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Análisis sobre Casas Muertas de Miguel Otero Silva (1955):

El impacto de la decadencia en el inconsciente colectivo y los diversos mecanismos de


defensa para enfrentarla

Por:
MARTA ELENA SMITH NIÑO
C.I. 27.314.977

UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO


FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
LITERATURA Y COMUNICACIÓN
DOCENTE: MARÍA DI MURO
CARACAS, VENEZUELA
2018
La historia de la humanidad es la historia de los paradigmas: ideas, costumbres y
hábitos que cambian conforme se dan eventos particulares, surgen cuestionamientos
filosóficos, revoluciones políticas, artísticas o hay una situación de declive del paradigma
establecido. Cuando una idea, un estilo de vida, se vuelve obsoleta, usualmente hay un
período de crisis que lleva a la conformación de un nuevo orden a través de la reinvención y
el progreso o la regresión.

La novela Casas Muertas (1955) del autor venezolano Miguel Otero Silva (1908-
1985) relata la decadencia de un pueblo del estado Guárico llamado Ortiz. La causa principal
de este fenómeno es la epidemia de paludismo, una enfermedad febril que se transmite por
picaduras de mosquitos. Así como el título delinea el ambiente general de la obra, Otero Silva
describe a Ortiz en el texto de la siguiente manera:

En aquel mediodía caliente y sordo se percibía más hondamente la yerma


desolación de Ortiz, el sobrecogedor mensaje de sus despojos. No transitaba
un ser humano por las calles, ni se refugiaba tampoco entre los muros
desgarrados de las casas, cual si todos hubiesen escapado aterrados ante el
estallido de un cataclismo, ante la maldición de un dios cruel. Apenas, desde
un rancho miserable, llegaba el estertor de un hombre que sudaba su fiebre
agarrotado entre los hilos sucios de su chinchorro. A su alrededor volaban
sosegadamente las moscas, moscas verdes, gordas, relucientes, único destello
de acción, única revelación de vida entre los terrones de las casas muertas.
(Otero Silva, 1955, p.86)

En mi tesis de graduación de bachillerato propuse que las crisis llevaban


inmediatamente a las reinvenciones de los paradigmas debido a que establecí una
comparación entre este proceso y la teoría filosófica de la dialéctica de Hegel. Sin embargo,
en este ensayo me planteo analizar la complejidad del proceso, es decir los otros mecanismos
de enfrentamiento hacia la decadencia antes de la reinvención, pues aunque el cambio de
paradigma contundente se da al final de la novela con la emigración de Carmen Rosa, es
importante realizar un análisis psicológico de los métodos previos para confrontar la
destrucción de Ortiz.

Para abordar un análisis psicológico con mayor profundidad, utilizaré la segunda


tópica de Sigmund Freud, que expresa que la psique humana se divide en el Ello, el Yo y el
Superyó, siendo el primero los impulsos biológicos, el segundo la conciencia y el último la
norma moral y social de la personalidad (Di Caprio, 1989, p.41). Me basaré específicamente

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en el Principio de Placer, que rige al Ello, y el Principio de Realidad y el Instinto de
Supervivencia, que residen en el Yo y el Superyó. De igual manera, procuraré establecer una
relación entre estos principios y la clasificación psicológica de Carl Gustav Jung sobre el
inconsciente humano. Jung clasifica el inconsciente en el personal y el colectivo. En el
segundo se encuentran los arquetipos, “imágenes primordiales” asociadas a motivos que
varían dependiendo de las condiciones históricas, pero que nunca pierden su modelo básico
(Jung, 1995, p.67).

A continuación se establecerá la correspondencia, o no, entre estas teorías y las


acciones, expresiones y características de los personajes. Sin embargo, cabe acotar que solo
analizaré a Carmen Rosa, debido a que considero que sus nexos con otros personajes como
Sebastián o el señor Cartaya, y los cambios que su personalidad sobrelleva durante la novela
pueden representar las diferentes formas de lidiar con la crisis de Ortiz.

Carmen Rosa es la protagonista de la novela. En primer lugar es descrita como alguien


que “prefería reconstruir a Ortiz, levantar los muros derruidos, resucitar a los muertos,
poblar las casas deshabitadas y celebrar grandes bailes en La Nuñera, con orquesta de siete
músicos y farolitos de papel pintado” (Otero Silva, p.8) en vez de dedicar su imaginación a
la creación de mitos o leyendas; este hecho la acerca a personajes de mayor edad como la
señorita Berenice y el señor Cartaya.

Por otro lado, un elemento físico que caracteriza la personalidad de Carmen Rosa es
el jardín de su casa, puesto que ella ha dedicado todos sus esfuerzos a mantenerlo en buenas
condiciones en un pueblo conformado por “casas muertas”.

Tanto o más le debía la mujer al jardín. Sembrar aquellas matas, vigilar


amorosamente su crecimiento y florecer con ellas cuando ellas florecían, fue
el sistema que Carmen Rosa ideó, desde muy niña, para abstraerse de la
marejada de ruina y lamentaciones que sepultaba lenta y fatalmente a Ortiz
bajo sus aguas turbias. (Otero Silva, p.6)

Tomando en cuenta la naturaleza nostálgica de Carmen Rosa, se puede entender la


impulsividad de cuidar su jardín como un mecanismo de defensa de Sublimación hacia la
crisis. También se puede comprender a Carmen Rosa como un arquetipo de Madre, ya que
hay presente una actitud maternal hacia el jardín; hay una necesidad instintiva, casi visceral,

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por mantenerlo vivo y por protegerlo. Ciertamente hay un motivo para que esto sea así, que
Otero Silva lo describe como la huida de las condiciones de supervivencia que imperan en
Ortiz.

