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JEFE: Un jefe tiene poder de “estructura”.

Es decir, su nivel jerárquico


en la organización le otorga autoridad para definir objetivos, fijar
plazos, asignar tareas, pedir cuentas, otorgar reconocimientos y
disciplinar a sus subalternos. En última instancia, la jefatura es quien
(en su ámbito de acción) “dice qué hacer”.

LIDER: Un líder tiene poder de “identificación”. Esta es la diferencia


fundamental entre ambos. Un líder propone una visión de futuro
atractiva e intenta “contagiar a otros”, es decir, que se emocionen con
su idea, se identifiquen con él y formen la “masa crítica” responsable
de sacar el proyecto adelante.
Si el poder del jefe es más racional (“debo obedecer al jefe, porque es
quien manda”), el del líder es mucho más emocional (“quiero seguir al
líder, porque me entusiasma el proyecto que propone”).

A pesar de sus diferencias, líderes y jefaturas comparten un sentido


de propósito: ambos grupos comunican una idea de “hacia dónde
vamos”.

COACH: Un coach se apoya en la mayéutica de Sócrates (hacer


preguntas para ayudar al otro a “parir” el saber) y en la idea de
Aristóteles de que, en toda persona, hay una tensión entre “lo que es”
y “todo lo que podría ser”.

La pregunta es la herramienta de trabajo del coach. Él no nos dirá qué


hacer, sino que, a fuerza de preguntas, nos ayudará a encontrar
nuestras propias respuestas. Así, algunas interrogantes muy
empleadas por los coaches son: ¿A dónde quieres llegar? ¿Dónde
estás en el aquí y el ahora? ¿Hay diferentes maneras de alcanzar tu
meta? ¿Cuáles son tus alternativas? ¿Cuál de ellas te parece mejor?
¿Por qué? ¿Qué sacrificios tendrás que hacer si tomas este camino? y
¿estás realmente decidido a hacerlo?

Los tres sombreros responden a papeles diferentes: el jefe “dice qué


hacer” desde su autoridad; el líder nos emociona con una visión de
futuro y nos invita a ser parte de un proyecto y, por su parte, el coach,
a partir de la pregunta, nos ayuda a clarificar qué es lo que nosotros
queremos hacer.

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