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El libro XII Apóstoles. La masacre del penal de Sierra Chica es un documento que
indaga en esos días de pesadilla a través de entrevistas con presos (victimarios, víctimas y
observadores), ex convictos, guardias y familiares de presos. La crónica corre a cargo de
Gustavo Mura, un periodista que conoce de cargos ejecutivos (fue director del canal C5N,
gerente de noticias de Radio 10 y de la señal de noticias de Telefé, y jefe de noticias de
Radio Mitre), pero que eligió, entre el 2004 y el 2006, arremangarse y hundirse en el fango
del mundo carcelero para escribir su libro. "Ya en 1996 me había dado cuenta de que se
trataba de un acontecimiento histórico porque convirtieron a una protesta carcelaria
provincial en una cuestión nacional y obligaron a que tuviera agenda presidencial. Los
Poderes del Estado se vieron tocados por el reclamo de un grupo de presos", cuenta,
recordando los días en los que siguió el desarrollo de los hechos desde la redacción de
Radio Mitre.
Cuando llegó el momento de investigar y escribir, Mura decidió viajar a Sierra Chica,
Olavarría y Azul (ciudades vecinas donde también se definió la situación). "Los viajes
fueron varios, en algunos me quedé a dormir en Olavarría, y en otros iba y venía en el día",
explica. "Para ello fue muy importante contar con amigos que me ayudaban a manejar
porque en realidad yo salía cansado de mis tareas en Radio 10 (para esa fecha había
cambiado de empresa en la que trabajaba) y debía regresar al otro día para seguir con mi
rutina. De ahí que agradezco a un amigo de la infancia, Hugo Profitos, quien me acompañó
en la ruta. No todos los viajes dieron resultado positivo, en dos de ellos regresé con las
manos vacías, porque el miedo a los Apóstoles se mantenía vigente y aún persiste".
¿Qué sentiste el día que pisaste la cárcel de Sierra Chica?
Fue una experiencia sin igual, ya que todo lo tenía en teoría, por relatos, de época, y de la
actualidad (pero inspirados en la época). Ahí pude comprobar las dimensiones de los
pabellones, el tamaño del patio de presos, el sitio donde se levantaba la ex oficina de
Control, los enormes portones abriéndose, el cerco perimetral, la panadería, la carnicería,
los ruidos, los olores, todo, todo, todo... Y además, ver a los presos ahí mismo, en su
lugar... Las luces y las sombras, el amanecer y la noche... Sin dudas, impresionante.
Como hombre de la televisión, ¿qué opinás de los programas que muestran la vida en
la cárcel? ¿Reflejan lo que vos descubriste investigando el motín?
Tumberos mostró mucho de lo que ocurre a diario en las cárceles argentinas, y en eso
colaboran también algunas películas que se hicieron sobre el tema. Pero temo que el
público termina creyendo que todo es ficción, que ese tipo de circunstancias traumáticas no
ocurren. Hoy en día, la vida en la cárcel no sólo es un infierno para el interno, sino también
para el guardia. Y se supone que no debiera ser así. No estoy hablando de un ensayo de
"derechos humanos" para los delincuentes, porque inevitablemente te lleva a la polémica.
Simplemente pienso que si adoptamos un sistema en el que se busca la reeducación y
rehabilitación de un delincuente, nada más lejos de eso estamos hoy. Los presos son parias
olvidados, se hace con ellos lo mismo que cuando se arroja basura bajo la alfombra: nadie
se hace cargo del problema. Podrían enseñarles a trabajar, pero en realidad viven en
ranchadas, se organizan en bandas dentro de la cárcel, siguen adelante con la corrupción,
son violados por otros presos, son infectados por los violadores, matan y mueren por
comida, por drogas o por armas para morir o matar nuevamente. Y por el lado de los
guardias es similar, aunque tal vez no con tanta crudeza. Son fuerzas semiprofesionales, y
digo así por sus niveles de ingresos muy bajos, tan bajos que terminan siendo tentados por
la corrupción en muchísimas oportunidades.
El año pasado Luis Beldi publicó "Los 12 Apóstoles". ¿Estabas al tanto de que se
estaba preparando otro libro sobre el mismo tema? ¿A qué atribuís la publicación de
estos dos libros sobre el mismo tema con pocos meses de diferencia?
Supe que ese libro iba a salir porque me lo comentó una amiga. No tengo idea de cómo ni
por qué lo hizo, sólo sé que la idea y nombre de obra está registrada a mi nombre en
Derechos de Autor desde mucho antes de que él lo escriba. La síntesis de esto es que yo
puedo mostrar el contrato que firmé con Editorial Planeta en enero de 2007, fecha en que
entregué el manuscrito original, cuando el libro del cual hablamos ni siquiera se había
escrito.
Si querés ganarte uno de los tres ejemplares de XII Apóstoles que regalamos, escribí un
mail a escribinos@ciudad.com.ar y respondé estas preguntas:
1- ¿Cuál es el nombre de la jueza que fue tomada como rehén del motín?
2- ¿Por qué querés leer XII Apóstoles?
http://www.ciudad.com.ar/espectaculos/59161/motin-de-sierra-chica-recuerdos-del-infierno
Protagonistas de la toma, incluidos miembros de los "12 apóstoles", narraron en detalle los
actos de canibalismo y gran crueldad que tuvieron lugar durante la toma del penal.
El programa periodístico Aquí y Ahora de la cadena Univision, conducido por Teresa
Rodriguez yMaría Elena Salinas emitió ayer domingo el reportaje basado en el libro del
periodista argentinoLuis Beldi, Los 12 Apóstoles.
http://www.infobae.com/2014/09/15/1594933-video-el-informe-del-mayor-motin-la-historia-la-
argentina
Los espejos apuntan hacia las dos arcadas de rejas que separan el pabellón del patio
general. Están apoyados sobre las tapas de las ventanas de las puertas de hierro y
madera de las celdas que cuelgan hacia afuera a un metro y medio del piso.
Simbolizan el contacto con el exterior de los presos de la Unidad 2 de Sierra Chica. A
ambos costados se pueden ver los rostros curiosos de los presos rodeados de fotos,
adornos, cortinas y otros objetos con los que intentan personalizar lo que, por ahora,
es su hogar. Hacia atrás sólo se ve la luz de la entrada y se escuchan ritmos de
cumbias. Los espejos siguen ahí, pero ahora apuntan hacia el otro extremo del
corredor.
Hace 15 años la banda liderada por Marcelo Brandán Juárez y Jorge Pedraza
encabezaba una rebelión de 1500 presos. Recibieron el nombre de los Doce
Apóstoles por llevar a cabo la revuelta durante Semana Santa. Diecisiete rehenes,
entre ellos una jueza y su ayudante, siete reclusos muertos, cuerpos descuartizados e
incinerados, canibalismo y caos son la síntesis de un motín que mantuvo en vilo a las
fuerzas penitenciarias y políticas y cuyos rastros se sienten aún en el
penal. lanacion.com recorrió Sierra Chica junto a algunas de las personas que
sufrieron aquella revuelta para reconstruir los hechos que forman parte de esta
historia.
El Sábado Santo de 1996 Edgardo Torres y otros tres testigos de Jehová predicaban
el Evangelio en uno de esos pabellones cuando fueron sorprendidos por ráfagas de
tiros y gritos. "Entraron unos encapuchados, preguntaron quiénes eran los civiles y
nos apresaron", dice Torres, 15 años después. "Toda la población estaba afuera.
Había cosas tiradas, fuego, humo.ese humo penetrante de los colchones".
Torres recuerda dos episodios que lo marcaron. "El sábado fue enigmático, sobre
todo después que la jueza [María de las Mercedes Malere] quedó cautiva. Estábamos
con personas armadas dispuestas a todo", relata. El lunes siguiente, Torres temió por
su vida. "Esperaba lo peor. Teníamos expectativas de que se solucionaba, pero
algunos de mis compañeros terminaron apuñalados o con tiros".
Guerra de bandas. La revuelta se inició por un frustrado intento de fuga y luego sirvió
de excusa para saldar las cuentas pendientes entre dos grupos: el de los Apóstoles y
el que lideraba Agapito "Gapo" Lencinas. Pedraza, Brandán y compañía asesinaron a
Lencinas y a varios de sus soldados, desmembraron los cuerpos y los incineraron en
el horno de la panadería del penal a 700 grados. "¡Fui el primero que vi a los internos
descuartizados! Estaban en un carrito cubiertos por dos frazadas", recuerda Jorge
Kröhling, un guardia que ingresó como rehén en un intercambio cuando los líderes
aceptaron liberar a los agentes Juan Francisco Piorno y Juan Domingo Oviedo,
ambos heridos.
"El Gapo estaba sin cabeza y como crucificado", describe, sentado en un banco del
patio de la Unidad N°2. "Los cuerpos eran llevados a la panadería para quemarlos
aunque algunos pedazos los picaban en una maquina. ¡Los vimos jugar al fútbol con
cabezas humanas!", relata exaltado.
uena y me dijo: 'Te comiste un rocho'. Abrí la empanada y había carne que parecía
baba. ¡Y qué le iba a hacer si ya me la había comido! Estaban hechos unas fieras. Era
inhumano, inexplicable".
Incertidumbre tras los muros. Mientras en el interior del penal se vivía un infierno,
afuera reinaba la incertidumbre y el temor. Familiares de presos y rehenes,
periodistas, autoridades penitenciarias y políticas se congregaban sobre la avenida
Legourburu P. Iriarte frente a la cárcel.
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Se hablaba de más de 30 muertos. "Había información de un revuelo, pero no
recibimos datos oficiales", cuenta Daniel Puertas, periodista del diario El Popular de
Olavarría, que cubrió el motín. "Nos dimos cuenta de que había algo raro por el
excesivo hermetismo". Lo convenció al periodismo de la gravedad de la situación fue
el momento en que tomaron de rehén a la jueza Malere. "Era algo totalmente
diferente, que rompía todos los códigos", explica.
Sierra Chica nunca había tenido tanto protagonismo en los medios. El morbo y la
curiosidad atrajeron incluso a turistas que se acercaban al penal para averiguar lo que
estaba sucediendo. "La cárcel se transformó en un paseo público y llegó un momento
en que se armó un clima festivo entre los curiosos", describe Puertas.
Corrían rumores de canibalismo y otras crueldades, pero quienes tenían a un ser
querido en el penal procuraban no hacerse eco de esas versiones. Mónica, esposa de
Iturralde, describió la espera como "interminable". Al igual que ella, los familiares de
los presos se agolpaban frente al penal y tuvo que convivir durante ocho días con los
allegados de las personas que mantenían cautivo a su marido. "Algunos averiguaron
quién era yo y me amenazaban. Pero yo no quería moverme de ahí. Necesitaba saber
que mi marido estaba bien", cuenta Mónica.
El hecho era impredecible. "Era un juego macabro en el cual los presos arreglaron sus
cuentas y crearon una especie de consejo revolucionario para no pedir nada. Era
como si se hubieran apoderado de la cárcel para quedarse para siempre", indica
Puertas. "Había algo de absurdo y grotesco y lo que pasaba afuera contribuía".
Las huellas del motín. De algunos de los protagonistas se fue perdiendo el rastro.
Sobre los Apóstoles se sabe que Chiquito Acevedo murió en junio de 2007 en la
cárcel de La Plata. El Gallego López Blanco falleció de un infarto poco después del
fallo y Leo Salazar murió de Sida.
Brandan Juárez reapareció en los medios el 29 de enero este año cuando protagonizó
un nuevo hecho delictivo. A pesar de haber sido condenado a reclusión perpetua fue
liberado. Volvieron a apresarlo cuando huía de unos policías que lo perseguían por
haber tomado rehenes.
Anselmo asegura que "no es imposible que un preso pueda ingresar un arma a un
penal", pero descarta que ocurra un motín como el de 1996. "Tenemos todos los
elementos de seguridad adecuados para trabajar en los niveles que estamos
trabajando", dice.
Otra es la realidad de los guardiacárceles. Todos ellos recuerdan en detalle lo
ocurrido en el sangriento motín, pero lo que más les duele es sentirse abandonados.
Uno de ellos intentó suicidarse. El resto procura recuperarse con el apoyo de sus
familias. Sin embargo denuncian que no recibieron la atención prometida. El único que
fue eximido de trabajar con reclusos, aunque sí permanece como guardiacárcel, es
Kröhling.
"Te cuesta más que antes tener que tratar todos los días con internos. No es que uno
quiera un regalo o un premio. Lo menos que tendrían que haber hecho era jubilarnos
con la última jerarquía", lamenta Iturralde. "Sentimos que hicieron abandono de
persona".
http://www.diarioregistrado.com/sociedad/101133-uno-de-los-12-apostoles-de-sierra-chica-
aclaro-lo-sucedido-en-el-motin.html
TARINGA
Aca le traigo la historia del motin de Sierra Chica donde hubo un motin muy conocido y
quedaron algunas historias como atrocidades cometidas por los conocidos como los 12
apostoles, la historia es larga pero VALA LA PENA LEERLA.
Sierra Chica es una de las cárceles de máxima seguridad de nuestro país, situada a 16 km. de
la ciudad de Olavarría.
Al comienzo constaba de dos edificios rodeados por un muro de 3 metros de altura, en 1907
se construyen 6 pabellones en forma de rayos confluentes en un cuerpo circular, luego el
muro se llevó a 5 metros. En la década de 1880 se le quita al Juez de Paz el poder de policía
y desaparecen del Código Penal las penas corporales (cepo y grillo). En los comienzos el
personal del penal era un cuerpo militarizado y su director ostentaba grado militar. Más
adelante este cuerpo pasará a depender de la Policía de la Provincia.
Actuamente (1987) Sierra Chica enfrenta varios problemas "superpoblación, bajos salarios del
personal con escasa especialización, ello entorpece los planes de mejoramiento de la vida
carcelaria" (Todo es Historia, Dra. A. de Rocha).
El sangriento motín en la Unidad Penal Nº 2 de Sierra Chica comenzó a la tarde del sábado 30
de marzo de 1996, cuando empezaba Semana Santa.
