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NOTAS
2. Han quedado en pie varias repeticiones (págs. 88 y 210, 122 y 199, 148
y 167, 206 y sigs., y 219 y sigs., 291 y 305; las observaciones sobre el
carácter nacional de la actitud de Francia ante Alejandro se repiten en
págs. 96, 141 y sigs., 216; de Italia, págs. 97, 207 y sigs., 260 y sigs., y de
Alemania, págs 135, 179, 244, 248, 258, 262, 340) y errores de hecho. Así,
pág. 23: el Epitoma rei militaris de Vegecio no contiene anécdota alguna de
A., por más que así lo den a entender varios autores medievales que
confunden esta obra con los Stratege-tnatica de Frontino. Pág. 102: la
imaginaria anécdota que cuenta Giraldo de Gales no apunta al deterioro
moral de A., sino a su condición humana (cf. Gemina ecelesiastica, II, iv,
del mismo Giraldo, y los vs. 25 y sigs. del epitafio editado por A. Hilka,
«Studien zur Alexandersage», RF, XXIX, 1911, pág. 71, que quizá sean su
fuente). Pág. 120: «Dexter Chronologus», incluido entre los intérpretes
medievales de la profecía de Daniel, es superchería del jesuíta Jerónimo
Román de la Higuera, 1538-1611 (cf. J. Godoy Alcántara, Historia critica de
los falsos cronicones, Madrid, 1868, págs. 16-37 y 129-177; G. Cirot,
Mariana historien, Burdeos-París, 1905, págs. 226-236). Págs. 216, n. 1: la
referencia a M. Milá y Fontanals, De los trovadores en España, en Obras
completas, II, Madrid, 1889, pág. 528, está equivocada y no se encuentra
en todo el tomo.
10. Alusiones elativas: es. 218d, 351d, 351ab, 437c, la última sólo en el
ms. de El Escorial (ed. R. Menéndez Pidal, en Reliquias de la poesía épica
española, Madrid, 1951); ecos verbales: cf. es. 311cd, 460b, 484c, 517c,
604c, y Alexandre, es. 950cd, 2.477b, 2.598b, 137c, 1121a. Para episodios
configurados conforme al Alexandre, cf. La idea de la fama..., págs. 202 y
sigs.
15. Para don Juan Manuel, cf. RPh, IV, 1950-1951, págs. 169-184.—
Derivan del Pólicraticus las siguientes anécdotas de la Glosa de García de
Castrojeriz (ed. J. Beneyto Pérez, Madrid, 1947, 3 tomos): I, 94, príncipes y
sabios, más carta de Filipo a Aristóteles sobre el nacimiento de A. <
Pólicraticus, IV, vii (la carta se remonta a Aulo Gelio, IX, 3); I, 111, A. y el
pirata < Pólicraticus, III, xiv (con reinterpretación, favorable al rey, del relato
desfavorable de La ciudad de Dios, IV, iv; cf. Cary, págs. 99 y sigs.); I, 132,
paciencia de A. con su ayo Antígono < Pólicraticus, III, xiv (no hay fuente
antigua sobre este supuesto ayo de A.: la anécdota parece ser una de las
muchas fraguadas por Juan de Salisbury; cf. Cary, págs. 96, 159, 285); I,
138, frugalidad de A. < Pólicraticus, V, vii (< Frontino, IV, iii, a quien García
de Castrojeriz suele equivocar con Vegecio); I, 140, continencia <
Pólicraticus, V, vil (< Frontino, II, xi); I, 145, compasión < Pólicraticus, V, vii
(< Frontino, IV, vi, esta vez equivocado con «Valerio»); I, 168 y sig. = II, 62
= III, 175 y sig. grandeza de A. frente a Parmenión < Pólicraticus, VII, xxv
(< Valerio Máximo, VI, iv, ext. 3); II, 16, muerte de Calístenes <;
Pólicraticus, VIII, xiv (con reinterpretación, favorable al rey, del relato
desfavorable de Valerio Máximo, VII, n, ext. 11; cf. Cary, pág. 113); II, 209,
tropa reducida pero práctica < Policraticus, VI, xiv (< Frontino, IV, n); III, 67
= 315 y sig., carta en que Filipo reprocha a A. sus dádivas < Policraticus,
VIII, ii (< Cicerón, Sobre los deberes,II, xv, 53 y sigs., y Valerio Máximo, VII,
ii, ext. 10. García de Castrojeriz no parece haber comprendido bien el texto
del Policraticus; cf. Cary, págs. 87 y sigs.); III, 203, A. alaba a los jueces
que han fallado contra él < Policraticus, V, xii (¿fantaseo de Juan de
Salisbury?); III, 353, A. respetuoso de los templos < Policraticus, VI, vii
(según cita expresa de la Glosa; cf. Josefo, Antigüedades judaicas, XI, 317
y sigs.). — Anécdotas de la Glosa derivadas de tratados político-morales y
ejemplarios: I, 102, A. herido se reconoce mortal (cf. Cary, págs. 152 y sig.,
301, y Libro del consejo e de los consejeros, XII); I, 105 y sig. = III, 304, A.
