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Pirámide de Zoser
“Todo el mundo teme al tiempo y el tiempo solo teme a las pirámides”, decía un
proverbio árabe.
Las pirámides son una de las maravillas del mundo y su construcción aún son un
misterio. El historiador Herodoto, que visitó Egipto a mediados del siglo V a.C.,
quedó impresionado con estos monumentos, proporcionándonos en su obra
detalles sobre la misma y su construcción.
Remontándonos a sus orígenes, vemos que ya en la època tinita, las tumbas estaban
coronadas por una pequeña construcción a los que los obreros egipcios llamaron
mastaba (“banco”). Es ya en el Imperio Antiguo, cuando las sepulturas van
convirtiéndose progresivamente en obras colosales gracias al empleo de la piedra,
tallada según una técnica que la tradición hace remontarse hasta Imhotep.
Este ministro-consejero (visir, como será llamado más tarde) del rey Djser (Zoser)
de la IV dinastía, es el artífice de esta revolución cultural tal y como nos dice
Manetón:
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Se aprecia en esta época una transformación paulatina de la religión, cuyo punto
más álgido lo constituirá la construcción de grandes monumentos funerarios en los
que quedará reflejada la grandeza real en su consecución de alcanzar la otra vida.
La pirámide estaba circundada por una muralla que con un perímetro de más de
1,5 km. Y una altura de 10.m. albergaba en su interior los edificios simulados en
piedra de una ciudad y que se cree que fuesen una réplica de la que habitó el
monarca en vida.
Fue sin duda, la maravilla de la época de un imperio que nacía. Viendo su imagen,
podemos imaginar la impresión que la misma debía de causar en los labradores
egipcios de los campos de Saqqara: Blanca, misteriosa y silenciosa en el horizonte,
prueba perpetua y convincente de que eran gobernados por verdaderos dioses.
aken
SALIR
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NOTA: El faraón del fondo de la página (Amenofis IV, Akenaton de la XVIII dinastía), obviamente no
corresponde a la época de Zoser, solamente se ha incluido con fines decorativos.