Aprovechando una fecha en la que la seguridad era más relajada, 13 presos intentaron
fugarse por la entrada principal. Allí mantuvieron un enfrentamiento con los guardias y uno de
los internos murió en los incidentes. Desde entonces quedaron los conocidos "doce
apóstoles". Esta banda esta integrada Marcelo Brandán Juárez de 32 años, quién cayó preso
a los 19 años y purga una condena de 19 años y tres meses por robo calificado reiterado y
tenencia de arma de guerra. Participó en motines en La Plata, Olmos y Sierra Chica y también
está sospechado por la violación de un compañero de celda. Miguel Angel Acevedo de 27
años. En 1992 fue detenido por tentativa de homicidio. Intentó fugarse cuatro veces y está
investigado por el asesinato de un recluso. Estaría relacionado con importantes bandas
delictivas. El resto de los integrantes de la banda de los doce apóstoles eran Jorge Alberto
Pedraza (32), Carlos Gorosito Ibáñez (35), Marcelo González Pérez (43), Jaime Pérez Sosa
(29), Víctor Esquivel (36), Oscar Olivera Sánchez (25), Carlos Villalba Mazzey (33), Héctor
Cóccaro Retamar (41), Marcelo Vilaseco Quiroga (26), y Héctor Galarza Nannini (27).
Rápidamente tomaron rehenes, entre los que se contaban 13 guardias y dos pastores
evangélicos, y más de 1.000 reclusos se plegaron al levantamiento. Horas más tarde, la
entonces jueza en lo Criminal y Correccional Nº 1 de Azul, María Mercedes Malére, ingresó al
penal junto a su secretario para mediar en el conflicto, y ambos también fueron capturados por
los internos.
En poco tiempo, cerca de 10.000 presos de Olmos, Sierra Chica, Azul, La Plata, Dolores,
Batán, Los Hornos, Bahía Blanca y San Nicolás entraron en protesta. Las escenas más
violentas se vivieron en Sierra Chica. Ocho personas fueron asesinadas y luego incineradas
en el horno del penal.
Después de ocho días, los líderes del motín establecieron un acuerdo con las autoridades y
fueron trasladados a la cárcel de Caseros.
Mito:
Los relatos escalofriantes de los guardiacárceles Oscar Fabián Iturralde y Jorge Kroling, y el
alcaide Héctor Cortés, le dieron ayer mayor entidad a la versión que circula desde la
finalización del motín: sobre actos de canibalismo durante la cruenta revuelta, que desde el
lunes de la semana pasada está siendo ventilada en el juicio oral y público a 24 acusados, en
el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, mediante el inédito sistema para nuestro
país de teleconferencia.
Otro penitenciario, Miguel Di Nápoli, reconoció que durante el motín vio "salir humo de la
panadería del penal", cuando se presumía incineraban los cuerpos de los internos
asesinados.
"El 2 ó 3 de abril (de 1996), estaba como rehén en el pabellón 1 y entró Miguel Chiquito
Acevedo repartiendo empanadas y a mí -dijo- me dejó dos, pero yo comí una sola", recordó
Iturralde.
"Al rato vino (Acevedo) y me dijo `comiste empanadas, guacho?' y yo le contesté que sí, que
estaban ricas, pero dulces. Y entonces, riéndose, me dijo `Bueno, te comiste un preso, ahora
vas a ir adelante, te comiste un rocho (chorro)'", relató.
El guardia, tomado como rehén desde el inicio del motín el 30 de marzo de 1996, precisó que
"Acevedo y otro interno se reían".
"Luego cuando se fueron, me acerqué a preguntarle a Daniel Echeverría (otro rehén) si había
comido las empanadas que repartieron".
"Le conté (al rehén Echeverría) que me hicieron comer una empanada con un preso, y se
descompuso", recordó el guardiacárcel de Sierra Chica.
Por su parte, el guardia Kroling, quien fue testigo del infierno al entregarse voluntariamente
como rehén para salvar a un compañero herido, precisó que "no puedo comer carne picada
porque en el motín picaron a los presos asesinados en una máquina y se los comieron".
La de ayer no fue la primera vez que un testigo y ex rehén vinculó a Acevedo con el destino
final de los siete reclusos cuyos cuerpos no han sido hallados y se presume fueron
asesinados, descuartizados e incinerados.
Libro de Luis
Sinopsis:"La historia del motín me atrapó. No por lo que conocí en ese momento por los medios de
comunicación, sino por lo que no sabía. ¿Por qué algunos hombres pueden llegar a esos extremos? Matar,
descuartizar, violar o cocinarles carne humana a los rehenes. Me interesaba más la vida de los 12 apóstoles
que la masacre. De a poco se fue armando una historia que es imposible que la imaginación más
descontrolada pueda superar...". En la Semana Santa de 1996, el penal de Sierra Chica fue coptado por los
presos. Los rebeldes tomaron diecisiete rehenes, incluida una jueza, su secretario y tres pastores evangelistas.
Mataron a ocho presos. A siete los incineraron. Su amotinamiento hizo que se levantaran todas las cárceles del
país y desató una grave crisis institucional en la provincia de Buenos Aires. Cuando se habla de Sierra Chica, el
episodio que más se recuerda es el de las empanadas de carne humana. Como si fuera una macabra
comunión, los apóstoles ofrendaron el cuerpo y la sangre de uno de los presos a cuatro carceleros que fueron
tomados como rehenes. Los protagonistas hicieron un voto de silencio. Por eso no declararon en el juicio.
Once años después del motín, Luis Beldi viajó a Sierra Chica y pudo reconstruir la historia que hasta ese
momento era un secreto que ni los jueces pudieron develar. El autor del libro se reunió con los protagonistas,
con los rehenes, con sus familiares y con los que reprimieron la revuelta. En una crónica feroz, Beldi corre el
velo que ocultó la masacre y, al mismo tiempo, plantea que no se trató de un hecho espontáneo e irracional,
sino de una historia de odios guardados durante años. A través de los códigos carcelarios, llega al corazón de
las tinieblas: la intimidad de las tumbas.
Tres guardias que fueron rehenes durante el motín en el penal de Sierra Chica, en 1996,
declararon ayer, ante el estupor de los presentes en la sala y la fría mirada de los acusados,
que los amotinados les dieron empanadas y otras comidas que, según se jactaron entonces,
elaboraron con carne de los reclusos asesinados.
Los relatos escalofriantes de los guardiacárceles Oscar Fabián Iturralde y Jorge Kroling, y el
alcaide Héctor Cortés, le dieron ayer mayor entidad a la versión que circula desde la
finalización del motín: sobre actos de canibalismo durante la cruenta revuelta, que desde el
lunes de la semana pasada está siendo ventilada en el juicio oral y público a 24 acusados, en
el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, mediante el inédito sistema para nuestro
país de teleconferencia.
Otro penitenciario, Miguel Di Nápoli, reconoció que durante el motín vio "salir humo de la
panadería del penal", cuando se presumía incineraban los cuerpos de los internos
asesinados.
"El 2 ó 3 de abril (de 1996), estaba como rehén en el pabellón 1 y entró Miguel Chiquito
Acevedo repartiendo empanadas y a mí -dijo- me dejó dos, pero yo comí una sola", recordó
Iturralde.
"Al rato vino (Acevedo) y me dijo `comiste empanadas, guacho?' y yo le contesté que sí, que
estaban ricas, pero dulces. Y entonces, riéndose, me dijo `Bueno, te comiste un preso, ahora
vas a ir adelante, te comiste un rocho (chorro)'", relató.
El guardia, tomado como rehén desde el inicio del motín el 30 de marzo de 1996, precisó que
"Acevedo y otro interno se reían".
"Luego cuando se fueron, me acerqué a preguntarle a Daniel Echeverría (otro rehén) si había
comido las empanadas que repartieron".
"Le conté (al rehén Echeverría) que me hicieron comer una empanada con un preso, y se
descompuso", recordó el guardiacárcel de Sierra Chica.
Por su parte, el guardia Kroling, quien fue testigo del infierno al entregarse voluntariamente
como rehén para salvar a un compañero herido, precisó que "no puedo comer carne picada
porque en el motín picaron a los presos asesinados en una máquina y se los comieron".
La de ayer no fue la primera vez que un testigo y ex rehén vinculó a Acevedo con el destino
final de los siete reclusos cuyos cuerpos no han sido hallados y se presume fueron
asesinados, descuartizados e incinerados.
La semana pasada, el jefe de Vigilancia y Tratamiento del penal al momento de ocurrir los
hechos, prefecto Juan Orlando Martínez Gómez, describió la organización que tenían los
amotinados para llevar adelante la revuelta.
"Supe que en el sector de abajo (el prefecto estuvo como rehén en el sector Sanidad) había
un grupo de internos que se dedicaba al descuartizamiento (de los cuerpos de los internos
ajusticiados) y entre ellos estaba Miguel Angel Chiquito Acevedo", detalló Martínez en esa
oportunidad.
En su declaración de ayer, Iturralde relató que en otra oportunidad desde la terraza del penal,
donde lo habían subido como escudo humano, vio cómo llevaban 4 ó 5 mantas atadas hacia
el pabellón 12 y cómo del bulto colgaba un brazo.
"El interno que me tenía como rehén me dijo en ese momento, `viste, están matando a todos,
esto se pudre' ", recordó Iturralde.
El guardia sostuvo que "por comentarios de otros internos se sabía que habían matado
internos, que luego eran trozados en la carnicería y quemados en la panadería".
"Yo no recuerdo si fue `Chiquito' Acevedo quien me dijo `te comiste a Agapito (Lencina), pero
sí me enteré que a `Agapo' lo habían matado y habían hecho comida, un guiso que se lo
dieron a la población", declaró Iturralde.
El rehén precisó que los amotinados "hacían estos comentarios como si estuvieran de joda,
como una hazaña" y al preguntarle la fiscalía sobre la credibilidad que otorgaba a esos dichos,
Iturralde sostuvo: "En la situación que estábamos, uno creía cualquier cosa y para mí que no
estaban normales".
El alcaide Héctor Marcelo Cortés, quien se desempeñaba como Jefe de Registro de Internos
del penal, relató ayer que fue tomado como rehén el 2 de abril de 1996, al ingresar como
recambio de un guardia penitenciario herido y coincidió con el testigo Iturralde sobre la
utilización de carne humana para hacer comida.
La noche del 4 de abril el testigo se enteró del crimen del interno José Cepeda Pérez. "Había
querido salir (hacia la guardia), pero no llegó a hacerlo y el viernes a la noche, por
declaraciones de los internos que nos custodiaban, nos dijeron que ya carne no había más,
que estamos comiendo carne dulce, nos `estamos comiendo a Cepeda'", contó.
"El día que ingresé al penal, vi pasar una 'zorrita' con una olla y uno de los internos, me dijo
`ahí va otro para el microondas'", manifestó Cortés.
El alcaide precisó que "no era horario de comida, la olla pasó a dos metros de donde estaba
yo, a un horario que nada que ver (con los horarios de las comidas de los reclusos)".
"Después que llevaron esa olla se vio salir humo de la chimenea, con olor a carne quemada",
contó.
Cortés precisó que "los internos comentaban que habían matado a 7 u 8 y que los llevaban
para las panaderías y los tiraban dentro del horno de la panadería, pero no decían a quienes
mataban".
El grupo de presos asesinado "tenía peso sobre la población, eran internos muy nombrados y
llegado el momento podían haber parado el motín, debe ser por eso que los eliminaron",
conjeturó.
"Los que llevaban el motín eran unos cien -agregó-, el resto no quería saber nada y deseaban
que se terminara pronto, porque decían `esto va a terminar en una masacre'".
Por su parte, el guardia Miguel di Nápoli, quien también ingresó al penal como recambio de un
herido, dijo que no vio cadáveres ni presenció asesinatos pero "hablaban que los muertos
estaban en el pabellón 12, que los quemaban en la panadería".
"Lo que sí vi -recordó- fue salir humo de la panadería, yo veía el humo".
"A la noche se escuchaba música alta y a los carritos que andaban por las vías (en dirección
al pabellón 12)", precisó el rehén.
Uno cometió los delitos más importantes de su vida en las cárceles. Y no puede
imaginarse en libertad. Otro tiene 36 años y pasó la mitad de su vida tras las rejas. Y tiene
dos hermanos desaparecidos. Un tercero admite que al salir volverá al delito si la familia
sigue mal económicamente. También hay uno que es “rígido, narcisista y egocéntrico y
siente menosprecio por las obligaciones sociales”. Incluso hay alguno que delinque porque
“busca constantemente relaciones de dependencia ante el temor de estar aislado
afectivamente”. Y otro porque “tiene mucho que reprocharle a su madre”. Ayer se
conocieron los perfiles psiquiátricos de los “apóstoles”, los presos acusados de liderar el
motín de Sierra Chica de 1996. Hoy se conocerá la sentencia por la toma de aquel penal y
la muerte de siete presos que terminaron incinerados en el horno de la cárcel. Los
cabecillas pueden ser encerrados casi de por vida si el tribunal da lugar a la acusación:
reclusión perpetua más la accesoria por tiempo indeterminado. Aquí, los perfiles
psicológicos de los principales acusados.
Marcelo Brandán Juárez: De todos los acusados, es el que quizá más encarne la idea
foucaultiana de que “el delincuente es un producto de institución”. Tiene sólo 32 años.
Vivió hasta los 8 en la villa de Retiro y luego en Ramos Mejía. Tenía 14 cuando cayó
preso por primera vez, en un robo. “Era pibe y no sabía lo que hacía”, les dijo a los
psiquiatras que realizaron informes para el Servicio Penitenciario Bonaerense, divulgados
ayer por la agencia Télam. Les dijo también que no puede imaginarse en libertad. El error
le significó 20 meses en un instituto de menores. Después su carrera callejera sería breve:
un tribunal de San Isidro lo condenó a 16 años por robos reiterados. Los mismos peritos
informan que es “egocéntrico, con rasgos narcisistas, irreflexivo, carece de sentimiento de
culpa” y no tiene interés por estudiar o trabajar. En el motín asumió el papel del hombre
que ejecutaba: hoy lo pueden condenar a perpetua por 6 homicidios, y 16 privaciones de la
libertad.
