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10-08-2018
Parcial Domiciliario
El momento histórico en que fue escrito el poema fue a mediados del siglo VIII a.C. Tras la
caída de la monarquía micénica, hubo un periodo conocido como Edad Oscura,
caracterizado por la escasez de fuentes que hagan referencia a la muy difícil reconstrucción
de las realidades históricas de este periodo. A partir de allí se inaugura una nueva edad de la
civilización griega. La metalurgia del hierro sucede al bronce. Se dan profundos cambios en
la cultura y en los modos del arte, incluso asistimos a Lo que T.B.L Webster denomina una
“verdadera revolución”: se reconoce una actitud en el espíritu de los hombres que lleva a
cambios e innovaciones sustanciales. Los hombres han tomado conciencia de un pasado
separado del presente (la edad de Bronce, edad de los héroes, contrasta con los tiempos
nuevos). De esta manera, en muchos terrenos, una delimitación más rigurosa de los
distintos planos de lo real prepara la obra de Homero.
Por este motivo, Finley afirma que Homero y su epopeya representan “el primer estadio de
la historia del control que Grecia impuso a sus mitos”. Continua el autor afirmando que
“la odisea proporciona documentos brutos para el estudio de un mundo real formado por
hombres reales”. Además afirma que “el cuadro social que esbozan los poemas es en lo
esencial coherente”. Esto es, como afirman tantos otros, de un extremo al otro de la obra,
los personajes de la epopeya tienen la misma coherencia y no hay en los relatos
contradicciones serias.
A finales del siglo VII, donde ubicamos a Homero, el aedo homérico estaba obligado a
describir con precisión “la institución del don y contra-don que se hallaría en el corazón del
sistema social de ese mundo ejemplar de los siglos X y IX. Por eso se explica la coherencia.
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Homero se ve obligado controlar por su mismo su relato bien de cerca para que no tenga
errores que traicionen su modelo sociológico.
Estos importantes rasgos de control y coherencia, hacen del poeta homérico el autor de la
primera manifestación de la actividad racional, inicial e importantísima, de una razón que
necesita dominar también la escritura
Homero asume una función didáctica impresionante, enseña todos los artes, como si fuese
un experto conocedor.
En una sociedad donde no existen medios de comunicación escrita para establecer una
memoria colectiva, es la fuerza del saber tradicional en la epopeya la que logra recuperar y
revitalizar la herencia cultural de la colectividad. Por lo cual, la epopeya homérica es en
este contexto social, por un lado una enciclopedia de los conocimientos colectivos y por
otro lado, una empresa al servicio del poder de la aristocracia guerrera.
Ilíada 9. 410-416
De acuerdo al fragmento citado de la Ilíada podemos ver que Aquiles se refiere a dos
supuestas formas de destino, como si fuese distinto el cauce que lo lleve al encuentro con la
muerte, de acuerdo a su elección. Si la muerte lo encontrará luchando, o ya tranquilo en su
tierra junto a los suyos. Es decir, si su existencia se consumirá en el olvido, o alcanzará la
gloria que lo haga inconsumible en el canto de los poetas. Debemos saber que Homero el
hombre es captado en lo que hace y no por lo que es; también es importante saber que no
esperan nada del más allá, la muerte destruye al hombre, no hay otra dimensión de
trascendencia que no sea la de la epopeya, la memoria vivificada y perpetuada por las
musas en los poetas, por lo que morir sin gloria es desaparecer en el olvido.
“No hay motivo para esperar; puede zarpar por la mañana. Pero no se va
Ahora a su patria, porque su patria significa para él su padre, pero fue
éste quien lo envió a que fuera guerrero; la madre de Aquiles preferiría su
vida a su honor, pero Aquiles no puede defraudar las esperanzas que su
padre ha puesto en él.”
Aquí se pone en evidencia la tensión que existía para el hombre homérico en una sociedad
donde el elogio y la desaprobación eran las potencias sociales fundamentales para conducir
las voluntades. Elogio de las buenas y “épicas” acciones y crítica de las malas, mediocres o
réprobas. Los hombres podían ser alabados o desaprobados puesto que eran fiscalizados
por los “otros”.
