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ESPASA E HOY

@ Jesús Antonio Ramos Brieva,2002


@ EspasaCalpe, S. 4., 2002

Diseño de la colección:Tasmanias
Ilustración de cubierta: Jean-FrancoisJonvelle
Ilustraciones de interior: Jesús Ramos
Realización de cubierta: Angel Sanz Martín

Depósito legal: M. t7.970-2002


ISBN: 84-670-0279-4

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Impreso en España,4Printed in Spain


Imoresión: Huertas. S. A.

Editorial EspasaCalpe, S. A.
Carreterade lrún. km 12,200.28049Madrid
A mis hijas, por el amor y la ternura que rne ínspiran.
Y tarnbién,a susamigosy amigas.
<En mi soledadhe visto cosasmuv clarasque no son
verdad.>
ANroNro M¡cr¿oo (1875 -1939),
Poesíascompletas, EspasaCalpe(Selecciones
Austral),
CLXI:XVII (270),Madrid,1998
ÍNucB

Pnrurne PARTE
EXoRDIoPARAuNn pnÁcrICA INVISIBLE

otr sILENCIo....
1. LR coNsprn¡cIóN 23
Una prácticasolitaria,26.-La masturbacióny los mediosde comunica-
ción,) 4.-Masturbacióny lenguaje,
55.

2. El coNt¡NIDo DE LASPALABRAS................. 67
7 1.-Onanismo,75.
Mastu¡bación,

SrcuNon PARTE
NATURALEZASEXUALFEMENINA

t. <<EsAS>> PARTES ........ 81


92.-La
femenina,
El clítoris,52.-EI puntoG, 89.-La eyaculación
circuncisión,96.

4. sEXUALES
¿TruNrNDESEos ...........'..."
LASMUJERES? 105

5. LASMUJERES?....
¿SErxcrueN sEXUALMENTE lt7

6. ;Exsrs EL cELo ENTRELASHEMBMSHUMANAS? l4I


7. ¿ESLENTALA RESPUESTA
SEXUAL
FEMENINA?, 1.53

8. ¿SrENrrNoRGASMoS
LASMUJERES?................. 169
Anorgásmicas, monoorgásmicas,multiorgásmicas, 169.-EI orgasmo
<<masculino>>
y el <femenino>>,177.-El orgasmo clitorídeo y el vagi-
nal,182.

9, ¿ESTARDÍoEL DESPERTAR
SEXUAL
FEMENINo?. 1.99

10. Le n¡spupsrAsEXUALFEMENTNA.. 209


Haciala cumbre,210.-La vagina,2l2.-EIclítoris,
215.-Loslabios
mayores y los menores, 216.-Los pechos, 218.-El útero, 21,9.

TnncpnePARTE
LA MASTURBACIÓN FEMENINA EN LA PRÁCTICA

11. Cóuo sE MASTURBAN


LASMUIERES 22j

T2. Le uasTunnACIÓNFEMENINA
EN CIFMS 231,
Una respuestasocialmente indeseable,239.-La verdadera extensión de
la masturbación femenina, 248.

13. Mesrun¡¡cróNy coNDrcróN


FEMENrNA............. 255
Edad de inicio y descubrimiento de la masturbación, 256.-Implicacio-
nes del descubrimiento diferenciado de la masturbación, 264.-Razones
para masturbatse,275.-La masturbaciónen la mujer sola y empareja-
da, 281,.-La masturbación en la mujer embanzada, 292.-La mastur-
bación en la mujer anciana,294.

Cu¡nr¡ PARTE
NATUMLEZA DE LA MASTURBACIÓN

14. ¿EsNonn,taro ANoRMAL


MASTURBARSE?............... )01
Razones
éticas,l0l.-Razones estéticas,
J09,-Razonesempíricas,
320.

ó, UWA ..HISTOruA NATURAI>> DE LA MASTURBACIÓN...........,.......


333
Lugar de la masturbaciónen la Naturaleza,S)8.-Especulaciónsobrela
antigüedadde la masturbací6n,) 48.
13

16. UN¡ mstonrADEMIEDo(I¡asrun¡,cctÓtt


v s¡ruo) .............. 353
Aspecto de la persona masturbadora, 358.-Las consecuenciasfísi-
cas,3 6) .-Las consecuenciaspsicológicas, 312.-Las consecuencias
' sociales,37í.-Lamasturbación excesiva,381.

EpÍloco.... 385

BBuocMFf¡........,...... 40I
INrnonuccróN

i moi d'étre urai, c'estau lecteurd'étrejaste' Je ne


<<C'est
lui demanderai jamaisrien plus>".(Me correspondeserve-
raz, allectorseriusto.No le pedirénuncan¿damás.)
TE,qN-I¡cQuEs RoussE¡u(1712-177 8),
LesConfessions, II, VIII

r-
Lrrando comuniqué a algunasamigasque escribíaun libro sobre la
masturbaciónfemenina,todas enmudecieron;como suelesucederante
las cosasque nos conmueven profundamente. Y la masturbación ha
sido durante centurias un tema que dispara todas las resefvasmentales
de las mujeresy, quizáen menor medida, la de los hombres. En cual-
quier caso, la masturbación es algo de 1o que una mujer casi nunca
habla con un hombre y, como se verá más adelante,casi tampoco con
otra mujer.
Y también percibí en esasamigasla sensaciónde que me conside-
ruban un intruso en el tema. ¡Qué puede saber un hombre sobre la
masturbación femeninal Algunas me lo dijeron expresamente, aña-
diendo que se habían sentido ofendidas por mi osadía,
No entendí la acusaciónde intrusismo que se me hacía, cuando
hay mujeres que no han tenido empacho alguno en escribir sobre el
pene, por ejemplo, y sobre la masturbaciónmasculina (Maggie Paley,

de citas
" Las citas literarias que se hacen en el texto las he extraído delDiccionario
escrito por \fenceslao castañares yJosé Luis GorrzáIezQuirós y publicado por la Edi-
torial Nóesísde Madrid (1991),salvoindicación en cont¡ario.
T6

en su E/ libro del penejjr, entre oras); haciéndolo, además,de un


modo estereotipado,con cierto regodeoy no poco sarcasmo(cosas
que no verán en estelibro). Y nadie, fuera cual fuese su género,les ha
reprochado nada,ni les ha llamado intrusas por haber abordado algo
tan ajeno para ellas como la masturbaciónfemenina pueda serlo para
mí, que soy hombre. ¿Por qué nz6n no podría yo escribir sobre la
masturbación femenina, sin levantar recelos? ¿Por qué no habría de
tolerarse mi incursión en este tema cuando mi intención es alejarme
de los estereotiposy uttJizarsiempre la mejor información científica dis-
ponible? ¿Por qué habúa de levantar recelos mi texto simplemente
porque yo seavarón, sin atenderprimero a su contenido?
Entendí parcialmentela postura de mis amigas;quizá por carecer
de perspectivafemenina.Me pareció entreveren sus discursosuna for-
ma de ocultar sus propios reparos pan abordar el tema de forma di-
recta. Un temor compartido con muchas mujeres a ser personalmente
descubiertascuando se habla de masturbación, y a que ese cono-
cimiento pueda utilizarseen su conma.Sobre todo cuando se trata de
un hombre.
Mas su reacción no carecíade sentido. Después de todo, es perfec-
tamente lícito preguntarse por qué hay que escribir un libro sobre el
autoerotismofemenino.I sobre todo, para qué. Fueron las mismasin-
terrogantesque yo me planteé cuando me surgió la idea.
La nzón más importante paru escribir sobre ella es que se habla
poco o nada de la masturbación femenina, lo que impide normalizarla
en nuestro contexto social y comprendedaen susjustos términos. De-
masiadasmujeressufren un bloqueo importante alahora de hablar de
las prácticasautoeróticasde las de su género. ¡Y no digamos nada
cuando se trata de las propias! Pero los hombres, curiosamente,no les
van a 7a zaga, pese a su proverbial locuacidad cuando hablan de la
masturbaciónmasculina.
Una buena parte de estelibro se dedica a identificar las fuerzasin-
ternas y externasque frenan la espontaneidadde muchasmujeres a la
hora de hablar sobre el autoerotismofemenino. He encontrado unas
frasesmuy elocuentesque resumenla quintaesenciade talesinhibicio-
nes.Al parecer,estánescritaspor una joven mexicanade dieciséisaños
de edad: <<Desdeque empecé a desarollarme mi mamá me dijo que
nunca debía buscar placer por mí misma (masturbarme)porque era
INTRODUCCION 17

muy raro que una muier necesitarasatisfacciónsexual y si la buscaba


ningún hombre me iba a querer y las demáspersonasiban a decir que
erauna p...rrb.
Esa es la cuestión. Todavía existen sectoressocialesque sostienen
que no es normal que semasturbenlas mujeres.
Por eso, quizá,aún pareceuna osadíaescribir o hablar de la mas-
turbación femenina.Pero si no lo hacemosno habrá forma de que sal-
ga áe la penosa oscuridad que actualmentela oculta. Ya hay mujeres
que se están rebelando contra este estado de cosasy reclaman que se
hable de ella, aunque sea para condenada,pues sería el primer paso
para normalizarla socialmente.
Pareceobvia la urgencia de que la masturbaciónfemenina se nor-
malice en nuestra sociedad cuanto antes mejor. Y entiendo por ello
que todos conozcansu verdadera extensión; que sepan que es :unaacti-
vidad sexual normal; que seadel dominio público, como lo es la mascu-
lina. Pero quizá alguiense siga preguntandopara qué y por qué es ne-
cesario rcalizar eseexclaustramiento social.
La ruzón más importante consisteen evitar un sufrimiento innece-
sario. ¿Cuántasmujerescrecen desasosegadas creyendohacer algo im-
propio de ellas,ignorando que son como las demáscuando se mastur-
ban, y que realízan un ejercicio normal de su sexualidad corno hacen
todas?
Precisamentepor eso he escrito el presente libro. Porque ya no
puede sostenersela actualsituación de silencioen la que, por un lado,
se pretende liberalizar las relaciones sexuales,haciéndolas cada día
más responsables,y, por otro, se ocultan elementosbásicosde su reali-
dad que son útiles paru úna misma y parasusrelacionesde pareja.
Las mujeressabenmuy bien de lo que hablo. Y los hombres debe-
rían saberlo.

El coito no es en modo alguno el modo máseficazpara que las mujeres lleguen al


orgasmo. Si todos tuviéramos asumida la normalidad de la masturbación femenina, las
jóvenes -y las maduras- no sentirían reparos a la hora de comunica¡ a sus parejas di
cha experiencia para enriquecer sus relaciones. Ní temerían masturbarse du¡ante el
coito o despuésde él para facilitarse el disfrute de la relación sexual.

b La he recogido en una página de Internet (<www.angelfirc.com/m003/soloyo,/


portales.htrnl>).
18

El texto que sigue contiene una reflexión sobre Ia masturbaciónfe'


menina que he rcalizado basándome en los datos que pueden encon-
trarse actualmenteen la literatura científica,en la experienciarecogida
en mi consulta,en las confidenciasde algunasde mis amigasy en otras
fuenres.He intentado hacer un abordaje del tema despojadode con-
ceptos añejos,respetuosoen todo momento, y con una finalidad neta-
mente esclarecedora.Se entiende que solo conociendolas cosasen su
justa medida se centran en el lugar que les corresponde. Pero si se
mantienenen el anonimato,nadie podrá advertir su bondad o susper-
juicios, si los tuviere.
Me he limitado a rcfleiaÍ los hechos tal y como son, reflexionando
sobre ellos. Algunos resultaránmás fáciles de asimilar que otros; por-
que no siemprenos gustavernos reflejadoscomo somos.Estamosmuy
cómodamente asentadossobre mitos y tópicos que solo sirven para
tranquilizarnosy adormecel nuestfa inteligencia.Los hallazgosrefleja-
dos en estelibro rompen con casitodos ellos'
Existen numerosos datos sobre la sexualidad humana y sobre la
masturbaciónen la literatura científica,pero se encuentfanfrancamen-
te dispersos. Quizá eso haya contribuido a que no trascendierancomo
se merecena la opinión pública. Si el presentetexto tiene algún méri-
to, no es otro que haber agrupadoesainformación en un solo volumen
dándole forma y coherencia interna al relacionarla entre sí. De ese
modo ha quedado perfilado un marco de referenciamás o menos com-
pleto que permite acefcafsecon cierta perspectiva ala realidad de algu-
nos aspectosde la sexualidadfemeninay de sus prácticasautoeróticas'
Muchos lectores conoceránalgunos de los hallazgosreflejadosen
estelibro pof otras lecturaso de una forma más intuitiva. Pero encon-
trarán ot.á, qrr., sin duda, les sorprenderán.En cualquier caso,todos
ellos en conjunto nos pfoporcionan una imagen de la masturbaciónfe-
menina desprovistade tópicos y exúavagancias,y más ajustada ala rca-
lidad de lo que se encuentraactualmente'
Pareceque las mujeresterminan aceptandola masturbacióncoino
algo natural con el paso del tiempo. Según el célebre informe Kinsey,
ese cambio de actirud se debe tanto a la lectura de libros esclarecedo-
res (54 por 100) como a la consulta con algún profesional conocedor
del tema (30 por 100). Eso quiere decir que la inmensa mayotíade las
señoras(84 por 100) terminan aceptandola normalidad de su activi-
INTRODUCCIÓN T9

dad autoerótica porque han consultado alguna fuente fiable que les
desdramatizael tema. Me gustaría creer que la lectura de este libro
puede ayudar a alguien en ese propósito, cualquiera que sea el género
al que pertenezca.
Lo cierto es que si no hablamos y escribimossobre la masturba-
ción femenina con rigor, seguiremosignorándolo todo sobre ella.

JEsúsArvroNroRAMos
Brurv¡
<jramosb@hrc.insalud.
es>
Madrid. Festividaddel Solsticiode Invierno del año 2001

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PnluEnA PARTE

EXORDIO PARAUNA PRÁCTICA


INVISIBLE
Ln coNSPTRACTóN
npr srLENCro

<Thecruellestliesareoftentold in silence.>
(Lasmentiras
máscrueles sedicena menudo ensilencio.)
RosenrLoursSrrvpNSoN (1850-1894),
Virginibuspuerisque,l, 4

^
\¿fuizá hayan observado, participado o incluso promovido alganavez
la broma de atribuir la demora de un hombre en el cuarto de baño a la
posibilidad de que estuviesemasturbándose.Pero no recordarán cuán-
do fueron testigos del mismo tipo de chanzareferida a una mujer, so-
bre todo si usted pertenecea esegénero.
En una secuenciade una película escritay dirigida por una mujer,
titulada Colgadosen Beuerly Hills (The slurns of Beuerly Hilk, Tamara
Jenkins, 1998),la joven protagonista,Vivian (interpretadapor Natas-
cha Lyonne), regresaa casaalgo soliviantadaporque un vecino ha esta-
do acariciándoleel pecho a petición suya. El piso parece vacío, porque
la joven llama a su hermano variasvecessin obtener respuesta.Al ad-
vertir que suena la ducha y creer que él está alli (quien se ducha real-
mente es una prima suya), abre la puerta del baño sin pedir permiso
mientras pregunta sin esperarrespuesta:<iQué haces?¿Darle al ma-
nubrio?>>,haciendo así una clara referenciajocosa a la masturbación
masculina. No creo que ustedes recuerden una escenasimilar en el
cine en la que un personaje(seahombre o mujer) hagauna alusión se-
mejantea la masturbaciónfemenina.
24

Es posible que hayan presenciado alguna vez un espectáculodon-


de un humorista (varón o mujer) tealizamonólogoschistosossobre di-
ferentestemas de actualidady otros más generales.Probablementele
habrán escuchadoalgunasalusionesa la masturbaciónmasculina(repi-
to: con independenciade su género).Pero ya es más difícil que haya
contado algún chiste relacionadocon la femenina. Seguramente,la
ocurrenciasobre la masturbaciónmasculinafue saludadapor el públi-
co con una amplia sonrisao con sonoras carcaladas. Mas si hubo algu-
na broma sobre la masturbación femenina es bastante probable que
fuera recibida con un estrepitososilencio,salpicadotalvez con alguna
tímida risa nerviosaprocedentedel fondo del aforo.
Si es usted mujer, quizá haya mantenido en alguna ocasión una
conversación con sus amistadesmasculinas y femeninas sobre la
masturbación de los hombres. ¿Recuerdacuántas ha mantenido so-
bre la masturbación femenina? Si lo ha hecho, es probable que haya
rtllizado la tercera persona discrecionalmente, como si la cosa no
fuera con usted. ¿Le ha reconocido a alguien que usted se masturba,
amiga lectora? Y ante una pregunta directa en tal sentido, ¿no ha
mirado usted hacia otro lado esperando salir del paso con algún
recurso retórico evasivo?Y si no le ha quedado más remedio que
responder, ¿no ha sentido usted el impulso de negar que haga <<esas
cosas>>, o lo ha negado abiertamentecon clara concienciade estar
mintiendo?
¿No han pensadonunca que la masturbaciónes más cosade hom-
bres que de mujeres?
Pues bien: esees el lugar que ocupa la masturbación femenina en
nuestra sociedad: el ostracismo, el disimulo y el silencio. Esa esla acti-
tud que guarda la gente respectoa ella:la vergüenzaesquivay la oculta-
ción.
Pero todo el mundo sabe que las mujeres tarnbién se masturban;
algunos, quizá, solo lo intuyan. Y he escrito en cursiva el adverbio
<<también>>porque en el cuerpo social que nos rodea prevalecela opi-
nión de que la masturbación es algo casi exclusivamentemasculino.
Hay personasque creen en ello de buena fe. Pero no se engañen:si la
masturbaciónmasculinatiene una mayor presenciaen nuestrasmentes
y en la sociedaden generalsolo es porque se habla más de ella. No es
por otfa cosa.
LA CONSPIMCIÓN DEL SILENCIO 25

Algunas mujeres, hartas ya del silencio que existe sobre la mastur-


bación femenina, están comenzandoa protestar y gútan que se hable
de ella aunque seapara condenarlao avisarde suspeligros,si los tuvie-
re, como ha sucedidotradicionalmentecon la masculina002'00r.

Este silencio solo es comparable al que se guarda sobre los orgasmos masculinos
fingidos. Se habla tan poco de ellos y tanto de los que simulan las mujeres que muchas
personascreen honradamenteque solo ellas son capacesde falsearel clímax sexual.
Más aún: hay quienes creen imposible que los hombres finjan. Y, sin embargo, se trata
de una experiencia tan real como la masturbación femenina.

Cuando alguien guarda silencio sobre algo que se conoce sobrada-


mente, se dice que escondeun secretoa voces.Pero si lo silenciadoes
algo de dominio común que se mantienecon una cierta reservay pocas
personas se atreven a hablarlo francamente y en voz alt^, podtía afft-
marse entoncesque todos guardan un secretoa media voz. Eso es lo
que sucedecon la masturbaciónfemenina.
La actitud que nuestra sociedadguarda sobre la masturbaciónfe-
menina recuerda mucho el título del primer capítulo del celebérrimo
Iibrc La mística de la feminidad (Betty Friedan, Jitcar, Madrid, 1974):
<El problema que no tiene nombre>>. En él,la autorahacíareferenciaa
una sensacióngeneralizadade malestar que pesabasobre las conven-
cionalesy frustradasamasde casaestadounidenses de mediadosdel si-
glo xx. Un sentimiento de insatisfacción muy vago y difuso que nadie
conseguíadefinir porque no se hablaba de ello con franqueza. Como
carcciade nombre, no podía identificarse y parccía no existir pese a su
evidenciasocial.
El autoerotismo femenino es una práctica inuisible de la que casi
todo el mundo prefiere no hablar, hasta el extremo de que los menos
avisadospueden llegar a creer que se trata de algo inexistente en la
realidad, que solo puebla el alocado mundo de las fantasíasvaroniles.
Algunos, incluso estaríantentadosa preguntar sinceramentesi las mu-
jeres pueden sentir <<ganas> de hacer eso.En estetema, las mujeres si-
guen siendo un <adjetivo indefinido>>,parufraseandoaLidia Falcón
(Mujer y sociedad,Fontanella, Barcelona, 1969).
Sin embargo, la masturbación femenina existe. La practican, como
tendremos ocasión de mostrar en estaspáginas,la inmensa mayoría de
las mujeres,con independenciade su edad y de su estadocivil001'005.Y lo
26

más importante de todo es que eso no les hace ni mejoresni peores que
el resto de los mortales. Todo lo contrario: las define como los seresse-
xuados normalesque son, semejantesa cualquier otro.
Algo a 1oque nuestrasociedadle estácostandoacostumbrarse.

UNe pnÁcncA SoLITARIA

La masturbaciónfemenina es una práctica solitaria en más de un


sentido. Es, como todo el mundo sabe,algo íntimo que suelehacerse
la mayor parte de las vecesa solasy aisladasdel entorno. Por eso se le
conoce también como el placer solitario.
Pero el autoerotismo femenino es un quehacer doblemente solita-
rio porque, pese a su extensióny cotidianidad004'00t, se practica en una
completa orfandad interior y un desamparo social aún mayor. Cuando
la n1ñacomienzaa masturbarse,ignora hasta qué punto actúa como las
demás chicas. En la práctica, se cree la única joven del planeta que lo
hace.Podría decirseque la discrecióncon que la mujer ha llevado siem-
pre su vida sexual en general se vuelve aquí en su contra, al transfor-
marse en una tupida y asfixiante malla de discreción y disimulo.

<¡Qué vergüenzahablar de ello! -me refería hace poco tiempo una paciente
mía-. Yo nunca se lo he contado a nadie salvo a usted. ¡Qué vergüenza! ¡Por favor:
preferiría que alguien fuera diciendo por ahí que me he acostado con otro hombre que
no es mi marido a que dijeran que me masturbo! ¡Qué humillaciónl>>

Ese silencio teiido en torno a la masturbación femenina es el mejor


instrumento par^ mantener la situación de actividad invisible y casi
desconocidaque tiene en el momento actual.Por eso,si realmentede-
seamosque se libere y seareconocidacomo algo normal, debemosco-
menzat por hablar de ella.
Pero no es fácil. Aún hoy, tanto a los hombres como a las mujeres
les cuestano poco esfuerzo referirse a esa actividad de un modo natu-
ral y espontáneo.Ello se debe, sin duda, a la inseguridad que todos
sienten frente al tema y a la vergüenzasubjetiva para abordarlo.
En este sentido, en unos tiempos donde los homosexuales<<salen
del armario>>pata poder reivindicar con mayor hterza sus derechos ci-
LA CONSPIMCIÓN DEL SILENCIO 27

viles, resulta tristemente irónico que las mujeres mantengan esta prác-
tica tan encerradaen sí misma como antes lo estabala homosexuali-
dad. Quizá seanecesarioque la masturbaciónfemenina haga un gesto
semejante(me atrevo a sugerir que se denomine la <salidadel capara-
zón>>^paru evitat equívocos) en beneficio no solo de las mujeres, sino
del ser humano sin diferenciasde género.Puesla ignoranciaes un mal
que nos afectaynos daña a todos.
Afortunadamente algo parece que se está moviendo al respecto'
Lorena Berdún, por ejemplo, una joven psicóloga que rcaliza divulga-
ción sexológicaen los medios de comunicaciónde España,escribíano
hace mucho tiempo en uno de gran tirada lo siguiente:<¿Quién ha di-
cho que las mujeres no se masturban?Así como los hombres tienen
asumídasu práctica onanistay hablan de ello sin problemas,las muje-
res aún no saltan lavalla y les cuestareconocero hablar abiertamente
de su intimidad a solas.Que eso no nos engañe.Las mujerestambién
semasturban...r>b.
Y también Esther Drill, Heather McDonald y RebeccaOdes, au-
toras del libro de educación sexual juvenil ¡Descúbretef se expresan
de un modo similar: <<Loschicos pueden ser más abiertos al respecto
que las chicas,pero quien diga que las chicasno se masturban,miente.
Las chicas se masturban, solo que quizá no hablen tanto de ello>>006
bág.72).
Mi primer contacto profesional con los resultados del célebre informe Kinsey so-
bre la sexualidad humana fue en mis tiempos de estudiante de Medicina, en Ia asigna-
tura denominada Psicología Médica. La mayor parte de los alumnos de ambos sexos
de aquel curso recibimos las cifras de frecuencia de la masturbación femenina con bas-
tante incredulidad. Todos sabíamosde un modo subjetivo que infrarrepresentaban Ia
realidad, aparte \a circunstancia de que entonces cuestionásemoscualquier cosa que

" Mi primera elección fue <salida de la conchat por las semejanzasque no escapan
a los lectores. Sin embargo, la analogía es excesivamente explícita en muchos países
hispanohablantes, donde la voz ..concha>>tiene un significado muy vulgar referido a
los genitales femeninos, semejante a <<coño>> en España. Por eso he preferido evitarlo
sustituyéndolo pot caparazón,que tiene un significado más profundo de protección
(que es la pretensión que tiene ese silencio), pero también de aislamiento y enroque so'
cial (que es lo que realmente consigue dicha actitud).
h El País Semanal, núm. 1.240 (2 VII'2000), pág. 104.
28

oliera a autoridad (era 1968). Pero en mi grupo de discusión había algunos chicos y
chicas que se resistían a creer que el género femenino tuviese una vida sexuál propia
e independiente, ajenaa la que pudieran proporcionarle los hombres (el temor subya-
cente entre quienes se niegan a admitir que las mujeres le tengan tanta afición a la mas-
turbación como los hombres). Uno de ellos pretendió argumentarIa escasaincidencia
de la masturbaciónfemenina sobre la basede lo poco que se hablaba de ella. Muchos
nos negamos a aceptat una argumentación tan endeble con gran escándalo. La más
contundente en rechazarlo fue una de las alumnas, que cerró esalínea de discusión es-
petándole a nuestro compañero una sentenciasemejantea esta: <<Mira,rico. Las tías
tampoco hablamos de pedos, y eso no quiere decir que no nos los tiremos. Lo que
pasaes que somosmásdiscretasque vosotros>.

Observen que las autorascitadassiemprehacen referenciaa la sin-


ceridad con la que los hombres hablan de estetema, al contrario de lo
que hacen las mujeres.Y es cierto. Ellas apenascuentan con una per-
sona a la que se atrevan ahacer confidencias acerca de su actividad
autoeróticaa lo largo de susvidas.Algunas consiguenconfiarsea algú-
na amistad, o a un familiar próximo del sexo femenino (más raramente
un hombre), no siempre lo hacen con sus parejasmasculinas(lo que
muestra la exttaña confianzaque ligan esasrelaciones),y otras fuenan
su discreciónante un terapeuta.Pero un número importante de muje-
res nunca úsanzan ahablar del tema con nadie.
Esta es la soledad con 1aque la mujer afronta su experiencia con la
masturbación.Ese, el significadoprofundo que tiene ente ellas su de-
finición como prácticasolitaria.

Existen muchos testimonios sobre la forma de crecer las niñas con una ignorancia
casi total acerca de la masturbación femenina. Una paciente mía me comentó que des-
cubrió Ia masturbación a los catorce años de edad tras un primer orgasmo que obtuvo
al trepar por un árboI a horcajadas. No tardó en aprender a procurarse a sí misma
aquella intensa sensación placentera. Pero siempre temió que masturbarse fuera algo
malo <<porquenadie me hablaba de ellorr. Y aquel muro de silencio en torno al auto-
erotismo femenino le hizo crecer con la sensaciónde ser <<uncaso anómalo>>.Pensaba
que era la única chica que se masturbaba. Solo de adulta tuvo la información necesaria
para saber que hacía lo mismo que oras mujeres. Pero cuando eso llegó el daño ya es-
taba hecho, y su vida sexual estaba cargadade las culpas e inhibiciones que la llevaron
a mi consulta.
Otra paciente mía fue a ver la película Mater amatísima, de Josep A. Salgot (1980),
cuando se estrenó en Madrid, con dos primas hermanas suyasy alguna amiga de estas.
Tendrían entonces unos quince o dieciséis años de edad. Ese filme fue revelador para
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 29

ella, porque <<alver cómo se masturbaba la actríz [Victoria Abril], caí en la cuenta de
que no era yo la única que hacía eso. No sé por qué nunca había pensado que las
demáslo hicieran también. Fue una especiede revelación...,al verlo así,tan en vivo en la
pantalla>. Al salir del cine, las jóvenes comentaron la película en una cafetería. Una de
ellas preguntó qué hacía el personaje interpretado por Victoria Abril en la mencionada
secuencia.Otra respondió que se estabamasturbando. <Entoncesse hizo un gran si-
lencio y todas pusimos carasde tonta...,hastaque una preguntó: ¿qué era eso de mas-
turbarse?S...Io explicó. Y aquellarespuestadespertóun coro de excusasde todas no-
sotras. Me recordó el refrán "quien se disculpa se culpa". Alguna comentó que nunca
había oído hablar de "eso"; otra, que se había enterado de su existenciaun mes antes.
Y todas afirmamos nerviosas, con una rotundidad que sonaba claramente falsa, que
nunca lo habíamos hecho (nadie nos lo había preguntado). Yo mentí como una bella-
ca, igual que las otras. Me masturbabadesdemuy niña, y con aquella "revelación" que
había tenido en el cine, pensé para mis adent¡os: "Sí, sí. lVosotras] os matáis a pajas
como fhago] yo".>>

Por lo tanto, si se suele definir la masturbacióncomo una activi-


dad solitaria, es también porque la mujer raramenteencuentraun es-
pejo que le permita descubrir en él un reflejo de lo que significaesaac-
ción en su vida como ser sexuado que es, e ignora casi totalmente lo
que representade hecho en la de otras muieres.
Esta ausenciade libertad para hablar de la masturbaciónfemenina
tiene hoy dos valedoresimportantes. Uno de ellos es el cuerpo social
-compuesto por todos nosotros-, que propicia un ambienterelativa-
mente hostil a Ia normalización de esta actividad sexual en la mujer. El
otro elementoes la propia mujer, que no da el salto necesariopara ele-
vat Ia voz y detener ese secuestrosocial en el que se encuenffa actual,-
mente la masturbaciónfemenina.Uno y otro parecenpartir de la situa-
ción opresiva que ha vivido la mujer hasta el día de hoy.
Patricia Dunckeq una feministabútánica, destaca como resumen
de esa situación femenina: <<haberexistido en función de los hom-
bres>>007. Afirmación que resulta especialmente acertadaen lo que se
refiere a la expresiónde su sexualidad.
Durante siglos,los impulsos sexualesde las mujeresno solo se han
ignorado, sino que incluso ha llegado a discutirseque existieranverda-
deramente008.La mujer mantenía de cara al exterior una actividad
sexual en la medida que esta era necesariaparu la reproducción de la
especiey servíapara satisfacerlas necesidadessexualesmasculinas.De
puertas adentro, y hay que estarmuy ciegospara no vedo así,tan solo
JO

pudo satisfacer sus propias necesidadesmediante la masturbación,


aunque se silenciaraesehecho como un secretoguardadoa media voz.
Quizá por ese velado conocimiento de los impulsos sexualesautóno-
mos femeninos,los moralistasse hayan puesto siempreen guardia res-
pecto a la insaciableuoluptuosidad delas mujeres. Aun sosteniendopor
otro lado el aspectosecundarioque tenía la sexualidadfemenina en el
mundo. Una actitud pamdóiica que pretende conjugar la aceptación
de que existela sexualidadfemeninacon su negación.
Lo cierto es que 1ostiempos van cambiandopoco a poco respecto
al conocimiento generalde la sexualidadhumana. Pero, aún hoy, bue-
na parte de la sexualidadde la mujer sigue desarrollándoseen función
de la del hombre, como señalabaPatriciaDuncker: ya seaporque se
pone a su servicio,o porque se dispone ala conffa, que viene a ser lo
mismo. La situación llega a tal extemo que en ocasionesresulta difícil
desentrañarhasta qué punto una determinadareacciónrespondereal-
mente a las necesidadessexualesfemeninaso se trata de una respuesta
relacionada,más bien, con las de su pareja o con 1o que socialmentese
esperade ellas.El ritmo de los cambios de actitudesrelacionadoscon
la sexualidadhumana es muy lento.
Y la masturbaciónocupa un lugar muy singular en este contexto
porque expresauna buena parte de las necesidadessexualesfemeninas
en función de sí mismas,sin la intervención directa del varón. Repre-
sentade un modo muy fiel sus apetenciassexualesautónomasen esta-
do puro. Es, por lo tanto, un claro signo de que no solo existeuna se-
xualidad femenina, sino de que los impulsos sexualesde las mujeres
son independientesde cualquier intervención ajena.Y no todos, hom-
bres o mujeres,estándispuestosa aceptarestaidea.
Recuérdeseque hastano hace mucho tiempo se sosteníaque la se-
xualidad femenina permanecía aletaryadahastaque venía un hombre a
despertarla.Y el autoerotismofemenino no encaiaen esalínea de pen-
samiento.El interés socialpor silenciarlaha conseguidomantenerlaen
la ambigüedadde la existenciadurante siglos,hastanuestos días;a pe-
sar de que la masturbaciónha sido siempre,y es, la principal fuente de
orgasrnosy la mtís eficaz,entre las mujeresde cualquier edady estadoci-
ui1001,005.
En semejantecontexto, la mujer ha desarrolladotambién una acti-
tud frente a la masturbaciónque la convierteen cómplice del secuestro
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO 31

social que sufre tal práctica. Patricia Duncker reconoce que <<elsexo
tendría que ser el momento en el que más sincerasy honradasfueran
las mujeres>>.Sin embargo, añade:<<... necesitamoscontar nuestrashis-
torias como si fueran inventadas,procurando que nuestra mano iz-
quierda no sepalo que hace la derecha.Utilizamos subterfugios,más-
carasy disfraces.Son las técnicasde la supervivencia.Y lo utilizamos a
menudo y por encima de todo en nuestrasvidas sexuales>>. Por eso,
<<nuestros escritossobre el sexo [...] mantienen una cierta reserva>>007.
Es decir, la mujer oculu la masturbaciónno solo porque se aver-
güencede ella e ignore que las demástambién lo hacen,sino como es-
ttategiapara no sentirsevulnerable si se llegara a conocer que Ia prac-
tica.

En ocasionesesasreservasestán relacionadas con el temor a que seanlos hombres


quienesdescubrantal práctica.
Ese temor a los hombres, cuando no una abiena hostilidadhacía ellos (misandria),
se cultiva desde la infancia como un medio de autoprotección. No en vano los varones
son percibidos como depredadoresen búsqueda de sexo o como potencialesparejas
que la rechazarían auna si supieran que es sexualmente independiente. Pilar Rahola,
conocida en España por su actividad política, lo ha resumido así: <<Nodiré que la mu-
jer de hoy haya aprendido a ver al hombre como a un enemigo -primero, no sería
verdad, y segundo, sería una estupidez (aparte de una patología, si se conviette en una
forma de vida)-, pero ha aprendido a tener prevenciones. Se autodefiende. Literal-
ooe(p ág. 39).
mente, se protege>>

Esa reservaque las mujeres ejercensobre diversosaspectosde su


vida, incluida la sexual,es particularmentepoderosaen lo que se refie-
rc ala masturbaciónfemenina.Y se traduce. también. en su forma de
hablar de estetema en público; ya seaen conversacionespersonales,o
cuando elaboran productos de ficción, como tendremos ocasión de
comprobar más adelante.
Cuando las muierestocan la masturbaciónen sus conversaciones o
en sus escritos, tienden a hacedo con preferencia sobre la masculina
y solo en contadasocasionesescriben de la femenina,porque esto aún lo
consideranmuy indiscreto. Las excepcionesse dan en los textos testi-
moniales, o en aquellos que el movimiento feminista elabora como sis-
tema de autoayuda pan las mujeres. Aun así, cuando una escritora
hace referenciasexplícitas a la masturbación femenina en sus libros,
32

llamándole por su nombre y sin utilizar elipsis, suele ser considerada


''d'
una valiente que rompe los esquemasmencionados
Y si las mujerespropenden ahablar más de la masturbaciónmascu-
lina es porque les resulta menos angustiosoque hacerlo de la propia.
Además, los supervivientes,como denomina Patricia Duncker a las
mujeres,no dan pistas al enemigoque pueda usar en su contra. Inda-
gan todo lo que pueden sobre é1,y se lo arcoianpara defendersede
ellos cuando es preciso.Volveremossobre estaidea más adelante.
El carácterliberador de la ansiedadgeneradapor la propia activi-
dad autoeróticaylanecesidad de hostigar a los hombres es lo que hace
que las mujeres puedan llegar a ser verdaderamenteincontinentes y
nada tecatadasal hablar de la masturbación masculina' Mas, si bien
son capacesde bromear sobre el autoerotismo de los varones (los
hombres también lo hacen), se sienten incapacesde hacer lo mismo
con el femenino y menos aún de la propia masturbación.Ello refleja
el corsé emocional que aún sujeta sus actitudes respecto a esa activi-
dad sexual concreta y la soledad con la que las mujeres conviven con
su autoerotismo.
Por tales razones,cuando las mujeresescribenpara los medios de
comunicación prefieren referirse principalmente a la masturbación
masculina más que a la femenina. Es probable que ello sea debido,
también, al conocimiento que las mujeres creen tenef sobre la sexuali-
dad del varón (que suele ser muy tópica y estereotipada).Pero, con
más acierto,lo que les impide escribir sobre ella es esaactitud escapis-
ta fruto de la culpa y de la vergüenza que sienten por masturbarse.
Volveré a escribir sobre ello.

Los tópicos que rigen las conversacionesfemeninas sobre la masturbación mascu-


lina son; que todos los hombres lo hacen (en cualquier caso, más que las mujeres), que
a todoslesurge mucho hacerlo (en cualquier caso,más que a las mujeres),que es algo
patético o un signo de inmadurez (cosa impropia de mujeres), que todos lohacen mu-

' Es lo que sucedió en su día con Erica Jong y su novela Miedo a oolar (Nogtet,
Barcelona, 1977), que afcanzóun volumen de ventas respetable pot tal tazón.
d En España,ia periodista Maruja Torres constituyeuna buena excepción a esta
<<reglor.A lo largo de su carera periodística ha hecho más de una referencia a la mas-
turbación femenina en sus escritos, con un delicioso sentido del humor (El País Sema'
nal, nÚrm.1321 120-I-20OZI,páe. 6).
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO ))

cho (más que ellas al menos), o que ellos la practican más porque necesitan desahogar
su fisiología regularmente.

Centrar la atención sobre el autoerotismomasculino permite a las


mujeresliberarse,aliviarse,y también les hace sentirsesuperiores,que
es una necesidadmuy propia de los oprimidos 007.
Con cierta frecuencia, cuando una mujer enfrenta a un hombre
con la masturbación(masculina),tiene la intención de avergonzarle,de
hacerle sentirsemal o de divertirse a su costa al poner al descubierto
algo tan íntimo. Es uno de esospequeñosdesquitesque se permiten a
sí mismas,por muy subjetivo que sea.Porque para lograrlo seríanece-
sario que los hombres se sintieran tan avergonzadosde masturbarse
como lo están ellas.En realidad, hablar de la masturbaciónmasculina
obedecea un mecanismode proyección destinadoa liberar las propias
culpas.

La proyecciónes un conocido mecanismo de defensa por el que se aribuye al otro


lo que resulta inconfesable reconocer en una misma. Pero con esta forma de actuar, el
autoerotismo femenino sigue oculto en el fondo del desván.

Ese silencio al que todos contribuimos en mayor o menor medida


es el contexto social en el que todas las niñas y las adolescentesse de-
sarrollan preguntándose íntimamente si seránraras oharán algo insano
al masturbarse.Despuésde todo, como ya he comentado antes, cada
una es en la prácticala única mujer de la que estáen realidad segurade
que lo hace.Y estaes la principal ruzón por la que la masturbaciónfe-
menina tiene eseaspectodramático como placer verdaderamentesoli-
tario.

La citada Pilar Rahola hace referencia a esa soledad interior, si bien la sitúa,
erróneamente,en el pasado:<... la sexualidadfemenina ya no es clandestina,no está
condenadaa la soledad de una habitación a oscurasdonde una adolescenteinquieta
se pregunta por qué sentía placer cuando se tocaba lo que no tenía nombre>>00e
(págs.106-107).

Entre unos y otras,y por razonesbien diferentes,seha conseguido


que la masturbación femenina se mantenga oculta e invisible durante
siglos,pues al no hablarsede ella es como si no existiera.Ni siquieralo
)1

hacenlos meciiosde comunicación,que son los que ahoradan el certi-


ficado de realidada las cosas,como veremosa continuación.

DECoMUNICACIoN
Le MasrunsACIoNY Los MEDIOS

Las mujeressiemprehan hablaclomucho entre sí; han utilizadoel


lenguajede un modo diferentea como lo han hecho los hombres,qui-
zá porque las estructurascerebralesque controlanla palabraestánmás
desarrolladas entre ellas010011. De modo que su principal fuente de
transmisiónde conocimientos,sobreel sexoy otros muchostemas,ha
sido -y aún semantienevi1,e- de tipo oral.
F{ablando,las mujeresreconstru}'encada día un mundo de cuyt'r
desarrollohistóricoreal seles excluyódurantesiglos.Y aunqueactual-
mente asistimosa un cambio en eseestadode cosas,hablar siguesien-
do el principal modo de relacionarsey cle transmitirselas cosasque
tienen las muieres012. En paiabrasde la antropólogaHelen Fisher:
<A 1asmuieresles encantael cotilleo,acasoporque estepasatiempoín-
timo tan palabrerolas une a sus confidentes,creandoy conseru'ando
lazosque lasmujeresentiendencomo podero"t' (pá9.108).Mas, a pesar
de 1omucho que hablar-r entre sí, no por eso1ohacenacercade la mas-
turbaciónfemenina,contribuyendode esemodo a mantenedaen l¿rse-
miclandestinidaden la que ha estadodurantesiglos'
Los conocimientosasí legadosde una generacióna otra y entre los
miembros de la misma quinta no han sido siemprelos más acertados,ni
tampocolos más veraces.A poctt esfuerzode memoria que haganlos
lectoresde ambossexosfecordaránalgunanecedadque escucharona
sus pares sobrela sexualidaden generaly la masturbaciónen particular.
Quizá por esohoy se recurra a otras fuentesque se consideranmás
fiablespara informarse,donde se suponeque estámejor reflejaclala rea-
1ídadde las cosas,como son los diferentesmediosde comunicación.Por
un lado estánlos soportesescritos(libros,periódicos,reyistas, Internet),
y por otro, las nuerrasfuentes orales como son'la radio v la teleyisión'
Esta última, iunto a Internet, tienen ademásel poderosoalicíentede que
puedenilustrar 1oque dicen con imágenesde fuerte valor impactante.
La cinematografía,pese a no ser un medio de comunicaciónen
sentidoestricto,tambiéntransmitetoda suertede mensajes, explícitos
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO )5

e implícitos, de gran influencia, porque alcanzana millones de perso-


nas. Razón para teneda en cuenta como un medio más que contribuye
a mantener el silencio social que oprime y secuestraa la masturbación
practicadapor las señoras.
Hoy se prodigan numerososlibros de autoayudaque son de con-
sumo masivo entre el génerofemenino; cosabien conocidapor los edi-
tores, que no dudan en inundar <<elmercado>de productos destinados
a ellas, con cierta indiferencia hacia su calidad y los contenidos herr¿-
bristas que albergan. Como es lógico, entre aquellos no podían faltat
los libros relacionadoscon la sexualidadfemenina.
Como principio, estábien que se escribasobre estascosas,y sobre
todo que se lean. Pero estaríamejor aún si la información que se en-
cuentra en forma impresa estuviera a la altva de lo que se le puede
exigir,
En efecto, algunos textos sobre la sexualidad humana escritos con
fines divulgativosno son mucho mejores de lo que fue antesla trans-
misión oral de los conocimientos.Bastantes,no hacen otra cosa que
transmitir los viejos tópicos, los antiguossobrentendidosmás o menos
<<secretos>>, y los estereotipos que han recogido de la tradición oral
para transferirlos al papel con muy poco espíritu crítico de por me-
dio 014,01t.A veces,dichas fuentes escritascitan de tercera o cuarta
mano datos aisladosdel contexto generalen el que fueron recogidos,u
omiten otros no menos importantes. Se han hecho notables esfuerzos
por mejorar estetipo de información, pero en 1o que se refiere al tema
que ocupa el presentelibro, apenasse ha adelantadoun paso en los úl-
timos años.
Es cierto que algunosde los volúmenessobre la sexualidadfeme-
nina que han salido recientementehacen énfasisen que la masturba-
ción es normal entre las mujeres;lo que ya resulta un adelanto al,tra-
tarse de un mensaje indudablemente positivo. Sin embargo, esos
textos suelen caer en algunos errores de bulto que envían a las lecto-
ras mensajessubliminalesmuy alejadosde la intención inicial de sus
autofas.
Por poner solo dos ejemplos, tomemos como referencia los refres-
canteslibros de Sylvia de Béjar (Tu sexo es tuyo0r6)y de Esther Drill,
Heather McDonald y RebeccaOdes (;Descúbrete!oo0). En ambos se
sostienela normalidad de la masturbación entre las mujeres sin pro-
36

porcionar cifras sobre la extensión de esta actividad sexual en el géne-


ro femenino, probablementedebido al poco crédito que les merecena
las autoras las que suelen citarse en otros textos. También subrayan
que no pasa nada y es normal que alguna chica no se masturbe. Y aña-
den los beneficios que podría reportarle a estasaprender a estimular
adecuadamentesu cuerpo para prepararlo y ser capacesde alcanzat
orgasmosen sus relacionessexuales.Además,hacen alusionesala nor-
malidad y a la frecuenciade la masturbaciónmasculina,ala que ponen
como referencia.
Conocemosel poder que tienen las palabras.Pueden ser armasde-
moledorassi se utilizan de forma adecuada.Y también sabemosque lo
que se dice expresamenteno siempre es tan importante como el men-
sajeimplícito que se envíaescogiendocon precisión las palabrasjustas,
por muy inocentes que parczc^n. También lo que se silencia puede re-
sultar más elocuenteque lo expresadode un modo manifiesto.
Pues bien: el notable esfuerzoesclarecedorde las autoras citadas
estáempañado,a mi juicio, por los mensajesimplícitos que han intro-
ducido inadvertidamenteen sustrabajos.
En esostextos se señala\a cifra aproximada de los hombres que se
masturban,pero no aportan ninguna que expreselo mismo respectoa
las mujeres.No señalaruna cantidad sobre la extensión de la mastur-
bación femenina,por muy bienintencionadoque esté,arrastrael men-
sajesubliminal de que se ignora su verdadero alcance;lo que pone una
nota de duda sobre la normalidad de esta ptáctica. Las cifras son mági-
cas.Dan seguridad,Le permiten sabera una si estáincluida en los gru-
pos marginales o en el normativo; aquel que engloba ala mayor pafte
de las mujeres. Si no se dice el número de féminas que se masturban,
las lectorasno sabránel lugar que ocupan entre las de su género.Ade-
más, si se añadeque existenchicasque no semasturban,y se sostienea
continuación que no pasa nada por eso, se envía el ambiguo mensaje
de que no hacedo es tan normal como masturbarse;con lo que se ali-
menta una contradicción que confunde, como todas ellas:¿cómopue-
den ser normales simultáneamenteuna acción y su contraria?Y lanza
la duda de que quizá masttrbarse no esté tan bien ni sea tan normal
como se dice en esoslibros.
Por otra parte, cuando se afirma que toda chica debiera aprender
a masturbarseporque es saludabley le ayuda a reconocerlas sensacio-
LA CONSPIMCIÓN DEL SILENCIO 37

nes eróticas que proporciona el cuerpo, se está enviando el mensaje


subliminal o implícito de que verdaderamenteexisten chicasque no lo
hacen.Luego si hay chicasque no se masturban,y el libro se ve en la
necesidad de advertirles que pueden hacerlo, surge la duda de que
sean relativamente numerosas; lo que significaúa que masturbarse no
debe estar tan extendido como se pretende y, por lo tanto, quizá no sea
tan normal hacerlo.
Finalmente, poner la masturbación masculina como referente de
normalidad (los chicoslo hacen,los chicos hablan más de ello, es nor-
mal entre los chicos,¿por qué los chicos sí y nosotrasno?...) puede
volverse en contra de las intenciones de las autoras e interpretarse a
nivel inconsciente que la masturbación sigue siendo una costumbre
masculina no necesariamenteaplicable a las mujeres. Lo que podría
sugerir que las chicas deben masturbarseno porque hacerlo sea algo
normal entre ellas, sino como emulación de la normalidad de los chi-
cos;lo que no deja de ser un mensajevacío.
Todas estasformas de abordar la masturbaciónfemenina en tales
textos se ha estado haciendo así hasta hoy mismo, por 1o que resulta
difícil sustraersea los contenidosimplícitos que transmiten.Es llamati
vo lo frecuentementeque se encuentranen los textos destinadosa las
mujeres referenciasmás o menos extensasa la masturbación mascu-
lina. Seguramenteintentan promover una conducta imitativa relacio-
nada con el concepto de normalidad; pero yo creo que no siempre se
consiguepor las dudas inconscientesque despiertan.En los textos de
autoayrrdasexualdestinadosa los hombres no se encuentrantalesrefe-
renciasa la mujer cuando se habla de la masturbación.Los hombres se
toman a sí mismos como ejemplo de normalidad o de referenciaal rc-
flexionar sobre sus conductas,sin tener demasiadoen cuenta a las mu-
jeres (exageroun poco esta última afirmación). Las mujeres deberían
aprender ahacet otro tanto, creo yo.
El movimiento feminista ha escrito algunos textos de autoayuda
referidos a la sexualidad femenina con amplias referenciasa la mastur-
bación. Sus contenidos están destinadosa desdramatizarel tema (lo
que por sí solo ya es loable) y, sobre todo, a conseguirque las mujeres
obtenganindependenciasexual respectoa los hombres. Para aTcanzar
esa emancipaciónproponen dos procedimientos que no requieren la
presenciamasculina:la masturbación(cosaque las mujereshan estado
l8

haciendo a lo largo de la historia sin que nadie se 1o sugiriese) o las


prácticashomosexuales.
Precisamenteese fuerte componente ideológico feminista (hern-
brista en no pocas ocasiones)es el que impide que esoslibros resulten
atractivos para todas las mujeres, aunque puedan ser útiles en algún
momento. Eso ha contribuido a que susmensajesqueden circunscritos
a círculosmás o menos reducidos.
Pero es que también encierran la trampa de transmitir, inadverti-
damente,mensajesambiguosque no certifican en absoluto la normali-
dad de la masturbaciónenre las mujeres. Libros como el escrito por
Betty Dodson, Sexopara uno (Temasde Hoy, Madrid, l9B9), serían
útiles para la normalización social de la masturbación femenina si no
fuera porque parten del supuestode que hay que enseñara masturbar-
se a las mujerespara que sepandisfrutar de su sexualidad.Obviamen-
te, alguna hay que precisa de esa instrucción (menos de las que se
piensa). Pero el rnensajesobrentendidoes que si hay que insluirles en
el autoerotismoserápofque no estátan extendido entre ellas como de-
biera; lo que lleva implícita la duda de que la masturbaciónfemenina
seatan normal como la autora y otros como ella pretenden.
No haré ningún comentario sobre los tópicos que reflejan en sus
páginaslas llamadasrevistasfemeninas (y ahora también sus pretendi-
damente homólogas masculinas),donde la información que se maneja
es siempre de tercera o cuarta mano, con claras evidenciasde haber
sido leída y escrita muy a vuelapluma. Otro fasgo que las caractetizaes
que son básicamenteautocomplacientesy, por lo tanto, poco críticas
en la forma y en el fondo. La inica preocupación de estas revistas es
que el sexo les ayudea aumentarel número de ejemplaresde cadatira-
da, no transmitir una informaci6nveruz.

La edición española de la revista Cosmopolitan publicó enüe las páginas 82 y 85


del número 101 (febrero áe 1999) un artículo sobre la masturbación femenina que me
llamó poderosamente la atención.
La autota,Julia L. Jurado, después de comentar con desenfado a sus lectoras las
dificultades que había tenido para obtener confidencias de muieres sobre el tema, y
admitir la genetaltzación de la práctica entre las muieres (..1o hacemos -escribió-
tanto como ellos: entre el 80 y el 94 por 100 de las mujeres asegura darse una alegría
de vez en cuando sin necesitar a nadie más>), no pudo evitar incluir en el artículo un
apéndice final relacionado con la masturbación masculina titulado <Y ellos... ¿qué?>.
LA CONSPIMCIÓN DEL SILENCIO 39

En él no solo se introducían varios comentarios desen'"'ueltossobre el asunto, sino que,


además,se añadíaotro donde se hacíaver subrepticiamentelo contrario de lo que ha-
bía afirmado en ei texto principal: el viejo sobrentendido de que la mastu¡bación está
más extendida entre los hombres que entre las mujeres. O que sus prácticas son más
reprochablesque las propias,
Lo hacía incluyendo una historia en la que <<enuna fatídica mañana>>una joven
esposa,experta en satisfacersexualmentea su esposo,entra sin llamar en el cuarto de
baño y se encuentra a su marido masturbándoseen la ducha (un tópico muy repetido
en la literatura femenina). Después de relatar la escena,inffoduce varios comentarios
burlescos,más la siguientesentenciaatribuida a <<unamujer versada>>: <Los hombres
son como son. Si por masturbarseles salierapelo en las manos, ninguno de ellos ne-
cesitaría guantes en invierno>>.Por cierto, ¿han leído alguna vez un texto donde un
hombre o una mujer hagan un comentario de este tipo referido a la masturbación fe-
menina?
Y si digo que con eso afirmaba lo contrario de lo que había dicho antes es porque
sí las mujeres se masturban <<tantocomo ellos>>,como escribía la autora líneas atrás, el
comenta¡io de la <mujer versada>> estaría de más, pues, según ella, las féminas tampo-
co necesitarían guantes en invierno. La inclusión de esa anécdota lleva el mensaje im-
plícito, sublininal, o sobrentendido, de que pese a todo los hombres lo hacen más que
las mujeres, a quienes su madurez les permite rcalizar ese tipo de sarcasmos,pues los
hombres <<soncomo son>>.
Sin duda, ese apéndice iba dirigido a alfviar las posibles ansiedadesque hubieran
surgido entre las lectoras con la lectura del texto principal. Ya he comentado antes
que tendremos ocasión de volve¡ a escribir sobre el uso que hacen las mujeres del
tema de la masturbación masculina como una forma de exorcizar la ansiedad que les
provoca hablar de la femenina. Y el a¡tículo comentado responde al estereotipo.

Y ahí nos encontramosahora: en un contexto social donde se es-


cribe más sobre el sexo, pero no por eso se escribemejor. Es decir, la
calidad de los contenidos de los libros y de los artículos dedicadosal
tema dejan mucho que deseary no siempre despejanlo que es cierto
sobre el sexo de lo que no lo es. Con frecuenciano hacenmás que en-
ruizar viejosmitos adornadoscon ropajesnuevos,o crean otros. Todo
ello tiene un agravanteañadido del que catecíala vieja transmisión
oral, y es que mucha gente se cree con mayor firmezalo que lee por el
mero hecho de estar escrito.A lo largo de estelibro podrán encontrar
otros ejemplosde lo que acabode afirmar aquí.
Las estadísticassuelen ser unánimes a la hora de señalarque las
mujeres superan ligeramentea los hombres en sus niveles de lectura,
aunque el mayor determinante para dicho hábito seaen realidad el ni-
40

vel de estudios. Los libros de autoayuda odrpan una buena parte del
tiempo de lectura del génerofemenino".
Pero, con mucho, suspreferenciasse decantanpor la narrativa (los
hombres parecen leer más ensayo,ademásde las páginasdeportivas,
técnicasy económicasde diarios y revistas).
Una de las característicasque tiene la narcativaes que reinventa el
mundo constantemente;algo semejantea lo que hacen las mujeres
cuando hablan enffe sí012,Quizá por eso ellas se sientan tan atraídas
por estegéneroliterario y menospor otros.
Pues bien: las cosasno van mucho mejor en los libros de ficción,
ya seannovelas,biografíaso relatos de otros géneros.En ellos, la pre-
senciade la masturbaciónmasculinasupera de lejos a la femenina,te-
niendo en cuenta que no me refiero específicamentea la literatura eró-
tica. Y eso sucedecon independenciade que susautorespertenezcana
un sexo o a otro. Las mujeresprefieren escribir más alusionessobre el
autoerotismode los varonesque sobre el de las de su género.
No obstante,es cierto que autorasde sexo femenino comienzana
incluir en las tramas dramáticasde personajesde su mismo género re-
ferenciaso escenasrelacionadascon la masturbación.Algunas 1ohacen
sin mencionar también la masturbaciónmasculinan,y otras no pueden
evitar compensar su osadía al escribir sobre la masturbación de sus
personajesfemeninosaludiendo también a la masculinae.
En cualquier caso,las referenciasal autoerotismo femenino suelen
h.
ser habitualmente más breves que las descritaspara el varón Y con
relativa frecuenciase encuentrala pandoja de que la autora describe
el despertar sexual de una adolescentesin mencionar en absoluto la
masturbacióncomo parte de aquel, aludiéndola,sin embargo,en rela-
ción con algún personajemasculinosecundarioi.

' Equipamientos, Ministerio de


prácticasy consumosculturalesde los españoles,
Cultura,Madrid, L993.YéasetambiénInformeSGAEsobrebábitosde consumocuhu'
ral, SociedadGeneralde Autoresy Editores,Madrid,2000.
r Erica
Jong,Miedo a uolar,Noguer,Barcelona,1'977'YéasetambiénEve Ensler,
Monólogosde la uagina,Planeta,Barcelona,2000.
e Lucía Etxebarría,Amor, curiosidad,prozacy dudas,Plazay Janés,Barcelona,
1997.Y tambiénAda Castell,El dedodelángel,Anagrama, Barcelona,1999.
h SimonaVinci, De losniñosnadasesabe,Anagrama,Barcelona, 1999.
i RebeccaRay,A unaciertaedad,Mondadori,Barcelona,2000.
LA CONSPIMCIÓN DEL SILENCIO 4I

Reflejar la realidad de la masturbación femenina parece que aún es


muy duro paru las mujeres que escriben.A muchas narradorasdel
sexo femenino les resulta complicado librarse de las atadurasrelativas
a la masturbacióncon las que crecieron alahon de ejercer su profe-
sión. Razón por la que la literatura también contribuye a mantener en
silenciola existenciadel autoerotismofemenino.
Tal silencio se observaincluso en algunosensayosescritospor mu-
jeressobre mujeres.Carmen Alborch, una abogadaespañolaque, ade-
más de haber desempeñadocargosuniversitarios,se dedica alapolíti-
ca (llegó a ser ministra de Cultura entre 1993 y 1996),ha escrito uno
de gran éxito dedicado al modo de vivir de las mujeressolas(Solas,Te-
mas de Hoy, Madrid,1999). Entre los muy variadostemasque aborda,
realizauna incursión sobre el eiercicio de la sexualidadde esasmuje-
res. Dedica a ello diez páginas,que representanel4 por 100 del libro'
Después de reconocer que <<...ahora las mujeres en general lo
deseany son capacesde buscar el placer sexual como un componente
básico de su vida y de sus relaciones>>(pág. I92), señalaque si bien algu-
nas se adaptan al sexo ocasional, otras prefieren ejercer su sexualidad
desdela intimidad en el contexto de relacionesafectivasmás durade-
ras sin perder por eso su independencia.Y tan solo hace una referen-
cia ala masturbación,como de pasada,cuando indica que hay mujeres
que escogenno tener relación sexual alguna temporalmente y <<prefie-
ren y practican en un momento determinado la masturbación>>
(pás.196).
No es difícil entender en esta frase el carácter de futilidad que in-
tenta concederla autora a la masturbaciónen la sexualidadde la mujer
que vive sola,o la incomodidad que sienteal escribir sobre ello. Y, sin
embargo, se sabe que la masturbaciónes la principal fuente de orgas-
mos entre las mujeres,estén solaso emparejadas004'005'017, incluidas las
que son más activassexualmente0l8. Es decir,la autora no reflejaIa rca-
lidad de la masturbaciónen la mujer, sino que pareceesconderla(estoy
segurode que de forma inconsciente).
Seráun buen signo de que las mujeresestánvenciendo susinhibi-
cionesfrente a la masturbación,y que la sociedadcomienzaa contem-
plarla con la naturalidad que se merece, cuando alguna de ellas de-
sarrolle un personajeliterario femenino donde la masturbaciónforme
parte intrínsecade su complejo dramático; un personajecomo el joven
42

Portnoy (Philip Roth, E/ lamento de Portnoy, Grijalbo, Barcelona,


1977),por ejemplo. O, también, cuando seancapacesde escribir ensa-
yos sobre la masturbaciónbasándosemás en datos que en los consabi-
dos estereotipos;o con el mismo sentido del humor que le dedican a la
masculina001. ShereHite ha hecho algo sobre lo primero0le;pero lo se-
gundo aún permaneceinédito, segúncreo.
Poco a poco surgen algunasvoces que intentan exclaustrar a la
masturbación femenina en la literatura. Hasta no hace tanto tiempo
era impensable que una escritora redactarauna <<Baladadela mujer
masturbadora>> como ha hecho Anne Sexton (El asesinoy otros poe-
mas, Icaria, Barcelona, L996). Pero tales incursiones aún se consideran
ejercicios transgresores;1o que estámuy lejos de Ia normalización de la
que vengo hablando en estaslíneas.
Los tiempos que verán la publicación de un equivalente a El libro
del pene de Maggie Paley referido al clítoris, por ejemplo, aún parecen
lejanos.Seúa rompedor que lo escribieseuna mujer; y no menos que lo
hiciese un hombre sin que ninguna de ellas se le tirase a la gatganta
para degollarle.
Con todo,los medios de comunicaciónque más influencia ejercen
cn el mantenimientodel silencioque pesasobre la masturbaciónfeme-
nina son la producción cinemato gráficay la televisiva.
Vivimos actualmentetiempos muy mediatizados.Las cosasson o
no son, existen o no existen,preocupan o nos resultanindiferentes,en
la medida que se presentanen los medios de comunicaciónde masas.
Los anuncianteslo sabenmuy bien. Quienes conÍolan las fuentes de
noticias de los informativos,también.
La periodista españolaRosaMontero escribió en una columna del
diario El País (20-VI-2000):<Ya se sabe que los medios de comunica-
ción de un país reflejan los prejuicios y las jerarquíassocialesexisten-
tes; y hay muchos asuntosque apenassi salenen la prensaporque van
a contrapelo de los valores oficialesy son consideradospequeñeces>>.
Por eso no puede extrañar que dichos medios sostengantambién el si-
lencio que angosta a la masturbación femenina al reflejar las ideas que
tiene sobre ella nuestrasociedad,dando una vuelta de tuerca más a su
secuestrosocial.
En cuanto al cine, todo el mundo sabe que es una fábrica de sue-
ños y que es falso todo lo que se proyecta sobre las pantallas.Pero, a
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 4)

fuerua de ver las cosasuna y otta vez, se olvida ese principio funda-
mental y algunaspersonasllegan a creérselascomo ciertas.
Resultapenoso comprobar la pobre calidad de los contenidosque
tfansmiten esosmedios de comunicaciónde masassobre la sexualidad
humana, con algunas,muy pocas,excepciones.A pesarde la oportuni-
dad que tienen para hacer una pedagogíasobre ella,lo cierto es que las
ideas que difunden aún permanecenancladasen buena parte de los es-
tereotiposdel pasado.Es un hecho que no carecede importancia,pues
esa desinformación sexual se extiende, como si de conocimientos se
ffatase,de un modo masivo y con un poder de penetraciónen las ma-
sasmuy superior a la tradicional y simple comunicaciónoral. Así, lejos
de deshacerequívocos,1o que consiguenes transmitidos y enraizados.
Eso es lo que sucedecon la masturbación femenina. Si por esos
medios fuera, casi no existe, dadala contumacia con que la silencian.
y con ello reafirman aIa opinión pública en la creenciade esaleyenda.
La dolorosainvisibilidad que tiene la masturbaciónfemeninaen el
020,
cine es algo que han denunciadoya algunasmujeres ShereHite en-
re ellasj. Sin muchos resultados,la verdad.
A poca memoria cinematográficaque tengan los lectores podrán
comprobar que la masturbaciónmasculinatiene una mayor presencia
en las películasque la femenina,Así, resulta relativamentefácil encon-
trar filmes donde se aluda verbalmente a la masturbaciónmasculina;
ya lo haganpersonajesde esemismo sexok o mujeresl' Pero las alusio-
nes verbalesa |a masturbaciónfemenina ya no son mn frecuentes,ni
en boca de varones(Americangigolo,Paul Schrader,1980),ni pronun-
ciadas por féminas (Romy and Micbelle High SchoolReunion, David
Mirkin, 1997).
El gesto manual que se realizaen el aire para aludir a la masturba-
ción se encuentfa repfesentadoen el cine solo cuando se refiere a la
masculina.Y lo hacen tanto personajesvarones(FrenchConnectionII,

' ShereHite, <El orgasmofemeninoen la relaciónsexualrr,El PaísSenanal,


núm.1.293(8-VII2001).
k Amarcord(FedericoFellini, 1971),Asfaho (Daniel Colpearsoro,1999),Notting
(CescGay,2000).
Hill (RoeerMichell, 1999),Krtímpac,á
t Hannahy susltermanas(Hannahand ber sisters, \XloodyAllen, 1986),Colgados
en BeuerlyHitts (The slums of BeuerlyHills, TamaraJenkins,1998),Aleo pasí.con
Mary (There'ssonaethingaboutMary, Bobbyy PeterFarrelly,1998)'
44

John Frankenheimer, 1975; Mis dobles, mi mujer y yo fMultiplicity],


Harold Ramis, 1996) como mujeres (La mujer explosiua[Weird Scien-
ce|, John Hughes, 1985). Pero yo no recuerdo ninguna película en la
que se vea que un actor o :unaacttiz ejecuta el gesto manual re'ferido a
la masturbaciónfemenina. Según creo, si por el cine fuera, ese gesto
no existe.
Incluso hay películas donde una mujer sugiere explícitamente a un
hombre que se masturbe y la deje en paz. Es el caso del filme Tresidio-
tas y una bruja (SauingSiluerman,Dennis Dugan, 2001), donde Judith
(interpretadapor Amanda Peet) se niega a mantener relacionessexua-
les con Darren (|ason Biggs)y, encontrándoseambosen la cama,le en-
trega una revistapornográficay cremade manos sugiriéndole,despec-
tiva: <<que (en clara alusión a que se masturbe),dándole la
te diviertas>>
espaldaa continuación.
Ningún personajecinematográficomasculino que yo recuerde ha
rcalizado una proposición similat a una mujer. El mensajeimplícito de
esosfilmes es que <<ellas no 1o hacen aunque consientenque ellos sí>>.
Las escenasexplícitas de masturbacionesmasculinasson más fre-
cuentesque las femeninas.Las hay,por ejemplo, en La buenauida (Da-
vid Trueba, 1996),Algo pasa con Mary (There's sornethingabout Mary,
Bobby y Peter Farrelly, 1998), American Beauty (Sam Mendes, 1999),
Malena (Giuseppe Tornatore, 2001) y Más pena qae Gloria (Vícror
GarcíaLeón.2001).entremuchasmás.
Obviamente, también se encuentran escenasfemeninasde estetipo.
Pero habrán observadoque suelenincluirse con la clara intención de ex-
plotar el aractivo físico de la actriz con más gancho sexual del momen-
to, como reclamo comercial. Y son escenasmás simuladaso sugerenres
que las representacionesmasculinas,que suelen ser más explícitas. Fue
el casode Sharon Stone en Acosada(Sliuer Phillip Noyce, 1993),de Ma-
donna en El cuerpo de la euidencia (Body of euidence,Ulrich Edel, 1993),
o de ShannonElizabeth enAmerican Pie (Paul,\íeitz, 1999).

Quienes clasifican las películas por edades contribuyen al secuesro social cinema-
tográfico de la masturbación femenina. Parece que, al menos en España, las películas
que muestran escenasde masturbación masculina más o menos explícita suelen califi
carse como aptas para todos los públicos o para menores de entre trece y dieciocho
añ.os(Más pena que Gloria, Yíctor García León, 2001; Malena, Giuseppe Tornatore,
200I; Y tu rnamá también, Alfonso Cuarón, 2001). Pero las que muesran escenascon
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 4'

masturbaciones femeninas menos explícitas que las mencionadas son calificadas para
públícos mayores de dieciocho años(American Pie, PattltVeitz, Ig99) ' Como si hubie-
fa un expresodeseode escamotearla existenciade la masturbaciónfemenina (pero no
la masculina) a los menores de dieciocho años; justo cuando están configurándose los
modelos de masculinidad y feminidad. Investíguenlo ustedes,no obstante, pues no es-
toy seguro de este dato y no quisiera llevarles a falsasconclusiones.
Por cierto, las críticas realizadassol:reAmerican Pie (Pa;JWeitz, 1999), con inde-
pendencia del género de los críticos, coinciden en hacer referencias a las escenasauto
eróticas de los personajesmasculinos, pero silencian la protagonizada pot el personaje
de Shannon Elizabeth. Solo he leído una alusión colateral a ella cuando la cronista Isa-
bel Piquer escribe sobre la filntografía de esa actriz (El País, suplemento <<Tentacio-
núm. 210 125-V-20011).
nes>>,

Raramentela actividad autoefótica femenina estáincluida en la tra-


ma argumental del personaje, como ha sucedido en Glitos y sasurros
(Viskingar och róp,Ingmar Bergman, 1972) o Mater amdtísimú(|osep
Salgot, 1980). Y suelen sef excepcionesque pertenecen más al cine
europeo que al fabricado en seriepor Hollyrvood. Sin que esto signifi-
que que el cine realizado en Eufopa cafezcade algunos /zcssemejan-
tes a los del estadounidenseen lo que se fefiere a la masturbaciónfe-
menina.
Recuerdo una alusión verbal al autoerotismo femenino rcalizada
por una actiz q|ie formaba parte de la ffama dramática del personaje
en el filme Algo de qué hablar (Sornething to talk about, Lasse
Hallstróm, 1995). Grace K. Bichon (interpretada por Julia Roberts)
confiesaa su marido Eddie Bichon (Dennis Quaid) habersemasturba-
do porque él le presta poca atención. Pero era' más bien, una acusa-
ción autoexculpadora; lo <<confieso>como algo vergonzoso que se vio
obligadaa hacer.Un mensajeimplícito poco positivo pafa la masturba-
ción femenina. otro ejemplo no; lo proporciona el filme Brujas (Alva-
ro FernándezArmero, 1996).En estapelícula se hacenvariasalusiones
verbalesa la masturbaciónfemenina. Sol (Ana Alvatez)le pregunra a
Patricia (Penélope Cruz): <¿...y no es mejor que te hagaspajas?>;y
a Virginia (Beatriz Cawaial): <<¿Nome digas que tú no te hacespajas?>>.
Además, es posible encontrar en este filme una fepfesentaciónde la
actitud femenina frente a la masturbación, cuando Virginia responde a
la pregunta que le formula Sol: <<Creoque sí. Pero a mí si me lo pre-
guntan lo niego>>.
16

Estetipo de presenciade la masturbaciónen personajes femeninos


es más una excepciónque la regla en la industria cinemarográfica.
No recuerdo haber visto n¿tncauna escenamás o menos explícita
de masturbaciónfemenina en clave humorística en películasde uno u
otro lado del Atlántico, como es frecuente ver cuancloel protagonista
es un hombre (Algo pasa con Mar1, [ffirre's sotnethingabout Mary],
Bobb1,y Peter Farrelly, I99B; Yo,yo mtsmcte lrene [Me, M1,sg/fand lre-
nel, Bobby y Peter Farrelly,2000).Dado que el mensajeimplícito en
todas ellases que la masturbaciónfemeninano existe,¿cómopodría-
mos reírnos,pues,de...nada?
Abundan las películasque muestranei despertaremocionaly se-
xual de la adolescencia. Pues bien: resultararisimoencontráruno de
estosfilmes de iniciación donde el personajeprincipal seaun varón y
no se inclul'anuna o variasalusionesa la masturbaciónmasculinao es-
cenasexplícitas.Sucedeen Amarcord (FedericoFellini, I9l3), El ano
de las luces (Fernando Trueba, 1986), La buena uida (David tueba,
1996), Krtírnpack(Cesc Gay, 2000), Malena (Giuseppe Tornatore,
2001),Más pena que Gloria (Víctor GarcíaLeón,2001) o Y tu mamá
también(AlfonsoCuarón,2001),entreotras.
Y rarísimoes, igualmente,encontraralgunapelículadonde quien
despiertaa la madurezsexualseauna chicaque incluyaescenas de este
tipo o simplesalusionesa la masturbación.La mai'or parte de esosfil-
n-resofrecen la imagen de que tal despertaren las chicases meramente
intelectual,con una mayor preocupaciónpor el amor que por el sexo.
No se las presentani siquieramasturbándosepensandoen el objeto
amado,en contrade lo que nos afirmanlos hechos,como \¡eremosmás
adelante.
Tal circunstanciarefleja el oscuro lugar que la masturbaciónfeme-
nina ocupa en la sociedadactual,cotnoltna acnuidaduirtualmentcinui-
sible y de la que apenasse habla; 1o que equivalea decir que no exisre
o que seintentacreeren su inexistencia.
El embarazo que sienten los productores cinematográficosa la
hora de abordar la masturbaciónfemenina en sus filmes se detecraen
el frecuenteuso de perífrasispara referirsea ella y evitar alusionesmás
directas;1o contrario de lo que suelehacersecon la masculina.Por
ejemplo,es frecuenteque la referenciaselimite a que el personajepro-
nuncie simplementela palabra <<vibradorn. Es lo que hace Cameron
/1 i
I,A CON.SI]IRACIO¡\DEL SILEN.C]C.)

Díaz en Algo pasa cr-,nMary (Tbere'ssc'ttnetbing about Marv, Bobby v


Peter Farrelly,1998),cuando su personaje,Nlari'-Jenson,iustificaante
susamigasque no le importa haber roto con su novio: <<... tengo un vi-
bradoro; o el personajeinterpretadopor Hol1y Hunter (la inspectora
Mary Jane Monahan) en Copycat(Jon Amiel, 1995),cuando responde
a una alusión masculinaal vibrador como <.e1amigo que no te clefrau-
darr;o MarísaTomei,cuyo personaje,Rita, muestrauno a su prima Ví-
vian (NataschaLyonne)sin síquieramencionaria palabra<<vibrador>>,
presentándoselocomo su <<novio>>, en colgados en Beuerly Ílills (Tba
Slttms of Beuerll' Hills, TamaraJenkins, 1998)' La circunlocucíón <<mi
novio>>quita hierro al asunto dándole <personalidadna un obl'eto,au-
toerótico,sí, pero extraño a una misma.Lo que parecemás aceptable
para Hollyt ood.
Y se pueden encontfar referenciasa la masturbaciónfemenina
más vagasaún, como en la película Romy y Michelle (Romy and Mi-
chelleHigh ScboolReunion,David Mirkin, 1991).Los personajesinter-
pretadospor Mira Soivino (Romy) y Lisa Kudrorv (Michelle) estánen
un gimnasiomontaclasen sendasbicicletasestáticas; de pronto se po-
nen a pedalearenérgicamente por orden de la instructora,y una de
.
e l l a sl e { i c e a I a o t r a c o n u n d s o n r i s ap í c a r a : ¿ A qué te recuerda
esto?>>, y la otra le responde:<<Esa muier [la instructora] es una degene-
radatt.
En efecto,las películascontribuyen poderosamentea perpetuar el
silencio que enr,uelvea la masturbaciónfemenina.Para Hollyu'ood, es
como si las mujeresno semasturbaran.Más aún: casinunca<.ionecesi-
tan>>.Y quien sugiefeque sí <<es una degenerada>>, como afirmaba una
clelas protagonistasdel filme citado en el párrafo anterior'
Los productores pueden argumentarque al cine va un público
aclultoque no necesitaque se les hagapedagogíade nacla.Despuésde
todo, una películasolo es espectáculo. Pero tal afirmación,que se su-
pone basadaen la líbertad individual de las personas,es una forma
ladina de escurrir la responsabilidadque verdaderamentetienen. La
cinematografía no es tan inocentecomo pretendepor el efectomulti-
plicador que tienen los mensajes, implícitoso no, que siemprecontie-
nen susproducciones,por anodinosque parezcan.Reforzandoasí a la
opinión pública en 1a creenciade que }a masturbaciónfemeninano
existe.evitandoque se conozcaen susjustostérminos.
48

Fíjense en una película tan inocente como la británica NottingHill


(Roger Michell, 1999). Es una agradable comedia que en España fue
clasificada coma apta para todos los públicos. En esta película se hacen
varias referenciasa la masturbaciónmasculinabajo la fórmula <<hacer-
se pajas>>. Incluso hay un simpático y caótico personajellamado Spike
(interpretado de forma magistral por Rhys Ifans) que es presenradoex-
presamentecomo un inveteradomasturbador.
El mensaje que transmite esta película a los niños de ambos se-
xos que la ven es que la masturbaciónmasculinaexiste y se puede ha-
blar de ella con naturalidad; cosa que en principio es buena. El pro-
blema está en que esosniños y niñas no encuentran otras comedias,
aptas como esa,donde se hable también de la masturbaciónfemenina.
Con lo que pueden sacarla equivocadaconclusión de que esta no
existe.
Despuésde todo, ese es el mensajeque les transmite asimismoel
cuerpo social donde crecen. Y el cine se encargade reforzarlo de un
modo implícito o subliminal, arrojando al público de todas las edades
esaidea desdela granpantalla.
La película American Beauty (Sam Mendes, 1999) proporciona
otro buen ejemplo, muy completo, de esreripo de mensajesimplícitos
acercade la masturbaciónque el mundo cinematográficoarraigaenla
mente de los espectadores.
Este filme presentala masturbaciónintegradaen la estructuradra-
mática del principal personaje masculino de la película, Lester Burn-
ham (interpretadopor Kevin Spacey);no se limita a hacer chistesfáci-
les sobre el tema como sucede en las descerebradascomedias para
adolescentes.Pero se encuentra completamenteausenteen todos los
personajesfemeninos,incluso los que muestran un interés sexual más
acusado.No hay ninguna alusión verbal a la masturbaciónfemenina,
mientras que se encuentran cuatro referencias a la masculina (dos las
rcalizaun hombre y las otras dos las hace una mujer), con dos escenas
explícitas de esa púctica en un varón.
El personajefemenino que formula una de las alusionesa la mas-
turbación masculinaes Angela (Mena Suvari), amigade la hija de Les-
ter. Jane (Thora Brich). La quinceañeraÁngela parecebasrante arroja-
da sexualmente(al final de la película se verá que todo es de <<farob>).
En un momento dado, dicho personajepresumeanteJane de la popu-
LA CONSP]RACTÓN
DEL SILENCIO 49

laridad que tenía en el anterior colegio donde estudiaba:<<rodoslos


tíos del "cole" pensabanen mí cuando se la cascaban>>. A lo que Jane
responde:<i Qué asco!>>.
Ambas adolescentesson presentadastal y como refieren los este-
reotipos sociales, afianzándolosante los espectadoresde ambos sexos:
1) hablan de la masturbación...masculina;2) silenciancompletamente
la femenina (no existe);y l) se expresancomo si el propio autoerotis-
mo fuera una experiencia apna a ellas.
En una de las escenasexplícitas de autoerotismo masculino, la
enojadaCarolyn (Annette Bening) reprocha a su esposoLester que se
masturbe. Lo que desatauna fuerte discusión entre la parcja. Lester
afeaa Carolyn su indiferencia sexual,a lo que ella replica, entre otras
cosas,que él no le puede obligar a mantener relacionessexuales.Al fi-
nal de la discusión,Lester nos confirma que no lo hace ni con su espo-
sa ni con otras mujeres.
El tópico que sostieneestaescenaes que Carolyn se muesffa indi-
ferente al sexo, masturbación incluida. Quizá por esto ella rechazala
idea de que él lo haga (<¡Oh, eso lque haces]es asquerosol>>, le dice),
y se lo reprocha pesea no permitirle las opcionesde mantener relacio-
nes sexualesni dentro ni fuera de casa.
El mensajeimplícito de esta parte de la secuenciaes que si ella
considera criticable que él se masturbe es porque, como ella no lo
hace, tiene fuerza moral para censurade. En caso contrario no tendría
sentido la recriminación, salvo que actuasehipócritamente. Es decir:
antela ausenciade relacionessexuales,ellas <<se aguantan>>, pero ellos
no; ya se sabeque los hombres <<son así>>.

La escenarecuerda a esosadultos que ponen el grito en el cielo cuando descubren


que sus hijas se masturban, comportándose frente a ellas como si esa actividad les fue-
ra algo ajeno.
Fernando Trueba ha reflejado muy bien esa disociación femenina en su filme E/
año de las luces 0986). Manolo (forge Sanz) es amonestado por su enfermera, Vícenta
(interpretada por Violeta Cela), por masturbarse. Vicenta llega a atar las manos del jo-
ven para evitar que reincida. La novedad consiste en que Trueba muesra a Vicenta
masturbándoseen la misma secuencia,despuésde Ia escenacomentada. Sus jadeos
tras un biombo indican a Manolo que la mujer que antes le reprochaba que se mastur-
base, como si tal actividad fuera aiena a e11a...,
también lo hace.
50

La indiferencia sexual de Carolyn hacia su marido es interpretada


por el guión como un desinterésgeneralhacia el sexo y, por lo tanto,
-y los es-
lambién hacia el autoerotismo.Un tópico que los lectores
pectadores- identíficaránsin esfuerzo.De hecho, sus deseossolo des-
piertan con las relacionesadúlterasque ella mantienedespuéscon otfo
de los personajesmasculinosde la película.Es decir: la idea convencio-
nal de que el impulso sexual femenino solo se <<anima>> cuando inter-
viene directamenteun hombre que lo despiertafísicamente; no exíste
por sí misrno.
Esta película, con la masturbación como parte esencialdel pefso-
naje masculino,afirma implícitamenteque las mujeresno lo hacen.un
estereotipoperpetuado pof un filme que vieron millones de especta-
dores.
En el cine son relativamentefrecuenteslas escenasdonde una mu-
ief, ante |a evidencia de una masturbación masculina, exclama con
cierto desapego:<<¡¿Qué haces?!>>.Son escenasque responden,tam-
bién, a un estereotiposocial que se encuentrareflejado en las revistas
femeninas.Esa preguntavamás allá del simple sobresaltopor sorpren-
der a alguienhaciendo algo tan íntimo como masturbarse.Refleja,más
bien, una actitud ciertamentematernal del personajefemenino haciala
masturbaciónmasculina,desdela postura de quien parece aienaa esa
actividad. En ocasiones,no existe tal toleranciay se provoca una ver-
dadera desaprobación;pero esto último no modifica el mensaieimplí-
cito mencionado.Es el mismo tipo de actitud que comentabamásani-
ba, relacionadacon los padres que sofprenden en lavida real a su hija
masturbándose.Escenasde estetipo pueden vefse en An'¿erican Beauty
(Sam Mendes, 1999),Yo, yo misrno e lrene (Me, Myself and Irene,
Bobby y Peter Farrelly, 2000) o Mtís pena que Gloria (Víctor García
León,2001).
Tal reacción no suele aplicarse en el cine a los escasoshombres
que sorprenden a mujeresen la misma actividad (¿cómo podrían sor-
prenderlasmasturbándose,si las muieresno se masturban?,¿verdad?).
Por ejemplo, en Colgadosen Beuerly Hills (The Slurns of Beuerly Hills,
TamaruJenkins, 1998), Murray Abramowitz (interpretado por Alan
Arkin) sorprende a su hija Vivian (NataschaLyonne) con un vibrador
funcionanáo en la mano, y se impresiona aI verla, como es natural.
Pero, lejos de hacer algún reproche, calla y sale de la habitación. El
LA CONSPIMCION DEL SILENCIO 51.

mensajeimplícito de estaescenaes que é1,un hombre, que sabede pri-


mera mano lo que es la masturbación (y les agradeceríaque no hicie-
sen un chiste fácil), no se siente con la autoridad necesariapara desa-
probar o siquieraextrañarsede que la chica se masturbe.Lo conmario
de lo que hemos visto que sucedecon los personajesfemeninosen la
misma situación.Y el guión estáescrito por una muje¡ por 1o que no
podemos atribuir esaactitud al machismomasculino.
El mensajeque esosfilmes transmitenes que las mujeres<<nonece-
sitan masturbarse>>; se encuentranpor encima de <<esas cosas>>.
Más silencio, pues, en los naediospan la masturbaciónfemenina.

Ese papel radicional de mujeres alejadasde las tentaciones autoeróticas es dema-


siado f¡ecuente en las películas comerciales al uso como para ignorarlo. Es evidente
que refleja la c¡eencia social de que las mujeres son así: sexualmente frías mientras no
haya un homb¡e que las <despierte>. Como ya he señalado antes, el üatamiento que
suele darse a la masturbaciónen el cine está cargado de tópicos; los productores, los
guionistas y los directores de películas no hacen muchos esfuerzos en reflejar la reali
dad o la lógica que nos muesran los hechos. ¿Recuerdan que el cine de Hollywood
nos quiso hacer creer que el Tarzán de Johnny \X/eissmuller y Ia Jane de Maureen
O'Sullivan convivieron en la selva a{ricana durante años en la más candorosa castidad?
¿Y que durante años escamoteóel vello masculino hasta el extremo de obligar a los ac-
tores varones a depilarse el pecho para salir en pantalla? Algo semejanteparece querer
de nosotroscomo espectadoresrespectoa la masturbaciónfemenina.

Hace tiempo que el cine renunció a sus posibilidadespedagógicas


para convertirsesimplementeen un negocio que empleafórmulas con-
trastadas y nada comprometidas para hacer cada vez más taquilla. Al
menos el cine de Hollywood. Y si la industria de Hollyurood se com-
porta así quizá seaporque teme que las mujeres se sientanincómodas
si ven a otra masturbándoseen la pantalla02r.Tal vez sepatambién que
ellas se sienten aftaídascuando contemplan a un hombre haciéndo-
1o022.No olvidemos que los productores hacen tanteos previos, sobre
grupos reducidos de personas,para resolveralgunosdetallesdel mon-
tajefinal de las películasque fínancian.
Cuando se proyectenen las pantallaspelículascon tantasalusiones
o escenasreferidas a la masturbación femenina como actualmente
ocurre con la masculina,incluso con el mismo sentido del humor, se
habtá producido, o quizáinduzca,el cambio socialnecesariopara nor-
52

malizarla enre la población general. Habremos dado un paso de gi-


g^nte y la masturbación femeninahabrá dejado de estar socialmente
secuestradapara pasar a considerarseuna actividad más en la vida
sexualde las muieres.
Los cambios comenzarána verse con claridad cuando una mujer
escribapara los estudiosde Hollywood un guión como el de American
Beauty,por ejemplo, con el género de sus personajesintercambiados.
Dejar las cosascomo están no favorece nadala normalización so-
cial de la masturbaciónfemenina,ni la sacade su enclaustfamiento'.'
pero lleva a las mujeres a las salasde proyección cinematográfica,que
es lo q.re interesaa los grandesestudios.El uso bien meditado de refe-
rencias a la masturbaciónmasculina en los filmes es un buen gancbo
comercial paru el público femenino. De hecho, en los avancesde las
películasde estrenodonde existenescenasde estetipo suelenincluirse
fragmentosde ellas como reclamo.Pero se evitan los femeninos,si los
hay, pa.:aque las mujeressiganpasandopor la taquilla.
Es posible que los grandesestudiosesrénreaccionandoa las afir-
macionesde Esther vilar: <<Enla vida pública los hombres solo pue-
den expresaropiniones que seandel gusto de las mujereso les seanin-
diferentes [...] decidimos el ochenta por ciento de las compras, la
publicidad estádedicadaespecialmentea nosomas.Por estamisma ra-
zón, los medios de comunicaciónno nos critican,,o"(pág'108), por-
que les retirafían la publicidad, y en el caso del cine, les abandonaría
una buena parte de susespectadoras'
La masturbaciónintimida mucho a la mujer y es posible que en-
frentarla a ella en una enofme pantalTale resulte cuanto menos incó-
modo; qtizá, hasta insultante o crítico. Y si, como señalaesa misma
02t
la autocríticano existeentre nosotras>> (pág. !2L), tal vez
autora, <<...
seaesolo que hace temer a Hollywood ofender a suspotencialesclien-
tes femeninosy por eso mantieneausentede las pantallasel autoerotis-
mo de las señoras.Esto es, sin duda, bueno para el negocio,pero hace
un flaco servicio a la gente porque enraízala creencia de que las fémi-
nas no hacen esascosas.

Si lo que afirma Esther Vilar fuera cierto, también encontraríamos explicación


al revuelo que levantó el éxito editorial -y posteriormentecinematográfico- de un
personaje como Bridget Jones (Helen Fielding, El diario de Bridget Jones, Lumen,
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO 5)

Barcelona, 1999;Bridgetlones: sobrcuiuiré,Lumen, Barcelona,2000). Su autora, Helen


Fielding, lo defendió en términos parecidos: <<...creo que atacar a Bridget desde la
óptica feminista es un insulto para cualquier mujer. Es un simple problema de humor,
y algunas mujeres tienen muy poco. No seremos iguales a los homb¡es hasta que no
nos riamos de nosotras mismas como lo hacen ellos de sí mismos. Si ellos tienen a
Mr. Bean -y que yo sepaninguno se queja ni a ninguno le importa-, ¿por qué noso-
tras no podemos tener a Bridget o a cualquier otro personaje que nos parodie y nos
exagere?>> (El Pah, 27 -V-2000, pág. 40).
Son comentarios aplicables ¿ Ia incomodidad que tienen las mujeres para hablar
de la masturbación femenina, tanto desde un punto completamente serio y veraz como
desde el humorístico. ¿Por qué los medios de comunicación de masasno intentan
romper ese círculo de silencio del que son tan responsablescomo el res¡o de la so-
ciedad?
En ocasiones,las mujeres muestran esta intolerancia denunciada por Esther Vilar
y Helen Fielding ante cuálquier cosa que les suene a ctitrc^ marcándolo con el adjetivo
machista;y da igual que proceda de un hombre o de una mujer; aunque, en líneas ge-
nerales, esa disposición se aplica más al género masculino. Cualquier varón que trate a
las mujeres con el mísmo desenfado que ellas emplean con los hombres será tildado de
machista sin mucho esfuerzo. Lo cual es un er¡or. Hoy se utiliza el adjetivo machista
con excesiva ligereza para acallar las observacionesque se consideran desfavorablesy
para manifestarel malestargeneradopor actitudesque no gusten al género femenino.
Pero hay que asumir con naturalidad el riesgo de no agradar a todos, sin que haya
nada personal en ello; aunque gustar a todos sea una necesidad muy arraigada entre
ellas02a,que puede esclavizar,como se verá más adelante.
El sexismohace referenci^ a ti actitud e ideología que formula, de forma activa o
pasiva, que los hombres y las mujeres son dife¡entes. Añadiendo que tales diferencias
hace a los unos mejores o superiores que los otros. Razón por la que se justifican las
desigualdadesexistentes en cuanto a los derechos civiles, preconiza el papel secunda-
rio del otro sexo en la vida social y justifica las burlas o el desprecio con el que se le
trata. El macbismopiensa de esemodo respectoa la mujer desdela óptica masculina.
E\ bembrismo sostienelo mismo referido al homb¡e desde la vertiente femenina.
Pero una simple observación rcalizada a una mujer que no le guste a esta podrá ser
agradable o desagradable,pero no ha de ser necesariamentemachista si no presupone
sostener esa superioridad masculina sob¡e la mujer o el menosprecio de esta última.
Y lo mismo reza ala inversa.

Hay una esperanza,empero: que las mujeresse empeñenpersonal-


mente en sacara la masturbaciónfemenina de su actualsecuestrosocial
y la aireen por su cuenta; que promuevan hablar de ella en diferentes
foros, y elaboren productos de ficción que así lo hagan.Aunque para
ello tengan que oponerseal punto de vista de los hombres.Despuésde
51

todo, ¿no se han conseguido otras cosasdel mismo modo? Pero las
mujeresestánagarrotadasen lo que a la masturbaciónse refiere.
Hoy el cine está regido y escrito mayoritariamente por hombres a
quienes parece que les trae sin cuidado Ia normalización de la mastur-
bación femenina. Si las mujeres aumentasensu peso en la industria
quizá modificaranlas cosas,a cambio de que previamentecorrijan su
actitud personalfrente la masturbaciónfemenina.
Existen algunos elementos que permiten atisbar cíerta luz para el
futuro. Por ejemplo,la citadaguionistay directora cinematográficaTa-
mara Jenkins, pese a algunos resabiosconvencionales,incluye dentro
de la trama áramáticade la chica protagonistauna escenade mastur-
bación femenina con vibrador en su filne Colgados ert Beuerly Hills
(The Slums of Beuerly Hills, 1998). Quizá no signifique nada y solo sea
una tormenta dé verano.Pero talvez muestreque algo semueve'
Es una cuestión de actitud, no de capacidadprofesional. No hay
temaspara directoresmasculinoso femeninos.Durante mucho tiempo
se consideróel cine de acción como prototípicamentemasculinoy, sin
embargo, El pacificador(The peacemake4Mimi Lede\ 1996), que es
una de esaspelículas,fue rodada con solvenciapor una mujer. Lo mis-
mo sepuede esperarcon el tema que nos ocupa.
En cualquier caso,repito, son las mujeres quienesdeben sentir la
necesidadde que hablar de la masturbaciónfemenina les reporta más
cosaspositivas que seguir silenciandosu existencia.Y para eso quizá
les ay'udela lectura del presentelibro.

Claro que tampoco puede esperarsemucho de una industria que considera viejos
a guionistas mayores de treinta años, sean hombres o muieres. Ellos serían los que po-
drían atemperar esas diferencias, si se les aceptaran sus iniciativas, previsiblemente
menos condicionadas pof sus inhibiciones juveniles. Al parecer, la mayoría de ellos
(75 por 100) tienen menos de esa edad; mientras que están en paro el 54 por 100 de
los mayores de cuarenta años y el 68 por 100 de los que han pasadolos cincuenta-.
¡Qué cosas!

La televisión ejerce el mismo tipo de influencia que el cine. Multi-


plica su efecto al pasaruna y otra vezlas películasque antesse proyec-
taron en las salas cinematográficas,y a eso añade sus propios pro-

* RicardoM. de Rituerto,El País,núm.8.566(2-XI 2000).


LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 55

ductos de ficción elaborados con los mismos criterios que los grandes
estudiosempleanpara producir filmes.
Más pacata alahora de incluir escenasexplícitasen las teleseries,
sí muestra alusionesque se centran, básicamente,en la masturbación
masculina. Es 1o que sucede en series como Friends (David Crane y
Mafta Kauffman), Ally McBeal (David E. Kelley) o Felicity (Matt
Reeves).La primera exhibe las alocadasvidas de un grupo de amigos
de ambos sexos que ya se encuentranlejos de la adolescencia,pese a
comportarsea vecescomo tales.La segundadesarrollalas aventurasy
desventurasemocionalesde una mujer adulta, abogaday soltera,y la
tercera,las de una chica adolescente.
Resultaespecialmentesorprendentela mayor presenciade alusio-
nes a la masturbación masculina en estasseriescuando se trata, por
ejemplo, de mostrar la vida afectivade una mujer adulta (Ally McBeal)
que pese a sus intensos deseossolo tiene relacionessexualesesporá-
dicamente,y de una adolescente(Felicity) que está despertandoa la
sexualidady semueve entre varios amores.En ambos casos,el mensaje
implícito es que esasmujeres ni siquiera piensan en la masturbación.
Sobre todo en Felicity.
Y no hablaré de los espaciospublicitarios, donde las alusionesa la
masturbaciónmasculinasirven de excusa pata aúaef la atención sobre
productos de diversafactura, como lentillas de contacto,motocicletas,
aperitivos...Mientras que la femeninaestácasiausente.

No me atrevo a escribi¡ nada sobre Internet por ahora. Estamos enla edad de pie-
dra del invento. Es cierto que contiene una cantidad de información ingente, pero su
calidad, hoy por hoy, es muy desigual.En la mayoría de los casos,perpetúan los tópi-
cos más que esclarecerlos,pese a las buenasintencionesde las muchas páginasque se
dedican al asesoramiento sexológico. Habrá que esperar a que se organice mejor da
Red>, antes de formarse una opinión definitiva sobre sus contenidos. Pero su poten-
cial formador e informador es impresionante; tanto como el manipulador.

M¡sruRnncrón
v rnNcun¡E

El lenguajeno solo sirvepara comunicarse,sino tambiénpara en-


cubrir las verdaderasopiniones.Por eso,no puede exúañat que en un
contexto social donde la masturbaciónfemenina se silenciasistemáti-
56

camentese empleen subterfugioslingüísticospara sostenereseenmas-


caramiento,
Dado que las mujeres son extraordinariamentehábiles en el uso
del lenguaje01res comprensibleque empleenlos recursosque les pro-
porciona la palabra para ocultar la incomodidad que sienten ante Ia
masturbación.
Al contrario que los hombres, menos escrupulososa la hora de
mostrarsedirectos con las palabras referidas al autoerotismo,con in-
dependenciade que sus interlocutores sean del propio género o del
otro 025,las mujeres prefieren utilizar perífrasis, circunloquios y eva-
sivas.

Una corresponsal de Shere Hite le manifestó así su incomodidad: <Las definicio-


nes y la utilización de las palabras encierran un problema. Probablemente una de las
frases más ofensiv4p con que me he encarado en mucho, mucho tiempo, es Ia de esta
pregunta suya: "¿La masturbaron a usted la mayor parte de los hombres que cono-
ció?". En parte, mi dificultad aquí radica en que doy una connotación negativa ala
masturbación al compararla con la cópula; es decir, prefiero esta a aquella. Interpreto
la masturbación como algo que me hago a mí misma, a solas. La cópula es lo que yo
hago con otra persona, independientemente de lo que suceda con ella. Calificar de
masturbación a la estimulación manual del clítoris es algo que me ofende personal-
mente y que me irrrta>>0te (pá9.45).
En definitiva, si bien esta mujer encuentra sensatoasignar el nombre de masturba-
ción a lo que ella hace a solas,1o que su parejale hace a su clítoris prefiere llamarlo de
otra manera:probablemente,<<caricias>. Fíjenseque no se trata de una simple incomo-
didad. Esta mujer se sienteverdaderamenteofendida e irritada con el uso de las pala-
bras en segúnqué contexto.

El lenguaje popular adopta formas muy variadas, y socialmente


poco elegantes,paru aludir a la masturbación; todas ellas de un marca-
do carácter sexista,pues parecen referirse únicamente a la masturba-
ción del varón; aunque, por extensión, se tiende a utlTizaralgunas de
esasmanifestacionesverbalespara referirsetambién aIa de la mujer.
No puede extrañarque así sea.Despuésde todo, la masturbación
de la que todo el mundo ha oído hablar casien exclusivadurante años
ha sido de la masculina.Por eso no es fácil encontrar vocablospopu-
lares que citen específicamenteal autoerotismo femenino (conviene
añadirque tampoco es necesariodenominar la misma actividad de una
forma diferente según el género de quien la practique). Pero dadala
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO 57

condición emboscada que ha tenido siempre la masturbación femeni-


na, el lenguaje que la alude participa del mismo rasgo de sigilo y di-
simulo. Por eso es más frecuente el uso de indirectas del tipo <<acaricia:-*
se>>o .<frotarse>> para referirse a este tipo de actividad sexual entre
ellas.
Las mujeres tienen una fuerte tendencia a utilizar el lenguaje que
el grupo al que pertenecenconsidera correcto o normativo, mientras
que los hombres son más permeablesa la incorporación de voces ex-
trañasaunqueno vayanprecedidasde prestigio social026.
Tales diferencias en el modo general de hablar se acusan en las
edadesextremas de la población027.Las personasmayoresaún se en-
cuentran bajo el peso de los años de educación que pasaron en aulas
separadaspor sexosque modeló sus referenciaslingüísticas<<masculi-
nas>> y <<femeninas>. Los jóvenessientenuna fuerte necesidadde inte-
gración en sus grupos de pares,por lo que tienden a asimilar aquellos
modelos lingüísticos que les hacen sentirse<<máschicas>> o <<más chi-
cos>> segúnlos modelos socialesimperantesen cada momento 02u.
Y, fi-
nalmente,las personasque se encuentran en las edadesmedias de la
vida arrojan menos diferenciaslingüísticasporque no sufrieron la se-
paración educativa por sexos de sus mayores, y ya han supetado la
necesidadde diferenciaciónpor género que tuvieron en su juventud.
Pese a todo, el nivel cultural medio-alto o aito es la variable que más
nivela el empleo normativo del lenguaje por sexos028.
Quizá por esta razónlas mujeres tampoco hablaúan demasiado de
la masturbación: porque el entorno social menosprecialos términos
que se refieren a esta cuando les afecta a ellas.
Pero existen otras variables que relacionan la masturbación con la
forma de hablar de las mujeres.Ya se sabeque el lenguajecontieneele-
mentos que reflejan los condicionamientos culturales diferenciados
que han recibido los hombres y las mujeres.El de los primeros mues-
tra la situación de dominio social que mantuvieron hastaahora,y el de
las segundasmanifiestael papel subordinado que tuvieron durante si-
gloso2e.
El movimiento feministahalevantado un frente en esta línea para
conseguireliminar del lenguajeaquellosaspectosque reflejen tal con-
dición, basándoseen la idea de que manteniendo las aparienciasfor-
malesmachistasdel lenguajese sostienensus contenidosmentales.De
58

ahí la promoción de un lenguaje <<políticamentecorrecto>>para conse-


guir esosobjetivos.
Pero se ha olvidado que las mujeres también lutilizanel lenguaje de
forma discriminativay aun lo conservande una forma muy viva. Casi
no son conscientesde ello, mas no por eso es menos real. Muchas per-
sonaspiensanque la asunciónfemeninadel uso normativo del lenguaje
excluye toáo henabrislnoen este.El tazonamiento es en aparienciamuy
lógico, pues se supone que quienesejercieronhistóricamenteel papel
predominante imponen la norma y llenan de vicios rrtachistasel lengua-
je de ambos sexos.La mujer, como dominada, lo más que ha podido
hacer es no incorporar esosaspectossexistasa su lenguaje,pero no de-
sarrollar resabioslingüísticospropios, de corte hembrista.Sin embar-
go, esono es del todo cierto.
No lo es la afirmación de la lingüista Pilar García Mouton: <<'..el
026
sexismono es característicapropia del lenguaje de las mujeres>>
bág.51). Al menos en lo que a la masturbación se refiere, que es lo
que interesaa estelibro. Pero también en oros aspectosrelacionados
con la sexualidady con las cuestionesde género.
En lo que afecta a la masturbación, las mujeres utilizan las pala-
bras de un modo diferenciado según se refieran a la masculinao a la
femenina.Lo hacen tanto en los mensajesorales como en los escritos.
IJtilizan las voces que se refieren al autoerotismo cuando aluden a la
masturbaciónmasculina,sean cultas o populares' sin eludirlas, ni en-
cubrirlas con perífrasis.Lo conrario de lo que hacen con la femenina'
No es posible rcalizar aquí un estudio pormenorizado de ello.
Pero pueden exponersealgunosejemplosa título ilustrativo'
Carmen Martín Gaite afirma en su libro Usos amorososde la po*
guerraespañolao3\ que los comportamientosde los españolesde ambos
sexosde entonces<<... se regíanpor viejos códigos de sobreentendidos'
uno de los cualeses que la necesidadsexuales más urgente en el hom-
bre>>,Y dedica algunos pánafos a la educaciónsexual de los niños de
ambos sexos,basada en exclusiva en los comentaríosque los profe-
soreshacían sobre el sexto mandamiento.Como saben,ese mandato
es el que actualmentehace referencia ala masturbación.Sin embargo'
todas las alusionesque hace la autota a <<esa>> actividad las subsume
en las referenciasal citado precepto. Da vueltas al tema sin mencio-
narlo nunca, v no le da nombre ni cuando alude a la violencia que
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 59

sufrían las niñas católicas al tener que confesar esa actividad a un


sacerdoteque, además,era un hombre. Tampoco lo hace cuando seña-
la la necesidadque tenían esasniñas de utilizar eufemismosy sutilezas
para referirse a ella. Ni menciona una sola vez que tuvieran que confe-
sar acción concreta alguna.Lo deja todo en el aire, alalmaginación del
lector.
En efecto, esta autora no utiliza jamás en eselibro lavoz <<mastur-
bación> o cualquier oúa pma referirse a esa actividad sexual. Solo se
encuentraesapalabra :unavez.Pero la autora no la hace propia; uttliza
el subterfugio de citar literalmenteel texto de otro autoq varón, cuan-
do se refiere al estado de exaltación con que salíanlos chicos de los
guateques.
Dice el autor citado por Martín Gaite respectoa los excitadosac-
tores masculinos de dicha ceremonia social que: <<... el rito eru lpan
los chicosl una introducción a la masturbacióno al prostíbulo>> 0r0

$ág.I9I). A lo que la auton añade:<<Encuanto a las actricesllas chi-


cas], a quienes estabanvedadas ese tipo de satisfacciones,volvían a
casainsatisfechasy soliviantadas>>.
No solo no emplea ningún término referido a la masturbación
para las mujeres,sino que parecedar a entenderque, peseal ardor que
les provocaban tales fiestas,a ellas ni se les ocurría practicarla.Y eso
que antes ha referido los apuros que sentían las chicas al tener que
confesarsede <<esor> al sacerdote.

Hoy sabemos.sin embargo,que el testimonio de la autora es falso.Los datos reco-


gidos en esa época por Serrano Vicéns muestran que, contrariamente a lo que sugiere
Martín Gaite en su libro, entoncesreconocíanmasturbarseel 84 por 100 de las espa-
ñolas (algo más de cuatro de cada cinco) 0r1.

Aida Castellutlizael subterfugio de describir primero un libro de


autoayuda femenina que detalla la forma de masturbarse.Después,
cadavez que quiere señalar que la protagonista de su ya citada novela
El dedo del ángel se masturba, se limita a evocar ese libro (págs.70
y 89). Mas cuando describe el autoerotismojuvenil del abuelo varón
de ese personaje,no duda en evitar circunloquios y ser más directa:
despuésde masturbarseen el lavabo por tercera vez consecutiva>>
<<...
(pág.7D.
60

Carmen Martín Gaite evita las palabras y cuando utiliza una la


toma prestadade un hombre que se refiere a hombres. Aida Castellda
un paso más. Habla de la masturbaciónfemenina,pero elude denomi-
narla directamente;cosa que ya le resulta indiferente cuando se trata
de describir la acción en un varón.
La ex modelo Dominique Abel ha escrito una pequeña autobio-
gtafía titulada Camaleona(Planeta. Barcelona, 1999) referiáa ala épo-
ca que ejerció esaprofesión.En ella hace algunasalusionesa la mastur-
bación. Pero solo utiliza esa voz al referirse a la masculina. Cuando
habla de sí misma,escribe:<<meacariciovagamente>(pág. 187).
La propia Erica Jong hace en un libro autobiográfico012una sola y
asépticareferencia a la masturbación femenina: <<cuandoera adolescen-
te y descubríla masturbación>> (pág.243); también incluye una alusión
a los efectos que ejercía sobre ella el traqueteo del tren: <he llegado a
correrme con los trenessin tocarme" (pág. 252).Las demásmenciones
que hace de la masrurbación en eselibro se refieren siempre a la mascu-
lina. En una de ellasno mencionael acto expresamente,aunque se de-
duce del contexto (pág. I95),y en las otras dos (páSs.2I5 y 45I) no usa
la imparcial voz masturbación,sino que apela a otra forma más popular
(<<se la meneaba>>, .<sela meneaban>>) y con una evidenteintención jo-
cosa que estabaausenteen las alusionesque hacía a la masturbación
femenina(la propia).
Simona Vinci menciona varias vecesa la masturbaciónen su cita-
do libro De los niños nada se sabe.De todas sus alusionesdirectas a ac-
tos autoeróticos,nueve estánrelacionadascon los chicos y dos con las
chicas. Los de ellas los presenta bajo las circunlocuciones:<<bastaba
pasar los dedos por aquel lugarcito, deprisa, para hacerlo estallan>
bág.53) y <<conla mano en el lugar secreto,corre hacia aquel fuerte
espasmo>> (pág.$). Las de los chicos son descripcionesmás concisas,
menos poéticas,más prosaicasy explícitas.Del tipo: <<moverla mano
dentro de los pantalones>> (págs.56 y 62); <<tocarse>>,<<tocarse el pa-
quete>> o tener <dacosaen la manor>(págs.52,85, 86 y 99); o <<movien-
do la mano hacia delante y hacia arrás>> (págs.56, 57 y 76).
Tal comportamientomuestralas diferenciascon que algunasmuje-
res afrontan la masturbacióndependiendodel género de quien la prac-
tique. Así como se muestran más directas,locuaces,irónicas, incluso
provocadoras,al referirse a la masturbaciónmasculina,cuando se re-
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 6r

fieren a la femenina lo hacen de una forma más evasivao adornada con


bellas metáforas.Y si utilizan palabras directamente relacionadascon el
autoerotismo,emplean las más neutras y normalizadas(por ejemplo,
masturbación)para las de su géneroy las más vulgares(<<menearla>>012,
por ejemplo) parulos hombres.
No puede dudarse de que esta forma diferenciada de tratar el
tema constituyeun lenguajesexistaque refleja actitudesprofundamen-
te arraigadasentre las mujeres.Puede argüirseque tales hechos están
condicionadossocialmente,y es cierto. Pero eso sucede así tan|o paru
las palabrasmachistasen el lenguajemasculinocomo para las hembris-
tas en el femenino. Si hemos de buscar la igualdad modelando el len-
guaje,no parece desacertadoafhmar que es unatarea que nos incum-
be a ambos sexos cuando nos referimos al otro. Y las mujeres están
descuidandosu lenguajehembrista.
Las inhibiciones que sientela mujer hacia su propia masturbación
podrían justificar tal forma de expresarse.Pero quizá se trate de algo
más amplio y complejo. Es posible que su forma de hablar refleje el
lenguajepropio de los oprimidos, como llama Pauicia Duncker a las
mujeres007,! no haga más que mostrar la hostilidad contra los hom-
bres que desarrollan algunas de ellas desde edades muy tempranas,
como ha indicado, entre muchas, Pilar Rahola0oe. Mas tal origen no
justifica su mantenimiento si intentamos crear una sociedad igualitaria.
Acaso por todo ello esaforma de hablar no se limita solo a la mas-
turbación, sino que se extiende a otros temasrelacionados.
Por poner algún ejemplo. Al escribir sobre la donación de semen,
FranciscoJavier Barroso,que es varón, se expresamenos directamente
de lo que se supone debería hacerlo un hombre: <<Losdonantesreci-
ben un bote de ensayocon boca ancha para que depositen el semen,
y se les proporciona un reservadopan hacerlo>> (El País, núm.8.536
l3-X-20001), De haber querido ser más directo podría haber escrito:
<<Losdonantesreciben un bote de ensayocon boca ancha para que se
masturbeny depositenallí el semen,y se les proporciona un reservado
para hacerlo>>; o bien: <<Losdonantes reciben un bote de ensayocon
boca anchapara que depositenel semen,y seles proporciona un reser-
vado para masturbarse>>. Lorena Berdún, que es mujer, lo hace alu-
diendo, incluso innecesariamente, a la masturbación,pesea suponerse
que el uso de elipsis es más propio de las mujeres;sin embargo,no lo
62

es tanto cuando se refieren a los hombres. Observen:<<Nodebesmas-


turbarte ni hacer el amor durante cuatro días. El día de la prueba te
masturbasy recogesel semen en un vasito que has de comprar en la
fatmacia>>v'(pág.)24). Si hubiera querido mostrarse más delicada,
como quizá lo habría hecho en caso de referirse a una mujer, podría
haber escrito: <No debes eyacular durante cuatro días. El día de la
prueba lo hacesen un vasito que has de comprar en la farmacio>.Exis-
te como un cierto regodeo cuando una mujer habla de la masturba-
ción, siempreque se trate de la masculina.
Es un lenguaiesexista.
Algo parecido hace la antropólogaHelen Fisher0lr(pá5.311) al
enunciar los estímulosa los que son más sensibleslos hombres y las
mujeres.Cuando hace referenciaa los masculinos(su preferenciapor
las imágenesvisuales,por ejemplo),los presentacomo debilidades(son
impresionablesante un escote),mientras que los femeninos(por ejem-
plo, su mayor sensibilidada los estímulosverbales)los muestra como
habilidades (pese a que los grandes seductoresvarones siempre han
sido grandeshabladoresoor).
Son actítudes sexislas.
El lenguaje hembrista (camuflado muchas veces como feminista,
porque este término está mejor prestigiadosocialmente)se detecta en
los lugares más insospechados,lo que manifiesta su fuerte arcaigo.
Hace tiempo compré al azar un libro sobre perros cuando nos regala-
ron uno para mis hijas. Su autora es Christina de Lima-Netto y el libro
se titula Mi perro enuejece(EdicionesTikal, Barcelona,1998).La auto-
ra dedica unos párrafos a la esterilizaciónde los perros domésticos'
TJttlizapara ello varias voces: esterilización,ouariobísterectomía,uaciar
y castraciónPero lo hace de una forma desequilibrada,en función del
género del animal. Así, mientras emplea Ia palabra castraciónseisve-
ces, solo dos se refieren a las hembras y cuatro a los machos.Utiliza
dos vecesla palabraesterilización,una para cadasexo.Maneja el tecni-
cismo ouariohisterectomíatres veces,pero no utúiza nunca orquidecto'
mía, que es el equivalente para el macho. Y emplea dos veces uaciar,
para referirse a la operación en las hembras. Es deci¡ utlliza el verbo
castratiprincipalmente cuando hace referenciaala operaciónpractica-
da a los perros machos,pero lo evita cuanto puede cuando representa
verbalmente la misma operación aplicada a las hembras: .<ellasson va-
LA CONSPIRACIONDEL SILENCIO 63

(pág. 130);<<...
ciadasy ellos castrados>> la ovariohisterectomíaparalas
hembrasy de la castraciónen los machos>> (pág. 127)".

