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HISTORIA DE EUROPA
DESDE LAS INVASIONES HASTA EL SIGLO XVI
HENRI PIRENNE

LIBRO III
LA EUROPA FEUDAL

CAPITULO I
LA DISOLUCIÓN DEL IMPERIO

I. Las Causas Internas. fueron aplicados ni si afectaban todo el Imperio o sola-


mente alguna de sus regiones. Además de esto, abun-
LA GLORIA de Carlomagno no nos debe engañar acer-
dan en contradicciones sin que jamás se sepa si los
ca de la solidez de su obra política. En realidad, nada
textos posteriores revocan los precedentes, o si es me-
más frágil que el Imperio. La debilidad de Luis el Piado-
nester tratar de conciliarlos como se pueda. La impre-
so, las querellas de sus hijos y las incursiones de los
sión general que se deduce de ese revoltijo es la de una
normandos, eslavos y sarracenos no hicieron más que
voluntad real fervorosa del bien, ávida de progreso, or-
precipitar una disolución cuyas causas son internas y,
den y justicia, y que se esfuerza, inútilmente, en reali-
por otra parte, tan evidentes que se imponen por sí mis-
zarlos. Tal y como se manifiesta y se expresa casi siem-
mas al observador.
pre, el poder real aparece allí como el de un soberano
El inmenso territorio extendido desde las fronteras del
absoluto, pero cuyo absolutismo está doblemente limita-
Elba y del Danubio hasta la frontera del Ebro en Es-
do. Lo está, ante todo, por la moral cristiana, que él a-
paña, y hasta las posesiones del Papa en Italia, carece
cepta. Lo está, además, por la necesidad de no descon-
de los caracteres esenciales que constituyen un Estado.
tentar a la aristocracia, y la tolera. Es evidente que, en
El reino merovingio había intentado por lo menos consti-
el fondo de su conciencia, el emperador carolingio sólo
tuirse sobre la base de las instituciones romanas. Por
se siente responsable frente a Dios y que si soporta la
muy toscamente que estuviese organizado, su absolu-
intervención de los grandes en su poder, es porque no
tismo administrativo era en todo caso un sistema políti-
puede hacer otra cosa. Entre él y los grandes con quie-
co. Se busca inútilmente algo análogo en la monarquía
nes delibera, la confianza mutua está ausente desde el
carolingia. En ella todo parece incoherente. El poder del
principio y pronto la falta de buena fe viciará sus rela-
soberano, que debería impulsar al conjunto, no consi-
ciones. En una palabra, puede decirse que la constitu-
gue imponerle su acción. Obligados a contar con la aris-
ción carolingia se asienta en un error. Las dos fuerzas
tocracia, a la que debían su corona, Pipino el Breve y
que parecen aliarse con ella son, en realidad, antagó-
Carlomagno no pudieron negarle un puesto en el go-
nicas.
bierno, Los grandes del Reino deliberan con ellos y un
La más poderosa de entrambas, bajo Carlomagno,
conventus los reúne habitualmente en la corte durante
adornado por el lustre de sus victorias y en la reciente
las fiestas de Navidad y en las de Pascua. Pero ¿cuál
novedad de su dignidad de emperador, es la del sobe-
es la competencia, cuáles son las atribuciones de estos
rano. Pero la más vigorosa y la más favorecida por las
consejeros? Resultan tan vagas y tan fluctuantes como
circunstancias y por la organización social es la de la
la misma composición de las asambleas, agrupaciones
aristocracia. Esta aristocracia se declara a sí misma
de eclesiásticos y de laicos que, sin título ni mandato,
"pueblo" y, en cierto sentido, tiene razón, porque el pue-
son considerados como representantes del pueblo. Lex
blo ha desaparecido en ella. Lo absorbe en sus domi-
fit consensu populi et constitutione regís, dice una Capi-
nios, y para todos los que dependen de ella, es decir,
tular: la ley se hace por el asentimiento del pueblo y la
para la mayor parte de la población, sustituye con un
constitución del rey. Hermosa fórmula que, en verdad,
poder privado de protección y de jurisdicción al poder
no significa nada. De hecho, muchas Capitulares jamás
público del Estado. Fuera de ella, los súbditos directos
fueron sometidas a las asambleas, y en cuanto a las
que le quedan al monarca son bien poca cosa, y van
que lo fueron ignoramos hasta dónde llegó la interven-
decreciendo de año en año. Carlos vio el peligro y trató
ción de éstas. Nada, por otra parte, merece menos el
de atajarlo. Disminuyendo las cargas que el servicio mi-
nombre de ley que esas Capitulares, conjunto hetero-
litar y el judicial imponían a los hombres libres, trató de
géneo de decisiones administrativas, reglamentos, de-
salvaguardar a los que conservaban esta libertad, cada
claraciones de principios, medidas de circunstancia o
vez más rara. Sus medidas corrieron la suerte común
edictos perpetuos, de los que no se sabe casi nunca si
de todas las tentativas hechas para detener la evolución
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social en la pendiente por donde la arrastraban los in- Reducido a los recursos de sus dominios privados, el
tereses y las necesidades: no evitaron lo inevitable. Los emperador no podía subvenir a los gastos de una admi-
campesinos siguieron cediendo sus tierras a los gran- nistración digna de este nombre. Pues para que el fun-
des y agregándose a sus dominios. cionario dependa del Estado, es preciso no solamente
Y en esto también se reconoce el error que constituye que el Estado lo nombre, sino que le pague. Aquí, falto
la base de la organización carolingia. En este asunto de de dinero, el Estado se ve obligado a recurrir a los ser-
