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se hacen vida
Cuando los sacramentos
se hacen vida
Mª José Arana Benito del Valle (Ed.)
Desclée De Brouwer
© Lucia Ramón Carbonell, Pilar Yuste Cabello,
Silvia Martínez Cano, Mariola López Villanueva,
José María Larrú Burdiel, Mª José Arana Benito del Valle y
María Ignacia Chacártegui Cirerol, 2008
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Mª José Arana Benito del Valle
8
CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
9
ÍNDICE
10
CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
11
’
Introduccion
INTRODUCCIÓN
15
INTRODUCCIÓN
16
CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
17
1
El bautismo como proceso
de alumbramiento espiritual:
’
la metafora del parto
Lucía Ramón Carbonell
Lucía Ramón Carbonell (Valencia 1970) es laica, casada y con un hijo, Licenciada en
Teología (Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia) y Licenciada en Filosofía
(Universidad Autónoma de Barcelona). Ha cursado estudios de tercer ciclo y ha presen-
tado su trabajo de investigación en el Departamento de Ética y Filosofía del Derecho
Moral y Política en la Universidad de Valencia. Desde 1993 hasta 2003 ha sido profesora
de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia, donde ha impartido cursos y semi-
narios de Teología y Humanidades.
Es profesora de Sagrada Escritura y de Fe Cultura en el Instituto de Ciencias Religiosas
de Valencia. Es profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de
Valencia. Es profesora de Filosofía en Bachillerato en el Colegio San José de Calasanz de
Valencia. Es miembro activo en varias organizaciones ecuménicas e interreligiosas nacio-
nales e internacionales y en redes y asociaciones teológicas de mujeres. Es vocal de la ATE
(Asociación de Teólogas Española) y miembro del FEM (Foro de Estudios de la Mujer).
Pertenece al Grupo Interreligioso de Mujeres de la Cátedra de las Tres Religiones de la
Universidad de Valencia.
1
EL BAUTISMO COMO PROCESO
DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL:
LA METÁFORA DEL PARTO
1. En el umbral
1.1. Con los ojos de la fe
EL BAUTISMO ES EL SACRAMENTO DE INICIACIÓN POR EXCELENCIA, es el co-
mienzo de nuestro alumbramiento espiritual como cristianas y cristia-
nos y de nuestra incorporación a la Iglesia. En el Nuevo Testamento
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EL BAUTISMO COMO PROCESO DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL
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la Iglesia mira hacia otra parte1. Lo cierto es que a pesar del gran
esfuerzo de muchas comunidades cristianas, el consumismo está
vampirizando el sentido profundo de esas celebraciones convirtién-
dolas en rituales-excusa, celebraciones ornamentales, actos sociales
para reunir o contentar a las familias… Rituales talismán que algu-
nas personas en las que todavía queda algún rescoldo de su fe infan-
til realizan fundamentalmente “por si acaso”… Aunque no es fácil,
es urgente y necesario que l@s cristian@s rescatemos los sacramen-
tos de las garras de la superficialidad y el materialismo, si queremos
que mantengan su sentido cristiano y su credibilidad.
Por otra parte, es un hecho que el bautismo ha llegado a ser un rito
insignificante en la vida de fe de una gran mayoría de la gente. Esto
es debido a que en los países llamados cristianos se administra
indiscriminadamente en los primeros meses de vida, por lo que
casi nadie se da cuenta de lo que recibe cuando es bautizado y de
sus implicaciones2. Como ha señalado J.M. Castillo esto tiene una
consecuencia eclesiológica muy grave: “la Iglesia no es ya la comu-
nidad de los convertidos a la fe y al evangelio, sino la sociedad de
los nacidos en ciertos países o en determinados grupos sociológi-
cos”. En tales circunstancias, “el bautismo ha venido a perder su
1. En España ha sido El Corte Inglés la primero gran empresa en darse cuenta del filón
consumista de los sacramentos cristianos, facilitando a los padres la posibilidad de hacer
listas de bautismo y de comunión –al estilo de las listas de bodas–. Si bien estas resultan
cómodas para los padres cuando la gente quiere hacer regalos, acaban por inundar a los
niños de regalos que acaban por convertirse en el centro de la “celebración” ocultando su
verdadero sentido.
2. CASTILLO, J.M, “Bautismo” en FLORISTÁN, C. y TAMAYO, J.J., (Eds.), Conceptos
fundamentales del Cristianismo, Trotta, Madrid 1993, 78-79. Ver también las reflexiones y
aportaciones de BOROBIO, D., Sacramentos en Comunidad. Comprender, celebrar, vivir,
Desclée De Brouwer, Bilbao 1989, muy útiles para la práctica. También nos ha resultado
muy útil para la elaboración de este ensayo ALDAZABAL, J., Gestos y símbolos, Dossiers
CPL n. 40, Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona, Barcelona1992. Desde un punto de
vista teológico cf. TENA, P. y BOROBIO, D., “Sacramentos de iniciación cristiana:
Bautismo y Confirmación” en BOROBIO, D. (coord.), La celebración en la Iglesia II:
Sacramentos, Sígueme, Salamanca 1990, 27-180; OÑATIBIA, I., Bautismo y Confirmación,
BAC, Madrid 2000.
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3. Ibíd, 87-88. En esta dirección apuntan las razones de los que afirman que no se
debe bautizar a los niños, siguiendo a J.M Castillo que junto a las ya aducidas, son las
siguientes: 1) Los sacramentos no se pueden administrar nada más que a los que tienen
fe y un niño pequeño no tiene, ni puede tener, fe en Jesucristo. 2) El niño se bautiza por
la fe de los padres y padrinos, pero nadie puede tener fe por otro, o pecar por otro, o
ganarse el cielo por otro. 3) Es verdad que en el Nuevo Testamento se habla del bautis-
mo de “casas” enteras, pero no se especifica si en aquellas casas había niños pequeños
y se les bautizaba. 4) La costumbre de bautizar masivamente a niños pequeños se intro-
dujo a finales del siglo IV, a causa de un decreto del emperador Teodosio, que impuso
a todo el mundo la obligación de hacerse cristiano. 5) El Nuevo Testamento y los pri-
meros autores cristianos no hablan de la relación entre bautismo y pecado original, que
se introdujo en la Iglesia a partir de San Agustín y su controversia con los pelagianos.
6) El bautismo exige una conversión previa (cf. Hch 2,41; 16,33), cosa que no puede
darse en un niño pequeño.
4. Esta es una cuestión que no puede resolverse más que desde unas orientaciones
generales que quizás podrían darse desde las Conferencias Episcopales y que se apliquen
en todos los ámbitos y no en unos lugares sí y en otros no, tal y como señala con gran sen-
satez J.M. Castillo.
5. Cf. TORNOS, A. y APARICIO, R., ¿Quién es creyente en España hoy?, PPC, Madrid
1995.
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
6. Ibíd., 87. J. M. Castillo, tras analizar las razones a favor y en contra del bautismo de
niños concluye: “en principio, parece que las razones en contra del bautismo de niños tie-
nen más peso que las razones a favor (…) Sin embargo, hay una razón seria en virtud de
la cual se puede afirmar que tiene un profundo sentido teológico y cristiano el hecho de
bautizar a un niño pequeño. (…) que la Iglesia lo viene haciendo así desde hace casi die-
cinueve siglos. Lo cual responde a una experiencia humana muy conocida: el niño es
capaz de asimilar e integrar en su propia experiencia los símbolos en general: como asi-
mila el amor de sus padres, puede también ir asimilando su fe, su experiencia de vida,
etc.”. Para otras razones teológicas a favor del bautismo de niños cf. Ibíd., 87; GRASSO,
D., ¿Hay que seguir bautizando a los niños?, Salamanca 1973. Ver también OÑATIBIA, I.,
Bautismo y Confirmación, o.c., 36-37.
7. Cf. La excelente relectura del símbolo desde la perspectiva feminista de la teóloga
católica norteamericana E.A. JOHNSON, Amigos de Dios y profetas. Una interpretación teo-
lógica feminista de la comunión de los santos, Herder, Barcelona 2004.
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8. Divina Ruah es el término hebreo para referirse al Espíritu Santo. No sólo es intere-
sante por el hecho de ser un término femenino. Poner el término en circulación me pare-
ce importante si recuperamos todos los matices que implica, que como ha señalado Ives
M.-J. Congar, su traducción en el AT y en el NT “por la palabra ‘soplo’ da a los hechos
narrados y a los textos bíblicos un realismo, un relieve, que nuestra palabra ‘espíritu’ difí-
cilmente puede sugerir”. Para esta cuestión cf. CONGAR, Y. M.-J, El Espíritu Santo,
Herder Barcelona 1991, 29ss.
9. Con gran sabiduría San José de Calasanz, a caballo entre los siglos XVI y XVII resu-
mió esta intuición. La importancia fundamental de la educación integral de todos los
niños, preferencialmente de los más pobres, para su felicidad y como camino para la
reforma de la Iglesia y de la sociedad según los valores del Reino de Dios, que se con-
virtió en el objetivo de las Escuelas Pías. Así lo recoge el Proemio de las Constituciones
de San José de Calasanz nº 2: “Concilios ecuménicos, Santos Padres, filósofos de recto
criterio afirman, de consuno, que la reforma de la sociedad cristiana radica en la dili-
gente práctica de tal misión. Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemen-
te en la piedad y las letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de su
vida entera”.
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10. Con esta expresión me refiero a la Trinidad, al Dios Padre-Madre, Hijo y Espíritu
Santa o divina Ruah, en suma, al Dios comunión en relación. Como ha señalado E. Schüssler
Fiorenza, la abadesa y mística medieval Hildegarda de Bingen, por ejemplo, concibe a
Dios-Sofía como un poder y una atmósfera creativos que envuelven y animan al mundo
desde dentro en incesante movimiento y danza. Describe a Dios-Sofía-Sapientia-
Sabiduría como sigue: “Oh poder de Sabiduría, tú acompasas el cosmos circundando y abra-
zando todo en una única órbita viviente con tus tres alas: una se cierne desde lo alto, otra destila
la esencia terrena y la tercera revolotea por todas partes”. Cf. Pero ella dijo. Prácticas feministas
de interpretación bíblica, Trotta, Madrid 1992, 203-204.
Para esta concepción de la divinidad profundamente cristiana y enraizada en la tradi-
ción leída desde la experiencia de las mujeres Cf. TRINIDAD LEÓN, “Misterio” en NAVA-
RRO, M. y DE MIGUEL, P. (Eds.), 10 palabras clave en Teología Feminista, Verbo Divino,
Estella (Navarra) 2004, 353-410; También el artículo de TRINIDAD LEÓN en BERNABÉ,
C.; DE MIGUEL, P.; LEÓN, T. y RAMÓN, L., “Hablar de Dios con palabras de mujer” en
La mujer en la teología actual, Publicaciones IDATZ/Gentza, nº 13, San Sebastián 2002, 75-
110; E.A. JOHNSON, La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista, Herder,
Barcelona 2002;
11. Por bienes cósmicos entiendo, siguiendo a Geiko Müller-Fahrenholz, aquellos bienes
que pertenecen a la integridad de la creación y que deben estar al alcance de todos los
organismos vivos: aire limpio para respirar, agua para beber, un lugar que les proporcio-
ne seguridad, intimidad y protección, tiempo para completar el ciclo vital y libre acceso
a la información.
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13. Esta expresión, que encierra una triste verdad, se la escuché hace años en una con-
ferencia a Dolores Aleixandre.
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14. Cf. La declaración Inter Insigniores (27 de enero de 1977) de la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe y los comentarios teológicos favorables a la misma en A.A.V.V.,
Misión de la mujer en la Iglesia, BAC Popular, Madrid 1978.
15. “De conformidad con la venerable tradición de la Iglesia, la elevación a los ministerios de acó-
lito y lector queda reservada a los varones” (Motu Proprio “Ministeria Quaedam” por el que
se reforma en la Iglesia latina la disciplina relativa a la primera tonsura, a las órdenes
menores y al subdiaconado. Roma, 15-8-72). Cánon 230 del Codigo de Derecho Canónico
(1983)
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18. Cf. Me ocupo en profundidad de esta cuestión, en la que en este ensayo no puedo
extenderme, en mi tesis de licenciatura en teología: RAMÓN CARBONELL, L., Una apro-
ximación crítica a la Espiritualidad y la Teología de la Creación en Original Blessing de Matthew
Fox. La tradición espiritual centrada en la Creación: una ecología de la compasión”, dirigida por
Juan Bosch O.P. y presentada en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Valencia 2002.
