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OBJETIVO: Que los padres de familia y los padrinos valoren los sacramentos, signos
sensibles de la presencia de Cristo en nuestra vida cristiana.
CANTO:
INTRODUCCIÓN: Todos nos lamentamos de la situación que nos toca vivir y nos
alarma el hecho de que sea general, mundial. En las ciudades y en los campos
impera la violencia, la inseguridad, la injusticia, etc.
Los fieles ejercen su sacerdocio sobre todo, por medio de una vida santa y en la
recepción de los sacramentos, signos sensibles permanentes instituidos por
Jesucristo, para darlos la gracia.
Pero para que tengan eficacia los sacramentos es necesario recibirlos con las
debidas disposiciones, con una seria preparación, y no por conveniencia social o por
costumbre.
La coherencia de vida de la familia como Iglesia doméstica, tanto en los
momentos más importantes como en los más comunes y ordinarios, es de
suma importancia para trasmitir la fe a los hijos.
La pronta recepción del sacramento del Bautismo indica con los hechos, la
importancia que tiene para los padres que los hijos, junto a la vida natural,
sean engendrados a la vida de Dios.
Algo semejante ocurre si, desde la más tierna edad, se les va disponiendo
para recibir los otros sacramentos: Reconciliación, Eucaristía y
Confirmación.
De una manera muy particular, vamos a fijar la mirada en la Eucaristía, como Sacramento que nos da
el Autor de la gracia, fuente y culmen de la vida cristiana; apoyándonos en estas tres dimensiones de
la Eucaristía: SACRIFICIO, PRESENCIA Y COMUNIÓN
Pues bien, esto constituye una invitación a nuestras familias para ver en el sacramento del Cuerpo y la
Sangre del Señor una escuela en la que pueda aprenderse lo que significa entrega y sacrificio.
La Eucaristía, en lo que re-presenta (hace presente) educa en el morir a sí mismo para que los demás
tengan vida, así como hizo Jesús.
Mediante este Sacramento, el Señor Jesús ha querido quedarse con nosotros, no de
manera simbólica o imaginativa, sino de un modo plenamente real.
La familia está invitada a un encuentro pleno con Jesús-Eucaristía.
El “quedarse” o “permanecer” con Jesús en la Eucaristía adquiere una forma muy
concreta y necesaria en el precepto de asistir a la celebración de la Santa Misa los
domingos y fiestas de guardar.
En el Sacramento Eucarístico, el Señor Jesús nos da su Cuerpo como alimento, pero al mismo
tiempo nos une a Él, nos hace participes de su propia humanidad glorificada.
Y así, al unirnos a su Cuerpo, nos hacemos miembros los unos de los otros. ( 1 Cor 10,16-17)
Somos uno en Jesús al ser miembros de su Cuerpo, viviendo el misterio de la unión en común
mediante el amor.
Para la familia, la Eucaristía es una escuela en que a través de actitudes de sacrificio, de donación generosa y
oblativa, de obediencia y de encuentro con el Señor Jesús, se alcanza la comunión de los miembros entre sí,
formando una unidad.
Así como la Iglesia es comunión, así también la familia debe ser comunión de personas por medio del
amor.