Miguel Angel Acevedo: Es el más joven de los apóstoles –tiene 28 años-y el que carga
con el terrible mote de “el Panadero”, por aquello del trozamiento de los cadáveres y la
incineración de los cuerpos en el horno mayor del penal. Con aspecto de gigantón y fama
de “soldado” permanente de algún líder, no siempre el mismo, según la acusación fue lo
más parecido al esbirro carcelario, encargado de las tareas sucias. En términos
psiquiátricos: “Busca constantemente relaciones de dependencia ante el temor de estar
aislado afectivamente”. Una actitud que respondería a que “desde temprana edad sufrió la
frustración de sus necesidades básicas, afecto y protección”. Nunca conoció a su padre. No
sabe si tiene hermanos. Su madre murió cuando él tenía 15: “Tiene mucho que
reprocharle”, dicen los psicólogos del Servicio.
Jorge Pedraza: En la historia de su vida en las cárceles se lee que no conoció a su padre
y que dos de sus tres hermanos fueron desaparecidos durante la última dictadura militar.
Tiene 36 años y pasó la mitad de la vida preso. Durante todo el juicio estuvo sentado al
fondo de la jaula mirando desde el hielo el proceso en el que lo pueden condenar por
segunda vez a cadena perpetua. La última vez había caído en 1988. Había llegado hacía
una semana a Sierra Chica cuando comenzó el motín, y ese traslado habría sido
fundamental en el proyecto de fuga del que “Pelela” fue cabecilla. Como Brandán,
también está acusado de 6 asesinatos. Pero en este caso su personalidad es la de alguien
con capacidad para poder “adoptar una actitud de distanciamiento afectivo”. Siempre
según los psiquiatras penitenciarios, es capaz de planear, elaborar un método, y perseguir
un objetivo sin importarle los riesgos.
Miguel Angel Ruiz Dávalos: “El Paraguayo Migua” es ese personaje de engominada
raya al costado que durante el telejuicio ha anotado con letra prolija detalles del debate en
hojas numeradas. Su obsesión se le notó cuando hace dos semanas declaró, intentando
apartarse de los cinco homicidios de los que se lo acusa. Condenado ya en 1994 por un
homicidio, pudo escapar de la U11 de Baradero y rescatar, cinco meses después, a cuatro
compañeros en la U15 de Mar del Plata. Exceptuando su papel central en Sierra Chica, del
que se declaró ajeno por completo, el informe criminal del SPB indica que asume sus
anteriores hechos sin “evidencia de sentimiento culposo”. “Cayó en el delito –dicen los
peritos– por su deficitaria estructura de personalidad, impulsividad, rebeldía y carencia
normativa y formativa del medio familiar.” Migua se muestra un enamorado de su familia
y no hay cosa con la que sueñe más que con regresar algún día a sus pagos, donde viven
sus cinco hermanos. Un asunto difícil: fueron decenas los testigos que lo señalan como
uno de los “matadores” más participativos del motín.
Guillermo López Blanco: De 45 años, y una carrera delictiva profusa, “el Gallego” es,
según definió un jefe penitenciario en el juicio, un tipo para el que escaparse es un
berretín. Ese antojo es el que lo habría ocupado todo el motín: la construcción del túnel por
el que pensaban escapar de Sierra Chica. En el enero anterior al motín lo habían
encontrado limando los barrotes de su celda. En el ‘92 se había hecho famoso cuando
rompió la puerta de su celda en la U9 y escapó por los techos con otros nueve presos.
Purga una condena de 17 años por robo y secuestro. Su problema no es la acusación por el
intento de fuga por el túnel, sino por el homicidio de Carlos Cepeda, el preso entregado
por el SPB, cuando los amotinados amenazaron con matar guardias.
Juan José Murgia Cantero: Es el único preso al que su mujer fue a ver a algunas de las
audiencias del juicio. Tiene 32 años y hace diez que está preso por un doble homicidio. Se
lo acusa de ser quien remató con un cuchillazo en el cuello al buchón Agapito Lencinas,
líder de la banda asesinada durante el motín. Después de eso fue herido y salió del penal en
ambulancia. Cometió el error de sincerarse ante los psicólogos carcelarios cuando le
preguntaron si dejaría de delinquir: “Voy a sentar cabeza de acuerdo a cómo se encuentre
mi familia, si está mal económicamente me daría bronca y me inclinaría a delinquir”, dijo.
Y quedó registrado.
Víctor Esquivel Barrionuevo: Nació en el ‘62, y si no fuera porque después de Sierra
Chica fue uno de los que encabezó el motín de los “12 apóstoles” en Caseros, su
currículum aparecería casi limpio. El Cabezón es, sin embargo, otro viejísimo preso que
siempre persiguió lo mismo: escapar del encierro. Lo intentó seis veces en diferentes
cárceles. Lo logró en Mercedes, en 1989, cuando salió y corrió a ver a su hijo. Risueño,
Esquivel se pasó el juicio haciendo morisquetas con algunos de sus compinches. Cuando
intentó saltar el muro de Sierra Chica, en la génesis del motín, ya tenía sobre los hombros
una experiencia impresionante en la materia. “Rígido, narcisista y egocéntrico, siente
menosprecio por las obligaciones sociales”, lo diagnostican en el SPB. También afirman
que “carece de relaciones empáticas con los otros presos”.
http://www.pagina12.com.ar/2000/00-04/00-04-13/pag20.htm
Trece presos con edades entre 25 y 41 años, eligieron el 30 de marzo de 1996, que era el
sábado de la Semana Santa de ese año, porque en esa fecha las medidas de seguridad eran
más relajadas, e intentaron fugarse por la entrada principal. Los guardias los enfrentaron a
tiros y mataron a uno de los presos, por lo que los doce restantes fueron conocidos desde
entonces como “Los Doce Apóstoles”. Los amotinados tomaron rehenes –entre ellos 13
guardiacárceles y varios pastores evangélicos- en tanto otros 1500 internos se adhirieron al
levantamiento. Cuando horas más tarde entró a la cárcel para parlamentar la jueza en lo
Criminal y Correccional Nº 1 de Azul, María Mercedes Malére, también fue retenida por los
internos al igual que el Secretario del Juzgado en una acción contraria a las reglas no escritas
que se seguían en este tipo de hechos. En poco tiempo, en varias cárceles de Azul, Bahía
Blanca, Batán, Dolores, La Plata y San Nicolás, todas de la provincia de Buenos Aires,
entraron en estado de protesta cerca de 10.000 presos. Los rebeldes permitieron que un
guardiacárcel entrara como rehén en reemplazo de otros dos que habían resultado heridos.
Los amotinados no formularon ningún tipo de peticiones a las autoridades y lo que comenzó
como un intento de fuga continuó como guerra entre el grupo de presos de los Apóstoles y el
que lideraba Agapito "Gapo" Lencinas. Los primeros asesinaron a 8 internos, incluyendo a
Lencinas y a varios de sus seguidores, los descuartizaron y después incineraron los cuerpos
en el horno de la panadería del penal a 700 grados.
Recién a los 8 días los 12 Apóstoles se entregaron a las autoridades a cambio de ser
trasladados a la cárcel de Caseros, ubicada en la ciudad de Buenos Aires. Dos meses
después, el 25 de mayo, trataron de fugarse de su nuevo lugar de detención y tomaron
rehenes pero al cabo de 6 horas debieron rendirse cuando efectivos del Servicio Penitenciario
entraron al penal y reprimieron la revuelta.
En febrero de 2000 comenzó el juicio por el motín, que por la peligrosidad de los presos se
realizó en el penal de máxima seguridad de Melchor Romero en La Plata utilizando por
primera vez en el país un sistema de transmisión de imágenes y audio que conectaba a los
acusados, que estaban encerrados en tres celdas, a la sala de audiencias preparada al efecto
a unos 200 metros de allí, donde los jueces tomaban las declaraciones en tanto la seguridad
estuvo a cargo de un centenar de guardias. Los presos, que estaban acusados de homicidio
simple, privación ilegítima de la libertad calificada, tentativa de evasión y tenencia de arma de
guerra, entre otros delitos, mantuvieron un pacto de silencio y afirmaron que nada habían
hecho y que nada habían visto. La ausencia de los cuerpos de las víctimas debido a su
cremación era el hecho en que basaban su defensa. El Tribunal, sin embargo, consideró
probado los homicidios: al retomar las autoridades el control de la cárcel faltaban 8 presos, los
peritos encontraron dientes humanos en el horno y algunos presos declararon cómo habían
cortado y quemado los cuerpos. El 10 de abril de 2000 Jorge Pedraza, Juan Murguia, Marcelo
Brandán, Miguel Acevedo, Víctor Esquivel y Miguel Ángel Ruiz Dávalos fueron condenados a
reclusión perpetua. Ariel Acuña, Héctor Galarza, Leonardo Salazar, Oscar Olivera, Mario
Troncoso, Héctor Cóccaro, Jaime Pérez y Carlos Gorosito Ibáñez recibieron 15 años de
prisión. Para Daniel Ocanto y Lucio Bricka la condena fue de 12 años, para Guillermo López
Blanco se compensaron los seis meses de condena con el tiempo que pasó en prisión
preventiva y Alejandro Ramírez fue absuelto.
El 28 de enero, apenas tres meses después de haber recuperado la libertad, fue detenido tras una toma de
rehenes Marcelo “Popó” Brandán, uno de los más salvajes protagonistas de la rebelión de 1996 en el penal de
Sierra Chica. En Los 12 Apóstoles, Luis Beldi reconstruye los ocho días que duró el motín, cuando la cárcel se
convirtió en un infierno que incluyó asesinatos, torturas y episodios de canibalismo.
tomar lo que quería en el momento y recurría a la violencia si era necesario. Tenía 29 años, era alto y muy
fuerte. Estaba preso desde hacía diez años y le quedaban nueve para cumplir la condena. No era querido por
sus compañeros, porque era egoísta y violento sin necesidad. Desconfiaba de todos, por eso no tenía amigos.
En los últimos días, se había vuelto agresivo contra Gapo. El correntino no lo tomaba en cuenta, lo
consideraba un rival menor porque no era buen cuchillero. Pensaba matarlo en la primera oportunidad que se
le presentara, no porque lo odiara, sino porque sospechaba que estaba vinculado a la fuga. Brandán era
analfabeto y le gustaba rebelar a los presos contra los jefes del penal con reclamos por mejores condiciones
en la cárcel. Los presos lo calificaban como un chamuyero, porque hablaba mal, pero hacía extensos
discursos de reivindicación. Era feroz, pero no peleaba bien; había cobrado más de una vez. Insultaba a sus
carceleros. Cuando se dirigía a ellos les decía “gorra”, “milico”, “rati” o “cobani”. Por esas faltas de respeto, era
un huésped asiduo de los buzones de confinamiento, pero no había castigo que lo hiciera entrar en razón.
Protagonizó motines en Olmos y La Plata. Culpaba al mundo de lo mal que le iba. Era un psicópata que no se
hacía cargo de nada. La única persona que quería en el mundo era Josefa, su madre, una sufrida mujer que
lo visitaba en cuanta cárcel le tocaba estar.
Después de hacer un recuento de los rehenes, el karateca bajó al pabellón 6. Allí lo esperaban Popó Brandán,
Ariel Acuña, el cabezón Víctor Esquivel, Cacho Perales, Leo Salazar y Chiquito Acevedo. Le dio la pistola con
un cargador completo con ocho balas a Popó:
—Llegó la hora, hagan lo que tengan que hacer. A Miguá le dijeron que Gapo quiere tomar Sanidad para
entregarle el penal a los cobani. Popó, te vas a dar el gusto de hacerlo mierda.
El morocho de Fuerte Apache, que no sabía vivir sin rencores, se entusiasmó: por fin iba a ejecutar una
venganza que esperó nueve años. Gapo, en la Navidad de 1987, le había saboteado el motín que encabezó
en Olmos. Desde aquel día, se juró matarlo de menor jerarquía), que buscaban trasce años ese momento,
pero ahora no podían aguardar un minuto más. Una bandita de gatos (presos jóvenes a ndencia, los siguió sin
preguntarles nada. Intuyeron que iba . El grupo partió a paso acelerado. Esperaron haber acción, una buena
oportunidad para estrenar sus facas fabricadas en el taller el día anterior. Cuando ingresaron al pabellón 8,
Sandro “Tirabombas” Ruiz se les puso al lado. El también quería ver cómo mataban a Gapo. El correntino
estaba sentado en la puerta de su celda con sus lugartenientes. El Gordo Gaitán, el Indio Niz y Nippur
Polieschuck lo flanqueaban. Todos eran hombres de pelea, pero ahora tenían miedo.
—Te vienen a buscar con Popó a la cabeza –le advirtió un emisario segundos antes de que el grupo llegara.
El correntino no les hizo caso. Se sentía invulnerable, no creía que alguien pudiera con él y menos Brandán, a
quien tenía conceptuado como un gil.
—Popó no sabe manejar un arma, es puro chamuyo. Me pasé una vida cagándolo –les dijo para calmarlos.
Estaba tranquilo. No tenía ningún presentimiento fatal. Ignoraba lo anhelada que era su muerte por los dueños
del motín. Era tan soberbio que no se sentía amenazado por sus víctimas, sino envidiado por el poder que
tenía en las cárceles. El endiosamiento lo encegueció. Confiaba en que el Servicio Penitenciario lo protegería.
Después de todo estaba allí, encerrado con sus enemigos, porque lo mandaron a arruinar la fuga. Sus
lugartenientes, en cambio, en las últimas cuarenta y ocho horas que caminaron el penal, se dieron cuenta de
que la amenaza era real, pero nunca se lo comunicaron. “No lo preocupemos”, se decían. El poder en la
cárcel se maneja con las leyes de la política, una receta universal que no asegura eternidad a quienes se
piensan inmortales. Popó Brandán apareció en el pabellón 8 caminando firme y rápido al frente del grupo de
apóstoles y de gatos. El correntino estaba sentado sobre el colchón doblado a la manera de banquito,
rodeado por sus lugartenientes y tomando mate. Mandinga, el Judas de Gapo que dio todos los datos a los
Apóstoles sobre la ubicación de su jefe, se había marchado al pabellón 7. Sabía lo que iba a pasar y no quería
ser testigo. Detuvieron su marcha cuando llegaron a un palmo del correntino que tenía sus manos aferradas a
las dos facas. Se miraron y no se dijeron nada ni se hicieron gestos durante menos de un segundo. En un
movimiento rápido, Popó sacó la pistola, apuntó con los dos brazos extendidos a la cabeza de Gapo y apretó
el gatillo. El disparo no salió. El “tac” del percutor sonó ridículo ante la tensión y el silencio. La escena quedó
congelada por un instante. Todos los personajes parecían estatuas de cera. El correntino lo midió, listo para
abalanzarse sobre él y acabarlo a puñaladas. Su gente se aprestó a pelear.
