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Pensamientos
"De mi padre recibí la espiritualidad, la conciencia social y el amor profundo
por México; de José Villagrán el de la Arquitectura; y de Luis Barragán, Chucho
Reyes y Pedro Coronel, el de la belleza".
"México es un país de arquitectos, en lo profundo de su ser y de su historia
cada mexicano es un creador en su propia vida."
"La arquitectura es para hacer feliz a la gente".
Les quiero platicar la experiencia de una reunión que tuvo lugar hace tres o
cuatro meses y que me impresionó como pocas cosas me han impresionado
en la vida, y fue la reunión de la Unión Internacional de Arquitectos en
Barcelona.
Las primeras ponencias, las primeras pláticas, eran cuatro días, fueron por
los arquitectos ingleses, franceses, japoneses. Los temas que se trataron, el
tema del Congreso, era El Futuro de las Ciudades. Los temas y propuestas
que se trataron correspondían a sus países; los ingleses, Richard Rogers,
mi gran amigo, proponían que se debían de estudiar más lugares de
esparcimiento porque la gente cada día trabaja menos, que era importante
darles lugares de descanso. Las propuestas francesas fueron totalmente
intelectuales, las propuestas japonesas fueron casi diría yo, surrealistas.
Cuando me tocó el panel -el último día eran dos paneles, uno en que estaba
yo, en el otro estaba Charles Correa de la India, en mi panel estaba un crítico
italiano - y fue impresionante cuando él empezó a decir pues que la verdad
estaba muy preocupado porque se veían propuestas universales, que por lo
que se había hablado durante dos días, las ciudades de todo el mu ndo
deberían ser iguales, todo era lo mismo y que él quería protestar
enérgicamente de por qué se estaban haciendo edificios en todas partes del
mundo sin tener en consideración la ciudad y la cultura.
Alguna vez platicando con Luis Barragán, hablábamos de París y los dos
decíamos: “qué maravillosa ciudad, qué bien la pasa uno en París ”, ¡y cómo
nos divertíamos!. Ya que habíamos llegado a esa conclusión, me dice Luis,
-ya viste Ricardo, el mal gusto entró al occidente por Francia - me dijo, -dime
un edificio de París que te parezca excepcional- y dijimos muy pocos, y si lo
comparamos con otras ciudades, hay mucho mejores edificios en otras
ciudades, sin embargo como ciudad, París es extraordinario.
Muy impresionante, que los líderes del High Tech inglés, Foster y Rogers
estén dando vuelta a su arquitectura y se estén concentrando en ver cómo
pueden hacer edificios que ahorren energía, cómo pueden hacer edificios
que funcionen con ventilación cruzada, cómo pueden hacer edificios que
verdaderamente respondan a la orientación de las fachadas, y nosotros
estamos necios y entercados en copiarlos a ellos cuando ellos ya van hacia
otro camino.
Sin embargo, ese es el que sale en los periódicos: “sólo Campos juega dos
partidos en un día, y todos podemos ser Campos”, y ese es un grave error,
un grave error. Necesitamos aprender a trabajar en equipo, cuesta mucho
trabajo en México, ustedes en el Norte están mejor preparados que el resto
del país, pero por favor, encuentren todo el orgullo y toda la satisfacción de
las otras actividades, porque en primer lugar no es uno el que diseña, yo
estoy aquí, a mí me toca jugar el papel del líder pero sin mi gente yo no
puedo trabajar, no sólo no puedo trabajar: no puedo producir, no produzco.
Tengo un socio de hace todos los años del mundo, sin él yo no hubiera
podido hacer nada; estoy seguro de que ustedes no conocen su nombre, su
nombre es Noel Casto. No le interesa dar conferencias, no le interesa salir,
pero he tratado, no le interesa más que su vida personal.
Cada año nos vamos a comer, nos tomamos varios tequilas y meditamos, y
siempre acabamos en la misma conclusión, quién será más feliz y quién está
haciendo una mejor labor, y siempre llego a la conclusión de que él está
mejor que yo.
Tienen que entender eso, necesitamos eso, si no hay ese apoyo, vamos a
perder la batalla, vamos a perder la batalla en manos de los que sí le dan
valor a eso.
