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PRIMER PRÓLOGO

Don Miguel Otero Lathrop me ha distinguido con el encargo de


vertir algunas breves líneas a título de presentación de una nueva
obra suya, en la que aborda ahora la nulidad procesal civil, penal y
de derecho público.
Respecto del autor estimo que no es necesario realizar presen-
tación alguna, dado que se trata de un hombre que ha ocupado
destacados cargos públicos en nuestro país, en ninguno de los cuales
ha tenido una mayor antigüedad que en la de profesor de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Chile.
Como Senador de la República participó en la elaboración de
importantes modificaciones legales al procedimiento civil y penal
de nuestro país.
Para culminar con la escueta reseña de las actividades del autor
y dado que nos acercamos a la celebración de nuestro Bicente-
nario, es necesario resaltar el trabajo que como Presidente del
Instituto de Derecho Procesal realizó durante más de cuatro años
como integrante del Foro Procesal Civil, integrado por numerosos
académicos, jueces y funcionarios del Ministerio de Justicia, que
permitiera primeramente la elaboración de las Bases, y luego la
redacción del Proyecto de un nuevo Código Procesal Civil, que
recientemente se presentara por el Ejecutivo para su tramitación
ante el Congreso Nacional.
Parte importante del nuevo sistema procesal civil que requiere
nuestro país lo constituye el Proyecto de Código Procesal Civil, sin
perjuicio de las muchas otras modificaciones que en materia orgánica,
solución alternativa de conflictos, arbitraje, asuntos no contenciosos,
normas adecuatorias, etc., deberán también ser aprobadas para su
adecuada implementación, sin que podamos olvidar, para el logro del
éxito de tan trascendental empresa, considerar la necesaria designación

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LA NULIDAD PROCESAL CIVIL, PENAL Y DE DERECHO PÚBLICO

de nuevos jueces, capacitación, dotación de infraestructura, salas de


audiencias y medios tecnológicos adecuados, etcétera.
Dicho nuevo sistema procesal civil, en el cual deben regir
principios como son el dispositivo, bilateralidad de la audiencia o
contradictorio, oralidad, publicidad, inmediación, desformalización,
concentración, continuatividad, sana crítica y fundamentación de
las sentencias, resulta indispensable para consolidar un sistema
democrático en el cual se protejan en forma plena, eficaz, eficien-
te, transparente y, en especial, justa, los derechos de las personas.
Quizás cuando se establezca e implemente ese nuevo sistema, que
rige mayoritariamente a nivel mundial, llegará la hora en que nos
preguntemos, como lo hiciera Klein en 1900, a propósito del interro-
gatorio de parte: Nadie entiende ya cómo las cosas pudieron alguna vez
funcionar de otra manera.
De esta breve presentación podemos constatar que el autor es
una persona que vive preocupado del perfeccionamiento de nuestra
institucionalidad, tratando de remozar, en mi opinión, en la medida
de lo que es posible aquella que nos rige en el proceso civil de hace
más de un siglo, pero pensando también en el nuevo sistema procesal
civil que debe ser implementado.
La obra del profesor Otero sobre la nulidad procesal reviste
particular trascendencia, puesto que en ella nos ha demostrado su
preocupación constante por el estudio de esta institución, no sólo
desde el punto de vista de las normas que la regulan en nuestro
ordenamiento jurídico, sino que enriqueciendo la determinación de
su sentido y alcance con lo que nos indica la doctrina, tanto nacio-
nal como extranjera, como la jurisprudencia existente de nuestros
tribunales acerca de ella.
En primer lugar, cabe destacar en la obra la clara distinción que
se efectúa por el autor entre la inexistencia, la nulidad y la inopo-
nibilidad procesal, diferenciación que cada vez irá adquiriendo
una mayor trascendencia atendida la concentración que presentan
nuestros nuevos procedimientos orales.
La inexistencia generada por la falta de concurrencia de los presu-
puestos de existencia del proceso, así como la inoponibilidad por la
ausencia de los presupuestos de eficacia, se ha aceptado que no se
purgan por la ejecutoriedad de la sentencia y pueden ser reclamados
con posterioridad al paso de aquella en autoridad de cosa juzgada.
A continuación el autor aborda la nulidad procesal civil, señalán-
donos los diversos principios que la diferencian de la sanción de
nulidad que rige en materia civil, los requisitos para hacerla valer,

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PRIMER PRÓLOGO

sus efectos, los medios para impetrarla por las partes y forma de
declararla de oficio por parte del tribunal.
Luego el autor se refiere a la relación existente entre la nulidad
y el recurso de nulidad, la nulidad de oficio y los efectos de la decla-
ración de nulidad en el nuevo sistema procesal penal, para concluir
con el tratamiento del régimen recursivo, poniendo especial énfasis
en las normas que rigen el recurso de nulidad.
Finalmente, se aborda la nulidad de derecho público en general,
sus características, efectos y forma de impetrarla. A continuación, en
la parte más novedosa de la obra, el autor postula la existencia de la
nulidad procesal de derecho público, la cual señala que tiene como
causas originarias la inobservancia de las normas de procedimiento
y del debido proceso.
La nulidad procesal de derecho público, sostiene el autor, que
durante la tramitación de un proceso puede ser reclamada por la
vía del incidente de nulidad, sin contemplarse plazo para ello, y si
el proceso hubiere terminado por sentencia ejecutoriada y por ello
con eficacia de cosa juzgada, tal nulidad podría ser reclamada por la
vía de acción en juicio ordinario o sumario, si se cumplen respecto
de este último los requisitos de urgencia para su procedencia.
La tesis sustentada por el autor en cuanto a la existencia de una
acción procesal de nulidad de derecho público con la amplitud
señalada, más allá de las causales de nulidad que se pueden hacer
valer por la vía del llamado recurso de revisión en contra de una
sentencia ejecutoriada, a la luz de la historia del Código de Proce-
dimiento Civil, podría parecernos cuestionable dentro de nuestro
ordenamiento jurídico.
Al efecto, debemos recordar que dicho cuerpo legal nos señala
su Mensaje que se determinan con tal objeto los trámites cuya omisión da
lugar al recurso, y se desconoce de un modo expreso la acción ordinaria de
nulidad para invalidar sentencias, no admitiéndose otro camino que el de
casación para lograr ese resultado; en obsequio a la brevedad de los procedi-
mientos y al tranquilo goce de los derechos declarados en juicio.
Sin embargo, debemos tener presente que según los Tratados
de Derechos Humanos, y especialmente también conforme a lo
prescrito en nuestra Carta Fundamental, toda sentencia que se dicte
debe emanar de un debido proceso de ley para que sea eficaz; y que
su respeto al ser la garantía de todas las garantías existentes para el
resguardo de los derechos fundamentales de la persona es siempre
esencial y superior a los mandatos normativos legales. Es por ello
que la sola postulación de la cosa juzgada como la suma preclusión

