Você está na página 1de 2

Hoy me sentí contrariada y confundida.

Puse en duda varios pilares de mi pensamiento que creía


inamovibles. Por un lado, el feminismo busca encontrar la igualdad de derechos entre los hombres
y las mujeres. Este movimiento que surgió a partir de la Revolución Francesa (1789) es una lucha
que cada vez hila más fino en la construcción patriarcal cotidiana. La deconstrucción y el fin del
patriarcado es un proceso que nos concierne a ambos géneros. Como mujer feminista, intento
desarraigarme de pensamientos y costumbres adquiridas a partir de mi contexto: mi familia,
amigos y diferentes estímulos estereotípicos que participaron e influyeron en mi crianza. Según
mis vivencias creé un modelo de hombre en mi cabeza, moldeé a partir de las ideas y de los
ejemplos de las personas que pasaron por mi vida mi propio estereotipo del hombre promedio,
generalizando. A partir de esa idea y con mi primer contacto en el feminismo empecé a sentir
enojo. Enojo y bronca dirigido al otro género. Hablando con amigxs me dijeron que no generalice,
porque nadie es igual. “Hay hombres buenos” era lo que decían. Y sí que los hay. Analizando este
sentimiento ya convertido en ira, descubrí que eso que sentía era un cúmulo de vivencias
absorbidas por diferentes encuentros negativos con hombres, conocidos y desconocidos. Suelo
pensar usualmente en que son más los hombres que violan que mujeres, camino con miedo por
calles por si me encuentro con algún hombre al que se le ocurra hacerme algo, o por si algún auto
manejado por hombres llegara a parar para llevarme. Me desagrada caminar por la calle y que me
denigren libremente, o las miradas lascivas como si fuera un pedazo de carne. Cuando analizo
todo lo que nos hace el hombre a partir de esta cultura machista comprendo mi odio generalizado.
Es impotencia, en injusticia. Me siento débil. Teniendo que buscar siempre a alguien que me
acompañe para no quedar expuesta, como si viviéramos siendo presas de predadores
hambrientos. Encuentro alegría y paz en las marchas, porque me siento contenida, puedo ver que
comparten la bronca que en realidad es tristeza con frustración. Y veo que somos muchas.

¿Necesitamos a los hombres? Obvio que los necesitamos, porque es una lucha para
ambos. Queremos destruir al macho. Al estereotipo del hombre con el que crecimos todxs. Que
amar y llorar esté bien, porque también tienen el derecho de ser libres. Me arriesgo a decir que
todas las feministas lo quieren, porque está en la base de su significado. El peso de la balanza aún
favorece a los hombres, por eso somos las mujeres las que nos movilizamos.

En la Revolución Francesa, que es cuando se suelen datar los orígenes del feminismo, surgieron los
Derechos del Hombre y del Ciudadano: excluyentes. Las mujeres fueron las que se movilizaron en
contra de esta “exclusividad” imperante. Se ve a lo largo de la historia, la violencia y la desigualdad
denigrante. Entonces, cuando nos dicen “¿Y los hombres?” indignados, yo contesto que los
protagonistas no son ellos. Y digo protagonistas, no porque sea un show, si no porque fueron el
tema principal durante siglos, posicionándose delante de la mujer. Me alegra esta liberación, me
alegra que las mujeres hablen de cosas que duelen, que hagan público el sufrimiento que tanto
tiempo se tuvieron que callar nuestras antepasadas. Apoyo las denuncias sociales, porque la
justicia es patriarcal y un papel no nos sirve. Apoyo la humillación para los verdaderos acosadores,
violadores y violentos. Y lamento si nos llevamos por la corriente a personas equivocadas, si se ha
acusado a gente inocente y se ha difamado a gente que realmente apoyaba la lucha; pero la
verdad es que no somos todas, y como compañeras que somos vamos a escuchar a todas sin
preguntarles si hicieron algo o qué vestían, porque estamos cansadas. Cansadas de una historia
llena de represiones, censura y denigración. La idea es que ambos géneros luchemos y para eso
hay que ser comprensivxs; y para serlo hay que salir un poco de uno y ver el panorama general.

Você também pode gostar