No olvidemos que la fantasía de castrar a los hombres es relativamente frecuente


enre las mujeres como castigo por las humillaciones a las que se sienten sometidas en
ocasiones.Castra¡ forma parte del imaginario colectivo como una forma de quitar al
hombre su virilidad, su orgullo, en una sociedad donde los genitales masculinos pare-
cen simbolizar esos atributos. De ahí que las mujeres contemplen con cierta naturali-
dad que una de las formas más comunes de demostrar la ra ante un hombre sea darle
una <<buena patada en los huevos>>0'3 (pág.27I), como señalaNatalie Angier; aunque
no haya mediado agresión física por parte de él y solo se trate de una disputa verbal (la
situación contraria está peor vista). Tiene un significadosimilar. Por eso, en este con-
texto, el uso del verbo casffar casi solo al referi¡se a los machos tiene connotaciones
bembristas,lo mismo que patear los genitales masculinosñ. A los hombres les está ve-

' Gerard Tortora y Sandra R. Grabowski escriben para sus alumnos la siguiente
J.
definición de castración: <Escisión, inactivación o destrucción de las gónadas; es fre-
cuente que solo se utilice para hacer referencia ala eliminación de los testículos>>
(Principios de Anatomía y Fisiología, Oxford University Press, México, 2000,
pás.1026).
ñ Esta necesidadde desquite femenino la explota el cine hasta la saciedadpara
atraet al público de ese género a las salas de proyección como hace con la masturba-
ción masculina. En las películas, no solo los malvados reciben golpes en sus genitales,
sino también los héroes varones, procedan de contrincantes de un sexo u otro (hasta el
célebre James Bond es golpeado en la entrepierna por oponentes femeninas: Bambi
lDonna Garratt] y Thumper [Trina Parks] en Diarnantespara la eternidad [Diamonds
are foreuer, Guy Hamilton, l97Il). Pero no sucede lo mismo con las malvadas ni con
las heroínas de género femenino: ellas nunca reciben patadas en la vulva (ni en el pe-
cho) por muy violentas que sean las peleas en las que se involucran y con independen-
cia del sexo de sus conrincantes; aunque ellas sí las propinan. Ni siquiera se encuen-
tran en las películas, salvo rarísimas excepciones, referencias humorísticas a la
sensibilidad genital femenina como sucede con la masculina. Y no piensen que es un
recurso utilizado exclusivamentepor guionistasmasculinos.También introducen esas
escenasescritores del género femenino como Audrey Wells en El chico (The Kíd, Ion
Turteltaub, 2000), o Gina \üfendkos en el filme Princesapar sorpresa(The princessdia-
ries, Garry Marshall, 2002); ambas de la factoría Disney y aptas para todos los públi
cos. Y aun en filmes menos ingenuos como el escrito por Danielle Nexandra: La te-
niente O'Neill (G.1. Jane, Ridley Scott, 1997). También se encuentran en anuncios
televisivos de helados, por ejemplo, y en los dibujos animados dirigidos a la infancia
(El laboratorio de Dexter, TVE-I [10-XI-2001]). Por no hablar de anuncios de empre-
sasde telecomunicación inse¡tados en los diarios esoañoles.
64

dado hacer las insinuaciones de Angier referidas a la entepierna de las mujeres. De


hacerlo, serían etiquetados por las mismas ¡azones de macbistas.

Son ejemplos nada exhaustivosde que la mujer también tiene un


lenguajesexistaque explica, en parte, por qué habla de diferente ma-
nera cuando se refiere a la masturbaciónmasculinao ala femenina.
Algunas mujereshan advertido estapresencialingüísticay mental
de hembrismoentre las de su género,e intentan denunciarlo desdelas
tribunas que pueden utllizar. Margarita Riviére ha escrito: <<Desconoz-
co quién lo dijo, cuándo y en qué circunstanciasescuchépor primera
vez la dichosafrase:"Todos los hombres son iguales",pero me ha que-
dado la sensaciónde haber convivido horrorosamentecon ella toda la
vida. Es decir, que desde la más tierna juventud me he dedicado a
comprobar que no era en absoluto cierta. Me estremecícuando, mu-
cho más tarde, oí la ofensivaréplica: "Todas las mujeres son iguales".
Recientemente,una película española (una comedia titulada Todoslos
hombres soisiguales,dirigida por Manuel Gómez Pereira en 7993) rc-
pescatan fascinanteidea y, con la excusade hacer humor, reimplanta
unavezmásla semillar'0'a (pág.$).

La película a la que hace referencial^il)tor^, originó una serie de televisión que


estuvo en antena varias temporadas, profundizando la presencia del estereotipo en la
mente de los espectadores.
Por cierto, en dicha película hay una alusión a la masturbación masculina reahzada
por un hombre y offa que hace una sonriente mujer -en aparíencia ajena personal-
mente a esa actividad- a un varón recién divorciado: <¿Vas a volver ahora a los "tra-
bajos manuales"?>.¿Han escuchadoalgo semejanteen el cine dicho por un personaje
masculinoa una mujer?

Esther Drill, Heather McDonald y RebeccaOdes, autoras del li-


bro de educación sexual juvenil ¡Descúbrete!,también salen al paso de
alguno de los tópicos sexistasque algunasmujeres mantienen en su
vocabulario y en sus mentes con la naturalidad que da la costumbre:
<<Aveces[nos] pareceque los chicos dejan que su impulso sexual decida
por ellos; lperoJ esa es una generalizaciín muy burda>>006(pág. 160).
Pero las mujeresque llaman la atención sobre los contenidoshem-
bristas del lenguaje femenino y de otros espaciospopulares aún son
una minoría. Quizá seaasí porque su atenciónestácentradaexclusiva-
LA CONSPIRACIÓNDEL SILENCIO 65

mente en la detección de los elementos machistas de la sociedad ac-


tual. Camilo Valdecantos,defensor del lector en el diario español E/
País, asílo manifestó a raiz de unas protestas que le enviaron algunas
mujeres periodistas: <iQué fino hilan -escribió- y qué agudezala
suya para descubrir resabiosde machismo hasta en las páginas de
decoración!>>(El País,n:úm.8.937 ,11-XI-2001,pág. 18).

Según escribió más tarde ese mismo periodista, tal comentario le valió recibir un
buen número de cartas escritaspor mujeres acusándole de haberse mostrado despecti-
vo y antifeminista(El Pah, núm. 8.965, 9-XII-2001, pág. 18). Y añadió que pareceque
cuando se denuncian hábitos hembristas las mujeres creen que con eso se pretende
ocultar los que son de tipo machista (¿no parecen ocultar estasprotestas la existencia
del sexismo femenino?). Cuando lo cierto es que ambas cosas coexisten y conffa las
dos hemos de luchar tanto hombres como muieres.

Otro ejemplo de lenguaje hembrista lo aporta Beatriz Sanz en un


pequeño artículo titulado <<Sueños eróticos>>(El País,núm. 8.963, su-
plemento <<Tentaciones>>, núm. 2)8,7 -XII-2001). En él hace referencia
a las ereccionesmasculinasy a las humedadesy tumefaccionesgenita-
les femeninasnocturnas durante la fase de sueño REM. No puede evi-
tar hacer un comentario jocoso: <No hay más que pensar que si des-
piertos fios chicos] difícilmente conrolan a su amiguita (sí,hablamos,
por ejemplo, de las ereccionespiscineras),pues dormidos... lcómo la
van a controlar]>>.¿Les parece un comentario inocente y no sexista?
Imagínenseque un hombre escribelo siguíenteescamoteandola exis-
tencia de las ereccionesdel pene: <<Nohay más que pensar que si des-
piertas [as chicas] difícilmente controlan a susgemelito.s(sí, hablamos,
por ejemplo, de las ereccionespiscinerasde los pezones),pues dormi-
das...[cómo los van a controlar]>>. Creo que no estáde más reflexionar
un poco sobre esto.
Siempre ha resultado más fácil detectar los problemas ajenos que
los propios. Por eso las mujeres se encargan,con justicia, de señalar
sus vicios machistasa los hombres. Pero se olvidan de hacer un poco
más de introspección para evitar los hembristasque les son propios.
Nada jrstifica el sexismo, patta de quien parta.

Soy incapaz de expresarlo mejor que Luisa Dieza Peso, una lectora del mismo
diario que escribió la siguiente carta a\ director titulada <Miopía sexista> (E/
66

País, núm.8.826,23-VIJ-200L, pág.12): <<"¿Tecostó mucho acabar con tu novia?"'


"No: dos duros." Ese es el chiste brutalmente machista y despreciativo del sexo que
usa para vender sus móviles una empresa. ¿Que estoy equivocado y que quienes
hablan en el anuncio son dos mujeres? Ahí está parte del problema: que a algunos les
parece menos grave, e incluso reequilibrante, el sexismo femenino, el menospreciar y
discriminar a los varones, el hembrismo (adjetivo que incluso se resisten a aceptar pata
intentar negarla nociva ¡ealidad que esconde).
Por eso los organismos pertinentes tampoco han actuado como deberían en otros
anuncios parecidos, como aquel en el que la mujer decía, con un tono despectivo, que
esperabaque la ropa lavada con un detergente le dura¡ía más que su novio.
Esta pasividad, e incluso complicidad, ante el menosprecío y la discriminación al
varón por parte de algunos publicistas, creadores...de odio y sexismo hembrista, no es
solo injusta, sino miope, porque, conscienteo inconscientemente,muchos varones se
afenarán a los privilegios que aún tienen mientras hechos así les sugieran que se les
a su predominio para instaurar no la igualdad, sino el predominio del
il:;;.:;:.tr

Dicho de otro modo, el lenguajesexistacontra el sexoopuesto sie-


ga la hierba bajo los pies de quienesbuscan colaboradoresen sus es-
fuerzos por igualar la sociedad.¿Cómo colaborurácontigo alguien a
quien no paras de agraviar?¿Qué cambiosva a hacer sobre sí mismo si
no ve la misma actitud en ti, o ve que solo modificas lo que a ti te con-
viene?
Hoy, muchas mujeres ven su lenguajehembrista tan natural e in-
cluso justificado que no entiendenpor qué han de renunciar a é1.Des-
pués de todo, les hace pasar un buen rato y, quizá,hastalas relaja con
unas risas.Es el mismo pensamientoque tenían los hombres respecto
al lenguaje machista. ¿Tan difícil resulta advertir la semeianza?
Con todo, no es este el lugar panhablar de sexismo.Si he traído
aquí el tema es porque explica, en parte, la actitud que tiene la mujer
respectoa su sexualidady a la de los hombres, su forma diferencial de
expresarlay de entenderla,muy similar a lo que tradicionalmentese
viene atribuyendo al hombre en exclusiva.
Pero la realidad de este lenguaje femenino exigiría promover el
uso de locuciones<<políticamente correctas>(¡agh!, ¡me horroriza esta
expresión!) como un procedimiento más para normalizar eI actual es-
tatus de secuestrosocial en el que se encuentrala masurbación feme-
nina, y la silente manera de relacionarsecon ella que tienen las mu-
jeres.
2
Er coNTENrDo DE rAS PALABRAS

<DasWortnaacbt denMenscben frei. \Í/ersichnicbttius-


sernkann,isteinSklaue.[...]
SprechenisteínFreibeitsakt;
dasWortistselbxdieFreiheit.>
(La palabra hacelibre al hombre.El queno puedeex-
presarse,
esunesclavo. 1...]
Hablaresunactodelibertad; lapalabra misma eslibertad.)
Lu¡vrc Frupr¡eclr(1804-187 2),
DasVesendesChristentums.7

^
Aunque pueda resultar una perogrullada-y este libro estálleno de
ellas-, no puede iniciarse un texto relacionado con la masturbación
sin haber establecido antes lo que se entiende con esa palabra. Los
conceptosson claros si disponemosde definicionestransparentesy de
palabrasque permitan reflejarlosde manera adecuadacuando nos co-
municamos. Si los términos utilizados son confusos, revelan que las
ideasaparentementerepresentadaspor ellos no estántodo lo definidas
que quisiéramos,o que nuestro vocabulario es de una pobrezadecep-
cionante. Por eso parece necesariodetenernosun poco pam realizat
una precisión terminológica que nos permita comunicarnossin ambi-
güedadesy con conocimientosuficientedel tema attatat.
Bien es cierto que no se requiereconocerninguna terminologíaes-
pecíficapara masturbarse.Existe un buen número de mujeresque cre-
cen ignorando que exista una palabra capaz de definir una actividad
tan íntima. Cuando descubrenla existenciade la voz rnasturbacións.ure-
68

len sorprenderse de que exista un término que designeun acto tan se-
creto. Pero lo frecuentees que sientantambién una cierta sensaciónde
alivio, puesto que la presenciade una palabtaque alude a esaactividad
implica que se trata de una práctica que trasciendela esferapuramente
personal.Su existenciaimplica un reconocimientomás o menos públi-
co de esa actividad y, de algún modo, esasmujeres dejan de sentirse
tan solasy únicasaunque,quizá, no por esomenos culpables.

Patricia McNeill ha dejado escrito lo siguiente al respecto: <<Teníareinta y cinco


años cuando oíIa palabrapor primera vez. Masturbación. [...] Conque así es como se
llama lpenséJ. Nunca hubiera imaginado que existiera una palabra específicapara de-
signar una actividad que para mí era algo tan habitual como lavarme el cabello o ha-
cerme la cama 1...1Bueno, pues si existíauna palabra para designaraquella actividad,
[...] ¿Eso quería decir que ellas [las otras mujeresJ también... lse masturban]?>>03r
(pás.r43).

En la religión católica es frecuente que las niñas hagan un descu-


brimiento temprano de que la masturbación es una actividad que los
demásconocen,En dicha religión existeel sacramentode la confesión,
que permite a quien lo practicalimpiar su alma de pecadosy comenzar
desde cero cuantasveces1o necesite.En esa religión la masturbación
se incluye entre las ofensasque pueden rcalizarcecontra la castidad".
La primera confesión que tealizan los católicos suele situarse en
torno a los diez años de edad. El sacerdoteconfesor suele ser quien,
repasandolos mandamientosy las posibles ofensascontra alguno de
ellos, descubre ala niña que <<tocarse>> a escondidas(el uicio solitario,
como aún suele denominarsea la masturbación en este contexto doc-
trinal) es un grave pecado. Que el autor haya utilizado la palabra <<to-
carse>> no es casual.En el medio que estamoscomentando,no siempre
se hace referenciaa la masturbaciónpor su nombre, por lo que en ta-
les circunstanciasno es raro encontrarsecon mujeres que ignoren la
existenciade una denominaciónespecíficapata esaactividad.También
sueleutilizarseotra clasede alusionesindirectas como la mencionada:
<<tocamientos deshonestos>>; <<pecarcontra el sexto con una misma>>;

' Catecismode la lglesia católica (9." ed.), Asociación de Edito¡es del Catecismo,
Bilbao, 1999 (2352).
EL CONTENIDODE LASPALABMS 69

<<darse placer una misma>>, o <<darseplacer a solas>>,


<<abusar de una
misma>>,etc. Pero, en lo que aquí importa, aunque se denomine de
otra forma, las niñas aprenden que hacen algo conocido por otros, que
estámal hecho y se debe confesar.

Cuando yo estudiaba Medicina, a finales de los años sesentay principio de los se-
tenta, devoré con entusiasmo las obras completas de Freud. Así, en una ocasión, una
amiga de la época, sabedora de ese interés mío por el trabajo del fundador del psicoa-
nálisis, me refirió un sueño para que se lo interpretara en clave psicoanalítica.
Ya no guardo memo¡ia de é1.Pero sí recuerdo que bajo una apariencia muy ino-
cente el sueño enmascarabarn fuerte contenido erótico relacionado precisamente con
la masturbación.cuando se lo hice ver ala chica, enrojeció.Le pregunté a continua-
ción si le preocupaba algo relacionado con la masturbación o había tenido alguna clase
de experiencia reciente que pudiera evocar esa actividad aunque solo fuera muy co-
gida por los pelos. La respuestaque me dio fue antológica.
Esa joven, algo inocente en lo que se refería al sexo por lo que yo sabía de ella,
pertenecía a un grupo religioso, razón por la que se sentía ideológicamente obligada a
responder con since¡idada la pregunta. Como esta era muy directa, tampoco le resul-
taba sencillo eludirla; ni podía alegar ignorancia sobre su contenido dadas las explica-
ciones que habíamosintercambiado aruiz de la inrerpretación que le hice a su sueño.
Además, no se sentía con fuerzas de mandarme sencillamente a paseo por la amistad
que nos unía. Se sentíaapremiadaa responder.
Tardó varios días en hacerlo (lo que ya evidenciaba el impacto emocional que le
había ocasionado la pregunta), pero finalmente alegó algo así como: <<Mira,consciente-
mente, yo no he hecho nunca esa cosa>>.
Fue una respuestamuy inteligente, porque le resolvía la papeleta de tener que res-
ponder, daba una respuestaaparentementenegariva(como le obligaba a hacer la ver-
gienza que sentía ante una pregunta tan directa; si no: véanselos resultados de las en-
cuestas;¡antes muertas que responder que sí!) y, por si fuera poco, le permitía no
mentir.
En realidad, lo que estaba diciendo de forma subrepticia es que ella se había mas-
turbado antes de saber que a esa ¿ctividad placentera se Ie diera dicho nombre. Proba-
blemente conoció el término cuando yo le expliqué su sueño y le formulé las pregun-
tas. Ese era el mensaje para quien pudiera leerlo, pero que podría habe¡se interpretado
con facilidad como que esa chica nunca se había masrurbado (lo que en realidad pare-
cía aparentar la respuesta).Entre los católicos, esta es una de esasmentiras que llaman
Iaxas. No dicen lo contrario de lo que se piensa (definición de mentir), pero se organi-
za la respuestade modo que quien escuchacrea lo que a una le interesa.

Que el confesor seahombre añadecierta tensión al descubrimiento


que hacenlas niñas de que esaactividad, paraellastan inocente,seape-
70

caminosa en el contexto religioso católico. Tal revelación consigue que


en adelantelas jóvenespasenmomentos de cierta violencia cuando con-
fiesanmasturbarse.Por eso,ellasmismasabonanel terreno del disimu-
lo y se inician en el ejercicio de ocultar la actividad mediante el uso de
toda suertede eufemismosy sutilezaspara referirseal autoerotismo0r0.
Lo mismo que hacen en la vida cotidiana. Aunque, también hay que de-
cido, no pocas optan por dejar de confesar<<eso>> ante un hombre, por
muy consagradoque esté.Otras, más decididas aún, sencillamentede-
jan de frecuentarel sacramentode la confesiónpor tal motivo.
Las lectorasque pertenezcan^la religión católicaconocenla vera-
cidad de las opcionesmencionadas.

Una joven refería de este modo esasexperiencias: <<Ysupongo que el hecho de pa-
sártelo bien masturbándote te hacía sentir culpable; debías de decir: "Seguro que esto
no esrá bien porque me lo paso bien". Y alfind. no te lo pasabasnada bien porque
pensabas:"Ahora me tendré que confesar y esto es un mal ro11o,y ahora que ya estaba
ümpia y que no tenía que irme a confesar, ahora ya estamos otfa vez, olta vez a confe-
sar [...] ¡Cuando resultaque él es un hombre!">>0'6(pág.6a).

En cualquier caso,no todas las mujeres desconocenla existencia


de una palabra que aluda a la masturbación. En ocasiones'no poco
frecuentes,es posible que ignoren la existenciade esavoz culta, pero
pueden conocer y utilizar otros términos más populares referidos a ella
como <<hacerse una paja>>, <<hacerse una puñeto>, <<menearlo[el clíto-
<<hacérselo
risl>>or7, con el dedo> (y en según qué medios: <<meterse el
dedoo) o, simplemente,<<frotarse>>; <<acariciarse>>,
y también <<tocarse>>)
etcétera;lo que ya sigrrifica tener conciencia de una denominación es-
pecífica paru una actividad reconocida.

La voz puñeta hace refe¡encia a unas piezas que se anclaban en las bocamangasde
los blusones que formaban parte del vestuario antiguo. Solían adornarse con puntillas
o bordados. En Latinoamérica es sinónimo de masturbación (como lo es también la
voz <ichaqueta>en México).
En España se ha olvidado el significado popular atribuido a tales palabras. Actual-
mente, en este país, una puñetera sería una mujer molesta. Enviar a alguien a bacerpu-
ñetas signl{ica darle un desplante, y suele afirmarse que con ello se le quiere enviar de
costurefa pafa coser puñetas. No me bagasla puñeta se dice cuando una reprocha a al-
guien que le esté fastidiando. Ser una cbaqueterasignifica una pefsona que cambia fre-
cuentemente de opinión o de bando.
EL CONTENIDODE LASPALABMS 7l

Pero esos usos españolesde la voz pilñeta caÍecenhoy día del significado ofensivo
que pretenden si se refieren ¡ealmente a los adornos de las bocamangas.Lo tienen si
evocan su significado popular original conservado en Latinoamérica.
Así, una puñetera o una chaqueteraes realmente una mujer masturbadora; enviar a
alguien a hacerpuñetas equivale a decirle que se masturbe y nos deje en paz; no me ha-
gas la puñeta significaría algo similar.
No es fácil determina¡ por qué se hizo esta asociación. Qúzá porque cuando la
gente se masturbaba agitaba (o meneaba) las puñetas. Y talvez así pueda encontrarse
también sentido a la asociacióndel verbo menearcon la masturbación.
La Real Academia Española ha incluido ya tales acepciones popuiares hispanoa-
mericanas de la masturbación en la vigésima segunda edición áel Diccionario de la Len-
gua (Editorial EspasaCalpe,Madrid,2001).

M¡sruRn¡crór.l

El citado Diccionario de la Lengua dela Real Academia Española


define la masturbación como la <<estimulaciónde los órganos genitales
o las zonaserógenascon la mano o por otro medio para proporcionar
goce sexuab>.Tal descripción admite que el estímulo puede darse con
otros medios diferentesa las manos (en realidad, cualquier objeto, sea
cual seasu forma y tamaño) y que puede recaersobre otras zonaseró-
genasdiferentesa los genitales.Sin embargo,la imagen casi exclusiva
que surge en la memoria popular cuando evoca la palabramasturba-
ción sueleser la de la estimulaciónmanual de los senitales.Volveré so-
bre ello más adelante.
El origen etimológico del verbo <<masturbar>> y de la acción a la
que hace referencia(<<masturbación>) es incierto y aún siguesiendo un
enigma.El escasorastro existentenos lleva a la Roma imperial.
La literatura c7ásicaha legado un extenso catálogo del vocabulario
empleado por el pueblo romano para designat a esaactividad sexual;
pero no incluye la expresión<<masturbación> ni ürcja pistasetimológi-
cassobre ella.

Los pobladores del Imperio romano eran tan procaces como nosotros para referir-
se al autoerotismo. Están documentadasnumerosas perífrasis y no menos voces al
efecto:frico (frotar, restregar), tero (frotar, restregar, pulir), glubo (mondar, descorte-
zar), sollicito (perturbar, excitar), tango (tocar, llevar la mano a), contrecto (tocar delei
tándose, palpar), entre otras. Los lectores no tardarán mucho en encontrarles su equi-
72

valencia actual. Algunas de esas referencias parecen más relacionadas con ei sexo
masculino y otras son aplicables a ambos, si bien la masturbación femenina era enton-
cestan escasamente mencionadacomo ha sucedidohastaayer mísmo.

Se cree que el verbo <<masturbaDderiva del latín fiuanusstuprare,


que significa manchat, tener relacionesculpables, fornicar con la
mano, aunque algunostraducen:violar con la mano; o de tnanusturba-
re (soliviantat, agitag altetar, perturbar, excitar con la mano). Suele
afirmarse,como señalaAdamsb, sin basefilológica argumentalalguna,
que existenmás probabilidadesde que proceda de la primera. Aunque
se admite la posibilidad de que manusturbareinfluyera con el tiempo,
por analogía,en el significadopostrero de rnanusstuprúre.Mas lo cier-
to es que no hay nada que impida sostenerlo contrario. Es decir, que
fuese manus turbare la expresión germinal que se vio influida con el
tiempo pot manusstuprare.
Tengo la sospechade que la propensión a seleccionarmanus stu-
prare, en ausencia de tazonamientosfilológicos de peso que lo justifi-
quen, es más ideológica que racional. Se ha producido en un entorno
social que considerael autoerotismouna suciedad,y eso ha hecho ver
a los estudiososmás <<natural>> que masturbaciónsignifiquehacer algo
indecentecon las manos que otra cosa.
En esecontexto ideológico que he mencionado,otros autoreshan
propuesto etimologías más curiosas. Por ejemplo, Judith P. Hallett
(cit. por Adams [ob. cit.]) sugirió que <<masturban> procedíarealmente
áe mas turbare (agitag excitar los genitalesmasculinos).Sin embargo,
no hay razonesfi1ológicasparutal atribución (consúltesea Adams). La
basede la argumentaciónde Hallett, la relación entnemasy los genita-
les masculinos,no estáprobada. Más aún, todas 1asperífrasisy los tér-
minos utilizados popularmente en Roma para designar aIa masturba-
ción hacen referencia preferente al uso de la mano y solo algunas lo
relacionan,además,con su acción sobre el pene. Por último, no es en
absoluto excepcionalla evolución lingüísticasimplificadorapor la que
manus puede ffansformarseen mas (manus-mans-mas). Por lo que no
hay que dar a mas otro significadoque ese.

o
J. N. Adams, Tbe Latin Sexual Vocabulary,Duckworth, Londres, 1982,
pá1s.208-211..
EL CONTENIDO DE LAS PALABRAS 7t

Pero hay que sospecharun nada despteciablecomponenteideoló-


gico en la etimología sugeridapor Judith Hallett. La asociaciónpro-
puesta por esa autora (mujer) surgió con facilidad en un contexto so-
cial donde la masturbación se considerabauna actividad sórdida, se
creía asociadamayoñtariamenteal género masculino y se consideraba
poco menos que execrableen el femenino.Y no es el caso.

Aceptar la etimología de Judith Hallett supondría el mismo tipo de error que se


cometió en el siglo xIX con la voz homosexual. Se creyó quela níz homo procedia del
Iatín Homo (hombre). Por lo tanto, como el término homosexual solo sería aplicable
entonces al varón, se creyó necesario buscar otra palabra aplicable a las mujeres. Así
surgieron términos como lesbianismo (de Lesbos, la isla donde la poetisa Safo tenía su
Academia para chicas), safismo (de Safo, la poetisa citada y conocida homosexual), o
tribadismo (frotamiento de los genitales femeninos entre sí; por extensión, se aplíca
a esasmismas mujeres que por esaruzón también reciben el nombre de tríbadas).Para
cuando se cayó en la cuenta de que tanto las raícesborno (senejante) como hetero (de-
sigual) procedían ambas del griego (con lo que homosexual significaría simplemente
amor por los semejantes,y heterosexual,por el otro sexo) ya era demasiadotarde y los
nuevos términos habían adquirido carta de nattraleza en el lenguaje popular. Sin em-
bargo, no es necesario aplicar una palabra diferente para designar al homoerotismo
masculino y femenino; la voz homosexual ptede aplicarse tanto a unos como a otras.

Si se admitiera la sugerenciade Hallett, apafte su inexactitud, tar-


de o temprano surgiríala necesidadde buscar otro término aplicablea
la masturbación femenina. Tarca asaz difícil, pues el actual ambiente
de secuestrosocial que sufre obstacr¿7izaúa
cualquier intento. Despuésde
todo, para qué buscar una pala,bruque denomine algo que pareceno
existir.
Yo prefiero centrar el origen etimológico de <<masturb ar>>en rna-
nus turbare. Tiene un significado meramente descriptivo (excitar con la
mano), es más ecléctico que manusstuprareal no prejuzgar que el acto
al que hace referenciaseabueno o malo, puede aplicarsea ambos gé-
neros y no hay razoneslingüísticassustancialesque se opongan a ello.
Es una decisiónadoptadaideológicamente(si unos lo hacenen un sen-
tido, ¿por qué no puedo hacerlo yo en el contrario?), semejantea la
que permite referirse al autoerotismo como <<placersolitario>>en vez
de <,viciosolitario>>.
Algunos autoressugierenque la voz inicial se transformó en mas-
turbación por un error tipográfico cometido en el año 1621038, que es-
74

cribió mdstuprationdonde debía decir rnan;ustupration.Perolo cierto


es que Ia palabra masturbaciónya existía tal cual hace casi dos mil
años.Así la escribíaMarcial, un poeta satírico hispanorromanodel si-
glo t de nuestraera, con el mismo significadoactual.
El hecho de que el verbo <<masturbar>> no aparezcaen el habla po-
pular de aquellos tiempos, y que Marcial lo emplee en un contexto de
evocaciónmitológica, sugierea Adams que quizá se tratasede una voz
culta ignorada por el pueblo y semiolvidadapor los ilustrados.Porque
lo cierto es que nadie la empleó en la literatura de la época salvo Mar-
cial, que parecehabeda rescatadodel ostracismoen susescritos.

Marco Valerio Marcial escribió numerosas referencias sobrentendidas sobre el au-


toerotismo en su célebre Epigrarnmaton E hizo tres empleandolavoz masturbación
sin eufemismos y refiriéndose con ella a la misma actividad sexual que esa palabra evo-
ca en las mentesactuales:
En XIV, 20)-2 escribe sobre una bailarina gaditana <Tam tremulum crisat, tam
blandun prurit, ut ipsum / masturbatorem fecerit Hippolytum>. Que traducido al cas-
tellano dice: <<Muevelas caderas tan provocativamente, es tan sensual su calentura,
que habría convertido en rn masturbadoral propio Hipólito>.
En Xi, 104-11 hace la siguientepoco lisonjera descripción de su mujer: <... Basia
me capiunt blandas imitata columbas:/ Tu mihi das, auiaequalia mane soles./ I'{ecmotu
dignaris opas nec uoceiuuare / Nec digitis, tamquan tura merarnquepares:/ Masturba-
bantv Phrygii post ostia serui, / Hectoreo quotiens sederatuxor equo, / Et quamuis ltba-
co stertente pudica solebat/ Illic Penelope semper habere manum. / Pedicarenegas:da'
bat hoc Cornelia Graccbo, / Iulia Pornpeio, Porcia, Brute, tibi; / Dulcia Dardanio
nondum miscente ministro / Pocula Iuno fuit pro Ganymede loui. / Si te delectat graui'
tas, Lucretia toto/ Sislicet usque die: Lai'da nocte uolo>>.En castellano:<<'..Me encantan
los besos que imitan a las tiernas palomas; tú me besas igual que besas a tu abuela
por las mañanas. No te dignas poner de tu parte un movimiento, una palabra ni un
gesto: es como si estuvieras preparando el incienso y el vino. Los esclavos frigios se
masturbaban detrás de la puerta cadavez que la mujer de Héctor montaba a su mari-
do; y aunque el héroe de Ítaca roncaba, la casta Penélope solía tener siempre su mano
en ese sitio. Te niegas a que te dé por culo: Cornelia sí dejaba a Graco, Julia a Pompe-
yo, Porcia a ti, Bruto. Cuando el copero dardanio aún no le preparaba dulces copas,
Juno sirvió de Ganímedes a Júpiter. Si te complace la seriedad, aunque seastodo el día
una Lucrecia, de noche quiero que seasuna Lais>>.
Si los lectores creen que se trata de raducciones maliciosas, lean la que sigue, El
contexto es inequívoco respecto al significado que Marcial aplicaba alavoz masturba-
ción. En IX,4L-7 se refiere a un tal Póntico en los siguientes términos: <<Pontice, quod
numquam futuis, sed paelice laeua/ uteris et Veneri seruit amica manus, / hoc nibil esse
putas? scelusest, mihi crede,sed ingens, / quantum uix animo concipisipse tuo. / nempe
EL CONTENIDO DE LAS PALABRAS 75

semelfutuit, generaretHoratius ut tres; / Mars semel, uf gerninos llia castadaret. / om-


nia perdiderat sz masturbatus uterque / ntandassetmanibus gaudia foeda suis. / Ipsam
crede tibi naturam dicere rerum: / "Istud quod digitis, Pontice, perdis, homo esl">. Que
en castellanosignifica: <Póntico, no follas nunca, sino que usas tu mano izquierda
como concubina, y tu mano sirve a Venus como si fuera tu amante. ¿Creesque eso es
una nadería?Es un crimen, créeme,y un crimen grande,tan grande que apenaspuede
concebirlo tu mente, Pues una sola vez folló Ho¡acio, y tuvo tres hiios; una vez folló
Marte, y la casra Ilia le dio gemelos. Los dos lo habrían echado todo a perder si se
hubiesen masturbado, confiando a su mano esos sucios placeres. Piensa que es la pro-
pia natrraleza quien te dice: "Póntico, eso que desperdicias en tus dedos es un
hombre">r''d.

ON¡t¡tslvlo

Aún hoy es muy común referirse a la masturb ación uilizando otra


palabra quie quizá suena más suave a los oídos de quienes la utllizan:
onanismo.Sin embargo,no estáfuera de lugar puntualizat aquí que el
uso de la voz onanismo como sinónimo de masturbación es un error
importante. Y resulta increíble que la última edición del Diccionario
de la Lengua dela Real Academia Española aún caigaen é1.Si buscan
la voz onanismoen dicho Diccionario encontrarán que les remite di-
rectamente a la palabra masturbación sin hacer ninguna definición
adicional, salvo advertir que es un término que procede de Onán (véase
a continuación),Pero quizá resultemás increíble aún que muchos pro-
fesionalesde la Medicina y de la Psicologíautilicen también ambostér-
minos, indistintamente,para designaral acto de masturbarse.
El uso delavoz onanisrnosolo puede explicarsepor cierto pudor
haciala palabramasturbaciónen las personasque prefieren la primera.
Pero las dos locuciones se refieren, realmente,a actividadessexuales
completamentedistíntas Aquí nos encontramos con un excelenteejem-

. Pueden encontrar los Epigramas de Marcial en latín en la siguiente dirección de


Interner, entre otfas: <http://www.gmu.edu/departments/fldlClASSlCS/mart.htmb.
d Debo la laducción al castellano que aquí presento, y algunas lecturas adiciona-
les que me han sido muy útiles, a Ia gentleza y buen hacer de la doctora Rocío Caran-
de, profesora titular de Filología Griega y Latina de la Uníve¡sidad de Sevilla (Espa-
ña). Aprovecho la oportunidad que me dan estaslíneas para expresarle públicamente
mi asradecimiento.
76

plo sobre la necesidadde llamar a cad,acosapor su nombre para tener


una idea exacta de su significado y hacer más precisos tanto el pen-
samientocomo su comunicación.
onanismo es un término que se ha adoptado de la Biblia. procede
de un personajede aparición muy fugazen esrallamado onán, hijo de
Judá y nieto de Jacob. El Altísimo le castigócon la muerte por haber
infringido una costumbre hebrea que posreriormenrese reguló bajo la
denominación <Ley del levirato>>.Pero el acto que rcalizabaonán no
eru la masturbación, sino el coito interrumpido, o <<marchaaftás>>,
como método deliberadamenteanticonceptivo.El rexto bíblico es muy
explícitoal respecro(Gn 38: 9).
La <<Leydel levirato>>exigía a Onán engendrar hijos en Tamat,la
viuda de su hermano, para que estetuviera una descendenciaque llevan
su nombre. Pero onán no deseabaque los hijos que él generaseen su
cuñada llevasenel patronímico de su hermano muerto. Así que aceptó
cohabitar con ella como era su obligación ante la ley. Mas, cuando prac-
ticabanel coito, envez de eyacularen su interion parafecundarla,onán
<<derramaba lsu semen] a tierra>>',con lo que asípretendíaanular toda
posibilidad procreadora a la cópula, Es decir, lo que practicaba onán
con su cuñada y esposaera el coito interrumpido, no la masturbación.
El castigodivino de Onán no fue por masturbarse,ni siquierapor
practicar el coito interrumpido, sino por no haber cumplido con la
<Ley del levirato>>dando descendenciaa su hermano,lo que habría sig-
nificado repartir la herenciade su padre,Judá, con ellos (Dt25:5-10).
De modo que lo que onán deseabarealmenreno era disfrutar del sexo
sin procrear,sino quedarsecon todala herencia;pues al carecerde hi-
jos su hermano muerto no habría con quién compartirla y le tocaría
más en el reparto. Recuérdeseque los antiguos hebreos devolvían la
viuda sin hijos a la casade su padre, que perdía así todo parentesco
con la familia del fallecido y cualquier derechosobre susbienes
Así pues, el pecadode Onán fue algo bastantediferente a lo que se
ha transmitido durante generacionesa los cristianos.No fue una in-
fracción de contenido sexual.Las jerarquíasreligiosascorrespondien-
tes no han ignorado nunca que el verdadero desorden cometido por
Onán fue la codiciao3e (pág.)4).

' Biblia delerusalén,Descléede Brouwer,Bilbao.


1981.
EL CONTENIDODE LASPALABRAS

EI coitus intelruptus sigue utilizándose actualmente como método anticonceptivo,


pesea su demostradainseguridad,como evidencianlas elevadastasasde embarazosno
deseadosque se deben a é1.El autor no quiere dejar pasarl^ oportunidad que le han
brindado estaslíneas para desaconsejarlo.

Probablemente, la creencia de que Onán practicó la masturba-


ción y que recibió un castigo divino por ello haya sido el núcleo en
torno al cual se desarrolló todo el cuerpo de doctrina posterior sobre
la noción de pecado relacionadocon el autoerotismo.Aunque bien es
cierto que existen otros componentesen tal idea, como se comentará
más adelante.
A pesar del obvio error, en nuestrosdías aún se siguenempleando
ambos términos (onanismoy masturbación)como sinónimos.Incluso
se escriben libros referidos a la masturbaciónbaio el equívoco título de
Onanismooao.
Nos llevaría muy lejos seguir aquí el camino simbólico que nos
abre el nombre de la cuñada de Onán, Tamar significa enhebrco pal-
rnera, qúe es el símbolo con el que se representaba a Ishtar, la diosa
hurrita del Amor asociadaal planeta Venus, que es el Lucero del Alba,
representanteastral del ángel caído llamado Lucifer. Los lectores pue-
den extraer sus propias conclusionesbuscando las relaciones entre
esosmitos en otro texto del autor041.
SpcuNpA PARTE

NATURALEZASEXUALFEMENINA
3
<<ESAS>>
PARTES

<<No"mi cuerpoy yo", sinoumicuerpo:yo".>>


Pprno LñN ENrn¡r,co(1908-2001),
Cuerpoy alma,5

t1
\ . r ^ ' . 1
,-)in nuestro cuerpo nada somos. Sin su morfología, sus sensacionesy
sus necesidades,la concienciaque tendríamosde nosotrosmismos se-
ría diferente e incompleta. Más aún: sin nuestro cuerpo no podríamos
experimentarlos sentimientosmás nobles que seamoscapacesde con-
cebir. Sin é1,el amor, la abstracciónespiritual o cualquier otro tipo de
experienciaoceánicaseríaimposible.
Basta con carecer de los núcleos dorsomedialesdel tálamo pan
que cualquier cosanos resulte emocionalmenteindiferente0a2. Una in-
sensibiiidad afectivacon la que cualquier sentimiento espíritual dejaría
de ser atractivo,nos resultaríaindiferente y, por lo tanto, no nos pare-
cería deseable.Sin esasestructurascerebralesintactas los grandes es-
critoresmísticosno habrían existido.
Por todo eso,carecede sentido el menosprecioque ha recibido el
cuerpo en nuestra cultura. Históricamente,no solo se ha intentado ig-
norarlo, sino que se le ha visto como un enemigo opuesto a nuestros
idealesde perfección.Pero el cuerpo no es nuestro enemigo:sornosno-
sotrosmismos.Ignorarloo zaherírloes ir en contra de nuestranaturale-
za, confta nuestrapropia esencia.
82

como ya se indicará más adelante,la ignoranci^ acercade las co-


sases un terfeno abonado panla incertidumbre y los temores.Y en
esa superficie es muy fácil que crezcanlas semillasde las ideas absur-
das y equivocadas,como las desarrolladasen torno a la masturbacióny
al resto de las actividadessexualeshumanas'
Por eso no está de más rcalizar un recuento sucinto de aquellos
elementoscorporalesque tienen algo que ver con el tema que nos ocu-
pa, porque forman parte esencialde él y al que estáninextficablemen-
te unidos.
cuando se leen diferentes tesrimonios de hombres y mujeres refi-
riéndose a los genitalesfemeninos, se observa que cada cual utiliza ex-
presionesdiferentespara designara las mismasestructufas.Es algo com-
prensíble áada la diversidad del origen de la información que maneja
cada cual. Pero esadisparidad aquí puede mover a la confusión. Por tal
ruzón qrizá seaprocedente plasmaf la r,tilva en una imagen aftn de dat a
cadacosael nombre que tiene (fig. 1). De esemodo puedenhomogenei-
zarselas referenciasque cada tnahaga respecto a sus genitalescuando
deseecomunicárseloa los demás,bien de forma oral, bien por escrito.
Llamando todas (y todos) a las cosascon el mismo nombre sefaclitaúla
comunicación. Y con ello el conocimiento, Se sabe que una adherencia
sistemáticaal uso de un vocabulario correcto resulta, de entrada, sexoló-
gicamenteterapéutico y preventivo. Y además,que cuando se utiliza un
vocabulario incorrecto se tiende a perpetuar los viejos prejuicios trans-
mitidos culturalmente acercadel sexo y todo lo que sele relacionaul. De
ahí la impoftancia que tienen las palabras como fiel reflejo del pen-
samiento y de las actitudes de cada cual, y la influencia que ellas tienen
en su configuración, como seha insistido en los capítulos antefiores'

El crÍronIs

No es que el autor pretenda revelar a las mujeres cómo es su ana-


tomía genital;seúa absurdo. Se sabe que la gran mayolía de ellas (un
gg por L00, como poco) ha contemplado su vulva rcfleiada en un espe-
jo alg,rnavez en su vida y la conocen de sobra.Y prácticamentetodas
(97 por 100) sabendónde situar su c|ítoris017.De modo que resultaría
p."*ntrroro intentar descubrirle a una cómo es su vulva por dentro.
<ESAS>PAMES 83

Como prácticamentetodo el mundo sabe,el clítoris es el órgano


femenino de mayor importancia paru la consecucióndel orgasmo. Se
encuentra situado en la confluencia superior de Ios labios menores (8)
de 1a vulva. Estos se encuentran semiocultosa la vista por \os labios
mayores(7), que son los que están cubiertos de vello (aunqueen la fi-
gura 1 aparezcanrasurados).
Las partes más visibles del clítoris a 1a simple inspección son su
glande()), asícomo su prepucio(2) y st frenillo (4). El prepucio rodea
al glande del clítoris como si de los pétalos de una flor se tratara. Y el
frenillo se inserta en estepor su parte inferior como una prolongación
delgadade la parte superior de los labios menores.
El clítoris ha sido conocido por las mujeres desde épocaspretéri-
tas, pero fue <<descubierto>>paruIa Ciencia por el anatomistarenacen-
tista Realdo Colombo (De Re Anatomica, 1559), si bien Gabríelle
Fallopio le disputó en su época la prioridad del <<hallazgo>> (156I).
Desde entonces,numerosostratados de anatomíahan detallado su es-
aunque algunosautofes actualespreten-
tfuctufa interna014,045,046'047'018,
den atribuirse el hallazsode esosconocimientos04e.

Fig. I.-Imagen de la uulua, Se ha suprimido el velio de los labios mayores, de toda


la región perineal y su extensión pot Ia cara interna de los muslos pan faciitar la per-
cepción de los detalles anatómicos delazona.
84

Entre el glande y el prepucio del clítoris se acumula un producto


amarillento, con la consistenciade la ralladura de queso,denominado
esmeglna.Su origen estáen la normal degeneracióngrasade las células
epiteliales áel prepucio cuando se descaman.La higiene diaria de la
zona impide que se acumule y produzca malos olores e irritaciones.Si
el prepucio del clítoris es demasiado estrecho (fimosis), dicho producto
puede acumularse,lo cual produce unas adherenciasentre el glandey
el prepucioque causanmolestiasimportantes.Tal cosase resuelvecon
una pequeña intervención quirúrgica que desbrida la zona y extirpa el
prepucio (circuncisíón) si procede, liberando asi al glande' Es lo que se
conoce comúnmente como una <<operación de fimosis>>o <<hacerla fi-
mosis>>; si bien, cuando la mayor parte de la gente piensaen ello, sue-
len evocar con más frecuenciala que se practica al sexo masculino,y
tienden a ignorar que puede pasarle lo mismo al género femeni,
no0t0'0t1.El autor conocealgunoscasosde fimosis circuncidadaen mu'
jeres,aunque lo cierto es que se ignora el alcancede su extensiónreal
enffe las señoras.
Durante los años ochenta del siglo xx se puso de moda entre las
mujeres norteamericanascircuncidarseel clítoris, aunque no tuvieran
ningún problema de fimosis. La razón de tal ptáctica era la creencia
popular (sustentadapor algunaliteratura irreflexiva) de que con ello se
facilitabala obtención del orgasmoen el coito052.Unaidea que carece
de fundamento científico, pero que a nosotros nos resulta muy útil
para ilustrar los extremosa los que una estádispuestaa llegar siguiendo
una creenciaerróneacomo si de un conocimientobien contrastadose tra-
tara.
Dedicaré unas líneas a la circuncisión innecesariade tipo ritual
más adelante.
El cuerpo del clítoris (1) no es visible. Se encuentra enterrado en la
confluenciasuperior de los labios mayoresy solo se detectapor palpa-
ción. Eso puede hacersecuando el clítoris se encuentra en estado de
reposo, pero también, y sobre todo, durante la excitación sexual. En
esosmomentos es posible descubrirlo en esa zona con mayor facilidad
como un pequeño cilindro turgente bajo la piel'

Naturalmente, esta es la percepción que tiene del cuerpo del clítoris un observa-
dor externo. La mujer lo detecta sin necesidad de realizar tocamiento alguno. Las nu-
<ESAS>PARTES 85

merosas terminaciones nerviosas del órgano son capacés,por sí solas,de informar a su


portadora del estado en el que se encuentra en cada momento. Así, durante la erec-
ción. la muier recibe la información necesariaDarahacerseconscientede su existencia.

El clítoris está formado por dos largos cilindros compuestospor


tejido eréctil (cuerposcauernosos),que por las numerosascavernasque
lo forman tiene el aspectode una esponja.Gracias a ello, cuando esas
cavidadesse llenan de sangredurante la excitación sexual,eI clítoris se
congestionay entfa en erección.
EI glande del clítoris está formado por la fusión anterior de esos
dos cuerposcúuernosos.Al contrario que el pene, cuyo glande es una
continuación del cuerpoesponjoso;unaestructuradistinta con configu-
racionesdiferenciadasen ambossexos.
El cuerpo áel clítoris hunde sus dos largas raíces en la pelvis de la
mujer insertándoseen las ramasisquiopubianasdel hueso de la cadera;
urnaala izquierda y offa a la derecha.Ambas raícesestán cubiertas por
los músculosisquiocauernosos,que, al contraerse, juegan un papel im-
portante en el proceso de erección del clítoris. Si se hace referencia a
ellos aquí es porque existenresultadosde investigacionesrecientesque
subrayan la importancia de estos músculos en el ciclo de respuesta
sexualfemeninoOsr, como se repetirá más adelante.
Por debajo del clítoris se encuentra el meato urinario (5), cuya fun-
ción queda precisadapor su denominación. Debajo de él se halla la
apertura dela uagina (6), medio cubierta por una delgadamembrana
(el himen), cuando existe. Y arropando a estas dos estructuras,por
ambos lados, se ubican los labios riaenores(8). En condicionesnorma-
les, estostienen un tamaño, color y grosor desiguales;lo que puede su-
ceder tanto en la misma mujer como de una mujer a otra.La entradaal
aparuto genital femenino que configuran los labios menole-rse conoce
con el nombre de uestíbulo.Más abajo, no visible ya enla figura 1, se
encuentrael ano (9).
El cuerpo esponjosofemenino adquiere una forma diferente al del
hombre. En este,configura el glandey la pate ventral del pene, siendo
atravesadopor la uretra en casitoda su longitud (fig.2). En la mujer la
parte que rodea a la uretra permaneceigual que en el hombre; solo
que su longitud es menor porque la uretra femenina tambíén lo es. La
parte posterior del cuerpo esponjoso,que incluye el bulbo esponjoso
86

glande

Fíg. 2,-Estructura anatómica del pene (relaciones con las estructuras femeninas seña-
ladasen el texto).

masculino,en el casode 1amujer se divide en dos y se sitúa a ambosla-


dos del vestíbulovulvar (fis.3¡.

Lás estructuras esponjosasno tienen forma de cavefnas, como los cuerposcauerno-


sos. Parecen más bien conjuntos de vasos entrelazados que marchan todos más o me-
nos en la misma dirección.Por eso,su rigidez durante la erecciónes menor.

Todo este compleio formado por el clítoris,Ios cuerposesponiosos


y el plexo sanguíneoque rodea la vagina,la vejiga y el útero' estáinter-
conectadoentre sí y con los labios menorespor numerososvasossan-
guíneos,formando un conjunto que reaccionaal unísono en el proceso
de excitaciónsexualfemenjna.Las estructurasesponiosas feaccionana
la excitación sexual con un estadode erección semirrígidaparecido al
del casomasculino (en los hombres,la erección del cuerpoesponjosoes
menos rígiáa que la de los cauernoso¡ porque en caso contrario cons-
treñiúatantolauretra que no deiaúapaso al semen durante la eyacula-
ción).

Como se sabe, los genitales femeninos son tan sensiblesa los golpes como los
masculinos. Lo que se golpea en ei caso de la mujer es el llamado trígono uesical.Esto
<ESAS>PARTES 87

Fig. 3.-Estructuras cauernosúsy esponiosasen la. muier. A, plexo vascular vaginal,


vesical y uterino; B, clítoris, y raíces de sus cuerposcauernosos;C, cuetpo esponjosope-
riuretral; yD, bulbos esponjosos vestibulares.Todas estasestructurasestáninterconec-
tadas por un profuso árbol vascula¡.

es, la zona que existe en la vejiga entre las desembocaduras de los uréteres (los con-
ductos que conducen la orina desde los riñones ala vejiga) y la salida de la uretra.
El trígono uesical áescansagran parte de su superficie sobre el tercio medio de la
pared anterior de la vagina. Dada la cortedad de 1auretra en la mu¡'er (de ahí sus fre-
cuentes cistitis), dicha zona se encuentra muy próxima al exterior y, por 1o tanto, muy
expuesta. Los golpes le llegan directamente porque las paredes vaginales y el espacio
virtual que existe enre ellas ransmiten sin dificultades la energía desarrolladapor
cualquier percusión rcalizada sobre la vulva.
Esos golpes producen dolor por un mecanismogeneral,aplicable a toda víscera,
interna o externa (ya seavejiga,testículos,estómago,hígado...),siendopotencialmente
sincopales (pueden ocasionar desvanecimientos)según su intensidad. Esto es algo que
conocenmuy bien los luchadoresde ambos sexosen general.
Esta informacrón quizá se antoje más relevante en un manual de defensa personal.
Sin embargo, hay una razón importante para traerla aqrÍ debido al silencio que suele
suardarse sobre ella.
88

Eve Ensler nos apofta un ejemplo de esanegación adulta en sus Monólogos


delavagina: <Edgar Montane, que tiene diez años lla relatora tenía siete cuando
sucedieron los hechos], se enfada conmígo y me da un puñetazo con todas sus
fuerzasen Ia entrepierna. Me siento como si me hubiera roto entera' Vuelvo co-
jeando a casa.No puedo hacer pis. Mi mamá me pregunta que qué le pasa a mi
chini, y cuando le cuento lo que Edgar me ha hecho, me dice a gritos qüe nunca
vuelva a dejar que nadie me toque ahí abajo. Intento explicade: no me 1oha to-
cado,mamá,le ha dado un puñetazo>>05a (pág,84).

La dirección que sigueIavagina, cuando la mujer estáechadasobre su espalda,no


es horizontal como suele creerse:guarda una inclinación de unos 10-15" respecto al
horizonte (fig. a). Durante el coito, sobre todo la primera e inexperta vez, la tendencia
de los hombres es iniciarlo mediante una <viril>>(enérgica) inserción del pene en la va-
gina. Y lo frecuente es que lo áiijanhacia dentro, sí, pero en horizontal, o, qtizá, hacia
arriba. Si contemplan bien la fígura 4 entenderán lo que intento explicarles: en esa di
rección, el pene percutifá directamente el trígono vesical. La consecuenciaserá una in-
troducción muy dolorosa, como si golpearan literalmente la vulva. O, 1o que es lo mis-
mo, un comienzo de coito completamente desmotivador para cualquier mujer.

Fig.4.-Cortesagitaldelapeluisfemenina: clítoris(1); labiosmayores(2);labiosme-


nores (J); uretra (4); útero (5); vagina(6); ano (7).
<ESAS>PARTES 89

Si en lugar de silenciar esta circunstancia se hablara más de ella, se originaría un


estado de conocimiento común, abierto y sincero, que lograría que los amantes,
masculinos y femeninos, lo tuvieran presente al relacionarse con sus parejas. Así, Ios
hombres aplicarían a las mujeres el mismo cuidado que ellas tienen con sus amantes
varones.Durante la actividad sexual,una mujer cariñosay excitadapuede acariciarlos
testículos de su compañero como parte del juego sexual. Y puede que tantee hasta qué
punto puede apretar (algunasno resisten esa tentación), pero no se le ocurre amasarlos
(que sería un poco el equivalente a la situación que aquí se está denunciando), porque
suponesusdolorosasconsecuencias.
Aunque no parezca necesario señalarlo ya, por lo dicho anteriormente, la direc-
ción correcta del pene cuando va a introducirse en la vagina en la <posición del misio-
ne¡or, (e1hombre encima) es: hacia dentro y abajo.Una vez en el interior de Ia vagina,
el pene se adapta alaforma que tenga esta. Algunos autores han comprobado que el
aspecto que presenta el pene dutante el coito, lejos de parecer un tallo rígido como
siempre se creyó, aparentaser más bien un bumeránott. Pe¡o esto no es más que una
anécdotapara lo que aquí interesa.

EL PUNToG

El clítoris es el órgano de la voluptuosidad genital femenina por


excelencia.Lo que no excluyeque los labios menores,el vestíbuloe in-
cluso los labios mayoresde la vulva tengan también su sensibilidaden
segúnqué circunstancias.
Sin embargo, en la literatura de la segunda mitad del siglo xx,
existennumerosasreferenciassobrelo que se conocecomo el punto C,
muy célebre,y al que se hace responsablede los fantasmalesorgasmos
uaginalesde la mujer. En las librerías existen un buen número de ma-
nuales donde recomiendanbuscarlo para estimularlo mediante la in-
serción de los dedos o cualquier objeto adecuado,y asíentrenarseen
percibir sussensaciones y obtener los mencionadosorgasmosvaginales
durante el coito.
En tales textos se indica que el punto G se detecta como una pe-
queña rugosidadabultada localizada a unos cinco centímetros de la en-
úada vaginal, en su pared anterior (por decirlo de un modo gráfico: la
más próxima al ombligo). Su estímuloproporcionatí^ no solo el legen-
dario orgasmouaginal durante el coito, natural o artificial, sino que,
además,produciría una eyaculaciónfemenina a Íavés del meato uri-
nario.
90

El nombre del punto G procede del patronímico del autor que lo


hizo famoso: el ginecólogoalemánErnst Gráfenberg. Fue él quien se-
ñ,a16la existencia de ese punto. X también, quien describió que las
mujeresexpulsabandurante sus orgasmosun líquido que no era orina
a travésde la uretraos6.
Sin embargo,a pesar de lo mucho que suelehablarsedel punto G,
lo cierto es que, hastahoy, no se ha podido evidenciarinequívocamen-
te su clara existenciaan tómica.
Los estudios anatomoginecológicosrealizadoshan fracasado en
sus intentos de encontrado0t7.Lo que no puede extrañ.atdemasiadoa
pocos conocimientosque se tengan de la estructurainterna de la vagi-
na. Encontr ar el punto G en su interior es una tarca dlfícil' porque las
paredesvaginalesestán cubiertas en toda su superficie de numerosas
rugosidades.Como puede suponerse,entre tantos replieguesno es fá-
cil resaltaruno que,por otra parte, carecede características anatomofi-
siológicassingularesespecíficas.
Sin embargo,entre un 10 y un 20 por 100 de las mujeresdescriben
una o varias zonas vaginalesespecialmentesensiblesa los estímulos
eróticos;lo que les hace mostrarseinclinadasa creer que el punto G es
real058.
Son datos contradictorios,sin duda, lo que exige una explicación'
Si las exploracionesginecológicasy sexológicasno encuentran dicha
estructura anatómicaseráporque no existe como tal. Pero si hay muje-
res afirmando que sienten algo diferente en sus vaginas,que podría
identificarsecon el punto G o como quiera llamársele,serápor algo'
Lavagina es una cavidad virtual en esmdo de reposo.Es decir, no
tiene la forma de un tubo redondo como podría imaginarse.Su aspec-
to en estadode reposo es, normalmente,el de un conducto aplastado.
Su seccióntransversaltendría una imagen similar ala delaletra H con
los trazos verticalesmuy pequeños (algo parecido a esto: <+)' Así, la
forma y la orientación de ese espacio virtual permite decir que la vagi-
na tiéne dos paredeshabitualmente acopladasentre sí, como pueden
estarlola lengua y el paladar cuando se permaneceen silencio.Una pa-
red anteríor, la que está más próxima a Ia veiiga,y otra posterio¡ la
más cercanaal recto (fig. a).
Todo esto viene a cuento porque aunque no se ha encontrado un
punto erótico concreto en la vagina, identificable con el punto G, lo
<ESAS>PARTES 9l

que sí se ha descubierto es que su pared anterior tiene una sensibilidad


voluptuosa detectable057'05e'060.Bastante más que la posterior058.De
estemodo, podría aceptarsehablar del punto G como evocaciónvica-
ria de esa sensibilidad erógenavaginal, aunque cafezcade nattraleza
anatómicapropia.
Hay autores que encuentransensibletoda la pared anterior de la
vágin¿057,0:4.Y entienden por tal no solo a esapared propiamente di-
cha, sino también su prolongación exterior hacia la r,'ulva que alcanza
al vestibulo,Ia zonadel meato urinario, el frenillo del clítoris y su glan-
de (fig, a).
Otros, sin embargo,han encontrado mediante técnicasde estimu-
lación eléctrica que los dos o tres primeros centímetrosde la vagina
contando a partit deI introito (su entrada) son insensiblesa esetipo de
esdmulo; mientras que los restantes,lavagina profunda, sí lo es. Aun-
que, en cualquier caso, la pared anterior tiene una sensibilidad más
evidente que la posterior ote
Pero, ademásde los experimentosaludidos, existe otra realidad:
casi todas las mujeres (94 por 100) comunican que la parte alta de Ia
pared anterior de la vaginaes eróticamentemás sensibleque el resto.
Y, de ellas,entre el 67 y el75 por 100 consiguenexcitarsesexualmente
autoestimulando esa zona vaginal, hasta situarse muy próximas al or-
gaSmO 0t7 0t8'060.
Con tales datos en la mano, se entiende que sin existir en realidad
ún punto G anatómicamentediferenciable, seacierto que la vagina dis-
pone de zonas eróticamentesensiblesbien identificables.Así, puede
afirmarseque 1asmujeresno describenfábulas cuando comunican que
encuentran en sus vaginas tn zona eróticamente sensible a partir de
los tres o cuatro centímetrosde la entrada.Y que esazona se localiza
mejor en la pared anterior que en la posterior,sobretodo cuandoya es-
tán excitada.s.Lo que se ha dado en llamar punto G representaría asi,
probablemente,el borde inicial de esa zona sensible.Aunque es bas-
tante más probable que se esté hablando en realidad de dos tipos de
sensibilidadesdiferentes:la propiamente erótica, que corresponderíaa
todala pared anterior de la vaginaen la definición amplia que se expu-
so antes057'058;y otta, más grosera,no relacionadacon el sexo, en su
parte más profunda. Al sumar ambos tipos de sensibilidades,seríapo-
sible determinar eseborde donde la sensaciónse hace diferente y que
92

se ha terminado por asimilar al concepto áe punto G. Pero esto no deja


de ser una especulaciónmía al intentar conjuntar los hallazgosde las
distintasinvestigacionesreferidasen los párrafos precedentes.Lo que
estimo muy seguroes que la pared anterior de la vaginaes eróticamen-
te sensible.
La capacidadde percibir dicha zona parece relacionarsecon la
edad de las mujeres y con su experienciasexual.Cuando estasdescri-
ben dónde perciben sus orgasmos,suelencoincidir en señalarel clíto-
ris y otras zonasde lavagina (matizaÉ esto más adelante).Sin embar-
go,Iocalizar el orgasmo en más de un lugar anatómico (clítoris y
vagina) es algo que hacen con mayor frecuencia las mujeres de más de
cuarentaaños que las menores de veinte061. Ello permititía afirmar,o
al menos sospechar,que la erctización delavagina es algo que preexis-
te en todas las mujeresy requiere cierta práctica copulativa o autoeró-
tica de tipo vaginal para que vaya evidenciándosecon el tiempo. Va-
mos, que, salvandolas debidas distancias,los manualesde autoayuda
que recomiendan entrenarse en el esdmulo de la propia vagina no ca-
recen de ruzón al respecto.
Que algunas mujeres consigan <<tocar>> en sus vaginas una zona
que identifícan con el punto G mientras están excitadaspodría estar
relacionadocon el tejido esponjosoque rodea a la uretra (fig. lC) y en-
tra en erección durante el ardor sexual.La proximidad de 7a vaginay
de la uretra faciitaúa esa <<palpación>>
transvaginaly explicaúa defini-
tivamenteel sustratofísico del fantasmalpunto.
Estas descripcionesno tienen nada que ver con el hecho, cierto
también, de que el tercio exterior de la vagina palpite y se contraiga
durante la excitación sexual y el orgasmo.Y que juegue un papel im-
portante en el proceso de excitación sexualfemenino. Ese es otro tipo
de reacciónsexualque se describirámás adelante.

L¡ ny¡curacróN FEMENTNA

La exístenciade la eyaculación femeninaha sido un conocimienro


popular bastantemás común de lo que se piensaen la actualidad,con
cientosde años de antigüedad.Algunas mujeresla han experimentado
con cierta inquietud a lo largo de la historia por creer que se orinaban
<ESAS>PARTES 9t

durante el orgasmo. Careció de todo crédito científico hasta que algu-


nos autoresde reconocidoprestigio la describieronantesque el propio
Gráfenberg062'06r.Pero fue a partir de él cuando adquirió cierto interés
entre los investigadoresdesdemediadosel siglo xx.
La eyaculaciónfemenina ha tenido servidasu propia polémica des-
de el principio. Hay quien piensaque no deja de ser otro de esosmitos
<<modernos>> que se han elaborado en torno a la sexualidadfemenina.
Otros no pueden menos que rendirse ante ciertasevidenciaspor débi-
les que parezcan.
Aunque aún no existen cifras suficientemente consistentessobre el
tema, algunos estudios señalanque un número de muieres nada des-
preciable (40 por 100) refieren proyectar un líquido cuando alcanzan
el orgasmodurante la masturbaciónpor estímulo del clítoris. Y, entre
aquellasmujeres que afirman haberseencontrado un punto G erótica-
mente sensibleen el interior de la vagina,Iamayoría (un 82 por 100)
dicen que eyaculanun fluido durante el orgasmoproducido mediante
masturbacióno6a.
Otras investigaciones arrojan valores diferentes, aunque comple-
mentariosa estos.Refieren que un 60 por 100 de las mujeresexpulsan
un líquido durante el orgasmo,aunque lo hagan sin eyaculación". Las
que eyaculande un modo más o menos regular representaríantan solo
un 6 por 100;y las que afirmanhaberlohecho algunavez en su vida re-
presentanotro 1J por 10006t.Son cantidadesdignas de tener en cuen-
ta a pesar de su variedad, pues esta investigaciónmuestra que casi un
80 por 100 de las mujeresencuestadasemiten un líquido durante el or-
gasmo,lo que coincide bastantebien con Iavieia idea popular sobre el
tema.
Algunas mujeres me han descrito el líquido de la eyaculación fe-
menina como bastantemenos espesoque el semen,aunque más visco-
so que el aguao la orina. Con una consistenciamucosay de coloración

" Es lícito emplear la palabra eyaculacióncuando se habla de la femenina. Esa voz


no significa más que eyeccióna presión de un líquído. Es evidente que de eso se trata
cuando se menciona la emisión con fuerza de un fluido durante el orgasmo de algunas
mujeres. Otra cosa bien diferente es que se haya aprendido a utiizar el término eyacu-
lación de un modo resringido, remitiéndolo casi en exclusiva ala propulsión del se-
men en el hombre.
94

ligeramente blanquecina 066característicasmuy similares a la secreción


preeyaculatoriade las glándulasde Cowper y de Littré en el varón, sal-
vo el color. En los hombres esasecreciónes transparente.
Los resultadosde los análisisdel líquido emitido en esaseyacula-
cionesson muy confusos.Mientras algunosautoresrefieren no encon-
trarlo diferente de la orinao'T, otros afirman que es un fluido completa-
mente distinto 068.Sobre el oiigen de eselíquido se postula que podría
proceder de las glándulas de Bartholin, situadasen el vestíbulo de la
vagina;de las glándulasde Littré, situadasenla carainterna de la ure-
tra femenina;o de las glándulasparauretrales,que rodean al meato uri-
nario y que algunosconsiderancomo la <<próstata> femenina06t.
Si procede de las glándulas de Bartholin, se plantean ciertos pro-
blemas descriptivos, pues la secreción de esasglándulas se arroja al
vesdbulo vaginal desdesus propias desembocaduras;es, pues, una se-
creción más vulvar que uretral. Lo que no concuerda con la descrip-
ción clásica dela eyaculaciónfemenina que afirma tratarse de un líqui-
do arrojado a presión a trauésde la uretra.
Las mujeres que me han comunicado esta experienciarefieren en
su mayoría que la procedenciade eselíquido es vaginal.Algunas no se
han sentido segurasalahoru de identificar su procedencia,pero todas
rcchazaronque tuviera un origen uretral066.
En el hombre, las glándulas de Cowper, pares y del tamaño de un
guisante,tienen una discretaparticipación en la composición final del
semen,pero también son responsablesde una secreciónmucosa ini-
cial, anteriot ala eyaculación,que surge durante el proceso de excita-
ción y contribuye a lubricar el glande para facilitar el coito; algo simi-
lar a lo que sucede con la vagina en las mujeres. En esa secreción
participan también las glándulasde Littré, que se sitúan a lo largo de
la uretra. De ser cierta la procedenciade eselíquido de las glándulas
de Littré, en la mujer, sí que existiría una justificación anatómicaparc
esa especiede eyaculación femenina a través de la uretra, pues dichas
glándulaspueden contraerseen el transcursodel orgasmoal igual que
las de Cowper. Así, las observacionesiniciales de Gráfenberg serían
aproximadamente ciertas. Pero no explican todas las descripciones,
porque la secreciónde las glándulasde Littré no es de tipo eyaculato-
rio en el preorgasmomasculino,sino más bien rezumante,como la lu-
bricación genital femenina durante la excitación sexual.Se ignora si se
<ESAS>PARTES 95

contraen durante el orgasmo y, por lo tanto, si eyaculan;aunque no


hay nada que haga pensaren lo contrario. Además, como se ha dicho,
algunasmujereshan referido al autor que dicha emisión no procede de
la uretra, sino de un lugar indeterminado de la vagina066,loque permi-
thia, quizá, concederle a las glándulas de Bartholin un papel en este fe-
nómeno.
Como pueden advertir los lectores,la eyaculación femenina es un
asunto que aún no está suficientementeesclarecido, por lo que no re-
sulta fácil adoptar una postura concreta alavista de los resultadosde
las diferentesinvestigaciones.Si se contara con más y mejoresdescrip-
ciones femeninas al respecto,y un número mayor de observacionesdi
rectasdel fenómeno,se podrían hacer afirmacionesde mayor calado068.
Entre tanto, quizá lo más prudente sea esperara que las investigacio-
nes sobre este tópico avancen, y mientras tanto refugiarse en la vieia
socarronería del refranero español cuando afttma que <<siel río suena,
aguallevar>.Y sonar,suena.
Que existe una emisión líquida durante el orgasmo femenino no
puede ponerseen duda con los datos disponibles,pesea que afamados
investigadores como Masters y Johnson 0óenieguen la rcalidad del fe-
nómeno. Pero no es razonablepensarque tantasmujeresse esténequi-
vocando altealizar talespuntualizaciones.¿O sí? Si es orina u otra cla-
se de líquido, si procede de la uretra u otra localización, son las dudas
que hay que esclarecer.
Que la existenciade esa secreciónse evidenciemejor durante la
masturbación podría obedecer a dos razones.Una, que es más fácil
que paseinadvertida en el coito al camuflarseentre el resto de las se-
crecioneslocalesproducidasen todo contacto sexual.Offa, que los or-
gasmosson más intensosen la masturbacióny eso facilitaría que se ex-
pulsara al exterior con mayor fueruajre.Pero su existenciapareceestar
más relacionadacon el orgasmo que con el polémico y espectralpun-
to G.
Se ha descrito una mayor excitación sexual, un orgasmo más in-
tenso, y una abundante eyaculaciónentre las mujeres que practican la
asfixiofilia (encerrarla cabezaen una bolsa, o ceñir el cuello con algo
que corte la respiración)mientras se masturban0T0'071. Pareceque la in-
tensidad de la experienciaes la que induce a los sujetosque la cultivan
a repetir esta conducta. Sin embargo,los riesgosde muerte por asfixia
96

son tan reales en tales prácticas que el autor recomienda no utilizar


esteprocedimiento a las mujerescuriosas071'072.I{ay otros métodos au-
toeróticosmenospeligrosos.

En cualquier caso, convendría investigar más concienzudamente la eyaculación fe-


menina, pues estudios mal controlados pueden interpretar como eyaculación uretral
problemas de incontinencia urinaria. No puede olvidarse que un 34 por 100 de las
mujeres incontinentes que están diagnosticadas (se ignora 1o que sucede con las que
no 1o están) refieren tener pérdidas de orina durante su actividad sexual. Y, si bien es
cierto que en eI77 por 100 de esoscasosse entiende que la propia insercióndel pene y
la presión ejercidasobre el abdomen son los responsablesde dichas pérdidas,no pue-
de eludirse que también el 74 por 100 de estas mujeres tienen pérdidas de orina du-
rante el orgasmo, Ia mayotía de los cuales proceden de la manipulación dei clítoris,
por masturbación07r.Por eso conviene tenel en cuenta esta posible fuente de efror en
toda investigación que se realice sobre la eyaculación femenina.

LA cIRcUNCISIóN

Quisiera señalar de entrada que para mí, entre otros, la circunci-


sión masculina y la femenina0t0,definida en los términos señalados
más aniba, solo tiene iustificación científtca como medida terapéutica
en los casosde estrechezpatológicade los respectivosprepucios (fimo-
sis). Las circuncisionesrituales, antiguasy modernas,carecende otra
explicación que la de producir una señalimborrable de pertenenciaa
un grupo o cualquier otro argumento espurio 07a;se justifiquen como
se quieran justificar. Guardando todos los respetosque tengo para las
diferentes culturas, me parecen prácticas tan gratuitas como crueles,
seacual seaal género que se aplique. ReaIízarescisionesen los genita-
les, totaleso parciales,sin razonesmédicassolventesque lo justifiquen,
es mutilar en todos los casos.
La brutalidad se hace en ocasionestan cotidiana que insensibiliza
a las personas.Así, no resulta difícil encontrar textos donde se triviali-
ce la circuncisión masculinae incluso se haga referenciaa ella con un
desenfado solo atribuible a que se tiende a minimizar esta práctica, y
no se ve como un trato desiguale injusto para con los niños solo por
nacer varones. Maggie Paley act(tade este modo en su obra El libro del
Peneoor.
(ESAS>PARTES 97

En la década de los ochenta del siglo xx se practicabala circunci-


sión neonatalen el 80 por 100 de los niños varonesnacidosen Estados
Unidos 075, a pesarde que la AsociaciónAmericana de Pediatrasno en-
cuentra razonesmédicas que la justifiquen 07ó.Esta asociaciónalerta
sobre el cuidado que hay que tener con estascifras, pues, pese a todo,
<<losdatos comunicadospor los hospitales1...1infrarrepresentanla
verdaderaincidenciade la circuncisiónneonatal [masculina]>>077.
Palz mantener esta ptáctica, se ha argumentado que es una forma
de prevenir fimosis o esclerosisprepucialesque exigirían la operación
en cualquier caso.Pero se trata de un argumento falaz, pues se ha de-
mostrado que solo el 10 por 100 de los no circuncídadosal nacer pre-
cisanhacerlo por tales tazonesen algún otro momento de susvidas07t.
Las alusionesque hacen quienes defienden la circuncisión a publica-
ciones que sugierenque protege contra las infeccionesy las enferme-
dades de transmisión sexual, simplemente,insultan a la inteligencia.
¿Alguien cree de verdad que la ausenciade prepucio asustaa los virus
y a las bacteriashasta hacerlesrenunciar a infectar al sujeto por muy
queratinizadoque se encuentreel glande?¿Aunque el pene circunciso
tenga un rasguñopor el que se introduzca el agentecausalde esasen-
fermedades en el torrente sanguíneo?Ese tipo de tazonamiento es tan
absurdo como afirmar que el color blanco de la piel protege conra el
sida, basándoseen la observaciónde que hay más personascon la piel
de color en el mundo que padecenesaenfermedad.Es evidenteque tal
afirmación es falsa.Existen otros factoresculturales,ambientales,sani-
tarios, higiénicos,etc., relacionadoscon el color de la piel, que justifi-
can esa asociaciónespuria; factores que están relacionados,precisa-
mente, con el uso de medidas preventivaso, con más propíedad, con
su ausencia.
En otras ocasionesse han esgrimido consideracioneshigiénicas
para defenderla circuncisiónmasculinacasisistemáticaque se practica
en EstadosUnidos. Pero resulta ridículo aplicar una medida quirúrgi-
ca a un problema higiénico. ¿A nadie se le ha ocurrido pensar que es
menos agresivo,menos cruel, y más tazonable,enseñara esosniños a
lauarseel surco balanoprepucialdel mismo modo que se instruye a las
niñas a lavar los plieguesde sus vulvas?Créanme:no es más complejo
retraer el prepucio para limpiar el pene incircunciso que la vulva. Si
circuncidar fuera realmenteuna medida higiénicauniversal,¿cómo es
98

que no se aplica también a las niñas?;despuésde todo, también tienen


prepucio. No hay que tomárseloa broma, pues en otro tiempo se llegó
a proponer en serio la circuncisiónfemenina con esosfines, utilizando
los mismos argumentosque se empleanhoy para justificar la circunci-
Pero pareceevidenteque exis-
sión neonatal rutinaria masculina078,07e.
ten otras razonesocultaspara mantenerestacostumbresexista.
Dadala carenciade fundamentossólidos que justifiquen su prácti-
ca, los argumentosmencionadosparecen,más bien, racionalizaciones
que vienen a justificarla,del mismo modo que otros pueblos esgrimen
las suyas,basadasen la Úadición, parafundamentar suscostumbres.

Hace algún tiempo coincidí en una cena con un neonatólogo con quien tuve oca-
sión de hablar sob¡e esta curiosa costumbre estadounidense (supongo que saben que
en Europa la mayor parte de los hombres conservan el prepucio con el que les dotó su
madre al traerlos al mundo). Yo intentaba encontrar justificaciones de tipo social y
cultural para explicarla cuando mi colega me interrumpió para darme, según é1,una
nzón más sencilla y contundente: dinero. A la indusria que comercializa los diferentes
aparatos para circuncidar neonatos varones, me dijo, no le interesa que deje de practi-
carsela operación porque eso dañaríaa su negocio.Tampoco le convieneque se aban-
done la circuncisión rutinaria a las empresas que venden piel artificial con fines repa-
radores, pues esa piel se fabrica mediante el cultivo de células obtenidas de los
prepucios procedentes de esas intervenciones. La abundancia de prepucios los hace
baratos, pero si escasearanesa indusria se vería abocada a reducir sus márgenes co-
merciales o a repercutir en los clientes la subida del precio de los prepucios que segui-
ría a su escasezsi deiara de circuncidarse rutinariamente a los neonatos varones. Tam-
poco interesa a los hospitalesdonde se realizan las circuncisiones,pues corta¡ían la
fuente de ingresos procedente de la operación en sí misma y de la venta de los prepu-
cios excedentes.Existen demasiados intereses comerciales como para suprimir de un
plumazo la circuncisiónrutinaria de los varonesen EstadosUnidos.
Me deió bastante preocupado, porque tales explicaciones tienen algo de lógica. Si
fueran ciertas, resulta escalofriante pensar en ello, ¿verdad?

Suele culparse a los padres de insistir en que se circuncide a sus


hijos. Sin embargo,existenevidenciasafavor de que el mayor determi-
n^nte paÍa circuncidar a los neonatosvaronesprocede del sistemasa-
nitario. Y es más concluyentela actitud de los médicosfrente ala cir-
cuncisión que la existenciade razonesclínicasbien establecidaspara
rcalíza{ao75.
Si la actitud médica es la que condiciona esta práctica,viene a co-
lación una pregunta interesante basada en una afirmación realizada
(ESAS>PARTES 99

por Maggie Paley en su ya citado libroml. ¿Seráeste ritual una agre-


sión típicamente masculind que unos hombres infligen a otros? No lo
parece,aunque la tendenciageneralde ciertos sectoresdoctrínalesde
cffáctef fundamentalistaasí lo creen. Les supongo sabedoresde que
en Estados Unidos la circuncisión masculina rutinaria la aplican ac-
tualmente rn 57 por 100 de los médicos varones...,perc también un
45 por 100 de las médicas.No parece,pues, un ^cto propio de la barba-
rie masculina.Y seríademasiadosimple sostenerque las mujerespro-
fesionalesde la Medicina carecende criterio propio y se dejan llevar
por los dictados de sus colegasvarones.Mas estoysegurode que igno-
ran que solo aplican anestesiapara circuncidar a los niños un poco
más de la mitad de los unos y de las otras (los pediatraslo hacen en
mayor proporción [71 por 100]; son más considerados)080. Es decir, un
número nada desdeñablede niños estadounidenses sufren esaagresión
<<apelo>>nada más atisbar la vida, por el mero hecho de nacer varo-
nes.En ocasionesse ha pretendido justificar no usar anestesiasobre la
base de una supuestainsensibilidad del neonato, lo que la haría su-
perflua alahom de operarle. Pero no es cierto. El sufrimiento de esos
niños al ser circuncidados es algo que está documentado cíentífica-
mente081. Además, se tiende a olvidar que io que entendemospor cir-
cuncisión masculina (extirpación del prepucio) suele llevarsepor de-
lante ia cubierta del glande...y entre ¡e\33 y el 50 por 100 de la piel
del penel082;lo que resulta espantoso,a poca sensibilidadno sexista
que se tenga.
¿Cómo es que nadie escuchaa las asociacionesque se levantan
contra tan bárbaru e injustificable práctica en una sociedad civllizada
como la nuestra? ¿Hay que esperara que surja un nuevo y virulento
Ralph Nader para que se devuelvaa los recién nacidossu derechoa no
ser dañadosinútilmente tan solo por nacer varones?
Y no nos engañemos.Existe una cierta concienciaflotante de mu-
tilación cuando se habla de la circuncisión masculina. En los rexros
científicos o de divulgación que hablan del pene, suelen utllizar la grá-
fica expresión de <<peneintacto>>cuando se refieren al que no está cir-
cuncidado.Luego si el pene en su estadonatural estáintacto, significa-
rá que el circunciso no lo está:se encuentramutilado. Recuerdenque
no suele hablarsetampoco de caballos castrados(y no estoy estable-
ciendo un paralelismoentre castracióny circuncisión; solo realizo un
100

ejemplo analógico), sino de caballos <<noenteros>>,para eludir la ver-


gienza de testimoniar la mutilación de la que han sido objeto.
De todos modos, esacircuncisióncon reminiscenciasritualesprac-
ticadaen EstadosUnidos, que estáampliamentedifundida etr Áfti.u y
en el mundo judío e islámico0sr,no tiene las mismas característicasde
horror que la circuncisión masculina y femenina aplicada en algunos
paísesafricanosy del Oriente Medio, también a edadesmuy tempra-
nas,al menos parala sensibilidaddel mundo occidental074'081'08r-086.
En lo que se refiere a las mujeres,estapráctica va desdela simple
extirpación del prepucio del clítoris, la llamada circuncisiónsunnita
(equivalentea la masculina),pasandopor la ablacióndel glande del clí-
toris, y la clitoridectomía,que es la extirpación completa del órgano;
hastallegar a remover,además,la parte superior de los labios menores
(escisión).Si se incluyen, además,los labios mayores,la operación se
conoce entonces como circuncisiónfaraónica. Nguna de estasprácticas
pueden acompañarsede la sutura de los labios vulvaresdejando un es-
pacio mínimo pan el paso de los fluidos corporales,lo que se conoce
con el nombre de infibulaciónj\1.
No es menos brutal la circuncisión masculina ritual aplicada por
pueblos como los nandis. Este grupo social afrooriental extirpa el pre-
pucio en la pubertad mediante el uso de un hierro al rojo vivo' Ni que
decir tiene que no se emplea anestesiacomo en los casosde circunci-
sión femenina referidos antes.Los dowayos del Camerún extreman la
ablación del prepucio hasta despellejarliteralmente todo eI pene. Por
cierto: las mujeres de esa etnia tienen tan anaigada la naturalidad de
esa costumbre que hablan entre ellas de esa práctica con risas. Y fin-
gen ignorar lo que ha sucedido cuando preguntan a los muchachos'
entre algazaras,qué les han hecho cuando vuelven malparados del ri-
tual; estosles respondende cualquier manerapara ocultar el drama de
lo ocurrido. También los aborígenesaustralianospractican una opera-
ción en el pene que consisteen abrirlo por la parte ventral, dejando la
088'08e'
uretra al descubiertoen su trayecto a lo largo del miembro
Se estánhaciendo campañasdesdeOccidente para restringir estas
prácticas que son indignas de la condición humana, por muy respeta-
bles que seanlas costumbres de los pueblos que las rcalizan cualquier
pueblo. No faltan razonespan calificar de brutales esos actos. Entre
otras, las limitaciones funcionales que ocasionan,las largas cicatríza-
<ESAS>PARTES 101

ciones dolorosas,las enfermedadesque sufren los jóvenes de ambos


sexosasímarcados,sin dejar de mencionarlas muertesque seproducen
por infeccionesperfectamenteeludibles,ocasionadaspor las paupérri-
mas condiciones higiénicas en las que suelen practicarseesasopera-
ciones.
Pero talescampañastienen como elementodesconcertante,a poco
objetivo que se quiera ser, un hecho inexplicable cuando se busca la
justicia social para todos sin diferenciasde sexo, raza, situaciónsocíal,
ideología o religión. Y es que son movilizaciones que se centran, ran
solo, en las mutilaciones femeninas.Estas, siendo numerosas,no son
las únicas que se practican (las estadísticasseñalanque en el mundo
hay 6,5 niños circuncidadospor cada niña circuncidada0e0). Quizá los
grupos de presión que estáninteresadosen conseguirtambién la ena-
dicación de esascostumbrescontra el sexo masculinono sepanhacer-
se oír. Otra posibilidad, muy triste (y sexista) si fuera cierra, es que
quienes actúan como adalidesde la igualdad aún sosrenganla íntima
convicción de que tales mutilaciones solo son terribles y opresivasen la
medida que afectana las mujeres.Despuésde todo -podría sostener
eseestadode opinión- los hombres se lo han buscadoellos mismos al
desarrollaruna costumbre que les afecta de ese modo (¿también son
culpableslos niños varones,víctimas inocentes de los hábitos de sus
mayores?).¡Que se busquen ellos los programasde erradicación! Pa-
rece ser la respuesta.No sé.Algo no encajaen todo esteasunto...
Luchar también contra la circuncisión masculina (Ia prepucial y
la más extensaque practican los pueblos mencionados)es, además
de una cuestión ética e igualitaria, una estftrtegia.Todos los hombres de
esasculturas que asistenimpávidos a la circuncisión de sus hijas tam-
bién fueron circuncidados ellos mismos a tierna edad. ¿Cómo van a
entender cuando seanadultos que a las mujeresno se les aplique una
prácticasimilar a las que sufrieron ellos en su día? (más mutilanre, en
efecto, pero el peso de la tradición es el mismo para ambos tipos de
amputacionesen la mente de quienes se desarrollanpresionadospor
ese contexto social; y hay que intentar saber cómo piensan ellos para
hacer más eficacesnuestrascampañas)085.Habrá que enseñarlesque
tampoco se debe mutilar a los niños varones.
Claro que eso significaríaque un país como EstadosUnidos ten-
dría que rcalizar toda suerte de piruetas argumentales para justificar
r02

esa solicitud cuando su sociedad sigue mutilando sistemáticamentea


susmuchachospor razonesespurias.
se ha documentado que se practicala circuncisión femenina en Su-
dán, Egipto,Etiopia, Kenia, Somalia,Nigeria, Malí, Burkina Faso y Se-
negal0e1, sin que estarelaciónpretendaser exhaustiva,pues otros países
asiáticosmusulmanes también la realizan. Su extensión vatía de unos
paísesa otros y, dentro de un mismo país, de una etnia a otfa. Así, es
-á, fr..rr..tte entre las mujeres de Eriffea (88 por 100)' de Burkina
Faso (g3 por 100), de Malí (94 pot 100), de Egipto y Somalia(100 por
100)074,0E4,0s6,0e2,0%,0e1
. centrándonos en Nigeria, es menos frecuente
en la etnia efiks (20 por 100), algo más enffe las yorubas (56 por 100),
las igbo (4s-61por 100) y las ibos (61 por t00); y más entre las ilesa
(66 por 100)y entrelas eáo (77 por 100)0et'0e6.
En algunasetnias,como la de los igbos, la circuncisión femenina
pero lo habitual es que
es más frecuente entre la clasesocial ^Ita0s4'0e7,
este tipo de prácticas se asocie con los niveles culturalmente más
bajosose,oz,oe8,gue mantienen la costumbre por continuar la tradición
heredadade susmayoreso8t'
Generar leyes no es suficiente. La erradicación de estastradiciones
exige una labor pedagógicade tamaño descomunal,dirigida tanto a los
hombres como a las mujeresde esospueblos,y a nosotfos mismos.La
antropólogaRoseO. Hayesoee ha señaladoque las mujeresde esascul-
tufas son las principalesinteresadasen ser circuncidadas,por su nece-
sidad de perteneceral grupo, de ser femeninas(tal y como eso se en-
tiende en sus familias). Y no menos interesadasestán las mujeres
encargadasde realizatdicha operación (lo hacen en el 98 por 100 de los
casos0&4),que les permite disponer de un estatussocial con unos privile-
gios asociadosdentro de ese mismo grupo que de otro modo no ten-
árían. Pero también mantienen esa tradición los hombfes, por influen-
cia cultural oe6'0e8.
Hay, sin embargo, una luz que permite atisbar el final del túnel.
Algo parecemoverseen esospaíses.En el sur de Nigeria se ha encon-
rado que un 10 por 100 de los hombres y un 19 por 100 de las muje-
0e8.Posiblementesi se actuafa so-
resno deseancircuncidar a sus hiias
bre el nivel cultural de los pueblos, explicando lo relativas que son las
costumbresancestrales,se conseguiríamodificar la opinión de un nú-
mero de gente aún más numeroso.
<ESAS>PARTES 103

Lograrlo tiene un efecro multiplicador, pues se ha comprobado


que existen menos niñas circuncidadasentre las hijas de mujeres que
no lo han sido a su vez0e6.Pero ademásexisten datos que permiten
sospecharque muchos padres no estén circuncidando realmentea sus
hijas pese a lo que les dicta la tradición, También en Nigeria se ha
comprobado, explorando ginecológicamentea las mujeres,que una de
cada cuatro de las que afirman estar circuncidadas no lo esttí en reali-
dadoe'.
Es una buena noticia porque podría mostrar que quizá fueron sal-
vadaspor suspadres con un simulacro del rito para acomodarsus sen-
timientos negativos hacia la circuncisión con el statu quo de la familia
en el senode la tribu
Pero antesde realizartoda esalabor pedagógicadebemosreflexio-
nar sobre nosotros mismosy sobre nuesffas prácticas rituales de cir-
cuncisiónmasculina,para poder argumentarcon solidezque ellos tam-
bién deben abandonartoda suerte de reseccionesgenitales(masculina
o femenina).No se olvide que uno de los argumenrosque arrojan esos
pueblos a Occidente cuando les criticamos sus costumbresmutilado-
ras (femeninas)es que nosotrostambién lo hemoshecho, aunquefuera
bajola cobertura de <<curar>>la masturbaciónen ambos sexos.Talesac-
tividades se han realizado a ambos lados del Atlántico hasta bien en-
trado el siglo xx 100'101.
Hasta ayermismo, como quien dice.

:r;.:=i*s!: -.. .,: €t: :J+i€-+_


i

¡
4
¿TIENEN DESEOS LASMUJERES?
SEXUALES

<lf anythingis sacredthe humanbodyis sacred.>


(Si existealgosagrado, el cuerpohumanoes sagrado.)
\lalr \X/srruaN ( 1819-1892),
I Singtbe BoodyElectric, I25

^
Autq.r. nos pese,somosherederosdirectos del modo de pensarvic-
toriano en todo a lo que a la sexualidadse refiere.Este,vigente aún en
muchos sectoresde la sociedad,sosteníagrossomodo que la mujer es
por naturalezainsensibleal sexo, carecede interés espontáneopor su
práctica, no tiene fantasiassexualesy no disfruta con é1.Solo bajo in-
tervención masculinapuede despertarsesu deseo,casi a pesar de ella.
Pero, aun así,la mujer es muy lenta en excitarse y alcanzatel orgasmo,
si es que l7egaa é1.Más aún, no es virtuoso ni deseableque lo logre.
Además, en el casode que el orgasmovisitara a esta mujer sin deseos
sexuales,habría de serlo a través del estímulo del pene en el interior de
la vagina;como es natural, solo si la mujer es psicológicamentemadu-
ra. En cualquier caso,el orgasmoes para ellasuna experienciaprolon-
gada,profunda y desdeluego algo vagae imprecisa.
En tal contexto conceptual era impensable que la masturbación
formaseparte natural de la sexualidadfemenina.¿Paraqué habrían de
masturbarselas mujeres si no tienen necesidadessexualespropias que
satisfacer?¿Cómo habrían de hacerlo las señoraspsicológicamente
madurassi la masturbaciónrequiere el estímulo del clítoris? ¡Eso solo
es cosade mujeresperdidaso infantiles!

.\ié¿f*-{$+
106

Lo contrario rczaÁapara el hombre, que figura en la imaginería popular como


portador de un voraz, irresistible, urgente e insaciable apetito sexual; del cual sería,
por otra parte, cautivo. ¿Les suenala frase sexista<piensancon el pene>>? Esta idea'
que aún era dominante en la primera mitad del sigloxx0r0, se mantiene en nuesffos
días, casi cien años despuéslo2,como si no se hubiesen acumulado evidenciasde que
tal cosa no es cierta. Hoy sabemosque al menos dos de cadacinco mtiercs (42 por 100)
se excitan frente a los estímulos eróticos con mayor rapidez e intensidad que el prome-
dio de los hombres1or.

Solo despuésde que las mujerescomenzaransu avanceen las con-


quistas socialespara conseguir la misma condición de los hombres,
con los mismos derechosy obligacionesciviles que estos,se inició el
interés por la mujer como objeto de estudio ajenoa su disposiciónre-
productora.
Uno de los avancessocialesque han buscado las mujeresha sido,
precisamente,la posibilidad de disponer con libertad de su propia
sexualidad.Pero para ello hubo que demostrarprimero que el sexo fe-
menino tenía una sexualidadprivativa; lo que dio lugar al levantamien-
to de parte del velo que encubría el verdadero carácter sexual de la
muier.
Y este proceso,que se inició a comienzosdel siglo xx, aún no ha
finalizadodel todo: ¡cien añosdespués! 7
Cuando surgieron estasreclamacionessexualesque ahora parecen
obvias, se iniciaron las investigacionessobre la sexualidad femenina
para determinar su naturaleza.Los resultadosde dichos estudiosdepa-
raron no pocas sorpresasentre los investigadoresque las iniciaron.
Pero, y estaes una de las característicasmás relevantesde la investiga-
ción sobre la sexualidad humana, pese a la relevanciade los datos,han
caladode un modo muy superficial en el tejido sociaLDe forma que hoy
se siguen defendiendo posturas en abierta contradicción con lo que se
sabesobre ella.
Lo primero que se descubrió es que las mujeres respondían a los
esúmulos eróticos con un nivel de excitación sexual semejanteal
masculino, ya se úatara de relatos, fotografías o fragmentos de películas
con contenidossexuales104'10t'106.Talesconclusionesno solo se basaban
en las descripcionesque hacian los sujetosde experimentacióndesde
un punto de vista subjetivo, sino también analizandosus respuestasge-
nitales a los diferentesestímulos,mediante el instrumental adecuado.
¿TIENEN DESEOSSEXT]ALESLAS MUIERES? r07

Los hombres y las mujeres responden fisiológicamente a tales inci-


taciones eróticas controladas en proporciones muy similares.Y, ade-
más, ambos sexosse excitan vivamenteante el mismo tipo de historias
sexuales,seanrománticaso no 10r,107. También se comprobó que la ex-
perienciasexual favorecíaque la mujer respondierade forma más posi-
tiva a los estímuloseróticos108.
La explicaciónde la escasarepercusiónsocialque han tenido estos
hallazgos quizá se encuentre en la incredulidad que tanto hombres
como mujeresmostraron hacia ellos102,10e. Puede sospecharseque esas
reticenciasse deben a la sorpresade unos resultadosque necesitanuna
larga digestión para poder asimilarse.Despuésde todo, deben demo-
lerse siglos de pensamientosen contra; aquellosque han configurado
el marco de referenciaen el que las personashan aprendido a situarse
en el mundo. Y, según parece, el paso de unas pocas generaciones
no es muchopata que tal cosa suceda.Lo que se cumple para ambos
SCXOS.
En principio no cabe exffañarsede que los hombres se mostrasen
esquivos a Ia hotz de aceptar que las mujeres tienen sentimientosy
sensacionessexualescomo ellos. Despuésde todo, eso les exige adap-
tarse a una situación completamentenueva,Ías años creyendolo con-
ffario. Sin duda, esteproceso de ajusteestá en marcha aunque parece
caminar a un ritmo bastante lento. Pero .qtizá sorprenda más la in-
credulidad femenina, pues contradice lo que por otro lado reclaman
ellas mismas cargadasde nzón: el reconocimientode sus necesidades
sexuales.Es posible que aún permanezcan impregnadas del adoctri-
namiento centenarioque ha mosffado la sexualidadcomo algo inapro-
piado para su sexoy, sobre todo, socialmenteinaceptable.
Acaso, cuando la sexualidadfemenina esté realmente<<permitido>
a nivel social,las mujeresirán <ejerciéndolo>más, adquiriendo más ex-
periencia y, con ello, sus actitudes hacia su propia sexualidad serán
cadavezmás positivas108. Y aquí incluyo la masturbación;sobre todo a
ella, porque es el objetivo de estelibro.
Pero eso también le exige a la mujer un proceso de adaptación
que aún estámuy lejos de haber logrado, pese a las creenciasfeminis-
tas. Ser activassexualmenteno es tomar la decisión de llevarseun
hombre aIa cama,o solicitarle relacionessexualesuna vez se compar-
te el lecho. Demanda, también, ser activasdurante la propia relación

q.n--...
"**.i*S
108

sexual,dejandode limitarsea esperara que el hombre actúey le pro-


porcione la satisfacciónsexual que necesita.En sentido estricto, am-
bos deben estar tan atentos a las necesidadespropias como a las de
su pareja; y-esorequiere tanto procurar al otro los estímulosque pre-
cisapara disfrutar del sexo como buscarseuna misma los que necesita
parula propia satisfacción01e.Dejar todo en manos del oto no es un
camino con dos direcciones,lo que teza pam ambos miembros de la
parcja.

Las fuerzas socialesque más presionan en contra de un ejercicio espontáneo de la


sexualidad individual (que no significa relacionarse con cualquiera, de cualquier ma-
nera y en cualquier lugar, sin respetar mínimas normas de convivencia) son las deno-
minadas<<conservadoras>. Y las religionessuelenencontrarseentre estas.
Se ha descubierto que las personas con mayor práctica religiosa puntúan más alto
en neuroticismo que las que no practican110.El neuroticismo tiene como síntoma de
base la ansiedad, que está fuertemente correlacionada con la sensaciónde incertidum-
bre. A mayor inseguridad,más ansiedad.Por eso no puede ext¡aña¡ que aquellasper-
sonas que se muestran más incapaces de vivir en un contexto conceptual relativista
busquen marcos de referencia claros, consolidados, que les aporten la seguridad per-
sonal de la que carecen. Las <verdades>> inmutables que aportan las religiones, o cual-
quier agrupación ideológica,y los tópicos socialesproporcionan esa clase de protec-
ción subjetiva.
Una de las formas de reaccionar contra la incertidumbre es el autoritarismo, la
rigidez y la inuansigencia. Son característicasque no se relacionan con ideologías
conseruadoraso progresistas(ya sean políticas o religiosas), pues hay intransigencia en
todas partes. Se trata, más bien, de un rasgo de la personalidad.Las personasmás fre-
cuentadoras de los cultos religiosos son quienes muestran actitudes más restrictivas
respectoa los estímulossexuales111; y algo parecido sucedecon los individuos que tie-
nen rasgosde auto¡itarismo en su personalidad 112. Estos responden con emociones ne-
gativas ante el material erótico 106.Lo que no es lo mismo que afirmar que no reaccio-
nen psicológica y fisiológicamente ante este.
Ser conservador o liberal en la forma de pensamiento también parece ímponer
cienas diferencias en el tipo de estímulo que más excita a las personas. Por ejemplo,
los desnudos parecen incitar más a los conservadores que a los liberales. Y las repre-
sentaciones de distintas actividades sexuales como masturbaciones recíprocas, coitos
por deffás y las relaciones orales excitan más a los liberales que a los conservadores,a
quienes despiertan emociones más negativas que los desnudosll'. Todo ello según las
manifestacionesde los propios sujetos.
Los sentimientos de culpa respecto a actividades sexuales que se consider^n lto
adecuadas,y la masturbación sería un buen ejemplo de ello en nuestra cultura, hace
que los sujetos tiendan a considerar estímulos como las películas eróticas más porno-
¿TIENENDESEOS LASMUIERES?
SEXUALES 109

gráficos, molestos y ofensivos que aquellas personas con uil bajo índice de sentimien-
tos de culpa. Es una reacción que tiende a perdurar hasta veinticuatro horas después
lra.
de haber presenciado el filme, lo que demuesra la profundidad de esemalestar

La propia incomodidad e inseguridad de los sujetos respecto al


sexo impide que los resultadosde las investigacionesexistentessobre
la sexualidad femenina penetren con la rupidez requerida en todo el
teiido social.Remuevendemasiadascosas.Calientanhastael rojo vivo
débiles asiderosa los que cada cual se aferra para evitar sentir la inse-
guridad que el sexo les produce. Soltarseequivalea caeren el abismo.
Por eso, para estaspersonas,sean hombres o mujeres, 1o mejor será
dejar enfriar tales empuñadurascon el frío bálsamo del silencio, pata
no caerseni sentir el vértigo del vacío.Es la mejor forma de que las co-
sassigan como están;los caminostrillados producen mayor seguridad
que los nuevos.
Seacomo sea,lo cierto es que las evidenciasque se acumulancada
día respectoa la similitud sexualentre hombres y mujeresson tan con-
tundentesque exigen cuestionarsey revisarlos propios conceptos,una
y offavez, pata alcanzarcertidumbres mejor fundamentadas.
La sexualidad humana yace sepultadabaio tópicos acumulados
durante siglos que resistenel paso del tiempo y aún permanecenan-
clados en la mente popular como si fueran axíomasimperecederos.
Y estoes algo qrterezapara ambossexos.
En 1o que toca a la mujer, tales tópicos solo pueden sobrevivir en
un contexto social donde se considen índecente que ella disfrute del
sexo.La que deseeadaptarsea esemedio tendrá que someterseal este-
reotipo y ocultar su verdadera naturaleza sexual, Con lo que, una de
tres: o sufre porque cree estar afectadapor una <<anormalidad>> que no
entiende,plegándoseen secretoa sus necesidadessexuales;o las repri-
me hastael extremo de interiorizar eseestereotipode mujer asexuaday
sentirse como tal (7aftigidez sensustricto); o ejerce la hipocresía y dis-
fruta en privado de una sexualidadcuya existencianiegaen público.
Pero si se resiste a aceptar ese modelo y act(ta en función de las
necesidadesque nacen de su interior, aunque seaen contra de lo que
su entorno se empeñaen decir que es lo correcto, seráuna mujer mar-
ginal, una inadaptada, una indecente... una furcia. El viejo dlema uir-
gen/puta tan aceftadamentedenunciado por el movimiento feminista.

.en€*-*_ é
110

Este modelo dual camina en ambas direcciones, porque así como existen hombres
capacesde acusa¡ a las mujeres áe putas por tomar la iniciativa sexual, o de frígidas,
pot rcchazat las suyas,también hay mujeres que no aceptan el rechazo masculino a sus
requerimientos eróticos, o que estos no tomen lainiciativa, con el apelativo de mancas.
Recuerdo haber leído en la prensa que la actriz Kathleen Turner llegó a afirmar públi
camente que el hombre que no la mirase por la calle en gay (ahí están las hemerote-
cas).Si 1odijo realmente,estabainfluida por estetipo de actitudes.