la conservación de los hombres libres, los intereses del vicios gratuitos de la aristocracia, lo que le coloca en e-
emperador y de la aristocracia se encuentran en pugna. sa situación paradójica de tomar justamente como cola-
Pero es a la aristocracia a la que el emperador debe boradores a los miembros de una clase social cuyo po-
confiar la realización de sus designios, pues entre ella der no puede medrar más que a costa de su decaimien-
recluta sus funcionarios. Los demás tienen, pues, que to. El peligro es demasiado evidente para que no se ha-
optar entre su conveniencia y la conveniencia del so- ya tratado de evitarlo. Desde fines del siglo VIII se exige
berano. No pueden servir a éste sino en mengua propia. a los condes, en el momento de darles posesión en su
¿Qué esperanza puede caber de que se dedican a ha- cargo, un juramento especial de fidelidad, análogo al de
cerlo? los vasallos. Pero el remedio es peor que la enferme-
Y contra su inercia o su mala voluntad no hay reme- dad. Porque este lazo, que une al funcionario con la
dio. Sin duda, conforme a derecho, el emperador puede persona del emperador, debilita e incluso anula su ca-
destituir a los condes, puesto que los nombra. De he- rácter de funcionario público. Le hace, además, consi-
cho, nada puede contra ellos, porque no son simples derar su función como un feudo, es decir, como un usu-
instrumentos de su poder, simples agentes escogidos fructo, y no como un poder delegado por la corona y
con plena independencia, extraños a los hombres que ejercido en su nombre. Por otra parte, este sistema pro-
administran, y que pasan por orden del señor de una duce una crisis de las más peligrosas en cada cambio
circunscripción a otra. Cada uno de ellos pertenece, por de reino. El nuevo príncipe se encuentra ante la alterna-
el contrario, a la región que gobierna; es allí, frecuen- tiva de conservar en su sitio a los incondicionales de su
temente desde muchas generaciones, el mayor propie- predecesor o de reemplazarlos por los suyos. En el pri-
tario, el hombre más influyente; sus bienes de familia se mer caso, se condena a gobernar con un personal que
extienden por todo el condado; los habitantes, de pa- no conoce; en el segundo, es inevitable que aparezcan,
dres a hijos, son sus siervos o sus terrazgueros; nació desde el primer día, temibles descontentos.
entre ellos y entre ellos morirá, si no perece lejos en un Desde cualquier punto de vista que se la considere, la
campo de batalla, y esto fue así ya en tiempos de su pa- organización administrativa del imperio carece, pues, de
dre, al cual, casi siempre, ha sucedido en la dignidad de las características esenciales de toda administración del
conde. De esta suerte aparece, en la región que presi- Estado: la subordinación y la disciplina. Comparada con
de, más bien como un señor que como un representan- la de la Iglesia, donde la jerarquía señala a cada uno su
te del emperador. Desde entonces, resulta imposible papel y su responsabilidad, parece haber caído en una
pensar en desplazarle o en destituirle sin que su suce- tosca anarquía. La institución de los missi dominici tuvo
sor pase, ante los ojos del pueblo, por un usurpador y evidentemente como fin el perfeccionarla mediante la
un intruso. inspección. La iniciativa personal de Carlomagno y su
Esta impotencia del Estado en relación con sus agen- tendencia a mejorar las instituciones laicas inspirándose
tes se explica por la situación financiera. Lo que subsis- en el ejemplo de la Iglesia aparecen aquí a plena luz. Lo
tía del impuesto romano desapareció a fines del período mismo que la Iglesia, que estaba dividida en arzobispa-
merovingio o se transformó en censos usurpados por dos, cada uno de los cuales comprendía un cierto nú-
los grandes. Dos fuentes alimentan aún el tesoro impe- mero de diócesis, repartió el Imperio en vastas circuns-
rial: una intermitente y caprichosa, el botín de guerra; cripciones (missatica) que se subdividían en varios con-
otra permanente y regular, la renta de los dominios per- dados. En cada una de estas circunscripciones, dos
tenecientes a la dinastía. Sólo esta última es susceptible enviados imperiales (missi dominici), uno eclesiástico y
de suministrar a las necesidades corrientes los recursos otro laico, están encargados de vigilar a los funciona-
necesarios. Carlos se ocupó de esto con cuidado y la rios, de tomar nota de los abusos, de interrogar al pue-
famosa Capitulare de vilis demuestra, por lo minucioso blo y de redactar cada año una memoria sobre su co-
de sus detalles, la importancia que concedía a la buena metido. Nada mejor, nada más útil y nada más saluda-
administración de sus tierras. Pero lo que ellas le facili- ble que tal institución, si poseyera facultades para san-
taban eran tributos en especie sólo suficientes para el cionar las faltas. Pero, de hecho, no posee ninguna, ya
aprovisionamiento de la corte. A decir verdad, el Imperio que los sedicentes funcionarios son, como se ha visto,
carolingio carece de hacienda pública y basta compro- prácticamente inamovibles. No se advierte en ninguna
bar este hecho para apreciar hasta qué punto es rudi- parte que los missi dominici hayan logrado corregir los
mentaria su organización comparada con la del Imperio defectos que debieron de advertir en gran número y en
bizantino y la del de los califas, que tienen sus impues- todos lados; la realidad fue más fuerte que la buena vo-
tos recaudados en dinero, su inspección financiera y su luntad del emperador.
