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de Artes y Oficios y director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia. Está
especializado en temas laborales y posee una vasta producción bibliográfica en su país
de origen siendo traducidas al castellano algunas de sus obras, entre ellas, El factor
humano (Lumen, 1998), Investigaciones psicoanalíticas sobre el cuerpo (Siglo XXI,
1992), Trabajo y desgaste mental (Humanitas, 1990) y La banalización de la injusticia
social (Topía, 2006).
INTRODUCCIÓN
Salir de la crisis de la política implica volver a la tan trillada cuestión del progreso moral
de la humanidad y la lucha contra la barbarie. El siglo XX, con sus dos guerras
mundiales, con la bomba atómica, con los genocidios de los Armenios, de los Judíos y
de los Tutsis, con los totalitarismos, con las guerras imperialistas, muestra que la
violencia, la guerra y la barbarie no se controlan con el desarrollo de la cultura. Volver
a considerar, a pesar de todo, la cuestión del progreso moral de la humanidad se
fundamenta aquí en que el proceso abreva en dos fuentes teóricas que no es
costumbre convocar juntas: el psicoanálisis y las ciencias del trabajo, en particular la
psicodinámica del trabajo.
Por qué el psicoanálisis? Porque la filosofía política no trata con suficiente rigor, me
parece, ciertos datos antropológicos que provienen de la metapsicología freudiana. Las
concepciones del ser humano que atraviesan la teoría política son demasiado someras
y llevan a tesis que a menudo están en contradicción con lo que ha sido puesto en
evidencia por el psicoanálisis.
¿Por qué la psicodinámica del trabajo? Porque propone un análisis de la condición
humana que asume con mayor firmeza que otros la centralidad del trabajo, desde el
nivel más trivial de la clínica hasta el más refinado de la filosofía.
Tomando apoyo en estos dos recursos, me propongo examinar lo que implicaría para
una filosofía política el sostener simultáneamente la centralidad de la sexualidad,
demostrada por el psicoanálisis, y la centralidad del trabajo argumentada por la
psicodinámica del trabajo.
Toma de Freud principalmente el descubrimiento de la sexualidad infantil y lo de
sexual inconsciente que va a ofrecer una concepción del ser humano diferente de lo
que era antes. Éste no funda su punto de vista sólo el reconocimiento del ser humano
como individuo, él sabe que una sociedad no es lo mismo que un individuo. Ésta se va
a constituir a partir de los individuos que la componen. En relación a esto aparecen
diferentes conceptos como la violencia, la sexualidad que son condición sine qua non
de este vivir juntos.
Lo que aquí se defenderá consiste en que el trabajo tiene un papel determinante en la
elaboración de las relaciones que les permiten a las personas vivir y actuar juntos. Y
eso implica debatir sobre la doble centralidad de la sexualidad y del trabajo significa a
nivel de la teoría del sujeto. La clave se encuentra en los poderes del cuerpo, que es
nada menos que condición inseparable de la vida misma. Este será el objeto de este
primer tomo.
CAPÍTULO I
Vinculo subjetivo con el trabajo.
Se trata de analizar los resortes de la inteligencia individual en el trabajo en tanto ésta
puede, en ciertas condiciones, encontrarse en el origen no solamente de una
producción de calidad, sino de un crecimiento de la subjetividad y autorrealización. En
el proceso de la formación de las habilidades, el cuerpo tiene un papel esencial.
Trabajar es colmar la brecha entre lo prescripto y lo efectivo. El trabajo se define como
aquello que el sujeto debe añadir a las prescripciones para poder alcanzar los objetivos
que se son asignados. Pero esta brecha entre los prescripto y lo efectivo nunca se
colma definitivamente; siempre ocurren, en las situaciones de trabajo, incidentes,
dificultades, imprevistos. Y esto es la experiencia de lo real, la realidad que se revela de
forma negativa.
Es necesario sobreponerse a lo real. Trabajar es poder seguir buscando, volver a
empezar, y sobre todo encontrar una solución.
Para esto hace falta una inteligencia muy particular, ya que se trata de encontrar
respuesta a un problema cuya solución no conozco. La inteligencia que se requiere es
una inteligencia que descubre, que inventa, quizá incluso se necesite una inteligencia
creadora. Nos va a permitir improvisar, inventar soluciones, encontrar caminos
insólitos, en situaciones nuevas, desconocidas, inéditas.
La sensibilidad, flexibilidad y la habilidad de los movimientos, que muchas veces
aparecen en las diferentes situaciones, son cualidades que se las debemos al cuerpo.
Entonces, se trata fundamentalmente de una inteligencia del cuerpo y no del mero
cerebro.
