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uns mmm LITERATURA RANI)OM HOUSE

<<Como las mejores novelas de ciencia ficción, Iménez


es un instrumento óptico, un telescopio de tiempo que
nos permite acceder, extremando apenas lo conocido,
a los límites pérturbadores de lo humano. Con gracia
literaria y ráfagas de humor negro y desencanto, Luis
Noriega logra arrancar del pesimismo pasajes memo-
rables, reflexiones ñlosóñcas y frases de gran altura.
Sus personajes tienen algo del heroísmo existencialis-
ta: el de vivir sin red ———ni Dios ni sociedad—, en au-
sencia de moral, y sostener pese a todo su libertad de
elegir, aun sin esperanza».
Guillermo Martíriez

<<La mejor novela de ciencia ficción latinoarñericana


que he leído es colombiana: Iménez, de Luis Noriega».
Bernardo Fernández, BEP

<<Noriega compuso un thriller de ciencia ficción que


a la vez es un policial, una distopía, una feroz críti-
ca social y a las instituciones, pero sobre todo una
excelente pintura del tipo de relaciones que se esta—
blecen en cualquier gran urbe latinoamericana, y lo
hizo como probablemente solo un latinoamericano
puede hacerlo». '
Laura Ponce

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y A/h'd'im'r/shin :'5 III! ¡mis !¡mzquilu (2()I4) y
('I libro LIC cucnlns Rd;m¡c's pam desconfiar
du sus zw1'nus (20I5), con el que obtuvo el
I'rcmio ! lispzmonmcrícano de Cuento Gabriel
(¡arcín Márquez 20 | 6. Iwénez
LUIS NORIEGA

Penguin Random House Grupo Editorial /


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LITERATURA RAND OM HOUSE
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otra vez

Título: Iménez

Primera edición en Literatura Random House: julio, 2018

© 2011, Luis Noriega


Este libro fue publicado por mediación de
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© 2018, de la presente edición en castellano para todo el mundo:
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ISBN: 978-958—5458-35—2

Compuesto en caracteres Garamond


Impreso por Editorial Nomos, S.A.

Pen%uin
Ran om House
Grupo Editon'al
Quienes se añlian al sistema de privilegios de Ciudad Andina están
obligados a suscribir un contrato de eliminación con una sección
más o menos autónoma llamada Determinación de Vacantes. Con
excepción de las sucursales encargadas de tramitar las solicitudes
de ingreso, Determinación de Vacantes es la única dependencia
del sistema que se encuentra fuera de los límites-de la Cúpula y
su personal lo componen exclusivamente individuos del exterior.
Su relativa autonomía 51€ en un primer momento una suerte de
subterfugio legal y solo en años recientes empieza a ser cuestio—
nada dentro del gobierno. Se dice a menudo que el contrato en—
tre un añliado y Determinación de Vacantes es muy diferente de
la afiliación propiamente dicha, pero la distinción es engañosa.
Decir que la eliminación de afiliados no es una consecuencia de
la afiliación, sino una elección libre de aquellos beneficiarios inca—
paces de “abandonar” el sistema por sí mismos antes de cumplir
los cuarenta y cinco años, es disfrazar los hechos. Decir que ello
no compromete la totalidad del sistema de privilegios es mentir.
Para todo af1liado, comparecer ante Determinación de Vacantes
es fumar una sentencia de muerte, un paso definitivo hacia la
marginación, la culpa y el miedo.

Alvaro Alvarez
Patologías de la abundantía, p. XVI.
DÍA UNO

Apenas me vio en el monitor, el tipo empezó a gritar


que él no había hecho la llamada, que debía haber al—
gún error, que uno de sus amigos había querido gas-
tarle una broma. Las inevitables excusas de los que se
arrepienten a última hora. De nada les sirve saber que
nunca funcionan. No hay errores. No hay amigos. No
hay bromas. “La histeria”, subrayaría el profesor Groot,
“no tiene obligación de ser' ingeniosa”. Cinco minutos
después, cuando comprobó que no me iba a ir, el tipo
cambió de estrategia:
———Solo quiero otra semana. Tiene que entender que
no sabía lo que hacía. ¡Por Dios! Esto no es fácil.
Era tarde. No me molesté en recordarle que nada
era fácil y que, como decían en la Central, si las cosas
fueran fáciles, Ciudad Andina no existiría. En cambio,
me repetí que Ciudad Andina existía, que el sistema no
tolera las dilaciones y que si el tipo no paraba de gritar
por el intercomunicador, abriría la puerta a patadas. An—
tes de que terminaran los diez minutos reglamentarios
(cláusula contractual número veintidós: sobre el ingreso

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violento ___a las residencias de Ciudad Andina), el tipo se Al regresar a casa, encontré al profesor Groot sentado
calmó, abrió la puerta y me invitó a sentarme en la sala. en las escaleras, esperándome. Quería entregarme en
Pospuse la oferta con un “gracias”, fui a la cocina, serví persona el último de sus volantes antes de irse a repar—
agua, lo hice sentarse en uno de esos cómodos sillones tirlos al bar de Chang. Una mentira, por supuesto. El
de cuero que no es extraño encontrar aún en los apar— sábado era un mal día para encontrar lectores, y uno
tamentos de los afiliados, y puse las pastillas sobre la pésimo para encontrar alguien que lo invitara a comer,
mesa. Cogió una y, sin quitarle la mirada, hizo un último incluso en el bar de Chang.
intento: me pidió perdón. No lo dejé continuar. Con la —A/freda Waljffuturálogo ——leí con interés fmgido.
mayor cortesía de la que fui capaz, le recordé que no —Es importante que la gente no olvide —recitó el
era un sacerdote, y que a menos que quisiera hablar de profesor con el convencimiento habitual.
otra cosa, solo me estaba haciendo perder el tiempo. No En realidad no tenía ningún interés en oír de nuevo
había nada más que decir. En silencio, continuó miran— “la historia del hombre que tras dedicar toda su obra a
do la pastilla hasta que, de repente, pareció decidirse. O imaginar un futuro lleno de libertades murió confma—
resignarse. Entonces se puso de pie, tomó el vaso y se do en los campos de purificación e higiene, la primera
la tragó. Como estaba algo retirado, no pude impedir víctima de la Gran Prohibición”, pero decidí que podía
que el vaso se rompiera contra el suelo. ofrecerle un café y lo invité a seguir. Acaso buscaba, ha—
Mientras metía el cuerpo en el incinerador, llamé a blando de lo que fuera, olvidar la cara del tipo pidiendo
Ingresos y Reacomodación para confirmar la nueva va— perdón. Fue inútil. Media hora después, el tema había
cante. Luego revisé las habitaciones en busca de tabaco dejado de ser el desgraciado Alfredo Wolf y la discuti—
o café, pero más allá de algún material pornográfico, el ble eficacia de los volantes del profesor.
tipo estaba limpio. Iba a salir cuando me di cuenta de ——Me enferma que los afiliados pidan perdón. Cuan—
que había olvidado las formas de sellamiento y tuve que do acepté el empleo, aún éramos los hombres de las
aguardar a que llegaran los de la limpieza. Treinta minu— pastillas. Los afiliados nos despreciaban, pero no nos
tos contemplando 10 que nuestra época llama “espacios tenían miedo. Eran orgullosos, arrogantes. Les gusta—
para vivir con clase”. ba alardear y echarnos en cara una vida a la cual nunca
tendríamos acceso.
—¿Y ahora?

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—Ahora no son más que una pandilla de llorones. Y
nosotros, claro, los encargados del perdón y el castigo.
———Bueno, del perdón sin duda no, pero del castigo. ..
—¿Castigo? Nadie los ha condenado. Firmaron un
contrato. Nosotros simplemente les ayudamos a cum—
plido. No somos verdugos. DÍA DOS
——Sin embargo, los llaman “ejecutores”.
—Sí, pero son ellos los que decidieron tener ejecu—
tores. Los reclutas que fueron a buscarme a la mañana siguien—
——Puede que sea así. Puede que ustedes solo sean te no sabían qué clase de problema tenía Villegas. Sa—
servicios fúnebres a domicilio, como dice su amigo Ma- bían que había llamado a la Central, que Gordon había
yorga. Pero la muerte no deja de ser la muerte por el ordenado buscarme, que Mayorga había advertido que
hecho de que para tenerla en la puerta baste hacer una yo intentaría negarrne, que Gordon era el que enviaba
llamada. El sistema de privilegios no ha conseguido mo— las tres libras de tabaco, que yo me levantaría y diría:
diflcat los terrores de nuestra especie. —El comisario conoce a sus muchachos.
En otras ocasiones le había oído aplicar la misma Cuando llegué al apartamento de Ciudad Andina, Ví—
sentencia, pero en ese momento me pareció una con— llegas estaba en la puerta, descompuesto, afónico. Con
clusión adecuada y así se lo hice saber. Lo miré esbo— dificultad articuló una frase: “Este es uno de los tuyos,
zando una sonrisa. yo ya hice lo que pude”. Me entregó las formas y, algo
—-—Profesor Groot, una taza de café hace de usted impropio de él, se marchó sin siquiera dar las gracias.
un iluminado. Tenía el estómago revuelto.
Me pidió que no lo molestara y que, obvia elección, Conocía a Villegas desde que entró a trabajar en De—
pasáramos al vino. Un brindis por los caídos en los cam— terminación de Vacantes. Sabía que no era de los que
pos de purificación e higiene, un brindis por las alacenas perdían con facilidad el control de la situación. No obs—
siempre bien provistas de Ciudad Andina, un brindis por tante, esta vez, el añ]i_ado había hecho una exigencia
el mercado negro de Chicó Oriental y así sucesivamente. para la que él no tenía respuesta: quería que lo metie—
¿Qué íbamos a comer? ran vivo al incinerador. El entrenamiento es inútil ante
eventualidades como esa y estoy seguro de que Villegas

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se dijo que no lo habían contratado para hacer esa clase La honestidad de los moribundos: bajo la cama, en
de “barbaridades” (cláusula contractual número treinta un compartimento más o menos oculto, había dos kilos
y cinco: sobre el recurso de oposición de conciencia). de café molido.
Era fácil reconstruir la escena. Primero, la entrada sin Hace muchos años, el truco del incinerador todavía
contratiempos. Después, la solicitud. Por último, un due—b tenía éxito. Provocaba renuncias y causó, mientras estu—
lo de gritos que Villegas no tenía posibilidades de ganar. vo de moda, la parálisis de Ingresos y Reacomodacíón
De hecho, cuando entré, el tipo seguía gritando desde la durante semanas. Incluso se llegó a hablar de suicidios.
cocina, todo el cuerpo dentro del incinerador, que esta— Es de suponer que Villegas conocía la historia de
ba en su derecho, que el contrato decía que él podía ele— Beltrán y, en particular, la versión de su viuda. Según
gir la forma, que lo de las pastillas era una convención, Gordon, Elías Beltrán fue un oficial modelo, experimen—
que él no era capaz de tragar ni una aspirina. Yo tam— tado, voluntarioso, sin discusión, el primero que supo
bién conocía las reglas (cláusulas contractuales número enfrentar el truco del incinerador como lo que era, un
cuatro: sobre los métodos de eliminación; número cin— truco, y cocinar vivo a quien quería que lo cocinaran
co: carácter protocolario de las pastillas; y número seis: vivo sin importar cuánto gritara después. Su viuda, en
preparación para la buena muerte). Convencido de que cambio, decía que Beltrán nunca logró convencerse de
Villegas regresaría con una forma de aplazamiento por que el truco del incinerador no era más que un truco,
incompetencia (cláusula contractual número once, inci— y había tomado sus propias pastillas tras pasar una se—
so diez), el tipo debió de entrar en pánico al verme en la mana repitiendº que no podía soportar el olor a carne
puerta de la cocina. Con un movimiento torpe y afanado quemada en la ropa. En ambos casos se trata de hechos
intentó salir del aparato, pero bastante esfuerzo le había (aunque, habría que agregar, de hechos distanciados en
costado meterse en él. Empezó a chillar cuando le cerré el tiempo), y en esa época un buen número de aflliados
la compuerta. Chilló aún más cuando presioné el botón consiguió prolongar sus plazos patrocinando la idea de
de encendido. Entonces recordé el tiempo desperdiciado que eran causa y efecto.
la tarde anterior y apagué. Veinte años después, lo de Beltrán no pasaba de ser un
———¿Alcohol? ¿Tabaco? ¿Café? cuento, como el del ejecutor caníbal (en cualquiera de sus
La cosa que había dentro articuló algo que me sonó dos versiones: la del que se hace rico vendiendo la carne
a “cama” y volví a poner el aparato en marcha. de sus afiliados en el mercado negro, “el carnicero”, o la

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/

del que los prepara al horno en sus propias cocinas, “el


gourmet”), pero sin el suflciente prestigio: mientras no
era extraño encontrarte con alguien que te hacía prome—
ter que no lo descuartizarías para la cena, solo un idiota
confiaba su suerte al truco del incinerador. En la Central
sobraban los Villegas, ahora amparados por la cláusula DÍA TRES
treinta y cinco, pero Gordon tenía a sus Iménez.
Ahora bien,lo de la carne quemada es inevitable.
—Si las ratas no hubieran acabado con los perros lil lunes por la mañana, el profesor Groot se invitó a
—razonaba el profesor Groot—, hoy podríamos co— un café y aprovechó la visita para preguntarme si había
mérnoslos, los filetes serían comunes, todos oleríamos escrito algo para sus amigos de la Universidad Repu—
a carne cada vez que nos diera la gana, y a ustedes nadie blicana de Madagascar. Tuve que recordarle que nunca
podría teconocerlos. había prometido escribir algo, y él volvió con el cuento
Nací tarde. El profesor Groot no llegó a conocer las de que el mundo necesitaba saber. Desde hacía ocho
vacas. Yo no alcancé ni a los perros. En este sentido, los años, cuando 10 rescaté de manos de una banda de tra—
ejecutores somos una víctima más de un error cometido ñcantes y le conseguí un apartamento en el piso de aba—
por los exploradores de Ganímedes. jo, no olvidaba repetir la solicitud todos los meses, con
puntualidad.
¿Saber qué? Llegué a la Central haciéndome la pre—
gunta. El sistema de privilegios era público. La Sociedad
de Naciones lo había alabado como el método más efl—
caz para el control de la población y eso que decidieron
llamar “aprovechamiento racional de la fuerza laboral
disponible”. Cada cierto tiempo el presidente recibía en
el palacio de la Constitución comités de notables afri—
canos o asiáticos interesados en implementar proyec—
tos similares en sus respectivas capitales, y hacía años
que había cúpulas o simulacros de cúpulas por todo el

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hemisferio. Durante sesenta y tres años, únicamente la pidiéndote que le hagas el amor mientras mastica las
Unión Caribe y las colonias en Marte y Cálíope habían pastillas de efecto retardado. Anécdotas de ejecutor: el
criticado el sistema, y eso de una manera bastante ambi— histérico que preñere lanzarse desde el piso cincuenta
gua porque, acto seguido, trasladaron sus embajadas al y nueve antes que tomar las pastillas. Más pesadillas de
interior de la Cúpula y aceptaron tratar solo con residen— ejecutor: el afiliado que apela a la cláusula seis y te re—
tes de pleno derecho, que, a diferencia de los afiliados, tiene las cuatro horas autorizadas de preparación para
pueden hacer turismo y dedicarse al comercio exterior. la buena muerte repasando los videos de infancia. Más
El hecho de que los afiliados tuvieran que esterilizatse fantasías de ejecutor (o, al menos, de este ejecutor): e1af1—
y ñrmar un contrato con Determinación de Vacantes liado que en lugar de fumárselos, atesora sus Mohicanos
era conocido y, sobre todo, celebrado. _ en la despensa, decenas, centenares de ellos. Mitologías
¿Qué era entonces lo que el mundo necesitaba co— de ejecutor: Layo, el of1cial que atiende la llamada de su
nocer? Me sabía de memoria la respuesta del profesor propio hijo, al que debe cocinar para que se cumpla el
Groot: “Las miserias de la vida cotidiana, los modos de destino y poder conservar el empleo.
existencia anómalos que ha creado el sistema de privi— De esa gimnasia me sacó Gordon. Había llamado el
legios, las amarguras de los afiliados y de todos los que general Arocha, alguna vez aspirante al Ministerio de
están al servicio de los af1h'ados, las vendedoras de óvu— Defensa, y quería saber si prefería ir acompañado. Pre—
los de Garcés Navas, las compradoras de óvulos de la gunté por Mayorga, pero había atendido la llamada de
Cúpula, los políticos convertidos en trañcantes de apla— la señorita Ciudad Andina 67 mientras yo solucionaba
zamientos, los médicos convertidos en mercaderes de lo de Villegas, y nadie lo había visto desde entonces.
un sistema fundado en la negación de la vida, los publi— ——La suerte siempre está con otros ——dijo.
cistas de Ingresos y Reacomodación, los reducidores de ——Y tanta suerte ha hecho de Mayorga un necrofíli—
Dotación y, por supuesto, ustedes, los amigos de Deter— co —dije cogiendo la f1cha.
minación de Vacantes”. En resumen, como le repliqué El comentario no le causó gracia. Preferí ir solo.
una tarde: las noticias de las nueve.
Repasando el tema conseguí elaborar una lista bastan—
te digna. Pesadillas de ejecutor: la gorda que no puedes
meter en el incinerador y debes cocinar directamente en El general Arocha consiguió sorprenderme. No me
la tina. Fantasías de ejecutor: la modelo de Agua Pura recibió, como esperaba, con una escolta dispuesta a

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//

insubordinarse contra la cláusula tres (irreversibilidad había sabido seleccionar las basuras que lo acompaña—
de las llamadas), no gritó, no intentó ningún truco. Es— rían en su próxima morada, y supuse que desear vivir
toico, tragó su pastilla sin agua, en posición de firmes, toda la eternidad vigilado por el retrato de su señora
en una sala llena de condecoraciones, mientras quince madre era alguna clase de perversión, una debilidad de
miembros del coro de veteranos interpretaban el him-l quien tiene huevos en una comunidad en la que los hue—
no nacional. Tales demostraciones no son raras entre vos no abundan. Dejé todo en el suelo y desaté al gato,
los afiliados que hacen carrera militar, aunque sí menos lo que me valió, pese al narcótico que Arocha había
comunes de lo que todos creen. A su manera, el general utilizado, un par de arañazos. Mientras metía por fm el
Arocha había conseguido fabricarse un funeral de héroe. cuerpo, renegué de la Iglesia Protocolombina y repetí
Por fortuna, las pastillas son tan eflcaces con los hé— mi decisión, siempre postergada, de af1liarme a la Or-
roes como con los cobardes, y apenas el general estuvo den de jesucristo Cosmonauta, que al menos promete
en el suelo despedí al coro. Me demoré sacando a los un más allá en el que no necesitarás equipaje.
morbosos que protestaban por no poder quedarse has— Además de un frasco de mostaza que destinaría a la
ta ver el cuerpo convertido en cenizas y a algún llorón mesa del profesor Groot, lo único digno de atención ,
que quería llevarse un recuerdo. Una vez me deshice del que había en las habitaciones del general era un copro—
público, pude continuar mi tarea y, segunda sorpresa, metabolizadot. Para ser más exactos, un TPS de nivel
descubrir que el general no cabía en el incinerador. Con cinco modelo 47, un tesoro de coleccionista. Calculé con
sú modesto metro setenta, Arocha no sobrepasaba la rapidez cuánto podía obtener por una maravilla como
media exigida por Dotación para el incinerador estándar, esa, y apunté que debía enseñátselo a Mayorga pata que
pero casos había visto. Tuve que sacar el cuerpo, quitarle supiera qué se había perdido por andar con sus reinas de
las botas y volver a empezar. Fue inútil. Antes del tercer belleza. Llamé a Ingresos y ReaComodación para conf1r—
intento, descubrí que algo se movía dentro del aparato. mar la nueva vacante e informar sobre el equipo militar
Para poder liberar al gato, tuve que meterme de ca— con el que el general había intentado marcharse al otro
beza y sacar las condecoraciones que no habían en— mundo, pero, es evidente, no solté ni una palabra sobre
cnntrado lugar en la sala, una colección de revólveres, el gato ni, mucho menos, sobre el TPS. Llevar el gato a
un retrato de la madre del general y una de esas radios casa fue más complicado de lo que imaginé. Sin máscara
para uso exclusivo de las fuerzas militares con las que para el pobre animal, era inútil intentar el subterráneo,
se divierten los traficantes de Chicó Oriental. El general y conseguir otra clase de transporte para abandonar

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/

Ciudad Andina es bastante difícil. Y el gato, ahora to— lil profesor Groot estaba en su apartamento, impri—
talmente despierto, contribuía a empeorar la situación. miendo una “edición corregida y aumentada” de uno de
Detuve sin éxito seis deslizadores. Esa es una de las co— sus volantes de mayor éxito (una semana de almuerzos,
sas que una insignia de Determinación de Vacantes no calculé). Lo saludé poniéndole la mostaza en la mano,
soluciona: los afiliados no pueden salir de la Cúpula y los pero, como era inevitable, halló más interesante el gato.
residentes autorizados a circular por el exterior suelen Lo alzó sin preguntar de dónde lo había sacado y aceptó
negarse o cobran recargos prohibitivos. Resuelto a no con gusto encargarse de él mientras yo preparaba algo
irme sin mi gato, opté por abandonar la Cúpula a pie y para los tres.
buscar algo afuera. Fue la pesadilla que había previsto. El gato, sin embargo, no evitó que me diera una con—
Tan pronto estuvimos a cielo abierto las ratas empeza— ferencia sobre cómo la legislación de convivencia del
ron a seguimos. Para evadirlas, decidí salir de la carre— treinta había dado origen a la figura del francotirador,
tera circunvalat y atravesar el antiguo cordón sanitario. y tampoco me ahorró la lectura en voz alta de su Breve
'l“”cnía la esperanza de encontrar transporte al llegar a génesis de la Cúpula: los debatesfníseculare; sobre vida dz¿gnay
Santo Domingo, pero dos francotiradores autorizados monopolio del aire.
a disparar primero y preguntar después estuvieron cerca Los comentarios del profesor se prolongaron más allá
de matarme en cuanto intenté refugiarme en los niveles de la cena. Lo dejé hablar mientras, fumando, repasaba
superiores. Terminamos en Santafé sin haber perdido a la lista de la mañana. Más anécdotas de ejecutor (por
las ratas y, como ya había tenido que hacer en el cordón desgracia, no de este ejecutor): el aflliado que ahorra
sanitario, saqué el incinerador portátil y cociné un par durante veinte años para pagar un soborno inútil. Más
que se acercaron demasiado. Había sido suficiente. Corrí rrútologías de ejecutor: Skywalker, el oficial que descubre
¡res o cuatro bloques hasta encontrar un acceso seguro que debe eliminar a su propio padre y renuncia a De—
a la autovía y con ayuda del coprometabolizador detu— terminación de Vacantes para ingresar a la Comunidad
ve el primer vehículo que pasó y me hice llevar a casa. de los Duendes Disléxicos. Y así sucesivamente. Hasta
(Zontento con deshacerse de mí, el conductor no es— irme a la cama.
peró pago alguno y se despidió con una alusión a las ali—
mañas de Chicó Oriental que fue fácil disculpar. Abrí la
puerta, dije “hogar, dulce hogar” y me olvidé del asunto.

28 29
de Determinación de Vacantes nunca ha sido una de las
prioridades del Ministerio), pero confiaba en que sería
algo más que mostrar al Congreso, siempre reacio a de—
clarar ilegales las prácticas religiosas más célebres de la
Cúpula. El consuelo final.
DÍA CUATRO —Me contaron que había un gato 4-díjo cuando me
disponía a salir de su of1cina.
——Los chismes vuelan.
——En los controles no están acostumbrados a ver
Los miembros de la Iglesia Protocolombina siempre han
salir gatos.
constituido un problema para Determinación de Vacan—
——Eso es cierto. Llevaba seis o siete años sin encon—
tes. No es extraño que quieran compañía en su viaje al
trar uno.
otro mundo, y en ocasiones la consiguen: la última vez
—Yo nunca tuve tanta suerte. ¿Me invitará a cono—
que a uno de ellos se le había ocurrido poner una bomba
cedo?
en 61 incineradot, tuvieron que demoler un ediñcio de
——Si está dispuesto a visitar Chicó Oriental. ..
veinte pisos y nosotros perdimos a Salcedo, que, según
——Estamos hablando de un gato.
el Libro, ahora está en el Reino, sirviendo como esclavo
——Y de uno precioso, se lo aseguro.
al creyente que se lo llevó consigo. Ttagedias de ejecutor.
Si el general hubiera querido una despedida con fuegos Una tos nos interrumpió. Era Montenegro. Si me pre—
guntan, el mayor cretino en la historia de Determinación
attiñciales y en lugar de un gato y una radio. ..
Bum.
de Vacantes. El único of1cial que tuteaba & Gordon y el
único que lo llamaba “jefe”.
E Iménez, como dice el poema, en átomos volando.
——_]efe, ¿tienes algún aplazamiento?
El general Arocha había preferido unas exequias mo—
Mi fastidio tuvo que ser evidente porque de inme—
destas, pero, como militar, tenía acceso a explosivos y la
diato agregó:
omisión de su filiación religiosa en la ficha del Ministerio
—Está siendo una semana dura.
de Inteligencia era, sentenció Gordon, “imperdonable”.
Sin hacer más comentarios, el comisario se apresuró a ¿Qué puta excusa era esa? Todas las semanas eran
duras. Todas. Para todos. Y aunque no hay cláusula que
redactar una nota de protesta. Sabía que la nota no ten—
se ocupe del tema, en la Central teníamos un código y
dría ningún efecto inmediato (la seguridad del personal

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30
ese código decía que los aplazamientos eran para los Acto seguido, empezó a gritar que mi obligación era
novatos. Montenegro hacía mucho que no lo era. Gor— cncinarla ahí mismo, lo que suponía no solo una anula—
don, sin embargo, tenía otra opinión y, peor aún, tenía ción del aplazamiento sino una violación del contrato:
dos aplazamientos. su aflliación seguía siendo Válida, ella no había hecho la
Para contrariar 3 Montenegro me apoderé de una de ' llamada. Mientras evadía su “¡Cocinemel, ¡cocineme!”,
las fichas que sujefe estaba a punto de entregarle. Gor— empecé a repasar los treinta y nueve incisos de la cláusula
don me dirigió una mirada de reproche, pero no hice once intentando encontrar uno aplicable a la situación.
caso y me concentté en la ficha: Ana Zimmermann, bac- De buena gana le hubiera disparado con el portátil,
terióloga, cuarenta y cuatro años, afllíada a los veintidós pero los aplazamientos son un asunto delicado, y pro—
en el 46, aplazamiento de siete meses con posibilidad curé hacerle entender que lo que me pedía era imposi—
de renovación. ble. No quería oírme, sino provocatme, y. comenzó a
La señorita Zimmermann, aposté, se pondría dichosa. lanzarme todo lo que encontró a mano: el llavero, un
Y yo me merecía una invitación a la fiesta. portarretratos, un vaso que se estrelló contra la pared,
La señorita Zimmermann, por desgracia, estaba le- un zapato que the dio en la oreja al gírarme para ver el
jos de compartir mi entusiasmo. Leyó la declaración, cstropicio. Para intentar calmada, le di una bofetada, y
indignada, mientras yo, ignorante, procuraba imaginar luego, cuando la bofetada se reveló inútil, un golpe que
cómo habían sido sus piernas veinte años atrás. Había la tumbó el tiempo necesario para inmovilizarla y evitar
logrado hacerme una bonita imagen cuando me lanzó que fuera a hacerse daño antes de que hubiera podido
el papel en la cara y me preguntó si tenía algún motivo informar de la situación y lavarme las manos. Después
para estar sonriendo. No era la pregunta usual para el de atarla, llamé 2 Ingresos y Reacomodación para que
corren de las buenas noticias, y con torpeza le contesté me reemplazara un psicólogo y me largué.
que un aplazamiento con posibilidad de renovación me Mi primer aplazamiento desde que era un novato se
parecía motivo suficiente. Estalló. Su af1h'ación vencía había resuelto como los peores chistes de Chang. Más
In próxima semana, estaba preparada para que la coci— anécdotas de ejecutor.
nurzm. No había solicitado ningún aplazamiento. No lo
quería. Y a partir de ahí se explayó en un discurso sobre
su infelicidad y la mía, que conocía de sobra pero que
nunca había tenido que oír al entregar un aplazamiento.

32 33
Como premio final de un día desconcertante, tuve una En casi una década he atendido cerca de tres mil
noche imposible. Fue difícil conciliar el súeño…y todavía llamadas, y en no pocas me encontré con afiliados que
más difícil mantenerlo. A las tres o cuatro de li mañana, no aceptaron tomarse las pastillas o me recibieron con
estaba nuevamente despierto. Sudando. trucos más elaborados que el de meterse vivos en el in—
Poco a poco pi1de reconstruido todo. Desde el prin— cinerador. Al menos una docena de veces me he visto
cipio la situación no tenía lógica, pero en el sueño (¿ha— obligado a acogerme a la cláusula cuarenta y dos (sobre
bría podido ser diferente?) me parecía muy natural, El las actuaciones en legítima defensa) y en alguna oportu—
primer elemento anómalo era la llamada: acudía a una nidad me descubrí frente a un cadáver que me pareció
cita sin saber con qué clase de afiliado iba a encontrar— demasiado atractivo. Pese a ello, o precisamente por ello,
me. El segundo, el afiliado mismo: un niño de unos seis nunca he asistido a una sesión de Asesoría Psicológica
años, mientras la legislación vigente establecía los trece y Espiritual. No vivo atemorizado por una horda de
como edad mínima para el ingreso al sistema de privile— afiliados deseosos de quemarme vivo en Plaza Andina.
gios. El tercero, que pese a ello actué como siempre: ir a No me asaltan las imágenes del afiliado que resucita de
la cocina, servir agua, siéntese por favor, pastillas sobre sus cenizas. Y tampoco padezco esas náuseas recurren—
la mesa, esperar. El cuarto, que perdí la calma: cuando tes que sufren los que no consiguen acostumbrarse a la
el niño empezó a llorar y a recitar su perdóneme, me eventualidad del incinerador descompuesto. Mi fantas—
levanté, saqué el portátil y lo cociné en la sala, sobre el ma siempre ha sido el mismo y aparece, irregularmen—
sillón de cuero. te, desde antes de haber atendido mi primera llamada.
Sin ganas de volver a la cama, busqué el gato. Lo en— Cambian los contextos, pero no las soluciones. Estába—
contré dormido sobre el almohadón que le había traído mos en el lugar equivocado, en el momento inoportu—
el profesor Groot. Me tranquilizó saberlo inconsciente, no, y eso bastó para convertirlo en mi mártir multiusos.
ignorante, exento de pesadillas. Ocurrió durante las manifestaciones que precedie—
Todo ejecutor tiene fantasmas. En eso, como en tan— ron a las revueltas del 59. Yo acababa de superar el
tas otras cosas, no somos excepcionales. Por esa razón, adiestramiento, lo que significa que no era más que un
Determinación de Vacantes tiene uno de los cuerpos de novato asustadizo escondido detrás de un incineradot
psicólogos más calificados de la capital, incluida la Cú— portátil, y alguien disparó sobre el comisario Kaminsky
pula. Y por esa misma razón es el cuerpo de psicólogos y todo fue un caos de afiliados armados, policías arma—
al que menos pacientes acuden. dos, oficiales armados. Saldo: cuarenta y siete víctimas.

