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VI.

DESVIACIÓN, DELITO Y CONTROL


Las Cuestiones que se van a analizar en este tema tienen que ver con las conductas
desviadas, con la conformidad y el control que se ejerce desde la sociedad para evitar o
minimizar los efectos de la desviación. ¿Con qué objeto se crean las normas culturales? ¿Por
qué hay personas que tiene más probabilidades que otras de ser acusadas de violar una norma
cultural o legal? ¿Cómo se controla la delincuencia y qué impacto tiene sobre la sociedad los
mecanismos de control social?

VI.1. Desviación y control


La transgresión de una normal cultural socialmente aceptada es lo que se suele
entender como «conducta desviada». Esta noción ambigua del concepto de desviación
permite incluir en él una amplia variedad de conductas que pueden ir desde la violación de
normas en el campo de la sexualidad hasta el de la religión. Las personas que se desvían de la
norma son tachadas como herejes o pervertidas.

Dentro de las conductas desviadas destaca el delito. El delito se define como una
violación de la ley, y existen a su vez una amplia gama de delitos y de delincuentes. En estos
casos, la desviación de la norma implica daños o perjuicios a terceras personas, bienes, o a la
propia naturaleza. Sin embargo, también se suelen considerar como «desviados» a aquellas
personas que cumplen las normas y van más allá de lo que se suele esperar de ellas.

Todas las sociedades establecen mecanismos para controlar los casos de desviación.
Para algunos casos el control social, esto es, una forma de presión social informal y no reglada,
es suficiente. Sin embargo, para otros casos de conducta desviada las sociedades establecen
mecanismos más contundentes. En estos casos, de los sistemas jurídico-penales, entendidos
como un conjunto de instituciones judiciales, policiales y penitenciarias, entran en
funcionamiento para fortalecer los mecanismos de control social.

VI.2. Teorías sobre el delito


A] El enfoque biológico.

Desde este enfoque se pretende explicar el comportamiento humano en los términos


usados por la biología. En 1876 el criminólogo Caesare Lombroso afirmaba que los
delincuentes tienen rasgos fisiológicos característicos: estrechos de frente, mandíbulas y
pómulos prominentes, orejas separadas, vello abundante y brazos extremadamente largos.
Estas teorías, pese a que en su tiempo tuvieron un cierto predicamento, son del todo falsas ya
que los rasgos físicos antes mencionados se reparten aleatoriamente entre la población.

A mediados del siglo XX William Sheldon sostenía que mediante el análisis de la


constitución corporal se podría predecir la conducta delictiva de una persona. Tras analizar la
constitución de cientos de jóvenes, Sheldon concluyó que la probabilidad de delinquir era
mayor en las personas de una constitución atlética.

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Eleonor Glueck encontró una hipótesis alternativa a la que sostenía Sheldon. La
hipótesis que se quería demostrar es que en las familias se tratan a los hijos más fuertes con
menos mimos que a los más débiles y como consecuencia, los más fuertes tienden a tener
menor empatía hacia los demás. Por otro lado, la sociedad suele esperar de las personas más
fuertes que tengan un comportamiento agresivo, de manera que estos acaban comportándose
tal y como la sociedad espera que se comporten.

La investigación genética continúa explorando las posibles conexiones entre la


conducta desviada y la biología, pero tan sólo se han establecido casos de correlación entre la
conducta desviada y ciertos caracteres genéticos. Si es posible que ciertos rasgos genéticos
combinados con determinadas experiencias sociales tengan un impacto real sobre la
propensión de los individuos a manifestar una conducta delictiva.

B] El enfoque psicológico.

Para este enfoque, la causa de una conducta desviada habría que buscarla en los
problemas que los individuos tienen a la hora de formar su propia personalidad. Un trabajo
clásico en esta perspectiva lo encontramos en la obra de Walters Reckless y Simon Dinitz
«Pioneering With Self-Concept as a Vulnerability Factor in Delinquency»en Journal of Criminal
Law, Criminology, and Police Science. Vol.58, Nº 4. 1967. P. 515-523. En su trabajo pidieron a
una serie de profesores que estimaran, para cada uno de sus alumnos (12 años), la
probabilidad de que incurrieran en conductas delictivas. El trabajo también incluía entrevistas
con los padres y con los propios alumnos para determinar el ambiente social en el que se
desenvolvían y la percepción que los alumnos tenían de sí mismos. Los resultados mostraban
que «los niños buenos» tenían un carácter más formado que les permitía superar las
frustraciones con mayor éxito que aquellos que eran tipificados como «niños malos». Un rasgo
distintivo de los «niños malos» es que no sobrellevan bien las frustraciones y se muestran más
disconformes con la aceptación de normas y valores culturales. Las conclusiones del estudio
atribuían la ausencia de comportamientos delictivos a un tipo de personalidad que permite a
ciertos individuos dominar sus impulsos hacia la desviación.