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LA NULIDAD PROCESAL CIVIL, PENAL Y DE DERECHO PÚBLICO

para el reclamo de las nulidades procesales y la configuración de


la casación como el único medio existente para tal efecto debería
llevarnos a reflexionar con una mayor profundidad en relación con
el planteamiento sustentado por el autor respecto de la nulidad
procesal de derecho público, atendida la primacía de los derechos
fundamentales, y particularmente del necesario respeto del debido
proceso para la generación de sentencias eficaces.
Por otra parte, en un sistema procesal en el cual impere un
proceso oral concentrado y de vertiginosa tramitación, en que se
reconozca el carácter excepcional de las vías recursivas para dotar
con ello de la mayor eficacia al juicio oral más que a las revisiones
que efectúen superiores de la forma o del mérito, la lógica conduce
a que si existen cuestionamientos de nulidad respecto del juicio se
haga ello ante los tribunales inferiores.
Es ante los tribunales de la instancia por lo demás donde lógica-
mente cabe rendir las pruebas que pudieren ser necesarias para
acreditar la concurrencia de los vicios de la nulidad y no ante los
órganos jurisdiccionales de superior jerarquía, quienes deben tener
una misión protectora de los derechos fundamentales o revisora
de lo resuelto por los inferiores, pero nunca resolutora de conflic-
tos específicos. Si esa es la visión del nuevo sistema, quizás cabría
cuestionarnos que la acción de nulidad denominada revisión, que
contemplan nuestros sistemas procesales, siga siendo del conoci-
miento de nuestra Corte Suprema.
Estos planteamientos que pudieran parecernos de gran novedad
no lo son tales ya en nuestro ordenamiento jurídico.
En efecto, en nuestra ley que regula el Arbitraje Comercial Inter-
nacional se contempla la petición de nulidad como único recurso
contra un laudo arbitral, sin que pueda concebirse en semejante
sistema el recurso de casación, ya sea en la forma o en el fondo,
como medio de impugnación para tal objeto.
Asimismo, en dicha ley sería difícil también de concebir la
procedencia del recurso de revisión, dado que en ese cuerpo legal se
regulan los motivos para denegar el reconocimiento o la ejecución
por el tribunal ante el cual se hubiere solicitado su cumplimiento,
pudiendo comprenderse las causales de la acción de revisión dentro
de los motivos genéricos para restar eficacia al laudo.
En conclusión, la violación de las normas del debido proceso es
contraria al orden público, tanto nacional como internacional.
Sin embargo, la sanción de nulidad que se genera con motivo de
la violación de las normas del debido proceso deben ser trascendentes,

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PRIMER PRÓLOGO

esto es, deben haber infringido sustancialmente dicha garantía, y


sólo lo serán cuando hayan causado un perjuicio a quien reclama
la aplicación de semejante sanción, cualquiera sea el medio que se
utilice para tal efecto.
Por ello, si se consolida en el futuro la acción de nulidad de
derecho público procesal, al igual que la nulidad procesal civil y la
nulidad procesal penal como postula el autor, todas ellas deberán
estar dotadas de principios que nos permitan diferenciarla claramente
de la nulidad civil y la de derecho público.
En síntesis, la lectura del libro del profesor Miguel Otero Lathrop
como todos los libros de derecho que tratan de abordar institucio-
nes transcendentes, como lo es la nulidad procesal, deben hacerse
con la vista hacia atrás para tener presente los principios que las
han inspirado y consolidado, y con una visión de futuro, para que
esos principios nos permitan construir un nuevo sistema procesal
más eficiente y en el cual podamos materializar el logro del debido
proceso de ley en un mundo cada vez más cambiante.
Los principios de la nulidad procesal deben conducirnos en
todo caso a tener siempre presente que el proceso es un instrumento
para hacer justicia y no constituye un fin en sí mismo, sin perjuicio
que el juego limpio (fair trial) es esencial para que los derechos que
emanen de las declaraciones jurisdiccionales se reconozcan como
justos y racionales.
No nos cabe más que felicitar al autor por el trabajo realizado,
reconociendo que las diferencias que siempre es legítimo que existan,
en la medida en que reconozcamos la posibilidad del diálogo y la
tolerancia, pueden conducirnos siempre a reflexionar y permitirnos
tener nuevas visiones que nos enriquezcan a todos para construir
un sistema procesal eficiente, que no es más que la piedra filosofal
sobre la cual descansa en definitiva un Estado de Derecho.

CRISTIÁN MATURANA MIQUEL


Director Departamento Derecho Procesal
Facultad de Derecho
Universidad de Chile

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