centralización fiscal que cubren los sueldos de los fun- La creación de los missi basta para probar que Carlo-
cionarios, los trabajos públicos y el sostenimiento del magno, sin duda bajo la influencia de sus consejeros e-
ejército y la flota. clesiásticos, se daba exactamente cuenta de la imper-
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fección de sus medios de gobierno. Su ideal hubiese si- ción de tendencias, pero sí una diferencia evidente de
do el reformarlos según el modelo de la administración pujanza y de genio personales. El poder imperial, tal y
de la Iglesia, pero le faltó poder para hacerlo. Puede de- como lo ha comprendido el segundo, no es otra cosa
cirse que el espíritu que le anima es totalmente romano. que el desarrollo lógico y completo de la idea que domi-
Resulta una equivocación enorme ver en él, como se na al primero durante la última parte de su carrera, y el
hace frecuentemente, un adepto de no se sabe qué ger- gran emperador creó él mismo ese espíritu con el cual
manismo indefinible y del cual se buscan inútilmente las debía reinar su endeble sucesor.
huellas en su obra. La leyenda ha visto, en este caso, Luis se encontró en seguida en presencia de una cu-
más claramente que muchos historiadores. En los re- estión que se pudo ahorrar su padre y que iba a permi-
cuerdos populares de Alemania, Carlos aparece como tirle experimentar la solidez del Imperio. Tenía tres hijos:
el legislador por excelencia, el vencedor de la barbarie y Lotario, Luis (el Germánico) y Pipino. ¿Cómo se debía
el fundador del orden social. Para los pueblos paganos organizar la sucesión? Desde el origen de la monarquía
o semipaganos ha sido todo eso, en efecto, pero mer- franca la idea de la repartición igual entre los hijos del
ced a su gobierno eclesiástico. El establecimiento defini- soberano había sido aplicada siempre. Por otra parte, el
tivo de la Iglesia de Germania y la subordinación del pu- poder imperial era, por su propia naturaleza, tan indivisi-
eblo a sus dogmas y a su moral es hasta tal punto obra ble como el poder del Papa. ¿Resultaba, pues, preciso
personal suya, que aparece en las tradiciones como un considerar al Imperio tan indisolublemente confundido
personaje casi sagrado. Sin duda fue en estas tradicio- con el Estado que la sucesión en éste debía ser regida
nes donde se inspiraba la imaginación de Alberto Dure- por el mismo principio que la sucesión en aquél; o bien,
ro, cuando le dio esa extraña y majestuosa apariencia distinguiendo entre el uno y el otro, debía precederse a
que hace pensar más en un Papa laico que en un em- la partición del Estado reservando a uno de los herede-
perador. La alianza íntima del Estado con la Iglesia, la ros la autoridad imperial? Luis se detuvo en una actitud
identificación de la sociedad política con la sociedad que, sin romper enteramente con la costumbre de la re-
cristiana, y su consecuencia necesaria, la religión del partición, la sacrificaba, sin embargo, al principio de la
Estado, constituyen lo esencial de la obra carolingia, lo unidad. En 817, luego de asociar como corregente del
que ha sobrevivido y lo que, durante siglos, determinó el Imperio, a su hijo mayor, Lotario, lo nombró su herede-
desarrollo de la sociedad europea. ro; al mismo tiempo, cada uno de los segundones reci-
bía una especie de infantazgo con el título de rey: Pipi-
II. El Papa y el Emperador.
no, la Aquitania; Luis, Baviera. Procediendo así, Luis se
LA MUERTE de Carlos (28 de enero, 814) no provocó pronunciaba contra la vieja concepción de la monarquía
ninguna crisis. En 813 había hecho adoptar, por cinco laica, tal y como la habían practicado los merovingios, y
sínodos provinciales, una serie de disposiciones que en favor de la nueva concepción eclesiástica del Impe-
concernían a la organización del Imperio. Y estas ha- rio, y apenas puede dudarse que tomó esas disposicio-
bían sido ratificadas, el mismo año, por una Asamblea nes de común acuerdo con el Papa. Pero los segundo-
general convocada en Aquisgrán, en el curso de la cual nes preteridos se consideraban víctimas de una injusti-
tomó él la precaución de colocar por sí mismo la corona cia y sólo esperaban la ocasión de conseguir su des-
imperial en la cabeza de Luis, el único de sus hijos que quite. Éste se presentó sin que tuvieran necesidad de
aún vivía. La sucesión se llevó a efecto en medio de la provocarlo. Ya viudo Luis, en 819, contrajo nuevas nup-
adhesión general. El Imperio gozaba de una paz profun- cias, subyugado por la belleza de Judith, hija del duque
da: exteriormente, nada denunciaba el próximo desen- de los alamanes. De temperamento amoroso y sensual,
cadenamiento de trastornos entre los cuales se hundi- como casi todos los primeros carolingios, cayó bien
ría. El ideal esencialmente eclesiástico que Carlos tenía pronto bajo el dominio de aquella mujer, y, cuando, en
del poder imperial se acusa en la educación que hizo 823, le hizo padre de un cuarto hijo, Carlos (el Calvo),
dar a su hijo. Ésta fue totalmente latina y clerical, y, con no tuvo la energía de resistir a la vehemencia apasio-
toda justicia, el segundo emperador carolingio lleva en nada de su mujer y de poner coto a las intrigas que ella
la tradición el sobrenombre de "Piadoso". Pero su pie- urdía para asegurar a aquel niño la mayor parte posible
dad, si así puede decirse, fue ante todo una piedad po- de la herencia paternal. No le fue difícil el ganarse para
lítica. Se confunde con una concepción del poder laico sus propósitos a Luis (el Germánico) y a Pipino, azuzán-
que le da por razón de ser la conservación y la protec- dolos contra Lotario, y le resultó más cómodo aún ase-
ción de la Iglesia. Esto que Carlos, coronado emperador gurarse, por medio de promesas, el concurso de una
a última hora, conservó hasta el fin de su independencia parte de la aristocracia. Dos partidos, o más bien, dos
de soberano y de su primitivo carácter de rey de los facciones se formaron así en el Imperio: una, tomando
francos, desaparece en su hijo. Desde su advenimiento, como programa el reparto de la sucesión entre todos los
Luis renuncia a, titularse rey de los francos y de los lom- hijos del soberano; otra, que continuaba fiel a la idea de
bardos; el único título que lleva es el de emperador, in- la unidad.1 La primera triunfó al principio: Lotario, des-
dicando así que su autoridad es tan universal como la poseído de su título de regente, marchó a Italia para so-
del Papa y que, como ella, alcanza a todos los cristia- meter su querella a las decisiones del Papa, mientras
nos. Y a esto es a lo que tenía que conducir la orienta-
ción de la política carolingia desde su coronación en el 1
Estos eran los "rótulos" de los partidos. En el fondo, únicamente los eclesiás-
año 800. Entre Carlos y Luis no existe la menor oposi- ticos tenían un. programa; los laicos se agruparon según sus simpatías y sus
intereses.
