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LA JURISDICCION, ACCION Y COMPETENCIA

Es una expresión de la soberanía del Estado que se manifiesta en el poder


absoluto de juzgar. Solo aquellas personas que están investidas de autoridad lo
pueden hacer y sus decisiones adquieren el valor de juzgar, esto es, se
transforman en decisiones inmodificables y absolutas1.
Es la facultad de administrar justicia.2
La doctora Marinella que hace referencia al artículo 138 de la constitución política
del Perú señala: la potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce
por el poder judicial, a través de sus órganos jerárquicos con arreglo de la
constitución y las leyes. Si partimos de tal supuesto normativo podemos decir que
la potestad supone una derivación de la soberanía, por la que atribuye a su titular
una posición de superioridad o de supremacía respecto de las personas que con
él se relacionan. A los jueces se les atribuye imperium derivado precisamente por
la soberanía. Los elementos que concurren al acto jurisdiccional son 3: la forma, el
contenido y el fin. El elemento externo o forma está conformado por las partes, el
juez y los procedimientos establecidos en la ley. El contenido de la jurisdicción es
la existencia de un conflicto con relevancia jurídica que es necesario decidir
mediante resoluciones susceptibles de adquirir autoridad de cosa juzgada (en
doctrina se denomina el carácter material del acto) y el fin consiste en asegurar la
justicia, la paz social y demás valores jurídicos mediante la aplicación del derecho.
El ámbito de la actuación de esa potestad jurisdiccional, que tradicionalmente se
orienta a conflicto entre particulares y la imposición de las penas ha sido alterado.
Como señala Monroy el ejercicio de la potestad jurisdiccional se ha ampliado
además al control de la constitucionalidad de las leyes, de tal forma que la
jurisdicción no solo se orienta a resolver conflictos, controlar conductas
antisociales sino también al ejercicio del control difuso de la constitucionalidad
normativa. Ello es importante porque la jurisdicción al imponer la supremacía
constitucional va a poder operar con eficacia en la decisión y solución de conflictos
y será de mayor obstáculo para el ejercicio arbitrario del poder a través de los
juzgados.
En cuanto a la exclusividad del ejercicio de la función jurisdiccional esta
corresponde a los jueces porque el Estado tiene el monopolio de la jurisdicción.
Asumir la posición dentro del territorio de cada país, personas o entidades
distintas al estado se constituyan en órganos para la actuación de la ley, es
atentar contra la soberanía nacional. A la par que se concede la exclusividad de
esta función de los jueces, a estos se les exige que su única función sea la de
juzgar.

1
Comentarios del código procesal civil-Marianella Ledesma Narvaes pg.83
2
Derecho procesal civil-Justo Abril Dueñas Niño de Guzman
PRINCIPIOS DE LA FUNCION JURISDICCIONAL
Se encuentran previstos en el artículo 139 de la constitución, también se
encuentra establecidos, en esta norma los fundamentos de la accion y debido
proceso en los 22 incisos:
1. La unidad y exclusividad de la función jurisdiccional. No existe ni puede
establecerse jurisdicción alguna independiente, con excepción de la militar y la
arbitral. No hay proceso judicial por comisión o delegación.
2. La independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional. Ninguna autoridad
puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir en
el ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que
han pasado en autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni
modificar sentencias ni retardar su ejecución. Estas disposiciones no afectan el
derecho de gracia ni la facultad de investigación del Congreso, cuyo ejercicio no
debe, sin embargo, interferir en el procedimiento jurisdiccional ni surte efecto
jurisdiccional alguno.
3. La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional. Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos
jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto,
cualquiera sea su denominación.
4. La motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias,
excepto los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable y
de los fundamentos de hecho en que se sustentan.
5. El principio de no dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley.
En tal caso, deben aplicarse los principios generales del derecho y el derecho
consuetudinario.
6. La prohibición de revivir procesos fenecidos con resolución ejecutoriada. La
amnistía, el indulto, el sobreseimiento definitivo y la prescripción producen los
efectos de cosa juzgada.

LA ACCION
Es un derecho público subjetivo por el cual el justiciable tiene la facultad de
solicitar la actividad jurisdiccional del estado, para resolver el litigio.

