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DERECHO EMPRESARIAL 2018

UNIDAD 5
TEORÍA GENERAL DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
Concepto:
Desde tiempos muy antiguos el hombre experimentó una reacción lógica
ante la producción de daños que repercutían sobre su persona o bienes. Naturalmente ese rechazo
no siempre fue homogéneo, a punto tal que con el devenir de los años fue depurándose, hasta
asumir un contenido netamente patrimonial.
La producción de un detrimento genera un desequilibrio en todo el orden
social. Esa alteración debe ser corregida y hacia ese objetivo se orienta la responsabilidad civil, que
aparece como una consecuencia lógica y natural de todo daño causado injustamente, y como la
solución más acorde posible orientada al restablecimiento de aquel equilibrio alterado.
Las divergencias que se presentan para definir la responsabilidad civil no son
meramente terminológicas y atañen a la esencia misma de la obligación de resarcir. En nuestro
tiempo aparecen dos factores de atribución principalísimos, que se disputan el fundamento de la
responsabilidad civil: la culpa y el riesgo creado.
Pizarro, entiende que la responsabilidad civil es la obligación de resarcir
todo daño injusto causado por otro. Este contexto se explica en los siguientes términos:
En primer lugar, es menester que siempre exista un daño causado. No hay
responsabilidad civil sin daño patrimonial o extra patrimonial que se haya causado.
Ese daño debe ser injusto, lo cual no necesariamente debe provenir un acto
ilícito atribuible a la culpa de un autor. Existe responsabilidad por hechos lícitos. El carácter injusto
del daño determina que no sea la víctima quien deba soportarlo, y justifica su pretensión resarcitoria
en contra del responsable.
La obligación de resarcir el daño causado tiene una función esencialmente
reparadora. Y debe orientarse fundamentalmente hacia la situación de la víctima. En nuestro
sistema de derecho privado vigente rige el principio de la reparación integral, mediante el cual el
derecho busca recomponer, en lo posible, la situación de la víctima al estado anterior de sufrir el
detrimento.
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Esta obligación de indemnizar el daño causado puede tener su origen en un


hecho propio del responsable, o en razón de haberlo producido sus dependientes, o las cosas de que
se sirve, cuida o es dueño.
FUENTES (CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL)
La responsabilidad civil reconoce dos fuentes. Cuando la obligación de
reparar un perjuicio proviene del incumplimiento de una obligación preestablecida por las partes
(entendido este último en sentido lato, o sea como cumplimiento defectuoso, parcial, tardío o
incumplimiento liso y llano) estamos en presencia de una responsabilidad contractual, que obliga a
la parte incumplidora a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados.
Cuando una persona no respeta el deber jurídico fundamental de no dañar a
otro (“alterum non laedere”), debe responder por los perjuicios que ocasiona. En este caso estamos
en presencia de la responsabilidad extracontractual. Esta puede derivar de un acto ilícito -culposo
(cuasidelito) o doloso (delito)-, o de comportamientos lícitos, atribuibles al responsable por diversos
factores reconocidos por el derecho vigente (riesgo creado, equidad, abuso del derecho, garantía,
etc.).
En el CC de Vélez existía una regulación dual de la responsabilidad
contractual y la extracontractual. La primera era tratada por el CC al legislar sobre las obligaciones en
general (sección I del Libro II), mientras que la extracontractual es regulada en forma independiente
(sección II del Libro II). No existen entre estos sistemas diferencias sustanciales habida cuenta de que
los presupuestos son los mismos para ambos. Sin embargo, en la responsabilidad contractual
predomina el factor subjetivo de atribución sobre el objetivo, se advierten diferencias en la extensión
del resarcimiento (consecuencias por las que se responde) y en la prescripción de las acciones que
nacen del incumplimiento contractual y de los hechos ilícitos.
A partir de la vigencia del CCC, el fenómeno resarcitorio se ha unificado. La
responsabilidad civil es única. Los factores de atribución y el tratamiento del nexo causal se han
regulado en forma uniforme. No se distingue en el nuevo texto legal la responsabilidad civil
contractual de la extracontractual. La prescripción liberatoria de la acción de responsabilidad civil se
ha unificado en un plazo específico de tres años.
FUNDAMENTOS
Evolución histórica
Todo estudio que se realice de una determinada institución del derecho
privado debe partir del derecho romano, pues su influencia en la gran mayoría de las legislaciones
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modernas de Occidente ha sido fundamental, a punto que bien puede reconocerse en nuestro
tiempo la existencia de un verdadero “sistema romanista” de derecho. Al hacer referencia al
derecho romano con miras al análisis de la institución que nos ocupa resulta necesario tener en
cuenta que el campo de estudio se extiende por un lapso de más de mil años, con las inevitables y
lógicas mutaciones que se produjeron en el devenir del tiempo.
La realidad social exige una permanente adecuación del derecho a las
necesidades de una comunidad cada vez más compleja.
Los romanos, con gran sentido práctico, comprendieron esa realidad y
procuraron en todo momento evolucionar hacia soluciones justas. Experimentaron una reacción
lógica frente a hechos que generaban daños a terceros. En un primer momento, ante la producción
de un daño surgió una instintiva reacción de venganza, que al comienzo no guardaba relación entre
la ofensa y el castigo, luego, aparece la llamada “época del Talión”, en donde se debía penar “ojo
por ojo” y “diente por diente”. Había un verdadero “derecho” del ofendido sobre la persona del
ofensor, lo cual demandaba, en la mayoría de los casos, una represión violenta.
Un primer síntoma de evolución se advirtió cuando la víctima, de común
acuerdo con el ofensor, aceptaba recibir de éste una suma de dinero, que no tenía carácter
indemnizatorio, porque constituía una pena impuesta al ofensor. Recién en el período clásico se llego
a distinguir la pena del derecho de la víctima a obtener un resarcimiento.
La Ley de las XII Tablas (451 a.C.) fue la que rigió durante siglos la vida de
relación de los romanos. Según este instrumento todo daño causado injustamente, cualquiera fuera
la manera que se realizaba, caía en el ámbito de la sanción, faltando un principio general de
responsabilidad civil que contemplara la solución de numerosas hipótesis no reguladas dentro del
casuismo legal.
La Ley Aquilia (284 a.C.) es una ley surgida con la finalidad de lograr una
represión razonable y adecuada contra los autores de ciertos daños. Incorporó un nuevo delito: el
“daño injustamente causado”, confiriendo a la víctima una acción contra el dañador que tenía por
objeto el monto del perjuicio. Algunos autores sostienen que en esta ley se exige, por primera vez un
factor de atribución subjetivo de carácter intencional: la culpa del agente para la aplicación de una
sanción.
Durante la Edad Media se logra un paso importante. Se distinguió
conceptualmente la responsabilidad civil de la penal. La influencia del cristianismo se hizo sentir en
el pensamiento jurídico, que se orientó a la consideración de aspectos subjetivos, hacia el reproche
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moral como condición necesaria para el resarcimiento de todo daño. En esta época, tampoco existe
un sistema general de responsabilidad civil y mucho menos, sustentado en la idea de culpa, que
sigue teniendo un papel secundario.
Hacia el siglo XVII el derecho comenzó a experimentar una profunda
transformación por obra de la influencia del derecho canónico y del pensamiento jus naturalista
racionalista. Dos son los progresos que se advierten: a) la admisión creciente del elemento
intencional (culpa) al lado de la mera causalidad objetiva; b) la distinción neta entre pena pública e
indemnización de daños y perjuicios, de carácter privado. Se destaca en este período el aporte
realizado por DOMAT, que constituyo el antecedente fundamental del Código Civil Francés. A partir
de este autor, el centro de la cuestión no está en la idea de daño, ni tampoco en la víctima; se ha
desplazado hacia el dañador, que sólo responde si puede reprochase dolo o culpa en su conducta.
La responsabilidad se nutre de un sustento subjetivista.
La historia del derecho civil habría de tener un hito de extraordinaria
importancia a comienzos del siglo XIX: la sanción del Código Civil Francés en 1804. Este cuerpo
legislativo que ejerció sobre legislaciones posteriores una gran influencia consagró normativamente
las ideas de Domat en materia de responsabilidad civil (“pas de responsabilite san faute”: no hay
responsabilidad si culpa).
Con posterioridad, habrían de producirse profundas transformaciones
sociales y económicas, generadas por la irrupción del proceso de industrialización, que obligaron a
replantear la cuestión, toda vez que la culpa, como fundamento exclusivo de la responsabilidad
civil, se mostraba insuficiente para el logro de soluciones justas.
Surgieron entonces, nuevas doctrinas con el propósito de fundamentar la
responsabilidad sobre la base de factores objetivos de atribución (primero en la legislación laboral y
luego en la civil), pudiendo citarse muy especialmente la teoría del riesgo creado.
Las modernas corrientes del derecho de daños parecen inclinarse en nuestro
tiempo hacia un propósito definido socializar los riesgos, mediante la adopción de sistemas de
seguridad social, que garantizan la reparación del daño a la víctima, con prescindencia de todo
elemento subjetivo y de su mayor o menor solvencia patrimonial.
TEORÍAS SOBRE EL FUNDAMENTO DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
¿Cuál es la razón para justificar la obligación de reparar el daño causado?
Existen distintas corrientes de opinión que han intentado brindar una solución al problema.
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La corriente subjetivista sostiene que el fundamento exclusivo y excluyente