Claro que quizá seacierto el viejo tópico victoriano sobrela sexua-


lidad de la mujer. Acaso carezcarealmente de necesidadessexuales.
Y si eso fuera verdad, ¿paraqué se necesitaespecularsobre si se mas-
turba o no? Sin necesidadno surgela función. De modo que serácíerto
1o que dice el viejo estereotipo:las mujeresno se masturban.Escribir
estelibro seríauna necedad.Y pretender que la masturbaciónfemeni-
na alcance el mismo rango de normalización social que tiene la mascu-
lina, otra.
Pero hagámonosalgunaspreguntassimples.Quizá asíobtengamos
respuestasigualmentesencillas.Y la más básicade todaslas posibleses
la que encabezaeste capítulo: ¿Tienen deseossexualeslas mujeres?
Resulta embarazosotener que detenerse para comprobarlo ha-
biendo iniciado ya la andadura del tercer milenio de la era cristiana.
Sin embargo,no hay más remedio que hacerlo,pues en una buena par-
te del mundo aún existenpersonasque piensanque las mujerestienen
poco interésen el sexo,o en cualquier casomenos que el varón i1t.Esa
extendida creenciapodría ilustrarsemuy bien con una afirmación rea-
lizada no hace tanto tiempo por un conocido catedráticode Obsteti-
cia y Ginecologíaespañolque sostenía:<<Yohe llegado a pensaralguna
vez que la mujer es fisiológicamente ftígida, y hasta la exaltación de la
libido en la mujer es un caráctermasculinoide,y que no son las muje-
res femeninaslas que tienen por el sexo opuesto una atracciónmayor,
sino al contrario>>oo8.
Que una parte importante de la población (87 por 100)115 piense
de esemodo no debe extrañar demasiado. A fin de cuentas,asumen la
vieja idea que se ha tenido acetcade la sexualidadfemenina durante
demasiadotiempo; las actitudesy los tópicos cambian muy lentamen-
te. Pero que la sostengaun reconocido ginecólogo,y otros (y otras)
como é1,sorprende un poco más, aunque se puede encontrar alguna
justificación para eseestadode opinión a poco que se reflexione.Des-
¿TIENEN DESEOSSEXT]ALESLAS MUJERES? 111

pués de todo, está fotlada sobre la base de las quejas que las mujeres
hacen en los consultoriosde esosprofesionalesy en las de los sexólo-
gos tt6.Esa queja no es otra qúe su escasointerés en la uida sexual.
A esta alteración se le ha dado el nombre de baja intensidad del de-
seo sexual o deseosexual inbibido, y es la que con más frecuencia con-
sultan las mujeres (37 por 100, frente al 19 por 100 entre los hom-
bres)117.Y aunque se ignora su extensión entre la población general
femenina, no faltan quienes han extrapolado este dato a esta, soste-
niendo qre, quizá,esebajo tono del impulso sexualno seapatológico
en realidad, sino el estado natural de la mujer. Alimentando de ese
modo el mito.
Ya hemos visto que esa consideraciónes una opinión fuertemente
arraigadaentre la población generalrr:. y le es hasta el extremo de
configurar el contenido de numerososchistesdonde la <<jaqueco> con
la que la mujer justifica su inapetenciasexual frente a un marido solíci-
to tieneel papel protagonista.
Sin embargo,las cosasno son tan clarascomo puede parecera pri-
mera vista. El deseosexual inhibido (hípoactivo o disminuido) es una
altención cuya definición está lejos de haber sido aceptada universal-
mente. Se ha descrito como <<1a ausenciao pérdida del deseo sexual,
puesto de manifiesto por la disminución de la búsqueda de estímulos
de contenido sexual,o de pensamientossexualesacompañadosde sen-
timientos de deseoy de apetito sexual, o de fantasíassexuales>> 118'11e.
Pero existen dudas de que esa definición searealmenteútil. ¿Por
qué? Porque cuando se comparan mujeres casadasque aquejan ese
bajo tono sexual,con otras mujeres (también casadas)que tienen una
vida sexual de pareja satisfactoria,se encuentra que las primeras, en
efecto, fantaseanmenos durante eI juego preuio, durante la masturba-
ción, el coito, y en las ensoñacionesdiurnas, ademásde tener menos
orgasmosen la cópula que las mujeres sexualmentesatisfechas 120.No
puede extrañar,por lo tanto, que las mujeresafectadaspor esetrastor-
no se sientanescasamente interesadaspor una actividad que les repor-
ta tan pocos ratos lúdicos, y eso las lleve a no intentar iniciar, o toleren
de mala gana,actividadessexualescon susparejas.
Existe una tendenciageneral,incluso entre la gente común, a con-
siderar que estasmujeres deficitarias padecen alguna clase de carencia
hormonal. Despuésde todo, se ha comprobado que la principal queja

Sr.i¡&
TL2

de las mujeres con bajas concentracionesde testosteronaes precisa-


mente tener una libido muybaja, una tensión sexual asazreducidaoel.
Tal dato es complementario a otro que indica cómo las mujeres que
tienen los nivelesde testosteronamás altos piensanmás en el sexo, co-
pulan más y se masturbanmás que aquellascon tasasbajasde esahor-
mona en su organismor2r'r22,
A pesar de ello, no está claro que el deseosexual ircbibido sea en
estos casosun problema de tipo hormonal, pues se ha comprobado
fehacientementeque las mujeresque lo padeceny las que no lo sufren
poseenlos mismosnivelesde esteroidessexualesen la sangre121.
El problema debe de ser oto. Incluso más sencilloque todo lo re-
ferido.
Cuando se compara la frecuencia dela masturbacióny de los or-
gasmosobtenidos mediante la automanipulaciónen los dos grupos de
mujeresque se mencionabanmás aniba, se encuentraque ambascosas
tienen la misma incidencia tanto entre las que padecenesabaja ínten-
sidad del deseo sexual como entre las que tienen una viCssexual sa-
tisfactoria120.Esto es: las mujeres que supuestamentesufren un bajo
deseosexualse masturban tanto y son tan orgásmicasdurante las acti-
vidades autoeróticascomo cualquier otra. No copulan, pero se mas-
turban.
Dado que la masturbación es un fiel indicador de los niveles de
tensión sexual autónomos de la mujer (sin intervención del varón), si
se mantiene al mismo ritmo de frecuenciay de logro de orgasmosen
los dos tipos de mujeres estudiados,indica que no existe realmente
una disminución del interés sexual global, sino del interés por relacio-
narsesexualrnentecon la pareja.Cuando se hable, pues, de baja intensi-
dad del deseosexualen estoscasosdeberíaañadftse:...en el coito.
Por eso,para lo que conciernea este epígtafe,ni siquierala obser-
vación que se realizaen los consultoriossexológicoso ginecológicosde
mujeres poco interesadasen el sexo con sus parejassirve para presu-
mir que ellas carezcanrealmentede impulso sexual.Y menos aún ge-
nenlizar esaproposici6n a todas las mujeres que componen la pobla-
ción. Porque es falso que así sea,ya que se masturban con la misma
frecuenciaque las mujeresno aquejadasde esadificultad. Es decir, tie-
nen deseossexualesautónomos,no relacionadoscon sus parejas,tan
frecuentes como cualquier otra, que, además,satisfacendel mismo
¿TIENEN DESEOSSEXUALESLAS MUJERES? It3

modo, y con el mismo nivel de eficaciaorgásmica120. Lo que va mal en


ellas no es que su naturalez, sea poco et6fica, sino que las relaciones
sexualescon su parejano les attaen por la razón que sea.
Estos hallazgosnos muestran que la esenciasexual femenina no
pareceser la frialdad, como se díjo en el pasado.Entonces:¿cuáles su
verdaderanaturaleza?A ello vamos.
Las encuestassolo son un prálidoreflejo de lo que realmenteacon-
tece en la población general,por las razonesque se señalanen el capí-
tulo 12. Sin embargo, no hay más remedio que apoyarseen ellas, con
todo el espíritu crítico que sea necesario,para disponer de un marco
de referenciamínimo que nos permita tener una basede discusión.
Siguiendo los resultadosde algunasde las existentes,resulta que
dos de cadatres mujeres(68 por 100)mayoresde cuarentaañosse sien-
ten lo suficientementesegurasde sí mismas y poco avergonzadasde su
sexualidadcomo para reconocer que experimentan excitación sexual
espontáneasin que medien requerimientos masculinos124.Y, además,
algo más de la mitad de esasmujeres (53 por 100) manifiestansentir
esosdeseossexualesespontáneosa diario o casia diario (y una de cada
cinco 119 por 1001los experimentanvarias vecesen el mismo dia¡ott.
Este dato es importante, pues son precisamenteesosmomentos de
excitación sexualespontánealos que revelanla existenciade un poten-
cial sexual femenino autónomo que aflora a su antojo, con indepen-
dencia de lo que hagan o dejen de hacer los varones.Y hay razones
para sostenerque los datos aportados por esasencuestasinfrarrepre-
sentanla realidad, dadala interdicción social existentesobre la mu¡'er
que admite tener este tipo de sentimientosautónomos.(De hecho, en
otras encuestas,solo un 19 por 100 de las mujeres confiesantener al-
gún pensamientosexual todos los días; dos mujeres de cada diezr2t.)
Dicho potencialsexualapenasexperimentacambios02 por 100) a
lo largo de la vida de la mujer, o se hace más frecuente (4I por 100).
Esa posibilidad de cambiar a más es superior entre las chicasmenores
de veinte años (cuandoel cuerpo, dicho de un modo algo tosco,parece
un sacode hormonas revueltas)que despuésde esaedad. Entre las jó-
venescon menos de veinte años,los deseossexualesse hacen más fre-
cuentescon el paso del tiempo en el 65 por 100 de los casos(tres de
cadacinco), y existeotro 18 por 100 (una de cadacinco) que, teniéndo-
los, no encuentranque su frecuenciase modifique. Solo un 2 por 100
II4

refieren sentir una mengua de susimpulsos sexualescon el correr de los


años 017.
Estascifras son muy elocuentes,pues agrupándolassignifican que
el7) por 100 (cuatro de cada cinco) de las mujeresmantienen sus ni-
veles de tensión sexual con la misma intensidad, o más, a lo largo de
toda su vida. Lo que entre las menores de veinte años le sucede al
83 por 100 de ellas.
Además de esto se ha encontradoque algo más de la mitad (53 por
100) de las mujeres,al menos, también admiten tener ganasde man-
tener relacionessexualesa diario o casi a diario (con independencia
de que luego lo haganefectivoo no). Si a estasse añadeotro 40 por 100
que admiten desearloentre una y ftes vecesa la semana,solo puede
concluirse qtuetener deseosde mantener relacionessexualesfrecuentes
es la norma entre las mujeres (93 por I00), en lugar de la excepción)r1.
Una prueb a tangencial más de que las señorastienen impulsos
sexualesque les son propios es que en el casode no mantenerninguna
actividad sexualque satisfagaesanecesidad,casilas tres cuartaspartes
(73 por 100) de ellas se sientenfrustradas.Pareceobvio pensar que si
el deseono existieseno habría lugar a tal frustración por no satisfacer-
lo. Solo un 5 por 100 de las mujeresno sabenrespondera estapregunta;
el resto (22 por 100) refieren que pueden acomodarsea la situación de
no satisfacersus necesidadessexuales.Pero, como habrán advertido,
dicha respuestalleva implícito admitir que las tienen, lo que arroja en-
tonces una cifra total del 95 por I00 (B+22) de mujeresque recono-
cen tener deseossexualesautónomos,soporten bien o mal no satisfa-
cerlos cuando lo necesitan017. Y esta cifra se parece bastante a la
señaladaal final del párrafo anterior, lo que apofia una mayor verosi-
milirud al testimonio.
No estánada mal para unas personasa las que se suponíasexual-
mente glaciales.
Pero no se trata solo de que las mujeres experimentendeseosse-
xualescon frecuencia,sino, también, que la intensidaddel placer eróti-
co que obtienen en susrelacionespermaneceinalterable(28 por 100) o
se hace más intenso (58 por 100) con el transcursodel tiempo.Unavez
más, esto es más pujante entre las adolescentes, las cualesencuentran
que su placer sexualse hace más intenso (65 por 100) conforme cum-
plen años,en proporcionessuperioresa las que tienen más edad017. En
¿TIENENDESEOS LASMUJERES?
SEXUALES It5

cualquier caso,para el conjunto de las mujeres,la intensidadde su pla-


cer sexualse mantieneigual o se hace mayor con el paso del tiempo en
el 86 por 100 de los casos(casinueve de cada diez). Lo que tampoco
estámal para unos seressupuestamenteasexuados,¿verdad?
Parece entonces más que razonable postular que las mujeres tie-
nen deseossexualesautónomosfrecuentesque gustan satisfacery que
se mantienen estables,o aumentan,a lo largo de sus vidas. Se trata de
impulsos que les son propios y surgensin necesidadde la intervención
del hombre. Es algo que sostienenlos datos, que las mujeres ya sabían
a nivel individual, y que el cuerpo social está admitiendo poco a poco
con el curso de los años.
)
LASnau¡Enns?
SExUALMENTE
¿SEEXcTTAN

<Ognunuede quelcbetupari,pochisentonoquelcbetusei.>
(Todosvenlo queparecesy pocoslo queeres.)
NrcorÁsnr M¡euravnro(1469 -1,527 ),
El Príncipe,)flIIII

T T
L,/ na vez comprobado que las mujeres tienen deseossexualesautóno-
mos que les son propios, la siguientepregunta sencilla que una debe
formularse es si tales deseospueden excitarse(o despertarse)frente a
estímuloseróticos o, por el contrario, son insensiblesa ellos. Y sería
obvio preguntarse también de qué naturalezason tales incentivos.
Ya sé que formular estapregunta resulta tan grotescocomo la an-
terior, pero a veceslo que pareceobvio no lo es tanto. Sabersi las mu-
jeres son capacesde responder a estímulosmás o menos eróticos fue
otro de los dilemas que se plantearon nuestros inmediatos antepasa-
dos, aún sigueintrigando a los investigadoresactuales,y todavíaes ob-
jeto de numerosasespeculacionesentre la población generaly en los
medios de comunicación.Recuérdeseel lugar común que advierte de
la particular insensibilidadque tiene la mujer ante los estímulossexua-
les, hasta el extremo que, simplificando mucho el ejemplo, se ve más
natural e inocente que ellas entren en los vestuariosmasculinosque al
revés.
Pero ya he señaladoque lo que tiene aparienciade obvio no siem-
pre lo es.
118

Son numerososlos tópicos relacionadoscon estetema que el tiem-


po y sobre todo la investigaciónexperimental han terminado arrum-
bando. Pero resulta ll,amativala escasatrascendenciapopular que han
tenido los descubrimientosrealizadosdurante los últimos treinta años,
como comenté antes.Pareceque la gente prefiere seguir manejándose
con susmuy cuidados,longevosy queridos estereotipos,antesque rea-
Iizar eI esfuerzode modificar sus pensamientosautomáticosy sus acti-
tudes a laluz delos hechos. Quizá seacierta la observación bimilenaria
del autarca romano Cayo Julio César: <<Fere libenter hotnines id quod
uolunt crbdunt>(Los hombres [por el génerohumano] tienden a creer
[soloJ aquello que les conviene).
Y, sin embargo, a principios de los años setenta del siglo xx ya
existían datos experimentales que permitían afkmar sin lugar a dudas
que los hombres y las mujeresse excitan de forma muy similar ante re-
latos, fotognfías y películas de contenidos eróticos104'105'que aproxi-
madamentela misma proporción de hombres y mujeresreaccionange-
nitalmente (erección,humedad y palpitación vaginal) a los estímulos
eróticos, y con la misma rupideztot;que ambos sexos se excitan por
igual frente a historias sexuales que contienen elementos afectivos
como ante las que no los tienen 10r;y que reaccionande forma semejan-
te ante un material visual (consideradotradicionalmente masculino)
como literario (desdesiempredistinguido como femenino¡to;'toz.
Estos experimentosreflejaron resultadosque contradecíanlas di-
ferenciasque habían comunicado las mujeresy los hombres encuesta-
dos por Kinsey respectoa sus preferenciasy sus respuestassexualesa
diferentes estímulos sexuales00a.Los resultados de Kinsey apoyabanlas
creenciaspopularessobre el tema, mientrasque los de esosexperimen-
tos sostienen la existencia de más semejanzasque diferencias entre
unos y otras. Quizá, más de las que algunosy algunasestándispuestos
a admitir. De hecho, se ha podido comprobar que dos de cada cinco
mujeres (42 por 100) tienen reaccionesde excitación sexual frente a
estetipo de material más rápidase intensasque las que tiene el prome-
dio de los hombres10r.Ignoro por qué el sentir popular hace oídos sor-
dos a los resultadosde las investigacionessexológicas.
La investigaciónmás recienteha permitido estableceralgunassuti-
les diferenciasque dentro de esassemejanzasexisten entre la excitabi-
lidad sexualmasculinay femenina.
LASMUIERES?
¿SEEXCITANSEXUALMENTE t19

Para verificar si las muieres se excitan realmente frente a estímulos


eróticos resulta esencial tilizar variables que no se vean influidas por
factores socioculturales.Se sabe que el ambiente afectanotablemente
la percepción de los diferentesestímulosy el comportamiento sexual
de las personas.Lo que llega hasta el extremo de que aquello que re-
sulta admisible en una cultura está radicalmenteprohibido en otras, o
es mal tolerado1'26. Pot eso serámás útil emplear variablesobjetivasen
la evaluaciónde la excitación sexual que la simple expresión verbal o
escrita que pueda hacer la mujer sobre su sensaciónsubjetivade exci-
tabilidad. Ya veremos más adelante que ese tipo de manifestaciones
también estánmuy sesgadas por la acción de factoressociales.
El reflejo pupilar es una de esasvariables,puesto que no se puede
controlar voluntariamentey estálo bastantecomprobado que se dilata
más cuando alguien muestra interés por algo que le resulta aff^cti-
Pues bien: se ha demostradoque las pupilas se expandenrnás
vor27'r2s.
en las mujeres cuando escuchansonidos de inequívoco contenido se-
xual que cuando los estímulosacústicosson neutros o muestran situa-
12e.
cioneshostilesque involucren agresividad,por ejemplo
Otro procedimiento experimental consisteen medir la humedad
genital, el flujo sanguíneoy la amplitud del pulso vaginal (que son las
reaccionesfisiológicasfemeninasdurante la excitación sexual)frente a
los estímuloseróticos.La investigadorade la respuestasexualfemeni-
na, Ellen Laan,ha determinado de forma efectivaque la amplitud del
pulso vaginales la variable que mejor explica la excitabilidad sexualen
la mujer 1r0.Y utilizando esta variable también se han obtenido res-
puestaspositivas: las mujeres reaccionan genitalmente con la misma
elevada intensidad y rupidez que los hombres cuando contemplan ví-
deos de contenido sexual]Ú1.La reacciónque tienen los genitalesfeme-
ninos al contemplar estosvídeos es inequívocamentesexual,pues es la
misma que muestran cuando las mujeresse masturban,ya 1ohagan de
forma manual o mediante el único uso de lafantasials2'r33.

Permítanme introducir ot¡os resultados experimentales sobre la excitabilidad se-


xual femenina, aunque sea en un inciso. Si se urge a las mujeres para que respondan
con el máximo de excitación sexualposible en menos de dos minutos, la reacción ge-
nital tiende a producirse rápidamente; esto es, la exigencia de respuestasexual urgente
rra.
es seguida de un inmediato incremento de la reactividad sexual genital femenina
Ello explica que muchas mujeres puedan responder sexualmente ante estímulos efica-
t20

ces en situaciones apuradas o de emergencia; aunque no suceda siempre del mismo


modo.
Y, al contrario, existe un número de mujeres nada insignificante (entre un 36 y un
40 por 100) que son capacesde detenerel procesode excitaciónsexual(medidaporla
reactividad genital) en un momento dado, cuando se les da la orden pertinente lrt. Es
algo que no puede extrañar si tenemosen cuenta que la reacción sexualpuede condi
cionarseal más viejo estilo pauloviano (¿recuerdanaquel experimento clásico?:a un
perro se le presenta la comida junto al sonido de una campana varias veces;al final se-
grega jugos gástricos solo con escuchar el sonido de la campana, aunque no le presen-
ten aiimentos). Pues bien: si a un grupo de mujeres se les hace contemplar varias veces
vídeos eróticos cuando apareceuna luz de color ámbar (el estímulo neutro, en térmi-
nos reflexológicos).al poco tiempo se consigueque se sientan subjerivamenteexcita-
das, desde el punto de vista.sexual, tan solo con encenderles la luz ámbar sin presen-
tarles los vídeos eróticos 1i6.
Por eso, no puede extrañar que las personascondicionen sus respuestassexualesa
dete¡minados estímulos,y se muestren indiferentes a otros; ni tampoco es sorprendente
que Ia irrupción de estímuloscondicionadosnegativamentecon el sexo reduzcan la exci-
tación. Por poner un ejemplo de este tipo: la angustiay la ansiedaddisminuyen la excita-
ción sexualen las mujeres (y en los hombres). Aunque eso no quiere decir que se menos-
caben siempre los procesoscognitivos relacionadoscon la actividad sexual.Una mayoría
(7) por 100) de las mujeres desea¡íaninterrumpir el acto sexua-len talescircunstancias(lo
hagan finalmente o no), y el resto seguiríahasta el furilt37. Si se pormenoriza más el estu-
dio, puede compiobarse que, más que la ansiedad,lo que disminuye los niveles de excita-
ción sexual tanto subjetiva como genital es la interacción que esta pueda tener con el
componente de distracción acompañante.La distracciónque ocasionae1estímulo ansióge-
no parece ser más responsabledel descensodel tono sexualque la propia ansiedadlr8.

Demostradade forma exDerimentalla obviedadde que los estímu-


los eróticos son capacesde excitar sexualmentea las mujeresde mane-
tatan úpida e intensa como a los hombres, seríainteresantedetermi-
nat la clase de estímulos que ejercen tal efecto. Existen numerosos
estudios al respectocontempladosdesde perspectivasmuy diferentes.
El más sencillo de todos lo aportaron Hatfield y sus colaboradores
en I978, cuando encontraron que las mujeres heterosexuales<<se en-
cienden>> al contemplar escenasque muestran actividadessexuales
masculinas,y <<se apagan>> cuando dichasescenaseróticasson protago-
nizadas por mujeres (lo complementario también es cierto para los
hombres)022.
Lo que más excita a las mujereses contemplar a los hombres mas-
turbándose, despuésse sienten estimuladasal contemplarlesmante-
LASMUJERES?
¿SEEXCITANSEXT]ALMENTE 12t

niendo relaciones sexuales con una mujer y, en último lugar, cuando


sostienen relacioneshomosexuales.Estos autores encontraron, ade-
más, que no existían diferenciasestadísticamentesignificativasen
cuanto alafacilidad que tienen para excitarsetanto las mujeres como
los hombres'frente al estímulo pertinente022;loque, sin duda, contra-
dice la creenciapopular.
Son hallazgos que desmoronan la vieia idea de que -repito: a
grandesrasgosy expresándolode un modo muy simple- la presencia
de las mujeresen los vestuariosmasculinos(hombresdesnudos)es más
inocente que la situación inversa.Y explica que la industria cinemato-
gráficaexplote con tanta frecuencialas alusionesy las escenasexplíci-
tas de masturbaciónmasculina(bastantemás frecuentey directa que la
femenina,como ya les señaléen el capítulo 1) para atraeta las salasde
proyección al público femenino, que fue tradicionalmentemenos ciné-
filo que el masculino.
Pero si bien es cierto que hombres y mujeres responden con la
misma facilidad e intensidad a los estímulossexualespertinentes,no
lo es menosque prefierenparuello cosasligeramentediferentes'No me
refiero a la ya comentadapreferenciaen función de la orientación se-
xual de cada cual, sino a la modalidad del estímulo, a sus contenidos y
a su forma de presentación.
Uno de los tópicos más enraizadosentre la gente es que las muje-
res son menos erotofílicasque los hombres. Esta idea se ha basadoen
la observación de que ellos tienen una fuerte tendencia a introducir
material erótico en sus relacionessexuales.Pero es la misma propen-
sión que tienen las mujeres para incluir en tales uniones otra clasede
material:el que representaactividadessexualescon contenidosmás ro-
mánticos1re.No se trata, pues, de que existan diferenciasen el interés
por introducir material erótico en las relacionessexuales,sino en el
tipo de ingredientesque lo componen.

Un pequeño inciso para advertir a los lectores que no siempre que se habla de es-
tímulos románticos se t¡ata realmente de eso, Ante la evidencia de que las muieres pre-
fieren ese tipo de estimulante, se tiende a interpretar como romántico todo interés
mostrado por ellas hacia algo. Gonzalo Morandé, un psiquiatra infantojuvenil, señala
que hay que ser muy románticos para entender como tal la pasión que sienten muchas
jovencitas por sus cantantes favoritos, por ejemplo 1a0,Entusiasmo que es vivido por
estas con inconfundibles señalesgenitales. Natalie Angier sostiene lo mismo desde Ia
122

perspectiva femenina 0'3 (pág. 338). Puede ilustrarse esta afirmación con la siguiente
anécdota.
Durante mucho tiempo ha circulado en España, medio en secreto, un suceso re-
lacionado con las pasiones que despertaba un conocido grupo autóctono de rock en
los años sesenta:Los Bravos (hicieron conocidísimo el tema Black is BlacH. Sehizo
famoso un concierto que realizaron a finales de esa década,en el que un buen núme-
ro de jóvenes seguidoras del grupo, excitadas, y no precisamente desde un punto de
vista romántico, se masturbaron allí mismo, en medio del público mayoritariamente fe-
menino. La anécdota corrió de boca en boca durante muchos años sin salir en los me-
dios de comunicación, controlados entonces por el régimen del general Francisco
Franco; por eso algunos llegaron a considerar apócrifa dicha anécdota. Pero ei lance
ha sido confirmado recientemente por el que fuera cantante solista de aquel grupo,
Mike Kennedy, casi cuarenta años después, en un programa de televisión (Crónicas
marcianas,dirigido por el periodista Javier Sardá, en la cadena Tele 5, la noche del día
31 de mayodel año 2000).

La afhmaciónanterior al inciso precedenteno significa, empero,


que el género femenino catezcade contactos con el material que se
evoca cuando se utiliza la voz pornografía.El97 por 100 de un grupo
de estudíantesuniversitarias declararon haber visto pornogtafía alguna
vez en su vida; aunque <<solo>>el40 por 100 (dos de cinco) admitieron
habersesentido excitadaspor ella. Otro 18 por 100 refirieron excitarse
frente a materialde contenido romántico 1a1.Entre las mujerescasadas,
han contemplado películaspornogúficas al menos tres de cada cinco
de ellas (61 por 100), principalmente acompañadaspor sus maridos; y
casi en la misma proporción (56 por 100) introducen esaclasede ma-
teúal para excitarseo como parte del juego erótico previo al coito005.
Cuando se rcalizan medidas objetivas de las reaccionesgenitales
entre las mujeres que contemplan un vídeo erótico, invariablemente
aparecesiernpreuna intensa y úpida respuestaque refleja la excitación
despertadapor eseestímulo.Algo que sucedetanto en las mujeressol-
teras como entre las casadasr42,l$.
El elemento de novedad que puedan tener los estímuloseróticos
juega una baza importante en los niveles de excitación sexual alcanza-
dos por las mujeres (y los hombres), del mismo modo que la repetición
de los estímulosgenera una situación de habituación que anula cual-
quier efecto erótico subjetivo y genítal que posean previamente. Es
algo que sucede por igual en ambos sexos. Aunque Laan encuentra
que esahabituación produce solo un ligero descensode las reacciones
LASMUJERES?
¿SEEXCITANSEXUALMENTE r23

genitales en las muiefes. El nivel de excitación vuelve a elevarsecuan-


144'145'146.
En esanovedad existe una
do se introduce un estímulo nuevo
pequeñadiferencia entre los sexos.Mientras que los hombres vuelven
a excitarsecuando la novedad consisteen la aparición de nuevos acto-
res aunque hagan lo mismo, las mujeres lo hacen cuando el cambio
1a7'Al
consisteen que los mismos actores realicen cosasdiferentes
hombre le gusta la variedad de sujetosy a las mujeres que se modifi-
quen los contenidosaunquelos realicenlas mismaspersonas'Sin duda'
aquí ejercesu influencíala diferente socializaciónsexualde los géneros
y, posiblemente, mecanismosadaptativos atávicos diferenciados que
permanecendepositadosen nuestfa dotación genética.Escribiré sobre
ello en otro momento.
Estos experimentos están realizadosen laboratorios y, por 1o tanto,
pueden parecer un tanto artificiales.Mas no por eso dejan de mostrar
lo que sucedeen la vida real. Se ha podido comprobar que las mujeres
cuyos genitales responden menos en estasinvestigacionesson aquellas
que tienen una menor capacidadde respuestaen su actividad sexual
cotidianafuera del laboratorio1a2.Lasque mejor reaccionanfísicamente
en condiciones experimentalesson también aquellasque utilizan más la
fantasíacuando se masturbanen su vida corriente,en sus casas14r. Por
lo que parece existir un elemento facilitador de tipo cognitivo para las
respuestasexperimentales entre las mujeres que se mueven con mayof
1a8.Y el reconocimiento frente a
asertividad en su vida sexual coddiana
tercerosde la propia masturbaciónpareceser un reflejo de esta'
Ya se ha visto que lo más estimulantepara una mujer es contem-
plar a un hombre masturbándose022. Despuésvienen las relacioneshe-
terosexualesde estos.Y aquí las mujeres son más sensibles,por el or-
den que se citan, a las siguientesescenas:románticasheterosexuales;
sexo en grupo moderado (dos hombres y una mujer); con intercurso
genital heterosexual(incluso aunque el hombre maltrate a la mujer);
sexo en grupo explícito (tres hombres y tres mujeres);sadomasoquis-
mo moderado y sadomasoquismoduro. En último lugar se encuentran
las relacioneshomosexualesmasculinas14e.
No puede exffañar qlue aparczcanen primer lugar las relaciones
sexualesque contienen un toque romántico; es una preferenciafeme-
nina que por repedda tiene bastante validez, aunque sea relativa. Ni
umpoco que aparezcanen segundoy tercer lugar un tipo de relación
r24

que puede considerarsehumillant e pam la muje¡ al sercosificada por


dos hombres o maltratadapor uno solo. Este es un tipo de contenido
que se ha considerado tradicionalmente más atractivo para el sexo
masculino que para el femenino, y ha sido utilizado por el feminismo
extremista pata acusat a <<todos>>
los hombres de ser violadores en po-
tencia (Hunt encontró estafantasía en uno de cada diez lI3 por 100J
de los varonesde su encuesta150).MienÚas que han silenciadoque dos
de cada diez (19 por 100) mujeres tienen esasmismasfantasías0r7,n0 y
sientenuna especialfascinaciónpor imágenesde sumisión y dominio,
en las que, en ocasiones,son forzadasa mantener relacionessexuales
por desconocidos.Que poseantalesfantasíasno significaque seanpo-
tencialesprouocadorasde violaciones,o que 1esguste ser violadas.El
mundo de la fantasía es transgfesor por naturaleza.Y sirve para eso:
ransgredir sin problemas.

Los seres humanos solemos ser muy autocomplacientes con nosotros mismos y
tendemos a atribuirnos bondades que en ocasiones no son tales. Las mujeres, como
grupo, no son una excepcióna estaregla.Por eso,no se puede interpretar como fruto
de la sensible naturalezafemenina que solo el 3 por 100 de ellas fantaseen conforzar a
otros a tener relaciones sexualesrtO.La explicación real es más sencilla y está en la ma-
teria de sus ensoñacionessexuales.Las mujeres suelen imaginarse a sí mismas como /e-
ceptorasde sexo prácticamente siempre en sus fantasías1t1,152.Dado el papel pasivo, be-
neficiaria de sexo, que suelen otorgarse las mujeres en sus fantasías,no es factible que
surjan pensamientos de fotzar a otros; pues eso precisaría representarse a sí misma
como sujeto activo, donador de estímulos sexuales.Cosa que no hace la mujer. Se vol-
verá sobre ello dentro de unas oocas líneas.

Se ha demostrado que los señoresno tienen más fantasíasagresi-


vosádicasque las señorasl',Y apenasalcanzaun 0,5 por 100 la pro-
porción de varonesy mujeres que deseanfonat o verseforzadas,res-
pectivamente,a mantener relacionessexualesno consentidaspor las
últimasr25.Pot otro lado, se ha comprobado que tanto unos como
otras se excitan ante la representaciónvisual de asaltossexuales,si
bien bastantemenos que cuando contemplan escenasde sexo consen-
tido. Además, ambos sexosse sientenexcitadoscuando 1amujer vícti-
ma de la violación alcanzainvoluntariamente el orgasmo: los hombres,
aunquela chica dé muestrasde experimentardolor, y las mujeres,solo
cuando dicha evidenciano es explícita154.
LASMUJERES?
¿SEEXCITANSEXUALMENTE 125

Cuando fantasean las muieres tienden a imaginarse como sujetos


pasivos a quienes se les hacen cosas,mientras que los hombres fanta-
seansiendo ellos /os que hacent5L'L52.Elmundo interior que reflejan ta-
les fantasíasmuestra las diferentes actitudes que tienen aún unos y
otras frente al sexo.En la cama,la tendenciade las mujereses esperar4
que se les haga,mientras que los hombres han sido instruidos en que
son ellos quienestienen que hacer.Posiblementeesa actitud condicio-
na la extraordinaria pasividad con que algunas mujeres enfrentan los
problemasde erecciónde susparejas,por poner un eiemplo.Pasividad
que los terapeutastienen que romper pata resolver esa disfunción
cuando es de origen meramentepsicológico.Pero no es este el lugar
donde desarrollartal rema.

Cuando una pareja acude a los consultorios sexológicos suelen consultar por la
disfunción que afecta a uno áe sus miembros (es decir, no suelen considerarlo como
un problema de ambos). Pero, además,los dos mantienen una actitud hacia el proble-
ma claramente diferente. Así, lo frecuente es que el hombre se autoinculpe tanto de los
problemasque le afectana él como de los que arañenala mujer. Esta, por el contrario,
no suele inculparse a sí misma nunca: ni de los problemas que aquejan al hombre, ni
de los que le incumben a ella. Su tendencia es atribuir a las circunstancias ambientales
el origen de la disfunción que presenteel hombrelst'156. Eilo se debe, sin duda, a la di
ferente socialización sexual que reciben unos y oras. Los hombres hacen,luego si algo
falla es culpa de ellos; a las mujeres les hacen (reciben), luego si algo falla es que el
hombre no sabe hacerlesbien. Sigttiendo en la misma línea de razonamiento, solo po-.
drá equivocarse quien se arriesga a realizat cosas. Quien no se atreve a hacer nunca
pero tampocoacierta.
nadano puedeequivocarse...

El material pomogfáfico, visual y escrito, excita de forma muy se-


meiante a hombres y a mujeres, aunque parece cierto que existe una
cierta preferenciapor determinadostemasentre unos y offas. La mujer
sueleoptar, básicamente,por la representaciónde escenassexualesro-
mánticas:las que son menos directas y van con más rodeos; sin que
por eso hagan ascosa otro tipo de iconografíal$. Tal evidenciapermi-
te formular, a fuer de coherentes,que el material rodado por la sensibi
lidad de una mujer podría excitar más a las mujeres que el rcalizado
por hombres; al fin y al cabo estaríanhechos con las mismas motiva-
ciones subjetivas.Ellen Laan, la investigadoraala que hice referencia
antes,lo ha estudiado1r1.
126

Las mujeres se excitan tan tápida, involuntaria e intensamente


(evaluando sus respuestasgenitales)con los vídeos realizadospor
hombres como con los compuestospor mujeres. No existen diferen-
cias significativas. Quienes habían estado en contacto con la pornogra-
fía anteriormente mostraban una respuesta genital de mayor intensi'-
dad que las que no lo habían hecho. Y las chicasjóvenesmás que las
de mayor edad. Esa es la respuestaobjetiva,mensurable.Sin embargo,
la percepción subjetiva de excitación sexual fue superior frente al ví-
deo rodado por una mujer. El que estaba rcalizado por un hombre
despertóen ellassentimientosde vergüenza,c;';.lpayaversión.

Quizá convenga comentar que la película de elaboración masculina escogida para


el experimento se desarollaba en un ambiente próximo al de un bu¡del, mientras que
la de factura femenina consistía en una tórrida aventura resuelta entre las cuatro esue-
chasparedesde un ascensor.

Estehallazgo hizo concluir ala autoru citada que quizáel proceso


de excitación sexual subjetivo femenino estémotivado por el procesa-
miento de los contenidosy de su significaciónen estetipo de material.
Así, el mensajeenviado por los genitalesa la conciencia para determi-
nar las sensacionessubjetivasde excitación sexual tendría muy poca
importancia en las mujeres. O, como señalarontambién Stock y Geer
\1982), existen unos procesos cognitivos que condicionan la percep-
ción subjetivade excitabilidadrai.Recuérdeseque exisren conrenidos,
como ver a otra mujer masturbándose,que provocan sentimientosde
culpa y de vergüenzaen las mujeres,segúnse lo comunican ellas a los
investigadores02l. Tal hecho sucedepor la distinta socializaciónsexual
recibida por la mujer, más timorata, que la hace sentirse avergonzada
ante escenasdemasiadoexplícitasy evidentes,por lo que tiende a ela-
borar material cognitivo contrapuesto para evitar las sensacionessub-
jetivas de excitación.Y esetipo de conductasdirectas-entre otras-
son, precisamente,las que se incluyen en los vídeosrodadospor perso-
nal masculino,porque es el que a ellos les excita022.
Pero acabo de introducir de manera subrepticia un dato que re-
quiere alguna explicación, porque contríbuye a alimenrar la leyenda so-
bre la complejidad de la respuestasexual femenina innecesariamente.
En efecto, las respuestassexualesde las mujeres cuando contem-
plan vídeos eróticos alberganuna singularidad que no tiene parangón
LASMUJERES?
¿SEEXCITANSEXUALMENTE r27

entre los hombres. Según refieren elfas:no pareceexistir un paralelismo


significatiuo entre la reacciónsexual objetiua (la que se puede medir en
sus genitales)y la subjetiua(la que comunicanverbalmenteo por escri-
to)'. Es deciq que mientras en los hombres aparecensimultáneamente
la ereccióny la sensaciónsubjetivade excitación sexual,entre las mu-
jeres esarelación es en aparienciamás débil. Razón por la que pueden
comunicar que se sienten subjetivamentefrías, mientras la humedad y
la amplitud de las pulsacionesvaginalesdemuestranlo contrario 1ar'157.
Con la única excepción de las mujeres solteras,que cuando contem-
plan por primera vez estetipo de material se siententan excitadassub-
jetiva como objetivamente0r1.Y lo comunican así,td. y como hacenlos
hombres, Existen, no obstante, otras investigacionesen las que se ha
comprobado que la excitación sexual subjetiva de las mujeres es tan
intensa y significativa como la de los hombres cuando se enfrentan a
un material erótico visual1t8.
Esta aparentedisociaciónentre la percepción subjetivade excita-
ción sexualy las reaccionesgenitaleses lo que permite sostenera una
mujer que no se siente eróticamente<<encendida>> cuando en realidad
la humedad y sus pulsacionesgenitalesindican lo contrario. ¿Cómo
puede explicarseestadiscordancia?
Laan sugiereque la información que puede aportar la tumescencia
genital femenina,secundariaa la presenciade un estímulo sexual,po-
dría tener escasaímportancia en el proceso de adquisición de la con-
cienciade estarexcitadadesdeun punto de vista subjetivo en la mujer.
Al contrario de lo que sucedeen los hombres, según añadel5e.Aiuzgar
por esta afirmación, los hombres se sienten subjetivamente excitados
porque perciben su pene en erección (y no al revés),Sin embargo,esa
explicaciónva en contra de lo que sabemossobre la fisiologíadel pro-
ceso de excitación (fig. 5) y contra la afirmación de la propia investiga-
dora, ya citada con anterioridad, de que la variable que mejor predice
la excitaciónsexualfemeninaes su reacciónqenital1r0.

" En realidad, no se trata de una disocíación completa. Existe una correlación po-
sitiva entre la excitación sexual subjetiva y la genital en toda mujer (se intensifican si
multáneamente tanto la una como la otra), solo que no siempre alcanzasignificación
estadística160.Esto quiere decir que la asociación existe, pero no es tan intensa como la
que se observa entre los hombres.
128

COGNICIONES
Actitudes,
temores,
izaje, expectativas

DE
CONSCIENCIA
EXCITACION
SEXUAL

CONSCIENCIA
DE
RESPUESTA
SEXUAL

Estímulos
táct¡les
(1)

Fig. 5.-Esquema ¿e la excitación sexual. Los estímulos que proceden de los genita-
les (1) son transportados por el nervio pudendo hasta el centro reflejo medular especí
fico (2), situado al nivel de los mielómeros sacrosSr.. Cuando este centro alcanzael
umbral de estímulo estipulado, desencadenael arco refle¡'o,enviando una señal (l) por
las ramas anteriores del mismo plexo nervioso hacia los genitales.Así se produce la vaso-
dilatación responsablede la humidificación genital y del inoemento de las pulsaciones
vaginales, en la mujer, y de la erección, en el hombre. Otra señal es enviada al cere-
bro (4), que se encargade procesarlae interpretarla como sexual (si lo es), desencade-
nando la sensación subjetiva de excitación. Cuando el estímulo procede de cualquier
omo órgano de los sentidos como puede ser el oído o la vista (A), se dirige a ravés del
sistema neryioso hacia el cerebro. Allí se procesa la información, se infiere que es de
contenido sexual y se desencadena,simultáneamente, una serie de estímulos, enlaza-
dos por el circuito límbico, que promueve la sensaciónsubjetivade excitación sexual,
moviiza los cambios hormonales necesariosen el proceso alavez que envía, a través
de la médula espinal (B), una señal a los genitales (C) para que reaccionen como
en (l).
(Modificado de J. Brancoft, Human sexuality and its problems, Churchill Livingstone,
Edimburgo, 1981,pág.208.)
¿SEEXCITAN SEXUALMENTELAS MUJERES? t29

Es un emor creer que la excitación sexual subietiva en los hombres depende de la


información que les aporta previamente la erección. Sin embargo, se trata de una sim-
plificación muy extendida entre las mujeres, ocasionada por el desconocimiento que
tienen de esta reacción refleja involuntaria.
Los estímulos no sexualesque producen la erección del pene son numerosos. (Se
entende¡ía mejor si los lectores conocieran los múltiples receptores endoteliales ldife-
rentes a los que canalizanlos estímulos sexuales] que intervienen en la activación del
mecanismo de vasodilatación vascular responsable de la e¡ección. Pero no podemos
detenernos aquí en ello. Baste señalar que un cambio brusco en la velocidad del flujo
sanguíneopuede ocasionar una erección.) Y los hombres tienen una experiencia relati
vamente frecuente de ese tipo de erección que no les iieva a interpretar que se encuen-
tran sexualmente excitados (es clásico el ejemplo de las parcialmente habituales erec-
ciones matutinas que tiene el hombre al despertar; y que las mujeres también tienen,
aunque no se hable de ello 161).Más aún, ese tipo de erecciones no sexualespueden
ocasionarsituacionesembarazosasque no siempre se sabeninterpretar adecuadamen-
te. El caso es que esa experiencia rclativiza cualquier mecanismo de retroalimentación,
tal y como lo expone Laan. El hombre sabe discriminar cuándo está subjetivamente
excitado y cuándo no, por los procesos cerebrales que se comentan en otra parte; no
por su erección. Aunque no siempre lo verbalice de esamanera.
Además, como en el caso de las mujeres, los varones pueden advertir la reacción
de sus genitales ante una escenaestimulante y, sin embargo, no sentirse (o no dejarse
sentir) subjetivamente excitadosb. Bien porque la situación no lo propicia, porque no
interesa en ese momento, o porque los deseosdel sujeto estén en otra línea. Y al con-
trario: pueden sentirse subjetivamentemuy atraídos por un estímulo erótico simple
(una chica bonita en Iaplaya, por ejemplo) sin que ello desencadeneerección significa-
tiva alguna.De hecho, un 7) por 100 de los corresponsalesvarones de Shere Hite le
comunicaron que se habían sentído <<sexuales>> en varias ocasionessin tener por ello una
erección025 (pág. 1020).Y, también, tres de cada cinco (57 por 100) le refirie¡on haber
tenido ereccionesespontáneassin que mediara un estímulo erótico02t(pág. 1029).En
esto no hay tantas diferencias ent¡e los hombres y las mujeres, a pesar de que el cono-

b La siguiente frase es cierta: <<Cuandoel hombre está excitado sexualmente, el


pene entra en ereccióo>.Pero no su inversa:<<Cuandoel pene entra en erección, el hom-
bre está excitado sexualmenter. Las mujeres pueden entenderlo bien si se aplican el ra-
zonamientoa sí mismas.Así, mienmasla frase:..Cuando la muier está excitadasexual-
mente, los pezones entran en erección>> es cierta, no lo es su inversa: <Cuando los
pezonesentran en erección, la mujer está excitada sexualmente>>. Porque el frío, el
roce de las ropas, o cualquier otro estímulo no erótico, puede colocar los pezones en
esa situación sin que la mujer muestre en esosmomentos ningún interés sexual.Y esa
experiencia no condiciona para nada su vida cotidiana, e intentan ignorar el aconte-
cimiento ante terceros. A los hombres les pasa 1o mismo con su pene, aunque es algo
que no siempre se comprende bien.
130

cido (y socialmente condicionado) afán de alarde masculino yla afamada(y socialmen-


te condicionada) turbación femenina f¡ente a estos temas hagan creer en lo opuesto.

Cuando se afirma que las mujeresnecesitancontenidosy significa-


dos especialespara sentirsesubjetivamenteexcitadas1rr,ignorando la
retroalimentaciónprocedente de sus genitales,no se tienen en cuenta
dos cosas.
La primera, que cuando se produce la reaccióngenital dicho pro-
ceso de excitación cerebralya ha tenido lugar.Pam que estosórganos
reaccionenante un estímulo (visualen los experimentosreferidos,aun-
que también sucedecon los acústicos)debe pasar primero por el ce-
rebro, debe producirse su identificación, elaborarsela sensaciónsub-
jetiva que le corresponde (de excitación sexual), organizado por el
circuito límbico, alavez que se envíanlas señalespertinentesa los ge-
nitales para que se preparen y reaccionen. No sucedeal reués,salvo que
el estímulooriginal no seacerebraly proceda directamentede los geni-
tales,por manipulación de estos.
Afirmar que los genitalesreaccionan sexualmentesin que exista
una reacción subjetiva similar es tanto como sostenerque uno no ha
pensadoantes cuanto escribe,aunque seamínimamente.Solo cuando
existe una lesión de la espina dorsal (y, por lo tanto, se ha interrumpi-
do el camino por el que las señalescerebralesse dirigen a la parte infe-
rior del cuerpo) y las mujeres así lastimadascontemplan vídeos eróti-
cos, la reacción subjetivade excitación sexual aparece,sin que suceda
lo mismo con la genital;precisamenteporque la vía nerviosaque cana-
liza las señalescerebralesestáinterrumpida.
Sin embargo,cuando esasmismasmujeresse masturban,entonces
sí que aparecenlos signos externos de excitación sexual genital. Por-
que las vías que comunicanlos genitalesy la parte inferior de la médu-
la espinal, que conservasus centros reflejos sanos,se mantienen ínte-
gras aunque no envíen señalesal cerebro162,16. F,Tlodemuestraque no
es necesariohacerseconscientede las propias reaccionesgenitalespara
percibirse subjetivamenteexcítadacuando se contemplan escenaseró-
ticas o abiertamentepornográficas.
Si la lesión espinales incompleta y existealgunasensibilidaden las
piernas (queda alguna comunicación cerebro-médula)la contempla-
ción de los vídeoseróticosno solo produce excitaciónsexualsubjetiva,
¿SEEXCITANSEXUALMENTE
LASMUJERES? BI

sino también en los genitales;pero si las mujeres no tienen sensibilidad


en las piernas, la reacción genital no aparece.Y cuando la mujer se
masturba,es deciq estimuladirectamentesusgenitales,si existe alguna
comunicación cerebro-médula,se produce la sensaciónsubjetiva de
excitación ademásde la reaccióngenital; pero no sucedelo mismo en
las que esacomunicaciónpermaneceinterrumpida: porque el estímulo
no alcanzaal cerebro y se queda en la parte inferior del cuerpo, donde
solo excitará a los genitales,con los que las vías nerviosasmantienen
una adecuadacomunicación161.
Algo similar se ha observadoen las mujeres diabéticas.Como se
sabe,una de las posiblescomplicacionesde esaenfermedades la pro-
gresiva ñgidez que atacacon el tiempo a los vasossanguíneos.Esto de-
riva en una pobre reacción genital a los estímulossexuales,pues para
que los genitalesrespondande esa manerase requiere una integridad
mzonable del plexo vascular que los rodea. El estímulo llega desde el
cerebro, pero el órgano receptor no reacciona.Se ha comprobado ex-
perimentalmente.En mujeresdiabéticasque contemplanun vídeo eró-
tico (comparadascon otras mu¡'eresde similarescaracterísticas pero sa-
nas) se produce sin problemas la sensaciónsubjetiva de excitación
sexual (como sucedeentre las mujeresdel grupo de control), no así en
sus genitales,cuya reacción es menor que la observadaen las mujeres
sanas l6a.
No parece,pues, muy verosímil explicar la pequeñaconcordancia
que apareceen algunasinvestigacionesentre las sensaciones subjetivas
de excitación sexual y las reaccionesgenitalesen las mujeres,sobre la
base de que su cerebro no interpreta adectndamente,o no le son sufi-
cientes,las señalesprocedentesde sus genitales.Ambos acontecimien-
tos coexisten.Luego la discordanciaque se encuentra enla percepción
subjetiva de excitabilidad sexual respecto ala genitaltiene otra expli-
cación. Y hay razonesde peso para buscar la responsabilidadde esa
disociacíónen la diferentesocializaciónque han tenido las mujeresres-
pecto al sexo.

También es posible que tal discordancia sea fruto de un artefacto metodológico o,


más concretamente, estadístico. \fincze y colaboradores1t8han encontrado que, indi-
vidualmente, se encuentra una buena correlación entre la sensaciónsubjetiva de exci
tación sexual y la reacción genital. Pero basta con que algunas de las mujeres experi-
r32

mentales obtengan una correlación muy baja para que las correlaciones del grupo se
muestren más débiles. Estadísticamente, las bajas correlaciones que obtienen esaspo-
cas mujeres (una de seis) sesgan alabaja los resultados experimentales que aquí se co-
mentan.

Se sabe que existen elementos cognitivos que condicionan las res-


puestassexualessubjetivasde las mujeres.Los factorespositivos son,
por ejemplo,la costumbre de fantaseardurante la masturbación1ar,De
alguna forma, <<verpelículas>>
en la mente y aceptarlascomo propias
parece favorecer el reconocimiento del efecto psicológico que dicho
material ejercesobre una.

Durante años se dijo que las mujeres fantaseaban poco, o así se lo hacían creer
ellas a los investigadores, quién sabe. Pero dicha ausencia de fantasíassexuales,o las
dificultades para ¡econocerlas ante los demás, depende de la experiencia sexual y de la
libertad con Ia que esta se ejerce. Existen evidencias de que las diferencias que existían
entre los hombres y las mujeres respecto a la experiencia sexual están disminuyendo.
Los hombres han cambiadomenos que las mujeres,por 1o que los cambiosobservados
entre los jóvenesse debe a la ransfo¡mación experimentadapor las mujeres desdelos
tiempos de la doble moral hasta nuestros días. Actualmente, las jóvenes se inician en
las relaciones sexualesantes que sus madres y son más activas que ellas. Y también se
observa que ahora fantasean (o admiten hacerlo) más que antes165,166.En realidad, ac-
tualmente,la proporción de hombres y mujeres que se imaginan escenassexualesdu-
rante el coito, por ejemplo, es la misma (7I us.72 por 100)167.

Pero existen otros condicionantesde origen indudablemente so-


cial que ejercen una acción negativa sobre la capacidadde reconocer
pensamientossexuales.Se ha comprobado que las mujerestienen difi-
cultadespara identificarsecon los personajesfemeninosde las pelícu-
las eróticas,sobre todo cuando estos realizan algunasactividadesque
consideraninadecuadas;por ejemplo, masturbarse.Ello se debe a la
diferenteforma en que han sido socializadasrespectoal sexo.La culpa
y las actitudesnegativasfrente a la sexualidaden generaly la mastur-
bación en particular explican la escasaproducción fantaseadoray los
sentimientosnegativosque tales imágenesdespiertanen ellas021. Está
demostrado que la capacidad psicológica de reaccionaÍ ante los es-
tímulos sexualesestámuy condicionadapor los sentimientosde culpa
que se puedan tener frente al sexo168.Y cuanto más bloqueos psicoló-
gicos padezcala mujer, menos asertivaserá frente a aquel, menos dis-
¿SEEXCITANSEXUALMENTE
LASMUJERES? 13)

fnttará de él y menos dispuesta estaráa admitir su verdadera reactivi-


dad sexualante estímuloseróticoseficaces16e,170.
Dado que la frecuencia de las fantasíassexualesestá relacionada
con la experienciasexual,y está comprobado que en los laboratorios
reaccionanmás positivamentea los estímuloseróticos las mujeres que
fantaseanmás masturbándoseen su vida cotidianal4J,es de esperar
que las experiencias subjetiva y genital de excitación sexual converjan
en un plazo tazonablementecorto, por el progresivo incremento de la
experiencia sexual femenina. Quizá que las mujeres solterasvivan el
proceso de excitación sexual subjetivo y objetivo simultáneamentela
primera vez que contemplan un vídeo erótico en condicionesexperi-
mentalesapunte en esa dirección1a2.Y que no sucedalo mismo la
segundavez podría interpretarsecomo que, pasadala sorpresainicial,
se activanlos procesoscognitivosinhibidores que obligan ala mujet a
no reconocersentirsesubjetivamenteexcitada,aunquelo estéen reali-
dad, e intentan <<disociao>ambas experiencias.En este sentido apunta-
ría la investigaciónde Schreiner-Engely colaboradoresi60al comprobar
que las reaccionesgenitalesfemeninasy la sensaciónsubjetiva de excita-
ción sexualcorrelacionabanmás cuando se pedía a las mujeresdel ex-
perimento que fantasearancon escenaseróticas que cuando veían un
vídeo de ese tipo. De algún modo, el material de las fantasíases reco-
nocido como propio y no produce vetgienza, por lo que no temen ad-
mitir sentirsesubjetivamenteexcitadaspor su contenido;mientras que
los vídeos eróticos vienen de fuera, y no reconocer ante extraños -a
vecesni frente a sí mismas- que pueden ser excítadaspor estímulos
externos es una actitud y un modo semiautomáticode pensar pan lo
que se educa a las mujeresdesdesu más tierna infancia.

Una paciente me refirió lo que le sucedió la primera vez que contempló un vídeo
pornográfico junto a su marido: <<...cuando vi aquellas escenástan explícitas me quedé
petificada. No había visto nunca nada igual. Me excité muchísimo y me sentí un poco
avergonzadapor si mi marido notaba algo. Eta un temor ridículo porque habíamos al-
quilado el vídeo precisamentepara eso.Cuando nos acostamosyo estabamojadísimay
mi marido tenía una medioerección que yo puse rígida con npidez en cuanto se "lo"
rocé con mi mano. Recuerdo que él también tenía la punra del p... lel glandel muy
mojado. Hicimos el amor muy excitados y nos corrimos enseguida.Después,estuvi-
mos hablando un ratito, pero yo no me atreví a decirle que seguíaexcitada. De modo
que cuando dejamos de hablar él se quedó dormido. Calculo que esruvemasrurbándo-
B4

me durante dos horas. Recuerdo con toda claridad que necesité hacerlo once veces
hasta que me quedé realmente relajada.Solo entonces pude dormirme>>.

Lasegunda circunstanciaque a vecespuede explicar la discordan-


cia que se encuentraentre la sensaciónsubjetivade excitaciónsexualy
la reaccióngenital pertinente procede de las condicionesexperimenta-
les. En tales circunstancias,solo sabemoslo que le sucedea los sujetos
en el laboratorio y lo que dicen que sienten allí mismo. Pero ignorarnos
todo lo que acontececuando ellas uueluena suscasas.
A Heiby y BeckertTrseles ocurrió investigarloen 1980.Pasaron
un cuestionariode actitudesy de actividadessexualescotidianasa dos
grupos de mujeres. Presentaronun vídeo que mostraba a una mujer
masturbándosea uno de ellos, y el otro grupo vio otro sin contenido
erótico. Un mes despuésse les citó de nuevo, pasándolesel mismo
cuestionariode actividadessexualescotidianas,y se les preguntó si la
contemplación de aquel vídeo había modificado en algo su conducta
sexual durante ese tiempo. El grupo que había visto el vídeo erótico
respondió que este no les había excitadosubjetiuamentecuando lo con-
templaron, por lo que sus actitudes y conductas sexualesno habían
cambiado durante el mes que había transcurrido. Pero lo cíerto es que
esa afirmación contradecía 1o que ellas mismas habían reflejado en el
segundocuestionariode actitudesy actividadessexualescotidianas.En
él podía comprobarseque durante los treinta díasque siguieron ala
experiencia con el vídeo erótico se habían masturbado con mayor fre-
cuenciaque antesde uerlo y bastanternásque el grupo de control que no
lo habíavisto.
El significado que tienen estos resultados es el más sencillo y ob-
vio. A pesar de que aquellasmujeresmanifestaronno habersesentido
subjetivamenteexcitadascuando contemplaron el vídeo erótico, en rea-
lidad sí se excitaron Y ese estado de excitación sexual no reconocido
las llevó a mantener una mayor actividad sexualautónoma representa-
da por la masturbacióndurante el mes siguiente.Solo que se negarona
sí mismas semejanteevidencia,o estuvieroninteresadasen ocultársela
deliberadamentea los investigadores.
Son pruebas que permiten sospecharque la disociaciónmostrada
por algunasmujeres entre sus sensacionessubjetivasde excitación se-
xual (lo que dicen) y sus reaccionesgenitales(lo que sienten)no solo
¿SEEXCITAN SEXUALMENTE LAS MUJERES? 135

no esfisiológica, sino qlte tarnpocoes real. No se trata de que no se ex-


citen verdaderamente(las reaccionesgenitalesy la mayor actividad se-
xual que manifiestanen sus casasdespuésde los experimentosseñalan
que sí lo hacen), ni de que interpreten mal esasreaccionesfísicas(las
mujeres no son tontas), o que estasno sean suficientespara sentirse
subjetivamenteexcitadas.Es que existealgo anível cognitivo quefrena
a la mujer y le pone trabas alahora de admitir su estadosubjetivo de
ardor sexual.¿Acasomienten voluntariamente?¿Seniegan a aceptarIa
excitación sexual que en realidad sienten?Me inclino a pensar que es
más cierto esto último.
Las mujeres, cuando responden sobre sus sentimientos sexuales
subjetivos,tienden a hacerlo como es socialmentedeseable;como se
les ha indicado <<quedebe sen>.Dicho de otra manera, una vez inicia-
do el proceso de excitación sexual,evidenciadopor la humedad geni-
tal, la mujer necesita<<darse permiso>>para sentirsesubjetivamenteex-
citada, aunque en realidad ya lo esté. Son estrategiascognitivas1r5
automáticasy de ejecución cuasiirreflexivadesarrolladasdesde la in-
fancia que permiten a la niña, primero, y a la muje4 después,convivir
con sus sensacionessexualessin sentimientosde culpa'. Reducir las
sensaciones subjetivasde excitaciónque estánexperimentandoles per-
mite sentir que actúan como se espera de ellas: rcchazandosentimíen-
tos <<inconvenientes>>.

Es obvia la influencia que ejerce sobre esta forma de manifestarsela doble moral
que ha regido hasta hoy mismo la educaciónsexual de ambos sexos.Tanto es así que
cuando una mujer ve abultada la entrepierna de un hombre deduce de inmediato
que este se encuentra sexualmenteexcitado. Aunque é1le jure que no lo está.Y, sin
embargo, las mujeres sometidas a estos experimentos demandan, implícitamente, que
se les crea cuando hacen el mismo tipo de juramento (en el contrato que firman al con-
sentir ser sujetos de experimentación se solicita sinceridad a cambio de la remunera-
ción económica que reciben), pese a que los resultadosdel laboratorio evidenciensu
excitación genital.

' La acción de los virus informáticos podría ilustrar muy bien la interferencia cog-
nitiva que ejercen los automatismos mentales. Solo se activan ante determinadas situa-
ciones ejerciendo las modificaciones que están previstas en el programa correspon-
diente, que de esamanera ve alterada su función normal.
B6

Por otra parte, las mujeres rcchazan sentirse subjetivamente exci-


tadas (aunquelo estén)frente a un material que les generecierta repul-
sa, por una cuestiónde estéticaaprendida desdela infancia.La misma
influencia que se ejerce sobre los hombres pero en sentido contrario.
Cuando los contenidos le resultan aceptables(un vídeo rodado con
sensibilidadfemenina,o suspropias fantasías)se dejan sentir las sensa-
ciones subjetivasde excitación sexual,con lo que estasterminan con-
vergiendo con susreaccionesgenitales.

No está de más decir que los vídeos eróticos excitan más intensamente que las
propias fantasías131,1@, aunque estasse reconozcanmás como propias. Probablemente
eso se debe alaviveza y a la claridad sostenida de las imágenes que se ven en la panta-
lla, frente a las más desvaídasque surgenen las ensoñaciones.

Otras evidenciasmuestran que la sensaciónsubjetiva de excitación


sexual en ambos sexosdepende, positivamente,de que la persona se
sienta abstraídapor las actividadeseróticasque contempla,de que es-
tas le resulten apetecibles,de que sientan curiosidad por lo que está
aconteciendoy se entretengancon ello; y negativamente,cuando se sien-
tan distraídas,perciban el encuentro sexualcomo repugnante,o se no-
ten molestascon el matetial expuesto172. Pero la mujer se siente cohi-
bida ante este tipo de ingredientes cuando es consciente de que la
estánobservando.En tales condiciones,como cuando respondena un
cuestionariosexualanónimo en las encuestas,su tendenciaes a mentif
minirnizandosus respuestassexuales.No es una simple interpretación
mía; existen informes que demuestranesa tendencia femenina en las
encuestas(la disposiciónmasculinaque se ha descubiertoes la contra-
ria: mentir alardeando)173,174.
Volveré sobre ello en el capítulo 12. Este
tipo de comportamiento explicaúa también esa aparentediscordancia
entre las sensaciones subjetivasde excitaciónsexualque comunicanlas
mujeresen estosexperimentosy susreaccíonesgenitales.
Lo cierto es que los resultadosexperimentalesno sostienenlavieia
idea de que las mujeres respondan menos que los hombres al material
erótico visuallTt,pesea que prefieran, quizá,otro tipo de estímulos.

El mundo de la pornografía gráfica mueve millones de euros al año en todo el


mundo. Su clientela mayoritatia, pero no exclusiva, ha sido t¡adicionalmente mascu-
lina (el 41 por 100 de los hombres).Las mujeres (un 16 por 100 de ellas)125aún tienen
LASMUJERES?
¿SEEXCITANSEXUALMENTE r37

que realizar un consumo más clandestino de ese máterial por la interdicción social que
existe sobre este y el confesado pudor que ellas sienten para entrar enlas sex-shopsy
adquirir ese u otro tipo de equipamiento erótico. Las cifras señaladashacen referencia
a un consumo más o menos regular, pero no al contacto circunstancial con dicho ma-
terial que es decididamente universal enre ellas (97 por 100¡ trt.
Pe¡o las diferencias se están acortando a pasos agigantados, en la misma medida
que se admite socialmentela normalidad del consumo de estosproductos por parte de
la mujer. La presencia de autoras de sexo femenino en la colección etóticaLa Sonrisa
Ve¡tical de la editorial española Tusquets se incrementa a cada año que pasa. Y el de
sus lectoras, también. Y mujeres son las que han dirigido recientemente las películas
distribuidas en circuitos comerciales con más escenasde sexo explícito: Auendre (Lae-
titia Masson, 1998), Post coitum (Btigitte Roüan, L998), Romance (Catherine B¡eillat,
1999), Baise-moi (Virginie Despentes y Coralie Trin Thi, 2000); f¡ente a las rodadas
por hombres:Lucía y el sexo[:ulio Medem,2001).
Esa diferencia también la está acortando cada día Internet, debido al supuesto
anonimato que permite su consumo. Sin embargo, incluso en la Red se dan algunos
elementos diferenciadores entre los hombres y las mujeres que acuden a este tipo de
páginas. Los hombres siguen prefiriendo el material gráfico, mienras que las mujeres
tienden a visitar más los chats eróticos para mantener conversacionessubidas de tonod
(el llamado cibersexo)176.
Es un hecho que no puede extrañar. Cada género se entretiene con el material que
se adapta más a sus aptitudes específicas.Y algunas investigaciones señalan que en el
hombre existe un predominio de las áreas cerebrales visuoespaciales,mientras que la
mujer tiene más desarroliadaslas áreasespecíficasdel lenguajetTT'178'17e.
Pese a la mcues-
tionable influencia que tiene la cultura sobre los comportamientos socialesy los gustos
personaies, existen algunas evidencias que muestran que esta especialización cerebral
surge en etapas del desarrollo embrionario muy tempranas y se relacionan con la pre-
sencia de andrógenosen el torrente sanguíneodel complejo madre-feto. Cuando se
han seguido hasta la edad de veinticinco años a niñas que estuvieron sometidascon
cefieza a elevadasconcentraciones de andrógenos durante su gestación, se ha observa-
do que ello no interfirió en su orientación heterosexual, pero determinó en ellas un
gusto por actividades que exigían una mayor capacitación visuoespacial del cerebro.
Y, respecto a la actividad sexual, mosffaron una mayor preferencia por la utlizactó¡
de estímulos gráficos, visuales,como la descrita para los hombres 180.
Denro de los contenidos, las mujeres prefieren aquellos elementos eróticos y
abiertamente sexualesque se encuentran incluidos en historias románticas; aunque no
hagan ascos a otro tipo de material explícito, como ya se ha visto con anterioridad.
A menudo se da a la voz ,<preferencia>un significado de exclusividad que no tiene, pues
solo marca una tendencia que no es excluvente. Prueba de que las muieres también

d AI parecer, en Estados Unidos la proporción de mujeres en Internet es del 50,4


por 100, con tendenciaa incrementarse(El País fcCiberpais>,pág. 10J, 17-\'III 2000).
B8

son sensiblesal material gráfico es la cantidad ingente de dinero que se gastanlas mar-
cas de cosméticos,lenceríafemenina, etc., en publicidad que incluye hermososcuer-
pos desnudos pata att^et las miradas femeninashacia sus productos. No se trata de
que las mujeres sean <<ciegas> a ese tipo de material, sino que los contenidos que pre-
fieren son ligeramente distinros. Las mujeres necesitan <<darsepermiso>)pá¡a admitir
unos determinadosestímulosvisualesy otros no. Por eso algunas06-10 por 100) han
desar¡olladouna nada desdeñablehabilidad cognitiva inhibidora cuasiautomática115
para aquellos estímulos que les pueden resuitar vergonzosos,lo que les permite mirar-
los haciendo como que no los ven.
El material que reúne ambas cosas,es decir: un contenido erótico de corte román-
tico y una configuración basada en las palabras, también existe. Son las nouelasromán-
ticas, dnigidas a un público inequívocamente femenino.
También existe un enorme mercado mundial de novelas románticas que produce
suculentos ingresos a sus productores. Puede sostenersesin forzar demasiado las cosas
que dichas novelas,con sus guaposhéroes,sus tórridas y difíciles historiasde amor, y
el inevitable final feliz, es la <<pornografía,
femenina adaptadaa su más desarrollada ca-
pacidad parala palabra y preferencias temáticas. La novela romántica puede contem-
plarse en íntimo maridaje con la literatura erótica en los estantesde librerías instaladas
en algunas grandes superficies, bajo el epígrafe común <Romántica/Erótica>>.Lo que
dice mucho sobre la sagacidad que tienen algunos libreros respecto al material que
venden.
Poco a poco, las mu¡'eresse están atreviendo a reconocerlo de forma privada y en
público. Cuando le comenté a una colega esta idea su respuesta fue: <<Note lo voy a
negaD>.Y la célebre escritora Erica Jong 181expone una opinión semejanteen su libro
¿Qué queremos las mujeres? Dice que después de creer durante años que el material
erótico no gráfico era superior, más elevado y sublime que la pornognfia explícita,ha
pasado a no establecer diferencias entre ellos, puesto que ambos excitan al mismo or-
ganismo aunque lo logren por caminos diferentes.
Este tipo de pornografía está menos perseguida e interdicta que la gráfica por dos
razonesprincipales,no nos engañemos.Porque los censoressiemprefueron hombres y
nunca supusieron que el material romántico pudiera encender a las damas (a ellos les
dejaba indiferentes). Pensaban así, entre otras cosas,porque creían que ellas no tenían
esa clase de sensaciones.Y porque las mujeres (que también han perseguido con furia
el erotismo gráfico por hacedes sentirse avergonzadasy no ajustarsea sus preferencias)
han sido bastante discretas al habla¡ de las emociones que les despertaban las novelas
¡ománticas.A fin de cuentas,¿por qué pelear contra un material ajustadoa sus gustos
y dejar así al descubierto sus <debilidadeso frente al enemigo común del que hay que
protegerse: el hombre? ooe.
La diferencia de género relacionada con la pornognfia qreda también reflejada en
el gusto que sientenlas mujerespor contarseentre ellaslos pormenoresmás íntimos y
detallados de sus relaciones sexuales.Tales relatos activan también esasáreas del len-
guaje en las que parecen más diestras, y los aspectospicantes de estos actúan como el
ISE EXCITAN SEXUALMENTE LAS MUIERES? 139

material pornográfico de tipo gráfico en los hombres (quienes nunca llegan a tales ex-
tremos narrativos; lo más que hacen es alardear de una conquista entre los amigos,
pero.no se paran en detalles).Podríamos darle el nombre de pornografíauerbal.Y es
un hecho: Erica Jong escribe respecto a sus relaciones con una íntkna amigalo siguien-
te: <<Noscontamossecretostremendos sobre nuest¡osmaridos [...]. Sabemosel tama-
ño de su polla y cuánto dinero ganan y si son [...] divertidos o aburridos en la cama y
(págs.4lI 412); en nuestro medio, la perio-
si roncan [...], van o iban de putas...>>012
dista Sylvia de Béjar ha escrito: <<...a más de un hombre se le pondrían los pelos de
punta si nos oyera hablar a algunasbuenas amigas.Dicen que ellos solo hablan de sexo,
pero a la ho¡a de la verdad, difícilmente sorprenderás a uno haciendo confidencias del
calibre de las de algunasmujeres>>016 (pág. 179).
Las mujeres rcchazanhabla¡ entre ellas de la mastu¡bación femenina, que después
de todo está referida a la propia intimidad. Pero no parecen sentir escrúpulos en ha-
blar con sus amigasde io que les hace o deja de hacer su pareja;lo que supone,sin em-
bargo, desvelarla intimidad de una tercera persona sin su permiso. Cosa, por cierto,
penalizadapor la ley.
Un ejemplo muy relevante sobre la adquisición dei gusto femenino por el erotismo
visual nos lo proporcionan los locales áe stripteasemasculinos y las fiestas de despedi
da de solteras con stripper incluido'. Unos y otras siempre se encuentran llenos de
mujeres alborotadoras que escondenbajo el aspectode la gamberrada sus pupilas dilata-
das, su corazón palpitante y evidentes humedades menos escrutables.Algunas justifi-
can su asistencia a esos espectáculos como un mero deseo de <<hacerel tonto>>,cosa
que, sin embargo, no estarían dispuestasa admitir en los hombres, a quienes les supo-
nen objetivosmenos <limpios>> que los propios.
Todo esto podría demostrar que el gusto por los espectáculosvisuales con mayor
o menor c rga etóIica no se encuenÍa tan condicionado biológicamente como podría
deducirse de lo expuesto más atrás. Su consumo parece, más bien, una cuestión de
oportunidad para desarollarlo en un medio social que lo permita. Eso es lo que está
sucediendo con la muier en este cambio de siglo, lo que aproxima a ambos sexos más
allá de 1o que muchos y muchas están dispuestos (o dispuestas)a admitir. La presunta
falta de afición femenina por esos espectáculosno ha sido más que un rechazo, psico-
lógicamente comprensible, hacia algo que históricamente les eru tnalcanzable. (Como
cuando alejamosun caramelomuy deseadodel alcancede un niño y estereaccionadi-
ciendo que ya no le gusta.) En la actualidad, allí donde es posible asistir a esos espec-
táculos y está socialmente bien uisto, se <<descubrettque la afición femenína por estos
no se diferencia mucho de su homóloga masculina.

' Léase, por ejemplo, entre muchos, el artículo de Elena Sevillano, <Vida de un
boy, en El PaísSemanal,núm. 1308 (21-X-2001),págs. I2I-124.
6
¿EXISTEEL CELOENTRELAS HEMBRAS
HUMANAS?

<Le présent n'est pas un passéen puissance,il est le no-


ment du cboix et de I'actictn.>
(El presente no es un pasado en potencia, es el momen-
to de la eleccióny de la acción.)
SrruloNr,DE BEAWoTR(1908 1986),
Pour une t¡aoralede I'arnbiguité, )

T
Los humanos somosun tipo original de primate por muchasrazones
en las que no se puede profundizar ahora.Pero hay una que sí nos in-
teresaaquí. Y para discutirla seríainteresanteestableceruna pequeña
comparación entre nosotros y nuestros primos los chimpancés,con
quienestenemosbastantessemejanzas.
Entre ellas, puede decirse que tenemos en común que las hembras
solo son fecundablesen periodos muy cortos de tiempo que se repiten
periódicamentedurante una buena parte de sus vidas. Como nunca se
sabe cuándo puede encontrarsea una hembra fertlizable, los machos
de ambas especieshan de estar biológica, psicológicay permanente-
mente capacitadospara responder a una que se encuentreen tal esta-
do. Es una ley que no se puede transgredir,pues viene dictada por las
necesidadesde supervivenciadel grupo y de los propios genes.
Es en este punto donde se produce una diferen cia zoológica apa-
rente: los machoschimpancéssabenque una hembra estáreceptiva,en
142

periodo fecundable, porque ella les muestra unas señalesinequívocas


en sus genitales(una sonrosadahinchazón).Pero los machoshumanos
carecende esasuerte,porque las hembrasno tienen nada parecido.En
nuestra especie,siempre se fecundó <<aciegas>> hasta hace bien poco.
O al menoseso eslo que creemos.
Ese periodo de receptibilidad al macho que tienen las hembras de
nuestrosparienteslos chimpancésy otras especies<<inferiores>> se co-
noce con el nombre de <<celo>, Fuera de esosdías, nuestras
o <<estro>>.
primas no aceptanel intercurso sexualcon susmachos,segúnla creen-
cia popular sobre el tema.

Lavoz estro procede del griego oístros, qruesignifica tábano o aguijón. En sentido fi-
gurado se le da el significado de ardor sexual. Ngo parecido sucede con la palabn celo,
del griego dsélos,a la que se aplica el significado de deseoreproductiuoentre los animales.

Las mujeres carecende ese periodo de ,.celo>r,y por eso se dice


que son sexualmente receptivas de una forma permanente. De ese
modo qtedaúa compensadala ausenciade una señal que muestre el
momento más idóneo para ser fecundadas.
Sin embargo,no hay que interpretar literalmentela idea de que las
mujeres tienen una disposición constante pata las relacionessexuales.
Es cierto quepueden esurlo, pero no lo es que siemprelo estén.Dicho
con otras palabras:las mujeres no estánpermanentementemotivadas,
excitadasy dispuestaspara el sexo, sino que tienen esadisposiciónpara
ponerse en situación cuando existe un estímulo pertinente que las in-
centivapara ello. Con los hombres sucedeotro tanto.
Que sus deseossexualesson frecuentes,es cierto; ya lo hemos vis-
to. Y también sus ganasde sadsfacerlos.Eso avalaríalaidea de que la
receptibilidad sexualfemenina permaneceintacta todo el tiempo y ca-
rece de una ritmicidad acompasadacon la situaciónbiológica de su ci-
clo menstrual.
Sin embargo,no es tan seguroque nuestrasprimas las chimpancés
seansexualmenteinapetentesfuera del periodo de <<celo>>, ni tampoco
parece que las hembras de nuestra especieno concentren sus deseos
sexualesen momentos concretosdel ciclo menstrual.
Aunque volveremossobre ello más adelante,baste señalarque se
ha observadoa los chimoancésbonobos mantener contactossexuales
¿EXISTEEL CELO ENTRE LAS HEMBMS HUMANAS? 143

en épocas diferentes a la de la ovulación, que utilizan el sexo pan in'


tefactuar socialmente,y que 1o usan también con fines lúdicos clara-
mente no reproductivos182. Lo mismo ocurre entre simios más alejados
en su evolución de los humanos181'184.
Pero ¿existealgo parecido al ..celo>>entre las mujeres?No podría
sostenerque sí; pero tampoco se puede decir que no'
Una investi gación rcalizada hace más de cincuenta años reveló
que la apetenciasexual femenina oscilaba durante el ciclo menstrual.
Un 71 por 100 de las mujeres afirmaban sentfumás deseossexuales
antes y durante la menstruación(fase luteínica). Otro 41 por 100 se
sentían sexualmente sensiblespoco despuásde esta (fase folicular).
Y cerca del B por 100 se notaban con más deseosdurante la ouula-
ción t85.
En el informe sobre la sexualidad femenina que Shere Hite rcalizí
mucho después,las encuestadasrefirieron que sentíanmás deseosse-
xuales antesy durante la menstruación(72 por 100). Otro 16 por 100
afkmaban sentirsemás díspuestassexualmentedurantela ouulación.
Y el 12 por 100 lo estabandespuésde la menstruaciónjte.
Ambas investigacionesparecencoincidir en que aproximadamente
el 84 por 100 de las mujeressientenmás apetito sexualdurante la fase
luteínica (en la segundamitad del ciclo) despuésde producirse la ovu-
lación.
Es probable que muchas lectoras se identifiquen con estos datos.
Sin embargo, desde un punto de vista científico hay que ponerlos en
tela de juicio, pues sebasanen la percepciónsubjetivaque tiene la mu-
jer del día del ciclo menstrual en el que se encuentra.Y está compro-
bado que dicha identificación concuerda muy pobremente con la si-
tuación (hormonal) real de aquel. Dicho con otras palabras: las
mujerestienden a equivocarsecon frecuenciaen la percepción del día
del ciclo en el que están186.

Es posible que esta sea una de las razonespor la que fracasacon tanta frecuencia
el método anticonceptivo de la continencia periódica. Tradicionalmente se atribuyen
días al ciclo para tener más relaciones sexuales.Pero
tales fallos aI afán de <<arañ.arle>>
quizá muchos de los <<hijosde Ogino> estén más vinculados con esasdificultades que
tienen las mujeres para determinar con exactitud el día del ciclo en el que se encuen-
tran que con la picardía de alegrarseun poco más la vida.
r44

Ese fracaso parece lógico, por offa parte, ya que las mujeres tienen
más cosasen las que pensar durante caáa día, diferentesa la determi-
nación del momento del ciclo en el que esténen cadaocasión.
Como las investígacionescitadas más arriba hacen que sus datos
dependan de la destreza femenina en detectar el momento en que se
encuentrasu ciclo, es admisibledudar de susresultados.Por esohabú
que considerar tan solo los de aquellasinvestigacionesdonde se haga
una evaluación más objetiva del ciclo menstrual.
Uno de esosprocedimientoses el control diario de la temperatuta
corporal basal de la mujer, que, como saben,sufre un incremento du-
nntela ovulación. Siguiendo esemétodo, algunos autoreshan obser-
vado que la conducta sexualfemeninaque dependeexclusivamentede
ella misma, como son el coito ainiciativa propia y la masturbación,se
incrementa progresiva y significativamente desde el final de la mens-
truación hasta el inmediato premenstruosiguiente,con un pico en los
días de la ovulación187'188.
Talesdiferenciasdesaparecencuando la mu-
jer toma anovulatorioshormonales;al cesarla ovulación se esfumanlas
fluctuaciones sexualesdurante el ciclo menstrual1E8. Sin embargo,
otros autores han encontrado que, incluso entre estasúltimas, se ob-
servaun aumento de la actividad sexualen lo que seríala segundami-
tad del ciclo; esto es, despuésde la fecha en que deberíahabersepro-
ducido la or,'ulación160.
En cualquier caso,si los estudiosson correctos,todos estosresul-
tados son muy similaresa los referidos con anterioridad: la mujer se
siente más receptiva sexualmente,y desarrolla una mayor actividad
auto- y heteroerótica, desdeel momento de la ouulación basta la mens-
truación siguiente,en la fase luteínica.

Pero si bien parece que las mujeres tienen más deseossexualesdespués de ovular
(lo que favorecería la fecundacíón, aunque solo fuera en los primeros días siguientes a
esta), cabría preguntarse si también se excitan más en unos momentos del ciclo que en
otros, frente a estímulos eróticos específicos.
Aquí los resultados son más bien confusos.
Slob y cols. 18ehan comunicado que las mujeres se excitan más en la fase folicular
(despuésde la regla y antes de la ovulación) que en la luteínica, cuando contemplan ví-
deos eróticos o se masturban con vib¡adores. Es una excitación que suele mantenerse
durante veinticuatro horas; tiempo en el que se producen más fantasíasy se tienen de-
seos eróticos con más frecuencia que en otros momentos del ciclo. Se ha comprobado
¿EXISTEEL CELO ENTRE LAS HEMBMS HUMANAS? 145

también que las mujeres reaccionan a los vídeos eróticos con más intensidad, tanto
subjetiva como genitalmente, cuando realizan una segunda sesión siempre que estén
en esa fase folicular 1eo.

Graham y cols. han encontrado que las mujerestienen más deseos


sexualesy mejor humor en el dempo periouulatorio que en el periodo
folicularrer.
Parece comprobado que la sensaciónsubjetiva de excitación se-
xual y las reaccionesgenitaleselaboradasfrente a vídeoseróticos es la
misma estéla mujer en el día del ciclo menstrual que esté.Esto es: su
ciclo no condiciona ni la intensidad ni la npidez de su respuestase-
xual frente a los estímulospertinentes160'1e2'1er.
Esto permitkía afirmat
que si bien los deseossexualesde las mujeresparecenfluctuar alolar-
go de su ciclo menstrual,una vez situadasante estímuloseróticosefec-
tivos, susreaccionessexualesson siempreparecidas.
Es posible que existan elementosmás sutilesque intervienenen la
excitabilidad sexualfemenina.Esto es algo que solo la investigaciónde
los últimos tiempos está permitiendo dilucidar con cierta limpieza. Así,
se ha encontrado que las reaccionesgenitalesde las mujeres ante es-
tímulos eróticos eficacesse incrementan cuando estosvan acompaña-
dos de fuaganciasque <<huelanavar6n>>,si se encuentran en la fase fo-
licular 1e1.
Es deci¡ antesde la ovulación.
Los olores parecenjugar un papel importante en las relacionesse-
xuales humanas. Bastante más de lo que se venía admitiendo hasta
ahota, horrorizados como estábamosde aceptar que nuestro cuerpo
pueda mantener rastrosdel origen animal que siempretuvo. No se tra-
ta de que todos intentemos oler bien pan facllitar nuestra vida social y
soportarnosmejor a nosotrosmismos.También nos gustasentir el olor
de nuestra pareia, y percibirlo cuando Ia abrazamoso en las cosasque
usa,por ejemplo.
Pero nuestra sensibilidadal olor va aún más lejos. La piel segrega
unos mediadores químicos denominadosferomonas, imperceptibles de
forma consciente,que tienen la virtud de inducir cambiosen el sistema
endocrinológico y en la conducta de la muy culta y civilizada especie
humana.
En líneas generales,hombres y mujeres emiten feromonas que
attaen al sexo conffario. Mas eso no quiere decir que les exciten, ni
r46

que les induzcan a mantener relacionessexuales'Se sabe que la expo-


sición a esasferomonas no incrementa la actividad sexual autónoma
(masturbación),que seríalo que mediría realmentedicha acción; pro-
1e4'1et.
muevenmás bien el trato socialentre ambossexos
Qué duda cabe de que para facllitar el contacto sexual lo primero
que se hace necesarioes que unos y otras intefaccionen socialmente.
Talesaproximacionesempáticasse relacionan con el momento en el que
esttíel ciclo rnenstrualde la mujer.
Las feromonas masculinas (androstanos)no son habitualmente
atfactivaspara las mujeres,quienespueden llegar a sentirlasincluso re-
pulsivas,mientras se encuentranen cualquier momento no or,rrlatorio
de su ciclo menstrual. La Naturaleza nos diría que es una forma de
mantenerlas alejadasde ellos cuando no conviene. Pero durante la
ovulación los androstanosse vuelven milagrosamente neutfos para las
sensiblescélulasolfativasfemeninas;no solo los toleran mejoE es que,
además,les hacen sentirserelajadasy tranquilas,proclives a encontrar
1e6.
En defini-
a la gente más atractivaque en otfos momentos del ciclo
tiva, las muieres se tornan más receptivascuando están ovulando, se
sienten con mayoresniveles de tensión sexual por los altos flujos de
testostefonaque circula pof Su torrente sanguíneoen ese momento,
ven a los hombres con mejoresojos, se sienten más a gusto con ellos y
más dispuestasa interaccionarsocialy sexualmente.
Algo similar le pasa a ellos con las feromonas vaginales(copulinas).
El olor les resulta desagradablesalvo cuando procede de una mujer
que estáovulando. Entoncesno solo se vuelven neutraslas copulinasa
su olfato, sino que, además,las fotografíasde mujeresque antesles re-
sultaban poco atractivasse tornan milagrosamenteseductorasbajo la
influencia de esasfraganciascorporales;alavez que susnivelesde tes-
tostefona suben a más del doble de la cantidad que circula normal-
mente 1e7.En definitiva, las mujeres ovulando se tornan irresistibles
para los hombres por mediación del olfato.
Sin embargo,la mayor receptividadfemeninaen el momento de la
ovulación no es algo tan pasivo como han mostrado los resultadosde
|a investigaciónque he comentado antes;sucedetodo lo contrario. Se
ha podido comprobar que las jóvenes,incluso las que estánempareia-
das, tienden a cumplir un ritual mensual con saboresatávicos:acuden
solasa las discotecas,con poca ropa, paraballat seductoramentea la
EL CELOENTRELASHEMBMS HUMANAS?
¿EXISTE r47

vista de todos los hombres que están allí presentes.Y ellasmismas re-
conocen sentirsetentadasa responder a los requerimientosde los va-
rones que se les acercan,aunque no fuera esala intención consciente
que tenían al acudir a la discoteca.Esto es, se encuentranespecialmen-
te excitadasy seductorasaun sin ser conscientesde ello ni vetbalizaio
de esaforma.
Cuando se determinó el momento hormonal cíclico de esaschicas
se descubrió que estabanouulando.Las mujeresque se encontrabanen
las mismasdiscotecasvestidasmás comedidamente,o con sus parejas,
estabanen otros momentos del ciclo menstrual. Las diferenciaseran
estadísticamentesignificativas, iban más a1l'ádel simple azar, no suce-
día de modo casualles.Esto es:las mujeresque estánovulando no solo
se sienten más atraídaspor los hombres, más tranquilas,más eufóricas
y con más deseossexuales,sino que emiten señalesolfativasque les ha-
cen más atractivas a los oios de los varones y mantíenen comporta-
mientos visuales seductores pata aftaetlos. Algo que no sucede en
cualquierotro momento del ciclo menstrual.
Talesdescubrimientospermiten explicar conductasque hastaaho-
nhabían recibido toda suerte de razonamientossocialesy psicológicos
casi en exclusiva,sin convencernosdel todo. Ahora resulta que el fra-
caso de las campañasde información que se realizan periódicamente
sobre los adolescentespara que utilicen anticonceptivosen sus en-
cuentrossexualestambién podrían tener una explicaciónbiológica. Es
por eso que en las edadesen que las hormonas estánmás alborotadas
la Naturalezaconspiracontra ellos (los reproductoresmás fuertes y sa-
nos) haciéndolessentirsemás atraídoslos unos por los otros mediante
los olores y promoviendo err las hembras conductas diseñadaspara
atraeral macho, precisamenteen el momento de la ouulación.El perio-
do de mayor riesgo de embanzo. Y por si fuera poco, tales conductas
de proximidad y (potencial) apareamiento(me estoy refiriendo a las
citas, a la asistenciaa discotecas,etc,) suelen acontecercon más fre-
cuenciapor las tardes-noches,cuandoel semende los chicostiene ma-
yor calidadfecundadora(la eficacia del semenempeora por las maña-
\ rqq
nas)"'.
Si a ello se añadeque a estasedadeslos jóvenesse sienteninr,'ulne-
rables, valoran el riesgo como algo positivo, y se muestran excesiva-
mente optimistas en cuanto a su capacidad paru domínar la rcali-
r48

dad200201,Ia mezcla de todo esto puede resultar explosiva; y de hecho


lo es".
Estos condicionamientos biológicos explicarían también, al menos
en parte, por qué una chica se siente irresistiblementeaffaida por un
chico en un momento dado (ovulación), y cuando consigueuna cita
con él la semanasiguientelo encuentra por completo decepcionante
sin saberpor qué.
También nos aportan una explicación adicional ala queja que tan-
to repiten las mujeres menopáusicasde haberse vuelto inuisibles para
los hombres. Es posible que las arrugas resulten socialmentemenos
atfactivasen las mujeresde más de cuarentaaños que en los hombres,
y que eso les haga a ellos más indiferentesa los indiscutiblesencantos
que ellas conservan.Pero lo cierto es que esasmujeres ya no or,rrlan.
No transmiten los mensajesquímicos de la atracción.No pasanpor el
momento del ciclo en el que se sienten más receptivas a los olores del
macho. Ellas ya no mantienen esasconductas de cortejo elaboradas
para atraerlosque les induce la ovulación. Su naturalezaconspira en
contra de sus deseoscognitivosde encuentroscon los hombres.
¿Serápor esto que los hombres mayores,estén solteros,casados,
divorciados o viudos, se sienten atraídos o se vuelven a casarcon muje-
res a las que llegan a doblar la edad?
Hasta aquí los datos.
Una visión apresuradadel comportamientohumano podría confir-
mar que las hembrasde nuestraespeciecarecende <<celo>> y estánper-
manentementereceptivasal sexo, como se había venido postulando
hastaahora.Pero si bien esto es cierto en cuanto a la exhibición de sig-
nos externos de fecundidad, no lo parecetanto cuando evaluamosse-
ñalesmás sutilesy estudiamoscon mayor pulcritud el comportamiento
humano.
Aplicando la misma finura en la observación de nuestros primos,
se encuentra que tampoco les basta la atractiva coloración genital de
las hembras para sentirseseducidospor ellas. Existen investigaciones

" En España quedan embanzadas al año el 1 por 100 de las adolescentesque se


encuentran entre los quince y los diecinueve años de edad, Esos embarazos represen-
tan el 4,4 por 100 de la cifra anual total de ellos. El 39 por 700 de esosembarazosado-
lescentesfinalizaft en un aborto2ú.
¿EXISTEEL CELOENTRELASHEMBMS HUMANAS? 1,49

cuyos resultados indican que el enrojecimiento de la piel y la hincha-


zón genital de las hembras primates durante su .<celor>carecen de sig-
nificado para los machos si no van acompañadosdel correspondiente
componente olfativo (feromona) v aginal2$'204.
Todo ello demuestrahasta qué punto eran groserase insuficientes
las observacionesiniciales que pretendían diferenciar el comporta-
miento sexualde nuestrosparienteslos simiosy nosotrosmismos (mo-
nos al fin). Tanto en unos como en otros la Naturalezadispone de cier-
tas conductas de cortejo para las hembras y los machos, ademásdel
olfato, que incrementanlas oportunidades de mantener relacionesse-
xualesdurante la ovulación.Aunque en amboscasostambién se tienen
relacionessexualesfuera de esosmomentosde máximafecundidad.
Los datos referidos con anterioridad parecenmostrar que las mu-
jeres tienen <<unfreno biológico> en su disposiciónsexual durante los
días que no son fecundas,que consisteen un rechazodel olor mascu-
lino. Y solo cuando estánovulando, es decir, cuando son fecundables,
experimentanunos cambios internos que no solo les hace cambiar de
opinión sobre el olor del varón (ovulando les resulta, cuanto menos,
neutro), sino que les hace sentirsecon mayoresdeseossexuales,más
felices,más tranquilas,y les induce a elaboraruna estrategiade seduc-
ción destinadaa atraerla atenciónde los hombres.
Estos, que durante los restantesmomentos de ciclo menstrual en-
cuenran el olor femenino poco agradable,modifican su juicio durante
la ovulación, y pasaa resultadesal menos neutro. En esosmomentos
también las ven más bonitas y atractivas.Y por si fuera poco, son atraí-
dos por la actitud seductoraque ellasdespliegan.
Aquí no hablamos exactamente de <<celo>> tal y como lo muestran,
por ejemplo, nuestrasprimas las chimpancés.Pero, segúnhemosvisto,
el ciclo de la mujer, en lo que conocemoshastaahora de é1,evoluciona
de modo que tiende a unir a los sexosy a excitarlosmás justo cuando
la fecundaciónde la mujer es posible. Lo que permite intuir que existe
algún vago parecido al <<estro>>.
No está de más atende¡ como hemos hecho, a los aspectosbioló-
gicos que condicionan nuestros comportamientossexuales.Funda-
mentalmenteporque tendemosa olvidarnos de que somoscriaturasde
la Naturalezacomo las demás.Pero seríaexcesivoolvidar que también
somosseressocialesy que existenelementosculturalesque nos condi-
150

cionan igualmente.Porque la cuitura modula la biología y los compor-


tamientos primarios, a veceshasta extremos que hacen irreconocibles
susorígenesatávicos.
Por poner solo dos ejemplos.Si bien los cambiosexperimentados
por las mujeresdurante el ciclo menstrualdeterminanla aproximación
de los sexos durante la ovulación para intercambiar eventualmente
algo más que caricias,una cosa tan simple como la disponibilidad de
tiempo condiciona por completo que tales encuentrossexualestengan
lugar o no. Y tiempo no sobra en nuestra civilización, La influencia del
tiempo laboral es incluso superior al momento del ciclo en el que ellas
se encuentren2ot.

Pero lo conrrario rambién es cierlo. Dada la función relajantey ansiolíticaque tie-


ne el orgasmo, muchas parejas mantienen unos niveles de actividad sexual elevados,
que no se corresponden con sus niveles de tensión erótica real, sino que utilizan el
sexo como una forma de descargar las tensiones acumuladas a lo largo del día. El or-
gasmo siempre será mejor que el nerviosismo;y, en cualquier caso,un relajantemás
próximo, sano, barato y gratificante que el alcohol o cualquier fá¡maco ansiolítico.

El otro ejemplo que deseaba rcflejar aquí está relacionado con la


edad cada vez másjuvenil del primer coito de las chicasy con las con-
centracionesplasmáticasde testosterona.
Se ha acreditado que las mujeres que poseennivelesmás altos de
testosteronase masturban (y tienen relacionessexuales)con mayor fre-
cuencia que las que tienen tasasmás baiaszoízot'208. Pero estahormona
tiene otro papel diferente.Se ha comprobado que los índicesde testos-
terona predicen con bastanteacierto el inicio de las chicasen la cópu-
la, en el sentido de que 1ohacen con mayor precocidadlas jóvenesque
poseenconcentracionesmás altas de esahormona frente a las que tie-
nen nivelesmás bajos. Mas, sobre el sustratode precocidad que supo-
ne poseef concentracionesaltas de esahormona,.sesuperponenotros
elementosculturales que lo modulan restándoleparte del determinis-
mo que solemosatribuir a todo 1obiológico. Existe un elementocultu-
nl facílitador para buscar esaexperiencia,como es el deseode perte-
necer al grupo e iniciarseasí en la vida adulta. Y estácomprobado que
quienesson más permeablesa ese factor asimismoson más precoces
en el inicio de las relacionessexuales.Pero tambiénhay otro compo-
nentefrenador que lo aport^ la religiosidad, con su docrina de retrasar
EL CELOENTRELASHEMBMS HUMANAS?
¿EXISTE 15r

la actividad sexualhastaépocasmás madurasde la vida t4t'20e.Y de he-


cho la tetfasa,pesea que las adolescentesverbalizanla moralidad reli-
giosa como un factor disuasor que va por detrás del miedo a los em-
barazos,a las enfermedadesde transmisión sexual, a la ausenciade
oportunidadesy al temor a las sancionessociales210.
Ambos elementosculturalesmodulan, cada uno en sentido opues-
to, una tendencia biológicab determinadapor los niveles altos de tes-
tosterona2lI.

Todo ello demuestra que una visión exclusivamente zoológica del ser humano es
tan parcial como la simpiemente cultural. La tendencia general que existe en nuestfa
sociedad es sobrevalorar lo cultural y minusvalorar lo biológico, pofque ello nos per-
mite contemplarnos a nosotfos mismos como seres superiores. Así, conseguimos olvi-
dar que somos simios y que la Naturaleza ha dispuesto pafa nosoüos los mismos ele-
mentos de supervivencia,como especie,que para el resto de los seresvivos.

b El conocimiento de que los niveles de testosterona incrementan la actividad se-


xual en las chicas se ha hecho hoy muy popular. En ocasiones,estastienden a iustificar
jubilosamente su promiscuidad sexual señalando <<quetienen mucha testosterono>.Si
la hipótesis de este libro es cierta y no se modifica la actitud masculina y femenina res-
pecto a la masturbación de estas últimas, cuando se popularice la idea de que las chi
cas con más testosteronano solo copulan más, sino que también se masturban más, es-
tas deiarán de hacer referenciashumorísticas a ese estado hormonal.
7
¿ES LENTALA RESPUESTA
SEXUAL
FEMENINA?

ffi i::l:;l;:,:im;;;:::n3
,J'":;fi:'ff
Menc¡nrr¡ RrvDn¡,
segúnlasnajeres,Aguilar,Madrid, 2000,pág.83
El rr¿und.o

T
l-a lentitud es un concepto relativo,puesto que suponeponef algo en
relación con un punto de referenciaque se consideranormal o rápido.
Cuando se afirma que las mujeres tardan más en excitarse se pone
como modelo de referenciaa los hombres. Por lo tanto, si se afirma
que las mujeres son <<más lentas>>
en su respuestasexualse está decla-
rando que los hombres son <<más rápidos>.Siempreha existido la ten-
tación de considerarel patrón de respuestasexual masculino como el
normal y las alternativasfemeninascomo las desviadas.Pero lo cierto
es que ninguno de los dos sexostiene la patente de normalidad en lo
que se refiere a la sexualidad(o la tienen los dos). Y menos aún se le
puede imponer al otro el propio modelo.
Si se atiende-a los hechos, y pueden considerarsecomo tales los
hallazgosexperimentalesdisponibles hasta el momento, podrá com-
probarse que entre ambos sexosexisten más semejanzasque diferen-
cias. Cosa que se ha ido documentando en líneas anteriores.Cuando
existen disparidades,carecende ese carácterperdurable que propor-
ciona el determinismo biológico, como siempre se ha pretendido. En
t54

ellas se advierte un ffasfondo cultural que no puede pasar desapercibi-


do a poco desapasionamiento que se le ponga al tema. La antropóloga
Margaret Mead dejó a principios del siglo XX un elocuentetestimonio
de ello al describir algunos pueblos indígenas de Polinesia donde el
predominante <<rolmasculino>> en la sociedaden ejercido por las mu-
jeres; mientras que el papel pasivo lo desempeñ'aban los hombres'
Cabe añadir que esospueblos estabanconvencidosde que esa distri-
bución de roles estababiológicamente condicionaáa. Una equivoca-
ción tan emaizada entre ellos como la creencia contraria lo está en
nuestra cultura: la que entiende que el predominio del hombre sobre
la mujer es <<natural>>y estácondicionadobiológicamenre2l2.
Que las mujeres sean sexualmente<<más lentas>>quiere decir que
tardan más en excitarse, y que les cuestaun mayor esfuerzo alcanzatel
orgasmo. Son observacionesextraídasprincipalmente de la respuesta
sexualde la muier durante el coito; en el que necesitaser .,preparado>
(¿no les parecehorrible estetérmino?) hastaque se excita lo suficiente
para poder lograr por fin el clímax, con no pocas dificultades.Lo que
extrapolado más allá de la propia relación sexual ha perfilado la idea
de que una mujer no se excita con tanta facilidad ante estímuloseróti-
cos como puede ser un insinuantedesnudomasculino,una historia su-
bida de tono, una imagen sexualexplícita...,ni tampoco debe disfrutar
con ello.
Durante muchos años se ha sabido que un número mal conocido
de mujeres no alcanzabael orgasmo en el coito. Era tan frecuente que
en algún momento llegó a creerseque la frialdaá sexual era algo <<natu-
rab>entre ellas;lo que, sin duda, contribuyó de una forma determinan-
te ala leyendade que las mujeresson <dentas>>, sexualmentehablando.
A comienzos del siglo XX se estimaba que dicha <alteración>>afectaba
il.75 por 100 de la población femenina, como poco. Aunque, desde
entonces,las cifras obtenidas en sucesivasinvestigacioneshan decrecido
de forma considerable150.

Las sucesivasencuestas rcalizadassobre la población reflejan diferentes cifras de


anorgasmia con el paso del tiempo. Ello significa que no es un rasgo femenino <<natu-
raL>o biológico; porque si 1o fuera siempre se mantendría en valores más o menos es-
tables, como sucede, por ejemplo, con la tasa de glóbulos rojos en el plasma sanguí-
neo. Las diferencias encontradas permiten sostener que existen variables no biológicas
condicionando ese compoft amtento.
¿ESLENTA LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA? 55

Pónganse en la piel de sus abuelas durante un breve instante. Imagínense un con-


texto social donde estámal visto que las mujeres tengan autonomía sexualy disfruten
con el sexo <<comohacen las putasr>(eso se creía hasta no hace tanto tiempo, pese a
que las pfostitutas raramente disfrutan durante su actividad). Imagínense que un
hombre les preguntara p^raUlna encuestasi tienen orgasmosdurante el coito. ¿Cuál
creen que seríasu respuesta?Que NO.De esemodo contestaríancomo saben que van
a sef mejor aceptadassocialmentesin arriesgarsea que las considerasenunas pelan-
duscas.
Esta interpretación explicaría que las cifras de anorgasmiasen el coito estuvieran
artificialmente sobrevaloradasen el pasado.

Pareceque la cifra de mujeresanorgásmicasen el coito se sitúa ac-


tualmente en torno al30 por 10001e(tabla 1). Las mujeres que nunca
logran el orgasmodurante la cópula oscilan entre el 7 y eI 13 por 100,
según esasinvestigaciones.Si a estosvaloresse añadenlos de aquellas
otras que taravezlo alcanzan,puede inferirse que la amplitud del pro-
blema se extiende entre el 15 y el28 por 100 de la población femenina.
En España, SerranoVicéns0r1encontró un 4 por 100 de mujeres
casadasque nunca alcanzaronel orgasmo en el coito; cifra que se eleva
al 20 por 100 cuando se refiere solo a las mujeres solteras.El número
de mujeres auténticamentefrígidas que encuentraeste autoE es decir,
aquellasque no llegan al orgasmoni en el coito, ni por masturbación,
ni por cualquierotro medio, fue tan solo del0,5 por 100'

Tabla l. FnscunNcre ("/") on oRGASMoS EN EL colTo


FEMENINoS

Kinsey y cols. Hite Hunt Tavris y Sadd Horer


(1950)oo4 (7971)otn ( 1 9 7 8 )D o (1980)oo5 (1981¡o'7

Siempre/Casi siempre 45 30 53 6) 5)
A veces 27 )2 19 22
Raravez 16 22 8 1i 12
t 1
Nunca t2 29 7 7

La proporción de orgasmosen el coito aumentacon la experlencla


sexual de la mujer. Entre las españolascasadas,lo alcanzanen los pri-
meros diez díasdel matrimonio el 83 por 100; antes del primer año,
el 85 por 100; y a los quince añosya se encuentraun96 por 100 que
llegan al orgasmodurante suscópulas0r1.
r56

Por añadir más datos válidos para esta cuestión, podría señalarse
que solo la mitad (51 por 100) de las mujereslogran el orgasmoen su
primer coito, ya seansolteraso casadas.La proporción de orgasmosen
la cópula es más frecuente entre las mujeres que viven emparejadasque
entre las que viven solas (86 y 80 por 100, respectivamente),siendo una
capacidad que aumenta con la edad (19 por L00 en jóvenesmenores de
veinte años,81 por 100 entre los 20-24 años,86por 100 en las que están
entre los 25-34 años,84 por 100 entre los35-44 años de edad y 85 por
100 en las mayoresde cuarentay cinco años)017.
Como puede apreciarse,existen razonespara pensar que la anor-
gasmia femenina en el coito es una dificultad más psicosociocultural
que bíológica.El ambientepermisivo,la mejor comunicaciónentre los
sexos,la experiencia...son factoresdecisivosque influyen en su mayor
o menor prevalencia.

Tener dificultades para llegar al orgasmo durante la cópula es una queja común
entre las mujeres2lr,y Fisher2la,en su conocido estudio sobre el orgasmo femenino,
encontró que solo un 20 por 100 de ellas no necesitabanun estímulo manual del clítoris
adicional para alcanzarlodurante el coito.

A la vista de tales observaciones,la tentación de afirmar que las


mujeresson <<lentas>> es muy fuerte, cuando se adopta el patrón de res-
puestasexualmasculinocomo modelo de referencia.Pero desdela óp-
tica femenina lo que rcflejarían tales resultados es que los hombres son
demasiado<<rápidos>>, sobre todo los más jóvenes.De hecho,la idea de
que <<todos>> los hombres son eyaculadoresprecocesestámuy extendi-
da entre las señoras,a pesarde su falsedad(véasetnfra).
¿Cuál de las dos perspectivastiene ruzón? Realmente,ninguna de
las dos.
Cabúa preguntarse cómo es eso posible. ¿Acasoes falso que el
hombre no necesitapreparación para el coito (segúnse dice, se prepa-
ra solo) y alcanzael orgasmoa los dos minutos de iniciado el acto?1t0.
¿Es que las mujeresno precisanun promedio de ocho minutos de pre-
liminares más otros ocho minutos de coito, al menos, para alcanzatel
orgasmo?oot.¿Er que estos datos no confirman la lentitud femenina
(o la rapidez masculina) a la que hace referencia el epígrafe de este
capítulo?
¿ESLENTALA RESPUESTA
SEXUALFEMENINA? r57

El promedio de ocho minutos lo he calculado sobre los datos publicados por


Tavris y Sadd00t.Solo son aproximativos, pues dichas autoras utilizaron en su investi-
gación una escalade intervalos para rcalizar esa evaluación. Así, para el tiempo de pre-
paración, ellas indican que el 28 por 100 de su muestra necesitabaentre 1-5 minutos;
el 43 por 100, entre 6-10 minutos; el 20 por 100, entre 11-15 minutos, y el resto, más
tiempo, Parala duración del coito hasta el orgasmo femenino, las autoras utiliza¡on
la misma escala de intervalos temporales, y la proporción de mujeres adscritas a cada
uno de ellos fue, respectivamente:28,)7 y 20 por 100. Pero Hunt r'0 ha comunicado
otras cifras más directas:un promedio de quince minutos para los preliminares,más
otros diez en el coito; lo que subrayaríala hipótesis de la lentitud femenina (ola rapi-
dez masculina).
En cuanto a los hombres, carece de soporte empírico la frase <ellos se preparan
solos>>.Estos también necesitan su preparación para el coito. Esa es la razón por la que
solicitan a sus compañeras que les hagan esto o lo otro (como insisten las mujeres res-
pecto a sí mismas).La diferencia está en que cada cual requiere para su preparación
distintas cosas.Por eso está fuera de lugar la enunciación que hacen algunas mujeres
poco informadas: <Debería bastarle conmigo tal cual sop>, cuando el esposole requie-
re que se vista de algunamanera,o le haga cualquier otra cosa.Imagínensea un hom-
bre haciendo esamisma afirmación: <Para qué quiere que ia acaricieo le haga mimos;
debería bastarle conmigo tal como soy>. Ambos, hombres y mujeres, requieren una
preparación para \a relación sexual aunque existan diferencias en la selección del es-
tímulo que cada cual precisa al efecto.
No es posible profundizar más en este punto, pues se sale del plan general de esta
obra.

La respuesta a talespreguntas ha de ser negativa.


A pesar de las apariencias,las mujeres no son realmente<<lentas>>
en su respuestasexual. Pero esto es algo que ellas saben desde hace
mucho tiempo; de ahí su seguridaden afirmar que los <<rápidos>> son
los hombres.
Cuando ellas adoptan la postura superior en el coito (tendidasa lo
largo sobre él y con las piernas abiertas<<abrazando>> las de ellos), al-
canzan el orgasmo invariablemente con mayor facilidad y rapidez (en
apenasdos minutos) que en la posición opuesta,porque controlan me-
jor la presión pélvica sobre su clítoris y los movimientos.Si un cambio
tan sencilloprocura mayor tapidezen las mujereses que su lentitud no
es biológica, sino circunstancial.Y ello nos permite sostenerque tanto
unos como otras son rápidos en el coito; solo que la postura elegida
determinará quién salefavorecido en cuanto al tiempo necesariopara
alcanzatel orgasmo.
158

Pero existenotros argumentos.


No es <dentitud> que ante un estímulo erótico eficaz,de cualquier
tipo, las mujeresreaccionenexcitándose(humedecimientode los geni-
tales y pulsación vaginal) en 10-30 segundos,como les sucede a los
hombres06e. No se pueden considerar<<lentas>> al96 por 100 de las
mujeres que alcanzan habitualmente el orgasmo cuando se mastur-
ban01e,es decir, en proporcionesmuy superioresa las que llegan al clí-
max en el coito. No lo son cuando mediante la masturbación consi-
00a'011.
guen el orgasmoa los dos minutos, o en algo menos de cuatro

Las mujeres tardan un promedio que oscila entre dos y tfes minutos en alcanzar el
orgasmo mediante la masturbación, y sus ofgasmos suelen durar unos veinte segundos.
(Aunque parala mitaá de ellas la duración subjetivaes menor: diez segundos')21tSe-
gún Kinsey, en términos relativos, el 69 por 100 de las mujeres alcanzanel orgasmo en
cinco minuros como mucho (45 por 100 entre uno y tres minutos y otto 24 por 100 en-
tre cuatro y cinco minutos), con un 1.2por 100 que taldan más de diez. Pero, añade,hay
004.
algunas que son capacesde llegar al orgasmo en apenas quince o treinta segundos
En lo tocante a la brevedad de la actividad autoerótica femenina, también quiero
añadir una pequeña anécdota de última hora. Después de {inalizado el texto, se lo pre-
senté a una amiga para que lo leyera críticamente. Al cogerlo en sus manos, 1o miró y
sentenció con cierta guasa:<<Nosé cómo has sido capaz de escribir tantas páginas so-
bre una cosa que dura un ratito tan pequeño>>.

Definitivamente,no puede considerarselentitud a un promedio de


dos o tres minutos para obtener el orgasmodurante la masturbación2r5
o en la posición superior del coito. Y como son por lo demásresulta-
dos semejantesa los que se obtienen entre los hombres, no puede se-
guir sosteniéndoseque las mujeresseanlentas,sexualmentehablando,
salvo que le hagamosla misma atribución a los hombres' O si se desea
rcalizar la reflexión a la inversa: si ellos son <<rápidos>habrá que con-
cluir que ellas también lo son.

(No pondré como ejemplo aquelloscasosen los que la muier, sensiblementeexci-


tada por sí misma o pol una larga ausencia,requiere al hombre y lleva la <<vozcantan-
te> durante el coito. En tales situaciones,la cópula brilla por su rapidez y la vertigíno-
sa satisfacción de ambos miembros dela parcia, o al menos de la muier. En cualquier
caso. tales escenasson menos ffecuentes en la realidad que en el cine. Los encuentlos
salvajesy rápidamente orgásmicos a los que nos tiene acostumbrados el séptimo ane
un sueño,salvocircunstanciasmuy especiales')
son eso...de cine016,
¿ESLENTA LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA? 159

No puede exttañat que sabiendo esto la mitad femenina de la hu-


manidad rechace que la oüa les diga que son sexualmente<<lentas>>.
Por ello, como el problema queda así acotado en torno al coito, y
puesto que las mujeressabenque son sexualmente<<rápidas>>, es lógico
que achaquen su <<lentitud>> en la cópula ala falta de <<resistencia>>,
pe-
ricia o interés de los hombres cuando intentan estimularlas.Tal creen-
ciaha quedado fijada en la mente popular bajo las falsedades:<<nohay
mujeresfrígidas, sino hombres inexpertos>>, o <<todos los hombres son
eyaculadoresprecoces>>.
La simple mecánicadel coito parecedeterminar que los hombres y
las mujeres estén condenadosa no encontrarseplacenteramentenun-
ca; por 1o que para entendersees necesarionegociarsiempre.Lo que le
va bien a uno le va mal a la otra, y viceversa.Así, la posición tendida
con la mujer encima facllita su orgasmo,pero complica el del hombre.
La posición tendida con el hombre arriba (la posición .<delmisione-
ro>) allana su camino hacia el orgasmoy se lo obstaculizaa la mujer.
Una inroducción superficial del pene en la vagina (se entiende que
con los pubis de ambosestrechamenterelacionados)favoreceel orgas-
mo femenino, pero no el masculino.Si la inserción es más profunda él
lograú el orgasmo sin dificultad, pero no sucederálo mismo con ella.
Si el hombre hace todo lo posible para estimular con su pene la sensi-
ble pared anterior de la vagina,le procurará tn grato momento, pero
la parte más sensiblede su pene (la del frenillo), que es ventral, apenas
recibirá estímulo y su orgasmose verá complicado. Y si lo que hace él
es frotar su pene sobre la pared posterior de la vagina para conseguir
su reacciónorgásmica,entorpeceráque ella disfrute.
Tal cosa no sucederíasi las relaciones sexualesentre hombre y
mujer se negociarany no terminaran siempre e inexcusablementeen
el coito. De hecho, durante la centuria recién finalizadase ha intenta-
do desarrollaruna labor pedagógicaparu que hombres y mujeres to-
men concienciade que las relacionessexualesno se limitan a la cópu-
la. Que los llamados preliminares constituyen,por sí solos,la relación
sexual propiamente dicha, y que la culminación de esta mediante el
deseadoorgasmo puede obtenersepor cualquier medio, coito inclui-
do. Pero aún queda mucho camino por recomet paru que esta idea
arcaigueen las mentes de ambos sexos.Todavia existe un número im-
portante de personasque solo conciben las relacionessexuales<<como
160

Dios manda>, vinculadas inevitablemente al coito en la postura <<del


misionero>>.
Los círculos feministashan entendido siempre que el coito, con-
cretamenteIa introducción delpene enlavagina, es una obsesiónmascu-
lina que simboliza el dominio del macho de nuestra especiesobre las
hembras.Por eso algunosde esosgrupos se convirtieron en partidarios
de suprimir el coito en las relacionessexualesentre hombres y muje-
res, para evitar tal supremacíay la dependenciaque tenía el orgasmo
de la mujer de la actividad del varón. Quizá por eso han subrayado
siempre las dificultades femenin^s pafa alcanzarel orgasmo en la có-
pula (un hecho cierto), proponiendo como muestra de emancipación
sexual panlas mujeresotras actividadesalternativasdonde paru alcan'
zar el otgasmono fuese necesarioel pene. Concretamente,la mastur-
bación y las relacioneslesbianas.
A pesar de los excesosideológicosdel mundo femínistaen esteteffe-
no, el autor cree acertado seguir insistiendo en darle al coito el papel
que le correspondeen las relacionessexualesentre hombres y mujeres'
Esto es: una forma más,entre otrasposibles,de obtener el orgasmo gra-
tificante y reparador tras una sesión de <<hacerel amonr; entendiendo
como tal lo que tradicionalmente se han considerado los preliminares.
Sin embargo, existen datos resaltandoque la introducción del
pene en la vagina contiene elementosvoluptuosos propios, para am-
bos sexos,que sería una pena perder si se entiende demasiadoal pie
de la letra 1o de enconúar vias alternativasal coito para satisfacerlas
necesídadessexuales.Por eso, la inserción y desinserción repetidas
del pene enlavagina podría formar parte de esosllamados <<prelimi-
nares>>, dadas las sensacionesque proporcionan a ambos, Aunque
despuésuno y otro miembro de la parelaobtenga el orgasmo de otra
manera,o cambien de postura en el coito para facilitar el orgasmo de
uno y otfa.
Existen razonesmasculinasy femeninaspara pensarasí.
Los hombres obtienen sensacionesvoluptuosasdeseablescuando
el pene se encuentraen el interior de la vagina en un 99 por 100 de los
casos;es una sadsfacciónpsicológica,física,o mixta, en proporciones
aproximadamenteiguales025.Podúa reconstruirseuna frase que reco-
giera lo que sientenlos hombres cuando se encuentranen el interior
de sus parejas,sintetizandolas que ha comunicado Hite025en su libro
IES LENTA LA RESPUESTASEXUAT FEMENINA? 161

sobre la sexualidad masculina: <<Esuna suave sensaciónaterciopelada


de íntima presión, cálida,húmeda y confortable>>.
Pero no solo los hombres disfrutan con el pene en el interior de las
vaginas;tambiénle sucedea las mujeres.Su inserciónes la meta normal
de toda relación sexual,segúnafirman tres de cada cinco de ellas (62 por
100);y otro 38 por 100 (dos de cinco) sostienenque es un acto sexual
como cualquierotro. Prácticamentetodas las mujeres(97 por 100) afir-
man que les gustala incursión del pene en su interior, aunque un 28 por
100 no siempredisfruten de ello. Casi todas (95 por 100) encuentranque
la introducción del pene en Ia vaginaconstituye por sí misma un placer
sexual al que no tienen por qué renunciar. Existe un mínimo porcentaje
de mujeres (5 por 100) que afirman no sentirsepsicológicamenteestimu-
ladas cuando el pene se encuentra en su interior, y tan solo un 2 y un 4
por 100 consideranla penetracióncomo una imposición masculina,o
algo que no les agtada,respectivamente0lT'01e.
Las mujeresseñalancomo principal ruzón para desearla inserción
del pene en sus vaginas el cálido e íntimo contacto físico-afectivo que
le proporciona con susparejas,incluso sabiendoque ello no las llevará
al orgasmo. Son motivos subjetivos muy importantes y, desde luego,
nada desdeñables.Pero también existen elementosde tipo fisiológico,
más objetivos, que impulsan a tener esa disposición,aunque seanme-
nos conocidos.
En los laboratorios se ha podido comprobar que el aumento
brusco de presión en el tercio externo de la vagina se bastapor sí solo
para incrementar el flujo sanguíneo al tejido eréctil del clítoris y al
plexo venoso que rodea a la vagina, lo que incrementa la humedad
genital y las sensacioneseróticasgenitales.Una reacción que es tanto
más intensa cuanto mayor seala distensión creada de esemodo en la
vagina. Ese estímulo puede producir un bombeado sanguíneoentre
cuatro y once vecessuperior al que existe en condiciones de reposo.
Dicho aporte de sangreal clítoris es el responsablede su erección;y el
mayor aflujo sanguíneoperivaginal 1o es de la humidificación genital
femenina216.
Es precisamentela presión del glande sobre el introito vaginal,
cuando se inicia la inserción del pene, lo que produce esa reacción.
Del mismo modo que la presión sobre la cabezadel miembro masculi-
no provoca otra de aflujo sanguíneoal pene similar al descrito para el
r62

clítoris. Es un mecanismo de mantenimiento del coito dispuesto por la


Naturalezaque se autoalimenta.
También se ha podido constataruna reacciónrefleja de los múscu-
los isquiocavernososcuando aumentabruscamentela presión inttav^'
ginal y se produce una distensiónde sus paredes.Cuanto mayor es esa
presión, más intensa resulta y con más rupiáez ocurre la contracción
refleja de esos músculosotr. La rcacción de los músculos isquiocaver-
nosos presiona las raíces del clítoris, favoreciendo y manteniendo su
erección,

Lás lectoras habrán advertido algunavez que cuando practican el coito con poco
entusiasmo,solo porque les insisten sus parejas,lavagrna termina humedeciéndose
cuando el pene se introduce en ella, siempre que se haga con la debida delicadeza.La
interpretación que suele darse a tal efecto es que, a pesar de la ausenciade pasión ini-
cial, esta termina por aparecef, Pero también existe una razón fisioiógica que lo justifi-
ca, sin necesidadde que la mujer se encuentfe sexualmenteexcitada' La qrre he co-
mentado en los párrafos precedentes.
Es una reacción automática que también podría explicar los sentimientos de culpa
que sufren algunas mujeres violadas porque lubrican durante el asalto. Se sienten tur-
badas por esa reaccióngenital involuntaria. Su tendenciaes interpretarla,inadecuada-
mente, como consecuenciade una excitacíón sexual, y tienden a ocultarla. Por mucho
que se intente explicarles que tal excitación no ha tenido lugar, no se les puede con-
vencer de 10 contlario, pofque han sido testigos de esa reacción que no síempre son
capacesde verbalizar ante su terapeuta. Su íntima convicción de haberse excitado du-
rante la violación les lleva a sentirse una especie de monsmuos por haber <disfrutado,
en forma tan sutil de un acto tan violento. No suelen expfesar que sus pensamientosse
basan en esa reacción fisiológica, y los terapeutas que ignoren su existencia no sabrán
mitigar adecuadamenteel sufrimiento de estaspacientes, ni adelantarsepara expJicar-
les el verdadero significado de esa reacción.

