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LA TERAPIA INDIVIDUAL SISTÉMICA CON LA IMPLICACIÓN DE LOS

FAMILIARES SIGNIFICATIVOS. Un protocolo integrado para pacientes solicitantes


y competentes Alfredo Canevaro, Matteo Selvini, Francesca Lifranchi y Laura Peveri
Sesiones posteriores a las 1ª
Cuando el terapeuta siente que ha establecido un buen clima, reflexivo y cooperativo, también con los
familiares, puede introducir ejercicios específicos orientados a atacar con fuerza las técnicas de evitación
del acercamiento emocional que a menudo inconscientemente las familias siguen poniendo en práctica.
Un ritual terapéutico muy eficaz fue inventado por A. Canevaro y denominado la mochila, para favorecer
la redefinición positiva de la relación padres-hijo.

Un ritual terapéutico para favorecer la redefinición positiva de la relación padres-hijo: la mochila


Pasadas las 1ª fases de la definición del problema y de la convocatoria de los familiares a la sesión, estamos
en la plenitud de la 3ª fase, la central del encuentro terapéutico orientado a la aclaración de los
malentendidos. Cuando se ha creado un buen clima de colaboración se invita a los padres y al paciente a
experimentar este ejercicio. Veamos el ejemplo:

Antonio (22 años) quien, después de haber hecho un par de años de Diseño Industrial, abandona los
estudios y atraviesa un periodo de depresión, confusión y retraimiento. En el encuentro, al que han sido
invitados también los padres, muy ansiosos, la madre, psicóloga, plantea al terapeuta un genograma de
varias generaciones donde se ve un recorrido de diagnosis de psicosis. El padre, Cristiano, arquitecto,
interviene poco y cuenta más bien que su familia nuclear siempre ha estado mucho bajo el ala de la
familia de origen de su mujer, donde la figura destacada es el suegro, persona muy estimada por toda la
familia y a la que su mujer está muy ligada. Cristiano, gran trabajador y ausente de la familia, no ha
tenido mucha relación con Antonio, dejándoselo a su mujer. Antonio escucha a sus padres, interviene
poco y habla de su viaje al exterior donde ha sufrido un ataque de pánico. En la 1ª fase de la terapia se
trabaja con eficacia también a través de las prescripciones para acercar a Antonio a su padre. Las cosas
van un poco mejor y se llega a una sesión familiar donde se comienza a hablar del futuro de Antonio
(momento justo para iniciar la experiencia). La fórmula es más o menos ésta:

"En este momento sería muy útil hacer una experiencia juntos. Ustedes (a los padres) pónganse enfrente
de su hijo y uno a la vez empiece esta experiencia, mientras el otro se sienta al lado y espera su turno
mirando lo que sucede, en silencio. Comenzamos por usted, Laura. Siéntese enfrente de su hijo, con las
rodillas juntas y sin cruzar las piernas. Cójanse de la mano y mírense a los ojos. En este momento Antonio
está a punto de iniciar un largo viaje en la vida y lleva consigo una mochila. Usted trate de encontrar dos
o tres cosas importantes de sí misma, que usted haya logrado cultivar, de las que esté orgullosa, para darle
a Antonio, él las pondrá en la mochila y cuando las necesite, en el largo camino de la vida, las cogerá y las
hará propias. Veamos, por ejemplo, un aspecto de su carácter que le haya servido en su vida y del que
esté satisfecha". Laura, entonces, cogiendo las manos de Antonio con mucha determinación y mirándolo
intensamente a los ojos, le dice: "Te doy mi entusiasmo, porque en la vida me ha permitido superar las
dificultades y emprender nuevos caminos". (El terapeuta coge una hoja, la divide por el medio y apunta
con cuidado cuanto dice Laura, de un lado el concepto, del otro la explicación del mismo.) "Te doy mi
confianza en la mujer, porque siempre me ha parecido justo el equilibrio y la colaboración entre los sexos.
Te doy mi amor por los hijos, porque siempre ha guiado mi comportamiento". El terapeuta dice: "Muy
bien, Laura, recapitulemos de nuevo estas tres cosas". Repite los conceptos y los hace repetir a Laura,
tratando de definirlos con una sola palabra, o en pocas palabras, para explicar el por qué de estas
palabras. Una vez repetidos los conceptos, el terapeuta pide a Antonio, que está emocionado y mira a su
madre con ojos vidriosos, que deje algo de sí a su madre antes de partir para el largo viaje, algo que él
repute que a su madre pueda agradar tener consigo. Entonces Antonio habla a su madre con voz
conmovida, diciéndole:

