus nietos están en peligro. Es común
que las abuelas se impliquen en la red de manera voluntaria y ante situa-
ciones críticas. Una abuela expresa:

Cuando mi hija se fue, la niña [nieta] quedó con los abuelos pater-
nos. Cada 15 días yo iba y veía a la niña desmejorada, se aferraba a mí,
no me quería soltar. Pasaron unos cinco meses y la niña seguía en lo
mismo. Yo lloraba más y más y más. Una vez fui y la niña se aferró a mí,
se puso a llorar, no me quería soltar, entonces, reaccioné, ¡esto no es con-
migo! Me voy con esta niña de aquí, abrí esa puerta, cogí un taxi y me
fui con la niña para mi casa. Esa señora [abuela paterna] salió corriendo,
no me alcanzó. (4, C, Abril, 2009)

En nuestro medio, si el padre y la madre están presentes, se espera


que ellos sean los responsables del cuidado directo de su prole y que la
participación de otras personas sea periférica; pero cuando los padres
viven en la distancia geográfica, la expectativa cambia y se confía en que
habrá parientes con disponibilidad para asumir un lugar más activo en
el cuidado de la prole.

Antes de que mis padres (migrantes) se fueran, las tías no nos visita-
ban, decían que teníamos mamá y papá, que no necesitábamos, pero
ahora ellas están más pendientes de nosotros, están ahí, puedo contar
con ellas, me siento apoyada. (5, C, Irina, 2009)

En la red de cuidadores identificamos dos posiciones, una central y


otra periférica. Ambas se denotan a partir de la comunicación y res-
ponsabilidad que tienen quienes cuidan con respecto al padre o madre
migrante y no aluden necesariamente a la jerarquía o cercanía afectiva
entre los hijos del migrante y los/las cuidadores/as, aspecto que anali-
zaremos más adelante. La persona que ocupa la posición central se hace
responsable ante el padre/madre migrante de los infantes y adolescentes

309
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

que cuida, razón por la cual mantiene una comunicación y un vínculo


más cercano con el o la migrante. En la posición periférica se ubican
todas aquellas personas que apoyan al cuidador central a través de la
realización de funciones específicas; su flujo de comunicación con el o la
migrante es menor que la de aquellos cuidadores centrales.
La posición central o periférica de las abuelas, las tías, los tíos, las madres
no migrantes y las hermanas de los hijos/as depende de las necesidades de
cada familia y de los hechos especiales y circunstanciales que ocurren. La
comunicación y la posición entre los miembros de la red varían según el
parentesco. A continuación exponemos los hallazgos en este sentido.

Las abuelas cuidadoras en posiciones centrales o periféricas


En la red, las abuelas ocupan posiciones centrales o periféricas de acuer-
do con la duración del ejercicio de los cuidados y la figura o no de co-
laboradores. Encontramos que en la tarea predomina la presencia de
abuelas maternas; unas ocupan posiciones centrales al responsabilizarse
permanentemente del cuidado de sus nietos y dirigir a los otros cuida-
dores en las tareas que deben cumplir para proporcionar bienestar a
los menores. Otras desarrollan tareas de cuidados cuando el padre de
sus nietos ha migrado, y las madres que residen en Colombia ocupan la
posición central al orientar y organizar las tareas de otros cuidadores,
especialmente las de sus propias madres. Las abuelas paternas, en cam-
bio, tienden a estar menos como cuidadoras centrales; los cuidados de
sus nietos lo hacen de manera ocasional o por la solicitud de las abuelas
maternas, los padres y las madres no migrantes, quienes tienen una po-
sición central.
El predominio de abuelas por línea materna está sostenido en la con-
fianza que tienen las madres migrantes en sus propias progenitoras, al
considerar que ellas trasmiten a sus hijos los valores y las costumbres que
ellas mismas aprendieron. Así, se repiten y conservan los contenidos de
los cuidados de generación en generación. De igual manera, las abuelas
maternas tienen la certeza del origen biológico de sus nietos; como dice
el adagio popular: “los hijos de mis hijas, mis hijos serán; los de mis hijos,
en duda estarán”. Esta visión de las relaciones biológicas se traslada al
plano social; se refleja en la intensidad de los vínculos afectivos entre las
abuelas maternas y sus nietos, y en la manera en que ellas asumen la res-
ponsabilidad en los cuidados y en su posición central en las redes.

310
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Como vemos, las abuelas maternas dominan y son centrales, mientras


que las abuelas paternas son periféricas cuando hay presencia del padre,
quien, a su turno, es la figura central y cuida en coordinación con la
abuela paterna a aquellos hijos cuyas madres migraron.

Mi mamá [abuela paterna] se hace cargo de la lavada de ropa y de


la comida. Los permisos son conmigo. No estando yo, es ella. (2, C,
Juan, 2009)

El segundo caso es el de un padre en Bogotá que no migró; vive con


su hijo y controla los cuidados que este requiere. El padre recibe el apoyo
de su propia madre y en su relato se evidencia la importancia que tiene el
niño en la vida tanto de la abuela paterna como en la del padre cuidador:

El niño es todo, la luz de mi mamá y el motivo de ella de estar de pie,


preocupándose por todo en la casa, por mantener bien mis cosas, por
mantener bien las cosas del niño, las de ella. No solo de ella, también el
mío; en cosas de la casa, el potencial es él. (1, C, Santiago, 2008)

El tercer caso es una madre cuidadora en Cartagena que recibe apo-


yo de las dos abuelas de sus hijos. Ambas ejercen tareas de cuidado en
posiciones periféricas, dado que la madre ocupa la posición central. La
madre expresa que la abuela paterna la apoya en el cuidado directo y la
abuela materna contribuye en el control con sus hijos:

Mi suegra siempre me ha ayudado con el cuidado de mis hijos, yo


trabajo y ella está todo el tiempo en la casa. Mi mamá ve que hay mo-
mentos en que ya no puedo más y le dice a mi hijo: “Migue, mira cómo
está tu mamá, ¿por qué te portas así?”. (5, C, Maira, 2009)

Tías en posiciones centrales o periféricas y tíos en la periferia


Las tías tienen una presencia importante en los cuidados de sus sobri-
nos, cuando sus hermanos o hermanas migrantes se los delegan o cuan-
do apoyan a las abuelas. Según lo dicho por una abuela, interpretamos
que ella tiene la posición central y la tía materna ejerce desde la ubica-
ción periférica:

311
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Liliana [la tía], si es de venir a ayudar en las tareas, ella viene a la


hora que sea, se preocupa mucho por ellos. (5, C, Saray, 2009)

Los tíos entran en la red por pedido de las cuidadoras centrales. Ellos
actúan fundamentalmente para cumplir funciones de control cuando los
hijos e hijas de los y las migrantes son adolescentes, presentan nuevas
demandas y problemas asociados a su participación en grupos de pares y
en espacios públicos; por lo tanto, requieren una atención especial. Una
tía cuidadora central en momentos de preocupación acude a los tíos para
evitar que sus sobrinos consuman drogas y para que les ordene dejar las
actividades peligrosas en las que se habían implicado.

Yo le pedí un poquito más de colaboración a los tíos, que si lo veían en


alguna cosa que no era normal, me ayudaran a hablarle. Decirle “no es-
tés en la calle hasta altas horas de la noche, que hay mucho peligro”. Ellos
han colaborado ahora último, que les pedí ese favor. (5, C, Delis, 2009)

Madres y padres en posiciones centrales


Los padres y madres migrantes casi siempre continúan haciendo parte
de la red desde la distancia geográfica; mantienen comunicación con los
cuidadores y cuidadoras en Colombia y con sus hijos e hijas.

Me siento respaldada por la mamá, porque a pesar de estar lejos, ella


siempre está pendiente llamándola; lo único que le falta es salirse por el
teléfono y darle sus pescozones. (3, C, Olga, 2009)

Algunos padres y madres que no migraron ocupan posiciones cen-


trales porque venían ejerciendo sus tareas de cuidado desde antes de
la migración de sus respectivas parejas conyugales. Continúan con su
responsabilidad en el cuidado de sus hijos y ocupan una posición central,
la que se asume como natural en correspondencia con la asignación cul-
tural a los progenitores de los cuidados de los descendientes. Cuando la
madre se queda en Colombia, al migrar el padre, lo común es que ella
siga cuidando su prole como lo venía haciendo y considere que el padre
le dejó o le encargó tareas que él venía haciendo antes del viaje; en con-
secuencia, centraliza las tareas de cuidado.

312
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Son pocos los padres que se quedan como cuidadores centrales; sin
embargo, se encuentran algunos que sí lo hacen. Un aspecto común es
que desde antes de que las madres migraran ellos venían compartiendo
el cuidado con las progenitoras y les pareció obvio asumir el cuidado:

Estando yo aquí no tengo por qué dejárselos a nadie más. En caso


de que yo faltara, consideramos que la niña se quedara con los abuelos,
pero estando yo, en ningún momento se consideró. Ella me lo insinuó,
pero en mi vida eso es de no aceptar. (2, C, Freddy, 2008)

Alberto (2, C, 2008) manifiesta una postura similar.

En estos casos, prima el valor otorgado al ejercicio de la paternidad


por sangre a los ascendientes en primera línea; en consecuencia, el padre
biológico, ante la ausencia de la madre, es el responsable de los hijos y
ejerce el cuidado desde una posición central.

Hermanos en posiciones periféricas


En general, los hermanos que cuidan lo hacen desde la periferia;
unos con amplias responsabilidades y otros con tareas específicas.
Los primeros ejercen los cuidados bajo la supervisión o acompaña-
miento de un adulto de la familia. Es así como una adolescente cui-
da sus hermanos permanentemente y reconoce la presencia de otros
que la supervisan:

Mi abuela y mis tíos vienen a ver cómo estamos y cómo van las cosas
(5, C, Irina, 2009).

Y otra joven recuerda que en el pasado tenía el apoyo de su abuelo


mientras ella cuidaba sus hermanos:

Mi abuelo materno murió; era el único que de pronto estaba pen-


diente de nosotros. (5, C, Ketty, 2009).

También, las madres cuidadoras centrales solicitan a sus hijos colabo-


raciones en algunas tareas de cuidado. Una de ellas comenta que le dice
a su hijo mayor:

313
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Usted, que tiene más conocidos aquí en el barrio, dígales que si de


pronto ven mal estacionado a Carlos [hijo del migrante] que lo tengan
en cuenta, que no vaya a pasarle nada. (2, C, Maura, 2009)

Con los fragmentos anteriores, ilustramos que domina la percep-


ción según la cual los hombres controlan más que las mujeres a los
adolescentes; que los cuidan y los orientan cuando se trata de asuntos
fuera del hogar. Esta concepción confirma la división sexual de las fun-
ciones de cuidado en una cultura patriarcal: a los hombres de la familia
se les concede el poder de controlar a los infantes y adolescentes en los
espacios públicos; se les asigna la protección de la familia de los peli-
gros de la calle, se cree que por haber sido socializados para moverse
en lo público conocen sus oportunidades y sus riesgos. A continuación,
analizamos otros detalles de la división de tareas según género y su
relación con el parentesco.

Tareas del cuidado y distribución según género y parentesco


Los hombres distribuyen tareas y se asignan a sí mismos aquellas que tie-
nen que ver con las actividades extradomésticas y escolares de sus hijos.
Si requieren para el cuidado de sus hijos la realización de labores como
cocinar, lavar y planchar, se ubican más como guías que como ejecutores.
Ellos cuentan con otras personas que les ayudan en el cuidado de su pro-
le y buscan el tiempo para sí mismos, como lo expresa un padre:

Mi hijo sale a la una de la tarde del colegio; la abuela lo recoge y le


da su almuercito, me lo tiene mientras yo vengo a cumplir con mis fun-
ciones. Salgo a las cinco de la tarde, lo recojo, nos vamos para nuestro
apartamento y a partir de ese momento asumo la responsabilidad que
he venido afrontando desde hace un año. El sábado sí me lo dedico, lo
destino para mí, para salir de la cotidianidad. El sábado, el niño se queda
con una hermana de ella [la migrante], que tiene otros niños, comparten
ese tiempo, el niño se entretiene mucho. (1, C, Juan C, 2008)

Las mujeres distribuyen sus funciones según su posición y el parentes-


co que tienen las cuidadoras entre sí. En el caso de las tías observamos
que ellas concentran la atención en las tareas escolares y en la recreación
de los infantes y adolescentes, mientras que las abuelas están al tanto de

314
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

la alimentación y el lavado de ropa, las tareas domésticas rutinarias. Una


tía que ayuda en algunas de las funciones del cuidado dice:

Mi hermana y yo [tías] hacemos una labor de conducta y disciplina,


acompañamiento en las tareas escolares; porque mi mamá dice que no
se va a poner en eso. Ella está pendiente, como todas las abuelas, de la
comida, de sus caprichos, de la ropa. (4, C, Samy, 2009)

Igualmente, las tías realizan las actividades referidas a las tareas es-
colares y a la recreación de los hijos del migrante en una red femenina,
en la que la madre cuidadora distribuye y coordina las labores con base
en la confianza que tiene en las mujeres de la red. El cuidado que ellas
proporcionan no es permanente sino esporádico y está condicionado
por las circunstancias que impiden a la madre, eje central de los cuida-
dos, ejecutarlas.

Ella me ayuda en cuanto a las tareas. Mi otra tía se los lleva dos, tres
días a paseos, es a la única persona con la que dejo salir a mis hijos, por-
que sé que ella está pendiente de si comieron, si están en la piscina, si les
dolió algo. A ellas les puedo delegar mi responsabilidad en el momento
en que yo no pueda. (2, C, Lorena, 2009)

De lo anterior deducimos que las mujeres entrevistadas se consideran


a sí mismas las cuidadoras principales, únicas e irremplazables, lo que
coincide con las convicciones de la sociedad sobre la importancia de la
mujer en las tareas de cuidado, en especial en las referidas a las atencio-
nes que requieren infantes y adolescentes. Por una parte, encontramos
que las abuelas realizan las tareas rutinarias y permanentes mientras que
las tías y los padres cuidadores desarrollan las tareas esporádicas o menos
rutinarias, y las que tienen relación con actividades lúdicas e intelectua-
les. Por otra, identificamos que cuando la madre cuidadora tiene una
posición central en la red, no deja de ejecutar, permanente u ocasional-
mente, las tareas que distribuye entre otras mujeres, mientras que cuan-
do el padre cuidador tiene una posición central, delega algunas tareas de
cuidado en otras mujeres sin que llegue a ejecutarlas; el hombre confía
en la calidad del cuidado que desarrollan las cuidadoras y no considera
necesario que él las asuma.

315
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

El género no sólo define las tareas y su distribución sino también las


prioridades en la delegación de los cuidados por parte de los y las mi-
grantes. Una tía confirma que el cuidado es un asunto de mujeres, su
posición es central y la de los hombres es periférica:

Ella [madre migrante] me los entregó a mí como su única hermana


hembra; somos tres, dos varones y yo, pero los varones son un poquito
más desprendidos y el cuidado lo he tenido yo. (5, C, Delis, 2009)

Prácticas relacionadas con acuerdos entre migrantes


y cuidadores
Los padres y las madres migrantes hacen convenios, explícitos o implí-
citos, con las personas elegidas para cuidar a sus hijos. Consideramos el
acuerdo como la decisión tomada en común por dos o más personas,
en la que hay una manifestación de convergencia de voluntades con la
finalidad de precisar la forma como se asume o se debe asumir el cui-
dado. Uno de los efectos del pacto es su obligatoriedad respecto al cum-
plimiento de deberes y derechos. El acuerdo puede ser verbal o escrito
entre el/la migrante y los cuidadores, y entre los primeros y los hijos que
quedan en el país.
El acuerdo es importante por las implicaciones que tiene en esta so-
ciedad cuidar de menores, porque se espera que la labor se asuma con
atención y esmero para que las personas cuidadas no sufran y reciban
protección, mantengan o mejoren su calidad de vida. En el caso de los
padres y madres migrantes, la delegación de los cuidados que hacen tie-
ne aspectos planeados o no, pensados o no, conscientes e inconscientes.
En las concepciones derivadas de la “ética del cuidado” se esperaría
que delegar y asumir el cuidado de infantes y adolescentes fuese un acto
racional y consciente, pues la misión implica diligencia y atención, tra-
bajo con derechos y deberes, en el que se da un movimiento reflexivo en
torno a la diversidad de situaciones que se presentan cuando se cuida a
una persona. Sin embargo, este nivel de reflexión no se expresa en los y
las entrevistados/as, quienes asumen los cuidados como actos naturales.
El padre o la madre, independientemente o en pareja, definen la
persona que va a cuidar sus hijos e hijas y acuerdan con él o ella el com-
promiso general; lo hacen con un “sí, yo se los cuido”, pero no con una
precisión o definición de cómo se va a cuidar. En general, los convenios

316
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

entre el o la migrante y la persona que cuida sus hijos en Colombia se


van explicitando mientras se desarrolla la experiencia. En la medida
en que se transforman las condiciones tanto de cuidadores como de la
prole, por ejemplo, sus edades y sus necesidades cambian.
Los acuerdos en las familias estudiadas, antes de el viaje de el o la
migrante, son más supuestos que mensajes explícitos, verbales o escri-
tos. Esto porque se cree saber que el otro sabe qué es cuidar a un infante
o a un adolescente, o porque, usualmente, se carece de claridad y de
perspectiva sobre cómo se espera que sea la tarea, ya que las relacio-
nes familiares carecen de formalismos y programaciones. Cuando los
acuerdos son explícitos, se da un reconocimiento de las necesidades
y expectativas de uno y otro en la interacción y con respecto a lo que
puede ofrecer la migración.
Los acuerdos después del viaje migratorio tienen un carácter tem-
poral y dinámico. Están relacionados con los cambios implicados en la
labor ante la ocurrencia de situaciones y las nuevas experiencias de los
parientes que cuidan, y de los infantes y adolescentes. A los miembros de
la red les implica acomodar sus tareas, en ocasiones, según su criterio y,
en otras, al concertar sus actividades con el o la migrante. Este aspecto
permite reconocer la capacidad de reorganización de los miembros en
los quehaceres y en la red.
El uso del criterio del cuidador más que el del migrante obedece a
que se perfila una acción necesaria desde él o ella sin que se requiera
acuerdo explícito con la/el migrante. Por ejemplo, una abuela dice:

Yo le digo a ella [migrante]: “es que usted torea los toros desde la
barrera, y yo en cambio estoy acá en vivo y en directo, porque si el mu-
chachito tiene que comer hay que darle de comer sin que usted lo diga”.
(3, C, Olga, 2009)

Observamos unas prácticas relacionadas con el acuerdo en el cui-


dado, que no son precisamente una convergencia de voluntades entre
dos o más partes, sino mensajes o expresiones que recogen los deseos y
expectativas por parte ya sea del cuidador o cuidadora, del hijo o hija
del migrante, del padre o madre migrante o de otros parientes. Entre las
expresiones encontramos:

317
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

a) Recomendaciones de padres o madres migrantes a sus hijos/as:

Que no vaya a hacer nada malo, que me cuide, que porque si me llega
a pasar algo ella se muere, eso es lo único que me dice. (3, H, Diana, 2009)
Que me maneje bien, que me comporte bien, que mucho cuidado
con drogas, mucho cuidado con muchas cosas, pero, pero entonces eso
son cosas que uno también aprende de parte de ella. (3, H, Luis, 2009)

b) Exigencias de padres/madres migrantes a cuidadoras o cuidadores:

Yo soy la mamá de ella [migrante]. Ella confía en mí, me dijo: “mamá,


le dejó mi hijo porque usted es mi madre, yo confío en usted’; ella, a ve-
ces, me llama y me dice: “mamá usted me cuida bien el niño y me lo
entrega conforme yo se lo dejé, bueno y sano”. (3, C, Sandra, 2009)

c) Promesas de las cuidadoras o cuidadores al padre o madre migrante;


así lo indica una abuela:

Yo le dije que mientras Dios me preste la vida, ellos están conmigo,


no piense que los voy a maltratar, y ella [migrante] me dijo: “mamá, me
voy tranquila porque yo sé que ellos quedan mejor con usted que conmi-
go”, se fue muy tranquila. (8, C, Cristina, 2009)

d) Compromisos que expresan padres/madres migrantes a las cuidado-


ras y los cuidadores. Un ejemplo es el de una cuidadora que cuenta que:

Él [migrante] se fue con ese compromiso de que a lo más empeza-


ra a ganar, nos mandaba plata; “ustedes van a estar bien”, dijo. (3, C,
Nancy, 2009)

e) Solicitudes de los padres/madres migrantes a cuidadoras/es. En este


sentido una abuela manifiesta:

Pues ella [migrante] me dijo: “usted se queda con los pelaos, no se los
entregue al papá”. (5, C, Bertha, 2009)

Una hermana cuidadora relata que la migrante le dijo:

318
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

[…] que cuidara de mis hermanas, que no las abandonara, que nun-
ca las dejara solas, que fuéramos las tres para todos lados, que si íbamos
a hacer una diligencia fuéramos las tres como hermanitas que somos.
(5B, C, Flory, 2009)

En síntesis, encontramos que las redes:

• Se han activado por diversos motivos desde antes de la migración; en-


tre las razones se destaca el trabajo fuera del hogar de uno o ambos pa-
dres. Los progenitores salían a trabajar y dejaban a su prole al cuidado
de abuelas y tías.
• Se fortalecen con la migración, ya que había vínculos previos. Los
miembros ajustan sus posiciones de acuerdo con sus experiencias pre-
vias y posteriores al viaje migratorio.
• Se componen principalmente de abuelas y tías, quienes se organizan en
posiciones centrales o periféricas según las funciones, la comunicación
con el o la migrante, y las historias personales y familiares en las que
han venido ejerciendo el cuidado de la descendencia de los y las mi-
grantes desde tiempos atrás; es decir, hay una trayectoria en el cuidado,
significativa para indicar quién cuida.
• Se configuran como una estrategia para cumplir con las funciones de
cuidado en concordancia con el parentesco y el género; dominan las
mujeres por línea materna.
• Desarrollan comunicaciones con los padres y madres migrantes en las
que se definen quiénes son los cuidadores, los acuerdos mutuos sobre
cómo cuidar y las acciones de los cuidadores según sus propios criterios.

La autoridad en el cuidado

Entendemos que la autoridad es un aspecto importante y polémico en


cualquier grupo humano; en consecuencia, amerita un análisis en la fa-
milia, en las relaciones parentofiliales, en las interacciones adultos-infan-
tes y adolescentes, y en las redes de parentesco para el cuidado.
En la familia, la autoridad es fundamental en los procesos de crianza
y socialización de las nuevas generaciones, que son guiadas por las ante-
riores para satisfacer sus necesidades y aprender valores y normas de la
vida social. Es común en esta sociedad que a los progenitores se les asigne

319
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

autoridad, poder de mando respecto a sus descendientes; sin embargo,


aunque en las representaciones sea la pauta dominante, en las prácticas
se diversifican los actores que la ejercen, unos de ellos son los cuidadores.
Por consiguiente, aquí consideramos las autoridades en los miembros
de la red para los cuidados de los hijos e hijas de migrantes, en la que
participan las y los cuidadoras/es y los padres y madres migrantes en
correspondencia con sus culturas y las demandas de la época.
La autoridad en la familia es entendida como la estructura normativa
que le da un orden a las interacciones entre sus miembros. Las normas
que la rigen facilitan la coherencia de los vínculos y por contradicciones
entre ellas se revela el conflicto. La autoridad tiene relación con la ca-
pacidad de una o varias personas para mandar, obtener o generar obe-
diencia y recibir reconocimiento de quienes siguen o deben seguir sus
mandatos. En este sentido, la autoridad implica influencia mutua entre
el que manda y el que obedece; hay acuerdos y desacuerdos respecto a
las normas explícitas o implícitas que regulan las relaciones entre quie-
nes tienen la autoridad o el poder de mando y los que son llamados a
obedecer (Maldonado y Micolta 2003: 9-10). Este concepto de autoridad
lo extendemos a lo que en la presente investigación hemos identificado
como redes de parentesco o familiares para el cuidado en Colombia de
los hijos de migrantes internacionales, y reconocemos que la autoridad
es un aspecto consustancial al cuidado. En consecuencia, nos pregunta-
mos: ¿cómo ejercen la autoridad las cuidadoras y cuidadores de los hijos
e hijas de migrantes?, ¿cuáles argumentos tienen para ejercer la autori-
dad? y ¿qué conflictos se presentan alrededor de la misma?
Los cuidadores y las cuidadoras que participaron en este estudio ejercen
autoridad al cuidar los infantes y adolescentes, al disciplinarlos o intentar dis-
ciplinarlos, guiarlos, dirigirlos, indicarles normas, socializarlos y protegerlos.
Estas relaciones de autoridad presentan matices variados según la co-
rresidencia, la permanencia en la vida cotidiana, las habilidades diferen-
ciales para el cuidado asignadas a los hombres y a las mujeres, el tipo de
asunto o necesidad que se requiere abordar según la edad del hijo o la
hija, los riesgos para él o ella y los vínculos socioafectivos entre las perso-
nas que cuidan y el padre o madre migrante. En esta investigación, halla-
mos que las cuidadoras y los cuidadores ejercen la autoridad con los hijos
de los y las migrantes de manera total o relativamente autónoma; estas
dos formas dependen de la participación del padre o madre migrante.

320
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Autoridad con autonomía


En esta modalidad, hay comunicación entre el o la migrante y los parien-
tes que cuidan a sus hijos para hablar del dinero enviado y recibido sin
que a partir de este tópico domine el padre o la madre que se encuentra
fuera del país. Él, o ella, se limita a enviar el dinero para los hijos y a
hablar con ellos. El cuidador o la cuidadora conversa vía telefónica o por
internet con el padre o madre migrante sobre asuntos triviales. Padre o
madre migrante pregunta a sus hijos cómo están o qué han hecho; no
dan indicaciones sobre las conductas que deben seguir, ni hablan sobre lo
que deben hacer los cuidadores o cuidadoras con su prole. En este caso,
quienes cuidan piensan y sienten que son la autoridad y deciden las for-
mas de disciplinar. El ejercicio de la autoridad de los y las cuidadores/as
con autonomía radica en la idea de que quien cuida tiene la autoridad, y está
unida a la definición del cuidado como actividad presencial y cotidiana. El
poder de dar órdenes a los hijos de los y las migrantes lo tiene la persona
que comparte la residencia con ellos, está presente y realiza tareas diarias
para su cuidado.
Además de lo anterior, hallamos otros argumentos asociados que ex-
plican el ejercicio de la autoridad con autonomía por parte de los y las
cuidadores/as sin mayor interferencia de los y las migrantes.

a) Distancia geográfica y divorcio: la distancia física que impone la mi-


gración es un impedimento para que los padres y las madres que viajan
participen del ejercicio de la autoridad con los hijos; ahora bien, cuan-
do padre y madre se han separado como cónyuges, se distancian y sus
contactos se reducen a unos mínimos encuentros telefónicos casuales, la
situación se acentúa. Una madre cuidadora así lo ilustra:

Desde allá, ¿él [migrante] qué puede hacer? A él no le aviso nada;


con él no se cuenta para nada, es que con él casi no hablo, tiene que ser
que llame a los niños y yo conteste, de resto no. (4, C, Mireya, 2009)

b) Distancia geográfica, divorcio y maltrato: para algunas madres cuida-


doras divorciadas del migrante, asumir la autoridad con sus hijos/
as de manera autónoma y sin el concurso del padre por la migración
ha sido una ventaja porque ahora tienen libertad para orientarlos/as
de acuerdo con sus propios ideales, además de liberar a su prole de

321
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

las actitudes violentas del progenitor. Estas madres ponen en práctica


acciones acordes con sus principios y reencausan la educación que
quieren dar, porque ellas aseguran que:

Han cambiado muchas cosas; anteriormente él todo lo arreglaba con


golpes y ahora no tengo que cumplir sus reglas. (4, C, Melany, 2009)
Me siento a mis anchas y puedo moldear a estos dos seres como real-
mente quiero. (5, C, Yanira, 2009)

En estos casos, la prole valora a la madre cuidadora, amorosa y flexi-


ble, y rechaza la agresividad y autoritarismo del padre migrante. Ante la
agresión y el autoritarismo se produce una alianza con la madre cuida-
dora, que la hija expresa de la siguiente forma:

Mi papá [migrante] ha sido la mano fuerte de la casa; el de la parte


normativa. Como él se fue, queda mi mamá, que ha sido muy flexible,
amorosa, nos complace. Él es muy agresivo, él estuvo acá de visita y su
temperamento causó caos, se vio la disciplina. Cuando estaba aquí vi-
víamos con temor y ahora uno puede hablar con mi mamá [cuidadora]
(4, H, Milena, 2009)

c) Distancia geográfica y pérdida de poder del migrante: la ausencia física de


el o la migrante en el diario vivir, lleva a que el padre o la madre que
está en el exterior vaya perdiendo el poder de mando con su prole y se
incremente el de la persona que queda, ya sea padre, madre, abuela o
tía. En consecuencia, la falta de coincidencia permanente en el hogar y
en el tiempo produce pérdida de autoridad. El tiempo pasa, los contactos
se reducen, las visitas no se dan o van disminuyendo, las llamadas tele-
fónicas son cada vez menos frecuentes. Sin embargo, si se comparan las
situaciones que al respecto se presentan cuando el migrante es el padre
con aquellas que ocurren cuando es la madre, observamos que el padre
pierde más autoridad que la madre, porque ella mantiene, o trata de
mantener, el contacto con sus hijos e hijas desde la distancia geográfica
en forma directa o a través de la abuela o el padre que cuida a su prole
en Colombia.
d) Respeto y afecto en la distancia y su debilitamiento: el reconocimiento que
hacen los hijos e hijas de la autoridad del padre o la madre migrante lo

322
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

asocian al respeto y al afecto que todo hijo debe tener con sus progenitores,
pero sienten que estas dos características de la autoridad van disminuyendo
con el paso del tiempo y la distancia. Una hija dice:

En los primeros meses [posteriores al viaje], mi papá [migrante] nos


llamaba y existía el respeto que uno le tenía; se seguían las mismas nor-
mas que él había puesto y estaba mi mamá [madre cuidadora] para
hacerlas cumplir. Con el tiempo, ya no es lo mismo cariño con el padre,
porque no está aquí al lado. Ya serían las normas de mi mamá; es la que
está presente. No serían las normas de mi papá, que ya no está. (5, H,
Hener, 2009)

e) Migrantes que se abstienen de intervenir: con la idea de que quien cuida


de manera presencial tiene la autoridad, algunos cuidadores/as que bus-
can ser apoyados por la madre o el padre migrante no lo logran, porque
ellos se abstienen de participar en el ejercicio de la autoridad con su
prole, aun cuando se encuentran en Colombia de visita. Esto como una
forma de reafirmar y respetar la autoridad del cuidador o cuidadora.
Una tía cuidadora narra que su sobrina, durante la visita de su madre,
no consideró pedir permiso a su progenitora sino a ella, pues adujo que
quien manda y toma decisiones es quien la cuida.

La vecina le dijo a la niña que como la mamá [migrante] estaba de


visita acá, le pidiera a ella el permiso para ir a la fiesta. Pero la sorpresa
fue que le dijo que si yo no daba el permiso ella no iba, porque aunque
Julia [migrante] es la mamá, la niña está es conmigo y yo soy la que tomo
la decisión. (4, C, Sara, 2009)

f) Trayectoria en el cuidado y la edad del cuidador: otro argumento para cui-


dadores y cuidadoras es haber tenido a los hijos/as de los y las migrantes
desde siempre, lo que hemos llamado aquí trayectorias del cuidado. Ellas
y ellos los han cuidado desde antes del viaje migratorio, debido a la au-
sencia parcial o total del padre o la madre migrante cuando aún vivía en
Colombia. Esta experiencia de abuelas, tías y hermanas contribuye a que
tengan poder de mando y aquellos hijos reconozcan sus órdenes, las obe-
dezcan y las valoren en su posición de autoridad. Una hija de migrante
relata que la hermana que la cuida representa:

323
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

La figura de autoridad es mi hermana Leidy, porque yo estaba pe-


queñita y ella estaba más grande; ella me daba tetero, me bañaba, me
dormía, cuidaba de mí. Empecé a crecer, ella estuvo ahí, ahora que ella
[migrante] ya no está, Leidy está conmigo. (5B, H, Catalina, 2009)

Como podemos ver en el testimonio anterior, en adición, algunos


infantes y adolescentes reconocen que la autoridad la tienen las per-
sonas que, además de estar presentes y tener experiencia, tienen más
edad que ellos.

g) Autoridad asignada al hombre cuidador: una justificación para ejercer la


autoridad autónomamente se basa en postulados ideológicos alrededor
de los géneros. Como ejemplo, un abuelo manifiesta:

Aquí siempre he dicho que el hombre soy yo, así ella me man-
tenga [se refiere a la abuela-cuidadora]. Ella me puede estar dando
la comida, pero la autoridad es la mía porque yo soy el hombre. La
verdad es que ella [abuela] no interviene; si quiero, ahora mismo me
voy pa’ Caracas con Adriana [nieta] y ella no tiene que intervenir. (5,
C, Franco, 2009)

Este abuelo no realiza tareas cotidianas y domésticas de cuidado. Él se


atribuye el poder de mando sobre la abuela cuidadora y la nieta, y toma
decisiones porque considera que, por ser hombre, tiene la potestad en la
familia. La autoridad es natural en el hombre y los mandatos son prác-
ticas propiamente masculinas. Entonces, ser hombre otorga autoridad
con autonomía aunque no se realicen actividades cotidianas de cuidado,
aquellas que son realizadas por la abuela.
En el ejercicio de la autoridad de manera autónoma, por ser quien
cuida, sin la participación del padre o la madre migrante, el argumento
se fortalece cuando se vive bajo el mismo techo. Esto implica tener regu-
larmente contacto físico, porque los encuentros ocasionales a través de
los medios de comunicación son insuficientes para mantener los vínculos
y la autoridad con los hijos/as. Los contactos virtuales no logran reem-
plazar las condiciones reales que posibilitan la construcción o el mante-
nimiento de las relaciones que nos ocupan.

324
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Autoridad con autonomía relativa


Esta segunda forma se caracteriza por la coparticipación en el ejercicio
de la autoridad tanto del cuidador o cuidadora en Colombia como del o
la migrante. Las tareas de socialización y cuidado se dividen de manera
informal o formal entre cuidadores y progenitores migrantes; los prime-
ros atienden a los infantes y adolescentes en el país y los segundos, desde
el exterior, orientan las conductas que su prole debe seguir. Esta distribu-
ción puede o no generar conflictos.
Las dos personas que ejercen la autoridad se distribuyen las tareas en el
ejercicio de la misma y se ubican en igual o en diferente nivel jerárquico.

Autoridad con igual nivel jerárquico


Al respecto hallamos dos situaciones:

a) Igualdad jerárquica entre la madre en Colombia y el padre migrante. En esta


modalidad, la madre y sus hijos que permanecen en el país reconocen
que el padre migrante comparte la autoridad legítima con la madre, en
el mismo nivel de jerarquía. Además, ambos progenitores consideran
que tienen una responsabilidad compartida en relación con la socializa-
ción de su descendencia y la satisfacción de sus necesidades. El rango es
igual y se da una distribución de las tareas para el ejercicio de la auto-
ridad; por ejemplo, la madre usualmente regula los permisos y el padre
migrante el dinero; la suspensión de este es utilizada por el progenitor
como forma de castigo:

Ellos dos [padre migrante y madre cuidadora] toman las decisiones,


como los castigos. Mi mamá [cuidadora], la de los permisos, y mi papá
[migrante], el del dinero: “yo no le doy permiso”, y “yo no le doy dine-
ro”, ahí está el castigo de los dos. (3, H, Luisa, 2009)

La autoridad en el mismo nivel jerárquico se presenta cuando la ma-


dre en Colombia propicia que el padre migrante decida los permisos que
le otorga a su hijo. Ella quiere que la responsabilidad sea compartida por
los posibles riesgos y peligros; teme que sea culpada por lo que le pueda
ocurrir al hijo o por tomar sola la decisión.

