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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS

“Francisco García Salinas”

UNIDAD ACADÉMICA DE ARTES


LICENCIATURA EN ARTES

“CARCINÓGENAS”

PROYECTO DE INVESTICREACIÓN

QUE PARA OBTENER EL GRADO DE


LICENCIADO EN ARTES CON ORIENTACIÓN EN ARTES VISUALES

PRESENTA:
ALEJANDRA SARAHÍ RAMÍREZ MORALES

ASESORA: LAURA SÁNCHEZ SOLORIO


COASESORA: CLAUDIA TORRES GONZÁLEZ

ZACATECAS, ZAC. MARZO DE 2019


Honor a quien honor merece

Han pasado ya dos años que no está tu cuerpo entre nosotros, querida Alejandra, dos años

que no podemos tomarnos, cara a cara, un rico café o unas bebidas refrescantes… hace dos

años también que te volviste parte fundamental de nuestros corazones, de nuestras

reflexiones, charlas cotidianas y también de nuestros eventos académicos, como éste que te

honra.

En este texto se presenta, en primer momento, una brevísima reflexión que realizaste

en torno a la película Memento de Cristopher Nolan Análisis de Leonard Shelby, que hoy

resuena de manera importante en nosotros, en ella reflexionas la necesidad de recordar para

ser felices y eso es lo que hacemos hoy. Después se muestra el ensayo Belleza inútil donde

nos invitas a pensar la idea del desinterés en el arte partiendo de Emanuel Kant y poniéndolo

en diálogo con Edmund Burke, en este ensayo nos permites ver tus virtudes escriturales. Por

último, se muestra el proyecto artístico que te hizo beneficiaria del PECDAZ en su emisión

del 2016, las fotografías de las veintinueve obras que finalmente formaron parte de tus

resultados y el texto Carcinógenas o la potencia de la vida que formó parte de tu exposición.

Este documento y la titulación honorífica que implica, son un homenaje a la mujer

lúcida, crítica y creadora que siempre fuiste. Un reconocimiento a tu capacidad de pensar y

generar arte con toda la intensidad que te caracterizaba. Este documento es nuestra manera

de decir que eres parte fundamental de la historia de la Licenciatura en Artes de la Benemérita

Universidad Autónoma de Zacatecas. Y es también un intento de volver a abrazarte, de

revivir tu alegría y traerla de vuelta a nuestros corazones.


Análisis de Leonard Shelby

Los recuerdos son impresiones, no registros.


-Leonard Shelby, en Memento-

El panorama general de Memento es contar la historia de un personaje que tiene una extraña

enfermedad que no le permite almacenar recuerdos a corto plazo, basando su vida sólo en

impresiones, las cuales va almacenando para poder llevar cierto orden.

Considero que la idea principal de Christopher Nolan es hacernos reflexionar sobre

la idea de que Todos necesitamos de recuerdos para saber quiénes somos, como lo dice

explícitamente su personaje principal Leonard Shelby en alguna de las escenas y no sólo lo

dice, sino que toda la película se desarrolla alrededor de tal precepto, además creo que el

director de la película adentra al espectador en tal dinámica, al hacer que esté atento a todas

sus escenas para después poder recordar e intentar hilar todo lo que va pasando.

Todos los seres humanos tenemos una imperiosa necesidad de almacenar recuerdos

para dotar de sentido nuestras vidas, lo que causa cierto conflicto porque precisamente

basamos nuestras vidas en recuerdos que muchas veces como lo afirma Hume, no

corresponden necesariamente a la realidad porque distorsionamos, cambiamos, olvidamos…

Y a veces tal realidad es tan dura como lo es en el caso de Leonard Shelby que llegaba

a inventarse su realidad para creer lo que quería creer e intentar ser feliz. Y creo que en cierta

forma todos estamos expuestos a caer en lo mismo (si es que no lo hemos hecho ya) a
distorsionar o suprimir ciertas cosas que no queremos recordar como creemos que pasaron

(porque nada es seguro) a cosas que podamos manejar de una mejor manera, buscando

siempre lo mismo: la felicidad.


Belleza inútil

Para determinar el planteamiento de que la belleza es desinteresada es imprescindible

entender primeramente el significado de lo bello, a partir de sus diversas interpretaciones y

así con ello tener una idea más clara de lo que bello puede significar realmente.

