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Serie 1 Lección 1: Cielo

Querido(a) amigo(a):

¿Sabías que tienes un amigo especial que te ama


con todo Su Corazón, un amigo que es fuerte y
amable y bueno, un amigo con el que puedes hablar
en cualquier momento, un amigo que siempre está
dispuesto a escucharte y a ayudarte?
Pudieses preguntarte, “¿Quién es este amigo especial?” ¡Es
el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo! Él te ama con todo Su
corazón. ¡Es el mejor amigo que pudieses tener! Este mejor
Amigo vive en un lugar especial.

¿Cuál es este lugar especial donde el Señor Jesús vive?


Se llama Cielo. El Cielo es el hogar de Dios. Jesús lo
llamo “la casa de mi Padre”. Tú no puedes ni imaginarte lo
hermoso que es.

¿Cómo es el cielo? La mejor manera de explicarte como


es el Cielo es hablarte acerca de las cosas que habrá en el
Cielo y las que no habrá en el cielo. Primero vamos a
pensar en las cosas que NO estarán en el Cielo.

El sol y la luna no estarán en el Cielo. Los necesitamos


aquí, pero en el Cielo nunca hay oscuridad. La gloria de
Dios es la luz en ese hermoso lugar.
No habrá pecado en el Cielo. Las manchas en este
corazón representan al pecado. No podemos ir al Cielo con
pecado en nuestros corazones.

No habrá Iglesias en el Cielo. Vamos a la iglesia a


adorar a Dios, pero en el Cielo estaremos viviendo con
Dios. El será nuestro Dios y nosotros Le vamos a
pertenecer por siempre.

No vamos a necesitar medicamentos en el cielo porque


no habrán enfermos.

No habrán tumbas en el cielo porque allí nadie muere.


Dios va a enjugar todas las lágrimas. No habrá enfermedad,
no habrá dolor, y no habrá tristeza en el Cielo. Allá nadie se
cansa y nadie envejece.
Habrán millones y millones de hijos de Dios
allí.Todos nuestros amigos y seres queridos que confiaron
en el Señor Jesús como su Salvador estarán allí. Nosotros
les conoceremos y ellos a nosotros. Dios les dará coronas
especiales a aquellos quienes amaron al Señor Jesús y Le
sirvieron aquí.

La Palabra santa de Dios, la Biblia, estará allí. Dios ha


dicho que Su Palabra nunca pasará. Siempre estará con
nosotros.

Existe otro libro en el Cielo. Este libro se llama “El Libro de


la Vida del Cordero”, así que este es Su libro. Cuando
aceptas al Señor Jesús como tu Salvador, tu nombre es
inscrito en el “Libro de la Vida del Cordero” y sabrás que
estarás con Jesús en el Cielo por siempre.
El Árbol de la Vida estará en el Cielo. Este árbol dará 12
tipos de frutos distintos. Habrán moradas preciosas en el
Cielo—mucho más hermosas que lo que pudiésemos
imaginar. Aún las calles en el Cielo son hechas de oro puro.

Millones de ángeles estarán allí. Los ángeles son los


siervos de Dios. Dios envía a sus ángeles a que velen por
nosotros mientas estamos aquí en la tierra.

Lo más maravilloso del Cielo es esto: ¡el Señor Jesús


estará allí! Veremos a nuestro Salvador cara a cara, el
Hijo de Dios quien nos ama tanto que dio Su vida por
nosotros. Si le preguntaras a cualquier persona en el Cielo
como llegó allí, señalará a Jesús y dirá, “Todo es por Jesús
y por lo que El hizo por mí”. En el Cielo todos aman y
alaban a Jesús.
¿Te gustaría saber que llegarás al Cielo algún día?
Bueno, pues tengo noticias maravillosas para ti:

¡Dios quiere que estés en el Cielo con Él!


¿Sabes por qué Dios quiere tenerte en el Cielo con Él? Te
quiere allí porque te ama. Puedes decir, “¡Dios ME
ama!” Dilo ahora mismo. Señálate y dilo de nuevo: “¡Dios
ME ama!”
Pudieses estar pensando. “¿Sabrá Dios todas las cosas
malas que he hecho y todas las mentiras que he dicho?” Sí,
Dios sabe acerca de todo eso, pero eso no le impide
amarte. Él te ama igual.
¡Dios te ama tal como eres! No tienes que hacer nada
para hacer que Dios te ame. Él te ama con todo Su
corazón, tal como eres y Él ha provisto una manera para
que seas perdonado de todos tus pecados. El entregó a su
Hijo a morir en la cruz por tus pecados para que tu
pudieses tener vida eterna en el Cielo con Él. La Biblia dice,

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a


su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3:16).
Cuando tú crees en el Señor Jesús y lo aceptas como tu
Salvador, Dios te perdona de todos tus pecados y te hace
Su hijo por siempre. Como hijo de Dios, puedes saber que
un día irás al Cielo.

Si nunca has aceptado al Señor Jesús como tu Salvador,


pídele que entre a tu corazón. Puedes hacer esto ahora
mismo. Sólo dile,

“Señor Jesús, Yo sé que he pecado. Me arrepiento de


mis pecados y quiero dejar de cometerlos. Creo que
Tú eres el Hijo de Dios y que moriste en la cruz por
mis pecados. Por favor entra a mi corazón. ¡Te
acepto como mi Salvador ahora mismo!”
Capítulo 1:
El Listado Roto
María cerró la puerta en silencio y de puntillas caminó
hacia el escritorio de la maestra. Ahora, ¡si tan solo pudiera
encontrar ese listado! Tenía escrito todos los nombres de
aquellos que iban a cantar en el hogar de ancianos la
semana siguiente.

“¡Ay, espero que mi nombre esté ahí!”, María susurró hacía


sí. Rápidamente empezó a buscar entre los papeles sobre el
escritorio. Finalmente vió la lista bajo la esquina de un libro.
María la sacó y ansiosamente leyó los nombres. “Oh
no”, pensó. “¡Mi nombre no está aquí!”
“Esa maestra tan mala”, murmuró María entre dientes,
con lágrimas en los ojos. “Ella sabe que mi Abuela se
encuentra en ese hogar. Y yo quería ir y cantar
especialmente para ella”. De un tirón María rompió el
listado en dos y lo empujó hacia el fondo del zafacón.
Luego salió rápidamente del salón.

“¡María, detente!”
María se volteó lentamente. Su maestra, la Srta. Pérez,
estaba justamente saliendo de la oficina del colegio. “¿Que
estás haciendo aquí María?”,preguntó.
El corazón de María latía fuerte y dijo, “Yo-yo estaba
devolviendo un libro”.
“Bueno, pues sigue para tu casa. Sabes bien que no debes
estar aquí”, dijo la Srta. Pérez impacientemente mientras se
iba.
Con un suspiro de alivio, María salió del edificio y corrió
hacia su casa. Su hermano Esteban se estaba columpiando
en el portón, esperándola. “Te apuesto a que tuviste que
quedarte en el colegio después de clases”, dijo con una
sonrisa.

“No tuve que hacerlo”, le respondió María de mala manera,


tratando de abrirse paso ante él. “¿Ya mamá llegó a casa?”

“No”, dijo Esteban enfadado. “Y Mami y Papi se van


mañana como de costumbre. Esta vez te toca quedarte con
la prima Ana. Pero a mí me toca ir donde el aburrido de Tío
Pedro de nuevo”.
María vió la cara triste de su hermano. El sólo era un año
mayor que ella. No parecía justo que él tuviese que pasar
tanto tiempo en esa casa tan deprimente de Tío Pedro. “Si
tan solo Abuela viviese aquí aún”, pensó María
triste… “Estaban y yo no tuviéramos que quedarnos con
familiares tan a menudo”.
El próximo día las horas pasaron rápido mientras María y
Ana jugaban juntas. María disfrutaba pasar tiempo con su
prima. Cuando se estaban alistando para dormir esa noche
Ana dijo: “Mañana iremos a la Escuela Dominical y a la
Iglesia. ¡Es fantástica! ¡Te va a encantar!”
María no estaba tan segura de eso. Pero al día siguiente
mientras entraba al aula de la Escuela Dominical, vió a lo
que Ana se refería. La maestra era joven y alegre. Los otros
chicos y chicas parecían felices y ansiosos por empezar a
aprender acerca de Dios.
“Hoy vamos a hablar acerca de un lugar maravilloso
llamado el Cielo”, empezó la maestra. “El Cielo es el hogar
de Dios. El Cielo es donde Dios vive. Su Hijo, el Señor Jesús
también vive allí. Es un lugar hermoso y está lleno de gozo.
Nada malo puede pasar en el Cielo. Nadie va a enfermarse
allí. Y nadie va a morir en el Cielo.
“La razón por la que el Cielo es un lugar tan maravilloso es
porque allí no habrá pecado”.
María tocó a Ana con el codo. “Eso no es verdad”, le
susurró. “Todo el mundo muere, sabes que es así”.

Ana sacudió la cabeza. Luego alzó su mano y


preguntó: “¿Maestra, realmente esa es una historia
verdadera?”

“Sí”, la maestra sonrió mientras respondía. “Todo está


escrito en el libro de Dios, la Biblia. Lo mejor de todo, el
mensaje de la Biblia es que podemos ir al Cielo y vivir allí
con Jesús por siempre”.
“¿Cómo?”, María hizo la pregunta sin pensar.
“Es de esta manera”, explicó la maestra. “Nos ponemos
contentos cuando nuestro nombre está escrito en una lista
especial o la lista de honores. El lugar más importante para
tener nuestro nombre inscrito es en el Libro de la Vida del
Cordero. Este libro se encuentra en el Cielo. Le pertenece al
Señor Jesús. Todos los que tengan sus nombres inscritos
en este libro irán al Cielo. Jesús inscribirá tu nombre ahí si
lo aceptas como tu Salvador. Nunca somos muy jóvenes o
muy viejos para tener nuestros nombres inscritos en el
Libro de la Vida del Cordero”.
La maestra mostró una hoja grande con un verso de la
Biblia impreso en ella. “Este verso se encuentra
en Apocalipsis 21:27. Nos dice que todos los que hacen
cosas malas y dicen mentiras no pueden ir al Cielo. Solo
aquellos que tienen sus nombres inscritos en el Libro de la
Vida del Cordero pueden entrar al Cielo”.

Mientras el resto de la clase leía el verso en voz alta, María


estaba sentada tranquilita. De repente había recordado la
lista rota y la mentira que le había dicho a la Srta.
Pérez. “Es inútil”,pensó María. “No conseguí que mi nombre
estuviera en la lista en el colegio. Y ahora Jesús no pondrá
mi nombre en su hermoso libro tampoco”. María estaba tan
preocupada que no escuchó ni una palabra más que dijera
la maestra.

Tan pronto se acabó el servicio, el papa de María llegó y la


llevó al vehículo.

“Ana”, María le susurró mientras se despedía, “¿puede


una persona que haya dicho una mentira lograr que su
nombre sea puesto en el Libro de Dios?”
“Sí”, respondió Ana rápidamente. “Si realmente se
arrepiente y lo confi esa. Jesús le”—En ese instante el papá
de María prendió el vehículo y las palabras de Ana se las
llevó el viento mientras el carro avanzaba.

María se recostó suspirando. “¿Quiso Ana decir que tengo


que decirle a la Srta. Pérez acerca de esa mentira?”, se
preguntaba. “Yo nunca pudiese hacer eso”. Su cabeza
estaba llena de preguntas. Miró hacia su padre pero su
rostro mostraba seriedad. “A él como quiera no le gusta
responder preguntas”, pensó. “Sólo abuela tiene tiempo
para responder preguntas. Tengo que verla. E iré a cantar
con el grupo el próximo viernes—de alguna manera lo
haré”.

Pobre María—¿Qué hará respecto a la lista? ¿Podrá


ver a su abuela?
¡No te pierdas el próximo capítulo que viene en tu
próxima lección!
Serie 1 Lección 2: Dios creó todas las cosas

Querido(a) amigo(a):

¿Alguna vez has mirado las estrellas de noche y te


has preguntado cómo llegaron ahí? Te diré como
llegaron ahí—¡Dios las creó! El primer libro de la
Biblia nos dice que Dios creó todas las cosas.
La palabra “Crear” significa hacer algo de la nada. Sólo
Dios puede hacer esto. La Biblia dice, “En el principio creó
Dios los cielos y la tierra”(Génesis 1:1).
Dios hizo el sol e hizo la luna y el cielo. Hizo las estrellas
que brillan de noche. ¡Algunas de estas estrellas son tan
grandes que pudiésemos poner la tierra y el sol dentro de
ellas y todavía quedaría espacio!