de la responsabilidad es la culpa. Hace girar la cuestión en torno al autor del daño, que solo
responderá en tanto y en cuanto haya obrado con culpa o con dolo. La responsabilidad es
concebida como deuda, y asume un contenido sancionatorio. Para esta teoría los daños causados sin
culpa no dan lugar a ningún tipo de responsabilidad civil, debiendo la víctima resignarse a soportar el
perjuicio, como castigado por la fatalidad. Esta doctrina, como vimos, predominó durante los siglos
XVII a XIX y ha comenzado a sufrir los efectos de su propia insuficiencia en los últimos noventa años,
habiendo sido desbordada por la realidad socioeconómica. Es hija dilecta de la concepción
racionalista e individualista del derecho, y responde plenamente a la directiva hoy superada del
“laissez faire”. Es un sistema coherente con las ideas de libertad contractual absoluta y con el
ejercicio irrestricto de la propiedad. Este sistema funcionó dentro de una economía agrícola -
ganadera.
La realidad y los cambios sociales demuestran el valor temporario de las
construcciones jurídicas. La irrupción del fenómeno de la industrialización generó profundas
transformaciones en toda la estructura social, y cuestiono los fundamentos de la concepción
subjetivista. Fue en el ámbito del Derecho Laboral donde comenzó a forjarse una reacción contra la
culpa como fundamento exclusivo de la responsabilidad. Este sistema era insuficiente cuando el
daño era causado por “el hecho” de una cosa; de una caldera que explota y lesiona al operario. En
este rumbo son fundamentales los aportes de los franceses Saleilles y Josserand. Aparece así, por
primera vez, la teoría del riesgo creado, que tuvo en su origen la pretensión de destronar a la culpa
de su sitial de privilegio y que con el correr de los años accedió a compartir con aquélla el papel
protagónico de ser factores de atribución de responsabilidad civil. Esta teoría se enmarca dentro de
la corriente doctrinaria denominada objetivista, que reconoce la existencia de otros factores de
atribución distintos a la faute (culpa), como son el riesgo, la equidad, el abuso del derecho, la
garantía, etc. En función de esta corriente, la cuestión de la responsabilidad gira hacia la protección
de la víctima. La responsabilidad es concebida como crédito reconocido por el derecho a quien ha
sufrido injustamente un daño.
ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN (LAS NUEVAS FRONTERAS DE LA
RESPONSABILIDAD CIVIL, LA FUNCIÓN DEL SEGURO Y EL PROBLEMA DE LA TARIFACIÓN:
PRESENTACIÓN DEL TEMA Y ENFOQUE GENERAL)
Luego de la reforma del CC del año 1968 (ley 17711), se produjo un cambio
en el tratamiento de la responsabilidad civil. Comenzaron, entonces, nuevos enfoques que
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permitieron hablar de un “corrimiento de fronteras” de la reparación, basado en la protección de la


víctima y la objetivación de la responsabilidad.
Surgen en la legislación reciente y en la doctrina autoral respuestas
automáticas: frente a un conflicto hay que favorecer a la víctima; frente a un daño, objetivar la
responsabilidad (doctrina del art. 1113, según ley 17711, del CC; normas sobre residuos peligrosos o
accidentes de trabajo).
En la actualidad coexisten un sistema general de responsabilidad civil
regulado en el CCC, con estatutos particulares que aparecen como microsistemas de protección
(derecho estatutario de la responsabilidad civil: accidentes de trabajo, los de minería -Código de
Minería-, aeronáuticos -Ley 17285-; daños nucleares -Ley 17048-, Convención de Viena-, actos
discriminatorios -Ley 23592-; accidentes de tránsito, los producidos en espectáculos deportivos -ley
24192-, de consumo Ley 26361-).
También a los fines de lograr una protección eficiente de las víctimas, el
Derecho ha buscado socializar los riesgos, mediante la adopción de mecanismos sustitutivos de la
responsabilidad civil que intenta garantizar un adecuado y eficiente acceso de la víctima a la
reparación del daño. Aparecen, así, los seguros individuales obligatorios (ej. Automotores), o los
sistemas de seguridad social, establecidos bajo la supervisión del Estado, que permiten a ciertas
víctimas el acceso a prestaciones resarcitorias (dinerarias o médicas), a través de los aportes
periódicos y obligatorios que realizan ciertos miembros de la comunidad (Ej. Legislación sobre
Riesgos del Trabajo).
Curiosamente se advierte en el mundo entero que, a pesar de los esfuerzos
para instalar el principio protectorio, hay una necesidad de detenimiento. Cada vez más se habla del
responsable y la influencia de la carga indemnizatoria sobre la sociedad y la economía de las
empresas. Esto se refleja en la producción legislativa de los últimos años que muestra claramente
que el objetivo principal no es reconocer derechos a las víctimas, sino, principalmente establecer
límites (ver Ley de Riesgos de Trabajo, que en su actual texto -ley 26.773- establece como opción la
reparación tarifada o el reclamo civil pleno); surge el análisis económico de la responsabilidad con
gran esfuerzo para explicar estas cuestiones.
Según el jurista santafecino Ricardo Lorenzetti (Ministro -y actual Presidente-
de la CSJN- y Titular de la comisión redactora del Anteproyecto, hoy CCC) “...asistimos a una colisión
entre el principio protectorio de la parte débil en la responsabilidad civil y el análisis económico de la
misma” (LL Año LX N°89 9/5/96).
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Este análisis es el que pregona establecer límites al principio de la reparación