Otro concepto que nombra en su análisis es el de subjetivación. Éste remite por un
lado, a las condiciones gracias a las cuales el mundo (materia, herramientas, objetos
técnicos) puede ser apropiado por un sujeto; y por el otro, a las variedades bajo las
cuales se hace esa apropiación (como experiencia afectiva del cuerpo). Según la
perspectiva de Jean Laplanche nunca hay acceso directo al mundo. La realidad existe
solo como realidad psíquica, es decir, una realidad en tanto le llega al sujeto como un
mensaje “a descifrar”, “a traducir” y no bajo la forma de objetividad.
La subjetivación del mundo, pasa primero y antes que nada por una “curpopriación”
del mundo, y es condición sine qua non de todo conocimiento; es por esta
cuerpopriación del mundo que éste puede revelarse, manifestarse como fenómeno.
También va a hablar de rendimiento y aptitud. El descubrimiento de la habilidad y el
rendimiento viene siempre primero, la aptitud después. Solamente en retrospectiva,
después de haber logrado un rendimiento inédito, es posible reconstruir, en ciertos
casos, el camino recorrido entre el percance y el procedimiento eficaz. Cada aptitud
esta indisolublemente unida al contexto de su efectuación, las aptitudes no se pueden
trasponer de un contexto a otro. (Por ejemplo: solamente si se logra un buen
desempeño en África, se podrá, retrospectivamente, decir que posee aptitud para la
medicina humanitaria).
Para gozar del extraordinario poder del cuerpo, para intuir soluciones ante lo real del
trabajo se necesita, además de todo lo que ya se ha dicho, el aguante. El fracaso, los
callejones sin salida, las soluciones no reproducibles, las derrotas frente a la resistencia
de lo real, forman parte integrante del trabajo.
Un problema importante que surge en relación a lo expuesto es la aceptación de lo
real, la capacidad de tolerar en sí mismo la experiencia de lo real. No es cosa fácil.
Mucha gente no soporta enfrentarse por mucho tiempo al fracaso, para muchos,
aceptar la derrota es humillante. Y quien a lo real le opone una negación no tiene
posibilidad de acceder a la inteligencia diligente. En correspondencia a esto pareciera
que los hombres toleran menos que las mujeres la experiencia de lo real. Ellos tienden
a descargar la responsabilidad del fracaso sobre las demás, y las mujeres asumen
mejor el sufrimiento que implica la confrontación con lo real.
Frente a lo real y al tema inevitable del fracaso existe indiscutidamente un enorme
problema de actitud psicológica y profesional.
Ahora bien, las mujeres se encuentran con frecuencia, a casusa de la dominación de
los hombres, confrontadas con la injustica. Lo mismo sucede respecto de la
disponibilidad, la atención, la solicitud, la consideración, la compasión, etc.
El autor expone que esas habilidades se llaman “habilidades discretas”, solo de
advierten cuando están ausentes y no se las pueden reconocer como habilidades
técnicas o profesionales. Pero la dominación del mundo del trabajo por parte de los
hombres hace recaer esas tareas discretas sobre las mujeres. La injusticia en cuando al
reconocimiento del trabajo y de la inteligencia en puestos de trabajo es peor para las
mujeres que para los hombres.
Pero más allá de esa diferencia de acuerdo al género, en general pareciera que todo lo
que corresponde a la inteligencia del cuerpo, a esas habilidades informales, a esos
trucos de oficio y más generalmente al ingenio fuera negado por los jerarcas y
gerentes. Una de las razones es que deben seguir siendo discretas para ser eficaces.
Otra es que esas habilidades a menudo consisten en mañas que suponen infracciones
al reglamento (por ejemplo: tejer durante horas del trabajo para no dormirse). Y se las
oculta. Pero la principal razón es que si bien esta inteligencia es fundamentalmente
subjetiva, afectiva y corporal, al mismo tiempo es invisible.
En este punto hay un problema central que hace referencia a que no se puede medir
objetivamente ese tipo de trabajo, lo que se mide es el resultado del trabajo, nunca el
trabajo mismo. Los resultados no guardan proporción alguna con l trabajo y el
sufrimiento subjetivo que hay antes de ellos.
¿Cómo se puede evaluar el trabajo, si es subjetivo? Hay una sola vía posible. Es la del
reconocimiento por parte de los pares. Solo el profesional que conoce el oficio desde
adentro por practicarlo como uno lo hace, puede captar la habilidad y la ingeniosidad
del trabajo.
CAPÍTULO II
Se tratara la manera en que aparece el trabajo en la teoría psicoanalítica, tomando
como central el texto de Freud, lo que permitirá hacer un desajuste entre la
metapsicología psicoanalítica y la teoría en la psicodinámica del trabajo.
