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La acumulación de plástico es uno de los problemas de contaminación más graves para el medio

ambiente en la actualidad. La cantidad de desechos de este material que se acumula en los


vertederos y en los océanos es enorme, tanto que ya se están formando islas de basura flotantes
con estos residuos.

Afortunadamente, los avances en biotecnología nos ofrecen la posibilidad de utilizar el plástico de


forma más sostenible, gracias a procesos de reciclado y fabricación más eficientes que reducen los
efectos nocivos que deja en el planeta.

La mayoría de los recipientes de plástico que utilizamos en nuestro día a día, como botellas,
envases o bolsas, se componen de **tereftalato de polietileno (PET)*. Este material se caracteriza
por su gran resistencia y durabilidad, lo que hace que, una vez usado, sea muy difícil de degradar,
pudiendo quedar como residuo en la naturaleza por un periodo de hasta 400 años.

Bacterias, ¿la solución al problema?

Para responder a esta problemática, un grupo de investigadores ha publicado un estudio en el que


caracterizan la estructura y el funcionamiento de bacterias capaces de descomponer el plástico. El
origen de estas investigaciones se remonta a 2016, cuando un equipo de científicos japoneses
descubrió la Ideonella sakaiensis, una bacteria existente en vertederos que utiliza los residuos PET
como combustible energético.

Según parece, estas bacterias habrían evolucionado adaptándose a la contaminación de su


entorno, desarrollando la capacidad de consumir el PET como fuente de alimentación. Para ello,
segregan una enzima específica, denominada PETasa, que es capaz de romper los robustos enlaces
químicos de los plásticos, transformándolos en pequeñas moléculas que la bacteria absorbe
gracias a su alto contenido de carbono.

Estos microrganismos pueden degradar el plástico en tan solo unos días. Del mismo modo, existen
especies animales como el gusano de la cera y el gusano de la harina capaces de descomponer el
plástico en cuestión de horas gracias a las bacterias existentes en su intestino.

A su vez, determinados hongos también pueden utilizarse como herramienta natural para el
tratamiento del plástico. Por ejemplo, se ha descubierto en Pakistán la variante Aspergillus
tubingensis, que tiene la capacidad de descomponer sus residuos en varias semanas.

Alternativas materiales

Otra posibilidad tecnológica es la fabricación de plásticos biodegradables a partir de materias


primas orgánicas procedentes de fuentes renovables, como los propios hongos, el aceite de soja,
los plátanos, las legumbres, la celulosa o el almidón de las patatas.

A diferencia de los productos fabricados a partir de derivados del petróleo, los plásticos
biodegradables se descomponen más rápido, pudiendo ser consumidos por otros organismos o
emplearse como abono.
Por otra parte, el plástico usado también se puede reciclar mediante procesos de químicos de
polimerización para ser reutilizado. Así, a partir de las botellas usadas es posible fabricar
productos como ropa, juguetes o nuevos envases.

Cada año se producen 500.000 millones de botellas de plástico en el mundo. De ahí la importancia
de encontrar nuevos métodos sostenibles de fabricación, tratamiento y reciclado.

Si queremos un mundo mejor, hay que seguir investigando para frenar la contaminación de
nuestros ecosistemas naturales. El desarrollo de la biotecnología será clave para ello.

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