El código procesal civil en el artículo primero del título preliminar establece toda
persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para el ejercicio o defensa
de sus derechos e interés, con sujeción a un debido proceso.

Tradicionalmente se concebía a la acción como el derecho material puesto en


movimiento, como consecuencia de su violación, a fin de restablecer su eficacia.
No se distinguía la acción del derecho material porque se otorgaba la misma
significación, que solo cuando se amenazaba o violaba, adquiría la condición
dinámica facultando a su titular a reclamar ante la jurisdicción su respeto. Se
afirmaba que ante la violación del derecho aparecía un nuevo Estado, Estado de
defensa que reobraba sobre el contenido y la esencia del derecho mismo al que
se le designo con el nombre de acción.
Las nuevas corrientes procesales enarbolaron la idea de la acción como un
derecho autónomo y distinto al derecho material comprometido, Muther señala que
la acción es un derecho público subjetivo que se dirige contra el Estado y contra el
demandado.

Tomando como referencia la finalidad que se persigue con la acción se presentan


dos posiciones: la teoría de la acción concreta “sostiene que la acción es el
derecho a perseguir y obtener en el proceso una sentencia favorable, en cuanto es
el derecho de quien tiene la razón contra quien no la tiene” y la teoría de la acción
abstracta “asume que es el derecho a obtener en el proceso una sentencia, no
necesariamente favorable; un derecho que pertenece aun a los que no tiene la
razón”.

La tutela jurisdiccional se orienta a pedir a la jurisdicción la solución de un conflicto


de intereses o una incertidumbre jurídica. Frente al derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva emerge como correlato el derecho de contradicción en todo
el desarrollo del debate procesal de ahí que la demanda que corre traslado a fin
de poner en conocimiento del emplazado lo que contra él se pretende para que
pueda refutar no solo los hechos sino también gestionar el ofrecimiento y la
actuación de las pruebas.

La nocion de igualdad que esta presente en el principio de contradicción, no es de


índole aritmética, sino de una razonable igualdad de posibilidades en el ejercicio
de la acción y competencia. Es perfectamente posible que la trama el proceso
incluya algunas pequeñas desigualdades motivadas por necesidades técnicas, por
citar, el conocimiento de una causal de tacha u oposición, luego del plazo para
interponerla, señala el articulo 302, “el juez pondrá en conocimiento a la otra parte,
acompañando el documento que lo sustente, apreciando la tacha al momento de
sentenciar”. Dicha limitación a la prueba documental, opera luego de haber
precluido el momento procesal para interponer tachas, sin embargo, admite ella
pero con una prueba restringida a la documental, por razones de orden y
economía procesal. En ese sentido, si la razón es técnica y el desnivel es de poca
intensidad, no por ello se viola la esencia del contradictorio.

Derecho de contradicción
El emplazado con la demanda por ser también titular de la tutela jurisdiccional
efectiva, tiene derecho a la contradicción. El demando tiene derecho a hacer valer
igualmente su pretensión procesal contradiciendo los extremos de la demanda
planteada por el actor o negándola, deduciendo los medios de defensa.

Regulación de los derechos de acción y contradicción


En materia procesal civil los derechos de acción y de contradicción no admiten
limitación ni restricción alguna siempre que se sujete a los requisitos y a las
condiciones que el código señala, el derecho de acción corresponde al
demandante, como el derecho de contradicción que atañe al demandando se
ejercen de manera irrestricta lo que constituye que ambas partes podrán hacer
uso de las facultades procesales que estimen favorables a sus intereses siempre
que cumplan con los requisitos del código procesal civil.

En la jurisdicción contenciosa concurren tanto la acción como la contradicción, el


derecho de acción es el poder jurídico de reclamar la prestación de tutela
jurisdiccional.
La contestación de la demanda permite la posibilidad de contradecir o no la misma.
El principio de bilateralidad brinda esa oportunidad y no exige la materialización de
la contradicción.

La norma reafirma la no limitación y restricción para el ejercicio del derecho de


acción y contradicción, sin embargo hay algunas voces que confunden el derecho
a la contradicción con la reconvención y señalan que la ausencia de reconvención
afecta el derecho de contradicción, limitándola en su ejercicio, citando como
ejemplo, en el caso de los procesos sumarísimos y en ciertos procesos abreviados,
en la forma que no se permite ejercer la reconvención.