Por este motivo es que se dice en otra pregunta de este trabajo que las Musas ocupaban un
lugar muy importante en esta sociedad y por ende los poetas por ellas inspirados, eran
dentro de los “semejantes” unos privilegiados que portaban en si el poder mágico-religioso
para emitir juicios sobre las acciones de los “semejantes” que recobrarían vida en la
memoria colectiva por la posteridad o que se hundirían el olvido sino fuesen por ellas
nombrados. Seguramente son estas realidades las que configuran en Aquiles el saber que de
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Otro dato que nos permite entender el fragmento es que las musas tenían otra función
“social”: los reyes le ofrecían sacrificios para hacerle recordar a los “semejantes” (todos los
hombres) los juicios que se dictaran sobre ellos, para alentarlos a desafiar el peligro, ah
llevar acabo las hazañas que les valdrá una memoria ilustre o el olvido. Es claro como tal
creencia arengaba a la valentía intrépida de una aristocracia guerrera cuya mayor conquista
era la gloria.
Son los maestros de la Alabanza, los sirvientes de las musas, los que decidirán el valor de
un guerrero, ellos concederán o negaran la Memoria. Por las alabanzas, los cantos ilustres
hacen durar el recuerdo del mérito, pero pocos llegaran a obtenerlos. Aquiles reflexiona
sobre la gloria que le espera si ha de encontrarlo en la batalla la muerte, a la cual no teme y
embiste con su valentía.
“olvidadizos son los mortales de todo lo que en sus ondas no han arrastrado los versos que
proporcionan la gloria, de todo lo que no ha hecho florecer el supremo arte de los poetas”
“Perdida está para mí la noble Gloria” no se corresponde a que esto lo merezca por una
acción vergonzosa o algo similar, sino que en la dinámica de estas potencias que
mencionamos, es el valor el que debe scar del silencio y el olvido a una vida que pasará
inadvertida sino hay en ella proezas. Solo la palabra de un cantor permite escapar del
Silencio y de la Muerte: en la voz del hombre privilegiado, en la vibración armoniosa que
hace ascender la alabanza, en la palabra viva que es potencia de vida, se manifiestan los
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El hombre homérico está conformado por las normas sociales y por lo tanto no puede
separarse de su sociedad. Según Fränkel, no tiene más puntos de referencia que la sociedad
por la que podría definirse. Según el mismo autor, el hombre homérico se caracteriza por
una “vitalidad elemental”. No concede un solo pensamiento a otra vida, sino que se realiza
en la intensa experiencia de ésta, experiencia que es de alegría y de pesadumbre. Por
grandes que Sean sus sufrimientos al hacer frente a la dura necesidad, el hombre homérico
sigue aceptando todo lo que le reporta la vida, incluida la muerte, pero del olvido puede
salvarse con la gloria de sus actos.
En este fragmento Hesíodo se refiere a la quinta raza de hombres, de la cual comienza exclamando
“No hubiera querido yo estar entre los hombres de la quinta raza, sino haber muerto ya
o nacer después. (…) De dia, abrumados por el cansancio y miseria y de noche,
agotados, los dioses les proporcionan preocupaciones malignas”.
Esta edad está condenada al olvido de los Dioses, cuando ya no quede más dignidad entre los
hombres ni nada los haga reaccionar contra lo que viola la moralidad y la decencia, Aidós y
Némesis irán con los inmortales, “dejando para los mortales solo dolor, inermes ante el mal.”
De esta manera, corresponde al hombre el duro camino de hallar la justicia, que le ha sido dada a
los hombres y no a los animales, y solo se llega a ella por el esfuerzo. En esta edad, es necesario
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que el hombre emprenda el camino empinado hacia la bondad, la cual debe conquistar con el
sudor de su rostro. Sin el esfuerzo el hombre queda frente al olvido de Zeus quien tiene
observadores invisibles por toda la tierra, “vigilantes inmortales” que le informan de todo, Dike, la
justicia, lleva las quejas a Zeus cuando es maltratada por los hombres. Zeus conoce todo lo que
hacen los hombres.