El valor de estas teorías tiene un alcance muy limitado dado que la inmensa mayoría
de los delitos más graves los comenten individuos que tienen un perfil psicológico normal.

C] El enfoque sociológico.

La conducta desviada viene en gran parte determinada por el contexto social en el que
se desenvuelven los individuos. Para apoyar este enfoque se suelen distinguir tres tipos de
argumentos:

i. Lo que se entiende como una conducta desviada depende de aquello que una
sociedad considere, de acuerdo con sus normas sociales, como una conducta desviada.
La desviación se define entonces en relación con las pautas culturales específicas de
una sociedad en un momento dado.
ii. La conducta desviada sólo aparece cuando los demás miembros de una sociedad la
definen como tal.

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iii. La capacidad para elaborar reglas y para quebrantarlas no se distribuye igualmente en
la población. Para la sociología marxista la ley puede ser entendida como una
estrategia que permite a los poderosos mantener sus intereses. (Esta misma idea
puede verse en El contrato social de Rousseau)

VI.3. Distintas aproximaciones sociológicas al fenómeno de la


conducta desviada
A] La teoría funcionalista: La conducta desviada y delictiva contribuye a mantener el
sistema social en equilibrio y, así, a garantizar su conservación.

Según Durkheim en sus trabajos The división of labor in society y The rules of sociological
method, nos dice que la desviación cumple cuatro funciones esenciales para la sociedad:

a) La desviación contribuye a consolidar los valores y normas culturales. La desviación es


indispensable en el proceso de generación y aprendizaje de las normas sociales,
también resulta ser un mecanismo esencial para mantener el consenso sobre las
normas morales.
b) Las respuestas a las conductas desviadas contribuyen a clarificar las barreras morales
c) La repuesta a la desviación fomenta la unidad social
d) La desviación fomenta el cambio social. Las conductas desviadas nos obligan a
repensar dónde están los límites y qué grado de tolerancia estamos dispuestos a
mantener. En este sentido, la conducta desviada nos presentan alternativas al orden
vigente.

Para el funcionalismo, la desviación no es el resultado de la bondad o maldad innata de los


individuos, sino la consecuencia natural de la vida en sociedad.

B] La teoría de Merton de la desviación social: El grado y el carácter de la


desviación dependen del grado en que los miembros de una sociedad pueden lograr los
objetivos culturales vigentes en esa sociedad a través de mecanismos institucionalizados.

La conformidad se da en una sociedad cuando se busca satisfacer unas metas u objetivos


lícitos mediante aquellos mecanismos que también se consideran lícitos y son socialmente
aceptados. El problema surge cuando no todo el mundo que desea satisfacer unos objetivos
lícitos tiene la oportunidad de hacerlo. Es difícil, por ejemplo que los niños que viven en zonas
marginales puedan alcanzar el éxitos social siguiendo «las reglas de juego» establecidas.

Merton llamó innovación a la estrategia que consiste en conseguir un objetivo cultural


convencional mediante mecanismos no convencionales. La imposibilidad de obtener éxito a
través de mecanismos lícitos da lugar a un tipo de desviación que Merton llamó ritualismo.
Este tipo de conductas permiten resolver el conflicto entre medios y fines transformando los
fines en conductas casi compulsivas, dirigidas a vivir «respetablemente», siguiendo de un
modo escrupuloso aquellas conductas que conducen al éxito social, hasta tal punto que llegan
a olvidar el éxito. Un tercer tipo de conducta analizada es el retraimiento, esto es, el rechazo
tanto de los objetivos culturales como de los medios para conseguirlos. La última opción es la

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rebelión. En este caso se comparte el rechazo anterior, pero en lugar de aceptar la situación,
defienden alternativas al orden y a las normas sociales dominantes.