19. La reformulación de las doctrinas tradicionales se ha profundizado en los aspectos
esenciales del dogma, distinguiéndolos de los contingentes, ha puesto de relieve las
dimensiones personalistas y relacionales del pecado original, y también su relevancia y
actualidad –desde una actualización necesaria– en una cultura que rechaza de plano los
conceptos de pecado y culpa y se ha hecho experta en los mecanismos de autoexculpación.
Para una visión panorámica de la cuestión cf. RUIZ DE LA PEÑA, J.L., El don de Dios.
Antropología teológica especial, Sal Terrae, Santander 1991; LADARIA, L.F., Teología del peca-
do original y de la gracia. Antropología teológica especial, BAC, Madrid 1997; GONZÁLEZ
FAUS, J.I., Proyecto hermano. Visión creyente del hombre, Sal Terrae, Santander 1987; FLICK,
M. y ALSZEGHY, Z., El hombre bajo el signo del pecado. Teología del pecado original,
Salamanca, Sígueme 1972; SHOONENBERG, L’homme et le peché, Mame, Tours 1997; íd.,
Pecado y redención, Herder, Barcelona 1970; SCHEFFCZYK, Dios trino, la creación, el pecado:
Creación y Providencia, BAC, Madrid 1970: Para una perspectiva feminista cf. RADFORD
REUTHER, R., Sexism and God-Talk. Toward a Feminist Theology, Beacon Press, Boston 1983;
PRIMAVESI, A., Del Apocalipsis al Génesis. Ecología, Feminismo y Cristianismo, Herder,
Barcelona 1995.
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20. VILANOVA, E., Historia de la Teología Cristiana, I, Herder, Barcelona 1987, 248. La cur-
siva entre corchetes es mía.
21. Ibíd.
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22. La doctrina madura de Agustín sobre el pecado original tiene cuatro dimensiones:
1) El pecado de Adán y su castigo (concupiscencia) son heredados por transmisión se-
xual; 2) El alma del niño es culpable; 3) Los pecados del niño son reales (no son precisa-
mente pecados por analogía, sino graves y heredados por vía de generación); 4) El bau-
tismo es el medio exclusivo de salvación para todos, incluidos los niños. Cf. RIGBY, P.,
“Pecado original” en FITZGERALD, A.D., Diccionario de San Agustín, Monte Carmelo,
Burgos 2001, 1019-1029.
23. Opus imperfectum I, 48; PL 44-45, 1069-1070. Citado en GONZÁLEZ FAUS, J.I., Pro-
yecto hermano. Visión creyente del hombre, Sal Terrae, Santander 1987, 340.
24. Así lo afirma, y coincidimos plenamente con él, J.I. González Faus. Cf. GONZÁLEZ
FAUS, J.I., Proyecto de hermano..., o.c., 340.
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27. Las teologías, querámoslo o no, repercuten en la vida, no son inocuas, y cuando nos
equivocamos, l@s teólog@s tenemos la obligación moral y profesional de rectificar, si no
queremos desprestigiar el papel fundamental de las teologías en la búsqueda de la verdad.
28. Cf. FROMM, E., Psychoanalyse und Religion, Constanza 1966. Citado en SÖLLE, D.,
Reflexiones sobre Dios, Herder 1996.
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33. DELUMEAU, J., El Miedo en Occidente (s. XIV-XVIII). Una ciudad sitiada, Taurus,
476-477.
34. Es frecuente que se atribuya a los textos los errores y los prejuicios de sus intérpre-
tes en los propios textos. En este sentido recomiendo encarecidamente la lectura de los
siguientes trabajos para poder leer Gn 1-3 con ojos nuevos, desde una perspectiva femi-
nista: GÓMEZ-ACEBO, Isabel, Un jurado femenino declara a Eva: No culpable, en 17-70;
NAVARRO PUERTO, Mercedes, Barro y aliento, San Pablo, Madrid 1993; PRIMAVESI, A.,
Del Apocalipsis al Génesis. Ecología, Feminismo y Cristianismo, Herder, Barcelona 1995; ELAI-
NE PAGELS, Adam, Eve and the Serpent, Vintage Books, New Cork 1989.
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38. SCHÜSSLER FIORENZA, E., Pero ella dijo. Prácticas feministas de interpretación bíblica,
Trotta, Madrid 1996, 151-164. Como han señalado las mujeres negras, “las opresiones
simultáneas no son sólo múltiples, sino además multiplicativas: el racismo se multiplica
por el sexismo, por la edad, por el clasismo, por la explotación colonial”.
39. Por ello, la liberación de la mujer ha de entenderse como parte de una lucha contra
todas esas formas de opresión, que coloque las diversas experiencias que las mujeres han
tenido de la opresión multiplicativa en el centro del debate. Cf. KING, D.K., “Multiple
Jeopardy, Multiple Conciousness: The Context of Black Feminist Ideology” en NALSON,
R.M. et al. (eds.), Black Women in America: Social Science Perspectives, University of Chicago
Press, Chicago 1990, 270.
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40. DELUMEAU, J., El Miedo en Occidente (s. XIV-XVIII). Una ciudad sitiada, Taurus,
Madrid 1989.
41. CHUNG HYUN KYUNG, “Ven Espíritu Santo, Renueva la Creación”, en RAMÓN
CARBONELL, Lucía, “Ven Espíritu Santo, Renueva la Creación. La teología emergente
de las mujeres asiáticas” en ARANA, M.J., El diálogo religioso en un mundo plural, Desclée
De Brouwer/FEM, Bilbao 2001, 51.
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42. Ibíd., 56. En esta reflexión Chung Hyun Kyung se reconoce directamente en deuda
con GRIFFIN,Susan, “Split Culture”, en PLANT, J., (ed.), Healing the wounds. The Promise
of Ecofeminism, New Cork Society Publishers, Filadelfía 1989.
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43. Del himno “Who is she?” de Brian Wren en WREN, B., What Language Shall I Borrow?
God-Talk in Worship: A Male Response to Feminist Theology, Crossroad, Nueva York 1989,
141-142. Citado en JOHNSON, E.A., La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico
feminista, Herder, Barcelona 2002, 247.
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Las bautizadas y los bautizados son sellados por el amor del Dios-
Sofía, un amor que es más fuerte que la muerte, que les permite vivir
de la fe-confianza de que a pesar de todas las dificultades están en
las manos de Dios. Tal y como lo describe Juliana de Norwich, la
mística inglesa de la maternidad de Dios:
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45. DE NORWICH, Juliana, Revelations of divine Love, British Library, Sloane Manuscript
No. 2499, traducción moderna de E. Spearing, 13. Citados en TWINCH, C., “Todo acaba-
rá bien” en BENEITO, P. (ed.); PIERA, L. y BARCENILLA, J.J. (coords.), Mujeres de luz. La
mística femenina, lo femenino en la mística, Centro Internacional de Estudios Místicos de
Ávila/Trotta, Madrid 2001, 162-163.
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estar bajo ese amor incondicional que es más fuerte que la muerte y
del que nada puede separarnos. Dice San Pablo:
49. Ibíd., 289 y 293. Dice Faus: “El mundo nuevo no lo crea Dios lanzando a la papelera
ontológica este mundo viejo y buscando otros materiales más fiables, sino que lo hace con
este mundo y a partir de él. El hombre nuevo no lo realiza creando otros hombres, sino con
nuestro barro de hombres viejos. (...) El pesimismo de la Cruz lleva entonces a no extra-
ñarse de nada, pero nunca lleva a rendirse. La desconfianza nos hace críticos, pero nos
hace igualmente tesoneros. La seguridad de la aceptación de nuestra miseria (que antes se
llamaba teológicamente ‘justificación del impío’) facilita la salida de ella, porque esa sali-
da ya no nos la exige la demanda categórica de algún moralismo o la necesidad angustio-
sa de evitar como sea una condena, sino que nos la pide la experiencia de estar a salvo:
‘Nadie te ha condenado’ porque ‘yo tampoco te condeno’; por eso ‘no quieras pecar más’”.
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50. RUETHER, R.R., Sexism and God-Talk. Toward a Feminist Theology, Beacon Press,
Boston 1983, 10-11. McFAGUE, Sallie, Modelos de Dios, o.c., 103.
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52. Para una actualización de las implicaciones antropológicas de la filiación divina que
opera el bautismo cf. GONZÁLEZ FAUS, J.I., De “La tristeza de ser hombre a la libertad de
hijos”. Acceso creyente al hombre, Cuadernos de la Fundación “Cristianismo y Justicia” n. 63.
53. GÓMEZ ACEBO, I., Dios también es madre. Reflexiones sobre el Antiguo Testamento, San
Pablo, Madrid 1994; McFAGUE, S., Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nucle-
ar, Sal Terrae, Santander 1994, 163-207; JOHNSON, E.A., La que es. El misterio de Dios en el
discurso teológico feminista, Herder, Barcelona 2002, especialmente las págs. 225-247.
54. No es el único caso ni un uso exclusivo de las mujeres. Podemos encontrar ejemplos
también en otros teólogos e incluso en la patrística. Clemente de Alejandría afirmó que
Dios es padre y madre por su amor a nosotros: “¿Qué necesidad tendrá ya Dios de los
misterios de la caridad? Y entonces contemplarás el seno del Padre, que sólo el Dios Hijo
nos explicó. Pero Dios mismo es amor y por su amor fue cazado por nosotros. Y, a la ver-
dad, en cuanto a su ser inefable, Dios es Padre; mas en cuanto a la compasión por noso-
tros, se ha hecho Madre. Por el amor, el Padre se hizo mujer, y gran señal de ello es el
mismo que Él engendró de Sí mismo, pues el que nació fruto del amor, es amor. Por eso
descendió también él al mundo, por eso se revistió del hombre, por eso, de su grado,
sufrió todo lo humano; así, medido según nuestra debilidad, porque nos amó, nos medi-
ría luego según su propio poder. (Salvación de ricos 37). Cito la traducción de SIERRA
BRAVO, R., Diccionario social de los Padres de la Iglesia, EDIBESA, Madrid 1997, 20
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55. Jn 4,1-45.
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Este texto de la carta de Pablo a los Gálatas recoge uno de los credos
bautismales más antiguos de las primeras comunidades cristianas.
Encierra la semilla de una transformación, de una revolución del
amor, la inclusividad y la justicia –el reinado de Dios– que inició
Jesucristo y que todavía no se ha cumplido plenamente. Durante la
celebración, este cambio existencial se expresa mediante el símbolo
de la vestidura blanca. El bautismo transfigura a la persona y la
pone en el centro del corazón de Dios para que aprenda a ver y sen-
tir el mundo desde sus preferencias. El bautismo afirma su humani-
dad, su dignidad humana y predispone al creyente para la afinidad
con Cristo el Hijo amado del Padre, en quién Dios-Sofía se compla-
ce porque constituye la plenitud de lo humano. La humanidad del
bautizado se antepone a todas las barreras que los seres humanos
hemos construido: el desprecio al extranjero, la esclavitud y la opre-
sión social, las diferencias de sexo convertidas en pretexto para la
subordinación. Extranjeros, esclavizados y mujeres también perte-
necemos a Cristo y somos descendencia de Abrahán, hereder@s de
la promesa, consagrad@s.
Como ha señalado L. Alonso Schöckel, “el enunciado tiene un sen-
tido básico: todos iguales ante Dios, sin distinción. Tiene además
una realización comunitaria: en virtud de la fe judíos y griegos
(paganos) comparten una mesa (Hch 10); esclavos y amos son her-
manos (Flm), y hombres y mujeres hablan y profetizan (2 Cor 11, 11-
12; Flp 4, 2-3)”56. Como hacía Jesús, “el don del Espíritu no distingue
sexos, ni edades, ni condición social”. Y por lo que sabemos, ya
56. L.A. SCHÖCKEL, Biblia del Peregrino. Nuevo Testamento. Edición de Estudio, Tomo III,
EGA-Mensajero/ Verbo Divino, Bilbao/Estella Navarra 1996, 46. Otros textos importantes
en que se reconoce esa ruptura de exclusiones en la nueva ekklesía, en la que se entra a for-
mar parte por la conversión y el bautismo, es el primer discurso de Pedro después de
Pentecostés, que puede considerarse un texto programático: Hch 14,38. Es llamativo cómo
cierra Pedro el discurso: “bautizaos cada un@ invocando el nombre de Jesucristo, para que
se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Pues la promesa vale para
vosotr@s y vuestr@s hij@s y los lejanos a quienes llama el Señor nuestro Dios”. También apa-
recen nombradas otras mujeres como profetas, apóstol o diaconisa, desempeñando funcio-
nes ministeriales y pastorales en las comunidades primitivas en Ro 16. Para más informa-
ción sobre la actividad de las mujeres en la Iglesia primitiva Cf. ESTÉVEZ LÓPEZ, E.