Dios hizo este planeta en el que vivimos. Hizo la tierra e


hizo las montañas. Hizo los ríos y lagos y los mares. Hizo
las nubes que traen la lluvia. Hizo la hierba y los árboles y
las hermosas flores.

Dios hizo los peces que nadan en los ríos, lagos y mares.
El hizo muchos diferentes tipos de peces. Hizo los pequeños
peces dorados e hizo el pez gato. También hizo la gran
ballena y el delfín.

Dios hizo las aves que vuelan en el cielo. Dios hizo


muchas especies distintas de aves. Hizo el águila con sus
garras poderosas e hizo el pequeño y lindo cardenal. Hizo al
ruidoso azulejo e hizo al canario que canta tan lindo. Hizo al
gracioso pelícano y a la suave paloma.
Dios hizo los animales. El hizo muchas especies distintas
de animales que viven en la tierra. El hizo los leones que
rugen en la jungla e hizo a los pequeños conejos. Hizo a los
poderosos elefantes y a las ardillas juguetonas. El hizo los
caballos y las vacas y las ovejas y los cerdos y las cabras.
Dios hizo todos los animales.

Dios Le dijo a las aves, los peces, y animales que se


fructifi caran y multiplicaran “según su género”. Esto signifi
caba que cada criatura viviente tendría bebés como si
mismos. Los caballos tendrían bebés caballos. Las aves,
tendrían aves bebés. Y los peces tendrían peces bebés.
¡Esto es así para las personas por igual! Los humanos
tienen bebés como sí mismos.

Cada criatura viviente tiene bebés como si mismo. ¡Es


muy importante recordar esto!
¿Somos diferentes de los animales, verdad que si? De
donde vinimos? ¡Dios nos hizo! Las personas no
evolucionaron (vinieron) de los animales. La Biblia
dice: “Jehová es Dios, Él nos hizo” (Salmos 100:3).

Dios creó al primer hombre del polvo de la tierra. Su


nombre fue Adán. Dios hizo una esposa bella para Adán. Su
nombre fue Eva. Ellos fueron creados “a la imagen de
Dios”. La Biblia dice: “Y creó Dios al hombre a su
imagen” (Génesis 1:27). Toda la raza humana viene de
Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer.

Porque fuimos creados en la imagen de Dios,somos


criaturas muy especiales. También somos especiales porque
podemos conocer a Dios. Los animales no pueden conocer
a Dios, pero tu y yo si podemos. Podemos aprender de El
en Su palabra, la Biblia. Podemos amarlo. Podemos hablar
con Él en oración.

Lo más maravilloso de nosotros es esto—fuimos


creados de una manera tal que Dios puede morar en
nosotros. Sí, es verdad. Dios puede venir y vivir en nuestros
corazones.

Cuando Dios creó a Adán y a Eva, El les hizo un lugar


para vivir. Fue un hermoso jardín que Dios mismo había
plantado. Estaba lleno de frutas deliciosas de todo tipo. Un
río de agua pura fluía a través del jardín. Adán y Eva tenían
todo lo que necesitaban para que fuesen felices.
Lo mejor de todo era esto—Dios mismo bajaba cada día
para visitar a Adán y Eva. Cada día Dios venía para caminar
y hablar con ellos. ¡Cuan felices estaban!

Cuando Dios terminó de crear todo, vio todo lo que había


hecho y vio que era “muy bueno”. Dios estaba complacido
con su bella creación.

¿Por qué crees que Dios hizo estas cosas? ¡El las hizo
para Su gloria! La Biblia dice: “Señor, digno eres de recibir
la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
(Apocalipsis 4:11)

Ahora quiero hacerte una pregunta. De todas las cosas


grandiosas y maravillosas que Dios creó, ¿qué crees que El
ama más? ¡El ama más a las personas!

Dios es tan grande que Él nos conoce a cada uno de


nosotros. Él te conoce y te ama. Tu vales más para Dios
que todo el mundo. ¿No es eso maravilloso?

Dios mostró Su amor por ti al entregar a Su Hijo a morir


en la cruz por tus pecados. Dios te dio a Jesús para que
fuese tu Salvador y tu mejor Amigo especial.
Resumen del capítulo anterior:
María quería ser una de las cantantes que iban al hogar de
ancianos donde su abuela vivía. Cuando su nombre no se
encontraba en la lista de su maestra de quienes iban, ella
rompió la lista. Luego María le mintió a su maestra.

Capítulo 2:
El Nuevo cachorro
Durante todo el lunes, María observó a la Srta.
Pérez y se preguntaba si aún no echaba de menos la lista.
Justo antes de finalizar el día la Srta. Pérez dijo: “¿Alguien
ha visto una hoja rosada? Era una lista de los que iban a
cantar en el hogar de ancianos el viernes”.
Mientras la Srta. Pérez hacía una pausa, María sintió como
si todos la estuvieran mirando. Mantuvo sus ojos en su libro
y apenas respiraba.

Finalmente la Srta. Pérez dijo: “Bueno, hice otra lista y


quiero verificarla. Por favor póngase de pies cuando llame
su nombre”. Uno a uno, cada miembro del grupo se puso
de pies a medida que su nombre era llamado.
“Hasta mi amiga Susana Báez va. ¿Por qué yo no?”,
María pensaba enojada mientras una pequeña niña pálida y
delgada se ponía de pies. “Yo creo que puedo cantar tan
bien como ella. También me pondría mejores ropas y me
vería mejor”.
Camino a casa María arrastraba los pies. Su mente estaba
ocupada pensando en una manera en la que podría ir con
el grupo el viernes para poder ver a su abuela.

Cuando llegó a su casa, Esteban asomó su cabeza por la


puerta del garaje. “María, ven aquí”, llamó. “Mira lo que
tengo”. Señaló hacia un pequeño cachorro acurrucado
sobre una vieja alfombra en la esquina del garaje.
“¡Oh, es tan lindo!”, exclamó María, tirándose al lado del
cachorro marrón y blanco.

“¡Cuidado!”, le dijo Esteban. “Su pie está lastimado. No lo


levantes”.
“¿Dónde lo conseguiste?”, preguntó María mientras le
acariciaba la cabeza al cachorro.

“Estaba bajando por la Calle Principal”, las palabras


salían con emoción de dentro de Esteban. “Un vehículo me
pasó por el lado. Luego aminoró la velocidad. Pensé que
querían preguntarme algo. Pero simplemente abrieron la
ventana del vehículo y lanzaron al cachorro. Luego
aceleraron y se fueron. El cachorrito gritó y rodó así que
corrí y lo levanté. Voy a quedarme con él. Sé que lo
cuidaremos muy bien. He decidido llamarlo Capitán”.
“Sí, claro”, dijo María. “Yo creo que Capitán es un
excelente nombre. ¿Esteban, crees que se siente mal
porque no lo querían?”
Esteban asintió con la cabeza. “Supongo que si. Pero
nosotros le mostraremos que lo queremos. Pronto se
olvidará de ellos”.
María puso un dedo sobre la pata herida. “Pobre pequeño
Capitán”, dijo. “Estoy tan agradecida de que no te mataran,
pero me imagino que los perros no pueden tener sus
nombres inscritos en el libro de Jesús e ir al Cielo”.
Esteban se recostó sobre sus talones y miró a
María. “¿De QUE estas hablando?”, preguntó.

María le explicó acerca de la lección que había escuchado el


domingo. “Pero no creo que Jesús vaya a escribir mi
nombre allí”, dijo triste.
“¿Por qué no?”, Esteban quería saber.
“Oh, porque no...”, respondió María. Rápidamente cambió
de tema y dijo: “Estaban, podríamos llevar a Capitán al
cruzar el parque donde Don José. El pudiese arreglar el pie
de Capitán. El sanó al gato de Miguel, ¿recuerdas?”
Esteban sonrió. “¡Hey! Esa es una buena idea”. María
ayudó a Esteban a acurrucarse el cachorro en sus
brazos. “Ven Capitán, vamos a arreglarte”, le dijo al perrito
que lloriqueaba.
José le dio la bienvenida a María y a Esteban con una
sonrisa. Ambos se sintieron mejor cuando él les dijo que la
piernita del perro sólo tenía una pequeña torcedura. “Este
cachorro pronto estará persiguiendo ardillas de nuevo”, dijo
Don José riéndose. “Ahora mismo, sin embargo, él quiere
que lo conforten. Me alegro de que sean buenos con los
animales. Saben que Dios nos los dio para que los
cuidemos. Pero algunas personas no los tratan tan bien”.
María se acercó a él. “Don José”, le preguntó en voz
baja, “¿los perros son diferentes a las personas? Me refiero
por dentro”.
Don José asintió. “Sí, María. Dios hizo los animales y las
aves y los peces en el mar. Pero lo animales son diferentes
por dentro porque ellos no pueden conocer a Dios. Dios nos
hizo con un lugar especial en nuestro corazón. El hizo esto
para que pudiésemos conocerlo y amarlo. Dios quiere que
hablemos con El—esto se llama oración”.
“Ay, yo creo que Dios está muy ocupado para eso”, dijo
Esteban abriendo sus brazos a Capitán.
“¿Que quieres decir, hijo?”, preguntó Don José.
“Bueno—”, titubeó Esteban. “La mayor parte del tiempo
nuestros padres están muy ocupados como para ocuparse
de nosotros. Sólo pensé que Dios era así también”.
Don José se puso triste por un instante y luego
dijo, “No, niños. Dios no está muy ocupado. Él los ama
mucho a ambos. Él envió a su Hijo, el Señor Jesús a morir
en la cruz por ti para que pudiesen conocerlo de una
manera personal. Dios quiere que aceptes a Jesús como tu
Salvador. Entonces puedes hablarle y decirle de tus
problemas”.
María sintió un nudo en la garganta. Con todo su
corazón ella quería pertenecer a Jesús y poner su nombre
en Su libro. “Si tan solo no hubiese dicho esa mentira”,
pensó para sí.

¿Que hará María? ¿Aceptará María a Jesús como su


Salvador? ¿Podrá cantar con su grupo escolar?
¡No te pierdas el próximo emocionante capítulo!
Serie 1 Lección 3: ¿De dónde vino el Pecado?

Querido(a) amigo(a):

En nuestra última lección aprendimos que Dios es el


Creador de todas las cosas. Cuando Dios creó al
mundo, todo era bello y bueno pero ahora las cosas
son diferentes. Muchas cosas no son bellas y
buenas. ¿Qué pasó? ¡El pecado arruinó la bella
creación de Dios!

¿Qué es el pecado? El pecado son las cosas malas que


hacemos. La Biblia nos dice que el pecado vino al mundo
porque Adán y Eva desobedecieron a Dios. Veamos como
sucedió esto.
Recuerda que Dios hizo un bello jardín para que Adán y Eva
viviesen en el. Se llamaba “el Jardín del Edén”. Dios mismo
plantó ese jardín para ellos. Adán y Eva tenían todo lo que
necesitaban en ese jardín.

Dios les dijo a Adán y a Eva que podían comer del fruto
de cada árbol en el jardín con la excepción de uno. Dos les
dijo que ciertamente morirían si comían del “árbol del
conocimiento del bien y del mal”. Dios dijo, “…porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).
En el principio, Adán y Eva estaban muy felices en el bello
jardín que Dios había plantado para ellos. Pero un día otra
persona fue al Jardín del Edén.
¡Esa “persona” era Satanás!

¿Quién es Satanás?

Satanás es el gran enemigo de Dios. Cuando Dios lo


creó, él era un bello ángel llamado Lucifer. Lucifer
significa “portador de luz”. Él era el ángel más sabio y bello
que Dios había creado.

¿Cómo Lucifer se convirtió en el enemigo de Dios?

Un día el orgullo entró al corazón de Lucifer. Él


pensaba en lo sabio que era y cuan bello era y el decidió
que podía tomar el lugar de Dios. ¡Él se rebeló contra Dios!
En ese momento Lucifer se convirtió en el enemigo de Dios,
y Dios lo sacó del Cielo. Su nombre fue cambiado a
Satanás, que significa “enemigo”. Satanás es el enemigo de
Dios y nuestro enemigo también.
Satanás quería que Adán y Eva desobedecieran a
Dios. Él quería que ellos se rebelaran contra Dios como él
lo había hecho. Satanás vino a Eva en la forma de una
serpiente. Le preguntó a Eva si ella y Adán podían comer
del fruto de todos los árboles del jardín.

Eva le dijo que Dios les había dicho que no comiesen del
fruto del “árbol del conocimiento del bien y del mal”, y que
si lo hacían, ciertamente morirían.