34 35
Entre ellas Martín, y yo sé que fui quien disparó sobre —Mire, Iménez, no es el momento de echarse para
él. En otro mundo, estar en el lugar eqtiivocado en el atrás. No voy a recordarle de dónde lo saqué para traerlo
momento inoportuno quizás te convierta en liéroe. En aquí, pero sí que usted dijo que era capaz de hacer cual-
mi mundo, estar en el lugar equivocado en el momen— quier cosa para salir de allí. Pues bien, de eso se trata.
to inoportuno es correr el riesgo de matar al niño que Ha sido un buen aprendiz, ahora ya sabe lo que es usar
deberías estar cuidando. Es la única ocasión en que he un portátil en situaciones reales. Dé gracias a Dios por
eliminado a alguien que no había dado su autorización ni haber superado esa prueba y prepátese para empezar a
había hecho algo equivalente a dar su autorización. Un atender sus llamadas.
inocente de libro. —Lo que quiero decir. ..
Salvo Mayorga, que estaba ahí, a mi lado, el único que —Lo que usted quiere decir es que, desde este mo—
lo supo fue Gordon, y no lo hubiera sabido si yo no se mento, va a dedicar las veinticuatro horas del día al servi—
lo digo. Su primer acto administrativo al reemplazar a cio, y que lo va a hacer de tal forma que se convertirá en
Kaminsky fue negociar con el Ministerio de Inteligen— la estrella de esta administración. Si lo prefiere, tómese
cia el cierre de las investigaciones sobre la actuación de una semana y pase por Asesoría Psicológica y Espiritual.
sus reclutas. Pero no olvide 10 que acabo de decirle.
—Si debo creer en lo que usted me dice, créame usted Así fue. Dos semanas más tarde atendí mi primera
dos cosas. Primera, un niño cocinado no es diferente de llamada, y desde ese momento Gordon no ha vuelto a
un adulto cocinado. Incluso si sus padres lo echan de recomendarme una visita al psicólogo.
menos, no existe forma de probar que estaba allí. Ahora bien,,el soldado que por error, imprevisión,
—Pero. .. pánico o exceso de confianza mata a un menor o a una
—No he terminado. En segundo lugar, si un niño madre o a un anciano paralítico o, incluso, a su compa—
de esa edad estaba en Plaza Andina ese día, significa ñero de armas es un lugar común de lo que el profesor
que tenía unos padres ineptos. En conclusión, tarde o Groot acostumbraba llamar “historias de violencia edi—
temprano ese mismo niño hubiera acabado víctima de ñcantes”. Lo de Martín no tiene nada que ver con eso.
las ratas o de un grupo cambal o algo peor. Usted de Desde que sucedió no he vuelto a verme involucrado en
cierta forma le hizo un favor. Uno rápido e indoloro. una escena similar, pero he hecho cosas cercanas. Aun—
¿Entendido? que no me he topado con la gorda que hay que meter en
—Comisario, usted no comprende. la tina, he perdido la cuenta de cuántas compradoras de

36 37
óvulos he tenido que cocinar en el mismo lugar. Cuando
el Congreso aprobó como edad mínima de afiliación los
trece años, cociné afiliados de trece años. Y algún día,
cuando el Congreso baje la edad mínima a diez años,
cocinaré al imprudente que llame tras descubrir que las
comodidades y el “futuro lleno de opbrtunidades” no DÍA CINCO
valen 10 que ha perdido a cambio.
No es una cuestión de edades. Martín no era simple—
mente el niño que se atraviesa en la línea de fuego. Era ¿Qué sigfúfica para un ejecutor tener un cliente normal?
el sobrino de Méndez, que también murió aquella tarde, A comienzos de los años cincuenta, Álvaro Álvarez,
y tras él no se escondían unos padres irresponsables, profesor de psiquiatría de la Universidad de Colima,
sino un tío y un par de amigos que lo utilizaban para el escribió un volumen de cuatrocientas páginas titulado
tráfico de tabaco, y a los que les pareció fácil premiado Patologías de la abundancia, que yo nunca he leído y, sin
llevándolo de paseo a la Cúpula aprovechando la con— embargo, podría decir que conozco casi de memoria.
fusión de esos días. Según el profesor Groot, ese estudio demostró que la
Hoy Martín es innecesario: la insignia soluciona casi condición de afiliado era incompatible con una salud
cualquier problema relacionado con el tráfico. No lo mental óptima. De hecho, es de sobra conocido que una
extraño ni lo recuerdo con cariño, pero tampoco olvi— buena parte de los recursos del sistema de privilegios se
do que no era un afiliado. Mi inevitable dosis de culpa. destina a terapias de grupo, clínicas de reposo y centros
No me arrepiento de nada de 10 que he hecho como psiquiátricos. Un ejecutor, sin embargo, tiene que ser
ejecutor, pero reniego haberlo llevado con nosotros esa menos exigente. Como dice Mayorga: “Quien sabe que
tarde y tener que volver a matarlo cada tres o cuatro va a morir solo puede querer una de tres cosas: hablar,
meses. Eso es todo. tirar o echarse un pedo”. Llevaba años intentando en—
tender 10 del pedo, pero con gusto suscribía los demás
componentes de la lista. En ese sentido, y pese a ser una
celebridad, el doctor Silva era un diente normal. Quería
hablar. Lo único extraño era que le interesaba también
hacerme hablar a mí.

38 39
En esta ocupación no es común que te reciban con ¡lc diez en el 64, individuo pacífico. No sabía nada más
amabilidad, mucho menos que te ofrezcán whisky. Yo y así se lo hice saber. ¿Por qué había despreciado el res-
nunca había probado el whisky. Acepté lleno de sospe- lo de la prórroga? *
chas y no bebí hasta que el doctor Silva 10 hizo, e incluso Silva me mostró su obra, convencido, supongo, de que
entonces con creciente desconfianza. Silva iba a morir, no había respuesta más apropiada. Estaba ante el autor
yo estaba allí para garantizado, pero enviar a un ejecutor de la saga del ejecutor Jaramillo. El doctor Silva era ese
a un campo de purificación e higiene podía ser uno de Silva. Miré las novelas dispersas sobre la mesa. El ¿jemtor
esos consuelos contra los que nunca se está lo bastante _laramz'llo. El q'emtor]ammíllo se enamora. El q'ecuíor]aramíl/o
prevenido. Recorrí la habitación en busca de cámaras 0 ¿mztm ele'm'xterz'o de Intel¿gemia. La venganza del ejecutor]ara—
micrófonos, revisé la cocina y cada uno de los cuartos, millo. No había leído ninguna de ellas, pero había visto la
conflrmé que el intereomunicador no estuviera conecta— película que hicieron con la tercera. No ignoraba que esta—
do. Cuando regresé, Silva había vuelto a llenar los vasos. ban entre los libros más vendidos dentro y fuera de la Cú—
Una ocasión especial. Sin prisas. El whisky atenua— pula. El tipo de lecturas que llevaban a un ingenuo como
ba las implicaciones, siempre incómodas, de la cláusula Villegas a pensar que una insignia de Determinación de
seis (preparación para la buena muerte), pero no mis Vacantes era el comienzo de una vida emocionante y, en
prevenciones. Le advert1' que antes de cruzar la puerta cambio, le garantizaban un encuentro con el afiliado que
había quitado el seguro del incineradot portátil y que pide perdón. De eso quería hablar el doctor Silva, del eje—
esperaba que no fuera a intentar algo, porque sabía usar— cutor jaramillo y de Iménez. Que el ejecutor real hiciera
lo y el alcohol únicamente me haría más rápido. Eso le lo que no podía hacer el ejecutor de ficción: decirle que
causó risa. Había hecho la llamada: sabía que no podía había tomado la decisión adecuada. Gordon, pensé, tenía
escapar de mí. Aunque me ponía otra vez en el papel razón: la (buena) suerte siempre está con otros.
de verdugo, la frase me halagó y me permití alardear de —A diferencia de mi poesía, mis novelas fueron escri—
que nadie lo había hecho. tas pensando en satisfacer al público de Ciudad Andina.
Tranquilo, con una calma que no había visto y no he Necesitaba que gustaran si quería obtener una prórro—
vuelto a ver en ningún afiliado, Silva me preguntó en— ga, pero nunca imaginé que tendrían algún éxito fuera
tonces si sabía quién era. Saqué la ficha y le leí la infor— de ella. Escribir para quien ha aceptado morir antes de
mación que poseía: Eugenio Silva, escritor, cuarenta y los cuarenta y cinco no es lo mismo que escribir para
nueve años, afiliado a los diecisiete en el 36, prórroga quienes viven fuera de la Cúpula.

40 41
—Que probablemente morirán antes. Y que en su (Iasi diría que fue más sencillo de lo que esperaba. La
mayoría no suelen leer —dije. aparición de jaramillo contra el Ministerio de Inteligencia
—Muy perspieaz. Pero la esperanza media de vida es coincidió con un aumento de solicitudes de ingreso y
eso, una media. Y yo insistitía en la palabra “esperanza”. obtuve lo que quería. Una prórroga por méritos artísti—
Los afiliados no tienen, no tenemos, esperanza, tenemos cos que certiñcaba mi éxito comercial y, a juzgar por 10
fecha de caducidad. que dijeron los críticos, mi fracaso literario. Entonces,
Silva hizo una pausa, se llevó el vaso a los labios y me todo cambió. ¿Para qué me servía una prórroga? ¿Para
lanzó una mirada que era también una pregunta: ¿enten- escribir tres novelas más y demostrarle a Hacienda que
día su argumento? Sí, lo entendía. Lo que no significaba había hecho un buen negocio conmigo? Era una ironía.
que me pareciera convincente. Tenía dinero suficiente para cómprar un derecho de
—Quicn tiene fecha de caducidad —continuó— no residencia, pero no podía hacerlo. Porque era un afilia—
quiere modelos para imitar o envidiar. Quiere, sin sa— do y un afiliado nunca podrá ser un residente. Porque
berlo. alguien a quien temer. Alguien que lo convenza por más prórrogas que acumule, la fecha de caducidad
de que una vez tomada la decisión no hay salida y que, siempre estará ahí, recotdándole que su “futuro lleno
con mccs, no tiene sentido pensar una y otra vez en ello. de oportunidades” depende en realidad de los capri—
( ]unvcrtí mi miedo en un miedo para todos: jaramillo. chos de otro.
Implacable. Insensible. Casi todopoderoso. Me alegra ——Si le sirve de consuelo, puedo asegurarle que afue—
decir que mis imitadores no han logrado crear un per— ra la gente piensa lo mismo. Aunque, bueno, a ellos
mmajc a su altura. Le confieso que al principio temía no les han vendido un futuro lleno de oportunidades.
que el efecto fuera contrario al esperado. El g'ecutor]a— O se los han vendido, pero no lo han comprado. Aún.
mmz'//o se publicó en el 61, un año complicado, como —¿Y qué hacen?
usted sabe, el exterminio del Muerte a Residentes esta— ——Les gusta creer que un día se largarán.
ha en todos los periódicos y la novela parecía acoger— —¿A dónde?
se a una suerte de oportunismo macabro. Yo no sabía —No importa. A cualquier parte. Es solo un sueño.
cuál iba a ser la respuesta de los lectores. Por fortuna, Saben que hagan lo que hagan, nunca se irán.
las ventas fueron buenas, excelentes incluso, y entendí ——¿Usted también?
que obtener una prórroga solo sería una cuestión de —-Sí. Si pudiera largarme, me iría a Galápagos. Pero
tiempo. Escribí las secuelas con esa idea en la cabeza. sé que no puedo y aquí estoy.

42 43
—Curiosa elección. Yo también elegiría una isla. Si personal de Determinación de Vacantes) y decirle que
pudiera. La diferencia es que usted todayía puede soñar la muerte era la verdadera puerta de salida que anhelaba.
con escapar y yo no. Antes sí. La primera consecuencia lil descanso y el fuego y la nada. La situación quizás era
del éxito fue que empecé a pensar que podía escapar. más patética que la del afiliado que pide perdón, pero
Desaparecer. Me propuse contar la derrota del ejecutor Silva había sabido comprar mi simpatía. Acepté el tercer
Jaramillo. Y fracasé. Escribí a cambio La venganza, y de— whisky, encendí un cigarrillo y continué escuchándolo.
mostré que no había escapatoria. Los críticos siempre Me reveló intimidades de los afiliados que yo nunca
me han acusado de ser un enemigo del realismo. Es su hubiera imaginado. Y a propósito de su editor, analizó
forma de decir que soy incapaz de escribir una novela las complejas relaciones entre los residentes y los afilia—
de verdad. La venganza fue un intento de responderles dos con una sutileza que el profesor Groot envidiaría.
con un tipo de realismo más profundo. Acepté que tar— Para corresponderle, procuré responder con igual ho—
de o temprano yo también iba a hacer la llamada. Que nestidad a sus preguntas. En determinado momento,
si mis afiliados no podían escapar de jaramillo, yo no quiso saber si alguna vez pensé en aflliarrne, y le conté
tenía derecho a escapar del señor. .. sin adornos cómo fue que terminé aceptando trabajar
——Iménez. en Determinación de Vacantes. Con todo, el asunto
No era en absoluto el discurso de un derrotado. Ha— que más le interesaba estaba claro desde el principio.
blaba con orgullo. Jaramillo le había permitido lo que Yo no tenía nada que agregar al respecto. En las nove—
la mayoría de los afiliados no puede ni siquiera soñar, a las de Silva abundan las intrigas, las conspiraciones, los
saber, salir de la Cúpula. Había recorrido medio mundo cambios de identidad, los disparos, las especulaciones
imaginando cómo sería su vida en los escenarios en los sobre el significado de la vida y la muerte. La realidad
que, más tarde,]aramillo perseguida a su presa más difí— de un ejecutor es mucho más simple, y los servicios fú—
cil. Por un momento temí que la conversación no fuera nebres a domicilio únicamente eran la antesala de gran—
más que un tortuoso rodeo para pedirme ayuda; pero, des aventuras en su imaginación. Atribuir las purgas que
era verdad, Silva simplemente quería que le confirma— siguieron a las revueltas del 59 a un solo hombre, un
ra que, una vez dentro, no había forma de escapar del ejecutor despiadado capaz de tomarse la justicia por su
sistema de privilegios. De nada hubiera servido recurrir mano para defender el statu quo, había sido una apuesta
a las fórmulas del curso de psicología aplicada al que macabra, sí, pero rentable. El exterminio del Muerte a
hace referencia la cláusula siete (formación idónea del Residentes fue obra del Ministerio de Inteligencia, no de

44 “45
Determinación de Vacantes, pero la verdad, o al menos Caribe por cuenta de Hacienda. Pero, sabía y lamentaba,
la verdad del Ministerio de Inteligencia) suele ser más era una posibilidad remota. Por lo general, un intento de
incómoda que la ficción, y Silva supo sacar provecho de, fuga finalizaba mucho antes de los controles y no con
según sus propias palabras, el gusto del público por las un disparo del portátil, sino con un interrogatorio en
respuestas fáciles envueltas en prosa de exquisita factura. los calabozos de Inteligencia.
—Toda novela ambiciosa es una reescritura de la —¿Me dejaría verlo? —dijo.
historia —dijo. —¿Qué?
La frase no pretendía ser una excusa y, en cualquier ——El portátil. Nunca me dejaron ver uno. Es por eso
caso, apenas era aplicable a la primera entrega de la saga. que jaramillo dice que “solo ves un portátil si has hecho
No hay nada de histórico en suponer que un ejecutor la llamada y cometes una imprudencia”.
puede ponerse en contra del Ministerio de Inteligencia ——Por supuesto.
y eliminar al hombre que promete acabar con las ratas, Saqué el arma, la descargué y se la entregué. Le sor—
algo que Silva reconoció sin problemas… prendió lo liviana que era y la longitud que alcanzaba el
—]ammi/lo mmºm elMiníxterío de Iníeúgenáa es mi novela cañón extensible. Había basado todas sus descripcio—
más vendida, pero no pasa de ser un malogrado guion nes en fotografías e ignoraba, por ejemplo, que pudiera
de ciencia ficción. usarse como lanzallamas. Terminó de examinada y, sa—
Sin embargo, y aunque “venganza” no sea el térmi— tisfecho, me la devolvió y siguió hablando.
no más apropiado para describir la captura de un fugi— —Así es, señor Iménez. Cada una de sus palabras
tivo, escapar era, efectivamente, una ilusión. El sistema conflrma mí malestar más íntimo. Yo quería ser escri—
de privilegios soporta todas las formas de corrupción, tor porque creía que no había una sola vida que no es—
excepto la compra y venta de absoluciones. Cláusula condiera un misterio y que la literatura nos enseñaba a
contractual número uno: sobre la diferencia entre afl— verlo. Con el tiempo, entendí que lo que hace es crearun
1iación y derecho de residencia. Incluso cuando logra misterio donde en realidad no hay ninguno, que es un
un permiso para salir de la Cúpula y pasar el verano en sustituto como cualquier otro. La gente viene a Ciudad
Canarias, un af1h'ado solo puede ser un aflliado. Acepté Andina pensando que el bienestar con fecha de cadu—
que no me desagradaría que se repitiera un intento de cidad de la Cúpula es preferible a las incertidumbres y
fuga como el del 52, que daba base a las fantasías de peligros del exterior. Que un año de abundancia vale
La venganza, y visitar los cultivos de tabaco de la Unión más que toda una vida en la pobreza, cuando no en la

46 47
miseria. Imaginan que aquí tendrán todo lo que necesi— pensando que el hijo de una lavandera llegó a ser presi-
tan. Empleo. Comida. Dinero. Y, por supuesto, también dente. Somos una especie de proletariado opulento. Los
todo lo que sueñan. Una vida de felicidad ininterrumpi— verdaderos pobres de espíritu.
da hasta el momento de hacer la llamada. No los mue— La conclusión difícilmente podía ser más histérica,
ven los hechos, sino las fantasías alimentadas por las pero Silva no perdió la compostura. Y cuando pregun—
campañas promocionales del gobierno: la Cúpula libre tó si había valido la pena, asumí que se trataba de una
de ratas, con su aire limpio y sus provisiones ilimitadas. pregunta retórica que no pretendía que respondiera.
Al llamamos “el club de los estériles”jaramillo no está Los afiliados comunicativos suelen pasar sus últimas
siendo solamente literal. Perdida la fe adolescente en horas imaginando vidas alternativas: de no haber sido
que su historia será diferente de la del resto, el afiliado el novelista de la Cúpula, Eugenio Silva habría coman—
descubre que no es más que un parásito o un esclavo dado uno de los grupos terroristas que según el Minis—
condenado al olvido. Y créame, quienes no se rinden a terio de Inteligencia todavía amenazan con destruirla.
esa conclusión tampoco viven mejor. Como el biólogo Y quizás también esa experiencia habría culminado en
de jaramillo contra el Mím'xtm'o de Inteú£enda, se dedican una gran decepción.
a investigar cómo revertir la mutación de las ratas o la No sé, no sabía, si los afiliados compraban sus nove—
búsqueda de algún otro “logro excepcional”. Pero nunca ' las por las retorcidas razones que señalaba. Me parecía
lo consiguen. Un día descubren que no tienen posibi— que 10 que la gente encontraba en ellas era otra cosa:
lidades de ganar su particular carrera contra el tiempo, la promesa de una vida emocionante y signif1cadva, el
y desisten. Si no son capaces de matarse, van a que un consuelo de un fmal felíz. jaramillo vuelve a casa a com—
psiquiatra los convenza de hacer la llamada antes de los partir con sus hijos. Esos hijos a los que el club de los
cuarenta y cinco. Así funciona el sistema, es eso lo que estériles ha renunciado. Pero, de nuevo, tuve que corre—
lo hace viable. Ustedes son apenas el decorado siniestro. gir su “realismo”: mientras los hombres de las pastillas
Los noticieros utilizan cualquier excusa para convertir tenían hijos, los ejecutores no.
a los ejecutores en noticia porque son los únicos que ———Traté de prescindir de todas esas licencias en una
pueden serlo. Lo demás son frivolidades. El afiliado más novelita que nunca me decidí a publicar. No es un tes—
elegante. La señorita Ciudad Andina. Nos enorgullece tamento literario ni nada parecido, sino un experimen—
pensar que hace treinta años un afiliado llegó a ser mi— to. Por una vez, decidí hacer caso a la crítica y sustituir
nistro, como hace doscientos la gente se enorgullecía los disparos y las persecuciones por la cotidianidad gris
/

48 49
que adivinaba al verlos atravesar Plaza Andina cargados que quedaba del whisky. De algo me había servido oír
con sus maletines y esa. . ., no sé, ¿indiferencia ñngida? los cuentos del profesor Groot durante tanto tiempo.
—¿Le parece? /ldíaío'ny genialidaá el mxo de William Flórez. Desde que
———Sí, o al menos me lo parecía. ¿Se siente indiferente? la prohibición impuso controles de dopaje en la indus—
—Es posible. No me lo había preguntado. tria del ocio, ningún escritor corría riesgos. Un whisky
—¿Fingidamente indiferente? antes de las pastillas. Una ocasión especial, sin duda.
—No creo. Tal vez cuando nos veía caminar por Pla- Mientras llenaba las formas de sellamiento, ñlosofé que
za Andina solo estábamos haciendo eso: caminar. sabemos cuándo hacemos algo por primera vez, pero
—Tal vez, sí. Sea como sea, el resultado es una obra que pocas veces sabemos que lo estamos haciendo por
en la que mis lectores echarán en falta la acción trepi— última vez. El doctor Silva, me dije orgulloso, no habría
dante de las novelas de jaramillo, y que mis críticos pro— tenido inconveniente en poner una sentencia así en boca
bablemente volverán a considerar fallida. La diferencia de jaramillo.
es que esta vez no estaré allí para darles la razón. He
dejado el manuscrito en mi estudio, supuse que podía
ser un buen regalo de despedida para mi jaramillo de
carne y hueso. Al abrir la puerta de mi apartamento, el profesor Groot
—Es un honor —dije, en verdad sorprendido. dio un salto. No esperaba que llegara temprano y había
—Los derechos son propiedad de Hacienda. Pero decidido hacerle compañía al gato. Aunque tenía la lla—
creo que podrá sacarle algo a mi editor, un hombre sin— ve desde hacía tiempo, el hecho era una novedad y no
gular, como le he dicho. me atreví a decirle que el gato no era el que necesitaba
El doctor Silva también había resultado un hombre compañía. Quería contarle lo de Silva, pero cometí el
singular, y antes de que se tomara la pastilla, se me ocu— error de preguntar antes por qué había traído el lanza—
rrió contarle la lista de Mayorga. El tampoco entendía llamas. Paranoias. Yo estaba advertido. Temía que en
qué chiste podía haber detrás de lo del pedo. un cuarto piso, en un edíf1cio adecuadamente elevado
Encontré la novela inédita en el lugar que me ha— y a centenares de metros del acceso más cercano a los
bía indicado y de inmediato llamé a los de Ingresos niveles inferiores, el indefenso animal fuera presa fácil
y Reacomodación. No perdí tiempo buscando café o para las ratas. No solo acompañaba al gato, 10 protegía.
tabaco y, además de los libros, únicamente me llevé lo Mal síntoma. Me gustaba que el profesor se sintiera útil,

50 51
pero no quería tenerlo rondando por mi casa con ma— ———No. Es verdad. Fue él quien me regaló los libros.
yor frecuencia que antes. De nada sirvió que le recor- lin realidad, para ser un afiliado, era un buen tipo. Tenía
dara que hacía años las ratas no invadían un edificio en whisky. Me llamó “señor Iménez”, incluso.
Chicó Oriental. Para él todos los datos sobre el tema, La noticia lo sorprendió. Lo afectó, de hecho. Me
como todos los datos sobre todos los temas, debían ser preguntó si sabía que Silva había rechazado un asilo en
revisados. Calíope gestionado por sus traductores. Le respondí que
—Pueden olerlos —dijo——. El gas del subterráneo también había despreciado cinco años de su prórroga
ya no les hace nada. por méritos artísticos, e intenté explicarle sin éxito que
Para evitar que me contara de nuevo cómo era la vida el doctor Silva había querido ser consecuente. No quiso
antes de que gasearan el subterráneo, volví a ponerme creerme. ¿Consecuente? ¿Doctor? ¿Buen tipo? Odiaba a
la chaqueta y le prometí que haría un rápido recono— Silva por haberse hecho añliado, por no haber apoyado
cimiento de los alrededores. Desde una silla en el bar la (inútil) Declaración de 850 Paulo y negarse a publicar
de Chang. mientras se mantuvieran los controles antidopaje, por
Tras tomarme un par de cervezas y discutir con Chang haber recorrido medio mundo patrocinando la imagen
la comisión que iba a llevarse si encontraba un cliente del afiliado exitoso, satisfecho y feliz, por haber hecho la
para el coprometabolizador, regresé a casa por segunda llamada en lugar de fugarse durante alguna de sus giras.
vez. El profesor Groot seguía en su puesto, pero había Demasiados motivos. Para Groot resultaba útil mostrar
encontrado una labor más urgente y absorbente que la a los añh'ados como víctimas, pero la verdad es que no
protección de “nuestro” gato. Leía El g'ecutar ]ammz'l/o podía evitar despreciados. El también tenía su historia,
contra elMíníxtm'o de Inte/zégemºia y estaba indignado. y acaso la de Silva representaba muy bien lo que ella hu—
—Este farsante le ha vendido al mundo la idea de biera podido ser y no fue. El intelectual al que el sistema
que Ciudad Andina es una urbe fascinante. Cuando en de privilegios saca del fango para permitirle hacer una
Delhi crearon un sistema parecido fue a recitar poemas obra. Aunque esa obra le pareciera poco menos que ba—
y cantar las virtudes de la civilización sostenible. Tiene sura, su existencia bastaba para convertir al doctor Silva
el talento para hacer la crítica más severa del sistema en el blanco perfecto de sus resentimientos.
de privilegios y se dedica a escribir novelitas de intriga. —No era un escritor, era un publicista. En el mo—
—Se dedicaba. Hizo la llamada esta mañana. mento en que un hombre de sus capacidades se dedica
—¿Bromea? a escribir semejante bazofia se convierte en un traidor.

52 53
Como es evidente, no se negó a probar el whisky del
traidor, pero se marchó al instante, lleváerose los libros
sin siquiera pedidos.
Tenía mucho que hacer.
Tan pronto cerró la puerta, pensé que sería Luna ben-
dición tenerlo ocupado por un tiempo. Fue peor de lo
que hubiera podido prever entonces. SEGUNDA PARTE

54
[.a historia de todas las sociedades es la historia de la lucha de
clases, y en la historia de la lucha de clases, Ciudad Andina es
algo más que un nuevo campo de batalla, es el escenario del
enfrentamiento defmitivo. El enemigo nunca había sido tan
franco. La apuesta nunca había sido tan alta. Apuntalados por esa
cantera inagotable de mano de obra esclava que se extiende más
allá de las fronteras de la Cúpula, los residentes han construido
un régimen de opresión que con cinismo han llamado “sistema
de privilegios”. Un sistema que nosotros, sus sirvientes estériles,
hemos aceptado con la gratitud abyecta del eunuco al que se per—
mite recoger las migajas que caen de la mesa del amo. Ha llegado
el momento de decir: Basta. Ha llegado el momento de decir:
Nosotros o ellos. Nada diferente de la insurrección cambiará un
estado de cosas que nuestros supuestos líderes han perpetuado
a cambio de prebendas que únicamente confirman su condición
servil. ¡Libertad 0 muerte!, cantaban los antiguos héroes. Como
afiliados, nuestro destino está decidido: la muerte no es una opción
porque ya hemos muerto. La libertad es nuestra única alternativa.
La libertad y la victoria.

Muerte a Residentes

Manzfiesta
DÍA SEIS

Conocí a Isabel en un sótano de Chicó Oriental. A1 prin—


cipio no se llamaba Isabel sino “la chica de la esquina”.
Fue Chang el que me contó que se llamaba Isabel y el
nombre me gustó tanto como ya me gustaba el resto.
Encontrada fue cuestión de promesas electorales. Muy
temprano alguien confirmó que el Congreso iniciaría 21
día siguiente el debate sobre la reforma de la cláusula
dos (vencimiento de afiliaciones), y como sucedía cada
vez que se presentaba el proyecto, no hubo llamadas.
Pasamos la mañana haciendo cábalas sobre qué afiliados
votarían en contra de él a cambio de una prórroga no re—
novable de cinco años, y a las cuatro de la tarde Gordon
nos reunió para rifar el único vencimiento del día. Algu—
no tendría que ir a interrumpir la fiesta de cumpleaños,
los demás podíamos largarnos. ¿Quién iba a oponerse?
Para celebrar que no habíamos sido los afortunados,
Mayorga propuso visitar a Chang.
En el bar estaba el profesor Groot y apenas nos vio se
nos unió en la mesa. Había tenido éxito con los volantes
y, por tanto, estaba más elocuente que de costumbre.