Mecanismos institucionalizados
Acepta Rechaza
Acepta

CONFORMIDAD INNOVACIÓN
Objetivos culturales

Rechaza

RITUALISMO RETRAIMIENTO
Nuevos
mecanismos

REBELIÓN
Nuevos
objetivos
La teoría de la desviación de Merton

Para Cloward y Ohlin (delinquency and opportunity: A theory of delinquent Gangs, NY.
Free Press, 1966) la conducta delictiva no depende solamente de la escasez de oportunidades,
sean estas legítimas o ilegítimas, sino también de la oferta de las oportunidades ilegítimas.
Como demuestra el caso de Al Capone las oportunidades ilegales fomentan la aparición de
subculturas de delincuentes, en las que no sólo se produce la integración y la aceptación de un
grupo, sino que además se puede aprender un oficio.

La falta de oportunidades tanto lícitas como ilícitas provoca que la delincuencia se


manifieste en forma de subculturas del conflicto en las que la frustración genera formas de
conducta extremadamente violentas. En estos casos pueden aparecer subculturas del
retraimiento. La búsqueda de la autoestima en estos contextos pasa por afirmar como
meritorias aquellas características propias de los grupos a los que pertenecen.

Las culturas de la desviación tendrían las siguientes características:

i. Rutina del conflicto


ii. Dureza
iii. Sagacidad para evitar ser objeto de burlas
iv. Emoción
v. Falta de interés por su futuro
vi. Autonomía y búsqueda de una libertad individual que suele chocar con los símbolos
tradicionales de la autoridad

C] La teoría del etiquetaje: la desviación es un proceso de interacción entre


individuos desviados y no desviados en el seno de una sociedad y un tiempo dado. El estudio
sobre la desviación debe intentar responder a la pregunta de por qué a algunos individuos se
les cuelga la etiqueta de «desviados». Dado que los que etiquetan en una sociedad son
aquellos que detentan el poder político, religioso, policial..., el estudio del proceso de
etiquetado dará a conocer la estructura de poder de la sociedad.

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La teoría del etiquetaje advierte que una vez que se ha etiquetado a alguien como un
desviado, la probabilidad de que su conducta social se ajuste a la etiqueta aumenta
significativamente. De este modo, el proceso de «aprendizaje de la desviación» viene
acentuado por las mismas organizaciones que tratan de combatir la desviación social.

Para esta teoría no existen conductas que sean intrínsecamente desviadas, dado que
las etiquetas provienen de los sectores más poderosos de la sociedad. La crítica a esta teoría
incide precisamente en este aspecto, pues en caso todas las culturas existen ciertos actos que
han estado prohibidos o censurados en todo tiempo. A su vez, los defensores de la teoría del
etiquetaje contraatacan afirmando que los actos delictivos cambian y dependen de factores
sociales, económicos y culturales, de manera que lo que en un tiempo era considerado algo
peligroso para la sociedad en otro es asumido por la sociedad como algo totalmente normal y
legal. Véase el caso de los matrimonios homosexuales.

VI.4. Desviación de conducta y la Teoría del Conflicto


La desviación de conducta debe entenderse como una manifestación de las
desigualdades sociales y de poder que existen en una sociedad. Visto desde esta perspectiva,
las principales causas del delito serían las desigualdades –de clase, económicas, étnicas, de
género... –. La catalogación de “conducta desviada” dependerá por l tanto de cómo estén
estructuradas las relaciones sociales y del modo en el que el poder esté distribuido en la
sociedad.

Las relaciones de poder y la conducta desviada no son instancias independientes


porque:

a) Las normas y las leyes sociales no son neutrales, sino que más bien favorecen
los intereses de las clases dominantes. «La justicia capitalista está hecha por la
clase capitalista, para la clase capitalista y en contra de la clase trabajadora»
(Quinney, R. 1977. Class, State and Crime: On the Theory and Practice of
Criminal Justice)
b) Los recursos para eludir la acción de la justicia de los miembros de las clases
privilegiadas son muchos y variados en comparación con los que disponen los
miembros de las clases más desfavorecidas.
c) Existe una creencia extendida de que las leyes son buenas y naturales por
definición, sin analizar la raíz política, lo que lleva a cuestionar su aplicación,
pero nunca su propia naturaleza

Desde esta tradición de pensamiento se suele considerar que los calificativos o


etiquetas que se refieren a la conducta desviada se suelen aplicar a las persona que
obstaculizan el desarrollo del capitalismo porque:
i. Dado que el capitalismo se basa en la propiedad privada, los que amenazan la
propiedad privada son etiquetados como delincuentes. ¿Se puede equiparar a los
asaltantes a una casa con los ocupas de una fábrica abandonada? Las acciones que
desde las clases privilegiadas se realizan contra las clases subordinadas no suelen
recibir este tipo de calificativos.