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La fuerza del viento y del fuego de vida de Dios les sacó de la cul-
tura del silencio, de la violencia y de la muerte y les impulsó a
hablar su propio lenguaje. Ya no necesitaban comunicar con el len-
guaje de sus colonizadores, de los gobernantes y los imperialistas.
Podían oír la Buena Nueva en su propio idioma. En Pentecostés
recuperaron, de una forma totalmente nueva, el idioma común que
habían perdido en la torre de la codicia de Babel. Ahora podían oírse
y entenderse, no con el idioma único del Imperio romano sino con
sus diversos idiomas propios. Era un idioma de liberación, de rela-
ción y de unificación desde abajo. El fuerte viento de Dios destruye
la torre de Babel y todas las divisiones que produjo en nosotros,
entre nosotros y alrededor de nosotros. Este viento de vida nos
llama a amar y trabajar apasionadamente por esta nueva creación.
Entonces, ¿qué debemos hacer cuando el Espíritu nos llama? Lo pri-
mero que debemos hacer es arrepentirnos. (…) La metanoia, auténti-
co arrepentimiento, significa también un cambio decisivo de direc-
ción de nuestra vida individual y comunal. Para sentir al Espíritu
Santo debemos volvernos hacia la dirección del viento de la vida, la
dirección en que sopla el Espíritu Santo. ¿Cuál es? Es la dirección
que conduce a crear, liberar y sustentar la vida en sus aspectos más
concretos, tangibles y mundanos. El Espíritu Santo nos alienta a
movernos en esa dirección en nuestra lucha por la integridad. Esta
es la “Economía Política de la Vida” del Espíritu Santo. Esta es la
economía política que no se basa en la capacidad de dominación del
capital, las armas o la manipulación. Esta es la economía política
que se basa en la fuerza vivificadora de la mutualidad, la interde-
pendencia y la armonía. Si la primera es la “Economía Política de la
Muerte”, la segunda es la “Economía Política de la Vida”57.
57. CHUNG HYUN KYUNG, “Ven Espíritu Santo, Renueva la Creación”, o.c., 51-52.
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EL BAUTISMO COMO PROCESO DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL
58. Para los símbolos y su significado sigo el Ritual del Sacramento. También son muy
útiles BOROBIO, D., Sacramentos en Comunidad, o.c., 71-77; ALDAZABAL, J., Gestos y sím-
bolos, Dossiers CPL n. 40, o.c.; FLORISTÁN, C., 10 Palabras clave sobre símbolos del cristia-
nismo, Verbo Divino, Estella (Navarra) 2005.
59. Aunque el primer efecto del bautismo es la incorporación a la Iglesia cf. Constitución
Dogmática del Concilio Vaticano II Lumen Gentium 9-10, no puede olvidarse que la Iglesia
está al servicio del Reino de Dios, de la nueva creación, para calibrar las profundas impli-
caciones de la consagración bautismal.
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
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EL BAUTISMO COMO PROCESO DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
Es triste que uno de los ritos más potentes y hermosos del bautismo
cristiano, el effeta, a menudo se omita y sea tan desconocido para la
mayoría de la gente. En este rito el ministro del sacramento, a ima-
gen de Cristo que devuelve la capacidad de oír y de hablar al sor-
domudo tocando sus oídos y su boca con su propia saliva mezclada
con tierra, el celebrante toca con el dedo pulgar los oídos y la boca
del niño o del adulto. Se trata de abrir los sentidos del bautizado
para que, en el caso de los niños, cuando crezcan, puedan profesar
la fe libre y personalmente. Para que, como el Siervo de Yahvé (Is 50,
4-5) escuchen al Dios-Sofía, se familiaricen con la Palabra y no se
echen atrás, para que puedan decir a l@s abatid@ una palabra de
aliento, para que sepan escuchar el clamor de los oprimidos y cla-
mar ell@s por la justicia y la dignidad humana. Para que aprendan
a amar y a saborear los bienes cósmicos básicos: el agua, el aire, la
tierra y el Misterio.
66. GALEANO, E., “Ventana sobre la llegada”, en Las palabras andantes, Siglo XXI,
Madrid 2003, 98.
67. Tomo prestado el título de este apartado conclusivo de CASTILLO, J.M, “Bautismo”
en FLORISTÁN, C. y TAMAYO, J.J. (Eds.), Conceptos fundamentales del Cristianismo, o.c.
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EL BAUTISMO COMO PROCESO DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL
68. Me permito traducir el texto en femenino como una licencia literaria con el fin de
subrayar que Pablo también incluye a las bautizadas en sus consideraciones sobre los
efectos del bautismo, algo que parece que todavía está en discusión –suponiendo que la
discusión se permita–, de un modo que parece un epígono de los debates en torno a si los
indios o los negros tenían o no tenían alma “en sentido pleno”, y por lo tanto derechos,
como el hombre blanco occidental civilizado. En Iglesia las funciones directivas y magis-
teriales están hoy restringidas a los varones: exclusión reafirmada en el canon 1.204 del
nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, en la Carta Apostólica de Juan Pablo II
Mulieris Dignitatem de 1988, y sancionada “definitivamente” en la Carta Apostólica
Sacerdotalis Ordinario de 1994.
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
69. Cf. G. HEINZELMANN, Wir schweigen nicht länger!, Interfeminas Verlag, Zürich 1965.
Citado en GIBELLINI, R., La teología del siglo XX, Sal Terrae, Santander 1998, 446.
70. De hecho no todas las teólogas feministas están a favor de la ordenación de las muje-
res en un Iglesia patriarcal que entiende de determinada manera los ministerios e incide
en las diferencias entre laicos y clérigos, pues en este caso las mujeres serían simplemen-
te asimiladas al sistema. A pesar de los intentos de sofocarlo, el debate está servido y es
muy vivo, al menos entre las teólogas, por todas las cuestiones eclesiológicas que plantea.
71. GIBELLINI, R., La teología del siglo XX, o.c., 473.
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72. Tanto ella como Letty Rusell han explorado ampliamente nuevos caminos para la
conversión a la comunión y a la mutualidad. Cf. RADFORD REUTHER, R., Sexism and
God-Talk, o.c., 163.
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EL BAUTISMO COMO PROCESO DE ALUMBRAMIENTO ESPIRITUAL
73. RUETHER, R.R., Women and Redemption. A Theological History, SCM Press, Lon-
dres 1998, 214-215. Cf. también RUSSELL, L., Human Liberation in a Feminist Pers-
pective,o.c., 25-26.
74. ALEXANDRE, D., Mujeres en la hora Undécima, Sal Terrae, Santander 1991.
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2
La rosa de los vientos:
’
vivir en espiritu y en verdad
Pilar Yuste Cabello
1. En cursiva: Manolo García, Mago de Oz, Morodo, Maná, Ixcís, Extremoduro, Diego Torres.
2. Indiana Jones, La Guerra de las Galaxias, Mátrix, El Señor de los anillos, Un lugar en el
mundo.
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LA ROSA DE LOS VIENTOS
Un símbolo
La rosa es símbolo de belleza y sabiduría, especialmente la rosa ama-
rilla, la última en ser importada desde oriente:
La rosa de los vientos es un círculo con treinta y dos rombos que divi-
den la vuelta del horizonte. Cada rombo indica el origen de la pro-
cedencia de cada viento (N-Tramontana, NO-Mistral…), y el senti-
do de la navegación que genera. Una buena alegoría de la vida: un
velero depende de la maestría de sus tripulantes y del estado del
mar y del cielo:
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
3. Hago aquí un análisis diferente, pero recomiendo el trabajo de MELLONI, J., El cine
y la metamorfosis de los grandes relatos. Cuadernos Cristianismo i Justicia, 124.
4. SÖLLE, D., Viaje de ida. Experiencia religiosa e identidad humana, 6. Sal Terrae.
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5. Nuestra sociedad de consumo es tan hábil que ha logrado en pro de la equidad, que
la revolución feminista no nos libere a las mujeres de la esclavitud de la estética, sino que
los varones estén sometiéndose a ella.
6. La catedrática de Psicología Evolutiva de la UCM, María José Díaz-Aguado, analiza
maravillosamente cómo ésta influye en el consumo de drogas. Altamente recomendable
el programa escolar que coordina: “Prevenir en Madrid”.
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y sin citar otras posturas creyentes más light, nos sorprende una pre-
sencia muy importante de una afirmación madura:
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11. Seguir en el cuidado no está mal, pero socialmente a vaquiña po’lo que vale, y Beckham
gana bastante más que… ni me logro acordar de alguna médica famosa, y no será porque
su tarea no sea más trascendental que chutar un balón.
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... que viene de mis adentros, del infinito allá donde nacen los pensa-
mientos, del infinito, yo te visito, te encuentro, cuando estoy tranqui-
lo, en un rincón profundo de mi mente, latiendo bien fuerte, latiendo,
construyendo mi destino. Ancho es el camino pa este peregrino rota-
tivo, senderista, buena vista puede ser otra conquista. A mis adentros,
de puertas para dentro, voy probando llaves que me abran al conoci-
miento, sabiendo que vivir no es malo. Sabiendo, sintiendo y experi-
mentando los cambios, las etapas, los niveles de conciencia, antigua
ciencia, raíles como trenes de estaciones, nuevas vienen...
(Morodo)
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14. Tal como analiza J. Chamizo, presbítero y Defensor del Pueblo andaluz.
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hay quienes cuestionan los logros de las mujeres y nos hacen res-
ponsables de la crisis de la familia tradicional, y hasta de la muerte
de Manolete. La palabra feminismo sigue provocando ira15, y eso
que sus axiomas forman parte del discurso políticamente correcto,
quizá porque las asignaturas pendientes en Occidente (por no hablar
de la situación mundial) son todavía muchas y el cambio que gene-
rarían, radical: la feminización de la pobreza, la violencia machista,
la gestión política… por no hablar del resto del mundo.
El cambio de roles está siendo vertiginoso. Las mujeres españolas
comenzaron a votar en 1931. Desde 2004 España tiene una vicepre-
sidenta de Gobierno. Uno de los rasgos que siguen manteniendo es
ser custodias de lo religioso. Siempre significativamente más reli-
giosas que los varones en una Iglesia que las excluye de su jerarquía
y con la contradicción de la emancipación vivida socialmente puer-
tas afuera. De hecho, comienza a haber menos vocaciones religiosas
femeninas que masculinas, al contrario de lo que sucedía tradicio-
nalmente. Quizá porque en la sociedad ellas ven reconocidos sus
derechos, pero en la Iglesia no.
No descubro la autoría de esta cita feroz por su veracidad: “En el
siglo XVIII dejaron la Iglesia los intelectuales (por la Ilustración), en el
XIX la dejaron los obreros (por la Revolución Industrial y la consi-
guiente Revolución Marxista), en el XX la han dejado los jóvenes (en
ello estamos), y de seguir así en el XXI la dejarán las mujeres”.
Me atrevo a decir que quizá tengamos que añadir que también pue-
den dejarla los pueblos del Sur (por la ya citada revolución de este
incipiente siglo y la falta de inculturación y radicalidad evangélica
con los excluidos y excluidas). Quiero pensar que estamos a tiempo
de una buena reforma de la casa, aunque el objetivo realista no sea
que vuelva a habitarla tan extensa familia sino hacer espacio para
quienes sienten que no caben. Todos y todas saldríamos ganando.
15. Todavía hoy seguimos teniendo que recomendar consultar la palabra en el diccio-
nario para perderle el miedo.
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3.2. Ayer
Aunque en este trabajo miremos hacia delante, no podemos obviar
algunas de las raíces históricas.
Pese a quienes consideran, como González-Faus, que no hay casi
fundamentación histórica para este sacramento, encontramos
importantes precedentes:
Cuando sube del agua, que sea ungido por un presbítero con el óleo
que ha sido santificado, diciendo: Yo te unjo con óleo santo en el
nombre de Jesucristo, Y luego cada cual se enjuga con una toalla y
se ponen sus vestidos y, hecho esto, que entren a la iglesia. Que el
obispo, imponiéndoles la mano, invoque diciendo: Señor Dios, que
juzgaste a estos dignos de merecer el perdón de los pecados por el
baño de la regeneración: hazlos dignos de que se vean llenos del
Espíritu Santo y envía sobre ellos tu gracia, para que puedan ser-
virte según tu voluntad; porque a Ti la gloria, al Padre y al Hijo con
el Espíritu Santo, en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los
siglos. Amén. Luego, derramando con la mano óleo santificado e
imponiéndolo sobre la cabeza de ellos, dice: Yo te unjo con óleo en el
Señor, el Padre todopoderoso, y en Jesucristo y en el Espíritu Santo.