A través del tiempo a causa del surgimiento de las distintas nociones, se tornó más

significativo el planteamiento de que lo bello se somete de una forma superior a la disposición

del individuo que lo observa y en su caso que lo siente, en otras palabras que lo bello depende

del sujeto; la idea de lo bello ha sido un constante objeto de reflexión en el cual se han

considerado dos posturas que por ser tan opuestas, resulta difícil aferrarse a alguna de ellas,

dichas posturas son en primer lugar la postura objetiva y en segundo lugar la postura

subjetiva.

En la primera como su nombre nos puede indicar se le da importancia a los aspectos

tradicionales de la belleza como lo pueden ser la armonía, el equilibrio y la proporción. Esta

postura tuvo su trascendencia hasta que irremediablemente cedió su lugar a la subjetiva, la

cual consideró que tales aspectos no eran necesarios para que alguna cosa se considerara

como bella.

Entretanto con relación a la percepción de lo bello, el dilema reside en la preocupación

de acordar si lo bello es bello en sí mismo, o si es el sujeto quien le asigna tal propiedad.

Objetiva o subjetiva, imprecisa o concertadora, el posicionamiento filosófico del ser humano


frente a la belleza identifica expresamente entre la idea de la misma y su apreciación por

parte del sujeto.

Sin importar la variedad de sentidos e interpretaciones que la idea de lo bello implica,

es probable reconocer a primera vista una característica común a casi toda utilización de la

belleza, el fundamento del criterio de lo bello. Existen fundamentos muy extensos que antes

suponían una armonía o proporción de componentes, seguida de cierta superioridad y

precisión que hacían al objeto bello sencillamente intuible o comprensible.

Edmund Burke es uno de los autores que se preocupó por la interpretación de lo bello,

para la cual escribió un libro llamado De lo sublime y de lo bello, en el que manifiesta una

postura totalmente subjetiva, donde expresa que lo bello es el atributo o ciertos atributos en

los cuerpos, mediante los cuales éstos suscitan amor, o cualquier otro arrebato semejante a

éste; por lo tanto clarifica que su descripción se restringe simplemente a los atributos

sensibles de las cosas, con el propósito de evitar la confusión del sujeto con asociaciones

secundarias o emotivas alrededor del objeto y que con esto le conmuevan solamente por la

energía de todo eso que amerita ser contemplado, resguardando así al extremo la sencillez de

su argumento (Burke, 2005). A demás destaca que se pueden valorar objetos de diversas

tendencias, ya sean naturales o artísticos o culturales o sintéticos que, aunque se distingan

por su proporción y perfección están muy lejos de ser estimados como bellos.

La idea de lo bello ya sea como atributo o como concepción, se ha utilizado

ordinariamente en alusión a algunas otras características positivas como con lo bueno, debido

a que a través del tiempo se la ha definido acercándola o distanciándola con expresiones que

tienen mucho que ver con dicho término, logrando con esto una serie de confusiones que

Burke intenta clarificar para que sin duda alguna se entienda lo que el concepto de bello

significa.
Immanuel Kant es otro autor que también se interesó por la idea de lo bello, basando

sus teorías en las interpretaciones que realizó de las ideas de Burke, escribiendo un libro

llamado la Crítica del Juicio donde confronta al igual que Burke lo sublime y lo bello,

estimando el beneficio y la disposición para incitar gozo en objetos de la vida ordinaria,

concediéndole a lo bello una situación de propósito sin un objetivo concreto. (Kant, 1986, p.

40)

En la cuestión de la belleza, reconocemos el mismo modelo de propósito en un objeto,

admitimos y distinguimos su fundamento de constitución, pero en sí mismo el objeto no tiene

indispensablemente que ser útil. Alguna cosa puede ser bella sin que sea útil, únicamente

porque tenga ciertos atributos que logremos reconocer para nuestro provecho, pese a que el

objeto en sí mismo sea inútil. Un paisaje es bello porque logramos admitir en él su

constitución, proporción y colores como atributos comunes de algo que nos deleita, pero que

en sí mismo no ofrece un beneficio específico para nosotros. Es por este acontecimiento que

nuestra postura en relación a la belleza de un objeto es precisamente sin ningún interés,

incluso cuando su mismo propósito es satisfacernos (Kant, 1986, p. 40)

Por su parte, Burke sustenta que la inquietud por lo útil no tiene porqué relacionarse

con lo bello y que alguna cosa por ser buena, no es indispensablemente bella. Asímismo

adiciona a esta oposición de la concordancia entre bondad, belleza y utilidad el principio de

“aptitud” para decretar que la belleza no se mide por lo conveniente que sea el objeto de su

uso (Burke, 2005).