—Todo bien, Gapo. Era una joda. No pensaste que te íbamos a cuetear –le dijo Popó y largó una carcajada
estruendosa, mientras bajaba el arma. Brandán sorprendió a todos con la excusa exacta, al calificar de broma
pesada lo sucedido. Tenía chamuyo y era rápido para salir de situaciones complejas. El resto de la gente
acompañó las palabras con risas interminables, que parecían más de alivio que de diversión.
—Todo bien, Popó –se rió el correntino. Pero por dentro se decía : “Me la vas a pagar”. Pensaba matarlo
cuando tomara Sanidad con la ayuda del Grupo GEO. Chocaron las palmas en el aire como si fueran
jugadores de básquetbol festejando una anotación. Los apóstoles se dieron vuelta para regresar por donde
habían venido. En la retirada, el cabezón Víctor Esquivel, sin dejar de caminar, se le puso hombro contra
hombro y le sacó la pistola por delante sin que lo vieran. Se la puso a la altura de su bragueta, jaló de la
corredera y acomodó la bala que estaba atravesada, en la recámara. Desde atrás nadie se dio cuenta de la
acción.
—Tomá, boludo. La bala estaba picada. Matalo ahora. El cabezón no entendía cómo Popó no había
chequeado el arma. “Está ansioso por matarlo, por eso se manda estas cagadas. Con el correntino no se
jode”, pensó. Habían recorrido apenas seis metros. Con la pistola preparada, Popó dio media vuelta en el
instante y regresó. Se paró frente a Gapo, que se sorprendió al ver de nuevo el caño de la Ballester Rigaud
ante sus ojos. Ladeó la cabeza por instinto y el disparo efectuado desde un metro, le atravesó el pómulo
izquierdo. Se levantó enceguecido para atacarlo, pero Popó lo tomó del cuello con un brazo y con la otra
mano le pegó un tiro en el pecho. El correntino, con dos balas en el cuerpo, lo empujó con la fuerza
sobrehumana del desesperado. Todo lo que le quedaba de energía lo puso en movimiento en una carrera
ciega que comenzó hacia el lado equivocado, porque fue adonde están las duchas, y encontró las puertas
cerradas. Se volvió veloz, abriéndose paso con las dos facas para buscar la otra puerta del pabellón, la que
da al patio, a la sala de Control, para que lo vieran los guardias desde el muro. Las cintas rojas que llevaba
atadas en ambas muñecas flameaban al aire, dándole aspecto de guerrero azteca. La escena combinaba la
belleza y el espanto. Ahora corría en estado de inconsciencia hacia el portón correcto. La luz del patio que
estaba a pocos metros y era su destino lo enceguecía. El pasillo estaba con menos gente porque parte de los
Apóstoles y los jóvenes estaban ocupados matando a sus lugartenientes. Sus soldados ya habían huido.
Popó intentó pegarle otro tiro cuando venía hacía él, pero Gapo no le dio tiempo de gatillar y le tajeó la mano.
Dejó pasar al gigante lanzado en velocidad y le disparó dos veces por la espalda. Una de las balas le pegó
entre el omóplato izquierdo y la columna vertebral, de donde brotó un corto y grueso chorro de sangre, y la
otra dio en el muro, al lado de la puerta de la Guardia Armada. El Grupo GEO creyó que los estaban
tiroteando. La mala puntería de Popó y su mal manejo de las armas desataron la represión. Juan José Murgia
Canteros, un preso desconocido hasta ese momento, estaba esperando al correntino con la faca en la mano a
la salida del pabellón. Quería la gloria de ser su matador para ganarse respeto en todas las cárceles. Gapo
apareció a unos metros de él y, para su sorpresa, frenó bruscamente, se quedó parado y quieto como si el sol
al encandilarlo lo hubiera paralizado. Estaba agonizando de pie. Pero a Murgia nadie le iba a arrebatar ese
momento de fama: con un ademán parecido al golpe de revés de los tenistas, le cortó el cuello y abrió la
yugular. Parecía que hubiera ensayado durante años esa estocada que ejecutó con la gracia y precisión de un
torero. Se quedó parado mirando la lentitud con que caía su víctima. Tal vez pensando en la historia que iban
a contar sobre ese día. Pero se olvidó de que el correntino era un cuchillero: con su último suspiro le tiró un
puntazo que lo hirió en el pecho. El Grupo GEO, que había empezado la reconquista del penal, cuando vio a
Murgia apuñalando a Gapo, le disparó una ráfaga de FAL. Una de las balas le hirió la muñeca. Alcanzó a
cubrirse en el pabellón 7 y buscar refugio en Sanidad.
Al mediodía, Chiquito fue a la panadería. El grandote tenía una obsesión con vengarse de los guardias. De la
heladera sacó las empanadas que habían preparado con el Gitano horas antes, en la madrugada, con la
nalga de Cepeda. Las llevó a la cocina y le pidió a uno de los internos que las ponga en la freidora. A los
pocos minutos salieron doradas, infladas, de buen aspecto. Chiquito las colocó en la bandeja y caminó veinte
metros por el patio hasta el pabellón 1, donde estaba el puesto de avanzada, una especie de sucursal de
Sanidad. En el lugar había rehenes que rotaban. En ese momento frente al pabellón estaban de escudo
humano el guardia Oscar Iturralde y el sargento Daniel Echeverría. Les sirvió una empanada a cada uno y de
allí se desplazó unos pasos hasta la Sala de Control, donde a ambos lados se ubicaban el sargento ayudante
Abelardo Vázquez y el cabo primero Jorge Krohling, custodiados por tres reclusos. A espalda de los rehenes,
Chiquito hizo una seña a los custodias para que no comieran las empanadas.
—Ustedes van a comer después –les dijo en voz alta. Parecía un mesero amable en la manera de extender la
bandeja hacia los guardias para que se sirvieran las empanadas que quisieran. Tres de los rehenes repitieron
la ración. Le ofreció una segunda a Iturralde, que no aceptó.
—¿Qué pasa Iturralde? ¿No te gustó? ¿No estaba rica? –le preguntó.
—Sí, me pareció algo dulce, pero estaba buena. Lo que pasa es que no tengo hambre.
—¿Sabés una cosa? Te acabás de comer un chorro (delincuente), ahora vas a ser mejor persona.
Acevedo se marchó para no contestar preguntas. Lo dejó solo con su asco, pero observó desde una prudente
distancia, con la bandeja en la mano. Iturralde sentía todavía el sabor dulce de las empanadas en su boca y
en su olfato. Tenía carne humana en su estómago. La textura de los bocados la recordaba como si la
estuviera comiendo en ese momento. Su mente trataba de rechazar el pensamiento, pero su estómago se
convulsionó y empezó a vomitar. El agente de aspecto recio y bigotes gruesos se dobló en medio de fuertes
arcadas. Nunca se había sentido tan descompuesto. Tenía la cara desfigurada, pálida, y los ojos llenos de
lágrimas por el esfuerzo del vómito. Quería expulsar todo, hasta la última gota de lo que guardara en sus
entrañas. Ese día no lo iba a olvidar más. Chiquito observaba desde unos metros, riéndose a carcajadas. Tiró
el cargamento de la bandeja en la basura sin explicar nada y fue al encuentro del Gitano para contarle lo que
había pasado. Iturralde, apenas se repuso, le contó a sus compañeros que habían comido carne humana.
Todos se descompusieron. Krohling comenzó a perder la razón. Su psiquis no era muy fuerte y entró en
locura. El guardia Vázquez fue el más afectado. Se mareó y se tuvo que recostar, estaba muy pálido. A partir
de ese momento entró en un profundo pozo depresivo y hubo que llevarlo a Sanidad. Tenía 50 años y no
había palabraque lo sacara de su encierro interior. Se postró en una cama hasta el final del motín, sin probar
alimento. Sólo bebía agua. Había que explicarle, si aceptaba probar un bocado, que lo habían cocinado en
Sanidad.
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/ap%C3%B3stoles-del-infierno
"Jugamos a la pelota con
la cabeza de un preso,
pero era un poco pesada"
*"Chiche" Gelblung recibió a Ariel “Gitano” Acuña quien estuvo
involucrado en el sangriento motín ocurrido en 1996 en el penal de Sierra
Chica.
Con la presencia de Ariel “Gitano” Acuña, el primer preso liberado del grupo que fue
denominado “Los 12 Apóstoles” y el periodista Lusi Beldi, que acaba de presentar un
libro sobre el tema, la nueva edición de Chiche en vivo estuvo dedicada a recordar el
motín más sangriento de la historia argentina.
Ariel “Gitano” Acuña -que hay que recordar, hirió de un disparo a su padre a los 12
años porque abusaba de él- , el primer liberado del grupo explicó por qué se llegó a
ese extremo de crueldad “nosotros, los más jóvenes, estábamos enfrentados con un
grupo que abusó de nosotros durante muchos años y en todo ese tiempo juntamos
mucho odio” contó.
Ariel “Gitano” Acuña reconoció que fue él el que les hizo comer las macabras
empanadas a los guardia cárceles rehenes “Les dije: ustedes que son unos piolas
bárbaros se comieron a un chorro” contó sin inmutarse el ex presidiario.
El “Gitano” contó que el motín en realidad fue un intento de fuga frustrado pero a la
vez, también se convirtió en un reclamo “queríamos que se modifique la ley del
automotor” dijo a modo de explicación, refiriéndose a que en ese momento había una
pena más alta por robar un auto que por asesinato. Finalmente la ley fue modificada
durante el gobierno de Carlos Menem
También dijo que había cremado los cadáveres para deshacerse de la evidencia
“queríamos sacarnos los cuerpos de encima y los quemamos, ya que estos presos
trabajaban para la policía y nosotros especulábamos que se iba a creer que los ratis
les habían abierto las puertas”.
Después fue el turno del periodista Luis Beldi, que escribió el libro “Los 12 Apóstoles”,
“este grupo hacía 10 años que violaba a los chicos en la cárcel, violaba a las madres y
a los parientes de los internos porque si no accedían a sus pedidos mataban a los
presos” contó el investigador “y todo esto se hacía con la anuencia del servicio
penitenciario” contó.
Más adelante explicó que la banda masacrada era tan odiada dentro del penal que
una vez que fueron asesinados se organizó una tétrica ceremonia “primero los
arrastraron por el patio e hicieron un velatorio macabro en donde los apilaron y todos
los presos pasaron para escupirlos y clavarles facas” contó.
Beldi explicó que la banda de “Gapo” era en realidad un grupo de tareas al servicio de
la policía “en cada motín de diferentes cárceles llegaban y mataban líderes,
terminaban huelgas de hambre, es decir, era un grupo de tareas manejado por el
servicio penitenciario que trabajaba con una red de inteligencia”.
Para el final Luis Beldi contó que la experiencia de escribir sobre la matanza de Sierra
Chica fue enriquecedora “lo que me quedó de toda esta investigación es haber
conocido que todo lo que pasa en el planeta tierra está concentrado en una cárcel, y
además conocí lo que es el dolor de los presos” dijo a modo de epílogo de su libro.
http://www.minutouno.com/notas/76695-jugamos-la-pelota-la-cabeza-un-preso-pero-era-un-
pocopesada
Pero éste no fue el único elemento que agregó más truculencia al caso. Héctor Lado,
agente de la guardia armada del presidio, reveló que se encontraron despojos
humanos dentro de una zapatilla, cuando se efectuaron las requisas luego del cruento
motín de la Semana Santa de 1996.
Fue la primera vez que un testigo del juicio que se sigue en la unidad de Melchor
Romero confirmó, durante el debate, el hallazgo de restos de uno de los penados que
comprometió aún más a los "apóstoles", protagonistas del motín.
Lado narró que la zapatilla que contenía el pie seccionado a la altura del tobillo fue
hallada en las cloacas, junto con ropa. Hoy no se sabe que sucedió con ese pie. En la
causa no aparece el informe forense que debió realizarse para determinar a quién
pertenecía esa extremidad.
TERROR EN EL PABELLÓN 10
Su nombre es Jorge Missiano. Tiene 30 años y está preso en la Unidad 32 de
Florencio Varela, condenado a 9 años y seis meses de prisión por robo calificado.
Dijo que tenía miedo. Pero habló; acaso porque le aseguraron que había sido uno de
los líderes de los "doce apóstoles", Marcelo "Popó" Brandán, el que mató a su amigo
Mario Barrionuevo, al que apodaban El Viejo Rolo.
Missiano dijo que él no era el único con miedo: "Entiendo a la doctora (María de las
Mercedes) Malere, que teme por su vida y por la de su madre".
Los presos del pabellón 10 se encerraron allí para no ser víctimas de los rebeldes.
Antes de replegarse, Missiano vio presidiarios que arrastraban los cuerpos de los reos
Agapito Lencina, Víctor Gaitán y Esteban Polieschuk.
Una noche, varios internos del pabellón de homosexuales -entre ellos, el testigo-
comieron pastel de papas. "La carne era más clara que la de la vaca. Después nos
enteramos de que la comida había sido preparada con un muerto", narró. Después les
dieron guiso, con el mismo ingrediente. Missiano no comió.
El interno dijo que su actual compañero de celda, también preso de Sierra Chica
durante el amotinamiento, le contó que uno de los cabecillas de los "apóstoles" le
había tocado el hombro con el brazo de algún cuerpo descuartizado.
Al día siguiente, según el testigo, el procesado Guillermo López Blanco exhortó a los
presos del pabellón 10 a trabajar en un túnel. Los internos se negaron y por la noche
huyeron hacia la capilla del penal, cubiertos por la guardia armada, apostada en el
muro perimetral.
