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JOSEPH RATZINGER
UNA INTRODUCCIÓN
A palabra
C o le c c ió n : Pelicano
D ire c to r d e la c o le c c ió n : Ju a n M anuel Burgos
ISBN: 9 7 8 -8 4 -9 8 4 0 -5 2 3 -1
D e pó sito L e g a l: M. 4 6.452-2011
Im p re s ió n : G rá fica s Rogar, S. A .
P rin ted in Spain - Im preso e n España
A m is a l n im io s
«Ratzinger es sin duda uno de los teólogos más conocidos y más dis
cutidos del siglo xx», ha afirm ado un au to r italiano1. Y parte del xxi, po
dríam os añadir. Tal vez por esto, Hcnri de Lubac sostenía que el entonces
cardenal bávaro «no tiene miedo de ab o rd ar en público ni los temas fun
dam entales ni los problem as de actualidad, y siem pre con calma, senci
llez, m esura, gran respeto a las personas y con una sonrisa»2. Existe un
gran núm ero de recensiones -ase g u ra b a un cronista alem án en 1987-,
artículos en obras colectivas, conferencias, hom ilías e intervenciones en
la radio. «Solo por la cantidad de intervenciones se puede adivinar por
qué interesa a un círculo cada vez m ayor de teólogos»3. Sin em bargo él
m ism o ha declarado al m ism o tiem po que no ha buscado elab o rar un
pensam iento original y propio, como han hecho otros autores del siglo
xx4: «Nunca he buscado tener un sistem a propio ni elaborar mis propias
teorías. Quizá lo específico de mi trabajo, si querem os decirlo así, podría
consistir en que me gusta pensar con la fe de la Iglesia y eso supone, para
empezar, pensar con los grande filósofos de la fe. Significa que no ela
boro una teoría aislada, sino lo más am plia posible y siem pre abierta a
otras formas de pensam iento dentro de la m ism a fe»5.
Su teología sería así una con-teología, una teología en diálogo con la
Iglesia, la historia y la m ism a realidad. Joseph R atz in g e r-h a escrito por
1 U. C asale , « In tro d u zio n e» a Fede, ragione, veritá e amore. La teología di Joseph Rat-
zinger. Un'antologia, L indau, T orino 2009, 26.
2 H. de L ubac, Diálogo sobre el Vaticano II, BAC, M ad rid 1985, 123.
3 J. F inkenzeller , «Dic w isse n sc h aftlich e W erk von Jo se p h C ard in al R atzinger», Kle-
rusblatt 67 (1987) 138. Vid. ta m b ié n R. T ura, «La teología di J. R atzinger. Saggio in tro d u t-
tivo», Studia Patavina (1974) 148-149; V. P fn ür , «M itte des G la u b e n s u n d K o n tu re n des
k o n s titu tiv C h ristlic h e n » , AA. VV., Vom W'iederauffinden der Mitte. Grundorientierungen.
Texte aus vier Jahrzehnten, H erder, F reib u rg - Basel - W ien 1997, 17.
ACfr. R. T ura, «La teologia di J. R atzinger. Saggio in tro d u ttiv o » , 149.
5 La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio, P ala b ra , M a
d rid 1997, 72.
8 La Teología de Joseph Ratzinger
su parte el teólogo canadiense Real T rem blay- «se en cu en tra entre los
m ejores teólogos de nuestro tiem po. Se esté de acuerdo o no con él, su
pensam iento ejerce hoy día una fascinación por su am plitud y profundi
dad, su originalidad v su relación con la vida. Tiene algo del atractivo de
las grandes catedrales góticas»6. Cario M aría M artini, conocido biblista v
hom bre de Iglesia, afirm aba que «la orientación del cardenal Ratzinger
ante este cambio de época proviene, en prim er lugar, de su fe y de su rec
titud; en segundo lugar, de su pericia teológica y de su extraordinaria ca
pacidad dialéctica y, en fin, [...] de su propia biografía»7. El teólogo inglés
Aidan Nichols, por su parte, acaba su libro sobre la teología de Ratzinger
recordando la doble dim ensión de tradición y m odernidad en la teología
de R atzin g er8. El salm antino O legario G onzález de Cardedal concluía
con el siguiente veredicto: «La obra de Ratzinger es un diálogo con todo
lo que ha acontecido en los años que van desde la clausura del concilio
hasta nuestros días»9.
Al resu m ir la h isto ria personal del teólogo bávaro en una laudatio
académ ica, observaba Pedro Rodríguez: «Una preclara inteligencia v esa
vigorosa m anera de hacer teología, antes y después del Concilio Vatica
no II, hicieron que Joseph R atzinger destacara de m anera singular en la
difícil coyuntura de los años setenta y ochenta [del siglo xx]. Se entiende
que Pablo VI lo situara al frente de la Iglesia en Baviera, su patria, y que
Juan Pablo II [...] encom endara después a este ilustre pastor y teólogo la
gravísim a tarea que hoy desem peña en la Iglesia»10. Incluso después de
h ab er sido elegido sucesor de Pedro, sigue siendo uno de los teólogos
más conocidos, leídos y escuchados en la actualidad. En esto parece ha
ber un acuerdo unánim e. Existe, sin embargo, al m ismo tiem po una di
fundida tesis de que hay un prim er y un segundo R atzinger11, m ientras
Razón y cristianismo, R ialp, M ad rid 2005, 245-300 y, so b re todo, V. PFNÜR (H g.), Das Werk.
Veróffentlichungen bis zar Papstwahl, S ankt U lricht, A ugsburg 2009, p assim .
15 Cfr. W. K raning , «E inleitung», 12.
16 G. PELL, «P rólogo», T. R owland , La fe de Ratzinger: La teología del papa Benedicto
XVI, X III.
17 R. T ura, « Jo sep h R atzin g er» , 757.
18 «C ardenal a u s tría c o en esp era del P apa: El c ristia n ism o , la vía del fu tu ro (I). E n tre
vista al c a rd e n a l C h risto p h S ch ó n b o rn » , Zenit (3-9-2007).
19 C. S chünborn , Sfide per la Chiesa, ESI), B ologna 2007, 24.
20 R. B lázquez , « P resen tació n » , C o n feren cia E piscopal E sp añ o la (ed.), Benedicto XVI.
Todo ¡o que el Cardenal Ratzinger dijo en España, E dice, M ad rid 2005, 11-12.
Presentación 11
26 Ib id.
27 T. P. R ausch , Pope Benedici XVI. An introduction lo his theological visión, P a u list
Press, N ew Y ork/M ahw ah 2009, 40.
28 J. S anz M o n te s , «La e ste la de las s a n d a lia s de P edro», J. L. R estan , Diario de un
pontificado, E n c u e n tro , M adrid 2008, 1 1-12.
29 R. T ura, «La teología di J. R atzinger. Saggio in tro d u ttiv o » , 182.
30 Cfr. Hacer arte, interpretar el arle. Estética y hermenéutica en Luigi Pareyson, E u n sa,
P a m p lo n a 1998; «Luigi P a re y so n (1918-1991): u n itin e ra rio filosófico», Espíritu L I/126
(2002) 241-257; «Los K a ra m a z o v d is c u te n . D ios v el m a l en D ostoievski», Espíritu L ili
(2004) 77-85.
31Joseph Ratzinger. Una biografía, E u n sa, P am p lo n a 2004; tra d u c c ió n al p o rtu g u é s: Jo
seph Ratzinger: unta biografía; tra d u ^ á o E m ét ico d a G am a; sele^áo d e textos H e n riq u e El-
fes, Q u a d ra n te , Sao P aulo 2005.
32 Joseph Ratzinger. Razón y cristianismo. La victoria de la inteligencia en el mundo de
las religiones, R ialp, M adrid 2005; p ró lo g o de José M orales; Joseph Ratzinger: vida y teolo
gía, R ialp, M adrid 2006.
Presentación 13
santc co n trap u n to 33. Ju tta Burggraf (t), una profesora alem ana de nues
tra universidad, me dijo que un buen m odo de aprender teología actual
podría ser ir recorriendo los distintos textos de R atzinger-dispersos pero
u n itario s- respecto a las distintas partes de la teología. R atzinger es un
buen m aestro en teología. Me pareció u n a buena idea, y sirvan como in
tento y hom enaje las siguientes páginas.
En principio, el interés que me movía era abordar el pensam iento an
terior a la elección de Joseph Ratzinger como obispo de Roma, pero he
tenido que referirm e tam bién al m agisterio de Benedicto XVI. Como de
cíam os, el actual pontífice no es un pensador sistem ático en el sentido
habitual del térm ino, pero sí profundam ente orgánico en sus desarrollos.
Como afirm a H ahn, R atzinger «no es tan to un p en sad o r sistem ático,
sino más bien sinfónico», m ientras M urphy apela a la inner consislency
de sus escritos34. He intentado seguir esta pista y buscar ese hilo conduc
tor en su pensam iento. Lógicamente, al publicar estos artículos ahora to
dos ju n to s he procurado abreviarlos y evitar repeticiones, a la vez que
m ostrar la unidad entre los diferentes temas. Pretendo seguir más o me
nos el orden genético de estos «conceptos fundam entales» que van su r
giendo en la teología de Joseph Ratzinger. Por una parte, he procurado
siem pre m an ten er un estilo introductorio, en el que prim en las fuentes
sobre la bibliografía secundaria, la cual aparece sobre todo reseñada a
pie de página. Además, he intentado que esta fuera siem pre una ayuda
para el lector que se quisiera enfrentar a la lectura m ism a de los textos de
este teólogo alem án. Se trata tan solo de ofrecer «un m apa de su viaje
teológico», una «vista aérea» de su pensam iento, como dice M annion35.
Nos encontram os, pues, sobre todo ante una guía, una síntesis, una
introducción, una invitación a la lectura de las fuentes. En esta síntesis,
hem os dividido los tem as fundam entales de la teología ratzingeriana en
distintos apartados. En p rim er lugar, tras un breve recorrido histórico
para conocer los m aestros de la teología ratzingeriana, nos hem os refe
rido a lo que hemos llam ado las fuentes de su pensam iento: junto a la Es
critura, la liturgia, la Iglesia v el mismo arte -sobre todo la m úsica- cons
tituyen puntos de partida de su pensam iento teológico. Vendrán después
los denom inados fundam entos: en p rim er lugar, el principio de la p er
sona, que presenta su solidaridad originaria con la fe v la razón, la ver
FUENTES
I. MAESTROS
1. P R IM E R O S M A E S T R O S
Allí, en Frisinga, conoce a Alfred Lápple (n. 1915), quien será su prin
cipal m entor en estudios y lecturas. «Tú me abriste los ojos a la filosofía
-le escribía en una carta ya como cardenal en 1995-. [...]. Por medio de
la traducción de la quaestio dispútala de santo Tomás sobre el amor, me
has conducido al conocim iento por las fuentes [...]. Estuviste en el prin
cipio de mi cam ino filosófico-teológico, y lo que me enseñaste no ha sido
en vano»6. E ntre los pensadores m odernos a los que Ratzinger se acercó,
se encuentra T heodor Steinbüchel (1888-1949), au to r de El giro radical
del pensam iento (1936). Este libro a n u n cia b a u n a vuelta a u n p e n sa
m iento m etafísico abierto a la trascendencia, tal como rezaba la dedica
toria: «para u n a nueva Alemania; p ara un m undo m ejor que respete a
Dios»7. El contexto en que fue escrito era el del nacionalsocialism o, por
8 Cfr. A. Lápple , Benedikt XVI. und seine Wurzeln, 44, 45-47, 50.
9 «D iscorso in tro d u ttiv o alia III g io rn a ta del sim p o sio di N ew m an (28-4-1990)», Em i
tes docete XLIII, 1990, 431.