integral a través de la tarifación de los daños. Este sistema ha sido adoptado por la legislación laboral
(accidentes de trabajo) y aeronáutica (accidentes aéreos), y existen varios proyectos legislativos de
reforma al Código Civil que limitan a un monto máximo los daños generados por ciertos siniestros
-generalmente aquellos vinculados con factores objetivos de atribución-, con el objeto de garantizar
un fácil acceso a las víctimas a una indemnización, y permitir la asegurabilidad de aquellos.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y EL CCC
La responsabilidad civil en el CCC está reglada por los arts. 1708 a 1780,
ambos inclusive.
En el artículo 1708, CCC, se establece, en primer término, cuales son las
“Funciones de la responsabilidad. Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del
daño y a su reparación”
El artículo 1709, CCC, fija una prelación normativa para resolver los casos se
responsabilidad y dice “Prelación normativa. En los casos en que concurran las disposiciones de este
Código y las de alguna ley especial relativa a responsabilidad civil, son aplicables, en el siguiente
orden de prelación: a) las normas indisponibles de este Código y de la ley especial; b) la autonomía
de la voluntad; c) las normas supletorias de la ley especial; d) las normas supletorias de este Código.
Con relación a la función preventiva el art. 1710, CCC, establece el deber de
prevención del daño. Expresamente dice: “Deber de prevención del daño. Toda persona tiene el
deber, en cuanto de ella dependa, de: a) evitar causar un daño no justificado; b) adoptar, de buena
fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que se produzca un daño, o
disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen la magnitud de un daño del cual un
tercero sería responsable, tiene derecho a que éste le reembolse el valor de los gastos en que
incurrió, conforme a las reglas del enriquecimiento sin causa; c) no agravar el daño, si ya se
produjo.
También regula una acción novedosa en esta materia, que denomina la
acción preventiva. El art. 1711, dice que ella procede “Acción preventiva. La acción preventiva
procede cuando una acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su
continuación o agravamiento. No es exigible la concurrencia de ningún factor de atribución”.
En el artículo 1712 se establece que: “Legitimación. Están legitimados para
reclamar quienes acreditan un interés razonable en la prevención del daño”. Y la sentencia que
admite la acción preventiva debe disponer, a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o
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provisoria, obligaciones de dar, hacer o no hacer, según corresponda; debe ponderar los criterios de
menor restricción posible y de medio más idóneo para asegurar la eficacia en la obtención de la
finalidad (art. 1713 CCC).
Finalmente, el art. 1714 del C.C.C. regula lo que se denomina la punición
excesiva, disponiendo que “si la aplicación de condenaciones pecuniarias administrativas, penales o
civiles respecto de un hecho provoca una punición irrazonable o excesiva, el juez debe computarla a
los fines de fijar prudencialmente su monto”. Asimismo, en este supuesto el juez puede dejar sin
efecto, total o parcialmente, la medida (art. 1715 CCC -Facultades del juez. En el supuesto previsto
en el artículo 1714 el juez puede dejar sin efecto, total o parcialmente, la medida-).
También luego de tratar la función preventiva, el nuevo cuerpo normativo se
ocupa de una de las funciones primordiales de la responsabilidad civil: la resarcitoria. En el artículo
1716 se unifica la responsabilidad civil contractual y extracontractual, abandonando el sistema dual
del Código velezano. Esta disposición que establece respecto del deber de reparar, que es la
consecuencia jurídica de dicha función, que: “Deber de reparar. La violación del deber de no dañar
a otro, o el incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado, conforme
con las disposiciones de este Código”.
EL ACTO ILÍCITO CIVIL.
Noción.
Según Borda es todo acto contrario a la ley, atribuible a una persona por
culpa o por dolo y que ocasiona un daño.
Para que el acto ilícito genere responsabilidad, dentro de nuestro sistema
jurídico, es menester la presencia de cuatro elementos:
1. Antijuridicidad
2. Culpabilidad
3. Daño patrimonial o moral
4. Relación de causalidad entre el hecho y el daño.
Desde el punto de vista tradicional, puede decirse que, en principio, no existe
acto ilícito punible (o que de lugar a resarcimiento) sin que medie culpabilidad en el agente, hoy
como venimos viendo, se han presentado una serie de otras circunstancias que pueden generar
responsabilidad con independencia de la existencia de culpa, como es el caso del “riesgo creado”.
DIFERENCIA CON LOS ACTOS ILÍCITOS DEL DERECHO PENAL.
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Es necesario no confundir delito civil con delito criminal. La distinción es


neta.
El delito penal es todo acto previsto (típico) y penado por la ley penal, sea
intencional o culposo, en tanto que el ilícito civil supone un obrar que genera daño.
El delito civil exige siempre la existencia de un daño, cierto o eventual,
causado a terceros; el delito penal puede quedar consumado sin que tal daño exista. Así ocurre en la
tentativa de delito, o en los delitos de peligro, que son punibles.
La finalidad del ordenamiento jurídico civil y la del ordenamiento penal, al
establecer la ilicitud de un acto es diferente: en el primero es la de reparar el daño experimentado
por el ofendido (resarcitorio); en el segundo, infligir una pena al ofensor (retributivo).
La acción de reparación de un ilícito civil no se extingue con la muerte del
culpable, puesto que la obligación pasa a sus sucesores universales; en lo penal la sanción es de
carácter estrictamente personal, la muerte del imputado extingue la acción penal.
ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1) VIOLACIÓN DE LA LEY O ANTIJURIDICIDAD.
Importancia del concepto de acción (autoría): es una conducta humana,
voluntaria o involuntaria, omisiva o comisiva, atribuible al sujeto y productora de cierto resultado. Es
la conducta humana que refleja la personalidad del sujeto. Supuestos que quedan fuera del concepto
de acción (vis absoluta, movimientos reflejos, hipnosis, etc).
La antijuridicidad es la contradicción entre la conducta del sujeto y del
ordenamiento jurídico comprendido en su totalidad, no sólo la ley (antijuridicidad material). Es
objetiva porque surge de la observación previa y primaria de la conducta, ajena a toda consideración
de la subjetividad del agente.
Antijuridicidad: concepto y alcance
El CC, de Vélez Sarsfield establecía:
Art. 1066 CC. “Ningún acto voluntario tendrá el carácter de ilícito, si no fuere
expresamente prohibido por las leyes ordinarias, municipales o reglamentos de policía; y a ningún
acto ilícito se le podrá aplicar pena o sanción de este código, si no hubiera una disposición de la ley
que la hubiese impuesto”.
El CCC ha regulado este presupuesto en el art. 1717, unificando la
responsabilidad: “Cualquier acción u omisión que causa un daño a otro es antijurídica si no está
justificada”.
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Causas de Justificación (que excluyen la antijuridicidad): ejercicio legítimo