"Te dejo mi protección, que estará siempre. Te dejo una sensibilidad distinta, aunque ambos tenemos una
creatividad similar. Y, por último, mi capacidad de observar e intuir a quien está delante de mí, una
puerta hacia el mundo". El terapeuta relee cuanto ha dicho Antonio y se lo hace repetir. Después de lo
cual pide a ambos que se abracen sin palabras, reposando la cabeza en el hombro del otro. Así lo hacen
en un largo abrazo que concluye con un beso. Cristiano mira conmovido y en silencio cuanto ha sucedido
entre ellos y se dispone a sentarse enfrente de Antonio. El terapeuta le dice: "Ahora, Cristiano, le toca a
usted. Siéntese enfrente de Antonio y, al igual que Laura, elija dos o tres cosas de las que esté satisfecho
para darle a él, para su largo camino en la vida".

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Las palabras elegidas y las metáforas utilizadas para este ejercicio despiertan profundas emociones en
todos los participantes que contribuyen a crear una atmósfera muy cálida y comprometida. El padre
escoge con cuidado sus palabras, ayudado por el terapeuta a definir claramente los conceptos. "Te doy mi
sentido de libertad intelectual, que me ha permitido no dejarme condicionar por nada y nadie. Te doy mi
duda, porque en la vida me ha permitido analizar mejor las cosas. Y te doy mi valor para prodigarme en
la vida, para ir hasta el fondo de las cosas". Antonio, muy conmovido, coge las manos de su padre y,
temblando, se las lleva a la cara, manteniéndolas en su rostro, en un silencio muy significativo. Luego
dice: "¡Te dejo un nuevo espacio en que bajar la guardia y divertirte despreocupadamente! Te dejo mi
manera de vivir el tiempo, dejándolo fluir con suavidad".

Una vez terminado, el terapeuta le hace repetir los conceptos, después de lo cual les pide a ambos que se
abracen, sin palabras, apoyando su cabeza en el hombro del otro. Así lo hacen en un largo y emocionado
abrazo. Laura asiste en silencio, con los ojos vidriosos. Luego acaba el terapeuta: "Estos momentos que
han vivido con intensa conmoción, déjenlos fluir dentro de ustedes, sin pedirse explicaciones y disfrutando
de estas sensaciones".

Cerca de un mes y medio después de la experiencia de la mochila, Antonio viene a la sesión, después de
las vacaciones. Está mucho más relajado y sonriente, y dice que lo ha pasado muy bien en el campo con
su familia y su abuelo. Después de lo cual se ha ido al mar con sus amigos y se ha divertido mucho.
"Estaba retraído. He superado aspectos muy complejos de autoobservación que me llevaban a la crueldad
y a la fragmentación. En este último período hubo una recuperación". El terapeuta: "¿Y los tuyos cómo
están?". "Me parece que bien. Las cosas han mejorado sensiblemente. La relación con ellos se ha
distendido, hay más aceptación. Después de la sesión de la mochila necesité dos días para reponerme.
Necesitaba elaborar esas cosas que nunca se habían dicho antes. Fue como una coma, que me hizo
cambiar de tema. Fue muy violento. Amé y odié ese momento. Me di cuenta de que soy una persona
delicada, no fuerte, pero muy emocional. Lo que más me ha impresionado es un reflejo de amor en los
ojos de mi padre. Lo vi de una manera que nunca lo había visto".

La experiencia de la mochila, hecha en aquel momento del recorrido terapéutico tiene un efecto sinérgico
que abrevia el paso a veces muy sufrido de aquella fase del ciclo vital de la familia, ya que implica a todos
los participantes en la relación y permite experimentar en la vertiente positiva las intensas emociones
ligadas a aquellas vivencias de diferenciación.

Los padres sienten que pueden cumplir con su deber y tienen permiso de mostrar sus sentimientos, sin
recato. Es, sin duda, un espaldarazo muy importante para el hijo/a que necesita una confirmación de la
aprobación de sus padres para su crecimiento. También ayuda a los padres a replantear su vida menos en
función del hijo y afrontar la fase del nido vacío, momento muy difícil de la pareja, ya que, en nuestra
cultura mediterránea, la pareja vive casi exclusivamente de la paternidad y mucho menos en función de
una intimidad que debe ser construida y enseñada. La mochila es una experiencia terapéutica que facilita
la diferenciación y, al mismo tiempo, un test que nos demuestra la evolución de la relación paterna y la
capacidad de funcionamiento mental del hijo y de los padres. De su capacidad de simbolización (¡una sola
vez, en decenas de intentos hechos, me ha ocurrido que los padres pusieran en la mochila del hijo un
poco de salami y embutidos diversos!) y de aceptación de esta despedida recíproca puede depender la
evolución futura de su relación y del proyecto existencial del hijo/a.

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