59
Sin acabar de sentarse, le preguntó a Mayorga si yo le aunque según mis cálculos la policía no reaparecería
había contado que “íbamos” (el profesor se sentía có- hasta ñnales del mes, acepté esperar dos semanas antes
modo utilizando plurales) a escribir un artículo sobre las de ofrecérselo a otro distribuidor.
novelas de Eugenio Silva. Para ahorrarme el discurso, Acordado lo del coprometabohzador, Chang pasó a
ni siquiera intenté corregirlo, pero eso no impidió que su plan de retiro: el premio gordo. Lo habíamos discu—
Mayorga mostrara un repentino interés. Me reprendíó tido otras veces y sabía que tampoco esta llegaríamos a
por no habérselo dicho y se dispuso a ganar la atención ningún acuerdo. En la mesa, sin embargo, no me espe—
del profesor. Tarea fácil. Que quién era ese Silva. Que taba una conversación más entretenida y a cambio de un
de qué novelas se trataba. Que le explicara el asunto. Por trago volví a tomar asiento en la barra. El plan. La clase
favor… Las palabras mágicas. El profesor había pasado la de cosas que se te ocurren cuando empiezas a tomarte
mañana leyendo El (yecutar]arami/lo Je enamora: el asunto en serio el hecho de que el personal de Determinación
era largo de explicar, pero Mayorga quizás pudiera ayu— de Vacantes se refiere a tu inmundo sótano como la Su—
darle. Por supuesto, dijo. Aunque las novelas estaban cursal. Chang llevaba meses dándole vueltas al asunto
lejos de ser su fuerte, en cuestiones de ejecutores ena— y no paraba de insistir. Se lo había presentado también
morados era prácticamente un experto. Las mil y una a Mayorga y a Villegas y, probablemente, al resto de los
noches del ejecutor Mayorga. El momento de escapar. veteranos y lo único que faltaba era que se lo contara
Me excusé diciendo que tenía que arreglar un negocio al profesor Groot para que todo Chicó Oriental 10 su—
con Chang y me dirigí a la barra. Corriendo. piera. Primera parte: arrebatarle el control del tráfico a
Malas noticias. Había varios clientes interesados en el los residentes. Segunda: hacernos ricos. Tercera: huir a
coprometabolizador, pero ninguno estaba dispuesto a Galápagos.
pagar lo que yo pedía. A menos que tuviera prisa, Chang El trañcante más cauto de la ciudad se deshizo en
era partidario de que esperáramos al menos un par de cifras, tantos por ciento, comisiones, y finalizó su dí—
semanas. Yo no estaba de acuerdo. El 47 fue uno de los sertación con un “muchacho” que había dejado de uti—
últimos modelos que se fabricaron, una auténtica joya, lizar conmigo desde que sus chicos de los recados nos
podríamos organizar una subasta y obtener el doble de lo convertimos en oficiales de Determinación de Vacantes.
que estábamos pidiendo. Fue imposible convencerlo. Viniendo de alguien que no se atrevía a tener un copro—
Si la policía lo sorprendía subastando un arma así, no metabolizador en la bodega, concebir un plan tan ambi—
se contentaría solo con alcohol y tabaco. Era cierto. Y cioso era una prueba de que Dios existía y nos tentaba

60 61
en sueños. Con todo, mi recelo seguía siendo el mismo horas fuera de la Cúpula. Pero quien tenía los cuarenta
de Mayorga y Villegas y cualquier otro al que le hubiera : y cinco cerca no perdía nada intentándolo.
ido con la idea. Eso cambió después de las revueltas del 59, cuando

Existe un único modo de poner vendedores propios el Ministerio de Inteligencia encontró una forma de di-
dentro de la Cúpula, y por eso Chang nos necesitaba a suadir a los añliados de enfrentarse a sus “enemigos de
nosotros o, al menos, a uno de nosotros: falsificar las clase” (el lapsus pasó desapercibido), a saber, darles un
insigrúas. La frontera final. Enfrentarse a las mañas de nuevo blanco. Aumentó los controles para los residentes,
residentes era un riesgo que cualquiera de nosotros es— eliminó el furgón que cada media hora unía la Central
taba dispuesto a correr, pero terminar en manos del con la Cúpula y se inventó unas insignias, “personales
Ministerio de Inteligencia acusado de terrorismo no era e intransferibles”, que harían la entrada y salida de los *
un riesgo sino un suicidio. Una insignia no solo te deja oficiales de Determinación de Vacantes más eficaz que

entrar a la Cúpula, sino también salir, y nada garantiza— un sistema de transporte que, en medio siglo, solo en
ba que una vez descifrado el código el verdadero nego— una ocasión se empleó para superar de forma ilegal los
cio no fuera en realidad la venta de salvoconductos a controles: el día que Méndez, Mayorga y yo llevamos a
los afiliados. Un error que no podíamos permitimos y Martín a la Cúpula. Luegó, filtró a la prensa el rumor
que muchos, dentro y fuera de la Cúpula, querían que de que las insignias no eran en realidad tan intransfe—
cometiéramos. ribles como se decía, porque “nada es perfecto”, y los
Las cosas no siempre habían sido así. Una década secuestros de residentes se acabaron.
atrás elaf11iado desesperado por escapar no pensaba en En poco tiempo, las insignias demostraron ser una
los hombres de las pastillas, sino en los residentes: los contribución mucho más importante a la “paz social”
tenía a su alcance sin necesidad de llamadas y estaban que el exterminio a sangre y fuego del Muerte a Resi—
sometidos a menos controles para entrar y salir de la dentes. A partir de entonces, pertenecer a Determina—

Cúpula (en caso de que quisieran salir). La técnica era ción de Vacantes se convirtió en una fuente inagotable
sencilla: secuestrabas al residente más parecido a ti que de tentaciones, encarnadas en traficantes como Chang,
tuvieras a mano, te hacías con su certificado de residen— y, ocasionalmente, peligros, encarnados en el afiliado
cia e intentabas superar los controles haciéndote pasar que cree que una insignia y un dedo son su tiquete de
por él. El porcentaje de éxito era muy bajo. Bajísimo, salida (no lo son). Y lo único que te protege es la cláu—
si se entiende por éxito sobrevivir más de veinticuatro sula cuarenta y dos, que estipula que puedes defenderte

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“legítimamente” de un añliado armado, pero sirve de zmtes sostenía a su familia amenaza ahora con arruinar-
poco frente a quienes vienen a propónerte negocios. lo. Y cada día, al regresar a casa, se topa con una mole
Chang, sin embargo, no quería enterarse de todo eso. . que no tiene nada que envidiarle a la gorda de la tina y
Para él, el plan era de una sencillez cristalina: un año que, además, habla y se queja y pide. “Cocinarla a ella”,
de trabajo duro, máximo dos, y después la Cúpula y el concluye Mayorga, “habría sido más fácil”. Pagar cinco
Ministerio de Inteligenda podían irse a la mierda. Con— o diez veces más que los clientes habituales permite, sin
traatacó. ¿Prefería seguir esperando a que los gases del embargo, ser exigente. A Isabel no le gustaba la idea de
subterráneo me mataran o a que un protocolombino me ir a mi casa, pero yo era el que estaba pagando. Cuando
hiciera volar por los aires? Era un buen argumento, sin fui a despedirme, Mayorga había convencido al profesor
duda. No obstante, la respuesta era que seguiría pensán— de que nue…rtro artículo sería una obra maestra.
dolo, y como Mayorga y Villegas y demás, lamentando
saber que eso, por el momento, significaba no. Antes de
volver a la mesa, Vi a Isabel y pensé que podía conñarle
a Mayorga el regreso a casa del profesor Groot.
Como todas las chicas de la esquina que había cono—
cido desde que acepté el empleo, Isabel establecía tres
tipos de tarifas: en orden creciente, nativos, “turistas”
(residentes) y “cocineros” (ejecutores). Estaba prepa—
rado. Versión “economía doméstica de” la historia del
pastillero suicida Beltrán. Comienzos de los años cin-
cuenta, Determinación de Vacantes sigue siendo una
institución tímida, los hombres de las pastillas no han
aprendido que el negocio está más en lo que pueden
sacar de la Cúpula, que en lo que pueden entrar en ella,
pero sus vecinos, los comerciantes y las putas, sí, y los
precios para los “cocineros” han empezado a subir de
manera escandalosa. Beltrán descubre que con el olor a
carne nunca logrará un descuento, y el trabajo con el que

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ra de la Cúpula, los ejecutores somos poco menos que
mercenarios, no ejecutores sino “cocineros”. Nos ven
con asco, pero también con envidia. Entrar y salir de
Ciudad Andina, visitar el paraíso para volver todas las
noches al basurero. Aunque la imagen del basurero es—
DÍA SIETE taba demasiado cerca de la verdad, lo del paraíso era la
mentira por excelencia. Pero nadie quería enterarse de
ello, e Isabel no era la excepción.
Me sorprendió que se quedara. Estaba acostumbrado a —La próxima vez podría haber un descuento si no
que saquearan mi despensa y desaparecieran antes del usa protección ——dijo.
amanecer, no a que se ducharan y se prepararan un café ——No necesito descuentos.
en casa. Eso significaba que no era del barrio y nece— ——Necesitatá próxima vez.
sitaba esperar a la reapertura del subterráneo, pero me ——Eso lo decido yo.
gustó salir de la habitación y encontrarla sentada en la —Yo no estoy tan segura.
mesa jugando con el gato, y lo único que se me Qxcurrió ——¿Cuánto están pagando?
pensar en ese instante fue que el animal me traía buena —Suñciente.
suerte. Ella continuó acariciándolo como si mi presencia ——¿Suflciente para qué?
a]]í importara poco. Fui a la cocina, me serví una taza, ——Suflciente.
volví a la sala, me senté frente a ella. Ni siquiera levantó ———Está bien. Tampoco tengo ganas de hablar de eso.
la cabeza. A la luz del día me pareció incluso más bo— Podemos hablar de otra cosa.
nita. Me gustaba así, sin otro maquillaje que los labios Pero no seguimos hablando. En silencio acabó su café
coloreados de verde, con el pelo húmedo enmarcándole y al marcharse solo se despidió del gato. Me pregunté
el rostro de muñeca cínica, menos sugerente que en el cuántos años podría tener (veintidós, veintitrés), cuántos
bar, es probable, pero más cómoda consigo misma, en años llevaba en el negocio (cuatro, cinco), cuántos años
absoluto preocupada por lo que su cliente allí presente tardaría en descubrir que nunca era suficiente (muchos,
pudiera pensar o querer, más Isabel. demasiados, todos). El parecido físico no era grande
Imagino que, por el contrario, ella seguía viendo en y, sin embargo, era inevitable que me recordara a Ma—
mí lo que había visto en el bar… Para quienes viven fue— ría, la hermana mayor de Méndez, la madre de Martín.

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Dieciocho años, buenas piernas, un deseo tenaz de com- ¿n esa época, Méndez solía hacer el chiste de que
prarse un derecho de residencia para irse a la Cúpula y,? Mayorga era uno de los candidatos a padre de Martín.
como decía, no volver a ver en su vida nuestras caras Después del 59 ni él ni yo queremos recordarlo, y la
de perdedores. única vez que volvimos sobre el tema, me di cuenta de
María, más optimista, ni siquiera cobraba. Se confor— que había empezado a tomarse el chiste en serio, lo que
maba con llenarse de hormonas, embarazarse, vender lo convertía a él en uno de los padres más irresponsa—
el óvulo fertilizado y volver a embarazarse. Era joven y bles de la historia, y a su mejor amigo en el asesino de
fértil y estaba sana: carne de traficante de Garcés Navas. su hijo. Por eso, imagino, tampoco Mayorga va al psi—
El negocio debía ser más rentable entonces, porque cólogo. Vendedoras de óvulos, compradotas de óvulos.
no existía la cláusula treinta y nueve (nacimientos ilega— Los ejecutores tenemos suñciente de qué preocuparnos
les) y porque la cláusula dos aún no especificaba que un para andar buscando hijos que no se nos han perdido.
embarazo no era causa suficiente para anular un venci— lil profesor Groot podía gastar todo el tiempo que qui—
miento: en esa época todo embarazo se atribuía todavía a siera pensando en sus modos de existencia anómalos,
“errores” en el proceso de esterilización y, aunque fueran yo tenía treinta minutos de retraso.
detectados, los “errores” llevados a término podían vivir
cuatro o cinco años en los márgenes deLsístema antes
de ser enviados al orfanato de Chicó Oriental. Pero que
el negocio fuera rentable no signiñca que fuera rentable A Gordon no le gustó que llegara tarde. No tenía nada
para las chicas que asumían los riesgos. que ofrecerme, pero tenía un reglamento y al reglamen—
El primer contratiempo fue Martín, un desliz que la to no le interesaba si había 0 no llamadas. Seguimos la
puso fuera de circulación durante casi un año. El segun— transmisión del debate sobre la reforma de la cláusula
do, contagiarse. Entonces la carne empezó a pudrírsele dos como quien sigue el campeonato mundial de do—
y no hubo más contratiempos ni más María. Cuando minó. Bostezando, corrigiendo apuestas, chiflando cada
murió, descubrimos que ni habiendo sido fértil hasta vez que alguien nos mencionaba. No voy a negar que
los cincuenta y cinco habría reunido el capital necesario encontré algunos datos que hubieran excitado la imagi—
para inscribirse en la lista de espera. Malos recuerdos de nación del profesor Groot (la edad media de las llamadas
los buenos tiempos. había vuelto a descender en el último año; el ministro

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de Salud calificó de “alarmante” la tasa de natalidad en— un mes, pero el resultado no sería distinto, y muchos de
tre las añliadas, pero de nuevo se negó a revelar cifras;á los que habían seguido la transmisión con optimismo
el presidente de la Alianza por el Progreso, cincuenta y difícilmente llegarían a ver uno nuevo, y en medio del
un años, prórroga no renovable de diez en el 63, volvió llanto y el desconsuelo empezarían a llamar.
a proponer el destierro como alternativa a la incinera- ———Es la tortura por la esperanza —decía el profesor
ción), pero más allá de eso, me aburrí tanto como los Groot.
demás. Y cuando, para ver algo de acción, Mayorga fue El récord vigente era de cuatro años atrás: doscien—
a hacer la llamada de la bomba (“tienen diez minutos tas treinta y nueve llamadas entre las cinco de la tarde
para aprobar el proyecto o evacuar el Congreso, ¿qué y las once de la noche. La mayoría de nuestros propios
eligen?”), Gordon apareció para anunciar que al día si- récords también eran de esa fecha: Zárate: dieciocho;
guiente tendríamos libre hasta las cuatro de la tarde y Villegas: diecinueve; Montenegro: veintitrés; Iménez:
rifar los vencimientos del día. Rifó dos y me castigó con veinticuatro; Salcedo (q. 6. p. d.): treinta. Mayorga, con
el restante. Que Gordon fuera susceptible a la disciplina treinta y tres, debería haber sido declarado fuera de con—
era comprensible, pero un vencimiento en ese momento curso, pero por algo era quien organizaba las apuestas.
era el peor encargo posible. “¡Un día! ¡Un día! ¡Apenas Iba pensando en lo mucho que le dísgustaba a Gordon
falta un día! ¡No puedo morir por un día!f*/Mala suerte, el tema de las apuestas, cuando leí la ficha. A fm de cuen—
amigo, y si no te tragas eso rápido te cocino aquí mis— tas, el comisario tenía su sentido del humor.
mo. Confirmar que el sistema de privilegios tampoco ha ¿Cómo sería la señorita Ciudad Andina 42? Imagi-
conseguido modificar las ilusiones de nuestra especie no né a la gordade la tina. Creo haberme equivocado por
era, pese a los discursos del profesor Groot, la manera unos doce kilos.
más apropiada de ñnalízar un día que había empezado
tan bien, pero no tenía alternativa.
El guion era el mismo siempre. Tardaron tres décadas
en ampliar el vencimiento de afiliaciones de cuarenta y
dos a cuarenta y cinco años, y pasarán muchas más an—
tes de que los af1liados puedan llegar a los cincuenta, y
yo, con seguridad, no estaré allí para ver las celebracio—
nes. El debate podía prolongarse una semana entera o

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Hu la madrugada, cuando Mayorga iba por su noche
ciento veinticinco, había conseguido que le explicara lo
del pedo. No era por supuesto el secreto más preciado
de Determinación de Vacantes, y tampoco me creí por
completo que Mayorga se lo hubiera explicado, pero
DÍA OCHO mordí el anzuelo y al rato el profesor estaba instalado
en mi mesa con un cargamento,de notas y libros y pre-
guntas. No era solo cuestión de unos datos. Las novelas
Sábado. El congreso sesionando y la Central en servi— del ejecutor jaramillo le habían permitido volver con
cios mínimos. Alguien tenía que tener mucha prisa. renovadas fuerzas sobre 10 del artículo para la Univer—
La situación era poco usual, pero bienvenida. Hasta que sidad Republicana de Madagascar, y la únicadiferencia
apareció el profesor Groot, que indiferente al hecho cra que ahora estaba decidido a escribirlo él mismo. Me
político de la semana llegó a las siete de la mañana sometió toda la mañana a la exposición de 10 que iba a
para hablar sobre su dichoso artículo. Intenté quitár— ser, con mi ayuda, la obra maestra que había predicho
melo de encima diciéndole que tenía la jornada libre: nuestro amigo.
podíamos hablar más tarde. Pero, inmu e a las indi- A las once, yo seguía sin abrir la boca para nada dife—
rectas, no se le ocurrió, o no le importó, que tal vez rente de fumar o tomar café y él continuaba hablando.
quería seguir durmiendo. Por la forma en que miraba al gato, cualquiera hubiera
—Mucho mejor. Tenemos que empezar cuanto antes. pensado que en realidad se dirigía a él, y sin esfuerzo
¿Por qué no le cerré la puerta y volví a la cama? me lo imaginé practicando con el animal el discurso que
Ahora sé que eso quizás me habría ahorrado proble— ahora me echaba a mí. La mayoría de los cuentos ya los
do
mas, pero en ese momento no lo sabía y el profesor conocía, eran míos o Groot los sabía por mí, y cuan
Groot utilizó una estrategia que hubiera convencido a llegó la ronda de preguntas lo único que tuve que ha-
cualquiera en mi lugar. Pienso que de alguna manera cer fue conflrmarle que sí, que era cierto, que estaba de
fue su pequeña venganza por haberlo abandonado dos acuerdo, que nadie lo habría dicho mejor. Sontió satis-
noches atrás en el bar. Un intercambio de información: fecho, acariciándose los tres pelos que formaban lo que
yo le proporcionaba unos datos y él me revelaría “el según él era una barba, y una vez más comprobé que
secreto más preciado de Determinación de Vacantes”. vivía en otro mundo.

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Decir que los verdaderos enemigos de los afiliados el verdadero sostén del sistema? Un grupo se empeñó
no somos nosotros sino el sistema de privilegios estaba en que una prolongación en los plazos de los afiliados
lejos de ser una revelación. Y sugerir que el doctor Silva “ debía acompañarse de algún beneficio para sus amos,
se había dedicado a ocultar esa verdad era una tergiver— específicamente, de la ampliación del tiempo que sus
sación descarada. En manos de Groot, el escritor más ' descendientes podían vivir en la Cúpula sin tener que
importante que había producido la Cúpula era poco comprar su derecho de residencia. Una parlamentaria se
menos que una excusa, un trampolín para otra clase de ¿* extendió en una perorata sobre lo que llamó “las angus—
especulaciones. Modos de existencia anómalos. Estaba “¡ tias de la maternidad”, algo que, subrayó, desconocían
aburrido de esa cantaleta y de las cuatrocientas páginas por completo las aflliadas, que por voluntad propia re-
de Álvaro Álvarez y de la economía de la infelicidad, , nunciaban a esa “faceta” de sus vidas para centrarse en
pero el profesor Groot era el profesor Groot, y yo ha— —* “intereses cortoplacistas”. La ovación, como era obli—
bía aprendido a seguirle el juego sin darle demasiadas gatorio, fue atronadora.
esperanzas acerca de su eficacia. 1V[ientras terminábamos __ Margaret, la secretaria de Gordon, que era la única mu—
de almorzar, llegó a los titulares con los que la prensa jer de la Central, soltó un “jesucristo Cosmonauta” y gritó
anunciaría nuestra incursión en el mundo de las letras. a la pantalla que todos, residentes y afiliados, eran iguales,
“El ejecutor Iménez y el lústorieñskor Pablo Gtoot desen— iguales de degenerados, iguales de corruptos, iguales de
mascaran la tragedia”. “La verdad sobre el ejecutor]ata— traidores. Gordon aprobó su escándalo. Mayorga la invitó
millo por fin al descubierto”. “El sistema de privilegios * a apagar la transmisión. Y el resto nos preguntamos hasta
demuestra ser un foco de corrupción y vicio”. Fue inútil qué hora tendríamos que oír semejante mierda.
decirle que como titulares eran todos uno y el mismo * Respuesta: hasta las seis y treinta, la hora en que aplaza—
bodrio, pero al menos comprendió que yo no quería _ ron la votación para el lunes y por En pudimos largamos.
incursionar en el mundo de sus letras. Villegas propuso ir en masa al bar de Chang. Como
Los discursos que tuve que oír al final de la tarde en 1 siempre que alguien mencionaba el local clandestino que
la Central no fueron más entretenidos. El debate se ha— … hacía las veces de sucursal oñciosa de Determinación
bía empantanado en una discusión sobre la “equidad” * de Vacantes, Gordon se limitó a toser y mirar para otro
del proyecto que no iba para ningún lado: ¿era justa una lado. Sin darse por enterado, Villegas insistió anuncian—
ley que daba cinco años más de “oportunidades” a los do que invitaba a la primera ronda. Hasta varios de los
afiliados sin ninguna contrapartida para los residentes, * novatos SC apuntaron.

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la mesa de los “cocineros” permitía pensar que hiciera
diferencias entre el cliente que necesitaba una próxima
vez y sus colegas.
Isabel estaba en la barra. La vi apenas entré y seguí mi- Dos horas después, los únicos que quedábamos éra—
rándola desde la mesa, mientras oía cómo, al amparo de mos Mayorga, Villegas y yo, y Mayorga decidió que era
la ronda a la que había invitado, Villegas bromeaba con el momento oportuno para pedirle cuentas al bocazas:
Montenegro sobre los inconvenientes de la “oferta” de , además de haber descendido varios niveles en la escala
Chang. Una imprudencia que Mayorga cortó desviando de la estupidez como para hacer chistes sobre la “ofer—
la atención hacia mí: ta” de Chang con Montenegro, ¿le pasaba algo más?
—¿Vale lo que cobra? —dijo. Villegas se disculpó por haberse ido de la lengua, sobre
Tardé un instante en entender la pregunta. Y cuando todo delante de los novatos, pero en lugar de respon—
atiné a responderla (“no, qué va, igual que todas”), Ma— der a la pregunta que le había hecho Mayorga, dijo que
yorga había logrado reconducir la conversación. tenía algo importante que contarnos, pero que prefería
—Pues para ser igual que todas, te dejó cara de en- dejarlo para mañana. Ya que ninguno tenía turno, nos
coñado. invitaba a almorzar. En su casa. Mañana, repitió. Y para
—¿Qué dice? Es la misma cara de idiota de siempre. contrarrestar la cara de “qué ridiculez estás diciendo”
———La verdad es que está buena. de Mayorga, agregó: '
——Eso se llama subir de categoría. —Estará Vilma.
—Después de Roxana, cualquier cosa es subir de ——¿Quién es Vilma? ——pregunté yo.
categoría. —Mi cuñada. '
—Pues ella ahora está en Santafé y nosotros segui— —Las tetas más finas que he tocado sin pagar desde
mos aquí. el Tecnológico —díjo Mayorga—. Sin contar la Cúpu—
—Es que Roxana tenía un par. .. la, se entiende.
Así haSta que convencieron a uno de los novatos, un —¿Y para mí qué hay? —dije.
debutante en lo que a antros se refiere, de que le envia— ———Puedes llevar a tu puta ——dijo Mayorga.
ra una copa. La cara de Villegas decía que no era una buena idea.
Isabel aceptó el trago y le dedicó un guiño al recluta E Isabel ya no estaba en la barra.
que lo pagaba, pero nada en la mirada que paseó por

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de la cita. Así hasta que primero las ñguritas, y luego la
mesa y la casa entera, empezaban otra vez a temblar se—
ñalando el paso del subterráneo periférico, y todos nos
mirábamos y sonreíamos como si semejante estremeci—
miento pudiera obviarse con caras de aquí—no—pasa—nada.
DÍA NUEVE —Son todas originales —dijo Villegas.
Quizás estaba orgulloso de la colección, aunque lo
más probable era que quisiera evitar que alguno señalara
Vida social de ejecutor. La decoración de la sala de Vi- » (de nuevo) el dudoso acierto de cambiar un apartamento
llegas me hacía sentir incómodo. Y viajar en el tiempo. * por una casa en las afueras que, todos los días, de cinco
Cuando tenía seis o siete años, el orfanato me paseó por ' de la mañana a nueve de la noche, parecía ,a punto de
montones de salas similares, con parejas no muy distin— “* derrumbarse cada media hora.
tas de Villegas y Astrid, sentadas en sofás estampados, * —Nunca se me habría ocurrido sacar algo así de la
rodeadas de fotografías de padres y abuelos que habían — Cúpula —díje yo.
conocido mejores tiempos, hasta que los trabajadores ¿3 —Y a Andrés tampoco —dijo Astrid—. Son una
sociales dieron por hecho que no iban a librarse de mí. ¿* herencia familiar. No somos ladrones.
El único uen recuerdo que conservo de esas salas es el * Lo que implicaba que yo sí lo era. 0, para ser más
de las figuritas de porcelana que robaba al primer des- * exactos, que nunca había dejado de serlo.
cuido y que coleccioné hasta que, años después, en el —Sacar cosas de la Cúpula no es robar sino redistri—
Tecnológico, aprendí que un trozo de porcelana es todo buir —dijo Mayorga. Pese a su empeño, continuaba sin
lo que necesitas para romper el vidrio templado de las sacarle una sonrisa a Vilma, que, circunspecta como la
ventanas de los deslizadores. hermana, parecía haber olvidado que era el mejor par
Bajo la mirada severa de Astrid, yo observaba la ñ- * de tetas que nuestro colega había tocado sin pagar—.
garita de la bailarina atándose (o desatándose) las za— E Excepto, claro, si lo que uno saca de la Cúpula es un
patillas y pensaba que al profesor Groot le haría gracia, * gato. La alusión surtió el efecto deseado.
que unos segundos de distracción serían suficientes para —¿Un gato vivo? ¿Un gato de verdad? —dijo Vilma.
echármela al bolsillo, que robarla era lo mejor que podía —Sí, un gato vivo.
hacer para reconocer, y elevarme a, la (pretendida) altura * —¿Quién ha sacado un gato vivo?