El clítoris erecto propofciona a la mujer sensacionesvoluptuosas


por sí mismo, y facilita su estimulación; 1o que' sin duda, contribuye al
incrementode la excitaciónsexualde su portadoray a disfrutar más de
las sensaciones.No puede extfañaf,por lo tanto, que durante la mastur-
bación muchasmuieresinserten algún dedo en sus vaginaspara incre-
mentar su placer. Con ello consiguen satisfacerdos necesidadesque
surgen durante el periodo de excitación sexual:saciarla necesidadde
<<estarllenas, que se generaen la vagina alfinal del tocamiento06e, e in-
cfementar lafuerua de la erección del clítoris y las voluptuo-
sensaciones
¿ESLENTA LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA? r6)

sas que surgen mediante su estimulaci6n2r6.Todo ello sin hablar de la


estimulación de las diferentes zonaseróticas que poseela propia vagina.
Y lo mismo sucededurante el coito, solo que aquí el pene adopta
la función del dedo o de cualquier otro objeto apropiado que se utilice
atd,f:u;,.
Los lectores habrán advertido que acaba de <<deslizarse>> una in-
formación experimental que ratifica lo que muchas mujeres saben em-
píricamente,y también algunoshombres con suficienteexperiencia.
Dicho de otra forma: esos datos experimentalesdesmientenuna
afirmación tan ampliamentedifundida y repetida que.ha adquirido en
la mente popular carta de ley a pesar de su falsedad;porque si algo
muestrantaleshallazgoses que <<el tamaño del pene s/importo>.
Todos los lectores conocen hasta qué punto la presión social ha
conseguidoque algunoshombres esténtan preocupadospor el tamaño
de sus penescomo algunasmujereslo estánpor el de suspechosy sus
caderas.Tal parece que la verdadera virilidad y feminidad fuera una
cuestión de volumen en lusar de la calidad de los contenidos cosniti-
vos de cadacual.

Es frecuente considerar que las mujeres son víctimas del entorno social y que los
hombres crecen con una cierta impunidad hacia esas mismas presiones ambientales.
No es cierto, naturalmente: los hombres sufren las mismas presiones sociales aunque
tengan un signo diferente a las de las mujeres. Pero como se atribuye al sexo mascu-
lino toda actividad represora-por su papel dominante durante todos los siglospasa-
dos- se tiende a pensar, ¿ veces, que las presiones que puedan sufrir los hombres son
autoinfligidas to' y qn", de algún modo, <.selas merecen>>.Como si los niños fueran
culpables del mundo al que se les trae y las mujeres no hubieran ejercido un papel de
educadorasrelevante,como ha señaladola anropóloga Helen Fisher0lr.Todos parti-
cipamos de alguna manera en el mantenimiento de los estereotipos que hemos hereda-
do al transmitírselos a nuestros hijos; máxime si nos anclamos en la cómoda postura de
considerar que los demás son los únicos responsablesde tales prejuicios y no hacemos
algo personalmente por modificarlos.
Por eso ellos están tan condicionados por el interés general (de ambos sexos) por
el tamaño del pene, como ellas lo están por la obsesión social por el tamaño del pecho.
Puede rastrearseel interés de las chicas jóvenes por el tamaño del pene de sus com-
pañeros masculinos no solo en sus conversaciones,sino también en las ¡evistasdirigidas
al público femenino juvenil. No es difícil encontrar noticias relacionadascon ello. Léa-
se, por ejemplo, Ia página 68 del número 598 (febrero 2001) de la revista SuperPOP
(PublicacionesEkdosis. S. A.. Barcelona).
r64

Cab¡ía señalar que tal interés no es más que un reflejo del que muestfan los chicos.
Pero no debemos caer en la tentación de quedarnos solo ahí y evitar pensar' también,
en un intelés genuinamente femenino por el tema, pofque estafíamosracionalizando y
cerrando los oios ante la evidencia.

Para ellas se han desarrollado diferentes remedios protésicos, en la


lencería y mediante técnicasquirúrgicas, que apoftan el volumen desea-
do a quien se sientemenoscabadapor los donesproporcionadospor la
Naturaleza.
Los hombres, hasta ahota,no han tenido tanta suertepor las difi-
cultadesque entraña la cirugíadel pene, lo que ha impedido disponer
de solucioneseficacespara modificar las característicasde eseórgano.
Aún hoy, esteterreno estámás plagado de incertidumbres que de res-
puestas(ojo, por lo tanto, con las ofertasmilagrosas)'
Quizá por ello, con los hombres se optó por negar la mayor. Es
decir, se minimizó la importancia del tamaño del pene, puesto que
este, en el coito, careceprácticamentede papel eltcazen el estímulo
del clítoris, segúnse creía.Y se ridiculizó a quien manifestabauna preo-
cupación de esa natxaleza (aunque no se ha hecho lo mismo con la
preocupaciónde las mujerespor el tamañode su pecho; aquí también
hay sexismohembrista). Así, se ha intentado calmar las ansiedades
masculinasafirmando que como el pene cafecede cometido en el pla-
cer sexualfemenino, el tamaño no tiene importancia.Pero' como ya se
ha visto, estano es más que una verdad a medias (no estimulael clíto-
ris directamente,es cierto, pero contribuye al incremento de su sensi-
bilidad0tr'216).Y por piadosa que parczca es una necedadseguir soste-
niéndola por más tiempo, sobre todo cuando unos y otras saben que
no esuna afirmaciónveraz.
No es un secretoque durante el coito la mujer gusta sentirse<<lle-
no>. Hasta que surgieronlas investigacionescomentadasantesse creía
que era una cuestión meramente subjetiva. Pero ahora se sabe que
también tiene una base fisiológíca. Y así, cuanto más grueso sea el
pene (no más largo), mayor serála presión que eieruasobre las paredes
vaginales,por distensión,y más intensa la erección del clítoris, con el
consecuenteincremento de su capacidadorgiástical''216.Esta es la ra-
zón por |a que algunasmujeresgustande introducirse uno o dos dedos
en la vagina durante la masturbación,y por la que disfrutan intensa-
¿ESLENTA LA RESPUESTA
SEXTJALFEMENINA? 165

mente cuando el pene es insertado y desinsertadovarias veces durante


la misma cópula. Y por eso les importa el tamaño del pene; aunque a
algunasles avergüencereconocerloen público al considerarseuna opi-
nión <políticamenteincorrecta>>.
Puesto que ambos sexosdisfrutan de la introducción del pene en
lavagina, y a pesar de ello las mujeres tienen dificultades parz alcanzar
el orgasmoen el coito, tanto el sentido común como los propios sexó-
logos suelendar dos tipos de consejospara remediarlo: que el hombre
se ejerciteen el control de su orgasmopara demorarloy dat oportuni-
dad a que aparczcael femenino; y que el hombre prolongue el tiempo
del juego sexual previo para que al llegar el momenro específicodel
coito la mujer esté convenientemente excitada (me entran escalofríos
cuando leo o escribola palabta<<preparada>> en estecontexto).
Demorar el propio orgasmoes posible. Pero cuando estáen juego
la interacción con otra personala cuestión ya no es tan sencillacomo
parece a primera vista, porque hay que conjugar dos ritmos. Estos no
siempre están acompasadosen la parcja, ni siquiera son invariable-
mente los mismos en cadauno de sus miembros. Y las circunstancias
en las que se realizael intercambio sexualtampoco son siempre seme-
jantes.
La prolongación del coito por eseo cualquier otro medio exige al-
canzarun equilibrio que es complicado, pues tan problemático es no
llegar como pasarse.Y prolongar el coito o los <<preliminares>> no da
siempre los resultadosapetecidos.Hay un 18 por 100 de mujeres que
ven disminuida la intensidad de su excitación sexual siempreque se
alargael coito, a 1o que hay que añadk otro 35 por 100 que les ocurre
lo mismo A ueces,y un 15 por 100 más que les sucederarasueces.Solo
algo menos dela cuarta pane (24 por 100) de las mujeresno ven dis-
minuida su excitación sexual cuando el coito se prolonga0l7.Por eso,
esteremedio no puede considerarsede aplicaciónuniversal.
En cuanto al alargamiento del llamado juego previo, o prelimina-
res, tampoco parececlaro que mejore mucho las cosas.Cualquíeraque
haya sentido la curiosidad de informarsesobre cuestionesrelacionadas
con la sexualidadhabrá encontrado siemprela recomendaciónde demo-
rarseen los preliminarescomo forma de .<prepara>>ala mujer para el
coito; el autor mismo ha hecho esamisma recomendacióna las parejas
que le han consultado. Pero lo cierto es que cuando se compara un
t66

grupo de mujeres anorgásmicasen el coito con otras que no lo son, no


.. *.rr.rtran diferenciasestadísticamentesignificativasen el tiempo
que han dedicado al juego preliminar, ni en el que el hombre tarda en
realizarla inserción del pene217(cito datos de hace veinte años,que no
hacenmás que repetir lo que ya se encontró hace cincuenta2lsy ochen-
ta años atrisrte;a pesar de lo cual la recomendaciónde prolongar los
preliminares se ha repeddo insistentementesin crítica ni matiz alguno)'
Las diferenciassolo aparecencuando se tienen en cuenta otras varia-
bles como es el estadocivil de las mujeres estudiadas'en con6a de las
solteras,Entre estas,la anorgasmiaen todos sus coitos es cinco veces
oo>'031
más frecuenteuque la encontradaentre las casadas , qttizá porque
sus relacionessexualesseanmás esporádicaso con parejaspoco com-
pfometidas (como sucedeen los liguesmás o menosocasionales).
si bien hacer énfasis en el control orgásmico masculino y en el
ajuste de la duración de los <<preliminares>>puede ser útil para conse-
guir que las mujeresalcancenel clímax en el coito (teniendo en cuenta
Ls consideracionesprecedentes),convieneno perder de vista que esa
no es la única fuente de variación parael problema. En realidad,resul-
ta demasiadosimplista reducir la anorgasmiafemenina en el coito a
causasexclusivamentetécnicas'
Hay autoresque señalanla presenciade factorescognitivosinhibi-
dores o frenadoresentre las mujeres,que podrían estorbarsu verdade-
r a natur aleza<<tápida>>.
Desde alguna corriente del pensamiento se afftma que la anofgas-
mia femenina,o su lenta respuestaa los estímuloseróticos que le pro-
picia el hombre, sería el resultado de sus sentimientosde hostilidad,
más o menos inconscientes,frente al dominio social del varón. Sería
una forma de protestarpor ello; de herir al hombre en su vanidad' pri-
vándole del placer de ver a su compañeradisfrutando del sexo.O tam-
bién, más sencillamente,que tales sentimientoshostileslas desmotivan
en sus relacionessexuales.Esto iustificaúa que ShereHite01e,al hacer
su famosa encuestaen una población femenina muy concienciadaal
respecto (colectivosfeministas),haya encontrado proporciones supe-
riores de muieres anorgásmicasen el coito a las que comunican otras
autorasoot'017.

^ )4 y 7 por 100, respectivamente005;20 y 4 por 100, respectivamente0rr


¿ESLENTALA RXSPUESTA
SEXUALFEMENINA? 167

FisheE en su famoso estudio sobre el orgasmo femenino2la,saca


la conclusión de que 1o que realmentebloquea a las mujeresen sus re-
lacionessexualeses el temor a que los bombreslas dejenabandonadas a
su suerte durante la cópula, tras alcanzar ellos el orgasmo.Así, lo que
agaffota la natutd. <<rapidez>> sexual femenina en el coito seúa la des-
confianzaa que los hombreslas dejen ocolgadas>sin orgasmo.Ese temor
les impediría <<soltarse>>y dejarseafiastrarpor suspropias sensaciones.
Una variante complementatiade estaidea es que el deseoexplícito de
tener un orgasmo (o cualquier otra cosa) lleva siempre aparejado el
temor implícito de no lograrlo. La expectación que ello genera hace
que la mujer deje de ser actriz en la relación sexual y adopte el papel
de espectadorade sí misma, como si se contemplasedesde fuera
kr¿alcanzatáesa el orgasmo o no lo alcanzará?>>), con lo que quedará
ajenaa cualquier sensaciónvoluptuosa generadaen el cuerpo de esa
otra22o.
Hay algunos datos que confirman la tesis de Fisher. Las mujeres
que llegan al orgasmodurante el coito despuésque sus parejasmascu-
linas manifiestan sentirsemenos satisfechaspsicológicamentede esa
experienciasexual que aquellasque lo alcanzanantesque ellos2lr.Como
si el temor referido a verse<<colgadas>, adormeciesesu entusiasmo.Si-
guiendo este postulado, puede advertirsela extensión del problema si
se tiene en consideraciónque tan solo el20 por 100 de las mujeresafir-
man alcanzarel orgasmo,a menudo,antesque sus parejasmasculinas;
el 36 por 100lo logran a ueces;y m 44 por 100lo consiguenr6rauezo nunca.
Como dato complementarioque demostruúala existenciade esos
obstáculos cognitivos cabría añadir que casi la mitad (48 por 100) de
las mujeres comunican que para disfrutar durante el coito y sentír el
orgasmo necesitanresolver antes algunos bloqueos psicológicospro-
pios; aunque existe otro 27 por 100 que atribuyen sus problemas or-
gásmicosinvariablementea la parcjamasculina017.
Quizá pudiera atribuirse también esaanorgasmiaala pasividadde
la mujer durante la relación sexual,esperandoque seael hombre quien
se encarguede toda la tarea estimuladora.(Tavrisy Saddoo:contradi-
cen esta afftmaciín, pues un 87 por 100 de sus mujeres encuestadas
afirmaban llevar la parte activa de la relación sexual en, al menos, la
mitad de las ocasionesfaunque esasautorasno definieron lo que con-
siderabanser activosdurante las relacionessexualesl.)
168

Que la pasividad femenina durante la cópula también obstaculiza


el logro del orgasmoes algo que ya está calando entre las propias mu-
jeres. Algunas insisten mucho sobre ello en los líbros de divulgación
sexológicaque escriben pafa ellas016,01e.
No se insistiríaen la necesidad
de modíficar un comportamientosi previamenteno se ha tomado con-
ciencia de que este existe y es perjudicial. Volveremossobre ello más
adelante.
8
LAS MUJERES?
¿SIENTENORGASMOS

<Noi abbiamo bisogno d'incolpar senple qualcuno del


nostri danni e delle nostre sciagure.,
deechar denues-
aotrolaculpa
,,.1i:?:T::,T"T',1xd
LurcrPrn¡Nonrro(1867 -l% 6),
ll fu MattiaPascal.XIII

T T
-fl-ay que seguir trillando el terreno de las perogrulladas para com-
probar si, finalmente, resulta normal que las mujerestengan impulsos
sexualesautónomosy busquen por sí mismassu satisfacciónsin nece-
sidad de recurrir al varón si así lo desean.Ya se ha comprobado que
ellas tienen deseossexuales,que necesitansatisfacedos,que se excitan
con facilidad y que su respuestasexual es bastante úpida. Solo queda
por sabersi, una vez dispuestasa satisfacersusnecesidadessexuales,lo
consiguen alcanzandoel orgasmo. O si, por el contrario, al carecer de
esacapacidadde alivio, no tienen interés por lograrlo cuando les ape-
tece.

ANoncÁslrrcAs, MoNooRGÁsMrcAS,
MULTToRGÁsurcRs

Anorgasmia significa literalmente ausenciade orgasmos.Es una


pd,abta muy equilibrada que no prejuzga el género de a quien se apli-
que y puede referirse a al.gocircunstancial o permanente que surge en
fi0

cualquier actividad sexual solitaria o en pareja. Ni siquiera considera


que esacompañíaseauna determinadao todas.Por eso,cuando se ha-
bla de las dificultades para alcanzarel orgasmo, se prefiere hablar de
anorgasmia (o disfunción orgásmica,más técnicamente) qte de frigidez.
Seha abusadotanto en el pasado delavoz frigidez quehoy se tien-
de a arrinconar el término como se hace con un mal recuerdo,Sin em-
bargo, a nivel popular aún se resistea ser arrumbada por completo y
persiste bajola forma de un insulto. Un destino similar al que sufrió
la voz idíota que originalmente designaba a tn grado determinado de
debilidad o retraso mental y hoy se utlltza con intención ofensiva'
Perc frigidez tiene un significado mucho más profundo y demole-
dor que el término anorgasmia. La palabrafrígidez señala,en sentido
estricto, a una persona (tampoco pteiuzgagénero,aunque tradicional-
mente se aplica casi en exclusivaa la muier) que es incapazde experi-
mentaf sensacionesvoluptuosas por cualquier medio: fantasías,cari-
cias,masturbacióno intercurso sexual con otfas personas.Aparece en
personascon conflictos psíquicosy tal grado de represión de sus im-
pulsos sexualesque los inhiben masivamentehasta anularlospor com-
pleto para no sentirseamenazadospor ellos. De hecho, la anorgasmia
es más del doble de frecuenteentre las mujeresque padecenconflictos
neuróticos221, aunque en su origen también pueden encontrafseotras
causasde tipo orgánico, como algunasalteracionesendocrinológicas,
que cursancon libido cero. Convieneno pensarúnicamenteen la posi-
bilidad de causaspsicológicaso socialesen este tipo de alteraciones
cuandoaparecen,
Laideade que el estadonatural de la mujer eslafrigidez ha apare-
cido y desaparecidofecurrentementea lo largo de la historia. Elúltimo
ciclo de opinión sobre la nafitralezasexual femenina corresponde a la
época victoriana. Recuerden la afirmación de aquel catedrático de gi-
necologíaespañol,al que hice referenciaal principio de estelibro, ma-
nifestando que había llegado a creer en algún momento que la mujer
es fisiológicamente frígida y consideraba masculinoide que mostrasen
sus deseoscon determinación008. No creo que haya muchas mujeres
entre las lectoras que se sientan identificadascon esaspalabras.Y es-
pero que ya no existanhombres que las clean.
Pero comorobemos si la naturaleza femenina es realmentefrígida.
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? t71,

No, no, lectores maliciosos; rechacen el dicho popular que acaba de acudir a su
mente: <<Nohay mujeres frígidas, sino homb¡es inexpertos>>.Tal máxima reduce a la
mujer a un ser pasivo e irresponsableque no tiene nada que ver con su propio placer,
dando al hombre un papel director, de control, que ni tiene ni le corresponde. Algu-
nos hombres siguen utilizándolo como una broma (segúnse les ha enseñado),y tam-
bién Io hacen algunas mujeres empleándola como árma arrojadiza contra ellos sin te-
ner en cuentael poco airosolugar donde tal fraselas coloca (también les han enseñado
a actuar así).

En páginas anteriores se hizo referencia al número de mujeres que


erun anotgásmicasen el coito. Pero esascifras no nos sirven para de-
terminar hasta qué punto se extiende esa dificultad al conjunto de las
mujeres,porque en la cópula intervienen dos personascuyos diferen-
tes ritmos pueden entorpecerla secuencianormal del ciclo de respues-
ta sexualfemenino, y porque nos interesaconocer el número de muje-
res que no alcanzanel orgasmonunca, por ningún medio.
Pues bien: no sentir orgasmosbajo ninguna circunstanciano solo
no es la norma entre las mujeres, sino que afectasolo a un grupo redu-
cido de ellas. Las cifras vaúan de unos autores a otros y, por lo tanto,
no pueden considerarsemuy concluyentes.Serrano Vicéns0r1indicó
que él sólo había encontradoun 0,5 por 100 de mujerescompletamente
anorgásmicas.Shere Hite0le halló una proporción del 12 por 100 de
mujeresque reunieranestascaracterísticas(el 39 por 100 de las cuales
semasturbabana pesarde ello). Otras autorascomo SuzanneHorer017y
Carol Darling y cols.222sitúanla anorgasmiacompleta en torno al 10 por
100 de las mujeres, pese a la masturbación; aunque otras la colocan
en el 4 por 100r24.
Horer017comunica que un 10 por 100 de las mujeresrespondieron
que no sentíanel orgasmocuando se masturbaban,y un LL por 100 di-
jeron que tampoco lo sentíancuando eran masturbadaspor sus pare-
jas.Lamentablementeno indica si esasrespuestaspertenecena las mis-
mas personaso a grupos diferentes.Su repetición permite sospechar
que se trate de las mismas,y, además,consolidabastantela estimación
del 10 por 100 como el límite superior de frecuencia áela anorgasmia
completaen la mujer.
Estos datos permiten sostenerque las mujeres no sonfrígidas. Su
natttaleza es, al contrario, mayoritaúa y universalmente orgásmica.
Salvoque alguien estédispuestoa admitir que ese90 por 100 de muje-
t72

res que sienten orgasmospor unos métodos u otros son excepciones.


La sensatezhace pensar que una mayoríatan aplastantemafca una pau-
ta, parecedefinir más bien la rcglaentre las señoras,¿noles parece?

Estamos hablando, sin embargo, de anorgasmia, no de frigidez completa. Esta es


bastante más rara de lo que ha quedado reflejado en las líneas precedentes,aunque ig-
nofamos hasta qué punto. Establecer esa diferencia es importante porque las mujeres
anorgásmicas,a pesar de carecer de la posibilidad de aliviar sus tensiones sexualescon
la descargaque proporciona el clímax, no por eso dejan de sentilse atraídasy excita-
das por las distintas actividadessexuales,y de practicarlasellas mismasl es decir, tie-
nen capacidad voluptuosa, capacidad para disfrutar y desear una vida erífica activa22l.
Recuerden ese 39 por 100 de señorasanorgásmicasque se masturban, pese a la ausen-
cia de orgasmos,comunicadapor Hite01e.Aunque probablementeseanmás las que Io
hacen, pues se conoce la dificultad que tienen estas muieres para comunicar toda ex-
periencia propia relacionada precisamente con el clítoris (son prácticas que tienden a
ocultar) y su falta de asertividad sexual223.La mujer auténticamentefrígida carecede la
capacidad voluptuosa que hemos comprobado enla anorgísmica.

Con todo, esteno es tn descubrinaiento moderno. En plena época


victoriana, Havelock Ellis (1859-1939) 063comunicó no solo que la
masturbación femenina era una práctica habitual en todas las edades,
sino, también, que el orgasrnomúltiple era un fenómeno frecuente entre
las mujeres. Semejanteshallazgos conradecían el viejo tópico vigente
entoncessobre la aparenteanorgasmia<<natural>> femenina,e introdu-
cía Ia idea de que, muy al contrario de lo que se creía, existían -y
existen- mujeres capacesde disfrutar no solo de uno, sino de dos,
tres y más orgasmoscadavez.

Havelock H. Ellis fue un verdadero adelantado á su tiempo en la investigación se-


xológica, y hoy le debemos en este terreno mucho más que a Freud22a(quien sostuvo
hasta sus sesentay nueve años de edad que la masturbación era el origen de la neuras-
tenia y otras neurosis).
En cualquier caso,las teorías de Freud y de Krafft-Ebing"t (que encontraba la mas-
turbación en el origen de un buen número de anomalíassexuales,neurosisy psicosisgra-
ves, así como de algunos crímenespasionales)han calado muy hondo en nuestra cultura,
perdurando hasta finales del siglo XX; lo que, sin duda, ha retrasado los avancessociales
que habría supuestoadoptar las posicionesde Ellis respecto a la sexualidadhumana.

Pero sus observacionesno encontraronhueco en la mentalidad de


la época, que quizáaún no estabapreparadapara recibirlas.Entonces,
LASMUJERES?
ORGASMOS
¿SIENTEN 17J

como hoy, la gente se encontraba más dispuesta a dejarseguiar por sus


creenciasque por susconocimientos.
Más tarde, a mediadosdel siglo xx,los célebresestudiosde Kinsey
y cols.004'226,
sobre la conducta sexual de los hombres y de las mujeres
nofteamericanos(publicadosen principio en 1949 y 1953, respectiva-
mente), comunicaronque un L4 por 100 de las mujeresy un 9 por 100
de los hombres eran multiorgásmicos(de estoshombres no se ha vuel-
to a hablar desde entonces,aunque se les haya investigadoen alguna
ocasión227). Pero aquellosdatos apenasse tuvieron en cuenta dada
la fuerte polémica que levantaronotros resultadosde esasencuestasen la
entoncesmuy pacatasociedadnorteamericana.
El interéspor las mujeresmultiorgásmicasresurgióbien entradala
segundamitad de esesiglo, cuando MastersyJohnson06ecomunicaron
que algunasmujeres alcanzabanvarios orgasmossucesivosen los nu-
merososciclos de respuestasexual de los que fueron testigos.Es posi-
ble que el entramado social ya estuviera preparado para recibir esa
noticia porque a partir de entonces enraizó la idea de que todaslas mr-
jereseran potencialmentemultiorgásmicas.
Y en esosmovimientos pendularesque sufren a lo largo de la his-
toria algunasideas,los que tenemoscierta edad hemos asistido al na-
cimiento de un nuevo mito (adviertoque aquí abusobastantedel térmi-
no mito, pero lo utilizo para subrayarlo que pretendo decir). Una
leyenda que trata de impugnar lavieja idea de que la frigidez era <<na-
turab>en la mujer con los hallazgosreferidos, sobrepasándolos,y si-
tuándonos más alIá del lugar que'probablementecorresponda.Las
mujeresno solo no son anorgásmicas-señala la nueva fábula-, sino
que <<tienen más orgasmosy más fuertes>> que los hombres, en frase de
la antropólogaHelen Fisher0lr, aunque también haya sido pronuncia-
da por muchas personasmás. En definitiva, que la <<naüxaleza>> feme-
nina,lejos de ser ftígida, seríamultiorgásmica.

Quizá convenga detenerse para hacer alguna definición. Los orgasmosmúltiples


son aquellos que se obtienen en rápida sucesión con el mismo estímulo sexual durante
una única sesión; pertenecen, pues, a un solo ciclo de respuestasexual. Este concepto
es diferente al de orgasmo secuencial. Los orgasmossecuencialesson realmente varios
orgasmos obtenidos en diferentes y sucesivosciclos de respuesta sexual con estímulos
diferentes; son, por decirlo de otro modo, la resolución de distintos periodos de exci-
tación sexual obtenidos uno tras otro con algún margen de tiempo de descanso,por
174

pequeño que sea. Me atengo a la primera definición en todas las referencias que haré
de ahora en adelante al orgasmo múltiple.

Y así, si antes se señalabaal hombre como un ser de gran poten-


cial sexual,ahora se subraya1o contrario, atribuyendo semejantecapa-
cídad a la muier.
La quimera de que todaslasmujeresson multiorgásmicasno es tan
inocente como pudiera parecer a primera vista, porque genera incre-
dulidad, infelicidad y abatimiento en aquellasmujeres que no consi-
guen obtener más de uno en cada sesión,aunque sea completamente
satisfactorio.Eso les puede llevar en ocasionesa preguntarse si son
normales o les falta algo por ml causa.Es decir, nos encontramosen
una situación semejanteala de hace algunosaños,cuando las mujeres
se creíanraras potque sentíanorgasmosen un contexto social que sos-
tenía que no debían experimentarlos.Razón por la que no me parece
que esté de más intentar comprobar la verdadera extensión del fenó-
meno entre las mujeresa fin de determinaqen la medida de 1oposible,
si estasson realmentemonoorgásmicaso multiorgásmicas,puesto que
con los datos existentesen la mano ya hemos rcchazadoque sean de
naturaI ezaanorgásmica.
El orgasmomúltiple está bastanteextendido entre las muieres.
Pero no las alcanzaa todas, ni los tienen en las mismas circunstancias,
ni parece que las poblaciones femeninas multiorgásmicasy monoor-
gásmicasseaniguales.
El grupo de Darling222ha encontradoen una muestra de 805 en-
fermerasque el 4) por 100 de ellas se definían como multiorgásmicas,
mientras que un 47 por 100 decían ser monoorgásmicas.El resto,
como se ha mencionado, no alcanzanel orgasmo por ningún medio.
Otros autores228 han encontrado una cifra similar: un 39 por 100 de
multiorgásmicasentre mujeresprofesionalesde la Medicina.

Aún se desconoce si esasfrecuencias se deben a un sesgoatribuible a la profesión


que ejercen esasmujeres y a :unahipotética mayor sensibilidad hacia estos temas; o re-
vela la verdadera extensión del orgasmo múltiple entre las mujeres en general (que
puede estimarseen torno al 40 por 100). Yo personalmenteme inclino a pensar más
en esto último, pues se ha comprobado que el contacto de las mujeres con la Medicina
como profesión no modifica ni sus actitudes ni su sensibilidad respecto al sexo al com-
pararlas con sus semejantesde la población general22e'Dj,
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 115

El multiorgasmo parece menos extendido (14 por 100) entre las


mujeresque presentanalgunasdificultadesneuróticasen su personali-
Lo
dad y entre las que consultan por problemas de esterilidad22s'D1'.
que no quiere decir que las mujeres monoorgásmicasseanneuróticas;
solo que algunasde estasúltimas tienen dificultades con el orgasmo,
por lo cual el multiorgasmo es más raro entre ellas.Volveremossobre
ello más adelante.

Enre las mujeres multiorgásmicas, el 40 por 100 comunican que sus orgasmos son
sucesivamentemás intensos,el 16 por 100 que son cada vez más débiles, un 35 por
100 indican que la intensidad es variable y otro 9 por 100 no encuentran diferencias
entre los primeros y los siguientes222.

La mayoríadelas mujeresmultiorgásmicas,y sigo citando el traba-


jo de Carol Darling y cols.222, lo son ante un determinado tipo de es-
tímulo, pero no con otro. Así, el 26 por 100 de ellassolo sientenorgas-
mos múltiples durante la masturbación, un 18 por 100 los alcanzan
durante la manipulación clitorídea proporcionada por la pareia,y otro
25 por 100 en el coito. Únicamente experimentanorgasmosmúltiples
con los ües tipos de estímulosun 7 por 100. Las mujeresque siempre
son multiorgásmicasson las menos.
Ignoramos las razonesque hacen a estasmujeres más sensiblesa
unos estímulos que a otfos, del mismo modo que desconocemoslas
condicionesque permiten a unas mujeresser multiorgásmicasy a otras
no; aunque existen datos que pueden darnos algunapista. Mencionaré
222
los que revelan diferencias estadísticamentesignific ativas .
Se ha encontrado que las mujeres multiorgásmicastienen mayor
curiosidad por examinar su clítoris y son más proclives a dar y recibir
sexo oral. Se masturbanen proporcionessimilaresa las monoorgásmi-
cas,pero las mujeresmultiorgásmicasintroducen algún dedo en la va-
gina como estímulo adicional con mayor frecuencia,y les resulta más
fácil masturbarsefrotando el clítoris con los muslos. Durante la cópula
suelen colocarsedebaio del hombre o de lado en mayor medida que
las mujeres monoorgásmicas,y sienten menos escrúpulosen mastur-
barse mientras practican el coito. Quizá por eso las mujeres multior-
gásmicastienden a experimentar el orgasmo antes que sus parejasen
proporciones superioresque las monoorgásmicas(55 us. )6 por 100).
176

Además, aceptan y reciben de ellas estímulo manual y oral en sus clíto-


ris y en sus pezonescon mayor frecuencia.Las mujeresmultiorgásmi-
casutilizan en mayor medida las fantasíassexualesy se excitan en ma-
yor número con el uso de literatura y vídeosde contenido erótico.
Todo ello permite sospecharque estamos ante dos poblaciones
diferentes de mujeres. TaIes hallazgos parecen indicar que existe una
mayor tendencia erotofílica entre las mujeres multiorgásmicas,y que
tienen mayor capacidadpara disfrutar de sus sensacionescon una
variedad de estímulosque no es tan frecuente encontrar entre las que
son monoorgásmicas.No olvidemos que las mujeres cuyos genitales
responden de forma más úpida e intensa a estímulos eróticos eficaces
son las que tienen una mayor capacidadfantaseadoray mayor asertis-
mo sexualen susvidas cotidianasr$.
Aunque nuestra tendencia sea siempre explicar tales diferencias
por la ausenciade semejanzasen los modelos de socializaciónsexual
recibidos por unas y por otras (lo que nos haría caer en la tentación de
afirmar que las mujeres monoorgásmicashabrían recibido una educa-
ción más represora),lo cierto es que carecemosde datos que permitan
sostener tal afitmaciín. Al contrario, los que tenemos podrían sostener
la existenciade un soporte biológico para estadiferencia.La oxitocina,
por ejemplo, hormona relacionadamuy íntimamente con el orgasmo,
está más elevadaentre las mujeres multiorgásmicasque sientenorgas-
mos muy intensos2r2.Si a eso añadimos que la erotofilia y la mayor ac-
tividad sexualde cualquiertipo se relacionancon tasaselevadasde tes-
tosterona12r'r22,no resulta demasiadoinsensatosospechary sostener
que no todas las mujeres que quieren pueden ser multiorgásrnicas,sino
solo las que estánbiológicamentepreparadaspara ello.
Fíjenseen la coincidencia que existe entre la proporción de mujeres
multiorgásmicas(40 por 100)y el de las mujeresque respondencon ma-
yor intensidady npidez a los estímulossexualesque el promedio de los
hombres (42 por 100¡tor.Qtizá solo seauna casualidad,pero..' tal vez nos
encontremosante el mismo tipo de mujer especialmentereactivaal sexo'

Nada de lo expuesto hasta aquí sobre el orgasmomúltiple puede aplicarse en prin-


cipio a las mujeres capacesde alcanzarvarios orgasmos secuencialesen diferentes ci-
clos de respuestasexual, hasta que haya investigacionesespecíficassobre ellas que per-
mitan hacerlo. No afirmo con elio que dude de su existencia, pues hay evidencias de lo
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 177

contrario. Y se sabe que los orgasmos secuenci¿lesson posibles en la medida que la


tensión sexual no se resuelve completamente tras un orgasmo y persiste la excitación
sexual en lo que MastersyJohnson denominaron la <fasede meseta>>06e. Algunos au-
tores han encontrado en esas muieres secuencialesevidencias fisiológicas de que esa
plataforma orgásmica persiste en sus vaginas mientras no desaparezcala estimulación.
Eso seríalo que hace posible la existenciade los orgasmossecuenciales2'.Sin embar-
go, aún carecemosde datos que nos indiquen fehacientementela extensión de esta po-
sibilidad en el conjunto de las mujeres. Shere Hite presenta sus resultados de un modo
muy confuso y no es posible delimitar si sus datos se refieren a orgasmosmúltiples, se-
cuencialeso ambos alavezole.

Er oncmuo y EL <<FEMENINo>>
<<MASCULINo>>

En ocasioneses posible escuchara algunasmuieres decir que tie-


nen <<orgasmos como los de los hombres>>. Unas explosionesplacente-
ras definidas como <<unorgasmofinal que las deja exhaustase insensi-
bles a un nuevo contacto>> oo).
Este es otro de los tópicos favoritos de las últimas décadasque
pretende diferenciar los orgasmosmasculinosy los femeninos.Según
esafábula, los de ellas son menos intensos,más prolongados,difusosy
generulizadospor el cuerpo que los de ellos, más intensos,violentos
y centradosen los genitales.Aunque también se ha afirmado 1ocontra-
rio: que los <<másfuertes>> son los orgasmosfemeninos2la.
Pero los estudiosfisiológicosdel orgasmoen el hombre y la mujer
realizadospor Masters y Johnson06esolo han encontrado similitudes
entre ellos, salvo las diferenciaspropias de la anatomía de cada sexo.
El orgasmoes el alivio de una seriede tensionessexualesexperimenta-
das durante el periodo de excitacióny de tensionesmusculares,acom-
pañado de un promedio de diez contraccionesde las estructuraspélvi-
cas y genitales(con una duración, cadacontracción, de ocho décimas
de segundoen ambos sexos).Tampoco se han encontrado diferencias
endocrinológicasdurante el orgasmode los hombres y el de las muje-
res; pues en ambos casosse produce el mismo pico de secreciónde
oxitocina, que es la responsablede esascontraccionesque se experi-
mentan como vivamente placentetas2s2.
Podría afirmarseque las diferenciasa las que nos hemos referido
no son biológicas,sino personales,lo que no resulta menos importan-
178

te. Ignoramos cómo siente cada cual sus propios orgasmos;por eso,si
deseamosconocer dichas sensacionessubjetivas,no hay más remedio
que preguntar a los sujetosy obtener un pálido reflejo de susexperien-
cias a través de las palabras que emplean paru describirlas.Vance y
\Tagner2rarcalizaron esa investigaciónpidiendo a veinticuatro hom-
bres y otras tantas mujeres que describieransus orgasmospor escrito.
Los autores sustituyeron las palabras identificadoras de género por
otras neutras (pene, vagina o clítoris, por genitales;esposoo esposa,
por cónyuge, amante, etc.) y efiÚegaron esasdescripcionesa setenta
juecesde ambos sexosentre los que había ginecólogos,psicólogosy es-
tudiantes de Medicina. Ninguno de ellos fue capaz de identificar el
sexo de la personaque describíasu orgasmocon una frecuenciadistin-
ta ala esperadapor un acierto casual.Tú,eshallazgosparecenmostrar
que la vivencia subjetiva del orgasmo masculino y del femenino no se
expresacon palabrasde una forma diferenciada.O ninguno de los se-
xos sabeformularla verbalmente,o quizá ambos géneroshablen de lo
mismo.
Acaso los lectoresse creanmás sagacesque los iuecesde la investi-
gación que les acabo de comentar.Les propóngo un pequeño iuego
que ya ofrecieronantesTavrisy Sadd00t (págs.U0-171)u.Intenten des-
cifrar el sexo (H: hombre; M: mujer) de las cuatro descripcionesorgás-
micas femeninasy de las cuatro masculinasque les oftezcoa continua-
ción. Más adelante les daré la solución en una nota a pie de págína.
¡SuerteI

a) <<Amí, el orgasmo me parece una creciente oleada de emo-


ción. Primero noto una sensaciónpulsante, muy localizada,
que luego se extiende por todo mi cuerpo. Después, siento
cansancio,pero también una gran relajación.>
b) <<Elorgasmo es, simplemente,algo que me sucede.No sé ex-
plicar cómo o por qué, pero de repente experimento una in-
tensa corriente de sensación,que desaparececon la misma ra-
pidez. A menudo, quiero experimentarlamásde una vez.>>

" Quienes la tomaron, a srtvez, de Linda Rosen, que lo publicó en una revista del
grupo Playgirl (Aduisor, abtl áe 1977).
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 179

c) <<Justoantes del orgasmo me siento muy consciente de las


contraccíonesmusculares.Cuando llega el orgasmo, noto en
todo mi cuerpo una especiede explosión, y luego me hundo
en una profunda relajación,hasta el punto de que apenasme
puedo mover.r>
d) <<Laansiedad que sufro con el sexo inhibe claramente mi or-
gasmo. En ocasionesexperimento intensassensaciones,pero
en generalsiento demasiadainhibición para entregarme.Si me
siento muy a gusto con mi parcja,me es muy difícil correrme.
Me es más sencillo llegar al orgasmo cuando me masturbo.>>
e) <<Básicamente, noto un picorcillo que comienza en los genita-
les y se extiende por todo el cuerpo. A vecesme basta un or-
gasmo,mientras que en otras no resulta completamentesatis-
factorio,>>
f) <<Creoque el orgasmo está supervalorado.A vecesme cuesta
una hora excitarme por completo, y entoncesel orgasmosolo
dura unos segundos.Creo que debería aprender cómo hacer
durar más la sensacióndel orgasmo.>>
g) <<Concentro de los genita-
toda mi atención en las sensaciones
les, y cuando me corro, pierdo por completo el contacto con
lo que me rodea. Mi cuerpo se siente increíblementevivo y
parece vibrar. Después, lo único que deseo es abrazat a mi
amantey permanecerinmóvil.>>
h) <<Elmomento antes de alcanzar el orgasmo, noto caliente la
zonade los genitales.El calor se hace muy intenso y se extien-
de por mi espalday por todo el cuerpo, hastala punta de los
dedos.Aunque durante el transcursodel coito no acostumbro
a moverme mucho, al llegar al orgasmo suelo gruñir en voz
alta.r,

Un error muy común, sobre todo entre las mujeres que no tienen
la vivencia directa del fenómeno, consisteen creer que orgasmoy eyacu-
lación son sinónimos en el hombre. No hay nada más lejos de la reali-
dad. Aunque 1o usual es que ambas experiencias aparezc^nsimultá-
neamente,la verdad es que dependen de actividadesneurológicas
independientes.Además, existen condicionesespecialesen las que
puede producirse una disociaciónentre ambos fenómenos.Los orgas-
180

mos de los niños prepúberescarecende eyaculación,pues su organis-


mo aún no está maduro para elaborar semen.Muchas mujeres creen
que los niños no son capacesde experímentarorgasmoscomo las ni-
ñas porque asocian ambos fenómenos (eyaculacióny orgasmo) y no
entiendenque puedan ir por separado.Así, infieren erróneamenteque
cuando los niños no son capacesde eyaculartampoco pueden alcanzar
el orgasmo.Entre los adultos se dan condicionessingularesen las que
es posible alcanzarel orgasmo sin eyaculación,básicamentebaio la
acción de algunosfármacoso intervencionesquirúrgicas.Y ya son más
frecuenteslas eyaculacionesanhedónicas;esto es: sin orgasmo,que
muchos hombres experimentanen condicionesmás cotidianas.
El periodo refractario que acompañ.aala reacción sexual mascu-
lina se asociacon la eyaculación,no con el orgasmo(en relacióndirecta
con la edad del sujetoy en relación inversacon la habilidad de la com-
pañera).Por eso algunoshombres también son capacesde experimen-
tar orgasmosmúltiples, antes de eyacular.La capacidadparu sentir or-
gasmosmúltiples es otra diferenciaque algunosproponen como básica
entre las capacidadesorgásmicasde ambos sexos,lo que solo es relati-
vamentecierto.

Un paciente varón me refería lo siguiente: <<Yotengo varios orgasmos seguidos,


pero como no se habla mucho de eso, no sé si serán figuraciones mías. Solo me sucede
cuando me m¿sturba mi pareja; nunca de oüo modo. Noto cómo sube la excitación
progresivamente y cuando está en lo más alto siento que se disparan dos o ües orgas-
mos intensos. Después viene otro más largo acompañando alaeyaatlación, y cuando
termina estatengo uno o dos orgasmosbrevesy menos intensos.Pero para que suceda
así necesito que mi compañera mantenga el mismo estímulo con idéntico ritmo hasta
el final. Suelo ser yo el que le dice cuándo tiene que parar, porque si lo hace antes de
tiempo me esüopea la fiesta>.

Aún ignoramos la extensión real del fenómeno entre el género


masculino,simplementeporque no se ha estudiadode maneraadecua-
da. Kinsey señaló que su difusión alcanzabaal 9 por 100 de los hom-
bres adultos y a más de la mitad de los chicos preadolescentes
con ex-
perienciaorgásmica(con cinco o más orgasmosen rápida sucesión)226.
Pero puede ser mayo! quíén sabe. Después de todo, cuando Kinsey
comunicó la extensiónde esefenómeno entre las mujeres arrojó cifras
menores de las que se encuentran actualmenteentre ellas;por lo que
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 181

cabúa esperar que la proporción de hombres que tienen orgasmos


múltiples también seamás alta.Pero esto es una mera suposición.

Kinsey y cols.226encontraron que el número de hombres que experimentabanorgas-


mos múltiples disminuía con la edad. Así, comunicaron que aparecíaen el 56 por 100
de los preadolescentescon experiencia orgásmica, en el 20 por 100 de los adolescentes
menores de quince años, en el 15 por 100 de los que se encontraban entre los dieciséis
y los veinte años, descendíaa|9 por 100 entre los veintiséisy treinta años,y declinaba
paulatinamentea mayor edad, hasta quedar reducido a un 4 por 100 entre los suietos
que se encuentran entre los cincuenta y los sesentaaños.

ShereHiteo2tha comunicadoque un 40 por 100 de los hombres


encuestadospor ella manifestaronque tenían más de un orgasmo en
sus relacionessexuales.Pero esa cifra no nos resulta muy orientativa,
pues la autora no se detienea explicar a qué tipo de experienciaorgás-
mica múltiple se refiere.Por el contexto de la encuestaparcceinferirse
que esosdatos aluden, más bien, a orgasmossecuenciales. Pero es una
interpretación mia.
Resultasorprendenteque estaautora haya recogido en su texto algu-
nas descripcionessubjetivasde orgasmosmultiples masculinospero no
los haya reflejado en sus tablas estadísticas.Creo que era importante se-
ñalar la frecuenciade estaexperienciaen el conjunto de los hombres que
respondieron a su encuesta,ya se trate de algo que apareceen un exiguo
número de ellos, como se cree,o de una forma más frecuente de lo espe-
rado. Sorprende,sobretodo, porquela autorudisponíade esosdatos02t.
Ateniéndonos a las aportacionesdel grupo de Kinsey226,lapro-
porción de mujeres multiorgásmicasse mantiene establea lo largo de
lavida (14 por 100), mientras que entre los hombres -y aquí estála
diferencia- disminuye progresivamente,quedando reducida al4 por
100 entre los que tienen cincuentay seisy sesentaaños de edad. La di-
ferenciaparece relacionarse,más que con la capacidadorgásmica,con
los condicionamientosfisiológicosque los años inducen en la próstata
y en la eyaculación. .

Algunos corresponsalesmasculinos de Hite describieron así sus orgasmos múlti


pleso2t(págs.47 6-477):
<<Tengodos tipos de orgasmos.El primero es el que yo llamo "orgasmo seco", que
consiste en una agradable sucesión de espasmoso conffacciones musculares de la re-
t82

gión pélvica, principalmente en la región inguinal y el pene, pero sin eyaculación. Al


segundotipo lo llamo orgasmohúmedo u orgasmocon eyaculación'Despuésdel "or-
gasmohúmedo",la excitaciónsuelebaiar a cero>>.
<Yo he tenido un orgasmo diferente, que es como una larga serie de orgasmos
muy pequeños, sin eyaculación, que puede prolongarse de uno a quince minutos y ter-
mina cuando decido acabar y buscar el orgasmo final, con eyaculación'>
<<...Una de las formas de conseguirlo consiste en retirar el estímulo una f¡acción
de segundo antes del orgasmo. Cuando esto funciona, la eyaculación es apenas unas
gotas,acompañadade varias contracciones"secas".Entonces no hay dificultad en te-
ner otro orgasmoa los pocos momentos.>>
<<...He averiguado que puedo tener varios de ellos [orgasmos] con algunos minu-
tos de intervalo, enlazadospor periodos de extrema excitación, y ahora estoy plena-
mente convencido de que la idea de que "pobrecitos los hombres; solo tienen un or-
gasmo" es tn tnito.>>

Así pues, hay razonespara pensar que no existe realmenteun or-


gasmomasculinoy otfo femenino, sino que tanto unos como otros ex-
perimentan el mismo tipo de vivencia. Hombres y mujeres notan las
mismascontraccionesdurante el orgasmo (unos las asimilancon el fe-
nómeno paralelo de la eyaculacióny otras con el de estremecimiento
vaginal); estasestán ocasionadasfisiológicamentepor los mismos pa-
trones bioquímicos, y se perciben subietivamentede un modo similar.
No parece,pues,que la experienciaorgásmicatengagénero'

Er onc¡sl,to cLIToRiDEo Y EL vAGINAL

He aquí offo de los mitos que han dominado todo el siglo >ü gra-
cias ala influencia que ejerció sobre la sociedadla doctrina psicoanali
tica reveladapor Freud22a.Desde que él lo formulara así,es frecuente
encontrar en algunaliteratura sexológicalos ..argumentos>> psicoanalí-
ticos que pretenden sostener la existencia de <<ambas>> experiencias
orgásmicas.Sin embargo,no estaríade más indicar que semejantepo-
lémica no existíahasta que Freud la originó. Antes de é1,se sabíaque
todos los orgasmosfemeninosdependíandel clítoris2)5.Oúa cosabien
distinta es que ambién se creyeraque este se pudiera estimular ade-
cuadamentedurante el coito vaginal.
Quizápueda ser útil hacer un breve resumen de la doctrina psicoa-
na\ítica sobre el desarrollo sexual humano para comprender mejor
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 183

cómo ha anaigado durante el siglo xx la creencia en el orgasmo vagi-


nal tanto entre la población general como espectalizada. Conviene se-
ñalar que la ideapsicoanalíticalleva implícito la asunciónde que la có-
pula vaginales la única actividad sexualhumana madura'
Freud dividió ese desarrolloen tres periodos: el propiamente <<in-
fantib> (subdividido a su vez en las etapasoral, anal y fálica), que termi-
naría a los siete años de edad; el llamado <<periodode latencia>, que
acaeceentre los sietey los doce años;y, finalmente,el tercer periodo o
<<puberal>>,situado entre los doce y los catorce años de edad, donde
tanto la genitalidad como la orientación sexual se desplazaríande una
misma hacia otras personas.
Durante la fasefálica del primer periodo, los niños y las niñas jue-
gan con su pene y con su clítoris para obtener así sus primeras recom-
pensaseróticasgenitales.Estasactividadespueden ser simplementelú-
dicas o exploratorias,pero también pueden conducir deliberadamente
al orgasmo,y de hecho así sucedeen un buen número de ocasiones.
Como se repetirá más abaio,para Freud, las niñas ignoran por comple-
to a su vagina durante este periodo y centran su interés genital exclusi-
vamente en el clítoris.
En estaetapa surgeel complejo de Edipo, con susfantasíassexua-
les orientadashacia la madre y los sentimientosde hostilidad canaliza-
dos hacia el padre, en los chicos;y lo mismo, pero orientado hacia los
progenitorescontrarios,para las chicas.
Durante este periodo infantil, niños y niñas hacen un descubri-
miento sorprendenteque cada cual interpreta a su modo: estánhechos
de forma diferente; los niños tienen pene y las niñas no. Observen
cómo formula estedescubrimientola doctrina psicoanalítica:no cons-
tata que los niños tengan pene y las niñas vulva, sino que unos tienen
algo que a las oras les falta: el pene (se podría haber descrito en el
sentido contrario: que los niños carecende vulva y en su lugar les ha
crecidoun pene).
El niño cree así que la niña ha perdido su pene, interpretándolo
con la presunción de que ha sido castigadapor albergarlos sentimien-
tos hostiles que é1mismo siente hacia el padre y las f.antasíassexuales
que proyectasobre su madre, sobre todo mientrasse masturba' En de-
finitiva, piensa que la niña ha sido emasculadapor cobijar tales senti-
mientos reprochables. Surge así la angustia o el temof a Ia castración
1,84

como el motor que le impulsará a abanáonar tales fantasíasy la con-


ducta autoeróticaacompañante,entrando en el <<periodode latencia>
que llevaría emparejadoun desinteréssexualhastala llegadade la pu-
bertad.
A las niñas les sucedeotro tanto -siempre según Freud-, pero
bajo Ia perspectiva que le da su condición femenina. Ellas también
creen que les falta el pene al observara los niños, lo que las lleva a en-
vidiarles por disponer de algo de 1o que ellas carecen (la envidia del
pene). Como culpan a la madre de tal carencia comienzan a experi-
mentdr fuertes sentimientos de hostilidadhacia ella y así desplazarán
su objeto amorosohacia el padre, de quien esperanno solo afecto,sino,
también, que repare ese<<desperfecto>> y les proporcione un pene o un
hijo que lo sustituya.Mientras eso sucede,su actividad masturbatoria
se centra en exclusivaen el clítoris e ignoran olímpicamente alavagi-
na. Pero cada vez que se masturban no pueden menos que palpar la
evidenciade carecerde pene; el órgano que utilizan para sus fines au-
toeróticosno deja de ser tan solo un falo rudimentario, segúnestateo-
úa. Así,al tomar concienciade tal ausenciade una forma tan cotidiana
y rciteruda,se sientenprofundamente heridas en su narcisismo,y co-
mienzan a alberyar fuertes sentimientos hostiles haciala masturbación
por ser el acto que les muestra su inferioridadfálica. Eso, y el temor a
que sus padres dejen de quererlaspor los sentimientosque albergan
hacia ellos, las lleva también a abandonartales fantasíasy la conducta
autoerótica acompañante,entrando así en el <<periodode latencia>,
con el mencionado desinteréspor las cosasque se refieren a la sexua-
lidad.
Según creía equivocadamenteFreud, la aftenta que sienten las chi-
cas por no disponer de pene (la <herida narcisista>>) favorece que
abandonen la masturbación clitorídea (que el psicoanálisisconsidera
masculinoide)con mayor facilidad que los chicos; pues estos,al con-
trario, se sientenorgullososde suspenes.
La entrada en el periodo de latencia resuelveel complejo de Edipo
y se destina a la configuración de una superestructurarepresora que
permite a los niños de ambos sexosintegrarsesocialmente.Se trata del
super-Yo: una combinación de normas de conducta, prohibiciones y
anuenciasque proporciona la concienciade lo que estábien y lo que
estámal fomentadapor los padresy e1entorno social.
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 185

Finalmente, durante la pubertad vuelve a surgir el impulso y el in-


terés sexuales,lo que en las niñas supone reconducir la sensibilidad
erítica que estaba localizada en el odiado clítoris haciala vagina. Así,
las chicasorientaríansu sexualidadhacia un objeto externo y una fina-
lidad concretaque seríael coito. Con ello, la mujer psíquicamentema-
dura abandonarála estimulaciónde su clítoris y será capazde experi-
mentar los placeres que este le proporcionaba mediante el estímulo
pasivo de la vagina.En palabrasescritaspor una muier psicoanalista:
<Todoslos niños sanos[de ambos sexos] se masturban.En cambio, la
masturbación fálica de la niña debe sucumbh, para que se convierta en
una verdadera mujer. Y lavagina de la muier, erotizadaen el momento
de la pubertad, debe aceptarla esperapasiva del pene masculino que
vendrá a despertarlo>(la cursivaes de la autora citada)100.
Que la niña descubra el orgasmo mediante el estímulo del clíto-
ris antes de disfrutar de los vaginalestendría consecuenciasnefastas,se-
gún afirmaba en 1949 la mencionadapsicoanalista.En efecto, Marie
Bonaparte(bisnietadel Emperadorfrancés)escribe:<<... la niña predesti-
nadaa convertirseen una verdaderamuier debería abandonarla mastur-
bación clitoridiana antesde haber conseguidoel placer terminal, el or-
gasmo,entrando asíen el periodo de latenciacon el recuerdoexclusivo
del insuficienteplacerpreliminan>too(pág.66) que le otorgabael clítoris.
En caso contrario, quedaría frjada a su clítoris de adulta, con lo que su
sexualidad permaneceríainfantil e inmadura de por vida; no sería una
<<verdadera mujen>.Esta autora compara eseperiodo de latencia de la
niña <<normaL>, camino de la madurez psíquica (simbolizadapor la eroti-
zación vaginal), con la princesa del cuento La Bella Durmiente del bos-
que.Esta, herida en el dedo culpable como castigopor masturbarse,se
sume en un profundo sueñoy esperalalTegadadel Príncipe (un hombre)
que la despertará(vaginalmente)en el coito posterior al himeneo.<<Esta
sería-concluye- la evolución ideal de la muchacha en nuestra socie-
dad.>El excesode masturbaciónclitorianay, sobretodo, lograr el orgas-
mo mediante esaprácticalafrjaú de forma permanenteen el clítoris y
obstaculizarásu adaptaciónerótico-vaginal. En definitiva, se convertirá
en una mujer clitoriana, sinónimo de inmadura, de masculinoide..., de
neurótica (y carne de cañón psicoanalítico).Quedaba implantada asíla
idea de que existendos orgasmos,el clitoriano y el vaginal;de los cuales
solo esteúltimo seríaelúnico madunopatatoda muier adulta.
186

Pese a todo, muy pronto surgieron voces conüaúas a esaforma de


pensar del creador del psicoanálisis.Karen Horney, psicoanalistaella
misma, se opuso en su trabajo La negaciónde la uagina, publicado
en I9)), ala ideafreudiana de que la vaginapermanecieratan silencio-
sa hasta que las niñ,asalcanzasenla pubertad. Permítanme utilizar sus
propias palabras:<<yadesdeel principio lavagina desempeñasu papel
sexualpropio>>,pues <<las sensacionesgenitalesespontáneasque resul-
tan de una excitación sexualgeneralse localizan con mayor frecuencia
en la vagina>,si bien <<enla masturbacióngenital manual se suelepre-
ferir el clítoris alavagina>>"u(págs.174-I75). Cualquierade las lecto-
ras será capaz de recordar sus propias reaccionesvaginalesespontá-
neas surgidasmediante la fantasia,laslecturas o la contemplación de
escenaseróticasa temprana edad. Tales sensacionesdan a entender a
la n1ñaque su vagina desempeñaun rol sexual específico desde muy
temprana edad, .<yseríadifícil justificar una envidia primaria del pene
de la intensidad que Freud postula>216.
Y no solo se trata de eso, añaáela autota. Es que lavagina no per-
manece en absoluto silenciosae ignorada durante la infancia como
postula el psicoanálisis.Las niñas la conocen muy bien, pues no se li-
mitan a estimular el clítoris durante sus prácticasautoeróticaso en sus
juegos genitales:<<...Iainformación que ocasionalmentenos suminis-
tran ginecólogosy pediatrasinteresadosen la psicologiaindica que, en
los primeros años de la infancia, la masturbaciónvaginales por lo me-
nos tan corriente como la clitoriana. Los diversos datos que dan pie a
esta impresión son: la observaciónfrecuente de indicios de irritación
vaginal, tales como enrojecimiento y secreciónanormal; la introduc-
ción relativamentefrecuente de cuerpos extraños en la vagina y, por
último, las quejasbastantecomunesde las madresporque sus niñas se
meten los dedos enlavagina>>236.

Una mujer que no confiesa su edad escribía lo siguiente de su infancia: <<Recuerdo


que, a los seis o siete años [de edad] , íbamos a Ia playa a las seis de la mañana para evi-
tar el tráfico [...] Esperaba con ansia la llegada de la noche para poder masturbarme y
lohaúa todas las noches,a pesar de haberme prometido a mí misma no hacerlo nunca
más. En cuanto descubrilalocalización de mi vagina, empecé a introducirle cosas.
Unavez se me perdió [dentro] un pasador del cabello, pero acabó saliendo, con gran
alivio por mi parte. Estaba convencida de que era mala sin remedio>>2r7 (pág. 1'26).
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 187

¡Cuán actuales suenan estasobservaciones realizadaspor Horney


en el primer tercio del siglo xx, ahora que padres y madres estamos
más sensibilizadosy observamosmejor el desarrollo de nuestrosreto-
ñosl En otra parte de estelibro se hace referenciaa los cuerposextra-
ños que actualmentese encuentranen las vaginasde jóvenespúberesy
prepúberes como resultado de accidentesacontecidosdurante las
por 1oque no insistiré so-
prácticasmasturbatoriasvaginales2)8'23e'240'24r,
bre ello aquí.

Respecto a la <envidia del pene> referida por Freud, solo puede entenderse hoy
desde una perspectiva muy simbólica, como una metáfora. Es decir, que las mujeres de
la época victoriana envidiasen lá posición social masculinay td, sentimiento pudiera
representafse con esa frase. Pero si alguien quiere centrarse literalmente en la expre-
sión <envidia del penen no tiene más que escuchar a las mujeres para comprender su
verdadero alcance. Lo que estas parecen envidiar realmente de1 pene no tiene mucho
que ver con el sexo, ni con la estética,ni con la masculinidad. Más bien les interesarían
dos cosas:su utilidad para orinar en cualquier lugar sin mancharse ni exponer ninguna
otra parte an fómic a la vista ajena (es práctico), y que con él los hombres están muy
<<biencerrados>> por abí abajo2r6,con lo que se líbran de las humedadescotidianas,Ias
irritaciones e infecciones inoportunas, y no están pendientes de sus secrecionesregula-
res \es limpio\.
En cualquier caso,lo que verdaderamente envidian algunas muieres es el tamaño y
la belleza del pecho de sus congéneres.Una envidia que puede llegar a ser enfermiza.
Y el deterioro de la autoimagen que ocasiona dicha desazón puede ser de tal calibre
que induce a esasmujeres atflizat postizos (de corsetería o quirúrgicos) para obtener
los pechos deseados.La envidia del pene es, más bien, algo que afecta a una parte de
la población masculina, en el mismo sentido que las mujeres pueden envidiar el pecho
de susvecinas.

De modo que la vaginano es tan silenciosaen la infancia como de-


cía Freud. Por ello no se requiere el traslado de ninguna sensibilidad
erótica en la pubertad, pues yalatiene desdelaniñez. Ambas sensibili-
dadescoexisten,si bien es necesarioque la prácticay la edad, la expe-
riencia en definitiva, las desarrollen plenamente06l.
Solo en este contexto donde se creía en la existenciade dos tipos
de orgasmos en la mujer pudo darse crédito a la existencia del
punto G, al que se le atribuyó la responsabilidadde los llamadosorgas-
mos vaginales.Su fantasmalexistenciaconviene a quienesaún postu-
lan la existenciade los dos orgasmosfemeninos,y creen en la preemi-
188

nencia del coito sobre cualquier otra actividad sexual.No insistiré más
sobre estetema, pues ya se ha desarrolladobajo el epígrafecorrespon-
diente.
Existe, no obstante,un buen número de mujeres (64 por 100) que
afirmansentirsemuy próximas al orgasmocuando se estimulandigital-
mente la pared anterior de la vagina057. Recordaránque sueleincluirse
bajo ese concepto no solo a la pared vaginalanterior propiamente di-
cha, sino también fuera de esta,al introito vulvar, el meato urinario y
al clítoris mismo 057'058.
Pesea que las observacionesreferidasestánrea-
lizadassobre experienciasmasturbatoríasvaginales,las lectoras saben
lo difícil que resulta estimular la vagina con los dedos sin hacer lo mis-
mo con el clítoris, aunque sea indirectamente. Es frecuente que la
palma de la mano o la muñeca reposensobre el clítoris durante esaac-
tividad. Lo raro esintroducir los dedos en la vaginasin eseapoyo, aun-
que pueda hacerseen la realidad.De modo que esasobservacionespa-
recen corresponder,más bien, a estímulossimultáneosde ambaszonas
eróticas, incluyendo el principal <<gatillo>>orgásmico femenino que es
el clítoris,
Se puede hacer esta afirmación porque sabemosque la masturba-
ción exclusivamentevaginal es algo muy poco extendido entre las se-
ñoras01e. La granmayoria de las mujeres adultasprefieren estimular el
clítoris para obtener el orgasmoporque resulta más eficaz228. Muchas
de ellas refieren que los orgasmosconseguidosmediante el estímulo
del clítoris en la masturbaciónson más intensosque los proporciona-
dos por el coitoo1e.Tal evidenciahaalimentado la creenciaen los dos
tipos de orgasmos.Pero lo cierto es que esaexperienciano refleja más
que el estímulo del clítoris es más directo en la masturbacióny, por lo
tanto, proporciona sensaciones más intensasque durante el coito, don-
de su estimulación es más indirecta, cuando existe, desencadenando
reaccionesmás vagasy menos intensas.Eso no quiere decir que tales
orgasmos(algunosno dudarían en denominarlos<<vaginales>>) no sean
deseables;su intensidad puede ser menor, pero íncorpora otras sensa-
ciones como el calor humano y la intimidad con la pareiaque no pro-
porciona la masturbacióno1e.
Prácticamente todas las mujeres adultas prefieren estimular el clí-
toris para obtener con facilidad sus orgasmos.Si siguiéramosla termi-
nología psicoanalítica,eso quiere decir que son <<clitorianas>>.Pero eti-
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 189

quetarlas a todas ellas de inmaduras por tal cosa resulta abusivo, por
mucho que pueda gustar a algunoshombres pensar que todas las mu-
jereslo son. A mí me pareceque esainmensa mayoríade mujeres<<cli-
torianas>> estánmarcando,más bien, la pauta de la normalidad, pues el
principal órgano del placer femenino es el clítoris (más la pared ante-
rior de lavagina como elementocoadyuvante).Dicho de otro modo: si
la mujer adulta es clitoriana con carácteruniversal,seráporque esoes
lo normal entre ellas;y si la teoría psicoanaliticano se ajusta a la evi-
dencia de los hechos...seráporque es falsa.La consrucción de los edi-
ficios (teorías)comienzapor los cimientos (los hechos),no por el teja-
do (una idea preconcebida).

Creer en la dualidad orgásmica femenina y asumir que la vaginal es la verdadera-


mente m¿dura consigue que muchas mujeres aún tengan el temor a que su hábito mas-
turbador (clitorídeo) deteriore su vida sexual (vaginal) poste¡ior; en ocasiones,tal
aprensiónse expresade forma muy consciente.Shere Hiteole y SuzanneHorer017nos
han proporcionado algunos testimonios que reflejan ese desasosiego,entre otras auto-
ras, y traigo aquí algunos de ellos por su carácter ilustrativo:
<Supongo que había aprendido a sentir orgasmosestimulada clitorídeamente y
que no podía alcanzarlo mismo vagínalmente>01e (pág. 181).
<<Me pregunto si no llegaré al orgasmo con el pene en mi vagina por haberme mas-
turbado de joven muy a menudo>017 (pág. 107).
<<Haceunos años leí Sexuithout fea4, quedándome muy desalentadaal enterarme
de que los orgasmosclitorídeosson la característicapor excelenciade la sexualidadin-
madura, y que únicamentelos orgasmosvaginalesevidenciana la mujer madura. Estu-
ve pensando en eso durante años, pero, al cabo de cierto tiempo, me dije: "Bueno ¿y
qué? Soy una mujer inmadura, pero gozo lo mismo que cualquier otra">>01e (pág. I79).
Obviamente, ninguna de estas mujeres es inmadura por masturbarse mediante el
estímulo del clítoris; si tienen problemasen sus relacionessexualesno es por esacausa.

Permítanmecitar unas palabrasescritasal respecto,a finales de los


años sesentadel sigloxx, por un psiquiatru alemánmuy respetadoy
conocido: <<[esuna afirmación inexacta] que una mujer con orgasmo
predominante o exclusivamenteclitorídeo presenteretardación o re-
gresión neurótica respectoa otnacon orgasmo vaginal "normal". No
puede hablarseen absoluto de que el lugar de máxima excitabilidad
emigre del clítoris alavagina en paralelismocon una hipotética madu-
ración psicosexual,ni de que el tipo de mujer con excitabilidad predo-
minantementeclitorídea tenga un "tfastorno neurótico" y sea,por
190

ejemplo, "homosexual latente". También esta afirmación se ^cepta


como un "hecho" sin responderaIarealidad>>242 (pág'203).
Respectoal <<periodode latencio>,solo cabe señalarque es otra in-
vención freudiana sin fundamento alguno a la vista de los conocimien-
tos actuales.Es un ejemplo más de cómo se elaboran teorías que no
<<encajan>> en la realidad observada.Lo que nos lleva a concluir que
tales teorías son erróneas,pues no explican lo que realmentepreten-
den comprender.
No siempre es fácil determinar cuándo se inicia el interés sexual
de las personas,porque aparecetan temprano que se olvida con cierta
frecuencia.A pesar de ello, solicito a los lectoresque hagan el mabajo
de evocarsus doce años de edad (el final supuestoparz el <periodo de
A poco que se esfuercenrecordaránel interés que sintieron
latencia>>).
por <<lascosasdel sexo>> en los años anterioresa ese límite temporal;
curiosidad que se incrementó en los años posteriores.Recordarán,por
centfafnos en las mujeres, las conversacionesentre amigas sobre las
técnicasdel coito, cómo besar,la misteriosay escasamente comprendi-
da erección del pene de los chicos, su inquietud por el significado,sin
duda sexual,de algunaspalabrasque escuchabanen labios de estoso
de los adultos y que no siempre entendíanbien, su interés por chicos
concfetos,sus primeras ensoñaciones(bastantemenos inocentesde lo
que creen algunosadultos),sussensaciones eróticas,etc'

Recojo aquí dos testimonios, entre los muchos que podrían haberse elegido, de
dos muierescon más de cincuentaañosde edad:
<<Soiotenía diez años cuando sentí la necesidad lde masturbarme], y, como tenía
que hacerlo, 1o hice a menudo... pero siempre con un gran sentimientode culpa. Me
parecía que todos me lo veían escrito en la cara. Cadatanto lo he hecho, durante toda
mi vida, cuando la vida sexual de mi matrimonio no me satisfacía-como ahora- y
todauía me hace sentir mal, aun viviendo en California donde se supone que todos son
muy libres>>lto (pá9. 129).
<<Yaen mi más tierna infancia, yohabía tenido plena conciencia de mi sexualidad.
A pesar de los severos reproches victorianos de mí abuela la vez que me sorprendió
,,jugando
conmigo misma", no me amilané,seguímasrurbándomedurante toda mi in-
fanciay jamás he dejado de hacerlo ldesde entonces]>>2)i(pág' 195)'

La masturbaciónrepresentala primera actiuidad sexual infantojuue-


nil, antes de iniciarse la uida sexual adulta.Enl'l:e una y dos de cadacua-
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 191

tro mujercs recuerdan que la edad de inicio de estapráctica (clitorídea,


por supuesto)se situó entre los cinco y los quince añosde edad0u'017'03r'243
(aunque Kinsey00a haya referido que comienzan a masturbarseentre
los sietey doce años un 16 por 100 en sus infrarrepresentativosdatos
sobre la sexualidadfemenina).Más aún: enre las chicaspreadolescen-
tes de Samoa,una cultura muy diferente ala nuestra,la masturbación
se inicia y se mantiene sin interrupción desde los seiso siete años de
edad2aa . Época imposible parz Ia ortodoxia psicoanalistacuando insis-
te que entre los 7 -I2 años no existe un interés sexual relevante en el
desarrollo de la sexualidadhumana y la actividad autoeróticainfantil
se abandonahastalallegadade la pubertad. Y en estasinvestigaciones
estamoshablando de prácticasmasturbatoriasgenuinas,tal y como las
entendemoslos adultos, no las meras exploracioneslúdicas infantiles
de susgenitales.
Pero si dejamosde referirnos a la masturbacióny nos limitamos a
considerar solo 1o que podríamos denominar <<sensaciones genitales
inequívocamente sexuales>>, fueran seguidaso no de actividades enca-
minadashaciala obtención del orgasmo,lascifrasno dejande ser igual-
mente reveladoras.Algunos autoreshan encontradoque un 46 por 100
de las mujeres (algo más de dos de cada cinco) tuvieron esassensacio-
nes antesde los catorce años2at.Y antesde los doce años,el final del
supuestoperiodo de latencia,recuerdanhaberlassentido al menos una
de cadatres mujeres(30 por 100)004.
Y he citado investigacionespublicadasen 1929y 1953,cuando las
mujeresse sentíanmás avergonzadasque ahora en admitir experimen-
tar sensacionesde esetipo a tan tempr ana edad. La realidad puede re-
sultar mucho más demoledora,
Si tenemos sospechasde que la memoria puede jugar malas pa-
sadasy desconfiamosde los testimonios adultos, ¿podremos fiarnos
de las observacionesque hacenlas madressobre la conducta sexualde
suspequeñashijas?Cuando seles pregunta por ello, las mamásrevelan
datos que muestran que la sexualidad,tal y como la entendemoslos
adultos,se despiertaa las mismastempranasedadesque algunasmuje-
res recuerdande adultas.
La masturbaciónmanualyla rcalizadafrotando el clítoris con ju-
gueteses observadapor las madres en el22 por 100 de las niñas que
tienen entre dos y cinco años de edad (algo más de una niña de cada
r92

cinco); la observación desciendeen las niñas de entre seisy nueve años


(8 por 100), para volver a subir (12 por 100) en el grupo de edades
comprendidasentre diezy doce años.
Si nos referimos tan solo a la manipulación de la vulva en casasin
rcalizar movimientos claramente masturbatorios, las cifras suben, pues
esa conducta se observa en los grupos de edadesmencionadosen el
44,2I y 12 por L00, respectivamente2a6. El llamado periodo de latencia
es menos inocente desde el punto de vista sexual de lo que insistenen
afirmar los psicoanalistas.
El descensoprogresivo que se aprecia en las observacionesrcaliza-
das por esasmadres no se correspondecon ninguna disminución real
de la frecuencia de tales actividades,sino a un meior maneio del arte de
la ocultación por parte de esasniñas, pues ya sabenlo que los adultos
estándispuestosa permitir y lo que no. Prueba de ello es que a pesar
del sucesivoincremento del interés que se observaen las niñas por los
chicos (15,14 y 29 por 100, respectivamente),disminuyenlas activida-
des socialmentereprochablescomo <<tocarse>> en público (I5,7 y 2 pot
100, respectivamente),<<tocarles>> a los chicos (9, 1 y 1 por 100)' o
246.
mostrarsedesnudasfrente a los adultos (I4 , 5 y 2 por 100)
Es bastanteprobable que las frecuenciasreferidasseanrealmente
mayores.Y no solo porque haya másniñas que se oculten. Los autores
citadostambién han encontrado que estasobservacioneslas hacen me-
jor las madres que tienen mayor cultura y desenvolturasexual.Ellas se
sientenmás predispuestasa admitir la sexualidadde sushijos y por eso
les observanmejor y comunicanmás conductassexualesen ellos2a6. Lo
que permite sospecharque probablementela realidad supere a las ci-
fras comentadas.
Así pues, eI periodo de latencia es realmente un <dimbo>>teórico
que nunca existió. Y las chicas,igual que los chicos2a6,sientenun cre-
ciente interés por el sexo, y lo practican a su modo, básicamentemas-
turbándose,desdeal menos1osdos añosde edad.

La masturbación animal y la de los infantes humanos de ambos sexosmuestra bien


a I¿s claras hasta qué punto la sexualidad es aiena a la reproducción (realmente ambas
cosasno convefgen, sino que caminan en paralelo; la sexual comienza antes y termina
despuésque la reproductiva), pues aparecebastante antes de que el cuerpo esté prepa-
rado para lo último. Y surge bastante antes de 1o que creemos. Existen observaciones
intrauterinas, realizadascon ultrasonidos, de fetos femeninos de treinta y dos semanas
LASMUJERES?
ORGASMOS
¿SIENTEN r93

(tercer trimestre) masturbándose inequívocamente (frotando con una mano la zona del
clítoris, parando tras una serie de sacudidas espasmódicascorporales y reiniciando Ia
actividad) en tápida sucesión durante veinte minutos2aT.

Pesea todo, aún hoy, la creenciade que existen dos orgasmosen la


muier se encuentrade forma mayoritañaentre la población generaladul-
ta2a8.Aunque estano seala postura<<oficiab> que seenseñaa los médicos
en las facultadesde Medicina. Unos autoreshan revisadolos textos gine-
cológicos recomendadosa estosestudiantes,sin enconffar referenciasal
orgasmovaginal como la respuestasexual<<madura>> de la mujer2ae.
Cuando se solicita a las mujeresque indiquen si susorgasmosen el
coito (supuestamentevaginales)y durante la masturbación (evidente-
mente clitorídeos) son diferentes,las respuestasque se reciben no son
ni con mucho unánimes.En unas investigacíonesla mayoúa de ellas
(entre un76 y un 82 por 100) afirman que son distintos0lT'2t0, aunque
no difieran en cuanto al grado de satisfacciónfísica y psicológica que
<.ambos>> les proporcionan250. Pero otras señalanque, al contrario, son
muy similares2sl'252.
Si se insta a las mujeres a describidos se encuentra que, salvo as-
pectos subjetivosrelacionadoscon la intensidad (mayor durante el es-
tímulo directo del clítoris que durante la cópula) y sus connotaciones
afectivas(más cálidosy deseablesen el coito porque se relacionancon
un contacto muy estrechocon la pareja),tales descripcionesresultan
iguales2tr.

Algunas de las corresponsalesde Shere Hite describían la diferencia que encontra-


ban entre el orgasmo clito¡ídeo (por masturbación) y el vaginal (por coito) de la si
guiente formaole(pág. 147):
<<Elorgasmo sin penetración es agudo, muy definido, espasmódico,casi insoporta-
ble... Orgasmo tras orgasmo, siento ganas de gritar (y grito). La penetración vaginal es
más suave,más du¡adera, menos definida, diferente, más tie¡na, menos impresionante.>>
<<Losorgasmos conseguidos mediante la masturbación son más intensos, pero yo
prefiero la difusión y variedad de la cópula, el calor y la presión del cuerpo de un
hombre, así como las palabras y otros sonidos, y olores, de dos personasjuntas.>>

No resulta sencillo interpretar adecuadamentetal disparidad de


resultados.Es posible que 1asmujeres encuestadasen cada una de las
investígacionescitadas descifren y cataloguende un modo diferente
194

sus sensaciones. Ante la desigualdadque encuenran entre un tipo de


orgasmo otro, unas pueden dejarsellevar por el tópico sobre la duali-
y
dad orgásmicafemenina y entender que se ffata de experienciasdife-
rentes,y oüas pensar que se úata de dos formas distintasdel mismo y
único fenómeno que es el orgasmo.
Bentler y Peeler2trhan encontrado que las descripcionesfemeni-
nas de orgasmosdiferenciadosse agrupanen dos dimensionesfactoria-
les; lo que les hizo pensar que la existenciade un solo tipo de orgasmo
femenino no se ajustabaaIa realidad.Sin embargo,ellos mismos seña-
laron que las variablescon mayor conribución a esadisparidad se re-
lacionan básicamentecon algunosrasgosde la personalidady con las
acdtudesfrente al sexo, más que con las sensacionespropíamente di-
chas.Así, cuando la mujer tiene actitudesnegativashaciala masturba-
ción tiende a potenciar las diferenciasexistentesentre el orgasmoob-
tenido con esa práctica del que se consigueen el coito' Cosa que no
hacen las que se sientenmás a gusto masturbándose.Es posible que el
reproche social que tiene esa ptáctica contribuya de forma especiala
que las mujeres tiendan a expresarque ese orgasmo es diferente <del
normal>>,entendiendopor esteal que se alcanzaen la cópula. Algo así
como si pretendieran aleiarde sí eseotro orgasmoexecrablee inmadu-
ro que se obtiene mediante el autoerotismo.
Los datos objetivos indican que enre el 90 y el 96 por 100 de las
mujeres consiguen el orgasmo mediante el estímulo del clítoris, y el
75 por 100 durante la cópula017'0re'228' estaúltima cifra es menor cuan-
do se limita a constatarlos orgasmosobtenidos por masturbaciónex-
clusivamentevaginal, que solo alcanzaal4 por 100 de quienesla han
ptacficado2sa.
Hoy, sin embargo, se está cerrando la polémica con el avance de
los descubrimientos experimentales frente a la debilidad de Ia teoria
psicoanalítica.En la actualidadexisten evidenciasque permiten hablar,
si así se prefiere, de un <<orgasmo genitab>,sin establecerdiferencias
entre el clítoris ylavagina. Pero convieneno perder de vista que el pri-
mero es el principal gatillo para obtenerlo y la musculaturaperivaginal
es la responsablede sentirlo cuando se contraebaiola acción de Ia oxi-
tocina segregadadurante el estallido otgásmico232.
Existe una amplia zona genital con potencial detonante para des-
cargarel orgasmo. Dicha árease Iocaliza entre el mismo clítoris, la pa-
¿SIENTENORGASMOSLAS MUJERES? 195

red anterior del vestíbulo de la vulva, incluyendo el meato urinario, y


toda la pared anterior de la vaginao57. Esa zona configura un mismo
sustratosensitivoen la mujer que contribuye a liberar el orgasmoal es-
timulada en sus diferentespuntos255; pero esono aconteceen todas las
féminas; lo que sí les sucedeprácticamentea todas es que el clítoris
ejena el papel detonanteprincipal. Está para eso.
La erotización de la vagina, que no se concentra en ningún punto
determinado (léase<<puntoGrr)ouo,existe desde la misma infancia
como ya se ha visto, pero necesita de la experiencia intravaginal pan
desarrollarse,sin que por ello llegue a sustituir al clítoris en su papel
en ningún momento06l.
En cualquier caso,quizá convengarepetir que el orgasmofemeni-
no, seacual seael medio utilizado para obtenerlo (coito, masturbación
u otros), se alcanzaprincipalmente por estimulación del clitoris, aun-
que no se sienta en el clítoris. El orgasmo es siemprela percepción sub-
jetivamente placentera de las contraccionesmuscularesperivaginales
ocasionadaspor la acción de la oxitocinary2segregadade un modo
abrupto y reflejo por la sumación de los estímulosneurológicos que
proporciona el clítoris.
¿Cómo explicar que puedan vivenciarsede un modo diferente los
orgasmossentidos durante la masturbación y durante el coito? Des-
pués de todo, en ambos casoses el clítoris el que ejerceel principal pa-
pel ejecutor.
Existen algunasconsideracionesque podrían explicar esa diferen-
cia perceptiva subjetiva que justificaríala creenciaque aún conservan
algunasmujeres sobre la existenciade <<dos>> tipos de orgasmos.Las
contraccionesmuscularesinternasperivaginalesque permiten la viven-
cia placenteradel orgasmo son más intensasen la masturbaciónpor-
que se rcalizan sobre sí mismas, en torno a un espaciovirtual en el que
no existe ningún objeto que las obstaculice.Durante el coito, dichas
contraccionesse encuentran entorpecidaspor la presencia del pene;
los músculos perivaginalestienen que contraersea su alrededor, lo que
les resta,quizá, fueruae intensidadvoluptuosa.Pero, además,durante
la masturbaciónel ritmo y el grado de presión lo pone la mujer según
sus necesidadesen cada momento. Mientras que en el coito el ritmo
suele ser el del hombre (salvo que la mujer lleve la parte activa)y ellas
estánpendientesde las accionesdel otro, se distraen y pueden temer
196

que la cosa no salgabien. Por otra parte, en el coito se produce una


mayor afluencia rcfleja sanguíneahacia los genitales femeninos, lo que
probablementegenereuna sensibilidadque no se da durante la mas-
turbación. Y, por otro lado, durante la cópula se dan, apaftede los te-
mores citados, una sensaciónde proximidad y de calor humano que
forzosamentedeben procurar una actitud subjetivadiferente a la obte-
nida durante la masturbaciónsolitaria que muchas muieres viven aún
de forma culpable2t3.

Algunas de las encuestadaspor Shere Híte se muestran muy perspicaces en sus


descripcionesal respecto01e(págs.148-149):
<<Durantela masturbación, experimento un orgasmo clitorídeo que se aproxima a
la idea que tengo del orgasmomasculino:una acumulaciónde sensacionesen [...] mi
clítoris, y una sensaciónde "espasmo muscular". El orgasmo vaginal es una sensación
que se adentfa más en el cuerpo, menos concfeta alahora de intent¿r su descripcíón...
La sensaciónse difunde en ampliasondas.>>
<Reciente[mente], viví mi primera experiencia de cópula. Fue algo extraño'.. Yo
estaba acostumbrada a la sensaciónde las contracciones vaginales [en el orgasmo me-
diante la masturbaciónl, pero cuando su pene estabainsertado parccíaimpedir estas.
Las tuve, sin embargo, pero me costó trabajo sentirlas,y si él hubiera estadomovién-
el orgasmo yo no habría adve¡tido siquiera que acababade experimentar
Í:::rO*-"

Quizá todo eso unido ha proporcionado el sustratosubjetivo que


permitió enraizaren la mente popular (y en muchos científicos)la creen-
cia de que existendos orgasmosdiferentes.El marco teórico aparente-
mente coherentey ajustado aIa realtdadque proporcionó el psicoaná-
lisis añadió crédito a esa convicción; ademásde 1a suposiciónde que
uno de ellos es maduro, deseable,y el offo, infantil, rcchazable.
Sin embargo,si todas las mujeres adultasprefieren el estímulo del
clítoris paru alcanzarel orgasmo, ya sea durante la masturbación o du-
rante el coito, será pot algo2ta.No se trata de que todas sean unas
clitoridianas inmaduras; es que a igualdad de condiciones el clítoris
más eficazpara desencadenarel orgasmo'
es sencillamente el <<gatillo>>
Ha sido creadopara eso.
Eso ocurre en todas las mujeres,pero también en las llamadases-
peciesinferiores. ¿Hay alguna razón más poderosa que esapara darle
al clítoris el papel que siempreha tenido?
ORGASMOS
¿SIENTEN LASMUJERES? r97

<<Lasensaciónfísica que me produce la estimulación del clítoris es sumamente pla-


centera,"electrizante"diría yo, porque siento que el cuerpo se "carga" de una energía
que va subiendo hasta que es desprendida después del orgasmo. La penetración me
produce una sensaciónplacenteray muy agradable,pero se trata de una sensaciónmu-
cho más tranquila que la producida por la estimulación del clítoris. Va en aumento du-
rante el coito, pero llega un punto en que se para. Y ya no da más. Y luego ya... vaba-
jando>>25a(pág. 212).

Definitivamente,
las teoríasde Freud respectoa la sexualidad
hu-
manahandemoradoduranteun siglosu auténticoconocimiento, lejos
de lo quesiempresecreyóduranteesetiempo.Y aúnlo hace.

¿Recuerdanel ;'uego que les propuse en las páginas 178 y I79 para comprobar su
sagacidada la hora de identificar el sexo de quienesdescribíansus orgasmospor escri-
to? Cojan sus notas y cotéjenlascon la solución:a(H), b(M), c (M), /(H), e(M),
oo'.
f Gt¡, t (H) y á (M)
Si han acertado cuatro de las descripciones no tienen mucho de lo que alegrarse,
pues lo habrían conseguido con mayor comodidad Tanzandouna moneda al aire. Pero
tampoco les ha ido mejor si han acertadoseis.La única posibilidad de superar al azar
de un modo estadísticamentesignificativo, con una seguridad del 95 por 100, era de-
termina¡ el sexo de las ocho descriociones.
9
¿Es rnnnÍo EL DESPERTAR
sEXUAL
FEMENINO?

<Domandato un tale qual cosa al mondo fosse piü rara,


rispose:Quello che é di tutti, cioé il sensocotnune.>)
(Habiéndole preguntado a alguien sobre lo que parecía
más raro en el mundo, respondió: Aquello que es de todos,
es decir, el sentido común.)

Gncouo Lnopen¡r(1789-1,837),
Zibaldone.
I.45)

NI
I \ os encontramoscon otro de esos tópicos que aún resisteverse
arrumbado en el cuarto de los viejos recuerdos.Su persistenciaen los
libros de autoayuda sexual que se escriben hoy pan las mujeres es
contumaz016. Repetición que seríacompletamenteinocente si no fuera
porque enraízauna idea errónea que puede condicionar psicológica-
mente la sexualidadde ambossexos.
Dicha creenciaseñalaque los hombres y las mujeres alcanzansu
pico de máximo rendimiento sexualen momentos diferentesde sus ci-
clos vitales. Según se sostiene,existe una disposición,biológicamente
condicionada en apariencia,por la que los hombres alcanzansu mayor
frecuenciaorgásmicapoco antesde cumplir los veinte años para, des-
pués, declinar progresivay lentamentea partir de los treinta. Las muje-
res, al contrario, parece que 1escuestamás tiempo <<atrancan>> desde
este punto de vista; pero se mantendrían con un nivel de actividad
200

sexual aproximadamente estable durante más tiempo. Con otras pala-


bras, que su frecuencia orgásmicaaumentalía muy lentamente hasta
eclosionarcon toda su fuerza al cumplir los cuarentaaños,para mante-
nersedespuésde un modo constantehastala ancianidad.

Siguiendo Ialógicade esre tópico, las parejas sexualmente ideales serían las forma-
das por mujeres mayofes y chicos jóvenes; lo contrario de lo que está <bien visto>>en
nuestra sociedad y ofias con similares ¡eferentes culturales.

Esta idea ha sido el resultado final de una mezcla acútica de ver-


dades y medias verdades,sin tener en considefaciónalgunaseviden-
cias.
Su origen se encuentraen el último capítulo del texto que Kinsey
y cols. dedicaron a mostrar los resultadosde su investigaciónsobre la
sexualidadfemeninaooa. En é1 realizan,a modo de síntesis,una compa-
ración de los rendimientos sexualesde uno y otro sexo escogiendocomo
unidad de medida la frecuencia de orgasmossemanalescomunicada
por los encuestados.Dichos autoresresumieron así sus observaciones:
<<Hemos hecho notar que la frecuencia dela fespuestasexualen el va-
rón comienza a declinaral acercarseeste a los veinte años,y sigueha-
ciéndolo gradualmentehasta la veiez.Por otra pafte, hemos señalado
que, en las mujeres,la frecuenciamediana de aquellasactividadesse-
xuales que no dependen de la iniciación por el hombre de contactos
sociosexuales pefmanecepoco más o menos establedesdelos dieciséis
hastalos sesentay más años>> 00a(pág.7 I7).
Tales reflexiones fueron realizadassobre las curvas que represen-
tabanlafrecuencia de orgasmossemanalesde cualquief origen agrupa-
dos por lustros a lo largo del ciclo vital de ambos sexos.AI rastrearlos,
el grupo de Kinsey advirtió que tanto en los hombres como en las
mujeres se observabaun paulatino declinar del número de orgasmos
semanalesrelacionado directamentecon la edad. Dicha semejanzase
rompía cuando se comparaban aisladamentela frecuencia orgásmica
semanalobtenida exclusivamentemediante la masturbación:en los
hombres se observabaese mismo declinar paulatino a medida que
avanzabalaedad que se había observado en la práctíca del coito; en las
mujeres, sin embargo, los orgasmosobtenidos solo con la masturba-
ción mantenían aproximadamentela misma frecuencia a 1o largo de
¿ESTARDIOEL DESPERTAR
SEXUALFEMENINO? 20r

susvidas, aunque declinasenlos proporcionadospor el coito. Como la


masturbaciónes un buen indicador de las necesidadesde resolverlas
propias tensionessexualessin intervencionesajenas,los autoresenten-
dieron que, quizá, el declinar anteriormente observado en la frecuen-
cia orgásmicasemanalfemenina (la que incluye toda clasede actividad
sexual)pudiera estar condicionado por la disminución de la iniciativa
masculinaen el comienzode las relacionessexuales(entonces,a finales
de los años cuarentadel siglo XX, más enraizadaque en la actualidad).
Ese declinar masculino seríaresponsabledel descensoen paralelo ad-
vertido en la actividad sexualde la mujer cuando se contabilizabatoda
fuente posible de orgasmos.
Y así, esosautores concluyeron que el declinar de la frecuencia or-
gásmica observado en la mujer no sería tal y estaríaempujado por la
ausenciade interés del varón. Por eso, decidieron establecersus com-
paraciones en base a la frecuencia orgásmica semanal obtenida por
cualquier medio entre los hombres, con la que las mujeres (solteraso
casadas)obtenían por sí mismas de forma independientede los hom-
bres, es decir, mediante la masturbación.Esta es aludida en el párrafo
citado antesmediante la perífrasis:<<aquellas actividadessexualesque
no dependen de la iniciación por el hombre de contactossociosexua-
lesr>.De esemodo enconffaron que la frecuenciade orgasmossemana-
les obtenidos con la masturbación se mantenía aproximadamente
constanteentre las mujeres desde la adolescenciahasta los sesenta
años;mientras que entre los hombres el número de orgasmossemana-
les obtenidos por cualquier clasede actividad sexual,masturbaciónin-
cluida, declinaba suavementecon el paso del tiempo. Pese a ello, el
número de orgasmossemanalesque acumulabanlos hombres estaba
siemprepor encima de los obtenidos por las mujeresa cualquier edad.

También basaron sus afirmaciones en el análisis de la frecuencia de coitos multior-


gásmicos que tenían homb¡es y mujeres en relación con el paso del tiempo. Así, obser-
varon que entre ellos se produce un rápido declive del número de sujetos que alcanzan
orgasmos múltiples en el coito enre la preadolescenciay la adolescencia,con un des-
censo menos dramático, pero continuado, desde entonceshasta los cincuenta años,
para mantenerse estable a partir de ese momento hasta alca¡zar los sesenta años de
edad. Entre e1las,el núme¡o de sujetoscon coitos multiorgásmicosse mantieneaproxi-
madamente estable en todas las edades hasta cumplir los sesentaaños. La observación
se complementaba comprobando que así como existen más chicos que chicas multior-
202

gásmicos en el coito durante toda la adolescencia,la situación se inve¡tía con una cla¡a
ventaja para las mujeres ^ partir de los veinticinco años.
Y de este modo quedaron fijadas las pautas que inspiraron este tópico. Desde en-
tonces se ha repetido ininterrumpidamente en numerosos textos sin haber hecho una
crítica mínima aI razonamiento que lo originó. Probablemente son más los factores
emocionales que han influido en su aceptación sin ambagesque los racionales.Prime-
ro, porque el tópico se construyó en un contexto social al que le gustabaque la mujer
estuviera sexualmente dormida hasta que un hombre viniese a despertarla; aquellos re-
sultados no hacían más que confirmar una idea previamente aceptada' Y después de
eso, en tiempos posteriores, en el marco de liberación de la sexualidad femenina, acep-
tarlo permitía introducír una puya a la sobrestimada sexualidad masculina a cambio de
admitir un cierto retraso en el inicio de la sexualidad de la mujer. Así, se les puede ha-
cer a los hombres la bu¡la de que comienzan sexualmente al galope para verse luego
muy pronto menoscabadosen sus rendimientos, con lo que no podrían atender las de-
mandas de sus mujeres en la edad adulta, que seríalo que importa'

Son variaslas fuentesde error que ilustraron el origen de esteeste-


reotipo. Unas están relacionadascon las mujeres' otras con los hom-
bres, y no hay que perder de vista la naturalezade los estadísticosutili-
z dos paru representarla frecuencia semanalde orgasmosen unos y
otras.
Permítanme que comience refiriendo los errores atribuibles a las
estimacionesrealizadassobrelos hombres.
El grupo de Kinsey rcalizó el cálculo de las frecuenciasorgásmicas
semanalesmasculinassobre las respuestasdel conjunto de los hombres
estudiados,y representarondicha frecuencia con la mediana". Y así,
mezclaron ínadvertidamentea los suietossanoscon los enfermos.En-
tre los hombres, como sucedecon las mujeresaunque en proporciones
diferentes,las enfermedadesvasculares(léasearteriosclerosis),las en-
docrinológicas (léasediabetes)y las nerviosasperiféricas (léasepoli-
neuritis alcohólicaso de otro orígen) aumentan conforme avanzala

' La mediana es el valor que se sitúa en el medio de todas las frecuencias obteni
das. Pero en este caso, y esta es la c¡ítica metodológica, el estadístico más adecuado
quizá hubiera sidola moda257,que representa el valor que aparece con mayor f¡ecuen-
cia; lo que buscaban los autores. O también se podría haber realizado una ¡ansforma-
ción logarítmic¿ de los resultados y haber representado al conjunto de suietos median-
te la media geométrica. Este estadístico anula los sesgosintroducidos por valores
marginales y hace coincidir en un mismo punto a la media, la mediana y la moda.
¿ESTARDÍO EL DESPERTARSEXUAL FEMENINO? 20t

edad. Dichas afeccionesson responsablesdel 75 pot 100 de las dificul-


tadeseréctilesorgánicasde los hombres2t6.
Por esa razón Ia disfunción eréctil es también progresivamente
más frecuente conforme av^nzala edad258, del mismo modo que lo son
las dificultades de lubricación vaginal en la mujer (aparte las derivadas
de la menopausia).Ese número de hombres con dificultades para la
ereccióny, por lo tanto, en la consecucióndel coito (única forma <<nor-
mab>de culminar una relación sexual de pareja que se concebía en
aquella época) veían drásticamentedisminuidos el número de sus or-
gasmossemanalesal compararloscon los que tenían en etapasanterio-
res de susvidas. Panlo que importa aquí, esoshombres disfuncionan-
tes <<tirabaru>hacia abajo de la mediana supuestamenterepresentativa
del grupo de hombres totales (sanosy enfermos)de cada segmentode
edad estudiado.Como tales hombres afectadosson cada vez más nu-
merosos al avanzarla edad, la influencia que ejercían sobre la mediana
era mayor en cadalustro estudiado.Y he aquí cómo un número cada
vez mayor de sujetos enfermos(no excluidos del análisisfinal como de-
bería habersehecho si se quería estudiar el rendimiento sexual de los
hombres normales) hicieron que la curva de frecuencia de orgasmos
semanalesdisminuyera de forma paulatina, atribuyéndosea todos lo
que solo afectabaa unos pocos. Está bien documentado que entre los
cincuentay ocho y los noventa años de edad existeun sustanciosogru-
po de hombres que siguen manteniendo una actividad sexual regula¡
importante. Interesa mucho que tengan una actitud positiva hacia el
sexo y que dispongande una parciareceptivay con capacidadde res-
puestasexual258.
Todo ello sin excluir que durante la adolescenciayla primera ma-
durez la actividad sexual pueda estar verdaderamente inflada por tazo-
nes culturales.Recuérdeseque existe una presión social sobre los chi-
cos para exhibir una sexualidadinsaciable,porque se suponeque así es
como debe ser. Ello les mueve a buscar sexo con la frecuencia que les
exige el rol de varón, sí, pero también a mentir de manera sistemática,
exagerando,cuando comunicanno solo el número de suscópulas,sino
también su frecuencia autoerótic^fl '2te.Ello eleva artificialmente la
curva de frecuencia de orgasmosmasculinossemanalesen los tramos
de edadestempranas,fotzando la imagen masculinarepresentadapor
el tópico que estamosdenunciando.Esta necesidadde exhibir el com-
204

portamiento sexual que la sociedad atribuye al hombre disminuye con


la edad; por eso,al mostrarsemás distanciadosde los dictadosambien-
talesy ser más sincerosen edadesavanzadas,lacurva de frecuenciaor-
gásmicasemanalrecuperala normalidad y deja de estar exageradaen
el último tramo de la vida.
Respectoa las fuentesde error aplicablesal génerofemenino, pro-
ceden del método elegido para hacer la evaluaciónde sus interesesse-
xuales:la masturbación.Esta fue elegidacon acierto, sin duda, pues la
masturbación es una buena representaciónde los interesessexuales
autónomos. Pero la metodología seguidapor Kinsey para realizar su
encuestano fue la más acefiada para extraer conclusionesválidas so-
bre la sexualidadfemeninay menos en el temeno del autoerotismo.El
error básico fue utilizar encuestadoresmasculinos, pues están demos-
tradas las dificultades que sienten las mujeres a la hora de responder
sinceramentea este tipo de cuestionesfrente a un hombre260;sobre
todo si se trata de la masturbación.El segundoerror fue creerseque
las encuestadasrespondíancon veracidadpor el mero hecho de haber-
se prestado voluntarias para contestar a sus preguntas113'26r. Está de-
mostrado que las mujeresminimizan siempre17rla e;'ecuciónde deter-
minadas prácticassexualessi las creen socialmenteindeseables t6t, y la
masturbación,en concreto,es una de las que más receloslevantainclu-
so en nuestrosdías.No olvidemos que la encuestade Kinsey se realizó
después de finalizat la Segunda Guerra Mundial, cuando estaban en
plena efervescencialos valores familiares tradicionales que exigían a la
mujer levitar denro de una burbuja aislanteque la mantuvieraextasia-
da por encima de cualquier sensaciónindecorosacomo eran las sexua-
les26r.
Las fuerzas socialesque inhiben la expresión abierta de las necesi-
dades sexualesde la mujer hacen más mella en las edadestempranas
de la vida, cuando se están forjando las actitudes y las jóvenes se es-
fuenan en ser socialmenteaceptadas.Recuérdeseque, aún hoy, el pri-
mer mensajeque reciben las jóvenescuando tienen su primera mens-
truación es de contenido negativo,con toda la buena voluntad que se
le quiera suponer:<<ahora Y antesde ese,
ten cuidado con los chicos>>.
el mensajetampoco es mejor: <<note toques>>.
Que el ambienterepresorde la sexualidadfemenina actúacon ma-
yor fuerza a esasedades lo prueba que las relaciones sexualesno son
¿ESTARDÍO EL DESPERTARSEXUAL FEMENINO? 205

orgásmicasen la mayoría de las jóvenes.Entre estas,la anorgasmiaes


cinco vecesmás frecuenteen sus coitos que la encontradaentre las se-
ñoras de mayor edad00t'0r1. La mujer consigueser progresivamentemás
orgásmicacon la edad, cuando consigueliberarse de las atadurasso-
ciales que han atenazadola sexualidad de su primera juventud y se
permite contemplarlacon mayor distanciay despreocupación.
Por eso,las jóvenesque se han desarrolladoen un ambiente<<hos-
tib> hacia la exteriorizaciónde la sexualidadtienden a manifestarcon
menos frecuenciaque se masturban171. No es que no lo hagan;es que
aceptarlopúblicamentesignificair en contra de lo que creen que es la
norma del grupo; yhasta hoy mismo llegan los ecosdel mandato social
que señalaque las chicas(<<decentes>>) no se masturbano lo hacenmu-
cho menos que los hombres 2s.

El mensaje de <<notocao>también se envía a los chicos, pero se siembra en un con-


texto social donde todo el mundo sabe que pese a todo los chicos se tocan; por lo que
estos solo se sienten avergonzadosante la masturbaciónen la medida que el entorno
social pretenda abochornarles intencionalmente de ello en público. Las chicas también
se tocan, pero la sociedad prefiere ignorarlo.

Y eso es lo que sucedió en los tiempos de las encuestasdel grupo


de Kinsey. Y esa es la ruz6n por la que la masturbación está infrarre-
presentadaen todos los segmentosde edad de aquella muestra, sobre
todo, en las juveniles.Así, entre las jóvenesque no comunican que se
masturban y las adultas que progresivamente<<sesueltanr>y les im-
porta menos decido, dieron a su curva de frecuencia orgásmica se-
manal ese aspecto de meseta,sobre el que se montó este tópico. No
existen condicionamientosbiológicos que sostenganesa diferente
curva de clímax orgásmico entre hombres y mujeres. La influencia es
social. Y más que en la actividad sexual (al menos la autoerótica), lo
es en la libertad para comunicar a exúaños los aspectosmás íntimos
de aquella.
Cuando se escribe sobre este tópico se tiende a olvidar que los
mensajesque se envíana los hombres y a las mujeressobre su conduc-
ta sexualson diferentes.Por eso,las curvas de Kínsey podrían reflejar,
más bien, la obedienciade los hombres y de las mujeresa los mensajes
que la sociedadimbuye en unos y otras. A los chicos, a quienesnadie
pone cortapisaspara que se ejercitenen el sexo cuando inician la prác'
206

tica de su sexualidad, se les envían permanentemente mensajesde fre-


no para que se aiusten a las necesidadesfemeninas,que se suponen
menores que las masculinas.La interiorización de esa contención co-
mienzaa hacerseevidente en la primera juventud y atemperael com-
portamiento sexualmasculinoen función de la edad, cuando el mensa-
je ha calado profundamente en el sujeto y este comienza a rclativizar
las cosasque aprendió de joven para colocarlasen su justo lugar. En-
tre las mujeres sucede algo parecido, pero en sentido contrario. Al
principio son aleccionadasa que todo lo relacionado con el sexo es
malo, y por eso tienden a estar inhibidas en su práctica sexual con pa-
rejasy alahon de comunicar las vecesque recurren a la autosatisfac-
ción. Los mensajesliberadoresque reciben a lo largo de su vida adulta
prenden en ellas con el paso del tiempo, y es entoncescuando consi-
guen expresarsu sexualidadcon mayor libertad y disfrutar más de sus
relacionessexuales,Por eso,la curva de satisfacciónsexualsemanalde
ambossexos,mencionadapor Kinsey y repetida hastahoy, tenía eseas-
pecto: un comienzo desenfrenadopara los chicos que atempera el
tiempo, cuando calan los mensajesde contención,y un inicio reprimi-
do en las chicasque se sueltacon el paso de los añosbaiola influencia
de los mensajesliberadores.
Pero dicha diferencia es más sociocultural que biológica. Las chi
cas inician su interés sexualtan temprano como los chicos,su frecuen-
cia de orgasmoses muy alta durante la adolescencia(básicamenteme-
diante la masturbación) y es una falacia que su <<despertarsexuaL>no
surja hasta que el primer chico se encatgade hacerlo. En este punto
tienen nz6nlas agrupacionesfeministas cuando subrayan que cuando
una chica se inicia en el petting con los chicos lleva ya una larga tem-
porada disfrutando de su cuerpo a solas.Esa es su verdaderainiciación
sexual, como sucedecon los chicos; otra cosa bien distinta es que se
avergüencenen reconocerloy eso falseelos datos sobre su frecuencia
orgásmicasemanalautoeróticaque es la referenciaque ha eonribuido
a cte t estemito sexual(cosaque muchos ignoran).
Si las diferenciaspropuestaspor el grupo de Kinsey fueran real-
mente biológicas,se mantendríanestablesa lo largo del tiempo; el am-
biente cultural no las modificaría o influiría muy poco sobre ellas. Pero
eso es precisamentelo que no sucede,En la medida que la atmósfera
social se ha hecho más oermisivahacia la sexualidadfemenina, se ha
¿ESTARDÍO EL DESPERTARSEXUAL FEMENINO? 207

comprobado que los comportamientos sexualesde hombres y mujeres


convergen, esfumándoselas diferencias anteriormente aludidas. Du-
rante las cuatro últimas décadas,las mujeres han cambiado más que
los hombres, iniciándoseen el coito a edades cadavez más tempranas
(algunasincluso más pronto que los chicos),y son bastantemás activas
sexualmenteque antes;con cierta frecuenciaincluso más que los chi-
cos165'166'26t.
Las más jóvenescomunican frecuenciasde masturbacióny
de coitos más elevadasque las mujeres mayores.Lejos de lo que afirma
el estereotipo,la frecuencia de la masturbación es superior entre las
que más copulan, hastael extremo de que el 80 por 100 de sus orgas-
mos proceden precisamentede su actividad autoerótica01E'26t. Todo
ello da ala famosacurva de frecuencia orgásmica semanal femenina el
mismo perfil, suavementedecrecientea lo largo de la vida, que presen-
tabala masculina,anulándoseasí la interpretación que nutrió en prin-
cipio estetópico,

Existen oras variables que influyen en la actividad sexual masculina y femenina


relacionadas con la edad que no impiden disfrutar de ella, ni justifican las diferencias
encontradas por Kinsey en las famosas curvas orgásmicas.Los hombres y las mujeres
añososy sanos, normales, son capacesde disfrutar del sexo como cuando eran más jó-
venes adaptándosea los cambios ocasionadospor factores biológicos, como pueden
ser: un mayor periodo refractario tras la eyaculación (que no es invencible cuando la
compañera es hábil), una menor intensidad de la sensaciónorgásmica (pero no por
ello menos hedónica), o las dificultades para obtener una buena lubricación genital
(que un compañero amoroso puede conribuir a resolver). Tales modificaciones, que
afectan tanto a unos como a otras, varíanla forma de relacionarse sexualmente, pero
no condicionan su frecuentación ni su disfrute. Nuestra capacidad muscular se modifi
ca con e1paso de los años, pero no por eso se deja de caminar o de rcahzar cualquier
actividad física cotidiana; aunque resulte difícil levantar grandes pesos.

Se ha argumentado que la progresivamente mayor dedicación la-


boral de los hombres con el paso de los años justificaba la curva de
declinación de la frecuenciaorgásmicasemanalque Kinsey encontró en-
Pero lo cierto es que eso afectaa ambos sexospor ig:ual205;
tre ellos220.
trabajenfuera de casa,en casa,o fuera y dentro de ella. La necesidad
de concentrarla atenciónen el desarrollo de las tareascoddianasdes-
vía la energíalibidinal hacia eseesfuerzoretirándola de la actividad se-
xual. Despuésde todo, estaes, desdeun punto de vista biológico, una
función de lujo. Por eso disminuye cuando estamosenfermos;mien-
208

tras dura la enfermedad el organismo se dedica a su curación y se olví-


da de lo que no es necesariopara subsistir.En mi consulta,y me cons-
ta que en la de otros colegastambién, una de las cosasque tiene más
perplejos a los pacienteses que su libido está<<porlos suelos>r,Traba-
jan tanto que cuando acuden a casael cuerpo solo les pide descanso.
Y esto afecta tanto a los hombres como a las muieres, por lo que no
puede utilizarse este hecho como argumento para justificar la atbitta-
riedad del mito denunciado en este epígrafe.
Olvidemos, por lo tanto, que las mujerestardan más que los hom-
bres en ingresar en el mundo de la sexualidad.Y no solo porque la
edad de iniciación en el coito seacada vezmás precoz; es que cuando
llegan a esoya han preparadoel cuerpo mediantela masturbación,aun-
que se avergüencenen reconocedoole.Si se observaronen el pasado
diferencias en el rendimiento sexual de uno y otro género fueron debi-
das a una presión social diferenciadasobre unos y otras (la doble mo-
ral) más que a condicionamientosimpuestospor una naturalezasexual
diferenciada.Las evidenciasdemuestranque, cuando las condiciones
socialeslo permiten, las mujeres inician sus actividadessexualesa la
vez que sus pares masculinos.O quizá siemprefue así,solo que ahora
se atreven a confesarlomás abiertamenteque en otras épocasmenos
propicias, antela seguridad de que no serán anatemafizadaspor ello'
Véase,si no, la edad de las primeras masturbacionesque recuerdanlas
mujeresen los capítulos8 y ú.
10
LR nBSpUESTASEXUALFEMENINA

<<Wornenbaue seruedall tbose centuries as looking-glas-


sespossessingthe magic and deliciouspouer of reflecting the
figure of man at twice its natural size.>>
(Las muieres han servido todos estos siglos como espe-
jarIari.
rene
;l ffm*l;..de
iT.*l'fi ,H'"i::iiJ
- 194l),
VIncINr¡ Voolr (1,882
A roomof one'soun

n
\ . ! l t
r)i algunavez se albergarondudas de que los organismosmasculinoy
femenino reaccionabande forma similar al estímulo sexual, Masters
y Johnson06ese encargaronde despejadasobservandonumerososci-
clos de respuestassexualesdesencadenadas mediante la masturbación
y el coito.
En este capítulo se exponen principalmente los resultadosde sus
investigacionesmás los de algunos otros autores. Y, salvo las diferen-
ciaspropias de las estructurasanatómicasmasculinay femenina,la res-
puestasexualdel organismoes igual para ambossexos.
Las mujeresno solo tienen un cuerpo, deseossexualesy capacidad
para excitarse,sino que también reaccionanfísicamenteante los estímu-
los sexualeshasta alcanzarel orsasmo.
2t0

Hncrn LA cUMBRE

Con el fin de hacer más comprensiblela reacción ,"*.ral humana,


cada ciclo de respuestasexual ante un estímulo especificoefectivo se
divide en variasfases:excítación,meseta,orgasmoy resolución.
La fase de excitación es el comienzo de la reacción al estímulo se-
xual, donde las diterentesestructurasorgánicasinician modificaciones
específicas.En la fasede rnesetatalesmodificacionesse mantieneno se
incrementan hasta alcanzarsela fase de orgasmo,con las contracciones
muscularesperivaginalesque son vivenciadascomo sumamentepla-
centeras,Tras el orgasmose produce la fase áe resolución,enla que el
organismo recuperasu situación basal,tal y como se encontfaba antes
de enfrentarseal estímuloerótico que inició la reacción'
En la figura 6 se han representadovarios tipos de ciclos completos
de respuestasexual.El tipo L seríala respuestaprototipo' que incluye
una secuenciaexcitación-meseta-orgasmo-resolución lenta. El tipo 2
sugiereuna resoluciónincompleta tras el primer orgasmo, mantenién-
dose el organismoaún en la fasede meseta,lo que indica que si el estímu-

Fig. 6.-Fases de la respuestasexual humana: excitación, rneseta, orgasnto y resolución


(Explicacionesen el texto.)
LA RESPUESTA
SEXUATFEMENINA 211

lo sexual efectivo se encuentra activo, puede desencadenarotro orgas-


mo más; rcflejaría,pues, un modelo de respuestamultiorgásmica,El
tipo 3 representauna escaladaenla excitación rápida e irregular que
lleva al orgasmo de inmediato con una resolución abrupta. I final-
mente, el tipo 4 representa una re cción en la que la excitación se de-
tiene en un momento determinado,en plena fase de meseta,sin que el
estímulosexualconsigala resoluciónorgásmica.
Todo el ciclo de respuestasexual ocasionaalgunos cambios ines-
pecíficosen el organismo.Así, puede observarseun incremento de la
frecuenciarespiratoria,que surge sobre todo alfind. de la fase de me-
seta,junto al aumento de la frecuencia cardiacay la presión arterial. La
piel del75 por 100 de las mujeresy del25 por 100 de los hombresse
cubre de un rubor corporal entre el final de la fase de excitación y el
inicio de la de mesetaen la mujer (en el hombre solo se observaal final
de esta fase), sobre todo poco antes del orgasmo.Además, se produ-
cen contraccionesmuscularesvoluntarias e involuntarias sobre todo
durante el orgasmo.De todas ellas,la más típica es un espasmocarpo-
pedal (en los pies), que resulta más intenso y evidente durante la mas-
turbación que en el coito. Despuésdel orgasmo,tales reaccionesdesa-
parecenen la fasede resolución.
Durante la fasede resolución,una de cadaffes muieres(y de hom-
bres) tiene también una reacción sudorosacorporal que está en rela-
ción directa con la intensidad de la actividad muscular desarrollada
durante el ciclo de respuestasexual.