Una persona que aprecia fascinada un objeto con cuyos atributos se ha acostumbrado

por hábito o por aprendizaje descubrirá en él virtudes inadvertidas por quienes lo contemplen

indiferente o frívolamente. Sin embargo, la falta de conocimiento de los principios de

invención de un objeto bello no dispensa al espectador de su encanto. Así que, no es


indispensable que quien halla bella una escultura, tenga que ser un experto en el empleo de

la composición o de la estructura.

De igual manera, Burke manifiesta que la falta de conocimiento de la intención de un

objeto no se interpone de ninguna manera en el goce de su belleza, por consiguiente,

considera que el beneficio escasamente o nulamente se relaciona con lo bello. Ahora bien,

no por dichos argumentos se le estimará indispensablemente a un objeto por bello o por feo,

un objeto puede ser provechoso, o bien, su impacto hacia el hombre puede que se interprete

por el nivel de privilegio que le brinde dicho objeto.

Burke por otra parte, reconoce que, para la creación de una obra inspirada en un

objeto, no es indispensable que el objeto original sea bello para que la creación inspirada por

este lo sea. En la percepción no está atribuida exclusivamente la experiencia estética; en el

hecho de concebir algo bello, se interpone algo de la sensibilidad de su autor. Cuando un

artista determina simbolizar sus interpretaciones en relación a un componente natural o

cultural, imprescindiblemente influirán en su obra su juicio, constitución y sensibilidad, de

forma tal que, desde el sencillo hecho de elegir al modelo, hasta en el lenguaje y la manera

para representarlo, él transmitirá su huella particular.

Aludimos a relaciones significativas en la presencia de lo bello para armonizar la

postura de Burke, conforme la cual algo es bello siempre que se encuentren en él relaciones

que evoquen en el observador una sensación apacible.

La carencia de proporción e, incluso, la deformidad no simboliza para Burke lo

opuesto a lo bello; debido a que la acción de retirar un defecto evidente en un individuo no

lo convierte en bello. Es muy probable advertir, por otra parte, que seres muy simétricos

desprovistos de defectos físicos no sean identificados explícitamente por su belleza. La


misma se encuentra tan distanciada de la imagen de la tradición que, aquello que maravilla

al hombre con superior magnitud acostumbra ser excéntrico y poco usual.

Para Burke la belleza conmueve tanto por su originalidad como la deformidad en sí

misma, de modo que, si una nueva especie de ser fuera revelada, no sería indispensable

analizar sus proporciones antes de sentenciarlo por su belleza o su fealdad.

La experiencia estética implica una placentera apreciación de aquello que nos cautiva,

pero no todo lo que provoca en nosotros tal consecuencia es susceptible de ser considerado

por su belleza. La compleja condición humana se conmueve ante la apreciación de una

diversidad de elementos, formas y condiciones que pueden –siendo o no bellos- evocar una

disposición placentera.

Aun con todo esto creo que la idea de lo bello debe de considerarse en mayor medida

en el aspecto subjetivo debido a que no se encuentra una disposición que especifique

constantemente la presencia de la belleza en nuestro contexto. Hay indudablemente un

argumento entre la existencia de tales conceptos en lo bello, pero nos apegamos a considerar

que la misma está dada porque se encuentran relaciones en la naturaleza de ese componente

bello que son representativos para el observador.

Se puede lograr obtener un vínculo fortuito en principios como los defendidos o

enjuiciados por Burke de la belleza absoluta, o la belleza en sí. Sin embargo, tal vínculo no

es indudable, la sola presencia de la armonía, se podría decir, no lo constituye bello frente a

nuestros ojos. La belleza es la condición recurrente en el entorno objetal que, al ser advertida

por el ser humano, produce un deleite en él que poco o nada se relaciona con el anhelo, y tal

sensación voluptuosa se somete constantemente al reconocimiento del ser con el objeto en

sí, atribuida la presencia de vínculos reales y representativos.


Los vínculos serán representativos dependiendo de que la identificación de lo bello

se someta al sujeto, a su educación, a su identidad y a su cultura, e incluso, en momentos, a

la moda; de igual manera influirá como una forma de presencia comunal en dichas

estimaciones. Los vínculos que descubren la belleza frente a los ojos del espectador son

capaces de hallarse especificados en cierta forma por fundamentos abstractos como los

referidos anteriormente, o también, pueden ser el producto de un tipo de convenio implícito

fundado culturalmente.

