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Mon cœur brûle pour vous.

Catalina Vargas.
Mayo 17. 2019.

Deja que el viento sople amablemente


y arrulle las velas de tus sueños
y que la luna ilumine tu viaje
trayéndote hacía a mí

Todo el mundo y todo su mundo. El mío.


Quizá no soy un buen partido. No soy guapo, interesante; más bien peculiar. Un poco
indescifrable, ajado, monumento para unos cuantos, por esa tal eventualidad de ser
callado, angustiante, serio, avezado. No salgo muy bien que digamos en las fotos,
de hecho, tengo ese dote de romper espejos mucho antes de que los viese, por ende,
solamente convivo con ese irremediable acto de fotografiar bajo la sombreada
influencia de Josef Koudelka la lluvia dormida, el sueño empapado de puertas
abiertas, el olvido oyendo los temblores del pasado, el temor bailando debajo de
la piel, los retratos sobre mujeres desnudas de Modigliani sumidos en el derecho
de la obligación y el sacramento, y el expresionismo figurativo en el firme trazo
de Egon Schiele, cuando en sus experimentos fotográficos se prevé las treguas que
él hace con la dimensión emocional contribuida al vuelvo ejecutado por el fanatismo
y la virtuosidad. No me invitan a esas fiestas contemporáneas de este tiempo
perdido, y si lo hiciesen quizá me tardaría en dar una respuesta eficaz. No publico
las pocas letras que poseo en revistas de tendencias (cuyos valores distinguen los
ornamentos de la publicidad barata), no recae en mi agrado publicar en lo absoluto.
Por ahora. Tengo el suficiente dinero para malgastarlo en libros, bolígrafos, vino,
películas que en esta época son muy antepasadas. Lo repito. No soy un buen partido,
ni siquiera un buena prorroga extra para remediarlo.
En conclusión, aunque mis signos vitales demuestren de instante que el ayer sigue
estando incrustado en mi piel, a causa de los vientos secos y estridentes de la
memoria cuando resuenan en el lento zumbido de mis pensamientos, cuando te pienso,
amordazado por aquellas vivas pasiones de despojarte de tus atuendos y verte como
fruta madura en una tarde cualquiera o como destello fulminante en una noche amarga.
Y es que, a pesar de haber transcurrido mayo, aún camino despacio mientras las
horas son presas de la desesperación, y los días penden del si acaso deseo de
pernotar a vos, cuando lo que quiero es amarte enloquecidamente y disponerme a
amarte sin elección de regresar a mi punto de partida, puesto que ahora, sos vos
el muelle y la inmensidad de los mares, justo en el momento en el que tu pecho y
el mío se junten para consumarse en una tormenta de sensaciones poseídas por el
juego del placer y el deseo, mientras la noche cae y los astros arden a tientas
sobre los escombros, a la vez que nuestro sexo devora el éxtasis y la eventualidad.
Quizá me jacte de tanta sensibilidad que hay en la sociedad, y corroe las pobres
calles de la nostalgia y del lenguaje que en su quehacer salva los pequeños detalles
de las circunstancias. Quizá me desees como te deseo. Quizá quieras compartir una
vida como la palabra que soy. Ser manifestación. Sujetos pensados y temporales. Ser
imagen o esbozo. Ser escansiones de la muerte, del silencio, la penumbra y testigos
de nuestra propia libertad.

Quizá... Ahora quieras estar conmigo. Y de seguro estaré deseando que usted venga
a mis aposentos y desde allí mirar el regocijante mundo agraviado.

¿Quieres vivir conmigo?

—Uno, dos tres. Saldré para hacerte el amor.


Quien le admira su amado—

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