de un derecho, cumplimiento de un deber legal, obediencia debida, autoayuda, estado de necesidad
y legítima defensa, consentimiento del damnificado).
El Código Civil y Comercial en sus artículos 1718 a 1719 refiere a estas
causales que neutralizan la antijuridicidad del obrar humano, y eximen de responsabilidad civil a su
autor. El primer artículo dice que está justificado el hecho que causa un daño:
a) en ejercicio regular de un derecho;
b) en legítima defensa propia o de terceros, por un medio racionalmente
proporcionado, frente a una agresión actual o inminente, ilícita y no provocada; el tercero que no fue
agresor ilegítimo y sufre daños como consecuencia de un hecho realizado en legítima defensa tiene
derecho a obtener una reparación plena;
c) para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo inevitable, que
amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no se origina en un hecho suyo; el hecho se halla
justificado únicamente si el mal que se evita es mayor que el que se causa. En este caso, el
damnificado tiene derecho a ser indemnizado en la medida en que el juez lo considere equitativo.
La asunción de riesgos está regulada en el art. 1719. Esta norma señala que
“Asunción de riesgos. La exposición voluntaria por parte de la víctima a una situación de peligro no
justifica el hecho dañoso ni exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del caso,
ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que interrumpe total o parcialmente el nexo
causal. Quien voluntariamente se expone a una situación de peligro para salvar la persona o los
bienes de otro tiene derecho, en caso de resultar dañado, a ser indemnizado por quien creó la
situación de peligro, o por el beneficiado por el acto de abnegación. En este último caso, la
reparación procede únicamente en la medida del enriquecimiento por él obtenido.
El artículo 1720, CCC refiere a la situación donde el damnificado presta su
consentimiento con una eventual situación nociva, prescribiendo que “sin perjuicio de disposiciones
especiales, el consentimiento libre e informado del damnificado, en la medida en que no constituya
una cláusula abusiva, libera de la responsabilidad por los daños derivados de la lesión de bienes
disponibles”.
El caso de responsabilidad por daños causados por hechos lícitos excesivos.
Regulada en el art. 1973, CCC cuando establece: “Inmisiones. Las molestias
que ocasionan el humo, calor, olores, luminosidad, ruidos, vibraciones o inmisiones similares por el
ejercicio de actividades en inmuebles vecinos, no deben exceder la normal tolerancia teniendo en
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cuenta las condiciones del lugar y aunque medie autorización administrativa para aquéllas. Según
las circunstancias del caso, los jueces pueden disponer la remoción de la causa de la molestia o su
cesación y la indemnización de los daños. Para disponer el cese de la inmisión, el juez debe ponderar
especialmente el respeto debido al uso regular de la propiedad, la prioridad en el uso, el interés
general y las exigencias de la producción”.
2) FACTORES DE ATRIBUCIÓN:
En el Derecho Privado cabe distinguir, según como se producen:
Daños por el hecho del hombre (responsabilidad por el hecho propio):
Daños por el hecho de las cosas. Abarca todos aquellos supuestos en los
cuales una cosa interviene activamente en la producción del daño, escapando al control de su
guardián. Esta categoría admite una subdivisión:
Daños con las cosas: cuando el daño es causado por una cosa que por su
naturaleza o por el uso normal no ofrece peligro
Daños producidos por el riesgo o vicio de la cosa: Cuando el daño se
considera causado por una cosa que por su naturaleza, estado o modo de utilización engendra
riesgos a terceros.
Elemento subjetivo de atribución (Responsabilidad directa o por el hecho
propio)
Para la doctrina de la responsabilidad clásica (Orgaz: La Culpa) no basta la
atribución material del daño para originar la responsabilidad del agente, porque el derecho no
considera al individuo humano como mera fuerza física, sino como persona, esto es como ser capaz
de conducta, en otros términos, de actos en que se traduce su esencia espiritual. Es necesario
también atribuir moralmente el hecho al sujeto. La relación entre la persona y su acto, presupone un
sujeto capaz de voluntad, en general, y que en el caso concreto esa voluntad no haya sido
trastornado por circunstancias anómalas e inevitables.
Imputabilidad Es el presupuesto o primera condición, previo a indagar la
culpabilidad, se refiere a la capacidad genérica o abstracta para realizar actos voluntarios. El sujeto
puede carecer de ellas por circunstancias de edad, de salud mental, etc.
Las causales de inimputabilidad están contempladas en el art. 261: “Es
involuntario por falta de discernimiento: a) el acto de quien, al momento de realizarlo, está privado
de la razón; b) el acto ilícito de la persona menor de edad que no ha cumplido diez años; c) el acto
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lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin perjuicio de lo establecido en
disposiciones especiales”.
Culpabilidad. Es la relación que existe entre el querer del agente y su acto. Es
una conducta espiritual del agente, desaprobada por la ley (Von Thur). Es la atribución moral de un
resultado dañoso a su autor. Existen dos formas de culpabilidad: culpa en sentido estricto y el dolo.
Culpa y dolo.
La culpa se caracteriza, negativamente, por la falta de propósito o intención
de dañar y, positivamente, por la imprevisión de un daño que era previsible para el agente, o por la
omisión de diligencias necesarias que las circunstancias imponían para evitarlo.
Existen tres versiones de la culpa en sentido estricto: la negligencia (omisión
de prever lo que era previsible), imprudencia (el agente tomo todas las precauciones aconsejadas, y
no siendo estas suficientes para evitar el daño previsible se decidió, no obstante a la acción con la
esperanza de que el daño no se produjese, se asume en forma conciente un riesgo extraordinario), y
la impericia (se omite aplicar las reglas del arte o profesión).
El dolo se caracteriza porque el autor del acto contrario a derecho lo realiza a
sabiendas (conciencia de ilicitud) con intención de dañar a la persona o los derechos de otro.
El CCC define en el art. 1724: Factores subjetivos. Son factores subjetivos de
atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de la diligencia debida según la
naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la
imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión. El dolo se configura por la
producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos.
La responsabilidad puede basarse tanto en factores subjetivos cuanto
objetivos, estableciendo como norma residual, que ante la ausencia de la ley, el factor de atribución
es la culpa. Ambos factores hoy tienen la misma jerarquía.
El artículo 1721 nos habla de los factores de atribución y establece que
“Factores de atribución. La atribución de un daño al responsable puede basarse en factores
objetivos o subjetivos. En ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa”.
En cuanto a la responsabilidad civil directa, el art. 1749 establece como,
Sujetos responsables. Es responsable directo quien incumple una obligación u ocasiona un daño
injustificado por acción u omisión.
El autor de un daño causado por un acto involuntario responde por razones
de equidad (1750, CCC). El acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera
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responsabilidad para su autor, sin perjuicio de la que corresponde a título personal a quien ejerce
esa fuerza.
Si varias personas participan en la producción del daño que tiene una causa
única, se aplican las reglas de las obligaciones solidarias. Si la pluralidad deriva de causas distintas,
se aplican las reglas de las obligaciones concurrentes (art. 1751, CCC).
Finalmente, el nuevo cuerpo legal regula una figura que no estaba en el
anterior Código Civil. El supuesto del encubridor, que responde en la medida que su cooperación ha
causado daño (art. 1752 CCC).
El factor de atribución objetivo en el CCC
En las legislaciones modernas la responsabilidad objetiva ha sido acogida, sin
perjuicio del principio general de la culpa.
Esa responsabilidad asumió la forma genérica de garantía (responsabilidad
del principal por los daños de los dependientes) y, en ciertas situaciones, la más específica del riesgo.
Con esta última expresión la ley alude a un supuesto de peligro mayor que el ordinario, riesgo
significa “contingencia o proximidad de un daño”.
La teoría del riesgo creado puede ser sintetizada de la siguiente manera:
QUIEN SE SIRVE DE COSAS QUE POR SU NATURALEZA O MODO DE EMPLEO GENERAN RIESGOS
POTENCIALES A TERCEROS, DEBE RESPONDER POR LOS DAÑOS QUE ELLAS ORIGINAN.
Esta teoría responde plenamente a la concepción solidarista del derecho,
para la cual no resulta indiferente que existan daños injustamente causados sin la debida reparación
(Catan Tobeñas). También armoniza plenamente con la doctrina social cristiana que la Iglesia Católica
pregona desde hace varias décadas a través de varias encíclicas. Esta concepción fue introducida
nuestro sistema de responsabilidad por la ley 17711 y la mantiene el CCC.
Ya vimos que el artículo 1721, CCC, prescribe que la atribución de un daño al
responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos.
La nueva legislación civil y comercial establece que el factor de atribución es
objetivo cuando la culpa del agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En
tales casos, el responsable se libera demostrando la causa ajena, excepto disposición legal en
contrario (1722, CCC Factor objetivo. El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente
es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se libera
demos-trando la causa ajena, excepto disposición legal en contrario).
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También el CCC agrega que cuando de las circunstancias de la obligación, o