10 Ib id., 433. S o b re la in flu en cia del in telectu al inglés, p u ed e verse ta m b ié n H. VERWE-
yen , Joseph Ratzinger - Benedikt XVI. Die Entwicklung seines Denkens, 108-109.
11 El espíritu de la liturgia. Una introducción, C ristian d ad , M ad rid 2 0 0 1 ,3 3 .
20 La Teología de Joseph Ratzinger
12 Cfr. A. López Q uintas, «R om ano G u ard in i» , Gran enciclopedia Rialp XI, R ialp, M a
d rid 1979, 386-387; J. L. I llanes , «La teología en las ép o cas m o d e rn a y c o n te m p o rá n e a » , J.
I. S aranyana - J. L. I llanes , Historia de ¡a teología, BAC, M ad rid 1995, 336-337; II. B. G erl ,
Romano Guardini. La vita e l'opera (1985), M orcelliana, B rescia 1988, 98-99; A. B eli.ANDI,
Vede cristiana come stare e comprendere. La giustificazione dei fondamenti della fede nelle
opere di Joseph Ratzinger, p ro m a n u sc rip to , U niversitá G reg o rian a, R o m a 1993, 351-352;
C. Dotolo , «R om ano G u ard in i» , R. FlSlCHELLA (ed.), Storia della teología III: Da V itus Pich-
le r a H en ri de L ubac, R om a, E d izio n i D eh o n ian e, 1996, 717-731; T. S chereuáck , «R om ano
G u ard in i» , E. C oreth et al., Filosofía cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX
y XX (1988), III: C o rrien tes m o d e rn a s del siglo XX, E n c u e n tro , M adrid 1993, 189-203; T. P.
R ausch , Pope Benedict XVL An introduction to his theological visión, 69-70.
13 Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, G alaxia G u ten b erg -C írcu lo de L ecto
res, B arcelo n a 2002, 341.
14 Natura e compito della teología, ll teologo nella disputa contemporánea. Storia e
dogma, Ja c a Book, M ilano 1993, 83, n. 20. Cfr. ta m b ié n A. B ellandi, Fede cristiana come
stare e comprendere, 332-335.
Maestros 21
Existencia y persona
15 «V ortw ort», J. R atzinger (H g.), Wege zar Wahrheit. Die bleibende Bedeutung von Ro-
mano Guardini, P alm o s, D u sseld o rf 1985, 7; cfr. J. E. M . T erra J oao, Itinerario teológico di
Benedetto XVI, 36-37.
16 Cfr. «V ortw ort», 125-128.
>7 Cfr. ¡bíd., 128-133.
18 Ibíd., 135; cfr. ta m b ié n 136, 143-144; S. Z ucal, « R atzin g er e G u a rd in i, un in c o n tro
decisivo», Vita e Pensiero 91 (2008/4) 79-88; F.-X. H eibl , «T lieologische D en k er ais M ittar-
b e ite r d e r W ah rh eit - R o m an o G u ard in i an d P ap st B enedikt XVI.», Mitteilungen des Insti
tuí Papst Benedikt XVI (2008/1) 59-88.
19 Mi vida, 55.
22 La Teología de Joseph Ratzinger
20 La sal de la tierra, 66; cfr. A. L ápple , Benedikt XVI. utid seine Wurz.eln, 45-5 1.
21 Cfr. Ibíd., 28-51. S obre este te m a p u ed e verse el a rtíc u lo de L apple titu la d o «Tlieolo-
gie ais K risis u n d W agnis d es T heologen», Die Besinmuig 1-2 (1947) 52-60, en A. Lapple ,
Benedikt XVI. und seine Wurzeln, 28-41.
22 Cfr. A. D ondeyne , «Le filo so fie e sis te n c ia lis te » , R. V a n d e r G u ch t - H. V o rg rim le r
(eds.), B ilando della teología del XX secolo I, R om a 1972, 306-307; R. T ura, «La teología di
J. R atzinger. S aggio in tro d u ttiv o » , 177-178; A. R igobei.lo , «P ersonalism o», Dizionario Teo
lógico Interdisciplinare II, M arietti, M ilano 1982, 726-730.
23 Mi vida, 56; cfr. La sal de la tierra, 67.
24 «G laube, G esc h ic h te u n d P h ilo so p h ie. Z um E cho d e r E in fü h ru n g in d as C h risten -
tum », Hochland 61 (1969) 543.
25 Colaboradores de la verdad. Reflexiones para cada día del año, M ad rid , R ialp 1991,
394. S o b re la in flu en cia del p e n s a m ie n to a g u stin ia n o en n u e stro autor, p u e d e verse: N. Ci-
PRIANI, « S a n t’A gostino nella riflessio n e teológica di J. R atzinger», PATH 6 (2007/1) 9-26.
Maestros 23
2. «L O S G R A N D E S M A E ST R O S »
Agustín de Hipona
34 Jbíd., 74. R o w lan d divide las c o rrie n te s teológicas del siglo xx e n tre los n e o to m ista s
(G a rrig o u -L a g ra n g e ), los p a rtid a rio s del ressourcement p a trís tic o y la nouvelle theologie
(L ubac, D aniélou, B a lth a sa r), y el to m ism o tra s c e n d e n ta l co n in flu en cia d e K a n t, de R ah-
n e r y o tro s: cfr. T. R owland , La fe de Ratzinger, 44-52.
35 H. de L lbac , Corpus Mysticum. L'Eucarestia e la Chiesa nel Medioevo (1949), Ja c a
Book, M ilán 1996, 13. S o b re De L ubac, p u ed e verse ta m b ién : A. Lápple , Benedikt XVI. und
seine Wurzeln, 75-76; s o b re la c o rre s p o n d e n c ia e p is to la r e n tre a m b o s: «Le f u tu r B en o it
XVI et H e n ri de L ubac», 4-9.
36 Cfr. J. E. M. T erra J oao, Itinerario teológico di Benedetto XVI, 42-43.
37 Cfr. T. R owland , La fe de Ratzinger, 48.
38 R. F isichella , « S to ria: I. C o scien za sto ric a» , R. Latourelle - R. F isichella (eds.),
Dizionario di teología fondamentale, C itadella, A ssisi 1990, 1177.
39 Cfr. G. T h ils , Orientations de la theologie, C euterick, L ouvain 1958, 45.
26 La Teología de Joseph Ratzinger
«Ahora lo prim ero que debía hacer era fijar el tem a de su trabajo de
habilitación. Gottlieb Sóhngen sostuvo que, puesto que en mi doctorado
había afrontado un tema de patrística, debía dedicarm e ahora a los me
dievales. Ya que me había dedicado a san Agustín, le parecía natural que
trabajase [ahora] en B uenaventura, de quien él se había ocupado con
gran profundidad. Y puesto que mi tesis había abordado un tem a de ecle
siología, debía pensar ahora en el segundo gran núcleo tem ático de la
teología fundam ental: el concepto de Revelación»50. Al igual que G uar
dini, De Lubac y otros tantos autores de esa época, Ratzinger se ocupaba
ahora de este franciscano, contem poráneo de santo Tomás, quien seguía
fielm ente la trad ició n ag u stin ian a, un «aristotélico neoplatónico», tal
45 R. T ura , «La teologia di J. R atzinger. S aggio in tro d u tliv o » , Studia Patavina (1974)
147, n. 1.
46 Cfr. A. N ic h o i .s , The theologv o f Joseph Ratzinger: an introductora?study, 136-139.
47 Ibtd . , 37-38.
48 S o b re este tem a p u e d e verse: J. I. S aranyana, «Los escrito s u n iv e rsita rio s del joven
R a tz in g e r (1951-1962)», 27-29.
49 Cfr. Mi vida, 74-75; A. TORNIELLI, Ratzinger, custode delta fede, P iem m e, R om a 2002,
34-35; P. B lanco, Joseph Ratzinger, 57-62.
50 Mi vida, 79.
28 La Teología de Joseph Ratzinger
estudioso hávaro. Son bien conocidas sus reservas iniciales hacia la escolás
tica, cuando se refería a su profesor, Arnold Wilmsen, quien les enseñó «un
rígido tomismo escolástico, que para mí estaba sencillamente demasiado le
jos de mis intereses personales»61. Le parecía un enfoque demasiado cosís-
tico e impersonal. Sin embargo, al mismo tiempo, afirm aba al referirse al
citado Sumaturel de De Lubac: «Admiré una nueva interpretación de santo
Tomás de Aquino, muy distinta de la filosofía neoescolástica que habíamos
estudiado hasta ese m om ento»62. Afirmaba tam bién de su director de los
trabajos de doctorado y habilitación, Goltlieb Sóhngen: «Pertenecía a aque
lla com ente dinámica del tomismo que había hecho propias la pasión por
la verdad y la búsqueda de un fundam ento y fin de toda la realidad que se
había planteado el Aquinate; pero [también] se esforzaba conscientemente
en hacerlo dentro del debate filosófico contemporáneo»63.
Unos años después, en la lección inaugural por la obtención de la cáte
dra de Bonn, Ratzinger se refería a la herencia tom ista en tonos más m ati
zados. Tras abordar las relaciones entre fe v razón en el Aquinate, el nuevo
catedrático recordaba la dimensión personal del concepto de Dios («Dios
es persona, un yo que sale al encuentro del tú»), a veces olvidado por «los
apologetas y los padres del Dios filosófico». Con lo que proponía como
principio estructural el augustiniano quaerite faciem eius semper64. Por eso
lo temporal y lo eterno, lo personal y lo universal, a la vez que fe y razón, el
«Dios de la fe» -el de Abraham, Isaac v Jacob- y el «Dios de los filósofos»
querían estar presentes en este pensam iento germinal. También en 1975
Ratzinger se refería ya a la actualidad y complementaríedad entre Tomás y
Buenaventura. «Tomás v Buenaventura se estim aban tanto en sus diferen-
cias como en los aspectos en que coincidían. El debate propio de la esco
lástica ha de m antenerse en pie. [...] Merece la pena discutir sobre algunos
aspectos. Todas las diferencias de enfoques y tem peram entos se unen for
61 Mi vida, 56.
62 «Le fu tu r B cnoít XVI et H e n ri d e L ubac», 8. S o stie n e R ow land q u e se tra ta d e un
a g u s tin is m o no m a n iq u e o , m u y d is tin to del q u e p o d ría n te n e r o tro s a u to re s , co m o , p o r
ejem p lo , el m ism o L u tero (cfr. La fe de Ratzinger, 263). A su vez, este a g u stin ism o no su
p o n d ría u n a o p o sició n al to m ism o sin m ás, sin o m ás b ien al « to m ism o tra s c e n d e n ta l de
K arl R ah n er» . N os e n c o n tra ría m o s , p u e s, a n te un “to m ism o a u g u s tin ia n o " de H e n ri de
L ubac, c o m b in a d o co n la teología de la h is to ria de von B alth asar» (Ibtd., 265). P uede verse
ta m b ié n H. V erweyen , Joseph Ratzinger - Benedikl XVI. Die Entwicklung seines Denke}is,
106-107. K aes es del m ism o p arece r, a u n q u e co n a lg ú n m a tiz m ás. «Bei T h o m a s fin d e t
R a tz in g e r insofern eine B está tig u n g se in e r P o sitio n , ais d ie se r die b le ib en d e Ilin o rd n u n g
d e rT h e o lo g ie a u d die G la u b e n se rfa h m n g d e r H eiligen b e to n t h ab e, o h n e die e rste re ihren
W irk lic h k e itsb e z u g v erló re. In b e s o n d e re a b e r s c h e in t ih m d ie H e ra u s te llu n g des E infa-
c h e n d u rc h A u g u stin u s u n d B o n a v e n tu ra m it je n e r A ussage d es T h o m a s v e rw a n d t, die
L iebe sei d as Auge, d as den M en sch en se h e n láRt» (I). K aes , Theologie im Anspruch von
Geschichte und Wahrheit, D issertatio n en T h eo lo g ish e R eihe, St. O ttilien 1997, 187-188).