escoge soldados viejos (< Justino, XI, vi, 4 y sigs.; cf. Cary, págs. 161, 303,
y Alejandreida, I, 249 y sigs.); I, 124, confía en su médico (< Valerio
Máximo, III, viii, ext. 6; cf. Cary, pág. 160); I, 155, liberalidad de A. y
mezquindad de Antígono (< Séneca, Sobre los beneficios, II, xvi; Cary,
págs. 86, 154, 279 y sig., 348, 350, 360, demuestra cómo la anécdota,
contada por Séneca para condenar los dos extremos, se convierte desde
Guillermo de Conches, Moralium dogma philosophorum, xiii, Giraldo de
Gales, Ve principis instructione, I, vm, y Brunetto Latini, Li livres dou tresor,
II, xcv, 7, en alabanza de A. Agréguese El caballero Cifar, ed. C. P. Wagner,
Ann Arbor, 1929, págs. 344 y sig., única anécdota de A. presente en esta
novela); II, 183, A. adquiere de su ayo «Leonildo» un defecto en su andar
(< San Jerónimo, Epístola CVII, 4; cf. Cary, págs. 288 y 304, sobre difusión
de esta anécdota en ejemplarios y en el tratado De eruditione principum, V,
9, de Guillermo Perrault, cuya huella española apunta el citado editor de la
Glosa, I, pág. xxix). — Presuponen lectura directa la anécdota de
Calístenes en versión desfavorable a A. (I, 168), tal como la había narrado
Valerio Máximo, VII, II, ext. 11, y las citas asimismo desfavorables de la
Epístola CXIII y de las Cuestiones naturales, III, Prefacio, de Séneca (III,
132 y 157), mientras parece indirecta la anécdota (I, 94) que reinterpreta
como humildad de A. lo que en Séneca, Epístola XCI, es un sarcasmo
contra su soberbia. — Comentario de un texto antiguo mediante otro
medieval: I, 55 y 324, la condena del ansia de dominio y saber por Séneca
(Epístola XCVIII; Sobre los beneficios, VII, ii; Cuestiones naturales, V, xviii)
mediante la exploración aérea y marítima difundida por la novela del
Seudo-Calístenes; I, 102 y sig., A. y la teoría de Anaxarco sobre la
pluralidad de los mundos (Valerio Máximo, VIII, xiv, ext. 2 < Policraticus,
VIII, v, y Dialogus creaturarum, LXXXII) mediante el lamento fúnebre de la
Alejandreida, X, 439 y sigs. — Fuentes exclusivamente medievales: I, 230-
237, «castigos» epistolares de Aristóteles según la traducción latina del
Secretum secretorum de Felipe de Trípoli; III, 377-386, resumen de historia
troyana según «lo que cuenta en la historia del Libro de Alexandre» (con
mención, pág. 385, de la Crónica troyana). Las fuentes medievales asoman
más brevemente: I, 94, al bajar al mar, A. «metió consigo vn gallo que le
certificasse las horas», según «el otro Alexandre, que llamaron mágico» (?)
(< ¿Historia de preliis, I2? Cf. Cary, pág. 341); I, 135, A., clemente con el
persa enviado por Darío para asesinarle (< Arcipreste León, Na'iuitas et
uictoria Alexandri Magni regis, ed. F. Pfister, Heidelberg, 1913, II, ix; cf.
Historia Alexandri Magni de Liegnitz, ed. A. Hilka, RF, XXIX, 1910, pág. 26,
y Cary, pág. 318); III, 374, ardid de tomar «muchas cibdades
encendiéndolas de dentro» con espejos cóncavos: parece un recuerdo
confuso de los espejos ustorios con que, según la leyenda, Arquimedes
incendió la flota romana y del espejo del Faro de Alejandría, en pie hasta el
siglo vm, que tanto excitó la fantasía medieval (cf. Hilka, ibid., págs. 5-9).
18. En las Glosas a sus Proverbios, es. 64 y sig., Santillana cita dos veces
a Séneca «en el su libro De beneficiis», pero no deriva directamente de él,
1.º, porque contra la intención expresa de Séneca, cuenta la anécdota en
alabanza de A., o sea, conforme a la reinterpretación medieval, y 2.°,
porque transforma al filósofo cínico y al veterano que, según Séneca, piden
dádivas a Antígono y a A. en «un pobre ome» y «un pequeño menestril».