325
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Yo siempre le digo, “Juan [migrante] mira que David [hijo] va para


una convivencia”. El me dice “bueno, va, pero llévalo tú”. Él está allá y
de pronto me vaya achacar las culpas. “David esto y esto”. Le cuento a
él para que comparta la decisión. Le doy la responsabilidad porque es el
papá, tiene que mandar sobre su hijo, yo soy la que estoy criando, pero
él es su papá. Para que también sienta un poquito la responsabilidad y de
pronto no me vaya a achacar culpas. (5B, C, Katia, 2009)

En esta medida, tanto padres como madres son responsables de los


hijos/as, ya sea que estén viviendo con ellos o se encuentren fuera del
país, porque la autoridad con su descendencia es una designación social.
Así, los padres y las madres migrantes tienen autoridad sin que medie la
corresidencia o relación cara a cara.

b) Igualdad de jerarquía entre cuidadores y el padre o la madre migrante. En la


igualdad de jerarquía identificamos parejas conformadas por abuela y
madre migrante, hermano y progenitores migrantes, y amiga o nana y
madre migrante, quienes acuerdan, explícita o implícitamente, sobre las
conductas que se van a tener con los infantes y los adolescentes. Toman
decisiones de modo alterno según las circunstancias y luego se comuni-
can entre sí las acciones realizadas respecto a dar órdenes y evaluar los
logros en su cumplimiento.
El ejercicio del poder de mandar tiene un aspecto práctico en la me-
dida que hay circunstancias en las que las decisiones se deben tomar en
el acto y, por lo tanto, no dan espera. Estas decisiones usualmente son
sobre situaciones de menor trascendencia para el riesgo que corren los
menores, y llevan a que la persona que cuida tenga que resolver sin el
concurso del padre o la madre migrante, quien actuará a posteriori. Una
prima cuidadora expresa:

Como la mamá [migrante] llamaba solo una vez a la semana y hay


veces ocurrían cosas que hay que tomar las decisión en el momento, en-
tonces no podíamos esperar hasta hablar con ella, para ver qué opinaba,
ya cuando ella llamaba yo le hacía saber: “María, ocurrió esto y esto,
entonces tocó poner estos correctivos, o se le dijo esto”, entonces ella ya
daba su opinión. (4, C, Isabel, 2009)

326
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Autoridad con diferente nivel jerárquico


En el ejercicio de la autoridad con jerarquía diferencial, los infantes y
adolescentes también obedecen a dos poderes que presentan diferencias
en su capacidad de mando, asociadas a las siguientes situaciones: perma-
nencia del cuidador o cuidadora con los hijos e hijas y su conocimiento
acerca de las situaciones que requieren regulación, permisos para activi-
dades por fuera del hogar, y participación de los adolescentes en la toma
de decisiones. Veamos:

a) Autoridad compartida desigual. En unos casos, hace más uso de la auto-


ridad quien está presente porque se parte de la idea de que quien perma-
nece con los infantes y los adolescentes tiene mayor conocimiento de las
situaciones que se deben regular:

Aunque mi mamá [migrante] dice el tipo de libertad que me puede


dar, es mi abuela [cuidadora] la que toma la decisión porque está con-
migo y sabe de mí. (8, H, Daniela, 2009)
Mientras mi papá estuvo en Estados Unidos, la autoridad la tenía mi
mamá [cuidadora], pero igualmente mi papá era mi papá. Igual la autori-
dad la tenía él [migrante] pero indirecta, digámoslo así. (1, H, Isabel, 2009)

b) Padre o madre migrante con mayor nivel jerárquico que el o la cuidador/a.


Los y las migrantes desde el país de destino modelan el diario vivir
de sus hijos; son formas de ejercer la maternidad o paternidad desde
la distancia.
Especialmente los y las progenitoras migrantes dominan cuando los
hijos e hijas van a realizar actividades por fuera del hogar y requieren
desplazamientos significativos en la ciudad o fuera de ella. En tales si-
tuaciones son los progenitores migrantes quienes autorizan las salidas,
porque consideran que estas tienen riesgos que afectan el bienestar y la
seguridad. Por ejemplo, una hermana cuidadora decide sobre situacio-
nes extremas o especiales con la autorización de la migrante:

Un permiso ya extremo, de un viaje, un paseo, una fiesta tengo que


consultarlo con mi mamá [migrante]. (4, C, Alexandra, 2009)

327
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

La persona que cuida tiene autoridad en la medida que ejerce poder


de mando sobre los hijos/as de los y las migrantes, pero consulta y hace
uso de la misma al llevar a cabo las orientaciones dadas por el o la pro-
genitora. Quien cuida simplemente corrobora o ayuda a materializar las
órdenes que desde la distancia emiten padre o madre migrante. Esta for-
ma de autoridad se da principalmente cuando la cuidadora o cuidador es
un hermana/o o abuela. En el primer caso se da continuación a pautas
de relación parentofiliales establecidas desde antes de la migración; en
el segundo caso, es una pauta que se establece a partir de la migración.
Veamos cómo lo planteó una tía:

Mi hermana [madre migrante] le dice a mi mamá [abuela cuidado-


ra]: “que no salga sola [la hija de la migrante], y de malas, no puede salir
y no va a ningún lado”. Yo [tía cuidadora] le digo: “si usted no dice con
quién se va a ir, no, no se va”. (4, C, Mercedes, 2009)

Un elemento que contribuye a que progenitores y progenitoras mi-


grantes conserven su autoridad con sus hijos e hijas es el cumplimiento
de la proveeduría económica a través del envío de dineros desde el exte-
rior, uno de los aspectos altamente valorados en nuestra cultura cuando
de confirmar la responsabilidad parental en el contexto de la migración
internacional se trata. Una hija de una mujer migrante que cuida sus
hermanos lo confirma así:

Yo le consulto a mi mamá y le pido permisos porque ella es la que me


da plata, ella es la que me tiene que dar el permiso. (4, H, Jessenia, 2009)

Por ello, es entendible que con el envío de remesas aquellos pro-


genitores/as que se distancian de sus hijos con la migración resca-
tan su autoridad parental, como en el siguiente caso en el que una
tía comenta:

Aquí siempre era mi marido y yo; su mamá nunca… Ella se fue y


como tuvo su familia, se desligó de él [hijo de la madre migrante]; ahora
grande la única autoridad que ella tiene sobre él es mandarle plata para
la universidad y para los pasajes, nada más. (5B, C, Fela, 2009)

328
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

c) Hijos e hijas participan en las decisiones. Los padres y madres cuidadores


en Colombia conceden esta posibilidad a la prole. La participación es
posible cuando la prole atraviesa la adolescencia y avanza hacia la adul-
tez, etapas en las que los individuos reclaman independencia. Un padre
cuidador comenta:

A mi Julieta, mi hija, me dice que va a hacer algo o que va a ir a


alguna parte, pero más que todo de manera informativa, y, claro, tam-
bién en muchas cosas tengo en cuenta lo que dice, lo que quiere. (4, C,
Vito, 2009)

En las dos formas jerárquicas, los hijos e hijas obedecen a dos man-
datos y, a veces, expresan su rebeldía hacia las órdenes del padre o la
madre migrante, y en otras, hacia sus cuidadores y cuidadoras. Es-
pecialmente en la adolescencia, la prole presiona a su progenitor o
progenitora migrante y a sus cuidadores/as para participar en la toma
de decisiones y la definición de normas que se aplican en la vida co-
tidiana. Ante esto, los unos y los otros abren espacios para que los y
las adolescentes intervengan en las decisiones y en la modificación de
normas; lo hacen cuando perciben la necesidad de continuar el proce-
so de independencia y muestran conductas responsables. Para los y las
migrantes es más difícil entender los cambios de los hijos y tener una
postura flexible frente a las normas, sin embargo, algunos y algunas
lo logran. Observamos que ellos y ellas lentamente van entendiendo
la necesidad de independencia de su prole mientras que la cuidado-
ra o el cuidador, especialmente las madres no migrantes, comprende
esta necesidad en forma inmediata y actúa en correspondencia con los
cambios de sus hijos:

Ahora mi papá [migrante] no quiere es que yo salga a bailar. Yo le


digo a mi mamá [cuidadora] y ella sí me da permiso; me dice “bueno
cuídate”, porque ella me entiende, porque no soy mimada sino respon-
sable y seria. (4, H, Ivonne, 2010)
Mi papá [migrante] ya no tenía tanta autoridad o yo no le daba tanta
importancia a la autoridad de él; fui creciendo y obviamente hubo más
independencia. (8, H, Marcela, 2009)

329
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Conflictos en las relaciones de autoridad


Las oposiciones en torno a valores y normas se relacionan con cambios
en los miembros de la red y en las relaciones entre sus miembros. Los
malestares tienen que ver con los siguientes aspectos:

Desconocimiento de la autoridad
En el contexto de la migración, en primer lugar encontramos que se
presenta desconocimiento de la autoridad de el o la migrante por la no
corresidencia con la prole. Si el cuidado desde la presencia física otorga
potestad, es muy frecuente que no estar al lado de los hijos conlleve a que
madres y padres migrantes pierdan el lugar como figura de autoridad.
Esta situación incita a enfrentamientos entre padres e hijos cuando los
primeros quieren hacer uso de su posibilidad de mando y decisión, y la
prole desconoce esos atributos como tales. Veamos lo que una hija co-
menta al respecto:

La autoridad de nosotros ya es mi abuela [cuidadora].Yo estaba acos-


tumbrada a unas reglas y a unas cosas diferentes a las de mi mamá [mi-
grante], y ella venía a imponerme, entonces me daba rabia y le decía que
quería más a mi nana [cuidadora] que a ella. (4, H, Eudis, 2009)

Algunas madres migrantes que se han enfrentado al desconocimiento


y rechazo de su autoridad, han tenido que acercarse a sus hijos y recu-
perar el atributo perdido. Lo que aquí confirmamos es que la creencia
de que parir un hijo otorga autoridad a la madre es un mito; la potestad
socialmente atribuida a los padres y madres de sangre no es dada si no es
construida en la relación madre-hijo, y requiere reconocimiento mutuo: la
madre muestra su capacidad y su poder de dar órdenes, y el hijo las acep-
ta. Para aceptar a la madre y seguir sus mandatos, hijos e hijas consideran
pertinente y necesaria su presencia constante y durante su crecimiento.
Una madre que estuvo como migrante y hoy cuida su prole anota:

Ahora ha sido mucho más difícil, por lo que ellos durante este último
año no me tuvieron así como de tiempo completo, en cambio a él [padre
cuidador] sí, como siempre escucharon su voz, su carácter, en otras pala-
bras no me respetaban, entonces para ganarme su respeto ha sido muy
difícil. (5, C, Violeta, 2009)
330
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

En segundo término, se presenta desconocimiento de la autoridad del


cuidador o cuidadora por la no presencia del padre o madre migrante.
En esta situación observamos que el conflicto también surge porque la
expectativa del cuidador sobre la obediencia de quien es cuidado no se
corresponde con lo que realmente se vive; no acatar se percibe como un
desconocimiento de la autoridad.

Para mí [padre cuidador] hubiera sido mejor que la mamá [migran-


te] estuviera, porque ellos a veces no le hacen caso a uno. La mamá sí los
tenía bien apretados en cuanto al manejo, porque ella les decía no hagan
esto y no lo hacían. Les decía “ya para dentro” y hay mismo se entraban;
en cambio, a uno ellos no le obedecen. (3, C, Tulio, 2009)

Búsqueda de independencia de los y las adolescentes


De manera general, la adolescencia es una etapa que se ha concebido
como problemática, en la medida que los y las jóvenes en su tránsito
hacia la adultez buscan independencia y confrontan a las figuras de au-
toridad que hasta el momento han tenido. En las familias estudiadas, un
motivo de conflicto se presenta cuando los hijos e hijas crecen y quie-
ren realizar actividades con el grupo de pares de manera independiente,
aspiración que las cuidadoras rechazan porque consideran que aún los
jóvenes no son lo suficientemente responsables para autodirigirse. Una
madre cuidadora dice:

Ahora que está más grande, es muy difícil, porque tiene a sus ami-
gos y quiere salir, quiere tener su vida, pero yo no lo puedo dejar solo
llevando su vida, porque no tiene todavía la responsabilidad suficiente.
Me hago la boba, él pelea y no le contesto, me dice: “soy el único que
no dejan dormir en la casa de los amigos”. Le digo: “pobrecito, fue la
vida que te tocó, esa es la mamá; si quiere cambiarla busque otra”. (4,
C, Orfa, 2009)

Inconformidad y malestar con los recursos para obtener


obediencia
Varias fuentes de conflicto con la autoridad en el cuidado se evidencian
en las acciones correctivas o sanciones frente al comportamiento de los

331
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

hijos e hijas de migrantes.


Un recurso usual de los y las cuidadoras para castigar u obtener obe-
diencia de los infantes y adolescentes suelen ser las dádivas, regalos o
remesas provenientes del progenitor/a que se encuentran en el exterior.
Alrededor de este recurso se generan conflictos cuando no hay acuerdos
al respecto. Encontramos cuidadoras que lo consideran conveniente y
expresan que el padre o la madre migrante lo desaprueba. Una tía que
participa de la red del cuidado de su sobrina junto con la abuela, se
muestra inconforme:

Mi mamá [abuela cuidadora] le dice [a la madre migrante] “vea, perdió


tal materia”; mi hermana [migrante] no dice “yo te voy a castigar”. Ella le
da los mejores celulares, portátil, cámara, pues todo. (4, C, Mercedes, 2009)

Otro recurso que utilizan las cuidadoras, especialmente las madres,


es amenazar a los infantes y adolescentes con el padre migrante como
la persona que hay que respetar y obedecer, quien actuará en contra si
no cumplen con las normas que ellas exigen. Este recurso se basa en la
idea que el padre es la autoridad por excelencia y tiene más poder que
la madre para generar obediencia en los hijos. La figura masculina es la
que manda, concepción que tienen tanto los hombres como las mujeres.
Una madre cuidadora relata:

Al papá [migrante], Carla tiende como a tenerle un poquito más de


temor que a uno; en mi caso, como es una hija hembra, de pronto el
papá la consiente más que yo; pienso que ella cree que, porque no está el
papá, va a hacer como cositas que no debe hacer, abusar, entonces yo le
digo: “¡Se lo voy a decir a tu papá!”. (5, C, Rosiris, 2009)

También hay cuidadoras, especialmente abuelas, que amenazan a los


hijos de los y las migrantes con enviarlos al país donde su padre o madre
se encuentra. Una abuela, para obtener obediencia y lograr el buen com-
portamiento, le advierte al nieto:

Yo le digo a él: “usted está conmigo hasta que se maneje bien; cuan-
do se maneje mal, voy a Bienestar para que me den un papel y se lo
mando a su mamá, se va para España”. Él dice que no, que no se va. (3,
C, Olga, 2009)
332
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Otras madres optan por ejercer la autoridad mediante la combina-


ción de cualidades consideradas por ellas como femeninas —como la
permisividad—y conductas masculinas —como la rigidez—. Una madre
cuidadora expresa:

He sido aquella que suelta y jala al mismo tiempo. Por lo general la


mamá es un poco más alcahueta y él [migrante] como más recto en las
cosas; me ha tocado asumir ambos papeles, o sea, la que dice no y la que
dice sí. (5, C, Yanira, 2009)

Algunos padres y madres que residen en Colombia suelen atribuir a


la migración de su pareja los cambios en el comportamiento de su prole
y los conflictos que presenta. También consideran que los recursos para
guiar han cambiado desde que se produjo el evento de partida. Según un
padre cuidador, desde que la madre migró tuvo que cambiar la forma de
controlar la conducta de su hija; pasó de exigirle con la mirada a utilizar
gritos, malas palabras y regaños:

Antes no tenía necesidad de gritarle, solo la miraba y ya, pero después


la cuestión cambió porque como ve que se fue la mamá [migrante] y solo
me tiene a mí y me va a dar todos los gustos, tengo que gritarle más, re-
gañarla más, exigirle más, le tengo que hablar feo. (5, C, Eduardo, 2009)

Costumbres de los hijos previas al viaje del padre o madre


migrante
Otro motivo de conflicto gira en torno a las contradicciones entre las
costumbres aprendidas por el infante o adolescente antes de la migra-
ción de su padre y/o, su madre y las que tiene la cuidadora o cuidador;
entre la autoridad rígida de la cuidadora y la flexible de los progenitores
migrantes. En el siguiente caso observamos que una tía considera incon-
veniente la flexibilidad y autodirección que sus sobrinos aprendieron de
sus padres, lo que le dificulta señalar las normas y lograr metas deseables:

Acá no hay norma, no hay condiciones para guiar los niños; hay
una dificultad, esta es haber intervenido los niños pensando “¡ay!, qué
pesar”, “pobrecitos los niños”. Entonces, los niños decidieron no ir a
estudiar, ellos deciden su vida, cómo, cuándo y dónde. (4, C, Samy, 2009)
333
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Oposición de las normas de los cuidadores y cuidadoras


Cuando los cuidadores o cuidadoras y los y las migrantes tienen dife-
rencias de opinión respecto a las normas, es alta la probabilidad de que
afloren conflictos. También, cuando hay desacuerdos entre los adultos
responsables de los menores —bien en Colombia o en el exterior— se
pierde la capacidad de control. Mutuamente se desautorizan ante los
infantes y adolescentes.

El conflicto que más se presenta es porque él [migrante] quiere im-


ponerme a mí [madre cuidadora] unas reglas que yo no acepto. Me
desautoriza con los niños, al menos con el pequeño, porque él tira a ser
como se dice, puty puntero. Él quiere abrirse una oreja, pintarse el pelo,
vestir ceñido al cuerpo y yo no estoy de acuerdo; el papá quiere que el
niño haga todo eso y yo no puedo aceptar. (4, C, Melany, 2009)

De igual modo surgen conflictos entre progenitores migrantes y abue-


las por sus concepciones sobre los patrones de crianza. Especialmente,
cuando las abuelas para criar y socializar usan el castigo físico, que es re-
chazado por los padres y madres migrantes. Las abuelas actúan como tra-
dicionalmente fueron educadas; son representantes de una forma atávica
que se basa en la metáfora de “en una mano el pan y en la otra el rejo”7.
Para criar y socializar, las abuelas utilizan el castigo físico, mientras
que los padres lo miran como maltrato físico. La concepción de las abue-
las combina lo que hoy se considera maltrato infantil y prácticas de cui-
dado. La apropiación de patrones de crianza no violentos es diferente en
cada generación, por ello hay conflicto sobre las formas de disciplinar.
Hallamos varias abuelas que entran en contradicción con sus hijas mi-
grantes por las formas como ellas socializan a sus nietos.
Ana, como abuela cuidadora, así las expresa:

Echan de menos a la mamá [migrante] porque ella los consentía mu-

7 Esta metáfora resume la manera de educar a los niños tradicionales en Colombia. Según Barreto
y Puyana (1996: 90) hasta finales del siglo xx: «se socializaba en y para la violencia, incluso para
expresar el afecto se utilizan la agresión y el castigo físico. Se calificaba como bondad paterna
o materna acciones violentas que pretendían corregir comportamientos considerados negativos
para las niñas, tales como jugar en vez de trabajar, salir a la calle o relacionarse con varones».

334
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

cho. Uno, por la edad, es muy diferente a los padres de ahora […] Digo
“no me salen, no me salen”. Entonces de eso es de lo que uno debe
cuidar a un niño; uno ve niños tan pequeños en la calle, entonces, toca,
como se dice, en una mano el pan y en otra el rejo. ¿Por qué hay tanta
corrupción en Colombia? Es porque los padres no se dan cuenta de lo
que hacen sus hijos. Uno ya es más rígido. (1, C, Ana, 2009)

Vacío por la ausencia del padre y/o de la madre


Cuando el hijo o hija ha crecido al lado del padre o de la madre, resiente
de manera importante su ausencia; se da un vacío en cuanto a la for-
ma como era corregido. El cambio o inclusión de una nueva figura de
autoridad en sus vidas es algo doloroso para hijos e hijas de migrantes,
quienes, por ello, comparan el modo como su progenitora o progenitor
asumía la autoridad antes de partir con la manera como la asume el cui-
dador o cuidadora; recuerdan y le otorgan a sus progenitores migrantes
una autoridad ejercida con mayor bondad y flexibilidad que la que hoy
tiene su cuidador o cuidadora:

Mi mamá [migrante] nos dijo que teníamos que obedecer y respetar


a mi abuelita. Eso nos dolió, porque la mamá alcahueteaba más, pero
con mi abuelita las cosas no han sido malas. (5, H, Dina, 2009)
Hay veces que me da rabia y los confronto [a la abuela y a otros cui-
dadores], me da tristeza y me pongo a llorar; pienso que necesito estar
con mi mamá [migrante], en esos momentos que quiero salir de la casa
o que no me gusta algo que hacen. (5, H, Johany, 2009)

Para los hijos e hijas que se han quedado en Colombia al lado de sus
madres, la partida de los padres representa un vacío en el ejercicio de
la autoridad. Encontramos dos expresiones al respecto. La primera se
refiere a la ausencia del control del padre que migró, lo que la madre
cuidadora no logra suplir; ella no impone sus órdenes, el hijo añora el
mandato del padre a través del castigo físico y lo compara con el regaño
de la madre que parece ser un mecanismo poco efectivo para obtener
la obediencia:

Desde que se fue mi papá [migrante] las cosas aquí han cambiado
mucho; mi hermano se volvió muy rebelde, él se fue volviendo “me man-

335
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

do solo”, y casi no le hacía caso a mi mamá [cuidadora]. Yo le decía “si


mi papá estuviera aquí, usted no sería así”. A uno, él le daba; a mí me
dio un palazo por bruto, le contesté con una palabrota. Me he portado
grosero con mi mamá, le he desobedecido. Ahora, con mi mamá uno se
aburre de tanto regaño. (2, H, José, 2009)

La segunda expresión de vacío de la autoridad se refiere a hijos e hijas


que añoran tanto las normas señaladas por el padre migrante como su
conducta amistosa y alcahueta; ven a su progenitor migrante como el
compañero de juegos y a la madre cuidadora como regañona. Los hijos
expresan que la madre tiene que enfrentar su rebeldía adolescente y para
ello asume la autoridad con regaños. De igual manera, la ausencia del
padre migrante produce insatisfacción en los hijos, no sólo por el au-
mento de las reconvenciones de la madre cuidadora, sino porque ella les
delega responsabilidades que probablemente estaban resueltas cuando el
padre estaba en Colombia. Una de ellas es sobre los hijos pequeños; un
hijo adolescente dice:

Ayudo a mi mamá a cuidar los niños. Ella me dice: “cuídemelos, que


voy a llamar”, y yo los cuido, hay veces cuando se colocan a chillar, me
toca llamarla porque ella se demora mucho. Ellos [hermanitos] no me
hacen caso, antes ella me pegaba a mí. Ella me dice que le ayude, pero
me regaña mucho, estoy limpiando, lo hago mal y me grita, me manda
en cosas que yo no tengo por qué hacer como que le cuide los niños. (2,
H, Julián, 2009)

Por los conflictos intergeneracionales y el desarrollo biopsicosocial de


los hijos de migrantes se producen cambios; por ejemplo, el hecho de que
cuando la prole crece, comienza a sentir que en las relaciones de autori-
dad con sus cuidadores/as persisten los problemas y optan por establecer
su residencia en un nuevo hogar, esta vez de manera independiente, con
amistades u otros parientes. Este fue el caso de Javier, quien tenía conflic-
tos con su madre cuidadora:

Le dije: bueno, yo te quiero mamá [cuidadora], pero si la relación


contigo me plantea constante daño me voy y punto, no hay problema.
(1, H, Javier, 2009)

336
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Algunas cuidadoras y cuidadores expresaron no tener conflictos con


los hijos e hijas de los migrantes, lo que está relacionado con el ejercicio
de la autoridad por medio de acuerdos claros entre unos y otras. Dos ca-
sos ilustran esta ausencia de conflictos. En el primero, encontramos que
si la autoridad la sigue asumiendo el padre o madre migrante, la persona
cuidadora no parece presentar muchos conflictos con el ejercicio de la
autoridad, sino que simplemente corrobora o ayuda a materializar las
órdenes que desde la distancia se emiten:

Cuando ella va a pedir permiso para irse para alguna parte, primero
le pide permiso a la mamá, por teléfono; si la mamá le dice que sí, y está
en la calle ahí mismo llama y nos dice. (3 C, Piedad, 2009)

En el segundo caso observamos que cuando hay claridad y acuerdos


en las reglas, las cuidadoras utilizan la explicación sobre la conveniencia
de las normas que están sustentadas en sus valores. Por ejemplo, una
prima cuidadora se refiere al comportamiento femenino esperado, de
acuerdo con los valores morales dominantes en la sociedad: castidad,
recato y mesura:

A nosotros [abuela y prima cuidadoras] no nos parecía que ella es-


tuviera tanto tiempo en la calle. En la casa ella tenía que estar a cierta
hora y si ella iba donde una amiga tenía que pedir permiso y yo le decía
a qué horas tenía que estar en la casa, todo era como muy en regla.
Mi mamá [abuela] y yo [prima cuidadora] le inculcábamos mucho que
todavía era una niña, que no tenía que estar hasta muy tarde en la calle
y a toda hora metida en las casas ajenas, que ella tenía que ir creciendo
como una señorita, le hablábamos con amor, le explicábamos porqué
era que se hacían las cosas, ella fue asimilando y después no hubo ningún
problema. (4, C, Isabel, 2009)

En la actividad del cuidado hay situaciones de conflicto y armonía


respecto al ejercicio de la autoridad, las cuales están vinculadas a los
sentimientos, aspecto que abordamos a continuación.

337
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Sentimientos en las relaciones de cuidado

Los seres humanos siempre tienen y experimentan sentimientos aunque


estos sean sutiles o inadvertidos. Castilla del Pino (2000) argumenta que
«no hay no sentimiento», que toda relación con un objeto empírico o mental
genera sentimientos; estos constituyen un esbozo de la valoración del ob-
jeto y pueden entenderse como instrumentos de los que dispone el sujeto
para relacionarse emocional y afectivamente, más allá de lo cognitivo, con
el mundo exterior y consigo mismo. En otras palabras, son alovalorativos
(sobre la relación con otros) y autovalorativos (sobre la relación consigo mis-
mo) y se expresan en las áreas erótica, actitudinal y corporal. La erótica
está relacionada con el objeto sexuado; la actitudinal, con la empatía y la
receptividad en el contacto con el otro, con su cooperación o no, su calidez
o sequedad, su agrado u hostilidad hacia el otro; y el área corporal se refie-
re a los sentimientos de carácter estético, fisiológico y energético que pro-
voca el cuerpo. Aquí nos referiremos a lo actitudinal de la relación entre
los sujetos que cuidan y los que son cuidados. Explicaremos cuáles son los
sentimientos entre los hijos e hijas de migrantes y sus cuidadores o cuida-
doras, y qué aspectos de la relación de cuidado generan tales sentimientos.
Encontramos que los sentimientos que expresan cuidadores y cuida-
doras, hijos e hijas de migrantes se inclinan hacia el agrado o el desagrado8
que, según Castilla del Pino (2000), cubren los siguientes sentimientos:
Vigorosidad/debilidad: El vigor está asociado con la corporeidad y con-
fiere seguridad, sensación de poderío y fuerza personal a quien lo ex-
perimenta. El opuesto es la debilidad, que se refiere al agotamiento y
extenuación que siente el sujeto en su desempeño.
Bienestar/malestar: El bienestar es un sentimiento que generalmente
pasa inadvertido, pero que deja de serlo cuando alguna circunstancia
rompe el equilibrio y la sensación de plenitud. Cuando esto ocurre, surge
el sentimiento opuesto: el malestar. El bienestar puede generar euforia y

8 Estas dos categorías básicas corresponden a la bipolarización de la vida emocional, que se


expresa en otras similares como simpatía/antipatía, bonito/feo, fuerte/débil, positivo/ne-
gativo, etc. Estas se dan porque el sujeto construye preferencias y contrarreferencias, y se
generan porque no hay objetos indiferentes. Unos objetos provocan sentimientos extremos o
polares y otros producen sentimientos matizados (Castilla del Pino 2000).

338
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

el malestar desánimo.
Entretenimiento/aburrimiento: En el entretenimiento, el sujeto sale
abiertamente de sí mismo, busca situaciones que lo diviertan para
sentirse satisfecho y liberarse de preocupaciones y ocupaciones. Por el
contrario, en el aburrimiento, el sujeto no es provocado suficientemen-
te por los objetos de su entorno, no encuentra una forma efectiva de
salir de su estado.
Sosiego/inquietud: El sosiego es un sentimiento de tranquilidad, acom-
pañado de un estado de reposo. La inquietud es un sentimiento de in-
tranquilidad, se presenta alteración y ansiedad; el sujeto se sobresalta en
cualquier momento y ante algo o alguien que lo perturba.
Confianza/desconfianza: La confianza se asocia con la seguridad o es-
peranza firme que una persona tiene en los objetos que le rodean. De
acuerdo con Yáñez, Ahumada y Cova (2006), representa una intención
para tomar un riesgo, es decir, la voluntad o deseo de comprometerse
en tomar un riesgo con la persona en quien se confía. Por su parte, la
desconfianza no sería simplemente la ausencia de confianza, pues en las
personas coexisten expectativas positivas y negativas con respecto a las
conductas de los demás; así, la desconfianza representa más una ambiva-
lencia respecto al objeto, pues hay elementos que aumentan y disminu-
yen la confianza-desconfianza o el riesgo que se está dispuesto a asumir
en la relación con un ‘otro’.

Según las anteriores definiciones, aquí exponemos de manera analí-


tica los sentimientos expresados por los entrevistados y las entrevistadas
en el momento de la conversación. Quienes intervienen, reconocen que
los sentimientos son cambiantes.

Sentimientos de las cuidadoras y los cuidadores


Los sentimientos de agrado que revelan las narraciones de cuidadores y
cuidadoras son concretos, y se relacionan con el gusto por la niñez y la
motivación que les produce la actividad de cuidar. Un padre cuidador
manifiesta su sentimiento de bienestar así:

No me disgusta cuidarlos porque a mí me gustan los niños, y bastan-


te. (5C, Eduardo, 2009)

339
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Una abuela cuidadora expresa su vigorosidad:

Mi vida ha cambiado demasiado. Me siento más feliz, siento más


ganas de vivir. (5, C, Nieves, 2009)

Los sentimientos de desagrado presentan mayor variación (debilidad-


impotencia, malestar, aburrimiento, inquietud, desconfianza) que los de
agrado (bienestar y vigorosidad), y están relacionados con aspectos muy
diversos, con si se tiene o no trayectoria en cuidar y en las múltiples res-
ponsabilidades de la actividad.
El cuidado es un trabajo que agota y genera sentimientos de de-
bilidad-impotencia en quienes cuidan, independientemente del pa-
rentesco y el género. Una madre cuidadora, excónyuge del padre
migrante, dice:

Llamé al papá del niño [migrante] pidiéndole auxilio, pues me sen-


tía, ¡uy!, impotente. No sabía qué más hacer con él; los castigos le valían
cinco, si lo dejaba una semana sin ver televisión, no le importaba; hasta
tal punto que me exasperaba. (1, C, Indira, 2009)

Un padre cuidador, dice:

Como papá, ¿qué he hecho? Nada; pero, he llorado, me pregunto


qué hago, qué no hago. Siempre pienso qué estoy haciendo; no puedo
controlar la niña ahora que está pequeña, cuando sea una señorita se me
va a salir de las manos. (5, C, Eduardo, 2009)

Igualmente el sentimiento de malestar se presenta tanto en cuidadoras


como en cuidadores, pero especialmente son las mujeres las que ponen en
palabras su disgusto. Algunas cuidadoras expresan su malestar respecto a la
desobediencia de los infantes y adolescentes, esto unido a las diferencias en-
tre los patrones aprendidos en el hogar anterior al viaje migratorio del padre
o madre y los exigidos en el hogar actual. Una tía comenta que la hija de la
migrante al integrarse a su hogar tiene un comportamiento desagradable:

Para mí es una niña mezquina, eso no lo he visto en mi hogar; eso

340
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

no lo he visto ni con Nelson, él también es hijo mi hermana la que viajó,


él vive aquí desde pequeño. Aquí si hay un mango lo partimos y ella no;
entonces, me siento mal porque le digo una cosa y a ella no le gusta; es
una relación diferente. (5, B, C, Fela, 2009)

Una prima cuidadora también dice:

A veces tengo que estar todos los días diciéndole; pendiente de lo


que él está haciendo, de estar aconsejándolo. Lo aconsejo que no esté
en la calle, que esté más acá, que esté pendiente del estudio; me estre-
so un poco, porque no tienen la misma crianza que uno le ha dado al
hijo de uno. Nosotros estamos acostumbrados a acostarnos temprano,
entonces nos toca esperar a que él venga para acostarnos; de pronto,
eso me pone un poquito desesperada, porque él no hace caso. (5 B,
C, Elvia, 2009)

Por otra parte, las madres cuidadoras después de la migración del


padre, sienten la soledad en el ejercicio de la maternidad y expresan
sentimientos de malestar cuando los cuidados superan las exigencias ru-
tinarias. Una madre cuidadora expresa el agotamiento:

Uno se siente mal, es como natural. He pensado que él [migrante] se


las lleve seis meses para que asuma en su totalidad las cosas y sepa lo que
es levantarse temprano y estar pendiente del desayuno, de su comida y
de todas sus cosas, de lo que necesitan todos los días. (5, C, Yanira, 2009)

Esta expresión de malestar refleja su disgusto con el incumplimiento


del ideal de la familia nuclear clásica, con roles diferenciados por género
y socialización de los hijos por ambos padres y de manera presencial.
El sentimiento de aburrimiento en el cuidado es manifestado por las
hermanas cuidadoras más que por otros parientes. Sabemos que esa la-
bor implica un conjunto de tareas y responsabilidades en lo material,
cognitivo, afectivo y moral para cualquier persona que la ejerza; sin em-
bargo, son las hermanas de los hijos de los y las migrantes quienes dan
cuenta de la multitud de tareas a su cargo, lo que les provoca aburrimien-
to porque limita las actividades personales, especialmente la diversión.
Alexandra comenta que:

341
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Es muy difícil lidiar la niña, mi hermanita [hija de la migrante]. Yo


anhelaba una hija mujer, quedar en embarazo, me fascina peinar las ni-
ñas; pero en este momento no desearía tener una niña, ¡seguro que no!,
ya con un hijo me quedo. Tengo pensado hacerme operar, no tener más
hijos, me ha dado muy duro la criada de ella. (4, C, Alexandra, 2009)

Irina también dice que:

Mi hermanita Luisa [hija de la migrante] sabe que no puede salir a


divertirse por estar pendiente de los otros hermanos. Por eso, a veces,
tenemos problemas. Entonces, a mí me toca asumir esa responsabilidad
como hermana mayor (5B, C, Irina, 2009)

Los sentimientos de inquietud se despiertan en los cuidadores y las


cuidadoras en el transcurso de la adolescencia de los hijos e hijas de los
migrantes. Ellos y ellas, independiente del parentesco y de su experiencia
en cuidar, expresan temor e incertidumbre frente a nuevos eventos que
observan en los y las jóvenes como sus salidas a la calle sin compañía,
su consumo o exposición a sustancias psicoactivas, su relación con los
pares, enfermedades y accidentes. Estas situaciones, a veces, van unidas
a dificultades económicas; a la intranquilidad ante la adolescencia como
etapa. Una prima cuidadora plantea que:

Lidiar con un niño no es fácil, porque se viene la etapa de la adoles-


cencia, y no todo el mundo sabe sobrellevar. (5B, C, Arne, 2009)

Respecto al consumo de sustancias psicoactivas, Albert, un pa-


dre comenta:

Llega una persona y dice: “¿Tú sabes que tu hijo está fumando ma-
rihuana?”. No puede ser, entonces, me eché la culpita de la marihuana,
pensé: “¡no puede ser, deja que llegue!”.Y hablé con él, así empecé a
tener una relación un poco más cercana. Yo le dije que la droga no trae
nada y tal; me asusté. (5B, C, Albert, 2009)

Respecto a la inseguridad que enfrentan los adolescentes en las calles,


Abril, una abuela expresa:
342
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

Mi mayor problema, por lo que más sufro, lo que más me preocupa


y por lo cual lloro, es cuando ella se va, yo digo: “¿Dónde estará, Señor?,
protégemela”. Yo veo noticias, qué está pasando en Medellín, qué rico
sería que el alcalde pusiera una ley que impida que los chicos anden por
fuera de la casa en la noche. (4, C, Abril, 2009)

Sobre la enfermedad, una hermana cuidadora comenta que al encar-


garse de sus hermanos:

Temía cuando ellos se enfermaban, qué iba a hacer, cómo iba hacer,
porque no sabía de eso. (5B, C, Irina, 2009)

También la carencia de recursos económicos para atender las nece-


sidades de los infantes y adolescentes despierta inquietud, por ejemplo,
una abuela expresa:

Ellos a veces piden cosas y no tengo para dárselas, entonces al


abuelo le traen zapatos para coser, para pegar y yo que tengo esta
‘chacita’ y así entre los dos, con dificultad, intentamos darles algo. (5,
C, Nieves, 2009)

Una madre relata su intranquilidad así:

Uno sin un trabajo, sin un sueldo, muchas veces no tiene un peso, y


yo soy del tipo de personas que no le gusta pedir. Pienso, “Dios mío, dón-
de será que voy a conseguir esto y lo otro”. Entonces, siento que ya no
doy más; un día le dije al niño: “Esto no sigue más; su papá [migrante]
está de lo más de tranquilo allá y yo soy la que tengo ésta carga, así que
cuando llegue, se van con él”. Pero, ¡qué va!, no soy capaz de entregarle
mi hijo al papá, sobre todo ahora que tiene compañera a bordo, la ver-
dad es muy difícil. (5, C, Violeta, 2009)

Las cuidadoras, en el contexto de la migración, experimentan descon-


fianza frente a la posible pérdida de los logros obtenidos con los infantes
y adolescentes, porque tienen la sensación de que los y las migrantes
les influyen con pautas diferentes a las enseñadas en Colombia. Una tía
manifiesta que:
343
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

“La plata corrompe”, de pronto la mamá [migrante] alguna cosa le


dijo; no sé qué le han dicho, pero he visto cambiado a Nelson [hijo de
la migrante], ahora tiene un modo de ver las cosas distinto, porque no-
sotros aquí le dimos mucho amor, pero aprende de la hermana que vive
con la mamá; ella tiene una educación diferente, es malcriada, es grosera
(5B, C, Fela, 2009).