COMPETENCIA

Tradicionalmente los conceptos de jurisdicción y competencia eran tratadas como


sinónimos. Hoy en dia se concibe que la competencia es una medida de la
jurisdicción. Todos los jueces tienen jurisdicción, pero no todos tienen
competencia para conocer un determinado asunto. Un juez competente es, al
mismo tiempo, juez con jurisdicción; pero un juez incompetente es un juez con
jurisdicción pero sin competencia.

La afirmación universal de que la competencia es la medida de la jurisdicción no


goza del reconocimiento de un sector de la doctrina porque consideran que la
jurisdicción implica labor de juzgamiento; esta carece de medida porque el juez es
soberano en la evaluación de los hechos, en la interpretación de las conductas y
en la aplicación de la norma que considere apropiada para cada caso.

Oderigo, haciendo una distinción entre jurisdicción y competencia señala que


aquella representa la función de aplicar el derecho, mientras que la competencia
es la aptitud legal de ejercer dicha función en relación con un asunto determinado.
Un sector de la doctrina delimita la competencia bajo la siguiente clasificación: la
objetiva, la funcional y la territorial. La objetiva se sustenta en el valor y la
naturaleza de la causa, la funcional n las funciones que la ley encomienda a los
jueces de diversa jerarquía en el proceso y la territorial opera ante la existencia de
jueces de la misma clase y la asignación de procesos a cada uno de ellos en
atención al orden geográfico.

Tanto la competencia objetiva y funcional no son objeto de disposición de las


partes. Son absolutas, porque la organización de los estamentos judiciales no se
halla sujeta al arbitrio de las partes.
La presente norma se remite a la competencia objetiva por la materia, que es
catalogada en atención a la naturaleza del conflicto en discusión. Ello nos lleva a
distinguir la competencia tanto civil, laboral, penal, etc. La norma, de manera
excluyente, considera de competencia del juez civil toda aquella materia que no le
este atribuida conocer a otros jueces.

