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Comentarios del código procesal civil-Marianella Ledesma Narvaes pg.83
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Derecho procesal civil-Justo Abril Dueñas Niño de Guzman
PRINCIPIOS DE LA FUNCION JURISDICCIONAL
Se encuentran previstos en el artículo 139 de la constitución, también se
encuentra establecidos, en esta norma los fundamentos de la accion y debido
proceso en los 22 incisos:
1. La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional. No existe ni puede
establecerse jurisdicción alguna independiente, con excepción de la militar y la
arbitral. No hay proceso judicial por comisión o delegación.
2. La independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional. Ninguna autoridad
puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir en
el ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que
han pasado en autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni
modificar sentencias ni retardar su ejecución. Estas disposiciones no afectan el
derecho de gracia ni la facultad de investigación del Congreso, cuyo ejercicio no
debe, sin embargo, interferir en el procedimiento jurisdiccional ni surte efecto
jurisdiccional alguno.
3. La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional. Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación.
4. La motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias,
excepto los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y
de los fundamentos de hecho en que se sustentan.
5. El principio de no dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley.
En tal caso, deben aplicarse los principios generales del derecho y el derecho
consuetudinario.
6. La prohibición de revivir procesos fenecidos con resolución ejecutoriada. La
amnistía, el indulto, el sobreseimiento definitivo y la prescripción producen los
efectos de cosa juzgada.
LA ACCION
Es un derecho público subjetivo por el cual el justiciable tiene la facultad de
solicitar la actividad jurisdiccional del estado, para resolver el litigio.
El código procesal civil en el artículo primero del título preliminar establece toda
persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para el ejercicio o defensa
de sus derechos e interés, con sujeción a un debido proceso.
Derecho de contradicción
El emplazado con la demanda por ser también titular de la tutela jurisdiccional
efectiva, tiene derecho a la contradicción. El demando tiene derecho a hacer valer
igualmente su pretensión procesal contradiciendo los extremos de la demanda
planteada por el actor o negándola, deduciendo los medios de defensa.
COMPETENCIA
3 VÉSCOVI, Enrique. Teoría general del proceso. Temis. Bogotá, 1984, p. 170.
determinado. Todos los jueces ejercen jurisdicción, pero no todos tienen
competencia porque ella está delimitada por diversos factores como la materia y el
monto de la pretensión, criterios que en la doctrina son conocidos como factores
objetivos de la competencia.
El costo del proceso condiciona la importancia del litigio y este influye no solo
sobre la forma procedimental que se le asigne (proceso sumarísimo, abreviado,
etc.) sino también sobre la instancia judicial que debe conocer la pretensión (juez
de paz letrado y juez de primera instancia), por ello Carnelutti consideraba a la
cuantía como un factor decisivo para delimitar no solo la competencia objetiva sino
la funcional, porque el monto de la pretensión determina si se asigna al órgano
judicial de superior o inferior nivel jerárquico. Dicho autor afirma que debe haber
una relación entre la importancia del litigio y el esfuerzo necesario para su
composición.
La doctrina sostiene que es conveniente para los conflictos de menor importancia
que sean conocidos por juzgados de menor nivel jerárquico y por un proceso más
simple; sin embargo, este criterio es cuestionado porque no responde a una
auténtica democratización de la justicia.
La cuantía se reduce a un común denominador que es el dinero; ello acaece no
solo cuando el objeto de la pretensión sea una prestación dineraria, sino también
cuando sea de distinta naturaleza; en este caso la cuantía debe estimarse,
reducirse a una apreciación en dinero; sin embargo, existen pretensiones que son
inestimables en dinero, tales como la filiación y el estado civil de las personas. En
estos casos, su tratamiento es equiparado a un proceso de máximo nivel, como es
el de conocimiento; por tanto, podemos decir la cuantía presenta tres posibilidades,
la determinada, la estimable y la inestimable.
Teóricamente existen varios sistemas para fijar la cuantía como valor cuestionado.
La mayor parte de la doctrina los ubica en dos. El sistema inquisitivo o de libre
apreciación del juez y el sistema puramente dispositivo, confiado exclusivamente a
la actividad de las partes.
Frente a ellos, Devis Echeandía sustenta un sistema mixto que permita la
introducción de un procedimiento liminar, a través del cual, la cuantía pueda ser
debatida y definida para concluir con la inmodificabilidad de la competencia.
Considera que no siendo disponible la competencia por cuantía, tiene que darse al
juez la posibilidad del cuestionamiento oficioso. Esta disposición es inocua por-
que no admite discusión que la cuantía quede definida en la etapa liminar del
proceso, pues así lo exige el principio de inmodificabilidad de la competencia.
La exigencia de un derecho a través del proceso judicial requiere tiempo y gasto
que no puede volverse contra quien acude a este en busca de razón, mucho
menos si la tiene, de manera que la justificación de la condena de los gastos
procesales (llámese costas y costos) no debe representar una disminución
patrimonial para la parte en favor de quien se realiza.
