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Ovogénesis y foliculogénesis en la fase prenatal

En el feto, la ovogonia se desarrolla de las células primordiales germinales que han migrado hasta el ovario
durante la embriogénesis temprana y prolifera alrededor del día 50 hasta el día 130 de la gestación. Un proceso
de degeneración ovogonial comienza alrededor del día 95 de la vida fetal y la mayoría de los ovocitos
producidos durante este período (60% o más) eliminados del ovario antes del parto. Ver Figura. 1

Figura. 1

Se debe tener en cuenta que al momento del nacimiento, todas las hembras mamíferas nacen con una gran
reserva de ovocitos los cuales declinan rápidamente a medida que se llega a la pubertad. No se conoce si este
mecanismo representa una eliminación de ovocitos defectuosos que afectarían la eficiencia reproductiva.

Los folículos primordiales inician su crecimiento y diferenciación en un proceso aparentemente continuo pero
irreversible que es conocido como foliculogénesis. Cuando un folículo primordial entra al grupo de crecimiento,
este será conducido a uno de dos hechos: la degeneración por atresia (sufrida por el 99% o más) o la ovulación
alcanzada por muy pocos. El intervalo requerido para la activación de un folículo primordial durmiente hasta su
ovulación ha sido estimado en 180 días.
Cuando la capa de células de la granulosa se transforma de aplanadas a cuboidales y la teca interna comienza
su diferenciación, al folículo en desarrollo se le denomina folículo primario. Su crecimiento al siguiente estadio,
que es el de folículo secundario, se completa por la proliferación de las células de la granulosa. Los folículos en
estos dos estadios se describen colectivamente como preantrales

La formación de la cavidad del folículo que forma el antro líquido es el siguiente estadio en su desarrollo (ver
fig.3). Los folículos antrales existen en el ovario bovino con diámetros comprendidos en el rango de 0.1 a 2 mm.
Generalmente se acepta que la formación del antro es un evento influenciado por las gonadotropinas y que la
FSH es la principal hormona responsable. La ultrasonografía proporcionó la evidencia definitiva de que esta
última fase del desarrollo folicular se producen en forma de ondas a lo largo de todo el ciclo estral.
Figura 2 Ilustración del crecimiento folicular antes y después de adquirir receptores para gonadotropinas.

Dinámica folicular bovina


En el comienzo del ciclo estral, se produce un reclutamiento de una cohorte de folículos del pool de folículos
antrales más pequeños (2 a 4 mm) y después de 2 a 4 días (días 2, 3, y 4 del ciclo estral), se detectan por
medio de ultrasonografía varios folículos de un tamaño medio, de 6 a 9 mm (Lucy y col., 1992).
Inmediatamente después de este período, comienza el período de selección en el cual un folículo emerge del
pool de folículos reclutados y este continua creciendo. Posteriormente, este folículo se transforma en dominante
(período de dominancia) e inhibe el crecimiento de los demás. Este folículo se lo define como un folículo grande
de un diámetro mayor a 10 mm, que es reclutado y seleccionado en una onda de crecimiento folicular. El
reclutamiento de los folículos que desencadenan el inicio de la primera onda de crecimiento folicular es
estimulado por el segundo pico de FSH que ocurre luego de la ovulación. De igual manera, las otras ondas de
crecimiento folicular surgen a consecuencia de un aumento transitorio de FSH.

Una vez que el crecimiento ha comenzado, se requiere de la presencia de gonadotropinas y péptidos


intraováricos tales como la activina, la folistatina y la inhibina para que la dinámica folicular se lleve a cabo.

El número de ondas presentes en cada ciclo varía de 1 a 4. La mayor parte de las hembras presentan 3 ondas.
En un ciclo estral con 2 ondas de crecimiento folicular, la maduración del segundo folículo dominante coincide
con la regresión del cuerpo lúteo y culmina con ovulación del mismo.

En otros casos se presentan 3 ondas de crecimiento folicular y coinciden con un ciclo estral de mayor duración,
debido a que se posterga el celo al no ovular el segundo folículo dominante y, en consecuencia, el tercer folículo
requiere de un tiempo para madurar y poder ovular.

La tasa de crecimiento (mm/día) del folículo dominante es mayor al comienzo o final del ciclo estral que aquel
que se desarrolla en la mitad de la fase luteal, indicando que el nivel de progesterona la afecta.

A lo largo del ciclo estral, típicamente se producen 2 o 3 ondas de desarrollo folicular. En vaquillonas y durante
el post parto precoz de vacas multíparas parecen más frecuentes los ciclos ováricos con 2 ondas, mientras que
vacas adultas presentan habitualmente ciclos de 3 ondas. Todavía no existen datos estadísticos suficientes sobre
la frecuencia relativa de ciclos de 2 o 3 ondas referida a cada población bovina o estado productivo de los
animales.