El viejo orden se había quebrado, se vivía una época llena de batallas y confusión, como también
puede verse en paralelo en la Odisea. El caso personal y familiar de Hesíodo es justo
ejemplificador del problema que atraviesa sus escritos, una corrupción moral que traiciona hasta
los lazos de sangre. Cada individuo busca su propio provecho, la fuerza y la violencia, la
mezquindad y el desgano se impone sobre la justicia, la fidelidad, el esfuerzo, etc. Pero pese a
todo Hesiodo sigue creyendo en la intervención divina. Frente a esta decadencia comunitaria, se
ve claramente el interés del poeta por inculcar en estos hombres la motivación por al trabajo y el
sacrificio que edifiquen una sociedad de hombres que quieran la santidad, torcer la maledicencia
de una edad que los condena.
Para Hesíodo los signos de este hombre, expresados en el fragmento, se combaten trabajando sin
pausa para que “el hambre te odie” y Deméter “te amé” y llene tus recipientes con alimentos.
Estos es lo necesario, lo necesario para que el hombre acceda a la dignidad, al recto orden que la
sociedad necesitaba.
La palabra poética es por la cual el poeta entra en contacto con la Memoria colectiva
mediante la Inspiración de las Musas.
En la palabra poética, la musa canta con fuerza divina. Es decir, lo que dice es aletheia.
La palabra poética transmite un relato de memoria a las generaciones futuras acerca de las
hazañas de los héroes y construye arquetipos, modelos. La palabra poética es constructora,
de añoranza, de esperanza, rememorando el pasado, construye modelos para la posteridad.
La palabra poética es un “arma de doble filo” que valora las acciones de los hombres o las
borra con su silencio o desaprobación. Las Alabanzas son cantos ilustres que hacen durar el
recuerdo del mérito; la palabra poética que desaprueba es palabra malévola, critica, es
también carencia de alabanza; la palabra poética que elogia salva del silencio, el olvida y
la oscuridad.
De acuerdo a J.P Vernant en las cosmogonías y en las teogonías griegas la ordenación del
mundo es inseparable de los mitos de soberanía. Los mitos de aparición y ordenamiento, al
tiempo que contaban la historia de las generaciones divinas, situaban en primer plano el
papel determinante de un Rey divino, el cual, tras intensas luchas, triunfa en contra de sus
enemigos e instaura definitivamente el orden del cosmos.
Sin duda el poema de Hesíodo, principal testigo en Grecia de este tipo de relatos, señala
precisamente su decadencia, puesto que se trata de una obra escrita y no ya de un relato
oral, pronunciado en una fiesta ritual. Hesíodo es el último testigo de una palabra cantada
consagrada a a alabanza del personaje real, en una sociedad centrada en la soberanía, tal y
como de ello nos ofrece un ejemplo la civilización micénica. El personaje real es Zeus. En
este sentido, el poeta, es ante todo un “funcionario de la soberanía”, recitando el mito de
aparición, colabora directamente en la ordenación del mundo.
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De acuerdo a la teología de la palabra que se desarrolla en la teogonía, las musas son las
que tienen el privilegio de decir la verdad. Las musas son las palabras de la memoria, y
dicen “lo que es, lo que fue y lo que será”. Pues memoria y verdad tienen una estrecha
relación, más bien son una misma cosa. Veamos, para Hesíodo, el poeta tiene una
característica extraordinaria, puesto que es capaz de pronunciar la Aletheia, inspirados por
las musas, su canto es profético-adivino y puede revelar los designios de Zeus.
La Memoria, atreves de la palabra del poeta, tiene un doble valor: por un lado el don de
videncia que permite al poeta decir una palabra eficaz, formular la palabra cantada; por
otro, esta misma palabra cantada es una palabra que jamás deja de ser e identificarse con el
Ser del hombre cantado. En este sentido, la verdad invocada en las palabras de los poetas
no es solo una verdad que tiene sentido contenido en el orden de lo “artístico”, sino es
verdad mayúscula “hija de Zeus” “conciudadana de los Dioses” y “llamada a compartir la
vida de los dioses”. Por lo tanto, el Logos poético, no solo hace del poeta un colaborador de
la ordenación del mundo, sino que es aquel que produce sentido religioso y social.
Por eso el poeta es un maestro de verdad, esto es que es capaz de ver y entrar en contacto
con la Alethéia.
