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Según el Artículo 3° de la Decisión 351 concordado con el Artículo 2° del Decreto Legislativo N° 822 se entiende por obra toda
creación intelectual original de naturaleza artística, científica o literaria, susceptible de ser divulgada o reproducida en
cualquier forma. A diferencia de los países de tradición jurídica anglosajona, en la cual se exige que la obra provenga del autor
y que no haya sido copiada (como la jurisprudencia inglesa lo formula: la obra es el resultado de “judgement, skill and
labour”), en los países de tradición jurídica latina como el nuestro, se exige que la obra refleje la personalidad del autor, que
sea individual y tenga altura creativa. En este contexto, la Sala es de opinión que la originalidad de la obra reside en la
expresión -o forma representativa- creativa e individualizada de la obra, por mínimas que sean esa creación y esa
individualidad
Si bien toda obra es el producto del esfuerzo de su creador, no todo lo producido con esfuerzo merece protección por
derechos de autor. Ello sólo será posible en la medida que la creación tenga elementos de originalidad suficientes para ser
considerada como obra. Admitir lo contrario, implicaría proteger incluso aquello que no es objeto de protección por derechos
de autor, como la elaboración de la lista de películas que se exhiben en los cines de Lima. El requisito de originalidad o
individualidad implica que para la creación de la obra debe existir un espacio para el desarrollo de la personalidad de su autor.
En consecuencia, lo que ya forma parte del patrimonio cultural -artístico, científico o literario- no puede ser individual.
Igualmente, la originalidad sirve para diferenciar las obras protegidas por derechos de autor de las banales, de la vida diaria,
rutinarias. Tampoco puede decirse que una creación es original si la forma de expresión se deriva de la naturaleza de las cosas
o es una mera aplicación mecánica de lo dispuesto en algunas normas jurídicas o por lógica o si la forma de expresión se
reduce a una simple técnica que sólo requiere de la habilidad manual para su ejecución. Sin embargo, de acuerdo a las
circunstancias de un caso particular, un pequeño grado de creatividad intelectual puede ser suficiente para determinar que
la obra sea original o individual. Así, en la lista enunciada de manera ejemplificativa en el Artículo 4° de la Decisión 351
concordado con el Artículo 5° del Decreto Legislativo Nº 822 de las obras que merecen una protección por derechos de autor,
la originalidad constituye un filtro para la concesión de la protección en el caso en concreto. Pero el requisito de originalidad
o individualidad no sólo sirve para determinar que cosa es una obra y que no, sino también para determinar el alcance de la
protección del derecho de autor. Sólo se protege contra plagio aquella parte de la obra que refleje la individualidad del autor.
Ahora bien, la determinación de si una obra es original constituye una cuestión de hecho. Se trata además de una noción
subjetiva, en la medida que la originalidad no puede apreciarse de la misma manera en todas las obras. En ese orden de
ideas, para el derecho de autor el término creación no tiene el significado corriente de sacar algo de la nada y la originalidad
de la obra no tiene que ser absoluta, por lo tanto, no es necesario que la inspiración del autor esté libre de toda influencia
ajena.
Herbert Morote interpuso una denuncia ante la Oficina de Derechos de Autor del INDECOPI (ahora Comisión de Derecho de
Autor) contra el señor Alfredo Bryce Echenique por presunta infracción a sus derechos morales de paternidad, divulgación e
integridad y patrimoniales de reproducción y distribución respecto de una obra (que después amplió a otras obras de autores
diversos), que fue declarada infundada, mediante Resolución No. 0323-2007/ODA-INDECOPI, del 12.12.07, por insuficiencia
de pruebas. Dicha Resolución fue confirmada por la Sala de Propiedad Intelectual del Tribunal del INDECOPI mediante
Resolución No. 1121-2008/TPI-INDECOPI del 13.05.08.
Dado que la Oficina de Derechos de Autor había tomado conocimiento de la posible comisión de plagio por parte del señor
Bryce Echenique en perjuicio de diversos autores, a raíz de la denuncia del señor Morote, el 14.11.007, la Oficina de Derechos
de Autor del INDECOPI (actualmente Comisión de Derecho de Autor), inició una denuncia de oficio contra el señor Alfredo
Bryce Echenique, por supuesta infracción a los derechos morales de paternidad e integridad, y patrimonial de reproducción,
establecidos en los artículos 24, 25 y 32 del Decreto Legislativo 822, Ley sobre el Derecho de Autor, de los autores de las
obras literarias “Potencias sin poder” (Oswaldo de Rivero), “Uso social del tabaco” (Eulalia Solé), “El declive del poder
estadounidense” (Graham Füller), “Las esquinas habitadas” (José María Pérez Álvarez), y de distintos autores por parte del
denunciado Alfredo Bryce Echenique, de acuerdo a una investigación realizada por la doctora María Soledad de la Cerda.
En el presente procedimiento, a efecto de determinar si el denunciado Alfredo Bryce Echenique ha infringido el derecho de
autor correspondiente a distintos autores, la Comisión considera pertinente analizar los medios probatorios que obran en el
expediente respecto de cada una de las obras materia del presente procedimiento”. De la comparación de lo escrito por Bryce
Echenique y los presuntos plagiados, se decide: Iniciar proceso en contra de éste, en la modalidad de plagio. Asimismo,
ordenó la acumulación del procedimiento seguido en el expediente No. 00829- 2008/ODA al que se sigue en el expediente
No. 001573-2007/ODA.
El denunciado interpuso las excepciones de falta de legitimidad para obrar y de incompetencia. Mediante Resolución No.
0142/2008-CDA-INDECOPI, del 24.12.08, se consideró que: “Se lesiona el derecho de paternidad cuando una persona no
reconoce la paternidad de una obra correspondiente al autor; y también se presenta cuando, sin ser el autor de una obra se
atribuye la autoría de ésta, sea en forma parcial o total. Esta última conducta, se conoce también en la doctrina como plagio,
el cual puede presentarse bajo dos formas: Plagio servil Plagio inteligente. En cuanto al plagio servil, el autor Horacio
Fernández Depech señala: “Es presentar como de su propia autoría una obra ajena, a la que se le ha copiado y cambiado
solamente el título y nombre del autor, sin alterar su contenido (...)”31. El plagio inteligente consiste en pretender hacer
aparecer como una nueva obra la obra plagiada mediante ligeras variaciones.