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Todo lo anterior forma parte de la identidad cultural, que está constituida por una
complejidad entre la realidad, los planteamientos filosóficos y psicológicos, creando un
vinculo entre interpretación y realidad, lo real con lo irreal. La influencia de la sociedad
en el arte se puede apreciar en el proceso de elaboración de la obra de Marc Chagall,
quien a partir de relatos campesinos de su aldea natal creaba representaciones
pictóricas.
La situación actual venezolana y el rol que adquiere el arte en la misma, sirve como un
ejemplo del claro papel que adquiere el arte en un contexto social específico y complejo.
¿Cómo este se inserta en las prácticas colaborativas y
participativas?
Las prácticas culturales se presentan como herramientas para interpretar y discutir
el contexto donde vivimos, para ello, utilizamos manifestaciones artísticas, sociales y de
distintas esferas públicas que brindan la posibilidad de pensarnos como sujetos, y de
esta forma alcanzar una postura crítica frente a la realidad. En este sentido, el papel de
la cultura es trascendental para lograr resignificar aquellos procesos sociales e históricos
que nos interpelan. Es por tanto que los artistas son entendidos como trabajadores del
campo cultural, donde sus producciones no son pensadas como productos finales
aisladas de su contexto, sino como producto de ello. Soledad Rolleri, docente de la
Facultad de Ciencias Sociales y artista local, explica lo siguiente “El objeto cultural no
solo es el producto que se muestra, sino que es todo lo que sucede a su alrededor: la
generación de pensamiento crítico, la discusión, los relatos y las narrativas de aquello
que se produce” declara, “La cultura es el acto y su relato comunicacional, lo que implica
la interacción entre todos esos elementos”, define.
A partir del trabajo que producen los distintos actores culturales, las prácticas
artísticas se van diversificando como también se reconfiguran a medida que la
comunidad forma parte de ellas. El fomento de la educación y la posibilidad de debatir
conceptos tan amplios y complejos como arte y cultura nos aportan elementos claves
para pensarnos como sujetos comprometidos con nuestra sociedad, y nuestro papel
colaborativo y participativo en la misma.
¿Cuál es la responsabilidad del artista hacia la sociedad?
El arte posee la característica de transformar a las personas. Sea a quien lo utiliza
como medio de expresión de sus emociones, o a quien lo ve y lo recibe como público. Y
es precisamente el público quien se ve directamente afectado por las decisiones de los
artistas, pues cada pieza de arte, ya sea una fotografía, obra teatral o una canción, posee
la particularidad de convidar un “algo” en quien lo presencia, un algo que puede generar
una respuesta positiva, neutral o negativa. De esta manera, los artistas serían un emisor
que trasmite mensajes sin saber, a ciencia cierta, cómo será internalizado por los
receptores. Por ello que su papel es tan delicado, como al mismo tiempo fundamental
en lo que significa la interacción público-obra. Esta comunicación se da a través de las
diferentes disciplinas artísticas, canal donde el artista vuelca sus emociones,
pensamientos, ideales; básicamente, una artista puede voltear su rebeldía en el lienzo,
si así lo desea. Lo que ocurre, es que su «palabra artística» es escuchada por las personas
de forma diferente. Pues a partir de una misma pieza de arte, cada espectador recibe
una carga de información distinta que dependerá de la formación cultural y el contexto
en que esa persona se desarrolle.
Cada impulso emitido por un artista conlleva un efecto en el receptor, por esta razón
es que al momento de expresarse, los autores no deben desenlazar el sentido de
responsabilidad social en el desarrollo de su obra. Las expresiones artísticas actúan a
través del reconocimiento del observador en el mensaje emitido por el artista, pues al
momento de presenciarlas, el espectador generará una mayor empatía con las obras
que de cierta manera se relacionan con su vida, debido a que el ser humano busca una
identificación en el arte, y al encontrarlo, se verá inmerso en él, en el nueva perspectiva
e ideales presentados a sus ojos, transformando su vida y su manera de ver el mundo.
Y que para que esta transformación que la obra provoque en el espectador sea positiva,
es sumamente necesario que la misma sea planeada y llevada a cabo
responsablemente. Los artistas, como figuras públicas, tienen la responsabilidad de dar
un ejemplo a seguir a la sociedad, cumplen de cierta manera el papel de educadores,
llevando al espectador valores, ideas, conceptos.
¿De qué manera las instituciones pueden contribuir a facilitar el
intercambio entre ámbitos sociales específicos en aspectos
culturales concretos?
Para una correcta puesta en praxis de cualquier proyecto, es necesario de antemano
una buena organización. En este sentido, para que las instituciones del país cumplan con
el incentivo del ámbito artístico, primeramente, deben poseer un plan de ejecución,
personal capacitado, y una clara visión y compromiso en pro de la cultura nacional en la
sociedad, para lograr, entre muchas cosas, un buen funcionamiento de sus instalaciones
de arte para un atractivo social que despierte el interés de las masas por el conocimiento
artístico. Este proceso realizado por las instituciones administrativas de mano con el
ámbito gubernamental en Venezuela, deben atenerse a los artículos referentes a la
cultura de la Constitución Nacional. El artículo 98 establece que la creación cultural es
libre, y el Estado reconoce y protege la propiedad intelectual de cada individuo. Así
mismo, el artículo 101 establece que el Estado tiene la responsabilidad de difundir la
cultura en el territorio nacional. Con esto, las instituciones poseen tanto un respaldo de
su rol en el país, como un deber de su oficio en el mismo.