El orgasmo es una reacción psicosensitiva ocasionada por la conffacción rítmica


de las musculaturas pelvianas relacionadas con los genitales bajo la influencia de una
hormona conocida con el nombre de oxitocina. Esas conffacciones se sienten como
sumamente placenteras.
La oxitocina se libera al torrente sanguíneodesde la neurohipófisis cuando el nivel
de excitación que ocasionan los estímulos sexuales que recibe el cerebro alcanzanw
determinado lml)t al2)2'266'267'268.
La oxitocina es también la hormona que desencadenael parto y la que estimula la
secreciónde leche durante Ialactanciabajo los efectos de la succión del bebé. Quizá por
eso no pueden extrañar varios fenómenos relacionadoscon estascircunstanciasque han
sido comunicados ante la incredulidad de muchos. Hay mujeres en periodo de lactación
que se sienten incómodas durante el orgasmo porque la oxitocina que lo ocasionalibera
también pequeñas cantidades de leche. Otras han relatado que la succión de sus bebés
durante el amamantamientoles provoca orgasmosy no pocos sentimientosds 6r'lFa que
212

les induce a abandonar la lactación. Y, finalmente, otras mujeres han contado que du-
rante e1parto, donde también se ]ibera oxitocina, han tenido sensacionessemejantesal
orgasmo26e.Serrano describe la siguiente experiencia: <<...a las pocas contracciones [...]
apretándomeIa mano, lmi mujerJ me dijo: "Ay, Pepe, que...", y se interrumpió. t...1.
[Tras el partoJ le pregunté qué había querido decir al interrumpirse, y me respondió:
"Quise decir: Ay, Pepe, qué gusto tan grande lorgasmoJ,y casi se me escapadecir esto
que me hubiera avergonzadoal haber extraños presentes">>0'7 (págs. 15)-154).

Pero, ademásde estasreacciones,existen otras más específicasen


los diferentes órganos implicados en toda actividad sexual femenina.
Hagamosun breve repasode estas.

L¡ vecrNe

La primera reacciónque tiene la mujer ante un estímulosexualde-


finido (y puede serlo la contemplación de un bello torso masculino
desnudo, un cálido beso, una fantasía,o una caricia más directa) es la
humidificación de su vagina. Esta reacción aparececon diligencia: a
los diez segundosde haberse iniciado el estímulo. Y es tanto más rápi-
da e intensacuanto mayor seala excitación.
Este fenómeno de humedecimientoparece tener un origen vascu-
lar, como la ereccióndel clítoris. Y el material exudado no parecepro-
ceder de ninguna glándula específica -aunque es una cuestión que
aún se discute-, sino más bien de toda la pared vaginal,que muestra
al comienzo un aspecto,<comparableal de una frente con sudon>,se-
gún Mastersy Johnson06e. A medida que la tensión sexualaumenta,la
producción del fluido se incrementahasta que cubre toda la vaginay
la parte externa de los genitales.Dado que el aflujo de sangreal plexo
perivaginal aumenta hasta once vecessu situación normal, durante la
excitación sexual,la vagina se torna pulsátil, pues se hacen más per-
ceptibleslas palpitacionescardiacas216.
Además de eso, durante esa fase la vagina sufre un proceso de
alargamientoy expansión en sus dos tercios externos (y algo menos en
el interno), que es el responsablede la sensaciónsubjetivade apertura
del vestíbulo vulvar que sientela mujer en estosmomentos.Su colora-
ción original rojo púrpura p^s^ a púrpura oscuro y las rugosidadesque
la cubren en situaciónde reposo desaparecen,alisándose.
LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA 2r)

Ya en la fase de meseta,el tercio externo de la vagina se congestio-


na y engruesa,configurando lo que se ha llamado la plataforma orgás-
mica. Si estafase se prolonga mucho, la lubricación vaginal puede ver-
se reducida, para incrementarsede nuevo cuando cambia el estímulo.

Algo similar sucede con el pene durante la fase de excitación. Puede perderse la
erección (porque el estímulo cambie o se haga reiterado) y recuperarla de nuevo en va-
rias ocasiones.Conviene saberlo para no interpretar inadecuadamente que existe una
disfunción eréctil (impotencia) o una pérdida de interés donde no 1ohay.

Durante el orgasmo,el tercio externo de la vagina (la plataforma


orgásmíca)se contrae fuerte y regularmente: unas siete veces como
promedio a intervalosde ocho centésimasde segundo.La duración de
esta reacción,así como el número de contracciones,varia de unas mu-
jeres a otras. Y existeun número poco conocido de ellasen las que di-
cha reacciónva precedida de una contracción espásticade unos dos a
cuatro segundos de duración, a la que luego siguen las ya mencio-
nadas.
El promedio de duración de la reacción fisiológica del orgasmo
son unos veinte segundos.Aunque las sensacionesplacenterassubjeti-
vas que percibe la mujer parecendurar la mitad de esetiempo2lt.
Tras el orgasmo, en la fase de resolución, el tercio externo de la
vaginase dilata rápidamentepan volver luego a su estado de reposo.
Y los dos tercios ínteriores se colapsan hasta alcanzarsu situación ple-
gada habitual. El resto de las modificacionesmencionadasse resuelven
de forma muy lenta. Así, la coloración normal puede tardar en apare-
cer entre diezy quince minutos despuésdel orgasmo.
Que durante la fase de resoluciófi aparczcade nuevo lubricación
en la vagina puede sugerir que existetensión sexualremanenteo reno-
vada; lo que significa que si se retoma la estimulaciónsexualla mujer
podría volver a tener offa experienciaorgásmica.
Durante el sueño,los humanos pasamospor varias fases.Una de
ellas se conoce como fase de sueño REM o sueño paradójico, que
apareceunas cinco vecesa lo largo de la noche. El nombre de sueño
paradójico se debe a la presencia simultánea de una intensa actividad
cerebral (que correspondería a la vigllia) cuando los músculos se
encuentranprofundamente relajadose inmóviles; cosa que no sucede
214

en otras fasesdel sueño. En la fase REM acontecenlos sueñosy un he-


cho peculiar al que aún no se ha sabido dar una explicaciónplausible:
los humanostienen una reaccióngenital semeianteaIa de la excitación
sexual (pero sin que exista esta,ni tampoco sueñoseróticos)' Son bien
conocidaslas ereccionesespontáneasdel pene en estasfasesdel sueño;
no solo porque se comenten en público, síno porque muchas mujeres
han tenido ocasión de comprobarlas en sus parejas durmientes. Si el
hombre se despiertaestando en sueño REM se levanta con una erec-
ción. Son las también conocidasereccionesmatutinas,que nada tienen
que ver con el sexo,y que tal como vienen se van: solas.

Tales reacciones carecen de relación alguna con la tensión sexual acumul ada alo
largo del día. Se ha comprobado en condiciones experimentales que Ia excitación pro-
ducida por la contemplación de un vídeo erótico antes de dormir no aumenta ni la fre-
cuencia del sueño REM ni las reaccionesgenitalesnocturnas270. Por otra parte, este
tipo de reacción genital asociadaal sueño REM también se ha observado íntrauterina-
mente en fetos de J6-41 semanasde gestación271.

Pues bien: también en la mujer se da este fenómeno por el que se


asocia una reacción típicamente sexual (humedad y pulsación vaginal,
ademásde cierta actividad uterna272)con el sueño REM sin que tenga
nada que ver realmentecon el sexo. Si ha pasado desapercibidahasta
ahora ha sido porque se trata de una reacción que no es posible apreciar
a simple vista, como sucedecon el pene. Pero se ha podido poner de ma-
nifiesto en los laboratorios de sueño161.Ha contribuido a que se ignorase
sus semejanzascon la reacción masculinael tipo de socializaciónque ha
recibido la mujer. Estas,si se despiertan en pleno sueño REM con esas
respuestasgenitales,han tendido siempre a interpretarlas bajo la esfera
higiénica,minimizando su potencial sexual;cosaque no seha dudado en
atribuir desacertadamente a las ereccionesmatutinas de los hombres'

La vagina de las mujeres mayores pierde rugosidad, espesor, anchura, longitud y


capacidadexpansiva,debido a la ausenciahormonal que acontece¡as la menopausia.
Si la actividad sexual se mantiene al mismo ritmo que durante la juventud, la respuesta
de la vagina ala excitación sexual (lubricación) es tanráptda y abundante como enton-
ces. Si no lo es, la humidificación vaginal tarda algo más en aparecef (uno a tres minu-
tos) y lo hace en menor cantidad. La expansión descrita para los dos tercios internos
delavagina durante la excitación sexual es más reducida en las mujeres mayores, si la
respuesta sexual obedece a la masturbación; pero si se tfata de un coito, Ia presencia
SEXUALFEMENINA
LA RESPUESTA 215

del pene parece favorecer una reacción mayor. Probablemente debido al reflejo vascu-
lar que ocasiona216.La congestión que caracterízaal tercio externo vaginal (plataforma
orgásmica) en la fase de mesetaapareceigualmente en las mujeres mayofes. Solo que a
partir de 1ossesentaaños esa reacción se reduce a la mitad de lo que acontecíauna dé-
cada antes. Durante el orgasmo, esta zonavagínal se contrae como en las jóvenes, pero
un menor número de veces:cuatfo como promedio, en paralelo con la disminución de
la duración del orgasmo. Sin embargo, estas contraccionesson más frecuentes si la
mujer ha mantenido una actividad sexual regular hasta bien entrada su ancianidad.
La vagína de la mujer mayor se colapsa rápidamente hast¿ la situación previa a la
excitación tras el orgasmo. Bastante más de lo descrito para la mujer joven.

El crÍronrs

La respuestadel clítoris al esúmulo sexualno es tan rápida como


suele creersepopularmente. Aunque puede sedo, siempre va por de-
trás de lavaginal, yla prontitud de su reacción depende de que el es-
tímulo seamás o menos indirecto (mental, cariciasen otras zonaseró-
genas,etc.). Sin duda alguna, resulta más diligente cuando las caricias
se aplican directamentesobre el clítoris.
La primera reaccióndel clítoris al estímulo sexuales una tumefac-
ción generalizadaque permite aprecianmejor a simple vista su glande y
su prepucio, ala vez que el cuerpo adquierela consistenciade un cilin-
dro duro fácilmente palpable en la confluencia superior de los labios
mayores.Esta reacción, que puede ser mínima, también es capaz de
duplicar el diámemo original del glande. Es una respuestaque camina
en paralelo con el engrosamientodescrito más abaio para los labios
menores y se desarrolla a lo largo de todo el periodo de excitación.
TJnavezse ha establecidola erección,el clítoris permaneceráasí mien-
tras existaun mínimo srado de estimulaciónsexual.

Esta reacción del clítoris es de origen vascular, como la erección del pene. La libe-
ración de óxido nítrico y oros factores de relajación produce una dilatación de las ca-
vernas del tejido del clítoris y una mayol afluencia sanguínea;ambas cosas,responsa-
bles finalesde su erección27r.

La erección completa del clítoris se manifiestadurante toda la fase


de meseta.Pero, en contra de lo que se cree a nivel popular, ello no su-
pone una protusión de este órgano hacia el exterior, como si fuera un
2t6

minipene. Más bien al contrario,lo que hace el clítoris en eseestadoes


<<esconderse> bajo su prepucio. Me explicaré.
En situación de reposo, el clítoris cuelga baio la sínfisis del pubis
(el hueso que se encuentracubierto por el Monte de Venus)sujeto a su
ligamento suspensorio.Cuando se pone rígido, fijado como está por
eseligamento,no puede dirigirse hacia delante,por lo que lo hace ha-
cia aniba. Pero como en ese<<arribo>se encuentrala pane inferior del
Monte de Venus, lo que hace el clítoris, realmente,es ocultarseallí. Si
mirásemosIa zonaen estosmomentos,no encontraríamosque el glan-
de ha salido hacia fuera, sino que seha ocultado bajo la pane superior de
su prepucio (que pareceráretraídohacia dentro) y no se ve. En la fase
de meseta,pues, el clítoris desaparecede la vista. Y si se deseaencon-
trar el glande, habrá que estimularlo indirectamente bajo el retraído
prepucio que 1ooculta.
Esta retracción del clítoris es reversible.Es decir, que si la tensión
sexual se reduce por un cambio en el estímulo o una prolongación de
la fasede meseta,el clítoris r,'uelvea su situaciónde reposo (algo seme-
jante alo que ocurre con el pene).Y si el estímuloreapareceo cambia,
la retracción del clítoris vuelve a aparecer.Esta situación se produce
también cuando una mujer insiste en una estimulaciónprolongada o
repetitiva pan alcanzarla resolución final de su tensión sexual.
Tras el orgasmo, el clítoris vuelve a su situación de reposo tan úpi-
damente como lo puede hacer el pene en cinco o diez segundos(aun-
que este puede mantenerseen erección tras el orgasmo varios minu-
tos). Sin embargo, en aquellasmujeres cuyo clítoris haya aumentado
hastael doble de su tamaño original, la detumescenciacompletapuede
tatdat en alcanzatseentre cinco y diez minutos. Y en algunas otras
puede rczagarsehastabien pasadoslos quince o treinta minutos.

Salvo que no siempre aparece tumefacción del glande, el resto de las reacciones
del clítoris son similares en las muieres mayores.

Y Los MENoRES
Los reslos MAYoRES

En ausenciade estímulo sexual, los labios mayores suelen estar


acoplados en la línea media de la vulva protegiendo a las esffucturas
LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA 217

subyacentes.Esto no quiere decir que siempre la cierren completa-


mente, pues con frecuenciaresulta posible apreciar el borde de los la-
bios menoresacopladosentre sí y cerrando el vestíbulovulvar a simple
vista. Sobretodo a poco que la mujer abruIaspiernas.
Los labios mayoresreaccionana los estímulossexualesde forma
distinta en función de que las mujereshayantenido hijos o no. Esta di-
ferencia es tanto más notable cuanto mayor sea el número de partos
previos.
Durante la excitación,los labios mayoresse adelgazanen la mujer
sin hijos (nulípara), aplastándosecontra el cuerpo. Además, se elevan
moderadamentehacia arúbay afuera,lo que los alejadel orificio vagi-
nal. Esto sucededesde que se inicia la excitación sexual hasta que se
completa la fasemeseta,poco antesdel orgasmo.Podría interpretarse
estareacción como que la mujer <<se abre>>durante el proceso de exci-
tación sexual, lo que permite que los labios menores puedan verse
meior.
En las mujeres con hijos (multíparas),la reacción puede ser algo
diferente,y en lugar de producirse el aplanamientode los labios mayo-
res, se engrosan(hastados y ffes vecessu diámetro) y se separanlige-
ramente,pero sin elevarse.
Si se prolonga el periodo de excitación,los labios mayorespueden
volversemás turgentesaún y engrosarseincluso en las nulíparas.
Después del orgasmo los labios mayores retornan rápidamente a
su situación original. No sucede1o mismo si se interrumpe el proceso
de excitación y no se produce el alivio de la tensión sexualacumulada
mediante el clímax. Entonces,la recuperaciónse realizamuy despacio
y los labios mayorespueden quedar separadosy muy turgentesduran-
te horas.Tanto más congestivosy durante más tiempo cuanto más pro-
longadafuera la fasede excitaciónsexualno resuelta.
Los labios menoresse expandendurante la excitaciónsexualhasta
que poco antes del orgasmose alargan,prolongando así el canal vagi-
nal hacia el exterior en al menos un centímetro.Y poco antesde la li-
beración orgásmicaaumentandos o tres vecessu diámetro.
Durante la fasede mesetalos labios menorescambiansu color ori-
ginal y pasan desdeel rosado hasta e1rojo brillante. Si se trata de una
multípara, llegaún hasta el rojo vinoso. Estos cambios se consideran
tan específicosde la excitación sexualque no hay mujer que alcanceel
218

orgasmo sin que antes se hayan producido esos cambios en la tonali-


dad de sus labios menores.Este cambio de coloración predice que el
orgasmo está muy cerca.Pero si el estímulo desaparecey el orgasmo
no llega,los labios menoresrecuperansu coloraciónhabitual con rapi-
dez. Algo parecido a lo que sucedeinmediatamentedespuésdel orgas-
mo, que el color pasaen unos diez a quince segundosdel rojo vinoso
al rojo brillante, al rosadoy al tono normal.

Ninguno de estos cambios aparece en la muier mayor con la misma intensidad


(con frecuencia ni siquiera apuntan un poco), salvo el cambio del color preorgásmico
de los labios menores. Este también surge en ellas, aunque la proporción de mujeres
que lo presentan disminuye a medida que avanzala edad.

Los prcHos

La primera respuesta del pecho a la excitación sexual es la erec-


ción del pezón.Dicha reacciónno siempreha de producirse en ambos
pezones alavez y, además,es menos evidente cuanto mayor seael ta-
maño del pezón en reposo. En erección,la longitud del pezón puede
llegar a aumentar entre medio y un centímetro más de lo que es habi-
tual, y ensancharhastamedio centímetromás en su diámetro.
Conforme progresa la tensión sexual, el pecho aumenta también
de tamaño y las venasde su superficiese distiendeny se hacen más vi-
sibles de lo normal. El aumento de tamaño del pecho es más evidente
cuando la mujer se encuentrade pie que cuando estátendida sobre su
espalda,y lo es menos enffe las que han amamantadoo tienen pechos
que ya han cedido alaley de la gravedad.
En esta etapa,el pecho se hace más sensible,lo que eróticamente
suele ser muy agradable.Pero en algunasmujeresesamayor sensibili-
dad tiene la contapartida de resultar tan hiperestésicaque su estimu-
lación puede resultardolorosa.
Durante la siguiente fase de meseta,la areola mamaria se tumefac-
ta. Y lo hace tanto que al resaltarsobre la superficie de la piel puede
llegar a enmascararla erección del pezón. Lo que puede dar la falsa
idea de que tal erecciónha desaparecido.Pero esto no significa que la
excitaciónhaya disminuido;más bien es signo de lo contrario.
LA RESPUESTASEXUAL FEMENINA 2t9

En las proximidades del orgasmo, el pecho aumenta su volumen


entre un cuarto y un quinto de su tamaño original. Y con frecuencia
(75 por 100 de los casos)su piel se ruboriza, sobre todo en la parte an-
terior, latenl e inferior.
Después del orgasmo, durante la fase de resolució2,lo primero en
desapareceres eseenrojecimiento de la piel y la tumefacción de la areo-
la;la cual,antesde recuperarsu estadonotmal, suelepasarpreviamen-
te por un aspectoarrugado. En este momento, el pezón, que sigue
erecto, <<aparece de nuevo>>(en realidad, vuelve a verse como estaba:
en erección);lo que puede interpretarseequivocadamentecomo el ini-
cio de otro ciclo de excitaciónsexual.
El aumento del tamaño del pecho tardamás tiempo en retirarse,y
puede persistir durante cinco o diez minutos después del orgasmo.
Recuperadoel estadobasal del pecho, desaparecela erección del pe-
zón. Y lo último en recuperar su estadonormal es el plexo venoso su-
perficial.

En la mujer mayor la reacción de1pezón durante la excitación sexual es similar a la


de las jóvenes,y la de la areolamamaria,también, aunque un poco menos intensaesta
última. Razón por la que la desapariciónaparentede la erección del pezón no sucede
aquí como en edadesmás juveniles. La tensión de las mamas y su coloración sonrojada
aparece en menos casos.Después del orgasmo, lo que primero desaparecees la rubo-
ración -si se produjo- y, poco después,la tumefacción de la areola, a vecesinstantá-
neamente.Lo que más tarda en desapareceres la erección del pezón, que puede estar
así durante varias horas. Como también sucedeeso cuando la mujer necesitaexperi-
mentar más orgasmos, no está de más preguntarle si existe tal necesidad, cuando estas
reacciones se hayan producido en una relación de pareja (si es por masturbación, las
preguntas sobran; ya sabela protagonista lo que necesitapor sí misma).

Er úrBno

Los órganos sexualesinternos de la mujer también experimentan


modificacionesa lo largo del ciclo de respuestasexual.Durante el pe-
riodo de excitación sexual y de meseta,el útero no parece aumentar
tanto de tamaño como señalaron Masters y Johnson 06e,pero sí que se
eleva y sitúa el inicio de su cuello al mismo nivel de la pared anterior
de la vagina055. Tal reacción,junto a la dilatación del tercio externo de
220

esta, comentada con anterioridad, produce de facto un aumento de la


profundidad vaginal. Una reacción muy conveniente para recibir al
pene,llegado el caso.
Unos tres segundosdespuésde iniciada la experienciaorgásmica,
el útero sufre una contracción similar a la que aconteceen el periodo
inicial del parto solo que menos intensa.Es una contracción que co-
mienza en el fondo, continúa por la porción media parufinalizar en el
cuello. Los lectoreshabrán advertido el carácterexpulsiuode estacon-
tracción. El útero seguirácontrayéndosede forma irregular y con una
intensidaddecrecientehastaque finalice el orgasmo.
Se ha observadoque esta contracción uterina es bastantemás in-
tensaen los orgasmosobtenidosmediantela masturbaciónque durante
el coito06e.Tal reacciónuterina podría explicar por qué algunasmujeres
nulíparas experimentan calambresdurante el orgasmo,experiencia
que puede resultar dolorosaen algunasmenopáusicas.
Como ya sospechan,esascontraccionesse deben, precisamente,a
la secreciónde oxitocina durante el orgasmo que ya había comentado
La oxitocina es la hormona que inicia el parto y eva-
antes212,266,261'268.
cua la leche durantelalactancia.

No suele hablarse mucho de ello en los consultorios tocoginecológicos. pero las


relaciones sexualesdurante el embarazo son motivo de preocupación para muchas pa-
rejas.Aunque hoy se tiende a ser poco restrictivoscon ese tema, ha sido una norma
común desaconsejarel coito durante, al menos, el tercer trimestre. No se trata ya de
que la cópula pueda resultarincómoda; es que siemprehubo un temor a que su prácti
ca en los últimos meses del embarazo ocasionasepartos prematuros por un estímulo
mecánico directo del cuello del útero con el pene. Sin embargo, un cuidadoso estudio
de tales pa¡tos prematu¡os ha permitido relacionarlos más que con el coito durante el
tercer trimestre con la mayor frecuencia e intensidad de los orgasmos de la mujer em-
banzada2la. Lo que resulta comprensible, pues ya sabemosque durante el orgasmo se
segregaIa oxitocina que ocasiona las contracciones uterinas; que dichas contracciones
son más intensas con la masturbación06e;y que esta es la práctica alte¡nativa al coito
que utilizan las mujeres con más frecuencia (una asiduidad nueve vecesmayor durante
el tercer trimestre de1 embarazo que en su inicío275)para aliviar su tensión sexual en
un momento de su embarazo donde el coito resulta difícil.

La excitaciónsexualprolongadaingurgita de sangrevenosalos ge-


nitalesinternos y externosde la mujer. Si dicha excitación se mantiene
de forma insistente,sin el alivio orgásmicoque le corresponde,el úte-
LA RESPUESTA
SEXT]ALFEMENINA 221

ro, los labios mayores y menores y las paredes de la vagina pueden au-
mentar hasta dos y tres vecessu tamaño habitual. Dejados a su suerte,
dichos órganosno vuelven a su situacióninicial hastapasadaunahora
como poco. Pero si la situación de excitación sin resolución se repite
en varias ocasiones,durante varios días, esasmodificacionesgenitales
se hacen casi permanentes,con lo que la mujer se torna irritable, in-
somne,siente calambresabdominales,dolores lumbares y una molesta
sensaciónde plenitud pélvica. Tales molestiaspueden ser motivo de
consultaginecológica.Y no desapareceránhasta que esamujer disfrute
de un orgasmo resolutivo que alivie la tensión sexual acumulada y no
satisfecha.Tras e1 clímax, la normalización genital interna y externa
aparecepasadosdiez minutos, en las mujeresnulíparas,y entre los diez
y los veinte, en las multíparaso6e.

En la mujer de edad avanzada,el útero sufre las mismas modificaciones que en la


joven, pero como es de meno¡ tamaño, suelen ser menos evidentes.
TnncBnAPARTE

LA MASTURBACIÓNFEMENINA
EN LA PRACTICA
11
CÓuo SEMASTURBANLAS MUJERES

<<Pormás que se compartan estos coloquios y expresio-


nes con los hombres, alrededor de las mujeres sigue el cer-
co de silencio. t...1 El excesode ruido producido por pu-
ñeteros" todopoderososfrente al pudor de las pajueierasb
hace sonar a machismo o revancha toda mención de este
tema.>>
Er-rs¡ReuÍn¡2,
<Viciossecretos>>, nixn.279 (9-VII-2000)
Semanal,
la.Jomada

N I I
I \ o creo que a estas alturas quepan muchas dudas acenc de que la
mujer tiene sensaciones eróticasque gustasatisfacer,en contra del mo-
delo femenino que nos ha transmitido la épocavictoriana.Esta tercera
parte la dedicaremosíntegramentea conocer no solo cómo se mastur-
ban las mujeres,sino en qué circunstanciaslo hacen, con qué frecuen-
cia, desdequé edad y durante cuánto tiempo.
Este libro no es un manual de autoayudade los que muestran la
forma de masturbarsea suslectoras,Doy por supuestoque las mujeres
sabencómo hacerlo bastantemejor que yo, y que pocasnecesitanins-
trucción al respecto.Su finalidad no es otra que normalizar la presen-
cia social de la masturbación femenina a p^ftir de un mejor conoci-

^ puñeta: denomínación popular de la masturbación en Hispanoamérica.


b paja: otta voz popular para referirse a la masturbación en toda el área lingüística
española.
226

miento de esta, para conseguir que ambos sexos se comuniquen sus


experienciascon mayor iluidez y mejoren sus relacionesíntimas.
Mas parece obligado dedicar unas palabras ala forma de mastur-
barse las mujeresen un libro que está dedicado a esa púctica femeni-
na, por lo que haré unos brevesapuntesde ello en este corto capítulo.
Prácticamentetodas las mujeres (98 por 100¡ortse masturban es-
timulando la zonadel clítoris; considerandoesta de un modo muy am-
plio, y no limitada en exclusivaal órgano de esenombre. ShereHite ha
descrito en uno de sus famososlibros hastaseisvariacionesde mastur-
baciónfemenina basándoseen el testimonio de un amplio número de
mujeres01e, sin agotarcon ello todas las posibilidades.
Así, según la información recogida por esa autora',el 73 por 100
de las mujeres se masturbantendidas boca arc1bay frotando el clítoris
con los dedos o con toda la mano.
En más de la mitad de estoscasosestimulanel clítoris directamen-
te, mientras que la décima parte Iarga amplían la zona del estímulo al
resto de la r,'ulva.Además,una de cada cuatro mujeres (25 por 100) in-
ffoduce ocasionalmenteun dedo en su vagina para aumentarlas sensa-
cionesvoluptuosas.Es una acción que tiene sentido desdeun punto de
vista fisiológico,pues la pared anterior de aquellaes sensiblea los estí-
mulos eróticosost'255 y, también, porque la dilatación ocasionadapor el
dedo al introducirse en la vagina produce una contracción refleja de
los músculos isquiocauernosos que incrementanla erección del clítoris
y su sensibilidaderógena otr.

Cuando se dice directamente, no quiere manifestarseque el estímulo recaiga preci-


s¿mentesobre el glande del clítoris. Este es demasiadosensiblepara ello y su roce pue-
de enrojecerlo, irritarlo y provocar dolor aunque se lubrique con saliva o la propia hu-
medad genital.Laparte del clítoris que suele estimularse,como sabenlas mujeres,es
la que se encuentrainmediatamentepor encima del prepucio. Así, el glande es estimu-
lado de un modo indirecto, bajo ia protección que le presta su cubierta06e. El estímulo
consiste, a grandes rasgos, en rápidos movimientos circulares, o de vaivén adelante-
atrás,o de lado a lado, de los dedos sobre esa parte del clítoris' Las mujeres diesras
tienden a estimular el lado derecho, mientras que las zu¡das suelen hacerlo sobre su
lado izquierdo or'e.
La mayoría de las mujeres necesitan continuar estimulando el clítoris durante el
orgasmo para obtener una completa satisfacción. Si paran las caricias cuando este se
inicia, lo común es que dicha experiencia resulte más bien desalentadora.
CÓMO SE MASTURBANLAS MUTERES 227

Ademásde eseamplio grupo de mujeres,existeotro 6 por 100 que


se masturban del mismo modo que las anteriores,pero tumbadasboca
abajo.Y otro 4 por 100 más que colocándoseboca abajo no utiliza los
dedos para estimularse,sino algún objeto blando como puede ser un
peluche,las sábanasrevueltas,o el propio almohadón.Todasellastam-
bién pueden introducirse un dedo en la vaginaocasionalmente.
La autota antes mencionada describe asimismo otras dos formas
minoritarias de masturbación.Una de ellas consisteen el estímulo del
clítoris mediante la contracción de los músculos abductores de los
muslos (lo que hace que estos se aprieten entre sí comprimiendo la
vulva). Eso permite al 3 por 100 de las mujeresque utilizan estatécni-
ca masturbarseen cualquier postura (de pie, acostadao sentada)y lu-
gar (en el metro, en la cola de un cine, en un restaurante,en el trabajo,
en casaviendo la televisión...).Laotra es practicadapor el2 por 100
de ellas, y consiste en estimular el clítoris con el chorro del agua del
grifo de la bañeta o de la ducha. En ambos casos,puede haber tam-
bién una introducción ocasionalde los dedos en la vaqina.

Una auxiliar de enfermería me consultó un día por una supuesta ninfomanía y me


relató su historia. Pa¡a lo que aquí interesa,me explicó que e¡a de temperamento se-
xual fuerte, en el sentido de estar constantementedispuestaa tener relacionessexua-
les a poco que se lo insinuase su marido y a que alcanzabael orgasmo, al menor roce,
con facilidad.
Según me refirió, eso le pasaba desde que era muy niña. Siempre se recordaba así.
Descubrió su facilidad para obtener el orgasmo ufiavez que, haciéndose pis, cruzó las
piernas y apretó pata agvantar hasta llegar al baño. Así se acostumbró a conüaer los
músculos abductores cada vez que quería obtener un orgasmo y convirtió ese método
en su forma predilecta de masturbación, que practicaba en casi cualquier parte. Re-
cuerda que cuando su madre la enviaba a realizar algún recado y tenía que esperar
cola, mataba el aburrimiento con un par de contraccionesde sus muslos. Y en la es-
cuela, cuando el profesor le hacía levantarse para preguntarle algo referido al tema que
estaba impartiendo, se ponía tan nerviosa que calmaba su ansiedad presionando leve-
mente su clítoris contra el borde del pupitre y alcanzandoel orgasmo cuantas veceslo
necesitaba.
Me comentaba mi consultante que cuando hacía eso en la escuelanadie lo adver-
tía, a pesar de mastu¡barsea la vista de todos. Es posible que sea así. Sin embargo,
otras pacientesme han referido anécdotassemejantescontempladasdesdela otra pe¡s-
pectiva. Esto es: la de la niña que advie¡te cómo otra se vale de eseprocedimiento para
calmar la ansiedad que le despierta tener que responder al profesorado.
228

Solo un 2 por 100 de mujeres comunican que se masturban exclu-


sívamente introduciendo los dedos o algún objeto en Ia vagina276sfu1
estimular al mismo tiempo el clítoris'
Existe un buen número de leyendasurbanas relacionadascon los
accidentesque ocasionaneste tipo de prácticas autoeróticasvagina-
les. Pero, como puede deducirse de la cifra de muieres que se mas-
turban de este modo, no existen tantos casoscomo parecen indicar
esasfábulas.
En los servicios de urgencia de los hospitales se ha encontrado en
el interior de las vaginastoda clasede obietosintroducidos durante ac-
tividades exploratoriasgenitaleso durante la masturbación.Entre las
niñas menores de trece años que manifiestanquejasgenitales,un 4 o
un 5 por 100 obedecen a cuerpos extraños en la vagina' El más fre-
cuente de todos es el papel higiénico, y entfe los que tienen origen au-
toefótico están:pasadoresde cabello, pequeñosrecipientes,partes de
juguetes, monedas, pilas alcalinastamaño C, la cubierta de plástico
de cuchillas desechablespan afeitar...2r8. Entre las adolescentes,esos
objetos son tampones o condones retenidos, y toda clase de piezas
imaginables aptaspanmasturbarse vaginalmentete'24}. Algunos de es-
tos obietos se fetienen en la vagina durante muy largo tiempo por la
vergüenza que siente la joven para manifestar sus molestiasfrente a
terceros,dado su origen2al.
Este tipo de accidentesno solo ocurren en mujeresjóvenes;tam-
bién se dan entre señorasposmenopáusicasy ancianas.Precisamente
por tratarsede prácticasautoeróticas,los objetosutilizados con esosfi-
.r., po. mujeresañosashan permanecidosencerradosen la vagina has-
ta ¡sieteaños1276.
Tampoco son infrecuenteslos cuefpos extrañosencontradosen la
uretra con fines autoeróticos.Parecenmás frecuentesde Io que se pu-
blica en la literatura científica277.Pero son más habituales en mujeres
de cualquier edad con alguna clasede alteración psíquica.Talesobje-
tos pueden ser bolígrafos,lápices,cánulas,temómetros, agujas,semí-
llas, alambres,cables eléctricos, tornillos, tizas, y un largo etcéte-
.
ta277,278,279
Algunas mujeres practican la masturbacióncon las piernas abier-
tas, o muy abiertas,y otras, por el contrario, lo hacen con estasmuy
juntas, principalmente las que se masturbantendidas boca abajo, aun-
COMOSEMASTURBANLASMUTERES 229

que no solo ellas. Pero la razón última por la que se prefiere mantener
las piernas de una forma u otra aún no estábien esclarecida.Tal vez se
trate de hallazgoscasualesque luego se mantienenporque la experien-
cia indica a la mujer que tal posición <<lesirve>>.
Lo que sí parece claro
es que son preferenciasaprendidasen edadesmuy tempranasy que se
mantienen a lo largo de toda Ia vida en una proporción muy alta de
casos280.
Existe oro 11 por 100 de mujeresque combinan variasde las for-
mas de masturbacióndescritas;pero, de ellas,la mayoúa (85 por 100)
tiene como basela masturbaciónmanual,boca atriba con estímulo del
clítoriso1e.
Naturalmente, estasdescripcionesno agotan todas las posibilida-
des. Porque ShereHite no ha incluido, por ejemplo, a las mujeres que
también se masturban presionando su clítoris contra prácticamente
cualquier objeto: cenicerosde pie, sillas,esquinasde las mesas,bordes
de las puertas,libros, el borde de un pupitre y un larguísimoetcétera.
Por no mencionar oúo 2 por 100 que lo hacen utilizando fantasías
sexualesexclusivamente,sin ningún contacto físico con sus genitales,
segúnrefieren otros investigadores00a.

El matrimonio Sarnoff ilo comunica este ejemplo respecto al uso de objetos: <Viky
[...] con una sonrisa perversa, nos reveló que todas las puertas de los a¡marios inferio-
res de la cocina de su madre colgaban flojas sobre los goznes como consecuencia de
los frecuentes restregamientos y balanceos masturbatorios que había realizado con
ellas a lo largo de todos los años de su infancia>>(págs.182 I83). Y también esre otro:
<<Unamujer nos reveló que siempre que un maestrola llamaba para que le diera una
respuesta,se ponía tan nerviosa que experimentabala necesidad de aliviar su tensión
frotándose los órganos genitales contra la esquina del banco cuando se levantaba para
contestar>(pág. 18ó).

Utilizando palabras de Shere Hite, la estimulación manual del cli


toris es tan frecuenteen la masturbaciónfemenina que cuando se evo-
ca esta siempre se asociacon esa forma de practicada0le.Es la forma
de masturbaciónuniversalentre las mujeres.
Pero, como casi en todo, existen algunascuriosasexcepciones.
Entre las técnicasde presión comentadasen el párrafo anterior existe
una muy conocida que podría denominarse<la del talón>>. En posición
sentada,se mantieneuna pierna flexionada con la rodilla hacia delante
2J0

de modo que el talónhagapresión en la vulva; de ese modo puede es-


im-
dmularse á .htorir sin que nadie lo advierta con un balanceocasi
percepdble. Es una forma de masturbarserelativamenteextendida en
,.r,r"rrio medio. pero entre las mujeres nativasdel pueblo lesu era, sin
embargo, su forma de masturb ación exclusiua.En efecto, las muieres
lesu nunca se masturbabancon las manos,solo utilizaban el talón, sen-
tadas;una práctica que aprendíandesdelos seisaños de edad. Y aun-
que existenotros pueblos en los que la masturbaciónes alentadaentre
las jóvenesqrr. .ro tienen relacionessexuales,los lesu han sido de los
po.o. dord" los hombres y las mujereshablan de esta prácticafemeni-
y
na abiertamente-incluso con extranjeros- con toda naturalidad
sin sentimientos de vergienza2sr.
Volviendo a la estimulaciónmanual, serrano precísaque las muje-
res suelen tilizar el dedo medio como principal fuente de excitación
para el clítoris, y pueden añaáirlos dedos índice y anulat para poder
y
Lstimular simultáneamentela parte superior de los labios menores el
que al
vestíbulo0r1.Aunque hay variedad paratodo' También encontró
menos una de .adu crraÚo (24 por 100) de ellas añadenla caúcia de los
pechos a los estímulosya citados.Y existe un 9 por 100 que incluyen
;l a[ciente de hacerlo mientras se contemplan desnudasfrente al espejo'
El mismo autor reduce a|0,2 por 100 el grupo de mujeresque se mas-
turban con estímulosmentalesexclusivamente,sin emplear las manos
o cualquier objeto para excitar los genitales;si bien el grupo de Kinsey
00a,como referí líneasatrás.
cifró esenúmero en eI2 por 100
Aunque exisre la posibilidad de vaúar las técnicas autoeróticas
puru el repertorio de los estímulos,lo cierto es que 1amayo-
"n.iirrecer
,iu drlas mujeresson bastanterutinarias en el procedimiento que em-
plean para masturbarse,en contfa de las afirmacionesde ciertos este-
i.otipo, femeninos autocomplacientes.Más de dos mujeres de cada
,.", ü0 por 100) suelenmantenersefieles a una sola forma de hacerlo
durante toda su vida28o.
La masturbaciónes' sin duda, el mejor medio para que una mujer
alcanceel orgasmo.Entre un 90 y un 96 por 100 de las que se autoes-
timulan lo consiguenrápidamente,en dos minutos0rl,y sin ninguna di-
ficultad 017'01e.
t2
LN UIsTURBACTÓNFEMENINAEN CIFRAS

<Aliena uitia in oculís habemus, a tergo nostra sum.>>


(Siempre tenemos ante los ojos los vicios ajenos, y los
nuestrosa la espalda.)

Lucro ANNpo SÉNEc¡(4 a. C.-65 d. C.),


De lra, II,28, 8

<¿Cómo es que miras labrizna que hay en el ojo de tu


hermano y no reparas en la viga que hay en tu ol'o?>

Mt7: ), Biblia de Jerusalén


(Descléede Brouwer, Bilbao, 1981)

I\T
I\ o creo equivocarmedemasiadosi afirmo que muchos de los lecto-
res de uno u otro sexo se habrán preguntado alguna vez cuál es la ver-
daderaextensiónde la masturbaciónentre las mujeres.Es una incógni-
ta difícil de despejar dado el silencio que atenazaa estapráctica sexual
femenina. Quizá les consuelesaber que han sentido la misma curiosi-
dad que movilizó durante décadasa numerososinvestigadorescon la
intención de responder a esa cuestión.Y ellos también se han enfren-
tado a no pocasdificultadesen su empeño282.
Una vez se llegó al convencimiento de que la mujer tiene necesida-
des sexuales,la masturbaciónfue uno de los tópicos que más interesaron
investigar porque representala forma más autónoma de buscar su satis-
facción. No requiere la intervención de nadie más que una misma, ni se
lfeva ala práctica inducida por el interés de otros. Por eso,la pretensión
232

de conocer la extensión de la masturbación entre las mujeres ha repre-


sentado siempre una exploración vicaria de la verdadeta natttaleza se-
xual femenina, aunque no se haya dicho de un modo explícito. Si ellas
tienen deseossexualeshan de manifestar el impulso de satisfacerlos,ob-
viando toda consideraciónética o estéticaal respecto.Una teoría que ha
prevalecido durante mucho tiempo afirma que esatendencia debe cana-
lizarce siempre a través de las relaciones sexualescon otras personas'
Pero es obvio que también existe la posibilidad de hacerlo más eficaz-
mente en cuanto al logro orgásmicomediante la masturbación.
Quienes no están dispuestosa admitir ninguna autonomía sexual
en la mujer han guardado siemprela esperunzade que estano se mas-
turbe, o que lo hagamuy poco, pues eseperfil se aiustafíameior al mo-
delo ladicional de mujer. Mantener esaidea permitiría sostenerel vie-
jo prejuicio sobre el carácter pasivo de la sexualidad femenina. El
hallu"go contrafio, que ellas utllizan con mayor o menor asiduidad la
masturbación parz resolversus urgenciassexuales,haúa tambalearesa
idea victoriana sobre la sexualidadde las mujeres.No está de más se-
ñalar de nuevo que ese puritanismo victoriano aún flota sobre algunas
mentes actualescomo las brumas envuelvenlas marismasal amanecer.
Todo esto quiere decir que los diferentes hallazgossobre la fre-
cuenciade la masturbaciónfemeninahan estadosiempreinterpretados
bajola óptica dominante del grupo social al que pertenecieracada in-
vestigadory sus propios preiuicios acercade ello. Y significa,también,
que las respuestasde las mujeres a las preguntas que se les formulan
sobre su ptáctica autoeróticahan estado siempre fuertemente condi-
cionadaspor el pudor y la vergüenza qüe sientenpor estetipo de acti-
vidad, subsidiariasde ese mismo entorno social. Ese sentimiento de
cometer una infracción aI masturbarsepuede fastfeafseen el uso que
hacen algunas mujeres cultas e inteligentes de la palabra <<pecado>>
para referirsea talesactividades28r'
Quizá por eso,cuando se revisancon espíritu crítico las cifras pu-
blicadas sobre la extensión de la masturbación en la mujer, se siente
una decepciónsolo comparablea la que ocasionacomprobar que nu-
merososcolegasrespetableslas repiten como un eco sin cuestionarse
su veracidad ni analizarlasmínimamente. Este extremo careceríade
importancia si no fuera porque esos datos les sirven de base paru ela'
borar toda suertede teorías acetcade la sexualidadfemeninay mascu-
LA MASTURBACTÓN
FEMENINA EN CIFRAS 233

lina. Conjeturasque luego trasciendena la población sin rigor alguno y


anaigan profundamente en sus mentes con consecuenciaspersonales
de largo alcancepara susvidas.
Los resultados que se encuentran en la literatura son tan variados
que proporcionan un soporte relativamente ftágl, para un análisisrigu-
roso sobre la verdadera extensión de la masturbación femenina y su sig-
nificado en la vida de las mujeres.Pesea todo, repito, tales cifras suelen
utilizarse discrecionalmentecomo si de verdadescontrastadasse rrarase.
Nadie sefiaúa de un test que diera resultadostan dispares.
No podemos caer en el error de creernoslos resultadosde una sola
encuestapara delimitar la frecuencia de la masturbación en el género fe-
menino. Sin embargo, suele ser un desliz muy común en la literatura de
dir,'ulgaciónsexual que se encuentra en los estantesde las librerías. Se
debe tener en cuenta la gamamás amplia posible de los resultadosobte-
nidos para saber a qué nos enfrentamosrealmente.Por eso,no estaríade
más realizaruna visión panorámicade algunasde ellas.Además, le será
útil al lector como un saludable ejercicio para saber lo poco claras que
pueden estarlas cosasy lo desacertadode emitír juicios sin tener en con-
sideraciónla mayor cantidad de opcionesy datos posibles.
Los sondeosrealizadospara conocerla frecuencíade la masturba-
ción femenina son numerososy resultaríaprolijo enumeradostodos.
Para que ustedesse hagan una idea de la amplia gamade respuestas
que se obtienen en ellos, pueden revisar latabla2, que recogealgunas
de esasinvestigacionessin pretensionesde ser exhaustivos.

Tabla 2. Fnncurrucr¡ DE LA MASTURBACToN poBLACToNES


EN DTFERENTES FEMENTNAS

Adolescentes
Población general (%) Población universitaria (7") (%)
( 1 1 - 1 8a ñ o s )

Haire (1951)'z84 (98) Clifford(1978),"', (74) Moraleda (1977)288 (44)


Horer (1981)017 (85) Nzate (1978)tat (68) Smith y cols. (t996)"n ($)
Serrano(1978)o3r (84) Kinsey y cols. (1967)ffi4 (6) Raboch y cols. (1994)'?% (6)
Hite (1976)o1e (82) Malo y cols. (1988)¿5 (61) Liu(1997)zst (2\
Reinisch yBeasley (1990) tó? (70) Gutiérrez (1978)tlo (44)
Hunt (1978)lto (6)
Kinseyycols. (7967\004 (62)
Malo y cols. (1988¡^: 02)
Charron yJulliard (1972)'?86 (19)
234

¿Qué puede explicar tanta disparidad? Cuando se estudia la fte-


cuencia de la masturbación masculina se encuentran algunas diferen-
cias de unos estudios a otros, pero en contadas ocasiones alcanzan
rangos tan amplios de respuestasafirmativas.Y es precisamenteesa
uniformidad en las declaracioneslo que les proporcíona cierta credibi-
lidad.

Cuando los resultados sobre masturbación masculina no reflejan que /o/os los
hombres se masturban, el investigador se limita a exponerlos sin hacer mayores co-
226'286.
Por
mentarios,dejando parasí la impresión de que esoshombres le han mentido
ejemplo, Charron yJulliard286comunicanproporciones de masturbaciónmasculinaen
la población general deI73 por 100, y Malo y cols.28t,del 53 por 100; valores que están
por debajo del comunicado por el grupo de Kinsey226,que fue del 92 por 100, y es la
cifra que suele manejarse como estándár aproximado de la masturbación masculina.
Seguro que los lectores de ambos sexostambién ponen menos en duda esta última
cifra que las anteriores. Sucede así porque los datos del grupo de Kinsey se ajustan
más al tópico que la población general tiene acerca de la masturbación masculina y re-
sulta más fácil aceptarlos sin hacer demasiado gasto intelectual. Por eso, los otros re-
sultados se ponen en entredicho. Lo mismo nos sucede con las cifras de masturbación
femenina, solo que al contrario: el pensamiento colectivo induce a creersemás los da-
tos que la infrarrepresentan que los situados en la parte superior del rango, porque el
estereotipo dice que las mujeres deben masturbarse en menor medida que los hom-
bres, si es que lo hacen.

En cualquier caso,lo cierto es que las observacionesrealizadasen


casi todas las culturas, excepción hecha de las llamadasprimitivas,
muestrancasisiempreque los hombres aceptancon más facilidad ante
terceroshabersemasturbadoalgunavez en susvidas;lo contrario de lo
que hacen las mujeres.Algunos famososantropólogosy antropólogas
toman al pie de la letra taleshilIazgos y, dejándosellevar por el espíri-
tu de la época,suspropios prejuicios,o la simple corriente de los datos
disponibles,concluyenque esatendencia<<demuestro> que las muieres
se masturban en menor medida que los hombres, y que eso es un ha-
llazgo universal01r.En definitiva,la vieia idea de que la masturbación
es <<cosa de hombres>>, reformulada0rl'040. O el paradigmaque se ocultl,
subrepticiamente,tras ella, que es más importante: que esa actividad
nada tiene que ver con la mujer, porque ella sientemenos necesidades
o las controla mejor (un carameloenvenenado,como tendremos oca-
sión de comprobar más adelante).
LA MASTURBACION FEMENINA EN CIFRAS 235

Es posible que tal idea sea cierta. Y de esemodo habría qrtecreer-


/a si no fuese porque en Ciencia lo que parecelógico en un determi-
nado contexto puede no sedo realmentevisto desde una perspectiva
diferente. Pero, además,es que no podemos conformarnos con expli-
cacionesya establecidascuando existen otras tan viables como ellas o
más; las cuales,sospechosamente, no se han explorado con la suficien-
te franqueza.Mas hemos de dudar de tales afirmaciones.Sobre todo
porque aceptadas exige realizar un acto de fe ciega que va en contra
dela nzón y de los resultados de otras investigacionesque no se tienen
en cuenta alahon de hacer una valoración global sobre la verdadera
extensiónde la masturbaciónfemenina.
No poseerla cándidavirtud de la credulidad hace necesariorevi-
sar el tema con mayor profundidad y una amplitud de miras menos es-
ffecha de la que se ha mostrado hasta ahora. Voy a intentar hacer eso
en las líneas que siguen y espero no aburrir a los lectores que me se-
cundenen esasreflexíones.
Pero antes de detenernos a examinar la arténtica extensión de la
masturbaciónentre las mujeres,quizá seanecesariobuscar una expli-
cación a la disparidad de los resultadosencontradosen los diferentes
sondeosrealizadossobre la población femenina.Es una realidad cuyo
esclarecimientono puede soslayarse.
Una de las fuentes de erroq no bien estudiaday que solo puede
basarseen los reiterados testimonios femeninos, es que un número
desconocidode mujeres responden a las encuestassin pensárselode-
masiado o rucionalizando mucho, cuando se les pregunta si se mastur-
ban. Con lo que sus respuestassesgana la baia Ia auténticatasa de
masturbaciónfemenina.Me explicaré.
Algunos estudios de antropología social han encontrado mujeres
que no consideransexualesactos que los demásno dudarían en califi-
car como tales,por la simple raz6n de no llegar al orgasmocuando los
Al no alcanzarlo durante la actividad autoerótica creen que
reaLizan0r6.
esta carece de las connotacionessexualesque otros Ie daúan; razón
por la que esasmujeres tienden a negar que se masturban en los son-
deos. Después de todo... alcanzatel orgasmo con esascariciasse en-
cuenra dentro de la definición de masturbación.
Ignorar que existe la voz masturbación pata designar esa activi-
dad, o cualquier otra palabra más popular, también es causasuficiente
D6

para justificarse ante sí misma no haberlo rcalizado nunca y responder


negativamenteen las encuestas.¿Recuerdanel ejemplo que puse en el
capítulo 2 sobre la amiga de la infancia que respondió: <<Mira,cons-
cientemente,yo no he hecho nunca esacosa>>, cuando le interpreté un
sueñocon clara simbologíaautoerótica? Pues a esome refiero aquí.
En otras ocasiones,se trata de una interpretaciónpeculiar del acto
de masturbarse.Una mujer que atendí en mi consultay aún era virgen
a sus cuarenta años de edad negabaal principio que se masturbara'
Pero al profundizar la entrevista se descubrió que sí lo hacía (y era
multiorgásmica),solo que utilizaba exclusivamenteestímulosmentales:
<<sin
manos>> .Pam el),a,el hecho de no manipularselos genitalesjustifi-
caba su respuestade no masturbarse;despuésde todo, la masturba-
ción está definida como procurarseplacer sexual con las manos, ¿no?

Una corresponsal de Hite le escríbió lo siguiente: <<Yono me masturbo. Bueno, en


(pág. 89).
mi casotodo se limita qtizá a un frote contra las sábanas>>0le

Así resulta que las mujeres incluidas en alguno de los eiemplos


precedentesresponderánnegativamenteen las encuestascuando se les
pregunte si se masturban, aunque en realidad lo hagan. Con esa acti-
tud reducen, de forma artificial,las tasasde masturbaciónque se en-
cuentranentre la población femeninageneral.
La falta de confianza y la vergüenza son también dos elementos
que influyen alahoru de respondercon veracidad alas encuestas,oca-
sionando parte de la vaúación que tienen sus resultados.Esto es algo
que no sucedesolo en los sondeos;también ocurre en el contexto ínti-
mo y segurode la consultadel especialista.Algunas pacientesdel sexo
femenino han respondido negativamenteal autor cuando se tocaba el
tema del autoerotismo.Pero en la siguienteentrevistaIa propia pacien-
te me recordaba el encuenffo anterior para reconocer que me había
mentido. Cuando me interesabapor la raz6n de ese proceder, la res-
puestaha sido siemprela misma: <<elotro día,no tenía confianzo>.¿Se
imaginan el clima de confianzaque puede despertarla única entrevista
de un encuestador anónimo en un tema tan amenazadotpara muchas
mujerescomo es este?
El grupo social donde una crece influye notablemente en las res-
puestas.Si tal entorno crea una atmósfera donde se critica y estigmatiza
LA MASTURBACIÓNFEMENINA EN CIFMS 87

la masturbación,lo lógico es que pocas se atrevana reconocersu acti-


vidad autoerótica.Por eso,las sociedadesmás cerradasideológicamen-
te y las más ligadas al autoritatismo favorecen la aparición de respues-
tas negativas.Se ha comprobado que el autoritarismo, como rasgo de
personalidad,respondecon emocionesnegativasa todo lo relacionado
con lo erótico y tiene actitudesmás restríctivasfrente al sexo en gene-
lzlyla masturbaciónen particulat\06'rn'rr2. Y esosson los rasgosque
predominan entre quienes forman parte de los poderes fácticos de
todo régimen ideológicamentetotalitario, sea cual sea su signo; que
son los que marcan las pautassocialesde comportamientoen estetipo
de actividades.Por eso no es de extrañar que las poblacionesque han
sufrido esetipo de organizaciónreligiosa, política o social arrojen tasas
de masturbaciónincreíblementepequeñas.Es el caso de las Repúbli
cas Checay China, por ejemplo, donde se comunican tasasde mastur-
bación femenina entre adolescentesmenoresde dieciocho años del 6 y
del 2 por 100, respectivamente2e0'2e1. Se necesitaser muy ingenuo o es-
tar muy imbuido de espíritu victoriano para creer en la veracidad de
estascifras.
Lamento mostrarme tan escéptico,pero sé que muchos lectores
estaránde acuerdo conmigo, por poco que sepandel tema. Claro que
siemprese puede pensarque esasjóvenesson extraterrestresy su cuer-
po no estábasadoen la química del carbono. Creo, empero, que resul-
ta menos grotesco sostener que mintieron al responder en aquellos
sondeosbajola influencia del entorno social.
Hay otros ejemplos.La encuestade Kinsey en EstadosUnidos se
vio influida por la corriente de puritanismo que asoló su paísa finales
de la SegundaGuerra Mundial. El trabajo de campo se realizó en un
contexto social donde se sobrevalorabancasi en exclusivalas activida-
des familiaresde las mujeresque incluían una buena parte de los valo-
res tradicionalesvictorianos.Estos conforman, como saben,la imagen
de una mujer asexuadae incapazde masturbarse.Algo similar a lo que
sucedíaen la Españagobernadapor el generalFranco, donde se consi-
deraba que el autoerotismofemenino era algo indecoroso e impropio
que toda mujer decentedebía evitar.Por esarazón, dado que la mujer
españolaera decentea priori, se entendíaque no se masturbaba.
Por seguir con la referencia española,se ha sostenido que si las
chicas de entonces se excitaban no osaban masturbarse,por lo que
D8

<<quedaban insatisfechasy soliviantadas>>0r0(pág.I9I). Muy pocasmu-


jeres se attevían a feconocef tal ptilctica ante terceros, pof mucho que
fuera la única forma de resolversus dificultadesde satisfacciónsexual,
entoncesy ahoru.Sin embargo, graciasa las especialescaracterísticas
de la encuestarealizadapor Serrano0rl,sabemosque en aquellaépoca
se masturbabanalgo más de cuatro de cada cinco (84 por 100) de las
españolas,la inmensa mayotíade ellas.Algo que resultabainadmisible
parulas mentesbienpensantesde entonces.De hecho, impidieron que
la ínvestigaciónde Serranose publicara durante años.
Y es que la verdaderaclave de la disparidad de los datos comuni-
cadospor las diferentesencuestasestáen la vergüenzaque sientenlas
mujeresal hablar de estetema.

No podía definirlo mejor esta joven de dieciocho años: <<Paramí la masturbación


es algo muy íntimo; bueno, depende de cómo se rate. Creo que nunca he hablado de
ello con mis amigos; es algo que lo veo muy tuyo. Es un tema que me intimida muchi
simo>>2e2(pág.90).

Esa fuerte incomodidad parahablar de la masturbaciónes la prin-


cipal fuente de variación en los hallazgos de las investigacionesmen-
cionadas.O lo que es lo mismo: algunasmujerestienden a ntentir paru
ocultar su actividad autoeróticaen las encuestas.
No sé si esta afirmación suenamuy rotunda. Pero intenten hacer
el siguienteejercicio:¿quépensaríananteun hombre que asegurase no
habersemasturbado nunca? Yo les doy la respuesta:dudarían de su
testimonio,pesea que los hay.Pensaríanque miente o que le pasaalgo
¿Por qué no mantenerla misma actitud escépticacon las muje-
<<raro>>.
res que niegan masturbarse?Porque interesa creer en esasnegatiuas,al
menos a las mentesvictorianas.Un ambiente social impregnado en la
suposiciónde que la masturbación<<noes cosade mujeres>> propicia el
sustento del viejo statu quo sexual femenino; el que afirma que las mu-
jeres no tienen necesidadessexualesautónomas, con todaslas conse-
cuencias quetraetía aceptar esetópico.
LA MASTURBACIONFEMENINA EN CIFMS T9

INDESEABLE
UNR nrspuesrA SocIALMENTE

Un chascarrillo que corre por los consultorios sexológicos afirma


que: *[...J el 99 por 100 de los jóvenesde ambos sexosse masturban
ocasionalmente (pág.1575).
y [...Jel otro 1 por 100 ocultanla verdad>>2et
La anécdota intenta reflejar, con tino, la extensión universal de
esta práctica entre la población general;aunque en honor a la verdad
se queda corta cuando estima el número de personasque mienten al
no reconocerque se masturban,sobre todo en cuanto a las mujeresse
refiere.
Que ellasno son sincerasen estetema es una sospechaque sobre-
pasalos límites científicos;se encuentraa pie de calle.Muchos lectores
de uno y otro sexo selo suponen,y algunasmujerescomo Elena Soria-
no, entre muchas otras, expresan esasdudas por escrito: <<¿Noserá
que las mujeres ocultan más ique los hombres] estospecados?>> 28i
(pás.192).

Pese a la lucidez de estaspalabras, observen el uso de la voz <pecado>>, porque re-


fleja con claridad la actitud social frente a la masturbación que ha propiciado el enun-
ciado de esa frase, Ello permite comprender que muchas mujeres se nieguen a recono-
cer esta práctica incluso en presenciade un abogado (sob¡e todo si es varón) o un
sacerdote (que enffe los católicos actualmente es varón).
Un problema que gravita siempre sobre las mujeres que se atreven a denunciar pú-
blicamente la creencia de que sus compañeras de género mienten respecto a la mastur-
bación es verse señaladascon el dedo como uiciosaso como traidoras.
Siempre ha existido el temor a ser objeto de la burla de los demás bajo la acusa-
ción de ser unas masturbadoras crónicas que proyectan hacia las demás su hábito ver-
gonzante para amínorar sus propios sentimientos de culpa. El otro tipo de acusación
temida es el de hacer excesivamentetransparente la realidad femenina aumentando la
r,ulnerabilidad de las mujeres frente al varón, del que hay que protegerse a toda costa'
Que ellos sepan que ellas se masturban parece ponedas en graves aprietos. Es un <<des-
cubrimiento> muy temido. (No estaría de más que los hombres hicieran un poco de
introspección al respecto para determinar hasta qué punto ellos mantienen -o no-
actitudes que aviven tales temores.)
Son razones que probablemente obstaculicen potenciales iniciativas para escribir
sobre la masturbación femenina entre las mujeres.
El propio Kinsey utiliza esta clase de artimaña para desacreditar los resultados de
otros investigadores,varones como é1,que mostraron cifras de masturbación femenina
más altas que las suyas:<<Muchoshombres -esc¡ibe-, proyectando su propia expe-
riencia en el sexo opuesto, están propensos a sobrestimar la incidencia y la frecuencia
240 :

de la masturbación en las mujeres>> 00a(pág. I? i.). El peso dela pacatasociedad nortea-


mericana de entonces impidió a tan insigne investigador caer en la cuenta de que él
mismo estaba predispuesto a no admitir cifras elevadasde masturbación femenina por
ir en contra de lo que entonces se consideraba <<correcto>). Y no se le ocurrió pensar
que sus encuestadasestuviesenocultándole la verdad. La ingeniosa periodista francesa
Béatrice Bantman ridiculiza un poco la ingenuidad de los investigadores sexualesque
se toman al pie de la letra las respuestasde sus encuestadosen estetipo de sondeos26r.
Como si fuera suficiente recomendarles ser sinceros para que 1ofueran.
Pese a todo, cadavez hay más señorasque, sacudiéndoseesosmiedos, se atreven a
afirmar que la masturb ación también <<es cosa de mujetesr>006'016'012.

Las encuestassuelen ser la principal fuente de información que


utilizamospara describir las prácticassexualesde los grupos humanos.
Sin embargo, contienen un factor de incertidumbre difícil de evaluar
que impide garantizat la sinceridad de las respuestasplasmadasen
ellas por los encuestados.Por eso los sondeosno son tan fiables res-
pecto a 1a masturbacióny otras áreasde la sexualidadhumana como
seríadeseable.Y de ahí viene la variedad de susresultados.
Hacer encuestassexualescompletamentesincerasresulta tan difí-
cil en nuestrosdíascomo lo fue en el pasado.

Santiago Genovés se hizo eco de estasdificultades en su día. Genovés, antropólo-


go mexicano que previamente había participado en las expediciones marítimas Ra I y
Ra II, organizó otra denominada Acali, con la que cruzó el océano Atlántico desde las
españolas islas Canarias (junto a la costa noroccidental africana\ hasta el continente
americano con una embarcación de reducidas dimensiones.En ese medio de convi-
vencia tan especial realizó, in situ, tna investigación sociológica del grupo humano de
ambos sexos que viajaba a bordo de la balsa. Para ello se sirvió de numerosos cuestio-
narios. Debido alafalta de intimidad que sufrieron los navegantesen el reducido es-
pacio de la embarcación, no fue complicado observar las efusiones amorosas de algu-
nos de los participantes (bastante menos numerosas de lo que algunos llegaron a
vaticinar). Pese a ello, la investigación de la vida sexual del grupo no fue sencilla, y Ge-
novésplasmóesasdificultadesescribiendo:..Aun en circunstancias extremas,se mien-
te más al llenar cuestionarios sobre el comportamiento sexual que sobre ningún otro
aspecto>> 2ea.

Existen variasrazones,ademásde las ya mencionadas,para justifi-


car que las mujeres mienten cuando se les pregunta por la masturba-
ción, Una de ellas, muy importante, es el temor a que una respuesta
afirmativa pueda ser mal recibida por el encuestador y ser tácitamente
LA MASTTJRBACIONFEMENINA EN CIFMS 24r

reprobadaspor practicar una actividad que el grupo social al que per-


tenecenconsideranegativa.Por eso,reconocermasturbarsees un paso
tan difícil de dar para muchasmujeres.Hace tiempo que se ha demos-
trado que los sujetos encuestadossuelen mentir cuando la respuesta
y masturbarsese ha
que se les solicita es socialmenteindeseabIe262'2e5,
consideradoinapropiado para Ias mujeres hasta ayer; aunque vaya en
contra de la experienciade cadaunay del principio de la realidad.
Y no se crean que los hombres son tan francos como se sostiene
cuando responden sobre la masturbación.También mienten. Aunque
lo hacenen una dirección que probablementeles sorprenda.

Estoy seguro de que entenderán ala perfección cómo pueden condicionar los re-
sultados de las encuestaslas preguntas cuyas respuestasson socialmente indeseables
con un ejemplo que me parece muy gráfico.
Quizá recuerden, o hayan tenido noticias, de las eleccionesgeneralescelebradasen
España e\ día 3 de marzo de 1996. Gobernaba el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) salpicado por numerosos escándalos políticos y financieros que el principal
grupo de la oposición, el Partido Popular (PP), y los medios de comunicación que Ie
eran afines airearon hábilmente durante bastante tiempo. Eso propició la creación de
un clima social anticorrupción que se logró identificar como una atmósfera anti-PSOE.
Dicho estado de opinión resultó tan denso que a los simpatizantes del PSOE comenzó
a resultarlesembarazosoidentificarse como tales ante los demás y confesar públicamen-
te sus simpatías políticas reales.Coraenzóa estar socialmentemal uisto uotar alPSOE.
Todas las encuestaspreelectorales que se hicieron en ese tiempo coincidían en la
predicción de una victoria abrumadoramente mayoritaria del PP (se calculaba una di
ferencia promediada de votos de ocho puntos). Y en ese ambiente se celeb¡aron las
eleccionesgenerales.
Recordarán que el PP venció, en efecto, pero con tan escasomargen (la diferencia
fue de poco más de un punto; 290J28 votos) a que le impidió alcanzarla tan deseada
mayoría absoluta, obligándole a p^ct^t con otro panido para poder gobernar sin so-
bresaltos.
La noticia que más comentarios recibió en la prensa del día siguiente (consúltense
las hemerotecas) no fue tanto la escasavicto¡ia del PP o el estrecho margen del revés
electoral del PSOE, sino eI rotundo fracaso de las predicciones que habían realizado
los diferentes sondeos preelectorales.
¿Cuál fue el error cometido por las empresasque investigaron la opinión de los es-
pañoles? Considerar la masa electoral como un ente c paz de reaccionar automática-

'Léase, entre otros, el artículo: <¡Cuidado con los sondeos!>>,


deJosé Luis San-
chís, en el diario El Mundo (núm. 3 .743 , 25 -II 2000, pág. 12).
242

mente a los estímulos sin un proceso de reflexión de por medio. El desliz se.centró en
olvidar el clima social hostil al PSOE que se había creado antes de las eleccionesy su
influencia sobre los potenciales votantes de ese partido político. Ese ambiente había
convertido identifica¡se en los sondeos como votante del PSOE (o tene¡ intención de
votar a ese partido político) en :unarcspuestasocialmenteindeseable.La consecuencia
inmediata fue que un buen número de los consultaáos ocultó su verdadera intención
de voto y respondieron en los sondeos como pensaban que el entorno social les de-
mandaba: votar al PP o ser votante potencial del PP. Tales respuestasfalseadasdaban
a ese partido político una intención de voto excesivamenteinflada que no se supo
corregir adecuadamentecuando se analizaronlos datos.
Las consecuenciasprácticas del caso es que los dirigentes del PP habían tomado
decisiones yhabían hecho previsiones de gobierno basados en el espejismo de la su-
puesta supremacía parlamentaria augurada por los sondeos. Y lo hicieron hasta el ex-
t¡emo de diseñar una campaña electoral extremadamente ofensiva contra la coalición
nacionalista catalanaConvergéncia i Unió (CiU). Lo que generó una serie de agravios
en dicha coalición que el PP tuvo que tajarse después,como si de una purga se trata-
rA, par^ poder asociarseprecisamente con CiU y faciitar la gobernabilidad del país.
Algo similar sucede con las encuestassexuales.Las preguntas cuyas respuestasson
socialmenteindeseables(y reconocer que una se masturba es, hoy por hoy, una de
ellas) tíenden a ser respondidas por algunas encuestadasminimízando la conducta szi-
terntíticatnente.Por eso las cifras referidas a la masturbación femenina arcoianvalores
tan discrepantes y modificables con el paso del tiempo; por la influencia cultural y por
el ambiente social. Cuanto más permisivo sea el colectivo de referenciahacia la mas-
turbación femenina, se producirán más respuestassincetas y afirmativas sobre las
prácticas autoeróticas; es lo que sucedía en pueblos primitivos como el de Samoa2aa.
Pero estas disminuirán cuando la atmósfera social sea la conffaria; como puede suce-
der en EstadosUnidos00a.Aunque en ambos casosel número de muieres que se mas-
turban de verdad sea aproximadamente el mismo y no varíe en realidad.

Se ha podido comprobar que las respuestasrelativasa la mastur-


bación que se ofrecen en las encuestassufren modificaciones en fun-
ción de tres variables que son dignas de tener en cuenta. Primera: existe
una tendencia a mentir más sobre el sexo en cuestionariosespecífica-
mente orientadosa evaluarel comportamientosexualque en otros más
amplios sobre conducta general,aunque incluyan las mismas pregun-
tas sobre actividadessexuales.Segunda:también se ha comprobado
que este comportamiento está condicionado por la influencia de algu-
nos rasgosde la personalidadde la personaencuestada.Mientras que
los dos sexosson sensiblesalaprimera variable,la segundaparecein-
fluir tan solo sobre las respuestasdel génerofemenino17a.
LA MASTURBACIÓNFEMENINA EN CIFMS 243

Y, por último, una cuestión directamente relacionada con el géne-


ro: las mujeres engañ.an más a los encuestadoresvaronesque a las per-
tenecientesa su propio sexo260,mientras que los hombres se suelen
mostrar aproximadamenteigual de locuacestanto con un intedocutor
masculino como femenino025. En palabras de un célebre investigador
de la conducta sexual: <<Nuestros propios resultadosnos han demos-
trado que es mucho más difícil obtener esta clase de información de
las muchachasy que en generalentrevistarmujeres acetcadel sexo es
más variablee incierto que entrevistara hombres>>260 (pág.26).
Así, se ha encontrado que los hombres tienden a sobredimensio-
nar, de un modo estadísticamentesignificativo, sus respuestasacerca
de la masturbación (refiriendo una mayor frecuencia de la real) cuan-
do responden a un cuestionario específicamentesexual. En tales en-
cuestaslos sujetos tienden a dar de sí mismos la imagen de mastur-
17r'
barse más de lo que creen que lo hacen sus pares masculinos Sin
embargo, cuando responden a otro cuestionariodirigido a evaluar di-
ferentes aspectosde la conducta general (aunque incluya preguntas
sexuales),ese aspectojactanciosode la respuestadisminuye, comuni-
cando entonces frecuencias de masturbación menores. Esa sobresti-
mación masculína de la propia masturbación en los cuestionariosse-
xuales es sistemáticay la hacen siempre.Lo que se ha comprobado
cuando se comparanlas respuestasde los hombres acercade susprác-
ticas autoeróticasen una encuestacon las anotacionesrealizadaspor
los mismos sujetos (debidamente enffenados) sobre tal conducta en
sus diarios sexuales2te. Siernprerefieren masturbarsecon mayor fre-
cuencia en las encuestassexualesde lo que revelan sus anotaciones
cotidianas.
Aquí es obvia la presión social que demanda a los hombres res-
ponder positivamente a las preguntas relacionadascon la masturba-
ción. Es lo que se esperade ellos; lo que impone el tópico'.' y a élhay
que ajustarse.
Lo mismo se observaentre las mujeres aunque en sentido contra-
rio. Ellas infranepresentansiempresu frecuencia autoerótica respecto a
lo que piensanque hacen las de su género;y también lo hacen más en
los cuestionarios específicamentesexualesque en los de comporta-
mientosy actitudesmás generales17'.
244

Es una tendencia que también se observa en el número de parejas sexuales que


hombres y mujeres comunican haber tenido. Aunque esto es más conocido a nivel po-
pular. Los primeros las sobrerepresentan y las segundashacen justo lo contrario. Por
tal tazón la psicóloga Dorothy Einon ha hecho notar que ni los hombres son tan pro-
miscuos como dicen ni las mujeres tan virtuosas como les gusta afirmar2e6.Ambos se
expresancomo les exigen sus respectivosestereotipossociales.

A pesar de que los encuestadossuelen afirmar que responden con


sinceridad a este tipo de sondeos,cuando se indaga expresamentedi-
cha franqueza se encuentra que lo cierto es que tienden a. mentir en
aquellascuestionesque consideranuuciales o espinosas(y la masturba-
ción es una de ellas).Un 14 por 100 de los hombres admiten sobredi-
rnensionarsus actividades sexualesen esasencuestas,y al menos el
8 por 100 de las mujeres reconocen que las minímizan 17r.Como es
sencillo de adivinar, pese a todo, resulta difícil conocer la cifta exacta
de respuestasengañosasen los sondeos dadalanaturalez^ intangible y
sutil que poseela voluntad de engaño.
En lo que se refiere a la personalidad, se ha observado que las mu-
jeres responden masturbarsemenos o no hacerlo en absoluto cuanto
más dóciles son socialmente, y cuanto más introuertidas se muestran a
nivel personalll0'n1'2e7.Así, las chicas respondenque no se masturban
cuando creen que los investigadoresesperaneso de ellas;que es el tó-
pico dominante entre la población general.Esto quiere decir que exis-
te una fuerte tendencia en las mujeres a dar aquellasrespuestasque
resultan socialmente deseablesen los cuestionarios sexuales,como
se señaló más arriba. Las más apocadasmodifican sus respuestasen
esesentido.Mientras que las extravertidasy las socialmentemás aserti-
vas se sienten menos inhibidas a la hora de reconoceresa activídad y
suelenresponder con mayor sinceridad2t3'2e7.De hecho, se encuentran
más extravertidas entre las mujeres que reconocen masturbarse que
entre las que lo niegan.Entre estasúltimas, predominan más las intro-
vertidas110.La relación entre extroversión, mayor reconocimiento de
practicar el coito y la masturbación, y tener mejores actitudes hacia ta'
les prácticas sexuales,son hallazgosque se repiten en otras investiga-
ciones2tr.
Que las respuestasmasculinasno estén influidas por sus rasgos
personalessueleinterpretarsehabitualmentesobre la creenciaestereo-
tipada de que los hombres tienen un caráctermás obtuso, menos fino
LA MASTURBACIÓNFEMENINA EN CIFRAS 245

y sensiblea los condicionamientossocialesque las mujeres.Pero tam-


bién existe otra interpretación bastanteverosímil: el afán de notorie-
dad sexualal que el varón es condicionadosocialmentedesdesu infan-
cia predomina sobre cualquier rasgopersonal.De ahí que, seacual sea
su carácter,la tendenciageneralde algunoshombres seaalardearenlas
encuestassexuales,pues para ellos lo socialmentedeseable(por impo-
sición cultural) es el exceso en todo lo que esté relacionado con el
sexo,no la contención.
De modo que, mienffas ellos fanfarronean en las encuestassexua-
les, ellas,y entre todas las menos asertivas,las más introvertidas y las
más sometidassocialmente,se esconden.Para las muieres,la mastur-
bación es, en cualquier caso, algo humillante que debe ocultarse;un
motivo pan avetgonzarsemás que paravanagloriarse.

No resulta fácil entender este aspecto fatuo de muchos hombres respecto a la mas-
tu¡bación. Estamos más acostumbrados a contemplar esa actitud cuando se refieren al
número de conquistas o a la cantidad de los contactos sexualesque dicen tener. Pero
vanagloriarse de la masturbación es algo que choca mucho a las mujeres porque tienen
interiorizado que hacerlo es malo. De modo que no pueden ni imaginar ni entender
que alguien fanfarronee de algo que para ellas es tan negativo y humillante.
Existe la tendencia general a creer que los hombres poseen un impulso sexual más
intenso y urgente que el femeninoll', pese a estar comprobado que el 42 por 100 de
ellas (algo más de dos de cada cinco) se excitan frente a los estímulos eróticos con ma-
yor rapidez e intensidad que el promedio de los hombres10r.Las mujereshan sido con-
dicionadas desde su infancia para creer que los hombres tienen más impulso sexual
que ellas. Como cada una se toma a sí misma como punto de referencia, y se sabe fuer-
temente erotizada, tiende a tener una imagen lasciva del hombre completamente des-
mesurada(<más que yo; por lo tanto: mucho>). Imagen que cae estrepitosamente, no
sin una buena dosis de confusión por parte femenina, cuando contrastan sus expectati-
vas con la realidad masculina.Y ustedessabende lo que hablo. Las quejasque algunas
señorasexteriorizansobre la supuestafrialdad de sus pareiasmasculinasno son preci-
samente raras. Esa apariencia distorsionada de la realidad sexual de los varones está
reafirmada, en parte, por ellos mis-oi, cuando exageranal hablar de su sexualidad
mostrando la imagen que se espera del varón por muy alejada que esté de su realidad
cotidiana. Actitud que nace, a su vez, del condicionamiento al que han sido sometidos
desde su infancia.
Por eso, las muieres tienden a creer como cierto cualquier exceso que se diga so-
bre la masturbación masculina, y mantienen la actitud general de ser menos crédulas
frente a datos más comedidos aunque seanmás rea1es24 . Es lo que le sucedió a Maggie
Paley cuando escribió el capítulo dedicado a la masturbación en El libro del pene: <<Ya
246

había entrevistado a bastantes hombres acerca de sus penes ----escribeesa autora-


Y la <verdad> que le re-
cuando el ilustrador Robert Richards me contó la verdad>r00r.
firió aquel hombre era, ni más ni menos, que los varones están abrumadoramente se-
xuados, piensan en el sexo cada minuto y medio (!?), y que se masturban mucho..., a
todas las horas del día y en cualquierlugar: en casa,en la calle,en los lavabospúblicos,
en el cine, afeitándose,ante el ordenador, en el mabaio...Y la buena de Maggie se lo
tragó todo, como lo prueba que seleccionaraesa declaracíón como representativa del
autoerotismo masculino y no otra para su libro. Estaba predispuesta a creer cualquier
exageración que le dijeran los hombres sob¡e la masturbación (estoy seguro de que si
hubieran hablado de conquistas habría sido menos crédula; ..se sabeo que los hombres
mienten en eso; no se sabíaque también lo hicieran respectoa la masturbación).Algo
similar le ha sucedido a Pepa Roma 102 y a Sylvia de Béjar 016,entre otras.
Pero si una mujer hiciera un relato similar, y probablemente alguno habrá publica-
do, a muy pocos se les ocurriría extrapolar esa experiencia singular a todas las mujeres.
Sencillamente,porque se aleja del tópico y estamosacostumbradosa dejarnos llevar
auromáticamente por ello's por pura comodidad intelectual. Siempre se seleccionaría
como representativo el relato más comedido, el que la sociedad está dispuesta a creer.
Ese tipo de respuesta/a tua es inconcebible en una mujer aunque el contexto sea
equivalente.Solo en ambientesmás íntimos, como es la consultadel especialista,he es-
cuchado a algunas formular cierta aproximación a esa <<ostentación>> con frases del
tipo: <Claro que me masturbo, oiga. Que yo soy una mujer normal y tengo mis necesi-
dadeso.Pero poco más.

Existe otra fuente de respuestasnegativasen las encuestas.Habi-


tualmente, se da por supuestoque las personasque intervienenen los
sondeos son voluntarias y, por lo tanto, sinceras.Se tiende a pensar
que si no lo fueran no participaúan en esasentrevistas. Sin embargo,
no se tiene en cuenta que un número de sujetoscuya cuantíadescono-
cemos participa en esasinvestigacionesmenos voluntariamentede lo
que en realidad parece.Lo hacen movidos por sutilespresionesde su
entorno como el temor a parecerque deseanocultar algo si no partici-
pan, o a la necesidadde actuar como lo hace su grupo de referencia,o
la preocupaciónde que los encuestadoresse tomen a mal una negativa,
entre oras muchas posibilidades.Se ha comprobado que las mujeres
que no se prestan voluntariamentea este tipo de tareastienen actitu-
des más negativasfrente al sexo caructeúzadaspor una mayor tenden-
cia a no reconocerque se masturban,ni a admitir que han tenido con-
tacto con material erótico comercial,ademásde tenerle más miedo al
sexo y mostrarsemenos proclives a contemplar vídeos eróticos2e8. Si
estasmujeres responden a las sexuales
encuestas de ese modo preten-
LA MASTURBACIÓNFEMENINA EN CIFMS 247

didamentevoluntario, cabe sospecharque inffoduzcan los sesgosmen-


cionados,minimizando sus respuestas.Hay que tener en cuenta que
aquellaspersonas que se sienten obligadas a responder son precisa-
mente quienespresentanlas característicaspersonalesantes descritas
de mayor docilidad social e introversión. Elementos que por sí solos
también explican la tendenciaa mentir en determinadasrespuestasse-
xuales.
Aunque prestarserealmentevoluntariasa estetipo de investigacio-
nes tampoco garantizamucho las cosas.Se ha podido comprobar que
las mujerestienden a respondera preguntasexplícitassobre sus púcti-
cas autoeróticasminimizando la frecuenciaincluso en condicionesex-
perimentales;es decir, en una situación donde existeuna relación con-
tractual con los investigadorese investigadoraspor la que ellasreciben
unos euros a cambio de su tiempo, dedicación y sinceridad.Algunas
publicacioneshan demostradoque las mujeres afirmabanno haber in-
crementado la frecuencia de sus prácticas masturbatoriastras haber
contemplado un vídeo erótico un mes antes,cuando se les preguntaba
directamentepor ello; mientras que las anotacionesque ellas mismas
realizaton en otro cuestionario aparte sobre las actividadessexuales
171.
desarrolladasdíaa día durante esetiempo confirmaban1ocontrario
Son estastendenciasfemeninasa ftngtr en las respuestasrelacio-
nadas con la masturbaciónlas que infrarrepresentanla frecuencia de
esta práctíca en las encuestas,no nos engañemos.Y probablemente
también las que favorecen que las señorasdejen dichas preguntas sin
responder en proporciones superioresa los hombres en este tipo de
investigaciones 110'28t.
Una ausenciade respuestasque llega hasta el
25 por 100 de las encuestadas(¡una de cada cuatro!)285.Loque da
idea del impacto emocionalque causaa no pocasmujerespreguntarles
si se masturbany la escasarepresentatividadde los resultadosmostra-
dos por algunos de esostanteos.Y explica la respuestanegativa que
daúansi pesea todo seles obligara a manifestarseen esecontexto.
Las dificultades que tienen las muieres panhablar de estostemas
yahan sido descritaspor otros autores260, Y se debe en parte ala gtan
reservaque ellas sienten respectoa su propia sexualidadooT' Esa acti-
tud hace muy difícil que se muestren sincerasen las entrevistassexua-
les que se desarrollan cata a cara}re,sobre todo cuando el entrevista-
dor es un hombre260.
248

No se libran de talestemoresrespectoal sexo ni siquieralas muie-


res que han realizado estudios de Medicina. Cuando el autor envió a
un grupo de médicasen formación especializadaun pequeño cuestio-
nario anónimo para hacer una investigaciónsobre la frecuencia de la
eyaculaciónfemenina,solo recibió /os respuestasde un total potencial
de ciento trece2ro.Lo que indíca cuán anaigadosestán aún los inter-
dictos socialesque existen sobre la sexualidadhumana enre las muje-
res, a pesarde ejercerprofesionesque supuestamenteles proporcionan
un mejor criterio sobre esta.

FEMENINA
DE LA MASTURBACIÓN
L¡ vnno¡PERA EXTENSIÓN

Hasta ahora,losdatos disponiblessobre la extensiónde la mastur-


bación femenina se han interpretado desdeel punto de partida de que
esta actividadpodría serpocofrecuente entte las mujeres.Me pregunto
qué sucederíasi modifícásemosla perspectivay aftontáramosel tema
sosteniendo la hipótesis contraria. Es decir, pensando que quizá la
masturbaciónseaalgo tan natural entre ellas como actualmentese sos-
tiene respectoa los hombres. Acaso obtendríamosresultadosdiferen-
tes. O, siendo los mismos,los interpretaríamosde otro modo. Intenté-
moslo.
Ya hemos comprobado que algunasmujeresmienten sobre sushá-
bitos autoeróticos,ocultándolos.Eso quiere decir que si tenemosdos
cifras diferentes sobre la frecuencia de la masturbación extraídas de
dos grupos distintos de mujeres,resultarámás fiable la que nos facilite
la proporción más elevadade esta práctica, por una raz6n muy sencilla.
A nadie que no seaun hombre (por lo que hemos podido comprobar
en párrafos anterioresttt'z5e)se le ocurriría confesarque practica una
acdvidad que no solo no cultiva, sino que, además,puede estar mal
vista por quien formula la pregunta. Por eso es improbableque en el
grupo donde se comunican cifras de masturbaciónmás elevadasse en-
cuentren mujeresque hayan mentido atribuyéndosedicha acción si no
la han practicado nunca, Lo más uerosímiles que esasmujeres estén
siendo sincerasen mayor medida que el grupo que comunica cifras de
masturbaciónmenores.Este último contiene con seguridadmás muje-
res que se ocultan, minimizando, que el otro. Por esalógica son más
LA MASTURBACIÓN FEMENINA EN CIFMS 249

creíbles las frecuenciasde masturbación femenina comunicadaspor


Horet, Serranoo Hite (85 por 100;véasetabla2) que las suminisladas
por el grupo de Kinsey o Hunt (63 por 100;véasetabla2).Incluso en-
tre los datos notificados por el Instituto Kinsey,son más fiables los re-
cientes(70 por 100)167 que los antiguos62 pot 100)0M'Y todas esas
cifras lo son más que las irrealestasasde masturbaciónfemenina que
dan otros autorescomo Charron y Julliard2s6(19 por 100), Raboch
y cols.2e0(6 por 100) o Liu2er(2 por 100).Salvoque las mujeresencues-
tadas por estosúltimos carecieranrealmentede impulsos sexualesau-
tónomosr6t'r66 y no fueran de estemundo.
Las diferentesencuestasque vienen haciéndosea lo largo del tiem-
po revelan que las respuestasafirmativas sobre la masturbación feme-
018'156'265
. Este fenómeno se
nina se incrementan a cada décadaque pasa
interpreta tradicionalmente como una secuela del proceso de libera-
ción de la sexualidadde la muier que le permite accedera diferentes
prácticassexuales,antesprohibidas, en la medida que pierde sus inhi-
biciones,Pero a la vista de todo lo que se estácomentandoen este ca-
pítulo existe otra interpretación que a mí se me antoja, cuanto menos'
tan aceptablecomo la anterior. Las mujeres se han masturbado siem-
pre con una frecuenciaaproximadamentesimilar a lo largo de la histo'
ria: son humanas,tienen deseossexuales,les gusta disfrutar de orgas-
mos y el coito no ha sido la mejor fuente de estosdesdela noche de los
tiempos. El cambio se ha producido en la masasocial en la que existe
una actitud más predispuestaa aceptarcomo nofmal algoque siempre
lo fue aunque se sostuvieselo contrario. Como consecuenciade ello,
ahoruhay más mujeresque antesque no siententanto apuro alahota
de reconocer sus prácticas autoeróticasen los sondeos.Y por eso Ia
proporción de mujeres que comunica masturbarseaumenta con el
tiempo aunque seamuy tímidamente004'167. Cuanto más dispuestaesté
una sociedada admitir sin remilgos y con naturalidad que una mujer
se puede masturbar porque es un aspectomás de su vida sexual,mayo-
res seránlas cifras de masturbaciónque se encontraránen las sucesivas
encuestas,porque las mujeres temerán menos hablar de ello. Lo con-
trario también es cierto: cuanto más restrictiva y menos permisiva sea
una sociedad en la asunción de la masturbación femenina, menores
serán las tasasmostradaspor los sondeosperiódicos,porque habú
menos mujeres dispuestasa someterseal interdicto social que supone
250

reconoceresapráctica. Sin embargo,en ninguno de los dos supuestos


estarámodificándoseel número real de mujeres que se masturba,sino
el de las que estándispuestasa reconocerloante otros.
Pese a las dificultades señalad^sparu estimar la auténticaexten-
sión de la masturbaciónfemenina,disponemosde datos suficientes
para poder afirmat que esta conducta sexual es prácticamente univer-
sal entre ellas (fig. 7). Al menosentre las mujeresnormales.Y soy cons-
ciente de lo que acabode escribir en cursiva.
N analizarlos resultados que se obtienen sobre poblaciones de
mujeres en general,sin hacer mayoresdiscriminaciones,se encuentra
que la masturbaciónimplica'al85 por 100 de ellas (casinueve de cada
diez). Son cifras proporcionadaspor SuzanneHorer017y Ramón Serra-
noorl (esteenconffó realmenteun 84 por 100, pero ambascantidades
son asimilables),así como por ShereHiteOley Elberdin2t4(82 por 100).

Fig. 7.-Frecuencia de la masturbaciónfemenina. La población de mujeres estudia-


das se representacon seriesde diez siluetasfemeninas.Se muestraen negro la propor-
ción de mujeres que se masturban y en blanco la de las que no lo hacen. Una frecuen-
cia del 90 por 100 quiere decir que afectaa nueve de cadadiez de esasfiguritas
(mujeres). Un 93 por 100 significa que solo un trocito de cada diez mujeres no se mas-
turba, haciéndoloel resto.Y así con las demásproporciones.
LA MASTURBACION FEMENINA EN CIFRAS 251

Pero conviene ser algo más explícito en el análisis de estos núme-


ros. Ya he comentadoque estánextraídosde conjuntos de mujeres<<en
bruto>r sin hacer mayoresprecisiones.Sin embargo, sabemosque un
1-0por 100 de ellas son completamenteanorgásmicas;no pueden conse-
guir orgasmospof ningún medioor7222,sea cual seala causade tal disfun-
ción. Muchas de ellas,aunque son incapacesde experimentaf orgasmos,
no por eso dejan de intentar -y disfrutar- de algunassensacioneseró-
ticas2222a.Td.vezpofeso,aproximadamenteel 40 por 100 de ellas (quizá
más) se masturban con regularidadole.Lo que quiere decir también que
un 60 por 100 de las mujerescompletamenteanorgásmicas no lo hacen,
algo que parecelógico si no son capacesde extraer de esaactividad un
mínimo de satisfacciónpanlas tensionesgeneradaspor suscaricias.

El mismo problema visto desde otra perspecriva:casi la totalidad (9) por 100) de
las mujeres que no se masturbabanestudiadaspor MastersyJohnson06eeran comple-
ramente anorgásmicasfuera cual fuera el estímulo que utilizaran (coito incluido). Este
dato mantiene la férrea asociación que existe enffe ser anorgásmicay no masturbarse'
O lo que es 1o mismo, como vefemos a continuación: tener capacidadorgásmicay nas'
turbarse escasi la rnisma cosa.

Lo que importa aquí es que ese grupo de señoras,nada represen-


tativo de las demás,las orgásmicas,sesgaalabaia cualquier cifra que
se obtenga sobre la extensiónde la masturbaciónen la población total
de muieres. Las mujeres que son capacesde sentir orgasrnos(el 90 por
100) se naasturbanen la inmensamayoríade los casos(el 91 por 100 de
ellas)222.
Todas estasfrecuenciasde mastufbaciónconcuerdanentfe sí pese
a que los datos proceden de investigacionesdiferentes;lo que les da
cierta credibilidad por su consistenciainterna. Bastahacer una sencilla
operaciónaritmética:

Mujeres anorgásmicas: 10 (semasturbanel40% = 4)


Mujeres orgásmicas: 90 (semasturbaneI9l% = 8l)

Total mujeres: e185%"= 85)


100 (semasturban

Ello pareceindicar que las tasasde masturbaciónque estamosma-


nejando aquí son probablementeciertas'
252

Pero no podemos olvidar que existe al menos uñ 8 por 100 de mu-


jeres que mienten en las encuestassexualescuando respondenque no
se masturban171. Si las tenemosen cuenta para corregir los resultados,
podría afirmarse que la verdadera extensión de la masturbación femeni
na alcanzaal93 por L00 (85+8) del total de las mujeres;al48 por 100
(40+ S) de las qujeres anorgásmicas; y al99 por 100 (91+ 8) de ias mu-
jeres orgásmicas.Lo que da una perspectivade la frecuenciareal de la
masturbaciónfemeninamuy alejadadel estereotipovictoriano conven-
cional que aún permanece anaigado en muchas mentes.

Si parece excesivo aplicar el 8 por 100 de corrección a todos los casospor enten-
der que se es más propensa a mentir en unas edades que en otras, podemos corregir la
corrección. Si consideramosque las proporciones de respuestasengañosasque corres-
ponden a los dos exmemos de la vida pueden situarse entre el 1 y el 8 por 100 referido,
se obtendría una media aplicable a cualquier edad de aproximadamente el 5 por 100.
Eso arrojaría la siguiente frecuencia corregida de la masturbación femenina 90 por
100 (85 +5) para el total de las mujeres;el 45 por 100 (40+5) para las mujeres anor-
gásmicas,y eI 96 por 100 (91,+5) paralas mujeres orgásmicas.Valo¡es muy similaresa
los anteriormente referidos.

En realidad, no parece desacertado afirmar qttela masturbaciónfe-


menina es una conductasexudl uniuersal. Quienes aún se resisten a la
evidenciadeben quitarsela venda de los ojos:las mujerestienen deseos
sexualesautónomos que necesitansadsfacer.En nuestros días no po-
demos seguir <<cayéndonos del guindo>>como lo hiciera Bennett hace
algunos años al titular un artículo suyo: <<Lamasturbación femenina:
[es] más común de lo que pensamos>>2'u. ¿S. imaginan el confuso con-
texto social y científico que promovió la formulación de ese alegato?
Puesno crean que estátan lejos:era I971.;Iamisma épocaen que los
astronautasestadounidensespisaban la Luna mientras los soviéticos
exploraban su superficiecon robots. Ni siquierapodemos afirmar que
fueru ayet Es hoy: esta misma mañana.
La frecuencia dela masturbación que se ha enconffado entre las
mujeres de pueblos primitivos (90 por 100)244y entre las lesbianas
(93 por 100)017avalanla afirmación precedentede que estamosante
una actividad sexual femenina de alcance universal ({i5.7). Cuando
Margaret Mead2aaestudió a las adolescentesde Samoa,estasconserva-
ban aún una buena parte de su cultura autóctona y no estabandema-
LA MASTURBACIONFEMENINA EN CIFMS 25t

siado contaminadaspor los prejuicios morales de los blancos.Sus res-


puestasfueron sinceras,pues carecíande las inhibiciones que tienen
las jóvenesoccidentalesrespectoa las manifestacionesdel sexo. Utili-
zando palabras de ia propia autorai <<Ningunode los factores relativos
al sexo o al nacimiento son consideradoscomo inadecuadospara los
niños; ningún niño tiene que ocultar su conocimientopor miedo 1...] o
meditar arduamentesobre sucesospoco comprendidos.El secreto,la
ignorancia,e1conocimiento culpable, las especulacioneserróneasque
derivan en concepcionesgrotescas,que pueden tener resultadosde lar-
go alcance,el conocimiento de los meros hechosfísicosdel sexo sin su
paralelo de la excitación correlativa [...] está ausenteen Samoa>>2aa
(pág. 225). Pero en el casode que hubieran ocultado información, los
resultadosseríanmás elocuentesaún, pues reflejaríanque las samoanas
se masturbabanmás de ese90 por 100 que refirieron hacerlo.
Esta investigaciónnos permite reflexionar que cuando un grupo
de mujeres que carecende las inhibiciones sexualesde nuesra socie-
dad hablan de masturbación,lo hacen con toda sinceridad.Y cuando
no se oculta la verdad, las cifras muestran que la masturbaciónestátan
extendida entre ellas como cabría esperarde seressexuadoscon san-
gre en las venas.Conviene no olvidar que entre las chicasque refirie-
ron no masturbarse en Samoa,casi todashabían estadotrabajando en la
casadel misionero, cosa que no sucedía en el grupo que afirmaba dis-
frutar consigomismas.Eso nos mueve a pensar que las primeras ya es-
taban adocffinadasen nuestros prejuicios sobre el autoerotismoy les
avergonzabahablar de ello. O peor aún: su contacto con el misionero
habúa inhibido su sexualidadhasta el extremo de cercenarsu expre-
sión más sencillay personalrepresentada por la masturbación.
La masivapresenciadel placer solitario entre las lesbianas(93 por
100¡otzes también muy elocuentey un buen reflejo de la auténticafte-
cuenciade la masturbacíónentre las mujeres,con independenciade su
orientación sexual. Se ha comprobado que las mujeres homosexuales
aceptan muy bien su cuerpo, su sexualidad, las actividadessexuales
con sus compañerasy la masturbaciónr00;ruzón pot la que no sienten
los mismos reparos que las heterosexualesen hablar de su experiencia
autoerótica, a la vez que disfrutan más con ella sin manifestar senti-
mientos de culpa 017.Y, como se vio en la investigaciónrealizadaen Sa-
moa, cuando las rnujeresaceptanla masturbacióncomo algo natural, la
254

conaunicansin ternoresaunque no lleven un cartel colgando del cuello


manifestándolo.La sinceridadofrece cifras de frecuenciade masturba-
ción femenina menos chocantese increíblesque las comunicadaspor
Raboch y cols. (I994)2e0o Liu (1997)2et(tabla2).
Todos estosdatos sugierenlo que ya diie anteriormente:la inmen-
sa mayoúa de las rnujeresnormales,esto es, las que carecen de inhibi
cionessexualesmasivaso no tienen problemasfísicosque les impidan
sentir orgasmos,Je masturban.Las que al parecer lo hacen menos son
las mujeres completamenteanorgásmicas01e. Pero, con independencia
de la causa,no sentir orgasmospor ningún medio no es lo habitual en-
tre las mujeres, como tampoco lo es para los hombres; por eso no se
puede hablar de normalidad frente alas anorgasmiascompletas.Para-
fraseandoa dos conocidos psiquiatraseuropeos:como <<apartir de la
pubertad hay pocos jóvenesde ambos sexosque no se masturben>>2a2
(pág. I97),la ausenciade masturbación resulta preocupante porque
<<unadulto sin tendencia a la satisfacciónsexual,incluso masturbato-
ria, indica así un temor particularmentemasivo de las pulsionessexua-
les. Digamos a este respecto,y de un modo más general,que la absti-
nencia sistemáticaconstituye más a menudo un signo de neurosis que
de virtud> ror(pág. 409).
Sí, debe de ser cierto. Por si a alguien le quedan dudas ain,habrá
que repetir que las mujeresnormales,las que son orgásmicas,se mas-
turban prácticamente en su totalidad. Los victorianos residualesno
pueden estar de enhorabuena.Pero eso no es algo de lo que haya que
lamentarse.
rt
MnsrunsncróNy coNorcróNFEMENINA

<Mezclando lo verdadero con lo falso,


paso cuanto quiero a los ojos del descuidado,
aunque entre una y otra cosahay diferencias,
cuyo signo se muestra a los inteligentes.>
lsN H¡z^¡ de Córdoba (994 1064),
El collar de la palona (Nianza Editorial, Madrid, 1992),
xx,187

T T
-tlL"rno, visto en el capítulo precedenteque las mujeresse masturban
pese a que tradicionalmentese llegó a sospechar,o acasodeseaqque
no lo hacían.Joan Vendrell, que es antropólogo social, afirma que aun-
que la masturbación es una práctica que alcanzaa ambos sexos, con-
tiene significadosdiferentespara unos y otras debido a la distinta so-
cializaciónque tienen ambos sexos0ró.Comparto varios aspectosde
esta idea, porque es verdad que la condición femenina confiere algu-
nos rasgosdiferenciadoresa la forma que tienen las mujeres de viven-
ciar la masturbación.Y explica en parte por qué se muestran tan es-
quivas parahablar de ella.
No estaríade más repasaralgunasde esascondicionesdiferencia-
doras que hacen de la masturbación femenina algo tan propio y pafticu-
lar entre ellas.
256

DE LA MASTURBACION
EuEN DEINICIOY DESCUBRIMIENTO

No es preciso forzar mucho la imaginación para sostenerque mu-


chaslectorashabrán pensadoalgunavez en su vida, sobre todo cuan-
do eran muy jóvenes,que la masturbaciónera una <<cosa de chicos>>.
Incluso habrá hombres que aún crean que las mujeres no hacen ese
tipo de cosasporqtJeno les es propio, y se sorprenderíande la respues-
ta orgásmicaque ellasson capacesde extraer de sí y por sí mismasme-
diante esaactividad.Es un mito viejísimo.
Los principales soportes de esa idea fueron dos, aunque existen
otros. Uno de ellos sosteníaque el hombre tiene un voraz apetito se-
xual (las mujeres no, por favor) que le incitaúa a buscar su alivio de
forma urgente y perseverante, a Ia vez que ello le permite aligetat la
presión de sus vesículasseminales.El otro señalaque al disponer el
hombre de un órgano sexualtan evidentetiene numerosasocasiones
de verlo y tocarlo (al parecer,las mujeresno se limpian los genitales;o
lo hacen sin mirarlos ni tocarlos), lo que en su momento le llevaría a
acariciarloy a descubrir las sensaciones que conducen al orgasmo'Así,
al hombre le resultaríamucho más sencillo descubrir el placer sexualy
la masturbaciónque a la mujer. O, lo que es lo mismo, carecerde tales
condicionantes anatomofisiológicos supondría un aprendizaie de Ia
masturbación más tardío y difícil para las niñas. ¿No se han sentido
identificadas con este argumento alguna vez? Seguro que sí, porque
existennumerosostestimoniosal respecto.

<<Muchasmuieres -escribe el matrimonio Sarnoff- recuerdan haber pensado


que les ocurría algo malo cuando se masturbaban en su primera infancia. Creían que la
80
masturbaciónera algo que solo hacíanlos niños> (pág. 151).
Y Serrano nos comunica el testimonio de una de sus encuestadas:<<Yosabía que
los hombres lo hacían lmasturbarse],pero 1o considerabacomo una acción propia de
ellos, ya que la mujer, al no tener miembro que manoseaf,no podía hacer tal cos¿¡>0rl
t p a g .t 1 l , .
Una paciente mía, que no se había masturbado nunca (en realidad lo había inten-
tado variasvecessin obtener resultados),me dijo que conoció la existenciade Ia mas-
turbación al comenzar el ínstituto (unos once años de edad). Y que se refería exclusi
vamente a la masculina <<porqueera "más evidente"; solo se hablaba de ellu. Al
finalizar su etapa en el instituto, con diecisiete o dieciocho años de edad, supo, para
sofpresa suya, que las mujeres también se masturbaban. Fue entonces cuando realizó
sus primeros intentos sin lograr el orgasmo.
MASTURBACIÓN Y CONOTCIÓN FEMENINA 257

Esta vieja idea aún se utiliza boy como argumento para justificar Ia
supuestamenor tasa de masturbación femenina, o su tardío aprendiza-
je. La escritoraSylviade Béjar describeen su libro de autoayudasexual
femenina la facllidad que tienen los chicos para descubrir la masturba-
ción -al contrario que las chicas- debido a que, desde su infancia,
todos los adultos se empeñan en mostrarles lo importante que es el
pene: <<Eslógico, pues, que ellos sientandesde temprana edad la llarna'
da del pene y vean laluz: " ¡Ajál) o seaque esto también sirve para pa-
sárselobien [masturbarse]">>016 (págs.105-106).La psicólogaLorena
Berdún cae en el mismo error en el suyo: <<... ellos tienen a la vista el
pene y selo tocan constantemente,por lo que suelen empezatantesque
ellas a masturbarserrot'(pág.62). Así como Pilar Cristóbal: <doschicos
suelenempezarla masturbarse]antesque las chicas>>r02 (pág.161).

Para que una teoría sea aceptada como cierta debe reunir las siguientes condicio-
nes: 1) ser ..bella>, es decir, que componga un conjunto de ideas coherentes entre sí y
sin fisuras; 2) ha de dar respuestasa los enigmas existentespreviamente, no complicar-
los; y 3) debe resistir la prueba de la investigaciónexperimental.Esto ultimo quiere
decir que si una teoría está acertada debe ser capaz áe formular previsiones o hipótesis
de trabajo que los datos objetivos puedan demostrar. Si no se cumpliesen las predic-
ciones, por muy bella y aparentemente explicativa que sea una teoría, es probable que
sealnexacta.
Pues bien, esto último es lo que le sucede alavieia idea mencionada: la que afirma
que la masturbación es menos típicamente femenina porque los hombres tienen un
aparato genital externo que resulta fácil de manipular y del que pronto o tarde extraen
sensacionesplacenteras que les llevan, finalmente, a la masturbación. Cosa que no su-
cede con las mujeres, cuyos genitales permanecen ocultos.

Si estaidea fuera cierta deberíancumplirse dos predicciones:1) la


masturbaciónmasculina se inicia a edadesmuy tempranasy, en cual-
quier caso,más pronto que la femenina,dada las facilidadesmanipula-
doras que tiene el pene y las posibilidadesorgásmicasinnatas del ser
humano; y 2) los chicos aprenderán a masturbarseespontáneamente
en una proporción muy elevadacomo resultadode las sensaciones pla-
centerasque surgen del pene manipulado; en cualquier caso,en pro-
porcionessuperioresa las chicas.
Ateniéndonos a los recuerdosde los adultos, encontramosque la
mayor parte de las mujeres comienzana masturbarse,como los hom-
258

bres, durante su adolescencia(entre el 42 y el 52 por 100 de ellas,se-


gún diferentesencuestas);otro grupo menor lo hacen despuésde cum-
plir los veinte años (entre el 6 y el 19 por 100), aunque algunahay que
no lo hace hasta bien cumplidos los treinta; finalmente, otro grupo
nada despreciablepor su tamaño 1o hacen antes de cumplir los diez
años de edad (entre el20 y el 42 por 100).El número de hombres que
recuerdanhaber comenzadoa masturbarseantesde los diez años osci-
la entre el3 y el13 por 100; una clftabastantemenor que la encontra-
da entre las mujeres001'031'243
.

Quizá percibamos mejor estos datos si los agrupamos un poco. El promedio del
comienzo de la masturbación señaladopor esasinvestigacionesseríapara las niñas me-
nores de diez años del 3 1 por 100; entre los diez y veinte años comenzaríana masturbar-
se el 47 por 100, y se iniciarían en esta actividad con más de veinte años el 1l por 100. El
total de la suma de estos porcentajesno es del cien por cien (91 por 100) debido al
arrastre de los redondeos que supone este tipo de cálculos y a las personas que dejan la
pregunta sin responder. Pero permite hacernos una idea aproximada de la realidad.
Los niños que se iniciarían en la masturbación antes de ios diez años podría calcu-
larsedel mismo modo en torno al 7 por 100.

No quisiera que pasarainadvertido un dato de especialrelevan-


cia. Habrán observado que siguiendo los recuerdos de las mujeres
adultas,aproximadamenteel71 por 100 de ellas reconocenque ya se
masturbaban al iniciarse el último tramo de su adoiescencia,a los
veinte años de edad. Sin embargo, cuando se pregunta directamentea
las adolescentes,estasrefieren tasasde masturbaciónbastantemeno-
res (tabla 2). Los datos no concuerdan.No es posible que la mayoúa
de las adultas recuerden masturbarsedurante su adolescenciamien-
tras que más de la mitad de las adolescentesniegan hacerlo. ¿Cuál
puede serla tazón de esta discordancia? La obvia, aunque muchos se
nieguen siquiera a formularla: si las adolescentescomunican menores
tasasde masturbación es porque mienten más que cuando son adul-
tas. La masturbación cohíbe tanto a las jóvenes que no se atreven a
decir la verdad. Las mujeres adultas que ya se han desembarazadode
buena parte del corséde inhibiciones en el que han sido educadasdu-
rante su juventud y feconocen masturbarse no tienen nazonespata
atribuirse en su adolescenciauna actividad tan socialmentedenostada
si no fuera real.
v coNorcróN FEMENINA
MASTURBACIóN 259

Es pertinente subrayado aquí porque, a menudo, la escasafrecuen-


cia de masturbación referida por las adolescentesda pie a creer que las
chicas son más retrasadasque los chicos en el despertar sexual autóno-
mo. Incluso ellas mismas actúande caru a1exterior como si fuera verdad
que son completamente inocentes respecto a la masturbación. Aunque
no sea cierto. Conviene no perder de vista este detalle para evitar desa-
rrollar teorías sobre la base de que las adolescentesse masturban poco.
Por lo tanto, habrá que atender mása los valoresde masturbación
durante la adolescenciacomunicadospor las mujeresadultasque a los
proporcionados por las propias adolescentesmucho más inhibidas al
respecto.
Un análisisdescuidadode estosdatos, sin tener en cuentalas con-
sideracionesque he hecho aquí, permite que incluso en textos de psi-
quiatria actuales destinados a formar especialistasse siga sosteniendo
el error de que las jóvenescomienzana masturbarsemás tardíamente
que susparesmasculinosr0r.Son errores que se extienden despuéspor
el mismo senderoque recorren los bulos, porque unos libros terminan
copiándoselosa otros en una cadenasin fin hastaque la (des)informa-
ción llega al lector.
Las madres que asumen sin problemas su propia sexualidady
aceptanla posibilidad de que sus retoños tengan sensacionesy expe-
rienciassexualessuelenestar más atentasa las manifestacionesde este
tipo de conducta en sushijos2aó. Puesbien: estasmujeresobservadoras
comunican que sus hijas de entre dos y cinco años de edad se mastur-
ban manualmenteo frotándose contra algún objeto en un 22 por 100
de los casos(algo más de una de cada cinco). Una observaciónsimilar
a la que hacensobresushijos varonesde la misma edad(21.por 100)24ó.
Son datos interesantes,y probablemente infrarrepresentativos,en la
medida que la masturbación se practica a solasocultándola a los adultos.
Hay más mujeres que hombres incapacesde recordar el momento
en el que comenzarona masturbarse110. Por regla general,se sospecha
que se trata de aquellas que se iniciaron en esta práctica a edadesmuy
tempranas.Razón por la que podría sostenerseque las niñas que co-
mienzana masturbarsetan pronto lo hacenininterrumpidamentehasta
que d.canzanedadesdonde resulta más fácil el recuerdo de esa activi-
dad. En los chicos no sucedelo mismo, pues son menos los que re-
cuerdanhaber comenzadoa masturbarseantesde los diez añosque los
260

observados por sus madres practicando semejante actividad. Dado el


papel inductor que tienen los amigos en el descubrimientode la mas-
turbación (véaseifiro), cabúa especularque esta sea abandonadapor
los chicos a temprana edad pan redescubrirla más tarde bajo la in-
fluencia del grupo social al que pertenecen.O, también, que no ad-
quieren concienciade la verdaderadimensión y significadode la mas-
turbación hasta que no confrontan su experienciacon la de sus pares.
O quizásucedaque las madresinterpretan como masturbacionescual-
quier manipulación reiterada del pene, aunque el niño no busque una
sensaciónorgásmicaen esaactividad.
Pero esto no deia de ser una mera especulaciónque deberá confir-
marseexperimentalmente.Si nos atuviésemosen exclusivaa las obser-
vacionesque nos comunican las madres, encontrafíamosque chicos y
chicas se inician pronto en la masturbación en proporcionessimilares.
Y si solo tenemos en cuenta los recuerdos de los adultos, probable-
mente más fiables, pues las observacionesmatefnas están condiciona-
das por la habilidad de ellas al observar2'uy po.la de sus hijos de am-
bos sexos para ocultarse, resulta que las mujeres se inician en la
masturbaciónrnásprecozmenteque los hombres; en proporciones que
los superanen hastatres y seisveces.
En cualquier caso, la primera predicción falla los hombres no se
inician más pronto que las mujeres en la masturbaciónpor disponer de
un pene manipulable. O su complementaria: la carenciade pene no in-
pide a las rnujeresiniciarse precozmenteen el autoerotismq incluso an-
tes que susparesvarones.