Además de la teoría del trabajo y la teoría del cuerpo que se vienen desarrollando,
ahora se agrega la teoría de la pulsión. A través del trabajo, el lugar fundamental que
ocupa el cuerpo subjetivo en el ingenio de la inteligencia humana cuando ésta se
enfrenta con la resistencia de lo real. Pero, respecto a esos poderes del cuerpo, aun no
se sabe de donde el cuerpo los saca. En un primer momento se recurrirá al
psicoanálisis para examinar la elucidación que pueda aportar la metapsicología
freudiana con respecto al cuerpo.
Veremos cómo piensa Freud el cuerpo. La pulsión, en la teoría psicoanalítica, es en
efecto el concepto destinado a dar cuenta de la sexualidad humana. Por ello, de lo que
se trata es de encarar la confrontación entre la antropología psicoanalítica, que afirma
que la “centralidad de lo sexual” en el funcionamiento psíquico, y la antropología del
trabajo, que sostiene la “centralidad del trabajo” respecto a la identidad, la salud
mental y la subjetividad.
Esta confrontación se hace necesaria en razón precisamente de la “paradoja de la
doble centralidad”.
En fin de cuenta resultará que sexualidad y trabajo no son dos conceptos antagónicos
ni mucho menos. Al termino de este análisis se podrá aceptar que la contradicción
entre psicoanálisis (metapsicología de la pulsión) y psicodinámica del trabajo /teoría
del trabajo vivo) está, en cuando a lo esencial, superada. Partiendo de una pegunta
acerca de lo que el pensamiento y la inteligencia le deben a la experiencia del cuerpo,
descubrimos, ahora por el lado del psicoanálisis, la centralidad del trabajo.
A causa de las contradicciones teóricas y brechas que aparecen en la obra de Freud,
por ahora se tratará de examinar las relaciones entre la pulsión sexual y trabajo. Un
punto clave en la lectura de este enfoque es acerca de las relaciones entre alma y
cuerpo.
La pulsión no es solamente un concepto. Es también un ser: “representante” psíquico.
Freud utiliza aquí los términos, mencionados anteriormente, de “cuerpo” y “alma”. La
pulsión, por añadidura, es un ser psíquico y no físico, encargado de representar en el
alma aquello del cuerpo que es capaz de llegar hasta ella. El último término, trabajo, es
finalmente el más sorprendente en este planteo.
En este texto, el cuerpo consiste antes que nada en estímulos o excitaciones por una
parte, en su liquidación por medio de la acción motriz, por la otra. Y cuando considera
la especificidad de la pulsión en sus relaciones con el cuerpo, cuyas características son:
La constancia, la pulsión actúa como una fuerza constante
La localización interna
La “irreductibilidad” por medio de acciones de fuga
El principio que permite regular automáticamente el nivel de los estímulos para
asegurar su control.
Si hay una frontera entre el concepto de somático y el anímico, esa frontera se replica
en el interior mismo de la teoría pulsional y pasa entonces entre la fuente y la meta: la
fuente pertenece al cuerpo y la meta pertenece al alma.
Freud cita muchas veces al cuerpo propio como objeto, correspondiente al narcisismo,
por un lado; el órgano involucrado en los autoerotismos, por el otro. El cuerpo al que
hace referencia ya no es el cuerpo biológico en sentido estricto.
En el psicoanálisis, el cuerpo como objeto de investigación, empieza recién a partir de
la función de representación asignada a la pulsión, representación en el campo
psíquico de lo que se produce en el cuerpo. Se podría decir de la pulsión, que sería
como el embajador del cuerpo ante el alma.
El tercer piso de la definición que caracteriza a la pulsión como medida de la exigencia
de trabajo, remite más específicamente a lo que Freud designa como “impulso”, este
es el factor motor de ésta (pulsión). Las exigencias son vinculadas con un proceso al
que designa a veces con el término de progreso, otras con el de desarrollo. Estas
cuestiones resultan decisivas en la caracterización de la pulsión. El desarrollo y el
progreso dependen de la pulsión y no de un determinismo natural ni de estímulos
externos. El desarrollo es manejado por “impulsos” internos que pertenecen
exclusivamente a las pulsiones.
Pero lo que la definición de Freud precisa es que el desarrollo en cuestión se obtiene
por medio de un trabajo, el cual engloba aquí la acción y el pensamiento.
Aparece pues en este nivel una primera contradicción entre lo que, en la pulsión, goza
del beneficio de una satisfacción directa o sin demora y lo que, por irreductibilidad de
la fuerza, se convierte en exigencia de trabajo.
