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LAS TRES CABRAS

Adaptación del cuento clásico de Noruega

Había una vez tres cabras macho de la misma familia: una


pequeña e inexperta cabritilla, su padre de mediana edad
y mediano tamaño, y el abuelo que era una cabra grande y
muy lista que lo sabía todo.

Las tres cabras se querían mucho, se protegían, y siempre


iban de aquí para allá en grupo, muy juntitas para no
perderse por el monte y defenderse en caso de apuros.

Un día, a primera hora de la mañana, salieron a comer


hierba al mismo lugar de siempre, pero cuando llegaron al
prado descubrieron que el pasto fresco había
desaparecido. Husmearon a fondo el terreno pero nada…
¡No había ni una sola brizna de hierba verde y crujiente que
llevarse a la boca!

El abuelo miró al horizonte pensativo. Su familia necesitaba


comer y como jefe del clan tenía que encontrar una
solución al grave problema.
Un par de minutos después, dio con ella: no quedaba más
remedio que atravesar el puente de piedra sobre el río para
llegar a las colinas que estaban al otro lado de la orilla.

– ¡Tenemos que intentarlo! Jamás he estado allí, ni siquiera


cuando era un chaval, pero recuerdo muy bien las historias
que contaban mis antepasados sobre lo abundante
y riquísima que es la hierba en ese lugar.

Si el abuelo pensaba que era lo mejor, no había más que


decir. Sin rechistar, las dos cabras le siguieron hasta al
puente. Desgraciadamente, ninguna se imaginaba que
estaba custodiado por un horrible y malvado trol que no
dejaba pasar a nadie.

La más pequeña y alocada estaba ansiosa y quiso ser la


primera en cruzar. Cuando había recorrido casi la mitad,
apareció ante ella el espantoso monstruo ¡La pobre se dio
un susto que a punto estuvo de caerse al río!

– ¡¿A dónde crees que vas?!

– Voy al otro lado del río en busca de hierba fresca para


comer.

– ¡De eso nada, monada! ¡Este puente es mío! ¡Yo también


estoy muerto de hambre, así que pienso devorarte ahora
mismo de un bocado

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