Luego declaró el agente penitenciario Eduardo Arvito, que reconoció la pistola calibre
11,25 mm que utilizaron los reos durante el trágico motín.
http://www.lanacion.com.ar/7266-nuevos-relatos-del-horror-complican-a-los-12-
apostoles
Tres guardias que fueron rehenes durante el motín en el penal de Sierra Chica, en
1996, declararon ayer, ante el estupor de los presentes en la sala y la fría mirada de
los acusados, que los amotinados les dieron empanadas y otras comidas que, según se
jactaron entonces, elaboraron con carne de los reclusos asesinados.
Los relatos escalofriantes de los guardiacárceles Oscar Fabián Iturralde y Jorge Kroling,
y el alcaide Héctor Cortés, le dieron ayer mayor entidad a la versión que circula desde
la finalización del motín: sobre actos de canibalismo durante la cruenta revuelta, que
desde el lunes de la semana pasada está siendo ventilada en el juicio oral y público a
24 acusados, en el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, mediante el inédito
sistema para nuestro país de teleconferencia.
Otro penitenciario, Miguel Di Nápoli, reconoció que durante el motín vio "salir humo de
la panadería del penal", cuando se presumía incineraban los cuerpos de los internos
asesinados.
"El 2 ó 3 de abril (de 1996), estaba como rehén en el pabellón 1 y entró Miguel
Chiquito Acevedo repartiendo empanadas y a mí -dijo- me dejó dos, pero yo comí una
sola", recordó Iturralde.
"Al rato vino (Acevedo) y me dijo `comiste empanadas, guacho?' y yo le contesté que
sí, que estaban ricas, pero dulces. Y entonces, riéndose, me dijo `Bueno, te comiste
un preso, ahora vas a ir adelante, te comiste un rocho (chorro)'", relató.
El guardia, tomado como rehén desde el inicio del motín el 30 de marzo de 1996,
precisó que "Acevedo y otro interno se reían".
"Luego cuando se fueron, me acerqué a preguntarle a Daniel Echeverría (otro rehén) si
había comido las empanadas que repartieron".
"Le conté (al rehén Echeverría) que me hicieron comer una empanada con un preso, y
se descompuso", recordó el guardiacárcel de Sierra Chica.
Por su parte, el guardia Kroling, quien fue testigo del infierno al entregarse
voluntariamente como rehén para salvar a un compañero herido, precisó que "no
puedo comer carne picada porque en el motín picaron a los presos asesinados en una
máquina y se los comieron".
La de ayer no fue la primera vez que un testigo y ex rehén vinculó a Acevedo con el
destino final de los siete reclusos cuyos cuerpos no han sido hallados y se presume
fueron asesinados, descuartizados e incinerados.
El rehén precisó que los amotinados "hacían estos comentarios como si estuvieran de
joda, como una hazaña" y al preguntarle la fiscalía sobre la credibilidad que otorgaba a
esos dichos, Iturralde sostuvo: "En la situación que estábamos, uno creía cualquier
cosa y para mí que no estaban normales".
El alcaide Héctor Marcelo Cortés, quien se desempeñaba como Jefe de Registro de
Internos del penal, relató ayer que fue tomado como rehén el 2 de abril de 1996, al
ingresar como recambio de un guardia penitenciario herido y coincidió con el testigo
Iturralde sobre la utilización de carne humana para hacer comida.
La noche del 4 de abril el testigo se enteró del crimen del interno José Cepeda Pérez.
"Había querido salir (hacia la guardia), pero no llegó a hacerlo y el viernes a la noche,
por declaraciones de los internos que nos custodiaban, nos dijeron que ya carne no
había más, que estamos comiendo carne dulce, nos `estamos comiendo a Cepeda'",
contó.
"El día que ingresé al penal, vi pasar una 'zorrita' con una olla y uno de los internos,
me dijo `ahí va otro para el microondas'", manifestó Cortés.
El alcaide precisó que "no era horario de comida, la olla pasó a dos metros de donde
estaba yo, a un horario que nada que ver (con los horarios de las comidas de los
reclusos)".
"Después que llevaron esa olla se vio salir humo de la chimenea, con olor a carne
quemada", contó.
Cortés precisó que "los internos comentaban que habían matado a 7 u 8 y que los
llevaban para las panaderías y los tiraban dentro del horno de la panadería, pero no
decían a quienes mataban".
El grupo de presos asesinado "tenía peso sobre la población, eran internos muy
nombrados y llegado el momento podían haber parado el motín, debe ser por eso que
los eliminaron", conjeturó.
"Los que llevaban el motín eran unos cien -agregó-, el resto no quería saber nada y
deseaban que se terminara pronto, porque decían `esto va a terminar en una
masacre'".
Por su parte, el guardia Miguel di Nápoli, quien también ingresó al penal como
recambio de un herido, dijo que no vio cadáveres ni presenció asesinatos pero
"hablaban que los muertos estaban en el pabellón 12, que los quemaban en la
panadería".
"Lo que sí vi -recordó- fue salir humo de la panadería, yo veía el humo".
"A la noche se escuchaba música alta y a los carritos que andaban por las vías (en
dirección al pabellón 12)", precisó el rehén.
http://pasado.eldia.com/ediciones/20000215/laciudad6.html
Sierra Chica es una de las cárceles de máxima seguridad de nuestro país, situada a 16
km. de la ciudad de Olavarría.
Rápidamente tomaron rehenes, entre los que se contaban 13 guardias y dos pastores
evangélicos, y más de 1.000 reclusos se plegaron al levantamiento. Horas más tarde,
la entonces jueza en lo Criminal y Correccional Nº 1 de Azul, María Mercedes Malére,
ingresó al penal junto a su secretario para mediar en el conflicto, y ambos también
fueron capturados por los internos.
En poco tiempo, cerca de 10.000 presos de Olmos, Sierra Chica, Azul, La Plata,
Dolores, Batán, Los Hornos, Bahía Blanca y San Nicolás entraron en protesta. Las
escenas más violentas se vivieron en Sierra Chica. Ocho personas fueron asesinadas y
luego incineradas en el horno del penal.
Después de ocho días, los líderes del motín establecieron un acuerdo con las
autoridades y fueron trasladados a la cárcel de Caseros.
http://www.olavarria.com/archivos/laciudad/historia/motin_sierra_chica/index.php
DOCE APOSTOLES. Un testigo contó que hicieron empanadas con la carne de un preso
Nuevos relatos sobre el horror en Sierra Chica
Un agente penitenciario contó ayer ante el tribunal que enjuicia a los denominados ``Doce
Apóstoles'' que en la Semana Santa del sangriento motín en la cárcel de Sierra Chica comió una
empanada rellena con la carne de uno de los presos asesinados durante la rebelión.
``El martes al mediodía, Miguel Angel 'Chiquito' Acevedo me trajo dos empanadas de las cuales
me comí una. Acevedo entró y me preguntó: ¨comiste la empanada, guacho?, porque te comiste un
rocho (un ladrón, en la jerga carcelaria), mientras se reía'', declaró el guardiacárcel Oscar Fabián
Iturralde ayer, en la cuarta jornada del juicio a los presuntos responsables del motín.
El horror del guardiacárcel ante la confesión de Acevedo se incrementó cuando, poco después,
supo que el interno Agapito Lencina, cabecilla de la banda de presos que reclamaba el cese de la
revuelta, había sido ultimado por sus compañeros.
``Horas después me enteré que lo habían asesinado. Sabíamos que los habían matado, trozado y
quemado y otros comentarios nos informaron que habían hecho guiso con otros muertos, para
repartir entre la población'' del penal, relató Iturralde.
El espeluznante testimonio del carcelero, que fue tomado como rehén durante el amotinamiento,
desbordó la ya generosa cuota de horror que ha caracterizado cada audiencia del proceso oral.
Tras el relato de Iturralde, el agente penitenciario Jorge Luis Kroling aseguró frente al tribunal que
los hechos que presenció en Sierra Chica en la Semana Santa de 1996 constituyern ``algo que era
muy superior a cualquiera de los campos de concentración conocidos durante el Holocausto".
El proceso oral, destinado a enjuiciar a los 24 procesados por los crímenes cometidos durante el
amotinamiento, se sustancia en la Unidad 29 del Penal Melchor Romero debido a la peligrosidad
de los acusados, que presencian el debate mediante desde las celdas mediante un sistema
electrónico.
Justamente ayer los presos entregaron un documento al tribunal oral mediante el cual pidieron
restricciones a la cobertura periodística del juicio. Y culparon a los medios de prensa por haberlos
``condenado'' en forma anticipada.
``Nos están condenando antes de conocerse una sentencia por lo que pedimos que se arbitren los
medios necesarios para que los aspectos de esta causa no se den a publicidad porque nos
presentan como monstruos afectando a nuestras familias'', consignaron en un documento
entregado esta mañana al tribunal que preside el juez Adolfo Rocha Campos.
Horror
A su turno, el testigo Héctor Marcelo Cortés -que en 1996 era jefe de Registro de Internos del
Penal de Sierra Chica- contó que durante una comida un interno les confió: ``Nos estamos
comiendo a Cepeda'', un recluso que fue asesinado en la revuelta.
Y un cabo primero, Jorge Luis Kroling, memoró haber sentido, en el cuarto día del motín, un olor
``raro, agridulce y nauseabundo que venía del pabellón I, al que momentos antes habían llevado
una olla en cuyo interior iba un cuerpo humano sin extremidades ni la cabeza".
``Intenté saber de quién se trataba y me amenazaron de muerte para que no indagara más.....se
rompieron todos los códigos de la cárcel'', indicó Kroling.
Por su parte ``Chiquito'' Acevedo, el preso que según Iturralde le aseguró que habían preparado
empanadas con carne de los muertos, declaró ante el tribunal que ``queremos explicarle a
nuestras familias que no somos lo que el Servicio Penitenciario dice ni las fieras que pintan los
medios".
Iturralde, en tanto, narró que ``los amotinados contaban con dos armas de fuego'' y precisó que
``estaba bien diferenciada la estructura de poder entre los mismos internos con Jorge Alberto
Pedraza como el pensante del motín; Miguel Brandán Juárez el ejecutor y Víctor Esquivel
Barrionuevo, como el de mayor poder organizativo".
En segundo término ingresó al Casino de Oficiales, donde se desarrolla el juicio, el testigo Jorge
Oscar Missiano - que estuvo detenido en Sierra Chica durante el motín y actualmente está preso
en la Unidad 26 de Florencio Varela- pero no prestó declaración porque, frente al estrado, enunció:
``padezco HIV, no he recibido la medicación que necesito y ahora estoy descompuesto".
El tribunal ordenó asistir a Missiano y aplazó su testimonio. Luego fue interrogado Cortés, quien en
el motín se ofreció como rehén a cambio de dos carceleros que habían sido heridos de bala.
``Los mismos internos que nos tomaban como escudos humanos para hacer guardia en la terraza
y en el patio (del penal), nos comentaron una noche -creo que el martes-, que les estaban dando
de comer carne dulce a pesar de que sabíamos que los depósitos estaban ya vacíos'', narró.
Y agregó que ``uno nos aseguró: nos estamos comiendo a Cepeda'', otro de los reclusos
asesinados por 10 de los amotinados.
Cortés recordó que el día anterior había visto pasar ``una zorra con una olla'' y que su custodia
aseguró: ``Ahí va otro para el microondas".
La jueza
Y explicó que mientras fue tomada como rehén la juez María Mercedes Malére, ``un preso de
apellido Benítez, que andaba armado, dijo: 'la voy a hacer poner un poco loca a la jueza' y subió
corriendo a la sala de enfermería donde la habían encerrado y se escucharon insultos y gritos
durante 10 minutos. Después -agregó-, cerró la puerta le dijo chau y se fue".
El guardiacárcel Kroling aportó precisiones sobre lo narrado por Cortés y aseveró que Miguel Ruiz
Dávalos, uno de los ``Doce Apóstoles'', ``atacó a la juez Malere'' en la sala de enfermería y le gritó:
``No somos tortugas, no vivilácticos usados, demostrando casos de violaciones, lo que agregaba
un ingrediente para que los internos quisieran huir del penal".
También se presentaron a declarar ayer los reclusos Fernando Sánchez Rodríguez y Miguel
Sebastián López González, que se mostraron reticentes a narrar las situaciones vividas mientras
estaban en los pabellones 8 y 9.
En ambos casos las frases recurrentes fueron ``no me acuerdo'' o ``no vi ningún disturbio porque
estaba durmiendo".
Por su parte, un integrante del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la policía provincial,
Aníbal Fernández Bustos, negó haber participado en los ataques que se registraron el lunes por la
mañana y el martes a la madrugada desde el muro hacia el interior del penal, acciones en las que,
según testigos anteriores, habría participado este equipo de rescate de rehenes.
Hoy a las 9 continúa el juicio con Carlos Alberto Suart, médico del penal que fue tomado como
rehén cuando ingresó a curar a tres empleados del Servicio Penitenciario que habían sido heridos
a balazos.
http://his.elpopular.com.ar/2000/Febrero/15/tapa.htm
El martillo del tribunal golpeó con extrema dureza en “los apóstoles de la muerte”, el
mote que se ganaron 12 presos del penal de Sierra Chica en marzo del ‘96 cuando
condujeron el motín más sangriento de la historia delincuencial argentina. Juzgados por un
intento de fuga posterior, cuando ya estaban en la cárcel de Caseros, fueron condenados a
entre siete y diez años de prisión, pero al sumárseles esa condena a las que ya cumplen –
por delitos que van del robo a mano armada al homicidio– algunos alcanzaron la prisión o
reclusión perpetua. Ayer, antes de la lectura de la sentencia, los acusados tuvieron
oportunidad de hacer sus últimos descargos y todos decidieron romper el silencio absoluto
que mantenían desde hacía más de tres años. Fue para declararse inocentes, atacar al fiscal
por haberles solicitado altas penas y denunciar que lo que el Servicio Penitenciario
consideró un motín fue “una trampa”. “Es una venganza del Servicio y por eso nos
pegaron durante ocho horas patadas, palazos, fierrazos”, dijo Héctor Galarza, uno de los
doce.