Pero hay una segunda, más difícil de explicita teóricamente. Hace referencia a la
diferenciación de las pulsiones sexuales de las pulsiones de conservación. La
sexualidad, en efecto, no podría resumirse a la búsqueda de una pérdida de los
estímulos, correspondiente únicamente al principio de placer. La pulsión, por cierto,
siempre esta tensada por su impulso. Freud dice que la pulsión encuentra su fuerte en
una zona erógena o es un órgano.
Pero la verdad es que las pulsiones se dan a conocer sobre todo por su poder de
aumentar la excitación y general simultáneamente placer, mientras producen
desorden en el aparato anímico, o incluso en el yo, pronto amenazado por la pulsión
misma de hacerlo tambalear o incluso desestabilizarlo.
Desde esta perspectiva, el trabajo seria la modalidad fundamental según la cual se
constituiría el enlace o la relación de lo corporal y lo anímico. La “correlación” entre los
somático y lo psíquico seria, en su quididad misma, el orden de un trabajo.
El trabajo, en el sentido freudiano de exigencia de trabajo impuesta al psiquismo,
puede efectivamente distinguirse del trabajo en el sentido de las ciencias económicas y
sociales, es decir del trabajo de producción. La calidad del trabajo, como hemos visto,
se basa en el compromiso de la subjetividad entera. Ese compromiso consiste lo real
del trabajo, habíamos dicho, se da a conocer como una experiencia afectiva, la del
fracaso, para el trabajador implicado en su tarea, se transforma en enigma y en fuente
de excitación que exige una traducción.
Las habilidades profesionales nacen a costa de ese trabajo, y no pueden nacer sin esa
transformación de si de la que el aguante frente a la experiencia del fracaso es,
hablando con propiedad, el genio.
Lo que la lectura sugiere es que el “trabajar” solo recibe su genio invento a través del
revelo de un segundo trabajo de si sobre sí; y que trabajar no es únicamente producir,
también es transformarse a sí mismo.
CAPÍTULO III
Inteligencia y teoría del cuerpo pensante
CAPÍTULO IV
Hacia una metapsicología del cuerpo
Freud, más que a las relaciones entre el cuerpo y el alma, apunta al análisis de las
relaciones entre el cerebro y el pensamiento.
Para Freud el cuerpo es uno y que ese cuerpo es el cuerpo biológico, el cuerpo de la
auto-conservación; el cual, en la teoría de las pulsiones se distingue de la sexualidad.
Freud dice de la pulsión que es el concepto más biológico de la metapsicología: “Si
ahora abordamos por el lado biológico del examen de la vida del alma, la pulsión se
nos presenta como un concepto- frontera entre lo anímico y lo somático, como
representante psíquico de los estímulos surgidos del interior del cuerpo que alcanzan
el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que le es impuesta a lo anímico a
consecuencias de su correlación con lo corpóreo.”
Laplanche hace un análisis de las teorías de Freud.
Freud escribe que en el individuo no hay desde el inicio una unidad como el yo, sino
que este debe experimentar el desarrollo. Las pulsiones sexuales se juntan en una
unidad, y encuentran un objeto: el yo.
Ese algo, una nueva acción psíquica debe añadirse al autoerotismo para producir el
narcisismo, podría indicar la vía para descubrir (la apercepción) y la apropiación del
cuerpo propio por el yo.
Tanto Freud como M. de Biran coinciden en la formación del yo-cuerpo, es decir, del
segundo cuerpo que se desprende del cuerpo biológico, el del instinto en M. de Biran,
el de la autoconservación en Freud.
En la concepción freudiana, la búsqueda del placer sensual, que está en el principio de
la sexualidad, supone la movilización de una acción. La pulsión, por su meta, define
siempre una acción, por la cual indica un camino particular para buscar o incluso
obtener placer. Esa acción es una acción corporal que implica la movilización de una
voluntad. Lo que muestra M. de Biran es que esa acción voluntaria, ese esfuerzo,
también es esencial al principio del pensamiento.
Hacia una teoría del cuerpo doble y del sujeto dividido: Laplanche y la teoría de la
seducción generalizada:
Primacía de la sexualidad:
Freud descubrió que la sexualidad empieza mucho antes de la pubertad, incluso antes
de la adquisición del lenguaje. Se da por la seducción ejercida por el adulto a través de
los cuidados que se le dan al niño.
Laplanche, prosiguiendo con su investigación, consigue sistematizar la seducción
ejercida por el adulto sobre el niño. No son únicamente los gestos del adulto lo que
son excitantes, sino sobre todo aquello que, viniendo en esta ocasión desde el adulto,
resulta de las fantasías, y más específicamente aun del inconsciente sexual del adulto.
El adulto es siempre seductor y lleva al niño a entrar en la sexualidad humana.