Una paciente me hizo la siguiente descripción sobre su descubrimiento espontá-


neo de la masturbación: <<Lorecuerdo perfectamente, como si fuera hoy. Yo tenía en-
tonces unos cinco años y efa una niña deliciosa. Ya sabiaque aquella zofia era agrada-
ble de acariciar,lo había hecho muchasvecesa escondidasy efa muy agradable.Sobre
todo al acariciarmeel "pitín" que era como yo llamaba al clítoris, porque me parecía
un "pito" como el de los chicos,pefo en pequeño. Pero nunca había insistido mucho
en aquellas caricias aunque había visto cómo se tocaba una amiga.Una tarde, a la hora
de la siesta,yo me encontraba terriblemente aburrida en la cama sin poder dormirme.
Así que, tendida boca abajo como estaba,deslicémis manos bajo mi vientre y comencé
a rocarme ahí. Era muy agradable, y como mis padres dormían y no veía peligro algu-
no en ello, insistí du¡ante más tiempo que de costumbre en las caricias. Como la sensa-
ción agradable no solo se mantenía, sino que aumentaba, continué haciéndolo. De
modo que frotando, frotando, me vi sorprendida en un momento determinado por
y coNoIcIÓN TpugNIua
MASTURBACIÓN 26r

algo que me pareció una especie de descargaelécuica muy aguda y placentera en todo
mi interior. Me asustéun poco porque no esperabanada parecido y dejé de tocarme in-
mediatamente. Pero aquella noche, picada por la curiosidad, volví a intentarlo. Esra vez
ya sabialo que buscaba aunque no estaba segura de que volviese a suceder. ¡Y vaya si
sucedió! En aquella ocasión saboreé realmente la sensacióny me pareció maravillosa.
Durante años creí que yo era la única niña que había hecho semejante descubri-
miento. Nadie hablaba de eso y yo desconocíaque existieraalgo que se llamara mas-
turbación o de cualquier ora forma. Me enteré de ello con el paso del tiempo, sacan-
do conclusiones de las conversacionesque escuchaba y de alguna cosa que leía muy
esporádicamente...Los chicos no se cortan nada ala hora de hablar de "pajas" o de
"meneársela"delantede una [chica].
Desde aquellaocasiónhastaahora, que estoy casaday tengo treinta y seisaños,me
he masturbado de ese modo casi todas las noches que he necesitado ayuáa para conci-
liar el sueño. Con mi marido no hay problema porque esa forma de masturbarse boca
abajo es muy discreta y creo que él no se da cuenta.
Cuando llegué a la adolescencia,ademásde masturbarme de aquel modo todas las
noches, y durante las siestas,aprendí a hacerlo de otra manera que solo utilizaba cuan-
do estaba realmente excitada sexualmente. Me tendía boca a¡riba con las piernas
abiertas y dobladas por la rodilla. Y mientras que una mano se centraba en el estímulo
del clítoris, la otra inuoducía uno o dos dedos en la vagina. ¡Esa combinaciónsiempre
me ha parecido explosivay me ha procurado orgasmosespectaculareslA esaforma de
masturbarmeyo le llamaba entonces"pajasalvaje", y de ese modo me "tiré" a todos
mis compañeros masculinos de clase,en mi fantasía.
Pero, fíjate, si bien guardo un claro recuerdo de cuándo comencé a masturbarme
(recuerdo dónde estaba,la ho¡a que era...,todo), no recuerdo con precisión cuándo ni
cómo se me ocurrió esta offa forma de hacerlo>>.
Joana Bonet y Anna Caballé comunican también la siguiente descripción de otro
descubrimiento espontáneode la masturbación femenina, aunque en una edad más
adulta: <Despuésde hacer pipí me estabalimpiando y me enreruve más de la cuenta
por mis partes, y empecé a sentir algo raro que yo no había sentido nunca. Tiré el pa-
pel y seguí tocándome donde siempre me han dicho que no había que hacerlo. Estaba
sintiendo una sensaciónmuy rara y, de repente,todo se me puso a temblar. Por dentro
parecía que mis "interiores" tenían vida propia y daban saltos, y por los muslos tam-
bién parecía como si me pasaseuna corriente eléctrica. Tenía los pezones duros y por
el pecho me salió un gran calor que me subía hasta la cabeza.Du¡ó unos segundos y
mi cuerpo se quedó como muy cansado,pero a gusto>> rM (pág. 327).

Comprobemosahora qué sucedecon la segundahipótesis.


Tresde cada cinco mujeres (entre el 57 y el 62 por t00) y uno de
cada cinco hombres (28 por 100) recuerdan haber aprendido a mas-
turbarse esponttíneamente.Yaunque e\ aprendizajeaerbalo escrito no
262

seapequeño entre ellas (entre el 12 y el 41 por 100), lo es aún mayof


.ntr" lás hombres (75 por 100). Del mismo modo que también hay
más hombres (40 por 100) que aprenden dicha ptáctica observando
cómo lo hacen otfos, aunque no sean pocas las mujeres que también
oo+'o;t'zzo'
aprendena masturbarsede esemodo (11 por 100)
cuanto mayor es la edad de la mujer que se inicia en la masturba-
ción, menores son las posibilidadesde que la descubrapor sí misma,
siendo entoncesmás frecuente que se enteren de su existenciapor
00a.
fuentes orales o escritas Es un hallazgo bastante congfuente, pues la
jo-
mujer que no ha descubiertoespontáneamentela masturbaciónde
vencita tiene más probabilidades de oír hablar de ella cuando crece
que en edadesmás temPranas.
Los datos referidos en los párrafos precedentesindican que el des-
cubriraiento espontáneode la rnasturbaciónpúreceser máspropio del gé-
nerofemenino2s7quedel masculino.Los hombres suelencomenzarsus
prá.iica, auroeróticasmovidos por la curiosidad, pero despuésde ha-
ber oído hablar de ello a sus amigos.
Luego la segundapredicción también falla.

Hite aporta una nota discordante al respecto, pues el 60 por 100 de sus varones
y
encuestadosle respondieron que habían aprendido a masturbarse <<porsí mismos.
un 34 por 100 que <le enseñó un amigo>>.No resulta fáciladivnar lo que se esconde
baio la afirmación <<porsí mismo>>,pues puede indicar tanto un aprendizaie espontá-
neo como refleiar el resultado de un descubrimiento posterior a algtna conversación
más o menos furtiva. En cualquier caso, estascifras de aptendizaje<<espontáneo>> de la
masturbación masculina (similar a la femenina) seguirían confirmando que Ia segunda
hipótesís es falsa, pues tanto hombres como muieres aprenderían a masturbarse de ese
que
*odo u partes iguales; no los hombres más que las mujeres, que sería el hallazgo
confirmaría el estereotiPo.

De modo que, pese a su lógica, los pronósticos que datian crédito


ala viejaidea de que los hombres comienzana masturbarsecon mayor
facilidad que las mujeres por disponer de un aparutogenital extefno
más evidente, no se cumplen. Los varones se inician en la masturba-
ción <<tardíamente>>siguiendo pautas de comportamiento adolescente
aceptadassocialmentepor el grupo, más que pof un autodescubri-
miento derivado de su anatomíaÚ6.Las mujeres,por el contfafio, des-
cubren más precozmente la masturbación porque se manipulan de
v coNolclóN per\4ENlN¡
MASTURBACróN 26)

forma espontánea los genitales, en contra de lo que afirma esa vieja


concepcióndel autoerotismo.
La idea de que los hombres son más proclives a la masturbación
porque tocan el pene todos los días por cuestioneshigiénicaso excre-
toras, no es cierta. Y, además,<<tienetrampa>>,pues pretende justificar
que a las mujeres les cuestadescubrir la masturbaciónporque no tie-
nen nada que tocar ahí abajo, o estátan oculto que no alcanzana mani-
pularlor0t. De hecho, del mismo modo que la manipulación genital sin
fines autoeróticosse observa con frecuenciaentre los niños de dos a
cinco años de edad, también se advierte en una proporcíón nada des-
deñable de niñas de la misma edad: dos de cada cinco (44 por 100)2aó.
Dicho de otra forma, que es lo que realmenteimporta aquí: no pue-
de justificarseque las mujeres no se masturben, que lo hagan en pro-
porcionesinferiores a los hombres o que la descubrantardíamenteba-
sándoseen la falsa idea de que sus genitalesson poco evidentesy no
tienen nada que manipular. Las niñas tienen un órgano muy específico
que manosear,el clítoris, y no por estar escondidoes menos conocido
y acaúciadoque el pene. Más aún: los datos indican que las niñas des-
cubren el clítoris espontáneamentea edadesmuy tempranasy se mas-
turban acariciándolo con deliberación para obtener placer incluso an-
¡esde lo que lo hacenlos chicos.

En realidad, la idea de que las niñas tienen oculto su clítoris también es fa-lsa.No
resulta difícil advertirlo a simple vista sobresaliendo en la vulva infantil hasta que los
labios mayores se desarrollan lo suficiente durante la adolescencia para acoplarseen la
línea media vulvar. Y tampoco es enteramente cierto en la mujer adulta, a la que basta
entreabrir muy poco las piernasy sentarseen el excusado,por ejemplo, para observar
sin obstáculos su clítoris.
Las más elementales normas higiénicas genitales impiden, por otra parte, que la
zona clitorídea perm^nezca tan inadvertida como se pretende, pues resulta necesario
manipularla todos los días para evitar que el esmegmase acumule en el su¡co balano-
prepucial.

Estos datos se encuentranmuy lejos de lo que seveníasosteniendo


hasta ahora a nivel popular e incluso científico. Si aún sigue repitién-
dose que la masturbaciónes cosa de hombres <<porser como son>>
(muy sexuales,o en el peor de los casos:asquerosos)es porque a los
victorianosles interesaalimentarun mensajeparalelosubrepticiamente
264

implícito en el anterior: que las mujeres no necesitanhacerlo debido a


..r, ,rrtrrrulezo>(asexuada).Y es precisamenteeste mensajeel que
queda grabado a fuego en la menre popular de forma sublirninal, sin
advertirlo, y del que cuesta no poco esfuerzo zafarsecon el paso del
tiempo.

Iupuc¡ctoNEs DELDESCUBRIMIENToDIFERENcIADo
DE LA MASTURBACIÓN

en la
Que hombres y mujeres se inicien de un modo diferenciado
masturbaciónno es algo anecdótico;tiene una importancia crucial en
el foriado de las actitudesque luego desplegaránsobre esa prácticay
sobre otros asuntoseróticos.La influencia de tales actitudescondicio-
natán,en mayof o menof medida, su vida sexualposterior y contribui-
tán ala constfucción del espesomuro de silencio que rodea a la mas-
turbación femenina.

Una parte importante de los chicos se inician en la masturbación despuésde haber


conocido su existencia a propósito de una conversación con sus amigos, al leer sobre
ella, o tras haber presenciado el acto autoerótico de algún compañero. Es cierto que
cuando el ioven se masturba lo hace a solas. También lo es que pfocufa no comentaf
nada en casa a su familia, pues ya ha aprendido que a los padres no les gusta que los
niños se manipulen 1osgenitales.Pero también es verdad que lo hace conscientede
practicar un acto que es de conocimiento común entfe sus pares. Así, al masturbarse
,ub" qrr. se está iniciando en una actividad reconocida, animada y discutida entre
sus amigos,sin que hacerlo suponganingún menospreciopor pane de ellos. Más bien su-
cede lo contrario. Es un modo, no regulado abiertamente por la sociedad, de integrar-
pedi
se de forma subjetiva en su grupo nofmativo de referencia, aunque nadie le haya
do expresamenteque lo haga. Por eso, para el joven masturbarse es una activídad
lúdica y placentera por sí misma que le reporta no pocas satisfaccionesíntimas, cierto;
p".o g.u.iu. a ella también se considera igual que sus pares. Él sabe que hace algo nor-
mal, común, intrascendente.
El carácter normativo que riene la masturbación para los chicos les permite hablar
abiertamente del tema, b¡omear sobre él y no ocultarlo demasiado ni siquiera ante las
podría
chicas. Los jóvenes mantienen ante la masturbación una actitud tan abierta que
Por eso,
clasificarsecomo <<íactanciosa>>. al hablar sin disimulo sobre 1a masturbación
masculina,esta se muestfa socialmentecon mayol evidencia que la femenina. Y, con
no poca frecuencia, ocasiona el espejismode ser la única masturbación que existe,
constituyéndose en el referente colectivo de esta práctica sexual para los dos géneros'
v coNotclóN reneNrN¡
MASTURBACIóN 265

Los sentimientos de culpa vendrán, si acaso, después; cuando intervengan los


adultos cuestionando el mundo juvenil, tras olvidar que en su día también fueron ado-
lescentes,e intentando imponer a sus hijos e hijas logros (<<note toques>>,<<masturbar-
se es malo>>)que ellos nunca alcanzaron.

El inicio de la masturbaciónen las chicases con frecuenciaun des-


cubrimiento silencioso, solitario y casual. La joven no ha tenido la
oportunidad de confrontar ninguna información sobre ella con suspa-
res, quieneshabrán rcalizadoel mismo sigilosodescubrimientopor su
cuenta. La chica que aprende a masturbarse espontáneamente-la
mayoríade ellas- crecemarcadapor la incomunicaciónsobre esaac-
tividad, y 1o que para sus compañerosmasculinoses algo lúdico y nor-
mativo, para muchas de ellas resulta una actividad huidiza, subjetiva-
mente marginal, culpabley, qrizá, ominosa.
En tales condiciones,no es extraño que ignore a menudo el nom-
bre que recibe lo que hace en la intimidad de su dormitorio o del cuar-
to de baño. Y si escucha alguna palabra evocadora de esa práctica
sexualno siempre se sentirásegurade que seaun concepto aplicablea
lo que ella hace.Despuésde todo no tiene a quién acudir para pregun-
ta\ ya que nadie parecedispuestoa hablarle de ello. La joven siempre
podrá albergar dudas sobre el verdadero significado de ese silencio,
pues no exísteaquello de lo que no se habla ni tiene nombre que lo de-
nomine. Y por eso creeráque ninguna otra chica hace nada parecido a
lo que ella practica en soledad. Peor aún: su desamparofrente a la
masturbaciónse verá marcado también por el íntimo temor a estarha-
ciendo algo que no le corresponde. Algo que solo hacen los chicos,
que es lo que escuchaen el medio social en el que se desenvuelve.
Y eso incrementará su sensaciónde aislamiento y sus motivaciones
para guardar silencio.
Es el mismo principio por el que se rigen los productos y las noti-
cias que se aireanen los medios de comunicación.De lo que no se ha-
bla en la televisión es como si no existiera. Por muy elevada que seala
calidad de un producto, por execrableque resulteun conflicto bélico,
por dolorosasque seanlas condicionesde vida de algunospueblos, si
los medios de comunicaciónno le dedican reiteradamenteamplios es-
pacios es como si no existieran.A la masturbaciónfemeninale sucede
otro tanto.
266

<<Misrecuerdos sobre la masturbación se remontan a la edad de los siete años,


aunque no supe lo que era en realidad hasta cumplir los quince. Hasta entonces,eso
fue para mí, simplemente, algo que me hacía sentirme bien, pero experimentaba un
sentimiento de culpabiüdad porque aquello ocurría en una parte "pícata" de mi cuer-
(pá9.52).
po>>ote
<<Laadoro lla masturbación]. Sin embargo, me costaríamucho trabaio admitirlo de-
lante de la mayoría (no todas) de mis amigas,principalmente porque tengo la impresión
de que desaprobaríanmi actitud. Me dirían que me buscara un hombre>>ol'(pág.5L).
<<...Las chicas en el colegio adoptaban la actitud que revela esta idea: las personas
que "juegan consigo mismas" son seres en cierto modo incompletos emocionalmen-
(pág.50).
te...>>ore

Y es que para muchasmuieresla masturbaciónes un placer solita-


rio en más de una acepción de esta palabra. No se ffat^ de que lo ha-
gan simplementea solas;es que también actúan en un completo de-
samparo social,porque carecencon frecuenciade referentesexternos
en los que mirarse. O al menos los que ellas necesitan,que son los de
susamigosde ambossexosy, sobre todo,los del propio.

Una mujer adulta refiere así su experiencia de soledad frente a la masturbación


cuando renía entre diez y doce años de edad: <No lo llamaba de ninguna manera; era
una cosa imbautizable, porque nadie te hablaba de ello. Después sí, supongo que
cuando fui a hacer la comunión, sí que se hablaba de cosasque no se podían hacer y
tal, y pensabas:"A lo mejor es esto que estoy haciendo yo", pero no lo sabías[...]
Y me acuerdo que tenía una angustiamuy grande porque pensaba:" ¿Estodebe de ser
masturbarseo no lo debe de ser?". Había días que supongo que llevaba una culpa tan
grande que pensaba: "No, esto no lo debe de ser, esto realmente debe de sef otfa cosa,
porque si lo fuese, como es tan malo, se me notaría en alguna parte". Es decír, yo hu-
biesetenido alguna consecuencianegativa>>036 (pág. 159).
Otro testimonío verbal similar: <No, la primera vez no lla recuerdo]. No lo sé, de-
bió de ser un descubrimiento, así, casual,porque algúndía, no lo sé, quizá tocándote o
así, te sentiste bien y despuéslo intentas repetir. Pero no me acuerdo de un día; quiero
deci¡, sé que yo no hablaba de ello, tampoco nadie me podía explicar cómo se tenía
que hacer. Era una cosa extraña y entonces,normalmente, ela en |a camaal ir a dormir
o de madrugada t...] A veceshe pensadóque es curioso descubrir estascosasabsoluta-
0'6
mente sola, ¿no?Porque no hablé de ello con nadie> (pág.58).
Durante un año y medio hice una colaboración sexológica en una emisora de radio
española llamada Antena 3. Una oyente nos remitió Ia siguiente carta, que conservo,
cargaáade dudas: <<Soyuna chica de veintidós años que desde hace tres salgo con un
chico cinco años mayor que yo [...J Desde hace muchos añosme masturbo, con más o
menos frecuenciasegúnlas épocas;esto es algo que jamáshe dicho a nadie [.'.] empe-
v coNoIcIóN pEN4BNINI
MASTURBACIóN 267

cé a masturbarme a los seis años, fue un descubrimiento casual. ¿Esto es normal?, ¿no
fui demasiado precoz? Nunca nadie me habló de este tema ni yo me atreví a pregun-
tar. Aún hoy tengo las siguientes dudas: ¿La masturbación provoca algún daño en el
apatato genital? [...J ¿Los hombres rcchazan esta costumbre en la mujer? -esto 1o
pregunto porque no lo he hablado con mi pareja por temor a que piense mal de mí, a
que no me acepte-. ¿La masturbación puede dificultar en el futuro las relaciones he-
terosexuales.t...] ¿Sino me masturbaranecesitaríalas relacionessexuales?>>'

La actitud personal frente a la masturbación de las jóvenes que


han sido iniciadasen su práctica por algma amiga,o que descubrién-
dola a solas han tenido la oportunidad de hablar de ella con alguna
compañera,sigueun patrón similar al de los chicos en lo que se refiere
ala aceptaciónde esaactividad como algo personal,normativo, lúdico,
que ellas practican como lo hacen otras. Y se masturbarán con una
sensaciónde soledadmucho menor que sus compañerasmenos afortu-
nadas.Sin embargo,el peso del silencio que generael resto de las chi-
cas sobre la masturbación también le afectaráa ellascomo una losa.
Por eso,su tendenciasocialserácomportarsecomo sabenque le piden
las demás:callando.Participaránen el complot socialque existecontra
la masturbaciónfemenina con silencio y fingiendo no saber de qué se
habla cuando escuchenpalabras como <<masturbación>>, <<puñeta>>,
y <<tocarse>>
o cuando se utilicen los verbos <<acariciarse>>
<<paja>>... con
una inequívocaentonaciónpicaresca.Lohatán, por supuesto,frente a
los hombres,pero también cuando esténentre mujeres.
Así, todas ellas ignorarán que cada una apofia su granito de arena
a eseviscososilencio que envuelvea la masturbaciónfemenina.Al no
sabersenormales como las demás,o dudar de que lo sean realmente,
nadie se atreve a dar eI primer paso por temor a ser reprobadas.Los
sentimientosde culpa por hacer algo que quizá seasolo <<propiode
los chicosr>e <impropio de mujeres>>, y creersepor eso unos bichos ra-
ros diferentesa las demáschicas,generauna vergüenzatal' qtJeles im-
pide romper esa barrera de silencio que obstaculizala normalización
de la masturbaciónfemeninaen el contexto socialdonde viven.

Así se manifestabauna entrevisada por Serano de diecisiete años de edad: <He


aprendido a masturbarme a los quince años, y como no sabía calificar adecuadamente
esta costumbre traté de enterafme preguntando a otras chicas, Muchas no quisieron ni
hablar de tales cosas,pues 1o jtzgaban poco decente y aun me reprendieron algunas mi
(pá9.93).
curiosidad [...] Algunas, de forma velada, dieron a entender que lo hacían>037
268

Margaret Mead encontró en Samoa que la masturbación era una


ptácticauniversalenffe las chicas(90 por 100) y que la cultivaban des-
de los seiso sieteaños de edad, como ya hemos tenido oportunidad de
comentar en otra parte. También encontró que las jóvenesno temían
hablar de ello, dialogandosobre el tema con total libertad, como tam-
bién hacían los chicos. Pero, en lo que aquí nos interesa,¿sabenque
otra cosa descubrió? Que en Samoa tanto los chicoscorno las chicas
aprendían la existenciade la masturbacióna trauésde las conuersaciones
que sosteníancon susarnistades2aa. Las chicassamoanasno descubrían
el autoerotismo espontáneamentey en solitario (como sucede entre
nuestrasjóvenes),sino que recibíanla información del exterior, al igual
que los chicos. Existen muchas probabilidadesde que su actitud ante
la masturbación fuera fan ftanca precisamentepor eso: porque al
aprenderlaescuchandoa los demás todas ellas eran conscientesde
practicar algo que hacía todo el mundo en su pueblo, chicos y chicas;
porque la masturbaciónse encontrabaperfectamentenormalizadaen
su sociedad.
Cuando un grupo tiene aceptadoy regulaúzadoque la masturba-
ción femenina existe con carácteruniversaly no es algo índecorosoni
propio de perturbadas emocionales,sus miembros hablan libremente
de ella. Lo que facilita que sus actitudes sobre el autoerotismo sean
más abiertastanto en los hombres como en las mujeres.
Las chicas que tienen entre diez y catorce años de edad sienten
una creciente atracción por los temas sexuales2a6. Y la masturbación
concentra una buena proporción de ese interés. Sin embargo, como
conocenmuy bien las lectoras,la masturbaciónque les atrae,de la que
hablan con libertad y sin ansiedad,es la que <<flotaen el ambiente>>,la
masculina,prácticamentenunca de la femenina.Puede decirsesin exa-
gerar que las niñas crecen con el conocimiento y la cefieza de que los
chicos se masturban,pero con mil dudas de que eso seanormal y fre-
cuenteentre ellas.
Debido a esesilencio frente a sus propias experiencias,lamastur-
bación es para las chicasalgo que parecetener una entidad propia aso-
ciada exclusivamentea los chicos, sin nada o poco que ver con su
propia actividad autoerótica. Las chicas hablan de que los chicos se
masturban,pero silencianque ellas también lo hagan.Y, en ocasiones,
ni siquiera son conscientesde que sus propias prácticas autoeróticas
y coNoIcIÓN FEMENINA
MASTURBACIÓN 269

seanla misma cosa que hacen los chicos. Se trata del mismo tipo de di-
sociación que se encuentra cuando las mujeres se burlan del interés
que tienen los chicos por el tamañ,ode sus penes, por ejemplo, elu-
diendo que se trata del mismo tipo de preocupación que ellas sienten
por el tamaño de sus pechos.Centrar las conversacionessobre la mas-
turbación masculinales permite, además,evitar tener que pensar en la
propia y comentada,salvo que necesitenconfirmar que no es una acti-
vidad insana.
Las chicasintentan aprender todo lo que pueden sobre la mastur-
bación masculina,con la colaboraciónmás o menos desinteresadade
los chicos.Estos no se sientendemasiadointimidados por la presencia
de sus coetáneasdurante las chanzasque cruzan entre sí, en las que
dejan caer palabras que de otro modo ellas no llegarían a conocer has-
ta mucho más tarde: <<masturbación>>, <<hacerseuna paja>>,.<meneada>>,
<<sacudido>, etc. Las jóvenestoman buena nota de estas,se las consul-
tan entre sí, preguntan a una hermana mayor, buscan en los dicciona-
rios. Y poco a poco se forjan un cuerpo de conocimientosque consti-
tuye su escaso acervo cultural sobre la masturbación. Pero casi
exclusivamenterelacionadocon la masculina.

Además, se trata de una información que está fuertemente estereotipada,pues los


chicos transmiten al respecto la imagen que les demanda la sociedad y por eso dan un
testimonio inmoderado y grotesco. Ellas siempre pensarán que ese desenfreno verbal
masculino refleja la verdadera sexualidad de los chicos, cerrándose así el círculo de los
despropósitos.De estemodo, la masturbaciónde los chicos también se transforma en
un refe¡ente más o menos cercano para las chicas, aunque con un sentido diferente al
de ellos.

Se trata de un conocimiento que también puede servirles a ellas, y


esto es muy importante, pata burlarse de los chicos cuando están con
las amigas,o ante ellos mismos cuando convenga.De este modo, la
masturbación(masculina)les resultaútil en el procesode construcción
de su realidad femenina fuertementemisándrica en la actualidad,con
no pocos sentimientoshostiles contra los hombres por identificarlos
con el poder represor00e. De alguna forma, a ellas les permite desaho-
gar las frustracionesque acumulan en sus interrelacionescon los varo-
nes. Quizá estéaquí también el origen del lenguajediferenciadocon el
que las mujeres se refieren a la masturbaciónmasculina,más directo e
270

irónico, frente al modo liviano de escribir y hablar del autoerotismo de


su propio género.Ya tuve ocasiónde reflexionar sobre ello en el capí-
tulo 1.
Y estaseríaotra de las razonesque tendrían las chicaspara no ha-
blar ni de su propia masturbaciónni de la femenina en general.No lo
hacen con sus congénerespara no sentirsedesviadasde lo que creen
que es el patrón de conducta femenino correcto (no hacer <<esas co-
sas>>).Pero a los chicos les dirán menos todavía para no proporcionar-
les munición que puedan :utllizat para devolverleslas chanzasque ellas
lanzan contra ellos o, simplemente, para que no se burlen de ellas por
este motivo. No olvidemos que las chicascrecen con la masturbación
<<acuestas>>,1o que les hace concebirlacomo algo humillante; y no pue-
den soportar bromas sobre este tema a su costa,ni son capacesde to-
márselo a broma enffe ellas mismas (por otra paÍte, ¿cómo se puede
bromear sobre algo <<que no existe>>?).

Joan Vendrell ha publicado la siguiente transcripción de la información que le


proporcionó al respecto una de las mujeres entrevistadaspor él: <Les preguntábamos,
les interrogábamos[a los chicos]. Unavez, yo me acuerdo de una amiga mía pregun-
tarle así abocajarro a un amigo mío qué era hacerseunapaja, pero así [...] Y después
por la noche nos salió el tema ottavez y nos lo explicaban,y decían: "Pues hacerse
una paja -y se reían de nosotras- es lo mismo que meneársela". Y nosotras nos que-
dábamos, pues, igual: "¿Meneársela?Pues vale". Y empezábamosa bromear, ¿no?
Y luego yo me acuerdo que después de enterarnos estuvimos todo el verano amargán-
doles la vida: "Que si te la meneas, que si te la dejas de menear"; cosasasí siempre, sí,
sí, estuvimos amargándolesliteralmente la vido 016(pág. 136).
Pese al carácrerdivertido que tienen este tipo de juegos, poseen un potencial peli-
groso para la futura relación entre hombres y mujeres. Porque las chicas han deposita-
do inadvertidamente en las mentes de sus compañeros varones, a una edad en la que
se configura el modo de ser masculino y femenino, un mensaje implícito de largo al-
cance:<<nonos hagáisconfidencias,pues no somos de fiar>. Una vez adultas,ellasha-
brán olvidado el papel que desempeñaron en el origen de ese tipo de actitudes mascu-
linas. Algo que sucede de forma similar con oras actitudes femeninas sobre los chicos
en cuya génesisellos habrán tenido también su parte de responsabilidad (por ejemplo,
los sentimientos de hostilidad hacia el sexo masculino de las chicas pueden estar gene-
rados en parte por la temprana actitud <depredadora> de los chicos frente a las chicas).

Probablemente, las chicas tampoco se pueden identificar con el


que
modelo de masturbaciónmasculino por el carácter<<alborotador>>
MASTURBACIÓNy CONOICIÓN FEMENINA 27r

le confieren los chicos, pues para ellas es algo extremadamente priva-


do. Eso contribuye, sin duda, ala creaciónde eseclima socialque atri-
buye esta actividad solo al género masculino.Y aquí entran en juego,
también, algunos conceptos estéticospata enraizarel estereotipo.
Los chicos suelenser más soecesque las chicasy la masturbación
tiene aún connotacionessuciasen nuestra sociedad.Como cualquier
acto que se consideregroseroo egoístase atribuye más fácilmentea los
hombres que a las mujeres,la conclusióna la que se llega por analogía
con esaspremisases dógico>: la masturbaci6n(zafia)es más propia de
ellos que de ellas (másdelicadas).De hecho, se ha comprobado que las
mujeres con mayorespreferenciaspor un modo de vida pulcro, orde-
nado y sistemático,son las que menos tienden a reconocerque se mas-
turban comparadascon las que muestran predíleccionesdiferentes2l4.
Eso pareceindicar cuán presenteestá a:únlaidea de suciedadasociada
a la masturbaciónentre ellas.
Por otro lado, denmo de la mitología femeninaestámuy extendida
la imagen de que todos \os hombres son unos inmaduros (la tradición
masculina piensa lo mismo de las mujeres). Puesto que la masturba-
ción se ha consideradocon frecuenciauna forma inmadura de ejercer
la sexualidad (y aquí vamos a olvidar la polémica clítoris/vagina),la
conclusión también parece <<lógica>: las mujeres, que se sienten más
maduras,no hacen esascosas;perolos inmadurosvarones,sí.

Aunque no insistiré mucho en ello ahora, también entran en iuego razoneséticas


para ocultar la masturbación, representadasbásicamentepor las religiones.Estas, la
católica en particular, demonizan la masturbación y contribuyen con eficacia a crear el
clima cultural negativo que existe frente a esta. Se ha comprobado que ias personas
que practican alguna religión se masturban menos (o eso dicen) que las no practican-
Lo que parece mostrar el papel inhibido¡ que ejercen las razoneséticas.
tes004'110'150'285.
Aunque no sabemos exactamente qué frenan: la práctica en sí misma, o su reconoci-
miento público. Lo cierto es que cuanto más practicantesson las personas,padecenun
mayor neuroticismo y comunican menor frecuencia autoerótica que los no cfeyentes o
los creyentestibios, quienes muestran el perfil contrario28t.
Las jóvenes hacen notables esfuerzospara ajustar su comportamiento externo a
esos patrones normativos sociales,aunque vayan en contra de sus sentimientos. La
necesidadde ser aprobadaspor el grupo receptor iuega un papei fundamental en el
silencio que ellas guardan respecto a la masturbación. Es la costumbre del clan y hay
que adaptarse a ella. Al menos hasta que la sociedad propague a los cuatro vien-
tos que es normal que las mujeres se masturben y se ..despenalice>social y éticamen-
272

te su práctica. Entonces, solo entonces,las mujeres hablarán de la masturbación fe-


menina con libe¡tad ^.
La forma de hablar es algo que singulariza también a las mujeres y muestra sus es-
fuerzos para adaptarse al medio. Lafilóloga Pilar García señala que las mujeres de di-
ferentes ámbitos lingüísticos tienden a transgredir menos que los hombres el lenguaje
normativo; aquel que se encuentra prestigiado en el grupo de pertenencia, sea cual sea
este. Por eso, se resisten más que los hombres a recibir palabras extrañas, salvo que va-
yan precedidas de una fama de respeto, y aufrlizar modismos malsonantes026.
Por esra nzón las mujeres tampoco hablarían demasiado de la masturbación si el
entorno social menosprecialos térmínos (y los contenidos;no es este el lugar donde
discutir sobre qué configura a qué: el lenguaje al pensamiento o viceversa) que aluden
a ella cuando afecta a la mujer. No sucede lo mismo cuando se trata de hacer referen-
cia al mundo masculino, donde se maneja el vocabula¡io que se le atribuye porque no
se considera propio (véaseel capítulo 1, <<Masturbacióny lenguajo).

En semejantesituación a nadie se le puede ocurrir que vaya a des-


cubrir este secretoante terceraspersonas.Y si lo hiciesey recibe del
exterior un eco neutro o negativo,jamás volvetá a intentarlo. Incluso
modificará sus opiniones al respecto,o al menos la forma de expresar-
las, salvo que estémuy segurade sí misma. Se ha comprobado que en
cuestionesrelacionadascon los hombres y con el sexolas mujerescam-
bian de opinión con rapidez si otra fémina (representantede su grupo
normativo) hace una sugerenciacontraria ala suyaoriginalr0ó.Así,
aunque en su fuero interno considerela masturbaciónfemenina como
que
algo natural, se sentirá ^vetgonzada y no hablará de ello. <Sabe>>
esascosaspueden no ser bien recibidaspor su entorno.
Así como los chicos aprenden del ambiente social que pueden
masturbarsesin grandesproblemas,las chicas asimilan que deben si-
lenciar su autoerotismo.

" También es cierto que los hombres no le dedican menos esfuerzo a su adapta-
ción al rol que la sociedad les tiene reservado.La socializaciónmasculina exige un
tiempo de infancia más largo antes de alcanzarla madurez exigida, como se ha demos-
trado que sucede en las sociedadesmás complejas.Esa adaptación debe de ser tan
estresanteque muchos homb¡es sucumben en el empeño. La mayor pane de l¿s conduc-
tas desadaptativasy antisociales (trastornos del comportamiento, actos deiictivos, con-
sumo de sustancias,población de las prisiones...)tienen más protagonistasdel género
masculino que del femenino, 1o que podría reflejar una dura realidad qtizá no estudia-
da ni conocida adecuadamente.
MASTURBACIÓNY CONDICIÓN FEMENINA 273

Sí...para muchasmujeresla masturbaciónes un placer solitario en


más de un sentido.Y lo peor de todo es que las actitudesque se forjan
en esasoledadno solo generanfantasmas,sino que resultanmuy difíci-
les de modificar después.

Existen datos experimentales que permiten sostener esta afirmación. Las actitudes
se adoptan y se mantienen tanto más firmemente cuanto más pronto se adquieren, más
próximo a nosotros esté el objeto de nuestra actitud y mayor impacto emocional nos
ocasione; sobre todo si el entorno en el que nos desenvolvemosse muestra de acuerdo
con dicha actitudr0T.El racismo es un buen ejemplo de ese forjado y enraizado de las
actitudes.La masturbación,también.

Esa conducta evasiva aprendida desde la infancia sigue presente


durante la mayor parte de Iavida adulta. Recuérdeseque el ser huma-
no tiende a ffansitan por las rutas que le ofrecen la menor resistencia
posible. Y es obvio que en nuestra cultura, en lo que se refiere al sexo,
Ia línea de menor resistenciala ofrece hablar de la sexualidadmascu-
lina y olvidarse un tanto de la femenina. Las mujeres adultas hablaún
y bromearán sobre aquella,pero no haúnIo mismo sobre la propia se-
xualidad, salvo que se trate de temas que esténmuy en boca de todos;
nunca 1oharán sobre los que se considerenvergonzantes.Y si en algu-
na ocasión la conversaciónse centra en la masturbaciónfemenina,
guardaránun silencio embarazosoo intentarán desviarla atención ha-
cia la masculina,pan sentirsemás cómodas.
Resultamuy difícil cambiar las actitudesaprendidasen los perio-
dos de formación porque ir contra ellas es ir contra la sensaciónde
pertenecer al grupo de referencia. Es como renunciar al propio origen.

Recordarán el ejemplo que les puse de la escritora EricaJong. Esta autora hace en
su libro autobiográfico Miedo a los cincuentaal2una sola y aséptica referencia a la mas-
turbación femenina. El resto de las varias menciones sobre el autoe¡otismo contienen
una buena dosis de ironía y se refieren todas a la masculina. La citada autora no ha po-
dido evitar el reflejo aprendido durante su adolescenciade hablar más de la masturba-
ción masculina que de la femenina. Ni tampoco el de bromear sobre la primera, pero
no de la segunda.Y fíjense que esta autora es considerada un prototipo de escritora li-
berada; aunque aquí solo parece estarlo en las formas,

Pandóiicamente, en contra de sus verdaderos intereses (normali-


zar la masturbaciónfemenina en la sociedad),aIa mujer le sigue<<con-
274

viniendo>>que se hable solo de la masculina porque eso le evita enfren-


tarse a la propia y convierteel silenciosobre la masturbaciónfemenina
en una mortaja.Pues al no poder hablar con libertad, ¿cómo comuni-
caráa sus amistadesmasculinassus verdaderasnecesidadessi temerá
que sospechenque las ha aprendido masturbándose?¿Cómo reaccio-
narán ellos al saberlo si ignoran que la masturbaciónes normal entre
las mujeres?Ese es otro de los temores que agarrotanla sinceridadfe-
menina y les impide hablar de sus actividadesautoeróticas:lo que pue-
dan pensarlos hombres si descubrenque ellasse masturban.

Una corresponsal de Hite expresaba esos temores sin tapujos: <<Mesiento molesta
porque los hombres creen que esto lpedir estímulo en el clítoris] significa que yo me
masturbor,oro(pá9. 264).

Pero, a grandesrasgos,los chicos saben que las chicasse mastur-


ban y conocenla turbación que ellas sientenpara reconocedo.Por eso
tampoco hablan de la masturbación femenina con la misma franqueza
que utilizan para conversarsobre la masculina,salvo cuando dialogan
entre ellos. Por tal razón, con frecuenciaevitan sacarel tema del auto-
erotismo femenino en presencia de chicas, o fingen creerlas cuando
ellas afirman que no lo hacen para evitar que se sientan avergonzadasy
entrar en discusionesinútiles.
Para los jóvenesvaroneses una liberación que sus parejasfemeni-
nas les hablen abiertamentede sus hábitos autoeróticos(de ellas)y de
cómo se manipulan, porque esoles abre la posibilidad de intercambiar
experienciassin tapujos y enriquecer sus relacionessexuales.En caso
contrario, se sienten ciegos pata actuat y cohibidos para preguntar'
con lo que las relacionessexualesestaránllenas de dudas,inseguridad
e insatisfacciónpara ambos.
¿Quién sino las propias mujeres pueden proporcionar una infor-
mación fiable sobre la masturbaciónfemenina, si ellas se niegan a ha-
blar de ello?
Y esaes la inocente contribución masculinapasivaal muro de silen-
cio: callar parunoincomodar. Aunque otros pueden mantenef una actitud
menoshonesta:no admitir jamásque las mujeressemasturbanporque eso
demostraríaque ellastienen una sexualidadautónoma,independientede
la de los hombres,que solo compartencon ellos cuando lo desean'
MASTURBACIÓNy CONUCIÓN FEMENINA 275

RazoNBs PARAMASTURBARSE

La masturbaciónes la principal fuente de orgasmosen las mujeres,


seacual seasu edad, su condición civil y su experienciasexual.Incluso
entre las muy activas sexualmente,la masturbación sigue siendo la
fuente de ocho de cada diez (80 por 100) de sus orgasmos018 . La mzón
más import anteparu masturbarsees,pues, alcanzatun orgasmo.
En realidad,es difícil de mostrar la periodicidad con que las muje-
res recurren a la masturbación,porque el impulso sexualvaría de unas
mujeres a otras y de unos diasa otros. Además, como hemos visto an-
tes, ellas tienden a minimizar en las encuestasla frecuencia de aquellas
actividades que consideran vergonzosasrl),como 1o es la masturba-
ción. También sabemosque algo más de dos mujeres de cada cinco
tienen un <<temperamento>> sexual superior al que se encuentra como
media enre los hombres (radicional, tópico y erróneo punto de refe-
rencia de <<condición>> sexual elevada)0re'r03'222.Y las que tienen ese
temperamentoapasionadose masturban bastantemás que las señoras
que son sexualmentemenosfogosas018.
Existe un lugar común que sitúa el momento de mayor actividad
autoeróticaentre las mujeresdurante la adolescencia.Pero estaimpre-
sión se basa más en lo que ellas comunican cuando son adultas y ha-
blan retrospectivamenteque en lo manifestado por las propias ado-
lescentesal preguntarles de forma directa. En la adolescencia,la
tendencia a minimizar la frecuencia autoerótica que se comunica es
muy fuerte 171porque el tema les intimida de manera extraordinaria2e2;
aunqueesetemor pueda prevalecera otras edades.

Una pacientemía que necesitórecurrir a las técnicasde reproducción asistidapara ob-


tener descendenciame expusoalgunosefectosque el tratamiento hormonal de estimulación
ovárica ocasionóen su sexualidad:<<Bueno, eso lmasturbarse] 1ohago algtnavez que otra
a la semana.Depende de las ganas[que tengal. Pero esque cuando estabacon aquellostra-
tamientoserauna cosa"bestial";estabatodo el tiempo muy, pero que muy, muy "salida"...;
todo el tiempo... Y volví a hacerlo entoncescomo cuando era adolescente...Pues,eso...to-
dos los días...y hasta varias vecesal día. ¡Un día llegué a contar diez [masturbaciones]!
Pero laquello] era muy desagradable,no las disfrutaba nada...Eran unas lpajasJ...lquel
nunca me resolvíanla excitación, ni me relajaban.Es que [a excitación] era... como muy
artificíal, una cosapermanente que estaba ahíy no desaparecíanunca: festaba] por la ma-
ñana, porlatarde, por la noche...todo el tiempo. ¡Es lo peor que recuerdo de esaépocal>.
276

¿Han advertido cómo pese a la confianza la paciente eludió en todo momento uti-
lizar Ia palabra masturbación o cualquier variante vulgar de esta? Voces que eran de-
ducibles del contexto, por otra parte.
Una corresponsal de Hite le escribió lo siguiente: <<Tengodieciséis años y no fre-
cuento de una manera íntima ninguna amistad masculina [...1 por cuya razón los or-
gasmos que he experimentado han sido siempre a consecuencia de la masturbación.
Físicamente,esta me gusta. Me masturbo muy a menudo, de una a seisvecesdiarias.
De forma habitual, en el colegio o en público, me limito ^ cruzar las piernas y a com-
(pág.93).
primir un muslo contra otro [...]>>01e

Ese mismo lugar común entiende que pasadala adolescencialas


necesidadesautoeróticasdisminuyen porque el impulso sexual pasa a
resolversemanteniendo relacionessexualescon otras personas.Pero
esto último no es tan cierto como parece, pues existen datos que lo
conffadicen,como volveré a comentarmás adelante.
Quizá podamos hacernos una idea aproximada de la asiduidad
con que las mujeresacuden a la masturbacióneláborandoun poco los
datos publicados por Serrano0rl.Las particularescondicionesde inti-
midad de su encuestame permiten suponer que lo que comentaré a
continuación es aproximadamentecierto. Tomaré como referenciala
proporción de mujeres que se masturban a diaúo, pues los datos de
Serranome condicionana hacedo así.
Lo más cercanoal periodo final de la adolescenciaque utlizí Serra-
no fue su agrupaciónde menoresde veinte años.Este autor encontró que
una de cúdatres entre las que se masturbaban en este grupo de edad 1o
hacían a diario (una o varias veces),y las otras dos, menos de una vez al
día (Serranono especificamás,por lo que incluye aquí distintasfrecuen-
cias semanales,mensuales,etc.). La frecuentación diaia de la masturba-
ción subeal41 por 100 entre las menoresde veinticincoaños;lo que re-
presentaalgo más de dos de cadacinco mrtjercs,para descenderaI26 por
100 (másde una de cadacuatro) a los cuarentaaños.Entre las mujeres ca-
sadasencuestadas por Serranoque le refirieron masturbarse,lohacíaa
üalio una de cadncinco(20 por 100),y el resto,menosde una vez aLüaút.
No es mucha información, la verdad. Pero son datos que permiten
hacerseuna idea aproximada de la frecuentación de la masturbación
por las mujeres a edades diferentes. Nos permite entrever de nuevq
que el pico de máxima frecuencia se sitúa en la adolescenciay, sobre
todo, en la primera juventud.
MASTURBACIONY CONDICION FEMENINA 277

, Mas ¿por qué semasturbauna?


La verdad es que no hay mejor raz6n pata hacerlo que sentir la ne-
cesidadde experimentarun orgasmoy desearasegurarsesu obtención
con un 90 o un 96 por 100 de probabilidades017,01e,228.Esta proporción
de orgasmossolo se consiguecuando una asumelas riendasde su pro-
pio placer,no la deja en manos de nadie, y se masturbamedianteel es-
tímulo del clítoris. Ninguna otra clase de actiuidad sexual consigueal-
canzar tales probabilidades de éxito, ni siquiera cuando alguien muy
experimentadola masturba avna. Una queja relativamentecomún en-
tre los hombres y las mujeres es que sus parejasheterosexualesno
siempre consiguen masturbarlescon la suficiente eficaciay maes-
ttía0re,\2t .
De cada res mujeres,dos (67 por 100) afirman masturbarsepara
aliviat la excitación sexual que sienten en un momento dado, sea cual
seala circunstanciaque la haya ocasionado150. Mas no solo se calman así
las tensionessexuales:ente el 29 y el33 por 100 de las mujeres(una de
cada tres) también se masturban con el fin de aliviar tensionesde cual-
quier offo tipo como pueden ser un examen,una entrevistade trabajo o
una competición deportiva 150'286. Y se hace así porque el orgasmo es el
mejor ansiolítico y rclajantemuscular que se conoce: tranqurliza, rclajay
da placer;además,por si eso fuera poco: es natural, ecológico,no nece-
sita receta,resultamuy barato (esgratis)y siemprese tiene a mano (evi-
ten el chiste fácil). Por eso no puede extrañar que se utilice igualmente
paru caknar cualquier otra tensión física o emocional que no sea la se-
xual. Esto es algo que se aprende desde muy temprana edad y eue,
como veremosmás adelante,semantiene a lo largo de la vida.
Una de cada tres (T por 100) mujeres que fracasanen alguna de
las propuestassexualesque rcalizana otras personastermína mastur-
bándose después,paru aliviar la tensión sexual no resueltalevantada
por la perspectivano cumplida de mantener relacionessexuales.Esta
proporción es igual a la que se encuentra enre los hombres. Sin em-
bargo, ellas se masturban más que ellos (la diferencia llegaa ser hasta
de once puntos) movidaspor el aburrimiento, la sensaciónde soledad,
la tústeza,el cansancio,y tras los fracasosy contratiemposque carecen
de connotacionessexuales;como una forma de gratificarseíntimamente
cuando las cosasvienen mal dadas. Este tipo de motivación la refieren
entre una de cada tres y dos de cada cinco mujeres (10 y 38 por 100,
278

respectivamente) 150,2ss.
Y las mujeressolterasparecenmasturbarsepor
causadel tedio más que las casadas1lo. Pero no solo se ahogan así las
penas; también se masturban para celebrar la alegríaproporcionada
por un éxito casiuna de cada cuatro mujeres (23 pot 100)288.
Más de tres de cada cinco mujeres se masturban durante el coito
254,aunque otfas autofas comu-
pan alcanzarel orgasmo(69 por 100)
017.Además
nican cifras algo menores:40 por 100 (dos de cada cinco)
de eso, casi la mitad (47 por t00) lo hacen despuésde un coito no or-
gásmico paru alivíarlas tensionesgeneradasen este.Y un 18 por 100
se proporciona también uno o varios ofgasmossuplementarioscuando
finalizan las cópulas que han sido orgásmicascomo un complemento
añadido para su propia satisfacción017. De hecho, y estoes muy impor-
tante, másde cuatro de cada cinco (83 por 100) ofgasmossimultáneos
(los dos alavez) que obtienen las parejasse deben a que la mujer se
masturba durante el coito254.Lo que nos viene a decir que el deseado
orgasmosimultáneo,que muchaspareiasesperancomo a SantaClaus,
lejos de ser una experiencia espontánea(que solo ocuffe ocasional-
mente), es el resultado de un decidido afán de la mujer en obtenerlo
por suspropios medios sin dejar las cosasal azary tomando las riendas
de su propio placer.

l)na parejame consultó por algunasdificultades sexuales.Durante las entrevistas,el


marido refirió lo siguiente:<<Confrecuencia,mi esposarecurre a la masturbación durante
el coito pafa correrse,Bueno, sucedeasíy creo que 1otenemos asumido' Hay vecesque a
mí me pasa algo parecido y también me cuestallegar [al orgasmo] en el coito' A veceslo
dejo por imposible y ya está,no pasanada. Pero o¡as veces,como me canso,dejo de em-
pujar y me corro masturbándome allí mismo al lado de mi mujer; me resulta más descan-
sado...Yo noto que mi mujer 1o tolera, pero no le sienta demasiadobíen... Bueno, eso
creo... Es que casi siempre deia caerque le gustaría que me corriera dentro [de ella]. Lo
hemos hablado, pero no sé...Yo... en esascircunstanciaslno lograr el orgasmo con el
estímulo del coitol hago lo mismo que [hace] ella: masturbarme"' Claro: lo que yo no
puedo es hacerlo lmasturbarsel durante el coito como lhace] ella, porque es imposible.
Los tíos o lo hacemos antes o lo hacemos después,pefo no podemos lhacerlo] "duran-
te" porque fel penel está dentro. Así que a veces,pala tener la fiesta en paz, simulo lel
orgasmo] y lo dejo estaf, otra vez será;o me masturbo después,cuando se duerme.
Pero eso me fastidia, pofque ya no es compartir el placer y hay que estar mintiendo>>.

Muchas muiefes que padecen dismenoffea(teglas dolorosas)uti-


lizanla masturbación al comienzo de la menstruación con el fin de
MASTTTRBACIóN
v coNotctóN r'¡lmNrNa 279

disminuir los calambresy los dolores que les ocasionael periodo 06e.
Pareceque el pico de secreciónde oxitocina que proporcionan los or-
gasmos266'268}08 favorece las contracciones, facllita la evacuación del
fluido menstrual y permite la relajación posterior de la musculaítra
uterina, aliviando asílas molestiaspremenstruales.Si hubiera que pos-
tular la masturbación como un remedio terapéutico para alg(n mal,
estaseríauna de susindicacionesmás seguras06e.
Un número no cuantificadode mujerestambién se masturba antes
de acudir a las citas con sus amigos o durante estas.Lo hacen para
mantener apagadossus propios ardores y poder resistir con éxito los
envitesmasculinos.La masturbaciónfemenina se transforma así en un
atrmapara protegerse de los hombres, siendo esta otra razón para ocul-
társela.Probablementeestamotivación para masturbarseestébastante
extendida dada la amplitud que tienen los recelos femeninos hacia
ellosooe.
No se conoce la extensión de esta taz6n pan masturbarseporque
no se ha investigado sistemáticamente;quizá porque los estudiosos
nunca sospecharonsu exístencia.Aunque, la verdad, tiene algunas
connotacionesque permite sospecharque se ocultaría de todos modos
en los sondeos.Su realidad es innegable,no obstante,dadoslos nume-
rosos testimoniosfemeninos que existen sobre el uso de la masturba-
ción con estosfines.

La escritora Erica Jong narra su propia experiencia: <<Cuandoera adolescente y


descubrí la masturbación, me decía a mí misma: "Me mantendré lejos de los hom-
bres". Deseaba a los hombres sexualmente,pero no quería que se me impusieran
[...]ro'2(pág.201).
Otra mujer escribe:<No recuerdo cuándo comencéa masturbarme,pero sé que a
-los
cinco o seis años ya enauna de mis arraigadascostumbres. [...] En mi adolescencia
hubo momentos en que la necesidad de satisfacermede esta manera me produjo cierta
inquietud, que me desapareció en cuanto comprendí que lo que estaba haciendo era
mucho mejor que salir con chicos. [...] Mis amigasy yo íbamos a los bailespara cono-
cer chicos [...J exigía mucho tacto y unas cuantas estrategiasevasivas.La masturbación
me proporcionaba una autonomía que [...J me al.udaba a conservar el sentido común
[respectoa ellos]>>Ort (págs.l$ 146).
Y otra añade: <[La masturbación] evita que una pierda la cabeza cuando siente la
01e(pág. 54).
apetencia de la relación sexual>>
Una paciente me refirió lo siguiente: <¡Uf, sí! Entonces [de jovenJ lo hacía casi a
diario. lMasturbarmel me gustaba mucho, pero es que, además,me permitía mantener
284

^ taya a los chicos y no volverme loca por ellos. Solía hacerlo poco antes de salir con
uno para ir rclajada, o durante la cita disculpándome un momenro para ir al baño...
Y allí 1o hacía...Bueno..., así, por mucho que él insistiesedespuésyo podía evitarlo
lacostarse con éll porque ya estaba tranquila. Si no lo hacía lentonces] aguantaba a
duras penas los intentos del chico y necesafiamentetenía que hacerlo luego al volver
a casa,yacasia punto de reventar de ganas.Hoy, actúo así algwa vez que otra, para evi-
tat caeren las manos de un tío que no me inte¡esa. Masturbarse es la mejor manefa de
mantenerseuna en su sitio con la cabezafuíar>.
El matrimonio Sarnoff recoge el testimonio de una mujer estudiada por Leach
Shaefer que decía: <Creo que lmasturbarme pefiódicamentel es mi manefa de no te-
nef que pensaf que cualquier hombre podría tenerme a su merced a causade mis ne-
cesidadessexuales>>s0 (pág. 285).

La masturbacíóntambién permite a las mujeresreducir susniveles


de tensión sexual generadosen citas tórridas donde no se ha querido
mantenerrelacionessexualespor las motivacionesque fuefan.

<<Lasrelaciones [con mi novio] fueron cortas y sin más que supefficiales caricias,
aunque alg:unavez al ser besada y abrazaáame provocó el orgasmo. Esto, posterior-
mente, al llegar a casa,me incitaba a masturbarme, ya con más deseo de vida matrimo-
nial y más libertadde caricias>r0"{pág.100).
<<Tuvenovio a los veinti¡és años, y como él se mostrab¿ muy apasionado, hasta el
punto de que a veces se mastufbaba tunto a mí, ello me excitaba gfandemente, pero
me contenía, aun cuando las simples caricias me producían olgasmos que Iuego me
procuraba yo con más intensidad en mi casa. [Le] decía a mi novio lo primero lque se
excitaba al verle masturbarse y sus caricias la llevaban al orgasmoJ y ello aumentaba su
amor hacia mí [...] pero nunca le dije lo segundo lque ella se masturbaba alllegat a
(pág.)9).
casalrro'7

Otro número mal precisado de mujeres utlizan la masturbación


como hipnótico, para facilitar la llegada del sueño aprovechandosu
poder ansiolítico.Aunque otras, por el contrario, lo hacen por la ma-
ñanaal despertarse,y así se levantanpletóricascon la sensaciónsubje-
tiva de tener mayor capacidadresolutiva.

<... lmasturbarme] me producía pronto [elJ orgasmo, habitualmente con tres o


cuatro lepeticiones consecutivashasta log¡ar lun] total reposo y bienestar. Como acos-
tumbraba hacerlo al acostafme,el sueño, tras ello, era casi inmediato y tranquilo>>0r7
(págs.66-67).
<<...recuerdo que a los nueve años me gustaba hacerlo lmasturbarsel y lo hablaba
con otfa amiga que hacía igual. Dufante muchos años esta costumbre era pof comple-
v coNoIcIóN rsN,IsNNe
MASTURBACIóN 281

to íntrascendente, pero hacia los catorce yasabía que lo que hacía era cosa prohibida,
pero nunca me sentí demasiadoviolentada moralmente [...]. [Masturbarme] me daba
más ánimo para todo, y como tenía costumbre de hacerlo al despertarmepor la maña-
na, comenzaba el día con mayor alegríay entereza>>$1 (pág. $).

La masturbación es un buen momento paru fantaseaLLa mayofia


de las mujeres,ocho sobre diez (80 por 100),suelenpensaren el sujeto
amado mientras se masturban,y un 2L por 100, en algunapersonaex-
traña. También hay un 28 por 100 que se imaginan haciendocosasque
en la vida real no harían jamás, o fantasean con ser fotzadas a mante-
ner una actividadsexualno deseada(19 por 100).Un 18 por 100 evo-
can imágenescon prácticasde sexo en grupo, y el 11 por 100 piensan
en actividadeshomosexuales150.

EN LA MUJERSOLAY EMPAREJADA
LR MESTUNSACIÓN

Como se ha señaladomás arriba,otro de los tópicos más extendi-


dos acercade la masturbaciónes que se trata de una actividad propia
de las chicasjóvenesque carecende otra fuente de alivio para sus ten-
sionessexuales.Dicho de otra maneta,estelugar común afirma que las
mujeres dejan de masturbarseen cuanto comienzan a mantener rela-
ciones sexuales;más aún cuando estasson establesy, por supuesto,
únavezhayan contraído matrimonio. Lo contrario se considerainma-
duro.
Eso es lo que declara la teoria. Y no podemos olvidar que asumirla
como cierta significa aceptarque no vamos a encontrar mujeresque se
masturben entre quienes mantienen relaciones sexuales;y, también,
que solo lo harán las que se encuentrenaburridas o sexualmenteinsa-
tisfechascon sus parejaso tengan problemas personalesde inmadurez
psicológica,
Resultaráinteresantecomprobar si se cumplen tales predicciones
para confirm ar Ia teoría que las ha originado. I si no se cumplen, será
señal de que el tópico es solo eso: una fantasía alejadade la realidad.

No es realmente un testimonio, sino ficción literaria, pero lo taigo a colación por-


que refleja una realidad muy cotidiana. Ada Castells nos relata cómo responde la na-
rradora de su novela ya citada,El dedo del óngel, a las preguntas que un amante mascu-
282

lino le formula sobre su sexualidad: <<Francamente,a estas alturas no entiendo cómo


hay hombres tan poco sensiblespafa no darse cuenta de que existentemas tabú. Des-
pués de las preguntas,que he ido respondiendo una por una con mentiras, natural-
mente, se ha quedado más satisfecho>> (pág.32).
una corresponsalde Hite escribe:<<...No hablo de esto...cuando mi esposome
pregunta si me masturbo,nunca le doy una respuestafranca>>01e (pág. 170)'
La otra carude la moneda la representanestos dos hombres que escfibían lo si-
guiente a la misma autora: <<Ningunamujer me ha enseñado nunca cómo lse mastur-
bal, ni ha admitido siquierala masturbación>02t(pág. 626). <<Todolo que sé respecto
al clítoris lo he aprendido en libros sobre sexualidad. Ninguna mujer me ha suminis-
tado jamás ninguna información sobre su clítoris ní sobre su estilo de masturba-
ciónrro2t(pág. 61,5\.

Aunque ya he hablado antes de ello y volveré a insistir sobre lo


mismo más adelante,convieneno olvidar lo incómodo que le fesulta a
17r.
las mujeresreconocerque se masturban Por eso,no puede extfañaf
que las que mantienen relacionessexualestiendan a expfesafsetam-
bién tal y como suponen que el entofno social espefade ellas;esto es:
173'262'2e5.
Por lo tanto'
cumpliendo el tópico de que no han de hacerlo
no parece muy descabelladopensaf que es bastanteprobable que las
mujeres empafej^dastiendan a minimizar también su actividad auto-
erótica; porque lateoría supone que deben abandonar<<tandeplorable
hábito al iniciar otras actividadessexualesmás maduras>>.

IJnavezmás, a los hombres no pareceresultarlestan inquietantefeconocel que se


masturban aunque sean sexualmente activos. Se ha comprobado que no les importa
reconocerlo así sea cual sea el género de su intedocutot02s. De hecho, el tópico señala
que los hombres lo hacen. Es un lugar común en la mitología femenina referida a la se-
xualidad de los hombres que suelen comentaf entfe ellas. Lo prueba también que sea
un tema recurrente en los consultorios sexológicos de las revistas destinadas a la mu'
jer. Recuerden el artículo que les comenté al principio del libro publicado por la revis-
ta Cosmopolitaz. Es como si las mujeres necesitasendecirse <<note preocupes, que los
hombres también lo hacen y son peoles que nosotras>> para sentirsetranquilas.Aun-
que esto no deja de ser una mera especulación mía.'. O quizá no lo seatanto'
LIamaIa atención el escasointerés que las mujeres parecen prestar a saber si ellas
se masturban realmente estando emparejadas.Parecen negarsea admitirlo de entrada.
Es probable que aquí entren en iuego los mecanismosinhibidores ya citados a lo largo
de estaspáginas. Aunque también es factible que el interés exista de hecho, pero está
oculto bajo esa atmósfera de silencio que encíerra todo lo relativo a la masturbación
femenina. Las mujeres no se atreverían a manifestar esa curiosidad en público por te-
mor al interdicto social que le acompaña.
y coNoIcTÓN TEUTNIN¡
MASTURBACIÓN 28t

Un dato muy llamativo es que Shere Hite no dedicara una sola línea a este tópico
en su libro sobre la sexualidadfemenina0le.Disponía de los datos necesariospataha-
cerlo, y le dedicó un buen número de páginas a la masturbación. Y llama más la aten-
ción porque no dudó en reflejar las cifras de hombres casadosque se masturban en el
libro que escribió sob¡e la sexualidad masculina02t.Tema al que luego se ha referido
en variasocasionesen sus artículospara la prensab.Es posible que no haya podido za-
farse de los tópicos que sostieneneste asunto,pesea haberlo conseguidoen otros mu-
chos. O también puede haber ocultado deliberadamente esos datos por alguna buena
razón que no ha explicado nunca'. Pero esto no deja de ser, de nuevo, oüa de mis es-
peculaciones,posiblementecarentede sentido.

Las dificultades que tienen las mujeres sexualmente activas para


reconocer que se masturban puede fastrearseobservandola enorme
dispersiónque existeen las respuestasque dan cuando se les pregunta
en los diferentessondeos.Échenle un vistazo alatabla3, que tampoco
tiene pretensionesde ser exhaustiva.
Los datos más conservadoresson los proporcionadospor los gru-
pos de Kinsey y de Malo, así como por Serrano.Los de Hunt y El-
berdin se sitúan en un punto equidistante,si bien los de este último
aportan unos matices interesantesque se comentatán más adelante.
Y, finalmente,los que arrojan las tasasde masturbaciónmás altas son
las comunicadaspor las autoras Tavris y Sadd, Horer y, sobre todo,
Darling. Esta última reseñaes especialmenteimportante porque se
refiere en exclusivaa las mujeres que son orgásmicas,descartandodel

b S. Hite, <<Lanueva educación sentimental (V)", El Mundo (10-VIII-1999);


<<¿Quées la natrtaleza sexual del hombre?>>,El Pah Semanal(29-IY -2001).
' Hite justificó esa omisión porque <La separación casada/solterano es precisa ya
(pág.27). Era, pues, una posi-
con vistasa la clasificaciónde las relacionessexuales>>01e
ción doct¡inal. De hecho, no preguntó nunca el estado civil de sus encuestadas,aun-
que estas se lo refirieron espontáneamenteen sus respuestas(y Hite hizo el oportuno
recuento). Si el postulado de Hite fuera cierto, la extensión de la masturbaciónentre
las mujeresemparejadasseríaentoncesel 82 por 100 (sin descontarlas completamente
anorgásmicas);y la probabilidad de que una mujer continúe masturbándose después
de emparejarse,del 100 por 100. Mas si fuera cierto que esta autora se ha guiado por la
idea de que el estado civil no induce cambios en la vida sexual de las mujeres, llama
la atención que no haya seguido el mismo criterio en su encuestamasculina, posterior
a la femenina, Y que no haya vuelto a hacer referencia a la masturbación entre las mu-
jeres casadasen sus escritos, cuando sí lo ha hecho repetidas veces en relación con los
varones.
284

Tabla J, Fn¡CUPNCI¡ DE MUJERESSOLTEMS Y CASADASQUE REFIERENMASTURBARSE

Casadaso Probabilidad de masturbarse


Solteras teniendo pateja sexuals
Autores empareiadas
(%) (%)
(%)

Hamilton (1929)2\e 74
Kinsey y cols. (1967)oo4 64". 44 69
Hunt (1978)150
^^ t00
60 bl

Serrano(1978)o'1 38
Tavris y Sadd (1980)mt 74
Horer (1981)017 86 75 89
Malo y cols. (1988)28t 24
Dading y cols. (1991)'z22 g1***
Elberdin (1,999)"4 82 ót ^^^ 77
'! Las frecuencias comunicadas se inctementan con la edad.
o o 6 8 p o r 1 0 0 a l o s t r e i n t aa ñ o s .
*** Aproximadamente la mitad no está casada, pero mantiene relaciones sexuales dutante un
tiempo mínimo de un año.
5 [(casadas+ solteras)x100

estudio a las que no alcanzaflorgasmos por ningún medio, porque


siempre sesganalabaja los resultadosde las encuestas,como ya co-
menté en el capítulo anterior.
En cualquier caso, la investigación anoia resultados que contra-
dicen el tópico. Las mujeres siguen masturbándoseen proporciones
nada desdeñablespese a mantener relacionessexuales.La dificultad
se centra en conocer la verdadera extensión del autoerotismo entre
ellas.

Tal y como he señalado en otra parte del libro, es muy poco probable que las mu-
jeres se atribuyan una actividad que no practican, sobre todo si esta es cuestionada so-
cialmente17r,262'2e5.Poresfa razón se pueden considerarmás ciertaslas cifras de mas-
turbación comunicadaspor Tavris y Sadd, Horer y Darling que las otras, que son más
conseryadotas.Es más factible que las encuestadashayan mentido, ocultando su auto-
erotismo en los sondeos con resultados más moderados baio el efecto del inte¡dicto so-
cial que existe sobre 1amasturbación.
No parece muy probable que las diferentes tasas de masturbación que se encuen-
tran en la tabla I obedezcan a condicionamientos biológicos o culturales que inhiban
la práctica de actividades autoeróticas más en unos gfupos femeninos que en otros. La
fisiología es aproximadamente la misma para todas las mujeres; todas tienen los mis-
mos condicionantes sexualesatávicos desde nuestra etapa prehomínida;y todas sacian
MASTURBACIÓNY CONDICIÓN FEMENINA 285

sus necesidadessexualesde una forma muy parecida, sea cual sea el contexto social en
el que se encuentren. A mí me parece menos insensato pensar que las diferencrasmos-
ffadas por los datos de la tabla I están condicionadaspor el interdicto social de la
masturbación que influye en unas mujeres más que en otras tr alahora de reconocer
estaactividad sexual,como se ha visto líneasatrás.Y así,salvo que una quiera raciona-
hzar y engañarseal más puro estilo victoriano negando la evidencia, es muy posible
que las tasasde masturbaciónmás conservadorasprocedan de grupos de mujeres que
se han sentidomenos libres para expresarsesince¡amenteque las demás.

Así, excluyendolos datos más sospechososde no ser sinceros,pa-


rece que se masturban al menos tres de cada cuatro mujeres empareja-
das (75 por 100). Aunque, si solo nos atenemosa las mujeresorgásmi-
cas que son sexualmenteactivasy tienen pareja,entoncespodemos
afirmar que la masturbación es una actividad sexual prácticamente
universal(91 por 100) entre el génerofemenino.

Dejo a los lectores el e;'erciciode corregir esascifras, si lo desean,sobre la base del


8 por 100 de mu1'eresque responden en las encuestasminimizando la frecuencia de sus
prácticas autoeróticas17r,como hice con anterioridad.

Aún no se ha generalizado en ninguno de los dos sexos el recono-


cimiento personal, verdaderamenteinterioúzado, de que la mujer se
masturba como un ser sexuadoque es. A pesar de ello, las mujeres
adultasjóvenesde las generacionesmás recientessientenquizá menos
apuros que susmadreso que sus abuelaspara reconocerque lo hacen,
como hemos comprobado antes018'r5626t. Una prueba adicional de que
el interdicto socialsobrela masturbacióninfluye más en las mujeresse-
xualmente activasde más edad a la hora de ocultar esta actividad nos
la proporciona Elberdin2ta.Este autor ha encontrado qttecas¡nueuede
cada diez (88 por 100) mujeres emparejadasmenores de veinticinco
años que llevan al menos un año manteniendo relacionessexualesre-
conocen seguir masturbándose;bastantemás que las mayoresde cua-
renta años,quienessolo admiten hacerlola mitad de ellas.
Es un dato constatadoen todas las generacionesque las mujeres
de más edad se muestran más conservadorasen sus respuestasa los
sondeossexuales,y son las adultasmás jóvenesquienestienden a reco-
nocer masturbarseen proporcionessuperioresa sus madres26t.Las
chicasadolescentesson un casoaparte.
286

La interpretación típica y apresurada de estos resultados ha sido


forma
siempreliteül: que las mujeres sexualmenteactivasreducen de
progr"riuu su. piácticusautoeróticascon el paso de los años. Asumiría-
-or".ru explicación si no fuera porque existe otfa intefpfetación alter-'
nativa run ráli¿'u como la anterior o más' Hay que tener en cuenta el
entofno social que induce a mentif con frecuenciasobre la masturba-
muje-
ciinrr, como se viene repitiendo a lo largo de estaspágínas'Las
por ese
res que han sobrepasadolos cuarentaaños estánmás influidas
ten-
umbiente represor y silenciador que las más jóvenes.Por eso su
es mayor
dencia a mentir con facilidad sobre susprácticasautoeróticas
que la que puedan sentif las nacidasalgunasdécadasdespuésott'tr6'tt:.
i .o, .ro ,o quiero decir que las actualesjóvenes no sientan igual-
en
mente el peso Jel silencio que existe sobre la masturbación.Pero,
que
s"gún qrré circunstancias,parecen ser más capacesde sacudírselo
que la
lar"d" mayor edad. Gracias a su sinceridad, hoy podemos afirmar
masturbación se mantiene activa y se extiende prácticamentea todas
254.
las mujeresjóvenespesea que mantenganrelacionessexuales
puede calcularseaproximadamentela probabilidad de seguirmas-
con
turbándose que tiene ,rna mujer que mantiene relacionessexuales
los datos de la tabla 3. Si se excluyenlos valoresgeneralmente infrarre-
presentativosde la sexualidadfemenina del grupo de Kinsey,la proba-
del
fi[¿u¿ promedio de masturbarseuna mujer sexualmente-a:tiy^es
bajan
90 por ioo. Si se incluyen los datos de Kinsey,lasprobabilidades
ajustamos los datos en
,r., po.o, no mucho, hasta el 85 por 100' Y si
frrrr.i¿r,de los más sinceroscomunicadospor las menoresde veinticin-
co años254, la probabilidad sube entonceshastael 95 por 100.
Existe, pues, una probabilidad superior al 90 por 100 de que una
se-
mujerciga *arturb,índose despuésde iniciarse en otras actiuidades
xualesen pareja.

pareia estable escri


una corresponsal de Hunt de veintinueve años de edad y con
masturbación: <Aún sigo haciéndolo cuando el hombre con
bía lo siguient" ,ob." su
y necesidad. Me gusta más acostafme con él que mastur-
quíen vivo está lejos siento
me da paz y satisfacción' y evita que ande buscando a
bu.-", p"ro es un sustitutivo;
otro>>1to (pá9.L29).
desde una pers-
La mujer de una pareja que me consultó hizo el siguiente relato
gfan confianza en todos
pectiva diferente: ..tvti marldo y yo siempre hemos tenido una
andanzasanteriores al
lo. u.p".,or. También en el sexual. Los dos conocemos nuestfas
y coxorcróN TBMSNINI
MASTURBACTów 287

rnatrimonio y es la única persona con la que he hablado de la masturbación, aunque es


un tema que me da muchísimo corte. La verdad es que nunca pensé que tendría tal
grado de compenetración con un hombre. Una mañana, al despertarmé, le vi mastur-
bándose acostadoa mi lado. No sé qué me pasó, pero me puse hecha una fiera y le
eché una bronca de mucho cuidado. Me pareció patérico verle hacer esa cosa...Es lo
que sentí en ese momento... Aunque la verdad es que yo me sentí más patética aún
poco despuéscuando é1,muy enfadado también, me replicó. Me recordó que yo sabía
que él se masturbaba además de tener relaciones sexualesconmigo y que no era la pri-
meravez que le había visto lsin reprocharlenada]. Intenté cortarle, pero no me dejó.
Me recordó que yo también me masturbaba (es cierto, y nunca se lo había ocultado) y
añadió que me había sorprendido haciéndoloen algunaocasión (aunquede esto no es-
toy segura) sin montarme el "numerito" que yo le había organtzado a é1.Me dijo mu-
chas cosasmás que me dejaron literalmente helada. Todo lo que me decía era cierto y
me sentí humillada y enfadada conmigo misma porque había pasado por alto rodo eso
y me había Tanzadoen su contra como una furia al verle masturbándose.
Cuando ya estabamuy arfepentida por la bronca que había iniciado, mi marido
terminó ia discusión pidiéndome que le diera una sola ruzónpor la que é1...y sus pa-
jas...merecieranesedesprecioy el trato que yo le había dado...,y yo y mis pajasno [lo
merecieranl...No supe qué responder...No había ninguna, claro.
No sé...Desde entoncesnoto que algo se ha roto entre é1y yo... ¿En qué estaríayo
pensandoaquel día?>.
Ora mujer me escribió al consultorio sexológico radiofónico, del que he hablado
con anterioridad, lo siguiente: <<Megustaría que me informara sobre la masturbación
femenina y sus consecuencias.Tengo cuarenta y ffes años y recuerdo que de joven lo
hacía lmasturbarse]algunavez, pero de tarde en tarde, hastaque hace un par de años
tuve un disgusto bastante serio con mi ma¡ido y estuvimos varios mesessin tener rela-
ciones, y así fue como volví a repetir mis experiencias de joven para poder quedarme
tranquila siempre que tenía pensamientossexuales[...] Aho¡a que las relacionescon
mi marido se han arregladobastante,resultaque de vez en cuando siento la necesidad
de masturbarmeyo sola, ya que de esta forma siempre tengo orgasmos[...] Me gusta-
ría contárselo a mi marido, pero no me aüevo>>.
Un paciente me refirió: <Descubrí que mi mujer se masturbaba casualmente.Fue
una mañana que ilegué a casamáspronto de lo acostumbrado. No encontré a nadie en
el salón y supuse que ella estaría en el dormitorio. Fui a la habitación para ponerme
cómodo, esperando encontrármela allí (tenía que estar porque su coche estaba aparca-
do), y cuando entré Ia vi... tendida en la cama haciéndolo [masturbarse].Teníala cara
vuelta para el otro lado, de modo que no me vio. Di un salto hacia atrás y me desplacé
en silencio a la cocina con el corazón como "una moto". Allí estuvesentado,perplejo
por mi descubrimiento, hasta que la oí rerminar. Entonces introduje la llave en la
puerta, la abrí y cerré haciendo todo el ruido que pude y dije algo en voz alta... No sé:
¡'ya
estoy aquí" o [algoJ así. Me demoré un poco en el sa]ón y ella salió en bata como si
no hubiera pasado nada; yo simulé lo mejor que pude.
288

Me sorprendí mucho cuando la vi masturbándose...No sé... algo tan íntimo... Es


como si fuera al baño y me la encuentro cambiándoseun tampón... No te 1oesperas...
Me dolió mucho aquel descubrimiento. ¡Aunque peor hubiera sido encontrarla con
otro lhombre] ! Lo que me humilló fue... A mí no me importa que ella se masturbe; es
algo que veo natural... Lo que me fastidió... ¡es que yo le había preguntado lsi se mas-
turbaba] en varias ocasionesy me lo había negado! Yo creo que e¡a innesesariomentir;
muestra una gran desconfianzah acia mí. Yo soy más sincero que ella con estascosas"'>>'

Todo ello nos permite concluir que el autoerotismofernenino es una


préctica
'd.e uniuersal con muy altas probabilidades de mantenersedespués
que la mujer se hace sexual?nenteactiua (90-95 por 100). Por lo que
no pareced.emasiadodesacertadosostenerque la masturbaciónno solo es
propia de lasjóuenes con dificultadespara encontrarpareja, como afirma
el tópico, sino que resulta rluy común entre las que yd tienen una' Más
aún.Lamastufbación sigue siendo la principal fuente de orgasmosen-
tre las mujeres que son más activassexualmente'ploporcionándolesel
80 por 100 de estos018.
Ya 1osaben.Esa chica tan popular que conocenustedesen el lugar
donde residen,que se relacionasexualmentecuantasvecesquiere con
los mejores ejemplaresmasculinosque encuentra...,también <{o hace
solo>.y es probable que lo haga con mayor asiduidad0l8que esaotra,
menos afamada,a la que ustedes imaginan que datía un brazo por te-
ner una cita.
Tiene su l6gica. Porque las chicas jóvenes que son muy activas se-
xualmente tienen que resolversuspropias necesidadessexuales(eleva-
das) más aquellasque no quedan resueltasen las citas frustradaso en
los numerososcoitos anorgásmicosque tienen (56 por 100: más de la
mitad de ellos0r1).No se olvide que la anorgasmiaen el coito tiene una
relación directa con el número de ellos, con el grado de inhibición con
el que se afrontan y con el número de parejasdiferentescon los que se
practican. Y el grado de compromiso con el placer del otro se reduce
en los encuentrossexualesesporádicos.

Un ejemplo muy gráfico de la afirmación precedente nos la proporciona la france-


sa Catherine Millet, di¡ectora de la revistaArt Pressy crítica de arte. En su libro auto-
biográfico titulado La uida sexual d.eCatberine M.hace referencia a los numerosísimos
u-ur,r., que ha tenido a lo largo de su vida. Escribe de ello con profusión. A1 final del
texto reconoce, como colofón y de pasada, que de todos modos el verdadero alivio de
v coNorcóN reurNrxa
MASTURBACTóN 289

sus tensiones sexualesno procedía de tales encuentros, sino de sus cotidianas prácticas
autoeróticas. <Me hago pajas -escribe- con la puntualidad de un funcionario>>m2
bág.244).

Las mujeres que son orgásmicas(excluidaslas anorgásmicascom-


pletas) y mantienen una vida sexual con parejasrazonablementeesta-
blestambiénsemasturbanen el91 por 100 de los casos222. Y no lo ha-
cen por sentirse sexualmenteinsatisfechas,como predice el tópico,
porque entre el 75 y el 81 por 100 de los casossus coitos son con fre-
cuenciaorgásmicos0rl'222. Ni tampoco 1ohacen porque esténaburridas
ffas largos años de convivencia,porque la practican el 88 por 100 de
las menoresde veinticinco años que estánemparejadas2sa. Pareceque
lo natural es que el autoerotismofemenino se mantenga alo largo del
tiempo aunque se tenganrelacionessexuales.
Otro hallazgo que contradice por completo el estereotipoal que
estamoshaciendo referenciaaquí es que las mujeres sexualmenteacti-
vas no solo mantienen su actividad autoerótica,sino que lo siguenha-
ciendo con la misma frecuencia que antes de iniciar las relacionesse-
xuales,o con una aún mayor (tabIa4). Dicha tendenciano se aminora
con el paso del tiempo, sino que se mantiene de un modo aproximada-
mente constantecon la edad; si bien parece que entre los treinta y los
cincuentaañosse produce un incremento que sitúa la masturbaciónen
niveles de frecuentación superiores a los de edades más tempranas.
Qtizá seaestala razón por la que las mujeres de tales edadesrecono-
cen masturbarseen menor medida que las más jóvenes,como señalaba
más arc1ba2ta: porque se sienten avergonzadasde su conducta real, tan
contraria a lo que dicta el tópico. Responderíanasí como resultado de
su <<malaconciencia>>, como ha escrito en offo contexto un prolífico
r0e.
autor español <<Malaconciencia> que intentarían aliviat al proyectar
hacia el exterior su propio comportamiento,sosteniendocontra viento
y marea el viejo mito de que los hombres se masturban más que las
mujeres2@.
Las mujeres emparejadascontinúan masturbándosepese a tener
relacionessexualespor razonesmuy variadas.Dos de cada cinco muje-
res casadaslo hacen durante la ausenciade su pareja, Una proporción
parecida se masturba también pan aliviar diferentes tipos de tensiones
no sexuales , y otta proporción semejantelo hace porque les gusta,
290

como una experiencia individual gratlficante a la que no renuncian por


estaremparejadasoo5.

Tabla 4. Fn¡CuEN1¿.CIÓN DE LA MASTURBACIÓNENTRI LAS MUJERESEMPAREJADAS


DE LA POBLACIÓN CSNERAT QUE RECONOCENMASTURBARSE
Modificado de la tabla 262 áeMalo v cols. (1988)'?85

Agrupación por edad en la mujer

En relación con antes de lHombre] Mujer: 18-22 8-28 29-)8 )9-50


(7") ('/") (%) (%) (%) (%)
emparejarsese masturban.,

Ahora más que antes... tel 30 26 )8 48


't281 22 2) 18 26
Ahora igual que antes...
Ahora menos que antes... D/J 38 46 48 )8 18

Las proporciones que faltan para sumar 100 por 100 corresponden a quienes no responden a la
pfegun¡a.

Tres de cada cinco (54 por 100) de ellas considefanla masturbación


como un sustitutivo del coito cuando esteno es posible0l7.Pero' además
de estasnecesidadesindependientes,las mujeresemparejadastambién
Semastufban por ottas fazonesfelacionadascon la cópula, como se
señaló algunaslíneas más atrás. Así, dos de cada cinco mujeres sexual-
mente activas,o dos de cada tres, según otros investigadores,se mastuf-
ban durante el coito cuando necesitan faclitat la consecucióndel orgas-
mo0r7254. Casi la mitad lo hace despuésde un coito anorgásmíco'para
aliviarla excitación sexual que esteno ha resuelto.Y una de cada cinco
muieres se masturban despuésde un coito orgásmicocon la finalidad de
cubrir susnecesidades de disfrutar de más orgasmos017.Finalmente,una
pfoporción menof de mujeres (9 por 100) se masturba delante de sus
maridos como parte del juego sexual que reúiz lapareja}1t.

una corresponsal de Horer escribía lo siguiente: <<Memasturbo mucho y siempre


alcanzoel orgasmo. Me gusta hacerlo sola o en brazos de mi marido. Él comprende
perfectamenteque me gusta. También él practica la masturbación [."] Esta práctica
llamada "solitaria" es para nosotrosun verdadero intercambio. Practicadaa solaso en
pareja,lamastu¡baciónes para mí una forma de la sexualidadcomo la penetracióno
el beso;por eso hallamostanto placer en ella>017 (pág. L75).
Y otra sosteníaque: <<Ennuestfa parejala masturbación ocupa un lugar importan-
te. Es un acercamiento a nuestra sexualidad o la conclusión de una relación sexual y se
inscribe de modo natural en nuestro diálogo amo¡oso>>017 (pág. 175)'
N'TASTURBA(]ION
Y CONDICION FEI,,IEN]NA 291

Un psiquiatra me ha comunicado que todas sus pacientesfemeninasen psicotera-


pia (casadaso sexualmenteactivasla mavor partc de ellas)sacana relucir en algún mo-
mento el tema dc la masturbación.Todas lc han dicho quc sicnten asco por esta (no
\¡ergüenzao culpa) y Ia ven, n.is quc como un sustituti\.odel coito o un complemento
cleé1,con-roel <tlesahogo>> de una necesidadque no se resuelvcclemejor mancra.Algo
así como si se tn¿rsturbasen <<asu pesar>>.(lc¡nr,ieneno olvidar que son mu.jeresque es-
tán bajo t¡atamiento psicoterapéuticoprecisamentepor sus dificultadespersonales,lcr
que justificaría el uso de la r,'oz<<asco>>en relación con la masturbacióny su actitud
frentc a clla. Eso. por sí so1o,rer,elauna problemáticaíntima relacionadacon esetema.

El celebérrimoorgasmosimultáneo(ambosmiembrosde la pareja
a la vezl es logradosiempreo casisiemprepor un 1 1 por 100 de las
mujeres,a 1o que hay que añadir ofro 27 por 100 que lo logran en la
mitad de las ocasiones. En definitiva,el orgasmosimultáneoes una ex-
perienciaque alcanzancon ciertaregularidadel3B por 100 de las mu-
jeres que mantienenrelacionessexuales(dos de cada cinco). Pero no
llegana él espontáneamente o por casualidad:el 83 por 100 de esosor-
gasmosparalellsrse deben a que la rnujer hace suyala frase <hágaselo
usted misma>> y se masturbadttranteel coito 251para ^\c^nzarlo.
Así pues,la masturbacióntambiénestádetrásde la mayor parte de
l o s o r g a s m oqs u e t i e n e nl a sm u j e r e se n l a c ó p u l a " r " z r( ry as e p r a c t i q u e
durante o despuésde...)y en la inmensamayoría de las experienciasor-
gásmicassimultáneas 2ta.
De estemodo queda demostradala falsedaddel tópico que esta-
mos comentando.Ha seguidola misma suerte de otros estereotipos
cuando se enfrentancon los hechos.La vieja idea de que la mujer se-
xualmente activa que también se masturba es una desviadaresulta que
tambíén es falsa. Más bien sucede1o contrario. Si la ertensión real de
esta conductaentre la población femeninaemparejadaes tan masiva
como filuestranlos datosque acabode comentarseráporque obedece
a unas necesidadesapropiadasal desarrollo normal de las mujeres ea
es€lilomentctuital. Lo que apunta hacia Ia idea de que ser activa se-
xualmente y mantener la actividad autoerótica es la normq no la ex-
cepción.Todo lo opuestoa lo que dicta la teoríaencerradaen el tópico
quc acabamos de Jenunciar.
Olvídenlo. Si ustedesven a una mujer, joven o madura,muy acti-
va sexualmente,que se comporta de cara al exterior como si la mas-
turbación no le afectasepersonalmente,habla de esaprácticaen ter-
292

cera persona y con cierta displicencia...no se dejen engañar.Está


mostrando a los demás el estereotipo que supone esperande ella.
Pero sépanlo:con los datos en la mano, las probabilidadesde que
también se masturbe pese a todo son elevadísimas;tiene prácticamen-
te todas las papeletasdel sorteo; como sucedecon la inmensa mayoúa
de las mujeres que están leyendo estaslíneas...o con las que ignoran
la existenciade estelibro.

Ll MnstunsACIÓNEN LA MUJEREMBARAZADA

Durante el embarazose producen en el organismo femenino im-


portantes cambios al servicio del desarollo del nuevo ser, De todas
esastransformaciones,la más evidente de todas quizá seael crecimien-
to progresivo del abdomen hasta que llega el momento del parto.
cualquier observado¡ por simple que sea,se ha planteado algunavez
que ese abdomen debe de ocasionardificultades en las relacionesse-
xuales,fundamentalmenteen el coito. A los médicos esosimpedimen-
tos les tuvieron sin cuidado durante mucho tiempo, ya que les preocu-
paban más los daños potencialesque pudiera ocasionaren el feto la
mecánicadel coito, básicamentedurante el tercer trimesge del emba-
razo. Eso les llevó a desentendersede la vida sexualde suspacientesy,
en no pocas ocasiones,a prohibir la cópula durante ese tiempo para
evitar partos pfematuros. Sucedíaen la época donde la neonatología
casi no existía y no se podía ganntizar la supervivencia de los bebés
que nacíansin madurar del todo.
Hoy ya no existen razones para tales prohibiciones y aunque no
siemprese habla de ello las parejaspueden mantenef relacionessexua-
les prácticamente durante todo el embanzo. Solo tienen que recordar
que la cópula no es la únicaforma de unirse sexualruente.

En la actualidad no se ponen en relación los nacimientos prematuros con la mecá-


nica del coito. Existen autores que han señalado que para desencadenarun parto anti-
cipado son más impoftantes los orgasmos intensos y frecuentes que la propia
cópuIa2la.Se trata de un hallazgo que tiene su lógica, pues durante el orgasmo se pro-
duce un pico de secreción de oxitocina, la hormona responsable de las contracciones
rítmicas de los músculos genitales que vivenciamos subjetivamentecomo placente-
La oxitocina también es la hormona que inicia el trabajo del parto contrayendo
ras26s.
MASTURBACIONY CONDICIÓN FEMENINA 29)

la musculatura uterina. Por eso parece l'azonablepensar que los orgasmos muy inten-
sos y muy frecuentespuedan desencadenarel parto y ser más responsablesde la pre-
maturidad que el propio coito (no se olvide que también esramoshablando de los or-
gasmosocasionadospor cualquier otro ripo de actividad sexual diferente al coito,
¿me
entienden?).Aunque no todos los autoreshan conseguidoencont¡ar esta relación en-
tre orgasmoy prematuridad110.

Otra de las cuestionesque han preocupado del embarazoesla in-


fluencia que pueda tener sobre la libido femenina:sobre sus deseosse-
xuales.Y no hay nada másincierto que los resultadosobtenidos al res-
pecto por los diferentes investigadores.Para algunos no existen
cambios; otros aseguranencontrar un descensopaulatino del deseo;
otros solo encuentranmodificacionesen el tercer trimestre; hay quien
comunica que sube en unos trimestres ybaja en otros, sin ponerse de
acuerdo en cuáIes...,etc.l11.No vamos a entraren esteterreno porque
no hay un cuerpo de conocimientostan sólido como para dibujar un
perfil medianamentesegurode ello.
Pero una cosa son los deseossexualesy oúa la cópula. Se puede
abandonarla púctica del coito y no por eso dejar de sentirsesexual-
mente excitadasy con ganasde mantener relacionessexuales,Algunos
autoresno han tenido en cuenta tal disociacióny ese descuido ha en-
sombrecidolos resultadosde susinvestigaciones.
Si nos atenemosala cópula,existendiferenciasentre 1oque comu-
nican las mujeressobre sí mismas<<dememorio> al preguntadestras el
parto sobre su actividad sexual cuando estaban embaruzadas,y lo que
se encuentracuando se les hace un seguimientodurante todo el emba-
razo. Los datos recogidos de esta última manera son más fiables por-
que no introducen erroresdebidos a la memoria selectiva.
Cuando las mujeres evocan recuerdos tras el parto, una de cada
res dice que mantuvo relacionessexuales(cópula) hasta el sexto mes
del embarazo.Y las otras dos dicen que practicaron el coito hasta el
final ol7.
Pero el seguimiento de la mujer embaruzadamuestra que las cosas
no son de la manera que ellas parecen recordar. Lo que se observareal-
mente es que la frecuenciade sus cópulas disminuye de forma progre-
siva, mientras aumentan en paralelo otro tipo de actividadessexuales
no vaginalescomo la masturbaciónmutua o el sexo oral. Además de
eso, y en lo que a estelibro interesa,la mujer preñada también incre-
294

menta gradualmente su actividad autoerótica a medida que avanzael


embarizúr2)D. Así,al comparar la frecuencia de la masturbaciónde
las gestantesantesy durante el embaruzo,se encuentra que esta pfácti-
ca sexual llega a duplicarseen el primer trimestre, a cuadruplicarseen
el segundoy, por último, a multiplicarse por nueve en el tercer ffimes-
tre2lt. Lo que significaque la masturbación reafizadapor una misma y
paru ella se convierte progresivamente en la principal actividad sexual
de la mujer duranteel embarazo.
La enorme vascularizaciónque produce el embarazo en todo el
cuerpo femenino incrementala sensibilidadde todas las zonaseróticas
hasta el extremo de proporcionarles orgasmosmás intensos que en
o6s.
condicionesnormales Quizá por eso las mujeresrecuerdensus em-
barazoscomo sexualmentevigorosospese a las dificultades que pue-
dan haber tenido con el coito. Porque lo cierto es que las posturasque
suelen recomendarsepara la cópula durante la gestaciónno son las
más orgásmicaspara la muje¡ como se señalómás arúba)n'

EN LA MUJERANCIANA
L¡ URSTUNBACIÓN

La ancianidadsuponemayoresriesgospara padecerenfermedades
que ponen en dificultades las reaccionesnormales del organismo du-
rante la excitación sexual, así como la obtención de su respuestaor-
gásmica.La nzón es bien simple: cuanto más longevossomoshay más
áportunidades para que incida en nuestfo cuerpo alguna enfermedad
crónica más o menosincapacitante3la'
Pero extraer de este hecho la conclusión de que la mujer anciana
esráirremediablementecondenadaa la abolición de su apetito sexualy
de su disfrute resulta una extrapolación tan excesivacomo efrónea.
Porque también hay mujeresmayoresrazonablementesanaso que tie-
nen padecimientosque no inciden en ningún aspectorelacionadocon
la sexualidad.Y se sabeque ellas pueden disfrutar de esta con un pla-
cer semejanteal de su juventud. De hecho, al menos dos de cada tres
de ellas (65 por 100) tienen deseossexualesespontáneosde los que
gustan disfrutar y cuya tensión agradecen aliviar)t5.
Se mantienensexualmenteactivasentre el fi y el61 por 100 de las
mujeres anciana{15,r16, aunque el interés sexual petmanezcavivo tanto
y coNotcróN rglvtrNrN¿
MASTURBACIóN 295

entre estas.comoentre las que han dejado de practicar el sexo en pro-


porcionesmás elevadas(76y 65 por 100,respectivamente).

Una corresponsal de Tavris y Sadd les esc¡ibía 1o siguiente: <<Tengosesentaaños, y


se dice que nunca se es demasiado anciano p^ta goz r del sexo. Yo puedo afi¡marlo,
pues en una ocasión le pregunté a mi abuela, entonces rondando los ochenra, que
cuándo había dejado de gustarle. Ella me contestó: "Hija, tendrás que preguntárselo a
(pág.90).
alguienmás viejo que yo">>005

Las mujeresmayorestienen en su contra altasposibilidadesde en-


viudar a esasedades,lo que les hace difícil mantener relacionessexua-
les en aquellassociedadesdonde se ve con malos ojos que las viudas
mayores vuelvan a emparcjatse.En efecto: en nuestro medio estágene-
ralmente peor visto que una ancianase acuestecon un hombre que no
es su marido a que se masturbe 317. Quizá por esa ruzón las viudas se
inclinan más por seguirmasturbándosea intentar encontrar otta parcja
y ser puestasen entredicho por los demás;de estemodo se adaptan al
modelo social que nos viene impuesto. Dickinson (citado por Beach y
Ford 126)ha comprobado que esaforma de aliviar las tensionessexua-
les (masturbarse)es casiuniversalentre las viudas mayoresde cuarenta
años.

Otra corresponsal de Tavris y Sadd escribía lo siguiente: <<Soyuna viuda de sesen-


ta y dos años, y salgo con un joven viudo de cincuenta y ffes. Hacemos el amor casi
cada día y es algo fabuloso. Es solamente el segundo hombre con quien me acuesro,
pe¡o nunca imaginé que pudiera ser así. Algunas amigaspiensan que soy una "vieja
verde", pero mi hijo me dice: "Mamá, haz lo que rehaga más {eIiz" . Mi hija no puede
imaginarme con alguien distinto de su padre. [PeroJ voy a seguir haciendo lo que
quierar>oo-(pág.89).

Otra razón importante por la que una mujer de edad no tiene rela-
cionessexualesson los problemasmédicos que afectana algúnaspecto
de su vida sexual o la de su pareja316,r18.
Esos problemas médicos son
los responsablesde las quejasmás comunesque suelenconsultarestas
mujeres:sus dificultades para alcanzarel orgasmoy la escasalubrica-
ción vaginal116.Cuando ambos problemas se mantienen durante algún
tiempo terminan por desmotivadasfrente al sexo compartido. Pese a
todo, no por eso dejan de tener alguna actividad sexual.Las caricias
296

con la parcia más la masturbación son las prácticas sexualesque ocu-


pan los primeros puestos entre las muieres mayores más saludables,
quedando el coito relegadoa un tercer lugar3le.

Un chico de dieciocho años comunica aLorena Berdún lo siguiente: <Increíble,


pero cierto: he descubierto a mi abuela masturbándose. Ella no 1o sabe, pero me que-
dé helado. Ella es más o menos joven, pero nunca me imaginé que con su edad pudie-
ra hacerlooo)2(pág.7 0\.

El mismo problema se le plantea a la mujer mayor sanacuyo com-


pañero estáenfermo y se sienteincapacitadopafa mantener algunaac-
tividad sexual.
Aquí nos encontramos,una vez más,con las dificultadesque ya se
mencionaron antefiormentepala conocer la verdaderaextensión de la
masturbaciónen la mujer mayor,empafejadao no. Las muieresque han
crecido en un ambiente más conservador que el actual (sin que el pre-
sentesea como para tirar cohetesde alegría)tienden a sentifsemenos
inclinadas a reconocer que se masturban que sus nietas265. Quizá por
eso suelen dejar sin respuestalas preguntas que se refieren a la mastur-
bación en mayof proporción que otrasr20.Eso permite sospecharque,
aunque solo <<confiesen>> masturbarsepfácticamenteuna de cada tres
(30 por 100) ancianasrls(incluyendo las sanasy las menos sanas),lo
cierto es que, conociendo la verdadera extensión de la masturbación a
edadesmás tempranas,y en ausenciade factores inhibidores de las sen-
sacionessexualesen la mujer mayor, estetipo de actividad sexual puede
alcanzara una pfoporción mucho más elevada de ellas. No olvidemos
que algunosautoresencuentfan que la tasade masturbación se mantiene
aproximadamente estable enffe las mujeres desde su juventud hasta la
ancianidad00a. Luego si esta actividad estáuniversalmenteextendida en-
tre las más jóvenesy entre las maduras,no hay nzón paff-que no suceda
1o mismo entre las ancianas;al menos entfe quienes catezcande proble-
mas de salud que entorpezcanlas reaccionessexualesde su organismo'

Alaluz de los resultadoscomentadosen estaslíneas,parece evi-


dente que en la púctica todas las mujeres se masturban; al menos
las que son orgásmicas.Y eso sucede en cualquier situación civil y a
y cot ¡orctóN rrltrNrNa
MASTURBACIóN 297

cualquier edad. Por lo que hemos podido comprobar hasta aquí, la


masturbación acompaña a las mujeres desde antes de su propio na-
cimiento2aT hastala muerte. Solo los cadáveresno se masturban.
Los resultadosde las diferentesinvestigacionesque he reflejadoen
estaspáginas tienen un nexo común: contradicen de forma sistemática
todo lo que tradicionalmentese creía saber sobre la masturbaciónfe-
menina. Esto puede generar no poca incertidumbre entre quienesne-
cesitan aferrarse a los viejos estereotipospara no sentirseinseguros.
Despuésde todo, la adhesión ciegaa cualquier tópico ahorrano pocos
esfuerzosreflexivos... Pero también nos engaña,pues crea una falsa
ilusión de conocimiento que nos tranquiliza sin conducirnos a ninguna
pafte.
Yo creo que es más racional vivir en la incertidumbre que nos ge-
neran los conocimientos cambiantes,pero cada vez más firmes, pro-
porcionados por la investigación,a tener la falsa seguridad aportada
por los estereotipos.La incertidumbre nos permite avanze.f;los tópicos
nos inmovilizan.
De modo que, por mucho que esoslugares comuneshayan confi-
gurado el marco de referencia que presidió el desarrollo de la mayor
parte de la gente,hemos de desalojarlosde nuestrasmentes alaluz de
las evidenciaspata crecerrealmente.
Cunnrn PARTE

NATURALEZA 2
DE LA MASTURBACION
r4
¿ES NORMATO ANORMALMASTURBARSE?

<<Lagenteno suelepercibir el senderopor el que t¡ansita.>>


<<Qttizásiempre os habéis tomado la verdad como un
insulto.>

RosnnrFlsHrn,
El caballerode la armaduraoxidada
(Eds.Obelisco,Barcelona, 1994,págs.35 y2l)

T\
lJefinir un determinado comportamiento como normal o anormal re-
quiere mucho tacto y considerableprecaución, sin perder nunca de
vista que cualquier noción que tengamosde ello carecede la rotundi-
dad que solemospretender y siempre estarásometidaa revisión.
Las conductashumanasno suelenser normaleso anormalespor sí
mismas; dependen mucho de las circunstanciasque rodean su apari-
ción, del momento histórico en el que emergen,del desarrollo perso-
nal biográfico de quien las ejecutay del contexto cultural en el que se
desenvuelvenlas personas.Por eso resultatan difícil extraer conclusio-
nes universalmente válidas sobre las conductas que son normales y
anormales,con carácterpermanente.
La sexualidad humana es un buen ejemplo de lo que acabo de
decir. Conductas eróticas que antes se jrzgaban claramente desviadas
hoy estáncatalogadasdentro de las actividadessexualesnormales.Una
mujer que solicitasesexo oral a su marido a principios del siglo xx era
tachada de pervertida. Hoy, sin embargo, se encuentra juicioso que un
302

hombre o una mujer apetezcaÍ ese tipo de contacto sexual y lo solici-


ten sin tapujos. El coito anal heterosexualera consideradouna activi-
dad contra ftúturarn hasta no hace mucho tiempo. Pero en nuestros
días se encuentra dentro del catálogo de las posibilidades que tiene
una parejapara relacionarsesexualmente.

Un cuchillo carecede connotacionespositivas o negativaspor sí mismo. Lo son las


accionesacometidascon é1.Si lo empuñamos para comer lo consideraremossimplemen-
te como el instrumento útil que es. Pero si 1o hacemos para atentar contra la vida de
nuestro prójimo las cosascambian y entenderemosque se ha reaTizadouna mala acción
con é1.Pero habrán advertido que el cuchillo sigue siendo el mismo objeto neutro. Lo
malo o 1obueno han sido las accionesperpetradascon é1.El mismo acto de dar muerte a
otro tiene un significado diferente cuando se hace para obtener un bien que este posee
o para defender la propia vida. Por no habla¡ de la pena capital. De hecho hay quren
piensa que el ser humano se configuró como tal cuando se transformó en un mono asesi-
no y dispuso así de proteínas abundantespara alimentarse(en ocasiones,procedentesde
otros sereshumanos). Nuestros primos los chimpancés se encuentran ahora muy al co-
mienzo de ese momento evolutivo, pues también otganizan razias contra otros monos
para comer su camer2r. Si ies seguimostratando como lo estamoshaciendo hasta ahora,
probablemente nunca lleguen a completar el ciclo como hicimos los humanos.

Precisamenteel ejemplo de coito anal heterosexualnos muestra


con claridad la influencia que tiene la cultura en lo que consideramos
normal y anormal aun dentro de contextos socialesmuy similares.Se
correrá distinta suerte si alguien le sorprende a una practicándolo en
la intimidad del dormitorio, con su marido legal, en un estadode Esta-
dos Unidos o en otro. En aquellos donde el coito anal es ilegal, lo
practique quien lo practique, una será enjuiciada y castigadapor las
leyes.En los que no existe tal legislación,si acaso,será objeto de una
muda rechifla por parte de quien la haya sorprendido en un acto tan
íntimo, pero nada más.
La masturbación femenina no podía escaparde estasambigüedades.
El problema que tenemosa la hora de determinar si esta práctica
es normal o anormal ocurre porque se ha contemplado tradicional-
mente bajo tres perspectivasdistintas (ética,estéticay empírica), cada
una de las cualestiene suspropios criterios de reflexión, así como pun-
tos de partida y objetivosdiferentes.
No habría nada malo en contemplar la masturbación femenina
bajo diferentesprismassi cada uno de ellos se mantuviera en sus pro-
¿ESNORMALO ANORMALMASTURBARSE? 303

pios límites para llegar a sus propias conclusiones,fueran o no coinci-


dentes.Sin embargo, eso es precisamentelo que no ha sucedido.Los
razonamientos realizados sobre la nafuraleza de la masturbación han
mezcladolos criterios de unas líneasde pensamientocon otras, alcan-
zando así deducciones no ya dispares entte sí, sino completamente
confusas.
Y ahí estamos.

RAzoNEsÉrIc¡s

Los animalesvivos -lo que incluye a los sereshumanos- regulan


las conductasdel grupo al que pertenecensobre la base de unos códi-
gos de referencia elaborados pan facllitar la convivencia. Tales pautas
éticas o morales (normas), que indican lo que está bien y mal hecho,
difieren de unos grupos a otros en función de las necesidadesde cada
uno de ellos, encontrándose muy condicionadas por el hábitat y por la
cultura.
Son precisamenteesasnecesidadescondicionanteslas que preesta-
blecen las conductas a seguir y los códigos que las regulan. Es muy
probable que los temores realesa la riquinosis y a la cisticercosisde-
terminaran la prohibición ancestralde comer cerdo que aún conservan
algunospueblos. Desperdiciarel aguano tiene la misma trascendencia
en un país recorrido por caudalososríos que en el desierto.Por poner
solo algún ejemplo.
Y códigos éticos existeny han existido en cualquier tipo de orga-
nizaciónsocial,simple o compleja,incluyendo las asociacionesdelicti-
vas y las llamadas tribus urbanas. Incluso nuestros primos los chim-
pancéstienen hábitos socialesdiferentesde unos grupos a otros que se
encuentrancondicionadospor la cultura de cada tribu y se transmiten
de unas generacionesa ottas322.
En lo que se refiere a la masturbación,tampoco se encuentraun
código ético común a todo el género humano que pueda considerarse
como una especiede moral espontánea,natural, universal y genetaliza-
ble. Existen pueblos que tienen una valoraciónnegativade tal práctica;
otros la fomentan como algo positivo para el individuo; y, finalmente,
hay grupos socialesa los que les resultaindiferente244)''321)2t
.
)04

Dentro de las mismas sociedades,las valoracioneséticas sobre la


masturbaciónhan cambiado en el transcursode la historia bajo la in-
fluencia de variablesculturales.En la China imperial, la masturbación
no solo er.avaloradanegativamente,sino perseguidade un modo acti-
vo. Los ciudadanoseran estimuladospara delatar a quienes sorpren-
dían masturbándose.Esa actitud inflexible seha mantenido durante si-
glos hasta los recientescambios socialessurgidos en los años ochenta
del siglo XX. Ahora existe en esepaís una valoración menos negativay
la masturbaciónse percibe con mayor toleranciaque antes126.
En la sociedadoccidental,que es desdela que escribo estelibro y
conozco mejor (también la que me condiciona más), ha sucedido otro
tanto a lo largo de su historia.
El código ético sobre la masturbación que más ha influido en Occi-
dente ha sido el elaborado por la filosofía religiosa de origen judeocris-
tiano. Y aunque se encuentran algunas diferenciasentre las diversas
líneas de este tipo de pensamiento,la valoración general que hace ese
código de la masturbación es negativa.Para los judeocristianos,mastur-
barse es intrínsecamentez¡r¿alo y se considera,por lo tanto, algoanormal.

Judíos y cristianos parten de un tronco ético común en muchos aspectospese a las


evidentes diferencias. En lo que se refiere a la ideología relacionada con la masturba-
ción, la base de partida es la tradíción recogida por escrito durante el siglo rx antes de
Cristo en el Pentateuco. Dicha recopilación contiene los relatos del Génesisy del Éxo-
/o en los que se reflejan los <<mandatos>> directos del Altísimo sob¡e los que se han ba-
sado posteriormente los teólogos para enunciar su doct¡ina sobre el autoerotismo.
Pero existe un cuerpo de docuina religiosa más antiguo aún donde puede leerse
alguna referencia negativa a la masturbación. Me refiero a El Libro de los Muertos
egipcio. Se trata de una voluminosa guía mágica rcdactada para que el alma supiera
ganarseel favor de los dioses cuando se enfrentase a ellos. Fue compilada aproximada-
mente en el año 1600 antes de Cristo, refundiendo textos redactados previamente en
los años 2000 y 2400 antes de Cristo. En la Confesión negativa II (papiro Nebseni) del
capítulo CXXV puede leerse una relación de faltas no cometidas que el alma debía
¡eferir a la divinidad para convencerla de su integridad. Es un amplio y muy antiguo
precedente del más conocido Decálogo mo¡al aribuido a Moisés. La negligencia nú-
mero 20 reza así'.<¡Oh tú, Espíritu, que te manifiestas en el templo de Amsú y que mi-
ras con cuidado las ofrendas que te llevanl Sabe:que no he cesadojamás,en la soledad,
de ser casto>>r"(pág.169). Ser castosen la soledad parece una clara referenciaa la
masturbación. Y de su alusión como una falta a evitar, junto a menti¡ o robar un puña-
do de trigo al vecino, se deduce que los egipcios consideraban el autoerotismo algo
que los dioses podían considerar en el débito del alma.
IES NORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )45

Parece, pues, una referencia, muy antigua (4.400 años) de las fuerzas éticas conta-
rias a la masturbación. Probablemente las mismas que nos han llegado a nosotros dadas
las influencias que los egipcios tuvieron sobre los hebreos, y estos,sobre el cristianismo.

Entre los representantesmás intransigentesde estepunto de vista se


encuentran los católicos (aunque no son los únicos). La parte reflexiva
de esta religión es muy amplia y está muy dispersa,con líneas de pen-
samiento que estánlejos de la uniformidad; sin embargo, se encuentran
fuertemente condicionadaspor los celadoresde la pureza de las ideas (la
actual Congregación palz la Doctrina de la Fe y antiguo Santo Oficio o
Inquisición). Estos últimos estánfuertemente jerarquizados,con el Obis-
po de Roma (el Papa) literal y férreamenteal mando desdeque en el si-
glo xx se hizo proclamar <infalible> en materia de fe y de costumbres".
Como ya he adelantado,y los lectores occidentalessabenbien, el
código ético desarrolladopor ese <<mando>> eclesiásticoseñalaque la
masturbaciónes una ptáctica <.mala>por sí misma; un hábito <<anor-
maL>.Utilizando sus propias palabras:<damasturbaciónes un acto in-
trínsecay gravementedesordenado>> (2)52)b.
Y entiende que es así porque <<eluso deliberado de la facultad se-
xual fuera de las relaciones conyugalesnormales [sic] contradice a su
finalidad [...] la relación sexual requerida por el orden moral lesl
aquella relación que rcaliza el sentido íntegro de la mutua entrega y de
la procreacíónhumana en el contexto de un amor verdadero>> (2352)'.
Parala religión católicaromana <.elplacer sexuales moralmentedesor-
denado cuando es buscado por sí mismo, separadode las finalídades
de procreacióny de unión>> (2351)¿.