Y después de haber hecho la consignación en la frente, que les dé el
ósculo de paz y diga: El Señor sea contigo. Y el que ha sido consig-
nado diga: Y con tu espíritu. Que haga de la misma manera con cada
uno. Que después de esto ore con todo el pueblo, Pero que no recen
con los fieles antes de haber recibido todo esto. Y cuando hayan
orado, que den todos el ósculo de paz.
Traditio Apostolica de Hipólito
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3.3. Mañana
Se sigue debatiendo sobre este sacramento. Hay modelos distintos19
y propuestas distitntas: quienes lo antepondrían a la Eucaristía (H.
Küng), quienes lo dejarían como un modo de “cuajar” el sacramen-
to central (Faus), quienes lo vincularían a la Eucaristía (Aparicio), etc.
En la práctica se está bajando la edad de quienes se confirman. Frente
a parroquias que ofrecen incluso procesos catecumenales que duran
nueve años, no pocos obispos españoles están empezando a confir-
mar tras varios meses de catequesis a fieles de 12 años, coincidiendo
con su entrada en el Instituto. Quizá el objetivo es engrosar el núme-
ro de confirmandos, quizá una forma de vincularles más de lo que
hace la Primera Comunión cara a un futuro. Pero no es mucha la soli-
dez que podemos exigir a una opción hecha con esos años, máxime
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22. Nos recuerda la figura del Affidamento de la Librería de Mujeres de Milán: una maes-
tra de sabiduría de la que te fías en tu itinerario personal, como hizo Ruth con Noemí.
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Los animales reciben el nombre del amo (Gn 2, 19). Dios tiene un
nombre sobre todo nombre: Yo soy (Ex 3, 14). Para los seres huma-
nos, no hay ninguna expresión mayor de nuestra identidad que
nuestro nombre. Una identidad cuestionada por la exclusión (apo-
dos vejatorios, o “detalles” como la costumbre de llamar a las muje-
res con diminutivo familiar, pero no obviar el apellido de los varo-
nes) y que recreamos y construimos individual y colectivamente a
lo largo de nuestra vida.
En muchas culturas el nombre de verdad es secreto o al menos hasta
cierto momento (egipcios, África negra, Islam, Caribe). Como expli-
ca Josema Aparicio en un excelente trabajo catequético no publica-
do, son muchos los nombres que tenemos en los distintos ámbitos
de nuestra vida (cómo nos llama mamá, el apodo de las amigas,
nuestro nick, el nombre del DNI…). Repasarlos y articular desde la
búsqueda del yo soy, cómo articular esos nombres alrededor de un
proyecto coherente. En el caso de Jesucristo, su bautismo es el punto
de partida: “Es mi Hijo Amado”.
Al igual que las monjas recibían un nombre de religión con su con-
sagración, en la confirmación tenemos la oportunidad de cambiar el
nombre. Habitualmente mantenemos el que eligió nuestra familia;
realmente lo hacemos nuestro de forma consciente, pública, eclesial.
De ese modo, somos quienes somos ante Dios y ante el mundo.
Podemos renacer del agua y del Espíritu, como explica Jesús a
Nicodemo (Jn 3; no olvidemos el acento catequético y simbólico del
evangelio de Juan). El momento de la ruptura del cordón umbilical
y la construcción de un nuevo vínculo referencial psicológico, es sin
duda un momento idóneo para hacerlo. Asumir y proclamar su
nombre y su palabra ante Dios y la comunidad eclesial. No hay
mayor compromiso.
Y hay que hacerlo de verdad, por entero. Como unidad bio-psico-
social que somos, lo espiritual vertebra, traspasa, da sentido a todo
nuestro ser. Un matiz, lo afectivo y lo sexual es fundamental en esa
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23. Y la actualmente famosa Adelante por los sueños que nos quedan, adelante por los sueños
que están por venir, adelante porque no importa la meta, el destino es la promesa de seguir, ade-
lante (Naiara).
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A vueltas con el Código Da Vinci (es obvio que Jesús sigue interesan-
do): Históricamente es francamente difícil que María de Magdala
alumbrara un bebé-Jesús acogida por una comunidad cristiana en
Marsella. Casi no había comunidad ni en Jerusalén. Esta seductora
teología-ficción, que mezcla verdades incuestionables con un
comercial morbo, usa como fundamento “histórico” la Leyenda
áurea. Ésta ubica a la Magdalena en Marsella, del mismo modo que
explica cómo Santiago llegó a Galicia en una barca de piedra… Pero
de lo que no hay ninguna duda es de que nacemos en Cristo por el
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28. Tuve el privilegio de ser ungida por Calixta Gabriel, sacerdotisa maya katchiquel en
Guatemala.
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29. Sólo Dios puede inspirar el hecho de que una religión iconoclasta afirme que la per-
sona, y sólo la persona, es imagen de Dios.
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30. Cf, CARRIZOSA, M y YUSTE, P., “De hecho, presbíteras”, en El sacerdocio de la mujer,
VERAPAZ.
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34. Las citadas comidas de un Jesús que desobedece toda ley que excluya.
35. Sabemos muy poco de cualquier otro tipo de detalles cotidianos. De éste, el conteni-
do, el precio, y hasta el tipo de envase.
36. A Jesús no lo unge el Sumo Sacerdote, éste es el que le condena a muerte. Una mujer
ungiendo a Jesucristo vuelve a cuestionarnos nuestro imaginario sacro, los ministerios
eclesiales, la fuerza subversiva del Evangelio hasta en los más mínimos detalles.
37. Un denario era el salario diario de un jornalero, Mt 20, 1-16.
38. La cuestión del pan y las rosas. Recordamos esa demanda feminista: queremos el
pan (lo necesario para vivir), pero también las rosas (lo que da sentido a la vida). Hay
mucho de pan en la confirmación, una exigente llamada a trabajar por la justicia, pero hay
también muchas rosas: la fe, la comunidad, los aromas, el contacto corporal, la fiesta.
Regalos de la vida sin los cuales ésta se sobrevive sin más. Lo recuerda Jesús: No solo de
pan vive el hombre (Lc 4, 4). Alrededor de Jesús, como siempre, los discípulos que quieren
monopolizarle. Y su argumento, el pan. D. Sölle nos recuerda en Viaje de ida que en nues-
tra sociedad morimos de sólo pan.
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La eucaristia,
una mesa abierta
Silvia Martínez Cano
1. Introducción
LA EUCARISTÍA ES CENTRO DE LA VIVENCIA CRISTIANA EN LA ACTUALIDAD.
Siempre fue central y principal, pero en estos últimos siglos se la
sobre reforzó con especial interés como el centro de toda experien-
cia pública cristiana.
Hablar de eucaristía es inmediatamente traer a nuestra imaginación
la mesa con Jesús y los doce alrededor. No creo que nadie tenga otra
imagen en su cabeza. Se trata de una imagen que repiten una y otra
vez los pintores y escultores de todos los tiempos. Nos sugiere miles
de matices en una misma escena. Hemos sobrecargado una imagen y
un tipo iconográfico con multitud de símbolos y contenidos teológi-
cos. Y es una imagen que se mantiene fuerte y significativa para los
que somos cristianos. Tanto la disposición de Jesús y los discípulos,
los números que se usan o la referencia a pasajes de los evangelios,
nos completan y enriquecen la imagen como un aprendizaje didácti-
co. Es decir, a través de una misma imagen (con los matices de los
siglos) aprendemos que significa “Dios con nosotros” –Emmanuel–,
la entrega total y definitiva de Dios.
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4. CROSSAN, J. D., Jesús: biografía revolucionaria, Grijalbo Barcelona 1996, pág. 84-85.
5. SCHIMDT-LEUKEL, Perry, Las religiones y las comidas, Barcelona 2002, pág. 43-44.
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a las paredes, dejando el centro vacío para colocar una mesa con la
comida y facilitar el paso a los que servían, dejando un espacio libre
para moverse. Así se formaba un triclino6, klinos en forma de herra-
dura. Había salas para todas las circunstancias económicas. En algu-
nas se podían compartir los klinos, para economizar. En otras, la sala
disponía hasta de criados para atender a los comensales. No era
extraño encontrar comidas con clases. Se ordenaban según su jerar-
quía social de hombres libres y esclavos, mujeres y hombres... Eran
pocas las comidas en las que un anfitrión invitaba, lo normal era que
cada uno trajera su comida para aportar al banquete lo que tenía. Eso
no quiere decir que lo compartiera con los otros.
Es muy posible que los primeros cristianos hicieran banquetes.
Compartían, daban y repetían el símbolo que les unía, el pan y el
vino. En el Nuevo Testamento vemos reflejados algunos aspectos
de estas comidas. Los Hechos de los Apóstoles relatan cómo Pablo
alquila una de estas salas para la comunidad (Hch 19, 9) porque no
cabían en las casas. En las cartas, Pablo reprocha a los corintios el no
compartir las comidas que aportaban a los banquetes con los más
pobres de la comunidad (1 Cor 11, 20-22)...
Los textos sólo nombran la acción central de la comida: la bendición
del pan y el vino, pero eso no quiere decir que no hubiera más acti-
vidades dentro del banquete. Lo normal era: primero la comida en
común, después la oración común y bendición, después la bebida
en común. El símbolo de Jesús actualizado, es decir, el bendecir, par-
tir y compartir el pan y el vino era lo central del banquete. Tras ello
venía la “sobremesa”. Una vez compartido no queda otra cosa que
crear lazos. ¿Cómo? A través de la canción, el baile y el dialogar... no
creo que hable de cosas extrañas; de hecho en cualquier familia o
grupo de amigos que se precie en la actualidad, una comida es una
buena comida si nos levantamos de la mesa ya avanzada la tarde
después de hablar y compartir juntos. Igual que para nosotros la
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3. El signo de Jesús
Las comidas de Jesús son prácticas simbólicas. Tienen que ver con
la pureza y el honor, pero Jesús da un paso más, convirtiendo estos
rituales en caminos de integración. Pretende igualar la dignidad de
las personas, situándolas en el centro de la comida.
Jesús participó en muchas comidas a lo largo de su vida; en ellas
aparece como un hombre de su tiempo, como uno más, y en actitud
entusiasta frente a las personas. Jesús se siente cómodo en estos
ambientes, pero redimensiona las comidas con sus actitudes y sus
actos. Desencadena así un proceso de humanidad nueva. El que se
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ejemplo: cuando uno o una tiene varios hijos a todos los ama por
igual. No hay diferencias entre ellos. Pero a la vez son muy diferen-
tes. ¿Por qué? Porque se les conoce en profundidad, se sabe cuáles
son sus gustos, sus virtudes y debilidades, a cada uno se le da lo que
necesita. Es muy posible que esas necesidades sean muy diferentes
y a uno se le de, desde la óptica de la igualdad humana, más que a
los otros. Sin embargo desde la perspectiva de Dios, que es la pers-
pectiva del amor, no hay distinción, porque no todos necesitamos
todo. Unos somos más fuertes y otros necesitan más del apoyo de
los demás. Unos sufren más y otros soportan el sufrimiento mejor.
Pero eso no nos hace diferentes a los ojos de una madre o un padre
sino singulares en nuestra humanidad.
Por eso hay personas que sienten debilidad por el más débil. A
veces ese más débil es el más polémico, el raro, el desagradable, el
distorsionador y conflictivo de un grupo o una familia. Algunos
nos dirán, ¡eso es desigualdad! Se favorece al que menos se lo
merece. Pero, ¿quién ha dicho que la misericordia divina es a la
medida humana? El amor, que viene de Dios, no atiende a razones
de tratados internacionales de igualdad, parafraseando a Pablo
(1 Cor 13, 5-6).
Quisiéramos imaginar que Jesús era de este tipo de personas, com-
pasivo. Capaz de empatizar y llevar con el otro los sufrimientos per-
sonales y los abatares que a la vez le regala el mundo en el que vive.
Se sitúa delante de nosotros, como un espejo. Jesús nos refleja
enfrentándonos a nosotros mismos. Y nos vemos desnudos, vemos
nuestro corazón y nos lo transforma. Nos lo calma y nos lo llena de
paz.