Por el carácter inevitable de la relación adulto-niño con lo sexual, es que Laplanche
propone el concepto de “seducción generalizada”.
Esto es un tipo de comunicación, y es anterior al lenguaje, comienza con el apego, que
es una forma de comunicación preverbal. El mismo se manifiesta en conductas como
agarrar, escarbar, buscar el calor y contacto del cuerpo del adulto; estas conductas
provocan en el adulto, una respuesta en forma de asistencia (retrieval).
La comunicación de base que lleva en sí el apego constituye la “onda portadora” de los
mensajes. Y los mensajes enviados por el adulto están inevitablemente
comprometidos con contenidos eróticos.
Los cuales son recibidos por el niño, y este debe traducirlos. Los esfuerzos del niño
para dominar la excitación que esos mensajes transmiten, solo pueden producir
traducciones imperfectas o incompletas; y los no traducidos no dejan de insistir y de
retornar.
Estos son objeto-fuente de la pulsión; y fueron traídos del exterior por el adulto.
En otras palabras, el inconsciente sexual del adulto, que compromete al mensaje, da
nacimiento a fuentes pulsionales que participan de la formación del inconsciente del
niño.
La teoría de la seducción es al mismo tiempo una teoría traductiva de la formación del
inconsciente.
El trabajo de traducción realizado por el niño produce a su paso un inconsciente, que
de hecho es una producción propia del niño. Aunque el proceso sea desencadenado
por la actividad inconsciente del adulto, no hay transmisión directa del inconsciente
del adulto al inconsciente del niño.
Traducir para el niño no consiste en traducir directamente el mensaje, sino el efecto de
ese mensaje sobre su cuerpo.
Desde la perspectiva psicoanalítica, el cuerpo aparece como el lugar a partir del cual se
despliega progresivamente la subjetividad. Aun cuando esas relaciones entre el adulto
y el niño sea en primer lugar, en el mundo objetivo, la calidad de los cuidados, la
maduración continua y el desarrollo armónico del cuerpo biológico del niño; esas
relaciones provocan por su mismo movimiento la emergencia de: el placer, el deseo, la
excitación. Lo que hace que el cuerpo comience a experimentarse a sí mismo, a
descubrirse, a conocerse, a transformarse. El segundo cuerpo, el cuerpo erótico, nace
del primero, el cuerpo fisiológico.
CAPÍTULO V
Límites del cuerpo erótico y génesis de la violencia
CAPÍTULO VI
Entre pulsión y compulsión
CAPITULO VII
Un equivalente inverso de la violencia ordinaria: servidumbre y trabajo doméstico
CAPITULO VIII
Del trabajo a la subjetividad
La visibilidad: La cooperación entre compañeros supone primero y antes que nada que cada
trabajador comprenda y conozca la manera en que los demás trabajan.
Para que los demás comprendan y sepan cómo trabajo, es decir, como respeto las reglas de
trabajo y cómo me aparto de ellas, es necesario que yo muestre explícitamente cómo hago.
Hacer visible no debe ser confundido con transparencia. Hacer visible es encontrar la retórica
gracias a la cual mi manera de trabajar puede hacerse inteligible a los demás.
Confianza: la visibilidad implica esfuerzos y riesgos, estos últimos se dan por revelar las propias
artimañas, por exponerse, por exponer las propias torpezas y competencias incluso las
infracciones. De modo que solo se animará a exponer secretos de trabajo si se confía en la
lealtad de los compañeros. La confianza es una de las grandes dificultades del trabajo
colectivo.
Actividad Deóntica:
El trabajo y las negociaciones sobre el trabajar juntos, que comienzan en el espacio de
deliberación interno de la organización o la empresa, constituyen una actividad normativa que
puede producir efectos más allá de las normas de trabajo, sobre los principios y las normas de
gobierno y de dirección de toda la empresa.
Entonces allí, no solo se llega a un acuerdo normativo; es decir una referencia común y estable
que vale para todos los miembros del colectivo y puede servir en delante de referencia para
todos. Sino también suele elaborar los principios del control, de la vigilancia y del mando. Es
decir, la actividad deóntica va a participa en el terreno de la cooperación vertical, de la
formación de autoridad.
De esta manera la Act Deóntica se despliega hasta llegar a la dimensión propiamente
institucional
Justamente el espacio de deliberación, es el soporte de esta actividad, y por ende de su
formación, evolución, mantenimiento, transmisión y renovación. Todas las opiniones allí
expresadas representan compromisos entre técnica y ética, es decir, toda regla de trabajo
trata simultáneamente de la relación con lo real del trabajo y del convivir.