Satanás respondió, “No moriréis; sino que sabe Dios que el


día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios...” (Génesis 3:4, 5).
¡Eso era una mentira! Jesús dijo que Satanás es “un
mentiroso y Padre de la mentira” (Juan 8:44b). Satanás
utilizó una mentira para engañar a Eva en desobedecer a
Dios.
Satanás trata de engañarnos con sus mentiras. Él puede
decirte, “Tú no tienes que obedecer a tus padres y tus
maestros. Otros chicos los desobedecen y tú también
puedes hacerlo”.Cuando te metes en problemas, Satanás
dice, “Di una mentira”.

Eva fue engañada por Satanás. Ella no debió de creer la


mentira de Satanás, pero lo hizo. Ella tomó del fruto
prohibido y lo comió. Le dio del fruto a su esposo y él
también comió.

¡Adán y Eva habían desobedecido a Dios! Ellos habían


seguido a Satanás en su rebelión contra Dios. Habían
pecado. En vez de tener a Dios en sus corazones, ahora
tenían pecado en sus corazones.

¡El pecado es algo terrible!Porque Adán y Eva pecaron,


ya no podían vivir con Dios. Dios los sacó del bello jardín
que Él había preparado para ellos. Dios colocó a un ángel
con una espada resplandeciente en la entrada del jardín
para mantenerlos fuera.
¿Recuerdas lo que aprendimos en la última lección—que
cada criatura tiene bebés como si mismo? Esto también era
verdad para Adán y Eva.

Porque Adán y Eva habían desobedecido a Dios,ellos


ahora tenían pecado en su corazón. Cuando tuvieron hijos,
esos hijos eran iguales a ellos. Ellos también tenían pecado
en sus corazones.

Adán era la cabeza de la familia humana y el pasó su


naturaleza pecaminosa a sus hijos y a toda la familia
humana. Yo nací con pecado en mi corazón. Cada persona
nace con pecado en su corazón.

Adán y Eva habían desobedecido a Dios pero Dios aún


los amaba. Él les hizo una hermosa promesa de que un día
el enviaría a un Salvador al mundo.

¿Quién es este Salvador prometido?


Él es el Señor Jesucristo, el hijo de Dios. El vino a
salvarnos de nuestros pecados. El murió en la cruz para
que nosotros pudiéramos ser perdonados por nuestros
pecados.

Antes de Jesús venir, Dios le dijo al pueblo que trajeran un


cordero y lo ofrecieran por sus pecados. ¿Por qué? Porque
la Biblia dice que sin el derramamiento de sangre no habrá
perdón de pecados (Hebreos 9:22). Esto significa que algo
tenía que morir por el pecado.

Cada persona tenía que ofrecer un cordero por su


propio pecado. Ese cordero moría por el pecado de esa
persona. Esta era una “Imagen” de como Jesús un día
moriría en la cruz por nuestros pecados.

Cuando Juan el Bautista primero vio a Jesús, Él dijo: “He


aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo” (Juan 1:29). La sangre del Cordero de Dios borra
todos nuestros pecados. La Biblia dice: “…y la sangre de
Jesucristo Su Hijo nos limpia de TODO PECADO” (1 Juan
1:7b).

Los Puntos más importantes:


Dios tiene un gran enemigo. Su nombre es Satanás.

El pecado vino al mundo porque Adán y Eva


desobedecieron a Dios.

Adán pasó su naturaleza pecaminosa a sus hijos y a


toda la familia humana.

Dios prometió enviar a un Salvador al mundo para


salvarnos de nuestros pecados. Este Salvador es el Señor
Jesucristo.
Resumen del capítulo anterior:
Esteban encontró un cachorro abandonado. María aprendió
acerca de un libro especial en el Cielo, pero se entristeció
cuando se enteró que los mentirosos no están incluidos en
el “Libro de la Vida del Cordero”.

Capítulo3:
María obtiene lo que quiere
Esteban se veía pensativo mientras le agradecía a Don
José y se despedía. María seguía lentamente a su hermano
hacia la casa. Sentía un peso en el corazón y las lágrimas
quemaban sus ojos. Su abuela le pudiese decir qué hacer.
Ella pensó, “Si no canto el viernes, quizás mama me lleve a
ver a abuela el sábado”.
Cuando llegaron a casa, María abrió la puerta de la cocina y
llamó, “¿Estás en casa, mama?”

“Aquí estoy”, le contestó su madre desde la sala.


María se detuvo en la puerta y respiró
profundamente. “Mami”, preguntó, “¿me pudieses por favor
llevar a ver a abuela el sábado?”
Su madre suspiró mientras ponía su taza de café vacía en la
mesa. Miró el rostro manchado de lágrimas y cabello
enredado de María.

“¡Que horror!”, dijo con frustración en su voz. “Me


imagino que has estado peleando con Esteban de nuevo.
No, no te llevaré a ver a tu abuela. No creo que quiera que
la molesten con ustedes. Ahora vete a limpiar”.
María dio la vuelta y corrió por las escaleras hasta su
habitación. Tirándose sobre su cama, apretó su rostro
fuertemente contra la almohada. “Abuela si me quiere
ver”, sollozaba. “Yo sé que sí. Y la iré a ver de alguna
manera. Lo haré…”
De repente María contuvo sus sollozos y se sentó. Una
idea había llegado a su mente. Saltando de la cama, abrió
una gaveta del vestidor y sacó un abrigo rojo oscuro. Era
casi nuevo. “Yo sé lo que haré”, se dijo. “Le daré este
abrigo a Susana Báez si me deja ir a cantar en su lugar. Y
estoy seguro que lo hará”. Con mucho cuidado dobló el
abrigo y lo puso en una funda.

El próximo día en el receso, María llamo a Susana aparte.


Le explicó lo que quería y le mostró el abrigo. “Puedes
quedarte con el Susana, si me dejas ir en tu lugar”, dijo
María. “Sólo dile a la Srta. Pérez que tus padres no quieren
que vayas”.
Susana tomó el abrigo y se lo colocó por encima. “Oh
María, es tan lindo. Siempre he querido un abrigo rojo.
Pero, ¿qué pasa si la maestra llama a mi Mamá y le
pregunta por qué no puedo ir?”
María pensó un minuto.Luego dijo, “No le digas a la
Srta. Pérez hasta el viernes en la mañana. Ella estará muy
ocupada para llamar en ese momento. Pero asegúrate de
decirle que yo estoy lista para ir en tu lugar”.
“Okey”, acordó Susana. “Y gracias por ese abrigo tan
hermoso, María”.
Los próximos dos días pasaron lentamente. María se sentía
mal por la mentira que había dicho. Tenía temor de que la
Srta. Pérez se enterara y entonces iba a estar en graves
problemas.
Esteban seguía preguntándole a María que le dijera más
acerca del “Libro de la Vida del Cordero”. Ella le dijo todo lo
que recordaba. Pero cuando él quería saber por qué ella no
iba a poder inscribir su nombre en el Libro de Jesús, ella no
le decía. Ella no podía decirle acerca de su terrible mentira.

Antes de que el timbre sonara el viernes en la mañana,


la Srta. Pérez entró rápidamente al aula. “Oh, ahí estás
María”, dijo. “Susana me dijo que sus padres no quieren
que ella cante en el hogar de ancianos hoy. Ella me dice
que tu irás en su lugar. ¿Eso es así?”
“Sí”, asintió María. “Me gustaría ir”.
“Bueno, si no hay problema con tu madre supongo que
puedes ir”, dijo la Srta. Pérez, anotando el nombre de María
en la lista que tenía.

“Gracias Srta. Pérez”, dijo María con voz suave. Luego


agregó: “Sé que mis padres no tendrán ningún problema”.

Esa tarde el corazón de María latía


fuertementemientras cantaba frente al público de
ancianos. Su abuela estaba sentada justo en la primera fi
la. Se veía tan complacida cuando vio a María que María
apenas podía concentrarse en las letras que estaba
cantando.

Cuando terminó el programa la Srta. Pérez dirigió a los


estudiantes a un tour del edificio. María esperó hasta tener
su oportunidad. De pronto se separó del grupo sin que se
diesen cuenta y corrió de regreso a su abuela.
“Oh, Abuela”, exclamó, abrazándola. “¿Cuándo vas a
regresar a la casa?”
Su abuela la abrazó fuerte.“Querida María”, dijo con voz
suave. “He querido verte tanto. ¿Cómo están tú y
Esteban?”
María se echó el pelo hacia atrás y sonrió a los ojos de su
abuela. “Esteban está bien. Tiene un nueve cachorro. Su
nombre es Capitán y…”
“¿Y tu María?”, la voz de la Abuela era dulce. “¿Cómo te
está yendo sin mí?”
María estuvo en silencio por un minuto. Luego se
arrodilló cerca de su abuela y susurró, “Abuela, tengo que
preguntarte algo. ¿Por qué las personas hacen cosas
malas?”
“¿Recuerdas la historia bíblica que te conté María? Era
acerca del bello jardín que Dios hizo para Adán y Eva. Él les
dijo que podían comer el fruto de todo árbol en el jardín
excepto de uno. Luego vino Satanás y los tentó. Comieron
del fruto que Dios les había dicho que no comieran. Adán y
Eva querían hacer las cosas a su manera. Ellos pecaron y
pasaron su naturaleza pecaminosa a nosotros. Ahora todos
nacemos con pecado en nuestro corazón. Por eso es que
hacemos cosas malas, María”.
“¡Pero, Abuela! ¿Cómo puedo dejar de hacer cosas
malas? Yo quiero que mi nombre esté en el libro de Jesús.
Es un libro hermoso y yo…”
“¡María!”, exclamó la Srta. Pérez, corriendo hacia
ellas. “He estado buscándote por todas partes. Les dije que
se mantuvieran juntos. Fuiste una niña muy mala por
desobedecerme y ciertamente tendré que castigarte”.

Pobre María está en problemas otra vez. ¿Cómo


podrá poner su nombre en el hermoso libro de
Jesús?
No te pierdas el siguiente capítulo de la historia en
tu próxima lección.
Serie 1 Lección 4: Jesús muere por MIS pecados

Querido(a) amigo(a):

¿Sabías que la Biblia contiene “malas noticias” y


“buenas noticias”? Las “malas noticias” son acerca
de nosotros—como somos. Las “buenas noticias” son
acerca de Dios. Como Él es y lo que ha hecho por
nosotros.

Las ”malas noticias” es que tenemos pecado en nuestros


corazones. En nuestra última lección aprendimos que cada
persona nace con pecado en su corazón.
¿Alguna vez has mentido? ¿Has desobedecido a tus padres?
¿Has tomado algo que no te pertenece? ¿Alguna vez has
odiado a alguien? ¿Alguna vez has dicho malas palabras?
Hacemos estas cosas porque tenemos pecado en nuestros
corazones.

Las “buenas noticias” es que Dios nos dio a su Hijo para


que fuera nuestro Salvador. El Señor Jesús murió en la cruz
para tomar el castigo por nuestros pecados. Pero Jesús no
se quedó muerto. Él se levantó al tercer día. ¡Resucitó para
ser nuestro Salvador viviente y nuestro mejor amigo
especial!

Cuando aceptamos al Hijo de Dios, al Señor Jesús


como nuestro Salvador, Dios perdona todos nuestros
pecados y nos hace su hijo por siempre. ¡Esas son muy
buenas noticias!

“He estado tratando de ser Cristiano”.

Jonatán tenía el rostro preocupado cuando se acercó


al maestro de Biblia luego de clases. Le dijo, “He estado
tratando y tratando de ser un cristiano, pero simplemente
no puedo serlo”.
“¿Por qué dices que no puedes ser cristiano, Jonatán?”,
preguntó el maestro.

“Porque hago cosas malas”, dijo Jonatán, mientras bajaba


la cabeza.

“Jonatán”, dijo el maestro, “tú no te conviertes en un


cristiano tratando de ser uno. Tú te conviertes en cristiano
aceptando al Señor Jesús como tu Salvador. Cuando Jesús
viene a vivir en nosotros, Él nos da el poder de dejar de
pecar”.
Estas fueron muy buenas noticias para Jonatán. El oró y le
pidió al Señor Jesús a entrar en su corazón.

Porque Dios nos ama tanto,Él nos dio el mejor regalo


que podía darnos. Él nos dio a su Hijo para que fuera
nuestro Salvador. La Biblia dice, “el Padre ha enviado al
Hijo, el Salvador del mundo” (1 Juan 4:14).
El Señor Jesús nació en Belén. Jesús tenía una madre como
cualquier otro bebé, pero Él no tenía un padre humano
como lo tenemos tú y yo.