Cuando colgué dije, ¡bueno, esta niña no entiende nada!, nada de todo el
esfuerzo que yo he hecho, y después, uno de mis hijos me dijo, -mira papá,
date cuenta de que a ella no le interesa, ella necesita una casa, lo otro le va
a llegar después, pero ahora lo que quiere es una casa en que el agua aliente
salga, en que las puertas cierren, en que la pintura esté bien, después va a
entender lo otro, pero para ella lo más importante es eso -, y para un
promotor, lo más importante es que le hagamos arquitectura que dé dinero y
poco a poco van a apreciar la estética, van a apreciar el am biente.
Por último, les insisto, necesitamos abrirnos, ¿por qué siempre hablamos de
que para que México se vuelva internacional hay que importa r cosas? ¡Ah!,
para importar somos los amos, desde toda la organización, hasta cada uno
de nosotros que ya sabemos cómo cruzar la frontera para sacar la luz verde
en lugar del foquito rojo, tenemos todos los recursos para que nos den una
factura más baja, pasamos las cosas sin impuestos, toda la cultura es para
importar, y no tenemos cultura de exportación.
Ustedes en Monterrey están siendo los líderes de eso, por favor, llévenlo a
la arquitectura, representa una actitud diferente. Pregunto yo, ¿por qué
tememos que importar todos los ismos de los últimos diez años? El
desconstructivismo, el historicismo, el postmodernismo , ¿y por qué no
exportamos el mexicanismo, por qué no exportamos la calidad de
pensamiento nuestra ,el humanismo del mexicano, la calida d de vida, la
forma de hacerlo ? La única razón, se los digo porque lo hemos hecho en la
oficina, la única razón, es que no queremos.
Talento creativo tenemos mucho más nosotros que en muchos otros países.
¿Qué se necesita?, una actitud diferente y trabajar muchísimo. Ustedes en
el Norte son muy trabajadores, no tienen ese problema, lo único que nos falta
es estar muy orgullosos de nuestra cultura, y no vean nuestra cultura como
una cosa de nostalgia:“-¡ah sí!, sí es muy bonita la arquitectura
precolombina, pero ya no es ahora hombre, ya eso ya no cuenta, ya
necesitamos un México nuevo. ¡Qué bonita es la arquitectura popular!, pero
ya necesitamos un México nuevo, un México que se presente en el mundo
de forma diferente-”
y pregunto yo, ¿qué hay de malo en Octavio Paz y qué hay de malo en
Carlos Fuentes? ¿Qué hay de malo en ellos? Son figuras respetadas porque
han llevado a México adelante.
Tienen ahí un caso increíble de trabajo, de éxito, sobre todo, de orgullo por
nuestro país. Y piensen una cosa que hace tiempo que no hacía yo, creo que
la hice con ustedes una vez, pero pues no tiene nada de malo repetirla.
Antes de enseñarles los últimos proyectos los cuales seleccioné, pues los
proyectos que pienso son los que menos posibilidades tienen ustedes de
visitarlas, hay unos que los pueden ver muy fácilmente, pero tengo algo que
decir sobre ello: den una vista de qué es lo que estamos haciendo, pero por
favor no lo interpreten como que eso es lo que tenemos que hacer,
interprétenlo como que esa es la calidad que tenemos que seguir, ese el
pensamiento y la cultura a la cual tenemos que llegar.
Cada quien llegue con sus formas, con sus materiales, con su filosofía, lo
que quieran, pero no pierdan de vista que el objetivo es esa calidad.
Legorreta: Una arquitectura tercamente mexicana
POR ARMANDO PONCE , 30 DICIEMBRE, 2011 REPORTAJE ESPECIAL
El día 11, el arquitecto Ricardo Legorreta fue distinguido por la Asociación de Arte
Japonés con el Premio Imperial, el más importante del mundo en disciplinas
artísticas, y le será entregado el 19 de octubre. A finales de 2003, Legorreta
concedió una entrevista para el libro México: Su apuesta por la cultura
(Proceso/Grijalbo/UNAM), donde expuso el bache en que cayó la arquitectura
mexicana durante las tres últimas décadas del siglo XX, y habló de dos sueños para
el actual: volver a la excelencia y recuperar la dignidad para la vivienda social en
México, pues en este momento los arquitectos “estamos dedicados a la publicidad
y la fama”.