Sentimientos de los hijos e hijas


Los sentimientos de bienestar y confianza que expresan los hijos e hi-
jas de migrantes respecto a sus cuidadores y cuidadoras se relacionan
con el vínculo socioafectivo construido, la trayectoria en los cuidados,
la permanencia y la residencia compartida. Por estas circunstancias, los
infantes y adolescentes sienten más placer de estar con quienes los han
cuidado y los cuidan permanentemente, ya que, según sus narraciones,
sus relaciones son plenas y armónicas.
En unos casos el sentimiento de bienestar es expresado por los hijos e
hijas, porque quien cuida es la madre y a ella le corresponde esta activi-
dad ya que los concibió. En otros, el bienestar se siente porque hay una
trayectoria en las relaciones de cuidado. Así lo expresó Gina:

Yo pienso que mi hermana [cuidadora] es una de las mejores, porque


es la que responde por mí; es mi mamá, y yo no sé, yo a ella la respeto.
(5B, H, Gina, 2009)

También Angelina dice:

Yo tomé la decisión de quedarme con mi tía [cuidadora], porque yo


estoy acostumbrada a vivir con ella. La verdad es que mi mamá [mi-
grante] se sentía celosa por eso; ella decía que yo le daba más el lado a mi
tía o que la quería más que a ella, entonces, a mi mamá le dije: “es que
yo me siento más apoyada por mi tía, ella me da la confianza inmensa
para que le cuente mis cosas, le diga todas las cosas que me pasan”. Mi
tía es espectacular, es la mejor tía del mundo. (5, H, Angelina, 2009)

El evento migratorio produce movimiento de sentimientos. Por ejem-

344
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

plo, se pasa de sentir mucha unión a menos cercanía, y de expresiones de


amor a manifestaciones de indiferencia. Todos estos vaivenes contribu-
yen a tener un sentimiento de sosiego, como se percibe en el testimonio
de Isabel:

Cuando yo tenía seis años, con mi abuela [cuidadora] no tenía una


relación como tan unida, ahora sí estamos tan juntas. Antes de que mi
mamá se fuera, para mí todo era ella, claro que mi abuela estaba allí.
Después de que mi mamá se fue, comencé a ser más cercana con mi
abuela, empecé a quererla más. Ahora quiero más a mi abuela que a
mi mamá, porque mi abuela es la que me ha criado desde hace mucho
tiempo; once años con ella, sin mi mamá es mucho tiempo. Mi abuela
ha estado siempre conmigo, en las buenas y en las malas; siempre me
ha apoyado, en cambio mi mamá, me llama y le digo: “¿qué hubo?” y
“chao”. (2, H, Isabel, 2009)

Igualmente, el sentimiento de confianza varía en el tiempo y depende


de las cualidades de la persona que la ofrece y de las habilidades del su-
jeto que la recibe y la busca. Esto lo ilustra una hija que habla sobre su
relación con su padre cuidador desde que la madre migró:

Yo empecé a tener confianza con mi papá, a contarle cosas que uno


siempre le cuenta a la mamá. (4, H, Ivonne, 2010)

También, Angelina se refiere a este sentimiento:

Mi tía [cuidadora] es la persona más fuerte, más amable, más tole-


rante, más comprensible del mundo, porque comprende las cosas que yo
hago. Es una persona que afronta problemas, es una mujer fuerte. (5, H,
Angelina, 2009)

Con respeto al sentimiento de malestar en los hijos e hijas, hallamos


que les molestan los patrones de conducta de sus cuidadoras y cuida-
dores en los hogares que conforman después de la migración de uno o
ambos padres, de la misma manera que a sus cuidadores les incomodan
las conductas aprendidas con otros cuidadores o con sus progenitores,
que hoy son migrantes. Afirma Esmeralda:

345
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

Ese señor, el marido de mi abuela, se mete en mi vida, no me gusta,


es que vienen mis amigos, y ¡ah!, que no se entren a la pieza, que tampo-
co en la sala, ¡ah! […]. (2, H, Esmeralda, 2009)

Y Miriam, por su parte:

Me gustaba más vivir sola o solamente con mi mamá y mi hermana.


Desde que mi mamá se fue no me gusta aquí, es que mi abuelita [cuida-
dora] es muy ‘molestota’; no podemos escuchar música porque se enoja,
a mí me gustan los muñecos y ella no me los deja ver, que porque eso es
del diablo, no puede arrimar un amigo negrito porque ella es muy racis-
ta y lo comienza a tratar mal, eso no me gusta. En cambio, antes cuando
vivíamos con mi mamá, ella conocía a todos mis amigos porque venían a
la casa. En cambio, acá ni se pueden arrimar porque mi abuela los saca
‘chontiados’. (2, H, Miriam, 2009)

El sentimiento de aburrimiento expresado por los hijos e hijas se rela-


ciona con el vacío que ha dejado el padre o madre migrante; se sienten
tristes y solos. Un testimonio representativo es el siguiente:

Yo con mi mamá, ahora sin mi papá, no me siento así tan con-


tenta. Igual ella tampoco; ella piensa que por darnos estudio y estar
ahí en la casa es suficiente. A veces, durante el día, a uno le pasan
muchas cosas y ella no se motiva a preguntarnos cómo te fue, qué
hiciste, por qué estás así, por qué te sientes así, qué te pasó, con quién
hablaste, nada. Antes, como estaba más pequeña no le daba como
sentido a eso, pero ahora que estoy creciendo, siento que uno los ne-
cesita, por ejemplo, cuando uno se siente triste. Yo, a veces, me siento
sola. (5, H, Marina, 2009)

También, los hijos e hijas dicen estar aburridos porque las o los cui-
dadores les indican normas que les impiden satisfacer sus necesidades.
Jessenia expresa:

A veces peleamos porque yo soy muy grosera con ella [cuidadora]; a


veces no me deja salir a la calle. A mí me da mucha rabia y me pongo a

346
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

alegar con ella. (4, H, Jessenia, 2009)

El sentimiento de inquietud se expresa en relación con el anhelo de


estar con la madre o el padre migrante o con ambos. Observamos el
peso que tiene la familia nuclear clásica en los discursos de los infantes
y adolescentes, idea que también reconocimos en algunos cuidadores y
cuidadoras. Así lo expresan dos entrevistados:

Con mis abuelos bien, pero siempre con los papás es distinto que con
los abuelos. Yo quiero bastante a mis abuelos; de todos modos nos han
criado como si fueran mis papás. (5, H, Leidis, 2009)
Hay veces que me da tristeza y me pongo a llorar; pienso más que
necesito estar con mi mamá [migrante]. (5, H, Johany, 2009)

Este sentimiento de inquietud va acompañado del cuestionamiento


a la relación de cuidado; los y las jóvenes se autocritican, pero también
valoran y tildan a sus cuidadores y cuidadoras. Katiuska asevera:

Ella [cuidadora] dice que yo no la quiero, porque yo la hago sentir


mal, pero yo sí la quiero, sino que yo cojo rabia por bobadas y peleamos.
La verdad, no le demuestro mucho que la quiero, porque soy muy grose-
ra con ella; ella dice que yo tengo que cambiar, valorarla más; pero, no
sé, a uno, a veces, le da la rabia. Cuando me pongo furiosa no me puedo
controlar. (5B, H, Katiuska, 2009)

En los hijos e hijas de los y las migrantes se presenta el sentimiento


de desconfianza por la ausencia de la figura masculina que se encuentra
fuera del país. Ellos y ellas sienten los peligros y dudan de la protección
de sus cuidadores, especialmente de las mujeres, no tanto por lo que ellas
hagan o dejen de hacer sino por la importancia que le otorgan a la pre-
sencia de la figura masculina, al padre o al hombre en la familia y en el
hogar. Domina la creencia de que el hombre con su presencia controla
los peligros. Así lo expresa Carolina:

Pues, a ver, nosotros cuando estaba mi papá [migrante], pues nos


sentíamos más seguros de poder salir, de irnos a pasear. Ahora salimos,
pero no como lo hacíamos antes cuando estábamos con mi papá. Con

347
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

mi papá uno se siente como más seguro, ahora se siente como una
inseguridad. Uno no sabe, pero nos puede pasar algo, y él por allá, y
que se vaya a preocupar. (2, H, Carolina, 2009)

Otro aspecto del sentimiento de desconfianza está relacionado con la


creencia en la falta de capacidad de algunos cuidadores para resolver las
inquietudes personales de los infantes y adolescentes. Se contrastan esas
aptitudes con las habilidades de los padres migrantes. Octavio plantea:

Uno no sabe valorar las cosas que le dan, como dice el dicho: uno no
sabe lo que tiene sino hasta que lo pierde. No es que uno haya perdido
al papá porque se murió sino porque se fue a Chile. Uno pierde al papá
que le decía las cosas y ahora que no está, uno lo necesita. Ahora que él
no está, ¿a quién voy a acudir? (2, H, Octavio, 2009).

Conclusiones

El cuidado es una actividad que se desarrolla en red. Su análisis implica


la interpretación de la autoridad y de los sentimientos entre los miem-
bros de la red; sus cambios y conflictos. En este sentido, red, autoridad y
sentimientos, cambio y conflicto son categorías que se complementan y
fortalecen el análisis integral de los cuidados de unos hacia otros, en par-
ticular, los de los hijos e hijas de migrantes internacionales que salieron
de Colombia por motivos laborales.
Las redes de parentesco que se configuran en Colombia para el cuida-
do de hijos e hijas de migrantes tienen un papel central en las familias estu-
diadas. En primer lugar, porque facilitan a las y los migrantes mantenerse
en el país de llegada y, en segundo lugar, porque les permiten continuar
con el estatus de padre y madre, tanto por sus vínculos de sangre insus-
tituibles como por ocupar una o varias tareas materiales o simbólicas del
ejercicio de lo parental al lado de los cuidadores y las cuidadoras en el país.
Existe la idea de que las redes de cuidado en el país de origen de los
migrantes, se activan a partir del viaje del padre o de la madre que deja
a sus hijos allí. Este supuesto parte de concebir que la migración por sí
sola origina tal evento, como también la activación de otras redes de pa-
rentesco o de amistad en el país receptor. En esta investigación se falsea
esa conjetura al encontrar que las redes de parentesco para cuidar los

348
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

hijos de migrantes en Colombia venían operando antes del viaje, y se


mantienen vigentes durante el estado migratorio. Esta situación se da
por la trayectoria en la labor que tienen los sujetos que ejercen la activi-
dad de cuidar en la red. Lo descrito incide en la definición de quién se
queda cuidando; las tareas materiales, afectivas y morales que cumplen;
la autoridad y los sentimientos que se desarrollan en las redes de paren-
tesco en el país de origen. Lo que ocurre por el viaje migratorio es que
los miembros de la red en origen reacomodan sus tareas, reactivan rela-
ciones y fortalecen sus funciones al comprometerse en unos vínculos que
permiten proveer bienestar a los hijos de los hombres y las mujeres que
migraron por motivos económicos.
Las personas que actúan en la red de cuidado son fundamental-
mente mujeres, sobre todo abuelas y tías. Ellas ocupan un lugar central
y, a veces, periférico en la red. Si se trata del central, coordinan las ta-
reas con otros cuidadores y se convierten en “reporteras” de los padres
o madres que migraron; informan acerca de la crianza y socialización
de los hijos que viven en Colombia. En este sentido, la red, a través
de la cuidadora principal, se liga de manera permanente o esporádica
con el o la migrante, lo cual tiene variaciones según la experiencia de
cada familia, la trayectoria en el área de la cuidadora central, la pre-
sencia virtual —continua u ocasional— del padre o madre y si en su
vida ha ejercido lo parental de manera periférica o central antes del
viaje y durante el estado migratorio.
En las familias ronda la convicción de que el cuidado de los hi-
jos e hijas de migrantes debe ser realizado únicamente por personas
con vínculos de sangre, con preferencia de los ascendientes por línea
materna. De ahí el predominio de la presencia de las abuelas, que
tienen una amplia trayectoria en cuidar a otros: primero a sus hijos e
hijas, hoy migrantes; segundo, a sus nietos desde antes de la migración
de sus progenitores y, tercero, a otros niños acogidos por vínculos de
alianza. Esta historia de las abuelas en el papel de cuidadoras se teje
por la asignación que la sociedad le hace a las mujeres sobre sus de-
beres con otros, por la creencia en la realización personal a través del
cuidado de los demás, y porque se estima que los vínculos de los hijos
de migrantes con sus abuelas sustituye sin traumatismo la parentali-
dad del migrante, ya que ha habido interacciones significativas en el
mismo espacio —vivir bajo el mismo techo— y tiempo —el contacto

349
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

día a día—.
Los cuidados que proveen las cuidadoras y los cuidadores a los hi-
jos de los y las migrantes son cotidianos y presenciales. Aunque ellas
y ellos desarrollen tareas parentales, como la proveeduría económica
y una socialización virtual, los miembros de la red otorgan más va-
lor a la socialización presencial. En consecuencia, los hijos resaltan lo
aprendido de sus abuelas/os, tías/os, hermanas/os y niñeras presentes
en la cotidianeidad, y las cuidadoras/es se autodefinen como tales al
atender todas o casi todas las tareas que requiere un infante o un ado-
lescente para su bienestar.
El cuidado de hijos de los y las migrantes colombianos, en las prác-
ticas y en las representaciones, es un asunto que compete a la familia
y no a otras organizaciones de la sociedad, y a sus mujeres más que
a los hombres. Algunos de ellos participan, pero siempre apoyados o
apoyando a las mujeres. Así, las relaciones de cuidado están revesti-
das de un velo femenino; cuidar es una acción femenina que, cuan-
do la realizan los varones por ser padres biológicos, responde a una
obligación ineludible, en primer lugar, por los parámetros de la ley,
y, en segundo, por la cultura. Si las labores de cuidado las ejercen los
hermanos, los abuelos y los tíos, se consideran actos delegados por los
padres o madres biológicas, y se catalogan como acciones solidarias
y circunstanciales.
Los temas estudiados son más complejos cuando la madre es quien
migra, porque cuando se va el progenitor, generalmente la madre
continúa con su papel incuestionable, porque cuida a sus hijos que
son también los del migrante. Algunas madres cuidadoras cumplen
con ambos roles porque la relación con el padre migrante es esporá-
dica; otras sólo adicionan algunas actividades que el padre realizaba
antes de migrar.
Cuando la madre migra, la elección de otra persona para que se en-
cargue del cuidado de sus hijos es difícil. Las dificultades para las madres
migrantes están asociadas a múltiples factores: la historia conyugal con
el padre de sus hijos, el mantenimiento o rompimiento del vínculo con-
yugal, la edad de la prole, la calidad de los nexos con la familia extensa
propia y la del papá de los hijos, entre otros.
En los casos en que los dos progenitores han estado ausentes en las ta-
reas parentales —por migración, abandono o fallecimiento—, las abuelas,

350
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

las tías y otras mujeres de las familias los sustituyen parcial o totalmente, lo
que depende de la capacidad económica que tienen las y los progenitores
migrantes para retener su papel como proveedores económicos.
Quienes se quedan a cargo de los hijos de padres y madres migrantes
se ven forzados a realizar un ejercicio valorativo sobre su acervo de re-
cursos personales, familiares, sociales y culturales con los cuales cuentan
para enfrentar las obligaciones que implican el cuidado de infantes y
adolescentes, la alimentación, la salud, educación y representación ante
el sistema escolar y establecimiento de normas de comportamiento en el
hogar y en la calle. Son compromisos que implican cambios en las ruti-
nas, en las tareas y en el manejo del tiempo de los miembros del grupo
familiar y, en particular, de cuidadoras y cuidadores.
La situación de la migración de padres y madres que dejan a sus hi-
jos infantes y adolescentes en el país de origen ha generado reacciones
y reflexiones de diferente orden. Se encuentran varias posturas, desde
aquellas que perciben el fenómeno como un problema que ha causado
efectos negativos relacionados con el abandono de las obligaciones del
cuidado de los menores, hasta otras menos condenatorias que valoran
la migración y el papel del migrante, e invitan a relativizar la supuesta
situación de abandono de los hijos por parte de las y los progenitores.
Además, reconocen el papel de los hombres y, principalmente, de las mu-
jeres, que cuidan a los infantes y adolescentes sin uno de sus padres en el
país de origen; resaltan las acciones de reorganización de la vida familiar
en redes para el cuidado y los lazos con el migrante que vive en otro país.
Los cuidadores y las cuidadoras tejen expectativas en el orden mate-
rial y afectivo en su acción con los hijos de progenitores migrantes. Los
primeros, además, esperan un reconocimiento especial en el ejercicio
de tareas tradicionalmente femeninas. Las cuidadoras oscilan entre vi-
sibilizar o no sus esperanzas, porque el cuidado de otros está mediado
por la necesidad que experimentan las mujeres del grupo familiar de
reemplazar a la pareja de padres, al padre o a la madre que migró en la
variedad de funciones parentales. Las expectativas pueden ser del orden
de la satisfacción de necesidades básicas de los infantes y adolescentes o
del de las relaciones de autoridad y las afectivas, de especial significado
para las familias y centrales en el análisis de los vínculos de cuidado.
La migración del padre o la madre denota el desarrollo de autori-
dades total o relativamente autónomas. En las primeras, la autoridad

351
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

sólo la ejerce la cuidadora o el cuidador en Colombia, y en las segun-


das es compartida con el o la migrante con dos modalidades de jerar-
quía: igual o desigual.
La jerarquía igual no muestra conflictos significativos, mientras que en
la desigual se presentan conflictos que tienen que ver con desconocimien-
to de los cuidadores/as y de los hijos de la autoridad del migrante. El no
reconocimiento del papel de migrante en la autoridad se explica por su
ausencia en la residencia, unida a circunstancias de la vida familiar como:

a. La búsqueda de independencia de los jóvenes.


b. Las diferencias entre el/la migrante y las/los cuidadoras/es sobre los
recursos para obtener obediencia de los niños y adolescentes.
c. La confrontación entre el tipo de normas aprendidas por los hijos de
su padre o madre antes de la migración y las que son impuestas por la
familia que queda en Colombia y se encarga de su cuidado.
d. Lo que hacía y ya no hace el padre o madre migrante, que es motivo de
disputa en las familias. Por unos es valorado y por otros subvalorado.
Esto se relaciona con el sentimiento de vacío experimentado por los
hijos por la no presencia de su padre o madre, que se utiliza como re-
curso de las/los cuidadoras/es para lograr obediencia, y como medio
de los hijos para demandar acciones de las/los cuidadoras/es y de sus
progenitores que viven fuera del país.
e. La brecha generacional entre hijos de los migrantes y abuelas, y las di-
ferencias de opiniones entre la generación de los padres que migraron
y la de sus propios progenitores que han quedado al cuidado de sus nie-
tos. Algunos de estos tópicos se presentan en las familias colombianas
en general, pero, en aquellas en situación de transnacionalidad, tienen
connotaciones particulares por la ausencia física y contactos virtuales
de la familia que reside en Colombia con el padre o la madre migrante,
lo que produce ambigüedades. Hay una dualidad permanente en algu-
nos cuidadores más que en otros.
Cuando quien se queda cuidando es el progenitor o la progenitora
no se presentan mayores contradicciones, porque se considera que es
una ‘responsabilidad propia’ que tiene origen en su condición misma
y que la ley y la cultura asigna de manera irrevocable y contundente.
Cuando no se queda el padre o la madre biológica, se percibe el cui-
dado como una responsabilidad asignada por las circunstancias, que

352
El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

no necesariamente tiene origen en los mandatos de la cultura sino que


se adquiere con el transcurso del tiempo, y que se va convirtiendo en
‘responsabilidad propia’ cuando el o la migrante se van distanciando de
los hijos y de las cuidadoras. Esto ocurre fundamentalmente en el caso
de los varones migrantes, pues las mujeres mantienen mayor contacto
con sus hijos y con las o los cuidadoras/es de sus hijos/as a través del
ejercicio de la autoridad y el envío de remesas. Estos temas provocan
conflictos y mantienen la cercanía entre los miembros que están fuera
del país y los que residen en Colombia.
La autoridad se encuentra mediada por los nexos construidos pre-
viamente entre quienes se quedan en Colombia y la relación con el
o la migrante, si antes de partir él o ella tenía un papel dominante y
en la distancia continúa involucrado. De allí que el o la cuidador/a
comparta las decisiones con el padre o madre que está fuera del país
y su autonomía es relativa. Cuando los cuidadores comparten con
el o la migrante la atención de los niños y adolescentes, unos y otros
muestran aprensiones; temen fracasar en sus respectivos roles y ser
juzgados por equivocaciones.
La autoridad no compartida se presenta cuando el o la migrante no
se involucraba o no tenía un mando importante de los hijos antes de la
migración; ellos tienden a ser aún más periféricos después del viaje. En
otras palabras, a medida que pasa tiempo por fuera del país, el padre
o madre migrante va perdiendo el poder que tenía en el ejercicio de la
paternidad o maternidad. En consecuencia, el rol de cuidador se va ha-
ciendo cada vez más autónomo.
Algunos cuidadores —madres, abuelas, padres— tenían las labo-
res respectivas y ejercían autoridad sobre los hijos antes de la migra-
ción, por lo cual los cambios en las rutinas de cuidado, en el ejercicio
de la autoridad y en el tipo de vínculos afectivos no son mayores. Se
reafirman en su desempeño y llegan a ser considerados por la socie-
dad, la familia y los mismos hijos como las personas que ejercen el
rol paterno o materno. Los hijos lo ratifican, pues manifiestan que la
autoridad la tiene quien señala normas y a quien deben obediencia,
y la sigue teniendo la persona que la tenía antes de que el padre o
madre saliera del país.
Igualmente los sentimientos que la prole tiene hacia sus cuidadores se
basan en aquellos que existían antes del viaje migratorio. Si eran de agrado

353
Amparo Micolta León, María Cénide Escobar Serrano, María Cristina Maldonado Gómez

entre cuidadores e hijos de migrantes, están asociados a la existencia de


una trayectoria de cuidado: relación de atención de necesidades perma-
nente entre cuidador-cuidado a lo largo de la vida. En los casos donde no
existía esa trayectoria, aparecen más sentimientos de desagrado que de
satisfacción, esto porque hay diferencias entre los modelos de crianza del
migrante y los del cuidador o cuidadora, lo que activa conflictos, genera
frustración en quien cuida, rechazo de los hijos e hijas, y dificultades en
el manejo de la autoridad.
Las abuelas, a diferencia de las madres y las tías, suelen manejar la
autoridad de acuerdo con las orientaciones que desde el país de destino
reciben de las madres y los padres migrantes. En este sentido, la distancia
no afecta la autoridad de los o las progenitoras.
Si la autoridad la sigue asumiendo el padre o madre desde la distan-
cia, son poco evidentes los conflictos en el ejercicio de la misma, lo que
exime al cuidador o cuidadora de la responsabilidad directa de tomar
decisiones importantes y establecer correctivos o sanciones.
Son evidentes los conflictos en el ejercicio de la autoridad: a) Cuando
esta recae exclusivamente en el cuidador o la cuidadora y no se tiene
el apoyo del padre o madre migrante, especialmente porque se pueden
llegar a percibir niveles de sobrecarga de las funciones que debe asumir
el cuidador o cuidadora y un cierto grado de negligencia por parte del
padre o madre migrante. b) Cuando se establecen los correctivos y las
sanciones por parte del cuidador o cuidadora hacia el hijo o hija del
padre o madre migrante. El conflicto se genera en la relación entre los
primeros y los segundos.
La reorganización de las tareas de cuidado y socialización de los hijos
e hijas de migrantes internacionales colombianos, es una constante que
se produce en correspondencia con los cambios en los ciclos vitales de los
miembros de la red para el cuidado y con las transformaciones socioeco-
nómicas, que tienen efectos tanto en los residentes en Colombia como en
quienes viven en otros países.

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El cuidado de hijos e hijas de madres y padres migrantes

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tura Económica.

361
Inmigración internacional forzada.
Cambios y conflictos en los grupos
familiares
Blanca Inés Jiménez
Universidad de Antioquia

Nora Cano Cardona


Universidad de Antioquia

Migrar es dejar todo para ir a iniciar con casi nada, se queda parte de
la familia, los amigos y todos los recuerdos. Cuando se regresa es otra
migración, pues ya no se encuentra lo que supuestamente se dejó. Con la
migración se pierde mucho, pero el ser se endurece para sobrevivir a los
obstáculos y rechazos. Lo positivo es que se amplía la visión de la vida, se
ven los problemas en dimensiones posiblemente más amplias. Se siembra en el
migrante una tristeza honda y crónica.
(4, M, Diego, 2009)

Q
uienes migran para proteger su vida o en busca de mejores
condiciones de existencia llevan consigo lo que han construido
de sí mismos en el lugar de origen, pero dejan atrás espacios,
personas, relaciones, rutinas y costumbres. Una decisión tan
trascendental en la vida de una persona o de una familia se toma consi-
derando lo que se tendría que dejar y lo que se desea encontrar. Pero no
todos tienen la opción de decidir, porque un segmento importante de las
migraciones es forzado1.
A pesar de ser Colombia un país con un régimen democrático, este es
deficiente. Una muestra de esto son las altas estadísticas sobre migración
forzada. Por ejemplo, según Diez, entre 1996 y 2005, las solicitudes de
asilo político de colombianos en España se triplicaron. En 2004, Colom-
bia fue el tercer país con mayor petición de asilo a España después de
Nigeria y Argelia; en 2005 hubo 1.700 solicitudes de las cuales el 79%

1 Tal como lo plantea María Ileana García, en el mundo, «[…] uno de cada diez migrantes ha
salido de su país por razones políticas», (García Gossio et al., 2006).

363
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

procedía de Bogotá, Medellín, Cali, Barrancabermeja y Bucaraman-


ga (2006: 78). En Chile, según Lorenzo Agar (2010: 9), quien retoma
los datos proporcionados por la sección Refugios del Departamento de
Extranjería y Migración del Ministerio del Interior, «los ciudadanos co-
lombianos son el grupo más numeroso: 9 de cada 10 refugiados son de
esa nacionalidad».
Sobre la migración forzada internacional son pioneros los trabajos
de la Corporación Región en asocio con The University of British Co-
lumbia, los del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de An-
tioquia con la Universidad Pablo de Olavide de España, y el de Ofelia
Restrepo (véanse Cruz Zúñiga et al., 2008; Riaño y Villa, 2008; Riaño
et al., 2008; Restrepo, 2006). El énfasis de las investigaciones revisadas
recae en la situación social, económica y personal del exilado, las po-
líticas de refugio y los mecanismos de inserción en el país de destino,
entre otros. El trabajo de Ofelia Restrepo (2006)2 examina la situación
familiar de las exiliadas en España3, pero no aporta elementos para
acercarse al tema de las familias trasnacionales, que es centro de nues-
tro trabajo.
En este capítulo presentaremos nuestra posición sobre el tema de la
migración forzada, y expondremos las diferencias entre exilio, asilo y re-
fugio y las normas internacionales sobre asilo. Todo ello como un marco
para presentar los hallazgos de la investigación sobre los cambios y con-
flictos en las familias cuando uno o ambos padres ha vivido este tipo de
migración. Se tendrán en cuenta asuntos como el proceso migratorio, la
manera como se reorganizan los grupos familiares, las relaciones paren-
tofiliales y el cuidado de los hijos.

2 Este texto es de obligada consulta para complementar los hallazgos de nuestra investigación,
si tenemos en cuenta que mientras el trabajo de Ofelia Restrepo se refiere a mujeres exila-
das, el nuestro, por dificultades en la obtención de entrevistas a cuidadores/as o hijos/as en
Colombia cuando migra la madre forzadamente, hace énfasis en la situación de las familias
cuando migra el padre.

3 De las veinte mujeres entrevistadas por Ofelia, solo dos no migraron con sus hijos, pero se
reunificaron posteriormente (Restrepo, 2006: 17).

364
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Aproximación teórica

La migración forzada
En la actualidad hay un debate social y académico en torno a definir y
caracterizar la migración forzada4. Las posiciones se dividen entre quie-
nes consideran que tanto la migración por motivos económicos como la
que se produce por razones políticas, catástrofes o hambrunas es forza-
da —argumentan que se deben a factores expulsores, muchos de ellos
estructurales, que dejan a las personas sin mayores opciones (Gzesh,
2000)— y quienes diferencian la migración forzada de aquella que obe-
dece a cuestiones económicas. Estos últimos afirman que mientras el pri-
mer tipo de migración es producto de la coacción o de la presencia de
una amenaza, generalmente asociada con la violencia o la violación a
los derechos humanos (Castles, 2003), el segundo está relacionado con
la búsqueda de mejores oportunidades para la existencia o como una
manera de lograr niveles de vida más altos (Organización Internacional
para las Migraciones, oim, 2006).
Si bien consideramos que en las migraciones por motivos económicos
existen factores estructurales expulsores como la desigualdad de oportu-
nidades, inequidad y falta de empleo digno, en esta investigación diferen-
ciamos estos antecedentes de los asociados a amenazas o coacción. Esto
en la medida en que el peligro de perder la vida y la integridad personal
tiene implicaciones en las características de la migración y en las familias
de quienes parten.
La migración forzosa, como aparece en el diccionario de la oim (2006)
es un:

Término genérico que se utiliza para describir un movimiento de


personas en el que se observa la coacción, incluyendo la amenaza a la
vida y su subsistencia, bien sea por causas naturales o humanas. (Por
ejemplo, movimientos de refugiados y de desplazados internos, así como

4 Dentro de este debate está el asunto de asimilar o diferenciar la migración internacional y el


desplazamiento interno. En la introducción del libro Poniendo tierra de por medio se encuentra
una amplia referencia a los aportes de diferentes autores sobre el tema, con relación a la per-
tinencia, rigurosidad e implicaciones de incluir el desplazamiento forzado y el refugio como
campo común de estudio en la migración forzada, como a las diferencias y similitudes entre el
desplazamiento y el refugio. Al respecto véanse Riaño y Villa, 2008 y Riaño et al., 2007.

365
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

personas desplazadas por desastres naturales o ambientales, desastres


nucleares o químicos, hambruna o proyectos de desarrollo).

En la migración por motivos económicos, en cambio:

La decisión de emigrar corresponde en gran medida a una estrategia


de carácter familiar, “calculada”, de carácter cooperativo, en la que los
miembros de la familia actúan de forma colectiva, no tanto para maxi-
mizar los ingresos esperados, sino para diversificar sus fuentes con el fin
de reducir los riesgos —tales como el desempleo o la pérdida de ingre-
sos— (Taylor, 1986; Stark, 1991). De acuerdo con Stark (1984), no es el
sujeto individual quien elabora las estrategias migratorias para mejorar
las condiciones de vida, sino la familia. (Parella, 2007: 8)

La migración forzada se deriva de situaciones extremas que la per-


sona no puede controlar, y salir del país se convierte en la única opción
o en la más prudente. La partida generalmente es apresurada y puede
estar ligada directa o indirectamente a conflictos políticos. Constituye
un efecto manifiesto del conflicto armado que las personas hagan parte
o estén en medio de las confrontaciones violentas o sean consideradas
objetivo militar por uno o más actores armados. Es pertinente aclarar
que, por las características del conflicto colombiano, el enemigo para
un actor armado no siempre es el combatiente del otro bando con el
que se encuentra en disputa; se puede adicionar como tal a población
civil que resulta involucrada por ser considerada simpatizante de uno
u otro grupo.
Existe otra población que migra por causa indirecta del conflicto, por
el temor que siente ante la inseguridad que él genera, sin que haya recibi-
do amenazas. Estas personas no son catalogadas como refugiadas según
la definición establecida por la legislación internacional y deben asumir
la migración sin apoyo institucional y normativo.
Por otra parte, existe migración forzada asociada con factores econó-
micos como hambruna, extorsión, secuestro o amenazas por no poder res-
ponder a deudas en caso de quiebras económicas, pero el factor común y
fundamental es salvar la vida. Ocurren también intimidaciones relaciona-
das con el ejercicio de las profesiones —jueces, médicos, maestros y otros
que se desempeñan en contextos violentos—. Algunas causas cada vez más

366
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

reconocidas internacionalmente son la violencia contra las mujeres en el ám-


bito familiar o público, las violaciones y la mutilación de órganos sexuales.
En esta investigación compartimos la posición de la Oficina del Alto
Comisionado (Acnur, 2007: 1) sobre los peligros de oscurecer la línea
que separa a los refugiados de los migrantes:

Mientras que las principales motivaciones de la mayoría de los mi-


grantes internacionales son encontrar empleo, ganar un mejor ingreso o
aprender nuevas destrezas, los refugiados se desplazan para buscar asilo
y encontrar protección en otro Estado. Mientras que los migrantes salen
y regresan cada vez más a sus países de origen y de destino, los refugiados
no pueden participar en estas formas de migración circular. Y no obstan-
te existe mayor evidencia que sugiere que los refugiados y los solicitantes
de asilo son tanto remitentes como receptores de remesas, la suma de di-
nero involucrada en estas transacciones es muy modesta en comparación
con las grandes sumas transferidas por los migrantes económicos.

Exilio, asilo y refugio


Los términos exilio, asilo y refugio han sido utilizados para designar la
condición de las personas que son sometidas a migración forzada. Una
persona es exilada cuando se ve obligada a salir del país de origen por
persecuciones políticas, religiosas, culturales o por pertenecer a determi-
nado grupo social, en un contexto de conflictos y violencias en el cual se
violan los derechos humanos. El exilio tiene fundamento en una amena-
za real o potencial y es el último recurso ante una cadena de violencia
(Comisión ética de la memoria de crímenes de lesa humanidad, 2008).
Significa desarraigo, separación abrupta del hábitat territorial, huma-
no, social y cultural de una persona; se destruyen los lazos comunitarios
de un individuo y se le arroja a un medio desconocido, donde por lo
general, no quiere vivir (Rojas, 2001, citado en Castro, 2006: 9). No se
puede pasar por alto que algunas personas han recurrido al estatuto de
perseguidas políticamente, sin serlo, como una manera de salir del país y
lograr aspiraciones que de otra forma no serían posibles.
Asilo y refugio se refieren a la protección recibida por las personas
exiladas y han sido utilizados como sinónimos en las declaraciones na-
cionales e internacionales (Tatelolco, 1999). En su acepción más amplia,
ambos términos se refieren a la protección que presta un Estado a los

367
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

extranjeros que huyen de la persecución política, de las condiciones eco-


nómicas —hambrunas— o medioambientales —desastres— en su país
de origen. Algunos analistas equiparan asilo con un evento individual y
refugio con protección a grupos. Otros señalan que el asilo implica, por
parte del Estado que lo otorga, la protección y que (permisos de residen-
cia, de trabajo, etc.), en cambio, el refugio solo exige del Estado receptor
la no devolución al país de origen. Estas diferencias han sido cuestiona-
das porque tienden a considerar el refugio como algo transitorio, sin las
garantías que brinda el asilo (Acnur, 2004).
Quien migra en forma forzada a otro país y espera recibir el es-
tatuto de refugiado o asilado busca protección y reconocimiento de
sus derechos hasta que se hayan modificado las condiciones que lo
obligaron a salir, e incluso es posible que se le otorgue la nacionalidad
del país receptor. El asilado tiene el derecho a no ser repatriado o
extraditado por delitos políticos, tal como se verá más adelante en la
normatividad internacional.
Según los móviles, se diferencian el asilo político, el humanitario, el
voluntario y el diplomático. El primero está claramente estipulado cuan-
do las amenazas se generan en razón de las creencias y prácticas po-
líticas; el humanitario se da cuando las causas para salir del país son
raciales, religiosas, guerras civiles, catástrofes naturales o hambrunas, y
voluntario es aquel que no se produce por una amenaza directa, sino
porque no se comparte el régimen político imperante, como es el caso
de artistas, especialmente escritores, que sienten restringida su libertad y
hacen público su exilio como un acto de protesta. El asilo diplomático se
presta en las embajadas y generalmente es temporal mientras se define la
salida del país de la persona amenazada.
Debido a la magnitud del problema del exilio, los organismos interna-
cionales han tratado de ajustar la normatividad a las condiciones actua-
les de los conflictos5. A continuación se presentará una breve síntesis de
las legislaciones sobre asilo y sus principales cambios.