63 ¡bíd., 67-68.
64 Cfr. El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, T aurus, M adrid 1962, 41 -42.
Maestros 31
mando una sola unidad, la cual une y reconduce las cuestiones actuales a
las cuestiones planteadas ya en el siglo xni»65.
La com plem entariedad y necesidad de am bas perspectivas form aban
parte del mismo pluralism o teológico presente tam bién en la Edad Me
dia. Nichols establece así el siguiente veredicto al respecto: «La sim patía
de R atzinger por Buenaventura y la escuela franciscana no debe ser con
siderada com o ant i tom ista. De hecho R atzinger se ha expresado sobre
santo Tomás con cercanía m ayor a la que requería un acto oficial»66. En
efecto, en una hom ilía con motivo de la fiesta de santo Tomás p ro n u n
ciada en el Angelicum de Roma67, el cardenal Ratzinger hacía referencia
a lo que él consideraba que era el núcleo del pensam iento del Aquinate.
«Conságrales en la verdad». Santo Tomás ha resum ido toda su vida en es
tas palabras del Señor. La suya fue una vida en la verdad, por la verdad.
El servicio hum ilde y constante de la verdad fue su m isión, su m inisterio
sacerdotal»68. De nuevo vuelve a aparecer la «cuestión de la verdad», a la
que se une el tem a de la creación.
Sigue así la observación de Chesterton, quien apellidó a santo Tomás
com o «del Creador», por p resen tar el correlato entre Dios y el logos, la
verdad interna de las criaturas. A lo que añadía las siguientes palabras:
«La criatura es como una potente trom pa que nos habla de Dios, dice san
Gregorio de Nisa. Santo Tomás fue un atento oyente de esta trom pa y su
filosofía es una invitación perm anente a ab rir los oídos de nuestro espí
ritu, a ir más allá del puro uso de las cosas hasta el punto en que estas no
son sin m ás cosas, sino criaturas de Dios; hasta el punto en el que las co
sas nos ofrecen el baño sagrado de la verdad»69. Se trata de llegar a esa
verdad interna de las cosas, presente ya desde el mismo m om ento de la
creación. Superando con anterioridad la crítica form ulada contra un su
puesto enfoque esencialista, la teología escolástica recordaba que la ver
dad es persona, la m ism a Persona de Cristo, así como la unidad existente
en tre el a m o r y la verdad. «Amor a la verdad v am o r a Jesús son una
única cosa en la figura espiritual de santo Tomás. Al am ar a Cristo, se
am a la verdad; al buscar una relación siem pre más profunda con Cristo,
se recibe la fuerza que consagra la misma verdad»70.
3. M A E S T R O S Y A M IG O S
7» Ibíd., 68-69.
7* Ibíd., 67-68.
80 Cfr. «Von d e r W issen ch aft z u r W eisheit», Catholica 22, 1976, 2). V éase ta m b ié n D.
K af.s , Theologie irn Anspruch vori Geschichte und Wahrheit. Zur Ilenueneutik Joseph Rat-
zingers, p ro m a n u s c rip to , D isse rta tio n e n . T h e o lo g isc h e R eihe, Bd 75, St. O ttilie n 1997,
196.
81 «Von d e r W issen ch aft z u r W eisheit», 3.
34 La Teología de Joseph Ratzinger
L os m ejores m a estro s
“ Ibíd . , 5.
M Cfr. Ibíd., 3-5.
84 Ibíd., 4-5.
85 Natura e compito della teología, 87.
86 Cfr. R. T ura, «La teología di J. R atzinger. Saggio in tro d u ttiv o » , 160, n. 52; U. C asale,
« In tro d u zio n e» a Fede, ragione, venta e amore. La teología di Joseph Ratzinger, 29.
Maestros 35
nich en 1950, cuando Joseph tan solo era un joven doctorando87. Hans
Urs von B althasar (1905-1988) era considerado p o r su propio m aestro
-H enri de L ubac- «el hom bre más culto de nuestro tiempo»: tras sus es
tudios de juventud en filología germ ánica, se había iniciado en la filoso
fía con el estudio de Tomás de Aquino; después, com enzó el estudio de
los Padres v de la literatura francesa contem poránea; m ás adelante había
com pletado esta form ación con la lectu ra de los m ísticos de todas las
épocas. El resultado era un conocim iento enciclopédico, a p artir del cual
in ten tab a elaborar una síntesis teológica actual. Participó activam ente
en la polém ica que precedió a la H um ani generis, y no quedó exento de
alguna de sus críticas. En 1952, con A batirlos bastiones, había denun
ciado una serie de delicados problem as y hablado de la necesidad de re
form as en la Iglesia. E sta tom a de p o stu ra le im pidió p a rtic ip a r en el
concilio. Pero años después revisa su propia p o stu ra y denunciará des
viaciones posconciliares en Cordilla (1966), especialm ente las que eran
consecuencia de la teología de Karl R ahner88.
R atzinger había seguido de cerca su teología. En una reseña a algu
nas de sus obras89, afirm aba que «la obra de B althasar es un verdadero
regalo para nuestro tiempo», por la síntesis que alcanza entre la fe y el
m undo de hoy90. Más adelante colaboraron juntos en distintas iniciativas
editoriales y fundaron en 1972 -ju n to con De L ubac- la revista Commu-
nio: una alternativa al Concilium de Rahner, Küng, Schillebeeckx v a la
corriente posconciliar entonces dom inante91. R atzinger celebró el fune
ral de B alth asar en Lucerna, en el que hacía un balance de su p en sa
miento. «El espectro que recorre su obra va de los presocráticos a Freud,
Nietzsche y Brecht, abarcando toda la herencia cultural occidental de la
filosofía, la literatura, el arte y la teología. Pero este inm enso desplegarse
del espíritu no significaba en B althasar simple curiosidad de erudito, o
aspiración al poder que viene con los am plios conocim ientos. [...] Era
consciente de que el m ucho saber lleva a la tristeza de encontrarse frente
a lo incognoscible, así como a la desesperación de no poder alcanzar el
verdadero tem a de fondo: el ser hom bre, la vida misma. [...] Su preocu
pación era lim piar los ojos del corazón, para que pudieran ver lo que de
verdad m erece la pena: el fundam ento v el fin últim o de nuestra vida, el
Dios vivo»92. En concreto, B althasar sabía que la teología debía hacerse
con oración y con la hu m ild ad que nace de la conversión, v p a ra eso
acuñó la expresión «teología arrodillada»: «sabía que la teología se ha de
desarrollar en contacto con el Dios vivo, que se alcanza en la oración»93.
La teología ha de ser una v -a la vez e inseparablem ente- plural, ecle-
sial, sinfónica y, por tanto, dotada de personalidad v originalidad. Es esta
otra idea que tom ará prestada del m aestro de Basilea v que expresará en
num erosas ocasiones. Por ejem plo, en una intervención de 1993 sobre
las enseñanzas del entonces beato Josem aría Escrivá (1902-1975), el car
denal R atzinger recordaba el carácter a la vez científico y sapiencial, ra
cional y espiritual de la teología. Esta ciencia en el sentido más pleno de
la palabra constituye sin duda un cierto fruto del ejercicio de la razón
científica. A pesar de esto, no resulta inadecuado evocar en este contexto
la realidad del cielo; más aún, es necesario hacerlo, pues solo desde este
punto de vista puede entenderse la teología. «La teología -q u e nace de la
fe- está, en definitiva, subordinada al saber que Dios tiene de sí mismo, v
del que los santos gozan ya de un m odo inm ediato y definitivo. [...] La
teología desem bocará en una visión que, para los santos, es ya una reali
dad»94.
Esta consideración de la teología como ciencia subordinada a la sabi
duría de Dios y de los santos -tal como afirm aba Tomás de A quino- im
plica tam bién u n a referencia a la unión vital con Dios, que resulta posi
ble ya en la tierra a aquellos que, abriéndose con fe a la divina palabra, se
hacen con ella no solo con la inteligencia, sino con todo el corazón. Por
que Dios es a la vez e inseparablem ente verdad, bondad y belleza. «La
fuerza unitiva del am or no solo conduce a dejarse traspasar por su bon
dad, sino tam bién a profundizar en su verdad. El teólogo debe ser hom
bre de ciencia; pero tam bién -precisam ente en cuanto teólogo- hom bre
de oración»95. Los mejores m aestros de los teólogos serían, por tanto, los
santos. Como él mismo había sostenido en un escrito de 1977, la verda
dera teología está «dirigida a la experiencia de los santos». Detrás de Ata-
nasio -seguía diciendo-, está san Antonio Abad; tras Gregorio el Grande,
san Benito de Nursia; y Buenaventura recibe su inspiración de san Fran
cisco de Asís96.
Los santos se convertirán de este m odo en los verdaderos m aestros v
amigos de los teólogos, los cuales a su vez podrán tam bién ser santos. Jo-
seph R atzinger ha predicado sobre m uchos de ellos97. Nos centrarem os
ahora tan solo en san Benito por motivos obvios, de quien Ratzinger pro
nunció en 1979 una hom ilía en la abadía benedictina de Ethal, en plenos
Alpes bávaros. En esta se refería en prim er lugar al origen m ariano de la
abadía, hasta el punto de considerar a M aría como la «fundadora de Et
hal», la cual a su vez nos rem ite de m odo necesario a Cristo98. Esta di
mensión m ariana reforzaba el cristocentrism o propio de los santos, a los
que llama «espejos de Jesucristo». Así, se refiere después a los doce após
toles, quienes nos tran sm itiero n a su vez la fe en Jesu cristo 9910. Cuando
alude al fundador de la orden benedictina, descubre a un m aestro que
buscaba de modo continuo esa relación -va %/ detectada en G uardini- entre
la adoración y la búsqueda de la verdad. «Dominici scola servitii ha lla
m ado Benito a la abadía: una escuela para servir al Señor, una escuela
para la vida eterna, una escuela para la verdadera libertad. Teniendo en
cuenta la m entalidad actual, esta abadía debe perm anecer como un lugar
que sea una escuela p ara conducir a Cristo, una escuela de la verdad, un
lugar en el que se intente vivir ya ahora la vida eterna» 10°.