De todas maneras, esta diferencia viene condicionada por la duración del cuerpo lúteo de ciclo, lógicamente
menor en ciclo de 2 ondas que en ciclos de 3 ondas. También se han detectado ciclos con 4 ondas foliculares y
en estos casos la duración del ciclo ha sido de 24 días, ocurriendo la luteólisis en torno al día 20 - 21 del ciclo.
Así, el principal factor que condiciona la duración del ciclo y por lo tanto la existencia de 2 o 3 ondas por ciclo,
parece ser la vida del cuerpo lúteo.

En ciclos estrales con 2 ondas de desarrollo folicular, éstas se pueden detectar el día de la ovulación (día 0) y el
día 10 post ovulación. Este último folículo es el que ovulará, ya que la regresión del cuerpo lúteo ocurre el día
16 - 17 del ciclo, mientras que el folículo que comenzó su desarrollo el día 0 normalmente experimentará un
proceso de atresia. En ciclos con 3 ondas éstas pueden ser detectadas los días 0, 9 y 16 post ovulación, siendo
las dos primeras anovulatorias debido a que la fase luteal se mantiene en estos casos hasta el día 19 del ciclo.

Curiosamente, esta dinámica folicular se mantiene al menos durante los 2-3 primeros meses de gestación,
habiéndose observado en vacas gestantes la presencia de ondas periódicas que surgen cada 9 - 10 días.
Lógicamente, estos folículos nunca llegan a ovular debido al efecto inhibidor de la progesterona producida por el
cuerpo lúteo de gestación.

El crecimiento folicular se da por ondas u oleadas de crecimiento.


Una onda de desarrollo folicular se puede definir como el desarrollo armónico y simultáneo de varios folículos
antrales pequeños, en promedio 24 por onda con un rango de 8 a 41, funcionando a través de estadios
integrados de reclutamiento, selección y dominancia folicular. Cada onda de crecimiento folicular presenta tres
fases: fase de crecimiento, fase estática y fase de regresión como se muestra en la siguiente imagen. Figura 3.

Figura 3. Diferentes fases de crecimiento en una onda folicular


La fase de reclutamiento
El reclutamiento folicular se refiere a la formación de una población de folículos antrales de donde uno o varios,
dependiendo de la especie (monotoca o politoca), es seleccionado para la ovulación. En cada ciclo ovárico es
reclutado un grupo de folículos primordiales que crecen de manera continua debido a los incrementos en las
concentraciones de FSH. Aún se desconoce porqué algunos folículos inician su crecimiento tan pronto como se
forman, mientras que otros permanecen en latencia durante meses, años, o aún durante décadas, dependiendo
de la especie. En la última década se han propuesto dos conceptos en cuanto al reclutamiento folicular, el
reclutamiento inicial y el reclutamiento cíclico (McGee y Hsueh, 2000).

Reclutamiento inicial. El reclutamiento inicial se atribuye a que dejan de estar presentes algunos factores
inhibitorios que mantenían a los folículos en latencia. Se considera que es un proceso continuo que se inicia
poco después de la formación del folículo, mucho antes de la pubertad. Tan pronto como ocurre la formación
del folículo, algunos de ellos dejan la reserva y empiezan a crecer. Este proceso se conoce como activación
folicular. Cuando algún folículo sale de esta reserva, sigue creciendo hasta la ovulación o hasta que degenera.

Reclutamiento cíclico. El reclutamiento cíclico tiene inicio después de la pubertad y resulta del incremento en
los niveles de la FSH en la circulación sanguínea durante cada ciclo ovárico en que se rescata a un grupo de
folículos antrales de la atresia. Antes de la formación del antro, el ovocito no es capaz de crecer más allá del
diploteno de la primera división meiótica. Sin embargo, la mayoría de los ovocitos en folículos antrales son
meióticamente competentes. Durante el reclutamiento cíclico, solamente sobrevive un número limitado de
folículos y el destino del resto es la atresia. Los ovocitos en los folículos que sobreviven completan su
crecimiento, adquieren su zona pelúcida y son competentes para reiniciar la meiosis.

El reclutamiento es detectado por ultrasonido como el crecimiento de un grupo de folículos de 4mm que ocurre
durante los primeros 5 días del CE y posteriormente a los 10 y 16 días en vacas con tres oleadas, o por la
presencia de folículos de 6mm en la yegua. El futuro folículo dominante emerge en vaquillas de 6 (Ginther et al.,
1997) a 7h (Kulick et al., 1999), y en yeguas un día más temprano que el subordinado (Gastal et al., 1997).
Después de la emergencia de una oleada en ambas especies, 7 a 11 folículos entran en una fase de crecimiento
común (Ginther et al., 2001).

El pico sérico de la FSH ocurre al momento o poco antes de que el futuro folículo dominante de la oleada
resultante alcance un diámetro de 4 mm (Bergfeld et al., 1996). Aparentemente, los primeros folículos de 3 mm
de una oleada aparecen durante el ascenso en el pico de la FSH y siguen creciendo hasta que los niveles de la
hormona disminuyen a concentraciones basales (Ginther et al., 1996).