Hay dos sistemas que legislan los gastos procesales. Uno, llamado sistema
automático u objetivo, que recoge nuestro Código Procesal y otro, el del libre
albedrío judicial. El primero funda la condena en un hecho objetivo: la derrota
procesal, de manera que, la sentencia debe contener la decisión expresa en tal
sentido. Para el sistema del albedrío judicial, que no inspira a nuestro Código, las
costas se imponen al litigante bajo el criterio subjetivo de la mala fe, dejando la
apreciación al criterio del juez, con la consiguiente facultad de no imponer costas,
cuando estime que el vencido procedió de buena fe.
Por otro lado, el gasto procesal es una obligación estrictamente procesal que nace
a partir de una condena expresada en la sentencia. Para Carnelutti el carácter
procesal de los gastos no es porque la obligación nace de la actividad procesal,
sino porque se orienta también a la justa composición de la litis. Si el daño
ocasionado por el proceso a la parte que tiene razón no le fuera resarcido por la
que no la tiene, la litis no quedaría compuesta justamente. Sin embargo, las tesis
modernas se orientan a considerar a los gastos no como un resarcimiento sino
como un reembolso al vencedor del gasto realizado para hacer realidad su
derecho.
La norma hace referencia a las multas. Ellas son sanciones pecuniarias que se
imponen a los sujetos procesales en atención a su conducta asumida en el
proceso. No solo los jueces la imponen para asegurar el orden y buen trámite de
los procesos, bajo un rol conminatorio, como se aprecia del inciso 1 del artículo 53
del CPC, sino que asumen un rol represivo, que mira al pasado y es pronunciada
por el juez, de oficio. Responde a un procedimiento coactivo que se ejerce sobre
los bienes del resistente.
La competencia puede ser deslindada en atención a diversos criterios como el
objetivo, funcional y territorial. Siendo varios los criterios que concurren para ello,
es posible que aparezcan en forma contrapuesta.
Bajo ese supuesto, unos tienen primacía sobre los otros, de tal manera que el
factor objetivo prevalece sobre el territorial. El objetivo a su vez presenta dos
modalidades, materia y cuantía, siendo la materia la que se considera antes; y,
solamente en ausencia de asignación expresa por la materia, se acude a la
cuantía.
El factor objetivo prevalece sobre el territorial y en la cúspide de la pirámide se
coloca la competencia funcional. Esta corresponde a organismos judiciales de
diversos grados, perteneciendo a cada grado una determinada actividad. Su
vulneración implica nulidad absoluta. La norma le atribuye competencia al juez civil,
si no se pudiera determinar, sea por la naturaleza de la pretensión u otra causa
análoga, el grado.
En orden descendente, la competencia por materia es absoluta e improrrogable.
La competencia por cuantía o por valor también es absoluta. La competencia por
territorio es prorrogable porque es dispositiva, está confiada a la autonomía de la
voluntad privada, cuya vulneración apenas produce nulidad relativa. Esta
competencia se sanea por preclusión, a través de la prórroga tácita.
La competencia territorial es un criterio pragmático. Su fin tiene una connotación
económica de facilitar y acercar al juez al justiciable, a los dos o a alguno de ellos.
La norma regula la hipótesis del foro concurrente y solo opera exclusivamente en
la competencia territorial. Es un fenómeno de competencia que hace aptos para
atender un asunto a diversos juzgados. Dicho fenómeno el Código lo deno- mina
competencia acumulativa, pero nada tiene que ver con la acumulación pro- cesal.
Consiste en el hecho que frente a varios demandados se puede elegir el juez de
cualquiera de sus domicilios; por citar, si existe una pretensión pecuniaria para
ejecutar contra Rogelio y Rufino, quienes son litisconsortes pasivos y tienen
domicilios en distritos judiciales diferentes, podemos colegir, que es legalmente
competente el juez del domicilio de cualquiera de ellos, aunque estén en distinto
distrito judicial. Véase el caso de la división y partición de un bien. Los
copropietarios demandados tienen, cada uno como domicilio, en Chiclayo, Trujillo
y Lima, por tanto, es tan juez competente el que se ubica en cualquiera de las
localidades señaladas como domicilio de los demandados.
Se parte de un supuesto, existe más de un juzgado competente para conocer un
mismo asunto. Naturalmente como ya hemos señalado, esto no sucede con la
competencia por razón de la materia, sino con la territorial. Este es un fenómeno
de competencia que hace aptos para entender un asunto a diversos juzgados.
Este instituto se complementa con el fenómeno de la prevención. El artículo 29
CPC, señala: “En caso de pluralidad de demandados en el mismo o en diferentes
procesos, previene el órgano jurisdiccional que efectuó el primer emplazamiento”.
Ello implica que el juzgado que previno primero, se convierte en competente
exclusivo y excluye a los demás. Esta prevención no se puede confundir con la
prórroga de la competencia porque lo que se hace es asegurar la competencia de
un juez natural de por sí competente, logrando que dicha competencia quede firme;
en cambio, en la prórroga se altera la competencia de un juez incompetente
tornándole competente.