¿Quién era Su Padre? ¡Dios era Su Padre! Jesús vino al


mundo como un pequeño bebé, pero era diferente a
nosotros porque Él no tenía pecado en su corazón. ¡Él es el
hijo de Dios sin pecado!

¿Alguna vez te has preguntado como Jesús obtuvo su


nombre? ¡Dios se lo dio! El nombre “Jesús” significa
“Salvador”. Jesús es Aquel que nos salva de nuestros
pecados. Dios dijo, “y llamarás su nombre JESÚS, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).
Cuando Jesús se convirtió en un hombre, empezó a
predicar y a ensenar. Un día Juan el Bautista vio a Jesús.
Juan dijo, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo” (Juan 1:29).
Juan llamó a Jesús “el Cordero de Dios” porque Jesús iba
a morir por los pecados del mundo. Jesús es el Único que
podía morir por nuestros pecados porque Él es el Hijo de
Dios. Él nunca pecó. Él era puro y santo. Es por esto que Él
podía tomar el castigo por nuestros pecados.

Ahora llegamos al evento más triste pero más


maravilloso que jamás ha pasado en este mundo—el
momento en el que Jesús sufrió y murió en la cruz por
nuestros pecados. Los hombres no le quitaron la vida a
Jesús. El escogió darla por nosotros.
El dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi
vida…Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la
pongo” (Juan 10:17, 18).
Jesús fue llevado al gobernador Romano, Poncio Pilato.
Pilato ordenó a los soldados a que sacasen a Jesús y que lo
azotasen. Fue terriblemente golpeado. Algunas personas le
arrancaron los cabellos del rostro. Algunos le vendaron sus
ojos y tomaron turnos dándole en el rostro con palos.
Algunos hasta le escupieron en el rostro y se burlaban de
Él.

Hicieron una corona para Jesús—no una corona de oro,


pero una corona de espinas. Luego lo llevaron a un lugar
llamado Calvario y lo crucificaron. Esto significa que sus
manos y pies fueron clavados en la cruz.

Dos ladrones fueron crucificados al mismo tiempo, uno a


cada lado de Jesús. Estos dos hombres habían hecho
muchas cosas malas. Pero Jesús nunca había hecho algo
malo. Jesús, el Hijo de Dios estaba muriendo por nuestros
pecados.

Mientras Jesús colgaba en la cruz, Él podía ver a la


gente que lo habían azotado. El podía ver a los que lo
habían crucificado en la cruz. El miró hacia el Cielo y
oró, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y
repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” (Lucas
23:34). Jesús oró por sus enemigos. Él quería que se
salvaran.

Uno de los ladrones que fue crucificado con Jesús fue salvo
porque aceptó al Señor Jesús como su Salvador. Él
dijo, “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Jesús le
respondió, “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el
paraíso”(Lucas 23:43).
El otro ladrón hubiese sido salvo también si hubiese
aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Jesús lo amaba
y quería ser su Salvador, pero él no creía en Jesús. El no se
salvó. El no fue al Cielo.
¿Por qué el Hijo de Dios murió en la cruz? Jesús murió
para que pudiésemos ser perdonados de todos nuestros
pecados. Jesús es el Hijo de Dios. El nunca cometió ni un
solo pecado en toda su vida, pero el cargó con el castigo
por mis pecados y tus pecados.

Dios tomó todos mis pecados, todos tus pecados, y los


pecados de todas las personas y los puso sobre Su Hijo.
Todas mis mentiras, mi desobediencia, mi manera fea de
hablar, mi egoísmo, mi temperamento fuerte, todos mis
pecados fueron puestos sobre Jesús. La Biblia dice: “...más
Jehová cargó en él [ Jesús] el pecado de todos
nosotros” (Isaías 53:6).
¡Piensa en el Hijo de Dios muriendo en una cruz como un
criminal! ¿Por qué lo hizo? Lo hizo porque nos amaba.

Hemos aprendido una maravillosa verdad:Jesucristo,


el Hijo de Dios, murió por nuestros pecados. Es aún
más maravilloso cuando dices: “¡Jesucristo, el Hijo de Dios,
murió por MIS pecados!” ¿Podrías decirte eso ahora
mismo?

Todos mis pecados estaban sobre Jesús cuando Él


estaba en esa cruz, pero cuando Él se levantó de la tumba,
todos habían desaparecido. ¿Qué le pasó a mis pecados?
Dios los quitó. Los borró. ¡Se fueron por siempre! Dios dice
que ni siquiera los recordará. En Su Palabra, Él dice, “Y
nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones” (Hebreos 10:17).
¿Te gustaría agradecerle al Señor Jesús por morir por
tus pecados? Tu puedes hacer esto ahora mismo. Sólo
dile, “Señor Jesús, te doy las gracias por amarme
tanto que moriste por mis pecados. Quiero que seas
mi Salvador y mi mejor Amigo especial”.
Resumen del capítulo anterior:
María dijo una mentira para poder ir a ver a su abuela.
Luego involucró a su amiga Susana en la mentira. La visita
de María a su Abuela terminó justo cuando iba a averiguar
el por qué las personas mienten y hacen cosas malas.

Capítulo 4:
Encontrando la Respuesta
“María y yo no nos habíamos visto en mucho
tiempo”, le dijo la Abuela a la Srta. Pérez. “Fue mi culpa
por mantenerla aquí. Por favor no la castigues por eso”.
“Bueno, ya veremos...”, respondió la Srta. Pérez de manera
irritada.

Camino a casa en el autobús, María se sentía decepcionada.


Si tan solo su abuela hubiese podido terminar de explicarle
todo. “Soy igual que Adán y Eva. Quería las cosas a mi
manera”, se dijo. Cada día se sentía peor por
dentro. “¿Quien puede explicar las cosas como abuela?”, se
preguntaba María.
A la mañana siguiente, María fue al patio donde Esteban
estaba jugando con Capitán. “Esteban”,le
preguntó. “¿Quieres ir a la escuela dominical mañana?”

Esteban lanzó la pelota hacia el entusiasmado cachorro


y lo observó mientras iba tras ella. Luego dijo, “¡Seguro! Me
gustaría saber si ese libro en el Cielo del que hablas es
verdad”.
“Lo es”, dijo María. “Sólo pregúntale a la profesora mañana.
Ven y ayúdame a llamar a Ana. Le preguntaremos a ver si
Tío Pedro puede pasarnos a buscar”.
Tan pronto Ana escuchó lo que ellos querían, ella llamó a
su papa por teléfono. El Tío Pedro sonaba complacido.
Prometió pasarlos a buscar y llevarlos de regreso luego de
almorzar.

Cuando su madre llegó a casa, María y Esteban le


preguntaron si podían ir a la iglesia y a la escuela
dominical. “Oh, no me importa”, dijo con desdén. “Pero
ustedes van a tener que alistarse solos. Y no hagan ruido.
Su padre y yo vamos a salir esta noche y vamos a querer
despertarnos más tarde mañana”.
El próximo día en la Escuela Dominical, María observaba
cuidadosamente mientras la maestra ponía imágenes de
Adán y Eva en un franelógrafo. La maestra empezó
repasando las lecciones anteriores enseñadas en la
clase. “Adán y Eva pecaron, lo recuerdan. Y pasaron su
naturaleza pecaminosa a nosotros. Todos nacemos con
pecado en nuestros corazones. Por eso es que hacemos y
decimos cosas malas. Todos queremos hacer las cosas a
nuestra manera. Dios nos ha dicho que ningún pecado
puede entrar al Cielo”.
María estaba asombrada de que estaba escuchando lo
que su abuela había comenzado a decirle el viernes. Quizás
su maestra pudiese responder sus preguntas. María levantó
la mano. “¿Cómo puede alguien ir al Cielo? ¿Cómo pueden
nuestros nombres ser inscritos en el hermoso libro de
Jesús?”, preguntó con rostro preocupado.
La maestra sonrió al responder. “María, Dios nos amaba
demasiado como para dejarnos en nuestros pecados y
tristeza. El envió a Su Hijo, el Señor Jesús, para tomar el
castigo por nuestros pecados”. Ella puso una imagen de la
cruz en el franelógrafo y continuó. “Los soldados tomaron a
Jesús y lo azotaron con látigos. Pusieron una corona de
espinos sobre su cabeza. Luego lo clavaron a la cruz donde
murió. El murió por tus pecados y por los míos. Esta es la
manera en la que Jesús nos salva de nuestros pecados, tal
y como dice la Biblia en Mateo 1:21”.
“¿Quiere decir que Jesús pagó el castigo por las cosas que
hacemos, como decir mentiras y desobedecer?”, preguntó
María.
“Sí, querida”, contestó la maestra. “Dios tomó todas las
cosas malas que habíamos hecho y las puso sobre Jesús.
Ahora necesitamos creer que Jesús murió por nuestros
pecados y recibirlo como nuestro Salvador. En el momento
en que hagamos eso, Dios nos perdona de todos nuestros
pecados. La Biblia dice en Hechos 16:31, ‘Cree en el Señor
Jesucristo, y serás salvo’”.
Finalmente María entendió. “Yo quiero hacer eso”, dijo.
Había deleite en el rostro de la maestra mientras le decía a
la clase, “María puedes hacer eso ahora mismo. Cualquiera
de ustedes puede recibir a Jesús en este momento.
Cerremos nuestros ojos”. Luego le dijo a María, “Ahora
María, ora y dile a Jesús que tú crees que Él murió por ti.
Dile que te arrepientes de tus pecados. Pídele que entre a
tu corazón y que sea tu Salvador”.
Los otros niños estaban tranquilitos mientras María oraba.
La maestra oró y la clase terminó.
Mientras María se marchaba, la maestra puso su brazo
alrededor de ella y dijo: “Espero que vengas a la escuela
dominical cada domingo, María. Y recuerda que ahora
puedes llevarle todos tus problemas a Jesús”.
“¿Está mi nombre escrito en el hermoso libro en el Cielo
ahora?”, preguntó María.
“Sí, María, tu nombre está escrito en el hermoso libro de
Jesús”. La maestra asintió con la cabeza y le sonrió
mientras se despedía de ella. Los ojos de María brillaban
mientras ella y Esteban se marchaban de la iglesia esa
mañana.

Camino a casa en el vehículo esa tarde, María se acercó a


Esteban. “¡Tengo una noticia maravillosa! Pertenezco a
Jesús ahora”, le susurró. “Y mi nombre está escrito en el
hermoso libro de Jesús”.
“¡WOW!”, exclamó Esteban. “Nuestro maestro me dijo que
todo lo que habías dicho era verdad. Nos contó de muchas
otras cosas buenas también. Si Tío Pedro nos lleva, me
gustaría regresar el domingo que viene”.
“A mi también”, dijo María. “Ahora Jesús me va a ayudar a
hacer las cosas correctas que necesito hacer”.
En el colegio el próximo día, María sabía que iba a tener
que decirle a la Srta. Pérez lo de la mentira y el listado
roto. “Y voy a tener que decirle que puse a Susana a decir
mentiras también”, pensó asustada. Luego recordó que
Jesús la ayudaría y comenzó a sentirse mejor.

Justo antes de sonar el timbre, La Srta. Pérez dijo, “Unos


amigos míos están ofreciendo una semana gratis de
campamento a cinco estudiantes que muestren la mayor
mejoría durante el resto de este año. Serás escogido por tu
esfuerzo en la escuela y mayormente por tu buena
conducta. Espero que todos den lo mejor de si”.
El corazón de María dio un vuelco. ¿Cómo le iba a
contar ahora a la Srta. Pérez? Eso arruinaría sus chances de
ir al campamento. Lentamente María se puso de pies. Los
otros estudiantes se abrían paso contra ella y salían por la
puerta. María empezó a seguirlos. De repente se devolvió y
corrió hacia el escritorio de su maestro. “Srta. Pérez”, le
dijo. “Tengo algo que decirle”.

¿Qué le dirá María a su Maestra? ¿Le dirá María


finalmente a su maestra la verdad acerca del
listado?
¡No te pierdas el próximo capítulo emocionante en la
historia de Esteban y María!
Serie 1 Lección 5: ¡Jesús está VIVO hoy!

Querido(a) amigo(a):

Sabemos que Jesús murió en la cruz por nuestros


pecados, ¿pero que pasó después de eso?
¿Realmente Jesús se levantó de la tumba? ¿Él está
vivo hoy? Si es así, ¿dónde está ahora?
Encontraremos las respuestas a estas preguntas en
esta lección.

El Señor Jesús murió alrededor de las tres de la tarde.


