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De: un hombre sentado esperando

Para: la lluvia misma, la luna, las estrellas y todo lo que el hombre ha encontrado significativamente
hermoso.
Seré sincero. Fue complicado tratar de reunir las diferentes palabras y encontrar las

palabras y el valor del porqué hacer esto. En primera, me considero alguien racional,

que ha tratado de mantener sus emociones a raya sin que nada le perturbe; en segunda,

porque se qué el amor puede llegar a representar varios significados y sinónimos, los

cuales pueden llevar a la gracia infinita o al delirium tremens por la falta de este.

Sin embargo, algo incierto y con olor a “desconocido” me hizo desvanecer, ceder,

sucumbir. Por citar algunos: las redes de tu cabello, negro, tratando de alcanzar las

nubes y dar cobijo a las flores de primavera. ¿Dime cómo demonios se puede alcanzar lo

espiritual y lo corpóreo con tan solo un mechón de cabellos? Me encontré en el limbo,

en esa duda de dejarme ceder entre lo ingrato y lo grato de la vida. Me encontraba en

pleno invierno y cual sakuras, llegaron en primavera más artefactos tuyos.

Esos ojos tal ocasos en otoño, cubiertas de sabanas negras y largas, como olas

cubriendo la arena, dejando a su paso el sudor de lo incierto. Esas dos comisuras

abriéndose al aliento de las palabras que endulzan cualquier café amargo…. benditas las

tazas besadas por tus montañas de color rojo ladrillo.

Maldigo a los espejos, ellos pueden tener tu imagen, tu figura y copian cada movimiento

que recorre tu cuerpo. Los envidio, también, pues no sienten celos. ¿ Qué sentirán

aquellos riachuelos que se desembocan en ese mar llamado sonrisa? Si el ir y venir de

cada gesto por más triste o feliz que sea alimenta a tal grado que siguen ahí sin moverse,

tal cual maldición bendita.


De: un hombre sentado esperando
Para: la lluvia misma, la luna, las estrellas y todo lo que el hombre ha encontrado significativamente
hermoso.

No me importaría descansar en aquellos mares y montañas donde se reúne la vida. No

me vendría mal caer de vez en cuando en ese ciclo infinito, pero corto, de paz y

tranquilidad. Izar las velas y recorrer el punto medio de tu ser con partida a cualquier

destino.

No me importaría tomar la esencia de las estrellas para generar tinta y luz para cada

noche que te escribo en pensamiento, pero me temo que faltaría una eternidad para

esperar de nuevo su nacimiento y, cariño, mi amor espera.

No hay palabras que hagan estremecer más a un cuerpo celeste que las de: me enamore

de ti.

Y te pienso, pero no lo digo. Y si llego a decirlo me da miedo, tal cual estrella esperando

brillar en un cielo nublado.

“…Tú prestas nueva vida y esperanza


A un corazón para el amor ya muerto,
Tú creces de mi vida en el desierto
Como crece en un páramo la flor.”
Poema núm. LXXX , “Á CASTA. “
Bécquer

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