Una parte del espacio de deliberación corresponde a reuniones formales: reunión de equipo,
de síntesis, sesión informativa, reunión de personal. La otra parte corresponde a espacios
informales como vestuarios, la cafetería, el rincón de la cocina. La dificultad está en la
articulación de ambos espacios. Por un lado los espacios informales son cubiertos por la
actividad deóntica de acuerdo a la manera en que son habitados por prácticas de
convivialidad: pausa del café, almuerzos, brindis, festejos. Cuando en el trabajo se desvanece
la convivialidad, los espacios informales también se esfuman.
Poder relacionar los lazos de convivialidad o incluso, de festividad con la actividad deóntica no
es algo imposible, en la medida que ésta relación esté inscripta en la regla de trabajo, ya que la
convivialidad se presenta como un suplemento anímico, y a la vez parte de la cooperación.
En el espacio de deliberación también participan los asalariados, de hecho éstos también
pueden influir sobre el gobierno de la empresa o de la organización. Esta influencia va a pasar
por el poder de actuar, sin embargo, dicho poder pocas veces llega hasta un poder
instituyente.
La posibilidad de aportar una ayuda a deóntica institucional esta justamente en el poderoso
movimiento de interés por parte de los asalariados. Y esta es otra de las posibilidades de poder
relacionar convivialidad con la actividad deóntica, cultura y trabajo, ya que pone en acción
tanto oficios como cooperación. Y cuando la empresa instaura efectivamente y mantienen
adecuadamente estas articulaciones, por regla general producen entusiasmo entre los
trabajadores, que notan que se les ofrece la posibilidad de inscribir se propio trabajo en una
obra o una acción que lo transciende.
Reconocimiento y trabajo
El análisis psicodinámico sugiere que la retribución esperada por el sujeto es
fundamentalmente de naturaleza simbólica. Reviste una forma específica, fácil de demostrar
por medio de estudios empíricos. Se trata del reconocimiento en sus dos dimensiones:
1- Reconocimiento en el sentido de constatación. Choca con gran resistencia por parte
de los jefes, porque implica al mismo tiempo reconocer la imperfección, fallas de la
organización prescriptas al trabajo, y lo indispensable del recurso a los aportes de los
trabajadores para hacer funcionar el proceso de trabajo.
2- Reconocimiento en el sentido de gratitud por el aporte de los trabajadores a la
organización de trabajo. Segundo aspecto del reconocimiento, que en la mayoría de
las situaciones solo se concede con parsimonia, pero que en ciertos casos puede serlo
auténticamente.
La falta de reconocimiento es uno de los temas más recurrentes en el universo de trabajo.
EL SUFRIMIENTO EN EL TRABAJO.
Cuando se habla del SUFRIMIENTO, hay que pensar en una dimensión individual del
sufrimiento en el trabajo (destino individual del sufrimiento), y una dimensión colectiva
(ambas dimensiones estructuran el vínculo subjetivo con el trabajo).
En la actualidad, se considera al trabajo como una desgracia que fue originada socialmente, y
que tiene que ver con la salud mental del trabajo; pero también, suele ser un instrumento
terapéutico esencial para personas que sufren perturbaciones psicopatológicas crónicas.
Entonces ¿es posible explicar y comprender estas contradicciones? Es posible, si hablamos de
la hipótesis centralidad en el trabajo.
La centralidad del trabajo se desarrolla en cuatro planos:
El deterioro de la salud mental en el trabajo tiene que ver con la evolución de la organización
del trabajo y en particular en la introducción de nuevas técnicas: como la evaluación individual
de los rendimientos, la “calidad total” y la precarización del empleo.
El aumento de las patologías mentales vinculadas con el trabajo, es el resultado de la
FRAGILIZACIÓN, que es generada por ciertos métodos de la organización del trabajo que
destruye los vínculos que se establecen entre las personas, y que instalan un “salvesé quien
pueda” y una soledad implacable en el medio de la masa; en lugar de la confianza, la lealtad, la
solidaridad.
Más allá de las diferentes patologías, hay que pensar en el sufrimiento (porque si se puede
estudiar la patología, claramente se puede estudiar lo que la provoca, lo inverso, condiciones
favorables para la salud mental); para ello es necesario entrar en el análisis de la materialidad
misma del trabajo, ir hasta el gesto, los pensamientos, los afectos de la centralidad del trabajo
vivo.
El trabajo vivo es un concepto introducido por Marx, y es fundamentalmente filosófico.
Intentando descifrar e contenido subjetivo, el trabajo está –o es- vivo, es individual y subjetivo.
