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Las cosas que sabía de ella, la forma en que miraba.

Era todo para


protegerla, todo para conocerla.
A ella le gustaba su té con leche y azúcar, extra dulce al igual que
sabía que sus labios serían si la besara.
Estaba desesperado por ella.
Ella mordía el lápiz cuando estaba concentrada, su pequeña lengua
salía y se movía a lo largo de su labio inferior.
Tenía hambre de ella.
Jugaba con las puntas de su cabello cuando estaba nerviosa, sus
dedos delicados, largos, como si tocara el piano. Sus uñas pintadas de
rosa.
Las cosas que pensé sobre ella haciendo con esas manos pequeñas.
Y se mordía el labio inferior cuando estaba preocupada, esos dientes
blancos y rectos se hundían en la carne roja, como una manzana a la que
se está mordiendo, como una adicción que me consumía.
No niego que la deseaba. Ni siquiera intenté ocultarlo.
Inocente. Eso es lo que ella era.
La aceché, supe siempre que le gustaba y disgustaba... obsesionado
con ella.
La quería como nunca había deseado nada en mi vida. Y me dije
que mirarla, seguirla, era para mantenerla a salvo. Para mantenerla mía.
Yo era su profesor. Ella mi estudiante Estaba mal necesitarla como
yo lo hacía. Pero ella me consumía, como si estuviera desesperado por
respirar y ella era el oxígeno. Era un bastardo egoísta, y cuando se
trataba de Grace, la quería para mí solo.
Sinopsis Capitulo 14
Capítulo 1 Capitulo 15
Capitulo 2 Capitulo 16
Capítulo 3 Capitulo 17
Capítulo 4 Capitulo 18
Capítulo 5 Capitulo 19
Capítulo 6 Capitulo 20
Capítulo 7 Capitulo 21
Capítulo 8 Capitulo 22
Capítulo 9 Capitulo 23
Capítulo 10 Capitulo 24
Capítulo 11 Capitulo 25
Capitulo 12 Capitulo 26
Capitulo 13 Epílogo
YARETH NICOLE

JIMENA

JULI
1

Es dicho que una obsesión es una idea o pensamiento que


continuamente preocupa o invade la mente de una persona.
Pero digo que es más que eso, más que una definición, una serie de
palabras que se juntan. Nada puede describir con precisión cómo lo
siento, y lo que siento, qué tan lejos voy, para obtener lo que quiero, a
quién quiero. Dirían que estaba obsesionado.
Yo le llamo amor.
Recuerdo la primera vez que la vi. Cómo se veía, cómo me sentí al
instante. Hacía calor afuera, un poco húmedo, inusual para la época del
año. Había tenido un brillo de transpiración en su sien, y quise pasar mi
lengua por ella, recogerla para tomar una parte de ella en mí.
Recuerdo la primera vez que la vi como si fuera ayer.
El primer día ella me había hechizado.
El primer día me enamoré de ella.
El primer día que me obsesioné desde que lo supe, nadie más la
tendría. Ella era mía, y yo la haría ver eso.
Había entrado en el salón de clases en ese vestido blanco, con
pequeñas flores negras salpicadas como tinta derramada. Su cabello
oscuro se había apilado sobre su cabeza casi al azar, como si se le hubiera
hecho tarde y no hubiera sabido qué hacer con eso.
Mechones se le habían caído como si ella hubiera estado corriendo,
la liga en su cabello no podía mantener los rizos en su lugar. Sus mejillas
eran rosadas, y me preguntaba si serían de ese color cuando sintiera
placer.
Su respiración había sido rápida, su pecho subía y bajaba, sus senos
apretados contra el corpiño de su vestido, sus pezones estaban duros
como si se estuvieran pinchando contra el material delgado.
Se había disculpado con todos los que había pasado caminando
mientras se dirigía a su asiento y la seguí todo el tiempo, la seguí con mi
mirada, incapaz de desviar mi atención.
Ella gritaba inocencia y vulnerabilidad, con su delicada belleza que
había hecho que la parte más masculina de mí se levantara. Nunca había
sentido una atracción tan instantánea, una excitación tan profunda.
Y fue en ese preciso momento que supe sin la menor duda que tenía
que tenerla.
Ella era mi estudiante.
Yo era su profesor.
Estaba en contra de las reglas.
Pero eso no hizo ninguna diferencia, nací para romper las reglas por
ella. Me di cuenta de eso tan pronto como la vi, tan pronto como se sentó
en mi clase. Incluso ahora pensaba en cómo había cruzado sus piernas,
levantando su vestido, exponiendo aún más su piel de alabastro, como si
raramente saliera al sol. Todo, desde sus uñas pintadas de color rosa
hasta sus pequeños aretes de perlas, gritaba que no tenía conocimiento
del mundo, ni de sus peligros.
Ella no tenía conocimiento de las cosas sucias que los hombres
querían hacerle a las mujeres..., que yo quería hacerle a ella.
Pero pronto lo descubriría. Grace entendería qué tan profunda era
mi necesidad por ella, cuánto la había reclamado como mía.
Y cuando lo hiciera, sería el mayor placer de todos.
2

Concentrarme era malditamente casi imposible cuando Grace


estaba en mi clase. Joder, era imposible cada maldito minuto de cada
maldito día.
Ella era todo lo que pensaba, nada más. Ella era todo lo que quería.
Y mi necesidad por ella se había convertido en esta obsesión
consumidora. Me controló, me hizo sentir inestable y supe que la única
forma de satisfacer este deseo, de acabar con el hambre, era hacerla mía.
Me encontré mirándola constantemente, incapaz de detenerme
aunque sabía que no estaba bien. Debería mantener mi distancia. Era
lo mejor para mi cordura y sería profesional.
— ¿Puedes repetir esa última parte, profesor Goode? —
Me aclaré la garganta y miré al estudiante que había hecho la
pregunta.
Intenté aclarar mi cabeza y concentrarme en mi conferencia. —Así
que podemos rastrear que la mutación delta 32 del CCR5, que dificulta
la tasa de infección del VIH, evolucionó en las poblaciones europeas—
Miré a Grace mientras hablaba, viendo a un estudiante sentado a su lado,
inclinándose y susurrándole algo. —Más específicamente los europeos
del norte— Sentí que mis ojos se estrechaban, acurruqué mis manos en
puños a mis lados.
Grace parecía menos que complacida con su proximidad, lo que me
agradó, pero los celos en mí crecieron exponencialmente.
— ¿Cómo ocurrió la mutación?—
Escuché al estudiante hacer la pregunta, pero mi atención estaba
en el pequeño gilipollas que todavía estaba inclinado demasiado cerca de
Grace. Movió su brazo junto al de ella, casi tocándola. Él comenzó a
susurrarle algo otra vez, y pude ver la frustración en el rostro de ella.
—Sr. Baldwin, si esta clase es monótona para usted, es más que
bienvenido a irse y ceder su asiento a un estudiante en la lista de
espera—
Mis palabras salieron recortadas, enojadas. Ni siquiera me
importaba que estuviera hablando durante mi conferencia. Estaba
enojado porque él estaba demasiado cerca de Grace.
Mi Grace.
—Lo siento, profesor Goode—
El estudiante se enderezó, pareciendo desconcertado al ser expuesto
al frente de la clase. Debería haber estado contento de que fue todo lo
que hice.
No podía apartar mi atención de Grace, podía ver que tenía una
expresión casi avergonzada en su rostro, sus dientes clavados en su labio
inferior. Miró entre el imbécil y yo, sentado a su lado, y luego de nuevo
a mí, tenía las manos cerradas en puños apretados a mi lado, tratando
de controlarme.
Incluso algo tan simple como otro hombre que hablaba con ella me
enfurecía. Estaba celoso, tan jodidamente celoso que me comía.
Me obligué a darme la vuelta, a tratar de parecer como si tuviera mi
mierda junta, que en realidad se suponía que estaba dando una clase, no
deseando a mi maldita estudiante. —Quiero un documento de trece
páginas sobre una variante genética en una cierta población completada
y entregada a finales de mes— Hubo una mezcla de papeles y un
murmullo de voces, pero no me di la vuelta porque si lo hacía, mi atención
iría a Grace.
—No actúes sorprendida por esto, está en tu programa de estudios—
Mi voz era dura. Todavía estaba molesto, los celos todavía presentes.
La clase terminó y les di la espalda, poniendo papeleo en mi bolso,
mi cuerpo tenso. Cuando escuché que la puerta se cerraba, asumiendo
que todos se habían ido, apoyé mis manos en el borde de mi escritorio y
me preparé para cargar mi peso, colgando mi cabeza y cerrando los ojos.
Respiré lentamente.
— ¿Profesor Goode?—
El sonido de su voz, ese dulce tono melancólico, me atravesó,
calmándome e inflamándome al mismo tiempo.
Apreté los dientes, apreté la mandíbula mientras me enderezaba y
me volvía para mirar a Grace. Se paró a pocos metros de mí, un par de
libros sostenidos en sus brazos, apretados contra su pecho como si
fueran un escudo. Parecía tan nerviosa cuando me miró, con los ojos
muy abiertos, ese pequeño vestido de verano tan jodidamente inocente.
—Solo quería disculparme por interrumpir su clase—
Dios, su voz tenía un tono tan agudo que me despertó.
— Me aseguraré de no volver a sentarme junto a Theo. Le gusta
hablar durante la clase— Ella se mordió de nuevo su labio inferior, y me
pregunté si era un hábito nervioso. Quería estirarme y apartar su labio
de sus dientes, alisando mi pulgar a lo largo de la carne antes de
sumergirme y besarla. Me tomó todo en mí no hacer un pequeño sonido
de necesidad en ese momento.
—No es necesario que se disculpe, señorita Hart. No es su culpa—
Tenía mi mano apoyada detrás de mí en el borde del escritorio, mis
uñas clavadas en la madera. Pero me mantuve en control, mantuve mi
expresión en blanco. Pude ver su pulso latir rápidamente debajo de su
oreja, y bajé mi mirada hacia el corpiño de su vestido. Sus pezones eran
duros cuando asomaban a través del material.
Me encantaba ese vestido, pero también quería exigirle que se
cambiara, que se cubriera para que ningún otro hombre pudiera mirarla,
pudiera fantasear y desearla.
Tragué, sintiendo el nudo en mi garganta, mi boca tan seca.
Mientras permanecimos allí durante varios segundos sin hablar, solo nos
miramos fijamente. Juré que podía ver el deseo en la cara.
Ella asintió lentamente y sonrió, ladeando la cabeza mientras me
miraba a través de sus pestañas.
Dios mío, me dolía el pecho.
—Nos vemos después, profesor Goode—
Ella se fue, y verla alejarse era tan jodidamente difícil. De hecho,
me encontré dando un paso hacia ella, queriendo cerrar la puerta y tirar
de ella contra mi cuerpo.
Estaba perdiendo mi maldita mente en lo que a Grace se refería.
Pero si esto era lo que sentía la locura, no quería estar cuerdo.
3

¿Quién habría pensado que la genética en antropología física sería


la clase que esperaba todos los días?
Pero nuevamente, no fue el curso lo que me intrigó, sino la persona
que lo enseñaba. Pensé en el profesor Goode, en todas las pequeñas
cosas que hizo, cosas que dudaba que alguien notara en una clase. La
forma en que frunció el ceño cuando miraba sus notas, sumido en sus
pensamientos. El hecho de que su mirada era oscura, penetrante...
consumidora.
O la forma en que curvaba sus dedos largos y fuertes alrededor del
borrador justo antes de limpiar el pizarrón.
Era articulado y preciso. Se aseguraba de que sus líneas fuesen
exactas cuando escribía las citas en la pizarra de borrado en seco. Era
estricto en la forma en que hablaba, en cómo nos daba nuestras tareas.
Era difícil concentrarse en su clase, era difícil hacer cualquier cosa
excepto codiciar a un hombre que nunca podría tener.
— ¿Qué piensas del profesor Goode?—
Miré a Sherry, que estaba ocupada sonriéndole a un tipo que estaba
sentado en la siguiente mesa. No debería preguntarle nada sobre esto,
no debería llamar la atención sobre mi curiosidad en lo que a él se refería.
— ¿Sherry?— Ella me miró, la expresión de su cara me decía que
no había oído.
— ¿Qué?—
Podría decirle que no importa, no volveré a mencionar esto. Ella
nunca sabría la diferencia. Pero me encontré lamiéndome los labios y
diciendo: —Profesor Goode. ¿Qué piensa de él?—
La vi con el ceño fruncido, su expresión curiosa por lo que
preguntaba. Me puse nervioso al mirar el sándwich envuelto en plástico
frente a mí. Sentí su mirada en mí, como si me estuviera analizando,
tratando de leer más sobre la pregunta.
Y había más en la pregunta, mucho más, pero nunca le contaría. No
podría. Se sentía mal incluso pensarlo.
—Solo sentía curiosidad por lo que pensabas de él... como profesor—
—Mm-hmm— dijo ella, no convencida.
— ¿Quieres decir el profesor me hace sentir bien?—
Levanté la cabeza, sintiendo que mis ojos se ensanchaban.
— ¿Qué? Oh, Dios mío, Sherry— Sentí que mi cara se calentaba
mientras miraba a mi alrededor, preguntándome si alguien había
escuchado. Ella se estaba riendo a mi lado.
—Él está muy bueno, y sé que un montón de chicas quieren follarlo
en una de los salones de clases vacíos—
—Dios, realmente vas a ir allí—
Ella se rió entre dientes. — Eres tan inocente— Ella se rió con más
fuerza cuando la miré, mi expresión probablemente mostraba cuán
mortificada estaba.
— Sherry Dios mío — Miré a mi alrededor otra vez. — ¿Podrías decir
eso más alto?—Sentí que mis mejillas se calentaban. No tenía ninguna
duda de que estaba roja, y mi vergüenza era un faro visual para todos en
la biblioteca.
—Espera, ¿por qué preguntaste por el profesor Goode?—
Miré hacia abajo y comencé a guardar mis libros, lamentando
incluso haberlos traído esto al tema. —No es nada. No importa —Ella no
respondió pero la sentí mirándome. Cuando tenía mis libros en mi
mochila, miré hacia arriba, diciéndome que actuara como si no estuviera
completamente mortificada. Ella me miró con esta curiosa expresión en
su rostro.
— ¿Qué?—
Sus ojos se ensancharon y su boca se abrió en una pequeña O.
—Oh, Dios mío. Gracie, a ti te pone cachonda el profesor—
Señor, mis mejillas se sentían como si estuvieran en llamas.
—No. No lo hago. Estás loca—Estaba divagando, tartamudeando.
—Eres una mentirosa horrible, por cierto—Solté una risita
incómoda, lo que empeoró esta situación.
—No sé por qué te avergüenzas—
Ella se encogió de hombros y se recostó en la silla, mirando hacia
atrás en la mesa, dándole al chico que estaba sentado allí una sonrisa de
ven y follame. — ¿Sabes cuántos muchachos calientes encuentras en
esta escuela?— me miró y se rió entre dientes.
—Tu cara es tan roja—
Me sentí aún más frustrada.
— ¿Sabes cuántos chicos probablemente piensan que eres sexy?—
Me burlé y rodé los ojos. Comparada con Sherry, era un mal ejemplo
de lo que podría considerarse caliente. Su genética libanesa le dio una
hermosa piel en tonos oliva y una hermosa cabeza de pelo oscuro. Sin
mencionar que su cuerpo era increíble con curvas con las que solo podía
soñar.
No había duda de que los hombres la miraban.
—Es fácil para ti decir—me quejé.
—Estás loca si no crees que eres caliente—
Le di una mirada de vete a la mierda.
— ¿Qué?— Ella realmente parecía sorprendida de que yo no le
creyera. —Eres hermosa, Gracie. Tienes esa bonita piel alabastro,
menos que imperfecta y un cabello increíble con mechones rojos. Y tus
ojos...—Ella hizo un ruido de enojo. —Tienes los ojos más bonitos y más
hermosos que he visto— Ella puso los ojos en blanco. —Eres
ridículamente caliente en esa forma de colegiala ingenua, y es molesto—
Me reí de lo molesta que se veía. Todo estaba bien y agradable de
que ella dijera eso, pero no significaba que la creyera. ¿Todavía me vería
de la misma manera si supiera que no había dejado que un chico me
sintiera? Si ella supiera que yo era virgen, tan inexperta que da risa,
probablemente pensaría que había algo malo en mí.
—Entonces, sobre el profesor Goode—
Ella movió sus ojos.
—Nada, olvídalo—
—Vamos— dijo ella y sonrió.
—No te avergüences—- Mientras miraba a Sherry, viendo la forma
en que estaba tan segura, cómo sabía lo que quería y no tenía miedo de
perseguirlo, me puso de mal humor.
—No me avergüenzo— dije finalmente y empujé mi libros en mi
bolsa —Pero voy a llegar tarde al trabajo— Le di una sonrisa y vi en su
rostro que quería discutir, tal vez preguntar más, por qué lo había
mencionado esto como un idiota.
— Está bien—dijo ella en señal de rendición y se recostó en su
silla.— ¿Qué tal unas bebidas esta noche?— Y justo así, el tema cambió.
Un movimiento por el rabillo del ojo me hizo mirar hacia la derecha.
Mi boca en seco se secó, mi estómago torciéndose. Vi como el profesor
Goode entraba, con su bolso de cuero marrón oscuro sobre un hombro,
un montón de papeles en la mano. Su pelo negro colgaba sobre su frente
y hacia un lado, como si hubiera pasado sus dedos por él, empujándolo
a un lado.
Tenía una mirada dura en su rostro, una expresión severa. Pero me
había acostumbrado a eso, al darme cuenta de que solo era él.
Y esa fue una de las razones por las que me había enamorado tanto
de él. El fuerte, como una montaña, como el acero. Duro y sin disculpas,
el profesor Goode era tan inteligente como inquebrantable.
Fueron esas cualidades las que me atrajeron hacia él, lo que me hizo
pensar en no fantasear con nadie más. Fue él. Sólo él.
No pude apartar la vista de él, no pude dejar de mirar cuando entró
en la biblioteca y se dirigió a una de las mesas vacías. Era como si él
ordenara la habitación, la llenara con este aire ártico que tenía la piel de
gallina en mis brazos, con el pelo de punta.
Y luego levantó la cabeza, se volvió y me miró fijamente, nuestras
miradas chocaron, la sensación de que mis ojos se ensanchaban y dejaba
de lado lo que realmente sentía. Descubierta y vulnerable, como si
estuviera mirando a los ojos de una bestia feroz, de un depredador a
punto de saltar.
Pero la cosa era... que quería ser su presa.
La forma que me miró estaba calculada.
Era como si el tiempo se hiciera lento, como si no hubiera nadie más
en la biblioteca aparte de nosotros dos. Sentí esta atadura entre
nosotros, acercándome a él, como si él fuera mi salvavidas. Era una
sensación tan consumidora, una que me confundió tanto como me
asustó y me calentó.
—Entonces, ¿bebidas?— Preguntó Sherry, rompiendo la pared de
piedra que tenía con la profesora Goode.
Con Lucian.
Miré a Sherry, agradecida de que estuviera ocupada mirando su
teléfono, sin darse cuenta de a quién había estado mirando, o con cuánta
atención había estado mirando.
Y aunque él también me había mirado. Sentí que era una mirada
inocente, una hecha de pasada. Fui yo quien no pudo mirar hacia otro
lado, quien sintió que mi corazón caía en mi estómago.
—Tierra a Gracie— Parpadeé un par de veces, mi visión se enfocó
mientras miraba a Sherry. Ella me miró, arqueando una de sus cejas
oscuras y perfectamente delineadas.
—Bebidas, ¿Estás preparada para eso esta noche?— Asentí.
—Sí. Tengo que trabajar hasta las seis, pero después de eso estoy
libre— Sherry sonrió.
— ¿Qué tal si me encuentras en el Olive?—Asentí y me encontré
mirando donde estaba sentado el profesor Goode. Mi corazón saltó a mi
garganta cuando lo vi mirándome, su mirada enfocada, como si me lo
ordenara.
—El Olive. Seis. Suena bien— Murmuré esas palabras, y cuando
miré a Sherry, pude ver una expresión curiosa en su rostro. Pero ella no
buscó más información.
Y estuve agradecido por eso porque no sabía cómo explicaría mi
fijación con el profesor Goode.
Debería haber sido más discreto, ocultando mi afecto, mi obsesión
por Grace. Pero no podía evitarlo, ciertamente no cuando estaba tan
cerca.
Era esa adicción que tenía, una que hizo que mi corazón se
acelerara, mi boca se secara y mis manos temblaran. Una retirada que
no sabía si sobreviviría, porque sabía que la única cura era ella.
La miré mientras salía de la biblioteca, complacida, cuando ella
seguía mirándome. Ella seguía mordiéndose el labio, tirando de la carne
roja y rechoncha con sus pequeños y rectos dientes blancos. Es bueno
que estuviera sentado detrás del escritorio porque mi polla era más dura
que una roca, presionando contra la cremallera de mis pantalones,
exigiendo ser libre.
Las cosas obscenas que pensé en hacerle a ella me hicieron sentir
primaria, salvaje. Ella era tan inocente, sin embargo, tan vulnerable.
Pero su inocencia solo alimentó mi necesidad de ella, me hizo ansiarla
aún más.
Quería ser el que la corrompiera, mostrarle exactamente lo bien que
podía sentirse, lo bien que podía hacerla sentir.
Y lo haría realidad, porque la alternativa no era una opción.
4

Hice un café con leche, lo vertí en una taza para llevar, puse la tapa
en la parte superior y la entregue.
Acciones monótonas que me hacían perder tiempo y me hacían
ganar un salario mínimo.
Si fuera honesta, odiaba hacer café; diablos, ni siquiera lo tomaba.
Pero ser una estudiante universitaria significaba que no podía ser
exigente con el trabajo que conseguías. No tenía mucho tiempo para
nada más, no con mis estudios a tiempo completo.
Y a pesar de que estaba cubierta con alojamiento estudiantil, y el
dinero que mis padres me habían ahorrado a lo largo de los años, todavía
tenía que ganar dinero. Tal vez no para vivir fuera de la escuela, sino por
mi propia integridad, mentalidad y bienestar.
Así que trabajé en la cafetería del campus un par de días a la
semana, haciendo capuchinos y café con leche, envolviendo croissants y
sándwiches de huevo.
Llamé al cliente, le di su café exprés doble y ayudé al siguiente.
Lo mismo, solo un día diferente.
La cafetería en el campus siempre estaba muy ocupada,
principalmente con los estudiantes que iban a pasar el rato y estudiar
mientras bebían sus cafés de cinco dólares y comían sus pasteles de tres
dólares.
— ¿Qué puedo hacer por ti?— Dije y levanté la vista de la
registradora solo para sentir que mis ojos se ensancharon cuando vi a el
profesor Goode que estaba al otro lado del mostrador. Llevaba un blazer
oscuro y, debajo, una camisa blanca abotonada de Oxford que
contrastaba con su chaqueta. Estar tan cerca de él realmente reafirmo
lo mucho más grande que él es de mí, con sus anchos hombros y su
estrecha cintura.

Era alto y delgado, como un nadador de olímpico, con un poder puro


debajo de la piel dorada.
Me quedé mirando sus ojos oscuros, como trozos de carbón que
podrían encender un fuego y seria yo quien se quemaría vivo con eso.
Me quedé allí por largos segundos sin hablar, y fue solo cuando
escuché que la espuma de la máquina de capuchino comenzaba a
trabajar que salí de mi bruma. —Profesor Goode— dije finalmente,
encontrando mi voz, aunque era temblorosa e inestable.
—Señorita Hart —
Juré que los fuegos artificiales se disparaban dentro de mí.
— ¿Cómo te está yendo con tu escrito?—
Lamí mis labios y asentí. — Bien — Aunque eso era una mentira.
Ni siquiera lo había empezado. Él sonrió, solo con la esquina de su boca
inclinándose hacia arriba como si supiera que estaba mintiendo.
—Bien. Estoy deseando leerlo—
Le di una sonrisa torpe. Podía sentir lo incómodo que era, mis
propios nervios haciéndome actuar como un tonta en este momento. —
¿Qué puedo conseguir para usted?— Ser profesional cuando todo lo que
quería era envolver mi cuerpo alrededor de él, era como literalmente vivir
en un infierno.
—Sólo un café negro—
No es un hombre al que le gusten las bebidas lujosas y finas. Me
gustó eso de él. Y el hecho de que estaba bebiendo algo tan fuerte a
última hora de la tarde me hizo preguntarme si tenía mucho trabajo por
hacer. Era un hombre ocupado, podía decir por el trabajo que hacía en
el campus y el hecho de que tenía todo preparado para nuestra clase con
mucha antelación. Pero eso me atrajo a él.
Tenía su mierda junta.
Le di una mirada más prolongada antes de girarme y conseguir su
orden. Sentí su mirada fija en mí todo el tiempo, como si se estirara y
pasara sus dedos por mi cuerpo, juré que me tomó mucho tiempo obtener
su orden.
Sentí que me estaba moviendo en cámara lenta. Cuando finalmente
me di la vuelta, él estaba a un lado, otro barista manejando la
registradora.
—Lo siento por la espera— le dije y le entregué su café. Cuando lo
alcanzó, sus dedos rozaron los míos y sentí que mi boca se separaba
cuando un pequeño sonido se me escapó de ese ligero contacto. Sin
embargo, no parecía afectado.
Por supuesto, no lo estaba. Sabía que todo era unilateral.
—Está bien— dijo y ofreció una sonrisa, pero incluso cuando parecía
ser despreocupado, veo que esta dureza podría…
— ¡Gracie!— La voz de Sherry gritando sobre la multitud de
personas me sacó de mi hipnotizado enfoque en el profesor Goode. Me
giré y la miré, abrirse camino hacia mí con un hombre misterioso a su
lado.
Pude ver al profesor Goode retroceder, y una parte de mí quería
llegar a él.
Loco, eso es lo que era.
Sherry se acercó al mostrador con una enorme sonrisa en su rostro.
Miré al chico parado detrás de ella. Parecía un atleta, uno que aún vivía
en sus viejos tiempos de gloria mientras lucía su chaqueta de deportista
del instituto.
—Oye, chica— dijo y se dio la vuelta para alcanzar al chico. Lo
reconocí entonces, recordándolo de la biblioteca. — Este es Craig. Va a
ir al Olive con nosotros esta noche —
Asentí, pero estaba muy consciente de que el profesor Goode todavía
estaba parado a un lado, podía sentirlo observándome.
Me di la vuelta y comencé a hacerle un doble latte, sabiendo que esa
era la única razón por la que entró en la cafetería hípster.
Se lo entregué, y me ofreció algo de dinero sin mirarme. Negué con
la cabeza por lo interesada que estaba con este nuevo chico. Después de
llamarla y entregarle el cambio, le di una mirada al profesor. Se apartó
a un lado, tomando un sorbo de su café mientras me observaba por
encima del borde.
— Escucha, estamos recogiendo algo para comer antes de dirigirnos
hacia allí. Pensé que deberías tener el estómago lleno antes de comenzar
con las copas— El deportista Craig se inclinó y le dijo algo al oído. Ella
se rió y juguetonamente lo golpeo. —Eres sucio, ¿no?— Sherry me miró
y sonrió. —No llegues tarde. El Olive esta noche a las seis— dijo mientras
salía por la puerta. Me volví hacia donde estaba el profesor Goode, pero
me encontré con un lugar vacío. Miré alrededor de la cafetería,
decepcionada de que se hubiera ido, pero luego me sentí ridícula por
pensar que se quedaría solo por mí.
Juré que la forma como me miraba, la forma en que me había
observado, no solo estaba en mi cabeza. Su expresión había gritado una
cosa... excitación.