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—El. elogios tópicos de la cocina de la casa, que para quienes
La mirada de Vilma se desplázó de Mayorga a nurríamos nuestras despensas en la Cúpula era básica—
La de Astrid, de su hermana a Villegas. Y la imaginé mente insípida. El ambiente no era el apropiado para
criminándole esa misma noche por qué nunca le " ' una conversación animada, y tener que demostrar que
llevado un gato. ¡Un gato vivo! Quizás previendo e _ '— puedes comportarte como una persona decente y no
discusión, Villegas, alias Andrés, se apresuró a manife ? cumó el patán que en teoría eres, no contribuía a ha—
tar su desacuerdo: cer más agradable la velada. Sin alcohol, por respeto a
—Los gatos traen mala suerte —dijo. frl nuestra anñtriona, Vilma era impenetrable, y Mayorga se
Andrés Villegas. A diferencia de nosotros, que había ¿ refugió en una serie de chistes sobre el ejecutor cambal
mos aceptado el empleo porque no teníamos opción y…' que resultaron entretenidos hasta que Villegas también
nos limítábarnos a ver pasar los años, el ejecutor acci& uc rio, algo que debía tener prohibido.
dental Andrés Villegas tenía objetivos, y si bien esos ob“— ' Astrid no ocultó su afán, que yo compartía, por que
jetivos eran pospuestos año tras año, no había relación la velada terminara pronto. Por supuesto, se abstuvo de
entre ellos y su trabajo en Determinación de Vacantes; probar el café que yo había traído. De nada sirvió que
La mueca en la cara de Astrid no nos dejaba olvidarlo. *_ Villegas contara que, según el profesor Groot, antes
Para ella nosotrosé¿:amos ¿jeautore5, mientras que su ma— * de la prohibición, tomar café después de las comidas
tido era un hombre de bien luchando contra circunstan- Í era una tradición “inveterada” entre las familias de más
cias adversas en un empleo que, por desgracia, no había . :mcio abolengo de la capital… Para ella, seguramente,
resultado como lo pintaban en las novelas (que ella, una mmbién éramos culpables de los malos hábitos de su
mujer culta y educada, sí leía) y en el que en lugar de *“ marido. La escena quizás no hubiera pasado de ser el
relacionarse con gente de su condición había trabado final de un compromiso ridículo, si a Mayorga no se le
amistad con dos alimañas sin futuro de Chicó Oriental. hubiera ocurrido señalar que seguíamos sin conocer el
Si Astrid aceptaba nuestra presencia era porque creía motivo de una velada tan agradable, eso tan importante
debemos algo, a saber, que lo único que le faltaba a su que Villegas no se había atrevido a revelarnos en el bar
marido era el índice de la mano derecha y no algo más. de Chang. ¿Qué era? ¿Un ascenso?, ¿la lotería?, ¿regre-
Cambiar la sala por el comedor no alivió mi incomo— san a Santafé? Descartada la lotería (que no era una po—
didad, pero le permitió a Mayorga sentarse más cerca sibilidad) y el regreso a Santafé (que era una posibilidad
de Vilma. Comimos casi en silencio, refugiándonos en remota), la pregunta iba dirigida a Astrid, la única de los

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dos que podía aspirar a un aumeqto o un ascenso, pero para no ir a llorar delante de los colegas de su marido
ella, en lugar de responder, le lanzó una mirada fulrnií (“para no darles el gusto”), se puso de pie y salió del co—
nante a Villegas, la señal de que probablemente habían medor. Villegas dijo algo que sonó a “cariño”, pero no
acordado el aplazamiento sine die de la revelación. hizo nada por detenerla. Vilma, por su parte, nos miró
Pista: no se trataba de un gato. como si fuéramos nosotros los que hubiéramos metido
—Vamos a tener un hijo._ la pata y corrió a consolar a su hermana.
El silencio fue la respuesta más apropiada que se me Villegas sí hizo algo por detenernos al ver que ñaamos *
ocurrió. a seguir el ejemplo de Astrid:
—¿Qué? —dijo Mayorga escupiendo su café hasta —Pero si todavía no hemos hablado de negocios
el centro de la mesa. —dijo.
El paso puntual del subterráneo no estuvo acompa— Miré a Mayorga y asenlí con la cabeza dándole la ta—
ñado esta vez de sonrisitas de aquí—no—pasa—nada. Para zón: el cretino de verdad estaba pensando venderle la
empezar, porque aquí sí pasaba algo. insignia a Chang.
—Vamos a tener un bebé —repitió Villegas, creyen— *
do quizás que no se le había entendido.
—No puedes estar hablando en serio. ¿Están locos? “3
—No. Para n$.da. Es cierto: vamos a tener un bebé. Hijos. La culpa había sido de Villegas… Si'10 que que—
—Estoy de catorce semanas —dijo Astrid y toda su ' ría era hablar, para eso estaba el bar. Nuestra reacción
superioridad pareció desvanecetse. habría sido la misma, pero nos habríamos ahorrado el
—Supongo que debemos actuar como si fuera una numerito. Por desgracia, la familia de Astrid y, en menor
bonita noticia —dijo Mayorga. medida, la de Villegas habían conocido la fortuna y cier—
—¿Actuar? ¡Actuar! ¡Te advert1' que sería así! tas solemnidades deben grabarse en los genes. Anunciar
—Tranquila. No te alteres. Están sorprendidos. ¿No a los amigos la llegada de un vástago formaba parte de
es cierto? Es lo más natural. De hecho, yo también sigo los rituales en los que el padre de Astrid y Vilma había
sorprendido. Estoy contento, pero sigo sorprendido. sido formado en la Cúpula, esto es, antes de llegar a la
—Pues no deberías. mayoría de edad y descubrir que sus padres no podían
Era el momento de largatnos, pero Astrid se nos pagarle el derecho de residencia. El problema era que
adelantó. Con los puños apretados, cerrando los ojos los colegas del marido no eran un par de prósperos

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profesionales dispuestos a competir entre sí por el ho- ¡ (iurdon, “pero sí el único que tuvo los huevos para lle-
nor de apadrinar al primogénito de la feliz pareja, sino ! gar hasta el ñnal”. Los hombres de las pastillas tenían
ejecutores, y los ejecutores no tenían hijos. familias y concebían planes desesperados y tomaban
Versión “soy tu padre” de la historia del pastillero sui- ' su propia medicina y heredaban indemnizaciones. Los
cida Beltrán. La jubilación todavía está lejos y el hogar .— ejecutores no. Incluso cuando se permitían escuchar los
dulce hogar ha quedado definitivamente en el pasado. cantos de sirena de Chang, los ejecutores no.
Los hijos han crecido. En lugar de esperar a papá ansio- * Faltando tres paradas para Chicó Oriental, sorprendí
sos por ver qué regalito trae dela Cúpula, se han conver— ¡¡ Mayorga mirándome a través de la máscara de gas. El
tido en adolescentes descontentos que si alguna vez lo subterráneo estaba abarrotado desde que nos subimos
esperan es para hacerle la lista de todo lo que su sueldo *, y no habíamos hablado.
de of1cial de Determinación de Vacantes no puede pa- —¿Pensando en Villegas? —dije.
gar. El mayor se subleva. Beltrán le dice que se busque —No. Pensando en no volver a montar nunca en una
un trabajo. El chico se va de la casa. Tres meses después, mierda de estas.
Beltrán se topa con él en Ciudad Andina. El adolescente —Puedes comprarte un deslizador a plazos —dije
rebelde se ha convertido en un afiliado orgulloso (aún) señalando la tentadora publicidad del Banco de Crédito
que se niega a reconocer axsu padre delante de sus nue— y Comercio Nueva Santafé: “Date un capricho: quizás
vos amigos, otros afiliados, igual de jóvenes, igual de or— mueras antes de. . .”.
gullosos, y juntos se burlan del gracioso hombre de las —0 podría robado.
pastillas que se ha quedado petriñcado y a duras penas —Como en los viejos tiempos.
tartamudea un que—que—qué—haces—aquí. Aconsejado por —¿Por qué no?
Kaminsky, Beltrán acude a Asesoría Psicológica y Espi- —Claro, por qué no. Había olvidado lo bien que nos
ritual, donde le sugieren pedir una licencia y pasar más fue la última vez.
tiempo con sus otros hijos, esos que todavía no son añ— —No te preocupes. He estado practicando.
liados, y redactan un informe cuestionando su capacidad Pese a la máscara, era evidente que se estaba riendo.
para seguir desempeñando las tareas propias del cargo. Y entonces me enseñó la ñgurita de la bailarina.
Beltrán toma las pastillas convencido de que la indem—
nización salvará al resto de su familia. “No fue el úni—
co que se dio cuenta de que esa era la salida”, concluye

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Tras una primera votación poco favorable para los
intereses de los añliados, el senador Pomponio Schultz,
ponente del proyecto, pidió un receso y hacia las diez
de la mañana reapareció con una versión sensiblemen-
t:c distinta. A cambio de la promesa de que su partido
DÍA DIEZ no resucitaría el proyecto en las próximas dos legisla—
turas (y, se rumoreaba, una generosa prórroga por su
decidida apuesta por la paz social), el nuevo proyecto
El robo de deslizadores era una práctica tan natural proponía que los vencimientos fueran aplazándose, a
para los menores de Chicó Oriental, que cuando al— razón de un año cada año, hasta llegar al límite de cin—
guien descubría que el suyo había desaparecido iba cuenta años prometido en un primer momento. Eso sí,
antes a los talleres en los que hacíamos prácticas los siempre que se cumplieran las metas de control de la
estudiantes del Tecnológico que a la policía. Sin em— natalidad acordadas. Y como si poner el destino de los
bargo, solo los crednos con exceso de conflanza se- afiliados en manos de los residentes, que eran los que
guían moviéndose en deslizadores robados después de decidían (y por regla general incumplían) esas metas, no
cumplidos los dieciséis. Méndez, Mayorga y yo ha— fuera ya bastante malo, el proyecto preveía un período
bíamos' sido tres cretinos inusualmente confiados. Y de estudio, previo a su implementación, no inferior a
habíamos aprendido la lección. 0 eso creía. cinco años. Aprobado. Calculé que un diez por ciento
——Me lo prestó mi primo —dijo Mayorga, una vez de sus electores tenían menos de cinco años por delan-
me acomodé en el asiento del pasajero. te, y aposté que lo iban a matar tan pronto pusiera los
—Vaya máquina tiene el primo. pies en la calle.
——Es muy trabajador. Y desprendido. Bastó con de— Por desgracia, a las dos de la tarde todavía nadie lo
cirle que estábamos en una emergencia y me fue entre— había matado y, en cambio, los teléfonos habían estado
gando el mando. sonando desde que se transmitió la noticia.
—¿Y estamos en una emergencia? Procedimientos especiales. En días así, la apertura de
—Lo estaremos antes de las dos de la tarde. las puertas del Reino depende de los cálculos de Hacien—
En realidad, tuvimos que esperar hasta las seis. da, y Gordon tenía que esperar órdenes antes de hacer

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cualquier movimiento. Qué factores entran en esos cil: para verificar el número de llamadas activas y el perso-
culos es información conñdenciál, pero la clave, co
nal disponible, y quince minutos después para darle luz
cualquiera puede imaginar, es el superávit (o déficit) verde: había que atender todas las llamadas, o tantas
solicitudes de afiliación y el crecimiento previsto dentrd mmc pudiéramos, cuantas más, mejor.
de la Cúpula. Y lo usual es que la Cúpula tenga afdiadat—j De inmediato, mientras Margaret nos daba a cada uno
de sobra. En casi diez años, solo en una ocasión nos hdr: 81 un primer paquete de diez f1chas, Mayorga empezó a re-
bían mandado provistos de varias solicitudes de aplaza <… mger las apuestas: un dinero que, habíamos acordado
miento, en el 63, cuando el suicidio de la actriz Victori'. ' mn Montenegro, Zárate y los demás veteranos, Villegas
Egan provocó ciento ocho llamadas en una hora, y ni ' ganaría contra todo pronóstico, en una demostración
siquiera Gordon pudo explicar entonces por qué lo hi- , de que preñar a la mujer te convierte en un hombre de
cieron. Los aflliados conocen bien las reglas de la apues— empresa.
ta. La noticia de que se está produciendo una avalancha *
de llamadas se difunde con rapidez. Y a los que llaman
desesperanzados y tragarán las pastillas sin reparos, se
suman los que llaman para probar suerte, porque si Ha- ' Regrese a Chicó Oriental poco después de la media—
cienda establece un límite, 0 [laterminación de Vacantes ¿
noche. Agotado. Aunque seguía sin poder superar mi
colapsa, muchos tendrán la posibilidad de llegar a los ) propio récord (veinticuatro llamadas, muy lejos de las
cuarenta y seis o cuarenta y siete (cláusula contractual . quince de esa noche), había sido una jornada prove—
número once, incisos ocho: aplazamientos por sosteni- chosa. El truco está en no dejar que te enreden con la
bilidad; y nueve: aplazamientos por incomparecencia). cláusula seis: tienes prisa y ellos también, aunque no lo
Está lejos de ser el premio gordo, pero para quienes no sepan, y basta convencerlos de que las famosas cuatro
tienen más que unos pocos meses por delante, sin duda horas de preparación para la buena muerte escasamente
se trata de un bonito consuelo. sirven para prolongar la agonía. Por suerte, los desespe-
Hacienda, en cualquier caso, sabía tomarse su tiem- rados no tienen 11'empo de organizarse una despedida en
po. A las cuatro de la tarde, Gordon continuaba sin re— forma y, menos aún, ganas de retenerte repasando los
cibir órdenes y, mientras tanto, había cubierto la cuota videos de infancia. Y como un instante antes de llamar
de la semana con los oficiales de menos experiencia y Ios embargaba el optimismo, suelen estar bien aprovi—
un par de novatos. A las cinco y cincuenta, lo llamaron sionados. Empecé echando los mejores hallazgos en el

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maletín, pero al final me acordé del primo de Mayorga Pero Groot sí estaba despierto. Y, además, en mí apar—
y conseguí una caja. Si había un día para volver a robar ¡amento. Sin embargo, saltaba a la vista que no estaba en
deslizadores, admití, era este: con semejante carga hu- condiciones de ir a ninguna f1esta. Asustado y Horoso,
biera sido imposible entrar en el subterráneo. ni siquiera fue capaz de verme a la cara, y mirando al
Mientras acompañaba a Mayorga a dejar a Villegas , — suelo empezó a disculparse por ser un viejo inútil que
en su casa (“qué buen gusto tiene tu primo ”_, << ¿y dices ni siquiera podía cuidar a un gato. Me bastó mirar alre—
que te lo deja toda la semana?”; “qué envidia”; “reparar dedor para saber lo que había ocurrido. Las señales de
la ventana te va a costar un ojo de la cara”), pensaba la pelea. La ausencia del gato. La flesta del vecino.
que uno de los aspectos más tentadores de la propuesta Individuo pacífico. Siempre creí que si algún día hu—
de Chang era la promesa de no volver a utilizar el sub— bieran tenido que llenar mi f1cha, habrían puesto eso,
terráneo. ¿Había subterráneos en Galápagos? ¿Había como en la de Silva, como en la de casi todo el mundo.
ratas en Galápagos? Cargado con mi caja de provisio- Una cosa es el empleo y otra, muy diferente, la vida fuera
nes y optimismos ajenos, incluso me dije que debería de la Cúpula. Fanfarroneas en la Central. Fanfarroneas
pregunth por uno de esos créditos “quizás mueras en el bar. Fanfarroneas en Plaza Andina mirando a las
antes de. . .”. muchachas a las que inspiras curiosidad y miedo y, si
Subía las escaleras cuando/Óí la música y las risas. estás de suerte, morbo. Pero no lo haces en el barrio o
El vecino del profesor Groot daba una fiesta. Y se me en el subterráneo o en el mercado. No puedes permi—
ocurrió que éramos nosotros los que teníamos con qué tírtelo. Y no te dejan. Porque nunca debes olvidar que
dar una f1esta, un banquete. Pese al cansancio, estaba de fuera de la Cúpula no estás tratando con afiliados y tu
buen ánimo y lamenté saber que a esa hora el profesor insignia carece de valor y solo eres un cocinero.
sin duda estaría ya en cama. Quería verle la cara al des— Esa noche, sin embargo, algo cambió.
cubrir mi cargamento. ¿Adivine, profesor, qué hay en Bajé las escaleras con la velocidad con la que hubiera
esta botella? Un brindis por su señoría, el traidor Pom— perseguido al fugitivo del millón, pero con más rabia,
ponio Schultz, y un brindis por la odiada cláusula dos más odio y más deseos de cocinar a alguien de los que
(vencimiento de aflh'aciones), fuente inagotable de pro— en tal circunstancia hubieran sido hecesarios. No llamé
yectos legislativos y promesas electorales, y un brindis al timbre. No era un invitado, sino el encargado de po—
por el sistema de privilegios, que premia tan bien a sus ner fm a la reunión, y una patada en la puerta me pare—
servidores, y así sucesivamente. ció anuncio suficiente.

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Serían unos diez. La mitad se esfumó tan pronto la y el fanfarrón que podía ser. Una diferencia tan grande
entrada estuvo libre, y uno que intentó detenerme y ter- como la que había entre el planeta que describían los li—
minó con una rodilla abierta en un ángulo de doscientos bros de historia del profesor y el que heredamos de los
setenta grados me ayudó a explicar la situación al resto. exploradores de Ganímedes.
Ni siquiera esperaron a que.sacara el portátil. Los dos
quedarme a Sºlas“ —
últimos se llevaron al herido. Y pude
con el anfitrión.
—Tiene tres minutos para largarse —dije.
—¿Es un chiste? '
—El chiste es que en tres minutos estaré tan cabreado
que me habré llenado de razones para matarlo.
—Puedo denunciarlo. Usted no. ..
—Dos minutos.
——Espere, espere. Queda casi la mitad. Podemos
compartirlo. El viejo. ..
——Un minuto. )
Fui más persuasivo al agarrado del cuello y tirarlo por
las escaleras. Pero ni siquiera haciendo eso pude sacarme
de la cabeza las ganas de matarlo. No de cocinarlo sino
de matarlo. Lo odiaba por haber golpeado al profesor
Groot, por haberse comido el gato que llevábamos casi
una semana engordando, por haberse comido el gato
que me había traído suerte con Isabel, por arruinarme
la sonrisa con que había llegado a casa esa noche, mi
fiesta privada. .. No sé cuántas cosas más había en ese
odio. Solo sé que me hacía senti; capaz de cruzar un lí—
mite que nunca se me hubiera ocurrido transgredir y que
eso marcaba una diferencia entre el fanfarrón que era

92 93
La vocación propagandística de Silva alcanza su máxima expre-
sión en ]aramil/o contra elMinisterio de Intelzgm¿ía. La novela apro—
vecha de nuevo las particularidades del contrato entre los aflliados
y Determinación de Vacantes y propone una intriga policial a
partir de la cláusula diez, la cual, en términos estrictoé, es una
excepción contractual. La cláusula diez declara, en contra de la
cláusula uno, que un afiliado puede obtener un derecho de resi—
dencia por lo que denomina “logro excepcional”. La novela gira
alrededor del descubrimiento de una cura para las, ratas, que no
por casualidad son un problema que desconoce Ciudad Andina y,
en cambio, atormenta a quienes vivimos en el exterior. Lo intere—
sante es que a Silva se le escapa la conclusión obvia de cualquier
análisis histórico riguroso: es la existencia de las ratas lo que ga-
rantiza la existencia de la Cúpula. Sin ratas no habría Cúpula. Pero
es que Silva no está interesado en la historia, que ignora o falsea
a su acomodo. Prueba de ello es que la novela omite mencionar
el único caso en que la cláusula diez ha sido aplicada: Horacio
Cuervo, el inventor del incinerador portátil, el arma con que son
eliminadas casi todas las víctimas del ejecutorJaramillo. Silva habla
de purificación por el fuego y describe con magníficas imágenes
la belleza de los cuerpos al consumirse, pero calla que el único
aflliado que ha logrado ascender a residente fue un traidor. Es la
traición lo que premia la cláusula diez.

Pablo Groot
El e¿plendor de la verdad, p. 7.
DÍA ONCE

A la mañana siguiente la cara del profesor era un paí—


saje de magulladuras, miedo e indefensión. Supongo
que era algo qUe iba más allá del cuerpo y el orgullo
apaleados. No comía. No bebía. No hablaba. Y eso era
lo más preocupante. Yo no quería ni podía quedarme
ahí para consolarlo. Me despedí dándole un golpe en
la espalda y, desde la puerta, le envié un “olvídelo” que
podía aplicarse a demasiadas cosas y tampoco a mí me
convencía de nada. DeSpués de años oyendo las fanfa—
rronadas que se contaban en el bar de Chang, Groot
se había creado la fantasía del ejecutor todoterreno, te—
mible tanto en la Cúpula como en el exterior, y ahora
descubría cuán equivocado estaba. Le dedicó un pan—
fleto que hizo reír incluso a Gordon. Se titulaba Loxpo- '
deres invi5íble¡ y aventuraba que éramos un ejército para
el control de los disidentes dentro y fuera de la Cúpula.
Nada de eso era cierto. En la Cúpula éramos demasia—
do visibles y fuera de ella nadie nos prestaba atención,
ni siquiera las noticias de las nueve. Pensé que llegaríá
el día en el que podría reírme pensando que habíamos

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sido asaltados por nuestro propio vecino, y dctesté no un gato. Mc conñrmó lo que ya sabía, que los gatos no
poder hacerlo en ese momento. En la Central, recogí un 'I están incluidos en la dieta de los afiliados, pero añadió
paquete de fichas y me largué a la Cúpula con ganas de “ que conseguir uno no era difícil, era caro. Me facilitó
concentrarme en las tareas del día y olvidar el episodio. la dirección de una tienda en la que podría con seguri—
Aunque no pude evitar pensar en un gato cada vez dad comprar uno: “si el salario se lo permite”. No pude
que me abrían la puerta, fue un día sin mayores con- “ preguntar nada más porque al instante apareció la fun—
tratiempos. Cuestión de rutina, aunque, gracias al sena- , cionaria de Ingresos y Reacomodación, una residente,
dor Pomponio Schultz, rutina al por mayor. Histérico. por supuesto, para decirme que mi presencia estaba po—
Histérica. Depresivo. Muchacha larga, bonitas piernas. niendo nervioso al nuevo beneficiario del sistema y que
Anarquista comunicativo, hora y media. Más depresi- agradecería que me marchara lo más pronto posible: esta
vos. Solo una escena para la lista de la semana anterior: vez no sería necesario llenar las formas de sellamiento.
mi décima cita empezó con una nota sobre el interco— lántendído. Pero antes de salir fui a la sala y obligué al
municador (“no pude esperar, encátguese del resto”) y hombre a mirarme a la cata. Quería que supiera quién
terminó con uno de los hombres de la limpieza ayudán— había tenido que hacer el trabajo sucio en este funeral y
dome a descolgar el cadáver, mientras una funcionaria quién, a lo mejor, tendría que hacerlo en el suyo. Oficial
de Ingresos y Reacomodació convencía al nuevo in— Iménez, Determinación de Vacantes, siempre a su servi—
quilino de que su experiencia?sin duda, sería diferente cio. El pobre infeliz a duras penas pudo darme la mano.
de la del suicida. El tipo había tenido la cortesía de dejar Aunque en teoría todavía estábamos en una emer-
abierta la puerta del apartamento, pero antes de atarse a gencia y, por tanto, tenía que regresar a la Central por
la baranda y dejarse caer no imaginó (o era una especie un nuevo paquete de ñchas, decidí pasar antes por Plaza
de sádico y sí imaginó) lo complicado que es volver a Andina. ¿Cuánto costaba un gato? Habría sido preferible
subir una mole de cien kilos por el balcón. Nunca me seguir ignorándolo. Mucho. Demasiado. Más que dema—
ha interesado averiguar cómo se toma estas cosas la siado. Los ahorros de varios años a lo sumo me habrían
gente de la limpieza, pero el que enviaron resultó bas— alcanzado para uno pequeño. Y yo no tenía precisamente
tante amable. Me ayudó a llevar el cuerpo hasta la tina, ahorros. Debía de ser un buen negocio. El hombre que
y cuando regresé a la cocina me había servido un vaso me atendió estaba orgulloso de él y no paró de señalar
de agua. La camaradería de quienes se saben en el lugar los valores proteínicos del producto. Cada dos frases vol—
equivocado. Le pregunté qué tan difícil era conseguir vía a repetir que toda su mercancía era importada de las

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colonias y a mostrarme el certificado de sanidad colgado del senador Schultz, que seguramente seguía escondi—
en la pared. Probablemente era uño de esos residentes do en algún agujero del Congreso a la espera de que
sin ningún vínculo con el exterior, que desconocen por se aplacara la ira del electorado. A la tercera, conté lo
completo cómo se vive afuera. No tenía sentido hacer del gato y me permití alardear sobre el infeliz al que le
aclaraciones. Hacía años que no había gatos más allá de rompí la rodilla. Eso marcó el tono de los relatos que
la Cúpula, hacía años que solo había gatos en la Cúpu— siguieron. La noche mil dos del ejecutor Mayorga: el
la. Ratas, pensé, solo nos quedan las ratas. Y nadie se par de ninfómanas que abusan de su derecho a prepa—
atrevía a comérselas. rarse para la buena muerte y le destrozan la espalda. La
Al regresar a la Central, lo primero que hice fue pre— venganza del ejecutor Villegas: el afl]iado que comete
guntar si tenían otro general Arocha disponible. Igno— el error de intentar cortarle el índice al veterano al que
rando que el vecino de Groot lo había dejado sin motivo ya se lo han cortado. Debíamos ir por la quinta ronda
para visitar Chicó Oriental, Gordon me informó que cuando volví con lo del vecino y les pregunté si alguna
ningún alto rango deseoso de llevarse un gato al más allá vez lo habían hecho.
había llamado en mi ausencia. Cuando la buena suerte ——¿Haber hecho qué?
no está con otros, tampoco está contigo. ——Cargarse a alguien.
Atendí media docer¿a/de llamadas más, una detrás de —No ——contestó Villegas sin ironía.
otra, sin perder tiempo husmeando en las alacenas. La ——No —contestó Mayorga, él sí con ironía———. Al
aventura de la noche anterior me había permitido ha- menos, no en las últimas tres horas…
cerme con víveres suficientes y durante un ines no ne— —No estoy bromeando. No me reñero a la Cúpula.
cesitaría escarbar los despojos de nadie. Y si luego fui Me refiero al exterior, a los no afiliados. Al tendero que
a encerrarme en el bar de' Chang, fue únicamente para quiere hacerte pagar el triple por los cereales, a los que
ahorrarme la cara compungída del profesor. se cambian de vagón apenas entras al subterráneo, a la
En el bar estaban Mayorga y Villegas, que no se creía dentista que se niega a atenderte con la excusa de que
que con dieciséis llamadas atendidas hubiera ganado no soporta el olor. ..
las apuestas de la noche anterior. Me senté en su mesa ——¿Estás loco? —díjo Villegas.
resuelto a no pararme de ella hasta haber sepultado (o Mayorga, en cambio, estaba Casi loco. Para él la solu—
ahogado) el episodio del vecino. Cerveza. A la segunda, ción era sencilla. A los comerciantes le cocinabas la mer—
el ánimo de Groot me inquietaba tanto como la salud cancía, a los del subterráneo les quitabas las máscaras

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y a la dentista, bueno, con los dentistas era mejor no me- se había comprado un derecho de residencia que lo ha-
terse, “porque una vez les abres la boca estás a su mer— cía intocable.
ced”. Villegas no sabía nada de eso y no era el momento de
Villegas se rio. ponerlo al corriente, así que yo también me reí.
Es evidente que esa era la forma en que Mayorga / ' Seguía sin querer volver a casa, pero ahora además
o cualquiera de nosotros hubiera querido actuar, pero quería largarme del bar. De modo que fui a la barra y le
también es evidente que esa era la forma en que Mayor- pregunté a Chang si Isabel vendría esa noche. No, no
ga o cualquiera de nosotros nunca había actuado. Los vendría. Sin embargo, tenía su dirección. Y Mayorga
cuentos que al profesor Groot le gustaba oír, no tanto tenía un primo generoso.
porque conf1rmaran sus tesis, sino porque alimentaban
su fantasía de que estaba seguro y protegido por andar.
en compañía de los chicos malos. Tópicos del oficio,
tan ciertos como tantos otros tópicos de tantos otros Garcés Navas. Si exisu'a un sitio fuera de la Cúpula don—
of1cios. De no haber estado Villegas, acaso la solución de Mayorga y yo procurábamos nunca poner los pies
habría sido diferente, y el ejecutor Mayorga habría sido era Garcés Navas. Las estadísticas que emocionaban al
solo Mayorga. / profesor Groot dicen que es el mejor barrio al que pue—
¿Había estado dejvetdad enamorado de María 0 era de aspirar quien no puede permitirse vivir en la Cúpula.
un chiste entre él y Méndez? Hay preguntas que ni si— Una cuestión de cifras. Lo que ha convertido a Garcés
quiera los amigos pueden hacerse. Aunque creas saber Navas en lo más cercano a la imagen que los no afllia—
la respuesta. Aunque no seas indiferente a esa respuesta. dos tienen de la prosperidad es el terror que inspiran las
Diez años atrás, poco después de la muerte de María, patrullas de su campo de puriñcación e higiene y, por
Méndez nos obligó a visitar al intermediario de su her— supuesto, las ganancias derivadas de las clínicas clandes—
mana en Garcés Navas, pero fue Mayorga quien peor tinas y el tráfico de óvulos. Todo residente 0 hijo de resi-
reaccionó cuando el hombre se negó a deshacerse de dente caído en desgracia se traslada allí. No es la Cúpula.
los óvulos que aún tenía, el que juró que lo mataría, el No es casi la Cúpula. Pero lo repiten hasta convencerse.
que de verdad pensó hacerlo. Más malos recuerdos de —¿Qué hace tu puta viviendo aquí? —díjo Mayorga
los buenos tiempos. Un año después teníamos insig— deteniéndose en el acceso más cercano a la dirección
nias, Méndez y Martín estaban muertos y el trañcante que me había dado Chang.

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———No es mi puta. razón. No estábamos en la Cúpula y, a esas horas, ella
—De acuerdo, ¿qué hace la puta de otro viviend0f' era la que decidía quién entraba y quién no. Sin embar—
aquí? go, la conversación del bar me seguía rondando e insistí:
Yo también me había hecho la misma pregunta y mn ; —Solo tiene que llamar.
había dado la misma respuesta en la que él estaba pen—' —Ustedes no son bienvenidos.
sando. No era una puta sino una granja de óvulos a |an Tercer ustedes. Punto fmal. No era mi noche, pero
espera de un incauto fértil. La pregunta sin respuesta; aún podía serlo. Le impedí cerrar la puerta y, con menos
cortesía de la que me sabía capaz, le recité la cláusula
treinta y uno (atribuciones especiales en caso de fuga)
¿Era eso? ¿Me estaba cuidando? y le advertí que podía hacerla detener. Pero la mujer
Me bajé del vehículo sin decir nada y Mayorga no in-¡ era testaruda y conocía las reglas mejor que yo. Era ella
sistíó. En lugar de ello, me recordó que la próxima vez'? la que podía denunciarme, me dijo, y de nuevo inten—
que quisiera volver por allí tendría que buscarme a mi*_ tó cerrar la puerta. Era la segunda vez que recibía una
propio primo. ' amenaza de ese tipo en menos de veinticuatro horas.
Recordé al vecino de Groot. Recordé los pedazos del
gato sobre la mesa. Recordé al gato, entero y vivo, entre
los trastos del general. Y entonces, como si se tratara de
era peor, portera. 1 …
una revelación, supe a quién tenía en frente. Y ella no
.. . ;¡
——Ustedes no pueden entrar aqu1 —d110 la anaana. _ tuvo reparos en conf1rmármelo:
—No quiero entrar, solo quiero que llame a la seño— …¿ —Mi hijo es general de la República.
rita Isabel. Estaba mal informada. No, Arocha no era ya general.
—Está dormida. No era nada. Y con gusto le informé que su hijo había
—Preñero confirmarlo. hecho la llamada varios días atrás y que yo, su seguro
———Estas no son horas. servidor, la había atendido en persona y, por eso, podía
———También eso prefiero confirmarlo. garantizarle que ahora estaba perfectamente cocinado,
—Ustedes no pueden entrar aquí. reducido a cenizas, esperando la resurrección de la car—
Odiaba ese plural. No quería discutir con ella, pero ¿? ne y de sus medallas en algún lugar en lo más oscuro y
empezaba a fastidiarme. Por un instante pensé que tenía ? profundo de los infiernos.

106 107
Era mucho más de lo que podía aguantar. Ima_ … tenía sin cuidado, según me dijo. Quería que me fuera
que, como tantos afiliados, Arocha le había promcd- -_ y permaneció en la puerta a pesar de que yo ya estaba
mil veces que no llamaría hasta que ella estuviera es - x instalado en su celda de doce metros cuadrados. ¿Era
rándolo en el Reino. Pero mamá no se había dado pri “ _ uu enfado real o una excusa para aumentar el prec1o?>
y a él no le sobraba el tiempo. Un aplazamiento por , No me importaba. Había discutido suficiente delante de
lentía en combate y una prórroga a cambio de su as .. ' otra puerta. Si de verdad lo deseaba, podía quedarse allí
ración al Ministerio de Defensa fueron insuficientes. el resto de la noche. Me senté en la cama y pensé que
un general no puede permitirse la cobardía que supo ' durante ocho días mi vida había sido gobernada por un
una visita de vencimiento. Ni siquiera había manda gato. Del general Arocha a su señora madre: Iménez,
que le avisaran. ¿De qué hubiera servido? Fue impos el correo del otro mundo. ¿Buena suerte? Acaso, se me
ble preguntarle porque de inmediato se despreocu…_5 ocurrió, el animal era todo lo contrario, como pensaba
de la puerta: % Villegas. Un mal presagio. Isabel continuaba de pie en
—¡Asesino! v v la puerta. Yo no me iba a ir. Y podía ser más testarudo
Aullando, empezó a golpearme mientras yo la llevabwi que la portera. Después de esperar cinco minutos, cerró
adentro e intentaba taparle la boca. Los gritos amenaza?- para no seguir oyendo los ocasionales sollozos que aún
ban con despertar al y?3/cindario, y vérmelas con una da) subían desde el primer piso.
las patrullas del sector no entraba en mis planes. Cuan?
do por fm se rindió y, exhausta, se dejó caer al suelo,w
teníamos público: asomados al hueco de la escalera, 1
una veintena de ojos miraban el desgarrador cuadro "
que ofrecíamos el cocinero cruel y la madre llorando la y
muerte de su hijo. Abandoné a la señora Arocha al cui- !
dado de los primeros que llegaron y subí hasta el tercer ,
piso, desde donde Isabel había estado viéndome sin en?
tender qué pasaba. v
La seguí hasta su apartamento, pero al llegar a la puer— ,!
ta se detuvo y me informó que no estaba de servicio.
Eta perfecto porque yo tampoco lo estaba. Pero eso la

108 109
piernas. Y abandoné la habitación con la certeza de que
volvería a verlas.
(lomo había previsto, el profesor Groot continuaba
rc fugiado en mi apartamento. Sin comer. Sin salir. Pero
no sin beber. Las dos botellas que encontré sobre la
DÍA DOCE mesa valían, de acuerdo con los precios de Chang, una
pequeña fortuna. Miré al profesor echado en el sofá, re—
funfuñando en sueños, y me dije que debía hacer algo
antes de que convirtiera mi apartamento en su asilo, así
que lo desperté de una sacudida, lo ayudé a sentarse y,
tan pronto consideré que tenía su atención, le aseguré
café. Isabel dormía. Esta vez era yo el que tenía que … que el vecino no regresaría y que del episodio del gato
1
y

marcharse. Después de cerrar la puerta, apenas


.
había-Ú¡ no se volvería a hablar en esta casa. Ningún efecto. Que
mos hablado. Dijo que esperaba que mi altercado con : Fuera a compadecetse y lamentar su suerte en su propio
la << duena”

no fuera a meterla en problemas, pero no .'
x/
apartamento. Levantó la cabeza y me anoté un punto.
exigió explicaciones. Ni repitió lo de que no estaba de º'— Que me debía dos botellas de vino. Levantó aún más
serv1c1o. A cambio, sonrió como' yo quería verla sonreír " la cabeza y me anoté otro punto. Entonces sonreí y él
y se reñnó a lo mucho que sabía sobre clientes necesita— … soltó un gruñido y yo me borré los dos puntos. El vino,
dos de próxima vez. Y sabía. Las piernas de Isabel. Un declaró, había sido el precio de una noche de inspiración.
buen plan de retiro. Pronto amanecería. Sin esperanzas …! Groot. Viéndolo esa mañana, descubrí que sería di—
de éxito, busqué café en una alacena minúscula. No ! fícil olvidar la imagen de la derrota que era ese día su
habla un gramo. Quizás era mejor así. Sobreprecio de ' rostro aporreado. Pero quería que se apresurara a pasar
ejecutor y propina: si regresaba, quería encontrar algo 1 página y evité hacer cualquier comentario. Cuando pre-
en la despensa al día siguiente. Antes de salir, volví a guntó si tomaríamos café, lo consideré un buen síntoma.
mirarla. Me gustaba así, entre las sábanas, respirando. 1 Cuando hizo referencia a un olor desagradable que yo
Era fácil aspirar a la clase de paz que esa respiración … había traído conmigo, casi le cuento lo que había tenido
prometía, y terní que despertara solo para preguntar º que hacer con los cien kilos de carne que me encontré
por que no me había ido y ya no sonrieta. Sí, bonitas colgados de un balcón. Sin embargo, era evidente que

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el profesor no se refería a la carne, o no a.esa clase d-v insignia de Determinación de Vacantes no es la clase
carne, y me pareció innecesario provocado. Sin replic “ de objeto que olvidas en casa o se te cae en la calle. Y si
entré en la ducha y, al salir, el café estaba servido. Nu“ un día te descubres sin ella, signiflca, muy seguramente,
obstante, era claro que estábamos lejos de haber vueltº que te la han robado.
a la normalidad. Miércoles. Siete y treinta de la mañana *A En principio, si tratas de entrar a la Cúpula sin una
Café recién hecho. Y ni una palabra sobre la Universi;… insignia (o sin un certiflcado de residencia válido) estás
dad Republicana de Madagascar 0 Álvaro Álvarez 0 el; en problemas, pero la historia del turista de provincia
doctor Silva. Ni una palabra sobre nada. El profesor sel que pasa en los calabozos de Inteligencia su semana de
había matriculado en el club de los silenciosos. Se mana… vacaciones ha incidido en el humor de los controladores,
tuvo callado hasta que empecé a ponerme la chaqueta yº y aunque están autorizados, pocas veces te retienen. Con
fue evidente que de nuevo iba a quedarse solo. todo, acepto que el hecho de que uno de los vigilantes
—-—Voy a cambiar de vida —díjo. me reconociera demostraba que cuando la buena suer—
——Profesot, me parece perfecto —dije. te no está contigo, al menos tampoco lo está la peor de
—Así es. No pienso seguir escondiéndome. las suertes. Una tonta equivocación (mentira). Algo así
juro que me lo imaginé trasladando su centro de ope— Q nunca me había ocurrido (verdad). Una llamada y en un
raciones al subterráneo para convertirse en el predicador ' par de minutos todo estará arreglado (mentira, otra vez).
que ignora que nada de lo que dice se le entiende con … lin la Central me dijeron que Mayorga ya había salido,
la máscara puesta. —. pero Villegas estaba, y aunque a nuestro fértil colega le
costaba ttabajo*tenet la boca cerrada, seguía debiéndo-
me un día libre.
Treinta minutos de espera fueron tiempo suñcien-
No lo descubrí hasta llegar a los controles y por un - 1 te para repasar todas las posibilidades. Central. Bar de
segundo pensé llamar a la Central y exigirle cuentas a ¿f— Chang. Garcés Navas. Mayorga y Villegas estabah des—
Mayorga. Pero, por suerte, no lo hice. Hubiera hecho cartados. ¿Chang? Apenas hablamos dos minutos. ¿La
un papel muy similar al del afiliado que dice que la lla— vieja Arocha? Imposible. ¿Isabel? Puta de mierda. Era
mada ha sido una broma de los amigos. Y habría aler— una trampa. Y había caído en ella como un idiota. Chang
tado a medio mundo. En casos así tampoco hay amigos me da su dirección, luego, cobarde, la llama. Será ella
que hagan bromas. Pero sí errores. Errores graves. Una quien corra el riesgo. Por eso no hace preguntas. Por

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eso fmge que desea que me vaya:nPor eso sonríe. ¡… plan de acción que llevaba siendo toda la mañana.
eso no me echa. Lo único que necesitaba era esperar Había pocos clientes. Barney se encargaba de la barra
que me durmiera. Un trabajo fácil. y, adivinando que no estaba allí como cliente, apuntó a
Villegas llegó tan nervioso por el “secretismo” de — las escaleras cuando pregunté por Chang. Que estuvie—
llamada que cuando por fm entendió que quería que … ra dormido era una mala señal, pero en cualquier caso
encargara de mis f1chas, casi echa a correr de regr'c subí a despertado.
a la Central. Se puso pálido. Había que consultar con Puedes pasar años en el servicio sin llegar a ver la
Gordon. Pedir autorización. Una irregtúaridad así nal cara de terror que puso al verme sentado en su cama, y
pasaría desapercibida en el Ministerio de Inteligencia? estuve un buen rato intentando decidir si esa cara sig—
Tendríamos que hacer un informe. Íbarnos ¿[ meternoqw nificaba que tenía mi insignia o, precisamente, que no
en un problema grande. De nada sirvió que le promo? la tenía. Cuando entendió qué le estaba preguntando;
tiera que antes del cambio de turno hablaría con Gor»f - respiró aliviado: él no era un ladrón de insignias, yo no
don. Ni lo mucho que usé la palabra lío (“estoy en un? iba a hacerle lo que fuera que hubiera pensado hacerle y
lío”, “necesito que me ayudes a salir de este lío”). Ali ambos condnuaríamos siendo socios. El terror volvería
final tuve que contarle que no tenía mi insignia. Que 1 al comprender que si él no tenía mi insignia era porque
tal vez la había perdido. Eso agravó su palidez, pero lo ; la tenía otro. Alguien se le había adelantado. Su plan de
convenció de que tenía que ayudarme y cogió las ñchas. : retiro se había ido a la mierda.
Atendería primero sus propias llamadas, y no empezaríi ' —¿Qué vamos a hacer? —dijo.
con las mías hasta la tarde. Si solucionaba mi problema '… Vamos, en plural: ya éramos dos los imbéciles.
podíamos vernos en Plaza Andina a las tres, a las cuatro, ' Si Isabel había actuado por su cuenta, la insignia po—
a las cinco: me cobraría “solo” un día por cada llamada día estar ahora en manos de cualquiera. Otro pequeño
que tuviera que atender por mí. 1 traficante. Un gran trañcante. Alguna maña. El tipo que
De verdad estaba hecho un hombre de empresa. le compraba los óvulos o el que le pagaba su celda de
Después de dejar a Villegas, fui de inmediato al bar …_ lujo en Garcés Navas (si no eran el mismo). Cualquiera.
de Chang. Si estaba involucrado, para esa hora ya tendría '— Empecé buscándola en su apartamento. La señora
la insignia en sus manos. Llegué hasta el sótano inten- . _“ Atocha había sido sustituida por el portero de día. Un
' tando parecer el individuo pacífico de tantas otras ve- … portero de verdad, que no se creía (o era) el dueño del
ces y sintiendo, en cambio, que era el mismo idiota sin edificio y tuvo la cortesía de llamarme “usted”, en lugar

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de “ustedes”. A cambio de mediopaquete de Mobic Para permitirse dcscrecr. Para permitirse tomar medidas.
nos, el buen hombre me dejó subir sin anunciarme. P No era ningún secreto que el Ministerio erael principal
en el apartamento no había rastro de Isabel 0 de mi im partidario de acabar con la Central y trasladar Deter—
signia, y seguía sin haber café. Otro en mi situación ti.: _ minación de Vacantes 21 la Cúpula. Y Gordon lo sabía
vez habría destrozado el lugar, yo me senté a esper… más que nadie. Tanto, que las maldiciones pronto dieron
Una hora. Dos horas. Y luego, sin esperanzas, volví ¡ paso a la preocupación. Y la preocupación a la negación.
bar de Chang, que tampoco había conseguido localizufº Tal vez mi insignia no estaba perdida. Tal vez no me la
a Isabel a través de sus contactos. uº habían robado. Tal vez de verdad la había olvidado en
Pasé la tarde visitando todos los locales clandestino.… ; casa de mi puta, que era una buena chica y había estado
que conocía con la ridícula esperanza de que Isabel hu— persiguiéndome para entregármela. Seguro habíamos
biera apostado bajo. Algo muy improbable. Mientrat estado cruzándonos una y otra vez a lo la_rgo del día.
alguien como Chang apenas podía ofrecerle una par—x—fº — Ni él se lo creía. No podíamos tener tanta suerte. Me
ticipación en las ganancias, un traficante de verdad sin …“ dio tres horas para volver a la Central con mi insignia,
duda le pagaría una fortuna y la mandaría a Galápagos…<. para hacer el turno de noche, o,]esucristo Cosmonauta
Ampliar mi radio de acción tampoco dio resultado. Des- ! no lo quiera, sin insignia, para llamar al Ministerio de
cubrí que en Santafé la tarifa de cocinero era más baja …“ Inteligencia.
que en Chicó Oriental, pero no era esó lo que estaba Tres horas resultaron un tiempo excesivo para man—
buscando, al menos no en ese momento, y la única Isa- “… tener viva la esperanza. Y después de que Chang ave-
bel que encontré en Santo Domingo no se parecía en riguara que Isabel era una de las chicas de Teóñlo
nada a Isabel. A las siete de la noche me di por vencido - Ordóñez, me di por vencido. Teóñlo Ordóñez, el an—
y, como le había prometido a Villegas, llamé a Gordon tiguo intermediario de María, tenía recursos y clientes
para contarle que tenía un “pequeño problema”. de sobra para convertir la falsiñcación de insignias en
Supongo que perder una insignia es algo que puede un negocio redondo mientras lo dejara el Ministerio
pasar. Hasta entonces nunca había ocurrido (o si ha- de Inteligencia. Y el Ministerio de Inteligencia lo de—
bía ocurrido no nos habíamos enterado), pero entraba % jaría, porque un millar de insignias falsificadas como
dentro de lo posible. Y supongo que esa es la forma en consecuencia de una insignia “perdida” fuera de la
' que al Ministerio de Inteligencia le gustaría oírlo: “he— Cúpula era una razón de peso para cerrar la Central.
mos perdido una insignia, entra dentro de lo posible”. Lo único que Ordóñez no tenía era el conocimiento,

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pero ahora que vivía en la Cúpula, estaba en el lugar ' Ahora sé que se presentó en los controles convencido
más apropiado para obtenerlo. de que marchaba en misión suicida, y que su risa ner-
——Nos jodimos —dijo Chang. viosa era consecuencia de no haberse convertido en el
Agradecí que siguiera usando el plural, pero para am- … mártir que deseaba. En ese momento, sin embargo, la
bos resultaba evidente que el jodido era yo. sonrisa que veía reflejada en la ventana solo conseguía
Hacia las nueve decidí ir a casa y darme una ducha … irritarme. Iba en cuatro minutos cuando empecé a pen—
antes de lo que prometía ser una noche larga. En la 1; sar en la explicación que iba a ofrecerle a Gordon, y en
entrada del edificio, sentado en… las escaleras, estaba el cuatro minutos treinta segundos cuando el profesor no
profesor Groot, radiante en su disfraz del ejecutor Imé- ' pudo aguantatse más:
nez. Era cierto: había cambiado de vida. Hubiera sido ' ——Son inútiles. Las insignias son inútiles.
capaz de darle ahí mismo una paliza peor que la que le 1' Seguía sin entender nada. Y acaso hubiera empezado
habían dado el vecino y sus compinches, pero lo único …“ a enseñarle hasta qué punto, si en ese momento Mayor—
que hice fue quitarle la insignia de la mano y subir a mi '; ga no aparece en la puerta.
apartamento. Cinco minutos, pensé, si en cinco minutos … Malas noticias. Lo supe antes de que abriera la boca.
las ganas de molerlo a golpes seguían siendo las mismas, ( Solo había algo que sacaría a Mayorga de la Central
volvería a las escaleras. Saqué la botella de whisky del '… rumbo a mi casa y no hacia el bar de Chang o un pros—
doctor Silva, me serví un trago, miré el cielo sucio que tíbulo de Chicó Oriental. Entró. Saludó al profesor con
era el paisaje permanente de mi ventana, y me dispu- —…¿ una inclinación de cabeza y un “bonito traje”. Cogió la
se a esperar que pasaran esos cinco minutos sintiendo botella de whisky, la olió, miró con desconfianza la eti—
que no quería estar ahí sino en Galápagos y olvidar ese queta y le dio un trago.
día, todos los días, y olvidarme del cielo, de Groot y de —Siempre te guardas estas mierdas ——díjo.
* Iménez. Cuarenta segundos. Cincuenta. Y así sucesiva— ——¿Quíén? ———pregunté.
mente. Sabiendo que necesitaría días enteros para que ——Vi]legas ——díjo Mayorga devolviendo la botella a
una cuenta así funcionara, y que a Groot le iba a doler. la mesa.
Un par de minutos después lo oí entrar. Quería dis- Pésimas noticias.
culparse, explicarme por qué había hecho lo que había Groot bajó la cabeza y, tras un instante de vacilac1ón,
hecho, pero entendió sin diñcultad que no estaba para optó por dejamos a solas. Había cometido una equ1vo—
explicaciones y se calló después de su “lo que yo. . .”. cación, una equivocación enorme, y tendría que cobrar—

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sela, pero esa equivocación quizásme había salvado la … mn la certeza de que si no nos mataban, al menos les
vida, y tenía que esperar a conocer los detalles. haríamos parte del trabajo sucio en “legítima defensa”.
Insignias. Fuera lo que fuera que le hubiera pasado a … El extermino del Muerte a Residentes se realizó li—
Villegas estaría relacionado con ellas, nuestra herencia ' … tcralmente a sangre y fuego. Pero en la mayor parte de
de las revueltas del 59. El Muerte a Residentes parecía/. los casos, una y otro corrieron a cargo de Inteligencia,
imposible de desmantelar. Mientras que los torpes in— que solo nos necesitaba para que certiñcáramos la lega—
tentos de fuga que caracterizaron su primera época eran lidad del proceso de eliminación. La insurgencia pronto
cosa del pasado, los atentados y los secuestros se habían se disolvió en una serie de bandas enfrentadas entre sí
multiplicado. Se calculaba que tenía centenares de certi- …“ () contra Determinación de Vacantes, pero despre0cu—
ñcados de residencia válidos. Sin embargo, querían usar —. padas por completo de los residentes, su objetivo origi—
los certiñcados para entrar, no para salir. Su intención nal. En poco más de un año los hombres de las pastillas
no era ya escapar para continuar la lucha desde afuera, … — nos convertimos en ejecutores. Y el Ministerio de In—
sino tomarse la Cúpula con ayuda del exterior. teligencia nunca nos perdonó que fuéramos capaces de
Al profesor Groot le gustaba recordar esas épocas, sobrevivir.
pese a que estaban muy lejos de ser sus buenos tiempos: Desde entonces, los afiliados de bien entendieron
——Durante esos meses, la persecución contra quienes que el único camino para lograr las reformas que anhe—
desde fuera simpatizábamos con el movimiento fue más laban era la democracia del senador Pomponio Schultz.
severa, pero lo que ocurría adentro nos parecía prome— Y los disidentes, que la única posibilidad de escapar eta
tedor. Por primera vez, algo amenazaba la estabilidad conseguir una insignia y encontrar el modo de hacerse
de la Cúpula, y ese hecho valía cualquier riesgo. Luego una a la medida. 0, al menos, averiguar si era posible
llegaron ustedes. Sin embargo, créame, no los culpo. aprovecharse de su “imperfección”.
Y acaso, sigo pensando, sería más sencillo saberse Ese día el profesor Groot había demostrado que esa
culpable y no chivo expiatorio. Porque fueron los de imperfección no era un mito. Pero, como solía ocurrirle,
Inteligencia, los verdaderos poderes invisibles, los que las conclusiones correctas 10 esquivaban.
diseñaron el plan y nosotros los que cargamos con las Nuestra tarea inmediata era impedir que quienes se
consecuencias. Cambiaron los controles, nos dieron las hubieran hecho con la insignia de Villegas tuvieran me-
insignias y para compensar el habernos convertido en jor suerte.
el nuevo blanco, redactaron la cláusula cuarenta y dos,

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lil funcionario de enlace tosió para que el perito pu-
diera continuar con su informe.
——Corrijo: la llamada fue atendida por_ el oficial Vi—
…… llegas debido a una indisposición del oficial Iménez.
—No te ves muy indispuesto —dijo Montenegro a
DÍA TRECE mis espaldas.
El funcionario de enlace volvió a toser.
—El equipo forense halló restos en la zona. ..
Lo llaman “la cacería” y funciona de acuerdo con 0 Una nueva pausa. Pero esta vez fue el perito el que
reglas. se inclinó para preguntarle algo a Gordon. La pausa se
La primera regla es que Inteligencia pone las reg . _ alargó. El ñmcionario de enlace intervino y un momen-
Es el Ministerio el que decide el cuándo, el cómo y el to después salió de la sala.
quién. Y por si lo habíamos olvidado, el funcionario de» ——Dicen que andabas de putas en horas de servicio
enlace y el perito se hicieron esperar hasta casi la una!“… ———dijo Zárate.
En otras circunstancias la frase hubiera llegado acom—
———A las seis de la tarde (hora aproximada) una explo» “' pañada de una risita. Ese día no.
sión de origen desconocido provocó un incendio en ud El perito volvió a hablar:
bloque residencial del sector norte ——la cara de funem1 … -——El equipo forense halló restos en la zona, pero
del perito era la apropiada para el correo de las malas no—r'…… estos no se corresponden con los del oficial Villegas,
ticias——. Una vez lograron controlar el fuego, los bom— … que, como acabo de comprobar, perdió el índice de—
recho, característica que no coincide con el cuerpo
encontrado.
a los dieciséis en el 43, individuo pacíñco. La llamada 1 —Me parece que te iban a dar por muerto ——dijo
fue atendida por el oficial Iménez. ' Mayorga.
Gordon se inclinó sobre el perito para corregir esa ! La voz monótona del perito hacía que fuera imposi—
información. Y las miradas de los demás asistentes me ble saber si esa comprobación lo sorprendía o no, pero
buscaron para preguntar cómo era que estaba ahí, con … coincidía con Mayorga: había estado a punto de oír el
ellos, vivo. anuncio de mi propia muerte.

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Y si el cadáver no era el mío ni tampoco el de Ville- * —Vamos a suponer que sigue con vida. Si solo hu—
gas, la conclusión parecía evidente. bieran querido una muestra de ADN habríamos en—
—Está vivo. Te salvaste —dijo Montenegro. contrado el cuerpo entre los escombros.
—El análisis de las cenizas halladas en el íncineradot, ' La segunda regla es que, a cambio de súbordinarte a
o lo que queda de él, tardará más tiempo, pero pese a l; ¡1 las normas de Inteligencia, los contratos y las cláusulas
impresión inicial de los técnicos del Ministerio coincidº… importan un pito.
con el comisario en que es improbable que se corres- … Una insignia en poder de los afiliados se considera de
pondan con los de Urrutia. inmediato un intento de fuga y un problema de seguri—
En resumen: ni Urrutia ni Villegas estaban ahí cuan- '… dad nacional. Se trata de una carrera contra el tiempo,
do el horno estalló. La bomba y el incendio eran, lite- … y mientras dure la alarma no eres un of1cial de Deter—
ralmente, una cortina de humo. Pero el perito no establ— minación de Vacantes, sino el encargado de limpiar el
para resúmenes. ' cstropicio después de que los agentes del Ministerio dan
—Urrutia, un hombre sin vínculos conocidos con " por terminado el interrogatorio. El hecho de que el po—
la Iglesia Protocolombina, era uno de los ingeniero! ' bre infeliz haya firmado o no un contrato es irrelevante.
jefe de Fecatotta & Bonano, una de las empresas en- ¿ La seguridad de la Cúpula no distingue entre añliados
cargadas del diseño y construcción de la nueva salida ' y residentes. (Y es por eso que Inteligencia suele apro—
sur. Dado que era un afiliado, fue apartado del pro- . vechar la ocasión para sus propios ajustes de cuentas.)
yecto hace más de un mes; nunca tuvo acceso a infor— La intervención de Gordon fue breve. Subrayó que
mación clasificada. el primer objetivo de la operación era encontrar a un
El funcionario de enlace regresó y, con el beneplácito compañero (el funcionario de enlace miró para otro
de los presentes, interrumpió la exposición de su colega lado) y le recordó a los novatos que no solo los protegía
con un gesto de exasperación; Estaba impaciente: la cláusula de legítima defensa, sino también la de ob-
—La hipótesis que vamos a manejar —dijo— es que . jeción de conciencia, una aclaración relevante pero que
estamos ante un intento de fuga muy bien organizado. * difícilmente iba a impedir que la gente de Inteligencia
Sin embargo, la organización o no de Urrutia y sus ' los manipulara a su antojo.
cómplices era la hipótesis que menos nos interesaba en —Y acción —dijo Mayorga, contagiado de la impa—
ese momento. ciencia colectiva.
—¿Y Villegas? —preguntó Zárate. La tercera regla es que si eres sospechoso estás fuera.

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Cuando Gordon empezaba a asignamos a las unída- Í —No.
des de Inteligencia, el funcionario de enlace preguntó ¡14 —¿Está seguro?
el oficial Iménez estaba presente o seguía indispuesto.— ' —Sí.
Gordon me hizo un gesto con la cabeza que signiñ-'— —¿Por qué lo reemplazó el oficial.. ?
caba “adelante” y seguí al enlace hasta uno de los deM.¡ —Villegas.
pachos auxiliares. Para ponerme en mi sitio empezé…í. —Eso. ¿Por qué él y no otro?
diciendo que no debía preocuparme por Villegas: mil_! —Porque estaba en la Central y me debía un día libre.
compañeros se encargarían de encontrar a la “víctima" (… —Pues se lo está pagando con creces, ¿no cree?
de mi indisposición. ¿No me sentía un tipo con sue!— ¿ Me ]imité a responder que no, no creía, pero el enlace,
te? La respuesta era sí: por supuesto que me sentía un… que esperaba algo más, tardó en asimilar mi negativa a
tipo con suerte. Una suerte de mierda, para ser mái_… participar en su juego. Tras mirarme un rato en silencio,
precisos. Pero no desperdicié energías contestándole. “ ' me mostró su mejor sonrisa y volvió a hablar:
¿En qué consistía esa misteriosa indisposición que me… —¿Sabe que ese es el principal problema de esta sec—
había alejado del cumplimiento del deber en un día tan ¡ ción?
oportuno? Respuesta: me pasé todo el día recorriendo ; —¿Cuál?
la ciudad en busca de una puta creyendo que tenía mi '… —Que ustedes no tienen sentido del humor.
insignia, pero no, el que la tenía era un viejo medio loco —Ajá.
que vivía de la caridad de un vecindario que, por lo ge- : —Lo ve. Solo quería hacerle unas preguntas. Nada más.
neral, no entendía una palabra de lo que decía. A1 ñnal, —¿Entonces puedo irme?
decidí que la verdad no suele ser la respuesta correcta. —No —dijo. Y salió.
—Tengo problemas con los vecinos —dije. Tardó casi una hora en regresar y, cuando por fm lo
—¿Dónde vive? . hizo, fue para enseñarme la puerta e invitarme a mover
—En Chicó Oriental. el culo con un gesto de la mano, como a un niño casti-
—Ah, eso lo explica todo. El barrio entero es un gado que ha esperado obediente en la of1cina del rector.
problema. 1 ¿En eso me había convertido?
—Si usted lo dice. —El comisario Gordon cree en su versión —le oí
—Y esos vecinos, ¿pueden estar relacionados con la —1' decir a mis espaldas, ya en el pasillo—. A mí, en cambio,
incidencia que nos ocupa? me pagan por no creer.

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Podía irme, pero no quería hacerlo hasta saber có ! Hmpczaron ajustándolc las tuercas a otro ingeniero de
estaba Villegas. Sin embargo, al funcionario de e I*'ccarotta & Bonano y terminaron en un laboratorio en
le pareció inconveniente que un oficial bajo sospe ' el centro de Ciudad Andina, casi en las narices del Mi—
el pusilánime sin sentido del humor al que acababa — ' _nistcrio de Defensa. En el laboratorio no habia rastro de
poner en su sitio, rondara por el centro de comunica Urrutia, pero encontraron a Villegas y su insignia. Poco
nes. De modo que terminé encerrado en otra oficina, ." antes de las cuatro de la mañana, oí a Mayorga infor—
de Gordon, donde había una radio idéntica a la radio -— mar que Villegas estaba magullado, pero vivo. Entonces
la que el infeliz me quería lejos, y pude seguir la acció …_i upagué la radio y me eché en el sofá de Gordon: ya me
que no era mucha. -… cnteraría en la mañana de la suerte de Urrutia.
Después de una hora, las ocho unidades desplegadsl"
seguían despertando a la lista de relaciones de Urrutia — "
obtener más que nuevos nombres para nuevos interroga ':
torios. Por su cuenta, la policía de Ciudad And1na habia— 'I'ardé un par de segundos en entender que las manos
llegado a través de un soplón a la fuente de 105 explo—i que me agarraban de la camisa eran parte del mundo
sivos, un miembro de la Iglesia Ptotocolombina, al que " real. Los insultos (““hijueputa”, “traidor”) y los gritos
Urrutia había engañado haciéndose pasar por devoto y¡ “eso”, “dale su merecido”, “déjalo”) me parecieron una
quien ni siquiera se resistió al arresto. Su contrato ven— , banda sonora adecuada para un sueño en el que, a pata-
cía en tres semanas: estaba preparado para irse al Reino. 1 das, le partía el culo al funcionario de enlace delante de
Lo difícil de lidiar con afiliados es que, por lo general, _ toda la Central. Y no me desperté de verdad hasta que,
estás tratando con gente convencida nó solo de que no : de un puño, Montenegro me aplastó los labios contra
tiene nada que perder sino tampoco nada que ganar. Sal- los dientes y me envió fuera de la oficina de Gordon.
vo a los políticos, no puedes sobornarlos con prórrogas, “ ——Patéalo —díjo alguien, justo a tiempo para enco—
y a los radicales de verdad les tiene sin cuidado que los ¡ germe y resistir mejor el impacto.
metas vivos en el incinerador. “Somos los ya muertos”, ——¡Traídor! —dijo Montenegro anunciando una nue—
solían decir los líderes del Muerte a Residentes. va patada.
La búsqueda de Urrutia dio un giro prometedor des- —-¡Déjalol —dijo Zárate cogiéndolo del brazo.
de que empezaron con los residentes de la lista. Porque La intervención de Zárate me dio tiempo para parar—
un residente, por definición, tiene mucho que perder. me y ponerme en- guardia.