Tanto la primera como la segunda oleada van precedidas por un aumento en los niveles séricos de FSH. Al
aproximarse el estro, se registran dos picos de dicha hormona temporalmente adyacentes. El primero,
corresponde al pico preovulatorio de GnRH/LH que induce la ovulación, y el segundo ocurre poco después de la
liberación del ovocito y se asocia con la emergencia de la primera oleada folicular (Ginther, 2000).

La fase de Selección, es el proceso por el cual un folículo evita la atresia con la posibilidad de llegar a la
ovulación.

La fase de dominancia El mecanismo de la dominancia no ha sido totalmente determinado y se hipotetiza que


éste está asociado con un efecto inhibitorio parácrino del folículo dominante sobre los folículos subordinados del
mismo grupo en desarrollo. Mecanismos de esta suerte no podrían ser involucrados en la vaca u otras especies
monovulares donde el folículo dominante está presente en un ovario y se produce inhibición de los folículos
subordinados del ovario contra lateral. Es por consiguiente más aceptado que la dominancia se produce por
medio de algún factor que tiene un efecto de retroalimentación negativa sobre la secreción de gonadotrofinas.

Entre los candidatos se encuentra la inhibina, que es producida primariamente por las células de la granulosa y
reduce directamente la secreción hipofisaria de FSH. Un segundo candidato, la folistatina, proteína que tiene alta
afinidad de unión por la activina, proteína esta última que eleva la secreción de FSH. Por su unión a la activina,
la folistatina reduce la secreción de FSH. El desarrollo del folículo dominante hasta las dimensiones
preovulatorias depende estrictamente de las gonadotrofinas. Los folículos antrales adquieren los receptores para
LH en la teca y para FSH en la granulosa. Bajo la influencia de la LH las células de la teca sintetizan andrógenos
que cruzan la lámina basal al interior del compartimiento de las células de la granulosa. Bajo la influencia de la
FSH, estos andrógenos son aromatizados en estrógenos. El cambio clave que asienta durante el desarrollo de la
competencia ovulatoria de un folículo es la adquisición de receptores para LH por las células de la granulosa. En
los folículos donde esto se ha realizado, la LH actúa induciendo la síntesis de grandes cantidades de estrógenos
en sinergia con la FSH.

Este proceso es un autorefuerzo en el que los estrógenos inducen la formación de más receptores de LH y ésta
y la FSH producen una nueva secreción de estrógenos. Los folículos bovinos que se vuelven dominantes o
estrogenoactivos producen mucho más estrógenos que los subordinados y tienen considerablemente mayor
número de receptores tanto de LH como de FSH. Producto de un incremento en el número de receptores de
FSH, el folículo dominante puede ser capaz de seguir creciendo aún en un medio con bajas concentraciones
plasmáticas de FSH, mientras que los folículos subordinados sucumben con estos bajos niveles.

Mediante ultrasonografía se puede observar que a los dos días de detectarse una onda, existe un folículo
(folículo dominante) que crece más rápidamente que los demás (folículos subordinados). A los 6-7 días del
comienzo de la onda el folículo dominante ha alcanzado prácticamente su máximo tamaño (15-17 mm) y los
folículos subordinados han sufrido un proceso de atresia. En este momento, el folículo dominante puede ovular
o de lo contrario entra en una fase estacionaria, que dura aproximadamente otros 6 días y en la que mantiene
su tamaño y capacidad ovulatoria. Si entonces no se ha producido la ovulación de este folículo, comienza un
proceso de atresia y otros 9 días más tarde su tamaño ya ha descendido por debajo de los 4 mm.

Para hablar de la selección y la dominancia es imprescindible hablar de la desviación folicular, ya sabemos que
el folículo dominante crece a una tasa constante y el resto de los folículos subordinados sufren atresia o
temporalmente crecen a una velocidad menor y posteriormente dejan de hacerlo. A este fenómeno se le ha
denominado desviación.
La desviación durante la oleada folicular en bovinos empieza con una reducción en la tasa de crecimiento de los
folículos subordinados; en contraste, se presenta una tasa de crecimiento constante en el folículo dominante

Posibles Mecanismos Fisiológicos Asociados a la Desviación


Antes de que inicie la desviación, algunos eventos bioquímicos en el interior del folículo aseguran la futura
dominancia de la estructura seleccionada. Los factores intrafoliculares que han sido sugeridos como candidatos
para la regulación de la desviación son aquellos relacionados con el sistema de los factores de crecimiento
similares a la insulina (IGF), esteroides, inhibina-A, activina-A, receptores de gonadotropinas, factores
angiogénicos y otros factores intrafoliculares (Ireland et al., 2004). Sin embargo, los únicos factores que han
estado implicados temporalmente o funcionalmente en la desviación son los IGF y su sistema asociado, el
estradiol y los receptores de la hormona luteinizante (LH). El mecanismo que activa esos procesos bioquímicos
no es claro, pero ocurre durante un descenso progresivo en las concentraciones circulantes de FSH y un
incremento inicial en la LH.