1 Cír. Mi vicia. Recuerdos 1927-1977, E n c u e n tro , M adrid 1997, 38, 42, 49-50, 56-57 et
al.
2 V. T womey, Benedikt XVI. Das Gewissen unserer Zeit. Ein theologisches Portrait, S an k t
U lricht, A ugsburg 2006, 13.
3 Cfr. C. del Z otto , «La teología co m e s a p ie n z a c ristia n a . T ratti b o n a v e n tu ria n i nella
teología del c a rd in a le Jo se p h R atzinger», AA. VV., Alia ñcerca della verilee, 52.
4 T. R owland , La fe de Ralzinger. La teología del papa Benedicto XVI, N uevo Inicio, G ra
n a d a 2008, 263.
5 J ijan Pablo II, Carta a los artistas (4-4-1999), n. 12.
B enedicto XVI a ñ a d irá p o r su p a rte : «En realid ad , p a ra m í el a rte y los sa n to s so n la
m ás g ra n d e apología de n u e s tra fe» (Encuentro con sacerdotes, B resan o n e, 6-8-2008). So
b re este tem a, p u ed e verse ta m b ién : A. N ichoi.s , The theology o f Joseph Ratzinger: an intro-
ductory study, 2 13 - 2 19 ; Í d., «Zion and Philistia. The liturgy and theological aesthetics today»,
The Downside review 1 15 (1997) 53-73; Í d ., «B enedict XVI o n th e H oly Im ages», Nova et
Velera 5 (2007/2) 359-374; M. J. M iller , «C ardinal R a tz in g e r on litu rg ica l m usic», Homile-
40 La Teología de Joseph Ratzinger
1. M U SIC A C E L E S T IA L
Dios yv la música
tic and pastoral review 100 (2000) 10, 13-22; J. P iqué , Teología y música. Una contribución
dialéctico-trascendental a la sacramentalidad de la percepción estética del misterio, P.U.G.,
R o m a 2006, 179-180; P. E mmanuel , «De la m u s iq u e litu rg iq u e se lo n J o se p h R a tz in g e r» ,
Aletheia (2009/35) 183-191; A. G f. rhards , «Vom jiid is c h e n zum c h ris tlic h e n G o tte sh a u s?
G e s ta ltw e rd u n g d es c h ris tlic h e n L itu rg ie -R a u m e s» , R. Vo d er h o i .zer (H g .), Der Logos-
gemafie Gottesdienst. Theologie der Liturgie bei Joseph Ratzinger, 1 1 1-137; .1. A rno ld ,
«“N ü c h te rn e T ru n k e n h e it in liturgicis - cine ev an g elisch e A n tw o rt a u f J o se p h R atzin g ers
T h eo lo g ie d e r L itu rg ie» , Ib id. , 96-101; K. P rai>l , «Psallite sapienter. Joseph Ratzinger und
seine Schriften zur Kirchenmusik», ibíd., 278-299; M. Cavagnim , « Ut in ómnibus glorificetur
Deus. U na riflessio n e sullo sta to di falto della M ú sica S acra in Italia e q u a lc h e co n sid era-
zione ch e ci a u g u ria m o utile a n c h e fuori dell'Italia», ibíd., 332-352.
6 Caminos hacia Jesucristo, C ristia n d a d , M adrid 2004, 39; cfr. J. Arnold , « N ü ch tern e
T ru n k en h eit in liturgicis - cine ev an g elisch e A ntw ort a u f Jo se p h R atzin g ers T heologie d e r
L itu rg ie» , 96-99, d o n d e o frece in te re s a n te s p a ra le lis m o s con las ideas m u sic a le s de Lu-
tero.
7 La sal de la tierra, 52.
8 Informe sobre la fe, 143.
La belleza 41
del obispo luterano H anselm ann. C uando la últim a nota de una de las
grandes cantatas del gran cantor de la iglesia de Santo Tomás en Leipzig
se extinguió triunfal mente, nos m iram os de modo espontáneo y nos diji
mos con gran sencillez uno al otro: “el que ha escuchado esto sabe que la
fe es verdad"»9. Lo bueno, si bello, dos veces bueno, dos veces bello e in
cluso dos veces verdadero. La verdad y la bondad aliadas con la belleza
se hacen más patentes y atractivas, y la m úsica viene a realzar las verda
des contenidas en una letra inspirada en la fe. «La Iglesia necesita tam
bién de los músicos -seguía Juan Pablo II, en la citada Carta a los arlis
tas-. ¡C uántas piezas sacras han com puesto a lo largo de los siglos
personas profundam ente im buidas del sentido del m isterio! [...] En el
canto, la fe experim enta una exuberancia de alegría, de amor, de la con
fiada espera en la intervención salvífica de Dios»10.
La m úsica ha sido siem pre una gran aliada de la liturgia, de la fiesta
V de la celebración cristiana: expresa con profundidad la alegría de la
fe, fundam entada en la resurrección de Cristo. Por eso, la Iglesia siem
pre ha acudido a los músicos para expresar su m ensaje y realzar sus ce
lebraciones, para servirse de ella tanto de las oraciones hechas m elodía
en el canto gregoriano com o en las grandes com posiciones para coro y
orquesta. C om entaba tam bién a este respecto el cardenal bávaro: «Ha
blar con Dios es algo que sobrepasa los lím ites del lenguaje hum ano;
por eso ha acudido siem pre v por esencia al lenguaje de la música: el
canto y las voces de la creación con el sonido de los instru m en to s» 11. La
m úsica viene a subrayar e intensificar lo que se reza o -co n san Agus
tín - qui cantal, bis o ra l12. Arte y litu rg ia se unen p a ra a c e rc a rn o s a
Dios. La grandeza de la m úsica sacra consiste en que sabe com binar lo
espiritual con lo profano, tal com o propone la doctrina de la en carn a
c ió n 13.
Joseph R atzinger no ha dejado de expresar su preocupación ante al
gunos experim entos m usicales en el ám bito de la m úsica sacra que le pa
recían poco acordes con el m ism o fin que se proponían. Así, en un a r
tículo de 197414 se ocupó del fu n d am en to teológico de la m úsica
religiosa, basándose sobre todo en las disposiciones de la Constitución
los cristianos entendieron que estos cantos habían brotado del corazón del
verdadero David, Cristo. La Iglesia primitiva oró con los salmos v los en
tendió como himnos de Cristo. Él mismo «se convierte así en el director de
un coro que nos enseña el canto nuevo, que da a la Iglesia el tono y le en
seña el modo de alabar a Dios correctam ente y de unirse a la liturgia celes
tial»22, que tiene lugar en el paraíso con todos los ángeles v los santos que
entonan un canto unánim e. «Cantad al S eñor un cántico nuevo» (S 33
[32], 3): cantadle con alegría, con arte, con inteligencia (cfr. S 47 [46], 6),
repite la Iglesia con palabras del salmista. Los salmos son him nos en ho
nor de Cristo, V aquí poesía, oración y la m ism a teología se unen, poten
cian y realzan m utuam ente. Cuando la oración fluye al exterior y se mues
tra en público, se convierte en música y en melodías en honor de Dios.
Todos los artistas -com positores, músicos e intérpretes- han de tener
como prioridad la alabanza a Dios. El artista que pone su arte a disposi
ción del culto se encuentra entonces en un equilibrio inestable, se intro
duce en un m undo especialm ente complejo. Así lo recordaba Ratzinger:
«Siguen vigentes las tres condiciones del verdadero arte m encionadas en
el Exodo: el artista debe estar guiado por su corazón; debe saber, es decir,
tener dom inio técnico; y debe haber entendido lo que el Señor le ha m os
trado»23. Para ser un buen artista que «canta al Señor» no basta con ser
un hom bre o una m ujer religiosos, sino que sus com posiciones han de te
ner una gran calidad técnica. Han de ser artistas en el sentido más radi
cal del término. La prim era exigencia ética para un artista (tam bién reli
gioso) es la perfección técnica. Además, el artista debe ser un hom bre o
una m ujer de fe: han de m antener un habitual trato con Dios, p ara que
sea de verdad el m ismo Dios quien hable a través del arte. En este sen
tido, la espiritualidad de los pintores de iconos bizantinos -el ayuno y la
oración que preceden a la actividad artística - podría ser significativa v
servir de modelo para los artistas occidentales24.
Música en la iglesia
22 Un canto nuevo para el Señor, 1 16; cfr. El espíritu de la liturgia. C ristia n d a d , M adrid
20022, 160-163.
23 Un canto nuevo para el Señor, 126-127.
24 Cfr. M. CAVAGNINI, «Ut in ómnibus glorificetur Deus», 346-349.
25 « K irc h e n m u sik b e ru f ais litu rg is c h e r un p a s to ra le r D ienst», Theologie der Liturgie,
Gesammelte Schriften 11 (=JR G S), H erder, F rc ib u rg - Bascl - W ien 2 0 082, 607-610.
44 La Teología de Joseph Ratzinger
26 Ibíd., 610.
27 «Die k iin ts le ris c h e T ra n s p o s itio n des G la u b e n s. T h e o lo g isc lie p ro b le m e d e r K ir-
ch en m u sik » , JR G S 1 1,571-585.
28 Cfr. Ibíd., 571-572.
29 Ibíd., 573.
30 Cfr. Ibíd.
31 Ibíd., 575.
32 Cfr. Ibíd., 576ss.
33 Ibíd. , 583.
La belleza 45
raptas que nos lleve a la arm onía celestial de la liturgia que se celebra en
los ciclos, con una m ultitud de ángeles y santos cantores34.
Tal vez uno de los problem as del arte religioso -a firm a rá más ade
lan te- sea precisam ente que los buenos artistas han perdido a la Iglesia
como mecenas e inspiradora, a la vez que los artistas se han alejado de la
Iglesia por distintos motivos. Habría que volver a esta fructífera y valiosa
colaboración. R atzinger se m ostraba así crítico -com o veíam os- con al
gunos experim entos estéticos bienintencionados, que han tenido lugar
en época reciente; el rechazo no vendría tanto p o r su contenido teoló
gico, com o sobre todo por su m ediocre nivel estético. Se han ab an d o
nado tam bién grandes piezas de gran valor que habíam os heredado de
una rica y larga h isto ria de la m úsica. «Lo que en realidad han hecho
m uchos liturgistas es dejar a un lado este tesoro por declararlo “accesible
a unos pocos”, y abandonarlo en nom bre de la “com prensibilidad para
todos y en todo m om ento de la liturgia pos con ciliar”. Consecuencia: no
más “m úsica sacra” -que se deja, en el m ejor de los casos, en las catedra
les-, sino “m úsica norm al”: cancioncillas, melodías fáciles, cosas com en-
titas»35.
