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EL LÍMITE DE LA ESCRITURA

La escritura ha sido de gran importancia a lo largo de los tiempos, le ha servido al


ser humano para dejar evidencia de su existencia, enfrentando siempre un conflicto que
día a día es como perderse en un laberinto, sobre diversos aspectos que conforman
nuestras dudas más acechantes o las más consumadas certezas, en torno a abismos
aterradores y anheladas cimas, o bien procurando entender lo que a menudo nos inquieta,
es la mejor manera de entrar a fondo en nosotros mismos.

La escritura no solo implica la expresión esquemática de ideas y la articulación de


sentimientos mediante el uso de un lenguaje eficaz, sino la capacidad de profundizar en
esas ideas y en esos sentimientos de tal forma que el lector pueda comprenderlos y
compartirlos.

Es como la existencia de un abismo entre lo que se piensa y lo que se escribe. Un vacío


que deforma la imagen mental. Un salto cuántico entre la idea que aparece y las palabras
que la expresan.

Escribir creativamente es, sin duda alguna, un arte; Un difícil y fascinante arte que implica
todo un lento y minucioso aprendizaje, lo cual a su vez presupone un patrimonio de
experiencias acumuladas, un manejo ágil de la capacidad inventiva y un uso impecable del
lenguaje, instrumento esencial que permite en última instancia la comunicación
más idónea con un lector.

Quienes escribimos como una forma de averiguar la vida, de entenderla mejor y de hacerla
comprender en sus múltiples aristas y contradicciones mediante una sensibilidad acaso
privilegiada dentro de un mundo relacionado en el que son otros los temas que parecen
obsesionar a buena parte de los lectores potenciales, debemos estar conscientes de los
procesos que permiten que la buena literatura sea lo que es, pasando todos los obstáculos
que pueda encontrar en su camino.

Por supuesto, esta actitud, que a no todos los escritores preocupa, conlleva una filiación
didáctica irrenunciable que tiene más que ver con el gusto por el análisis de los fenómenos
y el deseo de comunicarlos, que con las bondades de la creación literaria misma, sin
renunciar a estos. Y es que quien esto escribe, además de escritor y promotor cultural es
profesor de literatura y conductor de talleres literarios.

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Para mi hay una forma singular de talento que se reconcentra en los abismos interiores sin
dejar de espiar al mundo entero, y haciéndolo rompe todos los límites; fijando la mirada
hacia adentro complementándola en la observación minuciosa del detalle exterior.

Viviendo la vida en función de la elaboración artística de los cambios de ésta que habrán
de seguir. Todo lo que ocurre o deja de ocurrir parece destinado a plasmarse tarde o
temprano en un texto, tras pasar por el incandescente filtro de una imaginación contenida o
del todo desbocada. Pero, lógicamente, habrá de hacerlo con disciplina inquebrantable y
con oficio.

Nada le es ajeno a este tipo de creador de mundos, salvo la precisión de las palabras
mismas con las que habrá de convivir para poder expresar sentimientos e ideas, temores y
esperanzas, ansia de salvación ante los golpes de un mundo fundamentalmente indiferente
y básicamente enfrentando al ser profundo.

En estas condiciones, el verdadero artista sólo tendrá de su lado la fuerza abrumadora de


un lenguaje propio, originalmente articulado, con su visión de mundo, habrá de plasmar
toda suerte de vivencias y fantasías cuando ya no sea capaz de contenerlas palpitando en
la frágil piel de su alma.

Pero no olvidemos que, como dijo Sócrates la escritura es un instrumento de la opresión.


El registro arqueológico avala la hipótesis de que la escritura es una necesidad de estado.
Es el instrumento central que organiza la burocracia. Cuando una jefatura crece, se
expande, necesita tener un tipo de control que ya no puede confiar en la memoria.

Allí surge la escritura, como el registro metódico, pero también como la consagración de la
“Historia Oficial”. Pero claro, si bien su invención estuvo ligada al control social, lo cierto es
que claramente es también un instrumento de liberación. Habrá que ver de qué lado de la
mecha, queremos encontrarnos.

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EL VALOR DE LA VIDA A LA MUERTE
¿Qué es la vida realmente? Todas las mañanas al despertar nos damos cuenta de que es
un día mas, empieza a brotar en nuestras mentes todas las obligaciones que tenemos
(estudio, trabajo, responsabilidades en el hogar). La vida es un interrogante para todo
hombre.

Este hecho de la vida se encuentra su explicación en las ideas materialistas que se ha


extendido por amplios sectores de la sociedad para el creyente coincidimos en el sentido
común la vida es una realidad muy rica y atrayente e incluso cuando la vida está afectada
por algún defecto o dolor.

Todo el mundo valora positivamente el respeto al entorno y de modo más acusado cuando
más cercano es, y mas necesaria su integridad para lo que se llama la calidad de vida.
Pero nada es tan cercano, ni tan necesario como el propio cuerpo. En su situación
presente el hombre no puede hacer nada sin él y actúa sólo torpemente si el cuerpo se
entorpece.

Cualquier valor necesita de la vida para hacerla realidad, si no hay vida todo valor carece
de sentido; pero surge el interrogante de la vida la muerte humana.

El hombre como ser inteligente y consciente de su propia existencia e irrevocable futuro


abandono de este mundo terrenal, siempre se ha negado ante la “injusticia” posibilidad de
que todos sus conocimientos, sentimientos y personalidad se destruyen al tiempo que su
cuerpo es recorrido por la descomposición qué le acoge tras la llegada de la muerte.