El lugar de trabajo de Ricardo Legorreta no podía estar diseñado sino en cuanto a
la geografía del lugar –Bosques de Las Lomas–, aprovechando una pendiente de la
barranca, y metido hasta abajo del edificio de amplios pasillos en desniveles. Pero
al visitante que llega de noche por primera vez y espera encontrarse con un
despacho superluminoso, como si fuera alguno de esos grandes espacios
característicos de su arquitectura, lo desconcierta una luz que no estalla, sino que
se concentra en una especie de medio tono monacal que privilegia los restiradores.
Esa atmósfera, siendo tan íntima pero tan azul, casi nívea, brumosa, ¿acaso fría?,
contrasta enormemente con el discurso de este hombre cuya palabra preferida es
“pasión”, y que llega a calificar en su esfera personal como “desmedida”.
En ese estudio, en ese templo, en ese reducto, el tiempo parece transcurrir sin
tiempo. Diversos tópicos: su vaga inclinación vocacional; el análisis de los grandes
maestros; la manera como levantó, a contracorriente, el hotel Camino Real, con la
idea de que el lujo contemporáneo no son los materiales sino los espacios; y los
retos: volver arquitectura el orgullo de ser mexicanos.
Porque Ricardo Legorreta no deja de hacer hincapié en que el mexicano no es
producto de una arquitectura, sino al revés, y con esa arma contempla optimista al
futuro, presente siempre el eco de sus frases “tercamente mexicano”, pero “más allá
de patrioterismos”.
Apenas menciona un listado breve de construcciones suyas preferidas, además de
los hoteles Camino Real (también el de Ixtapa): la fábrica Chrysler, de Toluca; la
nueva catedral de Managua, Nicaragua; el Papalote Museo del Niño; el nuevo
campus del TEC en Santa Fe, Distrito Federal, que construye (e innumerables
contratos que su despacho atiende en el mundo entero). No se refiere al plan
maestro del Centro Nacional de las Artes, por ejemplo. Pero sí se atreve a confesar
sus sueños: recuperar la excelencia, “porque los mexicanos nos hemos dejado caer
en la mediocridad”, y otro, el más apremiante, su disposición a colaborar para que
la vivienda social en México recupere la dignidad, “que eso es lo que viene”, pues
en este momento los arquitectos mexicanos “estamos dedicados a la publicidad y
la fama”.
– ¿Cómo descubre su vocación en la arquitectura?
–No tengo en mente un momento en que yo haya decidido ser arquitecto. A veces
me preguntan: ¿por qué es usted arquitecto?, un poco irónicamente, a veces para
ver mi reacción. Toda mi familia fue financiera. Se me juntó una combinación que
era que mi padre fue financiero pero era un funcionario, no era dueño de empresas
ni de bancos, era un funcionario y junto con eso era un enamorado de México, es
decir, él me llevó por todo México y a través de eso me empecé a sentir muy a gusto
en los lugares mexicanos. Mi padre era muy aficionado a la cacería. Mientras él
hacia eso, yo creo que ahí fue donde empecé a ver, sobre todo, la felicidad que te
puede dar un espacio. Obviamente, de joven no lo racionalizaba así, pero siento
que ahí fue donde empecé a tener cariño por México. Yo creo que México es un
país de arquitectos.
“Después ya al entrar a la escuela fue cuando empecé a descubrir, gracias a que la
escuela estaba en el centro de la ciudad, la maravilla que era toda la arquitectura.
Descubrí cómo la vida de estudiante, incluyendo la parte de diversión, de pachanga,
se desarrollaba en unos ambientes muy mexicanos; me empecé a apasionar por los
ambientes mexicanos, es decir, los teatros, los cabarets; todo lo que salía después
de clase de nueve de la noche era muy mexicano, no tenía que ver con nada más
que con México. Me empecé a aficionar enormemente a eso, a la música popular,
etcétera, y ahí sí ya se juntaron las dos cosas: la arquitectura, con una pasión que
a veces pienso es desmedida.”