5 Por la magnitud e intensidad de los conflictos políticos en el interior de los países, el refugio se
ha convertido en un problema mundial. Según Angarita, el barómetro de conflictos del Depar-
tamento de Ciencia Política de la Universidad de Heidelberg para el año 2007 registraba 328
conflictos políticos, de los cuales seis constituyeron verdaderas guerras y 25 crisis severas, con
lo que 31 conflictos implicaron gran cantidad de violencia masiva. En 99 casos hubo un uso
esporádico de violencia, por lo que el informe los clasifica como crisis. Las crisis y los conflictos
altamente violentos llegaron a un total de 130 (Heidelberg Institute, citado en Angarita, 2008).

368
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Marcos normativos, tratados internacionales y las


nuevas políticas frente a los exiliados

El asilo o refugio6 es una figura jurídica del derecho internacional que tie-
ne una clara conexión con el reconocimiento y garantía de los derechos
políticos como la libertad de pensamiento y expresión, y la participación
política y de asociación, pero el derecho fundamental que se protege es
el de la vida y la integridad personal. Es por esto que en muchos casos
quien solicita asilo es una persona que, en el país del que procede, corre
grave peligro de ser asesinada, torturada, sufrir detenciones arbitrarias,
desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, lesiones físicas o psicológicas
(oim, 2004). En relación con los derechos económicos y sociales, la con-
cesión del asilo supone la garantía de trabajo, obtener autorización para
desarrollar actividades laborales, profesionales o mercantiles, e igual-
mente recibir ciertas prestaciones sociales, sanitarias y educativas. Todo
ello según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Na-
ciones Unidas de 1951 (Acnur, 2012).
El asilo ha tenido trasformaciones en la última mitad del siglo xx.
Tradicionalmente fue considerado una prerrogativa del Estado, pero
desde 1948 en la Declaración Universal de Derechos Humanos se consagró
como un derecho humano, al establecer en su artículo 14 que: «En caso
de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar
de él, en cualquier país».
Para preservar el derecho a la protección, existen varios tratados in-
ternacionales entre los que se destaca la Convención sobre el estatuto de los
refugiados adoptado en Ginebra el 28 de julio de 1951, en el que se reco-
noce la condición de refugiado a toda persona que tenga:

[…] fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, re-


ligión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opi-
niones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no
pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la pro-
tección de tal país; o que, careciendo de nacionalidad y hallándose,

6 En algunos textos y tratados se nombra indistintamente asilo y refugio; en otros, el refugio


hace relación a una etapa del proceso de búsqueda y concesión de asilo.

369
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes


tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores,
no quiera regresar a él7.

En 1997 se suscribió el Tratado de Ámsterdam8, que fijó objetivos


concernientes a la política de asilo e inmigración y tomó medidas en ma-
teria de asilo. Las conclusiones del Consejo Europeo de Tampere (1999),
junto con las de Sevilla (2002) y Thessaloniki (2003), reforzaron y am-
pliaron los objetivos de Ámsterdam (García, 2006).
Los principales avances en materia de protección son los siguientes:
no se debe penalizar a las personas por haber entrado a un país de modo
ilegal si vienen directamente de un sitio en el que estaban en peligro y se
han presentado ante las autoridades. De igual manera, se prohíbe la re-
patriación forzosa de los refugiados (o sea, se reconoce la no devolución,
no-refoulement) hasta tanto no se compruebe si son o no amenazados. La
Convención sobre el estatuto de los refugiados señala que el asilado pue-
de ser expulsado sólo por la realización de actividades graves o reiteradas
contra la seguridad del Estado.
En las últimas décadas se ha ampliado el derecho al asilo. Inicialmen-
te estaba asociado con la persecución por parte del Estado, pero debido
a las características de los nuevos conflictos armados, se reconoce que
el acoso puede provenir de otro tipo de actores. El asilo también se ha
extendido a otras violaciones a los derechos humanos, como la agresión
sexual; Francia, Canadá y Estados Unidos conceden el estatuto de refu-
giadas a mujeres que han sufrido mutilaciones de órganos sexuales o que
corren el riesgo de sufrirlas si permanecen en sus países de origen.
Todos los exiliados tienen derecho a pedir asilo en los países de aco-
gida, según el derecho internacional, pero ellos no están legalmente

7 Para velar por el cumplimiento del derecho al asilo, las Naciones Unidas creó el 1 de ene-
ro de 1951 la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
(Acnur). Allí se proporciona asistencia a los refugiados, solicitantes de asilo, a los que han
regresado a sus hogares pero aún necesitan ayuda para rehacer sus vidas, y a las comunida-
des civiles locales que se ven directamente afectadas por los desplazamientos de refugiados,
personas apátridas y los desplazados internos.

8 Modifica el Tratado de la Unión Europea, los constitutivos de las comunidades europeas y


determinados actos conexos.

370
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

obligados a concederlo9. Los avances en materia de reconocimiento y


protección de los exilados se están restringiendo con las nuevas políticas
internacionales que limitan las medidas de acogida, tal como lo plantean
Riaño y otros en su estudio sobre refugiados colombianos en el Ecuador
y Canadá (Riaño et al., 2007: 207). Según Castles (2003), el régimen de
refugiados se ha trasformado de manera fundamental a lo largo de los
últimos veinte años. De ser un sistema diseñado para dar la bienvenida a
los refugiados de la Guerra Fría provenientes de Oriente, y para reasen-
tarlos como exiliados permanentes en sus nuevos hogares, se ha conver-
tido en un “régimen de no entrada”, diseñado para excluir y controlar a
los solicitantes de asilo provenientes del sur.
La tendencia a restringir la entrada de emigrantes en los países re-
ceptores se ha endurecido desde la década de los años noventa del pa-
sado siglo, por las políticas de seguridad, a partir de la presencia de tres
fenómenos: el narcotráfico, el terrorismo internacional y el relativamen-
te nuevo sistema del tráfico ilegal de personas organizado internacio-
nalmente (Aja Díaz, 2004). Esta situación ha llevado a que personas
perseguidas o que sienten vulnerados sus derechos no soliciten asilo y
salgan del país como turistas, migrantes económicos o como aspirantes
a realizar estudios en el país de destino. Un padre migrante desde 1997,
refugiado en Costa Rica —él y su esposa fueron amenazados por las
Autodefensas, acusados de tener relaciones con las farc—, expresa que
en los países de acogida:

Se ha construido el miedo a lo desconocido, al migrante, al refugia-


do, al extranjero. Los países se han construido con la llegada de migran-
tes; hoy eso se quiere desconocer, se les criminaliza y estigmatiza. (4, M,
Daniel, 2009)

Otra política más reciente aún, como respuesta a la crisis económi-


ca internacional, es la Directiva de Retorno —denominada por mu-
chos Directiva de la Vergüenza— aprobada por el Parlamento Europeo
en junio de 2008, con el fin de propiciar el regreso voluntario de los
inmigrantes sin papeles a sus lugares de origen. Es así como países del

9 Al migrar, el ciudadano pierde sus derechos civiles en el país de origen y no adquiere nuevos
derechos en el país de destino hasta tanto no logre una nueva nacionalidad.

371
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

norte, particularmente ee. uu., y de Europa, que necesitan mano de


obra para realizar actividades que sus ciudadanos no están dispuestos
a ejecutar, utilizan a los inmigrantes de los países del sur, pero, cuando
tienen conflictos económicos o sociales, expulsan a los extranjeros y
fomentan la xenofobia.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados
plantea cuatro condiciones para la participación en un proceso de
repatriación voluntaria: a) que hayan desaparecido las circunstan-
cias que causaron el éxodo; b) que el retorno sea voluntario; c) que
exista un acuerdo tripartito entre el país de origen, el de acogida y
el Acnur para proporcionar garantías formales de seguridad a los
retornados, y d) que el retorno se realice en condiciones de seguri-
dad y dignidad.
Simultáneamente, con una hiperinflación de normas protectoras
de los derechos humanos en el ámbito internacional, entre ellas las
de protección de los migrantes y sus familias, cada día se desco-
nocen y violan esas prerrogativas. Esta situación se agrava por las
políticas de la globalización neoliberal y por los conflictos políticos
(Acnur, 2003).

Migración forzada, cambios y conflictos en las familias

En este apartado nos ocuparemos de los hallazgos de la investigación


y seguiremos los temas abordados en los capítulos anteriores: proceso
migratorio, familias en situación trasnacional, cambios y conflictos en las
relaciones parentofiliales y cuidado de los hijos e hijas.
Para abordar el tema entrevistamos a 32 personas, de ellas quince son
o fueron exilados, once hijos o hijas de exilados y seis cuidadoras. Es im-
portante destacar la dificultad para obtener las entrevistas, lo cual es muy
explicable porque los padres, las madres y demás miembros de los grupos
familiares que han sufrido amenazas o persecuciones temen que de alguna
manera se difundan datos que los puedan identificar y vuelvan a correr
riesgos; además, no quieren recordar momentos muy dolorosos de sus vidas.
Para dar cuenta del proceso migratorio trataremos los siguientes te-
mas: factores que obligan a la migración internacional, consultas fami-
liares, acuerdos y promesas, el circuito migratorio, estrategias y redes de
apoyo, y la reunificación familiar o retorno.

372
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Factores que obligan a la migración internacional forzada


Nos detendremos en los factores y motivos para el exilio porque per-
miten comprender las circunstancias que rodean la salida del país y la
manera como las familias se involucran en el proceso migratorio. Las
razones son diversas; por ello, con base en los relatos, elaboramos la si-
guiente clasificación: persecución política, extorsión, cobro de cuentas,
delincuencia y violencia familiar.
El miedo a morir y la búsqueda de protección son factores determi-
nantes en la migración forzada. El miedo está presente en el ser humano
a través de toda su historia, no desaparecerá y «es fundamentalmente el
miedo a la muerte» (Delumeau, 2002: 11). Provocar miedo es un arma
utilizada por los actores en los conflictos políticos, sociales y aún en los
familiares para imponerse y socavar la seguridad de los otros, con el fin
de someterlos o sacarlos del conflicto. El miedo y la zozobra se exacerban
cuando hay amenazas directas o indirectas.
Según Riaño y Villa (2008: 384), el temor marca la experiencia del
desplazamiento y del exilio:

Este es un miedo que resulta de sus experiencias directas con el terror,


las amenazas y la muerte antes de tener que huir de sus hogares. Esta
emoción es acompañada por sentimientos de inseguridad, ansiedad y espe-
ranzas asociados con los trayectos de desplazamientos, la jornada del exilio
y con los retos e incertidumbres de la llegada a un ambiente desconocido.

Ante la eminencia del peligro y el miedo que experimentan las perso-


nas amenazadas, intervienen las redes sociales y familiares que brindan
el apoyo necesario para la salida de Colombia y la acogida en el país de
destino, tal como se analizará más adelante.

Persecución política
El exilado político, padre o madre, sale de Colombia sin el interés, el de-
seo o la expectativa de vivir en otro lugar, precisamente porque el com-
promiso con su país lo motivó a desarrollar acciones consideradas por
otros perturbadoras de sus intereses, hasta el punto de señalarlo como
su enemigo y presionarlo para que abandone su quehacer político y se
retire del medio. Lo anterior incide en el exiliado para que tenga la im-
presión de vivir donde no quiere estar, sienta la añoranza de la familia y

373
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

de su entorno social y político, además del deseo de regresar cuando las


condiciones de seguridad mejoren. Los siguientes relatos de una exespo-
sa de migrante y de dos migrantes dan cuenta de las dificultades en la
toma de decisión de migrar:

La decisión de exiliarse fue una obligación, no una decisión, porque


él siempre quería y ha querido hacer un proyecto político en Colombia
y él pues quiere muchísimo a Colombia; nunca en la vida pensó que
fuera positivo irse, y nunca enfiló baterías para construir allá una vida.
(4, C, Dolly, 2009)
Sí, a mí me gustaría volver. ¿A quién no le gustaría volver a este país
que nos ha visto crecer y que nos ha dado tristezas, alegrías? Pero un
país que necesita que trabajemos por él; tantas cosas que hay para hacer
acá, a nivel social, a nivel de los niños de la calle, a nivel de la gente que
aguanta hambre. (4, M, David, 2009)
Yo nunca he estado de acuerdo en dejar el país, porque yo decía:
puede ser que nos maten a todos aquí, pero no podemos salir corriendo
todo el mundo. Sin embargo, fue tanta la presión que me convencieron.
(4, M, Hernando, 2009)

Con las amenazas, las persecuciones y los asesinatos se pretende eliminar


o controlar a los sectores de la sociedad que despliegan diferentes actividades
para denunciar, generar conciencia, luchar por un país incluyente, más equi-
tativo y en el cual se respeten los derechos humanos. Aun cuando es impo-
sible eliminar completamente a todos los que piensan y actúan diferente de
los poderes establecidos, sí se hace mella. Así tal como lo explica Rosa, quien
tuvo que salir del país por sus acciones en pro de los derechos humanos:

Participábamos en una cantidad de mesas y espacios; todo se dejó, se


fue cerrando, cerrando y cerrando. Yo decía: “si alguien quería bloquear
nuestro trabajo, ya lo hizo. Si la molestia era esa, pues lo lograron”. (1,
M, Rosa, 2010)

O como lo plantea Juan Manuel:

Mi trabajo era de actividad sindical y política. Antes del exilio fui


edil de una localidad importante durante cinco años y medio. Por la

374
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

situación de violencia y de inseguridad del país y por amenazas del pa-


ramilitarismo me tuve que ir de Colombia. (1, M, Juan Manuel, 2008)

Es importante destacar que en el país ha circulado un discurso pro-


movido desde las altas esferas del poder político y militar, que asocia con
el conflicto armado las posturas y acciones de integrantes de la sociedad
civil en contra o al margen de las políticas del Estado; tilda a líderes y ac-
tivistas de auxiliadores o comprometidos con las guerrillas y los convierte
en blanco de ataques de fuerzas armadas estatales o de las paraestatales,
denominadas paramilitares. Un ejemplo de esta tensión es la noticia pu-
blicada en Reuters:

Uribe acusa a oposición de nexos con la guerrilla. Bogotá. efe y dpa.


El presidente de Colombia, Álvaro Uribe, se defendió ayer de acusacio-
nes del Polo Democrático Alternativo (pda) de tener cercanía con pa-
ramilitares y dijo que ese partido opositor al gobierno tiene ‘relaciones
clandestinas’ con la guerrilla. (Acosta, 2007)

Como lo señala el politólogo Medófilo Medina (2009: 1):

El asesinato de sindicalistas y maestros, la manipulación de los me-


dios de comunicación, la criminalización de la protesta social, la estig-
matización de los sectores o personas críticos del gobierno de la Seguri-
dad Democrática, ponen en evidencia las dificultades del ejercicio de la
oposición política.

Tampoco pretendemos desconocer que debido a las características del


conflicto armado en Colombia, en ocasiones no se da un claro deslinde en-
tre las luchas civiles y las militares. Lo evidente es que se recurre a acciones
militares para aislar o eliminar al contrincante, ya sea que esté armado o no.
Las personas entrevistadas fueron amenazadas por diversas razones:
trabajar por la defensa de los derechos humanos; estar sindicalizadas o
ser líderes sindicales; participar en organizaciones comunitarias o movi-
mientos cívicos; hacer parte de grupos o partidos de oposición o miem-
bros de grupos armados, algunos reinsertados a la vida civil.
Defensa de derechos humanos. En Colombia son diversas las organiza-
ciones que trabajan por la defensa de los derechos de la población,

375
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

vulnerados en el fragor del conflicto armado o como efecto de políticas


y medidas gubernamentales. A partir de la Constitución de 1991 se
reconocen los derechos de los colombianos a la salud, a la educación,
a la vivienda, al trabajo, y se establecen mecanismos para protegerlos.
Sin embargo, mientras unos sectores luchan por una vida digna para
sí y para el conjunto de la población excluida, otros consideran que las
protestas o las maneras de reclamar van en contra de la institucionali-
dad y de los beneficios y privilegios adquiridos por unas minorías. De-
bido a la polarización del conflicto, se les acusa de ser colaboradores de
las guerrillas o de entorpecer la tranquilidad del país y se les convierte
en blanco de ataques, amenazas y muertes violentas.
Como evidencia de lo descrito, el sacerdote Javier Giraldo da cuenta
de la represión y de las amenazas a organizaciones campesinas, indíge-
nas, sindicales, de derechos humanos y organizaciones de los desplazados
(Giraldo, 2008). También el Cinep (2002; 2006) informa cómo en el país
se lesionan los derechos humanos. Según cifras de Somos Defensores (Pro-
grama no gubernamental de protección a defensores de derechos huma-
nos), entre los años 2002 y 2009 unos 1.057 defensores fueron víctimas
de todo tipo de agresiones como asesinatos, amenazas, atentados, deten-
ciones ilegales, torturas, uso arbitrario del sistema penal, entre otros. De
acuerdo con el Programa, en dicho periodo se presentó un promedio de
16 asesinatos y 132 ataques contra defensores por año (Instituto Popular
de Capacitación, 2010).
León, un obrero de 59 años, padre de un hijo y una hija, que ha tra-
bajado en Antioquia con sindicatos, población desplazada y en proyectos
agropecuarios con campesinos, en varias ocasiones fue amenazado; pero
la situación más alarmante se dio cuando un grupo de “uniformados”
asaltó la finca de su propiedad y de varios socios. Se llevaron secuestrados
a dos de ellos y dos amigos que allí se encontraban, los cuales posterior-
mente fueron identificados como ‘guerrilleros muertos en combate’ —los
mal llamados falsos positivos—. León se salvó de ser asesinado porque no
se encontraba en el lugar, pero fue amenazado porque denunció al Ejér-
cito por los hechos; inició un ciclo de salidas y entradas de la ciudad y
del país que le implicaron vivir durante seis años separado de su familia.
Jorge, padre de dos hijas, es un académico que lleva varias décadas
trabajando por la paz, el acuerdo humanitario y la reinserción de miem-
bros de grupos armados a la vida civil. Ha cuestionado públicamente

376
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

las acciones violentas de los paramilitares. Un compañero de trabajo fue


asesinado y él recibió amenazas. Salió del país apoyado por la universi-
dad donde trabaja. Esta información fue suministrada por Dolly (4, C,
2010), su exesposa y madre de la hija común.
Luis (2, M, 2010) es de Cali y trabaja en derechos humanos, investiga-
ción y docencia con sectores populares. Según relata, salió dos veces del
país por amenazas, en 1990 y en 2003. La primera se dio porque el Ejérci-
to realizó la llamada “operación democracia”, en la que “fueron detenidos
y torturados cerca de sesenta dirigentes sindicales”, hombres y mujeres:

Fuimos sindicados de pertenecer a un grupo insurgente, y posterior-


mente estuvimos presos como detenidos políticos. Cuando salimos de
prisión, se dio un hostigamiento muy fuerte por parte del Ejército, al
grado de que nuestro abogado defensor fue desaparecido y desde allí no
sabemos nada del paradero […] posteriormente, estuvimos liderando
otras movilizaciones de sindicalistas, eso nos marcó mucho, luego vinie-
ron una serie de amenazas y salí fuera del país por espacio de un año.
(2, M, Luis, 2010)

Estos testimonios dan cuenta de las similitudes en las intimidaciones


y las diferencias de las actividades políticas de las personas amenazadas.
Participación en grupos comunitarios o movimientos cívicos. Las organizaciones
comunitarias —debido a su trabajo en pro de satisfacer las necesidades
físicas y sociales de la población, por su capacidad de convocatoria, la
posibilidad de tomar decisiones, trazar directrices y canalizar, en algunos
casos, las relaciones y recursos entre el Estado y la comunidad— han ga-
nado reconocimiento y poder, pero también se han convertido en blanco
de ataques por parte de diferentes actores armados. Asesinato, persecu-
ción, amenazas y atentados contra líderes/lideresas que no han tomado
partido por la lucha armada, o que han sido estigmatizados/as como
simpatizantes o auxiliadores/as de uno u otro actor armado (Angarita,
Gallo, Jiménez, 2008), dan cuenta de la dificultad, en un contexto de gue-
rra, de mantener su trabajo y cómo este los ha llevado a migrar dentro y
fuera del país
Irene (4. M, 2009), madre de un hijo y dos hijas, es una líder comuni-
taria desde 1985 cuando empezó a trabajar en Medellín con las Accio-
nes Comunales; después laboró en comités apoyados por la Alcaldía y,

377
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

finalmente, con una organización de mujeres. Fue amenazada en el 2002


por miembros de las auc y obligada a salir de la comuna con su familia.
Después de un tiempo, el esposo y un hijo volvieron para proteger la pro-
piedad, pero actores armados irrumpieron en su casa, los amarraron y les
dieron un ultimátum para que abandonaran el barrio. A finales del 2003
varias organizaciones reunieron dinero y los enviaron a Bogotá, donde
vivieron un año. Pero las amenazas siguieron, al igual que los asesinatos
a líderes comunitarios y, por ello, en el 2004 Irene tuvo que salir del país
con su esposo, un hijo y una hija. Dejó a la hija mayor en la ciudad de
origen, por compromisos laborales y académicos.
Pablo (1, H, 2009) relata que su padre, líder de una movilización comu-
nitaria en contra de un urbanizador pirata en un barrio de Bogotá, emigró
con su madre y su hermano menor; él decidió permanecer en el lugar:

Mi papá no estaba haciendo nada malo, sino simplemente como


tratando de legalizar unos predios, de garantizar un derecho. Allí pues
como que combatió con… con el urbanizador pirata de ese lugar y eso
le generó algún tipo de amenazas, pues nosotros creemos que fue por…,
pues de allí la verdad nunca se clarificó como bien la cosa y eso hizo que,
que ellos [se refiere a su familia] tuvieran que salir.

Los movimientos cívicos tuvieron un gran crecimiento en la década


de los ochenta, cuando la población se organizó para enfrentar las po-
líticas de Estado que afectaban el entorno físico, social y cultural. Sus
objetivos coyunturales estaban orientados a buscar rebajas en las tarifas
de los servicios públicos, impulsar planes de vivienda y mejorar las con-
diciones de vida de la población. Estos movimientos han tenido auge o
son silenciados según la correlación de fuerzas entre la protesta de la po-
blación y la represión del Estado. Clara García (1992: 24), investigadora
de la Universidad de Antioquia, explica su origen:

Efectivamente, el problema del desarrollo desigual de las regiones


juega su papel en la aparición de un conjunto de manifestaciones del
fenómeno cívico. En este caso, una relación desigual da pie a que los po-
deres públicos centrales tomen una decisión que implica la destrucción
del entorno físico, social, político y cultural de algunas comunidades, lo
cual desencadena a su vez una cascada de reacciones de resistencia y de

378
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

defensa, y la exigencia colectiva por condiciones de negociación, al me-


nos sobre el manejo de las consecuencias de la decisión central.

Los movimientos cívicos han sufrido persecución por ser considera-


dos perturbadores de la tranquilidad pública, teniendo en cuenta que sus
acciones incluyen paros cívicos, tomas de carreteras, denuncias, asam-
bleas, entre otros.
Pedro, padre de un hijo y una hija, fue un líder cívico que tuvo que
exiliarse al final de los años ochenta. Según cuenta el entrevistado, el
movimiento cívico al que pertenecía protagonizó movilizaciones y paros.
Esto visibilizó a los líderes, quienes fueron objeto de amenazas de actores
armados, unos porque no estaban de acuerdo con ese tipo de luchas y
otros porque veían las consignas por la no violencia como una cuestio-
namiento a la lucha armada. En esa época asesinaron a varias personas
que hacían parte del comité coordinador:

Empezaron en los sitios más lejanos a perseguir, a hacer seguimientos,


hostigamiento a los líderes cívicos y en las reuniones que teníamos de la
coordinadora general del movimiento cívico, todo el mundo empezó a sen-
tir miedo y zozobra por llamadas, telegramas o cosas fúnebres que man-
daban a las casas de los líderes y la persecución se sentía […] Un 31 de
diciembre, ya hace bastantes años, matan a un gran amigo mío que fue el
que apoyó la idea del movimiento cívico y ya habían venido varios días ha-
ciéndome seguimiento y me habían hecho un atentado. (4, M, Pedro, 2009)

Investigadores como los del Cinep coinciden en el carácter político de


los movimientos cívicos y señalan cómo su postura contestataria consti-
tuye una amenaza para la política tradicional:

El movimiento cívico entraba a contender en la arena política. Si la


movilización reivindicativa había erosionado las influencias tradiciona-
les, ahora era más cierta y efectiva la amenaza. Esta situación colocó a
los movimientos en la mira de la guerra sucia: alcaldes, concejales, acti-
vistas, fueron asesinados u obligados a abandonar las regiones o a cam-
biar de actividades. En solo 34 meses [entre enero de 1988 y octubre de
1991] 66 miembros de organizaciones cívicas fueron asesinados, hubo 7
desaparecidos y 17 amenazados. (Zambrano, 1998)

379
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Liderazgo sindical. Una población altamente vulnerable a la persecu-


ción política es la de sindicalistas. En Colombia, ejercer el derecho a
sindicalizarse y luchar por mejorar las condiciones laborales constituye
un riesgo para la vida y la seguridad. Según la Escuela Nacional Sindical,
durante los últimos 23 años aproximadamente cada tres días se asesina
un trabajador o trabajadora sindicalizado/a en el país, lo que se traduce
en 2.704 víctimas entre el primero de enero de 1986 y el 7 de agosto de
2009, de los cuales 2.448 eran hombres y 256 mujeres. Además, 237
sindicalistas fueron víctimas de atentados contra su vida y 190 fueron
desparecidos; 4.418 personas han reportado amenazas de muerte por su
actividad sindical y 1.611 han tenido que desplazarse forzadamente. Del
total de los datos sistematizados, en este período se han cometido al me-
nos 10.364 violaciones a la vida, libertad e integridad contra sindicalistas
en el país (Escuela Nacional Sindical, 2009: 20).
En esta investigación entrevistamos a dos líderes sindicales que han
retornado al país después de vivir el exilio. Hernando, padre de un hijo
y una hija, es un líder sindical que salió del país en el 2001, por recibir
amenazas de paramilitares. El temor lo invadió porque ya habían mata-
do varios compañeros de los sindicatos que él asesoraba.

Nosotros estábamos en el sindicato y éramos dirigentes nacionales


[…]. Hacíamos hasta lo imposible para que no despidieran a los trabaja-
dores, pero entraron los grupos paramilitares en los municipios también
a presionar a los trabajadores, a obligarlos a renunciar a los sindicatos, a
la convención colectiva y nosotros como asesores nos metimos de lleno
en esta situación, a no permitir la terminación también de estos sindica-
tos y es así que empezaron a matar la gente. Asesinaron 26 compañeros,
directivos sindicales de los diferentes municipios. Un compañero mío
que era presidente del sindicato fue sacado con toda la junta directiva
y asesinado de siete balazos al pie de los otros trabajadores e iban a
asesinar otros más, preguntaron por nosotros también… cuando ya la
presión era muy grande me llamaron y me dijeron que no era posible
cuidarme aquí en el país, que me tenía que ir. (4, M, Hernando, 2009)

La población trabajadora se vincula a los sindicatos con el fin de


luchar por mejores condiciones de contratación y por un trabajo dig-
no, pero, a pesar de que los sindicatos son organismos reconocidos

380
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

internacionalmente como válidos y necesarios para contrarrestar las


condiciones de inequidad y fortalecer la democracia en los países, en
Colombia no sólo falta apoyo para reconocer su trabajo, sino que en
ocasiones sus líderes son perseguidos.
Pertenencia a un grupo armado. El conflicto armado en Colombia, tal
como se presentó en el capítulo sobre contexto, cuenta con la presencia
de guerrillas, grupos armados de autodefensas, paramilitares, y delin-
cuencia al servicio de actores en conflicto. Si bien dentro de la normati-
vidad internacional no se contempla otorgar el estatuto de refugiado a
personas que hayan cometido crímenes de lesa humanidad, durante este
conflicto se ha visto cómo, por iniciativa del Estado colombiano, algunos
guerrilleros reinsertados a la vida civil han logrado ese beneficio; de igual
manera muchos excombatientes de diferentes bandos han salido del país
para evitar ser asesinados.

Trabajé en el ejército en las fuerzas especiales; estuve en Panamá


estudiando seis meses con unos americanos, duramos aquí seis meses,
me salí y entré a la policía. Luego trabajé de escolta, luego con las
Convivir, y después fui paramilitar, trabajé en Caucasia, en Santa fe de
Antioquia, la Pintada y en Medellín. Me retiré, tuve problemas con mi
paga, no pagaban, iban a matarme, me tocó irme a otro país. (4, M,
Júver, 2009)

Júver salió del país rumbo a Alemania con visa de turista; tuvo que
regresar a Colombia porque no encontró apoyo de una hermana y luego
de varios meses viajó a España, donde vive actualmente. Es un hombre
que desde temprana edad y durante unos diez años trabajó como militar
en organizaciones legales e ilegales. Su recorrido por diferentes grupos
armados da cuenta de las características del conflicto en Colombia, en el
cual la flexibilidad y la rotación en varias organizaciones evidencian las
fronteras “porosas” entre los grupos armados.
David pertenecía a las milicias urbanas. Sufrió varios atentados por
parte de un grupo armado paramilitar. Su vivienda fue allanada en va-
rias ocasiones por parte del ejército y fue torturado.

Fui amenazado inicialmente por una banda que se llamaba Los Es-
corpiones, que tenía su lugar de trabajo en la comuna nororiental de

381
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Medellín. Nunca lo creí, pero me hicieron un atentado. El primero, fue


en Bello que me dispararon; yo iba con otro compañero y el tiro lo reci-
bió el otro compañero, que posteriormente a mi salida del país, lo asesi-
naron. Después fue otro atentado acá en el centro de Medellín y en fin
fueron varios atentados y semanalmente me allanaban la casa una o dos
veces. (4, M, David, 2010).

Francisco, padre de dos hijas, hizo parte de una fracción guerrillera


que se desmovilizó a comienzos de los años noventa. Sufrió varios aten-
tados cuando cumplía labores asociadas con su quehacer público:

En uno de los atentados mi escolta mató a uno de los atacantes, ya la


cosa se puso tan difícil que me tocó salir del país. (4, M, Francisco, 2010)

Durante estos últimos cincuenta años de conflicto armado en Colombia


se han dado varios procesos de desmovilización de actores armados: en 1989
se finalizó la entrega de armas e incorporación a la vida civil del movimien-
to m-19; luego se desmovilizó el epl, grupo guerrillero del partido marxista
leninista; ml, que dejó las armas en la década de los años noventa y creó el
movimiento Esperanza, Paz y Libertad; la mayor parte de sus excomba-
tientes fueron asesinados. Ambos movimientos participaron en la asamblea
constituyente de 1991. Posteriormente se desmovilizó una fracción del eln.
Los excombatientes se integraron a la vida civil, crearon movimientos polí-
ticos y algunos fueron elegidos para consejos municipales y para el congreso
de la República, o trabajaron desde la base, por la defensa de los derechos
humanos. Varios de ellos fueron asesinados o tuvieron que exiliarse.
Nueve grupos guerrilleros se desmovilizaron en Colombia en la déca-
da de los años noventa, entre ellos el m-19, el Partido Revolucionario de
los Trabajadores, el Ejército Popular de Liberación (epl), la Corriente de
Renovación Socialista y las Milicias Populares de Medellín (Desmoviliza-
ción y desarme, 2009).

Cobro de cuentas, extorsión y chantaje


Entre los exiliados encontramos padres y madres que son obligados a
salir del país por amenazas asociadas a situaciones económicas, tales
como el no pago de deudas y la extorsión. En el primer caso, personas
individuales u organizaciones delincuenciales utilizan la intimidación

382
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

para obligar el pago de deudas; también, en vez de pagar las adquiridas,


amenazan o mandan a otros para que lo hagan, con el fin de eximirse
de sus obligaciones.

Mi mamá decidió irse a vivir a Canadá por motivos económicos y de


seguridad. La microempresa que había sacado adelante presentaba pro-
blemas económicos y no se disponía del dinero para pagar proveedores.
Estos proveedores no eran personas muy correctas, ya que llamaban a
mi mamá a la oficina y a la casa a amenazarla de muerte si no pagaba
su deuda. Mi mamá en medio del desespero y la preocupación planea
viajar a Canadá, ya que su hermana reside en ese país desde hace más
de treinta años. (4, H, Marcela, 2009)

El grupo familiar de Marcela decidió vender la casa y otros bienes


para pagar las deudas, pero, tal como ella explica, la mamá se llenó de
miedo y se fue del país.
Además de las amenazas por no pago de deudas, en Colombia se da
el comúnmente llamando cobro de vacunas o extorsión realizada por delin-
cuencia común, paramilitares y guerrillas. El chantaje radica en que si
la víctima no paga, verá afectados sus bienes, y si lo hace no atentarán
contra sus patrimonios y lo protegerán para que otros no lo hagan. Esto se
ha convertido en un negocio que, no obstante ir en contra de la ética y la
convivencia, tiene una importante presencia y afecta tanto a personas adi-
neradas como a quienes tienen un capital modesto o viven de un sueldo.
La Escuela Nacional Sindical (2010: 1-2) denuncia este tipo de activi-
dades ilegales que lesionan a diferentes sectores de la sociedad:

En estos municipios [varios municipios de Antioquia] no sólo extor-


sionan a los comerciantes y a los finqueros sino que, de un tiempo para
acá, también vienen extorsionando a los educadores, en sumas que osci-
lan entre 200 mil y 800 mil pesos mensuales. O sea que a los educadores
ya no sólo los persiguen por ser sindicalistas sino por ser personas que
tienen un ingreso económico.

El testimonio del hijo de un profesional de la salud que tuvo que salir del
país por no aceptar la extorsión que le hacía un grupo guerrillero, muestra
hasta qué punto se afecta no sólo el trabajo sino la situación familiar:

383
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Entonces él tenía un consultorio en un municipio [dice el nombre],


pero por problemas con la guerrilla, sí, porque llegaron a amenazarlo,
tenía que pagarles comisión… el cuento de la mayoría de los colombia-
nos. Entonces él prefirió irse del consultorio que tenía allá, que estaba
bien, tenía su trabajo y todo y estaba bien, por eso le tocó irse y, pues
nada, entonces empezó a rebuscarse, otras formas, pero al fin tuvo que
salir del país […] Él hizo un viaje, y después hizo otro, y se devolvió
porque no aguantó, le da muy duro, esa gente allá, estar solo allá, él allá
vive solo. (1, H, Julián, 2009)

Una situación similar vivió el padre de María, propietario de una fin-


ca en un municipio cercano a Cartagena y extorsionado por la guerrilla:

Bueno, a mi papá lo amenazó la guerrilla; eso fue un año antes de


irnos. Entonces a la finca tenía que ir con policías, ya no producía lo
mismo porque no podía ir todos los días a estar pendiente él. Entonces
también tuvo que ver algo lo económico, ya no era lo mismo. (5, H,
María, 2009)

Por su parte, un mediano propietario agrícola en Boyacá narra cómo


su esposa tuvo que salir del país:

El problema es que tuvimos inconvenientes en un momento dado


con la guerrilla, ¿sí? Entonces, me estuvieron extorsionando y diga-
mos yo, realmente no di la cara casi nunca, pero todo era a través del
administrador de una finca y entonces vino la exigencia: “Mire, que
necesitamos que nos participe la tercera parte de la producción en la
finca”. Entonces: “Ah, bueno, sí, esperemos a ver, que es que ya está
vendida esta producción, esperemos” y fue pasando el tiempo, y se fue-
ron poniendo supremamente difíciles. Desde esa época yo no he vuelto
por allá, se perdió todo, los cultivos, todo, todo […] por último fueron
ellos y se robaron, o se robaron no, fueron y levantaron la motobomba.
(1, C, Emilio, 2008)

El motivo de la migración puede cambiar a través del tiempo. El padre


de Julián inicialmente se fue del país porque lo amenazaron al no pagar
la mal llamada comisión o vacuna; posteriormente el motivo fue económico

384
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

porque al volver a Colombia no encontró trabajo ni manera de sostener


a la familia, por lo que resolvió volver a Estados Unidos. Actualmente
está muy bien económicamente y su deseo es reunificarse con su esposa.
Una forma de presión es el chantaje psicológico o la amenaza. El
padre de Natalia (1, H, 2008) transportaba mercancías en la zona de dis-
tensión durante el gobierno de Pastrana. Cuando se levantó esa medida
regresó a Bogotá, porque su trabajo se tornó peligroso, pero la guerrilla
de las farc lo amenazó para obligarlo a volver. Él decidió no aceptar,
aunque sabía el peligro de muerte al que estaba expuesto.
En los anteriores casos, aun cuando la migración está asociada con el
conflicto armado o con mecanismos armados para afrontar los antago-
nismos, los migrantes no tienen un compromiso político que los motive a
regresar a Colombia. Una vez disminuyen los niveles de inseguridad, la
decisión de quedarse o retornar depende de las condiciones económicas
aquí o allá, y del interés de lograr la unificación familiar.