Perdurando de él nada más que la memoria en los que no sobreviven; así pues en todas
las creencias y religiones siempre se acepta como un hecho consolidado la vida después
de la muerte o lo que es lo mismo la inmortalidad ya sea de una u otra forma dependiendo
esto de la cultura religiosa del individuo o del grupo social.

Por lo tanto para tratar de averiguar si realmente existe la vida tras la muerte primero
debemos de saber que es realmente la muerte. Según la definición que nos da el
diccionario la muerte, no es más que la cesación definitiva de la vida. Pero es peor aún sí
analizamos la que nos indica el diccionario sobre lo que se entiende por vida: resultado del
juego de los órganos que concurre al desarrollo y la conservación del sujeto.

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Espacio del tiempo que transcurre en el ser vivo desde el nacimiento hasta la muerte. Por
tanto si no ceñimos a estas definiciones, obtendremos que la vida tras la muerte, no es
más que una incongruencia. Ahora bien esto se trata sólo de definiciones o términos que
nada más nos aclaran sobre este misterio.

La moral sobre la vida es una piedra de toque clara sobre el valor de muchos
planteamientos ideológicos. El cristiano respeta la vida, el materialista y el ateo la manipula
y recurren al aborto, a la eutanasia y el suicidio cuando surja algún problema que altere su
aparentemente deseo de felicidad.

El hombre no es dueño absoluto de su cuerpo (o de su vida que aquí viene a ser lo mismo,
pues es la destrucción del cuerpo lo que produce la muerte). Ni se ha dado el cuerpo así
mismo, ni lo ha recibido de Dios para tratarlo cómo se le antoja. El cuerpo es una realidad
de una complejidad y precisión extraordinarias, capaz de acoger y servir a un alma
espiritual y requiere unas atenciones y una utilización adecuada a lo que podría llamar su
“alta tecnología”.

Dios nos ha dado la vida para que realicemos una tarea de la que resulta nuestra propia
perfección y felicidad, que incluye también en la de los demás. Para esto hay que usar el
cuerpo al menos con la misma experiencia, cuidado y dedicación como aquel investigador
utiliza sus instrumentos de precisión. Quitarse la vida se explica sólo por la locura, en
cualquiera de sus formas, o en un caso extremo, por una protesta contra Dios.

Su dueño supremo de la vida es Dios y el hombre solo administrador de ella, de forma que
no puedes quitársela ni aún perjudicando el si no hay un motivo suficiente.

Para mi la finísima línea entre la vida y la muerte es solo para buscar un mínimo de luz que
nos aclare esta cuestión que tanto ha inquietado y sigue inquietando a la humanidad, sobre
el objetivo de muestra existencia y la creación del mundo.

por un lado pienso que la vida nos pertenece puesto que constituye el contenido real
histórico de nuestro ser en el tiempo; pero por otro lado esa vida no nos pertenece hay un
ser poderoso que ha puesto su contenido que viene en cada caso produciendo y causando
por algo ajeno a nuestra voluntad, la vida es algo que el individuo recibe sin que él haga
nada para merecerla, por eso la vida es un don que la puedo definir como la sagrada
escritura que pone de manifiesto el destino de cada hombre de la tierra.

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OCTAVIO PAZ
UN HOMBRE Y SUS OBRAS
Escribir sobre la totalidad de las obras de un poeta y ensayista como el señor Octavio paz
me resulta una tarea imposible siendo un recorrido incompleto parcial de la vida creativa
de este ser.

Octavio paz es el poeta mexicano más prestigiado y controvertido de la mitad del ciclo XX.
Nace en la ciudad de México en 1914 cuando el país se encuentra en una plena lucha
revolucionaria. Pasa parte de su niñez en los estados unidos y en su vida adulta vive en
Francia y la india debido a su actividad como diplomático mexicano. Es galardonado con el
premio Nobel de literatura en 1990.

Su vida familiar se polariza entre dos figuras: su abuelo Irineo paz escritor intelectual y ha
llegado al gobierno de Porfirio Díaz su padre Octavio Irineo paz simpatizante de la
revolución mexicana y cercano a Emiliano Zapata.

La vida y las obras de paz fueron y son motivos de atención y crítica.

En sus primeros años los libros de Octavio paz fueron alabados aún hoy el llamado primer
paz es considerado por algunos críticos como el mejor pero en contraste para otros
autores la obra de su madurez es la que lo define como el gran poeta y ensayista.

La crítica en general se ha centrado en algunos de sus libros como los ensayos el laberinto
de la soledad el arco y libra y los libros poéticos libertad bajo palabra ladera este y el mono
gramático.

Aunque yo comparto la misma idea de autores sobre su ensayo de su madurez como su


obra más grande porque a todos en algún momento se nos ha revelado nuestra existencia
como algo particular intransferible y preciso casi siempre está revelación se sitúa en la
adolescencia.

El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta uno solo entre el mundo y nosotros se


abre una impalpable transparente muralla la de nuestra conciencia es cierto que en el
momento que nacemos nos sentimos solos pero niños y adultos pueden trascender su
soledad y olvidarse de sí mismos a través del juego o trabajo en cambio de adolescente

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entre la infancia y la juventud que da suspenso en un instante ante la infinita riqueza del
mundo.

El adolescente se asombra de ser y al paso sucede una reflexión inclinando sobre el río de
su conciencia nos preguntamos si este rastro que florece lentamente hacia el fondo de
formando por el agua la singularidad del ser pura sensación en el niño que se transforma
en problema.

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