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que Luis, obedeciendo a su mujer, procedía a un nuevo cias condujeron a Gregorio IV a servir de árbitro entre
reparto de la monarquía entre sus cuatro hijos. Las ven- Luis el Piadoso y sus hijos. Bajo Luis II, Nicolás I (858-
tajas que concedió a Carlos le malquistaron bien pronto 867) reivindica e impone la superioridad del poder pon-
con Luis (el Germánico) y Pipino, que se reunieron con tifical sobre el poder del Imperio. Con él acaba la polí-
Lotario. En 833, éste, a la cabeza de un ejército, atrave- tica de alianza que empezó Carlomagno. El jefe de la
saba los Alpes, acompañado del Papa Gregorio IV, y, Iglesia, en virtud del origen divino de su poder, se consi-
luego de unirse con los hermanos, marchaba contra su dera en lo sucesivo como el juez y el director de los de-
padre. El encuentro se realizó en las llanuras del Rin, positarios del poder temporal, reyes o emperadores. De-
cerca de Colmar. El vencedor de la jornada fue en apa- pendiendo de él como cristianos, sujetos a su jurisdic-
riencia Lotario; en realidad, el Papa. En nombre de la ción moral como pecadores, importa que queden so-
paz de la Iglesia, de la que el Imperio no era más que la metidos a una sanción que garantice su obediencia.
forma temporal, reivindicó el derecho a intervenir en el Desde entonces, el Papa puede y debe, si lo estima ne-
asunto, restableció a Lotario en su dignidad primitiva e cesario para el servicio de Dios y de la Iglesia, intervenir
impuso al viejo emperador, culpable de haber turbado el en los asuntos de los príncipes, y Nicolás, sin dudarlo,
reposo de la cristiandad, una penitencia humillante. Con entra en este camino que seguirán tras él Gregorio VII y
una implacable lógica se manifestaba la primera conse- Alejandro II y que conducirá a Inocencio III y a Inocencio
cuencia de la conjunción íntima del Papa y del empera- IV a esa hegemonía teocrática que tendrá su fin con la
dor: éste doblegándose, aquél irguiéndose, la alianza catástrofe de Bonifacio VIII. Por lo demás, no tuvo oca-
primitiva de los dos poderes dejaba su lugar a la subor- sión de intervenir en la gran política. La excomunión que
dinación del segundo al primero. fulminó contra el rey Lotario II, con motivo de su divor-
Pero esto no es lo que habían querido Luis (el Ger- cio, y que produjo la humillación del culpable, fue sólo
mánico) y Pipino. Volvieron a tomar las armas y la lucha una manifestación moral cuya resonancia se extendió a
continuó con una obstinación confusa entre las ambicio- través de toda Europa.
nes antagónicas y los intereses personales. Ni la muerte Las "falsas decretales", que circularon tan profusa-
de Pipino (838), ni la del emperador (840), la interrum- mente a mediados del siglo IX en el norte de Francia, y
pieron. Acabó finalmente en 843, gracias al agotamiento cuyos textos apócrifos, simulados con bastante habili-
de todos, en el Tratado de Verdun. dad, conceden al Papa en relación con el episcopado
Éste fue un compromiso, pero un compromiso que re- un poder que jamás había ejercido de hecho hasta en-
ducía singularmente el alcance de la idea imperial. La tonces, contribuyeron aún más a afirmar la primacía de
monarquía se dividió por entero en tres partes iguales. Roma. Nicolás trató incluso de hacerla reconocer por la
La central, que cortaba de parte a parte Europa, y que Iglesia oriental y lanzó su excomunión contra el Patriar-
se extendía, sin tener en cuenta las fronteras naturales ca Focio, sin otro resultado que agravar más el conflicto
y la naturaleza de los pueblos, desde la Frisia hasta los que iba enconándose sin cesar entre las dos mitades de
Estados del Papa, se concedió a Lotario. Éste conser- la cristiandad: la griega y la latina.
vaba, además, el título de emperador y ejercía, sobre La muerte de Luis II (875) suministró al papado una
sus dos hermanos, Luis y Carlos, que reinaban, respec- nueva ocasión de afirmar su superioridad sobre el Impe-
tivamente, en las regiones del este y del oeste, una pri- rio y demostrar que dependía de él, y no de la dinastía.