– ¿Es pasión? O de pronto usted dice: tengo que llevar lo mexicano a mis
proyectos?
–No, yo creo que es pasión, es decir, nunca empiezo nada conscientemente como
decir “tengo que hacerlo mexicano”. No, porque he descubierto, y cada vez más
conforme pasan los años, que no hay algo que digas esto es o no es mexicano, es
decir, lo que lo hace mexicano es el mexicano. Si tú ves cómo absorbemos culturas,
cómo las transformamos, es fascinante.
“Un ejemplo reciente, ahora descubrir el sushi y ponerle chile y aguacate, entonces,
¿qué cosa es mexicano? Dices tú, mexicano son los muros aplanados. No, pues
esto existe en todo el Mediterráneo. Entonces el color. No, pues ese color también
existe en África. Entonces qué es lo mexicano. Es cómo lo usamos. Así, no traigo
una actividad preconcebida de lo que es ser mexicano.
“Más bien yo creo que casi la aplicaría a todos nosotros, es decir, todos somos
tercamente mexicanos, aunque no queramos. Entonces lo que haces sale
mexicano, tu trabajo lo haces a la mexicana y sí, recibes estudios y sistemas, y
cómo se lleva a cabo el periodismo y lees, pero lo haces a la mexicana, y eso es lo
que a mí me parece que es la forma de hacer las cosas y es lo que te vuelve
universal. Yo te puedo decir que más bien hay muchísimas fuentes de inspiración
que no son mexicanas, pero que ya que se realizan resulta con que tienen una
personalidad que va bien, que la gente mexicana es, al final de cuentas, la medida
fuerte. Lo que pasa es que en la arquitectura te das cuenta ya que existe, ya si
‘cuajó o no cuajó’, como decía Villagrán que decía al famoso doctor Chávez. Le
decía: doctor, ustedes los doctores nos llevan una enorme ventaja, porque ustedes
entierran sus errores…”
–Cuando hablamos de arquitectura mexicana del siglo XX, ¿en qué piensa?
–Creo que afortunadamente México tiene unas raíces arquitectónicas sumamente
fuertes, no sólo de historia, no sólo de cultura, sino de forma de vida muy particular.
Y en este momento en que la arquitectura en el mundo ha caído en la moda, en el
comercio, ha caído en la fama, sin embargo México es de los menos afectados. Sí
existe en México esta tendencia, sí existe un grupo técnico en eso, pero te puedo
decir que el reconocimiento mundial de la arquitectura de México es al otro campo,
es al campo de esa fuerza impresionante de México. Ésa es la visión que veo yo
del siglo XX, tratando de contestarte.
Puedo decir que veo que el siglo XX comprueba y refuerza la solidez de base de la
arquitectura mexicana y la presenta, y así espero que suceda, como una de las
posibilidades para el siglo XXI. Una de las esperanzas que tengo yo del siglo XXI
es que el humanismo regrese, y si regresa el humanismo a la arquitectura México
va a ser uno de los países con una postura enorme, es decir, puede volverse centro
de los caminos no sólo de la arquitectura, sino culturales –pero vamos a
concentrarnos en la arquitectura–, en la arquitectura de todo el continente, inclusive
sobre el poderío económico estadunidense. Lo veo con mucho optimismo. Veo una
comprobación de esa fuerza que tuvo la arquitectura precolombina, que tuvo la
arquitectura colonial, que la perdimos en el XIX al lograr la independencia, y ahora
para mí el siglo XX inicia una reafirmación de eso. Con una pérdida en los últimos
20 años fuerte, un bache –yo diría más que pérdida–, y la veo enfrente de un
resurgimiento muy sólido en el sentido que lo veo en los jóvenes. Veo a los jóvenes
muy jóvenes, muy convencidos de la cultura mexicana. Todavía hay generaciones
un poco mayores que están en ese bache de la moda, pero yo tengo las esperanzas.
“Y por raíces entiendo –no estoy hablando de historicismo ni mucho menos– una
forma de ser que se está nuevamente descubriendo. La veo con muchos deseos de
hacerlo, es muy impresionante y te lo puedo decir por experiencia nuestra: es
impresionante por qué nos llaman a trabajar fuera. Yo no creo que sea porque
somos muy talentosos, es que ven una arquitectura con raíces, y los comentarios
que nos hacen muy frecuentemente tienen que ver con eso.