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ii. Como el capitalismo depende de la apropiación del trabajo, todos aquellos que no se
incorporan en la red habitual de trabajo suelen ser calificados delincuentes o como
vagos.
iii. Es fundamental para el mantenimiento del sistema de producción capitalista el
respeto a la autoridad, de ahí que la búsqueda del éxito profesional para obtener
respeto sea una tarea primordial. A su vez, se exige el respeto a la autoridad, de
manera que cualquier alteración del orden establecido o la denuncia del autoritarismo
sea etiquetada peyorativamente.
iv. El cuestionamiento del statu quo no se permite, de ahí los calificativos poco agradables
que tienen que soportar los insumisos, objetores, pacifistas y en general aquellos que
cuestionan las bases sociales, políticas, jurídicas o económicas del sistema.

Frente a todos los estigmatizados por el sistema encontramos aquellas personas que
contribuyen al mantenimiento del orden social y económico del mismo que, evidentemente,
van a “soportar” todas aquellas calificaciones positivas que el sistema suele otorgar. Por
ejemplo, la figura del deportista suele ser aclamada como ejemplo de individuo en una
sociedad competitiva en la que destacan valores como el individualismo o la competitividad.

En los años ochenta del pasado siglo, apareció dentro de la criminología británica un
grupo de investigadores sociales de orientación marxista que intentaron buscar alguna
explicación del creciente fenómeno de aumento de la violencia en zonas urbanas. Esta
corriente que se denominó «realismo de izquierdas» trataron de conceptualizar el problema
de la delincuencia en lo que denominaron “el cuadrado del delito”. En este esquema se cuenta
con cuatro vértices o dimensiones: el estado, los mecanismos de control informal, los
delincuentes y las víctimas.

Estado control informal

DELITO

Delincuente víctima

La comprensión de los fenómenos de conducta delictiva pasa por tener en cuenta


estos cuatro vértices, lo que supone entender que la mayor parte de las víctimas pertenecen a
la clase obrera; y que la probabilidad de que un trabajador no cualificado sea víctima de un
delito es el doble que en el caso del resto de trabajadores. Así, aunque son los sectores
sociales menos favorecidos los que más delitos cometen, ellos son también las principales
víctimas. La conclusión, siguiendo la perspectiva marxista, es que la delincuencia es el

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resultado de profundas desigualdades estructurales. La delincuencia surge cuando aparece un
sentimiento de privación relativa, esto es cuando los que carecen de recursos comparan su
situación con aquellos que sí los tienen. Ante este diagnóstico la solución parece evidente: a
mayor igualdad social, justicia social e igualdad de oportunidades menor será la posibilidad de
cometer delitos.

VI.5. La teoría del control de Hirschi


Según esta teoría, el control social es eficaz porque permite a las personas anticipar las
consecuencias que les puede ocasionar la comisión de un delito. La idea de la que parte Hirschi
es que ante la tentación de cometer un delito o tener una conducta desviada, para la mayoría
de las personas, la perspectiva de ver expuesta la conducta a la luz pública sería suficiente para
evitar la tentación. De ahí que sean aquellas personas que menos tienen que perder los que
tienen más posibilidad de cometer los delitos.

Hirschi distinguió cuatro dimensiones del control social:

a) Las relaciones sociales. La relaciones sociales fuerte fomentan la conformidad


b) La estructura de oportunidades. Los que cuentan con más oportunidades
legítimas o lícitas para satisfacer sus intereses encuentran más ventajas en la
conformidad frente a aquellos que tienen poca confianza en el futuro que
presentan pautas de conductas que les acercan al delito o a forma de conducta
no convencionales
c) La implicación. La fuerte implicación en actividades lícitas inhibe el
comportamiento desviado
d) Las creencias. Las personas que aceptan las pautas morales convencionales
están en mejor disposición para evitar ser arrastrados por las tentaciones que
ofrece la conducta desviada.

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