Así el pecador se siente perdonado. El perdón es absolutamente
necesario para la existencia. No sólo porque los demás nos reinte-
gran en la vida social, como sucedía en el judaísmo. Sino especial-
mente por el perdón que se otorga uno a sí mismo, que le hace vivir
en paz consigo. La culpa no es buena compañera. Los textos de
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La última cena
No quisiera dejar de hablar de las comidas de Jesús sin hablar de la
última cena de Jesús con su gente. Asumimos que se celebró en un
contexto pascual, sin meternos en discusiones sobre el día exacto de
su celebración. Quedémonos con que estaban juntos en unas fechas
muy especiales y habían ido a Jerusalén a celebrar como decía la
costumbre8. En esta comida festiva judía presidía el padre, cabeza
8. En esas fechas Jerusalén cuadruplicaba su población. Los que tenían parientes eran
invitados y celebraban en familia. Los que no podían instalarse a las afueras con sus tien-
das, y los de la gran urbe tenían costumbre de volcarse con sus visitantes. El clima de fes-
tividad y multitud se palparía en el ambiente.
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13. CROSSAN, J. D., Jesús: biografía revolucionaria, Grijalbo, Barcelona 1996, pág. 84-85.
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Una mesa redonda sirve para que todos se vean las caras. Una mesa
redonda permite que todos quepan en el banquete. Una mesa abier-
ta incorpora nuevos miembros con los que compartir. Una mesa
abierta proclama una era de puertas abiertas al que esperaba fuera
sin ser atendido (Mt 22, 1-10).
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14. García Paredes, J. C. R. “Iniciación cristiana y eucaristía” Ed. Paulinas, Madrid 1992,
pág 234-235.
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7. A la búsqueda de la eucaristía
Es necesario plantearse qué tipo de eucaristía queremos celebrar.
Qué tipo de eucaristía queremos recuperar. Qué tipo de eucaristía
queremos revitalizar. Es claro que nos cuesta mucho entender y
vivir la eucaristía tal cual la celebramos. Que ha dejado de signi-
ficar en nuestras vidas. Que alimenta de forma parcial nuestra
vida comunitaria y nos impulsa poco a comprometernos en el
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15. Las que se cerraron sobre sí mismas desaparecieron, como las joánicas.
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16. J. MARTÍN VELASCO, Metamorfosis de lo sagrado y futuro del cristianismo, Sal Térrae,
Santander, 1998, Cuadernos aquí y ahora nº 37.
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formar una comunidad estable donde vivir nuestra fe, pero al menos
buscar nuestro lugar en alguna de las tantas comunidades parroquia-
les que existen. Conocer a los que conmigo comulgan. Descubrir poco
a poco su vida. Crear lazos de afecto. Es el primer paso para la soro-
ridad y la fraternidad. Sólo el hacerse hermano o hermana de otros
sacia el deseo profundo de darse de la eucaristía. Buscar hermanos y
hermanas en la fe es involucrarme en sus vidas, tener una palabra que
decir en ellos, y que ellos intervengan en la mía. Pertenecer al otro
implica que me abandone en la vida del otro, busque su encuentro y
sacie mi sed de encuentro con Dios en el rostro del otro.
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LA EUCARISTÍA, UNA MESA ABIERTA
18. En general, los diferentes estudios coinciden en que una tercera parte se sienten vin-
culados con Cristo personalmente (aunque su vinculación eclesial sea muy variada), otro
tercio mantiene una identidad cristiana muy leve, más sociológica que real, y otro tercio
se sentiría lejos de esa identidad religiosa.
19. Cuando hablo de imagen me refiero al concepto representado, es decir, a la plasma-
ción de la abstracción que son las palabras y no a la concreción de esto, que se hace en un
segundo momento por medio de las artes en general.
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
8. Conclusiones
Creo que hemos intentado exponer que la eucaristía no tiene senti-
do si no está insertada en la vida. Queremos recuperar como con-
clusión final aquello que decía San Ireneo. Sólo la perfecta humani-
zación de Dios nos puede acercar a lo divino. Porque humanizar-
nos, hacernos más consientes de nuestra humanidad e imitar el
modelo de Cristo nos hace más divinos, más cercanos a la presencia
de Dios. La eucaristía es un momento privilegiado en el que cultivar
esa aproximación al género humano y por tanto a Dios. Sentirla y
vivirla como algo nuestro, humano y material y no un simple ritual,
hace de ella una experiencia maravillosa del encuentro con el amor
de Dios.
No prescindamos entonces de nuestras virtudes y defectos más
humanos, coloquémoslos en posición de oración, porque la vida, la
rutina, los madrugones y los conflictos inoportunos, las alegrías
20. Experiencias de este tipo existen a cuentagotas, como por ejemplo en España el
Soma, un grupo de artistas que se dedica a hacer arte religioso.
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Vidas conciliadas:
escenarios cotidianos para
el sacramento de la reconciliacion
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Mariola López
Mariola López Villanueva (Bigastro, Alicante, 1966), es Religiosa del Sagrado Corazón de
Jesús. Licenciada en Periodismo y en Teología Bíblica. Profesora de Sagrada Escritura en
el Instituto de Teología de las Islas Canarias, trabaja también con adolescentes en la ense-
ñanza secundaria. Ha publicado diversos artículos y algún libro con temas acerca de la
espiritualidad, la vida religiosa, y la Biblia por ejemplo: “La voz, el amigo y el fuego”,
Narcea 2003, “Un amor al fondo. Mujeres que arriesgan y bendicen”, San Pablo 2005, y
otros en colaboración.
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VIDAS CONCILIADAS:
ESCENARIOS COTIDIANOS PARA
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
Mariola López
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VIDAS CONCILIADAS
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4. DALAI LAMA: La no violencia como respuesta adecuada y eficaz ante los conflictos huma-
nos, en Concilium 303, pp. 55-61.
5. A pesar de que los patrones de violencia contra las mujeres son los más extendidos
alrededor del mundo, estas acciones son las más silenciadas, encubiertas y hasta justifi-
cadas como naturales.
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VIDAS CONCILIADAS
8 . Teresa de Lisieux señalaba tras su primera confesión, en medio del ambiente rigu-
roso en que vivió: “Al salir del confesionario me sentía tan contenta y ligera, que nunca
había experimentado tanta alegría en mi alma. A partir de entonces volví a confesarme
en todas las grandes fiestas, y era para mí una fiesta cada vez que lo hacía”. Historia de un
alma, en Obras completas. E. GARCÍA SETIÉN (ed.), Burgos, 1994, p. 67-68.
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15. Algunos autores han estudiado los casos irregulares que se dieron en la práctica del
sacramento en los que tuvo que intervenir algún tribunal eclesiástico, casos a los que se
puede acceder a través de las actas de dichos tribunales. Tal es el libro de Stephen Ha-
lizcer, titulado Sexualidad en el confesionario (Madrid, 1998), donde presenta un estudio de
la llamada “solicitación sexual” en los confesionarios en el periodo postridentrino, seña-
lando que es un tema poco estudiado, evitado y expresamente ocultado durante años por
la historiografía católica. (Citado en F. MILÁN ROMERAL, La Penitencia hoy, claves para
una renovación. Desclée De Brouwer, 2001, pp. 159-160).
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16. McCARTHY, Mary, Memorias de una joven católica, p. 87, Lumen, 2000.
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5. De confesarnos a reconciliarnos
El Concilio Vaticano II, con fortuna para entonces, autorizó otras
formas de vivirlo y muchos cristianos lo agradecieron enormemen-
te17. Las expresiones sacramento de la reconciliación o sacramento del
perdón sustituyeron a la “confesión” o “sacramento de la peniten-
cia”, un cambio de nombre significativo porque conlleva connota-
ciones que no son indiferentes para la vivencia del sacramento y
tienen detrás una imagen de Dios que se interioriza.
Las reformas del Concilio pusieron el acento en las “celebraciones
penitenciales” vividas en la comunidad eclesial. En ellas se daba
tanta importancia a la preparación interior para recibir al perdón de
Dios como a la acción de gracias. La confesión cara a cara con el
sacerdote, en un ambiente más natural, ayudó a vivir el sacramento
de forma más comprensible y humana. Se insistió en el carácter ecle-
sial del mismo, que Rahner había definido como una verdad olvidada.
El nuevo Ritual de la Penitencia presentaba tres formas distintas de
celebración: la individual, la comunitaria con confesión y absolu-
ción individual, y la general con absolución general, pero esta terce-
ra puede utilizarse únicamente en casos muy excepcionales18.
Han pasado más de treinta años y el sacramento no sólo no ha
salido de su clerical estancamiento sino que ve ahondada su crisis.
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Sin embargo, intuimos que en un mundo que clama por poder vivir
reconciliado no es el sacramento en sí el que está muerto, sino una
forma condicionada del mismo que ha perdido validez y que no es
la “única forma” posible19. Tuvo expresiones diferentes en los prime-
ros siglos y no hay motivo para reservar el concepto de “sacramen-
to” a la sola forma ministerial del perdón.
Bienvenida sea esta crisis del sacramento porque puede llevarnos a
recrear juntos nuevos modos de celebrar la reconciliación con laicos.
La Iglesia necesita, sin querer desestimar la forma actual, poner en
juego toda su imaginación creadora para favorecer otras formas
experimentadas y promover otras nuevas que respondan a las nece-
sidades de las distintas comunidades. Mientras trabajamos porque
esto sea posible conviene centrar bien el sacramento20 y potenciar la
necesidad de celebrar la reconciliación como momentos y espacios de
luz en el camino, que no eliminan las sombras pero sí nos ayudan a
vivir con ellas, integrándolas. Confesar nuestro pecado para poder
confesar, con mayor hondura, el amor no condicionado de Dios que
nos alcanza a través de los otros.
19. Sería teológicamente escandaloso afirmar que sólo es “sacramental” la forma desa-
rrollada en la Edad media.
20. Fernando Millán recoge en su libro La penitencia, hoy, algunas claves que pueden ser-
virnos para la renovación del sacramento: dar una mayor importancia a la Palabra de
Dios, usar con creatividad la pluralidad de formas penitenciales, recuperar el carácter
procesual del sacramento con una penitencia que incida más en la vida; subrayar su
dimensión de don y de fiesta y dejar espacios para la expresión del afecto. (Cf. F.
MILLÁN ROMERAL, o.c., pp. 205-297.
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tirse perdonada, desde luego, pero, sobre todo, por haber ter-
minado y haber cumplido con un deber cristiano y por no
haber olvidado ni callado ningún pecado, lo cual significaría
hacer una ‘confesión sacrílega’ (aunque no se entendiera el
significado de tan tremenda expresión). Para quienes no han
vivido aquellos tiempos esto resultará difícil de entender.
Muchas preguntas fueron surgiendo en mi interior al adqui-
rir la madurez humana y espiritual que trae el estudio, el trato
y mayor conocimiento de Dios y también los años. ¿Cuál era
el porqué de las tan valoradas y múltiples ‘confesiones gene-
rales’ que obligaban a bucear en los pecados pasados, cuando
el perdón de Dios ya había sido otorgado? ¿Qué importancia
tenía el recordar exactamente la fecha de la última confesión,
cuando por otro lado el catecismo nos decía que se debía de
confesar ‘a lo menos una vez al año’ (por la Pascua florida de
preferencia) o si se estaba en peligro de muerte o si se había
de comulgar? ¿Cómo saber distinguir entre pecados ‘veniales’
(que en realidad no necesitaban de confesión...) y pecados
‘mortales’ que llevaban a la condenación eterna si no se con-
fesaban lo antes posible?
Por eso mi experiencia personal más constante ha sido la de
un profundo agradecimiento al tiempo que la de un cierto
rechazo, más o menos formulado: agradecimiento por la
oportunidad del perdón de Dios por medio de la Iglesia, y
rechazo hacia un sacramento que ha dado a muchos cristia-
nos tantos quebraderos de espíritu. Como mujer, siempre he
pensado que la Iglesia jerárquica, tal vez por ese sentimiento
interiorizado que siempre ha tenido de la inferioridad y limi-
tación de la mujer, ha visto en este sacramento una ocasión de
‘dirigir las conciencias’, incluso de ‘controlar las conciencias’
a través de los confesores. Y si no, leamos a Santa Teresa, mu-
jer tan sabia y humilde, que siempre encontró en la confesión
una forma de ir a Dios y una dirección espiritual fecunda por
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21. Son los “blogs” o bitácoras virtuales, modernas confesiones escritas en el anonima-
to que da la red.
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9. Un lugar de inocencia
Cuando miramos el Evangelio sorprende el modo en que Jesús vive
la experiencia de la reconciliación, su manera de acercarse a la gen-
te, de entrar en relación, de disponerse ante el otro. Una mujer acu-
sada de adulterio, un bala perdida que se va de la casa y se lleva lo
que puede, unos discípulos que quieren poner límites y plazos al
perdón... Lo que más llama la atención de Jesús es que no pide cuen-
tas, ofrece al otro un espacio donde su ser es aceptado tal como es.