Hacer parte o involucrarse con delincuencia común


Esta población presenta diferencias significativas con los otros mi-
grantes forzados porque su accionar está al margen de la ley, sin que
alguna postura política la respalde, por lo que de ninguna manera
podría tener el estatuto de refugiado o asilado. A pesar de ello, la sali-
da del país es una medida de protección a las vidas y no puede pasar
por una decisión individual o familiar, en un contexto en el cual las
diferencias y las deslealtades entre las bandas se pagan con la vida,
o existen persecuciones de parte de sectores sociales que pretenden
hacer lo que en el medio se denomina «limpieza social» —despojar
al delincuente de su derecho a ser procesado y condenado según las
leyes del país y, por consiguiente, asesinado, sin mayores implicacio-
nes para el ejecutor—.

Se fue porque aquí él andaba en malos pasos, entonces lo cordial


fue que mi suegra hablara con mi cuñado y que se lo llevaran, porque si
no, aquí, ya no viviría. Entonces él se fue para allá a España […] Él es
electricista y mecánico de motos, tenía un taller acá abajo en los locales
y ahí se presentó un problema y hubieron dos muertos, por eso el tuvo
muchos problemas. Todo mundo decía que era a él al que iban a matar.
Un día un muchacho le dijo que si estimaba la vida de él y la del hijo

385
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

era mejor que se fuera lejos. Él estuvo pidiendo el asilo político mucho
tiempo, no le quisieron dar el asilo político, estuvo escondido como ocho
meses. (2, Mónica, 2010)

En esta investigación, solamente se realizó entrevista a una madre


cuidadora de un hijo de migrante por situaciones delincuenciales. Se in-
cluyó porque da cuenta de realidades asociadas con migración forzada.

Violencia familiar
Tal como se planteó en la primera parte de este capítulo, la mutilación
genital femenina (mgf) o el peligro de sufrirla es la primera forma de vio-
lencia contra la mujer protegida por el derecho de asilo, reconocido por la
Convención de 1951 sobre el estatuto de los refugiados. Posteriormente,
algunos países como España contemplan el asilo a personas que sean per-
seguidas por su «género u orientación sexual o que hayan padecido actos
de violencia física o psíquica, incluidos los actos de violencia sexual».
En una publicación de la Procuraduría General de la Nación (2009),
en la que se analiza la ley 1257 de 2008 que protege a la mujer frente a
la violencia y garantiza sus derechos, se afirma:

Es preocupante la cifra cercana a 630.000 dictámenes por violen-


cia intrafamiliar que registra el Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses para el período 2000- 2008. Se destaca como una de
las formas de violencia contra la mujer, la violencia de pareja, con un
registro total de 385.143 dictámenes y con una participación anual rela-
tivamente constante del 62%, frente al total de los dictámenes médico-
legales por violencia intrafamiliar.

La violencia hacia las mujeres ha sido un detonante identificado por


algunas investigadoras como situación de vulnerabilidad desde una di-
mensión posicional (Varela, 2005: 85-88).
La alta tasa de violencia familiar no ha generado en todos los casos
denuncias o salidas del hogar por parte de las mujeres. Sin embargo, he-
mos encontrado el relato de Carmen sobre su madre, una mujer que se
vio obligada a salir del país como una medida desesperada para huir del
esposo que era militar y asumía comportamientos violentos:

386
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Mi papá nunca supo a dónde se fue mi mamá, por razones de segu-


ridad, porque la relación de ellos no terminó bien. (4, H, Carmen, 2009)

Ella narró cómo la madre preparó su fuga sin que el esposo se en-
terara. Un día «le arregló el desayuno, lo despachó para el trabajo» y
cuando él volvió por la tarde, la esposa se había ido y había dejado la hija
al cuidado de la familia materna. Él la buscó hasta que la encontró en
Barranquilla; hasta allí se desplazó para obligarla a regresar de una ma-
nera violenta, por lo que ella no encontró otra opción que salir del país.
Para concluir este apartado sobre los motivos de la migración forza-
da, podemos afirmar que en todos los casos está antecedida de amena-
zas directas o indirectas, de persecución, muerte de personas allegadas o
compañeros/as de ideales o de trabajo político y, en fin, la presencia de
la violencia10. Tanto la migración por factor económico como la forzada,
es una respuesta individual o de grupos familiares ante problemas es-
tructurales del país. La migración forzada evidencia la realidad política y
social del país, en el que existen problemas de exclusión e intolerancia, y
donde se recurre a la violencia y no a las vías legales o concertadas para
tramitar los conflictos.

¿Me quedo o me voy? Consultas familiares, acuerdos y promesas

Uno nunca se imagina lo que significa salir del país bajo esas con-
diciones de migrantes por razones de seguridad. Además, la condición
de nosotros como costeños, como caribeños tan apegados a la tierra, a
nuestra casa, a nuestros amigos, a la cotidianidad nuestra, nos hace to-
davía más difícil el tener que asumir una decisión como esa […]. (5, M,
Mauricio, 2009)

En la migración forzada la percepción del peligro y de la gravedad de


la situación es diferente en los sujetos, y depende de los recursos persona-
les para afrontar el riesgo de las experiencias previas, del contexto social y

10 Esta afirmación se evidencia también en el trabajo de Ofelia Restrepo (2006: 69), el cual da
cuenta del exilio de 18 mujeres que viven en España. Algunas de ellas participaban en Co-
lombia en grupos de izquierda o guerrilleros, desarrollaban trabajos políticos «impulsando y
apoyando procesos autogestionarios y movimientos comunitarios de lucha por la vida y por
los derechos humanos».

387
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

de los elementos aportados por las personas que rodean al amenazado/a,


sean estas compañeras de trabajo, asesoras u otros. Porque la amenaza
irrumpe para trasformar la vida de la persona y de su entorno social y
familiar; entre el ultimátum y la decisión de exiliarse, se vive con miedo,
desconcierto, angustia, desesperación, depresión, rabia y agresividad. Se-
gún Castro (2006: 13), muchas veces la agresividad está dirigida contra
ellos mismos y contra las personas que aman, y se manifiesta como una
forma de defenderse de la angustia ante la separación y el exilio.
La familia, en estos casos, puede ser el soporte del migrante, pero
también puede representar el temor, la culpabilidad y la responsabilidad,
porque no solo está en riesgo la propia vida, sino también la integridad y
el bienestar de todo el grupo (Castro, 2006). La consulta a la familia para
decidir la salida del país, da cuenta de la percepción de la seguridad indi-
vidual y familiar, y de la manera como están estructuradas las relaciones
familiares. En la decisión de partir se pone a prueba qué tan consolida-
das están dichas relaciones, cómo es la comunicación y, en consecuencia,
si los miembros están o no al tanto de las actividades de la persona ame-
nazada y del peligro que corre, o si existen silencios o secretos al respecto.
El primer acuerdo o decisión que tiene que enfrentar el migrante, es sí
sale solo del país o si parte con el grupo familiar.

Esta situación puede dar lugar a un conflicto interno, en tanto que


irse sin ella [la familia], implica la separación y hasta la sensación de
abandonar o ser abandonado; pero irse con ella, significa enfrentarla a
todo lo que ese cambio conlleva. (Castro, 2006: 13).

Ahora bien, la tendencia que se destaca en la población amenazada


es migrar con toda la familia, lo cual evidenciamos en la búsqueda de
las entrevistas y la dificultad de hallar padres y madres que dejaron hijos
en Colombia.
Algunos padres y madres migraron solos, y aducen como razones es-
tar separados de su pareja —la mayor parte de entrevistados por migra-
ción forzada estaba separada de sus cónyuges— o el no querer o no estar
en condiciones de involucrar a las familias. La separación de las parejas
incide en la consulta familiar sobre la migración, porque en general la
comunicación se rompe o se altera.

388
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Pedro vivió con su esposa en Bogotá, antes de viajar al exterior, como


una medida de protección, pero se separaron y ella regresó a Medellín:

Ella ya se había cansado de tantas amenazas, se sentía muy insegura


estando conmigo y lógicamente prefirió la seguridad de los niños.

Cuando decidió salir del país, no le consultó a la exesposa; solo le avi-


só, porque debía dejar organizada la situación de sus hijos. El padre de
Liliana (1, H, 2008) no informó a la exesposa ni a su hija de la salida del
país; después de un tiempo, cuando regresó de visita a Colombia, la hija
se enteró de los motivos que lo llevaron al exilio.
Jorge, enérgico defensor de los derechos humanos y la negociación del
conflicto, presentó a su familia el exilio como viaje de estudio. Dolly, su
exesposa, dice que nunca les habló directamente de las amenazas, pero
ella sabía que la muerte lo rondaba cuando asesinaron a su compañero
de trabajo. Ella narra con dolor la deslealtad del padre de su hija porque,
a pesar de estar separados, esperaba que le comunicara la situación que
estaba viviendo y el riesgo para su vida:

[…] que él no se hubiera sentado con juicio a explicarme qué estaba


pasando, qué temores tenía, quién lo había amenazando, por qué le to-
caba irse; eso me pareció una infidelidad terrible, una mierda, porque yo
ya llevaba veintipico de años con él, que no confiara en mí; y él dice que
no, que la razón es que él cree que es mejor no preocupar a la familia.
(4, C, Dolly, 2009)

Quienes producen las amenazas tienen la intención de generar an-


gustia, temor y zozobra en la persona perseguida y en su familia. Por
ello, algunos amenazados, a pesar de mantener vínculos estrechos con
sus allegados, no les comunicaron la magnitud del peligro para no deses-
tabilizar la vida cotidiana, o porque consideraron que las amenazas no
tenían mayores repercusiones y que podían controlar la situación. Pero la
realidad los sobrepasó y se vieron avocados a enfrentarla.
Hernando, líder sindical, quería mantener a su familia al margen de
las amenazas; les informó sobre las intimidaciones sólo ocho días antes
de salir del país:

389
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Sí, fue muy difícil porque inicialmente yo no le contaba mucho lo que


a mí me pasaba […]. Yo muchas veces decía que me iba de viaje, voy
para una comisión en Bogotá o voy a asesorar a tal parte, pero la verdad
es que estaba escondido en la misma ciudad. Entonces les mentía mucho
y no les decía todo lo que me estaba pasando por no preocuparlos […].
Yo trataba como de manejar un bajo perfil en ese sentido, pero a la final
se reventó eso y todo mundo se dio cuenta que yo estaba carrereado
[perseguido] […]. Ya cuando se salió todo de las manos, ya me reuní con
ellos y fue muy complicado, pues ellos me decían que preferían tenerme
en Estados Unidos porque estaba vivo, que no aquí en un cajón. (4, M,
Hernando, 2009)

Rosa, según su hijo, tampoco les habló sobre el motivo de su viaje por-
que pensaba que era por corto tiempo, que podía ser «una falsa alarma
y no era necesario angustiarlos». No obstante, se vio obligada a ampliar
su estadía en el exterior, por lo cual pidió a la compañera de su exesposo
que informara a sus hijos. Su hijo dice entender los motivos del silencio
de la madre pero considera que debió informales:

Yo creo que mi mamá debió habernos contado cuando se iba a ir,


aunque es entendible que quisiera protegernos para que no nos preocu-
páramos. (1, H, Andrés, 2010)

Más tarde, cuando Rosa aceptó prolongar su estadía en el exterior,


vino a Colombia para hablar con sus hijos y ellos le dijeron categórica-
mente que se fuera del país:

No me daban ni el chance de decir me quedo o me voy, sino “te vas”,


me dijeron. Y ellos lo planteaban desde una postura muy clara, digamos
racionalmente muy clara, y me hicieron una pregunta, mi hijo mayor
me decía: “Si fuera a mí ¿tú qué harías? Me sacarías inmediatamente
del país, no lo dudarías. O sea, tú no me dirías esperemos a ver, ¿tú qué
harías? ¿Dime qué harías?”. Incluso me dijeron: “Nos haces más daño
quedándote acá porque no vamos a tener ni un minuto de tranquilidad,
ni un minuto de… el daño está hecho, el daño que te hacen ellos”. (1,
M, Rosa, 2010)

390
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Otros no informaron a sus familias sobre los peligros que corrían


porque no les interesaba que se enteraran de su vinculación con gru-
pos armados:

O sea, la decisión no se tomó por parte de la familia porque mi fami-


lia desconocía el trabajo que yo realizaba a nivel político, simplemente
fue ya la necesidad por las dos o tres oportunidades que me atentaron,
fue la necesidad y ver ya que era cierto. Uno inicialmente piensa que
eso es un juego, pero, al ver que ya es cierto y que ya le dan a uno un
ultimátum y cosas así, entonces ya uno decide solicitar asilo político,
pero inicialmente sí fue una decisión tomada muy personalmente. (4, M,
David, 2010)

Cuando la migración se da por violencia familiar tampoco se con-


sulta, porque el silencio es una medida de protección personal. Car-
men (1, H, 2009) recuerda que en esa época vivía durante la sema-
na con los abuelos y los fines de semana con sus padres, pero nadie
nunca le dijo que su madre se había ido ni dónde vivía, por temor a
que el padre se enterara. A pesar de lamentar haber crecido sin su
presencia, comprende que la migración fue una medida desesperada
de su madre.
Ante el silencio de los amenazados hay diferentes respuestas. Si la
familia se entera posteriormente del peligro al que estuvieron expuestos,
algunos interpretan el haber ocultado los hechos como deslealtad. Otros
reaccionan justificando al progenitor más que inculpándolo, porque en-
tienden que de alguna manera estaba en juego el interés de protegerlos
frente al dolor, o de salvaguardarse para evitar más persecuciones.
En contraste con lo anterior, algunas familias fueron informadas o
participaron de la decisión de migrar, debido a las buenas relaciones y a
mantener una comunicación fluida, que les permitía estar al tanto de las
actividades de padres y madres, de los riesgos, de las amenazas recibidas
y de la necesidad de la migración:

Yo creo que la familia marca también algo que fue muy determinan-
te y es por eso que cada paso que uno da, aunque yo pueda ser el cabeza
de familia, lo tomamos de manera consensuada. (5, M, Mauricio, 2009)

391
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Antonio —su hijo Alberto y su exesposa Gloria se entrevistaron y se


referencian en este capítulo—, un luchador por la causa de los derechos
humanos que ha trabajado con sectores populares, siempre mantuvo al
tanto a su familia sobre su situación de inseguridad, entre otras razones
porque las amenazas podían ir contra todos. Así lo narra su exesposa:

Y pues fue muy conversado en el sentido de que pues había que tener
cuidado, que había que estar alertas, de que había que mirar, pero que
no había que desesperarse o volver de esto, pues, una tragedia. (1, C,
Gloria Gisela, 2009)

Fue precisamente la familia la que lo presionó para que saliera del


país, según cuenta el hijo:

Fue un tiempo muy angustioso, digamos, con mucho miedo. En-


tonces, cuando empezaron las amenazas y empezó como toda la per-
secución, pues una de las estrategias que ellos manejan siempre ha sido
el terror, entonces todo el tiempo uno sentía que ellos estaban ahí, que
pasaba una moto y que eran ellos, y era siempre como esa angustia
de estar ahí esperando el momento, cuándo llegaba la llamada de que
lo mataron […]. Mi papá decidió irse por la presión que sentía de la
familia, que decía “oiga, ya váyase, váyase, que lo van a matar”. (1, H,
Alberto, 2009)

León (4, M, 209) estuvo unos días en Bogotá con toda su familia como
medida de protección, y ella lo apoyó para que saliera del país. Sus hijos
no lo acompañaron al extranjero porque estaban terminando estudios
y su hija, porque trabajaba; además, pensaban que el padre era el ame-
nazado y no sentían la necesidad de enfrentar el cambio. Entonces, la
esposa optó por quedarse con los hijos, a pesar de que él le pidió que se
fueran juntos.
Aparte de las consultas, también los acuerdos y las promesas cobran
gran importancia en la migración, porque disminuyen el dolor de la par-
tida y compensan un poco el sacrificio que representa la separación. Pero,
en las decisiones forzadas no hay lugar para ello, de modo que en salir del
país se materializa la promesa más importante: conservar la vida.

392
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Hijos e hijas tienden a solidarizarse con su padre o madre porque


sienten temor de perderlo y asumen un papel más activo en todo el pro-
ceso; otros son distanciados por los mismos progenitores al no comuni-
carles su situación, pero cuando se enteran, los motivan o los apoyan en
la determinación, porque saben que redunda en el bien de ellos mismos.
Las familias son conscientes de los peligros a que están abocados en Co-
lombia, porque todos los días caen asesinados líderes políticos, sindica-
listas, dirigentes de grupos que luchan por la tierra, docentes, jueces de
la República y también personas que se encuentran en zonas donde un
grupo armado tiene primacía.

El circuito migratorio
Diferenciamos el término circuito migratorio de trayecto, categoría uti-
lizada por Riaño et al. (2007), porque el primero da cuenta de la movi-
lidad geográfica de los migrantes. La trayectoria es mucho más amplia
porque envuelve rumbos, lugares y experiencias de los sujetos en movi-
miento, pero, además, incluye las identidades, las huellas dejadas, los co-
nocimientos acumulados, las trasformaciones de los individuos, asuntos
que sobrepasan los alcances de nuestro trabajo. En esta investigación
llamamos circuito migratorio a las escalas que hacen los viajeros en su
proceso de salida del país, en el regreso a su lugar de origen y en el ir y
venir. El concepto de circuito11 da cuenta de que la migración es un pro-
ceso y no una acción con un punto de salida y otro de llegada.
Algunas personas amenazadas tienden a realizar un desplazamiento
interno antes de la migración internacional, con la esperanza de con-
servar su anonimato. Se trasladan a la capital del país, o de la capital
pasan a otras ciudades, pero cuando los tentáculos de los violentos los
alcanzan, sólo les queda el exilio. Cuando las condiciones han cambia-
do en su lugar de origen o cuando ya no pueden permanecer más en el
extranjero, regresan.
Pedro (4, M, 2009) viajó a Bogotá, donde vivió seis meses, pero allí
también fue amenazado. Salió para Brasil donde vivía una hermana.
Allí permaneció durante un año, luego regresó a Bogotá donde vivió

11 Algo similar, sucede con la población desplazada en Colombia, que después de ser expulsada
de su lugar de residencia, permanentemente cambia de barrio o de ciudad debido a amena-
zas o al no lograr condiciones de vida dignas.

393
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

seis años. Actualmente reside en Medellín. El padre de Natalia, antes del


exilio trató de esconderse en un municipio de Cundinamarca. Recibió
apoyo de un amigo que tenía familiares en Costa Rica y salió con el
apoyo de la Cruz Roja. Allí vivió un año. De Costa Rica salió para Suiza
como refugiado. La madre de Carmen, inicialmente viajó a Barranquilla
mediante un traslado de la empresa donde trabajaba; luego se fue a vivir
a Venezuela y más tarde a Estados Unidos.

Mi mamá llegó primero a Barranquilla y mi papá fue y la buscó e


intentó agredirla, intentó agredirla en plena vía pública, pues eso fue
una cosa horrible, lo tuvieron que sacar de allí, no sé qué… Entonces
mi mamá dijo: “pues yo aquí ya no me puedo quedar porque él ya sabe
donde estoy”; entonces mi mamá se fue para Venezuela donde vivía una
prima. (4, H, Carmen, 2009)

Emilio (1, C, 2008) y su familia abandonaron la finca que tenían en


Boyacá por amenazas de las farc y consideraron peligroso continuar con
su residencia en Bogotá, por lo que se dispersaron en varios municipios,
donde sus parientes les dieron alojamiento. Inicialmente planearon la sa-
lida del país del padre, pero él se atemorizó porque irse significaba dejar
todos los negocios y enfrentarse a otros riesgos, por lo que la esposa mi-
gró primero con un hermano de ella; fueron a la Guyana Francesa. Ellos
pensaban que sería una escala para lograr el asilo en Francia, donde se
reunificarían, pero al constatar las dificultades de adaptación en el país
de llegada, desistieron del viaje del resto de la familia.
Se debe tener en cuenta que algunos padres o madres exiliados des-
pués de un tiempo regresan a Colombia; varios de ellos hacen también
una escala en otra ciudad antes de vivir en la ciudad de origen. La nece-
sidad de volver al país y de estar con su familia es muy fuerte y muchas
veces retornan sin que existan condiciones de seguridad, por lo que op-
tan por tener su residencia en otra ciudad; algunos, en Bogotá, como un
periodo de transición. Irene, por ejemplo, tuvo que regresar al año de
haberse ido porque ese fue el tiempo aceptado por el país de acogida para
recibir protección. Pero, mientras su esposo y sus dos hijos volvieron a
Medellín, ella se quedó un año más en Bogotá esperando a «que las cosas
se enfriaran».

394
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Es que a mí me conocía esa gente por todas partes, hasta por tele-
visión me habían visto en varios programas, entones mi rostro ya era
conocido por todos ellos. (4, M, Irene, 2009)

Ella viajaba mensualmente para a ver a su familia, pero permanecía


encerrada para evitar algún atentado.
Otra forma que asume el circuito migratorio es salir de Colombia, re-
gresar y volver a salir. Esto se debe a que después de la primera salida
vienen con la esperanza de que las condiciones de seguridad les permitan
continuar con sus actividades políticas o económicas, pero se reanudan las
amenazas o ya no encuentran las oportunidades laborales que tenían antes.
León (4, M, 2009) inició un ciclo de migración forzada con salidas y
entradas de la ciudad y del país. Vivió un tiempo en Bogotá, luego viajó a
Venezuela en el 2002 y luego regresó a Medellín porque desaparecieron
a su hijo; posteriormente viajó a Chile en el 2004. Al final regresó al país
para quedarse, pero disminuyó su actividad política.
La movilidad de Francisco (4, M, 2009) dentro y fuera del país ilustra
la problemática política y social. Primero, afrontó con su familia un des-
plazamiento interno cuando de Medellín se fue a vivir a Bogotá a causa
de la violencia —el novio de su hija fue asesinado cuando ella tenía un
mes de embarazo— y por temor de sufrir algún atentado por parte de
excompañeros de la organización guerrillera de la que había salido:

Me fui con mi familia hacia Bogotá, una zona donde la gente de la


organización no me conocía, porque en una ciudad más grande uno se
puede perder. Bueno, digamos que era un primer repliegue de seguridad
que hubo, pero en este caso con respecto a unos compañeros de la orga-
nización política. (4, M, Francisco, 2009)

Después, Francisco salió del país en 1998 hacia Estados Unidos; al


año regresó porque su madre enfermó gravemente. Volvió con la idea de
«unir la familia» y trató de continuar su trabajo en derechos humanos:

Tuve que tomar una decisión dura: o los dejo y me voy yo aparte para
no sacrificarlos a ellos, o vivo con ellos. Vivo con ellos un tiempo, pero
tienen que asumir todas mis medidas de seguridad; eso significa capaci-
tarlos en eso de cómo es la seguridad en la casa, de cómo se contesta el

395
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

teléfono, cómo se mira el entorno, quién pasa, quién vive al frente, quién
vive allí o allá, qué información se da y qué información no se da. Toda
esta situación que involucró a toda la familia. (4, M, Francisco, 2009)

Pero las amenazas se intensificaron y Francisco salió nuevamente en


el 2003 hacia España, para regresar en el 2009.
El padre de Julián, el profesional de la salud ya citado, tuvo que exi-
liarse por extorsión de parte de la guerrilla; ha intentado volver a vivir en
Colombia, pero sin resultados satisfactorios por la situación económica:

Él se fue más o menos en el 2000, al momento que yo entraba al cole-


gio. Entonces, pues sí, él hizo un viaje, y después hizo otro, y se devolvió
porque no aguantó. Le da muy duro esa gente allá, estar solo allá, él allá
vive solo. Entonces vino acá y tampoco. No le salió nada, ya se le venció
la visa, se le vencieron los papeles. Él estuvo ahí, paseando por Centro-
américa a ver si conseguía algo, pero nada. Entonces decidió volver a
Colombia y rebuscársela, pero ya cuando se dio cuenta de que no, que,
pues yo entraba a la Universidad, mi hermano, bueno mi hermano ya
había salido, y mi hermana estaba a punto de graduarse, entonces ya se
volvió a ir. Y no le tocó ya devolverse, ya hizo bien los papeles, ya ahora
sí le dieron la residencia. (1, H, Julián, 2009)

Algunos migrantes forzados se resisten a vivir permanentemente en


otro país y sus motivos son diversos: dificultades para adaptarse, no en-
contrar un trabajo acorde con su formación12, considerar que su pro-
yecto vital está en Colombia y no querer separarse de su familia, espe-
cialmente de su prole. Entonces regresan y emprenden una búsqueda,
muchas veces infructuosa, de opciones en el país. Ir y venir muestra que
no están bien ni aquí ni allá, que hubo un daño en sus vidas que aún no
logran reparar.

Redes de apoyo, elección del país de destino y estatuto


del exiliado
En el proceso de migrar están presentes tres elementos diferentes que lo
facilitan o lo impulsan: las reflexiones y respuestas de madres o padres

12 Sobre la dificultades encontradas en el país de llegada véase Restrepo (2006).

396
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

amenazados ante una situación tan inesperada y angustiante; las presio-


nes de las familias cuando se enteran y les reclaman que salven primero
sus vidas y, finalmente, las instituciones que apoyan y están realizando el
seguimiento de la situación tanto en Colombia como en el país de destino.
La decisión de salir del país tiene que ser rápida y ágil; de igual mane-
ra lo son las gestiones que deben hacer para ello y para buscar ayuda en
otros países o conseguir el asilo político. Los contactos internacionales,
especialmente con organizaciones que defienden los derechos humanos,
facilitan la emigración por el apoyo que ofrecen para adelantar pasantías
o para tramitar el asilo. La situación varía por completo para quienes
no cuentan con estos recursos y, en consecuencia, se ven obligados a via-
jar a países que no exigen visa para los colombianos como Costa Rica,
Ecuador y Guyana. Ya en esos lugares, tienden a buscar programas de
derechos humanos que les protejan y les garanticen el paso a algún país
europeo. Otros viajan como turistas y logran, de alguna manera, quedar-
se un tiempo como tales, hasta que regularizan su situación.
Las redes de apoyo, personas y organizaciones, brindan respaldo y
protección en Colombia y en el país de destino: ayuda económica para
el traslado de las ciudades de origen a Bogotá, hospedaje mientras tra-
mitan la salida del país, dinero para comprar los pasajes internaciona-
les y conexiones para el recibimiento en el país de acogida. Los líderes
comunitarios o políticos de escasos recursos económicos son apoyados
por ong colombianas o con sede en este país, como la Escuela Nacional
Sindical, Pastoral Social, Justicia y Paz, Enda América Latina, e institu-
ciones como Amnistía Internacional o el Sindicato Español Comisiones
Obreras, entre otros. Quienes no cuentan con respaldo en instituciones,
acuden a familiares y amigos con el fin de obtener los recursos necesarios
para el viaje, o para recibir orientaciones o alojamiento en el exterior13.

Por ejemplo, a mí me recibió una familia en Washington por un mes,


pero a los ocho días me dijeron: usted se queda aquí todo el tiempo y si
quiere, se queda la pasantía aquí también. Fue una gran experiencia. (4,
M, Hernando, 2009)

13 Las mujeres entrevistadas por Ofelia Restrepo (2006: 73) también dan cuenta de redes y
organizaciones que facilitaron su salida del país.

397
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Las conexiones institucionales con otros países son fundamentales y


se adquieren bien por los antecedentes académicos, los vínculos sindica-
les o el papel de los gobiernos de los países receptores. Varios migrantes
terminaron buscando apoyo en instituciones estatales o en organismos
de Naciones Unidas para refugiados, con el objeto de entrar legítima-
mente a los países de llegada:

Tuve que acudir a algunos organismos de derechos humanos no


gubernamentales. Yo no tenía dinero y tuve que acudir a ellos y
efectivamente se me pudo conseguir el asilo político. En Bogotá estuve
dos meses mientras que me organizaban la tramitología; estuve en la
casa de la juventud que es de los sacerdotes jesuitas. Me fui como desde
abril y salí del país el día 4 de junio de 1990.
(4, M, David, 2010)

La elección del país de destino está determinada por la posibilidad de


contar con el apoyo familiar, social o institucional o por las facilidades
que ofrece en cuestión de trámites. A diferencia de los migrantes econó-
micos que idealizan el país de destino, en los forzados no hay tiempo ni
condiciones para construir sueños. A la pregunta por cómo se decidió
por el país de llegada, las respuestas frecuentes son «allí tengo un pa-
riente», «unos amigos me dijeron que me podían apoyar allá» y «aquí
me recomendaron que me fuera para allá porque tenían contactos». En
muy pocas oportunidades se elige el país por las oportunidades sociales,
económicas o de refugio que ofrece.
Las personas entrevistadas migraron a diferentes lugares. En América
del Sur, a Venezuela, Chile, Uruguay, Brasil y Ecuador. En Norteaméri-
ca, a Estados Unidos, y en el Caribe, a Curazao o Guayanas. En Europa
la mayoría de los exiliados fueron a España y le sigue Alemania. La ten-
dencia es buscar países en los que se hable español y donde la adaptación
sea menos difícil.
Como mencionamos al principio de este capítulo, la normatividad in-
ternacional ha establecido que el asilo se debe ofrecer a personas perse-
guidas, cuya vida corra riesgo y su libertad esté limitada. Pero no siempre
quienes salen del país por coerción y de manera forzada tienen el estatuto
de refugiados o asilados. Ello ocurre por diversas razones: no lo solicita-
ron debido a lo dispendioso y demorado de los trámites; les fue negado;

398
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

algunos consideran que es inconveniente dada la discriminación o riesgo


existente en los países de acogida; o no quieren permanecer varios años
fuera del país sin ninguna posibilidad de volver ni para casos extremos,
como la muerte de los padres. Algunas personas prefieren aparecer como
migrantes económicos, turistas o estudiantes, en lugar de tramitar el asilo.
No se debe pasar por alto que algunos migrantes parten por motivos eco-
nómicos u otras razones, pero tramitan y logran el asilo político.
Francisco afirma que a pesar de tener un cargo de representación
importante, no buscó el estatuto de refugiado:

El refugio político es figura jurídica internacional. Aquí la onu te


protege, pero te quita el pasaporte colombiano y te da pasaporte de la
Organización de Naciones Unidas y tú no puedes volver durante algún
tiempo al país y yo no quería eso, porque no quería el estigma de refu-
giado, quería tener libertad de moverme y de entrar si necesitaba. (4, M,
Francisco, 2010)

Las dificultades encontradas en el país de llegada, por ser asilados,


son variadas. Emilio refiere que su esposa logró el asilo del gobierno
francés, debido a que fue víctima de extorsión y persecución por parte
de las farc, pero no calculó que debía permanecer diez años sin volver a
Colombia (1, C, Emilio, 2008). Ricardo tramitó el asilo en Estados Uni-
dos, porque estaba corriendo riesgo de ser secuestrado y no se lo dieron,
en el momento de la entrevista había apelado esta decisión:

A mí me niegan el asilo porque ellos dicen [que] el asilo político tiene


que ser persecución religiosa, persecución porque tú perteneces a una
doctrina o algún grupo político, para eso tienes derecho al asilo político,
pero ellos dijeron que lo mío era económico, que lo mío no era político.
Y otra cosa que no me convino que como yo me vine solo, dejé a mis
hijos, pues ellos también se agarraron de eso. (5, M, Ricardo, 2009)

Sólo cuatro participantes de esta investigación tienen asilo político.


Carlos afirma que la condición de ser solicitante de asilo, así como pre-
sentar los documentos que lo acreditan, crea una serie de exclusiones en
relación con la búsqueda de empleo:

399
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

[…] la persona me dijo que habían dicho que con ese tipo de docu-
mento no podían hacer un contrato y el documento dice: “válido para
estar en España y autoriza a trabajar”. Entonces, es algo que uno dice:
¿es posible que eso esté creando algún tipo de exclusión para darle tra-
bajo a los solicitantes de asilo? (1, M, Carlos, 2008)

Al no tener el amparo de los Estados en los países receptores, al-


gunos trataron de insertarse mediante el despliegue de actividades de
tipo educativo, asesorías y acompañamiento a procesos sociales, de-
bido a su trayectoria de trabajo por la defensa de derechos humanos
y con organizaciones de base. Esto les permitió vivir dignamente su
exilio porque se sintieron productivos en un campo altamente valo-
rado por ellos.
Para concluir este apartado, podemos afirmar que las redes sociales,
tanto en el país de origen como de llegada, posibilitan los recursos econó-
micos, psicológicos, jurídicos y humanos, y son un soporte fundamental
para mitigar los factores adversos de esta experiencia. En palabras de
Massey (2000: 26-27), las redes contribuyen a crear los lazos interper-
sonales que hacen de conectores en los lugares de origen y de destino,
mediante lazos de parentesco, amistad y de compartir un origen común,
con la disminución de los riesgos del proceso.

Retorno o reunificación y las visitas a Colombia


Reunificación familiar y retorno son dos términos que tienen mucho
peso en los relatos de las personas entrevistadas, especialmente si hacen
parte de familias en situación de trasnacionalidad. Cuando el migrante
siente temor de vivir en Colombia, las condiciones en el país de destino
son favorables y cuenta con un proyecto de vida familiar, su expectativa
es reunificar la familia. Aunque esto no suple las pérdidas derivadas de
estar lejos de su patria, sí logra ser un aliciente y un soporte emocional.
De igual manera, para los miembros de la familia que quedan en Colom-
bia es una esperanza que les da fortaleza y mitiga el dolor causado por la
ausencia y las dificultades de la convivencia diaria.

Lo más triste para mí es que él esté por allá y nosotros por acá. Esta-
mos esperando que nos pida. Pero yo digo que si se nos da la oportuni-
dad de que nos vamos, después que estemos juntos, así sea en cualquier

400
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

rincón del mundo, lo importante es que estemos juntos, que él esté con
sus hijos, que yo esté con mi esposo, que yo me levante y esté él ahí. (1,
C, Patricia, 2008)

El proceso de reunificación no es muy cercano al momento del exilio


del padre o la madre, porque se requieren trámites que no son expedi-
tos, especialmente cuando no se tiene el estatuto de refugiados. David y
Francisco, por ejemplo, tuvieron que esperar un año para reencontrarse
con sus compañeras. Paradójicamente, después de la reunificación se dio
la separación de pareja y el regreso de las mujeres a Colombia.
La reunificación se convierte en un ideal para algunas familias. Es la
esperanza de volver a vivir juntos a pesar de las dificultades que presenta
adaptarse a otro país. Pero la presencia de conflictos o problemas genera-
dos muchas veces por los procesos vividos a raíz de la migración del pa-
dre o la madre, truncan los sueños. La madre de Marcela, por ejemplo,
no lo logró porque sus hijos ya llegaron a la mayoría de edad y el país no
la apoyó en ese proyecto:

Desde el momento que mi mamá decidió irse a vivir a Canadá siem-


pre supimos que lo ideal era que todos estuviéramos con ella viviendo
allá, pero para mis dos hermanos mayores sería más complicado porque
ellos ya eran adultos y las leyes de Canadá en cuanto a reunificación
familiar solo aplican para los menores de edad. Mi papá decide divor-
ciarse de mi mamá, ya que la presión del negocio que se estaba cerran-
do, más las deudas y el sostenimiento de la casa influyeron mucho en
discusiones y peleas sin solución entre ellos. Mi mamá recibe los papeles
del divorcio en Canadá y decide casarse con alguien allá para poder
obtener la residencia canadiense ya que el asilo político le fue negado.
(4, H, Marcela, 2009)

El padre de Natalia logró que en Suiza le dieran el asilo. Cuando llegó


a ese país inició los trámites para la reunificación del grupo familiar, pero
se vio involucrado en porte de droga14 y fue encarcelado, por lo que se
truncó este proyecto (1, H, Natalia, 2008).

