Você está na página 1de 4

CLASE VII:

CULTIVANDO LA OBEDIENCIA: APRENDIENDO A


DEPENDER DE DIOS
Objetivo: entender que como hijos de Dios estamos llamados a ser santos y el principio de la
santidad es la obediencia y esta se aprende y por ende nos enseña a depender de Dios.
Ponente: Maestro Dolreich Artigas

En las clases anteriores hemos visto temas tales como cultivando la santidad, cultivando el carácter
de Cristo, Santificados por el amor del Padre I y II, Cultivando la obediencia: Aprendiendo a Obedecer y en
esta oportunidad, tenemos el tema cultivando la obediencia: Aprendiendo a Depender de Dios. ¿Qué
implica depender? Es Estar bajo dependencia de alguien o bajo subordinación. Es estar bajo el dominio o
autoridad de otra persona, necesitar del auxilio o protección de otra persona. Debemos a aprender a
depender de Dios, así como un niño depende de sus padres. Depender de Dios totalmente es la clave de
la vida del cristiano, porque es la forma en que Jesucristo vivió a su paso por el mundo, dándonos su
ejemplo. Depender de Dios y no de nuestros recursos, es lo que Jesucristo quiso enseñarnos con su
ejemplo a su paso por la tierra, pues su conexión con Dios fue tan perfecta, que jamás hizo nada sin
consultarlo primero con el Padre.
Jesús dijo: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. JUAN 14:16-17
La relación entre Jesús y el Espíritu Santo
El Espíritu Santo y el ministerio de nuestro Señor Jesucristo están directamente
relacionado. La obra del Espíritu Santo como la conocemos en el Nuevo Testamento es un
cumplimiento de la obra del Mesías al establecer el Nuevo Pacto. Pedro lo dice en Hechos
2:32-33: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que,
exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,
ha derramado esto que vosotros veis y oís.” Jesús prometió, antes de ser crucificado, que
Él enviaría al Espíritu Santo como el Consolador, para guiar y morar con y en Su pueblo (Juan
14:16-17). De manera que por el evangelio, por el cumplimiento del ministerio del Mesías
(la redención en la cruz, la resurrección y la glorificación) la obra del Espíritu Santo es una
realidad hoy.
El Espíritu Santo y la aplicación de la salvación
El Espíritu Santo tiene una importante labor en la aplicación de la salvación. Por un
lado el Padre planeó la salvación, luego el Hijo ejecutó la salvación en la cruz, para que
finalmente el Espíritu la aplique a la vida del creyente (Efesios 1:3-14). Esta aplicación se
hace evidente en el nuevo nacimiento o regeneración. El Señor Jesús enseña que el nuevo
nacimiento es la obra del Espíritu, es nacer del Espíritu (Juan 3:8) y el apóstol Pablo
en 1Corintios 12:3 enseña que es por el Espíritu que una persona llama a Jesús Señor. Así