Su cuerpo fue bajado de la cruz y fue enterrado en la
tumba de un hombre rico. Esta tumba se encontraba en
una cueva en un lado de una montaña. Rodaron una gran
piedra en frente de la tumba.
Jesús estuvo en la tumba durante tres
días. Temprano en la mañana del tercer día, mientras aún
estaba oscuro, el Señor Jesús resucitó de entre los
muertos. Hubo un gran terremoto. Un ángel descendió del
Cielo, rodó la piedra y se sentó sobre ella.

Poco tiempo después de esto, tres mujeres vinieron a la


tumba. Cuando llegaron, encontraron que la tumba estaba
vacía. El ángel les dijo,

“No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el


que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como
dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (Mateo
28:5,6).

Las tres mujeres estaban muy emocionadas.Ellas


corrieron de regreso a decirle a los discípulos. Se
encontraron con Pedro y Juan y les dijeron lo que habían
visto y escuchado.
Pedro y Juan corrieron hacia la tumba. Cuando llegaron y
miraron dentro, vieron algo asombroso. ¡El cuerpo de Jesús
no estaba allí! Los lienzos, que habían sido envueltos sobre
el cuerpo de Jesús, estaba allí. ¡Había resucitado!

Luego, María Magdalena regresó sola a la tumba. Ella


estaba llorando desconsolada. De repente se dio cuenta de
que había alguien cerca de ella. Pensó que era un jardinero
y le preguntó dónde habían llevado el cuerpo de Jesús.
Pero no era el jardinero; era el mismo Jesús. El
dijo, “¡María!”

Ella reconoció la voz del Señor y se volteó y


dijo, “¡Maestro!” Luego corrió y le dijo a los discípulos que
había visto al Señor.

Esa noche, diez de los discípulos se juntaron en un


aposento alto. Tomás no estaba allí. Ellos tenían las puertas
cerradas porque tenían temor.
De repente Jesús se les apareció en medio de ellos. Él les
dijo, “Paz a vosotros”. Los discípulos pensaron que estaban
viendo un espíritu y no una persona real.

Jesús les mostró Sus manos con la marca de los clavos


en ellas y Su costado con la herida de la lanza. Jesús les
dijo que miraran Sus manos y pies. Les dijo que Lo tocaran,
le pusieran las manos y vieran que era una persona real de
carne y hueso y no un espíritu, El se sentó con ellos y
comió pescado y miel con ellos.

El Señor Jesús era la misma Persona a quien los discípulos


habían conocido y amado. Pero ahora tenía un cuerpo
glorioso, resucitado.

En Su cuerpo poderoso, resucitado, Jesús podía ir de


un lugar a otro de manera instantánea. Él tenía un cuerpo
real que podías ver y tocar; pero podía traspasar puertas
cerradas.
Los diez discípulos estaban llenos de gozo. ¡ Jesús
estaba vivo de nuevo! Encontraron a Tomás y le dieron las
Buenas Nuevas.

Pero Tomás no les creyó. Tomás dijo: “Si no viere en sus


manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar
de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no
creeré” (Juan 20:25).
Ocho días más tarde, los discípulos estaban de nuevo en el
aposento alto. Esta vez, Tomás estaba con ellos.

Jesús se les apareció de nuevo y dijo, “Paz a vosotros”.


Luego se volteó hacia Tomás y le dijo, “Tomás, Pon aquí tu
dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, ¡sino creyente!”
Tomás se sentía avergonzado por no haber creído. El adoró
a Jesús diciendo, “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20:28).
El Señor Jesús se apareció en la tierra por cuarenta días
luego de haber resucitado de entre los muertos. Se
apareció a sus seguidores en muchas ocasiones. Fue visto
por muchas personas. En una ocasión, más de 500
personas le vieron luego de haber resucitado de entre los
muertos.

La resurrección de Jesucristo prueba que Él es quien


Él dijo que era—el Hijo de Dios. La Biblia dice que
Jesucristo fue “declarado Hijo de Dios con poder…… por la
resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).

Cuando llegó el momento de Jesús regresar al Cielo, El


les dijo a Sus discípulos que se encontraran con Él en una
montaña específica. Cuando llegaron y Le vieron, Le
adoraron. Jesús les dijo, “Toda potestad me es dada en el
cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).
Jesús bendijo a Sus discípulos, y mientras ellos
observaron, el ascendió, arriba, arriba, hasta el Cielo. Ellos
lo observaron hasta que una nube Lo ocultó de sus vistas.
Su amado Jesús había regresado al Cielo.

Mientras los discípulos estaban parados allí, mirando hacia


el Cielo, dos hombres en ropas blancas y brillantes se les
aparecieron y dijeron: “Varones galileos, ¿por qué estáis
mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de
vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo” (Hechos 1:11).
Hoy Jesús está en el Cielo, en su glorioso cuerpo
resucitado, sentado a la diestra de Dios el Padre. Él tiene
todo el poder en el Cielo y en la tierra. Algún día El volverá
para llevarnos a estar con Él en el Cielo por siempre. Esta
es la Persona en quien Dios quiere que crea, ame y tenga
como mi Salvador, mi Señor y mi mejor Amigo especial.

Los Puntos más importantes:


Jesús resucitó de entre los muertos en un cuerpo
glorioso y resucitado.

Jesús tiene toda la potestad en el Cielo y en la tierra.

Jesús se encuentra en el Cielo hoy, sentado a la diestra


de Dios el Padre.

Jesús regresará algún día para llevarnos a estar con Él


por siempre.
Resumen del capítulo anterior:
En la Escuela Dominical María le pidió a Dios que la
perdonara y recibió a Jesús como su Salvador. Ella sabe
que debe de decirle a su maestra acerca de las mentiras.
En la escuela al otro día, María dice: “Srta. Pérez, tengo
algo que decirle”.

Capítulo 5:
Arreglando las cosas
“María, me gustaría conversar contigo”, le dice la Srta.
Pérez de manera apresurada, “pero tengo que ir a una
reunión de maestros ahora mismo. Vas a tener que venir a
verme antes de clases. Vete ahora y hablamos en la
mañana”.
María sintió como el corazón se le derrumbaba. Le
tomó todo el día coger valor para confesar sus mentiras a
la maestra y ahora tenía que esperar hasta mañana. ¡Cómo
iba a sobrevivir esto! Se suponía que las cosas debían ser
más fáciles no más difíciles.

Cuando María estaba llegando a la verja del colegio, Susana


vino corriendo hacia ella. Parecía
preocupada. “María”, preguntó, “¿por qué estabas hablando
con la Srta. Pérez? ¿Ella sabe acerca de lo que hicimos?”
“Le iba a contar lo que hice”, dijo María. “Pero ella no tenía
tiempo para escucharme ahora”.
“¡María Ortega! ¿Le vas a contar acerca de mí también?”,
Susana empezó a llorar.

María empezó a explicarle como ella había aceptado a Jesús


como su Salvador. Y que ahora quería contarle a su
maestra acerca de todas las cosas malas que había hecho y
pedirle perdón.

Pero Susana no entendía lo que ella estaba diciendo. “Creo


que eres muy mala, María”, le dijo. “Si le dice a la Srta.
Pérez ella no me va a dejar estar en el concurso del
campamento. Y me imagino que también le dirás a tu
mama acerca del abrigo. Tendré que devolverte ese bello
abrigo rojo. ¿Cómo me puedes hacer eso luego de que te
ayudé a ver a tu abuela?”

María contuvo la respiración. Ella no había pensado en


todas las consecuencias de lo que ella había hecho mal.
Susana hizo posible que ella fuera a cantar para su abuela.
También sabía que tenía que decirle a su mamá acerca del
abrigo. Quizás esta no era la forma de mostrarle a Susana
cuanto apreciaba su ayuda, pensó María. “Le voy a rogar a
mami para que puedas quedarte con el abrigo, Susana”,
prometió María. “Y le diré a la Srta. Pérez que todo fue
culpa mía el viernes. No creo que te culpe a ti. Por favor no
te enojes conmigo, Susana”, le pidió María.
La cara de Susana parecía una nube de
tormenta.“¡Estoy enojada contigo, María!”, dijo. “¡Y si vas
y le dice todo lo vas a lamentar!” Rápidamente dio la vuelta
y corrió por la calle.

María no fue de inmediato a su casa. Se preguntaba si las


cosas podían ponerse peor. Pronto dobló la esquina y
lentamente caminó por el jardín delantero de su casa.
“¡Hola, María!”, voceó Esteban mientras Capitán lo
perseguía alrededor de la esquina de la casa. “¿Cómo
estuvo el colegio hoy?”, preguntó mientras se reía de
Capitán.

“Oh, supongo que bien”, respondió suspirando.


Esteban se detuvo y miró a María, luego
preguntó, “¿Que te pasa? Pareces como si hubieses perdido
a tu mejor amiga”.
“Creo que eso hice Esteban. He hecho algunas cosas
terribles. Estoy en serios problemas. Ahora Susana está
muy enojada conmigo. No sé lo que voy a hacer”. Las
lágrimas comenzaron a correr por el rostro de María
mientras lloraba.

“Estoy seguro que las cosas se van a arreglar con Susana.


¡No puedes estar en TANTOS problemas!”, dijo Esteban,
tratando de consolarla.

“Sí, lo estoy, Esteban”, insistió María. “Tengo que decirle a


alguien acerca de todo lo que he hecho”.
Esteban y María caminaron y se sentaron en la galería.
Respirando profundamente María empezó a contarle a
Esteban acerca del listado roto y como logró que Susana
mintiera dándole el abrigo rojo.

“¡Wow!”, exclamó Esteban. “¡Que lío! Realmente estás en


muchos problemas. Tienes que contarle todo a mamá y ella
va a estar muy enojada contigo. Tu maestra también
pudiese enojarse contigo y también está Susana. Sé que te
cae muy bien. ¿Me pregunto si este es el tipo de problema
del que hablaba mi maestro de Escuela Dominical?”
“¿De qué estás hablando ahora, Esteban?”, preguntó María.
Esteban comenzó a hablarle suavemente a María, “El
domingo, mi maestro dijo que podíamos darle nuestros
problemas a Jesús.
“Tres días después de que Jesús murió, Él se levantó de
entre los muertos. Luego se fue al Cielo.
“Hoy Jesús está vivo y sentado a la diestra de Dios.
Porque Él está vivo, podemos darle nuestros problemas a
Jesús y Él nos escucha. Mi maestro nos dijo que nos
memorizáramos 1 Pedro 5:7 de la Biblia. Si tenemos
problemas, entonces podemos recordar el versículo.
Dice‘echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él
tiene cuidado de vosotros’. Quizás memoricé el versículo
para poder decírtelo ahora”.
“Gracias, Esteban. Mi maestro nos dijo lo mismo—que
siempre podemos llevar nuestros problemas a Jesús”.
Luego de la cena, María tuvo la oportunidad de hablar con
su mama acerca del abrigo, pero no encontraba las
palabras para decírselo.

En la cama, María daba vueltas y vueltas, tratando de


pensar en qué decirle a la Srta. Pérez y qué decirle a su
madre. Estaba preocupada porque Susana estaba muy
enojada con ella. Luego pensó en el versículo que Esteban
había compartido con ella.

María se levantó y se arrodilló al lado de su cama. Comenzó


a contarle a Jesús acerca de todo el problema en que
estaba envuelta. “Querido Jesús”, oró. “Estoy tan
agradecida de que estás vivo y puedes escucharme. Por
favor ayúdame a hacer lo correcto”. Luego volvió a la cama
y se durmió.

¿Podrá María decir la verdad?


¿Podrá Jesús darle la valentía que necesita? ¿Podrá
Susana perdonar a María?
¡Entérate en el próximo capítulo—con tu próxima
lección!
Serie 1 Lección 6: ¡Tu puedes convertirte en un
Hijo de Dios!

Querido(a) amigo(a):

Lo más maravilloso en todo el mundo es saber que


eres un hijo de Dios. En esta lección vamos a
aprender cómo nos convertimos en hijos de Dios,
pero primero respondamos unas preguntas.

“¿Qué significa ser salvo?” Significa que Dios te ha


perdonado de todos tus pecados; Él te ha hecho Su hijo.

“¿Puedo ser salvo siendo bueno?” No, no puedes. Ser


bueno puede librarte de muchos problemas, pero nunca va
a deshacerse de tus pecados. Jesús es la única Persona que
puede borrar tus pecados. Él murió en la cruz para llevarse
todos tus pecados.
“¿Puedo ser salvo cumpliendo los Diez
Mandamientos?” No, no puedes. Nadie, excepto el Señor
Jesús, ha cumplido los Diez Mandamientos a la perfección.
Todos hemos pecado. Todos necesitamos a un Salvador.