14 La hija relata que el padre fue engañado por unos conocidos que le pidieron que recogiera una
encomienda y la guardara en su casa. El paquete contenía droga y fue hallado por la policía.

401
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Francisco (4, M, 2010) —reinsertado del eln— y su familia fueron


apoyados por Amnistía Internacional, pero tomaron la decisión de mi-
grar por etapas; primero él y luego la esposa y la nieta de 4 años, para
facilitar en el país de destino la llegada de los tres hijos. Sin embargo, la
reunificación en España no se dio porque después de un tiempo la esposa
regresó a Colombia al no encontrar un trabajo acorde con su formación.
La experiencia más exitosa de reunificación la presenta Júver, quien
después de varios años de vivir en España y desempeñarse como padre en
situación de trasnacionalidad, logró llevarse a sus hijos. Pasó de no haber
convivido con ellos a conformar en el exilio una familia monoparental.
Para concluir podemos afirmar que cuando el proyecto familiar es la
reunificación, independientemente del motivo de la migración forzada,
dicha aspiración está soportada en la esperanza de una vida mejor para
sí y para toda la familia en el país de destino. Sin embargo, logren o no
la reunificación, los exiliados continúan añorando a su país y tienen la
ilusión de regresar algún día.
En consecuencia el retorno es una expectativa, pero esta no está me-
diada por el éxito logrado sino por el cambio en las condiciones de se-
guridad en el país de origen y, en algunos casos, por el sentimiento de
responsabilidad frente al cuidado de la familia, que lleva a regresar sin
que hayan cesado las amenazas.
Rosa volvió a Colombia sin que hubieran cambiado las circunstancias
de inseguridad. Los hijos habían quedado al cuidado de la abuela y de
su compañero, padre de la última hija; cuando ella enfermó, la madre
estaba por fuera, y el regreso fue vivido como una obligación y un deseo
para hacerse cargo de la familia. En este caso primó el cuidado de la hija
sobre la seguridad de la madre.

Mi mamá regresó en un momento donde la situación estaba muy


parecida a como ella se fue, entonces, digamos que sí cambian las cosas:
se volvió mucho más tensa no sólo la relación sino la cotidianidad, estar
pendientes de qué pasa en la casa, qué pasa cerca a la casa, ¡eh! Sí, como
las cuestiones de seguridad de cómo debíamos movernos […]. (1, H,
Andrés, 2010)

No obstante, el retorno no siempre es un proyecto familiar. Cuando


parte de la familia vive en otro país, es difícil lograr un acuerdo para re-

402
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

gresar, porque no todos superan el temor por lo vivido, o unos miembros


han logrado mayor adaptación al país de llegada, mientras otros, gene-
ralmente los actores políticos, sienten mayor compromiso con su país y
desean volver:

En un principio había un conflicto latente, ella sostenía que no iba


a regresar a Colombia y yo sostenía que en el mediano plazo había que
hacerlo. El conflicto lo ha venido resolviendo el paso del tiempo, ahora
está claro que si regreso lo tendré que hacer solo, pues el hijo y la hija al
lado de la madre no ven esa posibilidad. (4, M, Darío, 2009)

¿En qué condiciones retornan los migrantes forzados por razones po-
líticas? Encuentran una gran distancia entre lo que dejaron y lo que viven
al retorno (Rubio, 1977; Godoy, 2002). En la investigación se identifican
dos maneras de asumir el regreso: aquellos que se aíslan del trabajo políti-
co que tenían antes del exilio y, en consecuencia, el propósito de personas
o actores armados de sacarlos del medio con amenazas y persecuciones
se cumple, y quienes hacen frente a las condiciones de inseguridad y con-
tinúan con su trabajo político pero con mayor cuidado y bajo perfil.
En los del primer grupo, el aislamiento está acompañado de miedo y
culpa. Temor a repetir la tragedia de ser amenazados y vivir capoteando
la muerte:

La familia es lo único que me queda y no quiero entrar en choque


con ella. El pasado pasó y ahora estoy en una nueva vida, alejado de
todo lo que implique amenazas. Yo no me he vuelto ni a asomar a las
cosas políticas, ni quiero volverme a asomar a nada. No he sentido pues
ya nada de amenazas, yo creo que eso ya pasó, que la gente ya sabe que
yo no me voy a interponer en sus ansias de poder. (4, M, Saúl, 2010)

El miedo de los hijos a quedarse sin padre o madre los lleva a pre-
sionar a sus progenitores para que se aparten de todo lo que pueda re-
presentar riesgo. El exiliado político del relato anterior retornó al país y
dice que sus hijos le pidieron que no aceptara ser entrevistado, para no
meterse en asuntos relacionados con su pasado. Una madre afirma que
su hijo prefiere que el padre no vuelva a Colombia, para evitar que «le
pase algo» (2, C, Mónica, 2010).

403
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

La culpa por el dolor causado genera a padres y madres remordi-


miento y una deuda que pretenden pagar, muchas veces, renunciando a
sus proyectos con tal de que la familia pueda vivir en paz15. Algunos están
viviendo el exilio, aún después de regresar a Colombia. Se da la doble
condición de sentir el destierro en países lejanos o en su propio suelo
(Godoy, 2002). Esto no niega que las personas puedan cambiar sus con-
vicciones, lo que evidenciamos en los relatos es que este cambio obedece,
en buena medida, al sentimiento de culpa y al miedo.
En los del segundo grupo de los retornados, las convicciones se man-
tienen y no se sienten culpables del sufrimiento familiar, porque asumen
que lo vivido es producto de una sociedad que no tolera la diferencia
y la oposición. León (4, M, 2009), por ejemplo, después de regresar a
Colombia demandó al Estado, porque estando en el exilio el «Ejército
Nacional desapareció a su hijo»16, demanda que ganó después de varios
años de lucha. Hernando, (4, M, 2009) por su parte, después de dos sa-
lidas forzadas del país, narra que continúa con su trabajo sindical y ana-
liza cómo la situación de persecución es tan fuerte que su hijo también
tuvo que exiliarse porque siguió sus pasos en el trabajo por la defensa de
los derechos humanos. Luis (2, M, 2010), un padre que regresó a Cali a
pesar de haber salido del país en dos ocasiones por amenazas, despliega
su trabajo político, pero «discretamente»; sin embargo, ello no lo exime
del temor de ser identificado y de que se reanuden las amenazas, lo cual
se evidenció en las múltiples medidas de seguridad adoptadas para con-
ceder la entrevista al grupo de investigación.
El retorno se vuelve un ideal para el exiliado porque al dejar el país
las pérdidas pueden estar en el orden de lo irrecuperable, debido al aban-
dono obligado de los espacios organizativos (Sánchez, 2008: 192), sean
ellos las familias, los amigos, la comunidad y el trabajo. Esto se muestra
con más contundencia en los relatos de las personas entrevistadas en

15 En esta investigación nos referimos a la culpa consciente, que Freud denomina consciencia
de culpabilidad, para diferenciarla del sentimiento de culpa inconsciente: «Si alguien tiene
un sentimiento de culpabilidad después de haber cometido alguna falta, y precisamente a
causa de ésta, tal sentimiento debería llamarse, más bien, remordimiento. Sólo se refiere a un
hecho dado, y, naturalmente, presupone que antes del mismo haya existido una disposición
a sentirse culpable […]» (Freud, 1929).

16 León periódicamente hace incursiones en zonas rurales en busca de los restos de su hijo y está
pendiente de cualquier información sobre fosas comunes.

404
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Cartagena de Indias, donde la vida íntima y familiar tiende a ser más


colectiva y se mantienen fuertes lazos entre sus miembros (Bonilla y Mo-
rad, citado en Puyana et al., 2003: 84-86). Mauricio expresa nostalgia
por su lugar de origen y por la ausencia de aquellas personas con las
que tenía vínculos afectivos cercanos. Esta situación, reflexionada por él
y su familia, los hace asumir el riesgo de vivir en Colombia y, por ello,
Mauricio establece acuerdos con sus hermanos y los padrinos de su hijo
e hijas, para que se comprometan a responsabilizarse de su cuidado en
caso de que lo asesinen.

Me pregunté a qué era lo que yo le tenía miedo para regresar, y esa


fue una pregunta de semanas, de noche, de día, de insomnios y demás.
Y definitivamente a lo que todavía le tengo miedo, profundo miedo, pero
profundo miedo, es al desamparo de mis hijos. Y dije “no, si yo le tengo
tanto miedo al desamparo de mis hijos”. Y para mí el desamparo era un
cúmulo de cosas, empezando por las afectivas y siguiendo por las econó-
micas, que ellos no tuvieran, y me pegaran un tiro, por ejemplo. Entonces
yo lo que hice fue llamar a mis hermanos y llamar a mis compadres, los
padrinos de cada uno de ellos, que son también como mis hermanos, y
les dije: “hombre, yo quiero saber si ustedes se comprometen a que si a mí
me pasa algo, si yo me devuelvo a Colombia, ustedes asumen esto”. Claro
es una pregunta muy, muy, muy cretina, muy cruel; yo creo que nadie iba
a decirme que no, pero me dijeron que sí, y aproveché: “bueno, ustedes
me dicen que sí, yo espero que no suceda nada, pero para un muerto esta
es una promesa muy sagrada, así que pilas”, y decidí que me venía. (5,
M, Mauricio, 2009)

Para el exilado/a, las visitas al país de origen son un medio para sal-
vaguardar la cohesión familiar o fortalecer los lazos afectivos, pero ge-
neralmente presentan situaciones cargadas de tensión y miedo. Vienen
a visitar a la madre enferma o por demandas familiares o afectivas, pero
no salen de sus casas o lo hacen en contadas ocasiones y con cautela, «sin
dar mucha pantalla y de una manera discreta», tal como relatan David
(4, M, 2010) y Júver (4, M, 2009). Rosa muestra, a su vez, la contradic-
ción entre el miedo y la necesidad de asumir el cuidado de la hija de diez
años que se enfermó:

405
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Lo pensé seriamente, o sea, yo dije: “Yo me voy, me voy y me voy a mi


casa y no me dejo ver de nadie y cuando la niña se recupere me devuel-
vo. ¿Sí? Como nadie tiene por qué saberlo, yo puedo llegar” Y, de hecho,
yo vine como una semana. Yo llegué al aeropuerto y me recogieron en
un carro de brigadas de paz a mi casa, no salí ni a la puerta, o sea, ese era
el compromiso; no cogí el teléfono, nadie sabía que yo estaba acá. Ese
era el compromiso, nadie sabía, mis hijos no estuvieron de acuerdo con
que yo me viniera, o sea, “¿Cómo se te ocurre?”. Pero era mi necesidad,
o sea, era mi necesidad de mamá, así… de estar con la niña un tiempo.
(1, M, Rosa, 2010)

Otros hablan de las dificultades para visitar a los hijos en Colombia


porque la condición de asilado les impide regresar al país de origen du-
rante varios años. Juan Manuel recuerda con dolor el largo tiempo que
duró sin ver a sus hijos:

Después de cinco años, cuando se me concedió la nacionalidad espa-


ñola, pude regresar de visita a Colombia para ver a mis hijos… Cuando
salí, yo tenía un niño de cinco años, y cuando fui a Colombia, ya no me
conocía, igual que el resto de mis hijas. (1, M, Juan Manuel, 2008)

Este padre se lamenta del poco tiempo que ha podido dedicar a sus
hijos durante el exilio:

Con mi hijo en estos últimos diez años he podido compartir en total


alrededor de cinco o seis meses; él ya tiene 15 años. Y con mis hijas, el
resto, pues, mínimo poder participar con ellas en ir a hacer lo que hacen
todos los padres, caminar…

El haber descuidado la familia en razón de su trabajo político o laboral


es percibido con mayor fuerza con la distancia física; por lo tanto, al
regresar a Colombia, dedican más tiempo para compartir con ella, tal
como lo señala Luis:

La ausencia, la separación, le genera a uno un sentido de mayor


apego a lo más cercano, a lo que uno más quiere, por ejemplo, con mis
padres. En toda la época anterior, antes de irme, a mis padres los visitaba

406
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

puntualmente; iba, les daba una vuelta y no más. Pero después de que
retorno, quedaba mi madre; mi padre había muerto. Mi madre para
mí era un referente, tenía que ir y quedarme, acompañarla, estar con
ella, escucharla, cosas que no hacía antes; igualmente con mis hijas, el
cambio se produce. Creo que la lejanía aferra más toda esa serie de sen-
timientos. (2. M, Luis, 2009)

Este apartado nos brinda elementos para identificar la importancia


de la familia para los exiliados, lo que algunos autores han denomina-
do el familiarismo, «en el sentido de idealizar las relaciones familiares y
de considerar el grupo familiar como centro o eje de la vida afectiva»
(Puyana, Motoa y Viviel, 2010: 103), o de considerar a la familia como
el último refugio ante los avatares y a la cual se recurre en situaciones
difíciles o de crisis. (Arriagada, 2002: 143,160). Además, se evidencia en
estos migrantes que el sentido de la familia está asociado con el valor de
los hijos/as, que se constituyen en un soporte emocional y un ámbito
fundamental de la experiencia vital.

Familias en situación de transnacionalidad o en ejercicio de


paternidad y maternidad transnacional
En el capítulo sobre las familias en situación de transnacionalidad plan-
teamos que esta manera de arreglo familiar se caracteriza por varios ele-
mentos presentes en mayor o menor grado en todas las familias, indepen-
dientemente de su organización, tales como: desempeño de funciones,
relaciones y vínculos afectivos, proyecto familiar, sentido de pertenencia
y el hecho de compartir una cotidianidad en la distancia; esos aspectos
están en una dinámica constante de negociación y reconfiguración, de-
bido a la ‘glocalización’17 de los hogares (Bryceson y Vuorela citados en
Parella, 2007: 155).
En los relatos asociados con migración forzada se da cuenta de ocho
familias en situación de transnacionalidad, unas con padre exiliado —tal
como señalan los relatos de Emilio (1, C, 2008), Patricia (1, C, 2008),
Julián (1, H, 2009), Natalia (1, H, 2008), León (4, H, M, 2009), Ricardo

17 Nombramos como hogar glocal, tal como se señaló en un capítulo anterior, el escenario de
encuentro familiar que liga el hogar del país de origen y el del país de destino, mediante la
interconexión virtual, el sostenimiento de vínculos afectivos entre los integrantes y el compar-
tir la cotidianidad, no obstante estar ubicados en países diferentes y distantes.

407
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

(2, M, 2009)—, otras con madre exiliada —como el caso de Rosa18 (1,
M, 2010)—, o ambos padres emigrados —como el caso de Irene (4, M,
2009)—. En los relatos se da cuenta de once padres y tres madres en si-
tuación de transnacionalidad, pero que no tienen un proyecto común ni
un sentido de pertenencia al grupo familiar.
En las familias con padre o madre en el exilio, las estrategias para
mantener la cohesión del grupo se desarrollan fundamentalmente en
torno a la comunicación y el proyecto común, que generalmente gira
alrededor de la reunificación o el retorno, tema que ya analizamos en el
apartado anterior. Pero los arreglos familiares pueden cambiar durante
el proceso migratorio.
Ricardo (5, M, 2009) es un ejemplo de una familia en situación de
transnacionalidad que ha vivido diferentes formas de arreglos. Migró a
Estados Unidos con todo el grupo que conformaba una familia nuclear,
pero la esposa no logró adaptarse y al mes regresó a Colombia. Ella, al
poco tiempo, murió de leucemia. Ricardo dejó a sus hijos con la familia
de la esposa y retornó a Estados Unidos mientras estabilizaba su situa-
ción; estuvieron varios años separados y cuando él mandó por los hijos,
no logró que la suegra enviara a la hija mayor porque antes de salir «se
perdió el pasaporte»19. La hija aún está en Colombia a la espera de po-
der reunificarse con la nueva familia —poligenética—, porque el padre
contrajo matrimonio.
Las familias en situación de transnacionalidad pueden dejar de serlo
debido a la reunificación o el retorno, o cuando dejan de constituirse
como grupo familiar. Esto último sucede cuando los migrantes —en este
caso, los exilados— se separan de sus parejas y los hijos configuran el
grupo familiar con el progenitor que permanece en Colombia, pero ex-
cluyen al migrante del proyecto común familiar, quien ejerce la paterni-
dad o maternidad en situación de trasnacionalidad.
David (4, M, 2010) da cuenta de la manera como cambió la es-
tructura de la familia: antes del exilio vivía en una familia nuclear,
salió solo y al cabo de varios meses logró que la esposa viajara para
reunirse con él. Dejó en Colombia una hija al cuidado de la abuela

18 Rosa se separa después de llegar del exilio.

19 La pérdida del pasaporte tiene varias interpretaciones: la abuela dice que la niña, jugando, lo em-
bolató, y el padre dice que la abuela lo escondió porque no quería que la separaran de su nieta.

408
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

materna; no se la llevaron para «no alterar su desempeño escolar» y


tener mejores condiciones en el país de llegada. Funcionó entonces
como una familia extensa en situación de transnacionalidad: padre y
madre vivían fuera y la hija en Colombia con la abuela. Después de
cuatro años de comunicación permanente y visitas anuales de la hija
al país de destino, ella se fue a vivir con sus padres y se reunificó la
familia. Pero, al cabo de varios años, la pareja se separó y la madre
volvió a Colombia con su hija, lo que produjo la paternidad de David
en situación de trasnacionalidad.
Esta investigación nos ha mostrado que no toda migración del padre
o madre da origen a una familia en situación de transnacionalidad; hay
otras posibilidades como la paternidad o la maternidad transnacional,
porque, a pesar de los vínculos, los migrantes no hacen parte de un grupo
familiar con los hijos que quedan en Colombia, algunos porque se dio
una separación de pareja y los hijos que permanecen en Colombia no
tienen la intensión de convivir con el o la migrante.
Las separaciones de las parejas están asociadas con el trabajo político
de uno de sus integrantes, con situaciones concomitantes a la migración
y con conflictos propios de la vida en pareja.

[…] la esposa sí decía que yo no pertenecía a un hogar sino a otra


gente, y en realidad, la mujer que se mete con uno… es muy complicado.
Ellas buscan un esposo y no una persona que esté con los pantaloncillos
pa’ arriba y pa’ abajo20. (4, M, Hernando, 2009)

La separación de pareja y el alejarse del grupo familiar también


puede ser una estrategia de protección ante los peligros que genera el
trabajo político:

Al momento de mi detención, producto de todas estas actividades de


persecución, de hostigamiento, yo me había separado un poco del grupo
familiar, como un mecanismo de defensa, de protección a la familia; sin
embargo, eso no fue posible porque en el momento de nuestra detención,
los servicios de inteligencia tenían datos sobre la casa familiar, la cual fue

20 El entrevistado se refiere a su trabajo en diferentes ciudades y al temor de la persecución que


lo obliga a estar mucho tiempo por fuera de la casa.

409
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

allanada, produciendo un choque muy fuerte en mi compañera y en mis


dos hijas que eran niñas. El hecho de haberme aislado más de seis meses
de la casa, no significó que fueran inmunes al operativo que estaban rea-
lizando, lo que nos distanció aún más. El núcleo familiar prácticamente
se disolvió, al grado de que, ante la posibilidad de salir todos del país, no
lo aceptaron, principalmente mis hijas. (2, M, Luis, 2009)

Después de la migración, las separaciones de pareja se presentan


cuando uno de sus miembros no logra adaptarse al país de destino y,
en la distancia, no logran conservar los vínculos. María, la esposa de
Francisco (4, M, 2010), es una economista que trabajaba en Colombia
con una ong defensora de derechos humanos; después de varios años
de buscar infructuosamente en España un empleo acorde con su profe-
sión, optó por volver a Colombia21. Francisco estableció otra relación, la
cual se mantiene. Los hijos se habían quedado estudiando; al regresar
la madre se reconfiguró una familia monoparental y el padre continuó
ejerciendo, desde la distancia, su función como tal.
Los conflictos y las consiguientes separaciones o la no convivencia de
pareja antes de la migración se expresan en varios relatos. Júver (4, M,
2009) tuvo una hija de una unión ocasional y un hijo producto de un
matrimonio que duró poco tiempo. Según Dolly (4, C, 2010), Jorge y ella
se separaron, después de más de veinte años de unión, «porque él esta-
bleció otra relación». Rosa (1, M, 2010) estaba en proceso de separación
de su compañero cuando fue amenazada y, a pesar de que él asumió con
«mucha solidaridad» la atención de la hija común y aún de los dos hijos
de ella, sentía que los motivos que generaron la ruptura se mantenían.
Cuando amenazaron a Antonio (1, M, 2009), él llevaba varios años sepa-
rado de su esposa; situación similar vivió el padre de Liliana (1, H, 2008),
quien estableció posteriormente una relación con una mujer que vive en
Colombia y con la cual tiene un hijo.
Independientemente del contexto familiar en el que se viva, es
interesante resaltar que en todos los relatos se detecta que durante el
exilio se dio o se está ejerciendo la paternidad y la maternidad, con el

21 Mujeres como la esposa de Francisco se resisten a desempeñar trabajos asociados con los
servicios, que son los que más se ofrecen para los migrantes. Vale resaltar cómo las mujeres
exiliadas entrevistadas por Ofelia Restrepo (2006: 76) en España desempeñaban trabajos de
cuidado familiar a niños y ancianos, y oficios de limpieza de casas.

410
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

cumplimiento de sus responsabilidades y el establecimiento de rela-


ciones con los hijos e hijas. Cabe la pregunta de si ello se debe al com-
promiso de estos migrantes forzados con su prole —en la medida en
que su salida del país obedeció a factores externos y no por un interés
de alejarse de la familia, a excepción del caso de violencia familiar en
el que la mujer busca alejarse de la pareja —, o si la soledad vivida en
el exterior y los sentimientos que desata el proceso los motiva a buscar
a sus hijos. La manera en que padres y madres migrantes mantienen
los vínculos con los hijos es el tema del próximo apartado.

Relaciones familiares

Cuando sus papás están a 1.500 kilómetros, a $700.000 pesos de pasaje en avión
o 30 horas por tierra, es muy jodido.
(1, H, Pablo, 2009)

Las relaciones entre padre22, madre e hijos/as se fundamentan en lazos de


parentesco —de consanguinidad o de afinidad— y en una variedad de sen-
timientos, deseos, intereses, imaginarios y expectativas. En estas relaciones
cobran importancia el vínculo afectivo y, en consecuencia, si se construyó
o no una conducta de apego, si hay seguridad y confianza, comunicación
y estrategias de poder que se desplieguen a partir del ejercicio de la autori-
dad, el manejo del dinero, el afecto y el saber (Jiménez, 2003: 37-54).
No podemos afirmar que existe una manera particular de relación
parentofilial en las personas que migraron forzadamente del país, pero
sí observamos que emergen temas como el sufrimiento de la familia y la
culpa que esto les genera. Algunos exilados políticos indican el bienestar
de la familia como una de las principales motivaciones para desarrollar
sus actividades en pro de la trasformación de la sociedad. Otros razonan
o insinúan que sacrificaron a sus hijos por la entrega a su trabajo, por
el riesgo al que fueron expuestos, o por los efectos de sus actividades; en
este caso, uno de ellos sería la migración, y entonces se sienten culpables

22 En las entrevistas a los padres, ellos tienden a ser reservados al hablar de conflictos con los
hijos e hijas, lo que puede ser porque tienen dificultad para registrar y comunicar a otros ese
tipo de situaciones. En general, se extienden en la información sobre los móviles y el proceso
migratorio, pero son parcos a la hora de hablar sobre su familia. Como se puede observar,
son rasgos masculinos propios de una cultura tradicional.

411
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

por ello. El trabajo político, por la manera apasionada como se vive,


exige compromiso y dedicación hasta el punto de requerir que se depon-
gan, muchas veces, las responsabilidades familiares, y se quite tiempo y
dedicación a la familia.

[…] Entonces uno dice: “todo esto son secuelas, divorcio, disgustos,
cosas”. Eso son secuelas de ese pasado nefasto que uno tuvo, y digo ne-
fasto en el sentido de que uno no le encuentra ya sentido a esto. Uno no
le encuentra sentido, se lo buscó y se lo buscó y no ha podido cuadrar
cosas, no es arrepentimiento pero tampoco es un éxtasis. No se ha logra-
do nada, nuestro país sigue igual, creo que peor… (4, M, David, 2010)
Uno se autoculpa de todas las cosas que pudo haber hecho y que no
las ha hecho, sobre todo con el tema familiar […] A mí me preguntaba
una vez alguien que cuando yo fuera a Colombia qué me gustaría ha-
cer. Yo decía: “primero, comprarme un comedor muy grande, poderme
sentar con mis hijos todos los días a la hora de la comida, si no se puede
más, y comer con ellos y compartir”. Eso que yo antes no le daba ningún
valor. (1, M, Juan Manuel, 2008)

La culpa se produce al sentirse responsables del dolor, el riesgo y el


abandono de las familias, en razón del trabajo político y por la migra-
ción. Frases como «yo hice sufrir mucho a la familia», «mi familia se
desbarató», «tengo que recuperar el tiempo perdido con mis hijos», «la
familia es lo único que le queda a uno», «siento una deuda con mi hija»,
expresadas en las entrevistas, dan cuenta de la deuda que compromete a
quienes parten y que se vuelve uno de los soportes del vínculo parentofi-
lial. El testimonio de Francisco es ilustrativo:

Nosotros, los de la generación de los años sesenta, setenta, de lucha


armada en Colombia, teníamos una deuda con los hijos, porque nos
metimos en un berenjenal que ellos después tuvieron que soportar; ellos,
por amor a sus padres, pues aceptan esa cosa, pero ellos quieren vivir
otra vida diferente. (4, M, Francisco, 2010)

Algunos migrantes por factor político no se permiten el disfrute debi-


do al sentimiento de culpa y de deuda con la familia:

412
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Yo no podía distraerme en algo que me resultara satisfactorio; por


ejemplo, yo no podía leer literatura, cosa que yo hago aquí. Yo allá cogía
un libro de literatura porque me llevé hartos y no podía pasar de la ter-
cera o cuarta página, ¿sí? No podía ver una película, no podía, era como
una negación; tal vez, lo único que me ocupaba a mí era el trabajo, pero
lo que era como esparcimiento y eso, no. No podía hacerlo, digamos
algo que me resultara gratificante… irme a pasear ¿Tú crees que yo
quise pasear? (1, M, Rosa, 2010)

Algunos progenitores asumen la responsabilidad, directa o indirecta, de


los padecimientos sufridos por los hijos: Pedro refiere el cáncer en un hijo:

Yo creo que todo este proceso que yo viví, los afectó tanto, tanto,
tanto, que al hijo mío, a los 10 años, le detectamos un cáncer. Un médico
alemán dice que el cáncer es un problema fundamentalmente psicológi-
co, ¿cierto? (4, M, Pedro, 2009)

Otros refieren la pérdida de años en el estudio. En ellos subyace la


idea de que abandonaron sus hijos, por lo cual, al volver, han dedicado buena
parte de su tiempo a la familia e incluso han renunciado a su trabajo po-
lítico. En al apartado sobre retorno, también mencionamos que algunos
exilados al regresar han dejado de trabajar políticamente debido al temor
de repetir el ciclo de las amenazas contra sus vidas; sin embargo, también
esta renuncia está asociada a no generar sufrimientos en sus familias.
La culpa también la estimulan los hijos, cuando señalan al padre o
madre, por sus acciones, como responsables del dolor sufrido:

Me echaban la culpa que por haber participado en esas organizaciones:


“quién la mandó a meterse en eso, vea lo que conseguimos; ahí nos dejaron
sin casa, por usted que yo no sé qué”. Y yo les decía: “ah no, yo no tengo la
culpa, entonces a mucha gente por qué la mataron y la echaron del barrio
sin ser líderes ni lideresas, entonces, ¿qué pasó con ellos?”. (4, M, Irene, 2009)

La hija de Jorge, según su madre (4, C, Dolly, 2010), ha tenido conflic-


tos con él por el tiempo dedicado a la política, por los riesgos asumidos y
porque él no fue claro con ella, tal como lo expusimos en el apartado sobre
consulta de la decisión de migrar. Ella sintió mucho dolor por el exilio del

413
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

padre y lo responsabiliza de ese sentimiento. La madre dice que esa situa-


ción generó en la hija una amargura muy fuerte, temores y miedos, por lo
que no quiere tener la misma ideología del papá, ni meterse en la izquierda:

Ella tenía en ese momento trece años, y estaba supremamente afecta-


da por todo lo que estaba pasando. Estaba comenzando la adolescencia
y al mismo tiempo muy afectada por el secuestro del primo, y después,
entonces, muy afectada porque el papá tenía que irse porque los parami-
litares lo iban a matar. Entonces ella dice que se sintió muy angustiada
en esa época, que ella tiene un trauma terrible, por ejemplo, cada vez
que ve una moto que pasa cerca al carro, se siente con muchísimo miedo
porque ella siempre estaba fantaseando con que de pronto alguien iba
a matar a su papá o que alguien le iba a dar un tiro. (4, C, Dolly, 2009)

Los hijos también aluden a culpas sentidas por no haber logrado evi-
tar la migración, o no haberse ido con la familia al exterior.

Yo me pregunto: bueno, ¿por qué no hablé al menos con mi papá?;


¿por qué no me metí más en eso y cómo que no la ayudé a salir en la
mejor condición? O, ¿por qué no me fui con ellos?, ¿por qué tantas cosas
que uno piensa frente al pasado? Cosas como: ¿por qué carajos se fue
mi papá por una amenaza por una cosa que es justa? (1, H, Pablo, 2009)

Aquí podemos identificar cómo el conflicto violento no sólo afecta a


las familias por las amenazas y el sentimiento de inseguridad, sino que
también lesiona la imagen, la confianza y credibilidad de unos sobre
otros. Padres, madres e hijos, si bien sufrieron por las amenazas y las vio-
lencias, también se asignan responsabilidad y desplazan todo el análisis
político a situaciones del mundo privado.

Relaciones afectivas padre, madre e hijos: tendencias


Al igual que en la migración económica, en las relaciones afectivas en-
contramos cuatro tendencias:

1. Relaciones cercanas antes de la migración y así continúan después de ella.


Atañe a padres y madres que lograron establecer unas relaciones con sus
hijos e hijas basadas en el afecto, la comunicación fluida y la confianza.

414
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Pedro (4, M, 2009) relata que antes de migrar las relaciones con los hi-
jos eran muy estrechas, especialmente con el niño mayor que tenía cinco
años; compartían, jugaban, les leía cuentos. Cuando estuvo fuera del país
trató de mantener el contacto; les mandaba casetes grabados con cuen-
tos que él narraba, los llamaba por teléfono. Al retornar se dedicó a los
hijos, participó de sus intereses, los apoyó, les expresó su cariño, en fin,
afianzó el vínculo afectivo hasta el punto de convivir con ellos durante la
semana, porque comparten con la madre los fines de semana.
Según Irene (4, M, 2009), las relaciones con las hijas se han caracteri-
zado por la confianza y el afecto, a pesar de que en ocasiones han tenido
conflictos. Le dio muy duro la separación de la hija que se quedó en
Medellín; la niña sufrió mucho, porque eran muy cercanas.

Con mis hijos, antes de la migración era una relación muy bonita,
porque la hija mayor mía —ella fue la primera y después de tres años
vino un varoncito—, entonces yo estaba muy pegada con ella, y era una
relación muy bonita. Después vino el niño, que de todos modos ese es el
orgullo de un hombre cuando uno tiene su primer niñito.

La construcción y mantenimiento de relaciones cercanas se expresa


igualmente en la manera como los progenitores hacen o hicieron parti-
cipar a su prole de sus actividades y si les dieron a conocer los riesgos vi-
vidos, en caso de que por su edad pudieran comprenderlos. Hijos e hijas
reconocen la importancia del compromiso social y político de los padres,
por lo que los apoyan, valoran su quehacer o desarrollan actividades en
la línea política de ellos. Para quienes están ubicados en esta tendencia,
los vínculos no se afectaron con el exilio.

En la misma actividad que tienen [las dos hijas] hay mucha afinidad con
lo que yo hago; entonces nos encontramos mucho en derechos humanos,
nos encontramos mucho en investigación, intercambiamos mucha informa-
ción. Yo creo que a partir de eso hay una relación, digamos, como intelec-
tual, que nos ha unido más. Por ejemplo, la semana pasada yo iba a Bogotá
a presentar una investigación que hicimos aquí sobre desaparición forzada,
entonces yo llamo a T [una hija] y le digo: “mira tengo esta ponencia, corrí-
gemela”, y no me la corrige, me la cambia, [se ríe]. O sea, desde ese punto
de vista, la relación que tenemos ahora es muy bonita. (2, M, Luis, 2010)

415
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

En esta tendencia, hijos e hijas idealizan a sus progenitores, mecanis-


mo fortalecido por haber percibido el sufrimiento de ellos. Los nombran
como figuras positivas a quienes admiran y quieren, y en algunos casos
tienden a identificarse con sus ideales. Por otra parte, los exilados hacen
continuos esfuerzos por buscar mecanismos de acercamiento con su pro-
le, a través de las llamadas telefónicas, de visitas cortas o de regalos.

2. Relaciones que fueron distantes, pero con el tiempo y, a pesar de la migración, se


han tornado cercanas. Son relatos que hablan de las dificultades provocadas
por el trabajo político o por el exilio. Encuentros o reencuentros.
David (4, M, 2009), empero tener dinámicas diferentes en las relacio-
nes con todas las hijas, con períodos de distancia física y afectiva, dice que
en la actualidad son cercanos. Estuvo separado de la hija durante cinco
años cuando migró. Tiene una segunda hija de una unión anterior a su
matrimonio. Durante la niñez la relación fue distante «porque la mamá
de ella dificultó la relación» y, a pesar del exilio, poco a poco los lazos se
han fortalecido. Afirma que ella ya es adolescente y con mayor autonomía,
lo busca y se comunican con frecuencia. De la última hija, que nació en
el exterior, se separó cuando ella tenía seis años, porque vino a Colombia
con la madre y la ve esporádicamente. Las relaciones han mejorado nota-
blemente porque, según afirma, él reconoce ahora más que nunca la im-
portancia de la familia, se ha preocupado por acercarse más a las hijas y ya
puede hablar con ellas de sus propias experiencias, sueños y expectativas.
La experiencia de una hija que ha pasado de la distancia a la cercanía
en las relaciones con el padre la narra Liliana, una joven de 23 años que
conoció a su progenitor hace dos años, debido a que la madre los separó
porque temía que la seguridad de la hija se viera afectada por el trabajo
político del padre23. Él, después de migrar, estuvo cinco años sin venir
a Colombia y sin comunicarse con la familia por problemas de seguri-
dad. Liliana lo conoció en una de sus visitas al país. Después del primer
encuentro han estrechado sus relaciones, pero ella siente que a pesar de
ser una figura muy importante en su vida, fue muy doloroso el hecho de
estar separados físicamente:

23 Obsérvese que hay similitudes con el relato de David: madre que, ante los peligros que corre
el padre, lo separa de la hija como una manera de protegerla.

416
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Tú le escribes y pasan días, pasan semanas y él no te contesta, enton-


ces como que tú también sientes como que ese vacío […], quererle con-
tar algo y tener que contárselo por letras y que te responda al mes, a los
dos meses, a las semanas, entonces también es difícil […] Es demasiado
difícil tú abrir un correo en el que él te cuenta que se siente muy solo, que
ya no puede más, que todo lo que lo motiva a seguir adelante está aquí
en Colombia, que él allá no está haciendo nada. (1, H, Liliana, 2008)

Este relato es ilustrativo del dolor recurrente y la pérdida ambigua,


tratados en el capítulo sobre relaciones parentofiliales; la alegría de en-
contrar al padre no exime de experimentar sufrimiento por la distancia.
Liliana relata que cada vez que su padre viene a Colombia, en ella siem-
pre está presente el dolor de la pronta separación; malestar que mengua
la alegría que le produce verlo, poder comunicarse con él de una manera
más fluida y tener expresiones de afecto.
Mariana, otra chica con padre ausente, cuenta cómo, en la adolescen-
cia, entró en conflicto con él por la manera como trató de controlarla,
«era como un policía», lo cual incidió en que se alejaran. Después de la
migración, comenzó a reconocer la importancia del padre y a necesitarlo:

Me empezó a hacer mucha falta; ya hablábamos por internet. Él


también me pidió perdón por muchas cosas, porque no solamente era
yo, y yo también le pedí perdón, ya acepté mucho, ya como que me
aplaqué. (1, H, Mariana, 2008)

Antes de la migración, Júver veía poco a sus hijos debido a que su


lugar de residencia era Medellín y trabajaba en pueblos y corregimien-
tos; los hijos vivían con sus madres en Manizales. Durante la migración,
hablaba telefónicamente con ellos y les expresaba sus ansias por verlos y
por estar juntos.