Los apóstoles son considerados algo así como los presos más peligrosos del país desde el
motín de Sierra Chica, que terminó con el asesinato de ocho detenidos que habrían sido
incinerados en el horno de pan del penal bonaerense (ver aparte). Por eso el operativo de
seguridad en cada audiencia oral de este juicio que comenzó el 1º de noviembre no tiene
antecedentes: en la sala de audiencias quedaba lugar para muy pocos periodistas sólo por
la cantidad de guardias parados en cada rincón de la sala con chalecos antibalas y armas
por doquier. Los apóstoles escucharon ayer la sentencia en un extremo de la sala, sentados
en cuatro filas de sillas puestas en el rincón. Estaban tan rodeados de vigilancia que para
los camaristas Enrique Mario Posse, Floreal de Laurentis y Enrique Alvarez Aldana, y
para el fiscal Eduardo Marazzi era casi imposible verlos a pocos metros de distancia.
Los hechos por los que fueron condenados ocurrieron en la madrugada del 25 de mayo de
1996, un mes y medio después del motín de Sierra Chica. Once de los apóstoles ocupaban
el pabellón 14 de Caseros. El capanga del grupo, Marcelo Brandán López, un hombre
considerado por el Servicio Penitenciario como alguien sin control, incapaz de medir las
consecuencias de sus actos, estaba en una celda de castigo. Los presos tomaron el pabellón
15 y con dos guardias de rehenes lograron que lo devolvieran al pabellón. Seis horas
después, el Servicio Penitenciario Federal reprimió y a los tiros aplacó la revuelta. En ese
punto, o sea en lo ocurrido apenas terminó el motín, es cuando varios de los apóstoles
señalaron ayer que fueron golpeados por los guardias. “El 25 de mayo fuimos llevados a
una trampa mortal”, dijo Jaime Pérez Sosa, sentenciado por el tribunal a siete años, uno de
los tres apóstoles a quienes las sanciones se les unificaron en la pena de prisión perpetua
por otras condenas anteriores por homicidios.
En la misma situación quedaron Jorge Alberto Pedraza y Héctor Cóccaro Retamar.
Pedraza le dijo al tribunal que “esta causa está armada como la de la superbanda” (en
alusión al “Gordo” Valor y su gente) y se quejó porque hace un año están detenidos en el
penal de Melchor Romero donde sólo pueden recibir visitas a través de un vidrio blindado.
Cóccaro fue más belicoso. “Con todo el respeto –se dirigió a los jueces–, quiero decirle
que ese fiscal le deje el lugar a otro porque es una porquería”. Galarza denunció con
detalles los golpes de los guardias. “Nos humillaron a más no poder. Nos tuvieron
desnudos pegándonos con fierros. Venía un médico... Nos decían ‘no nos importa lo que
hicieron acá sino lo de Sierra Chica’. No sé cómo quedamos vivos.”
Los demás, a su turno, se declararon inocentes y recordaron que fueron “aconsejados para
aceptar un juicio abreviado y una condena de tres años pero preferimos el juicio para poder
demostrar que somos inocentes”. Finalmente, las condenas que recibieron mantendrá a la
mayoría durante muchos años más en la cárcel. La sumatoria de ésta y las anteriores
significan 25 años para Brandán López, 23 para Carlos Gorosito Ibáñez, 21para Cristian
Vilaseco Quiroga y Carlos Villalba Mazzei, 17 para Oscar Olivera Sánchez, 15 para
Héctor Galarza. Sólo Víctor Esquivel, Marcelo González Pérez y Miguel Angel Acevedo
quedaron condenados a entre 7 y 10 años.
Cuando el juicio terminó, afuera de los tribunales esperaban varias mujeres, espiando entre
los brazos y las armas de los guardias que llenaban toda la vereda formando un cordón
hasta las combis donde los trasladaron. Ellas fueron casi el único público del juicio.
“Estuve en tantas cárceles desde que cayó a los 19 por homicidio”, contó Nidia Pérez
Sosa, la madre de uno de los condenados a perpetua. “Ese es mi chico”, señaló cuando
pasó tras los guardias y estiró la mano hacia una pequeña reja tratando de tocarlo antes de
que se lo llevaran.
http://www.pagina12.com.ar/1999/99-11/99-11-25/pag18.htm
El plan empezó a ejecutarse con una pelea entre dos bandas en la cancha de
fútbol de la prisión. Todo era una treta para cubrir el intento de fuga más
sangriento de la historia.
Los 12 reclusos que quedaron vivos de la banda empezaron una violenta toma,
tomaron de rehenes a los guardias y coparon la sala de control de la prisión. Allí
capturaron al jefe del penal, Juan Martínez Gómez.
Adentro de Sierra Chica, los presos peleaban a muerte. En los pabellones 5 y 10,
los evangelistas y homosexuales se encerraron para defenderse de los
ataques. A los rehenes, se sumaron dos pastores evangélicos que estaban en el
lugar al momento de la toma.
La policía rodeaba la prisión y los grupos especiales diseñaban una táctica para
poner fin a la toma.
Llegó el lunes. Iban casi 48 horas de tensión. La banda, que pasó a llamarse
"los 12 apóstoles" amenazó con matar a los rehenes después de que
fracasara un intento de arreglo. Cuando el grupo GEO intentó entrar al penal y
poner fin al motín empezó la masacre.
Los 12 apóstoles tenían una banda rival y habían jurado venganza. Agapito
Lencinas, el líder de esa banda fue asesinado. También mataron a otros 7
reclusos.
Los cuerpos fueron descuartizados. Hicieron empanadas de carne humana para
alimentar al resto de los presos. Las cabezas las usaron como pelota para
jugar al fútbol y los restos fueron cremados en la panadería del penal.
En la desesperación, los evangelistas y homosexuales escaparon corriendo y se
refugiaron en la capilla. Entre los "refugiados" estaba Carlos Alberto Robledo
Puch, el asesino serial más importante de la historia argentina.
En medio de la obra del túnel los presos se encontraron con grandes piedras
y no pudieron seguir. El túnel fue abandonado a casi una semana del comienzo
de la sangrienta toma de Sierra Chica.
Por la peligrosidad de los presos, para el juicio por Sierra Chica fueron trasladados
al penal de máxima seguridad de Melchor Romero. El juicio a los 12 apóstoles
fue el primero en donde se utilizó un sistema de audio y video. Los presos,
encerrados en celdas a 200 metros de donde los jueces tomaban declaraciones,
veían y escuchaban todo lo que pasaba. Alrededor de 100 guardias custodiaban
todo.
Los cargos iban desde homicidio simple pasando por privación ilegítima de
la libertad hasta tentativa de evasión y tenencia de arma.
El juicio llegó a su fin el 10 de abril cuando Jorge Pedraza, Juan Murguia, Marcelo
Brandán, Miguel Acevedo, Víctor Esquivel y Miguel Angel Ruiz Dávalos fueron
condenados a reclusión perpetua. Ariel Acuña, Héctor Galarza, Leonardo Salazar,
Oscar Olivera, Mario Troncoso, Héctor Cóccaro, Jaime Pérez y Carlos Gorosito
Ibáñez recibieron 15 años de prisión. Mientras que para Daniel Ocanto y Lucio
Bricka la sentencia fue de 12 años. Guillermo López Blanco computó los seis
meses de pena con el tiempo que pasó en prisión preventiva y Alejandro Ramírez
fue absuelto
http://www.diarioveloz.com/notas/116244-el-sangriento-motin-que-los-presos-comieron-
empanadas-carne-humana
El juicio que hoy se inicia será una apuesta fuerte para la Justicia argentina: por primera vez un
debate oral se llevará a cabo dentro de una cárcel, en medio de espectaculares medidas de
seguridad, y con la utilización de un sistema de videoconferencia mediante el cual se comunicarán
dos salas diferentes.
Las 24 personas -entre ellos los Doce Apóstoles-, que serán juzgadas por un total de 23 delitos
graves, seguirán el desarrollo de las audiencias desde un salón de usos múltiples del penal de
Melchor Romero, ubicado a 15 kilómetros de La Plata. Desde allí y a través de una pantalla gigante
podrán observar lo que sucede en otro recinto, a unos 100 metros de distancia, en el que estarán
los jueces, fiscales, defensores y el público -entre ellos periodistas- que seguirán el desarrollo de
las audiencias. Los jueces estarán separados de los imputados por un muro de hormigón de
8 metros de altura y se prevé que el sitio estará abarratado de efectivos del Servicio Penitenciario
Bonaerense.
La peligrosidad de los Doce Apóstoles quedó demostrada en noviembre del pasado año, cuando
fueron juzgados por un intento de fuga en la cárcel de Caseros, lugar al que habían sido
trasladados luego de finalizado el motín en Sierra Chica. En aquel juicio, cuarenta efectivos
custodiaron la sala de audiencia y varios francotirados fueron colocados en lugares claves del
edificio. Afuera, un helicoptero sirvió de apoyo y la Policía rodeó varias manzanas.
El sistema
Los 24 presos a juzgar se encontrarán sentados dentro de una estructura cerrada, una suerte de
jaula dividida en tres sectores para evitar cualquier conflicto entre los imputados. Junto a ellos
sólo estarán decenas de guardiacárceles. En ese salón habrá un telefóno que comunicará a los
internos con sus defensores oficiales y podrán dialogar con ellos cuando lo crean conveniente.
Una pantalla de video les mostrará a las 24 personas lo que sucede en la sala de audiencias,
armada especialmente en el casino de oficiales de la cárcel, fuera del muro perimetral. Allí se
sentarán los jueces, defensores, secretarios, público y periodistas. A los imputados se los verá a
través de tres monitores y se usará un total de cinco cámaras.
Los acusados sólo podrían llegar hasta la sala de audiencias si aceptan declarar ante el tribunal. El
traslado será supervisado desde la torre de control del penal, considerada la de mayor seguridad
de sudamérica. "Si entran a la sala de uno no hay problema. El inconveniente es cuando están
todos juntos, dada su peligrosidad", dijo ayer a EL POPULAR el abogado Héctor Rodríguez, uno
de los miembros del tribunal que estará a cargo del debate oral.
"El sistema fue perfectamente adaptado para el juicio. Todo está pensado para que podamos
trabajar en orden y evitar el riesgo que hubiera significado el traslado de los imputados a otra
ciudad", agregó el magistrado.
Respecto a la televisación del juicio, el tribunal informó que la empresa Tyssa será la encargada de
seleccionar las imágenes para entregar a los medios, previa autorización de los jueces.
``Por razones obvias no podemos dar a conocimiento todo lo que ocurra allí, ya que los testigos
convocados para el juicio no pueden escuchar las declaraciones de otros antes de declarar'',
manifestó Rodríguez.
Acusados y testigos
De los 24 imputados, los "Doce Apóstoles" son los más conocidos por su peligrosidad. Ellos son:
Marcelo Alejandro Brandán Juárez -sindicado como líder y cabecilla del grupo-, Miguel Angel
Acevedo, Jaime Pérez Sosa, Jorge Alberto Pedraza, Víctor Carlos Esquivel, Marcelo González
Pérez, Marcelo Christian Vilaseco Quiroga, Héctor Cóccaro Retamar, Oscar Olivera Sánchez,
Héctor Galarza Nannini, Carlos Gorosito Ibáñez y Carlos Alberto Villalba Mazzei.
Los acusados serán juzgados por los distintos delitos cometidos durante el motín ocurrido entre el
30 de marzo y el 7 de abril de 1996, entre ellos, homicidio calificado reiterado, privación ilegal de la
libertad, tenencia de arma de guerra y tentativa de evasión, todos en concurso real.
La penas solicitadas en el auto de elevación a juicio por el fiscal de primera Instancia Osvaldo
Bertucci van de los cuatro años y diez meses de cárcel a la reclusión perpetua por tiempo
indeterminado.
Para el fiscal Bertucci, quedó comprobado durante la instrucción que los 24 imputados
protagonizaron un intento de fuga que, al ser frustrado por los guardiacárceles, derivó en el
sangriento motín que finalizó ocho días después con siete reclusos muertos, cuyos restos fueron
hallados en las cloacas y los hornos de la panadería del penal.
El tribunal a cargo de las audiencia fue constituido especialmente para la ocasión y estará
integrado por el juez Civil de nuestra ciudad -quien será el presidente-, doctor Adolfo Rocha
Campos, el abogado Héctor Rodríguez -de Azul- y el juez de Transición Eduardo Galli, de Tandil.
Por su parte, la acusación fiscal estará a cargo de los representantes del Ministerio Público
Gustavo Echeverría y Silvia Echeverry, de Tandil y Azul, en tanto que la defensa estará repartida
entre Julio Borda y Juan Sebastián Garraleta, defensores oficiales de Tandil y Olavarría,
respectivamente.
Las jornadas se realizarán lunes, martes y miércoles de 10 a 18, previéndose su duración hasta
el 20 de marzo, aunque se estima que el tiempo podría acortarse si, como se supone, algunos
testigos previstos se niegan a declarar ante el tribunal.
La gran mayoría de los testigos convocados son reclusos o ex reclusos de Sierra Chica cuando se
desarrolló el motín. Según se presume, muchos de ellos se negarán a implicar a los acusados por
temor a las venganzas o "por lealtad entre los presos".
También fueron citados a declarar varios miembros del Servicio Penitenciario Bonaerense, muchos
de ellos tomados como rehenes en el alzamiento, o que estuvieron en el penal durante la Semana
Santa de 1996. Además, estarán como testigos tres pastores evangélicos, el médico de Sierra
Chica, la jueza María Mercedes Malére y su por entonces secretario, doctor Héctor Torrens, todos
mantenidos cautivos por los presos.
Aprovechando una fecha en la que la seguridad era más relajada, 13 presos intentaron fugarse por
la entrada principal. Allí mantuvieron un enfrentamiento con los guardias y uno de los internos
murió en los incidentes. Desde entonces quedaron los conocidos doce apóstoles.
Rápidamente tomaron rehenes, entre los que se contaban 13 guardias y pastores evangélicos, y
cerca de 1.000 reclusos se plegaron al levantamiento.