La distribución de la competencia responde a la necesidad de una mejor y


eficiente administración de justicia. Ella se determina y modifica por ley; sin
embargo, hay determinadas competencias que podrían ser reguladas por otro
medio que no sea la ley, por citar, la competencia por turnos o por vías
procedimentales. En este supuesto, la distribución del trabajo puede ser regulada
por el simple acuerdo interno de los juzgados o directivas administrativas. La
competencia no puede modificarse ni renunciarse porque es imperativa por regla
general.
La competencia viene a ser la manera como se ejerce la función de adminis- trar
justicia. Dicha obligación es asumida por el poder público para asegurar el mayor
acierto en la función judicial, de tal manera, que ese poder que se le otorga a cada
juez para conocer determinados conflictos tiene que ser ejercida por el órgano al
cual se le atribuye. Existe una competencia propia, originaria, retenida por los
jueces y otra por delegación, cuando se conoce por encargo de otros jueces. La
primera es amplia, en cambio la segunda tiene límites que el delegante fija. Frente a
ellas, se dice que la verdadera jurisdicción es la propia porque se va a pronunciar
sobre el objeto del proceso, mientras que la delegada es reflejo de la jurisdicción
con fines de asistencia judicial y para determinadas diligencias. Se establece la
comisión para actos y diligencias que no impliquen juzgamiento y práctica de
pruebas.
El Código Procesal admite la posibilidad de la encomienda, esto es, la delegación
de algunos actos procesales de un juez a otro, siempre y cuando corresponda a
un ámbito fuera de la competencia territorial del juez delegante. Por citar, el juez
especializado en lo civil de Lima puede comisionar al juez de igual clase de Trujillo
para realizar determinado acto procesal dentro de su territorio, pero, no resulta
atendible que un juez comisione a otro de su mismo ámbito espacial y clase para
realizar determinado acto procesal; tampoco procedería la comisión de jueces de
grados diferentes, pero dentro del mismo territorio, por ejemplo: el juez civil de
Lima no podría comisionar al juez de paz letrado de un distrito de Lima, por citar
San Borja, para realizar determinada actuación procesal. Aquel debe realizarla
personalmente sin encargar su cumplimiento.
El artículo 151 del CPC señala: “cuando una actuación judicial debe practicarse
fuera de la competencia territorial del juez del proceso, este encargará su
cumplimiento al que corresponda, mediante exhorto”.
Distinguiendo entre indelegabilidad de competencia y prórroga de esta, regulada
en los artículos 25 y 26 del Código Procesal, diremos que la prórroga es un
fenómeno que le corresponde exclusivamente a las partes, implica solo el
desplazamiento de la competencia territorial por voluntad de las partes, mientras
que la indelegabilidad de la competencia es una carga que le incumbe al juez.
La norma consagra la perpetuatio iurisdictionis que significa que la situación de
hecho existente en el momento de admitirse la demanda, es la determinante de la
competencia para todo el curso del proceso, sin que las modificaciones
posteriores puedan afectarla. Por citar, el objeto litigioso pude sufrir alteraciones,
sea en su valor comercial, en su deterioro, etc. Nada de ello puede alterar la
competencia del juez.
Es el valor que tenía el objeto al tiempo de admitirse la demanda, lo que regulará
el proceso hasta su terminación. Los intereses y frutos se tienen en cuenta hasta
la fecha de la admisión de la demanda, aun cuando estén estipulados para su
cumplimiento, en el curso del proceso.
Las partes pueden variar de domicilio durante el proceso, pero la competencia
señalada sobre la base del que se tenía en el momento de admitirse la demanda
continuará hasta finalizar el proceso.
Frente al supuesto que una nueva ley cambie la competencia para determina- dos
asuntos, surge la interrogante acerca de la permanencia del mismo juez, en los
procesos pendientes. Para Véscovi 3 , ello es un tema discutido. Señala: “hay
autores que sostienen la absoluta irretroactividad de la Ley Procesal, que solo se
aplica a los procesos pendientes, y, por consiguiente, rechazan cualquier
alteración (Guasp), sin embargo, la mayoría de la doctrina entiende que, en este
caso, se plantea una excepción a la regla. Por lo demás, no estaríamos ante un
caso de retroactividad de la nueva ley, sino, simplemente, de limitación del
principio de ultractividad de la ley antigua”.
La jurisdicción es única e idéntica, pero no todo órgano revestido de esta función
puede ejercerla indistintamente con respecto a cualquier asunto y lugar.
Razones de interés público y privado han inducido al Estado a poner linderos al
ejercicio de la potestad jurisdiccional, delimitándola por medio de la competencia
que asigna, a través de la ley, a todos los niveles de jueces. Como señala Oderigo,
“la jurisdicción representa la función de aplicar el derecho, mientras que la
competencia es la aptitud legal de ejercer dicha función en relación con un asunto
determinado”.
Los criterios que se utilizan para delimitar esa aptitud son diversos. Por citar,
Carnelutti las clasifica en objetiva, subjetiva, territorial y funcional. La norma en
comentario se ubica según dicha clasificación en la competencia objetiva,
denominada también competencia por razón del litigio o según la materia. Tiene
como referente la naturaleza del conflicto, esto es, atiende al modo de ser del
litigio, de tal forma, que nos permite hablar de conflictos penales, civiles, laborales,
administrativos, tributarios, etc.
Hay la tendencia moderna a la especialización de los órganos judiciales, en virtud
de la cada vez más compleja y abundante legislación en todas las ramas del
Derecho, que han llevado a la organización judicial a la creación de los juzgados
laborales, de familia, contencioso-administrativa y los juzgados comerciales.
La jurisdicción representa la función de aplicar el derecho, mientras que la
competencia es la aptitud legal de ejercer dicha función en relación con un asunto