de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado, su
responsabilidad es objetiva (art. 1723 Responsabilidad objetiva. Cuando de las circunstancias de la
obligación, o de lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado
determinado, su responsabilidad es objetiva).
El CCC trata la responsabilidad de la intervención de cosas y ciertas
actividades.
En el artículo 1757 trata la responsabilidad civil derivada del hecho de las
cosas y actividades riesgosas, y señala que “toda persona responde por el daño causado por el
riesgo o vicio de las cosas, o de las actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza,
por los medios empleados o por las circunstancias de su realización. La responsabilidad es objetiva.
No son eximentes la autorización administrativa para el uso de la cosa o la realización de la
actividad, ni el cumplimiento de las técnicas de prevención”.
El art. 1758 refiere a quienes son los sujetos responsables, estableciendo que
“El dueño y el guardián son responsables concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera
guardián a quien ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien
obtiene un provecho de ella. El dueño y el guardián no responden si prueban que la cosa fue usada
en contra de su voluntad expresa o presunta. En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde
quien la realiza, se sirve u obtiene provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la
legislación especial”.
Además, dice el art. 1759, CCC que la responsabilidad por el daño causado
por animales, cualquiera sea su especie, queda comprendido en el artículo 1757.
También dentro de los supuestos especiales de responsabilidad civil el CCC
regula el supuesto de daños por accidentes de tránsito, en el art. 1769 estableciendo que “Los
artículos referidos a la responsabilidad derivada de la intervención de cosas se aplican a los daños
causados por la circulación de vehículos”.
La responsabilidad por el hecho ajeno o indirecta en el CCC
Se aborda la responsabilidad por el hecho de terceros.
Veamos las disposiciones que regulan esta cuestión:
ARTICULO 1753.- Responsabilidad del principal por el hecho del
dependiente. El principal responde objetivamente por los daños que causen los que están bajo su
dependencia, o las personas de las cuales se sirve para el cumplimiento de sus obligaciones, cuando
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el hecho dañoso acaece en ejercicio o con ocasión de las funciones encomendadas. La falta de
discernimiento del dependiente no excusa al principal. La responsabilidad del principal es
concurrente con la del dependiente.
No todo hecho del dependiente compromete la responsabilidad del principal.
Es menester que haya una relación entre las tareas encomendadas o permitidas y el hecho dañoso
(el daño debe haber sido producido por el dependiente en ejercicio o en ocasión de sus tareas o
funciones. Según Borda la responsabilidad del principal debe admitirse siempre que haya una
razonable relación entre las funciones y el daño. Condiciones de la responsabilidad:
a) que haya una relación de dependencia entre el responsable y el autor del
daño,
b) que el daño haya sido cometido con motivo del trabajo,
c) que el daño haya sido originado en un hecho ilícito, es decir que debe
mediar dolo o culpa del dependiente.
ARTICULO 1754.- Hecho de los hijos. Los padres son solidariamente
responsables por los daños causados por los hijos que se encuentran bajo su responsabilidad
parental y que habitan con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad personal y concurrente que
pueda caber a los hijos. ARTICULO 1755.- Cesación de la responsabilidad paterna. La
responsabilidad de los padres es objetiva, y cesa si el hijo menor de edad es puesto bajo la vigilancia
de otra persona, transitoria o permanentemente. No cesa en el supuesto previsto en el artículo 643.
Los padres no se liberan, aunque el hijo menor de edad no conviva con ellos, si esta circunstancia
deriva de una causa que les es atribuible. Los padres no responden por los daños causados por sus
hijos en tareas inherentes al ejercicio de su profesión o de funciones subordinadas encomendadas
por terceros. Tampoco responden por el incumplimiento de obligaciones contractuales válidamente
contraídas por sus hijos.
ARTICULO 643.- Delegación del ejercicio. En el interés del hijo y por razones
suficientemente justificadas, los progenitores pueden convenir que el ejercicio de la responsabilidad
parental sea otorgado a un pariente, sin perjuicio de lo establecido en el artículo 674. El acuerdo con
la persona que acepta la delegación debe ser homologado judicialmente, debiendo oírse
necesariamente al hijo. Tiene un plazo máximo de un año, pudiendo renovarse judicialmente por
razones debidamente fundadas, por un período más con participación de las partes involucradas.
Los progenitores conservan la titularidad de la responsabilidad parental, y mantienen el derecho a
supervisar la crianza y educación del hijo en función de sus posibilidades.
16