macía mal definida. Así desaparecía la identidad exis- No teniendo hijos, Luis designó como heredero a su pa-
tente bajo Carlomagno y Luis el Piadoso entre el Impe- riente varón más próximo, Carlomán, hijo de Luis el
rio y el Estado franco. La unidad imperial sólo subsistía Germánico. Juan VIII (872-882) decidió otra cosa: llamó
teóricamente; su universalidad dejaba de responder a la a Carlos el Calvo a Roma y lo hizo coronar.
realidad de las cosas, puesto que el emperador no go- Desde mediados del siglo IX, el ascendiente del Papa
bernaba ya, de hecho, más que la tercera parte de la no había cesado, pues, de colocarle sobre el del empe-
cristiandad occidental. La cosa empeoró después de la rador. Pero este ascendiente sólo pudo ejercerse por-
muerte de Lotario (855). Dejaba tres hijos, que, a su que los emperadores habían consentido en ello. Por sí
tiempo, se repartieron sus países. El mayor, Luis II, to- mismo, el Papa, reducido a la posesión de su pequeño
mó para sí Italia y el título imperial. Bajo Lotario, el em- Estado romano, hubiese sido absolutamente incapaz de
perador había sido al menos tan poderoso como dos resistir la menor agresión. Más aún, la autoridad de que
reyes, sus hermanos. Con Luis II, ya no era más que un gozaba y de la cual acababa de dar tan brillantes prue-
soberano secundario, infinitamente menos influyente bas, la debía, en suma, a esos carolingios que él coro-
que sus tíos Luis el Germánico y Carlos el Calvo. Se ha- naba y que, en cambio, le concedían su protección. Si-
cía cada vez más grande el contraste entre lo que debía tuación paradójica si las hay, esa que sólo permitía al
haber sido el emperador y lo que era. Puede decirse Papa dominar al emperador en tanto que el emperador
que si existía aún un emperador, no había ya un Im- garantizase su libertad, y que, sólo gracias al apoyo que
perio. recibía del emperador, podía situarle sobre el poder lai-
A esta continua declinación del poder imperial corres- co. Pero la anarquía política en la que Europa resbala
ponde el ascenso correlativo y simultáneo del poder del cada vez más rápidamente a fines del siglo IX, priva al
Papa. Roto el equilibrio entre las dos fuerzas encarga- Papa súbitamente de este protector indispensable. Car-
das de la cristiandad, una de ellas debe necesariamente los el Calvo es el último emperador que gozó aún de un
aprovecharse de lo que la otra pierde. Ya las circunstan- prestigio y de una fuerza reales. Después de él, bajo el
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empuje irresistible del feudalismo, bajo los golpes de los asesinato de Berenguer de Friul (924), no habría más
normandos, sarracenos, eslavos y húngaros, bajo la in- emperadores hasta la coronación de Otón I (962).
fluencia del particularismo regional, bajo la acción de las
III. Los Enemigos de Afuera.
ambiciones, de las intrigas y de las rivalidades perso-
nales, lo que aún subsistía del orden carolingio se hun- LOS ENEMIGOS, normandos y árabes, que el Imperio
dirá, y los príncipes, ya se llamen reyes o emperadores, tu-vo que sufrir tan cruelmente en el siglo IX, no le
son igualmente impotentes. Desde entonces, Roma ataca-ron a causa de su debilidad y no dirigieron, con
queda abandonada a su suerte y el papado se ve de propósi-to deliberado, sus golpes contra él. El campo de
improviso en presencia de peligros mucho más grandes acción de los primeros en los mares del norte, y de los
que los que le habían amenazado antaño en tiempo de según-dos en el Mediterráneo, iban más allá de las
los lombardos. Porque si los lombardos se obstinaban costas del Estado carolingio; las agresiones de que este
en la conquista de Roma, no pretendían apoderarse de país fue objeto no constituyen, en suma, más que un
la voluntad del Papa. Ahora, por el contrario, es la liber- episodio en la historia de las incursiones marítimas a las
tad de éste la que está amenazada. Puesto que el Papa que no pu-do escapar, pero de las que no fue el fin
dispone de la corona imperial, bastará en lo sucesivo único, ni inclu-so, al principio por lo menos, el fin
para obtenerla exigírselo por la violencia, haciendo que principal.
su debilidad ejerza, bajo la amenaza, el derecho que se Los progresos de los árabes en el Mediterráneo occi-
reivindica. Después de la muerte de Carlos el Calvo, ya dental, a comienzos del siglo IX, no se enlazan ya con el
Carlos el Gordo, acercándose a Roma frente a un ejér- gran movimiento de expansión religiosa que siguió a la
cito, obligó a Juan VIII a coronarle (881). Luego, se asis- muerte de Mahoma. La unidad política del Islam estaba
te al penoso espectáculo del envilecimiento simultáneo rota desde que el califa de Bagdad no era ya reconocido
del Papa y del emperador. Después de la destitución de por todos los creyentes. En España, desde el fin del
Carlos el Gordo y de la ruptura definitiva de la unidad siglo VIII, se había establecido, bajo los omeyas, un
carolingia, dos magnates italianos, el marqués de Friul, nuevo califato. En África, los berberiscos de Marruecos,
Berenguer, y el duque de Espoleto, Guido, se disputan de Argel y de Túnez, eran, de hecho, independientes.
