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VILLARRICA (CAUCA)

Observaciones preliminares de una unidad de análisis investigativo

Como buena parte de las poblaciones pequeñas que he conocido, Villarrica se


recorre a lo largo de una línea recta que atraviesa casi todo su perímetro. Es
una calle que conduce al visitante desde la variante misma que se deriva de la
panamericana, hasta el fondo de la población a escasos metros de tal vez su
más importante edificación, tal como sucede en todos los pueblos, la alcaldía;
en donde tienen asiento otras dependencias de igual importancia para la recién
vida municipal de esta pequeña población Nortecaucana.

Las ideas iniciales que se puedan construir sobre sus características, son
corroboradas al muy poco tiempo de estar en ella: la alta y sofocante
temperatura, característica inconfundible de las poblaciones ribereñas del río
Cauca; su población predominantemente negra; sus vías polvorientas, reflejo,
tal vez del abandono presupuestal al que fue sometida durante su dependencia
política del municipio de Santander de Quilichao.

Esa imperturbable paz, reflejo de su lenta y monótona vida, que transcurre sin
mayores preocupaciones para la mayoría de sus pobladores. Esto se palpa en
el hablar pausado de las personas con la que se ha tenido la oportunidad de
entablar un dialogo, desde la Alcaldesa hasta el más humilde de sus
habitantes, parecen pensar dos o hasta tres veces lo que van a decir. Pero, tal
vez también sea una expresión de su idiosincrasia, un poco huraña y hasta
apática frente al visitante, sobre todo aquel que intenta conocerle y recordar
hechos del pasado que lo perturban o enaltecen en su condición de
Villarricence.

Porque esta es otra característica que se ha hecho evidente en todos ellos, su


orgullo del pasado, de aquel que les ha correspondido vivir, sea personalmente
o a través de algún familiar cercano, ese pasado es de ellos, nadie se los puede
quitar, ni cambiar. Es sorprendente el nivel de coincidencia que se haya en los
testimonios de ese pasado, por salvo algunos detalles insignificantes, la
historia es la misma. Hay aquí un gran trabajo de las primeras generaciones al
transmitir esos acontecimientos a sus siguientes generaciones para que la
historia no se pierda.

Pero, esa apatía se va tornando en amabilidad en la medida en que se les presta


atención a sus relatos, y entonces se convierten en excepcionales anfitriones,
relatos van y vienen, reseñas de hechos y de personas que enriquecen el
trabajo investigativo. No hay nada que ocultar, todo su pasado es transmitible;
justamente ese pasado y el presente son las mejores justificaciones para su
designación como nuevo municipio del departamento del Cauca.

Aquella línea recta que simboliza la geografía de este joven municipio, es


típicamente la calle principal de cualquier población Colombiana, en ella se
inicia y termina la vida del municipio, en ella concurren todos las
manifestaciones propias de la vida social, económica y política de sus
pobladores, quien busque una panadería, una peluquería, una cacharrería
deberá acudir a ella, al igual que aquel que necesite de la tienda, de la
licorería, heladería y así de todas aquellas alternativas que le permiten a sus
habitantes suplir sus necesidades más básicas.

En esta importante calle también se encuentran dependencias municipales y


organismos privados que dan cuenta del desarrollo actual de la población. Más
en el interior del pueblo se pueden hallar otras formas de vida que las gentes
han ido consolidando como respuesta a otras necesidades de su diario vivir.

Como joven que es el municipio se observa en él mucha vida, vida


simbolizada en los niños, en los jóvenes que deambulan libremente por sus
calles, como expresión de un futuro que se está construyendo, hay vida en
Villarrica, en su actividad política, son jóvenes dirigentes, sin las marcas y
vicios de la tradicional clase política nuestra. Hay vida en las expresiones
organizadas de ayuda cívica, que promueven valores e iniciativas para el
crecimiento personal y colectivo.

Hay vida en su quehacer académico, se estudia con el convencimiento que


sólo por ese camino se podrá ser mejor, si sus antecesores lograron todo lo que
ellos han heredado, con empeño y más formación, el futuro puede ser más
promisorio. Pero, paradójicamente no se aprecia mucha vida en la disposición
hacia lo empresarial, siendo esta una condición sine qua non, para el progreso
de una comunidad, resulta preocupante, por decir lo menos, que estas
expresiones no sean común denominador de su diario vivir. Tal vez como
municipio joven que es, está apenas redescubriendo sus potenciales en este
sentido, cabe recordar que su anterior situación política como corregimiento
de Santander, no le proporcionaba muchas posibilidades en este aspecto.

Todavía se respira un cierto aire de conformismo o de apego a tal condición;


ahora en calidad de municipio las condiciones cambian y con ello la
percepción de sus habitantes en cuanto a sus opciones de subsistencia y
desarrollo.

Parecen no existir muchos antecedentes en cuanto a iniciativas empresariales


en comunidades negras; por otra parte la historia relata con frecuencia el
desarrollo empresarial de regiones en condiciones de vida bastante difíciles,
casi siempre asociadas a las inclemencias de una geografía, a las pocas o nulas
posibilidades productivas de un suelo; circunstancias que se convierten en
auténticos detonadores de acciones explosivas de una comunidad, que se
levanta en contra de tal realidad, generando y aplicando alternativas de
desarrollo económico y social.

No es Villarrica, una típica población de éstas: su territorio es bondadoso en


oportunidades: tierras fértiles, clima apto para agricultura, inmejorable
ubicación geográfica, con un marco histórico con muchos atenuantes por
aprovechar. Sin embargo, parece repetirse aquí la historia, entre más
posibilidades de desarrollo posee una determinada región, menos iniciativas
generan sus propios pobladores, esto es, sin dudas un problema cultural. Ojala
no sea este el destino de Villarrica, o mejor de los Villarricences.

Puede ser cuestión de tiempo, mientras sus dirigentes reorientan las


intenciones de su comunidad. Por ahora la disposición observada en unos y
otros es buena, todos parecen mirar hacia un mismo norte, todos están bien
intencionados, lo importante es no dejar pasar el tiempo, porque el tiempo trae
otros intereses y con ellos otras acciones.

Por lo pronto es innegable la tranquilidad de vida de esta población, que se


hace casi envidiable para todos aquellos que no gozan de una similar en sus
respectivos lugares, tranquilidad que ya ha sido percibida por ajenos y la
empiezan a usufructuar para sus intereses. Es la tranquilidad propia de la corta
edad, de la pequeña dimensión territorial, de las incipientes expresiones de
desarrollo. Parece ilógico, pero la edad, el tamaño y el desarrollo traen
consigo intranquilidad. ¿Será qué acaso Villarrica no la quiere perder?

JOSÉ ALONSO GONZÁLEZ SOLANO


j.alonso.gonzalez@hotmail.com

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