Acorde con Burke, la belleza es algo que conmueve tan relevantemente al ser humano

que se obliga a necesitar de ciertas propiedades positivas: no se trata de una invención del

raciocinio e incurre en nosotros sin alusión ni beneficio propio.

Por lo tanto, su conclusión es que la belleza es una propiedad de los cuerpos que

interviene en el pensamiento mediante la intromisión de los sentidos. La idea de belleza de

Burke reside en el gozo que exalta a la razón frente a la apreciación de algo bello, no

importando su constitución y que él reconoce como amor, completamente carente de interés.

Además, Burke estima que en la composición de algo bello actúa la esencia de su autor, en

que la realidad sea bella o no, puede ser interpretada bellamente mediante el arte y en que no

es indispensable ser un experto para distinguir las propiedades de la belleza en un objeto. Así

mismo, estima que hay una indiscutible autonomía entre lo bueno y lo bello.

Se nos incita retomar a Kant cuando manifiesta que la belleza es la maravilla inútil.

La apreciación de lo bello, por lo tanto, estimula en el sujeto un anhelo desprovisto de

cualquier interés de condición materialista, y ocasiona, por otra parte, un goce que se deleita

en sí mismo, desprovisto de excusa alguna. El goce procedente de la apreciación estética se

distingue de otros deleites como resultado de la naturaleza del anhelo, que en el tema

exclusivo de la belleza sería definitivamente desinteresado.


Bibliografía

BURKE, Edmund (2005) "De lo sublime y de lo bello." Alianza Editorial.

KANT, Immanuel (1986) Crítica del juicio seguida de las observaciones sobre el

asentimiento de Lo bello y lo sublime. Edición digital basada en la edición de Madrid.


Carcinógenas o la potencia de la vida

Laura Sánchez Solorio

El cáncer comienza en una célula, una micro-célula que se expande como la obra de

Alejandra Mora. Su trabajo es un retorno a lo mínimo, a lo micro, a las cuentas de un rosario

que nos abren las puertas para descubrir lo cósmico, universos que arden, aparecen

inesperadamente, en donde la vida fluye por todos lados. La potencia que mueve la obra de

Mora, es preciso decirlo, es alegre. Punto tras punto se van formando explosiones de colores,

la magia de unir puntos.

Deleuze considera que “Uno experimenta alegría cuando colma, cuando efectúa una

de sus potencias.” Y es que esta técnica es una de las potencias de la artista, hace años que

viene explorándola y hoy, con este trabajo nos muestra que ha logrado un manejo no sólo

técnico sino artístico de su potencia.

Mora tiene la capacidad de ir conquistando pequeños trozos de color que acaban

siendo formas complejas, multicolores y esto provoca una alegría incomparable en el

espectador, desata pasiones alegres, nos provoca una felicidad enorme ver los colores de la

vida, su maravilla. Quiero pensar que también en ella provoca este maravillarse.

De pronto, casi olvidamos que, paradójicamente, lo que se abstrae en sus cuadros es

un elemento por demás nocivo: las células que producen el cáncer. Un juego ya antiguo del

arte que en el límite del horror es capaz de mostrar la belleza, parafraseando a Rilke. La

enfermedad puede verse entonces como un detonador del pensamiento, de la creación. Otra
vez recuerdo a Deleuze, ese hombre que aquejado por tuberculosis desde su juventud escribió

algunas de las obras más relevantes para el siglo XX: “la enfermedad agudiza una especie de

visión de la vida o de sentido de la vida. Cuando digo visión, visión de la vida y vida, es...

verdaderamente cuando… digo ver la vida, pero es verse atravesado por ella. La enfermedad

agudiza, da una visión de la vida, la vida en toda su potencia, en toda su belleza.”

Lo que nos revela la enfermedad no es una potencia triste, no es el ánimo de

convertirse en un sujeto odioso y odiante, amargado o decadente. Muy por el contrario, la

enfermedad nos permite sentir cómo la vida nos atraviesa, cómo crece, cómo a pesar de ser

nociva, a pesar de la debilidad que cada tanto pueda provocarnos, es en sí misma bella y es

preciso aprovecharla para ser más libres, más fuertes. Esta es la lección de fuerza y color que

Mora nos regala con su obra, cada vez más fuerte, cada vez más compleja, más bella. El arte,

su arte libera una potencia de la vida: el retorno a lo mínimo para descubrir lo abierto, la

intensidad, la vida potente. Bellos puntos coloridos de las carcinógenas.

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