3 VÉSCOVI, Enrique. Teoría general del proceso. Temis. Bogotá, 1984, p. 170.
determinado. Todos los jueces ejercen jurisdicción, pero no todos tienen
competencia porque ella está delimitada por diversos factores como la materia y el
monto de la pretensión, criterios que en la doctrina son conocidos como factores
objetivos de la competencia.
El costo del proceso condiciona la importancia del litigio y este influye no solo
sobre la forma procedimental que se le asigne (proceso sumarísimo, abreviado,
etc.) sino también sobre la instancia judicial que debe conocer la pretensión (juez
de paz letrado y juez de primera instancia), por ello Carnelutti consideraba a la
cuantía como un factor decisivo para delimitar no solo la competencia objetiva sino
la funcional, porque el monto de la pretensión determina si se asigna al órgano
judicial de superior o inferior nivel jerárquico. Dicho autor afirma que debe haber
una relación entre la importancia del litigio y el esfuerzo necesario para su
composición.
La doctrina sostiene que es conveniente para los conflictos de menor importancia
que sean conocidos por juzgados de menor nivel jerárquico y por un proceso más
simple; sin embargo, este criterio es cuestionado porque no responde a una
auténtica democratización de la justicia.
La cuantía se reduce a un común denominador que es el dinero; ello acaece no
solo cuando el objeto de la pretensión sea una prestación dineraria, sino también
cuando sea de distinta naturaleza; en este caso la cuantía debe estimarse,
reducirse a una apreciación en dinero; sin embargo, existen pretensiones que son
inestimables en dinero, tales como la filiación y el estado civil de las personas. En
estos casos, su tratamiento es equiparado a un proceso de máximo nivel, como es
el de conocimiento; por tanto, podemos decir la cuantía presenta tres posibilidades,
la determinada, la estimable y la inestimable.
Teóricamente existen varios sistemas para fijar la cuantía como valor cuestionado.
La mayor parte de la doctrina los ubica en dos. El sistema inquisitivo o de libre
apreciación del juez y el sistema puramente dispositivo, confiado exclusivamente a
la actividad de las partes.
Frente a ellos, Devis Echeandía sustenta un sistema mixto que permita la
introducción de un procedimiento liminar, a través del cual, la cuantía pueda ser
debatida y definida para concluir con la inmodificabilidad de la competencia.
Considera que no siendo disponible la competencia por cuantía, tiene que darse al
juez la posibilidad del cuestionamiento oficioso. Esta disposición es inocua por-
que no admite discusión que la cuantía quede definida en la etapa liminar del
proceso, pues así lo exige el principio de inmodificabilidad de la competencia.
La exigencia de un derecho a través del proceso judicial requiere tiempo y gasto
que no puede volverse contra quien acude a este en busca de razón, mucho
menos si la tiene, de manera que la justificación de la condena de los gastos
procesales (llámese costas y costos) no debe representar una disminución
patrimonial para la parte en favor de quien se realiza.
Hay dos sistemas que legislan los gastos procesales. Uno, llamado sistema
automático u objetivo, que recoge nuestro Código Procesal y otro, el del libre
albedrío judicial. El primero funda la condena en un hecho objetivo: la derrota
procesal, de manera que, la sentencia debe contener la decisión expresa en tal
sentido. Para el sistema del albedrío judicial, que no inspira a nuestro Código, las
costas se imponen al litigante bajo el criterio subjetivo de la mala fe, dejando la
apreciación al criterio del juez, con la consiguiente facultad de no imponer costas,
cuando estime que el vencido procedió de buena fe.
Por otro lado, el gasto procesal es una obligación estrictamente procesal que nace
a partir de una condena expresada en la sentencia. Para Carnelutti el carácter
procesal de los gastos no es porque la obligación nace de la actividad procesal,
sino porque se orienta también a la justa composición de la litis. Si el daño
ocasionado por el proceso a la parte que tiene razón no le fuera resarcido por la
que no la tiene, la litis no quedaría compuesta justamente. Sin embargo, las tesis
modernas se orientan a considerar a los gastos no como un resarcimiento sino
como un reembolso al vencedor del gasto realizado para hacer realidad su
derecho.
La norma hace referencia a las multas. Ellas son sanciones pecuniarias que se
imponen a los sujetos procesales en atención a su conducta asumida en el
proceso. No solo los jueces la imponen para asegurar el orden y buen trámite de
los procesos, bajo un rol conminatorio, como se aprecia del inciso 1 del artículo 53
del CPC, sino que asumen un rol represivo, que mira al pasado y es pronunciada