No hay nada que esconder. Lo sanador, lo que libera, es sabernos
aceptados con toda nuestra ambigüedad y ver que debajo de aque-
llo que nos avergüenza, nos atormenta, o nos sentimos impotentes
para cambiar, hay un núcleo bueno, un lugar de inocencia en cada
uno, que Jesús se empeña en rescatar y en ensanchar.
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22. Este poema de Dulce Mª Loynaz expresa hermosamente la conciencia de esa pobre-
za que nos hace ricos para Dios y receptivos al don:
Porque me amas más por mi arcilla que por mi flor;
porque más pronto hallo tu brazo cuando desfallezco que cuando me levanto;
porque sigues mis ojos donde nadie se atrevió a seguirlos
y regresas con ellos amansados,
a salvo de alimañas y pedriscos.
Eres para siempre el pastor de mis ojos,
la lumbre de mi casa,
el soplo vivo de mi arcilla.
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23. JEAN VANIER, Acceder al Misterio de Jesús a través del Evangelio de Juan, Sal Terrae
2005.
24. Tomo estas preciosas intuiciones sobre la desnudez y la comunión en la vulnerabilidad
de las charlas de un Retiro que Jean Vanier impartió en Santiago de Chile, en el año 2005.
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VIDAS CONCILIADAS
Una de las cosas que más nos cuesta aceptar, en sociedades tan
mercantilizadas como las nuestras donde hemos hecho un ídolo
de la compra-venta de todo, es creer que podamos recibir total-
mente gratis algo por lo que no hemos “pagado”, ni nos hemos
ganado. Todo lo que el mercado ofrece “gratis” en su letra peque-
ña guarda una trampa. Nadie da nada por nada, solemos decir.
Pero con el pasar de los años nos damos cuenta de que en nuestra
vida de adentro ocurre justo al revés, que lo que de verdad impor-
ta, lo único necesario, nunca podremos comprarlo, ni merecerlo.
Sólo esperarlo. Nos es ofrecido de un modo tan gratuito que nos
cuesta creérnoslo.
A Zaqueo no le pregunta Jesús: “¿Cuántas veces? ¿Con quién? ¿Dón-
de?”. Le busca con la mirada y le llama por su nombre, le dice cari-
ñosamente: “Hoy tengo que alojarme en tu casa” (Lc 19, 5). No le dice:
“Oye, devuelve todo lo que has robado”. Le dice: “quiero estar con-
tigo”, con gran deseo. Es Jesús quien toma iniciativa y quien
mueve el corazón de Zaqueo hacia el encuentro con él. Este amor
recibido en pura gratuidad lo llena de contento y provoca en Zaqueo
el deseo de reparar en exceso, ¡hasta cuatro veces más!: “Señor, la mitad
de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno le devolveré cua-
tro veces más” (Lc 19, 8).
A la mujer, acusada de adulterio, no le disculpa su conducta sino
que la perdona. No la obliga al remordimiento como tarea contra su
estima, de modo que se culpabilice, sino que le ofrece aceptación,
confianza y seguridad en el camino futuro. La libera para que pueda
vivir una vida nueva: “anda y no peques más” (Jn 8, 11), quiere decir:
anda y quédate conmigo, quédate en este amor que has recibido.
A Leví, que será Mateo, colaborador del régimen opresor, le dice:
ven conmigo (Lc 5, 27). Al ladrón: “hoy mismo estarás conmigo...” (Lc
24, 43). Sentirnos perdonados, es volver a escuchar a Dios que nos
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CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA
dice: “está bien que seas como eres, quiero estar contigo, me da ale-
gría que existas”. No es sólo dejarnos ordenar y embellecer la casa
de nuestra vida, es saberla habitada por una Presencia constante
que activa el amor adentro, que viene a buscar lo que estaba más
perdido.
Cada vez que acogemos a una persona, con ganas de estar con ella,
sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho, le damos vida, le per-
mitimos volver a la vida, la resucitamos25. Esa persona siente que es
querida, digna de seguir viviendo.
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VIDAS CONCILIADAS
Cuando Jesús se dejó acariciar por una mujer que celebró el perdón
con la abundancia del perfume, cuando miró a Pedro con cariño y
le preguntó si podía quererlo más, cuando fue capaz de ofrecer a los
que violentaron su vida una oportunidad de reconocer su ceguera...
se hizo sacramento vivo, puerta hacia Dios, espacio abierto en el que
experimentar ese lugar de transparencia que todos llevamos dentro.
Descubrir que somos mejores que el peor de nuestros actos, como se
lo hizo sentir la hermana Helen Prejean a Matthew Poncelet, el
joven que iba a ser condenado a muerte por el asesinato de dos ado-
lescentes26. Ella fue capaz de acompañarlo en su infierno personal, de
sufrir con él; y unos instantes antes de ser ejecutado le impuso sus
manos a través del cristal, arropándolo con una mirada de mucho
amor. Matthew lloró, descubrió este amor dentro de él, y pudo reco-
nocer el dolor de los padres de los muchachos, pedirles perdón
antes de morir y, quizás, llegar a perdonarse él mismo.
26. Pena de muerte, de TIM ROBBINS (1995), protagonizada por Susan Sarandon y Sean
Penn, es una película basada en una historia real vivida por la religiosa Helen Prejean, acti-
vista contra la pena de muerte. En ella se narra el acompañamiento a un joven condenado
a muerte por un doble asesinato y las dolorosas relaciones con las familias de las víctimas.
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27. Tuve la suerte de estar en Cuba con un grupo de cristianos trabajando el tema de la
reconciliación y nos dio mucho juego la película Una historia verdadera de DAVID LYNCH
(2002). Está basada en un hecho real de un hombre ya anciano que recorre en una corta-
dora de césped cientos de kilómetros para reconciliarse con su hermano enfermo, con el
que hace años no se habla. Cuando en uno de los encuentros terapéuticos que tiene
durante el viaje le ofrecen llevarle hasta allí en coche, el anciano se niega: necesita todo el
tiempo que está tardando en recorrer el camino para que la reconciliación con su herma-
no, y con él mismo, pueda ir tejiéndose adentro.
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28. Este rito es “suprapersonal”. Va más allá del ruego personal del sacerdote. En este
gesto el sacerdote, o quien pueda llevarlo a cabo, participa del poder salvífico y personal
de los orígenes. Cf. A. GRÜN, o.c., pp. 23-27.
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29. Jesús nunca decía: “yo te he curado”, más bien solía exclamar: “tu confianza... tu fe
te ha curado”. Dejaba claro que era Alguien mayor que él quién hacia las obras (cf. Jn
14,10).
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30. Citado por F. MILLÁN ROMERAL, Para una renovación del sacramento de la Penitencia,
Miscelánea Comillas 55 (1997), p. 21.
31. Recomiendo para continuar profundizando en esto el interesante libro de ROBERT
J. SCHREITER, El ministerio de la reconciliación. Espiritualidad y estrategias, Sal Terrae, 2000.
Subraya el autor la necesidad de crear comunidades donde se acompañe el ejercicio de la
reconciliación: comunidades de seguridad, comunidades de memoria y comunidades de
esperanza (p. 113).
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32. Como hermosamente me explicaba una amiga: “Cuando releía el poema Invierno, de
Alfonso Junco, la parte en la que dice: “En cenizas el fuego/la casa fría... No en el umbral, tem-
blando, te me quedes;/empuja con violencia decisiva, /abre la puerta que tapió el invierno/ y entra
en casa Señor, como solías./Ven al hogar en que murió la llama,/ y pon tu leño ardiente en mis ceni-
zas/, y al amor de la lumbre consolados/ platiquemos de las cosas escondidas”. De pronto me
acordé de tu capítulo de reconciliación, y pensé: esto de “pon tu leño ardiente en mis ceni-
zas” es lo que yo llamaría reconciliación, para luego, no al “calor”, sino al “amor” de la
lumbre, y ya consolada,desde su amor”
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La uncion
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José María Larrú
José María Larrú Burdiel. Hermano y Sacerdote de San Juan de Dios. Es ATS por la
Universidad complutense de Madrid. Diplomado Universitario en Psicología Clínica, por
la Universidad Pontificia de Salamanca. Licenciado en Teología por la Universidad Santo
Tomás de Aquino de Roma. Licenciado en Derecho Canónico y Master en Bioética por la
Universidad de Comillas de Madrid. Actualmente es capellán del Hospital de San Juan
de Dios de Santurce (Vizcaya).
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para el culto (Gen 28, 18. 31, 13), altares (Ex 29, 36; Lv 8, 11; Nm 7,
10. 84. 88), especialmente el altar de los holocaustos (Ex 40, 10), la
tienda de las reuniones (Ex 30, 26) y el arca (Ex 40,9; Lv 8, 10; Nm
7, 1) y también diferentes accesorios del altar (por ejemplo: II Sam 1,
21; Is 21, 5). Con mayor frecuencia aparece en el Antiguo Testamen-
to la unción de personas. Tales descripciones se pueden dividir en
los grupos siguientes:
Unciones reales, de sacerdotes y profetas, de viajeros a los que se
hospedaban en casa, de enfermos, sobre todo de leprosos, unción
del mensajero divino excepcional, el Mesías.
Lo esencial de la práctica de la hospitalidad, tan estimada en Oriente,
se reduce a preparar la mesa ante los huéspedes, acogidos en casa y
a derramar aceite sobre ellos, a ungirlos (Ps 23, 5; 92, 11).
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LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
5. Desde mi experiencia
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8. Visita al enfermo
En la visita lo que hay tener muy en cuenta y cuidar con un esmero
especial es, la acogida que será el preludio de una buena escucha.
La acogida es una actitud que facilita los encuentros. Es un arte difí-
cil que iremos aprendiendo por etapas. Ante todo, la persona agen-
te de la pastoral, debe saber acogerse a sí mismo. No siempre resul-
ta fácil aceptarse. Supone reconciliarse con el propio pasado y con
los propios errores; supone contemplar lo que se es, con sencillez.
Cuando uno recorre de manera positiva el camino consigo mismo,
entonces el camino hacia los demás ya no se le presentará como una
aventura desconocida. Cierto que el otro es siempre para nosotros
una especie de misterio y que ponernos delante nos pone a la defen-
siva. Pero el que ha logrado aceptarse a sí mismo con realismo se
encuentra más libre de prejuicios defensivos. Se da cuenta más fácil-
mente de los sentimientos, de los miedos, de los valores, de los gus-
tos del que tiene delante. Podremos reconocer que ese mundo fasci-
nante, misterioso, del otro, tan cercano al alma, es un mundo muy
semejante al propio y de esa forma nos facilita la acogida y apertu-
ra al diálogo.
Si en la visita hemos logrado una buena acogida, no podemos per-
der la excelente oportunidad de escuchar.
Una de las necesidades profundas del hombre es la de comunicar-
se, poder expresar a otro ser humano sus sentimientos, manifestar-
se y por consiguiente ser comprendido. Pero esto no puede darse si
no existe un interlocutor que escuche.
Saber escuchar es verdaderamente un arte, es ir más allá de las pala-
bras que se pronuncian para entrar en el mundo interior del otro y
valorar las cosas desde su perspectiva.
Sentirse escuchado es un fenómeno que responde a exigencias muy
variadas: alivia la soledad personal, confirma el valor de los propios
sentimientos, promueve la auto-comprensión, y es el vehículo que
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9. La fe y los sacramentos
El alejamiento de los sacramentos se hace patente porque en la men-
talidad de las mujeres y hombres de hoy es más difícil la fe en Dios.
Podemos calificar de incómodo el mero hecho de pararme unos
momentos a interiorizar y preguntarme qué es lo que pasa dentro
de mí mismo con relación al hecho trascendente.
¿Existe Dios?, si, pero no le necesito.
Se está viviendo una notable superficialidad en cuanto al hecho reli-
gioso y por consiguiente en cuanto a su práctica.
Es difícil la fe en Dios, porque se rechaza una fe como el refugio psi-
cológico al que se recurre a causa de la inmadurez, y también puede
ser obstáculo para la libre construcción de sí mismo, como concebi-
mos a la persona hoy, que deberá ser ella misma la protagonista de
su historia. Se ha hecho más difícil la necesidad de la salvación, por-
que, totalmente absorbido por la idea de conquista del mundo y de
la ciencia y porque cree tener en su mano todas las posibilidades,
padece la tentación de considerarse autosuficiente. Se ha hecho más
difícil captar el significado de la mediación de la Iglesia en los sacra-
mentos porque la Iglesia se manifiesta más como signo de poder
que como un signo de amor y de liberación.1
1. Ver las causas de la crisis de los sacramentos, especialmente la crisis del sacramento de
la penitencia, cfr. J.Ramos-Regidor, El sacramento de la penitencia, Sígueme, Salamanca, 1979.