El jardín florecido es un contraste inmediato con el pueblo en sí: es la vida contra la


muerte. Es el Instinto de Supervivencia de Carmen Rosa actuando contra el sentimiento
derrotista de los habitantes del pueblo. “Todos en el pueblo hablaban de esa época. (…)
Nunca, en ningún sitio, se vivió del pasado como en aquel pueblo del Llano. Hacia adelante
no esperaban sino la fiebre, la muerte y el gamelote del cementerio…” (Otero Silva, p.8).
Siguiendo esta línea de análisis, el jardín representa el mecanismo de defensa de mayor fuerza
de su psique.

No obstante, el primer momento de reinvención ocurre una vez que Carmen Rosa
entabla una relación estable con Sebastián, habitante de Parapara, un pueblo vecino de Ortiz.
Sebastián es un joven de veinticinco años, impulsivo y valiente, que está en contra de la
dictadura de Gómez e incluso forma parte de un movimiento clandestino para liberar a
estudiantes presos por el régimen. Carmen Rosa, quien al principio se encuentra pasiva frente
a las decisiones de Sebastián y sobre asuntos políticos en general, decide apoyarlo cuando
conoce a peregrinos rebeldes familiares de uno de los estudiantes. Hay un viraje de un
Superyó apolíneo, atento a las normas sociales impuestas, a un Yo con una conciencia moral
compleja.

Otra de las causas de este cambio puede estar relacionada con el amor. Carmen Rosa
creció en un ambiente católico y conservador, pero con Sebastián descubre las pasiones
amorosas del Ello. Por más que hay una dialéctica entre su Superyó y su Ello, la
confrontación termina decantando en el fortalecimiento del Yo y en el personaje que ella
llega a ser al final de la novela.

-¿En qué piensas? Y ella dijo por primera vez unas palabras que Sebastián
estaba esperando desde hacía varias semanas: -Tengo miedo de que te vayas,
estaré muy triste cuando te hayas ido, pero la verdad, Sebastián, es que me
siento orgullosa de ti. (Otero Silva, p.56)

Es por esto que el segundo momento de reinvención sucede tras la muerte de


Sebastián. Es el momento cumbre de la historia porque además es como Otero Silva la inicia:

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con el entierro de Sebastián. Su muerte despierta de manera definitiva el Instinto de
Supervivencia de Carmen Rosa. Impulsada por el amor que sintió por él, por sus ideas
revolucionarias y emprendedoras, y por la comprensión de que la muerte de Ortiz es
inevitable, Carmen Rosa emigra del pueblo para fundar otro cerca de asentamientos de
petróleo, en Oriente.

Ahora, aquí hay una diferencia notable entre el derrotismo que señalé al principio de
este análisis y la actitud de Carmen Rosa: ambas posturas están conscientes de la decadencia
del pueblo, pero los demás habitantes deciden quedarse a esperar la muerte mientras Carmen
Rosa se reinventa cuando se va de ahí.

-Este pueblo se nos va a caer encima, Olegario (…) Si se murió Sebastián,


que era el más fuerte, ¿qué nos espera a ti, a mí, a los cuatro fantasmas que
andan todavía por la calle? (…) Y cuando se acaba un pueblo, Olegario, ¿no
nace otro distinto, en otra parte? Así pasa con la gente, con los animales, con
las matas (…) Carmen Rosa no estaba dispuesta a derrumbarse con las
últimas casas de Ortiz. Tras meditarlo largamente, se lo dijo a Doña
Carmelita una mañana: -Nos vamos a Oriente. (Otero Silva, p. 78-80)

Como se ha podido observar en este breve ensayo sobre Casas Muertas, se puede
entender que el proceso de “reinvención” es mucho más complejo de lo que parece desde un
punto de vista superficial. En primer lugar, esta jamás se da inmediatamente después de la
crisis, puesto que tanto la decadencia como la reinvención son procesos de índole progresiva.
Si bien hay puntos decisivos, como muertes súbitas, guerras, entre otros, usualmente es un
hecho que tarda años en gestarse y consolidarse. Al momento de la crisis, el ser humano
recurre a mecanismos de defensa para abstraerse de las condiciones, y estos mecanismos
luego pueden decantar en la necesidad de superación o en la derrota psicológica, como se
pudo ver en el contraste entre Carmen Rosa y los demás habitantes de Ortiz.

La humanidad es diversa y es por ello que nos podemos encontrar con varias
reacciones ante mismos eventos. En cierta manera esa diversidad es la que nos hace humanos.
Sabernos mortales nos humaniza, como diría Savater y ¿qué mejor manera de humanizarnos
sino a través de una crisis que nos hace conscientes de la mortalidad de nuestros paradigmas?

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Referencias bibliográficas:

DI CAPRIO, Nicholas. Teorías de la personalidad, McGraw-Hill, (México, 1989).

JUNG, Carl Gustav. El hombre y sus símbolos, Anchor Books, (Estados Unidos de América,
1995).

OTERO SILVA, Miguel. Casas Muertas, (Buenos Aires, 1955).

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