En un análisis ergonómico del trabajo y la actividad: la tarea define ahora el objetivo a
alcanzar, asi como también el camino a recorrer para alcanzar ese objetivo. El modus operandi
está prescripto, la tarea está prescripta por la organización del trabajo. Pero los trabajadores
no respetan las prescripciones en su totalidad, porque siempre, hasta con la tarea más corta,
los trabajadores hacen trampa, y no por el placer de transgredir o desobedecer, sino más bien,
porque hay que enfrentarse a incidentes, anomalías y demás, que inevitablemente, perturban
el bello ordenamiento que tiene la producción. El trabajador hace trampa para poder hacer lo
mejor posible en el tiempo más corto posible, a pesar de los incidentes e imprevistos. Todos
estos incidentes que vienen a perturbar, es lo que llamamos lo real: es la resistencia al
dominio, al control. Hay una paradoja en lo real, porque todo trabajo está salpicado por las
irrupciones de la resistencia a lo real, y lo real se manifiesta entonces, como un fracaso.
Esto tiene que ver con el encuentro de lo real en el trabajo del psicoanalista y la manera
penosa o difícil en la que ocurre la experiencia del fracaso.
El trabajo vivo es el trabajo que consiste en primer lugar en hacer la experiencia y la prueba de
lo real, genero primero un sentimiento de sorpresa, luego sobreviene la irritación, el malestar,
la rabia, la decepción, la duda, y rápidamente el sentimiento de impotencia. Entonces, lo real
del mundo se le manifiesta al que está trabajando de un modo pasivo de sufrimiento (trabajar
es siempre en primer lugar, fracasar; y luego en segundo lugar, es sufrir).
La dificultad en lo real es que por lo general no se sabe cómo enfrentarlo, no se conoce la
solución, entonces, hay una necesidad de descubrirla y a veces, hasta de inventarla. Entonces,
la inteligencia para poder sobreponerse a lo real, consiste en la capacidad de reconocer lo real,
después asumir la impotencia, la pérdida de habilidad, y sobre todo mostrar “aguante”. El
aguante ante el fracaso. No voy a tener éxito, pero tampoco abandono. Persisto, me obstino,
busco. A veces esto dura muchos días, se piensa fuera del horario de trabajo, se piensa en la
noche sin poder dormir, provocando insomnio, y eso es parte de la inteligencia en el trabajo:
porque para inventar y buscar una solución hace falta comprometerse completamente, con
toda la persona, con toda la subjetividad. Y al aguantar por todo ese fracaso, se va a obtener la
intuición de la solución. Es necesario destacar que la intuición nace de la intimidad con la
tarea, hay que fracasar, aguantar, recomenzar, fracasar de nuevo, persistir, volver a la obra, y
en un momento surgirá la idea, la solución. Entonces, la solución viene del fracaso (es porque
se fracasó diez veces, que viene la idea que la diferencia de las anteriores).
Trabajar es en primer lugar fracasar, y en segundo lugar es sufrir; y la solución es una
producción directa del sufrimiento.
La transformación del sufrimiento en placer, pasa por el reconocimiento. Existe un placer que
está antes de dicho reconocimiento, que uno extrae del trabajo y que no depende del otro ni
de su reconocimiento, sino más bien, tiene que ver con el vínculo de uno mismo con uno
mismo (en el registro de la intrasubjetividad). Ejemplo carpintero, cemento, pag 13.
La confrontación con lo real, lo palpable de lo real a través del cuerpo, se obtiene por un
movimiento en el cual yo estoy ejerciendo un esfuerzo sobre el mundo (aprendo a conocer la
madera, sentir la piedra), descubro en mí, nuevos registros de sensibilidad que no estaban allí
antes del trabajo. En el vínculo con la resistencia de lo real, yo estoy ejerciendo un esfuerzo
sobre el mundo y descubro el mundo, pero al mismo tiempo, nacen sobre mí, nuevos registros
de sensibilidad, y en realidad es la vida la que se está despertando dentro de mí, es la vida
subjetiva la que crece (es el mayor placer que uno puede obtener del vínculo con el trabajo: un
vínculo entre uno mismo, y el mundo, es la intimidad la que está aplicada).
El cuerpo siempre está al principio de la inteligencia del trabajo, incluso en las tareas más
intelectuales. La inteligencia en el trabajo, es la inteligencia del cuerpo entero. Es el primer
nivel fundamental de la sublimación. El segundo es el de los reconocimientos y el tercero, es el
colectivo.
En todo trabajo de calidad, la sublimación esta puesta de manifiesto. Aquí hay una crítica a
Freud, porque éste consideraba que la sublimación era asunto de los grandes genios, pero la
clínica del trabajo lleva a pensar que Freud subestimó la importancia del trabajo para cada uno
de nosotros: en cada trabajador que buscar hacer un trabajo de calidad, hay algo que pone de
manifiesto esa búsqueda; para hacer un trabajo de calidad hay que querer y hay que buscar. El
que busca no es sólo el sabio, es todo trabajador.