El intervalo desde que empieza la disminución de los niveles de FSH y el inicio de la desviación es de 3 días en la
vaca y la yegua. Después de haber iniciado la desviación, las concentraciones de FSH siguen bajando durante 10
a 20h en vaquillas y durante varios días en las yeguas. Se ha señalado también (Ginther et al., 1996) que el
folículo seleccionado suprime la secreción de FSH, dando como resultado final la pérdida de los folículos
subordinados.
.
Una característica del folículo seleccionado es su mayor capacidad para la producción de estradiol tanto en vacas
como en yeguas. El estradiol en la hembra bovina empieza a incrementarse en la circulación al momento en que
inicia la desviación, lo que ocasiona el descenso de la FSH. La diferencia en la concentración de estradiol en el
fluido del FMD y el FSD es notoria desde poco antes o al inicio de la desviación.

Algunos efectos autocrinos y paracrinos del estradiol en las células de la granulosa incluyen un aumento en la
actividad de la aromatasa, promoción de una mayor expresión de receptores para la FSH y la LH, incremento en
la sensibilidad a las gonadotropinas y una mayor síntesis de IGF-1. Los folículos seleccionados tienen
concentraciones más altas de estradiol en el fluido folicular debido a que se incrementan los niveles de ARNm
para la aromatasa en las células de la granulosa y promueven la conversión de los andrógenos a estradiol.
En novillas y aparentemente en yeguas se ha observado que las células de la granulosa del futuro folículo
dominante adquieren receptores para la LH (LHr) justo antes de que empiece la desviación, provocando con ello
que la LH tenga un efecto funcional en las células de la granulosa, ocasionando una cascada de eventos que
conducen a la desviación durante el descenso de la FSH (Beg et al., 2001). Estos investigadores determinaron la
cantidad de ARNm para LHr en las dos categorías de folículos más grandes de la primera oleada folicular en
ovarios de vaca y observaron que ocurre una divergencia creciente de la concentración de ARNm que codifica la
síntesis de LHr, entre las dos estructuras de mayor tamaño (FMD y FSD), desde las 8h previas a que se
manifieste diferencia en el diámetro folicular (desviación) y en el contenido de estradiol del líquido folicular. En
otro estudio Xu et al. (1995) observaron un aumento en el ARNm para la síntesis de LHr sobre las células de la
granulosa entre el día 2 y 4 (el día 0 es el día en que emerge la oleada). Al momento de la desviación esperada,
el incremento de ARNm para la síntesis de LHr en las células de la teca fue de cuatro veces, con respecto a 2
días después.

Los IGFs funcionan como moduladores de la acción de las gonadotropinas a nivel celular. Estimulan la
proliferación y diferenciación de las células de la granulosa y de la teca, mostrando distintos patrones de
especificidad para su expresión en el tejido folicular de diferentes especies (Armstrong y Webb, 1997).

Las actividades autocrinas-paracrinas de los IGF-1 y -2 incluyen el estímulo del crecimiento celular, incremento
de la producción de progesterona y estradiol y un aumento de la sensibilidad de las células de la granulosa al
estímulo de la FSH en bovinos (Monget y Monniaux, 1995).

Las acciones de los IGFs son ejercidas a través de los receptores tipo 1 principalmente, pero la unión a dichos
receptores puede ser modulada por las IGFBPs (Fortune et al., 2001) y la mayoría de los reportes indican que
tienen un efecto inhibitorio sobre la influencia de las gonadotropinas en el crecimiento y diferenciación folicular,
de tal manera que los cambios en los niveles intrafoliculares de IGFBPs pueden modificar la biodisponibilidad de
los IGFs, reduciendo el efecto de las gonadotropinas sobre las células foliculares (Poretsky et al., 1999).

Por último, La fase de atresia consiste en la desaparición del folículo dominante que no ovula. Para explicar la
causa por la cual el folículo dominante de las primeras ondas (1 de 2 ondas, 2 de 3 ondas y 3 de 4) sufre
regresión, se ha propuesto que se debería a una disminución en la frecuencia de los pulsos de LH debido a los
altos niveles de progesterona. Ello provocaría una menor síntesis de andrógenos y en consecuencia de estradiol.
Por último, se ha observado una mayor cantidad de folículos = 2 mm en el ovario que tenía el cuerpo lúteo y
que el ovario derecho presentó mayor actividad folicular en coincidencia con una mayor frecuencia de ovulación
de dicho ovario. Estas observaciones plantean que el cuerpo ejerce un efecto sobre la dinámica folícular, siendo
la progesterona intraovárica una de las causales de dichas modificaciones.

En un ciclo sexual fisiológico, el factor fundamental que determina el destino del folículo dominante (ovulación o
atresia) es el nivel de progesterona cuando este folículo finaliza su fase de crecimiento. De esta manera, cuando
los niveles de progesterona son elevados (fase luteínica del ciclo) se produce la regresión del folículo dominante,
mientras que en la fase folicular del ciclo, sin el "freno" de la progesterona, el destino del folículo dominante es
la ovulación.