Horas más tardes, la entonces jueza en lo criminal y correcional Nº 1 de Azul, María Mercedes
Malére, ingresó al penal junto a su secretario para mediar en el conflicto, y ambos también fueron
capturados por los internos.
En poco tiempo, cerca de 10.000 presos de Olmos, Sierra Chica, Azul, La Plata, Dolores, Batán,
Los Hornos, Bahía Blanca y San Nicolás entraron en protesta.
Las escenas más violentas se vivieron en Sierra Chica, donde ocho personas fueron asesinadas y
luego incineradas en el horno del penal.
Despúes de ocho días, los líderes del motín establecieron un acuerdo con las autoridades y fueron
trasladados a la cárcel de Caseros. El panorama que se encontró cuando el penal fue finalmente
recuperado era espeluznante: restos de cadáveres obstaculizaban cloacas y cañerías y en el horno
de la panadería del penal, manojos de huesos y piezas dentales asomaban entre las cenizas de lo
que apenas días antes había sido un cuerpo humano.
Los cabecillas
Marcelo Brandán Juárez (32 años). Cayó preso a los 18 años y purga una condena de 19 años y
tres meses por robo calificado reiterado y tenencia de arma de guerra.
Sería adicto a los psicofármacos y participó en motines en La Plata, Olmos y Sierra Chica.
También está sospechado por la violación de un compañero de celda.
Miguel Angel Acevedo (27 años). En 1992 fue detenido por tentativa de homicidio. Intentó
fugarse cuatro veces y está investigado por el asesinato de un recluso. Estaría relacionado con
importantes bandas delictivas.
El resto de los integrantes de la banda de los doce apóstoles son: Jorge Alberto Pedraza (32),
Carlos Gorosito Ibáñez (35), Marcelo González Pérez (43), Jaime Pérez Sosa (29), Víctor Esquivel
(36), Oscar Olivera Sánchez (25), Carlos Villalba Mazzey (33), Héctor Cóccaro Retamar (41),
Marcelo Vilaseco Quiroga (26), y Héctor Galarza Nannini (27).
"En las primeras jornadas se tomará declaración a siete testigos, aunque después seguramente la
cantidad irá aumentando", dijo Rodríguez en diálogo telefónico con este diario.
Según el magistrado, las audiencias se desarrollarán hasta el 20 de marzo, aunque "los plazos
podrían acortarse por el desistimiento de testigos de acuerdo a la opinión de los fiscales y
defensores".
En cuanto a la difusión de la imágenes del juicio para los medios de comunicación, el letrado
azuleño explicó que "serán emitidas libremente, el tema es el sonido, por lo que se tomarán
recaudos para proteger a los testigos".
preolímpico
ARGENTINA PERDIO CON CHILE Y SE QUEDO AFUERA DE SIDNEY 2000
Un error terminó con la ilusión
LONDRINA (Brasil), (DyN, Enviado especial).- Una jugada por demás desafortunada y sobre la
hora del arquero Cristian Muñoz terminó ayer aquí por dejar afuera de Sidney 2000 al seleccionado
argentino Sub 23, ya que el 1 a 0 marcado por Reinaldo Navia le sirvió a Chile para obtener una
clasificación histórica, para alegría extra de los brasileños.
A los 41 minutos del segundo tiempo, el remate de Rodrigo Tello desde fuera del área grande se
escapó del control del arquero de Boca Juniors y Navia llegó antes que el cierre de Gabriel Milito.
Fue el golpe decisivo.
Pero la eliminación de los argentinos de ninguna manera fue por falta de fortuna, ya que en este
Preolímpico se falló tanto en los resultados como en el nivel del juego.
De los siete partidos afrontados los dirigidos por José Pekerman perdieron tres veces, contra
Uruguay en la primera fase, y ante los brasileños y chilenos en esta etapa decisiva.
En cuanto a la calidad de su nivel, lo más valioso se vio durante el segundo período del desquite
ante los celestes de Víctor Púa.
Por todo lo expuesto, Argentina fracasó en esta competencia y concluyó pagando muy caro la
imposibilidad de dar el fútbol para el que potencialmente tiene capacidad.
Eso sí, Argentina dejó una imagen digna, porque al menos procuró constantemente la victoria,
inclusive en esta dura caída ante los de Chile.
Pareció que iban al desempate desde el punto del penal, hasta que disparó Tello, se equivocó
Muñoz y Navia definió el acompañante sudamericano de Brasil para los Juegos en Sidney.
Cuando el paraguayo Carlos Amarilla marcó el final de la etapa inicial en el Estadio Do Café
sobrevoló la sensación de que Argentina podría haberse ido en ventaja al descanso sin que la
justicia se sintiera traicionada.
Sin embargo, su falta de contundencia en las dos llegadas claras que dispuso y el cerrojo
defensivo que le opuso Chile impidieron que ello sucediera.
Los dos salieron con planteos similares, con cuatro defensores, tres volantes de contención, dos
enganches y un solo delantero de punta, pero la diferencia radicó en la actitud esgrimida por
ambos. Mientras Argentina al menos intentó siempre y buscó permanentemente el desequilibrio,
los chilenos -alentados por el público brasileño- buscaron imprimirle un ritmo cansino al desarrollo.
Estructurado para esperar alguna falla rival, Chile se agrupó en su campo y cuando tuvo la pelota
en escasas oportunidades la utilizó con sentido ofensivo. Prueba de ello, su única aproximación fue
a los 31’, con aquel disparo de Rodrigo Núñez que se fue altísimo.
En los primeros veinte minutos, el manejo de Mariano Messera y la insistente búsqueda del
intermitente Pablo Aimar pusieron más de una vez en aprietos a los chilenos. Pero en el cuarto de
hora final, el volante de Gimnasia La Plata prácticamente no volvió a entrar en contacto con el
balón, por lo cual los intentos de Argentina se limitaron a algunas proyecciones de Diego Placente
y al infructuoso deseo colectivo de marcar la apertura.
A los 38’, cuando Amarilla paró el partido para que los jugadores se refrescaran (la temperatura
alcanzó los 32 grados), Argentina había creado peligro en apenas dos ocasiones. La primera fue
un remate de Aimar que Javier Di Gregorio alcanzó a manotear al córner y la segunda una entrada
franca de Esteban Cambiasso que Cristian Alvarez le alcanzó a tapar con lo justo.
En el segundo tiempo, a los dirigidos por Pekerman les costó muchísimo establecer un dominio
profundo, probablemente afectados por el cansancio.
Argentina prevaleció de un modo más territorial, pero Chile se animó a salir de contraataque y
complicó un poco más.
Quedó claro que el que más buscó la clasificación directa fue el equipo albiceleste, mientras que
Chile pareció más predispuesto para desempatar desde el punto del penal.
A Argentina no le salió nada bien y a los chilenos el plan les salió perfecto.
(Por Claudia Rafael).- Hay vidas que transitan mansas y sin grandes desvíos. Como un camino
trazado en lápiz desde un extremo a otro de la hoja. Recto, tranquilo, sin sobresaltos, sin
madureces ni crecimientos. Sin aprender ni aprehender a fondo las cosas de la vida. Sin
oscuridades ni infiernos. Pero hay otras plagadas de montañas, mares, ríos subterráneos, pero
fundamentalmente sobrecargadas de abismos. Cristina Robledo, a su manera, tuvo algo de las
dos. Supo alguna vez contener en su cuerpo las raíces y los brotes de la felicidad. Esa cargada de
risas contagiosas, de llantos por emociones, de arco iris eternos. Supo conjugar en la profundidad
de sus irregularidades un verbo tan extrañamente regular como sólo puede ser el verbo amar. Y lo
hizo gritando sus palabras al viento y al oído de aquel hombre, llamado José Luis Cabezas, del que
se enamoró perdidamente una tarde de verano en Pinamar.
Sólo que, a veces, también la vida suele amanecer cargada de muerte. De horrores
incomprensibles. De pesadillas que se imponen con su crudeza frente a los sueños y los expulsan
del universo para siempre. Como aquella madrugada del 25 de enero de 1997 en que las balas
obedientes del odio y la impunidad, entremezcladas con un fuego arrasador, detuvieron la vida de
ese hombre, hundieron a Cristina en la soledad, dejaron a la pequeña Candela sin su padre y
mostraron a un país entero el rostro más temible de la democracia. Aquel que nunca se animó con
entereza y coraje a castigar las injusticias.
Ahora Cristina Robledo conoce muy bien cada uno de los reveses de la soledad. Con ella fue
criando a su hija de tres años y cinco meses. Con ella afrontó la búsqueda de justicia y tras el
veredicto del miércoles 2 de febrero pudo respirar con una pequeña cuota de tranquilidad,
sabiendo al menos que los autores materiales están presos y que el nombre de Alfredo Yabrán
quedó expuesto como el ideólogo de la tragedia.
Mientras tanto, Cristina continúa adelante con su cotidianeidad. Viendo crecer a su hija sin la figura
paterna, trabajando día tras día en una farmacia de Pinamar y tratando de rearmar las piezas del
rompecabezas de su vida, que en la oscuridad de una cava de General Madariaga le patearon
para siempre.
La justicia
-El veredicto coincide con lo pedido por nuestros abogados. Queríamos que los asesinos
estuvieran presos y se los condenara, y en principio están condenados. En cuanto a eso, entonces,
estamos conformes.
-Quedaron muchas cosas, no sé si por investigar, pero que no fueron llevadas a este juicio. En
principio, queríamos que finalizara una etapa para poder empezar la otra, con alguna base. Y
bueno, creo que hacia eso vamos.
-Todo lo que ha quedado sin resolver, como el caso del comisario Gómez y las investigaciones
sobre el arma que no quedaron demasiado claras.
- ¿Cómo te sentís respecto de los autores intelectuales del crimen de José Luis?
-Creo que quedó muy claro que el instigador fue (Alfredo) Yabrán. No quedaron dudas, con todas
las pruebas presentadas y todo lo dicho, ni al Tribunal ni a nosotros.
- Tras el fallo del Tribunal, la madre de José Luis dijo a la prensa que creía que Yabrán está
con vida, ¿coincidís?
-Si está vivo y está desaparecido, es lo mismo que estar muerto. Para mí entonces, está muerto.
Sensaciones y ausencia
- De algún modo, durante los actos que se hicieron en la memoria de José Luis en la cava,
dijiste que creías que se te iba a profundizar la ausencia, ¿fue así?
-Con estos tres días agotadores, después del veredicto es como que todavía no se ha sentido,
pero se va a empezar a sentir cuando cada uno esté en su casa y pensando en todo lo que ha
pasado. Ahí es cuando me voy a dar realmente cuenta de todo. Estos tres días han sido de
muchos llamados, de estar con mucha gente, y es como que todavía estás con la sentencia en la
cabeza.
-Ella sabe lo que pasó con su papá, pero no le he dicho -porque no tengo cómo explicárselo- que
los asesinos están presos. Pero en la medida que vaya creciendo y esto vaya avanzando, ella va a
ir sabiendo. Hoy no me parece lo mejor o tal vez no me va a entender esto. Ella comprende que el
papá está muerto y que lo mataron, porque no lo ve. Se da cuenta, pero no le puedo dar
demasiadas explicaciones acerca de que quienes lo mataron están presos porque no creo que lo
entienda. En su momento me lo va a preguntar y ahí tendré que salir a dar explicaciones.
- ¿Qué sentís sobre las razones por las que mataron a José Luis?
-Siento que es algo loco e ilógico. No puedo creer que se mate a una persona por su trabajo, y a
eso no lo puedo entender. Y lamentablemente quedó más que claro que lo mataron, que lo
asesinaron por su profesión, y me parece totalmente irracional e inhumano. No puedo creer que
una persona tome semejante determinación. Eso no lo entiendo demasiado.
- ¿Sentís miedo?
-En cuanto a esto que nos ha tocado vivir, estoy bastante conforme. Lo que pasa es que siempre
es muy lenta y siempre te deja puntos oscuros sobre los cuales seguir trabajando y sobre los que
seguir pensando. Pero, bueno, dentro de todo hay que darle una oportunidad.
-No tengo idea. Como hasta ahora, supongo. Tal vez con un poco más de tranquilidad, pero con
este fallo mi vida no se modifica en lo más mínimo. Sigo haciendo lo mismo, pensando igual. Da
tranquilidad saber que todo lo que se hizo no fue en vano, pero mi vida de hoy en más es la misma
que la de ayer y la de antes de la sentencia.
-Yo estoy sola desde el 25 de enero. Yo estaba con mi marido y al otro día estuve sola. Está bien,
con mi hija; pero estoy sola desde el 25 de enero y esa sensación se siente.
- ¿Cómo viviste lo que fueron estos tres años, con un inicial apoyo masivo hasta la escasa
cobertura de los medios nacionales con el correr del tiempo?
-En un momento, de alguna manera, me preocupaba. Pensaba que se le daban páginas y páginas
a una noticia, hasta que sale otra. Y después llegué a la conclusión de que cada uno hace la suya
y lo que le conviene. Entonces lo importante es que la familia estaba en todo momento, estuvimos
y vamos a seguir estando. En cuanto a los medios, no tenemos que perder de vista que esto es
también un negocio, y allá ellos con lo que hacen. Yo estoy tranquila con lo que hice y eso es lo
que me interesa.
-Desde un primer momento estuve apoyada por ellos. Tengo muy buena relación y, la verdad, no
puedo decir nada. Ellos me ofrecieron, inclusive, hasta los abogados.
-Esta semana tengo que viajar a Buenos Aires para reunirme con mis abogados. No nos hemos
sentado a charlar esto. Estábamos esperando a que terminara el juicio para ver cómo seguir
actuando. Pero no puedo adelantar nada porque todavía no me senté con ellos a charlar nada.
El santuario en honor a María del Rosario de San Nicolás había sido armado en Moreno y Rufino
Fal para recibirla aquel 16 de enero en que más de mil olavarrienses se reunieron para darle la
bienvenida. Desde ese día hasta ayer fue incesante el flujo de fieles que se acercaron a ella
durante la estadía de la imagen peregrina, que despertó muestras de fervor religioso y de fe
cristiana férreas en tiempos difíciles en que la gente necesita imperiosamente acercarse a Dios.