ARTICULO 1756.- Otras personas encargadas. Los delegados en el ejercicio


de la responsabilidad parental, los tutores y los curadores son responsables como los padres por el
daño causado por quienes están a su cargo. Sin embargo, se liberan si acreditan que les ha sido
imposible evitar el daño; tal imposibilidad no resulta de la mera circunstancia de haber sucedido el
hecho fuera de su presencia. El establecimiento que tiene a su cargo personas internadas responde
por la negligencia en el cuidado de quienes, transitoria o permanentemente, han sido puestas bajo
su vigilancia y control.
ARTICULO 1767.- Responsabilidad de los establecimientos educativos. El
titular de un establecimiento educativo responde por el daño causado o sufrido por sus alumnos
menores de edad cuando se hallen o deban hallarse bajo el control de la autoridad escolar. La
responsabilidad es objetiva y se exime sólo con la prueba del caso fortuito. El establecimiento
educativo debe contratar un seguro de responsabilidad civil, de acuerdo a los requisitos que fije la
autoridad en materia aseguradora. Esta norma no se aplica a los establecimientos de educación
superior o universitaria.
3) NEXO CAUSAL
Concepto: es la vinculación o atribución material del resultado dañoso con la
conducta del autor. Stuart Mill nos dice que causa en el conjunto de condiciones, factores o fuerzas
concurrentes para que un resultado se produzca. Jurídicamente es necesario determinar cual de
esas condiciones es la adecuada para ocasionar el daño.
Vélez Sarsfield adoptó la teoría de la causalidad adecuada (el autor de un
daño responde por las consecuencias que suceden de acuerdo al curso normal y ordinario de las
cosas). El principal exponente de esta teoría es el jurista Von Kries.
El CCC mantiene la teoría de la causalidad adecuada.
En su artículo 1726, al tratar el nexo causal dice: Relación causal. Son
reparables las consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho
productor del daño. Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias
inmediatas y las mediatas previsibles.
En el art. 1727 se definen las consecuencias. “Tipos de consecuencias. Las
consecuencias de un hecho que acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de las
cosas, se llaman en este Código ‘consecuencias inmediatas’. Las consecuencias que resultan
solamente de la conexión de un hecho con un acontecimiento distinto, se llaman ‘consecuencias
mediatas’. Las consecuencias mediatas que no pueden preverse se llaman ‘consecuencias casuales’.
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El CCC también ha incorporado una norma similar a la del art. 902 del código
de Vélez y este dispositivo es importante pues apunta a la situación particular de cada uno de los
sujetos que provocan un daño y así el artículo 1725, dice Valoración de la conducta. Cuanto mayor
sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia
exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las consecuencias. Cuando existe una
confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las condiciones particulares de
las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial, o la facultad
intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza
especial entre las partes. En estos casos, se estima el grado de responsabilidad, por la condición
especial del agente.
Cuando se trata de responsabilidad derivada de un incumplimiento
contractual, el art. 1728, en lo que atañe al nexo causal y las consecuencias por las que se responde,
dice: “Previsibilidad contractual. En los contratos se responde por las consecuencias que las partes
previeron o pudieron haber previsto al momento de su celebración. Cuando existe dolo del deudor,
la responsabilidad se fija tomando en cuenta estas consecuencias también al momento del
incumplimiento”.
La nueva legislación ha regulado en forma sistemática las eximentes que
interrumpen el nexo causal: hecho del damnificado, caso fortuito y hecho de un tercero. Veamos que
dicen las normas:
ARTICULO 1729.- Hecho del damnificado. La responsabilidad puede ser
excluida o limitada por la incidencia del hecho del damnificado en la producción del daño, excepto
que la ley o el contrato dispongan que debe tratarse de su culpa, de su dolo, o de cualquier otra
circunstancia especial.
ARTICULO 1730.- Caso fortuito. Fuerza mayor. Se considera caso fortuito o
fuerza mayor al hecho que no ha podido ser previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser
evitado. El caso fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario.
Este Código emplea los términos “caso fortuito” y “fuerza mayor” como sinónimos.
ARTICULO 1731.- Hecho de un tercero. Para eximir de responsabilidad, total
o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe responder debe reunir los caracteres
del caso fortuito.
A los fines de explicitar un tema que resulta sumamente empírico y
casuístico, se suministran algunos ejemplos que aporta la doctrina:
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Consecuencia inmediata (acostumbra suceder, según el curso natural y


ordinario de las cosas).
La venta de ganado enfermo, que muere por ella, luego de recibida por el
comprador.
La lesión y rotura de la vestimenta del peatón que es atropellado por un
vehículo.
Consecuencia mediata (resultan solamente de la conexión de un hecho con
un acontecimiento distinto).
La venta de un animal enfermo que contagia al resto de aquellos que se
encuentran en el lugar del comprador donde es trasladado
El agravamiento del lesionado por una afección que padecía.
Entre las primeras y segundas se observa la existencia de un elemento
principal objetivo y otro complementario subjetivo, donde impera, para distinguir una de otra un
criterio de probabilidad. El elemento subjetivo es la previsibilidad del sujeto, entendida como la
posibilidad de prever el acontecimiento subsiguiente.
Consecuencias casuales (consecuencias mediatas que no pueden preverse).
Los animales enfermos y los contagiados, mueren y ello provoca la quiebra
del comprador de aquellos.
El fallecimiento del lesionado por una infección hospitalaria.
Resumiendo, podemos decir, haciendo hipotéticas secuencias de hechos y
acontecimientos posteriores:
Frente a la venta de animales enfermos, su muerte es consecuencia
inmediata, el contagio a otros, sería mediata y la cesación de pagos que sufre el comprador, por
esas pérdidas, es una consecuencia casual.
Las lesiones que sufre el atropellado y daños en sus ropas (inmediata), el
agravamiento de la víctima por una enfermedad que padecía (mediata), su muerte por una
infección hospitalaria (casual).

DISPOSICIONES SOBRE PRUEBA EN EL CCC


Prueba de los factores de atribución y de las eximentes.
Excepto disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y
de las circunstancias eximentes corresponde a quien los alega (1734).
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También el CCC ha incorporado a su texto legal la denominada teoría de las