“¿Puede alguien ser salvo?” ¡Si, pueden serlo! Aún


niños pequeños pueden aceptar a Jesús como su Salvador y
ser salvos. ¡Jesús ama a los niños! Él dijo, “Dejad a los
niños venir a mí...”(Marcos 10:14). Si tienes suficiente edad
como para saber que has hecho cosas malas, entonces
tienes edad para ser salvo.

Ahora vamos a ver cómo podemos ser salvos.Mira los


pasos en el lado izquierdo. Comienza al fi nal y lee cada
paso.

Ahora hablemos de
cada paso y el versículo
Bíblico que le acompaña.

He pecado.
“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria
de Dios” (Romanos 3:23)
Dios dice que cada uno de nosotros ha pecado. Si tú
quieres ser salvo, debes de reconocer que eres un pecador
y verdaderamente arrepentirte de tus pecados. ¿Tu sabes
que has pecado? ¿Te arrepientes de tus pecados? ¿Quieres
dejar de cometerlos?

Dios me ama.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a


su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna...” (Juan 3:16)
¿A quién se refi ere Dios cuando dice “el mundo”? Él se
refi ere a todos. Eso te incluye a ti y a mí. Puedes
decir, “¡Dios me ama!” Dilo ahora mismo—“Dios me ama”.

Cristo murió por mí.

“Más Dios muestra


su amor para con
nosotros, en que
siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:8)
Porque Dios nos amabay quería que fuésemos salvos,
envió a Su Hijo para que fuse nuestro Salvador. El Señor
Jesús murió por pecadores. El murió por ti y murió por mi.
Tu puedes decir,

“¡Cristo murió por mí!”


Dilo ahora mismo.

Yo lo recibo.

“Más a todos los que le recibieron [al Señor Jesús], a los


que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios” (Juan 1:12).
Para ser hijo de Dios debo venir como un pecador al
Señor Jesús y recibirlo como mi Salvador. Dios me ha dado
al Señor Jesús para que sea mi Salvador, pero yo debo
recibirlo; esto es, debo aceptarlo como mi propio Salvador.
Cuando acepto al Señor Jesús como mi Salvador, me
convierto en hijo de Dios.

“¿Cómo acepto al Señor Jesús como mi Salvador?”


Lo aceptas como tu Salvadorinvitándolo a tu corazón.
Tu corazón es como una casa con una puerta. El Señor
Jesús dijo,

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz


y abre la puerta, entraré a él...” (Apocalipsis 3:20)
Cuando tú crees que Jesús murió por tus pecados y lo
invitas a tu corazón, Él entra. Él se convierte en tu
Salvador. Eres salvo. Eres un hijo de Dios.

El Señor Jesús está tocando a tu puerta. Él quiere


entrar. Él dice, “Déjame entrar para poder perdonarte de
todos tus pecados y hacerte un hijo de Dios”. ¿Lo invitarás
para que entres a tu corazón? Si no estás seguro de ya
haber hecho esto, puedes hacerlo ahora mismo.

Como esto es sólo entre tú y el Señor Jesús, es mejor si vas


a algún lugar tranquilo donde puedas estar solo unos
minutos. Así que, ahora mismo, antes de leer la siguiente
parte, encuentra un lugar tranquilo donde puedas estar a
solas con el Señor Jesús.
Ahora estás listo para hablar con el Señor Jesús. Aquí
tenemos una oración que puede ayudarte. Dila en voz baja
al Señor:

“Señor Jesús, Yo sé que he pecado. Me arrepiento de


mis pecados y quiero dejar de cometerlos. Gracias
por amarme tanto y por morir por mí en la cruz. Por
favor entra en mi corazón. ¡Te acepto como mi
Salvador ahora mismo!”

Tengo vida eterna.

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna...” (Juan 3:36)


¿Qué dice el Señor Jesús que El hará cuando tú lo
invites a tu corazón? Él dice, “Yo entraré”. ¿El cumple Su
palabra? ¡Si, lo hace! Si tú le pediste que entrara a tu
corazón, y realmente lo creíste, El entró. Si Jesús ha
entrado a tu corazón, eres salvo. Eres un hijo de Dios.
Tienes vida eterna. La Biblia dice, “El que cree en el Hijo
tiene vida eterna…” (Juan 3:36).
¿Te gustaría darle las gracias al Señor Jesús por entrar
a tu corazón? Puedes hacerlo ahora mismo. Sólo ora y
di, “Señor Jesús, te doy las gracias por entrar a mi corazón
y hacerme un hijo de Dios”.
Resumen del capítulo anterior:
María trató de decirle a Susana acerca del perdón de Dios y
que debía contarle a la Srta. Pérez acerca de las mentiras.
Cuando Susana se enteró de esto, se enojó mucho con
María.

Capítulo 6:
El Cuaderno Arruinado
La mañana siguiente María encontró a la Srta.
Pérez esperándola. María empezó explicándole a la
maestra todo lo que había hecho. Luego admitió que había
convencido a Susana de mentir también. “Por favor no
culpe a Susana. Fue mi culpa, Srta. Pérez, y lamento mucho
haber hecho esto”, terminó María.
La Srta. Pérez estuvo en silencio un minuto. Luego dijo en
voz baja: “Lamento mucho que no veas a tu Abuela más a
menudo, María. Si lo hubiese sabido antes, te hubiese
dejado ser parte del grupo de canto para que pudieses
verla. Sé que fue difícil venir y decirme lo que hiciste. Tomó
mucha valentía compartir lo que has hecho. Te voy a
perdonar. Espero que no mientas ni hagas algo así otra vez.
Puedes decirle a Susana que todo está bien”.

“Oh, gracias, Srta. Pérez”,dijo María sonriente y muy


aliviada. “Y prometo esforzarme de ahora en adelante”.

María estaba ansiosa por hablar con Susana, pero Susana


no estuvo en la escuela en todo el día.

En la casa esa tarde, María buscó a Esteban, pero no podía


encontrarlo en ningún sitio. De repente lo vio que venía
desde el parque con Capitán a su lado. “¿Que has estado
haciendo?”, preguntó.
“Deshaciéndome de Tomás el incrédulo”, respondió Esteban
con una sonrisa.

María se veía tan confundida que Esteban se explotó de


la risa.
“¿Tu maestra de Escuela Dominical te contó acerca de lo
que pasó cuando Jesús se levantó de entre los muertos?”,
preguntó Esteban sentándose en el escalón.

María se sentó a su lado. “Ella nos dio que Jesús salió de la


tumba tres días luego de ser crucificado. Muchas personas
lo vieron, pero no recuerdo cuantas”.
“Hasta quinientas en una ocasión”, dijo Esteban. “Les dije a
algunos de los muchachos en la escuela que Jesús se había
levantado de entre los muertos y ellos se rieron de mí.
Dijeron que estaba siendo tonto por creer en todo eso.
Luego empecé a pensar si realmente era verdad. Así que
después de clases fui a hablar con Don José.
“Don José dijo que yo tenía dudas igual como uno de
los discípulos de Jesús llamado Tomás. Los otros discípulos
le dijeron a Tomás que Jesús estaba vivo. Pero Tomás no
les creyó. Él dijo que no lo creería hasta que el pusiera sus
dedos en las marcas de los clavos en las manos de Jesús.
Luego de un tiempo, Jesús se apareció y le dijo a
Tomás, ‘Tomás, ven y pon tu dedo en mi mano. No seas
incrédulo. ¡Cree!’”.
“Oh”, dijo María suspirando. “Tomás tiene que haberse
sentido avergonzado”.
“Me imagino que sí”, dijo Esteban. “También yo lo estaba
cuando Don José terminó de hacerme la historia. Le
pregunté a Don José si podía aceptar a Jesús como mi
Salvador en ese momento. El dijo que podía hacerlo. Así
que lo hice y ahora sé que todo es real”.
“¡Esteban!”, gritó María. “¡Estoy tan emocionada por ti!
¡Es increíble que Jesús está vivo hoy y nos ayuda cuando se
lo pedimos!” Luego ella le contó a Esteban como Jesús le
había dado la valentía para hablar con la Srta. Pérez. Ahora
se sentía mejor porque había hecho lo correcto al contarle a
su maestra.

“¡Wow!”, dijo Esteban. “Ahora entiendo por qué es tan


importante el saber que Jesús resucitó de entre los
muertos. Es porque Él está vivo hoy que realmente Él
puede ayudarnos a hacer las cosas que tenemos que hacer.
Sabes que todavía tienes que hablar con mama acerca del
abrigo”.
“Yo sé”, contestó María. “Pero no hoy porque Mami y Papi
dijeron que iban a salir de nuevo”.
El próximo día María trabajó duro en un proyecto de la
escuela en su cuaderno. Ella sabía que la Srta. Pérez iba a
estar muy complacida cuando viera cuan nítido estaba.
Susana no estaba en el colegio en la mañana. Luego del
recreo, María regresó temprano para terminar su cuaderno.

Al entrar al pasillo, vio a Susana salir del aula por una


puerta lateral. “¡Susana, espera!”, gritó María. Pero Susana
siguió sin voltearse.
“Quizás olvidó algo”, pensó María. Se sentó y abrió su
cuaderno. Luego sus ojos se abrieron con mirada
consternada. Habían grandes rayas negras y manchas
sobre todas las páginas. El corazón de María comenzó a
latir de manera dolorosa. “¿Que dirá la Srta. Pérez?”,
susurró. “¿Me creerá cuando le diga que yo no hice esto?”

Al entrar la Srta. Pérez al aula, pidió ver el cuaderno de


María. Ahí estaba, lleno de manchas. “Yo no hice esto, Srta.
Pérez”, dijo María. “De verdad, no lo hice”.
“Ahora María, no quiero que me mientas de nuevo”, dijo la
Sta. Pérez duramente. “Debes quedarte luego de clases y
realizar la tarea de nuevo”.
“Ella no me cree”, pensó María, regresando a su
asiento. “Pero alguien hizo esto. ¿Quién querrá meterme en
problemas con la Srta. Pérez?”, se preguntó.
Entonces María recordó que Susana había salido corriendo
del aula. Al principio María pensó que ella estaba
recogiendo las asignaciones que había perdido por estar
ausente, pero quizás ella tenía otra razón de estar en la
escuela. “Apuesto a que Susana hizo esto”, María se dijo
enojada. “¡Espera a que la vuelva a ver!”

Luego de clases María se quedó y trabajó en su asignación


escolar. Estaba tan enojada que cometía error tras error lo
cual la enojaba aún más. Finalmente soltó el lápiz y cerró
sus ojos.

“Querido Señor Jesús”, susurró, “por favor ayúdame a


perdonar a Susana por lo que creo que ella hizo. Y
ayúdame ahora a terminar mi tarea”. María respiró y
terminó su trabajo.

¿Susana fue la que dañó el cuaderno de María?


¿Serán María y Susana amigas de nuevo?
Sólo dos capítulos más en la historia de Esteban y
María. ¡No te lo pierdas!
Serie 1 Lección 7: Cinco Cosas
Maravillosas

Querido(a) amigo(a):

Muchas cosas maravillosas sucedieron cuando


acepté a Jesús como mi Salvador. Estas cosas
maravillosas son reales para cada creyente.

En el mismo momento en que acepté al Señor Jesús


como mi Salvador, Dios perdonó todos mis pecados. Dios
me perdonó por causa de Jesús. La Biblia dice: “Os escribo
a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido
perdonados por su nombre” (1 Juan 2:12).
Otra cosa maravillosa que sucedió cuando acepté al
Señor Jesús como mi Salvador—¡Dios me hizo Su hijo! La
Biblia dice, “Mas a todos los que le recibieron [al Señor
Jesús como su Salvador], a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios”(Juan 1:12).
¿Alguna vez has aceptado al Señor Jesús como tu
Salvador? Si lo has hecho, ahora eres hijo de Dios. Dios es
tu Padre celestial, y tú eres Su hijo amado por siempre.
Dios ama que Sus hijos Le hablen, y tú puedes hablarle en
oración en cualquier momento y en cualquier lugar.

En el momento en que fui salvo, el Señor Jesús vino a


morar en mi corazón. El Señor Jesús está en el Cielo, pero
Él también vive en mi corazón por Su Espíritu. El Apóstol
Pablo dijo, “Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
¿El Señor Jesús ha venido a morar en tu corazón? Si es así,
puedes decir, “Cristo vive en mí”. Dilo ahora mismo, “¡Cristo
vive en MÍ!”
Cuando el Señor Jesús viene a morar en tu corazón, ¡tú
le perteneces y Él te pertenece por siempre! Él nunca te
dejará. No importa lo que hagas o adonde vayas, Él
siempre está contigo. Él dice, “NO TE DEJARÉ” (Hebreos
13:5b).