R atzinger rechazaba una m úsica m eram ente pragm ática o utilitaria,
tan solo pendiente de sus fines pedagógicos o pastorales36. El cardenal
alem án insistía en que «la m úsica sacra es en sí m ism a liturgia, no un
simple embellecim iento accesorio»: constituye una necesidad intrínseca
de la liturgia, v el adjetivo «sacra» no tendría una función m eram ente or
nam ental, sino esencial. Aventuraba, adem ás, otra posible causa del cam
bio de oro por baratijas que, a su m odo de ver, se podría haber dado en
algunas m anifestaciones del arte sacro contem poráneo. «También aquí
-c o n tin u a b a - se ha rechazado la incom parable m úsica de la Iglesia en
nom bre de la “participación activa”; pero ¿no puede esta “participación
activa” significar escuchar con el espíritu y los sentidos? ¿No hay activi
dad alguna en el escuchar, en el intuir, en el conm overse? ¿No supone
esto em pequeñecer a la persona, reducirla a m era expresión oral, preci
sam ente cuando sabem os que lo que en nosotros hay de racionalm ente
consciente, lo que emerge de la superficie, es tan solo la punta del iceberg
respecto a la totalidad de nuestro ser?»37.
Las celebraciones litúrgicas requieren su propia m úsica y excluyen
algunas com posiciones -incluso con calidad artística- que pueden pres
tar un buen servicio en otros lugares v escenarios, incluso a la fe. No toda
2. CASAS D E D IO S
Morada divina
Iconos e imágenes
so ¡hiel, 1 10.
551 Ibid. , 1 12.
52 El espíritu de la liturgia, 113.
53 La Eucaristía centro de la Iglesia, E d icep , V alencia 2003, 1 14.
La belleza 51
58 Ibíd. , 143.
59 Un canto nuevo para el Señor, 109.
ooibícl, 112.
52 La Teología de Joseph Ratzinger
3. M U SIC A T E R R E N A L
Bach y Mozart
61 «M ein M ozart», tironea Zeitung (6. 1. 2006): tra d u c id o en Alfa y Oniega 438 (26-1-
2 0 0 6 )4 0 .
62 S o b re los dos c o m p o sito re s c e n tro e u ro p e o s, p u ed e verse: B. H éritier , «Bach et M o
zart: u n e m u siq u e p o u r la liturgie?», Nova et Velera 82 (2007/4) 319-333.
63 Mi vida, 38.
La belleza 53
vacío, pues en nuestro m undo son dem asiados los argum entos que com
piten entre sí de modo contradictorio, de m anera que se im pone al hom
bre la idea que concibieron los teólogos medievales expresada en la fór
m ula de que la razón tiene u n a nariz cu b ierta de cera. Puede ir en
cualquier dirección, siem pre y cuando sea lo suficientem ente inteligente
V tenga suficiente olfato. Todo es razonable, evidente, pero ¿en quién po
dem os confiar? ¿En qué dirección deberem os ir? «El encuentro con la
belleza -c o n c lu ía - puede convertirse en una flecha que hiere el alma, v
así esta abre sus ojos de tal m odo que ahora -tras lo experim entado- po
see tam bién un criterio, y tam bién puede evaluar después los distintos
criterios»67.
El cristiano ha de apreciar tanto la m úsica celestial como la terrenal,
tanto el m isticism o de la m úsica sacra de Bach como la gracia, ligereza v
la dram ática profundidad de las melodías de Mozart. R atzinger contaba
en este sentido entonces su experiencia -estética y religiosa a la vez- al
oír aquella cantata de Bach, pero que podría aplicarse de alguna m anera
tam bién a la m úsica y al arte más profanos. «En esta obra musical se per
cibió la fuerza inaudita de una realidad tan actual, que sabíam os (no ya
por deducción lógica, sino por la profunda em oción que nos em bargaba)
que esta obra no había podido venir de la nada, sino que había nacido
gracias al poder de la verdad que se hace presente en la inspiración del
com positor»68. El arte y la belleza constituyen tam bién así una vía de co
nocim iento, que puede com pletar y enriquecer las verdades alcanzadas
por la razón. Por eso el arte religioso no solo tendrá una función sagrada
o litúrgica, sino tam bién cognoscitiva: co n tribuirá a enriquecer la vida
hum ana v a llevarle a Dios y la verdad.
Acudirá así, ya como papa, de nuevo a la idea de que la belleza de la
fe se m anifiesta de modo especial en el arte cristiano y en la vida de los
santos, tal como decíamos. «Acabamos de escuchar el sonido del órgano
en todo su esplendor y pienso que la gran m úsica nacida en la Iglesia es
un hacer audible y perceptible la verdad de nuestra fe: del gregoriano a la
m úsica de las catedrales hasta Palestrina v su época, hasta Bach y Mo
zart v Bruckner v así sucesivam ente... Escuchando todas estas obras (las
pasiones de Bach, su Misa en sí bemol y las grandes com posiciones espi
rituales de la polifonía del siglo xvi, de la escuela de Viena, de toda la m ú
sica, incluso la de los com positores m enores) y de repente decimos: ¡es
verdad! Donde nacen cosas así está la verdad. Sin una institución que
descubra el verdadero centro creador del m undo, no puede nacer tal be
lleza. [...] El arte cristiano es un arte racional -pensem os en el arte gótico
69¡b(d.
70 El espíritu de la liturgia, 176.
71 Caminos hacia Jesucristo, 38-39.
72 Informe sobre la fe, 143.
73 Cfr. El idiota, III, 5.
56 La Teología de Joseph Ratzinger
a la de Cristo, «el más herm oso entre los hi jos de los hombres» (S 44 [45],
3). Cristo es el paradigm a, el modelo de toda belleza hum ana. Pero nos
dam os cuenta de que hay un m om ento en el que en él desaparece toda la
belleza física: «no hay en él parecer ni herm osura» (Is 53, 2), nos dice el
profeta refiriéndose a la pasión. Frente al texto de Isaías -añ ad e Ratzin
ger- surge la pregunta que ha ocupado a los padres de la Iglesia: si en ese
m om ento Cristo era herm oso o si, por el contrario, es la fealdad la que
nos conduce a la verdad. «Quien cree en Dios, en el Dios que se ha reve
lado p recisam en te en la a p arie n cia desfigurada del C rucificado por
“am ar hasta el extrem o” (Jn 13, 1), sabe que la belleza es la verdad y que
la verdad es la belleza, pero en el Cristo sufriente tam bién aprende que la
belleza de la verdad contiene la ofensa, el dolor e incluso el oscuro m iste
rio de la m uerte, y que esto solo puede ser encontrado cuando se acepta
el sufrim iento, no cuando se lo ignora»74.
No todo resulta tan sencillo como podría parecer en un prim er m o
mento, pues el mal sigue existiendo y, a veces, se reviste de belleza. Es la
belleza luciferina, la belleza del «más herm oso de los ángeles» (cfr. Ez 28,
12-19). Es cierto que la m entira tiende otra tram pa: la belleza falsa y en
gañosa, una belleza deslum brante que no lleva al hom bre al éxtasis de las
altu ras, sino que lo en cierra totalm ente en él m ism o. Seduce pero no
conduce a ninguna parte. Es la belleza que no despierta el anhelo por lo
inefable, ni la disposición al sacrificio, ni al abandono del ego; sino que lo
incita a la avidez, a la voluntad de poder, de poseer v de placer. «Es ese el
tipo de experiencia de belleza de la que habla el Génesis en el relato del
pecado original: Eva vio que el fruto del árbol era “herm oso” para com er
V “apetecible a la vista”. La “belleza”, tal como ella la experim enta, le pro
voca la m e n tira de la posesión, p o r así decirlo, la repliega sobre ella
m ism a»75. Una belleza aparente y engañosa que nos lleva al error v a la
m entira. Tam bién con esta belleza ha contado Cristo y ha de c o n tar el
mismo cristiano.
«¿Quién no reconocería, p o r ejem plo, en la publicidad -se g u ía di
ciendo R atzinger-, las im ágenes hechas de un m odo tan refinado para
m over a las personas a poseerlo todo, a buscar la satisfacción del m o
m ento, m ás que a estar abiertos a los dem ás? Por eso el arte cristiano
está entre dos fuegos: ha de oponerse, por un lado, al culto de lo feo, que
afirm a que toda belleza es engañosa; exponer lo atroz, indigno y vulgar
sería la verdad y la verdadera explicación. Por otra parte, ha de oponerse
a la belleza engañosa que em pequeñece a los hom bres en lugar de en
76 Ihíd., 41.
77 Confessiones 10, 27, 38: PL 32, 795. Cfr. B. Forte , En el umbral de la Belleza. Por una
estética teológica, E dicep, V alencia 2004, 9-22.
78 Caminos hacia Jesucristo, 40.
IJI. LA LITURGIA
1. PA SIO N P O R LA L IT U R G IA
testim onio del espíritu de los Padres, y por eso puede ser considerada
como un testigo fidedigno de la fe cristian a13.
Lex orancli, lex credendi, lux theologandi. Junto a la Biblia, el credo y
la razón, habría que a ñ ad ir un cuarto com ponente de la teología: la li
turgia. Serían estos los cuatro pilares en los que se ha de apoyar el estu
dio de la teología. El Concilio Vaticano II quiso em p ezar por ella - r e
cu erd a-, de m anera que esta p rioridad se ha de ver tam bién reflejada
en los estu d io s teológicos. E scribió en el prólogo a la edición de sus
Obras com pletas sobre teología litúrgica: «Lo que a sim ple vista podría
p arecer u n a casualidad, tam bién se revela -m ira d o desde la jerarq u ía
de los tem as y de las tareas de la Iglesia- como aquello intrínsecam ente
más correcto. C om enzando con el tem a «liturgia», se puso inequívoca
m ente a la luz el prim ado de Dios, la p rio rid ad del tem a “Dios”. “Dios
ante todo”»: así nos lo dice el inicio de la constitución sobre la liturgia.
C uando la m irada de Dios no es determ inante, todo lo dem ás pierde su
orientación. Las palabras de la regla benedictina Ergo nihil Operi Dei
praeponatur (43, 3: “Por tanto no se anteponga nada a la obra de Dios”)
valen en m odo específico para el m onaquism o, pero tienen valor, com o
orden de las prioridades, tam bién para la vida de la Iglesia y de cada
uno en el m odo que le co rresp o n d e» 14. De esta m anera, com enta Ho-
ping, «para R atzinger la liturgia no solo tiene carácter teológico, sino
tam b ién reve lati vo »15.
El movim iento litúrgico y el desarrollo de la teología de los m isterios
en Alemania tendrán sin duda u n a gran im portancia en todo el itinerario
personal del joven teólogo. Además de Odo Casel (1886-1948), uno de los
autores más conocidos del movim iento litúrgico en Alemania es Romano
G uardini. «Una de mis prim eras lecturas -c itá b a m o s-, después de co
m enzar los estudios de teología a principios de 1946, fue la prim era de
las obras de Romano G uardini, El espíritu de la liturgia, un pequeño volu
men publicado en la Pascua de 1918 [...]. Esta obra puede considerarse,
con toda razón, el punto de partida del movim iento litúrgico en Alema
nia; contribuyó de m anera decisiva a redescubrir toda la belleza de la li
turgia, toda su riqueza oculta, su grandeza intem poral, e hizo de ella el
centro vivificante de la Iglesia»16. Este pequeño libro co nstituía - a f ir
m aba un liturgista catalán- «una apología -form ulada a p a rtir de las ba-
Concilio y posconcilio
21 Cfr. M . S chn eid er , «Zur E rn e u e ru n g d e r L iturgie n ach dem II. V atikanum », 140.
22 Cfr. «G eleitw ort z u r k o re a n isc h e n A usgabe von Der G eist d e r L iturgie», Mittelungeu
Instituí Papsi Bettedikt XVI. 2 (2008) 53-55.
23 G. VALENTE - P. Azzaro , «Aquel nuevo co m ien zo q u e íloreció e n tre los esco m b ro s» ,
30 Días XXXIV (en ero -feb rero 2006) 64.
24 «Preface» a A. R eíd , The organic developniente o f the liturgy, Ig n atiu s, San F rancisco
20052, 11.
25 C fr Die erste Sitzungsperiode des Zweiten Vatikanischen Konzils. Ein Rückblick, Ba-
c h em , K óln 1963, 1 1. S o b re este m ism o te m a , p u ed e verse: M. S chneidf .r , «Z ur E rn e u e
ru n g d e r L iturgie n ach d em II. V atikanum . Ih re B eurteilung in d e r T heologie Jo se p h Rat-
zingers a u f d e m H in te rg ru n d s e in e r R eden in d e r A btei F o n tg o m b au lt» , R. Voderholzer
(H g.), Der Lagos-gemafie Gottesdienst. Theologie der Liturgie bei Joseph Ratzinger, 139-171.
La liturgia 65
irse haciendo presente poco a poco en el concilio, tal como apareció re
flejado en la fu tu ra constitución Sacrosanctum Concilium (1963). Esto
d espertará el entusiasm o del joven teólogo, quien -al ver el acuerdo al
canzado entre los padres conciliares- escribió que la liturgia era «la ver
dadera fuente de vida en la Iglesia y, por tanto, el auténtico punto de p ar
tida de toda renovación»26. El profesor R atzinger escribía de igual modo
por aquel entonces a favor de las nuevas propuestas litúrgicas: la dim en
sión com unitaria de la celebración, la im portancia de la proclam ación de
la Palabra, la participación activa de los laicos, el uso de las lenguas ver
náculas, la riqueza de los ritos litúrgicos orientales27. Se proclam ará por
tanto un firm e partidario de la renovación litúrgia auspiciada por el Vati
cano II (pensaba en una renovación de la Iglesia por medio de la renova
ción litúrgica) y, un poco m ás adelante, en otoño de 1964, se preguntaba
tam bién si la reform a litúrgica conseguirá una «nueva com prensión recí
proca de los cristianos», con consecuencias ecum énicas positivas28.
La experiencia había venido a desm entir sus elevadas expectativas. En
una intervención en el Katholikentag de Bamberg en 1966, un año después
de la conclusión del concilio, afirm aba Ratzinger que «el resultado del con
cilio que m ás salta a la vista era la renovación de la liturgia. Pero esa
misma renovación, tan ansiosam ente deseada y jubilosam ente celebrada,
ha venido a ser signo de contradicción»29. Por un lado, rechazaba las críti
cas -p o r considerarlas un acierto y un avance- contra la dimensión com u
nitaria y el uso de las lenguas vernáculas en la liturgia. Era este sin lugar a
dudas un logro del concilio. Sin embargo, ¿no estaba también cayendo la
liturgia -se preguntaba- en un activismo y en una masificación vacíos v sin
sentido? Con tanto movimiento y actividad, ¿no estábam os perdiendo de
vista lo esencial? Recordaba por tanto la esencia del m isterio eu caris tico.
«La proclam ación de lo que Cristo hizo por nosotros en el cenáculo es, a la
vez, alabanza a Dios, que quiso tratam os así por Cristo; es mem oria de los
acontecim ientos de salvación obrados por Dios, por la que nos introduci
mos en lo acontecido. Pero, como mem oria que nosotros celebramos, es al
mismo tiempo un grito a Dios para que acabe lo que antes ha comenzado:
confesión de la fe y de la esperanza, acción de gracias y de súplica, predica
ción v oración de la comunidad»30.
26 Ibíd., 25-26.
27 Cfr. Ibíd., 27-38; M . S chneider , «Z ur E rn e u e ru n g d e r L itu rg ie n a c h d em II. V atika-
n u m » , 142-143.
28 Ergebnis.se und Problenie der dritten Konzilsperiode, B achem , K óln 1965, 22; so b re el
a sp e c to social y c o m u n ita rio de la celeb ració n litú rg ica, p u ed e verse C. S edmak , «L iturgie
u n d A rm u tb ek ám p fu n g » , 269-271. S obre la u n id a d e n tre P ala b ra y liturgia, p u e d e verse: S.
W. II ahn , Covenant and Communion, 172-1 74.
29 El nuevo pueblo de Dios, 338.
30 Ibíd., 339; cfr. «T héologie de la liturgie», e n AA. W ., Autour de la question liturgique,
28-29.
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book.
La liturgia 67
2. I.A R E F O R M A L IT U R G IC A
37 Ibícl, 345
38 lbíd., 346. T am bién e n c o n tra m o s el texto de 2003: «40 J a h re K o n stitu tio n ü b e r die
heilige L iturgie», JR G S 11, 695-711. Allí vuelve a in sistir en la im p o rta n c ia del c o n cep to
«ad o ració n » (Anbetung) v de cultus divinus en el texto conciliar.
39 Mi vida, 123.
68 La Teología de Joseph Ratzinger
40 Im fiesta de la fe. Ensayo de teología litúrgica, D esclée De B rouw er, B ilbao 1999, 1 18.
41 La fiesta de la fe, 20.
42 Ibíd., 39.
43 Ibíd., 47.
La liturgia 69
44 Ibíd., 49-50.
45 Ibíd., 54-55. El d e b a te e n tre Jo se p h R a tz in g e r y L o lh a r Lies lo he a b o rd a d o en La
cena del Señor. La Eucaristía en el dialogo católico-luterano después del Concilio Vaticano II,
E u n sa , P am p lo n a 2009, 191-192.
46 Cfr. T. P. R ausch , Pope Benedict XVI. An introduction to his theological visión, 128.
47 La fiesta de la fe, 59.
48 Cfr. Ibíd., 60. Cfr. ta m b ié n «La re s u rre c c ió n , fu n d a m e n to de la litu rg ia c ris tia n a »
(1985), en Un canto nuevo para el Señor, S íguem e, S a la m a n c a 1999, 73-93.
49 La fiesta de la fe, 66; cfr. ta m b ié n 67-82; J. S plett , «G ebet z u re w ig a lw issen d en All-
m ach t?» , 31-33.
70 La Teología de Joseph Ratzinger
1 Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, G alaxia G u ten b erg - C írculo de L ecto
res, B arcelo n a 2002, 237.
2 La sal de la tierra. C ristia n ism o e Iglesia cató lica a n te el nuevo m ilenio, P ala b ra , M a
d rid 1997, 66.
3 Mi vida. Recuerdos 1927-1977, E n c u e n tro , M ad rid 1997, 52.
AIm sal de la tierra, 12.
5 T. SODING, «La v ita lid a d de la p a la b ra de D ios», E M e ier -H amidi - E SCHUMACHER
(eds.), El teólogo Joseph Ratzinger, H erder, B arcelo n a 2007, 25. Cfr. R. Voderholzer , «Die
b ib lisch e Ile rm e n e u tik Jo se p h R atzingers», Münchener Theologische Zeitschrift 56 (2005)
400-414.
6 «La in te r p r e ta z io n e b ib lic a in c o n flitto » (1 9 8 9 ), AA. VV., L’esegesi cristiana oggi,
P iem m e, C asale M o n tfe rra to 1991, 93. S o b re este te m a , p u e d e v e rse ta m b ié n : W. Grofó,
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La Escritura 85
Escritura y tradición
35 Informe sobre la fe, BAC, M adrid 1986, 82. E sta a firm a c ió n ya a p a re c e en: La teolo
gía de la historia en san Buenaventura, 131-132; Cfr. ta m b ié n «D iscurso e n la in v e stid u ra de
d o c to r honoris causa del c a rd e n a l Jo se p h R a tz in g e r en la U n iv ersid ad de N av arra» , 390-
391.
36 Informe sobre la fe, 84.
37 Cfr. S. W. H aHN, Covenant and Communion, 110.
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La Escritura 93
com ponentes a los que se puede llegar»50. Hacía notar tam bién el carde
nal alem án los prejuicios de estos m étodos m odernos y supuestam ente
más científicos. «Tomada en su conjunto, la interpretación tradicional
está considerada com o precientífica e ingenua; solo la interpretación his-
tórico-crítica es capaz de d esentrañar de verdad el texto. Y al final, por
esta m ism a razón, tam bién la unidad de la Biblia resulta un postulado
igualm ente superado. Desde el punto de vista de la exégesis histórica, lo
que vale para la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testam ento -incluso
para las relaciones entre las distintas partes de cada testam ento- es úni
cam ente la discontinuidad, nunca la unidad»51. N ovum [testamentum] in
ve tere latet, ve tus in novo patet, escribió san Agustín52. Para Ratzinger, no
se trataba de una lectura en solitario, sino solidaria, en com pañía: leer la
Biblia en su unidad y en su integridad, escuchando otras posibles y tal
vez m ás acertadas lecturas, donde se integren tam bién todas y cada una
de las partes de la E scritura53.
Una lectura plural v unitaria al mismo tiempo. En definitiva -concluía
R atzinger-, la clave estriba en suscribir la enseñanza conciliar sobre la
inspiración y la lectura del texto, que tienen un mismo origen: «Y como la
Sagrada Escritura -afirm a la Dei Verhum- hay que leerla e interpretarla
con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de
los textos sagrados, hay que atender no menos diligentem ente al conte
nido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la tra
dición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe»54. Es decir, una lectura
en la fe y en la Iglesia, y que se confronte de m odo continuo con el dogma,
síntesis a su vez de la doctrina contenida en la Escritura. Por el contrario,
cuando se lee la Biblia fuera de la Iglesia, se aprecian más las partes en lu
gar del todo; se pierde de este m odo la visión de conjunto, y se atom iza
todo conocimiento sobre la Revelación. Por eso abogaba Ratzinger por la
unidad entre los dos testam entos, entre Biblia y dogma, entre exégesis y
teología, decíamos. Se trata, en definitiva, del principio de la «analogía de
la fe», recordado por el texto conciliar55.
El aspecto negativo de todo este proceso interpretativo fallido produ
cido por los excesos del m étodo es precisam ente, tam bién en el ám bito
católico, esta ru p tu ra entre exégesis y dogma. «La fe se convierte enton-
Por eso se debe dar esa m utua arm onización entre interpretación de
la Biblia, Iglesia y dogma. Alcanzar una lectura plural, en la que entran
en juego todos estos distintos com ponentes. Por un lado, una Iglesia sin
un fundam ento bíblico creíble se convierte en un producto histórico ca
sual, en una organización como tantas otras. En este sentido la Iglesia se
ría una auténtica creatura Verbi, una creación de la palabra de Dios. Por
otro lado, «la Biblia sin la Iglesia no es ya la Palabra eficaz de Dios en
cuanto tal, sino un conjunto de m últiples fuentes históricas, u n a colec
ción de libros heterogéneos, de los cuales se intenta e x tra e r-a la luz de la
actualidad- lo que se considera útil. Una exégesis que ya no vive ni lee la
Biblia en el cuerpo viviente de la Iglesia se convierte en arqueología: los
m uertos entierran a sus m uertos»67. Sin un entendim iento m utuo, am bas
salen perdiendo.
22 ibíd. , 46.
23 Cfr. T. W eiler , Volk Gottes-Leib Christi, 80-86, 148.
24 Popolo e casa di Dio iti sant'Agostillo (1954), Ja c a Book, M ilán 1978, XII. V éase ta m
bién M. H. H eim , Joseph Ratzinger. Life in the Church and living theology, 238-243; S. M a
drigal , Iglesia es caritas, 46-52.
25 El nuevo pueblo de Dios. Esquemas para una eclesiología, H erder, B arcelona 1972, 89.
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112 La Teología de Joseph Ratzinger
sona -u n “yo” que sale al encuentro de un “tú "- exige una revisión de las
declaraciones filosóficas, un repensarlas de un m odo que todavía no se
ha realizado de m odo conveniente. En esta tarea de apropiación de un
concepto m ás profundo de Dios, la teología católica y protestante -p ro ce
diendo de lugares d is tin to s - pueden e n co n trarse de nuevo»3. Ambas
coinciden en el redescubrim iento del concepto de persona. La categoría
personal podría ser un concepto que sirviera de puente entre distintas
concepciones teológicas, al mismo tiem po que propiciaría un replantea
m iento de la misma teología.
sam iento objetivante" y se nos revela una nueva dim ensión del ser»30. La
apertura de la persona sería uno de los parám etros para definir su esen
cia o -dicho en térm inos ratzingerianos-, el «ex-odo», el eks-tasis3I.
Según Ratzinger, con el concepto de relación, el térm ino persona al
canza su m adurez y mayoría de edad: la categoría «relación» form a parte
de la misma esencia divina. No es síntom a de debilidad o im perfección32.
Esto llevará consigo tam bién una serie de consecuencias, como el acerca
m iento entre teología y antropología. Lo m ás propio, lo que en últim o
térm ino nos pertenece, nuestro propio yo es -al m ismo tiem po- lo menos
propio, porque no lo hem os recibido ni de nosotros ni para nosotros mis
mos. El «yo» es a la vez lo que más tengo -lo más m ío- y lo que menos
me pertenece. «El concepto de la pura sustancia, de lo que subsiste en sí
mismo, queda, pues, destruido y, al m ism o tiem po, se entiende que un
ser mismo -que se entiende en su ser m ism o- no se pertenece; solo llega
a ser él m ism o cuando sale de sí m ism o y vuelve a p ercib ir que por su
propio origen es referencia a los dem ás»33. Es decir, como sostiene Dirs-
cherl, R atzinger ve en el pensam iento bíblico la experiencia de un Dios
que dialoga: que no solo es Logos, sino dia-logos, decíam os34.
Es este el personalism o teológico de Joseph Ratzinger. Sin embargo,
la concepción de la idea de relación en la persona hum ana será tam bién
peculiar, y guardará sus diferencias con la relación en la Trinidad. El es
quem a relacional propuesto p o r la filosofía del diálogo resultará de este
modo insuficiente, a la hora de explicar la noción cristiana de relación
entre Dios y el hom bre. «Este “nosotros" trinitario -la realidad de que
Dios existe tam bién como un “nosotros"- prepara el terreno p ara el “no
sotros" hum ano. La relación del cristiano con Dios no es -com o describe
un tanto parcialm ente Ferdinand E b n er- “yo" y “tú"; sino que es, como
reza la liturgia diariam ente, per Christum in Spiritu ad Patrem. Cristo uno
es el “nosotros" en el que nos reúne el amor, es decir, el Espíritu, que re
presenta el lazo de unión de unos con otros y de todos con el “tú" del Pa
dre uno»35. No se trata, por tanto, de una relación dual, entre dos sin más
(«vo»-«tú»), sino en la dim ensión com unitaria del «nosotros» de la Igle
sia, que a su vez entra en la com unión del «Yo-Nosotros» de la Trinidad.
44 Ibtd.
45 Ibtd. Cfr. E. D irscherl , «La fig u ra c o n c e p tu a l teológica y a n tro p o ló g ic a de Jo se p h
R atzin g er a p a r tir d e la cristo lo g ía» , 99-100.
46 Cfr. T. R owland , La fe de Ratzinger. La teología del papa Benedicto XVI, 71.
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La fe 149
evangelio, cuya prim era palabra -en el um bral del Nuevo T estam ento-
dice: jalégrate l»2829.
Experiencia y conocimiento
28 Ibtd., 9.1; cfr. J. P ie p e r , Zustim m ung zur W'elt. Eine Theorie des Lestes, M ü n c h e n
19642.
29 Colaboradores de la verdad, R ialp, M ad rid 1991,274.
150 La Teología de Joseph Ratzinger
Fe y bautismo
46 Ib id., 24; la cita es de II. de L ubac, I m joi chrétienne. Essai sur la slructure du Sym-
bole des Apotres, P arís 1970, 13.
47 Teoría de los principios teológicos, 34.
48 Ibíd., 39.
49 El p ro b le m a del b a u tis m o de los n iñ o s lo a b o rd a en u n an ex o en Ibíd., 46-49. Cfr.
ta m b ié n Evangelio, catequesis, catecismo, 24-26.
50 Cfr. J. R ollet , Le Cardinal Ratzinger et la théologie contemporaine, Cerf, P aris 1987,
115-127.
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158 La Teología de Joseph Ratzinger
1. A M O R , V E R D A D Y C U LTU RA S
Atenas y Jerusalén
tual está fuera de dudas, y se h ará sentir en las form as del racionalism o y
del protestantism o liberal, a la vez que la contraposición entre fe v razón
tam bién au n ará en este punto en com ún a teólogos de tendencias tan dis
pares, como Rudolf Bultm ann o Karl B arth32. Por el contrario, desde sus
prim eros escritos R atzinger ha sostenido la inseparabilidad entre filoso
fía y teología, fe y razón, a la vez que proponía su p era r la razón p u ra
mente m atem ática del racionalism o, que evita cualquier posible relación
con la fe, al considerarla una verdad ajena y nu n ca coincidente con la
verdad racional.
3. UNA M IRADA AL F U T U R O
2. CARIDAD
Amor fontal
Sin em bargo, se ofrece en ella algo más, pues Benedicto XVI quiere
resaltar tam bién «la novedad de la fe bíblica». Así, en prim er lugar, para
dad de género, haciéndose así eco del debate actual sobre el tema. Cita
entonces la exclamación del hom bre al apreciar la presencia de la m ujer
apenas creada: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi
carne!» (Gn 2, 23). El m odelo del que hem os p a rtid o p ara h a b la r del
am or era precisam ente el que existe entre un hom bre y una mujer. «En la
narración bíblica no se habla de castigo [como en el mito platónico del
andrógino, antes mencionado]; pero sí aparece la idea de que el hom bre
está de algún m odo incompleto» (n. 11)32.
Así, se vuelve de nuevo al punto de partida. «El am or es posible, y no
sotros podem os ponerlo en práctica porque hemos sido creados a im a
gen de Dios» (n. 39), responde al fin. De Dios procede todo nuestro amor.
También el exitus-reditus de la Trinidad se podría aplicar de modo analó
gico al ser hum ano, creado a «imagen y sem ejanza de Dios» (Gn 1, 26).
Se explica así ese salir de uno mismo: en co n trar al otro y alcanzar in
cluso la unión con Dios. La consecuencia y los frutos de esta actitud -s i
gue explicando el p ap a- es un am or «de larga duración», como modo de
p articipación de la etern id ad de Dios. «El am o r tiende a la eternidad.
Ciertam ente, el am or es “éxtasis”, [...] como un salir del yo cerrado en sí
m ism o hacia su liberación en la en treg a de sí y, p recisam en te de este
modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubri
m iento de Dios» (n. 6 )33. El eks-tcisis lleva al en cu en tro del otro y del
mismo Dios, decíamos. Benedicto XVI sigue realizando después un reco
rrido exegético, p artien d o del A ntiguo T estam ento para a c a b ar con el
Nuevo (cfr. Dt 6, 4-5; Lv 19, 18; Jn 3, 16; Me 12, 29-31). El am or nace de
una acción divina concreta: es un don de Dios. Constituye toda una pre
misa. Así, «es Dios quien nos ha am ado prim ero (cfr. / Jn 4, 10): ahora el
am or ya no es solo un “m andam iento”, sino la respuesta al don del amor,
con el cual viene a nuestro encuentro» (n. 1).
El am or de Dios se une estrecham ente a nuestro amor, pues consti
tuye su fundam ento y condición previa. De hecho, el nuestro es tan solo
u n a resp u esta al am o r de Dios; en cierto m odo, p o d ríam o s d ecir que
nuestro am or es prestado. El am o em pieza en el amor: en el ser am ados
por Dios, que es am or y nos perm ite amar. Amamos porque antes hemos
sido amados: es este un claro punto de partida en el que Benedicto XVI
insiste en varias ocasiones. Por eso, se reafirm a esa necesidad del am or
como actitud fundante para el cristiano, a pesar de las evidentes dificul
tades y de los ineludibles problem as en los m om entos actuales que nos
recuerda el pensam iento contem poráneo. Su solución y fundam entación
69 Ib id., 98.
70 Ib id., 101; cfr. M. H. II eim, Joseph Ratzinger. Life in the Church and living theology.
Fundamentáis o f Ecclesiology with Reference lo Lumen gentium, 436-440. A p areciero n d es
p u és u n a s e rie de re s p u e s ta s a las p a la b ra s de R a tz in g e r en «A u th o rity -T rad itio n -U n ity .
T he resp o n se to C ard. R atzin g er» , Insight 1 (1983/4), passim; J. M. R. T illard , «D ialogue
w ith C ard. R atzin g er» , The Tablet (7-1-1984) 15-17; ír>., « C h ristian c o m m u n io n » , Ibíd. (14-
1-1984) 39s. R a tz in g e r re sp o n d e a e sta s p o s tu ra s en: Iglesia, ecumenismo v política, 102-
106.
71 Cfr. Zur Lage des Glaubens, 163-164, 167-168.
72 E. LOHSE, « P erso n lich e E rk áru n g » , Lutherísche Monatshefte 21 (1982) 188.
7Í La Iglesia, una comunidad siempre en camino, 254; M. M. SüRD, Ekklesiologie und
Ókumenismus bei Joseph Ratzinger, 147-162.
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234 La Teología de Joseph Ratzinger
ción divina, Dios se da a conocer com o el que está verdaderam ente pre
sente y operante»45.
3. S A C E R D O C IO
31 Ib(d., 29. Cfr. A. N ichols , The theology ofJoseph Ratzinger: an introduclory study,
194-195.
32 Palabra en la Iglesia, 28.
33 Ibtd. ,3 1 .
34 Ibíd., 31-32.
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El más allá 269
92 Ibíd . , 176-177.
93 Ibíd., 222-223.
94 Ibíd., 230.
95 «La g ra n d e z z a d e ll'e s s e re u m a n o é la s u a s o m ig lia n z a c o n Dio» (28-1 1-1996):
http://w w w . ratzin g er. it/m o d u les. p h p ?nam e= N ew s& file= article& sid= 198 [co n su lta 25-10-
2008].
96 «El fin del tiem p o » , J. B . M f.tz - J. R atzinger - E. G oodman T hau , La provocación del
discurso sobre Dios, T rotta, M adrid 2001, 15-34.
97 Cfr. Ibíd., 18-22.
98 Cfr. Ibíd., 22-23.
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María 293
recurre más bien «al m atrim onio como su traducción en la teología, como
consecuencia de la imagen de Dios»21. Junto al m atrimonio, Jesús propone
la virginidad como su institución com plem entaria22. De m anera que tam
bién en el ámbito de la mariología existe una correlación perfecta entre el
Antiguo y el Nuevo Testamento. Al proponer la figura de Eva como tenta
dora y dadora de vida a la vez, escribía Ratzinger: «La mujer, que ofrece el
fruto de la m uerte y cuya m isión está unida a la m uerte, es tam bién la
guardiana la vida y la antítesis de la m uerte»23. Tras el antiguo, el Nuevo
Testamento. Ratzinger insistía en la necesidad de recurrir a ambos, en su
intrínseca unidad, para no caer en un «peligroso romanticismo», así como
para que perm anezcan unidas las realidades de creación y redención, na
turaleza y gracia, lo natural y lo sobrenatural2425.
El m isterio sobre la Madre de Jesús encuentra su m ejor explicación
en un contexto neotestam entario. «María, con su silencio v su fe, perso
nifica la continuidad que se realiza en los pobres de Israel, a los que se
dirigen las bienaventuranzas. B ienaventurados los pobres “de espíritu’'.
En el fondo las bienaventuranzas no son otra cosa que una variación de
la parte central v espiritual del Magníficat: ha derrocado a los poderosos
de sus tronos y ha ensalzado a los hum ildes»23. M aría es la verdadera
Sión, a la que se dirigen las esperanzas de toda la hum anidad; es el ver
dadero Israel, en el que se unen antigua y nueva alianza, Pueblo escogido
e Iglesia; M aría es el pueblo de Dios, que da su fruto por la gracia26. «En
su m ism a persona de doncella judía -escribirá m ás adelante- que ha lle
gado a ser la m adre del Mesías, M aría une de m odo vital e inseparable el
antiguo y el nuevo pueblo de Dios; Israel y el cristianism o, la Sinagoga y
la Iglesia»27.
Esta unidad escriturística se continúa en los dogm as m arianos. Así,
recorre ahora de form a más sistem ática a las dem ás definiciones dogm á
ticas y busca su fundam entación escriturística. En prim er lugar, ab o r
daba el profesor de Ratisbona el dogma más antiguo, por el que M aría es
virgen y m adre, tal como se desprende del «nacido de mujer» (Ga 4, 4) y
de genealogía que establece con Isaac -generado por el esp íritu - v no por
la carne, como Ismael (cfr. Ga 4, 21-31). R ecuerda tam bién el título de
«madre de Dios» como la expresión clara de la unidad entre las dos n atu
ralezas de Cristo: por eso M aría no es solo m adre de Cristo, sino tam bién
21 Ibíd., 16.
22 Cfr. Ibíd., 17.
2 ^ ibíd., 18.
24 La Figlia di S io n , 32.
25 Ibíd.
2* Cfr. Ibíd., *2.
27 Informe sobre la fe, 116.
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324 La Teología de Joseph Ratzinger
16 Teoría de los principios teológicos, 86-87; cfr. Convocados en el camino de la fe, 2 1-22.
17 U. CASALE, « In tro d u zio n e» a Fede, ragione, verita e amore. Im teología di Joseph Rat
zinger Un’antologia, L indau, T orino 2009, 49-50.
18 Cfr. Mi vida. Recuerdos (1927-1977), E n c u e n tro s, M adrid 1997, 54-55.
19 «S chópfung», LThK IX (1964) 462.
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386 La Teología de Joseph Ratzinger
Crux et gloria
PRESENTACIÓN ..................................................................................................... 7
PRIMERA PARTE
FU E N T E S
I. MAESTROS
1. PR IM E R O S M AESTROS .................................................................................. 18
Newman y G uardini ........................................................................................ 18
Existencia y persona ....................................................................................... 21
II. LA BELLEZA
III. LA LITURGIA
2. LA REFORM A L IT Ú R G IC A .............................................................................. 67
Fiesta, sacrificio y so lem n id a d ..................................................................... 68
Un «nuevo m ovim iento litúrgico » .............................................................. 70
IV. LA ESCRITURA
3. LA FILOSOFÍA DE LA E X É G E S IS ................................................................ 94
Fe, razón e h isto ria .......................................................................................... 94
Una propuesta personal ................................................................................. 97
V. LA IGLESIA
S E G U N D A PARTE
PRESU PUESTOS
I. LA PERSONA
II. LA FE
III. LA RAZÓN
IV. LA VERDAD
V. EL AMOR
TERCERA PARTE
D ESARROLLOS
I. ECU M EN ISM O
II. EL M IN ISTER IO
3. S A C E R D O C IO ...................................................................................................... 240
La palabra y los sacramentos ...................................................................... 240
Cristo, apóstoles, m inistros .......................................................................... 242
III. LA PREDICACIÓN
V. MARÍA
CUARTA PARTE
P R A X IS
I. LA EUCARISTÍA
II. LA CREACIÓN
III. LA CATEQUESIS
IV. EUROPA
V. LAS R ELIG IO N ES
VI. CRISTO
CONCLUSIONES
1. F U E N T E S .............................................................................................................. 403
4. P R A X IS ................................................................................................................... 409
MANUALES
IN IC IA C IÓ N A LA L IT U R G IA D E LA IG L E S IA
J o s é A n t o n i o A b a d I b á ñ e z y M a n u e l G a r r i d o O .S .B .
4 a e d ic ió n re v is a d a
C O M P E N D IO D E T E O L O G ÍA A S C É T IC A Y M ÍS T IC A
A d o lp h e T a n q u e r e v
4 a e d ic ió n
L O S P A D R E S D E LA IG L E S IA
U n a g u ía in tr o d u c to r ia
E n r iq u e M o lin é
P r ó l o g o d e M o n s . M . A l a n is
5 a e d ic ió n re v is a d a
T E O L O G ÍA M O R A L
C u r s o f u n d a m e n ta l d e la M o ra l C a tó lic a
A u re lio F e r n á n d e z
P ró lo g o d e M o n s . R. B lá z q u e z
4 a e d ic ió n re v is a d a v a m p lia d a
E L M A T R IM O N IO
T e o lo g ía y v id a
A n to n io M ira lle s
2a e d ic ió n
LA I G L E S I A D E C R I S T O
C u rs o d e E c le s io lo g ía
J o s é A n to n io S a v é s
2 a e d ic ió n
H I S T O R I A D E L A I G L E S I A I: L A I G L E S I A A N T I G U A Y M E D I E V A L
J o s é O r la n d is R o v ira
1 I a e d ic ió n
H I S T O R I A D E L A I G L E S I A II: L A I G L E S I A E N LA É P O C A M O D E R N A
F ra n c is c o M a rtín H e rn á n d e z
4 a e d ic ió n re v is a d a v a m p lia d a
H IS T O R IA D E LA IG L E S IA III: LA IG L E S IA C O N T E M P O R Á N E A
V ic e n te C á rc e l O rtí
3 a e d ic ió n re v is a d a y a m p lia d a
LA T R IN ID A D , M IS T E R IO D E S A L V A C IÓ N
J o s é A n to n io S a v é s
2 “ e d ic ió n re v is a d a
L O S S A C R A M E N T O S C R IS T IA N O S
C u rso d e S a c ra m e n ta ría F u n d a m e n ta l
A n to n io M ira lle s
2 a e d ic ió n
C U R S O D E D O C T R IN A S O C IA L D E LA IG L E S IA
E n r iq u e C o lo m
2 a e d ic ió n
T E O L O G ÍA D E LA C R E A C IÓ N
J o s é A n to n io S a v é s
E L M IS T E R IO E U C A R ÍS T IC O
J o s é A n to n io S a v é s
2 a e d ic ió n
Y o u h a v e e i t h e r r e a c h e d a p a g e t h a t is u n a v a i l a b l e f o r v i e w i n g o r r e a c h e d y o u r v i e w i n g l i m i t f o r t h is
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/ N O
o s c p h R a tz in g er es u n o d e lo s g ra n d e s te ó lo g o s
J d e n u e s tra é p o c a . La p ro fu n d id a d y riq u e z a d e su
p e n s a m ie n to e s n o ta b le , a sí c o m o su e x te n s ió n , p u e s e s c rib e
al h ilo d e l tie m p o y d e la h is to ria , c o n ju g a n d o la riq u e z a d e
la tra d ic ió n c o n las n e c e s id a d e s d e lo s tie m p o s p re s e n te s .
E ste lib ro , e s c rito p o r el p r o f e s o r P ab lo B lanco,
c o n o c id o e sp e c ia lis ta e n su v id a y p e n s a m ie n to , o fre c e u n a
c o m p le ta in tro d u c c ió n a su teo lo g ía , q u e a b a rc a su s e sc rito s
c o m o p ro fe s o r, P re fe c to d e la C o n g re g a c ió n d e la Fe y c o m o
P ap a. E stá d is e ñ a d o c o m o u n a v ista a é re a e n la q u e e l le c to r
p u e d e e n c o n tr a r ta n to u n a e x p o s ic ió n d e g ra n d e s te m a s
c o m o su p o s ic ió n s o b re u n d e te r m in a d o c o n c e p to teo ló g ic o .
E n la p r im e r a p a rte se e x p o n e n las fu e n te s d e su
p e n s a m ie n to : su s m a e s tro s , la litu rg ia , la e s c ritu ra , la Iglesia
y la b elleza. En lo s p re s u p u e s to s (II P a rte ) s e tr a ta d e la
p e rs o n a , e n te n d id a d e s d e la v e rd a d y el a m o r, y las
re la c io n e s e n tr e la fe y la ra z ó n . En lo s d e s a rr o llo s d e su
te o lo g ía (111 P a rte ) se a fro n ta e l e c u m e n is m o , e l m in is te rio
y la p re d ic a c ió n , la e sc a to lo g ía y la m a rio lo g ía . E n la IV y
ú ltim a p a rte se p r e s e n ta s u s e s c rito s p a s to ra le s c o n te m a s
ta n c ru c ia le s c o m o la re v a lo riz a c ió n d e la c re a c ió n , la
c o n c ie n c ia y la ley n a tu ra l, e l m is te rio e u c a rís tic o c o m o
c e n tr o d e la Iglesia, la n e c e sid a d d e la c a tc q u e sis, la u rg e n c ia
d e p r o p o n e r d e n u e v o la fe c risto ló g ic a d e los p rim e ro s
sig lo s, la re fle x ió n s o b re la s ra íc e s c ris tia n a s d e E u ro p a , etc.
ISBN 978-84-9840*523-1
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www.palabra.es 7 38498 ¿ 0 5 2 3 1 *