El pensamiento de ella yendo al Olive, tenía cada pensamiento


protector creciendo en mí. Todo lo que podía pensar era en los hombres
mirándola, tratando de tocarla, aprovechándose de ella.
Me tenía nervioso, posesivo. Me hizo querer llevarla de vuelta a mi
casa y mantenerla a salvo, mantenerla alejada de toda la mierda que el
mundo le arrojaría.
Yo era el único que podía mantenerla a salvo, y planeaba hacer
precisamente eso.
La miré a través de la ventana de la cafetería, complacido cuando
noté que había vuelto a mirar hacia donde estaba parado, que me estaba
buscando. La decepción en su rostro fue tangible. Quería mover mi dedo
entre sus ojos y suavizar la preocupación que se había establecido entre
ellos.
Su deseo por mí era claro, y eso me complació enormemente. Y fue
por la forma en que me miró, por el hecho de que me quería, que estaba
resuelta a llevar las cosas más lejos. Tenía que hacerlo, porque no tener
a Grace como mía era físicamente doloroso, y ya no era algo que estaba
dispuesto permitir.
Si ella saldría esta noche, yo también lo haría. Ningún hombre la
tocaría, excepto yo.
5

No tenía idea de por qué había aceptado venir con Sherry al Olive.
No pensé así la escena. Y mientras estaba de pie junto a ella, las luces
parpadeaban, la música llenaba de orejas y la masa de cuerpos a nuestro
alrededor, solo quería ir a casa y acurrucarme en mi cama con un buen
libro.
Sherry tomó mi mano y me guió hacia la barra. Todavía no tenía
veintiún años y tenía la gran X negra marcada en el dorso de mi mano
para anunciar eso. Pero Sherry tenía la edad suficiente para comprar
alcohol, y sabía que me daría una bebida discretamente, porque era el
tipo de persona que no le gustaba beber sola.
Ella soltó mi mano antes de llegar la barra y me dio una mirada que
decía: Quédate allí para que no nos atrapen. No había visto a Letterman
Craig todavía, pero asumí que estaba en algún lugar por aquí. Había
estado bastante enamorado de Sherry en la cafetería.
Lo que significaba que quería meterse en sus pantalones.
Pude ver a Sherry recostada en el bar poniendo una sonrisa
seductora mientras ordenaba nuestras bebidas. Me di la vuelta y
escaneé el interior del club. Era exactamente lo que cabría esperar de un
club nocturno, con una decoración de estar tranquila, las luces tenues y
la atmósfera de sexo impregnando el aire.
También sentí que estaba excesivamente mal vestida, como si
asistiera a una iglesia o fuera a la biblioteca. Me puse un par de
pantalones ajustados, y mi parte superior era un conjunto de chaqueta
de punto, un color rosa pálido que tenía una sensación de cachemira sin
la etiqueta de precio.
Cuando miré a todas las mujeres del club, me di cuenta de que
estaba usando demasiada ropa. No estaba enseñando suficiente piel
para encajar, para mezclarme con los demás. Probablemente sobresalía
como un pulgar adolorido.
Sentí un golpecito en mi hombro y me volví para ver a Letterman
Craig de pie allí. Se había quitado la chaqueta y ahora tenía el cabello
peinado hacia atrás y llevaba una camisa demasiado apretada, que
supuse que era para presumir sus músculos. No tenía mala pinta, pero
tenía un aire de arrogancia que lo rodeaba, que era un desvío total.
Sin duda, era un tipo de persona que solo usan a chicas para sexo
y Sherry era su última conquista. Pero lo que él no sabía era que ella era
un tiburón cuando se trataba de lo que quería. Lo que no entendía era
que ella lo estaba usando.
Él dijo algo, pero no pude escuchar a través de la música. Su boca
se movió. Sus ojos brillantes. Ya había estado bebiendo; eso quedó claro
por la forma en que se veía y el olor a alcohol que venía de él. Me encogí
de hombros y sacudí la cabeza, diciéndole que sin palabras no podía
escucharlo. Se inclinó hacia mi oído.
— ¿Has visto a Sherry? Me dirigí a la sala de baño, pero la perdí
entre la multitud—dijo en voz alta y retrocedió.
Hice un gesto hacia el bar, y él sonrió y me guiñó un ojo antes de
dejarme allí de pie y dirigirse hacia ella.
El envolvió su brazo en su cintura cuando él estaba justo detrás de
ella, y ella miró por encima del hombro, dándole esa sonrisa sexual que
había visto antes cientos de veces. Sabía que era sexy y que podía atrapar
a cualquier hombre, y usaba eso para su ventaja. Deseé tener su
confianza, su destreza.
Un momento después, volvían hacia mí y me hizo un gesto para que
la siguiera. Nos dirigimos a la parte de atrás y tuvimos suerte cuando
divisamos una mesa vacía. Manteniéndome de espaldas a la multitud,
agarré la bebida que me entregó y tomé un sorbo. Era fuerte, tanto que
mis ojos se humedecieron.
Tosí y escupí, mirándola fijamente y viendo mientras ella reía.
—Pensé que si te ibas a tomar una bebida para menores de edad,
bien podría hacer un Long Island Ice Tea1—

1
(té helado con rum y vodka)
Ella sonrió de nuevo y se apoyó en su nuevo boy toy2. — Tómatelo,
Gracie. No quiero que nos atrapen—
Inhalé profundamente y llevé la pajita a mi boca, bebiéndola rápido,
la quemadura se asentó en la boca de mi estómago. Cuando terminé,
resoplaba, mis ojos se humedecieron ferozmente, el alcohol iba
inmediatamente a mi cabeza. Tiró del vaso hacia ella para que pareciera
que lo había estado bebiendo.
— ¿Qué edad tienes?— dijo Letterman Craig, su brazo envuelto
alrededor de Sherry, su otra mano debajo de la mesa y sospechosamente
cerca de ella. Solo podía imaginar lo que estaban haciendo, lo que él le
estaba haciendo a ella.
—Veinte— Él asintió, pero estaba claro que no me estaba prestando
atención.
Sherry dijo algo en su oído que tenía una mirada excitada al cruzar
su rostro. Y luego se volvió y comenzó a besarla.
Dios.
Arrugué la nariz, inmediatamente sintiéndome incómodo al verlos,
así que me di la vuelta para enfrentar el club.
No era tan extrovertida, y eso estaba obscenamente claro cuando vi
a todas estas personas bailar. La música estaba empezando a darme un
dolor de cabeza, o tal vez era la cantidad de alcohol por mis venas. Ya
estaba zumbando el licor subiendo lentamente por mi cuerpo.
Cerré los ojos y me froté la frente. Las gotas de sudor salpicaban mi
piel. Mi corazón se sentía como si estuviera corriendo, y mi cara se sentía
como si estuviera en llamas. Beber siempre puso mi cara enrojecida y, a
juzgar por lo caliente que se sentía, ya había alcanzado ese nivel.
—Sherry, tal vez debería irme—La miré por encima del hombro y vi
que estaba casi encima de su cita. —No me siento bien. Esa bebida fue
directamente a mi cabeza— Ella rompió el beso y me miró,
— ¿Qué? — gritó ella, frunciendo el ceño.
—No me siento tan bien. Esa bebida era fuerte —le grité de vuelta.
Ella me dio esa mirada de una madre le da a un niño. — No comiste
antes de venir, ¿verdad?—

2
(chico juguete)
¿Un croissant de la cafetería cuenta? Me encogí de hombros Ella
negó con la cabeza. — ¿Quieres que te lleve a casa?—
Letterman Craig agarró su barbilla y trató de girar la cabeza para
otro beso, pero ella apartó su mano, su atención se centró en mí. —
Podemos irnos si no te sientes mejor—
Ni siquiera había estado aquí tanto tiempo y al instante estaba
arruinando su noche. Por supuesto, ella no dijo eso, y yo no estaba
recibiendo esa vibra de ella, pero la estaba pasando bien.
—Estaré bien. Llamare a un mesero y conseguiré agua—
— ¿Estás segura?— asentí y sonreí.
—Estoy bien — puse una fachada dura. Su mirada era escéptica.
—En serio. Estoy bien—Le di un pulgar hacia arriba e inmediatamente
me sentí como un idiota. Ella se echó a reír y volvió a besar a Craig.
Necesitaba un poco de agua fría. Como si mis oraciones hubieran
sido contestadas, una camarera pasó caminando. Después de pedir un
poco de agua, tomar la mitad del vaso, me sentí algo mejor y no tan
caliente.
Era solo una cuestión de minutos desde que había tomado la bebida,
pero ya estaba sintiendo que el alcohol hacía su trabajo. Era calidad
barata, eso era seguro. Esa única bebida, especialmente por lo fuerte
que Sherry la había pedido, sin duda me haría emborracharme por un
buen rato.
Y aunque había dicho que estaba bien, la idea de irme a casa para
acurrucarme en la cama sonaba bastante bien ahora.
6

Esta no era mi escena. Era ruidoso y desagradable, abarrotado y


caliente. El grupo de edad para el Olive parecía tener entre dieciocho y
veinticinco años.
Estaba fuera de lugar. Tomando tragos y mezclándome con las
mujeres de las hermandades nunca había sido algo en lo que
participaba, ni siquiera cuando encajaba en este grupo de edad.
Estaba aquí por una razón, una persona. Gracie.
Mientras exploraba el club, buscándola, sentí que mi cuerpo se
tensaba aún más. No me gustaba que ella estuviera aquí. No la quería
aquí. La cantidad de testosterona en este lugar, la desinhibición
disminuida debido al flujo de alcohol, la pondría en una posición que no
era segura.
Sabía en qué pensaban los chicos, qué querían hacer. Tenían una
cosa en mente y eso era meterse en los pantalones de una chica con sus
inhibiciones abajo. Y aunque Grace era inteligente y esperaba que no se
cayera a la mierda, había muchos idiotas que no sabían cuándo parar.
Enrosqué mis manos en apretados puños a mis costados mientras
me movía a través del club, abriéndome paso más allá de la gente
bailando, casi teniendo sexo juntos. La sola idea de que algún niñato
pusiera sus manos sobre Grace, tocándola cuando era mía, me llenó de
impaciencia y rabia.
Me detuve en el bar y miré alrededor del lugar tan lleno que ni
siquiera podía respirar. Aunque no la vi de inmediato, no estaba
dispuesto a rendirme. Ella estaba aquí, podía sentirlo. O tal vez fue mi
necesidad de protegerla, incluso de ella misma, de sus amigos, lo que me
hizo querer ser quien la rescatara.
Quería ser su maldito caballero de armadura brillante.
Me di la vuelta y miré en la otra dirección, explorando en la esquina,
donde las mesas estaban ligeramente envueltas por las sombras, solo
destellos intermitentes de luz que lo atravesaban.
Y luego vi a Grace, sentada en una mesa con su amiga y el chico que
había estado en la cafetería. En ese momento estaban envueltos en un
beso apasionado, su amiga casi sentada en su regazo.
Pero Grace no les prestaba atención. Estaba concentrada en la pista
de baile, e incluso desde la distancia podía ver lo rosadas que estaban
sus mejillas y lo brillantes que estaban sus ojos.
Estaba borracha.
Me levanté de la barra, sabiendo que irrumpir hacia ella
probablemente no era el mejor plan, pero quería hacer eso, tirar de ella
contra mi cuerpo, decirle que la estaba sacando de aquí.
Un montón de gente vino al bar, bloqueando mi camino hacia ella.
Y luego pude ver a un chico acercarse a Grace, inclinarse y decir algo en
voz baja. Ella sacudió la cabeza y sonrió, la vergüenza cubría su
expresión. Volvió a decir algo y se enderezó, con una sonrisa engreída
Le tendió la mano. Grace miró detrás de ella a su amiga, pero no
consiguió ayuda allí. Y cuando ella lo miró de nuevo, la sonrisa de él se
extendió.
Ella deslizó su mano entre las suyas y él la ayudó a pararse,
llevándola a la pista de baile. La canción cambió a algo más sexual, y
entrecerré los ojos y apreté la mandíbula mientras lo observaba envolver
su brazo alrededor de su cintura y acercarla a su cuerpo.
Le rompería las manos por tocarla.
Gruñí bajo, las vibraciones en mi garganta era lo único que me hizo
saber que el sonido se había escapado libremente. Ni siquiera podía
escucharme pensar en este maldito lugar. De todas formas, no habría
importado, porque en lo único en lo que podía pensar, concentrarme, era
lograr que Grace... se alejara de ese imbécil.
7

Él estaba sudado y olía a cerveza. Fue asqueroso, y me sentí un


poco incómoda. Él comenzó a restregarse conmigo, y al instante me
arrepentí de haber aceptado bailar con él. La sensación de su erección
clavando contra mi vientre, la sensación y el olor de su aliento húmedo
de cerveza en mi cuello me tenían casi náuseas.
Esto se sentía tan mal.
Pero parecía agradable cuando extendió su mano, parecía algo
patético rogándome por un solo baile. Debería haber ido con mi
presentimiento y decirle que no, mantener mi determinación. Pero aquí
estaba, lamentando cada momento, pensando en cómo salir de la
situación.
En realidad, ni siquiera estaba bailando y, en cambio, agarré sus
manos para empujarlas lejos de mis caderas. Se inclinó y la sensación
de su aliento húmedo y caliente en el costado de mi cuello me hizo pasar
por mi nariz.
—Probablemente debería irme— dije lo suficientemente alto como
para que él lo escuchara, casi gritando las palabras. Él no me escuchó o
no estaba escuchando. Añadió presión a mis caderas y me acercó más
hasta que sentí lo duro que estaba.
Ahí fue cuando la supervivencia se me disparo.
Este tipo no iba a detenerse incluso si le gritaba que no en su cara.
O bien había bebido demasiado o era un imbécil sucio. Empujé sus
hombros, y él me acercó más, encerrando sus brazos alrededor de mí. Le
grité, intenté darle una patada, el miedo se apoderó de él. No podía
moverme, no podía salir de su alcance. El pánico me estaba entrando, y
con la música demasiado fuerte, el alcohol fluyendo muy fuerte, y todos
los demás enfocándose en sus compañeros de baile, nadie notó que
necesitaba ayuda.
—Detente— grité y empujé su pecho de nuevo —Cálmate— gimió
contra un lado de mi cuello. —Esto se siente bien, ¿no?—
Negué con la cabeza —Para. No quiero bailar más— Intenté empujar
su pecho, pero él era más fuerte que yo y mantuvo su agarre firme.
Intenté mirar hacia donde estaba Sherry, pero nos habíamos alejado más
de la mesa y no podía encontrarla en la espesa multitud de personas.
Pasó su mano sobre mis caderas y mi vientre, arrastrándose hacia
abajo. El miedo se disparó aún más en mí, y luché de nuevo.
— Dije que no — dije en voz alta lo suficientemente fuerte para que
el me escuchara. Pero entonces, en el segundo siguiente, se alejó de mí.
Me tropecé con el movimiento repentino y sentí que mis ojos se
ensanchaban mientras miraba al profesor Goode. No sabía por qué
estaba en el club, pero esa no era mi principal preocupación en este
momento. Era el hecho de que sostenía al Sr. acosador por el cuello.
La expresión en el rostro de mi profesor era francamente aterradora.
Se inclinó cerca de la oreja del otro hombre y le dijo algo lo
suficientemente bajo para que no pudiera oír. Observé mientras mi
aspirante a asaltante ensanchaba sus ojos con claro temor. Miró al
profesor Goode y sacudió la cabeza frenéticamente. Lentamente, alzando
las manos como para demostrar que no quería hacer daño.
Luego dio media vuelta y se apartó de nosotros, empujando a la
gente fuera de su camino como si el lugar estuviera en llamas y él
estuviera desesperado por salir para sobrevivir.
Miré al profesor Goode por un segundo, no estaba segura de qué
demonios estaba pasando, pero agradecida de que había estado aquí en
el momento adecuado.
Me sentí cada vez más mareada y volví a tropezar, pero él extendió
la mano y me sostuvo de la parte superior del brazo, estabilizándome.
Me acercó a él, y apoyé las manos en su pecho, inclinando mi cabeza
hacia atrás y mirándolo.
Miró alrededor del club, y observé cómo entrecerraba los ojos, sentí
que un gruñido lo abandonaba cuando el sonido vibraba bajo mis manos,
que aún estaban en su pecho. Antes de que pudiera anticipar lo que
estaba pasando tenía mi mano en la suya y me llevaba fuera del club.
Mire hacia atrás por encima de mi hombro tratando de ver a Sherry, pero
la multitud estaba muy densa.
Y luego estábamos afuera, el aire fresco me invadió y me tranquilizó
por solo un segundo, antes de que el mareo tomara su lugar una vez más.
El profesor Goode avanzo a zancadas por el estacionamiento, abrió
la puerta del lado del pasajero a un elegante sedán negro y me ayudó a
entrar. Estaba demasiado estupefacta para decir algo, para decirle que
no debería irme, que mi amiga todavía estaba dentro.
Pero cualquier protesta se alojó en mi garganta.
Cuando estaba en el asiento del lado del conductor, el motor
arrancó, y se estaba alejando del club, finalmente encontré mi voz.—
Sherry todavía está allí—
— Ella está bien —se quejó él.
—No puedo irme sin decirle—
Podía escuchar el tono confuso en mi voz, esa bebida realmente me
dio una patada en el culo.
—No estás en posición de volver allí. Estás borracha y no es seguro—
La forma en que me habló fue similar a él regañando a un niño
malcriado.
—Envíale un mensaje de texto y dile que estás bien, y la llamarás
por la mañana—
No me moví, no dije nada durante largos segundos. Pero luego me
encontré haciendo eso, buscando en mi bolsillo mi celular, mirando la
pantalla y sabiendo que probablemente debería haberle dicho que me
dejara volver al club.
Pero la verdad era que no quería. Esa no era mi escena, y me sentí
extremadamente incómoda al estar allí, incluso antes de que me
hubieran tocado en la pista de baile.
Escribí el texto.
Oye. Terminé saliendo. No me sentía bien. Tome un Uber. Te llamo
por la mañana. Ten cuidado, por favor.
Golpeé el botón de enviar y apoyé la cabeza en el asiento, viendo que
las luces de la calle pasaban en un borrón. Cerré mis ojos cuando un
dolor de cabeza comenzó a formarse detrás de ellos, un suave gemido
dejándome. Sentí que mi celular vibraba y miré hacia abajo para ver un
texto de Sherry. Me sorprendió que ella hubiera podido escucharlo, con
el ruido ensordecedor del club.
Sherry: ¿Por qué no me lo dijiste? Hubiera abandonado a Craig y te
hubiera llevado a casa.
No, está bien. Estabas pasando un buen rato. Esa no es mi escena
de todos modos. Me sentí fuera de lugar.
LOL.
Pulsé Enviar y vi esos tres pequeños puntos apareciendo en la
pantalla, haciéndome saber que ella estaba respondiendo.
— ¿Pudiste ponerte en contacto con ella?—
Lo mire —Sí— Tragué, mi garganta seca de la bebida y lo caliente
que había estado en el club.
Sherry: desearía que me hubieras dicho. ¿Pero estas bien? ¿Segura?
Promete mandarme un mensaje de texto cuando llegues a casa y llámame
a primera hora de la mañana.
Sonreí. Ella realmente era una buena amiga, sin embargo, aquí
estaba en el auto con nuestro profesor, un poco mareada y le mentí sobre
lo que realmente estaba pasando.
Lo prometo.
No sabía lo que estaba pasando, pero lo que sí sabía era que me
alegraba de que el Profesor Goode apareciera cuando lo hizo.
Pensé en lo que podría haber sucedido si él no hubiera estado allí, y
eso hizo que mi estómago, se convirtiera en nudos.
Lo miré de nuevo. Su mandíbula se apretó con fuerza, casi con
severidad. Una barba de varios días cubría sus mejillas, y su atención
se centró en el camino. Parecía enojado, con sus manos fuertemente
envueltas alrededor del volante, su cuerpo rígido, apretado.
Mi cuerpo se calentó a pesar de la situación.
Me encontré girando y mirando por la ventanilla del lado del
pasajero, sabiendo que debería haber sido inteligente y preguntarle lo
que había estado haciendo allí. Pero todo lo que hice, en cambio, fue
cerrar los ojos, deseando nada más que irme a dormir.
Todo lo que quería era que esta noche terminara. Entonces podría
averiguar con claridad qué diablos estaba pasando.
8

Presioné mis manos con fuerza en el volante y me obligué a no


mirarla para asegurarme de que estaba bien. Ella está en mi auto,
conmigo, lejos de los hijos de puta en ese club. Debería haberme aliviado,
pero todo lo que sentí fue más tensión.
Ella no había hecho ninguna pregunta. Debería tenerlas. Debería
haber estado pidiendo que le dijera qué demonios estaba haciendo, por
qué demonios estaba allí.
Por el rabillo del ojo, podía ver que estaba jugando con el borde de
la camisa, mirando por la ventana del lado del pasajero. Una parte de mí
quería detenerse y exigir que me dijera que todo estaba bien, que esto
estaba bien.
Incluso si no pudiera alejarme de ella.
Pero no me detuve. Seguí conduciendo.
Finalmente habló, su voz era suave, — ¿Cómo sabes dónde vivo para
llevarme a casa?—
Me detuve en un semáforo en rojo y la miré. Ella me estaba mirando,
con un brillo en los ojos, su expresión me hizo saber que el alcohol
todavía se movía a través de su cuerpo. No sabía cuánto había bebido,
pero no me gustaba verla de esta manera.
No admití que sabía dónde vivía, que había visto su registro, que
sabía todo sobre ella. En lugar de eso, miré al frente y pise el gas cuando
la luz se puso verde. —No te voy a llevar a tu casa. Vienes a casa
conmigo— dije finalmente después de un momento prolongado.
Pude verla mirándome, asumiendo que sus ojos estaban muy
abiertos. Pero no dijo nada, no discutió, no insistió en que la llevara a
casa. Me detuve en otra luz y la miré.
— ¿No tienes nada que decir? ¿No tienes preguntas sobre por qué te
llevo a mi casa, por qué estaba en el club? ¿Cómo estuve allí en el
momento justo?—
Ella todavía no hablaba, y vi por su expresión que estaba pensando
en cómo responder. Quería que fuera sincera conmigo, yo no la
presionaría. Ella me hablaría con el tiempo. Vería cómo estaba
destinada a ser mía, cómo este mismo momento seria el comienzo de
nosotros.
El resto del viaje a mi casa se hizo en silencio. Me detuve en mi
camino de entrada y paré el motor, me quedé allí sentado, agarrando el
volante y mirando hacia adelante.
—Me preguntaste por qué no tenía curiosidad acerca de por qué me
llevabas a tu casa en lugar de a la mía—
Su voz era suave, y pude escuchar un poco de insulto. La miré
entonces.
—Bebiste esta noche —
No era una pregunta. Su intoxicación era evidente.
—Un error que probablemente pagaré mañana por la mañana—
Siguió más silencio.
Respiró hondo y exhaló lentamente. —No te detuve, no detengo esto,
porque no quiero hacerlo— Ella me miró entonces. —No quiero ir a casa,
no quiero estar sola— Ella se lamió los labios y miró hacia abajo, la caída
de su cabello la oculto de mi vista por un momento. —Porque aquí es
donde quiero estar—
Mi corazón palpito rápidamente. Mantuve mi expresión estoica a
pesar de que ella no me estaba mirando, pero por dentro estaba
complacido, jodidamente contento.
Y por mucho que quisiera finalmente tomarla, reclamarla como mía,
el hecho de que había bebido frenó todo eso. Solo quería cuidar de ella.
Nuestra primera vez no iba a estar llena de alcohol, empañada por
la intoxicación. La primera vez que tomé a Grace como mía, ella estaría
completamente sobria, completamente inmersa.
Porque no la quería solo este momento. La quería para siempre.
La ayude a entrar en mi apartamento, cerrando la puerta detrás de
nosotros pero manteniendo mi brazo alrededor de su cintura. Estaba
alegre y cansada, y todo lo que quería hacer era ponerla en mi cama y
envolver mi cuerpo alrededor del suyo, manteniéndola cerca, haciéndole
saber que nunca dejaría que nada la lastimara.
La lleve por el pasillo hasta mi habitación. Se sentó en el borde de
la cama, apoyando las manos en el colchón a cada lado de ella. Me
agaché en cuclillas y le quité los zapatos, dejando que mi mano rozara el
arco de su pie. Era tan pequeña en comparación a mí, casi frágil.
La miré para verla observándome, sus ojos pesados, su expresión
soñolienta. No me detuve de estirarme y apartar un mechón de cabello
de su hombro, dejando que mis dedos se movieran suavemente a lo largo
de la suave piel de su cuello.
Cerró los ojos y exhaló, y me obligué a apartar la mano y ponerme
de pie.
— Lamento que tengas que verme de esta manera— susurró ella.
Jale la manta y la ayudé a acostarse en la cama, cubriéndola y
quedándome de pie un momento mirándola. Su cabello oscuro se
desplegó a lo largo de la funda de almohada blanca, un marcado
contraste que me hizo querer acercarme y tocarla.
En lugar de eso, me dirigí hacia la puerta, deteniéndome y
mirándola. Observé cómo subía y bajaba su pecho debajo del edredón y
miré su cara, que tenía una expresión relajada mientras se dormía.
Mañana sería interesante, dado que no tenía intención de ocultar
cómo me sentía. Necesitaba saber cuáles eran mis intenciones, qué
quería con ella. La verdadera pregunta era si ¿estaría en la misma página
que yo? ¿Querría ella las mismas cosas que yo?
9

Fue la sensación de calidez en mi cara que me hizo abrir los ojos


lentamente. Todo estuvo borroso por un momento, y parpadeé varias
veces, mi visión finalmente se aclaró mientras miraba por la ventana. El
apartamento estaba en lo alto, y podía ver edificios en la distancia. No
tenía ninguna duda de que el tráfico era agitado debajo, pero no
escuchaba nada, solo el sonido de mis suaves inhalaciones.
Sentí que mis cejas se fruncían, un momento de confusión se instaló
porque no estaba segura de dónde estaba. Pero entonces todo volvió
rápidamente.
Profesor Goode.
El Olive.
Sentada en su auto y admitiendo cosas que probablemente debería
haberme guardado.
Gemí suavemente, levantando mi mano y frotándome la frente.
Tenía un terrible dolor de cabeza, uno que latía justo detrás de mis ojos.
El olor de todo lo recién lavado sobre mí, a través de mí. De hecho, me
encontré volviendo más mi cabeza hacia la almohada, cerrando los ojos
e inhalando profundamente Oscuro y boscoso.
Potente.
Masculino.
Todo lo que era el profesor Goode.
Estaba loca, acostado en su cama, en su apartamento,
preguntándome cómo diablos iba a superar esta humillación.
Me obligué a sentarme, mis pies colgando de la cama, mis dedos de
los pies apenas tocando el frío suelo de madera.
Me froté los pies, mirando hacia abajo y dándome cuenta de que no
tenía pantalones. Empujé la manta completamente fuera de mí, soltando
un suspiro de alivio por el hecho de que mis bragas aún estaban puestas
y que todavía estaba usando mi conjunto de chaqueta de punto.
Una bebida y este fue el resultado, esto fue lo lejos que había caído
en mi moral.
Traté de recordar si me había acostado con él, Dios, si lo hubiera
hecho, esto se pondría mucho peor. Esto sería una pesadilla, incluso si
la idea de estar con el profesor Goode fuera todo lo que alguna vez había
fantaseado.
Miré detrás de mí, medio esperando que él estuviera en la cama
conmigo, y sentí alivio, pero también una oleada de decepción porque el
otro lado estaba vacío. Extendí la mano y froté la almohada con la mano,
las sábanas frías al tacto, casi frescas y duras bajo mis dedos. Estaba
claro que no había dormido a mi lado en toda la noche.
El sol que se filtraba a través de las cortinas, aunque en silencio,
tenía mi dolor de cabeza latiendo más fuerte detrás de mis ojos. Escuché
el sonido de mi teléfono vibrando y me levanté para verlo puesto en la
cómoda frente a la cama.
Lo recogí y lo miré fijamente. Hubo tres mensajes de texto de Sherry,
así como dos llamadas perdidas.
—Mierda— murmuré. Estaba bastante segura de que había
olvidado llamarla anoche una vez que había llegado a la casa del profesor
Goode. Lo siento mucho.
Olvidé llamarte anoche y terminé estrellándome.
Sherry: ¡Me preocupaste malditamente, Gracie!
Después de que el profesor Goode me había acostado, todo lo demás
se había oscurecido. Me dormí de inmediato, y ahora me arrepentí de
haber preocupado a Sherry.
Te llamaré tan pronto como no sienta que mi cabeza va a explotar.
Sherry: lo haces.
Lo último que tenía que hacer era llamarla mientras estaba en su
casa y hacer que lo escuchara decir algo. Dios, ¿estaba realmente en la
casa de mi profesor?
Coloqué mi teléfono y me froté la cara con la mano. Quería
ducharme, quitarme la vibra del club de mi cuerpo, y necesitaba beber
aproximadamente un galón de agua para eliminar el resto de este alcohol
persistente. Entonces oí pasos. Me giré hacia la puerta rápidamente,
sintiendo que mis ojos se ensanchaban y mi corazón se aceleraba. Me
lancé hacia la cama y jale la manta, envolviéndola alrededor de mi mitad
inferior. Y luego me quedé allí, el tiempo parecía pasar muy lentamente
mientras esperaba que entrara.
Tocó la puerta pero no la abrió. Tragué bruscamente y miré a mi
alrededor, no exactamente segura de lo que estaba buscando.
— ¿Grace?— Su voz era profunda y clara, entrando por la puerta y
haciendo que mi cuerpo reaccionara al instante.
Me estremecí y me aclaré la garganta, diciéndome a mí misma que
creciera y me pusiera bajo control.
—Adelante — Mi voz era aguda, y de nuevo me aclaré la garganta.
Abrió la puerta y juro que el tiempo se había detenido.
Por supuesto, él estaba presentable y lucía sexy como el infierno.
Llevaba un par de pantalones oscuros y una camisa de vestir blanca
abotonada metida en la cintura de sus pantalones. Su cinturón oscuro
estaba ceñido alrededor de su cintura, mostrando lo delgado que era y
muscular al mismo tiempo. Su camisa estaba lo suficientemente
ajustada como para que pudiera ver el contorno de sus bíceps, incluso la
definición de sus músculos pectorales.
Dios, se veía increíble, y probablemente yo parecía que había salido
de una tumba.
Por un segundo nos quedamos parados allí, ninguno de los dos
hablando, la incomodidad fuerte dentro de mí. Tuve que darle crédito;
por no mirarme como si estuviera loca, por estar envuelta en una manta.
Apreté las manos sobre la manta, tirando del material a mí alrededor
aún más. — Me desperté sin pantalones— espeté. No era una acusación,
más por curiosidad sobre qué demonios había sucedido.
Él levantó una ceja oscura, y la comisura de su boca se levantó.
—Estabas completamente vestida cuando te acosté— Sentí que mis
mejillas se calentaban después de que habló.
Miré alrededor de la habitación de nuevo, mi mirada se dirigió al
suelo. Y luego finalmente vi mis pantalones tirados en la esquina en un
montón de material: — ¿Siempre arrojas ciertas prendas de ropa cuando
has estado bebiendo?— Había diversión en su voz.
Mi cara estaba en llamas, y lo miré, pero rápidamente miré al suelo,
humillada.
—Aparentemente—
No dijo nada durante largos momentos, y cuando lo miré de nuevo,
su rostro era estoico una vez más. —Bueno, si te vistes y entras en la
cocina, te haré algo de desayuno—
La sola idea de comer me revolvió el estómago, pero parecía que no
estaba dispuesto a ceder ante esto.
Asentí una vez, sintiendo su mirada en mí aunque no lo estaba
mirando. Después de un momento lo oí irse, cerrando la puerta detrás
de él. Exhalé lentamente.
No sabía en qué diablos me había metido, pero esta era posiblemente
la peor situación en la que había estado, no por mencionar una altamente
inapropiada.
Él era mi profesor. Yo era su alumna. Pero, de nuevo, también
estaba enamorada de él.
10

Unos minutos después, me vestí, encontré el baño y me lavé la cara,


me enjuagué la boca e intenté peinar mi cabello con una apariencia de
control.
Me abrí camino hacia la cocina, el sonido de los platos sonaba
demasiado fuerte para mi estado de resaca.
Doblé la esquina y me detuve cuando lo vi de pie junto a la estufa.
Tenía sus mangas de camisa levantadas, sus antebrazos bronceados y
tonificados en exhibición. Apreté mis muslos mientras el deseo se
agrupaba entre ellos.
Froté mis manos por mis piernas, me sentí tan nerviosa, tan
incómoda, y definitivamente quedé fuera de la hora y lugar. Como si me
percibiera, miró por encima del hombro y sonrió.
—Siéntate, Grace—
La forma en que dijo mi nombre, profundo y ronco, no debería
haberme despertado al instante.
Saqué la silla, los patas raspando el suelo, haciendo que me
estremeciera por lo incómodamente fuerte que era. Me senté y miré la
extensión.
La mesa estaba preparada para dos, con un tazón de fruta fresca en
el centro, una jarra de jugo de naranja al lado, una taza de café vacía
frente a mí, una llena en el otro lugar y un tenedor de plata brillante
colocado en una servilleta blanca de lino a la izquierda. Todo esto
parecía tan doméstico.
—Profesor Goode, quiero disculparme. Esto es realmente vergonzoso
para mí—
—Llámeme Lucian— Se apartó de la estufa y se acercó a mí,
sosteniendo una sartén en una mano y una espátula de madera en la
otra. Saco la tortilla y la puso en el plato delante de mí. Lo observé
mientras se movía de vuelta a la estufa y preparaba otra.