1
que la obra del Espíritu es fundamental en la salvación. Es el Espíritu Santo quien abre los
ojos espirituales de un pecador para que vea la gloria de Cristo y pueda creer.
El Espíritu Santo en la santificación
La obra del Espíritu Santo no solo se limita al nuevo nacimiento, también tiene una
importante participación en la santificación. El apóstol Pablo lo dice claramente en 2
Tesalonicenses 2:13: “Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros,
hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para
salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.” La santificación viene
por el Espíritu y la fe en la verdad. La Palabra de Dios es fundamental para la santificación,
pero lo es porque es el Espíritu de Dios el que ilumina al creyente para comprender y recibir
la verdad de Dios a través de Su palabra, para ser transformado por ella. Sin la obra del
Espíritu Santo, no habría santificación. De manera que necesitamos depender del Espíritu,
por la obra de Cristo en la cruz, para que la Palabra de Dios impacte nuestra vida y nos
transforme.
La santificación viene por el Espíritu y la fe en la verdad.
De hecho esa es la forma en la que Jesús luchó contra el pecado y venció la tentación,
por la dependencia del Espíritu y la Palabra de Dios. Lucas 4:1 dice: “Jesús, lleno del Espíritu
Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu en el desierto”, luego Jesús fue tentado
y resistió trayendo a su mente la Palabra de Dios. Cuando la tentación terminó, el
evangelista Lucas dice: “Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu…” (Lucas 4:14). Jesús
venció el pecado como ser humano, con los recursos que están a nuestra disposición para
vencer el pecado, siendo así nuestro sustituto en la justicia, y demostrando que a través del
Espíritu es posible vencer el pecado.
El Espíritu Santo en la misión de la iglesia
Además de la salvación la obra del Espíritu encierra todo lo que tiene que ver con la
misión de la iglesia. Cuando Jesús ascendió dejó una misión a la iglesia (Sus discípulos). Los
seguidores de Cristo deben “ir y hacer discípulos a todas la naciones, bautizándolos en el
Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que
Jesús mandó”. Eso es lo que se conoce como la gran comisión. Sin embargo ellos no podían
comenzar esa obra sin que el Espíritu Santo viniera (Hechos 1:4-8). El Espíritu Santo era
necesario para que la iglesia comenzara su labor, así que los apóstoles tuvieron que esperar
diez días más, después de la ascensión de Jesús, para comenzar la labor. Diez días después,
en la fiesta de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles y comenzaron
la gran comisión (Hechos 2).
El Espíritu Santo capacita a la iglesia en varias formas para cumplir la misión dada por el
Señor, aquí hay solo algunas de ellas.
1. El Espíritu Santo capacita para predicar la Palabra de Dios – Hechos 1:8
Una labor del Espíritu Santo es capacitar a la iglesia para proclamar el evangelio y la
Palabra de Dios. La predicación es el medio que Dios determinó para la salvación de
los pecadores (1Corintios 1:21). De manera que el Espíritu Santo capacita a los
predicadores para proclamar la Escritura con poder para que tenga efecto. Eso es lo
2
que sucedió en la iglesia de Tesalónica – “nuestro evangelio no vino a vosotros
solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena
convicción” (1Tesalonicenses 1:4). A eso también se refería el apóstol Pablo al decir:
“Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría,
sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en
la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:4-5)
2. El Espíritu Santo dota de dones a la iglesia – 1 Corintios 12:4-7
Una de las obras más conocidas del Espíritu Santo es el otorgar dones a la iglesia
para la edificación del cuerpo de Cristo. El texto más claro respecto a este tema es
1Corintios 12-14. En este pasaje Pablo enseña que el Espíritu Santo reparte los dones
como Él quiere, no depende de los hombres sino de Él, aunque los creyentes deben
anhelar los mejores dones. Los mejores dones son los que más edifican a la iglesia,
porque el propósito de los dones no es la exaltación individual del creyente, es la
edificación y la bendición del cuerpo de Cristo. De manera que todo creyente es útil
en el cuerpo de Cristo gracias a que el Espíritu de Dios ha dotado a cada hijo de Dios
para servir a la iglesia del Señor.
3. El Espíritu Santo da unidad a la iglesia – Efesios 4:3
Una de las formas más importantes en las que la iglesia del Señor daría testimonio
de Cristo es a través de la unidad del cuerpo de Cristo, la iglesia. Las divisiones son
un terrible obstáculo para la evangelización y la edificación de la iglesia, por lo tanto
la unidad es fundamental. El que guarda y sostiene esa unidad es el Espíritu de Dios
(Efesios 4:3). Por supuesto eso no significa que la iglesia no deba comprometerse a
evitar las divisiones, los celos y las disensiones, pero si no fuera por el poder del
Espíritu de Dios sosteniendo la unidad de la iglesia, sería imposible que después de
miles de años, la iglesia del Señor continúe existiendo. El Espíritu Santo intercede
por los creyentes al orar (Romanos 8:26) 

La oración es un medio de gracia que
Dios ha dado a la iglesia para alcanzar la gracia oportuna (Hebreos 4:16), necesaria
día a día para el creyente, tanto para su propia santificación como para servir a otros.
Sin embargo el creyente es débil, y necesita la ayuda del Espíritu de Dios para orar
de acuerdo a la voluntad de Dios (Romanos 8:26). La oración de la iglesia sería
completamente inefectiva si no fuera por la obra poderosa de intercesión del
Espíritu Santo.
4. El Espíritu Santo llena al creyente – Efesios 5:18
La llenura del Espíritu Santo no es una experiencia constante, es algo que el creyente
debe buscar diariamente. El apóstol Pablo lo presenta como un mandato “Sed llenos
del Espíritu”. Es un mandato que debemos obedecer. La experiencia de esa llenura
es sencillamente ser controlados y guiados por el Espíritu. El versículo completo es
muy claro para entender a qué se refiere. “No os embriaguéis con vino en lo cual
hay disolución, sino sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). La llenura del Espíritu es
lo contrario a estar embriagado. Así como el licor puede controlar a un borracho, de

3
igual forma el Espíritu controla al creyente. Una persona llena del Espíritu piensa,
desea, habla y vive conforme a los pensamientos, deseos, palabras y vida del
Espíritu. Es una persona impulsada y guiada por el Espíritu de Dios, es decir,
dependiente de Él.
5. El Espíritu Santo produce Su fruto en el creyente – Gálatas 5:22
Finalmente está el fruto del Espíritu. El fruto del Espíritu es el carácter que goza una
persona que anda en el Espíritu y depende de Dios en todo momento. Por causa del
Evangelio y la libertad en Cristo, los creyentes pueden andar en el Espíritu, lo cual
hará que no sacien los deseos de la carne (Gálatas 5:16). La razón por la que una
persona que anda en el Espíritu no provee para saciar los deseos de la carne, es
porque el Espíritu produce en él un tipo de carácter contrario a los deseos de la
carne; un carácter con elementos muy particulares: Amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Este carácter es
fundamental para que el creyente pueda vivir en comunión con los hermanos “y
cumplir así la ley de Cristo.” (Gálatas 6:2).

Así el ministerio del Espíritu Santo es tremendamente amplio. El creyente debe


aprender a depender de Él bíblicamente, para su santificación y su utilidad en el cuerpo de
Cristo, cuidándose de cualquier extremo que no haga justicia a la Palabra de Dios como se
presentó al comienzo de este estudio.
Separado de Dios nada puedes hacer. Debes depender del Señor cada día de tu vida y
de esta manera darás mucho fruto, fruto Interno y Fruto Externo.

Você também pode gostar