la antigua corona lombarda, y entrambos se hacen coro- Definitivamente establecidos en sus nuevas conquistas,
nar reyes en Pavía. La dignidad imperial seguía vacan- esos musulmanes de España y de África volvieron su
te; Guido resolvió apoderarse de ella. Sólo tuvo que actividad hacia el mar. Túnez, fundada junto a las ruinas
entrar en Roma con sus soldados para conseguirla del de Cartago, codiciaba Sicilia, y, lo mismo que los carta-
Papa Esteban VI (891), y algún tiempo después obligó gineses en la Antigüedad, los tunecinos trataron bien
al sucesor de éste, Formoso, a conferírsela igualmente pronto de apoderarse de esta hermosa isla, cuyo pose-
a su hijo Lamberto. ¡A dónde habían caído el Imperio y sión, en el curso de la historia, se habían disputado si-
el papado en el curso de algunos años! Formoso previo empre Europa y África. Los bizantinos no pudieron de-
que, para levantarlos, había que acudir a la fuerza. Ar- fender enérgicamente esa provincia, demasiado remota.
nuldo, duque de Carintia, acababa de conseguir una es- De 827 a 878, fueron, poco a poco, empujados hacia el
pléndida victoria sobre los normandos y parecía prome- estrecho de Mesina, y, por último, obligados a replegar-
ter un reinado glorioso. El Papa solicitó su apoyo contra se en la costa italiana. Ya en posesión de las Baleares,
la odiosa tiranía que le agobiaba. Arnuldo pasó a los Al- y de Córcega y Cerdeña, los musulmanes retenían aho-
pes, tomó al asalto Roma, defendida por los de Espole- ra todas las islas del Mediterráneo. Les sirvieron de es-
to, recibió la corona imperial (896) y después se volvió a taciones navales y de bases de ataque contra las costas
Alemania. Lamberto podía lograr su desquite; éste fue continentales. Desde Sicilia partieron algunas expedicio-
tan repugnante y trágico como ya lo eran las costum- nes hacia Calabria, que concluyeron en la conquista de
bres políticas y religiosas. Habiendo muerto Formoso, lo Bari y de Tarento. Otras flotas amenazaban las costas
hizo exhumar y un sínodo procedió, en presencia del de Italia central. El Papa León IV se vio obligado a po-
cadáver, a un simulacro de juicio tras el cual el cuerpo ner lo que quedaba de Roma al abrigo de los piratas
del Papa fue entregado al populacho, que lo arrojó al Ti- que desembarcaban, sin tener nada que temer, en la
ber. Arnuldo no volvió a pasar los Alpes y el papado fue desembocadura del Tíber. Las bocas del Ródano, tam-
más que nunca el juguete de los intrigantes ambiciosos bién mal defendidas, se encontraban todavía más expu-
que se disputaban el Imperio como tantos otros se dis- estas. A lo largo del litoral, los árabes establecieron
putaban en otros sitios un feudo o una provincia, y sin puestos militares, cuyas defensas subsisten aún. Por
que el mundo repararse en ello. Al fallecer Lamberto, otra parte, no allí ninguna tentativa de establecerse en
Berenguer de Friul reasumió el mando en Italia. Luis, el interior. Sólo el dominio de las costas importaba a los
rey de Borgoña, le hizo la guerra, le venció y se aprove- nuevos dueños del Mediterráneo, y, como el comercio
chó de la ocasión para hacerse coronar emperador por cristiano ya no existía, no se hicieron esfuerzos serios
Benito IV (900). Cinco años más tarde, Berenguer se para desalojarlos y se les dejó las riberas. La población
apoderaba de él en Verona, e hizo que le arrancaran los cristiana se retiró más lejos, y los vestigios de las ciu-
ojos y le expulsaran de la península. Luego, en 919, se dades de la región se fortificaron lo mejor posible.2
hizo a su vez consagrar emperador por Juan X. Era difí-
cil degradar más el título que había inaugurado Calo- 2
En 916, el Papa Juan X, con el rey Berenguer y socorros bizantinos, se apode-
magno, y, de hecho, ya no rodó más bajo. Después del ró del campo atrincherado de los musulmanes, sobre el Garellano. Desde enton-
ces, la Italia central se vio libre de ellos.
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Las invasiones normandas fueron mucho más devas- vecinos. Puede fecharse en este momento el nacimien-
tadoras y tuvieron resultados de un alcance mucho más to de un Estado ruso, es decir, sueco, en la cuenca del
considerable. Hicieron aparecer de pronto en la escena Nieper. Los príncipes y sus compañeros de comercio y
un pueblo hasta entonces tan absolutamente descono- de guerra, hacia los cuales afluían hasta el comienzo
cido, que no existía ningún nombre para designarlo y del siglo XI refuerzos de la patria, conservaron hasta e-
que, a falta de otra cosa mejor, los habitantes de las sa época su lengua y sus costumbres escandinavas.3
costas del norte, que fueron los que primeramente tu- Pero finalmente iban a dejarse absorber por la pobla-
vieron contacto con él, le llamaron con el nombre de la ción que gobernaban y explotaban, y es así como el
región de donde arribaba: Noord-mannen, normando. nombre de estos decididos aventureros del siglo IX ha
Sólo se puede explicar con hipótesis, por otra parte pasado, por una extraordinaria suerte, a través de las vi-
plausibles, las algaras marítimas de los escandinavos. cisitudes de la historia, al más grande de los pueblos
La primera condición de ellas es evidentemente la nece- eslavos y al Imperio más extendido del mundo. Por la