" Sucedió en el Concilio Vaticano I (1869-1870), siendo papa Giovanni Maria


Mastai-Ferretti con el nombre de Pío IX, coincidiendo l'iteralmente en el tiempo con la
pérdida de los Estadospontificios; es decir, del poder temporal del Papa;de su estatus
regio. También coincidió con el auge del liberalismo que iba en contra del pensamien-
to monolítico imperante en aquel momento y que encabezabala Iglesia católica. De
hecho, fue el mismo papa Pío IX quien condenó expresamente a eseliberalisno que
le disputaba la hegemonía, o más bien la exclusiva, intelectual.
b Catecismode la Iglesia católica (9.' ed.). Asociación de Editores del Catecismo,
Bilbao, 1999.
' Ibídem.
d Ibídem.
306

Lajerarquiaeclesiástica reconoce por un lado la capacidad que tiene el ser huma-


no para obrar en concienciaaunque esté sometido a error (1749, 1777,1778, 1779,
1790)': <<tieneel derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar perso-
nalmente las decisiones morales. No debe ser obligado a actuar contra su conciencia.
Ni se le debe impedir que actúe según su conciencia, sobre todo en materia religiosa>
(I782)f . Pese a ello le t¡ata como a un ser infantil e intenta restarle esa libertad al im-
ponerle un orden moral preestablecido (que muchos juzgamos erróneo, con el agra-
vante de que quienes aplican esasdisposiciones se resisten a admitir de facto que pue-
dan equivocarse).Ellos entienden que <[a libertad humana] parullegar a su madurez,
[...] necesitadejarseeducar previamentepor la ley mo¡al>>(2526)c.Y la ley moral es
para ellos ni más ni menos que la ley natural, la que dimana int¡ínsecamente del orden
de las cosas como reflejo del orden divino (su interpretación de este como veremos),
<La ley natural expresa el sentido moral original [...] está inscrita y grabadaen el alma
de todos l1954hl [...] es universalen sus preceptos LI956tl [...] es inmutable" (tllS¡ ;,
y <<[...]estáexpuesta,en susprincipalespreceptos,en el Decálogo>(1955)k.
La religión católicano solo se empeña en elevar alacategona de voluntad divina al-
gunos de sus errores (los cualestarda siglos en reconocer: recuerden a Galileo), qino que
modifica a su antojo ese catálogo que cita para acomodarlo a sus intenciones. Empezan-
do por esto último, el decálogo al que hace referenciael párrafo 1955 deI Catecismode la
Iglesia católica como síntesis de esatnoral original indrca en su título sexto <<nocometerás
adulterio> (Ex 20, 14,yDt 5, 18). Pero el contenido de dicho precepro fue modificado
durante I9)3 , en su formulación catequéticadirigida por el cardenal Gasparri para con-
sumo y adoct¡inamiento popular a: <<nocometerásactos impuros>>l(pág.552).
Y no hay dudas. En este contexto, la voz <<purezo>se refiere explícitamente a la
masturbación. Saulo de Tarso (san Pablo) ya la utlizaba con ese significado cuando
recomiendatanto a hombres como a mujeresque se casenpara remediar la concupis-
cencia (<mejor es casa¡seque abrasarse>> [1 Co 7, 9J) y corregir también la masturba-
ción: <<[recomienda el celibato,pero...] No obstante, pot razón de la impureza,rengan
cadahombre su mujer, y cadamuier su marido>>(l Co7,2).
Tomás de Aquino, uno de los <<docto¡es>> o sabios guías de la Iglesia católica, in-
cluye la masturbación, la impureza o la molicie (utiliza las res palabras como sinóni-
mos) entre los pecados etiquetados como uicium contra naturam^.

' Catecisnto de la lglesia católica, ob. cit.


I Ibídem.
e lbídem.
h lbídem.
i Ibídem.
i lbídem.
k lbídem.
I lbídem.
^ Summa Theologiae,II'-[". Cuestión 154, artículo lI.lSuma Teológica(ed. bilin-
güe), Editorial Católica, Madrid, 1954.1
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? 307

Así, ampliando la base conceptual del sexto mandamíento original, la masturba-


ción, una práctíca que no estaba condenada explícitamente en la Biblia -ni existen
referencias de que Jesúsde Nazaret la condenasetampoco-, qtedó artificialmente ín-
cluida en ese código de conducta que sirve como referencia de la moral original.
En este sentido, tanto el iudaísmo como el cristianismo siguieron sendasparecidas,
cada uno por su lado. Partiendo del mismo texto no condenatoriode la Biblia, los sa-
bios maestros de cada una de esasreligiones, fepresentantesde la correspondiente
Tradición y con una gran influencia en sus respectivas confesiones (Ios Santos Padres
de la Iglesia para el gistianismo, el Talmud y eI Zóhar pafa el judaísmo), desarrollaron
por su cuenta actitudes negativasfrente a la masturbación que fueron las que realmen-
te calarondespuésen la población.
Un error más de la relígión católíca ----€ntre o¡os- está en despreciar al ser hu-
mano como individuo y considerar su sexualidad particular aienaa sí mismo, a su de-
sarrollo afmonioso y a su pfopio bienestar. Solo válida en la medida que se exprese
junto a otfo en las uniones consagradasentre hombre y mujer, cuyos objetivos sean la
procreación y, como concesión paulina, remedio para lá concupiscencia.
Por cierto, este código ético contemplala concupiscenciacomo inductora de peca-
do (19$ , 1.869,2515') y, por lo tanto, algo malo. Por eso afirma que ..el placer sexual
es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalida-
des de procreacióny de unión>>(D5I).En esaconiunción copulativa<<y>> se destacael
effor. Porque no dicen <<...de procreación o de unión>>,sino ambas cosasa Iavez. Ig-
norando los beneficios que el placer sexual puede ejercer sobre cada persona cuando
ejercita libremente y según su conciencia personal rz sexualidad; la que, en cualquier
caso,el Eterno le ha concedido,no los otros sereshumanos.Pues de las verdaderasin-
tenciones del Altísimo ningún hombre o mujer sabe nada, aunque se cfean inspirados
por Él -is*o.

Lo que se encuentra en el origen del rechazo de la masturbación


que tiene la religión católica, entre otras de raigambre igualmente ju-
deocristiana,es que ocasionaun derrameimproductivo de semen,y es
una actividad sexual individual rcalizadapor la propia persona sin el
concursodel otro, En tal conceptosubyace,asimismo-y con frecuen-
cia se indica expresamente- el temor a que masturbarsealeje a las
personasde la necesidadde copular (y reproducirse). Por es^ razón
etiquetasu práctica con el adjetivovalorativo de egoísta'

La asociaciónsexo-reproducciónse basa en el mandato que los redactoresde la


Biblia amibuyen al Todopoderoso: <<ctecedy multiplicaos> (Gn 1,28), que suele en-
tenderse como una disposición pafa que cualquier actividad sexual se dirija siempre

" Catecismo de la lglesia católica, ob. cit'


308

hacialaprocreación, aunque no se especifique nada al respecto en el mencionado tex-


to. Si la Biblia condenaruIa actividad sexual improductiva, resulta raro que no se en-
cuentre una referencia expresa a esta; tampoco corrige el de¡ramamiento inútil del se-
men (origen del rechazo hacia la masturbación). La historia de onán no refleia nada
de eso, como ya señaléal principio de este libro. En el caso de este personaje,lo que se
castigó no fue que practicara el coito interrumpido o ruarcbaatrós, <<fse)derramase en
tierro (Gn 18,9), sino su codiciaore(pág.)4). Y tampoco se encuadraen esremarco
de referencia condenatoria la declaración de impureza que hace la Biblia de la esper-
matorrea (Lv 15, 2-ú) , una enfermedad por la que el semen se emite involuntariamen-
te de forma más o menos permanente; las polucíones nocturnas (Lv 15, 16-17), una
emisión involuntaria del semen durante el sueño, o cualquier derrame seminal produ-
cido inesperadámentecuando un hombre y una mujer yacen iuntos (Lv 15, 18). Ese
texto considera inmundo cualquier efluvio corporal humano; y sitúa los derames se-
minales mencionados en el mismo rango de impureza que la menstruación, por ejem-
plo. Pero no menciona nunca las emisiones voluntarias de semen provocadas por el
propio sujeto sin oüos fines que los puramente recreativos.
Así pues, no se encuentra una condena expresa de la masturbación ni en elGénesis,
ni en el Decálogo atribuido a Moisés. Lo que debería hacernos reflexionar, ya que, cG
nociendo como conocemos la intransigencia de los ¡edactores de ese libro, no habrían
dudado en condenaria de la forma más taxativa posible si hubieran deseadohacerlo.
Que el origen de la condena a la masturb¿ción esté en el derrame improductivo
del semen (no aplicable a la mujer), rampoco puede extrañar demasiado,Despuésde
todo, Ios redactores de esos escritos y los teólogos que después se inspiraron en ellos
fueron varones en su mayoía; y la mujer ocupaba un lugar escasamenterelevante en
aquella cuitu¡a (y la que le siguió) como para tenerla en cuenra.
En lo que no cayeron tales redactores, ni la jerarquía de las respectivasreligiones
que les siguieron, fue en que al establecer esa asociación exclusiva sexo-reproducción
reducían la sexualidad humana a un acto meramente instintivo y animal, por muchas
racionalizaciones filosóficas que desarrollen para justificar su postura. No tienen en
cuenta los aspectospsicológicos y emocionales del individuo ni de la pareja. Ni los re-
cientes hallazgos sobre la sexualidad como elemento lúdico entre los animales que más
se nos parecen:los chimpancés.
Pero ese es tema que se desarrolla en otra parte de este mismo libro.

El carácterde acto inservible parzla especieque se daba original-


mente al autoerotismofue lo que hizo que el cristianismoy otros antes
que él persiguieranla masturbaciónmasculina con mayor ahínco que
la femenina, durante siglos.Desde el punto de vista reproductivo, los
hombres desperdician su semen en cada acto autoerótico, mientras
que las mujeres no. Ni siquiera se creía necesarioel orgasmo de estas
palala fecundación (hoy se afirma lo contrario0l8).Por eso la mastur-
¿ESNOR ,{AL O ANORMAL MASTURBARSE? )09

bación se consideró siempre una falta menor entre ellas, castigándose


con mayor benevolenciaque la masculina.Algunos confesoresltegaron
a justificar que la mujer recurriesea aquella durante el coito para lo-
grar unirse a su marido con placer, o en ausenciadel esposo,siempre
que fuera pensandocon amor en é1.Hay que añadir,no obstante,que
la más alta lerarquía católicasiempre condenó severamentea los confe-
soresque semosúaban tan tolerantescon el génerofemeninor2s.
Pesea todo,la indulgenciade los confesoreshaciala masturbación
femenina duró muchas centuriasy se mantuvo activa hastabien entra-
do el siglo xx03e(pág.245), cuandose hizo mayor hincapié en el acto
placenteroindividual y se le etiquetó de egoístapor utilizarseen lugar
del coito. El temor a que una muier habituada a la masturbación se
alejasedel hombre y no mantuvierarelacionessexualescon é1,abando-
nando así las posibilidades procreadoras de su placer sexual, fue lo
que hizo que finalmente se la igualarz en lo poco que se le beneficiaba
respectoal hombre.
Desde estepunto de vista ético, masturbarseestámal; no se consi-
dera normal porque va en contra de una cierta idea de lo que es el or-
den natural de las cosas.

RezoNEs ESTÉTICAS

La estéticahace referenciaa la apariencia,al aspectoque se pre-


senta a los demás. Es un concepto íntimamente ligado al de belleza.
Y aquí entendemospor bello no solo a lo que se relaciona con el as-
pecto físico de las cosas,sino también al ajuste equilibrado y armo-
nioso que estastienen entre sí. También pueden ser estéticas,bellas o
armoniosasnuestrasactitudes, comportamientos,ideas, giros lingüís-
ticos, etc.,en la medida que los consideramosajustadosa unos patrones
ya definidos como estéticos,ordenadoso, simplemente,adecuados.
Pero no hay nada más emático y evanescentecomo la considera-
ción de lo que es estético y de lo que no lo es. El estudio de las civiliza-
cíonesha permitido comprobar que no existe un concepto de lo bello
que sea aceptado universalmentepor todos los pueblos212. Incluso
dentro de una misma cultura, un elementopuede considerarseestético
en un sexo, por ejemplo, pero no en el otror2e.Y tales criterios tam-
310

bién pueden sufrir modificaciones con el paso del tiempo, lo que signi-
fica que las personascambiarán sus actitudesy sus comportamientos
para ajustatsea los nuevos patrones de belleza.
Todos nos encontramosinmersosen el mismo entorno conceptual
de lo estético,de lo que consideramosque tiene buena apariencia,
aunque nos afecte de distinta manera.Depende del grupo con el que
nos sintamosidendficados.La influencia que ejercensobre nuestrasvi-
das los valoresestéticosson, a veces,tan sutilesque no los advertimos.
Pero los hay tan evidentes que resulta difícil sustraersea la claridad de
su presencia.
Las mujeresparecenestar especialmenteexpuestasa la mediación
social que difunde los distintos valores estéticosque se encuentranen
boga en cadamomento histórico.

Es una afirmación excesiva.Los hombres también tienen sus condicionamrentos


estéticos; solo que, quizá, pot ser menos evidentes o, probablemente, porque les pres-
tamos menos atención, parecen no existir. Los publicistas saben mucho de esto.

Tendemosa pensar que la preocupaciónestéticade las mujereses


<<naturab>;que les es propio percibir con mayor sensibilidadlo <¡uere-
sulta bello, correcto o lo que simplemente<<está bien> y se considera
adaptativo.El aspectoque una presentaa los demás,y flo solo en el
terreno físico, es de vital importancia en la forma femenina de estaren
el mundo (aunque,repito, no es enteramentecierto: los hombres tam-
bién tienen sus preocupacionesal respectocon patrones de referencia
diferentes).
Se han dado toda clasede explicacionespara esta actirud femeni-
na. Una señala que eso se debe a que la mujer tiene un carácter más
sensible,exquisito, voluble e influenciabler30.Y también hay otra que
indica que ese comportamiento es fruto exclusivo del tipo de socializa-
ción que ¡ecibe desdesu infancia; la mujer, durante siglos,ha sido va-
lorada más por lo que parece que por lo que realmenrees y condicio-
nada a comportarse según esasreglas2632a.
Hoy nadie pone en duda que las influenciassocialesejercenun pa-
pel importante en la forma de ejercer como mujer y como hombre.
Pero también sabemosque existen condicionantesbiológicos propor-
cionadospor el género al que cada cual perteneceque modelan los ti-
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )11

pos de carácterque hemos aprendido a diferenciar como <<masculino>>


y <<femenino>>.Por ejemplo, el desarrollo diferenciado de distintas
áreascerebralesen uno u otro sexo hacen que cada género tenga un
o que sean más sensiblesa
modo distinto de afrontar las tareas010'011,
un tipo de estímulosque otros (visuoespacialen el hombre, audiover-
bal en la mujer)tot'r07.
Pero a mi juicio existen otros componentesatóuicos,solo parcial-
mente moldeables,que ejercensu función en la preocupación.<porel
qué dirán> que parecedistinguir al génerofemenino (dicho seacon las
debidas precauciones).Se trata de un comportamiento heredado de
generaciónen generacióndesdela época más lejana de la humanidad'
Un comportamientoprocedentede nuestraetapaprehomínidaque aún
semantienevivo semiocultobajo la espesacapade siglosde cultura.
Para entenderlo basta fiiarnos en nuestrosparienteszoológicos
más próximos; los que más se nos parecen:los chimpancésbonobos.
Con quienes en algún momento de la historia evolutiva compartimos
un sistemacultural similar porque éramoshijos de los mismos padres'
La sociedad bonobo parece nuclearse en torno a un círculo de
hembrasdominantesque mantienensusvínculosintefactuandode for-
ma permanente entre sí mediante la desparasitaciónritual y el inter-
cambio de refuerzossexualespositivos por medio del tribadismo (fro-
tamiento de unos genitalescon otros). Cuando les conviene,saben
manejaradecuadamentela agresividadde los machosdominantes.
Se ha observadoalgo muy interesanteentre estoschimpancés'Los
machossuelendesarrollartoda su vida dentro del grupo que les ha vis-
to nacer,mientras que las hembrastienden a emigrar a otro clan, pro-
bablemente para reducir el riesgo de acoplarsecon un macho repro-
ductor que bien podría ser su padre. De hecho, un buen número de las
hembras bonobos se moviliza hacia otros grupos diferentes al suyo
para reproducirse.Pero eso no se hace de cualquier manera:exige un
complicado proceso de adaptación de la recién llegada a las costum-
bres del grupo receptor (ya se ha comentado en otra parte que los
diversos grupos de chimpancés tienen modelos de comportamiento
distintos entfe sí; conductasque obedecena verdaderasculturas dife-
renciadas)22).Perolas jóveneshembras bonobos no se adaptan de
cualquier manera; siguen una estrategiaespecíficapara obtener antes
que nada el beneplácito del círculo de hembras dominantes del grupo
312

adoptivo. Y para conseguirlo se dedican a acicálarlasy a prestarles los


serviciossexualesmencionadosmás atrás;los mismos que estasemplean
entre sí para mantener la amistad.Solo cuando las hembras dominan-
tes del nuevo grupo aceptana la recién llegada,se le permite tener ac-
cesoal círculo de los machosreproductores182.
Esa <<excesiva necesidadde gustarrrot,(pág.31,5)áe la que se que-
jan algunasmujeres de nuesffos días tiene, según creo, este origen atá-
aico oculto bajo una espesay civilizada capa de racionalizacionesque
intentan darle otro tipo de justificacionesestéticamentemtís nobles.
Por eso quizá¿lamujer de hoy se siente (y está)más influida de lo que
le gustaríapor la moda, por los usos y costumbresque se consideran
<<adecuados>>, <<correctosr>
o <<bienvistos>>en su grupo de referencia.
Algo que se evidenciaincluso en la forma de hablar y seleccionarlas
palabras; de modo que su tendencia es no permitirse modismos que
esténfuera de lugar o resultenmalsonantes,y seleccionaránsolo aque-
llos que estén socialmenteprestigiadosen el entorno donde se desen-
vuelven 02ó.Por eso no se atreven a utllizat en público voces como
<<masturbacióru>, <<pajo>,<<chaqueto>,<<puñeta>>,
<<frotarse>>,
etc. Estéti-
camenteno estábien visto, y por eso no es bueno o resultaindiscreto
hablar de ello.

Una mujer ha escrito lo siguiente: <<Tanrosaños para conseguir la igualdad de


derechos con los homb¡es y una libertad personal, para acabar(nosotas solitas) depri
miéndonos porque no tenemos un trasero de anuncio o una mirada de terciopelo>>re
\páe.31).
Y en la misma línea lo han hecho, algo desoladas, las escritoras Joana Bonet y
Anna Caballé:<Es posible que la mujer de hoy, la tercera mujer, como la ha llamado
Lipovetsky, sea un cruce de tradición y modernidad. Es decir, que, junto a su con-
tundente incorporación a la esfera profesional, mantenga todavía muy vivos lazos de
dependencia a una educación (familiar, escolar, social) en la que solo cuenta el triunfo
en la esferaprivada: el amor de un hombre, de unos hiios... Lo demásse ve enronces
como un subterfugio, aplazamíentoo franca incapacidad para lograr el objetivo prima-
¡io: casarsey formar una familia. De ahí que los mitos que taladran el imaginario feme-
nino no sean los de Marie Curie, Simone \X/eil o Virginia \üoolf, sino los de Isabel
Preysler, Tita cervera o Diana de Gales, enca¡nacionesde un ideal inequívoca y tradi-
cionalmente femenino>>rs (pág. 59).

Ellas perteneceránal grupo en la medida que guarden las aparien-


cias de quienes lo configuran; solo si exhiben los rasgosque la comuni-
¿ESNORMALO ANORMALMASTURBARSE? )IJ

dad reconoce como propios. En caso contrario, surge el temor al re-


chazo, muy emaizado en el género femenino.
Se trata de una necesidadde adaptación que es común entre los
hombres y las mujeres aunque tenga exigenciasdiferentes;1o que no
quiere decir que unas seanmás fáciles de soportar que las otras. En am-
bos casos,han de adaptarseal mundo que controlan los adultos: sus
madres y los hombres. Ambos deben adoptar el papel que se les ha
asignado;pero ellas,si quieren satisfacersu necesidadde reproducirse,
deberán mostrar un aspectofísico, una conducta y actitudes que les
permitan tener accesoa los chicos. Ellas han de atraerlos pan formar
un grupo familiar satisfactorio, patalo que deben cumplir el papel que
susmadres,sussuegrasy los jóvenesdisponiblesparecenexigir de ellas.
La cuestiónestéticaes vital para las mujeresy palz la especiehumana.
En sociedadescomplejascomo la nuestra ese aspectoestético es
polimorfo. Repito que no me estoy refiriendo exclusivamentea la be-
lfeza fisica. Una de las facetasque configuran el aspecto estético que se
muestra a los demás está directamenterelacionadocon la sexualidad.
Una debe tener una vida sexual <<adecuado> de cara a los otros para
ser aceptada.Por eso,respectoal sexo en generaly la masturbaciónen
particular,la mujer sientela necesidadde mostrarsemás como le dicen
que debe hacerlo que como realmentees. Así será aceptada,primero,
por las otras mujeres adultas (madres y potencialessuegras);por los
hombres (susposiblesparejas),después.

Las mujeres se sentirán movilizadaspara hablar de la masturbación cuando el entor-


no social modifique su actitud frente a esta.Pero no nos engañemos,la sociedadno es un
ente abstracto que sobrevuelanuestras cabezas;la formamos todos: usted y yo. Y somos
nosotros, individualmente, quienestenemos que inducir esoscambios.Por lo tanto, debe
partir de nosotros la instigación del cambio social que pretendemos.Ya se ha hecho con
otras cosas(se logró el voto para la mujer con la sociedad lmasculina] en contra), ¿por
qué no habría de sucederlo mismo con la masturbación femenina? Se trata de encontrar
wa razón para producir el cambio. Y esarazón solo surgirá cuando nos convenzamosde
que hablar con naturalidad del autoerotismo femenino reporta más ventajas que las al-
canzadascon el silencio. Más adelantese sugerirán cuálespod¡ían ser talesmotivos'

La masturbacióncontiene algunoscomponentesestéticosque jue-


gan un papel preferenteen las dificultades que tienen las mujerespara
admitir que la practican.
)14

Una de las imágenesde sí misma que toda mujer deseaconsen.vaÍ a


toda costa es la de lalimpieza. En muchas culturas, y la nuestrano se
escapaa ello, llamar <<sucia>>
o <<guarra>a una mujer es un insulto de-
moledor. Más aún si ese elemento de limpieza se relaciona con los ge-
nitales. Toda mujer alberya el íntimo temor a que esros sean <<feos>>,
<<sucios>>y <<malolientes>>.

La escritora Barbara Probst Solomonñ señala que esos temores pueden detectarse
incluso en las críticas lirerariasescritaspor mujeres.Señalaque ellas tienden a omitir
comentar pasajesliterarios que muestren algún aspecto de tales aprensionesy desvían
la atención centrándose en otros asuntos estéticamentemenos <<ofensivos>> para su sen-
sibilidad. Da esta explicación a raíz de la ausencia de referencias femeninas a 7a anéc-
dota de la mofeta que se encuentra en la novela de Philip Roth titulada El teatro de
Sabbat h (Ediciones Nfagtata, Madrid, 1997).

Supongo que los lectores habún visto más de una vez la publici-
dad que inunda cualquier canal de televisión.Un tipo de anuncio om-
nipresente es el relativo a artículos para la higiene íntima femenina.
Habrán advertido que los publicistassiempre subrayanenre sus bon-
dadesque le hacen sentirsea una <<limpia>r, <<fresca>>
y, sobre todo, que
<<neutralizanel olon>.Todos los espectadores,hasta los más cándidos,
sabena qué se refierentalesanuncios.
Dado que cuando una mujer se masturbasueletocar su zona geni-
tal, se han transferido los equivocadosatributos estéticosdel lugar de
la acción (los genitales)a la actividad en sí misma. Por eso, al conside-
rarse <<sucios>>los genitales,tocarlos, como se hace durante la mastur-
bación, resulta (estéticamente)<<asqueroso>>; de modo que su manipu-
lación también será mala, anormal, inconfesable,repugnante...:<<una
cochinado>.
Así, reconocer masturbarseresulta para muchas mujeres algo en
exremo indiscreto y vergonzoso,pues significaríaadmitir una práctica
anormal: hacer literalmente <<unaguarrería>>. Desmeionría mucho la
imagen de limpieza que deben dar de can ú, exterior. Recuerdenque
Seymour Fisher2laencontró en su investigaciónsobre el orgasmo fe-
menino que las mujeresmás proclives a negar que se masturban alcan-

ñ <<Elsexo, la edad y la novela americana>>,


El País (suplemento <Babelio del
)0-X 2000,pás.6).
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )5

zabanpuntuaciones más altas en los tests de orden, limpieza y pulcri-


tud. Es decir, negabanmasturbarselas más inclinadasa relacionaresa
ptácticacon nocionesde suciedade impureza.
Existe otra característicaestética femenina, también de otigen atá-
uico, que contribuye a que muchas (y muchos) sigan entendiendo que
la masturbaci6nno puedeser normal entre ellas.Cabe señalarque tam-
bién está muy influida por los valores éticos referidos más arriba, lo
que contribuye a su mayor anaigo entre la población'
Tradicionalmente,lamujer ha sido y es considerz'daunadispensa-
dora de cuidados (el hombre lo sería de alimentosy, actual e incom-
prensiblemente,también del placer sexual femenino). Siempreha cui-
dado bebés, ancianos,enfermos,esposos,la intendencia del hogal la
economía doméstica, etc.26i.Por lo tanto, forma parte de su imagen
pública ser portadora de los rasgos que posibilitan dicha actividad,
como son: el altruismo, la generosidad,el ser dada a los demásy Ia ca'
pacidad de servicio.
Ya hemosvisto que desdeel punto de vista ético muchos conside-
l:anlamasturbación como una actividad insolidaria con la especiehu-
mana alimpedir la procreación.De ahí su calificaciónde egoísta:elude
el trato con el otro y su expresión afectiva.Por esamisma razón, en el
mundo de las apariencias,la masturbación femenina tampoco puede
considerarsenormal. ¿Cómo va a practicat una actividad insolidaria,
egocéntrica,desprovistade amor, una mujer que es solidaria por defi-
nición y tiene entre sus característicasesencialesla generosidad?¡Eso
es propio de los hombres, tradicionalmente consideradossucios y
egoístas;pero nunca de una mujer!
Existen algunos mzonamientos, de origen aparentemente empíri-
co, que también abonan las razonesestéticasque considerananormal
la masturbaciónfemenina.Se trata de la idea, muy común, de conside-
rar el autoefotismo propio de personasemocionalmenteinmaduras y
aisladas.Por regla general,las mujeres se sienten en las antípodasde
esa definición. Como escuchéa una pacientemía y he visto escrito en
alguna parte que ahora no recuerdo: <<soymujer, y haga lo que haga
estábien hecho>>o.

" La creencia de que una es perfecta y no necesita hacer cambios porque lo que
hace, dice o piensa es lo correcto está tan extendida entre el género femenino que ha
)16

Es decir, las mujeres se sienten perfectas,maduras (en cualquier


caso,más que los hombres; es una idea que flota en la calle y puede
rastrearseen los foros femeninosde Internet), segurade sussentimien-
tos y que solo busca la relación sexual en un contexto maduro y al-
truista de amor, No puede exffañ.ar,por lo tanto, que bajo semejante
forma de ver las cosasno pueda concebirseque la masturbaciónsea
cosa de mujeres.Lo convenientees creer que masturbarse<<nopuede
ser>>normal entre ellas.
Aun admitiendo que las mujerestienen deseossexualesque preci-
san satisfacer,existenquienesesgrimenotro tipo de argumentosestéti-
cos para justificar que la masturbaciónes anormal entre las mujeres e
impide que muchas de ellas reconozcansu práctica. se trata de ciertos
atributos conferidos por error a la masturbación basándoseen otras
suposicionesfiguradamenteempíricas.
Puesto que el coito vaginal es la única relación <<verdadera>>,la
masturbaciónseríaun mero sustituto para gente incapazde encontrar
unapareja a quien querer y de quien recibir amor.Paragentesin atrac-
tivo, en suma.En el casoopuesto,si una se masturbapesea disponer
del amante más a:ractivo y eficaz del planeta, eso significaría que es
portadora de insaciablesnecesidadessexuales.Una ninfómana. en de-
finitiva.
¿Quién se va a atrever a admitir masturbarseante perspectivastan
poco atractivasde cata a los demás?(ser un adefesioo una ávida se-
xual patológica).
Algunas psicoanalistast2han escrito que muchas mujeres aún
mantienen muy arraigado el prototipo femenino convencional; ruzón
por la que se sientenharto incómodasy molestascuando algo preten-
de mostradasa los demáscomo seresque tienen deseossexualesy ne-
cesidadde satisfacerlos.
Estasmujeresno pueden reconocercomo normal la masturbación
femenina porque las presenta como seres<.deseantes>>; muy lejos del
aspectoque anhelanmantener de can a los demás.Ellas deseanmos-

obligado a algunas mujeres escritoraslúcidas a prevenir a sus lectoras sobre tan e¡ónea
certidumbre0l2'034'78rJr1.
Es obvio que no se plasmarían por escrito estasprevenciones si
el fenómeno no existiera. Es, pues, algo bastante real. Visiren también los foros femen!
nos de Internet para comprobar la existencia de estaactitud po¡ ustedesmismos.
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )17

trarse como personasque o no tienen pasioneso las dominan siempre,


relacionándolasy justificándolascontinuamentecon el amor (véasein-
fra). Masturbarse rcflejaría 1o contrario y, por lo tanto, lo consideran
una actividad anormal e inexistenteentre damas<<de orderu>.

Ya veremos más adelante que las mujeres que tienden a justificar la ausenciade ac-
tividades sexuales de todo tipo porque <<nonecesitanesascosas>> suelen puntuar alto
en neuroticismorl0.Lo que muestra cuán peligroso es el modelo tradicional de mujer
que se nos ha intentado imponer como normal y adecuadodurante siglos,por su tipo-
logía claramente disfuncional.

En definitiva, hablamos de la vieja dualidad espíritu/cuerpo, qtre


exige para ser madura, y psicológicamentesuperior,que el primero do-
meñe y venzaal segundors3.Paruesta corriente de pensamiento,muy
extendida entre nosotros,solo el dominio de las pasionesen el marco
del amor mostraríaesamadurez;y algunasdel génerofemenino necesi-
tan aparentarlosobre todas las cosas,por muy lejos que se encuentre
de su verdaderanaturalezasexual.Un colega del autor lo resume así:
<flal abstenciónsexual es prueba de fortalezapsíquica>'a (pág.3a).
Entre los valores estéticostambién se encuentralaviela idea de
que la mujer solo se relacionasexualmentea través del amor. Es decir,
debe sentirseenamoradade alguien para consentirsea sí misma man-
tener relacionessexualescon esapersona.
Esta idea viene muy bien a quíenesintentan justificar que la mas-
turbación <<noes cosade mujeres>o que es anormal entre ellas.El ra-
zonamíentoes bien simple. Si para <<activar>>
la sexualidadfemeninaha
de ponerse en juego, antes de nada, el amoq la masturbación no es
normal entre las mujeres,pues no hay amor (hacia el otro) en tal ocu-
pación. Ni siquieraseríanormal que se masturbarapensandoen el ob-
jeto amoroso,puesto que no dejaúade estardándoseplacer a sí misma
(en ocasionesse alude a la masturbaciónbajo las perífrasis<<amorpro-
pio>>o <<sexoa solas>>), excluyendo al otro y convirtiéndolo en mera
f.antasíaestimul ant e.

Las ióvenes necesitan relacionarse con chicos y expresar sus pasiones a través del
amor que estos les inspiran. Como la búsqueda de pareja estable es algo muy activo
entre las chicas, y 1o frecuente es que las tengan desde temprana edad, se supone que
entonces no precisan masturbarse, pues ya tienen con quien canaiizar su sexualidad.
t18

La que lo haga en talescondicionessería una inmadura, una .,anormal>>. Esta suposi-


ción se basa en la idea equivocada de que masturbación y relaciones sexualesson acti-
vidadesantónimas.Por eso se ha supuestoque emparejarsetempranamenteevitabalas
tentaciones autoeróticas femeninas. Pero ya se ha visto que tal cosa no es cierta y que
las mujeres emparejadasmantienen, pese a todo, su actividad masturbatoria.

La mujer, a quien se consideraaltruista por naturaleza,y que pre-


cisa enamorarsepara tener sexo...¡no puede masturbarselLas jóvenes
deben presentarseante los demás como ávidas de amor, no de sexo.
Y si muesran esto ultimo, siempredebe justificarsepor lo primero. Lo
estéticoes que no busquen el sexo por y para sí mismas,masturbándo-
se u obteniendo satisfaccióna través del otro, sino para complacer a
eseotro en el marco del amor.
Eso quiere decir, una vez más,que hastaque la joven primeriza no
se enamore su sexualidadpermanecealetargada.Y, siguiendo esta lí-
nea argumental,tampoco se masturbaúa dadala ausenciadel elemento
esencialpara <<activaD> su deseoque es el amor. Talvez..., una vez ini-
ciada en el sexo por su primera parcja, sienta la tentación de experi-
mentar esassensacionespor sí misma. Pero para entoncesya enl.ratán
en juego los demás elementoséticos y estéticosmencionadospara
adoctrinarla en la idea de que masturbarse es malo y anormal en cual-
quier mujer <<buena>>.
La creenciade que para masturbarseuna mujer debe haberseini-
ciado antes en el coito (por amor) está tan extendida que sigue rese-
ñándosehoy en algunosmanualesde autoayuda,a los que se les supo-
ne una intención más esclarecedoraque mantenedora de mitos. Así,
o bien se indica expresamenteque las chicas se inician en la mastur-
bación tardíamente)tras disfrutar de su primer contacto sexual102
(pág, 162), o se justificala anorgasmiaen el primer coito porque mu-
chaschicascarecende experienciaorgásmicaprevia al no masturbarse;
lo contrario de lo que sucederíacon los chicos016(pág. I59).

Una mujer de cincuentaañosle refirió al autor lo siguiente:<¡Uf!, ¿lavez que más


lme he masturbado]? Pues tendría yo unos doce o trece años. Había en nuestra clase
un chico que nos tenía "coladitas" a todas. Era alto, muy guapo y con una pinta de pí
caro que no podía resistirse. Paseabayo con una amiga cuando nos lo encontramos
inesperadamentepor la calIe.Nos saludamosy él me dijo algo así como "qué guapa es-
tás" o "qué bonito pelo tienes", no lo recuerdo muy bien. Lo que sí recuerdo es que
aquel comentario me dejó en éxtasis, emocionadísima... y mt y excitada, la verdad; no
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? 319

pude dejar de pensar en é1durante toda la tarde. Me parecía flotar en el aire... Me pasé
casi toda la noche masturbándomeuna vez tras otra hasta que me dormí, muy tarde...
de lo excitada que me había dejado aquel comentario. No sé. Lo haría como veinte ve-
ces...Pensaba en el chico: que me sacabaa bailar, que charlábamos cogidos de la
mano, que volvía a decirme gtrapay que le gustaba, que me besaba, que hacíamos el
amor.,.Pero era todo como muy romántico. ¡Fue fantástico!>.

Ya se ha visto en otra parte de estelibro la falacia que encierran ta-


les argumentosy se han mostrado los datos que los contradicen:lo fre-
cuente, lo normal, es que las chicas sientan las ptnzadas de Eros y se
inicien en el sexo, mediante la masturbación,a edadesmuy tempranas
aunque aún no hayan sentido los aguijonazode Cupido. Ambos dioses
caminanpor separado,pesea quienesse empeñanen asemejarlos.Eso
no quiere decir que en muchas ocasionesse cojan de la mano. Y que
muchos deseenverlos preferiblementeunidos, más que cada uno por
su ladoP.
Nuestra sexualidad es individual, nos es propia. Cada una tiene
sus propios niveles de tensión sexual,que varían en función de nume-
rosasvariables,y que satisfacede la maneru más sencilla,individual-
mente, masturbándose,sin necesidad de que el amor esté presente.
Otra cosa bien diferente es que, cuando llega su tiempo, tambíén se
deseecompartirla propia sexualidadcon otro y se tienda a hacerlo en
el marco de una relación emocionalestable.Pero ambascosasson tan
compatiblese independientesentre sí que, como ya se ha visto, la ma
yor parte de las mujeres continúa masturbándosepese a tener relacio-
nes sexualessatisfactoriascon offo y estar enamoradas.Más aún: la

p El origen de este dios es confuso. Unos lo hacen hijo del Kaos, junto al cielo
(Urano) y laTielta (Rea); pero otros lo consideran hijo de Afrodita, que lo tendría con
su padre Zeus, o con Hermes, o con el mismísimo dios guerrero, Marte; y otros decían
que era hijo de Iris y el Viento Oeste'5 (tomo I, pág.68), Tal disparidad de orígenes
permite sospechar que realmente sea una deidad sincrética, que asumió las caracterís-
ticas de otras divinidades semejantesanteriores. Los romanos 1o asimilaron con su dios
Cupido. Actualmente se atribuye a este las característicasdel amor que, si bien no es
ajeno a la pasión, se acercamás afa idea que tenemosdel enamoramien¡omás o menos
platónico. Eros se ha mantenido siempre más asociadoa la pasión sexual.De hecho,
erotismo viene de su nombre. Pero ambas deidades representan al Amor.
He realizado el juego <.amor sexuaVamor espiritual> (Eros/Cupido) utilizando li
bérrimamente parte de la leyenda de ambos dioses clásicos.
320

sexualidad nace y muere con nosotros, mientras que el amor del mis-
mo modo que viene seva.
La ingenuidad que ha permitido creer que no es normal que una
chica se masturbe antes de su primer amor, porque relaciona el sexo
con el afecto y no se permite lo primero hasta que llegaselo segundo,
solo es comparablea la de quienescreíanque los chicosprepúberesno
pueden experimentar orgasmos,simplemente,porque carecende ca-
pacidadeyaculadora.

RezoNBs EMPÍRrcAS

Un razonamientoempírico hace siemprereferenciaa aquellasideas


o conocimientosque se obtienen en base a la observacióny la expe-
riencia. Con ello, no solo se constatala presenciade un determinado
fenómeno, sino que se alcanzaa entender su esenciay la razón de su
existencia.Un ejemplo sencillo de este tipo es Ia cefteza alcanzadagra-
cias a la observación comparativa de que el campo florece todas las
primaveras, cuando los rayos del sol comienzan a calentatla tiena.
De estemodo, acumulandoobservacionesy relacionándolasentre
sí, se construye, paso a paso, el cuerpo de conocimientos científicos
(Ciencia)que nos permite entendermejor al mundo que nos rodea y a
nosotros mismos. Cuando transferimos esos conocimientos a hechos
prácticos y los aplicamos para desarrollar insrumentos mediante la
ciencia aplicada (Tecnología),elevamosun peldaño nuestro nivel de
comodidad y mejoramosnuestrascondicionesde vida.
Lamentablemente,este no ha sido el procedimiento que han se-
guido quienesse han hecho oír desdeel mundo científico parahablar
o escribir acercade la masturbación.Y los que más elevaronlavoz (a
casilos únicos que permitieron hablar) no se conformaron con afirmar
solo que masturbarseera anormal, sino que añadieron, además,que
era peligroso y enfermizo. Los médicos (ya me duele solo pensar en
ello) y los psicólogos que escribieron en esostérminos ejercieron de co-
rreveidiles del cuerpo social contrario a taI actividad más que como
científicos.Sus <<observaciones>> no solo se vieron enturbiadaspor las
ideaséticasy estéticasimperantesen cada momento, sino que sus con-
clusiones,lejos de buscar explicar o esclarecerla verdad sobre la mas-
O ANORMAL MASTURBARSE?
¿ESNOR-N/IAL 32r

turbación, 1o que persiguieron fue dar coarta¿a<<científica>>a los co-


rrespondientesprejuiciosdel momento.
Olvidaremos un poco la locura que nos invadió en el siglo xvru
(mantenidahasta bien entrado el siglo )ü) por la que se consideró la
masturbacióncausade innumerablesmales y se persiguió con un em-
peño inquisitorial digno de mejor causa,si es que alguna justifica ese
tipo de acoso.Retomemosla situación cuando comenzarona hacerse
observacionesmás o menos objetivasy a extraerseconclusionesa par-
tir de ellas.
Conviene no perder de vista que tales consideracionestomaban
como punto de partida que la actividad sexualgenuinaera el coito va-
ginal practicado por personasadultaso, dicho de otra manera,sexual-
mente maduras(con capacidadreproductora).
Cuando comenzóa observarseque la sexualidaddespertabaa eda-
des muy tempranas,en las que las relacionessexualesestabanprohibi-
das, o al menos desaconsejadas, se contempló con mayor benevolencia
que la infancia y la juventud se masturbann. Eso permitía canalizarde
una maneraeficazlos impulsos sexualesjuveniles.Así, la masturbación
pasó a considerarseparte del desarrollohumano. Tendría no solo la fi-
nalidad mencionada,sino también la de conocery preparar el cuerpo y
la mente de la persona paralas relacionessexualesmadurascon el otro.
Por tal razón se consideró que la masturbación estabalimitada a las
edadesmás juvenilesde la vida. Cuando las personasfueran maduran-
do y comenzarana tener relacionessexualescon el otro, 1o normal se-
ría que dejarun de masturbarse, una actividad definida como solitaria.
Solo en casospatológicoslas personaspreferirían masturbarsetenien-
do la posibilidad de relacionarsesexualmentecon susparejas.
Por otra parte, como se creía que el impulso sexual femenino era
menor que el del hombre y se relacionabacon sus necesidadesde
amor, se afirmó que lo lógico sería que sintieran menos impulsos para
masturbarse,
Como los lectores habrán tenido oportunidad de comprob ar, tal
paradigmateórico sobre la masturbaciónera más un desiderátumba-
sado en creenciasy presuncionesque un conocimiento cimentado en
la observación de la naturalezahumana. Y, sin embargo, hemos vivido
durante años con las innumerables contradiccionesque encierra ese
modelo sin apenaSpestañear.
322

Para que seamoscapacesde determinar la normalidad o la anorma-


lidad de un fenómeno concreto hemos de observarlo. Y una vez que se
ha determinado su frecuenciao srrrareza,su normalidad o anormalidad,
seintenta establecerun marco hipotético,una idea,una teoríaque expli-
que el fenómeno. Los marcos de referencia teóricos deben rcalizarse
siempre de abajo arriba, desde los individuos haciala hipótesis que in-
tenta explicar sus conductasy no al revés.No podemosbasarnuestros
conceptosen lo que dicen figuras de autoridad, por muy respetablesque
sean,si estasno sustentansusideassobrehechosdemostrables.
Pese a la evidenciade que esta es la única manera sensatade ac-
tua4 aún se siguenmanteniendoideassustentadasen figuras de autori-
dad (ya seanpersonasconcretaso ideologíastransmitidaspor mitos de
diverso origen) más que en los hallazgosexperimentales.Aún hoy se
actúa de ese modo en muchas cosas;nos basamosmás cómodamente
en lo que dicen nuestrosgurús o nuestrosmitos que en los datos obte-
nidos por la experiencia.Primero se elaborauna teoría y despuésse in-
tenfa encajar a todos los sujetos en ella; quien no se ajuste a esa idea
preconcebida será considerado anormal. Y se ha llegado a sostener
que tal conducta es irregular aunque searlmayoría los individuos que
no se ajustana esemarco teórico. En talescasos,lo sensatoes plantear-
se si la teoúa que hemos elaborado,que no explica lo que le sucedea
la mayoúade las personas,es cierta o falsa.
Es lo que ha sucedido, y todavíaocurre en algunoscontextos,con
la masturbaciónfemenína.Pero no es eseel espíritu que anima esteli-
bro y, por lo tanto, no voy a hacer caeta los lectoresen esoserrores.
Permítanmeponerlesun ejemplo de esetipo de pensamientoirra-
cional, basadoen algunasobservaciones,en otras equivocaciones,e in-
fluido por ideaspreconcebidasque, lejos de esclarecerel fenómeno,1o
embrollan. Les expongo un texto relacionadocon la masturbaciónde
la psicoterapeutay sexóloganorteamericanaHelen Singer Kaplan,
muy conocida entre los profesionalesdel ramo: <<Encontrastecon los
hombres, en donde la ausenciade masturbaciónen la adolescencia
hace surgir la sospechade un trastorno psiquiátrico, las mujeres que
nunca se han masturbado no tienen que ser por eso necesariamente
patológicas.Aun así,la ausenciade masturbaciónes un dato frecuente
en las biografíasde aquellasmujeresque más ta¡de acusandificultades
paru el orgasmo>>220 (tomo I, págs. 164-165).
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? 323

No sé si habrán detectado las contradicciones que encierran esas


líneas.En primer lugar, consideranormal que los hombres se mastur-
ben, dada la frecuencia con la que se observa su práctica entre ellos.
Por eso añadeque los anormalesson quienesno lo hacen; a los que
atribuye alguna patología psiquiátrica que les impide el normal de-
sarrollo de su sexualidad.Pero panlamujer aplica un criterio diferente.
Pese a señalarque existen un buen número de mujeres que dicen no
masturbarse,no por eso concluye que estasseananormales220 (tomo I,
pág. 164).Kaplan vive en una sociedadque aún no estámuy segurade
desearadmitir que las mujeres se masturben y les cuestano poco es-
fueno escucharalgunascosasque vayanen contra de esaidea. Por eso
suavizasusconclusionesdiciendo que las mujeresque no semasturban
no tienen <<queser por eso necesariamentepatológicas>>, pese a no ha-
ber tenido ningún empacho en afirmar lo contrario, y con mayor ro-
tundidad, en lo que se refiere a los hombres que están en la misma
situación. Utiliza dos criterios diferentes para evaluar el mismo fenó-
meno en segúnqué género.Y no cae en la cuenta de su contradicción,
cuando a renglón seguido reconoce que las mujeres que afirman no
masturbarsetienen frecuentesproblemas con sus orgasmos.Perdóne-
seme si parczco un tanto brusco, pero tener dificultades pan alcanzat
orgasmosno es normal puede ser patológico o, si les asustaesetérmi-
no, disfuncional. Salvo que se acepte que la minoría de mujeres que
tienen tales dificultades definan la normalidad, en lugar de hacerlo la
inmensa mayoúa que sí los tienen (ojo: que no estamoshablando de
orgasmosen el coito, sino de la capacidadde sentir orgasmosseacual
seael estímuloempleado).
Ustedesyahan tenido la oportunidad de saberque las observacio-
nes realizadaspor las diferentes investigacionescontradicen púctica-
mente todo 1o que la teoúa ha venido diciendo sobre la masturbación
femeninahastahoy.
La masturbaciónestáuniversalmenteextendida en el génerofemenino;
lo hacenpor lo menosnuevede cadadiez mujeres(85-91por 100)017'011.
Su masivafrecuencia marcauna pauta, una norma, que muestra cómo
masturbarseeslo norma/ entre las mujeres.
La masturbación se inicia habitualmente en la etapa vital que se
extiende entre los seisañosde edad y el final de la adolescencia,pasan-
do por un punto álgido situado en torno a la pubertad00l'0i1'21r. A esas
324

edadestan tempranas la masturbación no solo sirve para aliviar las ten-


siones eróticas recién descubiertas,sino que también prepara literal-
mente al organismopara interpretar de forma adecuadaesosestímulos
y respondera ellos como es apropiado en cadamomento.
Está comprobado que las mujeres que no han rcalizado este perio-
do de aprendizaje después ven mermada su capacidad paru disfrutar
las relacionessexualescon sus parejas0óe; que es justo lo contrario de
lo que afirmaba el mito. Los que tenemos alguna experiencía clínica al
respectosabemoslo complicado que resulta resolveralgunoscasosde
anorgasmiacompleta donde no se ha dado este tipo de aprcndizaje.
Money ha comparado -con acierto, según creo- la deprivación
sexual que se impone a las niñas entre los seisañosy poco despuésde
la pubertad con la de cualquier otro tipo de deprivación sensorial.
Cuando tapamoslos ojos de un bebé, la falta de estímulossensoriales
específicos(laluz,los colores,el movimiento) reducela capacidadfun-
cional de ese órgano. Y si tal deprivación es duradera ocasionadaños
físicos,que pueden llegar a ser irreparables,en el nervio óptico y en la
corteza cerebral occipital encargadade recibir esa información. Del
mismo modo, si vendamosfuertemente un brazo durante meses,este
perderá masa muscular y funcionalidad por la ausenciade actividad;
pudiendo llegar a sufrir una atrolta importante. Según este autoq los
daños físicos y psíquicosque puede ocasionarla deprivación sexual a
edadesinfantojuvenilesserían semejantesa los mencionados,aunque
menos evidentesa simple vista'ó. Probablemente,las dificultadespara
disfrutar de las relacionessexualesque tienen las mujeres que no se
han masturbadoa esasedades06etenganun fundamento parcial en esta
hipótesis.
En la adolescenciase incrementala capacidadfantaseadoraduran-
te la masturbación,lo que permite movilizar el psiquismo de la joven
para representarsementalmenteal objeto de su deseo.Con eso apren-
de a proyectar su sexualidadhacia el otro y facilita el camino para que
también se relacione sexualmentecon los demás a fin de hacer reali-
dad tales fantasías.Pero para que ocurra tal cosase necesitael acicate
de un intenso impulso sexual, recién estrenado,más un instrumento
específicopara llevarlo a cabo que es la masturbación,accesiblee ino-
cua, para que esosmecanismosse desarrollencon la suficientefluidez
y se mantenganactivosa lo largo de toda la vida, Como ya he dicho, la
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )25

experiencia enseña que cuando eso no ocurre la niña, unavez adulta,


devieneanorgásmicaoJt,o6e .
Pero es que los datos también muestranque la masturbación,lejos
de lo que indica el mito, no es una actividad que se dé exclusivamente
en la infancia y en la adolescenciaparu desaparecercon la adultez y
con el inicio de las relacionessexuales.Es muy frecuente encontrar,y
por lo tanto normatiuo, que las mujeres continúen masturbándoseuna
vez son adultas, se mantengan célibes o estén emparejadas(tabla l).
Más aún, existen probabilidadesmuy próximas a la totalidad (95 por
100) de que una mujer siga masturbándosedespuésde emparejarse;
incluso que lo haga con la misma o mayor frecuenciacon la que lo ha-
cía antesde iniciar susrelacionessexuales28t.
Estos hechos arrojan una enseñanzaque no puede olvidarse: lo
que cabe esperarde una mujer adulta sana,estéemparejadao no, lo que
ha de considerarsenorrnal en ella, es que continúe masturbándosecon
mayor o menor frecuenciadurante toda su vida.
La masturbaciónni siquieraes un sustituto del coito, como han te-
mido siempre quienes la anatematizaban porque alejaba a quien la
practica de sus deberesprocreadores.Los datos reflejan que la mayo-
úa de las mujeres sexualmenteactivasla cultivan como complemento
de aquellos; paru resolver dificultades técnicas en la obtención del or-
gasmo, o como una forma paralelade disfrutar de su propia sexuali-
dad. Y también la utilizan para aliviar sus tensiones sexualesautóno-
mas cuando la cópula no es posible por las circunstanciasque sean
(ausenciao enfermedad del cónyuge)005,017. Pero, como muestran los
informes, no por masturbarsese les hace menos deseablerelacionarse
sexualmentecon su parcja;ni siquiera les hace rechazarel propio coito
pese a no ser el método más eficaz panla obtención del orgasmoo05.
La masturbacióntampoco es una cosade personasemocionalmen-
te inmaduras como afirma el mito, pues los datos nos dicen justo lo
conffario. Son precisamentelas personasque no se masturbanquienes
se encuentranentre aquellasque se pueden etiquetar como emocional-
mente inestables,inmaduraso neuróticas,como tendremosocasiónde
comprobar más adelante.
La masturbacióntampoco es causade que una personase aíslede
los demásy rehúyalas relacionessexuales.Son susproblemas,sus difi-
cultadesde relacionarsecon los otros, lo que la aíslan.En esascircuns-
326

tancias,lo normal es que se masturbe porque no tiene otra fuente de


satisfacciónsexual.Pero lo primario es su aislamiento,no lo contrario,
como afirma el mito.
Los psiquiatrassolo consideranpatológica la masturbación cuan-
do la persona que la practica la prefiere antesque tener relacionesse-
xualescuando estasson posibles2a2'r01. Sin embargo,aun en talescasos,
lo patológicono esla masturbación por sí misma, sino el problema que
impide a esapersonarelacionarsesexualmentecon el otro y le hace ca-
nalizarsu satisfacciónsexualen exclusivahacia el autoerotismo.En ta-
les casos,la masturbaciónno es más que un síntomae,entre otros, de
la problemáticade esapersona,no la causa.
Antes he comentado que las mujeres que no se masturban se en-
cuentran entre las más inmaduras, las <<anormales> o disfuncíonales
(tabla 5); lejos de lo que venía sosteniéndosehasta ahora.Permítanme
que me extienda un poco más sobre estaidea para esclarecerla.

La experiencia clínica enseña'7 que las mujeres completamente anorgásmicasque


no se masturban se han visto influidas durante su infancia (justo en l^ et^p^ de adqui-
sición de su sistemade valores) por el peso de tres condicionantes de largo alcance.
Uno de ellos es una necesidad subjetiva, imperiosa, de disimular desde muy pron-
to sus impulsos sexuales; bien porque el ambiente social o familia¡ en el que se de-
sarrollaron así se 1oexigía; bien po¡que las dificultades personalesde la joven le hacían
ver como exigencia imperativa lo que solo era un entorno social poco permisivo.
El otro condicionante es una ignorancia sexual superior a la mostrada por el resto
de las mujeres del entorno donde ella se desenvuelve.Tal desconocimiento puede es-
tar motivado por dos razones diferentes. Una, que la joven se haya desarrollado en una
población pequeña,o no tanto, pero técnicamenteaisladadei resto de sus congéneres.
O bien ha sido en excesopermeabley crédula respectoa los mitos sexuales,ignorando
de forma sistemáticalos datos más objetivos que existen al respecto.
Y, finalmente, ha jugado también un papel sustancial en el desarrollo de esasmu-
jeres una rígida influencia religiosa du¡ante su infancia con un especial énfasis en los
aspectosnegativosy pecaminososdel sexorr7(págs.185-192).
Tales fuerzas inhibidoras, incidiendo sobre personalidadesinmadu¡as, impiden
que las jóvenes que se encuentran entre los seis años de edad hasta pasada la pubertad
adquieranuna experienciasexualmínima (la de todas las demáschicas),de las que la
masturbación forma una parte esencialy es la más sencilla de todas. Lo que podría

q Este concepto no tiene nada que ver con la masturbación compulsiva, que se en
marca dentro de trastornos de la personalidad con bajo conrol de los impulsos o den
tro de alteracionespsíquicas más graves,como un síntoma más enffe otros2a2.
¿ESNORMALO ANORMALMASTURBARSE? )27

producir un deterioro físico y psíquico comparable al de cualquier otra clase de depri-


vación senso¡ial, tal y como apuntabaMoney en 7978116.

La inmensa mayoúa de las mujeres (90 por 100) tienen capacidad


orgásmica017'222.Pot lo tanto, si el orgasmoes una disposiciónfemeni-
na de carácteruniversal, puede colegirseque las mujeres orgásmicas
constituyenla pauta y no una excepciónentre las de su género.Luego
no resulta excesivodeducir de ello que sentir orgasmoses lo normal
entre las mujeres;ellasson constitucionalmente orgásmicas.
Si casi la totalidad de estasmujeres orgásmicasse masturban (lo
hacen entre el 91 y el 99 por 100 de ellas)222,no puede sostenerseque
todas ellas seananormales;salvo que haya quien insista en que la mas-
turbación lo es; y sea partidario de la generalizaciónestereotipadae
inexacta de que todas las mujeres son unas inmaduras o que tienen el
cráneovacío.
El razonamiento debe rcalizarseal revés: desde los datos observa-
dos hacia el concepto que nos muestran.Por eso,lo que esafrecuencia
viene a matcar es el modelo de comportamiento que cabe esperar en el
género femenino. O, lo que es lo mismo, tal información nos permite
deducir que lo normal es que todas las mujeres que son orgísmicas se
masturben(o casitodas, para dar lugar a la posíbilidad de que haya ex-
cepciones).De hecho, ya hemos comprobado que lo hacen. I por si
eso fuera poco, la forma más eficaz de alcanzarel orgasmo enffe ellas
es, precisamente,la masturbación;con una probabilidad de obtenerlo
por estemétodo que oscila enre el 90 y el 96 por 100, segúnhan en-
contrado distintos investigadores0r7,01e, 011,228.
Son las mujeres incapacesde experimentar orgasmospor cualquier
medio (10 por 100) las que revelantener díficuhadescon su sexualidad
masturbándosea niveles de frecuencia muy por debajo de lo esperado;
de 1o que es nortnal entre las orgásmicas.No puede extrañat que esas
mujeres incapacesde extraer alivio de las tensionessexualesgeneradas
por la automanipulacióngenital semasturbenpoco o nada.Pesea todo,
un número nada desdeñablede ellas (entre el 40 y el 48 por 100¡otr1o
hacen porque disfrutan de las sensacioneseróticas que despiertan me-
diante esapráctica aunque no tengan despuésun orgasmo rcparadofD.
Las mujeres anorgásmicasse diferencian de las que sí lo son por-
que sienten una mayor incomodidad al hablar con su parcja de la es-
328

timulación del clítoris. Tienen actitudes más negativasacercade la mas-


turbación, más sentimientosde culpa acetcadel sexo y una creencia
más firme que los demásen los diferentesmitos sexualesque presiden
nuestro (des)conocimientocolectivoacercadel sexo223.
Todo ello da pie para afirmar no solo que la masturbación seaalgo
natural entre las mujeres -las orgásmicasal menos-, sino que /o
anormal es que el génerofemenino no se masturbe.Es una afirmación
bastanterotunda que no todos formulan con la misma claridad220.
Y, sin embargo, existen datos que justifican la afirmación de que las
mujeres que no se masturban no son normales; o, si se prefiere: tienen
algún problema que las bloquea y les impide el normal desempeño de
su sexualidad.
Las mujeres que no se masturban presentan unas características
personalesque justifican esa conclusión. Ya se ha comentado que la
ausenciasistemáticade ia tendenciaque tiene todo ser humano a bus-
car la satisfacciónsexual, aunque sea masturb atoria (excluyendo los
casosque por razonesorgánicastienen dificultades en este terreno),
indica una represiónmasivade las pulsionessexuales.Y eso constituye
más un signo de neurosisque de virtudr0l.

Tabla 5. <<PERFIL>>
RESUMIDo DE LAS MUJERESQUE SE MASTURBAN
(Explicaciones en el texto)

Mujeres (que dicen) que...

Características anahzadas
,. s/se masturban ... aa se masturban
( 8 5a l % % ) 0 ^l I5%)

Temperamento orgásmico Naturaleza orgásmica* N aturaIeza anorgásmicat"r


Orgásmicasen la masturbación 90 al96% No
Orgásmicas habituales en el coito 87 ^J97% 35%
Neuroticismo Menos neuróticas Más neuróticas
Introversión/extroversión Más extrove¡tidas Más introvertidas
Obsesividad,escrupulosidad Menor escrupulosidad Mayor escrupulosidad
Asertismo sexualy social Más activas y asertivas Menos activas y asertivas
Conocimientos sexuales Mayores Menores
Aceptación propia sexualidad Mayor aceptación Menor aceptación
Frecuentación religiosa Menor Mayor
* Entre el 9I y el99 por 100 de las mujeres orgásmicasse masturban.

"o Entre el 52 y el 60 por 100 de las mujeres anorgásmicasno se masturban, haciéndolo el resto
ar¡nque no obtengan orgasmo.
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? )29

Los datos muesüan que las mujeres que no se masturban, o que


dicen no hacerlo, sientenmuy bajo aprecio por su propia sexualidady
proceden de un ambientefamiliar donde los temassexualesnunca han
sido discutidos abiertamente.Lo contrario de lo que se encuentraen-
tre las que semasturban2se.
Sin embargo,estosdos elementosno son suficientespor sí mismos
para definir el perfil de la mujer que no se masturba. Ambos se en-
cuentran ampliamente difundidos entre la población general sin que
afecten por ello a todas las mujeres en la misma dirección. Deben de
existir otros factoresque puedan explicar la existenciade muieres que
no se masturban.
Uno de esosfactoresse encuentraen la propia mujer. Lo que po-
dríamos llamar el terreno sobre el que asientanlas influenciassociales.
Las que no se masturban, a diferencia de las que sí lo hacen, son
mujeresmás introvertidas,con escasaasertividadsocialy actitudesmás
negativas hacia la masturbación y el coito; lo que las lleva a disfrutar
poco de su sexualidad y a mantener una vida sexual menos acti-
Estas mujeres, que son más apocadasy poco asertivas,
vafi0,r74,2',2e7.
tienen un deseosexual debaja potencia y disfrutan de un número me-
nor de orgasmosen el coito, encontrándose,además,sexualmentein-
satisfechascon sus relaciones de parcia que las que son más lanzadas
en el terreno sexual148.
Existen numerosaseüdencias de que las mujeres que no se mastur-
ban padecencon mayor frecuenciadisfuncionessexuales.Prácticamente,
dos de cada tres (65 por 100) de estasmujeres no alcanzanel orgasmo
durante el coito0r1,mientras que las que afirman masturbarselo sienten
con mayor regularidad(entreun 87 y un 97 por 100de ellas)0t7'otr'orr.
Además de la menor frecuenciade los orgasmosen la cópula, las
mujeres que niegan ptacticar el autoerotismo presentan un carácterpe-
culiar: puntúan más alto que las otras en introversión, rigidezobsesiva,
escrupulosidad y neuroticismo110'2r4'221
.
Existen otras investigacionesque han relacionado,también, la au-
senciadel autoerotismoentre las mujeres con una baja autoestimase-
xual, una escasaasertividadsexual,un rechazomayor haciala sexuali-
dad en general,numerosasdificultades de relación con sus parejas¡
nuevamente,con un carácter n eurót i co004'$r'16e'17
0.
330

El neuroticismo de las mujeres que no se masturban supone una inestabilidad e in-


madurez emocional que las hace especialmente débiles frente al mundo exterior, con
un nivel de tolerancia a las frust¡acionesmuy ba1'o:<ser muy sensibles>>
a las inciden-
ciasnegativasde la vida, por nimias que sean,es una queja muy común entre ellas.Esa
inseguridad les llena de inhibiciones. Se¡ tan vulnerables e inseguras,tan permeables a
las influencias coercitivas externas, resulta insufrible. Por eso, estas pacientes tienden
a crear una imagen idealizadade sí mismas (<complejo de ángeL>,segúnla escuelade Ca-
ruso"8) a la que intentan ajustartanto su comportamiento como ei de los demás.Pero
eso resulta muy difícil, porque los demás no ven esa imagen interio¡ idealizada, invisi-
ble, sino la que se deja ver realmente (con frecuencia, muy alejada de la que la pacienre
cree estar mostrando de sí misma). Por tal circunstancia, las neu¡óticas siempre se en-
cuentran insatisfechascon el trato que reciben de los demás: <<nome comprenden>, o
<<doybastante más de lo que recibo>>,son quejas que repiten con frecuencia.
Por eso son tan vulnerables y receptivas a las ideas ajenas que les alimenten esa
idea angelicalque tienen de sí mismas.Y, por lo mismo, gustande acercarsea aquellos
movimientos o sistemas de refe¡encia que les o{rezcan alguna seguridad; que tengan
códigos de conducta bien establecidos en los que el riesgo de equivocación no exisre,
donde la responsabilidad sobre los propios actos queda lejos de sí y puede atribuirse a
una fuetza externa.
Tales razones permiten enraizar sólidamente la idea de que no masturbarse es algo
virtuoso, porque refil.erzael <complejo de ángel>>que tanto necesitan para sobrevivir.
Por eso se adhieren con rigidez a sistemasde valores que muestran caminos muy claros
y les dictan 1o que deben hacer y lo que no, estableciendoun límite franco entre lo que
está bien hecho y lo que está mal. Y, así,se afenatán a la idea que las religiones trans-
miten acerca de la masturbación y a ios mitos sexualessin criticarlos verdaderamente.

Varias investigacionesseñalanque las mujeres que dicen no mas-


turbarse suelen tener una frecuentaciónreligiosamayor que la de las
que sí lo hacen.Este hallazgoes independientede la religión pracrica-
da, si bien la confesión que acumula una proporción mayor oe estas
mujeres seala católi ca004'110,1'50,28t
.
Resulta muy ilustrativa esta asociación enffe las mujeres que no se
masturbany la religión, porque también se ha descubiertoque las per-
sonascon mayor práctica religiosa son, precisamente,más neuróticas
que las que no practican110.Lo que nos de'"rrelveal punto de discusión
anterior que asociabaneuroticismo con la ausenciade experienciasau-
toerótícas.
En líneasgenerales,se ha encontrado que las mujeres que aducen
razonesmorales o religiosaspara no tener relacionessexuales,incluso
aquellasque señalanno hacedo porque <<nosientennecesidad>>, guar-
¿ESNORMAL O ANORMAL MASTURBARSE? 33r

dan una gran semejanzacon las que dicen que no se masturban:pun-


túan más alto en los test de neuroticismoque las que hacen las afirma-
ciones contrarias.De hecho, a m^yot neuroticismomenor es Ia expe-
riencia sexual de todo tipo que comunican las mujeres,masturbación
incluida. Y son másneuróticaslas que acuden a los serviciosreligiosos
que las que no lo hacen; y tanto más neurótica.saún cuanto más dia-ia'
mente frecuentenesosservicios110.
Esta asociaciónenre la frecuentación religiosa y la ausenciade
masturbaciónno puede ser casual,pues se observaincluso en culturas
muy diferentesa la nuestra.
Recordarána las chicasadolescentesde Samoa.Semasturbabanli-
bremente desdelos seisaños de edad y no sentíandemasiadospudores
a la hora de hablar de ello. Pero las que comunicaron a Margaret
Mead2aaque no se masturbabanhabían pasadoen su mayoría (dos de
tres) una larga temporada trabaiando en la casadel misionero' cosa
que no sucedíaentre las que admitieron practicaf esaactividad sexual.
Saquenustedessuspropias conclusiones.
Así pues, las mujeresque afirrnan no masturbarseson anorgisrnicas,
introuertidas, escrupulosas,inhibidas sexual y socialmente, ignorantes
respectoa las cosasrelacionadascon la sexualidad (creen férreamente
en los mitos sexuales),frecuentadoras de los seruicíos religiosos y
neuróticas.
Decididamente,existenrazonesempíricasde peso para poder afir-
mar que es más normal que las mujeres se masturben a que no lo ha-
gan. Y que practiquen la masturbacióndesdesu infancia durante toda
su vida, también lo es; seancélibeso esténempareiadas.Dicho de otra
manera: las mujeresque se masturban son normales.Y lo que se puede
decir de las pocas mujeres que no lo hacen es lo mismo que se afitma
respectoa los hombres que se encuentranen la misma situación220: tie-
nen problemaspsicológicos.
r5
UNn <(HISTORIANATURAL)>
DE LA MASTURNNCIÓN

,rLa ¡attraleza no hace nada en vano.>>


Arusrórsres(384-)22),
Política

is ueryconsonant
<<Nature and confortableuith herself.,
(La Naturalezaes verdaderamentecoherentey confor-
tableconsigomisma.)
Is¡¡c NEv¡roN (1642'1727),
Óptica,III

a1

). ignoru quién fue el primer ser que se inició en la masturbacióny


cómo se la transmitió a su descendencia.A pesar de ello, puede presu-
mirse, sin caer en ningún exceso,que el origen de la masturbaciónse
oculta en la noche más oscura de los tiempos, aunque se carezcade
pruebas tangibles para formulat tal afftmación.
Cuando los sereshumanos ignoran algo de su pasadoo de su en-
torno inmediato, cubren esa laguna de conocimientoscon fábulasle.
Y lo hacen interpretando los acontecimientosen base a ingredientes
que, por coddianos,son mejor conocidos.
Con la masturbaciónno podía sucederalgo distinto. Existen algu-
nas leyendas originadasen la cuencadel mar Mediterráneo que preten-
den señalarel origen de la masturbación.Y no es, como ya se ha expli-
cado antes, el relato hebreo de Onán y su cuñadaTama4 sino offas
i34

muy diferentes de procedencia helénica y egipcia que sitúa el inicio de


esa actividad en la época donde convivían estrechamentelos diosesy
los sereshumanos. Más aún, sosteníanque la masturbación tenía un
origen diuino.
En efecto, para los griegos fue Hermes (el Mercurio romano), la
deidad de los mercaderesy mensajerode los dioses olímpicos, quien
enseñóesapráctica a su hijo, el dios telúrico Pan261,340.
Pan, como saben,tenía un aspectoa medio camino entre humano
(su parte superior) y caprino (de cintura para abajo),con la frente co-
ronada con dos brevescuernecitos.Era el protector de los bosques,de
los rebañosy de los pastores.Los mitólogos le suponíany le asignaban
un voraz apetito sexual. De hecho, \os stitiros,geniecillosdel bosque
con un aspectomuy similar al de Pan, aunque estabanmás asociados
al bullicioso Dioniso (el Baco latino), han dado su nombre a una alte-
ración cancterizada por un exceso de deseo sexual: la satiriasis,que es
la versión masculina dela niffimanía. Lavoz ninfomaníaprocede a su
vez de las ninfas, otros geniecillos del bosque de sexo femenino, tan
casquivanascomo los sátiros,y por ello madres de muchos de los exó-
ticos seresque habitan el fantásticomundo de la mitologia $iega (tam-
bién se denominanasílos labios menoresde la vulva).
Según las leyendashelénicas,fue Pan quien ransmitió las ense-
ñanzasde su padre a los sereshumanos.No solo les enseñóa mastur-
barse, sino que lo hacía é1mismo cuando las circunstanciasno daban
paru más Habrá que entender que si Hermes instruyó a su hijo en la
prácticadel autoerotismoseríaporque los diosesy las diosasdel olim-
po estabanbien adiestradosen su ejercicio.De hecho, algunostextos
muestranal dios Púapo, símbolo del poder fecundantede la Naturale-
za, aplicadoa esosmenesteressin recato alguno y con una inequívoca
vocación divulgativa.Por otra parte, Hermes, Príapo y Pan son los tres
diosesitifálicos por excelenciade la mitología griega.
Pero hay más,
Existen otras leyendasegipciasy prehelénicasmuy antiguas que
retrotraen el inicio de la masturbaciónliteralmenteal albade los tiem-
pos, pues fue practicada nadamenos que por el padre o la madre, res-
pectivamente,de todo lo creado.La deidad germinal.
La mitología egipcianos proporciona la versión masculinade di-
cha fábula. Existen dos relatosde estarecogidosen unas inscripciones
UNA <HISTORIA NATURAI> DE LA MASTURBACIÓN )35

de Saggara,próxima aIa antigua Menfis, fechados entre los años2350


y 2175 antes de nuestfa era. Es decir, con más de cuatro mil años de
antigüedad.
En los albores del día inaugural del Universo solo existía un caos
desorganizadoen el que anidabaun espíritu indiferenciado.Este espí-
ritu no tardó mucho en tomaf conciencia de su propia existencia;y
cuando lo logró, se desprendió del laberinto amoffo en el que se en-
contraba con un simple acto de voluntad. Después,desnudo como es-
tabay antesde generarel mundo, se puso alatarea de engendrara los
demásdioses.Pero como no tenía esposa,al estar solo en el Universo,
los engendró de sí mismo y por sí mismo. Así, Atón-Ra' pues no era
otro el dios, hizo germinar a sus dos primeros hijos gemelos:la diosa
Tefnet (la humedad vivificadora) y el dios Shu (el aire luminoso). Es-
tos, posteriofmente,maridaron entre ellos y engendraron al resto de
los seresvivos.
una de las versionesde la leyendadice que Atón-Ra escupió a sus
dos hijos. La oúa indica que el dios los engendró de su propiatauma-
túrgicasimiente;un elementomás noble y prodigioso. La leyendaafir-
ma expresamenteque esa milagrosa eyaculaciónfue conseguidapor
Atón-Ra mediante la masturbación (<<mepfocuré placer con el puño,
copulé con mi mano...>>, le hace decir al creador el poetaral);aunque'
lógicamente, un dios capazde deshacersedel caos con la simple frserza
de su voluntad no necesitaríade tales actos para engendrar hijcn:+aat'

Así lo entendieron los generadoresde mitos de los uiyot californianos:Budaffi-


gakwitl, el dios alto, no se sirvió de materia alguna para crear al género humano; ni si-
quiera del barro utilizado por Yahveh o Elolam, el dios hebreo. Simplemente lo pen-
só...y el hombre y la mujer fueronraa'

La versión femenina de la creación del mundo mediante un acto


tan íntimo como la masturbaciónnos la proporciona la leyendaprehe-
lénica (1S00-1100a. C.) de 14diosaEurínome't. Esta,como Atón-Ra,
sufgió desnudadel caos,pof sí misma, solo con su voluntad; y vestida
de esa guisa danzó solitaria por el vacío Universo. Sus evoluciones le-
vantaban tras ella un viento que Eurínome cogió entre sus manos' y
frotándolo con ellas hizo surgir a la serpienteOfión, que no tardó en
ayuntarsecon la diosa para fecundada. Tras ello, Eurínome se trans-
336

formó en una paloma y puso el Huevo universal del que surgieron to-
das las cosasque existen.
Una interpretación simbólica muy evidente de ese mito pelasgo
nos revela que la masturbaciónfue el acto del que se sirvió Eurínome
para generar el mundo. La leyenda nos lo indica por tres vecesme-
diante el uso de elaboradaselipsis.La danzadesnuday solitaria de la
diosa simboliza un acto autoerótico onírico muy conocido22a; como lo
es también 7a acciónsolitaria de frotar con las manos (el mito dice que
el aire). Y no es menos cierto que la serpienteofión entre las piernas
de Eurínome despierta la imagen de una mujer utilizando un dildo,
olisbos o consolador,fabricado por ella misma con evidentesfines auto-
eróticos,pues la leyendadice que copula con é1.
Así pues, tanto si la divinidad creadoraes masculinacomo femeni-
na, los más viejos mitos cifran el origen de la masturbaciónen los dio-
sesseminales,los creadoresdel universo; con lo que las leyendasla si-
túan al comienzomismo de los tiempos.
como sucedehoy dia,las referenciasala masturbaciónde la divi-
nidad masculinase hace de un modo más directo y explícito que las de
la femenina,más evasivasy encubiertaspor bellasimágenes.

Los creadores de leyendas no entendían que una diosa pudiera engendrar hijos
<<desu propia simiente>>,porque ignoraban el papel femenino en la fecundación. En
aquellostiempos, las mujeresse considerabanmeros receptáculosdel semengerminal;
creían que no aportaban nada aIa generaciónde los vástagos.por eso, generalmente
no se atribuye a las diosas capacidad suficiente para realizar tal cosa por sí mismas;
cuando debería suponerse que por su condición divina tienen poder milagroso sufi-
ciente para ello. Estas, aunque se encuentren solas en el Universo, siempre son fecun-
dadas miste¡iosamenteno se sabebien por quién. Es 1o que sucede,por ejemplo, con
Aditi, la homóloga de Atón-Ra en la mitología prebrahmánicade la India: la mad¡e de
todos los diosesra2. Ella engendrahijos sin esposo...y sin masturbación.Es fecundada
misteriosamentepor unas fuerzas cuyo origen no explican los generadoresde mitos,
aunque se supone que Aditi estásola en el Universo. Lo mismo sucedecon Ataentsis,
la diosa-madrede los huronesra3.Eurínome, por lo que sé, parece una excepción, si
bien muy encubierta.

Siguiendo en el Mediterráneo, los griegos han legado una abun-


dante muestra de pinturas y figuras de bronce o terracota en las que
están representadoshombres y mujeres masturbándoser45. La icono-
grafía masculina es algo más numerosa que la femenina, dado el papel
UNA <HISTORIA NATURAL> DE LA MASTURBACIÓN ))7

secundario que la mujer tenía en la sociedad helénica. Pero la mastul-


baciónfemenina era bien conocida entre las griegas.De hecho, se hace
referenciaa ella en algunasobras de teatro coetáneas.Además,existía
en estaépocaun dinámico mercado de olisbos,los<<vibradores>> de en-
tonces construidosen material de cuero y sin pilas eléctricas.Las hele-
nas se intercambiabandireccionesde artesanosdiestrosen el arte de la
elaboraciónde esosobjetos,y su demandade estosartículosde consu-
mo mantuvo activo el mercado de olisbos durante mucho tiempo,
como todavía lo es en nuestros días.La ciudad que centralizabael co-
mercio de esosproductos en el mundo de la épocaera Miletos 261,rat.

En España, el mercado de vibrado¡es se mantuvo activo incluso durante el régi


men del general Francisco Franco, que era especialmente resrictivo en lo referente al
sexo. En las pacatas¡evistasde consumo masivo de la época solían apareceranuncios
de productos que podían adquirirse por correo. Y uno de ellos eran los vibradores.
Estos objetos sorteabanla censurasiendo presentadoscomo <<masajeadores faciales>,e
iban acompañados de Iafotografía de una joven que se colocaba el objeto enla can.
Era un truco para mostrar de io que se trataba realmente, pues había que ser ciego
para no advertir, por la configuración del artículo, que se traraba realmente de un
<<consolado¡>>
a pilas: un vibrador. Actualmente ya se comercializan pot correo sin esas
ambigüedades. Eso sí, algunos anuncios utilizan aún perífrasis para señalar su uso sin
emplear la voz masturbación: <<mejorque el habitual masajemanual>>.También se co-
mercializan, vía Internet, almohadas de 171 cm de longitud con la forma de un hom-
bre que pueden se¡ utilizadas por las interesadas para otros menesteresdiferentes al
simple dormir.

Respectoa las representaciones visuales,puede encontrarseen el


Museo Británico un cuenco de Panfeo que representaa una mujer des-
nuda con dos olisbos en la mano. En el Museo del Louvre también es
posible encontrar un bol de Hierón con una mujer que estálubricando
con aceite otro dildo. Y en el Museo de Berlín existe un vaso que repre-
senta a una mujer lavándose tras utilizat uno de esfosconsoledoreslas.
Pero no solo se trata de mujeres que utilicen juguetes eróticos;
también existe una estatuilla griega de bronce en el Museo de Bellas
Artes de Boston que representa auna mujer sentadaen el suelo, con
las rodillas dobladas hacia arriba y masturbándose con la mano dere-
cha, mientras se apoya con la otra sobre el temenou otra superficie(se
ignora, porque parte de esebrazo ha desaparecido)ra6.En los famosos
templos de la ciudad de Khajuráho (del estadode Madhya Pradesh,en
338

la India), contruidos durante los siglosx y xI de nuestra era, existen


numerosasestatuasrepresentandoescenaseróticas. Algunas de ellas
muestrantambién a muieresmasturbándosecon la manosa7 .
Algo semejanteocurría enla zona geográfica conocida como el
CrecienteFértil. Aunque las referenciasa la masturbación femenina
son muy ambiguasy limitadas en la Biblia, existen textos cuyasalusiones
hacen pensar que los <<consoladores>> eran conocidos y utilizados por
las hebreasde hace casi tres mil años.En el texto atribuido a Ezequiel
(Ez 16:17) se encuentrauna reseñaen la que se reprochaa las hijas de
Sión que fundan sus joyas para modelar imágenesmasculinasy prosti-
tuirse con esos objetos. Aunque no especifican de qué clase de imáge-
nes se trata, bien puede suponerseque tienen forma de penes,pues se-
rían más discretosy utilizablesque una estatuamasculinadesnuday en
erecciónal completo
Conociendo el lenguajebíblico, el término prostituirsetiene aquí
el significado de entregarseindecorosaruentea juegos con esas imáge-
nes masculinas,lo que puede interpretarsecomo masturbaciónsin
caer en el excesoimaginativo".
Enue los sumerios y los egipcios parece bien documentado que
existíauna masturbaciónfemenina ritual relacionadacon las divinida-
des.La arqueologíaha rescatadodel olvido objetos cuyaforma y tama-
ño resultaninequívocos,pesea que haya quienesintentan ignorarloras.
Con todo, estasleyendasno dejan de ser solo un bonito cuento,
pues apenasrevelan nada que permita deducir el momento histórico
en el que surgió la masturbaciónpor vez primera, ni la extensiónde su
práctica.

Luc¡n DE LA MAsTURBACIÓN
EN LA NATURALEZA

Lamentablemente,nuestrosantepasadosevolutivosno han dejado


huellaspaleoantropológicasque indiquen si se masturbabano no. Ni

^ La cita exacta de Ez 16: 17 enla Biblia de


Jerusalénes la siguiente: <<Tomastetus
joyasde oro y plata que yo te había dado y te hiciste imágenesde hombres para prosti-
tuirte ante ellas>. Esta frase podría referirse a alguna clase de masturbación femenina
ritual que también se daba entre los sumerios y los egipcios ia8.
UNA <HISTORIA NATUML> DE LA MASTURBACIÓN 339

sus restos óseos ni sus producciones culturales muesÚan señalesque


puedan interpretarseatal efecto.
Pero si bien es cierto que no resulta posible estudiar la actividad
masturbatoriade nuestrosprimitivos antepasados, sí se pueden recoger
las observacionesrealizadassobrelas llamadassociedadesprimitivas ac-
tuales. Aquellos grupos socialesque mantuvieron sus costumbres casi
inmodificadashasta entrar en contacto con los europeos.La similitud
entre su estado cultural y el que se supone que tenían nuestros antece-
sorescuando dejaron de ser nómadaspodría ser útil para extraer alguna
conclusión por analogí4 aunque el método resulte algo temerario.
Los antropólogosque han estudiado las costumbresde esospue-
blos, antesde que la contaminacióncultural fuera irreparable,han en-
contrado que la masturbaciónfemenina era conociday universalmente
)21)2t.
practicada en todos ellos244J2r
La conclusión que podría extraersede tales datos es que la mas-
turbación no parece ser un producto de la civilización, ní que perte-
nezcaa algunacultura o credo específicos.Al pareceqla masturbación
se encuentrapresentede un modo espontáneoincluso en aquellospue-
blos que viven en un estrechocontacto con la Naturaleza.Como se su-
pone que era nuesffa civllización en los primeros pasos de su historia.
Cuando no existen elementosambientalesinhibidores, y, con fre-
cuencia,a pesar de su presencia,esta ptáctica sexual apareceen eda-
des muy tempranas:en plena infancia;mucho antesde que la actividad
reproductora seaposible. En esosmomentos, como sucedemás tarde
en las etapasmás adultasde la vida, la única finalidad de la masturba-
ción es activat las sensacionesplacenterascorporales que se encuen-
tran presentesen el ser humano desde su nacimiento. Sin otro fin co-
nocido, como ya se ha indicado en otra parte.
A nivel popular, y en ciertos circuitos ilustrados,existe una mani-
fiesta tendencia a creer que la conducta sexual es algo puramente ins-
tintivo, ligado ala cípula de un modo <<natural>r. Tan singularcreencia
sugiere que los seresvivos son capacesde copular espontáneamente;
siguiendosimplementelos impulsos de sus instintos naturales,Recuér-
deseque durante mucho tiempo se ha justificadola ausenciade educa-
ción sexual argumentandoque <<esas cosassalen por sí solas>>; lo que
ha deparado a no pocas parejasescasamentecultivadasen estaslides
susbuenos sustosy sinsabores.
340

Sin embargo,esacreenciatambién es falsa,


Lejos de lo que sustentadicha convicción,la cópula no es un acto
instintivo. Sí lo es el impulso sexual;pero para la realizacióndel coito
son necesariosunos conocimientosque se aprendennecesariamente en
el ambientepara poder completarsesin problemas.
En el mundo civilizado, lo más habitual es que las personasdis-
pongan de muchas y variadas fuentes de información directas e indi-
rectas que les permiten conocer al detalle cómo se practica el coito,
aun antes de iniciar sus relacionessexuales.Tales estímulosestán tan
omnipresentesque pasan casí desapercibidos;pero no por eso dejan
de ser efectivosmensajerosde información. Por esarazón llegamosa
interpretar que sabemospor instinto cómo se copula, y extendemos
ese aparente conocimiento al mundo de los animales.Con ello hace-
mos la genenlización equivocada de que el coito es algo que sale solo,
intuitivamente.

Una anécdota relacionada con la necesidad de aprender para ser capacesde tener
relaciones sexualesnos la proporciona Carlos Fisasrae(pág. 15), quien afirma haberla
recogido de Robert de Montesquieu.
El rey francés Luis XIII se casó con Ana de Austria cuando ambos tenían catorce
años de edad. Los dos reyesfueron inmo¡talizadosuniversalmentepor Alejandro Du-
mas en su célebre novela los tres mosqueteros.Pese a la fama que siempre ha tenido la
corte f¡ancesa, aquel rey se casó virgen e ignorante de todo 1o relacionado con el sexo.
Eso significa que pasó mucho tiempo sin que el matrimonio se consumara,algo in-
quietante en toda monarquía necesitadade sucesoresconsanguíneos.Ana de Aust¡ia
se quejó de ello a su hermano Felipe IV, el indolente rey de España, y este transmitió
la queja alPapa, que se encargó de hacer llegar el problema a su nuncio y al embajador
de Venecia en París; amigo personal del rey, este último. Ambos personajesu¡dieron
con la reina una pequeña, ingeniosa y práctica maniobra. Se las agenciaron para conse-
guir que el rey pudiera contemplar a escondidasuna cópula entre su hermana y el es-
poso de esta. Cuando el joven rey vio lo que había que hacer, solicitó acudir a los apo-
sentos de su reina para llevar la teoría ala práctica. Esta, que le estaba esperando, no
tuvo que volve¡ a quejarse al rey de España por este asunto y dio a Francia al que des-
pués fue conocido como Rey Sol: Luis XIV, inmortalizado también por Dumas en su
famosa novela La máscarade hierro.

En los pueblos primitivos que se mencionaronantesel aprendizaje


de la cópula es mucho más espontáneoy directo. Los niños tienen nu-
merosasocasionesde contemplar el coito entre sus padres cada vez
UNA <HISTORIA NATURAL> DE LA MASTURBACIÓN 34r

que estese produce y les coge despiertos,sin inhibiciones por ninguna


de las partes, dada la estrecha convivencia del núcleo familiar en un
único recinto)23,324.
Entre los animales,a los que suponemosmás movidos por los ins-
tintos que nosotros mismos, dicho aprendizajees imprescindible para
practicar la cópula una vez adultos. Lo que parece ajustarsea la idea
de que estaes bastantemenosinstintiva de lo que se supone.
Existen algunosexperimentosque sostienenestaafirmación.
Se ha criado en cautividad a un macho y auna hembra de chim-
pancéspor separadosin ningún contacto con miembros adultos de su
especie.Cuando alcanzaton1a madurez sexual se les reunió en una
misma jaulay se esperólallegada del estro de la hembra. Cuando apa-
reció el celo, tanto el chimpancé macho como la hembra comenzaron a
mostrar una intensa excitación y se entregaron a una frenética activi-
dad sexual...no copulativa.Ambos pasabantodos los días que duraba
el estro masturbándoserepetidas veces,cada uno en su rincón de la
jaula. El celo despertabaen ellos el impulso sexual,pero no 1o satisfa-
cían copulando porque no habían crecido con adultos de quienes
aprender lo que se debe hacer en situacionescomo esa.Aplacaban su
impulso de la única manera que conocían:masturbándoser50.Si la có-
pula fuera una actividad instintiva, lalínea de actuaciónde esoschim-
pancéshabría transcurrido por otros derroteros.<<Aprenderde los
mayoresforma parte del desarrollo de un chimpancé en su medio na-
tutal>>322.
Pero no es necesarioirse tan lejos para ilustrar la idea de que la có-
pula no es algo instintivo entre los animales,sino aprendido.Los lecto-
res que tengan algún animal de compañía, un perro, por ejemplo, lo sa-
ben. La primera vez que intentan cruzados,ya setrate de un macho o de
una hembra, deben hacerlo con una parcja ya experimentada.De lo
contrario, el cruce espontáneose hace muy difícil. Y la razón es la mis-
ma que la expuestaen el experimentode los chimpancés.Los perros ca-
serosson animalescautivosque no han tenido la oportunidad de ver a
adultos de su especiecopulando;por lo knto, ignoran cómo ha de ha-
cerse.Ni siquiera saben ínterpretar adecuadamentela situación en la
que se encuentran cuando los enfrentan a una pateja de su especiecon
fines reproductores.Porque la cópula,se dirá unavezmás,no esun acto
instintivo, sino de aptendizajesocial; aunque sepractique en privado.
342

Algo parecido sucedeentre los animalesque son criados en gran-


jasrtl; cosa que saben los ganaderossin necesidadde realizarexperi-
mentos.
La cópula no solo no es instintiva, sino que ha de aprenderse.Lo
qüe rcza tanto para los humanos como para los animales.
Entre los animales,el impulso sexual y el instinto reproductor se
satisfacende un modo independiente;lejos de lo que tiende a creerse
habitualmente.Paruilustrarlo, puede seguirseel ejemplo de los chim-
pancés.Hay una buena nz6n para elegírlos:comparten con nosotros
algo más del 98 por i00 de su material genético)52)5) (prcbablemente
más) y, además,muestranun buen número de comportamientossocia-
les, capacidadesintelectuales,simbólicas,emocionalesy lingüísticasr5a,
incluyendo la capacidadde engaño intencionalr55,que hace a ambas
especiesmás similares entre sí de lo que muchos están dispuestosa
aceptar.Sín embargo,esassemejanzasno pueden extrañar demasiado.
Despuésde todo, los chimpancés(géneroPan) y los humanos (género
Homo) compartenel rnismoantepasadocomún)ta.
Existen numerosos ejemplos que establecen,en esta especie,la
existenciade un impulso sexual que no siempre está relacionadocon
la reproducción.Los chimpancésutilizan el sexo tanto para relacionar-
se socialmentecomo para obtener placer.
Durante el celo o estro las hembras del chimpancémuestran muy
claros signos de ansiedady excitación sexuales126'354. En ese espacio
de tiempo aquellasno se presentanpasivamentereceptivasal macho
para la cópula, como se tiende a creer.Ese modo de comportarseha-
blaria a favor de una actuación puramente instintiva. Sucede justo lo
contrario: lo buscan activamente,seleccionandoentre sus pretendien-
tes; rechazana los que no desean,y pretenden a los que no acercán-
dose a ellasles gustan como pareja.Hasta que encuentrancon quiénes
copular.
Pero es que los machos se comportan de un modo similar: ni to-
dos aceptana las hembrasque se les ofrecen,ni se acercana las que no
les gustan126'156.
Son conductasque resultaríademasiadosimplistaatri-
buir a la ciega obediencia de un instinto que selecciona al indíviduo
más apto genéticamenfepara la reproducción. Más bien parecenexigir
ciertos procesosvolitivos, por sencillosque sean,pan rcalizaruna se-
lección que precisaobserva¡ evocar,comparar,sentir agrado o recha-
UNA <HISTORIA NATURAL> DE LA MASTTIRBACION )43

zo, eiecrrtanmovimientos de aproximación o de alejamiento y, final-


mente, una entregaal sujeto seleccionado.
Si la cópula fuera algo simplementeinstintivo entre los primates, se
produciría siempre que hubiese una hembra en celo y machos a su alre-
dedor,por encimade otras consideraciones. Sin embargo,los monos del
Viejo Mundo y los hominoideos antropomorfos, como el chimpancé,no
se relacionan sexualmentede un modo incestuoso.Casi no se han obser-
vado acopiamientosmadre-hijo o hermano-hermanaentre estosparien-
tes de los humanos cuando las hembras se encuentranen celort2Jsl)58.
Lo que indica la influencia de otros factoresajenosa 1omeramenteins-
tintivo en esta clasede relaciones.Parece que la evitación del incesro
<<se inicia en los primates,tiene una expresiónbastantedefinida en los
chimpancésy se sublima,por cultura, en el hombre>> r52(pág. 8a).
Pero es que los chimpancés,como otros primatesincluidos los hu-
manos,también copulan en épocasdiferentesal periodo del estro de la
hembra. Y lo hacen no para favorecer el proceso reproductor, eue eS
imposible fuera del celo, sino para satisfacernecesidadesque exigen
una gratificación sexua1126)te)60. Entre los monos Rbesus,las hembras
copulan no solo fuera del periodo del estro, sino también al principio
de susembarazos;cuando offo acto reproductor no es posible181,184.
No escaseanlas observacionesque apoyan la idea de que los
chimpancésmantienen también actividadessexualessin fines repro-
ductores.Así, los pequeñoschimpancésque viven en libertad, machos
y hembras, se enÚegana juegos inequívocamenteeróticos mucho an-
tes de alcanzat Ia maáurez sexual. En esos juegos se ha visto a los
pequeñosmachosestimulandocon la boca los genitalesde sus compa-
ñeros de juego hembras, y a estas,masturbándolesmanualmentea
ellos126.
Los bonobos forman una sociedad básicamentecentrada en las
hembras que establecenvínculos sólidos entre ellas limando sus fric-
ciones mediante el ejercicio discrecionaldel tribadismo o frotamiento
intergenital.En líneasgenerales,el sexo es utilizado por todos los bo-
nobos para interactuar socialmentey limar tensiones,sean machos o
hembras, adultos o retoños. Y no por eso tienen más hijos que los
chimpancés comunes, que no manifiestan la misma conducta. Com-
parten con nosotros,pues, la separacíónparcial que existe entre el
sexo y la reproducción.
344

Y se asemejana nosotrosaún más de lo que se cree.Así, los bono-


bos que viven en libertad no solo practican uno de cada tres de sus
coitos en la <<posición del misionero>>;esto es: con la hembra tumbada
de espaldasen el suelo y el macho encima, cata a cara (lo que se creía
una práctica exclusivamente humana, y a la que se attibuía ciertas
connotacionesemocionalessuperioresque pretendían justificar dicha
exclusividad)182, sino que la receptividadsexualde la hembra se mani-
fiesta casi sin solución de continuidad durante todo su ciclo rnenstrual.
Además, utilizan el sexo en los contextos más variadosy en cual-
quier clasede combinación de parcjas(adultos-adultos,jóvenes-jóvenes,
adultos-jóvenes, machos-hembras,machos-machos, hembras-hembras):
practican el sexo oral esporádico, la masturbación de los geni-
talesde otro individuo, besosintensoscon lengua; utilizan el sexo para
evitar conflictos, para aliviat tensiones,para reconciliarse,y pan lo-
grar de otro individuo alimentos o cualquier otra cosa de su interés.
Tal comportamiento exige saber que dichas actividades producen unas
sensacionesque son capacesde aliviar las tensiones.Existen otras oca-
siones en que los bonobos no utilizan el sexo para pacificar a otro
miembro de su especie;se limitan a saludarlecon las manos o a espul-
garle. Ello parece indicar cierta capacidaddiscriminativapara decidir
la clasede conducta de apaciguamientoque precisan utilizar en cada
momento. Son comportamientos que no parecen muy instintivos. Se
aprenden.Y, en lo que nos interesapara estelibro, existendocumenta-
les filmados que muestrana hembrasbonobo masturbándosesolitaria-
menteb;1oque, por muchasr,'ueltasque se le quiera dar, carecede otra
significaciónque no seala búsquedadel placer proporcionado por esa
actividad J82.161.

Siempre ha sobrevolado sobre la actividad autoerótica de los chimpancés machos


la duda de que fuera una respuestaa la presencia más o menos remota de una hembra
en celo, que podría ser percibida por contactovisual,olfativo, o de cualquier otro tipo.
Eso mantendría dicha actividad ligada a la reproducción (frustrada).
La certeza de que los primates hembras se masturban ha perturbado profunda-
mente a los investigadoresy al grupo social del que forman parte; por eso, cuando se
ha podido, se ha evitado sostenerque dicha actividad tuvie¡a entre ellasuna significa-

b El chimpancé, el otro bombre (Le single, cet bomme!, Nathalie Borgers y Pascal
Picq, 1998).
UNA <HISTORIA NATUML> DE LA MASTURBACIÓN 345

ción autoerótic taly como la concebimos para las muieres. Estamos hablando de un
contexto, incluso científico,donde estabamal visto que las hembrasde cualquier espe-
cie, incluida la nuestra, se masturbaran.Descubrir que nuestrasprimas zoológicasse
masturban,y obtienen un placer sexualequiparableal de los machos,ha sido algo re-
uolucionario, pues aquí ya no se puede poner en relación dicha actividad con la necesi-
dad reproductora.
Una hembra solitaria que se encuentra tumbada bajo un árbol, aunque huela al
macho y se encuentre en periodo de celo, aunque sintiéndose excitada por tal motivo
no pueda alcanzar al macho, no precisa realizar ninguna actividad conducente a la re-
producción que no seair en pos del posible macho para que la fecunde,Ella no sienre
la necesidadde evacuarunas vesículasseminalesestimuladaspor la presenciade un con-
génere del otro sexo; porque no es macho. Así, si se masturba en tal contexto, ¿qué otro
sentido tiene esaactividad sino la simple obtención de placer? No hay nada, que sepa-
mos hoy, relacíonado con la reproducción que justifique esa actividad enre las hem-
bras de las especies.Por eso, descubrir la masturbaciónde nuestrasprimas ha resulta-
do perturbador y revolucionario. Porque ello demuest¡a sin duda alguna (dilema que
existíaal estudiar a los machos)que la masturbaciónpuede darseen <<especies inferio-
res>>por puro sentido del placer, sin ¡elacionarse con el acto reproductor, dándole así
una mayor carta de naturalezar.¡rdenada.
Pero tampoco hay que irse tan lejos. Podemos quedarnos con experienciasmás
cercanasy cotidianascomo las que nos proporcionan los animalesdomésticos.Quie-
nes tienen perros hembra que se masturban arrastrandosus genitalespor el suelo sa-
ben que dicha práctica es llevada a cabo durante el celo y fuera de é1.No puede du-
* que dicha actividad carece de connotaciones reproductoras incluso en esros
Ír::.

En ese contexto de sexo como acto recreativoo maniobra alivia-


dora de tensiones,no puede extrañar que la masturbaciózseauna con-
ducta observadaentre 1ashembras bonobo. Es una acción a la que se
entregan por simple placerrsa.Y las técnicas que utilizan son muy
semejantesa las empleadaspor las mujeres: la mano acaúciatoda la
vulva; uno o dos dedos frotan específicamenteel clítoris; o bien se es-
timula estepor presión contra algún objeto protuberante126,354.
La masturbación también se ha observado entre las hembras de
otros primates más alejados evolutivamente de los sereshumanos y
de los chimpancés,como los macacos,los papiones,los mandriles,
etcéteru)53J62)6.Yasimismose ha visto entre las hembrasde otros ma-
míferos, no primates,mucho más alejadosde nosotros,como puer-
coespines,elefantes,ciervos, delfines,perros, gatos, ratas, chinchillas,
conejos,armadillos, hurones, yeguas,vacas,mapaches,zorrinos y co-
)46

bayas.Observacionesrealizadastanto en animales cautivos como entre


los que se encuentranen libertad0u'1'26.
Durante algún tiempo se dudó de que las hembrasno-humanasse
masturbaranrealmente(repito que talesobservacionesproceden de un
contexto cultural que no aceptababien que lo hicieran las mujeres).Se
creía que no eran capacesde experimentarsensaciones parecidasal or-
gasmoy, por lo tanto, no era de esperarque buscasendelíberadamente
eseplacer.Incluso las investigacionesque muestran algunasevidencias
sobre la posible existenciade un orgasmoentre las hembrasde los pri-
mates recibieron sus críticaspor consideraresasobservacionesescasa-
mente sólidasrt6.
Hoy puede afirmarse que existen pruebas claras de la presencia de
signos de excitación sexual entre las hembras de los mamíferos.Y de la
experimentaciónde un clímax, expresadocon pequeñassacudidas
corporalessemejantesa las de los machos,pero sin emisión seminal3ta.
Talesobservacionesse han hecho en las hembras de perros, toros, co-
nejosy felinos (gatos,tigres y leones)00a.
También se han observadoenue las hembrasde los primates reac-
cionesfisiológicaspropias del orgasmocomo el incremento de la pre-
sión sanguínea,taquicardia,intensascontraccionestónico-clónicasute-
rinas, pequeñascontraccionesmuscularesy muecasfacialessimilaresa
las de los machos durante el orgasmo.La :únicadiferencia es, lógica-
mente, la ausenciade eyaculación.Tales observacionesse han hecho
durante la cópula, y en las relacioneshomosexualesque mantienenlas
hembrasentre sí medianteel tribadism0)62)$3u'
Pero es que no podía ser de otra manera. Después de todo, las
hembras de estos parientes,más o menos cercanosa los sereshuma-
nos, también poseenclítoris.Y hoy por hoy, no se le conocea eseórga-
no otra función natural que no seala de actuar como <<gatillo>>para de-
sencadenarel orgasmode las hembras.Si la Naturalezaha optado por
conservarese órgano, a pesar de los muchos años de evolución trans-
curridos, es para que siga cumpliendo esafunción y porque resultaútil
iara las distintasespecies.Esa utilidad no solo viene dada por su papel
en atraer a ambos sexoshacia la cópula y propagarla especie;también
lo es por el placer que proporciona a susportadoras,que ayudaa man-
tener relajadosa los individuos del grupo y adaptadosen sus interac-
cionessociales.
UNA (HISTORIA NATUML> DE LA MASTURBACIÓN 347

La experiencia enseña que los mecanismosevolutivos tienden a


avanzarpor los caminosque requierenmenor gastoenergético.En esa
parquedad de recursos,si un órganopierde su capacidadadaptativao
la función paru la que en origen fue desarrollado, sencillamente:se
atrofia o desaparece.Eso no ha sucedido con el clítoris. Su conserva-
ción en las hembras,durante los millones de años de su existencia,pa-
rece tener, pues, esa única finalídad placentera.Por eso, la masturba-
cíón surgede maneraespontánea,a tempranaedad, como resultadode
las primeras exploracionescorporalesy como consecuenciade las sen-
sacionesdespertadasen los inocentesjuegos infantiles. Es una expe-
riencia independiente de la función procreadora, a la cual precede y
sobreviveen el tiempo que dura una vida.
La masturbación, que como se ha dicho antes se encuentratanto
entre los animales<<inferiores>> como entre los <<superiores>>(chimpan-
cés y humanos),que apareceespontáneamenteentre los grupos socia-
les que viven en estrechocontacto con la Naturalezay también en los
más alejadosde ella, es,por lo tanto, una actividad sexual
<<civilizados>>
ajenaa la reproducción que por su frecuencia y extensión se sit(taden-
tro del orden ruaturalde las cosas.Peroel orden que dicta en realidadla
Naturaleza,no los modelos teóricos que elabora el ser humano inten-
tando dar explicacionescongruentesa cosasque a vecesignora y, en
ocasiones,se niega a ver. Recuérdeseque la teoúa debe adaptarse
siempreal mundo real, no estea las teorías.
Durante el complejo proceso de la evolución, los seresvivos han
obtenido progresivamenteuna mayor capacidadde aprendizaje,con lo
que la experienciay la capacidadde adquirirla son cadavez más im-
portantes pan la adaptaciónde cada especiea su medio. Pareceuna
cettezaque el potencial gratificador de la masturbaciónforma parte de
la herenciacultural y biológica que tiene la especie,recibida filogenéti-
camentede sus antecesoresevolutivos.Es por eso que, por mucho que
se desee,no puede ignorarsela afirmaciónque muestra a la masturba-
ción como una práctica situada dentro del orden natural de las cosas,
como una actividad complementaúao sustitutiva del coito según las
circunstanciasentre las hembras de todos los mamíferos,sereshuma-
nos incluidos. Y que forma una parte inseparabledel resto del normal
desarrollo de las personas,completamenteaparte de la actividad re-
productora ala c:ualprecede y sobrevive.En tal contexto, no puede
348

considerarseuna actividad desordenada,ni desviada,ni anómala,ni


perversa;sino psicológicamenteincorporada al procesode maduración
generalde los sujetos.Su ausencia,como se ha indicado antes,lejos de
manifestarun estadopersonalordenado,muestra,más bien, la influen-
cia inhibidora de seriosconflictos psíquicos.

EspnculeclÓN SoBRELA ANTIGÜEDAD


DE LA MASTURBACIÓN

Ya se señaló al comienzo de este capítulo que el origen de la mas-


turbación parccíacimentarseen las raícesmás profundas del tiempo.
Pero lo cierto es que nada se saberealmentesobre el momento históri-
co en el que surgió sobre el planeta.Solo pueden hacerseespeculacio-
nes más o menos pintorescas acetcade ello, pues, como se comentó
lineas atrás,laausenciade restospaleoantropológicosno permite obte-
ner respuestasal efecto.
El autor no ha resistidola tentación de hacer una de esasespecu-
lacionespor su caráctetilustrativo; aunque los lectoresno tienen por
qué compartir su desarrollo,ni la idea que lo guía. Más aún, lo pru-
dente será que lean las líneas que siguen con un nzonable escepticis-
mo; como un bonito cuento semejantea los que nos legaron nuestros
ilustresantepasados.
Ya se comentó en algún pátrafo anterior que la masturbación es
una herencia cultural y biológica que el ser humano comparte con
otros seresvivos. Estos se encuentran en lugares diferentesdel reino
animal y comparten un desarrollo filogenético que permite sostener
que el linaje humano se remonta através de las edadeshastalas formas
más primitivas de la vida365. Por eso, cada ser hereda de sus ancestros
evolutivosno solo una parte importante de su dotación genética,sino
también comportamientosadaptativosque le siguensiendo útiles.
Es bien conocido que los humanos contemporáneosse masturban.
Los pueblos actuales<<primitivos>> también lo hacen.El estadocultural
en que se encontraban esospueblos cuando fueron estudiadosera el
de pequeñasagrupacioneshumanassedentariasque vivían de la caza,
la pesca,la recoleccióny el culdvo r2e.Si la civilización actual se mas-
turba desdeque se encontrabaen un momento cultural similar, el ori-
gen de estapráctica podúa remontarse,al menos, ala épocaen que los
UNA <HISTORIA NATUML> DE LA MASTURBACIÓN 349

humanosdejaron de ser recolectores,cazadoresnómadasy carroñeros.


Es decir, el momento histórico de los primeros asentamientosurbanos,
cuando eI Homo sap¡ensse transformó en un ser sedentarioy agricultor.
Eso apunta aIa épocade la revolución agrícola del Neolítico. Y aunque
la agricultura no comenzó en todos los lugares al mismo tiempo -de
hecho existen diferencias de unos dos mil años entre su inicio en el
CrecienteFértil de Oriente Medio y la península Ibérica, por ejem-
plo- su principio se remonta a haceunos diez mil años166. Lo que nos
permitiría hacer una primera estimaciónde la antigüedadde la mastur-
bación en al menos esosdiez mil años.
Mas parece poco probable que la masturbación surgiera de la
nada en el Neolítico. Es más verosímil pensar que los humanos inme-
diatamente anteriores a los agricultores ya conocían tal práctica y se
la transmitieron a sus sucesores.De hecho, algunos de los actuales
pueblos primitivos estudiados se encontraban culturalmente en un
largo proceso de transición entre recolectoresy cultivadoresl2e,lo
que los asimila más a nuestros antepasadosantes de dedicarse aIa
agricultura.Pero incluso ellos la heredaronde sus antepasados. Por
eso habrá que hacer retroceder el origen de la masturbación al inicio
de la historia del ser humano. Sobre todo porque sabemosque nues-
tros primos, los chimpancés,también se masturban.Lo que hace sos-
pechar un origen de esta actividad sexual anterior a nuestro proceso
de hominízación.
Los homínidos propiamente humanos datan de hace casi dos mi-
llones de años; aunque los primeros insrumentos de piedra tallados
por nuestrosancestrosmás directos tienen una antigüedadde dos mi-
llones y medio de años166.El origen de la masturbaciónpodría retro-
traerse a esasfechas.El nzonamiento es lícito, dentro del marco es-
peculativo en el que nos estamos moviendo, si se piensa que la
fabricación de utensilios, característicamuy importante de los seres
humanos, también es anterior aIa apaúciín del género Horno. Otros
animales<<inferiores>> los usan,como hacen los chimpancésactualesrs2,
que son los más próximos a nosotros.Podría deducirseque la capaci-
dad de desarrollarherramientasse encuentraescritaentre las disposi-
ciones potenciales de las especiesque las utllizan, apafte de que pue-
dan transmitirse por la cultura. La cultura, algo que se consideró
intrínsecamentehumano, se ha demostrado que también existe entre
350

nuestros parientes los chimpancés. Y dichas formas culturales son tan


singularizadorasque por el modo de saludarseentre sí puede saberse
el grupo al que pertenececada individuor22.Por analogía,podría reali-
zarse un ruzonamiento semejante con la masturbación. Los humanos
se masturban y los chimpancéstambién. Puede que lo lleven inscrito
en el registro filogenético de sus potencialidades;aunque requiera un
aprendizajesocial. Lo cierto es que esavinculación interespecie podría
sugerir que la masturbaciónes aún anterior al Homo sapiens,de la mis-
ma forma que el uso de utensilios. Quizá humanos y chimpancés
aprendiesenesa costumbre de su ancestro común, del mismo modo
que asimilaron otras cosascomo el uso de herramientasy comparten
aspectosimportantes de la capacidadsimbólica y de la forma de rela-
cionarse socialmente.La anrigiedad del más arcaico antepasadodel
género Homo, apenasdiferenciabledel ancestrode los chimpancés,se
ha calculadoen cuatromillonesy medio de añosrtr.
Los homínidos (Homo) y diversos antropomorfos (Pan, Gorilla,
entre otros) forman un grupo de primatesmás amplio denominadoáo-
minoideos. Y como los hominoideos, que también se masturban, se
originaron en una época más antigua aún, hace unos ueinticinco millo-
nes de añosr5r,podría retrasarseel origen de la masturbacióna aquella
fecha que es en la que vivió el antepasadocomún de todos ellos, su-
puestamenteresponsablede transmitidesesacostumbre.
Pero ya se ha comentadoque existenotros monos no hominoideos
que se masturban, los cercopitecoideos (macacos,papiones,mandriles,
etcétera).Estos, junto a los hominoideos,forman un conjunto de pri-
matesmás amplio conocido con el nombre de catarrino.r.Esto es: com-
parten un antepasadocomún que vivió hace treinta y cinco millones de
años, a mediados del Eocenor5r.Con lo que la posible fecha de inicio
de la práctica masturbatoriase rcfÍasariamucho más en el tiempo.
Los platirrinot que son los monos americanos,también se mastur-
ban. Y los platininos forman con los demásprimates comentadoslíneas
atrás un grupo de seresque se conoce con el nombre más general de
simios. Las observacionesrcalizadaspermiten sosrenerque todas las
especiesde simiosse masturban,por lo que podría conjeturarseque lo
aprendieron de un antepasadocomún. El precursor de los simios, al
que suponemostransmisorde la <<culturaautoerótica>> a su descenden-
cia, vivíó hace cincuentay cinco millones de añosr5r. Con 1o que la bús-
UNA <HISTORIA NATUML> DE LA MASTURBACION )51

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352

queda del momento histórico del comienzo de la masturbaciónqueda


mucho más lejos aún.
Como los demásprimates no sirzios (los tarseros,lemures y loris)
también se masturban,es posible que todos ellos hayan aprendido esa
práctica del ser que los precedió a todos ellos. El primer prirnate del
que se tiene alguna seguridadde que lo fuera realmentesurgió, al pa-
recer,durante el brusco final del periodo de éxito evolutivo de los di-
nosaurios,hace unos sesentay cincomillonesde añosrtr. Lo que retrasa
todavía másla fecha que se estábuscando.
Podría seguirseestemétodo de deducción más lejos aún, pues los
primates son, a su vez, mamíferos. Y ya se refirió en líneas anteriores
que existen mamíferos muy alejadosde los primates que también se
masturban(cánidos,felinos,équidos,paquidermos...). Si la costumbre
de masturbarseque tienen los mamíferosdata de la épocaen que estos
surgieron sobre el planeta, para transmitirse desde entonceshasta la
actualidad,podría afirmarse,sin caer demasiadoen el exceso,a pesar
del carácterespeculativode estasdeducciones,que el origen de la mas-
turbación podría remontarsea épocasverdaderamenteremotas;pues
los primeros mamíferos surgieron a comienzos del Mesozoico: hace
aproximadamente¡doscientosueintemillonesde años!
Son cifras de vértigo y posiblementeesténinfraestimadas,pues los
hallazgosde la genética molecular hacen retroceder cadavez más el
inicio de lahominización de nuestra especie.Pero dan una idea apro-
ximada de que la masturbaciónes, sin muchas dudas, casi tan antigua
como el mundo; incluso si la ficción paleontológicaplanteadaen estas
páginasno contuvieseni un atisbo de verdad.
16
UNN HISTORTADE MTEDO
(unsrunsecróN
Y sAI,un)

<Defined in psycbologicalterms, a fanatic is a nan uho


consciouslyouer-cotlpensatesa secretdoubt.,
(Definido en términos psicológicos, un fanático es el
que conscientementesobrecompensauna duda secreta.)