Luego de las actividades desarrolladas durante cada día de la visita de María del Rosario de San
Nicolás a Olavarría, de las que participaron diferentes grupos de oración de los templos
olavarrienses y que convocaron a una notable cantidad de personas, ayer la ciudad despidió a la
Virgen Peregrina para que retornara al santuario nicoleño. Con ella se llevó más de cien bolsas de
cemento que la comunidad local aportó para la continuación de las obras de su templo.
La despedida de María del Rosario comenzó a las 9, con la celebración de la santa misa en la
Plaza España. El oficio estuvo en manos del padre Isidro Marchueta, párroco de Nuestra Señora
de Fátima, y tuvo ante sus ojos una concurrencia más que importante, animada por la tibieza de
una hermosa mañana de domingo. Gran parte de los fieles recibió el sacramento de la comunión.
El adiós a la imagen peregrina fue más que emotivo. Los fieles que asistieron a la misa en Plaza
España, y muchos otros que se fueron agregando en el camino, acompañaron a la Virgen del
Rosario hasta la ruta, dedicándole las últimas oraciones de una visita que marcó a la comunidad
cristiana olavarriense. Finalmente, un grupo la siguió escoltando para su marcha definitiva a San
Nicolás.
La réplica de la imagen peregrina de María del Rosario llegó por primera vez, a lo largo de la
historia de la diócesis de Azul. Después de aquella llegada, donde todos se unieron entre risas y
lágrimas, con globos rosas, celestes y blancos, ayer la despedida dejó un sabor parecido cuando la
Virgen que vino desde las márgenes del río Paraná desató tanta angustia y dolor acumulado para
convertirse en la receptora de todos los ruegos, de todos los pedidos, de todos los rezos. Así
sucedió durante estos más de veinte días.
La llegada de la imagen fue impulsada por el grupo de oración de la capilla local que se encuentra
bajo su advocación, ubicada en el predio del Hogar Sarciat. Y tras la solicitud del sacerdote Isidro
Marchueta, el obispo monseñor Emilio Bianchi Di Carcano autorizó el proyecto.
La réplica de la virgen se fue como arribó: sobre un camión, sumamente protegida y acompañada
por los fieles.
Luego de las lecturas, el párroco de San Francisco, fray Alejandro Ferreirós, comenzó la homilía
expresando que todos estaban allí reunidos "como comunidad parroquial y como comunidad
educativa, por lo menos algunos de los que aquí estamos".
El sacerdote expresó que el encuentro se producía a raíz de la iniciativa de los padres de alumnos
del colegio y que "estamos acá para poder entender y rever entre todos ciertos acontecimientos
que de verdad han dejado perplejo a más de uno y que han provocado tanto dolor en el ámbito del
colegio y de la parroquia, sobre todo porque hay mucha gente que por desconocer las
circunstancias y no pertenecer a nuestro ámbito, sobre todo en los medios (de comunicación),
donde se han hecho declaraciones, se puede ver afectada en su buena fe cristiana".
Pasó luego a referirse al Evangelio de San Marcos, "el más viejo, el más antiguo y concreto -
expresó-, el Evangelio de Cristo que tiene que ser como fue siempre la Palabra de Dios en la
historia de la salvación: hechos y palabras. La Iglesia y todas sus instituciones existen para
evangelizar; también los colegios católicos existen para evangelizar. El fundamento de los
establecimientos católicos es el de formar jóvenes para que conozcan al Dios vivo y ése fue el
objetivo, el fundamento que nos planteamos hace cuatro años cuando llegamos a la parroquia fray
Ricardo y yo. Ya se había superado el pensamiento setentista de que los peores ateos eran los
que se formaban en colegios católicos, que ése era el lugar de los ‘mal llevados’. Convencidos de
que los colegios católicos cuando están bien llevados producen la evangelización, nos propusimos
aportar lo nuestro: esperanza, deseos, las cosas que veíamos en otros colegios y que nos parecía
bueno implementar en Olavarría. Esa fue nuestra intención, la de formar, desde el jardín de
infantes hasta quinto año, a jóvenes profesionales capacitados y profundamente cristianos".
Recordó el franciscano que al poco tiempo de haber llegado a esta ciudad, fray Ricardo comentó
que ya había empezado a sufrir cuestionamientos debido a que ya no se rezaba un Ave María al
comienzo de las horas de clase, a lo que el padre Alejandro respondió que "un colegio católico no
se construye rezando un avemaría", para proponer que se triplicaran las horas de formación
cristiana en un plazo de dos años, objetivo que fue cumplido.
Así, se formó un departamento de Pastoral, con personas que ponían a disposición de las
actividades tales como retiros y encuentros, las horas que tenían libres, para la transmisión de la
fe.
"Poco a poco, el colegio fue adecuándose a los tiempos nuevos, a través del ofrecimiento de una
formación integral, moderna y con sentido espiritual, no solamente la difusión del racionalismo
moderno", continuó.
"Un segundo objetivo fue el de la implementación de la reforma educativa, a partir de lo cual hubo
un reordenamiento en el colegio, a nivel institucional, administrativo y gerencial. Nosotros soñamos
un colegio para el siglo XXI. No podemos estar dormidos mirando hacia atrás si soñamos con otro
nivel, no sólo en lo pastoral que tiene que sustentarse en algo, como el alma en el cuerpo, un
colegio en el que se realice la transmisión efectiva de la fe".
Desde la presencia de fray Ricardo se puso en práctica el objetivo de aumentar aunque sea un
tercio el alumnado del colegio "y se logró un aumento del 5 por ciento sostenido". Así fue como fray
Alejandro enfatizó al decir que cuanto más jóvenes haya en el colegio, menos jóvenes habrá
interesados en cosas efímeras.
"Cuanto más jóvenes haya en el colegio -siguió el párroco-, más serán a los que podamos formar
en las horas de catequesis, a quienes les podamos hablar de la fe con un lenguaje que puedan
entender, con un lenguaje como el que emplean su padre o su madre, sin ponerse colorados pero
entendiendo lo que eso significa. Lo que se logró con todo esto fue hacer los retiros y las
convivencias. Logramos implementar el tercer ciclo de EGB en un mismo turno para que los chicos
de 7º, 8º y 9º grado estuvieran todos juntos".
"Otro sueño logrado fue el del jardín de infantes por la tarde. Cuando nos lo propusimos, muchos
dijeron que era una locura; pero, ¿no decían que San Francisco era el ‘Loco de Asís’? Los
franciscanos estamos acostumbrados a hacer locuras, por eso continuamos con el proyecto y
logramos una gran matrícula para el jardín. También se abrió una nueva modalidad en el área
educativa: la de arte. Se montó una planta de informática de última generación, que costó mucho
esfuerzo y una gran inversión. Para conseguirlo, salimos a pedir para lograr cosas para chicos que
no son hijos nuestros".
"Humillante, sucio"
"Es triste, es doloroso, es humillante, es sucio que después de esto el padre Ricardo se haya
encontrado con amenazas de muerte pintadas en el frente del colegio", enfatizó fray Alejandro. "Es
cosa de bastardos, es sucio, deplorable haber pintado la escuela con amenazas para su
representante legal. Es triste, pero no empaña las horas de lucha, la vida cristiana; eso no es
representativo de Olavarría. No todos estuvieron a la altura de los sueños, de los desafíos, muchos
se dedicaron también a defender su cuotita de poder, los laureles que supimos conseguir". "Así -se
animó a expresar el fraile con inusual dureza- se armó una red mafiosa que tenía un único objetivo:
tomar el poder en todos los niveles, desde el jardín de infantes hasta el polimodal, tomar el poder
por medio de escándalos repetidos. Hace dos años y medio comenzamos a seguir sus actitudes, a
investigarlos, a no perderles pisada, porque sabíamos con quiénes tratábamos. El conflicto estalló
con la oficialización de los nuevos directivos".
El párroco expresó que deseaba reivindicar a dos personas "a las que se quiso ensuciar sin ningún
tipo de reparo y que son el director de Pastoral, Hugo Donatelli, y el nuevo director de Polimodal,
Marcelo Schwindt". Sobre Donatelli, fray Alejandro expresó que "Hugo es una de las personas más
preparadas de toda la Diócesis de Azul"; en cuanto a Schwindt, explicó que se había cuestionado
su juventud para acceder al cargo. "Nosotros tuvimos que pensar y evaluar durante mucho tiempo
para decidir quién sería el director del siglo XXI. Y consideramos que este joven, padre de familia,
buen profesional estaba capacitado para ello".
Seguidamente, y acerca de los rumores que indicaban que no se sabía si las clases en el Colegio
San Antonio comenzarían en la fecha indicada y de la posibilidad de no formar las mesas de
examen, el padre Alejandro citó "la frase de un querido ex presidente, que dijo ‘la casa está en
orden’ ". Asimismo aseguró que el silencio es la forma que ha adoptado la comunidad franciscana
ante las versiones que intentan desacreditar la actuación de alguno de sus integrantes, al tiempo
que agradeció a políticos de diferentes partidos, "quienes nos brindaron su apoyo de manera
silenciosa y sin pretensión de utilizar este momento doloroso para ningún tipo de proselitismo", así
como a todas las personas que se acercaron para solidarizarse.
Cartas de Lectores
"El fraile, un amigo mayor"
Ante los hechos que son de público conocimiento e involucran a una prestigiosa institución
educacional de nuestro medio, como el Colegio San Antonio, y a sus propietarios, tratando de no
entorpecer la tarea que sé ardua de los colegas intervinientes, con opiniones en pro o en contra,
pero siempre fuera de lugar en cuanto a lo estrictamente técnico-jurídico, tan sólo como padre de
alumnos del establecimiento, creo es mi deber ejercitar mi opinión sobre el tema de fondo que,
entiendo, subyace bajo este lamentable incidente que afecta a la comunidad educativa, roza a los
padres franciscanos tan queridos por todos nosotros y a los que Olavarría debe tanto.
Es cierto, como se ha afirmado, que el Colegio San Antonio de Padua es propiedad de la Orden
Frailes Menores Conventuales, lo que en nuestro sistema, guste o no, se denomina propiedad
privada; por ende, la patronal dirige, supervisa, por sí o por delegación, elige personal o lo remueve
según convenga a su entender y bajo su responsabilidad conforme la finalidad impresa al
establecimiento y a los métodos que juzgue apropiados, todo siempre en las condiciones legales
vigentes. Esto así parece quedar claro que lo que se discute no pudiera ser la facultad de la
patronal, que fuera oportunamente ejercida, por lo que aparece como real motivo de discusión es
por medio de quién o quiénes se efectúa el hecho en cuestión, presentándose a la vista de éste y
otros asombrados padres que peligra el inicio del ciclo lectivo por una puja interna por el poder
dentro del establecimiento.
No puedo afirmar o negar, es decir que no me consta, que hayan ocurrido o no los hechos que se
traen ahora a colación en clase de Formación Cristiana. Mis hijos jamás me refirieron gesto, hecho
o palabra digno de reproche que surgiera de fray Ricardo. Por el contrario, se refieren a él como un
amigo mayor, a veces severo, pero siempre comprensivo.
No puedo avalar con mi silencio actitudes del sector que fuere, las pintadas en el frente del colegio
y la sustracción de una computadora, acto sin duda vandálico, sólo atribuible a mentes perturbadas
que no han merecido el reproche de ninguna de las partes involucradas en el conflicto.
Triste es a los ojos de una comunidad como la nuestra observar como se desgastan personas,
instituciones, tiempo y la paciencia del público en algo cuyo final es previsible.
Por último, lamento dos cosas: que la honorabilidad de una persona sana y buena como fray
Ricardo sea manchada, si no se prueban los dichos vertidos; y en segundo término, la situación de
aquellos que, por lo descripto han sido despedidos. Me niego a pensar que tanto dolor no se pudo
evitar o al menos se podría intentar paliarlo de aquí en más.
Elpopular.com
Fue el motín carcelario mas sangriento de la historia Argentina. Ocurrió en la semana santa de
1996. el penal de sierra chica fue tomado por los recluso durante ochos día y hubo ocho muertos.
Más allá de esta tragedia, ocurrieron hechos macabros que parecen sacado de una película de
terror. Se hablo de empanadas de carne humana, se dijo que jugaron a la pelota con la cabeza de
un cadáver.
Para entender que paso en el juicio, el primer jucio argentino que se hizo dentro de una carcel por
la peligrosidad de los aposteles, fueron encerrados a setenta metros de donde se monto el
tribunal y con rejas y custodiados por 120 policias y un escuadron de perros. Muchos de los
acusados buscaban rebajar las penas e inventaron cuanta historia les dio su imaginación desde
que hubo pasteles de papa de carne humana, todas fabulas. Aunque ninguna declaracion pudo
sastifacer la pregunta principal porque tanto.
Intento de fuga, intento de arman por una abogada ¿Por qué se frustra? Agapito lencina, brazo
fuerte del servicio penitenciario en ese momento, un buchon ortiga da la batida de que se van a
fugar. Toman la unidad.
¿Cómo quedaron las carceles? Dulade tuvo que hacer promesa de todo tipos para que los reclusos
terminaran con las protestas.
“uno de los reclamo era el hacinamiento” olmo por ejemplo tiene para 1700 y se tiene 3600 lo que
estan alli.
El interno del que extrajeron la carne para preparar las empanadas era un homicida que murio por
equivocación un preso troncoso que tenia cuatro homicidio de bahia blanca. Cuando fue a la
cocina encontro la cabeza del viejo chiche que era el chcal de mar del plata que era un hombre
que asesinaba mujeres un asesino serial. Cuando vio la cabeza creyo que seguia la matanza y
Pedraza lo ve dice parenlo x q empeso a correr y lo que estaban entedieron metenlo metenlon.
En este documento vamos a tratar unos de los más sangrientos hechos ocurrido en 1996 en la
peninteciaria unida N°2 de sierra chica. Una rebelión sangrienta, llevado a cabo, por presidiarios
conocidos como los 12 apósteles que llevaron a cabo actos horrendos y espeluznantes que
decidieron tomas. A través los relatos de algunos de sus protagonistas.