Para causas y paralelos de esta última transformación, cf. Cary, págs. 361
y 364; añádase que, siendo corriente en la Edad Media el tipo del juglar
pedigüeño y la confusión de «c» y «t» en los mss., varios escritores
metamorfosearon sin más «Cynicus petiit talentum» en «el juglar Tínico ...
demandaua vn marco de oro» (García de Castrojeriz, Glosa, I, 155), «.i.
menestrier ... li demanda un besant» (Brunetto Latini, Li livres dou tresor, II,
xcv, 7). La novela del Seudo-Calístenes reemplaza el bochornoso motivo
que impulsó a Pausanias a asesinar a Filipo por el amor de Olimpias,
sospechosa de complicidad en el asesinato (cf. Justino, IX, vi y vii); el
vocalismo del nombre en el Infierno de los enamorados, c. 56 («Pausonia»)
sugiere la forma «Pausona» del Libro de Alexandre, es. 170a, 175b (ms. P:
Pausana), 178a (ms. P: Pausana), 180c, 182a.— Las únicas alusiones a A.
en la obra de Juan de Mena se encuentran, que yo sepa, en
composiciones de atribución dudosa: c. 14 de las veintisiete agregadas al
Laberinto, el ya citado «Dezir sobre la justicia» [Cancionero de Baena,
núm. 340) y el «Razonamiento ques faze Johan de Mena con la Muerte»
(Cancionero castellano..., ed. Foulché-Delbosc, I, núm. 35); cf. 7«a« de
Mena, poeta del prerrenacimiento español, México, 1950, pp. 106-110; a
los argumentos contra la paternidad de Mena, Agréguese la mención de
«don Ector el troyano, Rey Artús e Cario Magno» en el «Razonamiento».
— A. en la poesía de Gómez Manrique: como arquetipo de esfuerzo
(continuación de las Coplas contra los pecados mortales de Juan de Mena,
Cancionero castellano..., I, pág. 143b), de franqueza (ibid., II, núms. 368, c.
1; 417, c. 1, frente a Midas, arquetipo de riqueza), de templanza y fortaleza
(núm. 376; es. 74 y 79); como ejemplo ascético (núm. 377, c. 27). De las
obras en prosa, el prólogo al Conde de Benavente (Cancionero..., II, págs.
2a y sig.) trata de César ante el sepulcro de A. (< Lucano, X, 19 y sigs.,
contaminado con Suetonio, I, vii, 1), de la carta de Filipo a Aristóteles y de
la preferencia de A. por los veteranos (cf. n. 15); el comentario a la c. 14 de
la Consolatoria a doña Juana Manrique, Condesa de Castro (ibid., núm.
375, pág. 61b), cuenta la anécdota de César ante la estatua de A. en
Gades, fiel al citado texto de Suetonio.
20. Embajada a Tamerlán, ed. F. López Estrada, Madrid, 1943, págs. 110 y
sig. y 142: en este último pasaje González de Clavijo (o su fuente de
información) sustituyen a Beso, el sátrapa traidor a Darío, apresado en la
llanura del Amu Dariya, el Oxo de la Antigüedad, por un enemigo más
ilustre, Poro, rey de la India.
24. Juan Rodríguez del Padrón, Triunfo de las donas (Obras, ed. A. Paz y
Mélia, Madrid, 1884, pág. 115). — «Letra que fue embiada por los citas a
Alexandre» (Cancionero de Herberay des Essarts, ed. Ch.-V. Aubrun,
Burdeos, 1951, núm. 111, págs. 15 y sig.): para el papel de este motivo en
la leyenda de A., cf. Cary, págs. 149, 173, 298 y sig., y n. 21 sobre Libro de
exemplos por a.b.c, XV; para su huella en el Reloj de príncipes, cf. RFH,
VII, 1946, pág. 362. El profesor Aubrun, ibid., pág. liv, menciona un
«Razonamiento de Demóstenes a Alexandre» atribuido a Pere Torrellas en
un ms. inédito de la Biblioteca Nacional de París. — Historia de la Poncella
de Francia (ed. C. Savignac, RHi, LXVI, 1926; pág. 579, A. recordado entre
los Nueve de la Fama: cf. Cary, págs. 246 y sigs., 343 y sig.; pág. 573,
entre los ejemplos de noble ambición; pág. 590, entre los parangones
sobrepasados por Juana de Arco; págs. 572 y sigs.: Juana cuenta la
anécdota de la quema del rico botín según la ha leído «en las cosas de
Alexandre»: cf. Alejandreida, VII, vs. 49 y sigs., y Libro de Alexandre, es.
1.889 y sigs.; págs. 586 y sig., anécdota de A. y su médico,
primorosamente fantaseada; pág. 578: Darío, víctima de Fortuna.