“Por ejemplo, lo que tanto se habla de cómo es la base de nuestra arquitectura. Qué
curioso que esté eso sin el color, qué curioso que ustedes no puedan vivir sin luz
natural, qué curioso que les guste el misterio, que estén en contra de la simetría.
Ese tipo de cosas que son para mí los valores fundamentales de la arquitectura
mexicana, les sorprende y lo admiran y lo reciben como un enriquecimiento.
Entonces a México lo veo ahorita ya no como una búsqueda de raíces, más que
verlo hago la invitación a salir afuera y llevar a México, no a imponerlo, pero a
contribuir a la cultura universal. México tiene mucho que dar y nos hemos
concentrado, se concentró mucho en los últimos 30 años, en defendernos de una
invasión extranjera; entonces con lo que se dio en los cincuenta empezamos a decir
no, no, no, hay que ser mexicanos para que no nos invadan, para que no nos quiten
el trabajo, y ya lograda esta apertura mundial –no la quiero llamar globalización, la
quiero llamar apertura–, es una oportunidad de México para salir ya.”
– ¿Quiere decir esto que el nacionalismo no se agotó o esta vuelta de los mexicanos
sobre sí mismos tiene que ser de otra manera, ya no la búsqueda de raíces?
–No, yo creo que es de otra manera. Es el orgullo de la cultura como cultura, es el
orgullo de la forma de ser, es el orgullo, es el orgullo de ser mexicano, y no quiero
ser patriotero ni mucho menos; de un orgullo de ser como somos.
“Si viene este resurgimiento del humanismo, oye, los mexicanos estamos en
primera línea del humanismo. Yo no he tenido nunca un problema con un mexicano,
con excepción de los que están buscando la inspiración en otras culturas; con eso
tengo muchos problemas. Los veo en conflicto. Entonces yo no veo el camino en
regresar y decir ‘vamos a estudiar’; eso es obvio: tenemos que estudiar nuestra
historia para poder dar un paso adelante, pero no lo veo más adelante basado en
eso, sino en ofrecer a través de la arquitectura una forma de ser y de pensar muy
mexicana.”
– ¿Está hablando de romper una barrera para penetrar en la aceptación del otro
México?
–Exacto, en la aceptación y en el orgullo de ser nosotros mismos, que está muy
difícil, sí, porque nos hemos golpeado o autogolpeado muchísimo. Existen todos los
argumentos para estar avergonzados de México, y hay que romper eso porque
tenemos cosas maravillosas. Lo que se presenta ahora es un valor de México
increíble; para hablar del tema de moda, por ejemplo, yo no me puedo imaginar que
México sea atacado con ese resentimiento y con ese odio tan grande. Somos un
país al que quiere todo mundo. Y te preguntas por qué y no te saben decir por qué.
Pero hay una simpatía por todos lados, hay una admiración y no hemos sabido
mostrar eso.
“Yo, a través del deseo de mostrar a México, te puedo decir que el ciento por ciento
de las experiencias con visitantes, que yo los llevo, que yo los atiendo, descubren
una cosa que no tienen idea que existe. Me dicen: ‘No lo puedo creer’. Hay una
experiencia muy bonita de Richard Rogers, el famoso arquitecto inglés, quien por
una coincidencia decidió venir, le arreglé yo el viaje, y todo salió bien por esa forma
de ser del mexicano: por ahí apareció un arquitecto que le prestó su casa en Puerto
Escondido sin conocerlo, el director de Obras Públicas lo acompañó en un vuelo por
helicóptero, yo lo atendí y al final él me dijo: ‘Dime cuándo vuelvo a trabajar, cuándo
me llevo mi restirador a México, porque cuando tú vengas a Londres no voy a tener
amigos que te presten casa, el director de Obras Públicas va a estar muy ocupado
y a lo mejor yo tengo tiempo nada más para cenar.
“Para mí el reto enorme es cómo volvemos eso arquitectura. Cómo vuelves eso
espacios. Porque la equivocación es decir que eso es producto de la arquitectura
precolombina, y no, la arquitectura precolombina es producto de eso. Es decir, la
arquitectura es producto de una cultura, no la cultura producto de una arquitectura.