Durante largos minutos me quedé allí sentada, sin saber cómo


actuar. Tragué, con la garganta tan seca. Mi estómago apretado.
Realmente no tenía hambre, pero cuando lo miré, a punto de decir eso,
la expresión que me dio me hizo mantener ese pensamiento para mí.
Parecía severo, como si me atreviera a decirle que no iba a comer.
Una vez que le coloco la tortilla y la sartén en la estufa, tomó un vaso
del armario. Lo llenó de agua, volvió a la mesa y puso el vaso frente a mí.
Mi garganta estaba tan seca.
Le di una sonrisa agradecida antes de estirarme y tomarlo, bajando
la mitad antes de tomar aire.
No dijo nada mientras se recostaba en la silla y tomaba su taza de
café. Podía ver el vapor elevándose por encima de él, y lo miré fijamente
mientras tomaba un largo sorbo mientras me observaba.
Dejó la taza, pero se quedó en silencio por un segundo. — Deberías
comer algo. Te sentirás mejor—
Miré hacia el plato. —Todo se ve delicioso, pero mi resaca está
haciendo que mi apetito sea casi nulo— Se puso de pie después de un
segundo y pasó por el armario, buscando una botella de lo que pensé que
era aspirina. Volvió y lo abrió, vertiendo un par de pastillas en su palma
y entregándomelas.
—Gracias— dije en voz baja y tomé las pastillas, metiéndolas en mi
boca y tragándolas con el resto del agua.
Cuando se sentó de nuevo frente a mí, su atención se centró en mí,
su mirada me hizo sentir expuesta de la manera correcta.
—Solo intenta y come algo— Cogió su tenedor y comenzó a comer su
tortilla. El ruido de los cubiertos en el plato: me impulsó a recoger el mío
y comenzar a comer también.
Aunque realmente no tenía hambre, sabía que poner algo en mi
estómago me ayudaría mucho.
Me sirvió un vaso de jugo de naranja, y nos sentamos y terminamos
nuestra comida en silencio.
Fue incómodo, y me sentí un poco incómodo por el hecho de que él
era mi profesor, pero pensé que me había visto en mi peor momento, así
que a partir de este momento solo podría mejorar, ¿verdad?

Cuando terminé de comer todo lo que podía, aparté un poco mi


plato. Alcancé mi vaso de jugo de naranja y lo termine. Lo sentí
mirándome y levanté la vista de debajo de mis pestañas.
Dios, debería ser ilegal que un hombre se vea tan bien,
especialmente a primera hora de la mañana. Se reclinó en la silla, con un
brazo apoyado sobre ella, el otro en la mesa. Tenía sus dedos envueltos
alrededor de su taza de café, los dígitos subían y bajaban lentamente
sobre la cerámica. No debería haber sido tan sexy como lo era.
—No me hiciste muchas preguntas anoche—dijo finalmente, con su
voz este timbre de barítono que me hizo apretar los muslos. Nunca había
estado tan cerca de él antes, el ambiente era tan íntimo que casi parecía
que éramos una... pareja. Dormí en su cama, y él me había hecho el
desayuno. Todo parecía tan personal.
Asentí una vez, aunque no sabía con qué estaba de acuerdo. Lo
recordé anoche, pero era un poco confuso.
—Probablemente no debería admitir esto, pero me emborraché con
una bebida—
Sentí que mis mejillas se calentaban y lo miré fijamente. —Aunque
en mi defensa era una bebida bastante fuerte, tal vez incluso dos en
una— Dios, esto fue mortificante.
Me aclaré la garganta y miré a mí alrededor sabiendo que lo que
tenía que hacer era salir de aquí. Tenía que irme a casa, terminar de
dormir con esta resaca y luego moverme a otra ciudad, inscribirme en
una escuela diferente. Podría haber resoplado ante mis pensamientos.
Tenía que enfrentar esto de frente. No podía huir de mis problemas o
vergüenza.
Pensé en todas las cosas que debería haberle preguntado la noche
anterior, cosas que me vinieron a la mente, pero que no me importó saber
las respuestas en ese momento. A pesar de que todavía no me importaba
porque los golpes detrás de mi cabeza estaban tomando prioridad, esta
podría ser la única oportunidad que realmente tenía para preguntarle.
— ¿Por qué estabas en el club?—
Se llevó la taza a la boca y tomó otro sorbo largo antes de dejarla y
exhalar lentamente. —Estaba allí por ti—
Sentí que mi corazón literalmente se detenía en mi pecho. Agarré el
borde de mi silla, mis uñas se clavaron en la madera. Lo escuché
claramente, pero no estaba segura de saber lo que realmente quería decir.
— ¿Estabas allí por mí?— Lamí mis labios respiré profundamente.
— ¿Qué significa eso?—
No contestó durante varios segundos, pero la como me observó fue
casi intensa, como si estuviera estudiando mi reacción a sus palabras.
—Significa exactamente lo que significa— Se inclinó hacia delante y
juntó las manos sobre la mesa, con los antebrazos paralelos entre sí. Me
miró directamente en los ojos.
— Te escuche hablar de ir allí, a qué hora estarías allí, cuando
estaba en la cafetería. Así que te seguí, Grace. Solo puedo imaginar lo
que pasa en los clubes, y tenía razón. Estaba allí. Por ti, porque quería
protegerte—
Sacudí la cabeza lentamente pero no sabía por qué estaba haciendo
eso. Esto estaba sucediendo realmente? Profesor Goode, —Lucian, me
había acechado? Eso debería haberme aterrado, pero me encontré
calentándome. La sola idea de que había ido tan lejos para estar cerca
de mí, para pensar que me estaba protegiendo, tenía la excitación
moviéndose por mis venas de una manera casi retorcida.
—No creo que eso sea normal— susurré, aunque las palabras me
parecieron extrañas. —Es muy normal cuando se trata de mi necesidad
por ti, mi deseo, Grace—
Sentí que mis ojos se ensanchaban y me recosté un poco, la silla
crujió de mi peso. No sabía qué decir. No sabía cómo reaccionar. Esto
había sido con lo que había fantaseado, pero nunca pensé que lo tendría
como mi realidad.
Estaba enamorado del Profesor Goode, pero ¿podría admitirlo?
No sabía cómo manejar sus palabras, su admisión.
— ¿Y cuándo estuviste en la cafetería y me oíste a mí ya Sherry...
por casualidad?—
Me miró por un segundo antes de finalmente sacudir la cabeza.
Sentí que mi corazón se aceleraba. — Te he deseado durante mucho
tiempo, Grace, desde el primer momento en que te vi entrar en mi clase
con ese brillo de labios transparente en tus labios rojos, usando ese
pequeño vestido de verano, y tu cabello amontonado en un moño
desarreglado—
La forma en que habló fue como si imaginara ese mismo día en este
momento.
—Recuerdo que había transpiración en tu sien, y cuánto quería
pasar mis dedos por esas gotas —
Sentí que estaba sudando ahora, por lo que dijo, cómo me miró.
¿Esto estaba sucediendo realmente?
—Sí, Grace. Realmente está pasando— no me había dado cuenta de
que había pronunciado esas palabras en voz alta. Él se estiró y me quedé
congelada mientras me apartaba un mechón de cabello del hombro, con
los dedos en mi mejilla.
— Y ahora que he admitido lo que siento, ahora que sabes la verdad,
no voy a dejarte ir—
11

Ella había estado extremadamente callada desde que le conté cómo


me sentía en mi cocina, y aunque quería que ella me hablara, también
sabía que presionarla solo la alejaría más.
Grace también me deseaba. Podía verlo en la forma en que me
miraba, en la forma en que se mordía los labios cuando pensaba que no
había notado sus miradas. Pero tal vez había juzgado mal la situación y
le había dicho esto demasiado rápido.
Ella estaba desconcertada por estar en mi casa, y porque estuve en
el club. Luego le dejé saber que la deseaba, que casi la había acechado
para protegerla.
Grace llegaría a comprender que lo hice todo por ella.
Me detuve frente a su pequeña casita y puse el auto en el parquin.
Mantuve mis manos en el volante mientras la miraba. Se estaba
mordiendo el labio, nerviosa, tal vez sin saber qué decir, cómo reaccionar.
— ¿Grace?— Dije suavemente.
Ella me miró entonces y me dio una sonrisa tímida. — Gracias de
nuevo por... todo — Estaba claro que se sentía incómoda, tratando de
escapar lo más rápido posible.
Abrió la puerta del auto y estaba a punto de salir, pero alcancé el
asiento y rodeé mi mano suavemente alrededor de la suya, evitando que
saliera. Ella me miró, sus nervios tangibles.
—Sé que lo que dije fue mucho para asimilar, pero quise decir cada
palabra. No voy a alejarme, Grace— Alisé mi pulgar sobre la parte
superior de su mano, su piel era una electricidad tan suave que subía los
dígitos y recorría todo mi cuerpo.
— Sé que sientes lo mismo, hasta cierto punto— Mi obsesión con
ella era consumidora, enloquecedora. —Y no tienes que admitir eso
ahora, pero tendrás que hacerlo, Grace— Me incliné solo una pulgada,
pero todavía había un poco de espacio que nos separaba. No me gustó
eso. —Tendrás que admitirlo a ti misma, y luego ante mí, porque no me
daré por vencido— Había una determinación en mi voz, una dura
decisión.
—Cuanto antes lo asimiles, más fácil será todo esto y más fácil lo
aceptaras—
Ella se lamió los labios y baje la mirada para observar el acto, mi
corazón se aceleró y mi cuerpo cobró vida, con su proximidad cercana.
—Lo sé— dijo, con una voz suave y absolutamente femenina.
Debería haber soltado su mano, pero no pude. Me propuse hacerlo.
En lugar de eso, presioné aún más, sabiendo lo que estaba por
preguntarle podría muy bien lograr que ella se encerrara en sí misma, se
distanciara de mí. Esto era tan inapropiado, desear a mi estudiante,
admitiendo que era mía, pero a la mierda la lógica y las reglas.
—Déjame llevarte a cenar, Grace. Déjame mostrarte cómo puede ser
entre nosotros, que siento en verdad lo que dije—
Pude ver qué tan rápido latía su pulso debajo de su oreja, quería
calmarla, hacerle saber que no había nada por lo que estar nerviosa.
Estaba aquí por ella, en esto por ella.
Ahora que finalmente me abrí, permití que mis emociones y
sentimientos se manifestaran, una declaración física de lo que era para
mí, no había nada que me detuviera. No había vuelta atrás.
—Déjame invitarte a salir— dije de nuevo, más bajo, más suave.
— Está bien — ella casi susurró.
El placer surgió dentro de mí ante su aceptación.
Extendí mi mano. —Déjame ver tu teléfono—Estaba tratando de ser
amable, no tan exigente. Ella no dudó cuando me entregó su celular.
Marqué mi número y se lo devolví. No me molesté en decirle que ya tenía
su número, que ser profesor en la universidad me dio acceso a los
archivos de los estudiantes. No le dije nada porque sabía cómo sonaría.
—Ahora tienes acceso directo a mí— le dije, y sabiendo que ella podía
contactarme en privado en cualquier momento dado, me sentía aún más
posesivo.
Ella no dijo nada mientras usaba su teléfono, y un segundo después
sentí que mi teléfono vibraba en mi bolsillo. Supe que sin mirarlo, ella
me había enviado un mensaje de texto... así que también tendría su
número.
—Ahora tienes el mío— dijo suavemente. Sonreí, queriendo tocarla,
pasar mis dedos sobre su piel suave, separar sus labios y deslizar mi
pulgar entre ellos y hacer que me probara. Dios, ella me volvía loco y
todo lo que tenía que hacer era sentarse allí.
Sabía que podía duro, incluso apático. Pero cuando se trataba de
Grace, ella tenía todas las cartas, incluso si no lo sabía.
Cuando estoy con ella, era masilla en sus manos.

Cerré la puerta de mi habitación, me apoyé en ella, cerré los ojos y


apoyé la cabeza en la madera. Tan pronto como llegué a casa, tomé un
galón de agua y me dirigí directamente a la ducha. Esperaba que la hora
de calor y vapor me ayudara a sentirme un poco mejor, pero estar tan
poco acostumbrada a beber realmente me había pateado el trasero.
Mi corazón latía con fuerza, y mi dolor de cabeza seguía fuerte.
Todo lo que podía hacer era seguir repitiendo todo lo que Lucian me
había dicho. Dios, sonaba tan raro decir su nombre. Siempre había sido
el profesor Goode para mí, y esas dos palabras juntas, saliendo de mi
boca, se sentían bien.
Decir su primer nombre se sintió extremadamente personal,
eróticamente íntimo, como si estuviéramos más cerca de lo que realmente
estábamos. Pero, de nuevo, eso es exactamente lo que quería.
Todas las cosas que me había dicho habían sido absolutamente
claras. Él me quería como suya, solo suya y no aceptaría un no por
respuesta. No es que lo hubiera rechazado.
Estaba confundida, abrumada. Lo quería, más de lo que podía
admitir.
Aunque todo lo que quería hacer era irme a dormir. Saqué mi
teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Sherry. La había
preocupado lo suficiente por un día.
Contesto al primer timbre y su fuerte exhalación me dijo que la había
cabreado. No podía culparla.
— Oye — dije un poco tímidamente. Me senté en el borde de la cama
y me quité los zapatos, moviendo los dedos y cerrando los ojos.
— Ella está viva — bromeó sarcásticamente. — ¿Te das cuenta de
lo asustada que estaba por desaparecerte así? ¿Qué tan nerviosa
estaba?— Tenía el tono de una madre preocupada.
—No debería haberme ido, pero te envié un mensaje de texto— Ella
resopló.
—Lo siento —
— ¿Qué diablos pasó? ¿Te emborrachaste con una bebida? —Antes
de que pudiera responder, ella estaba hablando otra vez.
— ¿Sabes qué? No contestes eso. Conozco tu tolerancia y debería
haberlo sabido mejor—
—Sí, esa bebida realmente arruinó mi cabeza. Y no comí, así que
fue diez veces peor—
— ¿Te sientes bien ahora? —Gemí, y ella se rió. —Eso responde a tu
pregunta—
Ella se rió de nuevo. —Sí, esos Long Islands son fuertes—
Levanté mi mano y me froté un lado de la cabeza, mis ojos seguían
cerrados, mi cabeza aún latía con fuerza. La aspirina me había ayudado
un poco, pero lo que realmente necesitaba era dormir. —Voy a intentar
deshacerme de esta resaca. ¿Quieres cenar esta noche en mi casa? ¿Tal
vez una película y una pizza? —
Estuvo en silencio por un minuto, como si lo estuviera pensando. —
¿Tienes helado?—
Me reí entre dientes, lo que solo hizo que me doliera la cabeza, pero
no pude evitar sonreír.
— Sip, una pinta de Häagen-Dazs3 y una pinta de Ben & Jerry's4.
Puedes elegir la que quieras—
—Es una cita entonces— dijo. Ella habló un poco sobre su noche
con Craig, pero después de unos momentos tuve que alejarme del teléfono
porque me golpeaba el cráneo, era demasiado intenso.
Puse mi teléfono en la mesita de noche y me acosté, agarrando una
manta y tirando de ella hacia mi barbilla. Era un peso ligero, y esto era
vergonzoso, y mientras estaba acostada me quedé dormida, lo que
repetía en mi mente continuamente, era cómo el profesor Goode me dijo
que yo era suya.
Necesitaba hablar con Sherry sobre esto, contarle. Necesitaba su
consejo sobre qué demonios hacer.
Pero ahora mismo necesitaba descansar y dormir. Quizás cuando
despertara, todo estaría más claro.

3
Häagen-Dazs (marca de helado)
4
Ben & Jerry's (marca de helado)
12

El sonido de golpes me despertó de un sueño exagerado. Abrí los


ojos, un rosado brumoso llenando mi habitación. El ruido se detuvo, y
estaba a punto de volver a dormirme cuando mi teléfono dejo de sonar,
el timbre odioso en un día normal pero abrumador ahora.
Alcancé ciegamente mi teléfono. Mi visión tomó un momento para
aclararse, pero luego vi la cara de Sherry en la pantalla. Entonces noté
la hora, ya eran las cinco de la tarde. No sabía cómo había podido dormir
tanto tiempo, pero eso no importaba porque en este momento había sido
una verdadera mala amiga.
Contesté el teléfono en el quinto timbre
—Ya voy. Lo siento —
Tiré la manta a un lado y salí de mi habitación, dirigiéndome hacia
la puerta principal. Todavía estaba un poco atontada, pero al menos mi
dolor de cabeza había desaparecido. Abrí la puerta y miré a Sherry, que
no parecía muy contenta.
Estaba al otro lado de la puerta con una caja de pizza en una mano
y una bolsa de papel grande metida debajo de su brazo. Levantó una de
sus cejas oscura perfectamente arqueada, la esquina de su boca
levantándose en una sonrisa, y su mirada se arrastró sobre mí. Luego
ella silbó por lo bajo. — Maldita chica, te ves mal —
Levanté mi mano y alisé mis dedos sobre mi cabello. No tenía dudas
de que lucía como un toral desastre.
—Sí, ni siquiera voy a discutir contigo sobre eso —
Me hice a un lado y la dejé entrar. Ya estaba hablando de otra cita
que tenía mañana con Letterman Craig.
—Espera, ¿Se está poniendo serio con este tipo?—
Abrió la caja de pizza y sacó una rebanada, dio un mordisco y se
encogió de hombros, pero sonrió al mismo tiempo. —Quiero decir, cada
día me está gustando más— dijo con un bocado de pizza. Dejó la
rebanada en la caja y metió la mano en la bolsa de papel para un paquete
de seis de refrescos.
— ¿Algo bueno en Netflix?—
Saqué una silla de la mesa de la cocina y me senté, levantando una
de mis piernas para que pudiera descansar sobre la silla. Me encogí de
hombros, más curioso acerca de cómo iban las cosas con Craig y muchas
cosas de las que quería hablar con ella sobre mi noche.
—Una de misterio podría ser una buena opción para esta noche—
La expresión de su cara me hizo reír.
—Oye, Craig no es tan malo—
— Sí, no estaba hablando de ti y Craig—Respiré hondo, sabiendo
que solo necesitaba sacarme esto del pecho. —Lo que te dije que sucedió
anoche en realidad no fue así—
Ella se comió un trozo de pizza cuando se detuvo, esta expresión en
su rostro me dijo que se había despertado al instante
— ¿Qué te pasó anoche? ¿Pensé que habías tomado un Uber y te
dirigiste a casa?—
—Sí, sobre eso—
Lamí mis labios y comencé a tocar el borde de la mesa, sabiéndome
que en realidad estaba diciendo esto en voz alta, pero también admitiendo
que mentí.
Sabía que lo entendería, pero mi confusión, el poco temor de la
situación tenía esta resistencia en mí. Me había guardado las cosas por
mucho tiempo. Pero lo había hecho pensando que no había una
posibilidad con el profesor Goode, no hasta ahora.
— Gracie, me estás volviendo loca. ¿Qué pasó?— Sacó una silla y
raspó las patas sobre el suelo de linóleo. Se sentó y apartó la caja para
que ya no estuviera entre nosotros. Sentí que me miraba fijamente y
sabía que tenía que abrirme y ser totalmente honesta. Tenía que serlo.
Podía ver la preocupación en su rostro y odiaba que estuviera
poniendo así. Así que respiré hondo y le dije la verdad.
— En el club, había un tipo que se puso muy abusivo conmigo.
Como si no fuera a tomar un no por respuesta—
— ¿Qué?— Ella sonó horrorizada. —Dios, Grace. Lamento no haber
estado allí para darle una patada en las pelotas—
Sonreí y sacudí la cabeza. — No, la multitud era demasiado densa
y estaba borracho. Demonios, yo también sentía el alcohol—
Tenía mis manos en mi regazo y las alisaba sobre mis piernas. —De
todos modos, antes de que supiera lo que estaba pasando... — Mi corazón
se aceleró. No sabía por qué estaba tan nerviosa le dije esto a Sherry.
— El profesor Goode estaba allí de pie, apartándolo de mí —
Sus cejas se fruncieron y la confusión llenó su expresión. Y luego
sus ojos se abrieron de par en par — ¿Profesor Goode? ¿Cómo en nuestro
profesor Goode de clase?—
Asentí y lamí mis labios. Solo se volvería más raro para ella, estaba
segura. —Sherry, el Profesor Goode envolvió su mano alrededor de su
cuello y le dijo algo, algo que lo asustó mucho al tipo que me había estado
tocando—
Mi garganta se sentía tan apretada, las palabras se me derramaban
de la forma más extraña
— Como si se hubiera escapado de allí—
— Oh, Dios mío —dijo Sherry en voz baja.
Me senté allí por un largo momento en silencio, el peso de lo que
acababa de decir colgando entre nosotros. Sonaba aterrador, lo sabía,
pero la verdad era que ver a Lucian manejar a un hombre que no
aceptaría un no por respuesta. Me había hecho sentir algo intenso y
agradable.
— ¿Qué sucedió después de eso?— Se reclinó en la silla y cruzó los
brazos sobre su pecho. — No puedo imaginarme al profesor Goode en un
club y mucho menos, atacando a tu aspirante de asaltante— Ella silbó
por lo bajo, y aunque pensé que estaría horrorizada por lo que le acababa
de decir, parecía casi satisfecha. —Ojalá hubiera estado allí para verlo
patear su trasero y bolas —
Miré mis manos, que estaban torcidas juntos en mi regazo. — Eso
no es todo — dije finalmente mientras miraba hacia ella. Levantó una
ceja y se inclinó hacia delante, pareciendo muy intrigada.
— Bueno, si esto va a donde creo que va, tienes toda mi atención—
No pude evitar reírme. —El sexo, eso no paso. Pero él me llevó de
vuelta a su casa— Sherry contuvo el aliento. —Esa bebida realmente me
jodió —
—Dios, Gracie, lo siento mucho. No debería haberte dado esa
bebida— Me despedí de su preocupación.
— No fue tu culpa, así que no vayas allí— Sonreí. — Me desperté
esta mañana en su cama, con él preparándome el desayuno—
— Um, ¿qué diablos? — Ella sonaba sorprendida. —Te estaba
haciendo el desayuno?—Asentí.
—Sí. Es casi como si me hubiera arropado, se aseguró de que estaba
a salvo y luego me dejó sola— Yo fruncí el ceño, una parte de mí estaba
agradecida por haber hecho eso, pero otra parte deseando haberme
despertado justo a su lado, su cuerpo envuelto alrededor del mío.
— Entonces, ¿te trajo a su casa para dormir estando borracha, te
dejó quedarte solo en la cama y luego te preparó el desayuno para la
mañana?— Asentí. Ella se recostó de nuevo — Huh. ¿Qué estaba
haciendo él en el club para comenzar?
—Bueno, esa es la cosa— No sabía por qué estaba tan nerviosa, pero
decir estas palabras en voz alta a otra persona fue aterrador.
— Dijo que estaba allí por mí — la habitación se volvió casi
insoportable. —Nos había oído hablar de ir allí cuando estabas en la
cafetería con Craig— Una mirada confusa cruzó su rostro.
— ¿Estaba en la cafetería?—Asentí, ella me dijo callado por un
momento como si estuviera pensando en lo que acababa de decir,
repitiéndolo en su mente una y otra vez. —Entonces, ¿te ha estado
acechando?—Sus ojos se abrieron como si ese pensamiento fuera una
locura.
Y lo supuse, porque lo era, pero a una parte de mí realmente le
gustaba el hecho de que estuviera tan enamorado de mí que no podía
mantenerse alejado. — No sé si acechar es la palabra correcta.
¿Cuidando de mí? ¿Quería asegurarse de que estaba bien? — Ella
resopló.
— Um, no, suena como acosar, solo con palabras diferentes. Quiero
decir, me alegro de que estuviera allí, pero es un poco raro que nos haya
seguido. ¿No crees?—
No respondí, porque podía verlo desde su punto de vista. Pero ella
tampoco sabía mi secreto más profundo, desconocía el resto de lo que
Lucian me había dicho.
— ¿Siento que hay más en la historia que tal vez no me estás
diciendo?—
Asentí. — Sí, un poco más —Tomé una respiración profunda. Poco
es una descripción tan amplia cuando se trató de esto. — Bueno, cuando
me senté con él a la mesa desayunando, me dijo que me había deseado
durante mucho tiempo, que yo era suya y que no iba a alejarse. Dijo que
había terminado de esperar— El silencio en la habitación era
ensordecedor, pesado, y sentí que tenía las manos envueltas alrededor
de mi garganta, apretando.
—Um— fue todo lo que Sherry logró decir.
La mirada que Sherry me dio fue de sorpresa, con la boca
ligeramente abierta y los ojos muy abiertos. Cerró la boca, la abrió de
nuevo, pero no salió ninguna palabra.
—Lo amo, Sherry. He estado enamorado de él, pero me lo guardé
para mí— Sentí que mis mejillas se calentaban después de haber
admitido mi secreto más profundo.
— ¿Lo amas? ¿Estás enamorado de nuestro profesor?—
Asentí, sin hablar.
—Grace, te das cuenta de que estar con un profesor es algo tan
enorme es ese tipo de cosas que cruzan la línea, ¿no?—
Asentí.
— Él es como mucho más viejo que tú.
Tiene al menos treinta y cinco años. Ni siquiera tienes veintiuno.
¿Estás bien con la diferencia de edad? ¿Estás de acuerdo con el hecho
de que parece ser muy posesivo contigo, lo suficiente para seguirte al club
y casi estrangular a un tipo que te estaba molestando?— Levantó las
manos —Aunque tal vez me guste un poco, el profesor Goode. Por hacer
lo último —
Podría haberme reído de eso, pero este momento fue demasiado
serio, demasiado serio. — Sí, estoy de acuerdo con eso — Mi voz estaba
cargada de emoción.
Mi corazón latía a mil por hora. Mis palmas estaban sudorosas y mi
lengua se sentía espesa. Nunca había pronunciado estas palabras en voz
alta a nadie, ni siquiera a mí misma. Sin embargo, aquí estaba yo,
sabiendo que no había vuelta atrás. Lucian me quería y no estaba
dispuesto a irse lejos. Y eso es lo que quería.
—Quiero decir, esto es un tipo de cosa sin vuelta atrás, Gracie—
— Lo sé — susurré.
¿Por qué no podría tener lo que deseaba? ¿Por qué no podía obtener
lo que merecía? El hombre que amaba me quería, y maldita sea, no iba
a rechazar eso aunque fuera contra las reglas. Incluso si se consideraba
cruzar línea.
—Espero que estés segura de lo que estás haciendo—
Sherry dijo en voz baja.
— Yo también —
Ella se acercó y tomó mi mano. — Pero estoy aquí para ti, siempre,
¿de acuerdo?—
Sonreí y asentí.
—Y quiero que puedas confiar en mí sobre cualquier cosa, incluso
cuando nuestro profesor quiera hacerte su todo, aparentemente—
Sus ojos se ensancharon, y entonces me reí. — Esto es un poco
loco, ¿no?—
—Un poco—dijo ella y se rió entre dientes.
— Pero será una historia increíble un día, ¿verdad?— Asentí,
esperando que ella tuviera razón.
— ¿Qué tal si nos olvidamos de esto por ahora y disfrutamos de ese
helado y vemos algo de Netflix?—
— Se escucha perfecto— Deje que Sherry hiciera que pareciera que
las cosas estarían bien, incluso si fuera solo por esta noche y se tratara
de una sobrecarga de azúcar y una comedia romántica.
13

Más tarde, esa misma noche…

Sherry se había ido hacía diez minutos, era tarde, pero aquí estaba
acostada, mirando el techo y sosteniendo mi teléfono mientras
contemplaba llamar a Lucian. Probablemente estaba dormido y, en
realidad, hablar con él me pondría nerviosa.
Pero no podía dejar de pensar en él. Todo lo que podía imaginar era
estar con él, abrazándome, besándome... follándome.
Mi respiración comenzó a ser intensa más rápidos, la excitación
lamiendo cada parte de mí. Me sentí enrojecida, tentada de meterme las
manos entre mis muslos y tocarme. Esto era ridículo, pero Dios, todo
esto se sentía tan increíble.
Y luego mi teléfono sonó.
Mi excitación instantáneamente tomó un asiento trasero, pero
cuando levanté mi celular y vi un número en la pantalla, el nombre de
Lucian en letras negras encima de eso, todo lo que podía pensar era en
él ingresando su número en mi celular esta mañana.
Lamí mis labios, el deseo se alzó violentamente una vez más. ¿Debo
responder? ¿Dejarlo ir al correo de voz?
No, yo quería escuchar su voz.
Lo necesitaba. Presioné el botón de respuesta y llevé el teléfono a
mi oído. Traté de calmar mi respiración, pero tenía la sensación de que
sería capaz de decir exactamente qué efecto tenía sobre mí, incluso si
fuera a través del teléfono.
— ¿Hola? — Mi voz era un poco temblorosa, me lamí los labios y me
levanté sobre la cama, apoyándome contra la pared para que mis piernas
colgaran de un lado.
—Grace — Dijo mi nombre tan suavemente, su voz casi un gruñido
ronco. Era como si decir mi nombre le trajera un inmenso placer. —No
te desperté, ¿verdad?—
Negué con la cabeza, luego me di cuenta de que no podía verme. —
No. Estaba despierta—Y a punto de tocarme pensando en ti. Escuché un
arrastre en el otro extremo, casi como si se estuviera moviendo contra las
sábanas. ¿Estaba en la cama? No sabía por qué me sorprendió eso. Era
tarde. Pero luego.
Pensé en él acostado en la cama donde había dormido, su cuerpo
duro y delgado ocupaba mucho del colchón, su tamaño me hacía sentir
tan femenina y pequeña.
—Es tarde, pero necesitaba escuchar tu voz, necesitaba asegurarme
de que estabas bien después de todo lo que habíamos discutido, después
de que te conté cómo me sentía—
Mi cuerpo entero se calentó, mi excitación se elevó aún más con solo
el sonido de su voz.
—Estoy bien— susurré.
— Bien — Con esa palabra la dijo como su principal preocupación
fuera mi bienestar. Así me sentí cuando me miró, cuando me dijo esas
cosas muy personales y que me cambiaron la vida. — Lo último que
quiero es que lo que te dije te haga sentir incómoda o asustada—
— No, tener miedo es lo último que siento—Dios, ¿Podría decir qué
tan gruesa se había vuelto mi voz, que mi deseo estaba allí mismo en la
superficie? Me encontré recostada en la cama, mirando mi techo de
nuevo, pensando en cómo se desarrollaría todo esto.
— Dime en qué estás pensando— dijo profundamente, un sonido
que hizo que todo mi cuerpo se volviera aún más vivo.
Comencé a mover mis piernas una y otra vez, mis sábanas de
algodón baratas que parecían casi como seda mientras se deslizaban
contra mi piel. Cada parte de mí se sentía al borde, ultra sensible, y sabía
que si él estuviera aquí, tocándome, me iría como un cohete.
— No estoy pensando en nada— dije, mi voz nada más que un
susurro.
— Estás mintiendo — Su voz era oscura... caliente.
Era eso lo que oía cuando hablaba, ese ronroneo oscuro que se
entrelazaba en su voz me hizo actuar fuera de lo normal mientras
deslizaba mi mano por mi estómago y jugaba con el botón de mis
pantalones. Estaba tan mojada, mis bragas se empaparon cuando mi
deseo aumentó.
— Dime, Grace — exigió él gentilmente.
— Dime en qué estás pensando ahora mismo —
Contuve el aliento, la forma en que habló hizo que sintiera tanta
lujuria que ni siquiera podía pensar con claridad, ni respirar. Pero lo que
sí sabía era que quería decirle justamente lo que estaba pensando,
exactamente lo que me estaba haciendo. — Estoy pensando en cómo todo
esto es un poco loco e increíble, cómo mi profesor me dijo que me quería
y que no sé qué pensar en todo eso —
— ¿Pero cómo te sientes? ¿Cómo te hago sentir, Grace? —
Mi boca estaba muy seca. — Tú me haces sentir... — Dios, ¿podría
realmente decir las palabras? — Me haces sentir viva — Ahí estaba
afuera.
— ¿Qué más, nena?— Tenía un gemido mezclado con esas palabras,
y el cariño tuvo mi hormigueo en el clítoris. Quería tocarme tanto. No,
quería que él me tocara.
— Me haces sentir cosas que no sabía que podía sentir. Me haces
sentir excitación, lo que me marea y deja sin aliento, me da ganas de
sentir todas las cosas, Lucian—
Su nombre saliendo de mi lengua me hizo cada vez más húmeda.
— Eso es, Grace — Escuché más cambios. Más crujidos de
sábanas— Tócate, Grace. Déjame saber lo que estás sintiendo, cómo se
siente tener esos dedos moviéndose entre tus muslos, nena —
Él gimió de nuevo, y escuché la fuerte inhalación cuando respiró.
¿Se estaba tocando él también? ¿Estaba su mano envuelta alrededor de
su polla en este momento? ¿Se estaba acariciando a sí mismo, pensando
en mí, masturbándose con la imagen de mis dedos entre mis muslos?
Otro gemido gutural lo dejó, y no pude evitar gemir a cambio.
— Tócate Grace. Dime lo bien que se siente—
Moví mi mano debajo de mis pantalones, debajo de mis bragas, y
separé mis piernas justo cuando mis dedos se deslizaron a lo largo de mi
hendidura. Mi clítoris palpitaba, el toque más leve de mis dedos contra
ese manojo de nervios me hizo jadear.
— ¿Te estás tocando, Grace?— Su voz era baja, causando que el
calor en mi cuerpo se elevara.
Yo era un volcán a punto de explotar. Ni siquiera me había tocado
del todo, y sabía que podría haberme corrido solo por escuchar el
profundo timbre de su tono.
— Sí — Un jadeo me dejó cuando una onda de placer me golpeó.
El gruñó, ese sonido vibrando a través de todo mi cuerpo. Cerré los
ojos y comencé a frotarme el clítoris más rápido, más fuerte. Mis
pantalones estaban en el camino, impidiéndome trabajar realmente sobre
mí mismo. En cuestión de segundos, tuve el teléfono encajado entre mi
hombro y mi oreja, me sacudí los pantalones y las bragas por mis muslos,
saqué una pierna y extendí mis muslos.
Luego tuve mi mano derecha entre mis piernas, deslizando mis
dedos a través de mi raja, recogiendo mi humedad y devolviéndolo al
pequeño nudo de nervios en el vértice de mi coño.
— Dime lo que estás haciendo. Descríbemelo, nena —
Ni siquiera sabía si podía formar palabras por completo en este
punto, no porque sabía que mi orgasmo ya estaba peligrosamente cerca
de la superficie y acababa de empezar a tocarme.
— ¿Cómo se siente? — Su voz era tan pesada, su respiración tan
dura.
— Se siente bien — Mi voz se enganchó, mi aliento entró y salió de
mi boca abierta.
— Dios, Grace. Desearía estar allí ahora mismo. Sería mi mano entre
tus piernas, mis dedos frotando ese pequeño clítoris tuyo —Mis ojos
estaban abiertos, ensanchados cuando el placer se disparó a través de
mí.
— Y luego separaría tus muslos aún más abiertos, me movería por
tu cuerpo y cerraría la boca en tu centro. Lamería y chuparía hasta que
te movieras contra mi cara, hasta que tu humedad se deslizara hacia
abajo a mi garganta. Te haría correrte, probaría tu orgasmo,
reclamándolo como mío —
— Sí — grité. — Sí. —
—Y cuando sea el momento adecuado, cuando esté todo bien y
preparada para mí, te poseeré, nena. Voy a tomar esa inocencia que se
aferra a ti y te hare mía—
No podía pensar correctamente con el deseo moviéndose a través de
mí.
— Porque eres mía. No te dejaré ir. Nunca— Y no quería que lo
hiciera.
—Ahora— Su voz se hizo más dura, más determinada. —Córrete
para mí, Grace —
Y luego cerré los ojos, arqueé la espalda y me froté el dedo más
rápido sobre mi clítoris. El sonido de su voz, el dominio en su voz, su
orden... todo eso me hizo intoxicarme, descontrolarme.
Mi cabeza se echó hacia atrás sobre la almohada, todo mi cuerpo se
tensó mientras el placer recorría cada célula de mi cuerpo. Podía
escuchar a Lucian gimiendo en el otro extremo, el sonido de su mano
moviéndose sobre su polla tan fuerte que era casi como si estuviera en la
misma habitación conmigo. La carne se movía sobre la carne, la piel
golpeaba contra la piel.
Me hacía sentir borracha.
Querida.
Necesaria.
Me hizo sentir todo y más. Y justo cuando me sentí bajar de lo más
alto, lo escuché encontrar su propia liberación. El gruñido gutural que
hizo me dijo que estaba terminando, y eso estimuló otro orgasmo más
pequeño pero aún muy intenso dentro de mí. Un grito bajo me dejó, mis
dedos de los pies se curvaron por si solos, y mi mano se empapó de mi
excitación. Me quedé allí tendida respirando fuerte, con el mundo siendo
un torbellino a mí alrededor. No me importaba nada en ese preciso
momento.
Las cosas se estaban moviendo tan rápido, tan poderosamente entre
nosotros, que me sentí como si el mundo se estuviera abriendo y me
tragara completamente.
Acababa de terminar de escuchar las palabras sucias de mi profesor
y los sonidos de él masturbándose.
Debería sentirme avergonzada, pero en su lugar, todo lo que sentía
era... que quería más.
14

Estaba nerviosa sobre ir a clases y mirar a Lucían después del fin


de semana, después de lo que él me dijo, lo que le admití... y lo que
hicimos a través del teléfono.
Me siento en mi auto en el estacionamiento, mirando al frente del
edificio, donde el profesor Goode estaba cuando me enfrente a él y a mis
emociones. Quería decirle que lo amaba, pero parecía extremadamente
inadecuado y rápido, aun después de todo lo que paso.
Todo esto parecía un sueño.
Todo el fin de semana había trabajado en mi proyecto, uno que no
tenía fecha de entrega hasta semanas después. Pero necesitaba
mantenerme ocupada, mantener mi mente ocupada de pensar en otras
cosas, principalmente sobre cómo iba a enfrentar a Lucían.
Sostuve la carpeta en mi mano, lo papeles dentro con algo sobre lo
que he estado trabajando sin descanso. Quería que fuera perfecto; quería
reflejar cuan duro había trabajado. Infiernos, quiero demostrar que mi
mente no está constantemente preocupada con Lucían.
Respirando profundamente, abrí la puerta del conductor, salgo, y
busca dentro para tomar mi bolsa. Una vez que la correa esta en mi
hombro, me dirigí hacia adentro. Tengo horas antes de su clase, pero
quiero dejar estos antes de la clase, quizás hablar con él acerca de todo.
Quiero hacer que todo sea lo menos extraño posible. Aunque sabía que
era incapaz de controlarme a mí misma. El profesor Goode siempre fue
tranquilo y sereno, siempre luciendo como si él tiene su mierda junta. Yo,
por otra parte, me siento como si fuera a salir corriendo, dando vueltas
como un pollo al que le cortaron la cabeza.
Reduje la velocidad al acercarme a su oficina, la puerta cerrada, su
nombre grabado en el vidrio esmerilado. Mi corazón estaba acelerado, y
comencé a respirar rápidamente, a sudar. No supe cuánto tiempo estuve
de pie frente a su puerta, pero se sintió como una eternidad.
Finalmente levanté mi mano y toque con mis nudillos el cristal un
par de veces. Me aleje un paso, los estudiantes caminaban de un lado
hacia otra detrás de mí, ajenos a lo que tengo con el profesor Goode. Mire
hacia la derecha e izquierda, preguntándome si sabrán, si podrán notar
cuan nerviosa estaba. ¿Podrían decir que lo que estamos haciendo no
está permitido?
— Adelante—, dijo con su profundo timbre, su voz llego a través de
la madera y el cristal metiéndose directamente en mí. Sentí un
involuntario escalofrió en mi espina dorsal.
Agarré el pomo y lo giré, abriendo la puerta y entrando. La puerta
quedo parcialmente abierta detrás de mi mientras estaba ahí de pie,
mirándolo sentado detrás de su escritorio. Miró hacia arriba y a mí, su
oscura mirada penetrando en la mía, el deseo en su rostro fue
instantáneo.
— Grace, — él casi gruño.
Se recostó sobre su silla de cuero, descansando sus brazos a su lado,
y no pude evitar ver cómo él tenía las mangas de la camisa enrolladas,
sus antebrazos musculosos y bronceados en exhibición.
Esa es una debilidad... antebrazos poderosos que me hicieron sentir
tan femenina.
— Cierra la puerta. — La orden estaba envuelta en la excitación, y
me encontré a mí misma alcanzando detrás de mí sin romper su mirada,
cerrándola y respirando profundamente. Durante un largo momento me
quedé ahí de pie, sin que ninguno de los dos dijera nada, el calor en la
habitación de repente se volvió ardiente. Me imaginé acostada en la cama
mientras hablaba con él, mientras me tocaba a mí misma y me hacía
venir.
Eso había sido algo que nunca había hecho antes, pero me di cuenta
de que quería hacer más con Lucian. Quería hacer mucho más. ¿Qué se
supone que tenía que decir? ¿Se suponía que tenía que actuar como si
esto fuera una relación estudiante-profesor cuando era cualquier cosa
menos eso? Enrollé mis dedos más apretados alrededor de la carpeta y
tomé los pocos pasos que se requerían para llegar a su escritorio. No dijo
nada mientras me veía dejar la carpeta frente a él. Entonces di un paso
atrás, frotándome la mano hacia arriba y hacia abajo en el muslo. Bajó
la mirada para observar el acto, y luego volvió a levantar su atención para
mirarme.
—Estas nerviosa. — Lo dijo en voz baja, no lo dijo como si fuera una
pregunta.
Por supuesto que lo estaba, él en cambio parecia tan tranquilo.
— Quería entregar mi trabajo en persona.— Dios, hacía tanto calor
en su oficina.
— No es para dentro de semanas, Grace.— Tragué y asentí con la
cabeza. Mi garganta estaba tan seca y apretada.
— Trabajé en ello todo el domingo para mantenerme ocupada.— ¿Por
qué admití eso?
—¿Mantenerte ocupada? — Levantó una ceja y se concentró en mí.
Antes de que pudiera responder, se puso de pie y caminó hacia mí.
Ahora sólo había un par de pies entre nosotros, su gran cuerpo apoyado
en el costado del escritorio, sus brazos cruzados sobre su musculoso
pecho. Sentí que me succionaba el aliento al verlo.
— ¿Por qué no me dices por qué tenías que mantenerte ocupada,
Grace? — Levantó una ceja, con una expresión inquisitiva en su cara,
pero también de deseo.
Sabía exactamente por qué tenía que mantenerme ocupada, sabía
que mis pensamientos habían sido consumidos por él y cómo me hacía
sentir. Pude ver la verdad escrita en su cara.
Abrí la boca, pero no salieron palabras. No quería hacer el ridículo.
Yo era tan inexperta en esta situación... en cualquier cosa sexual si
estaba siendo completamente honesta.
Aquí estaba mi profesor, alguien de quien estaba enamorada,
alguien que me había hecho venir y ni siquiera me había tocado, y no
tenía idea de cómo explicar nada de esto. Ni siquiera yo sabía cómo
procesarlo.
Alargó la mano, y yo me quedé helada, sentí sus dedos rozando el
costado de mi cuello mientras me quitaba el pelo del hombro. Sentí que
esto era algo que le gustaba hacer, como si derivara placer de ello tanto
como a mí.
— Dime, Grace. — Su voz era tan baja y profunda que me urgió a
responderle, a ser honesta.
— Tuve que mantenerme ocupada porque en lo único que podía
pensar era en ti. — No podría haberme puesto la mano sobre la boca, las
palabras saliendo de mí antes de que pudiera comprender
completamente que saldrían. Pero se colgaron entre nosotros, la verdad
-o parte de ella- que no podía ser retirada.
Escuché un sonido profundo que lo abandonó y observé cómo se
alejaba de su escritorio, dando un paso hacia mí. Podría haber extendido
la mano y enrollado mis manos alrededor de su camisa, acercarlo a mí,
levantarme sobre mis dedos de los pies y presionar mi boca contra la
suya.
Eso es lo que realmente quería hacer.
—¿Estabas pensando en nosotros, en cómo te sentías cuando
estábamos al teléfono, en las cosas sucias que te decía que te hicieras a
ti misma? —
Me encontré asintiendo, sin querer mentirle. ¿De qué serviría eso?
Quería ser sincera, quería decirle que estaba enamorada de él. ¿Quizás
sólo necesitaba salir y decirlo? ¿Quizás entonces vería la profundidad de
lo que yo sentía? Tal vez entonces entendería que si se involucrara
conmigo, no sería algo de una sola vez.
Pero cuando lo miré a los ojos y repetí sus palabras en mi cabeza,
supe que esto no era algo único para él. ¿Quizás me quería de la misma
manera que yo lo quería a él? No lo sabría hasta que se lo preguntara,
hasta que se lo dijera.
Sentí que las palabras se elevaban en mi garganta, se sentaban en
la punta de mi lengua. Pero tenía miedo, me preocupaba que decir algo
tan profundo lo arruinara todo. No quería que eso pasara, especialmente
porque finalmente había conseguido el objeto de mi amor.
Dio otro paso hacia mí, deslizando su mano detrás de mi cuello, su
calor corporal arrojándose contra el mío. Tenía la mano bien envuelta
alrededor de la correa de mi mochila, todo lo demás se desvanecía excepto
este momento.
Y luego empezó a caminar hacia adelante, usando su cuerpo para
hacerme retroceder. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera que la
pared detenía mi retirada, y sentí que sus dedos envolvían la correa de
mi bolso y me la sacaban del hombro.
La puso al lado de mis pies, y luego metió sus dedos por la parte
exterior de mi muslo, colocándolos en el dobladillo de mi falda. Los
hormigueos se extendieron por todo mi cuerpo, y mi corazón golpeó
contra mis costillas. No sabía lo que había planeado, pero estaba tan
preparada para ello.
—¿Fue la primera vez que te liberaste escuchando a alguien hablarte
sucio? — Asentí con la cabeza, mi voz se alojó en mi garganta. Mi
afirmación lo hizo gruñir.
— Bien — Bajó la mirada a mi boca y me encontré lamiéndome los
labios.
— Si soy completamente honesto, el solo hecho de que otro hombre
mire en tu dirección me pone furioso. — Sus ojos cayeron a media asta,
y sentí que me estaba mojando.
Junte los muslos, la falda que llevaba se frotaba contra mi piel, mi
cuerpo ultrasensible en cuestión de segundos. Aguanté la respiración.
¿Podría ser tan honesta con él?
Si. Necesito ser honesta.
— Nunca he estado con un hombre,— susurre suavemente.
— Nunca había hecho lo que hicimos por teléfono. — Hizo un sonido
bajo de aprobación y dio un paso adelante. Sentí que su erección se
clavaba en mi vientre, larga, caliente y dura, me produjo un pequeño
jadeo que me dejo sin aliento. Se sentía monstruoso detrás de sus jeans,
tan grande que me preguntaba si cabría dentro de mí.
Tenía sus manos precariamente cerca del borde de mi falda, sus
dedos rozando mi piel desnuda. Creo que una parte de mí había deseado
que algo así pasara cuando llegué a su oficina, y por eso me puse algo
que le permitiera un fácil acceso.
Me sentí tan mareada, que cada zona erógena de mi cuerpo estaba
viva.
— ¿Quieres que te toque? —
Asentí con la cabeza, el aliento saliendo de mí en jadeos cortos.
— Dime dónde quieres que te toque, Grace. —
Dios, no creí que pudiera decir las palabras. Nunca había sido tan
audaz y descarada, tan transparente con mis deseos y necesidades. Pero
con Lucian sentí que esas paredes se desmoronaban, el deseo de estar
completamente abierta con él era importante para mí.
Así que busqué entre nuestros cuerpos y agarré su muñeca gruesa,
moviendo su mano entre mis muslos, debajo de mi falda hasta que sus
dedos yacieron justo contra la tela de mis bragas de algodón. Lo oí inhalar
con fuerza; luego dejó salir este sonido lento, casi animal.
La vista de sus pupilas dilatándose, el negro comiéndose el color
marrón oscuro, hizo que mi pulso se acelerara. Mientras me miraba, sentí
que me frotaba los dedos en el coño, las bragas eran una mala excusa de
barrera.
— Maldición, estas tan malditamente húmeda para mí. Estas bragas
están empapadas, Grace. —
Mis labios son separados, y juro que me desmayare por no recibir
suficiente oxígeno. Se inclina lo suficiente para que su boca estuviera tan
cerca de la mía que dudo de que un solo trozo de papel pudiera caber
entre nuestros labios.
— Sólo puedo pensar en cómo sabrás. — Él agregó presión a mi
clítoris, y yo me puse de puntillas. Cuando habló, sus labios rozaron
suavemente los míos.
— Todo lo que puedo imaginar es en cómo te sentirás en el clímax,
con mi polla en lo profundo de tu pequeño y apretado cuerpo. —
Dios, pensé que podría venirme ahora mismo antes de que me tocara
de verdad.
Mis manos estaban ahora envueltas alrededor de sus bíceps,
sosteniéndose como si fuera mi línea de vida y si me soltaba, me alejaría
flotando. Mientras me miraba a los ojos, deslizó su dedo bajo el borde de
mis bragas, las apartó y luego me tocó por completo.
— Dios, — Susurré sobre un gemido estrangulado. Su dedo era
grueso, grande y cálido y se deslizaba por mi hendidura. Nunca me quitó
la mirada de encima.
No dijo nada más mientras empezaba a deslizar un grueso dedo
hacia arriba y hacia abajo, frotando suavemente la almohadilla de ese
dedo contra mi clítoris y haciendo estos sonidos que hacían que mis
dedos de los pies se rizaran y mis uñas se clavaran en sus brazos. No
podía pensar con claridad, y mucho menos respirar por cómo me hacía
sentir.
Su mirada seguía corriendo de mis ojos a mis labios y luego de vuelta
a mis ojos. Quería que me besara, que hundiera su lengua en lo profundo
de mi cuerpo como yo quería que lo hiciera entre mis muslos.
— Abre un poco más las piernas para mí, — dijo bruscamente. Abrí
un poco las piernas, pero él puso su pie entre las mías y las separó un
poco más. Tuve que apoyar mis manos en sus hombros para
estabilizarme. Y entonces sentí la punta de su dedo sondeando mi
entrada.
Me mordí el labio, el dolor y la picadura ni siquiera me traen de
vuelta al presente. Estaba flotando en lo alto y no quería volver a tocar el
suelo.
Lucian lentamente comenzó a penetrarme con ese dedo, no muy
profundo, pero lo suficiente como para que la sensación inusual, la
incomodidad y la chispa de placer fueran casi mi perdición.
— Tan apretada, tan humeda. — Cerro sus ojos. — Tan
malditamente caliente—
Un gemido me dejó, y me mordí el labio lo suficientemente fuerte
que probé el sabor cobrizo de la sangre en mi lengua. Solté mi carne al
mismo tiempo que él me miraba la boca.
Y luego estaba alisando su lengua a lo largo de la pequeña herida
que yo había creado, sacando de mí un gemido que era igual de choque
y éxtasis.
No duraría, no podría evitar caer por el borde. Yo no quería hacerlo.
Quería caer sobre el borde y golpear el fondo. No quería estar completa,
no en lo que respecta a Lucian.
Mientras bombeaba ese dedo dentro y fuera de mí, pasó la
almohadilla de ese dedo sobre el manojo de nervios, trabajando en
tándem para sacarme de allí. Mi cabeza estaba apoyada contra la pared,
mis ojos cerrados. No podía abrirlos, no podía mirarlo, aunque quisiera.
Quería ver cómo era mientras me liberaba.
Y entonces sentí su boca agarrarse a mi cuello, su lengua alisándose
sobre mi pulso. Los sonidos ásperos que vinieron de él me estimularon,
me hicieron encontrar mi liberación más rápido de lo que pensaba que
era posible.
— Necesito que te vengas para mí, Grace. Quiero que te vengas en
mi mano. — Sus palabras fueron duras.
— Quiero que mis dedos se empapen de tu orgasmo. —
—Oh. Dios. — Traté de estar callada, no quería que nadie nos oyera.
Pero era casi imposible con lo que sentía, con lo que Lucían me hacía
sentir.
— Ahora, Grace. Vente para mí ahora. — Enrollé mis dedos en las
palmas de mis manos, empujé mi pecho, y gemí. El placer que me
atraviesa tan intensamente me robó el aliento, me paró el corazón en el
pecho y me temblaron las piernas. Todo lo que podía hacer era aguantar.
Y eso es lo que hice. Durante largos segundos me dejé consumir por
el éxtasis. Ni una sola vez Lucian dejó de tocarme. Me llevó a nuevas
alturas a las que nunca me había imaginado ir.
Cuando el placer comenzó a oscurecerse y la realidad regresó, me di
cuenta de que estaba agarrando sus bíceps, mis dedos enrollados
alrededor de sus brazos, mis uñas clavadas en su carne. Estaba
jadeando, el sonido tan fuerte que llenaba la habitación.
— Mírame, Grace, — Dijo Lucían en esa oscura y autoritaria voz.
Abrí los ojos y me obligué a mirarlo, sintiéndome mareada, eufórica.
Me miró fijamente por sólo un segundo antes de enrollar su mano
alrededor de mi nuca, se inclinó hacia adelante y apretó su boca contra
la mía.
Me besó lentamente al principio, apasionadamente. Le envolví mis
brazos alrededor de sus hombros y me agarré fuerte. Se acercó a mí, y
sentí la dura silueta de su polla a través de sus pantalones. Un torrente
de humedad se derramó de mí.
Estaba lista para él, preparada.
Metí la lengua entre sus labios y gemí, y a medida que el beso se
hacía aún más apasionado, a medida que Lucian molía su polla contra
mi vientre, supe que si me dejaba ir, si ambos nos dejábamos ir en ese
momento, él me consumiría una y otra vez.
Y lo dejé porque lo quería desesperadamente todo.
Y entonces el sonido de tres golpes en la puerta de su oficina hizo
que todo mi cuerpo se congelara y mi corazón se detuviera. Rompí el beso
y miré hacia la puerta, mirando fijamente la manija y esperando que
girara, esperando que alguien entrara a toda velocidad, exigiendo saber
lo que estábamos haciendo.
Lucian todavía tenía sus manos sobre mí, aún me mantenía cerca.
Lo miré y vi lo tranquilo que estaba, sin preocupaciones grabadas en su
cara, sin preocupaciones irradiando de él.
Levantó su mano y apretó el lado de mi cara, alisando su pulgar a
lo largo de mi labio, tirando suavemente de la carne hacia abajo y
dejándola ir para que volviera a su lugar.
— ¿Profesor Goode? Tengo los archivos que pidió. —
Conocía esa voz, sabía quién estaba al otro lado de la puerta. Era su
asistente, Ashley.
El miedo y la preocupación de ser atrapado y de que Lucían se
metiera en problemas me atravesaron. Pero mientras miraba a los ojos
oscuros de Lucían, su calma me alivió aún más. Se inclinó y me besó
suavemente. Este beso no fue sexual. Era una marca de propiedad. Se
echó hacia atrás y tomó mi mano, me llevó a una de las sillas y me sentó
suavemente. Observé, mi excitación aumentando una vez más, mientras
ajustaba su erección detrás de su bragueta y volvía a sentarse detrás de
su escritorio.
— Adelante, Ashley. —
Intenté mantener las manos quietas, pero temblaban, las secuelas
de mi orgasmo seguían recorriéndome. Su asistente abrió la puerta, su
atención en los archivos que tenía mientras miraba los papeles.
Ella se paró junto a su escritorio, sin darse cuenta de que yo estaba
sentada allí, mientras ella empezaba a hablar con él sobre las tareas de
clase, los exámenes que se calificaban y los exámenes de mitad de período
que se acercaban. Y todo el tiempo Lucian me miró fijamente, con una
pequeña sonrisa satisfecha en su cara. Él le dijo algo, pero todo lo que oí
fue un zumbido en mis oídos, ahogando todo lo demás.
— Gracias, Ashley, — dijo mientras me miraba fijamente.
— Eso será todo por hoy. —
Fue entonces cuando ella lo miró, vio su atención en mí, y miró hacia
donde yo estaba sentado. Sus ojos se abrieron un poco y se metió las
gafas por la nariz.
— Oh, lo siento. No sabía que estabas aquí con un estudiante. —
Tenía las manos muy apretadas, esperando que no se diera cuenta
de que estaba sonrojada porque el profesor Goode acababa de hacerme
venir contra la pared.
Le di una sonrisa de labios apretados y le di las gracias cuando se
excusó y se fue, cerrando la puerta detrás de ella.
La respiración que había estado aguantando se liberó, y miré a
Lucian. Todavía tenía esa pequeña sonrisa en la cara, y sentí que un
destello de calor comenzaba en mi cuello y cubría mi cara.
Y luego observé cómo miraba su mano y le pasaba la lengua por
encima de los dedos, los mismos que acababan de ser enterrados en lo
profundo de mi cuerpo. Mi boca se abrió un poco y se me escapó un
pequeño sonido. Tarareó bajo, el sonido de su placer llenando la oficina.
—El sabor de ti en mis dedos me hace no querer lavarme las manos.
— Dios, las cosas que me dice me excitan tanto.
—Esta noche, Grace. Te voy a recoger y te voy a sacar. No me importa
quién lo vea. Tú eres mía. ¿Entiendes lo que eso significa? —
Me encontré asintiendo, dándome cuenta de lo conectados que
estábamos, lo mucho que Lucian realmente me deseaba. No había vuelta
atrás.

Se había ido hace diez minutos, y todo lo que quería hacer era traerla
de vuelta a mi oficina, para terminar lo que habíamos empezado. Todavía
no podía concentrarme, no podía volver al trabajo. La imagen de ella en
mi cabeza, el olor de ella en mis dedos, el sabor de ella en mi lengua, me
hacía sentir salvaje.
Levanté la mano y llevé los dedos a mi nariz, cerrando los ojos e
inhalando profundamente. Olía dulce y almizclada.
Olía como si fuera toda mía.
Abrí la boca y me chupé los dedos, su sabor explotando en mi
lengua. Siempre sabría a qué sabía, la esencia misma de ella arraigada
en mis células, mi médula ósea.
Todavía estaba duro como una roca, mi maldita polla cavando
contra mi cremallera, la necesidad de aliviarme fuerte. Pero quería
esperar, quería enterrarme entre sus muslos cuando llegara.
La puerta de mi oficina estaba cerrada, y pensé en darme un poco
de alivio. Tenía la mano bien enrollada alrededor del apoyabrazos de la
silla, mi excitación había llegado tan lejos que quise decir que esperaría
y me bajaría. Mis pelotas estaban apretadas, y mi deseo corría por mis
venas. Usé mi otra mano para bajar la cremallera de mis pantalones,
alcancé entre la bragueta y saqué mi polla.
Un gemido me fue arrancado cuando me toqué a mí mismo.
Moví mi mano sobre mi longitud, de la raíz a la punta, moviendo mi
palma sobre la cabeza y gruñendo mientras el placer y la sensibilidad se
estrellaban contra mí. Pre-semen forró la punta de mi eje, y lo usé como
lubricante, arrastrando mi mano hacia abajo de mi pene y apretando
cuando llegué a la base.
Mierda, estaba tan excitado que probablemente podría haberme
venido con un par de golpes más.
Pero me obligué a parar, me metí la polla en el pantalón y me subí a
la cremallera. Ahora tenía las dos manos en los reposabrazos, los dedos
enroscados alrededor del cuero, un chirrido llena mi cabeza por la fuerza
con la que estoy usando.
Esta noche sería la noche en que finalmente me la lleve, cuando
irrevocablemente reclame a Grace. Estaría atada a mí, sabiendo que no
iba a devolverla.
Esta noche la tendría en mi cama, mi cuerpo posicionado entre sus
muslos, mi polla muy adentro de ella. La haría venirse tantas veces que
no podrá pararse, no podrá sentarse cómodamente por lo sensible que
estará.
Iba a devorarla, y cuando todo estuviera dicho y hecho, lo volvería a
hacer.
15

No puedo creer que esté haciendo esto.


Miré a Sherry.
Estaba sentada encima de una mesa de acero inoxidable que fue
empujada contra la pared en el cuarto trasero de la cafetería.
Había cerrado hace veinte minutos, había traído una muda de ropa
conmigo, y estaba tan nerviosa que me temblaban las manos mientras
me desabrochaba el pelo de la cola de caballo y lo peinaba con los dedos.
Debería haberle dicho que se reuniera conmigo en mi casa, o que me
encontraría con él en el restaurante.
Pero la idea de que él me recogiera, haciendo que esto pareciera una
cita de verdad, me emocionó. Así que, aquí estaba yo, mirándome en el
pequeño espejo sobre el fregadero de la esquina, preguntándome
exactamente qué iba a pasar esta noche.
Oh, yo sabía lo que quería que sucediera, pero si Lucian sería capaz
de controlarse o no era otro asunto. Su fuerza de voluntad era fuerte,
mucho más fuerte que la mía. Mientras que yo hubiera dejado que me
cogiera allí mismo en su oficina con estudiantes y profesores entrando y
saliendo por la puerta de su oficina, él había sido capaz de calmarse y
hablar con su asistente como si no hubiera tenido un dedo metido en mi
coño unos momentos antes.
Apoyé mis manos en el fregadero y exhalé lentamente. Me volví y
miré a Sherry y vi que tenía toda su atención en mí.
— Esto es una locura, lo sé, pero se siente tan bien. Se siente tan
bien—. Ella inclinó la cabeza hacia un lado y me dio una pequeña sonrisa.
— Realmente estás loca por él, ¿no? — Me mojé los labios y asentí.
— Lo amo, Sherry, y una parte de eso me asusta porque lo siento
tan intensamente. Tal vez no debería haberlo dicho aquí y ahora, pero
ella era la única en la que confiaba implícitamente para hablar de esto
— Gracie, solo ten cuidado, ¿okay? Eres mucho más joven que él.
No sé nada sobre el profesor Goode, pero por su aspecto, por su forma de
comportarse, está claro que siempre tiene el control, que tiene las cosas
bajo control. No sé cuán experimentado es en nada de esto, pero te
conozco. Sé lo mucho que te importa. — Me dio una sonrisa triste pero
cálida.
— Sé que podría hacerte daño si quisiera y ni siquiera se daría
cuenta de lo profundo que fue. Eres un libro tan abierto, tu corazón tan
grande que sé que si lo dejas entrar por completo y las cosas no salen
bien, te destrozarás. —
Ella tenía razón, y creo que una parte de mi miedo se debe a eso.
Pero también quería decirle que no era así como era entre nosotros, que
podía sentir lo mucho que él me deseaba. Que podía sentir cuán
profundos eran sus sentimientos hacia mí.
No tenían fondo. Igual que el mío.
Cuando lo miré a los ojos, pude ver esa verdad, y la había alcanzado
y agarrado, como si nada más pudiera mantenerme estable.
Lo amaba duro, rápido e innegablemente. Y aunque sentía lo mucho
que me deseaba, que también se preocupaba por mí, sólo esperaba que
mis emociones no me arrastraran a un punto en el que no hubiera vuelta
atrás. Sherry saltó de la mesa y se acercó a mí. Ella alisó sus dedos a
través de mi cabello, esponjando los mechones, y luego sonrió y dio un
paso atrás.
— Tan bonita. — Me miró de arriba a abajo, dándome un zumbido
de aprobación.
— ¿No es demasiado sencillo? —
Ella agitó la cabeza.
— Simplemente perfecto. —
Miré el reloj de la pared y supe que Lucian estaría aquí en cualquier
momento.
— Oye, sé tú misma. Por eso se enamoró de ti en primer lugar. —
Se acercó a la mesa y cogió su bolso.
— Me escabulliré por la parte de atrás para que no sea raro que yo
esté ahí cuando él aparezca. —
Asentí con la cabeza. No sabía lo público que planeaba hacer esto.
Si la gente supiera de nosotros, podría meterse en serios problemas. Pero,
de nuevo, me recogía en la cafetería, donde cualquiera podía vernos desde
la escuela. Lo que me llevó a creer que no le importaba una mierda quién
lo viera.
—Llámame si lo necesitas. Si no sé nada de ti el resto de la noche,
lo tomaré como una buena señal. — Me dio una sonrisa blanca y de
dientes rectos.
—Pero mañana espero detalles. No me importa lo sucios que estén.

Ella guiñó el ojo, y sentí que mi cara se calentaba antes de sonreír y
la vi salir por la puerta trasera, la cerradura encajándose
automáticamente en su sitio.
Esto era todo.
Salí de la habitación de atrás y alrededor del mostrador justo cuando
vi a Lucian acercarse a la puerta principal. Respirando hondo, me dije a
mí misma que esta noche definitivamente cambiaría todo.
Una cita con mi profesor puede parecer tan mundana para algunos,
pero no lo era para mí. Estaba lejos de serlo.
Caminé hasta la puerta principal y la abrí, jalandola y oliendo
instantáneamente el aire fresco, limpio y frío desde el exterior. Se levantó
una ligera brisa, soplando algunas de las hebras de mi cabello a lo largo
de mis clavículas, causando escalofríos que corrían por mis brazos y
piernas.
No dijo nada mientras me miraba, miro mi cuerpo desde la punta de
los dedos de los pies hasta la parte superior de mi cabeza. Dejo salir un
bajo sonido de aprobación y sentí que mi cuerpo cobró vida
instantáneamente, la excitación se movía sobre cada centímetro de mí.
—Hermosa, — dijo en esa voz baja, profunda y masculina que me
hacía sentir tan femenina.
—Amo tu cabello suelto. — Alargó la mano y tomó un poco de mi
cabello, frotándolo entre el pulgar y el índice antes de inclinarse y acercar
los mechones a su nariz. Inhaló profundamente mientras mantenía su
mirada con la mía, y sentí que el aire era aspirado directamente de mis
pulmones. Me alisó y me soltó el pelo casi a regañadientes.
No era como si estuviera demasiado vestida, pero llevaba una falda
de lápiz negra, unos tacones que Sherry me había prestado, y un juego
de chaqueta de cachemir azul bebé que mi madre me había dado cuando
me gradué de la escuela secundaria.
Esto fue lo más elegante que se me ocurrió.
Él extendió la mano y yo no dudé en meter la mía en la suya. Salí,
cerré la puerta con llave y me dije a mí misma que me calmara.
Me enfrenté a él y sonreí, sin querer nada más que besarlo.
Parecía desgarrado en ese momento mientras se acercaba y rozaba
suavemente sus labios contra los míos.
—El hechizo que me has puesto me ha hipnotizado, Grace.—
Susurró contra mi boca. Cuando se retiró, miré a mi alrededor,
preocupada de que alguien pudiera haberlo visto. No quería que se
metiera en problemas.
—Que miren fijamente. No me importa si lo hacen. — Tomó mi mano
en la suya.
—De hecho, quiero que todos sepan que eres mía.—
Mi corazón hizo un pequeño giro en mi pecho. Definitivamente no
había vuelta atrás ahora. Salté con los pies por delante y me anticipé a
lo que vendría después.
16

Había pensado dónde llevar a Grace esta noche, incluso pensé en


preparar la cena en mi casa. Estaríamos solos.... La habría tenido toda
para mí.
Pero yo quería que tuviéramos una experiencia privada, que la gente
nos sirviera para que yo pudiera concentrarme completamente en ella.
No era que no quisiera que me vieran con ella, mi estudiante, sino
que quería que fuera algo personal, íntimo. Así que decidí ir a Vincenzo's,
el pequeño restaurante italiano propiedad de un amigo personal, uno que
cerraría el lugar por mí para que pudiéramos ser sólo Grace y yo.
Entré al estacionamiento y apagué el motor. Estaba desierto, aparte
de tres coches aparcados en la parte trasera. Sabía que uno de ellos era
el elegante Lexus de Vincenzo. El otro tuve que asumir era del camarero
o del chef.
Me levanté del asiento del conductor y me dirigí por la parte
delantera del coche hasta la puerta del lado del pasajero. Quería que esto
fuera perfecto, que fuera memorable para ella. Demonios, quería
mostrarle que aunque estaba completamente obsesionado y posesivo con
ella, podía ser un caballero.
Podría ser gentil.
Abrí la puerta del lado del pasajero y le tendí la mano.
Instantáneamente me sentí excitado cuando ella deslizó su palma más
pequeña contra la mía, enrolló sus dedos en mí, y me permitió ayudarla.
Mi mirada se fijó en su cuerpo mientras se desplegaba desde el interior
del coche.
Piernas largas, cintura ajustada y pechos de tamaño perfecto que
estaban apretados contra su chaqueta de punto. Dios, era jodidamente
hermosa.
Cuando ella estaba de pie, cerré la puerta del coche, sin querer otra
cosa que acercarla a mi cuerpo, acunar un lado de su cara y besarla
profundamente. Pero teníamos tiempo para eso, mucho tiempo. No
quería que pensara que todo lo que quería era su cuerpo.
Yo la quería toda.
En vez de eso, la llevé al restaurante. Un letrero en la ventana del
frente mostraba que el restaurante estaba cerrado por un asunto privado.
Mi relación privada con Grace.
Le abrí la puerta y la dejé entrar antes que a mí. El suave sonido de
la música de fondo crea un ambiente con poca luz y el aroma del pan
recién horneado.
Vincenzo's era conocido por su increíble y auténtica cocina italiana.
Destacado en muchos periódicos y revistas desde que abrió, con críticas
todas positivas, el restaurante siempre tuvo una larga lista de espera.
Vincenzo y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, cuando
ambos tratábamos de mantenernos alejados de los problemas para no
deshonrar a nuestras familias.
Pero esa era otra historia, una que sabía que tendría que contarle a
Grace en algún momento. Esto no era una cosa de una sola vez para mí
en lo que a ella se refiere, y por eso quería que ella me conociera a fondo,
no sólo al profesor que veía en la parte delantera de la clase.
No sólo el hombre que la amaba.
Me puse al lado de Grace e inmediatamente metí mi mano en la de
ella. Ella me miró, un poco sorprendida, y yo no podía evitar sonreír, la
inocencia que brotaba de ella era tan fuerte que en realidad me sentía
borracho por ello.
—Lucian, — oí a Vincenzo decir mientras se dirigía hacia nosotros.
Tenía una sonrisa en la cara y los brazos extendidos. Su pelo negro
azabache estaba recortado y arrancado de su cara, y sus ojos igualmente
oscuros estaban arrugados en los costados mientras sonreía
ampliamente.
Me abrazó instantáneamente.
—Ha pasado mucho tiempo, amigo mío. — Me retiré y asentí.
—Lo ha sido. —
Puso su atención en Grace, y su expresión se suavizó.
—Bella — dijo, y tomó su mano, inclinándose hacia abajo y besando
suavemente la parte de atrás.
—Bienvenida. —
Si hubiera sido alguien que no fuera Vincenzo, me habría puesto
furioso porque habían tocado a Grace y la habían llamado hermosa. Y
aunque sentí el aguijón de la posesividad y los celos de que Vincenzo lo
hubiera hecho, sabía que él no tenía pensamientos lascivos sobre ella.
—Por favor, — dijo y se movió hacia un lado, haciendo un gesto para
que le siguiéramos.
El restaurante era pequeño, con un puñado de mesas en el centro
de la habitación, y las cabinas alineadas alrededor de los lados de la
pared.
—Te tengo en nuestra mejor mesa, con la vista más bonita. —
Nos llevó a la parte trasera, donde un gran ventanal mostraba un
pequeño estanque, un revestimiento de árboles gruesos a su alrededor y
un suave resplandor de las luces decorativas que daban un ambiente
etéreo al lugar.
La mesa frente a la ventana era de dos plazas, con una vela
encendida en el centro y cubiertos de porcelana blanca.
Sostuve la silla para Grace, y ella se sentó, sus manos temblando
un poco. Odiaba que estuviera nerviosa, pero también estaba un poco
emocionado de que yo era el causante de esa reacción en ella.
Me dijo que sus emociones eran profundas, y aunque se preocupaba
por mí, una afirmación física de eso me agradó.
Después de que le di la orden de vino a Vincenzo y nos quedamos
solos, me senté allí y la miré fijamente, el suave resplandor de la luz de
las velas que proyectaba pequeñas sombras a lo largo de su rostro. Me
encantaba que se hubiera dejado el pelo suelto por mí, las hebras oscuras
que hacían que me picaran los dedos para volver a tocarlas. Habían sido
tan suaves, y el aroma, dulce y floral, me excitaba.
Ella miraba por la ventana, su perfil me mostraba su delicada nariz,
la ligera inclinación de la misma, cómo era tan femenina. Sus labios
estaban llenos, pucheros y rosados. Pensé en besarla, en cómo se sentía
contra mí, en cómo sabía en mi lengua.
Grace me miró entonces, tal vez sintiendo mi mirada en ella. La
forma en que sus mejillas se volvieron un poco rojas me llenó de una
sensación salvaje.
—¿Qué? — Preguntó en voz baja.
—Nada. — Sonreí, y ella miró hacia otro lado, con el pelo ligeramente
obstruyéndola de mi vista.
—Es difícil quitarte los ojos de encima. —
Ella sonrió suave, dulcemente, y quise extender la mano y pasar mi
dedo por el borde de sus labios, para sentir el ligero movimiento
ascendente, para saber que yo era quien lo había puesto allí.
—Háblame de ti, — dije justo cuando Vincenzo trajo la botella de
vino y dos vasos.
No dijo nada mientras nos servía un vaso a cada uno, ponía la
botella a un lado y asintió ligeramente con la cabeza antes de dejarnos
en privado.
La cena de esta noche fue la elección del chef, y yo estaba agradecido
por el tiempo extra para hablar con Grace sin ninguna interrupción.
Tomé mi vaso y giré suavemente el líquido dentro del cristal
transparente. Lo llevé a mi nariz y lo inhalé profundamente, el aroma de
las bayas llenando mi cabeza. Miré a Grace mientras inclinaba el vaso
hacia atrás y tomé un pequeño sorbo, dejando que el líquido corriera por
mi lengua antes de deslizarse por mi garganta.
Y todo el tiempo mantuve mi atención en Grace.
El vino tiene un sabor picante y dulce, con toques de verano y
calidez. Cuando baje mi copa, la vi mirando la suya.
Aún no tenía 21 años, pero eso no importaba. No intentaba
emborracharla.
—Inténtalo, Grace. No se puede comer auténtica comida italiana sin
una copa de buen vino. — Me acerqué y empujé suavemente el vaso hacia
ella.
—Y este es un año muy bueno. —
Levantó el vaso, sus dedos delicados mientras se envolvían alrededor
del tallo.
—¿El año?, — dijo en voz baja.
—El año en que naciste. — Sus ojos se abrieron un poco.
—¿Este vino tiene 20 años? —
Asentí con la cabeza y me incliné hacia atrás en mi asiento.
Mi enfoque fue directo a su mano una vez más. Ese pequeño y frágil
hueso de su muñeca se podía ver debajo de su piel, tan delicado como
cuando levantó el vaso. Observé con asombro y deseo como ella tomaba
un sorbo. Grace cerró los ojos y tragó, un ligero zumbido de aprobación
dejándola.
—Dime lo que saboreas. —
Abrió los ojos y vi que sus pupilas estaban dilatadas.
—Es picante, pero tiene toques de dulzura. —
Dejó el vaso en la mesa cuando un pequeño suspiro escapó.
—Nunca he bebido mucho, pero ese sabor a vino... —
—¿Exquisito? — Ella asintió. Igual que tú.
—¿Qué quieres saber de mí? —
—Cualquier cosa. Todo. Sólo quiero oír tu voz. Quiero saber todo lo
que hay que saber sobre ti, Grace. —
Sonrió, una mirada de vergüenza cubriendo su cara. No me detuve
mientras cruzaba la mesa y tomaba su mano en la mía, alisando mi
pulgar sobre su pulso que latía rápidamente bajo la suave piel de su
muñeca. Pero lo dejé ir y no me quedé.
—No hay mucho que contar. Soy más o menos tan simple como
ellos.—
Agitaba la cabeza lentamente, mis dedos alrededor de la copa de
vino, moviendo los dígitos a lo largo del tallo liso. Era un trabajo ocioso,
algo que me mantenía ocupado, porque si no, la tendría en mi regazo y
la besaría hasta que ambos estuviéramos a punto de perderlo.
—No hay nada simple en ti, Grace. — Levantó la mano y se puso el
pelo detrás de la oreja, las pequeñas perlas que llevaba atrapando la luz
y brillando ligeramente.
—Mi padres están divorciados. Mi padre ahora vive en Florida con
su nueva esposa. Acaban de tener un bebé el año pasado. — Ella me
miró, esta vulnerabilidad en su expresión. Era como si nunca hubiera
hablado de sí misma con nadie más, nunca se hubiera desnudado.
—Nunca he visto al bebé en persona. Es raro pensar en visitarlos
cuando su nueva esposa no es mucho mayor que yo. —
No me gustó que pareciera disgustada al hablar de esto, y estaba a
punto de decirle que no teníamos que hablar más sobre ello, pero respiró
profundamente y supe que quería decir más.
—Así que hemos sido mi madre y yo durante los últimos dos años—
Ella miraba fijamente su copa de vino, la vela atrapaba y lanzaba prismas
de luz a lo largo de la mesa.
Pude ver que estaba nerviosa por lo que había dicho, su mente en
otra parte. Eso no me gustó. La quería aquí, en el presente, conmigo.
Había tanto que quería que me dijera, tanto que quería saber sobre
Grace. Quería saber cuál era su comida favorita, su olor favorito. Quería
saber si le gustaban más los atardeceres o los amaneceres. Quería saber
en qué pensaba antes de dormirse, qué era lo primero que se le venía a
la mente cuando se despertaba.
Quería saberlo todo, pero no quería llevarla a un lugar oscuro, y
estaba claro que el divorcio de sus padres, el hecho de que su padre se
hubiera mudado con alguien cercano a su edad y tuviera otro hijo, la
molestaba muchísimo.
Así que por mucho que no quisiera contarle sobre mi pasado tan
pronto, quería trabajar en ello, hablar de mí mismo podría llevarla de
vuelta a donde no se estaba ahogando en sus preocupaciones.
La camarera sacó el antipasto, pero mi apetito había caído en picado.
—Mis padres murieron cuando era joven, y terminé mudándome con
mi tío. — Ella me miró entonces, y vi al instante que sus pensamientos
ya no estaban en los problemas de su vida. Parecía preocupada por mí,
incluso triste.
—Mi tío era un hombre duro, frío y solitario. Era un multimillonario
hecho a sí mismo y estaba tan absorto en su riqueza que mantenía a la
gente a distancia. No tenía emociones, no hacía conexiones personales ni
relaciones con nadie. —
—Dios, lo siento mucho. —
Le di una sonrisa apretada y odiaba que la atmósfera se hubiera
vuelto melancólica, pero quería que ella supiera todos los aspectos de mi
vida.
—La única razón por la que me acogió fue porque no tenía un
heredero, y la idea de perderlo todo una vez que muriera tuvo la parte
egoísta de él alzándose. — Tomé mi vaso y tomé otro largo sorbo,
pensando en el pasado, en cómo todo se había desarrollado en mi vida.
—No se preocupó por mí. De hecho, cuando me mudé con él, fue la
primera vez que lo conocí. Él y mi padre nunca habían estado muy unidos
y en realidad habían estado distanciados desde antes de que yo naciera—
Pensé en cómo cada vez que mi tío se mencionaba en una
conversación, mi padre se cerraba, se enfadaba. Era raro que su nombre
fuera pronunciado en nuestra casa, pero cada vez que lo había sido, mi
padre se cerraba, incluso odiaba.
—Qué vida tan solitaria. —
No sabía si hablaba de mi tío, de mi padre o de mí. Pero ella tenía
razón a pesar de todo.
—Hasta el día de hoy no sé por qué se odian tanto. —
Esta ocasión Grace fue la que extendió la mano y tomó mi mano en
la suya, y la electricidad y el placer se movieron a través de mí.
—Probablemente sea mejor así. No tienes que llevar esa carga. —
En ese instante se llevó todo, los oscuros recuerdos de estar solo
después de la muerte de mis padres, y la tristeza que trató de arrastrarse
y reclamarme. Ella era la luz, y yo estaba desesperado por ella, habiendo
vivido toda mi vida con sombras a mi alrededor. Sólo quería aferrarme a
ella y no soltarla.
—Lo siento mucho, Lucian— dijo en voz baja.
No me detuve de inclinarme sobre la mesa, ahuecando el lado de su
cara y besándola. Ella sabía a vino, dulce y potente, adictivo y mío. Me
obligué a sentarme, pero todo lo que quería era seguir besándola, tener
los labios apretados hasta que nos quedáramos sin aliento, hasta que el
control se rompiera completamente en dos.
—Fue hace tanto tiempo que se siente como otra vida. — Me aclaré
la garganta y vi a la camarera trayendo nuestra comida.
No se dijo nada cuando se sacó el primer plato. Era Il Primo, un
ñoqui de ajo y mantequilla. Comimos en silencio, y antes de que se
pudiera volver a hablar del tema, se sirvió el Il Secondo, que consistía en
un delicioso plato de pollo que yo sabía que era de las partes del norte de
Italia, de donde era la familia de Vincenzo. Con el pollo, se sirvió el
Contorno, una ensalada fresca con vinagre y aderezo de aceite, y cubierta
con una pizca de sal y pimienta.
Vincenzo vino para asegurarse de que todo se veía perfecto, y luego
nos dejó.
El silencio se extendía entre nosotros, y aunque no quería arruinar
nuestra comida hablando de lo malo que había sido mi pasado, ya había
abierto esa caja.
—No tienes que hablar de ello. Sé que es doloroso. — Era tan
empática, tan perfecta en todos los sentidos.
—Quiero decírtelo. Quiero dejarte entrar en cada parte de mi vida.—
—Me gustaría eso, Lucian. — La forma en que dijo que mi nombre
me aceleró el pulso.
—Mi infancia consistió en estar a la sombra de mi tío, aprendiendo
el negocio y siendo rápidamente descuidado. No tenía amigos una vez que
me mudé con él. Me excluyo del resto del mundo. — Y joder, si estuve
aislado.
—Y la única vez que me prestó atención fue cuando quería hablar
de negocios, quería mostrarme cómo funcionaban las cosas. En ese
momento yo era ese niño que extrañaba a sus padres y odiaba su vida.

El sonido de mi tenedor contra mi plato cuando lo levanté parecía
demasiado fuerte.
—Mi padre siempre me había dicho que fuera fuerte, así que soporté
estar solo, tener niñeras y ser educado en casa, sabiendo que la vida que
una vez tuve ya no existía. —
Oí la voz de Vincenzo a lo lejos y no pude evitar sonreír.
—Y luego estaba Vincenzo, el hijo del jefe de paisajismo de mi tío.
Veníamos de dos extremos opuestos del planeta, pero nos hicimos
mejores amigos. Y fue durante los veranos cuando pasaba la mayor parte
de su tiempo en la finca de mi tío con su padre, cuando me di cuenta de
que no estaba tan solo. —
Levanté la vista y vi que me miraba, una expresión triste en su cara,
su comida intacta. Me aclaré la garganta de nuevo y me moví en el
asiento.
—Basta de hablar de eso. Fue hace mucho tiempo, y la vida ha
cambiado desde entonces. Por favor, come y disfruta tu comida. —
Tomó su tenedor y empezó a comer, sin decir nada. Pero podía sentir
la pesadez que la rodeaba. Y entonces sentí su mirada en mí, supe que
tenía preguntas.
—¿Pero en cambio te convertiste en educador? ¿No terminaste
siguiendo sus pasos después de todo eso? —
Le di un mordisco al plato principal, lo mastiqué y me lo tragué, y
luego lo lavé con un sorbo de vino. Agité la cabeza.
—Mi tío falleció hace una década. Y aunque las cosas estaban
aseguradas, sus relaciones comerciales, su riqueza, todo eso ya estaba
en marcha para que pudiera sostenerse, sabía que dirigir las cosas no
era lo que yo quería en la vida. — La vi mientras comía un bocado de su
comida, la forma en que sus labios se envolvían alrededor del tenedor,
una visión erótica que me estaba excitando.
Dios, cualquier cosa que tenga que ver con Grace me excitó.
—Me negué a aceptar que ese era mi futuro. — Sonreí, una sonrisa
genuina que no estaba llena de la carga de tener el pasado pesado sobre
mí. Aunque el negocio de mi tío estaba a mi nombre, aunque
técnicamente yo era el dueño de la riqueza, no me concentré en eso.
—Así que decidí hacer lo que me gustaba, seguir los pasos de mi
padre. Fui a la escuela para ser maestro, para convertirme en el hombre
que ves ahora. —
La sonrisa que me dio fue dulce. Ella estaba feliz por mí, y eso me
hizo sentir como si estuviera en la cima del mundo. Terminamos nuestra
comida justo cuando se sirvió el Formaggio e Frutta.
—Nunca antes había comido una auténtica comida italiana,— dijo
Grace mientras miraba las frutas y el queso en la bandeja.
—Esto es para despejar nuestros paladares en preparación para los
postres,— dije y recogí una fresa, no pude evitarlo, extendí mi brazo y se
la ofrecí. Dudó un segundo antes de abrir la boca y permitirme
alimentarla. Un bajo sonido de posesividad surgió de mí cuando sus
labios suaves tocaron mis dedos cuando comió la fruta de la punta de
mis dedos.
Y eso es lo que hice con el resto de la fruta, la alimenté de mi mano
y me endurecí con necesidad.
Cuando llegó el café y el postre, los cannolis caseros y la crema
batida fresca, no pude evitar mojar mi dedo índice en la crema y llevarle
el dedo a la boca.
—Y este es el Dolce, el último curso. —
Yo estaba tan duro como una roca en este punto, tan listo para ella
que casi le digo que se vaya a la mierda quién nos va a ver y me la llevaba
en ese mismo momento. Y mientras nos mirábamos fijamente, a medida
que el calor aumentaba y la conversación que se había vuelto tan pesada
comenzaba a disiparse, lo único que quedaba entre nosotros en ese
momento era una necesidad sólida.
Estaba viva y hambrienta, y nos comería vivos si no nos
entregábamos a ella. Sentí eso con todo mí ser
Pero Grace tenía el poder, y ella estaba en control de este momento.
—Llévame a tu casa, Lucian, — susurró mientras la miraba a la
cara.
No quería nada más que abrazar a Grace, besarla y mostrarle que
no había nada más importante en este momento, en este puto mundo
que estar juntos.
—Necesito estar contigo. —
Me quejé, incapaz de evitar oírla decir esas palabras. Y entonces una
bestia se levantó en mí y no pude detenerla. Me paré y caminé hacia ella,
la saqué de su asiento, e hice que mis labios se apretaran contra los
suyos un segundo después. Me cogí su boca de la forma en que sabía que
lo haría entre sus muslos esta noche. No me importaba quién miraba,
quién me veía reclamándola de esta manera. Quería que todos supieran
que ella era mía y que nada se interpondría entre nosotros.
Y Dios, no podía esperar a tomar su inocencia... para hacerla mía.
17

Me sentí un poco fuera de mi elemento, como si estuviera caminando


a través de un sueño, uno realmente bueno, pero un sueño de todos
modos. Después de cenar, Lucian nos había llevado a su casa... como yo
le había pedido, demonios, le rogué que lo hiciera.
Eso también fue otra cosa muy diferente a mí. Nunca pregunté, pero
exigí todo lo que quería, con Lucian me sentí yo misma queriendo salir
de la caja en la que me había metido. Y entonces, cuando se abrió a mí,
me habló de su vida, de su pasado, supe en ese momento que éramos
uno y el mismo.
Tenía una familia cariñosa, una madre que siempre estaba ahí para
mí. Mi padre era otra historia completamente diferente, pero la soledad
que podía ver en Lucien era una que había sentido innumerables veces.
Por naturaleza yo era una persona solitaria, viviendo la vida manteniendo
a la gente a distancia.
Y fue en ese momento que me di cuenta de que mi amor por él era
verdadero, justificado y consumidor. Ahora estaba aquí, de vuelta en su
apartamento, con la cabeza despejada pero con los nervios de punta.
Mientras caminaba por su apartamento, asimilando todo,
aprendiendo sobre Lucian a través de sus cosas, no pude evitar sentirme
más cerca de él.
Era modesto, pero tenía detalles lujosos, como si hubiera sacado
cada pieza de un período de tiempo diferente, de una época diferente.
Caminé hacia la pintura colgada en la pared, una gran pieza que tenía
una pequeña luz que la iluminaba desde arriba, el resplandor que
mostraba las amplias líneas de color, la manera intrincada en que todo
se juntaba.
Pasé a las estanterías, enormes estanterías de roble que estaban
llenas de libros, la mayoría parecían viejos, los lomos de cuero que tenían
detalles de oro. Pasé mis dedos por encima de cada uno de ellos y juré
que podía sentir su mirada, el conocimiento que tenían dentro de esas
páginas.
Me acerqué a la ventana, una grande y pintoresca que daba a su
patio trasero, el paisaje de la ciudad más allá de lo vasto y hermoso.
Cuando me giré, vi el piano negro, brillando bajo la tenue luz, las
teclas de marfil tan blancas y prístinas. Había estado tan fuera de sí en
mi primera noche aquí que no recordaba nada de esto.
Y entre sus cosas mundanas, noté la única pieza de decoración que
le faltaba. Fotos. De su familia, amigos... de sí mismo.
Miré a Lucian, y lo vi parado en la entrada de su cocina, las luces
apagadas aparte de la de la entrada baja que había encendido cuando
llegamos. Las sombras jugaban a través de su cuerpo, acentuando la
inclinación y cortando los músculos debajo de sus pantalones de sastre
y de la camisa de Oxford.
Mi boca se secó, sabiendo que me miraba aunque no podía ver su
cara claramente, no podía distinguir sus ojos con la oscuridad que lo
rodeaba.
Me dejaba vagar, mirando sus posesiones, pasando mis dedos por
encima de ellas.
Se alejó de la pared y dio un paso hacia mí, metiendo sus manos en
los bolsillos de sus pantalones, su cabeza ligeramente inclinada mientras
seguía mirándome. Me acerqué al piano, vi que seguía mis movimientos
como un depredador mirando a su presa. Los pelos de mis brazos estaban
en punta con la conciencia de que en ese momento estaba a merced de
Lucian, de mis sentimientos.
Sentí que me acechaba, que conocía todos mis movimientos antes
de dar el paso.
—¿Qué tal un poco de vino?, — me preguntó, pero no era tanto una
pregunta, sino más bien él diciéndome que eso es lo que iba a conseguir
para nosotros sin importar
—Bien, — dije suavemente y luego me lamí los labios.
Lucian entró a la cocina, el sonido de los gabinetes abriéndose y las
copas de vino haciendo ruido juntos ahogando algo de la quietud en el
aire. Me senté en el banco y pasé mis dedos por las suaves teclas del
piano, el marfil frío al tacto, la sensación de suave sedosidad bajo las
almohadillas de mis dedos era reconfortante.
No sabía tocar, pero podía imaginarme a Lucian sentado en este
mismo lugar, sus dedos moviéndose sin esfuerzo sobre las teclas, los
sonidos que creaba llenando el aire. Cerré los ojos, imaginando ese
mismo momento, imaginando que estaba en la habitación con él mientras
jugaba.
No lo había oído volver, y cuando lo sentí parado detrás de mí, sus
brazos presionados junto a los míos, sus dedos sobre los míos, se me
escapó un pequeño jadeo. Abrí los ojos y estaba a punto de girar, pero
hizo un sonido suave, casi desaprobatorio en la parte posterior de su
garganta. Me senté allí congelada, incapaz de moverme, el lado de su cara
tan cerca del mío, su pecho apenas rozando mi espalda.
Miré fijamente hacia adelante, pude sentir que él también lo estaba.
Y entonces lo sentí deslizar sus manos por debajo de las mías. Mis dedos
descansaban ahora sobre los suyos, como espejos, una imagen paralela
de lo que estaba haciendo. No hablaba, pero su proximidad era tan
intensa que mi excitación subía a la superficie con malicia.
Apreté los muslos mientras la humedad comenzaba a acumularse
en mis bragas. Sentí que mis pezones se endurecían debajo de la blusa.
El fuego lamió mi piel, desde la punta de los dedos hasta la planta de los
pies. Traté de respirar normalmente, de actuar como si esto no me
afectara. Pero fallé miserablemente.
Y entonces empezó a jugar, con mis dedos todavía sobre los suyos,
como si yo fuera un niño pisándole los pies y él se movía conmigo, mis
acciones reflejando las suyas. Estaba sereno, tan sereno, mientras tocaba
el piano, las notas llenando la habitación, rodeándonos, como pequeñas
picaduras de abeja a lo largo de todo mi cuerpo. Empecé a respirar más
fuerte, este momento tan íntimo que ni siquiera podía concentrarme.
Abrí la boca, respirando más profundamente, el aire entrando y
saliendo de mí en cortos y rápidos jadeos. Y aún así se movía con fluidez
sobre las teclas, tocando una canción que yo no conocía pero con la que
estaba fascinado. Enrollé los dedos de los pies contra las suelas de los
zapatos, acerqué las piernas a mi cuerpo de modo que mis pies estaban
ahora en las puntas, mis muslos se apretaban fuertemente entre sí.
El flujo de excitación era constante entre mis muslos.
La forma en que tenía mis piernas, presionando ese manojo de
nervios en el ápice de mi coño, me tenía casi gimiendo. La sensación de
su pecho a mi espalda, de su calor corporal que se filtraba dentro de mí,
tenía pequeñas gotas de sudor entre mis pechos. Me sentí mareada, el
mareo me excitaba aún más.
Apenas me tocó, no dijo nada, pero yo estaba a punto de llegar al
clímax de este preciso momento. Sentí su mejilla contra la mía, el rastrojo
de su bello facial en crecimiento ligeramente abrasivo, completamente
excitante.
La sensación de su aliento cálido moviéndose a lo largo de mi mejilla
me hizo cerrar los ojos y morder el interior de mi mejilla. Casi me quejé...
casi me vine en ese momento. Y cuanto más tiempo jugaba, más apretaba
mis muslos contra mi clítoris, más aumentaba mi excitación.
Empezó a presionar las teclas con más fuerza, mis dedos se hundían
más contra los suyos, mi boca se abría aún más. Me sentí aturdida
cuando mi placer subió. Dios, ¿Qué me estaba pasando?
El sonido de su respiración tranquila, como si esto no le afectara,
me excitó aún más. Saber que podría tener autocontrol en un momento
como éste me hizo subir más alto.
Y cuando se apretó un poco más contra mí, se me escapó un suave
gemido mientras apretaba mis muslos aún más fuerte, moviéndolos
ligeramente para añadir fricción a mi clítoris.
Comenzó a respirar más fuerte, el sonido profundo que se deslizaba
de él y enviaba vibraciones a través de mi cuerpo.
Me vine, exploté. Las luces parpadeaban delante de mis ojos, mi
visión vacilando mientras el placer me consumía. Enrollé mis uñas en la
parte superior de sus manos mientras el éxtasis nunca terminaba. Y
mientras aún jugaba, todavía tenía su cuerpo presionado contra el mío.
No fue hasta que mi orgasmo se atenuó que me di cuenta de que
había dejado de tocar. Abrí los ojos, sin darme cuenta de que los había
cerrado, y parpadeé un par de veces, tratando de aclarar mi visión.
Por un momento me senté allí, incapaz de moverme, réplicas de mi
placer golpeándome. Y entonces sentí los dedos agarrando mi barbilla,
suavemente forzándome a girar mi cabeza. Me encontré mirando a los
ojos oscuros de Lucian. No podía respirar, me dolía todo el cuerpo por
mucho más.
Pasó la almohadilla de su pulgar por mi labio inferior, mirando el
acto, casi traspasado por él. Suavemente tiró de la carne hacia abajo,
dejándola volver a su lugar.
—Lucian. — Susurré su nombre, mi respiración rápida era el único
sonido que llenaba la habitación.
—Bésame. — Sentí que había dicho eso en mi mente, pero el sonido
bajo que lo dejó me dijo que no lo había hecho.
—Tengo tanta hambre de ti, — dijo con voz firme y profunda.
Al momento siguiente se inclinó y apretó su boca contra la mía,
dándome lo que quería, lo que necesitaba. Fui a envolverlo con mis
brazos, pero hizo un sonido ronco contra mis labios.
Alisó sus manos por mis hombros, agarró mis muñecas y las sostuvo
suave pero firmemente. Pasó su lengua por la costura de mis labios y yo
abrí para él, tocando suavemente la punta de los míos con los suyos,
necesitando más.
Y entonces fue como si algo se rompiera dentro de él y me diera
cuenta, con placer, de que su autocontrol se había resbalado.
Gruñó bruscamente e inclinó la cabeza hacia un lado, empujando
su lengua dentro y fuera de mi boca, cogiéndome allí. Su agarre a mis
muñecas era firme, inflexible, una fuerza, una muestra de dominación.
En este momento él tenía el poder, él tenía el control. Y yo estaba
más que contenta con eso, más que dispuesta a someterme a él
plenamente.
18

Podía sentir sus manos dobladas contra las mías, como si tratara de
agarrarme, agarrar algo sólido para sujetarse, usarme como su fuerza.
Control. Encuéntralo.
Le solté las muñecas, e inmediatamente se agarró a mis bíceps,
clavando sus pequeñas uñas en mi piel, haciendo que un destello de dolor
se mezclara con mi placer. Le puse una mano a un lado de la cara
mientras inclinaba la cabeza hacia un lado, haciendo que tomara mi
beso, forzando para que me chupe la lengua.
Ella era suave.... todas las cosas a las que imaginaba que la
inocencia sabría.
Estaba tranquila, tranquila por fuera. Pero por dentro estaba esta
tormenta furiosa, este clima turbulento que se extendía, causando
destrucción, consumo. La quería desesperadamente, quería llevarla en la
parte superior del piano hasta que gritara mientras se venía, con mi polla
profundamente metida en su cuerpo y yo marcándola de adentro hacia
afuera, una muestra de propiedad.
Rompí el beso para mirarla a la cara, para ver cómo el éxtasis cubría
su expresión, una apariencia externa de lo que pasaba dentro de ella.
—Eres más dulce que el control que tienes sobre mí. —
Tenía los ojos cerrados, la cabeza inclinada hacia atrás y ligeramente
hacia un lado, la boca caliente. El aire salía de ella en jadeos, sus labios
hinchados y brillantes, un trozo de luz de la luna haciendo que pareciera
que brillaban.
Mantuve mi control, me aseguré de que no supiera lo cerca que
estaba de quebrarme. Le asustaría la potencia, la intensidad con la que
la quería.
Y por mucho que me dije a mí mismo que debía parar esto, que debía
alejarme, que debía ir despacio, no podía. Por mucho que fuera lo
correcto, dejarla ir, no involucrarme, yo era demasiado egoísta.
Mi necesidad de ella era demasiado fuerte. La quería demasiado
desesperadamente. Tenía hambre de ella.
La amaba.
Nunca había sentido algo tan profundo, tan consumidor.
La besé de nuevo, con las dos manos a los lados de su cuello,
sosteniéndola para mí, por lo que le estaba haciendo a ella.
—Lucian—, susurró contra mi boca, y sentí que todo mi cuerpo se
tensaba en respuesta.
Con una suave presión, la puse de pie e inmediatamente la jalé
contra mí. Era tan pequeña comparada conmigo.
Manos pequeñas apretando mis bíceps, acercándome, agarrándome.
Sentí que algo cambió en su conducta, esta desesperación que era igual
a la mía.
Se puso de puntillas, me abrazó al cuello y me besó como si estuviera
desesperada. Gemí, amando que me abriera la boca de par en par, que
me permitiera meter la lengua en el hueco cálido y dulce de su boca.
Me eché hacia atrás y la miré, viendo la expresión drogada de su
cara, el claro hecho de que estaba excitada al mirarme fijamente con los
ojos muy abiertos, sus pupilas dilatadas.
—Esto es una locura, ¿verdad?, — susurró casi como si estuviera
tratando de convencerse a sí misma de que esto no estaba sucediendo
realmente.
Mi polla se sacudió al ver a su necesidad por mí, al olor de limones
y azúcar revuelta que la rodeaba... Al gusto de ella en mis labios y lengua.
Le puse una mano en la mejilla, la agarré, sentí que se iría, que escaparía
como un animalito asustado.
Esta presa había sido abierta dentro de mí, y mi excitación, mi
necesidad y todas las emociones que tenía por Grace estaban al
descubierto. Era como una herida abierta, una que nunca sanaría.
Nunca me curaría de ella, y fue ese dolor, esa cruda vulnerabilidad, lo
que me dijo que ella era la indicada para mí.
Mi otra mitad.
La persona que podría quebrarme con unas pocas palabras en voz
baja, con la amenaza de no ser mía. Ella preguntó, con el tono de su voz
diciéndome que casi tenía miedo de cuál podría ser mi respuesta.
—¿Quieres hacerlo? — Pregunte en voz baja mientras me
concentraba en su boca. Quería besarla de nuevo.
No contestó verbalmente, pero agitó la cabeza.
—¿Te asusto? — Pregunté y me incliné hacia abajo para que
nuestras bocas estuvieran a sólo unos centímetros de distancia.
Por un segundo no respondió. Tal vez estaba pensando en mentir,
en decirme que no lo estaba. Pude ver que ella estaba preocupada por
todo esto.
Ella asintió una vez pero arqueó su pecho, presionando sus pechos
contra mí.
—Sí y no, — fue todo lo que dijo.
—Lo que siento me asusta. El poder que tienes sobre mí me asusta.

Cerré los ojos y lidié con el control. Ella tenía todo el poder.
La necesidad que se había acumulado dentro de mí, mis emociones,
sentimientos, y tener a Grace aquí conmigo ahora, fue mi perdición.
No había vuelta atrás. Nunca hubo una vez que tuve la idea de
hacerla mía.
Levanté mi mano y bajé mis dedos por su cuello, deleitándome con
la suavidad de su piel. Sentí como si el mundo se derrumbara a mí
alrededor. Yo movería cielo y tierra para complacer a Grace. Mis
sentimientos por ella me hicieron vulnerable, y no me había sentido así
desde que era niño, desde antes de que mi tío falleciera. Pero este era un
tipo diferente de vulnerabilidad. Este era el tipo de cosas que quería
abrazar, porque sentía como si fuera ese pedazo de mí mismo que había
enterrado, demasiado asustado para aceptarlo.
—Todo lo que tienes que hacer es decirme lo que quieres, Grace, y
es tuyo. —
Me miró a los ojos y sentí que mi corazón latía un poco más rápido
ante la vulnerabilidad que veía. Maldición, ella era tan inocente, tan
intacta y protegida de la forma en que el mundo era, de la forma en que
las cosas podían ser. Me hizo querer protegerla, mantenerla cerca y
nunca dejar que nada la tocara.
—Sólo te quiero a ti. —
Dios, ¿esta mujer sabía el poder que tenía sobre mí? Mierda, ¿me di
cuenta del poder que tenía sobre mí? Sabes exactamente lo que te hace,
exactamente cuánta fuerza ejerce sobre ti con una sola mirada.
—Te amo, Lucian. Creo que te he amado desde el momento en que
entré en tu clase.
Cerré los ojos, y este sonido áspero salió de mi, uno que era más
animal que hombre. Sacó a relucir mi lado primitivo, la bestia que
guardaba enterrada en lo más profundo de mí. Dejarlo salir sólo causaría
destrucción, dejaría mis debilidades libres. Necesitaba estar siempre en
control, especialmente con Grace. Pero al oírla decir que me amaba, todo
se rompía a mi alrededor, dentro de mí. Me consumía el placer y el dolor,
la esperanza y el miedo.
No podía dejarla ir. Yo no lo haría. Estaba unida a mí,
irrevocablemente mía para que la tomara. Nadie más la tendría, y por eso
debería tener miedo. Debería estar aterrorizada por lo lejos que llegaría
para mantenerla cerca, para mantener alejados a otros hombres que la
deseaban.
—No quiero arruinarte. — Dije finalmente.
—No quiero que el amor que tengo por ti se retuerza y te aleje. —
Porque el poder que sentía cuando estaba con ella era diferente a todo lo
que había experimentado.
—¿Me amas? — Preguntó, la miré a los ojos y gruñí.
—Te amo más de lo que jamás he amado nada en mi vida. —
—Entonces eso es todo lo que importa. — El aire me dejó.
—Mi dulce e inocente pequeña Grace. — Agité la cabeza lentamente.
—Si la vida, el mundo, fuera tan fácil... —
Ella era la que sacudía la cabeza ahora.
—¿Por qué no puede ser?, — preguntó en voz baja.
—Tú me amas. Yo te amo. Nada más debería importar. —
Y no lo hizo, hasta cierto punto. Fueron las influencias externas las
que me hicieron temer que fuera arrancada de mi vida, como una flor que
se arranca del suelo.
Pero mi Grace era fuerte, sin miedo. Se acercó, apretó sus pechos
más firmemente contra mi pecho. La miré fijamente a los ojos.
—Lo dije en serio cuando dije que no te dejaré ir, — dije suavemente,
nuestros labios aún separados.
—Lo sé, — susurró ella.
No dije nada más mientras me inclinaba y la besaba con fuerza y
profundidad, sólo quería grabarme en ella. Todo el control se había ido a
la mierda en ese momento. Esperaba que estuviera lista, porque el Lucian
restringido que conocía se había ido.
19

Deliciosa.
Adictiva.
Todo mía.
Besé a Grace como si parar fuera mi muerte.
Nada más importaba, solo este momento y hacer que Grace se
sintiera bien, haciéndola ver que la quería por encima de todo. No podría
haberme alejado si mi vida hubiera dependido de ello.
Diablos, con mucho gusto moriría en este mismo momento, con los
labios de Grace presionados contra los míos y los dulces sonidos de sus
gemidos llenando mis oídos.
Ella rompió el beso y se quedó sin aliento. —Siento que si no me
aferro a ti, no estaré estable. No estaría aquí, ya que esto no es más que
un sueño —.
Antes de que pudiera decirle que me tocara, que me sujetara, que
me usara, tenía sus manos envueltas alrededor de mi cuello, sus dedos
jugando con los mechones cortos de cabello en mi nuca. La besé de
nuevo, y ella hizo esos pequeños ruidos en su garganta. Tragué los
sonidos, necesitando más, deseando que ella rindiera cada parte de sí
misma a mí. Esto era lo que había querido desde el momento en que la
vi, desde el momento en que me di cuenta de que no podía dejarla estar
con nadie más.
Había sido tan jodidamente difícil quedarse atrás, mantener mi
distancia todo el tiempo que lo hice. Pero no más. Sin importar las
repercusiones, sin importar las reglas que rompí el estar con ella... Grace
era mía.
No pude parar esto. No lo haría. Me obligué a dar un paso atrás,
pero tomé su mano en la mía, manteniéndola cerca, temiendo que
corriera si realmente veía mi desesperación por ella.
—No quiero que me dejes ir—, susurró ella.
—Nunca—, le dije al instante. No pude evitarlo. Extendí la mano y
moví mi pulgar a lo largo de su labio inferior, bajé la carne suave y
ligeramente húmeda y observé cómo se movía de nuevo en su lugar
cuando la solté. Era jodidamente hermosa, tan flexible y generosa, y sin
miedo, no dejando que sus inhibiciones la controlaran. Le mostraría lo
preciosa que era para mí.
Se quedó sin aliento, me incliné y tomé su boca en un beso otra vez,
acercándola porque era adicto a ella. Se sentía bien en mis brazos, como
si siempre estuviera destinada a estar aquí.
Tómala. Muéstrale lo que se siente el ser el tuya.
Y así, retrocedí, mirando sus hinchados labios rojos, un ligero brillo
en ellos de nuestro beso.
—Esto podría meterte en problemas con la universidad—.
—No me importa nada más que tu—.
Su aliento se enganchó. —Ellos dirán que esto está mal—.
Sacudí mi cabeza lentamente. —Déjalos. ¿Cómo puede estar tan mal
cuando se siente tan bien, tan bien? —
—¿No te importa?—
Negué con la cabeza de nuevo y la miré a los ojos. —Lo único que
importa eres tú. No me importa nada más. —Puse mi mano detrás de su
cabeza y agarré la base de su cráneo. —Esto puede ser tan fácil, Grace.—
Mi boca estaba cerca de la de ella, pero no me apoyé en la última pulgada
y volví a besarla.
—Entonces llévame a tu habitación, Lucian—, casi gimió ella.
Cristo. Sí.
Sentí esta necesidad carnal por ella, una que no era solo querer
sentirme enterrado profundamente en su interior, sino que me decía que
ella era mía de manera irrevocable.
Ella era flexible en mis brazos, presionando sus pechos contra mi
pecho, sus pezones duros, su excitación cubriendo el aire como el olor de
una lluvia fresca.
Antes de que me perdiera y la llevara contra la jodida pared, la tenía
en mis brazos. Este pequeño sonido de sorpresa la dejó, y ella se aferró a
mí, sus manos me agarraron como a un salvavidas. Sus piernas estaban
colgadas sobre mi antebrazo mientras caminaba por el pasillo hacia mi
habitación.
Una vez en la habitación, la puse a regañadientes, pero la mantuve
cerca, siempre teniendo mis manos sobre ella. —No cambié las sábanas—
, admití. —Olían como tú, y no quería deshacerme de eso—. Joder, mi
corazón latía a mil por hora.
Miró por encima del hombro hacia la cama, luego de nuevo a mí,
lamiendo sus labios, el nerviosismo y la anticipación salieron de ella en
oleadas.
—No estés nerviosa—, le susurré y di un paso más cerca. Las luces
estaban apagadas, pero el brillo de la ciudad entraba por la ventana del
dormitorio, silenciado solo por las cortinas.
—¿Es tan obvio?—
Me acerqué y acuné su barbilla, inclinando su cabeza ligeramente
hacia atrás. Ella separó los labios.
—Nunca he hecho esto antes, Lucian—.
—Lo sé—, le dije con voz ronca. —Lo sé, Grace.— Me incliné y besé
la parte superior de su cabeza, cerrando los ojos e inhalé el dulce aroma
de ella. —¿Quieres esto?— La sentí asentir. —Voy a ir fácil y lento. Haré
que esto sea bueno para ti, bebé. Moví mi mano hacia abajo hasta que
llegué al dobladillo de su camisa y la sentí tensarse contra mí. —Está
bien, cariño. Esto se sentirá bien. Me aseguraré de eso —.
—Lo sé,— gimió ella. —Estoy temblando porque estoy tan
encendida—.
Gemí ante esa admisión.
Puso su mano sobre la mía y la instó a subir, poniendo el material
sobre su vientre. Ella no me detuvo, y de hecho la arqueó por más. Al
primer contacto de mi carne desnuda contra la de ella, de mis dedos a lo
largo de su piel suave, ella jadeó.
—Eso es todo—, le dije contra su boca. —Podría tomar cada parte
de ti en este momento hasta que no quedara nada, y todavía necesitaría
más, Grace. Todavía no sería suficiente —.
—Entonces dame todo—.
Curvé mis dedos contra su costado, sabiendo que dejaría marcas en
su delicada carne si no fuera amable.
Moviendo mi mano hacia arriba, sentí el hecho de que ella no llevaba
sujetador. Mi polla se adelantó aún más fuerte. Cubriendo uno de sus
pechos con mi mano, pasé mi lengua por su labio inferior al mismo
tiempo. Tomé su pezón entre el pulgar y el índice y tiré de la carne ya
turgente, y ella se arqueó aún más contra mí.
Una y otra vez tiré de su pezón, besándola como si me estuviera
ahogando y ella era la única fuente de oxígeno. La necesitaba
completamente desnuda, necesitaba su cuerpo caliente y suave
empujado contra el mío.
Necesitaba el olor de nuestra follada cubierta en la cama, llenando
esta habitación.
Moví mi boca hacia la base de su cuello y sentí que su pulso latía
rápidamente. Lamí y chupé el lugar, sacando la sangre a la superficie y
marcándola.
Cuando se trataba de Grace, era primitivo, salvaje. Quería marcarla
como si fuera mi propiedad.
Si alguien es dueño de alguien, Soy de Grace.
—Lucian—. Ella susurró mi nombre, y fue tan jodidamente perfecta
enamorarse de sus labios.
Quería mis huellas en su cuerpo, mis marcas de dientes en su piel.
Quería que gritara mi nombre mientras empujaba dentro y fuera de ella,
mientras le decía que me dijera a quién pertenecía.
—No te detengas.— Ella casi me arañó, acercándome, metiendo su
lengua entre mis labios en una desesperada y silenciosa súplica por más.
Agarré el dobladillo de su camisa y en un rápido movimiento tiré del
material hacia arriba y fuera de su cuerpo. Lo tiré a un lado e
inmediatamente fui por su falda, buscando el botón y la cremallera como
un jodido colegial que no sabía qué diablos hacer.
Cuando eso estaba fuera y en una pila con la camisa, di un paso
atrás y la vi quitarse los tacones. Tuve la tentación de decirle que los
mantuviera mientras la tomaba.
Y luego, ella estaba parada en sólo un par de pequeñas bragas
blancas inocentes.
—Perfección—, dije en voz alta, sin querer. Esta necesidad obscena
me llenó, y me encontré agachándome y palmeándome la polla a través
de mis pantalones como un bastardo sucio. —Grace—. Su nombre vino
de mí en este susurro estrangulado. Me quedé allí con el corazón en la
garganta y una erección tan grande que me sorprendió que no saliera
solo de verla.
—Tócame, Lucian. Por favor.—
Extendí la mano y acuné sus pechos, curvé suavemente mis dedos
alrededor de los montículos hasta que cerró los ojos y comenzó a jadear
como si no pudiera llevar suficiente aire a sus pulmones.
Ya estaba en mi punto de ruptura cuando la besé.
Moviendo mis manos más abajo, las envolví alrededor de sus
caderas y bajé a su trasero, los montículos fueron perfectos cuando los
envolví a través del material de algodón de sus bragas. Mi polla palpitaba,
mis bolas estiradas apretadas. Pasé mis dedos por debajo del dobladillo
de su ropa interior y los moví hacia adentro para que estuvieran
agrupados en el pliegue de su trasero.
Por un momento suspendido, todo lo que hice fue sostener los globos
mientras la besaba y follaba su boca con la mía.
—Cristo—, jadeé. Estaba tan malditamente duro, más duro de lo que
nunca había estado en mi vida, como el granito. Acercé la boca a su oído
y le susurré: —Te necesito, Grace—. Ambos estábamos respirando muy
fuerte. —Necesito estar dentro de ti ahora.—
Ella se estremeció en respuesta. —Sí—, susurró Grace. —
Tómame.—
Cualquier cantidad de control se había evaporado en ese momento.
Realmente no había jodido regreso ahora.
20

Lucian me besó con fuerza, sujetándome el culo como si quisiera


dejar moretones en mi carne.
Dios, quiero esto.
La ropa interior estaba entre las mejillas de mi trasero, y con cada
segundo que pasaba, Lucian acercó sus dedos a mi coño. Era como si un
animal hubiera sido desatado dentro de él, como si no pudiera
controlarse y quisiera que lo supiera.
Y yo estaba más que dispuesta a ser su presa.
Tenía su gran cuerpo presionado contra el mío, la sensación de su
erección prominente, causando un chorro de humedad que me dejaba.
No podía respirar, ni siquiera podía pensar con claridad. Y cuando él
movió su mano entre nosotros, sentí que podría haber llegado al clímax
solo con eso.
—Dime lo que quieres—, gruñó.
—Tú—, dije sin ninguna vacilación.
—Te quiero tan jodidamente—, dijo contra mi cuello, lamiendo,
chupando y dejando su marca en mí.
Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, tenía las bragas casi
arrancadas de mí, los sonidos de la tela desgarrada llenaban la
habitación, haciendo que mi excitación subiera aún más.
Y luego vi como se desnudaba.
Pulso rápido. Respiración superficial. El deseo florece.
Era una obra de arte con músculo magro y definido. Lucian era
poderoso, fuerte y hermoso, como una estatua.
Los dos estábamos desnudos ahora, los pantalones duros y pesados
provenían de nosotros. Gotas de sudor cubrían el valle entre mis pechos.
Una parte de mí dijo que esto podría arruinar las cosas, que esto podría
ser una mala idea. Pero otra parte, el lado más fuerte, al que no le importó
lo que sucedió porque finalmente iba a estar con el hombre que amaba,
no me dejaría enfocarme en otra cosa que no fuera estar con Lucian.
Su pene era como una barra de acero entre nosotros, presionando
contra mi vientre. Sentí la humedad en la punta de su eje, el pre-semen
derramándose de él debido a lo bien que estaba.
No había nada que lo detuviera, pero Dios, no quería.
Me había estado escondiendo, aferrándome a mis sentimientos
durante tanto tiempo que al tenerlos realmente libres se sentía
estimulante y muy placentero. Fue emocionante y estimulante. En este
momento, todo lo que podía pensar era en nuestros cuerpos calientes y
sudorosos apretados.
—Eso es todo, Grace—. Estaba presionando suavemente su erección
contra mí, como si no pudiera ayudarse a sí mismo. —Cristo. Te sientes
tan bien —. Tenía sus manos en mi trasero desnudo, sus dedos
apretándose en los montículos repetidamente. Quería que él tomara el
control, que hiciera conmigo lo que quisiera.
Retiró la boca de mi cuello y comenzó a besarme otra vez, pero al
mismo tiempo me levantó del suelo y me sostuvo fácilmente en sus
brazos. Cuando gemí, él gruñó de placer y se aferró a mi culo con más
fuerza, casi con dolor. Pero esa incomodidad se sentía tan
condenadamente bien. Era tan fuerte, sosteniéndome como si no pasara
nada, la fuerza brotaba de él y me hacía sentir tan femenina.
Su polla era una longitud dura entre mis muslos, caliente y
monstruosa, haciendo que mi interior se apretara en necesidad y
aprensión.
—Tómame—, le susurré descaradamente.
Él gruñó y empujó su dura polla contra mi coño.
—Por favor—. No me importaba que estuviera rogando, que sonara
desesperada. En este momento solo quería sentirlo empujándome,
estirándome, reclamando cada centímetro de mi cuerpo.
Estaba lista para que Lucian reclamara mi virginidad.
Quería sentirme tan llena que no podía soportarlo, ni siquiera podía
respirar.
—¿Estás lista?—
—Estoy tan lista para ti, Lucian—.
—No hay más esperas. Te necesito jodidamente demasiado.
Mantuvo una mano en mi trasero y movió la otra entre nuestros
cuerpos. Fue un testimonio de su poder cuando me sostuvo fácilmente
con un solo brazo, y maldita sea, eso me puso más mojada.
Me tuvo en la cama un segundo después, las sábanas tan suaves y
frescas contra mi cuerpo sobrecalentado y ultrasensible. Por un segundo,
solo se quedó allí y me miró, su mirada pesada mientras subía y bajaba
por mi longitud.
Y luego se subía a la cama como un depredador que me acechaba,
a punto de devorarme.
Lucian movió su mano por el arco de mi pie, sobre mi pantorrilla,
por mi muslo, y más cerca de mi coño. Con la otra mano agarró su polla
y la acarició unas cuantas veces. —Ábrete más para mí—, dijo con
brusquedad. Y cuando lo hice, observé cómo se centraba en lo que se
mostraba entre mis piernas.
—Jodida perfección—.
De hecho, vi que el control lo abandonaba, como un animal listo
para saltar. Él estaba encima de mí un segundo después, besándome,
colocando su cuerpo entre mis piernas, su polla apoyada contra mi raja.
Él nunca dejó de besarme cuando alcanzó entre nosotros y agarró
su polla, colocando la punta en la entrada. Frotó su cabeza a lo largo de
mi hendidura, arriba y abajo, golpeando mi clítoris con cada golpe
ascendente. Lucian se apartó lo suficiente para poder mirar dónde estaba
alojado.
Nos miramos el uno al otro por largos segundos.
Estaba en el punto donde quería que lo empujaran tan
profundamente dentro de mí que nada más importaba.
—Quédate conmigo.—
—No hay vuelta atrás. Nunca tuviste una oportunidad una vez que
te vi, Grace.
Jadeé ante sus palabras. Fueron tan profundos en ese momento.
Pero no quería volver, incluso si seguir adelante era igual de aterrador.
Y luego, mientras observaba dónde estaba alojado, Lucian comenzó
a empujarse hacia mí. La punta de su polla estaba ahora completamente
encajada en mi cuerpo, y ambos respiramos ásperamente, ninguno de los
dos moviéndonos.
—Voy a follarte hasta que te des cuenta de que solo eres mía—.
—Solo te quiero a ti. Solo a ti. —Le susurré esa última parte.
Y luego, en un movimiento fluido, empujó sus caderas hacia
adelante, empujando otra pulgada dentro de mí. Lucian gimió y cerró los
ojos.
—Estás tan jodidamente apretada. Tan caliente y mojada —.
Él empujó una pulgada más en mí, y la sensación de ardor se
arraigó, el estiramiento, la incomodidad y el dolor de él tomando mi
virginidad, reclamándome.
Mis músculos internos se apretaron alrededor de él
involuntariamente.
—Lo siento, duele—, se quejó.
—No te detengas—, fue mi respuesta.
—Nunca.—
Apoyó su frente contra la mía, y jadeamos contra la boca del otro. —
Se siente tan jodidamente bien, Grace. Muy bien. —Estaba sin aliento,
igual que yo. En un rápido movimiento fue enterrado completamente
dentro de mí.
—Solo así—. Sacó una pulgada y volvió a empujar. Comenzó a
moverse dentro y fuera de mí, más rápido y más duro, pero todo el tiempo
mirándome directamente a los ojos.
—Mírame. Mírame directamente mientras te follo.
—Lucian—, gemí fuera.
—Cristo, bebé.— Él fue lento y fácil, entrando y saliendo, gentil y
concienzudo, pero a medida que pasaban los segundos, sus movimientos
se volvieron frenéticos.
Estaba tan dentro de mí que no había una parte de mí que Lucian
no estaba tocando. Ni siquiera podía pensar con claridad, y mucho menos
formar palabras. Los sonidos de nuestra carne abofeteando juntos, de su
polla entrando y saliendo de mi vagina, aumentaron mi placer. El dolor y
la incomodidad se habían desvanecido, y en su lugar había un éxtasis
que desgarraba los huesos.
Los sonidos que venían de mí eran bajos, eróticos, y me habrían
humillado si no estuviera tan excitada.
—Te amo—. Las palabras se derramaron de mí por su cuenta.
La raíz de su polla se frotó contra mi clítoris cada vez que se
estrellaba contra mí. Se empujó completamente dentro de mí, se calmó y
giró sus caderas ligeramente, causando una sensación diferente que me
llenó.
—Aprieta ese coño a mi alrededor, Grace—. Él dijo las palabras.
Nunca había pensado que vería este lado de Lucian, pero en medio
de la pasión él estaba desinhibido.
El sudor formó una gota en su frente, e hizo este sonido bajo y
animal cuando se retiró y luego se estrelló contra mí especialmente
fuerte. Con cada segundo que pasaba, me llevó a nuevas alturas de placer
hasta que sentí que mi clímax crecía.
—Quiero verte venir por mí—. Dejó pasar un momento de silencio
antes de volver a hablar. —Quiero sentir que me aprietas la polla,
sacándome el semen—. Él extendió la mano entre nosotros y presionó su
pulgar contra mi clítoris, frotando el capullo de un lado a otro mientras
él entraba y salía de mí.
Me miró a la cara por solo un segundo antes de inclinarse y pasar
su lengua por mi labio inferior, por mi mejilla, y lamiendo la cáscara de
mi oreja. Su respiración era corta, y sabía que él también estaba cerca de
bajarse.
Él me golpeó de nuevo y aplicó más presión a mi clítoris, hasta que
estuve a punto de explotar por él. Pero cuando estaba justo allí en el
precipicio, él frenó sus movimientos. Quería gritar de desesperación, de
frustración, pero antes de que pudiera hacer o decir algo, él gruñó contra
mi oído, claramente apenas aferrándose también.
—Dime que eres mía, Grace—.
Eso es todo lo que siempre he querido.
Entró y salió de mí como un loco ahora, y me perdí tanto en la
sensación, que me sentí caer al límite una vez más. No dudé cuando dije:
—Soy tuya—.
—Vente por mí—, exigió.
E hice justo eso. Llegué largo y duro y lo oí gemir contra mi cuello.
Sabía que una noche daría forma a nuestro futuro para siempre.
—Soy tuya, Lucian. Solo tuya. —Jadeé cuando él me golpeó tan
fuerte que me moví una pulgada. Yo estaba en un tono de fiebre. El
mundo se cayó, pero no me importó. Sólo me importaba aquí y ahora.
Las luces brillaban frente a mi visión cuando llegué, y forcé a mis
ojos a permanecer abiertos a través de mi placer. Ver a Lucian correrse
fue diferente a cualquier cosa que pudiera haber imaginado.
Sentí que su polla se hinchaba dentro de mí, sentí que se ponía
increíblemente más duro, y abrí la boca por las sensaciones. La sensación
de que él se venía, que su semilla me llenaba, era ardiente, erótica, y
tenía el placer de subir aún más.
—Mía—, gruñó, y lo sentí morder suavemente el costado de mi
cuello. Grité mientras más placer me golpeaba. No fue hasta que él se
retiró de mí, giró hacia un lado y me acercó a su cuerpo cuando respiré
tartamudeando. Sentí su mano entre mis muslos.
—Quiero hasta la última gota dentro de ti—, dijo mientras tomaba
mi coño.
Era salvaje e intenso, masculino y poderoso.
Él era mío
No sabía cómo se llevaría a cabo todo esto, ni siquiera sabía si estaba
tomando las decisiones correctas, pero en este momento sentí la
perfección.
21

No pensé que podría haberme movido aunque quisiera, pero no lo


hice. Tener mi cuerpo presionado contra el de Lucian, nuestra piel
ligeramente húmeda, su brazo descansando sobre mi hombro,
manteniéndome cerca, y mi cabeza sobre su pecho me hizo sentir segura.
Estaba exactamente donde se suponía que debía estar.
Tenía mi mano en su abdomen, los músculos debajo de él
ligeramente tensos mientras yacía allí, su pecho subiendo y bajando
mientras respiraba uniformemente.
Habíamos estado acostados así durante la última hora, ninguno de
los dos se movía o hablaba, la atmósfera de alegría y relajación, el dolor
entre mis muslos un recordatorio constante de lo que habíamos hecho,
de lo que le había dado.
Mi virginidad. Mi inocencia.
Me moví ligeramente sobre la cama, para poder inclinar la cabeza
hacia atrás y mirar su cara. Tenía los ojos cerrados, uno de sus brazos
doblado y metido debajo de la cabeza, y si no lo conociera mejor, habría
pensado que estaba dormido. Pero la forma en que movía sus dedos hacia
arriba y hacia abajo de mi brazo, cómo se negaba a dejarme ir, me dijo
que Lucian estaba muy despierto.
Apoyé mi cabeza en su pecho y escuché el ritmo constante de los
latidos de su corazón. Cerré los ojos y absorbí ese sonido, sintiendo que
estaba exactamente donde se suponía que debía estar.
Cuán extrañas han sido las cosas. Qué gracioso que nunca me había
visto en esta posición, pensando que Lucian me amaría.
Sin embargo, aquí estaba, en la cama con mi profesor, mi amor por
él tan fuerte como su amor por mí. Todo había sido una fantasía, el deseo
de una universitaria sin experiencia.
—¿En qué estás pensando? — Le pregunté suavemente, con la mano
en el abdomen, su paquete de seis como colinas onduladas debajo de la
palma de mi mano.
No respondió por un momento, pero apretó su brazo a mí alrededor,
sosteniéndome posesivamente. El sonido de su respiración me
tranquilizó. Estábamos en este lugar seguro aquí y ahora, nada que
pudiera tocarnos.
—Estoy pensando en el futuro. Estoy pensando en todo lo que me
perdí antes de que llegaras a mi vida. —
El aliento se me atascó en la garganta por sus palabras. No fue
exactamente lo que dijo, sino la forma en que lo dijo, el tono de su voz, la
forma en que sentí que sus músculos se tensaban contra mí.
—En el primer momento en que te vi, supe que había una
oportunidad para mí de ser feliz, que había encontrado un trozo de mí
mismo que no sabía que faltaba. Aunque parezca una locura, el amor
nunca había sido algo que vi por mí mismo. —
Sentí que se movía, y abrí los ojos, inclinándome un poco hacia atrás
para poder mirarle a la cara. Se puso de costado, se agachó y nos tapó
con la manta aún más. Por largos momentos todo lo que hizo fue mirarme
fijamente, tomando cada aspecto de mi cara, como si estuviera
memorizando cada parte de mí.
¿Cómo era posible que una persona me mirara y me hiciera sentir
como si fuera todo su mundo?
—Estoy pensando en lo egoísta que soy en lo que a ti se refiere, que
mi amor por ti es tan profundo que ha cambiado al hombre que soy, la
persona que yo creía que era. Me ha hecho sentir mejor, Grace. — Me
pasó el pulgar por encima de la mejilla con un suave movimiento de
barrido.
—Estoy pensando en cómo mataría a cualquiera que intentara
alejarte de mí. — Lo dijo tan suave que casi no lo oigo.
Y entonces Lucian se inclinó y me besó suavemente, el olor y la
sensación de él arrastrando un pequeño gemido de mí. Nunca rompiendo
el beso, deslizó su mano bajo la manta, la movió a lo largo de mi vientre,
y la deslizó entre mis muslos. Ya estaba mojada por él, tan necesitada.
—Mira eso, — murmuró contra mi boca.
—Tan lista para mí.—
—Siempre, — susurré.
Y luego se movía encima de mí, su gran cuerpo musculoso
presionándome contra el colchón, el peso de su poder me hacía sentir
totalmente femenina.
Y fue la sensación de él colocando la punta de su erección en la
entrada de mi cuerpo, de él deslizándose profundamente dentro de mí en
un movimiento fluido, lo que hizo que todo se volviera cristalino.
Éramos uno, y sin Lucian yo no sería más que un caparazón de
persona. Lo sentí tan profundamente que una lágrima se me deslizó por
el rabillo del ojo.
Me aferré a él, diciéndome a mí misma que nunca lo dejaría ir.
22

Me senté en el suelo de la sala de estar, con libros de texto


esparcidos a mi alrededor, papeles de hojas sueltas arrugados en bolas
al lado del pequeño cubo de basura que había traído. Eran mis notas,
pero esta noche me sonaban a galimatías, mi mente tan preocupada que
no podía concentrarme.
Estaba estudiando para un examen, pero mi mente no estaba en
nada de esto. Mis pensamientos estaban consumidos con Lucian, con
todo lo que habíamos hecho, con todo lo que compartíamos.
Sólo habían pasado unos días desde que me llevó a cenar y luego a
su apartamento, donde reclamó mi virginidad y se abrió a mí. Durante el
poco tiempo que llevábamos viéndonos, nunca me había sentido tan
cerca de nadie en toda mi vida.
Y sin embargo, no sabía que me había perdido nada hasta el
momento en que me miró a los ojos y me dijo que me amaba.
Tomé uno de los libros de texto, me llevé el lápiz a la boca y empecé
a masticar el extremo mientras leía sobre la lectura requerida. Pero aún
así no podía concentrarme.
No sé cuánto tiempo estuve sentada así, pero me encontraba
sonriendo intermitentemente cada vez que pensaba en estar con Lucian,
y el recuerdo de lo dolorida que había estado después de que él me había
tomado.
Una ráfaga me pasó por encima con las imágenes de su gran y duro
cuerpo sobre el mío.
El sonido de un coche entrando en mi entrada, luego de una puerta
abriéndose y cerrándose, hizo que mi corazón se acelerara. Por supuesto
que probablemente no era él, no a estas horas, pero aún así fantaseé que
lo era.
Salí a la ventana de la sala de estar y corrí las cortinas, pero estaba
demasiado oscuro para ver mucho de nada. Y entonces el sonido de tres
fuertes golpes en la puerta principal hizo que mi corazón se acelerara.
Observé por la mirilla, sintiendo confusión sobre quién estaba del otro
lado.
Cuando lo abrí, la amplia sonrisa en la cara de mi madre me llenó
de preocupación de inmediato. Tenía una bolsa de viaje en la mano, la
sonrisa en su cara parecía forzada.
—Sorpresa, — dijo con demasiado entusiasmo.
—¿Mamá? — Me aparté para dejarla entrar. Cerré la puerta y la miré
de frente, apoyándome en ella y mirándola, esperando a que soltara la
bomba que yo sabía que vendría aquí a soltar.
¿Por qué si no aparecería inesperadamente tan tarde?
—¿Está todo bien? —
Ella miró alrededor de la pequeña casa que yo llamaba mi casa
mientras estaba en la escuela.
—Este lugar es lindo, Grace. — Se giró y me miró, pero pude ver que
su sonrisa seguía siendo forzada.
—Mamá, ¿qué está pasando? — Dejó su bolso en el suelo.
—¿Qué? ¿No puedo sorprender a mi hija con una visita?—
Sabía que mi expresión era probablemente incrédula.
—No es que no me alegre de verte, pero nunca has aparecido de la
nada, especialmente cuando es tan tarde. — Pude ver que la pared que
ella había construido alrededor de sí misma empezaba a desmoronarse.
—Mamá, ¿qué pasa? —
Ella exhaló, y vi su sonrisa desvanecerse. Una verdadera expresión
de tristeza, ira, desesperanza se aferró a ella en ese momento. Sabía de
qué se trataba antes de que ella dijera nada.
Mi padre. Michael.
Él y mi madre se habían casado jóvenes. Ellos habían sido novios en
la escuela secundaria, y yo sabía por el recordatorio de mi madre a lo
largo de los años que mi padre había sido su primer todo.
Primer novio.
Primer amor.
Primer beso.
Primero todo.
Así que cuando las cosas fueron cuesta abajo, mi madre se lo tomó
muy mal. El divorcio no había sido amistoso. Mi padre se había levantado
y abandonado a mi madre, tomando una buena parte de sus ahorros y
huyendo con la mujer que se convertiría en su nueva esposa. No había
pensado en cómo esto afectaría a mi madre; probablemente incluso pensó
que yo tenía la edad suficiente para —superarlo—.
Había intentado suavizar las cosas conmigo, diciendo que estaba
enamorado y que quería empezar su vida. Todo había sido una mierda.
Abandonó a su esposa e hija por un joven y nuevo trasero. Se casó
con ella poco después de traicionar a mi mamá y claramente no se
arrepintió ni se avergonzó de ello.
Y una parte de mí lo odiaba por lo que le hizo pasar a mi mamá, por
cómo la lastimó.
—Es sobre tu padre. —
Por supuesto. Porque incluso después de los años que habían
pasado, él seguía jodiéndola.
Me acerqué a ella y le di un abrazo. No sabía de qué se trataba, pero
lo que fuera la había molestado lo suficiente como para que sintiera la
necesidad de venir hasta aquí para verme.
Me eché para atrás y la miré, odiando que se sintiera tan perdida.
Ella puso un buen frente, sin embargo, y yo sabía que lo hizo por mí a
pesar de que yo sabía lo molesta que estaba realmente por todo eso.
—Sea lo que sea que haya pasado, las cosas se arreglarán. Siempre
lo hacen. — Tomé su mano y nos dirigí a la sala de estar, y nos sentamos
en el sofá. Su atención se centró en los libros de texto y los documentos
esparcidos por el suelo.
—Lo siento por irrumpir así. —
Agité la cabeza aunque ella no me mirara.
—Sabes que eres bienvenida aquí en cualquier momento. Siento no
haber podido volver a casa. La escuela ha estado un poco agitada. —
Y luego, por supuesto, estaba mi aventura con mi profesor.
Obviamente me lo guardé para mí. Probablemente no era una
conversación que necesitábamos tener en este momento.
—No, definitivamente deberías concentrarte en la escuela. No
deberías preocuparte de que tu mamá venga porque no puede manejar
su mierda. —
Nos sentamos en silencio durante largos segundos. No quise abordar
el tema de nuevo, pensé que ella podría decirme a su debido tiempo qué
era lo que estaba mal. Pero después de unos momentos, se aclaró la
garganta y señaló los libros de texto.
—¿Cómo va la escuela, por cierto? —
Se estaba desviando, haciendo tiempo. Ella me miró y yo me encogí
de hombros.
—Va bien.— Sentí mis mejillas calentarse mientras pensaba en
Lucian, preguntándome qué pensaría, cómo se sentiría si admitiera lo
que estaba haciendo con mi profesor.
Subí y bajé mis manos por los muslos, de repente me sentí muy
nerviosa. Vi la forma en que se tejía las cejas. Mi madre podía leerme bien
sin que yo tuviera que decir nada.
—¿Estás bien? —
Asentí con la cabeza y aclaré mi garganta.
—¿Qué pasa con papá? —
Se recostó en el sofá y exhaló, de repente pareciendo tan cansada.
—Va a tener otro bebé con Crystal. — Mi madre miraba fijamente
hacia adelante, sus lágrimas sin derramar eran evidentes.
Me enojé instantáneamente, no porque hubiera otro bebé que venía
al mundo, no porque nos había dejado para crear una nueva familia -
porque claramente no éramos suficientes- sino porque mi mamá estaba
sufriendo.
—Lo siento. — En ese momento volví a odiar a mi padre.
—No tienes nada que lamentar. Ni siquiera debería importarme en
este momento, pero juro que es como si se reabriera la herida. — Me
sonrió, pero era triste, distante. —Quería estar aquí contigo cuando te
enteraras. —
No sólo había engañado a mi madre, se había escapado con su
esposa demasiado joven, sino que cada vez que su felicidad volvía a
surgir, era como una bofetada en la cara de mi madre.
—Es un gilipollas, — le dije, y ella me miró y me sonrió con tristeza.
—Es tu padre. No quiero que pienses mal de él. —
—Entonces no debería haberte engañado y abandonado por un
pedazo de culo. —
Este enojo surgió en mí tan violentamente que sentí que me
temblaban las manos.
—Fue un error por mi parte venir aquí, para agobiarte. Pero quería
contarte las noticias en persona. Estoy seguro de que te llamará mañana.

Sólo podía mover la cabeza.
—¿Te lo ha dicho hoy? —
Ella agitó la cabeza.
—No, estaba hablando con Cheryl, y dijo que escuchó a Bob
hablando con tu padre por teléfono. —
Cheryl había vivido junto a nosotros casi toda mi vida. Después del
divorcio, Cheryl se había lavado las manos con mi padre, pero su marido,
Bob, al parecer seguía en contacto.
—Ella pensó que yo ya lo sabía cuando lo mencionó. — Ella me miró
entonces.
—No es que esperara que Michael me llamara y me lo dijera, y
honestamente me alegro de que no lo hiciera, ¿pero escucharlo de
segunda mano de la vecina? — Ella resopló.
Odiaba que siguiera controlando sus emociones, que tuviera ese
efecto en ella. Fue difícil para ella incluso tener su propia vida porque
sabía que ella todavía lo amaba. ¿Cómo podría no hacerlo?
Ni siquiera la traición podía impedir que a alguien le importara. Ni
siquiera el dolor de corazón podía hacer que esas emociones
desaparecieran.
—Todo saldrá bien, mamá. No vale la pena. Padre o no, nos lastimó
a las dos, y en este momento no lo quiero en mi vida. —
—Oh, cariño. No digas eso. Se divorció de mí, no de ti. —
Agité la cabeza.
—La forma en que llevó a cabo todo esto fue muy turbia. — Mi madre
no dijo nada, y en su lugar la sostuve mientras ambas estábamos
sentadas en silencio, la atmósfera pesada y espesa.
Él nos había hecho esto a ella y a mí, y todo lo que yo quería hacer
era gritarle y gritarle, decirle cuánto lo odiaba, cómo ver el dolor que
causaba en mi mamá me hacía odiarlo.
Pero no necesitaba eso en mi vida. Ninguno de nosotros lo hacía.
Todo lo que podíamos hacer ahora era seguir adelante. Todo lo que
podíamos hacer ahora era vivir esta nueva vida.
Y todo en lo que podía pensar después de ese pensamiento era en
cómo quería que esa nueva vida fuera con Lucian.
23

Cuanto más tiempo pasaba con Grace, más me daba cuenta de que
mi concentración en cualquier cosa que no le concierne era
prácticamente imposible. Me pasé una mano por la mandíbula, un día de
trabajo frotando mis palmas de la mano. Traté de concentrarme en los
papeles que habían sido entregados por mis estudiantes, pero mi
obsesión con Grace hizo que todo lo demás se oscureciera en
comparación.
Sólo quería estar con ella, pasar cada momento de mi vida con ella.
Era este dolor dentro de mí que crecía a diario, llamando a este enjambre
que no podía ser domesticado.
Me recosté en mi silla y miré al techo. Aunque la había visto en clase,
no habíamos tenido un momento libre para estar juntos. Y me estaba
comiendo lentamente. Me di cuenta de que la necesitaba en mi vida de
todas las maneras posibles. Necesitaba tocarla, besarla, abrazarla todos
los días.
Me quedé de pie, sin poder sentarme más, y me acerqué a la ventana.
Me apoyé contra la pared y crucé los brazos sobre mi pecho mientras
miraba el terreno de la universidad. Podía ver el estacionamiento, el salón
de estudiantes al lado. Había una gran zona de césped donde, durante
los meses más cálidos, los estudiantes se sentaban y estudiaban.
Aunque no me importaba que la gente supiera de mi relación con
Grace, sabía que ella estaba preocupada. Estaba en mi mente; cómo
reaccionarían, si la vieran bajo una luz diferente. Lo último era lo que
más me preocupaba, porque sabía que la gente podían ser bastardos sin
corazón. Sabía que podían esparcir rumores, decir cosas sobre ella,
pensar mal de ella. Eso es lo que me preocupaba si la gente se enteraba.
Mi trabajo, mi reputación... son sólo cosas en este mundo que no
significaban una mierda en comparación con el panorama general. Y ese
gran cuadro era Grace.
Llamaron a mi puerta, me di la vuelta y miré por encima del hombro,
sin moverme del lugar.
—Adelante, — dije, mi voz resonando en el pequeño interior de la
oficina. Asumí que era Ashley, mi asistente, pero una agradable sorpresa
me llenó cuando vi que era Grace.
Ella entró y cerró la puerta detrás de ella, y yo ya estaba caminando
hacia ella, la tenía en mis brazos, mi mano golpeando la parte de atrás
de su cabeza, y simplemente la sostuve. Enterré mi cara en su pelo,
cerrando los ojos e inhalando profundamente.
El aroma de los limones llenaba mi nariz.
—Estaba pensando en ti, — dije bruscamente contra su oreja y
arrastré mis labios a través de su mejilla, a lo largo de su mandíbula, y
presioné mi boca contra la de ella.
Me besó lenta y suavemente, pero al instante supe que algo andaba
mal. Me eché hacia atrás y la miré, la expresión de su cara diciéndome
que estaba cautelosa, que estaba tratando de actuar como si nada la
molestara. Pero no podía ocultármelo.
La había observado durante demasiado tiempo, conocía sus
expresiones faciales, lo que le gustaba y lo que no le gustaba, sabía
cuando algo andaba mal. Y estar con ella, finalmente reclamándola, sólo
había intensificado todo eso.
—Dime qué pasa. — Instantáneamente mis pensamientos se
dirigieron a algún pequeño cabrón lastimándola. No pude evitarlo, no
pude evitar el lado posesivo y protector que surgió en mí en lo que a ella
respecta.
Al principio no dijo nada, sólo exhaló y agitó la cabeza. La llevé al
sofá y me senté, manteniendo su mano en la mía, de hecho, deseándola
en mi regazo para poder sostenerla, para poder consolarla.
—Mi madre vino anoche, — dijo en voz baja.
—Aparentemente mi padre va a tener otro bebé con su esposa. —
Volvió a exhalar como si estuviera frustrada.
Cuando Grace se recostó en el sofá e inclinó la cabeza, la apoyó en
el cojín y miró al techo, miré la delgada columna de su garganta, la forma
en que su pulso latía constantemente debajo de su oreja.
—La parte loca de todo esto no es que me moleste que esté teniendo
otro, especialmente a su edad, sino que lastimó a mi madre. — Me miró
entonces, y aunque pude ver que estaba molesta, era muy fuerte.
Extendí la mano y acune su mejilla, mis dedos se rizaron
suavemente alrededor de la base de su cuello. Su largo y oscuro cabello
cayó sobre mis manos, a lo largo de la parte de atrás del sofá.
—Lucian, — susurró en voz baja. Grace me miró entonces, algo
revoloteando en su cara.
—Sólo quiero sentir algo más que este dolor y frustración. — Se
movió en el sofá de modo que estaba de frente a mí, y mantuve mi mano
en su mejilla.
Haría cualquier cosa por ella, y el hecho de que estuviera sufriendo,
de que tal vez pudiera darle algo de consuelo, quitarle algo de ese dolor
para que se le quitara de la cabeza, me hizo reaccionar instantáneamente.
Me incliné y la besé, deslizando mi lengua a lo largo de la costura de
sus labios, sintiendo su inclinación contra mí.
—Te amo, — dije contra su boca, y ella gimió, abrazando mi cuello y
presionándose más cerca de mi cuerpo.
—Dios, te amo tanto que siento que mi corazón podría detenerse por
ello.— Se recostó y me miró a los ojos.
—Nunca te vayas, — susurró con esa desesperación en su voz.
—Nunca—. Estábamos atados juntos de por vida.
Ella era mía y yo era de ella. Irrevocablemente.

Cuando mi madre me contó sobre mi padre, solo había dos personas


en las que quería confiar, para consolarme.
Sherry y Lucian.
Pero eran diferentes tipos de consuelo, diferentes tipos de apoyo
emocional que yo necesitaba de ellos.
Llamé a Sherry la noche anterior, hablé con ella durante horas,
sabía que las cosas estarían bien porque tenían que estarlo. Y se sintió
mejor... pero todavía sentía este agujero en mí.
Y lo primero de esta mañana, había venido a ver a Lucian. Quería
hablar con él la noche anterior, que me envolviera con sus brazos, que
hiciera más que solo decirme que todo estaba bien, que en realidad me
mostrara. Sabía que él me quitaría este dolor y la traición, así que no
sentía nada más que él y yo.
Me aferré a él, lo besé con esta necesidad febril que nunca antes
había sentido. Me encontré encima de él, mis piernas a cada lado de él,
el contorno rígido de su erección presionando justo entre mis muslos
diciéndome que él estaba justo aquí conmigo.
Gemí y abrí mi boca más amplia, inclinando mi cabeza, ahondando
mi lengua entre sus labios y tomando de él lo que sabía que él daba
libremente.
Levantó sus caderas hacia arriba, apretando su polla contra mí, y al
mismo tiempo empujé hacia abajo, meciéndome de un lado a otro,
sintiendo chispas de placer llenándome.
Tenía sus manos en mis caderas, sus dedos clavándose en mi carne
con casi un moretón. Pero yo quería esas marcas. Quería mirarme en el
espejo mañana y ver qué me había hecho, que yo era suya, que me había
marcado.
Presioné mis pechos contra su pecho, mis pezones duros,
ultrasensibles. El sonido áspero que venía de él me espoleó, y comencé a
balancearme hacia atrás y adelante contra su erección, frotando mi coño
a lo largo, el bulto. Podría haberme largado de esta manera, encontrando
mi liberación moviéndome sobre Lucian.
—Sí,— susurré contra su boca, rompiendo el beso solo lo suficiente
como para aspirar una bocanada de aire.
Lo miré a la cara, vi que estaba controlado, tranquilo, pero no pudo
ocultar la reacción de su cuerpo. Sus pupilas estaban dilatadas, su
respiración ligeramente aumentada. Su polla era dura, como un tubo de
plomo entre sus muslos.
—Tómame, Grace. Úsame. Deslizó sus manos por mi espalda, por
mis hombros, y ahuecó cada lado de mi garganta.
Inclinó mi cabeza hacia un lado, se inclinó y me besó, su boca, su
lengua, todo sobre él tan lleno de posesión y poder.
—Estoy aquí para ti. Fui hecho para ti.—
Se me escapó un gemido al escuchar sus palabras, y sentí que algo
se abría, un montón de emociones, deseos, excitación... la vida en general
me llenaba hasta que podía llorar por las sensaciones abrumadoras.
No estaba pensando en nada más en este momento. Pero cuando
escuché la puerta de su oficina abrirse, el sonido de un jadeo
sobresaltado vino de atrás de nosotros, todo mi cuerpo se congeló.
Miré por encima de mi hombro para ver a Ashley allí de pie, con un
montón de papeles en sus brazos, los ojos muy abiertos y la boca abierta
por la sorpresa.
Ella no se movía, no hablaba mientras nos miraba. Aquí estaba,
encima de Lucian, su polla dura y presionando entre mis muslos, sin
duda lo que estábamos haciendo colgando entre nosotros.
Le devolví la mirada, sintiendo que toda esta experiencia no estaba
sucediendo. Todo se movía en cámara lenta.
Pero él no estaba enfocado en ella. Me miró fijamente, sin
preocupaciones en su rostro. Todavía tenía sus manos a ambos lados de
mi garganta, alisando sus pulgares a lo largo de mi pulso.
—Oh, Dios mío—, dijo Ashley finalmente.
Aparté la mirada de Lucian y la miré de nuevo. Traté de alejarme de
él, pero él ya tenía sus manos en mis caderas, manteniéndome justo
donde estaba.
Lo miré sorprendida, sobresaltada. El miedo me llenó. Esto era malo,
muy malo. Ella le diría a la administración. Se metería en problemas, y
eso trajo pánico en mí.
La oí irse, saliendo, la puerta se cerró de golpe detrás de ella. Y
todavía Lucian no se había movido, me mantuvo en su regazo, sus manos
en mi cuerpo. Me miró a los ojos, y una pequeña sonrisa se formó en sus
labios.
—Lucian, Dios. Esto no es bueno. —Sacudí la cabeza y me bajé de
él, y me dejó. Me temblaban las manos cuando las alisé por los
pantalones. Y sin embargo, todavía estaba sentado allí, con las piernas
ligeramente abiertas, su polla presionada contra sus pantalones,
cargando el material, mostrándome lo grande y grueso que era.
Tragué bruscamente, este nudo de preocupación se alojó en mi
garganta.
—No estoy preocupado—, dijo sin esfuerzo.
—¿Cómo puedes no estar preocupado?— Mi voz tembló.
Finalmente se puso de pie, ajustando su polla antes de acercarse a
mí. La sonrisa seguía en su rostro cuando colocó su mano en mi hombro
y la movió por mi brazo, tomando mi mano en la suya.
—No me importa que nos haya atrapado—.
Sentí que mis ojos se ensanchaban. —¿Q-qué quieres decir? Si ella
le dice a la gente, vas a perder tu trabajo —. Y aún así, él no se vio
afectado.
No dijo nada mientras se inclinaba y me besaba. Era suave y dulce,
tranquilizador. Cuando se retiró, sentí que el estrés me dejaba en el hecho
de que estaba tan tranquilo.
—Grace, lo único que me importa eres tú. Nada más es una
preocupación. Este trabajo, lo que la gente piensa... Él negó con la
cabeza. —Eres todo lo que me importa—. Y luego me atrajo para un
abrazo y apoyé la cabeza en su pecho, escuchando el latido constante, de
su corazón.
Fue fácil no dejar que me molestara porque no lo dejó que lo
afectara, pero yo amaba a Lucian, y el hecho de que esto pudiera arruinar
su vida era una posibilidad muy real, sin importar lo que dijera.
24

Vi cuando mi clase de la tarde se fue, el sentimiento de lo que estaba


viniendo con fuerza desde ayer, cuando Ashley nos encontró a Grace y a
mí.
Recogí mis papeles y los puse en mi cartera. Cuando el último
estudiante se fue, me senté y empecé a moverme sobre el programa de
estudios. Esto no tenía sentido si era sincero. Sabía que la junta me
llamaría eventualmente, probablemente más temprano que tarde.
No fue sino un momento después cuando oí la puerta abierta.
Levanté la vista y vi a Dean Richards parado allí, con un sobre de manila
en la mano y una expresión de cautela en la cara. Sabía de qué se trataba.
Estaba preparado para esta visita.
Así que me quedé de pie, encontrándome con él a mitad de camino,
sin que ninguno de los dos dijera nada durante largos momentos. ¿Qué
se podría decir? —Profesor Goode—, dijo con voz profesional, no una que
hubiera usado conmigo desde que me contrató años antes.
Era amigo de Calvin. Conocí a su familia, a sus hijos. Habíamos
cenado juntos. Lo consideraba un amigo. Pero no estaba aquí de visita
social. Estaba aquí en acción oficial de la universidad.
No dudé que Ashley se lo diría. Ella seguía los reglamentos sobre
todo, y fue una de las razones por las que la elegí para ser mi asistente.
Se podía confiar en ella, era leal y seguía las reglas.
Pero eso también tuvo repercusiones, ya que el hecho de que me
atrapara con Grace significaba que no había sido capaz de guardárselo
para sí misma. No podía culparla, ni siquiera estaba enfadado. De hecho,
me alegré de que se lo dijera a la universidad.
Significaba que no había más escondite, no más fingir que no estaba
enamorado de Grace.... no más actuar como si tuviera control sobre ella.
—Dean Richards, — dije a cambio y alargué la mano para coger el
sobre. La mirada en su cara lo decía todo, pero también esperaba que la
mía lo hiciera.
Quería que viera que yo no estaba afectado, que todo se había hecho
realidad, que las cosas habían sucedido como se suponía que debían
suceder.
—¿Sabes por qué estoy aquí? — Aunque lo formuló como una
pregunta, pude oír en su voz que él ya sabía la respuesta.
—Lo sé. —
Exhaló como si esto fuera doloroso para él. Y tal vez lo fue. Nos
habíamos considerado amigos. Probablemente vio esto como una
traición.
—La escuela te ha suspendido hasta que se investigue más a fondo.
Mañana se celebrará una audiencia con más detalles sobre la situación.
Necesito que te presentes a primera hora de la mañana. —
Asentí con la cabeza.
—¿Y Grace? —
—Ella también ha sido notificada. La necesitaremos allí para que lo
tenga todo en cuenta. —
—Ella no hizo nada malo. No se tomarán medidas disciplinarias
contra ella. —
Tal vez no debí haber sido tan duro y exigente, dado que no estaba
en posición de hacerlo. Pero que me aspen si la arrastran por esto.
—Ella no tiene la culpa de esto, profesor Goode. —
Lo que Calvin realmente quiso decir es que yo era un depredador
que se aprovechaba de un estudiante inocente. Podía pensar lo que
quisiera, siempre y cuando ella se quedara fuera de esto.
—¿En qué estabas pensando, Lucian?, — dijo en voz baja, el hombre
al que había llamado amigo que estaba llegando por un instante. Pero no
respondí a su pregunta.
— Gracias, Dean Richards. Estaré allí a primera hora de la
mañana.—
No iba a decirle que nos queríamos, o que esto era un error de juicio
y que lo sentía. Porque no lo era.
Tuve a Grace, finalmente, y no la dejaría ir. Y eso probablemente me
costaría el trabajo, pero que así sea.
Que así sea, porque todo valió la pena. Ella valió la pena.
25

La Mañana Siguiente.

No podía creer lo que estaba escuchando.


—¿Lo entiende todo, profesor Goode? — Me volví y miré a Lucian,
sabiendo que mis ojos estaban muy abiertos, sintiendo como si mi
corazón se me saliera del pecho.
—Entiendo, — dijo Lucian sin ninguna emoción en su voz. De hecho,
sonaba como si no le importara un carajo que lo hubiesen suspendido de
su puesto hasta que lo investigaran más a fondo.
—Esto es un error, un malentendido—, dije antes de poder
detenerme.
Me enfrenté de nuevo a la junta, sabiendo que me veía sorprendida.
No podían decirnos cuánto tiempo duraría la investigación, o si Lucian
aún tendría un trabajo cuando todo estaba dicho y hecho.
—¿Cómo puedes creer más en la palabra de una persona que en la
de un miembro de tu equipo? — El decano se inclinó hacia adelante y
juntó sus manos, mirándome a los ojos.
—Nos tomamos muy en serio las acusaciones de confraternización
entre estudiantes y profesores. Se hará una investigación para averiguar
la verdad. —
Todo lo que podía hacer era mover la cabeza.
—No pasó nada. Todo esto es un gran malentendido. — Yo era un
disco rayado en este momento.
—Todo esto es un gran error, — susurré, a punto de llorar. Pero yo
no quería hacerlo. Necesitaba ser fuerte, necesitaba parecer como si
tuviera mis cosas juntas y no desmoronarme frente a Lucian.
—Está bien, Grace, — dijo Lucian en voz baja.
Y antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, Lucian
me envolvió el brazo en el hombro y me acercó. Tomó su otra mano y
agarró suavemente mi barbilla con el pulgar y el índice, girando mi
cabeza, así que ahora estaba de frente a él.
Me miró a los ojos, y todo lo demás a mí alrededor se desvaneció,
desapareció. Podríamos haber sido capaces de arreglar esto, negarlo todo,
pero cuando él se inclinó y me besó en ese mismo momento y delante de
todos, no había forma de negarlo.
Se echó para atrás antes de que pudiera detenerlo y sonrió.
—No importa, — dijo en voz baja. —Sólo tú. — Se giró y miró a la
junta.
—La amo, y soy consciente de las repercusiones que nuestra
relación traerá. — Y luego se puso de pie, tomó mi mano en la suya y nos
sacó de la oficina.
Miré por encima de mi hombro a la junta, sus ojos muy abiertos y
sus bocas abiertas en shock. No tenía idea de lo que iba a pasar de ahora
en adelante, pero Lucian parecía confiado en el futuro, en nuestra
relación.
Y eso me hizo sentir que todo estaría bien.

Ella estaba molesta y yo lo odiaba, odiaba que yo fuera la razón por


la que estaba en esta situación, que se sintiera desesperada, triste por
mí.
Abracé a Grace con mis brazos y la acerqué. Sólo habían pasado un
par de semanas desde que estuve frente a la junta por mi —mala
conducta—, como ellos la llamaban.
Y aunque tal vez podría haberme librado de ello, usando mis años
de enseñanza allí y mi reputación, mi buena reputación, para no tener a
Ashley contándoles acerca de Grace y de mí, la verdad es que no quería
mentir sobre ello.
Así que la besé.
Quería probar que ella era mía. La quise desde el momento en que
la vi, y perder mi posición fue un pequeño sacrificio para pagar por estar
con ella.
Subí y bajé mi mano por su espalda, susurrando que todo estaba
bien, que iba a estar bien. Estaba molesta por mí, por las circunstancias.
Y quería quitarle ese dolor.
Me eché hacia atrás pero la mantuve cerca, sonriendo y moviendo la
cabeza, diciéndole sin palabras en ese momento que todo era perfecto.
—Pero es tu trabajo, por lo que has trabajado duro para lograrlo. —
No sentí nada más en ese momento que mi amor por ella.
—Es sólo un trabajo. — Le limpié la lágrima que rodaba por su
mejilla.
—Siento haberme desmoronado así. Es un poco increíble. Ambos
somos adultos que consienten. —
Me incliné y le besé la frente, cerrando los ojos y deleitándome con
el hecho de que ella estaba aquí conmigo.
—Conocía las reglas, Grace, y no me importaban. Sabía desde el
momento en que te vi entrar en mi clase que este sería el resultado—. Me
eché para atrás y la miré a los ojos de nuevo.
—¿Cómo lo supiste?, — susurró ella.
—Porque no iba a dejarte ir. Haría cualquier cosa, lo perdería todo
por estar contigo, Grace. ¿No te das cuenta de eso? ¿No ves que estoy
locamente enamorado de ti? —
Ella sonrió, y vi que esa tristeza se desvanecía cuando sus
sentimientos por mí se elevaron.
—Yo también te amo. — Me envolvió los brazos en la cintura y apoyó
la cabeza en mi pecho.
—¿Serás capaz de encontrar otro trabajo? ¿O es algo que te
seguirá?— Ella dijo esas palabras en voz baja, y yo no contesté por un
momento, sólo la abracé, sentí su calor deslizarse en mí, dejé que su
aroma me envolviera.
—No necesito un trabajo, Grace. Tengo suficiente dinero para cinco
vidas. — Se echó hacia atrás y me miró.
—¿El negocio de tu tío? —
—Mi negocio. — Mantuve mis brazos alrededor de ella, negándome
a dejarla ir. La necesitaba cerca.
—Todo se convirtió en mío después de su muerte. Fui a la escuela y
me convertí en profesor porque quería esa conexión con mi padre. Y ya
me harté. Lo conseguí. Y quizá en el futuro vuelva a enseñar. Pero esa no
es mi principal preocupación, no es en lo que estoy enfocado—. Oí su
respiración.
—Te tengo a ti, y eso es todo lo que me importa. —
Yo diría eso una y otra vez.
Me incliné y la besé, y ella se volvió suave y flexible contra mí. Si no
volviera a enseñar, estaría contento porque tendría a Grace.
Tenía su amor.
Dirían que estoy obsesionado.
Diría que estoy enamorado.
¿Qué más necesitaba en la vida?
26

—Así que él... — Sherry se inclinó, sus ojos muy abiertos, esta
mirada de asombro y emoción cubriendo su cara.
—¿Te besó delante de todos ellos? —
No pude evitar reírme del escandalizado tono de su voz. Asentí y
agarré mi taza de té, llevándola a mi boca y tomando un largo sorbo. Los
sabores de la manzanilla y la miel llenaron mis papilas gustativas.
—Sí, fue un poco intenso si soy sincera. — Dejé la taza en el suelo y
miré fijamente el líquido dorado que contenía la cerámica. Mis manos
aún estaban envueltas alrededor, el calor que se filtraba en mí.
—Estás pensando en él ahora mismo, ¿no? — Levanté la vista y miré
a Sherry. No lo negué mientras asentía. Me aclaré la garganta y me moví
en el asiento.
—Así que esto es, como, algo verdadero. — No lo dijo como si fuera
una pregunta.
—Lo amo tanto, Sherry, — susurré, sintiendo mis mejillas calentarse
mientras pensaba en la pasión que Lucian sentía por mí, cómo me había
follado esta mañana, me hizo venir tres veces antes de que finalmente se
hubiera rendido y me hubiera dejado respirar. Todavía me temblaban las
piernas, me dolía el coño. Era insaciable de mí, y no pude evitar sentir
que cada día me enamoraba más de él.
—¿Y él te ama? — Como si supiera que fue una pregunta estúpida,
ya que sabía la respuesta, dijo:
—Que se joda la escuela. — Ella sonrió.
—Maldita sea, necesito a un tipo así, que diga que se joda todo
menos yo. —
—¿Qué hay del deportista Craig? — Levantó una ceja.
—¿Deportista Craig? —Ella resopló.
—Es como lo he estado llamando porque cada vez que lo veo lleva
puesta esa maldita chaqueta de la secundaria. — Ella se rio.
—Dios, no me lo recuerdes. Le sigo diciendo que necesita dejar eso
de lado y dejar atrás el pasado. Aún vive en sus días de gloria
futbolística.—
Los dos empezamos a reírnos.
—¿Pero ustedes son, como, serios? —
Vi cómo cambiaba su expresión, cómo sus mejillas se volvían
rosadas, cómo miraba hacia otro lado y sonreía. No tenía que decir las
palabras para que yo la oyera alto y claro. Le gustaba Craig, tal vez las
cosas se estaban poniendo serias. Me alegré por ella, me alegré por las
dos de haber encontrado algo que merecíamos.
Ella me miró entonces, su expresión despejada.
—Me gusta mucho.... me estoy enamorando de él.— Mi corazón latió
dos veces en mi pecho por ella.
—¿También te ama? —
Ella sonrió suavemente, dulce.
—Él dice que sí.— Se encogió de hombros.
—No puedo mentir y decir que no tengo miedo. Nunca he amado a
nadie antes, Grace. Supongo que el tiempo dirá cómo van las cosas, pero
él es muy dulce e incluso me abre la puerta, saca las sillas antes de que
me siente. —
—El amor es algo que da miedo. — Ella asintió, y nos quedamos en
silencio por un momento, reflexionando sobre todo.
Me sentí realmente feliz por ella y me acerqué para tomar su mano
en la mía, dándole un apretón de manos.
—Me alegro de que sea bueno contigo. Te lo mereces. — Me devolvió
el apretón de manos.
—Y me alegro de que seas feliz, Grace. No puedo negar que estoy un
poco celosa de que tengas a un profesor tan sexy como el demonio
obsesionado contigo, que está tan locamente enamorado de ti que
renunció a su trabajo sólo para poder mantenerte. — Se rió, y oí la nota
de burla en su voz.
—Y sin duda muchas chicas están celosas de ti, Sherry. ¿Quién dice
que la caballerosidad está muerta cuando tienes a un tipo como Craig?

—Touché, — dijo y sonrió más ampliamente.
—Ambas somos afortunadas. — Sí, lo éramos.
—Yo diría que tenemos un par de guardianes, Grace. — Sí, parecía
que sí.
EPÍLOGO

Un año después

Podía sentir el calor del sol en mi cara, me estiré, las sábanas de


seda moviéndose a lo largo de mi cuerpo. Sábanas de seda. No es algo
que haya experimentado en mi vida antes de conocer a Lucian, pero
desde que me mudé con él hace seis meses, ha insistido en que
durmamos en ellas, en que no merecía menos.
Me malcriaba, me adoraba. Yo era su reina, como le gustaba decir.
Levanté los brazos y los estiré por encima de la cabeza, con los dedos
doblados contra las barras de hierro forjado de la cabecera, la sensación
de los intrincados detalles rozando las yemas de los dedos. Todavía tenía
los ojos cerrados, pero fue la sensación de la mano de Lucian
deslizándose a lo largo de mi costado, sobre mi vientre, y entre mis
muslos, lo que me hizo abrirlos y mirar al techo.
Me sacó un grito ahogado mientras sus dedos se deslizaban contra
mi hendidura, burlándose de mi agujero antes de acumular la humedad
que ya se había formado allí y llevándola a mi clítoris.
Giré la cabeza y lo miré. Ahora estaba tan cerca, con su cuerpo frente
al mío, su mirada fija en mí. Sus ojos oscuros parecían aún más oscuros
porque sus pupilas estaban dilatadas. El vello de su cara tenía mis dedos
deseosos de tocarlo, y bajarle la cabeza entre mis muslos, para ver si esa
sombra de las cinco de la tarde sería suave o áspera entre mis muslos.
—Buenos días—, refunfuñó. Me metió el dedo y yo solté un grito
silencioso.
—Ábrete más para mí, — susurró.
Hice lo que me dijo, ninguno de los dos dijo nada. Lucian continuó
tocándome con el dedo mientras me miraba fijamente a los ojos. Y luego
se inclinó y me besó, trabajando su mano aún más rápido entre mis
piernas, su dedo empujando dentro y fuera de mi coño.
—Lucian, — susurré al mismo tiempo que exploté, culminando con
tanta fuerza que mis pechos se elevaron por sí solos, mi espalda se
arqueó, y una ráfaga de calor me recorrió. Los músculos de mis muslos
ardían tanto como mientras mis piernas estaban abiertas, y aún así él
me trabajaba, exprimiendo hasta la última gota de placer que podía en
mí.
Cuando me sacó los dedos de encima, abrí los ojos a la fuerza, vi
cómo levantaba la mano, los dedos brillando con mi crema. Se los llevó a
la boca y los chupó hasta dejarlos limpios, ni una sola vez me quitó la
mirada de encima.
Me besó de nuevo, metiendo su lengua en mi boca y haciéndome
probar el sabor almizclado y dulce de mi excitación. No sabía cuánto
tiempo estuvimos acostados allí, besándonos, mi cuerpo todavía
temblando por las secuelas de mi orgasmo. Pero podría haberlo hecho
todo el día.
Sentí su erección pincharme el muslo, y rompí el beso, colocando mi
mano en su pecho y empujándolo suavemente hasta que estaba boca
arriba.
Empujé las sábanas, miré hacia abajo la enorme erección que tenía,
su polla tan larga y gruesa que la punta llegó hasta el ombligo, una gota
de líquido pre seminal ya en la punta. Se me hizo agua la boca y se me
tensó la garganta.
Le eché otro vistazo a su cara antes de bajar y agarrarme a esa polla
monstruosa, con una circunferencia tan grande que mis dedos ni
siquiera se tocaron mientras lo sostenía. Usé mi otra mano para agarrar
sus pelotas, el pesado saco desbordando mi palma.
No hubo preámbulo cuando abrí la boca y empecé a chupar la punta,
lamiendo el líquido pre seminal salado mientras intentaba llevarme todo
lo que podía de él a la boca. Pero era demasiado grande, demasiado largo.
Llegué a la mitad del camino antes de que la corona golpeara la parte
posterior de mi garganta, lo que hizo que me atragantara un poco antes
de retroceder.
Hice esto una y otra vez, la mano de Lucian en mi pelo, mi pelo
enredado en sus dedos. Levantó las caderas al mismo tiempo que empujó
suavemente mi cabeza hacia abajo sobre él, haciéndome tomar más de
su longitud. Gimió con dureza, y yo sabía que estaba cerca, tan cerca que
seguía probando chorros de su semen que se movían a lo largo de mi
lengua.
Tarareé, sabiendo que el sonido y la vibración lo pondrían en
marcha. Y como yo sabía que lo haría, gimió profundamente, apretó con
fuerza su mano en mi pelo, y metió sus caderas en mi boca, haciéndome
tomar todo lo que pude.
Se vino poderosamente, disparando su carga por mi garganta. Me lo
tragué todo, mis ojos llorando, pero mi apetito por él era fuerte.
Y cuando sentí que su polla se volvía semiblanda en mi boca, sólo
entonces retrocedí. Aspiré una gran bocanada de aire, la sangre corriendo
bajo la superficie de mis labios, mi boca sintiéndose hinchada. Me miró
con deseo en la cara. Este ligero brillo de sudor cubrió su pecho desnudo,
y la excitación se estrelló contra mí.
Lo quería, desesperadamente.
Me subí encima de él, a horcajadas sobre su cintura, su polla se
endureció entre nuestros cuerpos al instante. Estaba tan mojada,
empapada de hecho.
Me agaché y le agarré la polla, puse la punta en mi entrada y me
deslicé sobre su eje con fluidez. Ambos gemimos, y todo mi cuerpo se
calentó, sudando a lo largo de mi pecho y espalda. Apoyé mis manos en
sus musculosos pectorales y empecé a montarlo.
Arriba y abajo, más rápido y más fuerte. Golpeaba mi pelvis contra
la suya cada vez que me rozaba, le clavaba las uñas en el pecho cada vez
que me levantaba. Podía sentirme escalando cada vez más alto, y los
sonidos recortados que venían de Lucían me decían que iba a cruzar el
borde del precipicio junto conmigo.
Puede que se haya liberado, pero cuando dije que era insaciable por
mí, lo dije en serio.
Y luego me agarró de los pechos y me tiró de los pezones con los
pulgares y los dedos índice, torciendo las puntas hasta que incliné la
cabeza hacia atrás, con el pelo rozando la parte superior de mi trasero y
gritando cuando llegué.
Me caí sobre el borde con fuerza.
No fue hasta que pasaron varios momentos que me desplomé sobre
su pecho, Lucían sosteniéndome, su polla aún enterrada profundamente
en mi cuerpo. No dijimos nada, pero no era necesario decir nada.
Este momento fue perfecto.
Este momento fue nuestra realidad.

La oí entrar en la cocina y me di la vuelta mientras Grace entraba.


Estaba recién bañada, con el pelo húmedo y colgando sobre sus hombros,
las puntas comenzaban a rizarse ligeramente a medida que los mechones
se secaban.
Estaba vestida con un par de vaqueros negros, los zapatos blancos
de ballet a juego con una camiseta blanca que llevaba puesta. Había
pequeñas flores rojas impresas en el material, sus pechos presionando
contra la tela, el cuello en V lo suficientemente bajo como para captar
sólo una pizca de escote.
Hice un pequeño sonido en la parte posterior de mi garganta al ver
eso, y ella me miró. Ella sonrió y se me acercó, abrazando mi cintura y
poniéndose de puntillas para besarme.
—Te pones tan celoso por todo, — dijo en un suspiro.
—¿Eso te molesta? —
—Me excita que me quieras toda para ti. —
Gruñí y bajé la espátula, envolviéndola con mis brazos alrededor de
su cintura y moviéndola de vuelta hacia el mostrador. La levanté y me
senté en el borde un segundo después, usé mi cuerpo para separar sus
piernas, y me metí entre ellas.
Me sumergí y besé el lado de su cuello, oliendo el jabón que había
usado antes, sintiendo el calor de su piel, el frío de su cabello húmedo
contra mi mejilla.
—No puedo evitarlo. Sólo quiero tenerte para mí solo—. Ella suspiró
y descansó contra mí, y yo sólo la abracé.
Después de un año juntos, mis sentimientos por Grace se habían
multiplicado por diez. Cada día se hacían más fuertes, me consumían
aún más.
Deslicé mi mano por su brazo, sobre su muñeca, y apoyé mis dedos
en los de ella. Me eché hacia atrás y miré su mano, levantándola hacia
arriba y apoyando un dedo en su dedo anular.
—Voy a necesitar mi anillo aquí pronto, Grace. —
—Lo sé, — dijo ella placenteramente.
—Quiero eso. —
La única razón por la que no me había casado con ella era porque
quería que terminara la escuela. Quería que encontrara su
independencia y obtuviera su título. Quería que ella hiciera todo lo que
deseaba. Apresurar las cosas podía hacer que se alejara, y eso no era lo
que yo quería. Nunca.
—Tener mi anillo en tu dedo hará que todos sepan que eres mía. —
Le metí la punta de la nariz a lo largo del cuello. Aunque la verdad sea
dicha, el hecho de que ella llevara un puto anillo no me impediría derribar
a cualquiera que pensara que podía quitarme a Grace.
Tenía mis manos en el mostrador junto a ella ahora, sabiendo que
podría haberla cogido de nuevo, mi polla ya dura como acero contra la
cremallera de mis pantalones.
—No olvides que mi madre vendrá esta noche con su novio. —
Me retiré, la mención de su familia como agua fría en mi excitación.
—No lo olvidé. — Podía ver la preocupación en su cara.
—¿Estás nerviosa por conocer a su nuevo novio? —
Ella agitó la cabeza instantáneamente.
—Bueno, más o menos. Sólo quiero asegurarme de que él es bueno
con ella y ella es feliz. Eso es todo lo que me importa—. Asentí y la ayudé
a levantarse de la mesa cuando oí su vientre gruñir.
—Siéntate para que pueda alimentar a mi mujer. — Pasó junto a mí,
me di la vuelta y le di una palmada en el culo, y un gruñido me dejó.
Grace miró por encima de su hombro y guiñó un ojo, y luego se dirigió
hacia la mesa para sentarse.
Terminé de desayunar y me uní a ella, y cuando empezamos a comer
pensé en la primera vez que la tuve aquí, cómo había sentido una oleada
de poder sabiendo que estaba comiendo la comida que le había
preparado. Sabía que ese día era el primero de una serie de otros en los
que la haría mía.
—¿Hablaste con tu padre? — Me llevé un pedazo de huevo a la boca
y comí mientras la miraba, midiendo su reacción. Ella asintió.
—Sí. Le devolví la llamada. —
Durante el último año había estado arreglando lentamente su
relación con su padre y conociendo a sus hermanos. Y aunque yo sabía
que ella estaba tratando de arreglar las cosas con él y dejar atrás la
traición y el daño que él había causado, todavía podía ver la aprensión
en su rostro, podía oírla en su voz cuando ella le hablaba.
—Realmente está tratando de arreglar las cosas—, dijo ella y se
inclinó hacia atrás en la silla, con la mano alrededor del vaso de agua.
—Puedo oírlo cada vez que hablo con él. — Se quitó un poco de pelo
de la cara y exhaló.
—Estamos llegando a eso, supongo. Pero me gusta pasar tiempo con
Lizzie y Ally—, dijo.
Una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras hablaba de sus
hermanas. Aunque conocí a su padre una vez, y pude ver su
desaprobación por el hecho de que estuvimos juntos al instante, él no
tenía espacio para juzgar. Además, no me importaba una mierda su
aprobación. Amaba a Grace y no iba a renunciar a ella a pesar de todo.
Y aunque quería que Grace tuviera una relación con su padre, me
dejó un sabor agrio en la boca porque había lastimado a la mujer que yo
amaba. Y eso es algo que nunca soportaría.
Pero si él estaba dispuesto a compensarla, y ella quería que
funcionara con él, yo estaba dispuesta a aceptarlo en mi vida y no a
patearle el trasero por lastimar a Grace.
—Cambio de tema—, dijo, y vi la emoción en su cara.
—Recibí una llamada para esa entrevista en la agencia de
publicidad. —
El orgullo me llenó.
—Por supuesto que lo hiciste. No tenía ninguna duda. Hubieran sido
tontos si no te hubieran escogido. —
Se encogió de hombros y vi el color rosa de sus mejillas. Se había
graduado este año y tenía el corazón puesto en una agencia de publicidad
en la ciudad. Le dije que podría haberla metido fácilmente con mis
contactos, pero ella se negó, queriendo hacer las cosas de forma —
legítima —, o eso dijo.
—Tengo un buen presentimiento sobre esto, nena. —
Me miró con escepticismo y levanté las manos. —Juro que no moví
los hilos. Ellos fueron los que te llamaron—.
—Yo también tengo un buen presentimiento. Esperemos que no lo
estropee. —
Se puso de pie para llevar su plato al fregadero, pero yo la agarré por
la cintura y la bajé en mi regazo.
—¿Te he dicho cuánto te quiero? —
—Sólo cada vez que me ves, pero no me quejo. — Se inclinó y me
besó, y sentí que todo estaba bien en el mundo.
Sólo sentía felicidad, gratitud, y una enorme sensación de calma de
que yo era un bastardo con suerte, había ganado la maldita lotería en lo
que a mi chica se refiere.
—Tal vez algún día te canses de que lo diga. Tal vez algún día veas
lo obsesionado que estoy contigo. — Murmuré las palabras contra sus
labios.
—Tal vez me gusta que estés tan obsesionado conmigo. Tal vez
quiera más—. Me quejé.
—Cuidado o te tendré de vuelta en esa cama.—
—No hagas amenazas que no vas a cumplir. —
Sonreí, pero no fue por diversión. Me levanté de mi silla, me agaché
y la rodeé con los brazos alrededor de las piernas, la levanté y la arrojé
sobre mi hombro. Excesivo, seguro, pero necesario... absolutamente. Ella
gritó sorprendida, y yo le di nalgadas en el culo mientras nos llevaba de
vuelta al dormitorio.
—Supongo que eres un hombre de palabra. — Seguro que lo era,
carajo.

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