por el juez, de oficio. Responde a un procedimiento coactivo que se ejerce sobre
los bienes del resistente.
La competencia puede ser deslindada en atención a diversos criterios como el
objetivo, funcional y territorial. Siendo varios los criterios que concurren para ello,
es posible que aparezcan en forma contrapuesta.
Bajo ese supuesto, unos tienen primacía sobre los otros, de tal manera que el
factor objetivo prevalece sobre el territorial. El objetivo a su vez presenta dos
modalidades, materia y cuantía, siendo la materia la que se considera antes; y,
solamente en ausencia de asignación expresa por la materia, se acude a la
cuantía.
El factor objetivo prevalece sobre el territorial y en la cúspide de la pirámide se
coloca la competencia funcional. Esta corresponde a organismos judiciales de
diversos grados, perteneciendo a cada grado una determinada actividad. Su
vulneración implica nulidad absoluta. La norma le atribuye competencia al juez civil,
si no se pudiera determinar, sea por la naturaleza de la pretensión u otra causa
análoga, el grado.
En orden descendente, la competencia por materia es absoluta e improrrogable.
La competencia por cuantía o por valor también es absoluta. La competencia por
territorio es prorrogable porque es dispositiva, está confiada a la autonomía de la
voluntad privada, cuya vulneración apenas produce nulidad relativa. Esta
competencia se sanea por preclusión, a través de la prórroga tácita.
La competencia territorial es un criterio pragmático. Su fin tiene una connotación
económica de facilitar y acercar al juez al justiciable, a los dos o a alguno de ellos.
La norma regula la hipótesis del foro concurrente y solo opera exclusivamente en
la competencia territorial. Es un fenómeno de competencia que hace aptos para
atender un asunto a diversos juzgados. Dicho fenómeno el Código lo deno- mina
competencia acumulativa, pero nada tiene que ver con la acumulación pro- cesal.
Consiste en el hecho que frente a varios demandados se puede elegir el juez de
cualquiera de sus domicilios; por citar, si existe una pretensión pecuniaria para
ejecutar contra Rogelio y Rufino, quienes son litisconsortes pasivos y tienen
domicilios en distritos judiciales diferentes, podemos colegir, que es legalmente
competente el juez del domicilio de cualquiera de ellos, aunque estén en distinto
distrito judicial. Véase el caso de la división y partición de un bien. Los
copropietarios demandados tienen, cada uno como domicilio, en Chiclayo, Trujillo
y Lima, por tanto, es tan juez competente el que se ubica en cualquiera de las
localidades señaladas como domicilio de los demandados.
Se parte de un supuesto, existe más de un juzgado competente para conocer un
mismo asunto. Naturalmente como ya hemos señalado, esto no sucede con la
competencia por razón de la materia, sino con la territorial. Este es un fenómeno
de competencia que hace aptos para entender un asunto a diversos juzgados.
Este instituto se complementa con el fenómeno de la prevención. El artículo 29
CPC, señala: “En caso de pluralidad de demandados en el mismo o en diferentes
procesos, previene el órgano jurisdiccional que efectuó el primer emplazamiento”.
Ello implica que el juzgado que previno primero, se convierte en competente
exclusivo y excluye a los demás. Esta prevención no se puede confundir con la
prórroga de la competencia porque lo que se hace es asegurar la competencia de
un juez natural de por sí competente, logrando que dicha competencia quede firme;
en cambio, en la prórroga se altera la competencia de un juez incompetente
tornándole competente.
Frente a la posibilidad de la concurrencia de varios juzgados como competentes,
la doctrina muestra las siguientes posibilidades de definir el juez competente.
Puede darse que cada uno de estos pueda ser señalado por ley como exclusivo o
concurrente sucesivo, según que alguien tenga que ser demandado ante un solo
juez con exclusión de cualquier otro (juez exclusivo) o si el demandante puede
elegir entre varios jueces para la presentación de su demanda (juez concurrente
por elección) o si son diversos los jueces competentes, pero, no a elección del
demandante, sino uno a falta del otro, nos ubicamos ante el juez concurrente
sucesivo. La norma en comentario consagra frente a las alternativas señaladas la
concurrencia por elección, tomando como referente para ello, el domicilio de
cualquiera de los demandados, en ese sentido, véase la demanda del pago de
una deuda, tanto al obligado principal cuyo domicilio se ubica en Chiclayo y al
garante, que reside en Trujillo; frente a dichas pretensiones, es tan competente el
juez de Chiclayo como el de Trujillo, para conocer el pago demandado.