cargas probatorias dinámicas, cuando en su art. 1735 dice:
“No obstante, el juez puede distribuir la carga de la prueba de la culpa o de
haber actuado con la diligencia debida, ponderando cuál de las partes se halla en mejor situación
para aportarla. Si el juez lo considera pertinente, durante el proceso debe comunicar a las partes
que aplicará este criterio, de modo de permitir a los litigantes ofrecer y producir los elementos de
convicción que hagan a su defensa”.
Respecto de la carga de la prueba del nexo causal corresponde a quien la
alega, excepto que la ley la impute o la presuma. La carga de la prueba de la causa ajena, o de la
imposibilidad de cumplimiento, recae sobre quien la invoca (1746)
DAÑO RESARCIBLE E INDEMNIZACIÓN EN EL CCC
En el CCC, se ha innovado en materia de la conceptualización del daño,
reconociendo dos Especies:
daño material
Indemnización de las consecuencias no patrimoniales (daño moral)
Existe una doble acepción de esta voz daño; en sentido amplio, daño es toda
lesión, ofensa o menoscabo de un derecho, bien o interés jurídico. En un sentido estricto, el daño
resarcible, como presupuesto de la responsabilidad civil, es el menoscabo o consecuencia perjudicial
que se deriva de la referida lesión. No hay responsabilidad civil sin daño causado
Daño material: daño emergente o pérdidas, y lucro cesante o intereses.
Recae sobre los valores económicos (cosas, objetos, bienes personales como
capacidades o aptitudes para el trabajo). Puede ser presente o futuro.
Sus requisitos son: relación de causalidad, certeza (probabilidad objetiva),
personal y lesión a un interés.
El daño material afecta de manera directa al patrimonio de la víctima, ya sea
por la efectiva disminución de éste, por la destrucción de bienes que lo componen (caso del
automóvil afectado en un accidente de tránsito) o los gastos que debe realizar a raíz del evento
dañoso (gastos de medicamento o sanatoriales por las lesiones sufridas), se llama daño emergente.
Cuando se trata de una afectación patrimonial motivada en la falta de
ingresos que, de no haber sucedido el evento dañoso, se hubieran percibido (como es la ganancia
del taxista que trabaja con el automóvil siniestrado, y que la deja de percibir mientras es reparado), o
la pérdida de chance que es la disminución patrimonial motivada en la falta de ingresos que
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resultaban previsibles (caso del hijo que fallece y frustra la expectativa de ayuda que pudieran tener
sus padres para su vejez), como así también el daño estético (cuando la afección física, produce,
además de un daño moral, alguna consecuencia en la actividad de la víctima, caso de la modelo que
sufre una lesión en su rostro, lo que perjudica su profesión), tales variantes se conocen como lucro
cesante.
Art. 1737, “Concepto de daño. Hay daño cuando se lesiona un derecho o un
interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o
un derecho de incidencia colectiva.
Art. 1738, “Indemnización. La indemnización comprende la pérdida o
disminución del patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio económico esperado de
acuerdo a la probabilidad objetiva de su obtención y la pérdida de chances. Incluye especialmente
las consecuencias de la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad
personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la
interferencia en su proyecto de vida”.
Art. 1739, “Requisitos. Para la procedencia de la indemnización debe existir
un perjuicio directo o indirecto, actual o futuro, cierto y subsistente. La pérdida de chance es
indemnizable en la medida en que su contingencia sea razonable y guarde una adecuada relación
de causalidad con el hecho generador.
Art. 1740, “Reparación plena. La reparación del daño debe ser plena.
Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso, sea por
el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico, excepto que sea
parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en
dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el
juez puede, a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a
costa del responsable”.
Indemnización de las consecuencias no patrimoniales (daño moral)
El CCC no habla más de daño moral, porque ahora regula este último bajo la
denominación de indemnización de las consecuencias no patrimoniales.
El artículo 1741 al regular estas últimas dice: “Indemnización de las
consecuencias no patrimoniales. Está legitimado para reclamar la indemnización de las
consecuencias no patrimoniales el damnificado directo. Si del hecho resulta su muerte o sufre gran
discapacidad también tienen legitimación a título personal, según las circunstancias, los
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ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes convivían con aquél recibiendo trato familiar
ostensible. La acción sólo se transmite a los sucesores universales del legitimado si es interpuesta
por éste. El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y
compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas.
Este daño no patrimonial (moral) importa una minoración en la subjetividad
de la persona derivada de la lesión a un interés no patrimonial.
Se trata de una modificación disvaliosa del espíritu, en el desenvolvimiento
de la capacidad de entender, querer o sentir, consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial,
que habrá de traducirse en un modo de estar diferente de aquel que se hallaba la persona antes del
hecho, como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial (angustia, dolor, tristeza, etc.). Sus
requisitos son: cierto (actual o futuro), personal, lesiona un interés no patrimonial del damnificado
moral.
Tiene que ver con la afección que sufre quien ve modificada su apariencia
física (por la pérdida de un miembro, la presencia de cicatrices, etc.), que cambian su vida de relación
y la manera de afrontar la vida, a lo que se agrega el padecimiento de aquel que, consecuencia de
hecho, no puede seguir con su actividad laboral o, directamente queda postrado de por vida. No hay
que confundir con la pérdida de ingresos (que será lucro cesante), de lo que aquí se trata es del
padecimiento que sufre quien se encuentra afectado por una situación disvaliosa.
También puede suceder que del hecho se derive la muerte de la víctima, en
este caso la ley admite que ciertas personas pueden reclamar por el padecimiento que esa muerte
les produce.
En el CC esta posibilidad estaba limitada a los herederos forzosos
(ascendientes, descendientes y cónyuge -art. 1078- CC-), hoy esta limitación legal no se mantiene y
ya se encontraba en crisis pues la doctrina y jurisprudencia ampliaron la posibilidad de reclamo a a
otras personas que pueden acreditar igual o mayor afección espiritual que los mencionados (sería el
caso de hermanos, concubinos -hoy, convivientes-, novios o aquellos que demuestren una relación
con la víctima cuya desaparición física ha provocado un daño resarcible), la cuestión resulta
sumamente delicada y si bien no debe cerrarse la posibilidad de esa ampliación, también hay que
tener en cuenta que se trata de un daño intangible que, en definitiva, queda librado la prudente
arbitrio judicial, por lo que debe ser muy cauto el avance que sobre el punto llegara a concretarse.
Cuando del hecho no se deriva la muerte inmediata de la víctima, sino que
ésta se produce luego de un lapso de padecimiento, el reclamo por el daño moral correspondiente a
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esa circunstancia (el padecimiento de la víctima hasta el momento de su muerte), solo puede ser
continuada por los herederos cuando la acción ha sido promovida en vida por la propia víctima, de lo
contrario no es posible su iniciación, sin perjuicio de la acción que les competa como sucesores. La
acción por el padecimiento sufrido antes de la muerte de la víctima tiene carácter hereditario, el
reclamo por el daño moral motivado en la muerte del causante, es propio del heredero.
Alcances: principio de la reparación integral. Lo que se procura es, en la
medida de lo posible que se vuelvan las cosas al estado anterior al del hecho. En caso de que ello no
sea posible la cuestión se resuelve con una indemnización expresada en dinero.
El texto aludido ponía en evidencia los estrictos términos con que el
legislador decidió, en su momento, introducir la cuestión en el derecho positivo argentino (la norma
fue incorporada por la ley 17.711, sancionada, según sabemos, en el año 1968) y así se dispuso
limitar a los herederos forzosos la posibilidad de reclamar la reparación del daño moral ante el
fallecimiento de la víctima, y si bien ello en absoluto supone afirmar que hasta allí se limita el
abanico de posibles personas afectadas, ni mucho menos, lo que sucede es que, simplemente -o no
tanto-, y por una cuestión de lo que podría llamarse política legislativa, el objetivo ha sido
determinar cuáles son las personas legitimadas para reclamar una reparación de índole económica
por un sufrimiento que otras, también, pueden padecer y que el texto legal deja fuera de la
posibilidad de reclamo.
No por nada dejamos expresada la fecha (por lo demás, conocida por todos,
por la trascendencia de esa reforma) en que se incorpora la figura al CC, pues ello pone en evidencia,
cuanto menos dos cosas: por una parte que el reconocimiento jurídico -inserción legislativa
mediante-, es relativamente reciente en nuestro derecho positivo (medido en términos de evolución
de una figura legal) y, por la otra, que la sociedad -y en particular la Argentina- ha experimentado en
ese lapso (cercano al medio siglo -que no es mucho, pero sí, intenso-) numerosos y muy profundos
cambios que, en lo que aquí nos ocupa, involucran una clara modificación en la mirada, entre otras
muchas cosas, de la parejas que conviven sin estar casadas, formando, verdaderas familias
constituidas, con todo el cúmulo de afectos que es propio entre dos personas que comparten la vida
a través de un proyecto en común, más allá de que esa unión de vida no se haya visto formalizada.
Desde el punto de vista axiológico, en función de la modificación de la
plataforma fáctica que, en su momento pudo haber inspirado la norma, se produce la necesaria tarea
de interpretación que procure la vigencia del dispositivo (el trialismo en cuanto doctrina que
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propone el análisis del mundo jurídico desde los tres grandes elementos que lo integran -conductas,
normas y valores-, suministra una visión adecuada sobre la cuestión y facilita su entendimiento).
Estos profundos cambios habidos en la sociedad y, fundamentalmente, la
recepción que ha tenido en ella, conducen a pensar que, a la luz de las actuales circunstancias, la
limitación que el precepto contiene, en cuanto excluye de la posibilidad de resarcimiento a
determinadas personas, por la condición que revisten y no en función del daño sufrido, se muestra
contrario a principios resarcitorios hoy generalmente atendidos.
En esa mirada, se afecta el principio de igualdad (art. 16, CN) con la limitación
que la norma establece e “implican una disparidad de tratamiento”, toda vez que la CSJN tiene
reconocido expresamente que el derecho a la reparación del daño tiene jerarquía constitucional
(Fallos, 308:1160; 308:1109).
El resarcimiento del daño moral ha mostrado un proceso de evolución que
tiene que ver con la propia concepción de la persona y su protección jurídica, y que se traduce en la
posibilidad de admitir como circunstancias tutelables a aquéllas que antes no lo eran, siendo
menester que nos mantengamos atentos a circunstancias que, por los nuevos enfoques sobre la
sociedad, la economía y la propia visión del hombre (como sujeto y objeto del derecho, en cuanto
destinatario final de toda regulación normativa). Las miradas nuevas o distintas a las que antes se
tenían de determinadas cuestiones hacen que hoy aparezca evidenciado como una válida manera de
percibir aquello que antes no era reconocido.
Esa apertura en la concepción, en este caso resarcitoria, supone estar
(pre)dispuestos a brindar respuesta a situaciones que antes no eran atendidas, por no haber sido así
percibidas o, derechamente, ignoradas. El cambio de paradigma exige, cuanto menos, evaluar la
posibilidad de otra mirada y así, será posible evaluar la posibilidad de indemnizar por daño moral a la
persona que ha convivido con la víctima en estado de aparente matrimonio, a un hermano u otros
familiares o, incluso personas unidas por una amistad que, por las características de cada caso,
demuestren la efectiva existencia de ese daño.
Esta corriente de pensamiento ha recibido expresa recepción legislativa,
ampliándose el ámbito de la posibilidad de alcance de los sujetos activos de este reclamo, de una
manera más acorde a los conceptos actuales y, fundamentalmente, a la realidad familias actual.
Desde que la convivencia de no casados ha recibido tratamiento legislativo (Unidad 8), no reconocer
la posibilidad de resarcimiento al conviviente por la muerte injusta del otro, representada un
contrasentido insostenible.
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ARTICULO 1741.- Indemnización de las consecuencias no patrimoniales. Está


