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La minoridad o ser hermano menor en San Francisco.

Con la aparición de la vida de san Francisco de la mano de Paul Sabatier, (1894) se da inicio a lo que
se conoce con el nombre de la cuestión franciscana. Muchas veces los franciscanos repetimos muchas
ideas que son heredadas de nuestros formadores y demás hermanos de la orden que las damos por
cierto y verdad confiando en ellos y no, nos hacemos problema alguno.

Es este caso nos pudiéramos preguntar escribió Francisco de Asís sobre la minoridad, que tanto se
dice en los ambientes franciscanos, so pena de ser está tachado un hermano si no corresponde a esta
palabra?

Apoyándome en Fernando Uribe OFM, la palabra minoridad ha entrado con gran fuerza en el
moderno vocabulario franciscano para designar uno de los componentes esenciales de la forma
franciscana de ser. Se debe advertir que el vocablo minoridad no se encuentra en los escritos de
Francisco de Asís; téngase en cuenta que se trata de un término abstracto que congenia muy poco con
el alto sentido de concrete que tenía el pobrecillo, a quien interesaba el hermano menor como tal y,
por lo mismo, usaba sólo la palabra menor con una connotación muy específica. Por otra parte,
conviene observar que la palabra minoridad tampoco se encuentra en el vocabulario de la Biblia ni
en el del latín clásico, ambos de suyo muy sobrios en el uso de términos abstractos.
Según los datos que tenemos hasta el momento, la primera vez que aparece la palabra minoridad en
la literatura franciscana es en uno de los sermones en honor de san Francisco escrito por san
Buenaventura, quien la asocia a la inferioridad como expresión de humildad. Para descubrir el origen
del término minor nos colocaremos en una triple perspectiva: la semántica, la histórica y la que
podríamos llamar etiológica.

1. APROXIMACIÓN SEMÁNTICA

El término menor es relativo, ya que no se basta a sí mismo, siempre estará en relación con otro,
siempre se es menor que… Muchas veces la comparación no se hace explícita sino que se supone,
como ocurre en el nombre Hermanos Menores.
Como concepto relativo que es, el término menor conlleva siempre una acción dinámica, en cuanto
jamás tiene un estatus definitivo, es decir, en cuanto no tiene un significado estático. Siempre se
es menor que, aunque la comparación se haga con un mínimo o un pequeño. La tensión dinámica que
comporta el término menor sugiere por sí sola interesantes aplicaciones a la condición de quienes
llevan por nombre Hermanos Menores.

2. APROXIMACIÓN HISTÓRICA

El documento más antiguo que conocemos relacionado con el empleo del vocablo Menores, aplicado
a los hermanos, se lo debemos a Jacobo de Vitry: “Por aquellas tierras hallé, al menos, un consuelo,
pues pude ver que muchos seglares ricos de ambos sexos huían del siglo, abandonándolo todo por
Cristo. Les llamaban Hermanos Menores y Hermanas Menores”. Tomás de Celano sugiere que el
nombre de la Orden surge cuando Francisco escribe la Regla, y en ella manda que los hermanos “sean
menores”. “Al escuchar esas palabras, en aquel preciso momento exclamó: quiero que esta fraternidad
se llame Orden de Hermanos Menores” (1Cel 38). El biógrafo no específica cuál era la Regla, pero
con toda probabilidad se refiere a la Regla no bulada. En efecto, el texto a que hace alusión tiene una
fuerte relación semántica con el siguiente mandato que se encuentra en el capítulo VI de la misma:
“Y ninguno sea llamado prior, sino que todos sin excepción sean llamados hermanos menores”
(RegNB 6,3). Un poco más adelante en la misma Regla se establecen los criterios sobre el modo
como los hermanos deben servir y trabajar en casa de otros, es decir, no como mayordomos sino
como “menores y súbditos de todos” (RegNB 7,1-2). El nombre de menor, aparecerá en la Regla
bulada confirmada el 29 de noviembre de 1223 con la bula Solet annuere del Papa Honorio III.
Conviene advertir que el nombre oficial de Hermanos Menores se encuentra en varios documentos
pontificios desde 1219

3. APROXIMACIÓN ETIOLÓGICA

Nos lleva a pensar, en primer lugar, en la situación que se vivía en la Asís del siglo XIII. La estructura
básica de organización social en la Edad Media es el feudalismo. Dentro de este modelo social existen
tres instituciones principales: el señor feudal, el vasallo y los siervos. Es decir, los mayores y los
menores, económica y socialmente hablando. El señor feudal era el propietario de la tierra, es él quien
gobierna y hace justicia. Para ello, daba sus guerreros parte de sus tierras a cambio de sus servicios y
fidelidad personal. Entre los mayores estaban también los nobles y los ricos comerciantes.

4. CONSIDERACIONES CONCLUSIVAS

El resultado es que el simple uso del término minor no da una noción clara de la minoridad, entre
otras cosas porque el santo no escribió nada sistemático sobre el particular y porque ni siquiera usó
el vocablo minoritas. En efecto, en lugar del término abstracto, prefiere la palabra minor, siempre
con un significado muy concreto. El uso de la misma, a pesar de ser escaso en sus escritos, es bastante
unitario, lo cual indica coherencia de pensamiento; por otra parte, aparece empleada con un gran
alcance de significado, en cuanto apunta a una forma de ser y, por lo mismo, a una condición mental
(espiritual) de quienes así son llamados.

Otra conclusión importante es que la adopción del término minor obedece a una evidente inspiración
cristológica. Por tanto, la minoridad bien puede ser identificada como la actitud fundamental de la
mente y del corazón de los seguidores de Jesucristo a la manera de Francisco de Asís, que implica
una tensión dinámica en todas las dimensiones de su existencia, por lo cual afecta el concepto que
tienen de sí mismos, su interacción con el mundo que lo circunda y con todo el universo, sus
relaciones con los otros seres humanos y su comportamiento ante el Absoluto.

De este modo, nuestra vida tiene como meta final el feliz cara a cara con el Dios del amor. La acogida,
la ternura, la convivialidad, la solidaridad, la compasión, el amor son los términos que clarifican
nuestro ser franciscano y la responsabilidad cobra dimensiones extremas de concreción y de ternura.
El otro no es un ser abstracto, ni siquiera es sólo mi prójimo, sino hermano y, más aún, es un hijo
amado del Padre del Cielo.

Esta minoridad en clave de alteridad nos une de manera profunda con el cosmos entero. Francisco
convoca a una peculiar relación con las creaturas, en clave de armonía, de solidaridad y de fraternidad.
Su Cántico a las creaturas expresa de manera privilegiada esta relación, ya que se coloca en el seno
mismo de la creación como un hombre de fe, y desde allí le da un sentido profundo a la creación, a
través de la cual entra en diálogo con el Creador.

Desde esta perspectiva, la minoridad nace de la íntima convicción de pequeñez que el ser humano
tiene de sí cuando se coloca delante de Dios, pues “cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más”
(Adm 19, 2). Es así que el hombre puede experimentar la verdadera desapropiación en sus relaciones
con Dios. Francisco tiene la preocupación de restituirle a Dios todos los bienes y darle gracias por
ellos: “Y restituyamos todos los bienes al Señor Dios altísimo y sumo, y reconozcamos que todos son
suyos, y démosle gracias por todos ellos, ya que todo bien de Él procede” (RegNb 17,17-18).

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