Yo los llamaba cada tres o cuatro días y les preguntaba cómo se sen-
tían, que si me querían, y lo que yo más le inculcaba al hombre y a la
niña era que yo los tenía en mi corazón.

Actualmente los tres están en España y, aunque la hija se independizó,


salen y comparten mucho tiempo. Júver se siente muy orgulloso de su hijo:

417
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Es un señor, es muy decente, no tiene nada que ver conmigo.

Él, que tuvo una vida comprometida con la guerra al involucrarse en


el paramilitarismo, pretende reparar los daños causados a sus hijos.
Por su parte, Robin reconoce a Júver como su padre, pero dice: «uno
le sabe tomar aprecio». Es una respuesta a las circunstancias de haber
crecido sin conocerlo físicamente, pero sabiendo de su existencia como
padre, por la palabra de la madre (Bernard This, 1995) y por las llama-
das telefónicas que él le hacía:

Antes, la relación era sin vernos, sin conocerlo de vista, pero yo lo


aceptaba como mi papá, entonces la relación era así de padre e hijo.
[…] Uno le sabe tomar aprecio: sí, yo me fui para España sin conocerlo,
él me había mandado unas fotos antes de yo irme y ahí fue cuando lo vi.
(4, H, Robin, 2009)

Este joven gana cercanía con el padre, pero se separa físicamente de


la madre, a quien añora y por la que desea volver a Colombia: «Quisie-
ra poder estar siempre con ella». También la idealiza: «Es una madre
ejemplar, es mi diosita; yo por ella daría la vida». El apego del hijo por
la madre y su deseo de retornar le ha generado conflicto con el padre.
La madre tuvo que mediar, convencer al hijo de las bondades de conti-
nuar viviendo en España y alimentó su esperanza de que en un futuro
él mismo pudiera ayudarle a conseguir una vivienda. El padre mitiga la
tristeza del hijo al permitirle venir a Colombia con frecuencia.
La distancia física en ocasiones permite reconfigurar los vínculos,
porque los conflictos cotidianos se aminoran y se construye una imagen
distinta del otro. Pablo (1, H, 2009) en su adolescencia tuvo conflictos
con el padre por el maltrato a la madre y por ausencia del grupo familiar
debido a su trabajo comunitario. En una ocasión le dijo al padre: «no en-
tiendo cómo usted es tan buena gente afuera y acá es tan cabrón, pues».
Ahora reconoce que está siguiendo los pasos del padre al trabajar por la
defensa de los derechos de la población:

La lucha que tenía él en el barrio y tratar de entenderla, pues, de


entenderla un poco, porque de todas maneras siempre, siempre, fue una
relación como un poco contradictoria ¿no? […] Hoy empiezo a encontrar

418
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

esas gentes del barrio, las empiezo a entender, empiezo a compartir con
ellos y empiezo a hacer también cosas en el barrio. Sí, como tratar de se-
guir las huellas del papá de uno o, más bien, en el proceso de construcción
política de uno; comenzar a entender también por qué mi papá hacía ese
tipo de cosas, y la importancia que tenía eso, es decir, el avance del barrio.
(1, H, Pablo, 2009)

3. Relaciones que eran cercanas antes de la migración se distancian como efecto de


eventos asociados con el exilio. En los testimonios observamos casos en los cua-
les ha decaído la imagen del padre o la madre, bien por el proceso vivido
o por situaciones específicas como la infidelidad del padre con la madre.
Para León (4, M, 2009), sus relaciones con el hijo y la hija están basadas
en el amor, respeto y reconocimiento; no obstante, su esposa (4, C, Flor,
2009) señala que, a partir de la migración y por infidelidad conyugal, «por
haber irrespetado la familia», las relaciones se han deteriorado. Los hijos
no se comportan con el padre con la misma confianza; según su relato, se
produjo lo que podemos nombrar como una caída de la imagen del padre.
Julián, cuyo padre migró porque no aceptó la extorsión de las farc,
refiere cómo se ha distanciado de su padre a partir del exilio. El hecho
de no poder contar con él cuando lo necesita se vive como un abandono:

Pues fue muy duro, pues yo estaba en la época en que necesitaba a


mi papá como consejero, necesitaba a un papá, para hacerle ciertas pre-
guntas, y, pues, yo no siento que sea lo mismo hablar por teléfono con él,
y contarle mis cosas, sencillamente eso no me gusta. Entonces fue muy
duro, porque yo estaba perdiendo a mi papá, a pesar de que entendía las
razones del por qué él se iba; por nuestro futuro y todo eso, por mante-
ner una familia con una economía estable. (1, H, Julián, 2009)

Cuando la causa de la migración forzada es económica, como en


el caso de la extorsión, el hijo no logra justificar la partida y, aunque
reconoce que el padre busca el bienestar de la familia, se ha generado
un desprendimiento:

Porque yo con mi papá ya, como que rompí casi contacto. Contacto,
pues, familiar no, él sigue siendo mi papá, y él sigue intentando esforzarse
en entablar una amistad conmigo. Pero, pues ya, en la época en la que lo

419
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

necesitaba no lo tuve, entonces ya confiar en él ahorita me es muy difícil.


Yo trato lo más posible de hablar con él, le cuento pues mis cosas, pero
ya profundizar en eso, y como pedirle consejos, no. (1, H, Julián, 2009)

En esta tendencia, si bien hijos e hijas entendieron los factores del


exilio, dicha comprensión no los eximió de experimentar sentimientos
de tristeza y rabia, o de sentir culpas, distanciamientos o conflictos por
los efectos de los actos políticos de padres o madres, por la manera como
afrontaron el exilio o por el hecho de haber estado separados durante
varios años y tener que afrontar su adolescencia sin su presencia.

4. Relaciones distantes antes de la migración que continúan distantes. En la mi-


gración forzada solo un relato alude a un hijo con el cual la relación ha
sido distante o «ha perdido calidez», como dice Daniel, un exiliado, pero
no hay una ruptura.
Él salió del país por amenazas provenientes de paramilitares, acusado
de ser aliado de las guerrillas. Tuvo que viajar con su familia, pero el
hijo de la primera unión se quedó con la madre en Colombia. Antes del
exilio, la relación no era muy cercana porque vivían en dos ciudades di-
ferentes y ocasionalmente hablaban por teléfono o se visitaban. Después
de varios años de exilio, Daniel ha podido volver a Colombia cada año
a visitar al hijo. Además, el padre contribuye con la financiación de los
estudios del joven. Es una relación en la cual hay un reconocimiento de
la paternidad, pero al parecer, Daniel, al conformar otro grupo familiar,
centró sus afectos en los hijos de la nueva unión24.

La comunicación
Tanto la familia como la paternidad o maternidad en situación de tras-
nacionalidad, se soportan, en buena medida, por el establecimiento de
una comunicación permanente. Esto es posible por las nuevas tecnolo-
gías que acercan en la distancia, lo que permite que los y las migrantes
se enteren de las dinámicas familiares, se expresen afectos, compartan la
toma de decisiones importantes para la vida familiar y participen, aun
cuando no sea físicamente, de momentos cruciales (Parella, 2007: 6).

24 No fue posible desarrollar esta tendencia con el relato de Daniel y el hijo no accedió a ser
entrevistado, por lo que amerita ser estudiada en futuras investigaciones.

420
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Las conversaciones de padres y madres migrantes forzados con las


cuidadoras, hijos e hijas no se diferencian de las que tienen los que par-
tieron por otras razones; giran en torno a distintos temas, entre los que se
destacan el cuidado, los sentimientos mutuos, las expresiones de afecto y
las situaciones que se viven en ambos países:

Él llamaba casi a diario y se le contaba todo lo que iba pasando, y los


muchachos le consultaban sus problemas. (4, C, Flor, 2009).
Mi hija, con su salario, lo primero que hizo fue comprar un compu-
tador. Nos comunicábamos semanalmente por internet, lo más gracioso
es que se reunía toda la familia, mis hermanos, todos, para vernos por la
pantalla. (4, Irene, 2009).
Entonces todo eso es difícil, más que todo, que nunca nos hemos
separado, y cuando estamos con los niños, a ellos les ha dado duro. La
pequeña, hay veces por lo menos, ya se le ha quitado, que en la noche
se levantaba y decía: “¿mami, mi papá te llamó?” Y yo le respondía: “sí,
él me llamó que está bien”. Él tiene que estar comunicándose con ella,
porque no es fácil uno estar en esa situación. (1, C, Patricia, 2008)

Pero la comunicación no siempre es fluida porque está mediada por


temas vedados, lo cual está asociado con la idea de no intranquilizar al
otro. Pablo, por ejemplo, narra que en las conversaciones no se pueden
comentar todos los problemas:

Con problemas allá, uno para qué mierdas les va a meter más
problemas, y ellos también a uno no le dicen lo que pasa, porque
también dicen: “no tiene mucho sentido de que usted se entere de
que aquí me agarré con no sé quién, yo no tuve pa’ comer, o no tuve
para… entonces uno también hace eso”. Mi mamá me llama y es
muy chistoso, porque lo que les digo, la conversación termina siendo
a veces hasta tediosa porque siempre lo mismo: “sí, yo lo extraño
mucho, cuídese, que Dios lo bendiga, le mando la bendición tatatá
tatatá”. Pero nunca pregunta por las cosas que uno vive, y eso para
uno es muy jodido, porque uno se empieza también a hacer como
muchos escenarios de cómo están ellos, y uno sabe que están mal. (1,
H, Pablo, 2009)

421
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Las dificultades en la comunicación y los silencios generan insatisfacción


mutua. Se expresan con palabras el afecto y el interés, pero en la realidad
dicha expresión queda en déficit porque no se cuenta con el otro para com-
partir problemas y sentimientos, ya sea de tristeza, añoranza o soledades.
En los migrantes forzados la seguridad es un asunto prioritario y para
preservarla deben callar unos temas. El silencio no siempre se debe a la
intención de ocultar información a los miembros del grupo familiar, sino
al temor de las interceptaciones telefónicas o los seguimientos. Por las
características del conflicto armado colombiano, ello no es solo fantasía,
porque es conocido y difundido por los medios de comunicación la uti-
lización de seguimientos por parte de entidades del Estado a los oposi-
tores25. Andrés, el hijo de Rosa, recuerda que en la conversación con la
madre no podían hablar de algunos temas, para evitar que detectaran su
paradero o cuándo iba a regresar al país:

Nos había contado cuándo iba a volver pero siempre era el problema
de que no podíamos hablar, que no podíamos saber cuándo ella llega-
ba ni que ella llegaba. Yo creo que nosotros estábamos más preocupa-
dos por mi mamá por el tema de la seguridad, más paranoicos que mi
mamá, pero de todas maneras era muy complicado... La comunicación
fue muy indirecta, sobre todo a través de la compañera de mi papá o de
Luis, el compañero de mi mamá, pero, normalmente eso no lo discutía-
mos ni por teléfono, ni por correo. (1, H, Andrés, 2010)

Daniel también es directo al señalar el problema:

Teníamos comunicación vía teléfono y utilizaba mucho el fax, para


decirle un te quiero o un te amo, porque me daba… era muy desconfia-
do con la cuestión del teléfono, pero por el fax le decía yo estoy contigo,
te amo, te quiero y pronto estaremos juntos, que fue muy duro, demasia-
do duro. (4, M, David, 2009)

Pedro, quien migró a finales de los años ochenta, refiere la dificultad


de comunicarse con sus hijos y los demás miembros de su familia:

25 Durante el proceso para desarrollar esta investigación, en Colombia se hizo público el me-
canismo utilizado por el Departamento Administrativo de Seguridad (das) de interceptar
teléfonos y hacer seguimiento a sectores de la oposición al Gobierno.

422
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Pero la comunicación era muy limitada, porque ellos no se contenta-


ban. Lo verraco de todo era no que no se contentaban con que la gente
se fuera del país, a más de un líder lo obligaban a venir, a más de una
persona le secuestraban los hijos para obligarlos a que regresaran al país
y que se entregara o amenazaban a las familias para que dijeran dónde
estaban; es decir, entonces la comunicación se tenía que romper del todo
para que no hubiese casi ni pistas de nada porque fue un cerco total. (4,
M, Pedro, 2009)

Sin embargo, no sólo los conflictos sociales y políticos dificultan


la comunicación en el caso de los migrantes forzados; también se ve
afectada cuando los conflictos violentos se dan en la esfera familiar.
La situación más representativa de incomunicación con ruptura de los
lazos la presenta Carmen, que pasó desde los siete hasta los once años
sin saber de su madre, porque ella evitó cualquier contacto con su hija
pequeña para que el exesposo no se enterara de su paradero. Carmen
pensó que su madre estaba muerta, hasta que un día llamó y se la pa-
saron al teléfono.

Cuando ella vino de visita fue muy bonito volver a verla, porque a
uno se le olvida cómo es su mamá. (4, H, Carmen, 2009)

La comunicación entre migrantes e hijos/as se altera de igual manera


por conflictos y desacuerdos. Cuando Natalia se enteró de que el padre
estaba en una cárcel de Suiza y había truncado el proyecto de reunifica-
ción familiar, sintió la dificultad de comunicarse con él porque no podía
responderle con el mismo cariño que el padre le expresaba:

Mi papá llamaba y nosotras [las hijas] no le queríamos pasar al telé-


fono […] A mí me pasaba era que mi papá llamaba y empezaba a decir-
me: “mijita, yo la amo mucho; yo quiero verla”. Y yo me sentía tan mal
de no poderle decir lo mismo, porque si yo no lo sentía, yo decía “¿para
qué le voy a decir mentiras?”. (1, H, Natalia, 2008)

Natalia vio frustrada su esperanza de viajar y reencontrarse con su


padre. Si bien no lo culpa por haberse involucrado con el narcotrá-
fico —porque, según él, fue engañado—, siente hostilidad hacia él.

423
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

La distancia, el temor de aumentar el dolor del padre, la llevan no a


hacerle reproches sino a cortar la comunicación.
Esta investigación confirma los hallazgos de otros estudios sobre el
papel de la tecnología en las telecomunicaciones para acercar tiempos y
espacios en la distancia; la importancia de la comunicación en el afian-
zamiento de las relaciones, y los silencios o temas vedados. No obstante,
también muestra algunas particularidades cuando la migración es forza-
da, como el asunto de preservar la seguridad de los exilados y sus fami-
lias, lo cual afecta la calidad de la comunicación.

El ejercicio de autoridad
La autoridad es una de las funciones que la sociedad delega a los padres
y madres, y esta se ejerce centrada en el padre —cuando las familias son
tradicionales—, es compartida o incluso asumida con autonomía por la
madre cuando hay ruptura con los modelos tradicionales impuestos en
la sociedad (Puyana et al., 2003).
La manera como el padre o la madre migrantes ejercen la autoridad
depende de varios factores: La forma como se ejercía antes de la partida,
porque si el progenitor antes de la partida no representaba una figura de
autoridad, difícilmente puede hacerlo en la distancia; la edad que tenían
los hijos/as en el momento del exilio, porque si eran infantes, apenas
lograron establecer una relación —la autoridad en estos casos la ejerce
quien se ha encargado de su cuidado—; la posición asumida por la cui-
dadora en el sentido de reconocer y consultar o no al migrante como
figura de autoridad; el manejo de la comunicación y la manera como se
sustenta el vínculo afectivo entre el migrante y su prole.
Con la migración la autoridad cambia, especialmente si los hijos son
pequeños, porque la persona que cuida ocupa un papel preponderante al
constituirse en puente para la comunicación entre el progenitor que está
fuera del país y su prole. Patricia, una madre cuidadora, reconoce que el
padre migrante cumple funciones de autoridad porque ella cuenta con él
y los hijos lo respetan:

Cuando yo veo que entre Ramiro y Carlos están discutiendo mucho,


entonces yo si le digo al papá: “Carlos se la monta mucho a Ramiro y
la verdad es que Carlos quiere hacer el papel tuyo, y los hermanos, tú
sabes que se ponen bravos”. Y él dice: “deja que yo los voy a llamar”. Yo

424
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

le digo: “pero no vas a decir ahora que yo te dije”. Entonces, cuando el


papá los llama, me dicen: “ay mami, ya llamaste a mi papá para decirle”.
Y yo le digo: “¿quién dijo?”. [Ellos responden] “Sí, porque mi papá nos
llamó y mira lo que nos dijo”. (1, C, Patricia, 2008)

En esta familia la autoridad ha sido compartida por la pareja, por medio


de la discusión permanente de las normas y decisiones. En cambio, el relato
de Luis muestra las contradicciones que ha tenido con la madre cuidadora
aún antes de partir y la dificultad para que ella comparta sus criterios:

Con mi compañera siempre teníamos muchas dificultades en lo de


la crianza, mucho antes de yo salir del país. Tengo una concepción mu-
cho más socialista; mi compañera era mucho más conservadora en las
relaciones padre-hijo, y teníamos muchas dificultades. Por ejemplo, el
ingresar ellas al bachillerato para mí era ideal entrar a un colegio mix-
to, para la mamá tenía que ser en un colegio femenino. Por teléfono se
daban discusiones como esas y es muy difícil porque no estás presente.
Entonces, ¿cómo haces tú para que tu opinión tenga esa receptividad?
(2, M, Luis, 2010)

Cuando hay discrepancias en padres y madres y aún en los hijos/as


sobre normas, valores y en la manera de ejercer la autoridad, la distan-
cia física puede hacer más grande la brecha, por las dificultades de la
comunicación. No siempre el teléfono o las cartas son medios apropia-
dos para generar diálogos, análisis, argumentar razones para tomar una
u otra posición.
Quienes señalan que la autoridad no se modificó con la migración
o que los migrantes continúan cumpliendo con dicha función, lo hacen
teniendo en cuenta tres situaciones: una, que la autoridad está pensada
más del lado de los regaños, las sanciones, las amonestaciones y esto se
expresa en frases como: «yo le cuento al papá y él los regaña; él está pen-
diente si están obedeciendo»; otra, que los hijos reconocen al migrante
como figura de autoridad: «ellos consultaban con el papá las decisiones
más importantes»; y por último, que la autoridad es compartida con la
persona que cuida y hay acuerdos, o ella cumple un papel de mediadora y
reconoce al migrante como figura de autoridad: «yo siempre le consulto».
De todos modos, la autoridad emerge de la cercanía emocional tanto con

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Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

el migrante como con la persona que cuida, una cercanía que se constru-
ye día a día en la distancia o con la presencia.
Hallamos diferentes estilos en su ejercicio: autoritaria y democrática,
pero también ausente cuando el migrante no ha cumplido sus funciones
parentales. Quienes ejercen la autoridad con estilo democrático utilizan
métodos basados en el diálogo y el ejemplo, y forman en la libertad y la
responsabilidad, no en el rigor de los códigos. Los de estilo autoritario
cumplen una función disciplinar, a la manera como lo plantea Michel
Foucault (1976: 175-198): «un control minucioso del cuerpo que garan-
tiza una sujeción y una relación de docilidad».
En los testimonios de las personas que han vivido el exilio por sus
concepciones políticas, encontramos una relación entre ellas y el tipo de
autoridad familiar. Varios entrevistados/as consideran que son democrá-
ticos en lo político y en sus relaciones familiares, por ello con sus hijos/
as la autoridad está basada en el ejemplo, en infundir valores, en argu-
mentar criterios, tal como lo relató Luis anteriormente o como lo señala
Pedro en el siguiente testimonio:

Yo jamás de los jamases les he impuesto ni un tipo de lectura, ni


un tipo de comportamiento, soy antideologías, soy antirreligiones. En-
tonces, ha habido una libertad de pensamiento. La autoridad es con el
ejemplo, que sean buenos ciudadanos. (4, M, Pedro, 2009)

Júver, quien participó en grupos paramilitares, por el contrario se


considera un hombre estricto y rígido con las normas:

Yo soy muy recio porque toda mi vida he estado en la vida militar, lo


que yo digo es, y no tiene discusión. (4, M, 2009)

Se describe como un padre responsable, pero no niega sus posturas au-


toritarias hasta el punto de devolver a la hija a Colombia porque no cum-
plía las normas establecidas por él y presentaba bajo rendimiento escolar:

Ya le había comprado el tiquete para Colombia y le dije que tenía


cuatro horas para que desocupara la casa, que se largara, que yo no
me la iba a dejar montar de ella y ella dijo que no se iba, yo le dije una
palabra muy fea, la cogí del cuello contra la pared y le dije: “yo nunca

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Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

la he tocado, pero si me toca meterte la mano, te la voy a meter, y voy a


llamar la policía para que te detengan ya, porque yo mando sobre usted
acá”. (4, M, Júver, 2009)

Dice Júver que el hijo, a diferencia de la hija, responde sin rebeldía a


las normas y expectativas, pero ha tenido conflictos con él por la moda y,
en una ocasión, le dijo que él tenía espías y que «si lo veía con los panta-
lones a media nalga se los quitaba en la calle y lo hacía llegar a la casa en
pantaloncillos». Como se puede observar ante las trasgresiones del hijo,
el padre responde con fuertes sanciones.
Mónica también refiere que el padre de su hijo (involucrado en asun-
tos delincuenciales) es muy estricto y cuando ella le informa sobre su mal
comportamiento, se enfurece y lo trata mal:

Sí, yo a veces le cuento, pero yo no le volví a comentar a él, porque él


tiene una forma muy fea de regañarlo por teléfono. Él no es de los que
dice: “no papi, usted hágale caso a su mamá, ella lo hace por su bien”.
Pues yo creo que ese sería el modo, pero le dice las cosas… no, este ma-
ricón, malparido no se qué, un poco de palabras, entonces a veces yo
también evito. (1, C, Mónica, 2009)

La madre narra que el padre quiere mucho a su hijo y éste, a su vez,


quiere al padre, pero la manera como el progenitor maneja la autoridad
la ha obligado a no contar con él, por lo que ella se siente sola en esa
función, en especial en momentos difíciles porque el hijo «se ha vuelto
rebelde» y no se somete a los parámetros establecidos. La opción de Mó-
nica es acudir a su hermano, para que converse con su hijo y lo oriente
en cuanto al cumplimiento de las normas.

Cuidado, proveeduría económica y redes


Tal como analizamos en el capítulo anterior, el cuidado en la familia
designa la acción de ayudar a los infantes y adolescentes para su de-
sarrollo y bienestar en la vida cotidiana. Incluye la atención directa,
el sostenimiento económico y el cuidado psicológico. Ese cuidado es
responsabilidad de los adultos, generalmente del padre o la madre, o
sus sustitutos, mediante el desempeño de tareas que pueden ser com-
plementarias —cuando se da la división del trabajo doméstico y de

427
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

funciones— o simultáneas —cuando ambos son pares que asumen


iguales responsabilidades—.
En las familias colombianas con gran peso de la tradición, a las madres
se les delega la crianza de la prole y ellas se interesan por el cuidado y el
bienestar de sus hijos de una manera integral. Ellas lo asumen como su
responsabilidad, mientras que los padres se preocupan, en lo fundamental,
por el sostenimiento económico y en menor proporción por la autoridad,
apartándose en buena medida de las labores domésticas (Puyana, et al.,
2003).
En las familias estudiadas encontramos una tendencia a perpetuar
elementos tradicionales aún antes de la migración del padre o madre, en
el sentido de repartirse tareas y funciones, lo que ha favorecido el trabajo
de los hombres por fuera del hogar. Es así como algunos entrevistados
reconocen, y otros miembros del grupo familiar lo confirman, que sus
compromisos políticos o laborales los alejaban de la vida familiar. El re-
lato de Pablo sobre su padre ilustra esta situación:

Él estaba más metido con el trabajo social que hacía en el barrio que
atendiendo la labor de la familia ¿no? Era un hogar bien chistoso, en-
tonces como hijo yo siempre me pregunté ¿por qué carajos atendía más
a lo de afuera que lo de adentro? De todas maneras sí habían unos lazos
afectivos bien, bien grandes ¿no? (1, H, Pablo, 2009)

Algunos padres se han desinteresado de las actividades domésticas


y en buena medida del cuidado de los hijos/as, sin cuestionarse la im-
portancia de construir una paternidad más activa y presente. Estas ac-
titudes responden a la representación social que ‘naturaliza’ el cuidado
como algo propio de las mujeres (Badinter, 1981). Por ello, cuando los
padres migran —la mayor parte de los casos estudiados—, las madres
continúan asumiendo el cuidado de los hijos, y las familias conservan
en lo fundamental la dinámica que traían. Esto no quiere decir que la
ausencia del padre no sea significativa para la familia; todo lo contrario,
en los relatos se habla de la necesidad de su presencia como proveedor,
fuente de afecto, autoridad, respaldo y seguridad, tal como se analizó en
el apartado dedicado a las relaciones parentofiliales.
Las madres migrantes, en cambio, hacen esfuerzos para que no se
afecte la vida familiar:

428
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Yo también me encargué de dejarle a María el mundo organizado.


(1, M, Rosa, 2010)

Esta madre relata que en su ausencia la principal cuidadora de la


hija fue la abuela materna, debido al vínculo estrecho que ambas tenían.
Pero estos esfuerzos no son suficientes cuando los hijos son pequeños y la
madre ha tenido lazos muy estrechos con ellos. Según uno de los hijos, la
hija menor sufrió mucho:

En realidad mi hermana ha tenido una relación más cercana con la


mamá que con el papá, digamos que entre los dos se repartían responsa-
bilidades, pero hubo un cambio drástico para mi hermana de estar tanto
tiempo al cuidado del papá. (1, H, Andrés, 2010)

La familia de Rosa es poligenética en situación de transnacionalidad.


Antes de la migración ella vivía junto con su compañero, la hija común
y los hijos de una anterior unión.
Delegar la responsabilidad del cuidado de la prole a las mujeres, se
conserva ante eventos como la muerte de la madre biológica, lo cual tie-
ne efectos en las relaciones. Entrevistamos a Ricardo, un padre que salió
del país por amenazas de la guerrilla y al quedar viudo —su esposa en-
fermó al poco tiempo de salir forzadamente del país y tuvo que regresar
a Colombia, donde murió a los pocos meses— encomendó el cuidado de
sus dos hijas a mujeres parientes de la esposa, con el acuerdo de que ellas
fueran entregadas al padre cuando mejorara su situación económica,
para llevarlos a Estados Unidos. Pero dicha delegación creó conflictos
familiares, porque cuando el padre solicitó a los parientes que enviaran
a sus hijas para reagrupar la familia, ellos estaban tan ligados afectiva-
mente a las niñas, que se opusieron. La suegra, según Ricardo, «escondió
el pasaporte» de la hija mayor que tenía ocho años «para retenerla» y
lograr el propósito de continuar viviendo con ella. Además, la esposa de
un hermano de la madre, quien se encargó de la hija menor, también se
resistió a entregarla:

Estaba muy encariñada con la niña, tenía casi un año y medio de


estar con ella, y no la quería aflojar para nada y eso fue peor todavía. (5,
M, Ricardo 2010)

429
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Es importante tener en cuenta que la pareja no tenía hijos y la niña


ocupó ese lugar durante varios años.
Lo anterior confirma que en el cuidado, además del despliegue de al-
gunas tareas de protección, también se construyen vínculos, que pueden
llegar a ser tan estrechos cuando se da el paternar o el maternar26, que una
o ambas partes no aceptan el desprendimiento que requiere salir del país
para lograr la reunificación familiar.
En una vía contraria a la tradicional división de roles, algunos padres
han incorporado elementos de la modernidad y en consecuencia, asu-
men y participan más activamente en la crianza de los hijos, aun cuando
son muy pocos los que reportan estos cambios (1, C, Emilio, 2008; 4, M,
Pedro, 2009; 4, M, Juvenal, 2009).
Emilio, por ejemplo, desde la migración de la esposa ha sido respon-
sable del cuidado y ha establecido nuevas pautas de crianza. Considera
que la migrante tenía otro tipo de actitudes frente a la autoridad que
ejercía con las hijas:

Una actitud muy de rapidez: “ay, mire, que por qué hizo esto”. Y de
una vez, si encontraba un palo, de una vez les iba pegando, cosa que yo
nunca he hecho, sino más bien por el diálogo. (1, C, Emilio, 2008)

A partir de la migración cambiaron estas situaciones, ya que la autori-


dad que él maneja está encaminada al diálogo y a la explicación. Señala
que si él hubiera sido el migrante, estaría muy preocupado porque cree
que Yolanda, su esposa, no sabe tomar decisiones correctas frente a las
hijas; esta concepción la estableció a partir de algunas situaciones que
se presentaron antes de partir frente a aspectos que ameritaban tomar
decisiones, prohibir o aprobar alguna cuestión referente a las hijas. Se-
gún Emilio, la madre refiere que está satisfecha con el papel que él ha
asumido en la familia:

Ella, feliz, que bueno que yo he sabido responder con el manejo del
hogar; entonces, bien, felicitarme, que admirable. (1, C, Emilio, 2008)

26 Este tema fue ampliamente tratado en el capítulo Vida familiar transnacional: nuevas lógicas para
comprender la organización familiar.

430
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Pedro también ha asumido tareas de cuidado. Él afirma con orgullo


que tiene unas relaciones muy buenas con su hijo e hija; comparten las
labores del hogar y la vida cotidiana:

Entonces ellos saben que yo sigo siendo un hombre, que para mí lo


fundamental es que ellos sean felices. (4, M, Pedro, 2009)

Los padres cuidadores tienden a valorar su papel y a considerar que


son eficientes, mientras las madres cuidadoras, por su parte, asumen este
rol como algo natural e inherente a sus funciones, pero reclaman la au-
sencia del padre.
Flor (4, C. 2009) compartía el cuidado con el padre de sus hijos/as
y durante la ausencia de su esposo sintió el peso de la responsabilidad,
lo que le generó tantas angustias que se enfermó. Dice que logró sacar
fuerzas «para no desfallecer y mantener la familia unida» y que sus hijos
siguieran respetando al padre y contando con él. Para ella fue muy im-
portante que «no se viera afectada la salud mental de sus hijos».
La proveeduría es la función que más se altera con el exilio, porque
los hombres que asumen esa responsabilidad tienen pocas posibilidades
de aportar. El emigrante forzado y su familia, por lo general, viven un
retroceso en sus condiciones de vida, bien porque tuvieron que dejar lo
que tenían y a veces venderlo a bajo costo para poder salir del país, o por-
que los actores armados se apropiaron de sus pertenencias. La situación
económica de las familias se hace más difícil cuando los exilados no están
en condiciones de enviar remesas.

En la primera salida, yo había conseguido con qué irme y estar allá,


lo que no estaba resuelto del todo era con qué viviera mi familia aquí. Mi
esposa tuvo que encargarse del tema; ya ella había finalizado su carrera,
pero vivieron muy precariamente mientras yo estuve allá. Una de las
razones para que yo volviera fue esa, porque al ver que ellos no podían
sostenerse, a pesar de que yo allá no necesitaba nada, estaba más o me-
nos organizado allá con los amigos y todo, pero no podía mandar dinero
para acá porque no estaba laborando. (4, M, Francisco, 2010)

Esta situación genera tensiones cuando los migrantes forzados apenas


obtienen los recursos necesarios para la subsistencia, y no logran enviar

431
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

el dinero requerido para el sostenimiento de sus hijos, y de su compañera


cuando la relación se mantiene. En este asunto hay diferencias entre los
migrantes políticos y los que se fueron por extorsión, porque los segundos
después de un tiempo logran mejorar sus ingresos. En cambio, los prime-
ros muy pocas veces conservan sus ingresos en Colombia. Eso es posible
cuando la empresa o el Estado —en el caso de algunos sindicalistas como
Hernando (4, M, 2009)— sigue pagando el salario o porque tenían algunos
bienes que les permitieron aportar al sostenimiento de su familia. Tal situa-
ción es excepcional y lo más frecuente es que disminuya considerablemente
el nivel de vida y la familia reduzca sus gastos al tomar medidas como sus-
pender el estudio de los hijos, cambiarlos a establecimientos educativos me-
nos costosos o eliminar actividades recreativas. Cuando las remesas no son
suficientes, se hace necesario el trabajo de las compañeras o de los hijos/as.
Las remesas permiten el cumplimiento de la proveeduría; una ma-
nera de lograr el proyecto familiar, el reconocimiento de los otros, la
validación y estima propia y el mantenimiento del vínculo. En el caso
de los exiliados generalmente las remesas son escasas y no hacen parte
de un proyecto familiar, lo que aumenta el sufrimiento y el sentimiento
de impotencia y minusvalía. En algunos casos, en vez de recibir remesas,
los hijos envían dinero a los padres, porque no logran lo necesario para
sufragar los gastos, tal como relata Pablo:

A mí me toca enviarles dinero mensualmente. También me genera a


mí unas ciertas condiciones frente a mis posibilidades de desarrollo vital,
porque pues uno no puede estar tranquilo si la mamá le dice que no
tiene pa’ el colegio de Lucho por ejemplo, o si le dice que no tienen pa’
comer y esas cosas. Pues a uno le toca doblemente, uno aquí solventar
lo de uno y mirar a ver cómo solventa también lo de allá, lo de la casa
matriz. (1, H, Pablo, 2009)

En las migraciones forzadas, igual que en las motivadas por otros factores,
las redes de apoyo, además de hacer posible la emigración, son importantes
para el sostenimiento económico de las familias y el cuidado de los hijos.

Sí, ellos [hermanos de Emilio] siempre estuvieron muy pendientes


del cuidado de mis hijos. Una de mis hermanas le brindó trabajo a Jenni-
fer como recepcionista, ellos tienen hoteles. Entonces, en las vacaciones

432
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

siempre les han ofrecido trabajo. Una de mis sobrinas es odontóloga,


entonces lleva a Mónica para que le colabore en todas las vacaciones.
Cuando se ha podido, siempre han estado pendientes. (1, C, Emilio, 2008)

León (4, M, 2009) refiere que una hermana solvente en lo económico


les enviaba mercado, una tía viuda y otros familiares también los «ayuda-
ron de una u otra forma, para que la familia no pasara trabajos». Flor, su
esposa, narra que su hermano se fue a vivir a su casa, lo que, según ella,
representó para la familia una ayuda económica y una figura masculina
de «respaldo y respeto».
Cuando los exiliados convivían con sus hijos/as antes de la migra-
ción, estos sienten más su ausencia, por lo que las madres recurren a
parientes para asuntos relativos a su cuidado. Por la inminencia de la
migración, el apoyo recibido es expresión de solidaridad y generalmente
no es planeado. En todo caso, el soporte de las redes está basado en el
sentimiento de responsabilidad y lazos de lealtad para con las hijas y los
nietos que quedan en Colombia.
En la migración forzada, si bien las redes de apoyo familiar habían
operado en mayor o menor grado antes de la migración como un ele-
mento propio de la cultura de nuestro país, dichas redes no son consul-
tadas para salir y no se integran a un proyecto migratorio, debido a lo
poca planeación de la partida. Tienden a reactivarse después del evento
migratorio y mucho más cuando evidencian que fueron factores externos
los que los obligaron a huir. En estos casos, no opera el asunto de las re-
mesas como una compensación al trabajo que implica el cuidado de los
infantes y adolescentes. Por el contrario, parte del apoyo de las redes se
da en el ámbito económico.

Comentario final

En la migración forzada se genera un movimiento no esperado en la


vida personal y familiar, que trastoca su dinámica al obligar a padres y
madres, y en ocasiones a todo el grupo, a dejar en el país de origen a su
familia, sus bienes materiales, sociales y espirituales. Particularmente, los
amenazados políticos asumen con mucha dificultad el exilio, esperan re-
tornar una vez disminuyan los factores de riesgo y, en ocasiones, aun sin
que hayan cambiado las condiciones que los llevaron a migrar.