Dinámica folicular en la gestación y posparto


Durante las últimas semanas de la gestación, la placenta bovina aumenta la síntesis de estradiol a un nivel que
supera centenas de veces la cantidad que produce durante el estro. Ese alto nivel de estradiol produce una
retroalimentación negativa prolongada sobre el hipotálamo, que inhibe la síntesis y liberación de hormona
liberadora de gonadotropinas (GnRH) y por lo tanto en la sangre no circulan las hormonas hipofisiarias que
estimulan el crecimiento folicular. Bajo esta condición hormonal, los folículos ováricos se pueden desarrollar
hasta formar antro, pero debido a la ausencia de estímulo gonadotrópico, su crecimiento es limitado y no
alcanza a formar ondas foliculares. Con la expulsión de la placenta durante el parto, se termina la producción de
estradiol y el hipotálamo inicia la recuperación de la capacidad de sintetizar GnRH y de restablecer
paulatinamente la sensibilidad a los estrógenos ováricos para restaurar el mecanismo de retroalimentación
positivo que controla la liberación de las hormonas folículoestimulante (FSH) y luteinizante (LH) para estimular el
crecimiento y la maduración final del folículo, la síntesis de estradiol, la expresión del estro y la ovulación.
Después del parto las altas demandas de nutrientes requeridos para la síntesis de grandes volúmenes de leche,
la limitada capacidad de consumo de alimentos y las inadecuadas concentraciones de nutrientes en los
alimentos consumidos, producen un balance energético negativo (BEN). Esta situación induce una respuesta
compensatoria (homeorresis) que compromete el tejido adiposo, el hígado, los músculos y los huesos. El
desbalance energético retarda la reanudación de los ciclos estrales postparto y dependiendo de su intensidad,
puede limitar el crecimiento de los folículos ováricos. Paulatinamente, en tiempo variable con la genética, la
producción de leche, la adaptación al ambiente, la salud y la disponibilidad de nutrientes, se restablece el
equilibrio energético requerido para que el hipotálamo reanude la síntesis y liberación de pulsos altos y
frecuentes de GnRH, los cuales estimulan en la hipófisis la liberación de un pico preovulatorio de LH para que se
produzca la primera ovulación postparto. No se conoce con precisión el mecanismo a través del cual las
sustancias energéticas participan en la respuesta hipotalámica para la reanudación del ciclo estral postparto. En
los últimos años se han propuesto a las leptinas como el “eslabón perdido” entre la energía metabólica y la
reproducción.

En esta revisión se hará una descripción sobre el desarrollo de los folículos ováricos antes y después del parto
de las vacas, teniendo en cuenta factores nutricionales que pueden alterar la dinámica folicular.

Actividad ovárica durante la gestación y el postparto Temprano


Durante la gestación y después del parto las vacas tienen cambios fisiológicos que desfavorecen el reinicio
temprano de la actividad ovárica necesaria para la manifestación de estro, la ovulación y la nueva concepción y
deben restablecer su equilibrio neuroendocrino antes de que esto suceda. Durante los primeros tres meses de la
gestación bovina, los ovarios continúan desarrollando ondas foliculares sucesivas con atresia del folículo
dominante (Figura 4). En la primera onda folicular formada después de la concepción se forma un folículo
dominante de diámetro similar a un folículo ovulatorio, pero los folículos dominantes de ondas sucesivas
disminuyen su diámetro, acercándose cada vez más al diámetro de los folículos subordinados.

Figura 4. Dinámica folicular y lútea durante los primeros 74 días de gestación de una vaca Cebú, construida
mediante 33 ecografías transrectales y evaluaciones hormonales seriadas efectuadas en el Centro Cotové,
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Se observa el folículo ovulatorio (cuyo oocito fuefecundado),
la formación de nueve ondas foliculares secuenciales con establecimiento de dominancia y atresia del folículo
dominante y la formación de un cuerpo lúteo que persiste y produce niveles normales de progesterona (Henao y
Trujillo, 2000).

Los niveles altos de progesterona y el gran aumento en la concentración sérica de estrógenos placentarios
actúan sobre el hipotálamo mediante una retroalimentación negativa prolongada que disminuye la síntesis de
hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) y sus reservas hipotalámicas a niveles tan bajos, que la
cantidad disponible para ser liberada es insuficiente para estimular normalmente la función gonadotrópica
hipofisiaria. Como consecuencia de esta insuficiencia y carencia de estímulo se reduce la actividad y el volumen
de los gonadotropos y se disminuye el nivel basal de hormona folículoestimulante (FSH) y de hormona
luteinizante (LH), hasta hacerlas insuficientes para estimular el crecimiento y la maduración folicular.

Después del parto las vacas tienen cambios fisiológicos importantes que conducen a la involución uterina, la
reanudación de la secreción pulsátil de gonadotropinas hipofisiarias, el restablecimiento del desarrollo de ondas
foliculares, la manifestación del estro y la ovulación (Nett, 1987). La remoción de la unidad fetoplacenteria es
acompañada de un descenso dramático en la concentración de progesterona y de estradiol en la circulación, de
manera que se termina el efecto de retroalimentación negativa prolongada y como consecuencia el eje
hipotálamo- hipófisis- gónadas inicia su recuperación (Short et al., 1990).

La primera fase de recuperación se puede iniciar desde la primera semana postparto en vacas que han tenido
parto normal, se nutren equilibradamente y poseen una buena condición corporal, pero se retarda en las que
han presentado distocia, retención de placenta, enfermedades metabólicas peri pártales y desbalances
nutricionales. Esta fase se caracteriza por la liberación de pulsos de baja frecuencia (un pulso cada 4 a 8 horas)
de GnRH a la circulación portahipofisiaria (Nett, 1987). La frecuencia de liberación de GnRH cambia bajo varias
condiciones fisiológicas y las variaciones en la frecuencia de liberación de pulsos de GnRH regula
diferencialmente la secreción de FSH y de LH y la expresión de genes para las subunidades a, b LH y bFSH in
vivo (Vizcarra et al., 1997).

Durante las primeras semanas del período postparto no parece existir limitaciones del desarrollo folicular a
causa de una deficiencia de FSH, pero sí de LH, especialmente en vacas tipo carne que amamantan
permanentemente y en vacas lecheras con BEN. La liberación de pulsos de GnRH con baja frecuencia estimula
la síntesis y liberación de FSH desde la primera semana postparto para favorecer el reclutamiento temprano de
la primera cohorte de folículos (figura 5).

Figura 5. Representación esquemática de la dinámica folicular postparto de un bovino. Se representa la


emergencia temprana de la primera onda folicular, conformada por una cohorte de ocho folículos antrales en los
que se establece divergencia, dominancia y atresia, seguida por la emergencia de nuevas ondas con atresia del
folículo dominante y primera ovulación a partir del folículo dominante de la cuarta onda postparto el día 45.

En algunas vacas que han tenido parto normal y se encuentran en excelente estado nutricional y sanitario se
puede producir la maduración final y la ovulación en el folículo dominante de la primera cohorte (Beam and
Buttler, 1997) y por eso muestran signos de estro a la segunda o tercera semana postparto; sin embargo esta
no es la norma y, al contrario, es mucho más frecuente encontrar vacas que no presentan estro durante el
postparto temprano, llegando a permanecer varios meses en anestro (Williams and Griffith, 1995).
El aumento paulatino de la frecuencia de liberación de pulsos de GnRH estimula lentamente la maquinaria
sintetizadora de las subunidades a y bLH en los gonadotropos y así la LH se va acumulando progresivamente en
forma de gránulos intracitoplasmáticos. Puesto que durante el postparto temprano la velocidad de síntesis de LH
es baja, los primeros pulsos liberados no tienen la suficiente magnitud para inducir la maduración folicular y la
ovulación (Nett, 1987).

Cuando la cantidad de LH almacenada llegue al nivel normal y el hipotálamo libere pulsos altos y frecuentes de
GnRH, la hipófisis pondrá en circulación una alta cantidad (en forma de pico) de LH que estimula la maduración
final del folículo y la ovulación (Vizcarra et al., 1997).

ACTIVIDAD OVÁRICA DURANTE EL ANESTRO POSTPARTO


El anestro postparto es el tiempo que transcurre entre el parto y el primer calor postparto (Short et al., 1990).
Su duración es el factor más determinante en la eficiencia reproductiva (García et al., 1990; Edgerton, 1980).
Durante el período postparto de los bovinos, la actividad reproductiva frecuentemente es afectada por factores
externos e internos, los cuales por diversos mecanismos y con diferente intensidad perturban el equilibrio
neuroendocrino, prolongando el anestro postparto y disminuyendo la eficiencia reproductiva (Short et al., 1990).

Desde tiempo atrás, varios investigadores (Mezzadra et al., 1993; Lamothe-Zavaleta et al., 1991; Galina and
Arthur, 1989) han informado la presentación de períodos de anestro prolongado prepuberal o en el postparto
del ganado bovino, que conducen al retraso de la pubertad o a la presentación de períodos prolongados entre el
parto y el servicio fértil (días abiertos). Esta situación se encuentra afectada por la nutrición, el
amamantamiento, la salud, la raza, la producción de leche, la presencia del macho y factores climatológicos, los
cuales actúan sinérgica o independientemente para alterar la función ovárica postparto.

Durante el anestro postparto el nivel de progesterona sérica se encuentra por debajo del límite de sensibilidad
de las pruebas y el examen ovárico efectuado por tacto rectal revela la presencia de ovarios pequeños o planos,
carentes de cuerpo lúteo, lo cual denota ausencia de ciclicidad ovárica. Esta condición es designada por los
médicos veterinarios como “ovarios lisos” función ovárica anormal postparto u ovarios estáticos. Contrario a la
designación basada en tacto rectal, los estudios ultrasonográficos seriados de los ovarios de vacas anéstricas
(figura 6), revelan que a partir de la primera o segunda semana postparto se desarrolla una secuencia de ondas
foliculares, con presencia de folículos dominantes que pueden ovular o desarrollar atresia para dar paso a la
emergencia de una nueva onda folicular. De lo anterior se deduce que el anestro prolongado no se debe a
ausencia de folículos dominantes sino a una falla para ovular.