Entonces, si la sublimación ya no es solo un ideal, sino que se encuentra junto con el
trabajador común, significa que dicha sublimación tiene un rol fundamental en la salud
mental, porque implica la construcción sobre la identidad de uno mismo, la posibilidad de
crecimiento de la subjetividad (que es seguramente el mayor placer que uno puede
experimentar), el sentimiento de que la vida crece dentro de uno mismo (la vida subjetiva, la
que vivimos y experimentamos en un cuerpo, en psicoanálisis sería, el cuerpo erógeno). El
cuerpo de la inteligencia en el trabajo, no es otro, que el cuerpo erógeno.
Existen dos esferas para consolidar la identidad, la vida dentro de uno mismo, la realización
personal: la primera refiere al desarrollo personal, y pasa por el amor; y la segunda esfera es la
que se vincula al campo social y pasa por el trabajo (y siempre va a pasar por el trabajo).
Entonces, aquellos que están privados del trabajo, están en una situación psicológica mucho
más precaria que aquellos que tienen la suerte de poder ponerse a prueba de la sublimación.
Hay que tener en cuenta de qué tipo de trabajo estamos hablando, y a su vez, que el espacio
abierto a la sublimación no depende únicamente a mi genio individual, sino que va a depender
de los vínculos que se establecen dentro del espacio del trabajo: depende de los demás, del
reconocimiento a través de los demás, y fundamentalmente de la manera en la que aquellos
que piensan el trabajo, sean capaces o no, de pensar la vida.
II-
Dimensiones colectivas del trabajo.
Existe una necesidad de la toma de conciencia sobre la importancia del trabajo.
El trabajo no está en el exterior, no hay producción de valor si el trabajo no penetra en la
subjetividad, en lo más profundo de las relaciones amorosas, dentro de las relaciones con los
hijos, porque el vínculo psíquico que uno tiene con el trabajo, penetra.
SI un padre se queda sin trabajo, va a penetrar en sus hijos, inconscientemente.
Cabe destacar que grupo y colectivo no son lo mismo. Entonces, ¿qué es un colectivo? Un
colectivo es un conjunto estable de relaciones entre varios trabajadores fundados sobre las
reglas con las cuales ellos se constituyeron como colectivo, en vistas de tratar las dificultades
que encuentran en la ejecución de su trabajo.
Para diferenciar a un grupo de un colectivo, hay que referenciarse en las reglas: las reglas que
el colectivo construyó, y si no hay reglas, no hay colectivo. Dichas reglas, están destinadas a
armonizar entre los trabajadores y las maneras de tratar las dificultades en la ejecución del
trabajo. Estas son las dificultades frente a lo real del trabajo. La inteligencia apunta a evitar la
sobrevenida de lo real para evitar el sufrimiento. La inteligencia es la que busca anticiparse,
estar por adelantado de lo que va a suceder. Entonces hay que utilizar la astucia, el truco, el
engaño, la trampa. Todos hacemos trampa, hay que saber interpretar las órdenes. La
inteligencia es una infracción a las órdenes que hay que esconder. En el ejercicio hay que hacer
trampa con las órdenes pero o hay que mostrarlo.
La inteligencia si anticipa a la conciencia.
A su vez, existe la necesidad de poner en conjunto, de armonizar los pequeños trucos, las
inteligencias, y eso se define como coordinación: que implica dar órdenes desde arriba, pero si
los trabajadores solo cumplen las órdenes, esto no funciona, la coordinación hace nacer
nuevas dificultades, y se produce en el nivel colectivo un desfasaje entre tarea y actividad: la
tarea es lo que “hay que hacer”, y lo que hace la gente es la actividad. Pero ahora, en el plano
colectivo lo que “hay que hacer” es la coordinación, son las órdenes; y lo que hacen las
personas en conjunto no es coordinación, sino más bien, cooperación.
CONTRIBUCIÓN DE LA CLINICA DEL TRABAJO A LA TEORIA DEL SUFRIMIENTO.
Cuando se habla de trabajo en los tiempos que corren está bien visto considerarlo a priori
como algo despreciable, una desgracia generada socialmente. De hecho es algo preocupante
para los terapeutas y para los trabajadores sociales, y para el común de la gente, preocupada
por las condiciones de trabajo que heredaran sus hijos en un mundo desencantado.
Existen inclusive configuraciones de relación entre sufrimiento y trabajo muy contrastadas.
La teoría de la Centralidad del trabajo se despliega en cuatro áreas: