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Introducción a la

evaluación
- Carla Salinas Martínez
Una vez tenemos claro que la disgrafía es una dificultad que esté relacionada tanto con las
destrezas motoras como en las competencias de escritura cuanto a la ortografía debemos
empezar a evaluar. En esta ocasión, vamos a centrarnos en la disgrafía que se define como la
dificultad funcional motora a la hora de ejecutar la escritura. La razón está en que la parte de
composición escrita la seguiremos desarrollando en el apartado de dislexia con más
profundidad, junto a la comprensión lectora.

Así pues, hablaremos sobre la evaluación de la grafía y las pruebas que hay disponibles, así
como algunas ideas para poder hacer una pequeña evaluación desde el colegio y desde casa
en situaciones informales que pueden ayudar a sospechar de una posible dificultad para hacer
las derivaciones oportunas a los profesionales para la intervención. Debido a que las pruebas
cuentan con copyright, no nos será posible facilitar todas las pruebas, pero sí un listado para que
conozcáis las pruebas básicas y qué es lo que evalúan junto con aquellas que ya estén libres de
derechos de autor.

Antes de la lectura, os animo a que hagáis un repaso al capítulo de bases de la escritura dado
que vamos a necesitar tenerlas presentes para hacer una evaluación correcta de todos los
factores que inciden en la disgrafía. Esos mismos factores que evaluaremos, serán los que nos
ayudarán a diseñar nuestra intervención en el próximo tema.
QUÉ EVALUAR

Igual que todos los trastornos, para poder evaluar la disgrafía, es necesario tener un enfoque
multidimensional, es decir, no sólo necesitaremos evaluar la grafía del niño, sino que deberemos
tener en cuenta las posibles dificultades intelectuales, psicomotoras y perceptivomotoras. Se
debe recordar que la disgrafía puede ser un trastorno primario o secundario[1]. Además,
evaluaremos todos los aspectos que puedan influenciar en la legibilidad de las grafías, palabras
y/o textos que produzcan nuestros estudiantes. Veamos más detalladamente.

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[1] Trastorno secundario es aquél que no es considerado como el prioritario y que, muchas
veces, es comorbido al primario, es decir, que es consecuencia de éste. Así pues, una persona
que haya sufrido un accidente y que, en consecuencia, tenga una lesión cerebral, no tiene una
disgrafía como trastorno primario, sino que ha sido consecuencia del daño cerebral. Por ende,
debemos tenerlo en cuenta porque la intervención y sus estrategias serán distintas. Podrías
hablar de disgrafía adquirida.
Lo que más llama la atención en la disgrafía es la deformidad de la propia grafía, que es una
de las causas que más dificulta la legibilidad. ¿A qué llamaremos deformidad de la grafía?

• Cuando la letra queda excesivamente cerrada, por ejemplo la “u” puede llegar a confundirse
por una “o”.
• Cuando se omite o no se termina correctamente la parte inferior o superior de la letra. Por
ejemplo, la grafía “p”, cuando no se termina, puede parecer una “D”. La “Q” puede parecer una
“O”, o una “D” al revés en caso de la “q” en scrip…
• Cuando se omiten elementos de una grafía, por ejemplo, la grafía “i” o “j” (el punto), o la cola
de la “o”, pudiendo confundirla por una “a”.
• Cuando no se terminan correctamente las letras o no quedan cerradas, conllevando a la
confusión de las letras: la “o” a medias quedará una “c”, la “n” a medias quedaría una “r”…
• Cuando el estudiante añade adornos que no le corresponden a la grafía (símbolos, dibujos,
puntos…).
• Y, evidentemente, que la letra sea irreconocible o no pertenezca al alfabeto.

Evaluación de la grafía

En el momento de evaluar, además de tener en cuenta todo lo anterior, deberemos analizar


todo aquello que esté relacionado específicamente con la producción de la grafía, a saber
(revisar documentos anteriores para explicación más específica):

• Postura corporal del niño: cabeza y cuerpo.


• Posición del papel.
• Sujeción del instrumento de escritura.
• Velocidad del trazado: si escribe demasiado rápido o demasiado lento.
• Cualidad del trazado y presión: la presión sobre el lápiz no debe ser ni demasiado fuerte ni
demasiado débil de modo que nos permita mantener el control del trazado.
• Uso del espacio en el papel: se debe tener en cuenta los márgenes del papel en relación a la
escritura para poder evaluar la distribución en el espacio.
• Tamaño de la letra.
• Uniones: serán aquéllas en que el niño una dos palabras o bien que las separe y luego trace
una línea para unirlas de nuevo.

Para poder evaluar estos aspectos del grafismo, aunque no existe una prueba específica, sí
podemos usar subtest de pruebas de lectoescritura que nos permiten evaluarlos. Así pues
algunas pruebas son:

• TALE: consta de una parte de ortografía y otra de grafía. Cuanto a la grafía nos permite valorar
las irregularidades en el tamaño de la letra, de las líneas y el espacio interlineal, la
superposición, la soldadura, la inclinación, la postura, la posición en el papel y la presión del
lápiz. De 6 a 10 años.

• El test grafomotor de Ajuriaguerra, es aplicable sólo a partir de los 6 años. Éste valora: la
página (sucia, línea rota, línea fluctuante, palabras amontonadas, márgenes insuficientes,
espacios e irregularidades), torpeza (trazo de mala calidad, letras retorcidas, desigualdades,
angulación de los arcos, puntos de enlace, irregularidades en la dimensión, zonas mal
diferenciadas), errores de forma y proporción (letras muy estrechas o demasiado lábiles, malas
formas, escritura muy pequeña o demasiado grande, escritura muy extendida o estrecha). Para
los más pequeños, podemos usar el manual de TEPSI, que nos permite evaluar la
psicomotricidad y hacernos una idea del desarrollo del niño.

• Registros ad hoc.

Debemos tener presente, además, que en ocasiones, los estudiantes, mientras están haciendo
la prueba, pueden ponerse nerviosos, sentir confusión, intentar perfeccionar la letra sabiendo
que se les está evaluando (cambiado trazados, presiones…) de modo que debemos ir con
cuidado y conseguir información por otros medios para poder contrastarlo. Lo que nos interesa
es poder ver cómo escriben en el día a día. Así pues, es interesante poder hacer una evaluación,
también, de las producciones espontáneas o de dictados (en clase, haciendo que no relacionen
esta actividad con una evaluación de su grafía).
Con éstas, podemos evaluar datos de frecuencia como la repetición de errores y la tipología
de errores que hace un estudiantes, además de poder clasificarlas (medida, inclinación,
trazado, etc.). Esto nos permitirá hacer una mejor detección de los errores para poder, luego,
hacer una mejor intervención.

¿Por qué nos permiten, las frecuencias y tipología de errores, priorizar la intervención y
mejorar la calidad de ésta, así como permitir un mayor avance? Esto es debido a que los
errores que son más frecuentes y más “fáciles” de corregir son los que solemos intervenir
antes. La razón es porque así ya cumplimos un objetivo de forma sencilla y rápida, quitando
una dificultad y, además, motivando al estudiante (él también ve que mejora). Siempre
priorizaremos de esta manera: buscaremos en qué punto de la escritura está y cuáles son los
errores más frecuentes (desde el trazado de la letra a la postura a la hora de escribir). Luego
tendremos que ver si alguno de los errores es “básico”, es decir, si de él dependen otros
errores, dado que si fuera el caso deberemos, en primer lugar, solucionar ese para ver si los
demás errores se solucionan en consecuencia o bien si hay que hacer una intervención
específica. Hay que señalar que, dado que los errores en escritura manual suelen ir
acompañados por la desgana de hacer actividades, deberemos ser originales en las terapias y
ofrecer a los alumnos actividades lúdicas y divertidas, para luego pasar a la parte más formal
de lápiz y papel.

Finalmente, debemos distinguir claramente de los errores que comete, aquéllos de los que
dudemos, si son propios de su edad para poder saber si debemos o no intervenir. Recordar, no
es saludable intentar mejorar o avanzarnos a su estado de desarrollo. Cada persona tiene su
ritmo, si bien podemos “provocar” que avance, no demos saltarnos el desarrollo natural, podría
conllevar dificultades posteriores y le transmitiríamos, al estudiante, la sensación que tiene
más dificultades de las que realmente presenta.

Otros factores a evaluar

Como hemos comentado al inicio, además de evaluar los factores propios de la grafía,
debemos tener en cuenta los factores intelectuales, las dinámicas familiares y las
oportunidades educativas, el desarrollo psicomotor, etc.

• Aspectos emocionales y de la personalidad: algunos disgrafismos, como hemos comentado


con anterioridad, son secundarios a factores emocionales y de la personalidad, de modo que
es interesante poder evaluarlos mediante algunas pruebas como las que presentamos
• 16PF-APQ, es la adaptación de la 16PF para adolescentes. Tiene 140 elementos y permite
evaluar 14 dimensiones de la personalidad. Entre 12 y 19 años.

• BASC: test multidimensional que evalúa aspectos de la conducta y de la personalidad


(positivos y negativos/clínicos). Puede pasarse colectiva o individualmente. Permite obtener
distintas perspectivas: autoinforme (descripción de las emociones y autopercepción por
parte del alumno), un cuestionario de evaluación para padres y otro para los tutores del
colegio en el que se hacen observaciones en distintos contextos, una historia del desarrollo
(social, psicológica, educativa, medica), sistema de observación para clasificar y registrar la
conducta observada en el aula. De 3 a 18 años.

• Aspectos intelectuales: es importante que descartemos las dificultades intelectuales en los


niños/jóvenes que creemos que tienen disgrafía. La razón está en que, como hemos ido
comentando, los niños con disgrafía tienen una inteligencia normal (o por encima) de la media
de la población. Por eso, las personas que tienen dificultades intelectuales, aunque
frecuentemente presentan dificultes en la caligrafía, no se les puede diagnosticar disgrafía. Por
esta razón, e igual que en todas las evaluaciones donde se intentan confirmar o descartar
dificultades en el aprendizaje, hay que valorar la capacidad intelectual administrado el WISC-IV
en el que se valora una parte verbal y la otra manipulativa. Hay que tener en cuenta que, los
autores de esta prueba, ya indican que las personas con dificultades disgráficas muestran una
diferencia en los resultados entre las escalas verbales y las manipulativas siendo las primeras
las afectadas. Esto nos puede llevar a sospechar de dificultades de escritura con lo cual sí
deberíamos seguir indagando para ver si hay dificultades de lectoescritura detrás de la baja
puntuación. Recordar que para más de 16 años hay que usar el WAIS.

• Psicomotricidad: evaluaremos la coordinación visomotora y la estructuración espaciotemporal,


dado que ambas son esenciales para poder escribir. Para poder evaluar la psicomotricidad
podemos usar las siguientes pruebas:

• Test visomotor de Bender: a partir de 6 años. Nos evalúa la madurez en la percepción


visomotora.

• Pruebas informales: enfilar un hilo en una aguja, colocar piezas de puzle… nos servirán
para evaluar la coordinación entre el ojo y la mano. Para la organización espacial podemos
hacer que muevan un objeto de derecha a izquierda, que nos indiquen partes del cuerpo a
la derecha o izquierda, colocar un objeto detrás de otro o delante, etc. Asimismo, podemos
valorar el ritmo mediante ejercicios de imitación en una secuencia rítmica.
• Prueba de organización espacial de Picq y Vayer: a partir de 5 años y evalúa los conceptos
básicos del espacio (izquierda, derecha, arriba, abajo, delante y detrás). También tienen la
prueba de organización espaciotemporal.

Clasificación de la disgrafía según los aspectos motrices evaluados

Según las dificultades motrices que podamos observar en los estudiantes, el autor Ajuriaguerra,
nos propone la siguiente clasificación (citado en Portellano, 2001):

• Niños rígidos, de escritura crispada, recta, con una tensión muscular excesiva al intentar
dominar su trazado.
• Niños con grafismo relajado, tienen una escritura irregular, las letras son abultadas o
temblorosas, los palos de las letras varían de largada y su escritura es poco pulida.
• Niños impulsivos, dejan incompletas las letras y son hechas precipitadamente, organizan mal
la escritura en la hoja.
• Niños torpes, tienen un grafismo alterado que es difícil de leer.
• Niños lentos y precisos, que tiene un grafismo regular y bien organizado buscando la precisión
y el control sobre su trazado, repercutiendo negativamente en su rapidez.

Luego, sabiendo esto, podemos ver, y es lo que nos interesa durante la evaluación, si las
casusas de la disgrafía son algunas de las siguientes:

Disgrafía por tonicidad

Es la más frecuente y hace referencia a los estudiantes hipertónicos (ejercen una gran tensión
en la mano y tienen poca flexibilidad en sus movimientos. Al escribir moverá a trompicones su
brazo, las letras las hará demasiado juntas y las separaciones entre palabras serán irregulares)
e hipotónicos (tiene una letra muy insegura, con palabras no finalizadas y la alineación pobre).

Disgrafía por dificultades en la motricidad fina

Los estudiantes presentan un retraso en el desarrollo de la motricidad fina ya sea por madurez
o bien por una escasa práctica en la escritura. Estos estudiantes mejoran con ejercicios gráficos
y no suelen tener dificultades en lectura u ortografía.
Disgrafía por dificultades espaciales

Son estudiantes que tienen dificultades en la percepción espacial a consecuencia de problemas


en la orientación y organización perceptomotora. Aquí debemos pensar, como comentamos en
el capítulo de bases para la escritura, en la lateralidad y la importancia de la coordinación entre
la mano y el ojo.

Disgrafía por factores de personalidad

Sería aquella escritura que se vería afectada por un rasgo de la personalidad. Aquí se incluirían
aquellos estudiantes con grafía impulsiva o una grafía demasiada precisa (como comentábamos
anteriormente).

Factores educativos y de hábitos

Serían aquellos estudiantes que no han tenido un entrenamiento suficiente o bien algunos de
los aspectos de la base de la escritura (ver apartado Bases para la escritura) han sido
descuidados (agarrar correctamente el lápiz, sentarse adecuadamente, hacer un buen trazado
de las letras…).

Aquí debemos incluir aquellas enseñanzas que son demasiado rígidas y que, en consecuencia,
no atienden las dificultades o diversidades de los estudiantes. No adaptar la enseñanza o la
metodología a aquellos estudiantes que presentan dificultades, puede conllevar desajustes en
los aprendizajes escritores.
Conclusión

En este capítulo hemos podido aprender qué aspectos de la grafomotricidad son importantes
evaluar y que otros aspectos influencian en ésta y que, en consecuencia, también hay que
observar. Hemos podido ver que hay muchas actividades cuotidianas (como atarse cordones de
un zapato o hilar un hilo en una aguja) que permiten observar posibles dificultades motoras en
los niños.

Una vez hemos evaluado al niño y observado cuales son las dificultades, será el momento de
empezar a planear la intervención. La intervención requerirá de suficiente conocimiento sobre la
grafomotricidad, sus etapas y características así como posibles estrategias a usar tanto en el
colegio, en consulta como en el hogar para que pueda mejorar su destreza y, en consecuencia,
pueda mejorar su calidad en la escritura.

Los profesionales debemos pensar que los padres y madres de los niños, aunque algunos de
ellos debido a las dificultades de su hijo se vuelven auténticos expertos en el trastorno de su hijo,
no son especialistas, de modo que las actividades y dinámicas que les pidamos que trabajen
deben ser lo más cuotidianas y divertidas posibles. Y esto es de lo que también hablaremos en
el próximo capítulo: La intervención en la disgrafía.

Como siempre, os animamos a que tengáis presente a una persona con dificultades
grafomotoras porque al final del módulo os pediremos un ejercicio al respecto.

¿Seguimos?

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