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“... no quisiera concluir sin agradecer desde el fondo del corazón a las
numerosas personas que me han enviado sus mejores deseos después de mi
operación, y deciros que he comprendido mejor, gracias a la prueba, que fue
para mi una experiencia de vida muy positiva.
Cada uno percibe en un momento de su existencia su extrema fragilidad
al mismo tiempo que la grandeza de su condición humana. Eso nos sitúa en
la verdad. Distinguimos mejor entonces lo que es esencial y lo que es pasa-
jero en nuestra vida.
Nuestra fragilidad nos permite también experimentar lo semejantes que
somos fundamentalmente y deberíamos ser tratados con el mismo respeto.
Eso refuerza mi voluntad de obrar contra todas las exclusiones y discrimi-
naciones.”
Bibliografía
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ral de los agentes sanitarios, Ciudad Vaticano 1995.
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NICOLAU, M., La Unción de los enfermos, BAC, Madrid 1975.
PAGOLA, J.A., Acción pastoral para una nueva evangelización, Sal
Terrae, Santander 1991.
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229
6
El sacramento del orden
desde la perspectiva
de las mujeres
María José Arana, r.s.c.j.
María José Arana Benito del Valle. Religiosa del Sagrado Corazón de Jesús. Doctora en
Teología y Diplomada universitaria en Sociología por la Universidad de Deusto, Bilbao;
Maestra Nacional. Ha sido Párroco o encargada de la Parroquia de Aranzazu, Vizcaya y
Presidenta del Forum Ecuménico de Mujeres Cristianas de Europa. Pertenece también a
otros grupos de mujeres cristianas como el Foro de Estudios sobre la Mujer (FEM).
Actualmente es profesora en la Facultad de Teología de Vitoria y en el Instituto Diocesano
de Teología y Pastoral de Bilbao. Es también presidenta del Consejo Diocesano de
Religiosos/as y CONFER Vizcaya. Ha publicado bastantes libros en colaboración y otros
como: La clausura de las Mujeres, edit. Mensajero, Bilbao, 1992; Mujeres Sacerdotes ¿por
qué no?, edit. Claretianas, Madrid, 1994; Rescatar lo femenino para reanimar la Tierra,
Barcelona, 1997; otros títulos sobre ecumenismo y diálogo interreligioso, etc.
6
EL SACRAMENTO DEL ORDEN DESDE
LA PERSPECTIVA DE LAS MUJERES
1. New Women, New Church, WOC, 1993. Citado en M. J. ARANA y M. SALAS, Mujeres
sacerdotes ¿por qué no? Reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas, Edit. Claretiana,
Madrid, 1994, p. 132.
233
EL SACRAMENTO DEL ORDEN DESDE LA PERSPECTIVA DE LAS MUJERES
2. Muchos de estos datos, aunque no todos, los he escrito en ARANA, M.J. y SALAS,
M. Mujeres sacerdotes, ¿por qué no?, Edic. Claretianas, Madrid, 1994. También en ARANA,
M.J., “María y la ordenación de las mujeres”, Ephemerides Mariologicae, vol. XLIV, 1994,
julio-septiembre p. 467-483. Y “La vocación al sacerdocio y las mujeres”, Cuadernos
Varapaz, n. 11, 1993, pp. 9-20.
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ser fraile predicador para ser más útil para ti y para las almas”, pero pare-
ce que ella se sentía insegura viendo las limitaciones que le imponía
“su sexo” y le dijo a Jesús sus temores: “Soy mujer –la dificultad es
real, pero además ella la siente desde una conciencia ¿de inferiori-
dad?–; ni los hombres me harán caso, ni está bien que una mujer ande
entre ellos”4. ¿Tenía Santa Catalina una verdadera vocación sacerdo-
tal?; es muy posible; la predicación, en otros tiempos también reite-
radamente prohibida a las mujeres, estaba muy ligada al ministerio
sacerdotal y desde luego, la idea de disfrazarse de varón provenía
de que quería ocultar algo. Pero además, a través de sus obras des-
cubrimos que su teología y preocupaciones están muy orientadas en
este sentido.
Sin embargo tenemos muchísimos casos y vamos a tratar de expo-
ner algunos de ellos, muy pocos, pero suficientes para mostrar una
realidad y una vocación. Algunas lo han hecho de forma muy explí-
cita y clara, pero luego, ante la imposibilidad real han derivado al
ámbito místico. Otras ni siquiera han soñado en la posibilidad de
ser sacerdotes realmente, pero la interiorizan mística y sacrificial-
mente, como “holocaustos”; la única posibilidad que la Iglesia per-
mite para las mujeres. Así lo afirmó Pablo VI en unas conversacio-
nes con Jean Gitton: “La mujer no puede ser sacerdote. No realiza el
Sacrificio. Pero la mujer puede ser víctima”: ¡terrible! Además de que es
terrible y siempre me ha parecido injusto que sean los varones los
que determinen lo que es válido o no para ellas y sean además los
que adjudiquen a las mujeres este aspecto eucarístico, también lo es
que ellos pretendan evadirse de esta perspectiva que incumbe a
todo cristiano y cristiana. Jesús, varón, fue el que se inmoló a si
mismo, pero es toda la Humanidad –no sólo las mujeres– la que ha
de aceptar esta función. Además, la función sacerdotal tiene unas
dimensiones mucho más extensas.
4. SANTA CATALINA DE SIENA, Obras de. El Diálogo, BAC, Madrid, 1955. Cita un
trozo de la biografía del RAIMUNDO DE CAPUA, B., edit. P. Álvarez, Vergara, 1926.
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5. HENRY, R., Histoire d’une Âme Victime. Caroline Clèment, edit. Téqui, París, 1890, pp.
53-56. Citado en www.womenpriest.org.
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6. ISABEL DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, Obras completas, Madrid, 1958, pp. 171, 173,
185, 192, 223, 254, 365, 541, 547, 904-905, etc.
7. La mayoría de las citas son tomadas de SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Manus-
critos autobiográficos (Historia de un alma), Burgos, 1958. También PHILIPON, M. M.,
Santa Teresa de Lisieux, Un camino enteramente nuevo, edit. Balmes, Barcelona, 1957.
8. Proceso de beatificación, 14-28, septiembre, 1910, 2741.
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12. MISIONERAS CRUZADAS DE LA IGLESIA, La vida que fue misa, Madrid, 1964.
13. Nacida en Lyon, 1903, se llamaba Paule Mulatier. Su vida está escrita por SANSON,
C., Marie de la Trinité. De l’angoisse à la paix, edit. du Cerf, París, 2003 ; y por la misma
autora, Marie de la Trinité. Filiation et sacerdoce des chrétiens, Edit. Lethielleux, Namur,
1986.
14. Ibíd, p. 33.
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15. Obra trabajada por las religiosas de la Congregación: María Teresa Dupouy, el carisma
sacerdotal de una mujer, San Sebastián, 2001. p. 23, 295, 303-306, 714-719… y otras.
16. Los textos que vamos citando corresponden a la misma obra y concretamente este
último a la p. 303.
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17. Citado por GIBELLINI, R., Teología del siglo XX, Sal Terrae, 1998, p. 446.
18. Texto escrito por Ida Raming e Iris Müller con ocasión de la muerte de Gertrud H. y
recogido por www. Women priests. Org.
19. FELDMANN, C., Edith Stein, Judía, Filósofa y Carmelita, Barcelona, 1988, p. 72. JIMÉ-
NEZ VICENTE, A., Destellos en la noche, Publ. Claretianas, Madrid, 1990, p. 70. Y otros.
20. WINTER, M.T., Desde lo hondo. La historia de Ludmila Javorova, una mujer católica orde-
nada sacerdote, edit. Claretianas, Madrid, 2002. Conocí a esta mujer en su casa de Brno
(República Checa); cuatro mujeres del Foro de Estudios sobre la Mujer, en Asamblea cerca
de Praga, fuimos a visitarle y tuvimos unas conversaciones maravillosas sobre todas estas
cuestiones.
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afirma: “Yo lo veo de otra manera. Siempre es Cristo el que está detrás del
cambio que tiene lugar en los sacramentos y Cristo no hizo distinción entre
hombres y mujeres. Si una mujer es capaz de comunicar… La segunda
consideración es que el sacerdocio juega un papel en el habitar la profun-
didad de nuestra existencia humana en cuanto mujeres. Esta ha sido mi
experiencia y puedo testificar que es así”21.
Las mujeres, al no poder hablar de la propia experiencia como pas-
tores y presbíteros, hablamos desde el deseo y la vocación que algu-
nas sintieron y sienten en la actualidad, vocación posible aunque la
Jerarquía eclesiástica les quiera negar incluso esa posibilidad, “por
muy noble y comprensible que sea, no constituye todavía una genuina
vocación”… (Inter Insignores, nº 38).
Por otra parte, ni por el estilo de mujeres y épocas a las que nos
hemos referido, ni por el contenido teológico y espiritual que expre-
san, podríamos interpretar que esta inclinación (o vocación) pudie-
ra estar influenciada por cuestiones de tipo reivindicativo, ni se
podría aducir que era así porque vivieron en un contexto o “en un
momento en el que las mujeres toman conciencia de las discriminaciones
que han padecido en la sociedad civil y por lo tanto se orientan a desear el
mismo sacerdocio ministerial” (ASS 69 [1977} 115). Es otra cosa; es una
llamada profunda, un carisma real, ministerial y este carisma sacer-
dotal ha impulsado e impulsa hoy la vida de muchas mujeres que
quieren que su vocación sea aceptada y reconocida por el bien de
toda la Humanidad.
3. El carisma sacerdotal
La vocación ministerial es fundamental y abarca una gran variedad
de aspectos y de servicios: un ministerio profético ejercido especial-
mente en la predicación, ministerio pastoral de dirección de la
comunidad y la cura de almas, un ministerio sacerdotal-cultual que
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27. Ver capítulo 3 de ARANA, M. J. y SALAS, M., Mujeres Sacerdotes ¿por qué no?, o. c.
pp. 35-43.
28. Ver páginas 43-46 o.c. y la Carta Apostólica de Juan Pablo II «Ordenatio Sacer-
dotalis» (1994).
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34. STO. TOMÁS, IV sent. dist, 25 quaest. 2, art. 1, sol. 1, corp. : « Presbytera autem
dicitur viuda, quia presbytero idem est quod senior »
35. Estos textos ya los trabajé de forma muy semejante en Mujeres sacerdotes ¿por qué
no?… o.c.
36. ATTO de VERCELLI, o. c. Ibíd. p. 49 y ss.
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de la Iglesia” (Rm 16, 1), “de donde se entiende que entonces, no sólo
los varones sino también las mujeres, presidían (estaban al frente de)
las Iglesias, es decir, para gran utilidad”. Esta práctica podría estar
relacionada con el hecho de que a menudo las mujeres que prove-
nían del paganismo “habían estado formadas” en el ejercicio del
ministerio en los cultos paganos. Atto ve el ocaso de estas auténti-
cas ordenaciones en el Concilio de Laodicea que en el capítulo 11
prohibió la ordenación de las “Presbíteras” o “Presidentas”. Tam-
bién alude al Concilio de Calcedonia.
Seguidamente se refiere al significado de la palabra “diaconisa”:
“realmente creemos que las diáconas”, etc., como ya hemos citado
arriba y enumera sus funciones y características: No más joven de
40 años; formadas debidamente para bautizar y enseñar, “con pala-
bras aptas y convenientes” a las mujeres y a los niños; de vida
casta, etc. Y aquí establece una distinción muy importante: “pues
así como aquéllas que se llamaban “presbíteras” habían recibido el
oficio de predicar, de mandar o de enseñar, del mismo modo, las “dia-
conisas” habían recibido el oficio de servir o de bautizar”, y conti-
núa, “lo cual ahora se realiza lo menos posible”. Evidentemente,
en esta época y en las posteriores, las funciones de bautizar, man-
dar, enseñar, estaban totalmente prohibidas para las mujeres. Con
esto nos damos más cuenta de la importancia que tienen las pala-
bras de Atto.
También añade, que es verdad que se podría extender este Minis-
terio del bautismo a las “viudas” o a las “monjas”, cosa que según
Atto, “conviene minímamente”, pero de todas formas, indica “que
sean instruidas en su oficio”. Previene de la posible inexactitud al
confundir los términos “abadesa” y “diácona” y aclara: “Pero por
diácona no entendemos otra cosa que ministra”. Es decir, la Presbí-
tera y la Diaconisa están muy próximas como también lo estuvieron
en la práctica de la Iglesia primitiva, el Diácono y el Presbítero.