sidad experimentada por una parte de la población de situación de sus países, los noruegos y los daneses se
buscarse fuera los medios de existencia que la tierra in- orientaron hacia el Oeste. Las naciones que se ofrecían
grata y pobre de la patria no dispensaba ya suficiente- a sus empresas no eran, como el Imperio bizantino o el
mente para las exigencias de unos hombres enérgicos y Imperio árabe, Estados florecientes, llenos de ciudades
atrevidos. Si se añade a esto, coincidiendo con este ma- y que prometían fructuosos lucros comerciales, sino re-
lestar económico, luchas intestinas entre los jefes loca- giones puramente agrícolas que no tenían nada que
les, el orgullo de los vencidos que se negaban a some- comprar ni vender. Así, mientras que los suecos, encon-
terse a los vencedores y que arrastraban con ellos a sus trándose en relaciones con sociedades económicamen-
compañeros de guerra, la esperanza de una vuelta tri- te muy avanzadas, intentan ante todo traficar con ellas,
unfal después de aventuras provechosas, se hará una los daneses y los noruegos aparecen, ya como piratas o
idea de los motivos que, desde fines del siglo VIII, em- saqueadores, ya como aventureros del mar. 4
pujaron a porfía sobre el mar del Norte, el Báltico, las Al mismo tiempo que asaltan las costas del Sur y del
llanuras glaucas del Atlántico del norte y las olas azules Oeste, sus barcos exploran las aguas del Norte. Unos
del Mediterráneo, a daneses, noruegos y suecos. Estos noruegos, instalados desde muy antiguo en las islas
últimos fueron atraídos hacia fuera por un motivo que no Feroe, descubren Irlanda en 874, la colonizan y, un si-
actuó sobre los pueblos escandinavos del Oeste. Hasta glo más tarde, avanzan desde allí hasta la costa de Gro-
esos fríos extremos del mundo en que vivían, los dos enlandia. Pero, naturalmente, es a las regiones euro-
grandes Imperios del sur, el de Bizancio y el de los cali- peas hacia donde especialmente se sienten atraídos por
fas, proyectaban sus áureos esplendores. Desde fines la esperanza del botínI. Inglaterra fue la primera en so-
del siglo VII, las rutas comerciales que forman, de un la- portar sus ataques. En 793 tuvo efecto un desembarco
do, entre el mar Báltico y el mar Caspio, el golfo de Fin- en Northumberland, donde los monasterios de Lindis-
landia, el Neva, los lagos Ladoga y Onega, y el curso farm y de Jarrow fueron saqueados y quemados. Desde
del Volga, y del otro entre el mar Báltico y el mar Negro, entonces, las incursiones se suceden, cada vez más nu-
el Duina del sur convergiendo en la cuenca superior del merosas y vigorosas. Los reyes anglosajones no consi-
Nieper, habían comenzado a animarse. Las excavacio- guen rechazar a los invasores. A mediados del siglo IX,
nes han descubierto, en el suelo de Suecia, más de la mayor parte de la región oriental de la isla les perte-
doscientas mil monedas árabes y bizantinas, las más nece, y en 878, Alfredo el Grande se vio obligado a a-
antiguas de las cuales datan de 698. Es cierto que los bandonarles, a, consecuencia de un tratado, el país si-
suecos no tardaron en aventurarse por los caminos que tuado al este de una línea que va de Londres a Chester,
conducían hacia los países del sol y de la fortuna. Los y que fue largo tiempo designado desde entonces con el
eslavos designaban a estos extranjeros con el nombre nombre de Danelaw. Irlanda no se salva tampoco de la
de rus, que les habían dado los fineses, vecinos de u- invasión escandinava. Dublín fue, a partir del siglo IX, y
nos y otros. Estos rusos escandinavos se establecieron continúa siéndolo hasta principios del XI, una especie de
pronto y en bastante gran número en los pagostes (mer- colonia normanda. Desde estos puestos insulares, los
cados), donde los mercaderes árabes o khazars venían, osados aventureros se lanzaban audazmente hacia el
en épocas fijas, a comprar a los habitantes su miel y sus Sur. Infestaron las costas de Portugal y de España, en
pieles. Suplantaron en muy poco tiempo a los demás las que atacaron Lisboa y Sevilla (844), pasaron el
extranjeros. Dominaron hasta tal punto el curso del Nie- estrecho de Gibraltar, saqueando Algeciras y las Bale-
per, que las cascadas del río han conservado durante ares, llegaron hasta las bocas del Ródano y desem-
siglos los nombres suecos con que se las designó. barcaron, de vez en vez, remotos rivales de los piratas
Hacia mediados del siglo IX, se impusieron como due- musulmanes, en las costas italianas. El Imperio franco,
ños a la población vecina de los pogostes. Según la tra- por su vecindad, la extensión de su litoral y el gran nú-
dición, Rurik fundó Novgorod, y dos de sus compañe- mero de profundos ríos que allí desembocan, debió de
ros, Askod y Dir, tomaron antes de 862 posesión de ser, y lo fue en realidad, el que más tuvo que sufrir de
Kiev, la plaza mercantil más importante de toda la lla- 3
nura del sur. En 892, el sucesor de Rurik, Olaf, se esta- Estos recién llegados se denominan en ruso con un viejo vocablo sueco (va-
ering) que significa "extranjero". De ahí los baraggoi de la guardia de Constan-
bleció él mismo en Kiev, que comienza desde entonces tinopla compuesta especialmente, al principio, por escandinavos.
a extender su dominio político sobre todos los países 4
Por otra parte los rusos atacaron Constantinopla en 865, 907, 941, 944 y
1043.
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los normandos. Desde el reinado de Luis el Piadoso reputación. Pero otros no vieron en ellas más que un
hasta principios del siglo X, sus incursiones fueron ince- medio de chantage para asegurarse un aumento de
santes. En un principio, aparecen tan pronto en un pun- fortuna asustando la debilidad de los reyes mediante la
to como en otro, desconcertando la defensa con su ins- amenaza de aliarse con los bárbaros. Sin las invasiones
tantaneidad imprevista. El Rin, el Escalda, el Mosa, el normandas, este gran andamiaje carolingio hubiera
Sena y el Loira fueron sucesivamente invadidos hasta caído por sí mismo. Las sacudidas que lo removieron no
donde sus aguas permitían el paso de las barcas, y sus hicieron más que precipitar su caída.
orillas, devastadas a fondo. Luego, ya mejor conocido el La cesión de Normandía a Rollón sólo es posterior en
país por el enemigo, éste procedió con más método y unos años a la conquista de Kiev por Oleg.5 Es intere-
se limitó especialmente a la región que, desde el norte sante la comparación entre los dos Estados. En Rusia,
del Sena, llega hasta la Frisia. El puerto de Duurstede, los normandos fueron y siguieron siendo los dueños del
saqueado cuatro veces seguidas (834 - 837), no es más país, instituyendo, según sus costumbres nacionales, el
que un montón de ruinas; Utrecht es destruido en 857. gobierno de los eslavos, a quienes consideraban súbdi-
Parece que un Estado escandinavo y pagano estuvo a tos. En Francia, relacionados con una civilización supe-
punto de fundarse en Frisia, porque en 890 el empera- rior, su actitud fue muy distinta. Rollón y los suyos se
dor Lotario, impotente para rechazar a Rurik, le entrega convierten al cristianismo y se asimilan con una rapidez
en feudo las orillas del Waal, y, en 882, darlos el Gordo sorprendente. Veinticinco años después de su llegada,
renueva esta concesión a favor de Godofredo, otro bá- sólo se habla escandinavo en Bayeux y sin duda en la
rbaro. El año 879 señala el apogeo de la crisis. Un ver- costa, donde los nombres de lugares terminados en
dadero ejército desembarca en las riberas del Rin y del beuf recuerdan que ha habido allí una población de len-
Escalda y, apoyado sucesivamente en los campos atrin- gua germánica. El afrancesamiento es tan completo,
cherados establecidos en Gante y en Courtrai, después que no existe en el dialecto normando una sola palabra
en Elsloo, cerca de Maestricht, y por último en Lovaina, escandinava. Ya no hay de Índole escandinava en las
somete durante varios años toda la región a un impu- instituciones del ducado. Se adaptaron en seguida al
esto regular. Carlos el Gordo, en 844, sólo lo pudo des- medio, y no difieren en nada esencial de las de los otros
viar de la Alemania renana por medio de un tratado hu- grandes feudos. Cincuenta años después de Rollón,
millante. Entonces se dirige hacia el Sena y se obstina Normandía es una provincia tan francesa como Borgoña
durante un año en el sitio de París, que no consigue to- o Champagne. Es preciso no olvidar que fue en este te-
mar (885). Después de haber paseado la devastación rritorio donde nació la Chanson de Roland y donde se
por toda la Francia del norte, reaparece en Lovaina el erigieron algunos de los más hermosos prototipos de la
año 891. Pero esto fue para ser atacado y aniquilado arquitectura romana, como las grandes iglesias de Caen
por Arnuldo de Carintia. Desde entonces, los norman- y de Bayeux. Ya no hay huellas de germanismo. O que-
dos sólo arriesgaron algunos golpes de mano sobre el dan tan pocas que, cuando los normandos invadieron
territorio de los Países Bajos. Pero el Sena prosiguió si- Sicilia y después Inglaterra (1066), aparecieron como
endo largo tiempo aún su objetivo. Por último, en 911, conquistadores franceses. Sólo les quedó el espíritu de
Carlos el Simple, no pudiendo rechazarlos, cedió en aventura que, desde principios del siglo XI, los hizo par-
feudo a su jefe Rollón la región, entre el Sena y el Epte, tir en masa hacia Italia; cuarenta de ellos, que volvían
que constituye desde entonces el ducado de Norman- de una peregrinación y que quedaron allí a sueldo, hi-
día. Éste fue el fin de las invasiones. Por otra parte, Es- cieron saber lo que en aquel país podía conseguirse.
candinavia, agotada a causa de su esfuerzo, y provista Sin duda, hace falta ver aquí también, como en las emi-
de bastantes territorios, cesó de extender por el conti- graciones de los flamencos y de los brabanzones de la
nente el excedente de su población. época, la consecuencia de una superpoblación.
El éxito de estas agresiones se explica tan sólo por la
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debilidad del Estado carolingio y por su creciente des- Sólo en el transcurso del siglo XI los escandinavos se asimilan los usos de los
composición. Para resistir a los bárbaros, hubiera sido eslavos. En 1.018 Kiev es todavía enteramente escandinava.

necesaria una flota. Sin erario ¿cómo formar una? Y


¿cómo construir fortalezas para la protección de las
costas? ¿Cómo, en medio de las luchas de los reyes HISTORIA DE EUROPA
entre sí y la disolución de la monarquía, concertar los DESDE LAS INVASIONES HASTA EL SIGLO XVI
esfuerzos y mandar los ejércitos frente al enemigo? En HENRI PIRENNE
realidad, los reyes abandonaron la partida dejando que LIBRO III
la aristocracia hiciera frente, como pudiese, mediante LA EUROPA FEUDAL
esfuerzos locales y desordenados, a la amenazadora in- CAPITULO I
vasión. Los cronistas de la época han conservado re- LA DISOLUCIÓN DEL IMPERIO
cuerdo del heroísmo de un gran número de señores feu- México.
dales que, como los condes de París, Roberto el Fuerte Fondo de Cultura Económica.
y Eudes (el futuro rey), consiguieron, en esas luchas, su 2.003.

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