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SOBRE LOS CÓDIGOS DE HONOR, Y EL PASADO Y FUTURO DE LA MUJER

Se empieza a tratar al Código de Honor como una medida de la moral, que con
base al respeto, establecía relaciones sociales entre las personas. Esto en
término general alrededor del mundo, por lo que existía un código de honor
indígena, otro europeo, uno japonés (Bushido), y así alrededor en el globo.

Con el paso del tiempo, la llegada de la revolución industrial, nuevos trabajos,


quitar otros, labores sociales, etc, la sociedad empieza a dividirse aún más, el
código de honor empieza a cambiar y a sectorizarse, dividiéndose según
estamento social, sexo, labor, etc. Los espacios para el individuo cambian.

Al empezar a sectorizarse el código de honor, deja de ser una brújula moral de


la población, para convertirse en una excusa moralista. ¿Qué es una excusa
moralista? La capacidad de romper el código de honor y luego defenderlo. La
perversión de la moral por causa de intereses privados.

Estos intereses privados son los que desvían el código de honor (que debería
ser moral y virtuoso) para transformarlo en reglas sociales en las que hay que
encontrar algún beneficio.

Sin embargo, no es correcto que el código de honor forme una jerarquía, sino
lo contrario, las clases sociales, los gremios, etc, cada uno forma su código de
honor, poniendo reglas para su beneficio como grupo, y no pensando en el
individuo.

El código de honor no trasciende en el comportamiento de las comunidades,


sino son las comunidades que con su comportamiento forman un código de
honor tácito, implícito, que no es hablado sino cumplido en silencio, donde el
individuo no importa, sino el grupo y hacer respetar al grupo, no a la persona.
Cuando el grupo exige y es lo importante nos encontramos frente a formas de
pensar comunistas, el bien común del estamento; pero cuando se defiende al
individuo y su libertad, encontramos al liberalismo, la libertad de vivir dentro
del estamento o fuera de este.
Si el código de honor fuera primero que la comunidad, sería un acto de
imposición, y cuando hay imposición, la reacción no se hace esperar en lo que
se llama revolución, cambio (liberal como en Francia o socialista como en
Rusia). Siendo el código de honor aceptado por todos, fruto de cada
comunidad, es la prueba de que el código de honor no fue impuesto, sino
creado por cada estamento (siempre con influencias de otros como todo en la
vida) y aceptado por los miembros del mismo.

El patriarcado es generalmente relacionado con la opresión por parte de los


hombres, pero ¿Por qué no decir que el patriarcado es la falta de acción de las
mujeres? No hay que buscar más allá de Santander, donde las diferentes clases
sociales tienen su código de honor, encontrando por ejemplo el machismo con
distintas intensidades, pero donde por décadas, la mujer también era
machista, creando, aceptando, y reproduciendo el código de honor de su
estamento. No es posible hablar de una opresión contra la mujer creada por
el patriarcado, forzar contra la voluntad, cuando la mujer era parte importante
en la petrificación de dicho código de honor de connotación machista; no
existía mamá más machista que la santandereana, criando varones para
perpetuar dicho rol, y criando hijas para también reproducir ello. De modo que
la mujer aceptaba y promovía dicho rol, no reproducirlo era romper el código
y arriesgarse a ser juzgada por la comunidad.

¿Cómo cambian los códigos? De la misma manera en que se crean, si la


sociedad cambia, los códigos cambian. La post guerra, las innovaciones
tecnológicas, la expansión de cobertura en el estudio, la proclamación de los
derechos a nivel internacional, le dieron a la mujer el espacio y el tiempo, la
oportunidad de salir de su labor según el código, y empezar a cambiarlo.
Cuando la condición social, de tiempo y espacio cambia, permite a la sociedad
acomodarse.
La mujer encuentra espacio para pensar y para sí. Nosotras mismas acabamos
con el patriarcado no porque acabáramos con los hombres y el poder
masculino, sino porque alzamos la voz y pusimos el poder femenino no encima
ni debajo, sino a la par. Prueba de ello es que no hay reacción del patriarcado,
no hay contra-movimiento, si el patriarcado fuera algo real, ¿no habrían
reaccionado para preservar el poder? (Así como cualquier rey contra los
rebeldes) ¿Por qué? Porque el patriarcado lo alimentábamos era nosotras. El
código no nos fue impuesto, fue creado.

Empieza la elaboración lenta de un nuevo código. Hay que recordar que el


código de honor es hecho por la sociedad, y no el código el que hace a la
sociedad. Por ende, la equidad de derechos y deberes entre hombres y
mujeres ha ido cambiando el código de honor en la era reciente, donde las
labores de la casa, del trabajo, del servicio civil ahora son compartidos.
Comenzando con el estudio y el trabajo, siendo las mujeres de clase alta las
primeras en adherirse al nuevo código. No existen ya grandes compañías sin
mujeres, hay líderes de bancos y organismos internacionales, y la sola imagen
de ello, anima a las demás mujeres de otros estamentos a adherirse al nuevo
código. Política, educación, hogar, cuidado de los niños, son cosas que cambian
cuando la comunidad se adhiere al nuevo código. Lo que comienza desde lo
más alto como mujeres liderando en el Fondo Monetario Internacional o en
alguna presidencia, debe culminar en lo más humilde como equidad en las
fábricas de zapatos, por poner un ejemplo.

Sin embargo, cada código nuevo (en cualquier fase de la historia) trae el riesgo
de no ser virtuoso, sino ser moralista.

Todos sabemos las obligaciones a las que estaban sometidas y aceptaban las
mujeres hace unos siglos, reglas que nos parecen estúpidas e injustas puesto
que no hay virtud en ello, es un claro irrespeto a la persona en su libertad
individual (esclavos, mujeres, según la época) proveniente de la moda social,
ahora, el irrespeto a la persona proviene del libertinaje de acciones,
proveniente de la nueva moda social.

Donde antes había pena en no preservar la virginidad, ahora da pena no


perderla; donde era obligatorio tener religión, ahora es obligatorio el rechazo
de cualquier fe; donde al hombre se le exigía ser caballeroso con las mujeres,
ayudarlas empieza a ser visto como ofensivo y degradante; donde era grave
faltar a la verdad, es tonto quien no lo hace; donde era vital ayudar a la familia,
ahora es independiente y fuerte quien abandona; donde bastardo era una
ofensa, ahora santo es una burla; y así donde había una regla, se cambia por
otra sin encontrar el equilibrio. No es sano reemplazar un código malo, por
otro de la misma calaña. No es sano concentrarse en la perversidad de un
código que ya pasó, para elaborar un viceversa. La equidad se transforma en
igualdad, y la libertad en libertinaje.

El peligro latente es siempre el mismo: crear un código de honor moralista, y


no uno moral. Un código de honor donde la sociedad exige del individuo hacer
o no hacer tal cosa, y no uno donde se respeta al individuo. No hay mejor
empoderamiento que respetar al individuo en vez de exigirle. Que los códigos
se conviertan en virtudes y libertad, y no en moda y obligación social.

La mujer sigue saliendo del código pasado, del moralismo del siglo XIX y XX
donde el hombre dominaba en todo. El cambio en los espacios ha hecho que
la sociedad haya abierto muchas puertas en términos de derechos y deberes
que fueron aprovechados por las mujeres usando su voz de protesta, ahora la
mujer se encuentra en todos los estamentos y labores en la sociedad
occidental; sin embargo, como en cualquier movimiento social, es importante
evitar el radicalismo, y más bien concentrarse en el individuo, en la mujer
como parte vital y no única de la sociedad.
GLORIA MARTHA PÉREZ ANGARITA

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