Frente a la posibilidad de la concurrencia de varios juzgados como competentes,
la doctrina muestra las siguientes posibilidades de definir el juez competente.
Puede darse que cada uno de estos pueda ser señalado por ley como exclusivo o
concurrente sucesivo, según que alguien tenga que ser demandado ante un solo
juez con exclusión de cualquier otro (juez exclusivo) o si el demandante puede
elegir entre varios jueces para la presentación de su demanda (juez concurrente
por elección) o si son diversos los jueces competentes, pero, no a elección del
demandante, sino uno a falta del otro, nos ubicamos ante el juez concurrente
sucesivo. La norma en comentario consagra frente a las alternativas señaladas la
concurrencia por elección, tomando como referente para ello, el domicilio de
cualquiera de los demandados, en ese sentido, véase la demanda del pago de
una deuda, tanto al obligado principal cuyo domicilio se ubica en Chiclayo y al
garante, que reside en Trujillo; frente a dichas pretensiones, es tan competente el
juez de Chiclayo como el de Trujillo, para conocer el pago demandado.
Conflictos de competencia
Los conflictos de competencia se producen cuando jueces de igual grado tratan de
conocer o están conociendo de un mismo asunto o ambos pretenden ser
incompetentes para conocer de él. Esto nos lleva a decir que la contienda de
competencia reviste dos formas: positiva, cuando dos jueces pretenden asumir el
conocimiento del mismo litigio y negativa si ambos jueces pretenden ser
incompetentes en igual caso.
La delimitación de la competencia se presenta como un conjunto de limitaciones
cuantitativas, no frente a la jurisdicción sino frente a otros órganos jurisdiccionales.
Ella se hace necesaria para deslindar los posibles conflictos de competencia,
cuando jueces de igual grado están conociendo de un mismo asunto (conflicto
positivo) o ambos pretenden ser incompetentes para conocer de él (conflicto
negativo); circunstancia que se muestra como una verdadera denegación de
justicia. En este último extremo, véase el siguiente pronunciamiento emitido por la
Sala Civil de Lima “si bien los juzgados y Sala Laboral han declarado la
improcedencia de la demanda de ejecución de resolución judicial, por
considerarse que no son competentes para conocer de la ejecución de una
sentencia dictada en un proceso de amparo, por cuanto conforme al artículo 714
del CPC, los títulos de ejecución judicial se ejecutarán ante el juez de la demanda,
dicha negativa de los juzgados laborales nos lleva ante un conflicto de
competencia que debe ser dilucidado por la Sala Suprema a fin de impedir la
afectación del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva”.
Cuando la norma nos remite a los casos señalados en el Título II del Libro X del
Código Civil para determinar la competencia del juez peruano, nos conduce a las
reglas materiales que forman parte no del Derecho Procesal, sino del Derecho
Internacional Privado. El Código Civil opta por un concepto amplio de Derecho
internacional que integra no solo aspectos legislativos sino los jurisdiccionales,
para resolver un conflicto internacional.
En ese sentido, para que las normas de conflicto de un determinado Estado se
apliquen a una relación que haya sido calificada como internacional, es necesario
que un juez o funcionario de tal Estado se haya declarado competente, en una
acción o procedimiento ante ellos interpuesta. Señala Tovar Gil 4. “La competencia
judicial aparece como problema previo al del conflicto de leyes. Por regla general
el juez al constatar que se encuentra ante una relación que se vincula por sus
especiales características a más de un derecho interno, deberá antes de aplicar
las reglas que lo conduzcan a la elección del orden jurídico nacional o extranjero,
examinar su propia competencia para el caso. Solo después de ello, si de acuerdo
a las mismas resulta competente, podrá proceder aplicando según resulte de sus
normas de conflicto legislativo la ley material del foro o una extranjera”.
Las normas de Derecho Internacional Privado delimitan la competencia territorial,
mas no la funcional y objetiva, que no sufren alteración. El Código Civil utiliza el
domicilio, como criterio general, para establecer su competencia. Señala el artículo
2057 del CC que los tribunales peruanos son competentes siempre que la parte
demandada sea una persona domiciliada en el Perú. Se opta por el domicilio del
demandado por estar referido al centro de vida de la persona, ello permite que “la
demanda se entable en un lugar en el que el demandado tiene acceso a
defenderse y en el que por lo general, dado que es su centro de actividad, tiene
con frecuencia bienes con los que puede responder por sus obligaciones”.
En cuanto a la competencia de los tribunales peruanos en acciones sobre estado,
capacidad de personas y relaciones familiares están recogidas en el artículo 2062
del CC y las referidas a la universalidad de bienes en el artículo 2061 del CC.
En conclusión, se puede advertir de la redacción de las reglas de la competencia
en el Código Civil, supera la tendencia de considerar al Derecho Procesal
Internacional como una rama autónoma del Derecho Internacional Privado, que
forma parte del Derecho interno de un Estado.
4
TOVAR GIL, María del Carmen y TOVAR GIL, Javier. Derecho Internacional Privado. Fundación M.J.
Bustamente De la Fuente. Lima, 1987, p. 48.