Y el riesgo que veo es que pensemos que el camino para lograrlo es perder esto a
cambio de volvernos internacionales, y creo que debemos ser universales.
“Creo que la literatura ha dado mejores ejemplos, los ejemplos de nuestros
escritores han sido sensacionales, son profundamente mexicanos y profundamente
universales; eso es lo que tenemos que lograr y es donde yo veo a los muy jóvenes
con una dirección no de soluciones, pero sí de pensamiento más clara que la de
unas generaciones arriba.”
– ¿Qué hay de los nombres, la gente, los maestros? Háblenos de personas
concretas, las que usted considera que han creado lo mejor del siglo XX, los que
admira, además de Barragán.
–Veo un inicio curiosamente un poco producto o simultáneo de la reacción de la
pintura muralista. Tiene Orozco por ahí unos cuadros de una lección de arquitectura.
Al mismo tiempo nombres; creo que el movimiento que inició, desde el punto de
vista del pensamiento, José Villagrán es valiosísimo al tomar muy en serio la
arquitectura, al crear una teoría de la arquitectura, al incorporar a esa teoría de la
arquitectura el concepto servicio social muy para México. En él veo a uno de los
grandes personajes de la arquitectura mexicana, más por su pensamiento que por
su creatividad; como era un hombre muy disciplinado, logró una creatividad, pero
era por disciplina.
“Después viene una generación extraordinaria, de principios de los cuarenta o del
35 hasta el 55, ahí había muchos nombres, unos más conocidos que otros, pero
todos merecen reconocimiento. Está Obregón Santacilia con un concepto de
modernidad muy mexicano, está Enrique del Moral, luego está esa personalidad
fascinante de pensar en grande –de que cuando en México se da eso, se da
maravilloso– que fue Mario Pani. Hizo planos que no lo podías creer, es decir,
rehacer la frontera con Estados Unidos, en fin, era convertir la Ciudad de México e
irla remodelando, estructurando para vivienda de interés social.
“Viene después la labor, que para mí no ha sido suficientemente reconocida, de
Ramírez Vázquez, quien para mí marcó un nivel altísimo de postura del arquitecto
y de la arquitecta en la vida de un país. Lo llevó a niveles políticos, a niveles de
planeación nacional, no nada más de trabajo de arquitectos… Su trabajo en las
Olimpiadas, de generar el diseño y la belleza, es extraordinario.
“Junto con eso hay una serie de nombres de arquitectos disciplinados muy serios,
muy trabajadores. Augusto Álvarez, Juan Sordo Madaleno; vaya, fue una
generación que, si sigo, puedo llegar a 20, pero fue una época, que a mi modo de
ver es lo que hace la arquitectura, no hace arquitectura a una gente, y ahí fue un
movimiento, una generación de arquitectos muy buena.
“Enrique Yáñez en la parte hospitalaria, con una seriedad y una humildad enorme,
trabajando. Lo que se hizo en diversos puestos, en los comités de escuelas,
comenzando por Ramírez Vázquez, el mismo Artigas. Artigas, lo que logró de la
dignidad de la localización de las escuelas, de escoger los mejores terrenos para la
educación, pues eso para mí es donde está ese concepto de pensamiento.
“Más adelante encuentro ya otros nombres con otras características, pero
igualmente respetables; creo que Teodoro González de León ha marcado una forma
de ser arquitecto de un nivel muy alto. Y no estoy hablando de estilos ni estoy
hablando de diseños, estoy hablando de la esencia de la arquitectura. Creo que él
ha marcado eso. Obviamente, Luis Barragán tiene su lugar muy claro y tiene la
situación de que ha sido el más conocido internacionalmente, pero eso no le quita
mérito ni mucho menos a los demás.