Un alto porcentaje de hembras Bos taurus y Bos índicus presenta la primera ovulación postparto no precedida
por signos de estro (ovulación silenciosa), seguida de un intervalo interovulatorio corto, formación de un cuerpo
lúteo (CL) pequeño, lisis temprana del CL y producción de niveles reducidos de progesterona. Al respecto
Lishman e Inskeep (1991) informaron que el primer cuerpo lúteo postparto cursa con disfunción, a la que
clasificaron en tres categorías:

 Deficiencias en el proceso de maduración del folículo que lo originó,

 Deficiente soporte luteotrópico y

 Activación prematura del proceso luteolítico.

Quizás la baja fertilidad que se obtiene al primer servicio, cuando éste se realiza antes de los 45 días postparto,
tenga relación con una deficiencia lútea.

Los niveles bajos de progesterona secretados por el primer CL del postparto parecen tener una función de
sensibilización orgánica a los estrógenos para la manifestación de los signos de estro (Pratt et al., 1982). La
segunda ovulación generalmente es precedida por signos normales de estro y marca el final del anestro
postparto (Henao et al., 2000a; Henao et al., 2001).
Figura 6. Dinámica folicular durante el anestro postparto y primer ciclo estral de una vaca Cebú. Centro
Cotové, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Se observa el surgimiento temprano de actividad
folicular con formación de un folículo dominante a partir de la segunda semana postparto; formación de ondas
secuenciales con atresia del folículo dominante; primera ovulación silenciosa; primer cuerpo lúteo de vida media
corta; primer aumento de progesterona con bajo nivel; segunda ovulación acompañada de estro; segundo
cuerpo lúteo normal, productor de niveles normales de progesterona, tercera ovulación acompañada de estro
(Henao et al., 2001).

EFECTOS DEL BALANCE ENERGÉTICO SOBRE LA ACTIVIDAD FOLICULAR


El balance energético se define como la diferencia entre el consumo de energía de un animal y la energía
requerida para el mantenimiento y la secreción de leche. Las vacas lecheras desarrollan un balance energético
negativo (BEN) durante la lactancia temprana debido a que la máxima producción se alcanza antes del
desarrollo de la máxima capacidad de consumo. El pico de producción se alcanza varias semanas antes que el
pico de consumo y como resultado se produce un BEN que persiste durante 4 a 12 semanas (Senatore, 1996).
Esta situación induce una respuesta compensatoria reconocida como homeorresis, la cual induce un incremento
de la lipólisis, glucogenesis, gluconeogénesis y movilización ósea de minerales. Cerca de 50 días postparto las
vacas adquieren la máxima capacidad de consumo de alimento, tienden a incrementar el consumo de energía y
entran en un balance energético positivo.

El tiempo transcurrido entre el parto y el restablecimiento del balance energético positivo se afecta por la
cantidad de reservas de tejido graso y la eficiencia con la cual se movilizan; las vacas con mejor condición
corporal reanudan más temprano el ciclo estral postparto. El tiempo y la magnitud del balance energético
pueden ser reguladores importantes de la reanudación del ciclo estral postparto; en este sentido, Bean and
Butler (1997) encontraron una correlación positiva entre el número de días desde el parto a la primera ovulación
y los días que se demoran las vacas para alcanzar el nadir del balance energético y mostraron que mientras más
corto sea el nadir, más temprano ocurrirá la primera ovulación. La transición entre el uso de reservas corporales
y su depósito en el organismo animal se cree que es causada por cambios en la habilidad de los tejidos para
responder a la insulina y a otras hormonas.

Durante la lactancia la función mamaria tiene prioridad metabólica sobre la función ovárica, sin embargo, el
comienzo de la actividad cíclica ovárica ocurre mientras las vacas están en BEN. Durante el período de déficit
energético el eje hipotálamo-hipófisis-ovarios se recupera de la influencia de la gestación anterior y desarrolla
cambios activos que conducen a la reanudación de los ciclos estrales. Los ovarios de las vacas inician la
formación de ondas foliculares a partir de la primera o segunda semanas postparto y aún con déficit energético
no parecen presentar deficiencias de FSH.
Durante las primeras semanas postparto la mayoría de las vacas incrementan paulatinamente la síntesis y
liberación de LH en forma de pulsos. La habilidad de un animal para sostener una liberación de LH en forma de
pulsos de alta frecuencia está relacionada con el estado metabólico.