He hecho muchas cosas malas

Pablito esperó para hablar con el predicador luego del


mensaje. De pronto el predicador lo vio y le preguntó: “¿En
qué puedo ayudarte Pablito?”

“Quiero hablarle acerca de mis pecados”, dijo Pablito. “He


hecho muchas cosas malas”.
“Me alegro de que te preocupes por tus pecados, Pablito”,
dijo el predicador. “Déjame hacerte una pregunta: ¿Por los
pecados de quién murió Jesús? ¿Murió El por Sus pecados o
por nuestros pecados?”
“El murió por nuestros pecados”, respondió Pablito.
“Así es, Pablito, pero déjame hacerte otra pregunta. ¿Murió
Él por TUS pecados?”
“Si, señor”, respondió Pablito. “El murió por MIS pecados”.
“¿Murió El por algunos de tus pecados o por todos ellos?”,
preguntó el predicador.

“El murió por todos ellos”, dijo Pablito.


“Bueno, si Jesús murió por todos tus pecados, y tú Lo
aceptas como tu Salvador, ¿como quiera tendrás que pagar
por ellos?”
“No, señor”, dijo Pablito. “Si Jesús murió por todos mis
pecados y yo lo acepto como mi Salvador, ya todos están
pagos”.
“Eso es cierto, Pablito. ¿Te gustaría aceptarlo como tu
Salvador ahora mismo?”
“Seguro que sí”, dijo Pablito. Ahí mismo Pablito inclinó su
cabeza y dio gracias al Señor Jesús por morir por todos sus
pecados y le pidió que fuera su Salvador.
Cuando acepté a Jesús como mi Salvador, el Espíritu
Santo vino a morar en mí. Él es llamado “el Espíritu de
Cristo” porque es el mismo Espíritu que vive en Cristo. Todo
hijo de Dios tiene al Espíritu Santo viviendo en él. La Biblia
dice, “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo…” (Gálatas 4:6).
Dios envía al Espíritu Santo a morar en mi para que yo sepa
lo que El siente por mí. El Espíritu Santo me muestra el
hecho maravilloso de que Dios me ama con todo Su
corazón. La Biblia dice, “...porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos fue dado” (Romanos 5:5).
El Espíritu Santo llena mi corazón con el amor de Dios. A
través del Espíritu Santo, Dios me dice, “¡Te amo! ¡Te
amo! ¡Te amo!”
En el momento en que acepté al Señor Jesús como mi
Salvador, Dios me dio vida eterna. Mi nombre está escrito
en el “Libro de la Vida del Cordero”. Ahora le pertenezco al
Señor Jesús por siempre. Tengo vida eterna. La Biblia
dice, “El que tiene al Hijo, tiene la vida [vida eternal]…” (1
Juan 5:12).

¿Que significa tener “vida eterna”? Signifi ca que viviré


por siempre con Jesús en el Cielo. Porque el Señor Jesús
mora en mí, no tengo temor de morir. En el momento en
que muera, iré a estar con el Señor Jesús y viviré con El en
el Cielo por siempre y siempre.

¿Como estoy seguro de que tengo vida eterna? Lo sé


porque ¡DIOS LO DICE! La Biblia dice, “El que tiene al Hijo,
tiene la vida [vida eterna]…”
¿Qué pasa si peco luego de ser salvo? ¿Significa eso
que ya no soy más un hijo de Dios? No, no signifi ca esto.
Una vez te conviertes en hijo de Dios, siempre serás un hijo
de Dios. Pero el pecado entristece al corazón de Dios y el
pecado se pone entre mi Padre celestial y yo. Me siento mal
en mi interior.

¿Que debo hacer? Debo confesar ese pecado a Dios de


inmediato. Le digo lo que hice mal; le digo que me
arrepiento de mi pecado y le pido que me perdone. Dios
promete perdonarme cuando confi eso mi pecado a El. La
Biblia dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fi el y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad” (1 Juan 1:9).
“¿Cómo puedo agradar al Señor Jesús?”

Si el Señor Jesús te ha salvado, entonces de seguro Le


amas y quieres agradarle. Aquí hay algunas maneras en las
que puedes agradarle.

*Ámalo con todo tu corazón.


El Señor Jesús te ama con todo Su corazón, y Él quiere
que Lo ames de la misma manera. Si verdaderamente Lo
amas, lo vas a obedecer. Jesús dijo, “Si me amáis, guardad
mis mandamientos”(Juan 14:15).
*Ama a los amigos de Jesús.

Jesús quiere que amemos a otras


personas,especialmente a aquellos que han confiado en El
como su Salvador. Ellos son nuestros hermanos y hermanas
en Cristo. Jesús dijo, “Este es mi mandamiento: Que os
améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12).
*Pasa tiempo a solas con Jesús cada día.

Si realmente amas a una persona, quieres pasar tiempo


con esa persona. Toma tiempo cada día para estar a solas
con el Señor Jesús para leer su Palabra y orarle. Dile todo
lo que tienes en tu corazón.
Resumen del capítulo anterior:
María sospechaba que Susana había dañado su cuaderno
escolar. Esteban aceptó a Jesús como su Salvador en casa
de Don José.

Capítulo 7:
María Perdona
Camino a su casa desde el colegio, María continuaba
pensando en su proyecto escolar y Susana. Estaba
agradecida de haber podido rehacer su trabajo
rápidamente. “Susana debe de estar muy enojada conmigo
si fue ella la que dañó mi cuaderno”, pensó para sí
misma. “Pero, ¿qué pasará si tiene que devolver el abrigo?
No volveremos a ser amigas”.
Cuando María llegó a casa del colegio, encontró a su mama
preparando la cena. “Mami”, dijo María. “Tengo algo que
decirte. Yo..Yo.. espero que no te enojes conmigo”.
Su mama la miró seriamente. “¿Qué pasó ahora, María?”,
preguntó.
María empezó por el inicio. Le contó a su mama todo
acerca de cuando fue al hogar de ancianos a cantar para su
abuela y el abrigo rojo que le había dado a Susana.
Terminó diciéndole como le había pedido a Jesús que fuese
su Salvador y cuan arrepentida estaba por las cosas malas
que había hecho.

Cuando María terminó, su mama sacudió la cabeza


lentamente. “Nunca pensé que un hijo mío pudiese hacer
esas cosas”, dijo. “Realmente debería de castigarte María. Y
lo haré si no consigues ese abrigo mañana”.
“Ay, Mami”, le rogó María. “Por favor, por favor, deja que
Susana se quede con el abrigo. No sería justo quitárselo si
yo fui en su lugar. Prometo que me pondré mi abrigo azul
todo el tiempo sin quejarme”.
Su mama miró la cara de súplica de María. Finalmente
accedió. “Ok, supongo que debe quedarse con el si se lo
diste. Y, María”, su mamá hizo una pausa, “Si quieres ver a
tu abuela tanto, supongo que puedo llevarte a ti y a
Esteban a verla el Sábado”.
“Ay, Mami, gracias”, dijo María con una gran sonrisa.
El próximo día Susana aún estaba ausente. Así que luego
de la escuela María decidió ir a casa de Susana. El cielo
estaba lleno de nubes grises, oscuras. En pocos minutos
comenzó a llover. Para cuando María llegó a casa de
Susana, estaba mojada y con frío.
María tocó la puerta, pero nadie respondió. Estaba a punto
de darse la vuelta cuando vio a Susana mirando a través de
la cortina.

María halo la puerta abierta y pasó adentro. “Susana”,


llamó, “soy yo, María. ¿Por qué no abriste la puerta?”

Lentamente Susana entró a la habitación. “Supongo que


viniste por el abrigo”, dijo con el ceño fruncido.
“No”, contestó María mientras se limpiaba los zapatos en la
alfombra y empezaba a desabotonarse la chaqueta.

“Mejor no te quites la chaqueta”, le advirtió Susana. “Está


muy frío aquí dentro porque la caldera se apagó”.
“Hay alguien más en casa?”, preguntó María. Temblaba de
frio mientras se sentaba y se ajustaba la chaqueta mojada
más al cuerpo.
“No. Mamá está trabajando”, contestó Susana. “¿Le
dijiste a tu mama acerca del abrigo?”
“Sí”, dijo María, sonriendo. “Puedes quedarte con el abrigo,
Susana. La Srta. Pérez mandó a decirte que todo estaba
bien por lo del viernes pasado”.
“Oh, gracias”, dijo Susana sorprendida. “No quería regresar
al colegio porque pensaba que iba a estar en muchos
problemas”. Luego Susana miró al suelo y estuvo en
silencio.

De repente a María se le ocurrió una idea. “Susana”,


dijo, “¿vendrías conmigo a la Escuela Dominical el
domingo?”
Susana sacudió la cabeza en señal de negación. “Traté
de ir a la Escuela Dominical una vez. Pensé que eso me iba
a hacer buena para poder ir al Cielo. Pero no funcionó.
Como quiera hacía cosas malas, igual que antes. Así que
dejé de ir”.
“Pero, Susana”, dijo María, “no podemos ir al Cielo por ser
buenas. ¿Recuerdas lo que te dije acerca de Jesús
muriendo en la cruz? El murió para llevarse nuestros
pecados”.
Susana parecía que iba a llorar. “Tu no sabes la cosa tan
mala que he hecho, María. Si lo supieras—”.
“Oh, sí, lo sé”, la interrumpió María. “Te vi salir corriendo
del aula. ¿Tu marcaste mi cuaderno, verdad?”
Susana asintió lentamente. Grandes lágrimas corrían por su
rostro mientras susurraba, “Siento mucho lo que hice. Me
siento muy mal. ¿Me reportaste, María?”
“No”, dijo María. “Te perdono Susana. Jesús también te va
a perdonar. Si se lo pides”.
“¿Tendré que esperar y hacerlo en la iglesia, María?”,
preguntó Susana.

María pensó por un momento. “No, no creo”,


dijo. “Esteban aceptó a Jesús como su Salvador en casa de
Don José. Y mi maestro de Escuela Dominical me dijo que
podíamos hablar con Jesús en cualquier momento que
quisiéramos”.
“Entonces quiero pedirle a Jesús que me perdone y que sea
mi Salvador ahora mismo”, dijo Susana. “Lamento haberme
enojado contigo y dañado tu cuaderno, María. Y quiero
pertenecer a Jesús para poder ir al Cielo”.
Las dos niñas se arrodillaron en la fría habitación.
Susana oró y le pidió al Señor Jesús que la perdonara y que
entrara en su corazón. María y Susana se abrazaron y
estaban contentas de ser amigas de nuevo. Luego María se
despidió y corrió hasta su casa con el frío viento. Ella ni se
fijó en el frío porque Jesús la había ayudado de nuevo a
hacer lo correcto.

Esa noche María no podía dormir. Estaba dando vueltas y


vueltas cuando sus padres entraron a su
habitación. “Mami”, llamó María, “me duele la garganta”.

Su madre tocó la frente de María. Salió de la habitación


y regresó en pocos minutos con un termómetro y tomó la
temperatura de María. Su voz se notaba preocupada al
decirle a su esposo, “Juan, debes llamar al doctor. María
está muy enferma”.

¿Qué le pasará a María?


¡No te pierdas el último capítulo de esta
emocionante historia en tu próxima lección!
Serie 1 Lección 8: Jesús es mi Mejor
Amigo Especial

Querido(a) amigo(a):

Jesús es mi Salvador y mi Señor; ¡también es mi


Mejor Amigo especial! Quizás estás pensando,“¿Por
qué dices que Jesús es tu Mejor Amigo
especial?” ¡Esperaba que hicieras esa pregunta!
Déjame decirte por qué El es mi Mejor Amigo
especial.

Jesús es mi Mejor Amigo especial porque El me conoce


mejor que nadie. Él es Dios, y El conoce todo de mí. ¡El
hasta conoce mis pensamientos!
¡Soy muy importante para Jesús! Quizás no sea
importante para algunas personas, pero Jesús realmente se
preocupa por mi. El sabe hasta cuantos cabellos tengo en
mi cabeza. ¡Los tiene todos contados! El dijo, “…Pues aun
vuestros cabellos están todos contados” (Mateo 10:30).

Un mejor amigo es aquelque te ama tal y como eres y


aun así te ayuda a desarrollarte lo más que puedas. Jesús
es mi Mejor Amigo especial porque nadie me ha amado
como El me ama. Él me amó tanto que dio Su vida por mi.
Y El me ama hoy igual como me amaba en ese entonces.
Jesús dijo, “Nadie tiene mayor amor que este, que uno
ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).
El Señor Jesús me ama tal y como soy, pero me ama
demasiado como para dejarme como estoy. Él vive en mí y
me está haciendo como El día tras día. El conoce mis faltas,
pero me ama y nunca dejará de amarme.
Jesús es mi Mejor Amigo especial porque El solo quiere
lo mejor para mí. El me guiará en tomar decisiones si le
pido Su ayuda y confío en Él.