Conflictos de competencia
Los conflictos de competencia se producen cuando jueces de igual grado tratan de
conocer o están conociendo de un mismo asunto o ambos pretenden ser
incompetentes para conocer de él. Esto nos lleva a decir que la contienda de
competencia reviste dos formas: positiva, cuando dos jueces pretenden asumir el
conocimiento del mismo litigio y negativa si ambos jueces pretenden ser
incompetentes en igual caso.
La delimitación de la competencia se presenta como un conjunto de limitaciones
cuantitativas, no frente a la jurisdicción sino frente a otros órganos jurisdiccionales.
Ella se hace necesaria para deslindar los posibles conflictos de competencia,
cuando jueces de igual grado están conociendo de un mismo asunto (conflicto
positivo) o ambos pretenden ser incompetentes para conocer de él (conflicto
negativo); circunstancia que se muestra como una verdadera denegación de
justicia. En este último extremo, véase el siguiente pronunciamiento emitido por la
Sala Civil de Lima “si bien los juzgados y Sala Laboral han declarado la
improcedencia de la demanda de ejecución de resolución judicial, por
considerarse que no son competentes para conocer de la ejecución de una
sentencia dictada en un proceso de amparo, por cuanto conforme al artículo 714
del CPC, los títulos de ejecución judicial se ejecutarán ante el juez de la demanda,
dicha negativa de los juzgados laborales nos lleva ante un conflicto de
competencia que debe ser dilucidado por la Sala Suprema a fin de impedir la
afectación del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva”.
Cuando la norma nos remite a los casos señalados en el Título II del Libro X del
Código Civil para determinar la competencia del juez peruano, nos conduce a las
reglas materiales que forman parte no del Derecho Procesal, sino del Derecho
Internacional Privado. El Código Civil opta por un concepto amplio de Derecho
internacional que integra no solo aspectos legislativos sino los jurisdiccionales,
para resolver un conflicto internacional.
En ese sentido, para que las normas de conflicto de un determinado Estado se
apliquen a una relación que haya sido calificada como internacional, es necesario
que un juez o funcionario de tal Estado se haya declarado competente, en una
acción o procedimiento ante ellos interpuesta. Señala Tovar Gil 4. “La competencia
judicial aparece como problema previo al del conflicto de leyes. Por regla general
el juez al constatar que se encuentra ante una relación que se vincula por sus
especiales características a más de un derecho interno, deberá antes de aplicar
las reglas que lo conduzcan a la elección del orden jurídico nacional o extranjero,
examinar su propia competencia para el caso. Solo después de ello, si de acuerdo
a las mismas resulta competente, podrá proceder aplicando según resulte de sus
normas de conflicto legislativo la ley material del foro o una extranjera”.
Las normas de Derecho Internacional Privado delimitan la competencia territorial,
mas no la funcional y objetiva, que no sufren alteración. El Código Civil utiliza el
domicilio, como criterio general, para establecer su competencia. Señala el artículo
2057 del CC que los tribunales peruanos son competentes siempre que la parte
demandada sea una persona domiciliada en el Perú. Se opta por el domicilio del
demandado por estar referido al centro de vida de la persona, ello permite que “la
demanda se entable en un lugar en el que el demandado tiene acceso a
defenderse y en el que por lo general, dado que es su centro de actividad, tiene
con frecuencia bienes con los que puede responder por sus obligaciones”.
En cuanto a la competencia de los tribunales peruanos en acciones sobre estado,
capacidad de personas y relaciones familiares están recogidas en el artículo 2062
del CC y las referidas a la universalidad de bienes en el artículo 2061 del CC.
En conclusión, se puede advertir de la redacción de las reglas de la competencia
en el Código Civil, supera la tendencia de considerar al Derecho Procesal
Internacional como una rama autónoma del Derecho Internacional Privado, que
forma parte del Derecho interno de un Estado.

4
TOVAR GIL, María del Carmen y TOVAR GIL, Javier. Derecho Internacional Privado. Fundación M.J.
Bustamente De la Fuente. Lima, 1987, p. 48.

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