En algunas vacas se produce liberación de un pico preovulatorio de LH durante el primer mes y pueden
manifestar estro; los intervalos prolongados entre el parto y la primera ovulación se han asociado con alta
producción y con un BEN pronunciado. Un balance energético extremadamente negativo disminuye la frecuencia
de liberación de pulsos de LH, disminuye el diámetro de los folículos dominantes y retarda la ovulación, lo cual
está asociado directamente con el anestro postparto prolongado.

En un estudio realizado por Lucy et al. (1991) las vacas que consumieron dietas con un mejor balance
energético basadas en jabones de calcio de ácidos grasos de cadena larga (Ca-LCFA) durante los primeros 25
días postparto desarrollaron folículos dominantes de mayor diámetro y presentaron menor período de anestro.

Efectos Del Balance Energético Sobre La Actividad Hormonal


El estradiol folicular es la principal hormona estimulante del comportamiento estral en las vacas. Después del
parto los niveles de estradiol disminuyen dramáticamente, pero con el reclutamiento de la primera cohorte de
folículos (primera o segunda semana postparto) se reanuda la síntesis de estradiol folicular.

Las pequeñas cantidades de estradiol producidas por los folículos de las primeras ondas foliculares postparto
tienen un efecto de recuperación de la sensibilidad hipotalámica a este esteroide, perdida durante la gestación a
causa de los niveles sobreaumentados de estradiol placentario.

La dinámica folicular se altera con el BEN de la lactancia. El número de folículos grandes y la concentración de
estradiol durante el periodo de anestro son menores en vacas alimentadas con dietas deficientes en energía que
en las que reciben alimento balanceado. En las vacas subnutridas el nivel de estradiol producido por los folículos
de cada onda folicular es menor que el de las vacas que reciben dietas balanceadas. El factor de crecimiento
insulina de tipo I (IGF-I) es una hormona folicular que estimula los receptores de FSH en las células de la
granulosa para aumentar la síntesis de estradiol y contribuir con el proceso de selección folicular, su
concentración se incrementa con el crecimiento folicular, sus niveles se encuentran disminuidos en vacas
subnutridas, contribuyendo a una menor síntesis de estradiol folicular y a la prolongación del tiempo parto a
primera ovulación.

Durante el período de BEN puede ocurrir la primera ovulación postparto, seguida de formación de un CL. Los
niveles de progesterona sérica después de la ovulación son indicadores de la funcionalidad del CL. Los niveles
bajos de progesterona producen un soporte uterino deficiente que causa un decrecimiento en la tasa de preñez.
El primer CL postparto alcanza un diámetro menor, tiene menor vida media que los CL subsecuentes y produce
niveles subnormales de progesterona (Henao et al. 2000a), esto también sucede en las vacas que reciben un
plan nutricional alto, pero después de la segunda ovulación estas alcanzan niveles normales de progesterona,
mientras que las vacas con un plan nutricional deficiente en energía, después de la segunda ovulación continúan
desarrollando un Cl de menor diámetro que sigue produciendo niveles bajos de progesterona (Senatore et al.,
1996; Villa-Godoy et al., 1988)

Efectos De Las Proteínas Sobre La Actividad Folicular


El incremento del potencial genético para producir leche se ha asociado con una disminución de la fertilidad.
Para llenar los requerimientos nutricionales durante la lactancia, las dietas de las vacas lecheras son
complementadas con alimentos concentrados cuyo contenido proteico es alto, llegando a consumirlas en exceso.
Las dietas altas en proteínas estimulan la producción de leche en la lactancia temprana. El consumo de proteína
por encima de las necesidades para la producción genera un efecto negativo sobre el comportamiento
reproductivo de vacas lecheras. Un mecanismo por el cual el exceso de proteína en la dieta afecta
negativamente el comportamiento reproductivo es por el incremento del gasto energético para desintoxicar al
hígado del exceso de NH3 (Staples et al., 1998).

García-Bojalil et al. (1998) alimentaron vacas Holstein con dietas altas (15.7%) o bajas (11.1%) en proteína y
encontraron en las primeras un menor número de folículos en las ondas foliculares, un menor diámetro del
folículo dominante, un mayor período parto a primera ovulación y un cuerpo lúteo de menor volumen productor
de menor cantidad de progesterona.

La concentración de urea sérica es un reflejo del consumo y utilización de proteína. Las concentraciones
superiores a 19 mg/dl se asocian directamente con la producción de prostaglandinas e inversamente con la
cantidad de progesterona producida por el cuerpo lúteo y con alteración del pH uterino, lo cual cambia
adversamente el medio uterino y desfavorece la vida del embrión (Butler, 1997).

La lisis del cuerpo lúteo ocasionada por el aumento de las prostaglandinas produce disminución de la producción
de progestágenos. Este evento estimula al eje hipotálamo-hipófisis-adrenal de la madre para el
desencadenamiento del parto.

Esto, sumado a la hipoxia que está experimentando el feto, como consecuencia de la acidosis, resultará en un
incremento en los niveles de ACTH materna y de cortisol fetal, para la continuación de la cascada endocrina y
metabólica que terminará en el aborto (Moncada 2000).

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