Aloous Huxr,Ev (1894 -1964),


Vulgarity in Literature, 4

ar
)egún las especulacionesque he realizadoenel capítulo anterior,la mas-
turbación parece haber existido siempre. Y los humanos han convivido
con ella de un modo máso menospacífico,preocupándosepor su práctica
en la medida que las religioneshan prometido las penalidadesdel infiemo
para quienesseabandonarana los placeresdel que fue llamado <<viciosoli-
tario>>.Pero lo que se dice una persecuciónen toda regla,con característi-
cassemejantesa la <<caza de brujas> de otras épocas,nunca parecehaber
existido en la historia conocidahastabien entrado el siglo xrtu.
Hasta los primeros años de ese siglo, las admonicionesque se ha-
bían hecho conra la masturbaciónfueron principalmente de tipo reli-
gioso. La novedad que trajo ese siglo fue que se pasó de considerarla
masturbacióncomo un problema únicamentemoral a otro también de
salud.Y se involucró a estaactividad en el origen de innumerablesma-
les psíquicosy físicos.Más adelantetendrán los lectoresla oportuni-
dad de conoceruna descripciónde esospadecimientos,
t54

El cuento lo inició un clérigo anónimo en 1710 al publicar un li-


bro titulado Onania, or the Heinous Sin of Self-pollution (traducido al
completo: Onania, o el atroz pecadode la autopolución, y todas sus es-
pantosasconsecuencias en ambossexos.Con el consejoespiritual y físico
para aquellos que atentan contra sí mismos por esta práctica abo-
minabld^.
El inmoral derame improductivo de semen provocado por la
masturbación,que privaba a la especiede un nuevo vástago,pasó a ser
una acción que agotabalos depósitosde tan preciadolíquido y al orya-
nismo que lo producía de forma permanente.
Aunque el texto se refiere a ambos sexos,es evidenteque el mode-
lo de referenciaque adoptaba era el de la masturbaciónmasculina;lo
delatael nombre que daba a la masturbación:autopolución.Y basán-
dose en eseejemplo,hacía despuésextrapolacionesaplicablesa la mu-
jer. Aunque las secrecionesfemeninasse considerabanmenos impor-
tantes pan l,a especie,su efusión superflua debida a las prácticas
autoeróticas agotabaa las mujeres con facilidad porque su débil natu-
rulezalas hacía propensas al agotamiento nervioso. Volveré sobre ello
más adelante.
Le siguió en la misma línea un médico suizo llamado Simon Augus-
te André Tissot, que publicó en Lausana,en 1758,otro libro titulado
IiOnanisme. Dissertation sur les maladiesproduites par la rnasturbation
(El Onanismo. Tratado sobre los trastornos que produce la masturba-
ciófltet con las mismas intenciones.Este libro fue traducido, difundido
y reeditado tal número de vecesque para el mío lo quisierayo.
En ambos casos se pasó de considerar cualquier exceso sexual
como causantede agotamiento físico y moral (aunque fuera la mis-
ma cópula, imbuidos por 1a convicción eclesiásticade que todo pla-
cer debía ser peligroso), a limitar el origen de tales males casi en ex-
clusiva a la masturbación. Lo malo no era tanto ser sexualmente
activos, sino manosearlos genitalespara ocasionarel placer venéreo.
Como si el organismo fuera capaz de discernir entre las diferentes
causasde los orgasmosque experimenta y enfermar por unos sí y
Dor otros no.

" Existe una edición facsímil de C. Rosemberg y C. Smith-Rosembetg, The secret


uice exposed!Someargumentsagainst masturbation, Arno Press, Nueva York, 1974.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) 355

Taleslibros desencadenaronuna verdadera <<caza de brujas>>cuyas


principalesvíctimas se encontraron entre la tnfanciay la adolescencia.
Aunque tampoco selibraron de ella las personasadultas.
El recurso más liviano contra la masturbación fue recomendar a
los padres que propiciaran que sus hijas practicaran deportes y se ali-
mentaran sanamente.Un médico llamado John Harvey Kellogg (sí: el
de los cereales)róErecomendaba,sospechosamente,una dieta equili-
brada basadaen cerealespatz-evitarlas tentacionesautoeróticas.Y digo
sospechosamente porque él mismo poseíauna industria que elaboraba
cerealestostados que aún se mantiene activa. Me volveré a referir a él
más adelante.

Una colega mía que fue educada en un internado religioso recuerda que cuando
era niña las monjas insistían en que durmieran todas ellas con los dos brazos colocados
por encima de la manta. Bien a la vista. Al principio le extrañó aquella imposición.
Pero no ta¡dó en sabe¡ a qué se debía...Muchas internas se valían de a1gúntruco para
bu¡lar la vigilancia. Mi amiga utilizó el recurso de masturbarse con estímulos exclusi-
vamente mentales; costumbre que mantuvo fuera del internado y ya de adulta. Estoy
seguro de que algunas lectoras recordarán haber compartido una experiencia similar.

Otra forma menos inocente de evitar la masturbación fue hacer


que las niñas durmiesen con las manos atadas,o cubiertas con guantes
ásperos,fajadascon cinturones de castidad acolchados,o embutidas
en unos monos forrados para impedir los <<toqueteosindecorosos>>
mientraspermanecíanacostadasdurante las horas nocturnas.
El interés por evitar que las chicas pudieran alcanzarsus genitales
durante el sueño puede detectarseal comprobar que entre los años
1866 y I9)2 se patentaron en EstadosUnidos i33 aparutos!diseñados
expresamen te p aru obstaculizar la m asturba ción)6e.
La introducción de las máquinas de cosery la difusión de la bici-
cleta despertaronno pocos recelosentre quienesvelaban por la salud
de las jóvenes. Llegó a administrarse bromuro a las modistillas que
trabajabanen los talleres de confección con máquinas de coser a pe-
dales,para que las contraccionesrítmicas de los muslos no desperta-
sen los deseosde aplicarsea la búsqueda de placeresprohibidos r70,
Y despuésde todo tuvieron suerte,porque la alternativa enla que lle-
gó a pensarseseriamenteen algunospaísesfue la clitoridectomía pre-
ventivar71.
356

Por razones semejantes,en algunos lugares intentaron evitar que


las jóvenesse aficionaran ala bicicleta. Ya no se trataba solo del peda-
leo rítmico, sino de la inoportuna forma y situación en la que estaba
colocadoel sillín sobre el que se sentabanlas ciclistas.Los promotores
de la salud femenina no dejaron de advertir que semejanteasientoles
proporcionaba inequívocas oportunidades para estimular indisimu-
ladamenteel clítoris durante los largospaseosen bicicleta0l4'01t.
Pero las solucionesmás radicalesque se plantearonfueron las qui-
rúrgicas.<<Muertoel perro, se acabó 7a labia>>, debieron de pensar sus
defensores.Y fue así como se inffodujeron la circuncisiónmasculinay
la clitoridectomía en la cultura occidental para remediar y prevenir la
2)1) .
masturbación durante el siglo xrx100'r01'31
La clitoridectomíafue incluso <<comprendida> por el mundo ecle-
siástico.El argumento que Alejandro Ciollir74 utilizaba en su manual
para confesoreses muy elocuente.La ablación del clítoris era lícita en
la medida que estees <<unmero órgano de voluptuosidad que no con-
tribuye a la reproduccióo>. Hoy se utiliza toda suerte de racionaliza-
cionespara justificar la supervivenciade la circuncisiónmasculinaneo-
natal en un país occidental que la emplea casi rutinariamente:Estados
Unidos
Estasoperacionesestuvieronrecomendándose y practicándosehas-
ta bien entrado el sigloxx, a finales de los años treinta0r8'100.
Anteayer,
como quien dice. Y muchasmujeres sufrieron estosasaltossin su per-
miso018.Lo que, dicho sea de paso, no impidió que algunascontinua-
ran masturbándose,pese a todo, estimulando la cicatriz reinervada tras
la operación1oo.
También se recomendó ampollar el clítoris con sustanciascáusti-
cas, e incluso quemarlo. La cauterizacióndel clítoris también fue de-
fendida por el citado doctor Kellogg168, casode que fracasasesu dieta
de cereales.
Cuando los paísesque practican actualmentela clitoridectomía y
la circuncisión masculinaritual nos echan en cara a Occidente que les
reprochamosuna práctica que nosotros también hemos cultivado, se
refieren a esta oscura etapa de nuestro reciente pasado...y del pre-
sente.
Pero 1o que algunos olvidan es que tal carnpañacontraria ala mai-
turbación tro orígenescornerciales desdeel primer momento. El autor
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTUPAACION
Y SAIUD) 357

de Onania... ofrecia una medicina paru aplacarlas urgencias autoeróti-


cas a los lectoresde su libro. Tissot estabademasiadorelacionadocon
el Vaticano como para consideradoinocente en sus alegatoscontra la
masturbación.Otros aprovechadoscomo el astrólogo Ebenezer Sibly
ofrecía en 1796 dos bálsamospara tatar la masturbación,elaborados
bajo diferentesinfluenciasastralessegúnfueran a utilizarlos hombres o
mujeres, en un libro pubiicado en Londres con el título The Medical
Mirror. E intencionessimilarespueden sospecharseen Kellogg cuando
recomendabasus cerealespara aliviat las tensionessexualesque lleva-
ban alamasturbación,
No hay inocencia entre quienespretenden velar por la salud cor-
poral o la del espíritu de las personasque se masturban.Ni entonces,
ni ahora.Todos han actuado, y aún lo hacen,del mismo modo: prime-
ro levantanintencionadamentetemoresfísicos,alimentansentimientos
de culpa o amenazancon castigoseternosi luego se ofrecen como in-
termediariospara aliviar así el malestarque han fomentado. Unos pi-
den dinero a cambio, otros la sumisión de las conciencias.Ambos ti-
pos de salvadoresson incapacesde convencera sus auditorios de las
virtudes intrínsecasque pudiera tener abstenersede masturbarse,si
fuera el caso;por esorecurren ala amenazay al amedrentamiento.
Hoy estamoslejos de esa<<caza de brujas>> que hubo en el pasado.
Pero la relación entre la masturbacióny la salud aún permaneceen la
concienciade algunagente.Con bastantefrecuencia,la mujer actual se
interroga sobre la posibilidad de que su hábito autoerótico seainsano.
Ocurre principalmenteen edadesjuveniles,porque las mujeresadultas
suelenhaber superadoesostemorescon el paso del tiempo.
No se trata aqtlirde que ellas se pregunten sobre una eventual
anormalidad suya por masturbarse(que sucedecon cierta frecuencía);
más bien hago referencia al temor a que la masturbación tenga alguna
clasede impacto sobre la salud de quien la practica.
Si bien se ffata de una preocupación muy común, hay que añ,adir
que no surge espontáneamente.Lo más frecuente es que tales aprensio-
nes estén alimentadaspor el entorno social en el que se desenvuelvela
chica medrosa,que se encargade transmitide de un modo velado, aun-
que otras vecessehaga de una forma más explícita,que masturbarseno
solo es malo, sino también perjudicial parala salud.Es una actitud que
bien podría resumirse en la frase <<haciala virtud a tavés del miedo>.
358

Existe una abundante propuesta de alteracionesatribuidas a la


masturbación en la literatura de consumo masivo y en la transmisión
oral popular. Pero todasellassonfalsas.En ningún tratado de Medici-
na moderno se encuentra que la masturbación seala causade alguna
de las enfermedadesque se describenen elloslTs'176'r77)78.

Asprcro DE LA pERSoNAMASTURBADoRA

Si las lectorasno estándispuestasa seguir al autor tras la pista de


los rasgosque delatan a las personasque se masturban,pueden saltar-
se este apartado.Pero si sienten la curiosidad de conocerlo sigan le-
yendo bien agarradasal asientoy preparadaspara temblar.
En el capítulo V de su célebrelibro contra la masturbación,Tissot16T
hace referencia a los males que aquelan a la mujer masturbadora. Se-
gún é1, eseuicio le trae, a grandes rasgos:la histeria, mareos,ictericia
(piel amarillenta),descamacionescorporales,agotamiento,dolor y
muerte.
Un conocido clérigo español se hizo eco de tales padecimientos y
escribió en su <<Guíade pecadores...>el siguientepánafo dedicado a la
castidad,<<dondees muy quotidiana la pelea, y muy ma la vistorio>:
<<Considera también sobre todo esto (como dice un doctor) quanta
muchedumbre de otros males trae consigo esta alhagueñapestilencia
[...] Y allende desto debilitalas fuenas, amortiguala hermosura,quita
la buena disposición, hace daño á la salud, pare enfermedadessin
cuento, y estasmuy feas y sucias,desflora antes de tiempo la frescura
de la juventud, y hazevenir mastempranouna torpe veiez:quita la fuer-
za del ingenio, embota la agudezadel entendimiento, y quasi la torna
brutab>r7e.
Pero hay que señala¡ en honor alaverdad, que si bien pareceque
la atribución de todo tipo de males a la masturbación se inició en la
segundamitad del siglo xvm, también es cierto que hubo reticencias.
Simultáneamentea las voces de Tissot y de ftay Luis de Granada (de
quien es el texto reproducido más arriba) surgieron otras en contra
que, lamentablemente,tuvieron un eco mucho menor. Así, por las mis-
mas fechas,Hunter -citado por Kinsey0oa- señalaba:<<Yocreo po-
der afirmar que este acto lla masturbación] causaen sí mismo menos
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) )59

daño a la constitución generalque el natural [el coito]>. De todos mo-


dos, adviértaseel mensajeimplícito de Hunter, por bienintencionado
que fuera: el coito es el acto sexual natural, luego cabe sospecharque
la masturbaciónno lo sea.
Quizá el menor eco de estas palabras venga de que no fueron
formuladas con la pasión de un dogmático. En la construcciónde sus
frasesse nota el comedimiento.Dice <<creopoder afirmar>>, 1o que re-
sulta un dardo menos afilado y contundenteque declarartaxativamen-
te: <<quiense masturbase muere>>.
Así, algunos autores no dudan en proponer un perfil por el que
podría reconocersea la personaque se masturba.Al parecer,estapue-
de distinguirsepor su <<tezpáliday color plomo, por susojos hundidos
y ojerososy su aspecto,que expresauna combinación confusade ver-
gienza, tústezay desconfianza>>26r. Segúncita BéatriceBantman261, un
obispo español, Antonio Maúa Claret, atribuía a la masturbación fe-
menina las llamadaspérdidasblancasvaginales,ademásde considerar
que dicha práctica consigue que <<engeneral, el carácter moral [de
ellas] se alteru y se vuelven duras e ingratas hacia todo el mundo>>.
Otro autor señalaque las personasque se masturban tienen <<fauces
magrasy semblantepálido, con corvasendeblesy piernas desprovistas
de pantorrillas>>0r8.Y otro más, apunta que la masturbaciónconvierte
a las personasen: <<estúpidas, lánguidasy retraídas,y destruyendosu
üvacidad, alegríay salud;produciéndoles[...] esahorrible seríede do-
lenciasque las hace tímidas,inseguras,caprichosasy ridículas, [...] dé-
biles y extenuadas,1...] con sus faccionespálidas y macilentas,y sus
ojos hundidos>. El mismo autor añadea este cuadro el siguientecolo-
fón: <<deben esecalamitosoestadode debilidad y agotamientosolo a la
prácticaabominablede la masturbación.Imposibilitados de prestar al-
gún servicio en su propio provecho o en el de sus amigos, arrastran
una vida que es totalmenteinútil para los demásy que es un lastrepara
ellos mismos, en medio de una sociedad donde se les desprecia>> 0r8.
Una doctora preveníaa las madres,en 1901,que si algún hijo de uno u
otro sexo se mostraba <<distraído, que prefiere la soledada la compa-
ñía, que es refractario a los ejercicios físicos, que desvíala mirada, está
nervioso, es hipocondriaco, tiene un sueño inquieto, está constipado,
tiene por lamañana dolores en la espaldaylas extremidadesinferiores,
tiene apetito inestable,tiene las manos fúas y pegajosas,[...] el cuerpo
)60

emite un olor especial,desagradable,y [...] está demacrado>>, debían


entrar en la sospechasegurade que se masturbaba,aunque solo pre-
sentasela mitad de esossíntomas038.
Otros autoresdeclaranque las personasque se masturban se tor-
nan melancólicas,histéricas,aleladase idiotasrs0.Añadiendo que <<su
existencia peligra; cada día dan un paso más haciala tumba y se extin-
guen en un completo marasmo>>r80. E incorpora la siguiente mafiza-
ción: <<presentan los síntomasde la consunción...inspiran ascoy com-
pasión a la vez... cada día dan un paso más hacia la tumba y se
extinguen en un completo marasmo...preparándoselos sinsaboresde
unavejez prematura>>r81. Y repiten que la masturbación<<anula la inte-
ligencio>r82.
El citado médico de finales del siglo xx apellidado Kellogg tam-
bién aportó unos signosidentificadoresde la masturbación.Eran tan
generalesque cualquierapodría estar incluida en alguno de ellos. Se-
gún este autor, la masturbación producía debilidad general, agota-
miento, desarrolloprematuro e insuficiente,cambios de humor repen-
tinos, lasitud, insomnio, falta de capacidaá mental, inconstancia,
desconfianza, amor por la soledad, ttrnidez, calvicie prematura, falsa
devoción, fáciimente asustadiza,confusión de ideas, gusto extremo por
los chicos,hombros caídos,espaldadébil, rigidez en las articulaciones,
pasostorpes, parálisisde las piernas,sueño en malasposturas,falta de
desarrollodel pecho, apetito caprichoso,gusto por los alimentosartifi-
cialesy perjudiciales(entre los que incluye las minas de los lápices,el
yesoy la tiza), ascopor las comidassencillas,uso de tabaco,palidez no
natural, acnéy granos,onicofagia (morderselas uñas),mirada furtiva,
sudor frío en las manos,palpitaciones,histeria,anemia,ataquesepilép-
ticos, enuresis(orinarsedormidas en la cama)y uso de palabrasobsce-
nas 168.
Además, sosteníaque si no aparccíanestos síntomasno era debido
a la inocenciade la chica, sino a un mayor atino pan ocultar su hábito.
Y el mejor remedio para quien era descubiefia in fraganti consistía en
aplicarle ácido carbónico puro en el clítoris. Brutal, sí: pero cuando el
sorprendido eravar6n recomendabaque se le circuncidaruinmediata-
mentey sin anestesia.
No seránecesarioadvertir a las lectorasque no precisanecharsea
temblar por el efecto descrito en tales admoniciones.Cualquier pareci-
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) )61

do que se descubra entre esasdescripcionesy la realidad será pura


coincidencia.Ninguna persona,por mucho que se masturbe,sufre esa
especiede consunción enojadizaque señalanlos mencionadosautores.
Ni presentaráun aspectoque la diferencie de sus semejantes.Y si pa-
dece algunaclasede debilitamiento,o de alteraciónde la salud,lo más
ruzonableserábuscar otras causascomo verdaderasresponsablesde la
posible enfermedad.
Como señaléantes,estassupuestassecuelasde la masturbaciín no
estándesuitas en la literatura científica actual. Y si algún médico sostie-
ne hoy día tal sarta de disparates,téngasepor seguro que actúa más
como insÚuctor dogmático que como científico. Conviene no perder
de vista que los médicos, enfermerasy los psicólogosde uno u otro
sexo están sujetos a las mismas influencias socialesque el resto de la
población. Razón por la que, a poco que descuiden su objetividad
científica, actúan como cualquier otra persona, utilizando opiniones
sesgadas;con el agtavantede que su posición de líderes de opinión
hace que cualquier estupidezque sueltenseaconsideradapor la pobla-
ción como uoxDei. Algo parecido a1o que sucedecon los medios de
comunicaciónde masas.
Además, tales atribuciones a la masturbación son inconsistentes.
Para probar su falsedadbastaríareducir el argumento al absurdo, sin
necesidadde acudir a otras fuentesde conocimiento.Así, si fuera cier-
to que las personasque se masturbanpresentanel aspectodescritopor
los diferentesautorescitados, el mundo estaúapoblado por esa espe-
cie de zornbisde una forma casi exclusiva, dada la extensión virtual-
mente universal de esa ptáctica sexual. Pero como no sucede así (la
gente sueletener un áspectomás bien normalito), esosperjuicios para
la salud ocasionadospor la masturbaciónson, sencillamente,absurdos,
irracionales,imaginarios,descabellados, pura mentira, un engaño...
¿Hay que insistir más en ello?
Los mitos nacen cuando el ser humano necesitaexplicarsealgún
acontecimientodel que ignora sus causas.Es decir, respondena las ne-
cesidadesde los grupos socialesque los elabonn'e. En algunasoca-
sionesse trata de ilustrar el origen del propio cian; en otras, se intenta
dar sentido a acontecimientoso fenómenosnaturalesy de la vida coti-
diana. En definitiva, lo que se pretende con ello es cubrir esa falta de
conocimientoscon algunaleyendaque dé a sus creadoresla sensación
362

de saber el significado o el origen de aquellos sucesosde los que son


testigos.Nada angustia más al ser humano que la sensaciónde incer-
tidumbre. Y hace cualquier cosa con tal de evitada, aun a costa de
aferrarsea mentiras para adquirir la sensaciónde cefi.ezaque necesita.
Cuando la sensaciónde inseguridad d,canzaintensidadespatológicas,
la persona que la padecehace cualquier cosa con tal de evitarla;hasta
el punto de incapacitarlespara desarrollar las actividadescotidianas
con normalidad.
Aunque creer y saberno sealo mismo, las personasque creen ac-
túan con la misma seguridady ffumezaen sus conviccionescomo las
que tienen plena concienciade trabajar sobre la base de hechos cier-
tos. Por esono puedeextrañarque algunoscomportamientos, o ciertas
ideas,se mantengandurante generacionesa pesar de ser falsos.Así su-
cederáhastaque las evidenciasen contra resultentan aplastantescomo
para inducir el cambio.Pero, a veces,ni siquieratalesevidenciasconsi-
guen la inversión de las actitudesenraizadasa travésdel tiempo.
Algo así sucedecon la masturbación.
Hasta hace bien poco se ignoraba prácticamentetodo sobre esta
práctica sexual. Además, existía un clima social muy represor en lo to-
cante a ella; 1o que no fomentabaprecisamenteque el tema se aborda-
se con la suficiente fluidez y permeabilidad como para permitir la in-
troducción de ideasmás sensatassobre é1.Con ello, el clima generado
alrededorde la masturbaciónse ha mantenido siempreen un ambiente
preñado de ignoranciay de temores.Algunas relacionesespuriasentre
la masturbación y cualquier altemción terminaron convirtiéndose, por
mor de la ignoranciay el miedo, en relacionescausa-efecto. Y asi,acte-
centándosecomo una bola de nieve, se han transmitido de generación
en generación, afianzándoseen la conciencia colectiva de los pueblos
como si de un conocimientocierto y científico se tratase.
Resultacurioso comprobar cómo han sido silenciadaslas vocesau-
torizadas que clamaron en contra de esta idea ruin sobre la masturba-
ción. Emil Kraepelin, contemporán, le Freud y paru muchos el padre
de la Psiquiatríamoderna,escribií' .t,l9I7 un resumende lo que ha-
bían sido los últimos cien años (de entonces)de su especialidad.Y de-
cía respectoa las creenciassobre la masturbación:<<Lacreenciaen el
efecto nefasto del onanismo, que aún hoy dia aparccecomo una obse-
sión en algunosescritos,estabamuy extendida;Tissot,Chiarugi, O.gg,
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALT]D) J6)

ZeIler, Haindorf y otros describen sus tremendas consecuenciascon


los colores más sombríos. Se creía que el onanismo podia llevar a Ia
consunción,la demencia,la aúofia de la médula espinal,la parálisisy
una muerte miserable,mientras que hoy día sabemosque no debe ser
considerado,en cuanto a lo esencial,más que como una consecuencia,
y no como una causa,de los trastornosmentales.Incluso la represióno
la satisfaccióndesordenadadel deseo sexual fueron considerados
como una causade frecuentelocura>>r8r (págs.7l-72).

LRs coNsncuENcIASFÍsIcAS

A la masturbaciónse le ha atribuido el origen de la frigidez,la es-


terilidad, la ninfomania,la tabesdorsal, la tuberculosis pulmonar, la
dispepsiay la indigestión, la pérdida de visión, la epilepsia,la pérdida
de memoria, el asma,la parálisisgeneralprogresiva,la gonorrea,la ca-
talepsia,la lasitud, flojedad, agotamientoy debilidad en la marcha, el
deterioro de la médula espinal,el reblandecimientodel cerebro,Ia ato-
0r8'
nía nerviosa,e incluso ¡el suicidio y la muerte!
Las ideas falsas,por absurdasque parezcan,se mantienen porque
con cierta frecuenciadisponen de una ciera base real pan poder so-
brevivir en el tiempo, aunque seade una forma un tanto cogidapor los
pelos. Si no fuera así terminarían desapareciendopor sí solas ante lo
obvio de su falsedad.De ahí que algunasde las consecuenciasatribui-
das a la masturbaciónhayan gozadode cierta credibilidad durante tan-
tos años.Véansealgunosejemplos.
Todas las enfermedadesrelacionadas con procesos de debilita-
miento, agotamientoo asteniaadquirieron un relativo crédito a causa
de la relajación que aparecetras el orgasmo en la mayor parte de las
ocasionesy por suspropiedadesansiolíticaso tranquilizantes'Es preci-
samenteuna de las causaspor la que el orgasmo resulta tan agradable.
Pero cuando se relaciona esa gtata rclajación con una práctica (arttfi-
cialmente) culposa, resulta muy sencillo aportarla como prueba del de-
sorden de un orgasmo<<irregulao>. De esemodo,la flojedad propia del
orgasmose <<transforma>> o, más bien, <<seinterpreta como>>un agota-
miento del organismo provocado por una actividad inapropiada' La
consecuencialógicade ese adoctrinamiento es que cada vez que una
364

personasintiera su cuerpo relajadotras el orgasmo,tenderíaa deducir


que su organismo se estabaaflojando por esa práctica.En definitiva: que
estabaenfermando.

Pero el orgasmo del coito también ha sido cargado de culpa en no pocas ocasio-
nes; incluso hoy día. Por eso, \a relajación poscoital también se llegó a considerar
como un desorden que debilitaba al organismo. Se sostiene que el coito es culpable
cuando lo practican los solteros (a veces en condiciones poco confortables, como son
los asientosde 1osautomóviies)y los casados,fuera del matrimonio. Pero no hace mu-
chos años también se declaraba culpable el coito que se realizaba dentro del mat¡imo-
nio con una frecuencia que se juzgaba indecorosa, cuando no directamente pecami-
nosa. En cualquier caso, siempre que su único fin fuera el placer. Los (posibles)
sentimientos de culpa en ese tipo de cópulas, asociados a la relajación del orgasmo,
permitían que también se llegara a ínterpretar esta última como un desgastedel orga-
nismo que, alalarya, sería dañino.

'
Algo parecido sucederíacon la vieja creenciade que la masturba-
ción <<reblandece la médula y el cerebro>>que aún subsisteen algunos
medios.La idea procede de un antiguo concepto oriundo de la Grecia
clásicaque considerubaal cerebro como el órgano que producía el se-
men. El líquido seminal,que es capaz de engendrarnada menos que
una vida nuevab,estabacargadode una enetgíapotencial exffaordina-
úa. Razónpor la cual, en casode dilapidarsemediantela masturbación
o por coitos muy numerosos,habúa de gastar<<necesariamente>> mu-
cha energíanerviosa.Y como estaenergíaera ni más ni menos que ce-
rebral, este órgano seríaquien sufriría las consecuenciasdel dispendio
con un reblandecimientomortal. Y estaidea era aplicablea ambos se-
xos, puesto que, como ya se ha visto, se conocedesdemuy antíguo que
la mujer también eyacula.
Atiéndase a lo que aftrmaba Tissot en el capítulo V, dediCado ala
mujer, de su célebre libelo antimasturbación: <<lossíntomas que apare-
cen en las mujerestienen la misma explicación que los de los hombres.
La secreciónque pierden, menosvaliosay menosmadura que el semen
del hombre, no las debilita enseguida;pero, como su sistemanervioso

b En esta vieja concepción de las cosas,la mujer solo


era una depositaria del se-
men, durante el tiempo que este necesitabapara transformarse en el nuevo ser y le lle-
gabalahora de nacer.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) 365

es más débil por naturalezay son más propensas a los espasmos'cuan-


do cometenexcesoslmasturbadores]los síntomasson más violentos>>'.
Ya lo sabenlas lectoras.Como las mujeresson todas unas histéri-
cas (sistema nervioso débil, frecuencia de espasmos..'¿qué otra cosa
quería decir eseautor?),la pérdida de susfluidos durante la masturba-
ción tiene peoresconsecuencias.
Algo parecido sucederíacon la médula' Si los lectores de uno y
otro sexo hacen un poco de memoria, recordarán que cuando sienten
sus orgasmosapreciansensacionesque cada cual puede describir a su
modo. Pero una de ellas es como una especiede sacudida enlazona
sacra,la pate baja de la columna vertebral. Pues bien: posiblemente
basadosen esaincierta experiencia,en el pasadose considerabala mé-
dula como la sedeiniciadora de las sensaciones sexualesy del orgasmo.
De hecho, los novelistaseróticos del siglo XIX y principios del xx se
hacían eco de ese sentir popular y los localizaban allí en sus relatos.
Así, en los hombres sucedíaque <<sumédula se contraía, impaciente
por recibir Ia mágicapulsación>>. Y las mujeres exclamabanen plena
pasión:<<hazme tuya hastaque se me pare el coruzón,hastaque me es-
tallelamédula y me quede muertecitaen tus btazos>>l84.
En un contexto de temor reverencial hacia Ia masturbación' o
cualquier exceso sexual, era lógico esperar que estos terminaran por
debilitar y reblandecertan preciada zona, con la pérdida consecuente
del tono nervioso.En estecasose asociabael miedo y la culpa, con las
sensaciones<<reales>> de sacudida enla rnédula y la lasitud benefactora
del orgasmo. Maridaje mal interpretado como debilidad en esta trama
preñadade espantos.
A pesar dela galetíade horrores descrita en los párrafos preceden-
tes, a todas luces desfasada para los conocimientosactuales,las conse-
cuenciasfísicasde la masturbaciónque más preocupan a las chicasde
hoy son básicamente:los <<granos> de la caÍay el acné,asícomo las po-
sibles deformacionesocasionadasen el clítoris y los labios menoresde
la vulva y, quizá,lafrigidez y la pérdida del tono nervioso.
La respuestaa esteúltimo temor (Ia atoníanerviosa)ya se ha dado
en los párrafos precedentes.Es un miedo infundado alimentado por

' Adopto la traduccíón hecha por Marisa Abdala en el libro de S. Andreae, Anato'
mía del deseo,Planeta, Barcelona, 20A0 báe. 16l).
)66

quienesestán interesadosen crear angustiaentre las jóvenespara lle-


varlas forzadas por el camino de un concepto peculiar de la <<virtud>.
Pero la masturbación no produce mayor desgasteque la misma fre-
cuenciade coitos o practicar un deporte todos los días y, después,du-
charse.
La cuestión de los <<granos>>dela can, o del mismo acné,es una
de esasdesafortunadasasociacionesespuriasque se apuntaron antesa
las que se termina por dar una relación causa-efectoverosímil,aunque
no la tengan, y permiten nutrir los temores popularesfrente ala mas-
turbación.
Tanto 1o uno como lo otro van realmente asociadosa los cambios
hormonalesque acontecenen el organismollegadosa la pubertad. Ta-
les transformacionesocasionanun aumento de la producción grasade
las glándulassebáceasde la piel. En ocasiones,se acumulala queratina
de la epidermis en su embocadurae impide que el sebo salgaal exte-
rior con normalidad. La grasaacumuladade esemodo es un caldo de
cultivo excelentepara los gérmenes,que terminan infectándolay origi-
nando esos<<granos>> y puntos negros facialesque tanto preocupan a
las adolescentes.
Como en la pubertad aparccen ala pat tanto los <<granos>> como la
masturbación, fue muy sencillo asociarlosy determinar que era la
masturbaciónla que los ocasionaba(podía haberseresueltoque era al
revés). Pero ningún dermatólogo se atneveúaa sostenertal relación
causa-efectohoy, porque es falsa.
Tengan por seguro los lectores de ambos sexos que si la calvicie
aparecieraen la pubertad en vez de en la fase adulta de la vida de los
hombres, o en el periodo posmenopáusicode la muje¡ sin duda se ha-
bría atribuido su causaal abusode la masturbación.
Es de suponer que yahabún sacadola conclusiónde que la mas-
turbación no es responsablede los <<granos>> dela cata,ni del acné ju-
venil. Pero si no 1o han hecho aún, reduzcanel argumento al absurdo
para determinar si es falso o verdadero. ¿No es cierto que dadalafre-
cuencia y la extensión de la masturbación casi todas las adolescenres
del mundo tendrían la caru como una paella si fuera verdad que origi-
na los <<granos>>faciales?¿Y que eso duraría un buen número de años?
Es evidenteque no sucedeasí.Luego los <<granos>> del rostro no se ori-
ginan por masturbarse.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACION
Y SALUD) 367

El temor a que la costumbre de masturbarsedeforme el clítoris y


los labios menoreses más pfeocupante desdeel punto de vista sanita-
rio. Básicamenteporque afectaa la mayor parte de las jóvenes,quie-
nes, cuando tienen algún problema de salud auténtico, terminan por
demorar cualquier exploración médica -máxime si se trata de un re-
conocimiento ginecológico- ante el temor de que en el transcursode
estase descubrasu hábito autoerótico por alguna secuelafísica obser-
vable en su organismo.Y dicha demora puede poner en verdaderope-
ligro la salud de la joven al retrasarel diagnósticode alguna enferme-
dad real. Pero el ternor que origina dicbo retraso carecede fundamento,
pues la masturbaciónno deforrnalos genitalesde quien la practica' No
produce cambiosapreciablesa simple vista. Por lo tanto: es quimérico
pensar que alguien pueda descubrir que una chica se masturba con
una simple exploración física.Ni aunque dicho examenseaginecológi-
co, se haga con una lupa de gran aumentoy lo realiceel galenomás sa-
bio del mundo, seahombre o mujer.
Sin embargo, estostemores pueden tener una cierta base real ex-
trapolada sin fundamento; lo que ha permitido alimentarlos en las
mentes de generacionesde jovencitasinseguras.El autor no desearía
que se interpretaran mal sus palabrasy generar así una aprensiónque
está lejos de su mente ocasionar.Lean atentamentelo que sigue sin
perder de vista las afirmacionesde los párrafos precedentessobre la
falsedadde las atribucionesque se hacen a la masturbación'
Dentro de la norrnalidad, el clítoris puede presentar una variedad
de tamañosimportante en cualquier grupo amplio de mujeres que se
estudie.Si deseantener alguna referenciamás concreta,les diré que el
diámetro transversaldel clítoris, en reposo, oscila en el 75 por 100 de
las mujeres entre I y 6 milímetros; un tamaño que por su frecuencia
puede denominarse<<normalr>. Además, existe un 5 por 100 de muje-
fes cuyo diámetro transversaldel clítoris mide entre I y 2 mllimetros; a
esosseles considera<<pequeños>. Y, finalmente, sellama <<grandes>> a los
clítoris cuyo diámetro transversal,en reposo, se sitúa entre los 7 y 14 mi'
límetros;tamaño que se encuentraen el20 por 100 de las mujeres'Y to-
18t.
dos ellos, hay que repetirlo, se considerandenffo de la normalidad
El aumento de tamaño del glande del clítoris se ha observadoen'
algunasmujeresque han aprendido a masturbarsetardíamente'pasan-
do de no hace{o nadaa ser unas masturbadofasmuy activas.Pero ese
368

incremento de tamaño no ocasionael desarollo de un clítoris penifor-


me. Esto es: no se convierte en un miembro semejanteal masculino.
Siemprese mantiene dentro de los márgenesde tamaño situado entre los
límites de la normalidad rnencionados.Y es un aumento de tamaño que
solo puede apreciarlola propia mujer.
En realidad, solo se trata de un incremento relativo. Es una obser-
vación que puede hacerseen algunasmujeresadultasporque la ausen-
cia de estímulossexualesespecíficosha mantenido su clítoris con di-
mensiones <<infantiles>>. Al comenzat a masturbarse tardíamente y
ejercitar su tejido esponjosoen el engrosamientopor la erección y en
su reducción tras el orgasmo, el clítoris acaba adquiriendo el calibre
que debería haber tenido desde el principio si esa mujer hubiera co-
menzadoa masturbarseantes,como las demás.De modo que, en estas
observaciones,no se ftata de que el clítoris aumente de tamaño, sino
que adquiereel que en realidad le corresponderíadesdeuna magnitud
original anormalmentepequeña0r1.
Estasobservaciones,mal interpretadas,podrían estar en el origen
de la quimera que supone que la masturbación deforma el clítoris.
A pesarde todo, recuérdeseque seestáhablando de un número li-
mitado de mujeres;y de fraccionesde milímetros o de algún milímetro.
No se trata de un <<agigantamiento>> que supongalaviñlización de la
mujer, o su mutación a homosexual,o su metamorfosisen ninfómana,
como se ha llegado a aftrmat en alguna ocasión incluso en ciertos tex-
tos r85.
En lo que se refiere al tamaño de los labios menores, solo puede
afirmarse que tampoco aumentan su longitud ni se deforman con la
masturbación.Este temor también constituyeun buen ejemplo de aso-
ciación espuria que se ha transmitido como si de una relación causal
cierta se ttatara. Algunos autoresse han hecho eco de estafantasíaes-
cribiendo en libros supuestamentedestinadosa la educación sexual
que <<[enlas mujeresmasturbadoras]los labios menoressobresalenen
forma de colgajos>( !) 186.
La forma, el color, el grosor y el tamaño de los labios menoresde
la vulva varíande unasmujeresa otras, dentro de la normalidad. Y una
característica anatómica de estos es que casi siempre son asimétricos
en la propia mujer. También es cierto que en algunaslos labios menores
cuelganmás de lo habitual, hastael extremo de poder contemplarsea
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACION
Y SALUD) )69

simple üsta aunque tengan cerrados los labios mayoresde la vulva. Sin
embargo, ello no es debido a la masturbación. Es una peculiaridad
anatómica,más o menos soportabley estética,como puede sedo la for-
ma y el tamaño de los pechos, dela nariz o de las orejas.
Pero como el desarrolloadulto de los labios menoresno se produ-
ce hasta la pubertad, las chicas no advierten su asimetríay longitud
hasta entonces,que es la edad en la que aumenta la autoobservación
debido ala natwal curiosidad del momento. La misma épocaen la que
aparecela masturbación,si no lo ha hecho antes.Si la chica se mastur-
ba con sentimientosde culpa y es permeable a las historias de temor
relacionadascon esta práctica,terminará por creer que se ha provoca-
do esadeformaciónella misma. Lo que no es cierto, ni de cerca,ni de
lejos,ni a media distancia.
Hagamos un poco de ficción paru relajarnos.Como ya saben,los
pechos normales también son asimétricos entre las mujeres: uno es
algo mayor, pesa y cae más que el otro. Si las mujeres se masturbaran
exclusivamenteacaúciándoselos pezones, en vez de la vulva, seguro
que se habúa atribuido semejantedefornidad a la masturbación,
puesto que ambas cosasse desarrollan aproximadamentea la misma
edad. Con lo que hoy no se encontraríanjóvenespracticando topless
en las playas por temor a que los demás advirtieran su costumbre auto-
erótica.
La reducción de los argumentosal absurdo es un ejerciciomuy sa-
ludable en cuanto a las historias que se relatan acercade la sexualidad
y de la masturbación.Debería practicarsemás a menudo, en lugar de
repetirlassin hacer un mínimo de crítica.

Sostener que la masturbación ocasiona modificaciones físicas apreciables en los


genitales femeninos es absurdo y hoy mueve a risa. Pero hubo una época donde se cre-
yó firmemente en ello, hasta el extremo de que su presencia podía poner en duda un
delito de violación. La legislación antigua (siglo xx) entendía que la práctica de la
masturbación podría ser motivo de consentimiento para la violación al reflejar costum-
bres libertinas en la mujer asaltada(!?). Y pa¡a determinar su presenciahabía c¡ueen-
contfar los signos que la evidenciaban. Y estos eran: <el enrojecimiento lívido de la
membrana luivar, el clítoris generalmente más voluminoso y turgente, el alargamiento
a veces considerable y la flacidez de los labios menores>>.
Tal <desarrolio precoz debe
atribuirse a la excitación prolongada por hábitos antiguos y desarrollados de mastur-
bación>>r87. La joven que tuviera alguna de tales características,anatómicamente nor-
J70

males, y sufría la desgracia de ser violada, era de forma automática culpabilizada de


esaagresión.

Una futura frigidez es otra de las amenazasque se esgrimen contra


las mujeres que se masturban.Esta idea se basa enlateoría freudiana
de que la mujer adulta, para ser psicológicamentemadura, debe trans-
ferir su sensibilidad orgásmicadesde el clítoris a la vagina22a. De no
hacerlo, quedaríaencuadradaen el grupo de <<mujeres clitorianas>>,in-
fantiles o inmaduras, frente al de las <<mujeres vagínales>,que serían
las auténticamentemaduras.Y por esacausaseríanincapacesde expe-
rimentar orgasmosen la cópula, por tener su sensibilidadinmadura-
mente fljada en el clítoris. Ya he comentado en otra parte que esta idea
de la sexualidadfemeninaes errónea.No insístirémás en ello. Solo re-
cordaré que las mujeresfrígidas, es decir, las que son totalmente anor-
gásmicas,seacual seael procedimiento de estimulaciónutilizado,y ca-
recen de cualquier otra sensaciónvoluptuosa,son rarasd.Este mito
hace referen cia, másbien, a la anorgasmiaen el coito. Pero también he
señaladocon anterioridad que no es verdad que la masturbacióntrans-
forme a las mujeresen anorgásmicas. No me repetiré aquí.
Solo añadir que se ha encontrado que el 94 por 100 de las mujeres
que se habían masturbadosin tener problemasde conciencia,ni senti-
mientos de culpa, alcanzanel orgasmo en el coito sin mayores difi-
cultades.Y también lo conseguíanel 85 por 100 de las que se habían
masturbado muy intensamenteen sus vidas; lo contrario de lo que se
predica a tal efecto. Hay más: aun aquellasque se habían masturbado

d Aquí sucede un poco como con el concepto de eyaculaciónprecoz en el hombre


que he comentado en otra parte del libro. En sentido estricto, la eyaculación precoz es
la eiaculatio ante poltae. Es decir, la eyaculación que acontece en el momento de inten-
tar inroducir el pene en la vagina, o muy pocos segundosdespuésde haberlo hecho.
Sin embargo,este conceptose ha extendido, ettóneamente,a todo hombre que llega al
orgasmo antes que la mujer. Lo que no es exactamente lo mismo, porque eso depende
de la conjunción de dos velocidades orgásmicas en el coito: la del hombre y la de la
mujer. Si ella alcanzael orgasmo con más demora que el hombre, por la razón que sea,
este estará inevitablemente condenado a llegar siempre al clímax antes que su compa-
ñera, sin ser por eso necesariamenteun eyaculador precoz. Aquí se trata de otro tipo
de problema (a vecesni siquiera es un problema, solo una cuestión de ajuste) que de-
berá investigarseen cada caso.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) )71

reprimiéndose muy fuertemente, con sentimientos de culpa muy con-


solidados,llegaban al orgasmoen el coito en el 8J por 100 de los ca-
sos.Sin ernbargo,solo alcanzabanel orgasmoen el coito el 35 por 100 de
las mujeresque decíanno baberserr¿asturbado nuncajlr.
El panoramaque dibujan esosdatos es completamentediferente al
marcado por los temoresinfundidos en las jóvenespara conseguirque
dejen de masturbarse. La masturbación no solo no torna frígidas a las
mujeres,sino que lesfacilita el carninopara tener un mejor ajuste sexual
en sus relacionesde pareja, al contrario de lo que sucedecon las que no
se masturban o afirman no hacerlo. O, al menos, señalanque las muje-
res sin inhibiciones sexualesimportantes son más capacesde disfrutar
del sexo (tanto masturbándosecomo en el coito) que aquellasque re-
primen su sexualidadhastael extremo de no permitirse ni masturbar-
se,ni disfrutar en la cópula.
Pero hay más.
El mismo investigador citado0rl, ginecólogo de profesión, ha en-
contrado que las dísmenorreas(reglas dolorosas) son más frecuentes
(60 por 100) entre las mujeresque se masturbancon fuertessentimien-
tos de culpa; algo menos entre las que afirman no habersemasturbado
nunca (40 por 100);y menos aún (I5 por 100) enre las que se mastur-
ban sin ninguna clasede represión.Los resultadosde otros autoresper-
miten añadir a estoshallazgosque existe un buen número de mujeres
que han aprendido a combatir Ia dismenorreaprccisamentemasturbán-
dose inmediatamente antesy durante Ia rcgla. Dado que el orgasmo fa-
vorecelas contraccionesdel útero, las molestiasdisminuyen06e.
Más aún. En el primer parto de mujeresque se casaronvírgenesy
quedaron inmediatamente embarazadas,las contraccionesdel útero
fueron más eficacesen el 86 por 100 de las que se masturbaban sin
mayores problemas de conciencia; mientras que dicha eficacia solo
aparccíaen el45 por 100 de las que lo habían hecho muy reprimidas y
con una fuerte cargade culpabilidad. Pero la competenciade las con-
traccionesdisminuye al I7 por 100 entre las mujeresque afirmabanno
habersemasturbadonuncaoi1.
Estos datos no pueden extrañar si tenemosen cuenta qtuelaoxito-
cina, Ia hormona que se libera durante el orgasmoy se considerares-
ponsablede este,como ya se ha visto, es también la causantede la se-
creción láctea y de las contracciones uterinas. La masturbación no
J72

haúa másque entrenar al organismo en la liberación de esahormona y


faciTitarsu secreción cada vez que es requerida para alguna otra fun-
ción femenina.
La masturbacióntampoco ocasionamayoresproblemasen las fun-
ciones fisiológicaspropiamente femeninas-la regla y el parto lo son
por excelencia-, sino que, por el contrario, parece beneficiarlas,Di-
cho con todas las precaucionesque se deseen.

LRs coNsrcuENcrAs PSrcoLócrcAS

La locura, la melancolía,el cretinismoo la idiocia,la pérdida de la


memoria, la demencia,la histeria, la neurosisy la inmadurez psíquica
en generalhan sido los achaquespsicológicosatribuidos inapropiada-
mente a la masturbaciónor8.
Algunos ilustraron tal suposicióncon observacionesrealespero in-
terpretadasa su gusto. Por ejemplo, es cierto que resulta posible ver
masturbarseen público a algunaschicasdisminuidaspsíquicas,a algu-
nas enfermas mentales,o a ancianascon sus funciones superiores dete-
rioradaspor la demencia.Sostenersobre esabaseque la masturbación
es la causade susdolenciasresultainsultante.Lo que realmenteocurre
-cosa, por otra parte, no muy difícil de inferir- es que esasenfermas
tienen las mismasnecesidadessexualesque las personascuerdas,pero
carecende los mismos frenos psicológicosy socialesque tienen estas.
Por eso, cuando surgen sus deseoseróticos, como 1o frecuente es que
catezcande compañeros con los que mantener relaciones, no sienten
ningún pudor en masturbarsedelante de cualquiera,en lugar de aislar-
se como haúan las mujeressanas.Pero en tales casos,lo primero es su
insania,y lo secundario,la masturbación,O dicho de otra maneramás
apropiada:la masturbaciónes una práctica común entre las personas
cuerdasy las que no lo son; la diferenciase encuentraen que estasha-
cen a la vista lo que aquellasocultan.
En cualquier caso, aquí también es aplicable la reducción del ar-
gumento al absurdo para comprobar su insolvencia.Ya lo habrán he-
cho los lectores por su cuenta al verificar que las calles no están llenas
de deficientes mentales; a pesar de que la mayoúa de las personas que
las transitanse habrán masturbadoen más de una ocasión.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTTTRBACIÓN
Y SALUD) )73

No parece que valga la pena detenersemás en ello.


Sin embargo,no estáde más valorar aquíla relación causalque al-
gunos han establecidoentre la masturbacióny las neurosisen general
-lo que incluye a la histeria-, así como con la inmadurezde la perso-
nalidad.
Es bastantecomún la idea de que las personasque no tienen rela-
ciones sexualesterminan <mal de la cabeza>>. En su versión rnachista,
estar <.maljodidn o <<mal folladu (y perdónenme las expresiones)es
una idea que se esgrimepúblicamente sin recato para justificar el mal
humor o el temperamentodestempladode algunasmujeres;en su ver-
si6n hernbrista,<<esenecesitaechar un polvor>o <<necesita que le hagan
un favor>> son otras frasesque se escuchancon frecuenciahaciendo re-
ferenciaa los hombres ariscos.
Con semejantesexpresionesse resume un lugar común existente
entre la población generalpor el que se consideraque una vida sexual
desarregladao inexistente conduce a la neurosis.Como para algunos
no hay nada más desarregladoen la sexualidadque la masturbación,se
ha terminado por afirmar que ella es causade las neurosis22a (Freud lo
creyó durante la mayor parte de su vida), o que resultaun indicador de
la inmadurez del sujeto que la practica; puesto que lo maduro es pasar
de la masturbación infantojuvenil a las relacionessexualescon otra
personaen edadesadultas.
Las cosas,sin embargo,sucedenrealmentede otra manera, como
se ha visto en los capítulos 1,3y 14. Son las personasneuróticasy las
previamenteaisladaslas que, dentro del marco de desadaptacióninter-
personal que sufren, padecen también problemas en la esfera sexual
como un síntomamás de esedesajuste.Despuésde todo, mantenerre-
lacionessexualesexige interaccionarcon otros sujetos,tener en cuenta
sus necesidades,solicitar aáecuadamenteque se contemplen las pro-
pias, etc. En tales casos,lo primario es la neurosis,y 1o secundario,o
uno entre otros síntomas,una vida sexualdeficiente.
La ausenciade masturbaciónno solo no es signo de virtud, sino
que revelalo contrario: una represióntan masivade la propia sexuali-
dad (que la persona verbaliza como que <.nolo necesito>)que el sujeto
no se permite disfrutarla ni de la maneramás sencillacomo es mastur-
bándoselol.
No insistiré más en ello; remito al lector a los mencionadoscapítulos.
)74

Muchas mujeres sostienenaún el viejo mito de que la masturba-


ción ocasiona dificultades en el coito (también se mantiene en algunos
consultoriossexológicos de las revistas <<femeninas>> y en novelas escri-
tas por autorasde esesexo;lo que demuesúalafuena con la que está
enraizadoel tópico), pero proyectadohacia el hombre.
Contribuye a ello las dificultadesque unos y otras pueden tener en
los encuentrossexualesmás o menos fortuitos y deseados.Cuando un
hombre no consigue eyacular en el coito, la actual mitología femenina
lointerpreta con cierta frecuencia como que el joven está acostumbrado
a masturbarsey, entonces,el estímulo del coito le resulta menos eficaz
para alcanzarel orgasmo (es una afirmación que algunastambién hacen
respectoa sí mismas,como se ha visto, pesea no ser cierta),Y cuando
lo alcanzacon rapidez, o simplemente antes que la chica, el problema
se formula de manera distinta: acostumbradoa un orgasmorápido du-
rantela masturbación,no aprendeú a controlarsebien durante el coi-
to. Es decir, que el mismo acto puede interferir de dos formas diferen-
tes en el coito segúnesetópico.
Es falso, naturalmente. Según indica ese mito, la masturbación
ejerce un impacto desigual y divergente, según el sexo de quien la
practica.Y, además,en los hombres lo mismo podría producir eyacula-
ción retardada como eyaculaciónprecoz, que son fenómenos completa-
mente diferentes.Ya he señaladoque no es cierta la influencia que se
creía que teníaIa masturbaciónsobre la mujer. No hay ninguna razón
para pensarque sí la tiene sobre el hombre. Más aún, existeninvestiga-
ciones que revelan lo contrario. Se ha demostrado que los hombres
que padecen una auténtica eyaculaciónprecoz controlan muy bien el
tiempo del orgasmo durante la masturbación (tardan más en ilegar al
orgasmomasturbándoseque en el coito) reO; que es justo la idea contra-
ria sostenidapor ese mito y que reflejan algunos medios de comuni-
cación cuando recomiendanpracticar en solitario técnicasde retraso
eyaculatorio(estassolo son útiles cuando las aplica la parcjadel sujeto
afectado).El problema está en que tal mito, lejos de ser conveniente-
mente esclarecidopor los medios de divulgación,lo emaízancon este
tipo de comentariosirreflexivos.
Incomprensiblemente,aún se sigue sosteniendoen algunoslibros
de autoayuda sexual femenina escritos por mujeres que la masturba-
ción puede ocasionareyaculaciónprecoz en los hombres016,020.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) )75

¿Hay que repetir otra vez que la masturbación no causa ninguna


de ias alteracionesque se le atibuyen en ninguno de los dos sexos?

Lo que no entienden los jóvenes de ambos sexos es que después de una fiesta re-
gada con alcohol (u otras sustancias)tanto uno como otra tengan dificultades para al-
canzar el orgasmo en el coito (orgasmo retardado en el chico y en la chica), precisa-
mente a causa de la acción sedante del alcohol (que obstaculizala excitación) y por la
acción depresoraque ejerce este sobre la secreciónde oxitocinaJel(el neuropéptido
responsablede las sensaciones
orgásmicasen ambos sexos2r2).

Los únicos problemas psicológicosque en realidad podrían atri-


buirse indirectamente a la masturbación son los ocasionadospor los
infundados temoresinducidos en las mujeresdesdefuera para que de-
jen de masturbarse.Semejanteambientegeneraun desasosiego que no
hace más que incrementarlos sentimientosde culpa por los reiterados
fracasosacumuladosal intentar abandonaresaactividad.
Son fracasosque no pueden extrañar. La sexualidad es una fun-
ción natural del ser humano. Es una tensión que surge espontánea-
mente, o inducida por los estímulospertinentesprocedentesdel exte-
rior. Por tilizar una terminología coloquial: es algo que <pide el
cuerpo>>, entendiendo la voz cuerpo por algo más extenso que lo pu-
ramente orgánico. La masturbación,ya se ha dicho, es una de las for-
mas de reducir los nivelesde tensión sexual así generados.Y es un re-
curso al que se acude con facilidad por su proximidad, máxime en
una época de la vida en la que concurren una excitabilidad sexual re-
cientementedescubiertae intensay la prohibición social de mantener
relacionessexuales.Un recurso que se mantiene despuésa lo largo de
toda la vida, como hemos tenido oportunidad de comprobar en el ca-
pltulo r,.
No son pocos los autores que se han manifestado a favor de la
masturbación por considerarlauna actividad sexual como otra cual-
quiera que, por otra parte, estáincluida en el procesode desarrollodel
ser humano. Su práctica proporciona un equilibrio psicológicoy físico
que no son despreciables, aparrtede que pueda contribuir ala adapta-
ción a una vida sexual de pareja bien templada.Por eso,insistir en su
represiónes ir en contra de la NaturaIeza.Y de ahí vienen esosrepeti-
dos fracasosen abandonarla;lossentimientosde culpa por no lograrlo;
y la ansiedad.
376

¿Cómo se imaginan que calmanesaansiedadlas jóvenessometidas


a semejantespresiones?Con el ansiolítico, el hipnórico, el relajante
muscular que mejor conocen,tienen más a mano y pueden obtener sin
receta médica alguna: el orgasmo. Y la forma de alcanzatlo fácl y rápi-
damente es, sin duda, masturbándose.De ese modo resulta que las
coaccionesy los temores que se inducen en las jóvenespara que dejen
de masturbarse,lejos de conseguiresefin, lo que hacen es incrementar
la frecuencia masturbatoria por lavía señalada.O su neurotización, pot
los conflictos intrapsíquicosasígenerados.Como la neurosisno es más
que una defensageneral de la person alidad frente a la ansiedadgenera-
da por los conflictos, ¿cómo creen que podrían calmar esaansiedadlas
personasnevrotizadas?:masturbándoseo reprimiéndosemás (neuroti-
zándosemás). La intimidación para évitar o reducir la frecuencia de la
masturbaciónes,pues,un verdaderofracaso.

LASCONSECUENCIAS
SOCIALES

Con seguridadson más importanteslas consecuenciasocialesde la


masturbaciónque las físicaso las psicológicas.Y no se rrata de que las
personasque se masturbenmuesffen eseextraño retraimiento que di-
bujaban los autoresque se citabanal inicio de este capítulo. Las cosas
van por otro camino.
¿Qué pasacuando una joven es sorprendidamasturbándose?Aca-
so las lectorashayantenido esta experienciao han sido testigosmás o
menos directos de lo que le ha sucedido a otras. Lo más probable es
que la chica así sorprendida se sentirá humillada, dada la vergüenza
con que vive su autoerotismo.Pero también puede sucederalgunaotra
cosa.
Si la descubren sus padres y el clima de confianza no es muy bue-
no, tanto en estecomo en otros aspectosde la vida... se atmaráun es-
cándalo de tamaño colosal.Si son sus profesores,puede sucederotro
tanto, dependiendo de las circunstanciasy de sus actitudesfrente a la
sexualidad. Si son sus amigas,la cosa puede ir desde una sencilla y
muda comprensión ala rechifla. Y si son sus amigos, hay diversión
para rato; como sucederíaen el caso de que el sorprendido hubiera
sido un chico.
UNA HISTORIA DE MIEDO (MASTURBACIÓNY SALUD) 377

Suzanne HorerorT recoge los siguientes testimonios de dos corresponsalessuyas.


Uno de ellos lo hace una mujer de treinta y cinco años, casaday con hijos: <<Cuan-
do yo tenía catorce años hubo un gran alboroto famrliar porque mi prima "se tocaba".
Mi madre me preguntó con inquietud si yo también 1ohacía. Como es natural, contes-
té que no y dejé de acaricia¡me puesto que estabamal. Posteriormente supe que no es-
taba mal, pero cuando 1o intenté lde nuevo] ya no sentí nada. Hace poco tiempo que
empiezo a soportar las cariciasen el clítoris> (pág.104).
El omo lo hace una mujer de treinta y cuatro años, casaday con un hijo: <Cuando
yo tenía dieciséis años en mi familia se contaba que mi prima se masturbaba. La consi-
deraban viciosa y anormal, y su madre se empeñó en llevarla a un médico ¡para que la
cuidaral No era 1omás adecuadopara desculpabilizarme,y me escondíamás que nun-
ca. Seguí masturbándome, pero me sentía culpable. Cada vez me prometía que sería la
última... y luego seguía.Es innecesario decir que unavez casadatambién ocultaba a mi
marido esas"prácticas"> (pág. 105).

En cualquiera de esassituaciones,la consecuenciasocial paru la


chica que ha tenido la mala suerte de ser descubiertamasturbándose
es la de ser puestaen vergüenzaantelos demás.Para ello no es necesa-
rio que sea colocada enla picota expuestaal escarniopúblico. Basta
con que una, dos o más personasle recriminen por esa actividad, o la
sometana un intefrogatofio pof tal causa.
La actitud negativaque tienen los profesoresrespectoa la sexua-
lidad de sus alumnos se documentó muy bien en un estudio rcalizado
en 1998. La masturbación es la conducta que los profesoresencuen-
tran más indeseableentre sus alumnos; por eso ser descubierta por
ellos en tan íntima actividad puede resultar muy mortificante, La acti-
tud es más negativa entre las profesora.sque entre los profesores, y Jo-
bre todo si se descubreentre las chicas3%.

Pero cabe un consuelo:de1'arpasar los años y llegar a la ancianidad.Entonces las


cosasvarían un poco. Las actitudes socialesf¡ente a la sexualidad de los ancianos están
cambiando muy lentamente;hoy se aceptamás la posibilidad de que los ancianospo-
sean deseossexualesy necesidad de satisfacerloscomo en épocas anteriores de su vida.
Esto es importante porque hasta no hace mucho ha sido piedra de escándalosocial
descubrir que los ancianos mantuviesen alguna clase de actividad sexual.
Así, se ha encontrado que los estudiantes universitarios y el personal de enfermería
encargadode cuida¡ ancianosen las residenciasdonde se alojan muestran una ausen-
cia de actitudesnegativasrespectoal sexo entre los ancianos.Eso ya es importante. Sin
embargo, a la gente todavía le resulta menos c¡eíble la sexualidad de los ancianos que
el sexo entre los jóvenes.Los estudiantes son los que muestran las actitudes más positi-
318

vas; probablemente debido a que la idea del sexo entre ancianos se está abriendo ca-
mino enre las generacionesmás jóvenes, mientras que en las anterio¡es cuesta trabajo
modificar actitudesya aprendidasy consolidadasrtT.
Pe¡o esta disposición tiene una singularidad muy curiosa. Sea cual sea el sexo de
los cuidadores de los ancianos, todos ven con mejores o.josque un varón practique el
coito a que se masturbe; mientras que se adopta la actitud contra¡ia para las ancianas,
contemplándose con mayor benevolencia que se masturben a que practiquen la
cópularr7.¡Menos mal! Porque ya indiqué con anterioridad que la masturbaciónocu-
pa un lugar destacado entre ias actividades sexualesde las mujeres ancianasrle.
La piedra de escándalosocial en el caso de la sexualidad de los ancianos será,
pues, sorprender a un varón añosomasturbándose(no tanto practicandoel coito; qui-
zá porque la masturbación masculina en un anciano despierta la estereotipada imagen
deI uiejo uerde baboso);y sorprender a una anciana en pleno coito (se le perdonará me-
jor pillarla masturbándose; porque de ese modo no se pone socialmente en euidencia).

Pese a todo, es más probable que yo sea objeto de polémica por


haber escrito estelibro a que seanestigmatizadaslas jóvenespor mas-
turbarse.Y es que la masturbaciónpuede ocasionarperjuicios sociales
de una natxt alezainsospechada.
Quizá a algunos lectores les sueneel nombre de la doctora Jocelyn
Elders. Llegó a ser ministra de Sanidaden EstadosUnidos. Y se hizo
famosa dentro y fuera de su país porque se atrevió a ensalzarla mas-
turbación en público. Durante la celebraciónde un Día del Sida, seña-
ló que la masturbación no era una práctica dañina, sino beneficiosa y
recomendable.Y añadió que debería enseñarseen las escuelaspara
que su provecho alcanzataatoda la población y les procurara un sexo
seguro.Ello contribuiría, sin duda, a impedir que el sida y los embara-
zos no deseadosse extendieran más de lo que están entre las ióvenes
púberesde su país.
Se organizó tal escándalopor esaspalabrasque la docrora Elders
fue destituida de su cargo.

A pesar de la reconocidavalentía de mi colega, dado el contexto social donde se


expresó, su comentario cayó en la ingenuidad de creer que sus jóvenes conciudadanas
no se masturban,ademásde tener relacionessexuales,sin necesidadde que se lo reco-
miende un adulto.

Esa situaciónno acontecióen la Europa decimonónica,sino, como


se ha dicho, en Estados Unidos de América, en la última década del
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACION
Y SALUD) )79

siglo xx, durante el primer mandato del presidente \X/illiam BillJ ' Clin-
ton. Más concretamente, en1994.
En efecto, el sexo en generaly la masturbaciónen particular pue-
den ocasionarmales socialesimprevisibles.Sin lugar a dudas,muy su-
periores a las supuestasdesgraciasfísicasy psicológicasque se le han
atribuido hastano hacetanto tiempo.
Pero la principal consecuenciasocial de la masturbación viene
dada por su ocultación,no por su divulgación.Y tiene lugar en el ámbi
to social más íntimo y pequeño como es el de las relacionesde pareja'
Estoy seguro de que las lectoras saben a lo que me refiero. Una
mujer que no transfiere su experienciaautoerótica alas relacionesde
parejatiene muy elevadasprobabilidadesde mantenerseanorgásmica
en el coito durante años.La satisfacciónpor sus relacionessexualeses
minoritaria entre las jóvenes:apenas1o estántres de caáa diez (28 por
100) de ellas.Suelenargumentarque eso es debido a que seles estimu-
la poco en el pecho, a que el coito suele resultarlesdoloroso, a que se
sienten cargaáasde sentimientosde culpa y de miedo y, básicamente,a
la ausenciadel orgasmore2.
De hecho, durante sus primeras relacionesde parcia,las mujeres
jóvenestienen relacionessexualesque son frecuentementeanorgásmi-
cas.Esa proporción cambia con los años,la experienciay la liberación
de las inhibiciones que hastaentoncesdominaron su vida' Lo cierto es
que hay menos mujeres adultas con años de experiencia sexual que
nunca sientenorgasmosen el coito (4 a 1,5por 100) que jóvenesen las
mismascircuntancias(20 por 100)otz'o;t. Entre estasúltimas la ausencia
de orgasmo ocurre en tres de cada cinco (56 por 100) de sus coitos0rl'
¿Por qué será?
Conviene no engañarse.La culpa no es exclusivamentede los
hombres, como cierta prensa feminista autocomplacientegusta de ha-
cer creer a todos. Si las mujeres adultas tienen más orgasmosdurante
sus coitos es porque al liberarse de las inhibiciones juveniles pueden
permitirse buscar por sí mismas el estímulo que más les complace:el
del clítoris. Y no lo hacen de cualquier manera;lo buscan solicitando
más atención hacia este por parte de sus parejas, ciertamente' pero
también responsabilizándose ellas mismas de esa manipulación' La
mayor parte de las mujeres adultas que alcanzanel orgasmo en el coito
no lo dejan al azar; ponen <<manosala obra>> masturbándosedurante
380

el acto (40 por 100) o despuésde él (47 por 100)017,214,2t4.


Más aún: en-
tre las que alcanzanorgasmossimultáneoscon sus parejas,el 83 por
1001oconsiguenporque seayudande estemodo2ta.

Sylvia de Béjar escribelo siguienteal respecro:<¿Por qué cuesratanro que nos sa-
tisfaga nuestra vida sexuai? Responderemosa ello con otra cuestión: ¿cuántas mujeres
conocesque realmentetomen cartasen esteasunto?¿Lastomas tú? ¿Qué hacestú por
tu placer? Ya sabes:No somosvíctimasinocentes;nuestra sexualidades responsabili-
dad nuestra [...] El buen sexo no es algo que te sucede,sino algo que tú hacesque su-
ceda [...] Con todos mis respetos:no te comportes como una muñeca hinchable. Muy
al contrario: ¡haz qte ocurral>>016(pág. 193).

Mas ¿cómo transferir la experiencia autoerótica ala pareja?¿Cómo


masturbarsedurante el coito sin que él lo advierta?A ello habría que
respondersimplemente:diciéndole cómo se masturba cadatna. Y, res-
pecto a la segunda cuestión, ¿por qué habúa que ocultarle que una
necesitamasturbarsecon él para llegar al orgasmo?¿Acasoesa (mas-
turbarse durante el coito) no es una experienciacompartida (él se
estimula con la vaginay ella con la mano o con cualquier parte de él)?
Y aquí es donde juega un papel crucial el silenciofraguado en tor-
no ala masturbación femenina. Como esta no se encuentra alúntan
normalizadaen el conocimiento popular como la masculina,las jóve-
nes sientenreparosen reconocedaante sus parejas...siendo las princi-
palesvíctimasde esesilencio.

Sylvia de Béjar -de nuevo- ha escrito: <El silencio nos perjudica. Callar y espe-
rar, eso es lo que hemos hecho siempre y no nos ha servido de mucho>>oló (pág.49).

Por tal razón es necesarioque todo el mundo conazcala verdadera


extensiónde la masturbaciónfemeninay la normalidad de que una mu-
jer se masturbe. Si hombres y mujeres crecen en un ambiente social
donde esta actividad femenina es de conocimiento común, ni ellos se
sentirán extrañadosde que una chica lo haga (el temor actual de toda
muchacha),ni ellasse avergonzaránde que se sepa,lo que les permitirá
transferir su experiencia,o masturbarsedurante susrelacionessexuales.
No nos engañemos:el silencio sobre la masturbaciónfemenina re-
sulta socialmente más perjudicial que beneficioso. Qrr. tal cosa no
ocurra ha sido la principal justificaciónde estelibro.
UNA HISTORIADE MIEDO(MASTURBACIÓN
Y SALUD) )81

Shere Hite ha insistido sobre lo mismo0le: <<Lasmujeres que sentían el orgasmo


durante la cópula eran, habitualmente, practicantes, en determinado sentido, del "há-
galo por sí misma". No esperaban "recibi¡" el orgasmo automáticamente a consecuen-
cia de la relación sexual con su compañero>>(pág. T9). <<Laregla de oro es que la mu-
jer debe poner los medios para procurárselo,y no esperara que "se lo den". [...] Las
mujeres que mejor se desenvolvíanhabían adaptado sus técnicas masturbatorias sin el
menor reparo a sus relaciones sexualescon otas personas>> (pág. 240). <¿Y qué hay de
malo en usar la propia mano, por ejemplo, para estimularseuna misma "masturbándo-
se" con su compañero?>>(pág. 282).

L¡ n¡stunnAcróN ExcESIvA

Con relativafrecuenciasurgenvocespara sugerir que la masturba-


ción moderadano solo no es dañina, sino que es normal entre los seres
humanos,y que puede reportarlesbeneficiospsicológicosy físicos su-
ficientescomo para hacerlarecomendable,por saludable.Más aún: ad-
miten que puede formar parte integral del desarrollohumano y de su
sexualidad.Suelen ser mensajesde personasbienintencionadasy car
gadasde nzón que pretenden quitar hierro a los temores infundados
existentessobrela masturbación.
Sin embargo, tal manifestaciónencierra una pequeñatrampa que
deshacetodo su potencial provechoso.Contiene un mensajeimplícito
profundamente venenoso.Al referirse a la masturbación moderada,in-
troduce de manera insidiosa en la mente de quien recibe la informa-
ción la idea de que la masturbación también puede ser inrnoderada.
Esto es: excesiua.Con lo que es inevitable que surja la pregunta: ¿qué
se entiende por masturbaciónexcesiua?Alo que no parece aventurado
responder que es la practicada con una frecuencia que se encuentra
por encima de las necesidadessexualesreales de la persona que se
masturba.
En efecto: es una definición muy evidente. ¿Pero qué frecuencia se
consideraexagerada?¿Cuánto entiendenlos lectores que es excesivo:
variasvecesal día, ala semana,al mes, al año...?¿Dónde estáel límite?
Y sobre todo: ¿quiénlo establece?
No hay una frecuenciaestandarizadaáe masturbaciónque pueda
aplicarseuniversalmente.Todo depende de las tensionessexualesde
cada cual. Y esasnecesidadesvatian de unas personasa otfas. Pero es
382

que, en la misma persona, tales necesidadesno son siempre las mis-


mas: el cuerpo humano no es un mecanismode relojería que vaya
siempreal mismo ritmo.
Es fácil de entender con un experimento imaginario.
Imagínenseque seleccionamosa tres chicas al azar.Una tiene la
costumbre de masturbarseuna vez al día, otta lo hace unavez a la se-
manay la tercerase masturba una vez al mes. Se entiendeque lo hacen
asíen respuestaa las necesidadessexualesde cadauna de ellas.
Imagínenseque, por cualquier tazón, se determina fonar a las ffes
chicas a masturbarseuna vez por semana;lo cual se consiguepor un
procedimiento que no viene al caso.
La chica que se masturbaba unavez por semanaestaráencantada
de la vida porque la imposición no le supone ninguna clasede esfuer-
zo, ya que se ajustaa sus necesidades.Estaríamoshablando, entonces,
de una masturbación norrnal. Pero la que necesita hacerlo una vez il.
día se sentirá incómoda y frustrada, porque se está masturbando por
debajo de sus necesidadesreales.Setrataúa, entonces,de una mastur-
bación insuficiente.Y la tercera,la que solo necesitamasturbarseuna
vez al mes, estarámuy descontentacon la exigencia,pues le fuerza a
masturbarsepor encima de susnecesidades.Es decir, de las tres chicas
que se estánmasturbandocon la misma frecuencia,ella es la única que
se estámasturbandoexcesiuamente.
¿Qué señala este experimento imaginario? Que el concepto de
nasturbación excesiuanada tiene que ver con un número predetermi-
nado de vecesde práctica de esa actividad. Que no existe un modelo
de frecuentaciónde la masturbaciónhomogéneoque pueda aplicarse
uniformementea todas las personas.
Nadie puede sostenerque el prójimo se masturbe excesivamente
porque lo haga cien veces d, día, a Ia semana,al mes o al año. Si esa
frecuencia satisfacesus necesidadesy le permite sentirse cómoda y
equilibrada: es su periodicidad normal. Pero si orra necesitahacerlo
con mayor frecuencia,no por eso se estámasturbandoen exceso,sino
que lo está haciendo conforme a sus necesidades;luego también lo
hace con normalidad, con la asiduidad que a ella le resuelve.Por el
contrario, solo aquella que necesitamasturbarsemucho menos de las
frecuenciasmencionadas(o cualquíerotra) estatáhaciéndoloexcesiva-
mente.
UNA HISTORIA DE MIEDO (MASTURBACIÓNY SALUD) )83

En definitiva, el excesoen la masturbación, o en cualquier práctica


sexual como podría ser el mismo coito (¡cuántoscoitos se practican al
día en nombre del sexo y solo buscan descargarlas tensionesde otro
tipo acumuladasdurante la jornadal), no viene determinadopor el nú-
mero de vecesque se acude a ella, en términos absolutos,sino porque
se realicepor encima de las rcecesidadesindiuiduales de cadacual.
Como las necesidadessexualesde las personasno son similares
entre sí, es evidenteque para determinar que se estánmasturbandoex-
cesivamenteel único punto de referencia son ellas mismas. Ninguna
otra. El conceptode masturbaciónexcesiuaes relatiuo. Y si me apuran
un poco: entelequial.
Y paru saber que una persona estámasturbándosepor encima de
sus propias necesidadeshabrá que determinar con qué frecuencia lo
ha hecho en distintas etapas de su vida. }{abrá qre analizarlas distin-
tas situacionespersonalesy ambientalesen las que se encontraba en
cada momento. Para saber,finalmente, si en el periodo que se estudia
puede afirmarseque se masturbó por encima de lo que era normal en
ella.
Una vez que se ha establecidoque una mujer se masturba por en-
cima de sus necesidades,habrá que concretar las causas:ansiedado
miedo (como en los periodos de exámenes),tensionespersonales(ante
problemas importantes),dificultades de relacionesinterpersonalescir-
cunstanciales,el propio aburrimiento o la soledad,sobreexcitaciónse'
xual por diversascausas,entre otras muchas.Cuando seaposible inter-
venir, podrá hacerse.En otras ocasiones,Ia mayotía de ellas, no será
necesariohacer nada, pues lo habitual es que esetípo de masturbación
ocurra en periodos de tiempo autolimitados.Cuando se interprete que
la persona en cuestión sufre de problemas que interfieren su sistema
de relacióny eue, a causade ellos, se masturbamás de lo que lo ha he-
cho en otras épocasde su vida, se deberá intentar descubrir dónde ra-
dican esasdificultades y ayudarlea resolverlas,si solicita ayuda.Pero,
como se ha visto, en cualquier caso síempre se hará referenciaal pro-
pio individuo para establecersi se estámasturbando<<excesivamente>>
o no. No se tiene en cuentalaidea que cada cual pueda tener de lo que
es excesivoo no; pues lo habitual es que todos considerensu propia
frecuenciacomo la normal, y juzguen las demásrespectoa esavara de
medir. Lo que es, a todas1uces,inapropiado.
384

De todos modos, que una personase masturbemás de lo que es su


costumbre en un momento dado no es más que un signo de que está
sucediendoalgo en esacoyuntura que le induce a buscar alivio de sus
tensiones(no solo sexuales)mediante el orgasmo(que tiene innegables
propiedadestranquilizantes).Y en tal caso,la cosa carecede trascen-
dencia. No vale la pena preocuparsepor ello, pues, entre otras cosas,
por más que se masturbe,no caetáfulminada por ningún rayo, como
ya seha visto.
Lo más sensatoes no desvelarsepor el concepto de masturbación
excesiua.Sobre todo si son los demáslos que indican que una lo está
haciendo <<demasiado>>. Habrá que preguntarles respecto a qué o a
quién. En estascircunstancias,laúnica referenciaválida para estable-
cer si una se está masturbando con más frecuencia de lo habitual, en
un momento dado, es una misma; nadie más, por mucha autoridad
que sele atribuya.
EpÍroco

<<Sedulacuraui, humanas actiones non ridere, non lugere,


neque detestare,sed in tel/igere.>>
(Me he preocupado sinceramentede no lamentar, detes-
tar o reírme de las accioneshumanas, sino de entenderlas.)

Banucn or SprNoz¡ (I632-t677),


Tractatus politicus, l, ív

<Si alguien en su discusión con nosotros se desinteresa


de ajustarsea la verdad. si no tiene la voluntad de ser verí-
dico, es, intelectualmente,un bárbaro. De hecho, esa es la
posición del hombre-masa cuando hal:la, da conferencias o
escribe.o

JosEOnrrcev Gass¡r(18$ -lgli>),


I¿ rebelión de las masas
(EspasaCalpe, SeleccionesAustral, Madrid, 1980, pág. I12)

Lu -urtrrrbación femeninasufre actualmenteuna situaciónde se-


cuestrosocialque no resultafácil de liquidar. Y no lo es porque apenas
se habla de ella en la vida cotidiana y ptácticamenrecarecede presen-
cia algunaen los medios de comunicación de masas.Parece como si no
existiera.Un espesomuro de silencio la rodea hasta hacerla invisible.
El velo de pudor con el que se ocultan las actividadesautoeróticasfe-
meninasestátejido con un entramadotan denso que se ha ffansforma-
do en una asfixiante mordaza que ahoga a quienes se cubren con é1.
Una venda rcforzada por la vergüenza que las mujeres sienten por esta
prácticasexualque les es tan propia y por una sociedadque no parece
demasiadodispuestaa reconocersu normalidad. La idea de que la
386

masturbacióntiene una escasaincidencia en la mujer ha sido durante


mucho tiempo, y aún lo es, un espejismoen el que han intentado verse
reflejadasmuchas de ellas sin conseguit reconocersecomo realmente
son. Más pareceque dicha idea es un mantra social recitado con insis-
tencia para ocultar la verdadera natutalezasexual de la mujer.
Hemos revisado a lo largo de estas páginasalgunas de las razones
más importantes que se conjuran contra la normalización social de la
masturbación femenina e impiden que se hable de ella tanto como se
hace de la masculina.
Una prueba de la invisibilidad que tiene en nuestros días el auto-
erotismo de las mujeresnos la proporciona la forma como sueleabor-
darseel tema en los libros de autoayudaque se han escrito más recien-
temente sobre la sexualidad femenina. Esos textos tienden a afirmar
con rotundidad que la mujer tambíénse masturba016. El uso del adver-
bio también revela que las autoras que lo emplean salen al paso de un
pensamientolatente muy difundido en la sociedadque sostieneque las
mujeres no alivian sus tensionessexualesde una forma autónoma ni
disfrutan con la masturbación.Al señalar que también se masturban,
intentan significar que aquí las mujeres no actúan de forma diferente a
como lo hacenlos hombres, de quienesla masturbaciónes más conoci-
da y está socialmente mejor aceptaday normalizada porque se habla
con más desparpajode ella.
El secuestrosocialde la masturbaciónfemeninaactuales semejante
al que sufrió su sexualidad durante años. Hasta tiempos muy recientes
se negabala existenciade deseossexualesindependientesen las muje-
res, su necesidadde satisfacerlosy la frusffación que sentíancuando no
lo conseguían017. Y aún en nuestrosdías,lamayor parte de la población
(87 por 100) sigue creyendoque las mujerestienen menorestensiones
sexualesque los hombres115, quieneshan sido hasta ahora los espurios
representantesdel vigor sexual. Todavía se hace necesario realizar una
pedagogíanotable para extender entre la gente ideasmás acertadasso-
bre la sexualidadhumanay sobrela masturbaciónfemenina.
Durante años,las mujereshan asumido en público que tenían un
tono sexual oficialmente bajo, pese a que semejante afirmación iba en
contra de susmás íntimas convicciones,sussensaciones más vivasy sus
accionessexualesreales.Algo parecido a lo que sucedehoy día con la
masturbación.
EPILOGO )87

Tales creenciastienen como base un modelo de mujer quimérico y


patológico que durante siglos se hizo pasar como normal y contra el
que muchasmujereslucharon en su interior hasta,acaso,sucumbir en
el empeño.Un prototipo que, lejos de suspretensiones,era claramente
disfuncional y enfermizo ala luz de los conocimientos que tenemos
hoy día'2. Ese arquetipo femenino sosteníaque la natvaleza de la
mujer era indiferente al sexo y carccíade deseoso de necesidadesse-
xuales008.También postulaba que en caso de sentir la voluptuosidad
de su cuerpo su obligación era no dejarseaffastfarpor ella, ahogándo-
la con la indiferencia.Como era una idea difícil de asumir para quienes
eran conscientesde las sensacionesque se despertabanen su cuerpo,
se consiguió que tal esfuerzofuera interioizado como algo positivo y
digno de empeño, sosteniéndoseque el <<dominio>> de esaspasiones
era prueba de una superaciónpsicológicaque revelaba madurezperso-
nal'a. De ese modo, el mundo científico, comportándosecomo dog-
máticos más que como investigadores,asumió la dualidad religiosa
cuerpo/alma y la necesidadde doblegar y mortificar el cuerpo en be-
neficio del espíritu. Lo <<normal>>,para esemodelo convencionalfeme-
nino, debía ser que ellas no se sintieran atraídaspor los placereseti-
quetados como <<bajas pasiones>>.Las mujeres que se dejaban seducir
por la carne eran marcadascomo excepcionesdesviadasde esanorma,
utilizándosepara designarlasexpresionesofensivascon clara intencio-
nalidad disuasoria:anormales,<<salidas>>, guarras,putas, ninfómanas,
etcétera.Si tal caída suponía resolverlas tensionessexualesde forma
autónoma, mediante la masturbación,el interdicto social resultaba
aplastante.Hasta el extremo de que, aún hoy, muchas mujeres se
muestran reluctantesalahon de reconocersus actividadesautoeróti-
caspor temor <al qué dirán>.
Ese modelo convencional de mujer solo debía plegarse, a rcgañ,a-
dientesy sin disfrutar de ello, al impulso sexual del hombre por amor
hacia éI,por deber moral hacia su condición de casada,y parala conti-
nuidad de la especie.Paraeste arquetipo de sexualidadfemenina era
impensableimaginarseque una mujer normal (esdecir, que se aiustan
al modelo) pudiera masturbarsey disfrutar con esaactividad.
Muchas mujeres actualestienen inconscientementeasumido ese
modelo femenino convencional.Razónpor la que se sienten incómo-
das cuando also las muestra a los demás como seres<<deseantes>>'2.
188

Y la masturbaciónlas muestraasípor definición, puesto que representa


la satisfacciónde los deseossexualesautónomos,sin el concursode va-
rones y sin atender a los requerimientosreproductivos de la especie.
Razón por la que se sienten obligadas a negat ante los demás que se
masturben y desvíanla atención, siempre que les es posible, hacia
la masturbaciónmasculina pam evitar la ansiedadque les genera ha-
blar de la propia.
Por razoneshistóricas,éticasy estéticas,el tema de la masturba-
ción intimida fuertemente a las mu¡'eres2e2;por eso callan. La mayoría
de ellas aprenden a masturbarseen solitarioo}A,or7,2$,sin referentesex-
ternos de esa práctica femenina; lo que contribuye a que crean durante
una buena parte de sus vidas que son las únicas de su género que lo
hacen. El silencio de las demás les hace entenderlo así. Las mujeres
ocultan de ese modo una actividad que les abochornay de la que en
verdad ignoran su verdaderaextensióny significado.
No puede exttaña\ por lo tanto, que al no tenerla suficientemente
admitida en su interior resulte tan difícil que la masturbaciónfemeni-
na adquierasu normalizaciónsocialy seaasumidapor todos como una
actividad habitual inextricablementeligada al ser humano, de la que
no hay por qué avergonzarsey de la que todos pueden beneficiarseen
un momento dado.

La intimidación que sufren las mujeres ante la masturbación se puede detectar in-
cluso entre aquellas que por su profesión no deberían estarlo al haber modificado sus
actitudes negativas originales por sus conocimientos. Dos psiquiatras de género feme-
nino, que investigaronla incidencia de disfuncionessexualesen pacientesdeprimidos
üatados con fármacos antidepresivos, eliminaron de la escalaque utilizaron para hacer
la evaluación dos cuestionesque estaban relacionadascon Ia masturbación. Ellas lo ra-
zonaror, así: <<...se decidió eliminar los ítems 6 y 7 sobre frecuencia de la masturbación
y capacidad para alcanzarel orgasmo en la mastu¡bación por la dificultad para obte-
ner esta información en la población española>>rea. Pese a su apariencia,no se rata
ciertamente de un razonamiento, sino de una racionaltzación.Las dificultades las tenían
esasdos profesionalesque no se atrevieron a preguntar sobre la masturbación a las
65 mujeres y a los 35 hombres deprimidos que estudiaron, y que estaban mayoritaria-
mente (94 por 100) casados.Estasdificultadesen el personalmédico femenino ha sido
documentada en otra patte2lo.

Existen fuenas socialesinteresadasen que las cosascontinúen de


estemodo. Unas son las ideologíasconseryadorasde todo tipo (políti-
EPILOGO )89

cas, socialesy religiosas),a las que da pánico reconocer que las mujeres
se masturban,ya que eso revelaríaque tienen pulsionessexualesautó-
nomas,ajenasa los requerimientosreproductivosde la especie...y alas
demandasmasculinas.Y utilizan para sus fines toda suerte de subter-
fugios especulativospara negar la extensiónde esaactividad femenina.
Las posturas doctrinales suelen mezclar realidad y fantasíaen propor-
ciones desiguales,pero les otorgan el mismo grado de certezasubjeti-
va. En la medida que predominen las fantasías-siempre indemostra-
bles-, la ideologíay los comportamientosque se sustentenen ellas se
hacen tan sólidos como una roca y lastran el avancedel conocimiento
humano. Y eso es lo que ha venido pasandohastahoy con la mastur-
bación femenina,como creo que he podido mostrar a lo largo del pre-
senteIibro.
Pero también existen poderosos intereseseconómicos a los que
molestaque tales cosassalganalaluz en la medida que eso pueda sig-
nificar una potencial reducción de sus beneficios.Me refiero a las em-
presasque sustentana los grandesmedios de comunicaciónde masas,
que incluye la prensaescrita,la televisión,\a narcativay los estudiosci-
nematográficos.Esos medios, renunciando a sus extraordinariasposi-
bilidades formativas (quisiera creer que no abusandode ellas), trans-
miten en sus productos el modelo tradicional de sexualidadhumana
pan evitarentrar en colisión con la ideologíade suspotencialesconsu-
midoras. No importa que con su elevadopoder de influencia arraiguen
más profundamenteesostópicos. Susúnicos objetivos son a corto pla-
zo y se mide en euros. Según creen,no pueden arriesgarsea asustara
las mujeresenfrentándolascon la realidad de sus actividadesautoeróti-
cas en público, por si les rechazan;puesto que al ser las responsables
del 80 por 100 de las compras familiares,también son sus principales
clientes02r.Por eso la masturbacíónfemenina tiene una presenciade
perfil tan bajo en la narrativa,la prensa,y en la producción cinemato-
gráficay televisiva, abonando la impresión de que no existe.
Algunos investigadoresde la sexualidad humana tampoco están
exentos de responsabilidaden el actual estado de cosas.Lejos de ha-
berla esclarecidocon susanálisis,lahan complicadoelaborandoteorías
que competían entre sí en irracionalidad. En sus estudios no se han
despojadocomo debieran del subjetivismopropio de todo ser huma-
no. Han rcalizado pocos esfuerzospor superar los tópicos ofrecidos
)90

por el entorno cultural en el que han vivido para investigar con objeti-
vidad. I lejos de ofrecer explicaciones,han complicado la compren-
sión de la sexualidadfemenina hastaextremos que muchas de las teo-
rías existentes se apafian de la realidad más que esclarecerla.Han
olvidado la rcglabásica en Ciencia que supone el <principio de la par-
simonia>(también conocido como el principio <de la economía>o <<de
la pluralidad innecesaria>).

Ei principio dela economía quizá seamejor conocido a nivel popular como <{a na-
vaja de Occam>>;llamado así en honor del monie franciscano \X/illiam de Ockham
(1,235 1348). Aunque otros utilizaron la ley de la parsimonia en sus reflexiones antes y
después que é1,se bautizó el principio con su patronímico por lo profusamente que lo
utilizó en sus escritos filosóficos y teológicos'.
El principio de la parsimonia aconseiaque en caso de tener varias explicaciones
para un hecho, si todas ellas son correctas, explican el problema y permiten hacer las
mismas predicciones verificables, se debe aceptar la que resulte más simple, o sea: la
menos complicada y más fácil de comprender. En nuestros días suele interpretarse
también como que <<cuantomás simple sea una explicación, mejoo> o como <<nomulti-
plicar ni complicar las hipótesisinnecesariamente>>.

Resultaciertamentedesalentadorque cuando las teoríaspropues-


tas pata explicar un determinado aspecto de la sexualidad humana
choca de frente con la tenacidad de los hechos,estosno seantenidos
en cuenta y se rechacen en beneficio de formulaciones especulativas
por completo desquiciadas.Mas lo peor quizá seaque dicha conducta
se enmascaredespachandotales discordanciassin revisarlos postula-
dos hipotéticos,aferrándosea ellos, complicandola teoúa original con
otras más especulativassi cabe,para concluir por último que la sexua-
lidad femenina es muy <<compleja>>.
Una práctica parecidaa la de algu-
nas religiones cuando mediante un proceso de razonamientosencade-
nados sobre algún tema llegan a un punto muerto y justifican la
ausenciade respuestassubrayandocon un encogimientode hombros
que <<settata de un misterio>.

' William de Ockham fue excomulgado por el pontífice


Juan XXII debido a sus
postulados teológicos. Pero el buen franciscano no se amilanó y le respondió escri-
biendo un tratado basado en el principio de <<1a
navajade Occam>>,donde demostraba
nada menos que el Papa era un hereje.
EPÍLOGO 391

La sexualidad femenina no es compleja. O al menos no más de lo


que pueda serlo también la del hombre. Si 1o parece es porque su con-
cepción se sustentaen puntos de partida erróneosy se toman referencias
equivocadas.Así no hay forma de conseguirencaiarla realidad de la mu-
jer en las propuestasteóricasprefijadas que seformulan' Les recuerdo la
polémica orgasmo clitorídeo/vaginal que fue discutida en el capítulo 8'
Es un buen ejemplo de falsa <complejidad>, hija directa de teorías sin
base en la realidad cotidiana femenina. Como he repetido hastala sacie-
dad en este libro, debería actuarseal contrario: contemplar primero la
realidad paruteorizar despuéssobre los datos que estareporta.
Pero hay más responsablesen el mantenimiento de la idea de que
la sexualidadfemenina es <<compleia>>.La mujer también es cómplice
de ello. En realidad, le gusta sentirse así, complicada,potque eso le
hace sentirseidentificada con aspectospsicológicosricos en matices
que tienen cierto prestigio socialentre las de su género026'r82)M.

Las mujeres gustan de atribuirse el calificativo de complejasy de concederle a los


hombres eI de simples.Los hombres están de acuerdo con esta apreciación. Lo curioso
es que ni unos ni otras entienden que ei otro sexo esté conforme con las atribuciones
que se le hacen desde el otro género: ni las mujeres entienden que ellos se sientan a
gusto con la consideración de simples,ni los hombres comprenden que ellas gusten de
sentirse complejas.
Pero no busquen explicaciones exrañas (recuerden la nauaja de Occam). Hay una
muy sencilla. Hombres y mujeres entienden diferentes cosascuando uttlizan los adjeti
vos simple y complejo.Panla mnier, siruple es sinónimo de ingenuo, sin doblez, previ
sible, lineal, sin misterio, transparente, infantil; y complejo es para ellas equivalente a
algo cargado de significados, multifactoríal, difícil, tortuoso, pleno de matices, madu-
ro. Por eso se atribuyen con facilidad esta cualidad y no entienden que los hombres se
sientan conformes con la primera. Mas, para elIos,simple quiere decir asequible, natu-
ral, sin complicaciones, centrado en ei momento presente, aquí y ahora, resolutivo;
mientras que complejo significa voluble, inestable, inconstante, engañoso,dar vueltas a
las cosas innecesariamente, complicarse la existencia con elucubraciones sin sentido,
perseguir significados enmarañados a las cosas,complicarse la vida inútilmente, <<bus-
carle tres pies al gato>. Por eso se atribuyen con facilidad la primera cualidad y no en-
tienden que las mujeres se sientan cómodas con la últíma.

Pero conviene no confundir complejidad con confusión. Y eso es


lo que estásucediendocon la comprensiónde la sexualidadde la mu-
jer, en general,y con la masturbaciónfemenina,en particular.
J92

Seguir manteniendo oculta la masturbación femenina no conduce


a ningún sitio. Más aún, el sigilo con el que la sociedaden generaly las
mujeresen particular llevan estetema se vuelve en contra de estaspor-
que obstaculizasus relacionessexuales.¿Cómo aprenderánlos hom-
bres a estimular a las mujeres si ninguna de ellas les enseñacómo se
masturban? ¿Y cómo se atreveránellas a decírselosi la masturbación
femenina no está socialmente notmalizada y, por lo tanto, temen que
los hombres las rechacenpor hacerlo?Y si pese a todo no alcanzanel
orgasmo durante el coito, ¿cómo se atreverána utilizat la masturba-
ción como recursopara compartir su placer con su parcja?
No todo el mundo está dispuesto a aceptar las cosascomo son.
Hay mujeresque prefieren vivir acomodadasen el refugio que propor-
cionan los viejos estereotiposy no se sienten predispuestasa admitir
que la masturbación sea una práctica casi universal enme el género fe-
menino. TeresaViejo no hace offa cosacuando comentalos resultados
de una investigaciónque encuentra que uno de cada tres menores de
once años de edad se masturba:<Si bien él lel investigador] apuntaba
que no existíangrandesdiferenciasentre los varonesy las hembras,yo
les subrayo algo: los hombres se masturbanmás que nosotras[sic]>>2e
$ág 56). Y añade algo más adelanre: <<ELLossE MASTURBAN
MUCHob>>260 (pág.57). Repitiendo lo que ya había escrito con anrerio-
ridad: <... 1 llos hombres] se masturbanrnucho más que nosotras>>264
(pág. 11). La repetición revela que se trata de un estado de opinión
consolidado...¡escritoen el año 2001!
Y, sin embargo,ese cambio es necesario.Las mujereshan de asu-
mir como normal sus actividadesautoeróticas.Hablar y reírsede ellas.
porque es una actividad que se encuentradentro de la normalidad en-
tre las de su género.Parece que una relativa minoría (40 por 100) de
las mujeres que son por completo anorgásmicascultivan el autoero-
tismo01e.Pero prácticamentetodas las mujeres que son orgásmicas,la

b El resaltado es de la propia Teresa


Viejo.
' Ignoro si existe en el mercado
una publicación femenina equivalente a El mejor
amigo del hon¿bre,de GrayJolliffe y Peter Mayle (Sheva,Madrid, 1987).pero su pre-
sencia en los estantesde las librerías sería un buen síntoma de que las mujeres comien-
zan a reí¡se de sí mismas y a no tomarse siempre demasiado en serio; al menos en deta-
Iles relacionados con el clítoris v su manioulación.
EPÍLOGO 39t

mayoúa de la población femenina (90 por 100), se masturban (lo ha-


cen entre un 91 y un 99 por 700)222. Este dato no indica que las muje-
res que se masturban sean excepciones;apunta más bien hacia una
pauta; señalala norma entre ellas.Más aún: la masturbaciónes una ac-
tividad que acompañaala mujer desdesu infancia (hay datos que indi-
can que desde antes de nacer2aT) hasta la ancianidad,si la salud se lo
permite, con independencia de que sea célibe o activa sexualmen-
te222'2t4.Las que no lo hacen muestran unos rasgos de introversión,
poco asertismosocial,escrupulosidady neuroticismo que las sitúa en
los antípodasde la imagen de virtud y normalidad que durante años se
vendió como propia de la mujer que no se masturbabal'r0,174,214,22r,25),2e7
.
A lo largo de las páginasde estelibro se ha podido comprobar que
prácticamentetodo lo que creíamossabersobre algunosaspectosde la
sexualidadfemenina, en general,y sobre sus actividadesautoeróticas,
en particular,es falso. Aún seránecesarioque paseun tiempo para que
tales hallazgos calen hondo entre la población. Pero deben alcanzara
la mayor cantidad de gente posible y en el plazo másbreve del que sea-
mos capaces.
Se necesita mucho trabajo pedagógico pata lograr esa normaliza-
ción. Hombres y mujeres deben acostumbrarsea la idea, lógica por
otra parte, de que la masturbación femenina no solo es algo normal,
sino frecuente. Este hecho no amenazaa nada (la reproducción) ni a
nadie (los hombres). No lo ha hecho a lo largo de los siglos,pues las
mujeressehan masturbadodesdela noche de los tiempos sin que nada
haya pasado. ¿Por qué habría de hacerlo ahorz? ¿Por hablar de ello?
Aceptado solo traerá beneficiospara las mujeres, que se reconocerán
mejor en una imagen socialde sí mismasmás real y auténticaque la ac-
tual. Y favorecerásus relacionesde pareja, porque podrán transferir
con normalidad, sin rubor ni temores,su experienciaautoeróticaa las
relacionessexuales.
Las mujeres han inffoducido numerosos cambios en la sociedad
actual cuando se 1o han propuesto;incluso yendo a contracorrientede
las opiniones generalizadas en cada momento y de las poderosasfuer-
zassocialescontrariasa talestransformaciones.Aquí, con la masturba-
ción femenina, tienen que hacer lo mismo. Si la mujer no se mueve
para normalizar socialmenteesa ptáctica, las cosasno se modificarán
mucho. Pero para ello es necesarioque adquieran el convencimiento
J94

de que tal cosales beneficiaráa ellas,primero, y a los demás,después.


El problema no solo se encuentraÍuera,también lo llevamosdentro de
nosotros, y no podemos ceder a la tentación de culpar siempre a los
demáspor 1o que nos sucede.

Escribe Erica Jong: *Cuando asumí mis propios defectosempecéa aceptarque mi


compañerotambién los tuviera>> 181(pág. 198).
Y Margarita Riviére: <De hecho, las mujeres han caído en la tentación de la que
debían haber huido: la de culpar a todos los hombres para exculparseellasmismasde
sus propios errores,docilidad y miedo>>ora(pág.79).

El beneficio femenino es obvio. Si el entorno social entiende que


es normal que las mujeres se masturben,y puede hablarsede ello con
naturalidad,no se pasaránla primera mitad de susvidas masturbándo-
se en la más absolutade las soledades,con la concienciapoco clara de
hacer algo que les es propio, que les correspondecomo sereshumanos
sexuadosque son. Si socialmentese entiende que es normal y frecuen-
te que las mujeres se masturben, estasno tendrán que pasarsela otta
mitad de su vida deshaciéndosede las inhibicionesy las ideaserróneas
que presidieron la etapa antetior de su existencia.La masturbación
también es para ellas una forma de ejerciciolibre de la propia sexuali-
dad, como cualquierotra.
Pero es que, además,en esecontexto de normalizaciónles resulta-
rá mucho más fácil introducir sus experienciasautoeróticasen las rela-
ciones sexualescon sus parejas,para mejoradasen cuanto a la obten-
ción del propio orgasmose refiere, como ya he señaladoantes.
Muchas veces,el orgasmoes la consecuencialógica del coito. Pero
no siempre:en ocasionescualquiermujer advierte que las cosasno dis-
curren por el mejor camino que conduce a é1.En tales circunstancias,
lo más eficaz es que ella se ayude masturbándose para alcanzareI or-
gasmo durante el tierno abrazode la cópula 016,01e. O que sugieraa su
parcja que se lohaga; para lo que deberá haberla instruido previamen-
te. La queja de que sus parejasheterosexualesno les masturban ade-
cuadamentees común enffe los hombres y las mujeres01e,02t.
Si la masturbación femenina estuviesesocialmente normalizada,
ellas contemplarian esta posibilidad con total naturalidad, sin sentirse
avergonzadasni minusvaloradas por hacedo, ni temerían enojar a su
parcjao que estapiensede ellascosasnegativas.Y ellos seríancapaces
EPÍLOGO 395

de admitir que en tales ocasionessus parejas necesiten utilizat este re-


curso sin sentirsemenoscabadospor tal cosa,ni se extrañaránporque
esatáctica seanecesariaen algún momento o en todos. Porque se ten-
drá asumido que la masturbaciónfemenina es normal, como he repeti-
do hastala saciedada lo largo de estaspágrnas.
Este tipo de situación se da espontáneamenteen algunasparejas
de larga duracíón que han adquirido la intimidad suficientepara con-
templar la masturbaciónfemenina como un recursoen el coito y como
una actividad complementaria que no solo no amenazaa la pareja, sino
que profundiza su relación, Eso es amor y confianza.
La normalizaciín social de la masturbación femenina beneficiará
mucho a las mujeresjóvenesque se inician en una vida sexual activay
a sus parejas,como ya he señaladoantes,Pues al estar extendido por
todo el cuerpo social que es normal que las mujeres se masturben, y
que de hecho lo hacen,ellasno temeránser francasal respectocon sus
parejas,ni que estaslas rechacenpor decides que se masturban. De
esemodo les resultarásumamentefácil transmitirlescon sinceridadsus
experienciasautoeróticas para que ellos sepan cómo actuar en cada
momento y aceptencon naturalidad que ellas se ayuden de esemodo
cuando las cosasno vengancomo deseanen la cópula. Ya sabemosque
al menos la mitad de sus coitos son anorgásmicos0rl;y que solo el
28 por 100 de las jóvenesque son activassexualmentese sientensatis-
fechascon suscópulas'er.
Durante mucho tiempo se ha entendido que esta clase de ayuda
devaluabala relación sexual,porque se desviabade <doauténtico>> que
es tener orgasmosmedianteel exclusivoestímulodel pene.Pero se tra-
m de una idea caduca desde el momento que se entiende que la rela-
ción sexuales algo más que la inserción del pene en la vagina,y se sabe
que es el estímulo del clítoris lo que garuntiza el orgasmo femenino.
Masturbarsedurante el coito no empobrecela relación;al contrario: la
enriquece. Porque permite a la mujer disfrutar de ella en lugar de sen-
tirse defraudada.De hecho, de no actuar de estemodo, las probabili-
dades de alcanzarel orgasmo durante el coito disminuyen de forma
notable. Mas, si se cogen las ríendasde la propia estimulación,las po-
sibilidadesde llegar al orgasmose sitúan entoncesen el96 por 10001e.
¡Valela pena modificar nuestrasactitudessobrela masturbaciónfeme-
nina ante semejanterecompensal
396

Hay que ser más activas en la cópula si se desea un goce mayor


con ella. No hay que dejar que las cosasffanscurran al azar.Es hora de
dejar de arcoiarla responsabilidadfuera de una cuando la compensa-
ción que se obtiene con ello es la anorgasmia.Resultaabsurdo y poco
práctico. Como yahan señaladoalgunasmujeres antesque yo: <<¡}{az
que sucedal>> 016'01e.
La sensatezno dicta otra cosa.

Otra historia es que se considere la cópula como la única actividad sexual posible.
No lo es. Pero, en cualquier caso, la normalización de la masturbación femenina tam-
bién permitirá considerar normal, y no algo devaluado, toda clase de encuentro sexual
aunque no incluya el coito. Este dejará de ser la relación sexual por excelencia. Y pasa-
rá a ser una más de las formas posibles de relacionarse sexualmente, sobre todo si una
deseareproducirse.

La masturbaciónfemenina debe abandonar su actual posición de


actividad secreta paru alcanzarel estatus de una práctica simplemente
íntima.
Los datos mencionadosa lo largo de estelibro son suficientes,se-
gún creo, para que toda mujer sienta que sus actividadesautoeróticas
son tan normales que resulta ridículo avergonzarsede ellas o mante-
nerlas silenciadaspor más tiempo. Y como ya he escrito:son las muje-
res las que deben plantar caraal secuestrosocial que sufre la mastur-
bación femenina para que las cosascambien y mejoren...si es que eso
les interesa.Porque nadie lo va ahacet por ellas,ni con más empuje,ni
mayor credibilidad.
Qtizá venga a cuento finalizar este libro con unas elocuentespala-
bras escritaspor la periodistay escritoraespañolaMaruja Torres:<<... si
las mujeres abandonáramosel victimismo y el resentimiento y dedicá-
ramos el tiempo de la queja a la plena rcalización personal, avanzaría-
mos considerablementeen nuestra lucha. Dejaríamosde parecernosa
d.
los nacionalistas,para volver a ser revolucionarias>>

d Maruja Torres, Mujeres en gilerla, El País-Aguilar, Madrid, 1999


bág. 163)
EPÍLOGO 397

Tabla6. Ar,cuNos Mrros soBRELA MASTURBACTóN


FEMENTNA

Se ha dicho que Y resultaque...

Es <<cosade hombres>; las mujeres no ae- Las mujeres tienen deseos sexuales es-
cesitan masturbarce. pontáneos muy frecuentesy se sienten
frustradas si no los resuelven. La mastur-
bación es uniuersal(91-99 por 100) entre
las mujeres orgísmicas.

A las mujeresles resultadifícil descubrir El descubrimiento precoz y esponráneo


la masturbaciónporque tienen el clítoris de la masturbación es lo más frecuente
escondidoy no tienennadaquetocar. entre las jóvenes, quienes se tocan el clí
to¡is desde tempranísima edad sin tener
problemas p aru 1oc aIízarlo.

La lenta respuesta sexual femenina les Las mujeres responden tan intensa y rá-
impide cogerle gusto a la masturbación. pidamente a los estímulossexualescomo
los hombres (diez segundos).Mastu¡bán-
dose llegan al orgasmo entre dos y algo
menos de cuatro minutos, como ellos.
Menos tiempo en casosde intensaexcita-
ción.

Las muieres tienen menos deseos sexua- La mitad de las mujeres tienen deseosse-
les y les cuestamás tener orgasmos. xuales a diario o casi a diario. Un 42 por
100 se excitanmás rápidae inrensamente
que el promedio de los hombres. Un 10
por 100 son completamente anorgásmi-
cas, un 47 por 100 son monoorgásmicas,
y un 43 por 100, multiorgásmicas.

Es una forma de sexualidad infantil que Las jóvenes. adultas y ancíanassanasse


se abandonaen la madurez. mastu¡ban. Durante el embarazo,la fre-
cuencia de la masturbación se multiplica
por nueve en el último trimesffe.

Es un pobre sustituto de lo <auténtico>>, La masturbación es una actividad sexual


que es el coito. más. No sustituyea nada. Tiene valor por
sí misma. Y es la única actividad sexual
que garantiza el orgasmo a la mujer.
)98

Tabla 6. FEMENINA(continuación)
AlcuNos MITos soBRELA MASTURBACIóN

Se ha dicho que Y resulta que

La masturbación desapareceal formar pa- Las mujeres emparejadascontinúan mas-


rela. Si una mujer casadase masturba es turbándose con una probabilidad supe-
porque ya es¡á cansadade su pareia tras rior al 90 por 100. Lo hacen con la mis-
años de relación. ma frecuencia, o mayor, a Ia que tenían
antes de emparejarse,en la mayoría de
los casos.Se masturban el 88 por 100 de
las mujeres menores de veinticinco años
emparejadas.El 81 por 100 de las muie-
res casadasque refieren masturbarse tie-
nen regularmente orgasmos durante el
coito.

Es perniciosa (física, emocional y mental- Carece por completo de consecuencias fi-


mente). sicaso psíquicas.

Los orgasmos de la masturbación son in- Los orgasmos de la masturbación son


feriores a los del coito. más intensos y los del coito más cálidos,
por lo que tienen de contacto con la pa-
reja.Ambos son satisfactorios.

El sexo es algo para dar a los demás; por Concepto ligado a la relación sexo-pro-
eso la masturbación es una actividad creación. Las mujeres que se masturban
eg06ta. no por eso dejan de preferir tener contac-
tos sexualescon sus parejas.

La masturbación aleja al ser humano del Las mujeres que más copulan son tam-
deseode practicar el coito. bién las que más se masturban.Lo hacen
incluso aunque sus coitos sean satisfacto-
rios. La masturbación es la fuente del
80 por 100 de sus orgasmos. Y no por
masturbarsedejan de preferir la cópula.

Las mujeres que no desean practicar el Las mujeres con <<deseosexual inhibido>
coito inhiben su sexualidad hasta hacerla que han dejado de copular con sus cón-
desaoa¡ecer. yuges se masturban con la misma fre-
cuencia que las que mantienen relaciones
sexuales.Su libido no está inhibida; solo
su deseode copular.
EPÍLOCO 399

Tabla 6. psI4rNN¡ (continuación)


ArcuNos Mrros soBRELA MASTIRBACTóN

Se ha dicho que... Y resultaque...

Solo se masturba la gente solitaria, aisla- Las personasque no se masturbantienen


da o inmadura. más rasgosde inmadurez en su personali-
dad que las que lo hacen. La masturba-
ción no produce aislamiento. Pero en
este la única actividad sexual posible es la
masturbación.

Acostumbrarse a los orgasmos de la mas- La masturbación ni entorpece el disfrute


turbación obstaculiza el disfrute normal del coito ni gatantiza su goce. Quien tie-
del coito. ne problemas con su sexualidad siente
inhibiciones en los dos tipos de prácti
cas. Ambas dificultades tienen un origen
común.

<Si el río suena, agua lleva.> Entonces, si La mujer no habla nada de su autoerotis-
no se habla de la masturbación femenina mo porque lo descubre a solas sin saber
será porque es poco frecuente. que es una actividad practicada por las
otras. Avergonzada porque solo oye ha-
blar de la masturbaciónmasculinay cre-
yéndose anormal por masturbarse,calla.

Hablar de la masturbación femenina no No hablarde ella nos mantieneen un ca-


conduce anada. llejón sin salida. Hace¡lo, permitirá nor-
malizarla socialmentey comunicarsecon
naturalidad con la pareja. Eso favorecerá
las relaciones sexualesorgásmicasen la
mujer.

Masturbarse es darse placer a sí misma. Así van lás cosas en las relaciones de pa-
La mujer no lo hace porque prefiere que reja. En cuanto a la masturbación, es fal-
de hagan cosas>,no hacerlasellas. so: aunque prefieran que <<leshagan>r,
como todo el mundo, no por eso dejan
de masturba¡seactivamentetoda la vida.
BmuocnnpÍn

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