433
Blanca Inés Jiménez, Nora Cano Cardona

Tal como analizamos a lo largo de este capítulo, los cambios familiares


pueden ir en diversas direcciones; en unos casos se afianzan las relaciones
y en otros se debilitan. Fluyen sentimientos como la culpa con la consi-
guiente necesidad de reparar daños familiares atribuidos al trabajo, espe-
cialmente si es político. La violencia externa puede alejar al amenazado de
su familia con el fin de protegerla, pero después del exilio algunos padres
y madres tienden a orientar sus energías y emociones al mundo de lo pri-
vado, con detrimento de lo público, cumpliendo con el propósito de los
violentos de sacar a los oponentes de los conflictos. Esto podría entenderse
como una ganancia para las familias, pero tiene efectos nocivos porque el
amenazado ve truncado su proyecto personal y sus ideales. ¿Qué pasa en
las relaciones parentales cuando los padres y madres sienten que han teni-
do que sacrificar sus ideales por sus hijos? Este asunto rebasa los alcances
de este estudio y abre perspectivas para futuras investigaciones. Otros pro-
genitores, al retornar a Colombia, tal como lo señalamos anteriormente,
continúan con el trabajo político y con los compromisos previos al exilio,
con los riesgos que esto supone y a pesar de los reproches de los hijos; al-
gunos incluso sienten su apoyo, porque comulgan con sus ideales.
Otro asunto que emerge es que los exilados generalmente son los pa-
dres, porque los hombres han estado históricamente más volcados a la
esfera pública que las mujeres, y son las madres quienes se quedan encar-
gadas del cuidado de la prole. Ellos mantienen los vínculos con los hijos
e hijas, bien en un contexto de familia en situación de transnacionalidad,
o en uno de paternidad transnacional cuando han roto las relaciones de
pareja y los hijos e hijas quedan en el grupo familiar con la madre. El
exilio y las condiciones de soledad y de dificultad de adaptación a un país
extraño los mueven a fortalecer los vínculos.
La migración forzada, comparada con la que se produce por otros
motivos, no es significativa en términos estadísticos. Sin embargo, es un
síntoma de la manera violenta como se enfrentan los conflictos políticos,
sociales y familiares, con graves consecuencias para el exiliado, para su
familia y para la democracia y convivencia social. Los resultados que
presentamos se constituyen en un aporte para los académicos, para quie-
nes trabajan en las políticas sociales y en la búsqueda las salidas negocia-
das a los conflictos, porque develan una problemática poco abordada en
el momento de analizar la situación de la población colombiana que vive
en otros países.

434
Inmigración internacional forzada. Cambios y conflictos en los grupos familiares

Esta investigación avanza en la comprensión de la situación de las fa-


milias de los y las exiladas, pero aún queda mucho camino por recorrer en
términos del análisis y la profundización de las causas que generan en exi-
lio. Se abre una puerta para acometer el estudio de las pérdidas económi-
cas, sociales y familiares que acarrea el hecho de sacar del país a líderes o
personas de la base que, de una u otra manera, han entregado buena parte
de sus vidas a la construcción y trasformación de la sociedad colombiana.

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442
Reflexiones finales
Yolanda Puyana Villamizar
Universidad Nacional de Colombia

Amparo Micolta León


Universidad del Valle

María Cristina Palacio Valencia


Universidad de Caldas

N
uestra experiencia investigativa sobre la migración internacio-
nal de padres o madres con hijos e hijas en proceso de forma-
ción, y la búsqueda de comprensión sobre los cambios que se
generan en sus familias nos puso en un triple reto: comprender la con-
sistencia y correspondencia de las construcciones teóricas y conceptua-
les de uso recurrente en los análisis de las familias; buscar nociones que
nos permitieran nombrar la realidad emergente del análisis de los datos
y, finalmente, construir conectores metodológicos entre los diversos ejes
temáticos que planteamos en la investigación en siete ciudades colom-
bianas: procesos migratorios, mundo familiar, relaciones entre la prole y
los migrantes internacionales, prácticas y concepciones sobre el cuidado
y migración forzada.
El análisis de los grupos familiares con experiencias de migración in-
ternacional, implicó un desafío provocado por múltiples interrogantes
que orientaron nuestras observaciones. Algunos, con respaldo en las teo-
rías transnacionales, nos dirigieron a seguir la pista del traspaso de fron-
teras, la conexión entre el país de origen y el país de destino, el significado
y el sentido de las remesas, el papel de las redes familiares y sociales, las
tensiones en la reconfiguración de las vidas cotidianas de las familias con
los giros en las prácticas de cuidado y el ejercicio de la maternidad y la
paternidad a distancia. Estas pistas las contextualizamos en la conexión
entre un espacio global con el local y, desde allí, comenzamos a hacer

443
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

visible los cambios presentes en las familias, las historias y trayectorias


previas y posteriores al evento migratorio, el lugar del recurso tecnoló-
gico —la virtualidad— en la construcción de las nuevas cotidianidades
familiares transnacionales y sus múltiples derivaciones, al tiempo que nos
marcó un panorama para ser leído desde la perspectiva de género, como
categoría esencial en la comprensión del mundo familiar y social.
Durante el trabajo de investigación nos inquietamos por conocer las
similitudes y diferencias sobre los tópicos estudiados entre las ciudades
donde desarrollamos el trabajo de campo: Bogotá, Medellín, Cali, Ba-
rranquilla, Pereira, Manizales y Cartagena. Pudimos concluir que en la
preparación de la migración, en la dinámica de la familia en situación de
transnacionalidad, en las relaciones de pareja y en las paterno/materno
filiales para el cuidado de los hijos e hijas, y en las particularidades de
las familias víctimas de la migración forzada, se presentan más analogías
que desigualdades. Esta uniformidad se podría deber a una tendencia
general a cierta homogeneidad cultural en las estrategias y modos de
vida de los grupos familiares, a pesar de habitar en ciudades desemejan-
tes, como ya hemos vislumbrado en otros estudios.
Así mismo, creemos que el impacto de la migración al exterior de los
padres o madres de Colombia, va generando la necesidad de adaptarse a
través de acciones similares propias de un vivir transnacional y de organi-
zarse como hogares glocales, que trascienden las particularidades regio-
nales. Es decir, en todas la ciudades fueron comunes fenómenos como la
activación de las redes parentales para la partida a otro país y el cuidado
de la prole, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación
como un medio que produce cercanía en la distancia, rompimientos y
reacomodaciones de las parejas ante la separación, expresiones de afec-
tos, hostilidades y visitas periódicas de los y las migrantes, quienes vienen
al país para reencontrarse con sus hijos e hijas y demás familiares.
Sobre la forma en que ocurre el proceso migratorio fue posible obser-
var una diferencia sustancial por ciudades. En Barranquilla y Cartagena
—ubicadas en la región Caribe— prevalece una tendencia a partir hacia
Venezuela, con tintes del estilo migratorio transfronterizo, concentrada
entre los estratos más pobres de la población; los grupos de más altos
ingresos —estrato tres en adelante— tienden a viajar hacia Estados Uni-
dos y Europa. En las ciudades de Pereira, Cali y Bogotá el grupo de
personas seleccionado para este estudio se movilizó más hacia España y

444
Reflexiones finales

Estados Unidos, y de Medellín se emigró principalmente hacia Estados


Unidos. Esta diversidad del proceso por ciudades denota que España fue
una referencia importante, como país de destino de los colombianos, al
menos hasta finales de 2008.
Con relación al contexto internacional, señalamos que desde finales
del 2008 hasta el 2012 —año en que terminamos la edición de este li-
bro— se viene presentando un cambio abrupto de la dinámica de la eco-
nomía que hacía atractivo a los grupos familiares colombianos migrar a
los Estados Unidos y a Europa, especialmente a España. En efecto, en
el capítulo que se refiere al contexto mostramos que esos eran los países
más llamativos para los padres y las madres de las familias entrevistadas
para esta investigación; les seguía Venezuela. No obstante, la tendencia
puede estar variando debido a los altísimos niveles de desempleo, espe-
cialmente en España, situación que puede provocar cambios que proba-
blemente sean objeto de futuros estudios más específicos.
Creemos que nuevos fenómenos provocarán preguntas innovadoras
sobre el descenso de la población dispuesta a migrar. Por ejemplo, el
aumento del retorno con el surgimiento de diferentes problemas rela-
cionados con el regreso de el o la migrante a las familias que habían
aprendido a vivir sin él o sin ella, proyectos fallidos de reunificación,
un cambio de estrategias de quienes partieron, o un cuestionamiento
de aquel mito del migrante triunfador, que motivaba la movilidad espacial
e incidía en que toda la familia esperara un proceso garantizado por el
éxito, entre otros.
En todas las ciudades estudiadas, la migración internacional origi-
nada por el mejoramiento del bienestar económico constituye un pro-
ceso marcado por un proyecto previo, frecuentemente respaldado por
las redes familiares o sociales, los imaginarios sobre las oportunidades
laborales y la flexibilización de los trámites para conseguir la residencia.
En cambio, el caso de la migración por la necesidad de salvar la vida no
permite desarrollar un estadio de planificación, sino que se trata de un
proceso abrupto.
Primordialmente, el proceso migratorio se consolidó en las ciudades
estudiadas como proyecto del grupo familiar, que tendió a involucrarse
para aportar recursos materiales, simbólicos y organizativos, y desplegó
gestiones, acciones y expresiones de sentimientos de dolor por la partida.
En los casos en que constituyó un proyecto individual pero se dejaron

445
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

hijos e hijas, el grupo familiar intervino y, con mínimas excepciones, las


redes parentales se encargaron del cuidado de la prole.
Si bien identificamos una tendencia común a que hijos/as poco parti-
cipen en la toma de decisiones y en los rituales que supone el viaje de sus
progenitores, cuando se involucran y se les permite entender y procesar
la pérdida de la convivencia bajo el mismo techo, se abre un proceso de
comunicación benéfico para todos y todas. Por el contrario, si no han
sido consultados, debido a una actitud adultocéntrica —porque se cree
que no sienten o no son capaces de evaluar las ventajas y desventajas de
la migración—, se generan en ellos sentimientos de abandono, resenti-
mientos, actitudes de desapego y conflictos con quien migra. De igual
manera, cuando niños y niñas se excluyen de la despedida, el duelo por
la migración del padre o la madre se inicia sin mayor acompañamien-
to emocional, lo que no solo dificulta su elaboración, sino que además
problematiza en los hijos el encuentro de un sentido coherente a la expe-
riencia. En consecuencia, una primera condición para lograr un proceso
migratorio sin tantas dificultades consiste en involucrar en él a la prole
desde el inicio del mismo.
Los acuerdos referentes al retorno o la reunificación familiar son
primordiales en el momento de la despedida, en la medida en que res-
ponden a la necesidad de mantener su unidad, puesto que la migración
genera la sensación de ruptura familiar. Sin embargo, su cumplimiento
dependerá de la estabilidad económica aquí y allá, de la documenta-
ción requerida y, sobre todo, de las relaciones emocionales entre la
pareja parental.
Por tradición, antes de que alguno de los miembros de la familia ex-
perimente la migración, las redes familiares operan con estrategias de
apoyo en los momentos de crisis o en la consolidación familiar y, ante el
evento de partir, tales redes tienden a fortalecerse, aun cuando no están
exentas de enfrentar dificultades y conflictos.
La necesidad de significar la transitoriedad que adquiere la organiza-
ción familiar que vive la experiencia de la migración internacional del
padre o la madre, en la que los miembros de grupos familiares, a pesar
de la distancia geográfica, mantienen sus relaciones y vinculaciones, nos
llevó nominar una nueva forma: familias en situación de transnacionalidad.
Son características de estas familias la legitimación de la separación física
en la construcción de un proyecto familiar que respalde la supervivencia

446
Reflexiones finales

cotidiana, la inversión en un capital social y la formación de un patrimo-


nio económico familiar.
Los referentes empíricos de la investigación nos orientaron en la aper-
tura del debate sobre la denominación de familia transnacional. Para esto
recurrimos a los argumentos de los marcos conceptuales sobre tipologías
familiares, las cuales se fundamentan en una abstracción del concepto
de hogar como escenario de la corresidencia y copresencia física de las
personas integrantes de una red parental y, de manera puntual, referido
a la idealización de la familia nuclear constituida en torno a padre, ma-
dre, hijos/as como soporte a la unidad familiar desde las concepciones
instauradas como las aceptadas socialmente.
En esta línea, precisamos que desde el ordenamiento hegemónico se
ha legitimado socialmente, incluso con un sello genuino (Constitución
Nacional de Colombia), la fusión de la denominación de familia con una
tipología específica: la nuclear. Pero más que marcar una determinada
forma, creemos que la noción de familia implica la presencia de una
organización social estructurada en torno al parentesco por consangui-
nidad, alianza o adopción, el cual establece la constitución de un tejido
relacional que conecta a sus integrantes y se soporta en convenciones
legales y sociales. Estas relaciones tienen o no unos soportes emocionales
de acercamiento o distancia, aceptación o rechazo, construidos en la dis-
posición de experiencia de interacción, ya sea por práctica o por omisión
entre sus integrantes.
La discusión que acompañamos cuando conceptualizamos sobre la
familia en situación de transnacionalidad, se relaciona con la crítica a
la expansión de un discurso social e institucional de señalamiento so-
bre la desintegración del grupo por la migración internacional del padre
o madre, y la consecuente estigmatización de orfandad y abandono de
los hijos e hijas. Comprendimos que la experiencia de un vivir familiar
transnacional no produce en sí misma otra tipología, porque en esos es-
cenarios de la movilidad humana puede sostenerse la caracterización
precedente, mediante la interacción y la comunicación virtual que circu-
la en un nuevo ámbito familiar que denominamos hogar glocal y en el
cual se conectan los hogares, tanto en país de origen como en el de des-
tino. Esa reflexión nos permitió referirnos no a una nueva tipología, sino
a una situación de la organización familiar en la que la transitoriedad
se soporta en la expectativa próxima del retorno o en la reagrupación

447
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

familiar, con el sostenimiento de vínculos afectivos fuertes, relaciones pa-


rentales y un proyecto familiar compartido.
Además de lo anterior, el proceso migratorio de los padres o madres
se constituye en un umbral en donde puede detonarse la reconfiguración
de la organización familiar, a partir de la ruptura o definición de nue-
vas relaciones conyugales, como también de la llegada o salida de otros
integrantes de la familia en los hogares locales. Los motivos de estas re-
configuraciones, especialmente las derivadas de la presencia o ausencia
de relaciones conyugales, tienen un anclaje en la trayectoria emocional
y afectiva anterior al evento migratorio, un panorama que nos aportó
otros argumentos, para no hablar de una nueva tipología familiar solo
por el traspaso de las fronteras.
En esta misma línea de análisis e interpretación, en el campo de fami-
lia marcamos la distinción entre familia en situación de transnacionali-
dad y maternidad y paternidad transnacional. Con relación a la primera
categoría, ratificamos nuestras consideraciones acerca de su organiza-
ción como una realidad que no es fija ni inmutable; en cuanto a las otras
dos, la maternidad y la paternidad son lugares pautados desde las con-
venciones legales, sociales y culturales y, más allá de construir vinculacio-
nes emocionales cercanas, distantes o inexistentes, estos lazos de paren-
tesco son insustituibles y marcan una relación bidireccional de filiación
con hijo/a (s), la cual puede existir independiente de la definición de una
organización familiar o de una convivencia cotidiana.
Desde los hallazgos de la investigación realizada, nos enfrentamos a
inconsistencias cuando se asume la familia transnacional como una tipo-
logía. Consideramos un requerimiento académico urgente invitar al de-
bate y reflexión sobre esta categorización, más aún ante los movimientos
acelerados y las transformaciones profundas que actualmente presenta
el mundo familiar.
Al iniciar la investigación nos preguntamos por el cambio en las re-
laciones padres, madres, hijos e hijas a partir de la migración interna-
cional de los primeros y presumimos una transformación en el contexto
donde se ejerce la paternidad y la maternidad, en las emociones, en las
formas como se legitima la autoridad, se expresan los afectos y se co-
munican. Sin embargo, el estudio cuidadoso de los relatos nos indicó la
persistencia de una compleja heterogeneidad en estas relaciones, lo que
nos mostró la necesidad de distinguir entre el cambio contextual que es

448
Reflexiones finales

evidente —porque difiere sustancialmente el ejercicio de la paternidad


o de la maternidad cuando se vive en un país distinto del de los hijos e
hijas— y el cambio emocional. Con sorpresa encontramos, además, que
cuando se mantiene una cercanía afectiva a pesar de la distancia o, por
el contrario, cuando se resquebrajan las relaciones afectivas y la distancia
ya estaba establecida desde antes, el cambio emocional no se produce.
La observación detallada de los relatos, los análisis y el establecimien-
to de unas tendencias que surgieron como categorías emergentes que
expresan una heterogeneidad en las relaciones paterno/materno filiales,
constituye una crítica a las constantes arremetidas que se hacen, especial-
mente contra las madres migrantes, acerca de las nefastas consecuencias
de su partida. Lo diverso de la situación ha sido también enunciado por
quienes entrevistamos, ya que el significado que le otorgan a la migra-
ción de sus padres o madres genera sentimientos y acciones muy diferen-
tes. Mientras que para unos o unas se interiorizó como un hito que ha
derrumbado sus vidas, para otros u otras ha sido completamente distinto
y la misma circunstancia la trataron como un reto para superarse, pues
debían responder al sacrificio paterno o materno. Nos surgen aquí inte-
rrogantes para nuevos estudios, tales como qué elementos acompañan
dichas diversidades.
En adición, que las tendencias tengan similares características en las
siete ciudades analizadas se convierte en un reto que resquebraja las ar-
gumentaciones generalizadoras que estigmatizan aún más a quienes mi-
gran al exterior. También creemos que constituye un particular desafío
para las políticas públicas promover desde el primer momento, cuando
los grupos familiares se preparan para la migración internacional de pa-
dres o madres, la creación de espacios de comunicación adaptados a las
nuevas circunstancias, el aprendizaje y el manejo de los medios de comu-
nicación a personas de distintos estratos sociales y edades y, en general, la
prevención de conflictos y abandonos que podrían darse ante el proceso.
El estudio del cuidado, a partir de los relatos en las ciudades, nos en-
señó que su ejercicio está asociado a las relaciones de género en varias
dimensiones. En primer lugar porque, desde antes de migrar padre o
madre, las redes parentales cumplían importantes labores para facilitar
el desplazamiento de los jóvenes progenitores al trabajo. Esta labor ha
sido muy poco reconocida en la sociedad y faltan indagaciones encami-
nadas a mostrar el importante papel que desempeñan los abuelos, y en

449
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

especial las abuelas, en esa labor, así como la forma en que se reproduce
la tradicional división sexual del trabajo mientras se ejerce el cuidado.
En segundo término porque, cuando el padre se moviliza al exterior, el
cuidado de su prole continúa a cargo de las madres y no se cambian las
relaciones de género; se invierte la tradicional división sexual de roles en
el hogar cuando viaja la madre. En este momento se presenta un inten-
so cuestionamiento social, pero, en general, otras mujeres comienzan a
configurar las cadenas globales del cuidado desde el país de origen para
remplazar las funciones de la madre migrante.
De acuerdo con lo anterior, con extrañeza en todas las ciudades ob-
jeto encontramos muy pocos padres cuidadores cuando las madres mi-
graron al exterior. En estos casos, también fueron rodeados por redes
familiares de apoyo en las que las mujeres juegan un papel central. En
estas familias, las mujeres migrantes reciben un aprecio especial, porque
con su migración han cambiado el orden sexual que atribuye a la mujer
el papel central en la familia.
En las prácticas de cuidado aquí presentes emerge la alta valoración
que nuestra cultura le otorga a los lazos de sangre que consolidan las
familias, para justificar así las responsabilidades de las redes parentales
hacia los hijos e hijas. Estos lazos son naturalizados y se considera incues-
tionable que las abuelas o las tías, por ejemplo, sean quienes se deban
dedicar a la prole cuando migran los padres. Las cuidadoras esperan,
así, una gratificación económica o moral, pero tienden a evitar que los
hijos o hijas estén desprotegidos. Los lazos de sangre implican establecer
prioridades, ya que a pesar de la distancia y de la debilidad de algunas
relaciones paterno/materno filiales, cuando los niños o niñas parten al
exterior a encontrarse con sus progenitores, no se aprecia el dolor de la
cuidadora que queda en Colombia ni la relación emocional que se había
establecido con ella. Por otra parte, una vez que se habita en los países de
destino, los niños y niñas extrañan la falta de redes parentales que en el
país de origen estaban representadas por la familia extensa. Nos pregun-
tamos entonces sobre las soledades de quienes migran a países donde las
redes parentales de afectos y cuidados son más débiles.
Consideramos, además, que cuando se culpa a los padres o a las ma-
dres por haber migrado y que la prole permanezca en Colombia, no se
reconoce el papel que cumple la familia extensa al ser solidaria en las
labores de crianza y cuidado de las nuevas generaciones.

450
Reflexiones finales

La revisión de estudios anteriores sobre el tema del exilio evidenció


la carencia de trabajos sobre la situación personal y familiar de quienes
se ven forzados a partir. Los investigadores que se han ocupado del tema
han hecho énfasis en las condiciones de vida de los exilados en los países
de destino, mientras que los resultados de este trabajo aportan a la com-
prensión de la situación del exiliado y sus familias.
Hemos diferenciado la migración forzada de aquella que obedece a
motivos económicos o está encaminada a mejorar las condiciones perso-
nales o familiares; es decir, cuando salir de país es producto de una deci-
sión y responde a un plan individual o compartido. El exilio, en cambio,
se da como respuesta a una amenaza real o potencial, y es el último re-
curso ante una cadena de violencias conformada por intimidaciones, tor-
turas, vejaciones, persecuciones, atentados y desplazamientos obligados.
Los migrantes forzados, además de estar abrumados por vivir en los
momentos previos a su exilio ansiedad, angustia y zozobra, asociados
con las amenazas, en el país de destino enfrentan dificultades para adap-
tarse. Quienes parten tienen un sentimiento de frustración porque han
sufrido un quiebre abrupto en sus proyectos de vida (social, político, fa-
miliar, económico y cultural) y sienten que ya no son parte de ese ideal de
país que, con sus acciones, quisieron construir en Colombia.
Valoramos la emergencia en esta investigación de la categoría circuito
migratorio para nombrar las escalas que hacen los migrantes internacio-
nales antes de salir del país, porque hay una tendencia en ellos a reali-
zar desplazamientos internos como una manera de evitar o aplazar su
partida y las rupturas familiares y sociales a las que se ven abocados.
También hacen parte del circuito los viajes de ida y regreso entre el país
de origen y el de acogida. El circuito da cuenta de que la migración es
un proceso y no una acción con un punto de salida y otro de llegada. Ir
y venir es una manera de afirmar que no están bien ni aquí ni allá, que
hubo un daño en las vidas que aún no logran reparar.
En esta modalidad de migración consideramos que las redes y las
organizaciones no gubernamentales son fundamentales para facilitar la
salida porque brindan respaldo y protección en Colombia y en el país
de destino, lo cual contrasta con el poco o ningún apoyo de entidades
estatales. El exilado generalmente asume su vida en otro país sin acudir a
la protección a que tiene derecho por los convenios internacionales. Ello
se debe, en parte, a que tiende a ocultar los motivos del exilio para evitar

451
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

la estigmatización; igualmente, a la dificultad de adelantar los trámites


y a la esperanza de regresar lo más pronto posible a su país de origen,
situación que no es posible si se tiene el estatuto de refugiado.
Para el migrante forzado su familia ocupa un lugar destacado. Existe
una tendencia a protegerla y, como eso no siempre es posible porque ella
sufre los efectos de las amenazas y de la separación abrupta, surge en-
tonces la culpa, que afecta más la situación subjetiva de los migrantes.
Las consultas, los acuerdos y las promesas, tal como analizamos en los
respectivos capítulos, facilitan la migración y preservan el bienestar de
las familias, porque disminuyen el dolor de la partida y compensan un
poco el sacrificio que representa la separación, pero, en las migraciones
forzadas no hay lugar para mayores pactos, por lo cual lo que atenúa el
sufrimiento es saber que con la salida del país se materializa la promesa
más importante: mantenerse con vida.
Con el exilio se trastoca la composición y funcionamiento de las fa-
milias. Independientemente de la forma de organización familiar que
hayan tenido los migrantes que salieron para salvaguardar sus vidas,
esa estructura se modifica durante el exilio o al regreso. Algunas fami-
lias nucleares pasaron a ser monoparentales porque la pareja durante
la migración rompió sus relaciones y la prole pasó a vivir con uno de
los progenitores —generalmente la madre—. Otras se convirtieron en
extensas, porque acudieron a los abuelos en busca de apoyo. En algunos
casos se mantienen los vínculos familiares y los proyectos compartidos,
por lo cual se puede afirmar que unos viven en familias en situación de
trasnacionalidad; en otros opera la paternidad o la maternidad en situa-
ción de transnacionalidad.
Reunificación y retorno son dos términos que tienen mucho peso en
los relatos de las personas exiliadas, especialmente si hacen parte de fa-
milias en situación de transnacionalidad. La expectativa de reunificar la
familia se da cuando el temor de vivir en Colombia es fuerte, las condicio-
nes del migrante en el país de destino son favorables y existe un proyecto
de vida en común. Aunque no suple las pérdidas derivadas de estar lejos
del país natal, logra ser un aliciente y un soporte emocional. De igual
manera, para los miembros de la familia que quedan en Colombia, la
reunificación constituye una esperanza que da fortaleza para soportar el
dolor causado por la ausencia y las dificultades de la convivencia diaria.

452
Reflexiones finales

El retorno también es una perspectiva que se da cuando el migrante


percibe un cambio en las condiciones de seguridad en el país de origen y,
en algunos casos, por el sentimiento de responsabilidad frente al cuidado
de la familia, que los lleva a regresar sin que hayan cesado las amenazas.
Los padres y madres que volvieron se pueden catalogar en dos grupos:
aquellos que se aíslan del trabajo político que tenían antes del exilio y,
en consecuencia, el propósito de personas o actores armados de sacarlos
del medio con amenazas y persecuciones se cumple; y quienes están ha-
ciendo frente a las condiciones de inseguridad y continúan con su trabajo
político pero con mayor cuidado y bajo perfil.
En cuanto al cuidado de la prole, vale señalar que la mayor par-
te de las personas exiladas fueron padres, que, antes de la migración,
tendieron a alejarse de la vida familiar y de las funciones domésticas
debido a los compromisos políticos o laborales en el país de origen. Esta
situación es más evidente cuando están separados de sus compañeras.
Por ello, en este tipo de eventos hay una propensión a que las madres
continúen cumpliendo con la función de crianza de los hijos/as y la
mayor participación de los migrantes se dé en el ejercicio de la autori-
dad. A diferencia de quienes migran por mejorar su bienestar, en muy
pocos casos se acude a las redes familiares para el cuidado, y cuando
estas actúan lo hacen en forma temporal, acogiendo el grupo familiar
o a los hijos/as mientras se superan situaciones económicas para vivir
independientemente. También funcionan como apoyo a la madre cui-
dadora en la proveeduría económica y en la autoridad. En la migración
forzada, por no ser planificada, las redes operan como una respuesta a
los cambios inesperados de la familia.
Una diferencia importante entre la migración forzada y la migra-
ción económica es que en la primera la proveeduría se altera porque los
hombres, que asumían esa función, tienen pocas posibilidades de aportar
recursos financieros. El emigrante forzado y su familia, por lo general,
viven un retroceso en sus condiciones de vida, bien porque tuvieron que
dejar lo que tenían y a veces venderlo a bajo costo para poder salir del
país, o porque los actores armados se apropiaron de sus pertenencias.
La situación económica de las familias se hace más difícil porque los
exilados no están en condiciones de enviar remesas. Para satisfacer las
necesidades económicas, las redes familiares se activan.

453
Yolanda Puyana Villamizar , Amparo Micolta León María Cristina Palacio Valencia

Finalmente, en la migración forzada se genera un movimiento no es-


perado en la vida familiar, que trastoca toda su dinámica y obliga a pa-
dres y madres, y en ocasiones a todo el grupo, a dejar en el país de origen
sus bienes más preciados, materiales, sociales y espirituales. Particular-
mente, los amenazados políticos asumen con dificultad el exilio y esperan
retornar una vez disminuyan los factores de riesgo, en oportunidades
aun sin que las condiciones que los llevaron a migrar hayan cambiado.
Por último, llamamos la atención sobre la idea de que tanto la migra-
ción por razones económicas como la forzada es una respuesta, indivi-
dual o de grupos familiares, ante problemas estructurales del país, asunto
tratado en el capítulo primero. En el ámbito económico, partir pone en
cuestión las oportunidades que el país ofrece a sus habitantes para vivir
bien y en forma equitativa. La migración forzada, por su parte, cuestiona
la convivencia política y social, sujeta a la exclusión, a la intolerancia y
al no recurrir a las vías legales o concertadas para tramitar los conflictos.
Estas consideraciones son un llamado a los académicos, a los que tra-
zan las políticas y a la sociedad en general, para que evaluemos los im-
pactos que producen en las personas y en las familias la falta de oportuni-
dades para el logro de una vida y un trabajo dignos, y la manera violenta
como se vienen enfrentando los conflictos en Colombia.

454
Índice
temático

A Crisis
Abuela/o económica
Abandono social
Actores sociales Cuidado
Actitudinal Cuidador/a
Aculturación
Agrado D
Asilo Derechos humanos
Autodefensas Desagrado
Autonarración Descorporización
Autonomía Desplazamiento
Autoridad Dinámica relacional
Drogadicción
C
Cadenas migratorias E
Conflicto armado Embarazo temprano
Conflictos Ética del cuidado
Constructivismo Exilio
Consumo de drogas
Copresencia F
Corresidencia Femenino

455
Feminizar Paternidad
Pauta que conecta
G Proceso migratorio
Generación Proyecto familiar
Género Psicoafectivo
Guerrilla
R
H Reagrupación
Habitus Red
Hermana/o de cuidados
Hogar Redes familiares
glocal Redes parentales
Refugio
L Remesa
Líderes Retorno
Lideresas Reunificación

M S
Macrosocial Sentimientos
Masculino Sindicalista
Masculinización Sistema
Maternar Sistémico
Maternidad
Microsocial T
Migración forzada Tía/o
Trabajo comunitario
N Transnacional
Nacionalismo Transnacionalismo

O V
Organización comunitaria Vida cotidiana
Virtual
P
Paramilitares
Parentesco
Paternar

456
Autoras

Yolanda Puyana Villamizar


Trabajadora social de la Universidad Javeriana (Bogotá). Magíster en Es-
tudio Integral de la Población, Facultad de Estudios Interdisciplinarios,
Universidad Javeriana. Especialista en Terapia Sistémica, Sistemas Hu-
manos, Bogotá, y Kensington Consultation Center, Londres, 2003-2006.
Actualmente es profesora asociada de la Maestría en Familia y redes
sociales del Departamento de Trabajo Social de la Universidad Nacio-
nal de Colombia, y docente de la Maestría de Estudios de Género de la
Escuela Estudios de Género, de la misma universidad. Investigadora del
Centro de Estudios Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universi-
dad Nacional de Colombia.
ypuyanav@hotmail.com

Amparo Micolta León


Trabajadora social de la Universidad del Valle, con especialización
en Gerencia Social y maestría en Docencia Universitaria de la Pon-
tificia Universidad Javeriana (Cali). Realizó estudios de doctorado en
Estructura social, cultura, trabajo y organizaciones, en el Departa-
mento de Sociología III de la Universidad Complutense de Madrid.
Directora de postgrados de la Escuela de Trabajo Social de la Uni-
versidad del Valle. Coordinadora del grupo de investigación Estudios

457
Autoras

de familia y sociedad, adscrito a la Escuela de Trabajo Social y Desa-


rrollo Humano y clasificado por Colciencias en categoría D.
amicolta70@yahoo.com

Blanca Inés Jiménez Zuluaga


Licenciada en Trabajo Social de la Universidad Pontificia Bolivariana y
magíster en Ciencias Sociales, Vida y cultura urbana, de la Universidad
de Antioquia. Actualmente jubilada, después de trabajar como docente de
tiempo completo en la Universidad de Antioquia. Docente de cátedra de
la Facultad de Medicina en la especialización de Terapia Familiar; docen-
te de cátedra en la Especialización en Familia de la Universidad Pontificia
Bolivariana. Participación en el Grupo interdisciplinar e interinstitucional
sobre conflictos y violencias, adscrito al iner, Universidad de Antioquia, y
en el grupo Estudios de familia, adscrito a la Universidad Nacional.
bijimenez@une.net.co, bijimenez5@gmail.com

Gloria Bonilla Vélez


Historiadora de la Universidad de Antioquia, con maestría en Historia
de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Estudios de Géne-
ro de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España. Profesora titular
del programa de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad
de Cartagena. Vinculada a los grupos de investigación Frontera, socie-
dad, y cultura en América Latina y el Caribe, clasificado por Colciencias
en categoría A1, y Estudios de familias, masculinidades y feminidades,
clasificado por Colciencias en categoría C.
gloesbo1810@gmail.com

Gloria Inés Sánchez Vinasco


Economista del hogar de la Universidad de Caldas, con maestría en De-
sarrollo Educativo y Social. Docente investigadora del Departamento de
Estudios de Familia de la Universidad de Caldas. Integrante del grupo
de investigación Colectivo de Estudios de Familia, en el Departamen-
to de Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, clasificado por
Colciencias en categoría A. Participa en la línea de investigación sobre
familia, desarrollo y cambio, y en la sublínea sobre familia y migración.
gloria.sanchez@ucaldas.edu.co

458
Autoras

Luz María López Montaño


Economista del hogar con especialización en Administración y Evaluación
de Proyectos y maestría en Estudios de Familia y Desarrollo, de la de la
Universidad de Caldas. Docente investigadora del Departamento de Es-
tudios de Familia de la misma institución. Integrante del grupo de investi-
gación Colectivo de Estudios de Familia del Departamento de Estudios de
Familia de la Universidad de Caldas, clasificado por Colciencias en la cate-
goría A. Participa en la línea de investigación familia, desarrollo y cambio,
y en la sublínea de investigación familia y migración internacional.
luzmaria.lopez@ucaldas.edu.co

María Cénide Escobar Serrano


Trabajadora social y especialista en Intervención con Familias de la Universi-
dad del Valle. Docente nombrada de la Universidad del Valle. Estudiante de
cuarto semestre de la maestría en Intervención Social de la Escuela de Trabajo
Social y Desarrollo Humano de la Universidad del Valle. Integrante del grupo
de investigación Estudios de familia y sociedad, inscrito a la Escuela de Traba-
jo Social y Desarrollo Humano y clasificado por Colciencias en categoría D.
cenidees@gmail.com

María Cristina Maldonado Gómez


Trabajadora social de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Maes-
tría en Trabajo Social de la Universidad de Nueva York. Profesora titular
pensionada de la Universidad del Valle. Integrante del grupo de investiga-
ción Estudios de familia y sociedad, adscrito a la Escuela de Trabajo Social
y Desarrollo Humano y clasificado por Colciencias en categoría D y del
Grupo de investigación convivencia y ciudadanía, de la Escuela de Trabajo
Social y Desarrollo Humano, clasificado por Colciencias en categoría D.
crimaldo@univalle.edu.co

María Cristina Palacio Valencia


Socióloga de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín), con estu-
dios de maestría en Ciencias Políticas en la Universidad de los Andes.
Docente jubilada de la Universidad de Caldas, labora como contratista
en el desarrollo de investigaciones con el Colectivo de Estudios de Fami-
lia, en la sublínea sobre familia y migración internacional.
macrispa@hotmail.com

459
Autoras

María del Pilar Morad de Martínez


Trabajadora social egresada de la Universidad de la Salle, Colombia; es-
pecialista en Procesos Sociales de la Familia de la Universidad de Carta-
gena, con formación en Terapia Familiar Sistémica, y en Teoría, métodos
y técnicas de investigación social, de la misma universidad. Magíster en
Estudios de Género, Mujer y Desarrollo Universidad Nacional de Co-
lombia, sede Bogotá. Directora del grupo de investigación Estudios de fa-
milias, masculinidades y feminidades de la Facultad de Ciencias Sociales
y Educación, Universidad de Cartagena, clasificado por Colciencias en
categoría C. Profesora titular de la Universidad de Cartagena. Exdecana
de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la misma Universidad.
pilarmorad@hotmail.com

Mercedes Rodríguez López


Trabajadora social egresada de la Universidad Industrial de Santander;
especialista en Recursos Humanos de la Universidad Tecnológica de Bo-
lívar y magíster en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo de la Univer-
sidad Nacional de Colombia. Docente de tiempo completo del Facultad
de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad de Cartagena. Inte-
grante del grupo de investigación Estudios de familias, masculinidades y
feminidades, clasificado por Colciencias en categoría C.
merolo9@yahoo.es

Nora Cano Cardona


Profesional en Trabajo Social de la Universidad de Antioquía, magíster
en Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Manizales-
Cinde y especialista en Teorías, técnicas y métodos de investigación so-
cial de la Universidad de Antioquia. Actualmente coordina el área de
prácticas del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias
Sociales y Humanas en la Universidad de Antioquia. Docente en la mis-
ma institución, sede Medellín, del área de fundamentación de la carrera
y seminarios de prácticas académicas y de trabajo social regionalizado.
Participa en el grupo de investigación Intervención social del Departa-
mento de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia.
noracanocar@hotmail.com

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Familias colombianas y migración internacional: entre la distancia y la proximidad

Fue editado por el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Facultad de Ciencias


Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad de Antioquia,
la Universidad del Valle, la Universidad de Caldas,
la Universidad de Cartagena y Conets Colombia.
El texto se compuso con fuentes Baskerville y MetaPro.
Se terminó de imprimir en Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.,
en Bogotá, en abril de 2013.
Primera edición
1.200 ejemplares

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