Las dos obras más importantes de Hesíodo son Teogonía y Los trabajos y los días (Erga). En el
primero explica la estructura del mundo y daba información teórica sobre los dioses que lo
gobiernan y los poderes que lo ejercitan. En el trabajo y los días busca trazar un cuadro general de
la vida diaria del agricultor y da consejos prácticos para los trabajos que hay que realizar. La poesía
didáctica pretendía fijar conocimientos sobre diversos asuntos (mitología, oficios, actividades
humanas), con una clara intención moralizante. En ellos el autor busca instruir más que exaltar
grandes hazañas: cuenta sobre el origen y sucesión de las generaciones de dioses, el nacimiento
de los oficios (navegación, agricultura) y acompaña su descripción de la vida campestre con
consejos para sobrellevar la esforzada existencia del hombre común.
En las sociedades sin escritura no habría trasmisión de cultura sino fuese por la memoria
constituida en la oralidad. El Poeta era un actor fundamental constructor de la memoria
colectiva. Esta memoria hay que entenderla como una actividad mnemotécnica no
especializada que aseguraba la reproducción de los comportamientos de la especie humana
y que encuentra sus medios para transmitir el conjunto de sus saberes sobre todo en los
gestos técnicos y en las palabras del lenguaje. Los poetas fueron los especialistas
constitutivos de la memoria de una sociedad (llamada tradicional) cuya cultura se teje entre
la boca y el oído.
Mediante su memoria, el poeta, accede directamente a través de una visión personal a los
acontecimientos que evoca, tiene el privilegio de ponerse en contacto con el otro mundo, su
memoria le permite descifrar lo invisible. La memoria no es pues el soporte material de la
palabra cantada, la función psicológica en que se apoya la técnica formularia, es también y
sobre todo la potencia religiosa que confiere al verbo poético el estatus de palabra mágica-
religiosa.
El poeta tenía la función de “celebrar a los inmortales y celebrar las hazañas de los hombres
intrépidos”.
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8) Precise según Vernant las imágenes de mundo diseñadas por las teogonías
griegas
“Esta nueva imagen de mundo la ha expuesto Anaximandro con suficiente rigor para que se
imponga como una especie de lugar común al conjunto de los filósofos presocráticos así como al
pensamiento médico.”
Los milesios atreves de la “Geometrización del universo físico” instalan un giro rotundo de las
perspectivas cosmológicas, que difieren mucho de las explicaciones suscitadas por la mitología y
consagran el advenimiento de un nuevo pensamiento. Anaximandro sitúa el cosmos en un espacio
matematizado constituido por relaciones puramente geométricas. Mediante su “esquema espacial”
es una estructura geométrica que confiere al cosmos una organización de tipo contrario a aquel que
el mito le atribuía.
Es la igualdad y la simetría de los distintos poderes que constituyen el kosmos lo que caracteriza el
nuevo orden de la naturaleza. La supremacía pertenece exclusivamente a una ley de equilibrio y de
reciprocidad constante. A la monarquía la ha sustituido, en la naturaleza lo mismo que en la
ciudad, un régimen de isonomía.
Constituido por dynameis opuestas e incesantemente en conflicto, el mundo las somete a una regla
de justicia compensatoria, a un orden que mantiene en ellas una exacta ísotes. Bajo el yugo de diké
igual para todos, las potencias elementales se asocian, se coordinan a fin de componer a pesar de su
multiplicidad y diversidad, un cosmos único.
El régimen de la ciudad nos ha parecido solidario de una concepción nueva del espacio, al
proyectarse y encarnarse las instituciones en las polis en lo que podríamos denominar un espacio
político. Los primeros urbanistas fueron teóricos políticos: la organización del espacio urbano no
fue más que un aspecto del esfuerzo más general por ordenar y racionalizar el mundo humano.
El nuevo espacio social está centrado. El Kratos, la arkhé, la dynastéia, ya no están situados en la
cúspide de la escala social, sino que están depositados es mesón, en el centro, en medio del grupo
humano. Es ese centro lo que ahora se valoriza; la salvación de la polis reposa sobre aquellos a
quienes se denomina oi mesói., los que equilibran la ciudad.
En relación con ese centro, los individuos y los grupos ocupan todas posiciones simétricas. El
ágora, que realiza sobre el terreno ese ordenamiento espacial, constituye el centro de un espacio
público y común. Todos cuanto penetran en él se definen, por ello mismo, como iguales, como isoi.
Existe una profunda analogía de estructura entre el espacio institucional en el cual se expresa el
kosmos humano y el espacio físico en el cual los milesios proyectan el kosmos natural.