“Guadalajara tiene muy buenos arquitectos, inclusive ahora acabo de recibir el libro
de los últimos premios y aquí hay una consistencia de arquitectura muy buena, o
sea que ahí tienes otra serie de nombre. La trascendencia de Ignacio Díaz Morales
en la arquitectura, al combinarse esto con su labor docente en Guadalajara, casi te
puedo decir que es más trascendente que la de Barragán. La de Barragán es una
influencia directa del diseño, pero Díaz Morales es una influencia de cómo ser
arquitecto, es decir, lo comparo mucho con Villagrán. Te daban una ética, eran
constructores, por ejemplo, es una cosa que se ha perdido en la arquitectura
contemporánea, que el arquitecto se está volviendo diseñador, no sabe construir. Y
Díaz Morales sabía construir, Villagrán sabía construir, y Augusto Álvarez sabía
construir. Son nombres que me vienen a la cabeza como gente de la cual se puede
aprender para siempre. Así es que ésos para mí son los pilares.
“Después existen otras gentes con otras características como… digamos la valentía,
la congruencia de su arquitectura con su forma de pensar de Agustín Hernández es
digna de mucho respeto, es decir, el llevar toda tu vida profesional con una definición
clarísima, y no estoy hablando de terquedad, es de muchísimo mérito. Así es que
para mí son los hombres que han marcado –seguramente se me olvida alguno–,
pero son los que, respondiendo a tu pregunta, son los pilares.
“Existe por ahí otro que se me viene a la mente que es Segura, y Legarreta; digo, la
vivienda popular que hicieron, esas cosas que hizo Legarreta hoy, es una cosa que
si me preguntas qué me gustaría hacer, es lo que él hizo. Porque atacó el verdadero
problema que tiene la arquitectura, que es la habitación. Y la habitación –la
llamamos de interés social y me molesta mucho porque es un poco despectivo,
como de calidad– es la vivienda. Porque yo comparo siempre cuando me hablan de
eso, una de las fuentes de inspiración más grande que tengo son los pueblos
mexicanos. Los pueblos mexicanos son vivienda de interés social, hecha por la
gente, con elementos prefabricados en serie. Entonces, lo que hizo Legarreta fue
extraordinario, y esas casas, ese concepto de arte, esa dignidad. Ahí tienes otro
pilar, un pilar a mi modo de ver casi ignorado, porque no se le da ese reconocimiento
a la gente que se entrega.
“Mira, te voy a mostrar quizá no como pilar, pero como pilar de pensamiento, lo que
está haciendo Haggerman ahora, un hombre que coge su restirador, es una tabla,
se va a recorrer los pueblos con una regla y les resuelve el mercado y les resuelve
la casa; eso es extraordinario, fuera de serie. Lo pongo como ejemplo porque el
resto de los arquitectos ahorita estamos dedicados a que se nos publique, a que se
nos conozca, a la publicidad, a la fama, y encontrar una gente con esa sencillez es
un pilar y una fuente, porque eso es lo que nos espera, eso es lo que nos viene.
“Fíjate que yo veo que lo que se nos viene en el mundo, es más yo creo que ya
tocamos el punto, curiosamente –no sé si son puntos o se vuelven puntos por la
situación–, pero alguien me decía que las dos últimas obras, estas famosas que se
han hecho en el mundo, el Guggenheim de Bilbao y el Jet de Los Ángeles, marcaron
casi el final de una época y ahorita tiene que venir una conciencia de ser diferentes
en la forma de ver el mundo, en la forma de hacer arquitectura: entonces ejemplos
como éste de Legarreta, de Villagrán, éstos que acabo de mostrar, me vienen a la
cabeza como una luz de camino a seguir.”
“El buen arquitecto debe ser humilde”
Ricardo Legorreta Arquitecto mexicano
Uno de los maestros de la arquitectura contemporánea mexicana evidencia con
sus edificios un supremo control del espacio, la luz, el color y el sonido. Para él, una
obra debe poder envejecer dignamente ganando en interés y belleza con el paso
del tiempo.
La primera vez que estuve en contacto con el trabajo de Ricardo Legorreta fue en
el año 1998. Por supuesto que estaba familiarizado con su nombre, especialmente
después de los escritos de “Critical Regionalism” de Kenneth Frampton. Sin
embargo, no conocía mucho sobre su arquitectura. Un día me tocó recorrer el Hotel
Camino Real en México D.F, que según mi anfitrión, era un lugar que debía ser
visto. Yo me quedé completamente impresionado. La entrada, era un espacio
extraordinario colmado literalmente del sonido y del movimiento de una fuente poco
convencional que recordaba las olas del océano. El interior era inmenso y
majestuoso: un tipo de interpretación introversa y esencial de los espacios
monumentales pre-hispánicos. Me sorprendí al saber más tarde, que este edificio,
enorme y aparentemente muy reciente, fue realizado en el año 1968, cuando
Legorreta no cumplía aún los 40 años.