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Y entonces llegó Gordon, seguido, por supuesto, di- ——-No —dijo.
mi funcionario de enlace favorito, encantado, a juz- ' —Pues averigíie cómo llegó un expediente del Minis—
por su sonrisa, con la pequeña exhibición de folcl terio de Inteligencia a las manos de un afiliado.
viril que estábamos dando. Como yo entendía todavhº> —Pero la ficha. . . ———empezó a decir dubitativo—. El
menos que ellos, las explicaciones corrieron a cargo df soplo tuvo que salir de aquí. '
Montenegro; <w ——De nuestro topo nos encargamos nosotros.
—Lo había arreglado. Tenían su expediente. En d.' “De nuestro topo nos encargamos nosotros”, repetí
laboratorio. Es un traidor —dijo. cn mi cabeza.
La traducción corrió a cargo de Zárate: Gordon mandó a Montenegro y Zárate y el resto de
—En el laboratorio tenían el expediente de Iméncz. '7 los oficiales que ya habían vuelto del operativo a redac—
tar sus informes. Quería conocer todos los detalles de
Lo estaban esperando —dijo. la operación. Una vez terminaran, podían irse a casa:
——Entonces él no puede ser el traidor —dijo Gordon. li tenían el resto del día libre.
—Eso es lo que traté de explicarle, pero no hubo; ——Y usted también —dijo dirigiéndose a mí——. ¿Po-
forma ——dijo Zárate. drá llegar hasta el subterráneo?
—Pero si es obvio… —dijo Montenegro, menos — ¿Tan mal aspecto tenía?
convencido que cuando me tenía en el suelo dándome ;" —Sí —díje—, pero creo que esperaré a que regrese
patadas: el idiota quizás entendía por fin que la infor— ' Mayorga para que me lleve en el deslizador del primo.
mación de mi expediente era inútil para descifrar la in- ij ——Pues tendrá que esperar. La unidad de Mayorga
signia de Villegas. sigue participando en la persecución de los cerebros de
Uno de los novatos me trajo una toalla para que me la banda.
limpiara la sangre de la cara. ——¿Puedo echarme otra vez en el sofá?
Gordon se volvió hacia el funcionario de enlace:
_—¿Sabe algo de esto?
Viendo las miradas caer sobre él en un momento en
el que prefería no llamar la atención, el infeliz proba— Salí de la Central a las nueve de la mañana, cuando fue
blemente temió convertirse en víctima de la siguiente evidente que Mayorga no regresaría antes de medio día.
exhibición folclórica. Y sin haber podido hablar con Gordon. Quería aclararle

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qué había pasado con mi insignia antes de que los de era en mi cabeza una niebla espesa, y fue al mirarme en
Inteligencia lo averiguaran, pero la presencia del funcio- el espejo que recordé que alguien me había vendido y
nario de enlace y el perito lo hizo imposible. que un imbécil me había dado una paliza por creer que
Hablaríamos al día siguiente, me dijo la última vez que había sido yo mismo. Tenía hambre. En la cocina em-
me asomé al centro de comunicaciones: a menos que pecé a oír la música y me acordé de que el vecino había
hubiera recordado algo que pudiera ayudarlos a identi— regresado. No lo pensé dos veces. Algo dentro de mí
ficar a la persona que había informado a la banda que tomó la decisión y actué de acuerdo con ese algo. Fui
yo atendería la llamada de Urrutia, lo mejor que podía a la habitación, saqué el coprometabolizador de debajo
hacer era marcharme a casa. El necesitaba con urgencia de la cama y bajé a arreglar el asunto de una vez y para
un descanso, pero, por lo que veía, yo necesitaba dos. siempre.
La camisa manchada de sangre iba a ser todo un éxito Hay ocasiones en que las advertencias tienen efectos
en el subterráneo. contradictorios. Esta vez el vecino tenía más ánimos de
En casa, por desgracia, no me aguardaba un descanso ofrecer resistencia y la música a todo volumen era una
sino una segunda parte. El vecino había vueltº. Yo no muestra de que quería una oportunidad de exhibidos.
tenía fuerzas ni ánimos para una nueva pelea, así que Eligió el peor día para hacerlo.
me limité a abrir la puerta e informarle que necesitaba —¿Me va a cocinar? ——díjo al verme en la puerta—.
dormir y que cuando despertara no quería encontrarlo. Para ustedes es fácil, ¿verdad? Ustedes los cocineros. ..
El edificio tenía nuevas normas de convivencia, y en lo ——Cállese.
que a él se refería, yo las redactaba. Quería que sacara lo —¿No es así como les dicen? ¿Cocineros, cocinar?
que hubiera venido a buscar y se largata. Mi aspecto de ——Cállese.
espartin vapuleado no era demasiado amenazador, pero —Sí, “cocinar”. Son incapaces de llamar a las cosas
salí sin darle tiempo para responder, confiando en que por su nombre. Pero tampoco me va a cocinar, ¿no?
a su edad sabría de sobra que las apariencias engañan. Porque para eso necesita mi firma en un contrato. ¿No
Cerré la puerta. Subí a mi apartament6. Me tiré en la es cierto?
cama. Antes de desconectarmépot completo, me pre— ——Sí, es cierto. Pero no lo voy a cocinar: 10 voy a vol-
gunté dónde podía estar escondido el profesor Groot. ver mierda.
Desperté poco antes de las siete. Había oscurecido. Imagino que no sabía la diferencia entre un portátil y
El dolor seguía ahí, pero lo ocurrido en la madrugada un coprometabolizador. Y tampoco que, para el caso, lo

132 133
de portátil es lo único que puede considerarse mctáfom '
Pero algo le dijo que realmente estaba decidido a disp ….
rar y se le quitó la elocuencia. Echó a correr dcmasí — - —
tarde. Ni siquiera llegó a la ventana. ri '…
Solo quien ha visto un TPS de nivel cinco en acci
DÍA CATORCE

Sabes que te dieron, no sabes en dónde, pero sabe|é


que te dieron. Y gritas. A los pocos segundos, también … A la mañana siguiente el hedor empezaba a ser percep—
tible en el corredor, y después de dos o tres escalones
dos, porque todo lo que tienes dentro empieza a dolery1 apunté que debía encargarme de él antes de que llegara
a crecer y toda la mierda que eres empieza a salirte por ' a mi apartamento o ahuyentara para siempre al profe—
sor Groot.
Había despertado pensando que debía contarle en
qué sentido me hizo un favor llevándose mi insignia y
en qué sentido prefería que no volviera a hacerme esa
clase de favores. Desaparecida la rabia de dos noches
atrás, pensaba que había llegado el momento de expli—
carle que las insignias fallaban precisamente con quien
tenían que fallar, que su “imperfección” formaba parte
que todavía se agitaba en el piso, cuando salí del apar- ¡. de su diseño. Sin embargo, no estaba en su apartamen—
tamento, sin ganas, también yo, de hacer comentarios. .… to 0 estaba escondiéndose de mí, de modo que apunté
L . , . , ¡'
a escena me qmto el apet1to por el resto del dia, pero que también debía aclararle que lo ocurrido con el ve—
pude volver a dormir e incluso a soñar con muchachas … cino era algo entre el vecino y yo, no entre el vecino y
largas de bonitas piernas. él (o entre él y yo).
Abandoné el edificio con la máscara puestaby seguí
haciendo apuntes de camino al subterráneo. Necesita—
ba deshacerme del coprometabolizador, inventar una

134 135
¡

coartada y hablar con Chang, ojalá*ante5 de que Isabel mucho menor de lo que decían los novatos. Lc expliqué
se apareciera en el bar. Continuaba sin saber qué había que las pelotas había tenido que dejarlas en el hospital.
hecho Groot en la Cúpula. De haberlo sabido, quiz“ —-¿Y Villegas? ——pregunté——. ¿Está en el hospital?
habría llegado a la Central con algo parecido a un plan. . ———No —dijo Margaret bajando la voz.
Un topo. El ambiente en la Central no estaba tan, ———¿No? Mayorga dijo que estaba “magullado”.
tenso desde la muerte de Kaminsky. En los pasillos yl— —Al Ministerio no le pareció que fuera grave.
circulaba la noticia de que Mayorga tampoco regresó … ———Maldítos.
después de que se capturara a los (presuntos) cabecillaf_ —Ya los conoce: el Ministerio —recitó—— necesita de
de la banda y, por consiguiente, el rumor de que algo su colaboración para que los terroristas sientan todo el
tendría que esconder. Como Gordon estaba encerrado peso de la justicia.
en su oficina hablando con quienes daban órdenes, lot" Esa era una noticia pésima. Caer en manos de Inteli—
primeros que llamaban en un día como ese, fue Marga— & gencia podía ser casi tan malo como caer en manos de
ret la que me informó que estaba suspendido. una banda como la de Urrutia: una vez que su coope—
—Cosas de arriba —díjo señalando con 'el dedo al …, ración dejara de ser necesaria, Villegas no iba a querer
techo. ' volver a verme en la vida.
Ella y algunos de los novatos se habían quedado el , —¿Dónde está Sebastián? ——preguntó Margaret.
día anterior para ver las noticias y su versión era más ! Sebastián era Mayorga. Y yo me estaba haciendo la
entretenida que la mía, basada en la aburrida transmisión ' misma pregunta. Iba a responderle que tal vez se había
en vivo y en directo. Casi diez detenidos, entre ellos dos peleado con su primo, cuando la puerta de la oficina de
residentes. Ocho muertos: tanto en el incendio provo— … Gordon se abrió.
cado por los subversivos, como en las incineraciones ——Iménez.
ordenadas por Inteligencia, aunque estas se publicitaban Sin esperar a que me sentara, Gordon puso el folleto
menos. Discursos. Promesas. Advertencias. El guion sobre el escritorio y al ver la portada adiviné el discurso
completo, incluido 10 cerca que, de nuevo, los enemigos que seguiría. El esplendor de la verdad. Solo un tarado en
de la civilización habían estado de alcanzar su objetivo. el universo tenía semejante talento para los títulos. Y en
Y aunque las noticias no hablaron de ello, Margaret este caso, aclarar que se trataba de una “crítica histórico
también se había enterado de que Montenegro quiso empírica de las mitologías del sistema de privilegios” no
arreglarme la dentadura. En su opinión, el daño parecía le hacía mngún favor. Sin embargo, no hubo discurso,

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o al menos no de inmediato. Gordon no quería decir , em peor. Pero, con todo, nada de eso tendría tanta im-
oír una palabra hasta que no lo hubiera leído yo. " pnrtancia de no haberse dado las coincidencias del día
—-—Aquí mismo. Ahora mismo. de su distribución. Porque esas coincidencias apuntaban
El panfleto era similar a todos los escritos por el — … = ;, un nombre y ese nombre era el mío.
fesot Groot, acaso más farragoso debido a las pri - —¿Por eso estoy suspendido?
pero sus denuncias, tanto las retorcidas como las —-—No. La suspensión es cosa del funcionario de en—
das, eran las mismas de siempre. Y en lo que resp: lace…, que sigue sospechando del cambio con Villegas.
al doctor Silva, supuse que no contenía nada que De esto no han dicho nada. Aún. ¿Cómo llegó esto a
críticos no hubieran ya señalado: para sostener que, —1 la Cúpula?
ejecutores reales no se comportan como Jaramillo no " —Groot.
—¿En persona?
de existencia anómalos, cualquiera en la Cúpula sa» 1 ——Sí. Era él el que tenía mi insignia.
tanto o más que el profesor. ——¿Y? '
Sin embargo, lo que Gordon quería que yo advirti — _ —Nada. Pasó los controles sin problemas. Creo que
era algo menos predecible. El texto incluía una res ——' : él fue el primer sorprendido. _
biográfica del autor, el historiador Pablo Groot, que , Gordon cerró los ojos y lanzó un suspiro:
giversaba a su favor los hechos más célebres de su ' —Entonces era verdad. Son transferibles.
Era aproximadamente cierto que uno de los académi —_ —Sí.
más importantes del país vivía desde hacía décadas — 1 ——Todos estos años… —empezó a decir, pero se
la clandestinidad, pero omitir que la razón de ello - " <lctuvo: no era el momento—. Y el Ministerio, ¿sabe
su fuga del campo de purificación e higiene de Garc algo de esto?
Navas, no su cuestionamiento del sistema de privilegi 'I ——No. Supongo que para el Ministerio yo fui el que
daba otro matiz a su lucha. Por desgracia, ese detalle (: ' entré.
irrelevante. Lo peor era una referenciaba los “simpatiz 1 1 ———No solo el que entró: el que estaba dentro mien—
tes” del Muerte a Residentes que el Ministerio de Intdf ¡ras un compañero atendía sus llamadas y caía en una
ligencia podía convertir con facilidad en una confesió u' trampa en la que lo esperaban a él.
Distribuir panfletos subversivos dentro de la Cúp : ——Así es.
era malo. Declararse simpatizante de un grupo terroris » … —¿Entiende en qué problema está metido?

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—Más o menos. Gordon me miró con suspicacia:
Hasta ese día, el profesor Groot era poco menos q ——¿En quién está pensando?
un viejo medio loco dedicado a redactar volantes ilegib —4 —En nadie. Montenegro es demasiado idiota para
y repartidos en el peor barrio del exterior. Alguien q — '- que el numerito de ayer fuera una distracción.
El comisario, comprobé, estaba de acuerdo.
había cambiado. Publicado por la Universidad Repub —Tal vez Villegas tenga alguna pista —dije. Gordon
cena de Madagascar, el folleto tal vez lo hubiera ele . negó con la cabeza:
en su imaginación a la categoría de perseguido políti . ——Yo, a diferencia del Ministerio, no creo que alguien
distribuido en la Cúpula el día equivocado, lo convertía — atado a una silla y cagado del susto pueda sacarle mucha
un terrorista, alguien al que era posible perseguir y exhiaj información a sus captores. Y, en cualquier caso, no van
bir y eliminar. Y lo mismo podía decirse de su cómpli a dejarlo en paz. ,
allí presente, que sería el primer sospechoso de la distrih —No van a parar hasta identificar a su propio topo.
bución de sus mentiras en Ciudad Andina. El profesan: —Y al nuestro. Y entónces le propondrán que se
Groot me había salvado de caer en una tratnpa, pero ali convierta en su informante y nos ofrecerán la cabeza
mismo tiempo había alterado el rumbo de nuestra hist0-j de uno de los novatos.
ria común. Y el Mnistetio de Inteligencia no tardaría en ' —O la mía —dije.
atar cabos y decidir cómo ese rumbo debía ser corregida. —Puede ser. ¿Para qué podían querer su expediente?
—¿Qué va a hacer? —preguntó Gordon. ! —Soy un tipo fotogénico. Aunque un poco menos
—Creo que la pregunta .es qué puedo hacer. Escon- desde ayer.
der a Groot un tiempo, supongo. ———Hay formas más fáciles de conseguir una foto.
—¿Y usted? —-—Tal vez el plan era atraparme una vez pasara los
——No sé. Por ahora, buscar a Mayorga. Ahí afuera ' controles. Eso les hubiera dado cierto margen. Luego
están diciendo que es el topo de Urrutia. 3“ ponían mi cadáver junto al incinerador y nadie se hu—
—Su unidad siguió una pista falsa toda la mañana. ¡5 biera enterado.
No haga caso. ' —Lo del cadáver. . . —dijo golpeando con un dedo
——No hago caso —dije——. Es Mayorga: sé que no es , el escritorio—: los de Inteligencia creían que era el suyo.
el topo. Pero si no aparece pronto, el verdadero topó va ¡' Venían a darnos el pésame.
a conseguir que otros crean que sí lo es. —Me di cuenta.

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—Tenían un cadáver. ¿De quién? de la inteligencia convertida en desinformación y de la
—Obtener un cadáver en la Cúpula es fácil si tien ignorancia y el miedo como mecanismos de control”.
amigos en Determinación de Vacantes —dije. a, Gordon dejó escapar una sonrisa, que al instante se
—El topo. .. Esto supera cualquier intento anteri-_ “¿j había convertido en una mueca resignada:
Lo tenían todo planeado. —Esta vez fue muy lejos.
—O no. Quizás el cadáver fue una improvisación. —Lo sé.
oficial al que esperaban no llega. Y el que llega lo ha —Y nos lo cobrarán. Tiene que estar preparado.
al final de la tarde, cuando ya no pueden hacerle tod ' —La suspensión. .. —díje—. ¿Tengo que entregarle
las pruebas que pensaban hacerle. la insignia?
—Por eso decidieron secuestrarlo. Por eso no se -' —Todavía puede necesitada, así que voy a olvidar
jaron en el dedo. ) que me lo recordó. Dígale a Mayorga que necesito su
—Tenían prisa. informe. Y, si quiere un consejo, no esconda a Groot:
—Y un cadáver. desaparézcalo.
—Y si no, Villegas no lo cuenta. —¿Cuánto tiempo tengo?
—Tuvo suerte —dijo Gordon—. Y usted tambié — '“… —¿Qué tanto sabe Villegas de él?
—Está entero, ¿verdad? “ " —Que se la pasa en el bar de Chang, que vive en el
—Sí. Con tantos dedos como hace dos días. barrio, que Mayorga y yo lo cuidamos. Tal vez que so-
—¿Le avisaron a Astrid? mos vecinos. Pero no. ..
—Yo mismo lo hice. —Así no funciona. En dos días les cerrarán la Sucur-
—Está embarazada. ¿Sabía? sal. Y no tardarán mucho más en llegar a Groot.
—Sí. Al salir de la oficina de Gordon, Margaret me tenía
—Nunca sabremos quién estaba detrás de todo, ¿no »:'1 buenas noticias. Habían encontrado a Mayorga: estaba
—Información clasificada, como siempre. dando una fiesta en el bar de Chang. Aunque, bueno,
El panfleto del profesor seguía soiare el escritorio. " ella no lo entendió así. Dijo que me había llamado un
Lo abrí y leí en voz alta: tal Barney, que tenía un regalo de mi primo.
—“Salvo en las novelas de jaramillo, donde no exisw ,! En contra de lo que me temí, Mayorga estaba sobrio.
ten cabos sueltos y nada queda sin explicar, el sistem& —Decidiste aparecer —dijo.
—He estado ocupado.

142 —…g 143


—Te tengo un regalo. —(Jreen que eres el topo.
—Yo no. Mayorga se encogió de hombros:
—No importa, solo soy un intermediario. Lo -»-… 1 —Pues se van a llevar una decepción —díjo.
el exjefe de tu puta. El pobre ya no lo necesita. Tu -*—' ' —Me han suspendido.
accidente. Uno grave. _ —Te lo mereces.
—Dicen que los gatos traen mala suerte —dije. —Estoy metido en un lío serio. Vamos.
El animal se sentó en mis piernas. Era incluso —No. Quiero contarte la historia del señor Ordóñez
grande que el del general Arocha. Pistas falsas. y voy a hacerlo. Después voy a la Central y lo arreglo
Mayorga hubiera logrado colar el nombre de Te— '-' tudo.
Ordóñez en la persecución no me sorprendía (a —¿Atreglarás incluso lo de Groot?
probablemente era la primera vez que alguien de De —¿Qué es lo de Groot?
minación de Vacantes usaba un intento de fuga para —Estuvo en la Cúpula repartiendo panfletos y de—
propios ajustes de cuentas y no al revés). Lo sorp clarándose simpatizante del Muerte a Residentes —dije.
dente era que la gente de Inteligencia lo hubiera dei Era su turno de mostrarse sorprendido y lo usó como
salir de la casa de Ordóñez con semejante trofeo. excusa para pedir una cerveza.
—La historia de tu vecino fue una inspiración. —Creo que la trágica muerte del señor Ordóñez no
que quizás quieras compartirlo con él. Dale las g . será ni la mitad de interesante de lo que vas a contar—
de mi parte. me —dijo.
—Lo haré. Si logra recuperarse de su propio accid — — Y entonces yo también pedí una cerveza. Imaginarse
te, estará encantado. ¡¡ Groot repartiendo sus panfletos disfrazado de ejecu—
Mayorga me miró a los ojos, pero no hizo pregun ' tor quizás fuera entretenido, pero por si había alguna
No lo necesitaba. duda de que Inteligencia no pasaría por alto el hecho
—Ahora tienes que ir a la Central —dije—. Es ' …1 de que, de acuerdo con los registros de los controles, yo
esperando tu informe desde ayer. estuve en la Cúpula el mismo día que, en teoría, estaba
—Necesitaba descansar. ¿No quieres que te cuen ? “indispuesto”, dos agentes aparecieron en las escale—
la triste historia del señor Ordóñez? ras y se instalaron en una tr1esa. Su esfuerzo por pasar
—Cuéntasela a Gordon. En el informe. desapercibidos entre los pocos clientes que había a esa
—¿De verdad no quieres saber cómo fue? hora los delataba. Lamenté que Gordon no hubiera sido

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aún más pesimista al calcular la velocidad de acción del zador en el que habían llegado. Si quería que le ayudara
Ministerio. a salvar su culo, esta vez tendría que ayudarme a salvar
—¿Están apretándole las tuercas a Villegas? el mío. Luego, si todo salía bien, en uno o dos meses
—¿Lo dudas? Parece que es cierto que van detrás volveríamos a discutir nuestro plan de retiro. El plural
de ti. surtió efecto. Le entregó a, Barney las pastillas que yo
—Y no nos van a creer que es un regalo —dije se- ¿ le había dado. ¿Podía hacer algo más por mí? Aunque
ñalando al gato. adivinaba la respuesta, nada perdía consultándole: no,
—Yo no sé nada. Es tuyo. no sabía quién podía estar interesado en un manuscri—
Mientras los hombres de Inteligencia ordenaban sus . to inédito de Eugenio Silva fuera de la Cúpula. Pero el
bebidas, fui a la barra para decirle a Chang que necesi- pasaporte, me prometió, estaría listo en dos días. La
taba un pasaporte limpio para el profesor Groot y, por f_| cuestión era encontrar al profesor Groot antes de que
supuesto, advertirle que él también estaba en problemas. );… Inteligencia lo hiciera y asegurarme de que estuviera en
Ln del pasaporte podía arreglarlo a cambio del coprome— … condiciones de utilizarlo.
taholizador. Una estafa que acepté porque me permitía —Barney —díje—, ¿podrías encargarte de un gato
librarme del arma y me autorizaba a omitir mencionar f mientras resuelvo unos asuntos?
su reciente uso. Convencerlo de que los agentes de In-
teligencia podían estar detrás de él, y no solo detrás de ];
Mayorga o de mí, fue menos fácil. Tal vez estábamos “
exagerando. ¿Qué interés podía tener el Ministerio de Una virtud del subterráneo, tal vez la única, es que man—
Inteligencia en un traficante de bajo perfil como él? tiene a raya a los residentes. Ellos no se creen que las
La pregunta, lo corregí, era qué interés podía tener el máscaras sean tan efectivas como dice el Ministerio de
Ministerio de Inteligencia en un traficante con un am- Salud. Y las cifras están de su parte. Inteligencia sin duda
bicioso plan para falsificar insignias de Determinación I tiene soplones en todos los barrios del exterior, pero sus
de Vacantes. Si quería correr el riesgo, era su decisión, agentes son siempre residentes. Los defensores mejor
pero en caso contrario, podía darle un par de pastillas. pagados del sistema. Si la pareja que habíamos visto en
Las aceptó. el bar de Chang no andaba sola, sus colegas preferirían
Tenía que ser discreto. Mi consejo era que apenas seguir a Mayorga a la Central antes que meterse conmi—
los tipos cayeran, mandara a alguien a buscar el desli- go al subterráneo.

146 147
El profesor Groot estaba en su cocina, prepa . —¿En honor a nuestra amistad?
un coctel de hierbas para camuflar el olor que empe ' ' —No exactamente.
ba a llegar desde el pasillo y no entraba ya en mi ' —A ver, eso sí que quiero oírlo: ¿cuál es el abracada-
de tareas urgentes. Esperando el momento adecu' bra del Ministerio de Inteligencia?
para explicarle la situación, lo dejé terminar, y agu 4— . —Que mi insignia no puede distinguimos. O, mejor,
té sus recriminaciones sobre lo horrible que era lo ., ' nos distingue a ambos. Del resto.
le había hecho al vecino. Estaba convencido de que ' —Qué. . .
ocurrido era una especie de proyección: había acab —Tenemos demasiadas cosas en común. La clase de
con el vecino para castigado por haber “tomado p , cosas que codifican las insignias.
tada” mi insignia. El lo había visto en mis ojos. El o . ' —Yo… Cómo… Ella…
La locura. Ya no era solo un ejecutor, era, de ver- …… —Esperaban que esa “imperfección” se usara para
un verdugo. Había dejado que el sistema ganara: era — ' salir. Nunca para entrar.
que el sistema había hecho de mí. 1 —No. .. Tú. ..
Me desconocía, dijo. —Es largo de explicar. Pero ahora tenemos que ir—
No sabía cuánto, pensé. nos. Este ya no es un lugar seguro.
Y había llegado el momento de que lo supiera.
—Álvaro Álvarez dice. .. '
—Profesor, ¿sabe por qué pudo entrar a la Cúpula “
—Potque las insignias son inútiles. Un ídolo de hoi; En la noche, después de dejar al profesor en casa de
jalata. “W Margaret, regresé al bar para entregarle el coprometa-
—No es así. 1 bolizador a Chang y llevarme al gato. Aunque se había
—Yo soy la prueba de que es así. Fui y vi y volví. deshecho de los agentes de Inteligencia, Chang seguía
—Y me metió en un buen lío. sin creer que debiera cerrar y el local estaba lleno. La
principal atracción era el animal, que Barney alimentaba
frente a los clientes (“se mueve, de verdad está vivo”), y
a muchos. Demoler el sistema. al acercarme a la barra me convertí en blanco de todas
—No es cierto. Las insignias funcionan. El problema i“ las miradas y todas las envidias y todas las solicitudes
es que la mía también funciona con usted. ' de invitación al banquete. Nadie quiso creerme que en

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realidad esos animales traían mala suerte. Y al ver en - . " Isabel preguntó qué pasaba y yo le dije que al día siguien—
a Isabel, hasta yo lo puse en duda. ' te iba a hacer algo que nunca pensé que iba a tener que
Por desgracia, ella tenía otra opinión. El episodi hacer. ¿Qué?, preguntó. Vender a mi padre, dije. Sé que
de la señora Arocha había tenido consecuencias y 1Í pareció un chiste. Si ella pudiera, dijo, volvería a vender
propinas estaban lejos de ser la compensación que al suyo. La miré a los ojos y ella se rio como, estoy con—
petaba. Era difícil saber si estaba enterada de la visi— vencido, solo ella sabía reírse. Sin embargo, yo no pude
que había hecho en su ausencia, pero consideré que ndº) corresponder a esa risa sino con un gesto precario que
era prudente mencionada. Y tampoco me interesé po!— tal vez revelaba el asco que pensar me producía esa no—
los efectos de la muerte de Teófilo Ordóñez entre luf—* che. Me estaba perdiendo en mi propio agujero negro,
mafias de Garcés Navas. En su lugar, le aseguré que ¡¡ pero Isabel me rescató.
no le molestaba vivir en Chicó Oriental, podía com—1 Convencido por el mensaje de Mayorga de que el cie—
pensar el descenso de categoría que suponía semejante — ' rre era inevitable, Chang empezó a echar a los clientes,
e Isabel aprovechó la invitación para tomar la iniciativa.
Me besó en la mejilla, me cogió del brazo y me dijo que
cenas mejor surtidas del barrio. No me creyó. Le dije fuéramos a ver ese apartamento del que tanto hablaba
que podíamos ir a verlo de inmediato. El anterior in- “=: y que luego, quizás, subiría a mi casa. Y yo supe que ese
quilino no terminaba de mudarse, y el vecino tenía un '. quizás era un sí y que, pasara lo que pasara a la mañana
problema de cañerías que tardaría unos días en tesol- ' siguiente, iba a tener una noche que envidiarían hasta
ver, pero, por lo demás, estaba a su entera disposición. —; los agentes de Inteligencia que quizás ya vigilaban el
Supongo que siguió sin creerme, pero el ofrecimiento ¿ edificio. Porque ese día otra vez tenía un gato y cuando
le quitó las ganas de discutir con las que habían llegado ¡ se trataba de ella, estaba de nuevo persuadido, los ani—
esa noche, y para cuando Chang apareció elogiando las “" males me traían buena suerte.

piernas más buscadas de Chicó Oriental ya habíamos ',


cambiado de tema. Aceptó tomarse una copa, mientras ¿_
yo leía la nota que Chang me había dejado. Y luego otra. *—
Poco a poco, mis desventuras empezaron a hacerla reír
y aceptó acompañarme a Galápagos (si me hacía rico).
En una pausa volví a leer el mensaje de Mayorga, e

150 151
mntra el Ministerio de Inteligencia, trescientas páginas que
millones habían leído, quizás tan conscientes como yo
en ese momento de que la resistencia es inútil. Hacia la
página cincuenta el sol empezó a adivinarse detrás de
las nubes. Todo en la novela era vagamente parecido a
DÍA QUINCE la realidad, pero ese parecido se di1uía en la importancia
que cada hecho tenía al cabo de unos pocos capítulos.
lin el mundo de jaramillo no existían las casualidades
Me despertaron las uñas del gato pidiendo que 10 sub _ .… ni las coincidencias ni los accidentes. Su heroísmo se
a la cama. Lo acomodé al lado de Isabel, y con un ¿ … — L fundaba en que todo a su alrededor era necesario: las
mecánico repasé las huellas que su solicitud había dei personas, los objetos, los hechos. Todo era 10 que tenía
en mi antebrazo. Volví a dormir. Volví a despertar. que ser. La vida de jaramillo era emocionante porque
quedé entre las sábanas procurando sin éxito rec era significativa. Y eso, esa promesa, era lo que la hacía
rar el sueño. Deseaba desyanecerme y que al despe - deseable. Aunque sus historias, como sostenía el pro—
fuera de noche otra vez y todo hubiera terminado. F ' ¡ fesor Groot, no fueran más que mentiras construidas
inútil. Después de varios intentos me puse de pie y sobre otra gran mentira.
a la cocina a preparar café. Encendí mi primer cigarrillo, El ejecutor estrella discutía con un afiliadº la histo—
del día en la mesa, de espaldas a la habitación. ,… ria de Sánchez, el único oficial caníbal que los textos de
Volví a leer la nota que Mayorga me había hechd, historia conocen, cuando Isabel despertó y quiso saber
llegar con Chang: “Mañana a mediodía. Les basta con . si había más café.
el profesor. Chang tiene que cerrar”. Era así de simple… ,. Recordando mi conversación con el doctor Silva, le
Les bastaba con el profesor. A ellos. Y todo por ocho pregunté si alguna vez pensó en afiliarse.
páginas que a lo mejor nadie había leído. ' —¿Añliarme? No. Nunca. ¿Por qué?
Con fastidio dejé la nota sobre la inesa y saqué el ma- ' —Era algo en lo que estaba pensando. Hace diez
nuscrito. Venderlo era la única forma de sacar a Groot …; días alguien me preguntó por qué yo no lo había hecho.
del país durante un buen tiempo, quizás para siempre. , —¿Y qué respondiste?
Estuve ojeándolo para matar el tiempo hasta que me …, Qué respondiste. Fue una pequeña felicidad compro—
pareció más apropiado echarle un vistazo a jaramillo bar que se había despertado tuteándome y me quedé

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ahí sentado, observándola, intentando establecer si > chicos de los recados y quería proteger la mercancía.
más había cambiado desde nuestro último encuen » — Pero no le prestamos atención. Ya en esa época, la pro-
—Le conté por qué acepté el empleo. Pero creo q , hibición no se aplicaba con tanto rigor y la policía había
eso no respondía a su pregunta. ' ' perdido el control de Chicó Oriental, pero poder mostrar
—¿Te volviste cocinero para no añliarte? cada tanto a un traficante seguía siendo negocio. Tres
—No. No me afllié porque nunca fue una op eran una bendición. Tres con ocho kilos de café, más
Nunca tuve la oportunidad de planteátmelo. …' de doscientos cigarrillos y un deslizador robado eran el
—No te creo. Todos tenemos esa oportunidad. 0 -— premio gordo. Al día siguiente estábamos en el campo de
no, pero esa sí. , purificación e higiene de Garcés Navas. Los campos
—Tal vez. de purificación e higiene no son campos y tampoco, se-
—¿Y entonces? ¿Cómo fue que te hiciste cocine < _; gún las estadísticas de Álvaro Álvarez, de purificación,
Años después, Mayorga y yo empezamos a Ham , " pero sí hay mucha higiene. Solo quien ha estado en uno
“el incidente”. Entonces era fácil entender qué ha-Mi puede entender que una fuga como la del profesor Groot
significado, pero en su momento ninguno sabía a q es una hazaña producto de la desesperación. A diferencia
nos conduciría. El incidente era la muerte de Mén — 'f de él, nosotros no estuvimos el tiempo necesario para
y la muerte de Martín, era Mayorga e Iménez of1ci —l averiguar si éramos capaces de realizar hazañas como la
de Determinación de Vacantes, era un odio a los d suya, pero sí el suficiente para saber que queríamos ir—
tores que me recordaba el tamaño de mi impoten nos y no queríamos volver. Quienes estaban a mitad del
_ era (recientemente) un traficante de óvulos cocinaddi tratamiento (rehabilitación) prácticamente no hablaban.
sobre el sillón de cuero. El incidente era de alguna ma? Quienes estaban al final de él (concienciación) práctica—
nera todos los años que habían pasado y todos los que —' mente no pensaban. Nosotros apenas conocimos la pri—
estaban por venir. …¡ ' mera etapa (desintoxicación), cuando aún tienes ánimos
Empezó seis o siete días después de nuestro enfrenta- de gritar, y nos sacaron antes de que pudiéramos acos—
miento con Ordóñez, el intermediatio de María. Mayorga 3. tumbramos. Todavía puedo recordar los pasillos blancos
estaba fuera de sí, tanto que sus amenazas parecían todº ', y el olor, un olor que no se compara con nada que pue-
lo verosímiles que no eran, y Ordóñez decidió sacarnos , das oler después. Ni siquiera un vecino pudriéndose en
de circulación. Supongo que delatatnos era más barato '? el apartamento de al lado. Y entonces apareció Gordon
que echarnos a las ratas. Chang nos alertó. Eramos sua , para ofrecemos un boleto de salida en forma de empleo.

