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UN MUNDO FELIZ - IMÁGENES DE LOS TRABAJADORES – MARCELA GENE

El trabajo realizado por Marcela Gené aborda a partir de las imágenes circuladas durante el llamado
primer peronismo (1946 –1955) los diversos mensajes de difusión que llevó a cabo el gobierno de Juan
Domingo Perón con el objeto de legitimar el accionar político. La efectividad y proliferación de la misma
llevaba como fin presentar a la Nueva Argentina; o si se quiere "un mundo feliz".

No obstante, el trabajo en cuestión no se limita a una simple recopilación iconográfica, sino por el
contrario, Gené se propuso decodificar las imágenes y para ello parte de un punto en común general: para
entender la importancia y el mensaje propagandístico explotado por el Estado se requería abordar el
manejo del mismo dentro de la propia coyuntura internacional.

Lo interesante de todo esto, es que rompe con el mito del peronismo como emulación de los regímenes
fascista y nazi. En efecto, la autora encuentra en la iconografía peronista mayor similitud con la que había
empleado el gobierno de Roosevelt durante el New Deal, y hasta incluso con la que había utilizado en
algunos casos el comunismo soviético.

Mientras que los primeros buscaban reflejar una idealización apoyada en el pasado agrario, a pesar del
empuje de la industrialización adoptada, además de no descuidar la representación del enemigo político;
en el peronismo se concibe un aire triunfalista, reflejo de la armonía social conquistada y esa felicidad se
contrastaba con un pasado opresor, desigual e inestable.

EL DESCAMISADO

Toda revolución modela su propia galería de héroes. La monumental silueta del descamisado fue el
símbolo del proceso disruptivo en la historia nacional que el naciente peronismo encarnaba, y cada 17 de
octubre, desde los muros de la ciudad y las páginas de la prensa, mantenía vivo el recuerdo de la epopeya
fundacional de 1945.

Aquel obrero del suburbio, grosero y mal vestido, devino en icono del triunfo popular y en una de las
imágenes más poderosas de la Argentina contemporánea: la del héroe positivo y romántico, que
amparado en la bandera argentina signaba el fin del pasado oligárquico y anunciaba el advenimiento de
un nuevo orden, guiando al pueblo hacia el destino de grandeza señalado por el Líder cautivo. El
descamisado peronista se erigía imaginariamente en heredero de aquellos otros héroes anónimos de la
gesta emancipadora de 1810. El descamisado aludía simultáneamente al trabajador industrial y al manual,
al hombre y a la mujer, al niño y al anciano, o simplemente a los “pobres de Evita”.

EL TRABAJADOR INDUSTRIAL

En la fábrica y en el surco, en el campo y en la ciudad, en la Argentina de Perón todos los hombres se


definen como trabajadores. Este mensaje se ratificaban en las variadas imágenes del trabajador
industrial y del peón de campo que, representadas en forma individual o conjunta, expresaban las
transformaciones económico- sociales que el peronismo proyecto sobre todos los sectores, sin
distinciones entre el mundo urbano y el mundo rural.

El trabajador urbano fue preponderante en los repertorios de un movimiento surgido con el apoyo de
las estructuras obreras y sindicales y que, constituido en gobierno, hizo de la industrialización el eje de
sus políticas de desarrollo económico, profundizando un proceso iniciado en la década anterior. El peón
rural también funciono como sinónimo de las tradiciones vernáculas y como emblema de la
nacionalidad.

CUERPO DE CAMPO

Si en consonancia con las transformaciones económico-sociales que se exaltaban desde la propaganda


el trabajador industrial fue el icono urbano, el ámbito rural tuvo su propia imagen del progreso en la
figura del peón de campo, manejando tractores o desempeñando sus tareas en modernos
establecimientos. La representación de ambas figuras en forma individual o conjunta expresaba los
objetivos del gobierno hacia todos los sectores de la producción, sin distinciones, pero el hombre de
campo connoto, en algunos casos, valores que asumía el gaucho como símbolo de la argentinidad.

El gaucho tradicional y el moderno peón rural se identifican a punto tal que las características propias de
cada uno de ellos se desdibujan en la propaganda: el “solido guardián de las tradiciones”, “el diestro
domador” es también el trabajador amparado por la Justicia social.

En la gráfica, especialmente la conmemorativa del Día de la Raza y de la Tradición, el gaucho encarnaba


el arquetipo de la nacionalidad ampliamente consensuado a fines de la década de 1930.

LA FAMILIA PERONISTA

Familias que pasean por el centro, van al cine, veranean en los hoteles de turismo o se muestran en los
gratificantes momentos de reunión en el umbral de la casa “propia” al finalizar la jornada de labor fueron
las múltiples imágenes de la felicidad que el “milagro” peronista había hecho posible.

Esas instantáneas de la vida cotidiana expresaron, más que ninguna otra imagen de la propaganda, la
esencia misma del peronismo: el bienestar de las familias trabajadoras merced a la acción del Estado
protector que garantizaba desde las necesidades básicas hasta el acceso a los espacios de la cultura y la
recreación.

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