En Su Palabra, la Biblia, el Señor Jesús me dice las cosas


que debo de hacer, como obedecer a mis padres y
maestros. También me dice las cosas que no debo de
hacer, como decir mentiras y cosas hirientes a otras
personas.

¿Y qué de las cosas que no son mencionadas en la


Biblia? En ese caso debo preguntar: “¿A Jesús le gustaría
verme hacienda esto?” Si pienso que no le gustaría verme
haciendo eso, entonces ¡NO debo hacerlo!

Mi Amigo Especial

por Amanda Rawlings


Una maestro de tercer grado le dio a su clase la
asignación de escribir un reporte acerca de una “persona
especial”. Amanda quería hablarle a su clase acerca de
Jesús, así que escogió a Jesús como su “persona especial”.
Tuvo la oportunidad de leerle su reporte a la clase. Aquí
está lo que Amanda escribió:

Él es especial porque es Jesús el Hijo de Dios. Él es


especial porque siempre está ahí cuando lo necesito.
Hablo mucho con El. Mi Persona especial es bueno y
perdona. Él se convirtió en especial para mí cuando fui a la
iglesia y aprendí acerca de Él.
Sentí aún más amor por El cuando leía mi Biblia en mi
habitación. Escogí a Jesús como mi Mejor Amigo especial
porque Él es la persona más importante en mi vida.
Siempre lo pongo en primer lugar en mi vida. Siempre
confío en el para que dirija mi camino. Si me encuentro en
problemas, Él siempre me puede ayudar.
Realmente Lo amo y El me ama aún más. No puedo
imaginarme vivir sin Él. Nunca voy a la cama sola, nunca
estoy sola porque Jesús siempre está conmigo.
¿Alguna vez te has sentido como que estás
solo? ¿Alguna vez has sentido miedo? No tienes por qué
tener temor y no tienes que sentirte solo porque Jesús
siempre está ahí. ¡El verdaderamente es mi Mejor Amigo
especial!
Jesús es mi Mejor Amigo especial porque Él siempre
tiene tiempo para mí. Puedo hablar con Él en cualquier
momento. Puedo hablar con Él en cualquier lugar. Nadie se
preocupa por mi como Jesús. Él quiere que yo vaya a Él por
cualquier cosa que me preocupe.

Jesús es mi Mejor Amigo especialporque Él es siempre


el mismo. En el pasado he tenido amigos y de alguna
manera cambiaron y ya no somos amigos. ¡Pero Jesús
nunca cambia! La Biblia dice, “Jesucristo es el mismo ayer,
y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).
El Señor Jesús es siempre la misma Persona maravillosa
que me ama con todo Su corazón. Siempre está ahí para
escucharme, ayudarme, animarme. Es realmente el mejor
amigo que pudiese tener.

Jesús y yo somos “Mejores Amigos Por Siempre”, pero


nunca debo olvidar quién Él es. Él es mi Salvador, mi Señor,
mi Dios, y lo trato con respeto y reverencia. No le llamo “el
hombre de allá arriba”.

Ser un hijo de Dios es la cosa más maravillosadel


mundo, pero déjame decirte un secreto: Tu vida aquí en la
tierra como un hijo de Dios no siempre será fácil. Jesús
dijo,

“En el mundo tendréis aflicción [muchos problemas]; pero


confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Yo tendré muchas pruebas y tribulaciones a medida que
viajo a mi hogar en el Cielo, pero no debo tener temor. El
Señor quiere que recuerde 3 cosas:

Jesús siempre está a favor mío.

Jesús tiene toda potestad en el Cielo y en la tierra, y


siempre está a favor de Sus creyentes. Cada momento, ahí
en el trono, Él está pensando en mí. Él quiere que yo le
cuente todo lo que me preocupa. Él quiere que traiga todos
mis problemas y cargas a Él. Él quiere que le cuente todo lo
que hay en mi corazón.
Jesús siempre está conmigo.

El Señor Jesús está en el Cielo, sentado a la diestra de


Dios el Padre, pero Él también vive en los corazones de Sus
creyentes por Su Espíritu. El Apóstol Pablo dijo, “¡Cristo vive
en mí!” Tú y yo podemos decir esto también. Jesús
prometió que Él nunca nos dejará. Él dijo, “No te
desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5b).

Como Jesús siempre está conmigo, debo hacerme unas


preguntas: ¿Se complace el Señor cuando estoy alrededor
de aquellos que usan malas palabras? No, no le agrada.
¿Se complace Jesús cuando estoy viendo un programa de
televisión o una película con cosas malas en ella?No, no le
agrada. ¿Disfruta Jesús escuchar música que tiene palabras
obscenas en ella? No, no los disfruta.
Esto significa que no debo de juntarme con aquellos que
usan malas palabras. No debo ver cosas malas y no debo
escuchar música que palabras obscenas.

Donde quiera que vaya, el Señor va conmigo. Lo que sea


que vea, el Señor lo ve conmigo. Lo que sea que escuche,
el Señor Jesús también lo escucha. Si realmente amo al
Señor Jesús, no querré hacer cosas que no Le agradan.

Siempre puedo disfrutar de Jesús.

Jesús no es una “fuerza”; ¡Él es una Persona! Él quiere


que Lo ame y Lo aprecie. Él quiere que Lo disfrute, como
los mejores amigos se disfrutan.

La manera de disfrutar a una persona es amando a


esa persona. Mientras más ames a Jesús, más lo vas a
disfrutar. Cuando te enamoras de Jesús, serás un hijo de
Dios feliz.

El Señor Jesús es la Persona más maravillosadel


universo. Dios me dice que me regocije en El—en quien Él
es y lo que Él ha hecho por mí. No importa lo que pase,
siempre podré regocijarme en El. La Biblia dice, “Regocijaos
en el Señor siempre…” (Filipenses 4:4)
Resumen del capítulo anterior:
María le contó a su madre todo lo que había hecho
incluyendo sus mentiras. Susana la amiga de María
aprendió acerca del perdón.

Capítulo 8:
María muestra el Camino
Durante los siguientes días, María estuvo muy enferma.
La cabeza y el pecho le dolían y su temperatura estaba alta,
aún después de tomar el medicamento indicado por el
doctor. Sus padres a menudo se veían preocupados cuando
se inclinaban sobre su cama.

Esteban venía a sentarse con María todos los días después


de clases. Un día cuando estaba sentado a su lado, María le
susurró, “Quiero ver a Abuela. ¿Crees que Mami y Papi la
dejen venir?”
“Le preguntaré a Papi a ver si puede venir”, dijo Esteban,
poniéndose de pies.
El próximo día María se durmió por unos cuantos minutos y
cuando se despertó, ahí estaba su Abuela sentada junto a
su cama. Le alisó el pelo y se lo quitó de su frente caliente
y le habló con voz suave.

María suspiró cansada. “Ay Abuela, oré para que


vinieses. Y ahora estás aquí. Dios nos escucha, ¿verdad que
sí?”
“Sí, María”, respondió la Abuela. “Esteban me dijo que
ambos pertenecen a Jesús. Ahora Dios es su Padre celestial
y tú eres Su hija. Él te ama María, y Él quiere que Le pidas
todo lo que necesites”.
“Sólo te necesitaba a ti”, dijo María al dormirse de
nuevo.

La siguiente tarde, el Papá de María vino a sentarse con ella


mientras la Abuela descansaba. “¿Te gustaría que te lea,
María?”, le preguntó.
“Sí”, respondió María. “Léeme acerca del ‘Libro de la Vida
del Cordero’ donde mi nombre está escrito”.
“¿En qué libro está eso, María?”, preguntó.
“Está en la Biblia de Abuela allí en la mesa”, le dijo
María. “Creo que ella la dejó abierta en el lugar correcto”.

Su Papá cogió la Biblia y encontró el versículo—


Apocalipsis 21:27. Lo leyó en voz alta. Luego dijo, “Parece
que dice que aquellos que hacen cosas malas y dicen
mentiras no pueden ir al Cielo, sino solo aquellos cuyos
nombres están escritos en el Libro de la Vida del Cordero.
¿Entiendes eso, María?”
“Sí”, contestó María. “Abuela me lo explicó. Tú sabes
acercas de mis mentiras, pero yo le pedí a Jesús que me
perdonara y que entrara en mi corazón. Y sé que lo hizo.
Ahora no tengo miedo de morir, porque sé que voy a vivir
con Jesús en el Cielo”.
“Tú no vas a morir”, dijo su Papá rápidamente. “¡Ni
siquiera pienses en esas cosas, María!”
María sonrió. “Pero, Papá, me gusta pensar en el Cielo y
acerca de mi nombre estando escrito en el libro hermoso de
Jesús. ¿Está tu nombre en el libro, Papá?”
“Supongo que no, María. He estado muy ocupado como
para pensar en eso”, dijo.
María se recostó tranquilamente por un rato.Observó
a su padre mientras el miraba la Biblia, deteniéndose por
momentos a leer en silencio. Parecía haberse olvidado de
ella.

Finalmente María dijo, “Papi, pudieses venir a la Escuela


Dominical con nosotros. Quizás eso pudiese enseñarte el
camino al Cielo para que puedas tener tu nombre en el
Libro de Jesús”.
El Padre de María se inclinó hacia ella y susurró, “No te
preocupes, jovencita. Me has enseñado el camino de una
manera bastante clara. Simplemente no estoy listo aún.
Pero te prometo que lo pensaré. Ahora, es tiempo de irte a
dormir”.
Unos cuantos días después, Susana vino a ver a María. “Oh,
María, cuando lamento que has estado tan enferma. La
Srta. Pérez me dio tus libros y me dijo que puedo ayudarte
a ponerte al día en tus lecciones. Me dijo que esa era una
manera en la que podría enseñarte cuanto sentía el haberte
arruinado el cuaderno”.
“¿Le dijiste?”, dijo María sorprendida. “Me alegro,
Susana. Ahora ella sabe que le estaba diciendo la verdad”.
“Sí”, dijo Susana. “Y cuando le dije que le había pedido a
Jesús que entrara en mi corazón, me dijo que iba a dejar
que ambas participásemos en el concurso del campamento.
Le gusto que le dijimos las cosas malas que hicimos”.
“¡Eso es maravilloso!”, dijo María. “Espero que podamos
ir juntas, Susana”.
Las niñas aún estaban trabajando en las lecciones cuando
su Abuela entró a la habitación. Le contaron todo lo que la
Srta. Pérez había dicho. Luego la Abuela preguntó, “María y
Susana, ¿creen que volverán a hacer algo malo otra vez?”
“Espero que no”, dijo Susana, “Pero quizás…”
“Jesús nos puede ayudar a no hacer cosas malas”, añadió
María.

“Ambas tienen razón”, dijo Abuela. “Porque Jesús está


ahora viviendo en sus corazones, no van a querer hacer
cosas malas. Pero a veces van a hacer el mal. Sólo
recuerden que Jesús está listo para perdonarlas. Y El las
ayudará a hacer lo correcto, si se lo piden”.
“Yo se lo voy a pedir todos los días”, dijo Susana al pararse
para irse.

Esa noche cuando Abuela había terminado de leerle la


Biblia a Esteban y a María, María preguntó, “Abuela, ¿cree
que Mami y Papi aceptarán a Jesús como su Salvador?”
“Sí”, contestó Abuela. “Si oramos por ellos y continuamos
mostrándole que Jesús nos cambia”.
“Yo creo que Mami lo hará pronto”, dijo Esteban. “Esta
mañana cuando saqué la basura para ella, ella me preguntó
que por qué ya no me quejaba. Le dije que era porque
tenía a Jesús en mi corazón”.
“Y Papi prometió pensarlo también”, María les dijo. “Ahora,
si tan solo pudieses quedarte con nosotros, Abuela, todo
sería perfecto”.
“Bueno, tengo una sorpresa para ustedes”, dijo
Abuela con una sonrisa. “Sus padres han coordinado para
que me pase los fines de semana con ustedes”.
“¡Excelente!”, gritó Esteban. “No más Tío Pedro”.
“Oh, Abuela”, dijo María. “Tengo mi nombre en el
hermoso libro de Jesús. Y ahora te tendré a ti
también”. Los ojos de María brillaban. Su corazón estaba
lleno de gozo.

EL FIN

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