No tuve muchas oportunidades de conocer a Ricardo en privado, pero las pocas
veces que pude encontrarlo, fueron suficientes para aprender y absorber aspectos
muy importantes de su pensamiento, su persona, su ética; de su acercamiento al
trabajo y principalmente de su actitud hacia la vida en general. Ricardo
Legorreta fue el autor de muchos trabajos increíbles y fue un gran innovador, él era
capaz de moverse y orientarse, con completa libertad, entre una cultura y tradición
que conocía muy bien y que sentía que le pertenecían completamente. Su actitud
hacia el trabajo y la vida siempre fueron guiadas por una serie de valores, muchas
veces olvidados, que emergen en la narración de esta entrevista y que encuentran
una continuación perfecta en su hijo Víctor. Su muerte, el pasado 30 de Diciembre,
deja un profundo sentido de pena y pérdida.
¿Cómo podrías describir tu trabajo en 30 segundos?
© Diorama Sky via Flickr. Used under Creative Commons
Ricardo Legorreta: Bajo mi punto de vista, el trabajo es antes que nada pasión, una
pasión que consiste en la creación de espacios que mejoran la calidad de vida de
las personas, que los hace en cierta medida feliz. Existe una especie de definición
de la arquitectura un poco “rústica” que me gusta mucho y dice algo así como: “una
buena arquitectura es algo que hace feliz al rico y al pobre”.
Victor Legorreta: Estoy de acuerdo. Creo que lo más importante para nosotros
también es crear espacios que pueden provocar una emoción.
¿Cuáles crees que sean las principales características de la arquitectura en México?
Hotel Camino Real - Cortesía de sahstudytours
RL ¡Exactamente! Soy muy feliz de trabajar con él, tenemos una relación muy buena
a pesar de que la relación laboral entre padre e hijo no suele ser muy fácil. Al
principio no fue fácil, todo el mundo le decía a Víctor: “No trabajes con tu padre,
terminarás viviendo bajo su sombra” y cosas por el estilo. Al principio él estaba
vacilante. Él trabajó en Barcelona con Bohigas, en Japón con Maki, y en Milán con
Aldo Rossi. Después, cuando el concurso del Museo del Papalote de la ciudad de
México fue anunciado, él me pidió participar con algunos de sus amigos recién
graduados. Fue una experiencia increíble, en donde yo era el más viejo en medio a
todos esos jóvenes entusiastas.
Sin embargo, para darte una respuesta más concreta, te podría decir que los
trabajos que me han dejado las impresiones más fuertes son los relacionados a
ciertos momentos y experiencias en mi vida. Por ejemplo, cuando diseñé el Camino
Real en la Ciudad de México, que fue mi primer trabajo importante, acababa de
sobrevivir a una pancreatitis, una enfermedad que en los años sesenta tenía una
inmensa tasa de mortalidad. Esta experiencia dolorosa cambió mi forma de ver las
cosas. Sentí que todo empezaba de nuevo y que con esta nueva vida se presentaba
también esta inmensa oportunidad. En ese tiempo la manía del diseño de interiores
estaba en boga, particularmente entre las cadenas hoteleras, por lo que me pidieron
que diseñara solo la arquitectura en general y que dejara los interiores a otra firma
de diseño. En ese momento dejé en claro mis condiciones: que me dejaran también
hacer los diseños de interiores o no aceptaba el encargo. Mi tío, que era como mi
mentor me dijo: “¿Cómo es posible?, no puedes dejar pasar una oportunidad como
esa”, y yo no pude hacer más que decirle: “¡Exactamente, dado que es una
oportunidad tan grande, no puedo pensar en otra manera de hacer este trabajo!”.
…Es un trabajo increíble: en más de 40 años pareciera que fue terminado ayer.