Por regla general, toda administración pública que se propone renovar o crear una
institución artística tiene en cuenta criterios y oportunidades relacionados con la
atracción del turismo cultural, la rehabilitación de entornos urbanos degradados, la
proyección exterior de la localidad/autonomía/estado, etc. Una buena práctica en esta
materia sería establecer previa o paralelamente el proyecto cultural que se quiere
afrontar con el nuevo equipamiento. Clarificar, en primer lugar, su carácter o función:
configurar una colección (museo), incentivar la producción artística y su difusión social
(centro de arte/kuntshalle), o hibridar esas dos funciones básicas (museo-centro de
arte). En segundo lugar, atender la temporalidad que abarcará la colección y/o
actividades (modernidad, contemporaneidad o apuesta por el futuro). Tercero,
delimitar el ámbito territorial de la colección/actividad (local, autonómico, estatal,
internacional) que determinará, a su vez, el ámbito de sus relaciones. En suma, se trata
de fijar la identidad artística de la nueva institución: su Proyecto Artístico.
Con estas palabras se comprende la naturaleza real del arte público, y su vital
relación con la ciudad, buscando no imponer un hecho artístico al medio, sino la
participación activa de los ciudadanos en el hecho creador. Hay que comprender que la
ciudad articula de manera íntima las personas y su entorno, es el espacio físico y
simbólico donde se empalman las infraestructuras (redes funcionales) con las
infoestructuras (redes sociales). La condición de lo urbano se establece por la
organización de la coexistencia, ese espacio que se empeña en unir a los hombres y sus
actividades dentro de la naturaleza, y relacionarlos entre ellos como miembros de un
mismo conjunto, sobre todo en los espacios públicos. Desde el punto de vista de
arquitectónicos y urbanistas, un espacio público es un lugar donde se desarrolla la vida
social, es visto como un elemento aglutinador eminentemente social, que sirve para el
esparcimiento y recreación de la población. Cualifican al conjunto de espacios abiertos,
concebidos para abrigar diversas funciones de participación comunitaria. Lo integran
parques urbanos, parques para el recreo y el descanso, parques infantiles, zoológicos,
jardines botánicos, paseos arbolados y el medio ambiente en zonas céntricas muy
habitables y visitadas que conforman la imagen más conocida y reconocida de la ciudad.
Con los conceptos explicados, se puede analizar entonces la situación actual del arte
público en Venezuela. Por un lado existe la inconsciencia ciudadana, y por el otro el
abandono por del Estado al retenerse a financiar los entes encargados del
mantenimiento de las obras públicas. En el caso de Aragua, nos mostró Rafaela, la
bibliotecaria del Museo Mario Abreu, que artistas como Asdrúbal Figuera y J.J Moros
representan el arte público y urbano. Las obras de Asdrúbal se han expuesto en diversas
zonas de Maracay. Una de ellas fue la escultura “Después de clases”; la cual era un gordo
blanco balanceándose en un columpio, ubicado en la Av. Casanova Godoy. No obstante,
fue víctima de tiros y de grafitis, ya hoy en día no se encuentra expuesta. Aún se
mantiene una, un gordo colgado de una cuerda, llamada “Dibujado en el Cielo” en la
Alcaldía de Girardot, Las Delicias. Así como “Subiendo la estructura donde quedaron
cosas ocultas”, en el Museo Mario Abreu.
El propósito de Asdrúbal era que el arte fuera a la calle, que se convirtiera en un
transeúnte más. Para él, la obra permanece inerte en los museos, pero en la ciudad
participa de su natural dinamismo, permitiendo que la escultura sea móvil, no solo un
material expuesto al público, sino una obra que comparte con su entorno urbano, y un
entorno que interacciona con la obra.
Un ejemplo, fue el 2014 cuando se realizó el primer Meeting of Style, que significa
Encuentro de Estilos, que consistió en la reunión de artistas grafiteros tanto nacionales
como extranjeros, con el propósito de embellecer las paredes con un arte cultural y
representativo latinoamericano. Este fue un vivo ejemplo de lo que es arte público, no
una obra estática, una pintura en medio de la calle, sino una interacción y comunicación
entre la ciudad y sus integrantes. En la realización de la obra, se pintaron
aproximadamente 25 paredes del barrio: tanto las fachadas de los edificios –con
andamios de hasta 5 niveles-, como diferentes paredones abandonados, o fachadas de
almacenes, en Las Acacias, Maracay. Durante el proceso, los vecinos de la zona se
involucraron con los grafiteros, buscando comprender las ilustraciones que estos
realizaban, admirando la trasformación de una pared, antes ordinaria y común, a un
mural. Y por supuesto cambiando el estereotipo de lo que es “un artista de la calle.”
Este proyecto fue organizado por dos grupos, Fundación Urbano Aborigen y el colectivo
DMC, apoyado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
El proceso artista de los murales significó una experiencia fructífera no solo para los
grafiteros que transmitieron sus sentimientos y devoción al arte nacional, sino de ese
espectador que interactuó con el pensamiento del artista, en su concepción de cambiar
lo ordinario a lo extraordinario, de ver no una pared vacío sino un lienzo en potencia.