legitimado para reclamar la indemnización de las consecuencias no patrimoniales el damnificado
directo. Si del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también tienen legitimación a
título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y quienes
convivían con aquél recibiendo trato familiar ostensible.
La acción sólo se transmite a los sucesores universales del legitimado si es
interpuesta por éste.
El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones
sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas.
A su vez, queda regulado el alcance de la reparación en caso de fallecimiento:
ARTICULO 1745.- Indemnización por fallecimiento. En caso de muerte, la
indemnización debe consistir en:
a) los gastos necesarios para asistencia y posterior funeral de la víctima. El
derecho a repetirlos incumbe a quien los paga, aunque sea en razón de una obligación legal;
b) lo necesario para alimentos del cónyuge, del conviviente, de los hijos
menores de veintiún años de edad con derecho alimentario, de los hijos incapaces o con capacidad
restringida, aunque no hayan sido declarados tales judicialmente; esta indemnización procede aun
cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado indirecto; el juez, para fijar la
reparación, debe tener en cuenta el tiempo probable de vida de la víctima, sus condiciones
personales y las de los reclamantes;
c) la pérdida de chance de ayuda futura como consecuencia de la muerte de
los hijos; este derecho también compete a quien tenga la guarda del menor fallecido.
ARTICULO 1746.- Indemnización por lesiones o incapacidad física o psíquica.
En caso de lesiones o incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la indemnización
debe ser evaluada mediante la determinación de un capital, de tal modo que sus rentas cubran la
disminución de la aptitud del damnificado para realizar actividades productivas o económicamente
valorables, y que se agote al término del plazo en que razonablemente pudo continuar realizando
tales actividades. Se presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan
razonables en función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En el supuesto de incapacidad
permanente se debe indemnizar el daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea
remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al
damnificado.
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Art. 1743. Dispensa anticipada de la responsabilidad. Son inválidas las


cláusulas que eximen o limitan la obligación de indemnizar cuando afectan derechos indisponibles,
atentan contra la buena fe, las buenas costumbres o leyes imperativas, o son abusivas. Son también
inválidas si liberan anticipadamente, en forma total o parcial, del daño sufrido por dolo del deudor o
de las personas por las cuales debe responder.
Con respecto a la prueba del daño, éste debe ser acreditado por quien lo
invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja notorio de los propios hechos (1744
CCC).
RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL DE LA PERSONA JURÍDICA.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LAS PERSONAS JURÍDICAS EN EL CCC.
Regula este tema como un supuesto especial de responsabilidad civil en un
solo artículo. La persona jurídica responde por los daños que causen quienes las dirigen o
administran en ejercicio o con ocasión de sus funciones (artículo 1763).
Por actuación de directivos y de representantes (en ejercicio o con ocasión).
Por el hecho de los dependientes o cosas a su servicio (en ejercicio).
En el caso de quienes dirigen o administran a la persona jurídica, la
responsabilidad es por el ejercicio o en ocasión de sus funciones, lo que significa que el ente
colectivo responde por los daños que el directivo produce en su actuar funcional (por ejemplo
mientras se relaciona con personas que contratan con la sociedad y las daña), pero también en
aquellos casos en que el perjuicio se produce por la función que desempeña, la que facilita el
acaecer dañoso, aun cuando sea ajeno a la actividad, un ejemplo de esto lo podemos encontrar en el
acoso de un directivo/a hacia un empleado/a, que es posible por la autoridad que aquel ejerce sobre
éste, la persona jurídica responderá por estos daños, independientemente de la personal que asuma
el autor del daño.
En el caso de los empleados la situación es similar a la del agente que
depende de una persona individual, el principal responde por el hecho del dependiente, cuando el
daño es realizado en el ejercicio de las tareas encomendadas.
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO – SITUACION ACTUAL
La responsabilidad civil del Estado estaba regulada por las normas del
derecho privado (Código Civil y leyes complementarias).
A partir de la vigencia del CCC se ha producido un cambio total de la
cuestión.
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En efecto el CCC en su artículo 1764, apartándose de lo que se establecía en


el Anteproyecto originario”, consagra la inaplicabilidad de normas de la responsabilidad civil a la
responsabilidad del Estado de manera directa ni subsidiaria.
Y en el artículo 1765 se señala que la misma se regirá por las normas y
principios del derecho administrativo nacional o local según corresponda.
En cuanto a la responsabilidad del funcionario y del empleado público, el
artículo 1766 señala que: “Los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en el ejercicio de
sus funciones por no cumplir sino de una manera irregular las obligaciones legales que les están
impuestas se rigen por las normas y principios del derecho administrativo nacional o local, según
corresponda”.
La disposición transitoria cuarta del CCC (art. 9) establece que “La
responsabilidad del Estado nacional y de sus funcionarios por los hechos y omisiones cometidos en
el ejercicio de sus funciones será objeto de una ley especial.” (Corresponde a los artículos 1764, 1765
y 1766 del Código Civil y Comercial de la Nación).
El Estado nacional mediante ley 26944 (BO 8 de agosto de 2014), ha regulado
la responsabilidad del estado que rige en el ámbito nacional. El art. 11 de dicha ley ha invitado a las
provincias y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a adherir a los términos de esta ley para la
regulación de la responsabilidad estatal en sus ámbitos respectivos.

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