Por último alude también al hecho de que “podemos considerar
presbíteras o diáconas a las que han estado unidas por unión con-
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amasados con las lágrimas, también con las de las mujeres, para que
el Espíritu (ruah femenino) los transforme en Cuerpo y Sangre de
Cristo entregados para la Salvación del mundo. Este es el acto cós-
mico y reconciliador de la Humanidad con Dios y con el Universo.
“La Iglesia tiene necesidad hoy, de recuperar la visión cósmica, eco-
lógica, positiva y optimista de la Eucaristía y celebrarla en una litur-
gia que exprese la alegría del cielo en la tierra y la espera del festín
en el Reino de Dios”45, sin embargo no es fácil que esto se realice
expresiva y significativamente mientras existan discriminaciones
dentro del ámbito eclesial y se hagan palpables también en el euca-
rístico. Es decir, su visibilidad y significación no será clara hasta el
día en que la Iglesia ensanche la mesa eucarística del altar y consi-
dere ahí a las mujeres no sólo como comensales de pleno derecho
sino reconociendo en ellas la posibilidad de que, como María, hagan
presente a Cristo en el mundo, transformando los dones creados, en
su Cuerpo, para la reconciliación de este mundo dividido. En este
Cuerpo está asumida la Humanidad entera que Cristo ha querido
reconciliar bajo la Cruz.
El festín eucarístico podría ser así mucho más claramente un signo
y anticipo de aquellas relaciones igualitarias y fraternas del Reino
que en él se proclama.
Quisiéramos que la Eucaristía, presidida y animada por hombres y
mujeres, fuera verdaderamente el lugar simbólico y expresivo de
esa anhelada reconciliación humana, en la que hombres y mujeres,
re-conocidos, re-encontrados mutuamente se solidaricen totalmente
en la Iglesia para salvación del mundo, como signo y anuncio de
una creación pacificada. Porque “la Humanidad no puede recono-
cerse a sí misma más que en la perfecta identidad de lo masculino y
lo femenino como imagen de Dios”46 y lo que es mucho más serio,
difícilmente Dios podrá reconocerse en una humanidad partida.
45. Ibíd.
46. G. LAFONT, Dios, el tiempo y el ser, Salamanca, 1991.
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El sacramento
del matrimonio
María Ignacia Chacártegui
María Ignacia Chacártegui Cirerol. Alcoy (1944). Está casada y tiene cinco hijos. Es Pue-
ricultora y Secretaria de Dirección. Trabajó durante muchos años como pasante de
Notaría. Actualmente es la Presidenta Delegada de la Organización Católica de volun-
tarios “Manos Unidas” en Palma de Mallorca.
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1.1. La fidelidad
La fidelidad al otro, como el marco y la atmósfera en la que plante-
arse la vida en común.
A lo largo de mis ya muchos años de matrimonio, sumando mi
experiencia a la de tantos otros matrimonios caminando junto a
nosotros, he comprobado que, cuando la fidelidad de la pareja se
mantiene, todos los problemas que aparecen, resultan menores y
suelen solucionarse, porque se mantiene vivo lo que en realidad es
el núcleo del compromiso. Algo así como: “Tú me sigues importan-
do más que nadie. Sigues siendo el mío. Yo te elegí. Y seguimos ade-
lante”. “Pase lo que pase”. Ése es el corazón de la promesa. Y cuan-
do esa certeza es compartida se vive una inmensa paz y se tiene la
perspectiva suficiente para arreglar cualquier problema o desacuer-
do, que por importante que sea, siempre resultará secundario a esa
apuesta voluntaria y sin remedio de nuestro corazón.
Sabemos, por la antropología, que en el principio de los tiempos, la
primitiva “tribu o manada humana”, en su proceso de humaniza-
ción, vivía la indiferenciación personal: cualquiera era suficiente;
cualquiera era cualquiera para todos. Pero poco a poco, el proceso
de reconocimiento “del otro”, da paso a la elección. El otro “para
mí”. El otro se transforma en “el mío” a lo largo del tiempo. Y en
una más profunda y más perfecta comprensión del ser humano, en
“el único mío” mientras así pueda ser.
La fidelidad es el clima propio del matrimonio, donde se va dibu-
jando la vida con sus etapas y acontecimientos y que permite vivir
cualquier cosa con serenidad, especialmente el sufrimiento cuando
llega, como parte muy importante que es de la vida.
La fidelidad es un don, que se debe pedir, se debe esperar y se debe
cultivar con la más alta exigencia, pero es un don que es comple-
mentario de la característica del sacramento del matrimonio que
más reticencias levanta:
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1.2. La indisolubilidad
Tantas veces vista como irrealizable y utópica, la indisolubilidad del
matrimonio cristiano está entretejida por la misma argumentación
de la fidelidad. Uno no se entrega “un rato” o solamente “según
vayan las cosas”. Nada serio puede emprenderse en la vida si se
deja la puerta abierta constantemente para la huída o la defección, a
la hora de las dificultades; y en cambio, todas las energías positivas,
toda la imaginación, y todos los reflejos de supervivencia moral,
incluídos los que producen el dolor y aún la desesperanza, se acti-
van y combinan para superar los malos tiempos y las circunstancias
perversas. Porque ¿quién quiere disolver aquello que se reconoce
como lo más esencial a nuestra vida, objeto de nuestros cuidados y
motivo de nuestra esperanza? Uno tarda mucho tiempo en decidir
el destino de sus afectos, pero aunque las expectativas, por ser rea-
les, no excluyan los problemas de todo tipo, es bueno, es muy bueno
que la promesa, la lucha y la presencia lo sean hasta el final.
Y por qué digo que es bueno, y no que es utópico o insoportable:
porque cuando se ha comprometido todo el ser en un proyecto y no
se considera nunca la idea de dejarlo, se lucha intensamente, y todas
las capacidades se instauran no solo para resolver problemas, ya
que los hay que no tienen solución, sino para consolidar y restaurar
el amor. Y eso es gracia.
En todo ese mecanismo de elección-renovación constante de la
elección, el sacramento del matrimonio provee a la pareja humana
de agua fresca, trabajosamente sacada, pero siempre fresca, de su
propio pozo.
Asimismo el sacramento del matrimonio trabaja y sacraliza uno de
los instintos básicos de la vida humana, el instinto sexual,como
fuerza orientada a la supervivencia del ser humano por su repro-
ducción y al disfrute de la necesaria compañía y complementación
de la persona, mientas dura la experiencia vital.
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Por eso realizarse como iglesia pequeña, como célula de nuevo cre-
cimiento entraña un riesgo especial, y es especialmente sensible a
todas las influencias, modas, costumbres, leyes y creencias que la
pondrán a prueba.
Siempre habrá una tensión. Como en el cuerpo humano cuando se
crece, así el Cuerpo Misterioso de Cristo que crece en el familia
experimenta todas las tensiones del crecimiento y muchas de sus
fragilidades.
Nada se le ahorrará. Antes al contrario se le exigirá que trabaje hacia
adentro y hacia afuera, en la realidad de Cristo y Cristo en el mundo.
Porque la familia es para el mundo.
Hay una aportación muy propia de la familia en la interpretación de
aquello que Jesús calificaba en la última cena como “lo que vaya
viniendo” (Jn 13-14)
Decía así el Señor: “Mucho me queda por deciros, pero no podéis
con tanto ahora; cuando venga él, el espíritu de la verdad, os irá
guiando en la verdad toda, porque no hablará en su nombre, sino
comunicará lo que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo”
(Jn 16, 12-14).
Ese acompañamiento en la verdad se ofrece a toda la Iglesia.
También a los laicos.
Hay una parte del discurso con el que, en 1963, el Cardenal León
Suenens intervino en el Concilio Vaticano II, y que luego fué recogi-
do en el numero 12 de la Constitución sobre la Iglesia, en el que
hablando sobre los laicos y sus carismas decía así:
“Es misión de los pastores –sean pastores de Iglesias locales y parti-
culares o del conjunto de la Iglesia– descubrir con una especie de
“instinto espiritual” alentar y dejar que se expandan los carismas
del Espíritu en las Iglesias. Es misión de los pastores de la Iglesia
escuchar con atención y con espíritu abierto a los laicos, los cuales,
cada uno por separado y juntos, abundan en dones y carismas pro-
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Una teología:
DE LA PRESENCIA DOMÉSTICA DE DIOS.
DE LA ACTUALIZACIÓN DE LAS GRACIAS SACRAMENTALES EN LAS DIFE-
RENTES ETAPAS DE LA VIDA.
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miento de las personas, hasta allí donde cada uno se definía hones-
tamente, en sus luces y sombras, y al conocimiento de las espectati-
vas que se tenían, para ver si las imágenes eran o no coincidentes.
Eran buenos noviazgos, sí por cierto.
Aunque nada sustituye a la inteligencia en cualquier circunstancia
y el valor de renunciar a un proyecto cuando se perfilaba como
incompatible con uno mismo.
En cuanto a lo de tener una idea real y realista de lo que puede
pedírsele al matrimonio, y de lo que no puede esperarse de él, hay
todo un mundo bibliográfico, y cinematográfico, que se ha revelado
como maestro nefasto de la vida, por irreal, ya fuera por exceso o por
defecto, y por desgracia, los verdaderos “profesores” del matrimo-
nio, que seríamos entre otros, los padres, quizá somos vistos dema-
siado de cerca por nuestros tutelados, demasiado “en zapatillas”,
sin el aura apasionada que parece ser el único precio que merece la
pena pagar a cambio de tanto trabajo y tanta entrega.
Tan sólo haría una excepción honrosa, en la referencia que he hecho
de la filmografía “deseducadora”. Salvaría como símil matrimonial,
casi perfecto, aquellas películas clásicas, “de vaqueros”, donde van
dos amigos, caminando con una mula y sus cantimploras de agua,
cruzando el desierto, camino del rancho soñado; y algún rato uno le
lleva al otro, y otro rato, el otro le lleva al uno; donde comparten los
fuegos de la noche a la luz de incontables estrellas, y el café de la
mañana, cuando después de alguna pelea, generalmente por dine-
ro, ambos prosiguen su camino, su único camino; y si alguna vez
uno de los dos hace un amago de deserción, es solo una prueba más
de amistad, y luego se reúnen, un poco a regañadientes, allí donde
hay más peligro de ser atacados por fuerzas extrañas.
Casi todas las historias bonitas que conozco entre personas com-
prometidas, podrían ser contadas en esta clave modestamente
épica. Creo que la vida de pareja está entre la lírica como algo excep-
cional, y la épica, como algo obligatorio.
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bién cuando aseguro que se asume como una certeza que llegará
con el tiempo, el momento en que dicho matrimonio se encontrará
situado, como en un símil muy duro pero muy real, frente a una
pared de piedra, impenetrable, el día en que comprenda que su
función reproductiva ha sido cumplida generosamente, en toda
conciencia, pero que sin embargo su “función-núcleo decisivo” que
es la de amarse y amarse intensamente, y físicamente, hasta la
muerte, debe continuar en el máximo esplendor posible.
En esa disyuntiva moral, de amar, pero evitar las consecuencias
genéticas de su amor se encuentra toda pareja más pronto o más
tarde, más bien pronto que tarde, y ello, porque el tiempo y los años
que pueden dedicarse a la generación de los hijos se cumplen pron-
to, y a esos años sigue un larguísimo período, que en la práctica se
transforma en un desierto moral.
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Títulos de la Colección
EN CLAVE DE MUJER
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RELECTURA DEL GÉNESIS. Isabel Gómez-Acebo (Ed.)
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HEBREOS. Renita J. Weems.
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Gómez-Acebo (Ed.).
LAS MUJERES EN LA VIDA DEL NOVIO. UN ANÁLISIS HISTÓRICO-LITERARIO
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ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA. Pilar de Miguel (Ed.).
EN EL UMBRAL. MUERTE Y TEOLOGÍA EN PERSPECTIVA DE MUJERES. Merce-
des Navarro (Ed.).
RELECTURA DEL ÉXODO. Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
MARÍA MAGDALENA. DE APÓSTOL, A PROSTITUTA Y AMANTE.
Isabel Gómez-Acebo (Ed.).
¿EN QUÉ CREEN LAS MUJERES? CREYENDO Y CREANDO.
Pilar de Miguel (Ed.).
CUANDO LOS SACRAMENTOS SE HACEN VIDA. Mª José Arana (Ed.).
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
RGM, S.A., en Bilbao,
el 8 de enero de 2008.