26. Arcipreste León, ed. F. Pfister, I, xxiv: «ut uictorialis existeres»; xxxviii:
«me esse uictorialem»; II, xxi: «constituere me uictorialem», etc. Para A. en
el Victorial, cf. La idea de la fama en la Edad Media castellana, págs. 239 y
sig., y «Alejandro en Jerusalén», págs. 193 y sig. Para el envenenamiento
de A., ejecutado, según la inquina antisemita del Victorial (ed. J. de M.
Carriazo, Madrid, 1940, pág. 17), por «el conde Antipat» en trato con los
judíos, cf. la Historia Alexandri Magni de Liegnitz (pág. 30) que, al nombrar
a Antípatro, especifica: «de cuius genere postea fuit Herodes», sin duda
por asociación con Antípatro el idumeo, padre del rey Herodes; Diego
Rodríguez de Almela, Valerio de las historias de la Sagrada Escritura y de
los hechos de España (ed. J. A. Moreno, Madrid, 1783, págs. 297 y 306),
llama a dicho rey «Herodes Antípater»; quizá el nombre de su hijo, el
tetrarca Herodes Antipas de los Evangelios, contribuyera a la confusión.
Agréguese además la mención de A., a una con Hércules y Atila, como
guerrero invicto (pág. 43); la de su especial lactancia (pág. 62, ¿< Libro de
Alexandre, c. 7?), y el experimento para probar que el corazón crece con la
buenandanza (págs. 233 y sig. < Buenos proverbios, p. 36). — Para las
otras dos crónicas, cf. La idea de la fama..., págs. 244, 250 y sig., 254. —
Es muy verosímil que el recuerdo de los preceptos de Aristóteles a A.,
desarrollados en el Libro de Alexandre, el Poema de Fernán González y el
Victorial, haya sugerido a Diego Enríquez del Castillo los consejos que en
su Crónica de Enrique IV (ed. J. M. de Flores, Madrid, 2.ª ed., págs. 17 y
sigs.) imparte el Marqués de Santillana cuando el Rey «hizo cortes
generales e determinó hacer guerra contra los moros». — Rodríguez de
Almela, Valerio de las historias, pág. 114: «Alexandre y otros» como
ejemplo de confianza temeraria; pág. 298: discusión del testamento de A.
(< Pedro Coméstor, Historia scholastica, FL, CXCVIII, col. 1.498); págs. 26
y 31 y sig.: A. en Jerusalén y A. con las Diez Tribus (< ibid., cols. 1.486 y
sigs., incluso la trillada moraleja, cf. Cary, págs. 18, 73, 132, 296). —
Menciones tópicas de A. como dechado de liberalidad y clemencia se
hallan en otros escritos de Valera: dedicatoria del Tratado de armas, pág.
245; carta a Juan II inserta en su Crónica abreviada (en Memorial de
diversas hazañas, ed. J. de M. Carriazo, Madrid, 1941, pág. 320). — No ha
sido identificada, que yo sepa, la Copilación del Gran Alexandre e Aníbal
emperador de Cartago e Cipión Africano de donde tomó los apotegmas
míms. 3.058-3.063 la Floresta de philósophos, atribuida a Fernán Pérez de
Guzmán, ed. R. Foulché-Delbosc, RHi, XI, 1904, pág. 146.
27. Cf. G. Millet, «L'Ascension d'Alexandre», Syria, IV, 1923, pág. 117. El
mito del héroe —específicamente Etana, también Gilgamesh y Nemrod—
que sube al cielo en un águila para obtener la hierba de la vida o de la
juventud, fue muy popular en Babilonia desde los comienzos de la
civilización súmero-acadia, se transfirió a A., conquistador benévolo de
Babilonia, y penetró en la novela del Seudo-Calístenes probablemente por
conducto judío; cf. S. H. Langdon, Semitic (The Mythology of All Races, ed.
J. A. MacCulloch y G. F. Moore, t. V), Boston, 1931, págs. 171 y sigs., y del
mismo autor, The Legend of Etana and the Eagle, París, 1931. Además,
una leyenda oriental que penetró en la tradición judeocristiana (p. ej., san
Isidoro de Sevilla, Chronica maiora, ed. T. Mommsen, MGH, Auctores
antiquissimi, XI, 429; Pedro Coméstor, Historia scholastica, col. 1.089;
Lucas de Tuy, Chronicon mundi, ed. A. Schottus, Hispania illustrata,
Frankfurt, 1688, IV, 8 —donde, aunque se declara reproducir la Chronica
de San Isidoro, se la ofrece interpolada con la Historia scholastica— y su
romanceamiento, ed. J. Puyol, Madrid, 1926, págs. 23 y sigs.), enlaza a
Nemrod con la torre de Babel, erigida para escalar el cielo. Las dos
ascensiones de Nemrod acabaron por fundirse; cf. A. Wallis Budge, The
Alexander Book in Ethiopia, Oxford, 1933, pág. 17, n. 2.