154 155
Determinación de Vacantes atravesaba un mal Lo de Groot, sin embargo, no entraba en el acuerdo
mento. La historia del suicidio de Beltrán aún estaba cm ¡¿ inicial con Gordon, e Isabel recordaba demasiado bien
ambiente. Se esperaba que el Congreso aprobara prou ' algunas frases de la noche anterior.
la cláusula treinta y cinco (objeción de conciencia). Y —¿Irás a vender a tu padre un sábado?
Ministerio de Inteligencia había vuelto a proponer que ' —Determinación de Vacantes nunca cierra. El Mi—
desmantelara la Central y se ttasladara toda la seccióm ' nisterio de Inteligencia nunca duerme —recité.
—¿Qué vas a hacer?
convertido en el novelista Eugenio Silva. Faltaban más dq —Supongo que iré a la Central y decla'raré que acepté
dos años para El ¿jemtor]ammíl/o. Y entre tanto, el jefe ¿( repartir unos panfletos en Ciudad Andina para hacer—
le un favor a un vecino senil, pero que como soy casi
analfabeto no se me ocurrió que pudiera_ttatarse de
trar aspirantes con vocación. Ninguno rechazó la oferta ' material subversivo.
y el temor de regresar al sitio del que nos había rescatade —¿Eso que estabas leyendo?
hizo tolerables los meses de entrenamiento.Y1uego Km —No. Esa es una novela del ejecutor Jaramillo. Pero
mínsky murió y Gordon_ascendió el comisario y, poco | me ha dado ideas. También podría decir que durante los
poco, Mayorga y yo, los sobrevivientes, descubrimos que ' últimos años he actuado encubierto para atrapar a Pablo
efectivamente podíamos hacer cualquier cosa, como le 1_ Groot, un peligroso revolucionario, prófugo de la jus—
habíamos prometido. No ha sido la vida emocionante, 1 ticia desde hace más de dos décadas, y que si participé
mucho menos la Vida significativa, y aunque puedo ima—5 —— en la distribución de sus mentiras en Ciudad Andina fue
gina…t miles de vidas más deseables, sigo pensando que para identificar a los simpatizantes de la banda dentro
la prefiero a muchas otras. Pero ese día, contándole esta ,: de la Cúpula, que en el exterior su centro de operacio—
misma historia a Isabel mientras ella jugaba con el gato, nes era el bar de Chang, porque el mal y el vicio saben
lo que hice fue insistir en que nunca _tuve la oportunidad …— hacerse compañía, y que gracias a la colaboración de In—
de preguntarme si la afiliación era una alternativa. Las ' teligencia hemos conseguido preservar la estabilidad de
cosas pasaron así, sucesivamente. Sin plan. Sin propósito. ' nuestras instituciones, que Ciudad Andina puede respi—
—¿Cuántos años tenías? rar tranquila porque las fuerzas del lado oscuro han sido
—Diecisiete. Y Mayorga debía tener ya diecinueve. derrotadas de nuevo y que viva el sistema de privilegios
Eramos conscientes de lo que hacíamos. y la prohibición y la traición porque la vida continúa y

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he aquí, señoras y señores, al ejecutor Iménez, su bcne- estaban esperando. Ni le pregunté cómo se había por—
factor, y he aquí, señoras y señores, las piernas por III¡…; tado el profesor Groot.
que el ejecutor Iménez repetiría todo lo que ha hechufw El viceministro de Inteligencia en persona, uno de los
y haría todo lo que aún no ha hecho. ', partidarios de liquidar la Central e integrar Determina—
—No será como en las películas del ejecutor Jatami.…; ,… ción de Vacantes en alguna otra sección del sistema de
llo, ¿verdad? a 1% privilegios, se había tomado la molestia de acompañar al
—No. Eso es lo peor de todo. ….,º funcionario de enlace y se había acomodado en el sillón
Había sido un mal chiste. Sabía que la reunión con: 1—,1 de Gordon, que, encogido por esa innecesaria exhibi-
los de Inteligencia estaría lejos de ser festiva y que, poo ¡“ ción de autoridad, fmgía mirar distraído por la ventana.
supuesto, el único parlamento que oiríamos sería el d ' … El viceministro empezó.
secretario del secretario del ministro. Peto Isabel emi Aunque esperaba que yo estuviera enterado de las
tendió que hay ocasiones en las que solo nos qued& ' razones que motivaban su visita, le parecía importan—
acogernos a malos chistes, y agradecí que se despidiew ' te recordármelas, así todo sería más rápido. Directo al
diciendo que todo iba a salir bien. Y agradecí todavía punto. Y el punto, por supuesto, era mi insólita deci—
más que se devolviera y me dijera que si solucionaba cl — sión de contribuir a la destrucción del sistema que me
problema de cañerías del vecino, consideraría seriamente daba de comer. Mi compañero, Villegas, no acababa de

la posibilidad de mudarse. ' creerse que yo hubiera sido capaz de traicionado en—
Eran las siete y treinta de la mañana. Tenía menos de y viándolo a lo que, de no ser por la rápida intervención
cuatro horas para convertir el apartamento del vecino ', del Ministerio, habría sido una muerte segura, pero ha-

coprometabolizado en el centro de operaciones de una… ,!" bía aportado datos a la investigación que respaldaban
de los peores terroristas de la capital. las sospechas que desde el primer momento desperté
en el funcionario de enlace, Como que era amigo de
un fugitivo célebre o que frecuentaba locales clandes—
tinos que violaban de forma flagrante la prohibición.
Cuando entré a la Central, Margaret me dedicó una de ¿ El viceministro no mencionó qué le habían hecho a
esas sonrisas maternales con las que atacaba los retar— Villegas para sacarle una información que era casi de
dos de Mayorga y me señaló la oficina de Gordon. Me dominio público, pero subrayó que apuntaban en la

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misma dirección que sus investigaciones. En el Mini!— '. —Se equivoca —dije, más por el gusto de que que—
terio constaba que hacía ocho años yo había solicitadº ' dara consignado, que por el efecto que pudiera causar.
una copia de mi expediente. Si Urrutia lo tenía, quizáií, —¿Me equivoco? ¿Qué hacía antes de entrar a De-
era porque yo se lo había enviado. ¡ ,… terminación de Vacantes? Era un traficante y un ladrón
—No es así —dije—. No pedí un expediente pm …Í, de deslizadores y un adicto. Esa es la clase de individuos
enviárselo a un afiliado ocho años después. que el oficial Gordon..
—¿Por qué lo pidió? —Comisario Gordon.
—Porque quería saber. . . —Es lo mismo, pero acepto la corrección, comisa—
rio. Esa es la clase de gente que usted viene reclutando
desde hace una década. Y no es su culpa. Soy conscien-
te de que es el mejor material que le ofrece el exterior.
¿qué quería saber? Delincuentes. Exconvictos. Resentidos. Los individuos
—Si figuraba. .. que alimentan el servicio son los mismos que alimentan
—Si figuraba... ¿qué? las filas de la subversión.
—E1nombre de mis padres. —Con todo el respeto que me merece, señor vice-
—Algo que, por supuesto, no figuraba. ¿Por qué? ministro, este no es el lugar para discutir una política de
—Señor viceministro, ¿es necesario? —intervino j reclutamiento sobre la que. ..
Gordon—. El expediente hallado en el operativo esta— , —Por supuesto, comisario. No es el lugar, ni el mo—
ba actualizado. El oñcial. .. ' mento para. .. ¿Para qué es el lugar y el momento?
—El oficial es un NI. Un nacimiento ilegal. Lo que - Acaso preguntándose si podía hacer algo distinto de
ustedes llaman un huérfano de la Cúpula, ¿no es así? atenerse al guion del viceministro, Gordon hizo una
—Eso es irrelevante en este momento —insistió ,… pausa antes de responder:
Gordon. —Pensaba que habíamos acordado que se sancionaría
—No, no, no. Es muy relevante. ¡Este oficial no te- ; al oficial por contribuir a la difusión de materiales im—
nía derecho a nacer. Y él lo sabe. Nació en la Cúpula, propios, pero que se le desvincularía del intento de fuga.
donde ahora trabaja. Nos visita todos los días sabiendo —Sí, eso habíamos acordado. Eso y que cooperaría
que fue expulsado del seno de nuestra sociedad. Y nos corroborando el testimonio del oficial Villegas sobre
odia por eso. ¿Me equivoco? esos dos indeseables: Groot y. . . ¿cómo se llama el otro?

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—Chang, señor viceministro —se apresuró a decir el —¿Entonces? —dije.
funcionario de enlace, que había cambiado la jovialidad ' —Lo único que tiene que hacer es decirnos dónde
por el servilismo. está la guarida del autor de este panfleto, firmar la de—
—Eso. Groot y Chang. Sí, decía, voy a cumplir nues— claración que hemos preparado y aprender mi lección.
tro pacto porque soy un hombre de palabra y porque ,, No hay de qué preocuparse, nos encargaremos de que
creo que es una forma de sentar un precedente. .. todos los ciudadanos se enteren de su loable aunque
Aunque fuera inútil, era mi turno de interru'mpir: poco disciplinado comportamiento como informante
—¿Va a sentar un precedente dejando escapar a los del Ministerio. Acabada su suspensión, podrá conti-
hombres que la red de Urrutia tiene infiltrados en su nuar en el servicio e incluso dejaremos que siga trayen—
propio Ministerio y ctuciñcando a un par de don nadies? do toda clase de suvenites cada vez que visite Ciudad
—No, con esas personas todavía no hemos decidi— Andina.
do qué vamos a hacer. La investigación seguirá su cur— —¿Y si me niego a firmar?
so, pero eso no es de su incumbencia. Voy a sentar un —Esta conversación está haciéndose muy larga, y no
precedente no cruciñcándolo a usted. Voy a hacerle el tenía planeado que fuera una conversación. Si de verdad
favor de perdonado y usted va a hacerme el favor de … ' le interesa saberlo, que usted firme o no me da igual. No
suplicar, aceptar y agradecer ese perdón, y juntos vamos he conservado esta posición durante tantos años por
a recordarle al resto de esta sección que no son ustedes discutir con personas como usted. Estamos haciendo
los que toman las decisiones. esta pantomima solamente porque el gobierno teme las
—Nunca lo hemos hecho —dijo Gordon. consecuencias de una acción radical. Yo nunca he sido
—Lo sé muy bien, comisario. Y lo sé porque yo sí de la misma opinión. Desde el principio Determinación
las torno. Sin embargo, la gente dice cosas. Los noticie— de Vacantes fue un error. La policía de Ciudad Andina
ros dicen cosas. Los llaman “ejecutores” y el apodo ha o el personal de Ingresos y Reacomodación hubieran
empezado a gustarles. Sin embargo, mañana todos van podido encargarse de las llamadas perfectamente. Pero
a hacer memoria y recordar que los ¿micos que pueden eso es algo que no voy a debatir en esta oficina. Tal vez
decidir qué cosas pueden o no decirse somos nosotros. me gustaría que no f1rmara. Me facilitaría mi labor. Sin
Considérelo una medida terapéutica. Lo más convenien- embargo, piénselo bien. Con eso tampoco salvará a sus
te para el sistema de privilegios, para Ciudad Andina, cómplices, y usted y sus colegas pasarán una buena tem—
para la República en general. porada en el campo de purificación e higiene de Garcés

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Navas. Y esta vez nadie irá a sacarlo. No sea tonto, esto Un mesero se acerca y le entrega una pastilla. jaramillo
no es una película del ejecutor jaramillo. está cambiando de disfraz cuando los verdaderos me-
—Eso mismo me dicen las putas de Chicó Oriental. ' seros empiezan a correr y se oyen al fondo gritos que
Fue entonces que Gordon volvió a intervenir. Pero ¡ piden una ambulancia. Pero ese día, en esa oficina, el
esta vez no pronunció una sola palabra. Había vuelto a mundo, desgraciadamente, era real, y yo, desgraciada—
la ventana y desde allí se volvió a mirarme. En esa mi— ', mente, no era el ejecutor jaramillo. Así que me tragué
rada estaba todo lo que necesitaba saber. Que no ha-. " lo que tenía que decir, firmé lo que tenía que firmar y
bía nada que hacer. Que no había nada que decir. Que — salí de la oficina antes de que el viceministro o su la—
pensara que algún día nos tocaría el turno (aunque fuera cayo me invitaran a hacerlo.
mentira) y firmara. La relación entre Determinación dé Con Margaret me esperaba una nota de Mayorga.
Vacantes y el 1V1inísterio de Inteligencia nunca ha sido - Habían allanado el bar de Chang, pero Chang y Barney
fácil, y Gordon solo podía hacer lo que habían hecho estaban a salvo. El lunes, sin falta, tendría el pasaporte
todos sus predecesores: aguantar los golpes y permane- ' del profesor. Arrugué el papel con rabia. Las palabras de
cer de pie, frente a la ventana. aliento de Margaret fueron insuficiente consuelo: aun-
En ]aramí/lo contra el Miníxterío de Inteligencia hay una que su huésped entendiera por qué estábamos haciendo
escena de la que me hubiera gustado hablar con el doc- lo que estábamos haciendo, yo no podía evitar sentir que
tor Silva. El hombre que descubrió el modo de revertir perdía mucho con todo eso. Y seguía sin saber cuál de
la mutación de las ratas ha muerto, el ejecutor]aramillo mis compañeros me había enviado a una trampa.
ha cumplido con su deber, y sin embargo, de alguna Estaba convencido de que podría jugársela al vicemi—
manera, el Ministerio de Inteligencia ha ganado. Ha nistro y salvar al profesor, y que esa victoria compensada
vencido al afiliado al que quería acallar y al hombre en— con creces el numerito de la humillación, pero eso no
cargado de eliminarlo y con ellos a todos los que viven tesolvía las cosas en la Central. Nadie se atrevía a mi—
en el exterior. Tienen la fórmula y eso garantiza que Á rarme a los ojos, pero podía sentir sus cabezas desviarse
nunca alguien más la tendrá y que la Cúpula seguirá para echarle un vistazo a quien quizás era de verdad el
siendo la Cúpula. Los espectadores esperan que todo topo, el traidor que el Ministerio de Inteligencia dejaba
acabe con ese Jaramillo derrotado que regresa a casa, plantado entre ellos: ¿por qué, si no, me estaban dejando
pero entonces aparece ese epílogo o lo que sea. En un librarme tan fácilmente? Una de esas miradas cortes—
restaurante el ministro se lamenta de cierto malestar. pondía al verdadero cómplice de la banda de Urrutia,

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el hombre que me había vendido y al que, al menos que
cometiera un error, sería muy difícil atrapar.
La reunión en la oficina de Gordon se prolongó casi Í"
media hora más. El comisario fue el último en salir. Sc — Í'
me acercó para que todos los presentes lo vieran felici- '
tarme y lo oyeran decir que había hecho lo correcto: lo
único que podía hacer. El viceministro, a sus espaldas, CUARTA PARTE
tenía una cara de satisfacción que*yo hubiera querido
reconstruir con un taladro, y tras oír las palabras de
Gordon, inició su camino hacia la salida. Sin prisas. Sin
despedidas. Antes de alcanzar la puerta se volvió imi-
tando los gestos de quien ha olvidado algo importante.
Dentro de un momento sus hombres allanarían la tesi—
dencia de Groot. Esperaba que no fuera a hacer alguna
tontería para tratar de impedirlo. ¿Qué sabía? Lo único
que sus hombres iban a encontrar era setenta kilos de
mierda. Bastante más de la que él podía comer.

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El vehículo se detuvo al borde del precipicio y]aramillo descendió
de él. La ciudad se extendía a sus pies. En silencio, vio las luces que
se encendían y apagaban, las fugaces estelas de los deslizadores, los
gases que se elevaban desde los respiraderos del subterráneo. Pen-
só que dentro de los innumerables bloques de concreto que se re—
producían más allá de su mirada, millones de almas continuaban su
lánguida existencia. Al sur se alzaba la Cúpula. jaramillo no la veía,
pero sabía que allí estaba, con sus millones de almas y sus millones
de miserias también. Una mezcla de desprecio y odio y fastidio lo
sacudió de repente. Conocía ese sentimiento confuso y sabía que no
podía dejarse donúnax por él. La culpa, un abismo que había sorteado
construyendo una barrera que lo separaba del resto de los mortales.
Se le ocum'ó que su mundo era el más despreciable de los mundos
posibles y que, no obstante, era el suyo. Antes, cuando aún se pre—
guntaba por la existencia de Dios, solía concluir que en un universo
que conoce el error y el pecado también existe un lugar para Dios,
un Dios que desconocía la voluntad, la angustia y el deseo y que, por
tanto, no se le parecía en nada. Mientras volvía a considerar su solu—
ción del problema, su prisionero llegaba a conclusiones contrarias
y rezaba. No tardaría en comprender que sus ruegos eran inútiles.

Eugenio Silva
la venganza del q'emtor]aramíllo, p. 296.
DÍA DIECISEIS

Lo mejor del Ministerio de Inteligencia, pensé cogiendo


la máscara de gas, era la limpieza de sus operaciones.
Los agentes que allanaron la planta de Grootyno solo
arrasaron con sus papeles, sino que también se lleva-
ron casi todo lo que quedaba del vecino. Aunque no el
vómito del primero que ingresó al apartamento, algo
quizás disculpable.
Estaba preparado para salir cuando llamaron a la
puerta. Antes de abrir, escondí el manuscrito y encerré
al gato en el armario.
Era Gordon.
——Comisario —díje sorprendido, al tiempo que me
preguntaba si su presencia era un buen o un mal sín-
toma. '
—¿Puedo pasat?
—Claro.
—¿Interrumpo algo?
——Tengo una cita. Pero puede esperar. Supongo que
no ha venido a conocer el gato.

171
—No, no exactamente. Pero ya que estoy aquí… Personales e intransferiblcs, sí, pero imperfectas. De-
Abrí el armario y el animal salió disparado hacia el sofá. '" liberadamente imperfectas. Hablando sobre hijos y H-
Gordon lo cogió. nales felices, le dije al doctor Silva que era más fácil
—Son tan bonitos que debe de dar pena comérselos. explicarlo que aceptarlo, y ahora me daba cuenta de
¿No es así? que Gordon nunca lo había hecho. 0 lo hizo mientras
—Tal vez, sí. Un poco. la imperfección de las insignias era un rumor quizá con
——La gente del Ministerio volvió en la tarde —empe- fundamento, pero sin pruebas. Porque una vez tienes
zó———. Querían saber si la masa fétida que encontraron pruebas, además de aceptarlo, tienes que vivir con ello.
era, o había sido, Groot. Todos los días. Y es más difícil. Mucho más difícil.
—¿Y qué les dijo? ¿Qué podías decir si eras un oficial de la vieja escuela
—Que entraba dentro de lo posible. El barrio es pe— que había tenido hijos en la época en que las insignias
ligroso y si Groot era el elemento subversivo que ellos no existían y el cuento de Layo no era un cuento? El
decían, debía tener muchos enemigos. pastillero suicida Beltrán acaso había acabado con su
—La Universidad Republicana de Madágascar po- vida para no tener que atender la llamada de su hijo. El
dría analizar una muestra —dije——. Para estar seguros. pastillero no suicida Gordon, en cambio, optó por pedir
—Eso pensé. Pero no tienen muestras para comparar. que se le trasladara a reclutamiento y no volvió a pisar la
Ya sabe, Groot llevaba mucho tiempo fuera del sistema. Cúpula. Pero había vivido para conocer las insignias, y
——No ha venido para contarme eso, ¿verdad? ahora sabía que llevaba en el bolsillo el tiquete de salida
—-—No. de su hija y que Inteligencia estaba ahí, esperando que
Y entonces sacó la ficha. lo hiciera. Por eso en el expediente de todos los oñcia—
Laura Gordon, abogada, treinta y seis años, afiliada les figura la lista de afiliados consanguíneos. En todos,
a los diecinueve en el 52, individuo pacíñco. salvo en el mío, un nacimiento ilegal, como me había
—Esto no es una llamada —dije. _ recordado el señor viceministro el día anterior.
——No, no todavía. El primero que tuvo la oportunidad fue Mayorga. En
——Es por lo de Groot. el 62, el mismo año en que Inteligencia ñltró la noticia
—Nunca pensé. . ., nunca creí que lo de las insignias de que un “error” en el diseño de las insignias permi—
fuera verdad. tía que cualquier afiliado que tuviera lazos de consan—
guinidad con un ejecutor pudiera escapar utilizando su

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insignia. Fue para salir al paso de los “rumores” que el tonces todos tendremos que darnos prisa y tomar una
ministro de Inteligencia de la época dijo que las insig— ._1 decisión antes de que las insignias y la Central desapa—
nias eran “personales e intransferibles”, pero que, como rezcan. Ustedes no tienen hijos, pero tienen hermanos y
toda obra humana, estaban “lejos de ser perfectas”. La primos y sobrinos allá adentro. Bueno, usted no, pero sus
imperfección de las insignias era una trampa, pero en el compañeros sí. Montenegro tiene una sobrina. Actriz.
exterior se interpretó como una dádiva, un privilegio que Hija de su hermana. Mismas mitocondrias. Zárate tiene
habíamos recibido sin pagar y sin merecer. Y entonces a todos sus hermanos. El mayor obtuvo una prórroga,
entra en escena la madre de Mayorga, que quiere que peto a los demás el tiempo se les agota. Villegas dejó que
salve a su hermano. El trata de convencerla de que los su tío hiciera la llamada hace tres años. Supongo que sus
rumores no son más que rumores. Pero la duda está ahí. primos no serán la excepción. Pero va a tener un hijo y
Habla con Gordon, que no tiene dentro un hermano los hijos cambian a la gente. Nos cambian,
sino una hija y que deja en sus manos la decisión de, en —Comísario, ¿qué es 10 que quiere que haga?
ese entonces, probar. Mayorga pidió una tarde libre. Fue -——Necesíto que saque a mi nieto.
a la Cúpula. Visitó a su hermano, le entregó una pastilla
y le dijo que no intentara conseguir de él algo más que
eso. Cuatro años después su hermano se envenenaba,
sin llamada, sin preparación para la buena muerte, sin Nacimientos ilegales. Puede hacerse, pero es caro. Antes
compañía. Todos tenemos más de una razón para no de irte a la Cúpula tienes el óvulo y el esperma, o solo
ir al psicólogo. Miré a Gordon, que acaso repasaba esa el óvulo porque el esperma te da igual y 10 que quieres
misma historia ahora que tenía pruebas, ahora que no no es el hijo de este o ese, sino la garantía de que, si al—
se trataba de probar, ahora que sabía. gún día decides ser madre, podrás serlo con tu propio
—¿Me está pidiendo que la ayude a salir? —dije. material. Las afl]iadas, en ese sentido, tienen una ventaja
—No. No sería capaz. No ahora, en cualquier caso. que no está al alcance de los afiliados.
—¿Y después? Luego viene la parte difícil, pagar. Pagar al que trae
-——Tal vez. No lo sé. Pero quiero estar preparado. el embrión y al que lo pone en su puesto y al que
—¿Para qué? hace los controles y al que atiende el parto. Una vez has
—Para tomar la decisión correcta el día que pase. empezado, nunca puedes dejar de pagar. Porque nece—
Porque un día va a pasar. Alguien será el primero. Y en— sitas comprar el silencio de los vecinos y el del médico

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y el del jefe y el de esos que creías que eran tus amigos feliz la había hecho a la vez tan desdichada. Y porque
hasta que descubrieron que podían chantajearte y el de la obligó a aceptar que el apartamento de los abuelos
esas que creías que eran tus amigas hasta que se ente- era un mejor destino que el orfanato y a decirse que
raron de que el proceso de esterilización había fallado ¿ tal vez su padre podía arreglarlo sin tener que hacer
contigo, precisamente, no con ellas, y con las que tal ' la llamada.
vez tengas que compartir el bebé, porque ellas también ' Sin embargo, que estuviera decidida no significa que
quieren ser madres, pero fueron menos previsoras o no le costara menos trabajo desprenderse del bebé. Pese al
tenían dinero entonces 0 no lo tienen ahora o no quisie- ¿ sufrimiento, a los chantajes, al temor de que en cualquier
ron correr el riesgo y ya que lo corriste tú. .. Se te va la momento alguien llamara a la puerta para llevarse a su
vida en ello, y la vida de un añh'ado, como decía el doctor — hijo. Que es lo que yo acababa de hacer.
Silva, tiene fecha de caducidad. Muchas lo intentan, por —¿Por qué a usted? —dijo una vez entendió que es—
eso es negocio. Pocas lo consiguen, también por eso es ( taba ahí porque me enviaba su padre, no para compro-
negocio. Ninguna, sin embargo, soluciona nada con ello. bar las denuncias de un vecino.
Para una mujer sola criar un hijo en la Cúpula sin que — ——Potque sabe que la cláusula treinta y nueve me
nadie se entere es casi imposible. Y los afiliados, hom— importa un bledo y no entregará el niño al orfanato de
bres o mujeres, suelen ser gente sola. Muchas terminan Chicó Oriental.
llamando antes de completar el primer año, convenci- —¿Por qué no vino él?
das de que a sus hijos les irá mejor en el orfanato si no ——Según entiendo, porque usted le había pedido que
tienen recuerdos de sus días en la Cúpula. no lo hiciera. Temía que si venía, usted cambiara de idea.
Siempre había algo patético en todas las compradoras —Sí. Tal vez.
de óvulos que he conocido, pero es indudable que las —Puedo decirle que lo haga. ..
compradoras de sus propios óvulos resultaban todavía —No. Es mejor así.
más tristes. . Y entonces dije algo que no sé de dónde salió, porque
Laura Gordon llevaba dieciséis años sin hablar con el curso de psicología aplicada que constituye nuestra
su padre, prácticamente desde su afiliación, cuando ella “preparación idónea” a duras penas es una colección
le dijo que no quería volver a verlo y el futuro comisario de recetas ineficaces para que los afiliados traguen las
decidió que no regresaría nunca más a la Cúpula. El pastillas sin demora:
bebé cambió eso. Porque nada que la hubiera hecho tan —El no la culpa.

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Me miró a los ojos, como si no entendiera de qué —No sé de qué habla.
estaba hablando. —-——Sí. Claro que sí. Por eso lo mandó a usted. Yo debía
—Yo sí —dijo por fm—. Nunca me dijo cómo eran tener doce años, pero lo recuerdo. El chico de la Cúpula.
de verdad las cosas aquí adentro. Me mintió. +De verdad, que no…
——Intentaba protegerla —dije, consciente de que la ———Eras un niño. .. Debías tener cinco o seis años. Mi
frase podía volverse en mi contra: proteger a su hija de madre no quiso que te quedaras.
la Cúpula quizás había sido para Gordon una forma de —No tiene importancia.
protegerse de su trabajo. —Mi padre dijo que eras listo. Que tu madre te había
————No sirvió de nada. enseñado muchos trucos. Así hablaba siempre. Ese era
—¿Hubiera servido de algo saber la verdad? 1 su trabajo. Ir a la Cúpula. Conocer gente interesante. Yo
—Al menos hubiera sido la verdad. Maldita sea Te— pensé que eran trucos de magia. Pero eran trucos de su—
nía diecinueve años. Tampoco le hubiera creído. Pero pervivencia, ¿no? Para que no te encontraran.
al menos hubiera sido la verdad. Mierda. Las cosas no —De verdad que no tiene importancia.
son fáciles. —Claro que no. ¿Qué la tiene?
No, no 10 eran. Porque si las cosas fueran fáciles, Ciu— ——El la tiene —díje mirando al bebé.
dad Andina no existiría. Se había contenido todo el tiempo. Una mujer fuer—
Para que pudiera despedirse del bebé a solas, me que— te, como el padre. Pero era evidente que apenas saliera
dé en la sala mientras ella arreglaba sus cosas. Era una iba a derrumbarse.
típica sala de afiliado, con las fotos de la familia en la Luego se recompondría. Porque si eres fuerte, siem—
pared y el sillón de cuero junto a la lámpara y la alfombra pre hay un luego.
y la mesa y el sofá tapizado, todo sin una mota de polvo —¿Cómo se llama? —pregunté al coger el bebé.
y, salvo allí donde yo había estado, sin rastro del hó]]ín —No tiene nombre. Dicen que es mejor así. Solo es
verde del subterráneo. Pensé que era 131 primera vez que mi bebé.
estaba en una sala así para algo diferente de entregarlas ——Tengo que irme.
pastillas, pero en seguida me corregí. —Lo sé.
—Usted era el chico —01' decir a mis espaldas. ——¿Estará bien?
—¿Cuál chico? ———dije. ——No.
—El que mi padre llevó a casa. —Lo estará. Ambos lo estarán.

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Se detuvo antes de cerrar la puerta, dudando. insignia podía esperar, dijo. Y sacó una vieja pistola y me
—Dígale a papá que lo quiero —dijo. la entregó. Podía necesitada y, a diferencia del portátil,
Y cerró. no me delataría si tenía que usarla. Dijo que esperaba
que fuera precavido durante los próximos treinta días;
que a través de Mayorga podíamos estar en contacto;
que, con suerte, el viceministro se olvidaría de mí tan
Salir con un niño de la Cúpula es más fácil que salir con pronto la prensa diera por muerto a Groot, lo que no
un gato, en especial si tienes el deslizador del comisario. sería muy difícil con las fotografías que le habían mos—
Pero llorar afecta la visibilidad y te hace putear y te re— trado el día anterior. Eran de verdad repugnantes. Así,
cuerda que eres débil y te retuerce por dentro. Porque hasta que, poco a poco, reunió ánimos para las pregun—
hay cosas que sabes que harás y volverás a hacer una y tas que le interesaban:
otra vez. Aunque no te guste hacerlas. Aunque no quie— —¿Le había dado un nombre?
ras hacerlas. Aunque no tengas que hacerlas. Cláusula ——No.
número treinta y cinco: sobre el recurso de oposición de —Y ella, ¿está bien?
conciencia. Acepté actuar de acuerdo con otras reglas —Lo estará. Es fuerte.
antes de que esa existiera. ———Le dijo. .. —empezó a decir, pero luego cambió
Media hora después estaba en la puerta del aparta- de idea. O no encontró las palabras.
mento de Gordon. Me abrió la esposa, que no intentó —Me pidió que le dijera que lo quería —dije—. Tal
ocultar la contradictoria mezcla de emociones que el vez debería visitarla.
bebé y mi presencia le producían. Evité su mirada, res- -——Tal vez.
pondí sus preguntas con monosílabos y resté impor— ——No olvida que tuvo una infancia feliz. Por eso lo
tancia ¿ lo que interpreté como resentimiento. Respiré hace.
aliviado al ver aparecer al comisario, qt¡1e de inmediato —Ojalá sea así.
me hizo pasar al estudio. Le entregué el mando del desli— —Ahota tengo que irme ——díje poniéndome de pie.
zador y el incinerador portátil, pero le dije que necesitaba —Lo que pasó con usted fue diferente.
que siguiera olvidando pedirme la insignia al menos por —Lo sé.
esa tarde: no me había parecido apropiado acudir a mi
cita con un bebé bajo el brazo. Ningún problema. La

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El siguiente paso era una cita que, en realidad, no había el manuscrito en Chicó Oriental, un barrio en cuyas en—
podido concertar. En la Cúpula. Con el editor al que Silva 7 “' trañas, como sabría por las noticias, desaparecían sin dejar
había enriquecido y al que yo esperaba convencer de que rastro incluso los agentes del Ministerio de Inteligencia.
podía enriquecer aún más. Delresu1tado de esa entrevista Era un buen negociante, me dijo. Con lo que quería
dependía que el profesor Groot tuviera un pasaje con el decir que el buen negociante era él.
cual estrenar su nuevo pasaporte. Pues una cosa era que Debió pensar que si tenía prisa era porque quizás pen—
la prensa se creyera que el “nuevo ideólogo de la sub— saba darme a la fuga, y se conñó al hecho de que era la úl—
versión” era una masa hedionda en una foto y otra que tima persona que había visto con vida al autor para hacer
el Ministerio se creyera sus propias mentiras. El tipo era una propuesta ridícula, pero suficiente para mis necesidades
uno de esos residentes que basan su prestigio en parecer inmediatas. A saber, las necesidades inmediatas del profe—
más ocupados de lo que son, incluso los domingos, pero sor Groot, que nunca sabría lo mucho que Eugenio Silva
a los que cualquier sinónimo de dinero sirve de ábrete había hecho después de muerto para mantenerlo con vida.
sésamo. Sobre todo, si quien llama a la puerta dice ser la El secretario al que mandó llamar tardó un tiempo
reencarnación del autor más vendido de su catálogo. en conseguir el efectivo, y el hombre se explayó en las
Como el doctor Silva me advirtió, el hombre no ce- particularidades de su gran amigo, el difunto doctor Sil—
dió con facilidad. Mencionó la necesidad de contratar va, su querido Eugenio, de quien no esperaba un lance
un estudio del manuscrito para probar que era auténti— parecido. Exceso de confianza. Tardaría un par de días
co, el tiempo prudencial que el departamento de ventas en descubrir que faltaba un capítulo de la última par—
necesitaría para establecer la rentabilidad del negocio, el te, con suerte uno central para la trama, y entonces yo
hecho de que muerto Silva sus derechos correspondían podría volver y exigir por él cinco veces más de lo que
a Hacienda y la “incómoda” circunstancia de que quizás ahora me estaba pagando.
estuviéramos hablando de un manuscrito robado. Alzó la primera página, marcada apenas con una gran
Sin embargo, le expliqué que estaba _hablando con el jota escrita en lápiz.
oficial que mencionaba el periódico, ese al que acababan —]aramíllo, supongo —dijo—. ¿Mencionó si era el
de suspender por actividades contrarias a la estabilidad de * título definitivo?
Ciudad Andina: al día siguiente ya no podría entrar a la ——No.
Cúpula, lo que convertía nuestro negocio en una cuestión —¿Y dice que esta vez jaramillo tiene un gato?
de ahora o nunca. Si me dejaba ir, tendría que salir a buscar

182 183
m»…
EL.Í5: L __rí.,.E .!.:.: ;...Vf.zlfle .:Í , ' [EEEBPIB V E:»...IÍLVE.
DÍA DIECIOCHO

Abrí los ojos y la luz me cegó. De modo que volví a


cerrarlos y pregunté si alguien podía apagada. Nadie
respondió. Quizás no me habían oído, pensé. Subí el
volumen. Omití la pregunta. Apaguen la luz, me oí gri—
tar. Nadie respondió tampoco. Intenté levantarme de
la silla, pero estaba amarrado. Seguía amarrado. La luz
no me dejaba pensar, y la única consecuencia de mis
ridículos intentos de liberar una pierna para derribar la
lámpara de una patada fue que terminé en el piso con
todo y silla. Dejé escapar un alarido cuando el codo irn—
pactó contra el suelo, pero me consolé con la idea de
que, al menos, había quedado fuera de la trayectoria de
la luz. Volví a abrir los ojos. Todo lo que podía abrirlos
sin dolor, se entiende.
¿Dónde estaba? El recinto parecía una especie de
sótano o cobertizo mugriento. La suciedad me pareció
una buena señal. No estaba en la Cúpula. Eso significaba
que si lograba salir de dondequiera que me tuvieran, no
necesitaría la insignia que ya no tenía para volver a casa.
Tampoco parecía probable que estuviéramos en Garcés

188 189
Navas, la segunda peor opción que se me ocurría. Con —¿Quién fue? —volvió a preguntar el enlace.
todo, la conclusión era evidente: si no era capaz de desa- —Creo —empecé a decir, pero tuve que detenerme
tarme, daba igual dónde estuviera porque ni siquiera iba y escupir—. Creo que mejor volvamos a donde queda—
a librarme de esa puta silla. mos la última vez.
De repente, me asaltó el temor de que se hubieran Otro golpe.
desentendido de mí porque estaban de camino al apar— —Retiro 10 de que no tienen ustedes sentido del hu—
tamento de Margaret. Estaba tan convencido de que mor —dijo.
junto a ella el profesor estaría a salVo como de que el —Gracias.
Ministerio había terminado conmigo, y era claro que Otro golpe.
en eso no podía estar más equivocado. Si la seguían, —Tal vez no ha entendido que todavía puede sa—
¿cuánto tiempo serían capaces de mantener la fachada lir entero de aquí. Sabemos que otra persona estuvo
del tío achacoso y cascarrabias que llegó de improviso? en Ciudad Andina con su insignia. Es esa persona la
Cuando la puerta por fin se abrió, mi imaginación ha- que está en problemas, no usted. Un nombre y podrá
bía atrapado al profesor por media docena de caminos marcharse.
cada vez más retorcidos y paranoicos. —¿Qué garantía tengo?
Mi funcionario de enlace favorito nos devolvió a la —¿Le parece insuficiente la palabra de un funciona—
silla y a mí a nuestra posición natural delante de la luz rio del Ministerio de Inteligencia?
cegadota. Podíamos seguir horas en ese juego. Hasta que volvie—
—Me alegra verlo despierto. ¿Volvemos a empezar ra a dejarme inconsciente o me matara de un golpe en
o me cuenta ya quién fue el que utilizó la insignia en el lugar equivocado. Había perdido la noción de cuán—
su lugar? to tiempo llevaba ahí encerrado y no sabía si todavía
—Volvamos a empezar. era lunes o ya era martes, y eso hacía difícil calcular las
—¿Desde el principio? posibilidades de que Mayorga me estuviera buscando.
—¿Por qué no? Así me refresca laºmemoria. Tal vez estaba aún con Villegas preguntándose dónde
El golpe me dio de lleno en la mandñ>ula. O en el me habría metido. O tal vez era todavía más tarde de lo
pómulo. O en la oreja. No lo supe y daba igual, porque que pensaba y estaba ya con el profesor, en el puerto,
su principal efecto fue recordarme que la cara y la ca— preguntándose también dónde me había metido. Lo que
beza enteras eran un único y mismo dolor. era indudable es que seguían sin tener pistas de Groot.

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Si las tuvieran, el funcionario de enlace no estaría ahí. —Quítame la luz —dije.
Y yo tampoco. Al menos no con vida. —Sí, claro.
Antes del siguiente golpe, probé suerte: —Esa nota. .. ¿no era tuya? —dije.
—Era mi hermano gemelo. —¿Cuál nota?
El enlace se detuvo. Era una respuesta poco verosí- —La que me dejaste en la Central.
mil. Pero él no tenía forma de probarlo, y explicaba de —No te dejé ninguna nota. Me han tenido aquí todo
forma convincente que hubiera podido usar mi insignia. el tiempo.
Cogió el expediente y debió repasado en búsqueda de —Pero en la Central. .. Todos decían que te habían
un indicio de que de verdad tenía un hermano gemelo. soltado. Que la investigación sobre Urrutia estaba cerrada.
Como funcionario de enlace, sabía más que nadie que —La investigación sobre Urrutia, sí. La tuya, no. Tie—
no encontraría nada en él: un nacimiento ilegal no tiene nes que colaborar.
derecho a tener parientes. Es solo un hijo de la Cúpula. —Ya les estás colaborando tú.
Un aborto del sistema de privilegios. Que buscara una —Saben más de lo que crees.
confirmación donde sabía que no la obtendría demos— —¿Qué saben?
traba que sus recursos estaban agotándose. —Saben lo de Chang.
Y que tenía prisa. —¿Qué es 10 de Chang? ¿Que era el secuaz del pro—
Iba a darme otro golpe, pero en lugar de ello tiró el fesor?
expediente sobre una mesa rústica y, exasperado, salió —El profesor nunca les interesó. El problema es lo
de la habitación. que hicieron con tu insignia. Nadie se cree que fuiste
Mi hermano gemelo me había ganado tiempo para a la Cúpula a repartir los mismos volantes que Groot
Mayorga, dondequiera que estuviera. El tiempo era la repartía en el bar.
clave. —Pues eso fue.
El funcionario de enlace regresó un rato después. —Si no te creen ellos, menos yo. Te conozco. Te vi
—Te traje compañía —dijo. ' ese día. No ibas a repartir volantes.
Era Villegas. Era mentira que lo habían soltado. Pa— —¿Qué les dijiste de Chang?
recía acobardado. —Solo quieren saber cómo lo hicieron. Diles quién
—Convénzalo —dijo el enlace y salió. Villegas se lo hizo.
acercó para admirar el estt0picio. —¿Quién hizo qué?

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—Alterar la insignia. Lograr que sirviera para que —Es tu casa. La caseta del patio.
entrara quienquiera que entrara. Te van a matar si no Villegas bajó la mirada y se alisó las cejas con una _
les dices. mano, pero no replicó.
—¿Dónde estoy? ,—Tú y el enlace. .. Son los topos —dije.
—No puedo decirte. —No tenías que ser tú.
—¿Por qué no haces algo? Llama a Gordon. —¿Qué putas quieres decir? Era yo.
—No es fácil. Me vigilan todo el tiempo. Y si cometo —Iba a contarles. Lo juro. Ese día, en el bar. Pero
un error, no me dejarán salir. me pareció peligroso. Por eso les dije que vinieran. Y,
—¿De qué les sirves? bueno, luego Astrid, ya sabes. ..
—Primero creían que estaba a sueldo de Fecarotta —No sé nada. Conñaba en ti. Eramos amigos.
& Bonano. Pero luego se dieron cuenta de que lo tuyo —Pero no tan amigos como para que me incluyeras
era mas grave. en tus planes.
—¿Unos panfletos? —¿Qué planes?
—Deja de hablar de los panfletos. ¿Quién fue el que —El de Chang. En el Ministerio no se dieron cuenta.
entró con tu insignia? Dímelo. Me debes una.… Me man— Se creyeron de verdad lo de los panfletos. Pero yo vi que
daste al matadero. era algo más grande. No sé quién hizo el trabajo, pero…
Lo miré a los ojos, incapaz de creer que pudiera es— Mira, la gente de Fecarotta tenía equipos. Destrozaron
tar hablando en serio. Para haber ido al matadero esta— mi insignia pese a todas las precauciones que tomaron.
ba demasiado bien. Sobre todo en comparación con el Tuvieron todo un día y seguían en blanco cuando los
aspecto que debía de tener yo. X cogieron. Lo tuyo es genial.
—Sácame de aquí —dije. —¿De verdad crees que Chang modificó mi insig—
Y entonces la luz y la silla y las paredes empezaron nia? Estás loco.
a temblar. —Deja ya de hacerte el que no tiene ni idea de nada.
—El primer subterráneo..) —dije. 0 Sé en qué estás metido. Lo único que queremos es que
—Sí. nos tengas en cuenta.
Eso significaba que ya era martes y que Groot se ha— —¿Queremos?
bía ido y que yo no estaba en manos del Ministerio de —Víctor y yo, ahora que 10 de Fecarotta. ..
Inteligencia. —¿Quién es Víctor?

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—Elen1ace. Es primo de Astrid. —¿No te das cuenta de que no tienes alternativa?
—¿Primo? ¿Como el primo de Mayorga? Nadie sabe que estás aquí. Nadie sabrá nunca que es-
—Sí. ¿Qué tiene que ver? tuviste aquí.
—¿Y le dices Víctor? ¿El cómo te llama? ¿Andrés? —Mayorga vendrá.
¿Primito? Villegas dejó escapar algo parecido a una sonrisa:
—Iménez, ¿qué pretendes. . .? —Mayorga ya vino. Estuvo aquí como acordaron
Ganar tiempo. Esa era la cuestión: ganar tiempo. después de leer mi nota. A ambos nos sorprendió que
—¿Quién es Rodolfo Galán? —preguntó Villegas. no llegaras. Después llamó: está convencido de que los
—¿Quién? del Ministerio te tienen en un calabozo. En la Cúpula.
—El recibo que llevabas en el bolsillo. Está a nom- Eso acababa con la necesidad de ganar tiempo.
bre de Rodolfo Galán. Le pagaste un pasaje muy caro. —Está bien. Me rindo. Llama a Mayorga.
¿Quién es? —No voy a llamar a Mayorga.
—Un amigo. Extranjero. —Sí, vas a llamarlo y le vas a decir que hablaste con—
—¿Fue así? ¿Importaron un técnico? migo, que estoy bien, pero que necesitas que te lleve a
—Si tanto te interesa, ¿por qué no se lo preguntas a hablar con Martín. El te ]levará.
Chang? —¿Martín?
—Si no colaboras, lo haré. Está bien escondido, pero —Sí, Martín, él entenderá.
tarde o temprano volverá a abrir. Mira, quiero ayudarte. —¿Y ese Martín cooperará?
Es una oportunidad para todos. Puedo darte una parte. —Si no 10 hace, Mayorga se encargará de que lo haga.
—¿La de Víctor?
—No, a él lo necesitamos. Tiene contactos. La gente
de Fecarotta confía en él. Además no conozco a nadie
más en Inteligencia. Tuve que esperar una hora hasta que Villegas consi—
—Entonces dile que venga. Negociaré con él para guió hablar con Mayorga y aceptó llevarlo con Martín.
que me dé tu parte. Acordaron que Villegas haría el contacto y que Víctor
—Eres una. .. —empezó a decir, pero al final no en— me vigilaría. Si Martín cumplía y accedía a explicarles 10
contró la palabra que buscaba y prefirió escupirme. Era que le había hecho a mi insignia, me soltaban; si no, 10
evidente que por ese camino no iba a durar mucho más. traerían para que me hiciera compañía. Luego Villegas

196 197
se fue y me quedé con el enlace, alias Víctor, el primito, Somos amigos. Voy a tener un hijo. N() tengo nada con—
mucho más amigable que la última vez. Se sentó sobre tra ustedes. Me dejé engañar. Fue culpa de la ingenui—
la mesa y me felicitó por la buena decisión que había to- dad. De la ambición. De la falta de oportunidades. De
mado. Lo de Fecarotta le había abierto los ojos. Íbamos la familia de Astrid. Puedo arreglarlo. Hay mucho dine—
a hacernos ricos. El, al menos, iba a hacerse rico. No ro en juego. Gente poderosa. Y, de nuevo, perdón, en
iba a dejar que a sus hijos les ocurriera lo mismo que a serio, perdón. Y somos amigos, por supuesto. A partir
su tío, el padre de Astrid. Pobre chica. Casada con ese de ahí, solo lloró.
idiota. Viviendo en esta pocilgat.. En realidad, no había decidido del todo qué debía—
Y entonces golpearon en la puerta. Y el enlace dijo mos hacer con él. Un agente de inteligencia carbonizado
algo así como “¿Y ahora qué?” y se bajó de la mesa y en la caseta del patio ya le complicaba la vida bastante.
fue a abrir. Y al abrir. .. Bueno, digamos que se encon— Pero estaba de acuerdo con Gordon en que de nuestro
tró con una sombra que le metió el cañón del portátil topo teníamos que encargamos nosotros, y sabía que
hasta las amígdalas. Mayorga coincidía conmigo. Sin embargo, no era fácil.
Mayorga me miró e hizo una mueca. No le gustaba Porque de verdad éramos amigos. No tan amigos como
10 que veía. _ para que supiera quién fue Martín, pero lo bastante ami—
—Villegas está en el deslizadot —dijo—. No sabía gos como para dudar de lo que estábamos haciendo. Al
si era asunto tuyo o mío. ¿Qué hago con este? afiliado que pide perdón no puedes perdonado. No te
—Lo que quieras —dije encogiéndome de hombros. ha hecho nada. No le ha hecho nada a nadie. Y tú sim—
Y Mayorga disparó. plemente cumples con 10 que dice el contrato. Villegas
pedía perdón porque había hecho algo y perdonado era
una opción.
Poco después de que la carretera se conv1rt1era en
Habíamos dejado atrás la ciudad cuando Villegas des— una trocha empezamos a ver a las ratas entre la male—
pertó. Se sorprendió al verme en el asiento del copilo— za. Seguimos por la trocha hasta la vieja laguna. Groot
to, pero no tanto como para asustarse. Lo primero que contaba historias del lugar que ahora he olvidado. Con
hizo fue preguntar si ya ñ3amos a llegar a donde Mar— Mayorga y Méndez solíamos ir a menudo para practicar
tín. Luego entendió que algo había salido mal y empezó tiro al blanco con las ratas. Cuando aún estábamos en
con la cantaleta. Perdón, en serio, perdón. Fue un error. el Tecnológico. Antes de Chang y Ordóñez y Garcés

198 199 ———_“—”“——“'— '


Navas. Méndez decía que quería ser francotirador. Y
lo cierto es que tenía buena puntería. Se le quitaron las
ganas un día que, confiado en la teoría de que las ratas
no soportan el sol por más de un par de minutos, dejó
que un grupo se le acercara. Si no hubiéramos llevado
el lanzallamas, ¿quién sabe?, tal Vez nunca hubiéramos DÍA DIECINUEVE
pisado la Central. Mayorga habría puesto un taller. 0 un
prostñaulo. Yo quizás sería la competencia de Chang. O
habría robado un banco. Y nunca hubiera encontrado a En mis cálculos del día anterior solo me había equivoca—
Groot. Cambias un detalle y ya está, tienes una vida di— do en una cosa: el profesor no se había ido. Como yo no
ferente. El inconveniente es que se trata de una vida que aparecía y era evidente que algo malo tenía que haberme
nunca podrás vivir. El perdón es otra cosa. No cambia pasado, muy probablemente por su culpa, se negó a su—
tu pasado, cambia tu futuro, con suerte, por uno que bir a la nave sin saber cuál era mi paradero, y Mayorga
puedas vivir. ' tuvo que cambiarle el pasaje. Así que ahí estaba, en la
—¿Qué dices? ¿Le dejamos una pastilla? —le dije a segunda función de la despedida que me había perdido.
Mayorga una vez detuvo el vehículo. Poco antes de las cinco de la mañana salimos del es-
—El que tiene la cara como un tomate machacado condrijo de Chang. Pese al terror que le producían las
decide —dijo abriéndole la puerta a Villegas. ratas que no ñ)amos a encontrar, pese al temor que me
producía toparme a última hora con los hombres de In—
teligencia (una posibilidad más verosímil, pero no menos
paranoica), el profesor deseaba ir hasta lo que ya no era
su casa y acepté la caminata sabiendo que setecientos
metros permiten decir más de 10 que a veces quieres oír.
No quería marcharse, nunca había querido hacerlo, y
por enésima vez volvió a repetir que si lo hacía, era para
evitarrne más problemas de los que ya había causado.
Quería que supiera lo importante que había sido para
él, dijo. Pero, por fortuna, su monólogo derivó, como

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siempre, hacia la Cúpula. Había crecido deseándola, ima— del deslizador que habíamos contratado no le impidió
ginando que un día viviría dentro, soñando con la vida continuar con esas convenciones de despedida emotiva
en ese mundo sin ratas ni enfermedades que desconocía que él hubiera despachado con dos frases de haberlas
la escasez. No recordaba cuándo había oído por prime— encontrado en una novela del ejecutor jaramillo. No
ra vez hablar de la legislación de afiliados y el sistema cambió de tema hasta que se acordó de lo mucho que lo
de privilegios, pero recordaba bastante bien cuándo el ofendía un pasaporte que 10 obligaba a ser Rodolfo Ga—
último de sus amigos se acogió a él y demasiado bien lán mientras legalizaba su situación de perseguido. Y que
cuándo Ester decidió hacer 16 mismo. Ester Suárez- yo le dijera que pensaba, como Chang, que el nombre
Becker, su compañera, su prometida, mi madre. Malos le sentaba bien, lo ofendíó todavía más. Eso le ayudó a
recuerdos de los que no habían sido buenos tiempos. La presentarse en el puerto con un aspecto de indignación
prohibición, las patologías de la abundancia, los modos que camuflaba muy bien su aspecto lamentable.
de existencia anómalos, los amigos de Determinación —Volveremos a vernos —dijo.
de Vacantes, los no amigos del Ministerio de Inteligen— —No sé.
cia, todo eso significaba poco frente a la idea de que la —Entonces tal vez es el momento de decirnos todo
Cúpula le sobreviviría. Recogió los pocos cuadernos que lo que nunca nos hemos dicho.
los agentes del Ministerio habían considerado inútiles —No creo que sea buena idea.
repitiendo la misma cantaleta. Que la Cúpula le sobre— —Lo sabías desde el principio, ¿verdad?
viviría y que la Cúpula me sobreviviría y que la Cúpula —No suelo ir por ahí rescatando viejos revoltosos.
sobreviviría a cualquiera que viniera después: a_ todos —Me buscaste.
los que vinieran después. —Gordon 10 buscó. Yo lo encontré.
Necesité dos tazas de café para que abandonara ese —¿Gordon?
discurso y entendiera que era imposible que lo dejaran —Fue el que atendió la llamada. Pero usted estaba
embarcarse con la vieja copiadora que usaba para re— detenido en el campo de Garcés Navas, y su esposa no
producir sus panfletos. ' quería un huérfano de la Cúpula en casa, menos si era
A las siete, Mayorga pasó para despedirse antes de ir hijo de un convicto. Al final me entregó al orfanato. Sin
a la Central. El profesor lo abrazó, lloró, le dijo que lo embargo, conservó la foto que le había dado mi madre…
extrañaría, que, por favor, se cuidara y que, por favor, me Los hombres de las pastillas eran así.
cuidara. Y una vez salimos, la presencia del conductor —Los odiábamos. No podíamos evitarlo.

202 203
—Pues ya no existen. semanas atrás, el día que la dejé atada en su apartamen-
—A ustedes también los odiamos —dijo y se rio, to, esperando a un psicólogo que, por 10 visto, no logró
aunque solo por un instante. convencerla de las bondades del aplazamiento. Final—
El momento del último abrazo. mente alguien la iba a cocinar. El presidente de una de
—Nunca dejes que te pase —dijo. las Cámaras pedía la cabeza del ministro de Inteligencia
—No lo haré. y una reforma a fondo de una organización incapaz de

¿.
La nave estaba a punto de partir y 10 consideré una prevenir, incluso, un crimen tan anunciado.
bendición. El doctor Silva habría sabido sacar prove— Pensé que durante un tiempo los amigos del Minis—
cho de la escena, pero para mí era ya bastante sentir las terio iban a estar ocupados en algo distinto de un tra—
manos de Groot apretando mis brazos y verle desviar ficante prófugo y sus compinches de Determinación

… : …u— _n.-.._—L,_f%'=:—
la mirada. Diez años en el oficio te hacen preferir otra de Vacantes y que, para cuando regresara a la Central,
clase de despedidas. Más rápidas. Menos elocuentes. Chang ya habría vuelto a abrir la Sucursal, e incluso
Siempre definitivas. No levanté la mano para decir adiós que, si el destino nos favorecía, el viceministro habría
ni me quedé a ver el despegue. Esperé hasta Verlo pasar dejado de ser uno de los que tomaban decisiones. Con—
los controles y de inmediato empecé a caminar en sen— tinué leyendo mientras sentía que el mundo volvía a ser
tido contrario a la masa que se dirigía a los ventanales comprensible y predecible y que eso lo hacía, de alguna
diciéndome, por enésima vez, que 10 extrañaría y que, manera, hermoso. Y se me ocurrió que era realmente el
por favor, se cuidara. final de una semana de sobresaltos y sorpresas.
En la entrada del subterráneo compré el diario de— Sin embargo, al guardar el diario, encontré una sor—
seando creer que al día siguiente todo habría vuelto a presa más. La última. Una nota de Groot. La caligrafía
algo parecido a la normalidad. Un deseo modesto. Je— apresurada y confusa de quien tiene poco tiempo y mu—
sucristo Cosmonauta no iba al negarse. cho que decir. Me contaba los detalles de esa noche en
La noticia llenaba dos columnas de la primera pági— el bar de Chang en la que lo abandoné en manos de Ma—
na. La máscara impidió que mis compañeros de vagón yorga.< De verdad le había explicado el chiste del pedo.
se dieran cuenta de la sonrisa que me causó. Pompo— _ El que no era el secreto más preciado de Determinación
nio Schultz había sido asesinado al regresar a su casa de Vacantes sonaba ridículo una vez revelado, pero la
la noche anterior. La foto de la asesina mostraba a una nota me mantuvo sonriendo hasta Chicó Oriental y al
Ana Zimmermann todo lo satisfecha que no estaba dos único que encontré para contárselo fue al gato. Nunca

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sabré cómo Groot pudo obtener en una sola noche lo
que ninguno de nosotros había conseguido después de
tantos años. Las palabras mágicas.

DÍA VEINTE

Al día siguiente, Isabel se mudó al apartamento del pro-


fesor Groot. Le ayudé con las maletas, pero me negué
a hacer la limpieza. Llevaba buena parte de la mañana
deshaciéndome de las cosas de Groot y el vecino que
no interesaron a los hombres de Inteligencia, y no de—
seaba continuar limpiando el resto del día. Además, te—
nía un gato en el horno y quedarme más tiempo habría
sido poner en peligro el almuerzo de bienvenida. Ya en
la escalera, le informé que el nuevo código del edificio
incluía reglas bastante estrictas sobre sus amistades de
Garcés Navas: podíamos discutidas comiendo. La espe-
raba arriba en media hora. Isabel continuó en el marco
de la puerta, sonriendo.
—Será un nuevo comienzo —dijo.
Me volví a mirarla… Repasé sus piernas, sus caderas,
sus senos, la sonrisa que, por primera vez estuve segu-
ro, era Completamente sincera. Y deseé que así fuera
sabiendo que se trataba de un deseo inútil: no, no era
un nuevo comienzo. Pero, al menos, durante un tiempo,
sería lo más parecido a los finales felices del doctor Silva.

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